La Antropología

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LA ANTROPOLOGÍA

La antropología estudia la diversidad de las realizaciones


socioculturales del ser humano, incluida la emergencia misma de los
humanos en sus entornos ecológicos. La antropología no está
limitada en su objeto específico. Toda realidad pertinente para la
comprensión de lo humano puede formar parte de su campo de
investigación. Por ello, los antropólogos están habituados a la
flexibilidad de los enfoques teóricos. Su formación consiste
normalmente en un cuerpo de teoría clásica que, progresivamente,
se va especializando en algún área concreta de interés. En la
actualidad, estas áreas son innumerables: procesos económicos,
técnicas y tecnologías, formas de conocimiento, prácticas
lingüísticas, formas simbólicas, políticas, religiosas, jurídicas,
educativas, escenarios corporales y subjetivos, formas de
estructuración social según diferencias étnicas, de género, etcétera.
En cualquiera de estos campos —entre muchos otros—, los
antropólogos intentan ampliar el conocimiento acerca de cómo los
seres humanos producen sociedad y cultura.

Debido a sus orígenes históricos, la antropología es identificada a


menudo como una ciencia especializada en el estudio de sociedades
muy diferentes de la nuestra, «otras sociedades». Sin embargo —
especialmente a lo largo de las últimas décadas—, los antropólogos
hemos llegado a comprender que tal diferencia conceptual entre
«nosotros» y «los otros» se convierte en ficticia, una vez que
aprendemos a mantener un adecuado extrañamiento de lo propio.
Hoy la antropología rechaza toda forma de exotismo, pues nada es
realmente externo a su verdadero objeto considerado del modo más
general: la acción social humana situada en concretos entornos de
práctica.
La flexibilidad teórica de la antropología se corresponde con una
metodología de investigación que es también extremadamente
flexible. La etnografía basada en trabajo de campo antropológico es
la marca distintiva de la disciplina; así como sus variantes
etnohistóricas, basadas en documentación. El proceso metodológico
de la etnografía concluye en un texto narrativo que toma por objeto
acciones y experiencias humanas en entornos concretos. Durante el
trabajo de campo, el investigador obtiene una experiencia de
comunicación con las personas, y de participación en sus escenarios
vitales. La entrevista, la observación de acciones situadas, y la
producción de documentos suelen mencionarse como componentes
fundamentales de esta metodología. En realidad, esos tres
componentes acogen una diversidad de técnicas concretas tan
amplia y flexible como podamos imaginar.
La antropología basa todo su potencial de producción de
conocimiento en la facultad que poseemos los seres humanos para
hacer inteligible el comportamiento de los seres humanos. Por eso,
la antropología es una ciencia social reflexiva. Una parte
fundamental de esa reflexividad consiste en el reconocimiento de
que la habilidad interpretativa del investigador no puede
desarrollarse en solitario; sino que depende crucialmente de la
incorporación de las voces y experiencias de las personas. Así
considerada, la antropología es una ciencia basada en el diálogo
sociocultural, lo que la convierte en una disciplina con grandes
posibilidades de aplicación a las situaciones que los propios agentes
sociales consideran como problemáticas.

La antropología estudia a la humanidad, sus sociedades del presente y del pasado, así como las
diversas culturas y formas de organización e interacción social que ha creado. Conoce y analiza la
diversidad étnica, los procesos de continuidad y cambio sociocultural, las formas de organización
social y, en general, todas las expresiones de la variabilidad humana. Incursiona en el conocimiento
del proceso de hominización y, en ese marco, analiza la co-evolución del Homo sapiens sapiens con
otras especies animales y su relación con el medio ambiente.

Es una disciplina que cuenta con diferentes campos de conocimiento o áreas de especialización
que se han venido desarrollando durante más de un siglo. En este periodo se ha caracterizado por
estar en continuo debate y generación de nuevos conocimientos, lo que le ha permitido abonar al
entendimiento y comprensión de las sociedades humanas, tanto del presente como en el pasado.
En todo este tiempo, también ha creado un amplio bagaje teórico y metodológico, gracias al cual,
se ha distinguido de otras ciencias sociales y naturales.

