Updike John La Version de Roger
Updike John La Version de Roger
Updike John La Version de Roger
LA VERSIN DE ROGER
Ttulo original: ROGER'S VERSION Traduccin de JOSE FERRER Portada de JORDI SNCHEZ Primera edicin: Noviembre, 1988 Copyright 1986 by John Updike Copyright de la traduccin espaola: 1988, PLAZA & JANES EDITORES, S.A. Virgen de Guadalupe, 21-33. Esplugues de Llobregat (Barcelona) Este libro se ha publicado originalmente en ingls con el titulo de ROGER'S VERSION (ISBN: 0-394-55435-3. Alfred A. Knopf. New York. Ed. original.) Printed in Spain - Impreso en Espaa ISBN: 84-01-38136-3 - Depsito Legal: B. 36708-1988 Impreso en HUROPE, S.A. - Recaredo, 2 - 08005 Barcelona
Doy las gracias a Michael L. Dertouzos, Jerome Kanter y Richard Hawkes, por brindarme generosamente sus conocimientos sobre ordenadores. Y a Jacob Neusner por ayudarme en el hebreo. Algunas ideas de esta novela han sido tomadas, en parte, de libros y artculos de Paul Devies, Robert Jastrow, George Gale, Ann Finkbeiner, Sir John Eccles, Fred Hoyle, Chandra Wickramasinghe, Martin Gardner, P. W. Atkins, James S. Trefil, Alan H. Guth y Paul J. Steinhardt, Gerald Feinberg y Robert Shapiro, Alan MacRobert, Norman Macbeth. A. G. Cairns-Smith, Francis Hitching, y Gordon Rattray Taylor. Tambin quiero expresar mi agradecimiento a las siguientes personas por haberme dado su autorizacin para reproducir material ya publicado: Heroic Music: extracto de Girls Just Want to Have Fun, por Robert Hazard Heroic Music 1979. Permiso para usar la letra otorgado por Heroic Music (ASCAP), por el escritor de canciones Robert Hazard. 65 West Entertainment Company, Inc.: Extracto de She Bop, por C. Lauper, S. B. Lunt, G. Corbett y R. Chertoff. 1983 por Relia Music Corp., Noyb Music Co., Perfect Punch Music (BMI), Hobbler Music (ASCAP), C. Lauper, S. B. Lunt, G. Corbett y R. Chertoff. Usado con autorizacin.
Para qu este derroche? MATEO, 26-8 Oh infinita majestad, aunque no fueses el amor, aunque fueses fro en tu infinita majestad, yo no podra dejar de amarte, necesito algo majestuoso para poder amarlo. KIERKEGAARD, Diarios XI A 154 Y si el resultado del nuevo himno a la majestad de Dios fuese una nueva confirmacin de la inutilidad de toda la actividad humana? KARL BARTH, La Humanidad de Dios Dios el viento tan sin viento como el mundo detrs de una pantalla de ordenador JANE MILLER, High Holy Days
CAPTULO I
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Me he sentido feliz en la Escuela de Teologa. Las horas son soportables; el entorno, bello; mis colegas, inofensivos e ingeniosos, pues estn habituados a las sombras. Dominar algunas lenguas muertas, exponer momentos sucesivos de la simple enigmtica Historia primitiva de la cristiandad a unos alumnos esperanzados, ilusionados y dciles. Hay maneras ms fraudulentas de ganarse la vida. Considero mis aos de ministerio activo, antes de conocer y casarme con Esther hace catorce, si no exactamente desperdiciados, s como una especie de preexistencia, cuya idea me deprime. Sin embargo, cuando aquel joven me telefone para pedirme una cita, alegando ser amigo de Verna, la hija de mi medio hermana Edna, y me explic que, como yo, proceda de la zona de Cleveland, mi curiosidad fue ms fuerte que mi deseo de colgar el aparato. Eleg una tarde y una hora, y l acudi puntualmente. Estbamos a finales de octubre, tiempo de hojas doradas y de cielos tumultuosos y luminosos en Nueva Inglaterra. Cuando apareci en la puerta, vi que era un joven de los que menos me gustan: alto, mucho ms alto que yo, plido e ntimamente apasionado. Su palidez de cera tena unas manchas de acn, que parecan dos quemaduras, en la parte inferior de la mandbula; y sus ojos, hundidos en las huesudas cuencas, tenan un azul extrao, tmido, de una frialdad increble y tan plido que era casi incoloro. Llevaba un gorro de punto de lana azul marino. Se lo quit y lo meti en el bolsillo de la guerrera de camuflaje mientras permaneca all, torpemente plantado, estorbando mientras miraba a su alrededor, pestaeando confuso, observando los estantes llenos de libros y la ventana ojival detrs de mi cabeza. Pude observar que sus sucios cabellos castaos y algo rizados, empezaban a escasear en las sienes. Estos edificios son estupendos dijo. Nunca haba estado en esta parte de la Universidad. Queda un poco apartada le dije, lamentando que no lo estuviese ms. Dnde... reside usted? En los laboratorios de Informtica, seor. Soy ayudante de investigacin en un proyecto grfico especial del que se ha encargado el Cubo por una concesin en la que participan el Gobierno y el sector privado. Lo que de verdad preocupa a los jefazos de all abajo es la inteligencia artificial. Ya sabe, juntar cientos de minis para modular el problema, tratando de descubrir reglas que impidan que el rbol de la investigacin se desarrolle de modo exponencial, empleando la Heurstica para generar nuevas heursticas, y as sucesivamente. Pero mientras tanto, el proceso de datos, la binica y, ahora, los grficos, son los que mantienen las ruedas engrasadas, o el pan untado con mantequilla, como usted prefiera decir. Soy hombre depresivo, y es muy importante para mi bienestar mental mantener las ideas apartadas de zonas de contemplacin que podran enredarme y hacerme caer. Aquel joven, con su jerga de informtica, acababa de evocar precisamente una de estas zonas. El Cubo es el
nombre jocoso que se da al Centro de Investigacin de Informtica de la Universidad, porque est emplazado en un nuevo edificio cuyos lados tienen la misma longitud. Yo nunca he entrado en l, y espero no tener que hacerlo. Sonre y dije: Todava no nos hemos presentado. Yo soy Roger Lambert. Dale Kohler, seor. Le agradezco de veras que me haya recibido. Su apretn de manos fue como yo esperaba: seo, fro como la cera y demasiado firme e insistente. Pareca no querer soltarme. Sentmonos. Dijo usted que conoca a Verna, la hija de mi hermana. Me interesa mucho saber cmo le va. Muchsimo. Hubo una serie de sucesos chocantes. Al sentarse delante de m, en el silln oficial de madera que la Universidad suministra a sus centenares de oficinas y habitaciones (cada elemento tallado de una madera diferente, segn alardea el folleto acompaante: el asiento de rgido roble, los barrotes de arce de grano fino, los brazos curvos de cerezo rojizo, etctera), el muchacho se enganch un bolsillo de su guerrera de camuflaje y tuvo que agitarse y revolverse varias veces, con aire de disculpa, antes de acomodarse. Los nudillos y las muecas parecan enormes, morbosamente desmesurados. Consider que estara cerca de los treinta aos. Por consiguiente, no era un estudiante novato. Se ven muchos como l en una ciudad universitaria; personas que adoptan el uniforme temporal y la astuta candidez del joven aprendiz como si fuesen una profesin permanente y remuneradora. A algunos les salen canas y grandes patas de gallo, consecuencia de la mala alimentacin, mientras siguen inocentes, persiguiendo el conocimiento. Qu fue, segn usted, lo chocante? pregunt el joven que, por muy torpe que pareciese, tena en su actitud algo desafiador, algo descarado e insinuante. La raza del padre? El hecho de que ste se largase? La manera ruin en que fue ella tratada por sus padres? Me sent ofendido. Todos los de la Universidad somos liberales en la cuestin racial. La raza, desde luego, era y es excelente, y todo lo dems debera ser igual. Pero, ya que claramente no lo era, me sorprendi que la nia siguiese adelante y tuviese el pequeo. Mi visitante cambi de posicin, como si llevara una cartera demasiado llena en el bolsillo trasero del pantaln. Entonces record que necesitaba mi pipa. Bueno... empez a decir. Los placeres de una pipa: sacudirla, hurgar en ella, limpiarla, encenderla; las primeras chupadas encogiendo las mejillas, y la manera espectacular en que la llama de la cerilla es absorbida dentro del tabaco, salta liberada y es absorbida de nuevo. Y, entonces, aquel perfume que llena la boca, las imponentes nubes de humo. Aunque parezca extrao, las expresiones faciales y el amaneramiento de otros fumadores de pipa me parecen teatrales, remilgados, afectados y ofensivos. Pero desde que, hace unos aos, por consejo de Esther no pedido, pero imperioso, renunci a los cigarrillos, la pipa ha sido mi consuelo, mi cinturn de seguridad, mi asidero en el escarpado acantilado de la vida. Cuando supo que estaba embarazada me confi, mirndome de soslayo, tom una decisin religiosa. Su cara (aquella cara extraa y larga, con sus manchas de acn y una curiosa pelusa en la barba mal afeitada, un vello incipiente que cobraba vida a la luz de la alta ventana de detrs de mi cabeza) expresaba disgusto por el humo de mi pipa. Esta generacin, que ha perdido, en su mayora el primitivo instinto judeocristiano de lo sagrado, ha desplazado buena parte de su religiosidad a la anticontaminacin, desde la exigencia de salones para no fumadores en los restaurantes hasta manifestaciones violentas delante de las plantas de energa nuclear. Religiosa? dije, pronunciando esta palabra entre hmedas y agresivas bocanadas de humo. S. La decisin de no matarlo.
Entonces, es usted de la misma escuela de pensamiento que nuestro presidente? No he dicho eso. Lo nico que digo es que la decisin de Verna de no abortar se apoyaba en ciertos razonamientos y sentimientos; pero ahora... Ahora...? El tabaco arda slo en un lado de la cazoleta. Empec a mirar bizco, otra de esas expresiones habituales que me irritan en mis compaeros fumadores de pipa. Ahora la cosa ha empeorado, seor. La nia tiene aproximadamente un ao y medio, y supongo que es una edad muy exigente. Al menos, Verna afirma que la pequea la est volviendo loca, balbuceando y enredando sin parar. Dice que se aferra a ella, y yo le digo: Qu quieres que haga? Que busque un empleo? Procuro pasar por all una o dos veces a la semana, como mnimo; pero el lugar donde vive... No quisiera parecer racista... Contine. No es un buen sitio. No tiene verdaderos amigos. Es extrao dije (por fin funcionaba bien la pipa) que decidiese venir a vivir aqu. Bueno... No s lo que sabe usted. Muy poco. Mi padre se divorci y volvi a casarse cuando yo era muy pequeo (por lo visto, estaba ya liado durante el embarazo de mi madre), y tuvo una nia con su segunda esposa, apenas un ao despus de nacer yo. Sola ver a mi hermana, o medio hermana, diramos mejor, solamente cuando le visitaba a l... A veces, un mes durante las vacaciones de verano. Por tanto Edna y yo no nos hemos criado juntos, en el sentido que se da a esta palabra, y cuando ella se cas, apenas si conoca a su familia, pues todos vivan en Cleveland Heights. Su marido y padre de Verna, como tal vez le habr dicho ya ella, es un rgido filisteo, un bruto insensible de ascendencia noruega llamado Paul Ekelof, que es ingeniero y trabaja ahora como una especie de ejecutivo en una fbrica de acero de la Repblica en los Flats, junto al ro... Pero, por qu le estoy contando todo esto? Porque me interesa dijo Dale Kohler. Su piadosa sonrisa era insoportable. Casi he terminado. Edna tuvo a Verna a una edad un poco avanzada, bastante ms de treinta aos, y yo haca tiempo que me haba ido; para ejercer primero de ministro y despus de profesor. Por consiguiente, s, he visto muy poco a la pequea, y no s lo que mi hermana, mi medio hermana, esperaba de m cuando me escribi hace un ao para decirme el disgusto que les haba dado Verna al trasladarse... precisamente aqu. Bueno dijo Dale, aqu estamos en el Este, y creo que se imagin que, teniendo un hijo medio negro y siendo sta una ciudad universitaria, la gente se mostrara ms tolerante con ella. Creo tambin que Verna pens que aqu habra muchas cosas que hacer: pelculas de arte, cursos gratuitos. Por ejemplo, ella y yo nos conocimos en ese simposio sobre Nicaragua que se celebr en una iglesia congregacionalista. Empezamos a hablar de la Ayuda Kool y descubrimos que ambos ramos Buckeyes1. Tambin creo que ella quera distanciarse de sus padres, pues estaba muy enojada con ellos. Claro que Cleveland ya no se encuentra tan lejos; hay esos vuelos directos que antes hacan escala en Pittsburgh, y si uno se inscribe en la lista de espera, le resultan casi tan baratos como el autobs. Es difcil valorar el tiempo de uno: buena parte de l se gasta, clara e inevitablemente, sin provecho inmediato, y uno de los consuelos cristianos, segn yo los considero, es que el testimonio y la estricta contabilidad del Seor, que nunca duerme, redime la inutilidad de los momentos, de la misma manera que el sacrificio de Su Hijo redimi al Tiempo en un ms amplio sentido. Pero, desde luego, yo malgastaba mi tiempo al estar sentado all, escuchando el panegrico del servicio areo de Cleveland, la ms horrible de todas las metrpolis abandonadas de Dios, a la que no he querido volver en treinta aos, salvo para asistir a algn entierro. Por
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qu pareca sugerir este joven que yo debera volar all, regresar a aquella tierra bochornosa y sofocante? Y por qu estaba l aqu? Cul era la causa de que los dos nos viramos enredados en esta sbita y forzada intimidad? Qu tal se porta como madre? le pregunt. Me refiero a Verna, no a Edna. Saba algo del comportamiento maternal de Edna, por haberlo observado a largos intervalos: como casi todo lo que haca, desde jugar al tenis hasta conducir aquel Studebaker a Verna, descapotable que, al cumplir los dieciocho aos, le haba comprado mi deplorable padre, era impulsivo y chapucero, caracterizado por una indiferencia distrada y serenamente egosta, que esperaba que el mundo le perdonase y olvidara por mor de su calor, de su encanto carnal. Edna haba tenido, desde su infancia, un atractivo sensual peculiar, un aroma picante adherido a su carne; cuando era una engreda moza de trece aos y yo un retrado muchacho de catorce, condenado a pasar todo el mes de agosto con mi padre y mi insulsa madrastra (cuyo nombre, Veronica, pareca tan desvado y remilgado como ella, que haba trocado la actitud de vampiresa, que arruin mi vida antes de venir yo al mundo, por una triste respetabilidad domstica) en Chagrn Falls... Cuando, como iba a decir, empez Edna a menstruar, tuve la fuerte impresin de que los das de su perodo llenaban la casa con su pegajoso olor de animal triunfalmente herido, incluso los rincones de mi habitacin que apestaban a calcetines usados en el deporte y a pegamento de aviones. Edna tena entonces los cabellos naturalmente rizados y una cara obstinada y mofletuda en la que se formaban hoyuelos cuando se dignaba sonrer. Bueno concedi el muchacho, no como puede ser de buena una persona cuando slo tiene diecinueve aos, cree que el mundo le da de lado, y no tiene ms compaa que la de su pequea y el cheque de la asistencia social. Dice que lo que ms siente es no haberse graduado en el Instituto, pero cuando yo le hablo de los cursos que podra seguir, de las pruebas de equivalencia, etctera, se sale por la tangente. Si no se hubiese salido por la tangente, tal vez no se habra comprometido con aquel joven negro hasta el punto de tener un hijo con l. Perdone que le diga esto, seor; pero habla usted como su madre. Haba en esto una censura, y una agresin en su reiterado tratamiento de seor. Me resent de ello. Resentimiento: segn Nietzsche, el meollo de la moral cristiana. S que tengo un lado oscuro, un temperamento hosco, unos accesos de bilis que nublan mi visin y hacen que mi lengua se vuelva dura y mala; es la manifestacin externa de mi tendencia a la depresin. He descubierto que esto es ms fcil de controlar en mi papel de profesor (tal vez porque es estimulado con menos frecuencia) que en el de clrigo. Lanc otro poco de humo como pesticida contra mi visitante; y, haciendo caso omiso de que me emparejase con la insensata Edna, le pregunt desde detrs de mi armadura de amistoso tweed: Cree usted que puedo hacer algo por Verna? Haga lo mismo que yo, seor. Recurdela en sus oraciones. Mi nube interior se oscureci. En la actual generacin, los seguidores de Jess no se hallan, como sus predecesores de los aos sesenta, fuertemente intoxicados con mezclas tan vertiginosas como el LSD y el NLF, sino que muestran una floja e intermitente benignidad y una invencible inocencia histrica que llegan a enloquecerme. Sonre. Ciertamente, es lo menos que puedo hacer le dije. Saldela de mi parte cuando la vea. Tambin podra visitarla usted, si me permite sugerirlo. Hace ms de un ao que vive cerca de usted y...
Y ni una sola vez ha tratado de buscarme. Seguramente esto quiere decir algo. Bueno, quera usted hablarme de otra cosa? S. Se inclin melodramticamente hacia delante. Sus crneas brillaban verticalmente atravesadas por el reflejo de la alta ventana ojival a mi espalda. Dijo: De Dios. Oh! De veras? Ha seguido usted, seor, alguno de los recientes descubrimientos en fsica y en astronoma? Slo vagamente. Las imgenes de la Luna y las maravillosas fotografas de Jpiter y de Saturno. Disclpeme, pero todo eso es muy trivial. Incluso toda nuestra galaxia es, relativamente, un caso trivial aunque podramos decir que sintomtico. Profesor Lambert... Sigui una larga pausa, mientras sus ojos plidos me miraban afectuosamente. Y qu ocurre? me vi obligado a decir, como Lzaro al despertar. Est sucediendo algo que no puede ser ms milagroso declar mi visitante, con una sinceridad dolorosa, que me pareci ensayada con exceso. Los fsicos estn llegando al fondo esencial, han reducido las cosas a sus ltimos detalles, y est acaeciendo lo que ellos nunca esperaron que ocurriese. Dios se est manifestando. Esto les contrara, pero nada pueden hacer por impedirlo. Los hechos son los hechos. Y no creo que los que intervienen en el negocio religioso, por decirlo as, se den verdadera cuenta de ello; de que, por muy lejano que esto pareciese siempre, su tesis est siendo al fin demostrada. Pues parece estupendo, Mr... Kohler. Como las instalaciones sanitarias. Kohler. Qu clase de Dios se manifiesta, exactamente? Pareci que aquello le impresionaba de forma desagradable. Arque las tupidas y bastante irregulares cejas. Mire usted me dijo. Slo hay una clase de Dios, el Dios Creador, Hacedor del Cielo y de la Tierra. Ahora podemos ver que los hizo, en aquel primer instante, con una precisin tan increble que el mejor reloj suizo no es ms que un montoncito de piezas insignificantes en comparacin con aquello. Mientras sacuda mi pipa sobre el cuadrado cenicero de cristal, de bordes descantillados, aprovech la oportunidad de mirar detrs de m por la ventana. Dentro de su marco neogtico, el cristal artsticamente emplomado, contena, desde la base hasta la cima, las altas hierbas y los robles rojizos del jardn, y una obra en construccin que levantaba nubes de polvo detrs de una valla (nuestro vecino, el Anexo de Investigacin Qumica de la Universidad, en expansin) y un cielo otoal cargado de nubes radiantes y barrocas. Las nubes son extraas; unas veces parecen esculturas gigantescas, formas abultadas tridimensionales, como los musculosos mrmoles de Bernini en las paredes de San Pedro; y otras, copias exactas de las mismas nubes, simples manchas de vapor, virtualmente inexistentes. Estn con nosotros y, sin embargo, no estn. Mi visitante, antes de preguntar, esper a que volviese a mirarle. Qu sabe usted acerca de la teora del Big Bang? Muy poco le dije, supongo que con cierta suficiencia agnstica, salvo que es evidentemente correcta. Mostr satisfaccin por mi respuesta, empleando este viejo truco del maestro para animar positivamente al estudiante flojo. Exacto! Y crame usted, seor, si le digo que esto ha sido muy duro para los cientficos, que, desde los tiempos de Lucrecio, haban apostado por la materia eterna e inmutable. Pero han
tenido que tragarse la pldora, y lo que estn descubriendo ahora es todava ms amargo de lo que pensaban. Me preguntaba, una y otra vez, cmo me haba dejado cautivar, por la timorata desfachatez, por la agresiva seriedad verbal, de aquel joven. Verna, record, y detrs de ella, como una nube de olorosos recuerdos, Edna, mi medio hermana, mi sombra de carne y hueso. La teora del Big Bang plantea tres problemas principales me inform mi visitante, esbozando imgenes con sus manazas, como si tuviese en ellas una tiza: El problema del horizonte, el problema de la igualacin y el problema de la lisura. Uniformidad: la radiacin de fondo de microondas de tres K, descubierta en 1964, se ha observado que es uniforme en una parte de diez mil; pero aqu tratamos de secciones del cielo separadas por ms de noventa veces la distancia del horizonte, la distancia que poda haber viajado la luz en el tiempo en que se emiti la radiacin. Entonces, cmo podan estas regiones haber comunicado entre s para lograr la uniformidad? Parece imposible. Igualacin: para que hoy existan las galaxias, tuvo que haber desigualdades en la primigenia bola de fuego; si la igualdad hubiese sido absoluta, no habra habido agrupaciones, y si las desigualdades hubiesen sido mayores, habran sido excesivas. Hay cifras para todo esto, pero no quiero aburrirle. Lo cierto es que es estadsticamente muy extrao que las galaxias existan en absoluto y que hayan durado miles de millones de aos. Lisura: la energa total, es decir, todo lo del universo, y el ritmo de expansin del Big Bang, tenan que estar en principio en un equilibrio virtualmente exacto, para que la razn sea la que observamos hoy en da, entre cero coma uno y cero coma dos. Esto puede parecer una expansin muy pequea, entre una y dos dcimas; pero, en realidad, significa que, para que la razn sea hoy tan estrecha, la densidad de energa en el momento del Big Bang tena que ser igual al ritmo de expansin de un dcimo elevado a la quincuagsima quinta potencia, es decir, diez, seguido de cincuenta y cinco ceros. Ahora bien, si esto no es un milagro, qu es? Un poco menos, poqusimo menos, de impulso hacia fuera, y el universo se habra encogido de nuevo dentro de s mismo en un par de millones de aos, lo cual no es nada en trminos csmicos. Un poquito ms, y las estrellas y las galaxias no se habran formado nunca; la materia se alejara demasiado aprisa, saltara por la ventana, por decirlo as. Las probabilidades de que esto se haya producido son aproximadamente iguales a las que un tirador de primera tendra de acertar un blanco de dos centmetros situado en el otro lado del universo, a una distancia de veinte mil millones de aos luz. El joven levant los dedos para indicar la dimensin de dos centmetros. La brecha pareca la mira de un arma de fuego entre nuestros dos pares de ojos. Pregunt con tono perezoso. No es esto lo mismo que un universo abierto contra un universo cerrado? No le hace poco que decidieron que era abierto? Tienden a decir esto, pero nadie sabe cunta materia oscura hay en las galaxias, ni si el neutrino tiene masa. La cuestin es discutible, muy discutible. Pero si lo es ahora, tuvo que serlo muchsimo ms entonces, al principio. Por qu? Por qu es as? Las cantidades son arbitrarias, podran haber sido cualquier cosa. Y hay docenas de cantidades que tienen que ser exactamente lo que son para dar a la vida tiempo de evolucionar. Tome la enorme fuerza que mantiene unidos los ncleos atmicos. Suponga que fuese un cinco por ciento ms dbil. En ese caso, no habra podido formarse el deutern y no existira el deuterio, lo cual significa que la cadena de reaccin nuclear empleada por el sol no habra podido funcionar. Si fuese un dos por ciento ms fuerte, dos protones podran mantenerse unidos y la existencia de los diprotones haran que el hidrgeno
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fuese tan explosivo que el universo actual slo estara compuesto de helio. En todo caso, nosotros no estaramos aqu, verdad? Ni siquiera habra un aqu en el que estar. Pero si su Dios... O tome la fuerza dbil. Sabe usted lo que es la fuerza dbil, verdad, seor? Haca rato que, en el ardor de su exposicin, haba olvidado el seor. Produce la ruina de los tomos? aventur. Algo as. Viene a ser de diez veces a una dcima de vez ms dbil que la fuerte, la cual es sumamente dbil; pero, si lo fuese slo un poco ms, los neutrinos no podran ejercer presin suficiente sobre la capa exterior de una estrella moribunda para producir una supernova, y sin las explosiones de las supernovas no habra elementos pesados desparramados en el espacio, y no existiran los planetas como la Tierra, y estructuras como usted y yo, con el carbono, el calcio y el hierro que necesitan nuestros cuerpos, tampoco existiran. O tome la masa del neutrn: si fuese solamente de cero coma nueve nueve ocho de su valor actual, o sea cero coma cero cero dos menos de este valor y mostr con los dedos un espacio tan pequeo que, a travs de l, slo pudo verse una pizca del extrao azul de sus ojos, los protones libres decaeran en neutrones va emisin de positrones, y los tomos no existiran! Sus giles y huesudas manos se movieron con tanta rapidez al hacer esta ltima revelacin que pareci, bajo la plomiza pero radiante luz de la tarde que se filtraba en mi despacho, como si hubiese sacado el conejo sagrado del sombrero csmico. Respir hondo antes de hacerle algunas objeciones obvias. Se inclin hacia delante, acercndose tanto que vi saltar fotones de las burbujas de saliva en las comisuras de sus labios. l insisti: El Sol. Para que las estrellas amarillas como el Sol emitan un calor tan regular durante diez mil millones de aos, tienen que estar equilibradas como sobre el filo de una navaja entre la atraccin hacia adentro de la gravedad y el empuje hacia fuera de la reaccin termonuclear. Si la constante gravitacional fuese ms pequea, se hincharan y convertiran todas en gigantes azules; en caso contrario, se encogeran y convertiran en enanas rojas. Una gigante azul no dura lo bastante para que evolucione en ella la vida, y la enana roja irradia con tanta debilidad que ni siquiera puede empezar. Dondequiera que mire usted me dijo, ver esas constantes terriblemente ajustadas para ser exactamente lo que son, o no existira un mundo al que pudisemos reconocer, y no hay razn intrnseca que explique que estas constantes sean lo que son, salvo la de que Dios las hizo de esta manera. Dios hizo el Cielo y la Tierra. ste es el punto al que ha llegado la ciencia. Crame. No tengo por qu dudar de usted, Mr. Kohler le dije, viendo que de momento haba terminado. Al retreparse en su silln, me pareci que, incluso en este arrebato de elocuencia que haba coloreado sus enfermizas mejillas (su cara era al mismo tiempo huesuda y fofa, la cara de un hombre mal alimentado) y que haca su acn ms manifiesta, sus ojos flotaban de algn modo sobre su apasionada aseveracin. Haba dicha en su palidez, pero tambin frialdad, retraimiento. Ningn ataque mo habra podido conmoverle. Dej mi pipa y cog un lpiz que haba encima de la mesa (un lpiz verde, hexagonal, con el nombre del colegio privado, Pilgrim Day, al que asiste mi hijo de doce aos, quien, por lo visto, se lo haba llevado), le mir la punta con fijeza y dije: Me preocupa un poco este concepto de probabilidad. En cierto sentido, todo conjunto de circunstancias es sumamente improbable. Por ejemplo, es improbable que un espermatozoide particular entre los millones que eyacul mi padre aquel da particular (mi padre, que nos
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abandon a mi madre y a m y salt de un empleo a otro en los niveles medios del negocio de seguros en el Medio Oeste, cuya idea de una conversacin amena era contar un chiste verde que haba odo por la maana en la barbera, que usaba agua de colonia y gemelos, e hizo gala de una frgil y falsa cordialidad de ex atleta hasta el da en que muri de una embolia cerebral; pero, por qu se meta ahora en esta enjundiosa cuestin?) se introdujese en el vulo materno y realizase mi particular combinacin de genes. Sin embargo, semejante combinacin, dadas su juventud, su actitud ante el control de la natalidad, etctera, era posible y tan probable como cualquier otra, no? Eso est bien tuvo mi visitante la desfachatez de decir; salvo que, como dice usted, nacen nios todos los das, mientras que slo hay un Universo, que nosotros sepamos. Esto es lo que tratan de soslayar los cientficos, para conservar su viejo materialismo ateo. En vez de admitir lo evidente, que alguna Inteligencia activa ajustase las constantes fsicas y las condiciones iniciales, formulan una loca teora de muchos universos, entre los cuales se encuentra el nuestro, que tiene las condiciones adecuadas para que, en definitiva, surja en l la vida inteligente. Algunos de ellos no dicen realmente que existan todos esos universos por ah fuera, o all atrs, en alguna parte, derrumbndose o dispersndose o rodando sin que nadie los mire; slo dicen que, ya que nosotros estamos aqu observando, el Universo tiene que ser como es, con lo cual creen que quitan veneno a la cuestin, como si dijsemos: Desde luego, el planeta Tierra tiene agua y oxgeno, porque nosotros estamos aqu. Esto es el principio antrpico, que, al menos en su forma ms dbil, es simplemente una manera de soslayar el problema. Otra teora sostiene que existe una clase de ramificacin infinita de la indeterminacin de la teora de los cuantos. Mire usted, cuando un electrn choca con un protn, la onda se extiende a la derecha y a la izquierda; si la medicin indica que la partcula en cuestin fue hacia la derecha, entonces la parte izquierda de la onda se derrumba. A dnde ha ido? Segn esta teora, ha ido a otro universo, y lo propio ha hecho el observador, un duplicado de l con slo esta pequea diferencia, y sus instrumentos, la habitacin en que estaba, el edificio, etc. Adems (como he dicho, es una locura), no se necesita un observador para la escisin, sino que sta se produce dondequiera que se realice una transaccin de cuantos, en cualquier estrella: el Universo se divide en dos, una y otra vez, en todo momento. No hay manera de comprobarlo, pero all estn todos esos otros universos, un milln de millones cada microsegundo. Quiero decir, realmente. Recientemente, otro cientfico, para eludir estas graves dificultades, graves a menos que se diga simplemente que Dios es el Creador, sugiere que, en una brevsima fraccin del primer segundo del Big Bang, el Universo, debido a una terica fuerza antigravitacional que nadie vio nunca en accin, se expandi de modo exponencial, doblando cada diez elevado a menos treinta y cuatro segundos o algo parecido, aumentando as el dimetro del universo, ms pequeo que la punta de ese lpiz al principio, por un factor de diez a la quincuagsima, antes de enfriarse para la expansin normal; as, en vez de muchos universos, tenemos un solo universo gordo por decirlo as, del cual el universo que vemos, desde aqu hasta los quasars a diez mil millones de aos luz y ms all, es una fraccin diminuta, realmente diminuta, como una pelota de pimpn en el estadio de Shea. Y piensan que las personas religiosas exageran los hechos. Esos tipos, los que advierten el problema, estn desesperados. Se escabullen. Pareca demasiado furioso contra esta... posicin anticristiana. Supongo me aventur a decir que los modernos intentos de relacionar el cosmos observado con la religin tradicional se deben a una cuestin fundamental: la extraa y vertiginosa extravagancia de aqul. Si, como dice el Gnesis y usted dice ahora, Dios quiso hacer el mundo como un teatro para el hombre, porqu tena que hacerlo tan intilmente vasto, tan
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horriblemente turbulento y, ay!, tan abrumador al contemplarlo? El sistema solar, con un atractivo teln de fondo salpicado de estrellas, habra sido sin duda suficiente. Tener adems la galaxia, y despus todas esas otras galaxias... La punta de mi lpiz lanzaba destellos diminutos, y era muchsimo ms grande que el universo original. Observndolo atentamente bajo la luz gris, poda ver los lados del grafito tallado en facetas por el sacapuntas, y grnulos minsculos de carbono. Desde la edad de ocho aos, en que fui encomiado por el oftalmlogo de la familia por descifrar incluso la ltima lnea de su tabla optomtrica, siento un orgullo inocente por la agudeza de mi visin, que las gafas para leer, adquiridas hace siete aos cuando tena cuarenta y cinco, amplifican pero no corrigen. Lo s. Es algo pasmoso convino el muchacho en uno de sus fastidiosos deslizamientos a una serenidad inesperada y a una flexibilidad amable. Tal vez es como una demostracin de lo que es la infinidad. Para que no digamos Dios es infinito. Pero esto no son ms que nmeros, verdad? Mediciones. Y hay cosas que no podemos medir. Por ejemplo, no podemos medirnos nosotros mismos... Ni el amor, iba a decir usted. Iba a decirlo? Creo que s. Mr. Kohler, he estado tratando con gente de su edad desde que me retir del Ministerio, me doctor en Teologa en Union y encontr aqu una plaza de profesor auxiliar. Todos estn locos por el amor, por la palabra si no por su realidad. La realidad, segn mi impresin, es un tanto espinosa. Creo, seor, que soy mayor que los del grupo con el que trata usted generalmente. Tengo veintiocho aos. Procedo de Akron. Me licenci en Informtica en Case Western Reserve y despus pas un ao sentando la cabeza como vigilante de incendios en las montaas del Salmon River, en Idaho. Despus vine al Este y, desde ese momento, he estado estudiando y he intervenido en diversos proyectos de investigacin de Informtica. Entonces, no es usted fsico? No. En cierto modo, me refugi en la cosmologa en relacin con mi filosofa personal. Los fsicos slo quieren tratar de nmeros, no desean que salga a relucir esta cuestin, hay que extraerla a viva fuerza. Los mejores cerebros que trabajan en las implicaciones reales, Carter y Hawking y supongo que hay que incluir a Hoyle, estn en Inglaterra; lo nico que importa a los americanos es la GUT, siglas de Grand Unified Theory, y sta no es ms que nmeros. Nmeros, en realidad, sobre el aire caliente. Quiero decir realmente caliente, como diez elevado a veintisis grados Kelvin, y entonces tiene las fuerzas electrofuertes y electrodbiles combinadas, y campos de simetra que nacen de la congelacin, y cadenas unidimensionales que pesaran un milln de toneladas si fuesen lo bastante largas para cruzar un tomo, y qu se yo cuntas otras cosas, ninguna de las cuales pueden probar en absoluto. Segn la GUT, los protones tienen que decaer; pero nadie ha encontrado todava un protn en decadencia, y si la vida del protn fuese de menos de un milln de veces la edad del universo, usted y yo seramos tan radiactivos en este instante como el ncleo de un reactor nuclear. Como le deca, aire caliente. Pero no debo acalorarme; no quiero ser viperino. Sin embargo, esos ateos estn tan pagados de si mismos, que ni siquiera admiten que se pueda discutir. Se estaba relajando y haba estirado tanto las piernas que sus pies, calzados con Hush Puppies, estaban ahora debajo de mi mesa. En realidad le dije, veintiocho aos es una edad en la que mucha gente suele volver a la religin. Yo nunca me apart de ella declar el joven, expresndose con una rotundidad que he observado a menudo en las personas piadosas, y que en otras podra parecer impertinente. He
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continuado siendo tal como me criaron. Mis padres tenan tan poco que darme intelectualmente, que no poda renunciar a nada. Las paredes de la casa eran tan delgadas que, a veces, les oa cuando rezaban juntos. Sent que se preguntaba: Por qu le estoy contando todo esto? Empez a mover las manos, en un ataque defensivo. De todos modos continu, lo que ustedes llaman religin es lo que otras personas llamaran sociologa. As es como ustedes lo ensean, no? Desde los Evangelios hasta The Golden Bough, desde Martn Lutero hasta Martin Luther King, todo ha ocurrido, es Historia real, es Antropologa, es textos antiguos, es humanamente interesante, no? Pero es seguro. Cmo podemos equivocarnos? Ni siquiera los peores ateos del mundo niegan que los pueblos han sido religiosos. Ellos construyeron esos templos, respetaron esos tabes, crearon esas tradiciones, etc. Y qu? Su natural incredulidad les hace decir del modo ms alegre que todo eran tonteras poticas, patticas, como otros muchos aspectos de la historia humana, en realidad como todos sus aspectos, considerando que todo el mundo muere y que, hasta que muere, gasta la mayor parte de su energa tratando de alimentarse, de permanecer seco y caliente, y de..., cul es la palabra? Reproducirse? le ofrec. Claro dijo, encogindose ms. Observ su programa antes de venir, y estudiar todas aquellas materias no dice nada, no compromete a nada, no es ms que historia cultural humana, perfectamente inofensiva. Yo he venido a hablar de Dios como una realidad, una realidad que est a punto de manifestarse, saliendo de la Naturaleza. Eso ya lo ha dicho usted antes le record dejando sobre la mesa el lpiz afilado de mi hijo y mirando muy discretamente mi reloj. A las tres empezaba mi seminario de dos horas sobre las herejas de antes del Concilio de Nicea. Hoy tenamos que tratar de Marcin, el primer gran heresiarca, quien arguy, y es muy plausible, que el Dios del Antiguo Testamento y el del Nuevo eran dos dioses diferentes, un ditesmo que armonizaba con el gnosticismo y anticipaba el maniquesmo. Menospreciaba al Dios-Creador hebraico, que haba creado el mal, que mimaba a bribones licenciosos y traidores como el rey David, y que era responsable, en su ignorancia y sus vacilaciones, de los humillantes y dolorosos procesos de la cpula, el embarazo y el parto, cuya contemplacin asqueaba a Marcin. Tena sus motivos. Sea de esto lo que fuere dije con toda deliberacin, qu puedo hacer por usted, Mr. Kohler? La piel enfermiza de mi visitante se colore de nuevo con cierta agitacin, y el tono de su voz baj hasta el punto de que tuve que agudizar el odo. Estaba pensando, seor, en la posibilidad de una subvencin. En si le gustara a la Escuela de Teologa que continuase, ya sabe, esto de lo que hemos estado hablando. La prueba concluyente de que Dios existe. Bueno, supongo que valdra la pena. Pero, tal como ha descrito usted hbilmente nuestro currculo, dudo de que pudisemos concederle un centavo. Segn usted, nos damos por satisfechos afirmando que las llamadas religiones existieron y enseando etope y arameo a los muy interesados. No se enfade, seor, se lo ruego. Yo no s lo que cree usted personalmente. Pienso que creo en bastantes cosas. Aunque hace catorce aos que dej de servir en mi ltima parroquia, todava soy un pastor metodista ordenado que goza de lo que llaman cierto prestigio. Adems, permita que le diga que tengo que dar una clase dentro de diecisiete minutos. Doctor Lambert, no le conmueve lo que he estado tratando de explicarle? Dios se est manifestando. Durante todos estos siglos, se ha estado raspando la realidad fsica, y la capa que
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queda de lo poco que no comprendemos es tan fina que la cara de Dios nos est mirando a travs de ella. Francamente, esto suena bastante fantstico. Como una cara a travs del cristal empaado de un cuarto de bao. O como aad, sacando de mi subconsciente una imagen que me haba turbado durante meses aquel pobre y joven marinero de la expedicin Franklin a quien encontraron el verano pasado en Canad, perfectamente conservado por el hielo. Tambin l nos miraba fijamente. Kohler se inclin hacia m de una manera alarmante, con la manchada mandbula inferior torcida por la fuerza de su conviccin. Si Dios cre realmente el universo dijo tiene por fuerza que manifestarse al fin. Djeme que se lo diga de otra manera: Dios no puede seguir ocultndose. Si es omnipotente, creo que debe tener poder suficiente para seguir ocultndose. Y no estoy seguro de que no sea un poco hertico, por su parte, mezclar la realidad de Dios con un montn de otras realidades. Me parece que ni siquiera Toms de Aquino consider un Dios que pudiese ser sacado, chillando y pataleando, de algn armario de laboratorio o de detrs de una pizarra. El joven dijo: Es usted satrico. Pero, sabe por qu? A lo primero: Lo soy? Y a lo segundo: No. Porque tiene miedo. Usted no quiere que Dios se manifieste. La gente, en general, no lo quiere. Slo quieren ir tirando, siendo humanos y sucios y taimados y divertidos, y pasar bien los fines de semana, y que Dios se quede en las iglesias por si deciden alguna vez dejarse caer en una de ellas, y quiz para sacarles al fin por aquel tnel de luz del que tanto hablan. ste es otro lugar en que l se manifiesta: todas esas muertes aparentes, y todos esos bienaventurados que vuelven del otro mundo. Hasta que tuvieron esos modernos equipos mdicos no pararon de sacar a gente de la tumba. Pero no quiero hacerle perder sus diecisiete minutos. Doce. Digamos diez. Tengo que echar un vistazo a mis notas. Estaban sobre la mesa. Tir de ellas y las mir. Marcion excom. Roma 144, le para m. Tertulian wr. Adversus Marcionem c. 207. Aquel muchacho me obligaba a mostrarme rudo. Insisti: Pero, no estoy en lo cierto, seor? A usted le horroriza pensar que Dios puede ser demostrado. Si me horrorizo, es por or semejante blasfemia salir de sus labios con tanta tranquilidad. Por qu es una blasfemia? Por qu es una blasfemia, en estos tiempos, suscitar la posibilidad de que Dios sea un hecho? Un hecho en nuestras vidas, s; un hecho espiritual... Esto es como una partcula virtual. Una porcin de aire caliente. Suspir y tuve el sincero deseo de que el muchacho se muriese. Esta maraa de suposiciones sobre lo absoluto e incognoscible que haba esbozado agitadamente me record a mis muertos, los muertos que son mi medio de vida, aquellos turbios y tempranos siglos de apasionados anacoretas y condenatorios prelados cuyas batallas de sutiles distinciones pasaban de Atenas a Espaa, de Hipona a Edesa. Homoousios contra omoiousios, logikoi contra alogoi. Montanismo y modalismo y monarquianismo, hipstasis y patripasianismo. Discriminaciones empapadas en sangre, hoy convertidas en polvo como los huesos de sus autores; grandiosos y devotos esfuerzos por desollar, disecar y anatomizar la sustancia divina. La Iglesia cristiana... empec a decir, y me interrump para preguntar al joven: Se considera usted cristiano? Absolutamente. Cristo es mi Salvador. Me enoj el tono ferviente y fro en que lo dijo. En mi antiguo hogar, estas rotundas declaraciones se pintaban en los graneros y se bordaban en las almohadas. Le dije:
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Segn creo, la Iglesia predica y el Antiguo Testamento describe un Dios que acta, que viene a nosotros en la Revelacin y la Redencin, no un Dios que pone en marcha el Universo y despus se esconde. El Dios de quien tratamos en esta Escuela de Teologa es el Dios vivo, que se acerca a nosotros por su voluntad y su amor, y que se re de todas las torres de Babel que construimos para l. Me di cuenta de que repeta a Barth, aunque la cita exacta vacilaba en el borde de mi mente. Dnde? Llevaba debajo de mi chaqueta un jersey de casimir con cuello en forma de V (camello, segn el marbete, cosa que haba hecho gracia a Esther cuando lo compr la ltima Navidad en Trimingham's, en las Bermudas, pues considera que mi especialidad acadmica es la misma que la de los Padres del Desierto) y de pronto sent un calor excesivo y empec a sudar. Me estaba esforzando demasiado. Desenterraba creencias a las que haba llegado antao y enterrado haca tiempo para tenerlas a salvo. Lo s, lo s, y esto es magnfico dijo mi inquisidor, alerta e interesado, aunque no impresionado por mi declaracin. Pero, si l acta como usted dice, si l es dinmico, entonces l existe de manera que una completa descripcin fsica del universo bsico, que es lo que la ciencia no puede tardar ms de una dcada en conseguir, no puede dejar de detectar. Esto es lo que yo le digo. Hemos casi llegado al fin, profesor Lambert; pero la ciencia, que ha sido atea durante tanto tiempo, no quiere reconocerlo; necesitan ustedes alguien como yo, dispuesto a hacer la proclamacin, a juntar todas las pruebas y pasarlas por un ordenador. Un ordenador, comprndalo, es un aparato bsicamente simple, pero que puede repetir sus simples operaciones con mucha rapidez... A propsito le interrump, seguramente es demasiado simple decir que todos los cientficos han sido ateos. Eddington no lo era, y Newton, si no recuerdo mal, era un fantico. Pascal, Leibniz. Einstein hablaba de un Dios que no jugaba a los dados. S, desde luego hubo algunos. Pero, en trminos generales, usted no tiene que tratar diariamente como yo con esos tipos. Para ellos, la idea de todo lo que no sea casualidad o materia est en zona absolutamente prohibida. Lo odian. Le queda un minuto para una ltima cuestin? Veo que se est usted impacientando. Hace unos cincuenta aos, un fsico llamado Paul Dirac se pregunt por qu se repite el nmero diez elevado a la cuadragsima potencia. El cuadrado de aquel nmero, diez elevado a la octogsima potencia, es la masa del universo visible medida en trminos de la masa de un protn. El propio nmero diez elevado a la cuadragsima potencia, es la edad actual del Universo, expresada en las unidades de tiempo que tarda la luz en atravesar un protn. Y, fjese bien, la constante que mide la fuerza de gravedad en trminos de la fuerza elctrica entre dos protones, muestra que la gravedad es diez elevado a cuarenta veces ms dbil. Adems, diez elevado al cuarto de cuarenta, o sea diez elevado a diez, es aproximadamente igual al nmero de estrellas en una galaxia, al nmero de galaxias del universo, y la inversa de la constante de la estructura dbil. Si usted... Tal vez sera mejor que reservase esto para su ordenador. Entonces, me da luz verde para mi proyecto? De ninguna manera. Yo no soy quin para darle luz de ningn color. Si quiere solicitar una subvencin especial de esta escuela, que le dir que es muy pobre, pues los clrigos no son alumnos ricos y necesitan mucho para sus caridades, si quiere solicitar, repito, esa subvencin, presente las instancias adecuadas en las oficinas de la planta baja. Puedo decirle que el jefe del Comit de Subvenciones es un hombre muy simptico y afable, llamado Jesse Closson. En cuanto a m, debo confesar que su idea me parece esttica y ticamente repulsiva. Estticamente, porque describe un Dios que se deja atrapar por cualquier intelectual y ticamente, porque elimina la fe de la religin, nos quita la libertad de creer o dudar. Un Dios al
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que se puede demostrar, hace que la cuestin pierda casi todo su inters. De cualquier modo, Dios no debe ser conocido de un modo absoluto. Pero, seor, piense en el consuelo de todos aquellos que quieren creer y no se atreven, porque han sido vctimas de la intimidacin intelectual. Piense en la tranquilidad de todos los que estn turbados o afligidos y quisieran rezar. Dudo de que la razn le dije produzca alguna vez a alguien una desesperacin que le impida hacer lo que quiere en este aspecto. Se sorprendi. Levant las cejas y los prpados, y sus ojos brillaron como estancias diminutas cuyos postigos se hubiesen abierto ruidosamente. Disclpeme usted; pero no estoy seguro de que eso sea verdad. Creo que la gente trata concienzudamente de estar al da; fjese, por ejemplo, en todas las noticias cientficas que aparecen en los peridicos, y en los programas de televisin sobre los insectos mimticos. Ha mencionado usted la fe, su remocin, etctera; pero recuerde que no tratamos de demostrar nada sobre la Encarnacin o la Trinidad... Estas noticias podran satisfacer a un hinduista tanto como a un cristiano; en realidad, el brazo derecho de Fred Hoyle es hind; se llama Chandra Wickramasinghe. Todava queda mucho sitio para la fe y para modos diferentes de adoracin. Quiero decir que lo que tenemos aqu es lo bsico absoluto, lo fundamental. El individuo tiene todava que llenar las cuestiones especficas, todas las cuales sern objeto de la fe. Pero debe usted recordar que la fe no se instaur como una virtud eterna, sino tan slo como una especie de asidera hasta que llegase Cristo, declarase el Reino y todo se aclarase. Pablo y los otros no esperaban que el mundo durase ms que sus vidas. Desde luego, ha habido discusiones sobre esto, sobre lo que esperaban exactamente los discpulos. Y tambin sobre lo que vieron exactamente. Pero ahora debo ir a mi clase, Mr. Kohler. Dir... Dio un salto, como para agarrarse a un rayo de luz. Qu, seor? Probablemente no debera decir nada conced, preguntndome por qu buscaba una connivencia, por qu adoptaba un tono adulador y seductor con aquel joven plido y presuntuoso; pero sera un alivio, en lo que a m concierne, avalar algo que no fuese estudios sobre los negros o el feminismo. O esos patticos documentos sobre religin callejera, equivalente a la buenaventura de las gitanas y a las supersticiones sobre los nmeros de matrcula de los automviles o de los vagones del Metro. Si decide usted presentar su instancia, puede decir que ha hablado conmigo y que sus ideas me han parecido..., cmo lo dira...? Enjundiosas? Divertidas. Recog mis notas y me levant, mirndolas. Marcin, un Pablo ms radical. Los glatas. La circuncisin. Judasmo legalista, exclusivista. Cristologa doctica de Marcin: dokein, razonable. Qu queran decir?, tuve una sensacin mareante, como onrica, de ignorancia total, semejante a la del forastero que ha olvidado la lengua local. Lo nico que pedira sera algo que compensase mi tiempo dijo el joven, que se haba levantado y hablaba apresuradamente. Empleara, a escondidas, los ordenadores de los edificios de Ciencias. Cmo puedo expresar esto en mi instancia? Diga simplemente que roba la fuerza rica para darla a la fuerza pobre. Y d mis recuerdos a Verna. Pregntele si cree que su to puede hacer algo por ella. Oh! No espera que haga nada. Por la descripcin que hizo de usted, pens que sera mucho ms duro de lo que es.
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Duro? Es ste el concepto que tiene de m? Entonces creo realmente que tendra que verla. No puedo permitir que se imagine que su to es un malvado. Nos despedimos sin estrecharnos la mano, aunque el muchacho mantena el torso inclinado y tenso, de manera que su mano habra podido extenderse rpidamente si la ma hubiese iniciado el correspondiente movimiento. Como no fue as (los apretones de manos son excesivos en la vida norteamericana, lo mismo que esos tontos deseos de buenos das, buen fin de semana, felices vacaciones y buenas noches, a virtuales desconocidos), desvi la mirada hacia las paredes cubiertas de libros: tratados universitarios dignamente encuadernados sobre todos los aspectos de la historia de la Iglesia, diarios amarillentos de estudios medievales y eclesisticos, gruesos tomos alemanes y atractivos libros galos en rstica; uniformes colecciones teolgicas, alineadas como tubos de rgano de los que sobresalan trocitos de papel y marcadores de pginas, a modo de espuma sobre las macizas hileras compactas, bastante a la manera de aquellos arbustos japoneses en los santuarios sintostas a los que se sujetan tiras de oraciones, o de las ms pequeas peticiones escritas que se introducen en las grietas del Muro de las Lamentaciones. Entre aquellos libros y sus devotos y manoseados marcadores; en aquel alto despacho lleno de la luz gris otoal, mientras el cielo se agitaba turbulento detrs de las ventanas ojivales, Dale y yo parecamos almas tal como eran comprendidas por los gnsticos, pedazos de la cabeza de Dios cautivos en la oscuridad de la materia, pasmadas entre aquellos estantes como si hubiesen sido liberadas de nuevo entre las categoras de ngeles, impalpables jerarquas que hace veinte siglos, el gnosticismo popular relacionaba con su sensato dualismo. (Hay algo ms extrao en el impulso religioso que su pasin por las cosas complicadas, que su aficin a una confusin que hace que la mayor parte de las Iglesias sean odiosas y los credos grotescos?) Dale y yo parecamos flotar en las inmensidades ligeramente esbozadas del espacio. Buena suerte dije. Estaremos en contacto. Pareca improbable y era poco de desear. Mi mente se centr en seguida en mi conferencia y su inevitable conclusin. En la historia de la Iglesia primitiva, Marcin es un gigante negativo. Su imagen tiene que ser compuesta partiendo de obras de otros: Tertuliano, Ireneo y Epifanio en sus tratados contra Marcin. Las iglesias marcionistas florecieron de un modo alarmante y algunas de ellas se conservaban todava en la Siria del siglo XVII. La doctrina de Marcin no es fcil de comprender. Prohiba el matrimonio. Negaba la resurreccin fsica. Ofreci a sus seguidores, y esto es interesante, la primera Escritura fija, compuesta de diez epstolas paulinas cuidadosamente adaptadas y un Evangelio parecido al de Lucas. Esta compilacin indujo a Valentino y Justino Mrtir y a Taciano a componer el canon ortodoxo del Nuevo Testamento con su alegre maraa de contradicciones. Punto principal: para oponerse a Marcin, Roma se abroquel an ms en la autoridad y el dogma. Aunque no se conserva una palabra de sus escritos, Marcin contina fascinando. Un ejemplo de ello son los dos apasionados volmenes de Harnack. Y Paul Tillich detecta marcionismo en la severidad revelacionista de Karl Barth, mi propio, debo confesarlo, nio mimado. El seminario se reira con disimulo. Barth, en este seminario liberal dominado por elegantes anticuados unitarios y cuqueros, era como el sexo en un Instituto de segunda enseanza: cualquier mencin acerca de l excitaba a los oyentes. En otoo, los estudiantes son todava francos y estn lo bastante ansiosos para agradecer cualquier coqueteo desde las alturas: el maestro triste y gris levantndose el cilicio para descubrir un trozo de la panza. Previendo de este modo mi futuro, me desconcert una extraa e involuntaria visin, y en ella vi tambin a Dale. En uno de esos pequeos y no deseados milagros que infestan la vida,
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como la turbia sensacin de pesadez que nos aflige cuando nos levantamos despus de haber estado sentados largo rato, o los breves y tontos episodios en tecnicolor que resigue el cerebro antes de sumirse en el sueo, mi mente incorprea sigue por empatia a Dale Kohler por el pasillo, el largo pasillo de la Facultad de Teologa, flanqueado por las puertas de cristal esmerilado de las aulas y revestido de una tira de linleo de color de chocolate. Llega a la ancha escalera de roble tallado, gira en un descansillo al pie de la alta ventana arqueada (casi una rendija) de granito biselado y rombos grises de cristal; y camina a lo largo del pasillo principal de la planta baja, acompaado del frufr de su guerrera de camuflaje. Detrs de las puertas de las clases, surgen, alternativamente, risas y silencio. Las paredes estn salpicadas de pegajosos retazos de viejos carteles, con trozos de cinta adhesiva y de papeles xerografiados. Nuevos carteles competidores llenan los tablones de anuncios, convocando a manifestaciones para protestar contra la contaminacin en Maine o la intervencin en Amrica Central, y a grupos de discusin sobre la conciencia del hambre y la diosa teologa. Momentneamente aliviado de que su encuentro conmigo, con el monstruo, haya terminado, Dale vuelve a las oficinas de la parte delantera, aquel laberinto de mesas y pequeos compartimentos donde haba averiguado antes la ubicacin de mi cubil. Habla de nuevo con la recepcionista, menuda y negra, con los cabellos peinados en forma de mazorcas de maz, ordenados y brillantes como carretes magnticos. Se llama Noreen Davis. Pero esto lo s yo, no l. Sus labios gruesos y sonrientes han sido pintados de un rojo elctrico, chocante y chilln, en contraste con su piel de un moreno purpreo. Ha completado su maquillaje con un sombreado de los ojos y colorete violeta de liblula. l est inquieto. (No me lo imagino alegre.) Advierte, pesaroso, que aquella sonrisa no ha sido provocada por l, sino por algn chiste que flota todava en el aire de la amplia estancia, donde todos los presentes (un hombre calvo junto a la pared, una mujer de cabellos rizados que est clasificando los legajos de una bandeja) sonren, esperando que l se marche para continuar la broma. Algn da, piensa Dale, la negrita recordar maravillada este momento, evocando su timidez, su desalio, su acn y su aire confuso. Porque, en aos venideros, vivir en un mundo descubierto y proclamado por l, el mundo del Dios evidente, cuyas facetas nebulosas se habrn puesto justa y debidamente de manifiesto. Plantado delante de ella, tomando los impresos que le ofrece con aquella sonrisa tan burlona y sin embargo invitadora para un tmido mortal, se ve encerrado con ella en esta perspectiva futura, en la transparencia de la revelacin que l va a traer, como dos figuritas de yeso dentro de una bola de cristal. Mi mente invierte el sentido de la marcha: lo veo volver rpidamente sobre sus pasos por el corredor, subir la escalera en direccin a mi despacho y, al abrir l la puerta, me veo como debi verme l, con mis cabellos grises y mi chaqueta gris, mis gafas de media luna reflejando un doble rayo de luz y, detrs de m, el cielo colmado de cegadoras nubes, plata disuelta en plata. Yo soy el oscuro portal que conduce al dinero y, si sus ideas resultan ciertas, a la inmortalidad.
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Caminando hacia casa a la luz del crepsculo, despus de haber dejado atrs mi seminario y una conferencia con una molesta estudiante, tuve la sensacin de que estaba siguiendo sus pasos. Al salir de Hooker Hall (nombre que se daba en broma a nuestro edificio principal, pues Thomas Hooker era un distinguido telogo puritano cuyas opiniones relativamente liberales sobre la eficacia del bautismo y la preparacin interior para la gracia fueron causa de que le desterrasen de Massachusetts a las tierras salvajes de Connecticut). Dale habra recorrido las mismas calles que yo, las calles de mi barrio. Yo vivo a tres sombreadas manzanas de mi lugar de trabajo, en una pequea calle residencial, relativamente retirada y cada vez ms cara, llamada Malvin Lane. Las aceras son de ladrillo y, en algunos tramos, de pizarra; las losas son alzadas a trechos, con cierta gracia, por las hinchadas races de unos rboles que, a esta hora del anochecer, se abren en lo alto como frondosos abanicos alternativamente convertidos en brillantes o cavernosos por los rayos de las farolas, islas de luz en un revuelto ocano arbreo. El barrio se halla compuesto de grandes casas de madera, muchas de ellas detrs de vallas de madera de dos metros y medio de altura; pero ninguna ocupando una fraccin ms de la superficie que, en un suburbio, habra acompaado a sus pretensiones y dimensiones, a sus buhardillas y chimeneas, a sus prticos con columnas, a sus ventanas en arco y a sus recargados aleros. Los viejos y domesticados rboles (hayas, arces, algarrobos y robles) invaden los estrechos patios, enredando sus ramas en los cables del telfono y en las barandas de las galeras altas. En esta poca del ao, finales de octubre, hojas mojadas y aplanadas cubran la acera con una riqueza de brocado. La conferencia a que alud al principio y a la que me haba visto obligado por una insistencia inoportuna, habala celebrado con una excepcionalmente seria y repelente candidata a profesora de Teologa, que haba introducido en su disertacin (Elena y Mnica. Dos Mujeres de la Iglesia primitiva) una complicada y desafiadora poltica sexual que me fatiga discutir con tacto. Esta presunta teloga, casi cuadrada, testaruda, con una desagradable berruga incolora al lado de una ventanilla de la nariz, y tmidas pero inflexibles palabras de protesta temblando continuamente entre sus labios tambin incoloros, persista en mi mente, con insistencia fastidiosa, mientras yo arrastraba los pies bajo el oro de las hayas y la herrumbre de los robles. Advert a mis plantas, bajo un brillante rayo de luz que atravesaba las sombras de dos rboles, una hoja rosada de arce azucarero que pareca una manita extendida para agarrar la riqueza desparramada de las hojas de las hayas, y tuve el convencimiento de que l, aquel alto y plido intruso, haba observado esta extraa hoja emblemtica tres horas antes, al cruzar mi barrio en direccin al suyo, triste y lejano. La mayor parte de estas casas estn ocupadas por miembros de la Facultad, por hijas solteras de difuntos profesores clsicos y por retoos enfermizos de familias cuyas fortunas fueron acumuladas hace tanto tiempo que el dinero se ha convertido en abstracto, en una simple cuestin de nmeros y papel. Hay cierta vaga delicadeza narctica en estos bloques de casas que sosiegan las vidas, infundiendo la nocin de que no hay un sitio mejor a donde ir, y mi joven visitante debi sentirse atrado y calmado por esta cualidad, tratando de imaginar a su paso, partiendo de la visin fugaz de libros, lmparas y chucheras, permitida por las cortinas entreabiertas de las ventanas, la forma y el sabor de nuestras vidas, envidiando nuestros bienes antes de salir del barrio. Tal vez no se dirige Dale a su casa, sino que va a visitar a mi inmoral sobrina, Verna, en esa casa parecida a una crcel en la que vive con su hija de dieciocho meses.
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Rejas en las ventanas inferiores. Pintadas en la entrada y en las paredes de la escalera metlica y temblona. Verna abre la puerta y saluda a Dale sin entusiasmo. Lo conoce y sabe lo que puede y lo que no puede hacer (tal vez es marica). Pero finge que se alegra de verle. Hablan de m y de mi reaccin a su plan de demostrar la existencia de Dios por ordenador. Oigo que ella dice algo por este estilo: El to Roger siempre fue un incordio. Tendras que or lo que dice mi madre de l. Tiene una voz chillona y afectada, una voz casi de nia. Y tambin la suave carne mate y casi fluida de Edna, una carne con la acre y triste facultad de cambiar la atmsfera de toda una casa. La hijita de Verna, de cutis moreno claro, se tambalea hacia delante sobre sus piernecitas nudosas y seala a Dale, repitiendo la slaba Da. Hace esto hasta que Verna chilla: No es Da, maldita seas! Y agachndose con eficaz brutalidad, le da una zurra a la pequea. Dale permanece all como atontado, observando, proyectando su fuga a otra parte de la ciudad, para volver a sus investigaciones. Realmente, su pregonada esperanza de deducir a Dios de las estadsticas de la fsica nuclear y de la cosmologa del Big Bang es absurda. Siempre que la Teologa choca con la ciencia, sale chamuscada. La astronoma en el siglo XVI, la microbiologa en el XVII, la geologa y la paleontologa en el XVIII, la biologa de Darwin en el XIX. Todas ellas ampliaron de modo fantstico el marco del mundo e hicieron que los eclesisticos buscasen refugio en rincones cada vez ms reducidos y oscuros, pequeas cavernas sombras y ambiguas de la psique donde, ahora, incluso la neurologa les hostiga cruelmente, expulsndoles de los mltiples pliegues del cerebro, como a carcomas de debajo de un montn de lea. Barth tena razn: totaliter aliter. Slo situando a Dios al otro lado de lo humanamente comprensible se puede hallar un lugar seguro para l. El positivismo de la revelacin, segn lo defini Vonhoeffer. Todo lo dems es mera filosofa, segn lo defini Vonhoeffer. Todo lo dems es mera filosofa, remover el vaco con la esperanza de hacer mantequilla, como dijo el joven Oliver Wendell Holmes, juez del Tribunal Supremo, que dej todos sus bienes terrenos al Gobierno de los Estados Unidos: uno de los testamentos ms tristes que hizo jams un hombre cuerdo. Mi vecina Mrs. Ellicott, vena en direccin a m, tambalendose en la penumbra, con su perrito Lhasa que tiraba de una larga correa roja. Con su pelambre rubia cayndole sobre los ojos y en los costados, de manera que las patas quedaban cubiertas por completo, el animal pareca moverse sobre pequeas y rpidas ruedas, mientras husmeaba afanosamente al pie de los rboles y de los postes de las vallas buscando un lugar digno de su orina. Buenas noches, profesor grazn la anciana. Haba tenido, en su juventud, una facultad peculiar para inducir a sus maridos al suicidio. Al menos dos de ellos se haban quitado la vida, dejndole sus bienes inmuebles y su mobiliario, de modo que sus actuales posesiones eran como capas de roca sedimentaria condensadas por la presin de los aos. Las oscilaciones de la economa en los ltimos decenios poda advertirse en la composicin de su cartera. Las perspectivas no parecen muy buenas, verdad? aadi. Acab deduciendo que se refera a las prximas elecciones. Yo esperaba una pregunta acerca del tiempo. Ha bajado la temperatura dije, pensando todava en ello. Como casi todo nuestro vecindario, era una liberal militante, que luchaba para que le quitasen su dinero. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, no se lo quitaron nunca. No es terrible? me grit, detenida en aquel punto de la arruinada acera por la sbita decisin de su mimado perrito de obsequiar con unas gotas de oro a cierta mata de alhea, ya por completo mancillada.
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Esper que achacase mi silencio a su dureza de odo. Pero las personas de su clase estn tan abroqueladas en su propia dureza que apenas sienten la de los dems. Mi alta casa, con sus acogedoras luces, se levant ante m. Entr por el portillo del seto de tejos y, con un gruido satisfecho de propietario, me detuve y recog varios prospectos de propaganda desparramados en el paseo de ladrillos y en el porche semicircular, con cuatro columnas jnicas y una bella moldura tallada debajo de un tejado de cobre. Me gustaba esta casa, construida a principios de nuestro viejo siglo, cuando las clases trabajadoras y la tica del trabajo iban todava del brazo y la mano de obra especializada era barata, como lo demuestra la abundancia de detalles refinados; por ejemplo, las altas y graciosas ventanas laterales de mltiples cristales, a travs de los cuales, al inclinarme para buscar a su luz la puerta de la entrada entre el kilo de metal que uno debe llevar consigo en estos difciles tiempos, percib a mi esposa, con su fina y menuda figura y sus cabellos rojos y encrespados, movindose con paso preocupado para llevar un vaso ladeado, lleno de lo que pareca sangre o borgoa, desde el cuarto de estar, y a travs del vestbulo, hasta el comedor. La observacin secreta, aunque sea tan inocua como sta, del curso de la vida, sin ser visto, siempre me ha excitado. De los das de mi ministerio recuerdo con gran nitidez las ventanas iluminadas de mis confiados feligreses cuando caminaba sin ruido y con paso de ladrn por el paseo de la entrada para una visita no anunciada, y les sorprenda en su desorden nocturno para exponerles las exigencias del Absoluto. Las ventanas parecan ojos (indefensos, dulces y brillantes) y los arcos del respaldo del sof, del silln y de la base de la lmpara, imitaban las curvas acolchonadas de una carne interior. Esther, espiada y descuidada, pareca una presa, alguien a la que se puede sorprender y violar, la esposa preciosa de otro hombre a quien deshonrar como en una especie de mensaje dirigido a l y garrapateado en semen. Su boca se mova con indolencia, formando palabras que yo no poda or; pero que presuma dirigidas a nuestro hijo, el cual deba estar en la cocina, ms all del comedor, haciendo sus deberes sobre la mesa en la que comeramos ms tarde. No poda imaginarme por qu, teniendo a su disposicin un cuarto de estar, una biblioteca y su propio y amplio dormitorio, se empeaba Richie en hacer sus deberes sobre la mesa donde su madre trataba de colocar los tapetes individuales y los platos de la cena, mientras un Sony de diez pulgadas gritaba y charlaba a una cuarta de su cara. O as lo deca yo, en repetidas reprimendas. Desde luego, lo comprenda en secreto: era la primitiva atraccin del hogar. La televisin, con su Irresistible encanto, es como un fuego. Al entrar en una habitacin vaca, la encendemos, e inmediatamente cobra vida una cara parlante: mejor que la zarza ardiente. Comparado con el calor y el bullicio de la cocina, el resto de la casa deba parecer un lugar solitario a un nio de doce aos, un lugar frecuentado, si no por los fantasmas en que se crea casi piadosamente, en mi bendita infancia, s por ladrones bastante reales, por asaltantes y por intrusos drogados, contra los cuales todos los habitantes del respetable e invitador barrio llevaban un manojo de llaves, tan necesario como un breviario para un cura. Pues ninguna parte de la ciudad estaba a ms de una hora de cualquier otra, en autobs o en Metro, y los ideales democrticos, y la actual y pragmtica democracia en el vestir, hacan imposible limitar el acceso. Ahora, un hippy y un delincuente visten de manera muy parecida, y en estas calles sombreadas por los rboles, un polglota e idealista estudiante africano y un furioso vengador del ghetto son gatos del mismo pelaje. Ciertamente, hace diez aos que la hija de Mrs. Ellicott, de treinta, haba sido arrastrada desde la acera hasta un pequeo y lindo parque a menos de dos manzanas de distancia, donde los rododendros estaban prodigiosamente floridos, y haba sido violada y estrangulada, mientras los vecinos confundan sus gritos con el ruido del trfico o los
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chillidos de la televisin. Despus, pusieron su nombre al parque; pero el agresor no fue encontrado jams. Entr en el vestbulo. Los bancos empotrados, destinados a recibir bultos y paquetes, estaban cargados de libros y revistas. Desde el xito comercial de la reciente investigacin de un rabino sobre la teora de que ocurren cosas buenas a las personas malas (o era al revs?), los clrigos parecen producir libros con enorme rapidez. Y muchos me son enviados, lo mismo que el ltimo tratado de cantos dorados, subvencionado oficialmente, sobre Atanasio y los Padres de Capadocia. Colgu mi bufanda y mi gorro de piel (s que resulta pomposo; pero me ha salvado de muchos resfriados de cabeza desde que lo cog impulsivamente en el aeropuerto de Shannon un da despus de haber echado una inquietante ojeada al Libro de Kells) en el oscuro perchero de roble y, con mi pipa entre los dientes y mi cartera en la mano, entr en la biblioteca, a mi izquierda. He sido feliz en mi biblioteca. Tal como haba supuesto, Esther oy la puerta al cerrarse y cruz el vestbulo para venir a buscarme. Por qu las pisadas de las mujeres suenan siempre ms agresivas que las de los hombres? No puede ser simplemente por los tacones altos; debe existir una energa, una agresividad, propias del sexo. Aquella mujer de cuarenta kilos, que conoca tan bien, se acerc a m; e inmediatamente se disip aquella impresin de estar con la preciosa esposa de otro hombre. El tedio flua de ella como un olor a sudor rancio, un tedio tan intenso que se contagiaba a los dems. Me dolieron las articulaciones de las mandbulas al esforzarme en contener un bostezo de simpata. Esther, de treinta aos, tiene catorce menos que yo, una diferencia de edad que no se ha encogido, sino que ha aumentado, durante los catorce aos transcurridos desde que nos conocimos y emparejamos y, despus de mi divorcio, nos casamos. Aunque yo era a la sazn pastor de una parroquia, ella no figuraba entre mis feligresas. Una de las cosas que me atraan de ella era su indiferencia, ms all del desprecio, por las cuestiones religiosas. Estar con ella, con su resuelta incredulidad, era como beber un largo trago de agua tnica despus de un exceso de vino agrio. Una amiga de su ta la haba trado para reforzar nuestro coro de Navidad. Esther, que a la sazn tena veinticuatro aos y era secretaria de un abogado especializado en derecho fiscal, adoraba el canto, que era para ella como una manera de abrirse al viento, una transformacin irreal de su cuerpo en tubo de rgano, en mecanismo con llaves musculares. Sorprenda con una voz fuerte de mezzosoprano, que no guardaba proporcin con su cuerpo menudo, y era ms clida que la expresin de su semblante. Cuando estaba en reposo, su boca pareca fruncida y torcida; sin embargo, al cantar, se converta en un agujero grande y alegre. Durante mi ausencia, haba estado llenando la casa con los mugidos y sollozos de Luciano Pavarotti al abrirse paso en los ininteligibles recovecos de un aria. Me lo imagin con su smoking, su pauelo blanco colgante, su odiosa barbita moteando la inmensidad de sus mejillas temblorosas. Mis padres, cuando estbamos en South Euclid, conectaban todos los sbados por la tarde la emisora WHK, que transmita desde el Metropolitan Opera House de Nueva York, y yo lo encontraba deprimente. Las voces llenaban el casern con sus splicas y sus protestas, e incluso me perseguan hasta el piso de arriba, donde lea yo mi novela de misterio, o hasta el stano, donde mi avin de aeromodelismo esperaba a ser delicadamente montado; el clmax del tercer acto sacuda el techo y las tuberas sobre mi cabeza, y llova polvo sobre el pegamento hmedo del aeroplano que, emitiendo aquel olor inolvidable a ter, trataba de endurecerse en las junturas de dos tablillas de balsa. Mi personal gusto musical prefiere los suaves cuartetos de cuerda, las delicadas composiciones del Renacimiento, los casi inaudibles conciertos de oboe y las pequeas
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piezas de Mozart para viejos y frgiles instrumentos. A te, oh cara, vocifer Pavarotti, haciendo vibrar los cristales de mi librera. Hola, querido dijo Esther con sequedad, ofrecindome una mejilla para que le diera un beso. Aunque no soy alto, ella es bastante ms baja que yo. ste no era el caso de mi primera esposa, aunque Lillian llevaba siempre zapatos bajos e incluso se encoga un poco en mi obsequio. Mi impresin de dominio sobre Esther, en los vertiginosos das de nuestra ilcita relacin, haba sido reforzada por la forma de su cara: su frente ancha y pura y sus grandes ojos verdes confluyendo sobre una naricita pecosa; su boca torcidamente fruncida, y su pequea barbilla colgante. Incluso cuando se la ve al mismo nivel, parece ms bajita. Es inteligente; la presin de su agudeza empuja los ojos hacia fuera, con una mirada casi de alarma que su irnica boca trata de desmentir. Su labio superior parece hinchado, y el inferior se encoge debajo. Su boca es muy compleja; a veces, una nube pasa por ella, una tensin de gozo o de dolor, como un vaho sobre un espejo, e incluso ahora, despus de todos estos aos de matrimonio, tengo la impresin de que est a punto de expresar algo maravilloso. Llegas muy tarde. El borgoa, mezclado con humo de cigarrillo, agriaba un poco su aliento. Me pregunt cuntos vasos habra bebido, junto con Pavarotti y su cara. Una conferencia le dije. Maldita sea Corliss Henderson con sus Santas heroicas! Hoy ha estado tratando de decirme que Mnica sera famosa aunque no hubiese sido madre de Agustn. Ahora que ha profundizado demasiado en su tesis para volverse atrs, se ha dado cuenta de ello: aquellas dos mujeres se hicieron famosas por sus hijos; si no los hubiesen tenido, nada sabramos de ellas. Siempre ha sido as dijo la madre de mi hijo. Cmo est el resfriado de Richie? l dice que le ha bajado al pecho. Y no me extraara, con lo que les hacen correr en el campo de ftbol despus de la clase. No podra excusarse? No quiere hacerlo. Prefiere estar enfermo. Yo creo prosigui en un tono burln y cantarn que se tiene por bastante bueno en el ftbol. Y t piensas que no lo es? Su desconfianza de los hombres se extenda a su propio hijo, ahora que se acercaba a la edad viril. Me mir, mi querida feminista manque. Y qu mirada la suya! Como si un pez blanco de ojos grandes se hubiese acercado a la verde pared de cristal del acuario y soltado un destello de tedio furioso, por dar vueltas y vueltas en l todos los das. No, mi querido Roger, no digo eso declar con su voz suave y cariosa de mujer, slo ligeramente enronquecida por los aos y los cigarrillos. Supongo que es buen futbolista. Pero no s por qu tiene que serlo. Siempre me han horrorizado los deportes y creo, querido, que t nunca fuiste un gran campen. Cuando yo iba al colegio no se jugaba al ftbol le dije. Slo al rugby, que es bueno para los brutos. Mi padre me despreciaba por no jugar; aunque tal vez me habra costado la vida. Si hubiese jugado al ftbol, a lo mejor habra sido bueno. Quin sabe! Quin sabe nada de nada? pregunt Esther. Pareces deprimida.
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Es el otoo confes. Hoy estaba ah fuera y he pensado que necesitamos algunas ramas de pino para que las hojas muertas no caigan sobre los macizos durante el invierno, a lo largo de los setos. Dnde se pueden comprar ramas de pino en esta ciudad? Todos los aos hablamos de esto. Si pudieses esperar hasta despus de Navidad, podramos cortar el rbol. Dices lo mismo cada ao. Y qu digo yo? Me lo pregunt; mir mis estanteras de libros y record que quera consultar algo de Barth. Dices que sera demasiado tarde. Las hojas habran vuelto a llenar todo el jardn. Es verdad. As es, Rog. Y qu hacemos los otros aos acerca de las ramas de pino? Esto lo he olvidado. Vamos en coche al campo y los robamos de los bosques prximos a la parada de los camiones. Pero cada vez desaparecen ms arbolitos pequeos; deberamos llevar aquella sierra de mando largo que se est oxidando debajo del tejado del garaje. Creo que Richie la rompi, cuando trataba de hacer una casa de madera. Siempre le echas la culpa a Richie. En realidad, no culpaba a Richie de nada; estaba claro, para m, que, sin el chico, Esther y yo casi no tendramos de que hablar, y aumentara la frialdad entre nosotros. Busqu algo que poder mencionar, un mendrugo para arrojarle mientras me miraba con su tedio bestial. Tuve otra conferencia le dije. Antes. Con un muchacho realmente chalado, repulsivo en cierto modo, aunque su aspecto fsico pareca bastante normal, uno de esos tipos de Informtica de la seccin de Ciencias de la Universidad. Slo Dios sabe lo que le trajo a la escuela de Teologa. Aunque, en realidad, tambin yo lo s. Por lo visto es buen amigo de Verna, la terrible hija de la terrible Edna, ya sabes, la que tuvo un hijo negro ilegtimo y vive en algn tugurio de los barrios bajos... Sigue hablando dijo Esther. Tengo que ir a ver si la coliflor est hirviendo. Ech a correr por el pasillo, torci para pasar por debajo del arco del comedor y se meti en la cocina. Yo la observ de la manera que ms me gustaba, desde atrs: la cabecita erguida, el firme y redondo trasero, los giles tobillos. Esto no haba cambiado desde los tiempos en que yo la observaba afanosamente mientras se alejaba contonendose por el pasillo de la iglesia, despus del ensayo del coro, levantando polvo con los pies. En aquellos das, en la primavera de la minifalda, llevaba sueltos sobre la espalda los largos y vivos cabellos rojizos, que parecan igualar en volumen a su cuerpo. Despus, con el paso de los aos, han aparecido algunas hebras blancas, ms espesas en las sienes, y se retuerce y sujeta este crespo adorno de su crneo en una ilimitada variedad de moos y aladares, en ms o menos severos y recatados rizos de FrauProfessorish. Por la noche, cuando se suelta los cabellos, resultan ms atrevidos an que su todava eficiente desnudez. Esther conserva su delicada figura por un procedimiento muy sencillo: se pesa en la bscula cada maana, y si pesa ms de cuarenta quilos, slo come zanahorias y apio y bebe agua, hasta que la bscula registra aquel peso ideal. Las matemticas son su fuerte. Sola ayudar a aquel abogado especialista en derecho fiscal a revisar los nmeros. En vez de seguirla, aprovech el momento para repasar una cita de Barth. Record que contena una serie de vas conducentes a Dios. Estaba casi seguro de que era de La Palabra de Dios y la Palabra del Hombre. Tom mi viejo ejemplar, un libro en rstica casi destrozado por el frecuente uso, desencolado y marcado reiteradamente por el lpiz de un joven que pensaba que haba encontrado en l, definitivamente y para siempre, el camino, la voz, el estilo y el mtodo para conservar la fe cristiana y exponerla a los dems. Con slo hojearlo, sent la fuerza soberbia de los prrafos de Barth, su magnfica y cabal integridad y su energa en el reino de la prosa,
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concretamente de la prosa cristiana, que suele caracterizarse por su flojedad intelectual y su falta de sinceridad. El hombre es un enigma, y su universo, aunque vividamente visto y sentido, es una pregunta... La solucin del enigma y la respuesta a la pregunta, la satisfaccin de nuestra necesidad, es el acontecimiento absolutamente nuevo... No hay camino que conduzca a este acontecimiento. Aqu radicaba la cosa, pens, en La labor del Ministerio; pero no, el pasaje, aunque elocuente, no tena el tono que, diez decenios atrs, se haba grabado en mi agitado odo interior. Ms adelante, en el mismo ensayo, tropec con una frase, marcada con un asterisco al margen, que pareca confirmar en cierto modo la argumentacin de Dale Kohler: En relacin con el reino de Dios, toda pedagoga puede ser buena o puede ser mala. Un taburete tal vez sea demasiado alto y la escalera ms larga demasiado corta para tomar por la fuerza el reino de los Cielos. Por la fuerza, desde luego. Yo haba llamado su blasfemia precisamente a esto. El muchacho trataba a Dios como un objeto, que no tena voz en Su propia revelacin. Busqu con impaciencia, al azar. Poda sentir el tedio de Esther que tiraba de m, que me absorba, que me llamaba a la cocina para que pudisemos aburrirnos juntos. Y al fin, cuando haba abandonado ya toda esperanza, las hojas llenas de garabatos se abrieron por la pgina donde el joven que era yo entonces haba subrayado al margen, con una triple lnea en lpiz, indicadora de mi tensin espiritual, en El problema de la tica hoy en da, y donde uno menos habra pensado encontrarlo: No hay camino que nos conduzca a Dios, ni siquiera una va negativa, ni siquiera una va dialctica ni paradjica. El dios que estuviera al final de algn camino humano, incluso de este camino, no sera Dios. Cerr el libro y volv a dejarlo en su sitio. El dios que estuviere al final de algn camino humano no seria Dios. S. Hay algo que me avergenza en secreto: siempre me siento mejor, ms limpio y revitalizado, despus de leer teologa, aunque sea teologa barata, como si acariciase y sondease todas las grietas de lo incognoscible. Para que no se me tome por un gazmoo, dir que encuentro un consuelo y una inspiracin parecidos en la pornografa, la tan lamentada y detallada descripcin de partes humanas increblemente largas y profundas, rgidas y extensibles, que se entrelazan, bombeando y rezumando. Ni siquiera la Opus Pistorum del difunto Henry, tan asquerosa que tuvo que ser pstuma, era demasiado para m, pues, a mi entender, tena cualidades redentoras al exaltar, como lo hacen las obras de su clase, nuestra cara inferior, la hmeda cara inferior de nuestros insomnios ordenados, bajo la cual se arrastran demonios de muchas patas. Y qu sale de ese pozo negro sibilante de nuestro ser, de nuestros sinceros e inexpresables deseos? Catedrales e hijos. Richie estaba encorvado sobre su mesa de trabajo, mientras trataba de seguir una reposicin de Gilligan's Island. Revolv los cabellos del chico, de color castao intenso como los mos antes de que el gris se infiltrase en ellos. Aunque no en las cejas, que siguen siendo espesas, oscuras, largas y severas. Qu tal el colegio? Muy bien. Y cmo est tu resfriado? Muy bien. Tu madre dice que ha empeorado. Pap, estoy haciendo mis deberes. Qu es veintisiete a la base seis? No tengo la menor idea. Cuando yo iba al colegio, all no tenan bases.p.....p En realidad, haba tratado de comprenderlas con l, y al prestar atencin a su libro de texto, me pareci que lo haba conseguido; pero lo escurridizo de la exponencialidad me repela, y la
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revelacin de que la base diez no era sagrada en modo alguno, abra un agujero innecesario en mi universo. Cuando pienso en las matemticas, veo curvas que se mueven en el espacio segn ciertas leyes misteriosas e insoslayables, generando la belleza de las trayectorias, extendindose, llevando la verdad sobre la comba de sus arcos, como querubines que cabalgasen a lomos de delfines y se fueran alejando, sumergindose y emergiendo de nuevo. Las jerarquas anglicas y los grados de susceptibilidad humana al pleroma, de los gnsticos, y la medicin del cuerpo de Dios enunciada con tan laboriosa aritmtica alfabtica en el misticismo Merkabah, seguramente anticipaban y pretendan representar las arrolladoras frmulas inmateriales que medan entre nosotros y los absolutos de materia y energa. Despus, le dije a Esther: Y ese tipo de Ciencias de quien te hablaba en la biblioteca ha tenido la desfachatez de pedirme, ms o menos, que le consiguiese una subvencin para poder demostrar la existencia de Dios mediante los ordenadores. Por qu te muestras tan contrario a ello? T crees en Dios, o al menos creas. Percibiendo su estado de nimo, no estuve seguro de si era prudente que Richie oyese las palabras que iban a salir de sus labios. Pero estbamos todos en la cocina, donde era ella quien ms derecho tena a estar. Si compartamos su comida, debamos compartir tambin su humor. Claro que creo en l dije, severamente. Pero no porque me lo diga un ordenador. Eso es vulgarizar la idea. Tal vez ese joven piense que Dios es ms que una idea. Es curioso; hablas casi como l. Qu estatura tiene? Era una pregunta curiosa; pero le respond: Un metro ochenta, por lo menos. Demasiado alto. Le conseguirs la subvencin? La pequea Esther estaba ahora encendiendo, lenta, cansada y afectadamente, un cigarrillo en la espiral al rojo de un hornillo de la cocina elctrica. Baj la cara hasta dos o tres centmetros del lacerante instrumento. Un movimiento en falso, un simple roce, y quedara marcada para siempre. Me gustara que dejases de fumar le dije. A quin perjudico con ello? A ti, querida. A todos los de la casa, mam observ Richie. En el colegio dijeron que los que viven con personas que fuman tienen los pulmones tan enfermos como los propios fumadores. En Gilligan's Island, un hombrecillo de voz chillona, vestido con un sarong, trataba de esquivar a un hombrn rubio, con un traje de bao estampado, que le estaba bombardeando, desde un helicptero, con bolsas de agua. Yo no puedo conseguirle una subvencin dije. No depende de mi departamento. Parece un joven bastante interesante opin Esther de forma gratuita. Richie nos interrumpi de nuevo: Mam, qu es veintisiete a la base seis? Cuarenta y tres dijo ella. Es evidente. Seis cabe cuatro veces en veintisiete, y restan tres para la columna de unidades. Lee tu libro, Richie, por el amor de Dios. Estoy segura de que todo est explicado en l. Para eso os lo dan.
