BLOQUE 8. El Reinado de Alfonso XIII (1902-1931)
BLOQUE 8. El Reinado de Alfonso XIII (1902-1931)
BLOQUE 8. El Reinado de Alfonso XIII (1902-1931)
Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos dinásticos.
El reinado de Alfonso XIII se prolongó entre 1902, cuando asumió el poder al ser
proclamado mayor de edad con 16 años, y 1931, cuando abandonó España con la
proclamación de la Segunda República.
Con él se inicia la segunda etapa de la Restauración, en la que se intentó la
modernización del sistema político. Sin embargo, el miedo a aceptar los riesgos de una
verdadera participación democrática mantuvo el turno dinástico, que hizo imposible una
reforma en profundidad del sistema y éste entró en su quiebra definitiva.
De 1902 a 1923, España vive una situación de permanente crisis política por la
interacción de numerosos motivos:
La continua intervención del rey en la vida política, no estuvo dispuesto a
renunciar al protagonismo político que le otorgaba la Constitución de 1876
(soberanía compartida, designar ministros, retirar la confianza al gobierno) y su
implicación con ciertos sectores del ejército, inclinándose siempre por lo
castrense.
La decadencia de los partidos dinásticos como consecuencia de las luchas
internas que surgen tras la muerte de sus líderes históricos: Cánovas (1897) y
Sagasta (1903).
Frecuentes cambios de Gobierno, agravados por las intervenciones de Alfonso
XIII, provocaron una situación de permanente inestabilidad (treinta gobiernos
hasta 1923).
El progresivo debilitamiento del caciquismo. El aumento de la sociedad urbana
facilitó que otros partidos (socialistas, republicanos y nacionalistas), ajenos al
sistema turnista, obtuvieran representación parlamentaria.
El clima de violencia social en las principales ciudades y entre el campesinado
andaluz, debido a las condiciones de pobreza de gran parte de la población y a la
mayor fuerza de las organizaciones obreras. El anticlericalismo será una de sus
manifestaciones.
El crecimiento y radicalización del nacionalismo catalán que consideraba
insuficientes las reformas.
El protagonismo creciente del ejército que quería resarcirse del desastre del 98
interviniendo en la guerra en Marruecos.
La primera etapa del reinado de Alfonso XIII estuvo marcada por el espíritu
regeneracionista que se había extendido tras la crisis de 1898. A la nueva actuación
seguida desde el poder se denominó revisionismo, ya que se pretendía revisar el
sistema, modificando lo necesario para superar los viejos problemas y adaptarse a las
nuevas demandas sociales y políticas.
Durante los primeros diez años, se sucedieron intentos de llevar a cabo reformas
moderadas del sistema político. Varias fueron las propuestas:
Regeneracionismo conservador:
El primer proyecto revisionista fue impulsado por el líder conservador Francisco Silvela
que ocupó la presidencia del gobierno entre 1902 y 1903. Así, Silvela realizó esfuerzos
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para terminar con la corrupción administrativa, el fraude electoral y caciquismo como
un intento de eliminar los obstáculos que impedían una mayor participación ciudadana,
pero con el propósito de afianzar el sistema monárquico. Asimismo, preparó proyectos
de descentralización para lograr una mejor integración de los nacionalistas catalanes en
el sistema.
La primera crisis del reinado de Alfonso XIII tuvo lugar en 1905, cuando una viñeta
satírica antimilitar, publicada en una revista satírica catalana (Cut-Cut) desató la ira de
algunos mandos del ejército que asaltaron e incendiaron sus instalaciones. El ejército
presionó y consiguió la aprobación de la Ley de Jurisdicciones (1906), que otorgaba a
los tribunales militares la jurisdicción sobre cualquier ofensa al ejército y a la patria.
El revisionismo de Antonio Maura (1907-1909)
Este líder conservador llevó a cabo el proyecto reformista más ambicioso
durante toda la época de la Restauración. Convencido de que era preciso
incorporar nuevas capas sociales a la acción política, afirmaba que era necesario
realizar una “revolución desde arriba” para impedir la revolución social. Así,
durante estos tres años el gobierno emprendió una serie de acciones que fueron
las siguientes:
La promulgación en 1907 de una Ley Electoral para la “moralización” de las
elecciones acabando con la corrupción y el fraude. Se buscaba así, una mayor
participación ciudadana pero la ley fue muy polémica por incluía el artículo 29,
que establecía la posibilidad de no celebrar elecciones en los distritos con un
único candidato con lo cual hasta 1/3 de los ciudadanos se vieron privados del
derecho a votar.