La antropología ha tenido un importante desarrollo a lo largo de los siglos XX y XXI. Desde su


consolidación, se interesó por conocer a las otras culturas y la interrelación entre el hombre y el
medio ambiente. A lo largo de este tiempo, se ha nutrido del trabajo empírico obtenido durante
estancias prolongadas en pueblos y comunidades diferentes a la sociedad y cultura del
investigador, o bien, en el meticuloso trabajo de reconstrucción arqueológica a partir de los restos
materiales dejados por las culturas y civilizaciones ya desaparecidas. El estudio de la alteridad y la
obtención de información de manera directa y de primera mano, ha sido una de sus características
distintivas. Asimismo, ha contribuido al estudio de los antepasados del género Homo y de otros
primates vivos diferentes del humano.

Aunque la antropología nació para estudiar a las culturas diferentes a la propia, a lo largo del siglo
XX y hasta el presente, su objeto de estudio se ha ampliado y diversificado. Ahora ya no sólo se
estudia a grupos y culturas ajenos, pues cada día avanza en el estudio de la cultura y la sociedad a
la que pertenece el antropólogo. Entre los temas y problemas de su interés antropológico se
encuentran un cúmulo de fenómenos sociales y culturales a los que el antropólogo se aproxima de
una manera específica y propia de la disciplina, donde el trabajo etnográfico, la excavación
arqueológica y la observación participante constituyen sus principales herramientas. Así, el
antropólogo aporta al conocimiento de los procesos de identidad colectiva, tales como las
identidades étnicas, nacionales o religiosas y otras expresiones de identidad social. Asimismo,
analiza diversas formas de organización social y busca explicar las estructuraciones en torno a la
desigualdad social originada por las distinciones de clase, etnia, género y nación. La antropología
también estudia los sistemas jerárquicos, sea en sociedades con o sin Estado, así como la manera
en que las jerarquías y relaciones de poder se relacionan con los procesos políticos
contemporáneos. De igual forma, incursiona en el estudio de las migraciones internas e
internacionales, las relaciones entre cultura y poder, la familia y sistemas de parentesco; y el papel
de los objetos en la reproducción social, entre otras cosas.

La antropología es una ciencia social que se dedica al estudio de todos los aspectos de la
naturaleza humana. Es un término de origen griego, compuesto por las palabras anthropos, que
quiere decir 'hombre' o 'humano', y logos, que quiere decir 'conocimiento' o 'ciencia'.

Es, por tanto, la ciencia que coloca en el centro de sus investigaciones al ser humano.

La antropología estudia todos los fenómenos humanos, por lo que su campo de estudio son las
sociedades, tanto las antiguas como las presentes. Esta ciencia toma en cuenta los cambios que
han afectado a la especie humana a lo largo del tiempo. Analiza la diversidad étnica, la diversidad
cultural, las costumbres sociales, las creencias, los procesos de transformación, etc.

Los estudios antropológicos muestran la diversidad cultural que existe y ha existido a lo largo de la
historia. Lo que ha contribuido a fomentar el respeto y la tolerancia hacia creencias y culturas
divergentes.

Ramas de la antropología

Como ciencia social, la antropología está abierta a la integración de varias disciplinas que
reflexionan sobre las dimensiones biológicas, sociales y culturales. Sus principales áreas son:

Antropología física o biológica

Estudia los aspectos genéticos y biológicos del hombre tomando en cuenta la perspectiva evolutiva
y de adaptación de la especie al medio ambiente. Dentro de esta disciplina se pueden distinguir
especialidades como la antropología genética, la antropología forense, la paleoantropología, entre
otras.
Ver Antropometría

Antropología social, antropología cultural o etnología

Analiza el comportamiento del ser humano en la sociedad. Estudia la organización social y política,
tanto las relaciones sociales, como las instituciones. Investiga las culturas a lo largo del tiempo y en
su propio espacio. Las costumbres, los mitos, los valores, las creencias, los rituales, y la religión son
objeto de estudio de la antropología.

De esta mirada se desprenden, a su vez, áreas como la antropología urbana, de parentesco,


filosófica o de religión. Asimismo, algunos autores incluyen en esta categoría la arqueología.

