La Revista Criterio y Las Derechas Argen

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Francisco Teodoro

La revista Criterio y las derechas argentinas:


una lectura católica sobre
la realidad política nacional (1955-1962)
Francisco Teodoro

La revista Criterio y las derechas argentinas:


una lectura católica sobre la realidad
política nacional (1955-1962)
Esta publicación ha sido sometida a evaluación interna y externa
organizada por las instituciones editoras.

Corrección: Guillermina Canga


Diseño gráfico: Andrés Espinosa (UNGS)
Maquetación: Delia Contreras

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Impreso en Argentina
©2023 Universidad Nacional de La Plata, Universidad Nacional de
Misiones, Universidad Nacional de General Sarmiento

Colección Entre los libros de la buena memoria

Teodoro, Francisco
La revista Criterio y las derechas argentinas : una lectura católica
sobre la realidad política nacional : 1955-1962 / Francisco Teodoro. -
1a ed - Los Polvorines : Universidad Nacional de General Sarmiento
; La Plata : Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humani-
dades y Ciencias de la Educación ; Misiones : Universidad Nacional
de Misiones , 2024.
Libro digital, PDF - (Entre los libros de la buena memoria / 38)

Archivo Digital: descarga y online


ISBN 978-987-630-751-2

1. Historia Argentina. 2. Memoria. I. Título.


CDD 306.0982

Licencia Creative Commons 4.0 Internacional


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la Colección de e-books “Entre los libros de la buena memoria”,
con el objeto de difundir trabajos de investigación originales e
inéditos, producidos en el seno de Universidades nacionales y
otros ámbitos académicos, centrados en temas de historia y me-
moria del pasado reciente.
La Colección se propone dar a conocer, bajo la modalidad “Ac-
ceso Abierto”, los valiosos avances historiográficos registrados en
dos de los campos de estudio con mayor desarrollo en los últimos
años en nuestro país, como lo son los de la historia reciente y los
estudios sobre memoria.
Colección Entre los libros de la buena memoria

Directores de la Colección
Gabriela Águila (CONICET-UNR)
Jorge Cernadas (UNGS)
Emmanuel Kahan (CONICET-UNLP)

Comité Académico
Daniel Lvovich (UNGS-CONICET)
Patricia Funes (UBA-CONICET)
Patricia Flier (UNLP)
Yolanda Urquiza (UNaM)
Marina Franco (UNSAM-CONICET)
Silvina Jensen (UNS-CONICET)
Luciano Alonso (UNL)
Emilio Crenzel (UBA-CONICET-IDES)

Comité Editorial
Andrés Espinosa (UNGS)
Verónica Delgado (UNLP)
Nélida González (UNaM)
Índice

Agradecimientos .......................................................................... 9

Introducción ............................................................................. 11

Capítulo 1. De la crisis con el peronismo a la “Revolución


Libertadora”: Criterio y la incursión en el antiperonismo (1955-1957)
Introducción ...................................................................... 35
Catolicismo y peronismo: del encantamiento a la crisis ...... 37
Criterio y el integrismo: un catolicismo democrático
y antitotalitario en el marco
de la “Revolución Libertadora” .......................................... 47
Las lecturas sobre el peronismo: el primer elemento
de quiebre en el consenso antiperonista .............................. 60
Criterio y el antiperonismo en la segunda etapa
de la “Revolución Libertadora”: el problema social
y la cuestión educativa ........................................................ 71
Conclusiones...................................................................... 84

Capítulo 2. Criterio y la apertura política: lecturas sobre


la posibilidad de una reformulación del sistema político
entre las elecciones constituyentes y el primer año de Frondizi
(1957-1959)
Introducción ...................................................................... 87
La convocatoria a elecciones y el debate sobre la reforma cons
titucional. El rol de las élites y los partidos en el marco
de la primera etapa de la apertura política........................... 89
Las elecciones de julio de 1957 y la Asamblea Constituyente:
la persistencia del peronismo y la “vieja política” ................ 97
La integración como alternativa para reformular el sistema
político: las élites y las masas bajo el gobierno
de Frondizi....................................................................... 110
La exclusión del peronismo y de los peronistas: el plan de
estabilización y la represión como síntomas del fracaso
del antiperonismo .............................................................124
Conclusiones.....................................................................137

Capítulo 3. Del antiperonismo al anticomunismo: Criterio


y la cuestión comunista entre la discusión “laica o libre”
y el derrocamiento de Frondizi (1958-1962)
Introducción .....................................................................141
Criterio y el comunismo entre la discusión “laica o libre”
y el plan de estabilización de Frondizi ...............................143
Una mirada crítica hacia el interior de las derechas:
los anticomunistas y la amenaza marxista ..........................154
El problema de la autonomización de las Fuerzas Armadas:
¿sustitutos de las élites o amenaza para la legalidad? ...........166
La Revolución cubana y la redefinición del peronismo ..... 178
Conclusiones.....................................................................192

Conclusiones ............................................................................197

Bibliografía...............................................................................211
Agradecimientos

Este libro es una versión revisada de mi tesis de maestría en Ciencias


Sociales, defendida en marzo de 2021 en la Universidad Nacional
de General Sarmiento. Como en todo trabajo de investigación de
relativamente largo aliento, el resultado (cualquiera que este fuere)
solo se explica por el apoyo recibido. Por eso, antes de comenzar,
quiero expresar mi gratitud a aquellas personas que hicieron posible
que estas páginas salgan a la luz. En primer lugar, quiero mencio-
nar a mi director de tesis, Ernesto Bohoslavsky, por la lectura, los
comentarios, las relecturas, la paciencia y la buena predisposición
ante cada consulta que le hice llegar. Durante muchos años Ernes-
to respondió mis mails y me realizó sugerencias con una paciencia
envidiable. También quiero agradecer los comentarios y las lecturas
atentas de Miranda Lida, Diego Mauro y Martín Vicente, los jura-
dos que evaluaron mi trabajo. Estas lecturas me permitieron revisar
algunos elementos de la tesis para convertir ese trabajo en el libro
que aquí estoy presentando.
No puedo dejar de expresar mi agradecimiento a Andrés Frei-
jomil, coordinador académico del posgrado UNGS-IDES en el que
cursé la maestría, por las reuniones en las que me animó a retomar
y concluir un trabajo de investigación que, durante algún un tiem-
po, consideré que podía quedar abandonado. Sin los llamados y
las convocatorias de Andrés este libro hubiera sido un documento
inconcluso archivado en una carpeta de computadora.
Quiero mencionar también mi gratitud hacia los miembros del
grupo de investigación sobre historia reciente y sobre las derechas
10

del Instituto de Desarrollo Humano de la Universidad de Nacional


de General Sarmiento con el que me vinculé entre los años 2010 y
2015. Daniel Lvovich, Jorge Cernadas, Florencia Levin y los que
por entonces eran mis compañeros: Martín Vicente, Gineth Alva-
rez, Diego Benítez, Valeria Galván, Gabriela Gomes y Florencia
Osuna. Todos amables y brillantes compañeros con los que pude
compartir ideas, lecturas, problemas y charlas. Una mención similar
quiero hacer para Marina Franco, Olga Echeverría, José Zanca y
Sebastián Pattin, especialistas que en seminarios, congresos e in-
tercambios de mails accedieron a sugerirme lecturas y a señalarme
elementos que no había tenido en cuenta previamente.
Por último, quiero agradecer a mi familia y amigos. En parti-
cular, a Cintia y a mis niñas Vera y Renata por la paciencia y por
el tiempo que me brindaron para concentrarme en el trabajo. A
mis amigos, Cristian, Romina, Javier y Gabriel. A mis hermanos:
Juan, Pedro y María Clara. Y a mis viejos, Nora Bretón y Charly
Teodoro.
Introducción

El objetivo de este libro es examinar las intervenciones políticas de


la revista Criterio, una de las empresas periodísticas y culturales más
relevantes del catolicismo argentino en el siglo XX, en el período
que se extiende entre la crisis que precedió al derrocamiento de Juan
Domingo Perón en septiembre de 1955 y la destitución de Arturo
Frondizi en marzo de 1962. Nuestra intención es determinar en
qué medida la revista puede ser considerada como parte del campo
de las derechas, analizar las relaciones que existieron entre sus ar-
gumentaciones y posicionamientos y los expresados por otros inte-
grantes del campo, e identificar el sitio que ocupó la publicación en
el interior del universo católico argentino.
El punto de partida del relato se sitúa en la crisis que antecedió
al golpe de 1955. Este episodio abrió en la Argentina un período
de aguda conflictividad e inestabilidad política que culminó con
el advenimiento del autodenominado Proceso de Reorganización
Nacional (PRN) y la implantación del terrorismo de Estado entre
1976 y 1983. Tanto a la izquierda como a la derecha del arco políti-
co, varios fueron los elementos que marcaron este proceso. Entre los
grupos izquierdistas, la Revolución cubana, las relecturas sobre la
experiencia peronista y los movimientos de protesta en Europa con-
dujeron a muchos jóvenes a la búsqueda de una serie de transfor-
maciones sociales por medio de canales de participación política no
tradicionales. Este fenómeno, verificable a nivel continental, adqui-
rió en la Argentina un significativo nivel de profundidad debido a
la recurrente intervención de las Fuerzas Armadas en la vida política
12 Francisco Teodoro

nacional, lo cual implicó la imposibilidad de construir estructuras


democráticas para lograr la ansiada transformación de las estructu-
ras de la sociedad y la legitimación de prácticas de acción directa, en
muchos casos vinculadas al uso de la violencia
En la vereda contraria, los grupos derechistas reactivos a las
transformaciones sociales creyeron ver en el proceso de radicaliza-
ción política la amenaza definitiva a sus estilos de vida y a sus posi-
ciones de privilegio. En el marco de la Guerra Fría, el período com-
prendido entre 1955 y 1983 estuvo marcado para estos sectores por
una combinación de problemáticas entre las que se encontraban las
interpretaciones sobre el peronismo, el temor al avance del comu-
nismo y las izquierdas, las discusiones sobre el desarrollo económico,
las posibles consecuencias negativas de la pobreza y la desigualdad, y
las discusiones sobre la democracia y el sistema político. En ese con-
texto de inestabilidad, radicalización y militarización política, estos
grupos, en sus diversas manifestaciones, concurrieron en la estra-
tegia de apelar a la intervención de las Fuerzas Armadas para dete-
ner la potencia revolucionaria de los grupos de izquierda e imponer
sus propios modelos económicos, sociales y culturales a partir de la
restricción y la suspensión de las libertades civiles y democráticas.
El derrocamiento de Perón también fue un momento de
quiebre en la trayectoria del catolicismo argentino a lo largo del
siglo XX. El enfrentamiento entre el gobierno peronista y la Igle-
sia entre 1954 y 1955, la participación relativamente autónoma de
los laicos católicos en las movilizaciones antiperonistas de 1955,
las discusiones sobre el futuro político en el marco de la “Revo-
lución Libertadora” y las generadas por el Concilio Vaticano II
entre 1962 y 1965 sumergieron al universo católico argentino en
una profunda crisis que determinó el fracaso de las pretensiones
de hegemonía que perseguía la jerarquía de la institución al menos
desde 1930. Sumado a esto, una nueva generación de intelectuales
y sacerdotes, que crecieron y se formaron a la luz de estos hechos,
iniciaron el camino de buscar nuevos referentes para legitimar sus
posiciones tanto en el interior del catolicismo como en los espa-
cios políticos y culturales no católicos. Esto condujo a muchos de
ellos a enfrentar, entre los años sesenta y setenta, a las tendencias
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 13

dominantes del mundo católico, así como a trazar vínculos con el


peronismo y las izquierdas.
Estos episodios dan cuenta del proceso de secularización al
que se enfrentó el catolicismo argentino a mediados del siglo XX.
Entendemos este fenómeno en dos sentidos. En primer lugar, en el
sentido clásico propuesto por Max Weber (1998a, 1998b), como
un proceso de autonomización y separación de esferas, caracterís-
tico de las sociedades modernas, que produce un desplazamiento
de la religión a la esfera privada y, simultáneamente, una suerte de
“liberación” y “expulsión” del control religioso de las otras esferas
sociales (Weisz, 2017: 109).1 En segundo lugar, como un proceso
a partir del cual las organizaciones religiosas se preocupan por el
mundo secularizado y se adaptan a él, al tiempo que la autoridad
religiosa pierde capacidad normativa no solo en la regulación de las
formas de conducta de la sociedad, sino también en el interior de
la propia organización religiosa. Este segundo sentido es definido
por Mark Chaves (1994) como “secularización interna” y es lo que
Weber denomina como el “refuerzo del interés por el mundo”.2
En esta última acepción, el proceso de secularización no implica la
desaparición de lo religioso, sino una adaptación a contextos nue-
vos, en especial a la modernización de las prácticas y los discursos
sociales, lo cual presupone que la autoridad religiosa no tiene nor-
mas totalizadoras para organizar la sociedad, pero tampoco tiene
elementos para impedir el vínculo de lo religioso con otras esferas
de la vida social (Zanca, 2010: 96).3

1 Críticas a esta premisa se pueden encontrar en Casanova (2011). Para el autor, una serie
de episodios que se produjeron en 1979 y en los que la religión se mostró como un elemento
central (la Revolución Islámica de Irán, la elección de Juan Pablo II como papa y el ascenso
del movimiento Solidaridad en Polonia, la Revolución nicaragüense y el crecimiento del
movimiento Moral Majority en los Estados Unidos) pusieron en jaque la premisa central de
las teorías de la secularización sobre que la religión se convirtió en un fenómeno privado e
irrelevante en el mundo moderno (Casanova, 2011: 28).
2 Ver: Weisz (2017) y Zanca (2008, 2010).
3 Sobre las críticas y la potencialidad de las teorías de la secularización para el análisis de
fenómenos sociorreligiosos en la actualidad ver Weisz (2017).
14 Francisco Teodoro

Criterio: una primera presentación

Como mencionamos al inicio, nuestro trabajo se propone abor-


dar como objeto de análisis a la revista Criterio. Esta publicación fue
fundada en 1928 con el objetivo de convertirse en el órgano de
doctrina de la cruzada por la construcción de una nación católica.
Su primer director fue Atilio Dell’Oro Maini, un reconocido inte-
lectual laico de tendencia integrista que tuvo activa participación
en las discusiones políticas e intelectuales en los años treinta y que
ocupó varios cargos públicos bajo los gobiernos militares de 1930 y
1955. Entre 1929 y 1932, la revista fue dirigida por Tomás Casares
y luego por Enrique Oses. A partir de 1932, la dirección se tras-
ladó a las manos del sacerdote Gustavo Franceschi, un intelectual
de reconocida ascendencia en ámbitos no exclusivamente católicos,
que se constituyó en la figura central de la revista hasta su muerte
en 1957. En los años treinta y principios de los cuarenta, Criterio
expresó una línea política y doctrinaria ligada al pensamiento de
Franceschi y muy próxima a la tradición integrista promovida por
la jerarquía de la Iglesia. El respeto por la autoridad de los obispos,
el rechazo a la modernidad, el anticomunismo y el antiliberalismo
fueron algunas de las principales características que se pueden ob-
servar en esos años. Sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, la
línea editorial se modificó en sintonía con los cambios producidos
en el pensamiento de Franceschi y en el catolicismo a nivel global.
De la defensa del franquismo en la guerra civil española, postura
que le significó un debate con el filósofo francés Jaques Maritain, el
sacerdote pasó a mostrar un moderado acercamiento a los aliados en
la Segunda Guerra Mundial y se colocó en una posición de relativa
ambigüedad ante el surgimiento del peronismo entre 1945 y 1946.
En el período que abordamos en este libro, Criterio incorporó
una nueva generación de intelectuales a su grupo estable de colabo-
radores. Uno de ellos fue Jorge Mejía, un joven teólogo vinculado a
los círculos intelectuales europeos que impulsaban una reforma en
las relaciones de la Iglesia con la sociedad moderna. Mejía se sumó
como codirector en reemplazo de Luis Capriotti en diciembre de
1955 y ocupó el cargo de director de la revista luego de la muerte de
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 15

Franceschi en julio de 1957. Bajo su dirección participaron de for-


ma estable intelectuales que estaban presentes en la época anterior
como Juan Julio Costa, Felipe Freier, Jaime Potenze, Basilio Uribe
y Rafael Braun, y otros como Manuel Francisco Artiles y Gustavo
Ferrari, que se sumaron en marzo de 1959 y diciembre de 1960
respectivamente. Manuel Mercader, integrante del consejo de re-
dacción en la época de Franceschi, dejó de formar parte de la revista
en diciembre de 1957.
Uno de los miembros más importantes que sumó Criterio bajo
la dirección de Mejía fue Carlos Alberto Floria, un intelectual for-
mado como abogado y doctor en Derecho y Ciencias Sociales en la
Universidad de Buenos Aires. La incorporación de Floria al plantel
estable en junio de 1958 mostraba la intención de Mejía de abor-
dar en forma profunda, científica, secularizada y en diálogo con el
lenguaje de las ciencias sociales temas de actualidad entre los que se
encontraban no solamente la política nacional e internacional, sino
también los problemas económicos y sociales, las discusiones teo-
lógicas y las producciones culturales. En esa línea, en los años que
abarca nuestra investigación, colaboraron con la revista intelectuales
laicos como Bonifacio del Carril, Mariano Grondona, Jorge García
Venturini y Natalio Botana, entre otros.
En el campo estrictamente religioso, Criterio se desmarcó de las
actitudes de la jerarquía, promoviendo en la Argentina los debates
que caracterizaron al catolicismo a nivel mundial en los albores del
Concilio Vaticano II. Temas como el papel de los laicos en la vida
de la Iglesia, el ecumenismo y el rol de la Iglesia en las sociedades
contemporáneas fueron tratados en las páginas de la revista a partir
de los análisis de los colaboradores estables y de reconocidos intelec-
tuales extranjeros como Emannuel Mounier, Joseph Lebrett, Joseph
Folliet y el mencionado Maritain.
Junto con estos intelectuales, Criterio mantuvo un grupo esta-
ble de colaboradores especializados en el análisis de temas cultura-
les. Romualdo Brughetti se encargó de la sección de “Artes Plásti-
cas”; Jaime Potenze y Silvya Manhattan de Potenze, de las secciones
de “Cine y Teatro”, y Jorge Fontenla y Alberto Gimenez, de las
secciones de “Música y Discos”. Una de las secciones más intere-
16 Francisco Teodoro

santes de la revista, por la pluralidad y heterogeneidad de plumas


que allí participaron, fue la de “Libros”, en la que se publicaban
comentarios a las novedades bibliográficas. Si bien en general estaba
a cargo de los miembros del consejo de redacción, tomaron parte en
esta sección autores como Eugenio Guasta, Luis Pedro Toni, Mario
Betanzos, Ángel Battistena, Francisco Luis Bernárdez, Rogelio Ba-
rufaldi, María Esther de Miguel, Celia Zaragoza y los mencionados
García Venturini y Manhattan de Potenze.
Criterio fue una publicación central en la historia del catolicis-
mo argentino del siglo XX. A diferencia de otras empresas culturales
católicas con las que tenía cierta afinidad ideológica –tal es el caso de
Estudios o Esquiú– o con las que no tenía puntos de acuerdo –entre
las que podemos incluir a Presencia, Verbo, Roma, Jauja o Cabildo–,
la revista que aquí analizamos tuvo un alto nivel de estabilidad y
regularidad tanto en las fechas de publicación como en su organi-
zación interna. Sobre el primero de los puntos, Criterio aparecía
dos veces al mes –los segundos y cuartos jueves–, a excepción de la
edición del mes de diciembre que, generalmente, contenía el doble
de páginas que los números habituales y se publicaba en la semana
de Navidad. Esta regularidad se mantuvo en todo el período que
abordamos en el libro, aun en los momentos en los que, luego de la
muerte de Franceschi, y tal como asegura Mejía (2005: 120-121)
en su autobiografía, la situación económica hizo difícil la continui-
dad de la publicación. Más allá de esto, la revista tuvo una tirada
sostenida en el tiempo que osciló entre los 50.000 ejemplares por
número en el final de la época de Franceschi y los 30.000 ejemplares
bajo la dirección de Mejía, cifras marcadamente menores que las de
publicaciones como Azul y Blanco y Qué, cuyas tiradas oscilaban en
torno a los 140.000 y los 200.000 ejemplares respectivamente, o de
periódicos de circulación nacional como La Prensa, que se situó en
los 350.000, y La Razón, que mantuvo en la época una tirada de
500.000 ejemplares (Pattin, 2015: 38-39, 2016a: 74).
En relación con su organización interna, la revista también se
caracterizó por la estabilidad. A excepción del mencionado número
de diciembre, denominado “Especial de Navidad”, Criterio tenía
generalmente un total de 40 páginas que se numeraban en orden
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 17

desde la primera página del primer número del año hasta la última
de la edición navideña. Cada ejemplar comenzaba con una nota
editorial que era seguida por artículos de especialistas sobre política,
economía, sociedad, política internacional o religión. Una de las
secciones más importantes era la de “Comentarios”. Allí se trataban
una amplia variedad de temas de actualidad que, en muchos casos,
complementaban algunas de las notas centrales. También había en
la revista una preocupación por la cultura reflejada en las mencio-
nadas secciones de “Cine”, “Música”, “Discos”, “Teatro”, “Artes
Plásticas” y “Libros”. Por último, podemos encontrar las secciones
de “Información”, en la que se publicaban recortes de otras revistas;
“Documentos Oficiales”, en la que se replicaban intervenciones de
obispos y sacerdotes; “Pensamiento Pontificio”, en la que se repro-
ducían textos de autoría papal, y correo de lectores.

Derechas y catolicismo en la Argentina de los años


cincuenta y sesenta

Nuestro trabajo se sitúa en la intersección entre los estudios so-


bre las derechas argentinas y los que tienen como objeto al catolicis-
mo. Estudiar a las derechas implica poner en práctica un enfoque
relacional e histórico que preste atención a la totalidad del sistema
político y a la distribución de las fuerzas en la cual esa derecha se ins-
cribe (quiénes son sus enemigos, qué ideas discute), pero también a la
especificidad de esa derecha, los valores que defiende, las ideas con las
que se vincula y los grupos políticos, sectores sociales y líderes que las
promueven (Bohoslavsky, 2011: 115).
Partiendo de este enfoque, entendemos a la derecha como un
campo, en el sentido que le otorga Pierre Bourdieu (2003, 2008,
2009), en el que confluyen distintas agrupaciones, fuerzas políticas,
intelectuales y publicaciones que comparten una serie de presupues-
tos comunes. El primero de ellos es la inclinación a concebir a los
seres humanos como desiguales filosófica y socialmente, y a sostener
que esas desigualdades –traducidas en jerarquías– no solo son im-
posibles de eliminar, sino que su existencia y consolidación es de-
18 Francisco Teodoro

seable para el funcionamiento de las sociedades (González Cuevas,


2000, 2001, 2005; Bobbio, 2014). Sobre este punto, estamos de ac-
uerdo con Norberto Bobbio (2014) cuando afirma que uno de los
elementos que mejor distingue a la derecha de la izquierda es su mi-
rada esencialmente desigualitaria de la sociedad, mientras que el que
mejor caracteriza a las doctrinas y a los movimientos izquierdistas es
el igualitarismo.4 El segundo presupuesto es la tendencia a oponerse a
las posturas reformistas o revolucionarias dominantes en el momento:
el socialismo, el comunismo o las transformaciones impulsadas por
los populismos (Eatwell, 1990a, 1990b; Eatwell y O´Sullivan, 1990;
McGee Deutsch, 2005). Esto no elimina el hecho de que distintas ex-
presiones del campo hayan mostrado aceptación y, en algunos casos,
entusiasmo ante la implementación de políticas reformistas en con-
textos en los que la posibilidad, real o imaginaria, de una revolución
izquierdista amenazó la persistencia de los privilegios capitalistas entre
fines del siglo XIX y principios del XX e incluso luego de la Segunda
Guerra Mundial (González Cuevas, 2000). La tercera característica
que define a los miembros del campo de la derecha es una concep-
ción antropológica pesimista que concibe al hombre como un ente
incompleto, contradictorio e incapaz de encontrar la perfección, al
tiempo que parten de la idea de que las características del ser hu-
mano vienen dadas desde su nacimiento y no existe posibilidad de
modificarlas y perfeccionarlas (González Cuevas, 2000; Bohoslavsky,
2011). Por último, el cuarto presupuesto que comparten estos grupos
es una mirada profundamente elitista de la sociedad que, en materia
política, se traduce en la preeminencia de las minorías sobre las masas
(González Cuevas, 2000).
El campo de las derechas es dinámico a lo largo del tiempo
puesto que está formado por diferentes familias o tradiciones que,
como indica Pedro González Cuevas (2005: 13), tienen sus pro-
pias pautas para dar respuestas a las problemáticas de cada época
4 Para el politólogo italiano, esta concepción no debe ser confundida con la utopía de una
sociedad de iguales, sino que debe ser considerada como una propensión a “exaltar más lo que
convierte a los hombres en iguales respecto a lo que los convierte en desiguales” y “a favorecer
las políticas que tienden a convertir en más iguales a los desiguales” (Bobbio, 2014: 120-121).
Por tanto, igualitario y de izquierda es quien “tiende a atenuar las diferencias”, mientras que
no igualitario y de derecha es “quien tiende a reforzarlas” (ibíd.: 119).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 19

y pueden entrar en una crisis que las lleve a desaparecer debido a


su incapacidad para renovar sus discursos y sus respuestas ante dis-
tintas problemáticas. Por tal motivo creemos que es preciso hablar
de derechas, en plural, antes que de una única derecha. En el marco
temporal que abarca nuestro libro, las dos tendencias o familias más
importantes de las derechas argentinas fueron el nacionalismo de
derecha y el liberal-conservadurismo (Bohoslavsky y Morresi, 2011,
2016). La primera de estas familias se caracterizó por expresar postu-
ras antiliberales, antiizquierdistas, antisemitas y corporativistas, así
como por reivindicar su pertenencia al catolicismo, su recurrencia a
la denuncia de un complot y su llamado a una cruzada para recon-
quistar el país (Lvovich, 2003: 23). Asimismo, el nacionalismo de
derecha se caracterizó por la convicción de que la identidad argen-
tina es inseparable del legado hispano-católico y que la Iglesia y las
Fuerzas Armadas son los defensores del ser nacional (Bohoslavsky y
Morresi, 2016). Por su parte, la familia liberal-conservadora reunía
a intelectuales, fuerzas y partidos que defendían la organización
liberal de la economía y republicana de la política, pero mostraban
reservas por los posibles abusos que implicaba la democracia (ídem).
Esta tendencia expresó un fuerte temor a la incorporación política
de las masas, promovió una concepción de la democracia entendida
como amenaza a las minorías privilegiadas, propuso establecer un
poder institucional acotado y propició el respeto a las instituciones y
tradiciones heredadas (Vicente, 2012: 3-4, 2015a: 45-46). Por eso,
estos sectores defendieron la existencia de un orden social jerárquico
y la delimitación clara de las libertades individuales respecto de las
mayorías populares (Morresi, 2010: 105-106).
Abordar las intervenciones políticas de Criterio implica
inscribir nuestra investigación en el amplio campo de los estudios
de las relaciones entre el catolicismo y la política argentina en el si-
glo XX. Los trabajos más relevantes sobre esta vinculación se sitúan
en el marco del denominado “renacimiento” institucional y cultural
del catolicismo argentino entre 1920 y 1955. Este proceso se
caracterizó por la creación de un importante número de diócesis
entre 1910 y 1934 y el desarrollo de organizaciones como la
Acción Católica Argentina, cuya fundación data de 1931, así como
20 Francisco Teodoro

de un campo intelectual confesional del que los exponentes más


destacados fueron los Cursos de Cultura Católica creados en 1922
y la propia revista de la que aquí nos ocupamos. Las claves políti-
cas, culturales y doctrinales del denominado renacimiento católico
fueron analizadas a partir de la imposición por parte de la jerarquía
de una matriz de pensamiento definida como “catolicismo integral”
y de un proyecto político y cultural denominado “mito de la na-
ción católica”.
Fortunato Mallimaci (1988, 1992) definió al “catolicismo
integral” como una corriente cuyo principal objetivo residía en
recristianizar la sociedad a partir de la conquista de las estructuras
del Estado y de la imposición de un dispositivo que garantizara la
incorporación de los valores católicos en todos los ámbitos de la
vida social. El integrismo o catolicismo integral fue originalmente
una construcción institucional de la Iglesia a nivel mundial que,
con eje en la encíclica Quanta Cura y el documento Syllabus
publicados por el papa Pío IX en diciembre de 1864, combatió
las nociones de “progreso indefinido”, “autonomía”, “libertad”,
“tolerancia”, “lucha de clases” y “modernidad” (a las que vincu-
laba con el liberalismo y el comunismo) junto con la concepción
de la separación de la Iglesia del Estado. En el caso argentino, el
catolicismo integral encontró en el nacionalismo de derecha su
referente político y cultural y adoptó la forma de una respuesta
ante los avances laicistas del Estado liberal de fines del siglo XIX y
principios del XX (Mallimaci, 1992: 260).
Por otra parte, el “mito de la nación católica” fue definido por
Loris Zanatta (2002: 19) como un proyecto político y cultural que,
impulsado por la jerarquía católica en los años treinta y cuarenta,
se constituyó en “el cemento del bloque Iglesia, Ejército y ‘pueblo’
que los gobiernos militares (...) se habrían esforzado por con-
solidar” y marcó el paso del Estado liberal a un Estado confesional
católico. Según el historiador italiano, este proyecto se caracterizó
por la confecionalización de la identidad nacional, por expresar ac-
titudes antiliberales y anticomunistas, y por defender el hispanismo
y el organicismo político y social. Para el autor, la potencialidad del
“mito de la nación católica” residía en su capacidad para vincular
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 21

una relectura del pasado nacional con una crítica del presente y
un proyecto para el futuro. En esa línea, para los adherentes de
este proyecto confesional y político, la Argentina debía retornar
a sus raíces católicas para extirpar la tradición liberal dominante
desde 1853, superar la crisis “moral” provocada por la “traición”
a la auténtica vocación católica y poner en práctica una “tercera
vía” entre el individualismo liberal y el colectivismo soviético, cuyos
pilares eran el nacionalismo cultural, el corporativismo (es decir,
una sociedad estructurada a partir de “cuerpos” y no de individuos,
que garantizara la “armonía social” frente a la lucha de clases) y la
adhesión a los ideales de la “hispanidad” (Di Stefano y Zanatta,
2009: 434-438). En la lectura de Zanatta (1999), el Estado confe-
sional católico se habría alcanzado luego del golpe militar de junio
de 1943, momento en el cual la jerarquía logró imponer algunas
de sus reivindicaciones históricas –entre ellas, la enseñanza religiosa
obligatoria en las escuelas del Estado–, al tiempo que la Iglesia como
institución adscribió al peronismo por considerarlo el continuador
natural del gobierno militar en la tarea de convertir a la Argentina
en una nación católica y clausuró cualquier intento de oposición
hasta la crisis que estalló entre 1954 y 1955.
Estas lecturas enfatizan los vínculos trazados por la jerarquía y
los intelectuales confesionales con el nacionalismo de derecha y las
Fuerzas Armadas entre 1930 y 1946, y con el peronismo luego de
la victoria de Perón en las elecciones de febrero de este último año,
y muestran la imagen de un universo católico homogéneo y domi-
nado por posturas antidemocráticas, nacionalistas e integristas que
encontró en las Fuerzas Armadas un aliado para imponer sus ideales
en el marco de una sociedad moderna secularizada.5 De tal manera,