La modernización del poder local con la Ley de Administración Local en 1907
para evitar la excesiva centralización.
Los gobiernos conservadores también iniciaron una tímida legislación laboral
(ley de descanso dominical, ley de huelgas, ley sobre las condiciones de trabajo
de mujeres y niños, etc.) que tuvo su máxima expresión en la creación del
Instituto Nacional de Previsión (1908), antecedente de la actual Seguridad
Social.
Impulsar la descentralización del Estado para satisfacer a los catalanistas
moderados de la Lliga.
El estallido de la Semana Trágica en Barcelona en 1909 puso fin al intento reformista de
Maura y aceleró el proceso de crisis. En la ciudad se vivía un clima de tensión por las
fricciones con los militares, la intervención en Marruecos, el malestar ante el sistema de
quintas, las reivindicaciones anarquistas entre los obreros, el creciente anticlericalismo
que se extendía entre amplios sectores populares y el éxito de las consignas del Partido
Radical de Alejandro Lerroux entre las clases medias.
La fuerte conflictividad social estalló cuando el gobierno decidió enviar a un ejército
que incluía reservistas a Marruecos. Desde la Conferencia de Algeciras en 1906, España
ejercía un protectorado sobre el Norte de Marruecos. En julio de 1909 miembros de las
cabilas rifeñas (tribus) atacaron una línea de ferrocarril y mataron a trabajadores
españoles, por lo que Maura decidió reforzar militarmente la zona. Pero aprovechó la
ocasión para ensayar el plan de movilización de reservistas y ordenó la incorporación de
estos al ejército con destino al Protectorado de Marruecos. En julio de 1909 comenzaron
los disturbios en el puerto de Barcelona. Todo ello derivo con el apoyo de anarquistas,
socialistas y lerrouxistas en una violenta insurrección en la que cerca de 30.000
personas levantaron más de 200 barricadas y quemaron más de 50 conventos e iglesias y
estalló una huelga general. Es decir, en dicho estallido de violencia se mezclaron
protestas contra la guerra colonial de Marruecos, el anticlericalismo y el descontento
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económico del proletariado barcelonés. El gobierno de Maura reaccionó con una
durísima represión militar en la que murieron 104 civiles, en la que se encarceló a casi
2000 personas y fueron ejecutadas 5 personas entre ellas a Francisco Ferrer y Guardia
(anarquista, pedagogo y del director de la Escuela Moderna). Como consecuencias de
estos acontecimientos se produjo la caída del gobierno conservador de Maura, el cual
perdió el respaldo del rey y dejó el poder ante la hostil ofensiva de la oposición liberal,
de republicanos y de socialistas. Y también como consecuencia destacada, en
noviembre de 1909 llegaron a un acuerdo republicanos y socialistas formando una
coalición electoral, la Conjunción Republicano-Socialista.
Regeneracionismo liberal:
El siguiente programa de revisionista fue ensayado por el liberal José Canalejas, que
desempeñó la jefatura del gobierno entre 1910 y 1912. Sus principales medidas fueron:
Respecto a la Iglesia aprobó la “Ley del Candado” (1910), que limitaba el
establecimiento de nuevas órdenes religiosas y negoció con la santa Sede
aumentar la libertad religiosa y acabar con el monopolio eclesiástico de la
educación (pretendía implantar una enseñanza laica). Por ello tuvo una fuerte
oposición de la iglesia y sectores conservadores.
Suprimió el impopular impuesto de consumos (tributo sobre determinados
artículos, algunos de primera necesidad) para aliviar la situación de las clases
populares y lo sustituyó por otro progresivo sobre las rentas urbanas.
Con la Ley de Reclutamiento (1912) se establecía el servicio militar obligatorio
en tiempo de guerra y se suprimió la redención en metálico; aunque se mantuvo
los soldados de cuota (soldados que, previo pago de una cuota al Estado, eran
licenciados tras completar el periodo de instrucción)
En Marruecos negoció con Francia un nuevo tratado en 1912 que fue la base del
Protectorado franco-español sobre Marruecos.
Tramitó la Ley de Mancomunidades con la que pretendía canalizar las
reivindicaciones autonomistas catalanas. Aprobada por Eduardo Dato después
del asesinato de Canalejas.
Los republicanos.
