966 FGK 431

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 49

CARTA ENCÍCLICA

LUMEN FIDEI

DEL SUMO PONTÍFICE


F E
la
de
Ñ O
l A
de
o r
m ej
Lo
La Luz de la fe es el gran don traído por
Jesucristo: «Yo he venido al mundo como luz, y
así, el que cree en mí no quedará en tinieblas» (Jn
12, 46).
Los cristianos llamaron a Cristo el verdadero sol,
«cuyos rayos dan la vida» (Clemente de
Alejandría).
Quien cree ve con una luz que ilumina todo el
trayecto del camino, porque llega a nosotros desde
Cristo resucitado.
¿Una luz ilusoria?

El hombre de la Época
Moderna, ufano de su razón, ha
pensado que la luz de la fe
bastaba para las sociedades
antiguas, pero no para los
tiempos nuevos.
La fe ha acabado por ser
Una luz por descubrir

Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, capaz de


iluminar toda la existencia del hombre: Una luz tan potente que no
puede provenir de nosotros mismos sino de Dios. Es un don
sobrenatural, que nace del encuentro con el Dios vivo.
Por una parte, procede del pasado: el recuerdo de la vida de Jesús,
cuyo amor se ha manifestado totalmente fiable. Pero, al mismo
tiempo, como Jesús ha resucitado y nos atrae más allá de la
muerte, la fe es luz que viene del futuro.

El Sucesor de Pedro, siempre, está llamado a «confirmar a sus


hermanos» (cf. Lc 22, 31-32) en el inconmensurable tesoro de la
fe. Benedicto XVI, consciente de esta tarea confiada a Pedro,
decidió convocar este Año de la fe.
CAPÍTULO PRIMERO

HEMOS CREÍDO EN EL AMOR

(cf. 1 Jn 4,16)

Vicaría de Vida Consagrada - http://www.arquisantioquia.org.co - Arquidiócesis de Santa Fe de


Antioquia
Abrahán, nuestro padre en la fe

Dios se revela a Abrahán como un Dios que habla y lo llama por


su nombre. La fe está vinculada a la escucha. Abrahán no ve a
Dios, pero oye su voz. La fe es, por tanto, respuesta a una
Palabra que interpela personalmente, que nos llama por nuestro
nombre.
Esta Palabra comunica a Abrahán una llamada y una promesa.
Una llamada a salir de su tierra, a abrirse a una vida nueva: la fe
«ve» en la medida en que camina. Esta Palabra encierra además
una promesa: tu descendencia será numerosa, serás padre de un
gran pueblo (cf. Gn 13,16; 15,5; 22,17).
Dios no se manifiesta como el Dios de un lugar, ni de un tiempo,
sino como el Dios de personas: de Abrahán, Isaac y Jacob.
A Abrahán se le pide que se fíe de esta Palabra. La palabra,
aparentemente efímera y pasajera, cuando es pronunciada por el
Dios fiel, se convierte en lo más seguro e inquebrantable que
pueda haber.
San Agustín lo explica así: «El hombre es fiel creyendo a Dios,
que promete; Dios es fiel dando lo que promete al hombre».

El Dios que pide a Abrahán que se fíe totalmente de él, se revela


como la fuente de la que proviene toda vida (cf. Rm 4,17). La vida
no procede de la nada o la casualidad, sino que es una llamada y
un amor personal.
El sacrificio de su hijo Isaac, permite ver hasta qué punto este
amor originario es capaz de garantizar la vida incluso después de
la muerte.
La fe de Israel

El amor de Dios por Israel se


describe con los rasgos de un
padre que lleva de la mano a su
hijo por el camino (cf. Dt 1, 31).

Este pueblo ha caído muchas


veces en la tentación de la
La fe, por su propia naturaleza, requiere renunciar a la
posesión inmediata que parece ofrecer la visión. Creer
significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre
acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia.

En la fe de Israel destaca también la figura de Moisés, el


mediador que transmite a todos la voluntad del Señor.
Con esta presencia del mediador, el acto de fe individual se
inserta en una comunidad. Israel es como un solo hombre,
«mi hijo primogénito» lo como llama Dios (Ex 4,22).
La plenitud de la fe cristiana

«Abrahán […] saltaba de gozo


pensando ver mi día; lo vio, y se
llenó de alegría» (Jn 8,56). Según
estas palabras de Jesús, la fe de
Abrahán estaba orientada ya hacia
Él.