5 Junto con los trabajos de Zanatta y Mallimaci se pueden observar lecturas similares sobre
el integrismo y el “renacimiento católico” en Romero (1999), Ghio (2007) y Di Stefano y
Zanatta (2009); y un análisis sobre el desarrollo del campo de estudios sobre el catolicismo
argentino del siglo XX en Di Stefano y Zanca (2015: 32 y ss.). Por otra parte, cabe aclarar
que, como sostiene Émile Poulat (2014: 818-819) en su contribución al Diccionario de
política, resulta confusa la utilización de los términos “integrismo” e “integralismo” puesto
que existen lenguas en las que se utilizan indistintamente. Si bien algunos autores prefieren
el término “integralismo”, nosotros decidimos utilizar el de “integrismo” para designar
la actitud antimoderna de la Iglesia católica y de los católicos que se desprende de una
concepción integral de la vida religiosa y del orden social cristiano.
22 Francisco Teodoro

la Iglesia católica, caracterizada como antimoderna, tradicionalista


y en actitud de letargo, luego del golpe de 1930 habría iniciado un
ataque a las bases del Estado liberal laico que la había sometido a un
espacio de segundo orden en la sociedad desde 1880.
Frente a estas miradas, diversos trabajos han mostrado la com-
plejidad y falta de homogeneidad del universo católico entre 1930
y 1955, así como las dificultades de afirmar que el catolicismo se
encontraba en actitud defensiva ante el avance del proceso de secu-
larización y que la Iglesia argentina era antimoderna. Entre ellos,
las contribuciones de Susana Bianchi (2001, 2002, 2005) señalan
las inconsistencias doctrinarias y políticas entre jerarquía y laicos
en los años veinte y treinta, y la relativa autonomía de los intelec-
tuales católicos que, si bien coincidían con las líneas impuestas por
la autoridad, actuaban por afuera de sus marcos normativos. En
un sentido similar, José Zanca (2009, 2010, 2013, 2016) destaca
en sus trabajos la aparición y el desarrollo de una “opinión pública
católica” que habilitó la crítica interna y determinó fuertes debates
en torno a temas como la guerra civil española, la Segunda Guer-
ra Mundial y el surgimiento del peronismo, así como los víncu-
los entre sectores católicos y agrupaciones liberales. Miranda Lida
(Lida y Mauro, 2009; Lida, 2010, 2011, 2012, 2015b), por su
parte, criticó la caracterización de la Iglesia argentina como anti-
moderna y la capacidad explicativa de la teoría de la secularización
entendida en su acepción weberiana clásica como privatización y
desaparición paulatina de lo religioso. En su libro Historia del cato-
licismo en la Argentina, la historiadora indica que la metáfora de la
“fortaleza asediada” –es decir, la imagen de una Iglesia atacada
por el liberalismo y en actitud de “letargo” frente al proceso
de secularización entre 1880 y 1920– es poco explicativa y que,
por ese motivo, es preciso discutir las tesis sobre el “renacimiento”
y el “antimodernismo” católicos de los años veinte y treinta.6 Para
6 La autora sostiene que entre 1880 y 1920 la jerarquía y los laicos se encontraban lejos de una
actitud de “letargo” y que utilizaron sistemáticamente estrategias propias de la modernidad,
tales como la organización de congresos eucarísticos, la identificación de la religión con
la nación y la creación de círculos de obreros, para dar respuesta a la cuestión social; la
implementación de diferentes canales para influir en el poder político y en la sociedad, tales
como la prensa, la difusión de libros baratos y la utilización de la radio, para transmitir el
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 23

Lida tampoco es cierto que lo religioso se haya privatizado o haya


perdido peso en la sociedad en los años treinta, puesto que, de ser
así, difícilmente la Iglesia se habría tomado el trabajo de difundir
masivamente el mito de la nación católica (Lida, 2010: 397-398 y
407-408).7 Esta característica también fue señalada por Zanca, para
quien más allá de expresar un discurso profundamente antimoder-
no, antiliberal y que “entrecomillaba constantemente el sentido del
término democracia”, los laicos utilizaron distintos medios para la
conquista del espacio público sin temor a que sus instituciones “se
‘contaminaran’ con el barro de la ciudad moderna” (2016: 7).8 Por
último, los trabajos de Lila Caimari (2002, 2010) proponen repen-
sar las características de la relación entre el peronismo y el catolicis-
mo a partir de la refutación de la idea de una adscripción absoluta
de los católicos en general al gobierno de Perón y la explicación uni-
causal del conflicto que se desató en 1954 y 1955 como oposición
de dos proyectos totalizantes y excluyentes destinados a colisionar.
Como muestran los trabajos citados, el universo católico, inte-
grado por la jerarquía, el clero y el laicado, y realimentado por dis-
tintas organizaciones (entre ellas, Acción Católica, organizaciones

mensaje católico, y las movilizaciones callejeras masivas, el fuerte anclaje en el tiempo de ocio,
el consumo y el deporte para extender su influencia en la sociedad (Lida, 2015b: 12-13). Por
otra parte, en relación con el sitio del catolicismo en la sociedad antes de 1930, Roberto Di
Stefano sugiere la necesidad de rever la caracterización del Estado argentino entre 1880 y
1930 como “laico” y liberal en materia religiosa. Para el autor, la embestida laicista del Estado
tuvo dos momentos: 1882-1884, con las discusiones sobre la educación y el registro civil, y
1888, cuando se debatió el matrimonio civil. Luego de este avance liberal, “el culto católico
conserv[ó] siempre, en los hechos, su carácter oficial (...) No hay aquí, entonces, una política
de Estado de corte liberal en materia religiosa” (Di Stefano, 2011: 14-15).
7 En ese sentido, la historiadora sostiene que poco se sabe del “católico ordinario”, es
decir, de aquel que “bien podía sumarse a las filas de un congreso eucarístico, acercarse a la
parroquia en el momento de su fiesta patronal, incluso afiliarse a alguna rama de la Acción
Católica durante alguna visita del arzobispo Copello o de alguna otra dignidad eclesiástica,
pero no llegaba a convertirse en un católico integral de todas formas” (Lida, 2009: 369). En
esta línea se puede consultar: Lida (2011); el trabajo compilado por la autora y Diego Mauro:
Lida y Mauro (2009), y en Mauro (2010). Sobre el tema de la secularización y las tesis de
Lida: Castro (2017).
8 Ejemplos de estas iniciativas fueron la difusión masiva de libros baratos –algunos de los
cuales eran impresos en imprentas socialistas cuyos honorarios eran menores– así como la
empresa de sostener un diario confesional –El pueblo– dirigido al público masivo, cuyos
objetivos eran la propagación de “la verdad” entre un público masivo y de bajos recursos.
Sobre El pueblo: Lida (2012).
24 Francisco Teodoro

juveniles, de mujeres, de obreros, etc.), espacios de sociabilidad


(parroquias, escuelas, universidades, etc.) y productos culturales (li-
bros, prensa confesional, etc.), lejos estuvo de la unidad absoluta y
monolítica durante la primera mitad del siglo XX. Por el contrario,
aun en el marco del denominado renacimiento católico, diversos
temas, tales como las preguntas por el sistema político y la de-
mocracia, la cuestión social y la incorporación de las masas a la vida
política, y la relación de la religión con la modernidad, entre otras,
marcaron fisuras que se expresaron con fuerza en el marco de las dis-
cusiones sobre la guerra civil española, la Segunda Guerra Mundial,
el ascenso del peronismo entre 1943 y 1946, y la crisis entre Perón
y la Iglesia en 1954 y 1955.
La relación entre catolicismo y política aparece tangencial-
mente en distintos trabajos sobre historia política argentina entre
1955 y 1983. Sobre la premisa de la continuidad del dominio de las
posturas integristas y de la alianza entre la cruz y la espada forjada
en los años treinta, estos estudios destacan la participación insti-
tucional de la Iglesia católica y sus intelectuales en los gobiernos
militares de 1955, 1966 y 1976.9 Entre los trabajos que abordan
específicamente a las diversas expresiones del catolicismo existen
varias tendencias. Por un lado, una serie de ellos examina los vín-
culos entre Fuerzas Armadas, nacionalismo de derecha y jerarquía
e intelectuales católicos integristas a partir de las publicaciones y
las redes que tejieron entre 1955 y 1983.10 En esta línea podemos
observar las contribuciones de Elena Scirica (2010, 2012a, 2012b)
sobre Ciudad Católica Argentina (CCA) y las revistas Verbo, órgano
de prensa de Ciudad Católica, y Roma, una publicación vinculada
a los intelectuales nucleados en dicha organización que hizo su apa-
rición a finales de los años sesenta. También las de Jorge Saborido
(2004, 2005, 2007, 2011) en torno al ideario de Cabildo en el mar-
co del PRN y de Laura Rodríguez (2010, 2011a, 2011b, 2011c,
2012) sobre Mikael, una publicación dependiente de arzobispado

9 Entre otros: Potash (1981), Rouquié (1982), Selser (1986a, 1986b), Spinelli (2004),
Melón Pirro (2009), Canelo (2008b, 2008a) y Lewis (2001).
10 Desde el género periodístico se pueden citar los trabajos de Emilio Mignone (2006),
Emilio Corbière (2002), Julián Maradeo (2015) y Horacio Verbitsky (2007, 2008, 2009).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 25

de Paraná, y sobre las vinculaciones entre los intelectuales de Cabil-


do con el área educativa nacional entre 1976 y 1983. En este grupo
de trabajos también se encuentran el artículo de Mario Ranalletti
(2009) que analiza la influencia de los intelectuales católicos inte-
gristas en la formación de las Fuerzas Armadas en los años sesenta
y setenta, y los trabajos de Facundo Cersósimo (2015, 2022) que
abordan las líneas internas y las relaciones que establecieron los
católicos integristas con los militares durante los años del PRN.
Otro grupo de trabajos coloca su atención en las derivaciones
políticas de las discusiones en torno al Concilio Vaticano II y apun-
ta a analizar los vínculos entre las expresiones renovadoras del cato-
licismo y el peronismo o las izquierdas. Entre ellos se destacan los
de Richard Gillespie (2008) y Lucas Lanusse (2005, 2007) sobre
Montoneros; los de Gustavo Pontoriero (1991) y José Pablo Martín
(1992) sobre el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, y
los de María Laura Lenci (1998), Gustavo Morello (2003, 2007) y
Pablo Ponza (2008) sobre la inclinación izquierdista de los católicos
en los años sesenta y setenta. En este grupo también podemos men-
cionar los trabajos de Luis Donatello (2005, 2010) y Humberto
Cucchetti (2010) que señalan la necesidad de matizar la idea de que
el Vaticano II introdujo una transformación absoluta en la forma
en que diversas expresiones del catolicismo argentino tramitaron su
relación con lo político.
Por último, los estudios de Zanca (2006, 2008, 2010, 2012a,
2019) sobre el período posterior al derrocamiento de Perón abor-
dan los efectos disruptivos que generaron en el interior del universo
católico el conflicto catolicismo-peronismo entre 1954 y 1955, las
discusiones intelectuales en relación con el Concilio Vaticano II y
la renovación generacional. Frente a la centralidad otorgada por los
investigadores a los grupos integristas vinculados al nacionalismo de
derecha y al proceso de radicalización política de muchos católicos,
Zanca examina el proceso de secularización interna vivido por el
catolicismo en la segunda mitad del siglo XX y el modo en el que los
intelectuales católicos trazaron relaciones con el universo cultural
no confesional y los elementos de ruptura con las tendencias in-
tegristas. El autor afirma que, luego del conflicto con el peronismo,
26 Francisco Teodoro

la cristiandad dejó de ser un mundo cerrado a las influencias externas


y que, por ese motivo, “ser católico no definía una posición política
si no era acompañado de algún genitivo que describiera el lugar que
el individuo ocupaba en el campo de las confrontaciones políticas”
(2006: 83). Esto condujo a muchos católicos a iniciar un proceso de
búsqueda de nuevas legitimidades cuyo objetivo central era posicio-
narse en el campo político en forma autónoma y enfrentar las postu-
ras integristas dominantes en el interior de la cultura católica. Como
consecuencia de este proceso se produjo la separación entre catolicis-
mo integral e intransigencia, es decir, entre la pretensión de imponer
los valores católicos a la totalidad de la sociedad y la de convertir a la
Argentina en un Estado confesional (Zanca, 2012a, 2012b).11
En el marco de los estudios sobre el catolicismo, Criterio ha
sido considerada como uno de los actores más relevantes e in-
fluyentes en la cultura católica argentina en el siglo XX. Los trabajos
sobre la revista, del mismo modo que aquellos que abordan los vín-
culos entre política y religión en general, se centran principalmente
en los años previos al surgimiento del peronismo. Las lecturas en
torno al origen de la publicación entre 1928 y 1932, y sobre la
posición política e ideológica de Franceschi entre 1932 y el final
de la Segunda Guerra Mundial han sido objeto de análisis en di-
versas investigaciones sobre las derechas argentinas. En ese sentido,
Fernando Devoto (2006) y Daniel Lvovich (2003) han mostrado
los puntos de contacto entre las miradas de la primera época de
Criterio y las de la publicación nacionalista La Nueva República.
Para Lvovich (2003: 281-282), en ese vínculo el antisemitismo fue
uno de los elementos que definieron las posturas de la publicación
católica frente a un enemigo considerado también como liberal, so-

11 El historiador sostiene que el “mito de la nación católica” perdió peso tanto en el


plano político-institucional como en el identitario para los propios católicos a mediados
de los años cincuenta: “La idea de una Argentina católica, donde existiera una religión de
Estado –de acuerdo con el modelo español, uno de los últimos y más recurrentes ejemplos
de cristiandad–, era defendida por cada vez menos voces dentro del catolicismo” al tiempo
que “la estrategia de lucha por las ‘universidades libres’ entre 1955 y 1958 reveló que el
objetivo que podía consensuar la jerarquía ya no era el de controlar la educación pública, sino
construir un sistema educativo ‘paralelo’, reconociendo, en forma implícita, la pluralidad
socioconfesional” (Zanca, 2012a: 122-123).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 27

cialista y democrático. De un modo similar, Olga Echeverría (2009)


examinó el ideario de la revista en la década del treinta como ex-
presión de la derecha nacionalista, y Miranda Lida (2015b: 132-
133) hizo lo propio para señalar la variedad de temas abordados por
Franceschi en las notas editoriales, en las que, a pesar de la apertura
a la cultura y a la discusión política, el sacerdote no dejó de mostrar
una mirada anticomunista, antiliberal, corporativista y antisemita.12
Frente a estos trabajos que analizan el tono integrista y vin-
culado al nacionalismo de derecha en sus primeros años, menor
atención ha tenido Criterio en el período posterior a 1945. En uno
de los trabajos dedicados a abordar las ideas expresadas por la re-
vista en los años peronistas, Lida (2019) se centró recientemente
en la trayectoria ideológica de Franceschi entre la década del
treinta y el final del peronismo. La autora analiza las lecturas en
clave democrática que el sacerdote expresó en esos años para afirmar
que esa tendencia no era una transformación, sino, por el contrario,
una continuidad de las preocupaciones que había mostrado antes
de asumir la dirección de Criterio. Esa tendencia estaba determi-
nada por una mirada corporativista antiliberal que era similar a la
que el sacerdote pregonaba en los meses en los que participó de
las discusiones políticas tras la caída de Perón. También Echeverría
(2017) identifica una preocupación por la democracia en su forma
corporativa por parte de Franceschi incluso durante la década del
treinta. Por último, Caimari (2010) destacó que la ambigüedad de
Franceschi frente al peronismo en sus primeros años estaba vin-
culada a la posibilidad de que el movimiento liderado por Perón
ocupara en la Argentina el sitio de las democracias cristianas en los
países europeos durante la posguerra.

12 Echeverría abordó las ideas de Franceschi en relación con los totalitarismos en la década
del treinta (2017) y el sitio de Criterio (2019) como expresión de la palabra del episcopado.
Sobre el primero de los puntos la historiadora señala que, si bien se puede observar en el
sacerdote una postura antitotalitaria, la condena al comunismo fue mucho más marcada
que la crítica al fascismo y al nazismo. Sobre el segundo tema, afirma que la revista, bajo la
dirección de Franceschi, con financiación y sin ella por parte del episcopado, compartió con
los obispos buena parte de las posiciones políticas a lo largo de la década del treinta. Otros
trabajos en los que Lida aborda los debates impulsados por Franceschi en Criterio son Lida
(2015a y 2022). También centrado en la revista como un espacio de discusión en los años
treinta del siglo XX: Rinesi (2007) y, más recientemente, Devoto (2019) y Mauro (2019).
28 Francisco Teodoro

Del mismo modo, son escasos los estudios que abordan a Cri-
terio entre 1955 y 1966. Oscar Terán (2013) dedicó varias páginas
de su libro Nuestros años sesentas a las posturas políticas de la revista.
Allí el historiador enfatiza en las miradas condescendientes con el
peronismo y en los límites que esas miradas encontraron luego de la
Revolución cubana. En La batalla de las ideas, Beatriz Sarlo (2001)
definió a Criterio como “el faro del catolicismo” y como uno de los
exponentes de un catolicismo “en el siglo”, en el sentido de que, a
diferencia de otras expresiones católicas argentinas, luego de 1955
fue una publicación que colocó su mirada más en el mundo terrenal
que en el celestial. Estos trabajos no tuvieron en la revista su objeto
de análisis central, sino que la concibieron como una expresión más
de las distintas posiciones políticas esgrimidas por diferentes actores
en los años cincuenta y sesenta.
Más cerca en el tiempo, Zanca (2006) se ha dedicado en Los in-
telectuales católicos y el fin de la cristiandad al análisis del modo en el
cual Criterio modificó sus miradas sobre el rol de la Iglesia luego de
la caída de Perón y sobre las consecuencias de las lecturas que Jorge
Mejía proponía en las “crónicas conciliares”, una serie de notas so-
bre los debates del Concilio Vaticano II que el sacerdote publicó
entre 1962 y 1965. El trabajo de Zanca coloca a la publicación en
un proceso más amplio determinado por lo que el historiador deno-
mina como el “fin de la cristiandad”, entendida esta como una for-
ma de Iglesia cerrada sobre sí y poco atenta a las transformaciones
del mundo moderno en el que ella se despliega.
Una preocupación similar se puede observar en la tesis de Se-
bastián Pattin (2015), que toma a Criterio como objeto de inda-
gación. Allí el autor aborda el proceso en el que se conjugan un
cierto optimismo en relación con las transformaciones impulsadas
por el Concilio Vaticano II con una lectura en clave conservado-
ra en torno a la convulsionada situación política nacional.13 En su
tesis, así como en trabajos posteriores, el historiador señala que la

13 Otros trabajos del autor, derivados de su tesis, muestran la importancia central que
tuvieron los intelectuales europeos en la conformación de la línea editorial de la revista en
torno a los temas religiosos, así como las contradicciones que se pueden observar en la sección
de correo de lectores (Pattin, 2016a, 2016b, 2019).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 29

publicación adoptó una posición autónoma acerca de las postu-


ras de la jerarquía tanto en materia política como en el marco de
las discusiones sobre el Vaticano II y, al mismo tiempo, que, bajo
la influencia de Franceschi, Mejía y Floria, entre 1955 y 1966 se
produjo una tensión constante entre la tendencia tradicionalista
dominante en el catolicismo argentino y la adaptación de la revista
a la modernidad secular (Pattin, 2016a, 2016b, 2019).
La lectura de estos trabajos nos permite señalar que hubo una
importante preocupación por determinar el sitio de la revista en el
interior del universo católico y el rol que jugó en el proceso de trans-
formación del catolicismo argentino en los años cincuenta y sesenta.
Encontramos en las contribuciones de Zanca y de Pattin elementos
que ayudan a comprender la posición antiperonista que adoptó Cri-
terio en el marco de la crisis de 1954 y 1955, así como las lecturas
sobre el origen de la identificación de las masas con el movimiento
liderado por Perón, y sobre la caracterización de los años peronistas.
En cambio, ha sido menor el interés por determinar las coorde-
nadas del proyecto político propuesto por la revista y por trazar
las relaciones entre ese proyecto y el de otras expresiones políticas
luego del golpe de septiembre de 1955. Asimismo, creemos que aún
resta indagar en los posicionamientos de Criterio frente a la salida
democrática restringida que impulsó el gobierno de Pedro Eugenio
Aramburu entre 1956 y 1957, y en los cambios que operó, en sus
lecturas sobre la realidad política nacional, el temor ante el supuesto
avance del comunismo en América Latina y en la Argentina entre
1958 y 1962.

Hipótesis, aspectos metodológicos y organización del libro

Como hemos señalado antes, el objetivo de este libro es abor-


dar a Criterio como un actor político. Desde esa preocupación
inicial, la pregunta que guía nuestro trabajo es la siguiente: ¿qué
posicionamientos adoptó la revista en las discusiones políticas na-
cionales entre 1955 y 1962? Estas disputas estuvieron signadas por
las lecturas sobre el origen del peronismo; el debate sobre las masas
30 Francisco Teodoro

peronistas; el interrogante sobre la vigencia de la Constitución de


1853 y la de 1949, y la salida política a la “Revolución Libertado-
ra”; las miradas en torno al triunfo de Frondizi en 1958; la preo-
cupación por el tratamiento de la cuestión social; la irrupción del
problema comunista a partir del debate sobre las universidades en
la segunda mitad de 1958 y del triunfo de la Revolución cubana
luego de 1960, y, finalmente, la cuestión de la continuidad de la
democracia en el marco del golpe contra Frondizi en marzo de
1962. A partir de estas lecturas, nos interesa determinar: ¿en qué
medida los argumentos y posiciones adoptados por Criterio pue-
den ser considerados como derechistas?, ¿qué relación tuvieron
estos argumentos y posiciones con los expresados por las familias
del campo de las derechas?, ¿qué vínculos estableció la revista con
otros espacios del universo católico?, ¿qué elementos guiaron sus
posicionamientos en las discusiones mencionadas?, y ¿en qué me-
dida es posible identificar una línea de continuidad en las posturas
de la revista a lo largo del período abordado?
En ese contexto, nuestra hipótesis es que entre 1955 y 1962
Criterio fue una expresión del catolicismo argentino que, sin aban-
donar esta pertenencia original, impulsó una mirada sobre los te-
mas de la actualidad política nacional independiente de las lectu-
ras dominantes en el interior del universo católico, para lo cual
adoptó enfoques y perspectivas derechistas que la acercaron, de
un modo oscilatorio y en virtud de los distintos temas abordados,
a las familias liberal-conservadoras y nacionalistas de las derechas.
En segundo lugar, sostenemos que, luego del triunfo de la
“Revolución Libertadora”, y del mismo modo que las distintas ex-
presiones de las derechas argentinas, Criterio impulsó un proyecto
cuyo objetivo central era reformular el sistema político sobre nuevas
bases para superar definitivamente el problema peronista. Ese pro-
yecto consistió en romper con la distancia que separaba a las élites
políticas y religiosas de la sociedad, abandonar la estrategia de des-
peronización impulsada por la “Revolución Libertadora”, integrar
política y socialmente a las masas, y cerrar el espacio disponible
para la acción de líderes considerados demagógicos y autoritarios.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 31

En tercer lugar, creemos que entre 1955 y 1962 Criterio transi-


tó un camino que la condujo desde la pertenencia al antiperonismo
hacia uno en el que la referencia central fue el anticomunismo. Este
pasaje introdujo en la revista una modificación de las lecturas sobre
el rol del justicialismo en la vida política nacional, motivo por el
cual a partir de 1960 el movimiento liderado por Perón fue inter-
pretado como una alternativa anticomunista ante el problema cen-
tral que significaba el avance del marxismo en el marco del triunfo
de la Revolución cubana.
En cuarto lugar, consideramos que en todo el período abor-
dado en este libro Criterio procuró desmarcarse de las posturas in-
tegristas del catolicismo, a las que consideró reñidas con el ideal
de difundir la doctrina católica en la sociedad. En particular, fue
determinante la tendencia de la revista a plantear la necesidad de
modificar la forma en la que las élites religiosas se vinculaban con las
masas para ofrecerles una alternativa concreta ante las amenazas que
significaban el peronismo y, desde mediados de 1958, el comunis-
mo. Esta postura, creemos, se explica y da cuenta al mismo tiempo
del proceso de secularización interna vivido por el catolicismo ar-
gentino luego del golpe contra Perón.
Por último, y vinculado a esto, creemos que a lo largo del pe-
ríodo que abarcamos en el libro Criterio sostuvo una tendencia de-
mocrática que, si bien con modificaciones determinadas por el con-
texto político, diferenció sus lecturas de las que podemos encontrar
en otras expresiones del catolicismo y de las derechas que apoyaron
la interrupción de la legalidad e impulsaron la instauración de go-
biernos militares entre 1955 y 1976.
Como se desprende del estado de la cuestión, los trabajos aca-
démicos que abordaron a Criterio se centraron generalmente en
las notas editoriales y en la sección de comentarios. Zanca (2006,
2019) también se detuvo en estas secciones, pero le prestó mucha
atención, a la sección “Crónicas Conciliares”, que estaba a cargo de
Mejía. Pattin (2015, 2016a, 2016b, 2019), por su parte, construyó
su trabajo en la lectura de la sección principal y los comentarios, re-
tomó las crónicas conciliares y aportó un profundo análisis sobre las
características físicas de la publicación (periodicidad, tirada, publi-
32 Francisco Teodoro

cidad, participación de plumas nacionales e internacionales) y sobre


las discusiones planteadas en la sección de correo de lectores. Por
último, Vicente (2014a, 2014b) examinó la sección “Libros” para
relevar las intervenciones de García Venturini, mientras que María
Alejandra Bertolotto (2017) abordó la sección de “Artes Plásticas”
para analizar las miradas de Brughetti como crítico de arte.
En lo que refiere a nuestras opciones metodológicas, la inves-
tigación se estructura sobre la lectura de las notas editoriales, los
artículos publicados por colaboradores externos, la sección de co-
mentarios y la de libros. En las notas editoriales y en los comen-
tarios, a cargo del comité de redacción, podemos ver una línea clara
sobre los posicionamientos de la revista en cada una de las discu-
siones analizadas. En los artículos publicados por colaboradores
externos, si bien con un alto grado de consenso y poco ánimo de
discusión si lo comparamos, por ejemplo, con los números de Sur
que se publicaron luego del golpe contra Perón, existieron algunos
contrapuntos que intentaremos exhibir en las páginas que siguen.
También hubo miradas contradictorias en la sección de “Libros”,
en la que las reseñas sobre obras dedicadas a temas políticos fueron
utilizadas como pretexto para mostrar posicionamientos propios de
cada autor y, en algunos casos, para extremar algunas de las miradas
que en otras secciones aparecían de un modo sutil.
El libro está compuesto por tres capítulos. El primero de ellos
aborda la incursión de Criterio en el amplio campo del antiperonis-
mo. Desde allí, nos centramos en las lecturas y en las discusiones
planteadas por la revista en relación con el origen del peronismo, en
la pregunta por la vinculación entre las masas y el justicialismo, y en
el problema del sitio del catolicismo en el antiperonismo en el marco
del segundo gobierno de la “Revolución Libertadora”. El segundo
capítulo examina el problema de la salida política y las propuestas
de Criterio para refundar el sistema sobre nuevas bases de funciona-
miento. En ese marco, el capítulo se detiene en las discusiones sobre
la reforma de la Constitución y las elecciones constituyentes de julio
de 1957, el problema de la reaparición de los partidos y dirigentes
políticos, y la profundización de la cuestión social. Finalmente, el
tercer capítulo explora el proceso por el cual Criterio adoptó pos-
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 33

turas políticas anticomunistas. Este se dio en dos momentos: en el


marco de la discusión por las universidades “libres” o privadas en
1958 y con el triunfo de la Revolución cubana entre 1959 y 1960.
El anticomunismo, tema central para la revista en esos años, deter-
minó una redefinición de las posturas adoptadas con respecto a la
situación del peronismo en la vida política nacional.
Capítulo 1. De la crisis con el peronismo
a la “Revolución Libertadora”:
Criterio y la incursión en el antiperonismo
(1955-1957)

Introducción

La crisis con el peronismo y el golpe de septiembre de 1955


reabrieron en el interior del universo católico una serie de pro-
fundas discusiones en torno al papel del catolicismo en la vida
política nacional, su actitud frente a la democracia y el rol de los
laicos en la vida de la Iglesia. Esas discusiones, que habían hecho
su aparición entre el comienzo de la guerra civil española y el fin
de la Segunda Guerra Mundial, contribuyeron a minar la capa-
cidad normativa de la jerarquía católica sobre sus fieles y mar-
caron la crisis del proyecto político y cultural que Loris Zanatta
(1999, 2002) definió como el mito de la “nación católica”. En ese
sentido, como señala José Zanca (2006), luego del conflicto de
1954 y 1955 el universo católico dejó de ser un espacio cerrado a
las influencias externas y muchos católicos iniciaron un proceso
de búsqueda de nuevas legitimidades para enfrentar a las postu-
ras integristas, hegemónicas en la jerarquía y la intelectualidad
católica, y para ocupar un espacio dentro del campo político e
intelectual antiperonista.
36 Francisco Teodoro

Sobre ese marco general, en este capítulo nos proponemos


indagar sobre el sitio que ocupó Criterio en el interior del uni-
verso católico y cómo se tradujo ese posicionamiento en el cam-
po político e intelectual. Nuestra hipótesis es que entre mediados
de 1955 y principios de 1957 la revista intervino en dos dis-
cusiones dirimidas en ámbitos diferenciados. En el plano de las
disputas doctrinarias internas del catolicismo, utilizó argumentos
democráticos y antitotalitarios, característicos de las distintas ex-
presiones liberales del antiperonismo, para impugnar el clericalis-
mo de los grupos integristas que pretendían imponer el ideal de la
nación católica. En el plano de las querellas políticas, en cambio,
tomó distancia de las posturas liberales para defender los intereses
de la Iglesia en el nuevo contexto político nacional. Estos sectores,
entre los que se pueden contar los grupos liberal-conservadores,
los vinculados al Partido Socialista y, en menor medida, los diri-
gentes políticos e intelectuales que confluyeron a fines de 1956 en
la Unión Cívica Radical del Pueblo, pretendían no solo terminar
con el peronismo, sino también con la influencia nacionalista y
católica en la sociedad. En tal sentido, creemos que luego del golpe
de septiembre de 1955 Criterio se situó, doctrinariamente, en el
lado opuesto al integrismo, mientras que políticamente ocupó un
espacio intermedio entre la tendencia nacionalista y las distintas
expresiones liberales del antiperonismo.
El capítulo se divide en cuatro secciones. La primera de ellas
apunta a determinar la naturaleza de las relaciones entre catoli-
cismo y peronismo, así como las intervenciones de Criterio en el
contexto de la crisis de 1954 y 1955. La segunda sección aborda
los argumentos utilizados por la revista para impugnar las posturas
integristas y nacionalistas, y la defensa de los ideales democráticos
expresados por los sectores liberales del antiperonismo. La tercera
sección examina las miradas de la publicación sobre el origen del
movimiento justicialista y la adhesión popular de las masas que se
construyó desde la publicación, y qué relación tuvo esta lectura
con los debates intelectuales y políticos del momento. Por último,
la cuarta sección analiza los puntos de desacuerdo de la revista con
el segundo gobierno provisional y los grupos liberal-conservadores,
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 37

a partir de las discusiones sobre la desperonización y el rol del


catolicismo en la educación.