Durante las dos primeras décadas del siglo XX, los republicanos lograron atraer y
movilizar sectores sociales cada vez más amplios entre las clases medias urbanas y los
trabajadores asalariados. Aspiraban a una mayor democratización política, siguiendo un
liberalismo democrático, laicista e incluso anticlerical, cercano a las reformas sociales.
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Además, los viejos líderes Salmerón, Ruiz Zorrilla, Castelar o Pi y Margall ya habían
muerto o fueron desplazados por el empuje de dirigentes más jóvenes como Alejandro
Lerroux, Blasco Ibáñez o Melquíades Álvarez.
Su presencia en la vida parlamentaria durante el reinado de Alfonso XIII fue muy
reducida circunscribiéndose su actuación política principalmente en ámbitos locales. No
obstante, los republicanos realizaron, dadas sus diversas fracciones y su casi permanente
división, esfuerzos por conseguir coaliciones con distintas fuerzas políticas. Una de
estas coaliciones fue la Conjunción Republicano Socialista de 1909 de cara a las
elecciones de 1910.
Las principales formaciones políticas republicanas más importantes de estos años fueron
dos:
El Partido Republicano Radical, fundado por Alejandro Lerroux en 1908 con el
propósito de movilizar a la clase obrera de Barcelona y de construir un partido
de masas. Su lenguaje anticlerical y populista, el demagógico estilo de sus
mítines y la agresividad de sus artículos, dieron a Lerroux un importante arraigo
entre la juventud. No obstante, poco a poco, y a medida que se acrecentó su
patrimonio económico y personal, Lerroux desechó su anterior extremismo
revolucionario.
El Partido Reformista, fundado en 1912 por Melquíades Álvarez y Gumersindo
de Azcárate, era una versión más moderada del republicanismo y pretendían una
renovación del sistema político. En un principio se incorporaron en él
prestigiosos intelectuales como Galdós, José Ortega y Gasset y un joven Azaña.
No obstante, su disposición a aceptar la monarquía borbónica fue perdiendo
fuerza y apoyos como el del joven Azaña.
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principios de Arana. Este último grupo logró atraerse a la burguesía industrial, con lo
que se convirtió en la fuerza mayoritaria. También inició una etapa de continua
expansión y consiguió éxitos electorales, logrando convertirse en 1911 en primera
fuerza política de Bilbao y en 1923 en la de San Sebastián. Además, esta fuerza política
comenzó a expandirse en Álava y Navarra.
Hay que destacar, también en cuanto al nacionalismo vasco, que el carlismo sólo
mantuvo respaldos sociales significativos en las provincias de Navarra, Álava y
Guipúzcoa y que en 1907, se creó el Requeté, una milicia armada agresiva formada por
jóvenes carlistas que fue organizada para luchar en la calle contra republicanos,
peneuvistas, anticlericales, socialistas y anarquistas.
Por otra parte, el nacionalismo gallego no logró una presencia significativa en las
instituciones políticas durante la Restauración.
Movimiento obrero
El anarquismo.
El Socialismo
La segunda fase del reinado de Alfonso XIII (1914-1923) se inició con el estallido de la
Primera Guerra Mundial. El rey había encargado formar gobierno al conservador
Eduardo Dato. Durante su mandato como presidente del gobierno, decretó la
neutralidad de España tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. Las razones de
esta decisión fueron: por un lado, la política aislacionista heredada del siglo anterior y
por el otro, el convencimiento de la propia debilidad diplomática, económica y militar
que dejaba al país indefenso ante las potencias.
Sin embargo, en todo el país se crearon dos tendencias, la de los “aliadófilos”
partidarios de los aliados cuyas ideas se identificaban con el sistema liberal y
parlamentario y la de los “germanófilos” partidarios de las potencias centrales a los que
se atribuía los valores de orden, disciplina, eficacia y conservadurismo.
La Primera Guerra Mundial marcó un compás de espera en los problemas políticos
internos. La neutralidad estimuló la economía, ya que se incrementaron de forma
espectacular las exportaciones de productos industriales y agrarios a los países en
guerra, lo que favoreció el crecimiento industrial y la acumulación de capitales de los
empresarios. Sin embargo, también tuvo consecuencias muy negativas: provocó
inflación (al aumentar la demanda exterior) que no fue compensada con un aumento de
salarios y, al terminar la Guerra, cierre de fábricas y minas (al descender las
exportaciones), que provocó un aumento del paro y conflictos sociales.
