Braudel,+Fernand.+ +Las+Civilizaciones+Actuales+ (Ocr) + (1966)

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EL CONTINENTE NEGRO

CAPITULO VIMN

EL CONTINENTE NEGRO Y SU PASADO

El Africa negra o, mejor dicho, las Africas negras se en-


cuentran prácticamente encerradas entre dos Océanos y
- dos desiertos: el muy extenso desierto del Sahara, por el
Norte; el importante desierto del Kalahari, por el Sur; el
Océano Atlántico, por el Oeste, y el Océano Indico, por el
Este. Se trata de cuatro barreras poderosas, sobre todo
porque el Africa tabular desemboca mal sobre los espacios
oceánicos vecinos: no cuenta con buenos puertos, ni con
ríos fácilmente accesibles, a causa de los rápidos, de los
saltos de agua y de las acumulaciones de arena que se for-
man en los estuarios.
Pero no por ello estas barreras son infranqueables. Muy
pronto el Océano Indico se vio animado por los veleros que
utilizaban el vaivén de los monzones;-el Atlántico fue con-
quistado por los grandes descubrimientos europeos, a par-
tir del siglo XV; el Kalahari sólo cierra a medias la salida
del Sur; y con la llegada del dromedario a Africa del Nor-
te, en los primeros siglos de nuestra era, se abrieron los
tráficos saharianos: primero, el tráfico de la sal y, más tar-
de, el de los tejidos, que venían del Norte; el de los esclavos
negros y el del polvo de oro provenientes del Sur.
En suma, el Africa negra se ha abierto mal y tardía-
mente al mundo exterior. Sería, sin embargo, un error ima-
ginar que estas puertas y ventanas han permanecido ce-
rradas a lo largo de siglos. La Naturaleza, que en Africa
es un factor determinante imperativo, nunca es la única
en dictar órdenes: muchas veces, la Historia tiene algo que
decir.

t. LOS ESPACIOS

1. Que el determinismo geográfico no es el único factor imperan-


te lo demuestra, desde un principio, el simple estudio de las fronte-
ras, de las zonas marginales del continente negro, que no ocupan más
que una parte de Africa.
116 LAS CIVILIZACIONES ACTUALES

a) Hacia el Norte y el Noreste y el Este, el Sáhara, tabique estanco o


no, se impone como un límite característico del mundo negro.
El Africa negra, como dice el encargado de una Comisión del Mercado
Común, es «el Africa al Sur del Sahara». Desde la costa mediterránea has-
ta el Sahel sudanés, la población de Africa es de raza blanca. Sin duda, hay
que añadir Etiopía a esta Africa blanca. Etiopía posee elementos étnicos
indiscutiblemente blancos, que se han fundido con una población mestiza,
muy diferente, sin embargo, de la de los verdaderos melano-africanos. Más
aún, por su civilización, su religión cristiana (desde el 350 después de J. C.),
por la calidad de su agricultura, que conoce'tanto la ganadería como el
arado, el trigo, la vid, Etiopía es un mundo original y aparte que, en el pa-
sado, ha opuesto resistencia, tanto a los ataques del Islam que había conse:
guido rodearla por todas partes, como, más recientemente, a las potencias
europeas que han intentado aislarla del Mar Rojo y del Océano Indico.
Los prehistoriadores y los etnógrafos creen, incluso, que, en tiempos re-
motos, Etiopía fue un centro de difusión del arado y de los animales do-
mésticos, cuyo gran centro inventivo sería la India. Sin su mediación, la
ganadería, privilegio inesperado de tantos agricultores negros trabajando con
azadón, no sería concebible.
De hecho, hay una extensa zona de Africa Oriental de la que Etiopía
sería el corazón y que se extiende por el Norte hasta los países del Nilo
(hasta la sexta catarata), por el Este hasta las diferentes Somalias desérti-
cas y por el Sur hasta Kenia, e incluso hasta más allá de Kenia. Africa in-
termedia, que no es ni blanca ni negra sino las dos cosas a la vez, que
posee, como el Africa blanca, una escritura (y, por lo tanto, una historia),
una civilización ligada a los grandes centros de irradiación del Norte, indis-
cutiblemente incluida en esa inmensa aventura entre Asia, el Mediterráneo
y Europa. Finalmente, se constatará que el Sahara se prolonga por el Este
de Etiopía, por Eritrea y las Somalias, es decir, una larga zona árida y de-
solada que, ella también, señala un límite al Continente negro.
b) Hacia el Sur, una serie de accidentes históricos paralizan y parali-
zarán por mucho tiempo todavía la expansión natural de Africa negra: en
el siglo xvH, los holandeses, deseosos de establecer «una escala en la ruta de
las- Indias, se instalaron en la extremidad austral del continente, en un país
prácticamente vacío; los ingleses, en 1815, se apoderaron de esta posición
estratégica; entonces, los colonos holandeses, los boers (que quiere decir
agricultores) emigraron hacia el Norte e instalaron en las mesetas herbáceas
del Veld una próspera economía de ganaderos.
Por lo tanto, poco a poco, se fue constituyendo en el Sur del Continente,
como en el Norte, una Africa blanca. Es próspera, enriquecida por las minas
de oro y de diamantes, por sus industrias. Sobre todo, quiere defenderse de
la marea negra (tres millones de blancos, diez millones de negros, 1,5 de
sangre mezclada). La Unión Sudafricana se ha envarádo en una política ra-
cial desesperada (el Apartheid, la segregación) que le ha llevado a la rup-
tura de relaciones con la Commonwealth (1960). Se puede dudar de si este
EL CONTINENTE NEGRO Y SU PASADO : 117