Catolicismo y peronismo: del encantamiento a la crisis

La vinculación entre catolicismo y peronismo se remonta al


golpe de junio de 1943 y a la posterior intervención de Juan Do-
mingo Perón en el gobierno militar. El régimen le otorgó a la Iglesia
un sitio de privilegio en la vida política nacional que se tradujo en
la imposición de la obligatoriedad de la educación religiosa en las
escuelas primarias y secundarias públicas, y en la participación de
importantes intelectuales católicos en cargos relevantes dentro del
Estado.14 Sumado a esto, la línea ideológica nacionalista, católica,
antiliberal, anticomunista y antisemita expresada por los revolucio-
narios de junio significó para muchos católicos integristas el paso
definitivo en la conquista de la sociedad mediante la instauración
del Estado católico y la derrota del Estado liberal (Zanatta, 1999).
En el contexto abierto por el fin de la Segunda Guerra Mun-
dial, marcado por la derrota de los fascismos y por un impulso libe-
ral y democrático que se observa incluso en la Iglesia católica euro-
pea, las elecciones presidenciales de 1946 se presentaron como una
amenaza para la jerarquía y la intelectualidad católica integrista en
la medida en que una victoria de la Unión Democrática marcaría
el fin del proyecto de la nación católica. En ese momento, el papel
que jugó Perón en el interior del gobierno como canalizador de la
cuestión social, su acercamiento a los sectores populares, su gestión
en favor de disminuir los conflictos entre capital y trabajo, y fun-
damentalmente su referencia a la doctrina social de la Iglesia en la

14 Entre ellos se destaca el papel de Gustavo Martínez Zuviría, un ferviente intelectual


católico nacionalista que firmaba sus obras con el seudónimo Hugo Wast, nombrado al
frente del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública y encargado del proceso de instalación
del dispositivo de enseñanza religiosa obligatoria. Al mismo tiempo, muchos intelectuales
católicos nacionalistas accedieron a cargos importantes en la Universidad de Buenos Aires
(Zanatta, 1999). Otros dirigentes vinculados al catolicismo y al nacionalismo que participaron
del gobierno fueron Federico Ibarguren, Alberto Baldrich, Bonifacio del Carril –colaborador
de Criterio en el período que abordamos en este libro–, Mario Amadeo, Santiago de Estrada
y Héctor Llambías (Lvovich, 2003: 525).
38 Francisco Teodoro

campaña electoral fueron concebidos por la jerarquía y por parte de


la intelectualidad integrista como elementos de continuidad con los
ideales de la “revolución de junio”. Por estos motivos, numerosos
católicos brindaron su adhesión al justicialismo mientras que mu-
chos otros lo sostuvieron como un “mal menor” ante la alternativa
laicista del programa de la Unión Democrática (Ghio, 2007: 128;
Di Stefano y Zanatta, 2009: 453).15
De todas formas, si bien el apoyo al peronismo fue mayori-
tario, no había en el interior del universo católico un consenso
absoluto sobre la pertinencia de apoyar a Perón en las elecciones
de febrero de 1946. Intelectuales integristas como Julio Mein-
vielle o Leonardo Castellani no expresaron la simpatía con el líder
justicialista que se podía observar en Virgilio Fillippo y Hernán
Benítez. Los “católicos sociales”, representados por monseñor Mi-
guel De Andrea, asimilaban a Perón a los fascismos europeos y
concebían su legislación laboral como una competencia para las
instituciones laborales católicas (Caimari, 2010: 65 y ss).16 Des-
de las páginas de Criterio, Gustavo Franceschi mostró signos de
intranquilidad ante los avances del Estado y señaló los riesgos de
una excesiva burocratización de la sociedad y del abuso de la doc-
trina social católica con fines políticos (Lida, 2015b: 192). Por
último, el periódico Orden Cristiano, de tendencia antifascista y
reconocido por su militancia en favor de una conciliación entre el
catolicismo y la tradición liberal, encontró en el peronismo y en
el avance del Estado señales de un totalitarismo vernáculo (Zanca,
2013; Nallim, 2014; Vicente, 2015c).17
Los debates en torno a la caracterización del peronismo fueron
obturados entre 1946 y 1949, período en el que las relaciones entre
la Iglesia y el gobierno de Perón corrieron por canales inmejorables.
En esos años el justicialismo duplicó el presupuesto destinado al
culto, lo cual se tradujo en un aumento de los salarios pagados por
15 Como indica José María Ghio (2007: 132), la propuesta de la Unión Democrática de
regresar al laicismo en materia educativa situó a su candidato, el radical José Tamborini, “como
una opción imposible para aquellos católicos que siguieran las directivas de la jerarquía”.
16 Sobre De Andrea ver Lida (2013).
17 Sobre las lecturas de Criterio y Orden Cristiano en el comienzo del peronismo ver Vicente
y Teodoro (2016).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 39

el Estado a funcionarios eclesiásticos y la duplicación de los cargos


rentados ofrecidos a la Iglesia.18 Del mismo modo, la institución re-
cibió subsidios para la construcción de nuevos seminarios y para la
organización de actividades institucionales como congresos y semi-
narios (Ghio, 2007: 137). La legalización de la enseñanza religiosa
en el año 1947 marcó el punto más alto del “idilio” entre peronismo
y catolicismo. En esas circunstancias las voces disidentes fueron aca-
lladas por la efervescencia del debate y el triunfo de una iniciativa
que prácticamente no dejó espacio para que los católicos disidentes
expresaran públicamente sus posturas (Lida, 2015b: 195).19
A pesar de esto, entre fines de 1954 y mediados de 1955, el ca-
tolicismo se convirtió en el principal impulsor del golpe que marcó
el final del decenio justicialista. La ruptura entre la Iglesia católica
y el peronismo comenzó a gestarse en torno a los debates sobre la
reforma constitucional de 1949. En esa ocasión, el gobierno no ac-
cedió a la solicitud de los obispos de reconocer al catolicismo como
religión oficial del Estado y de modificar el derecho de patronato,

18 Asimismo, le brindó importantes beneficios a la institución. Entre ellos: el pago de


los gastos para peregrinaciones a Europa; pasajes y pasaportes oficiales para delegaciones
católicas; subsidios para la compra y refacción de edificios, parroquias y residencias, y apoyo
económico para el desarrollo de la editorial Difusión, principal empresa editorial católica del
país (Caimari, 2010: 128-129).
19 Como señala Lila Caimari, si bien estuvo lejos de los discursos y las preocupaciones de
Perón en su primer año de gobierno, en enero de 1947 el presidente se pronunció sobre la
necesidad de la enseñanza religiosa como medio para superar la crisis espiritual mundial.
Para el Poder Ejecutivo, la incorporación de la Iglesia y sus cuadros en el ámbito educativo
implicaba la posibilidad de suplir la ausencia de estos últimos, aun al costo de enfrentar
severas fisuras en el interior del movimiento en formación. Esto era así porque el peronismo
estaba formado no solo por católicos, sino también por radicales procedentes de FORJA,
así como por corrientes laboristas de clara tendencia anticlerical cuyos diputados se negaron
a jurar por los Santos Evangelios. Tal el caso de Cipriano Reyes (ibíd.: 144-146). En ese
contexto, si bien los sectores antiperonistas del catolicismo exhibieron sus posturas contrarias
al gobierno de Perón y a las directivas de la jerarquía, estas generaron profundo descontento
tanto entre las filas peronistas como en las católicas. Figuras como monseñor de Andrea
continuaron pronunciando opiniones contrarias a la propaganda oficial y de la Iglesia: en
particular, un mensaje a sus fieles en el año nuevo de 1947, reproducido por el diario La
Prensa y por el periódico Orden Cristiano, que tomó como propias las palabras de uno de los
pocos obispos disidentes a la postura oficial de la jerarquía (Lida, 2013, 2015b: 194-195).
De todas maneras, incluso Orden Cristiano, que siguió reflejando su antiperonismo y su
desacuerdo con la participación de la Iglesia en el gobierno hasta su desaparición en 1948,
adoptó, en el marco del debate de la enseñanza religiosa, una posición favorable a la ley.
40 Francisco Teodoro

presente en la constitución de 1853, en favor de un concordato que


otorgara mayor libertad a las autoridades de la Iglesia argentina.20
Sumado a esto, en los primeros años de la década del cincuenta, el
proceso de ruptura se profundizó a partir de tres elementos relacio-
nados tanto con la naturaleza del justicialismo como con las dinámi-
cas internas del catolicismo argentino. En primer lugar, el gobierno
comenzó a desarrollar la “doctrina justicialista” que sustituyó en su
discurso al cristianismo de la Iglesia por una suerte de “cristianismo
peronista” promovido desde el Estado (Caimari, 2002: 460).21 En
segundo lugar, a partir de 1950, se produjo una revitalización de las
organizaciones laicas que se convirtieron en el espacio de encuentro
de los católicos desencantados con el peronismo y con la dinámica
oficialista impuesta por la jerarquía en el interior de la Iglesia. En
ese marco, inspirados en las ideas de Jacques Maritain, Emmanuel
Mounier y Joseph Cardijn sobre el valor del apostolado laico en la
sociedad y retomando el elemento liberal, antifascista y antipero-

20 La literatura identifica diversos antecedentes de la crisis. Entre ellos, las referencias


de Perón y de los órganos de prensa peronista a un cristianismo exterior a la institución
eclesiástica, una suerte de ecclesia de la que Perón era el intérprete. En tal sentido, era común
que el presidente señalara una diferencia entre el cristianismo de las formas y el cristianismo
verdadero que él y el justicialismo practicaban y pregonaban (Caimari, 2010). Por otra parte,
también molestaba a ciertos sectores de la Iglesia la determinación que siguió Perón en torno
a la consecución del sindicato único que perjudicaba la penetración del sindicalismo católico
en el movimiento obrero y la progresiva ocupación por parte del peronismo de muchos
espacios que la Iglesia consideraba como propios en el campo de la asistencia social, sanitaria
y recreativa de los sectores populares (Di Stefano y Zanatta, 2009: 462). Muchos católicos
integristas vinculados a la corriente nacionalista encontraron en el peronismo puntos de
conflicto: “La radicalización del discurso de Perón (...) al punto de evocar el espectro de la
lucha de clases; la acentuación en sentido obrerista de sus reformas, traumática para aquel
vasto sector de católicos que, si bien consideraban necesaria una moderada legislación social,
encontraba su principal interlocutor en las clases medias y no en el proletariado fabril; su
propensión a cancelar la autonomía de las organizaciones sociales católicas para conseguir la
unidad del frente revolucionario, como ocurrió con la formación del sindicato único” (ibíd.:
452). Otros trabajos identifican la crisis con el choque de dos culturas políticas totalizantes
e incompatibles, dos movimientos de masas que compartían clientelas y por tanto estaban
destinados a chocar indefectiblemente (Bianchi, 2001; Plotkin, 2007). Para un balance de la
literatura clásica sobre la crisis peronismo-Iglesia ver Lida (2005).
21 Esta versión del cristianismo era potencialmente anticlerical en el sentido de que el
peronismo ya no se presentaba como continuador de la tradición católica, sino que
“proclamaba ahora constituir el remedio a los males causados por esta tradición llena de
vicios, mediante el redescubrimiento del esencial mensaje cristiano, finalmente rescatado del
olvido al que lo había condenado la Iglesia” (Caimari, 2002: 464).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 41

nista de la campaña electoral de 1946, una porción importante de


la intelectualidad y el laicado católicos comenzó a rechazar cada vez
con más fuerza a un movimiento que consideraban autoritario y po-
tencialmente anticlerical (Caimari, 2010: 295-296). Por último, las
organizaciones laicas y la jerarquía denunciaron el impulso a la liber-
tad de cultos promovido por el gobierno en virtud de sus relaciones
con judíos y protestantes, puesto que veían que los privilegios de la
Iglesia comenzaban a verse amenazados por el ingreso al mercado de
nuevas empresas de salvación (ibíd.: 207).22 De tal manera, si bien a
principios de la década del cincuenta la posición institucional de la
Iglesia no era despreciable, diversos intelectuales y una parte del cle-
ro y del laicado se mostraban cada vez más irritados con el accionar
de Perón, a la vez que los sectores medios de la sociedad, en los que
el catolicismo argentino encontraba sus mayores adeptos, asumían
una postura de abierta oposición al gobierno (Zanca, 2006: 23). En
ese contexto, se profundizó la división entre la jerarquía y el clero
tradicional reticentes a un enfrentamiento frontal con el gobierno,
y los cuadros laicos y el clero joven que iniciaban su camino en el
antiperonismo (Caimari, 2010: 307).
La relativa estabilidad en la relación Iglesia-peronismo se sos-
tuvo hasta fines de 1954. El 10 de noviembre de ese año, Perón
denunció a una serie de obispos y sacerdotes por desprestigiarlo pú-
blicamente, hecho que motivó una declaración por parte del episco-
pado argentino en la que los obispos planteaban su temor ante una
posible persecución religiosa desde el Estado. El día 23, luego de un
acto peronista en el Luna Park, varios sacerdotes fueron arrestados
y cinco feriados religiosos fueron suprimidos del calendario: el Cor-
pus Christi (9 de junio), la Asunción de la Virgen (15 de agosto),
la Concepción Inmaculada (8 de diciembre), el Día de Todos los
Santos (1 de noviembre) y Reyes (6 de enero). En esa línea, entre
fines de 1954 y principios de 1955, el gobierno promovió una serie

22 El gobierno argentino reconoció al Estado de Israel en 1949 y fue el primero de América


Latina en enviar una representación diplomática, al tiempo que se mostró interesado por
buscar apoyos entre representantes del protestantismo. El propio Perón recibió a los pastores
pentecostales Hick y Arvizu en marzo de 1954, lo cual provocó malestar en las autoridades
de la Iglesia.
42 Francisco Teodoro

de leyes y proyectos de ley en detrimento de las prerrogativas de la


Iglesia en la vida pública. Entre ellos se destacaron la equiparación
de hijos legítimos e ilegítimos, la supresión de la Dirección General
y de la Inspección General de enseñanza religiosa, la sanción de las
leyes sobre reuniones públicas y de divorcio vincular o absoluto, y
el decreto sobre la ley de profilaxis, todos en el mes de diciembre de
1954; la derogación de las leyes de enseñanza religiosa y de exención
de impuestos entre el 11 y el 13 de mayo de 1955, y el proyecto de
reforma constitucional para separar la Iglesia del Estado aprobado
por el Congreso nacional el día 20 de mayo del mismo año.
En virtud de la espiral ascendente que adquirió el conflicto
y en el marco de un clima de creciente polarización política, el
catolicismo se constituyó velozmente en símbolo identitario del
conglomerado antiperonista que promovía un golpe de Estado. Si
bien la jerarquía católica intentó bajar el tono del enfrentamiento
con el gobierno y contener a los laicos que se alineaban en el bando
antiperonista, las celebraciones religiosas, en particular la del 8 de
diciembre de 1954 luego del acto de consagración de la Virgen, y la
del 11 de junio de 1955 en la procesión del Corpus Christi en la ciu-
dad de Buenos Aires, se transformaron en manifestaciones políticas
antiperonistas (Caimari, 2010: 253). El desenlace de la escalada
conflictiva se produjo el 16 de junio de 1955 cuando aviones perte-
necientes a la Aviación Naval bombardearon la Plaza de Mayo du-
rante una manifestación de apoyo al gobierno en la que fallecieron
más de 300 civiles. Luego de este episodio, simpatizantes peronistas
asaltaron el Ministerio de Marina e incendiaron una serie de iglesias
de la ciudad de Buenos Aires, entre ellas la Curia Eclesiástica y
la Catedral Metropolitana (Spinelli, 2004: 614-616). Finalmente,
el 16 de septiembre, luego del fracaso del intento de pacificación
impulsado por el oficialismo, los generales Eduardo Lonardi, Isaac
Rojas y Pedro Eugenio Aramburu encabezaron la autoproclamada
“Revolución Libertadora”, que marcó el fin del segundo gobierno
de Perón.
En ese contexto, entre el comienzo del conflicto y el mes de
mayo de 1955, Criterio siguió la línea impuesta por la jerarquía y
publicó en sus páginas las cartas que los obispos dirigieron al presi-
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 43

dente en relación con la suspensión de la educación religiosa en las


escuelas, el divorcio, y el anteproyecto de la reforma de la Consti-
tución.23 Luego de la sanción de este proyecto, entre mayo y junio
de 1955, la publicación modificó su actitud prescindente ante la
actualidad política nacional y comenzó a publicar notas que pre-
tendían bajar el tono del conflicto e impugnar la vinculación entre
catolicismo y antiperonismo.24 En este sentido, en el número del 26
de mayo, Franceschi se preguntaba si, ante lo que consideraba una
actitud anticlerical del gobierno, los católicos “hemos de dar cabida
en nuestras almas al odio, y consecuentemente al apetito de vengan-
za, a devolver mal por mal”.25 Para el sacerdote era preciso evitar que
la Iglesia y la religión católica se involucraran directamente, como
parte del enfrentamiento, en un conflicto terrenal. Los católicos,
en cambio, debían colocarse por encima de las discusiones políticas
y, en palabras del intelectual, “equilibrar por medios honestos, no
contrarios a justicia ni caridad, los perjuicios de que ha sido vícti-
ma”, “sin odios, porque es lícito aborrecer el mal, pero nunca al
23 Sobre el divorcio: “Pastoral colectiva del Episcopado Argentino sobre el divorcio”, en
Criterio, n° 1227, 6 de enero de 1955, pp. 19-20. Sobre la educación religiosa en las escuelas:
“Nota del episcopado argentino al Ministro de Educación de la Nación acerca de la ley
de enseñanza religiosa”, en Criterio, n° 1233, 7 de abril de 1955, pp. 262-265. Sobre la
separación de la Iglesia del Estado: “Declaración de la Comisión Permanente del Episcopado
Argentino”, en Criterio, n° 1234, 28 de abril de 1955, pp. 297-298. El 11 de agosto,
Franceschi defendió el silencio de la revista con respecto a la actualidad política durante
el peronismo señalando que “hemos guardado en CRITERIO silencio sobre la situación
política argentina porque en verdad era imposible hablar con toda la libertad necesaria.
Creo que hoy cabe examinar ciertos problemas sin molestar ni sentirse molestado, y expresar
sin inconvenientes mayores algunas verdades nada revolucionarias” (Franceschi, Gustavo,
“Democracia Cristiana”, en Criterio, n° 1241, 11 de agosto de 1955, p. 563).
24 La decisión de Criterio de no exhibir sus posiciones en materia de política interna
durante los años peronistas fue una característica de los grupos intelectuales antiperonistas en
esos años. Como afirma Flavia Fiorucci (2011), el campo intelectual argentino se caracterizó
por mostrar una fuerte politización entre los años treinta y mediados de los cuarenta. Temas
como la guerra civil española o la Segunda Guerra Mundial marcaron fuerte debates en el
interior del campo en esos años. Sin embargo, desde mediados de los cuarenta se observa un
retraimiento del proceso de politización que implicó el desplazamiento de las discusiones
en torno a la política interna y a los temas de actualidad en favor de discusiones estéticas y
artísticas. Este proceso, en la lectura de Fiorucci, respondió al intento de los intelectuales
liberales, dominantes en el campo intelectual argentino y de tendencia claramente
antiperonista, de preservar la autonomía del campo ante lo que consideraban como avances
del Estado a partir de 1946.
25 Franceschi, Gustavo, “El odio”, en Criterio, nº 1226, 26 de mayo de 1955, p. 364.
44 Francisco Teodoro

malvado”.26 Criterio mantuvo esta línea de neutralidad en el núme-


ro posterior a los episodios del 16 de junio, ocasión en la cual pidió
por la salvación de “todas” las almas de los muertos “sin distinción
de banderías políticas”.27 En el mismo número, Franceschi señalaba
que “organizar lo que suele llamarse una cruzada y echar mano de
la violencia” contra aquellos que perseguían a la Iglesia solo podría
“lograr algunos éxitos aparentes que luego se transforman en derro-
tas verdaderas (las cursivas son del original)”.28
El quiebre definitivo entre la jerarquía de la Iglesia y el gobier-
no se produjo luego de la declaración del episcopado del día 13 de
julio, en la cual los obispos denunciaron una persecución religiosa
por parte del Estado.29 Luego de la difusión de este documento,
Criterio denunció en sus páginas que católicos y antiperonistas se
encontraban bajo una persecución del Estado.30 En ese sentido,
26 Ibíd.: 365.
27 La revista publicó el siguiente texto en su primera página: “El saldo de las violencias
recientes es harto doloroso para ser comentado. CRITERIO desea en cambio expresar su
profundo dolor ante las distintas formas asumidas, cualesquiera que hayan sido o sean las
ideologías políticas y religiosas de los hombres que las cometieron. (...) Desea, además y sobre
todo, rogar encarecidamente a sus lectores que eleven sus oraciones al Señor a fin de que haya
acogido en su seno a las almas de los caídos; que perdone a los violentos que mataron a sus
hermanos, los hirieron o quemaron los templos que eran la casa de Dios” (Criterio, nº 1238,
23 de junio de 1955, p. 441).
28 Franceschi, Gustavo, “Una lección de la historia”, en Criterio, n° 1238, 23 de junio
de 1955, pp. 446-447. En el mismo sentido, la revista publicó declaraciones del cardenal
Antonio Caggiano, la Curia Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires, la secretaría
del Arzobispado de Córdoba y el Obispo de Mendoza y Neuquén, en las que los distintos
representantes de la jerarquía católica condenaban el “agravio a la insignia nacional” que
se produjo en la movilización del Corpus Christi el día 11 de junio ("Declaraciones del
Episcopado Argentino con motivo del agravio a la bandera”, en Criterio, n° 1238, 23 de
junio de 1955, p. 470).
29 Criterio publicó la declaración episcopal del 13 de julio que denunciaba la persecución
religiosa en la Argentina en el número del día 28 de julio: “Nuestra contribución a la paz de
la patria. Declaración Episcopal denunciando la persecución religiosa en la Argentina”, en
Criterio, n° 1240, 28 de julio de 1955, pp. 522-529.
30 La revista denunció en sus páginas la muerte del sacerdote Jacobo Wagner, fallecido el
17 de agosto de 1955 como consecuencia de los golpes recibidos durante la noche del 16
de junio. Wagner fue considerado por Franceschi como un mártir de la Iglesia en su lucha
contra el peronismo. (Franceschi, Gustavo, “La significación del martirio”, en Criterio, n°
1242, 25 de agosto de 1955, pp. 603-604). Sobre la muerte de Juan Ingalinella, considerado
el primer desaparecido de la historia argentina del siglo XX, Criterio señalaba que, luego de
ser apresado por la policía, el militante comunista fue “brutalmente torturado” y “falleció a
consecuencias del tormento que se le infligía”. Más allá de su pertenencia política, la revista
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 45

a fines de julio, Franceschi afirmaba que en pocas ocasiones “se


ha lanzado contra el episcopado, el clero, los católicos, la Iglesia
como tal, una serie de cargos injustificados, calumnias, injurias,
amenazas como lo que se ha oído desde el mes de noviembre pasa-
do hasta el 16 de junio”.31 Para el sacerdote, no había dudas de que
los católicos se encontraban bajo una persecución estatal, puesto
que “cuando alguna persona, creyendo echar mano de la legítima
defensa, en hojas volantes ya que no disponía de periódicos”, “refu-
taba acusaciones y formulaba cargos, se lo perseguía a salto de mata
y si era habido era encarcelado”.32 En una afirmación que negaba
la neutralidad exhibida en los momentos iniciales del conflicto,
Franceschi señalaba que la noche del 16 de junio fue la coronación
de la persecución estatal:
Diez templos fueron incendiados, y miles de personas son tes-
tigos de cómo ni la policía ni los bomberos realizaron gestos
eficaces para evitar este crimen: parecía que alguna orden su-
perior paralizaba a estos hombres. Y a la mañana siguiente, dos
obispos y ciento seis sacerdotes –yo entre ellos– fuimos llevados
a la cárcel de Villa Devoto e incomunicados, y nos pusieron
nuevamente en libertad a la medianoche.33
De todas formas, aún en el marco del conflicto, Criterio man-
tuvo su intención de desligar al catolicismo del antiperonismo y
de sostener una actitud de neutralidad en materia política. Con
respecto a este tema, en el mes de agosto, Franceschi llamaba la
atención sobre la “tremenda confusión de ideas” que supone la
imbricación entre catolicismo y antiperonismo para quienes se
mostraban como opositores a Perón y pretendían colocar a la reli-
gión católica y a la Iglesia como símbolos identitarios de ese ban-
do. Para el sacerdote era necesario distinguir “qué es cristianismo y

indicaba que Ingalinella “por encima de todo era un hombre, y tenía derecho a su vida, a su
dignidad, a su libertad” (“Doctor Ingalinella”, en Criterio, n° 1241, 11 de agosto de 1955,
p. 576).
31 Franceschi, Gustavo, “Dignidad de la Iglesia”, en Criterio, n° 1240, 28 de julio de 1955,
p. 530.
32 Ídem.
33 Ídem.
46 Francisco Teodoro

qué es política, qué gestos son hijos de la fe y cuáles son producto


de la pasión partidista” para impedir “que personas sin verdadera
creencia tomen a la Iglesia como escudo contra los golpes que pue-
dan ser causados por la lucha entre grupos cívicos”.34 En el mismo
sentido, señalaba que “Jesús no es un jefe de partido ni tampoco
un caudillo exclusivamente temporal”, y que la tarea de los católi-
cos en la lucha contra el peronismo consistía en “llevar la verdad a
nuestros hermanos que la ignoran, pero (...) ante todo con nues-
tra vida, con nuestro testimonio, con nuestro martirio, y no sim-
plemente con gritos callejeros, o con pomposas ceremonias que
carezcan de contenido espiritual (las cursivas son del original)”.35
En el mismo número, la revista denunció las agresiones sufridas
por agentes de la policía de la ciudad de Buenos Aires por parte
de manifestantes antiperonistas, lo que demostraba la existencia
de un clima en el que se legitimaba “el uso de la violencia contra
inocentes para defender o hacer avanzar posiciones políticas y par-
tidarias” sin distinción.36 Frente a este clima de polarización, la
publicación proponía la “pacificación” y la “convivencia política
entre los argentinos”.37
Como hemos visto, en el marco del enfrentamiento de la Igle-
sia con el gobierno peronista, en los meses previos al golpe de
septiembre de 1955, la postura de Criterio tuvo dos momentos: en-
tre fines de 1954 y julio de 1955 siguió la estrategia conciliadora
de la jerarquía católica; luego de la declaración del 13 de julio, las
manifestaciones de la revista apuntaron a denunciar la persecución
religiosa, pero también a reducir el tono del enfrentamiento, de-
salentando la vinculación entre doctrina católica y antiperonismo.
Como veremos a continuación, luego del golpe contra Perón, la
estrategia de Criterio apuntó a establecer diferencias con la tenden-
cia integrista del catolicismo y a participar en los debates del campo
político e intelectual del antiperonismo.

34 Franceschi, Gustavo, “La significación del martirio”, op. cit., p. 604.


35 Ídem.
36 “Atentados contra agentes de policía”, en Criterio, n° 1242, 25 agosto de 1955, p. 613.
37 “Pacificación”, en Criterio, n° 1242, 25 de agosto de 1955, p. 612.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 47

Criterio y el integrismo: un catolicismo democrático y


antitotalitario en el marco de la “Revolución Libertadora”

La primera etapa de la “Revolución Libertadora” se extendió


entre septiembre y noviembre de 1955, y estuvo marcada por el
predominio de los sectores nacionalistas y católicos integristas del
antiperonismo. El general Lonardi le concedió importantes cargos
públicos a relevantes figuras de esas corrientes como Clemente Vi-
llada Achával, Mario Amadeo, Luis Cerrutti Costa y Atilio Dell’Oro
Maini, este último encargado del Ministerio de Educación (Ghio,
2007: 159).38 Por este motivo, y por el rol central que tuvieron los
militantes católicos en el movimiento que promovió el golpe con-
tra Perón, esta primera etapa fue concebida por la intelectualidad
católica integrista como la restauración de las condiciones impues-
tas por el gobierno militar de 1943. Sin embargo, la consigna “ni
vencedores ni vencidos”, que simbolizaba un impulso conciliador
entre las masas peronistas y los sectores medios y altos que habían
apoyado el golpe, junto con el acercamiento a nacionalistas y católi-
cos integristas, provocaron la reacción de los grupos liberales del an-
tiperonismo que no coincidían con la idea de reeditar la experiencia
de un gobierno nacionalista fundado en el extremismo católico. En
ese marco, los sectores liberal-conservadores y los intelectuales más
marcadamente anticlericales y antifascistas, vinculados a la Unión
Cívica Radical, al Partido Socialista y a ámbitos universitarios, im-
pugnaron a nacionalistas y católicos integristas por considerar que
tenían una natural inclinación hacia el totalitarismo y las dictadu-
ras, y una vinculación histórica con el peronismo, del cual se hab-
rían distanciado tardíamente y por razones coyunturales (Spinelli,
2005: 62).
En esas circunstancias, el 13 de noviembre de 1955, luego de
que el presidente provisional intentara colocar a Luis Pedro Pardo

38 A pesar de esto, el gabinete de Lonardi no fue exclusivamente nacionalista. Hubo


ministros provenientes de la tradición liberal, entre ellos Eduardo Busso en la cartera de
Interior y Justicia, y los vinculados al área económica: César Augusto Bunge en la cartera de
Comercio, Eugenio José Folcini en Hacienda, Alberto Mercier en Agricultura y Ganadería,
Julio Alizón García en Finanzas y Horacio Morixe en Industria (Spinelli, 2005: 61).
48 Francisco Teodoro

como ministro del Interior y Justicia, un golpe interno liderado por


el general Aramburu alejó a Lonardi de la presidencia y a naciona-
listas y católicos integristas de las posiciones clave del Estado.39 El
triunfo del ala liberal del antiperonismo marcó la profundización y
la sistematización de las políticas de represión al movimiento justi-
cialista. Entre ellas se pueden contar la disolución del Partido Pero-
nista, la prohibición de todo tipo de propaganda (incluidos nom-
brar a Perón y a Eva Perón, y la utilización de imágenes, símbolos
y signos) materializada en el decreto ley 4161 firmado en marzo de
1956, la liquidación de la Fundación Eva Perón y la intervención de
los sindicatos peronistas.
El rumbo que adoptó la “Revolución Libertadora” a partir de
noviembre de 1955 rompió el consenso expresado en los meses pre-
vios al golpe y abrió en el interior del antiperonismo una serie de
polémicas en torno a la duración y la finalidad del gobierno pro-
visional, la legitimidad de la constitución de 1853, el futuro de la
economía argentina y qué hacer con las masas peronistas (Altamira-
no, 1999, 2011). Como indica María Estela Spinelli (2005: 75), a
diferencia de Lonardi, Aramburu negó cualquier intento de que su
gobierno actuara como árbitro en el conflicto peronismo-antipero-
nismo y tomó parte en el enfrentamiento en condición de “repre-
sentante de los vencedores”. En ese contexto, marcado por un retro-
ceso del catolicismo como elemento identitario del antiperonismo,
Criterio apuntó a separar a los católicos de las posturas integristas,
autoritarias y antidemocráticas dominantes en la jerarquía y en gran
parte de la intelectualidad confesional desde los años treinta. Esta
estrategia le permitió posicionarse como una voz católica aggiorna-