San Agustín, nos dice que los


La mayor prueba de la fiabilidad del amor de Cristo se
encuentra en su muerte por los hombres (cf. Jn 15, 13), para
transformar los corazones.
Por eso, los evangelistas han situado en la hora de la cruz el
momento culminante de la mirada de fe, porque en esa hora
resplandece el amor divino en toda su altura y amplitud. Este
amor ha padecido incluso la muerte para manifestar cuánto
me ama.

Con su resurrección, Cristo es el testigo fiable, digno de fe


(cf. Ap 1,5; Hb 2,17). Si el amor del Padre no hubiese
resucitado a Jesús de entre los muertos, no sería un amor
plenamente fiable, capaz de iluminar también las tinieblas de
la muerte.
Precisamente porque Jesús es el
Hijo, porque está radicado de
modo absoluto en el Padre, ha
podido vencer a la muerte y hacer
resplandecer plenamente la vida.

Nuestra cultura ha perdido la


percepción de la presencia
concreta de Dios. Si Él fuera
incapaz de intervenir en el mundo,
su amor no sería poderoso, ni
verdadero porque sería incapaz de
cumplir la felicidad que promete.
Los cristianos confiesan el amor
concreto y eficaz de Dios, que obra
en la historia y determina su
destino final.
Cristo no es sólo aquel en quien
creemos, sino también aquel
con quien nos unimos para
poder creer.

«Creemos a» Jesús cuando


aceptamos su Palabra, su
La salvación mediante la fe
El que acepta el don
de la fe, es
transformado en una
creatura nueva, se
hace hijo en el Hijo,
por el que podemos
exclamar: «Abbá,
Padre» (Rm 8,15).
Cuando el hombre piensa que,
alejándose de Dios, se
encontrará a sí mismo, su
existencia fracasa (cf. Lc 15,11-
24). San Agustín lo expresa así:
“de aquel que te ha hecho, no te
alejes ni siquiera para ir a ti”.
La forma eclesial de la fe

La imagen del cuerpo no


pretende reducir al creyente a
una simple parte de un todo
anónimo, sino que subraya más
bien la unión vital de Cristo con
los creyentes y de todos los
creyentes entre sí (cf. Rm 12,4-
5).
CAPÍTULO SEGUNDO

SI NO CREÉIS, NO COMPRENDERÉIS

(cf. Is 7,9)

Vicaría de Vida Consagrada - http://www.arquisantioquia.org.co - Arquidiócesis de Santa Fe de


Antioquia
Fe y verdad

La versión griega de la Biblia


hebrea traduce así las palabras
del profeta Isaías al rey Acaz.
La cuestión del conocimiento de
la verdad se colocaba en el
centro de la fe.
Pero el texto hebreo es
El hombre no puede subsistir sin conocimiento, sin la
verdad. La fe sin verdad no salva. Gracias a su unión con
la verdad, la fe comprende la actuación de Dios, que es
fiel a su alianza y a sus promesas.

La cultura contemporánea tiende a aceptar como verdad


sólo la verdad tecnológica: lo que funciona. Después
estarían las verdades del individuo, la autenticidad con lo
que cada uno siente dentro de sí, válidas sólo para uno
mismo.
Así, queda sólo un relativismo en el que la cuestión de la
verdad completa, la cuestión de Dios, ya no interesa.
Amor y conocimiento de la verdad

«Con el corazón se cree» (Rm


10,10). En la Biblia el corazón
es el centro del hombre, donde
se entrelazan todas sus
dimensiones. La fe transforma
toda la persona, precisamente
porque se abre al amor.
El amor tiene necesidad de
verdad; sólo fundado en ella,
puede perdurar en el tiempo.
Si el amor no tiene que ver con
la verdad, está sujeto al vaivén
de los sentimientos y no supera
la prueba del tiempo.
Amor y verdad no se pueden
La fe como escucha y visión

«La fe nace del mensaje que se


escucha» (Rm 10,17). El
conocimiento asociado a la
palabra es siempre personal:
reconoce la voz, la acoge en
libertad y la sigue en
obediencia. Es, además, un
conocimiento vinculado al
La escucha de la fe tiene las
mismas características que el
conocimiento propio del amor: es
una escucha personal, que
distingue la voz y reconoce la del
Buen Pastor (cf. Jn 10,3-5).
¿Cómo se llega a esta síntesis
entre el oír y el ver? Lo hace
posible la persona concreta de
El encuentro del mensaje
Diálogo entre fe y razón evangélico con el pensamiento
filosófico de la antigüedad
favoreció una fecunda
interacción entre la fe y la
razón, que se ha ido
desarrollando a lo largo de los
siglos.