drama es sólo un episodio o, por el contrario, una ruptura definitiva. En


todo caso no puede frenar por sí solo el curso de la Historia.
c) La última excepción, también histórica, es la de la isla de Madagas-
car que hay que colocar fuera del Continente negro, Como se sabe, su po-
blación está formada por dos elementos: los negros bantús, venidos del Con-
tinente próximo, y las tribus malayas venidas del Este, en sucesivas olea-
das. Aúnque estos elementos se han mezclado, existe un predominio de po-
blación bantú en la parte occidental de la isla, y de malayos en la oriental. De
las investigaciones realizadas, todavía muy incompletas, parece deducirse
que la mayoría de la población es mestiza. En esta fusión étnica, los indo-
nesios y los africanos se encuentran en la proporción de una a dos, pre-
dominando el elemento africano.
Sin embargo, a la diversidad étnica se opone una fuerte unidad cultural, en
la que lleva la mayor parte el elemento indonesio. La lengua malgache es indo-
nésica, las técnicas agrícolas y artesanas son, indudablemente, indonesias: *“rotu-
ración mediante el fuego, azada de mango largo, arrozales inundados, cultivo del
taro, del ñame, del plátano, animales domésticos, tales como el perro, el cerdo
negro, las aves de corral..., pesca del cachalote, de la tortuga, piragua de batan-
gas, caza con lanzas, con cerbatanas, con frondas; trenzas de canastas y de es-
teras que constituyen lo más importante del mobiliario...” Estos navegantes vinie-
ron, probablemente, por el Norte y no en línea recta. La prueba (prueba frágil,
pero prueba, a pesar de todo), es que las islas Mascareñas, la Reunión, Mauricio,
Rodrigo, permanecieron desiertas hasta el siglo Xvt, cuando debían de haber
sido las etapas naturales, por no decir obligatorias, de todo viajero que fuera
en línea recta, por mar, de Insulindia a Madagascar.
Por lo tanto, son la historia y la civilización del Océano Indico las que
han anexionado a la gran isla y las que la han arrancado del Continente
africano. Pero la proximidad de éste contribuye en la actualidad a unir su
destino con el de la joven República malgache.

2. Para la comprensión del mundo negro, la geografía tiene la


primacía sobre la historia. Los marcos geográficos son los más sig-
nificativos aunque no sean los únicos que cuenten.

a) Arboles y hierbas.
El clima explica la sucesión de las extensas zonas de árboles y de hier-
bas que implican géneros de vida necesariamente diferentes:
Hacia el Oeste, el agua de las lluvias ecuatoriales permanece donde ha
caído y forma la inmensa masa de la selva virgen, análoga a la selva ama-
zónica o indonesia, que se extienden por las mismas latitudes.
Es “la selva-esponja, saturada de agua, con los macizos espesos de árboles gi-
gantes, con el monte bajo embrollado, oscuro y silencioso, resistente a cualquier
intento de roturación, hostil al establecimiento humano e, incluso, a la circulación,
salvo. la que se hace por los ríos; región de vida precaria, aislada, basada en la
pesca y en la caza”. Es, por excelencia, la zona refugio en la que subsisten los
pigmeos, supervivientes de aquellos negrillos que, probablemente, han constituido
la primera población de Africa.

Esta selva es más amplia por el Norte que por el Sur del Ecuador y bor-
dea al Golfo de Guinea en su fachada septentrional, de Liberia al Camerún.
118 LAS CIVILIZACIONES ACTUALES

Está interrumpida por las sabanas arbóreas y las plantaciones de palmeras


del Dahomey meridional. Hacia el Este, la selva ecuatorial termina con la
misma cuenca del Congo, en el límite de los altos relieves del Africa oriental.
Alrededor de la inmensa selva se extienden de manera concéntrica los
bosques tropicales, cada vez más secos: las sabanas arbóreas (altas hierbas.

GEOGRAFIA DE AFRICA

Petróleo
Gas naturo!

Hierro
Cobre A OH
Petróleo

9 Centro industrial
A Presa:construida
o en poyecto
Vegetación Mediterránea
E) Desiertos :
Tomojales y oltas hierbas : ce Hu
Sabonas A
Selva , E INDICO
E Cuttivos de irrigación -
eran Port Elisabeth
1.000 Km.

bosquecillos de árboles), los bosques en terrazas a lo largo de los cursos de


agua, las sabanas desnudas. Y, por último, las estepas.
-Humanamente, se distinguen dos zonas: una y otra con períodos alter-
EL CONTINENTE NEGRO Y SU PASADO 119