Antropología lingüística

Se centra en el estudio y comprensión de los lenguajes humanos, en cuanto sistemas de


representación simbólica.

Historia de la antropología

Antecedentes

La reflexión sobre la sociedad, el hombre y su comportamiento tiene sus antecedentes en la


Antigüedad Clásica. Sus fundamentos están en el pensamiento de los grandes filósofos,
especialmente el griego Heródoto, considerado el padre de la historia y la antropología.

También pueden señalarse como antecedentes los relatos de viajeros, misioneros y comerciantes
sobre los hábitos de los nativos de las tierras descubiertas tras los viajes de Colón y otros
navegantes alrededor del globo.

A partir del siglo XVIII, se impulsa el estudio tanto de las ciencias como de las humanidades. Esto se
debe, en buena medida, a las inquietudes del movimiento de la Ilustración. En ellas, las
investigaciones en el ámbito social y cultural comienzan a ganar espacio. En ese contexto, los
debates sobre la condición humana fueron muy importantes para el desarrollo de los estudios
antropológicos.

Origen de la antropología

La antropología como campo específico de estudio tiene su origen en la segunda mitad del siglo
XIX, al igual que la sociología. Se diferenciaba de esta (y otras áreas de estudio humanístico) en el
hecho de que la antropología se abocaba a la investigación de sociedades remotas. Por lo general,
sociedades ajenas culturalmente a la sociedad occidental, que eran consideradas "simples" o
"primitivas".

A lo largo de su primera etapa, la antropología estuvo fuertemente influenciada por el


evolucionismo social. De esta manera se relacionó con las teorías de Darwin acerca de la evolución
de la especie humana.

Esta idea intentó aplicarse también como ley general para estudiar los fenómenos socioculturales.
Además, el siglo XIX estuvo marcado por el desarrollo del colonialismo y el imperialismo. No es de
extrañar, por tanto, que en sus primeros años la antropología tuviera una mirada "etnocéntrica".

La antropología en el siglo XX

A partir de la segunda mitad del siglo XX, la antropología comienza a estudiar todo tipo de culturas,
incluidas las modernas. Esto se produce cuando los procesos de modernización alcanzan también a
sociedades lejanas.

En efecto, a partir del siglo XX la antropología inicia un proceso de cambio en el cual se van
transformando sus enfoques, métodos y propósitos hasta consolidar una antropología "moderna".

En este sentido, se considera que Claude Lévi-Strauss fue, por excelencia, uno de los principales
impulsores de ese cambio. Fue el padre del estructuralismo en las ciencias sociales. Además,
ejerció una notable influencia gracias al desarrollo de su teoría de la alianza, el estudio de los
procesos mentales del conocimiento del ser humano y el análisis estructural de los mitos.

Corrientes actuales de la antropología social y cultural

Muchas de las corrientes actuales de la antropología social y cultural buscan evitar posibles sesgos
históricos. También abarcar campos de estudio que no habían sido tratados en los siglos
anteriores.

En este sentido, encontramos estudios sobre género, postcolinanismo, interculturales, dialógicos y


postimperialistas, entre otros.

A diferencia de muchas ciencias, la antropología tuvo un origen tardío. Surgida


a mediados del siglo XIX, la denominada ciencia total del hombre es una
disciplina compleja. En sus albores, el antropólogo no era antropólogo. Era un jurista
que fungía de visitador colonial, sirviente a los intereses de los imperios y empresas
como la British East India Company.

Etimológicamente, el concepto antropología está compuesto por los vocablos


griegos ἄνθρωπος que significa “hombre” y λόγος que significa “conocimiento”.
Según la American Anthropological Association, la antropología “es el estudio de lo
que nos hace humanos”; es decir, el estudio del ser humano.

Como organismos vivos, no solo somos resultado de emociones, genes, clases


sociales o ideologías políticas. Más que algo específico, un ser humano es una
sumatoria de aspectos.

Para comprender la antropología debemos cavilar sus dos grandes dominios:


la antropología sociocultural (encargada del ser humano social) y la antropología
biológica (encargada del ser humano biológico).