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Yo estaba irritado; me daba cuenta de que ella se pona d parte del joven desconocido slo para fastidiarme. Consider si sera prudente servirme un bourbon antes de cenar. Esther se haba llenado otro vaso de vino tinto de la jarra verde Gallo, y la manera en que se haba aflojado los cabellos y desgreado sobre las sienes proclamaba que estaba apercibida para el combate. Si me emborrachaba, esto me ayudara en la lucha; pero me incapacitara para la lectura que pensaba hacer esta noche; por ejemplo, el libro sobre Atanasio y los Padres de Capadocia, escrito por un ex alumno mo que deseaba con gran ansiedad mi beneplcito y un pequeo impulso en la escalera de Jacob de los ascensos acadmicos. Transig en lo de la bebida, privndome del bourbon pero escanciando en mi vaso un poco de Gallo. Era espeso y saba a rancio. Yo prefiero el vino blanco. En realidad, lo que prefiero es el champaa. Desde cundo pregunt amablemente a mi esposa eres teloga? No lo soy dijo ella. Ya sabes lo que pienso. No pienso nada. Quiero decir que pienso que la Teologa no es nada. Es una tontera. Pero me divierte ver con qu energa defiendes tu propio estilo de tontera contra el de otra persona. Todos esos emperadores sin tnica..., todos tenis un campo propio que defender. Ese muchacho viene y te ofrece demostrar la existencia de Dios, y t frunces el labio y el entrecejo, y evidentemente deseas verle muerto, desaparecido, expulsado de la Iglesia. Para ti, es un hereje. Yo no le dignificara tanto dije, con toda la dignidad que me fue posible. Es muy joven, y me atrevera a decir que, dentro de un mes, tendr otra idea genial. Est empleando a Dios como un artilugio para conseguir una subvencin. Ha surgido una generacin que slo piensa en las subvenciones. Una clase que confa en la beneficencia acadmica. El vino estaba agrio. No era slo el aliento de Esther. Desde luego, la fermentacin es una especie de podredumbre, de la misma manera que la vida es, desde el punto de vista de la energa, una forma de decadencia. Sin embargo, haba algo bello, como un agradable centelleo de pompas de jabn, en la impresin que me producan los primeros sorbos al mezclarse con la sangre y fluir rpidamente por mis venas, mientras yo segua con la mirada fija en los fruncidos, dolientes y finos labios de Esther, prestos a continuar la discusin. Ella hablaba de mi labio; pero el suyo era el complicado; pasaba por su boca aquella nube melanclica, aquella especie de niebla dulce y triste, una expresin apenas perceptible de resentimiento, un atisbo de alguna sbita y tierna cancin triste a punto de formar una O redonda. Antes, haba empleado mucho conmigo la sexualidad oral. Ciertamente, cuando haca poco que salamos juntos y estaba dominada por la pasin del noviazgo, la pasin femenina de vencer a otra mujer y asegurarse un protector, me costaba librarme de sus labios. En el coche, mientras yo conduca, su crespa cabeza chocaba con el volante y haca difcil su manejo. En el despacho de mi iglesia, cuando me hallaba sentado en el silln de cuero artificial que solan ocupar los que venan a pedirme consejo en su confusin espiritual, yo pona los ojos en blanco, a la manera de santa Teresa (que, dicho sea de pasada, ansiaba una comunin con un anfitrin ms grande: Ms, ms, Dios!)1. En la cama, cuando estbamos agotados: Esther apoyaba su cabecita dulce y adorable sobre mi vientre, y me asa suavemente con la boca, como para asegurarse de que no iba a escaparme, y yo me excitaba de nuevo en sueos. Ahora, esto era muy raro y ella nunca dejaba de hacerme sentir su disgusto. Francamente, no poda censurarla por ello: nuestras emociones cambian y, con ellas, la qumica de nuestros impulsos. Por qu no le invitas a venir un da? me pregunt con tono inocente. Y se me ocurri pensar que sus ojos, como los de mi reciente visitante, estaban como inundados de luz de la ventana, aunque los de ella eran de un azul que se acercaba al verde,
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mientras que los del joven tendan al gris. Los mos, para completar el cuadro, tienen cierto tono de chocolate desledo, son de un castao hmedo y oscuro, de oso pardo, que hacen que al espectador le parezcan, segn su sensibilidad, enojados o a punto de llorar. Esther aadi con sarcasmo: Hace aos que no he escuchado una idea genial. Prescindiendo de nuestro agrio intercambio de palabras, Richie dio rienda suelta a su mal humor. Lo nico que hace este libro estpido dijo es hablar de conjuntos y armar un lo con esas equis que nada tienen que ver con los nmeros. Con sbita complacencia, Esther se inclin, como haba hecho minutos antes sobre el hornillo, y ley en el libro de texto por encima del hombro del muchacho. Cuando escribimos veintisiete le dijo, expresamos taquigrficamente dos conjuntos de diez ms siete unidades. Para hacerlo en la base seis, tienes que preguntarte cuntas veces cabe seis en veintisiete. Piensa. Empieza con c. Cinco? pregunt el pobre muchacho, hecho un lo. Cuatro aclar ella, disimulando a duras penas su disgusto. Seal el libro, rascando la pgina con la ua, lo que produjo un ruido desagradable. Cuatro veces seis son veinticuatro. Si aades al cuatro el tres que resta, obtienes cuarenta y tres. Lo ves? Lo ves? En la pantalla, Gilligan's Island se haba interrumpido para dar paso a un anuncio. De comida para gatos. Un hermoso gato color caramelo, un gato actor con corbata de lazo, ola un bistec crudo y un pescado fresco. Acto seguido, enterraba la cara, hasta el cuello, con verdadera ansia, en una fuente de bolitas de un castao grisceo. A lo lejos, Pavarotti se estiraba hacia uno de los estantes ms altos de emociones envasadas. Sobre nuestras cabezas, el techo de nuestra anticuada cocina, orientada al servicio domstico, mostraba grietas y unas preocupantes manchas amarillas, como si las tuberas de la segunda planta goteasen ectoplasma. A travs de la gran ventana de cine de la cocina (una mejora introducida en los aos cincuenta), yo poda ver, al otro lado del jardn y de la verja, el comedor de nuestros vecinos, los Kriegman. Myron ensea Bacteriologa en la Facultad de Medicina; Sue escribe libros infantiles, y sus tres hijas adolescentes son una belleza triplicada. Las cinco cabezas estaban alineadas bajo la luz de la lmpara Tiffany, sobre la mesa del comedor, y yo poda ver incluso los movimientos de la boca de Myron (gacha la cabeza, encorvados los robustos hombros, agitando pesadamente la mano que no sostena el tenedor) y los aureolados peinados de sus mujeres asintiendo rtmicamente, como en un contenido xtasis de conformidad y adoracin. Myron y yo nos encontramos a menudo en las fiestas. l es un vido charlista, dispuesto a hablar de todo y sin que le aburra ningn tema, salvo, quiz, los de su especialidad. Aunque hemos intercambiado miles de palabras y pasado horas juntos, con whisky aguado en una mano y resbaladizas tapas en la otra, nunca me ha dicho nada sobre el nico tema de verdad: las bacterias. Ni ha tratado de sacarme la menor informacin sobre las herejas cristianas. En contraste con la agria y belicosa atmsfera y con el techo deteriorado de nuestra cocina, los Kriegman parecan felices en su comedor, con su lmpara multicolor iluminando con suavidad las oscuras paredes que ellos, a semejanza de la mayora de las familias acadmicas, han llenado de numerosos objetos eclcticos (mscaras y tambores africanos, cuernos de pastor de los Crpatos, cruces etipicas, balalaikas soviticas), exhibidos como prueba de sus viajes al extranjero, de la misma manera que una clase social de otros tiempos y en otro imperio, exhiba cabezas disecadas de kud o de leopardo. Yo envidiaba a los Kriegman su visible beatitud, la absoluta comodidad de su refugio ecolgico, cuya tercera planta estaba ocupada por una pareja
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de inquilinos, tiles para evadir impuestos y como defensa contra los ladrones, y su casa de verano en un islote convenientemente subdesarrollado de Maine. Las hijas tenan pretendientes inadecuados hasta el escndalo, amiguitos derrochadores e intiles (algunos de los cuales se convirtieron en maridos) que, segn supongo, eran a nuestro nivel visible de consumo lo que los yates y los cottages de veraneo para los ricos de Veblen. Esther y yo, con nuestro segundo matrimonio y nico hijo y con mi relativamente mezquino trabajo en el remanso de la Escuela de Teologa, no estbamos tan cmodos en nuestro nido como los Kriegman en el suyo, y ni siquiera nos tomamos la molestia de instalar, como se haca ahora, un apartamento en la tercera planta, prefiriendo emplear estas viejas habitaciones de la servidumbre como desvn. Tambin los usaba Esther como estudio, cuando le daba uno de sus cada vez menos frecuentes ataques de aficin a pintar. En los diez aos que llevbamos aqu, haba plasmado vistas chillonas y bastante abstractas de los tejados que podan verse desde las ventanas de la tercera planta, en todas las direcciones de la brjula, sacando as partido de su mundo. Con los aos, su estilo se haba hecho cada vez ms violento: grandes manchas viscosas realizadas con el pincel, con la esptula, con goteo de trementina y con moscas desgraciadas presas de patas en la tela. Aunque parezca extrao, los libros infantiles de Sue Kriegman describan familias en desorden, destruidas por el divorcio, afligidas por apuros econmicos o sumidas en una frentica suciedad, con demasiados gatos y el relleno saliendo de la desgarrada tapicera de los muebles. Algo incomprensible para los que visitbamos su pulcro hogar, al otro lado de la calle, aunque sus ventanas miran a las nuestras. Por qu no lo haces? pregunt Esther, tratando todava de aliviar su tensin, de remediar el tedio del da, con una pelea. Durante los ltimos aos, empezando como voluntaria y ascendiendo a ayudante mal pagada, ha estado trabajando en un centro de asistencia diurna en otra parte de la ciudad, cuatro das a la semana. Pero esta actividad parece que no le sirve ms que para exacerbar su sentimiento de vitalidad intil, su conviccin de que est malgastando la vida. Por qu no hago, qu? Estaba observando a los Kriegman y envidiando su felicidad. Ellos piensan lo mismo de nosotros. No te preocupes. Todas las familias parecen estupendas a travs de la ventana. Cora Kriegman es una zorra afirm Richie. Qu es una zorra? le pregunt. Vamos, pap. Lo sabes muy bien. Volvi a refugiarse en Gilligan's Island, donde pareca celebrarse una especie de reconciliacin, con abrazos masivos al pie de palmeras porttiles. El sol del Pacfico, hecho de luces de estudio, no proyectaba sombras. Invtale a tomar el t sugiri la mujer, con tu sobrina. Por qu habra de traer a mi bendito hogar a ese insoportable as de los ordenadores? Me las apaar con l en mi oficina, que es donde hago el trabajo desagradable. No creo que te las vayas a apaar muy bien. Pareces preocupado e inquieto. Pues no lo estoy. Sus ideas son ms divertidas de lo que t, por alguna razn, ests dispuesto a reconocer. Me duele que me pinches acerca de l. Tambin me duele la manera en que l me pinch respecto a Verna. Daba la impresin de que pensaba que yo tendra que hacer algo ms por ella. Tal vez deberas hacerlo. No crees que es antinatural que no la hayas llamado una sola vez, llevando ms de un ao en la ciudad?
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Edna me pidi que no lo hiciera. Habl conmigo por telfono. Dijo que la muchacha se haba deshonrado y haba deshonrado a su familia, incluido yo. Y tambin t y Richie, desde luego. Casi podramos decir que incluidos los Kriegman y Mrs. Ellicott. No te enfades, Rog. A ti no te importa lo que te dijo Edna. Nunca le has tenido mucha simpata. Para ser exacto, no puedo soportarla. Era liosa, superficial y mandona. Estoy seguro de que su hija es como ella. Con qu alma tan mezquina me cas! dijo Esther. Sus ojos verdes, con sntomas de hipertiroidismo, haban sido empaados por su ltimo trago de vino. Todo un lado de su cabellera se haba derrumbado y caa en ondas sobre sus hombros. Concluy: Eres un fro bastardo que siempre quiere ir sobre seguro. Me apresur a interrumpirla, como suelo hacer con los estudiantes demasiado parlanchines. Desde que he llegado a casa, querida, has estado buscando un pretexto para atacarme y creo que an no lo has encontrado. Yo no soy tutor de mi sobrina. Dnde diablos est la cena? Richie, indignado con nuestra discusin (los nios se toman demasiado en serio los altercados amistosos de los adultos), cerr la televisin y dijo: S, mam. Dnde est la cena? Estoy muerto de hambre. En ese mismo momento, Pavarotti, en el lejano cuarto de estar, haba agotado su rosario de historias lacrimosas y call de repente. Durante catorce aos, habamos usado el mismo reloj despertador, blanco y barato, un regalo de boda que nos hizo una anciana de mi antigua parroquia. Pareca no darse cuenta de que yo me haba deshonrado y cado en una oscuridad incompatible con estas cosas tan hogareas. El aparato tena una dcil y pequea esfera con una larga saeta que se haca girar hasta el minuto requerido, y, una vez transcurrido ese tiempo, produca un sonido grave y fuerte. Con el aire de un personaje travestido de Shakespeare, un muchacho de pecho plano y enmaraada peluca roja, Esther se inclin ante el reloj como si ste fuese un compaero actor. Extendi dramticamente una mano, con la palma hacia arriba, y anunci a su pblico de dos: Voil. Le meatloof. Oh mia cara dije yo, pensando ms, ms. Me encanta la empanada de carne; es fcil de masticar. Su mueca, que sobresala de la manga del holgado jersey, se vea tan delgada como la pata de un perro. Su un tanto desesperado descaro al representar el papel de ama de casa, despert en m aquel viejo hechizo, la impresin que haba sentido, a los catorce aos de que el espacio que la rodeaba era sagrado, cargado con electrones que agitaban los mos. La catexis, segn dice reiteradamente Freud (dnde?) nunca se pierde, slo se extrava, como una mueca manca que se guarda en el desvn, entre radas alfombras enrolladas y marcos sin cuadros.
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Entonces, unos das despus, me encontr subiendo los peldaos de Dale Kohler, tal como me los haba imaginado la tarde en que l sali de mi despacho. Los rboles tenan algunas hojas menos. Por lo dems, el tiempo era parecido, con las nubes flanqueadas de azul retorcindose y rompindose en fragmentos al navegar en su mar de aire, mientras las banderas americanas resplandecan en los soleados intervalos. Mi camino pasaba por delante de parques de bomberos, escuelas y otros edificios entre los que se distribuan los servicios pblicos de la comunidad y de la nacin. Haba buscado a Verna Ekelof en la gua telefnica y me haba sorprendido un poco al encontrarla all, al ver que una muchacha con tan pocos recursos y tan pocas razones para estar en nuestra ciudad haba podido procurarse un telfono. Nuestra ciudad, hay que explicarlo, es dos ciudades. Ms an, es una masa urbana dividida por el ro, cuyas sucias aguas desembocan en el puerto que dio su raison d'tre a la poblacin colonial. Desde los tiempos en que los pueblos se arracimaron aqu y all en el pas, que los indios haban ya evacuado en parte, surgieron municipios, cada uno de los cuales tena su propio ayuntamiento y sus propios concejos de administradores ansiosos de poder. Pero, en nuestro siglo, los automviles y las autopistas unificaron toda la zona. Pasamos tan de prisa frente a los rtulos de los lmites que no podemos leerlos. Los puentes, alguno de acero pintado, otros de piedra formando arcos, enlazaban las dos riberas del ro. Al pasar, de pronto, de un tnel subterrneo a uno de los puentes (digamos un viejo puente de piedra arenisca montado sobre grandes y toscos bloques que se dira instalados all por una raza de titanes, con contrafuertes y extraas torres cnicas y floreadas farolas), los pasajeros del Metro se estremecen ante el esplendor de la vista que se ofrece de repente a su mirada; de los hoteles y los emporios de cristal y metal anodizado que brillan en el centro comercial de la ciudad; de los rascacielos rosados y espolvoreados de azul del distrito financiero, en el que se elevan por encima de la silueta de ladrillos de los viejos barrios residenciales construidos hace un siglo sobre marismas que se rellenaron con escombros; de los almacenes que acaban de ponerse en rgimen de condominio y de las iglesias abandonadas. Tambin de la cinta del parque de Olmstead, a lo largo de la orilla del ro, con el quiosco de msica y el planetrium. Las barcas de alquiler cabecean en la resplandeciente superficie del agua. Todas estas maravillas creadas por el hombre, son realzadas con gran brillantez por los rayos sesgados de nuestra impasible estrella local: el Sol. La Universidad est ubicada en el lado ms triste y lastimoso del ro. Despus de caminar unas pocas manzanas desde la Escuela de Teologa, a travs del sombro enclave de altas casas de principios de siglo, cada una de las cuales, incluida la ma, ha doblado varias veces su valor en el ltimo decenio, llegu a la avenida llamada Sumner Boulevard en honor de aquel fantico abolicionista yanqui que es ahora recordado, sobre todo, por haber sido golpeado en la calva cabeza por un congresista igualmente farisaico, pero de opuestas convicciones. Esta desagradable y ancha va marca el final de la zona universitaria. Envuelto en un sucio abrigo, un joven corpulento, de cabeza grande, cabellos largos de color de serrn y una barba de estilo mormn afeitada alrededor de la boca, estaba plantado, inmvil, como sealando una frontera. Igual poda ser un estudiante maduro de Teologa que un operario de televisin esperando que su compaero aparcase la furgoneta, o un loco dispuesto a estrangularme para silenciar las voces que oa dentro de su cabeza. La manera que el ambiguo y robusto compaero tena de estar all, sin moverse, en el centro de la acera, daba al barrio un matiz amenazador.
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Sumner Boulevard discurra a lo largo de kilmetro y medio, y se diriga en diagonal al ro. Un supermercado haba cubierto con tablas la parte inferior de sus escaparates, para que fuera ms difcil romper los vidrios. Un drugstore se anunciaba con un rtulo de nen, apagado. El vinilo sustitua los autnticos revestimientos de madera; las casas adquiran el aspecto de oscilantes embarcaciones de tres cubiertas. Los frondosos robles y hayas de Malvin Lane cedan el paso a rboles urbanos ms resistentes, sicmoros de spera corteza y ginkgos primitivos, espaciados a lo largo de la acera con regularidad de postes de telfono. En vez de los mullidos y estticos montones de hojas rastrilladas, esperando junto a las vallas a ser recogidos, se amontonaban bolsas de basura y cajas de cartn aplastadas junto a los bordillos. No haba Volvos ni Hondas; sino solamente Chevrolets, Plymouths y Mercurys, enmohecidos y abollados, las viejas barcazas de Detroit mantenidas a flote por los pobres. Trans Am. Gran Turino. Sunoco. Amoco. Colonial Cleansers. Boulevard Bottle. Professional Podiatry. Una interseccin triangular estaba marcada con el nombre de un soldado italiano muerto en Vietnam. Piedras de imitacin, extraamente abigarradas con su mezcla de tintes artificiales, rodeaban los ventanucos de la abacera de una esquina. Sobre el asfalto de una gasolinera, un charco de color verde de asombrosa pureza indicaba que un coche haba sido provisto de lquido anticongelante. Pero tuve la impresin de que este verdor extremo habra sido una maravilla para Dale, habra tenido para l otra significacin, la de una seal desde las alturas. Para un creyente de su clase, elemental, la gloria habra estado en el aire: la anchura misma de aquella tosca avenida comercial, y algunos solares donde haban sido derribados los edificios, llenaban los ojos de luz. Sobre los muchos tejados planos intermedios y las chimeneas deterioradas por la intemperie, contra el teln de fondo de las nubes atormentadas, brillaban los bordes de plata y esmeralda prendidos en las cimas de los rascacielos, marcando el corazn de acero de la ciudad al otro lado del ro. Una tienda de artculos sanitarios, que anunciaba instalaciones Crane, no Kohler, exhiba en su polvoriento escaparate un rbol de asientos de retrete, sencillos o acolchados, blancos o pastel y, en el colocado ms abajo, un dibujo de mujeres japonesas desnudas y con la chocante particularidad de que no tenan pezones ni vello en el pubis. La avenida, al desviarse poco a poco hacia el ro, iba empeorando de tono y aumentaba su vivacidad. Kung-F. Locks Master Protection. Santo Cristo Center. Todo para la casa. En esta seccin, los irlandeses y los italianos haban sido suplantados por portugueses e hispnicos, que ahora cedan el sitio a los vietnamitas, los cuales acaparaban las pequeas tiendas de comestibles y haban inaugurado varios restaurantes en los que ofrecan sus platos cargados de especias. Las mujeres vietnamitas no abultaban ms que los nios, y los hombres tenan extraas cabezas cuadradas sobre unos cuellos delgados. Retorcidos bigotes pendan desde lo alto de las comisuras de los labios, y cabellos negros de un mate diferente del de los chinos, japoneses e indios. Nosotros habamos chapoteado en ultramar y, al salir de all, habamos arrastrado a esos inmigrantes que se haban pegado a nosotros como la pintura al palo que la remueve. Haba, en estos restos de una vieja aventura, algo desagradable, ertico y, sin embargo, grandioso en su heterogeneidad global, pues aqu, en esta turbulenta va pblica, se debata la antropologa, viva de pieles de todos los colores, y gente del mundo entero comparta y ampliaba la energa de nuestras tiendas y casas de vecindad americanas y los patios llenos de desperdicios. Vi venir una pareja, sin duda no ligada por el matrimonio pero s de otra manera: un hombre alto, negro plido, y una muchacha latina, casi de su mismo color de caf, exactamente de su misma estatura, y ambos vestidos con ceidos pantalones tejanos y breves chaquetas de cuero negro, con los cabellos peinados en altas crestas laqueadas, luciendo pequeos pendientes y marchando con paso acompasado, asidos del brazo:
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una visin inquietante. Se acercaba el da de las elecciones y haba carteles blancos y azules en todas partes, en los buzones de la correspondencia, en los parachoques de los automviles, en las puertas y ventanas tapiadas. Una anciana arrastraba una carretilla de supermercado cargada con lo que parecan ser todos sus bienes, incluida una radio de plstico de color marfil; con su cara colorada, su gorro de punto azul y sus zapatos blancos de lona, tena el aspecto de una nia que hubiese cumplido demasiados aos. Tambin yo daba mi paseo como si fuese un nio, y senta que el espritu infantil se sobrepona al mo, aquella codiciosa y ciega beatitud de la juventud, cuando el mundo pareca estar regido por nuestros impulsos, lleno de presagios convenientes, de signos alentadores. Un borracho demacrado, con un gorro de estilo ruso y orejeras de piel, murmur con enojo al cruzarse conmigo, resentido por la inocencia de mi semblante y por una alegra que no corresponda a mis aos. Las manzanas se hallaban divididas en pequeas tiendas anticuadas. Una floristera, un saln de belleza, una lavandera y un establecimiento en el que se anunciaban APAREJOS DE PESCA y cuyo escaparate estaba lleno de anzuelos y cebos que no podan ser arrojados al agua en muchos kilmetros a la redonda. El dueo de una mercera adverta con letras rojas e irregulares que estaba AUSENTE POR ASUNTOS DE NEGOCIO. Una pequea tienda de confecciones situada en una esquina ofreca trajes de carnaval para adultos alegres. Varias caretas de animales (cerdos, un jabal, un lobo aullador) yacan entre lencera y ropa interior de encaje, como trozos de carne sobre lminas de hielo brillante. HUEVOS GRANDES: A 49 centavos la docena! Por cada 10 dlares de compra, 1 docena por cliente. Era como decir a todos los pobres que me rodeaban que no podran hacerse con las docenas de huevos tan atractivamente ofrecidas. MEGABUCKS: Usted puede ser nuestro prximo millonario! Sin embargo, yo haba advertido, en las entrevistas publicadas en los peridicos, que los que ganaban parecan pasmados por el sbito montn de dinero, y que algunos vacilaban durante das antes de reclamar un botn que ridiculizar la la vida que haban llevado hasta entonces. Despus, cesaban las tiendas y haba un vaco en el bulevar en el sitio donde era cruzado por unas vas de ferrocarril, los rales herrumbrosos y ya no utilizados de una lnea muerta que se desvaneca en una regin de grandes edificios de lisas paredes enyesadas que pertenecieron a la industria pesada y no haban sido transformados todava en estudios de artistas o laboratorios de alta tecnologa. Los ms recientes edificios de Ciencias de la Universidad se encontraban al otro lado de esta zona industrial. La Universidad y su dinero impregnan la ciudad, cuyos edificios y bloques estn empotrados en zonas de viviendas que son propiedad de la Universidad, e incluso hay, a muchos kilmetros de aqu, y en la cima de un monte, un terreno vedado que le fue legado en el siglo pasado y donde los alumnos de Silvicultura, con casco y pantalones de cuero, estudian, talan rboles y reflexionan despus de mordisquear brotes, para ganarse sus ttulos. Yo miraba todo aquello con los ojos todava religiosos de Dale. Al otro lado de los rales, sobre la acera renovada, vi un excremento de perro de extraordinaria negrura, como el alquitrn. Sera una raza especial, o una comida desacostumbrada? O una pura maravilla, un auspicio, como aquel charco intensamente verde? Despus pas por delante de un taller de lpidas sepulcrales, con una oficina encristalada junto a un solar lleno de mrmoles tallados y pulidos. Una lauda de color de rosa mostraba, en una hornacina entre pilares en bajorrelieve, un libro abierto con slo seis palabras esculpidas en sus dos pginas: JESS TEN PIEDAD RUEGA POR NOSOTROS
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Haba cierta elegancia tipogrfica en la disposicin de las palabras. Sin duda Dale Kohler, al salir de mi despacho, se habra detenido aqu y murmurado, hurgando en su mente, para establecer la relacin entre la splica tallada mecnicamente en esta piedra metamrfica y el horno csmico del Big Bang, entre cuyas grotescas e imponentes estadsticas se hallaba la prueba irrefutable de la supervisin divina. Las irregularidades espontneas de la moteada estructura del mrmol no eran muy distintas de las diminutas pero indispensables faltas de homogeneidad dentro del cosmos primigenio, cuando toda la materia instalada ahora entre aqu y los quasars ms remotos estaba comprimida en algo ms pequeo que una pelota de baloncesto y era tan caliente que los propios quarks se hallaban todava despegados; los monopolos eran ms que hipotticos y la materia y la antimateria se hallaban enzarzadas, en milmillonsimas de segundo, en furiosa aniquilacin recproca que, por algn misterioso y ligero margen de preponderancia, dej materia suficiente para formar nuestro atenuado y viejo universo. Las inevitables combinaciones de lo real! Un joven negro, muy alto y esbelto, con la cabeza afeitada y cubierta con un gorro multicolor, transportaba sobre esta cabeza espectacular, como si fuera un fantstico turbante, una de esas medias sillas acolchadas, que tienen brazos y respaldo pero no patas, que utiliza la gente para estar incorporada en la cama. La silla era de un brillante color de melocotn y estaba envuelta en un plstico transparente que cruji cuando l y yo nos cruzamos, caminando en direccin opuesta, sobre las combadas y herrumbrosas vas del ferrocarril. Era este negro extico, contrariamente a lo que dicen los estudios demogrficos, un acrrimo lector nocturno? O llevaba sumisamente aquel apoyo a una abuela o un to abuelo ancianos? La familia negra, aunque estadsticamente destrozada, todava mantiene lazos de unin; los hechos que se relatan nunca corresponden con exactitud a los hechos en concreto; cada nueva generacin da a Amrica la oportunidad de renovar sus promesas. Estos esperanzados y patriticos pensamientos pasaban directamente del alma ingenua de Dale a mi mente. Un parque de bomberos, construido con ladrillos en una esquina de la calle, mostraba, en lo alto de una pared lateral, un mural pintado en el que apareca George Washington, recibiendo, sin visible satisfaccin, lo que pareca ser una prrroga de crdito de una delegacin de hombres del establishment vestidos de manera similar y todos igual de serios. Junto a aquel parque, se levantaba un enorme y viejo edificio pblico, construido con bloques de piedra arenisca de dos toneladas, segn el modelo de un palacio veneciano. Sus profundas entradas bizantinas se encontraban llenas de carteles de las elecciones, y los suaves peldaos haban sido desgastados por los pies de los peticionarios a lo largo de un siglo. En las cercanas de estos edificios pblicos, la calle se aburguesaba un poco: una hilera de casas de tres plantas pintadas con colores bohemios, como el color espliego y el color limn, albergaban una boutique, una tienda de diettica y, con cierto atrevimiento, un establecimiento denominado PASTELERA PARA ADULTOS, en cuyo escaparate se anunciaban Pasteles erticos y caramelos divertidos. Tuve la impresin de que las formas que podan tomar aquellas cosas tan divertidas no interesaran mucho a Dale. La forma y la estructura mucilaginosa y plegada hacia dentro de los arrugados rganos genitales humanos no figuraban, evidentemente, entre los mltiples fenmenos en que hallaba pruebas de la existencia de Dios. Me imagin su cara cerosa, salpicada de granos de masturbador. Me senta superior a l, sexualmente sano desde que Esther me haba arrancado de la torpe y estril Lilliam. Mi segunda esposa, antes de casarnos, haba sido una maravilla de flexibilidad en la cama, y sus partes ms ntimas, a la luz del sol de nuestras tardes ilcitas, haban alimentado mis ojos como golosinas de mazapn rosado.
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Despus de su jocoso intento de prosperidad, Sumner Boulevard iba cuesta abajo, y sus transentes adquiran un aspecto de refugiados desesperados. Sobre un bordillo, se haba detenido un hombre tan gordo que hubirase dicho un traje colgado a secar e hinchado por el viento. Al pasar cerca de l, vi que la piel de su cara enorme y preocupada padeca un feo eccema, con escamas que tenan el aspecto de trocitos de papel desprendido de una pared. En la misma esquina, haba un edificio, cuya planta baja, que tena unas persianas de curiosa irregularidad, haba sobrevivido a un incendio de los pisos superiores, tras el que haban quedado desnudos los marcos carbonizados de sus ventanas. Pero el bar segua abierto, y los ruidos del interior (el estruendo sinttico de vdeo, y risas sofocadas y libidinosas) indicaban un negocio floreciente, aunque todava era muy temprano. La vista, calle abajo, inclua ahora vigas de acero pintarrajeadas de minio antioxidante: la rampa de entrada a uno de los puentes que cruzan el ro, en cuyas aguas contaminadas, segn tena ahora motivos para sospechar, esperaban los peces a los pescadores locales. Prospect Street. Llamada as por una vista hace tiempo eclipsada. Entr en ella, pues la gua telefnica indicaba, que el domicilio de Verna se hallaba en esta calle sin perspectiva, unas cuantas manzanas ms all. Algunas casas tenan an pretensiones de hogar, con pequeos prados de csped segado e imgenes religiosas pintadas (azul celeste el manto de la Virgen, y amarillenta la cara del Nio) y macizos de flores todava brillantes con los redondos y vivos capullos de crisantemos rojos y amarillos. Casi todas las casas haban renunciado a estas pretensiones: los jardines se encontraban llenos de hierbajos hasta la altura de las rodillas de un hombre. Botellas y latas haban sido arrojadas en ellos como en otros tantos vertederos. Las fachadas estaban sin pintar, incluso en aquellas casas donde unas cortinas o una maceta de flores en un alfizar alto, indicaban que eran habitadas. Los dueos se haban marchado, perseguidos por la desgracia o por las cuentas poco escrupulosas de un administrador, dejando los edificios abandonados, como pacientes mentales arrojados a la calle. Unos estaban ms deteriorados que otros, con claros signos de abandono, y sin duda destrozados en su interior, con las puertas y ventanas cerradas con tablas, aunque deba haber puertas traseras y ventanas de stanos por las que podan introducirse los drogadictos y los vagabundos. Aqu incluso los rboles, aislados entre las casas y unos cuantos algarrobos esculidos a lo largo del bordillo, parecan asustados, con las ramas bajas rotas y la corteza rajada. Segu andando y, a los cinco minutos, llegu al bloque donde viva Verna. Tal vez haba pasado por all, en coche, una docena de veces en los diez aos que llevaba viviendo en esta ciudad. Cuatro manzanas de arruinadas casas de trabajadores haban sido demolidas en la era Kennedy para construir viviendas baratas de ladrillos amarillentos. El rigor arquitectnico de los complejos entrelazados (formas de U construidas espalda contra espalda, encerrando cada U una zona de aparcamiento o un parque infantil o bien un pequeo espacio verde, con bancos para los ancianos) se conservaba; pero las previsiones higinicas de los arquitectos haban sucumbido en muchos detalles a la erosin humana. Las pisadas haban trazado toscos senderos como atajos a travs de la hierba; se haban destruido setos y destrozado bancos; algunos montantes de baloncesto haban sido doblados hasta el suelo como por gigantes malintencionados. Daba la impresin de una superpoblacin, de una fortuita energa humana demasiado poderosa para que cualquier estructura pudiese contenerla. Poco a poco, los campos de juego, equipados al principio con columpios y tiovivos relativamente frgiles, se haban convertido en vertederos de cosas indestructibles, sobre todo viejos neumticos de camin y tuberas de desage, de hormign, que les daban aspecto de gimnasios en medio de la jungla. Una centelleante escarcha de cristales rotos flanqueaba los bordes del asfalto y los cimientos de cemento. SE PROHBE
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ESTACIONAR1 .Otro rtulo adverta que Los propietarios de AUTOMVILES ABANDONADOS O NO MATRICULADOS sern denunciados. A esta hora de la tarde, no pareca haber ninguno. Como arte de encantamiento, penetr sin ser observado en el portal de la casa cuyo nmero 606, y que corresponda a la direccin de Verna segn la gua telefnica. Dentro del edificio, las cerraduras haban sido rotas o desmontadas y sustituidas por cadenas pasadas a travs de los agujeros y cerradas luego con candados. Al subir la escalera, se perciba un olor complejo de orines y cemento hmedo y de pintura a base de cola, una pintura muchas veces aplicada y pronto deteriorada. TEX ANDA DE CABEZA, deca una inscripcin fresca escrita con spray y firmada y rubricaba MARJORIE; en el siguiente descansillo, la misma pintura con idntico estilo de escritura, declaraba MARJORIE CHUPA y firmaba TEX, con una x muy historiada que revelaba en cierto modo las esperanzas que el firmante tena respecto a su futuro. Haba visto el apellido Ekelof escrito con lpiz en la casilla 311 de la portera, al lado de los descascarillados buzones. En el tercer piso, segu un largo corredor. Era un corredor completamente desnudo, aunque unos agujeros e irregularidades en las paredes indicaban los sitios en que antao haban estado sujetas algunas cosas (adornos, servicios). Primero me equivoqu de direccin; los nmeros iban en progresin ascendente. Volv atrs y llegu a una puerta donde apenas se perciba el nmero 311, perforado por viejos agujeros de clavos, en la pintura verde. Levant la mano para llamar cuando, al otro lado de la puerta, farfull un nio pequeo, en el hmedo balbuceo que precede al lenguaje. Mi mano se inmoviliz y descendi despus, no muy segura. Tambin o msica en el interior, el canto estridente y metlico de una mujer. Cantaba muy de prisa, como si estuviese indignada. Me decid a llamar. Algo se arrastr, son un cachete y ces el balbuceo. Percib que unos ojos me observaban a travs de la mirilla. Haca muchos aos que no vea a la pequea Verna. Quin es? Su voz era ronca, tensa y algo metlica, como si un tubo de metal interviniese en su produccin. Me aclar la garganta y anunci: Roger Lambert. Tu to. Si los detectives de homicidios hubiesen venido a espolvorear la lisa superficie pintada de la puerta en busca de huellas dactilares, habran encontrado muchas. Verna abri. La corriente de aire caliente que se produjo estaba cargada de un olor a cerrado, como de cacahuetes o de especias rancias, un olor agrio, familiar, propio del Medio Oeste. Me qued pasmado. Era mi hermana, Edna, cuando los dos ramos jvenes. Pero no. Verna era dos o tres centmetros ms baja que Edna y tena la nariz tosca y sin forma definida heredada de su rubio y estpido padre. La de Edna haba sido bastante bonita, de finas aletas que enrojecan cuando se mostraba provocativa o cuando las tostaba el sol del verano. Percib en Verna un filo peligroso que mi medio hermana haba disimulado con su precaucin de mujer de clase media. Edna haba realizado un juego sucio y malo; pero haba acabado sometindose a las normas. En cambio, esta muchacha haba sido empujada ms all de las reglas. Sus ojos parecan no tener pestaas y eran curiosamente sesgados. Me mir con fijeza durante un largo momento y despus sonri de una manera que me desarm por completo. Su sonrisa era infantil, pona al descubierto unos dientes pequeos y redondos y formaba un hoyuelo en su plida mejilla. Hola, Nunc dijo, muy despacio, como si mi llegada, tanto tiempo esperada, fuese deliciosa por algn vago motivo.
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La cara de Verna era demasiado ancha; su piel, demasiado cetrina; sus ojos castao claro, demasiado oblicuos, y la piel que los rodeaba, demasiado hinchada para una mujer bonita; pero tena algo, algo que estaba atrapado all. Tena el cabello crespo, de color castao con mechones teidos de platino, y slo llevaba puesto un albornoz de felpa. La piel del cuello y del escote se vea colorada y mojada. Deb haber telefoneado dije, al darme cuenta de que ella se estaba baando. Pero me dej llevar por un impulso ment. Camin en esta direccin sin darme cuenta. Claro dijo ella. Entra. Perdona el desorden. La habitacin estaba tristemente amueblada, con una horrible alfombra rada de color granate, que debi ser alquilada con el apartamento. Pero tena una buena vista: poda contemplarse el centro de la ciudad: en primer trmino, una esquina de la urbanizacin y, sucesivamente, algunas casas de tres pisos con tejados de tablillas y muchas antenas de televisin, una cartelera en la que se anunciaba una locin bronceadora, una cpula del campus universitario en la orilla del ro, la cima de un rascacielos con su galera de cristales y un restaurante giratorio, y por ltimo, unas nubes presurosas, de centros plomizos y bordes luminosos. All abajo, sobre un envase de plstico que un da contuvo leche, un aparato de televisin funcionaba en silencio, con los atribulados actores de un serial reducidos al papel de mimos. En otro lugar, haba unas cuantas sillas dispares alrededor de una mesa de juego, en la que, a juzgar por las numerosas manchas de color sobre la oscura superficie acartonada, alguien haba estado pintando. Me estaba baando dijo la muchacha con su vocecilla aflautada, y cre que sera otra persona. Dijo esto para justificar la inmodestia de su albornoz que le llegaba a medio muslo. Me pareci que sus piernas, que ya no conservaban el bronceado del verano, estaban mejor formadas que las de Edna, que los pies eran ms pequeos y sonrosados y los tobillos ms finos. Cllate, Poops dijo con indolencia a su hijita, que me sealaba con el dedo balbuceando algo que era casi una palabra y sonaba como Baa o Daa. La pequea no llevaba ms que unos paales de papel. La calefaccin del apartamento era excesiva, con el vapor silbando en los radiadores. Se perciba un dbil olor a sobras de comida, que tal vez proceda de una habitacin detrs de la tosca cortina marrn colgada, con unas grandes anillas de plstico, en una barra de metal dorado. Me sent incmodo con mis guantes grises de ante, mi chaqueta de tweed con coderas de cuero y mi bufanda de casimir. Como te deca continu, despus de carraspear de nuevo, pens, quiz cediendo a un impulso, que deba pasar por aqu y ver, confieso que un poco tarde, lo que estaba haciendo mi sobrinita. Ahora son ms fuerte la msica en la otra habitacin: She bop... he bop... a... we-bop. Cyndi Lauper dije. Esto le impresion. Cmo lo sabes? Por mi hijo. Tiene doce aos, y se est iniciando en la cultura pop. Yo pensaba que, a tu edad, Verna, te estaras ya desiniciando. Vio que yo contemplaba el deprimente cuadro y esboz un breve y vago ademn, extendiendo las pequeas manos coloradas como para alisar, a la manera de una sbana, el medio ambiente en que se hallaba. Es posible. Si no tuviese aqu a Bozo, podra salir y tal vez conseguir un empleo, o educarme, o hacer algo. Pero del modo que estn las cosas, tengo que quedarme aqu sin hacer
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nada, salvo cuando nos ponemos nuestra ropa de abrigo y nos vamos a cambiar cupones de comida por toda esta porquera cancergena. Como la mayora de los jvenes actuales, tena un vocabulario que incorporaba y neutralizaba toda posible disciplina. Cuando Esther encontr un ejemplar de Club debajo de la cama de Richie, a quien se lo haba prestado un condiscpulo de Pilgrim, le dijo para desarmarla: Mam, no es ms que una fase. Da. Da-da. La niita estaba rolliza y tena un bonito color ms plido que el caf con leche, un tono de miel. Su cara estaba destinada a ser teatro de una delicada guerra entre facciones negroides y caucasianas. De momento, lo ms chocante eran sus grandes ojos, no castaos como se habra podido esperar, sino de un fuerte azul marino, como de tinta. Tenan una vida insondable, glbulos puros de un destilado oscuro. Su brillo revelaba que haba estado llorando haca un momento. Vestigios de lgrimas oscurecan la piel de sus mejillas. Cmo se llama la nia? Debera saberlo; pero no puedo recordarlo. Paula. El cerdo de mi padre se llama Paul, y cuando me dio la patada, puse su nombre a la pequea para desquitarme. Record que su insensible padre, cuando pas de mecnico a ejecutivo, no haca ms que hablar de sus esfuerzos por racionalizar y modernizar las operaciones de la fbrica; pero nunca se le ocurri, como maniobra eficaz, renunciar a su empleo y devolver su hinchado salario a las arcas de la moribunda industria del acero. No puedo creer dije que te echase de una manera tan brutal como parece. Dije esto, por supuesto, slo para que me confirmase aquella brutalidad. Oh dijo Verna, permite que mam me enve un cheque de vez en cuando, pero no bromea al decir que no volver a vernos, a Poopsie ni a m, mientras vivamos. Mi asistenta cree que lo que anda mal en l, adems del racismo, comn a todos los de su clase, es su religin. Ya sabes que, cuando yo era pequea, se asust mucho porque crea tener cncer en la prstata, o en uno de esos sitios donde los tienen los hombres, y se meti en esa secta que se anuncia por radio y televisin, y lo curioso es que dio resultado; quiero decir que el cncer desapareci. En realidad, fue un milagro, y creo que tendrs que reconocerlo. Por consiguiente, es rgido hasta la exageracin en los conceptos del bien y del mal, tal como l y los que dirigen la secta lo consideran. Me llam la atencin que todos tenan los dientes postizos. Y los hombres llevaban unas hebillas enormes en los cinturones. Incluso habamos de dar gracias cuando tombamos leche con galletas en casa. Me sacaba de quicio ver que sus manas iban en aumento. Y me daba cuenta de que a mam le ocurra lo mismo; pero ella no poda decir nada. Es muy cobarde. No lo sabas? Verna ech la cabeza hacia atrs y me mir como si esto tuviera que interesarme mucho. Es triste, ya que aparenta tener muchas agallas. En fin, tal vez no debera censurar a mi padre por su religin, ya que t ests metido tambin en asuntos religiosos. Pero de otra clase dije, quitndome un guante. No confundas. Podras llamarle control de calidad. Pero, dijiste tu asistenta? Mi asistenta social. Es alta, negra, muy lista y chapada a la antigua. Te gustara. Dice que tengo madera de artista y que debera ir a la Escuela Museo de la Universidad. Puedes sentarte si quieres. Y bop... you bop... a... they bop! De modo que no es el dinero sino la educacin lo que crees que ms necesitas. Tal vez podra ayudarte en esto.
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S, mi pobre amigo Dale me dijo lo mucho que le ayudaste para conseguir la subvencin que le haca falta para encontrar a Dios en el ordenador. La enviaste a la oficina, donde le dieron esos puercos impresos para que los llenase. Yo no s mucho, Nunc; pero, desde hace ao y medio he tenido que llenar un montn de impresos y, no te engao, eran todos una mierda. Le dije a Dale que los arrojase por la ventana; aunque dudo mucho de que lo haya hecho, porque es un infeliz. Pero su intencin es buena. Quiere librarnos de preocupaciones cuando estemos muertos. A m lo que me preocupa es lo que suceda mientras est viva. Me quit el otro guante, dedo a dedo. En mi campo visual, ms all de las puntas de los guantes, estaban sus borrosas piernas blancas. Alguien, tal vez aquella asistenta social, la haba animado a hablar de s misma. Los nuevos pobres parlanchines. Me parece dije que le di a entender que no me desagradaba su proyecto; pero tu amigo tena que empezar por seguir el procedimiento adecuado. Yo no tengo poder en lo que se refiere a las subvenciones en la Escuela de Teologa; no soy ms que un empleado, como tu padre en la fundicin de acero aad, pensando que una referencia a su padre le desagradara. Da? T Da? pregunt la pequea Paula, sealndome con su suave y redondo bracito, lleno de pequeos pliegues entre la mueca y el codo. Verna agarr con furia el rollizo brazo, levant a la nia del suelo y la sacudi como si mezclase ingredientes en una cazuela. Te dije que callases la boca! le grit mirando muy fija la asustada carita. se no es pap! De un empujn, hizo que Paula cayese con fuerza dando con el culito en el suelo. La nia qued sin resuello, luch por absorber aire con el que llorar y su pecho desnudo, de pezones diminutos, se agit como las agallas de un pez varado en la playa. Al inclinarse para este acto de autoridad materna, a Verna se le afloj el albornoz, dejando de pronto al descubierto todo un pecho, luminosamente libre. Sin apresurarse, lo ocult de nuevo debajo de una solapa y se ci el cinturn. Me ataca los nervios explic. Mis nervios no andan muy bien estos das. Mi asistenta dice que es una edad difcil la de ao y medio; pero que cuando cumplen los dos, se puede hablar con los pequeos y es delicioso. Me encant cuando, en el hospital, me la mostraron toda mojada y de un color que pareca de espliego. Entonces no tena la menor idea de cul iba a ser su color; pero desde entonces todo ha ido cuesta abajo. Quiero decir que los hijos siempre estn aqu, a tu lado. Be bop... be bop... a lu... she bop son jubilosamente en la otra habitacin. Yo haba deducido que la cama y el cuarto de bao estaban detrs de aquella cortina; Verna haba estado tumbada en la baera, drogndose, mientras aquella msica juvenil vibraba en su confusa conciencia. Empezaba a comprender su realidad y estaba dispuesto a sentarme. El mejor asiento disponible pareca ser una silla de porche de un tipo que estuvo de moda hace una dcada: una cesta de paja sobre unas patas de finos tubos negros de metal. No es impresionante? me pregunt Verna, tan entusiasmada por la msica, que entornaba los prpados, extraamente sesgados y casi sin pestaas. Deja que pase la cinta. La pieza siguiente es empalagosa, aunque sea el nmero uno en las estpidas encuestas. Paula haba recobrado ya el aliento y empez a bramar. Dejndome llevar por mis impulsos, deposit mis guantes al borde de una desvencijada mesa plegable, que pudo haber costado diez dlares en el Ejrcito de Salvacin, me sent en la silla de asiento de paja, alargu los brazos, tom a la llorosa nia y la puse sobre mis rodillas. Pesaba ms y estaba ms mojada de lo que haba esperado, y adems ofreca resistencia, retorcindose en mis brazos y estirando
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las manos, las muecas gordezuelas y los deditos torcidos hacia atrs, en direccin a su madre. Se debati y chill. Tuve ganas de darle unos azotes a aquel pequeo y moreno recipiente de sangres mezcladas. Pero, en vez de esto, la hice saltar sobre mis rodillas, diciendo: As, as, Paula. Record un juego que sola distraer a Richie cuando era pequeo. As montan las damas dije. Al paso, al paso, al paso... Verna trajo del cuarto de bao su cassette, una gran Hitachi de color gris claro con altavoces fijos, la puso en el borde de la mesa, sobre mis guantes, puls un botn e invirti la cinta. As es como cabalgan los caballeros dije con mi voz ms grave y pedaggica. Al trote, al trote, al trote... Yo saba, por mi experiencia con los estudiantes, que el truco estaba en adoptar al principio un tono un poco amenazador. Y as murmur junto a la pequea oreja, compacta, intrincada y muy pegada al crneo, es como cabalgan los vaaaqueros. La piel de los pequeos suele ser un poco febril, y esto es tan invitador que la bes en la oreja. Su suavidad compleja me choc. Vamos all anunci Verna, meneando el cuerpo dentro del rizado albornoz y siguiendo ligeramente el ritmo de calipso de Las chicas slo quieren divertirse. Al ver aquella seal de benignidad en su madre, la nia se estir en mis brazos, todava sacudido el cuerpo por el llanto. Al galope, al galope, al galope! termin muy de prisa. La voz de la cantante era joven, prematuramente endurecida, y se alzaba en un regocijo que estaba por encima de la emocin. Pero las chicas quieren divertirse, las chicas slo quieren... La voz fue interrumpida por un gorjeo electrnico, la experta alegra inhumana de un sintetizador, como burbujas que estallasen con gran rapidez. Verna tom a Paula en sus brazos y, cmodamente, las dos se mecieron con suavidad al comps de la msica. La mejilla izquierda de Verna luca su hoyuelo. Los ojos abiertos de la nia rebosaban una oscuridad azul. Sentado all, observando, tuve la impresin de ser Dale Kohler, serio, torpe y tambin necesitado, en una de sus caritativas visitas. Este momento de regocijo, de visible comunin entre madre e hija, me hiri en lo ms hondo; me sent desolado. Desvi la mirada para contemplar afligido las paredes, que Verna haba tratado de animar con grabados impresionistas baratos y con burdas y espontneas acuarelas pintadas por ella misma; y el jugoso bodegn que haba sobre la mesa junto a mi codo; la vista que se perciba a travs de la ventana, con sus muchos fragmentos de edificios coronados por lejanas torres; ahora, sus matices se deslizaban hacia el extremo dorado del espectro, bajo el sol que cada da se pona ms temprano. La hora de adelanto sera pronto retirada de nuestro firmamento nacional. El televisor haba soltado ya su letrgico drama diario y pasado a algo ms animado, aunque tambin mudo: el violento aleteo de un reclamo comercial. Para el Preparado H: muecas y fruncimientos de cejas producidos por una dificultad anal, seguidas de la cara satisfecha de un actor-farmacutico proclamando el alivio conseguido. Qu era esa desolacin en el corazn de Dale, pens, ms que el anhelo de Dios, ese anhelo que, dgase lo que se diga, es la nica prueba de Su existencia? Quiero ser la que camina bajo el sol, cant Verna, siguiendo la msica, mientras la nia mulata gorjeaba alegre en sus brazos.
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Nos sentiramos tan perdidos si no hubiese Algo que perder? Termin la cancin, agotados al fin los coros. Verna sent a Paula sobre la rada alfombra y me pregunt: Quieres tomar algo, Nunc? Una taza de t? Un vaso de leche? La otra noche celebr una pequea fiesta en la que todos traan algo, y tal vez dejaron un poco de whisky. No, gracias. Tengo que volver a mi casa, pues esta noche vamos a salir, como suele decirse, a divertirnos. Pero dime una cosa, Verna: Ves muy a menudo a ese Dale? Quera saber si se acostaban juntos. Con los movimientos del baile, la blanca cara interna de uno de sus muslos, elctrica, estilizada e intocable, como el anuncio de la televisin, se haba destacado varias veces de la diferente blancura del tejido defectuoso del albornoz. Bastante dijo ella. Viene a ver si me he pegado un tiro, si he matado a la nia o hecho alguna otra barbaridad. Y me pide que rece con l. Re entre dientes, sorprendido. De veras? Preparado J. para un alivio en la otra vida. Se puso a la defensiva, por cuenta de l. Su boquita fruncida se achic an ms, y levant la redonda y adorable barbilla, como sola hacer Edna cuando, en nuestra infancia, trataba yo de controlar su pensamiento. Te excitas por cualquier cosa, Nunc dijo ella. Esto cuesta menos que los besos. Dale es un buen muchacho. Me dijo que te haba conocido en una reunin eclesistica. Ah, s, en una de esas cosas que Dan Miedo. Pero, en realidad, l no es de esa calaa. Dale piensa que todo terminar gloriosamente, el Da del Juicio, si no antes. Se toma muy en serio todo eso? Oh, s! Aunque no me habla a fondo de ello, ni me dice lo que hace en el Cubo. Slo se presenta una o dos veces a la semana para ver cmo me va, y se sienta ah, donde t ests, para jugar con Poopsie. Diras..., diras que existe una relacin seria entre los dos? Quieres decir si se acuesta conmigo? Es natural que me lo preguntes, Nunc. No, en realidad, no. Es probable que me hubiera dejado seducir, para matar el tiempo; pero, aunque parezca extrao, no le excito. Es como mi asistenta social: me considera un caso. Supongo que todo el jodido mundo me considera un caso. A todos nos fastidia que nos clasifiquen. A veces he pensado que el secreto de que el cristianismo pusiese las peras a cuarto a todo el Imperio romano durante los primeros siglos fue que los romanos estaban hartos de que les clasificasen: soldado, esclavo, senador, scortum. Hay algo ms en ser persona que en desempear una funcin. Pero, qu es? Qu podemos hacer para conseguirte un diploma en el Instituto y un empleo? le pregunt. Mira, ahora hablas como Dale. Siempre tengo que decirle que no me empuje. No puedo soportar que me empujen; me joroba. Mam y pap siempre me estaban empujando. Empujando y empujando. Para qu? Para que yo fuese una muequita ms, casada, luciendo una doble hilera de perlas y meneando el culo en los ccteles de Shaker Heights. Nosotros no pretendemos eso. Pero, Verna... No me me gusta el tono con que dices Verna. T no eres mi jefe. Tampoco eres mi padre ni mi madre.
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Se enfadaba pronto. Y esto era emocionante, como un coche de gran potencia que puede matarte o estrellarse. Es verdad tuve que confesar. Entorn los extraos y sesgados ojos de plidas pestaas. Ha estado mam en contacto contigo? Me ech a rer sin querer, compadecindola por pensar que su madre se preocupaba tanto de ella. A pesar de toda su rudeza, no era ms que una nia que crea que su madre era como Dios en el cielo, siempre observando amorosamente. No le dije; y era verdad. Tuve que reprimir mi risa automtica, para que ella no creyese que estaba mintiendo, y la previsin de esta creencia hizo que mi respuesta sonase como una mentira a mis propios odos. Estudi la ua de mi dedo pulgar; la haba cortado demasiado con la cara curva del cortaas, produciendo una muesca en la que tendan a engancharse los hilos. Ahora se haba enganchado un hilillo virtualmente microscpico. Trat de arrancarlo. Lo s todo acerca de ella y de ti sigui diciendo la nia, en el tono seco y resuelto de quien se siente atrapado. Haba ledo mis pensamientos; tena la impresin de que yo la haba pillado aprovechando su ingenuidad. S? El hilito enganchado en mi ua pareca purpreo, a pesar de que mi abrigo y mi bufanda eran grises. Ella sola hablarme por las noches, en la cocina, mientras esperbamos que llegase pap. Mi madre y t os acalorabais mucho, Nunc. De veras? No recordaba nada de eso, y me pregunt quin estaba fantaseando, si Edna o Verna. Por consiguiente, no me vengas con tus aires de profesor competente. No lo quiero. No lo necesito. Necesitas salir de aqu le dije con tono suave. Recordaba los aos en que haba dado consejos en la parroquia; no tema a esta nia, por mucha que fuese su jactancia. Habla poco, haz que parezca que escuchas, y todo el carrete del dolor se desenrollar delante de t. Todo el torbellino de la lamentacin humana. Lo que la Naturaleza pretende de nosotros no es lo mismo que nosotros nos proponemos. S? Cmo? Cmo lo hacen las otras madres solteras? Tienen amigos. T debes hacer amigos. S, pero intntalo. La mitad de los hombres que viven aqu son viejos dagos1, y la otra mitad, petimetres negros a quienes basta que digas Hola en el pasillo para que piensen que quieres que te jodan. Esos tipos pueden oler que te han pringado, incluso sin ver a Paula. Quieren sacarte a la calle; su concepto de un gran xito en la vida es ser alcahuetes de un grupo numeroso de muchachas blancas. Y en realidad lo es. Sus ojos oblicuos se humedecieron. Supongo que mis padres tenan razn; me he recluido yo misma en este horrible rincn. Estoy sola todo el tiempo; no puedes hablar con nadie como hacen los hombres; tiene que haber una negociacin. Y la noche pasada dieron Dinasta; por consiguiente, ni siquiera podr distraerme con esto en una semana.
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Trmino despectivo con que se designa a los espaoles, portugueses e italianos (N. Del T.) 43
Trataba de burlarse de s misma a travs de sus lgrimas, de mofarse de su dolor, de su vida desperdiciada. No deberas hacrselo pagar a Paula le dije. Ahora se irrit; sus emociones se sucedan en una especie de pelcula lacrimona, agitadas por una corriente nerviosa. De modo que tu visita piadosa ha sido por ella. Por la pequea y dulce criatura. Ahrrate tu caridad, Nunc, pues puede cuidar de s misma. Lo nico que hace esa pequea zorra durante todo el da es incordiarme. Me paso horas sentada en el parque infantil, mientras ella come cristales rotos. Pero no la matan. Lo nico que ocurre es que su caca centellea. Ri de nuevo su propia gracia. Me permit una sonrisa. Se enjug su gorda y brillante nariz. Sin aquella nariz, y si hubiese perdido cuatro quilos, habra podido ser bonita. Y por si todo esto fuera poco continu, estoy pillando un resfriado de rdago. Hay ocasiones en que me pregunto por qu no se suicida todo el mundo. No eres la nica que se lo pregunta dije suspirando mientras me levantaba. Ya no me acordaba de los olores del lugar: a gachas de cacahuete, a amonaco de los paales mojados de la pequea. El ambiente de la habitacin me envolva de un modo tan flojo y ligero como el albornoz de felpa envolva el cuerpo de Verna. Empezaba a sentirme demasiado cmodo. Te ayudara un pequeo prstamo? pregunt. Sus lgrimas y sus palabras se confundan. No o que deca, y entonces sacudi la cabeza para contradecirse y solloz. S. Lo que recibo de AFDC se crey obligada a explicar apenas me llega para pagar el alquiler, y la WIC no es ms que vales para comida. Me vendra bien un poco de dinero para comprar una silla decente o alguna otra cosa para cuando viene alguien a visitarme. Ya ves que no tengo ms que trastos viejos. Saqu de la cartera dos billetes de veinte dlares y, considerando la inflacin, saqu otro y le di los tres. Podra pasar por el Banco al volver a casa y recuperar aquella cantidad en la caja automtica, ese pequeo ordenador cuya pantalla dice siempre muy corts: GRACIAS y SRVASE ESPERAR MIENTRAS SE PROCESA SU TRANSACCIN. Cuando Verna extendi la mano, vi que la pequea y rolliza palma estaba surcada por unas arrugas de color espliego, como las de la criatura recin nacida que haba descrito. La operacin financiera nos tranquiliz a los dos. Metiendo el dinero en el bolsillo de su albornoz y aprovechando para sacar un pauelo, Verna sorbi por ltima vez, se son la tosca nariz y me mir con los ojos secos. Tena la calma desafiadora de un delincuente. Una sorprendente plasticidad moral pareci desplegarse delante de m, acorde con su carne plida y elstica. Y ahora qu? pregunt. Me ocupar de los tests de equivalencia y de las clases nocturnas le dije. S repuso ella, como te ocupaste de conseguir la subvencin para Dale. No me di por enterado de sus palabras. Era hora de afirmar mi dignidad. Y me gustara que vinieses a casa para conocer a Esther y a nuestro hijo Richie. Tal vez el Da de Accin de Gracias sera una buena ocasin. El Da de Accin de Gracias, Dios mo. Gracias! dijo en tono burln. Si lo prefieres, podramos dejarlo. He venido aqu para investigar tu actitud y ya la considero investigada.
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Agach la cabeza. Pude percibir, debajo de la floja solapa, casi toda la curva de su seno, joven, su bulto sedoso surcado de venas de un plido azul. Era ms baja que yo, lo mismo que Esther. El Da de Accin de Gracias estara muy bien acept con humildad. Al despedirnos, me esforc en no verla como una nia sino como una mujer joven, resuelta y hasta cierto punto competente, al menos un xito biolgico, con una vida no ms alarmante que la mayora de nuestras vidas animales tal como las vera, desde arriba, una Mente hipottica, visiblemente desordenado su trfico apetitivo pero produciendo raras veces accidentes. Has sido muy amable al venir a verme, Nunc aadi, ofrecindome la rolliza mejilla para que la besara. Mientras lo haca (su piel tena una finura sorprendente, como la harina cuando se hunde la mano en ella), vi que la pequea, Paula guardaba silencio en el suelo, debido a un intenso inters por arrancar algo que haba descubierto entre los nudos de la rada alfombra. Tena los labios cubiertos de finos hilos purpreos. Me mir y sonri babeando. Me inclin para acariciarle la cabeza y me sorprendi y repeli ligeramente el calor de su cuero cabelludo. Sin embargo, la miseria recoleta de aquel apartamento ahora sin nmero, pareci tirar de m al salir. Su olor a cerrado despert en mi memoria algn profundo recuerdo de Cleveland, tal vez el stano donde mi abuela pona melocotones en conserva sobre estantes polvorientos y donde lavaba la ropa cada semana con una lavadora manual, entre emanaciones de leja que escocan los ojos. La vivienda de Verna tena para m lo que algunos telogos llaman espritu profundo. Mi propia casa, en su bonita calle, con sus igualmente apreciables vecinos, me haca sentir a veces como si la vida que llevbamos Esther, Richie y yo detrs de sus grandes ventanas estuviese concebida para la exhibicin. Despus de cerrar la lisa y mugrienta puerta verde, me detuve el tiempo suficiente para or a Verna chillando a su hija: Quieres dejar de comerte esas malditas pelotillas de borra? Despus se oy el sonido de un cachete y de ahogados gemidos que pronto se convirtieron en gritos incontenibles. Ella haba dicho que nos acalorbamos. No poda imaginarme lo que Edna le habra explicado; slo recordaba haber tocado a mi medio hermana cuando nos pelebamos furiosos por algn juguete o alguna injusticia. La detestaba francamente y con frecuencia me quejaba a mi madre de tener que compartir con ella unas pocas semanas del verano. Ahora record que le llamaba Cara de Torta; a mi madre le diverta mi malicia, y el apodo era muy adecuado, como lo sera tambin para la hija de Edna. Caras anchas, planas, un poco fofas. Al hacernos mayores, ella y yo, cesaron nuestras peleas fsicas, si no recordaba mal, y si mis pensamientos de pber a su respecto no estaban a veces muy lejos de aquellas noches de acaloramiento en Chagrn Falls. Los pensamientos no son actos, no lo son en este mundo mortal. Era extrao que Edna hubiese dicho aquello, o que Verna dijese que lo haba dicho. Dos giles jvenes negros suban los peldaos de acero de tres en tres, saltando sin hacer el menor ruido. Subieron hacia m a gran velocidad, con sus rados y ajustados tejanos, sus brillantes camisetas de baloncesto y sus grandes y silenciosos zapatos deportivos. Pasaron por mi lado como faros que resultan ser motocicletas. Se me encogi el corazn y salud brevemente con la cabeza, con un segundo de retraso. Con mi chaqueta de tweed y el corte juvenil de mis cabellos grises, era all el personaje sospechoso. A lo largo de Prospect Street, las sombras de las casas medio abandonadas se extendan de una acera a otra, aunque all en lo alto, en el cielo, blancas nubes corredoras y manchas de un
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azul muy fuerte seguan revelando un da claro. En el fondo de un solar vaco, se alzaba una maravilla que no haba advertido al pasar treinta minutos antes un alto y hermoso gingko, cada una de cuyas temblorosas hojas en abanico adquira, a diferencia de otros rboles de hoja caduca menos primitivos, un triste tono amarillo uniforme. Bajo un fugaz rayo de sol, aquel rbol pareca un grito imponente en la manzana abandonada. Junto con un vago y vano conocimiento de lo que era el gingko (un rbol que exista antes que los dinosaurios; que, en la antigua China, haba crecido alrededor de los templos como rbol sagrado; que, como la especie humana, era dioico, es decir, se divida en machos y hembras; los capullos femeninos huelen mal), tuve la extraa certeza de que Dale, despus de visitar a Verna y de haberme visto a m haca una semana, haba advertido tambin este rbol particular y le haba impresionado, lo mismo que el fango verdoso y el excremento negro. Experiment la misma reaccin religiosa. Descendi la paz sobre m, esa satisfaccin indecible que parece participar de la condicin csmica fundamental. Incluso me detuve, sobre el pavimento de aquella calle tan dudosa, para considerar ms profundamente aquel gingko gigantesco. Hay tan pocas cosas que, al ser contempladas, no parecen frgiles trampas que se abren bajo el peso de nuestra atencin sobre el insondable abismo!
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CAPTULO II
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La segunda vez que Dale vino a verme en mi despacho, entrando con aquella confusa desfachatez tan propia de l, con sus nudillos rojos y su acn como nicas imperfecciones de su crea piel, sent ms aprecio por l. La afirmacin de Verna de que no era su amante tena algo que ver con mi talante ms amable: esos jvenes le acometen a uno con la espada desenvainada, y despus resulta que sta es de goma, una espada simulada. No son ms hbiles de lo que ramos nosotros en extraer satisfaccin de su salud animal. Segua llevando su gorro azul marino; pero, como haca ms fro, haba trocado su guerrera de camuflaje por una chaqueta de algodn forrada de piel de cordero, cuyos mechones, de un blanco amarillento, formaban un basto halo alrededor de los bordes. Un aire de cowboy, aunque le faltaba el Marlboro. Llen los impresos, los entregu y pens que le gustara tener una fotocopia dijo. As es. Me salt las estadsticas y fij la mirada en la descripcin de su proyecto. Para demostrar, partiendo de los datos fsicos y biolgicos que tenemos, y mediante el uso de modelos y operaciones en el ordenador digital electrnico, la existencia de Dios, como inteligencia deliberada y determinante detrs de todos los fenmenos. Biolgicos? me limit a preguntar. Dale se dej caer en el silln, de mltiples maderas, que haba delante de mi mesa, y me dijo: He estado estudiando un poco la evolucin, el darvinismo y todo eso. No haba pensado mucho en ello desde que sal del Instituto. El caso es que le muestran a uno aquellos grficos con algas verde-azules en la base y los primates ramificndose en el rbol, y uno presume que es tan cierto como un mapa del Mississippi. Pero en realidad, no saben nada, o casi nada. Es un dogma. Lo nico que hacen es trazar lneas entre fsiles que nada tienen que ver unos con otros; y a eso le llaman evolucin. Apenas hay un eslabn, y toda la idea de Darwin sobre cmo se produjo el cambio era, desde luego, por incrementos graduales, consolidada cada mnima ventaja por la seleccin natural. Dogma dije, rebullendo incmodo en mi silln. El Comit de Admisiones, que antao slo tena que examinar a la ligera a los candidatos pastorales pertenecientes a familias distinguidas y casi siempre unitarias de Nueva Inglaterra, tena ahora que ceder a las instancias de indomables creacionistas de Nebraska y Tennessee; que suelen ser una pandilla nada atractiva, con una curiosa propensin fsica al leucoma y a las orejas en asa de jarra y, entre las hembras, a unos senos enormes, que transportan por nuestros pasillos como una carga penitencial colgada del cuello y hacen pensar en los condenados del cuarto crculo de Dante: voltando pesi per forza di poppa (Canto VII, verso 27). S dijo Dale. Para empezar, toda esa fcil palabrera sobre una sopa primordial, donde unas centellas fabrican aminocidos y despus protenas y por ltimo una cadena de ADN
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que se duplica por s sola, dentro de una especie de burbuja que es la primera clula o criatura... parece magnfica; pero no sirve. Corre pareja con la generacin espontnea de moscas y araas en el estircol o en los montones de heno o dondequiera que se imaginasen los hombres de la Edad Media. En primer lugar, la teora se funda en que la primitiva atmsfera de la Tierra era muy reducida, es decir, se compona de nitrgeno e hidrgeno y careca de oxgeno libre. Pero, si observamos las rocas ms antiguas, vemos que estn llenas de moho. Por consiguiente, haba oxgeno. Adems, la cantidad de informacin que se necesita para hacer la partcula viva ms simple, como un virus, es tan grande que las probabilidades de que se forme por azar son inverosmiles. Un bilogo las calcula en diez elevado a menos trescientos uno. Otro presumi que haba en el universo diez elevado a veinte planetas capaces de albergar vida. A pesar de ello, lleg a la conclusin de que las probabilidades eran de diez elevado a cuatrocientos quince contra la posibilidad de que hubiese surgido en lugar diferente de la Tierra. Wickramasinghe, a quien mencion el otro da, dice que aquellas probabilidades son de diez elevado a cuarenta mil, lo cual representa pginas y pginas de ceros. Pero no hace falta seguir insistiendo en ello. No lo haremos dije, cambiando de nuevo de posicin, incmodo como si l fuese el guisante y yo la princesa. Habla usted de estas inverosmiles probabilidades como si los tomos y las molculas tuviesen que coincidir en esas combinaciones por pura probabilidad matemtica; pero supongamos que, a este nivel microscpico, existe algn principio de cohesin u organizacin comparable, digamos, al instinto de autoconservacin en el plano del organismo individual, o de la gravedad en el orden csmico, que tendera a fomentar la unin y la complejidad. En ese caso, la larga lnea de ceros se reducira sin necesidad de intervencin sobrenatural. Eso podra estar bien, seor, para los no cientficos; pero al proponer otra ley molecular, suscita usted una cuestin mucho ms importante de lo que quiz se imagina. Adems, hay toda clase de problemas adicionales, que los partidarios de la sopa primordial pasan por alto. Por ejemplo, el problema de la energa: el primer y microscpico Adn habra necesitado, para sobrevivir, algn sistema de energa que le permitiera desarrollarse, y aqu nos encontramos en otro reino de la mecnica. Las enzimas son otro problema. Se pueden hacer protenas sin ADN, pero no se puede hacer el ADN sin enzimas, y las enzimas son protenas. Cmo hacerlo? Desde 1954 han estado mezclando, en el laboratorio, estas sopas electrificadas y todava no han conseguido nada que se parezca a la vida. Por qu? Si no pueden hacerlo con todos sus controles, cmo habra podido hacerlo la ciega Naturaleza? La Naturaleza observ ha tenido perodos ilimitados de tiempo y ocanos de material. Yo tambin pensaba eso antes dijo el joven, con su irritante y confiado aplomo. Pero si observa usted las cifras, ver que no concuerda. Nosotros tenemos la inteligencia til que decimos que no tiene la Naturaleza, y si ella hubiese sido capaz de producir la vida, tambin nosotros lo hubisemos hecho ya. Lo que sucede es pattico, una confusin de polmeros no relacionados entre s. La sopa produce sopa. Basura dentro, basura fuera, como decimos en Informtica. En California, estn tratando de conseguir que se agrupen nucleticos. Y s, lo consiguen; pero con tanta lentitud que confirman mi tesis: se aade una unidad cada cuarto de hora, mientras que la Naturaleza solamente necesita una fraccin de segundo. Bueno; pero incluso esto indica que nos enfrentamos con un proceso natural y no sobrenatural. No es cierto? Estudi la ua de mi dedo pulgar. Haba eliminado la fastidiosa muesquecita; pero, ahora, la ua era un poquito ms corta que la otra, sin apenas borde blanco, como si la hubiese rodo.
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Cre recordar que Verna tena las uas muy cortas, infantiles, mientras las de Esther eran demasiado largas. Las uas hablan del tiempo. Dentro de menos de una hora, dirigira yo mi seminario sobre las herejas, con las dos primeras sesiones totalmente dedicadas a los pelagianos. Una y otra vez (as empezara maliciosamente, para caldear la clase) nos vemos obligados a advertir que, vistos retrospectivamente, los herejes parecen mucho ms agradables y razonables que aquellos hombres autoritarios que se oponan a ellos en defensa de la que lleg a ser ortodoxia catlica romana. Quin no preferira, por ejemplo, al rollizo Pelagio (un perro corpulento bufaba Jernimo, doblado bajo el peso de las gachas escocesas), a su amable emisario Celestius y a su elocuente apologista Juliano, con su inofensiva esperanza de que el hombre poda hacer algn bien, poda hacer algo para activar la gracia redentora...? Quin no preferira estos humanistas al irascible Jernimo y al romntico Agustn, con su insistencia histrica en el mal de la concupiscencia (saciada al fin la suya) y la condenacin de los nios recin nacidos? El que ha sido maniqueo sigue siendo siempre maniqueo, haba observado con agudeza Juliano a propsito de nuestro amigo argelino, el obispo de Hipona. El joven refutaba mi argumento mientras yo repasaba mentalmente mi conferencia. Se expresa usted como los inflexibles neodarvinistas dijo Dale, que hablan ostentosamente de tendencias y de las inevitables imperfecciones en el conocimiento de los fsiles. Imperfecciones! All casi no hay nada; slo capas de criaturas que aparecen y desaparecen. Las llamadas lagunas no son lagunas, sino enormes agujeros. A quin le haba odo yo, esta frase recientemente? Dnde estn los fsiles precmbricos? pregunt Dale. De pronto, aparecen en todas partes animales multicelulares y existen siete phyla y unas quinientas especies: artrpodos, braquipodos, esponjas, gusanos. En realidad, casi todo, excepto lo que cabra esperar: protozoarios. Cmo aprendieron las clulas a congregarse? Y a este respecto, cmo evolucion la clula procariota, que es lo que eran las algas verde-azules, en nuestra propia clula eucariota, la cual no slo tiene un ncleo sino tambin mitocondrios, nucleolos, el aparato de Golgi, y otras cosas que ni siquiera han imaginado cmo han podido producirse? Las dos clases de clulas son tan diferentes como una casita de campo y una catedral. Qu ha sucedido? Bueno le dije, algo sucedi, y no estoy seguro de ver en ello la mano de Dios. Toda su argumentacin retrospectiva, partiendo de las condiciones actuales, diciendo que son tan improbables, no llevan acaso ms all del hombre de las cavernas, que no comprenda por qu la Luna cambiaba de forma todos los meses y, por ello, inventaba cuentos sobre los trucos y caprichos de los dioses? Parece usted pensar que Dios tiene que meterse por la fuerza en cualquier vaco, en cualquier laguna del conocimiento. El cientfico moderno no blasona de saberlo todo; se limita a afirmar que sabe ms que sus predecesores, y sus explicaciones naturalistas parecen eficaces. No podemos beneficiarnos de la ciencia moderna y conservar al mismo tiempo la cosmologa del hombre de las cavernas. Est usted atando a Dios a la ignorancia humana. En mi opinin, Mr. Kohler, l ha permanecido demasiado tiempo atado a ella. Mi argumentacin hizo que se incorporase en su asiento y abriese de par en par los plidos ojos azules. Es eso lo que yo hago? pregunt. Atar a Dios a la ignorancia? Extend la mano, con su ua todava imperfecta, sobre la mesa. As es. Y yo digo: Destelo! Dale haba logrado dar en el blanco; despertando la pasin en m. El asunto me preocupaba. Destelo, aunque l muera.
