Tema 27
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O. Introducción
1. Derechos y deberes del trabajador
1.1. Derechos básicos
2. El modo de prestación: Deber de diligencia
3. Categoría y clasificación profesional
3.1. Sistemas de clasificación profesional
3.2. Ascensos
3.3. Anomalías de clasificación
4. El deber de buena fe
4.1. Efectos del incumplimiento
4.2. Breve referencia al deber de no concurrencia
5. El poder de dirección del empresario: manifestaciones y limitaciones
5.1. La dimensión contractual del poder de dirección
5.2. El poder de dirección excepcional: manifestaciones
5.3. Límites al poder de dirección
6. El poder disciplinario: faltas, sanciones y procedimiento sancionador
6.1. Faltas y sanciones laborales
6.2. Procedimiento sancionador
7. Conclusión
8. Bibliografía
0. Introducción.
En el complejo mundo de las relaciones laborales hemos de estudiar cuál será el alcance de los
derechos que lo trabajadores tienen en el marco de su particular relación de trabajo, pero no sólo
veremos sus derechos, sino también tenderemos que ver cuáles son los derechos que tiene el
trabajador, ya que la relación laboral está marcada por un recibir, pero también por un dar.
Tendremos que ver cuál será el alcance de las obligaciones concretas de los trabajadores y a qué
reglas deberán ajustarse.
No debemos olvidar que la mayoría de los casos lo que es un deber para el trabajador es un
derecho para el empresario y viceversa.
En España las normas que regulan las relaciones de empleo están reunidas en el denominado
“Estatuto de los Trabajadores”, instituido, en su forma refundida, por el Real Decreto
Legislativo 2/2015, de 23 de octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley del
Estatuto de los Trabajadores, (en adelante E.T.).
Este Real Decreto Legislativo reglamenta la aplicación de la legislación española a todas las
relaciones de trabajo en el territorio nacional y, también, aquellas que sean realizadas por sus
trabajadores contratados al servicio de empresas nacionales en el extranjero.
Así el artículo 4 del E.T. establece que los trabajadores tienen como derechos básicos con el
contenido y alcance que para cada uno disponga su específica normativa, los de: Trabajo y libre
elección de profesión u oficio; libre sindicación; negociación colectiva; adopción de medidas de
conflicto colectivo; huelga; reunión e información, consulta y participación en la empresa.
Los derechos básicos, reflejo de los derechos recogidos en la Constitución Española, aparecen
desarrollados unos en el E.T. y otros en normas especiales como el derecho de huelga.
Aunque todos estos derechos están contenidos a lo largo de todo el E.T., se destacarán a
continuación sólo aquéllos que se recogen en el art 4, por estar relacionados directamente con la
prestación de servicios.
Esta forma de actuar del empresario ocasiona un perjuicio psíquico y profesional al trabajador,
ya que es ofensivo recibir el salario sin trabajar y, por ello, éste tiene derecho a:
Exigir la remuneración correspondiente, sin que pueda hacérsela compensar con otro
trabajo realizado (art 30 E.T.).
Formular demanda ante el Juzgado de lo Social solicitando la extinción del contrato
por incumplimiento grave por parte del empresario, con la correspondiente
indemnización (art. 50 E.T.).
Estas opciones no pueden ejercitarse por el trabajador cuando se deba a fuerza mayor,
falta de materias primas no imputable al empresario, etc.
Los actos u omisiones del empresario contrarios al derecho a la ocupación efectiva de los
trabajadores constituyen infracciones graves sancionables.
El E.T. en su artículo 23 dice que, siempre que el trabajador curse con regularidad estudios
para la obtención de un título académico o profesional, tendrá derecho a:
Al disfrute de los permisos necesarios para concurrir a exámenes, así como una
preferencia a elegir turno de trabajo.
A la adaptación de la jornada ordinaria de trabajo para la asistencia a cursos de
formación profesional.
A la concesión de los permisos oportunos de formación profesional con reserva del
puesto de trabajo.
