El Terrorismo Machista Convertido en Norma
El Terrorismo Machista Convertido en Norma
El Terrorismo Machista Convertido en Norma
Hay normalidades a las que una prefiere no acostumbrarse. En España hace no tantas
décadas, un sistema de pensamiento que se impuso por la fuerza de la mano de una
represiva dictadura convirtió en normalidad lo que nunca debió serlo: la vulneración
sistemática de los derechos y libertades de las mujeres. Cuando dejábamos de depender
del padre, pasábamos a depender del marido, del que necesitábamos permiso para abrir
una cuenta corriente, firmar un contrato o simplemente poner una denuncia. Como para
denunciarle, claro.
El espíritu misógino que motivó aquella caza de brujas pervive hasta nuestros días, como
nos recuerda Mona Chollet en su ensayo Brujas (b, 2019), y explica varios de los lastres
que quedan por quitarnos del todo como la demonización de la edad y sus consecuencias
en el cuerpo de la mujer, la extrañeza ante una mujer sin pareja o sin hijos, o la difícil
relación mujer, riqueza y poder, que un hombre lo ambicione resulta natural, en la mujer ya
es otra historia, menuda bruja.
Aunque sí, vamos mejorando, ya no tenemos que pedir permiso para todo, y las leyes en
occidente nos amparan como iguales. Sin embargo estamos lejos aún de conseguir que las
realidades sean reflejo del mundo de negro sobre blanco. La igualdad legal la tenemos, la
material muchas también, otras no tanto y otras muchas en absoluto, pero en lo ideológico y
social, relaciones de pareja, distribución de roles, empoderamiento, aún nos queda un largo
camino.
Estamos en ello, ¿o no? La realidad nos demuestra que estamos ante un problema
complejo, inserto en el tuétano de nuestra mentalidad y acciones, en nuestro día a día
cotidiano, en nuestra forma de relacionarnos y cuidarnos, en nuestra manera de entender la
sexualidad, en los tabúes y los silencios, las consignas y las palabras. El machismo se
cuela por las rendijas de nuestras vidas, con diversa intensidad, con distinta inquina y
violencia, pero no hay persona que se libre del todo de él. No, ni siquiera en nuestra
sociedad abierta, blindada en leyes de igualdad, y realidades muy desiguales.
Por un lado vamos a trompicones y quizás con fórmulas erróneas, poco acordes para la
envergadura del tema. El sistema patriarcal mata y genera un grave sufrimiento, esto hay
que tenerlo claro. Si no partimos de esta base no hay nada que hacer.. En la cara más
irremediable de ese dolor nos encontramos los asesinatos. Desde que comenzó a
contabilizarse en 2003 han sido asesinadas 1.270 mujeres a manos de sus parejas, sin
contar otros asesinatos machistas, y esta cifra no deja de aumentar. Ayer era una mujer de
58 años en Sevilla, hace unos días una menor de 17 años en Toledo, unos días antes un
comisario jubilado quitaba la vida a su exmujer y actual compañera en Barcelona, y no
olvidemos que el verano empezó con un hombre en Cuenca que asesinaba a su mujer y
sus dos hijos. Espeluznante. Si contamos asesinatos por día, no pasan más de 3 días sin
que haya un asesinato machista. Detrás de cada uno de estos atentados contra la mujer,
hay una historia de años de calvario sufridos por ella, por sus hijos y posiblemente por su
familia cercana, hay vecinos y amigos que murmuran un “se veía venir” y todo un sistema,
toda una sociedad que falla, que se traga estas vidas sin darles la oportunidad que
merecían porque no supimos abordar el problema. Porque es un problema, y es un
problema concreto que se llama machismo y que está tan arraigado que para luchar contra
él requiere una estrategia compleja y de gran apoyo, no bastan las campañas de
concienciación. Está tan arraigado que, a pesar de las evidencias, no deja de haber gente,
mujeres, hombres e incluso un partido político que niega esta realidad. Y no olvidemos el
CIS que nos regaló a comienzos de 2024 el titular “el 44% de los hombres y el 32% de las
mujeres creen que ahora se está discriminando a los hombres”.
En nuestro país, la actualidad es bien distinta para muchas mujeres, pero en otras aún pesa
una pesadilla personal que bebe de la misma fuente que la afgana: el machismo. Los
asesinatos son la expresión más extrema de la violencia de género, pero no la única. Este
verano se han registrado numerosos casos de agresiones graves contra las mujeres y sus
hijos, al igual que secuestros y amenazas de muerte. Decenas de agresores han sido
detenidos por saltarse órdenes de alejamiento y siguiendo esta línea, en numerosas
ciudades ha habido casos de hombres que habían retenido a sus parejas o exparejas en
contra de su voluntad.
La violencia machista aún persiste. Quien no quiera verlo que se haga su autoanálisis,
¿cuánto nivel de machismo estamos dispuestas a soportar en la sociedad? Tuvimos
avances, pero estamos sufriendo un profundo movimiento reaccionario. Hay que prepararse
y verbalizar qué queremos que sea lo normal en nuestras vidas.
Yo lo tengo claro. Esto no quiero que sea normal. Por dónde empezar. Por todos los frentes.
Feminismo a raudales en todos los ámbitos legales o sociales es el único camino posible.
Necesaria oleada violeta para el comienzo de curso. Ojalá llegue, tiene que llover violeta a
cántaros.