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Dale se ech atrs en su silln, con una afectada o incierta sonrisa en los labios. El forro de piel de su chaqueta se erizaba detrs de su cuello. Lo nico que yo hago, profesor Lambert, es afirmar que el hombre moderno ha sido persuadido de que existe una irrebatible explicacin atea de la realidad natural. Pero yo digo: Esperad un momento, pues pasan aqu ms cosas de las que ellos os permiten conocer. Esos astrnomos, esos bilogos, se enfrentan cara a cara con algo que no quieren que veis, porque ellos mismos no quieren creerlo. Pero est aqu. Podis tomarlo o dejarlo, pues Dios nos dio esta libertad, pero no os dejis intimidar intelectualmente. Intelectualmente, no debis nada al Diablo. Oh! Ve usted la mano del Diablo. S. En todas partes. En todo tiempo. Y quin cree usted que es? El Diablo es la duda. Es l quien nos hace rechazar los dones que nos da Dios, despreciar la vida que nos ha sido dada. Saba usted que el suicidio es la segunda causa de muerte entre los adolescentes, superada tan slo por los accidentes del automvil, que a menudo son tambin una clase de suicidio? Es curioso dije. Yo habra dicho lo contrario, observando la Historia reciente y, a propsito, algunos de nuestros actuales ayatolls y fhrers. El Diablo es la ausencia de duda. Es lo que empuja a la gente a las explosiones suicidas, a crear campos de exterminio. La duda puede dar un sabor curioso a su manjar; pero es la fe la que mata. Mire usted, seor, nos hemos adentrado mucho en la cuestin, y s que dentro de un minuto tiene usted que hablar de aquellos herejes. Mi punto de vista sobre la evolucin es que no lo sabemos todo; pero que, cuanto ms sabemos, ms milagroso parece todo. La gente cita siempre el ojo humano como inverosmil y complejo. Pero observe incluso el ojo de un trilobite, en el comienzo de la historia de los fsiles. Estaba constituido por cientos de columnas llamadas omatidias, que, segn descubri cierto cientfico sueco en 1973, tenan cristales de calcita exactamente alineados y una ondulada mitad inferior de quitina, todo dispuesto en precisa concordancia con unas leyes de refraccin, que no fueron conocidas hasta el siglo XVII. Desconcertante, eh? Me mir, esperando la rplica, y yo dije con suavidad: Eso no demuestra que los trilobites comprendiesen las leyes de refraccin. Slo significa que algunos trilobites vean un poco mejor que otros, y que los primeros tendieron a sobrevivir y transmitir sus genes. Mi tono no era combativo. Haba resuelto dejarle argir hasta el agotamiento. Esta tctica de supervivencia tiene un nombre: saciedad del predador. Encend mi pipa, chup conservando encendida la cerilla, con audibles aspiraciones, como en una muerte lenta. Se mire como se mire argument Dale, siempre surge, en la evolucin, el problema de mutaciones coordinadas que habran tenido que producirse. Es la coordinacin la que hace salir de la pizarra los ceros de las probabilidades. En nuestro ojo, la retina, el diafragma del iris, los msculos, los bastoncitos y conos, el humor vtreo, los conductos lagrimales, incluso los prpados. Es fantstico creer que todo se produjo por accidente, por una serie de errores casuales amontonados. Por ejemplo, para hacer la lente, se introdujo de algn modo piel en el interior de las capas menngeas del cerebro. Cmo pudo ocurrir esto a medio camino? En todas estas cosas, hay esas etapas a medio camino donde la adaptacin no funcionara en absoluto y sera un puro handicap. Tenemos estos puntos de imposibilidad, donde el grfico del cambio, tal como hemos de proyectarlo, no puede salvar el obstculo. Desde el punto de vista de la evolucin, el odo del mamfero es todava ms increble que el ojo. Huesos que correspondan a las rgidas mandbulas
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del reptil se convirtieron en el martillo y el yunque en el interior del odo. Mientras los huesos de la mandbula se transformaban en el odo medio, con qu masticaban las criaturas intermedias? O tomemos la cola de la ballena: se mueve arriba y abajo, mientras que la cola de todos los animales terrestres lo hace de un lado a otro. Esta diferencia es ms importante de lo que parece; la pelvis tiene que reducirse para no ser fracturada por el movimiento ascendente y descendente. Pero si uno se imagina este proceso en el camino hacia la ballena, llegar a un punto en que la pelvis ser demasiado pequea para soportar las patas traseras y, al mismo tiempo, demasiado grande para permitir la musculatura de la cola. O consideremos incluso el Archaeopteryx del que tan orgullosos estn los evolucionistas. stos no pueden mostrar nada entre los gastrpodos y los cordados, o entre los peces y los anfibios, o entre los anfibios y las ranas; pero seguro que mostrarn cmo se convirtieron los reptiles en aves. Slo hay un par de problemas. Primero: existieron verdaderas aves al mismo tiempo que el Archaeopteryx; y segundo: ste no poda volar. Tena plumas y alas, pero su esternn era demasiado dbil y delgado para que se sujetasen en l los msculos necesarios para el vuelo. En el mejor de los casos, pudo aletear para subir a una rama baja. Como un polluelo de nuestros das le dije. Considera tambin imposibles los polluelos? Y no he ledo en alguna parte que los ingenieros expertos en aerodinmica han demostrado definitivamente que el abejorro es incapaz de volar? Viendo que el joven estaba a punto de replicar, carraspe y tragu distradamente un poco de humo. Haba llegado la hora de imponerme: ser aleccionado antes de una conferencia es aadir tedio al trabajo. La imposibilidad de lo real le coment no es una prueba muy original de la existencia de Dios. Los cristianos del siglo II, cuando eran desafiados a presentar sus credenciales sobrenaturales, tendan a esgrimir dos argumentos. Lo interesante, es que no se basaban en los milagros y la resurreccin de Cristo atestiguados por los Apstoles, sino, que anteponan primero, el cumplimiento en Jess de las profecas del Antiguo Testamento, y segundo, la existencia misma de la Iglesia a su alrededor. Cmo era posible, preguntaban, que unos cuantos pescadores sirios sin instruccin, en un oscuro rincn del Imperio, hubiesen implantado una fe que se haba extendido, en un siglo, desde la India hasta Mauritania; desde el Caspio hasta las tribus brbaras de las islas britnicas? En ello se vea, con toda claridad, la mano de Dios. La Iglesia, en su rpido crecimiento, era la mejor prueba de la verdad de lo que proclamaba. Adems, prosigue la argumentacin, si Cristo hubiese sido un impostor o un loco, y su resurreccin una ficcin, por qu los Apstoles habran arriesgado sus vidas para difundir la Buena Nueva? Tambin aqu podramos decir que tenemos un punto de imposibilidad que no podemos soslayar: la evolucin desde una oscura hereja judaica y una pequea escaramuza delictiva, hasta la religin imperial de Constantino. No considero balad este argumento; pero creo que hay maneras plausibles de eludirlo, con cierto sentimiento histrico del siglo I. No tenemos que dar por sentado un fraude intencionado por parte de los Apstoles o de los evangelistas. La gente del siglo I no tena el mismo concepto que nosotros de la objetividad, ni de la escritura. No debemos olvidar que esta ltima era una magia simptica: escribir algo era, hasta cierto punto, hacerlo realidad; era un acto creador ms que mimtico, y todas las claras falsificaciones que encontramos en los documentos no cannicos coetneos de los Evangelios, as como la fabulosa historia del nacimiento en Lucas o el fragmento del Logos-Juan Bautista en Juan, fueron simplemente, para sus autores, una manera de vestir la verdad, de presentar la verdad con el ropaje y los ornamentos que deba llevar. As, dado el nivel general de credulidad y la existencia de numerosos movimientos religiosos paralelos, como el gnosticismo, los esenios
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y el mitrasmo, por no hablar de ulteriores paralelismos histricos, como aquel grotesco episodio judo de Sabbatai Zwi en el siglo XVII, cuando el presunto Mesas apostat para abrazar el islamismo y no desilusion a todos sus creyentes, o la manera en que el Mahdi o el Aga Kan se convirtieron en obesos sibaritas sin que esto afectase a su divinidad; dado todo esto, podemos empezar a sentir cmo ocurri la cosa, cmo arraig, en particular, el mito de la Resurreccin. Y no es que en esta poca de historias de OVNIS, que se venden semanalmente en las salidas de los supermercados, necesitemos lecciones especiales de credulidad humana. Oh, vamos! exclam mi joven visitante en tono combativo, como si estuviese discutiendo con un compaero de habitacin. Los Apstoles fueron apaleados. Tuvieron que huir. Su jefe fue muerto. Algo cambi todo aquello. Cree usted que fue pura ilusin? Si en el cuerpo, no puedo decirlo; si fuera del cuerpo, no puedo decirlo, escribi Pablo. Sus epstolas son los textos ms viejos del Nuevo Testamento, los ms prximos a este punto de imposibilidad particular. Tambin escribi replic mi joven oponente: Si Cristo no hubiese resucitado, vuestra fe sera vana. Pablo era muy claro en esto, al decir que Cristo haba sido visto por Cefas, despus por los doce; luego, por quinientos hermanos, algunos de los cuales haban muerto, y despus de esto, por Santiago y todos los Apstoles, y, por ltimo, por el propio Pablo, como un nacido fuera del tiempo debido. Y un poco ms adelante dijo, siempre he pensado que con bastante tristeza, que si confiamos en Cristo slo en esta vida, somos los ms miserables de los hombres. Pero no sigamos citando textos. Se ha abusado de ellos y, segn mi limitada experiencia, slo demuestra que los libros sagrados fueron una antologa muy mal dirigida. Fue usted quien empez, seor. En defensa propia. Estaba tratando de recalcar que, cuando no sabemos y no podemos saber los pormenores de un suceso o de un proceso, slo un sentimiento nos induce a buscar lo ms plausible. Cuando leo el National Enquirer, con sus relatos de aquellos hombrecillos verdes circunstanciales que salan de un OVNI o con su ltima prueba absoluta de que Elvis vive, siento vagamente lo que pudo ocurrir a principios del siglo I. Cuando miro las vitrinas de fsiles en el museo de Zoologa de la Universidad, y los animales; pjaros, insectos, gusanos y grmenes que nos rodean, y los grmenes que estn dentro de nosotros, la evolucin, a pesar de sus lagunas y enigmas, me parece una explicacin razonable de unas cosas tan embrolladas. Se haba apagado mi pipa. Chup el vaco sin fuego. Pero esto es muy flojo replic el muchacho. Piensa usted basndose en impresiones, sin observar el mecanismo. Decir que la afirmacin Elvis vive demuestra que decir Jess vive es un camelo, es ignorar el hecho de que el primer concepto es una parodia del segundo, y todo el mundo lo sabe, incluso los que adoran a Elvis. Decir que la evolucin explica ms o menos las cosas es ignorar el hecho de que los bilogos ms competentes se sienten confusos por todo lo que no explica. Haba un hombre llamado Goldschmidt, genetista. Ha odo hablar de l? Mov la cabeza. Slo conozco a un Goldschmidt, que era director de una revista danesa que atacaba a Kierkegaard. El mo dijo Dale huy de la Alemania de Hitler y fue a parar a Berkeley. Cuanto ms observaba las mutaciones de la mosca de la fruta, ms le pareca que no servan para nada; nunca se obtena una buena especie o un cambio realmente significativo. Las mutaciones punta, es decir, los cambios individuales en las largas cadenas del cdigo gentico no tienen sentido. Ocurren, son absorbidas por la generacin siguiente, y la especie sigue siendo igual. En 1940,
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Goldschmidt public un libro en el que enumer diecisiete caractersticas del mundo animal y desafi a quien pudiera explicarle cmo evolucionaron paso a paso a base de pequeas mutaciones. Pelo. Plumas. Dientes. Ojos. Circulacin sangunea. Barba de la ballena. Colmillos venenosos de las serpientes. Segmentacin en los artrpodos. Conchas de los moluscos. Esqueletos interiores. Hemoglobina. Y otras cosas que no comprend. Bueno, quin ha venido a explicarlo, desde 1940? Nadie. Nadie puede hacerlo. Incluso algo que uno se figura que puede imaginarse, como el largo cuello de la jirafa, es mucho ms complicado, ms coordinado, de lo que parece. A Dale pareci satisfacerle este ejemplo. Desliz las manos arriba y abajo por el cuello imaginario, cerrndolas y abrindolas rpidamente para expresar problemas de presin hidrulica. Bombear sangre a una altura de dos metros y medio, hasta la cabeza de la jirafa, requiere una presin sangunea tan alta que, cuando el animal se inclina para beber, perdera el conocimiento si no tuviese un mecanismo especial reductor de la presin, una red de venas llamada rete mirabile. Adems, la sangre de las patas tendra que salir a travs de los capilares, y por esto los espacios entre las venas estn llenos de otro lquido, tambin bajo presin, que hace que la piel tenga una resistencia enorme y sea, cul es la palabra?, impermeable. Y las ballenas... Piense en las ballenas, profesor Lambert. Virtualmente no aparecen en paleontologa, y en menos de cinco millones de aos, han producido ojos que corrigen la visin debajo del agua, y la cola de la que ya hemos hablado, y una grasa especial en vez de glndulas sudorparas para regular la temperatura, e incluso un complicado mecanismo que permite que las cras mamen debajo del agua sin ahogarse. Y luego considere el avestruz. El avestruz tiene unos callos... No dudo, Mr. Kohler le interrump, de que podra estar usted sentado ah durante horas regalando mis odos con las maravillas de la Naturaleza. Desde luego, son un viejo argumento a favor de la existencia de Dios, como puede leerse en el Libro de Job. Pero no se trata solamente de que sean maravillosas. Lo que cuenta es el cmo... Precisamente lo que Dios pregunt a Job. Cmo? Yo no lo s, y Job tampoco lo saba, y usted no lo sabe, y, evidentemente, tampoco lo saba Mr. Goldschmidt; pero sin duda hay muchas ms cosas en Teologa que esta... esta visin mecnico-estadstica de usted. Si Dios es tan sabio y previsor, qu me dice de las deformidades y de las enfermedades? Qu me dice de la carnicera que impera en el reino de la vida a todos los niveles? Por qu parece la vida, tal como la experimentamos, tan desesperadamente importante y al mismo tiempo tan intil? Prescinde usted de muchsimas cuestiones existenciales subjetivas. Hubo hombres que dejaron de creer en Dios mucho antes de Coprnico, mucho antes de que el trueno o las fases de la Luna fuesen cientficamente comprendidos. Dejaron de creer por las mismas razones que les inducen ahora a ello: el mundo que les rodea parece indiferente y cruel. No se siente que haya una Persona detrs de... esta terrible ingeniosidad que dice usted que presentan los fenmenos naturales. Cuando la gente grita de dolor, los cielos permanecen mudos. Los cielos permanecieron mudos cuando los judos eran exterminados en las cmaras de gas, y guardan ahora silencio sobre un frica que se muere de hambre. Se da usted cuenta de que esos desdichados etopes son cristianos coptos? La otra noche dijeron en la televisin que el nico ruido que se oye en los campamentos de los que mueren de hambre es el de los himnos que cantan, acompaados de cmbalos y tambores. La gente no se vuelve a Dios porque l sea probable o improbable; lo hace impulsada por una necesidad extrema, contra toda razn. Toda razn?
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Dale me mir con un desagradable brillo en sus ojos plidos, un fulgor ptico que se puede advertir en muchos de nuestros estudiantes: la luz del misionero, la voluntad de convertir, de transformar el agua en vino, el vino en sangre, el pan en carne, de cambiar la oposicin en fidelidad, de allanar todo lo que es no-ego en la lisura de espejo del ego puro. Esta presuncin perenne de los estudiantes me fatiga y me disgusta ao tras ao. Usted tiene realmente inters en esto, verdad? sigui diciendo Dale. No es neutral; es del otro bando. Quiere decir del bando del Diablo? En absoluto. Tengo mi propio estilo de fe, que no pienso discutir con usted ni con nadie que venga aqu con aires de cowboy. Pero mi fe, tanto si es dbil como si no lo es, me hace reaccionar con horror a su intento, casi dira su craso intento, de reducir a Dios a la condicin de un hecho ms, de deducirle! Estoy absolutamente convencido de que mi Dios, el Dios real de cualquiera, no puede ser deducido, no puede ser objeto de estadsticas y trozos de huesos viejos, ni de destellos de luz en un telescopio. No me gusta comprometerme. La pasin de un argumento hace que me sienta rgido y acalorado, preso en una red de exageraciones y falsedades. Debemos precisar las cosas, tener al menos la cortesa del silencio, de la valoracin callada. Hubiese querido encender de nuevo mi pipa; pero no tena tiempo para esta ceremonia. Advert que mis manos temblaban patticamente. Las cruc y las apoy sobre la mesa. Tambin temblaban as en los viejos tiempos, cuando estaba en el plpito y hojeaba la Biblia sobre el facistol buscando la pgina que contena el texto del da. Aquellas grandes pginas de la Biblia son terriblemente finas. En cierto modo, aquel joven misionero haba cobrado ventaja sobre m. Poda verlo en su tranquila y fra mirada, en su sonrisa torcida y su larga y manchada mandbula inferior; y en que no tena prisa para replicar. Haba conseguido que yo hiciese una profesin de fe, y le aborreca por ello. Su Dios parece digno de confianza; pero imposible de encontrar observ suavemente. Cmo est Verna? le pregunt, mientras recoga mis notas. Pelagio, no un estricto pelagiano. Contrario a las tendencias hacia el antinomianismo y el pesimismo maniqueo. Pas el pecado desde Adn como parte del proceso reproductivo? La corrupcin distinguible de la impotencia, en opinin de P. El joven, viendo que me retiraba del debate, se retrep con descaro en su silln, e incluso pas una pierna sobre el brazo de madera de cerezo. Me dijo que fue usted a verla la semana pasada. Si hubiese procedido de alguien con sentimientos menos elevados, su mirada me habra parecido maliciosa. Quera ver su situacin confes. No es tan mala como haba pensado. No lo es mientras permanece en su apartamento. Pero en cuanto sale a la calle, se meten con ella. Quines? Los hermanos. Una chica blanca de su edad con un hijo negro est expuesta a todo. Cree usted que debera trasladarse? No puede permitrselo. Era esta breve respuesta un desafo, para que yo le diese el dinero necesario para mudarse de casa? Tal vez saba que yo le haba dado ya sesenta dlares. Hasta qu punto, me pregunt, formaba mi piadoso y joven visitante un equipo con Verna, con el fin de estafarme? Esta generacin de los ochenta es capaz de toda clase de delincuencia justiciera junto con un desapego fomentado por su situacin deficitaria. Buda dice No te ates; Jess dice Date al
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prjimo, y los bienes de los otros empiezan a despegarse. Bueno, quin puede censurarles? La televisin les ensea a mendigar desde el momento en que abren los ojos. El sistema educativo los mantiene tan dependientes como nios hasta que pasan de los cuarenta aos. Estamos en un mundo despilfarrador, todo industrias de servicios y envoltorios de relumbrn. El genio del calvinismo fue hacer de la propiedad un signo externo y un smbolo sagrado; a mi anticuada manera, estaba tratando de medir hasta qu punto reclamaba aquel joven un derecho de propiedad sobre Verna. Envidiaba su acceso a aquel apartamento desordenado y caldeado, con su nia cautiva, sonrosada al salir del bao. No haba credo del todo lo que ella me dijo de que su relacin no tena nada que ver con el sexo. Tambin anticuado en esto, no poda imaginarme a dos jvenes de sexo contrario encerrados en la misma habitacin sin copular o, al menos, sin tocarse sus partes ms sensibles. Contempl a mi visitante iluminado por el rayo de luz que entraba por la ventana neogtica a mi espalda, y trat de poner en claro mis sentimientos respecto a l. Consistan en: a) repugnancia fsica ante su palidez y la inalcanzable luminiscencia de sus ojos, fijos como una lmpara piloto de un azul plido, encendida en su crneo; b) desprecio por sus teoras, que no podan valer gran cosa, aunque algunas de ellas necesitaran ser refutadas por algn experto; c) envidia de su fe y de su loca esperanza de que podra resolver el espinoso problema de la creencia mediante un sistema completamente nuevo; d) cierto atractivo, correspondiendo a lo que pareca ser una pegajosa adherencia de l a m, ya que su segunda visita a mi despacho no obedeca a un propsito claro; e) una grata impresin de que estaba inyectando un nuevo elemento en mi vida, en mis rancias y estudiosas costumbres; f) una extraa y siniestra empata: l segua invitando a mi mente a salir de su camino para seguir los suyos a travs de la ciudad. Por ejemplo, haba mencionado que trabajaba los fines de semana en un aserradero, y yo slo tena que pensar en este hecho para sentir el sagrado olor de la pcea recin cortada y, sobre las palmas de mis manos el peso a un tiempo spero y suave de la tabla recin alisada, con una palpable amenaza de astillas. Sonre y le pregunt: Soy acaso el guardin de la hija de mi medio hermana? Hasta qu punto debera intentar intervenir? Me sorprendi diciendo enfticamente: No mucho. Al menos al principio. Ella traz su propia vida, y hay que dejar a la gente la dignidad de elegir. Lo importante, dira yo, es que salga un poco y que tenga alguna educacin. Estoy de acuerdo dije, satisfecho de que, en materias inferiores a las csmicas, nuestras mentes pudiesen discurrir en la misma direccin. Verna se muestra muy reacia cuando se le plantea algo por primera vez dijo l; pero a la segunda vez que uno la visita, ha dado una vuelta de ciento ochenta grados. Advert que la estbamos convirtiendo en un lejano objeto de reverencia, de cautelosa especulacin. A aquella haragana de Cleveland, de diecinueve aos, sin nada en la cabeza salvo lo que haba metido en ella la msica pop. Me lanc de cabeza. Como to suyo que soy dije, pens hacer que mi esposa la invitase a celebrar el Da de Accin de Gracias con nosotros y con nuestro hijo. Nos encantara que tambin viniese usted, si no tiene otros compromisos.
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Casi presum que los tendra: tal vez una cena en comunidad, en largas mesas en un amplio stano de iglesia, con un parlanchn y animado anfitrin, lleno de buenas intenciones, y alocada gente de la calle. Sus extraos ojos se abrieron de par en par. Sera estupendo dijo. Pensaba comer en una cafetera; preparan unos pavos especiales que son bastante buenos y me gusta el ambiente tranquilo. Francamente, seor, las fiestas me espantan. Pero me encantara conocer a su esposa y a su hijo. Lejos de las exigencias de la explicacin cientfica, su lenguaje era el popular propio del Medio Oeste. Y ciertamente, estaba menos orientado hacia la religin organizada de lo que yo consideraba propio de un hombre tan fervoroso. El Da de Accin de Gracias en una cafetera? Navidad en un burdel? Desde luego, la Iglesia ha estado siempre recargada de heterodoxia. Agustn era pagano y despus fue maniqueo. Tertuliano era abogado. El propio Pelagio no tena estado sacerdotal y es posible que fuese primero a Roma como estudiante de leyes. Si la sal pierde su sabor, a qu se debe? Juan Bautista, y el propio Jess eran forasteros harapientos. Los de dentro tienden a ser villanos. Como yo, dira sonriendo a mis incrdulos y admirados estudiantes.
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El desagrado que senta Dale Kohler por las fiestas estableci otro lado secreto entre nosotros; en mi infancia, las zarandeadas excursiones en coche a los llanos rurales de Ohio, por la que era llamada, con mucha propiedad, Kinsman Pike, constituyeron mi primera asociacin con las fiestas tribales cristianas americanas. Mi abandonada y desdichada madre sin marido, visitaba, conmigo, a su gente; los hombres, con cara de caballo, ruda y plcidamente asexuados; las mujeres, grandes masas inclinadas de grasa temblorosa, al borde, segn me pareca, de la indecencia, con sus cohibidos accesos de risa, llevndose las manos a la boca a cada carcajada, con sus dientes cariados y puntiagudos, y colocando sobre la mesa la comida humeante y copiosa, que era como un maloliente double-entendre, algo que las excitaba, servido en un ambiente lleno de insinuaciones de corral, as como de lgubre piedad. En casa de mi ta abuela Wilma, un Jess orante, de colores enfermizos y evasivos, penda en la cocina sobre el amarillento papel de la pared, detrs del negro tubo de la chimenea que no se poda tocar de caliente que estaba. En el saln, sobre una mesita nudosa exclusivamente destinada a l, se hallaba el nico libro, la Biblia familiar; su lomo tena aristas de cartlago debajo del grueso cuero, arrugado como la piel de un animal sacrificado, con el mismo olor suave de la tenera. Una seal de desvado color de espliego surga, como una ancha lengua bfida, de entre las pginas de canto dorado. Flotaba en el ambiente un olor a petrleo e, impregnando los zapatos de los hombres, otro olor a humedad y a alimentos triturados para los animales. Aquellas salidas al campo me depriman durante das en ambos sentidos, al preverlas y al recordarlas; y durante la actual estancia, tena la impresin de que me hunda debajo de la mesa, de modo que mis recuerdos visuales se centran en la orla bordada del mantel y en las rodillas, los gordos tobillos y los arrugados zapatos que se ocultaban y frotaban el suelo de aquella oscura y extraa caverna. Es posible que, cuando era muy pequeo, me hubiese arrastrado realmente entre aquellos zapatos y aquellas rodillas. El Cuatro de Julio se repeta el terrible cuadro festivo, a una temperatura de ms de treinta grados y, a veces, al aire libre, sobre toscas mesas instaladas debajo de los tuliperos del jardn trasero, con pirmides de maz en mazorca, relucientes de mantequilla, y fuentes de chuletas de cerdo que llegaban chamuscadas de la parrilla, entre aclamaciones que igual habran podido dedicarse a una danzarina turca o al Mesas crucificado. El opaco, tmido y amenazador silencio de los animales que se criaban en la granja se haba contagiado a mis primos campesinos que, como aquellos animales, tendan a arremeter contra las cosas, como una manera de percibirlas. Vestidos con prendas de desvado algodn, arremetan contra m, y yo me defenda dbilmente o me esconda, aunque tambin, en raras ocasiones, me engatusaban para que jugase al tejo o me llevaban a hacer una rpida excursin a un riachuelo lleno de berros, con una caa, un anzuelo y unas rojizas lombrices, a cuyos tormentos, al ser ensartadas, permanecan plcidamente ciegos mis atolondrados compaeros de juego. El pez no picaba nunca. La hilaridad de los mayores, debajo de los tuliperos, iba en aumento. La tarde no se acababa nunca; pero se adentraba poco a poco en el plido crepsculo del verano y, el fin, en la oscuridad del Pike. Entonces, mi frgil y doliente madre se pona al volante de nuestro viejo Buick, alegando que tena jaqueca y que vea muy mal de noche. Edna no participaba nunca en estas excursiones, a salvo con mi desgraciado padre y mi malvada madrastra en la suburbana Chagrn Falls, donde sus lecciones de tenis y de golf en el
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club estaran en pleno apogeo. En una majestuosa zona de edificios que imitaban el estilo Tudor y de pistas valladas al final del largo y curvo paseo, haba una piscina, donde muchachos de pelo cortado a cepillo ejecutaban ejercicios acuticos en honor de la figura en ciernes de Edna, y donde ella y sus invitados, de los que yo formaba parte durante un mes de exilio, obtenan milagrosamente innumerables coca-colas y perros calientes en la cantina de la piscina con slo citar un nmero, la clave de nuestro padre. Aunque Edna, a quien la pubertad haba aadido una vanidad femenina y un esnobismo efervescente a sus defectos, me gustaba muy poco; aquellos parientes del campo hacan que pensara en ella con afecto. La hmeda opresin de la sangre, de los antepasados, de la tradicin tediosa y el pasado momificado, aquel pasado rural en que los estpidos, perezosos y remolones espritus de la tierra necesitaban peridicas cabriolas humanas que les incitasen a emprender de nuevo la marcha la prxima temporada: esto era lo que significaban las vacaciones para m. Con una segunda esposa, como haba descubierto mi padre antes que yo, se aligeran las obligaciones sociales. Al principio, Esther y yo, en el arrebato de mi liberacin de todos los convencionalismos que se esperan de los pastores, prescindimos por entero de la Accin de Gracias e incluso del rbol de Navidad, celebrando el nacimiento de nuestro salvador anunciado por la estrella (slo segn Mateo) celebrando, la vspera, una cena frugal a base de lenguado y champaa, y con un rutinario intercambio de regalos a la hora del desayuno. Mi primera esposa, Lilian, que era hija de un pastor, haba sido ardiente partidaria de la mesa bulliciosa, de levantarse al amanecer para meter en el horno el pavo relleno, y de una hospitalidad caticamente extendida. Estas ordalas sociales apaciguaban y allanaban la amargura mortal de su incapacidad biolgica, una triste cruz que habamos llevado los dos en comn hasta que mi esperma, obtenido por masturbacin detrs de una oscilante cortina y vertido en el sustituto de plstico de una vagina suministrado en el hospital (tambin me haban proporcionado ejemplares de Penthouse para estimular la accin y varios gastados libros en rstica Bee-Line, en los que le, incluso cuando ya no haca falta, un pequeo clsico titulado Hot Pants Schoolmarm), fue exonerada al microscopio. Estudiantes errantes, mseros feligreses, primos lejanos; a todos los recibamos en una sofocante charada de fecundidad. El pavo del Da de Accin de Gracias, el pato de Navidad, la pierna de cordero de Pascua, el cuarto trasero asado del Da del Trabajo... que haca que me doliese el codo por el esfuerzo de partirlo. Pobre alta, dcil y estril Lilian! Slo temporalmente afligida por mi desercin, sigui un curso de secretariado, despus de nuestro divorcio, y desapareci en la sede de una corporacin en White Plains, una de esas instalaciones con lagos artificiales, abstractas fuentes de aluminio y aparcamientos de varios pisos. Despus se cas, sorprendentemente por dinero, con un hombre corpulento y con media tonelada de hijos de anteriores matrimonios. l la adora y la lleva a Florida cuatro meses al ao, como una Persfone del Nuevo Mundo. Al madurar Richie hasta el punto de cambiar impresiones con sus iguales, Esther y yo tuvimos que reconstituir algunas observancias festivas. En realidad, la casa, con sus nobles paneles, sus chimeneas revestidas de azulejos y sus habitaciones de alto techo, exige fiestas. Por lo general, damos una, a ltimos de mayo, para celebrar el fin del curso, aunque me parece, tal vez porque mi percepcin es demasiado delicada, que est poco concurrida; no puedo librarme de la impresin de que los Kriegman, a su manera, y los Ellicott a la suya, se adaptan mejor a este vecindario que nosotros, Esther y yo, instintivamente inclinados a una austeridad bohemia: la antesala llena de libros, el desvn oliendo a viejas pinturas. Tal vez por haber escandalizado a una parroquia hace catorce aos, seguimos siendo tmidos. Pero hoy haba yo encendido fuego en el cuarto de estar, y el baile crujiente de las llamas produca reflejos rojos en los ngulos
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prismticos de nuestra mesa de cristal y en los vidrios curvos de nuestra gran ventana en arco. Aunque haca fro en el exterior, con una pelcula de nieve sobre el csped muerto y el muro de ladrillos, flotaba en la casa el clido olor de la lea ardiendo y del yantar cocindose, y Richie se haba apartado de los desfiles y partidos de ftbol de la televisin, atrado por el misterio de nuestros invitados, los cuales llegaron por separado, cosa que debilit su compactibilidad en mi mente, y me complugo. Dale fue el primero en llamar a la puerta, incongruente en su traje gris y su camisa abrochada; slo su corbata, de un granate violento salpicado de verde, daba la nota chocante que esperamos de los cientficos. Traa unas zinnias envueltas en un pequeo cucurucho de papel, el tpico ramo que los jvenes drogadictos venden ahora, procedente de las islas del trfico, y lo ofreci a Esther, que haba llegado corriendo por el pasillo sin quitarse el delantal. Qu amable! exclam ella. La amable es usted, por recibirme, Mrs. Lambert dijo l. El muchacho tena una delicadeza que yo olvidaba siempre. Adems, su alta figura, que a la luz sesgada y como de capilla de mi despacho se plegaba rpidamente en el silln universitario de delante de mi mesa, se ergua ahora imponente en mi vestbulo, bien vestida y peinada, como en un disfraz agraciado, una forma de potencia. No llevaba sombrero. Como sus rizados y ralos cabellos castaos haban sido peinados con agua hacia atrs, su frente quedaba al descubierto y pareca curiosamente blanca, con el mismo candor antinatural de sus ojos. Oh, no! dijo Esther, ligeramente nerviosa, como parecen estar todas las mujeres cuando sostienen un ramo de flores. Nos encanta que haya venido. Rog me ha hablado mucho de usted; por lo visto le ha causado una gran impresin. Llevaba un delantal con volantes sobre un vestido de terciopelo verde de cuello alto. Grande pero, segn creo, bastante negativa dijo l, dirigindole una sonrisa que yo no haba visto nunca en mi despacho. Su boca denotaba nerviosismo y pareca predatoria en su afn de convertirme; en las comisuras de sus labios burbujeaba algunas veces la saliva. Mientras sonrea a Esther no dilataba los labios, sino que les daba forma y los separaba ligeramente como en espera del prximo movimiento de ella. Ahora vi a Esther a travs de los ojos de l, a mi pequea esposa, con su tensa y pulcra figura todava ms acortada desde ese ngulo de visin que desde el mo. Sus cabellos rojizos y el cuidadoso peinado haban sido aflojados y revueltos por el trabajo y el calor de la cocina; sus ojos saltones se vean muy verdes a la luz que se filtraba por la puerta de la entrada. Esther haba asumido un aire chispeante, despabilado, con esa alegra potencial, serena e irnica de las mujeres mayores. No, en absoluto intervine. Precisamente, el otro da habl a Cosson de su subvencin, y l pens que podra convertirse en una divertida publicidad que se supiese que la Escuela patrocinaba la Teologa por ordenador. Dale pareci inquieto. No veo en qu podra ayudarnos la publicidad. Rog quiere decir le aclar Esther que la Escuela piensa que podra ayudarles a ellos. Ir a poner sus lindas flores en agua. Se alej rpidamente, repiqueteando los tacones. Sus caderas tiraban en todos los sentidos, del terciopelo iridiscente de su vestido verde del Da de Accin de Gracias, y la luz resaltaba el zigzag de los pliegues. Dije en broma a Dale, refirindome a la publicidad: Predicad el Evangelio a todas las criaturas. Cuando rece cit a su vez, entra en tu cmara. No llevaba abrigo; por consiguiente, no pude tomarlo. Le conduje al cuarto de estar.
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Hola dijo Richie, con aire culpable, levantndose del lado del fuego. Haba conectado su pequeo Sony y contemplaba cmo unos hombrecillos vestidos de rojo luchaban contra otros vestidos de azul. Hola. Feliz Da de Accin de Gracias. Quin va ganando? Los Pats o Dallas? Los Pats apestan. No siempre. Eason ha tenido algunos das grandes esta temporada. De nuevo me sorprendi el savoir-faire del joven, su rapidez en establecer conexiones humanas, y sent una absurda punzada de celos: como si quisiera que l, despus de nuestros combates verbales sobre el tema de la Creacin, fuese solamente mo. Era promiscuo, en su imperturbable conviccin de estar en lo cierto, y sta era otra razn para destruirle. Le ofrec algo de beber, indicndole que yo tomaba un vaso de vino blanco. Un Bloody Mary? Tal vez bourbon o whisky escocs? Rehus, inmediata y suavemente, como el que est acostumbrado a rehusar, y me pregunt si tena zumo de arndano. Le dije que ira a ver y, para mi sorpresa encontr en el frigorfico media botella de aquel espantoso lquido. El zumo de arndano me deprime, pues me recuerda los pantanos, los alimentos de rgimen, los nios con el labio superior manchado y las ancianas que se renen en salones polvorientos para aunar los cosquilleos de sus das crepusculares. Parece teido. Cuando volv con un vaso de aquel zumo, Dale y Richie estaban enfrascados en una profunda conversacin, en la mesa de cristal para el caf. Una computadora no cuenta como nosotros. Mustrame cmo sacas una raz cuadrada. Digamos la raz cuadrada de cincuenta y dos. Mientras el nio se inclinaba sobre la mesa para resolver el problema y escriba despacio, Dale me mir y dijo: Tiene usted una casa preciosa. Tambin le impresion la Escuela de Teologa, si no recuerdo mal. Tal vez me impresiono con mucha facilidad. Es que siempre parece encontrarme en ambientes escogidos le aclar. Estoy seguro de que los tiene bien ganados me dijo sin sonrer. Se dirigi al muchacho, sentado a su lado, sobre el sof tapizado de seda roja que no estaba lo bastante cerca de la mesa de cristal para que pudiese hacer cmodamente sus clculos. No es verdad, Richie? Tu padre trabaja de firme, no? Lo nico que hace es leer libros que no lee nadie ms que l. Yo estaba tratando de recordar toda la cita que haba hecho Dale. Corresponda al pasaje de Mateo sobre los hipcritas que rezan en pblico. Entra en tu cmara, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre, que est en lo secreto. Tu Padre, que est en el secreto, bendito sea Tu nombre. Cul es la raz cuadrada de cincuenta y dos? le dijo Dale a Richie. Me pregunt cmo se le habra ocurrido aquel nmero, que era el de mi edad. Me fastidia sacar races cuadradas. Me sale siete, coma, dos y un poco ms. Digamos siete, coma, dos, uno. Muy bien. Mira cmo lo hara una computadora. Hace un clculo despus lo introduce en una frmula que ha sido programada y obtiene un nuevo nmero; y despus lo conecta con la misma frmula y repite la operacin una y otra vez hasta que obtiene el resultado con todos los decimales imaginables. Aqu est la frmula. Tom una hoja de papel y escribi algo que no me molest en mirar. Estaba observando a travs de la ventana para ver si llegaban nuestros otros invitados. Esther haba hablado con Verna por telfono y me haba dicho que la muchacha pareca asombrada y enfurruada, y que coment
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que no estaba segura de encontrar un canguro el Da de Accin de Gracias. Al final, qued en que telefoneara si no poda encontrarlo; pero no haba llamado. Digamos que la N mayscula es el nmero, cincuenta y dos en nuestro caso, cuya raz cuadrada quieres encontrar, y sub uno, y sub dos, tres, cuatro, etctera, son las aproximaciones sucesivas de su raz. Ahora puedes ver que en ninguna fase ser y igual a N dividida por y salvo en un caso. Cul es? Mi pobre hijo pens. Yo poda sentir cmo daban vueltas los tiernos engranajes de su cerebro, sin conseguir nada. No lo s confes al fin. Est claro dijo Dale, si y se ha convertido en la verdadera raz. Si no es as, hay una diferencia, una discrepancia, entre y y N dividido por y. Pero si tomas el promedio de los dos nmeros, quiero decir si los sumas y los divides por dos, estars un poco ms cerca de la solucin, verdad? Tienes que estarlo. Lo ves? S... s. Creo que s. Se haba hecho la luz, o al menos lo pareca. S que lo veo! exclam el muchacho, y el entusiasmo, o su simulacin, hizo que se le quebrase la voz. Haba momentos en que me recordaba a mi madre, Alma, que, a veces, pareca, a mis ojos infantiles, que trataba de ponerse al da, de recobrar el ritmo de un mundo que se haba movido y segua movindose con demasiada rapidez para ella. Estupendo dijo Dale. As, llamaremos y sub dos a esta nueva y, y la pondremos en el lugar de la antigua y en la frmula y continuaremos hasta que empecemos a obtener la misma solucin, como digo, en cierto nmero de lugares. Entonces, sta es la solucin, y la computadora la proyecta en la pantalla en mucho menos de un segundo. Pero ha tenido que hacer docenas y docenas de pequeas operaciones, todas ellas en nmeros binarios. Sabes lo que son los nmeros binarios, verdad? Un poco. Qu os ensean en el colegio, Richie? A qu colegio vas? Pilgrim Day fue la confusa respuesta. Muy elegante dije yo, desde arriba. Muy conservador. Creo que todava usan la numeracin romana. La vista desde la ventana salediza, cuyo asiento haba provisto Esther haca tiempo de cojines forrados de una tela cuyos dibujos chinos haba descolorido el sol, difuminando los tejados de las pagodas y las igualmente plcidas caras blancas, abarcaba la mal cuidada parte interior de nuestro seto, algunos prospectos de supermercado congelados sobre el csped tapizado de nieve, un envoltorio Milky Way castao, un algarrobo de la miel junto al bordillo y, al otro lado de la calle, la casa de postigos cerrados de la corpulenta y paranoica viuda de un profesor de Arameo. Pero no haba seales de Verna, que sin duda habra envuelto en una bufanda su cara rebelde y gordinflona para resguardarla del fro, y cuyos ojos sin pestaas deban ser como rendijas lacrimosas y ribeteadas de rojo. Para terminar, Richie. Has obtenido la solucin de siete coma dos uno. Pero sigamos adelante y sustituyamos diez como nuestra presuncin para la raz cuadrada; incluso t puedes ver inmediatamente que la solucin tiene que ser siete y un poco ms. Por qu? Porque... dijo Richie despus de una pausa.
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Ahora, yo estaba sudando por l, por mi hijo que se hallaba en un aprieto. Aunque vacilando, dijo: Porque la raz cuadrada de cuarenta y nueve es siete? Muuuy bien. Dale, en su papel de hermano mayor, de benvolo monitor, mostraba un inters autntico que me dio escalofros. Por consiguiente, si introduces diez, la nueva y ser igual a la mitad de diez ms... Cunto es cincuenta y dos dividido por diez? Vamos, es fcil. Cinco coma dos. Exacto. Halagar, halagar. La aburrida funcin del maestro: provocar la ereccin mental. Tenemos, pues, la mitad de quince coma dos, o sea siete coma seis; nos estamos acercando a la solucin correcta, que es... Lo he olvidado. Cmo has podido olvidarlo? Si t mismo acabas de sacarlo a tu manera. Siete coma dos? Naturalmente. Muy bien. As, en la siguiente operacin, la nueva y ser igual a siete coma seis ms cincuenta y dos dividido por siete coma seis, lo cual nos dar, digamos, seis, coma ocho, de manera que la suma dividida por dos nos dar... qu? Hum... Siete coma dos? Y esto es...? No pudo esperar a que el chico terminase la frase. La solucin. Con un decimal! No es magnfico? Mi atribulado hijo asinti cortsmente con la cabeza. Esther entr en la habitacin y pareci casi desnuda sin su delantal. Un duendecillo hembra de ojos verdes y vestido verde. El duende de la casa. El mobiliario, incluso los zcalos, parecieron agruparse alrededor de ella para saludar a la Reina Mab de Malvin Lane. Dale se dio prisa en concluir: Todava no es la solucin exacta; sta no lo es, a menos que N sea un cuadrado; pero cuando la diferencia entre dos soluciones sucesivas para y, es de menos del decimal que hemos programado (punto cero, cero, cero, cero, cero cinco, si queremos ser exactos dentro de cinco millonsimas), el lazo se rompe y la computadora pasa a hacer lo que est programado como su operacin siguiente. Un proceso que se repite de este modo recibe el nombre de algoritmo iterativo, o lazo. Ya lo ves, Richie, lo que nuestras mentes captan por intuicin y una especie de clculo instintivo, la computadora tiene que averiguarlo fatigosamente gracias a estos lazos. Pero a ella no le importan todos los pequeos pasos que tiene que dar, porque la electricidad viaja muy de prisa y las distancias entre los circuitos han sido reducidas a casi nada. La computadora es mucho ms rpida que nosotros; pero no tiene sentido comn, no tiene experiencia. El truco est en hacer que estos lazos converjan hacia la verdadera solucin; si no es as, pueden divergir o, como decimos nosotros, explotar y volverse completamente irreales. Dale mir a Esther. Un chico muy inteligente dijo. Temo que no en matemticas. En eso se parece a su padre. Por primera vez en nuestra antagnica relacin, Dale me mir casi con franco disgusto. No era usted bueno en matemticas cuando estudiaba en el colegio? No. No era bueno. Mi psique se rebelaba. Las matemticas... me di cuenta de que estaba hablando con una grandilocuencia bastante tonta me deprimen. Necesitaba ms vino, y envidi el vaso lleno de Esther.
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Oh, no tienen por qu ser deprimentes dijo muy serio el joven. No hay en ellas nada amenazador, como en otras ramas del conocimiento. Por ejemplo, la Geologa. Son... sus largos y flexibles dedos trazaron pequeos crculos en el aire, describiendo un movimiento inofensivo, una rpida msica cintica son limpias concluy, dejando suspendido entre nosotros, sobre la mesa de cristal, entre el chispeante fuego y la librera en la que Esther haba colocado las zinnias en un florero marrn descantillado, la implicada masa de todo lo que no es limpio, de todo lo que es sucio y lento y nos rebaja. Mi mujer, agitando un cigarrillo emboquillado de color rosa que acababa de encender, con un ademn que me pareci de una jactancia desacostumbrada en ella, declar: Yo era buena en Matemticas. Mi padre me deca que no poda imaginarse nada menos til para una mujer. Pero recuerdo que yo las adoraba. Como cuando haces lo que te dicen los libros y ves que todo coincide. Dale le dedic su atencin. O no coinciden del todo. Ahora, hay una rama de las Matemticas, en realidad est entre las Matemticas y la Fsica, que slo puede practicarse con ordenador; montan estos autmatas celulares, pequeas tejas coloreadas cada una de las cuales representa un nmero, con cierta pequea serie de reglas sobre qu combinaciones de color en las tejas circundantes producen un color determinado en cada nueva teja, y es sorprendente lo sencillas que parecen tales reglas y cmo se desarrollan los asombrosos y complejos dibujos. Algunos se acaban de pronto, obedeciendo a su lgica interna, y otros dan seales de continuar eternamente, sin repetirse nunca. Mi propia opinin es que, con esta clase de comportamiento matemtico, nos acercamos mucho a la textura de la Creacin, si puedo expresarme as; las analogas visuales con el ADN saltan a la vista, y hay muchos fenmenos fsicos, no solamente biolgicos, sino cosas como la turbulencia fluida, que son lo que nosotros llamamos computadoramente irreductibles, es decir, slo pueden ser descritas paso a paso. Ahora bien, esto se puede imitar en un ordenador, si se encuentran los algoritmos adecuados. Se estn empezando a usar los ordenadores para este estudio del caos o la complejidad. Las implicaciones son enormes: si puede ser modelado el universo fsico por un sistema de computacin y sus leyes consideradas como algoritmos, se podr modelar la realidad misma en una mquina lo bastante potente y con suficiente memoria, y despus interrogarla! Estaba hablando al vaco. Slo yo saba lo que pretenda. Le dije: Si es un modelo fiel, defender la Quinta Enmienda. Pero a Richie le encanta la Historia. Verdad, querido? pregunt Esther al nio con ese tono de voz un poco fuerte con que simulamos hablar a una persona cuando en realidad nos dirigimos a otra. Con tal de que no se remonte ms all de la edad de Buddy Holly. Esto me pareci una irona innecesaria. Lo que estaba diciendo de forma subconsciente a Dale era: Ves con quines tengo que habrmelas? Con un par de zoquetes. No me resulta fcil saber o imaginarme la actitud de Esther respecto a otros varones. Desde luego, al principio, como reaccin por haberme apartado del ministerio, de mi esposa y de unos hijos que nunca habran de nacer, se encerr en nosotros, Esther y Roger, y durante cuatro o cinco aos fue toda ardor nacido de la vergenza y fidelidad nacida de la culpa. Entonces empez Richie a ir al parvulario; mi reeducacin asegur mi posicin en la Escuela de Teologa, y nuestra vida privada, la duramente ganada y antao ilcita intimidad en la que ramos como dos gladiadores cuya encarnizada lucha fascina a todo un circo, se fue convirtiendo poco a poco, de forma casi imperceptible, en una comedia, en una exhibicin, aqu y all, de imgenes de nosotros mismos en tamao natural, mientras nuestras personas reales se encogan hasta
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convertirse en enanos titiriteros, manipuladores invisibles que, cuando se quedaban solos despus de la representacin, haban perdido la voz. Yo era lo bastante viejo para aceptar nuestra vida sexual menguante como parte de una extincin general, de una retirada biolgica. Pero, y Esther? Su nerviosismo y su tedio parecan ms intensos algunos das del mes. Daba la impresin de que hoy era uno de estos das; los movimientos de la mano y de la boca tenan una rapidez elctrica, y se apartaba los cabellos de la frente con desacostumbrada y fogosa energa; me daba la impresin de que se tena que estremecer a su contacto, como al tocar un brillante aparato de cocina que establece un corto circuito. Sus cabellos eran tan vivaces que, si ella se quitaba una horquilla y la sostena un momento entre los dientes, en seguida se agrupaban de nuevo, se enroscaban y quedaban an ms apretados sobre la parte posterior del crneo. El hombre que realmente me gusta de aquella era primitiva es Fats Domino dijo Dale despus de una pausa, desviando la mirada hacia mi mujer. Era como si estuviese hablando en un idioma extranjero, valindose de un libro de frases hechas, y no estuviese del todo seguro de que su output era tambin el input de sus oyentes. A m empezaba a dolerme la cabeza. Los das de fiesta producen en m este efecto. Ahora tena en la mano un vaso lleno de vino, sin que recordase cundo lo haba cogido. S, se le puede ver en pelculas antiguas respondi Richie siguiendo el juego, pero con poca conviccin. Salvo cuando est abstrado delante de su televisor, parece hallarse casi siempre en un mar de confusiones. Junto con Little Richard y Diana Ross antes de que fuese Diana Ross concluy. Son el timbre de la puerta, nuestro timbre infame, sofocado en capas de herrumbre y armando un ruido capaz de poner en fuga a todas las familias de ratones domiciliadas en los listones y en el yeso de detrs de los paneles de nuestras paredes. Debe ser tu querida sobrina me dijo Esther. No se ha dado mucha prisa. Yo le he telefoneado inform Dale para que viniese conmigo; pero no me ha contestado. Tampoco respondi la noche pasada. Ambos parecan dolidos. Ambos eran buenos en Matemticas. Se avenan bien. Yo me dirig a la puerta. La casa est construida de manera que no se pude ir rpidamente desde el cuarto de estar a la puerta de entrada; hay que pasar por debajo del arco, con su elaborada ornamentacin, y seguir despus todo el pasillo, en cuyo extremo, una puerta cierra el vestbulo. A travs de su nico, grande y sucio cristal, y tambin a travs de la estrecha lmina de vidrio emplomado junto a la puerta de la entrada, pude ver a Verna que atisbaba indecisa hacia el interior, con sus ojos sesgados en el ancho semblante. Pareca tener fro y estar asustada. Al abrir yo las varias puertas para que entrase, la madera, reseca por la fuerte calefaccin y el aire crudo de finales de otoo, cruji y chirri de un modo alarmante. Y no slo para Verna, la cual traa consigo a Paula, muy abrigada, con un gorro de lana torcido sobre la cara de manera que nada ms mostraba una suave mejilla morena y un ojo azul oscuro lacrimoso. Lo siento, Nunc dijo Verna, con su vocecilla aflautada. Las he pasado moradas. Primero fall mi canguro. Entonces el hermano de la chica que aqulla me recomend, vino al apartamento y trat de organizar folln, por lo que tuve que armar un gritero para librarme de l. Despus, Poops se ensuci en las braguitas y hasta que no le di un puado de galletas para que se estuviese quieta, no me dej que la vistiese. Luego, tuve que limpiarle la cara de todas las migajas. Despus, el autobs no vena en el bulevar. Y no vena. Empec a llorar, y los viejos vagabundos y las furcias que esperaban conmigo el autobs empezaron a parlotear y a jugar con la pequea de manera que tuve miedo de que la secuestrasen o hiciesen alguna locura. Estn
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locos, sabes?, toda esa gente que duerme en los portales envueltos en cartones y otras porqueras. No s a dnde iran en un da de fiesta. Supongo que a pedir limosna en alguna parte. Entonces, cuando tom por fin el autobs, me baj una parada despus de la debida y me encontr delante de una planta de estudios qumicos que est en construccin y donde nadie saba nada. Caray! Me pareca que llevaba horas andando. Al llegar al final de esta calle, estaba tan cansada que puse a Paula en el suelo para que anduviese un poco. Sabe andar perfectamente cuando se trata de hurgar en mis cajones en el apartamento y revolverlo todo; pero la pequea zorra se qued sentada sobre las fras baldosas, sin querer moverse; y empez a chillar hasta que lleg una vieja bruja con un perrito blanco de pelos tan largos que le cubran la cara y las patas. El animal empez a husmear a la pequea y le dio tal susto que ella decidi que yo era un mal menor. Y ahora que la llevo de nuevo en brazos, me parece que su abrigo huele a pip de perro. Cada vez que salgo de casa me ocurre algo parecido. Debera renunciar a hacerlo. Siento haberme retrasado tanto. Ha sido una jodienda. Dijo todo esto, con acompaamiento de murmullos de simpata paternal por mi parte, mientras se quitaba el abrigo y despojaba a Paula del suyo. Esther haba llegado al vestbulo y odo el final del relato. Tendi a Verna una de sus finas manos. Esther tiene unas manos tan delgadas que intimidan, con pecas en el dorso y unas uas tan largas que a veces temo que me araen accidentalmente al darse la vuelta en la cama. Pobrecita! Parece una pesadilla. Ms o menos, mi vida es siempre as le dijo Verna. Suspirando, y de pronto record parte de la aventura: En el autobs, un viejo verde con un aliento que ola a mezcla de whisky rancio y dientes podridos, trat de ponerme los puntos, haciendo carantoas a mi pequea. Ella le sonrea con picarda. Es toda una coqueta. Verdad que s, Poops? Y sacudi a la nia un poco ms fuerte de lo necesario para recalcar la broma. Los grandes ojos azul marino de Paula se haban fijado en m, y su rolliza manita de color de miel, con sus deditos cnicos y doblados se tendi en mi direccin. La sangre de su padre era visible a la fuerte luz del vestbulo: un ensanchamiento de las ventanas de la pequea nariz, y un brillo en las hebras negras de sus todava finos cabellos, que haban sido peinados hacia atrs y recogidos en dos diminutas colas, como si su madre hubiese querido declarar: sta es mi negrita. Rog debi haber ido a buscarte en su coche dijo Esther, aunque no lo haba sugerido en ningn momento. Yo me defend: Pens que Dale... La verdad era que el vecindario tena una zona de aparcamiento para los coches de los residentes. Pero muchos automviles extraos, de estudiantes de la Escuela de Teologa o de las muchas personas que van de compras a Summer Boulevard, invaden nuestro sector, y si uno encuentra un espacio delante de su propia casa, ser un imbcil si renuncia a l. Cambi de tema, volvindome a Verna. Me sorprende que hubiese alguien en el Anexo de Qumica el Da de Accin de Gracias. Oh, haba unos tipos all; pero no s lo que estaran buscando. Nunca haba odo hablar de Malvin Lane, esto es seguro. Y yo la encontr al fin con slo doblar la esquina. Las dos culturas me lament, hipcritamente. Ven y conocers a nuestro hijo dijo Esther, precedindonos a lo largo de un trozo del pasillo, pero retrocediendo y entrando en la cocina, de donde emanaba el aroma de nuestra cena como el incienso estupefaciente que en tiempos precristianos acompaaba las profecas. Conduje a Verna al cuarto de estar.
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Hola, Bozo dijo perezosamente a Dale al levantarse ste o, mejor dicho, al hacerlo a medias y quedar inmvil. No se tocaron. Una vez ms trat de deducir si se haban acostado juntos, y resolv que no, aunque no me satisfizo del todo la conclusin. Ella alarg un brazo y toc a Richie, estrechando despus la mano que l le tenda, con esa exasperante flojedad de los adolescentes. Conque t eres el chico que lo sabe todo acerca de Cyndi Lauper dijo. No es formidable? respondi l, sorprendido y satisfecho. Necesita amigos. Esther y yo debemos parecerle viejos y remotos. Las nias Kriegman y l solan jugar juntos, pero Cora, que es la que ms se le aproxima en edad, es ahora, a los quince aos, tan mujer como las otras dos. Se ha convertido en una cualquiera, como dijo Richie. Es muy buena le dijo Verna, asumiendo el tono reflexivo de los adultos. Aunque todos esos tipos del rock no son en realidad gran cosa, somos nosotros quienes les damos valor. Era encantadora, pens; haba trado la vieja despreocupacin melosa de Edna a una era en que poda ser un estilo en vez de una tendencia oculta. Llevaba un vestido de lana de color rojo ladrillo con un amplio escote festoneado. Aunque slo contaba diecinueve aos, tena el pecho bajo, e igualmente desarrolladas y escurridas las caderas. Sin embargo haba una elasticidad juvenil y algo imprevisible implcitos en su cuerpo. Su piel era cetrina y sus retorcidos cabellos, con mechas decoloradas, le caan sobre los hombros, en descuidados y al parecer hmedos rizos, de modo que haba algo prerrafaelista y etreo en sus reflejos. Su cabecita, inclinada hacia delante, se apoyaba en un cuello slido, ancho y plano en la nuca. Las orejas haban sido perforadas varias veces y pendan de ellas unos aros de oro. Luca algunos anillos en sus dedos; pero haba entre ellos, inesperadamente, un ancho aro de cobre en uno de los ndices y un pedrusco de turquesa en un meique. Las uas eran cortas, como las de una nia, y esto me conmovi. Verna no araara, si acariciase. Da? dijo Paula. Su madre le haba quitado el mugriento abrigo en el vestbulo; los pies descalzos de la nia agarraban la pelusa de nuestra alfombra de Bujara, como si temiese caer a travs de ella. No estaba claro a quin se haba dirigido, si a m, a Richie o a Dale. Toda una coqueta, haba dicho Verna. Con los codos delicada y aprensivamente levantados y apuntando ante s, la pequea avanz tambalendose sobre sus dbiles, estrechos y tiernos pies, hacia la mesa de cristal. Al llegar golpe victoriosamente la superficie con sus manitas hmedas. Da! Dale, sentado de nuevo, alarg los brazos y la coloc sobre sus rodillas. Verna gir la cabeza despacio, sobre su robusto cuello, y dijo: Una casa estupenda, Nunc. Se ve que los profesores os ganis bien la vida. Es cuestin de tiempo le expliqu. En realidad, el padre de Esther se haba mostrado generoso. Los leos crepitaron en la chimenea y se derrumbaron de pronto con un surtidor de chispas. Richie se levant y los arregl con las tenazas. Paula se inclin, sobre las rodillas de Dale, hacia una cajita de plata para cigarrillos que el padre de Esther (se llama Arnold Prince) nos haba regalado por nuestro quinto aniversario. A l, viudo y de Albany, le haban ido bien las cosas segn deca la gente, y al cabo de cinco aos de dcil matrimonio, nos habamos ganado esta seal de su benevolencia. Adems, a partir de entonces, con notable magnanimidad, empez a entregar a Esther partes de su herencia, proporcionndole cierta aureola de independencia y de valor aadido. Nos habamos casado civilmente en Troy, Nueva York, la ciudad ms prxima al pueblo que haba encubierto nuestro escndalo. En realidad, enfrentarnos con la opinin pblica, haba sido una gran satisfaccin, como la que a veces reconocen los soldados que vuelven de la guerra que fue el acto de matar; como la que nos produce el sabor de los contratiempos y los fracasos de los dems. Sin
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embargo, catorce aos despus, haba pasado a una conformidad un tanto reorganizada, con las bendiciones de mi suegro, representadas por el brillante regalo, presa ahora de las resbaladizas manos de mi sobrina nieta mulata. Pregunt a Verna: Quieres beber algo? Oh, s, to Roger! dijo ella. Pens que nunca me lo preguntaras. Me encantara un Ruso Negro. Hum... Con qu se prepara? Vodka y... Kahla. Me lo tema. No tenemos Kahla. Entonces, tenis Grasshopper? Y sus ingredientes son...? Oh, vamos! Adivnalo. Estaba jugando conmigo? Crema de menta? Desde luego, pero no s todo lo que ponen adems. Crema de leche, eso s que lo s, y alguna otra crema de algo. Entonces lo agitan con trocitos de hielo y lo sirven en una copa de cctel. Es delicioso, Nunc. No lo has probado nunca? Cundo vas a esos bares tan elegantes? le pregunt Dale, desde el sof. Haba extendido y juntado sus manazas para impedir que la caja de cigarrillos cayese sobre la mesa de cristal. Paula estaba chupando una punta de la tapa, que haba levantado. De la caja, cayeron unos cuantos English Ovals de colores y secos, que estaban all desde la fiesta que haba celebrado en mayo con otros miembros de la Facultad. Verna le sonri afectadamente, por haberle preguntado aquello, y me mir de reojo, advirtiendo mi inters. No tienen que ser tan elegantes dijo. En el del final de Prospect, el que tiene un altillo que se quem, hacen un Grasshopper estupendo. Quin te lleva all? le pregunt Dale, y era precisamente lo que yo haba querido preguntar. Oh... Muchachos. Qu te importa a ti? Una chica tiene que divertirse un poco, sabes? Como dice la cancin intervino Richie, orgulloso de haberlo pensado y satisfecho de arreglar el fuego con tanta competencia. S corrobor Verna a Dale. Como dicen los hombres, como dice la cancin. Me pareci que haba en sus modales cierta vulgaridad aprendida, imitada, de las cantantes punk y de Gher y Bette Midler, de cierta vena de descaro norteamericano que se remontaba al menos a las Andrews Sisters. Podra prepararte un Bloody Mary suger. Sera estupendo me dijo ella, arrastrando las palabras, como si flirtease con el mozo de un bar para fastidiar al amigo que la haba trado. Una gran conmocin llen la estancia, se apoder de ella, desde la alfombra de Bujara hasta las dentadas molduras del techo. Paula haba dejado caer la caja de cigarrillos sobre la mesa de cristal. Dale y Richie miraron, con aire sorprendido y culpable. Verna, que estaba encendiendo un cigarrillo, suspir de modo que se apag la cerilla, y tuvo que encender otra. Lo ves, Nunc? dijo. Es una mala pieza. Me acerqu a la mesa y dije: No ha pasado nada.
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Pero mis agudos ojos detectaron un araazo en forma de insecto en el cristal y una esquina doblada en la cajita de plata de ley. Limpie sta lo mejor que pude con la manga de mi chaqueta de tweed y volv a meter en ella los cigarrillos, tan secos que algunos se rompieron entre mis dedos. En la cocina, Esther estaba luchando con la comida. Tena los cabellos revueltos, desprendidas las horquillas. Me hizo una mueca de Medusa y dijo: Nunca ms! Lo dice todos los aos, el Da de Accin de Gracias. Cuando volv con el cctel de Verna y otro vaso de vino para m, los jvenes estaban agrupados junto a la mesa, murmurando en un lenguaje que yo no comprenda. Juventud: la cadena montaosa que la asla en un valle lejos del nuestro se hace ms escarpada, dira yo, y el capitalismo la explota con creciente ferocidad, como un mercado aparte, exhibiendo en l nuevos mundos de gastos potenciales: juegos de vdeo caseros, botas de esqu abiertas por detrs y millones de fragmentos de lamentos casi musicales cortados por lser en discos compactos. Cada da ms tcnicas de la informacin, cada da ms informacin inane. Vi que estaban apretujados porque Dale dibujaba en el dorso de un sobre unas cajitas conectadas por lneas. Observ, con mi talante sociolgico, que el sobre era de la compaa telefnica: los guardianes de la nacin irrumpieron en AT & T, con el resultado de que nuestras facturas son ahora tan abultadas como cartas de amor y de que la lnea crepita como Rice Krispies cuando levantamos el auricular. Vi que haba palabras escritas en las cajitas: O, Y, NO. Los rudimentos del nuevo Evangelio. Mira deca Dale. Se diriga a Richie; pero Verna e incluso Paula parecan escuchar tambin mientras la punta del lpiz se deslizaba a lo largo de las lneas. Una corriente y ninguna comente, en uno y un cero en trminos del cdigo binario, darn un output caliente del O y no de Y, pero el output de Y entra en un NO, sale... Caliente dijo Verna, en vista de que mi querido Richie guardaba silencio, desconcertado. Las jvenes parejas masculinas, vistas desde arriba, tan ovaladas, gachas y ciegas, invitan con su indefensin a que las desgrearan. El muchacho me mir frunciendo el ceo al sentir mi contacto paternal. Ahora, estaba con un joven mayor y quera triunfar, armonizar con l. Di a Verna su Bloody Mary. Bien dijo Dale. Y si en vez de un solo bit ponemos cuatro juntos, en un medio byte, de modo que parezca esto... Garrapate varios ceros y unos. Su escritura era irregular y desagradable, como tiende a ser por alguna razn la de los cientficos, como si la precisin de las ideas impidiese la de su presentacin, mientras que, por el contrario, la de los clrigos, sobre todo la de los episcopalianos, es siempre cursiva y bella. Dale continu: Y despus otro, que parezca esto, qu saldr del circuito O? Tras una pausa, para dar a Richie oportunidad de responder, Verna dijo chirriante: Cero, uno, uno, uno. Eh, lo has captado! exclam Dale. Y fuera de un circuito Y, con el mismo input? Es fcil dijo ella. Cero, cero, cero, uno. Muy bien! Y ahora, Richie, si el circuito O fuese conectado a un NO? Uno, cero, cero, cero pronunci yo desde arriba, cuando el silencio se hizo doloroso. Evidente dijo Dale, manejando todava el lpiz. Y todos podis ver cmo, con slo estos tres sencillos conmutadores, o puertas, podis montar cualquier complejidad de ins y outs
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para analizar vuestro input. Por ejemplo, podis introducir los mismos dos nmeros de cuatro bits por las puertas Y junto con sus inversos, producidos aqu, en estos NO, y despus pasar estos dos outputs a travs de una O; el output os dice, cero uno cero, donde coinciden los inputs originales: es fro donde lo hicieron y caliente donde no lo hicieron. Claro dijo Verna. Haba bebido ya la mitad de su Bloody Mary. Ahora fumaba uno de los English Ovals, de color malva. Deberas ir al colegio le dije. Es lo que yo no paro de decirle convino Dale. Tenis que decrselo a Poopsie repuso ella. Ydida farfull Paula, agarrando el papel de Dale con sus dedos untados de saliva y arrugndolo. l recuper el papel, lo alis y se dispuso a atacar de nuevo nuestra ignorancia con la punta de su lpiz. No quisiera pasarme de la raya dijo; pero esto nos lleva directamente a la llamada lgebra booleana; y es tan bella que debis tener al menos una pequea idea. Boole fue un hombre de mediados del siglo XIX que invent un tipo de lgebra para conceptos lgicos, bsicamente declaraciones verdaderas-falsas; pero resulta ser precisamente la matemtica que se necesita para los circuitos internos de los ordenadores. Por ejemplo, una puerta O suma realmente, en trminos de la lgebra booleana, donde uno ms uno no es dos o cero, como podrais pensar partiendo de la base binaria, sino uno; quiero decir que positivo ms positivo sigue siendo positivo. Y una puerta Y realmente multiplica, cuando uno cree que cero multiplicado por cualquier nmero tiene que dar cero, y as requiere dos positivos para producir un positivo. Lo que hace la puerta NO es invertir realmente, y por esto se pone un acento circunflejo sobre el nmero: la inversa de cero es igual a uno, y viceversa. Esto es bsicamente todo lo que hace el lgebra booleana; pero hay un montn de teoremas que se derivan de aquellas bases, y es sorprendente lo que se puede hacer con ellos. Parece confuso, pero en el fondo es sencillo. Que te crees t eso dijo Verna, con voz un poco cansada. Richie se haba apartado ya y estaba hurgando de nuevo el fuego: hidratos de carbono volviendo a los tomos de carbono compuestos en el corazn de una estrella hace millones y millones de aos. Pens en la punta del lpiz de Dale. Haba sido realmente una vez el Universo tan pequeo? No remuevas demasiado advert a mi hijo. Vas a apagar el fuego. De todos modos, comeremos en seguida dijo Esther, desde la puerta en arco. Estuve escuchando un poco su leccin. Me pareci fascinadora. Y me pregunt si podra usted venir, digamos una vez a la semana, para ensear a Richie. Las bases no le entran. No es verdad, mam protest el chico. En mi clase nadie las entiende. La maestra es fatal. La maestra es negra dijo Esther a Dale. Eso no debera importar se apresur a decir Verna. Lo s suspir Esther. Pero es una de esas jvenes negras con instruccin de tercera clase que las caras escuelas liberales creen que tienen que contratar. A m me parece bien en principio; pero no cuando hace que los nios sean unos estpidos. Richie no es estpido dijo Dale, interrumpiendo el silencio provocado por Esther con su declaracin antiliberal. Me encantara darle lecciones, si pudiese encontrar un poco de tiempo. Mi horario es un tanto raro en la distribucin de la jornada y todo lo dems. Para mis grficos, tengo que compartir un encerado con una muchacha que ensea dibujo. Estoy segura de que podremos encontrar una hora que nos convenga a todos declar Esther en tono ligero. Richie, ven a ayudarme a sacar el pavo del horno.
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Perentoria, impenitente, cargada de electricidad, nos volvi la espalda a todos. Nunc! dijo suavemente, a mi lado una vocecita aflautada. Crees que podramos mangar otro Bloody Mary antes de que llegue la comida? Durante la cena, el interminable y opresivo festn del Da de Accin de Gracias que exprime todo el aire del pecho y no deja a la mente espacio para maniobrar, no slo sent la presencia de Verna, cuya carne cetrina presionaba con tan confiada indolencia el tejido de lana de su vestido rojo y cuyos ligeros ademanes y casuales declaraciones parecan infinita, aunque vagamente, prometedores, a mi conciencia teida por el vino, sino tambin la presencia de Esther, como vista a travs de los ojos de Dale Kohler: una mujer mayor, menuda y cansadamente juiciosa; pero con una gran dosis de tolerancia maternal debajo de su resuelta y rgida actitud. Quiere alguien bendecir la mesa? haba preguntado, una vez servida la comida. Saba que esto me fastidiaba, aunque era capaz de hacerlo. Las viejas palabras saldran de forma natural, en cuanto abriese los enmohecidos labios. Haba pensado ya la frase inicial e inclinado la cabeza, cuando o la ansiosa voz de Dale: Me encantara hacerlo, si nadie ms lo desea. Quin poda negarse? ramos sus impotentes vctimas, como los canbales para su misionero. Hizo que todos nos disemos las manos. Haba aprendido su evangelismo en una escuela de barrio. Mis odos se cerraron al zumbido de sus palabras, pronunciadas con esa voz que omos siempre en la Escuela de Teologa, la voz montona de la piedad cristiana de confeccin casera. Las almas creyentes son cultivadas como fangosas y fragantes coles del interior rural y, al cabo de tres aos de finas distinciones y sutilezas exegticas, las hemos troceado en ensalada de col vendible en cualquier supermercado suburbano. Recogemos santos y enviamos ministros, trabajadores en el viedo de la ansiedad y el descontento inevitables. La muerte de la cristiandad ha sido prevista desde hace tiempo; pero siempre habr iglesias que sirvan de almacenes para la cosecha perenne de infelicidad humana. Ciertas palabras de Dale se clavaron en mi cerebro, una especie de recuerdo, antes de que nos llensemos la boca, de todos los que pasan hambre y carecen de hogar en el mundo, particularmente en frica Central, y mi mente pas a preguntarse si el Dios de la UNICEF, que recibira respetuosamente tales oraciones, no era un espantoso anticlmax de aquellas inmensas pruebas, va megaestrella y colmillo de mamut, y sigui ms all, pensando en comidas y traiciones: la sal vertida por Judas, la dieta crnica de Cronos, las cenas preparadas por Clitemnestra y Lady Macbeth, el crculo de traicin que se establece dondequiera que dos o tres personas se renen o una familia se sienta como tal. Yo asa con la mano derecha la de Verna y not que su pulso era rpido; tena en mi izquierda la de Richie, y tambin haba calor en ella, el nimo edipiano, y por mi parte, frialdad paterna, la tendencia feroz a considerar al cachorro, desde que nace, como un competidor tan merecedor de ser eliminado como cualquier otro. Un competidor nacido, adems, en el corazn del propio hogar, el cual invade con su electricidad esttica, sus calcetines malolientes y su feroz y grosero apetito por lo que nuestra cretina cultura popular le asegura que son las cosas buenas del mundo. Emerson tena razn: todos tenemos el corazn fro. Y mi helada mente, mientras la voz de Dale se acercaba con sonoridad a la fioritura final de la bendicin de los alimentos, a punto de ser tan culpablemente digeridos, salt de nuestra casa a la de los Kriegman, los cuales me imagin que, como judos y ateos que eran, se estaran tomando el da con ms ligereza, sin una pizca del colesterol espiritual implcito en las congratulaciones de nuestros antepasados puritanos, y se divertiran ms. Es probable que los judos tengan razn: un Testamento es suficiente. En realidad, hubo al principio muchos judos
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conversos al cristianismo; pero cuando el Mesas dej de reaparecer, como se haba prometido a la primera generacin, y para mayor desilusin, fue destruido el Templo en el ao setenta, perdieron, como es lgico, su entusiasmo y dejaron que los griegos asumiesen el control de la operacin en marcha. Por fin termin la bendicin de Dale; y nosotros, hacindonos cada vez ms pequeos en la estratosfera, soltamos nuestras sudorosas manos e, ineluctablemente, apareci en el centro de mi campo visual el pavo que tena que trinchar. Oh, esas articulaciones diablicamente escurridizas, condenadas y tenaces! Y la dorada piel que resulta ser ms resistente que una correa! Esther, a diferencia de Lillian, hace un pavo muy seco, y se puede cortar la pechuga en lonchas muy finas sin que se desmigaje. Nos hallbamos sentados a la mesa, en el sentido de las agujas del reloj, Verna, yo, Richie, Dale, Esther y Paula; sta en la vieja y polvorienta silla alta de Richie, que Esther haba trado de la tercera planta y en la que la nia, agotada de pronto por el viaje en autobs, la larga caminata y los mordiscos a la cajita de plata, se qued profundamente dormida. Yo, aunque no dorma, perda a intervalos la conciencia; al menos, hay grandes y confusas lagunas en mi recuerdo de nuestra conversacin. Esther, mientras reparta porciones anaranjadas de calabaza y cucharadas blancas de pur de patata, pregunt muy seria a Dale qu significaba exactamente su investigacin en grficos de ordenador. l dijo: Es un poco difcil de explicar. Una gran parte consiste en buscar atajos de programacin que puedan hacer que la dinmica de la representacin por raster se aproxima ms a la representacin por vector en trminos de costo de tiempo y de memoria de la imagen. Miren, una representacin por vector especifica dos puntos en la pantalla y traza despus una lnea entre ellos, y aunque haya muchas lneas y algunas de las instrucciones requieran sumo trabajo, en general, es tan rpido como pueda captarlo el ojo; quiero decir que se ve cmo se produce el movimiento. Con raster, es como una fotografa de peridico: se tiene una cuadrcula de puntos, llamados pixels, tal vez quinientos doce por quinientos doce, o sea unas doscientas sesenta y dos mil piezas separadas de output, y as, cada cuadro tarda minutos en producirse, en vez de microsegundos, que es lo que se necesita para una animacin convincente. Treinta imgenes por segundo es lo que vemos en la televisin. Pueden hacerse una idea de lo que pasa, moviendo los dedos delante de una pantalla en funcionamiento. Adems, no hay solamente dimensin y perspectiva, sino tambin color y luz. La luz rebota de las diferentes texturas siguiendo ciertas normas. Todo esto tiene que estar programado. Observen ustedes la mesa que tienen delante: hay en ella una cantidad tremenda de informacin visual, de veras, una cantidad enorme, si tenemos en cuenta, digamos, el brillo de la piel de ese pavo, sus pliegues, la manera en que el agua del vaso refracta aquel tazn, y la causa de que las cebollas tengan un brillo diferente al de la taza. Adems, hay un vapor tenue, y fjense en aquel hilillo rojo en el pie de la copa de vino, reflejado del jugo de arndano a ms de una cuarta de distancia. Los japoneses hacen cosas admirables basndose en esto: bolas de cristal flotando delante de tableros de ajedrez, cilindros translcidos, etc. Ello quiere decir que hay que calcular a travs del pixel, como ventanillas en el plano de visin, la direccin que seguir cada rayo de luz que se proyecte por la pequea abertura, y a dnde ir si choca con algo transparente; incluso es posible que se divida. Sus dos largos dedos ndices apuntaron en diferentes direcciones para ilustrar lo que deca. Su corbata prpura y verde empezaba a parecer psicodlica bajo la luz rojiza de finales de noviembre que se filtraba a travs de los abedules desnudos y de nuestras ventanas con sus
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ornamentales cristales emplomados de colores, de un oro plido y un lvido azul y el mismo rojo venenoso del zumo de arndano de Dale. En algunos pixels sigui diciendo, puede haber cinco o seis inputs separados por trmino medio. Quiero decir que es impresionante, lo complejo que todo se vuelve cuando empieza a duplicar incluso series de objetos sumamente controlados. En cierto modo, espanta. En qu sentido? pregunt Esther, despus de haber comido los trozos permitidos por su rgimen y exhalando ahora humo de cigarrillo, una pluma gemela y ondulada que brotaba de su nariz y de sus labios, azul a la luz del plido sol, y formaba despus una esfera brumosa tan grande como su cabeza. Bueno, quiero decir al tratar de duplicar la Creacin sobre este sencillo plano de informacin visual. Comprndalo, no es como el fotgrafo que se sienta ante una escena, o incluso como el pintor que reproduce a pinceladas lo que tiene delante. En la grfica del ordenador, se almacena la representacin matemtica del objeto, y entonces se puede hacer surgir su imagen desde cualquier perspectiva, en diagrama cuadriculado, suprimiendo las lneas ocultas o en seccin transversal, digamos con una parte mecnica que se quiere analizar. Y, por lo general (hablamos ahora de vectores) lo hace al instante, segn pueden observar nuestros ojos; aunque incluso aqu se puede sentir cmo empieza el ordenador a trabajar y el retraso llega a ser, en ocasiones de hasta un segundo, que parece una eternidad al que est acostumbrado a trabajar con ordenadores. Una eternidad. En un grano de arena. Me escocan los ojos. Nubes de partculas de comida. Los receptores situados en lo alto de las ventanas de la nariz pueden detectar una partcula entre un milln. Freud sostiene que nuestro sentido del olfato tena una importancia enorme cuando andbamos a cuatro patas, pegada la nariz al suelo lleno de excrementos. Somos despreciables. El cuello grueso de una mujer parece invitar al hombre a saltar sobre ella y permanecer all, refocilndose, como un len en celo. La cpula desde atrs es la normal en la Naturaleza. Cmo se nos ocurri dar la vuelta? La desnudez frontal, valorada en X. En la cada de Adn / Pecamos todos. Verna coma despacio, en silencio. Era posible que tuviese hambre? En estos tiempos y a su edad, puede estar hambriento alguien que no sea africano? Me gusta dijo Richie esa manera de darle la vuelta a las cosas, como en las identificaciones de los estudios de televisin o en Superman I, donde los tres hombres malos son condenados al espacio. S, dando volteretas dijo Dale. Es bastante fcil conseguir esta clase de deformacin y de perspectiva exagerada, cuando se tiene la informacin; slo es cuestin de desviar y estirar coordenadas bajo algunas sencillas transformaciones. Simple trigonometra. Trigonometra, uf! dijo el muchacho. Vamos, Richie. La trigonometra es bella. Ya lo vers cuando la descubras. Ya vers cuando descubras el sexo, pens, alucinado, que estaba diciendo. Es extrao, Richie, pero es verdad. Es una gran sorpresa que nos ha preparado la Naturaleza: el amor, con su aceleracin del pulso y su drstica supervaloracin del objeto amado, su rtmica progresin y su descarga; pero es as, y es el mejor regalo que puede ofrecerte la vida, si no cuentas el bridge y la muerte. Quiero decir su teora segua explicando Dale. Ahora, con los ordenadores, no hay que consultar las tablas ni hacer las largas multiplicaciones a que estbamos acostumbrados; los ordenadores lo hacen todo por nosotros. Incluso las pequeas calculadoras que cuentan diez dlares y noventa y cinco centavos. En 1950, se habra necesitado una gran habitacin refrigerada para contener todos los circuitos que hoy se pueden llevar en el bolsillo de la
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chaqueta, si se lleva chaqueta. Pero, por qu estoy haciendo yo todo el gasto de la conversacin? Hblenos de la hereja o de algo por el estilo, profesor. Debera usted comer antes de que se enfre lo que tiene en el plato dijo, solcita, Esther a Dale. Nadie quiere saber nada de mis pobres herejes inform a los comensales. Por ejemplo, Tertuliano, al que he estado leyendo para refrescar mi latn. Qu escritor! Loco por el lenguaje, cuando se dispara es como Shaw, es capaz de decir cualquier locura para que la bola siga rodando. O como Kierkegaard, cuando le daba la ventolera. Pero Tertuliano tena tambin un lado dulce, humanista. Sostena, por ejemplo, que el alma es naturalmente cristiana: anima naturaliter christiana. Y, para que lo sepan los matemticos, hizo alguno de los clculos cristianos. Invent la Trinidad o, al menos, emple la palabra trinitas por primera vez en el latn eclesistico. Y plante la frmula una substantia, ter personae para Dios, y la nocin de una doble esencia para Cristo, duplex status, non confusus sed conjunctus in una persona: deus et homo. Supongo que sera una puerta Y. Qu le parece esto, Dale? En realidad dijo el joven, engullendo sonriente, creo que es una O. Es ms difcil pasar por una Y que por una O. Deja comer al muchacho me aconsej Esther. Esto es muy interesante, querido. Adviertes, Verna, que nadie nos ha preguntado sobre nuestras especialidades? La joven, bendita sea, hizo odos sordos a mi maliciosa esposa y se volvi hacia m. Por qu fue hereje, Nunc? Parece un hombre muy recto. Antes de que conteste a tan inteligente pregunta, quin quiere un poco ms de esta ave, de nuestro casero y medio trinchado parclito? Richie me acerc su plato. Slo unas lonchas blancas dijo. Ms finas que las que cortaste antes. Maldita sea! No se pueden cortar ms finas con este cuchillo desafilado. Se desmigaja! Incluso a m me sorprendi mi maldicin. La atribu al tercer vaso de vino blanco y al hecho de que Richie lleva correctores en los dientes, en los que se haban enganchado trocitos blancos y anaranjados de comida, cosa tanto ms repelente cuando que l no se daba cuenta. La pequea Paula, que se haba quedado dormida en su alta silla, se despert y empez, no a llorar, sino a hacer ese ruido mecnico de descontento infantil, al subir y bajar el aire en la trquea, lo cual resulta an ms irritante. Esther dijo: Pobrecilla! Se haba quedado dormida en una mala postura. Debe tener calambres. Tienes calambres, Poops? O slo crees que es hora de fastidiar a mam? Verna, alegre y burlona, acerc la cara a la de su hija, poniendo al alcance de mi vista el delicioso hoyuelo de su redonda mejilla, ahora ms pronunciado. Sobresaltada y molesta, Paula abri mucho los ojos, hip y empez a llorar de veras. Dicho en pocas palabras, Verna respond levantando la voz, fue hereje porque era un puritano, un purista, de los que, en aquellos tiempos, llamaban montaistas. Despus de luchar contra el paganismo, el marcionismo, el gnosticismo y el judasmo, consider que la Iglesia era terriblemente mundana y corrupta. l era demasiado bueno para este mundo. Lo mismo que t, querido dijo Esther. Dame la nia pidi a Verna. All vas, Poops dijo Verna, levantando a la pequea, que continuaba con su berrinche, y lanzndola por el aire, con sus brazos desnudos y extendidos, hasta la falda de Esther, con una fuerza que asust a mi delicada esposa. Te interesar saber, Esther le dije que una de las obras de Tertuliano, Ad Uxorem, est dirigida a su esposa y le dice que, cuando l muera, debe permanecer viuda. Despus lo
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pens mejor y escribi otro opsculo dicindole que, si tena que volver a casarse, deba hacerlo con un cristiano. Pero entonces lo medit de nuevo y la exhort, en De Exhortatione Castitatis, a permanecer casta, a no casarse otra vez, ni siquiera con un cristiano. Tambin deca que las mujeres, fuesen casadas o solteras, tenan que llevar velo. No crees que los hombres son odiosos? pregunt Esther a Verna. Voy a darte una buena zurra, seorita mala estaba diciendo Verna a Paula. Tambin crea que los cristianos tenan que ayunar ms, y no servir nunca en el Ejrcito romano. Mire, Dale, nadie me escucha. Mis herejes les importan un huevo. De buena gana me comera uno replic Esther. Pero no los he trado. Tienen que estar en la cocina. Yo s donde estn. Para m no, gracias me dijo Dale. Me encantan estas cebollitas hervidas aadi, dirigindose a Esther. Mi madre sola hacerlas, mezcladas con guisantes dulces. Oh, esas antiguallas se han resecado con el tiempo dijo Esther, viendo que Verna se levantaba de la mesa y se diriga al cuarto de estar, pasando por debajo del arco con su historiado trabajo, y acercndose a la mesa de cristal y a la cajita de plata que el padre de Esther nos haba regalado haca nueve aos. Qu te pasa? pregunt con irritacin a Richie, que segua enfurruado. Come esas lonchas finas que has pedido con tanto afn. No tenas que maldecir dijo l, a punto de llorar y con la cara inclinada sobre el plato. De nuevo aquella conmovedora cabeza desgreada de un joven varn. Un animal sin ojos, andando a tropezones por la vida. Nuestra especialidad dijo Esther por encima de la rizada cabecita de Paula, al volver Verna con un puado de cigarrillos de colores es limpiar las porqueras que hacen los hombres. Primero las hacen en nosotras, y despus, a nuestro alrededor. El vino empezaba a surtir efecto tambin en ella. Cuando una mujer madura se anima en exceso, la garganta se le vuelve filamentosa, como un arpa que toca ella misma. Esther sera menos fibrosa si renunciase a su dieta compulsiva. Es como si no quisiera darme una onza de mujer de ms en el cupo marital. Tal vez no pueden evitarlo dijo Verna, volviendo a su silla con una suave y grficamente improgramable movimiento mltiple de volmenes que, al transportar tan vividamente el peso fluido de su cuerpo, haca que se me secase el paladar. Encendi un ovalado cigarrillo verde con una vela de encima de la mesa. Por Dios, no pongas esa cara murmur a Richie, torciendo la boca. Deja en paz al chico grit Esther. Su tono era, de nuevo, de corneta, como si la pequea que tena sobre la falda constituyese para ella un escudo desde detrs del cual pudiese lanzarme dardos. El cigarrillo que tena entre los dedos tena un color gris perla. Has herido sus sentimientos agreg. Yo no hiero sus sentimientos; el Da de Accin de Gracias le deprime; deprime a todo el mundo. Y no sigas hablando de ese espantoso y viejo fantico; l s que es realmente deprimente. Fue una perversidad, Roger, lo que te indujo a especializarte en esa gente espantosa, en esos antiguos fanticos de los que ni siquiera deben quedar la piel y los huesos, sino solamente polvo, si es que queda cambi a un tono un poco ms conciliador. Si nadie quiere ms, podras recoger las cosas de la mesa, querido.