A este malestar social se suma el triunfo de la Revolución socialista en Rusia y la
difusión por Europa de una cultura revolucionaria. Entre la oligarquía cunde el pánico y
el temor creciente a que cualquier reforma pueda desembocar en una revolución como
la de Rusia. En este contexto, se produce la crisis de 1917 durante la cual se temió
incluso la caída del sistema canovista.
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Crisis militar. Se produjo un enfrentamiento entre el gobierno y el ejército, que
se quejaba de la escasez de medios y de los bajos salarios. En junio, los oficiales
de baja y media graduación habían creado, en la clandestinidad, las Juntas
Militares de Defensa, que reclamaban aumento salarial y se oponían a los
ascensos por méritos de guerra (lo cual beneficiaba a los militares africanistas),
reivindicando la antigüedad como único criterio. Ese mismo mes publicaron un
manifiesto, vagamente regeneracionista, que contenía un repertorio de quejas
que iban más allá de lo puramente profesional y se negaron a disolverse. El
apoyo de Alfonso XIII a sus pretensiones fue determinante y el nuevo gobierno
de Eduardo Dato tuvo que reconocer a las Juntas Militares de Defensa como
portavoces del ejército. Cedió ante las imposiciones de las Juntas y frenó la
amenaza militar, lo cual demostró tanto su debilidad como la del propio sistema
político.
Crisis política o parlamentaria. Las prácticas de corrupción política continuaban
y en julio la oposición reclamó la reapertura de las Cortes, que habían sido
cerradas por Dato, ante la situación de crisis. Ante la negativa gubernamental los
dirigentes de la Lliga Regionalista (dirigida por Cambó), los republicanos y los
socialistas convocaron una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona (5 de julio
de 1917), que reclamó la convocatoria de Cortes Constituyentes con un
cometido: acabar con el caduco sistema político de la Restauración con la
formación de un gobierno provisional, el fin del turnismo y definir una nueva
organización del Estado sobre la base de la descentralización con la solicitud de
una autonomía política para Cataluña.
Se convocó a una reunión de todos los diputados y senadores españoles, pero la
mayoría no respondieron a la convocatoria (760 citados sólo acuden 71). La
Asamblea fue disuelta por la Guardia Civil, el movimiento parlamentario no
tuvo continuidad y la Lliga catalana terminó pactando con el gobierno por temor
a una posible revolución social proletaria.
Crisis social: la huelga general de 1917. Durante los primeros meses de 1917, las
centrales sindicales UGT y CNT habían mantenido contactos para convocar una
huelga general contra el régimen político y contra el deterioro del nivel de vida
de los trabajadores. Ésta se convocó antes de lo previsto, en agosto, ya que una
huelga de ferroviarios en Valencia precipitó los acontecimientos. Sólo tuvo éxito
en Barcelona, Zaragoza, Madrid, Bilbao y las cuencas mineras asturianas, donde
fue reprimida por el ejército llevando a cabo una dura represión sobre los
huelguistas (más de un centenar entre heridos y muertos) y más de 2000
detenciones entre los que se encontraban los socialistas Besteiro y Largo
Caballero. Los cuales fueron condenados en principio a cadena perpetua.
La respuesta del Gobierno fue muy enérgica: detuvo al comité de huelga y el ejército
aplastó el movimiento.
Aunque la huelga fracasó en sus objetivos, debilitó aún más al sistema político de la
Restauración y radicalizó a la oposición.
Entre 1918 y 1923 se produjo la crisis final del sistema, fueron años de inestabilidad.
Los gobiernos que se sucedieron fueron cortos, desaparece el turno de partidos y en su
lugar se suceden gobiernos de concentración, con ministros de los partidos conservador
y liberal y el apoyo ocasional de la Lliga. Empeoró la coyuntura económica por la crisis
que siguió al fin de la Primera Guerra Mundial, ganó fuerza el sindicalismo por las
expectativas creadas por la Revolución Soviética, creció la conflictividad social y hubo
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más huelgas, sin que los gobiernos consiguieran contener la inflación y restablecer el
orden social.
La fragmentación de las Cortes imposibilitaba la formación de gobiernos estables y más
aún de impulsar la renovación que el sistema necesitaba. En ese contexto de crisis
institucional, el ejército tomo un protagonismo cada vez mayor en la vida política,
convirtiéndose en el agente represor de los episodios revolucionarios y presentándose
como una solución de fuerza capaz de salvar a la monarquía.
A partir de 1919 el problema de la crisis política se agravó por una conflictividad social
cada día más tensa: obreros y campesinos pedían reformas laborales y cambios en la
estructura de la propiedad que los patronos no estaban dispuestos a conceder. Tiene dos
escenarios principales: Cataluña y Andalucía.