nados de lluvia y de sequedad, la primera zona de ganadería, la segunda sin


ganadería (a causa de la mosca tsé-tsé).
En las zonas de ganadería, que son las más dinámicas del Africa negra,
ésta se ha añadido en cierta manera a una cultura de azadón omnipresente.
Y es que, en efecto, los animales no son utilizados como animales de tiro.
Se cultivan, según los casos, el mijo, el sorgo, el ñame, el maíz, el arroz; y,
destinados fundamentalmente a la exportación, se cultivan el algodón, el
cacahuete, el cacao, sin olvidar la palmera aceitera, una de las riquezas fun-
damentales de Nigeria.
En todo caso, es evidente que la gran división se establece entre estos
dos tipos de vida rural, con o sin animales domésticos. Y que, hacia el
Norte y el Este, la zona exterior, que practica la cría de ganado, es forzosa-
mente la que, al ser más rica, más equilibrada, más abierta al exterior, desde
hace mucho tiempo, ha sido el gran escenario de la historia.
b) Las grandes zonas étnicas.
Los melano-africanos, de los que no se debe creer, ni por un solo ins-
tante, que constituyen una sola y única raza, se dividen, grosso modo, en
cuatro grupos étnicos: los pigmeos, que son una reliquia muy atrasada
y Casi salvaje (su lenguaje apenas es articulado); en los límites del desier-
to del Kalahari, los pequeños grupos arcaicos de los Khoi-Khoi (Hotento-
tes) y de los San (Bosquimanos); los pueblos sudaneses de Dakar a Etio-
pía; los bantús, de Etiopía al Africa Austral.
Los dos grandes grupos son los sudaneses y los bantús, uno y otro uni-
dades, ante todo, lingúísticas y culturales. Los bantús, sin duda originarios
del Africa de los Grandes Lagos, han conservado una mayor cohesión que
los sudaneses. Pero unos y otros admiten múltiples y profundas diferencias,
debidas ya sea a los avatares de la historia, ya sea a las diferencias regio-
nales. En lo que se refiere a los sudaneses, hay que tener también en cuenta
los mestizajes con los pueblos islámico-semitas, dadas las infiltraciones de
moros, de peúhls, bereberes islamizados, pastores que, por otra parte, se
van sedentarizando cada vez más.
Un mapa étnico detallado del Africa negra termina con cualquier me-
moria que no posea una sólida experiencia sobre el terreno; señala con-
* flietos sin fin, movimientos migratorios, avances de unos, retrocesos de otros.
De ahí las mezclas y las tensiones que se pueden observar a través de todo
el continente negro, ya que el poblamiento se hizo, antaño y más reciente-
mente, por oleadas sucesivas que han sido recubiertas o rechazadas unas
y otras. Por el momento, nada es aún absolutamente estable. Es evidente
el interés que tienen todas estas corrientes migratorias, con sus fechas, sus
direcciones y su velocidad. Y un investigador hábil no debe encontrar difi-
cultades insuperables en su estudio, ya que es raro que «los habitantes de
un pueblo desconozcan el pueblo de origen de los fundadores de su comu-
nidad».
Quizá sea entre 12% y 15% de latitud Norte, en zona de poblamiento sudanés,
donde se observe el máximo de estas tensiones. El ejemplo más típico es el de
las poblaciones rechazadas que son conocidas con el nombre de paleo-negríticas
120 LAS CIVILIZACIONES ACTUALES

(en la suposición verosímil de que se trate de las poblaciones más antiguas, exclui-
dos los pigmeos). Poblaciones de primitivos que viven de la caza y de la recolec-
ción; o de agricultores, empeñados en fertilizar unas tierras montañosas, con fre-
cuencia muy pobres, que logran, gracias a un cultivo de huerta intensivo, mante-
ner densidades de 50 habitantes por kilómetro cuadrado y aún más, y que ocupan,
por lo general, posiciones fuertes, fáciles de defender. Es el caso de los dogones,
los más septentrionales de estos pueblos fuertemente arraigados, y de todos los
“pueblos desnudos” de Africa: “Coniaguis y Basaris, de Guinea; Bobos o Lobis,
de la Costa de Marfil; Nankasas, del Ghana moderno; Kabrei y Sombas, de Togo;
Dahomey, Fabis y Angus, de Nigeria.” Se trata siempre de pequeños grupos étni-
cos, minúsculas manchas en un mapa étnico.
A escala de los amplios conjuntos entre el bosque ecuatorial y el Sahara, con-
viene citar los nombres de los Tocolores, Mandingas, Bambaras, Hausas, Yorubas,
y de los Ibos, estos dos últimos, pueblos que forman las dos densas masas de po-
blación de la: poderosa Nigeria, el país más rico y más poblado del Africa negra.
Todos estos pueblos tienen sus propias creencias, sus modos de vida,
sus estructuras sociales, umas culturas que nunca son exactamente las mis-
mas. Esta diversidad concede un inmenso interés a Africa, en donde las
experiencias varían de un extremo al otro, contínua y ampliamente, y en
donde forzosamente los destinos de conjunto son muy difíciles de esbozar.
«Con frecuencia, las zonas-refugio de indígenas que en su resistencia no
quieren aceptar ninguna autoridad exterior, están situadas en la vecindad
de las capitales de más alto grado de desarrollo.»
En conclusión, la diversidad de los colores de la piel, que va del negro
más oscuro de los sudaneses, a la piel clara, tirando a amarilla de los ho-
tentotes y de los bosquimanos, no es más que la expresión antropológica y
fisiológica, de una diversidad mucho más esencial de los hombres, de las
sociedades y de las culturas.

3. Este continente soporta y ha soportado numerosas penurias


y graves debilidades de conjunto.
Sería imposible enumerarlas todas ni demostrar cómo su intensidad va-
rió con las diferentes épocas. Hemos señalado que lo poco abierto que es-
taba el mundo negro sobre el exterior suponía un obstáculo serio porque
todo progreso en la civilización se ve favorecido por las relaciones e inter-
ferencias entre civilizaciones. Este encerramiento relativo explica las lagu-
nas importantes que no se colmaron (y quizá sea mucho decir) hasta la
llegada de los europeos y la instalación de las grandes colonizaciones. Se
constata, por ejemplo, el desconocimiento de la rueda, del arado, del ani-
mal de tiro, de la escritura (salvo en Etiopía, pero ésta no es decididamen-
te parte integrante del Africa negra; salvo en los países muy pronto isla-
mizados de la costa oriental y de los países sudaneses, pero entonces, la es-
critura éra debida al Islam).
Estos ejemplos prueban que, con frecuencia, las influencias exteriores
sólo se infiltraron, gota a gota, hacia la inmensidad de Africa al Sur del
Sahara.
Así lo demuestra el problema tan discutido, y no por ello resuelto, de las in-
fluencias del Egipto faraónico sobre las sociedades negras. Se han encontrado per-
EL CONTINENTE NEGRO Y SU PASADO : 121