39 El golpe interno se produjo dos días después de que el episcopado le presentara una
carta al presidente provisional en la que le solicitaron el reconocimiento de los derechos
de la Iglesia, en particular la derogación de las leyes que el episcopado consideraba como
persecutorias (divorcio, separación de Iglesia y Estado, Ley de derogación de la enseñanza
religiosa y Ley de reglamentación del derecho de reunión), así como también la defensa
de las “legítimas conquistas de los trabajadores” y la búsqueda inmediata de un clima de
“pacificación social” (“Carta del Episcopado dirigida al Señor Presidente Provisional de la
Nación”, Buenos Aires, 11 de noviembre de 1955. Disponible en: http://www.episcopado.
org/DOCUMENTOS/10//1955-24CartaPresidente_76.doc).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 49

da, antiperonista, democrática, atenta a la realidad nacional y abier-


ta a los debates sobre el futuro político nacional.
El punto de partida del distanciamiento de Criterio con respec-
to a la tendencia integrista del catolicismo se puede observar en los
últimos meses del segundo gobierno de Perón. En septiembre de
1955, la revista publicó un artículo del intelectual francés Joseph
Folliet sobre los problemas y los peligros que representaba el inte-
grismo, una corriente considerada por el autor como “potencial-
mente totalitaria”.40 Para Folliet, esta tendencia se definía por su
defensa de la ortodoxia y del autoritarismo político, así como por
su inclinación al monólogo, la intimidación y la condena.41 Para el
intelectual, los integristas tenían “la certeza interior de una perfecta
ortodoxia” puesto que “sus ideas, sus enfoques, sus juicios, sus re-
acciones, sus sentimientos son, ni más ni menos, los de la Iglesia”.42
Sumado a esto, el integrismo sobrevaloraba una ortodoxia que no

40 Folliet fue un sociólogo y periodista francés adscripto a la Universidad Católica de Lo-


vaina. De allí provenían otros de los intelectuales que colaboraron con Criterio en el perío-
do que abordamos en este libro, como Jacques Leclerq, Francois Houtart y Marcel Laloire.
Todos, junto con Jacques Maritain, Pierre-Henri Simon y Carlos Santamaría, así como los
teólogos Yves Congar y Jean Daniélou, tenían una fuerte adscripción al humanismo cris-
tiano. Entre 1955 y 1957, Folliet fue el autor extranjero que más notas publicó en Criterio
(Barrio de Villanueva, 2016: 82 y ss.). En la serie de trabajos que aquí analizamos, el in-
telectual criticaba por igual las tendencias integristas y progresistas existentes en el interior
de la Iglesia. Para Folliet, “el integrismo y el progresismo son totalitarios en potencia. De los
totalitarismos tienen la lógica abstracta, el espíritu de sistema y de geometría, la intolerancia,
la ausencia de retroceso y de autocrítica traducida por una ausencia de humor (las cursivas
son del original)”. Del mismo modo, “son igualmente político-religiosos” puesto que “ambos
quieren desvincular a la Iglesia de las confusiones que a ellos les disgustan y la arrastran a los
compromisos que a ellos les agradan (las cursivas son del original)”. Asimismo, “proclaman
igualmente su pretensión de representar a la Iglesia, el primero la Iglesia de la tradición y la
ortodoxia, el segundo la Iglesia de la vida y el porvenir”, de manera tal que “cometen análo-
gos errores sobre las relaciones de lo espiritual y lo temporal” (Folliet, Joseph, “Progresismo
e integrismo. Ensayo de análisis existencial”, en Criterio, n° 1245, 13 de octubre de 1955,
p. 731). Sobre los colaboradores de Criterio en el período que abordamos en este libro, ver
Pattin (2015: cap. 1, 2016a).
41 El autor indicaba que “el integrista no dialoga, monologa. No busca persuadir, sino
intimidar. No discute, condena. Habla como quien tiene autoridad, seguro de que su propio
juicio –o el de su grupito– es el juicio de la Iglesia”, “posee la certidumbre de tener razón y derecho,
si es necesario contra el mundo entero, y la certidumbre de su propia salvación aun cuando
todo el resto de la humanidad estuviera perdido” (Folliet, Joseph, “Progresismo e integrismo.
Ensayo de análisis existencial”, en Criterio, n° 1244, 22 de septiembre de 1955, p. 683).
42 Ídem.
50 Francisco Teodoro

constituía otra cosa que “su verdad, su fe, con toda la carga que pone
en una y otra: opiniones propias, (...) prejuicios de un tiempo o de
un medio social, opciones políticas, tradiciones o simples hábitos
de pensamiento confundidos con la Tradición (las cursivas son del
original)”.43 Asimismo, el autor indicaba que en términos políticos
los integristas desconfiaban de la libertad y poseían una inclinación
a “restringirla, a encerrarla en límites estrechos y, si es posible, a
negarla”. Para los integristas, señalaba Folliet, “cualquier libertad
concreta (...) parece sospechosa de liberalismo, cualquier defensor
de la libertad, un liberal que se oculta o ignora”.44 Por eso, estos
grupos tenían una “natural simpatía por los regímenes políticos de
autoridad” y un “odio invisceral de la democracia, de la discusión en
pie de igualdad, (...) de la opinión pública [y] de cualquier movi-
miento que sube de abajo hacia arriba”.45 Por último, el intelectual
afirmaba que los defensores de esta tendencia “exalta[n] espontán-
eamente al ejército”, “cae[n] fácilmente en la mística del ‘jefe’, del
‘salvador’” y se inclinan hacia la defensa de “la monarquía absoluta,
la dictadura y aun el totalitarismo, cuando el movimiento viene ‘del
lado bueno’, es decir, de la derecha”.46
La nota de Folliet, cuya primera de tres entregas fue publicada
como nota central, quedó relegada a un segundo plano en las dos
ediciones de Criterio posteriores al golpe del 16 de septiembre. Sin
embargo, los argumentos y las preocupaciones del intelectual fran-
cés en relación con la postura política autoritaria y a la tendencia
totalitaria de los integristas fueron retomados por Franceschi luego
del golpe. En la edición del 13 de octubre de 1955, el sacerdote
mostraba su asombro por los católicos que “creen bueno, sobre todo
en nuestra época, que haya un caudillo, un jefe indiscutible, un

43 Ibíd.: 685-686.
44 Ibíd.: 686.
45 Ídem.
46 Ídem. Folliet señalaba que los integristas franceses “no han protestado siquiera contra
el fascismo. Han protestado apenas contra el hitlerismo y se han mezclado muy raramente
con la ‘resistencia’, que les parecía una lamentable insubordinación. Con mucha frecuencia
se han mostrado tiernos con la Action Francaise y el maurrasianismo, para con ciertas ‘ligas’
de preguerra, para con el gobierno de Vichy”.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 51

dirigente único del cual los demás sean instrumentos ejecutantes”.47


En el mismo sentido, en la nota editorial del 24 de noviembre de
1955, momento en el que católicos y nacionalistas recibían acusa-
ciones de totalitarios, antidemocráticos y antiperonistas de ocasión,
el sacerdote recogía el guante de los cuestionamientos y admitía que
entre los católicos “ha subsistido en algunos individuos [una] ten-
dencia nacionalista”, una “antipatía por las fórmulas democráticas”
y una ansiada búsqueda de “un jefe casi absoluto, (...) un caudillo al
cual todos deben obedecer”.48 Sin embargo, señalaba, esa actitud no
necesariamente “es compatible con el catolicismo” puesto que “más
que una doctrina es un estado de ánimo”.49 Para Franceschi, la alo-
cución pontificia de la Navidad de 1944, en la cual el papa Pío XII
manifestó que la democracia no era un régimen desaprobado por la
doctrina católica, constituía el documento que más claramente de-
mostraba que no había una vinculación directa entre los cristianos
y los regímenes autoritarios. Por eso, continuaba el sacerdote, no
debía sorprender que en septiembre “una ingente cantidad de cató-
licos estuvieran por la democracia y se levantaran contra cualquier
forma de dictadura”.50
En un sentido similar, si constituía un error asimilar a todos
los católicos con el autoritarismo, también lo era vincularlos direc-
tamente con el peronismo. Para Franceschi, durante el gobierno de
Perón, “la Iglesia siguió viviendo su vida habitual” y “muy pocos
[católicos] se percataron de las enormes amenazas que se cernían so-
bre ella”.51 Cuando la actitud del presidente cambió y los fieles indi-
vidualmente y como miembros de la Iglesia tomaron conciencia de
los riesgos que corrían, la reacción “inorgánica” y “heroica” de estos
últimos fue la que impulsó el golpe.52 A este respecto, el sacerdote
recordaba que, si bien “ante las demasías del gobernante depuesto,
las autoridades de la Iglesia no se han dirigido a los fieles exhortán-

47 Franceschi, Gustavo, “Libertad”, en Criterio, n° 1245, 13 de octubre de 1955, p. 724.


48 Franceschi, Gustavo, “La Iglesia y la Revolución”, en Criterio, n° 1248, 24 de noviembre
de 1955, p. 843.
49 Ídem.
50 Ibíd.: 844.
51 Ídem.
52 Ídem.
52 Francisco Teodoro

dolos a empuñar las armas ni han ofrecido conscientemente cola-


boración a los militares y civiles revolucionarios”, lo cierto era que
… la Iglesia no está constituida solamente por los jerarcas, cuya
función positiva no era ciertamente fomentar la revolución;
aquella está compuesta también por los fieles innumerables (...)
que fueron heridos en sus sentimientos más profundos por cier-
tos discursos y hechos.53
Por eso, las manifestaciones previas al golpe no fueron otra cosa
que “la protesta del alma cristiana contra un hombre que pretendía
poner cauces a Dios”.54 Sumado a esto, afirmaba el sacerdote, el
hecho de que “en la hora de la Revolución la Iglesia estuviera per-
seguida” convertía en irracional el argumento de “echar[le] en cara
ignominiosamente el haber sido aliada de la tiranía”.55
Otro de los elementos que marcaron el distanciamiento de Cri-
terio con respecto a los integristas se hallaba en el cuestionamiento
a la actitud “clerical” que conducía a esta corriente a promover una
intervención directa y partidaria de la Iglesia y de los católicos en
la vida política. Para la revista, este modo de intervención, en el
que la religión católica abandonaba el sitio de culto universal con
aspiraciones de extender su influencia integral en toda la sociedad
para convertirse en una tendencia política partidaria, fue el eje del
acercamiento entre catolicismo y peronismo entre 1946 y 1954.
Esta posición no implicaba para Criterio promover la prescinden-
cia política de los católicos. Por el contrario, en una nota de julio
de 1956, la revista indicaba que en los meses del conflicto con el
peronismo muchos sacerdotes tomaron la palabra y, si bien se pro-
dujeron “contaminaciones de lo eterno por lo temporal”, “los seres
y las instituciones que debe[n] cooperar a redimir son temporales,
existen en el espacio y en el tiempo, están sometidas a las diarias vi-
cisitudes de la existencia”.56 Por tales motivos, “el sacerdote debe sin
duda tener la vista fija en el cielo, pero no tanto que se vuelva ciego

53 Franceschi, Gustavo, “Libertad”, op. cit., p. 725.


54 Ídem.
55 Franceschi, Gustavo, “La Iglesia y la Revolución”, op. cit., p. 844.
56 “El clero y la política”, en Criterio, n° 1264, 26 de julio de 1956, p. 536.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 53

para la tierra”.57 En el mismo número, Criterio publicó una nota del


intelectual español Carlos Santamaría en la que el autor aseguraba
que pretender la prescindencia política de los católicos constituía
un ataque al derecho del clero y de los laicos a actuar en la vida
política.58 La neutralidad en este tema constituía para el intelectual
una “falsa prudencia que pretende reducir a la Iglesia al silencio y a
la reserva” para separarla “enteramente del mundo” y hacerle “cerrar
los ojos a la realidad que la circunda”.59 El neutralismo, en suma, era
la otra cara del “imperialismo religioso” integrista que consideraba
a la Iglesia como “una especie de imperio mundial” y promovía la
“sumisión del poder temporal al poder espiritual, con total igno-
rancia de la legítima concepción de la autonomía del poder civil”.60
Para Criterio el clericalismo no era un mal que afectaba única-
mente a los integristas. Por el contrario, como hemos mencionado
antes, muchos de los católicos que se sumaron al movimiento que
condujo a la destitución de Perón expresaron una actitud de este
tipo al promover una imbricación entre catolicismo y antiperonis-
mo que, en última instancia, produjo un profundo distanciamiento
entre la Iglesia y los sectores populares. En relación con esto, en el
mes de noviembre de 1955, Franceschi aseguraba que “para la masa
de los peronistas somos nosotros, la Iglesia y sus miembros, quienes
hemos echado al suelo lo que ellos consideraban como un gobierno
ideal (...) Somos culpables de la derrota de Perón”.61 En la misma lí-
nea, en una nota de julio de 1956 la revista afirmaba que, si bien los
católicos “hemos adquirido conciencia de nuestra importancia en la

57 Ídem.
58 Carlos Santamaría Ansa fue un matemático español oriundo del País Vasco. Fue uno de
los promotores de la autonomía vasca y bajo el franquismo publicó trabajos en los que analizó
de un modo crítico la vinculación entre la Iglesia y los Estados. Organizó las Conversaciones
Católicas Internacionales entre 1947 y 1959 y fue secretario general del movimiento Pax
Christi, organización que propiciaba la paz internacional (Barrio de Villanueva, 2016: 83).
Para una breve biografía del autor, ver “Carlos Santamaría, promotor de la Universidad
vasca”, Diario El País, 31 de diciembre de 1997. Disponible en: https://elpais.com/
diario/1997/12/31/agenda/883522801_850215.html.
59 Santamaría, Carlos, “Algunos puntos de vista sobre la Iglesia y la Política”, en Criterio,
n° 1264, 26 de julio de 1956, p. 524.
60 Ídem.
61 Franceschi, Gustavo, “La Iglesia y la Revolución”, op. cit., pp. 844-845.
54 Francisco Teodoro

vida de nuestra patria”, “somos ciudadanos de una patria celestial y,


en cuanto tales, nuestra misión es transformar en Cristo el rostro de
este mundo que pasa”.62 Por este motivo, “hemos de saber y sentir
(...) que nuestro cristianismo está por encima y más allá de toda
política que hagamos, y que no nos es lícito rebajar a la Iglesia, por
nuestra cuenta, a los estrechos límites de un conflicto temporal”.63
La crítica al autoritarismo de los integristas y al modo de inter-
vención política de la jerarquía de la Iglesia entre 1943 y 1955 fue
acompañada en las páginas de Criterio por una reafirmación de las
posturas democráticas que se desprendía de los posicionamientos de
Franceschi en los años cuarenta y cincuenta, e incluso en sus preo-
cupaciones en la etapa anterior a la dirección de la revista.64 En ese
sentido, en el mes de agosto de 1955, el sacerdote publicó una nota
en la que propuso las líneas centrales que debería seguir un parti-
do democrático y cristiano en la Argentina. Sin referirse al Partido
Demócrata Cristiano (PDC) fundado en julio de 1954, el sacerdote
señalaba que un partido de inspiración cristiana debía ser eminen-
temente democrático, no solo en su modo de acceder al poder, sino
también en la conformación de sus autoridades y en la composición
social de sus dirigentes: “Los organismos directivos (...) no pueden
componerse exclusivamente de hombres de la clase intelectual, y ni
siquiera de la clase media; los de la clase obrera tienen allí un enor-
me papel que desempeñar”.65 Sumado a esto, el sacerdote afirmaba

62 “Política e Iglesia”, en Criterio, n° 1263, 12 de julio de 1956, p. 499.


63 Ídem.
64 Sobre los posicionamientos democráticos de Franceschi en los años veinte y treinta, ver
Lida (2019).
65 Franceschi, Gustavo, “Democracia Cristiana”, op. cit., p. 564. Sobre este punto resulta
interesante señalar que, en el período estudiado en este libro, Criterio solo hizo menciones
ocasionales al PDC. Este dato es llamativo por dos motivos. En primer lugar, porque algunos
de los intelectuales que participaron activamente de las discusiones internas del partido en
los años cincuenta y sesenta formaban parte del consejo de redacción, tal el caso de Jaime
Potenze, o colaboraban asiduamente con la revista, como en el caso de Ambrosio Romero
Carranza y Jorge García Venturini. En segundo lugar, porque muchas de las posturas y
referencias que se pueden encontrar en el interior del PDC, entre ellas la tendencia
democrática y pluralista; la pretensión de superar lo que consideraban como extremismos
de izquierda y derecha; el tono antifascista de sus lecturas políticas, y las referencias a
intelectuales como Joseph Lebrett, Joseph Folliet y Jacques Maritain (Mauro, 2020), eran
similares a las que encontramos en Criterio.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 55

que el programa para un partido democrático no podía descuidar la


cuestión social, sino que “debe colocar lo económico-social por lo
menos a la altura de lo político” y “en ningún caso intentará borrar
alguna de las conquistas logradas por la clase obrera en estos últimos
diez años”.66 Por último, un partido de este tipo tenía que oponerse
a “todas las formas de nacionalismo estrecho que han caracterizado
siempre a los regímenes totalitarios”, puesto que
… si algún camino se abre en el futuro argentino para una agru-
pación democrática cristiana, será el de la democracia verdadera,
y no el de un régimen que de democrático no tenga más que la
máscara, ocultando bajo ella un totalitarismo, aunque pretenda
ser cristiano (las cursivas son del original).67
Luego del golpe de septiembre, el posicionamiento democráti-
co de Criterio se manifestó enérgicamente en la sección “Libros”, un
apartado de la revista en el que diversos intelectuales comentaban
algunas de las novedades bibliográficas que se publicaban en la Ar-
gentina.68 Como ha señalado Martín Vicente (2013, 2014b), uno
de los autores que expresó este tipo de posiciones fue Jorge García
Venturini, un intelectual ligado a la tradición liberal-conservadora
que colaboró con la revista en 1956 y 1957.69 En mayo de 1956,
en el comentario a Plaza para la República de Juan Pichón Riviere y
Carlos Ernst Paz, García Venturini indicaba que el trabajo era una
contribución a “la gran tarea de encauzar (...) la política argentina
por vías de una democracia, tan ansiada como desconocida, por las
jóvenes generaciones de la República”.70 En el mismo número el in-

66 Franceschi, Gustavo, “Democracia Cristiana”, op. cit., p. 564.


67 Ibíd.: 565.
68 Uno de los pocos rastros de diferenciación con respecto al nacionalismo antes de junio de
1955 puede verse en la reseña de Gustavo Ferrari al libro Historia de la Argentina. 1515-1938
de Ernesto Palacio. Allí el autor sostiene que el libro de Palacio, que considera a Belgrano
como un “ingenuo carlotista”, a Rivadavia como “un snob” y a Mitre como “el viejo marido
complaciente de la República liberal”, no es un libro de historia “sino tan solo la historia
de un resentimiento” (Ferrari, Gustavo, “Reseña a Historia de la Argentina. 1515-1938 de
Ernesto Palacio (1954), Ed. Alpe”, en Criterio, n° 1234, 28 de abril de 1954, p. 316).
69 Sobre García Venturini ver Vicente (2012).
70 García Venturini, Jorge, “Reseña a Plaza para la República de Juan Pichón-Riviere y
Carlos Ernst (1956), Buenos Aires”, en Criterio, n° 1259, 10 de mayo de 1956, p. 358.
56 Francisco Teodoro

telectual publicó un comentario a La verdad tiene su hora de Eduar-


do Frei Montalva, uno de los fundadores y principales referentes
políticos del Partido Demócrata Cristiano de Chile y presidente de
ese país entre 1964 y 1970. Allí el colaborador de Criterio subraya-
ba la necesidad de que “muchos trabajos como este” ejerzan “una
profunda función pedagógica de esclarecimiento democrático” para
“constituir una especie de vanguardia en el gran movimiento de
liberación en que se hallan empeñadas las mejores fuerzas del con-
tinente”.71 Otro intelectual que participó en esta sección fue Juan
Julio Costa, integrante del Consejo de Redacción de la revista. En
su comentario a Qué es la democracia cristiana de Ambrosio Romero
Carranza, publicado en julio de 1956, Costa señalaba el riesgo de
que los partidos democráticos de orientación cristiana, “por evitar
una desviación hacia el clericalismo y por guardar una necesaria
aconfesionalidad”, cayeran “en un anticlericalismo de mala ley o en
un inconsciente liberalismo”.72
La sección “Libros” también fue el espacio en el cual Criterio
mostró su posición antiintegrista y antinacionalista a partir de la
crítica a trabajos de intelectuales vinculados a esas corrientes. En el
comentario a La historia que he vivido de Carlos Ibarguren, un reco-
nocido intelectual nacionalista, publicado en febrero de 1956, Gar-
cía Venturini resaltaba la “inocultada inclinación” del autor “por
los sectores conservadores y su poco apego al sistema de la demo-
cracia y a los gobiernos populares”.73 En la misma línea, en el mes
de junio, en el comentario a Los católicos, la política y el dinero de
Pierre Henri-Simón, el colaborador de Criterio indicaba, en referen-
cia a los católicos integristas, que “quienes debieron ser vanguardia
han adoptado reiteradamente posturas conservadoras solidarizados,

71 García Venturini, Jorge, “Reseña de La verdad tiene su hora de Eduardo Frei Montalva
(1955), Edit. Del Pacífico SA: Santiago de Chile”, en Criterio, n° 1259, 10 de mayo de 1956,
p. 358.
72 Costa, Juan Julio, “Reseña a Que es la democracia cristiana de Ambrosio Romero
Carranza (1956), Ediciones del Atlántico, Buenos Aires”, en Criterio, n° 1263, 12 de julio
de 1956, p. 516.
73 García Venturini, Jorge, “Reseña a La historia que he vivido de Carlos Ibarguren (1955),
Ed. Peuser”, en Criterio, n° 1253, 9 de febrero de 1956, p. 118.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 57

inexplicablemente, con el llamado orden establecido”. 74 El comen-


tario culminaba afirmando que
… quienes debieron ser los más convencidos pacifistas han
formado, increíblemente, frente común con regímenes na-
cidos para la guerra y la conquista; quienes debieron ser los
propiciadores de la más amplia fraternidad universal se han
encerrado, paradójicamente, en el más exagerado y estéril de
los nacionalismos.75
En agosto de 1956, Francisco Ramos Mejía (h.) comentó el
libro Ayer, hoy y mañana del nacionalista Mario Amadeo.76 El co-
mentario apuntó a criticar la propuesta del autor de una salida no
democrática a la “Revolución Libertadora”. Para el colaborador de
Criterio, esa solución implicaba admitir “la imposibilidad de resta-
blecer el juego normal de las instituciones republicanas” y, al mismo
tiempo, contradecir “el claro propósito de los jefes de las fuerzas
armadas de restablecer los principios de jerarquía, disciplina y pres-
cindencia política” que, en la mirada del autor, debía promover la
institución militar para garantizar “su propio prestigio y autoridad”.77
Para Ramos Mejía (h.) era preciso combatir las causas de “los vicios
de la política argentina, con confianza en las posibilidades que ofre-
ce la democracia”.78 Por último, en junio de 1957, García Venturini
comentó el libro Política Argentina, 1949-1956 del integrista Julio
Meinvielle. En la nota indicaba que el libro dejaba “un desagradable
sabor a insatisfacción, producto, más que del análisis concepto por
concepto, del espíritu que informa el trabajo en conjunto”.79 García

74 García Venturini, Jorge, “Reseña de Los católicos, la política y el dinero de Pierre-Henri


Simon (1956), Sur: Buenos Aires”, en Criterio, n° 1262, 28 de junio de 1956, p. 483.
75 Ídem.
76 Francisco Ramos Mejía fue abogado y fundador del Partido Demócrata Cristiano.
Presidió la junta nacional del partido entre 1960 y 1961. Ver “A los 91 años falleció Francisco
Ramos Mejía”, La Nación, 12 de abril de 2000. Disponible en: https://www.lanacion.com.
ar/12694-a-los-91-anos-fallecio-francisco-ramos-mejia.
77 Ramos Mejía, Francisco (h.), “Reseña a Ayer, hoy y mañana de Mario Amadeo (1956),
Ediciones Gure, Buenos Aires”, en Criterio, n° 1265, 9 de agosto de 1956, p. 596.
78 Ídem.
79 García Venturini, Jorge Luis, “Reseña a Política argentina, 1949-1956 de Julio Meinvielle
(1956), Editorial Trafac: Buenos Aires”, en Criterio, n° 1286, 27 de junio de 1957, p. 445.
58 Francisco Teodoro

Venturini le reprochaba a Meinvielle que los cuestionamientos al


peronismo se dirigían “más a los errores del régimen que al régimen
como tal” y que si bien “hay condenas a los excesos del despotismo”
no se encuentra en el trabajo “una categórica sanción de las tiranías
ni una efectiva defensa de la democracia y no faltan, además, efu-
sivos elogios para con el tirano depuesto”.80 Del mismo modo, se-
ñalaba, había en el trabajo del sacerdote “reiteradas manifestaciones
en favor de Primo de Rivera, Franco, Pétain, del ‘genial Mussolini’
y otros gobernantes afines”, todo lo cual daba cuenta de una pos-
tura autoritaria y antidemocrática.81 Finalmente, García Venturini
aseguraba que Meinvielle comenzó a desconfiar del régimen en no-
viembre del 1954 y que, por ese motivo, “llama la atención cómo
la paciencia y la esperanza que el autor tuvo para con el tirano, de
quien siempre esperaba que rectificara sus involuntarios yerros, con-
trasta con la severidad con que enjuicia (a principios del 56) a los
actuales gobernantes”.82
A principios de 1957, la sección “Libros” fue el foco de una
polémica entre el presbítero Jorge Biturro, colaborador ocasional
de Criterio, y Alberto Caturelli, un reconocido filósofo y profesor
universitario de orientación católica tomista, en relación con el li-
bro Tratado de existencialismo y tomismo de Octavio Derisi.83 En su
reseña, Biturro señalaba que, al analizar la filosofía de Martin Hei-
degger, Derisi omitía algunas de las obras del filósofo con el objetivo
de tergiversar su pensamiento: “Esta deficiencia bibliográfica no es
un sencillo problema de forma, sino que responde a una actitud de
fondo y de perspectiva con respecto a la filosofía general”.84 En ese

80 Ídem.
81 Ídem.
82 Ídem.
83 Derisi fue un reconocido intelectual católico de orientación tomista, formado en teología
y en filosofía. Fue también uno de los fundadores de la Universidad Católica Argentina en
1958. Para un análisis de su pensamiento, ver Rodríguez y Ruvituso, 2012. Disponible en:
https://www.aacademica.org/000-097/479.pdf. También se puede consultar: “Arzobispo,
académico y filósofo destacado. Falleció monseñor Octavio N. Derisi”, La Nación, 23 de
octubre de 2002. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/cultura/fallecio-monsenor-
octavio-n-derisi-nid443088/.
84 Biturro, Jorge, “Reseña a Tratado de existencialismo y tomismo de Octavio Nicolás Derisi
(1957), Emecé, Buenos Aires”, en Criterio, n° 1279, 14 de marzo de 1957, p. 165.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 59

sentido, “el hecho de que Monseñor Derisi entienda [a Heidegger]


dentro de los tradicionales esquemas de una corriente escolástica y
no en el supuesto propio del autor proviene de algo mucho más sutil
que el no haber leído tal o cual libro”.85 Por eso, afirmaba Biturro,
“si tuviésemos que definir la actitud filosófica del autor, nos vería-
mos obligados a decir que la orientación profunda de esta consiste
en partir de principios absolutos para llegar a descifrar la realidad”,
mientras que “la posición existencialista es, en cambio, totalmente
inversa: parte de la realidad para tratar de encontrar principios ab-
solutos. Y esto, precisamente, es lo que no llegó a asimilar el tratado
que comentamos”.86 En el número siguiente, Criterio publicó una
carta en la que Caturelli se dirigía a Franceschi para señalarle una
serie de errores en los que incurrió Biturro al analizar el trabajo de
Derisi. En la carta el filósofo se preguntaba si “habrá leído el autor
de la nota el libro de Mons. Derisi”.87 Particularmente, le moles-
taba el hecho de que Biturro señalara en la nota cierta “deficiencia
bibliográfica” del trabajo de Derisi y una “deformación del existen-
cialismo” por parte del autor en su libro.88 Por ese motivo, Caturelli
afirmaba que, “ante semejante texto, uno piensa si el autor de la
nota no ataca aquí a la persona de Mons. Derisi”.89 Días después,
Biturro le respondió a Franceschi que “frente a un ataque de esta
naturaleza, creo que es contraproducente entrar en polémica” y que
“para su tranquilidad personal, y la de los lectores de CRITERIO,
(...) compare mi crítica con esta refutación” para constatar que la
intervención de Caturelli, “más que un trabajo científico, es una
descarga emocional agresiva”.90 El tono del intercambio muestra
que la sección “Libros” tenía peso ideológico para la revista y que
era leída por aquellos sectores sobre los que se vertían las críticas.

85 Ídem.
86 Ídem.
87 Carta de Caturelli a Franceschi. 24 de marzo de 1957. Publicada en Criterio, n° 1281,
11 de abril de 1957, p. 243.
88 Ídem.
89 Ídem.
90 Carta de Biturro a Franceshi. 4 de abril de 1957. Publicada en Criterio, n° 1281, 11 de
abril de 1957, p. 243.
60 Francisco Teodoro

Entre mediados de 1955 y mediados de 1957, Criterio intentó


mostrar un catolicismo aggiornado, con credenciales democráticas,
escindido del autoritarismo dominante en los años treinta y cua-
renta, atento a los debates sobre la realidad nacional y abierto al
diálogo con los sectores liberal-conservadores del antiperonismo.
El punto de partida de este posicionamiento se puede rastrear en
la declaración del episcopado sobre la persecución religiosa de ju-
lio de 1955, momento en el cual la revista inició un camino de
diferenciación de las posturas integristas que se profundizó luego
del golpe de septiembre y, particularmente, tras el desplazamiento
de Lonardi en noviembre de 1955. En ese contexto, la publicación
respondió a los cuestionamientos vertidos por los sectores libera-
les, particularmente los grupos anticlericales vinculados al Partido
Socialista y a ámbitos universitarios, incorporando el discurso de
la democracia y mostrando sus críticas a las actitudes autoritarias
de figuras centrales del integrismo y del nacionalismo. Las notas
firmadas, así como los comentarios de actualidad política y los
comentarios de la sección “Libros”, muestran con distinto nivel
de profundidad la intención de la revista de traspasar y extender
las fronteras del universo católico para intervenir en los debates
intelectuales y políticos del campo antiperonista.