En Cataluña la crisis económica provoca una oleada de huelgas y conflictos. Un
ejemplo de la conflictividad fue la huelga de “La Canadiense”, protagonizada
por los trabajadores de esta compañía eléctrica. La huelga derivó en una huelga
general de toda el área industrial de Barcelona que terminó con importantes
concesiones para los trabajadores, entre ellas la concesión de la jornada de 8
horas. Esto se interpretó como un gran triunfo de la CNT, lo que provocó un
endurecimiento de la patronal. La violencia de los obreros fue contestada con
violencia patronal, especialmente en la ciudad de Barcelona, donde la patronal
creó el Sindicato Libre para actuar contra los líderes del movimiento obrero.
Todo ello originó la época conocida como el pistolerismo. Los sectores radicales
del anarquismo respondieron con acciones violentas (atentados contra dirigentes
políticos, religiosos y patronales). La represión del anarquismo adquiere su
punto álgido con la Ley de Fugas, con la que se justificaba el asesinato de los
detenidos argumentando que intentaban huir. La violencia se extendió también a
otras ciudades, con atentados y asesinatos como el de Eduardo Dato (por
cenetistas) y el del líder anarquista Salvador Seguí (por pistoleros a sueldo).
En Andalucía, entre 1918 y 1920 se vive el llamado trienio bolchevique
caracterizado por las luchas y reivindicaciones de los jornaleros que mediante
huelgas y la ocupación de las grandes fincas exigen la reforma agraria. Ante esta
situación las fuerzas de orden público intervienen con una dura represión de la
que son víctimas dirigentes y simpatizantes anarquistas. Con la declaración del
estado de guerra y una fuerte represión se finalizó la revuelta social en 1920.
La intervención en Marruecos.
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dirigido, sufrió importantes reveses desde un principio. El desastre del Barranco del
Lobo, (1909) unas 1200 bajas, cerca de Melilla, fue un trágico ejemplo.
En 1912, Francia y España pactaron un nuevo reparto de Marruecos para hacer frente a
la resistencia de las tribus o cabilas rifeñas. El Protectorado español comprendía un
enclave en la costa atlántica (Ifni y Río de Oro) y el territorio de El Rif, una zona
montañosa en el norte, donde las tribus rifeñas oponían una fuerte resistencia al control
español y los conflictos eran constantes. Dado que Francia apenas tardó en hacer
efectiva su ocupación, España se vio obligada a hacer lo propio sin la preparación
necesaria. El mantenimiento de este protectorado era costoso y provocaba un fuerte
descontento popular por los reclutamientos forzosos para una guerra que solo interesaba
a las compañías que explotaban las minas de hierro y a un sector del ejército que veía en
ella la oportunidad de recuperar el prestigio perdido. Al acabar la I Guerra Mundial, se
reiniciaron las operaciones contra los rebeldes dirigidos por Abd-el-Krim. En este
ejército destacaban los Regulares, tropas indígenas, y la Legión, fundada en 1920 por
Franco y Millán Astray a imagen de la Legión extranjera francesa.
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como culpable de la situación. Hubo grandes protestas en el país y los republicanos y
socialistas se apresuraron a reclamar el abandono de Marruecos.
La presión de la opinión pública llevó a la formación de una comisión militar que
investigara sobre los acontecimientos. Su resultado fue el Expediente Picasso, informe
redactado por el General de División Juan Picasso. Pese a las trabas que le pusieron las
compañías mineras interesadas en el dominio de Marruecos y altos cargos del gobierno
y el ejército, el expediente ponía en evidencia enormes irregularidades, corrupción e
ineficacia en el ejército español destinado en África.
El expediente no llegó a suponer responsabilidades políticas ni criminales. Antes de que
la comisión del Congreso encargada de su estudio fuera a emitir su dictamen el 1 de
octubre de 1923, el 13 de septiembre el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de
estado y estableció una dictadura militar.
A su vez, otra consecuencia, de las campañas de Marruecos es que se reforzaron las
convicciones antidemocráticas, la mentalidad antiliberal y la preferencia por las
soluciones políticas autoritarias ultraderechistas de la mayoría de oficiales españoles
que combatieron allí como Franco, José Sanjurjo, Emilio Mola, Millán Astray, Manuel
Goded, Juan Yagüe, Agustín Muñoz Grandes o José Varela. Oficiales que llegaron todos
al generalato y que pelearían en el bando antirrepublicano en la Guerra Civil de 1936 al
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A principios de la década de 1920 España vivía una situación difícil. Fue el pretexto
utilizado por Miguel Primo de Rivera (Capitán General de Cataluña) para proclamar la
dictadura en 1923.