Sobre la base de tales, la antropología cuenta con diversas especialidades destinadas


a estudiar los diversos aspectos que componen al ser humano.

La antropología cultural es el estudio de las manifestaciones culturales (mitos,


ceremonias, creencias, vestimenta, música, costumbres, dialectos, etcétera).
Vinculada a la anterior, se encuentra la antropología social o el estudio de las
relaciones y estructuras sociales.

El estudio de organizaciones humanas (empresas, escuelas, universidades o


instituciones gubernamentales) es denominada antropología organizacional. Mientras
la disciplina encargada del estudio evolutivo del ser humano, es llamada antropología
evolucionista.

Otras especialidades como antropología política, antropología económica,


antropología del género, antropología religiosa, antropología urbana, antropología del
diseño, antropología de la música, antropología psicológica, antropología cognitiva,
neuroantropología, antropología genética o antropología criminal complementan el
estudio del ser humano.

Según el blog Ciencias Antropológicas, la antropología tendría 45


especialidades reconocidas.

Sin embargo, a pesar que vivimos en un mundo humanamente diverso, la


antropología es una disciplina olvidada. Debates sobre su estatus
científico (Lende, 2010) hacen de la ciencia de lo humano una segunda –o tal
vez tercera– opción.
A despecho de una tendencia que parece irreversible –más aún cuando ya han
decretado su irrevocable muerte (Reynoso, 1992) o fin (Jebens y Kohl, 2011)–, hay 5
razones por las cuáles la antropología es una disciplina que merece mayor atención.

1. Observación desde el interior


Para explicar el mundo, la ciencia necesita observar. Ciencias como la física o
la meteorología observan las propiedades de la materia o los fenómenos climáticos
mediante herramientas sofisticadas.

Del mismo modo, la sociología o la psicología observan la conducta social o individual


de las personas mediante técnicas como la encuesta o la entrevista. La antropología
también observa al ser humano, aunque de manera particular.

Algunas veces el antropólogo se limita a observar el fenómeno bajo


estudio: observación pura. La mayoría de las veces, no solo observa, sino también
participa en las dinámicas que observa: observación participante. Mientras, en otras
ocasiones, observa y participa sin que nadie lo sepa: observación interna.

Observar un fenómeno desde el mismo fenómeno –o, citando a Clifford Geertz,


estudiar aldeas en aldeas– brinda una imagen muy distinta que si lo observamos
desde el laboratorio. Estar en el lugar de las interacciones por breve tiempo no es
lo mismo que formar parte de esas interacciones por un tiempo largo.

Uno de los hitos más representativos lo estableció Bronislaw Malinowski –el padre del
trabajo de campo etnográfico, según algunos– a inicios del siglo XX. Para estudiar el
sistema comercial kula, Malinowski convivió por aproximadamente 2 años con
los trobriandeses de Papúa Nueva Guinea: dormía con ellos, comía con ellos,
trabajaba con ellos, es decir, era un trobriandés más.

Actualmente, su obra Los argonautas del Pacífico occidental (publicada en 1922)


constituye obligatorio referente para la carrera, así como para cualquiera que realice
investigación etnográfica.
Bronislaw Malinowski con los trobriandeses. (SciHi.org)
Hoy, no hay ciencia social que no recurra a la observación participante como método
de recolección de datos (Kawulich, 2005). No obstante, la antropología ha sabido
amaestrarla y sacarle provecho desde que se fundó como disciplina.

Gracias a su desarrollo, la antropología ha podido estudiar diversos fenómenos muy


de cerca, incluyendo el espionaje (Price, 2000). Sin duda alguna, observar un grupo
humano, desde el mismo grupo humano, en convivencia, nos dará una imagen más
objetiva que si lo observamos desde un lejano escritorio.

2. El valor de la etnografía: una mirada holística


Antes que analítica, la antropología es sintética. Los antropólogos, antes de
descomponer las partes de un fenómeno, prefieren relacionarlas y organizarlas entre
sí.