A la formación necesaria para su adaptación a las modificaciones operadas en el
puesto de trabajo. La misma correrá a cargo de la empresa.
Los trabajadores con al menos un año de antigüedad en la empresa tienen derecho a
un permiso retribuido de 20 horas anuales de formación vinculada al puesto de trabajo
acumulables por un periodo de hasta cinco años.
Derecho a la no discriminación.
Según el artículo 4 E.T., en consonancia con la Constitución, los trabajadores tienen derecho a
no ser discriminados directa o indirectamente para el empleo, o una vez empleados, por razones
de sexo, estado civil, condición social, religión, ideas políticas, entre otras.
Tampoco podrán ser discriminados por razón de discapacidad, siempre que se hallasen en
condiciones de aptitud para desempeñar el trabajo o empleo de que se trate.
Debido a que la actividad laboral es siempre generadora de riesgos, las empresas deben
dispones de los medios necesarios para prevenir y evitar cualquier consecuencia que pueda
derivarse de los mismos.
El coste de las medidas relativas a la seguridad y la salud en el trabajo no debe recaer en modo
alguno sobre los trabajadores (art. 14 Ley 31/1995 LPRL).
El trabajador cuenta con la facultad de solicitar la resolución del contrato de trabajo, con
derecho a indemnización, ante decisiones del empresario que menoscaben su dignidad.
Las lesiones a la dignidad e intimidad del trabajador, también pueden ser acreedoras de sanción,
siendo constitutivas de infracción administrativa muy grave.
Solo podrán realizarse registros sobre la persona del trabajador, en sus taquillas y efectos
particulares, cuando sean necesarios para la protección del patrimonio empresarial y del de los
demás trabajadores, dentro del centro de trabajo y en horas de trabajo. En su realización se
respetará al máximo la dignidad e intimidad del trabajador y se contará con la presencia de un
representante del personal, o en su ausencia, de otro trabajador, siempre que ello fuera posible.
(Art. 18 E.T.).
El empresario podrá adoptar las medidas que estime más oportunas de vigilancia y control para
verificar el cumplimiento por el trabajador de sus obligaciones y deberes laborales, guardando
en su adopción y aplicación la consideración debida a su dignidad humana (art. 20 E.T.)
Puntualidad en la remuneración.
El trabajador, y su representante legal autorizado para ello, tendrán derecho a percibir anticipos
a cuenta del trabajo ya realizado sin que llegue el día señalado para el pago.
El interés por mora en el pago de los salarios será el 10% de los adeudado, es anual, y la cuantía
será proporcional al tiempo de retraso transcurrido entre la fecha en que debió pagar el salario y
aquella en la que efectivamente se abonó.
Por otro lado, el rendimiento o eficacia del trabajador debe ser distinguido de su productividad;
esta, aunque influida por aquél, depende de muchos otros factores que al trabajador son en gran
medida ajenos (organización del trabajo, grado de capitalización…). En expresión de la
jurisprudencia, no se puede confundir la producción de la empresa con la productividad de sus
trabajadores.
Señalar que el sistema de clasificación profesional pasa a tener como única referencia el grupo
profesional con el objetivo de sortear la rigidez de la noción de categoría profesional y hacer de
la movilidad funcional ordinaria un mecanismo de adaptación más viable y eficaz.
Puede y debe decirse que cada trabajador posee una cualificación, que se tiene en cuenta al
tiempo de contratar y a lo largo de la ejecución del contrato de trabajo, en virtud de la cual se le
clasifica profesionalmente.
Del grupo profesional con que se contrata el trabajador, en virtud del cual se le clasifica
profesionalmente, dependen en gran parte sus obligaciones y sus derechos.
Por ello, el grupo profesional es clave en la determinación del objeto de contrato de trabajo; más
aún, siendo aquel objeto o cosa servicios a prestar personalmente.