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Ella no poda moverse a causa de Paula, cuya tez era de un moreno lechoso. Yo te ayudar dijo Verna, levantndose entre una nube de humo, de modo que ste se introdujo en remolinos por el festoneado cuello de su vestido. En la cocina, rozamos nuestras caderas, al parecer sin darnos cuenta; pero en dos ocasiones. Echa las sobras en el pequeo fregadero de en medio; tiene un aparato triturador le dije, como si murmurase un feo secreto. Al alargar el brazo para coger los platos de postre del sitio donde Esther los haba amontonado, roc con mi manga de tweed la clida desnudez de su antebrazo; el mismo con que haba sostenido a la nia con la facilidad de una amazona. Slo era hija de mi medio hermana, calcul: nuestra sangre comn haba sido dividida y subdividida. Yo llevar los platos; si t quieres llevar uno de los pasteles de fruta que se estn calentando en el horno... Oh! exclam ella. Es de calabaza! Adoro la calabaza, Nunc. Desde que era pequea; supongo que ser porque es tan blanda. Siempre he tenido gran debilidad por las cosas que no hay que masticar, como las natillas y la tapioca. Por eso mismo me gusta a m la empanada de carne dije. Despus, mientras pona los platos delante de Esther para que sirviese el postre, dije a sta: Y entonces, en De Monogamia, lleg a la conclusin de que casarse por segunda vez era tan malo como cometer adulterio. Sin hacerme ningn caso, ella le dijo a Dale: Lo poco que he odo me ha resultado ms claro que todo lo que haba ledo o haba visto en la televisin. Sera usted un maestro maravilloso. Bueno, la verdad es que he dado lecciones de introduccin al clculo hace dos cursos; aunque, por alguna razn, la Universidad... Volv a la cocina y saqu del horno el pastel de manzana, el plato favorito de mi melanclica infancia, espolvoreado de canela y con marcas de patitas de pjaro. Sin embargo, record que me lo servan muy raras veces, a pesar de que estbamos rodeados de huertos en Ohio. Mi madre estaba siempre reteniendo cosas, no porque no pudiese disponer de ellas, sino como ilustracin de algn principio vital que haba aprendido dolorosamente e imparta con largueza. Como yo haba pesado en su vientre cuando mi padre la abandon, me senta en parte responsable de su vida de privacin, y aceptaba sin protestar la parte de sta que me corresponda. En la cocina, Verna, antes de traer la calabaza, estaba echando un chorro de vodka en su vaso de Bloody Mary. El poso la ti de color de rosa. Tampoco esto tienes de masticarlo, eh? le dije. Ella ri entre dientes y se trag el licor. Tena el semblante sonrosado y le brillaban los sesgados ojos. Guau! dijo, con voz de Cyndi Lauper, y esta vez roz deliberadamente su ancha cadera vestida de lana contra la ma. Que no se te caiga nada le advert. Esther, todava con Paula en la falda, estaba explicando a Dale: Y entonces, en verano, tratamos de marcharnos fuera unas semanas; pero la idea de tener otro juego entero de cuchillos y tenedores, y dos tostadoras, y doble ajuar de cama, y ms sillas de cocina, y de tener que preocuparme de no estropear nada en la casa de quien sea, es para m
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como una pesadilla. No s cmo se las arreglan otros conocidos nuestros. Querido Dale, quiere usted calabaza, manzana o ambas cosas? Un poquitn de cada una, por favor. Un poquitn. Ni siquiera todo un bocado? l sonri. Estos alardes de delicadeza eran casi lo que ms me fastidiaba en aquel muchacho. No; no quedara para los dems. Un bocado suele equivaler a ocho trocitos. Uno de cada uno le acerc su plato. Hace esto una O, o una Y? De nuevo aquella amable sonrisa, ms pronunciada en un lado de la boca que en el otro. Si uno de ellos no estuviese aqu, y esto hiciera que el contiguo desapareciese, sera una Y. Al ver ante sus ojos el cuchillo y la pala de servir resplandeciendo en las finas y hbiles manos de Esther, la niita de color de miel empez a rer. Alarg una mano para asir su porcin. Los deditos se hundieron en el vrtice de un tringulo de calabaza. Yo me encargar de sa dijo en seguida Verna, y se levant para tomar a la nia de la falda de la anfitriona. Maldita seas, Poops! Eres una mala pcora glotona. Devuelta bruscamente por su madre a la silla que le corresponda, Paula empez a hacer de nuevo aquel feo ruido interior entrecortado. Verna le puso fin ingeniosamente, agarrando la mano untada de calabaza de la pequea y metindosela en la enojada boquita torcida hacia abajo. Paula chup, primero contrariada y despus satisfecha. Dije que mirara los tests de equivalencia en el Instituto record pausadamente a Verna cuando Paula pareci haberse calmado. Roger, querido exclam Esther. Nos habamos olvidado de ti. Slo manzana? Probar tambin un poco de calabaza. Oh! Crea que no te gustaba. Si es as, ya lo he olvidado; tanto tiempo hace que no la he comido. Por favor. Bien. No nos volvemos aventureros en nuestra vejez? Sus ojos verdes se estrecharon y miraron de un lado a otro, deduciendo alguna relacin entre la joven que estaba a mi lado y el pastel de calabaza. No estaba en el carcter metdico de mi mujer pasar las cosas por alto, dejar que permaneciesen ocultas; de haber sido de otra manera, se habra acostado conmigo unas cuantas veces, con el aliciente de la culpa, y me habra dejado en paz, y Lillian y yo estaramos todava agasajando a los hurfanos de la parroquia en una mesa larga, donde no habra habido ningn hijo nuestro. Querida Lillian: creo que nadie pudo ser tantos meses feliz en Florida. Siempre que trataba de imaginrmela, me daba la impresin de una fotografa que adoleciese de exposicin excesiva. Y, por lo visto segu diciendo a Verna, entre el ruido de los tenedores de postre, hay algo a lo que llaman DEG, Tests de Desarrollo Educativo General, que se hace una vez al mes en todas las ciudades importantes; y si apruebas, te dan el certificado de equivalencia de Instituto. Consta de cinco partes: Gramtica Inglesa, Literatura Inglesa, Estudios Sociales, Ciencias y Matemticas, y cada prueba dura hasta un par de horas. Esther estaba explicando a Dale, alargando las palabras: Desde luego, si se tiene un jardn, aunque sea pequeo, no se puede dejar abandonado ms de unos pocos das seguidos en cualquier poca del ao hasta el mes de agosto. S que es una tontera ser esclava de esas flores; pero creo sinceramente, aunque s que usted lo considerar un absurdo, que las plantas necesitan que se les hable. Tienen que ser amadas.
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Con la mano que no sostena el tenedor, no dejaba de echarse hacia atrs los mechones sueltos de sus cabellos. Al hacerlo, se apreciaba cmo le temblaba la mano. Yo, sin olvidar a Verna sentada a mi lado, la vea a travs de los ojos de Dale: el efecto era de una imagen en color sbitamente animada, de un ajuste en el canal UHF. Estaba deslumbrante y bulliciosa, con el terciopelo verde de su vestido reluciendo a la luz crepuscular que entraba por la ventana, sus cabellos rojizos centelleando en una multitud de puntos brillantes, resplandeciente su frente inteligente y redondeada, mientras sus ojos saltones procesaban irona y coqueteo con rapidez electrnica. Sus torcidos labios haban sido pintados hoy hasta un milmetro ms all de sus bordes, para dar a su traviesa cara, casi de miniatura, una expresin desordenada y divertida. La aureola de tedio haba desaparecido. Verna coma pensativa, casi sin masticar. Me parece como un juego dijo. Tal vez no vale la pena. S vale la pena insist. Permite saltarse la segunda enseanza y empezar a pensar en la Universidad. O en estudios de secretariado. O en una escuela de diseo, o de cualquier otra cosa que quieras hacer. Slo tienes diecinueve aos; ante ti se abre un mundo de posibilidades. Renaci el viejo consejero que llevo dentro, respirando fuerte. No s una mierda de estudios sociales declar ella. Sabes de cheques, de balances y de estatutos, y lo que lees en los peridicos. No, no lo s. Y no leo peridicos. Pero escuchas la radio. Las noticias que dan por radio. No. Las emisoras que yo escucho no transmiten ms que msica. Las flores son un consuelo para m dijo Esther en el otro extremo de la mesa. Volvi la cabeza y la vi muy cerca, a travs de los ojos de Dale; el borde borroso de la mancha de lpiz alrededor de su boca y la pelusilla translcida sobre el labio superior, el msculo inquieto de aquel labio superior en todos sus detalles, y sent una agitacin sexual al percibir que l, con su religiosidad y su mente saturada de informacin, reconoca instintivamente que aquella mujer, en cuanto se decidiese a meterse en la cama, era capaz de cualquier cosa. Se lo decan su ligereza, la flexible y provocativa pequeez del cuerpo de Esther, el verde hambriento de sus ojos, un poco saltones debido al hipertiroidismo. Se lo deca todo. Yo no s ni jota, Nunc gimi Verna. Sabes mucho ms de lo que te imaginas le dije, con impaciencia, sintiendo que me haba convertido en una voz inoportuna en una emisora que slo radiaba msica. Esther grit: Qu est tratando de hacerte, Verna? Qu son esas pruebas de las que estis hablando? El test de equivalencia de segunda enseanza dijo Dale. Se lo he estado aconsejando desde hace ms de un ao. Es magnfico que por fin vaya a hacerlo. No voy a hacerlo. Slo estbamos hablando de ello. Ser fcil dijo Richie, saliendo de su enfurruamiento. Ser mucho ms fcil que ir todos los das a Pilgrim Day. El profesor Lambert puede ayudarte en la Literatura y la Gramtica dijo Dale, y yo puedo refrescarte la memoria en Matemticas y Ciencias. Oh, no! le dijo Esther, apoyando una mano larga y fina sobre la manaza nudosa y enrojecida de l. Se ha comprometido a ensear a Richie. Adelante, Verna! grit Richie, esforzndose en dar a su voz el tono adecuado. Por qu no os vais todos al carajo? dijo Verna. A qu viene preocuparse tanto de m? Se hizo una pausa, durante la cual Paula eruct y trat de chuparse la otra mano, limpia de calabaza. Por fin respondi Esther:
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Porque todos te apreciamos, querida. En la cocina, mientras amontonbamos los platos sucios y preparbamos el caf para tomarlo junto al fuego (que, gracias a los cuidados de Richie, se haba apagado), mi esposa me dijo secamente: Parece que ambos nos estamos metiendo en asuntos de educacin. Yo siempre he estado metido dije, disgustado de que ella (como los viejos togados parlanchines que eran mi pan de cada da) pareciese preferir que las cosas quedaran en la ambigedad en vez de decirlas claramente. Supongo que todos lo estamos concedi Esther, con un suspiro, llevando distradamente una mano a los cabellos que se estaban aflojando, mientras una nube de melancola pasaba por sus gordezuelos labios de una manera que la haca parecer un poco loca y muy atractiva.
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El tiempo se mantuvo templado durante todo el mes de diciembre, como si los cielos quisieran bendecir nuestra eleccin, nuestra reeleccin. A menudo les pareca que Dios se manifestaba a travs del presidente, y a los dems, que ste era una fuerza de la Naturaleza que era intil tratar de resistir. Muchos que votaron por su adversario, se alegraron en secreto de que ganase: peda muy poco y prometa mucho. No, esto no es del todo exacto, pues las promesas, si uno las examinaba, eran cada vez menos y ms vagas. l libraba al electorado hasta de la carga de la expectacin, y en esto perfeccionaba su imitacin de aquel Presidente Celestial cuya inactividad le ha valido nuestra fidelidad durante dos milenios (y ciertamente, si, contra Marcin, consideramos que el Dios de los judos y el Dios de los cristianos es el mismo, durante el doble de ese tiempo (presumiendo que la fecha de la Creacin establecida por el arzobispo Ussher, 4004 a. de J.C., fije tambin el comienzo de la adoracin y la alabanza activas subanglicas) aunque, desde luego, incluso el espacio vaco le alaba en cierto sentido, y un bendito tonto como Dale podra argir que las leyes matemticas inmutables y eternas son precisamente la forma de esta sumamente hipottica alabanza. Que me siga quien pueda. Haca varios aos que Esther haba conseguido un trabajo mal remunerado en un centro asistencial situado a veinte manzanas de nuestra casa, desde las siete y media hasta las dos y media, tres das a la semana. Para evitar las dificultades de aparcamiento y la posibilidad, bastante real, de que alguien forzase nuestro atractivo e inclume Audi nuevo, que haba sido descrito en el prospecto como gris; pero que, en el momento de la entrega, result ser de un color germnico ligeramente tostado para el que no existe una palabra exacta en ingls, se haba acostumbrado recientemente a tomar el autobs y dejar el coche disponible junto a la acera o, menos frecuentemente, en nuestro pequeo garaje, que estaba lleno de herramientas de jardinera, cubos de basura y un columpio cado en desuso. Y as, un da que no haba seminario, al volver de mi conferencia de la maana (despus de tomar un vaso de leche y un trozo de quiche del domingo anterior, de pie en el helado vaco de la cocina, mientras espiaba a Sue Kriegman, que escriba a mquina con preocupado semblante en su estudio del piso alto, y de tratar intilmente de encender el termostato cerrado por la tacaera de Esther), no me cost nada subir al coche para dirigirme a casa de mi sobrina. Le haba anunciado mi visita por telfono y me haba armado con una grande, azul y resbaladiza antologa de Literatura Americana que, en la desconcertante magnitud de la librera de nuestra Universidad, me haba parecido que corresponda a un nivel de estudios secundarios. Al conducir por Sumner Boulevard, por donde haba pasado a pie haca un mes, me choc que hubiese perdido su majestuoso aspecto. Ya no estaban en el cielo aquellas nubes tumultuosas azotadas por el viento. En su lugar una niebla deshilachada y amarillenta se confunda con las borrosas siluetas de los rboles, ahora desnudos, y envolva las cimas de los rascacielos del lejano centro de la ciudad. Las tiendas que, a los ojos del transente, tenan cierto atractivo comercial, parecan ser, en la ms larga y rpida perspectiva desde el automvil, lamentables e improvisados locales decorados con cartn, apenas ms duraderos que los paisajes urbanos que yo sola modelar antao con cajas de cereales, cartones de huevos, cinta adhesiva y lpices, durante las lluviosas tardes de domingo en South Euclid. La gente que andaba por la calle, pillada entre el crepsculo temprano propio de la estacin y la temperatura templada impropia de ella, pareca no saber cmo haba de vestirse, y mientras unos llevaban cazadora, otros usaban
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pantaln corto de jogging. Dos jvenes negras con largas trenzas de Medusa y minifalda DayGlo revolotearon por all como Alicias en negativo que hubiesen pasado a travs de un espejo embadurnado, con su desenvuelta e infantil inocencia, revelando, de algn modo, todo lo contrario. La pobreza y la ostentacin se codeaban, a lo largo de la avenida, y sent ganas de cantar, al pasar de mi barrio acostumbrado a otro donde las posibilidades renacan entre la miseria. Indiferentes adornos navideos suban en espiral por las farolas y los escaparates. Incluso los de las cerrajeras y de la tienda de artculos de pesca, mostraban los obligatorios copos de nieve de algodn y los cartones rojos. Puse el intermitente para girar a la izquierda, hacia Prospect, y descubr, cosa que no haba advertido al pasar por all a pie, que la calle era de direccin nica. Tuve que recorrer una manzana cuesta abajo, hacia el extremo del puente que cruzaba el ro. Aqu, debajo de sus vigas de hierro a medio pintar, haba un atasco de trfico y, al tratar de girar a la izquierda, me encontr con que me alejaba de la ciudad por una autopista numerada. Al salir de esta ruidosa y trepidante va, me encontr entre paredes de ladrillo, de fbricas, con sus altas ventanas cegadas con tablas, o rotas y con los cristales sustituidos por lminas de hojalata herrumbrosa. Tard los que, dilatados por mi impaciencia, me parecieron muchos minutos en volver a Prospect, entre hileras de casas estrechas cuyas entradas estaban a seis peldaos por encima del pavimento y cuyas ventanas y puertas delanteras mostraban patticos y toscos detalles de la decoracin propia de aquellos das. Al llegar al grupo de viviendas que buscaba, vi una sencilla corona con una cinta de plstico colgada en cada entrada de metal mellado. Aparqu, con un crujido de cristales ya pulverizados, debajo de un rtulo en el que, en dos idiomas, se prohiba el estacionamiento de vehculos no autorizados. Mientras cerraba las portezuelas, un chiquillo negro, que seguramente no tendra ms de diez aos, se acerc a m y me pregunt: Eh, mister! Le guardo el coche? Llevaba una sucia camiseta de rugby, a grandes franjas verdes y amarillas y con el cuello blanco. Haca calor para el mes de diciembre; pero no mucho. Necesita que lo guarden? El nio pestae, pues no estaba acostumbrado a la irona. Despus dijo muy serio: No puede usted aparcar aqu; pero si yo le guardo el coche, no le pasar nada. Debes conocer al alcalde. Parpade de nuevo, empezando a preocuparse, pero sin dejar de mirarme con fijeza. No lo conozco, pero conozco a mucha gente que s lo conoce palabra. En ese caso, aqu tengo un dlar ganado con mucho esfuerzo le dije, pensando que con slo sus manos y una piedra afilada poda aquella criatura causar daos por un millar de dlares en la perfecta carrocera gris del Audi. Sostuve el billete fuera de su alcance. Le estaba tomando gusto a este encuentro, que me servira de entrenamiento para el que sostendra despus. Cmo es que no ests en el colegio? le pregunt. l no saba todava si tomarme en serio o no. Pero como yo tena el dlar, me respondi: All no ensean ninguna de las porqueras que es necesario saber. Me pareci un anlisis tan agudo y triste que perd las ganas de seguir jugando y le di el dinero para que guardase el coche. Vas a enfriarte; deberas llevar un jersey le dije como advertencia final; pero aqu me pas de la raya. El nio me mir de arriba abajo, en solemne y pasmado silencio, y yo, sintindome vencido, sub con mi pesado libro de texto al apartamento de Verna. En la escalera, las
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inscripciones referentes a Tex y a Marjorie haban sido pintadas de nuevo con un lquido de color rosa aplicado con un rodillo. Llam a la puerta de Verna. Nunc? Su voz pareca temblorosa, por lo que me imagin que estaba asustada o, por alguna razn, llorando. S. Pero cuando me abri, despus de quitar la cadena de seguridad, tena los ojos secos y, a semejanza de las negritas que haba visto en la avenida, su aire era desenvuelto. Como esperaba mi visita, no llevaba aquel seductor albornoz corto, sino una falda de algodn, un cmodo jersey blanco de manga larga y (extrao, cmico y alegre detalle) un pauelo de seda con dibujos atado alrededor del cuello. Su efecto no disminua, sino que agudizaba mi impresin de la piel desnuda que asomaba sobre el borde del pronunciado escote del jersey, una desnudez que apareca ahora entre dos telas, a la manera del plido y desnudo vientre que, en los viejos tiempos en que las bragas y el sujetador eran prendas sustanciales enmarcaban sta de manera tan seductora. El pauelo le daba cierto aire apache, una vulnerabilidad descarada. Un lazo o un nudo traen consigo la idea de ser desatados. Se perciba el relieve de los pezones, que tanto poda deberse a que no llevase sujetador como a que ste fuese muy elstico. En vez de ir descalza, como en mi visita anterior, haba completado su atuendo con unas zapatillas ovaladas de ballet, demasiado frgiles para ser llevadas por la calle en invierno; pero que aqu indicaban que se haba acicalado para el estudio y estaba preparada para recibir lecciones de su to. Fuiste a buscar los impresos para la instancia? Me gustara verlos le dije, quitndome el chaquetn forrado de piel de cordero que me haba puesto sobre la americana de tweed. En el apartamento haca un calor terrible, as que me quit tambin la americana. Bueno, fui all; pero me pidieron el certificado de nacimiento. Mira, si tuviese menos de dieciocho aos, no permitiran que me graduase antes de la edad en que lo habra hecho en el Instituto. No pudiste mostrarles tu permiso de conducir? S, y lo hice; pero como no es de este Estado, se negaron a aceptarlo. La dama que me atendi era muy amable; sin embargo, dijo que no podan hacerlo porque no saben los requisitos que exigen en otros Estados, y que por esto era imprescindible el certificado de nacimiento. Como si todo el mundo lo llevase encima. El mo est en la caja de seguridad de mam, si no lo perdi la ltima vez que lo sac de all. Yo crea que ahora figuraba todo en esos ordenadores que tienen en Washington, que bastaba con que marcasen tu nmero de la Seguridad Social para que apareciesen tus huellas digitales, tu grupo sanguneo, los nombres de todos los hombres con quienes te has acostado, etctera. Todava no hemos llegado a eso. Estamos an en 1984. Has telefoneado ya a Edna, o le has escrito? Pronunciar el nombre de Edna, formarlo en mi boca, era para m una manera de manifestarme y me produca un claro, pequeo y peligroso placer. Todava no, Nunc dijo Verna. Este burln y no del todo simptico apodo era quiz su manera de registrar la intuicin de que el nombre de su madre me excitaba. Los tratos con la burocracia eran demasiado deprimentes. As que me vine a casa, tom un bao y debo confesar que casi me olvid de todo el asunto hasta que telefoneaste esta maana. Vio la contrariedad que se pintaba en mi semblante y, para aliviarme, explic:
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Yo pensaba que el lugar al que t ibas estara al final de la calle, en aquellos espeluznantes y viejos edificios oficiales de ladrillos que estn delante del Domino ya sabes, el bar que se incendi; pero el caso es que tuve que andar un buen trecho, empujando el dichoso cochecito de Poopsie, con una rueda torcida, que alguien del piso de abajo me vendi por quince dlares, cuando no vala ms de cinco. Hasta que llegu a una escuela superior de la ciudad, que ni siquiera saba que existiese, un enorme casern con columnas, algo increble, ms all de unos campos de ftbol de una empresa de pompas fnebres y de libreras de adultos para nios de cara granujienta, dira yo, y de solares de chatarra. Parece una crcel increblemente odiosa y ostentosa; bueno, lo parecera si no estuviese sobre una colina y si hubiese alambre espinoso sobre las vallas. Al menos yo no lo vi. Como te he dicho, la seora de la oficina fue bastante amable; me dijo que, en realidad, cualquier persona que supiese leer poda aprobar, pero me aconsej que no hiciese todas las pruebas el mismo da. Bueno, quieres que veamos si sabes leer? He trado esta antologa de Literatura Americana. Para m? Eres demasiado amable, Nunc. No s lo que te propones. Su apartamento estaba ms aseado que la vez anterior que estuve en l. Las manzanas y los pltanos del frutero colocado encima de la mesa de juego parecan frescos y relucientes, como si esperasen a ser pintados en una naturaleza muerta. El televisor estaba apagado, as como el aparato de las cassettes. En aquel silencio, se podan or conversaciones, o conversaciones televisadas, de otros apartamentos de la casa. Dnde est Paula? pregunt. Shhh. No digas tan fuerte su nombre. La muy putilla se ha dormido al fin. Esta maana me despert a las cinco y media. La habra matado! Nunc, este libro pesa una tonelada! No tienes que leerlo todo. Por lo que recuerdo del Instituto, la literatura americana se compone de Thanatopsis, de William Cullen Bryand; La barrica de amontillado, de Edgar Allan Poe, y La suerte de Roaring Camp, de Bret Harte. Empecemos con Thanatopsis. Es el ms corto. Verna se sent en el desvencijado silln de bamb, y, en sus crujidos estivales bajo su peso, o en las sombras que, en esta hora menguante del da gris, se agarraban a las paredes de su apartamento de la esquina y se deslizaban por la parte delantera de su jersey, que yo no dejaba de explorar plantado detrs de ella, haba algo que evocaba confusos ecos de un da, o unos das, con Edna en Ohio, das de verano, cuando yo pasaba mi mes obligatorio con mi padre y los pequeos buscbamos en el tico refugio contra el sol, los insectos y el aburrimiento. ramos varios, no slo Edna y yo, sino otros chicos y chicas del vecindario, de entre trece y catorce aos, y nos habamos desafiado a una de esas partidas de pquer en que el que pierde se tiene que quitar una prenda de vestir. Y as lo hicimos, entre bales y cajas de cartn cubiertos de telaraas, sobre una estera que habamos desenrollado. Edna tuvo mala suerte y hubo de despojarse uno a uno de sus zapatos y calcetines, y arguy que los pasadores de los cabellos valan tambin y aadi dos de ellos a su montn. Despus, con aire solemne, sueltos los largos y rizados cabellos, hurg dentro del cuello de su ligero jersey de verano, para deshacer la pechera postiza, una extraa mariposa almidonada, que revolote en la plida y secreta luz del desvn. Nubecillas de polvo arremolinado cruzaron los gruesos rayos de sol que entraban por las pequeas ventanas. Edna se haba quedado con la ropa indispensable; empez a discutir y, segn me pareci por el tono ahogado de su voz, a llorar, y celebramos una votacin sobre si tenamos que continuar o no con el juego, y como ramos tres muchachos y dos chicas, los votos se habran inclinado sin duda por continuar; pero yo vot en contra, con las muchachas, y Edna me dio un besito impulsivo de gratitud. Pero, era de gratitud o ms bien de sorpresa e incluso de
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compasin? Me lo estuve preguntando durante todo el resto del verano. Yo haba votado con las nias. Y otro verano, o era el mismo? (recuerdo que ramos de la misma estatura, aunque yo tena un ao ms; pero creca despacio y nunca fui alto), estaba luchando con ella en un campo, oliendo los dos a sudor en un mar de olores perezosos y picantes de hierbas secndose y derramando semillas, y como si un rbitro invisible hubiese proclamado al vencedor, ella se puso en pie, dominadora, y yo estaba demasiado cansado o sin aliento para hacerlo. Entonces, mir sus piernas como miraba ahora el jersey escotado de Verna, y vi debajo de los pantalones cortos las bragas que se haban torcido un poco hacia un lado durante nuestra lucha, poniendo al descubierto un vello oscuro que pareca muy abundante. Yo empezaba a tener tambin vello en el pubis; pero yo era mayor y ella era ms velluda; por consiguiente, tena derecho a dominarme aquella misteriosa y vigorosa compaera de juego, y enemiga, que viva con mi padre cuando yo no lo haca. Cuando no poda hacerlo. Por encima del hombro de Verna, le en silencio: Al que, en su amor por la Naturaleza, con sus formas comulga, ella le habla de formas muy diversas en sus alegres horas. Tiene voz de alegra, y su sonrisa es elocuente, bella, y se desliza en su oscuro murmullo, con la benigna y sana simpata que se lleva toda espereza antes de que l lo advierta. Yo poda sentir que sus ojos y su mente reseguan algo de estos mismos pasajes ligeramente rimbombantes. l escribi esto le dije cuando era ms joven que t. S, Nunc. Tambin lo he ledo en la notita que hay al principio. Esto me molest. Yo no haba ledo la nota, confiando tan slo en mi cultura general. Me parece melindroso. Horas alegres. La palabra ha cambiado de significado en estos ltimos aos1. Pero ahora explcame, a tu manera, lo que Bryant quiere decir aqu. Que cuando ests abatido, la Naturaleza parece estarlo tambin; cuando ests animado, ella se anima como t. No est mal. Mi agudizada impresin de la inteligencia de Verna afect a mi piel; el atractivo sexual es una condicin nerviosa, como la urticaria, a la que las personas inteligentes son sumamente susceptibles. Observa prosegu las terminaciones de la segunda serie de tres versos. Qu adviertes en ellas? Que casi riman. Sabes cmo se llama esto? Casi rima. Asonancia. Asonancia. Si los versos terminan con una slaba idntica, se llama consonancia; las consonantes son tambin iguales. En la asonancia, slo lo son las vocales.
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Se refiere a la palabra gay (alegre) cuyo sentido actual es bien sabido. (Nota del traductor.) 83
Crees que tengo que saber estas gansadas para el test de equivalencia? El saber nunca perjudica dije, comprendiendo inmediatamente que no era verdad. Leme esos versos, desde aqu. Se lo indiqu y el libro que tena ella sobre la falda cedi a la presin de mi dedo y rebot despus. La piel del pecho de Verna, al inclinarlo y hurtarlo a mi visin, se desvaneci en las sombras. Ley: Pero unos das ms y t el sol ya no vers en su carrera, ni en el fro suelo donde fue enterrada tu plida sombra entre muchas lgrimas; ni el ocano abrazar tu imagen. Y la tierra, tu madre, seguir llamndote, pues no eres ms que tierra. Y fuera ya de condicin humana, tu ser individual ir a mezclarse eternamente con los elementos. Se hermanar con la roca insensible, con el terrn fangoso que el zagal revuelve con su reja y lo pisa. Su voz, bastante ronca en la conversacin normal, se hizo atiplada y emotiva bajo la tensin de aquellos versos, tenindome a m como nico oyente. Te ha costado entender alguna palabra? le pregunt. Tal vez insensible? Nada de eso. Bien. Y reja? Supongo que ser reja de arado. Magnfico. Y ahora, qu te parece lo que acabas de leer? No est mal. Un poco aburrido. Qu te parece a ti, Nunc? Horrible. Yo no quiero ser hermano de la roca insensible, no quiero renunciar a mi ser individual. Lo malo del poema es que su lenguaje hace que te desves de su verdadero tema: la muerte, thanatos. El ttulo es griego; quiere decir visin de la muerte. S; eso es lo que dice en la notita. Todo es demasiado fro; el nio poeta ve el problema; pero no lo siente. El terror, el verdadero e insoportable terror. Unas lneas ms arriba, aqu y el libro abierto salt de nuevo sobre la falda de ella, al sealar yo el lugar, la triste agona, el sudario y el fretro. La oscuridad asfixiante de la casa Estrecha.... Esto lo dice realmente todo. Bryant era tan joven que poda decirlo, comprendes? Un poeta ms viejo se habra quedado paralizado de terror al escribir estos versos. Pero, qu hace entonces el muchacho? Habla de los antiguos reyes y de los viejos videntes que ya han muerto y nos harn compaa, y nos dice Todo lo que respira compartir tu destino como si esto fuese un consuelo, y sin las ventajas de una creencia religiosa, llega a la conclusin de que morir ser como yacer en un sueo agradable. Qu prueba nos da de que ser como un sueo agradable? Ninguna. Aqu sigue la pauta absoluta de todos los discursitos de fin de curso en los institutos: grandes preguntas disolvindose en engredas y caprichosas respuestas.
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La muchacha estaba estudiando. Su cabeza, vista desde arriba, era una masa de rizos en parte castaos y en parte rubios, crculos perfectos sobre crculos perfectos, como lo que revelan los ciclotrones sobre las colisiones profundas de la materia. Un aroma a champ brotaba de aquellas profundidades, y un dbil olor puramente animal, el suave calor de su cuero cabelludo. Nunc no dice exactamente que ser como un sueo agradable; dice que deberamos morir como si hubiese de serlo; deberamos bajar a la tumba, no como el esclavo de la cantera, castigado a la mazmorra, sino sostenidos y sosegados por una inquebrantable confianza. Inquebrantable confianza en qu? le pregunt. En el hecho nada consolador de que la matrona y la doncella; el dulce beb y el hombre de cabellos grises morirn tambin? Golpe con el dedo el fragmento que estaba citando; pero esta vez ella sostena el libro con firmeza, y no rebot. Hablando de alegra segu diciendo, tratando de suavizar mi planteamiento, no es terrible lo que dice ms arriba: Los alegres se reirn cuando te hayas ido; los que se preocupan seguirn andando trabajosamente, persiguiendo cada uno, como antes, su fantasma favorito? S, supongo que todo es bastante terrorfico dijo ella, dejando descansar el libro sobre su falda, de modo que sus moteadas pginas reflejaron la luz y se convirtieron en gemelas hojas en blanco. No deberas tomarlo tan a pecho, Nunc. Todos tenemos que morir, como dice Bryand o como se llame; s, Bryant. Si no quieres morir, deberas hablar con Dale. l dice que nadie muere, que slo lo parece. De todos modos, yo crea que esta cuestin de la fe era asunto tuyo. Tal vez no debera ser un asunto dije, y la idea tena tanto de revelacin damascena que me desvanec ligeramente, bajando la cara de manera que su piel y mis labios fruncidos rozaron los limpios y explosivos crculos de los cabellos de Verna. Ella salt como un gato al sentir el contacto, inclinndose hacia delante en el silln de bamb y volviendo la cara para enfrentarse conmigo, con sus ojos ambarinos ms espaciados, segn me pareci, que un momento antes. Y ahora, qu? pregunt. La suerte de Roaring Camp, o vamos a joder? Joder? La palabra pareca un portal abierto, una soberbia y sbita alteracin en mi casa de estrechas posibilidades, de oscuridad sofocante. Su voz, forzada por el enojo y el miedo, se haba hecho ms estridente, ms infantilmente montona que nunca. S que te excito dijo; pero, en realidad, es a m o a mi madre a quien deseas? Lo s todo acerca de ella y de ti. T queras acostarte con ella y nunca lo conseguiste; aunque muchos s que lo hicieron. Respir hondo y dije en tono razonador. No estoy seguro de que ella fuese entonces asequible. Era un mundo diferente, Verna. No exista la pldora, ni otras muchas cosas. ramos nios, y no nos gustbamos mucho. En los aos que siguieron a nuestra partida de pquer en el desvn, Edna se haba vuelto ms cerrada, cada vez ms inaccesible a m en los recovecos de su propia vida, mientras madurbamos ambos en nuestras diferentes secciones de la gran Cleveland. Desde que cumpli los quince aos, tuvo amigos, y a veces, s, ahora lo recordaba, me cont cosas acerca de ellos, me revelaba sbitamente sus secretos, en aquellos cada vez ms afectados y ms breves perodos estivales que pasaba yo con mi padre y con Veronica, mi corpulenta y dulzona madrastra, la elegante vampiresa que se lo haba llevado mientras yo dorma en el vientre de mi madre y que
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haba sido atrada ahora por un bobalicn de edad madura a las labores de la iglesia y a la canasta. Como si nuestro lazo de sangre me hubiese castrado, convirtindome en otra jovencita como ella, Edna me explicaba a su antojo su vida amorosa, mientras volvamos sudorosos de un partido de tenis en el club o estbamos sentados, con una jarra de limonada ante nosotros y un paquete furtivo de Camel, en el largo porche lateral de Chagrn Falls. Me contaba hasta dnde haba dejado llegar a cada uno de sus amigos, las prendas de ropa que les permita quitarle, los sitios en que podan acariciarla y durante cunto tiempo, como si el sexo masculino fuese una gran mquina de muchos brazos y muchos dedos para la aplicacin de un complicado masaje, una especie de lavadora de coches de la que su cuerpo americano saldra como el de una mujer, con los parachoques y el cavernoso portaequipajes relucientes, un vehculo virgen para el matrimonio y la propagacin legal de la raza. Ciertamente, Edna, cuando se cas, era tan virgen como yo. No poda saber con exactitud si Verna se me ofreca de un modo incondicional o solamente a condicin de que renegase de mi afecto por Edna. No creo que t quieras mucho a nadie, to Roger dijo agresivamente, como una nia pillada en falta. Habamos vuelto al terreno donde yo me senta seguro, el del argumento y la rplica. Dime a quin quieres t, Verna. Hblame de esos hombres misteriosos que te acosan y te llevan al Domino. Son buena gente. Lo nico que ven cuando me miran es un culo blanco, pero eso est muy bien. Me respetan por tener un culo. Ya sabes, es algo valioso. Una partida del activo, podramos decir incluso. Ja, ja repuso con voz cascada, y record la impresin, que tuve al otro lado de la puerta, de que ella haba estado llorando. Tambin tienes una mente, sabes? Vaya una cosa! Ahora me dir que tengo un alma. Es el tema de Dale. Todo el mundo tiene un tema. Los intelectuales sois realmente estpidos. Empezar con stas. Se agach y se quit las zapatillas de ballet, una despus de otra, tal como haba hecho su madre en aquella lejana partida de pquer. Sent ardor en la cara, como si estuviese trepando a una altura rocosa. Sus pies eran pequeos, mejor formados que los de Edna y rosados en los lados, con los talones speros y dorados. Hblame de Dale. Mi voz era insegura, haba perdido toda conexin con mi diafragma. Est muy bien, para ser lo que es. Se levant, con los pies separados, como un judoka, sobre la estera de color purpreo. Vamos, Nunc. Luchemos. Me siento agresiva. Simul que no la haba odo. Sabes dnde est la serrera en la que trabaja? Claro. Hay que subir dos manzanas por el bulevar, torcer a la izquierda y caminar otras tres manzanas, junto a la va. Vamos, hagamos slo una prueba; ni siquiera tendrs que tocar la campana. En todo caso, la pequea Cara de Mierda se despertar en cualquier momento. Me pregunt si con su lenguaje pretenda parecer repulsiva, pues ste era el efecto que me produca. Su mirada era intensa y dura, y no me sent aliviado cuando la apart de la ma. Me excitaste mucho la primera vez que viniste aqu, con todos aquellos tonos borrosos de gris. Parecas tan gris y melanclico, tan perverso. Por qu crees que te mostr una teta? Lo hiciste adrede?
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Vamos, Nunc. T conoces a las chicas. Las chicas lo saben todo. Al menos en este aspecto. Haba aparecido de nuevo aquel hoyuelo en su mejilla izquierda, y pens aliviado que todo aquello poda ser nicamente una travesura. Pero entonces Verna cruz las rollizas manos sobre la cintura y, con suavidad, inclinndose hacia delante como en un sbito ademn de sumisin, se quit el jersey blanco, sacndolo por la cabeza, y haciendo que se soltasen deliciosamente sus cabellos. Despus se irgui, apartndose de la cara los negros rizos. Llevaba sujetador; pero era muy pequeo; pareca una honda sobrecargada, y haba como una splica en los ojos hmedos de la muchacha. No quieres jugar con mis tetas? pregunt, de un modo tan vulgar y articulando tan mal las palabras, que me pregunt si, antes de llegar yo, no habra tomado alguna droga que empezaba ahora a surtir efecto. Lamerlas, chuparlas? aadi, levantando cada una con una mano. Yo guard la distancia, pensando cun poderoso es el impulso sexual que siempre nos lleva a saltar el enorme abismo entre los sexos. S confes. No quieres joder con todas las de la ley? La frase me pareci extraa, forzada. Sent lo que deben sentir a menudo las mujeres: la irritante confusin de estar dentro de la fantasa sexual de otra persona. No puedes dejar de llamarlo joder? El sujetador era de color beige. Con l, con los hombros ligersimamente tostados, los ojos ambarinos y los cabellos castaos oxigenados en parte, Verna pareca un retrato en sepia, pintado con una paleta deliberadamente limitada, y con un trozo de la ciudad a su derecha, como en un cartel. Sus brazos pendan flcidos a sus costados, en una actitud torpe e indefensa. Sus ojos acuosos eran ahora soadores, y tena un hilo de voz, un poco ronca. Eres un tipo gracioso, Nunc. No quieres joder, ni quieres morir. Entonces, qu quieres hacer? Quiero poner fin a esta sesin docente. Pero Nunc, y nosotros? Dio un paso al frente y me toc el brazo, justo debajo del hombro. Comprend que la pregunta era sincera, infantil. Y esperaba que le diese una respuesta benvola. Eres mi sobrina le dije. Pero eso hace precisamente que la relacin sea ms amistosa. Si antes se consideraba tab, era solamente para evitar que saliesen nios imbciles; pero ahora nadie hace nios. Volva un poco a su personalidad avisada, a la nia divertida. T hiciste uno observ. Fue una locura. Dios mo, qu error! Ahora que sus senos haban salido de su mente, me di ms cuenta de su amplitud esplendorosa en el pequeo sujetador, de su grvida anchura y de la profundidad del surco entre ellos, que invitaba a un dedo, a una boca, incluso a un falo con su seduccin. Pero un error con el que has de vivir, Verna. Como vives t con Esther. Crees que ella fue un error? Mi madre lo pensaba as. Deca que ella hizo que te echasen del ministerio. Que Esther te haba seducido. Nadie perdi gran cosa. Ni yo ni el ministerio.
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Mi madre no lo crea as. Pensaba que realmente tenas vocacin, sabes? Incluso de pequeo, eras terriblemente bueno. Tu madre era una neurtica y una egosta, y t la soportabas. Adems, le gustaba la..., cmo se llama...?, la primera. Lillian. De nuevo tuve la sensacin, en mi mente, de que la piel, alguna parte de mi alma que raras veces vea el sol, estaba siendo desnudada. Siento que no te guste Esther dije. Ella te aprecia. Y un cuerno! Ella saba para qu fui all el Da de Accin de Gracias. Para qu? Lo sabes. Para hacer comparaciones. T lo sabes muy bien. En la otra habitacin, Paula empez a llorar. A travs de la ventana, se vea declinar el breve da de invierno; los jirones celeste, sin descargar an la lluvia prometida, se volvan negros anticipando la noche. Verna hizo caso omiso del lloriqueo de la chiquilla, de esa protesta que hacen los nios cuando despiertan al triste mundo, mojados, hambrientos y desterrados de sus sueos. Permaneci de pie a mi lado, con la mano inmovilizada sobre la manga de tweed, con aquella mata de pelo exuberante en la que de nuevo sent deseos de hundir la cabeza. A fin de cuentas, a pesar de mi sbita marcha atrs ante su tal vez burlona respuesta, haba sido yo quien haba hecho el primer movimiento, quien se haba insinuado. Ahora escuchbamos los dos juntos, casi tranquilos, esperando la voz de la culpa, como nuestros primeros padres, unidos por el pecado en la sombra de su frondosa cueva. Esa chiquilla acabar conmigo confi Verna a mi solapa. Yo la traje al mundo de los blancos y soy la nica culpable. Dnde est su padre? Quin lo sabe? Se larg. Aunque no fue as exactamente. Convinimos en que sera lo ms conveniente, que yo sola me desenvolvera mejor entre los blancos. Sin embargo, vives aqu, en un barrio que es casi negro. Irgui vivamente la cabeza. Bueno, Nunc, tal vez es que me gusta la juerga. Ellos se meten conmigo. Lstima que t no quieras hacerlo. He dicho yo eso? Claro que s. Bastaba ver tu cara cuando te ense las tetas. Era imposible seguir prescindiendo de la nia. Su llantina se haba convertido en alaridos. Verna descorri la cortina marrn y fue a buscar a Paula a la otra habitacin. Los cabellos de la nia estaban erizados en hmedos mechones sobre la cara irritada y arrugada por el sueo. Verna, tal vez con irona, llevada d su enojo, la estrechaba contra su cuerpo, como para hacer de las dos una sola criatura, apretando la mejilla contra la de su hija. Me choc ver que sus cabezas tenan casi el mismo tamao, siendo ellas tan diferentes en estatura, en peso y en color. Los ojos de Paula, hinchados por el sueo, parecan tambin sesgados y sin pestaas. Lo ves, Nunc? Madre e hija. Estupendo dije. La nia alarg la mano, con sus deditos de yemas plidas, pero en vez de preguntar Da?, hoy me design con otra palabra: Hombre pronunci con voz cmicamente grave. Hombre blanco complet su madre. Hombre blanco que se va. Debo hacerlo dije.
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Mi deseo de huir de all tropez, como en un movimiento reflejo, con un aspecto de la otra vez que nos habamos despedido. Cmo andas de dinero? pregunt a Verna. Pero no hemos hecho nada, Nunc. No puedo cobrarte. Sin jodienda, no hay dinero. Me qued confuso, un poco indignado de que hablase de aquella manera con su hija en brazos. La piel de su pecho, sobre el breve sujetador, pareca resplandecer de luz. Desde luego, aquella piel deba parecer amenazadora a su hija: piel de madre. Ests estableciendo una falsa relacin dije, como si estuviese hablando a una alumna, mientras hurgaba en mi cartera para hacerle otro prstamo. Conozco mis derechos dijo ella, imitando mi tono, como haran los estudiantes aplicados. Ser un pago por adelantado. Las chicas como yo no solemos cobrar por adelantado. Tom los tres billetes de veinte dlares. Esta cantidad me pareci mezquina, ya que parecamos estar progresando, por lo que aad un cuarto billete. Ahora los Bancos pagan automticamente en billetes de a veinte; los de diez siguen el camino de los peniques. Adis, hombre recit Paula, con sus oscuros ojos azules rebosantes de solemne sensacin animal. Repasa esa antologa aconsej, mientras me pona mis dos chaquetas. Trata de encontrar algn tema que te guste. Lo de La suerte de Roaring Camp era una broma. Lee Hemingway o algo de James Baldwin. Tal vez te traer una gramtica la prxima vez. Sabes lo que es un predicado? Y un participio? Verna hizo saltar a la nia sobre su cadera y, en consecuencia, saltaron tambin sus senos. Al carajo la prxima vez, Nunc. No habr prxima vez. No s exactamente cul es tu sucio juego; pero no quiero enredarme en l. No te molestes en volver, porque no te dejaremos entrar. Verdad, Poopsie? 1. Sacudi a la nia y puso los ojos bizcos a tres centmetros de su cara. Paula se ech a rer, surgiendo de muy hondo su babosa risa infantil. Sospech que esta cmica apelacin a la nia era para disimular su descuido al emplear el plural. No te dejaremos entrar. Sin duda haba sombras detrs de Verna, multitud de sombras. No seas tonta le dije. Puedo serte til. T necesitas un ttulo de instituto y una vida mejor. Te ayudar a empezar. Quieres vivir en un barrio de casas baratas todo el resto de tu vida? Su semblante se haba puesto rgido, a la manera de los nios, para quienes la ira y el pnico son una sola emocin. No s de qu me iba a servir aprobar un estpido examen. En caso de que me hiciera falta, lo aprobara yo sola. Si vuelves a venir aqu, llamar a mi madre y ella har que la Polica venga a buscarte. Tuve que sonrer al or esto. Toda su indignacin y su rechazo eran como un baile, el baile de los atrapados. Fue Ortega y Gasset quien dijo que, cuando un hombre se ha ganado la atencin de una mujer, todo lo que haga, todo en absoluto, para mantener esta atencin, favorece su causa? A m me pareca que hoy haba progresado. Despus de cerrar la puerta, me entretuve lo bastante para or que Verna deca a la pequea Paula, con voz tranquila: Apestas, sabes? Realmente apestas. Mi principal preocupacin, mientras bajaba la resonante escalera de metal, era cmo liberar a Verna de la chiquilla para poder gozar sin obstculos de su cuerpo en aquel clido apartamento, deliciosamente destartalado, en la habitacin situada detrs de la cortina marrn, que nunca haba
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visto; pero poda imaginarme: una cuna de segunda mano, un colchn o un jergn en el suelo para la madre, un tocador barato de madera de pino pintada de algn horrible color infantil como el lila o el salmn, y las tristes paredes animadas con carteles de rock y algunas de las mediocres y esmeradas acuarelas de Verna de los rincones de su jaula. Al salir al brumoso y fro crepsculo decembrino, se me ocurri la solucin: el centro de asistencia diurna de Esther. Su razn de existir era precisamente facilitar esta clase de libertad. Mi Audi estaba indemne junto al bordillo, aunque el chiquillo que se haba erigido en su guardin brillaba por su ausencia. Varias mujeres negras, llevando esos abrigos largos, acolchados y de color de uva que se ha convertido en uniforme de invierno en la ciudad, estaban sentadas en bancos mientras sus pequeos utilizaban las diversiones mnimas del campo de juego, a prueba de destrozos, sus cubos de cemento y sus neumticos de caucho. Todava no era la hora en que sola yo volver de la Escuela de Teologa (si Esther me preguntaba por qu me haba llevado el coche, le dira que haba vuelto a casa para almorzar, que com un poco de su quiche, recog un libro que necesitaba para una conferencia sobre los Padres de Capadocia, y despus tom el coche para ganar tiempo, y tambin porque haba dejado el chaquetn de piel de cordero en mi despacho y descubierto que la temperatura ambiente haba descendido), por lo que pens en dar un rodeo y pasar por la serrera de Dale, con el fin de satisfacer mi morbosa curiosidad y borrar la pulstil imagen mental de Verna al quitarse el jersey blanco en una explosin de piel sedosa, de hombros y de rizos revueltos decolorados en parte y con olor a champ. La direccin nica de Prospect era la que ahora me convena. Rod por ella, dejando atrs las casas medio abandonadas y el imponente ginkgo, que haba perdido todas sus hojas. Dos manzanas bulevar arriba, haba dicho ella, y despus a la izquierda junto a la va frrea. En efecto, all haba una calle, desprovista de casas, que conduca a un limbo industrial, tal vez superviviente de una era en que este sector estaba en el borde de la ciudad, un nido de talleres engullidos y aislados ms tarde, una infinidad de cobertizos herrumbrosos y almacenes, de fbricas cuyos nombres pintados haban dejado sombras de letras sobre los ladrillos, en el estilo recargado del siglo pasado; vastos refugios que desde haca tiempo se haban apartado de su primitivo objeto industrial, y haban sido arrendados y revendidos, divididos en fragmentos de suelo utilizable, cayendo cada vez ms bajo en la corrompida escala del capitalismo. Un antiguo almacn de carbn se conservaba aqu, con compartimientos cubiertos donde brillaban los trozos de carbn clasificados segn su tamao, y tambin persista una empresa de arena y gravilla, que haba llegado a crear sus propias montaas grises en miniatura, que haba movido montaas, no con la fe, sino con un alto y bamboleante tranva de cubos triangulares sobre ruedas. Se desvaneci el asfalto debajo del Audi y la calle se convirti en una cadena de charcos y de tierra saturada de petrleo, cenizas y yeso, con envases aplastados y grandes matas de los hierbajos ms speros y secos del mundo. Sin embargo, aquella calle, que ms que calle era un sendero negro, segua adelante y se acercaba a la parte posterior del terreno vallado de una serrera, cuya parte delantera daba a una calle menos informal, con faroles y puestos de gasolina, aunque sin peatones visibles. GROVE, proclamaba un modesto rtulo de color naranja, apenas legible, pues era ya casi de noche. Se haban encendido las lmparas elctricas en la oficina y en los altos cobertizos, de techo de hierro ondulado, que albergaban los montones de madera. Pas por una abertura de la alambrada y aparqu el coche lejos de la iluminada oficina. Me ape y camin a la luz del crepsculo, que era lo bastante fro para hacer que me alegrase de llevar mi chaquetn de piel de cordero. Olores de pino, de abeto, de pcea: cadveres frescos y resinosos, enviados desde el Norte y amontonados en sus falanges horizontales de dos por cuatro,
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cuatro por cuatro, cuatro por seis, algunos de ellos ms nudosos que los otros, como ocurre con los libros y las vidas, pero casi ninguno sin nudos, sin esas oscuras manchas oblongas resinosas que no paran de llorar por mucho que se pinte y se repinte y se barnice. Percib un dbil y sagrado olor a cedro, de tablas y tablillas atadas con flejes de acero, y o el ruido lejano de hombres que manejaban madera y hablaban entre ellos desde lejos al tocar a su fin la fatigosa jornada. Tem que Dale pudiese estar de servicio. Sobre los cobertizos de Grove y sus destartalados vecinos, algunos de los edificios de Ciencias de la Universidad, entre ellos aquel nuevo monstruo, aquel bunker de hormign de nueve plantas llamado el Cubo, se alzaban sorprendentemente cerca, como grandes bestias con ojos de Argos que, por algn capricho de la geografa de la ciudad, haban podido acercarse, prestos a saltar sobre sus presas. Una bombilla sin pantalla brillaba dbilmente en un pequeo departamento lejano. La hoja de una sierra circular resplandeca debajo de una instalacin de gigantescas correas, y los destellos de sus dientes eran tan regulares como el tictac de un reloj atmico. El serrn, con su aroma virginal, se infiltraba en el aire negro y cristalino, y una multitud de sombras rectas, proyectadas transversalmente desde el entramado de los montones de madera, sugeran una silenciosa cada de rboles en diagonal. No temas. Me senta rodeado de paz, de una fragante benignidad. Sin embargo, volva a mi coche, con prisa de delincuente, cuando la sombra de un hombre se acerc a m y me pregunt en qu poda servirme.
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CAPTULO III
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Quem enim naturae usum, quem mundi fructum, quem elementorum saporem non per carnem anima depascitur? Pues qu uso de la Naturaleza, qu disfrute del mundo, qu sabor de los elementos no es consumido por el alma per carnem, por imperativo de la carne? Tertuliano escribi estas palabras en De resurrectione carnis alrededor del ao 208, mucho despus de haber pasado de la ortodoxia al montanismo. Sin embargo, yo no poda descubrir nada heterodoxo en su ardiente exposicin. Antes al contrario, la resurreccin de la carne es la ms enftica e intrnseca de las doctrinas ortodoxas, aunque la ms difcil de creer en nuestra actual decadencia de la fe. Pero de qu modo tan incontrovertible y con qu elocuencia desarrolla Tertuliano su argumento de que la carne no puede ser eliminada por el alma! Quidni?, pregunta: cmo no, cmo podra ser de otra manera? Per quam omni instrumento sensuum fulciatur, visu, auditu, gustu, odoratu, contactu? Por su mediacin se sostiene todo el aparato de los sentidos: vista, odo, gusto, olfato, tacto. Despus, un argumento saussuriano bastante delicado, relacionando el poder de ejecucin, glorificado como una divina potestate con la facultad de hablar, a su vez dependiente de un rgano fsico: Per quam divina potestate respersa est, nihil non sermone perficiens, vel tache praemisso? Et sermo enim de organo carnis est. El vel tacite praemisso (literalmente, aunque expuesto solamente en silencio, es decir, indicado tcitamente por la existencia del habla, de las palabras) pareca tener un tono particularmente escrupuloso, y se me ocurri pensar que perficiens poda leerse como conceptualizacin, de modo que el misterio divino del Logos se haca descender, por medio de un andamiaje platnico de grados de identidad, a la realidad, a travs de la dependencia ltima de aquel msculo repulsivo albergado entre las membranas salivosas de la boca y los dientes cariados: la ciega, granulosa e incansable lengua. De organo carnis, ciertamente. Tambin las artes se apoyan sobre esta base resbaladiza: Artes per carnem, studia, ingenia (confirmando mi tesis) per carnem, opera, negotia, officia (debemos llevar todos los das un cuerpo a la oficina) per carnem, atque adeo totum vivere animae carnis est, ut non vivere animae nil aliud sit quam a carne divertere. Quera realmente ir tan lejos, afirmar que la vida del alma deriva totalmente de la carne, hasta el punto de que su separacin no es otra cosa que la muerte? Es decir, negarnos, oh furioso Tertuliano, incluso la ms dbil esperanza de un fantasma que toque el arpa en nuestra mquina, de una clusula etrea para escapar a este terrible y coercitivo contrato con los globos oculares, los pelos de la nariz, los huesos del odo y las clulas grises comestibles del cerebro, un contrato que, a fin de cuentas, no firmamos nunca y que nuestro ubicuo agente Dan N. (abreviacin de Padre de Nadie) Amino suscribi por nosotros sin consultarnos? Ay! Nosotros queremos rescindir el contrato. Pero nuestro abogado cartagins, llevado por su loca fe, sigue adelante, con creciente celo, comprometindose l mismo y comprometindonos a nosotros a un milagro imposible: Porro si universa per carnem subiacent animae, carni quoque subiacent. Pues si todas las cosas estn sujetas al alma per carnem, a travs de la carne, tambin estn sujetas a la carne. Nos une, alma y
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carne, todava con ms fuerza, hacia una revocacin por algn sonriente tribunal. Pero el suspense es vivo, Per quod utaris, cum eo utaris necesse est. Esa compresin del viejo latn: eslabones de hierro forjado; parafrasear es debilitar la cadena. Lo que usas, es necesario que lo uses: aqu, utor debe tener, como fruor ms arriba, el sentido de disfrutar; nuestro pobre cuerpo, usado para nuestro disfrute (se sobrentiende del alma: a fin de cuentas, advirtase bien, somos anima y no caro), participa necesariamente de este disfrute. Querida Carne: ven a la fiesta. Firmado, tu compaera, el Alma. Ita caro, dum ministra et famula animae deputatur, consors et cohaeres invenutur. De modo que la carne, hasta ahora considerada como ayudante y servidora del alma, resulta ser su consorte y coheredera. Si temporalium, cur non et aeternorum? Si temporalmente, por qu no eternamente? Por qu no? La idea de todos nuestros plidos y rancios cuerpos empujndose a perpetuidad en algn eterno vestuario de un Cielo me repugnaba. Sin embargo, ms all de su deprimente mecnica, la vaga idea general de nuestra supervivencia eterna, tal como somos, con pies de atleta y todo lo dems, anima el corazn. No se pueden negar la lgica, el fervor y la acertada comprensin de nuestra situacin por los antiguos fanticos. Hay que recordar que siempre tena a Marcin en su mente, a Marcin, que crea que Cristo haba sido un fantasma, una especie de olgrafo, sobre la Tierra, y que ningn Dios digno de adoracin poda haberse ensuciado las manos con la creacin de esta cinaga vil de excrementos y semen. Al considerar ridcula y deprimente la preponderancia dada por Tertuliano a la duracin eterna sobre nuestra pobre y efmera carne, me puse de parte de los herejes y paganos (ethnicus) cuyas plausibles objeciones haba l esbozado anteriormente: An aliud prius vel magis audias tam ab haeretico quam eb ethnico? et non protinus et non ubique convicium carnis, in originem, in materiam, in casum, in omnem exitum eius, immundae a primordio ex faccibus terrae, immundioris deiceps ex seminis sui limo, frivolae, infirmae, criminosae, onerosae, molestae, et post totum ignobilitatis elogium caducae in originem terram et cadaveris nomen, et de isto quoque nomine periturae in nullum inde iam nomen, in omnis iam vocabuli mortem. Es decir, son los paganos y no los cristianos (como pretenderan los atildados hedonistas, Nern y los que le sucedieron en sus mofas) los que vociferan contra la carne, su origen, su sustancia, su causalidad, su fin, los que la acusan de ser sucia desde su primera formacin con las heces de la Tierra y, despus, an ms sucia que el limo del semen; de ser mezquina (frvola en su sentido etimolgico de falta de peso), enfermiza, culpable (ms que criminal, objeto de acusaciones, de calumnias), onerosa, molesta. Y despus (segn el ethnicus), cayendo dentro de su tierra original y en el nombre de cadver, nombre que ciertamente se ha de extinguir en ningn nombre, en la muerte de toda designacin. Qu terrible y cun verdadero! Tertuliano, como Barth, tom posicin en el nico terreno en que poda hacerlo: la carne es el hombre. Todo en l es carne, y por naturaleza debe perecer, escribi rotundamente Barth, en su agradable Die christliche Lehre nach dem Heilderberger Katechismus. Cansado de traducir, cerr los ojos. Me imagin un falo blanco: tenso, puro, surcado de plidas venas azules y de otras ms oscuras y finas, con una cabeza rosa-malva, como la de una seta sobre su hinchado tallo, casi tan grueso como ella misma, con slo el pequeo relieve o borde redondeado, la corona glandis, sobresaliendo de la tensa y azulada semiepidermis donde estaba antao el prepucio pagano, y una gota de nctar transparente en la pequea rendija abierta de un ojo en la aterciopelada y dilatada punta. La cara solcita y absorta de Esther desciende, grande como en una pelcula de movimiento retardado, para beber el amargo nctar, y despus desliza los labios por la verga, una y otra vez, ms all del corpus spongiosum hasta los magnficos corpora cavernosa en su vaina de tejido fibroso y membrana sedea, con sus espacios aureolares inundados y rgidos por la lujuria; y muestra en su experta accin una ternura
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calculada, evitando el roce de sus dientes, cuidado por una parte y confianza por otra, surgidos per carnem, y haciendo su vida saliva que reluzca el falo de Dale bajo la luz del tico. Porque, desde luego, han subido a la habitacin de la tercera planta, a su estudio raras veces utilizado, el lugar ms seguro, ms lejano, por si acaso el terrible y estruendoso timbre de la puerta interrumpe su xtasis; y un lugar alejado tambin de los dormitorios de nuestra segunda planta, donde estn el fantasma de su marido, su ropa, sus zapatos, su locin para despus del afeitado, el olor de su pipa, su Kirchliche Dogmatik III en rstica sobre la mesita de noche, y el de su hijo, carne de su carne, con su dormitorio de adolescente hecho un caos de viejos papeles de sus deberes de colegial, de modelos de naves espaciales, ropa interior y nmeros arrugados de Playboy y de Club. Pinturas de Esther, grandes, chocantes, angulosas, grumosas, infinitamente ms estudiadas y sofisticadas que las tmidas y minuciosas acuarelas hechas ptalo a ptalo por Verna, rodean a los amantes como un bosque moteado, como manchas de camuflaje ocultndolos a los ojos del cielo, aunque desde las ventanas de la tercera planta pueden tener una amplia visin del mundo: los tejados de las casas vecinas, los exiguos jardines traseros y, en esta estacin sin hojas, el centelleante y lejano corazn de la ciudad. Ms all de los majestuosos rascacielos, los aviones descendiendo hacia el aeropuerto construido en lo que antao eran marismas. Este ao el mes de enero haba sido de un fro montono, tan intenso que el desfile inaugural fue suspendido en Washington. Esther tiene all una estufa elctrica y un viejo y manchado colchn sacado de un rincn polvoriento del fondo del desvn, adems de sus caballetes y sus telas; varias lmparas de pie rotas y una poltrona de terciopelo descolorido que no vale la pena tapizar de nuevo. Estos trastos han sido transformados en el mobiliario de una habitacin ms acogedora que cualquiera de las de abajo. El tubo anaranjado y brillante de la estufa, con su pantalla parablica reflectante, proyecta un fuerte y rido calor sobre sus pieles desnudas, y los plidos cuerpos reflejados nadan en el metal pulido junto con la resplandeciente espiral. El fro ambiente del tico es incapaz de mitigar el ardor de su sangre. Antes al contrario, como el peligro, como el pecado, le da nueva fuerza. Dale y ella han copulado ya una vez esta tarde en el sucio colchn. Estn sentados sobre l, de cara, con las piernas cruzadas al estilo yoga, bebiendo vino blanco de unos vasos de plstico flexible. Entonces, la complaciente zorra, como dicen las novelas porno, toma nota de su nueva ereccin y deja a un lado el vino para acercar los labios a aquella cosa dura y suave que es al mismo tiempo un tcito homenaje para ella. Le gusta portarse como una mujerzuela con este muchacho. l est agradecido y asombrado, y jams pensara en emplearlo contra ella, en convertir un regalo en una exigencia, y despus en un agravio, a la manera de su sombro y ceudo marido. Adems, ella tiene treinta y ocho aos y no podr seguir disponiendo para siempre de su femineidad. Per quod utaris, cum eo utaris necesse est. El tiempo de la necesidad ha llegado para ella. Este joven alto y huesudo, de piel brillante e impresionante falo, le ha sido, en cierto modo, entregado. Se recrea con su carne hasta que le duelen las mandbulas. En una pausa, jadeando y enjugndose los labios, murmura. Tan grande... Demasiado grande para mi boca. En realidad, no tanto dice lnguidamente Dale, con una voz tambin enronquecida por la concupiscencia. Su voz satisfecha y relajada expresa que tiene derecho a esta adoracin. Ha dejado el vaso de vino a un lado y se ha echado atrs sobre los brazos tensos, en la posicin ms adecuada. Sus ojos azules parecen deslumbrados como un cielo de verano. Brota un olor de su miembro, mezclado con el de la saliva de ella. Esther quiere continuar un poco ms. Se inclina de nuevo, echando atrs los desgreados cabellos, sus rojizos y revueltos mechones. Dale grue y dice:
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Ser mejor que no hagas eso. Por qu no? Al levantar ella la cabeza para hacer esta pregunta, sus ojos se ven muy verdes. Su boca despintada parece magullada. Una mano de largas uas aguanta su peso sobre el colchn; la otra se mantiene junto a los cabellos, para evitar que caigan de nuevo hacia delante. Sus pequeos senos penden cnicos y blancos, salvo las abultadas puntas del color del barro. Podra eyacular. Bueno... Hazlo. Sonre al pensarlo. Su prominente labio superior parece hinchado. Hazlo repite. En tu dulce boca? Te divertira? Y la idea de que pudiese divertirle a l, le divierte a ella. En tu linda cara? Apenas puede pronunciar estas palabras, tanto le excitan la idea, la imagen, las palabras. Et sermo enim de organo carnis est. Ahora la voz de Esther, por lo general tan clara y bien modulada, suena como si tuviese la garganta hinchada y cerrada. Lo adoro, Dale. Adoro tu falo. Te adoro. Las palabras salen de sus labios como vacilantes mariposas. Has sido tan feliz alguna vez? le pregunta ella. Te duele la cabeza? Esther re en voz baja, pasando la lengua por el glande. Lo eres t? Siento un latido violento, como si tuviese demasiada sangre en las venas. Qu es lo que te ha excitado tanto? Sus frases brotan juguetonas entre lengetazos; pero con ese tono gutural, maternalmente ronco, de mujer cabal que sabe que es una de sus armas para dominarlo, uno de los ensalmos que le permiten hacer lo que quiera con l, moldearlo como si fuese de arcilla blanca. El vello del pubis, cuando acerca la nariz l, le huele a cedro. Y me lo preguntas? dice l con voz dbil, como un chiquillo que ha sido obligado a luchar y pide clemencia. Est cerca del orgasmo. En la raz de su miembro, la crura, se produce aquel impulso de la prstata que, en hombres mayores, hace que el contrado y viejo ano duela despus del coito. Quiero decir antes concreta ella, a travs de la nube de sus cabellos. Cuando estbamos sentados all, hablando y bebiendo vino. T dice Dale. La manera en que estabas sentada all, en la posicin del loto, con las piernas naturalmente separadas y tu lindo vello jadea all, hmedo, suave y revuelto y el sexo sonrosado asomando a travs de l. Estas palabras hacen que el impulso se haga irresistible desde el interior. Oh! Dice oh! queriendo nombrarla, darle un nombre. Esther suena demasiado a propiedad ajena, y Mrs. Lambert es en exceso formal. Para l, ella no tiene nombre, es simplemente aquella Otra que se nos enfrenta, aquella pared elstica que recibe nuestros golpes, el yin de nuestro yang, el pozo de nuestro pndulo, la mujer del hombre que llevamos dentro. Est a punto de eyacular. Ella contempla el pequeo ojo oscuro, el meatus urinarius, y con grave solicitud da un tirn hacia abajo a la base del hinchado falo con su mano envolvente (qu
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pequea y frgil e incluso arrugada, piensa ella, parece su mano de largas uas alrededor de la base de aquella indefensa columna de alabastro) y cuando aparece el primer glbulo, como en movimiento retardado en una pelcula pornogrfica, siente necesidad de hacerlo suyo, de tener en su interior toda aquella sorprendente y pura blancura. Con furiosa agilidad, se incorpora sobre las rodillas y se echa encima de l, de manera que el confuso sensus del hombre la percibe como una bamboleante y ardiente giganta, y sin soltar la estremecida raz, centra rpidamente la vulva sobre el pene y se empala ella misma hasta el lmite, de manera que siente como un chorro de luz que sube hasta su corazn, el corazn de mi infiel Esther. Al percibir el clmax, que va menguando muy despacio, le rodea la cabeza con los brazos, con esa desesperada energa de la juventud, y frota la cresta de su os pubis contra la de l y, mientras, el corazn de Dale late como si fuese a reventarle las venas. Experimenta su propio clmax, lo posee, lo envuelve en su anima, gimiendo y despus gritando, a su manera dbilmente teatral, pero bien intencionada, de modo que si hubiese alguien en la casa, incluso en el stano, digamos un ladrn drogadicto haitiano de alguna otra parte de la ciudad, tendra por fuerza que orla. Incluso Sue Kriegman, su vecina, que estaba hojeando un libro de sus hijos (un ttulo tentador: Scott y Jenny huyen a Wyoming) hubiese odo el orgulloso grito de alegra de Esther, de no ser por las ventanas hermticas con doble cristal que Myron ha instalado previsoramente en todas partes, para resguardarse del pertinaz fro de enero. Entonces, nuestra casa envuelve en su silencio a los amantes. Slo se oye el apagado silbido del vapor en los radiadores, el reloj Waterbury de ocho das del tatarabuelo de Esther tocando los cuartos de hora con su estridente campanilla, un crujido de la madera, un golpe casi inaudible que suena como una pisada. Al igual que el mal volviendo de un largo reflujo, la culpa inunda el silencio; la casa vaca se llena de la fantasmal presencia de la culpa. Frivolae, infirmae, criminosae, onerosae, malestae... Esther lo siente y tuerce la boca con impaciencia, como espantando una mosca zumbadora. Se desprende. Hilos lechosos de semen unen sus enfrentadas partes pudenda (plural de pudendum, aquello de lo que uno debera avergonzarse, forma gramaticalmente neutra pero cuyo sentido ha sido patriarcalmente atribuido a slo los rganos genitales femeninos), como tenues cordones umbilicales. Immundioris deinceps ex seminis sui limo. En otro pasaje del mismo captulo, Tertuliano hace que el burln hereje o pagano que lleva dentro pregunte lgicamente acerca de nuestros cuerpos en la otra vida: Rursusme omnia necessaria illi, et inprimis pabula atque potacula, et pulmonibus natandum, et intestinis aestuandum, et pudendis non pudendum, et omnibus membris laborandum?1 Pudendis non pudendum: el estilo no puede ser ms salvaje y menos traducible. Ella siente la culpa en el aire, en las fantasmagricas perturbaciones del casern que se extiende debajo de su colchn manchado de semen, como manifestacin de mi persona. La ira que durante largo tiempo ha acumulado contra m, su tedio, la lleva a rechazar aquella sensacin y a regocijarse, ahora ms deliberadamente, en el bien configurado cuerpo plido de su torpe y joven amante. Le besa en los labios (clidos y hmedos; blandos y suaves) y despus le mira a los ojos, haciendo que l le devuelva la mirada, sabiendo que los de ella tienen un verde ms rico y ms tierno despus del orgasmo. Quisiera que mi cara fuese bonita le dice, recordndole su observacin apasionada. La tuve antao; pero ahora est seca y amargada, y llena de pequeas arrugas. Yo no las veo.
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Tendr de nuevo all todo lo que necesita, especialmente comida y bebida, llenar los pulmones, mover los intestinos, no avergonzarse de los rganos vergonzosos y de las funciones de todos los miembros? 96
Y si las vieses? Te amara igual. Es la respuesta obligada. Qu otra cosa puedes decir?comenta ella con cierta sequedad. Perdona que no te dejase eyacular en mi boca. Pero tena que hacerte mo... y su tono, al enfriarse su sangre, vuelve a ser el de la esposa de un profesor, corts y superior aqui abajo termina, entornando los prpados. La prxima vez, te lo prometo. Aunque es una promesa deliciosa, formulada con la fuerza y la generosidad de un corazn femenino que se entrega, la mencin de la prxima vez les recuerda la hora (ha dado el reloj Waterbury las cuatro y cuarto o las cuatro y tres cuartos? Richie vuelve un poco despus de las cinco para su leccin sobre las tortuosas bases) y a l le recuerda su actual compromiso, fraguado en las semanas transcurridas desde la Navidad, de hacerle el amor, de traicionarme en mi propia casa con el cuerpo de mi legtima esposa, no de un modo impulsivo, en un arrebato de mutuo deseo, sino mecnicamente, segn lo programado, desde las tres en adelante, los martes y los jueves, y prolongndose en un futuro cuyo nico horizonte es su inconcebible e insoportable despedida. Deberamos encontrarnos fuera de esta casa dice l. Esther abre mucho los ojos. Por qu? Estamos absolutamente seguros. Rog no sale nunca de su precioso despacho antes de las cinco y media, y aunque lo hiciese, podras quedarte aqu arriba hasta que se marchase de nuevo. Yo me encargara de echarlo. Pero parece, no s, parece mal se atreve a decir Dale. Como irrumpir en una propiedad ajena. Todas tus bellas cosas, todas tus habitaciones. Tengo la impresin de que, de algn modo, l nos est observando. S, a l todas nuestras cosas deben parecerle bonitas, incluso lujosas: nuestras pocas pero magnficas antigedades, que fueron de los antepasados de Connecticut de la madre de Esther; las alfombras, el sof rojo y la mesa de cristal; la mesa y las sillas de caoba del comedor, de aquel estilo dans moderno que todava se hallaba de moda cuando estbamos recin casados, y la habitacin de Richie, llena de juegos y aparatos electrnicos rpidamente destrozados. Cuando sube la escalera detrs del bien formado trasero de Esther, debe tener la impresin de que est rodeado de montones de dinero. En realidad, nuestra casa, comparada con la de los Kriegman o la de los Ellicott, es pobre y est mal amueblada. Yo tengo una habitacin dice l. Quiero decir que mi compaero casi nunca est all. Por la tarde estudia en la biblioteca tcnica y por la noche trabaja aparcando coches en un cine al aire libre. Pero, querido, cmo es la casa? Bueno, ya sabes dice en un tono que da la sensacin de que ella hubiese estado ya all personalmente y no slo en sus fantasas masturbatorias, o como si todas las esposas de los profesores estuviesen enteradas del modo de vivir de los estudiantes. Uno de esos viejos edificios de tres plantas, divididos en estudios. Lleno de jvenes alborotadores concluye ella. Desea fumar un cigarrillo; pero sabe que, si baja a su dormitorio a buscarlo, significar el final de la aventura del da, tendr que empezar a vestirse, a arreglar las cosas y a adoptar expresiones serias, adecuadas para recibir a Richie a su regreso del colegio. Lo que desea es permanecer en su desnudez natural, seguir contemplando su propia imagen reflejada por el espejo de la carne de este joven y gustando el sabor salado de ella misma que l pone en su boca.
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Me lo imagino contina. Todos debis or la msica de rock de otras habitaciones a travs de las paredes y abriros paso entre una multitud de viejas bicicletas en el vestbulo. l asiente con la cabeza, pensando con tristeza que estn agotando el aliento, cuando lo que l quisiera hacer, despus de otro vaso de vino, sera acercarse a ella en sentido opuesto, enterrando la cara entre sus piernas e invirtiendo su conjuncin, aprovechando su amable ofrecimiento, aunque el pobre sexo se retorciese y boquease como un pez enganchado en el anzuelo. Inprimis pabula atque potacula. Esta mujer mayor es para l un campo sensual en el que su encarnacin tiene al fin espacio para correr y rondar hasta el lmite. Ella le brinda incluso, en su fantstica complacencia (nacida de aos de sumisin desesperada), la posibilidad de que l sea cruel. Esta posibilidad se halla en sus manos, como unas riendas tirantes y ardientes cuando hacen el amor. Cuando el amor termina, la posibilidad desaparece. Me sentira ridcula dice ella, con la voz pausada y superior que emplea en sociedad, sentada casualmente y con las piernas cruzadas sobre el manchado colchn a rayas azules si entrase en una casa como sta. Qu podra ir a hacer all, con mi trajecito de lana y mis zapatos Gucci, salvo el amor? Cuando una mujer tiene sus primeros cabellos grises, querido Dale, hay sitios a los que sencillamente no puede ir. Ser mujer es ser esclava. Slo haba pensado dice l, confuso por el rechazo de su proposicin que la guardera donde trabajas no est muy lejos de mi barrio. Los das que no tomo el autobs, aparco en una calle determinada, siempre delante de la misma casa, si puedo hacerlo, y camino por la acera sin mirar a derecha ni a izquierda. Es lo nico que se me permite. Si aparcase en la manzana siguiente, me vera en apuros. Ella se pone en pie y, al hacerlo, se alza carnal delante de l, de manera que Dale recuerda el momento en que se abalanz de rodillas sobre l, como una giganta predadora, pareciendo grandes sus pequeos senos y enormes las compactas caderas, separadas por el deseo como un mundo que se dividiese. A propsito, me parece magnfico que quites a Paula de las manos de Verna durante unas horas. Es una nia muy dulce. Comprendo que la relacin entre su madre y ella sea tensa. No es Verna dulce? No, au contraire. Es dura. Egosta. Como contraste, parece oponer su propia, suave, caprichosamente liberal, completamente vulnerable y desnuda persona. Ha aprobado ya la Gramtica Inglesa y partes de la Literatura en sus pruebas de equivalencia, y ahora le estoy ayudando en las Matemticas. No se te ha ocurrido pensar, querido, que Verna se aprovecha de la gente? l reflexiona un momento acerca de ello, gozando con la amistosa visin de Esther mientras se enjuga las piernas con Kleenex y se pone despus las breves bragas de blonda. Todava no hace dos horas que, al volver a casa, a toda prisa, desde el centro asistencial, se las puso pensando en l, despus de tomar una rpida ducha y empolvarse las ingles. Haba pensado colocarse el diafragma; pero dadas su prisa y su edad, haba resuelto no preocuparse y correr el riesgo. Immundioris deinceps ex seminis sui limo. Dale mira a su alrededor buscando en el suelo del desvn sus calzoncillos, unos Jockeys de muchacho, mientras le pregunta: No estamos nosotros aqu para lo mismo? Para aprovecharnos el uno del otro? No es esto lo que t y yo hemos estado haciendo?
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Esther se siente ligeramente lastimada, como me he sentido yo en otras ocasiones, por esta inesperada frialdad de Dale, por un aplomo que parece surgir de ms all de su manifestacin mundana de inadaptado sin un penique, de perpetuo estudiante graduado. l percibe reproche en su silencio y prosigue en tono de disculpa: Esto es lo que hace que me sienta culpable ante tu marido. Estoy abusando de l. Me ayuda a conseguir mi subvencin, y estoy aqu con... Su ademn va ms all de su cuerpo casi desnudo para abarcar todo el desvn, toda la casa, el hecho de su entre en unas vidas ajenas. La vieja esposa infiel termina por l Esther. Tal vez l se est aprovechando de ti. Cmo? De qu modo podra hacerlo? No lo s. Rog es extrao. Debi no haber abandonado nunca el sacerdocio; aunque entonces pens que yo le estaba rescatando. Necesita manipular a la gente, y esto es lo que la gente le peda cuando tena una iglesia. En todo caso, querido Dale, no debes sentirte culpable por su causa. ste es mi territorio, y yo no me arrepiento. Por qu? Ella recoge del suelo otra prenda interior festoneada de blonda y se alza de hombros. Es un tirano. Los maridos tienen tendencia a serlo. Y esto lleva a sus esposas a una guerra constante de liberacin. Percibiendo que el deseo de l se reanima al verla con tan poca ropa, observando incluso pruebas fsicas de ello en el largo y plido cuerpo juvenil que yace lnguidamente sobre el msero colchn, frunce los labios y dice: Quiero que slo te sientas culpable respecto a m. Dale est fascinado por su, al parecer, frgil torpeza, sus codos puntiagudos, el empeo reflejado en su semblante de encontrar los corchetes adecuados al ponerse el sostn. Introduce en el sujetador un pliegue del pecho pellizcado por la cinta elstica y se yergue, mirando a su alrededor como apercibindose a la lucha. l pregunta: Por qu? Esther hace un mohn. Porque me has dicho que soy muy buena en la cama. Rursus, sigue diciendo acongojado Tertuliano, ulcera et vulnera et febris et podagra et mors reoptanda? En nuestra otra vida corporal, tendremos tambin lceras, heridas, fiebre, gota y deseo de morir? El renovado deseo de la muerte, dando al re su curiosa y desgarradora fuerza. Sin embargo, por muchos reparos que quieran ponerse, viejos reparos hipotticamente herticos o paganos, queremos vivir eternamente, tal como somos, quiz con la eliminacin de algunos engorros; pero ni siquiera esto sera estrictamente necesario, si la alternativa es ser nada, motas inexistentes de deseo en el vientre sin fondo de nihil. Oh, pero lo eres, por Dios que lo eres dice Dale, llevado a la blasfemia. Cuando l entr en mi despacho pareca inquieto, con una inquietud diferente a la de aquella vez que haba estado mirando, por encima de mi cabeza, la ventana y mis estantes de libros con sus seales japonesas. En vez de la chaqueta de algodn, se haba puesto, en consideracin al fro persistente, una cazadora de color mostaza, con tantas manchas de grasa, que pareca que la hubiese usado para limpiar un fogn. Se quit el gorro de punto de lana. Se haba cortado los cabellos, de modo que sobresalan sus orejas. Cmo va la cosa? me pregunt, con una afectada animacin que no le sentaba nada bien. Yo iba a preguntarle lo mismo.
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Me refiero a la subvencin. Ha tenido alguna noticia? Me imagin que se sentaba con bastante cuidado en el silln de mltiples maderas, como si le doliesen los huesos. Su cara plida tena ahora, adems de las manchas rosadas de acn en la mandbula inferior, unas profundas ojeras, esas sombras moradas que, segn solamos burlarnos los chicos en el Instituto, indicaban un exceso de masturbacin. Como le dije respond, Closson no se muestra indiferente. Le divierte lo raro de su proposicin, lo mismo que a m. Pero, precisamente por esta rareza, quiere someter el asunto al pleno del Comit de Subvenciones, y le gustara que usted compareciese ante ellos para hacer una exposicin oral y responder a unas cuantas preguntas. Un cansado Oh, Jess! se escap de sus labios. Sonre ante aquella seal de desaliento. Sera un pequeo juicio relativamente indoloro dije. Voy a describirle a Closson. Es un hombre de unos sesenta aos, bastante corpulento, con una curiosa cabeza cuadrada, casi como una caja de hueso, con los cabellos ralos peinados sobre el crneo partiendo de encima de la oreja yo me envaneca de mi mata de pelo gris y no simpatizaba con las conmovedoras estratagemas de los calvos y un permanente..., cmo le llamara...?, parpadeo. Naci cuquero en Indiana y estudi en Alemania recin terminada la guerra. Heidegger es su predilecto. No cree en nada que pueda ponerse por escrito; pero tiene todava esa luz interior, propia de los cuqueros, que le infunde cierta santidad. A las personas como yo, las considera una especie de paleontlogos; y el perodo de los Padres de la Iglesia como de absoluta oscuridad, igual que una batalla de dinosaurios. Closson mostr una curiosidad especial por lo que va usted a llegar de propia cosecha a los puntos cientficos a que alude, y que yo le he descrito lo mejor que he podido. Qu tiene que ver con esto el ordenador?, me pregunt. Es el medio dijo Dale de agruparlo todo, de hacer el modelo universal que podamos, no s cmo, estudiar a fondo. Tambin arroja alguna nueva luz sobre viejas cuestiones, como el problema cuerpo-mente. Ah! exclam. El cuerpo-mente. Sus manos empezaron a trazar en el aire circuitos y conexiones. Nuestra conciencia compartida de su ser saturado de intimidad con Esther (reluca por ello lo mismo que un pez recin sacado del mar, con el agua salada y su propia baba) se agitaba en el fondo de nuestras mentes, de la misma manera que el virus de la herpes se oculta en la base de la espina dorsal. Existe la impresin general dijo de que todo est resuelto, de que con la psicofarmacologa, la cada vez ms perfeccionada anatomizacin del cerebro, la comprensin qumica de la sinapsis, el tendencioso jugueteo con los hemisferios cerebrales y el corpus callosum y dems; y, sobre todo, con el desarrollo de los ordenadores en los ltimos veinte aos, sabemos exactamente lo que es la mente: no es una sustancia inmaterial; es una funcin, al igual que un corte de pelo es una funcin del cabello. Ya he visto que se lo ha hecho cortar le dije. Y tambin haba advertido que Esther se haba cortado recientemente sus uas peligrosamente largas. Al cabo de un tiempo, se hace molesto me explic. Suele establecerse una analoga con software/hardware: el cerebro es el hardware y la llamada mente es el software. Pero si se toma en serio esta analoga, se vuelve directamente al dualismo, porque el software puede existir sin el hardware. O, mejor dicho, puede funcionar con una variedad de hardwares. Si un ordenador que est desarrollando un programa es destruido, no habr que reconstruirlo para que
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el programa vuelva a funcionar; podr ser introducido en un nuevo ordenador, o incluso establecer las mismas relaciones lgicas con un lpiz y una hoja de papel. Un papel de ultratumba. Una luna de papel cit, sonriendo flotando sobre un mar de cartn. l era demasiado joven para conocer la cancin. Sigui diciendo: Toda esa palabrera sobre ordenadores que piensan es, para cualquiera que est en el ajo, un terrible callejn sin salida. Puede usted conectar todos los ordenadores desde aqu hasta Palo Alto y no obtendr una autoconciencia de todos esos miles y miles de millones de bits, de todos los algoritmos y memorias almacenadas; ser lo mismo que si se tratase de obtenerla de los hilos y las clavijas de la compaa telefnica. No recibir sensacin, no conseguir emocin, no lograr voluntad, no le darn una autorreferencia. Hofstadter puede decir todo lo que quiera sobre Lazos Extraos; pero hasta que construya uno que pueda hacer que un ordenador se reprograme a s mismo o se aburra tanto dentro de su cajn que resuelva suicidarse, pertenece a la misma categora de una vida que se haga por s sola en la sopa primordial. Quiero decir la categora de la fantasa, de la fe. El materialismo es una fe, lo mismo que el atesmo; slo que es ms exigente en lo que concierne a los milagros. En vez de pedirnos que no creamos en Dios, nos pide que no creamos en nosotros mismos; nos pide que no creamos en nuestra propia conciencia, en nuestras propias emociones y sensaciones morales. Me estremec ante la amplitud y la violencia de algunos de sus ademanes. Me pregunt qu sensaciones morales experimentara l al acostarse con mi pequea Esther. Pero dgame una cosa le ped. Qu opina de los circuitos de un perro? Hay all una conciencia del yo? Cualquiera que haya tenido un perro le asegurar que hay emocin. Y ciertamente hay memoria, y no es lo que llamamos memoria lo que l tiene sobre todo? Incluso hay libre albedro. Se puede ver cmo tratan los perros de tomar una decisin, murmurando y vacilando, y sintindose despus culpables. Imagnese le dije una jerarqua de organismos que va desde la ameba, que responde a ciertos estmulos, como el calor y la luz, de modo que hay algn grado de percepcin en ella, pasando por la araa y el lagarto, la rata y la ardilla, hasta el perro, el delfn, el elefante y el chimpanc: seguramente que al final de esta secuencia llegamos a una fuerza cerebral no diferente, cualitativamente, de la nuestra, y a una personalidad, con emociones, sensaciones y todas esas cosas buenas que usted dice que un ordenador no podr tener jams. Dnde entran, en qu punto, en la complicacin de la estructura de la neurona? Qu evitar que se alcance el mismo punto al hacerse los ordenadores an ms complejos? Dale volvi hacia m su enfermizo y plido semblante. El corte de pelo haba deformado sutilmente sus proporciones, de manera que pareca expresar cierto desequilibrio moral o torsin interior. El afn de hablar haca que se formasen burbujitas en las comisuras de sus labios. Porque yo s dijo lo que hay dentro de un ordenador; slo pequeos interruptores, diminutos interruptores que hacen pasar la corriente segn ciertas pausas, de manera que resulten los clculos, todos en trminos de ceros o unos, altos o bajos, calientes o fros, llenos o vacos, lo que sea. La velocidad es fantstica pero el suceso bsico es absolutamente simple, y por muchos miles de millones de conexiones que se realicen, en el fondo all no hay nada, espiritualmente hablando. Cmo podra haberlo? Me di cuenta de que lo haba llevado a un terreno en el que se senta inseguro. Encend mi pipa. El humo de las primeras bocanadas form como esculturas de piedra azulada en el rayo de sol; aunque el fro haba sido incesante aquel mes, el sol era fuerte todos los das y brillaba ahora a nuestra espalda. Pero, no podran nuestros cerebros parecer exactamente iguales a esto, a los ojos de un ingeniero electricista?