las de cristal, en el Gabón; una pequeña estatua de Osiris, en Malonga, en el Sur-


este del ex Congo belga; otra, al Sur del Zambeze. Se trata de pruebas muy te-
nues, pero que, de todas manera, abren perspectivas sobre la posibilidad de ciertas
relaciones de poca intensidad, concretamente en el extenso campo del arte y de las
técnicas del arte (como la fundición con cera).
Por el contrario, hay que admitir que la llegada de ciertas plantas exte-
riores, del arroz del Extremo Oriente, del maíz, de la caña de azucar, de
la mandioca, son, probablemente, aportaciones tardías. No conciernen al
antiguo Continente negro, que, seguramente, no las conoció.
Otras inferioridades son: el escaso grosor (que, sin embargo, no lo ex-
plica todo) de las tierras cultivables lateríticas rojas (el rojo vivo señala,
- por el contrario, los suelos gruesos, pero escasos); la brevedad, a causa del
clima, de los días válidos para los trabajos agrícolas; la insuficiencia re-
gular de una alimentación de carne de la que la mayor parte de la población
parece haber sido privada.
La mayoría de las tribus africanas sólo consume carne con motivo de las gran-
des fiestas, Las cabras y las ovejas que los agricultores kikayus de Kenia crían en
«algunos baldíos alrededor de sus campos de labor se reservan para los sacrificios y
las ceremonias públicas. Sus vecinos nómadas, los pastores Masai viven del produc-
to de sus rebaños, pero los animales les son demasiado necesarios como para poder
matarlos. La carne, la carne que da fuerza y virilidad, es por doquier escasa, am-
bicionada y codiciada por todos como expresa crudamente esta canción de caza de
los pigmeos:
En el bosque por el que no pasa nadie, salvo tú,
cazador, alegra tu corazón, deslízate, corre,-salta,
porque la carne está delante de tus ojos, la enorme y alegre carne,
la carne que se mueve como una colina,
la carne que alegra tu corazón,
la carne que vas a asar en tu hogar,
la carne en la que se hincan los dientes,
la hermosa carne roja, la sangre que se bebe caliente.
Pero, a pesar de todo, no se deben cargar demasiado las tintas. En pri-
mer lugar, porque en el pasado de Africa se pueden constatar antiguas pro-
- gresiones, a una velocidad que nada tiene que envidiar a los progresos de
. la vieja Europa. Evidentes consecuciones son también observables en el
dominio del arte, y no solamente en lo que se refiere a los admirables bron-
ces y marfiles de Benin (siglos X1-Xv) o a los no menos admirables tejidos de
diferentes fibras vegetales. Finalmente, y sobre todo, porque Africa conoce
desde hace mucho la metalurgia. La del hierro, desde el año 3.000 a. de J. C.
Sería absurdo y, sobre todo, inexacto, pretender que los negros sólo cono-
cieron el hierro con la llegada de los portugueses al Cabo Bojador. Dispusie-
ron de armas de hierro con mucha anterioridad. Los procedimientos meta-
lorgicos de los habitantes de Rodesia se perfeccionaron, seguramente, desde
la Edad Media. El trabajo del estaño es conocido en la Alta Nigeria, pro-
bablemente, desde hace 2.000 años. Y, como detalle significativo, se debe
insistir en que se ha observado con frecuencia en las sociedades negras la
existencia de poderosas y temidas castas de herreros, relacionadas, con cer-
teza, con tradiciones muy antiguas.
122 LAS CIVILIZACIONES ACTUALES

II. RECORRIDO A TRAVES DEL PASADO DEL CONTINENTE NEGRO

Se conoce mal el largo pasado de Africa negra al igual que €l de todos


los pueblos que han ignorado la escritura, y cuya historia sólo nos ha lle-
gado a través de una tradición oral, de las investigaciones arqueológicas O
de los relatos de testigos exteriores y circunstanciales.
De este pasado confuso sobresalen, sin embargo, tres series de hechos:
a) El auge de ciudades, de reinos y de imperios, todos ellos de civili-
zaciones y sangres mezcladas.
- b) La trata de negros, que viene desde muy antiguo, pero que cobró
proporciones diabólicas
en el siglo xvi con la puesta en valor del conti-
nente americano, tarea demasiado pesada para que Europa pudiera, por sí
sola, llevarla a cabo.
c) Finalmente, la instalación brutal de las potencias europeas, las cua-
les, en la Conferencia de Berlín (cuya acta final fue en 1855), terminaron de
repartirse sobre un mapa lo que todavía quedaba sin dueño teórico, en el
extenso continente, mitad desconocido, y desde entonces totalmente colo-
nizado.

1. En Africa negra, la historia sólo favoreció la eclosión de for-


mas nolíticas y culturales superiores, allí donde existían, por una par-
te, los recursos asociados de la agricultura y de la ganadería; y allí
donde estaba asegurado, por otra parte, el contacto con el exterior,
ya sea a lo largo de las franjas saharianas, ya sea a lo largo del océa-
no Índico. Es allí donde se encuentran los antiguos imperios y las an-
tiguas y prósperas ciudades.