La Restauración se había desprestigiado por diversos motivos:
La sucesión de gobiernos ineficaces y desprestigiados como consecuencia del
continuo fraude electoral y de la corrupción política.
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Las divisiones internas de los partidos dinásticos y los mejores resultados
electorales de republicanos y socialistas que provocó la alarma de la oligarquía.
La fuerza y radicalización del movimiento obrero, muy influido por la
revolución bolchevique, que hacía temer a las clases acomodadas el triunfo de
una revolución social.
Las consecuencias del desastre de Annual que había afectado al ejército. En el
Expediente Picasso se exigían responsabilidades a los militares por la derrota, y
las responsabilidades llegaban hasta Alfonso XIII. El ejército se quejaba también
de la falta de medios para vengar la humillación de Marruecos.
El auge de los nacionalismos, visto con recelo por conservadores y militares.
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catalana, prohibió el uso del catalán en actos oficiales, impuso la educación en
castellano, impidió la exhibición de la bandera catalana y ordenó la detención de
Francesc Maciá. Del mismo modo, el dictador dispuso la clausura de los
periódicos peneuvistas y de todos los batzokis (locales del PNV)
Adopción de severas medidas de orden público. Se prohibieron las
manifestaciones y las huelgas, lo que redujo rápidamente el número de atentados
y de conflictos laborales. Además, impuso la censura de prensa y estableció un
férreo control sobre la correspondencia privada, ordenando también la detención
de numerosos dirigentes cenetistas y comunistas, así como la clausura de sus
locales y periódicos. Se creó un nuevo Somatén Nacional con intención de
oficializar y reorganizar a los somatenes y guardias cívicas que existían con
anterioridad
Creación de la Unión Patriótica (1924) a modo de partido único, bajo la
dirección de un militar y sin ideología definida, cuya única misión era apoyar la
dictadura de Primo de Rivera. Se trataba de seguir el modelo fascista impuesto
por Mussolini en Italia. Los upetistas se definían como derechistas,
antiparlamentarios, defensores del autoritarismo, tradicionalistas, monárquicos y
católicos. Muchos caciques se sumaron al partido. Sin embargo, la UP fue un
simple instrumento de propaganda oficial, que careció de fuerza y de respaldos
sociales de importancia.
El gran éxito de los primeros años de la dictadura fue acabar con la guerra de
Marruecos. Miguel Primo de Rivera era partidario de abandonar el Protectorado por los
enormes gastos que acarreaba y por la oposición popular a la presencia española en
Marruecos. Por ello, preparó la retirada de Marruecos pese las protestas de los militares
africanistas. Pero en 1925, ante un ataque de Abd-el -Krim en la zona de soberanía
francesa, se decidió la acción conjunta franco-española. El desembarco de Alhucemas
(septiembre 1925) constituyó un éxito completo y en mayo de 1926 Abd-el-Krim se
rindió a los franceses. Una vez controlado el Protectorado, Miguel Primo de Rivera
decidió reforzar el ejército de África y quitar emotividad popular al problema marroquí
sustituyendo las tropas de reclutas españoles por regulares indígenas. El fin del conflicto
dejaba sin resolver el enorme gasto militar y además el problema político originado por
una numerosa oficialidad africanista ascendida por méritos de guerra y con ansias de
intervención política. El gran éxito popular que le acarreó esta victoria animó a Primo
de Rivera a institucionalizar el régimen.
A los éxitos del Directorio militar sobre el orden público y en Marruecos, se sumaron
una economía en expansión, favorecida por el proteccionismo y por la buena coyuntura
internacional, y el apoyo de la UGT a la política social del dictador. A fines de 1925, un
gobierno civil, presidido por Primo de Rivera, sustituyó al Directorio Militar por un
Directorio Civil
Se trataba de institucionalizar la Dictadura.
En 1927, se constituyó una Asamblea Nacional Consultiva, ajustada al sistema
corporativo de representación directa de los diferentes intereses socioeconómicos,
prescindiría de la mediación de los partidos políticos. Era una cámara de representación
política, que permitiese una salida constitucional a la dictadura. Destacaron varias
características en esta Asamblea:
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Era una cámara totalmente corporativa, formada por 400 representantes de las
instituciones locales, de la administración central o de distintas actividades
profesionales. Representantes (designados directa o indirectamente por el
gobierno) en los que predominaban afiliados de la UP, oficiales del Ejército,
miembros del alto clero y miembros de los grupos económicos del país
(latifundistas, banqueros, grandes industriales y dirigentes de organizaciones
patronales).