San Agustín comprendió la


trascendencia divina, y
descubrió que todas las cosas
tienen en sí una trasparencia
que pueden reflejar la bondad
de Dios. En su experiencia
concreta, el momento decisivo
de su camino de fe no fue una
visión de Dios, sino más bien
una escucha: «Toma y lee».
El deseo de la visión global se
cumplirá al final, cuando el
hombre “verá y amará” (san
Agustín). Y esto, no porque sea
capaz de tener toda la luz, que
será siempre inabarcable, sino
Fe y búsqueda de Dios

Dios es luminoso y se deja


encontrar por aquellos que lo
buscan con sincero corazón.
Cuando el hombre se acerca a
Él, la luz humana no se disuelve
en la inmensidad luminosa de
Dios, sino que se hace más
brillante cuanto más próxima
Fe y teología

La teología es imposible sin la


fe y forma parte del movimiento
mismo de la fe, que busca
entender más profundamente la
autorrevelación de Dios, que no
puede reducirse a un objeto,
porque Él es Sujeto que se deja
conocer y se manifiesta en la
CAPÍTULO TERCERO

TRANSMITO LO QUE HE RECIBIDO

(cf. 1 Co 15,3)

Vicaría de Vida Consagrada - http://www.arquisantioquia.org.co - Arquidiócesis de Santa Fe de


Antioquia
La Iglesia, madre de nuestra fe

La palabra recibida se convierte en respuesta y


confesión, de este modo invita a los otros a creer.
En la liturgia pascual la luz del cirio enciende otras
muchas velas. La fe se transmite, por así decirlo, por
contacto, de persona a persona, como una llama que
enciende otra llama.

Puesto que la fe nace de un encuentro que se produce


en la historia e ilumina el camino a lo largo del
tiempo, tiene necesidad de transmitirse a través de los
siglos mediante una cadena ininterrumpida de
testimonios.
La Iglesia es una Madre que nos enseña a hablar el
lenguaje de la fe. San Juan, uniendo fe y memoria,
asocia ambas a la acción del Espíritu Santo que «os
irá recordando todo» (Jn 14, 26). El Amor nos hace
contemporáneos de Jesús.

La fe por su misma naturaleza, se abre al «nosotros»,


se da siempre dentro de la comunión de la Iglesia.
Quien cree nunca está solo, porque la fe tiende a
difundirse, a compartir su alegría con otros.
Los sacramentos y la transmisión de la fe

Mediante la tradición
apostólica, conservada en la
Iglesia con la asistencia del
Espíritu Santo, tenemos un
contacto vivo con la memoria
fundante.
Lo que comunica la Iglesia es la
luz nueva que nace del
La transmisión de la fe se realiza en primer lugar mediante el
bautismo, que nos convierte en criaturas nuevas y en hijos
adoptivos de Dios, partícipes de su naturaleza divina.

En el bautismo el hombre recibe también una doctrina que


profesar y una forma concreta de vivir. El bautismo nos recuerda
que la fe tiene que ser recibida: nadie se bautiza a sí mismo,
hemos sido bautizados. El niño es sostenido por sus padres y
padrinos, y es acogido en la fe de ellos, que es la fe de la Iglesia.

Sobre el catecúmeno se invoca, en primer lugar, el nombre de la


Santísma Trinidad. Se le presenta así desde el principio un
resumen del camino de la fe.
La naturaleza sacramental de la
fe alcanza su máxima expresión
en la Eucaristía, encuentro con
Cristo realmente presente.
En la Eucaristía confluyen los
dos ejes por los que discurre el
camino de la fe. El eje de la
historia: es un memorial,
En la celebración de los
sacramentos, la Iglesia transmite su
memoria, en particular mediante la
profesión de fe. El Credo tiene una
estructura trinitaria: el Padre y el
Hijo se unen en el Espíritu de amor.
El creyente afirma así que el centro
del ser, es la comunión divina.
Fe, oración y decálogo

La oración del Señor, el


Padrenuestro. En ella, el
cristiano aprende a
compartir la misma
experiencia espiritual de
Cristo y comienza a ver
con sus ojos.
El decálogo no es un
Unidad e integridad de la fe

«Un solo cuerpo y un solo


espíritu […] una sola fe» (Ef 4,4-
5).