De esta manera va diferenciándose una Africa particular, cuyo pasado es


relativamente conocido, con sus sociedades y sus culturas organizadas en
Estados, de otra Africa, «intersticial», que se nos escapa, históricamente ha-
blando. Refiriéndose a los indígenas de las costas atlánticas del Sahara, un
descubridor portugués del siglo XvI, decía con desprecio: «¡Ni siquiera
tienen reyes!» Por lo tanto, hay una Africa con reyes, de la que la Historia
tiene un conocimiento relativo, y una Africa sin reyes, perdida en la noche
de los tiempos.
Africa negra se ha desarrollado, pues, sobre dos de sus más largos már-
genes, aquellas en los que le ha sido posible entrar en contacto con el Is-
lam. Este contacto no siempre ha sido pacífico y agradable. Muchas veces
se ha tratado de colonización, pero por el hecho mismo de esta coloniza-
, ción, el Africa negra ha podido respirar sobre el exterior,
a). Las ciudades musulmanas del Africa Oriental y el Monomotapa.
Los primeros resplandores iluminan la costa oriental de Africa. Esta,
desde varios siglos antes de la era cristiana, había entrado en contactó con
Arabia y con la India peninsular. Sin embargo, sólo con la primera expan-
sión musulmana del siglo vi se establecieron relaciones continuas entre
Arabia y Persia, por una parte, y Africa Oriental, por la otra. A partir del
EL CONTINENTE NEGRO Y SU PASADO . : 123

año 648, surgen una serie de establecimientos comerciales: Mogadiscio, So-


fala, Melinda, Mombasa, Brava, Zanzíbar, este último fundado en 739 por
los árabes del Sur'de la Península, mientras que Kilva sólo será fundada en
el siglo X por habitantes de Chiras, en Persia, los «Chirasi»,
Estas ciudades conocieron una actividad bastante grande en razón del
comercio de esclavos, del márfil y del oro, ya que éste abunda en una ex-
tensa región, detrás de Sofala, y del cual testimonian los geógrafos árabes,
como Masudi (916) y Ibn al Wardi (975). La localización de los campos
auríferos y de las minas parece ser la meseta del Matabelé, entre el Zam-
beze y el Limpopo, y, probablemente, aunque se haya sostenido lo contra-
rio, la región actual del Transvaal. Se trata de oro en polvo o en lingotes.
Todo este comercio está en relación, por los monzones, con la India, de
donde vienen el hierro y el algodón.
Sustancialmente africanas, estas ciudades sólo tienen una pequeña mi-
noría de colonos árabes o persas; por lo demás, tienen una mayor relación
con la India peninsular que con Arabia. Su primacía alcanza su apogeo en
el siglo Xv, pero aún en esta época su economía sigue siendo premonetaria
(economía de trueque), por lo menos en los tráficos con el interior del país
africano. Lo que no quiere decir que éste no saque provecho de ello. En lo
más profundo del continente africano se instalaron ciertas construcciones
políticas, entre ellas el Reino de Monomotapa, en Rodesia del Sur (Monene
Motapa: señor de las minas), sin duda más célebre que realmente conocido,
y que parece ser que fue destruido en el siglo Xvt por el Mambo (soberano)
le los Rowzi.
En la actualidad se cree que el establecimiento de los portugueses en el
océano Indico, después del viaje de Vasco de Gama (1498) no ha supuesto
un golpe de muerte para las ciudades comerciales de la costa sudafricana.
Esta civilización mixta, medio árabe, medio africana, siguió floreciendo tie-
rra adentro, en el interior del continente que las ciudades costeras no intenta-
ron sojuzgar. Las ruinas de la costa de Kenia y de Tanganika, que eran con-
sideradas, hace tiempo, como ruinas de la Edad Media, parece que de hecho
son de los siglos XvIt, XvItI e incluso XiX. Recordemos de paso un detalle
que caracteriza al conjunto de estas ciudades: el uso generalizado de la
porcelana china, azul y blanca.
b) Los Estados del recodo del Niger nos llevan a otra frontera cultu-
ral con el Islam, agitada y fructífera.
Hemos dicho que el contacto con las costas y con el tráfico del Sahara
fue aumentado a principios de la era cristiana, con la llegada del dromeda-
' rio al Africa del Norte y sobre las pistas desérticas del Sahara. El aumento
del comercio (de oro y de esclavos), la multiplicación de las caravanas die-
ron lugar a que el Africa blanca (de los camito-semitas) fuera ganando te-
“rreno sobre el país de los negros (el Bled es Sudan de los árabes).
Parece ser que el primer imperio, Ghana, fue creado hacia el año 800 (es, por
tanto, contemporáneo de Carlomagno), y su capital, Ghana, proverbialmente consi-
derada como rica, estaba situada en Kumbi Saleh, a 340 kilómetros al norte de Ba-
mako, en la frontera del Sahara. Es posible que haya sido fundado por hombres de
piel blanca, venidos del norte. En todo caso, Ghana pronto pasó a ser propiedad
124 LAS CIVILIZACIONES ACTUALES

