Guía de Lectura - Vanguardias Latinoamericanas
Guía de Lectura - Vanguardias Latinoamericanas
Guía de Lectura - Vanguardias Latinoamericanas
del sistema cuando puede reflexionar sobre sí misma como sistema, cuando puede
pensarse a sí misma como institución social y promover cambios.
y funciones). La práctica artística supone una idea del arte que no busca representar el
mundo, sino intervenir en él, para eso se conecta con las prácticas sociales y se funde
con ellas. En este sentido, las obras de vanguardia son inorgânicas, desarticulan la obra
como totalidad orgánica, fragmenta los materiales y los recombina (ejemplos: el cine de
Einsenstein, el collage cubista de los cuadros de Picasso, el juego de citas del teatro de
Brecht). La obra de arte de vanguardia postula la discontinuidad, el corte, la
fragmentación, en oposición al desarrollo, la evolución, la continuidad. No está fundada
en la secuencia, sino en el contrapunto de fragmentos. De esta manera, el arte se
desnaturaliza y es postulado como un artefacto que exhibe sus procedimientos de
construcción. Su principio de construcción es el montaje.
Como señala Hal Foster, varias críticas se proyectaron sobre esta lectura de Burguer,
algunos autores desestimaron el poder crítico del arte de vanguardia, el cual no podría
tener un efecto de emancipación si su significado está desublimado y su forma
desestructurada. Otros consideraron que las vanguardias, en su tentativa de negar el arte,
acabaron preservando la categoría de arte propiamente dicha, en vez de ser una ruptura
con relación a la ideología estética; para estas posiciones, las vanguardias no serían más
que “um fenômeno invertido no mesmo nível ideológico”.
Según Foster, “para os artistas vanguardistas mais perspicazes, como Duchamp, o alvo
não é nem uma negação abstrata da arte nem uma conciliação romântica com a vida, e
sim um exame contínuo das convenções de ambas”. No se trataría, entonces, de
restablecer una conexión entre arte y vida, sino de sostener una tensión entre ellos.
Para Foster, la teoría de Burguer presenta a las vanguardias históricas como un origen
absoluto cuyas transformaciones estéticas son absolutamente significativas e
históricamente eficientes en ese primer momento (inicio del siglo XX). Esta premisa es
problemática porque, de acuerdo con Foster, la significación y la eficiencia histórica de
las vanguardias solo pueden ser percibidas retroactivamente: “O status de Duchamp e de
“Les demoiselles de Avignon” é um efeito retroativo de incontáveis reações artísticas e
leituras críticas”. También la descripción del proceso de autonomización del arte en
términos evolutivos sería un punto débil de la teoría de Burguer. Estos dos aspectos de
las reflexiones de Burguer sobre las vanguardias (la retórica de la ruptura y el
evolucionismo residual) lo llevan a presentar la historia como puntual y final. Dice
Foster: “Para ele, portanto, uma obra de arte, um desvio na estética, acontece de uma só
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En la línea de estas reflexiones sobre las vanguardias históricas, tanto las de Burguer
como las posiciones críticas de Foster, sugiero la lectura del ensayo de César Aira, “La
nueva escritura” (1998). En este texto Aira postula el surgimiento del “mito de la
vanguardia” como reacción a un proceso de institucionalización de las formas del arte y
la consecuente profesionalización del artista, que solo se limitaría a la reiteración de
formas establecidas. Ante esto, las vanguardias recuperan el gesto del aficionado que
inventa nuevas prácticas (ya no obras) que exhiben sus procedimientos de
construcción. Si la disyuntiva era seguir haciendo obras profesionalmente o inventar
nuevas prácticas que le devolvieran al arte “la facilidad de factura que tuvo en sus
orígenes”, las vanguardias optaron por el segundo camino y restituyeron “el proceso allí
donde se había entronizado el resultado”. Los procedimientos aleatorios de composición
de John Cage (en contraposición a la figura del genio creador de Mozart) es el caso que
comenta Aira como ejemplo paradigmático del arte de vanguardia en tanto invención de
nuevas prácticas en el campo ya legitimado y autónomo del arte.
Sugiero la lectura de los artículos de N.Osorio (“Para una caracterización histórica del
vanguardismo hispanoamericano”) o de S Yurkievich (“Los avatares de las
vanguardias”) para una primera aproximación a la especificidad de las vanguardias
latinoamericanas.