A primera vista, puede parecer un despropósito epistemológico, considerando


que analizar es parte esencial de la investigación científica. Sin embargo, no es
que la antropología no analice, sino que su objetivo es aprehender al fenómeno
observado tal y como se muestra.

Cuando el antropólogo estudia un problema específico (i.e. pobreza o elección de


pareja), no solo considera los factores determinantes (i.e. modelo económico o
personalidad), sino también otros capaces de influir.
Al estudiar la pobreza no solo estudiará cómo esta se ve determinada por el
modelo económico, sino también por el desarrollo urbano o el nivel
educativo. Asimismo, en referencia a la elección de pareja no solo se interesará por
la personalidad, sino además por los valores, el atractivo físico o la inteligencia.

Para brindar un panorama completo, comprendiendo la mayor cantidad de factores, la


antropología recurre a la descripción sistemática e integral de un fenómeno específico
o, en otras palabras, a la etnografía.

Como técnica de investigación, la etnografía comprende los múltiples aspectos de un


fenómeno con la finalidad de obtener una comprensión global del mismo (Atkinson,
Coffey, Delamont, Lofland y Lofland, 2007). Mediante la etnografía, la antropología
ofrenda su principio metodológico más importante: el holismo.

La antropología
descubre las interrelaciones entre distintos modelos científicos del ser humano. (SNU.edu)
Mediante una imagen panorámica, el antropólogo observa el bosque en vez de
solo los árboles. Según Malinowski (1986), “[e]l etnógrafo que se proponga estudiar
sólo religión, o bien tecnología, u organización social, por separado, delimita el campo
de su investigación de forma artificial, y eso le supondrá una seria desventaja” (p. 28).

Gracias a dicho principio, la antropología presupone la naturaleza compleja de los


fenómenos humanos. La corrupción, por ejemplo, es un reconocido fenómeno
económico y político; sin embargo, investigaciones antropológicas demostraron que
también es un fenómeno social y hasta ritual (Torsello, 2015).
La razón del intrínseco holismo antropológico radica en su naturaleza
disciplinar. Cuando la antropología se fundó, la ciencia moderna ya se había
establecido.

Así, los antropólogos que exploraban las diversas sociedades humanas tenían por
objetivo contrastar si las leyes que gobernaban Occidente también podían gobernar
fuera de su zona de confort. Y la única forma de saberlo era estudiando dichas
sociedades holísticamente, resaltando la interdependencia de sus componentes. Para
ello, la antropología invoca a la cultura.

3. La naturaleza omnipresente de la cultura


Aparte de ciencia total de hombre, la antropología también es conocida como
la ciencia de la cultura. No obstante, aunque la cultura no constituya su objeto
primigenio de estudio (sino el medio a través del cual estudia al ser humano), la
antropología le ha brindado un nuevo significado.

A mediados del siglo XVIII, la noción de cultura (del alemán Kultur) refería al
conocimiento moderno e ilustrado. No fue necesario mucho tiempo para demostrar
que las llamadas sociedades primitivas también tenían cultura.

A mediados del siglo XX, los antropólogos estadounidenses Alfred Kroeber y Clyde
Kluckhohn (1952) recopilaron 164 definiciones de cultura organizadas en 7 grupos:
descriptivas, históricas, normativas, psicológicas, estructurales, genéticas e
incompletas. Para los autores, la noción de cultura es clave y equivalente a las de
gravedad (para la física), enfermedad (para la medicina) o evolución (para la
biología) (p. 3).

Hoy, la noción de cultura forma parte del bagaje conceptual de las ciencias sociales,
generando múltiples definiciones. Disciplinas como psicología, economía o sociología
han creado diversas subespecialidades (i.e. psicología transcultural, economía cultural
o sociología cultural) para comprender cómo la cultura influye sobre sus respectivos
objetos de estudio.

Sumemos, además, la influencia que ejerce en la economía conductual, la psicología


evolucionista o la psicología cognitiva. Todas ellas proponen concepciones de cultura
con las que la antropología sabe discrepar.