de los pueblos negros que pertenecen a los soninka, rama de los pueblos mandes
(estos últimos formando parte de los mandingos). Atacada por los musulmanes
en 1077, la capital fue tomada y destruida.
Pero como se mantuvo el tráfico del oro (de los campos auríferos del Senegal,
del Benué y del Alto Niger), pronto apareció otro imperio, ligeramente desplazado
hacia el este, en beneficio de los mandingos y de la religión islámica: es el ¿imperio
del Malí (que se extiende hasta la desembocadura del Niger). Durante el reinado de
Kankan Musa (1307-1332), que hizo la peregrinación a la Meca, llegan a las orillas
del Niger numerosos mercaderes y letrados. Tombuctu se convierte entonces en
una flamante capital, a la que acude regularmente el pueblo nómada de los tuaregs.
Estos, al apoderarse más tarde de la ciudad, contribuirán a la decadencia del Im-
perio.
Un nuevo avance hacia el Este dará entonces origen a la prosperidad del Im-
perio Songhai (capitales Gao y Tombuctu). Se vio favorecido por sus relaciones
con la Cirenaica y las hazañas de Sonni Ali (1464-1492), la personalidad más im-
portante, sin ninguna duda, de todos estos fundadores de imperio. Sonni Ali no
fue un musulmán muy ortodoxo, pero la derrota de su sucesor por el usurpador
Mohammed Askia supone la victoria decisiva del Islam en este nuevo Imperio.
En todo caso, han pasado los años de gloria de los imperios nigerianos:
la ruta marítima descubierta por los portugueses saca el oro de los países
negros hacia el Atlántico y, sin terminar enteramente con los tráficos saha-
rianos, los debilita considerablemente. Es en el ámbito de esta evidente re-
gresión donde se sitúa la conquista de Tombuctu y la ruina del imperio
Songhai, en 1591, por una expedición marroquí conducida por renegados de
origen español. El sultán de Marruecos, Muley Ahmed, debió el éxito de
esta expedición el sobrenombre de Al Mansur (el Victorioso) y de Al Deh-
bi (el Dorado). No obstante, la expedición constituyó una decepción tre-
menda para sus autores que la habían emprendido con la idea de ir hacia
la conquista fabulosade los países del oro. El sultán sólo mantendrá una
soberanía formal y lejana sobre estos países pobres en los que se suceden,
entre 1612 y 1750, nada menos que 120 pachás, simples juguetes en manos
de las guarniciones moras que les elegían y, cuando les convenía, se libra-
ban de ellos.
En el siglo XvHm, en los países nigerianos, se reparten el poder de he-
cho, los nómadas y los bambara de Segou y del Kaarta. Ha pasado la épo-
ca de los grandes imperios: era el rico comercio transahariano el que ha-
bía provocado y mantenido su brillante y precoz existencia. Su muerte fue
consecuencia de la desaparición de este comercio.
c) El caso de Benin.
La existencia de estos grandes Estados no debe llamar a engaño: fue-
ron una excepción. El Estado corriente del Africa negra rara vez ha co- *
nocido semejante amplitud. Así, por ejemplo, el de Benin, floreciente desde
el siglo Xi y que alcanzó, en el Xv, una cierta perfección artística, tuvo una
pobre extensión. Se trata, fundamentalmente, de una apertura, por lo de-
más mal organizada, en la densa masa de la selva ecuatorial, que los vien-
tos lluviosos acumulan entre el Golfo de Guinea y las mesetas interiores. *
Se sitúa en país yoruba, del delta del Níger a la ciudad actual de Lagos,
en una región muy pronto urbanizada.
Su reputación es mayor que su extensión. Tuvo la ventaja, y al mismo
EL CONTINENTE NEGRO Y SU PASADO 125

tiempo la desventaja, de ponerse muy pronto en contacto con las rutas del
Norte, con los ricos clientes de El Cairo y sus artistas y, más tarde, con los
portugueses; tuvo la ventaja, también en razón de estas relaciones, de ser
un centro artístico importante de escultores de marfil y de fundidores de
bronce. Y. no es la aburrida historia de los príncipes de Benin la que puede
explicar este asombroso y extraordinario logro artístico. Según la explica-
ción del africanista Paul Mercier, hay que tener en cuenta la gran densi-
dad humana de los países yoruba en general, y del Benin en particular, su
estructura urbana y, finalmente, el clima, que hace posible en esta región,
cerca del Golfo de Guinea, la existencia de dos períodos de lluvia (el doble
paso del sol por su cénit) y, por lo tanto, de dos cosechas anuales en vez
de una.

2. La trata de negros: no cabe duda de que el hecho más impor-


tante que aparece en el siglo XV, y se desarrolla en el XVI, es la trata
de negros que, a pesar de las prohibiciones oficiales, se perpetuó en el
Atlántico Norte hasta 1865 aproximadamente, y en el Atlántico Sur
hasta más tarde todavía, y que persistirá hasta el siglo XX en las
rutas que conducen hacia el Este, al Mar Rojo.

La trata de negros no ha sido una diabólica invención de Europa. Fue


el Islam, al haber entrado muy pronto en contacto con el Africa negra a
través de los países, entre el Níger y Darfur, y a través de sus mercados con
Africa oriental, el primero en practicarla al por mayor, por lo demás por
las mismas razones que moverán más tarde a Europa: falta de hombres
para múltiples y muy pesados trabajos. Pero el comercio de hombres ha si-
do un hecho general de todas las humanidades primitivas. Tampoco fue el
Islam, civilización esclavista por excelencia, el que inventó la esclavitud ni
el comercio de esclavos.
Quedan numerosísimos documentos de la trata de negros (en los Archi- :
vos comerciales de Europa, en los Archivos del Nuevo Mundo) de los que
se pueden extraer estadísticas y series de precios. Esta historia de cifras.
en sí misma desagradable, no constituye ciertamente toda la historia de la
trata de negros; pero, en todo caso, es una dimensión necesaria.
En el siglo Xv1, las llegadas anuales a América son del orden de 1.000
a 2.000; en el xvtit, de 10.000 a 20.000; los mayores efectivos fueron alcan- :
zados en el siglo x1x, en los últimos años de trata tolerada y legal, llegán-
dose a 50.000 por año. Estas cifras no son seguras y tampoco lo son los
cálculos globales que se pueden hacer para evaluar la cifra total de negros
transportados al Nuevo Mundo, Los más verosímiles son los de P. Rinchon,
que oscilan alrededor de los catorce millones, cifra superior a la estimada
en 1842, por Moreau de Jonnes (12 millones) e inferior a la del demógrafo
Carl Saunders; que se inclina por la de veinte millones, probablemente poco
- verosímil. En efecto, daría una media anual de casi 60.000 esclavos, para los
tres siglos y medio, de 1500 a 1850. Es una cifra que no concuerda con las
posibilidades de los transportes.
Además, en estos cómputos hace falta saber si se trata de las salidas
126 LAS CIVILIZACIONES ACTUALES -