Osorio considera los condicionamientos históricos y socio-políticos del período (el
avance de los EEUU en la nueva hegemonía mundial, la revolución comunista de 1917,
la Primera Guerra Mundial) y en diálogo con una ensayística que indaga sobre la
alteridad cultural de América Latina, señala la necesidad de tener criterios
historiográficos y herramientas críticas propias que den cuenta de la recepción
transformadora de las vanguardias europeas. En América Latina, los movimientos de
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También recomiendo la lectura del estudio introductorio del libro de J. Schwartz, Las
vanguardias latinoamericanas. Textos programáticos y críticos. Además de incorporar
a Brasil en el panorama latinoamericano (uno de los aportes más valiosos), Schwartz
articula los manifiestos y los testimonios de artistas y escritores del período en función
de líneas estéticas e ideológicas claves para pensar esa producción: las tensiones entre
localismo y cosmopolitismo, por un lado, y las tensiones entre vanguardia estética y
vanguardia política, por otro. Pero considera tambien algunas posiciones más
imprecisas de escritores y poéticas con relación a esas tensiones (Borges, Vallejo,
Neruda, etc).
El estudio de Schwartz dirime de forma clara la periodización de las vanguardias
latinoamericanas (objeto de discusión en muchos estudios sobre el tema). Él propone
tres fechas de referencia:
1914: punto de partida de las vanguardias con la publicación del Manifiesto “Non
serviam”, de Vicente Huidobro (primer manifiesto vanguardista en América Latina)
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1922: la publicación de Trilce, de César Vallejo y de Veinte poemas para ser leídos en
el tranvía, de Oliverio Girondo, dos libros de poesía paradigmáticos de las vanguardias
latinoamericanas. También la Semana del 22, en São Paulo es una referencia relevante.
1938: la publicación del “Manifiesto por un arte independiente”, escrito por A.Breton,
D. Rivera y Trotsky. Con este manifiesto se cierran las propuestas colectivas de ruptura
estética.
En esta línea de indagaciones, sugiero también la lectura del libro de Viviana Gelado,
Poéticas da transgressão. Vanguarda e cultura popular nos anos 20 na América Latina.
A partir de una noción de cultura popular como el resultado de una apropiación desigual
del capital económico y simbólico de la sociedad que se origina en la interacción
conflictiva de los sectores subalternos con los hegemónicos, Gelado coloca la
disyunción (es decir, la desigualdad y el enfrentamiento, y no la simple diferencia) en el
centro de su estudio de las vanguardias en el continente. Para la autora, la valorización
de lo popular que realizan los movimientos de vanguardia de los años 20 permitiría
poner en evidencia el carácter heterogéneo de la cultura latinoamericana. Gelado no
pierde de vista que la disyunción es la dimensión inevitable del encuentro cultural
dentro de la obra de arte y, de esta forma, desestima cualquier perspectiva optimista que
intente leer eufóricamente los procesos de préstamos, apropiaciones y enfrentamientos
que conforman la cultura del continente.
Para dar cuenta de esa dimensión conflictiva del campo cultural latinoamericano de
principio del siglo XX, Gelado lee no apenas los postulados programáticos de las
propuestas estéticas de vanguardia (expuestos en los manifiestos) sino, también, los
desvíos, las contradicciones y las imposibilidades de estos movimientos artísticos. Por
ejemplo, al comentar las obras pictóricas del México vanguardista, describe con
particular minuciosidad la apropiación que los artistas plásticos realizan de los temas y
las técnicas populares, pero también atiende a las relaciones, no siempre de oposición,
que esos artistas establecieron con un Estado que tendía fuertemente a institucionalizar
sus prácticas. Al analizar el indigenismo de Mariátegui en Perú, presenta el carácter
afirmativo de la propuesta, es decir, la reivindicación de los sectores subalternos
indígenas con vistas a la realización última del socialismo, pero también ilumina su
reverso: la apelación inevitable a la incorporación y participación de estos sectores al
modelo de modernización impuesto por la oligarquía económica y el poder del Estado.
De la misma forma, al analizar el modernismo brasileño, subraya el cuestionamiento
radical que esta propuesta realizó de los sectores sociales hegemónicos al valorizar la
cultura de los sectores populares y, entre otras cosas, incorporar la oralidad a la lengua
literaria; pero también señala que el fracaso de este proyecto residió “na persistência da
idéia de que há um modelo que se almeja -a civilização que operaria como cristalização
da unidade nacional sempre por vir- e de que é possível levar à prática esse projeto
desde que se coadunassem esforços sob a iniciativa de uma aristocracia (econômica e
intelectual)”. En el caso del Río de la Plata, Gelado señala el carácter moderado que
asume la propuesta estética del movimiento martinfierrista y su baja conflictividad en el
cuestionamiento de las instituciones sociales y políticas, pero no deja de destacar,
también, que las propuestas más radicales desde el punto de vista político, que
provenían del grupo de Boedo, no renunciaban a la educación formal (escolar) como
posibilidad de ascenso social y a la figura del intelectual como mediador de ese proceso.
Estas contradicciones también son señaladas por Moraes Belluzzo al comentar la
independencia relativa de los artistas con relación a las instancias de producción y
legitimación del arte en las sociedades latinoamericanas (los artistas y el Estado
protector en México, los artistas y la oligarquía del café en São Paulo, por ejemplo)
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Bibliografia
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