Era una asamblea consultiva que servía para asesorar al dictador no teniendo
capacidad legislativa. De hecho, seguía el modelo de otros organismos, el
Consejo Fascista, ya creados por Mussolini en Italia.
La principal obra de esta asamblea, fue un proyecto de Constitución, cuyo
contenido se basaba en los principios de corporativismo, antiparlamentarismo,
catolicismo y unidad nacional que no llegó a ser promulgada debido al aumento
de la oposición a la dictadura a partir de 1928.
También se imitó el modelo social del fascismo italiano, estableciéndose la
Organización Corporativa del Trabajo, especie de sindicato que trataba de arbitrar entre
patrones y obreros. Inspirada en las encíclicas papales y en la legislación de la Italia
fascista, aunque aquí se reconocía la libertad sindical. De acuerdo con esta organización
se crearon los Comités Paritarios con el objeto de regular la vida laboral y que
obtuvieron el apoyo de la UGT. Además, se impulsaron medidas favorables a los
obreros, como el fomento de las cooperativas de casas baratas, la aparición de seguros
sociales y la protección de los jubilados. De nuevo el intento de institucionalización del
régimen de Primo de Rivera fracasó.
El Directorio civil puso en marcha una política económica intervencionista:
Se fomentó la producción nacional. Hubo una obsesión por fortalecer el mercado
nacional y apoyar el producto interior (defensa del consumo de productos de
origen doméstico y rechazo a los importados), con lo cual, se realizaron medidas
de carácter proteccionista. Así, dichas medidas fueron el reforzamiento del
proteccionismo arancelario, y la subvención estatal de compañías ferroviarias,
navieras y mineras.
Se realizó un ambicioso plan de obras públicas (electrificación de los
ferrocarriles, ampliación y perfeccionamiento de la red de carreteras. Se
construyeron más de 7000 km. Se revitalizó la construcción de nuevos ramales
de ferrocarriles.) y regadíos del Ebro.
La política hidráulica con un doble fin: mitigar la falta de agua y crear un
potencial energético (hidroelectricidad) por medio de saltos de agua. Se crearon
las Confederaciones Hidrográficas y el Consejo de Energía.
Se crearon los monopolios estatales, entre ellos, la Compañía Arrendataria de
Tabacos, la Compañía Telefónica Nacional de España, (1924) la Compañía
Arrendataria del Monopolio de Petróleos (CAMPSA) (1927). Se inició el
turismo con la creación de la Red de Paradores Nacionales.
La concesión de ayudas y subvenciones económicas a empresas privadas
nacionales con cargo a los fondos presupuestarios públicos.
Para acometer estos proyectos fueron necesarias grandes inversiones, que
dispararon la inflación y la deuda pública.
Esta amplia actividad económica originó el crecimiento de la banca privada y
oficial.
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Los resultados de la política económica primorriverista fueron la drástica disminución
del número de huelgas, la realización de modernas obras públicas y el aumento de los
niveles de producción. Por contraste, el Estado se endeudó en exceso y el
intervencionismo gubernamental dio origen a frecuentes y escandalosas prácticas de
corrupción y favoritismo. En definitiva, los principales beneficiados fueron los grandes
grupos empresariales, que resultaron muy favorecidos con los contratos públicos y con
el suministro de material al Estado. Es importante señalar que la dictadura se aprovechó
de la coyuntura internacional de recuperación económica general que experimentó toda
Europa durante los años veinte. La llegada de la Gran Depresión (1929) con la caída del
comercio exterior, la inflación y el aumento del paro, demostraron que los éxitos de la
política económica de la dictadura habían sido coyunturales y comenzó la desconfianza
de los sectores que habían apoyado al régimen.
La caída de la dictadura
Pese a que la dictadura, como solución provisional, fue aceptada por una gran parte de
los españoles, a partir de 1928 la crisis del régimen era evidente, aumentado la
oposición al sistema debido a:
Algunos liberales y conservadores exigieron elecciones y la vuelta de la
Constitución de 1876.