Las lecturas sobre el peronismo: el primer elemento de quiebre


en el consenso antiperonista

Las críticas al “clericalismo” y a la propensión autoritaria de


muchos católicos marcaron el punto central de las impugnaciones
de Criterio a la tendencia integrista dominante en el interior del
catolicismo argentino desde los años treinta. Sin embargo, políti-
camente esta posición no se tradujo en un alineamiento absoluto
con las tendencias liberales del antiperonismo. Por el contrario,
entre el golpe de septiembre y mediados de 1957, la revista tuvo
importantes desacuerdos con el gobierno de Aramburu y con las
opiniones expresadas por los sectores políticos e intelectuales más
cercanos a la posición oficial. Como veremos a continuación, uno
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 61

de los elementos centrales que determinaron las diferencias de


Criterio con las expresiones liberales del antiperonismo fue su ex-
plicación sobre el surgimiento del peronismo y los motivos de su
raigambre popular.
Entre 1955 y 1956, las interpretaciones sobre el peronismo
mostraron distintas posiciones con respecto a la caracterización de
los gobiernos de Perón, la naturaleza de las masas y las motivacio-
nes de su adhesión al movimiento. Como señala Federico Neiburg
(1998: 50), las distintas lecturas incluyeron discusiones y acuerdos
fundados en “unanimidades”: por un lado, todos los polemistas con-
sideraban que la base social del peronismo había sido el pueblo, por
lo cual ensayaron hipótesis sobre el origen de esa adhesión popular;
y, por otro, las lecturas contenían “representaciones sobre la natu-
raleza o los atributos de ese pueblo” que había adherido al justicialis-
mo. Sumado a esto, desde la condena a Perón, las interpretaciones
presentaron diferentes posturas en relación con las políticas públicas
y las orientaciones ideológicas seguidas por el gobierno entre 1946 y
1955. Por último, como afirma Carlos Altamirano (2011: 217), las
lecturas se construyeron en torno a una serie de tópicos tales como
la relación entre peronismo y resentimiento, la concepción del de-
cenio justicialista como un nuevo capítulo del divorcio histórico
entre élites y pueblo, y la idea de que su surgimiento fue el producto
de una sucesión de errores y culpas compartidas.
Una de las primeras interpretaciones sobre el fenómeno pe-
ronista apareció en el número 237 de la revista Sur, publicado en
diciembre de 1955. Esta lectura, definida como antiperonismo inte-
lectual o liberal, caracterizó al justicialismo como un fenómeno to-
talitario que combinaba elementos del fascismo y del rosismo, una
mirada que, como señala Jorge Nallim (2014: 219), fue dominante
en la oposición intelectual y política a Perón desde la campaña elec-
toral de 1946 hasta el golpe de septiembre de 1955. Sin embargo, a
pesar de la homogeneidad de las posturas expresadas, el número de
Sur recogió colaboraciones que plantearon algunos de los elementos
que marcarían el quiebre del consenso antiperonista en este tema.
Como afirma Jorge Cernadas (1997: 137-138), mientras Victoria
Ocampo, Eduardo González Lanuza y Víctor Massuh planteaban la
62 Francisco Teodoro

necesidad de una reeducación de las masas como tarea central para


evitar que se repita otro fenómeno como el peronismo, Jorge Luis
Borges, Guillermo de la Torre y Norberto Rodríguez Bustamante
reducían la experiencia justicialista a “diez años de oprobio” y un
“estado de locura colectiva”.91 Por último, Carlos Peralta contra-
decía las posturas de Borges, de la Torre y Rodríguez Bustamante,
puesto que concebía al movimiento peronista como un fenómeno
emergente de la falta de responsabilidad de las clases cultas frente a
las clases menos educadas, y señalaba que así como la justicia social
no puede ser alcanzada sin libertad, “la libertad sin justicia social
solo es una palabra hueca”.92
Siguiendo algunas de las líneas presentes en el número 237 de
Sur, a lo largo de 1956 aparecieron lecturas que expresaron, por un
lado, una crítica a la mirada dominante en la revista de Ocampo y,
por otro, un desacuerdo con el rumbo de la “Revolución Liberta-
dora” bajo el gobierno de Aramburu. Entre ellas mencionaremos
aquí las de Amadeo, Ernesto Sábato y Ezequiel Martínez Estra-
da, los dos últimos frecuentes colaboradores de Sur. En su ensayo
Ayer, hoy y mañana, Amadeo afirmaba que los antiperonistas que
estaban en el gobierno debían reconocer que el decenio justicialista
tuvo “elementos positivos y negativos” que era preciso discriminar
(1956: 93). El autor proponía abandonar la negación absoluta del
peronismo para reconocer, junto con la condena de Perón y sus
métodos políticos, algunos elementos entre los que se destacaban
la conciencia social, el discurso nacionalista y la conciliación de cla-
ses (Altamirano, 2011: 224). En una línea similar a la expresada
por Peralta en Sur, Amadeo hacía referencia a la culpa colectiva
como eje de interpretación del surgimiento del peronismo, particu-
larmente entre los sectores liberales derrotados en las elecciones de
1946 –los representantes de la Unión Democrática que cometieron,

91 La cita de Massuh corresponde a Massuh, Víctor, “Restitución de la verdad”, en Sur,


n° 237, noviembre-diciembre de 1955, p. 108. La cita de Borges a Borges, Jorge Luis,
“L’Illusion comique”, en Sur, n° 237, noviembre-diciembre de 1955, p. 9. La cita de
Rodríguez Bustamante a Rodríguez Bustamante, Norberto, “Crónica del desastre”, en Sur,
n° 237, noviembre-diciembre de 1955, p. 113.
92 La cita de Peralta corresponde a Peralta, Carlos, “La rosa negra”, en Sur, n° 237,
noviembre-diciembre de 1955, pp. 113-114.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 63

según el intelectual, el error de tejer alianzas con el comunismo y


proponer una plataforma laicista y anticatólica– y sus herederos en
el gobierno provisional. Esta acusación vinculaba el surgimiento del
movimiento liderado por Perón al divorcio entre élites políticas y
masas puesto que, para Amadeo, hasta 1945 ningún dirigente polí-
tico se había ocupado del “proletariado argentino”, “de hablarle su
lenguaje, de vivir sus íntimos anhelos, de acercarse materialmente a
él” (1956: 95-96).
En El otro rostro del peronismo, presentado como una crítica al
trabajo de Amadeo, Sábato señalaba que el origen de la adhesión
popular al justicialismo se encontraba en el resentimiento del pue-
blo contra las clases medias y altas, y en la incapacidad de las élites
políticas de incorporar social y políticamente a esos sectores. Para
el intelectual, el surgimiento del movimiento peronista se explicaba
por el “ansia de justicia y de reconocimiento” de las masas “frente a
una sociedad egoísta y fría, que siempre los había tenido olvidados”,
y por la capacidad de Perón para movilizar ese rencor en su prove-
cho (Citado en Sarlo, 2001: 137). Del mismo modo que Amadeo,
Sábato hacía hincapié en el tema de la culpa colectiva: en el adve-
nimiento del peronismo, aseguraba, “todos hemos sido culpables”
(Citado en Altamirano, 2011: 227-229). En tal sentido, “si es cierto
que Perón despertó en el pueblo el rencor que estaba latente, tam-
bién es cierto que los antiperonistas hicimos todo lo posible por
justificarlo y multiplicarlo, con nuestras burlas y nuestros insultos”
(Citado en Sarlo, 2001: 138).
También en 1956 el ensayo ¿Qué es esto? de Martínez Estra-
da apuntaba a comprender la vinculación entre el peronismo y las
masas, así como a diferenciar a Perón de su obra de gobierno. Des-
de una lectura que consideraba al justicialismo como un régimen
totalitario, el filósofo destacaba que, si bien los había envilecido,
el expresidente había favorecido a los trabajadores con mejores sa-
larios y un tratamiento respetable (Altamirano, 2011: 236-237). Al
igual que Amadeo y Sábato, Martínez Estrada utilizó la figura del
divorcio entre masas y élites políticas para señalar que el peronismo
fue el producto del “cansancio y la decepción del pueblo después de
muchísimos años de ser tratado como recua, engañado y embrute-
64 Francisco Teodoro

cido por todos los métodos” utilizados antes por “los unitarios, los
federales, los nacionalistas, los autonomistas, los conservadores y los
radicales que ejercieron a su turno el poder”, y perfeccionados por
“los fascistas, los nacional-socialistas, los falangistas y los estalinis-
tas” (1956: 33). Sin embargo, a diferencia de los autores menciona-
dos, Martínez Estrada le asignaba a las masas parte de la culpa del
surgimiento del peronismo puesto que “ha[n] prestado sus manos
de cómplice ejecutor” y, por lo tanto, no “es noble ni justo absol-
ver[las] con frases tan incoloras e inodoras como ‘ni vencedores, ni
vencidos’” (ibíd.: 14).
En el interior del catolicismo, las lecturas integristas no tenían
como eje la referencia a una culpa colectiva, sino que se centraban
en las figuras del engaño y del desvío. Desde la revista Presencia,
Meinvielle destacó la potencialidad de las ideas nacionalistas y el
riesgo que implicaba su desvío hacia el totalitarismo y el marxis-
mo. Para el sacerdote, el alejamiento del peronismo de los idea-
les nacionalistas y católicos fue responsabilidad de Perón y de su
tendencia a “usar las mejores banderas para bastardearlo todo”.93
Esta afirmación no solo justificaba el rol de la jerarquía de la Igle-
sia, parte del clero y los laicos en la campaña electoral de 1946,
así como los vínculos posteriores con el gobierno hasta la crisis de
1954, sino que también le permitía al sacerdote sostener que la im-
pugnación al “líder” no implicaba la negación de todo lo hecho en
esos años. En ese sentido, Mienvielle encontraba en el decenio jus-
ticialista importantes avances en el camino de imponer el proyecto
de la nación católica, entre ellos la posibilidad de articular desde el
Estado un discurso nacionalista e industrializador, la imposición de
la educación religiosa en las escuelas públicas, la postura antiimpe-
rialista en materia de política exterior y el objetivo de alcanzar la
autarquía económica.94 Por su parte, en el libro La Iglesia frente al
peronismo, el sacerdote Ludovico García de Loydi reiteraba las tesis
de Amadeo y Meinvielle sobre la decisión de muchos católicos de
apoyar al laborismo en 1946 puesto que la opción de votar por la
Unión Democrática era inaceptable: “Perón prometía la realización
93 Presencia, n° 53, 11 de noviembre de 1955, p. 1.
94 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 65

de un gran ideal cristiano. Y en parte lo realizó. La Unión Demo-


crática ¿qué ofrecía? La enseñanza laica; el divorcio; LA COLABO-
RACIÓN DEL COMUNISMO¡¡¡ (sic)” (García de Loydi, 1956:
131). Desde ese punto de partida, el sacerdote afirmaba que el líder
justicialista engañó a la Iglesia y a los católicos al intentar guiarlos
bajo el dominio estatal según su propio provecho y de esa manera
desvió sus orientaciones católicas iniciales en favor de una dictadura
que negó las libertades de la Iglesia (ídem).95
En el caso de Criterio, las primeras interpretaciones sobre el
movimiento peronista estuvieron marcadas por un intento de con-
ciliar la lectura liberal con una justificación del papel de la jerarquía
de la Iglesia y sus fieles en los primeros años del decenio justicialista.
Franceschi caracterizó al peronismo como un régimen totalitario
asimilable al fascismo y al nazismo, pero estableció una distinción
entre el primer y el segundo gobierno de Perón. Para el sacerdo-
te, entre 1946 y 1952, las medidas vinculadas al tratamiento de la
cuestión social fueron tolerables y en ciertos casos guardaban re-
lación con reivindicaciones que proponían demócrata-cristianos y
católicos sociales. A pesar de esto, señalaba, las concesiones siempre
“aparecieron como actos de generosidad del dictador y no como re-
conocimiento de verdaderos derechos de los trabajadores”, motivo
por el cual era posible percibir rasgos de autoritarismo y demagogia
incluso en los primeros años.96 De todos modos, si bien esos ele-
mentos existieron desde el comienzo, fue durante la segunda presi-
dencia que la “dictadura” alcanzó el nivel de totalitarismo. En esta
segunda etapa, indicaba Franceschi, “la denuncia fue elevada a la
dignidad de función pública y se pagaron espías que se introdujeron
en las escuelas, comercios, oficinas y hasta familias para saber lo que
se decía”.97 Asimismo,
… la tortura llegó a generalizarse y los más valientes tembla-
ron ante la posibilidad de ser sometidos a cárcel y suplicios
sin saber por qué, mientras sus esposas e hijos agonizaban de

95 Sobre las interpretaciones católicas en relación al peronismo, ver Zanca (2006: 56-57).
96 Franceschi, Gustavo, “Una dictadura”, en Criterio, n° 1246, 27 de octubre de 1955, p.
764.
97 Ibíd.: 765.
66 Francisco Teodoro

hambre; desaparecieron obreros que habían dado muestras de


independencia, se cerraron diarios o se los entregó a mercade-
res de la pluma.98
Si bien Franceschi coincidió con la lectura liberal en caracte-
rizar al peronismo como un régimen totalitario y a Perón como un
dictador asimilable a Mussolini o Hitler, la periodización propuesta
justificaba el vínculo trazado por la jerarquía católica con el go-
bierno peronista en sus primeros años. Sin embargo, a diferencia
de los integristas que utilizaban las figuras del engaño y del desvío,
para el director de Criterio el germen totalitario se encontraba en el
comienzo, por lo cual antes que engaño o desvío existió un error de
diagnóstico por parte de la jerarquía de la Iglesia: bajo un régimen
con aspiraciones totalitarias, los “halagos, honores rendidos, bene-
ficios económicos no son más que apariencias” puesto que “todo,
por diversos caminos, tiende a un fin supremo: la concentración de
la mayor suma de poder en manos de un jefe supremo”.99 En ese
sentido, “cuando un hombre aspira a la totalidad del poder, tarde
o temprano tropieza con el poder espiritual; entonces o lo avasalla
o pretende destruirlo; esto ocurrió con el Duce y el Führer, esto
aconteció también con el Líder (las cursivas son del original)”, y fue
lo que muchos católicos no lograron comprender sino hasta fines
de 1954.100
Una mirada similar a la de Franceschi se puede observar en
una nota de Folliet publicada por Criterio en el mes de noviem-
bre de 1955.101 Allí el autor francés señalaba que el peronismo
era la conjunción de dos fenómenos: el “caudillismo” a nivel
local y el fascismo a nivel internacional. Para Folliet, las expe-
riencias de Mussolini y de Hitler le permitieron a Perón evitar
algunos de los errores –“especialmente el antisemitismo”– que
produjeron la caída de estos dictadores, al tiempo que le dio a su

98 Ídem.
99 Franceschi, Gustavo, “Libertad”, op. cit., p. 724.
100 Ídem.
101 “El peronismo visto por Joseph Folliet”, en Criterio, n° 1247, 10 de noviembre de
1955, p. 833. La nota publicada por Criterio era un extracto de una nota escrita por Folliet
para el periódico La Croix publicada originalmente en diciembre de1954.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 67

“dictadura (...) un estilo aparentemente menos policial y menos


totalitario” que el de los regímenes fascistas europeos.102 El inte-
lectual le otorgaba al peronismo la originalidad de haberle dado
forma al “justicialismo”, “una doctrina y una práctica (...) que no
quiere confundirse ni con el liberalismo, ni con el socialismo tra-
dicional, ni con el bolchevismo, ni con el catolicismo social”.103
Este último punto era la clave de su éxito popular, puesto que
resultaba innegable que el justicialismo, aun con “fraseología y
demagogia” y sin haber “cumplido milagros”, “comporta una in-
tuición exacta de una situación, la de los problemas que plantean
la industrialización y la urbanización de la Argentina, y una sin-
cera voluntad de ‘hacer algo’ para remediar los inconvenientes de
tal situación”.104
Otra de las claves que definieron la posición de Criterio so-
bre este tema fue la caracterización de las masas y la explicación
de los motivos de su adhesión al justicialismo. Franceschi se refirió
por primera vez a la naturaleza de los simpatizantes peronistas en
el número posterior a la declaración del episcopado del 13 de julio
de 1955. En la edición del día 14, el sacerdote los describió como
una “teppa” “amoral, sin sensibilidad, sin instrucción, con olor a
despacho de bebidas, que vive de las mujeres, del juego y del robo”,
una “multitud verdaderamente numerosa porque suma millares de
seres que debieran ser humanos” entre la que “no encontraréis ideal
de orden alguno, lo que anhelan es poco trabajo, buena retribución
y mucho fútbol”.105 No obstante, el sacerdote afirmaba que tal dis-
posición no era natural, sino que respondía a la incapacidad de las
élites políticas y religiosas para canalizar a esos “hombres de acción”
en dirección a una causa política y moral virtuosa. Del mismo modo
que en las lecturas reseñadas antes, en la nota de Franceschi se ob-
serva la utilización de la figura de la culpa colectiva como elemento

102 Ídem.
103 Ídem.
104 Ídem.
105 Franceschi, Gustavo, “A la luz de los incendios”, en Criterio, nº 1239, 14 de julio de
1955, p. 482.
68 Francisco Teodoro

explicativo del origen del vínculo entre peronismo y masas. En rela-


ción con esto, el sacerdote se preguntaba:
¿Hemos hecho nosotros, sacerdotes y cristianos, todo lo posible
para que esos malevos no fueran lo que son? (...) ¿Hemos ido
hasta ellos, nos hemos aproximado a sus miserables hogares, he-
mos vencido nuestras repugnancias y nuestros prejuicios, hemos
servido a esos pobres como Cristo nos lo pidió?106
La respuesta negativa implicaba reconocer que, si la jerarquía y
los militantes católicos hubieran tenido una actitud comprometida
con la realidad social, las masas que “hoy constituyen el azote de nues-
tro país (...) habrían podido ser una base de su grandeza”.107 Final-
mente, Franceschi indicaba que si bien “hay quienes voluntariamente
les han corrompido” y “nuestras culpas, ¡claro está!, son distintas de
las que pesan sobre los incendiarios de templos”, esas culpas “existen
y llevan tanta importancia” que difícilmente pueda explicarse el pe-
ronismo sin el desinterés de la Iglesia y sus militantes por los sectores
populares.108
La referencia a la culpa colectiva también se puede observar lue-
go del golpe de septiembre. En la nota editorial del 27 de octubre,
Franceschi afirmaba que “el peronismo es el fruto de cincuenta años de
errores políticos y económico-sociales, y de una progresiva desmoralización
que hirió a la comunidad argentina en sus fuerzas vivas (las cursivas
son del original)”.109 La inmoralidad del régimen y de sus seguidores
constituía para el sacerdote una “disposición general del ánimo que
ignora, desconoce o borra toda distinción entre el bien y el mal”.110
Pero esa inmoralidad era, en primer lugar, la consecuencia inevitable
de la declinación de las “clases dirigentes” que fallaron en su tarea de
guiar a las masas y generaron el caldo de cultivo para el peronismo:
“Han dirigido mal, han colaborado a la crisis que nos ha sacudido”.111
En ese contexto, “era imposible que (...) el pueblo no esperara a su

106 Ibíd.: 483.


107 Ídem.
108 Ídem.
109 Franceschi, Gustavo, “Una dictadura”, op. cit., p. 764.
110 Ídem.
111 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 69

caudillo: todo era cuestión de que un hombre se atreviera”.112 El atre-


vimiento y la habilidad para el engaño y la demagogia, “técnica de los
jefes totalitarios de Alemania e Italia”, eran dos de las cualidades que
Franceschi encontraba en Perón.113 Para el director de Criterio, esa
habilidad consistió en comprender que para quienes viven en la mise-
ria “la libertad no consiste solo en poder decir o escribir o comerciar
como se quiera”, sino ante todo en “poder vivir, en tener asegurado el
techo, el vestido”, y “solo después discutir sobre sistemas y doctrinas”.
114
De esta manera, la empatía del líder del peronismo con quienes
sufrían la miseria explicaba en gran medida la adscripción popular a
un movimiento que “prometía la emancipación económica”.115 Esta
situación, incomprendida por los dirigentes políticos y religiosos an-
teriores a 1943, explicaba también la suspicacia de “muchos hom-
bres” en relación con el nuevo gobierno, “mientras no adquieran la
certidumbre de que no solo las conquistas logradas han de quedar
intactas, sino que, como acertadamente lo prometió el gobierno revo-
lucionario, han de sumárseles otras nuevas”.116
La conjunción entre la corrupción moral de la sociedad, la inca-
pacidad de las élites políticas y religiosas para canalizar los problemas
sociales, y la demagogia y el oportunismo de Perón constituían para
Criterio una parte de la explicación de la adhesión de las masas al
peronismo. Junto con esto, la revista completó la interpretación de
este vínculo con referencias a elementos afectivos. En este sentido, en
diciembre de 1955, Basilio Uribe afirmaba que la adhesión de las ma-
sas al justicialismo no obedeció únicamente a las ventajas económicas,
puesto que, en términos materiales, fueron más ilusorias que reales
debido a que, según su mirada, los aumentos de salarios iniciaron
una espiral inflacionaria que perjudicó a los propios sectores popula-
res. Para el intelectual, antes que ventajas económicas, el gobierno de
Perón le otorgó a los obreros “algo que, bien o mal, debe ser llamado
amor”: durante el decenio justicialista “el obrero creía ser querido y

112 Ídem.
113 Ídem.
114 Franceschi, Gustavo, “Libertad”, op. cit., p. 723.
115 Ídem.
116 Ídem.
70 Francisco Teodoro

quería”.117 Al mismo tiempo, les dio la ilusión de “mandar (...) en


las fábricas [y] en las oficinas”, y aunque no era más que una ilusión,
“nunca nadie le había dado esa ilusión con anterioridad, y una ilusión
sostenida largamente, mientras falten otras referencias, empieza a pa-
recerse a la realidad”.118 Por esto, afirmaba Uribe:
Cuando hablamos (...) con un obrero peronista, no debe cau-
sarnos asombro que no alcance a comprender cuál es la libertad
conquistada a partir del 16 de septiembre de que le hablamos.119
De todas formas, en la interpretación propuesta por la revista,
no todos los seguidores del justicialismo estaban motivados por las
necesidades sociales que Perón “demagógicamente” propuso resolver.
A fines de octubre de 1955, Franceschi señalaba que, si bien mu-
chos obreros “creyeron de buena fe que había llegado para ellos el
Redentor”, muchos otros ciudadanos “prescindieron de la redención
proletaria para no ver más que el provecho”: “Hemos visto a jueces,
profesores universitarios, dirigentes sociales, banqueros, comerciantes
postrarse y humillar hasta el barro sus cabezas ante Perón y su mu-
jer”.120 En esa línea, en el editorial del 10 de noviembre, el sacerdote
indicaba que el justicialismo tuvo dos tipos de adhesiones fundamen-
tales que era preciso discriminar. Por un lado, se encontraban las ma-
sas “engañadas”, “gentes de ordinario sencillas” cuyo “nivel de vida es
más satisfactorio que antes” y que concebían al “sistema implantado
por Perón” como superior a cualquier alternativa previa.121 Estas ma-
sas estaban compuestas por individuos que “leen poco los diarios”
y ante los que “las manifestaciones de los gobernantes” carecen de
crédito porque “los problemas de la libertad de palabra o de impren-
ta no les interesan: para ellos la principal libertad consiste en tener
asegurada la vida material”.122 Sin embargo, el peronismo también

117 Uribe, Basilio, “El procedimiento democrático”, en Criterio, n° 1249-50, 22 de


diciembre de 1955, p. 904.
118 Ídem.
119 Ídem.
120 Franceschi, Gustavo “Una dictadura”, op. cit., p. 765.
121 Franceschi, Gustavo, “La restauración”, en Criterio, n° 1247, 10 de noviembre de 1955,
p. 804.
122 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 71

fue apoyado por dirigentes políticos y sindicales de segundo orden


que, desde puestos públicos, “se han beneficiado económica o social-
mente”, grupos que “contribuyeron a infestar (sic) la mente popular
con ideas falsas y sentimientos equivocados” y “compararon a Perón
con Dios y a Evita con la Virgen Santísima”, y para los que el golpe
de septiembre significó perder privilegios. Estos cómplices, los verda-
deros vencidos de la revolución de septiembre, afirmaba Franceschi,
“lucharán contra la revolución hasta vencerla o ser vencidos por ella”,
“procurarán sublevar los gremios, extraviar la opinión pública, difun-
dir rumores infundados, infundir gérmenes de insubordinación en el
ejército, perturbar la producción” y, en consecuencia, “emplearán to-
dos los medios de que puedan disponer para volver al pasado”.123 Esta
última referencia apuntaba a denunciar las acciones que dieron forma
a la primera etapa de la resistencia peronista, caracterizada por la im-
plementación de una serie de actividades de oposición al gobierno
militar entre las que podemos mencionar intentos de insurrecciones
cívico-militares, el sabotaje industrial, la actividad de nuevos dirigen-
tes sindicales y la propaganda clandestina (Melón Pirro, 2009: 54).124

Criterio y el antiperonismo en la segunda etapa


de la “Revolución Libertadora”: el problema social
y la cuestión educativa

La delimitación de una identidad católica, democrática y anti-


totalitaria, alejó a Criterio de las posturas integristas del catolicismo y
de la tendencia nacionalista del antiperonismo. Sin embargo, como

123 Ídem.
124 Sin embargo, contrariamente a las lecturas de la prensa antiperonista de la época,
incluida la de Criterio, estas actividades tuvieron un escaso nivel de organización y, como
señala Daniel James (2006: 79-80), constituyeron una oposición “espontánea, instintiva,
confusa y acéfala” de las bases de la militancia peronista, una expresión de resistencia ante el
cambio en las condiciones laborales que implicaba la pérdida de derechos que los trabajadores
consideraban propios. Estas actividades lograron minar la capacidad de negociación de los
dirigentes gremiales en los meses posteriores al golpe de septiembre así como el intento de
conciliación con una parte del sindicalismo peronista impulsada por el primer gobierno de la
“Revolución Libertadora” (James, 2006). Sobre la denominada “resistencia peronista”, junto
con los citados trabajos de James y Melon Pirro, ver Ehrlich (2010).
72 Francisco Teodoro

hemos visto en el caso de las lecturas sobre el peronismo analizadas


en el apartado anterior, esto no significó un alineamiento con las
facciones liberales, sino que, por el contrario, entre fines de 1955 y
comienzos de 1956, la revista comenzó a mostrar importantes dife-
rencias con el gobierno de Aramburu y con los sectores anticlerica-
les del antiperonismo. Como veremos a continuación, la postura de
la publicación se respaldó en el papel fundamental que jugaron los
católicos en la conformación del movimiento que culminó con el
derrocamiento de Perón y en la necesidad de respetar los derechos
del catolicismo democrático en el nuevo contexto político.
Uno de los grandes temas de distanciamiento de Criterio con
respecto al Poder Ejecutivo y a los grupos liberales del antipero-
nismo se vinculó a las políticas de desperonización. Como afirma
Spinelli (2005: 319-320), para las expresiones liberales del antipero-
nismo superar al justicialismo implicaba depurar el sistema político
de los “enemigos de la democracia”, lo cual significaba la exclusión
del peronismo y la persecución de sus dirigentes. Para nacionalis-
tas y católicos integristas, en cambio, la superación del movimiento
liderado por Perón implicaba abordar el problema de la inclusión
política y social de las masas, y no repetir los errores que condujeron
a los sucesos de octubre de 1945. En ese sentido, Amadeo indicaba
en Ayer, hoy y mañana que, si se quería superar al justicialismo, “más
urgente que reparar la economía, que determinarse por la vigencia
de una u otra Constitución, que castigar a los culpables de los robos
públicos es restaurar la unidad nacional mediante la reconciliación
de las clases sociales (las cursivas son del original)” (1956: 99). Esta
reconciliación rompería la imagen de que la “revolución” marcó el
triunfo de las clases medias y altas, la derrota de los trabajadores y
el regreso a la Argentina preperonista en materia política y social.
Meinvielle, por su parte, señalaba que “con todo lo que contenía de
opresor y de odioso” el peronismo “sentía una preocupación, aun-
que demagógica, efectiva, por el bienestar de las masas populares”,
mientras que “el totalitarismo liberal es reprobable porque lleva a la
ruina a los sectores más numerosos de la población”.125 En esa línea,

125 Presencia, nº 55, 9 de diciembre de 1955, p. 1.


La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 73

el sacerdote integrista subrayaba la necesidad de que el gobierno


provisional muestre una genuina preocupación por el devenir de las
masas en el nuevo contexto político.
Sobre este tema Criterio sostenía una posición similar a la de
nacionalistas y católicos integristas, vinculada a la necesidad de
comprender las motivaciones por las cuales las masas adhirieron a
Perón. Como mencionamos antes, en la nota editorial del 10 de
noviembre de 1955, Franceschi estableció una distinción entre los
cómplices del gobierno justicialista y las masas engañadas. Si ante
los primeros la única salida era la represión con el fin de “reducirlos
a la impotencia, de modo que no perjudiquen a la colectividad”,
ante las masas, que seguían siendo peronistas porque temían “que
su situación económica quede desmejorada”, la represión y la vio-
lencia constituían la peor de las armas.126 Estos sectores, insistía el
sacerdote, “pusieron su confianza en Perón” y “no será nada fácil
hacerles cambiar de parecer”.127 Asimismo, como “tienen la inteli-
gencia escasamente cultivada y un poco lerda”, “los grandes discur-
sos resultarían vanos”, por lo cual la solución pasaba por “abrirles
lentamente los ojos porque la luz excesiva y repentina enceguece”,
“tener confianza en ellos” y “no engañarlos jamás”, puesto que “en
la inmensa mayoría de estas personas (...) no hay verdadera maldad:
los posee el sentimiento de defensa propia”.128 De tal forma, conti-
nuaba el sacerdote, “la mejor manera (...) de desarmarlos es hacerles
comprender que en realidad nada tienen que defender”, demostrar-
les cuánto de engaño y manipulación existió en Perón y “hacerles
ver la distinción que existe entre el verbalismo demagógico (...) y los
reales derechos obreros”.129

126 Franceschi, Gustavo, “La restauración”, op. cit., p. 804.


127 Ídem.
128 Ídem.
129 Ídem. En el mismo número la revista lamentaba el hecho de que los “políticos
católicos” no accedieran a lugares importantes bajo el gobierno de Aramburu: “Los católicos,
que pesaron en la decisión revolucionaria, parecen disminuir, minimizarse cuando se trata no
ya de hacer una revolución, sino de asegurarla (…) Y es que, si el catolicismo pudo ofrecer
hombres para jugarse la vida, no puede presentar políticos” (“Políticos, se necesitan”, en
Criterio, n° 1248, 24 de noviembre de 1955, p. 855).
74 Francisco Teodoro

En diciembre de 1955, bajo la ofensiva liberal y anticlerical


sobre nacionalistas y católicos, Franceschi afirmaba que, si bien era
esperable que luego del golpe los antiperonistas iniciaran el camino
de un “generoso perdón para los que habían pecado, más por de-
bilidad que por malicia”, desde el 13 de noviembre “los odios (...)
que [en septiembre] no se manifestaron, vienen manifestándose no
ya solo en denuncias privadas, sino en el tono de ciertos periódicos
con un encono y violencia extraordinaria”.130 Para el sacerdote, los
antiperonistas que “descargan su saña contra cuanto ‘servidor de la
tiranía’ ven o suponen” estaban llevando a cabo “un verdadero sa-
botaje a la revolución”.131 En el mismo número, Uribe sostenía que
“existen quienes creen que son necesarias nuevas violencias ahora,
para evitar otras mayores más tarde”.132 Sin embargo, “basta con
las de los días de septiembre” y “más razonable parece (...) que di-
rijamos nuestras energías no al quebrantamiento de los restos del
régimen caduco, sino a edificar la obra de la democracia”.133 En este
sentido, para el intelectual resultaba contraproducente “continuar
mostrando las lacras del dictador”, puesto que lo que necesitaban
quienes seguían bajo el influjo del engaño era simplemente “reco-
rrer el camino del desengaño en medio del silencio y el respeto”.134
De un modo similar, en febrero de 1956, la revista señalaba que no
era necesario “seguir ocupándose de [Perón] con tanto afán; más
aún, opinamos que es psicológicamente gravoso, impropio y con-
traproducente” puesto que “la abundancia de prédica antiperonista
logra, con métodos inversos, mantener al tirano en el pensamiento
y en la esperanza misma de sus partidarios; mientras se hable de él,
continuará viviendo en el alma popular”.135
Para Criterio la posición del gobierno provisional y del anti-
peronismo liberal, tanto de liberal-conservadores como socialistas,
implicaba negar absolutamente el decenio justicialista y no reco-