El grupo suele comprender una gama más o menos extensa de trabajos posibles. Salvo pacto
inicial expreso y preciso, al empresario corresponde especificar las prestaciones que le son
debidas dentro del margen de la cualificación.
En defecto de acuerdo habrá que acudir a la costumbre, conforme al art. 3.1.d. del E.T.
3.2. Ascensos.
El E.T. en su artículo 24.2, establece, los ascensos se ajustarán a criterios y sistemas que tengan
como objetivo garantizar la ausencia de discriminación directo o indirecta entre mujeres y
hombres, pudiendo establecerse medidas de acción positiva dirigidas a eliminar o compensar
situaciones de discriminación del sexo, especificación de la regla general de los art. 4 y 17, y
manda que para ascender se tenga en cuenta la formación, antigüedad y méritos y las facultades
organizativas del empresario. En lo demás, se remite a las normas sectoriales, que por lo general
exigen la existencia de vacante a la que ascender. Los sistemas de provisión de plazas vacantes
podrán ser de libre designación, o de promoción interna, horizontal o vertical.
El art. 24.1 E.T. recalca que los ascensos, se producirán, lo que quiere decir que el trabajador
tiene un derecho.
El cumplimiento de las obligaciones laborales “de conformidad a las reglas de buena fe”
incluido en el art. 5.a. E.T. entre los deberes básicos del trabajador, se reitera por el art. 20.2
que, de manera más amplia, establece que el trabajador y el empresario se someterán en sus
prestaciones recíprocas a las exigencias de la buena fe.
Podemos decir que el trabajador, como cualquier contratante, debe ajustar su conducta a una
norma de rectitud y de honradez a la otra parte, con realización de todo lo que contribuya al
mejor cumplimiento de la relación, y abstención de comportamiento desleales.
Tras la mención en los arts. 5 y 20.2, el E.T. no vuelve a nombrarla en el resto de su articulado,
salvo en lo previsto en el art. 54.2.b, en el que la “trasgresión de la buena fe contractual” es
considerada como incumplimiento contractual y, por tanto, motivo suficiente de despido.
En las numerosas ocasiones en que la Jurisdicción del orden social ha tenido que decidir en
supuesto de despido por esta causa, se han calificado efectivamente como trasgresión de la
buena fe de conducta tales como la apropiación de bienes del empresario, la violación de
secretos de la empresa, etc.
Es importante nombrar dicho deber ya que tiene una gran relación con la trasgresión de la buena
fe contractual, este es el motivo de referirnos a él, aunque el art. 5 E.T. lo incluye en un punto
aparte entre los deberes básicos del trabajador, no concurrir con la actividad de la empresa, en
los términos fijados en esta Ley, a lo que el art. 21.1. añade que “no podrá efectuarse prestación
laboral de un trabajador para diversos empresarios cuando se estime concurrencia desleal…”.
Para después extinguir el contrato de trabajo, el art. 21.2 prevé la celebración de pacto expreso
de no competencia, para el cual es necesario que el empresario tenga un efectivo interés
industrial o comercial en ello, y que le abone al trabajador una compensación económica justa.
Dicha facultad, que no es normativa ya que esos instrumentos de ordenación carecen de valor,
no es absoluta sino que se encuentra limitada por lo establecido en las normas laborales.
Concepto y fundamento.
La amplitud y el alcance del poder de dirección empresarial está en función del grado de
determinación de dicha deuda laboral. Es decir, si lo pactado en contrato es amplio y
relativamente genérico, el margen de actuación del poder de exigencia empresarial, en el marco
del contrato será mayor.
El poder de especificación de la prestación laboral.
Las características particulares de la prestación laboral hacen que no sea susceptible de una
determinación contractual absoluta precisa. La deuda laboral se mantiene en el tiempo, tiende a
permanecer, lo que significa que pueden afectarle circunstancias derivadas de esa misma
permanencia, que exigen de la prestación laboral adaptaciones que le permitan seguir siendo
funcional a los intereses de la empresa.