- de Africa o de las llegadas al Nuevo Mundo, ya que la captura y el trans-


* porte de los hombres, en unas condiciones de viaje extremadamente duras,
. provocaban una enorme cantidad de pérdidas. Por ello, los estragos resul-
tantes, únicamente de la trata europea, sobrepasan con mucho, sin duda, a las
: cantidades que preceden. La trata ha supuesto un enorme desgaste humano
para el continente negro.
Este desgaste es tanto más catastrófico cuanto que las sangrías hechas por
el Islam no cesaron, sino que, por el contrario, aumentaron desde el final
del siglo xvi. Entonces se vio llegar a El Cairo caravanas procedentes de
Darfur trayendo 18 a 20.000 esclavos: de una sola vez. En 1830, tan sólo
. el sultán de Zanzíbar percibía los derechos anuales sobre 37.000 esclavos;
en 1872, de 10 a 20.000 esclavos dejaban anualmente Suakim camino de
Arabia. La trata islámica afecta, pues, a primera vista, a masas humanas
más considerables aún que las afectadas por la trata europea, frenada for-
zosamente por lo largo de los viajes marítimos sobre el Atlántico, las di-
mensiones relativamente restringidas de los barcos, y más tarde por la abo-
lición de la trata proclamada repetidas veces en el curso del siglo xIx, lo
que prueba que el tráfico se seguía llevando a cabo a pesar de las prohibi-
ciones, pero con las dificultades que implica todo contrabando.
V. L. Cameron (1877) calcula en 500.000 el efectivo anual de estas pér-
didas debidas al Islam, por el Norte y el Este, y concluye: «Africa perdía
sangre por todos sus poros.» Sólo se puede aceptar esta enorme cantidad a
título de beneficio de inventario, pero el movimiento es indudablemente de
una extremada amplitud, suponiendo una espantosa pérdida de población,
catastrófica para el continente negro.
El problema que se plantea entonces es saber en qué medida este balan-
ce catastrófico ha sido, o no, compensado por el pueblo negro, por su ex-
pansión demográfica.
Hacia 1500, la población de Africa era del orden de 25 a 35 millones
de habitantes, comprendida Africa blanca, segiíín los cálculos de los his-
* toriadores; en 1850 es, por lo menos, de 100 millones. Es decir, que a pe-
sar de que Africa sufrió la sangría de las tratas esclavistas. se produjo, no
obstante, una progresión demográfica. Fue, pues, una humanidad en creci-
miento la que soportó el horrible comercio de esclavos. Lo que explica la pro-
longación de éste hasta tiempos recientes. Claro está que esto es sólo una
hipótesis. o
Reconozcamos sin ambages que la trata europea terminó cuando América no
tuvo ya necesidad urgente de ella, El emigrante europeo, que iba también misera-
blemente amontonado en las bodegas de los barcos, vino a sustituir al negro en el
' camino hacia el Nuevo Mundo en la primera mitad del siglo xrx hacia los Estados
- * Unidos y en la segunda mitad del siglo hacia América del Sur.
En descarga de Europa, hay que decir que siempre hubo reacciones de piedad
_ y de indignación respecto de la esclavitud de los negros. No eran protestas pura-
mente formales, puesto que un buen día acabaron consiguiendo la abolición de la
esclavitud y provocando el movimiento de Wilberforce en Inglaterra para la libe-
ración de los negros,
Sin afirmar por ello que una de las tratas de negros (la que iba en dirección a
América) ha sido más humana que la otra (la que iba en dirección al Islam), hay
EL CONTINENTE NEGRO Y SU PASADO 127

que subrayar que hoy día existen en el Nuevo Mundo verdaderas Africas vivas.
Importantes núcleos étnicos se han desarrollado y perpetuado hasta nuestros días
en el Norte y en el Sur de América, mientras que ninguna de estas Africas exiladas
ha sobrevivido en Asia o en tierra del Islam.