130 Franceschi, Gustavo, “Año nuevo, vida nueva”, en Criterio, n° 1249-50, 22 de


diciembre de 1955, p. 885.
131 Ídem.
132 Uribe, Basilio, “El procedimiento democrático”, op. cit., p. 905.
133 Ídem.
134 Ídem.
135 “Perón, Perón…”, en Criterio, n° 1254, 23 de febrero de 1956, p. 137.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 75

nocer los motivos por los cuales el peronismo tuvo éxito a partir
de una serie de logros, ficticios o reales, en materia económica y
social. En relación con esto, en el número de diciembre de 1955,
la revista publicó una alocución radial de Franceschi en la que el
sacerdote señalaba que “salidos de la dictadura”, los “católicos de
tendencia democrática” debían impulsar una democracia “que no
se sitúe solo en el terreno político, sino que encare las demás insti-
tuciones y, en primer lugar, la familia y los organismos destinados
a asegurar a los asalariados su pan, su dignidad y su mañana”.136
En un sentido similar, en enero de 1956, la revista subrayaba que,
si bien la “Revolución Libertadora” “se gestó y se llevó a cabo en
nombre de la libertad y en procura de ella”, muchos trabajadores
solo deseaban “fervientemente, a veces casi animalmente, justicia
social”.137 Por eso, aunque la versión peronista de este tipo de jus-
ticia constituyó un acto demagógico cuya finalidad era “abolir la
libertad e implantar la dictadura”, luego del golpe esa justicia seguía
siendo “el anhelo insatisfecho de un enorme sector del pueblo”.138
Para muchos argentinos “la recuperación de la libertad (...) poco
o ningún significado práctico tiene” y “poco les importaría arrojar
por la borda la libertad (...) con tal de conseguir justicia social”.139
Por tales motivos, la revista le recordaba a los grupos liberales que
“empalagarnos con el manjar de la libertad conquistada e ignorar y
subestimar el problema de justicia que aún perdura y que ha entra-
do en su faz crítica decisiva sería inevitablemente fatal: una nueva y
más asfixiante tiranía sería el fruto de tan craso error”.140 En defini-
tiva, la superación del peronismo implicaba en primer lugar abordar
la cuestión social y no repetir los errores que cometieron las élites
políticas y religiosas antes de 1946.
El abordaje de la cuestión social tenía que ser acompañado,
como hemos mencionado en el segundo apartado de este capítu-

136 Franceschi, Gustavo, “Convivencia”, en Criterio, n° 1249-50, 22 de diciembre de


1955, p. 945.
137 “Revolución libertadora y justicia social”, en Criterio, n° 1251, 12 de enero de 1956,
p. 16.
138 Ídem.
139 Ídem.
140 Ibíd.: 17.
76 Francisco Teodoro

lo, por una salida democrática que generara las condiciones polí-
ticas para no repetir otra experiencia como la que recientemente
había concluido. A este respecto, en febrero de 1956, Bonifacio
Del Carril señalaba que en una solución verdaderamente de-
mocrática “todos los sectores y tendencias populares deben estar
verdaderamente representados (las cursivas son del original)”.141
Para el autor, la superación del peronismo y la corrección de los
errores del pasado no solo implicaba abordar la cuestión social,
sino también abordar el tema de la inclusión política de las masas
que apoyaron al justicialismo, motivo por el cual estas no podían
ser excluidas de la vida política nacional: “Las masas que votaron
a Perón, de buena fe, o presionadas, o engañadas (...) sin duda
fueron y son una realidad apreciable y decisiva en la vida política
argentina, que no puede ser ignorada ni minimizada de ninguna
manera”.142 En ese sentido, si “los dirigentes que fueron cómplices o
instrumentos del dictador indudablemente serán excluidos, las masas
de votantes no lo podrán ser” (las cursivas son del original).143 Para
Del Carril,
… la absorción y el nuevo encauzamiento de las masas que fue-
ron el sustento del poder electoral del dictador es una necesi-
dad ineludible del reordenamiento cívico sin los cuales –ha de
repetirse– será imposible lograr una solución auténticamente
democrática del problema político. Todo lo que los dirigentes
políticos hagan, propongan o establezcan sin tener en cuenta
esta necesidad primera e imperativa de la situación creada por la
caída de Perón será, en consecuencia, artificial e inevitablemente
falso, porque será apartarse de una realidad que se percibe y se
puede tocar con las manos.144
En la misma línea que Del Carril, en el mes de mayo, Fran-
ceschi señalaba la necesidad de que los trabajadores recuperaran la

141 Del Carril, Bonifacio, “Democracia y autenticidad”, en Criterio, n° 1254, 23 de febrero


de 1956, p. 126.
142 Ídem.
143 Ídem.
144 Ibíd.: 127.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 77

libertad de elegir a sus representantes en los sindicatos. Para el sacer-


dote, las elecciones sindicales eran más importantes que las políticas
para el futuro del país, puesto que “la confianza en las autoridades
que hoy lo dirigen depende primariamente de la plena libertad de
estas elecciones”.145 Aun con el riesgo de que los antiguos dirigentes
del peronismo vuelvan a tener el dominio, la normalización gremial
era un paso clave en el camino de incluir políticamente a las masas
y canalizar sus preocupaciones sociales y su desconfianza ante las
autoridades. Para Franceschi, el gobierno provisional y los grupos
liberales debían reconocer que una porción importante de los tra-
bajadores seguía siendo peronista, puesto que “el régimen depues-
to les permitió desarrollar una acción a veces demagógica, pero en
substancia respondía a sus tendencias e intereses profundos”.146 En
relación con esto, el sacerdote aseguraba que “el obrero nuestro no
es un empecinado”, por eso, aunque era posible una victoria justi-
cialista, las “desviaciones” gremiales serían fácilmente enmendables
“no por la fuerza ni por la imposición, sino por la libre discusión”.147
Si bien a partir de noviembre de 1955 Criterio mostró sus
desacuerdos con el gobierno provisional, la revista moderó sus críti-
cas luego del fallido levantamiento encabezado por el general Juan
José Valle en junio de 1956. En esa ocasión, la publicación señalaba
que “el triunfo de las fuerzas peronistas hubiera significado el máxi-
mo de los desastres” y que “la rápida acción de las fuerzas armadas
(...) arrasó de inmediato con la pretensión de retrotraer a la Argenti-
na a un estado caótico”.148 Para Criterio, cualquier recurso era válido
para enfrentar una posible restauración, puesto que “el 16 de sep-
tiembre de 1955 cerró una etapa de la vida argentina que no puede
ser reabierta”.149 De todas formas, si bien cuestionó la severidad del
castigo, puesto que “los fusilamientos están en pugna con la norma-
lidad de las relaciones entre argentinos”, dado el riesgo que impli-
caba la posibilidad de un triunfo del peronismo, la revista afirmaba
145 Franceschi, Gustavo, “El Problema Obrero Argentino”, en Criterio, n° 1260, 24 de
mayo de 1956, p. 364.
146 Ídem.
147 Ídem.
148 “Una sedición descabellada”, en Criterio, n° 1261, 14 de junio de 1956, p. 418.
149 Ídem.
78 Francisco Teodoro

que “sería peligroso dar un juicio definitivo acerca de si eran o no


indispensables para guardar el orden”.150 En este punto, la actitud
de la publicación fue similar a la que se puede observar en la prensa
y entre la dirigencia de los partidos políticos antiperonistas.151
La aparente ambigüedad que significaba oponerse a la repre-
sión sobre el peronismo y defender los fusilamientos fue abordada
por Del Carril en una nota publicada en el número del 28 de junio.
Allí, el intelectual argumentaba que la utilización de la fuerza estatal
era legítima como recurso extremo para resistir a una situación de
opresión. Sin embargo, ese derecho no implicaba la utilización pos-
terior de la fuerza a fin de imponer una solución política, “aunque
a posteriori se estime que tales soluciones son indispensables para
asegurar la perduración de los frutos de una revolución”.152 En este
sentido, una vez derrotada la opresión, “la fuerza solo puede ser
empleada para sostener el gobierno de facto (...) y para apoyar las
decisiones de este, en la ejecución del programa revolucionario (las
cursivas son del original)”. 153 Por fuera de esos límites,
… la abstención en el empleo de la fuerza debe ser rigurosa,
principalmente, en cuanto importe una intromisión en la so-
lución de los problemas políticos emergentes de la revolución
en los cuales ninguna intervención del gobierno de facto puede
considerarse legítima (las cursivas son del original).154
En definitiva, sin hacer referencias explícitas a los fusilamien-
tos, Del Carril defendía como legítimo el uso de la fuerza del Estado
para impedir una restauración peronista. Sin embargo, en el futuro,
la desperonización debía correr por otros carriles vinculados, como

150 “La ley marcial”, en Criterio, n° 1262, 28 de junio de 1956, p. 456.


151 Como señala Spinelli (2005: 80 y ss.), las interpretaciones tendientes a mostrar una
condena moral a la represión fueron lecturas construidas a posteriori, puesto que en las
jornadas inmediatamente posteriores la represión y el castigo “ejemplar” al peronismo le dio
al gobierno provisional rédito político ante vastos sectores de la población. Tampoco hubo
consideraciones morales ni condolencias por la represión y la aplicación de la ley marcial por
parte de la Conferencia Episcopal (Verbitsky, 2008: 45).
152 Del Carril, Bonifacio, “La política y la fuerza”, en Criterio, n° 1261, 14 de junio de
1956, p. 410.
153 Ídem.
154 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 79

hemos mencionado, a la inclusión social y política de las masas en


un sistema democrático.
Junto con las discrepancias en torno a las políticas de despero-
nización, Criterio mostró importantes desacuerdos con el gobierno
de Aramburu y con los sectores liberales del antiperonismo –parti-
cularmente, los más anticlericales vinculados al Partido Socialista
y a los ámbitos universitarios– en relación con el rol de la religión
católica en la educación.155 Si bien la permanencia de Dell’Oro
Maini en la cartera educativa luego del desplazamiento de Lonardi
y la autorización para el funcionamiento de las universidades priva-
das, materializada en el decreto ley 6403/55 de diciembre de 1955,
pueden ser considerados como un guiño del presidente provisional
hacia el catolicismo, la restitución de la Ley 1420 y la negativa del
Poder Ejecutivo a la reincorporación de la enseñanza religiosa en las
escuelas públicas, así como el nombramiento del historiador José
Luis Romero al frente de la Universidad de Buenos Aires, no fueron
bien recibidos por las autoridades de la Iglesia y por sus intelectuales
(Verbitsky, 2008: 23; Petitti, 2014).156

155 En particular, Criterio criticó la actitud anticlerical del Partido Socialista. En diciembre
de 1955, la revista afirmaba: “La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista, está en
plena campaña anticlerical (...) Los ataques contra la Jerarquía Católica están en la vieja
tónica partidaria, y, como de costumbre, se busca confundir al lector presentando como
católicos puros a aquellos que siguen determinada línea política, y como réprobos a los que no
están de acuerdo con aquella, involucrando en esta última categoría a la Iglesia Docente (...)
Ello es particularmente lamentable porque tiene el Partido Socialista hombres de indudable
categoría intelectual, sinceros en sus convicciones, y que se han jugado valientemente
contra la tiranía peronista. Pero una vez aclarado el panorama, resucitan un anticatolicismo
trasnochado, que la casi totalidad de los hombres de izquierda ha archivado hace tiempo.
Hurgando, se descubre en aquella actitud uno de los viejos defectos socialistas: el marchar
a deshora y sin ajustar el paso a los tiempos que corren. Partido que debió ser expresión de
una masa obrera preocupada por sus reivindicaciones sociales, tuvo la dura experiencia de
ver cómo el peronismo lo convertía en un conglomerado mínimo de pequeños burgueses
avejentados” (“Anticlericalismo socialista”, en Criterio, n° 1249-50, 22 de diciembre de
1955, pp. 938-939).
156 Como señala Horacio Verbitsky (2008: 20-21), la Conferencia Episcopal le solicitó a
Lonardi reivindicaciones como el cierre de las “casas de tolerancia”, el restablecimiento del
derecho de reunión en lugares públicos, la anulación de la ley de divorcio y el restablecimiento
de la enseñanza religiosa. Luego del desplazamiento de los nacionalistas y católicos integristas
el día 13 de noviembre, Aramburu solo accedió a la derogación de la ley de divorcio a
principios de 1956. Este logro no fue considerado por la jerarquía como un gesto, sino como
el reconocimiento de un derecho natural de la Iglesia.
80 Francisco Teodoro

En ese contexto, las intervenciones de Criterio con relación a la


reimposición de la educación religiosa en las escuelas del Estado y
a la reglamentación del funcionamiento de las universidades libres
–tema que volvería a tratarse en el marco del conflicto “laica o libre”
bajo el gobierno de Arturo Frondizi– apuntaron a defender los dere-
chos de la Iglesia en la sociedad.157 En noviembre de 1955, la revista
señalaba que la enseñanza religiosa no era un invento peronista,
puesto que “con anterioridad estaba ya sancionada en varias provin-
cias y lo había sido en el plano nacional por decreto ley del gobier-
no revolucionario de 1943”.158 Por otra parte, la reimplantación de
la enseñanza religiosa no significaba la imposición de “intereses de
grupo” de los católicos sobre los sectores que defendían la escuela
laica y que, en todo caso, una decisión de ese tipo solo reconocería
el valor del catolicismo en la sociedad argentina.159 En definitiva,
Criterio recordaba nuevamente que “la revolución no es de nadie en
particular: no es de los católicos, tampoco es de los laicistas”, y que
por eso el gobierno debía responder tanto a unos como a otros.160 En
la misma línea, en enero de 1956, la revista indicaba que oponerse
a la libertad de enseñanza y a los derechos de los católicos constituía
una negación de los principios democráticos de la revolución de
septiembre. Una actitud de ese tipo no era compatible “ni con las
instituciones democráticas ni con la revolución que justamente fue
llamada libertadora”, mientras que “solo el Soviet e Hitler” tuvieron
la audacia de restringir una libertad que “ni siquiera Mussolini se
atrevió a suprimir”.161 En ese sentido, la revista puntualizaba que la
postura contraria no ya a la educación religiosa en la escuelas, sino
a las universidades libres constituía “una forma renovada de tiranía
estatal” que aspiraba a que el Estado sea liberal y anticatólico, y a

157 Un análisis sobre los fundamentos religiosos del debate sobre la educación entre 1956
y 1957 en Pattin (2015: 100 y ss.). Allí, el autor aborda las notas de Carlos Olivera Lahore,
un especialista católico en temas educativos, publicadas por Criterio.
158 “Revolución y enseñanza religiosa”, en Criterio, n° 1247, 10 de noviembre de 1955,
p. 814.
159 Ídem.
160 Ídem.
161 “Revolucionario y democrático”, en Criterio, n° 1251, 12 de enero de 1956, p. 16.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 81

que “la Universidad cristalice una mirada anticlerical que no se dife-


renciaba de las posturas estatistas y anticatólicas del peronismo”.162
El alejamiento de Dell’Oro Maini del Ministerio de Educación
en mayo de 1956 demostró que, en la segunda etapa de la “Revolu-
ción Libertadora”, los católicos ocupaban un sitio de segundo orden
en las discusiones políticas. Para Criterio, la renuncia del ministro fue
forzada por un “movimiento anticatólico perfectamente coordinado”
que se desencadenó “a raíz del decreto que establecía la libertad de
enseñanza en la Argentina”.163 Frente a esta situación, la revista re-
cordaba que apoyar al gobierno provisional en sus líneas centrales
“no implica un cheque en blanco firmado a los actuales gobernan-
tes”, puesto que “menospreciar lo que significan los católicos sería
repetir el error de Perón”.164 En ese sentido, el sitio reservado para
el catolicismo luego del desplazamiento de Lonardi no reflejaba con
justicia el valor de los católicos en el movimiento “revolucionario”.
Por eso, resultaba inaceptable que “la Revolución que hicimos todos
fuera usufructuada unilateralmente” por aquellos sectores que siem-
pre cuestionaron a Perón, pero que no pudieron hacerlo caer hasta el
momento en el que el catolicismo salió a las calles.165
En el mes de junio, Criterio afirmaba que los católicos que par-
ticiparon del golpe de septiembre “lo hicieron no solo para liberar al
país de una de las peores tiranías que ha soportado, sino para sancio-
nar el derecho a la libertad de creer” y para defender a su religión.166
Al mismo tiempo, le reprochaba al gobierno provisional el retraso
en la reglamentación del artículo 28 del decreto 6403/55, instancia
que resultaba central para el funcionamiento de las universidades
católicas y para demostrar que “un buen porcentaje de las protestas”
contra estas universidades “se basaban en un mito”.167 La reticencia
de Aramburu para reglamentar el decreto constituía otro elemento
que apuntaba a convalidar la hipótesis de que el gobierno le estaba
dando la espalda al catolicismo. Un mes más tarde, Franceschi de-
162 Ídem.
163 “Panorama argentino”, en Criterio, n° 1260, 24 de mayo de 1956, p. 374.
164 Ídem.
165 “Los sucesos de junio de 1955”, en Criterio, n° 1261, 14 de junio de 1956, p. 418.
166 Ídem.
167 “La reglamentación del artículo 28”, en Criterio, 28 de junio de 1956, p. 457.
82 Francisco Teodoro

fendió nuevamente el sitio de los católicos en el antiperonismo al


sostener que “quienquiera tenga un poco de memoria recordará
la parte preponderante que en la ‘Revolución Libertadora’ tuvo el
sentimiento religioso y cómo los católicos se jugaron a la par de
muchos otros contra el tirano”.168 Para el sacerdote, “se necesitaría
la más desvergonzada de las audacias para afirmar que la Revolu-
ción tuvo un carácter anticatólico”.169
La posición favorable a la “libertad de enseñanza”, que im-
plicaba la restitución de la educación religiosa en las escuelas y
la reglamentación de las universidades privadas, acercó a Criterio
a las miradas integristas vinculadas al rol del Estado en el tema
educativo. En abril de 1956, la revista publicó una nota de Derisi,
en la que el autor indicaba que la educación “es deber” y “derecho
natural” de la familia y de la Iglesia, por lo cual “al Estado no le
compete educar”, sino “proteger y asegurar los derechos de las per-
sonas y de las familias y proporcionarles además los bienes –me-
dios– que les falte (las cursivas son del original)”.170 De tal manera,
si el derecho de educar residía en la familia y en la Iglesia, el fin del
Estado pasaba únicamente por proteger ese derecho “ayudando y
estimulando a cumplirlo”.171 En febrero de 1957, el intelectual
señalaba que actitudes como “el monopolio y el laicismo escolar”
debían ser considerados como “totalitarias” porque determinaban
“la injerencia del gobierno en asuntos exclusivos de la familia”.172
En la misma línea, en marzo de 1957, el filósofo tomista francés
Charles Boyer indicaba que “el Estado debe ser imparcial y acor-
dar la misma ayuda a cualquier casa de enseñanza” y que “la liber-
tad solo sea efectiva y real cuando sea acompañada por la ‘libertad
ante la escuela’”.173 Sin embargo, del mismo modo que en el caso

168 Franceschi, Gustavo, “Política”, en Criterio, n° 1270, 25 de octubre de 1956, p. 763.


169 Ídem.
170 Derisi, Octavio Nicolás, “Enseñanza libre y enseñanza religiosa”, en Criterio, n° 1257,
12 de abril de 1956, p. 246.
171 Ídem.
172 Derisi, Octavio Nicolás, “Los derechos de la persona y de la familia frente al
totalitarismo”, en Criterio, n° 1278, 28 de febrero de 1957, p. 99.
173 Boyer, Charles, “La libertad escolar”, en Criterio, n° 1280, 28 de marzo de 1957, p. 181.
Boyer nació en Pradelles (Alto Loira) el 4 de diciembre de 1884 y falleció en Roma el 23 de
febrero de 1980. Entre otras obras se destacan su libro Cursus philosophiae y tratados teológicos
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 83

de las lecturas sobre el peronismo y la desperonización, Criterio


procuró situarse en un espacio intermedio entre las miradas de na-
cionalistas y católicos integristas, y las propuestas liberales y anti-
clericales. En este sentido, en junio de 1957, Alberto Lago aclara-
ba que los defensores de la “libertad de enseñanza” no proponían
la creación de una escuela “única” nacional y católica.174 Para el
autor, esta propuesta, “lejos de resolver el problema, propendería
al establecimiento de una línea pedagógica que configuraría en la
práctica una hegemonía por parte del Estado” sustentada en la
imbricación entre nacionalidad y religión, y una restitución de
la injerencia directa de la Iglesia católica en la política educativa
nacional.175
Las discusiones sobre las estrategias de desperonización y la
inclusión política de las masas, así como el rol del catolicismo y
de sus fieles en la Argentina posperonista, vinculado al tema edu-
cativo, marcaron los puntos de distanciamiento entre Criterio y
la tendencia liberal del antiperonismo. En el caso de las políticas
de desperonización y las estrategias para superar al peronismo, la
revista intentó promover la preocupación por las causas que die-
ron origen al movimiento liderado por Perón y la necesidad de
modificarlas. En el caso del tratamiento de la cuestión educativa,
utilizó las discusiones sobre la Ley 1420 y las universidades libres
para defender el sitio del catolicismo y de sus fieles en la sociedad.
Estas discrepancias muestran que la delimitación de una posición
democrática, alejada de nacionalistas y católicos integristas, no se
tradujo en un alineamiento absoluto con la facción liberal del an-
tiperonismo, sino que marcó la búsqueda de un sitio propio en las
discusiones políticas e intelectuales.

De trinitate, De verbo incarnato, De gratia y De deo creante el elevate. Sus escritos más conocidos
fueron los dedicados al pensamiento de San Agustín, entre ellos Augustin, Christianisme
et néoplatonisme dans la formation de St. Augustin y L’idée de vérité dans la philosophie de St.
Augustin, todos de 1920 (Coreth et al., 1994: 395-396).
174 Lago, Alberto, “Libertad de enseñanza y conciencia nacional”, en Criterio, n° 1285, 13
de junio de 1957, p. 374.
175 Ídem.
84 Francisco Teodoro

Conclusiones

Como hemos visto a lo largo de este capítulo, las posiciones de


Criterio con respecto al papel de la jerarquía eclesiástica en el inte-
rior del universo católico y al sitio de los católicos en las discusiones
intelectuales y políticas nacionales fueron cambiantes. En el marco
de la crisis con el peronismo, la revista dirigida por Franceschi si-
guió las posturas impuestas por la jerarquía. En ese sentido, entre
noviembre de 1954 y julio de 1955, se mostró prescindente de la
realidad política nacional e intentó bajar el tono del conflicto que se
profundizaba con la participación del laicado en las movilizaciones
antiperonistas. A partir del 13 de julio de 1955, cuando los obispos
denunciaron una persecución religiosa, la revista modificó su pos-
tura y comenzó a publicar notas de actualidad política en las que
denunció la persecución contra la Iglesia, pero también la actitud de
los católicos antiperonistas que proponían una vinculación entre re-
ligión y política que amenazaba con contaminar la esfera espiritual
con las querellas políticas terrenales.
Luego del golpe de septiembre, Criterio profundizó algunas de
las líneas que comenzó a plantear en el marco del conflicto Igle-
sia-peronismo. En primer lugar, desde un posicionamiento demo-
crático, criticó a la tendencia integrista del catolicismo argentino,
dominante en el interior de la jerarquía y entre la intelectualidad
desde fines de la década del veinte. Sumado a esto, se alineó en el
antiperonismo y reclamó un sitio para un catolicismo democrático
y aggiornado en la nueva Argentina posperonista. En tal sentido,
en virtud de la legitimidad que le otorgaba el papel jugado por los
laicos en las movilizaciones callejeras que precedieron al golpe de
septiembre y el distanciamiento de una jerarquía considerada por
los grupos antiperonistas liberales como muy cercana históricamen-
te a Perón, Criterio propuso su propia lectura del peronismo y de las
motivaciones de su raigambre popular, así como de las políticas que
se debían implementar para superarlo.
La mirada de la revista sobre el movimiento peronista tuvo ele-
mentos de la lectura liberal expresada por el antiperonismo entre
1946 y 1955, entre ellos la vinculación del justicialismo con los
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 85

fascismos europeos, la caracterización del régimen como totalita-


rio y la concepción de Perón como un caudillo cuyos antepasados
podían ser rastreados en las capitales de las Provincias Unidas del
Río de la Plata en la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo,
esta lectura también tuvo elementos de las miradas nacionalistas que
constituían una crítica a la concepción que se convirtió en oficia-
lista luego del desplazamiento de Lonardi en noviembre de 1955.
En particular, la referencia a la culpa colectiva y al divorcio entre
élites y masas, y la vinculación entre adhesión popular al peronismo
y cuestión social. Al mismo tiempo, Criterio se alejó de las inter-
pretaciones integristas que justificaron la cercanía de los católicos
con Perón en 1946 a partir de las figuras del engaño y el desvío, y
ensayó una moderada crítica al accionar de aquellos miembros de
la Iglesia que no supieron reconocer en el movimiento justicialista
el potencial anticlerical que se desató en noviembre de 1954. De tal
manera, la revista dirigida por Franceschi se acercó a las posturas
antiperonistas moderadas que indicaban que para superar al pero-
nismo era preciso comprender y modificar aquellas características
que constituían las causas que lo hicieron posible. En ese sentido,
intentó promover la vinculación entre desperonización, tratamiento
de la cuestión social, democratización e inclusión política de las ma-
sas. Estos elementos, sumados a la negativa del gobierno provisional
a reincorporar la educación religiosa en las escuelas, el retraso en la
reglamentación del funcionamiento de las universidades privadas y
la renuncia de Dell’Oro Maini a la cartera de educación, marcaron
el distanciamiento de la publicación con respecto a la posición ofi-
cial bajo la presidencia de Aramburu.
Las discusiones sobre las que nos hemos detenido en este capí-
tulo colocaron a Criterio en una doble arena de disputas. En el plano
doctrinal, la impugnación del integrismo inscribió a la revista en el
camino de aggiornamiento que vivía el catolicismo a nivel mundial y
que culminaría en el Concilio Vaticano II con la imposición de una
nueva relación de los católicos con la modernidad, con otras religio-
nes, con la democracia y con las realidades políticas nacionales. Por
otra parte, en el plano estrictamente político e intelectual, desde la
preocupación por las discusiones de actualidad y los debates abier-
tos por el derrocamiento de Perón, y con la propuesta de abandonar
el “clericalismo”, la revista procuró ocupar un sitio intermedio entre
la corriente nacionalista y las tendencias liberales del antiperonismo,
pero sin dejar de defender los intereses de la Iglesia católica.
Capítulo 2. Criterio y la apertura política:
lecturas sobre la posibilidad de una
reformulación del sistema político entre las
elecciones constituyentes y el primer año de
Frondizi (1957-1959)

Introducción

Como hemos visto en el primer capítulo de este libro, el con-


flicto que precedió al derrocamiento de Juan Domingo Perón abrió
en el interior del universo católico argentino profundas discusiones
en torno al sitio de la religión en la vida política nacional, la acti-
tud de los católicos frente a la democracia y el rol de los laicos en
la vida de la Iglesia. En ese marco, el catolicismo dejó de ser un
espacio cerrado a las influencias externas y, como señala José Zanca
(2006: 46), se profundizó la tendencia de los sectores democráticos
y antitotalitarios, entre los que Criterio era uno de los exponentes
centrales, a buscar nuevas legitimidades para enfrentar a las pos-
turas integristas dominantes en el interior de la jerarquía y entre
los intelectuales confesionales. Como consecuencia de ese proceso,
entre 1955 y 1956, la revista dirigida en ese entonces por el sacer-
dote Gustavo Franceschi se situó en el campo político e intelectual
antiperonista y participó de las discusiones sobre el surgimiento del
peronismo y el origen de su identificación con las masas, así como
también de los debates iniciales sobre el futuro político argentino.
88 Francisco Teodoro

Sobre ese contexto, en este capítulo nos proponemos analizar


el sitio que ocupó Criterio en el campo político e intelectual antipe-
ronista en los debates sobre la forma y las características que debía
tener la salida política a la “Revolución Libertadora” entre 1957 y
1959. Nuestra hipótesis es que, en el período que abordamos, la
revista impulsó una lectura sobre el futuro político argentino en la
que, desde una postura que acentuaba la defensa de la democracia,
señaló que para dar vuelta la página del peronismo era preciso refor-
mular el sistema sobre nuevas bases de funcionamiento. Para esto,
destacó la necesidad de romper con el divorcio entre élites y pueblo
que, como hemos mencionado en el capítulo anterior, fue uno de
los ejes de su explicación sobre el origen del justicialismo; abando-
nar la estrategia de desperonización impulsada por el gobierno pro-
visional y apoyada por los grupos liberales del antiperonismo, y, por
último, integrar política y socialmente a las masas para romper con
la situación de “disponibilidad” –en el sentido de Gino Germani
(1962)– y cerrar así el camino a líderes demagógicos y autoritarios.
De tal manera, creemos que, desde una postura que partía de la
identificación con la religión católica como eje central, a lo largo de
los diferentes debates que se produjeron entre el fin de la “Revolu-
ción Libertadora” y el primer año del gobierno de Arturo Frondizi,
Criterio se situó en el plano político en un espacio en el que tuvo
puntos de contacto tanto con las lecturas de los grupos liberales
como las de los grupos nacionalistas del antiperonismo.
El capítulo se divide en cuatro secciones. En la primera de ellas,
nos proponemos dar cuenta de la posición de Criterio en relación
con el rol de las élites políticas en el marco de la primera etapa
del proceso de apertura que comenzó con la decisión del gobierno
provisional de reformar la Constitución de 1853. En el segundo
apartado, abordamos la mirada de la revista sobre las elecciones de
julio de 1957 y el funcionamiento de la Asamblea Constituyente.
En la tercera sección, analizamos las lecturas sobre la integración de
las masas peronistas y la persistencia, entre las élites políticas, de ac-
titudes y prácticas propias del preperonismo, en el marco de las elec-
ciones presidenciales de febrero de 1958 y los primeros meses del
gobierno de Frondizi. Por último, en la cuarta sección, examinamos
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 89

las intervenciones de Criterio sobre la relación entre el Estado y la


cuestión social a partir del cambio de rumbo económico y político
impulsado por el presidente a fines de 1958.

La convocatoria a elecciones y el debate sobre la reforma


constitucional. El rol de las élites y los partidos en el marco
de la primera etapa de la apertura política

La salida política que marcó el fin de la “Revolución Liberta-


dora” comenzó a mediados de 1956 cuando el gobierno provisio-
nal del general Pedro Eugenio Aramburu comunicó su decisión de
convocar a elecciones constituyentes para reformar la Constitución
de 1853, restaurada con sus reformas de 1860, 1866 y 1898, por la
“Proclama del 27 de abril de 1956”.176 En la lectura del Poder Eje-
cutivo, la apertura política debía constituir una reformulación inte-
gral del sistema para terminar con “todo vestigio de totalitarismo” y
desterrar el “pasado que no puede volver” (Melón Pirro, 2009: 125-
126).177 Sin embargo, como muestra María Stella Spinelli (2005:
94-96), la iniciativa generó distintas miradas que marcaron el de-
bate en torno a cuáles eran los elementos que determinarían una
reformulación del sistema.