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En teora, profesor Lambert, pero slo en teora. En la prctica, hay algo de lo que nadie quiere hablar: el yo. Cuando uno oye un ruido, por ejemplo esos bulldozers de ah fuera, las vibraciones comprimen el aire, pasan a travs del cristal y de la piedra y tocan los huesecillos del odo; stos comunican la perturbacin al tmpano, el cual la transmite al fluido del odo interno, y ste mueve unos filamentos que generan impulsos elctricos que viajan a lo largo de los nervios auditivos hasta el cerebro. Pero, quin oye el ruido? No el cerebro en s; ste no es ms que una masa de gelatina electroqumica. No oye nada, de la misma manera que un aparato de radio no oye la msica que toca. Adems, quin decide levantarse y acercarse a la ventana para ver qu es lo que produce el ruido? Algo hace que aquellas neuronas pongan en movimiento los msculos que mueven el cuerpo. Ese algo no es fsico; es una idea, un deseo. Todo el mundo est dispuesto a aceptar que el cerebro afecta a la mente, crea la mente, podramos decir; pero, ilgicamente, muchos no aceptan el otro trmino de la ecuacin, que los sucesos mentales crean sucesos cerebrales. Sin embargo, ocurre sin cesar. El mundo en que vivimos, el mundo subjetivo, es un mundo de acontecimientos mentales, algunos de los cuales lanzan seales elctricas que mueven nuestro cuerpo. Es el hecho ms evidente de nuestra existencia. Sin embargo, el materialismo quiere que lo ignoremos. Los remolinos que su aliento pona en movimiento destruan las esculturas de humo que yo estaba levantando. El can de mi pipa se hallaba caliente y me hizo pensar en el cncer de labio. Pienso, con frecuencia, en cmo voy a morir, en qu enfermedad u operacin quirrgica acabar conmigo, en qu indiferente pared de hospital y qu cansada enfermera de noche sern testigos de mi ltimo aliento, de mi segundo final, la punta imposiblemente fina en que habr sido afilada mi vida. Levant el lpiz con la inscripcin PILGRIM DAY y observ su punta. Suspir y dije a Dale: Este salto mente-electricidad es difcil de imaginar. Pero la electricidad-mente no plantea ningn problema replic l con gran rapidez. A lo que yo repuse de modo pausado: Me parece que tenemos que vigilar la confusin semntica. No todo lo que podemos designar con una palabra es la misma cosa, como corte de pelo y pelo. Cuando un materialista dice mente slo pretende hablar de una manera en la que funciona el cerebro, al igual que del ojo decimos visin o vista. Esta materializacin de abstracciones y procesos es lo que Ryle, entre otros, trat de poner en claro. Desde Platn, hemos estado atascados en esto, y el cristianismo aprovech la confusin en todo lo que le convino. Al principio era la Palabra. Al principio de nuestro deliberado pensamiento. Por otra parte dijo mi joven adversario, cambiando de posicin con tanta brusquedad que el silln protest con un crujido (el muchacho estaba menos debilitado por su culpa de adltero de lo que yo deseaba), los materialistas, desde Demcrito, han tenido que explicar la conciencia como un epifenmeno, como una ilusin. Sin embargo, es todo lo que tenemos... Lo cual no quiere decir que hayamos de tenerlo siempre. ...y ahora la fsica de los quanta nos dice que esto es intrnseco de la materia: una partcula no se hace real hasta que es observada. Mientras no se hace la observacin, es un fantasma. Segn el principio de indeterminacin de Heisenberg... Tambin a m se me encenda la sangre; en mi prisa por interrumpirle, tragu un poco de humo y me esforc en no toser. Dije a Dale:
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Si hay una cosa que me indigne intelectualmente es la constante alusin de los jvenes eruditos a la mecnica cuntica y al principio de Heisenberg como prueba de la vieja monstruosidad filosfica que es el idealismo. Dale se retrep en el silln y sonri. Culpe de eso a los propios fsicos. No dejan de hablar de ello. Einstein odiaba la teora de los quanta. Deca que era fantstica. Trat de refutarla en varias ocasiones; pero los experimentos demostraron que estaba equivocado. Y, ms recientemente, los experimentos de Pars de 1982 con polarizadores oblicuos. Pero el antiguo experimento de Young con los dos agujeros, realizado nada menos que en 1800, demuestra una rareza fundamental: una sucesin de fotones aislados crear una onda de interferencia, como si cada partcula pasara por ambos agujeros a la vez. Certum est murmur, quia impossibile est. Qu quiere decir? pregunt el joven. l no saba latn. Pero poda argir que los que saben latn ignoran el lenguaje de los ordenadores. Todos sabemos, relativamente, cada vez menos en un mundo donde hay demasiadas cosas que saber y pocas esperanzas de que conduzcan a algo. Es cierto traduje porque es imposible. Tertuliano. En realidad, es su frase ms famosa. Pero suele ser citada errneamente como Credo quia absurdum est: Creo porque es absurdo. l nunca dijo eso. Estaba hablando, en el importante captulo de De carne Christi, de la vergenza, del desconcierto. Un desconcierto intelectual. Marcin, el fastidioso hereje, estaba evidentemente confuso por la presunta encarnacin de Dios en Cristo. Pero, pregunta Tertuliano, qu es ms indigno de Dios, nacer o morir? Ser circuncidado o ser crucificado? Ser acostado en un pesebre o en una tumba? Todo es motivo de vergenza. Sin embargo, quien se avergence de m dice Tertuliano, yo me avergonzar de l. Yo estoy tranquilo si no me avergenzo de mi Seor, es decir, no le confunde la Encarnacin ni todas las dificultades inherentes a ella. El Hijo de Dios muri, dice Tertuliano: hay que creerlo absolutamente, porque es algo fuera de lugar, de mal gusto; ineptum, es el adjetivo latino. Y fue enterrado, y resucit; esto es cierto, porque es imposible1. S, bien dijo Dale. La fsica de las partculas significa que la realidad es intrnsecamente incierta y depende de la observacin. En Texas hay un fsico llamado Wheeler que dice que todo el Universo, para llegar a ser real, tuvo que esperar a que hubiese un observador consciente. No subjetivamente real, sino real en un sentido realsimo. Wheeler seala que el experimento de los dos agujeros puede presentarse como retroactivo, es decir, que la observacin que ata la partcula puede ocurrir despus del comportamiento hbrido. Por hbrido entiendo que ambos estados de lo que podramos llamar la posicin de una partcula existen hasta su medicin. Hasta que no se mire dentro de la caja, el gato de Schrdinger est al mismo tiempo vivo y muerto. La mente afecta realmente a la materia en este sentido. Hay otro fsico llamado Wigner... Por favor le interrump. Eso es muy interesante; pero, sinceramente, no es estirar demasiado la cuestin? La razn de que la gente no saque gran partido de sus mentes es que ven que stas estn totalmente a merced del mundo material. Si cae un ladrillo sobre su cabeza, su
Quid enim indignius dea, quid magis erubescendum, nasci an mor? carnem gestare an crucem? circuncidi an suffixi? educare an sepeliri? in praesepe deponi an in monimento recondi?... Quodcumque deo indignum est, mihi expedit. Salvus sum, si non confundar de domino meo. Qui mei, inquit, confusus fuerit, confundar et ego eius. Alias non invenio materias confusionis quae me per contemptum ruboris probent bene inpudemtem et felicitur stultum. Crucifixus est dei filius; non pudet, quia pudendum est. Et mortuus est dei filius; prorsus credibile est, quia ineptum est. Et sepultus resurrexit; certum est, quia impossibile est. 103
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mente se apaga por muy indeterminados que sean los movimientos de los tomos individuales que componen la arcilla del ladrillo. La vida, el pensamiento, no pueden competir con los planetas, las mareas, las leyes fsicas. En todos los momentos de todos los das, todas las oraciones y los deseos ms ardientes son incapaces de eliminar un pequeo foco canceroso o el virus del SIDA, o de romper las rejas de una prisin o la puerta de una cmara frigorfica en la que se ha encerrado accidentalmente un nio. Sin un enorme esfuerzo por tragarse la vergenza, tal como dice Tertuliano, no hay manera de eludir la materia. Es implacable. Le importa un bledo lo que ocurra. Ni siquiera sabe que nosotros estamos aqu. Y todo lo que hacemos, desde mirar en ambas direcciones cuando cruzamos la calle hasta disear aviones con grandes factores de seguridad, viene a confirmar esta despiadada indiferencia de las cosas, con independencia de los credos locos que profesemos. La expresin de la cara de Dale me dijo que yo me haba apasionado y que l consideraba esto, a la manera insoportable de los evangelistas, como una especie de triunfo. Conque es as como lo ve usted dijo. Bueno, es una manera de verlo repliqu, confuso. En relacin con usted, tengo que ser un abogado del diablo. Credos locos repiti l, con sus ojos azules divididos en dos partes por la luz de la alta ventana gtica a mi espalda. En verdad, es usted un hombre muy irritable. Es lo que a veces dice Esther. Pero yo no lo veo as. Creo que soy todo lo tranquilo y amable que permite la situacin humana, tal vez incluso un poco ms. Me imagin que las mejillas plidas de Dale se haban puesto coloradas al mencionar a Esther. Trat de continuar nuestra polmica teolgica. Mire usted me dijo con tono paciente, cuando Cristo dijo que la fe poda mover montaas, no dijo que las movera de forma instantnea, ni que abrira las puertas de los frigorficos. Su manera de pensar es: milagros o nada. Pero creo que puede ver que la mente, nuestros deseos y esperanzas, cambian, pueden cambiar, el mundo material. Quiero decir que todos llegamos desde veinte direcciones diferentes a un holismo... Despus del principio de indeterminacin le dije, lo que ms he aprendido a aborrecer en los ltimos aos es la palabra holismo, una insensatez que refuerza la confusin de todas las distinciones tiles que ha elaborado el pensamiento humano durante dos mil aos. Despus aad: Y cmo van las matemticas de Richie? La sangre, esa clida traidora, surgi visiblemente debajo de su piel; ahora le tocaba a l ser pudibundus, cargar con la vergenza de ser. Al mencionar a Richie, fruto de su vientre, haba evocado a Esther. Bien. Es un muchacho muy simptico, con muy buena voluntad. Pero nunca estoy seguro de lo que asimila. Una semana lo componemos todo y, a la sesin siguiente, parece no acordarse de nada. Trat de salvar su bloqueo mental sobre las bases introduciendo los ordenadores, para hacerlo ms concreto, ya que stos no son solamente binarios en principio sino que, muchos de ellos, emplean nmeros hexadecimales, siendo desde luego el diecisis cuatro binarios cuatro-bit y lo ms sencillo para convertirlo. Pero, no s, creo que sale a su padre. Con su amabilidad natural, podra ser un gran pastor. Yo no quera or esto. No quera or la mayora de las cosas que me estaba diciendo Dale, quien tena el don, como el dentista con su afilada broca, de encontrar los puntos ms delicados y sensibles de mi esmalte. Yo quera que no se apartase de lo carnal, de imgenes que le recordasen su pecado. En cambio, su madre tiene capacidad para los nmeros le dije. Quiere usted saber una cosa interesante sobre Esther? Es algo bastante ntimo.
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Desde luego dijo l, en tono vacilante. Sube desnuda a la balanza del cuarto de bao y, cuando ve que pesa ms de cuarenta kilos, slo come apio y zanahorias hasta que vuelve a pesar exactamente cuarenta. Una actitud muy rgida confes Dale, con una voz que sonaba aflautada, como la de Verna. Yo saba que la referencia a nuestro cuarto de bao compartido le herira en lo ms vivo; nuestra natural y legtima desnudez, nuestras mojadas y entremezcladas toallas, nuestros medicamentos y pastas dentfricas y enjuagues mezclados, le atormentaran al hacerle ver que, debajo del desvn donde l y ella representaban su comedia de amor sin esperanza, haba muchas habitaciones reales, de posesiones compartidas y tareas conyugales, de recuerdos con los bordes descantillados y la pintura saltada, de un cobijo que yo, y no l, poda darle a Esther. Bueno, cuando uno se aventura en el campo del adulterio, debe suponer que tropezar con los recelos del marido. En cierto modo le confes, encuentro excitante pensar que ella es exactamente cuarenta kilos de carne. Tertuliano lo llama caro, carnis, que parece una palabra ms satisfactoria. Un argumento en pro de la divisin mente-cuerpo que usted no mencion es que todos nos sentimos alejados de nuestro cuerpo, que nos disgusta tener que preocuparnos de l: alimentarlo, lavarlo, observar cmo se va arrugando: Imagnese cunto peor debe ser para una mujer: el vello corporal no deseado, la hemorragia, las secreciones que manchan sus bragas, todos estos pequeos inconvenientes resultantes de que Dios acumul demasiadas funciones en sus redondeadas barriguitas... Seor, no quiero que por mi causa llegue tarde a su seminario me interrumpi Dale. Nada de eso; el seminario acab. Estamos en perodo de exmenes. El prximo curso trataremos de los herejes de despus del Concilio de Nicea: una pandilla de pobres infelices. Los ctaros, los valdenses, los apostlicos, etctera, hasta llegar a los lollardos, los husitas, los begardos y los beguinos, por no hablar de usted y de m. De usted y de m? Los protestantes. Nosotros prescindimos del intermediario. Basta con la fe. Al diablo con las obras. Al diablo con el Papa y sus indulgencias. Todo esto es muy poltico y muy econmico; pero se hace bastante aburrido. Los templarios, por ejemplo, no tuvieron herejes; slo fueron vctimas de la codicia del rey de Francia y del Papa Clemente V. El auge de las ciudades tuvo mucho que ver con esto. La religin ciudadana procura librarse de la ciudad y, como tal, tiende a ser mstica. Enemiga de la organizacin. Y la Iglesia no poda permitirlo. Todos, desde san Francisco hasta Juana de Arco queran tener su canal de comunicacin directo, y la Iglesia tampoco poda soportarlo. Yo prefiero con mucho la parte del curso que trata de antes de Nicea, de antes de que el obispo de Roma se convirtiese en un bruto. En aquellos primeros siglos, se desarroll algo intelectualmente creador; estaban tratando de averiguar lo que haba ocurrido, cul era la naturaleza exacta de Cristo. Qu cree usted que era? Que era, qu? La naturaleza de Cristo. Usted es cristiano, verdad? Quiere demostrar la existencia de Dios por medio de la teologa natural. Dnde figura Jess en sus diagramas? Su confusin haba cambiado de terreno, pero segua igual. Pues, donde dice el Credo que l figura: Dios hizo al hombre, y descendi para redimir nuestros pecados...
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Oh, por favor! No necesitamos que nuestros pecados sean redimidos. Y qu pecados? Un poco de ambicin, un poco de concupiscencia? Llama usted pecados a eso? Qu son, comparado con un terremoto, con un maremoto, con una epidemia..., comparado con Hitler? Hitler... empez a argir, tocando mi punto flaco. Y no me hable del Credo. Qu Credo? El de Atanasio tiene un tono muy diferente del de Nicea. El de los Apstoles es un folleto redactado en comn. Cmo considera usted que se combinan las dos naturalezas del Dios-Hombre? Como los arranos y los adopcianos, con la parte Dios muy reducida, o como los monofisitas y los apolinaristas, con la parte Hombre reducida a un fantasma, a un disfraz? O como los nestorianos, con las dos partes tan independientes que Jess no poda haber sabido quin o qu era y dnde estaba? Y qu piensa de su vida sexual? La tuvo? No la tuvo? Tiene que confesar que era amable con las mujeres, cuando hablaba cariosamente a las hermanas de Lzaro o estaba sentado en la casa de Simn el Leproso y dejaba que alguien vertiese un ungento costoso sobre sus cabellos, y cuando deca a todos que arrojasen la primera piedra. Imagine que usted se hubiera hallado en el lugar de Jess de Nazaret, despus de olvidado su comportamiento en el Templo, y que todo el mundo pensara que iba a ser carpintero como su padre. Se habra usted masturbado? Se habra escondido en el granero con la pequea vecina cananita? Habra tenido sueos que ni siquiera el viejo y riguroso Yahv habra podido echarle en cara? No se asuste. stas eran las cosas en que pensaban da y noche los de antes de Nicea y que se han convertido ahora en mi pan de cada da. Cuando Esther pasa de cuarenta quilos, es que ha abusado del pan de cada da. Se ha fijado usted en su voracidad? La mujer disfruta comiendo. Sus iris blanquecinos se contrajeron de espanto, como si me hubiese vuelto loco. Habla usted de m igual que si fuese un blasfemo. S dije simplemente. Usted quiere tomar el cielo por asalto. Si Dios hubiese querido que sus caminos fuesen descubiertos, no habra hecho que fuesen ms claros? Por qu envolverlos en raros fragmentos de astronoma y de fsica nuclear? Por qu ser tan tmido, cuando se es la Divinidad? Dgame: Tiene usted alguna vez miedo de mirar demasiado hondo y de que le arranquen los ojos? Dale pestae y dijo con sencillez: S. La indefensa respuesta me conmovi. De pronto, me sent asquerosamente lleno hasta los bordes de aquel detestable ayairn. l se confi: Desde que empec a meterme en esto seriamente, tengo la impresin de que mis oraciones nocturnas... no son escuchadas. He roto alguna relacin. l est encolerizado. Claro que lo est le dije, extendiendo las manos sobre el manchado papel secante gris que haba encima de mi mesa, y advirtiendo que, una vez ms, haba cortado demasiado una ua, la de un pulgar, y hecho una muesca en ella. Usted pretende que Dios se plante al final de algn sendero humano. Est construyendo una Torre de Babel. Y en mi vida personal... empez a confesar, en tono ronco y lacrimoso, viendo que haba despertado en m al antiguo pastor. Pero yo no quera or hablar de Esther; aunque l la disfrazase. Si le permita confesar y llorar, la herida empezara a secarse y dejara de supurar. Levant una mano. Ah, bueno, eso dije. Todos tenemos algo. En estas circunstancias, todo el mundo tiene que ser un poco chiflado. No le d miedo la Tierra. La carne. Sabe lo que dijo Tertuliano? Dijo: No hay nada de que avergonzarse en la Naturaleza; la Naturaleza debera ser
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reverenciada. Natura veneranda est, non erubescencia. Y sigue hablando, con detalles bastante interesantes, sobre los hombres y las mujeres. Dice que, cuando se juntan, el alma y la carne cumplen juntos un deber; el alma aporta el deseo, y la carne, la satisfaccin. Dice tambin que el semen del hombre debe su fluidez al cuerpo y su calor al alma. En realidad, lo define como un goteo del alma. Despus de declarar, con acierto, que debe arriesgarse a ofender la modestia en su deseo de decir la verdad. Le dije esto a Dale, inclinndome hacia delante, como para activar en el espacio de detrs de sus ojos las licenciosas imgenes que l y Esther haban guardado all. Segn Tertuliano, cuando un hombre eyacula, siente que su alma ha volado, siente debilidad y su vista se nubla. Sigue observando que Adn fue hecho de barro y aliento y que el barro es naturalmente hmedo. Por eso lo es el semen que brota de l1. En una palabra, nada de que avergonzarse. Non erubescenda. Es curioso confes Dale. Pero a veces, por la noche, deseara hablar con usted. Se me ocurren argumentos. Supongo que, luego, usted me desorienta. Me dice que no le tenga miedo a la Tierra. Yo podra decirle lo mismo. Siempre est hablando de terremotos, de la horrible magnitud y crueldad de todo, de la guerra, de las epidemias... S. Le anim a continuar. Quera or su solucin. l estaba todava sofocado, colorado; desviaba la mirada cuando yo trataba de escrutar sus ojos. Desde luego, pueden decirse estas cosas, y tal vez deberan decirse. Me refiero a que esta indignacin, esta rebelin, se debe a que Dios habla dentro de nosotros. Es lo que hace que los ateos sean religiosos, en cierto sentido, tan rectos, tan empeados en hacer proslitos. Pero y se oblig a mirarme, a contemplar mis muchos tonos de gris lo que una noche pens decir a usted fue esto: debera darse cuenta de que nuestra fidelidad a Dios no puede desaparecer, porque entonces sera ser fieles a nosotros mismos. No s si usted lo puede entender. Puedo le dije, y me parece que se acerca peligrosamente el humanismo. Tiene que haber un Otro. Ya lo sabe. Y en cuanto tiene al Otro, resulta ser un monstruo, lleno de calor y de fro terribles, criando gusanos en el estircol, etctera. Sin embargo, hizo usted bien en decirlo. S que es duro expresar esas cosas que tenemos almacenadas. Hizo bien en querer consolarme. La verdad era que ambos estbamos en un crtico estado de incomodidad. Nuestros ojos, nuestras almas, se deslizaban hacia atrs y hacia delante como fantsticas anguilas. El fro y liso cielo de este mes de enero proyectaba una luz ptrea en el espacio catedralicio de mi despacho. Senta fro en los pies sobre el suelo; notaba en mis huesos el peso de todos los libros que revestan mis paredes. La pipa se haba apagado. Cmo est Verna? pregunt, por decir algo, para cambiar el tema de Dios y de aquellos terribles y peligrosos intentos de sorprenderle, de acariciar la sustancia divina.
In hoc itaque sollemni sexuum officio quod marem ac feminam miscet, in concubito dico communi, scimus et animam et carnem simul fungi, animam concupiscentia, carnem opera, animam instinctu, carnem actu. Unico igitur mpetu utriusque toto homine concusso despumatur semen totius hominis, habens ex corporali substantia humorem, ex animali calorem. Et si frigidum nomen est anima Graecorum, quare corpus exempta ea friget? Denique, ut adhuc verecundia magis pericliter quam probatione, in illo ipso voluptatis ultimae aestu, quo genitale virus expillitur, nonne aliquid de anima quoque sentimus exire? atque adeo marcescimus et devigescimus cum lucis detrimento? Hoc erit semen anmale protinus ex animae destillatione, sicut et virus illud corporale semen ex carnis defaecatione. Fidelissima primordii exempla. De limo caro in Adam. Quid aliud limus quam liquor opimus? Inde erit genitale virus. De Anima, XXVII 107
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No lo s me respondi Dale. Algo la reconcome. Durante un tiempo estaba realmente entusiasmada por obtener el diploma y poder incorporarse al mundo. Era estupendo; pero algo hizo que se echase atrs. Ha estado usted all despus de Navidad? Mi ltima visita no fue precisamente un xito dije, aunque en aquel entonces no me haba parecido as. En realidad, haba tenido miedo de aprovechar mi ventaja, temiendo que sta hubiese sido fruto de mi imaginacin. Tratamos de leer juntos Thanatopsis. Aprob el ingls en sus exmenes. S, ya lo s. Lo sabe? Cmo? A m me lo dijo el otro da por telfono. Esther me ha informado de ello. De nuevo Esther. Verna se lo haba dicho a Dale; Dale a Esther, y Esther a m. l no se inmut. Debera hacerle una visita, de veras. Verna le respeta. Tuve que sonrer. Recordaba su cara irritada, sus pechos desnudos. Yo no saqu esa conclusin. Usted es su nico pariente en este sector. Es posible que viniese a nuestra ciudad porque le encantaba alejarse de sus parientes. Dale pareca ahora casi igual al que haba conocido el primer da: un joven tmido y bien intencionado; pero seguro de s; una parodia de Jess con pantalones tejanos y guerrera de camuflaje. De momento haba olvidado (cmo era posible?) que estaba enamorado de mi mujer, de aquel saquito de cuarenta quilos de membranas y tripas. La pobre Esther se haba apartado de su mente al preocuparse l de la desventurada Verna. No debera fijarse tan slo en ella, profesor Lambert, sino pensar sobre todo en Paula. En realidad, es la nia quien me preocupa. Por qu? Hizo una pausa antes de responder. Verna se pone a veces muy frentica. Pero la nia va al centro asistencial cinco maanas a la semana. De balde. Esther haba cuidado de los arreglos financieros. Eso no soluciona las tardes y las noches. No s. Es como cuando se afloja un poco la presin, que luego es ms fuerte cuando vuelve. Quiero decir que ahora se da ella cuenta de lo que le falta. Quisiera que al menos la llamase usted por telfono; yo no tengo energa suficiente para seguir centrndola en ella. En qu la centra ahora? le pregunt con malicia. Su piel pareci nublarse ligeramente, y aflojarse en su cara larga la trabazn de los cartlagos y la grasa de las mejillas y del hueso subyacente, creando bolsas azuladas como las que tiene la carne de un recin nacido. A pesar de nuestro intercambio de ayairt, yo pretenda aplastarle, y esta determinacin era deliciosa, slida y correosa, como un prrafo circunstancial de Tertuliano. Supongo que en mi proyecto. No paro de buscar a tientas en mi mente la manera de encuadrar, de encajar la realidad en el ordenador. Es realmente demasiado vasto. Slo para almacenar los datos de cmo parece, digamos, una manzana de la ciudad, sin meternos en sus estructuras atmicas y qumicas, necesitara ms megabytes de los que creo que existen entre aqu y Berkeley, aunque dispusiese de un programador omnisciente y veloz como el rayo, que tuviese tiempo de introducirlo todo. En el proyecto de anuncio comercial en el que estoy trabajando, el problema est en hacer saltar una pelota, con el nombre y el smbolo de cierta clase de comida para animales domsticos grabados en ella, a travs de un trocito de paisaje arenoso que ha sido ya generado pieza a pieza. Parece sencillo; pero, cada vez que salta la pelota, hay que mostrarla aplanndose ligeramente, pues de otro modo parecera una bola de cristal que fuera a romperse, y entonces, en el aire, la elasticidad
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hace que rebote la forma, de modo que lo que tenemos no es un crculo, sino unas curvas enlazadas, no exactamente simtricas, porque la pelota se aplasta en un lado. Desde luego, todo esto puede calcularse, incluso en tres dimensiones, pero cuando se consigue que funcione y aparezcan los dibujos en aquellas superficies que se deforman constantemente treinta veces por segundo, por no hablar de los efectos de luz y los reflejos y la difusin de la textura y todo lo dems, bueno, la trituracin de los nmeros se vuelve significativa. Si el sistema en que uno participa est cargado, puede estarse all sentado durante minutos esperando que el procesador lo desmenuce. Y esta pelota saltarina es un problema de animacin relativamente fcil. Las figuras animadas hechas con cilindros, conos truncados y superficies bicbicas son ms complicadas por otro orden de magnitud. Pero en realidad, con grficos y robtica en ambos casos, es la elasticidad de las sustancias orgnicas la que pone las matemticas fuera del alcance de la vista. Yo haba entendido muy poco lo que acababa de explicar. Y no tena ganas de intentarlo. Asent con la cabeza y dije: Uno se espanta slo de pensarlo. Bueno, la mquina lo piensa casi todo por nosotros me tranquiliz Dale, hace el trabajo ms pesado. Empez a agitar las manos y a deslizarlas en el aire, como si estuviera abrindose paso para entrar en el ordenador, en el problema. Estuve pensando que tratar, para mi intento, de modelar el mundo pedazo a pedazo desde el exterior sera ridculo. Lo que tengo que imitar no es la Creacin, sino al Creador; es decir, si monto un sistema cualquiera, pero no de molculas, neutrinos, galaxias y microbios, sino slo unos cuantos miles de, digamos, bloques de color, y programo un azar absoluto en la proliferacin de una serie, e inclino un poco otra hacia la Teologa inyectando algunas normas celulares-automticas, tal vez un subsistema de planificacin y razonamiento de alguna clase, no s, algo para representar matemticamente un elemento de intencin, ms o menos de propsito divino, y entonces hago surgir este planificador una y otra vez para ver si emerge algn paralelismo con el mundo observado, es decir, si el azar absoluto se parece menos a la realidad que la serie teolgicamente inclinada, podr tener algo que presentar a su Comit de Subvenciones. Cundo ha dicho usted que desean recibirme? Poco despus de que empiece la primavera, creo yo. Mir al espacio por encima de mi cabeza. Caramba! Eso es casi ahora mismo. Todo est todava vago en mi mente, como una nube que me llamase. No me hallo muy seguro de ser yo el ms indicado para intentar esto. A veces me siento demasiado estpido. Bueno le dije con viveza; tal vez la estupidez es uno de los requisitos. Lo ha sido para muchas empresas nobles. Percib en mi voz un tono de despedida, y Dale debi percibirlo tambin, porque se puso en pie y se march. Los ngulos de su cuello y hombros indicaban desnimo. Me lo imagin recorriendo el largo pasillo del segundo piso, con su linleo de color de chocolate y las cerradas puertas de las aulas, la escalera de piedra caliza con su ancho pasamanos de roble, el descansillo con la estrecha ventana a modo de capillita lateral, y despus el vestbulo de la primera planta, con el tabln lleno de anuncios de Eucaristas con acompaamiento de banjo en las iglesias de ghettos en la parte cntrica de la ciudad, de sesiones populares a la luz de la luna sobre El desarrollo de una espiritualidad feminista juda y La Teologa de la Liberacin Activa en el Tercer Mundo de Amrica del Norte, o una conferencia por un mdico visitante sobre la espinosa cuestin de Intimidad y confianza en la poca del SIDA.
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Me sent un poco manchado de fango despus de nuestra contienda espiritual, de tratar de alcanzarnos. Me fastidiaba que mis opiniones ms ntimas, mi fondo barthiano aislado con capas de cinismo mundano y de tica ocasional, fuesen sacados a la luz por la angustia de aquel joven, por su obstinada negativa a dejarme marchar hasta que le bendijese. Yo me mantena a distancia de mis estudiantes, y no me gustaba que este entrometido de otro departamento, de otro sector de la Universidad, estampase sus grandes pisadas de cachorro en un terreno que otros muchos no se haban atrevido nunca a pisar. Pues muchos, incluso la fornida Corliss Henderson, con su terca y carnicera melancola de los santos, habran querido conocerme mejor, ponerse en contacto con el profesor Roger Lambert, impecablemente gris, que haba hecho un trato con el Universo que por nada del mundo dejara de cumplir.
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Llam, indeciso, a la puerta verde annima. Nunca haba estado aqu a esta hora del da. El sol maanero iluminaba el final del rayado y desconchado pasillo, y reinaba un casto silencio en el inmueble: los nios se haban ido al colegio, y los adultos, a su trabajo, o permanecan en la cama con sus pecados. Verna abri la puerta; llevaba una falda negra como el carbn y un jersey color lila de lana grueso. Desde luego, se haba levantado y salido para llevar a Paula a la guardera aquella fra maana del da de Reyes. Abri rpidamente la puerta, como si estuviese esperando a otra persona. Pero cuando me vio, su cara ancha y plana, su cara de torta, sufri una transformacin que borr el hoyuelo de la mejilla. Me hizo entrar en el apartamento de un tirn y se derrumb en mis brazos. A travs de mis varias chaquetas, sent la sucia presin de sus senos, el calor y el pulso encerrados en su joven y frgil caja torcica. Estaba llorando. Un lado de mi cuello recibi su aliento clido y sus lgrimas. Oh, Nunc! jade, con su voz inmadura y aflautada. Me preguntaba a dnde habras ido. No me he movido de la ciudad dije, pasmado. Habras podido telefonear, si queras vernos. Verme. Las personas del verbo expresaron, primero, la presuncin de que poda habernos necesitado a los dos, a Esther y a m, como madre y padre sustitutivos; y, despus, la reflexin de que Esther y ella deban verse a diario en la guardera. Y quedaba la alegre deduccin de que slo me necesitaba a m. Pareca reacia a soltarme. Por primera vez en catorce aos, supe lo que era abrazar a una mujer que pesaba ms de cuarenta quilos. Pero mi abrazo era ligero, confuso, aparentemente familiar. Oh, Dios mo! berre, sorbiendo por la nariz. Ha sido horrible. Qu? Todo. Tengo entendido que has aprobado un examen dije. Y supongo que te gusta no tener que cuidar de Paula por las maanas. Nos habamos separado, aunque una especie de sombra del calor de su cuerpo permaneca en el mo, arrugando mi camisa y mi pantaln. Su jadeo se convirti en bufido. Poopsie dijo, despectivamente. Ella es lo de menos. Verna me mir con sus ojos ambarinos, sin pestaas, sesgados como los de un gato irritado. Despus prosigui resuelta: Estoy haciendo otro, Nunc. Otro... hijo? Verna asinti con la cabeza. Sus rizos bastos y descoloridos cayeron ms sobre su baja frente. Su voz se contrajo en una especie de disculpa: No s lo que me pasa. Es como si esos tipos slo tuviesen que hacerme un guio. Qu tipos? Vamos, Nunc dijo vivamente, como citando un pasaje de Cosmopolitan o un despreocupado anuncio. La joven de hoy en da tiene el campo abierto.
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La repeticin de Nunc pareca una burla. Pero ella se haba sentido aliviada y agradecida al verme delante de su puerta. No te lo dijo Dale? pregunt, sorprendida. No. Slo me dijo que crea que yo deba verte. Y por esto has venido. Gracias. Bueno, qu vas a hacer? le pregunt. Se encogi de hombros, y la manera abstrada en que mir a su alrededor sugiri que haba dejado el problema a un lado, junto con su arrebato y su abrazo. La radio funcionaba en la otra habitacin; la msica era continuamente interrumpida por una voz rpida y jocosa, una voz de mujer que hablaba a trompicones. Eh, vosotros! deca como desorientada. Aqu la emisora L.O.C.A.! El televisor estaba apagado, reposando mudo sobre el cajn de botellas de leche. La estancia pareca una habitacin de estudiante. Haba aparecido una pequea librera pintada de blanco; su contenido consista en unas cuantas revistas de modas y en la resbaladiza antologa azul que yo le haba trado. Y haba un silln nuevo, un silln excesivamente mullido que me recordaba algo. No saba qu. Mi pregunta, parecida en cierto modo a las preguntas teolgicas con que Dale y yo irritbamos el espacio que haba entre nosotros, haba expresado lo que hubiese debido callar: Verna segua olvidando que las acciones tienen consecuencias. Su cara inestable amenaz con dejarse llevar de nuevo por el pnico, como cuando me haba abierto la puerta. No lo s. No quiero hacer nada. Decid ir directamente al grano. No puedes tenerlo le dije. Esto te pondra en mayores apuros. Ahora descubr lo que me recordaba el nuevo silln: aquel colchn de pana de color de melocotn que transportaba sobre la cabeza un joven y esbelto negro, cuando yo vine andando a este lugar, por Sumner Boulevard, antes del da de las elecciones. Y no es que el color o la forma fuesen exactamente los mismos; pero ambos tenan un aura de esperanza marcada por el destino. Toqu la pana anaranjada. Veo que has empleado el dinero que te di. ste es el silln de mi to dijo ella, imitando la voz de una nia pequea. Para que se siente cuando venga a visitarme. Si lo hace alguna vez. Me sent en l. Sus cojines tenan la rgida resistencia de la gomaespuma nueva. Cuntas faltas has tenido? pregunt. Creo que dos dijo con tono triste. Me di cuenta de que haba comprometido mi dignidad al sentarme. Mi cara estaba al nivel de las caderas de Verna. Todava persista en mis nervios la sensacin del abrazo: el peso, la densidad y la responsabilidad de su cuerpo. Y es que se produce una extraa iluminacin ertica cuando, por un instante, vemos a las mujeres simplemente como las hembras de nuestra especie animal, otra serie de criaturas bpedas condenadas a la rutina diaria de la ingestin y la defecacin, el sueo y el trabajo. En esto somos iguales. In carnem. Crees le dije un tanto severo. Es que no sabes contar? Ahora, ms o menos, tendra que ser la tercera fue su resentida respuesta. Las caderas oscilaron dentro de su falda negra. Empezaba a coquetear como quien no quiere la cosa. Entonces le dije no hay problema. Puedes abortar. Afortunadamente para ti, vives en una poca en que se puede abortar con slo pedirlo. Cuando yo tena tu edad, la mujer tena
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que arrastrarse y suplicar que se lo hiciesen. Era ilegal y peligroso, y haba mujeres que moran por esta causa. Y ahora esos idiotas quieren que volvamos al oscurantismo. Tuviste t que arrastrarte y suplicar alguna vez, Nunc? No. Mi primera esposa dije, de mala gana no poda tener hijos. Fue la tragedia de su vida. Si hubiese podido tenerlos, habras hecho que se jugase la vida y matase al feto? Estbamos casados, Verna. Tu situacin no se puede comparar con la nuestra. Mira, Nunc, yo estoy de acuerdo con esos idiotas. El feto vive. No hay que matarlo. No seas ridcula. El feto, como t le llamas, tiene aproximadamente, en este momento, el tamao de un cacahuete, de un pececillo. Si has comido sardinas alguna vez, deberas estar dispuesta a abortar. No seas t ridculo. Est dentro de m, no de ti. Puedo sentir que quiere vivir. Hay una pelcula en la que se ve cmo aplastan la cabeza del beb. Deja de razonar como una nia. Piensa como Verna. Para qu quieres tener otro negrito, si el que tienes te vuelve loca y est arruinando tu vida? En toda discusin, por acalorada que sea, llega un momento en que el centro se desliza lejos del tema que se discute ostensiblemente y en el que el verdadero inters de los partcipes se ha desviado hacia el propio acaloramiento. Se genera entonces el tira y afloja de la pasin. El coqueteo de Verna se haba agudizado; se pegaba a sus caderas como un sarong. Su voz se haba vuelto grave y sensual. Quin dice que el nio ser un negrito? Yo segu gritando: Cualquiera que fuere su color, aunque ese pequeo sea tan blanco como la nieve, no habr sitio para l en este mundo. Por qu has de torturarlo? Lament no haber trado mi pipa. Quieres saber una cosa, Nunc? Me gusta tener nios. Sentirlos crecer y, despus, ese suceso increble del desprendimiento y de ser sbitamente dos. Apoy la cabeza en las puntas de los dedos y pens que ninguna respuesta habra podido ser ms elocuente. Ella se acerc ms al silln. Quieres saber otra cosa? No estoy seguro dije, sintiendo que se secaba mi garganta. Mi madre quera abortar cuando estaba encinta de m, pero mi padre, que era muy religioso incluso antes d tener miedo de padecer cncer, no se lo permiti. Por eso no puedo enfadarme demasiado contra l por ser tan malo con Poopsie y todo lo dems. De no haber sido por l, yo no estara aqu. No estara en ninguna parte, Nunc. Alguien llam a la puerta. La resonancia de la habitacin desamueblada era tal que la llamada pareci tremenda, tan fuerte como si hubiesen disparado un arma contra nuestras cabezas. Sin embargo, haba sido suave, insinuante. Verna? dijo una melodiosa voz de bartono, aunque ligeramente ronca. Verna, querida, ests ah? Los dos nos quedamos como petrificados, yo sentado y ella de pie, con los muslos a pocos centmetros del brazo cuadrado y acolchado del silln. Yo la estaba mirando y ella me miraba a m. Desde arriba, formndosele pliegues de piel debajo del mentn. Me sonri, con una sonrisa maliciosa y maternal, que hizo surgir los hoyuelos en sus mejillas, para sellar nuestra conspiracin de silencio.
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El hombre de la puerta llam de nuevo, ahora ms fuerte, y despus pudimos or que restregaba los pies y silbaba dbilmente entre dientes para dramatizar su paciencia. Verna, ests jugando al escondite? La sonrisa de Verna y su mirada maternal no cambiaron. Pero las rollizas manos de cortas uas que pendan junto a su falda negra se cerraron y levantaron la tela sobre los muslos, con un susurro tan dbil que slo yo poda orlo. No llevaba bragas. Mi boca acab de secarse, como bajo los efectos del aspirador de saliva de un dentista. Est bien, Verna dijo la voz del hombre, como si hablase consigo mismo, y sus nudillos repicaron en la puerta marcando un pequeo ritmo distrado. Los muslos de Verna eran como columnas curvas, cetrinas y brillantes; la mata de vello del pubis era ancha, como su cara, ms oscura que los cabellos e incluso ms rizada, de modo que arcos de luz reflejada centelleaban en ella y los ricitos abran al azar pequeas ventanas redondas hasta la piel. El hombre de la puerta lanz un hondo suspiro y, aunque sus pisadas parecan todas iguales, la vibracin de las paredes nos indic que se estaba alejando. Ella se baj la falda y se ech atrs, todava sonriendo; pero con ojos solemnes y hostiles. Por qu has hecho eso? murmur. Oh! dijo ella, con voz normal y aflautada. Slo por hacer algo mientras matbamos el tiempo. Pens que tal vez te interesara. Pero no hace falta que hables en voz baja. l debi de ornos hablar, y slo hizo aquello para incordiarme. Quin era? Un amigo, como diras t. Es el padre? En realidad, lo dudo. Podra ser Dale el padre? Crees que sera mejor? Que entonces podra conservar la criatura? Creo que no. Pero si l fuese el padre, entonces podrais decidir los dos. Imposible, Nunc. Como ya te dije otra vez, l y yo no nos acostamos juntos. l no es como t. l no cree que soy estupenda. Yo s lo creo. Lo que ella me haba mostrado haca que la viese en mi mente como una criatura distinta, un erizo de mar sobre el blanco fondo del ocano. Cuando se haba levantado la falda, haba percibido un olor parecido al aroma almizcleo de cacahuetes machacados que se remontaba a mi primera infancia, pero con un origen todava ms remoto, el nacimiento de la vida. La humedad volva lentamente a mi cavidad oral. Empez a pasear de un lado a otro, satisfecha de s misma. Si me hiciesen abortar, Nunc, no sera de balde. Yo crea que s, en una clnica. Acaso no tienen esas clnicas por objeto evitar a las adolescentes como t el engorro de tener que decrselo a los padres? S; pero ahora siempre cobran algo. Es parte de la economa de Reagan. En todo caso, tal vez no quiero ir a una clnica y salir de ella tambalendome al cabo de una hora. Quiz me espantan las operaciones y tendra que ir a un hospital corriente. Adems, si me someto a ello, no crees que debera ganar algo para indemnizar mi sufrimiento mental? Por qu tendra yo que sobornarte para que hicieses algo para tu propio bien? Porque quieres joderme. Quieres lamerme el coo. Verna. Tu lenguaje... Ella sonri, con una sonrisa infantil. Es estupendo, no? Mam nunca habra conseguido hablar as.
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Para comprobar hasta dnde llegaba su corrupcin, o para descubrir el precio de un feto, le pregunt: Qu te pareceran trescientos dlares? Frunci los labios como si estuviese tratando de arrancar con la lengua algo prendido entre sus dientes. Un gesto amanerado de los aos cincuenta que hizo que se pareciese mucho a su madre. Despus de considerar mi pregunta, dijo: Tengo que pensarlo. Hablo en serio, Nunc; creo que hacer eso es pecado. Todos creemos que lo es. Pero el mundo est encenagado en el pecado y, en este lodazal, tenemos que tratar de decidir cul es el mal menor. Tenemos que elegir y aceptar las consecuencias. Es lo que hacen los adultos. Vamos, crees que incluso los nios pequeos son malos? Agustn lo crea. Tambin Calvino. Y todos los ms grandes pensadores cristianos. Hay que creerlo. De lo contrario, el mundo no habra cado realmente, no habra hecho falta la Redencin, el cristianismo no tendra historia. En todo caso, Verna, se trata, como dijiste, de tu vida. De tu lindo cuerpo. Todo el edificio estaba en silencio a nuestro alrededor, como si slo existisemos nosotros. La nieve se arremolin centelleando sobre el alfizar. Aunque no haba cado mucha, enero habla sido tan fro que se conservaba toda, no se haba fundido; cruja bajo los pies y se agitaba de un lado a otro en mil pequeas, resplandecientes y falsas tormentas. Verna pareca inquieta, como cautiva. Pero, a dnde tena que ir en esta brillante maana, sin un coche, sin un empleo al que acudir? Mi bonito cuerpo, eh? dijo. Debera significar algo pregunt con cuidado y sintiendo de nuevo la garganta seca el hecho de que me parezcas estupenda? Ella no comprendi al principio lo que quera decir. Abri mucho los ojos y despus entorn los prpados. Pues, no lo s dijo al fin. Parece raro fornicar cuando se est en un ambiente de familia. Es igual que comer cuando se tiene el estmago lleno o algo parecido. Su rechazo, como la mayora de las posiciones de tanteo, era excesivamente resuelto. De todos modos concluy, me dispona a pintar una acuarela. Dale dijo que quera una para mostrrsela a alguien. Y tambin me dio este libro para repasar las Matemticas para los tests de equivalencia. Adems, le promet a mi asistenta social que pasara a recoger algunos impresos de AFDC, pues siempre estn cambiando las normas. Mira me dijo, abriendo de nuevo los ojos, si tuviese otro hijo, podra cobrar otros setenta y cuatro dlares al mes de AFDC. Verna le reproch, vaya una manera de ganar dinero! Haciendo hijos. No es peor que ganarlo por abortar. Yo no te pagara nada. Slo sera una indemnizacin. Una distincin muy sutil. Me mir de nuevo desde arriba, de aquella manera que produca arrugas debajo de su mentn. Hablando de ti y de m, no parecera raro, siendo t el bueno de mi to? Me toc la cabeza, los espesos cabellos plateados de los que estoy tan orgulloso. Pero podras besarme dijo. Sera un signo de amistad. Me dispuse a levantarme de su silln nuevo; pero ella se acerc ms y dijo: No te levantes. Aqu.
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Se levant de nuevo la falda. Algn amiguito debi decirle alguna vez que tena un hermoso bajo vientre. Haba un suave y plido valle, con venas enterradas de un dbil azul, en los lugares donde el abdomen se juntaba con los muslos. Y eleg el de la derecha. Unos cuantos pelos pubianos se erguan como centinelas en el borde del terreno velloso, al lado del monte de Venus. Verna ri desde arriba. Te har cosquillas. Aument la presin de mis labios para reducir el cosquilleo, y cuando pensaba en moverlos hacia la izquierda, ella se ech de nuevo atrs y se baj la falda negra. Me satisfizo advertir, ms abajo de mi cintura, el comienzo de una ereccin. No todas las hembras pueden alcanzar nuestro cerebro de reptil. Es una cuestin de feromonas, una oscura adaptacin de muescas neurales. Esto no tiene ninguna relacin con las cualidades socialmente admirables de la dama; antes bien, stas son un obstculo. Nos apareamos no para complacernos a nosotros mismos, sino al gran lago gentico que chapotea a nuestro alrededor. Verna recobr su humor de nia que quera divertirse. Tal vez sera divertido que al menos nos quitsemos la ropa dijo. Si no me rechazas otra vez. Nunca te rechazo, verdad? Continuamente, Nunc. Es desolador. T me incitas. Qu raro! Yo habra jurado que eras t la que me incitaba. Apuesto a que te preguntas por qu no llevo bragas. Lo he pensado, s. Me gusta esta sensacin. Cuando salgo a la calle, es como si llevase conmigo un secreto. Entre otros muchos. Sus ojos oblicuos se fruncieron al aceptar el desafo. No tantos como crees. T piensas que soy una mujerzuela. Mientras hablaba y me miraba con fijeza, una pared de cristal se materializ entre nosotros. Los pequeos eslabones que se haban forjado cuando mi cara se apoy en su cuerpo, se haban roto en su totalidad. Y ahora vi que aquella joven delincuente y vulgar significaba para m menos que un maniqu de esos que hay en los grandes almacenes. Esta sensacin fue un alivio. En cuanto ella formul su invitacin a desnudarnos, me asaltaron ideas inquietantes, de herpes, del hombre de la puerta que volva con los puos apretados, de los esfuerzos que tendra que hacer, de mi carne de cincuenta y tres aos1 gastada y poco de fiar, de las burlas de que tal vez me hara objeto aquella loca adolescente, de las cmicas explicaciones que dara ella a desconocidos negros en el Domino. Creo le reprend solemnemente que no sacas el mejor partido de tu vida. Bueno, vete al diablo, Nunc. No volvers a oler mi conejito. Y tampoco necesito tu dinero. Como bamos diciendo, tengo un capital. Jess! No empieces a hacer eso, o acabars realmente mal. A propsito, te drogas? Nunca fumo un porro hasta despus de las cinco. Y slo tomo cocana cuando otro la paga. Depende del hombre con quien est. Dios mo, qu chica tan mala! Soy una buena chica, Nunc.
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Desde que empec este relato, he cumplido aos una vez. Nac uno de los das ms cortos del ao, y mi madre, por culpa de su estrecha pelvis, se estuvo retorciendo desde el amanecer hasta la noche. Cincuenta y tres aos! Qu edad tendra Tertuliano cuando escribi sus prrafos carnales? Al llegar a cierta edad y pasar de ella, la sexualidad mejor est en la cabeza: el sexo guardado sano y salvo en la cabeza. 116
Estbamos pasando a un simple parloteo. Examin mi cartera y pens que me detendra en la caja automtica del Banco de camino para la Escuela de Teologa: GRACIAS POR EMPLEAR NUESTROS SERVICIOS Y QUE LO PASE USTED BIEN. Toma estos ochenta y cinco. Es todo el dinero que llevo encima. Slo como alivio momentneo. Pero debes ir a la clnica, Verna. Yo te acompaar si quieres. Tal vez te convendra hablar de esto con Esther. Con Esther? Es otra mujer. Una presumida impertinente que ni siquiera me mira a la cara cuando la encuentro en la guardera. Lo ms probable es que piense que no quieres hablar con ella. Es tmida con casi todo el mundo. Entonces creo que no conozco a la gente. Qu quieres decir con eso? Es lo que t deberas preguntarte, Nunc. No me atrev a indagar si Dale se haba ido de la lengua. Quera encontrarme lejos de este apestoso apartamento y de nuevo en la Escuela de Teologa, entre los muros de piedra caliza, los antiguos y raras veces manoseados libros (el otro da abr una gruesa edicin de dos volmenes de Tertuliano, publicada por los jesuitas de Pars en 1675; sus pginas no haban sido cortadas en ms de tres siglos); en la majestuosa paciencia del lugar. A pesar de lo voltil e insensata que era mi relacin con mi sobrina, nos despedimos en la puerta con un beso afectuoso, dado de lleno a sus clidos labios sin pintar, y en cuanto se cerr aquella puerta, la imagen de su cuerpo desnudo, un tesoro que yo haba despreciado, me asalt como una ola gigantesca mal calculada al hacer surfing. Me dispona a pintar una acuarela. Dale dijo que quera una para ensersela a alguien. Esther mira y dice: Conmovedor. Debajo de todo ese metal, este jarrito de violetas. Unas violetas pequeas y muy plidas. Tal vez no tena la pintura adecuada para darles un tono purpreo dice fielmente Dale. Ambos estn desnudos. Dos cuerpos blancos, blancos, sin una pizca de grasa, suspendidos como globitos alargados en una alta copa de sombras y de mugre de nuestra ventosa ciudad. Ella ha accedido a venir, en aras del amor, a este srdido apartamento de estudiante, cerca de los edificios cientficos de la Universidad, estructuras con cpulas y antenas, sostenidas con grandes y misteriosas infusiones financieras del Pentgono y de las corporaciones gigantes. l vive en un bloque de tres plantas que posee la Universidad; pero todava no dedicado al desarrollo, a aparcamiento o a nuevas funciones acadmicas. Ha subido los descoloridos escalones del porche, cuidando de no introducir los puntiagudos tacones de sus rojas botas de cuero en la rendija de una tabla podrida. Con el corazn palpitante, se ha abierto paso entre la multitud de bicicletas herrumbrosas del vestbulo y, sobre una serie de estropeados buzones de correspondencia con dobles o triples tarjetas, ha llamado a KOHLER/KIM. Quin es Kim? Uno de esos esforzados y jvenes orientales que, en el siglo XXI, movern todas las palancas del mundo. Dale se lo ha descrito brevemente: cara plana e incolora; cabellos negros y lisos; inesperados rasgos de humor. Su primer nombre, o el ltimo, pues esto no est muy claro, es Tong-Myong. Dale ha prometido que el alegre y brillante Mr. Kim no estar aqu (asistir a su seminario de Hidrogeologa y despus aparcar automviles en el cine) desde las dos y media, en que termina el trabajo de ella en la guardera, hasta dos horas despus, en que
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ella deber regresar a Malvin Lane para recibir a Richie, y despus a Roger, al volver con sus respectivas escuelas. Con un dedo enguantado, Esther, mi Esther (puedo or los latidos de su corazn!, puedo sentir su libidinosa impaciencia!), pulsa el botn y espera, con la mano en el tirador de metal de la puerta, el zumbido indicador de que sta puede abrirse. El desgaste del pestillo, descorrido por miles de pulgares, primero de obreros irlandeses y ahora de estudiantes de todas las razas del mundo, y en el intermedio sabe Dios cuntos otros pulgares cansados y doloridos, le recuerdan algo. Eh? S, ahora lo s: aquellas piezas metlicas para apoyar los pies que solan tener los antiguos sillones de los limpiabotas, con curvas graciosas y barrocas sosteniendo la estrecha reproduccin en metal de una suela y no un tacn, el tacn siempre ms bajo que la suela. Su padre, al encumbrarse en el mundo de los negocios, haba sido fantico de los zapatos lustrados; y ella, de pequea, haba tenido que esperar ms de una vez junto a uno de aquellos tronos mltiples, antao de rigor en los hoteles y las estaciones de Albany y Troy, con su olor a betn y a colillas; con sus trapos encerados, sus cepillos, y los negros riendo entre dientes y sacudiendo la cabeza al frotar el trapo. Mientras esperaba que acabasen de abrillantar los zapatos de su padre, la pequea Esther se daba cuenta de que hombres rudos la miraban fijamente y de que la voz de su padre era ms gruona y lenta que cuando hablaba en casa. Pensaba cmo mancharan su vestido las negras manos del limpiabotas si ste, entre gruidos y risitas, decida tocarla. La cabeza del limpiabotas se bamboleaba al dar los ltimos y ms vigorosos restregones; las palmas de las manos y la cara inferior de sus dedos tenan el color rosado del lquido que mam y la doncella empleaban una vez al mes para dar brillo a la plata. En aquellos extraos y graciosos puntos de apoyo para los pies, lo mismo que en este pestillo, el metal haba sido desgastado hasta su ncleo dorado. tomo a tomo, el mundo se desgasta. Esther lleva guantes de gamuza y un abrigo de est mismo color. Con su gorro de piel, su ceo fruncido y sus botas granate, tiene aspecto de esposa de un profesor, picara y ratonil, resuelta y atildada; una mujer bien vestida al borde de la edad madura. Por consiguiente, qu est haciendo aqu? Tal vez es la madre de un inquilino, o alguna clase de asistenta social. Suena el zumbador, con un ruido casi tan desagradable como el de nuestro timbre de la entrada, la puerta se abre con un chasquido al ser empujada, y ella sube la escalera llevando su palpitante y tmido corazn escondido como un nio debajo de las gruesas solapas de su abrigo. En cada descansillo, ruidos estudiantiles (mquinas de escribir, msica rock, fugas de Bach, fuertes voces enzarzadas en peleas masculinas) la amenazan desde detrs de las puertas cerradas; y mientras sube, reza, o diramos mejor que su mente espera en su intenso deseo, que no se abra ninguna puerta y que ningn joven rudo la vea, se enfrente con ella, la sorprenda dirigindose resuelta al lugar de la cita. Dale vive all arriba, en la cuarta planta. Estirando el cuello, ella ve su plido, querido y culpable semblante, asomando sobre la baranda del descansillo como una especie de sol enfermizo. Sus palpitaciones se aceleran. Una fuerza, ms poderosa que el miedo al rechazo social, la empuja escalera arriba. Cuando llega a su rellano, entra con la torpe resolucin de un muchacho en la extraa estancia, que embarga sus sentidos con sus chillones carteles, su desorden y el penetrante olor de jvenes machos que conviven en un espacio reducido. l cierra la puerta y coloca la cadena de seguridad. Ella se convierte en su amante, cuarenta kilos de carne desvergonzada y tierna. Se desnudan, hacen el amor. Pero primero (esperad, palabras impacientes!) se besan: juntos abren, por encima de la gruesa y helada ropa de Esther, una ventana de labios clidos y de saliva, un calor que desde este pequeo y fruncido punto de origen se extiende por sus cuerpos y reafirma su relacin, el
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derecho que cada uno se atribuye sobre la sangre del otro. Ella no haba estado nunca en esta habitacin; e, incluso mientras siente que el beso de l se expande dentro de ella, trata de observar a travs de las mviles pestaas los grabados de Esther, los psters donde automviles y cuerpos de mujer parecen atacarse; las paredes de color mostaza, en las que el yeso se ha pandeado ligeramente; la nica ventana de altos y finos cristales, cuyos bordes se han agrietado en un siglo de aguantar el viento y han sido reparadas con cinta adhesiva que se ha vuelto amarilla. Un toque coreano: un gran biombo negro, decorado con atareados y apretujados personajes con extraos sombreros, y llevando todos las mismas sombrillas inclinadas y tensas, divide la habitacin en las zonas separadas donde duermen los dos jvenes, exudando los olores del descuido. El espacio de la izquierda est lleno de mesas, equipo de alta fidelidad, libreras improvisadas con bloques de cemento y tablas de pino de Grove Lumber, unos cuantos sillones con las bisagras rotas y la lona descosida, y una incongruente coleccin de muecos, peludos, escamosos y metlicos. sos son de Kim explica Dale, en tono de disculpa. Colecciona muecos espaciales. E. T. con su triste cabeza de patata; R2-D2, el robot de cabeza ovoide, y su compaero y mayordomo de plata; C3-P0, el sagaz Yoda de largas orejas verdes; los peludos y parlanchines Ewoks de La guerra de las galaxias. Esther los reconoce gracias a Richie y a las pelculas que sola llevarle a ver cuando tena unos aos menos y no le molestaba que ella le llevase. Alguien, era de suponer que el alegre Mr. Kim y no el serio Dale, se haba tomado el trabajo de ataviar a los personajes ms grandes con caprichosas gafas de sol y esas gorras de visera que ella relaciona con los campesinos; pero que aparecen ahora en todos los anuncios de cerveza y son llevadas por gente de la ciudad, una especie de chic de obrero del Sur. Kim hace todo eso confirma Dale. Resulta que esos orientales no son exactamente como nosotros. Adoran lo grotesco. Adoran Godzilla. En la pared, debajo de un pster de Reagan con Bonzo, pende un grabado de un gran ordenador que, cuando Esther aguza la mirada, se convierte en una mujer desnuda a su lado, con el tringulo pbico, los grandes senos y el cabello suelto hechos con smbolos matemticos y alfabticos de variada densidad. Debajo de un estante lleno de grandes libros en rstica sobre ordenadores, encima de la cama que debe ser de Dale, aparece colgada una pequea cruz negra, cuatro ngulos rectos. La nica ventana de la habitacin no mira sobre el ro a los rascacielos del corazn de la ciudad, sino, ms all de las cpulas, al barrio virtualmente suburbano donde estn emplazados los edificios de Humanidades, la Escuela de Teologa y su propio lugar de trabajo. Esther puede distinguir, por encima de las copas de los rboles, el campanario de piedra caliza de la capilla de la Universidad que, cuando haca poco que se haba trasladado aqu con su marido, le serva de punto de referencia para encontrar el camino de Malvin Lane al volver de sus compras. Crees que puedes sentirte relajada aqu? pregunta tmidamente Dale. Tomaras una taza de t? Desde luego dice ella, apartndose rpidamente de la ventana, dndose cuenta (como si al girar sobre sus talones hubiese pasado una dcada) de que es una mujer de casi cuarenta aos que se encuentra en una parte de la ciudad donde no debera estar; una adltera a la vista del campanario de la capilla, una mujer mala que deba parecer, bajo la implacable luz que se filtraba por la alta y estropeada ventana, tener la edad que en realidad tena, con patas de gallo, con pecas en el dorso de las manos y stas tan secas que diranse de yeso. Como haba venido directamente de su trabajo, no haba tenido ocasin de prepararse, de ducharse, refrescarse y aplicarse una locin hidratante.
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Tom un zumo de fruta y una galleta a las diez y media y un bocadillo de mantequilla de cacahuete al medioda. Lo ha dicho como burlndose de s misma, de su dieta infantil, pero tambin como se explican todos los amantes, confiando en que lo de uno interesa al otro. Mira, tal vez no querrs hacer el amor aqu dice Dale trajinando en la pequea cocina, que no es ms que una alcoba donde un doble hornillo est colocado encima de un pequeo frigorfico. Por el tono de su voz, parece que casi prefiere que sea as. Ella se desabrocha el abrigo y lo pliega sobre el respaldo del rado silln, que casi se vuelca bajo el peso. Deja el gorro de piel (rojizo, como sus cabellos, como sus botas) sobre el abrigo, y despus su bufanda de lana. Una ola resentida de lujuria ha brotado dentro de ella al or su observacin. Y mira cmo el cuerpo de l traza ngulos en la pequea alcoba al estirarse para alcanzar una caja de galletas Pepperidge Farm, agacharse para sacar de la alacena el bote rojo de bolsitas de t Lipton y el cartn de leche del frigorfico, e incorporarse de nuevo para coger el azucarero. Se inclina sobre la tetera que est en el hornillo, esperando ansiosamente a que hierva el agua. Qu conmovedoras son las espaldas de los hombres, ciegas e indefensas! En la base de su larga espalda, el trasero de Dale parece atractivo, estrechamente ceido por sus tejanos gastados y saliendo a medias el faldn de su camisa a cuadros. Como ella ha observado antes, lleva un ancho cinturn de vaquero, con una hebilla mostrando en bajorrelieve la cabeza de un novillo de largos cuernos y abiertos ojos. Ella se sienta en la cama para quitarse las botas de altos tacones. Las caras de los nios con quienes ha estado luchando todo el da, los hijos multirraciales de madres trabajadoras o perezosas, flotan sobre un fondo rojo detrs de sus prpados y desaparecen con las botas. Se pregunta de qu estar hecha la pequea cruz. No parece tener nudos, como la madera, ni aristas como el metal. Puede ser de plstico? Le gustara tocarla; pero l podra verlo y considerarlo un atrevimiento. Cupido y Psiquis. Luego decide. Y va a plantarse junto a l para esperar a su lado a que hierva el agua, sabiendo que encontrar sexy su sbita mengua de estatura y la vista de sus pies calzados con medias sobre las tablas del suelo no alfombrado. Apoya la mano sobre su lindo e indefenso trasero. Despus, desliza el brazo alrededor de su cintura y sus dedos exploran el pequeo tringulo de piel que la camisa abierta ha dejado al descubierto sobre el cinturn. l juega, en respuesta, con el cogote de ella, pasando los dedos por debajo de los rojizos aladares hasta los mechones ms finos y ms sueltos de la nuca. Alejada de su casa y del desvn repleto de sus propias, fuertes y salvajes pinceladas, Esther ha sacrificado su autoridad. Aqu, en esta desacostumbrada habitacin, los amantes se muestran tmidos, como si de pronto fuesen expuestos al mundo. Una pareja discordante y absurda, salvo para ellos mismos. Es un espasmo de remordimiento y proteccionismo, Dale la abraza, y las reacciones moleculares de su qumica se apoderan de ellos. Hierve el agua y silba la tetera. Pero ya no se preocupan de hacer el t. Oh!, piensa ella, recibindole en su cuerpo aplanado. l se ha excitado tan de prisa que todava est seca y, al principio, le duele; pero entonces el escozor de sus labios cerrados y enrojecidos es mitigado por la sensacin de creciente plenitud, de estar tan llena que incluso el miedo a la muerte es arrojado por la borda, de un eclipse de redondeces, de agujeros y de soles, que no recuerda que Roger le hubiese dado nunca, aunque debi drselo, ya que ella le am lo bastante para arrancarlo de su esposa y unir a la de l su propia vida, que tena ya algunas fibras de independencia. Dale est encima de ella y solloza. La suave curva blanca de la huesuda espalda revela unos pocos granos a las yemas de los dedos de la mano izquierda de ella, que le acaricia, mientras la ociosa derecha se extiende y toca la cruz. Lo que pensaba: no es de madera ni de
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metal. Es de plstico. Pero no hay ningn hombrecillo de plstico en ella, ningn mueco espacial montado en su cohete. Slo la vaca rampa de lanzamiento. Ha sido sorprendente dice Esther. Estabas tan dispuesto... Por qu lloras ahora? Precisamente por eso. Porque ha sido perfecto. No deberamos hacerlo. Pero lo peor es que no me importa que no debamos hacerlo. Lo que me preocupa es que tendr que terminar algn da. Pronto. Sorbe con tanta fuerza su flema que la pequea cama oscila. Oh! dice perezosamente Esther. Y juguetea con el cogote afeitado de l, mientras su mente asciende y sale por la ventana hacia el campanario, viajando hacia lo alto, con el Jess ascendido, como aquel globo de helio que se escap una vez accidentalmente de su mano en una msera feria a la que la llev su padre cuando tena unos ocho aos. Entonces se haba mareado con una mezcla de manzana confitada y pastel de cangrejos, y cuando volvieron a casa, mam se puso furiosa con su padre. Al cabo de un tiempo, aos que ahora parecan das, su madre haba muerto, y pap y ella pudieron ir a todas partes a su antojo. Podras llevarme contigo. No puedo dice Dale, con un estremecimiento que revela que ya lo ha considerado. No podra mantenerte. Ni siquiera puedo mantenerme yo. Vivo a base de pizzas y de esos paquetitos transparentes que se hierven en veinte minutos. Kim hace jogging todos los das; pero yo no le acompao porque no quiero agotar mis caloras. Y qu sera de Richie? Qu sera del profesor Lambert? Oh, el profesor Lambert! Creo que se apaara. Cmo podra prescindir de ti? Con l no soy la misma que contigo declara Esther. l te adora. Tiene que adorarte. Lo hizo; pero eso fue hace mucho tiempo. Empieza a sentir que el peso de Dale le oprime el pecho. Pesa casi el doble que ella, a pesar de la presunta dieta impuesta por su pobreza. La confesin de que vive a base de pizzas le ha hecho un poco repulsivo. Y las lgrimas parecen repulsivas en su plido semblante; ruedan hacia el mentn en grasientas bolitas mate. A fin de cuentas, ella le ha ofrecido irse a vivir con l, y l ha rehusado. Ha hecho el gesto definitivo de la total impotencia femenina, y l la ha dejado a merced de sus propios recursos. Esa triste cruz pequea y negra... le dice. Y deja que l vea que la toca con los dedos que minutos antes dirigieron su alarmante y clido miembro que pareca hecho de cartlagos y sugera, al tacto, las ondulaciones de un ro helado en un da ventoso. De qu est hecha? No lo s. No es ma; es de Kim. Muchos coreanos son cristianos, sabes? Y soadores. Supongo que es de asta de algo. Podra ser de yak o de buey almizclero o de algn otro animal con cuernos lisos y negros, de esos que cazan los coreanos. Parece de plstico insiste perezosamente Esther. Ahora recuerdo una cosa. Dijiste que te interesaban las acuarelas de Verna y he hecho que pintase una para m. Est all, sobre la mesa. Se separa de ella y salta de la cama. Su miembro en semiereccin oscila de un lado a otro, como una serpiente buscando algo que la ha molestado. Mientras tanto, Esther, que sigue en la misma posicin en que l la ha dejado, le dice:
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Podras traerme unos Kleenex o una toalla de papel? Estoy nadando en tu esperma. Conmovedor. Debajo de todo aquel metal, este jarrito de violetas. Dale no dice esto a Verna, sino que miente: Lo ha admirado de veras. Opina que posees un sentido muy delicado del color. Cree que tienes talento, y ella entiende de esto. Verna se encuentra irritada. Por muchas cosas; pero es precisamente Dale la persona que se ha presentado este da de perros, este domingo sin sol, despus de un sbado de ventisca. Paula est enferma, tiene fiebre, y Verna no puede salir. No te lo habra dado si hubiese pensado que ibas a enserselo a esa zorra engreda. Y a propsito, cundo la ves? Cuando doy lecciones a Richie. A veces me invita despus a tomar el t. Ser mejor que te andes con cuidado, grandulln. Esas amas de casa esnob y hambrientas de sexo toman a cualquier hombre por un semental. Es mucho mejor de lo que te imaginas le dice Dale, ponindose colorado. Sabes una cosa, Bozo? le dice Verna, mirndole duramente, como si hubiese tomado de pronto una decisin. Eres un don nadie. Me vuelves loca. l adopta su tono enloquecedoramente paciente, benvolo, un poco atolondrado. No soy yo quien te vuelve loca dice. Es algo que llevas dentro, Verna. Ahrrame el sermn. Lleva su albornoz y flota en el aire un olor a agua caliente, espuma de jabn y algo agridulce. Tiene los ojos irritados por falta de sueo y su cara parece ms gorda, aunque esto podra deberse a que l se ha acostumbrado a la cara delgada de Esther, con su espesa cabellera y su boca inteligente, astuta y melanclica. Qu crees que tiene Paula? Quin sabe! La gripe o algo parecido. Hay millones de grmenes en la guardera; estoy pensando en sacarla de all. No debes hacerlo. Quin lo dice? La boca de Verna se entreabre, con expresin fra y terca. T necesitas la... libertad. Necesitas desarrollar tus propias facultades. Haces algo respecto a los restantes tests de equivalencias? No. No hago maldita la cosa, salvo fumar porros baratos, compadecerme y escuchar a Paula cuando dice Da? Da?. En realidad, ahora habla mejor. Temo las preguntas que va a hacerme dentro de un par de aos. Puedo echarle un vistazo? pregunta Dale. Como quieras. Verna enciende un cigarrillo. Dale pasa detrs de la cortina marrn que divide las dos habitaciones. La nia est dormida en su cuna con barandillas, a pocos centmetros del aparato Hitachi donde atruena la cassette: Toooda la noche canta una voz ronca de mujer, tierna y cascada, estar despierta y estar contigo. Paula parece ms negra. El tono de su piel es ahora menos parecido al de Diana Ross y ms al de Natalie Cole. Su respiracin es ruidosa, fatigosa, en la naricita de puente plano y ventanas redondas y solemnes. Dale le toca la frente. Est caliente, aterciopelada, furiosa, con la furia que el movimiento de los tomos infunde incluso a las cosas muertas. De nuevo en la otra habitacin, pregunta a Verna: Le has dado algo? Aspirina para nios? Part un Tylenol por la mitad; pero la pequea zorra no quiso tragrselo.
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Si no est mejor dentro de un par de das, deberas llevarla a un mdico. Has estado alguna vez en una de esas clnicas? Tienes que pasarte dos horas sentada en la sala de espera con todos aquellos imbciles, inhalando todos los microbios que Dios ha inventado. Y el mdico es un iran, o algo parecido, que apenas sabe hablar ingls. Jess, qu estpido eres, Dale! La nieve reluciente se ha fundido al fin sobre los alfizares de ladrillo, por efecto de la lluvia fra del da anterior. Algunas ramas de los maltratados rboles grises conservan todava espectrales envolturas de hielo. Qu preguntas temes que ella te haga? quiere saber Dale. Oh, algo como Por qu ests siempre acostndote con hombres, mamata?. Pero, qu te importa eso? Y qu te importa que haga o no los tests de equivalencia? De qu me servira? Me sacara de todo esto? Sus paredes, sus ventanas, su estera, sus sillas. Su ropa, su piel. Ahora su cara, con sus engaosos hoyuelos y rollizas mejillas, experimenta una convulsin, se pinta en ella la ira. Y Verna grita: Acaso no ves lo desgraciada que soy? No ves que tengo cosas en las que pensar? Por qu te empeas en venir aqu, con tu bonachona y estpida sonrisa? Por qu no me haces el favor de dejarme en paz? Porque te quiero. No!, yo s que no me quieres, que decir esto es una estupidez. Las lgrimas asoman a sus ojos ya enrojecidos. Que l est aqu y vea las tristes pruebas la enfurece todava ms. No me quieres, y no quiero que me quieras. Creo que eres un chiflado, un bobo. Vete. Eres como una carcoma en mi cabeza, Dale. Tienes que dejar de incordiarme. No te das cuenta de que me han preado otra vez? Oh, vete, por favor! Empieza a pegarle, al principio, de forma tan ineficaz que parece un gatito ensayando sus primeros zarpazos. l se echa a rer, levantando los antebrazos en ademn defensivo; pero su risa hace que ella pegue ms fuerte, tratando de borrar su benvola sonrisa, de la misma manera que su propia cara, sus ojos ambarinos sin pestaas parecen borrados por un ciego furor. Acompaa cada golpe con un sonido gutural, una especie de disculpa, un gruido parecido al que los jvenes jugadores de tenis emiten al efectuar cada saque. Bastardo, bastardo, bastardo! dice. Dale retrocede hasta la puerta, aguantando todava la risa. Pero ella ha empezado a darle tambin patadas y esto podra ser un poco doloroso. Cuando la puerta verde se cierra en sus narices, oye golpes y gritos de protesta de otros inquilinos del inmueble que han odo la trifulca. Preada otra vez. Esther golpea la cruz negra, hecha quiz de cuerno de yak coreano. Dime pregunta, con la presuncin de la mujer que acaba de fornicar, qu significa esto para ti? l no sabe si ella se refiere al coito, y est a punto de decirle que muchsimo, cuando ve con sorpresa lo que miran sus ojos y tocan sus dedos. Los mismos dedos. Los mismos dedos delgados que han dejado caer al suelo los empapados Kleenex. Muchsimo dice, vacilando todava. Yo no puedo seguir la doctrina en todos sus detalles como hace tu marido... l cree que son graciosos dice ella. Para l, todos esos hombres que discuten y se matan por esas ridculas distinciones son una especie de broma pesada.
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Dale tiene ganas de argir algo en mi favor (los hombres observamos cierta lealtad entre nosotros, contra viento y marea, frente a nuestras presuntuosas y elsticas contrincantes); pero entonces percibe la franqueza de la pregunta de Esther y decide ser sincero. Sin esto le dice, me espanto demasiado. Me espanto tanto que no puedo actuar. Me vuelvo terriblemente letrgico, como si estuviese en el fondo del mar. Aquel ao, en Idaho, rodeado de bosques que se extendan, por todos lados, hasta el horizonte, en los que se producan numerosos murmullos, aquello me pareca odiosamente sin Dios. No s si me entiendes. Quiero decir que poda sentir el Diablo. Estaba all fuera... Los instintos maternales de ella se despiertan, tal como l esperaba a medias; le estrecha de nuevo contra su cuerpo delgado, sus cuarenta quilos de carne, venas y huesos de mujer. Pobre querido mo dice. l vierte en el odo de ella palabras hmedas y apremiantes, tratando de explicarse. Sin ello, quiero decir sin fe, hay un gran vaco y, aunque parezca extrao, el vaco tiene su forma, y esta forma lo llena exactamente. Mejor dicho, l lo llena exactamente. Todo esto le parece a ella tan confuso, triste y desesperado que estruja la espalda encorvada y huesuda del hombre, la fra piel constelada de granos. Por qu excita su sexualidad esta confesin de terror y desesperacin de aquel muchacho, a quien solamente el juguete, la antigua artimaa del cristianismo, distraen y le permiten, como al resto de nosotros, vivir de un da a otro, dormir de una noche a otra? Ests siempre espantado? pregunta ella. Oh, no! dice Dale. A veces, en realidad la mayora de las veces, por ejemplo cuando paso por una calle, me siento exultante, seguro. De veras. Slo en ciertos momentos aquello me parece frgil. Y hay que tener estos momentos de desaliento. El Nuevo Testamento est lleno de ellos; no slo Pedro, sino tambin el propio Jess, los experimentaron. Forman parte de la fe. Gracias a ellos se consigue esto. Y se superan. Aqu mismo est la prueba. T vienes del otro lado, y lo nico que necesitas, como dice el Evangelio, es un grano de mostaza. Reza conmigo alguna vez, Esther. Hoy no. No aqu, pues s que este lugar te parece sucio. Pero alguna vez. Sera bueno para m. Bajo este chorro de palabras en su odo, el alma de ella est tan embargada por el deseo que apenas puede expresarse, como si estuviese al borde de un desmayo. Por fin consigue preguntar: Puedo ahora hacer algo para que vuelvas a poseerme? Creo que no tendrs que esforzarte mucho responde l, tambin con la voz tensa.
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El Comit de Subvenciones suele reunirse en el Roland L. Partch Memorial Room. El padre de Partch, su abuelo y su bisabuelo, haban sido pastores presbiterianos, y aunque el propio Partch, en vez de ceder a aquella vocacin, prefiri invertir dinero en fincas urbanas (haba previsto su auge antes de que nadie hablase de ello), sinti, al llegar a una edad mediana, la necesidad de realizar obras benficas, como previendo su tristemente prematura muerte, que ocurrira al estallar una bombona de propano que alimentaba su parrilla al aire libre. Su hijo, Andy Partch, en los primeros cursos que ense all, era un estudiante de mejillas coloradas; y ahora, segn creo, rige una simptica parroquia en el Maryland suburbano, en la poblacin neobblica de Bethesda. Antiguamente, el Partch Room haba formado parte del stanoalmacn de Hooker Hall, y mientras interrogbamos a Dale Kohler, las ventanas a nivel del suelo resplandecan sobre nuestras cabezas como una serie de pantallas de televisin por las que desfilaban los zapatos deportivos, los calcetines de lana y las radas vueltas de los pantalones de estudiantes que pasaban por el pavimento de cemento exterior, y en las que apareca de vez en cuando un platillo volante que cruzaba oblicuamente el blanco cielo, y es que, en el campus, se estaba jugando un partido temprano de Frisbee sobre la mezcla de hierba seca, barro y sucios restos de nieve, propia de finales de invierno. Ya he descrito a Jesse Closson. Es un ex cuquero de cabeza cuadrada, ecumnicamente imperturbable. Sus hombros son ms anchos y sus muecas ms gruesas de lo que podra yo explicar, y huele muy mal, porque toma rap, no por la nariz, sino frotndolo en las encas. Cuando vuelve la cabezota hacia uno, sonriendo amistosamente y mostrando los dientes amarillos, el hedor de su saliva es casi insoportable. Pero entindase bien, conoce perfectamente a Husserl y Heidegger, a Schleiermacher y a Harnack, a Troeltsch y a Overbeck. Rebecca Abrams, nuestra profesora de hebreo, Antiguo Testamento y estudios intertestamentales, es delgada, alta, breve y gil en sus movimientos, con largas ventanas nasales, centelleantes gafas de acero, cejas hombrunas y pelo negro recogido hacia atrs en un moo. Sin embargo, sus cabellos, en su ensortijada energa proyectan un halo alrededor del severo peinado, y su cara tiene ese don judo de adquirir bruscamente un calor trascendente y un encanto confiado, como el chorro de agua que hizo brotar Moiss de la roca en Horeb. Jeremy Vanderluyten, el negro del Comit de Subvenciones, de la Facultad de tica y Logstica Moral, es un hombre grave del color del hierro forjado; se mueve en su terno con cierta rgida pesadez, y sus rojos prpados inferiores forman bolsas, como si tambin ellos sintiesen el peso de la praxis cristiana. Y Ed Snea (dos slabas, Sne-a) especialista en Bultmannismo y Holocustica, es un presbiteriano de nombre, bajito, delgado y rubio, que, por uno de esos caprichos de la moda que animan a las comunidades acadmicas, se ha convertido en el Marrying Sam de las bodas ateas. Cuando la hija de un astrofsico checo emigrado se casa con un budista japons graduado, estudiante de Semntica, Ed se encarga de adaptar el rito a su exacto matiz de corts incredulidad, poniendo los ojos en blanco, en silencio, cuando una sola palabra de apelacin al cielo parecera demasiado. Para aquellos a quienes incluso la ms vaga mencin de armona natural o de amor eterno sonara indebidamente a brbaro tesmo, Ed, con su acento meridional y su bigote de color de gamuza, tiene el don de pronunciar frases vacas de manera que no sufra en absoluto la integridad de la agnstica pareja, mientras la abuela entenada de la novia, acrrima episcopaliana (que no oye demasiado bien), sale asimismo satisfecha de la ceremonia. No se ha
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hecho rico con esta actividad suplementaria; pero gracias a ella ha bebido mucho champaa y comido muchos trozos de pastel con capas de vainilla. En realidad, Ed es tan conocido de los proveedores locales que a veces le llevan en su camioneta a casa y l puede ofrecer a su desatendida familia un banquete de banderillas sobrantes de hgado de pollo envuelto en tocino entreverado. Dale no tena muy buen aspecto el da de la entrevista. Su palidez de cera se haba vuelto enfermiza. Pareca sudoroso, y se haba puesto una chaqueta deportiva a cuadros encima de la camisa de leador, produciendo un efecto discordante. Antes, me haba confiado que estuvo en el Cubo, realizando una investigacin adicional. Me permitieron estar presente en el interrogatorio, teniendo en cuenta el inters que haba demostrado; pero sin darme voz en la cuestin. Desde el lado en que me hallaba sentado, en uno de esos anticuados sillones de aula de brazo izquierdo atrofiado, mientras el derecho se ha ensanchado como una pinza de cangrejo, poda ver, medio de perfil, las caras de los tres miembros del Comit, envueltas en sombra, salvo la cima de sus crneos, y patticamente alterada la calva de Closson por los mechones sin cortar de las sienes. Los hombros a cuadros de Dale estaban un tanto vueltos de espalda en mi direccin. Cuando se torca, debido a alguna pregunta inquietante, poda ver de perfil su agitada y manchada mandbula inferior y las muchas sacudidas nerviosas de sus largas pestaas. Encima de este cuadro, pies indiferentes pasaban constantemente bajo el apagado sol de mediados de febrero. Dale explic al Comit, como me lo haba explicado a m, la enorme improbabilidad del tan delicado equilibrio de las fuerzas desatadas en el instante del Big Bang, el nico equilibrio de fuerzas que haba podido producir un Universo sostenido y lo bastante estable para que la vida se desarrollase en l y, en el caso de nuestro planeta, los primates, la conciencia, el pensamiento abstracto y la moral. El Comit escuchaba en sombro silencio, bajo el desfile de relucientes pies. Cuando Dale se perdi un poco en la relacin de la fuerte energa con la produccin de deuterio y, en consecuencia, con la reaccin nuclear, Jeremy Vanderluyten, locuaz y compasivo, carraspe y observ, con su grave y elegante elocuencia: Todo esto es sin duda muy interesante, Mr. Kohler; pero, y corrjame si me equivoco, hace ya varios aos que estas cifras estn sobre la mesa. La cosmologa cambia, y espero que no haya cambiado por ltima vez. Lo que me choca, si puedo expresarme as, es la manera en que persisten las preocupaciones ticas y religiosas, sea cual sea la cosmologa dominante. Piense en el siglo XVII y en lo convencidos que estaban sus cientficos de que el materialismo mecanicista lo solucionaba todo. El Universo era como un reloj al que se hubiese dado cuerda, decan, y la fsica de Newton se consideraba irrebatible. Sin embargo, qu ocurri dentro de la fe judeocristiana? Pietismo, y la reavivacin de Wesley, y la gran oleada misionera en todas las partes del mundo. Observe a los jvenes de hoy, cuando se ha declarado reiteradamente la llamada muerte de Dios: es la generacin ms religiosa a lo largo de un siglo, y todo a consecuencia de imperativos interiores. El negro apoy una mano sobre la corbata de reps, y su frreo semblante, surcado de profundas arrugas, pareci a punto de sonrer. Las estrellas no son las nicas causantes. Son las estrellas, ms algo. Ms la tica. Recuerda usted lo que dijo Kant? Pude ver que Dale sacuda negativamente la despeinada cabeza. No haba sido un buen corte de pelo, visto desde atrs. O se lo haba cortado Esther, sintindose Dalila en medio de un juego ertico? O haba sido Verna?