En síntesis, hay dos maneras de concebir la cultura: como totalidad (aplicable a la


antropología) y como elemento de esa totalidad (es decir, como variable, aplicable al
resto de disciplinas). Al concebirla como una totalidad compleja e histórica, los
antropólogos “estudian la cultura desde el interior y se resisten a tratarla como una
variable independiente” (Astuti y Bloch, 2012: 458).
No obstante, diversas propuestas académicas conciben la cultura como una variable
que entra en conflicto con otras (i.e. nivel socioeconómico o sistema político) o, peor
aún, que puede ser descontada de la ecuación.

Prestigiosos científicos, como el psicólogo evolucionista David Buss (1989) o el


psicólogo y genetista Robert Plomin (2018), consideran que la cultura es oponible a
la biología en la determinación de la conducta humana. Sin embargo, concebir la
cultura como variable, constituye todo un riesgo.

Una defensa de la importancia de la cultura la dio el psicólogo Scott Barry


Kaufman (2008), en referencia a la heredabilidad del coeficiente intelectual. Según
Kaufman el entorno determina a pesar de no variar, pues negarlo “[e]s como decir que
el agua no tiene influencia en el desarrollo de un pez porque todos los peces viven en
el agua” (Kaufman, 2008). Que el entorno sea determinante a pesar de su no
variabilidad reconoce la naturaleza omnipresente de la cultura.

Considerando este principio, diversos estudios corroboran el papel determinante de la


cultura en desarrollo organizacional (Baiorunos, 2017), economía (World Bank, 2016),
salud (Napier, 2017), educación (Weale, 2014), corrupción (Hira, 2016),
cognición (Colagè y d’Errico, 2018) y hasta evolución (Henrich, 2011).

Esto conlleva a que la antropología considere los fenómenos bajo análisis


como fenómenos culturales, al ocurrir dentro de marcos culturales que los posibilitan y
explican.

Términos como cultura política, cultura cívica, cultura vial, cultura empresarial, cultura
ambiental, cultura escolar, cultura universitaria, cultura financiera, cultura de consumo,
cultura deportiva, cultura primate o cultura científica –incluyendo los polémicos cultura
de corrupción o cultura de la violación– rememoran la idea de totalidad.

A este respecto, es más atinado decir que la antropología no estudia la cultura


sino las culturas, ya que dicha pluralidad admite que no estamos solos en este
mundo.

4. Un cuestionamiento radical de la racionalidad occidental: la diversidad


humana
Uno de los mayores hitos de la historia de la humanidad –el descubrimiento de los
Nuevos Mundos– ha sido patrocinado por la antropología. Como ciencia total del
hombre, ha estado siempre dedicada al estudio de la diversidad humana, la cual no es
una cuestión accesoria, sino fundamental.

Para el antropólogo Joseph Henrich, “[g]ran parte de las investigaciones sobre el


comportamiento humano y la psicología supone que todos comparten los procesos
cognitivos y afectivos más fundamentales, y que los resultados de una población son
aplicables en todos los ámbitos” (Henrich, Heine y Norenzayan, 2010: 29).

Conocer la diversidad
humana es labor de la antropología. (Genetic Literacy Project)
Dicha población recibe el nombre de WEIRD (del inglés raro o extraño), un acrónimo
cuyas letras refieren a las principales características de dicha población: Western
(occidentales), Educated (profesionales), Industrialized (tecnológicos), Rich
(adinerados) y Democratic (democráticos).

Considerando que la mayoría de investigaciones –sobre todo las experimentales–


recurren a un tipo muestral (estudiantes universitarios), dejando por fuera a las
grandes mayorías, “[e]s extraño […] que los artículos de investigación asuman de
manera rutinaria que sus resultados son ampliamente representativos” (Ibíd.).

Mientras muchos científicos ven la generalización como un logro, el antropólogo es


cauto: la única manera de generalizar sobre el ser humano es mediante un
profundo conocimiento de la diversidad humana.

Desde sus orígenes, la antropología demostró empíricamente aquellas nuevas formas


de ser humano, cuestionando las leyes del mercado (economía), la sociedad
(sociología), la mente (psicología), el lenguaje (lingüística), la religión (teología), la
moral (ética), la historia (historia) y la evolución (antropología y biología).