176 La decisión de iniciar el “plan político” fue oficializada el 12 de abril de 1957 mediante
el decreto ley 3838/57. Entre los considerandos el decreto señalaba que “la Revolución no solo
tuvo por objetivo sustituir gobiernos y reemplazar mandatarios, sino retomar la línea histórica
de sus grandes destinos iniciada en mayo y consolidada en Caseros” y que “el derrocamiento
del régimen de la dictadura se complementó con la progresiva desarticulación de sus estructuras
totalitarias para restablecer el imperio de la moral, de la justicia, del derecho, de la libertad y
de la democracia” (Decreto ley n° 3838, 12 de abril de 1957, p. 81. Disponible en: http://
www.derecho.uba.ar/publicaciones/lye/revistas/3/convencion-reformadora-de-la-constitucion-
de-1853.pdf).
177 Luego del triunfo del gobierno sobre la iniciativa “restauradora” del peronismo, el
general Aramburu anunció en la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas del 12 de
julio de 1956 que convocaría a elecciones generales a fines del año siguiente y, en el mes
de octubre, comunicó que convocaría a elecciones para integrar una comisión encargada
de reformar la Constitución de 1853. Luego de los fusilamientos del día 12 de junio, el
vicepresidente provisional Isaac Rojas señaló que la revolución gozaba de buena salud y que
se convocaría a elecciones generales en el menor tiempo posible (La Nación, 12 de junio de
1956. Citado en Melón Pirro [2009]).
90 Francisco Teodoro

La decisión del gobierno, que se vinculó directamente con


el fracaso del levantamiento encabezado por el general Juan José
Valle el 9 de junio de 1956 y con la posterior represión a diri-
gentes y simpatizantes peronistas (Melón Pirro, 2009: 126), fue
apoyada por los partidos minoritarios del antiperonismo –el Par-
tido Socialista (PS), el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el
Partido Demócrata Progresista (PDP)– quienes junto con la refor-
ma constitucional promovían un nuevo estatuto para los partidos
políticos y el reemplazo del sistema de representación de mayorías
y minorías previsto por la Ley Sáenz Peña por uno de represen-
tación proporcional que permitiría una mayor participación de
los partidos pequeños en la Asamblea (Spinelli, 2005: 109). En
cambio, las dos facciones de la Unión Cívica Radical (UCR), ale-
jadas desde principios de 1957, mostraron menos entusiasmo que
los partidos más pequeños.178 La Unión Cívica Radical Intran-
sigente (UCRI), conducida por Frondizi, cuestionó las faculta-
des del gobierno provisional para efectuar la reforma y subrayó lo
inoportuno de iniciar un proceso de transformación política tan
importante en un contexto de evidente inestabilidad. En tal senti-
do, si bien decidió participar de las elecciones, propuso considerar
nula la Asamblea y exigió la convocatoria a elecciones generales de
forma inmediata (Szusterman, 1998: 101). Por su parte, la Unión
Cívica Radical del Pueblo (UCRP), que reunía a los radicales anti-
frondizistas y cuyo principal dirigente era Ricardo Balbín, decidió
acompañar la convocatoria, pero con la convicción de defender el
sistema de representación de mayorías y minorías de la Ley Sáenz
Peña, y plasmar en la nueva carta constitucional los principios so-

178 Las raíces de la ruptura de la Unión Cívica Radical se encuentran en la actitud adoptada
por Frondizi, por entonces presidente del Comité Nacional, ante el peronismo en el contexto
previo al golpe de septiembre de 1955. Los dirigentes Ricardo Balbín y Amadeo Sabattini
criticaron la supuesta “tibieza” de Frondizi ante Perón, al tiempo que promovieron una
estrategia opositora que conjugaba la abstención electoral y el levantamiento armado contra
el gobierno justicialista (Tcach, 2007: 25). En noviembre de 1956, la Convención Nacional
del partido, en la que solo participaron representantes del ala frondizista –balbinistas,
sabattinistas y unionistas se ausentaron–, oficializó la candidatura presidencial de Frondizi
para las próximas elecciones generales. El fracaso de los intentos de acercamiento entre los
dos sectores marcó la ruptura del partido y el nacimiento de dos facciones en el interior del
radicalismo.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 91

ciales y antiimperialistas de su plataforma partidaria, entre ellos la


explotación estatal de los recursos petroleros y la función social de
la propiedad (Szusterman, 1998: 100; Spinelli, 2005: 201-223).
Entre fines de 1956 y principios de 1957, Criterio señaló su
desacuerdo con la decisión de impulsar el proceso de apertura y,
contrariamente a la concepción “fundacional” que le otorgaron el
gobierno provisional y los partidos liberales del antiperonismo, in-
terpretó el “plan político” como una restauración de las condiciones
que dieron origen a la identificación del peronismo con las masas.
Uno de los elementos que marcaron el tono pesimista de la revista
fue la reaparición de las ambiciones partidistas e individualistas de
las élites. A este respecto, en octubre de 1956, luego de que el Po-
der Ejecutivo publicara el estatuto de los partidos políticos, Criterio
señalaba su deseo de que “las agrupaciones depongan asperezas y
traten de conquistar el voto ciudadano dentro de un clima de mu-
cho respeto, en el que se tenga presente, ante todo, los principios, y
no estériles personalismos”.179 Sin embargo, afirmaba, “no creemos
que los partidos argentinos hayan alcanzado –en ningún caso– una
madurez envidiable”, puesto que “las acusaciones de fraudes inter-
nos y las disputas que tienen lugar entre correligionarios que debe-
rían estar unidos nos hacen sospechar que a las ideas se anteponen
las ambiciones, y por ese camino solo se llega al caos”.180 En un
sentido similar, en febrero de 1957 Franceschi manifestaba –con
relación a las discusiones que marcaron la división de la UCR– que
los partidos mayoritarios tenían una tendencia a promover el en-
cumbramiento de un líder y de su partido más allá de cualquier
definición doctrinaria: “Si consideramos el conjunto de los partidos
y subpartidos que hoy día se hallan en lucha, echamos muy pronto
de ver que se trata en la mayor parte de los casos no de conflictos
del orden propiamente ideológico y doctrinario, sino de simples
conflictos de ambición” que propiciaban el auge de “conceptos dic-
tatoriales”.181 Ese individualismo que buscaba encumbrar el “interés

179 “El estatuto de los partidos políticos”, en Criterio, n° 1270, 25 de octubre de 1956,
p. 774.
180 Ídem.
181 Franceschi, Gustavo “Inestabilidad”, en Criterio, n° 1277, 14 de febrero de 1957, p. 52.
92 Francisco Teodoro

personal por encima del colectivo (...) facilita la acción de los dicta-
dores en ciernes”, por lo cual, concluía el sacerdote, “no podemos
mirar hacia delante con un excesivo optimismo” debido al riesgo
de que en “nuestro país se prepare una nueva dictadura o un nuevo
caos y mayores perjuicios”.182
Criterio advertía que la salida política profundizaría la ruptura
del consenso antiperonista que, determinado más por el rechazo al
peronismo que por “consensos programáticos”, comenzó a resque-
brajarse en la medida en que las distintas expresiones formularon
sus propias estrategias con relación a la forma que debía adquirir
la salida política de la “Revolución Libertadora” (Fiorucci, 2011:
209). En el número del 11 de abril de 1957, un día antes de que se
conociera el decreto que convocaba a las elecciones constituyentes,
la revista indicaba que “acabamos de concluir un período sombrío,
que se deshizo, como era de esperar, en el caos” y, si bien “parecie-
ron surgir por un momento fuerzas de orden, coherencia y catarsis
que crearon en nosotros la esperanza –o la ilusión– de que el país
resurgiría como el Fénix, de sus cenizas (…), la muy dura verdad es
que nada de eso sucedió”.183 Por el contrario,
… a dieciocho meses de la revolución de setiembre, las ruinas
todavía humean, y no son solamente las ruinas, sino los odios,
las pasiones y los rumores. ¿Entre vencedores y vencidos, según
se usaba decir en un principio? Nada de eso; entre los mismos
–mal llamados– vencedores.184
El tono pesimista de Criterio con relación a la salida política
se vinculaba también al hecho de que el anuncio de Aramburu se
produjo en un contexto de crisis económica y austeridad ante el
cual el gobierno no parecía mostrar mayor interés. En ese sentido,
en febrero de 1957 la revista afirmaba que “forzoso es reconocer que
existe un marcado descontento entre muchas clases de la población
por la carestía de la vida, la desorientación política y los actos del

182 Ibíd.: 51.


183 “Estado de crisis”, en Criterio, n° 1281, 11 de abril de 1957, p. 224.
184 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 93

Poder Ejecutivo”.185 En la misma línea, en el mes de mayo señalaba


que, “sin desconocer el caos al que llevó al país el régimen depuesto,
lo cierto es que no se ha caracterizado la acción de sus sucesores por
una defensa seria de los intereses populares”.186 Por el contrario, “los
planes económicos se han sucedido, a veces en abierta oposición
unos a otros, y la carestía ha aumentado, sin que se hayan tomado
medidas para evitarla”.187 Por eso, “algunas actitudes un poco gran-
dilocuentes del régimen peronista (prisión de especuladores, conge-
lación de algunos precios, proscripción de todo conservadorismo,
prohibición de aumentos a ciertos artículos de primera necesidad)
no son, en el fondo, indignas de ser imitadas”.188
Esta lectura pesimista general ubicó a Criterio, junto con los
grupos nacionalistas de derecha y los dirigentes de la UCRI, entre
los sectores del antiperonismo que rechazaron la decisión del gobier-
no de reformar la Constitución de 1853.189 En relación con esto,
en el número del 25 de abril de 1957, la revista publicó una nota
de Bonifacio del Carril en la que el autor indicaba que si bien “la
necesidad de la reforma está fuera de discusión (…) la oportunidad
también, pero en sentido negativo (las cursivas son del original)”.190
Para el intelectual, aunque era correcto reemplazar la Constitución
de 1949 por la de 1853, la reforma de esta última no podía iniciarse
en cualquier momento y bajo cualquier gobierno:
… si una ley común puede reformarse, en cualesquiera circuns-
tancias, cuando la evolución de las ideas y los modos de con-
vivencia social lo requieren, y así se ha admitido que las leyes
sean modificadas aun por los gobiernos de facto, la Constitución
modificable en principio no puede de ninguna manera refor-
marse, en cualesquiera condiciones y circunstancias, mucho me-

185 “La palabra presidencial”, en Criterio, n° 1278, 28 de febrero de 1957, pp. 104-105.
186 “Otro discurso presidencial”, en Criterio, n° 1283, 9 de mayo de 1957, p. 304.
187 Ídem.
188 Ídem.
189 “La reforma de la Constitución”, en Criterio, n° 1280, 28 de marzo de 1957, p. 184.
190 Del Carril, Bonifacio, “Por qué es inoportuna una reforma de la Constitución”, en
Criterio, n° 1282, 25 de abril de 1957, p. 259.
94 Francisco Teodoro

nos, durante la vigencia de un régimen de gobierno de facto (las


cursivas son del original).191
Para del Carril, la propia situación de ilegitimidad del Poder
Ejecutivo era el argumento central que determinaba el rechazo a la
reforma. Una línea similar se puede observar en una nota de Carlos
Floria publicada en el mes de junio, en la que el autor afirmaba que
la situación política y jurídica no habilitaba al gobierno a impulsar
un proceso de reforma como el que se había puesto en marcha. Sin
embargo, a diferencia de del Carril, Floria señalaba que luego del
golpe de septiembre la Argentina no se encontraba bajo un gobier-
no de facto, sino bajo un “estado de constitución”.192 Por lo tanto,
el primer mandatario debía respetar los procedimientos de reforma
establecidos en la propia Constitución vigente, puesto que “la refor-
ma constitucional tiene un régimen preestablecido que no debió eludirse
(las cursivas son del original)”.193 De tal manera,
… las facultades legislativas que se atribuyó el gobierno provi-
sional no comprenden la facultad del Congreso para declarar
la reforma de la Constitución (…) que es una facultad de tipo
político, no propiamente legislativo, y de las que el art. 29 define
como “indelegables” (las cursivas son del original).194
En definitiva, con lecturas diferentes sobre el estatus legal del
Poder Ejecutivo, del Carril y Floria coincidían en señalar la falta de
legitimidad del presidente provisional para iniciar el procedimiento
de la reforma. Si bien, como hemos mencionado, la postura de Cri-
terio tenía elementos de contacto con la que mostraban los naciona-
listas de derecha y los dirigentes de la UCRI, en el sentido de que
191 Ibíd.: 260.
192 Floria, Carlos Alberto, “Reflexiones constitucionales”, en Criterio, n° 1286, 27 de junio
de 1957, p. 418. Floria mostró una mirada similar en una reseña al libro ¿Revolución o golpe
de Estado? de Guillermo Díaz Doin, prologado por Américo Ghioldi. Allí el colaborador
de Criterio destacaba la distinción planteada por Díaz Doin entre “gobierno de facto” y
“gobierno revolucionario”, pero concluía que, sea cual fuera la definición, lo cierto era que
el gobierno provisional no tenía la legitimidad para convocar a una reforma constitucional
(Floria, Carlos Alberto, “Reseña a ¿Revolución o golpe de Estado?, por Guillermo Díaz Doin”,
en Criterio, n°1282, 25 de abril de 1957, pp. 285-286).
193 Floria, Carlos Alberto, “Reflexiones constitucionales”, op. cit., p. 418.
194 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 95

rechazaba la decisión del gobierno provisional de reformar la Cons-


titución, los argumentos de del Carril y de Floria colocaban a la
revista más cerca de la posición de los sectores liberal-conservadores
del antiperonismo y de las derechas. Como señala Valeria Galván
(2014), la oposición de los nacionalistas a la reforma se sustentaba
en que para estos grupos la Constitución de 1949, a pesar de haber
sido ejecutada por un gobierno considerado como totalitario y dic-
tatorial, tenía en el fondo un sustrato popular que debía ser respe-
tado. En cambio, como indica Martín Vicente (2014b), los sectores
liberal-conservadores que, así como los partidos minoritarios del
antiperonismo, expresaban su acuerdo con la reforma, señalaban
que, según su lectura histórica, el peronismo y su obra, incluida la
carta constitucional de 1949, habían sido el punto máximo del des-
vío del camino liberal que la Argentina había comenzado a transitar
en 1853. Del Carril y Floria seguían una argumentación similar al
afirmar que el reemplazo la Constitución de 1949 por la de 1853
había sido una determinación correcta; la crítica, en cambio, tenía
que ver con la precariedad legal del Poder Ejecutivo y con su falta
de legitimidad para iniciar el proceso de reforma. El fin era correcto,
no así los medios para alcanzarlo.
Por otra parte, la postura antirreformista de Criterio implicaba
una posición contraria a la que mostró inicialmente la jerarquía de
la Iglesia. Para los obispos, la reforma se presentaba como una posi-
bilidad para modificar la relación de la Iglesia con el Estado argen-
tino y, en particular, de subsanar la decisión del gobierno peronista
de no aceptar a la religión católica como religión oficial del Estado
en la Constitución de 1949, hecho que, como hemos mencionado
en el capítulo anterior, marcó el comienzo del distanciamiento que
derivó en el conflicto de 1954 y 1955. En ese sentido, en marzo de
1957, el episcopado difundió un documento en el que los obispos
llamaban la atención sobre el carácter católico de la nación argen-
tina, la necesidad de modificar la relación entre Iglesia y Estado a
partir de un concordato, y el futuro de la educación nacional que,
en la lectura de la jerarquía, debía volver a ser religiosa.195
195 “Sugerencias del Episcopado Argentina para la reforma de la Constitución”, en Criterio,
n° 1280, 28 de marzo de 1957, pp. 189-192.
96 Francisco Teodoro

Para Criterio la convocatoria a elecciones tenía un segundo


problema que se vinculaba directamente a la legitimidad del go-
bierno provisional para ejercer el poder. Sobre este tema, en la nota
que hemos analizado antes, del Carril afirmaba que la realización de
los comicios podría debilitar al propio Poder Ejecutivo, puesto que
este ejercía el poder, únicamente, “porque nadie puede, partidario
o adversario, (...) alegar hoy, sobre hechos probados, tener o poder
tener facultad más legítima para ejercerlo”.196 Por lo tanto, su legi-
timidad “no surge del derecho, sino de un hecho cuya realidad ha
debido ser admitida (...) por todas las fuerzas que actúan en el país:
revolucionarias, vencidas o disidentes”.197 A partir de esa premisa, el
autor indicaba que los comicios permitirían mostrar “que existe un
partido político, o una conjunción de partidos con fuerza electoral,
no conjeturalmente calculada, sino establecida mediante mayoría, y
que tiene, por tanto, derecho legítimo de gobernar al país”, de forma
tal que con el resultado de las elecciones
… quedará quebrada definitivamente la base jurídico-política
sobre la cual se sustenta el poder que actualmente ejerce el go-
bierno de facto, desde el punto de vista de la más pura doctrina
del derecho, pues habrá desaparecido uno de los presupuestos
de hecho, quizás moralmente el más importante, que la habían
integrado (las cursivas son del original).198
En el mismo sentido, en el mes de junio, Criterio se preguntaba:
¿Qué pasa si los señores constituyentes, democráticamente ele-
gidos, democráticamente resuelven establecer en vigor la re-
pudiada Constitución del 49? ¿Y qué pasa también (…) si los
democráticos constituyentes, llevados de democrático entusias-
mo, resuelven constituirse en poder soberano, declaran caduco
el Ejecutivo, y ofrecen la presidencia al propio presidente o al
presidente de la Corte?199

196 Del Carril, Bonifacio, “Por qué es inoportuna una reforma de la Constitución”, op.
cit., p. 260.
197 Ídem.
198 Ídem.
199 “Problemas constitucionales”, en Criterio, n° 1285, 13 de junio de 1957, p. 384.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 97

Estas intervenciones muestran la desconfianza de la revista ante


unos partidos y dirigentes políticos a los que consideraba capaces de
destituir al gobierno o de restituir la obra del peronismo si la situa-
ción política así lo permitía y si eso obedecía a sus propios intereses.
Como vimos, entre 1956 y 1957, Criterio abordó la salida po-
lítica desde dos ejes. Desde un plano general, señaló sus críticas a
la decisión del gobierno provisional de iniciar la apertura democrá-
tica tan solo un año después del derrocamiento de Perón, puesto
que no estaban dadas las condiciones políticas y sociales para iniciar
nuevamente el juego de los partidos políticos sin riesgos de reeditar
las condiciones que hicieron posible el surgimiento del peronismo.
Sumado a esto, la revista se opuso a la decisión de reformar la Cons-
titución puesto que, en su lectura, el gobierno no estaba facultado
para cumplir con el procedimiento establecido por la Constitución
de 1853 y, al mismo tiempo, porque el resultado incierto de las
elecciones podría minar la legitimidad del propio Poder Ejecutivo.
En ambos casos la intervención en los debates se estructuró en torno
a la crítica del rol de las élites políticas, tópico que, como veremos a
continuación, apareció nuevamente en el análisis sobre el funciona-
miento de la Asamblea Constituyente.

Las elecciones de julio de 1957 y la Asamblea Constituyente: la


persistencia del peronismo y la “vieja política”

Tal como lo establecía el plan político impulsado por Aram-


buru, los comicios para elegir convencionales constituyentes se rea-
lizaron el 28 de julio de 1957. El nuevo estatuto de los partidos
políticos y la división de la UCR consolidaron un clima de gran
fragmentación entre las agrupaciones antiperonistas.200 En ese mar-

200 La legislación partidaria impulsada por el gobierno provisional alentó la proliferación de


agrupaciones regionales debido a que el nuevo estatuto de los partidos políticos permitía que
una organización se conformase como partido con 500 afiliados o el 1% del padrón distrital.
Como señala Melón Pirro (2009: 129-132 y 192), esta decisión estuvo determinada más
por la presión de los pequeños partidos (PS, PDC, Conservadores) en la Junta Consultiva
Nacional que por la decisión del Poder Ejecutivo de imponer una legislación que fragmentara
y neutralizara la expresión electoral del peronismo.
98 Francisco Teodoro

co, el voto en blanco impulsado por el justicialismo obtuvo el pri-


mer lugar con el 24,31% de los sufragios, superando a la UCRP y a
la UCRI que, con el 24,2% y el 21,23% respectivamente, ocuparon
el segundo y el tercer lugar a nivel nacional (Melón Pirro, 2009:
194-195).201 Como señala Jorge Cernadas (1997: 143), el resultado
de las elecciones evidenció que, lejos del carácter “artificial” que se
le había otorgado, la identificación de las masas con el movimiento
liderado por Perón era más profunda y duradera de lo que el go-
bierno provisional, los radicales del pueblo y las vertientes liberales
del antiperonismo habían previsto.
Las elecciones coincidieron con un hecho de relevancia central
para la historia de Criterio. El día 11 de julio, mientras se encontra-
ba en la ciudad de Montevideo para dictar una serie de conferencias,
se produjo la muerte de Franceschi, quien había sido director de la
revista desde 1932. Como consecuencia de esto, la dirección pasó a
manos de Jorge Mejía, codirector de la publicación desde fines de
1955. Con Mejía en la dirección, Criterio mostró un espíritu mar-
cadamente optimista con relación a las transformaciones teológicas
que, impulsadas bajo los papados de Juan XXIII y Pablo VI, se cris-
talizaron en el Concilio Vaticano II. Esto profundizó el tono antiin-
tegrista que la revista había mostrado a partir de 1955 y la convirtió
en el faro del catolicismo renovador en la Argentina.202 En el plano

201 El sistema de representación proporcional le permitió a la vertiente liderada por Frondizi


obtener 77 convencionales y constituirse en la primera minoría en la Asamblea, mientras que la
UCRP obtuvo 75 convencionales, superando a demócratas, demócratas cristianos, socialistas
y neoperonistas que aun con pobres resultados lograron una representación minoritaria. Las
agrupaciones obtuvieron los siguientes resultados a nivel nacional: el Partido Socialista obtuvo
el tercer lugar entre los votos positivos con el 6,04%, seguidos por el Partido Demócrata
Cristiano con 4,83%, el Partido Demócrata con 3,83%, el Partido Demócrata Progresista con
3,03%, el Partido Comunista con 2,63% y los neoperonistas del Partido Laborista y la Unión
Federal con 1,83% y 1,07% respectivamente (Melón Pirro, 2009: 194-195).
202 Distintos trabajos coinciden en señalar que bajo la dirección de Mejía la revista
modificó fuertemente sus lecturas doctrinarias y profundizó su acercamiento a la nouvelle
teologie francesa. Ver Zanca (2006) y Pattin (2016a, 2019). El propio Mejía (2005:
121) señala en su autobiografía que Criterio “se sintió responsable de contribuir, como
pudiera, a la preparación de este gran evento eclesiástico con varios artículos. La nota
dominante era la reforma, quizás vista con cierta ingenuidad, sin mayor atención a los
límites y condicionamientos de toda reforma, sobre todo en una institución de la solidez
tradicional de la Iglesia católica. Tampoco pudimos prever cómo se abusaría después (...),
de esta noción de reforma”. Marcelo Montserrat (1999: 155), por su parte, señala que la
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 99

político, bajo la nueva dirección, las notas editoriales, que durante


la época de Franceschi eran producidas por el propio sacerdote,
quedaron en manos de los miembros del Consejo de Redacción,
entre los que se destacó principalmente la impronta de Floria, quien
se unió al plantel estable a mediados de 1958 (Montserrat, 1999:
189; Zanca, 2006: 29; Pattin, 2019: 147).203 Por otra parte, en esta
nueva etapa se evidenció la tendencia a abordar en forma profunda,
científica, secularizada y en diálogo con el lenguaje de las ciencias
sociales no solo temas de actualidad política, sino también los pro-
blemas económicos y sociales, y las producciones culturales.
En los meses posteriores a la muerte de Franceschi, Criterio
modificó de forma momentánea sus posturas en relación con el fu-
turo del peronismo y a la salida política iniciada con la convocato-
ria a elecciones para reformar la Constitución. Contrariamente a la
actitud pesimista reflejada entre fines de 1956 y mediados de 1957
en torno a la reapertura democrática, la revista abordó el resultado
de los comicios de julio desde una perspectiva optimista que tenía
puntos de contacto con la que expresaron los sectores partidarios
de la reforma. Estos grupos, entre los que se contaban el gobierno
provisional, la UCRP, el PS, el PDC, el PDP y los medios de prensa
antiperonistas, utilizaron el alto índice de participación –90,07%
del total de electores habilitados– y el hecho de que la suma de votos
de las agrupaciones “reformistas” superaba al de las que postularon
la posición contraria para argumentar que los resultados evidencia-
ban el triunfo de los grupos democráticos sobre los antidemocráti-
cos, y de la postura favorable a la reforma constitucional sobre la de
los antirreformistas (Spinelli, 2005: 272).204

muerte de Franceschi marcó un quiebre profundo en la revista debido a la centralidad que


tenía la postura personal del sacerdote en el abordaje de los distintos temas sobre los que la
publicación colocaba su atención.
203 En la segunda mitad de 1957, y hasta la asunción de Frondizi como presidente de la
nación en mayo de 1958, la revista no publicó notas editoriales referidas a temas de actualidad
nacional. La línea editorial se vio reflejada en las notas de la sección “Comentarios”.
204 El diario La Prensa presentó el resultado como un “triunfo de la democracia” puesto
que “las tres cuartas partes de los votantes han preferido la democracia y la libertad” frente a
los restos de la “dictadura” (La Prensa, 30 de julio y 1 de agosto de 1957. Citado por Melón
Pirro [2009]).
100 Francisco Teodoro

En esa línea, en el mes de agosto, Criterio aseguraba que “lo


primero que salta a la vista es que el peronismo está lejos de consti-
tuir la fuerza declaradamente mayoritaria que las personas interesa-
das en que así fuera afirmaban”.205 El 24% de votos en blanco, cerca
de dos millones de electores, estaba lejos de los casi cinco millones
que había conquistado el justicialismo en las elecciones de 1954. En
tal sentido, la revista señalaba que
… los partidos neoperonistas no han alcanzado los 120.000 vo-
tos en todo el país y de los dos millones de votos en blanco, un
cálculo muy benévolo podría adjudicar un 80% al peronismo,
ya que, además de que otras agrupaciones abogaron por el su-
fragio suicida, existe un porcentaje de ciudadanos que indefec-
tiblemente prefieren, en todas las elecciones, expresar su discon-
formidad con las agrupaciones, dejando en blanco su voto.206
Por otra parte, el triunfo de la UCRP sobre la UCRI, el par-
tido que más claramente expresó una postura crítica a la propuesta
oficial, demostraba que “quienes se opusieron a la convocatoria tu-
vieron menos votos que los que la apoyaron”, y que “la gran masa
flotante que no está afiliada a agrupación alguna, pero que es quien
en definitiva decide la elección, ha preferido apoyar al partido que
veía identificado –aún con reservas– con la política del gobierno
provisional”.207
El tono optimista también se puede observar en el rol que Cri-
terio le otorgaba a la Asamblea Constituyente, considerada como
el sitio desde el cual se deberían sentar las bases para la reformu-
lación del sistema político. Con relación a esto, en el número del
22 de agosto, publicado pocos días antes del inicio de las sesiones,
la revista señalaba que uno de los temas que deberían abordar los
convencionales era la incorporación del sistema de representación
proporcional para garantizar la existencia de un parlamento plural
en el que pudieran expresarse las voces de agrupaciones minorita-

205 “El resultado de las elecciones”, en Criterio, nº 1289, 8 de agosto de 1957, p. 542.
206 Ídem.
207 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 101

rias del antiperonismo.208 La representación proporcional permitiría


“asegurar a todos los partidos con un caudal respetable de votos la
posibilidad de hacer oír su voz en las asambleas legislativas”.209 Para
la revista, beneficiar a estas agrupaciones era una clave central de
la reformulación del sistema porque suelen tener “ideologías muy
definidas, lo que no ocurre con los grupos tradicionalmente mayo-
ritarios”, en cuyo caso los programas “no son tenidos en cuenta, por
lo general, al menos en nuestro país, por los electores, que votan
más por motivos circunstanciales que por plataformas”.210 Por eso,
aseguraba Criterio, los partidos más pequeños eran los que, en el
Congreso de la Nación, podrían “situar la discusión en un plano
principista, que es a la postre el principal”.211 En cambio, con la
Ley Sáenz Peña, las expresiones parlamentarias se verían reducidas
y, dada la división de la UCR, el partido mayoritario, “nuestro país
se vería, en este momento, dirigido en su totalidad por hombres
que a pesar de sus diferencias de momento, pertenecen a un mismo
partido, lo que en definitiva podría derivar en la dictadura de este,
panorama muy poco atrayente, si los hay”.212
A pesar de esta lectura optimista inicial, en los meses siguientes
Criterio retomó las críticas de Franceschi a las élites políticas y exa-
minó la labor de los convencionales desde una postura que denun-
ciaba la restauración de una serie de actitudes y prácticas que habían
marcado la vida política argentina en los años previos al surgimiento
del peronismo.213 En esa línea, en el número del 12 de septiem-

208 “La representación proporcional”, en Criterio, n° 1290, 22 de agosto de 1957, p. 581.