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Der bestirnte Himmel ber mir pronunci Jeremy, con voz tonante, und das moralische Gesetz in mir. El cielo estrellado encima de m tradujo amablemente, levantando el largo dedo ndice y golpeando despus su corbata, y la ley moral dentro de m. Las dos cosas juntas, lo ve usted? Lo veo, desde luego dijo el pobre Dale, impaciente en su fatiga y fuera de su campo . Pero es que la gente debera saber que el Universo tiene estas cosas singulares, estos signos reveladores, para que nuestro impulso moral y nuestra voluntad de creer tenga algo a que agarrarse, si me entienden ustedes. Le entendemos, Mr. Kohler dijo con acritud Rebecca Abrams. Estamos aqu para entenderle. Y ahora, a dnde ms quiere llevarnos? l esboz, con agitacin creciente de las manos, los fallos de la teora evolucionista, sus inevitables pegas si se observaba de cerca, desde la prctica imposibilidad de que se formase por s sola la primera unidad con capacidad para reproducirse en la llamada sopa primordial hasta los absurdos saltos hipotticos, inalcanzables por cualquier acumulacin gradual de pequeas mutaciones accidentales, para llegar a maravillas como el globo ocular del hombre o la cola de la ballena. A diferencia de su anterior conversacin conmigo, prescindi del cuello de la jirafa y de los callos del avestruz. Rebecca lanz un profundo suspiro, expulsando el aire por la majestuosa nariz, la cual no tena la forma ganchuda propia de los semitas, sino que era recta y sobresala anormalmente de su cara, dndole un aire desafiador cuando se quitaba las gafas. Pero, Dale dijo, llamndole por su nombre, inclinndose en su direccin y echndose luego atrs con tanta rapidez que su nariz dej una mancha blanca en la sombra, o al menos as me lo pareci, cree usted realmente que la doctrina creacionista es ms convincente? Cmo se imagina aquellos acontecimientos? Cree de verdad que Dios alarg una mano y molde y puli la arcilla? Como usted sabe, Adn significa arcilla, tierra roja. He dicho doctrina creacionista; pero, en realidad, no es doctrina; sus defensores no intentan explicar ningn detalle de cmo se form la materia, por qu se extinguieron tantas especies, o cul fue la causa de que todo requiriese tanto tiempo. Lo nico que nos ofrecen es el primer captulo del Gnesis, versculos veinte y siguientes. Pero incluso all est escrito que Dios dijo: Hiervan de animales las aguas y vuelen sobre la tierra aves, etctera: Vayyomer elohim tose ha'ares nefesh hayyah leminah, etctera. Simples subjuntivos. En otras palabras: Que ocurra esto y aquello. Como si l no pudiese evitarlo, como si, en realidad, slo diese su permiso, o una especie de bendicin. Por otra parte y volvi a suspirar majestuosa, si ustedes lo toman todo en sentido literal, se colocan en una posicin demasiado grotesca, como argir que las rocas no son realmente tan viejas, ya que fueron creadas el ao 4004 antes de Cristo, que ni siquiera son tan viejas como los pinos cuyas anillas podemos contar, tal como hacen algunos de mis alumnos creacionistas, pobrecillos y mir a sus colegas de Facultad, que saban lo mucho que sufra, que moveran a compasin si no fuesen tan exasperantes. Entonces desafi a Dale: Es esto lo que usted nos ofrece? Me compadec de l, al observar su erizada nuca. Los cabellos permanecan tiesos como si acabase de quitarse el gorro de lana, y ste hubiese soltado su carga de electricidad esttica. Dijo: Yo soy acrrimo partidario de la Ciencia, seora e hizo una pausa, dudando de que el tratamiento fuese el adecuado para una profesora, pero incapaz de encontrar otro mejor, sea lo que sea aquello que nos ensea. Adoro la Ciencia, y no he pretendido abordar y su ademn fue tan vago que pareci desesperado, y dio la impresin de que abarcaba con l la sala, el cielo que
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se perciba a travs de las ventanas del stano y a nosotros cinco esta cuestin teolgica. Creo que me ensearon la Biblia en la escuela dominical; pero, francamente, nunca le prest mucha atencin desde entonces. El Dios que nos muestra es el que corresponda a la tecnologa y a los conceptos sociales de la poca. Ahora, nos parece bastante brutal con todos aquellos sacrificios y aniquilacin de los enemigos, con aquella declaracin de Yo soy el que soy, etctera. No quiero criticarlo; pero no, no me imagino exactamente una mano bajando del cielo para modelar la arcilla. No s lo que me imagino. Lo que s es que a veces siento que soy tocado en mi interior y moldeado, que algo me toca desde lo alto; aunque, si quieren ustedes llamarle sensacin subjetiva, alucinacin, histerismo o de cualquier otro modo, no lo discutir, Creo que muchas veces los nombres que damos a las cosas muestran nuestros sentimientos ms que la cosa misma. Quiero decir que algunos dicen visin y otros dicen alucinacin, con lo cual expresan opiniones opuestas acerca de si algo se hallaba o no se hallaba all. Closson, creyendo tal vez que el muchacho se estaba enredando y queriendo ayudarle, dijo: Y como indicaron Berkeley y Husserl, y a su manera Wittgenstein, entre otros, el problema bsico de si hay o no hay algo all, y, en su caso, de cul es su naturaleza, no es en modo alguno indiscutible, depende mucho de cmo definamos el all. Esse est percipi aadi amablemente el viejo cuquero, echando la cabeza atrs de manera que sus arrugados prpados de reptil quedaron cubiertos por los gruesos cristales curvos de sus gafas de media luna, mientras sus encas pardas parecan esbozar una sonrisa. Ni siquiera digo exactamente eso repuso Dale, rebullendo en su silln, y excitndose a pesar de su fatiga, a pesar de los estragos hechos en su cuerpo y en el funcionamiento de su mente, por el amor y los labios absorbentes de Esther. Me gustara que la religin dejase de ocultarse dentro del ser humano, renunciase a esa especie de cobarde apelacin a la llamada realidad subjetiva, al pensamiento ilusionado, en cierto modo. Lo que estoy tratando de ofrecerles, ya que ustedes me lo han preguntado, es lo que la Ciencia trata de decirnos objetivamente, con sus nmeros, ya que los propios cientficos no quieren hacerlo y prefieren mantenerse al margen, permanecer puros. Existen notables coincidencias numricas explic. Y habl al Comit de cmo diez elevado a la cuadragsima potencia se repite en muy variados contextos, desde el nmero de partculas cargadas en el Universo observable hasta la razn de la fuerza elctrica a la gravitatoria, por no hablar de la razn entre la edad del Universo y el tiempo que tarda la luz en pasar a travs de un protn. Trat de explicar la curiosa coincidencia de que la diferencia entre las masas del neutrn y del protn sea casi igual a la masa del electrn, y adems, de que la velocidad de la luz al cuadrado es igual a la temperatura en que los protones y los neutrones dejan de transmutarse unos en otros y los nmeros de ambos en el Universo quedan congelados. Igualmente maravillosa, para l, era otra ecuacin que mostraba que la temperatura en que se disociaba la materia por la radiacin, era igual a aquella en que la densidad energtica de los protones igualaba a la de la materia, sobre todo protones. Adems, el elemento carbono, tan crucial para las formas de vida, es sintetizado en las estrellas a travs de una serie extraordinaria de resonancias nucleares que por lo visto slo se producen... Ed Snea, cuyas ceremonias eran siempre laudablemente breves, intent interrumpirle diciendo: Mr. Kohlur, me pregunto... Pero Jeremy Vanderluyten intervino en seguida: Como dije antes, todo esto parece ser de ndole repetitiva, de sntesis eclctica. Dnde est el contenido "original que justificara nuestro apoyo y ayuda financiera? Dale sac del bolsillo interior de su extraa chaqueta de tweed un fajo de papel de ordenador, plegado en acorden y con perforaciones en ambos lados. Yo pude ver, desde el lugar en que me hallaba sentado, que el papel estaba lleno de columnas de nmeros, de masas grises.
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Una de las razones de que est tan aturdido explic al Comit, con un aire tan claramente suplicante y fatigado que Rebecca levant su brillante nariz y Jeremy baj los severos ojos es que he pasado gran parte de esta noche pasada estudiando algunas constantes universales a travs de varias transformaciones al azar, tratando de obtener algo para ustedes. Y qu poda ser ese algo? pregunt Clossen, sacando el labio inferior ansioso de rap. Algo inesperado anunci Dale. Algo ms que casual. Su voz se haba fortalecido. Levant la barbilla, enfrentndose con sus inquisidores. Pens que a todos nos gusta ser desafiados. La pequea descarga de adrenalina se lleva muchos problemas y orienta nuestra vida por el buen camino, que es donde debe estar. Vale ms ponerse furioso que estar muerto. Nos gusta la pelea, porque aparta las dudas. Dale despleg el largo y grotesco impreso, que cay entre sus rodillas, y dijo: Por ejemplo, la velocidad de la luz por la constante gravitatoria de Newton, ambas en unidades. En unidades SI, desde luego, y una de ellas un nmero enorme y la otra muy pequeo, nos da casi exactamente el sencillo nmero dos: uno coma nueve nueve nueve cinco tres dos seis. Mir hacia arriba. Ninguno de los del Comit haba pestaeado. Es una coincidencia increble explic. Otro resultado unitario inesperado fue que la constante de Hubble, es decir, la velocidad en que las galaxias se apartan las unas de las otras y en que se expande el universo, dividida por la carga del protn, que est naturalmente en el otro extremo de la escala de constantes csmicas, nos da doce y medio, sin ningn resto. Estuve observando esto la noche pasada, a eso de las dos y, al cabo de un rato, advert que, en toda la hoja, parecan destacarse estos veinticuatros. Dos, cuatro; dos, cuatro. El tiempo de Plank, por ejemplo, dividido por la constante de radiacin nos da una cifra prxima a ocho veces diez, de nuevo en el negativo veinticuatro, y la permisividad de espacio libre, o constante elctrica, en el radio de Bohr, nos da casi exactamente seis veces diez en el veinticuatro negativo. En el lado positivo, la constante de estructura fina electromagntica por el radio de Hubble, o sea, el tamao del Universo tal como ahora lo percibimos, nos da algo muy prximo a diez elevado a veinticuatro, y la constante de fuerza fuerte por la carga del protn produce exactamente dos coma cuatro veces diez al decimoctavo negativo. Empec a marcar con un crculo el veinticuatro siempre que apareca en el papel dijo mostrando su hoja de papel rayado, adornado con numerosos crculos escarlata. Aqu pueden ver ustedes que esto es ms que casual. Me parece que yo no puedo verlo respondi Jesse Closson, mirando por encima de sus gafas de media luna. Dale levant ms el papel y todos pudimos darnos cuenta de que sus nudosas manazas estaban temblando. Con ellas sostena el Universo. El azar, o la carencia de l, no es una clase de categora... empez a decir Jeremy Vanderluyten. Amigo mo intervino Ed Snea, como si llamase al orden a un parlanchn en una fiesta al aire libre, qu significan las interrelaciones entre esos nmeros? No est usted sumando naranjas y manzanas, como suele decirse, y dividindolas por pomelos? No son simples nmeros, sino las constantes fsicas fundamentales le explic Dale. Son los trminos de la Creacin. Oh, esto me gusta!. exclam efusivamente Rebecca. Comprend que era el primer aliado de Dale en el Comit, y l lo advirti tambin. Volvi la cabeza para enfrentarse con ella.
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Estos nmeros dijo intensamente, con una seriedad casi paternal y ansiando ser comprendido, mientras desfilaban pies por la ventana sobre la cabeza de ella son las palabras con que Dios ha querido hablar. Poda haber elegido muchas otras, seora; pero escogi stas. Tal vez nuestras mediciones son todava imperfectas, es posible que mis transformaciones no sean las ms inteligentes... Estaba muy cansado y tambin nervioso pensando en esta reunin. Podra haber una ecuacin diferencial que nos diese algo definitivo; no lo s. Pero tiene que haber algo aqu, si es que lo hay en alguna parte. No le gusta la manera en que la velocidad de la luz, por la constante de la gravitacin, da dos como producto? S, me gusta repiti Rebecca, con un nfasis diferente; pero... Esto es cabalismo gru Jeremy Vanderluyten. Con un poco de habilidad, se puede hacer decir cualquier cosa a los nmeros. Slo para satisfacer mi curiosidad, quiere ver si tiene un seis seis seis en alguna parte? Dale, moviendo la cabeza en pequeas sacudidas, mir su papel y declar: S, seor, ciertamente lo tengo. Y no slo tres seises, sino diez, en hilera. El radio de Bohr dividido por el radio de Hubble. Vean dijo el negro. ste es el nmero de la Bestia, y dicen que significa que el fin del mundo est cerca. O que Dios est siendo dividido por tres opin Closson, ahora con una pizca de impaciencia en sus afables modales. Estos clculos, joven, tienen para m cierto sabor de desesperacin. Como podra decir Heidegger, su Verstehen ha sido alcanzado por su Befindlichkeit. Los dems miembros del Comit rieron con disimulo. Dale confes en tono muy digno: Me siento desesperado algunas veces. Pero entonces pienso: Por qu haba de hacerlo Dios fcil para m, si hasta ahora no lo ha hecho para toda la Humanidad? Hubo un momento declar, la noche pasada, en el que me sent cansado, y creo que exasperado si no desesperado. Empec a pulsar rdenes al azar y, en medio de toda la basura que apareca en la pantalla, resplandeci de pronto este hermoso nmero: uno coma cero cero cero cero cero, cero cero cero. No s exactamente cuntos ceros, tal vez diez, y despus un uno. Ahora bien, en ninguna parte de la Naturaleza va a dar un clculo un resultado tan extrao, uno y una diez mil millonsima de lo que sea. Pero los nmeros generados seguan pasando por la pantalla, y cuando trat de volver a aqul para imprimirlo, el clculo haba desaparecido. Se hizo un silencio. Pens que Dale no haba mirado una sola vez en mi direccin. Esther y l debieron pasarlo en grande ayer, en el desvn. Ella se haba mostrado lnguida y picara cuando yo volv a casa a las seis menos cuarto. Dale, Richie y ella estaban inclinados sobre la mesa del comedor bajo la lmpara Tiffany, como un grabado bblico sentimental, formando sus tres cabezas un tringulo cuyo vrtice corresponda a la de Esther. Haban estado trabajando en nmeros hexadecimales. Y dos D? haba preguntado Dale. Qu nos dara esto, Richie? La pausa se haba prolongado, mientras, en la cocina, el frigorfico se preguntaba si tena que hacer ms hielo. Cuarenta y cinco dijo al fin Esther. Es evidente. Tu mam tiene razn haba reconocido Dale, confuso por ella. Mira, Richie haba explicado, el dos de la izquierda significa dos diecisis, o sea treinta y dos, y la D representa... Recuerda que tenemos que asignar una letra a los nmeros de dos dgitos por debajo de diecisis...
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Haba esperado un segundo y dado despus l mismo el dato: Trece. Treinta y dos ms trece hacen...? Cuarenta y cinco haba dicho el nio, con voz dbil y turbada. Exacto! Mira, lo ests consiguiendo! Ya era hora haba comentado Esther, con tono lnguido y pcaro. Su boca, a pesar de la reciente aplicacin del lpiz de labios, pareca escoriada, y tuve la impresin de que sus ojos verdes resplandecan con el recuerdo de lo lejos que haban despertado sus instintos naturales unas horas antes. La noche anterior, en nuestro oscuro lecho conyugal, cediendo a un impulso de concupiscencia, haba tratado torpemente de ejercitar en m algunos de sus sucios trucos. Yo haba golpeado su hombro desnudo con el dorso de la mano y le haba vuelto la espalda, protegiendo lo que en Ohio solan llamar, con picante intencin, las joyas de la familia. Ed formulaba ahora a Dale, con delicado disgusto, la pregunta crucial: Tiene usted alguna otra idea de cmo utilizar un ordenador en esta bsqueda de... no poda permitir que sus labios, debajo del nfimo y como desmitificado bigote, pronunciasen el viejo y para l torpe monoslabo ...de lo Absoluto? O de cmo hinchar su cartera? ri Closson, demasiado inocente, como cuquero que era, para comprender, segn creo, lo vulgar que era la frase. Rebecca s que lo comprendi y se inclin hacia delante para suavizar las cosas y proteger al joven. Dale, cmo piensa usted plasmar el resultado final de su investigacin? En un documento tcnico o en algo ms inspirador? Se retrep en su silln y quit de su larga y blanca nariz las gafas de montura de acero. Esto hizo que cambiase de aspecto. Era una mujer: Eva, Hawwab, vida. Tuve la impresin de que el corazn de Dale volaba hacia ella, un foco de calor dentro de aquel juicio fro. Ella sonri y sigui diciendo: Lo que pregunto es: Cmo podramos usar sus teoras, para justificar una subvencin? Jeremy, todava irritado por la falta de respeto a das moralische Gesetz, intervino: Qu est usted tratando de demostrar al barajar todos esos nmeros? Seor, intento de dar a Dios la oportunidad de hablar dijo Dale con energa. Les describi, ms extensamente de cmo me lo haba descrito a m, su nocin de hacer un modelo de realidad partiendo de los principios de los grficos de ordenador. Las formas, dijo al Comit, pueden ser sustradas unas de otras, en cuanto estn representadas en la memoria maquinal como primitivas slidas, y las secciones transversales pueden ser computadas bajo cualquier ngulo y a lo largo de cualquier corte, en cuanto se dan unas pocas rdenes. En un diseo industrial computerizado, como hacer un dado o un molde, las formas negativas tienen una importancia igual a la de las positivas; tambin (y aqu entraron detalladamente en juego sus expresivas manos) pueden crearse formas slidas moviendo una figura plana a lo largo de un trayecto especfico en el espacio. Haciendo actuar recprocamente estos sistemas, introduciendo reglas locales para la evolucin de estas formas y usando ms algoritmos de planificacin global, crea Dale que poda simular nuestro mundo real, no tanto en su contenido como en su complejidad, a un nivel que dara claves grficas o algortmicas de un diseo subyacente, suponiendo que existiese. Era, dijo, un poco parecido al proceso corriente en los grficos de ordenador, mediante el cual la primera imagen en alambre de un objeto slido es generada por lneas de vector y entonces, con una sencilla frmula operando sobre la coordenada z, se eliminan los bordes ocultos, los bordes que en el mundo real, es decir, el mundo que
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experimentamos con nuestros sentidos, seran ocultados por la opacidad del objeto. Teolgicamente hablando, nos movemos en un mundo cuyos bordes ocultos han sido removidos, y lo que Dale intentaba hacer, con la ayuda indispensable del Comit, era restaurar aquellos bordes, eliminando la opacidad y devolviendo a la Creacin su transparencia primitiva, en la cual, desde la Cada, slo unos pocos msticos y locos, y tal vez algunos nios, han podido verla. O bien, si el Comit prefera una analoga con la fsica de las partculas, pretendera someter el macrocosmos, transpuesto en grficos de ordenador, a un proceso parecido a la desintegracin del tomo. Sin embargo, la exposicin de Dale era vacilante y, en ocasiones, su voz se extingua en una larga pausa. Era como si, mentalmente, hubiese ensayado tanto este momento que, cuando al fin llegaba, haba agotado su energa. Ya no le quedaban fuerzas. Pareca resignado al rechazo. Con su voz spera y opaca, Jeremy dijo en tono agresivo: Desde Kant y Kierkegaard hasta William James y Heidegger, la religin se ha fundado en la subjetividad. La subjetividad es el campo propio de la religin. No debemos dejarnos tentar para salir de este campo. Si empezamos a jugar con esta clase de seudociencia, volveremos directamente a una magia y a un fundamentalismo totalmente indefendibles. Adis, imperativos morales; s bien venido, vud. Rebecca intercedi: Pero, Jere, no se muestra usted un poco antibblico? El Dios de Abraham y de Moiss no era tan slo un fenmeno subjetivo; los israelitas lo experimentaron con todo su ser, como Historia. Discutieron con l, incluso lucharon con l. Pactaron con l. Uno no ha de querer decirle a Dios: No puedes entrar en la Historia, no puedes entrar en el mundo objetivo. Todos los das de la semana dijo Closson, carraspeando a causa de la nicotina, la oracin le invita a entrar, y lo malo es que, despus de tantos aos, nadie sabe si ha entrado o no! Lo que a m me preocupa intervino el reverendo Ed Snea, con su ceremonioso deje del Sur es que, suponiendo que los ordenadores, tal como los ha descrito Mr. Kohler, adquieran algo parecido a inteligencia, no significar esto que adquirirn tambin una subjetividad y que, si uno de ellos declara en sentido objetivo que existe un Absoluto, tendr su testimonio ms importancia que el de un devoto montas de los bosques de Tennessee? O que el de la doncella azteca que crea lo bastante en Huitzilopochtli para dejar que los sacerdotes le arrancasen el corazn del pecho en vida dijo Closson, haciendo pestaear sus ojos de reptil y entreabriendo su boca ftida en una risita silenciosa. La religin, pens, nunca dejaba de divertirme. Lo que yo quisiera hacer dijo Ed es dar a esos ordenadores cuerda suficiente para que se ahorcasen. Para m, no son ms que archivos de fantasa. En mi opinin, sera una malversacin lamentable declar Jeremy en una poca en que los estudios de los negros y de las mujeres necesitan urgentemente fondos... Rebecca le interrumpi: Algunas de las mujeres con quienes hablo estn hartas de ser estudiadas. Acaso ser mujer es todo lo que hacemos? No podemos decir nada acerca de nosotras mismas, salvo que la sociedad patriarcal nos ha obligado a usar desodorantes? Mis dulces y pequeas militantes dirase que nunca se han lavado los cabellos ni limpiado las uas, como si fuesen los hombres quienes inventaron los baos... Saba que no deba continuar; pero sigui adelante con una ligera e irresistible sonrisa:
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Yo creo que es delicioso que ese joven quiera venir a echarnos una mano desde el fondo del departamento de Ciencias de la Universidad. Closson carraspe una vez ms y volvi a m su cabezota. Roger, quiere usted comunicarnos alguna opinin o idea antes de que terminemos con Mr. Kohler? Uno de sus mechones se haba despegado y oscilaba en un lado de la cabeza como una antena inquisitiva. Me choc que quisieran sacarme de mi aislamiento, donde mi existencia era como una sombra. Usted ya me conoce, Jesse dije, con una falsa jocosidad que son mal a mis propios odos. Siempre he sido barthiano. Temo que Barth habra considerado el proyecto de Dale como la clase ms ftil e insolente de teologa natural. Tambin estoy de acuerdo con Jere: no hay sitio para la apologtica, cuando sta ha hecho una y otra vez que la religin parezca ridcula. Como Rebecca, no creo que Dios tenga que ser reducido a la subjetividad humana. Pero su objetividad debe ser de una clase totalmente distinta de la de esas ecuaciones fsicas. Y aunque no fuese as, la posibilidad de demostracin plantea problemas adicionales. Un Dios que se dejase demostrar, ms exactamente, un Dios que no pudiese ayudar a ser probado, no sera demasiado sumiso, demasiado pasivo y dependiente del ingenio humano, en una palabra, un Dios impotente y contingente? Tambin veo un problema en la facticidad divina, tal como nos sera demostrada. Todos sabemos, como maestros, lo que ocurre con los hechos: se pasan por alto, se olvidan. Los hechos son aburridos. Los hechos son inertes, impersonales. Un Dios que fuese meramente un hecho permanecera sobre la mesa con todos los dems hechos: podramos tomarlo o dejarlo. Tal como estn las cosas, siempre nos encontramos en movimiento hacia el Dios que huye, el Deus absconditus; l, con su ausencia aparente, est siempre con nosotros. Lo que hoy se nos pide que financiemos, lamento decirlo, me parece una especie de fisgoneo cosmolgico obsceno que poco tiene que ver con la religin tal como yo la entiendo. Como dice el propio Barth en alguna parte, no puedo darles la referencia exacta, Qu clase de Dios es el que tiene que ser demostrado? Despus de este beso de Judas, Dale me mir por primera vez, y tuve la impresin visual de que su acn se estaba curando, gracias a los cuidados de Esther. Sus ojos azules estaban pasmados, nublados. No comprenda el favor que acababa de hacerle. Jesse, desde luego, es un tillichiano ecumenista y sentimental, y Ed, un bultmannita profesional, y Rebecca, sensible al fondo de reprimido sentimiento antisemita presente en el declarado filosemitismo de Barth1, y Jeremy, un activista social y un lgico tico. Al introducir tan estruendosamente en la discusin a Barth, desdeoso enemigo de los humanistas religiosos y acomodaticio, y viejo enemigo de Tillich y Bultmann, haban hecho que el Comit se volviese contra m, es decir, en favor de Dale. Jesse vacil un poco y trat de resumir: Bueno, s, supongo que el Fundamento del Todo Ser debe tener un sentido superior. No puede tratarse simplemente de un ser ms. Pero esto plantea una serie de cuestiones interesantes, si el ser esse, sein, es un simple esto o esto otro, una condicin binaria, en el lenguaje de Mr.
Vease (y no habr ms notas a pie de pagina) la carta de Barth de 5 de Septiembre de 1967, dirigida al doctor Friedrich- Whilheim Marquardt: ...en mis encuentros personales con judos actuales siempre, hasta donde alcanza mi recuerdo, he tenido que disimular una aversin irracional, reprimindola naturalmente, y en seguida, basada en todas mis presuposiciones , y ocultndolo por completo en mis declaraciones; pero teniendo que reprimirla y disimularla. 133
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Kohler, o si hay grados, intensidades..., en realidad, todo esto es muy interesante. Nos ha dado usted que pensar, joven, lo cual no es fcil en los crculos acadmicos. Ja, ja! Tendr usted noticias nuestras dentro de dos semanas. Cuando, diez das despus, dije a Esther que Closson me haba comunicado que el Comit haba acordado conceder a Dale una subvencin provisional de dos mil quinientos dlares, renovable en setiembre prximo, si l lo solicitaba y presentaba el primero de junio una comunicacin de cuarenta pginas, resumiendo los primeros resultados concretos, ella me dijo: Mala cosa. En realidad, es terrible. Por qu? Ahora tendr la impresin de que ha alcanzado algo, y lo que trata de hacer es imposible. Mujer de poca fe. Es l quien est perdiendo su fe. Y esto har que acabe de perderla. Cmo sabes que est perdiendo su fe? le pregunt. Gir sobre sus ruidosos tacones y se alej por el pasillo ofrecindome esa visin desde atrs en que incluso la mujer ms menuda parece algo grande, un pedazo de la Tierra. Llevaba pantaln caqui ceido. Haba estado en el jardn, haciendo una poda de invierno, preguntndose cundo habra que quitar el pajote, al ver que los primeros lirios de nieve asomaban sus corolas sobre el extremo caldeado por el sol de nuestra valla junto al cobertizo donde guardaban los Ellicott sus herramientas. No la estamos perdiendo todos? me grit, antes de desaparecer en la cocina. Yo nunca haba credo que Esther tuviese fe; lo cual formaba parte de su encanto, la suculenta libertad de que haca gala. Le haba pedido que llevase a Verna a la clnica para abortar, y ella se haba negado, diciendo que era mi sobrina y que, en todo caso, Verna le haba tomado antipata, pues se mostraba muy ruda en la guardera. Y a propsito, llevaba all a Paula cada vez con menos frecuencia y, cuando lo haca, la pobre criatura no poda hallarse ms sucia. Las cosas se estaban deteriorando en aquel frente, dijo. Como si hubiese varios frentes, y ella y yo nos encontrsemos en el cuartel general. Verna haba dicho por telfono, con toda claridad, que no quera ir sola. Manifest que, a fin de cuentas, la idea haba sido ma. Entonces le dije que la llevara yo. Mejor esto que dejar que se escabullese. Estaba resuelto a conducir este asunto a buen fin. La tarde sealada, una canguro del barrio, se desdijo tpicamente del trato en el ltimo minuto. Por consiguiente, la pequea Paula tuvo que venir con nosotros. Era muy avanzada la tarde, una hora en la que, hasta haca poco, haba sido ya noche cerrada y que ahora nos sorprendi con su luz, demorndose la claridad del da en las hileras de casas de tres pisos, en las tiendas con grandes escaparates de las esquinas, en los sicmoros y algarrobos sin hojas, en los doblados rtulos de Prohibido aparcar pintados con spray. La luz me molestaba al llevar a aquella mujer de diecinueve aos y a aquella nia de uno y medio en mi slido, pulcro y un tanto aerodinmico Audi, a lo largo de aquellas calles flanqueadas de herrumbrosas glorias de Detroit, coches petrificados como montones de lava. Yo no tena nada que hacer all. Pero lo haca. Estaba matando a un nio por nacer, tratando de salvar a otro que haba nacido. A dos que haban nacido. La clnica era un edificio bajo de ladrillos blancos, no precisamente nuevo y con los ladrillos slo bastante blancos para que el mortero pareciese oscuro. Estaba a varias manzanas de la residencia de Verna, ms en el interior de aquella parte de la ciudad a la que nunca sola yo ir.
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Tambin me molestaba entrar en la oficina de la clnica con la pequea mulata y la joven de lengua procaz, tez cetrina y ligeramente entrada en carnes. Para este acontecimiento, se haba puesto Verna su atuendo ms barato, un conjunto de falda ancha de lana verde, jersey amarillo canario con cuello de tortuga y chaquetn de cuero de color naranja, debajo de una especie de sarape a cuadros. Pareca una pelandusca ingenua. Y se haba peinado con aquellos rizos oleosos, hmedos y serpentinos, que vemos cada vez ms a menudo incluso en las secretarias de la Escuela de Teologa. Las luces fluorescentes del interior de la clnica, que zumbaban un poco, no podan hacer mucho contra el lgubre ambiente. Haba dos mesas en la antesala, y en ellas, una enfermera y una secretaria. La enfermera levant la cabeza y me lanz una mirada que pareca acusadora. Para llenar los impresos, Verna tuvo que poner a Paula en mis brazos, y me pareci que la nia pesaba ms que la ltima vez que la haba levantado, no slo por la ropa de invierno, sino tambin porque haba crecido, porque sus msculos eran ms exigentes. Aunque era muy pequea, estaba llena de vida, con el valor unitario de la personalidad. Se estaba volviendo patilarga. Ahora, su cara tena una expresin ms compleja, ms pensativa. Se senta inquieta en mis brazos, contraa suavemente los msculos, sin saber todava si tena que hacer, o no, un esfuerzo supremo para liberarse. Desde unos centmetros de distancia, me mir muy fija a los ojos, sin sonrer, como valorndome. No caer suelo dijo con sonsonete. Sus ojos, que antes me haban parecido de un color azul marino, se haban vuelto castaos, un poco ms oscuros que los de Verna. Paula no caer le dije. Hombre sostener fuerte. Me pregunt de qu sera aquel dbil olor que brotaba de ella al calentarse entre mis brazos. Record que Esther haba dicho sucia; pero no era de excrementos, sino un olor rancio y agradable que guardaba yo en lo ms profundo de mi memoria, de cuando saboreaba los espacios encantados detrs de cmodas o de armarios con los estantes forrados de hule. Record a la abuela de esta nia en el desvn de techo abuhardillado, aquel da, y las motas de polvo, y el triste blanco grisceo del babero, al hurgar Edna debajo de su jersey para abrirlo. Record el afn con que nuestras pobres mentes se aprietan contra los cuerpos de otros, como el agua contra los nadadores. Nunc, te importa que te ponga aqu como mi pariente ms prximo? pregunt Verna, con su voz estridente y llamativa. Varias caras se volvieron hacia m. Haba una hilera de sillas en aquella habitacin, de cuyo techo titilaba la luz fluorescente. Las persianas ocultaban la vista de la calle y las paredes estaban pintadas del color pastel tradicional. Un extrao y pesado silencio interior dilua el ruido del trfico exterior. Las sillas de plstico, de diferentes colores primarios como en una escuela elemental, se hallaban ocupadas en un tercio por mujeres jvenes, en su mayora negras, y algunos acompaantes de variado aspecto. Una madre en ciernes mascaba chicle y, con virtuosa indiferencia, formaba perfectas esferas de color rosa delante de sus labios, hinchndolas hasta que reventaban, y empezaba de nuevo. Otra llevaba un Walkman y tena los ojos errados para amortiguar el estrpito que llenaba su cabeza. Un muchacho negro, que pareca poco mayor que el chiquillo que haba guardado mi coche, murmuraba ansiosamente algo al odo de una muchacha y le ofreca de vez en cuando su cigarrillo para que lo chupase. Ella tena las mejillas hmedas, pero, por lo dems, permaneca impasible, como una mscara africana, de labios y mentn majestuosamente prominentes. Es que no lo soy dije en voz baja, acercndome ms.
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Hombre malo murmur Paula junto a mi cara, insinuante, coqueta. Sus dedos elsticos y mojados tocaron mi boca y tiraron de mi labio inferior. Las uas diminutas rascaban. No quiero poner a mam ni a pap dijo Verna, en voz despreocupadamente alta. Ellos dicen que me joda, y yo digo que se jodan ellos. Estall otra pompa. Un coche, con el silenciador roto, pas por la calle armando un ruido infernal. La enfermera, con un gastado jersey azul sobre el almidonado uniforme blanco, condujo a Verna a otra habitacin ms iluminada. Paula y yo pudimos ver, a travs de la puerta entreabierta, que la sentaban en una silla para tomar la presin de la sangre en su brazo desnudo. Un termmetro se irgui desafiador en la boca de Verna. La nia se puso inquieta, temerosa de que le hiciesen dao a su madre. La saqu de all. En la calle, vimos que era ya de noche. Desde el lejano corazn de la ciudad, donde una cpula de luz tea el cielo y centelleaban las seales para los aviones en las cimas de los rascacielos, llegaba un ruido apagado, un rumor ocenico, como si la atascada corriente del trfico hubiese adquirido un significado eterno. Aquel barrio pareca casi suburbano. Una tienda de comestibles resplandeca en una esquina, y transentes sin rostro pasaban arriba y abajo por la calle, intercambiando breves palabras de saludo. Paula se agitaba en mis brazos. Estaba aprensiva, hambrienta, y cada vez pesaba ms. No paraba de dar pataditas a mi chaquetn de piel de cordero y de rascar con curiosidad mi labio inferior. Antes que aventurarme de nuevo en aquella mal iluminada sala de espera, prefer refugiarme con Paula en el Audi, y una vez all, trat de encontrar en la radio una cancin que le gustase. Busqu aquella cancin tan animada, pero, dada la proliferacin de nuevas piezas y de nuevas estrellas, no pude dar con Cyndi Lauper, aunque hice girar en todas direcciones el suavemente resplandeciente disco. Msica dijo Paula. Msica bonita dije. Terrible dijo ella, en el tono exacto de su madre, como ligeramente pasmada. Y que lo digas. Mov el disco, tratando de encontrar msica en vez de las noticias y las llamadas telefnicas tan abundantes a aquella hora de la tarde. La mitad de los que llamaban estaban borrachos y todos se sentan incitados a hablar demasiado por el milagro de estar en la radio. Me asombr la rudeza con que les interrumpan los locutores. Est bien, Joe, todos tenemos derecho a sostener nuestra opinin... Lo siento, Kathleen, tiene usted que hablar con ms sensatez... Tenga cuidado, Dave, y muchas gracias por llamarnos. Paula se qued dormida. La coloqu en el asiento de al lado y me di cuenta de que habla mojado mis rodillas. Apagu la radio, aquella Torre de Babel. Me embarg una fatiga espiritual, un reconocimiento de que mi vida, pasados los cincuenta y tres aos, requera cuidados, supervisar mi cuerpo como el de estos pobres invlidos que son mantenidos vivos gracias a tubos e inyecciones en las codiciosas clnicas, y de que siempre haba sido as, que los focos de ambicin y de deseo que haban iluminado mi camino cuando era ms joven y dado a mi vida un carcter de drama teatral o de sueo cargado de smbolos, haban sido mecanismos qumicos, ilusiones con que la carne y el cerebro me haban engaado. Como saban los santos, hay una satisfaccin en esta fatiga, como si al hundirnos ms all de la desesperacin y la aceda nos acercsemos a la condicin abismal que llev a Dios a decir tmidamente en su vaco: Jntense en un lugar las aguas, y aparezca lo seco. Empuj hacia abajo la manija de la portezuela y escuch para ver si el ruido despertaba a Paula. Su respiracin se interrumpi un instante; pero recobr en seguida su confiado ritmo.
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Entonces, sal de nuevo al aire libre, a la calle. Se haba materializado una fina y fra llovizna que oscureca el asfalto y me cosquilleaba la cara. Nos gusta que nos toquen desde arriba, sea la lluvia, sea la nieve. Pens en Esther, trajinando en nuestra cocina, con los movimientos retrasados por el vino y la reflexin; y en Richie, llevndose mecnicamente la comida a la boca mientras sus ojos devoraban la temblorosa y pequea pantalla, y me alegr de no estar all por una vez, de hallarme envuelto por el aire fresco de aquella parte extraa de la ciudad, tan extraa para m y tan llena de promesas de lo desconocido como Tientsin o como Ouagadougou. Me pregunt si haba dejado entreabierta una de las ventanillas del Audi para que entrase un poco de aire, como habra hecho si hubiese dejado un perro all, y volv atrs para comprobarlo. Paula, dormida, no habra atrado a ningn ladrn; no era ms que un montn de harapos. Vista a la luz de la farola, su cara y sus pequeos y flccidos miembros eran tan incoloros como una fotografa de peridico. La enfermera haba abandonado su mesa y la secretaria me dijo que mi sobrina tardara todava un rato. Slo haba un mdico y por esto se haca todo con retraso. De las tres jvenes negras que haba visto antes, slo quedaba la mscara africana. Su acompaante se haba marchado; se haban secado sus lgrimas y tena el aire regio e impasible de la princesa de una raza que viaja desde la cuna hasta la tumba a expensas del Estado, como los aristcratas de antao. Me pregunt cuntas horas habra necesitado para peinar sus cabellos en tantas trenzas finas, adornadas con abalorios de colores y diminutos aros de oro falso. Cuando sali al fin Verna de las cmaras ocultas de la clnica, diez minutos antes de las ocho, tambin ella pareca impasible. Se mova con cuidado, como si caminase sobre unos pies insensibilizados. Bajo la luz lechosa y vacilante, vi que traa varias hojas de papel, unas grandes (impresos oficiales) y otras pequeas (prescripciones para cumplir). Y tambin un paquete pequeo, algo blando envuelto en papel de seda. Cuando termin los breves trmites con la secretaria, le ofrec el brazo. Pero ella hizo caso omiso de mi codo solcitamente doblado. Tal vez no lo vio. Sus ojeras, de un delicado color malva, aparecan abultadas, como si le hubiesen hinchado la cara y, al desinflarse, la piel no se hubiese adaptado del todo a los huesos. Qu hay en ese paquetito? le pregunt. Compresas dijo. Y con la voz fuerte e irnica de una nia entusiasmada, aadi: Me han dado un cinturn monsimo color rosa. De balde! En la calle, la lluvia se haba reducido a una neblina. Sin embargo, yo quera todava protegerla, ser un toldo para ella mientras se diriga al coche a paso lento. Como un vuelo de mariposas alrededor de una estatua, mi solicitud aleteaba intilmente en torno a su estoica y erguida figura. Su dignidad me pareci alarmante, afirmada ahora contra una historia personal de indignidad, y envolviendo una determinacin de ser vengada. Permaneci de pie delante de la portezuela mientras yo, a tientas, introduca con torpeza la llave en la rendija del curvo tirador. Esperando pacientemente, mir al interior del coche y vio a travs del oscuro cristal el cuerpo dormido de Paula. Bueno, Nunc dijo, con aquella voz amortiguada que pareca salir de una garganta demasiado estrecha, uno se acab, y la otra sigue.
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CAPTULO IV
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Al anochecer de este primer viernes de abril, Dale, con un bocadillo caliente de pastrami, que se est enfriando en una bolsa de papel manchada de grasa; con un pequeo cartn de leche completa y un par de galletas rotas de harina de avena en una envoltura de plstico, se dirige hacia el edificio, construido en 1978, que alberga los copiosos elementos para la investigacin y el desarrollo de la informtica. Un cubo de hormign, con nueve veces nueve ventanas en cada lado, se eleva sobre las maltrechas y tristes hileras de viviendas que se encuentran en esta parte de la ciudad, fincas posedas todas ellas por la Universidad y que esperan lo que les depare el destino. La mera vida diaria parece mezquina a la sombra del gran edificio, con sus muchas ventanas colocadas de forma idntica en el fondo de huecos biselados abiertos en la pared como troneras de un bnker a prueba de balas. Esta tarde, el cielo es de color turquesa, y las nubes pequeas y nerviosas de la primavera han sustituido a la slida capa nubosa del invierno. De pronto, todo, desde las verdeantes puntas de las ramas de los rboles hasta el barro del suelo, lucha por ser algo diferente de lo que es. Dale siente un nudo en el estmago, irritadas sus paredes desde dentro por una aprensin culpable. Ha aceptado dinero para su proyecto; ha querido abarcar demasiado. Aunque las horas normales de trabajo han terminado y el gran vestbulo de mrmol rosa del Cubo se halla desierto, salvo el guarda indolente que comprueba el pase laminado de Dale, en algunos pisos superiores est slo empezando la verdadera actividad creadora, habiendo cedido las horas del da a proyectos seguramente ms provechosos que el suyo. Dale entra en uno de los ascensores azules. Pulsa el botn nmero 7. La primera planta del Cubo se encuentra ocupada por la recepcin, las oficinas del personal de relaciones pblicas y una biblioteca tcnica de ciencia informtica y de los grandes lenguajes de programacin (LISP, FORTRAN, LP/1, Pascal, Algol, con su antepasado Blankalkl y su descendiente JOVIAL), ms un pequeo y divertido museo donde se exhiben bacos, equipos incas, una regla de clculo del siglo XVII, diagramas de las ruedas de clculo dentadas y de trinquete de Pascal y de las ruedas escalonadas de Leibniz, una ampliacin, que ocupa toda una pared, de algunas especulaciones mecnicas para el Aparato Analtico peridico de Charles Babbage, con sus tarjetas Jacquard y mil ruedas de almacenaje de dgitos, reproducciones de pginas selectas de libretas matemticas de la Condesa Lovelace y tambin uno de sus verdaderos pauelos de lino bordados, muestras de las tarjetas perforadas Hollerith empleadas en el censo de 1890 de los Estados Unidos, piezas significativas de la Calculadora Controlada de Secuencia Automtica puesta en funcionamiento en Harvard en 1944, y un acumulador desmontado consistente en diez contadores, que comprendan a su vez diez tubos al vaco, de ENIAC, la primera verdadera computadora electrnica, inventada en Filadelfia para calcular las trayectorias de extraas y anticuadas bombas y granadas.
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En la segunda y tercera plantas, estn las oficinas de los administradores del Cubo. Hay tambin salas de conferencia y una pequea cocina, toda de acero inoxidable, en la que pueden prepararse almuerzos y copiosos entremeses para visitantes importantes. A disposicin de los trabajadores del Cubo, hay un gimnasio (con equipo Nautilus y una pista rodante), un saln de meditacin (equipado solamente con esterillas y zafus), una enfermera con tres camas, y un espacio para guardar bicicletas y ciclomotores, que deben meterse en el edificio para que no los roben fuera. El botn de la cuarta planta ha sido inutilizado en la mayora de los ascensores, e incluso en aquellos donde funciona slo lo hace si se marca en un pequeo panel un nmero en clave que se cambia cada semana. El trabajo que se realiza en la cuarta planta es secreto. Sin embargo, proceden de l todos los fondos de que se alimenta el Cubo. Los hombres que trabajan en la cuarta planta no lo reconocen nunca; pero pueden ser identificados por su indumento relativamente formal, traje y corbata, mientras que el jefe de toda la seccin de investigacin y desarrollo, un alegre italoamericano llamado Benedetto Ferrari, anda por ah con un jersey de cuello de tortuga o una camisa de seda desabrochada, que permite ver una gruesa cadena de oro o unas viejas cuentas de cedro que perdi su aroma. Antao brillante matemtico, con su fino instinto italiano para atajar con elegancia las cosas, Ferrari deslumbra a los administradores e incluso encanta por telfono a los cansados hombres de Washington que gustan de que los viejos carboneros deban sacar a paladas su cupo diario del inagotable tesoro nacional. La quinta planta est dedicada, casi por completo, al proyecto predilecto de Ferrari, el desarrollo de chips de silicio adaptables, de manera parecida al cerebro, para crear una inteligencia artificial, aunque el beneficio que puede representar para la Humanidad, la fabricacin mecnica de ms inteligencias desastrosas, cuando ya posee tantas, est todava menos claro que la inmaculada y feroz sonrisa de aprobacin y nimo que prodiga el jefe cuando visita su departamento favorito. Tal vez su dicha es la de Pigmalin, la del Dr. Frankenstein, la de todos los que pueden usurpar la prerrogativa divina de infundir vida al barro con su aliento. La sexta planta contiene las entraas del lugar, las apretadas filas de CPU-VAX 785, mquinas Symbolics 3600 LISP y el propio invento del Cubo, los MU, revolviendo y triturando clculos las veinticuatro horas del da. Estruendosos ventiladores impiden que se calienten en exceso. Un suelo de segmentos amovibles protege y al mismo tiempo hace accesibles los kilmetros de cable energtico que conectan sus miles de millones de bytes no solamente con las plantas de unidades de exposicin-proceso de arriba y de abajo, sino tambin, a travs de mdems de alta velocidad y satlites, con terminales tan remota y estratgicamente situadas como Palo Alto, Hawai, Berln Oeste e Israel. A Dale, para refrescar su mente, le gusta pasear a veces sobre el tembloroso suelo y recorrer los pasillos de circuitos encerrados y ruidosas bobinas de cinta magntica, entre el enorme zumbido de algo que es como una actividad espiritual; mezclada sin embargo con el goteo y las vibraciones familiares de la sala de mquinas de un barco, a lo que se las tranquilizadoras y humanas maldiciones de los mecnicos de manos mugrientas que luchan con los cables y las conexiones apretadas a mano. En la sptima y la octava plantas, estn los cubculos de personajes menos importantes del Cubo. Y la novena contiene el equipo de acondicionamiento de aire. Sus ventanas son ficticias, instadas para satisfacer el posmoderno afn de insinceridad y de simetra vaca del arquitecto. Dale se apea del ascensor en la planta sptima, donde est tambin la cafetera, cerrada despus de las cinco, aunque queda un pasillo de mquinas bastante gastadas que, a las horas ms intempestivas, aceptan monedas y sirven caf, t, caldo de pollo o de vaca, bastones de caramelo, patatas fritas, latas de bebidas sin alcohol e incluso emparedados triangulares y mal envueltos.
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Todo con su nmero en clave. Soldados activos en la revolucin de los ordenadores, estas grandes y melladas cajas operan a un nivel de ciega fiabilidad, interrumpida por sbitos accesos de rebelda, como el caf que no deja de manar del blanco e inerte grifo, el rtulo rojo iluminado de VACO, cuando la deseada bolsa de Fritos puede verse claramente detrs de la lmina de plstico. Esta sptima planta es tambin un reino de los desperdicios, de vasos de papel y envoltorios desechados, de carteles fijados unos encima de otros, como placas de cinemascope que, extraamente, no pueden cambiarse apretando un botn, sino que requieren el empleo de las uas para soltarlas y una presin para guardarlas de nuevo. En los tablones de anuncios y en las puertas de los despachos de aquellos brujos de sptimo grado de la informacin, hay una poblacin atvica de animales de historieta, de Snoopy, el manchado perro blanco, de Garfield, el fornido gato rayado, y de los bull terriers de Booth, de los alegres y peludos antropomorfos de Koren, como si cierto paro emocional hubiese sido el precio de la precocidad de estas jvenes mentes. Pocos colegas de Dale estn en sus puestos a esta hora intermedia. Adems, la primavera y sus vacaciones han llamado a muchos de ellos a sus casas. Allston Valentine, roboticista australiano, puede verse a travs de dos puertas abiertas, como si fuese una imagen recortada, entre los restos de un desmontado brazo de muchos codos, mientras sus esquemas brillan pacientemente en un croquis vectorial sobre la pantalla terminal. Isaac Spiegel, que ha estado luchando desde su primer ao en MIT con las inalcanzables estructuras profundas de la traduccin computerizada, se encuentra sentado con una lata de Michelob en un cubculo lleno de diccionarios, de gramticas y de grficos de Chomsky, ramificados como intiles cornamentas. El lenguaje, que fluye de todas las bocas con la misma naturalidad que la saliva, resulta ser incluso ms resistente al anlisis que las enzimas. Spiegel se est volviendo calvo al servicio de su especialidad. Es muy velludo; pero tiene en la parte posterior del crneo una calva del tamao de uno de esos gorros que llevan los judos. Est muy gordo; la camisa tirante deja ver la piel entre cada dos botones. Al aparecer en la puerta, lo mira sbitamente y dice: No me asustes. Pareces un fantasma. Dnde diablos has estado? Por ah responde Dale. T no sueles andar por ah. Cul es la diversin? Dnde est la antigua dedicacin? Las fronteras de la realidad y todo eso? Dale abre la boca buscando la respuesta; pero Ike se anticipa: Tiene que ser un coo. O un ojete; pero no creo que seas de sos. En verdad, el deseo de Dale de poseer por completo, con la complicidad de ella, el cuerpo ligero y perecedero de Esther, les ha llevado ltimamente, en sus expansiones amorosas, hasta el ms pequeo y apretado de sus orificios. Dale recuerda la presin del fro y engrasado esfnter y la visin de la nuca de ella en el otro extremo de su espina dorsal. Se pone colorado y se asombra de la tranquila clarividencia del gordo Spiegel, de su impavidez ante la Naturaleza, su tocar con los pies en el suelo. Un ungido de Dios. Los negros y los judos son los hechiceros de Amrica, y nuestra raza blanquecina, gentil y protestante, su peso muerto el antiguo, desgaste, la llaga crnica producida por la silla de montar. Algo as confiesa. Vuelve luego; tengo algunos chistes para ti. Spiegel hace girar su silln para volver a su colmada mesa. Los indefinibles morfemas que nadan en su mar de ambigedad humana, de mltiples significaciones. Dale pasa a su propio cubculo, que comparte con una estudiante graduada, rubia y de pecho lamentablemente liso, llamada Amy Eubank. Su proyecto en grficos de ordenador se
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refiere a un enfoque cuantitativo de las pautas de reconocimiento, desde las marcas de los pjaros y los insectos hasta la chocante individualidad de los seres humanos, cada uno de los cuales puede ser reconocido por sus familiares y amigos desde distancias en las que habran tenido que desaparecer todas las seales y proporciones cuantificables. Podemos identificar a un conocido desde atrs y a una manzana de distancia, aunque vaya muy abrigado. Cmo? Dale ha aprendido de Amy que los insectos ven ms que nosotros en el extremo ultravioleta del espectro y que las flores estn marcadas con guas de nctar que los humanos no podemos ver, como tampoco podemos ver las seales que, para el apareamiento, hacen las alas de las mariposas nocturnas; toda una conversacin anlica transpira invisiblemente a nuestro alrededor. Esta revelacin le inquieta... irracionalmente, pues desde luego hay lenguajes que Dale no puede hablar, y uno de los principios de la fe cristiana es que hay reinos de conocimientos inasequibles para el hombre, que los caminos de Dios no son los mismos. Los perros huelen y oyen muchsimas ms cosas que nosotros: Las aves migratorias leen de algn modo las lneas magnticas de la Tierra. Sin embargo, la idea de presentar esquemas que slo los insectos pueden ver constituye un insulto para l. El ojo en la ventana del alma, y confiamos, de un modo atvico, en que su informacin sea completa. Percipi est esse. Como Dale con sus grficos de animacin, Amy necesita utilizar la Venus, la VAX 8600, que cuesta cuatrocientos mil dlares. Para tener acceso a la mquina, por separado, ella y l se ven obligados a fijar horarios distintos, por perodos de cuatro horas, de manera que raras veces estn juntos en el cubculo. Esto conviene a Dale, ya que la frgil femineidad de Amy, aunque es quince centmetros ms alta que Esther, le recuerda a su amante, especialmente por las muecas y por la sbita y ansiosa manera de inclinar la cabeza como escuchando sonidos que l no puede or. Le agita tanto por el parecido como por la posibilidad que ste le sugiere de otras mujeres que no tengan diez aos ms que l y no estn, por desgracia, casadas, con un profesor de Teologa. Incluso Amy, despojada de su blusa a la una de la maana, en el tranquilo sptimo piso, podra mostrar algo que acariciar, aunque no fueran los sorprendentes, firmes y cnicos senos de Esther, con sus salientes pezones de color de barro, el izquierdo de los cuales tiene a su alrededor unos cuantos pelos innecesarios. A Esther le gusta acercar alternativamente los pechos a la boca de su joven amante, mientras sus hmedos labios se dilatan alrededor del miembro de l. Con Esther, todo es cuestin de bocas, aberturas entrelazadas y retorcidas como las aberturas e intersecciones del hiperespacio, superficies propias del Verons plasmadas en ms colores de los que tiene normalmente la Naturaleza y que ni siquiera los insectos podran ver. A veces, cuando est con ella, Dale se siente atrapado en una geometra anormal, distendido el cuerpo en una red envolvente de apetito. Si en vez de a ella, le hiciese el amor a Amy (tmidamente inmvil el cuerpo de ella debajo del suyo, en la posicin convencional llamada de misionero), podran discutir luego con tranquilidad acerca de tecnicismos tan inocentes como los algoritmos de lnea oculta y tiempos de refresco de compensadores, perspectivas lineales frente a perspectivas caballeras, as como las formas curvas cbicas paramtricas de Hermite contra las de Bezier, en vez de estar ella tumbada fumando, como hace Esther, con el aire agotado de una tragedia prevista y, ms all de la tragedia, del aburrimiento, ese aburrimiento de privilegiada esposa de profesor. Amy le parecera despus como una hermana, un poco despeinada y sudorosa como si hubiera corrido, y Dale no experimentara la turbadora impresin de ser (su cuerpo huesudo y joven, su obediente y pasmado ardor) un objeto de lujo deliberadamente disfrutado en el borde de la muerte, en el borde de un largo deslizamiento hacia la muerte. El cielo, visto desde su ventana, es ahora ail. Una sola estrella brilla en l como sobre el fieltro de un joyero. Planos biselados de los grandes guijarros grises de la textura del Cubo
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enmarcan la vista. Abajo, secciones de otros edificios de uso cientfico y de viviendas propiedad de la Universidad, proyectan hacia lo alto oscuros rectngulos ligeramente cargados de perspectiva. Hay terrados enarenados, depsitos de agua, tuberas y ventiladores que giran lentamente. El aserradero donde trabaja a veces sera un agujero negro, de no ser por las dbiles luces nocturnas de la oficina y del cobertizo de la sierra. A media distancia, un golfo mellado, un retazo de Sumner Boulevard, brilla con los rtulos de nen, como flores tiernamente llamativas, de un restaurante chino, de una bolera y de un cine para adultos. El pastrami del bocadillo est ahora tan tibio, tan grasiento, que Dale pierde el apetito. En vez de comrselo, abre el cartn de leche y moja en ella las galletas de avena. Marca su nombre y el santo y sea, seguidos de una llamada a su programa DEUS. Toca las llaves que conjuran el men de transformacin, cada una con su pequeo smbolo y visor a lo largo del borde izquierdo de la pantalla, para el brillante cursor triangular controlado por el dispositivo electroptico bajo su mano derecha. Otra frase en el teclado hace aparecer, con una rpida aunque no imperceptible vibracin electrnica, una lista de objetos: RBOL, SILLN, TEJEDOR, MOLCULA DE CARBONO, que l u otros estudiantes de grficos de ordenador, han modelado en alambre, vector por vector, ngulo por ngulo. Algunos son puras redes poligonales, compuestas de puntos y lneas rectas, mientras que en otros, superficies curvas en 3-D son enlazadas con ecuaciones polinmicas cuyas transformaciones en espacio de 2-D representan clculos muy grandes incluso en relacin con la capacidad ocenica del CPU. En todo caso, una representacin completa y matemticamente especificada, un slido dependiente de la aplicacin, es almacenada en un espacio ideal que slo existe fsicamente como una enorme hilera de ceros y unos, pasos abiertos o cerrados, llena o vaca de bolsas electrnicas, dentro del gigantesco RAM al que Dale accede, merced a pulsar las teclas necesarias y dar las oportunas rdenes al procesador. El mundo, en forma estilizada y simblica, existe en las puntas de sus dedos. Siente asombro, o miedo, y sus manos vacilan. No tiene una intencin precisa, ningn programa de manipulaciones para producir el resultado final que anuncia el ttulo prometeico de su programa. Se gua por la fe, confiando en que su intuicin orante le haga profundizar en este laberinto fabricado para duplicar, en lo esencial, la realidad creada (o pudo ser increada?). Sabe que los procedimientos grficos asequibles para su programa representan un nmero nfimo de objetos contra los que existen en la Tierra, por no hablar del Universo. Pero su esperanzada impresin es que el nmero de bits implicados en sus representaciones y sus transformaciones alcanzan ya una cifra muy alta, aunque (desde luego) infinitamente lejos de la infinidad, que sin embargo no puede considerarse como un caso especial. Las probabilidades indican, aunque de modo infinitesimal, que una conclusin verdadera para un ejemplo tan amplio, puede no serlo para el gran plan, para el plan que todo lo abarca y todo lo incluye, establecido por la divinidad. Para calentarse, Dale dirige su cursor triangular, luminoso y nerviosamente sensible a MOLCULA DE CARBONO, y fijando su volumen visual en 10,0 X 10,0 X 10,0, lo hace girar paralelamente al eje y de la pantalla, a travs de x = 100. Escribe: (girar (molcula (protena 293)) (ngulos (de alfa) (a delta) (pasos (** 0,001 (sombra S3)
(delta alfa))))
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Muy despacio, calculando cada treintavo de segundo, la zancuda molcula luminosa gira como una araa sobre el invisible filamento del eje y. Dale, con crueldad, pide una proyeccin en perspectiva y acerca el visor, de manera que los clculos, los rpida y ordenadamente aproximados senos y cosenos, llegados tortuosamente a travs de lazos sucesivos, empiezan a superar el tiempo de refresco de la imagen y a impartir un movimiento de sacudidas, perceptiblemente forzado, a las cambiantes lneas vectoriales: las patas de araa crujen, los tomos que componen el carbono, representados como vrtices, se espacian a travs de la dcil pantalla gris como si fuesen estrellas... Estrellas, esas desparramadas y furiosas pruebas de la locura csmica, esas chispas en el vaco aterciopelado de un cerebro que todo lo alcanza! Despus, para meterse en el programa y en su blasfemo (digo yo) intento, Dale pide a la Memoria el modelo titulado RBOL, generado en parte, es decir, cultivado segn ciertos principios implantados de subdivisin casual adaptados lo ms posible a los principios de crecimiento arbreo orgnico. Con unos pocos ajustes rudimentarios de parmetros, puede hacerse ciertamente que el modelo ramificado del RBOL se parezca a un olmo, a un lamo esbelto, a un alicado sauce, a un roble, a un cornejo o a una haya majestuosamente inclinados hacia un lado. Un rbol, como una montaa escarpada o una catedral gtica, exhibe una calidad de escalada: sus partes tienden a repetir las mismas formas en sus diversas escalas. Por un ingenioso algoritmo que el propio Dale aport en una poca pasada y ms tranquila (antes de Lamberta y de Esther!), el tronco y las ramas inferiores se hacen ms gruesos, mientras las ramas se multiplican, trazando las finas lneas de sus bifurcaciones. Este RBOL, una vez terminado su crecimiento y almacenadas sus especificaciones matemticas, puede ser conjurado desde cualquier ngulo, en parte o (con muchos detalles perdidos en la pantalla) como un todo, y sometido a otras rapidsimas ingeniosidades provocadas en las profundidades del ordenador. Dale inclina el RBOL perpendicularmente al plano de la pantalla, a lo largo del eje z, y lo corta transversalmente con un plano, colocando simplemente los planos cortantes anterior y posterior a la misma profundidad. En z = 300, aparece un charco redondeado de puntos: las ramas superiores en seccin transversal. Moviendo a ms altura el emplazamiento de z, Dale baja por el RBOL hasta que aparecen crculos y valos (ramas ms gruesas cortadas en diversos ngulos), y despus hasta el sitio donde las ramas ms pequeas (puntos, negro sobre gris, y segmentos de lneas donde stas se extienden exactamente sobre el plano de exposicin) se retiran hacia el borde de la pantalla, cuyo centro est ahora ocupado por gotas que aumentan y se confunden al encontrarse, y su perfil copulativo es impasiblemente enviado al CRT. Por fin queda nada ms que el tronco nico e irregular para ser cortado transversalmente. Dale, en su teclado de plstico, cuyo tamborileo alimentado elctricamente es tan delicado como pisadas de ratn, vuelve al espacio visual, lejos del plano de la pantalla, y sube de nuevo por el RBOL, donde puntos y pequeos valos indican la altura hasta la que podran trepar sin peligro los nios pequeos, si fuesen proyectados dentro de los bosques matemticos. Cada elemento de la formacin tiene su ecuacin, que la mquina puede ser obligada a vomitar en forma hexadecimal y que el impresor de puntos situado en el otro lado del cubculo (donde se sienta Amy Eubank cuando Dale est ausente y donde deja sus tazas de caf manchadas de lpiz de labios como cartas de amor en otro sistema de notacin) imprimir sumisamente, en lo que es llamado un dump. Dale toma lecturas a z = 24,0, z = 12,4, z = 3,0 y z = 1,1, y la mquina (otra carrera de ratones, un terrible, aterrorizado y estridente parloteo) arroja lneas y ms lneas de cifras, a un ritmo sincopado e irritante de rpida rotacin, Dale las examina, buscando una pauta anormal, sobrenatural, de recurrencia. Contempla a las largas hojas plegadas en acorden en busca, especialmente, del 24 o
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de cualquier chocante incidencia de 2 o 4, los cuales ha medio decidido que son los nmeros sagrados en que Dios le hablar, por encima de los toscos 0 y 1 de la mquina, asaltndose la tradicional y enojosa trinidad, y sin llegar por un punto al ominoso 5, que encontramos inserto en nuestras manos y nuestros pies. Marca con un crculo rojo los 24 que aparecen en los cientos de polinomios y coordenadas que ha suministrado el ordenador. No puede decidir si la actividad danzante de las marcas rojas (el sentido de un mensaje subliminal activando misteriosas corrientes conectivas) en la periferia de su visin es fruto de una anomala estadstica no fortuita o de su propia fatiga. Empieza a sudar, pensando en la probable futilidad de todo aquello. Desde que recibi su subvencin, ha dormido muy poco. Alguna falta profunda pugna por revelarse a l en la oscuridad. En la aventura con Esther, sta se muestra cada vez ms exigente y, al mismo tiempo, sus modales son cada da menos corteses. Ha introducido una impaciencia quejumbrosa e irritada en el clido torbellino de su mutua pasin, y l ha respondido varias veces con la impotencia a este desagradable elemento. Ella parece empeada, sexualmente, en realizar proezas, en batir plusmarcas, y el cuerpo de l ha protestado por su papel mecnico en tales hazaas. Su negativa tambin le ha sorprendido a l. Pues, aparte de sus aspiraciones intelectuales y espirituales, Dale ha cultivado desde su adolescencia un disimulado orgullo genital: cree que su pene erecto es hermoso, con su palidez marmrea, las nobles venas azules y el rosado y bulboso glande, y la manera en que se encorva ligeramente hacia atrs, como para esconder su cubierta cabeza de un solo ojo en el ombligo. En estado de ereccin, se siente dividido en dos criaturas, de las cuales la que es mucho ms pequea posee la mayor parte de la vitalidad e incluso de la espiritualidad. El poder de Esther sobre l se afirma sobre todo con su espontneo y frecuente descubrimiento de una belleza flica que hasta ahora no haba admirado nadie ms que l, con un sentimiento de vergenza, en particular por el tacto, debajo de la sbana y al borde del sueo. Esther ha sacado a la luz aquella furtiva belleza y ha hecho que l se plante delante del espejo que es ella. En estos asuntos heterosexuales surge siempre la pregunta que ahora se hace Dale: qu saca ella de esto? Tiene la impresin de que le necesita para que la salve del austero y tosco villano que se cierne como una nube oscura, con sus tirnicas cejas y sus ojos acuosos, sobre cada luminoso y acrobtico encuentro, un amenazador cmulo nimbo que puede descargar un helado aguacero en el momento menos pensado. Aunque tiene una gran necesidad de salvar a alguien de algo (prueba de ello es su extravagante plan de redimir a la Humanidad de la posibilidad intelectual de que Dios no exista y su tonta manera de desviarse por la pobre y atribulada Verna), Dale se pregunta, en relacin con Esther, si esta misin redentora particular no es demasiado engorrosa, si no tiene demasiadas aristas cortantes para l. No puede dejar de observar que ella, por mucho que haya menguado su amor por el cornudo de su marido, sigue firmemente apegada al papel social y a la vida domstica propios del ama de casa. Despus de unos cuantos experimentos en l, ha tendido a evitar el mezquino apartamento de Dale, que huele a Kim, a zapatos de joggins y a salsa de soja, e insiste de nuevo en recibirle en el tico de su casa de Malvin Lane, donde las seales frondosas y los trinos de los pjaros al empezar la primavera se filtran a travs de las ventanas de la tercera planta, dejadas entreabiertas como para simular las estimulantes rfagas del invierno. En la luminosa altura de su tico, los amantes, en sus furiosas arremetidas, son apaciguados por los vacilantes gorjeos de la adorable Miriam Kriegman que, en bikini, hace prcticas de flauta en el terrado de nuestros vecinos. El elegante vecindario, con sus vallas y sus jardines verdeantes, murmura y tose debajo, como el asombrado pblico de un circo, mientras hacen ellos sus acrobacias. Dale a veces ha tenido la impresin de que las apasionadas contorsiones de su amante tienen algo de desafo exhibicionista, de demostracin a un tercero
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invisible, de efectuar un balance en el que intervienen factores que precedieron a su entrada en escena. Se imagina, dicho en pocas palabras, que forma parte de una transaccin en curso. Esto le molesta; pero, podra (por ejemplo) la plida Amy Eubank elevarle tanto en las entrelazadas sendas en espiral del sexo, en la vertiginosa doble hlice que est en el centro de las cosas carnales? Podran ser tan vidos sus ojos y su boca, y su trasero tan paradjicamente apretado y sin embargo sumiso y penetrable? Como z = 2,5 constituye un plano, al hacer que z sea igual a las coordenadas transformadas del modelo de tomos de la molcula de carbono, Dale crea una serie de intersecciones ms complejas, una disposicin de trazos sobre la pantalla gris que se desva al desviarse el ngulo del RBOL y modificarse el visor y su escala. Observa atento la pantalla, esperando que surja algn dibujo: un copo de nieve, una cara. Los puntos negros saltan de un borde de la pantalla al otro como moscas enanas sobre una charca de verano; pero Dale no puede ver ningn mensaje, ninguna confirmacin indicativa, en su entrecortado balanceo. Su idea (tal como yo la intuyo desde el otro lado de la divisoria Ciencias/Humanidades) tiene la sencillez de la desesperacin, dado que las primitivas tridimensionales acumuladas en esta memoria de ordenador representan suficientemente la serie de cosas creadas, al juntarlas de golpe (empleando un juego de poliedros fantasma para sujetar a otro con sus planos de costado definidos), est dando a Dios la oportunidad de insertar su versin de la forma, el talismn, debajo de todas las formas. Matemticamente, como todos estos poliedros y modelos fraccionados (al igual que en el RBOL) son almacenados como series de nmeros binarios, se alcanzar cierto lmite en aquel revoltillo que constituir, para Dios, una oportunidad de manifestarse con ms claridad que se ha manifestado en las absurdas probabilidades de la Creacin, en la milagrosa disposicin de las constantes fsicas, en las imposibilidades de la evolucin y en la conciencia que revolotea sobre los circuitos de nuestras neuronas. El abogado del diablo que Dale lleva dentro, la conciencia intelectual, podra argir que las oportunidades de Dios son ya lo bastante abundantes en el vocabulario colosal de forma y de informacin que se extiende desde aqu hasta los quasars, y que incluso sobre nuestro planeta, cmicamente insignificante, existe como una virtual infinidad de entidades declaradas y acabadas. Es decir, si Dios no habl claramente en la lluvia y en la hierba, o a travs del Hipoptamo y el Leviatn, por qu habra de darle voz la plenitud de puertas lgicas de un ordenador? Porque en la pantalla del ordenador, podra responder Dale, los nmeros se convierten en puntos y vectores de luz y se ofrecen a nuestra comprensin con la pureza de los silogismos. Las lneas de vector son potencialmente los huesos brillantes de lo que es el caso, como dijo Wittgenstein. En realidad, el razonamiento de Dale se reduce, ni ms ni menos, a una creacin, una manera de hacerse vulnerable a las visiones: los santos bizantinos y los indios de las llanuras buscaban el mismo fin con sus noches en vela, sus flagelaciones y sus cilicios. En el proyecto nocturno de Dale hay algo de mortificacin, una ordala que tiene que compartir el ordenador. El archivo contiene imgenes pregeneradas de aviones y cubos, dodecaedros y estrellas de mar, letras tridimensionales empleadas en el lenguaje animado de la televisin e incluso un hombrecillo capaz de animacin, con piernas de tubos de chimenea, hombros en forma de B y una cara compuesta de ms de cien planos diminutos de colores y manchas bicbicas sujetas a ecuaciones de diferencia cuyas variables pueden ser manipuladas para producir expresiones de alegra o de enojo, de dolor o de concentracin, y dar a la boca, a los msculos de las mejillas y a los ojos, la forma adecuada para pronunciar slabas habladas. El efecto, cuando se rodea de sombreado Girour e ilumina desde un solo punto por los mismos algoritmos que eliminan superficies ocultas, es fantsticamente real, aunque el hombre se mueve en relacin con la
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manera en que lo hacemos nosotros igual que el mercurio se mueve en relacin con el agua, en rpidas sacudidas y con una tensin ms pronunciada cuando est esttica. Al pasar la medianoche de puntillas, Dale junta de golpe aquellos volmenes, ora haciendo surgir los puntos y planos de interseccin; ora, sustrayendo un volumen de otro y barriendo el resto en un arco a lo largo de una curva cbica, produciendo maravillosas molduras como las que decoraran una mansin en Pandemnium o una prgola en el lado oculto de Marte. Acciona ahora el control del color, y pide al ordenador anfitrin (instalado en el piso de abajo, donde un ventilador refrescaba su frente), que cargue el camin de los datos con cantidades prodigiosas de informacin visual, veinticuatro bits por pixel, 1.024 X 1.024 pixels en la pantalla, refrescados cada uno de ellos cada treintsima de segundo. En crepitantes y chillones colores, las extraas formas giran y giran en silenciosos espasmos que insinan tormentas de computacin detrs de cada tirn visual. Descontento incluso con las rayadas maravillas imitadoras de la dimensin que ha conjurado, Dale teclea en el mecanismo estrechamientos y permutaciones adicionales. Las rdenes que da en breve y rgido lenguaje (SETG... DEFUN... MAPCAR... EQ... PROG) hacen que la electricidad pase dcilmente por los circuitos, los alternadores, los sumadores y semisumadores, las interminables e infalibles puertas de transistor, cada una de las cuales tiene una dimensin de slo veinte micras, menos que el pelo ms fino del pecho de Esther. Las imgenes se juntan y extienden sobre la pantalla ligeramente curva; l las hace girar, en obediencia a una persistente sensacin de miedo de que algo acecha detrs de los chillones objetos que ha creado, alguna araa o moneda oculta en el espacio ilusorio donde incluso es posible conjurar las sombras y los reflejos con las rdenes adecuadas. Los cmputos no pueden poner el alterado punto de vista en su sitio con bastante rapidez, y Dale trata de burlar a su adversario invisible pidiendo que se coloque un espejo inclinado detrs de las imgenes ocultas, un procedimiento relativamente sencillo en los grficos de ordenador donde, al ser considerado cada pixel como una mirilla diminuta, se ordena a la lnea visual que pasa a travs de todos los valores no ocultos de x e y que SALTE a cierto valor de z (un valor corredizo, ya que el espejo est inclinado). Esta orden SALTO, ligado a un ngulo especfico de reflexin (12 en este caso), recoge del almacn de grficos de la memoria, pixel a pixel, la informacin que define la superficie posterior del objeto que se oculta, convertida a la velocidad media de 160 nanosegundos por pixel. El lado de atrs se parece mucho al de delante. Dale no puede todava encontrar aquella moneda de oro perdida, aquella araa que teje su tela, aquel secreto hostil que guarda el ordenador. Las imgenes fundidas, a medida que se acumulan las transformaciones que les son impuestas, semejan, cada vez ms, ovillos de hilo policromo y pegajoso. Parecen orgnicas, como si cierto proceso de ampliacin y refinamiento sacase a la luz una fibrosidad en el ncleo de las cosas. Dale supone que, a semejanza del mundo real, existe un nivel cristalino debajo de estas fibras; pero la fuerza de los grficos de ordenador, a diferencia de los del microscopio electrnico, no es an lo bastante poderosa para alcanzarlo. Sin embargo, razona Dale, el mundo de la informtica, como hecho por el hombre, tiene que tener su anloga estructura profunda a un nivel ms tosco que el mundo que teji Dios a base de los quarks. l ha concebido un programa que aplica un momento de torsin a sus caticas acumulaciones, las estruja como pudiera una mquina gigante comprimir capas de esquisto para formar una gota, una gota brillante, de un principio subyacente. Y cree que esta gota se mostrar ella misma, como gotea el aceite de un motor defectuoso, extendiendo su brillo tornasolado entre los herrumbrosos y empapados montones de escombros. Esta iridiscencia estadstica es lo que est buscando, una alineacin como la de los bastoncitos en el ojo de los antiguos trilobites. De vez en cuando, se interrumpe
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para tomar nota de las ecuaciones visualmente expresadas, o copiar el dibujo en el impresor lser. Lleva varias semanas haciendo estos experimentos y acumulando estas ingeniosas y caticas pruebas, a lo largo de toda la cuaresma. Pero esta noche siente que se acerca a un punto culminante, una crisis y una expiacin. Expiacin en el sentido etimolgico. Al cabo de unas horas, siente un hormigueo en los dedos que pulsan las teclas, como si una corriente elctrica fluyese dentro de l: sus nervios y la majestuosa arquitectura electrnica del CPU y su memoria funcionan al unsono. En algn momento de la tarde debi de comer su poco apetitoso bocadillo de pastrami, pues la arrugada y grasienta bolsa est encima de la mesa terminal, junto al vaco cartn de leche y el gris aparato de control. Y, en alguna ocasin debi de levantarse para ir al lavabo del fondo del pasillo, ms all de las distribuidoras automticas, y hablar de pasada con Ike Spiegel, pues encuentra en su cabeza sucias huellas de haberlo hecho as, frases ingeniosas de otros tantos chistes. Dos: una para llamar al electricista y una para mezclar los martinis. No, no te preocupes, me gusta estar sentado aqu a oscuras. Para que los chicos les hablen. Spiegel se haba redo. Las partes de piel visibles entre los botones de su camisa, encuadradas por dobles arcos elpticos, haban temblado regocijadas. Incluso cuando estaba sentado, tena Ike la actitud vivaz, pero desprovista de alegra, del comediante profesional. Lo tomas o lo dejas; ah va otro. Ahora recuerda Dale la pregunta correspondiente al tercer chiste: Por qu tienen vagina las muchachas? Y l se haba redo, como si le hubiesen apretado un botn; pero, ms que un chiste, pareca una triste verdad. Sus dedos prosiguen la carrera ratonil sobre el teclado de plstico ligero como una pluma, juntando dos aglomeraciones ms de vrtices y curvas cbicas paramtricas. De aquella mezcla inica instantnea surge una cara que parece mirarle con fijeza, una cara lgubre. Una cara fantasmal, surgida en milsimas de segundo. A fin de cuentas, se necesita muy poco para hacer una cara. Unos pocos puntos sobre una hoja de papel blanco hacen que un nio sonra y tienda la mano al reconocerla. Los estudios de Amy Eubank demuestran que podemos distinguir un amigo de un desconocido a casi setecientos metros de distancia. Hilos policromos y pegajosos que llenan la pantalla han sustituido a la imagen que pareca estar mirando desde ella, con los ojos dolientes de una vida inmortal. Dale trata de encontrar la manera de volver a ejecutar la computacin (polgonos recortados por polgonos); pero su mente est en blanco y slo aparece en ella la primera mitad de otro chiste de Spiegel: Cuntas AVISPAS_ se necesitan para cambiar una bombilla? Pide un dump a la mquina y, en el otro lado del cubculo, el aparato impresor mastica con sus frenticos y afilados dientes. Dale, muy agitado, se levanta del pegajoso y caliente silln basculante y se dirige al pasillo en busca de una Coca-Cola diettica. La mquina extrae de sus entraas el deseado cilindro rojo y blanco y, al cabo de un segundo, lo arroja sobre la bandeja. Despus, como pensndolo mejor, devuelve ruidosamente las monedas. Algn chico listo ha encontrado la manera de recuperarlas. Esas mquinas torpes son constantemente burladas por los hbiles muchachos de la planta. Y cuntas madres judas? Tal vez hay que ser judo para comprender el chiste. Dale parece recordar que la cara tena los cabellos largos pero no llevaba barba. La iconografa tradicional est evidentemente equivocada. Todos los hombres del Medio Este que vemos en las entrevistas televisadas parecen llevar una barba de tres das. Cmo consiguen que est siempre igual? Es como si se afeitasen con una segadora de csped. El largo pasillo pintado de color crema, con sus Snoopys y dibujos infantiles prendidos en las paredes, permanece en silencio. En el crneo de Dale resuena el ruido, producido tal vez media hora antes, de Spiegel recogiendo sus cosas y marchndose. El analista lingstico aplast
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una lata de cerveza sobre el suelo junto a la papelera y grit las buenas noches. Dale tiene todo el brillantemente iluminado sector de la sptima planta del Cubo para l solo. De nuevo en su cubculo, se hinca de rodillas entre el silln basculante y la pantalla terminal. Reza pidiendo una iluminacin que le libere de esta tensin, de esta culpa, de la tensin y la culpa de ser un animal pensante. Hay un vaco rojizo y vertiginoso detrs de sus prpados; un vaco que late vagamente y tiene alguna estructura, un grano microscpico que se mueve hacia abajo, con rapidez como la lluvia sobre una lmina de cristal. Apoya la frente sobre la pantalla ligeramente convexa. Est ms fresca que l y, sin embargo, un poco caliente. Radiacin. Puede producir cncer en el cerebro. Echa la cabeza atrs y se pone rgidamente en pie, resolviendo continuar una hora ms con su trabajo. Siente que est al borde de un logro decisivo. Sin embargo, aplaza el momento de sentarse de nuevo ante la terminal. Se acerca a la ventana. Desde ella, se ve la ciudad apagndose lentamente, como el rescoldo de una fogata. En el cielo, pasada la medianoche, una luna despierta, en ms del cuarto creciente, se desliza entre copos de cirrocmulos, que se extienden como un lago de olitas luminosas. Siete plantas ms abajo, el pequeo parque trapezoidal, con su estatuilla de bronce representando a Lady Lovelace, muestra unos rboles de aspecto ms suave, de ramas no ms largas que en invierno, simples y lineales; pero ahora difuminadas con abundantes brotes, que son como gotitas que pugnan por desplegarse en hojas y poner de nuevo en marcha el ciclo fotosinttico. Dale siente escozor en los ojos. Su cuerpo, demasiado tiempo doblado en posicin sedentaria, ansia estirarse, yacer en una cama, al lado de Esther, la de los ojos verdes sedientos de sus viscosas, delgadas, interrogadoras y temblorosas manos. Como muchos de los amantes clsicos, no han tenido nunca una cama decente; slo un sucio colchn en un tico o un estrecho jergn de estudiante bajo una cruz de asta, o de plstico. Vuelve a la terminal e intenta encontrar de nuevo aquella huella, aquella pista divina. Toma la impresin numrica que ha producido el fantasma de aquella cara y hace que el ordenador cuente los 2 y los 4 en busca de una periodicidad casual. Ciertamente, encuentra un pequeo margen estadstico sobre el estricto '200, que indicara la probabilidad para dos dgitos: '208673, el '0086; aunque consistentemente generado, no lo suficiente para fundar en ello una teologa. Ms prometedora es la desviacin del '01, que representara la incidencia estadstica de la configuracin 24 en pares enteros desde 00 hasta 99. En vez de '0100, los clculos mostraron una incidencia de '013824, un poco menos que inexplicable casi cuatro por mil ms de lo que el azar habra generado por s solo. Y terminaba en 24! Los mismos tests estadsticos, realizados con primitivos no biolgicos (mesas, sillas, alas de avin, poliedros, curvas de Koch, viejos elementos empleados para la textura) nos dan frecuencias dentro de '001 de la norma de azar previsible, lo cual indica a Dale, virtualmente ms all de toda duda, que su estudio estadstico de los modelos biolgicamente derivados, ha revelado, si no una de las huellas dactilares de Dios, s una o dos de sus espirales. All hay algo. Pero ms all de todas estas sutilezas numricas, Dale todava espera (espiritualmente codicioso, est subiendo a su Torre de Babel) una confrontacin grfica, una cara cuya mirada puede ser fijada e impresa. Refrescado con otra Coca-Cola, con sus incrementos de cafena y carbohidrato, trata de reproducir los pasos que le llevaron a su obsesionante visin. Intenta ascender, puerta a puerta, a travs del inmenso laberinto binario que la simple pulsacin de un botn puede mezclar de nuevo y doblar. Altera ngulos, acerca imgenes, cambia parmetros. Pierde la nocin del tiempo. Las horas de la madrugada se parecen mucho unas a otras. Sonidos vagos de otras partes del edificio (puertas de ascensor que se abren y cierran, cables que vibran en el negro hueco, zumbidos intermitentes en el piso inferior) indican la presencia de otros
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trabajadores nocturnos o el funcionamiento de aparatos automticos, de relojes y termostatos que envan inflexiblemente sus seales. Ahora hace ms fro, fuera y dentro del edificio. Un fro que, empezando en las puntas de los dedos y los dorsos de las manos, ha subido por las muecas y los antebrazos hasta la caja torcica, y que Dale toma como inspiracin del cielo. En el laberinto microscpico donde una sola mota de polvo cerrara un paso como una roca y el cabello ms fino caera con la fuerza de una viga de catedral, se est acercando al dragn, al secreto que vomita fuego. Siente algo parecido a lo que experimentaba de pequeo cuando bajaba temeroso al stano donde su padre, en aquella casa de Akron de delgadas paredes, haba montado el tren de Navidad, cuyos obedientes cambios de agujas e inversiones de marcha representaban para el muchacho una fascinacin y un misterio, como si yaciese all una especie de cadver que esperase ser reanimado, un cuerpo largo de metal con una cabeza estrecha y pesada, viva, la locomotora, que tena un solo ojo reluciente. Y, cuando tocaba las vas, sus ruedas empezaban a girar con furia. Trabajando solo, dominando su miedo y su sentimiento de intrusin, Dale se aficion todava ms que su padre a los misterios del Lionel y empez a comprar nuevo equipo (ms rales, un transformador con ms posibilidades) con el dinero de su asignacin. Haba encontrado su camino. Cada vez con ms frecuencia, observa en la pantalla la protesta MEMORIA INSUFICIENTE o bien ESTS SEGURO? Siguiendo sus rdenes, los niveles de jerarqua operacional, el lenguaje reduciendo al lenguaje al vocabulario binario elemental, se deslizan uno dentro de otro como esferas de cristal al ofrecer la pantalla a los ojos de Dale superficies toroidales rayadas, desplazadas por otras en un centelleo mellado. Ha cargado el simulador con una funcin transformadora que sujeta cada choque sucesivo a nuevos parmetros derivados de los polinomios de la fase anterior: una clase de espiral que debera estrecharse, razona Dale, hacia la esencia csmica. Sin embargo, las configuraciones mostradas no simplifican, sino que ms bien fragmentan y complican. Estallan. l espera de nuevo la cara y, al mismo tiempo, la teme. Tal vez el fro que invade su cuerpo es de miedo. En estas horas tempranas y vacas, aumenta su impresin de que la presencia que se encoge dentro de los labernticos callejones electrnicos del ordenador es enemiga, que aborrece que Dale la busque, y se vengar si l la encuentra. Y si, al buscar a Dios por estos caminos, sigue una direccin equivocada y se encuentra con un dios falso, uno entre los miles que han atormentado a los hombres, Moloch o Mitra o Siva; un Osiris o un Lucifer transformado, o aquel Huitzilopochtli que exige y come corazones vivos? A pesar de todo, nuestro joven pulsa de nuevo las teclas que dicen REPITE, y los rayados colores y clulas de la pantalla se estremecen como el agua jaspeada de grasa en la que se arroja una china. La nueva imagen se parece a la anterior, salvo que sus manchas son ms finas y han sido sometidas a una torsin que ha originado torbellinos, la intensificacin concntrica de capas de color que parecen horadar hacia abajo, como dedos de un guante de goma. Entornando ligeramente los prpados y ajustando (cmo?, quin golpea aquel teclado?) las clulas del cerebro que interpretan la visin, aquellas mismas imgenes parecen ser conos que se elevan hacia l. En los desmenuzados estratos, entre dos de aquellos conos, parece que est incrustada una cosa anmala, de varios colores. Dale ampla la imagen, acercando el visor y abriendo ms la ventana. La anomala, en tonos verdes mezclados con naranja, parece ilegible por hallarse en escorzo. Dale refleja su imagen en un plano inclinado, primero 85 sobre un eje vertical, y despus, ms cuidadosamente, 72, y obtiene de esta manera una imagen que puede leer. Es una mano. Una mano con manchas de colores, como salpicada con pintura de camuflaje, pero mostrando en relieve incluso las rayas de las palmas: una mano relajada sobre el dorso, con los dedos doblados, juntos y no del todo
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distinguibles; pero es inconfundible la forma nudosa del pulgar. Una relajacin curiosa. Est relajada porque est muerta, clavada inerte en la cruz? O es ms bien como la mano de Sansn dormido, reposando en los pliegues de la falda de Dalila, mientras sta cierra las debilitadoras tijeras? O es la flaccidez de la mano de Adn antes de serle infundida la vida, o la propia del agotamiento, de una desesperada rendicin final? Dale observa la imagen y no puede ver ninguna seal de clavo o estigma en la palma. La configuracin anatmica de aquel miembro fantasma, adaptada a las ambiguas tres dimensiones de la imagen torturada, abstracta, parece completa a Dale. Cree que, con una potencia ms alta que la que puede suministrar el VAX 8600, apareceran los nudillos e incluso las uas y las cutculas, de la misma manera que pueden realzarse hasta el infinito los enredados grficos de un Mandelbrot. La observacin de aquella mano le traslada a otro plano y le apacigua. Una sensacin de arrobo fluye en su interior, como si el fro sentido durante horas le hubiese despejado el camino, menguando su propia y egosta vitalidad a medida que transcurra la noche. Heladas las venas, casi sin atreverse a respirar para no perder un electrn esencial, pulsa los mandos para registrar la imagen. En el otro lado del cubculo, cerca de las tazas de plstico manchadas por la pintura labial de Amy Eubank, suena el inhumano y estridente castaeteo del aparato impresor. Imaginaos, ser devorado vivo por aquellos vidos e implacables dientes! Dale est entregando a Dios, aquella tierna sombra en el fondo de nuestras mentes, para que aquellos dientes se lo coman. La imagen es desconcertante. Parece descolorida. Las franjas de color tienen que ser remplazadas. La mano apenas si se ve: un vago fantasma moteado aparece plano sobre el papel, siendo as que los puntos brillantes proyectados desde dentro a la pantalla se presentaban a los ojos con viva intensidad. Sin embargo, ahora tiene una prueba, una especie de prueba. Sus propias manos, plidas y con pelos dispersos entre los nudillos, vacilan sobre las teclas, para repetir una vez ms la funcin transformadora. El prximo cambio podra solucionar definitivamente la cuestin, ofrecindole un cuerpo completo... o una tumba vaca. Siente fro en lo ms hondo de su ser. Su estmago es presa de un temblor irreprimible. El zumbido mismo del ordenador le parece un grito lastimero, como de un cobarde suplicando silencio mientras la pistola electrnica corre de un lado a otro refrescando la pantalla esttica, escrutando, en atraccin alternante, los dos campos magnticos, mientras el electrodo de control modifica sin descanso y reiteradamente el rayo de electrones liberados por el calor del revestimiento de xidos de bario y de estroncio del ctodo. Todo esto se realiza con una precisin y una rapidez que parecen milagrosas hasta que se ha aprendido (como Dal en Case Western, hace aos) que estas partculas subatmicas, as como las ondas, se comportan de esta manera invariable, porque no pueden evitarlo, porque no hay otro camino. Por esto, un mecanismo que sera adorado por un salvaje de Nueva Guinea, cuyos nicos atisbos de la civilizacin son esos aviones que vuelan como dioses pobre su cabeza, no es ms que un medio para Dale. ste es (segn lo imagino yo) como un murcilago en esta noche, un murcilago monstruosamente desarrollado, de modo que las membranas que le permiten elevarse y aletear se estiran entre sus enormes dedos alargados. Marca REPITE. La pantalla hace ondulaciones. Pasan segundos mientras se realiza la necesaria trituracin. Las franjas y los tneles concntricos de la anterior imagen han sido subdivididos en geomtricas escamas de pez. La mano se ha doblado, se ha desvanecido, a menos que su forma haya sido reducida y transformada en una sola escama verde en el ngulo inferior derecho de la pantalla, en el sitio destinado a la firma del artista. En todo el resto, domina el color rojo anaranjado; las escamas tienen cierta alineacin ptica que invita a la mirada a penetrar en ellas, aunque siguen siendo superficie, siguen siendo puntos excitados en una pelcula fosforescente respaldada por otra pelcula de aluminio reflectante y superfina. La
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mquina sigue negndose a revelarle sus secretos. vidamente, con gran impaciencia, las puntas de sus dedos piden al VAX 8600 que repita una vez ms su gigantesca operacin. La pantalla adquiere un fro color gris, y dice en rotundos caracteres negros: ALMACENAJE DE DATOS INSUFICIENTE. Dale se siente agotado. Se echa atrs, apartndose de la terminal. Le escuecen los ojos, por dentro, en la cara interna donde la visin se encuentra con la luz. El fro del lugar y de la hora ha penetrado en sus huesos. Rgido y cojeando, se acerca a la ventana. Los jirones de nubes se han juntado para formar una capa continua cuyo color de estao adquiere un tono amarillento de las siempre despiertas farolas de la ciudad. En todas las siluetas rectangulares de la Universidad y de los edificios de la urbe, slo unas pocas, ventanas permanecen iluminadas: brillantes aberturas que pronuncian aqu y all una palabra en cdigo binario. Pero, desde luego, tambin hablan las hileras de ventanas muertas, de aberturas vacas. El cero es tambin informacin.