La evidencia comprobó que las sociedades no-WEIRD tienen diferentes formas de


consumo, modelos societales, personalidades, lenguajes, creencias, códigos
morales, historias y formas de desarrollo sociocultural y biológico. La
antropología había descubierto múltiples antropologías.

Esta labor todavía prosigue, considerando el auge que muestran las “disciplinas etno”:
etnohistoria, etnopsicología, etnopsiquiatría, etnobotánica, etnomedicina, etnopolítica,
etnolingüística, etnomatemática, etnobiología, etnomusicología, etnozoología,
etnoprimatología y hasta etnomarketing.

Así, la antropología posibilitó un radical cuestionamiento de la racionalidad occidental


al punto que, actualmente, diversos psicólogos que fungen de economistas ganan
premios Nobel por demostrar que no existe un actor racional fuera de Occidente –algo
que la antropología sabía hace casi un siglo (Danese y Mittone, 2017).

Para estudiar estas formas exóticas de ser humano no hace falta viajar a lejanos
rincones del planeta. La antropología ha demostrado que no solo es
posible cotidianizar lo extraño, sino también extrañar lo cotidiano, mediante el estudio
antropológico de nuestra propia sociedad (lo que algunos llaman antropología de la
modernidad).

¿Resultado? No somos tan racionales como creemos. Al exponer el lado más


exótico, primitivo y salvaje de los otros, también nos expusimos a nosotros
mismos. Parafraseando a Bruno Latour, nunca fuimos modernos.

Sin embargo, gracias a la antropología las nuevas generaciones han aprendido que
ser diferente no es motivo de temor ni burla. Derrumbando el mito de las razas
humanas o demostrando la existencia de múltiples géneros, hemos pasado del asco a
la admiración.
Hoy, el respeto de la diversidad sociocultural constituye el axioma de una justa vida en
sociedad. Si la psiquiatría desmitificó al loco, la antropología desmitificó al otro y, al
mismo tiempo, a nosotros.

5. Una ciencia comprensiva del ser humano


Para Henrich et al. (2010), reconocer el potencial de la diversidad humana no significa
renunciar a la búsqueda de la naturaleza humana; al contrario, “este reconocimiento
ilumina un viaje hacia la naturaleza humana que es más emocionante, más complejo y
[…] más consecuente de lo que se ha sospechado anteriormente” (p. 29).

Las distintas ciencias que estudian el fenómeno humano han tenido aportes valiosos.
Desde sus perspectivas, neurociencias, ciencias cognitivas, psicología, sociología,
economía, ciencia política, biología, psiquiatría o genética han dibujado lo que hoy
conocemos como ser humano.

Sin embargo, la antropología se distingue por subir un peldaño más en la


investigación social: la comprensión. Y dado que uno no puede comprender a una
neurona, un gen o un trauma, lo único capaz de ser comprendido es el ser humano
como tal.

Según el antropólogo Davide Torsello (2015), “[p]ara entender un hecho social, es


crucial observarlo como persona local, y no solo como científico” (p. 160). Al
aprehender lo que la disciplina llama el “punto de vista nativo” o “perspectiva del actor”
(y no alejándose, como haría el científico promedio), la antropología no solo describe,
correlaciona o explica un evento, sino que también lo comprende.

Esto, sin duda, implica un cuestionamiento a la racionalidad científica pues


apunta a cómo utilizamos los conceptos (nuestro marco teórico) para entender
el mundo.

De ahí que muchos antropólogos eviten extrapolar conceptos surgidos en Occidente


(intercambio, transgénero, estrés, coima, líder, etcétera) para emplear las categorías
nativas: kula, potlatch, gumsa-gumlao, quariwarmi, mal de susto, karoshi, guanxi, big
men, mana, totem, kanashibari, ubuntu, Dios, etcétera. Desde esta perspectiva, la
antropología es una antiepistemología. Y es que, para comprender, hay que
reflexionar y, por momentos, hasta callar.

Es mediante la comprensión que se configura el fin supremo de la antropología:


sobrevivir esa frustrante lucha interna –pero necesaria, hoy más que nunca– entre el
saber y el no saber, entre el todo y las partes, entre el otro y el yo.

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