Es importante recalcar que en el contrato debe figurar sin duda el objeto del mismo: la
prestación laboral que el trabajador se compromete a realizar. En consecuencia, el objeto del
contrato sobre todo el tipo de trabajo a realizar, cumple las exigencias legales siendo
mínimamente preciso y permitiendo determinaciones posteriores al compás de las exigencias de
la empresa. En este margen es donde actúa el poder de dirección que adquiere así la apariencia
de un poder de especificación del contenido de la prestación laboral, de determinación concreta
en cada caso de las tareas a que está obligado contractualmente el trabajador.
Cuando el poder de dirección del empresario se mueve en ese margen, no está modificando sino
dando cumplimiento a las previsiones contractuales; está reclamando del trabajador el trabajo
pactado o convenido; y está siendo una manifestación del ejercicio regular de las facultades de
dirección.
Se trata de cambios o alteraciones que exceden de la órbita contractual, que no pueden acogerse
al margen de indeterminación propia y tolerada de la prestación de trabajo y que significan una
exigencia que se sitúa fuera de lo acordado.
Con este diagnóstico, en principio, ni el empresario puede imponer los cambios, ni el trabajador
está obligado a soportarlos; lo contrario sería incurrir en una prohibición del art. 1256 del
Código Civil. De persistir las exigencias productivas, el empresario sólo podrá, o pactar un
nuevo contrato con el trabajador modificando su objeto; o prescindir del mismo, mediante la
extinción de un vínculo devenido económicamente improductivo. Y, en su caso, chocaría con la
resistencia del trabajador; y, en otro, con el coste económico de la extinción.
Sólo puede ejercitarse en circunstancias limitadas. Así, por ejemplo, el art- 39.2 E.T. habilita la
movilidad de funciones o de tareas más allá del grupo profesional pactado, “si existen razones
técnicas u organizativas que la justificasen y por el tiempo imprescindible para su atención”.
Se trata de exigencias que ni siquiera las ampliaciones legales del poder de dirección pueden
atender, y no pueden considerarse trabajo pactado, acordado o convenido. Por eso la norma las
califica como “modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo” y las somete a un
régimen particular.
Sólo si las modificaciones pretendidas por el empresario tienen una dimensión colectiva, el
procedimiento de implantación es más complejo, haciendo que el poder empresarial deba ser, al
menos en principio, compartido con los representantes de los trabajadores. No es que no exista
el poder de modificación sustancial, se suspende de manera transitoria a la espera de intentar un
acuerdo con los representantes de los trabajadores. En caso de que dicho acuerdo fracase, la
potencialidad del poder empresarial reaparece, facultando al empresario a modificar las
condiciones, incluso colectivas, de trabajo en los términos previstos; sin dejar a los trabajadores
otra alternativa, de nuevo, que la aceptación de la medida o la pérdida del empleo.
El poder de dirección tiene ciertos límites. Límites que la norma establece para cada
manifestación del poder. Los límites vienen impuestos por el tipo, la naturaleza y las
circunstancias del trabajo convenido. Se ha de tener en cuenta que:
Principio en virtud del cual las condiciones de trabajo, si sus demás circunstancias (tipo de
trabajo, clasificación profesional, etc.) no varían, deben ser iguales para todos los trabajadores
del centro de trabajo, salvo pacto o costumbres en tal sentido.
Sólo en caso justificado podrán llevarse a cabo diferencias de trato, incluidas las mejoras
voluntarias del salario de algún trabajador determinado; pero no pueden justificarse si
perjudican, ello implica incumplimiento contractual, contra el que el trabajador puede
reaccionar bien resolviendo el contrato por la vía establecida en el art. 50 E.T., bien pidiendo a
cesación para el futuro de la desigualdad con la indemnización correspondiente. En estos casos
le corresponde al trabajador probar que está siendo tratado desigual e injustamente, salvo que
esto sea patente, en cuyo caso el empresario debe probar el motivo que justifica esa desigualdad.