Hoy resulta muy difícil concebir


una unidad en la misma verdad.
Nos da la impresión de que una
unión de este tipo se opone a la
La fe es «una», en primer lugar, por la unidad del Dios
conocido y confesado. Todos los artículos de la fe se
refieren a él, son vías para conocer su ser y su actuar.
La fe es una, además, porque se dirige al único Señor, a
la vida de Jesús.

San Ireneo nos dice que no hay diferencia entre la fe de


quien es superior y quien tiene menos capacidad: ni el
primero puede ampliar la fe, ni el segundo reducirla.
Por último, la fe es una porque es compartida por toda
la Iglesia, que forma un solo cuerpo y un solo espíritu.
Dado que la fe es una sola, debe ser confesada en toda su
pureza e integridad. Todos los artículos de la fe forman
una unidad, negar uno de ellos, produce un daño a la
totalidad.
La fe se muestra así universal, católica, porque su luz
crece para iluminar todo el cosmos y toda la historia.

Como servicio a la unidad de la fe y a su transmisión


íntegra, el Señor ha dado a la Iglesia el don de la sucesión
apostólica. Como la Iglesia transmite una fe viva, han de
ser personas vivas las que garanticen la conexión con el
origen.
CAPÍTULO CUARTO

DIOS PREPARA UNA CIUDAD PARA ELLOS

(cf. Hb 11,16)

Vicaría de Vida Consagrada - http://www.arquisantioquia.org.co - Arquidiócesis de Santa Fe de


Antioquia
Fe y bien común

La fe no sólo se presenta como


un camino, sino también como
una edificación, como la
preparación de un lugar en el
que el hombre pueda convivir
con los demás. El Dios digno de
fe construye para los hombres
una ciudad fiable.
Fe y familia

El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres


es la familia.
En el matrimonio se promete un amor para siempre, que es
posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios
proyectos. Los esposos captan en toda su profundidad y riqueza
la generación de los hijos: el amor creador les da y les confía el
misterio de una nueva persona.

El amor inagotable del Padre se nos comunica en Jesús, también


mediante la presencia del hermano.
Gracias a la fe, hemos descubierto la dignidad única de cada
persona. En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, su
solicitud concreta por cada persona.
La fe, revelándonos el amor de
Dios, nos hace respetar más la
naturaleza. Es una morada que
Él nos ha confiado para
cultivarla y salvaguardarla.

La fe afirma también la
posibilidad del perdón; que es
Fuerza que conforta en el sufrimiento

«Tenía fe, aun cuando dije:


‘‘¡Qué desgraciado soy!”» (Sal
116, 10). Hablar de fe comporta
a menudo hablar también de
pruebas dolorosas.
El cristiano sabe que siempre
habrá sufrimiento, pero que
La luz de la fe no nos lleva a
olvidarnos de los sufrimientos
del mundo. Ella no disipa todas
nuestras tinieblas, sino que,
como una lámpara, guía
nuestros pasos en la noche, y
esto basta para caminar. Al
hombre que sufre, Dios no le da
BIENAVENTURADA LA QUE HA
CREÍDO
(Lc 1,45)

En la parábola del sembrador, Jesús explica el


significado de la «tierra buena»: «Son los que
escuchan la palabra con un corazón noble y
generoso, la guardan y dan fruto con
perseverancia» (Lc 8,15). María conservaba en
su corazón todo lo que escuchaba y veía, de
modo que la Palabra diese fruto en su vida.
En María se cumple la larga
historia de fe del Antiguo
Testamento, que incluye la
historia de tantas mujeres fieles.
En la Madre de Jesús, la fe ha
dado su mejor fruto.
Nos dirigimos en oración a María, madre
de la Iglesia y madre de nuestra fe

¡Madre, ayuda nuestra fe!


Abre nuestro oído a la Palabra,
para que reconozcamos la voz
de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de
seguir sus pasos, saliendo de
nuestra tierra y confiando en su
Ayúdanos a fiarnos plenamente
de él, a creer en su amor, sobre
todo en los momentos de
tribulación y de cruz, cuando
nuestra fe es llamada a crecer y
a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría

También podría gustarte