Los republicanos fundaron en 1926 la Alianza Republicana e iniciaron una
campaña en el exterior contra la dictadura,
Socialistas, rompieron su colaboración con el régimen en 1928, acción que fue
secundada por la UGT
Anarquistas, la CNT, desde la clandestinidad, comenzó a recuperarse y crearon
la Federación Anarquista Ibérica en 1927 (FAI).
Los intelectuales como José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno
manifestaron públicamente su oposición a la dictadura y el movimiento
estudiantil, a través de la Federación Universitaria Española (FUE). El
principal conflicto estalló en 1929, a raíz del intento del gobierno de favorecer a
centros universitarios privados.
Los nacionalistas catalanes se movilizaron contra el centralismo y se pasó al
enfrentamiento con figuras como Francesc Macià.
Un elemento clave fue el creciente descontento en las filas del Ejército ante el
apoyo de Primo de Rivera a los africanistas, promovió pronunciamientos
militares como la sanjuanada o la insurrección del cuerpo de Artillería. Debido a
este aumento de la oposición, junto con la extensión de la fuerza de la izquierda
y al agravamiento de las dificultades económicas (crash de la bolsa de Nueva
York 1929) y presupuestarias del Estado, Primo de Rivera, anciano, enfermo y
sin apoyos sociales, el 27 de enero de 1930 presentó su dimisión al rey,
marchando a París donde murió dos meses más tarde.
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humorísticamente como la “Dictablanda” por algunos y de Error por otros (artículo de
Ortega: El error Berenguer), pero el gobierno y la monarquía carecían ya de credibilidad
(incapaces de hacer frente a la grave situación económica y política) y el
republicanismo avanzó entre los nacionalistas, el movimiento obrero, los intelectuales e
incluso entre los políticos tradicionalmente monárquicos (Maura funda el Partido
Republicano Conservador y Niceto Alcalá Zamora el Partido Republicano Progresista)
y gran parte del ejército.
La oposición empezó a organizarse: republicanos, catalanistas y socialistas se reunieron
y firmaron el Pacto de San Sebastián en agosto de 1930. En él se comprometían a
derrocar a la monarquía e instaurar un régimen democrático, constituyendo un Comité
Revolucionario presidido por Alcalá Zamora para preparar la proclamación de la
República.
Alfonso XIII se vio cada vez más aislado. Muchos militares empiezan a ver con buenos
ojos las posibilidades republicanas. Incluso la CNT apoyo a la conspiración para traer la
República. Semanas más tarde se difundió un manifiesto que llamaba a la población a
derribar la monarquía
En diciembre de 1930 se sucedieron sublevaciones militares republicanas, primero en
Jaca (sus líderes, Galán y García Hernández, fueron juzgados y ejecutados) y luego en
Cuatro Vientos que fracasaron por falta de coordinación. Los miembros del Comité
Revolucionario fueron detenidos y encarcelados, pero una ola de protestas, huelgas y
manifestaciones sacudió todo el país. Berenguer, incapaz de encauzar la situación,
presentó la dimisión el 14 de febrero de 1931 y fue sustituido por el almirante Aznar
que, como primer paso para volver al sistema constitucional, convocó un proceso
electoral, empezando por las municipales 12 de abril. Alfonso XIII se había
comprometido excesivamente con la dictadura y las elecciones se presentaron como un
plebiscito a favor o en contra de la monarquía.
Las elecciones municipales del 12 abril de 1931, a pesar de su carácter administrativo
(eran unas elecciones para la elección de alcaldes y concejales de ayuntamientos
municipales), fueron un verdadero plebiscito en torno al dilema monarquía o república.
En este sentido, las ciudades apoyaron masivamente a las candidaturas republicanas y
socialistas (habían formado una nueva Conjunción Republicano-Socialista) triunfando
rotundamente en todas las grandes ciudades (en cuarenta y cinco de cincuenta capitales
de provincia, así como en las zonas mineras e industriales.). Dicho resultado electoral
demostraba que los ciudadanos en su mayoría rechazaban el sistema monárquico y se
oponía a la permanencia de Alfonso XIII en el trono español. Así, éste, consciente de las
pocas posibilidades para intentar una resistencia armada, renunció a la Corona y
abandonó el país. Finalmente, el 14 de abril de 1931 fue proclamada la II República
española en medio del pacífico y bullicioso entusiasmo popular que salió a las calles y
plazas de la mayoría de las localidades españolas. A partir de ese momento se encargó
del país un Gobierno Provisional de republicanos y socialistas que debía comenzar a
modernizar y democratizar el país sacándolo de la decadencia política, social, cultural y
económica arrastrada durante decenios.
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