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Nunc? Eres t? Eran casi las diez de la noche. Me haba sentado en mi estudio con una obra algo farragosa del viejo Tillich (La decisin socialista), mientras Esther terminaba una botella de vermut dulce y una grabacin de La Bohme en el cuarto de estar. Y haba sonado el telfono. Qu te pasa, Verna? Oh, Dios mo! dijo, en tono infantil. Algo terrible! Sin embargo, no era dolor ni indignacin, sino miedo, lo que dominaba su voz cascada. Escucha suplic, llorosa, con su acostumbrada marrullera, podras mover el culo y venir aqu? Un dbil chasquido me indic que Esther haba levantado el telfono del cuarto de estar. Para que se enterase, dije a Verna: Quieres que vaya ahora? Oh, por favor, tienes que hacerlo. Hablaba en pequeos jadeos, casi hipando; el miedo haba expulsado el aire de sus pulmones. No se trata de m; es Poopsie, Paula. Qu le ocurre? Mi propia voz me pareci extraa. No puede andar, lo juro. Y, si puede, la pequea zorra no quiere hacerlo. Ya no chilla, pero no quiere que yo la toque. Ese entumecimiento que se apodera de nosotros cuando una realidad es demasiado intensa estaba retrasando mi mente y mi lengua. Cundo ha empezado eso? No lo s; tal vez hace un cuarto de hora, me refiero a lo peor. Pero la cosa empez despus de la cena. Hemos estado poniendo las cosas en claro. Poniendo las cosas en claro? Ya sabes, discutiendo. De mujer a mujer. Con una nia de un ao? Tiene casi dos, recurdalo. Y escucha, no me pongas las cosas difciles. Mi primera idea no fue telefonearte a ti. Trat primero de llamar a Dale; pero su telfono no contesta. Dices que no quiere andar? repet, no tanto en consideracin a Esther, como para formarme una mejor idea de la situacin. Es como... la voz aflautada vacil, jade y despus prosigui rpidamente como en son de confesin, de pronunciar algo terrible para liberarse de ello ...como si tuviese un mal interno. No puede andar. La he puesto un par de veces en pie, y se ha cado al suelo, chillando. Se hizo una dbil luz en mi cerebro. No ser que le has pegado? Hubo una pausa, seguida de una excusa infantil. Le di un pequeo empujn. Me estaba incordiando. La culpa ha sido de aquella pequea librera que compr cuando pens graduarme en el Instituto. Poopsie tropez con una esquina y tal vez se dio un golpe en la pierna con uno de los cantos. No lo s, no prest mucha atencin. Otra pausa. Crees que la Polica se meter conmigo?
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Sent que la mente de ella luchaba contra algo resistente, algn producto qumico que se agolpaba en oleadas en su interior, reducindose despus lo suficiente para dejarle la espantosa realidad antes de surgir en nuevas oleadas. Espera un momento, Verna dije. Con cuidado, para que ella no supiese que me alejaba, dej el receptor sobre el brazo del silln, junto a La decisin socialista abierta boca abajo con la hermosa e inquieta cara de Tillich resplandeciendo en la contraportada, sal rpidamente al pasillo y me dirig al cuarto de estar. Qu crees que debo hacer? pregunt a Esther en voz baja. Ella cubri con la mano el aparato a travs del cual haba estado escuchando, en un ademn que me pareci lento y extraamente gracioso, como de un buceador atrapando una pieza debajo del agua. Cuando me mir, el blanco de sus ojos me pareci enorme, inyectado en sangre. Sus labios formaron una pequea o oscura, como si fuese a silbar. Debes ir dijo suavemente, con los ojos muy abiertos. Tienes que hacerlo. Visitar a Verna a media noche? Pero tena la aprobacin de Esther. Como excusndome, sin necesidad, dije: Probablemente, mucho ruido y pocas nueces. Pero... Sosteniendo con gracia el telfono que cubra con la otra mano, Esther tena un aire de grata serenidad, tal vez debida a embriaguez. Llevaba su cardigan de casimir de color gamuza (comprado en Trimingham's el mismo da que mi jersey de pelo de camello) sobre un suter amarillo con cuello de tortuga, y estaba sentada sobre el borde del sof de seda roja, con las rodillas desnudas apretadas contra el borde de la mesa de cristal. A travs de ste poda yo ver refractada la huella blanca de la presin sobre sus rtulas. Su cara pareca brillante, tal vez por el calor del fuego a punto de extinguirse; y tuve la impresin de que estaba menos sorprendida que yo por aquel incidente. Haba bajado el volumen de la cassette; pero la lucecita roja y la cinta que segua movindose detrs de las ventanitas de plstico me dijeron que la pera no haba terminado an. Pobre Mim! Pobre Rodolfo! Volv corriendo al telfono de la biblioteca para decirle a Verna que ira en seguida. El aparato zumb. Ella haba colgado. En el vestbulo, me puse mi Burberry forrado de tela a cuadros, mi bufanda de lana gris y mi sombrero irlands. Aunque habamos tenido un par de das de sol, abril es un mes todava fro y hmedo en nuestra parte del mundo. Esther se reuni conmigo en el vestbulo. Pareca que le costaba andar, aunque no llevaba tacones altos. En realidad, iba descalza. Cuando cuida del jardn, se pone Wellingtons de goma o un par de gastados, fangosos y viejos zapatos de tenis, sin calcetines. Sus pies se han ensanchado y afeado en estos catorce aos de matrimonio; pero como ha adquirido sus uas torcidas y sus callos amarillos en mi servicio, en la realizacin de las tareas de nuestro hogar comn, tienen para m cierta belleza afectiva. Nuestros huesos se aflojan, el tejido de nuestra carne se ablanda, a pesar de la dieta. Ella estaba sudorosa, como si sus amores con Dale, todas aquellas tardes de desvergonzado y vengativo adulterio en el desvn, su conversin en una reina porno, su revolcarse en el semen y el calor inocente de un joven, la hubiesen empapado de algo dbilmente acre que ahora exudaba a travs de sus poros. Como todas las pecadoras, se estaba cociendo en su propia salsa. Haba peinado hacia atrs sus hmedos cabellos, y brillaba su frente abombada. Cunto tardars? pregunt. Le impulsara su ebrio corazn a concertar una rpida cita, una electrnicamente rpida cpula con nuestro mago de la informtica?
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No s lo que est pasando dije. Podra tardar un buen rato, si la nia necesita asistencia mdica. La nia...? Paula. O tal vez Verna. Vete a la cama. Tenas razn en lo referente a esa chica. Hubisemos debido dejar que se apaase sola. Slo trataste de ser un buen hermano para Edna dijo Esther, no s si irnicamente. Mi corazn lata tan fuerte que embotaba mis sentidos. Cediendo a un raro impulso, me inclin y la bes. Ella, sorprendida, suaviz la expresin de su boca al alejarme yo. En todo caso, qu bonito era, es, inclinarse ante una mujer! Con Lillian, mi sensacin al besar haba sido como la de saludar ceremoniosamente a otro hombre, a un poltico amigo. Tillich tena razn: como criaturas, no slo somos incorregiblemente religiosos, sino tambin incorregiblemente sociales. Al salir para rescatar a otra mujer, dese a mi esposa, por hundida que estuviese en el fango con otro hombre. Y ella? La expresin del rostro de Esther me record la que sola mostrar catorce aos antes (en realidad, pronto seran quince) cuando, despus de una sesin de amor ilcito en su apartamento, me enviaba de vuelta a casa para enfrentarme con Lillian y con la turbulencia y culpabilidad de deshacer mi hogar. Si nunca vuelvo a verte, parecan decir sus saltones ojos verdes, al cerrar yo la puerta, que nos quiten lo bailado. Pensaba como un contable. El Audi se hallaba aparcado junto al bordillo de enfrente. Sub a l y arranqu. Nuestra ciudad est dividida en zonas que, confusas durante el da, adquieren cierta nitidez por la noche. Los habitantes de una zona no pasan inadvertidos en otra, aunque slo sea para estar un momento ante el mostrador de platos preparados de un restaurante chino. Sutiles detalles de indumentaria, de maquillaje, de voz e incluso de porte personal, se manifiestan bajo las luces de la ciudad y delatan al intruso. Por eso experiment una ligera sensacin de peligro y los latidos de mi corazn se aceleraron un poco, cuando conduje el coche por Malvin Lane, fuera de nuestro barrio universitario y en direccin al reino de hileras de casas de tres pisos, de tiendas cerradas, de gasolineras automticas iluminadas de azul, y de grupitos de jvenes y de brutos reunidos, con nerviosa vigilancia animal, en el pavimento, delante de los bares y debajo de los rtulos de nen. Aquellos bares rezumaban msica. Poda orla vagamente a travs de las ventanillas de mi coche. Los neumticos del Audi rebotaron sobre el gastado asfalto lleno de hoyos del Boulevard. En el borde de los mviles conos de mis faros, formas alargadas se escabullan o permanecan plantadas en la acera; formas sin rostro, espectrales, od ombra od omo certo. Las luces altas del alto centro de la ciudad brillaban lejos, a mi derecha, ms all del ro; luces rojas y blancas, como las de los aviones que descendan en diagonal sobre el aeropuerto, todava ms lejano. Hacia dnde bajaban y suban los aviones, y con qu fin se formaban aquellos oscuros grupos en esta cruda noche de primavera? Sin duda les empujaba la misma fuerza que me haba impulsado a m hacia esta ciudad llena de baches, que a pesar de todo su asfalto, ola a fragante y frtil primavera. Como yo haba aprendido que Prospect Street era una calle de direccin nica, torc una manzana antes del bar incendiado y sub por otra calle parecida y tambin medio abandonada, cuyas ventanas estaban a oscuras o dbilmente iluminadas por los destellos fluorescentes de la Televisin. Aparcar cerca de la casa de Verna era ms difcil que durante el da. Los pjaros volvan al nido a pasar la noche. Di la vuelta a la manzana y, por ltimo, me introduje ilegalmente en un espacio cerca de una boca de riego en Prospect, desde donde poda ver el ginkgo que ahora volva a brotar. Los rboles jvenes de las aceras, arces larguiruchos y atados algarrobos, estaban an sin hojas. Cerr el coche y ech a andar, evitando no hacerlo demasiado
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de prisa para que no pareciese que corra. Pas por debajo de algunas farolas rotas, en direccin a la casa sulfurosamente iluminada. Aunque a veces me haba alcanzado la oscuridad en mis visitas a Verna las tardes de invierno, nunca haba estado all de noche. Los nios negros solan usar el parque infantil equipado con neumticos de camin y tubos de hormign, haban sido sustituidos por muchachos mayores que, aunque haca fro y el ambiente estaba hmedo con la brisa del puerto y una niebla luminosa se espesaba entre los edificios, se haban reunido en los bancos y en los peldaos que conducan a las puertas de hierro del 606. El veloz hombre blanco, con su impermeable de moda, se acerc tan rpidamente a ellos que tuvieron el tiempo justo de abrirme paso al deslizarme vivamente entre la sorprendida masa de pantalones vaqueros, chaquetas acolchadas y matas de pelo redondeadas, que brillaban con gotas de la niebla nocturna. Entre aquellos jvenes, haba muchachas, gordas, de redondos y negros brazos africanos y gruesas y falsas perlas rojas, y esto mitig mi impresin de peligro. Tontamente o no, asociamos las hembras con la seguridad, aunque todas las historias sobre madres asesinas, furiosas bacantes y automutiladas amazonas, digan lo contrario. A fin de cuentas, lo nico que se necesita para matar es percibir como enemigo a otro, cuya destruccin ser buena para uno, y estas percepciones no son, desde luego, exclusivas de los varones. En todo caso, el sadismo es... una protesta filosfica. La capacidad de indignacin por la naturaleza de la cosas, ese gusano que ha contribuido a inspirar a los hombres tan prodigiosas fiestas de tortura, slo est latente en los corazones de la hijas de la amable Eva. Las mujeres se enfurecen con la frustracin e intrigan por despecho; pero, segn parece, no les gusta mostrar al universo su escandalosa tolerancia del dolor. Con estos pensamientos, o con su breve repaso mental, pues haba pisado ya mentalmente este terreno, incluso en mi aula y en mi interrumpido seminario sobre la blasfemia (lecturas de Villon, Rabelais, Sade, Verlaine, Batailles y otros [el francs no es necesario pero s deseable]), llegu a la entrada y empec a subir la escalera de metal y hormign. En los descansillos, los alardes amorosos de Tex y Marjorie haban sido borrados con capas de pintura, sobre las cuales aparecan ahora algunas inscripciones tan enrevesadas que no pude leerlas; el mensaje y la firma parecan garrapateados en caracteres que podan ser tailandeses o japoneses. Escuch, por si oa pasos en persecucin de mi cartera; pero no percib nada. Sin embargo, al llegar al rellano de la tercera planta, asaltaron mi mente el origen y el fin de mi misin. El miedo me hizo un nudo en el estmago y volv a sentir aquel entumecimiento ocasionado por una realidad excesiva. Aquellas mohosas y pastosas mujeres de mi hogar: haban sido demasiado para m, y si haba conseguido huir de ellas, por qu buscaba ahora un nuevo desastre? Camin por el desnudo pasillo hasta la puerta marcada con las huellas del nmero 311. Llam con suavidad, esperando que nadie respondiese. Pero Verna, envuelta en su tosco albornoz, con los rizados cabellos parcialmente decolorados, crecidas varias pulgadas las races del color castao natural, abri al instante la puerta, tirando de ella con tanta fuerza que se dio un golpe y la cadena oscil ruidosamente. Su cara plana y ancha pareca hinchada y haba sido manchada de surcos rosados por las lgrimas. El rmel se haba corrido hacia abajo en lneas oscuras, que partan de las comisuras exteriores de los prpados. Pens en una mscara japonesa. Para dejarme entrar, se apart a un lado con una remilgada y ceremoniosa rigidez que discordaba de su aspecto desaliado y del desorden que reinaba en la estancia, como si todo lo que haba en ella hubiese sido volcado y enderezado rpidamente. Nada, ni siquiera la ventana, pareca estar como yo lo recordaba. Pero a pesar de su lamentable condicin, sus primeras palabras fueron de reproche: Caramba, Nunc! Has tardado mucho.
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Tuve dificultades para aparcar le dije. Dnde est la nia? Me sorprendi la extremada calma de mi propia voz. Largo tiempo intimidado por Verna, por su carne luminosa en la que no se notaban los huesos, ahora poda desquitarme. Ella agach la cabeza y dijo con voz opaca. Ah dentro. Apart la cortina marrn delante de ella y entr en la horrible y pequea habitacin que contena la cuna de la nia y un camastro sin hacer. Percib un dbil olor dulzn a animales hembras. El aparato de cassette estaba en el suelo delante de la puerta del cuarto de bao. Pero no sonaba. En el silencio, llegaban ecos de otros apartamentos: el tirar de la cadena de un wter, una pelea lejana que poda ser de la Televisin. Paula yaca inmvil en su cuna, envuelta en un paal de papel cuyo color blanco contrastaba con la oscuridad. Sus ojos hmedos y vivaces estaban abiertos y me miraron fijamente. Sin duda haba estado debatiendo algn problema interior, y enfoc lentamente su mirada en mi cara blanca de gigante al inclinarme sobre ella. Da mala dijo Paula solemnemente, y despus sonri, torciendo el largo labio superior y mostrando dos pequeos dientes espaciados. Tena una moradura debajo de un ojo. Cmo se hizo eso? Le pegu dijo Verna a mi lado. Sent su piel a pocos centmetros de la ma, a travs de nuestra ropa. Estuvo todo el da haciendo lo contrario de lo que yo le mandaba. Le dije que metiese sus juguetes en el cesto y sac los que ya haba en l. Le puse los zapatos para salir a la calle y se los quit y los arroj detrs de la cama. Cuando le di de cenar, escupi la comida y se ri de m. Daba la impresin de que haba preparado una lista de cargos para defenderse ante un tribunal que hubiese de juzgarla. Despus no quiso ir a la cama, no quiso, no quiso... Su voz aflautada se hizo ronca y se quebr. Los bracitos de color de miel de Paula estaban inertes sobre el colchn desnudo de su cuna, y una de sus piernas se encontraba doblada como la de un comediante a punto de dar un paso de baile hacia un lado. La pequea zorra... sigui diciendo Verna. A travs de las paredes de la habitacin se filtraban pequeos ruidos. Se oy una risa inconfundiblemente televisada, una de esas risas en conserva que no pueden tomarse por reales. Le haba ledo un cuento del Little Golden Book, sobre el hombre de mazapn, un cuento que yo aborreca cuando era pequea y mam me lo lea, pues se lo iban comiendo a pequeos bocados. Ahora lo han cambiado, de manera que el hombre echa a correr; pero tambin esto es fastidioso. Suspir profundamente y senta la capacidad de sus pulmones, su solidez y fuerza de amazona. Por fin pude meterla en la cama y pens que se haba dormido; pero, mientras tomaba tranquilamente mi bao, se levant en su cuna y tir su oso de trapo y sus Pilly y Blanky y todo lo dems, Nunc. Incluso tir del hule travesero. Y se necesita fuerza para esto! Por consiguiente, le atic confes Verna, y entonces arm tal gritero y me hizo sentir tan culpable que la levant y la llev a la otra habitacin y trat de calmarla, a pesar de que todava estaba mojada del bao y no llevaba nada encima. Pareca que, a pesar de su afliccin, quera incitarme con aquel detalle. Por qu tuviste que tomar un bao? le pregunt.
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Es que una persona no puede baarse cuando se le antoje? Desde luego dije; pero me preguntaba si no pensaras salir cuando Paula se hubiese dormido, cosa que explicara tu impaciencia al empearse ella en seguir despierta. Queras que se durmiese para poder salir. Sospecho que haces esto muy a menudo. La nia se mantena extraamente callada ante nosotros, mirando fijamente, como si llevara un walkman sonando en sus odos. No estaba impaciente, Nunc. Habras tenido que verme. Era toda una Madre del Ao. Pero ella no quera callarse, no quera calmarse, y se estaba haciendo tarde... Tenas una cita le dije. Est bien, Culo Listo, la tena. Un buen asunto. Y en todo caso, qu representas t? Un cinturn de castidad o algo parecido? Suspir, realmente cansado de aquella jovencita a medio formar, y de esa cosa a medio formar y torpe a la que llamamos vida. Por qu colgaste? pregunt. Cundo? Cuando estabas hablando conmigo. Llamaste por telfono, te dije que esperases un momento, y cuando volv, habas colgado. No me gust que fueses a consultar a tu engreda esposa y a hablarle de mi caso. Saba que era eso lo que estabas haciendo, lo que hacais los dos. Suspir de nuevo, y Paula se agit delante de mis ojos. Movi la pierna sana. Estaba esperando que yo hiciese algo para acallar su msica interior. Levantando la cortina, volv a la otra habitacin y Verna me sigui, parpadeando a causa de la luz. Bueno, en qu momento descubriste que Paula no poda andar? le pregunt. Ella se puso tiesa, hinchando el pecho bajo el flojo albornoz. Cuando la baj de mi falda y fue a chocar contra la pequea librera que compr cuando t y el imbcil de Dale os empeasteis en que consiguiese aquel jodido e intil certificado de estudios dijo sealando el mueble, como si fuese el problema, el culpable de todo. Yo estaba aqu empez a llorar, compadecindose de s misma, fluyndole copiosas lgrimas de los irritados lagrimales, mostrndome buena y paciente, aunque t digas lo contrario, y la pequea zorra, que haba sido realmente una zorra todo el da, se agit en mis brazos, alarg una mano y tir mi bebida sobre la acuarela que estaba a punto de terminar, y que haba dejado sobre la mesa para que se secase. No puedo imaginrmelo del todo dije. Estabas bebiendo? S, y acababa de fumarme un porro en la baera. Tal vez por esto estaba tan tierna al principio, tratando de ser la mamata de libro infantil que t y todos los dems imbciles quisierais que fuese. No creo que sea eso lo que queremos. Queremos que seas lo mejor posible. Ya! Y fue entonces cuando no pudo andar? Verna asinti con la cabeza y sus lgrimas se secaron con la misma rapidez con que haban aparecido. Cay de un modo extrao, quedando un segundo como encajada en el mueble y yaciendo despus en el suelo, aullando de una manera nueva en ella, como asustada, sabes?, como si ahora llorase de veras. Por consiguiente, la levant y la sostuve; pero no le gust y por esto trat de ponerla de nuevo en pie. Pero volva a dejarse caer en el suelo cada vez que la levantaba. Por eso yo...
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Qu, Verna? Le atic de nuevo. Haba sido demasiado blanda, Nunc, demasiado dulce y razonable, todava desnuda, sostenindola y cantndole, ya sabes. Y los mulatos hacen siempre lo mismo; una se ablanda y ellos se aprovechan, sacan el aguijn o derraman tu bebida o hacen cualquier otra cosa para darte a entender que eres una mierda blanca. Yo haba trabajado de firme en aquella acuarela y estaba muy satisfecha de ella, sabes? Al estropearla ella, vi lo triste e intil que era todo, no slo entonces, sino siempre. Y quieres saber otra cosa? Su voz se haba convertido en un murmullo. Qu otra cosa? Mi corazn lata con fuerza, como si acabase de subir la escalera, y me pregunt si haba dejado de hacerlo desde el momento en que el telfono haba interrumpido mi lectura de Tillich. Me gust. Me gust pegarle aquella ltima vez, cuando ella estaba en el suelo. Pegar con todas mis fuerzas a esa pobre nia de color que todava no tiene dos aos. No es extrao? Muy extrao convine, incapaz de decidir si el tono teatral y como drogado de su voz era una comedia irnica, encaminada a buscar en m una reaccin, o si era lo mejor que ella poda hacer, encerrada como estaba detrs de aquella mirada inexpresiva y ambarina, que pareca enfocar un punto ms all de mi cabeza, donde se representase el pasado reciente. Cmo volvi a la cuna? pregunt. La arroj en ella. Llor cuando la levantaste? Como te he dicho, no ha parado de aullar durante todo el tiempo. Y los vecinos empezaron a golpear el techo y a gritar desde el otro lado de las paredes. Una seora de la puerta de enfrente chill diciendo que iba a llamar a la Polica. Siempre dice lo mismo. Es una borracha. Quiero decir si Paula actu como si tuviese algo roto o dolorido. Su expresin cambi al volver lentamente la mirada en mi direccin. Oh, Dios mo! Crees que le hecho mucho dao. No lo crees t? En la otra habitacin, Paula, al ornos hablar, gimote sin mucha fuerza, como el zumbido de un motor que no arranca por haberse gastado la batera. Entramos a verla. Yo la toqu, palpando suavemente. El milagroso tejido sedoso de la piel de los nios pequeos! Mi tacto la hipnotiz y la hizo callar hasta que llegu a la pierna izquierda. Entonces lanz un breve chillido que era tanto de dolor como de protesta, y sus redondos ojos oscuros parecieron profundamente indignados y asombrados. Aquellos ojos ya no parecan azules. Los genes de su padre se manifestaban tambin claramente en las enrojecidas ventanas de la nariz de la nia, en su labio superior saliente, en las orejas casi cuadradas y lindamente pegadas al crneo. Una pequea fisura supuse. O tal vez slo una distensin. No hay dislocacin visible. Oh, Dios mo! gimi de nuevo Verna. Es mejor esto que una lesin interna. Un desgarrn en el bazo y podra morir de la hemorragia. Pero no se queja del abdomen. Debemos llevarla a un hospital. Dame una manta. Dos mantas, la suya, que est en el suelo, y la de tu cama. Mi mente tena esa curiosa claridad que le da la fatiga, al enfocar su visin como a travs de un tnel. Verna se apart, pero no para cumplir mi orden, sino para ir al cuarto de bao. Yo le grit: Ya que ests ah, lvate la cara! Pareces un payaso de circo! O que tena arcadas, mientras yo arropaba a Paula. He advertido que las mujeres vomitan con mucha facilidad, como si esta funcin fuese en ellas ms natural.
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Paula expliqu a la nia, s que esto duele, pero tendr mucho cuidado. Vamos a viajar-viajar en el coche-cochecito. Era una frase que recordaba de cuando Richie era pequeo. Ella me mir solemne desde dentro de las mantas. Vete a casa dijo claramente. Era una orden. Ir en cuanto pueda le promet. Ahora me preguntaba si hubiese tenido que comprobar su paal. No me haba parecido que estuviese mojado; pero estos paales modernos de papel y plstico son engaosos. Verna volvi junto a nosotros con la cara limpia, menos luminosa, menos blanca. Yukky dijo. Creo que estoy un poco mejor de la cabeza. Dios mo, Nunc, soy una calamidad. Tendras que encerrarme. Vstete le dije. Y haz el favor de ver si hay que cambiar los paales de Paula. Pas a la otra habitacin, me arregl un poco y mir las luces de la ciudad a travs de la ventana. Paula gimote. Verna le cant con voz cascada: Tooooda la noche... Por fin aparecieron las dos; la nia, envuelta en mantas y llevando un gorro de estilo sherpa con orejeras; Verna, con una blusa de gitana, una falda ancha a cuadros y su sarape. Pens que era un atuendo un poco inadecuado para la ocasin, pero no hice comentarios. La ciudad tiene muchos hospitales, todos ellos en plena expansin, reclamando una manzana tras otra de los barrios circundantes, como si el arte de curar se hubiese convertido a su vez en un cncer. El hospital que yo conozco mejor (debido a una apendicectoma de Richie cuando tena nueve aos y a un susto ginecolgico de Esther que acab en nada) est al otro lado del ro y es una serie de rascacielos clnicos entre los que el primer templo de granito de la Medicina, con su cpula verde de cobre, est oculto como un huevo de Pascua. Para llegar a la entrada de urgencias, hay que subir por una rampa de hormign hasta un nuevo anexo semicircular, que lleva el nombre de la primera esposa, fallecida en la flor de su juventud, de un magnate local de la alta tecnologa. En el interior, resplandeca todo. Mientras Paula, sorprendida y olvidando sus males, se retorca sobre mis rodillas, en su capullo de mantas, Verna se enfrentaba con la oficina de admisin. Sus tratos con el sistema de auxilio social le haban dado cierto sentido audaz de sus derechos. Mientras cruzbamos el viejo y adornado puente, en el silencioso Audi sus lgrimas de miedo y de culpa haban empezado a fluir de nuevo, marcando en sus mejillas surcos que brillaban bajo la luz de los faroles de historiados postes. Estas lgrimas tendran que haber facilitado el proceso de admisin; pero las burcratas de turno en la puerta del hospital consideraban el dolor y la desgracia como cosas corrientes y no se impresionaban por ello. Sentan el estirado desprecio de los casi pobres por los realmente pobres, por los indigentes y los intiles. Aunque estbamos en las primeras horas de la noche, el bajo mundo haba enviado ya algunos delegados al hospital; el joven vagabundo desdentado y de piel amoratada, la pelandusca quejumbrosa y de frente sangrante, la familia haitiana agrupada alrededor de uno de sus miembros herido durante la noche... Todos ellos esperaban su turno bajo aquella luz implacable. Slo cuando me levant, present mis credenciales e hice valer mi autoridad, se abrieron las puertas y empez la cosa a funcionar. Aparecieron personas de blanco uniforme y se encargaron de la dolorida Paula. Como primera medida, despojaron a la nia de las mantas. Pero Paula protest cuando iban a quitarle su peluda manta infantil, con osos azules sobre fondo blanco, y le permitieron quedarse con ella. Despus, la tendieron en una camilla con ruedas de caucho y la llevaron por unos
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pasillos, para ser reconocida por los internos y examinada por rayos X. Durante todas estas sorprendentes experiencias, permaneci con los oscuros y vivarachos ojos fijos en la cara de su madre. Verna pareca la ms pasiva e impotente de las dos, rodando como una pelota detrs de la nia, atrapada en el campo magntico de la necesidad de la pequea. En cuanto a m, sostena el gorro de sherpa y la manta desechada, cuya spera y doblada masa pesaba sobre mi brazo con una adherencia de pesadilla, como un fragmento fsico del apartamento real de Verna, de aquellas habitaciones que olan a cerrado y que con tanta frecuencia haba visitado en mis sueos erticos. El joven interno que habl con nosotros era bajito y rubio, con un bigote de bandido muy poco convincente y unas gafas parecidas a las de los aviadores, pero de color rosa. Sola hablar con la cara medio de perfil, como hacindolo consigo mismo. S nos dijo, un poco confuso. Tiene una fractura. De las que llamamos conminutas. Esto quiere decir que la fractura no es limpia. Podremos curarla, pero..., pueden decirme ustedes cmo sucedi? Los plidos y apretados labios de Verna se entreabrieron y los prpados inferiores se levantaron sobre sus ojos oblicuos, al esforzarse ella en responder a la pregunta. Me di cuenta de que estaba demasiado asustada para mentir y declar, en tono autoritario e irrebatible: La nia se cay. En el patio de juego, de un columpio. l me mir y mir despus a Verna. Las coloreadas gafas ponan una fina nube, como de sangre diluida, sobre sus ojos. Y esa contusin en la cara, se la produjo en la misma cada? S respondi dbilmente Verna. Solt las cadenas del columpio y cay de bruces dije yo. El joven era de esos que, aunque vacilantes, tmidos e incapaces de mirar a la cara, son tercos y voluntariosos. Dijo, con voz insegura: La fractura no es de las que solemos observar en esta clase de cadas. Casi siempre se producen fracturas de brazo. Y no observ granos de arena en la contusin facial. Parece ms bien que... Le interrump: Le lavamos la cara. Naturalmente. Y adems, qu significa este interrogatorio? Hemos trado a una nia lesionada y hemos tenido que esperar media hora en recepcin, y ahora nos viene con sas. Es esto un hospital, o un tribunal de justicia? ...parece ms bien que le hubiesen pegado sigui diciendo el joven, y pestae. Y hemos advertido unas pequeas moraduras en la parte posterior. Tenemos que denunciar los casos de presuntos malos tratos a los nios. Vemos cosas terribles: quemaduras hechas con cigarrillos, nios con las piernas descoyuntadas y la pelvis rota... Nadie lo creera si no lo viese. Pareca estar hablando consigo mismo. Despus cambi de tono: Seor, estaba usted en el campo de juego cuando Polly se cay? Paula dije vivamente, ganando una fraccin de segundo con la correccin; pero incapaz de encontrar una alternativa plausible. No prosegu. Ella me telefone en cuanto se produjo el accidente. A qu hora fue esto? No mir el reloj. Pero deba ser muy tarde para estar en un parque infantil. Eso no es asunto suyo le dijo Verna. La tengo levantada hasta muy tarde; de esta manera duerme ms por la maana.
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Me di cuenta de que estaba tratando de sacarme del atolladero. Pero yo haba tratado de burlar al interno y ste no estaba dispuesto a soltarme tan fcilmente. Es curioso me dijo, prescindiendo de Verna que ella no nos trajese en seguida la nia. O la llevase a Saint Stan's, un hospital que est a dos manzanas de donde ella vive, a juzgar por lo que dice aqu. Tena una copia azul de los datos que Verna haba consignado en la solicitud de ingreso. No tiene coche. Y es nueva en el barrio. Una respuesta habra bastado, aunque las dos eran verdad. l se volvi a Verna, mirando el impreso. Mrs. Ekelof... empez a decir. Miss dijo ella. Muchas gracias tambin estaba tratando de burlarle. Me casar cuando est dispuesta a hacerlo. l nos mir de reojo a los dos y, sin aadir palabras, sali de la habitacin y volvi al cabo de un minuto con un hombre mayor, un negro bastante calvo, con andares de bailarn y una expresin severa en el semblante, que tena el color de una hoja seca de tabaco. Llevaba un estetoscopio en el bolsillo lateral de su chaqueta blanca y saltaba a la vista que era el superior del interno. Conferenciaron en voz baja, a poca distancia de nosotros y, despus, el negro se dirigi a m y me pregunt: Seor, cul es su relacin con esa seorita? Soy su to. l sonri. Ya. Est muy bien. Tena una voz perezosa y cansada; pero confiada, muy buena para cantar un blues con acompaamiento de una guitarra de doce cuerdas. Seor continu, apreciamos su ayuda; pero como la madre fue la nica que presenci este lamentable accidente, nos gustara mucho or su relato. Fue exactamente lo que ha dicho mi to dijo Verna. Yo siempre le digo que se agarre fuerte, pero la muy..., pero la nia me desobedece. ltimamente se ha vuelto muy rebelde. Mi asistenta social dice que es cosa de la edad, de los terribles dos aos. Mi compaero y yo nos preguntbamos si la nia no es demasiado pequea para subir a un columpio. Mientras hablaba suave y cortsmente, las manos del doctor, delicadas y de plidas uas, tocaron los dedos de los pies de Paula que sobresalan de su manta. Con aire distrado, los golpe ligeramente. Sus ojos cansados y enrojecidos, que pareca que se los hubiese estado frotando, por blancos amarillentos e inyectados en sangre, se fijaron en Verna, y el instinto le dijo a sta que haba llegado su ocasin de escabullirse. Tal vez s dijo, con aquella voz infantil y gemebunda que pareca brotar de un canuto. No volver a hacerlo. No habr ms columpio hasta que sea lo bastante mayor para agarrarse bien. Una expresin melosa y paternal haba iluminado las arrugadas facciones del doctor. Lo promete? Fue como si fluyese una corriente elctrica, y Verna, desgreada y agotada como estaba, se dej llevar por ella, echando la cabeza atrs de manera que su cuello form una curva blanca y sus senos se levantaron debajo del fino algodn de su blusa de gitana. Lo prometo. Y solloz de pronto al pronunciar esta palabra. Porque sigui diciendo el mdico, en tono musical de predicador una criatura pequea es un don precioso que se pone en nuestras manos y, naturalmente, no queremos que le ocurra nada malo, verdad? Verna sacudi la cabeza despacio, una vez, dos veces. Por muy nerviosos y desesperados que estemos, verdad? Verna repiti aquel movimiento, como hipnotizada. El joven interno y yo
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observbamos fascinados aquella transaccin. Ahora, el mdico negro, rompiendo el hechizo, frunci bruscamente el ceo y dijo: Vamos a componer esa pierna. Apareci una enfermera que puso una inyeccin sedante a Paula, aunque la nia, completamente agotada, se haba dormido a pesar de nuestras voces y de la fractura conminuta y de todo lo dems. Su cuerpecito dormido pareca patticamente pequeo sobre la camilla. La aguja penetr exactamente por debajo del borde del paal de papel. Paula no se despert. Nos permitieron seguirles a una pequea habitacin iluminada, donde la nia fue trasladada de la camilla a una mesa de operaciones. Mientras el mdico ms viejo observaba, el interno envolvi la piernecita morena con tiras de gasa empapadas en yeso, de una blancura que hera nuestros ojos bajo la cruel luz azul de las lmparas. Los dedos de sus pies, una hilera de dgitos redondos, parecan un fragmento abandonado de alguna colisin o sustraccin visual. La escayola, una vez terminada la operacin, iba desde el pie de Paula hasta la mitad del muslo. Hubo un momento, durante el proceso, en que los ojos de la nia se abrieron de nuevo, asombrados. Escrutaron nuestras caras y se fijaron en la del doctor. ste alarg un dedo ndice coloreado por el tabaco, y la rolliza manita lo agarr. El mdico le dijo: Apuesto a que eras una buena andarina, querida. Apuesto a que andabas muy bien. Ella sonri, asintiendo a sus palabras o por el simple placer de orle hablar. El hueco entre sus dos dientes redondos se puso de manifiesto. Te acuerdas de gatear? Esto pareci tan divertido a la pequea que acentu su sonrisa y emiti una risa gutural. Porque ahora tendrs que volver a andar a gatas durante un tiempo. El interno se quit los guantes blancos de goma transparente. Los dedos gordezuelos y de sucias Uas de Verna juguetearon con un rizo enroscado sobre la sien. El reloj de la pared marcaba las once y cuarenta y dos minutos. Era absolutamente redondo, blanco y negro, y sus claros nmeros eran barridos cada minuto por una segundera roja. Su perfeccin institucional me record a Esther, con sus cuarenta kilos exactos. Tendra que telefonearle. Pero esta llamada interrumpira el breve perodo de libertad que yo haba conseguido en medio de la noche, donde el embrollo pareca a punto de adquirir un nuevo significado. La confusin sumisa de Verna se estaba extinguiendo, y ella, en su papel de madre, pregunt al doctor: Tengo que darle alguna pildora o algn medicamento esta noche? La respuesta, pronunciada en tono apaciguador, estuvo acompaada por una forzada sonrisa: Quisiramos que la pequea Paula se quedara esta noche aqu con nosotros dijo el doctor. Con el permiso de su madre, desde luego. Verna pestae, sin oler todava el peligro. Por qu? No la han apaado ya del todo? Podramos decir que la pierna s; pero la nia puede necesitar algunos cuidados mdicos. Quisiramos tenerla bajo observacin. Creo que aqu descansar muy bien. Verdad, querida? El tono de su voz no cambi mucho al dirigirse a Paula. Quiere usted decir que puede haber alguna lesin interna? Estoy segura de que no la tiene. Todos estamos seguros, no? Verna llev su mirada del mdico al interno y, luego a la enfermera, una enfermera que, segn advert por primera vez, era una mujer muy alta y de cabellos grises, tan alta como Lillian y con el mismo aire tenso, estril, de mujer afectadamente buena. Mi sobrina vio ahora que estaba atrapada. No ir usted a llamar al DSS! exclam.
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Yo tena que intervenir. Soy profesor de Teologa en la Universidad dije al mdico, y respondo personalmente de la seguridad de esa pequea. El mdico sonri con aire cansado y dijo: No lo dudo, profesor. Pero no pudo hacerlo hace unas horas. Slo queremos retenerla aqu hasta que podamos comprobar unas cuantas cosas aadi luego, amablemente. No se atreva a llamar a esos malditos imbciles del DSS! dijo Verna. No saben nada de nada, son un puado de animales que viven a costa de los contribuyentes. No podran obtener un verdadero empleo si lo intentasen! Si la madre quiere que la paciente sea dada de alta... suger. Entonces dijo el mdico, tendremos que llamar a un polica y a un representante del Departamento de Servicios Sociales para librarnos de toda responsabilidad. A nuestro entender, esta lesin no ha podido producirse de la manera descrita. Es la verdad! protest Verna. Fue un accidente fortuito. Le di una pequea palmada y ella se arroj contra aquella estpida librera que me obligaron a comprar. Todo fue por su culpa. Se haba olvidado completamente del columpio. Ahora lo record, y prosigui furiosamente: Ustedes, idiotas, no pueden retenerla aqu sin mi consentimiento. Conozco mis derechos. Quiero a mi hija, y mi hija me necesita. Record que tambin Edna saba representar este papel: la dama ofendida, la grande dame suburbana, la matrona de Chagrn Falls, indignada por los problemas de la servidumbre. Edna lo haba aprendido de su madre, despus de que Veronica, habiendo pescado a mi padre con sabe Dios qu sucios trucos, haba aumentado de peso y se haba introducido en crculos eclesisticos y distinguidos. A los ojos de Edna, su madre haba nacido as. Pero ahora, aquel papel, transmitido a lo largo de dos generaciones, se haba vuelto completamente gastado y vano. Da malo? pregunt una voz inquisitiva desde la mesa de operaciones. La pequea Paula estaba mirando a su madre. Sus iris oscuros aparecan teidos de azul por la luz del hospital, y sus pupilas no eran ms grandes que puntas de lpiz. Tena la boca torcida hacia abajo; empezaba a gemir de miedo. Yo alargu un dedo ndice y ella lo agarr suavemente con su manita pegajosa. Advert que mi ua pareca sucia y un poco torcida. Deja que se quede, Verna dije. Aqu estar en buenas manos. Slo si me prometen no llamar al DSS. Esos desgraciados ya me han causado bastantes disgustos. Tal vez les llam desgraciados para mitigar el anterior calificativo de idiotas. Nadie dijo nada. Yo suspir y declar: Estoy seguro de que slo harn lo que sea mejor para Paula. No firmar nada manifest Verna. El mdico, cansado de mostrarse seductor, dijo: No hace falta que lo haga, seorita. Lo nico que tiene que hacer es venir a recepcin maana a las nueve y media y, si todo ha sido aclarado satisfactoriamente, la nia podr volver a casa con su mamata. Verna pens un rato y dijo: En realidad, tengo una clase de arte y he de discutir algunas cosas con el maestro. No podra venir a eso del medioda?
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No hay el menor inconveniente dijo el doctor, sin sonrer. Desde luego, yo no estar de servicio a esa hora; pero informar del caso al responsable. Habr que comprobar la escayola dentro de dos semanas y se la podremos quitar dentro de tres o cuatro, como mximo. Los huesos se sueldan pronto a su edad. Los huesos, no las almas, pareci dar a entender. Se volvi a m y dijo: Encantado de conocerle, profesor. Soy gran admirador de los que hacen posible que los dems conservemos la fe. Mi padre fue pastor. No me sorprende le dije. La enfermera y el interno haban colocado de nuevo a Paula en la camilla. Verna se acerc para dar las buenas noches a su hija. Al inclinar su ancha y plida cara sobre la ms pequea y morena de la nia, sus pesados senos oscilaron debajo de la escotada blusa de algodn. Arrop a Paula con su mantita y se agach ms para besar ligeramente los dedos del pie que sobresala de la escayola. Desde donde me hallaba, poda ver sus dos tetas. Me pregunt si ella se daba cuenta. Estas buenas personas van a llevarte a la cama, Poopsie. Mam vendr a buscarte por la maana. S buena. La nia arrug la afilada barbilla y empez a llorar, con la fuerza del pnico. El personal del hospital acudi al or aquel ruido y rode a la pequea, como una serie de cojines blancos protectores. Yo saqu a Verna de la habitacin y, mientras la conduca a travs de las estancias y a lo largo de los corredores curvos hacia la entrada, tambin ella estaba llorando. Su barbilla se haba arrugado igual que la de Paula. En el Audi, mientras rodbamos por las calles, prosigui su llanto, ora fuerte, ora inaudible. Y habl con dificultad: Cuando me inclin sobre ella, Nunc..., pude sentir todo aquel yeso duro en mi estmago, como una especie de piedra. Pude leer en sus ojos que no saba qu demonios estaba pasando. Bueno, casi ninguno de nosotros lo sabe exactamente. Van a quitrmela, verdad? Ese viejo petimetre va a llamar al DSS, aunque ha prometido no hacerlo. Yo no o que lo prometiese dije. Guard silencio para no prometer nada. Como l explic, Verna, el hospital tiene que protegerse, no slo de que le acusen de quebrantar la ley, sino tambin de que le metan en procedimientos legales. Las luces de nen y de sodio centellearon en el parabrisas. Seguimos la corriente del trfico, remontamos una rampa ondulada y nos encontramos en el puente, con sus farolas Art Nouveau y sus viejas torres de piedra arenisca. Y esos cabrones seguirn incordindome sigui diciendo Verna y me pedirn que me arrastre y coma cincuenta y siete variedades de mierda, y si no lo hago van a... van a quitarme a mi pequea! Esta ltima frase fue acompaada de un chillido. Verna levant el sarape y lo apret contra sus ojos y su boca, como para ahogar otro grito. Sigue representando un papel, me dije. Y no muy bien por cierto. Las occidentales han perdido octavas enteras de pasin. Las mujeres del tercer mundo todava saben arrancar del fondo de su alma gritos de dolor estridentes e inhumanos, como se puede ver y or en los reportajes televisados del Lbano y de Etiopa. No lo creo coment en voz alta. Puede que hagan algunas preguntas; pero recuerda que para ellos es un engorro quitarle un hijo a su madre. Qu tienen que hacer entonces? El Estado no desea convertirse en un orfelinato masivo. Si escuchas lo que dicen Reagan y los dems, vers que suplican que renazca la familia, que sta les libre de algunas responsabilidades.
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Pero ella dio rienda suelta a su visin histrica: Primero hacis que mate a aquella criatura y ahora queris quitarme a sta! Se me ocurri pensar que, como muchas visiones, sta responda a un deseo: ella quera que le quitasen a la pequea Paula. Si te aferras a nuestra historia... prosegu, razonablemente. No fue nuestra historia, sino tu historia. Y una historia muy estpida. Fue mejor que no ofrecer ninguna, que es lo que pareca que t ibas a hacer, con tu fabulosa inteligencia. Edna y yo solamos discutir interminablemente, durante las clidas tardes de Ohio: T lo hiciste. No lo hice. S que lo hiciste. S que sabes que no lo hice. Era una especie de pelea, cuando ramos demasiado jvenes para tocarnos, y hermanos por aadidura. Verna segua apretando el sarape sobre su cara y frotndose los ojos con su tosca lana. Por primera vez, al considerar su prdida, Paula pareci haberse convertido para ella en un ser real. Ha sido muy... muy valiente. No es verdad, Nunc? Casi no llor desde que vio que hacamos algo por ella y que ponamos en movimiento a toda aquella gente. Ha estado magnfica me apresur a asentir. Nos hallbamos a pocas manzanas de Prospect Street. Cruzbamos aquella garganta de luz chillona que Dale haba visto, al comenzar el mes de abril, desde su ventana de la sptima planta. Yo deseaba librarme de Verna y volver a casa a toda prisa. Esther se encontrara levantada, fumando y bebiendo, con la mente fluctuando entre la irritacin y la inquietud. Conoca su manera de pensar, estaba seguro de que ella examinaba todas las posibilidades. Mucho despus de que se extinga el amor, permanece todava el hbito. Esther era mi hbito. En realidad es muy dulce segua diciendo Verna, luchando por recobrar el aliento. Quiere ser muy dulce, a veces nos divertimos mucho las dos, escuchando msica. Tendras que ver a la pobrecilla... observndome, tratando de imaginarse... cmo es un ser humano. Yo soy el nico que ella tiene. Y no es slo esto... Yo estoy tan sola que pienso que es porque ella... se siente tambin muy sola. Pens que estaba orquestando deliberadamente sus sollozos y dije con irritacin: No exageres. Paula no est peor que muchos nios de esta ciudad y, en muchos aspectos, est mejor que ellos. Ella dej de sollozar, con altivez. Quieres decir porque est relacionada, en cierto modo, con gente bien, como t y tu engreda esposa y el tonto de tu hijo. Perdona, no deb decir esto. En realidad, se port muy bien el Da de Accin de Gracias; se esforz en ser amable con una desconocida. Adems, sabe que los dos pensis que es tonto. Esto me doli. Si era verdad, era una verdad muy desagradable. Pero no poda serlo. Nosotros queramos a Richie. Verna sigui farfullando: Pero, no ves que esto lo hace peor, para ella y para m? Hasta que te presentaste t, con tu elegante abrigo y tus guantes y tu curioso sombrero y todo eso, no se me ocurri pensar que haba algo ms, aparte de mis horribles padres, y me senta feliz de haberme librado de ellos. S, era feliz. Algunos das me levantaba y empezaba a cantar con mi nia en aquellas pequeas habitaciones. La casa no vale gran cosa, s que a ti te parece horrible; pero aquello era vida. Si no sabas que poda haber otro mejor y no venan otras personas a decirte lo msera que era. Detuvo el Audi delante de la casa, aparcando en doble fila. Entonces pens que dejarla all, en aquel odioso apartamento y sin su hija, era algo cruel, incluso segn mi transigente criterio. Preferiras venir a mi casa y pasar la noche con nosotros? le pregunt. Tenemos
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una habitacin sobrante. Toda la tercera planta est desocupada. Y s que Esther se encontrar todava levantada. Rec para que la chica no aceptase. La sordidez de aquella noche me afectaba. El ruidoso dolor y la confusa autodefensa de Verna me recordaban la razn de que yo, a mi vez, me hubiese alegrado de salir de Cleveland: aquella gente de una zona vital tiene un don inagotable e incansable para exaltar el yo: autodefensa, autoengao, dramatizacin de la propia personalidad, autoexamen y acrobacias morales durante todo el da; cada dormitorio, cada cocina, es un foro apologtico habitado por fantasmas de prototipos bblicos que se restriegan las manos, viejos judos de narices peludas que nunca seran admitidos en ningn club de campo; pero que participan en todos los sucesos, desde las hipotecas hasta la masturbacin. Nuestra herencia puritana. Cmo pudieron aquellos viejos israelitas agarrarnos con tanta fuerza, sujetarnos con su terrible Biblia negra y sus imprecaciones, mientras los modernos consideran el asunto como una broma familiar, llenando sus propias vidas con msica de violn y clara ciencia atea? L'Chaim! Comparados con los judos, nosotros, los protestantes, moramos realmente en el valle de la muerte. La voz de Verna, en la sombra del Audi, era tan baja que apenas si poda orla entre las sordas explosiones del motor en reposo. No, no quiero hacer eso, Nunc. Pero, no podras subir t un momento? La luz de la calle ilumin el borde de una nube de revueltos cabellos. Sin embargo, su cara era un valo sin facciones del que brotaba aquella vocecilla ronca como de un agujero gris. Por favor, todava no puedo soportar la soledad. Me siento fatal y estoy asustada. S que he sido un ser humano malsimo. Un olor rancio y clido, como de desvn, haba penetrado en el coche desde el radiador. El reloj del tablero marcaba las doce y dieciocho. Muy tarde para estar en un parque infantil. La visita al hospital me haba llevado dos horas; igual habra podido llevarme tres. La sigilosa mano de la Providencia sac una carta de la manga: al pie de la farola, arranc un coche precisamente delante de nosotros, dejando un espacio libre. Pregunt a Verna, en tono ligeramente regan: Por qu habras de sentirte menos mala si subiese? Lo dije como si estuviese hablando una vez ms con una de esas estudiantes atrasadas que, terminada la hora de clase, siguen aferrndose a la presencia del profesor con la vana esperanza de que su proximidad consiga mgicamente lo que en realidad slo podan conseguir ellas solas, con estudio y trabajo. Su voz haba cambiado. Desapareci de ella el histerismo, sustituido por una frialdad suave, por una tranquilidad deliberada. Se haba convertido en la maestra. Como si hubisemos entrado en un terreno rido y calcinado, donde solamente ella saba cmo se poda vivir. Creo que t quieres subir dijo, casi cantando. Me parece que tambin te sentiras menos malo; y esto me servira de ayuda. Quin dice que me siento malo? Todo el mundo puede verlo. Basta con mirar tu cara hosca algunas veces, Nunc. Esas cejas. La manera en que te miras continuamente las manos. Vamos, sube su voz haba adquirido autoridad. Da algo a alguien, para cambiar. Su voz, y no mis manos y mis pies, pareci guiar el automvil hacia el espacio vaco al pie de la farola, un espacio tan amplio que ni siquiera tuve que maniobrar. La casa pareca abandonada. La presencia humana sobre la Tierra haba quedado reducida a vestigios: unas bombillas encendidas, viejas inscripciones en las paredes, peldaos gastados en la escalera. En el apartamento, nos salud la extraa ausencia de Paula; que la nia no estaba all,
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durmiendo detrs de la cortina marrn, poda percibirse en el aire, con su peculiar olor a cscaras de cacahuete tan tranquilo como el agua de una charca cuando se ha posado el limo. Prescindiendo de m, con los hombros encorvados a la manera de las viejas, Verna pas detrs de la cortina y desapareci. Pude or que abra grifos, cerraba una puerta, sorba por la nariz, tosa y empezaba de nuevo a llorar: un ruido sofocado y furtivo, como el de sus arcadas unas horas antes. Permanec de pie en el cuarto de estar, mirando hacia el centro alto y cristalino de la ciudad, sorprendido de las muchas ventanas iluminadas que haba en los rascacielos. Un derroche. Me senta entumecido, hinchado el cuerpo por golpes que no recordaba haber recibido. Nunc? o que deca su voz llorosa. No vas a entrar? Cre que t ibas a salir dije, y pas cuidadosamente al otro lado de la cortina. Aquella habitacin tena una sola ventana, sobre el sitio donde estaba la cocina, ms all de los negros bordes de un armario y de un pequeo frigorfico, y tard algunos segundos en acomodar la visin y descubrir dnde estaba ella. Se hallaba en el suelo, en su cama, en su jergn. Toda ella, salvo la cara ancha y plida, estaba debajo de la colcha; como una nia pequea que esperase a que la arropasen bien, rezasen una oracin y le diesen un beso. Tuve que ponerme en cuclillas a su lado, y mis rodillas crujieron. No vas a quitarte un poco de ropa? No, claro que no dije. Tengo que marcharme en seguida. Al dilatarse mis pupilas, pude ver un brillo en su cara. Tal vez ms lgrimas, o las huellas de una toalla mojada. El olor a moho era all ms fuerte y tranquilizador. Tal vez era del relleno del jergn. Quisiera que te tumbases aqu y me abrazaras un momento dijo ella. Me arrugara la camisa y los pantalones dije, pronunciando estas palabras con la energa con que se afirma un hecho dudoso en una conferencia (v. gr., Pelagio naci en Escocia). Por eso debes quitrtelos. Era una observacin sensata. Obedec, conservando la ropa interior y los calcetines. Me tend sobre la colcha y pas un brazo sobre su arropado cuerpo. Tambin ella pareca hinchada, como yo. Su aliento, tan prximo a mi cara, tena la inocencia de la hierbabuena, un olor a dentfrico antisptico. Record que la haba odo escupir como un gato mientras, en la otra habitacin, observaba cmo un avin descenda tan suavemente que hubirase dicho que era una estrella fugaz. Ahora poda ver el blanco de sus ojos al mirar ella al techo. Al cabo de un minuto de yacer inmviles los dos, me pregunt: No te parece que soy una mierda? En absoluto ment. Slo un poco alocada. Pienso en la manera en que las tribus primitivas solan designar a personas para criar a los nios, despus de parirlos la madre. Era un programa global y todo el mundo participaba en l. Ahora no existen tribus. No hay un programa global. Es triste. S, pero otras personas no arman tanto folln como he armado yo. Quin puede decir lo que es un folln? le pregunt. Cuando me separ de mi primera esposa, por Esther, pareci que era un folln; pero fue muy clarificador. A los ojos de Dios y correg, segn la Biblia, lo que parece injusto puede ser justo en realidad, y los que parecen buenos, dulces y brillantes por fuera, son realmente los que se pierden. Un taburete puede ser lo bastante alto, y la escalera ms larga, demasiado corta. Me gusta cuando hablas de Dios dijo ella. Dej de hacerlo hace aos. A causa de Esther?
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Ella fue un efecto, no la causa. Pareces muy natural cuando hablas de estos disparates. La verdad es que me admiraban mucho en mis tiempos de predicador. Suscita dudas y, despus, da seguridades. La gente no tiene idea de lo que est oyendo; slo quiere un poco de msica verbal. Tono alto, tono bajo, vuelta al alto, y bendito seas y que lo pases bien, y sal por la puerta y vete a almorzar. Ella cerr los ojos, y los blancos curvos se eclipsaron. Suena bien. Cambi de tema: Siento que no te guste Esther. No, no lo sientes fue la llana respuesta. Volv a cambiar de tema. Aqu hace fro; estoy tan ligero de ropa. Eres muy cuco, Nunc. Mtete debajo de la colcha. No; creo que ya me has incitado bastante y es hora de que vuelva a casa. Yo te incito? La idea pareci despertarla, sacarla de su entumecimiento. Tal vez eres t quien me incita a m. Qutate esos calzones de boxeador y hagamos el amor. Tengo miedo dije. De qu, pequeo? De pillar una enfermedad venrea. Parece que han aparecido muchas clases nuevas, desde que yo era muchacho. Chico, no es ninguna broma. Crees que el SIDA nos va a infectar a todos? Pues yo s que lo creo. Bueno, si no es eso, podra ser otra cosa. Si es eso realmente lo que temes, podra slo soplarte. Antao me haba encantado descubrir, en mis das de seminario, cuando el latn y el griego eran frescos retoos en mi desierto de ignorancia, que, lejos de tomar su significado de alguna inexacta y desagradable analoga con instrumentos de viento, soplar es etimolgicamente pariente del flare latino y del griego. Verna haba sacado los rollizos y desnudos brazos de debajo de la colcha y estaba tirando de mis pobres calzoncillos, tratando torpemente de desnudarme, mientras oscilaban sus pechos descubiertos. Ante su ataque, la deliciosa ambigedad bati sus alas, necesariamente dos, a travs de todo mi sbitamente afeminado ser. No o/o, sino y/y, yacen en el corazn del cosmos. Esto no est bien me atrev a decir, flccido en algunas partes y rgido en otras. Esto no tiene importancia, Nunc me tranquiliz mi infantil seductora. Quiero decir para m. Para ti s que la tiene. T quisiste acostarte con mi madre durante muchos aos. Hazlo conmigo. Soy mejor que ella en la cama, palabra. Cmo lo sabes? Esto ha progresado mucho con el tiempo. Vamos. Hoy necesito hacer una buena obra a alguien; de no ser as, tendra una imagen asquerosa de m misma. Pero dije vivamente, y sus atareadas manos se inmovilizaron sobre mi viejo cuerpo, me gustara que t lo quisieras tambin. Su cara volva a ser la mancha de sombra luminosa y sin facciones que haba sido en el coche. S, lo quiero murmur. Me pregunt si le haba forzado a hacer esta declaracin; pero la idea de que el universo es visiblemente imperfecto en otros muchos aspectos, borr de mi conciencia los escrpulos.
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Lo que sigui est menos claro en mi mente refractaria que las muchas imaginadas infidelidades de mi flexible esposa con Dale. En el oscuro y clido espacio debajo de la sbana, el olor a cerrado del desvn donde jugaba al pquer de pequeo resurgi del pasado bruscamente y con ms fuerza. O fue ms bien el olor del jergn o el de mi carne de cincuenta y tres aos, sudorosa en espera de un placer tanto tiempo aplazado? La desnudez de Verna era suave y amplia. En mi obstruida memoria, permanece alojada una sensacin de hinchazn, de complicado desdoblamiento, de algo como una carta timbrada y doblada adaptndose perfectamente a su cremoso, forrado y humedecido sobre, aunque el sexo de ella (si puedo arriesgarme a ofender la modestia en mi deseo de decir la verdad) pareca tener la estrechez de la juventud y la sequedad de la resistencia, como si su complacencia fuese distrada y su invitacin hubiese sido un tanto formal. En el momento de la cpula, record la sensacin de aquella vagina de plstico en la que, mucho tiempo atrs, haba eyaculado (con el estmulo de Hot Pants Schoolmarm), para que la causa de la esterilidad de mi unin con Lillian pudiese ser analizada en sus componentes aislados. Cuando terminamos, yacimos juntos sobre un duro suelo del espritu, cmplices en el incesto, el adulterio y la corrupcin de una menor. Queramos librarnos el uno del otro, destruir la prueba, pero permanecamos perversamente unidos como amantes a muchas millas debajo del techo, con el nico consuelo de que no podamos caer ms bajo. Yaciendo all con Verna, mirando hacia arriba, vi que el hecho de que sigamos amando y honrando a Dios, por muchos golpes que nos d, es tan glorioso como el silencio que l mantiene para que podamos explorar y gozar de nuestra libertad humana. sta era mi prueba de Su existencia; vea la distancia hasta el techo impalpable, la enorme distancia que daba la medida de nuestra degradacin. Una cada tan grande demuestra que existen grandes alturas. Me invadi una dulce certidumbre. Bendita seas fue lo nico que pude decir. Ahora resulta que eres un viejo muy potente dijo ella, correspondiendo a mi cumplido. Cmo te sientes? Mejor. Crees que podrs dormir? S dijo ella. Estoy molida. Mientras me alzaba del suelo con trabajo, y me vesta, su lasitud y pasividad infantiles me irritaron. No deberas hacer algo para no tener otra criatura? Darte una ducha vaginal o ponerte un espermatizida o algo parecido? Tranquilzate, Nunc. Slo hace un par de das que tuve mi perodo. Y en todo caso, podra abortar otra vez, ahora que t me has enseado cmo se hace. Vi que estaba tratando de incordiarme con la posibilidad de su embarazo y presum que tena derecho a hacerlo. Sal del apartamento. Me choc que el pasillo estuviese iluminado, como si su brillante vacuidad, flanqueada de puertas cerradas, hubiese estado escuchando todo el tiempo. Nos sorprende el poco tiempo que requiere el acto sexual. Las saetas de mi Omega estaban separadas en el apogeo de la esfera: la una menos cinco. Considerablemente aligerado, baj saltando la vibrante escalera y me met en el Audi, descolorida su pintura por la luz azulada de la farola, a cuyo pie estaba aparcado. Me acomod en l y arranqu. Sumner Boulevard, a esta hora, aunque todava se vea a alguien (cazadores aislados, apostados en los portales, altos y delgados como esculturas de Giacometti) y pasaba algn automvil, tena un esplendor ondulante y vaco, y pareca ancho como un campo de trigo al medioda. Los
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semforos haban pasado automticamente al mbar intermitente. Un borracho trat de detenerme, como si fuese un taxi, y una pieza de Scarlatti, interpretada con instrumentos autnticos de la poca, lleg tintineando alegremente a mis odos. Era la emisora de radio de la Universidad. Es como prefiero yo la msica, al borde de lo inaudible. Adelante, Scarlatti, adelante! Sigue contando tu historia a esos angelitos! Si hubiese sido algo de Wagner o de Brahms. La realidad tal vez me habra aplastado. Las dos manecillas fosforescentes de mi Omega se haban juntado (la una y cinco) al subir yo los peldaos del portal para enfrentarme con Esther. Todava estaba levantada, como yo haba previsto; su cara pareca hinchada, y sus ojos verdes e inquisitivos se vean saltones. Sus alborotados cabellos mostraban una pulcritud extraa, como si se los hubiese soltado y peinado de nuevo. Estaba terriblemente inquieta dijo, y me di cuenta de que, si bien mi presencia no la complaca, mi ausencia le causaba congoja. Le cont minuciosamente lo ocurrido, dejando en blanco treinta y cinco minutos, que atribu a los enojosos trmites del hospital. Por lo visto, la pobre Paula es retenida en el hospital para protegerla de su propia madre. Es una manera de expresarlo. Pero, cmo lo ha tomado Verna? Yo estara desesperada. Cualquier madre, buena o mala, lo estara. Llor bastante asent precavidamente, pues la parte no contada de la historia era para m como una trampa cubierta de hojarasca. Pero creo que espera recobrar la nia por la maana y que todo siga como antes. Yo no estoy tan seguro de que la suelten. Esther no me escuchaba. Me estaba mirando a la cara. Ha sucedido, verdad? Qu? Qu es lo que ha sucedido? Lo que se ha estado fraguando entre Verna y t desde que fuiste a verla por primera vez el otoo pasado. Era muy impropio de ti, Rog, que representases el papel de to. T odias a aquella gente de Cleveland. Ni siquiera podas soportar que Lillian te lo recordase. Al menos es esto lo que solas decirme. Como si su impresin de que yo estaba mintiendo ahora, me convirtiese en un embustero de entonces y de siempre, contraataqu ciegamente. Fue aquel maldito Dale Kohler dije. Acudi a m con su lgubre semblante y me dijo que deba tratar de ayudarla. Esto es lo malo de esos santurrones, que siempre enredan las cosas. No cambies de tema, como haces siempre. No estamos hablando de Dale, sino de Verna. No hiciste ms que dejarla delante de su casa? En realidad dije, y esta vez era verdad, confiando en que mi cara, esa traidora sutil, me respaldase, le suger que viniese aqu a dormir en alguna parte. Tal vez en el tercer piso. Esther frunci un poco los prpados, y tambin los labios. No hay nada en el tercer piso dijo. Slo aquellos viejos cuadros en los que he dejado de trabajar. Deberas pintar de nuevo. Estabas progresando de verdad. Me gustaban aquellas grandes y furiosas abstracciones que hacas el verano pasado. Verna est ahora tomando lecciones de arte. Maana tiene una, y sta fue la razn que me dio para no venir aqu. Por consiguiente suspir, realmente agotado, slo la llev hasta all. No la acompaaste? Dejaste que entrase sola en aquel espantoso lugar?
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Nena de dnde sacara lo de nena?, ella vive all, es la gran reina blanca. Se encuentra en aquella casa como el pez en el agua, como el conejo Br'er en su zarzal. No dije que incluso yo me encontraba ms cmodo all; como cualquier refugio ecolgico, era ms acogedor de lo que pareca a primera vista. Jactancioso, atrevido, forc mi suerte: En cuanto a lo del tercer piso, creo recordar que hay all un viejo colchn. A ella no le habra importado; duerme en lo que llaman un jergn. Ahora los jvenes creen que es ms espiritual que una cama. Los ojos de Esther echaron chispas, estableciendo indecibles conexiones. No quiero a esa mujerzuela en mi casa dijo. No quiero que Richie tenga con ella ms trato que el absolutamente imprescindible. Se volvi airadamente, ofrecindome mi vista favorita, la imagen de una mujer contemplada de espaldas. Entr en mi estudio y rescat al pobre Tillich, otro tonto en el amor, de su indigna posicin boca abajo sobre el brazo del silln y debajo de la lmpara de sobremesa, todava encendida. Esther y yo tenemos territorios diferentes dentro de la casa, y nuestro distanciamiento es tal que ella haba dejado la biblioteca con su desorden evidente, sin tratar de remediarlo. Como podra pasar un siglo antes de que volviese a mirar aquel volumen, ech un vistazo a las ltimas pginas, que concluan con esta rotunda frase en cursiva: La salvacin de la sociedad europea, para que no vuelva a la barbarie, est en manos del socialismo. Esto haba sido escrito en 1933, cuando Hitler subi al poder y yo empezaba a hacer pinitos. Como muchas cosas de las que dice Tillich, pareca al mismo tiempo verdadero y falso. La barbarie haba vuelto, y parte de ella se haba dado el nombre de socialismo. En la cama, las manos delgadas y atrevidas de Esther me buscaron, para inspeccionarme y probarme. Pero, aunque sent por ella un deseo que no haba experimentado desde haca aos, no confi en mi viejo cuerpo y fing una somnolencia que se convirti insensiblemente en verdadero sueo, cargado de atroces pesadillas de cuerpos infantiles mutilados y rajados, extendidos sobre superficies planas, bajo una luz cegadora.
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CAPTULO V
1
En una sociedad estable, las tradiciones se acumulan. Esther y yo habamos adquirido la costumbre de ofrecer un cctel en la segunda semana de mayo, cuando, terminadas las clases, empieza el trabajo menos rgido de los exmenes finales. Ella insisti en invitar a Dale. Yo no ped que se incluyese tambin a Verna. Ella no era una universitaria (en realidad, ni siquiera se haba graduado en segunda enseanza, a pesar de mis consejos) y se habra sentido incmoda en nuestra brillante compaa. Su comportamiento el Da de Accin de Gracias no me haba parecido muy discreto, y ahora tenamos que guardar los dos un pequeo secreto. Desde nuestra inmersin conjunta en la desesperacin, despus de depositar a la pequea y doliente Paula en el hospital, nuestras comunicaciones haban sido superficiales, restringidas principalmente por la creciente sombra del Departamento de Servicios Sociales sobre nuestras vidas tenuemente enlazadas. El Departamento haba sido informado, a la maana siguiente, de la curiosa naturaleza de la fractura conminuta de Paula, y cuando la diligente estudiante de Arte se present en el hospital (ms cerca de las dos que de las prometidas doce) para recoger a su hija, encontr all a su asistenta social, que me haba sido descrita como una negra alta, muy elegante y engreda, y que lamentaba ahora haberse perdido el almuerzo mientras Verna disfrutaba del suyo. Temerosa de ver cerrado el camino hasta su hija, Verna invoc mi respetable nombre, cosa que no le agradec. Se haban abierto bajo mis pies terribles abismos donde se confundan la pobreza y el gobierno. Te acuestas con alguien en un momento de confianza y las obligaciones empiezan a amontonarse como en una pesadilla. Esther, bendita sea, me acompa a nuestra conferencia en el gran edificio de ladrillos de delante de la pastelera, y fue ella quien, desacostumbradamente animada y autoritaria, propuso una transaccin aceptable a los dos agentes presentes del Departamento: la rolliza pero musculosa asistenta social de Verna, con sus lujosas gafas de media luna sujetas a un cordn de terciopelo que penda majestuoso de las orejas, y un hombre blanco, irritable y demacrado, con la piel tan sucia como una hoja de papel tiznada. El hombre nos inform de que el hospital haba rellenado un impreso 51A, y que ste no poda archivarse sin ms ni ms. Esther haba trabajado para un abogado, y ellos, desde luego, como los asistentes sociales y los clrigos, vivan en ese claroscuro donde nuestro incorregible egosmo se entrelaza con la torpe disciplina de la sociedad. El tribunal, que estaba sentado detrs de la asistente social de Verna, de manera parecida a como se haba sentado el Concilio de Nicea detrs del cura de pueblo descalzo y bebedor en aquellos siglos imperfectos, haba recomendado que Verna buscase un consejero psiquitrico y tambin la ayuda de sus padres. Esther hizo observar que sus padres estaban a muchos Estados de distancia y que el padre, como ferviente cristiano, haba vuelto la espalda a su hija.
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Yo re entre dientes al or esto, pero los dems ni siquiera sonrieron; no vieron la paradoja. Tampoco la consider tal nuestro Salvador: El que ame a su hijo o a su hija ms que a mi, no es digno de m. Tambin exista el inconveniente, desde el punto de vista del orden social, de que (como seal adems Esther) nadie haba confesado ni poda probar que Verna hubiese lesionado a su hija. La propia Paula, pieza de prueba nmero 1, estaba sentada en el regazo de su madre, que, en la escayola de la pierna haba pintado a la acuarela unas flores realistas y unos corazones idealizados. Tal vez aquellos corazones ablandaron a los asistentes sociales, o tal vez fue la aparentemente firme promesa de Esther de que Verna aceptara de buen grado un consejero. Y nosotros, ella y yo, ofreci inesperadamente, nos comprometeramos a compartir la custodia de Paula con su madre; la guardera tena ya de facto la custodia de Paula durante el da, casi toda la semana, y nosotros estbamos dispuestos a encargarnos de la nia durante todas las noches que Verna creyese necesitar para recobrar su aplomo y orientar definitivamente su vida. Estas ltimas y bellas frases nos conmovieron a todos y pusieron una especie de marco digno a lo que haba parecido un cuadro bastante lastimoso. Por fin, cautelosa y cansadamente, fueron aceptadas las garantas dadas por Esther, debidamente anotadas en el impreso 51 A, como el mejor trato que el sistema poda concertar hasta que la otra pierna de Paula fuese fracturada y pudiese el Estado iniciar el procedimiento legal para asumir su custodia e ingresarla en una institucin benfica oficial. Esta amenaza fue formulada por el asistente oficial varn, cuyas churretosas facciones eran tan fantsticamente mviles que no cesaba de proyectar hacia fuera el labio inferior, con una especie de pavoneo viscoso, mientras masticaba sus melanclicas y amonestadoras palabras. Yo observ, para ver si Verna y Esther establecan contacto visual en algn momento de las negociaciones. La qumica entre dos mujeres con las que nos hemos acostado nos fascina, tal vez con la esperanza de que se produzca una colusin que acabe de una vez con nuestras continuas preocupaciones. Pero, aunque Esther, con sus vivos ademanes, alarg varias veces la mano para tocar a Verna, como pieza de prueba nmero 2, no vi que se produjese ningn contacto verdadero; antes bien, los dedos de largas uas de Esther se inmovilizaban a dos centmetros de la piel del antebrazo de Verna, cuyo fino vello reaccionaba erizndose. La joven sostena a Paula sobre la falda, con la aturdida obstinacin de los que se resisten a que les arranquen una muela aunque les duela. Sus ojos ligeramente oblicuos y de cortas pestaas, enrojecan y se llenaban de lgrimas de vez en cuando, y se secaban despus, al vaciarse sobre las mejillas, las cuales se enjugaba intilmente con el dorso de la mano. En su regazo, Paula, de color bastante ms claro que la asistenta social de Verna, pero con la nariz igual de chata, balbuceaba, haca gorgoritos, miraba solemnemente, imitando nuestras solemnes miradas de adultos, y daba cariosas palmadas en la rodilla de la escayola, donde el tallo de un lirio purpreo, plasmado con bastante habilidad, segua la curva del yeso. Las lecciones que tomaba Verna estaban dando resultado. Y tambin merecan la pena algunas tardes y noches en que Paula se quedaba con nosotros en Malvin Lane, mientras Verna ejerca en otra parte su derecho constitucional a buscar la felicidad. Mis celos sexuales slo despertaban despus de la medianoche, en aquella hora, pasadas las doce, en que ella y yo habamos copulado. Esther, drogada por su dosis de maternidad sinttica y forzada a una ruidosa respiracin bucal por el aire cargado de polen de este mes de mayo, roncaba tranquilamente a mi lado. Incluso entonces recordaba yo el cuerpo blanco, gordezuelo pero firme, de mi sobrina con ms temor que deseo. Haban pasado dos semanas, y cada noche y cada maana me haba observado a la fuerte luz del cuarto de bao, por
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si adverta alguna seal de esas nuevas enfermedades venreas que, por decirlo as, han cortado de raz la revolucin sexual. Ningn grano sospechoso, ni escozor al orinar, se haban manifestado an; pero yo no me senta seguro, no me sentira nunca seguro. Haba sido contaminado, si no por herpes o el SIDA, por el DSS; desde mi ornado recinto acadmico de piedra caliza, haba sido arrastrado a aquella fuliginosa parroquia de ladrillos, de una suciedad y un infortunio irremediables, de la que haba escapado ya dos veces con anterioridad, al abandonar Cleveland y al renunciar a mi ministerio. Ahora tena una hija mulata ilegtima debajo de mi techo, junto con una mujer adltera y un hijo que no serva para el estudio. Por lo que uses, sers usado, per carnem. He registrado como un simple dato psicolgico el sublime optimismo, el gozo de la liberacin que haba sentido al volver de la casa de Verna aquella noche de niebla y sin luna, a travs del campo de trigo de oscilantes esqueletos, mientras el difunto Scarlatti exultaba de alegra. Se me ocurri pensar que, en mi sensacin de paz post coitus, de satisfecha certidumbre testa debajo del remoto y vago techo, por tener una prueba viva al lado de Verna, era culpable de hereja, la hereja de que fueron acusados hace mucho tiempo los ctaros y los fraticelli entre truenos de anatema: cometer abominaciones deliberadas para ampliar y profundizar el campo en que puede manifestarse magnficamente la misericordia de Dios. Ms, ms. Pero no tentars al Seor tu Dios.