3. No se trata aquí de hacer el proceso, y menos aún el elogio, de


la colonización europea de Africa, sino simplemente de señalar que
esta colonización tiene, como casi todos los fenómenos que resultan
de los choques entre civilizaciones, un activo y un pasivo culturales.
Admitir que el choque de la colonización ha resultado muchas veces
decisivo y, en último término, beneficioso para las estructuras sociales, eco-
nómicas y culturales de los pueblos negros colonizados,.no equivale a to-
mar el partido de la colonización, de sus horrores, de sus atrocidades o de
sus innegables bufonadas (compras de amplios territorios a cambio de algu-
nos rollos de tela o de un poco de alcohol). De hecho, la última gran aven-
tura de la expansión europea tuvo lugar como consecuencia del acta final
del Congreso de Berlín de 1885. Y si este tutelaje tardío ha sido de corta
duración (menos de un siglo), el encuentro se hizo a un ritmo muy rápido,
cuando Europa y la economía mundial se encontraban en pleno auge.
Es una sociedad industrial adulta, exigente, disponiendo de medios mo-
dernos de acción y de comunicación, la que se ha enfrentado y la que ha
invertido sus capitales en el mundo negro. Y éste fue un receptor de ma-
yor movilidad de la que le concedían los etnógrafos hasta hace poco, capaz
de asimilar"los objetosy las formas que Occidente le proponía, y, sobre to-
do, de reinterpretarlos y de cargarlos de un sentido nuevo, de relacionarlos
siempre que era posible, con los imperativos de su cultura tradicional.
Incluso en Africa del Sur, en donde el mundo bantú ha sido sometido a
un aculturación, tanto más acelerada cuanto que la industrialización y la
urbanización han sido llevadas más lejos que en otras partes, el negro evo-
lucionado, que vive a la manera occidental, sigue y quiere seguir ligado a
los tabús heredados de su pasado, aunque sólo sea en lo que concierne al
matrimonio, a la función de los hermanos, del hijo mayor o del hijo me-
nor. Para no dar más que un ejemplo, el pago de la dote al padre de la
novia se hace en la actualidad en dinero, pero el dinero se trueca por ca-
bezas de ganado, de acuerdo con las antiguas costumbres.
Al hablar de un cierto haber activo de la colonización, no sólo pensa-
mos en los bienes puramente materiales, carreteras, ferrocarriles, puertos,
embalses, puestas en marcha de explotaciones del suelo y del subsuelo, que . *
los colonizadores han instalado con fines altamente interesados. Este lega-
do, por muy importante que parezca a veces, sería de poca utilidad y emi-
nentemente perecedero, si los herederos no hubieran adquirido inmediata-
mente, en el curso de la penosa experiencia de la colonización, la posibilidad
de una utilización racional en la actualidad. La enseñanza, un cierto nivel
de la técnica, de la higiene, de la medicina, de la administración pública,
son los mejores bienes legados por los colonizadores, la contrapartida po-
sitiva de las destrucciones realizadas por el contacto europeo en las vie-
jas costumbres tribales, familiares y sociales, sobre las que reposan toda la
128 LAS CIVILIZACIONES ACTUALES

organización y toda la cultura. Nunca se podrá decir hasta qué punto han
actuado en este sentido las consecuencias y la novedad del trabajo asala-
riado, de la economía monetaria, de la escritura, de la propiedad inmobilia-
ria individual. Sin duda, se trata de nuevos golpes contra el viejo régimen
social. Pero estos golpes son necesarios para la evolución que está en curso.

AFRICA Y SUS DIVERSIDADES INTERNAS

LEONA
LIBERIA
COSTA de MARFIL

CABINDA

ÁFRICA del
SUDOESTE
Bl
ww Grupo de Casablanca
E unión de Estados Africanos RERUBLICA
ASUTOLAND
(TB Grupo de Monrovia SUDAFRICANA
ETD unión Africana y Malgache

4. Por el contrario, la colonización ha tenido una importante con-


secuencia negativa al recortar a Africa en una serie de territorios,
franceses, ingleses, alemanes, belgas o portugueses. cuyas divisiones
se perpetúan hoy en una serie de Estados independientes, demasiado
numerosos, una “balcanización” de Africa, como se ha dicho a veces:
EL CONTINENTE NEGRO Y SU PASADO 129

¿Hay que considerar acaso a estas divisiones como un mal sin remedio,
divisiones las unas artificiales, las otras obedeciendo a razones de orden geo-
gráfico y las menos a razones de tipo cultural? Cabe preguntarse si constl-
tuirán un obstáculo para ciertos sueños de unidad africana o, por lo menos,
para la realización de un Mercado Común africano. Pero no es seguro que
Africa esté madura para la unidad política o incluso cultural. No son sola-

AFRICA Y EL OCCIDENTE

MAURITANIA] |
LL INIGER]
¡SHAD]
MYOLTAR '

SIERRA LEONA A 0

MARFIL

DÍISWAZILAND

DelsuroLano
Poises asociados a la
mn Comunidad Europeo.
MD Paises de la Commonwealth

mente las viejas fronteras administrativas coloniales las- que determinan la


fragmentación. Son también las diversidades internas étnicas, religiosas e in-
cluso lingúisticas. El principal reproche que se puede hacer a las divisiones
nacionales de hoy día es, sin duda, el no haber sido trazadas obedeciendo a
estas diversidades culturales, Pero esto no era posible hace más de un siglo.
130 LAS CIVILIZACIONES ACTUALES

Otro reproche más grave aún: al suministrar a los pueblos negros el


instrumento útil de una lengua común internacional y “moderna la coloniza-
ción le ha gastado una broma pesada a Africa al suministrarle, por lo me-
nos, dos: el francés y el inglés. Es de temer que todo el contenido que una
lengua trae consigo y vuelca en la enseñanza, las costumbres de pensamien-
to, tienda a separar a Africa, en su esfuerzo de reunificación, en dos masas,
una francesa y otra inglesa. No parece posible que una de las dos consiga
hundir a la otra, que la ventaja del número, por ejemplo, que posee el Afri-
ca inglesa sea suficiente para reducir a un Africa francesa culturalmente más
fuerte, dotada desde hace mucho más tiempo de una enseñanza válida que
le ha asegurado unos cuadros políticos y administrativos sólidos, en la ac-
tualidad su mejor garantía de éxito.
No por ello es menos lamentable, para el futuro de la unidad africana,
que esta importante división venga a añadirse a todas las que la historia y
la geografía, con excesiva generosidad, se han encargadó de dar a Africa.

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