Se presume iruis tantum que las órdenes sobre el trabajo son legítimas, de lo que deriva el deber
del trabajador de obedecerlas, sin perjuicio de impugnarlas si las cree lesivas o abusivas. Esta
presunción se limita a la orden sobre el trabajo amparada por el contrato y por los servicios
debidos conformo al mismo, que el grupo profesional haya delimitado.
A lo largo del tema hemos comprobado que la ley exige no solamente que el trabajador realice
su trabajo, sino, además, que lo haga correctamente. A las prescripciones estudiadas hay que
añadir ahora las establecidas en orden a conseguir que ello sea así efectivamente y que, en caso
contrario, se produzcan determinados efectos jurídicos protectores del interés empresarial.
A ley reconoce una facultad genérica al empresario para sancionar al trabajador “en virtud de
incumplimientos laborales y culpables” (art. 58.1 E.T.).
Es importante añadir que la condición disciplinaria del empresario no es definitiva: el art. 58.2
E.T. precisa, que la valoración de las faltas y correspondientes sanciones impuestas por la
dirección de las empresas siempre revisados ante la jurisdicción competente (Orden Social).
El art. 58.3 E.T. establece algunos límites al contenido de las sanciones: no se podrán imponer
sanciones que consistan en la reducción de la duración de las vacaciones u otra minoración de
los derechos de descanso del trabajador, o multa de haber.
Es el empresario el que elija una u otra de las acciones que la norma sectorial establece para las
faltas del mismo grado; si no se aplica sanción durante un período de tiempo, eso no significa
renuncia del empresario a esta facultad, ni que el trabajador adquiera ningún derecho, salvo lo
establecido sobre la prescripción.
En esta materia hay que hacer mención especial a la prohibición general de la discriminación
del art. 17.1 E.T.; es claro que deben considerarse nulas las decisiones unilaterales del
empresario que impongan sanciones que vayan contra el principio de igualdad.
6.2. Procedimiento sancionador.
El art. 58.2 E.T. exige “comunicación escrita al trabajador cuando se le impongan sanciones
graves o muy graves”.
En el caso de que la sanción por faltas graves o muy graves se imponga a los representantes de
los trabajadores de la empresa en el centro de trabajo, es necesario abrir expediente
contradictorio con audiencia del interesado y el resto de los representantes (art. 68.a E.T.).
Una importante limitación en la aplicación de sanciones es el tiempo: el art. 60.2 E.T. establece
reglas de prescripción de faltas del trabajador, según las cuales las leves prescriben a los 10 días,
las graves a los 20 días y las muy graves a los 60 días, todo ello a partir que la fecha en que la
empresa tuvo conocimiento de su comisión, en todo caso, a los 6 meses de haberse cometido. Es
importante destacar que hay algunas situaciones en las que no transcurre la prescripción.
Se ha recalcar que las sanciones disciplinarias serán siempre revisables ante la Jurisdicción
competente (art. 58.2 E.T.) Corresponde al empresario probar la realidad de los hechos
imputados al trabajador.
7. Conclusión.
El derecho del trabajo, por su contenido social, depende en gran medida de las variaciones que
en cada tiempo y lugar se produzcan en el contexto económico, político, tecnológico o social.
Por tal motivo, debe mantenerse en sus expresiones normativas una especial disponibilidad para
ajustarse a esas variaciones y permitir que las relaciones laborales resulten concordantes con la
realidad de cada momento. El derecho laboral debe ser dúctil y esto en gran medida se logra por
medio de la expresión de los estamentos gubernamentales para introducir en las normas, la
Constitución, las leyes y los decretos figuras nuevas que representen la respuesta a los cambios
sociales.
En este tema hemos intentado adentrarnos en el mundo de las relaciones laborales, analizando
los derechos básicos propiamente laborales, así como los deberes básicos que todo trabajador
tiene, haciendo especial hincapié en los que realmente definen la relación laboral como es el
deber de diligencia, la categoría y clasificación profesional, el deber de no concurrencia…
8. Bibliografía