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A la fiesta acudieron Closson, con su encogida, pequea y bonita esposa, Prudence, de claros ojos azules tan duros e intensos como cuentas esmaltadas cocidas en toda una vida de comidas de rgimen, agua de manantial, pacifismo militante y bondad sin ilusiones. Los Vanderluyten, que dieron a nuestra reunin el aire de artificial alegra racial de un anuncio de Coca-Cola en la televisin; y Ed Snea, que estaba aquellos das solucionando las cosas con Mrs. Snea, y trajo en su lugar una estudiante graduada en problemtica, de cabellos rubios, ojos brillantes y caderas completamente lisas, con la que mantena una relacin que a todas luces haba dejado de ser puramente consultiva. Rebecca Abrams trajo una amante, una inglesa fornida y de rosadas mejillas que lo saba todo sobre los restos de alfarera mochica y nazca, y Mrs. Ellicott, un hijo de mediana edad fruto de uno de sus muchos matrimonios desgraciados, un hombre alto y calvo, que pestaeaba continuamente y tena un tic que haca que su boca se torciese cada minuto en direccin a una oreja. Hablaba correctamente; pero tena el aire extrao del hombre que no se ha vestido l mismo y que ha dejado que otras manos le abrochen los botones. En cuanto a la acompaante de Rebecca, saltaba a la vista que se pona todos los das el mismo traje impermeable a cuadros escoceses, que era tan adecuado para una excavacin como para una fiesta, y de una lana tan gruesa y tupida que causaba envidia a quien vistiese de tweed como yo. Algunos de mis alumnos graduados acudieron tambin; pero nadie habra podido imaginar que yo tuviese una aventura con Corliss Henderson, la cual se dirigi inmediatamente a la inglesa para preguntarle si la alfarera, en las culturas precolombinas, haban sido producto de manos masculinas (como sostena la doctrina patriarcal) o femeninas (como ella crea firmemente). La inglesa, con su gruesa falda y sus zapatos planos del color del barro, declar con visible regocijo, que la mujer inca era pura y simplemente una bestia de carga. La esposa de un importante economista, famoso por su aficin a aparecer en entrevistas televisadas, discrep de ello, fundndose en una excursin al Machu Picchu realizada en el invierno anterior. El marido de una poetisa boliviana, persona non grata al rgimen actual, tena su propia opinin al respecto y suscit la cuestin feminista latinoamericana. Haba tenido Norteamrica, con todas sus famosas sufragistas, un personaje como Eva Pern o como Gabriela Mistral? Y as continu la cosa. La fiesta estaba rebosante de invitados que permanecern annimos en esta narracin; pero todos los cuales tenan derecho, por su belleza, su inteligencia o su cuna, a ser considerados excepcionales, a figurar entre los que, en la antigua Nueva Inglaterra, habran sido llamados los elegidos. Mientras yo reciba y saludaba a los invitados, riendo como un tonto y tratando de recordar, por decir algo, los nombres de sus hijos y sus favoritos, y Esther se atrafagaba y repiqueteaba los tacones en la cocina, donde se hacan las remolonas las dos muchachas irlandesas, patolgicamente tmidas, contratadas para servir los entremeses, surgieron en todas partes estridentes y unnimes comentarios deplorando la ltima plancha del presidente, ms que una plancha, la terrible atrocidad de ofrecer una corona en un cementerio alemn. Los reunidos se cebaron en el cuerpo ausente de Reagan. Y es que el personal universitario tiene la firme pero gratuita conviccin de que podra gobernar el pas mejor que el presidente elegido, sea el que sea. Sin embargo, yo tena la impresin de que todos existamos dentro de la plcida y despejada cabeza de Reagan como dentro de una burbuja gigantesca, y que poda llegar un da en que
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estallase la burbuja. Entonces, quienes sobreviviesen, consideraran que la Amrica actual haba sido un paraso. Yo quera que Dale conociese a los Kriegman y, afortunadamente, llegaron todos juntos: Dale, plido y demacrado, con su traje gris y su chillona corbata, mientras los cinco Kriegman irradiaban salud y cordialidad. Myron y Sue siempre dan un toque singular a las fiestas. Las forsitias y las magnolias haban sido sucedidas, en nuestros jardines adyacentes, por los cornejos y las azaleas, y los divertidos Kriegman haban cortado sus azaleas rojas en fleur y tejido guirnaldas gemelas para sus cabezas. Las tres hijas se haban contentado con sendos capullos prendidos en sus peinados semipunk. Estas jeunes filies tenan, respectivamente, diecinueve, diecisiete y quince aos, y sus nombres, Florence, Miriam y Cora, podan ser fcilmente recordados por su feliz consonancia con Flopsy, Mopsy y Cottontail. Las present a Dale y dije al muchacho: Tiene usted que hablar de sus teoras a Myron. A diferencia de m, es un verdadero cientfico y puede darle alguna informacin inteligente. Qu teoras? pregunt en seguida Myron con gran inters. Su apetito intelectual es tan intenso como su sed de buenos vinos y su glotonera de buenos ratos. Con los aos, su constante ingurgitacin ha acortado la distancia entre su cabeza y su pecho, de manera que su grande y atezada cara parece arraigada debajo de los hombros, y su papada oculta el nudo de la corbata. Sus tres hijas, cada una de ellas deliciosa a su manera, luciendo blusas de color pastel y estampadas, y pantalones bombachos de pintor, se fijaron en Dale y decidieron participar activamente en la fiesta. En realidad, l pareca terrible por dentro: el gusano interior estaba royendo a ms y mejor. Volver en seguida, joven amigo le prometi Myron. No puedo absorber teoras sin un vaso en la mano. Los Kriegman cruzaron el vestbulo para recibir los teatrales abrazos de Esther y, aunque los ojos azules de Dale (un tanto mejorada su fra serenidad desde el da en que nos habamos conocido) miraron por encima de mi hombro para captar la imagen de su amante en su afectado papel de esposa. La retuve un momento, fingiendo solicitud, junto al banco cargado de libros teolgicos que la marea de una fe inquieta deposita a mi puerta. Cmo va la cosa? le pregunt, en el apremiante y misterioso murmullo con que solemos hablar a los enfermos. A qu se refiere? Sus ojos se nublaron y, sin volver la cabeza, pude ver, como en un espejo retrovisor, que Esther sala de su campo visual. Al proyecto aclar. Oh, muy bien. Estn apareciendo algunas cosas interesantes. Todava no he conseguido perfeccionar al ciento por ciento la metodologa de los grficos de animacin; pero tal vez lo logre dentro de una o dos semanas, cuando menge la presin del trabajo diurno. Esperan que traiga algo positivo antes de junio le record. Para que pueda renovarse la subvencin. Dale apart la mirada de los sitios donde poda reaparecer Esther y trat de centrarla en mi persona, en su amigo y enemigo. Sent que, forzando un poco su voluntad, quera ser sincero. Tal vez no deberan renovarla, profesor Lambert. Es posible que la empresa sea demasiado grande para m.
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Tonteras le dije. A m me convenci, y he sido acrrimo fidesta desde que tena quince aos. A propsito, qu le parecen las seoritas Kriegman? Un poco jvenes... Pero tengo la intuicin de que a usted le gustan jvenes. Era una vulgaridad, pero las fiestas nos obligan a ser muchas personas, ninguna de ellas agradable del todo. No me he fijado mucho en ellas. Me parecieron bastante tpicas respondi Dale, que de nuevo decidi ser franco conmigo. No tengo muchas ganas de discutir mis teoras con su padre, dicho sea de pasada. Incluso a m me parecen ahora un poco extraas. Vi con sorpresa que haban aparecido unos cuantos cabellos blancos en la descuidada y rizada mata de pelo, que caa sobre su frente tal vez para ocultar las entradas sobre las sienes. Lo ms chocante era que fuesen tan pocos. Tonteras dije de nuevo, en mi papel de profesor anfitrin que no tema las repeticiones. Kriegman tiene una mentalidad muy abierta. Usted le desconcertar. Pobre Dale! Se halla marcado. Se sienta en un sof de seda roja. El gusano interior est royendo la boca de su estmago, donde desemboca el esfago y empieza la lcera. La vista de Esther, taconeando y yendo de un lado a otro entre el vocinglero y abigarrado jardn de su fiesta, le aturde como un mal tan arraigado en el fondo de las cosas que nunca podr reconciliarlo con su propio Gesetz interior. Para esta ocasin, mi esposa se ha puesto, no el suave e iridiscente traje de terciopelo verde del Da de Accin de Gracias, sino un vestido alegre de color amarillo polen, con volantes en las mangas y en el borde de la falda, y con franjas negras horizontales en las caderas de manera que parece un abejorro gigante. Que esta hembra atildada, animada, casi oficial, haya podido yacer desnuda en la estrecha cama de l, en una habitacin oliendo a zapatos deportivos y a salsa de soja; que esas caderas envueltas en franjas negras hayan podido separarse para l en las contorsiones del amor, para revelar el ano pardo y rosado, y que aquella boca pintada y charlatana haya podido dilatarse para absorber su inflamada virilidad, parece ahora un sueo, una visin del Bosco plasmada en una tela agrietada, una antigua e inestimable imagen del Infierno en las paredes de un museo a prueba de ladrones. Mi pobre Dale experimenta un ftil y furioso afn de posesin, un desesperado deseo de reclamar, de arrancar a Esther de la slida y animada matriz social en que yo la he introducido, y extender a toda una vida aquellas pocas horas de xtasis que ella le ha brindado licenciosamente, por sus propias razones que, como todo lo de este mundo sublunar, no son inmutables. En las dos semanas en que Paula ha sido una inquilina a horas, los amantes han tenido que prescindir de sus citas en el tico. La ltima vez se despidieron sin concertar el encuentro siguiente. l se enfrenta con un vaco sin Esther, y ahora las miradas de ella slo expresan irritacin porque l sigue mirndola con tanto amor, en un lugar donde la flor y nata de nuestra academia local puede observar y tomar nota. Richie percibe que es otro hurfano y se sienta a su lado, junto a la mesa de cristal. Las cenizas de la chimenea han sido barridas con el invierno y un gran jarrn de peonas ocupa ahora la negra cavidad. Unos cuantos ptalos han cado sobre los ladrillos del hogar y se estn volviendo pardos en los bordes. Dale pregunta con tono amigable: Cmo te va, Rich? Cmo marchan las bases? Sus sesiones docentes no se han reanudado desde las vacaciones de Pascua, otra seal de que la pasin de su amante se ha mitigado. Suspend los dos ltimos exmenes confiesa el muchacho, demasiado afectado todava por el fracaso para adoptar un tono de disculpa. Cre que dominaba la teora; pero me
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parece que no era as. Se multiplicaba algo por otra cosa. No record lo que era. Fue como si todo se revolviese en mi cabeza. Mi madre cree que soy dislxico. De veras? Dnde est tu novia? Mi novia? Ya sabes, Verna, la que aparca a su nia en nuestra casa algunas veces. Me gusta. Es muy graciosa. Qu hace que sea gracioso? Pincha a pap. Pero muchas veces parece que l no se d cuenta. Nunca ha sido mi novia. Es slo una amiga. Quiz no ha sido invitada porque pincha demasiado a tu pap. No; ha sido porque mam no le tiene simpata. Ah, no? La simple introduccin de Esther en la conversacin hace que el corazn de Dale se agite. El amor latente en cada una de sus clulas transpira a travs de su piel, como cuando una lmina perforada recorre la pantalla, de izquierda a derecha, de arriba abajo. Por qu crees que no le tiene simpata? Dice que es una mujerzuela. No quiere que yo le hable; pero lo hago de todos modos, cuando viene a dejar o a llevarse a Paula. Una vez le mostr mis Clubs y se ech a rer. Dijo que aquellas chicas no eran tan sensuales como aparentaban. Que todo era simulado por pura propaganda. Dale se hace preguntas acerca de la simulacin, sobre las mujeres que simulan. Haba estado simulando Esther? Imposible, piensa. Pero la idea hace que su cuerpo se ponga colorado de vergenza debajo de la ropa. Le gustara preguntar mil cosas al muchacho acerca de su madre (qu aspecto tiene por la maana, qu come para desayunar); pero decide que sera un abuso y cambia de tema: Te gusta tener a Paula aqu? Es un incordio declara mi hijo; pero me parece que no puede evitarlo. Adems, tiene un color muy raro, aunque creo que tampoco es culpa de ella. Yo le enseo cosas. Por ejemplo, cmo usar el control remoto en el VCR. Y es lista, sabe hacerlo. Dale se pregunta si Richie, que nunca llegar a ser un matemtico, podra ser en cambio maestro o clrigo. El chico tiene sus defectos, pero parece bueno. Hay personas persona y personas cosa, piensa Dale. Y considera que l mismo fue una persona cosa, desde un error tan grande como materializar las personas. Desde luego, algo haba andado mal. Esther se acerca al sof donde se encuentran los dos. Las franjas de su vestido se convierten, de pronto, en rayas brillantes a los ojos de Dale, que no se atreve a levantar los ojos para mirarle la cara, el agresivo y gordezuelo labio superior y la fina barbilla que tiene la flojedad de la madurez. La voz de ella desciende, para hablar a Richie en tono maternal: Querido, quieres hacerme el favor de ayudar a las muchachas a servir los entremeses? Lo nico que hacen es esconderse y zangolotear en la cocina, y si los hgados de pollo envuelto en tocino no se sirven calientes, se vuelven grasientos y harinosos. Estas ltimas observaciones parecen ir dirigidas a un adulto, y Dale levanta los ojos, esperanzado. La cara de ella, all arriba, mirando hacia abajo, tiene una expresin interrogadora y neutra, como si l no fuese ms que una muestra de tejido en un portaobjetos, cuya patologa no hubiese sido an determinada del todo. No lo est pasando muy bien observa Esther.
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S. Muy bien. Es una fiesta magnfica. Es bonito ver una casa tan llena de gente. Lo ha dicho recordando las veces que la han tenido para ellos solos, como Adn y Eva tuvieron el paraso. La boca de ella se comprime en un crculo, un capullo abultado de carne. Yo la prefiero con una compaa ms selecta dice, todava en tono de conversacin; pero en una voz tan baja que slo l puede orla. Todava le ama, todava lo desea. Esta renovada fe interior hace que Dale se ponga en pie. Pero comete un error; su altura la asusta, y su complexin huesuda y desmesurada hace que formen una pareja que llama demasiado la atencin. Richie me ha dicho que le han suspendido de nuevo comenta Dale. Tal vez le convendran algunas lecciones particulares. No me vendra mal... el dinero. Esther parece distrada, mirando a un lado y a otro para ver si hay alguien junto a ellos. Est fumando un cigarrillo. El fin de curso se halla tan cerca dice que no s si vale la pena. La verdad es que Roger y yo no sabemos qu hacer con Richie. Pilgrim es tal vez demasiado acadmica para l. Con tantos nios judos inteligentes y, ahora, esos orientales terriblemente motivados. Exhala el humo con irritacin, aplasta el cigarrillo en nuestro cenicero de plata, mira distradamente la pitillera, ve que est vaca; slo hay unas hebras de tabaco. Cierra la tapa de golpe. Usted manda dice Dale. Su sentimiento de incapacidad le parece, en medio de mi fiesta, un disfraz de degradacin, unos harapos de mendigo manchados de estircol. Si al menos estuviesen desnudos! Ella no podra dejar de venerar su hermoso pene erecto. La incitara con l, la torturara, y cuando ella se abriese sobre el manchado colchn del tico para que la penetrase, l se arrodillara junto a su carita, le frotara los labios, hara que lo besase, y sus tensas y distradas facciones mostraran sumisin y gratitud en el relajado ensueo de la concupiscencia. Tiene mi nmero de telfono sugiere l. A travs de la imagen mental de su juego amoroso, percibe la posibilidad de que las mujeres sean incitadas a estos festines de amor por la sensacin de su propio poder, por el gozo del poder, y que, despus de demostrado ste, pierdan su inters. Pero la representacin del papel de anfitriona en una fiesta como sta, en una casa tan seria y correcta, demuestra un poder de otra clase y proporciona otra agradable sensacin. Lo tengo asiente Esther y, al volverse, choca con Myron Kriegman, que se inclina, con el vaso de vino en la mano y su guirnalda en la cabeza. Huy. Lo siento, Es. Myron, todos estis divinos. Fue idea de Sue. Yo me siento como un maldito bufn. Tengo que ir a la cocina. Estn ocurriendo all cosas espantosas. Ve, querida. Muy bien, joven amigo, psmeme con sus teoras. En este momento, tales teoras son tan odiosamente irrelevantes y oscuras para Dale como las palabras exactas que se intercambian en la alegre cacofona de mis muchas habitaciones, donde el vocablo Bitburg suena continuamente como un gorjeo de pjaro. La proximidad de Esther y la ambigedad de su conversacin le han tentado. Al renovarse la visin y el aroma de la amante, del radiante animal que espera agazapado en lo alto de la escalera, al final de todos estos retorcidos, ruidosos y obstruidos corredores sociales, se ha quedado aturdido. La mente le duele como un cuerpo que ha realizado un ejercicio excesivo. Sin embargo, presenta cortsmente los argumentos csmicos del mismo modo que, en el otro lado del mundo, venden velas los curas entre el clamor de los viejos santos lugares. La enorme, infinita improbabilidad de que el Big Bang diese por s solo tan
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buen resultado; los problemas del horizonte y la lisura; la increble y necesaria precisin de las constantes de fuerza dbil y fuerza fuerte, por no hablar de la constante de conexin gravitatoria y de la masa del neutrn, que, si en cualquiera de ellos hubiese sido una diezmilsima diferente de lo que es, el universo habra sido demasiado explosivo o difuso, demasiado efmero o demasiado homogneo para contener galaxias, estrellas, planetas, vida, y el hombre. Kriegman escucha todo esto con rpidos movimientos de asentimiento, que hacen rebotar su papada sobre el nudo de la corbata, al tiempo que oscila la guirnalda de azaleas que sigue luciendo. Como para entenderlo mejor, se ha calado sus grandes gafas trifocales de cuadrada montura de concha. Detrs de aquellas lentes, mientras toma, de su vaso de plstico flexible, sorbos de vino blanco Almaden Mountain Rhine, 8,87 dlares la jarra de tres litros en Boulevard Bottle), sus ojillos saltan y cambian de tamao al pasar por cada uno de los tres niveles de longitud focal. Bueno dice al fin, sonriendo como el hombre que incluso cuando habla est escuchando una msica de fondo con implicaciones sentimentales; nadie niega que el Big Bang tiene unos cuantos aspectos que todava no comprendemos y que tal vez nunca comprenderemos. Por ejemplo, el otro da estuve leyendo que incluso los enjambres de estrellas ms viejos muestran seales de elementos pesados, lo cual es muy extrao, porque no existe una anterior generacin de estrellas que las haya cocido y, como usted sabe, la mecnica de partculas del Big Bang slo habra podido proporcionar helio e hidrgeno, no es verdad? Dale se pregunta si debe decir que es verdad. Presiente que no tendr ocasin de explicar gran cosa. Escuche, siempre habr lagunas sigue diciendo Kriegman, con brusquedad paternal. Esa bola de fuego primigenia etctera, y toda esa teora de campos en las primeras fracciones de un segundo, son sucesos virtualmente incomprensibles, ridculamente lejanos. Esos astrofsicos estn silbando Dixie la mayor parte del tiempo. Es verdad reconoce Dale. Es lo que yo digo. S; pero tampoco hay necesidad de ser oscurantista. Permita. Deje que le indique un trabajo para hacer en casa. Quiere que se lo diga? Dale asiente con la cabeza, sintindose dbil, con la agradable debilidad del nio a quien le dicen que est enfermo y tiene que quedarse en la cama. Busque en Sky and Telescope, creo que fue en uno de los nmeros del ltimo verano, un artculo muy curioso relativo a esto y que copiaron de algn libro. En l, un puado de rotferos, sabe usted lo que son los rotferos, verdad?, unos bichitos acuticos microscpicos con un disco retrctil anterior de cilios, que hace que parezca que sus cabezas estn girando; aunque en realidad no es as, no pueden hacerlo, como no puede un bho volver en redondo la cabeza, sino slo dar esta impresin... Bueno, como iba diciendo, el autor describe a unos cuantos de estos rotferos en culta conversacin sobre por qu su charca tena que ser exactamente como era: temperatura, alcalinidad, el barro del fondo albergando bacterias productoras de metano etctera; algo, como le dije, terriblemente ingenioso. Se pona de relieve el hecho de que, si cualquiera de estas cosas fuese un poco diferente, por ejemplo si el calor no alcanzase el grado necesario para vaporizar el agua o la temperatura de congelacin de sta fuese ligeramente ms alta, ellos no estaran all. Esta Pequea Sociedad Filosfica de la Charca, creo que se llamaba as pero puede usted comprobarlo cuando lo lea, deduce que toda la operacin fue providencial y que, evidentemente, el universo fue creado para producir su pequea charca y ellos! Esto es ms o menos lo que est usted tratando de decirme, joven amigo; con la nica diferencia de que usted no es un rotfero.
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La constante y benvola sonrisa de Kriegman se transforma en una risita audible. Sus labios tienen la rara cualidad de ser exactamente del mismo color que su cara morena, como los msculos en una estampa de anatoma en sepia. Cuando acerca el vaso a aquellos labios singulares, Dale interviene diciendo: Yo creo, seor... Al diablo lo de seor. Me llamo Myron. No Ron, fjese bien. Myron. Quiero decir que creo que hay algo ms que esto. La analoga de la charca es como si el principio antrpico fuese argido desde la Tierra como opuesto a los otros planetas, los cuales sabemos ahora, si alguna vez lo hemos dudado, que no renen condiciones para la vida. En este sentido, s, estamos aqu porque estamos aqu. Pero en el caso del universo, que slo es uno, por qu, pongo por caso, la velocidad de retroceso es tan exactamente igual a la necesaria velocidad de fuga? Y cmo sabe usted que slo hay un universo? Podra haber miles de millones. No existe una razn lgica para afirmar que el universo que podemos observar es nico. S que no hay una razn lgica... Acaso no hablamos lgicamente? No me venga con cosas intuitivas y subjetivas, amigo mo, porque soy bastante pragmtico en algunos aspectos. Si le gusta creer durante la noche que la Luna es un queso... Yo no... No lo cree? Me alegro. Tampoco yo. Las piedras que trajeron de all no eran de queso. Pero mi hija Florence s que lo cree; algn punk chiflado de cabellos rojos se lo dice cuando ella est tan drogada como l. Florence piensa que es budista tibetana, salvo en los fines de semana. Su hermana Miriam habla de ingresar en cierta comuna suf en el Estado de Nueva York. Yo no me meto en ello, pues se trata de sus vidas. Pero usted, si no me equivoco, joven amigo, me est tomando el pelo. Yo... En realidad, a usted le importa un bledo la cosmologa. Le dir dnde se est realizando precisamente ahora el trabajo interesante: la explicacin de cmo salieron las cosas de la nada. El cuadro se est llenando desde muchas direcciones, esto est clarsimo. Ech la cabeza hacia atrs para ver mejor a Dale, y sus ojos parecieron multiplicarse en las trifocales. Como usted sabe dijo, dentro de la longitud de Planck y la duracin de Planck tenemos esa espuma espacio-tiempo donde las fluctuaciones quantum de materia a no materia tienen realmente muy poca importancia, matemticamente hablando. Tenemos un campo de Higgs abrindose paso en una fluctuacin quantum a travs de la barrera de energa en un estado seudovaco, y obtenemos esta burbuja de simetra rota que, por presin negativa, se expande exponencialmente; y, en un par de microsegundos, podemos tener algo que va desde casi nada a la dimensin y masa del universo observable actual. Tomamos un trago? Parece usted muy seco, plantado ah. Kriegman toma otro vaso de vino blanco de la bandeja que est pasando de mala gana una de las chicas irlandesas, y Dale sacude la cabeza, rehusando. Su estmago ha estado nervioso durante toda esta primavera. El pastrami y la leche no combinan bien. Mi querido amigo y vecino Myron Kriegman echa un largo trago, se relame los labios sonrientes y prosigue, con su voz rpida y ronca: Est bien. Sin embargo, tenemos que empezar con algo antes de tener un campo de Hitts. Cmo se obtiene casi nada de absolutamente nada? Bueno, la respuesta est en la sencilla, vieja y buena geometra. Usted es matemtico y profundizar en esto. Pero, qu sabemos de las estructuras ms simples, de los quarks? Sabemos... Vamos, amigo, piense.
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Dale busca a tientas la respuesta. El ruido de la fiesta ha aumentado y le duele la boca del estmago. Esther est riendo al otro lado del cuarto de estar, debajo de la historiada moldura del arco, exhalando una bocanada de humo, mientras echa garbosamente atrs su cabecita. Se manifiestan en colores y aromas dice, y llevan cargas positivas o negativas en incrementos de un tercero. Ya lo tiene! le interrumpe Kriegman. Se presentan invariablemente en tros, y no pueden separarse. Y ahora, qu le sugiere esto? Piense. Tres cosas inseparables. Padre, Hijo y Espritu Santo, cruza el campo visual interior de Dale, pero no lo expresa con palabras. Tampoco Ello, Ego y Superego. Ni las tres hijas de Kriegman. Las tres dimensiones del espacio! proclama Kriegman. Tampoco pueden separarse. Y ahora preguntmonos: por qu han de ser siempre tres dimensiones? Por qu no vivimos en dos o en cuatro o en veinticuatro? Es raro que el hombre haya mencionado estos nmeros casi mgicos, casi reveladores, que Dale sola marcar minuciosamente con un crculo rojo. Ahora ve que han sido ilusiones, ondas en la nada como dira poticamente Kriegman. No est usted pensando. Porque responde l mismo alegremente no se necesitan ni ms ni menos que tres dimensiones para hacer un nudo, un nudo que se estrecha por s solo y no podr deshacerse. Y esto es lo que son las partculas ltimas: nudos en el espacio-tiempo. No se puede hacer un nudo en dos dimensiones porque en ellas no hay encima o debajo; y, a ver si puede imaginarlo ya que es lo ms fascinador, es posible hacer una maraa en cuatro dimensiones; pero no ser un nudo, no aguantar, se deshar, no persistir. S que va a preguntarme, puedo verlo en su cara, qu es este concepto, la persistencia. Para ella se necesita tiempo, no es cierto? Y aqu est la clave: sin tiempo, no se tiene nada, y si el tiempo fuese tridimensional en vez de unidimensional, tampoco se tendra nada, y no se podra dar la vuelta en l y no habra causalidad. Sin causalidad no habra universo, sta se invertira. S que estas materias deben resultarle bastante elementales; lo deduzco de su manera de mirar por encima de mi hombro. No; slo... Si ha cambiado de idea en lo de tomar una bebida, no ser Esther quien vaya a buscrsela; tendr que pedirla a una de las chicas. Dale se pone colorado y trata de centrar la atencin en la prolija exposicin, aunque se siente como un nudo de cuatro dimensiones, deshacindose. Disclpeme pide, cmo ha dicho usted que pasamos de la nada a algo? Kriegman se toca ligeramente la cabeza para asegurarse de que la guirnalda sigue en su sitio. Muy bien. Es una pregunta oportuna. Precisamente, iba a apelar a la geometra para que usted vea la necesidad de que el espacio-tiempo sea como es y no me venga con toda esa teologa. Tal como son las cosas, un nmero menor de dimensiones espaciales no poda ofrecer yuxtaposiciones suficientes para obtener molculas de cualquier complejidad, por no hablar, digamos, de las clulas del cerebro. Con ms de cuatro, que son las que tenemos con el espaciotiempo, la complejidad aumenta; pero no de modo significativo: cuatro es mucho, suficiente. De acuerdo? Dale asiente con la cabeza, pensando en Esther y yo; en l y Verna. Yuxtaposiciones. Bien dice Kriegman. Imagnese nada, un vaco total. Pero espere! Hay algo en l! Puntos, geometra potencial. Una especie de polvo de puntos sin estructura. O, si esto le parece demasiado vago, imagine una serie de puntos de Borel todava no reunidos en una multiplicidad
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de cualquier dimensionalidad particular. Piense que este polvo gira en remolinos. Como todava no existe dimensin, no hay proximidad ni lejana, no gira exactamente como usted y yo concebimos un remolino; pero, sea como sea, algunos de ellos salen disparados en lnea recta y se desvanecen, porque no hay nada que sostenga la estructura. Lo mismo ocurrira si, por casualidad... Todo esto es casualidad, tiene que ser casualidad ciega, Jess... Kriegman se est encogiendo, encorvando; su papada se adhiere ms slidamente a su pecho; y mueve la cabeza como si le diesen repetidos golpes en la nuca. Si por casualidad contina, se configurasen en dos dimensiones, en tres o incluso en cuatro; pero, no siendo el tiempo la cuarta, todos se desvaneceran, seran meros accidentes en esta polvareda de puntos; no se podra decir que existiese algo hasta, incluso la palabra hasta es engaosa pues implica una duracin que todava no existe, hasta que... bingo! El espaciotiempo. Tres dimensiones espaciales, ms el tiempo. Liga. Se solidifica. Ha nacido la semilla del universo. De la nada. De la nada y de la geometra en bruto, leyes que no pueden ser de otra manera, que nadie dio a Moiss, porque nadie tena que hacerlo. Y una vez se ha obtenido esta semilla, este pequeo grano de mostaza, bum! El Big Bang est a la vuelta de la esquina. Pero... Ms que por lo que dice aquel hombre, Dale est impresionado por su fervor, por la fe que brilla en sus pequeas gafas trifocales, por el montono color tostado de su cara y por los pliegues de su papada; por sus cabellos erizados y con entradas, por sus gruesas cejas proyectadas hacia fuera y hacia arriba, como pequeos cuernos de rinoceronte. Este hombre vive, est en la plenitud de su vida. La vida no es una carga para l. Dale se siente aplastado bajo su viva, mvil, alegre y despreocupada mirada. Pero arguye dbilmente polvo de puntos, solidificacin, semilla, todo esto son metforas. Hay algo que no lo sea? responde Kriegman. Como dice Platn, sombras en el fondo de la cueva. Sin embargo, no se puede prescindir de la razn. Si lo hicisemos, pronto vendra alguien como Hitler o el amigo de Bonzo a dirigir las cosas. Mire, usted, que entiende de ordenadores, piense en binario. Cuando la materia se encuentra con la antimateria, ambas se desvanecen en pura energa. Pero las dos han existido; quiero decir que hubo una condicin a la que llamaremos existencia. Piense en uno y menos uno. Juntos suman cero, nothing, nada, niente. De acuerdo? Imagnelos juntos e imagine despus que se separan. Tiende su vaso a Dale y le hace una demostracin juntando las palmas de las manos, levantndolas y separndolas. Lo entiende? pregunta cerrando los puos a la altura de sus hombros. Ahora tiene algo, tiene dos algo, donde antes no tena nada. Pero, en el sistema binario observa Dale, devolviendo el vaso de plstico, la alternativa de uno no es menos uno, es cero. Esto es lo que tiene de bello, mecnicamente hablando. Est bien. Comprendo. Me est preguntando qu es este menos uno. Se lo dir. Es un ms uno movindose hacia atrs en el tiempo. Todo esto se encuentra en la espuma espaciotiempo, dentro de la duracin de Planck, no lo olvide. La polvareda de puntos da origen el tiempo, y el tiempo da origen a la polvareda de puntos. Elegante, eh? Tiene que serlo. Es la casualidad ciega, ms las puras matemticas. Lo estn probando todos los das. La astronoma, la fsica de las partculas, todo se relaciona. Pinselo y descanse, joven amigo. Es estupendo. La espuma espacio-tiempo.
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Kriegman bromea. Dale lo prefiere cuando est cargado de celo, evangelizando en pro de la incredulidad. Esther ha desaparecido del arco. Van llegando nuevos invitados: Noreen Davis, la recepcionista negra que hace siete meses le dio sonriente aquellos impresos, con su calvo colaborador en la oficina principal de la Escuela de Teologa, y alguien que se parece a Amy Eubank; pero no puede serlo; su aparato de reconocimiento debe de estar estropeado. Con cierto sentimiento masoquista, pregunta a Kriegman: Y qu me dice del origen de la vida? Sus probabilidades son tambin prcticamente nulas. Me refiero a un organismo que se reproduzca por su propio sistema de energa. Kriegman resopla; agacha la cabeza como en un sbito ataque de timidez. Debajo de la guirnalda, todo su cuerpo parece encogerse dentro de la sucia chaqueta de pana, de codos remendados, y erguirse de nuevo en una actitud casi militar. Se da el caso de que sta es precisamente mi especialidad dice a Dale. Todo aquello no era ms que una gilipollez adornada fuera de mi cuerpo; no s qu diablos es una serie de puntos de Borel. Pero, en cambio, s exactamente cmo surgi la vida; es una noticia de ltima hora, al menos para los legos como usted. Arcilla. La arcilla es la solucin. Una formacin cristalina en finas capas proporcion la plantilla, el andamiaje para los compuestos orgnicos y las formas de vida primitivas. Lo nico que hizo la vida, comprndalo, fue apoderarse del fenotipo que haba desarrollado por su cuenta la arcilla cristalina, siendo el factor transmisor gentico enteramente controlado por el crecimiento y la epitaxia del cristal, y derivndose el factor de mutacin de los defectos del cristal, que proporcionan, no hace falta que se le diga, las configuraciones alternativas estables que se necesitan para el almacenamiento de la informacin. Entonces, me preguntar: Dnde est la evolucin? Imagnese, joven amigo, el espacio poroso de una piedra arenisca. Con cada temporal de lluvia, se filtran a travs de l toda clase de soluciones minerales. Se hallan presentes varios tipos de cristales que se duplicarn, reproduciendo cada uno de ellos sus defectos caractersticos. Algunos se adoptan con tal fuerza que forman un conjunto impenetrable. stos no sirven. Otros estn tan flojos que son arrastrados cuando llueve. Tampoco sirven. Pero hay un tercer tipo que permanece all y deja que las soluciones geoqumicas, que podemos llamar incluso nutritivas, pasen a travs de ellos. Esto es bueno. Este tipo de cristal se multiplica y crece. Crece. Ahora tenemos en aquel poro de piedra arenisca una pasta pegajosa y permeable que se duplica. Tenemos un prototipo de la vida. Kriegman echa un largo trago de mi Almaden y chasca los labios. Un vaso medio lleno est abandonado sobre la mesa de nogal que hay, junto al rojo sof, y mi querido vecino lo cambia hbilmente por el suyo vaco. Pero... dice Dale, esperando que su interlocutor le interrumpa. Va a decirme usted: pero y nosotros? Cmo se formaron las molculas orgnicas? Y por qu? Bueno, para no ser demasiado tcnico, le dir que algunos aminocidos, los cidos bicarboxlico y tricarboxlico, hacen ms solubles algunos iones de metales, como el aluminio. Esto nos da una protoenzima. Otros, como los polifosfatos, son muy adhesivos, lo cual, como yo digo, tiene un valor de supervivencia en el mundo prezoico que estamos tratando de imaginar. Las bases heterocclicas, como la adenina, tienden a pegarse entre las capas de arcilla; muy pronto, relativamente hablando, tendremos algn polmero parecido al ARN, con carga negativa, accionando recprocamente con los bordes de las partculas de arcilla, que tienden a tener una carga positiva. Entonces..., Escuche, s que le estoy aburriendo; puedo ver en sus ojos que se est muriendo de ganas de ligar con alguien a quien mira por encima de mi hombro, tal vez una de mis chicas. Quiz le tomara cario a Miriam, si es capaz de soportar un poco de propaganda suf; el aspecto antialcohlico de su doctrina es lo que no puedo sufrir. Entonces, como le iba
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diciendo, cuando se ha obtenido algo como el ARN, esta vez no en la sopa primordial (nadie se ha sentido hasta ahora demasiado satisfecho con esta loca teora; es demasiado..., cmo dira?, caldosa), sino en una buena y fresca pasta de genes de arcilla, la duplicacin orgnica est a la vuelta de la esquina, primero como subsistema, una especie de paralelo extra opcional con el crecimiento del cristal, y despus tomando el mando con aquel cambio gentico que mencion antes, y desapareciendo los genes de arcilla, ya que las molculas orgnicas, compuestas principalmente de carbono, pueden hacer mejor el trabajo, una vez establecidas. Crame, amigo, esto llena muchas lagunas teorticas. De la nada a la materia, de la materia a la vida, todo va como una seda. Dios? Olvide las viejas patraas. Esther ha vuelto al cuarto de estar, en el otro lado del cual ha empezado a hablar con un joven a quien Dale no conoce, un estudiante graduado, del squito de algn profesor, un guapo chico de harn, con unos revueltos cabellos lacios que no para de echarse atrs con los dedos. La cabecita de Esther, de ancha y reluciente frente y recogidos aladares rojos, est inclinada con aire divertido, como lo estaba con Dale el Da de Accin de Gracias del ao pasado. Y qu me dice del paso de la vida a la mente? pregunta Dale a Kriegman. Su propia voz resuena muy lejana dentro de los huesos de su crneo. Kriegman resopla. No insulte a mi inteligencia dice. Su sonrisa se ha secado. De pronto, le fastidia todo aquello. La mente no es ms que una manera de hablar sentencia. Es lo que hace el cerebro. El cerebro es lo que evolucion, principalmente para regir nuestras manos. Si lo que me ha dicho es todo lo que hay en sus teoras, mi joven amigo, tiene an mucho camino por recorrer. Lo s dice Dale con humildad. A su morbosa manera cristiana, disfruta con el sabor a ceniza que tiene en la boca, con la sensacin de haber sido intelectualmente aplastado. Tiene usted una amiga? La brusca e impertinente pregunta deja pasmado a Dale. Ser mejor que busque una le aconseja Kriegman. Para que le limpie las telaraas. Viendo que Kriegman vuelve los encorvados hombros y se sumerge entre el grueso de los concurrentes a la fiesta, Dale da instintivamente un paso para seguirle, para prolongar aquel embrollo, para aprender ms. El viejo se tambalea achispado, como un Minotauro que ha comido demasiado, con su cabeza sin cuello luciendo todava la guirnalda que empieza a marchitarse. Dale se queda solo. Ve a todos los dems enzarzados alegremente entre s, como una pasta filtrante de genes. Incluso la ms joven de las chicas Kriegman, la quinceaera Cora, con un aparato corrector en los dientes y los cabellos peinados en cola de caballo, est departiendo animadamente con un crculo de admiradores: Jeremy Vanderluyten, que viste un temo completo, con leontina y todo, y que asiente solemnemente con la cabeza; el hijo tonto de Mrs. Ellicott, sonriendo con vaga cortesa, y Richie Lambert, observando con una mezcla de asombro y disgusto los esfuerzos inexpertos, pero confiados de Cora por mostrarse como una mujer hecha y derecha. Esther se ha desvanecido de nuevo. Todo lo que ha preocupado a Dale durante el invierno y el comienzo de la primavera, inflando tiernamente su cerebro, ha resultado ilusorio. Echa en falta a Verna, otra perdedora. Se pregunta por qu no ha venido. Pero aqu llega un hombre que lo sabr: un anfitrin, de ojos grises, de cabellos grises, opaco como la piedra caliza. Irnicamente, exuda falsa solicitud. Pobre diablo! le digo. Ha estado Kriegman apretndole las clavijas? Tiene muchas cosas que decir.
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Sobre cualquier tema. No le preste atencin a ese viejo farolero. Parece usted afligido. Me preguntaba dnde est Verna. Esther y yo pensamos que era mejor no mezclarla en esto. Pero, cmo est? Hace algn tiempo que no la veo. Est bien. Luchando contra el Departamento de Servicios Sociales, que quiere quitarle a Paula. Cont a Dale la historia, omitiendo lo mejor, nuestra fornicacin. l pareci aliviado al desviar su atencin de los problemas csmicos. Necesita ayuda dijo. Tendra que ponerme en contacto con ella. Creo que debera hacerlo le corrobor. Esther se acerc a nosotros. Pero no me prest atencin. Dale dijo, en tono acusador, no se divierte usted. Venga a comer un poco de chile y charlaremos. Le tir de la manga. Su labio superior, ligeramente peludo, estaba sudoroso. Pude verlo desde mi ventajosa posicin, a un lado y un poco por encima de su cara, y pude ver tambin la protuberancia de sus crneas, con sus iris de un verde plido; y sent que el pobre Dale crea que aquellos ojos hmedos queran transmitirle algn mensaje ntimo, algn secreto celular crucial, como que ella se estaba muriendo de leucemia o se hallaba embarazada. Lo ha pasado muy bien repliqu. Ha estado discutiendo su proyecto teolgico con Kriegman. Ha sido una crueldad tuya dijo Esther, para que Dale lo oyese dejarle a merced de ese aburridsimo Myron. Habra sido mejor que conociese a sus hijas. Ya me las han presentado inform Dale. Flopsy, Mopsy y Cottontail. Los tres nos echamos a rer, aprecindonos mutuamente, a nuestra triste manera.
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Al da siguiente, como en compensacin de no haberla trado a nuestra fiesta, telefone a Verna y la invit a almorzar. Saba que le repugnaba verse atrapada de nuevo conmigo en su apartamento. Una extraa tica del amor dice a la mujer que, cuando se ha roto el hielo, una negativa es demasiado ofensiva para el hombre; sus sentimientos maternales y protectores comprometen ahora sus propios deseos sexuales. Sent que Verna no quera enfrentarse con el problema de aceptarme o rechazarme, igual que yo no quera tomarme la molestia (el trabajo, como solan decir en el texto de Fsica del Instituto, refirindose a subir pesados cubos imaginarios por una rampa sin friccin) de plantearle la pregunta. Pues, si fracasaba al hacerle mi proposicin, tambin esto resultara doloroso. Nos habamos convertido en obligaciones recprocas. La llev al ostentoso restaurante llamado 360 porque, situado en la cima del rascacielos ms alto de la ciudad, gira lenta y silenciosamente y da una vuelta completa cada hora y media, lo cual es una forma corts de decirle a uno lo que debera tardar en comer. Aquella maana, le en el peridico (la cara de Esther pareca abotagada y enojada al otro lado de la mesa de la cocina, sobre la cual haba dejado Richie su pequeo Sony y su montn de estridentes y gastadas historietas) que se calculaba que trescientos mil nios americanos intervenan en la produccin de pornografa infantil. La cifra pareca absurdamente elevada, como la estadstica extraamente similar que haba ledo unos das antes en el mismo peridico (una pomposa publicacin liberal que trata de sazonar su soso elitismo con lgrimas de cocodrilo sobre la decadencia de los barrios): el clculo de que ms de cien hectreas de bosque son consumidas para la produccin de una sola edicin dominical de un importante peridico metropolitano. Pueden ser exactas tan enormes cifras, o ser que un chiflado redactor jefe se ha enamorado de esos nmeros? Desde luego, la mayora de los nmeros parecen ms elevados de lo estrictamente necesario, incluido el setenta. Por lo que atae a la reserva de genes, hacemos nuestras entregas ahora mucho ms temprana de lo que quisiramos. Verna esperaba sentada bajo el sol casi veraniego en un banco de la zona infantil. Los rboles se haban cubierto sbitamente de hojas y el sector pareca ms sombro y dividido en partes, delimitada cada zona por las paredes de follaje, en pobre imitacin de las bien cuidadas estancias de los jardines de Versalles. Esta sensacin de estar a un tiempo dentro y fuera de casa debi bullir en la mente del violador de la hija de Ellicott cuando la llev detrs de los rododendros y despus la estrangul como si retorciese una servilleta sucia. Cuando Verna se levant y camin en direccin a mi Audi de color ambiguo, varios jvenes y ociosos negros silbaron con admiracin. Tacones altos, traje de lino blanco marfil. Los rebeldes cabellos sujetos hacia atrs con horquillas de concha. Unos rubios mechones, sobresaliendo de su peinado como cohetes peludos, y un exceso de brazaletes de pasta en las muecas, eran lo nico que quedaba de la rebelde vestida de harapos. De repente, y con gran sorpresa, me di cuenta de que la amaba. Su cara grande y obstinada, su pecho opulento bajo las solapas de lino y la severa blusa beige, sus anchas caderas y la silueta que se afinaba hasta las pantorrillas y los tobillos envueltos en reluciente nylon, y los afilados tacones de dos tonos: toda una joven mujer. Mi cita del medioda. Paula estaba en la guardera, y habamos convenido que Esther la llevara hoy directamente a nuestra casa, donde pasaba ms
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tiempo cada da. Verna, con su paso vivo y su taconeo, se haba despojado de los arneses de la maternidad. Una dama cabal dije, al acomodarse ella sobre el asiento tapizado de terciopelo. Un pijo total dijo ella a su vez. Me sent realmente ofendido. Por qu has dicho eso? Por nada, Nunc. Me pareci que rimaba. Consonancia, o aquella otra cosa. Se qued mirando fijamente a travs del parabrisas, demorando nuestra inevitable pelea. Su nariz, tal vez lo he explicado ya, parece no formada del todo, un poco granulosa y tosca; pero de perfil es bastante recta. Una nariz recta es un don de Dios para una mujer; casi todo lo dems puede ser falsificado. Nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, cruzando el ro por el viejo puente de piedra parda; a travs de los viejos barrios de casas de ladrillos, donde el perpetuo atasco del trfico y sus gases envuelven en una neblina los antao graciosos inmuebles de cuatro plantas que hace tiempo fueron convertidos en apartamentos para estudiantes, y ahora estn siendo implacablemente divididos en propiedad horizontal. Las ventanas superiores vertan yeso y trozos de paneles viejos, que caan, por rampas de madera, a los herrumbrosos contenedores emplazados en la calle, los cuales dificultaban an ms el trfico. Tal vez aquella neblina brotaba tambin de los rboles de las aceras (sicmoros, castaos de Indias, olmos provistos de verdes cajas de transfusin en sus troncos, como pacientes de transplantes de corazn encaminndose hacia la muerte), as como de los automviles inmovilizados. En el mes de mayo, una terrible fiebre de polinizacin, de candelillas filamentosas y polvillo flotante y fertilizante, ataca al mundo arbreo. Como seal una vez nuestro enjundioso presidente, siendo injustamente criticado por ello, la Naturaleza es su propio y peor contaminador. Los credos sustituyen a los credos; nuestros liberales ateos no permiten blasfemias contra la Naturaleza y hacen interpelaciones y derriban senadores para salvar la charca ms contaminada de la cristiandad. Saliendo de este maldito y antao rico distrito, nos dirigimos a trompicones, a travs de monxido de carbono y de la tortura ptica del brillante sol incidiendo en metal curvo, al centro de la ciudad propiamente dicho, donde una plaga de insolentes aparcamientos en doble fila reduce las calles a callejones de un solo carril. En un intento de resolver el constante embotellamiento, la Polica ha resuelto recurrir a los caballos, grandes, incongruentes y arcaicos animales que pasan con sigilo entre los vehculos paralizados, mientras jinetes de uniforme azul, varones y hembras a menudo ms negros que sus monturas y tan nerviosos como stas, miran de arriba abajo con imperiosa ineficacia. Imponentes edificios de cristal, hectreas de reflexin y transparencia, parecen flotar sobre tiendas que ofrecen artculos extraamente modestos, donuts, objetos de adorno, tarjetas de felicitacin, discos de fongrafo (aqu el aparcamiento en doble fila era particularmente insolente), como si toda aquella grandeza arquitectnica y econmica dependiese de nuestro deseo de comprar extravagantes y a veces un poco lascivas felicitaciones de cumpleaos. Verna y yo bajamos en nuestro vehculo por una rampa curva (trabajo realizado a la inversa; pero las rampas, en los libros de Fsica nunca eran curvas) y aparcamos en el garaje subterrneo del rascacielos, donde un dbil olor a humedad me record una granja donde haba un manantial que mi padre, Veronica, Edna y yo solamos visitar no lejos de Chagrn Falls. El granjero venda huevos y maz dulce, cuando era la temporada, y siempre nos invitaba (como el encargado de una bodega invita a probar un raro vino aejo a los entendidos) a beber agua de su manantial, sorbindola de un viejo cucharn metlico cuyo frgil aroma estaba tambin presente aqu, en este depsito subterrneo de automviles, grandes conchas vacas y pintadas,
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abandonadas momentneamente como engorrosos gabanes. Haba muchas plantas en este garaje, numeradas y marcadas con colores diferentes, sostenidas todas ellas por columnas de hormign en forma de conos invertidos. En un hmedo rincn, adornado con charcos de orina y latas vacas de bebidas, se abra una sencilla puerta que daba a un ascensor forrado de vinilo que nos subi suavemente y a gran velocidad. Una orquesta incorprea tocaba en pizzicato una antigua pieza de los Beatles. El ascensor se detuvo para recoger a otros pasajeros en la planta baja (turistas que, con calzado deportivo cargados de guas y de cmaras, se dirigan a la plataforma observatorio; hombres de negocios que ya vestan trajes de verano de tonos grises o beige, en busca de un almuerzo a cargar en la nota de gastos) y ascendi despus con tal rapidez que las puntas de nuestros dedos se congestionaron y las rodillas amenazaron con doblarse. Los nmeros de las plantas se encendan y apagaban sobre nuestras cabezas en dgitos electrnicos compuestos de bombillas diminutas como bacilos alargados, cada vez ms de prisa, y despus de nuevo ms despacio hasta que nos detuvimos. Los turistas se encaminaron hacia el Observatorio, con sus tiendas de souvenirs y la grabacin constantemente repetida de la historia de la ciudad, como entonada por un maestro de ceremonias en un funeral. Nosotros fuimos en direccin opuesta, sobre la mullida alfombra azul del Restaurante 360, con sus cordones de terciopelo, sus helechos salvajes, su tintineo de cubiertos y sus altos ventanales dominando las manzanas de casas y los parques sesenta pisos ms abajo. Nuestra vieja ciudad, contemplada desde arriba, es predominantemente roja, y la vista es impresionante, como un vasto quirfano o un matadero. Al ser conducidos a nuestra mesa por el matre de cuadrada mandbula inferior, caminamos sobre la alfombra como sobre una nube en deslumbrantes volmenes de atmsfera, y tuve la impresin de que Verna y yo quedbamos expuestos tan vivamente como en una fotografa. Varios ojos nos contemplaron, y algunos de ellos demoraron sus miradas. Aos atrs, habran supuesto que ramos un padre y una hija o, como era el caso, un to y una sobrina. Ahora, las miradas registraban una jovencita y su canoso y maduro amante, como en cierto modo, era tambin el caso. En contraste con la juventud fresca, brillante y como de pez, de Verna, yo deba parecer, bajo aquella cruda luz, un rudo y viejo pescador, con todas las huellas que la lujuria y el rencor haban estampado, durante medio siglo de egosmo ms o menos recordado en la flccida y arrugada textura de mi astuto y cauteloso semblante. Sin embargo, senta una extraa despreocupacin de ser visto con Verna. A ninguno de mis conocidos de la Escuela de Teologa o de sus aledaos se le habra ocurrido venir a esta trampa celestial de turistas. Modestos pero preciosos restaurantes (siete mesas y un patio fuliginoso embutidos entre una lavandera y una tienda de comestibles de rgimen; un cocinero que haba sido estudiante, y el men escrito en una sencilla pizarra) estaban ms de acuerdo con nuestro estilo acadmico. Verna se mova con naturalidad entre las mesas de los curiosos, con aire de simptica indiferencia (su joven vida, msera en muchos aspectos, haba sido rica en invitaciones a comer en pblico), y, dejando aparte los brazaletes de pasta y los llamativos pendientes, su atuendo no era inadecuado. Pens, por primera vez, que no era un desdoro para su/nuestra familia, sino un miembro ms de ella, con la misma redondeada, casi encorvada y paciente espalda que haba tenido Edna, y Veronica antes que ella, cuando la arpa haba engordado. Cada generacin es como un palo metido en el agua y slo aparentemente torcido. Nuestra mesa estaba en la circunferencia mvil, desde la que se apreciaba toda la vista. Sentado all, poda sentir cmo el suelo nos trasladaba lentamente de una arista de acero de las altas ventanas a la siguiente, mientras se confundan los tejados angulados y los panoramas que se alejaban, y se desplegaba nuestra ciudad hacia el brumoso e indescifrable horizonte.
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Ella debi de instruir la causa de que la hubiese llevado all arriba para hablar, pues pas en seguida al ataque. Qu le has hecho a Dale, Nunc? me pregunt, inclinndose sobre el plato vaco, el vaso lleno de agua, la servilleta plegada y los tenedores y cuchillos con sus diminutos y brillantes araazos. Est fatal. Advert, bajo la viva luz, que haban aparecido unas cuantas pecas en su frente y en su nariz, y record que a Edna tambin le salan pecas despus de jugar al tenis, nadar y gandulear en el club, durante aquellos montonos e inestimables veranos. Cmo es eso? Dice que ha perdido su fe. Un tipo al que conoci en aquella fiesta a la que no me invitaste le hizo ver lo tonto que era todo aquello. Adems, creo que el asunto de su ordenador no funciona muy bien. Es como si l hubiera estado esperando un milagro que no se ha producido. T no te habras divertido en aquella fiesta. Es algo que celebramos todos los aos slo para cumplir nuestros deberes sociales. En cuanto al asunto del ordenador, como t le llamas, era conseguir una prueba de la existencia de Dios. Si la hubiese obtenido, el mundo habra tenido que acabarse forzosamente. El muy bastardo estaba tratando de traernos el fin del mundo. Le conviene presentar algo mejor el primero de junio, o no le renovarn la subvencin. No creo que quiera que se la renueven. A juzgar por lo que dice, desea marcharse de aqu y volver a su tierra. Cree que hay personas que no pueden soportar el Este, y piensa que l es una de ellas. Y que yo soy otra. En aquel momento, mirbamos hacia el Este, hacia el puerto: los detalles de los viejos muelles, los largos almacenes de granito con sus abovedados techos de pesada pizarra perfilados con destellos de un verde plido de cobre, algunas casas de apartamentos del barrio martimo, de esquinas redondeadas como de naipes, y a sus pies unos viejos y deteriorados edificios comerciales de ladrillos y alquitrn, y una estropeada autopista en vas de ser ensanchada. Los nuevos carriles eran un margen rebosante de hombres y de mquinas diminutos, de tierra araada de color naranja. Quin dira que una ciudad est tan poco separada de la tierra y de la roca? Ms all de los muelles haba agua, a franjas azules y grises, con unos cuantos barcos de juguete y algunos islotes de aspecto lastimoso, bancos de arena que dijranse pintados a brochazos. En uno de ellos, estaba instalado un reformatorio; y en otro, una fbrica de fertilizantes. La larga nube baja y azul de una pennsula, ms plida cuanto ms se alejaba, estaba rematada por un faro. El borde sur de nuestra vista mostraba un trozo llano de aeropuerto, con una pista escorzada y, sobre dos pilotes blancos, la torre de control, con sus verdes ventanas como pequeas esmeraldas. Y sobre todo ello, ms alto de lo que solemos verlo, el sereno horizonte que parece despedirse con un beso, liso como el oscilgrafo que revela la muerte del cerebro. Se acerc el camarero de esmoquin. Ped un martini, y Verna, un ruso negro. De que otra manera le afecta pregunt esta presunta prdida de fe? No digas presunta. Est sufriendo una verdadera depresin. Era una exageracin femenina, que no hay que confundir con infantil. Los hombres tratan siempre de que les compadezcan observ. Dice que ahora no puede dormir, porque siempre sola rezar al acostarse y entonces le entraba el sueo. Me ha contado que se pone a trabajar en sus grficos fantsticos y que esto le marea, porque es una estupidez. Explica y su voz adquiri aquel tono aflautado, aquel timbre de un pequeo instrumento que se adapta mal a la palabra que a veces, cuando trabaja delante de la pantalla, le entran nuseas y cree que va a vomitar. Y vomita? Bueno, eso no me lo ha dicho.
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Muy bien. Caso resuelto. Sobrevivir. Hay varias clases de fe y, en realidad, lo que creemos que creemos es una parte nfima de lo que creemos. Pareces satisfecho. Qu te ha hecho Dale? Me apresur a responder con sinceridad: Me fastidi. Entr en mi despacho vociferando sobre poner a Dios entre la espada y la pared, y me hizo perder el tiempo. Cuando tengas mi edad, Verna, comprenders que el tiempo es lo que menos puede perderse. Y no slo me intimid a m, sino que pens que trataba de intimidar a Dios. La mayora de las buenas personas, segn mi limitada experiencia, son unos incordios. El martini empezaba a hacerme efecto. Todo me pareca ligeramente pulido. El suelo circular tiraba de nosotros y de nuestra mesa. Haba aparecido el hoyuelo en la suave mejilla de Verna. Por eso debo de gustarte. Porque soy mala observ. Slo en el sentido negativo: Baad. Es decir, good aclar. Me gustas en este simptico ambiente conservador me atrev a decirle; encajas muy bien aqu. Trato de hacer lo que los dems quieren que haga, Nunc dijo. Pero... Pero las chicas quieren divertirse termin por ella. Un joven camarero de chaqueta blanca nos trajo el primer plato: consom de vaca para m y cctel de gambas para Verna, sobre hielo picado. Las gambas estaban enganchadas sobre el borde de la copa, como criaturas vivas y sin rostro que hubiesen trepado hasta all con la esperanza de beber en la charca de salsa rosa. Mi consom estaba demasiado caliente todava. Mientras mi compaera inclinaba la ancha cara sobre su comida, me volv para contemplar de nuevo el panorama. Ahora era el del sur. Un rascacielos vecino, una reja acristalada, llena, como un crucigrama, de empleados de oficina, unos de pie, otros sentados y otros inclinados, se alzaba muy cerca de nosotros. Por encima del hombro de Verna, poda verse un barrio de casas bajas de ladrillos, bellamente concebido hace muchos aos, con parques ovalados y calles en media luna y una o dos iglesias de blanco campanario, que luchaba por recobrar su distincin despus de un siglo en el exilio. Ms all, barrios demasiado alejados del centro de la ciudad, para ser igualmente distinguidos, se empequeecan en tonos ahumados de rosa, gris y verde hacia una mancha blanca de depsitos de gas, allende los altos arcos herrumbrosos de un puente de ferrocarril. Los edificios de un gran complejo de viviendas se destacaban como tocones desmesurados sobre las desnudas colinas que, en los mapas, marcaban los lmites de la ciudad; pero, en realidad, sta se extenda, siguiendo la autopista y la lnea costera sur, absorbiendo en su rbita pueblos y tierras labrantas, de manera que poda decirse que slo terminaba donde empezaba el borde suburbano de la prxima ciudad costera. Est pasada de moda, Nunc respondi Verna, limpiando un poco de salsa de cctel de la comisura de sus labios, con la punta de un dedo infantil y de ua roma. Me refiero a Cyndi Lauper. Tan pronto? Ahora todas las chicas se visten como Madonna. Mira dijo extendiendo un brazo y haciendo sonar sus brazaletes. Esto es Madonna. Y esto aadi adelantando la cara y, llevando un dedo ndice debajo del lbulo de cada oreja para mostrarme las cruces de oro falso que pendan de ellas. Muchas chicas estn furiosas por haberse hecho afeitar los lados de la cabeza cuando Cyndi era in me explic. Y de haberse puesto mechones purpreos y todas aquellas cosas estrafalarias que son, en realidad, una automutilacin. Estuve hablando de ello con mi consejera. Mira, Cyndi es un prototipo de vctima. Viste, cuando no le dieron todos aquellos
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premios a que tena derecho en el Grammys, cmo sonrea durante toda la sesin? En cambio, Madonna es dura. Sabe lo que quiere y va por ello. Y t? Sabes ya lo que quieres? Era una manera de dar a la conversacin el rumbo que yo quera; pero tal vez me haba precipitado. Mi consejera dice que slo quiero ser normal dijo Verna. Por eso la tena tomada con Poopsie. Me recordaba que no lo era, con slo mirarla. Me refiero a todas las tonteras que he hecho con los negros, probablemente slo para fastidiar a mi padre... Qu es lo normal para ti? Record algo que haba dicho ella, y repet: Menear el trasero en los ccteles de Shaker Heights? Eso podra ser parte de ello. Pero slo una parte. Yo quiero estructura, Nunc. El barthiano que yo llevaba dentro protest: Qu derecho tenemos las criaturas cadas, que nos hemos entregado al caos por nuestro libre albedro, a exigir estructura? Quin es el garante de este orden puramente humano? Hblame de tu consejera le ped. Est muy bien. La quiero mucho. Sent una punzada de celos. Es joven? Vieja. Incluso ms vieja que t. Pero creo que no tengo que hablar demasiado de esto. Baj la mirada hacia la copa vaca del cctel de gambas, hacia el hielo picado que se funda en un cuenco de plata. Haba llegado el camarero para llevarse todo aquello; pero yo tuve la impresin de que ella se habra callado de todos modos. Despus, sin duda debido a una asociacin de ideas, inici un nuevo tema, o un tema que pareca nuevo. Otra cosa que inquieta a Dale me dijo, ya que hablamos de menear el trasero, es que ha tenido amores con una mujer mayor que l, una casada que supongo debe ser muy ardiente. Eh? dije, sintiendo que el suelo nos llevaba en el sentido de las agujas del reloj. S, y esto le reconcome de veras, en primer lugar porque sabe que no deberan hacerlo y sin embargo sigue hacindolo, y en segundo lugar porque l no quiere que termine, y est terminando. Cmo sabe l que est terminando? Supongo que la dama le ha dado seales. sta es otra razn de que quiera volver a Ohio, para alejarse de ella. Una noche, l y yo nos despedimos a las seis en mi casa; ahora ya no es tan rgido como antes en lo que se refiere a la bebida, y me explic el tipo de cosas que solan hacer. Debo decir que parece que ella no se andaba con chiquitas. Era capaz de todo. Como si quisiera volverle loco. Dale me ha dicho que vive en una casa muy grande y lujosa. Me dio la impresin de que estaba en alguna parte de tu barrio. Es un barrio muy extenso le dije. Y cuando se llega a la edad de esa dama, hay muy pocas razones para contenerse. En cambio a tu edad le aconsej, compitiendo con mi desconocida rival consejera, tienes que tener mucho cuidado con lo que haces. Qu edad crees que tengo? Diecinueve ? He de darte una noticia, Nunc. Cumpl veinte la semana pasada. Por su tono, pareca que la noticia era una derrota para m. Sin embargo, yo sent como si el suelo me diese un tirn de alivio. A esta edad, ella pareca estar un poco menos a mi merced, a la merced de todos.
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Feliz cumpleaos, querida Verna. El camarero me trajo un filete de lenguado y a ella un escalope de cordero. No pareci sorprendido cuando ped una botella de champaa. Llevaba el pelo muy corto y bien peinado, como sola llevarlo todo el mundo cuando yo era joven; pero que ahora sirve para distinguir a los homosexuales, y a los militares (otra casta marginal, considerada con desconfianza, como posible causa de desastres). La vista, hacia el Oeste, mostraba cmo se haba desarrollado la ciudad a principios de siglo, cuando el suelo era barato. Haba adquirido sus establecimientos cvicos: la biblioteca pblica y el museo de Bellas Artes, ambos de estilo italiano, con patios y con rojos tejados; el irregular y profundo cuenco verde que contena nuestro campo de bisbol de primera divisin, bordeado de hileras de luces como lucirnagas gigantes y flanqueado de asientos de color de cereza o de arndano; la larga y reflectante piscina, y la cpula de mazapn de la catedral de la Ciencia Cristiana (Ciencia Cristiana! Como si pudiese existir una cosa semejante). Muchas de las antiguas mansiones con sus jardines y vallas de hierro haban sido derribadas no haca mucho, levantndose en su lugar nuevas construcciones: garajes pblicos, cuyos terrados mostraban alegres dibujos de flechas, y una combinacin de hotel y galera comercial vertical, cuyas formas geomtricas irregulares, vistas desde arriba, sugeran Lego. Las perspectivas de esta novsima estructura conducan caprichosamente a unas entradas cuyos toldos, de un azul brillante, no parecan ms grandes que las pestaas de clasificacin en un armario archivador. A la altura en que nos hallbamos y a travs del grueso cristal, lleg hasta nosotros la nica voz de la ciudad anestesiada, el hipo apremiante de una sirena de la Polica. Lleg el champaa y, con su chispeante acidez, brind por mi acompaante. Qu tal tu carne? le pregunt. Muy buena. Ha sido una comida magnfica y cara. Nunc... Qu, Verna? Estabas tratando de decirme que te arrepentas de haberte acostado conmigo? De ninguna manera, mi querida nia. Me alegro mucho. Fue delicioso. Y, como t dijiste, represent tambin un alivio para m. Me ayud a prepararme para la muerte. Haba llegado el momento, ella lo haba querido. Pero tal vez no debemos repetirlo, y hay algo que no me gusta... Paula. No, Paula no ser ningn problema en cuanto le quiten la escayola y deje de rascar todos los suelos. Lo que no me gusta es toda esa actuacin del Departamento de Servicios Sociales. Dada mi posicin en la Escuela de Teologa... Debes tener las manos limpias. Limpias en cierto modo, o mejor dicho, no sucias de una manera que pueda parecer absurda a mis colegas. Nosotros somos capaces de tolerar all la obscenidad, lo que llamamos naturaleza humana falible, pero tiene que tomar ciertas formas tradicionales. Lo de la lesin de Paula, etctera, es peor que malo, es torpe. Ella dijo bruscamente: Dale quiere que vuelva a Cleveland con l. Tal vez ya te lo he dicho. No. No creo que me lo hayas dicho. Cundo fue eso? Despus de una trompa de cerveza? Sigues teniendo una idea equivocada acerca de l y de m. Slo piensa que debera tratar al fin de hacer las paces con mam. Y dice que podra obtener mi certificado, pues en Case Western dan unos cursos nocturnos magnficos.
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No vuelvas all, Verna le dije, contra mi propio inters. All hay personas horribles. Mi consejera afirma que son las nicas personas por quienes me intereso de verdad. Bueno, supongo que se ha inspirado en Freud suspir en alegre rendicin. Te gustara que te comprase el billete? Oh, claro que s! Si lo hicieses, sera estupendo. Sus ojos, con frecuencia bastante apagados bajo los prpados un tanto oblicuos, brillaban ahora. Tal vez debido al champaa, o quizs a la luz que haba all arriba y que haca que brillasen hasta los mnimos araazos en la plata. Cuando sonri, mostr unos dientes menudos y redondos como perlas. Iba a pedirte otro favor dijo. Cul, querida? Estaba tratando de decidir por qu encontraba repulsivas las cruces que ella luca en las orejas. Era porque simbolizaban una religin cruenta de expiacin por la sangre, o por algn escrpulo supersticioso atvico al ver que las llevaba de una manera tan frvola? Sin embargo, haca siglos que las cruces saltaban en la suave hendidura entre los senos de las mujeres. Quin hizo el cuerpo de la mujer? Dios, no debemos olvidarlo. Me gustara que telefoneases a mam y averiguases lo que piensa sobre mi vuelta a casa. Yo no tengo valor para hacerlo. Yo tampoco. Por qu no, Nunc? Es tu hermana. Tu medio hermana. Oh! Ya s lo que es. Aparecieron los hoyuelos en sus mejillas. Tienes miedo de que lo perciba en tu voz. Mi lenguado estaba ligeramente seco y se demoraba en mi boca. Lo tragu de prisa y me hizo dao en la garganta. Que oiga qu? Que te acostaste conmigo dijo claramente, despus de carraspear. En las mesas vecinas, varias caras impecables y exanges se volvieron en direccin a nosotros. No grites le supliqu. Sus ojos, ambarinos y llenos de polvo de oro bajo la viva luz, se fruncieron con la satisfaccin de una percepcin imaginada. Por eso quieres librarte de m, viejo truhn. Soy una prueba ambulante. Podra empezar a ponerme tonta y dar al traste con todo lo que te interesa, no solamente tu empleo sino tambin esa mierda de mujercita tuya. Ella es la que tiene el dinero que os ha permitido comprar todas las cosas bonitas que hay en vuestra casa, verdad? T no habras podido hacerlo con tu sueldo de profesor. Dale me dijo que su padre es una especie de personaje. Esther es parte de mi vida expliqu sincera y pausadamente. Antao, tuve que pasar por grandes dificultades para que formase parte de ella; y ahora soy demasiado viejo para hacer nuevos arreglos. Para postre, Verna pidi baba au rhum con caf irlands, y yo, sintindome satisfecho con el champaa, slo una espesa taza de espresso. Un montn de opsculos sobre los herejes me esperaba en mi despacho. Ahora la vista corresponda al Norte. Desde nuestra altura, el ro pareca mucho ms ancho, ms grande, ms primigenio, que cuando uno pasaba en coche por uno de sus puentes. La Universidad, que pareca tan grande en mi mente y en mi vida, casi se desvaneca en la vista area de esta parte de la metrpoli; los edificios rematados por cpulas de la Facultad de Ciencias, el Cubo y los varios sectores dedicados a Humanidades y a residencia de los
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estudiantes, sobresalan menos que algunas fbricas de la orilla del ro que antes me haban pasado inadvertidas, con sus hectreas de terrados planos y sus admonitorias chimeneas. Sobre esta parte de la ciudad, flotaba como sobre una charca al amanecer, una niebla pegadiza, una neblina que me impeda localizar los edificios de piedra caliza de la Escuela de Teologa. En cambio, poda reseguir con la mirada la lnea recta del Sumner Boulevard, desde el ro, y encontrar el verde intenso, las hayas y los robles ya con hojas de mi barrio. Pens que incluso poda distinguir la verdeante mancha del Dorothea Ellicott Memorial Park y el tejado de mi propia casa y hasta las ventanas del tercer piso. All, en aquel trozo espumoso de la nebulosa charca, tena yo mi vida; all haba luchado con xito por esta vida. Si Verna se iba de la ciudad, yo tendra ms espacio, y los hechos acaecidos en la oscuridad tendran tiempo de borrarse por s solos. Sin embargo, mi corazn se encogi al imaginarme a Verna dirigindose a aquella tierra fangosa, a aquella maraa de olores corporales y rancia piedad, de maldiciones paternas y mediocridad complaciente. Su vida, tan vivida ante m en su momento de insolente floracin, pareca yerma, tanto si la pasaba en Cleveland con Edna y Paul, que trataran de atarla de nuevo a la podrida estaca de las viejas prohibiciones, como si se quedaba aqu con nosotros, en nuestras libertades sin Dios que haban llegado a ser, con el uso diario, extraamente triviales. No poda evitar que mi nimo se hundiese ms y ms, como si hubiese sido yo quien conden a esta criatura a la vida. Hagas lo que hagas dije, de nuevo en tono suplicante, debes conseguir tu certificado. Es lo que dice tambin ella, mi consejera. Pero, por qu? Para que me convierta en una boba como todos vosotros? En la lejana, mirando hacia el Norte, la ciudad con sus tejados en punta perfilados en cobre y asfalto, se confunda en una especie de bosque, verdes lomas salpicadas, cada vez ms escasamente, de ladrillos y que, al ascender se convertan en montes azules, cerro tras cerro, pasando del verde al azul y a un gris insustancial como la niebla. Esta ciudad se extenda tan ancha y multiforme a nuestro alrededor y debajo de nosotros que era ms de lo que la mente y los ojos podan abarcar. Sin embargo, era esto todo? Era suficiente? No pareca serlo. Abajo, en el gran vestbulo neo Art Deco de nice de imitacin, tratamos de calcular lo que costara un billete de ida. Adems dijo taimadamente ella, estn los gastos de viaje. Por qu tengo siempre que sobornarte para que hagas lo que ms te conviene? Porque crees que soy estupenda. No te acuerdas? Yo le haba dado trescientos dlares para el aborto que seguramente costaba menos. Ella pensaba que costaba ms, porque la cosa tena ms alcance, en cierto modo, y la afectaba directamente a ella y no a algo no nacido y tan pequeo como una sardina. Por suerte, mi importante Banco haba instalado una caja automtica en el vestbulo del rascacielos, y la cantidad lmite que se poda percibir en efectivo era de trescientos dlares. Convinimos en esta cifra. La mquina, con un zumbido y algunos chasquidos, acept mi tarjeta, reconoci mi palabra clave (AGNUS) y cont, con ruido sordo y rtmico, los billetes necesarios. DESEA USTED MAS TRANSACCIONES? Apret el botn de NO. Algn da dije a Verna, entregndole el dinero (unos billetes tan nuevos que parecan abrasivos, como de un finsimo papel de lija), tendrs que apaarte sin un to amable que te hace regalos. Mientras tomaba ella el dinero, advert que tena ganas de rer, tan alegre le pareca aquello (los pulcros y frescos billetes salidos de la mquina, un man que hasta ahora se haba librado del contacto humano); pero que, despus, dominaba una reaccin elemental, inmadura.
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Pareces deprimido, Nunc me pinch. Qu te pasa? No te sale todo como esperabas? Promteme una cosa farfull, sin poder contenerme. Que no te acostars con Dale. Con Bozo? Se ech a rer. Su risa rebot en las paredes de nice y su ancha cara tuvo destellos maliciosos entre las dos cruces. Eres demasiado fantasioso me dijo. T sabes la clase de tipos que me atraen. Dale no es atractivo. Ni siquiera es malo, como t. Como espontnea prueba de gratitud, me dio un beso en la mejilla. Lo sent como una gota de lluvia en el desierto.
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Durante casi cuatro semanas, me ha despertado en mi casa el ruido de la escayola de la pequea Paula rascando y golpeando el suelo cuando la nia iba intrpidamente de un lado a otro. Muchas veces, sentado en mi estudio tratando de forzar mi mente a travs de las prevaricaciones y las engredas sinuosidades de la Teologa, nuestra pequea invitada me haba dado la impresin de un guijarro rodando por la escalera, y slo su parloteo me haba indicado que no se haba producido ninguna catstrofe digna de este nombre. Ahora ya le han quitado la escayola en el hospital (donde me haba acompaado la fra y correcta Esther, en vez de la frentica y desvergonzada Verna, y todo el personal era diferente). La inocente criatura anda gimoteando por ah, con la impresin de que ha perdido una parte de s misma. Esta maana ha estado lloriqueando a mi lado en la cama, donde Esther la haba colocado, dirase que irnicamente, en sustitucin de su propio cuerpo. Paula, con sus iris oscuros y brillantes y el blanco de los ojos de un intenso azul, estaba resiguiendo mi cara sin afeitar con sus deditos mojados de baba y sus afiladas y diminutas uas. Da? En las superficies perfectamente convexas de sus crneas haba pequeas y encuadradas imgenes de la ventana junto a mi cama, con sus cristales de colores. Da despierto? Era domingo. La luz de las maanas de domingo tiene una calidad siniestra, y reina en ellas un silencio acusador, con la falta del trfico acostumbrado. Suenan en los rboles gorjeos en clave. Campanas de iglesia repican patticamente. Da levanta orden Paula. Un leve dolor estaba como clavado en los lbulos frontales de mi cerebro. La noche anterior habamos estado en una pequea fiesta hasta muy tarde. Ed Snea celebraba, en su piso de soltero, que su mujer hubiese accedido al fin a concederle el divorcio. La muchacha de caderas lisas y cabellos Rapunzel que haba trado a nuestra fiesta estaba tambin presente ayer, como una especie de fiance informal. Quin les casara? Yo haba bebido demasiado y me enzarc en agrias discusiones con Ed sobre la desmitificacin; y, con un nigeriano, sobre la eficacia del despojo sudafricano. Recordaba que, en medio del tumulto qumico del alcohol asimilado por mi torrente sanguneo, haba gritado que todos los movimientos de protesta en Amrica no son ms que excusas para que jvenes blancos de la clase media se renan, fumen porros y se sientan moralmente superiores a sus padres. De dnde me vendrn estas furiosas opiniones? Cuando las expongo, parecen completamente sinceras. Paula exhalaba un delicado olor a polvos mientras calentaba la cama a mi lado. Alargu una mano sobre su pierna, flexible y pequea, envuelta ahora en un vendaje de color de carne, y la apret ligeramente, para recordarle que ya no llevaba la escayola. Su rostro sufri una convulsin ansiosa, torciendo la boca y sacando el labio inferior, de modo que mostr su cara interna violeta. Empez a gimotear. La saqu de la cama. Mi pijama gris estaba surcado de grandes arrugas a causa de mi sueo inquieto. Era hora de cambiar la colcha por una de verano. Tom en brazos a la angustiada criatura y la llev a la habitacin sobrante, destinada antao a la doncella y convertida ahora en cuarto de la nia. Le cambi el paal. Su piel era deliciosa al tacto, fina e inmaculada, como de seda pero una seda en la que no hubiesen intervenido los gusanos. Yo nunca haba visto unos rganos genitales femeninos tan jvenes. Eran suaves, como
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un panecillo ligeramente tostado y recin sacado del horno. La vest con un mono de pana que tena bordada en el peto una cara de conejito. Esther haba encontrado cajas de ropa infantil de Richie en el tercer piso, detrs de sus olvidadas pinturas. Dnde estaba Esther? Su ausencia se dejaba sentir como una presencia, como una carga elctrica en el silencio de la casa. O el ruido de la ducha detrs de la puerta del cuarto de bao. Baj la escalera y emple el lavabo que haba justo debajo. Sent a Paula en un rincn, donde se dedic a desenrollar hbilmente el papel higinico. Richie estaba en la cocina, viendo dibujos animados, absorto bajo la luz vacilante. Sent a Paula en sus rodillas y puse medio donut azucarado en la mano de la nia. Inmediatamente, la mitad inferior de su cara qued blanqueada, y el azcar en polvo se derram sobre la pana del mono. Richie la acept sobre sus piernas sin quejarse. Desde su llegada, se haba vuelto ms varonil, protector y tutelar. Ya no era el pequeo de la casa. Las dos caras se volvieron hacia la pantalla del televisor, como flores hacia el sol. Tres caras, contando la del peto. A travs de la ventana de la cocina, pude ver a los Kriegman haciendo aerobic en su terraza de madera de secoya. Myron diriga el rito, al parecer en calzoncillos; Sue y sus hijas llevaban atuendos como de payaso, con calentadores de piernas y leotardos de colores chillones. Estaban realizando pasos de danza y rotaciones de pelvis a la sombra primaveral, siguiendo el comps de una de las fugas ms conocidas de Bach. Conque esto era la civilizacin y la salud. Sin embargo, la panza y las seudotetas de Kriegman oscilaban flccidas. No presentaba buen aspecto. Creo que tiene encorvada la espina dorsal, de tanto inclinarse sobre el microscopio. Vio que la observaba y se apresur a saludarme con la mano, lo que le hizo perder el ritmo. Qu sinti Esther al sacar la ropa infantil de la tercera planta? Cundo hicieron el amor, por ltima vez, Dale y ella? Qu se dijeron al despedirse? Sin duda se encarg ella de aliviar la situacin, pues, al ser mayor, estaba ms acostumbrada a poner fin a las cosas; y trat de incitarle para sacarle de la terrible pesadez de la derrota. Su cuerpo desnudo reluce en aquellos puntos donde los huesos comprimen la carne desde dentro. Su lengua y sus manos buscan el ligero contacto dentro del horrible ardor claustral de su desesperado abrazo. l no quiere soltarla. Ella ve sus propios pies descalzos sobre el sucio colchn; sus venas son ms visibles, ms amarillas y azules que deben serlo las de las nias Kriegman (o de Amy Eubank); no puede dejar de fijarse en su propio cuerpo, que es como un traje frgil y complejo que habr que desechar dolorosamente un da, mientras observa el de l, su robustez, su piel como de cera, el vello de sus nalgas y muslos y parte inferior de la espalda indefensa como la panza de un cachorro, el enlace tendinoso de sus brazos con los hombros, el acn a lo largo de su mandbula inferior y que es como una herida a medio cicatrizar, su cabeza sobre el largo cuello doblado en sumisin a este decreto. Ella acaricia con la mano derecha la larga y recta lnea de su cuello, y con la izquierda la hermosa y perecedora dureza y longitud inferiores, mientras su cara sonre detrs de un velo de lgrimas, implicando en su sonrisa una promesa imposible... No poda imaginrmelo del todo. Adems, me deprima tratar de imaginarlo. Uno de estos das, Edna tendr que visitarnos para discutir las cosas. Su hija, su nieta. Yo le he enviado a Verna como un mensaje que ella debe contestar. Su voz ser ms ronca despus de tantos aos; pero no habr cambiado en esencia: vulgar, satisfecha, trivial, sexy. Agradablemente picante, como el olor del propio cuerpo. De un sabor soso pero extraamente delicioso, como las comidas que me serva mi madre, la Alma avarienta de amor, en nuestra soledad. La certidumbre de este contacto, entre el momento presente y la certidumbre de la muerte, era para m como dinero en el Banco, devengaba intereses. Edna deba venir y se llevara
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a Paula. Ciertamente, las cosas se haban desarrollado muy bien. Alguien me haba dicho esto recientemente. Quin? Me serv un segundo zumo de naranja y trat de decidir, qu tomara despus, si Total o un huevo. Los Kriegman se estaban retirando de su galera, en fila india, las damas con su chilln atuendo, como loros. En el jardn de Esther, las azaleas se estaban marchitando, vertiendo ptalos colorados sobre el csped, y los lirios empezaban a brotar. Ella se ha mostrado irritable y abstrada en los ltimos das, cena tarde y duerme ms que de costumbre. Lo ms extrao es que ha dejado de observar su peso. Estoy seguro de que ahora pesa ms de cuarenta quilos. Entr en la cocina vistiendo un severo traje oscuro, con encaje en el cuello. Llevaba el cabello muy bien peinado, con un aire en cierto modo triunfal. A dnde diablos vas? le pregunt. Salta a la vista dijo ella. A la iglesia. Para qu tienes que hacer semejante ridiculez? Oh...! Me calibr con sus plidos ojos verdes. Fuesen cuales fueren las emociones que hubiese experimentado, le haban dejado un destello divertido, un matiz o una semilla de irona. Con su voz sonora y plena de mujer, dijo sonriendo: Para fastidiarte.
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