209 Ídem.
210 Ídem.
211 Ídem.
212 Ídem.
213 Las sesiones de la Asamblea Constituyente comenzaron el 30 de agosto y se extendieron
hasta el 15 de noviembre. Luego del primer encuentro, los convencionales de la UCRI se
retiraron de las deliberaciones y a partir de ese momento las discusiones discurrieron entre las
posturas ideológicas de los partidos minoritarios del antiperonismo, que concebían la reunión
de Santa Fe como una posibilidad de refundar el sistema político, y la de los convencionales
de la UCRP, que pretendían imponer una serie de reformas sociales sin descuidar la tarea
de seducir al electorado para las próximas elecciones presidenciales. Asimismo, la asamblea
marcó un quiebre en el modo en el que se relacionaron el gobierno provisional y los partidos
políticos minoritarios, hasta entonces los más activos y cercanos asesores del vicepresidente
Isaac Rojas. Para el Poder Ejecutivo, el objetivo central de la Asamblea era modificar los
102 Francisco Teodoro

bre, luego de que los representantes de la UCRI se retiraran de la


Asamblea, la revista aseguraba que “quienes deseaban el fracaso de la
Convención deben de haberse bañado en agua de rosas” puesto que,
con el radicalismo intransigente, se marchó “un sector que repre-
sentaba dos millones de votos”.214 En ese sentido, “por desagradable
que resulte decirlo, por cuanto estamos seguros de que muchos de
los que se fueron no pensaban así”, la actitud de la UCRI favorecía
al justicialismo.215 Por otra parte, el retiro de la segunda agrupación
más votada, y primera minoría en la asamblea, implicaba que “la
Constitución que se apruebe no será expresión de la mayoría del
electorado”.216 La actitud de los convencionales, en definitiva, mos-
traba “que la República Argentina está en una de las encrucijadas
políticas más peligrosas de su historia” y que “no son los intereses
superiores del país los que aparentemente mueven al sector mayori-
tario”.217 Por ese motivo, afirmaba la revista, “es posible que el país
necesite una lección más dura que la del peronismo”.218
Sumado a esto, Criterio señalaba que, a juzgar por las inter-
venciones de los convencionales, era evidente que “la proximidad
de las elecciones nacionales es una invitación a la demagogia y al
proselitismo”.219 Estas actitudes expresaban la tendencia partidista
de las dos facciones radicales, que utilizaron la Asamblea para pro-
mocionar a sus líderes en lugar de discutir principios ideológicos

elementos del sistema político que implicaban la posibilidad de una nueva “dictadura”,
entre ellos la reelección presidencial inmediata, el presidencialismo y la independencia
de los poderes Judicial y Legislativo. Para los partidos minoritarios, esos objetivos debían
ser acompañados por la incorporación del sistema de representación proporcional en las
próximas elecciones generales. Frente a esta postura, la UCRP obturó cualquier posibilidad
de modificar el sistema de mayorías y minorías de la Ley Sáenz Peña, por lo que, finalmente,
la convención derogó formalmente la Constitución de 1949 para adoptar la de 1853 con las
modificaciones de 1860, 1866 y 1898, y sobre los últimos días de labor incluyó, a instancias
de la UCRP y de la denominada izquierda antiperonista, el artículo 14 bis que garantizaba
algunos de los derechos sociales consagrados en la anulada Constitución de 1949 (Rouquié,
1982: 144; Tcach, 2007: 28).
214 “La Convención Constituyente”, en Criterio, n° 1291, 12 de septiembre de 1957,
p. 623.
215 Ídem.
216 Ídem.
217 Ibíd.: 623-624.
218 Ibíd.: 624.
219 “Examen y espíritu de las reformas”, en Criterio, n° 1294, 24 de octubre de 1957, p. 742.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 103

generales, y eran contrarias al “principismo”, es decir, a “la postura


de quien está decidido a ser intérprete auténtico de las necesidades
de su pueblo y de la mentalidad política de la Nación” más allá de
los intereses partidarios, actitud dominante entre los partidos mino-
ritarios (socialistas, comunistas, demócratas progresistas y demócra-
tas cristianos).220 El partidismo, indicaba la revista, es la disposición
típica de los partidos mayoritarios y atrae “a quienes no pensaron
originariamente la idea en torno a la cual se formó el partido, sino
que lo han encontrado hecho, pasando delante de ellos, y lo ha
tomado como se toma un autobús, a fin de no caminar con sus
propias piernas”.221
En la misma línea, luego de que el 16 de octubre los conven-
cionales sabattinistas de la UCRP decidieran abandonar la Conven-
ción, Criterio se preguntaba si esos dirigentes eran “representantes
del pueblo o especuladores políticos”, y señalaba que lo que los mo-
vía no eran principios ideológicos, sino la decisión de promover
electoralmente a su partido y a sus líderes.222 Para la revista, “la con-
ducta de esos señores”, que “en forma aparentemente sorpresiva”
manifestaron su decisión de abandonar la Asamblea porque ello im-
plicaba “interpretar ‘fielmente el pensamiento del Dr. Sabattini’”,
mostraba un profundo desinterés por “la naturaleza del mandato
que les ha sido atribuido por una gran masa de electores” que, en
principio, los votaron “por entender que el partido político en el
cual aquellos son apenas un sector habría de cumplir el programa
de acción y de reformas que sus portavoces anunciaban”.223 Por otra
parte, una actitud de este tipo contradecía los principios mismos
de la representación, puesto que “una vez ungidos con la calidad
de [representantes del pueblo], la soberanía del pueblo pasa a sus
representantes, quienes son libres en su ejercicio”.224 En ese sentido,

220 Ídem.
221 Ídem.
222 “¿Representantes del pueblo o especuladores políticos?”, en Criterio, n° 1294, 24 de
octubre de 1957, p. 743.
223 Ídem.
224 Ídem.
104 Francisco Teodoro

… el hecho de que formalmente pertenezcan a un sector políti-


co no debe impedir que adopten sus decisiones en vista del bien
público y sean permeables a la real estructura de la sociedad, en
lugar de adoptar una visión parcial de esa realidad [anclada en]
los “mandatos expresos”, las “directivas categóricas” o las “fieles
interpretaciones”, de ningún partido, convención partidaria o
eminencia gris de algún comité.225
Para la revista, los mandatos centrales que debían cumplir los
representantes elegidos en los comicios eran respetar el programa
partidario y atender al bien común. Esto implicaba, en ciertos casos,
contradecir las decisiones y las ambiciones de determinados líderes
y facciones del partido.
En el número del 14 de noviembre, luego de finalizada la
Asamblea, Criterio aseguraba que el fracaso de la convención, junto
con el retiro de los convencionales de la UCRI, se vinculaba directa-
mente a que la UCRP “pretendió imponer un programa surgido de
una convención radical en el texto de una constitución que por pro-
pia definición, repugna del partidismo”.226 Por otra parte, señalaba
la revista, en todo el proceso “los partidos radicales” subestimaron
la tarea reformadora y actuaron con la vista puesta en las elecciones
presidenciales de 1958.227 En ese sentido, “fueron los únicos que
‘reservaron’ a sus figuras y les evitaron el riesgo de ‘quemarse’ en
una asamblea donde hubieran debido decir muchas cosas y se les
hubiera preguntado muchas más”.228 Por ese motivo,
… lo ocurrido en Santa Fe es índice cierto de la necesidad de
una renovación profunda de nuestra costumbre pública; de la
formación espiritual e intelectual de nuestros dirigentes; de un
fortalecimiento de las fibras del civismo y de la responsabilidad
moral; de la consolidación de la educación política del pueblo
para ahorrarle la desilusión de la demagogia.229

225 Ídem.
226 “El octavo día de una Convención”, en Criterio, n° 1295, 14 de noviembre de 1957,
p. 782.
227 Ídem.
228 Ídem.
229 Ibíd.: 783.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 105

En la misma edición, Criterio publicó una nota de Floria en


la que el autor vinculó el rol de las élites políticas e intelectuales
con el surgimiento de los políticos demagógicos. Para el intelec-
tual, una de las claves de la crisis política argentina era la carencia
de una opinión pública estructurada y orientada por las élites, ele-
mento que señalaba como central para el funcionamiento de un
régimen democrático. Floria aseguraba que, “en la dinámica de la
opinión, interviene siempre una función orientadora”, puesto que
“no se tiene opinión sobre cualquier cosa, sino sobre los temas que
interesan para orientar la vida, sea esta individual o colectiva”, y que
esa función era la que correspondía a las élites políticas y a los inte-
lectuales.230 Sin embargo, la crisis política argentina daba cuenta de
dos problemas: “el empobrecimiento progresivo del prestigio social
del político y la deserción de las minorías creadores (…) [que], al
dar la espalda a los problemas propios de las mayorías en lugar de
ir a su encuentro, abandonaron su carácter representativo sustan-
cial”.231 Ello, afirmaba Floria, “elaboró un terreno propio para la
demagogia”, puesto que ante la carencia de la función orientadora
de las élites y, con ello, de una opinión pública estructurada, las
masas perdieron representación en el sistema político y quedaron a
disposición del político demagógico.232 Este tipo de político, que en
la lectura de Floria estaba representado por figuras como Rosas, Yri-
goyen o Perón, aprovechaba la deserción de las minorías dirigentes
y colocaba su atención allí donde percibía “los deseos e inquietudes
(…) de la masa” para ofrecer la satisfacción de esos deseos e inquie-

230 Floria, Carlos Alberto, “Opinión pública y demagogia”, en Criterio, n° 1295, 14 de


noviembre de 1957, p. 775. Floria hacía referencia en esta nota a una conferencia dictada por
Carlos Cossio, un jurista de reconocida militancia antifascista y antiperonista, en marzo de
1957. En esa conferencia, publicada en la revista jurídica La Ley el 15 de marzo de 1957, el
autor afirmaba que en la dinámica de la opinión pública existen tres elementos centrales: el
individuo creador que impone los temas y las miradas sobre esos temas; un segundo núcleo
más amplio que opina también, pero admitiendo la conducción orientadora de aquella
opinión individual; y, por último, un tercer grupo más amplio, que es receptor dócil de la
opinión individual del individuo creador y difunde esa opinión, pero sin penetrarla. Este
grupo, señalaba Floria siguiendo a Cossio, tiene como característica central la permeabilidad
y el entusiasmo frente a la opinión en trámite (ibíd.: 776). Sobre los aportes al estudio de la
opinión pública de Cossio, ver Haidar (2018).
231 Ibíd.: 777.
232 Ídem.
106 Francisco Teodoro

tudes “a costa de las concesiones más enormes, y aun sabiendo que


tales concesiones no han de poder llevarse a cabo”.233
Para Criterio, la experiencia de la Convención Constituyente
mostraba que “la vieja política argentina (…) no ha cambiado su
estilo a pesar de la experiencia pasada y la tentación de un poder ab-
sorbente ha prevalecido sobre los principios”.234 Sin embargo, estos
problemas no eran una novedad en la historia nacional, sino que,
como mencionaba Floria, eran dos de los elementos que explicaba
el origen del movimiento liderado por Perón. Por eso, aseguraba
Criterio, constituía un error “suponer que los vicios padecidos por
la política argentina durante el peronismo solo procedían de este”,
del mismo modo que “suponer que los errores del peronismo desa-
parecen con este”: “Nuestro país ha sido suelo fértil para el fermen-
to de aquella antigua forma de perversión política: ‘ser hombre de
partido’, exigencia vacua que pronto llevó a esa otra profundamente
inmoral que fue ‘ser hombre del Partido’”.235 Una mirada de este
tipo, continuaba la publicación, “olvida que esos errores han pene-
trado nuestro ser nacional y que para evitar cometerlos nuevamen-
te deben ser tenidos en cuenta para no reincidir”, puesto que “en
la historia política el pasado debe ser digerido primero y superado
después”, mientras que “si solo se pretende su eliminación, vuelve
disfrazado”.236
En definitiva, afirmaba Criterio, “el estruendazo (sic) fracaso de
la Convención Constituyente” demostró “un estado de inmadurez
política que hay que enfrentar con toda sinceridad” y, por ese moti-
vo, no era justo echarle al peronismo las culpas propias, puesto que
“ello no es juego limpio”.237 En efecto, si “en Santa Fe no se llegó
a casi nada”, no fue porque “discreparan los constituyentes sobre
problemas de fondo, sino porque desde el primer momento se cons-
tató que más que principios eran intereses los que movían a buena
parte de los electos”.238 Para la revista, “el pueblo, harto de andar a
233 Ídem.
234 “Convocatoria a elecciones”, en Criterio, n° 1296, 28 de noviembre de 1957, p. 820.
235 Ídem.
236 Ibíd.: 821.
237 “Un año agitado”, en Criterio, n° 1297-98, 24 de diciembre de 1957, p. 918.
238 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 107

tumbos, deseaba –y lo sigue deseando– ver orientaciones firmes en


sus representados”, “encontró, en cambio, que dentro del mismo
partido se sostenían posiciones dispares sobre problemas esenciales
y no se le escapó que el egoísmo era uno de los móviles más notables
de la Convención”.239
En la lectura de Criterio, resultaba evidente que, en el marco de
la Asamblea, no se discutieron principios, sino que se enfrentaron
ambiciones personales y partidarias. Por estos motivos no era sor-
presivo que “en muchos sectores, indefinibles numéricamente pero
ruidosos y muy explotados, se abre camino la nostalgia del período
y los hombres anteriores al 16 de setiembre”.240 Para la revista, “a una
cierta altura humana y social, este fenómeno sería comprensible”:
“Llegan los ruidos sordos de crisis económica” y “las clases asala-
riadas se agitan y remueven, o son removidas y agitadas, pero no
hace falta mucho para convencerlas”.241 Incluso algunos sectores del
antiperonismo participaban de esa añoranza: “No podemos enten-
der [la nostalgia] en las filas de aquellos mismos que aparentemente
lucharon para cambiar aquel estado de cosas. ¿O se trata de oportu-
nismo?”.242 En definitiva, ante el partidismo de las facciones radica-
les y el espectáculo de la Convención Constituyente de un lado, y
la persistencia del justicialismo del otro, la revista afirmaba que, al
comparar la situación de fines de 1957 con la del 16 de septiembre
de 1955, “el panorama ha cambiado, se ha nublado y oscurecido”:
Cuesta un esfuerzo imaginar que la actual situación tuvo un
origen tan glorioso (…) Porque lo que hoy se ve y se oye en la
Argentina no tiene ciertamente nada de heroico: cunde el desa-
liento; el descontento, justificado o no, crece cada día; la ambi-
ción y la mala fe dominan el escenario de la política partidista.243
La preocupación de Criterio sobre el futuro político se profun-
dizó luego de que el gobierno provisional convocara a elecciones

239 Ídem.
240 “16 de setiembre”, en Criterio, n° 1292, 26 de septiembre de 1957, p. 662.
241 Ídem.
242 Ídem.
243 Ídem.
108 Francisco Teodoro

generales para febrero de 1958. En ese marco, la revista cuestionó la


decisión del Poder Ejecutivo de abandonar el sistema de representa-
ción proporcional utilizado en las elecciones de julio de 1957, para
reemplazarlo por el sistema de mayorías y minorías establecido por
la Ley Sáenz Peña. En la lectura de la publicación, la utilización de
este sistema implicaba que “el electorado se verá forzado, una vez
más, a optar entre un mínimo de alternativas, en lugar de elegir con
libertad suficiente”, por lo cual “minorías importantes se verán re-
primidas en su acción política” y se profundizaría el tono partidista
de las futuras discusiones políticas parlamentarias.244 Sumado a esto,
contrariamente a la lectura sobre el resultado de las elecciones de
julio que hemos analizado antes, en el mes de diciembre, la revista
indicaba que el movimiento justicialista seguía presente en la vida
política nacional y que la persistencia de la identificación de las ma-
sas con el movimiento liderado por Perón daba cuenta del “fracaso
de la política de desperonización que se propuso el (...) gobierno
revolucionario” y reflejaba que “dos años de tarea revolucionaria
no han logrado superar el vacío político que dejó el peronismo”.245
Desde esta última premisa, Criterio insistió en denunciar el
intento de las facciones de la UCR de acercarse a las masas y a los
dirigentes peronistas para obtener beneficios electorales en los co-
micios de febrero, en un contexto en el que los dirigentes sindicales
justicialistas habían logrado ampliar la capacidad organizativa del
movimiento sindical a partir de la conformación de la Comisión
Intersindical y de las 62 Organizaciones. Estos organismos le per-
mitieron al movimiento adquirir un mayor grado de coherencia en
el espacio gremial en relación con el que tenía en los años de la resis-
tencia, y le otorgaron una estructura institucional de la que carecía
desde la proscripción del Partido Justicialista y la intervención de la
Confederación General del Trabajo (CGT) en noviembre de 1955
(James, 2006: 108-111).246 En esa línea, la revista afirmaba que,
244 “Convocatoria a elecciones”, op. cit., p. 820.
245 “La perspectiva política”, en Criterio, n° 1297-98, 24 de diciembre de 1957, p. 919.
246 Durante la etapa de la resistencia, los dirigentes sindicales peronistas mostraron
capacidad para sostenerse en las conducciones de sus gremios ante los intentos del gobierno
provisional de apartarlos. Estos dirigentes, algunos surgidos al calor de la resistencia y otros con
mayor trayectoria, como Augusto Timoteo Vandor, Miguel Gazzera y Amado Olmos, puesto
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 109

en el marco de la campaña electoral para las elecciones generales,


los dirigentes de las dos facciones de la UCR se presentaban ante
la sociedad como “intérpretes más o menos ortodoxos no ya de las
causas que llevaron a las masas al peronismo, sino de los deseos y
apetitos del peronismo como tal”.247 Nuevamente, los intereses par-
tidarios se colocaban sobre los principios ideológicos en función de
obtener un determinado resultado electoral.
Contrariamente al sentido fundacional que le otorgaron el go-
bierno provisional y los sectores liberales del antiperonismo, para
Criterio la primera etapa del “plan político” operó como una res-
tauración de las condiciones que hicieron posible el surgimiento del
peronismo. A partir de esta idea central, la revista abordó el proble-
ma de la salida política desde dos lecturas que se contraponían. Por
un lado, señaló que la Asamblea Constituyente debía ser el espacio
para incorporar una serie de reglas que permitieran iniciar el camino
de la reformulación del sistema sobre nuevas bases. Por el otro, se
detuvo en la reaparición de la “vieja política” y en un tema que, pre-
sente bajo la dirección de Franceschi, fue uno de los ejes centrales
de las intervenciones de la revista en el período que abordamos en
este libro: el fracaso de las élites dirigentes en la tarea de guiar a las
masas. Esta idea se reflejó en un comentario de Floria al libro De
la democracia política a la democracia social de Máximo Echecopar,

que accedieron a la conducción de sus gremios en los años finales del peronismo, fundaron
a principios de 1957 la Comisión Intersindical que promovió el restablecimiento de los
sindicatos mediante elecciones libres, la reunificación de la CGT, la suspensión de las trabas
legales al funcionamiento sindical y la liberación de los dirigentes y militantes encarcelados por
motivos políticos y gremiales. Luego de las elecciones constituyentes, en el mes de septiembre
el gobierno provisional, a través del interventor de la CGT Patrón Laplacette, convocó a un
Congreso Normalizador con el objetivo de minimizar el peso del peronismo en los sindicatos
e imponer una conducción nacional con dirigentes antiperonistas (Melón Pirro, 2009: 230).
Si bien las aspiraciones del gobierno fracasaron debido a que los delegados antiperonistas se
retiraron de las deliberaciones, dejando al Congreso sin quorum, los dirigentes justicialistas
continuaron sesionando y fundaron las “62 Organizaciones”, una entidad que profundizó
la estructura legal del sindicalismo peronista y que fue clave en el posterior desarrollo de
la actividad gremial del justicialismo y en la campaña en favor de Frondizi en febrero de
1958. Los sindicatos antiperonistas se reunieron en las “32 Organizaciones Democráticas” y,
más adelante, los sindicatos comunistas, cuyos representantes participaron del congreso y se
apartaron de las 62 Organizaciones, conformaron un grupo de 19 sindicatos controlados por
ellos (James, 2006: 111-112).
247 “La perspectiva política”, en Criterio, n° 1297-98, 24 de diciembre de 1957, p. 919.
110 Francisco Teodoro

en el que afirmaba que la realidad argentina estaba determinada


por “el ocaso de los viejos políticos y su incapacidad para adaptarse
a las nuevas y perentorias exigencias populares que superaron los
gastados programas partidarios”.248 De esa “insensibilidad se nutrió
políticamente el peronismo, y solo la falta de imaginación de nues-
tras clases dirigentes pudo oponer a sus banderas, ‘antis’ huérfanos
de toda contrapartida programática”.249 Por esto, insistía Floria, era
preciso generar nuevos dirigentes que adecuaran sus ideas y planteos
a los nuevos tiempos y, fundamentalmente, que fueran capaces de
ocupar “la función dirigente desierta”.250 Por este motivo, creemos
que el cambio de dirección de Criterio luego de la muerte de Fran-
ceschi no implicó necesariamente un cambio de rumbo en materia
de orientación política y, si bien se pueden observar cambios en el
tono de los análisis –en particular, una mayor preocupación por
abordar la coyuntura política nacional desde la ciencia política, la
sociología, la filosofía y la ciencia económica–, los ejes centrales de
los posicionamientos de la revista sobre la situación política nacio-
nal no se modificaron de forma inmediata y es posible observar una
continuidad de tópicos propios de los años finales de Franceschi.
Entre ellos la postura en defensa de la democracia y la crítica a los
sectores nacionalistas de las derechas, la tesis según la cual era pre-
ciso establecer una diferenciación entre los dirigentes y las masas
peronistas y la idea de que una reformulación del sistema político,
implicaba la integración política y social de las masas.

La integración como alternativa para reformular el sistema


político: las élites y las masas bajo el gobierno de Frondizi

Durante la campaña electoral para las elecciones de febrero de


1958, Frondizi y su partido reafirmaron la actitud adoptada en la
primera etapa del “plan político” de acercar posiciones con el pero-

248 Floria, Carlos Alberto, “Reseña a De la democracia política a la democracia social por
Máximo Echecopar, 1958”, en Criterio, n° 1305, 10 de abril de 1958, p. 278.
249 Ídem.
250 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 111

nismo y conformar un amplio frente electoral para desafiar al gobier-


no y a sus posibles herederos partidarios. La estrategia se sustentaba
en la premisa de que, luego de las elecciones de julio, el movimiento
liderado por Perón seguía vigente no solo como identidad entre las
masas, sino como estructura organizada y coherente con capacidad
para influir en la vida política nacional. Esta táctica, conducida por
Rogelio Frigerio, uno de los asesores más cercanos del líder de la
UCRI, fue refrendada en un acuerdo a partir del cual el frondizis-
mo se comprometió, en caso de ganar las elecciones, a levantar las
medidas represivas así como a restituir el control de los sindicatos a
los dirigentes surgidos del voto de las bases y a abrir la vía electoral
para la integración política del justicialismo (Rouquié, 1982: 146-
147).251 En la vereda opuesta, el gobierno provisional depositó sus
esperanzas de continuidad en Balbín y en la UCRP, agrupación en
la que se había apoyado desde principios de 1957 para avanzar con
el proyecto de reforma constitucional, desplazando del centro de la
escena a los partidos minoritarios del antiperonismo que lo habían
acompañado desde noviembre de 1955.252
En las elecciones del 23 de febrero, las masas peronistas acom-
pañaron mayoritariamente a Frondizi, quien logró la victoria con
más de 4 millones votos, un 44,79% del total de los electores, frente
a los 2,5 millones de la UCRP (Smulovitz, 1988a: 36). La UCRI
obtuvo además todas las gobernaciones y un total de 133 bancas de
diputados contra 52 del radicalismo del Pueblo. A pesar del amplio
triunfo, como indica Alain Rouquié (1982: 148), para los “vence-
dores de septiembre” y, añadimos nosotros, en particular para los

251 Si bien, como señala Melón Pirro (2009: 233), Frondizi y Frigerio, así como otros
dirigentes de la UCRI, negaron públicamente la existencia de un pacto incluso hasta que
Perón lo hizo público a mediados de 1959, para Spinelli (2005: 309) el pacto era conocido
por los dirigentes políticos y por el gobierno en el verano de 1958, puesto que la revista Qué
y los diarios La Nación y Clarín difundieron los términos del acuerdo y la “orden” de Perón
de votar por Frondizi.
252 Si bien esta inclinación se cristalizó durante la Asamblea Constituyente, el
desplazamiento de los partidos minoritarios del antiperonismo en favor de la UCRP como la
agrupación más cercana al gobierno provisional se puede observar desde principios de 1957,
puesto que varios de los ministros de la administración militar, entre ellos Carlos Adrogué
de Educación, Francisco Martínez de Salud, Carlos Alconada Aramburu de Interior y Acdel
Salas de Justicia, formaban parte de esa facción de la UCR (Lewis, 2001: 335).
112 Francisco Teodoro

sectores que accedieron al gobierno en noviembre de 1955, el nuevo


presidente podría gozar de la legalidad, pero carecía de legitimidad
puesto que había sido “mal elegido” mediante un pacto que le con-
cedió “votos impuros”.253 En contrapartida, el triunfo de la UCRI
despertó un enérgico entusiasmo entre los sectores nacionalistas del
antiperonismo que se sustentaba en la fuerte oposición de Frondizi
a la fase liberal de la “Revolución Libertadora” y en su acercamiento
a las masas, por lo cual, a pesar de su pasado comunista y su postura
laicista, estos sectores lo consideraron inicialmente como la única
alternativa real frente a un gobierno provisional al que consideraban
“liberal, antipopular y antinacional” (Beraza, 2005: 119-122; Gal-
ván, 2014: 73).254 Una actitud similar se puede observar entre los
católicos integristas: el sacerdote integrista Julio Meinvielle señaló
en la revista Presencia que, aunque era “un militante político que
venía de la izquierda ideológica, de tinte marxista o filocomunista”,
el presidente electo supo sobrepasar los límites de su partido hasta
encontrar legitimidad en “las fuerzas nacionales y populares, que
aguardaban al candidato por quien dar su voto” para terminar con
el “despojo de la etapa liberal de la Revolución Libertadora”.255
A diferencia de estos sectores del antiperonismo y de las de-
rechas, luego de las elecciones de febrero, Criterio no adoptó una
postura clara sobre Frondizi. En el número posterior a los comicios,
la revista se limitó a advertir que la centralidad de Perón y su in-

253 Como señala Spinelli (2005: 297), la división en torno a la estrategia a seguir con
relación a la centralidad del peronismo en las futuras elecciones podía observarse en el
interior del propio gobierno: por un lado, Aramburu proponía continuar con el plan político
y defendía la posición de entregar el control del Poder Ejecutivo al candidato que resultara
electo; del otro lado, el vicealmirante Rojas y la Marina presionaban para “resistir” y prolongar
la revolución ante la maniobra del frondizismo.
254 Luis Beraza (2005: 109-112) señala que la cuestión del acercamiento a Frondizi produjo
un quiebre en el interior del grupo Azul y Blanco, una de las expresiones más importantes
del nacionalismo de derecha en el posperonismo. Para el autor, Marcelo Sánchez Sorondo
impulsó desde la revista un tibio acercamiento que rápidamente se transformó en oposición
en los años posteriores, mientras que otros nacionalistas como Mario Amadeo, Mariano
Montemayor, Raúl Puigbó y Bonifacio Lastra mantuvieron una postura cercana a Frondizi.
Entre los nacionalistas críticos del presidente, Beraza menciona a Sánchez Sorondo, Mariano
Montemayor, Juan Carlos Goyeneche y Ricardo Curutchet. Las críticas de Azul y Blanco a
Frondizi entre 1959 y 1962 fue analizada en forma detallada por Galván (2014: 73-129).
255 Presencia, nº 69, 25 de abril de 1958, p. 3.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 113

fluencia en el resultado del acto electoral predecían un alto grado


de debilidad y escaso margen de maniobra para el nuevo primer
mandatario. En tal sentido, afirmaba que, si bien “se han repetido
(...) las consabidas declaraciones de que ningún pacto existe entre el
radicalismo intransigente y el movimiento llamado justicialista”, y
que “queremos creer que [el presidente] llega al gobierno sin com-
promisos con las distintas agrupaciones no partidarias que lo han
votado”, Frondizi “sabe que irritar al ciervo peronista le desencade-
naría una situación muy difícil en lo gremial”, mientras que “no ig-
nora que el más leve esbozo de simpatía por el peronismo” colocaría
en la oposición “a la masa independiente que acepta la convivencia
pacífica, pero sobre la base de que el pasado peronista terminó inde-
finidamente”.256 Desde esa premisa, la revista comparó la situación
política y económica que enfrentaría el futuro presidente con la he-
redada por Perón en mayo de 1946:
Es evidente que entre la elección que sucedió a la revolución del
43, que dejó a Perón un país con posibilidades de cierta expan-
sión, proveedor de importancia para la recuperación europea
luego de la última guerra, y con una masa electoral fiel e incon-
dicional, y la elección pasada, que deja a Frondizi una situación
económica y social en un punto crítico, frente a la declinación
también económica (...), y con una masa electoral heterogénea,
parte de la cual ha votado al radicalismo intransigente en fun-
ción de una alternativa, entre ambas elecciones (...) la diferencia
es profunda y la desventaja para Frondizi notable.257
En este punto, Criterio era consecuente con las críticas que he-
mos señalado en el apartado anterior a las actitudes proselitistas y
partidarias que condujeron a la UCRI a acercarse al justicialismo

256 “El resultado de las elecciones”, en Criterio, n° 1302, 27 de febrero de 1958, p. 134 y
“Panorama del escrutinio”, en Criterio, n° 1303, 13 de marzo de 1958, p. 174. Antes de la
asunción de Frondizi, la revista les restó importancia a otros de los integrantes del frente que
acompaño a la UCRI: “No creemos (...) que la decisión comunista de apoyarlo haya dado
muchos votos al doctor Frondizi” mientras que “los votos de algunos sectores nacionalistas
han sido como gotas de agua en un océano” (“El resultado de las elecciones”, op. cit., p. 134).
257 “El primero de mayo y la perspectiva política”, en Criterio, n° 1306, 24 de abril de
1958, p. 293.
114 Francisco Teodoro

por especulación electoral. Frondizi comunicó los lineamientos


centrales de su gobierno en el discurso de asunción ante el Con-
greso de la Nación el 1 de mayo de 1958. Allí hizo hincapié en la
necesidad de abandonar toda tarea “partidista” que implicara un
obstáculo para la convivencia política, superar los rencores median-
te la sanción de una amplia amnistía, resolver el problema sindical y
colocar a la Argentina en la línea del desarrollo económico.258 Como
indica Catalina Smulovitz (1988a: 38-43), ante una situación de
precariedad reconocida, la acción política del Poder Ejecutivo en
sus primeros meses se caracterizó por la premura y se articuló con
un estilo político que buscaba la eficiencia y el éxito por sobre los
acuerdos. De tal manera, en la lectura del presidente y sus asesores,
la estabilidad del sistema político respaldaría los objetivos del desa-
rrollo económico, por lo cual era preciso asegurarse el apoyo –o al
menos el acuerdo tácito– de los denominados “factores de poder”.
Para esto Frondizi buscó, en primer lugar, sostener su alianza con el
peronismo a partir de la promulgación de una Ley de Amnistía, que
establecía la excarcelación de dirigentes peronistas que se encontra-
ban privados de su libertad por motivos políticos, y una nueva Ley
de Asociaciones Profesionales, cuyo objetivo central era normalizar
el funcionamiento de los sindicatos y reunificar la CGT. Al mismo
tiempo, procuró sostener buenas relaciones con la Iglesia católica –a
la que le concedió la reglamentación del artículo 28 del decreto ley
6403/55 que anulaba el monopolio estatal sobre la educación uni-
versitaria–, y con las Fuerzas Armadas que, desde el comienzo del
gobierno, expresaron su temor por la cercanía entre el presidente y
el peronismo, y por la posible filiación comunista de algunos de sus
asesores (Potash, 1981: 371-375; Rouquié, 1982: 154-155).
En la nota editorial del 8 de mayo, primera dedicada a temas
políticos en la etapa posterior a Franceschi, Criterio destacó las ini-
ciativas tendientes a la integración del peronismo a la vida política
y criticó duramente la actitud del gobierno provisional con relación

258 “Mensaje de asunción del Presidente Dr. Arturo Frondizi 1º de Mayo de 1958”, en
Dossier legislativo: Mensajes presidenciales, año VI, nº 152, mayo 2018. Disponible en: https://
bcn.gob.ar/uploads/Frondizi-DOSSIER-legislativoAVIN152-Mensajes-presidenciales.-
Mensaje-de-asuncion.-Congreso-Legislativo-de-la-Nacion-Argentina.pdf.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 115

a la cuestión peronista. Sobre este último punto, la revista afirma-


ba que, durante la “Revolución Libertadora”, la desperonización,
que “debió ser una tarea de depuración guiada por un criterio dis-
tintivo entre los explotados y los explotadores de la dictadura”, no
llegó a concretarse y “lo que se propuso como tarea depuradora
fue transformándose en una misión obsesiva para muchos de los
revolucionarios [que] no distinguían la diferencia que existe entre
depuración y persecución”.259 En el mismo sentido, en el número
del 22 de mayo, Criterio señalaba que la represión a los peronistas,
estimulada por el gobierno provisional y por el antiperonismo más
radicalizado, lejos de romper la identificación de las masas, constru-
yó un mito que “ha servido al peronismo para mantener latente la
sensación de un regreso imposible”.260 Al mismo tiempo, esta postu-
ra generó la aparición de un “peronista por reacción” que, sin haber
tenido un acercamiento previo al justicialismo, “se muestra proclive
a una simpatía actual porque identifica las complicaciones presen-
tes con una oportunidad perdida por el antiperonismo” y “por los
resentimientos en cadena, fruto de la repercusión que alcanzaron
ciertas medidas revolucionarias contra un destinatario tal vez indis-
criminado”.261 En definitiva, de un modo similar al que se puede
observar entre los sectores nacionalistas y católicos-integristas, la
revista aseguraba que “los mitos crecen cuanto más hacemos para
que sean olvidados”.262

259 “El mensaje presidencial: ánimo resuelto y corazón esperanzado”, en Criterio, n° 1308,
8 de mayo de 1958, p. 324.
260 “El problema político presente”, en Criterio, n° 1308, 22 de mayo de 1958, p. 364.
261 Ídem.
262 “El mensaje presidencial: ánimo resuelto y corazón esperanzado”, op. cit., pp. 324.
En el libro Ayer, hoy y mañana, sobre el que nos detuvimos en el capítulo anterior, el
nacionalista Mario Amadeo sostenía que para superar al peronismo era preciso “restaurar la
unidad nacional mediante la reconciliación de las clases sociales (las cursivas son del original)”
(1956: 99). Como indica Beraza al analizar al periódico Azul y Blanco, “queriendo eliminar
al peronismo no hacían otra cosa que fortalecerlo, ya que la represión salvaje era funcional a
los planes de Perón” (2005: 100). En el mismo sentido, en abril de 1958, la revista Presencia
señalaba que el gobierno de Frondizi debía impulsar medidas de ampliación política que
permitieran reconciliarse con los peronistas (Presencia, nº 69, 25 de abril de 1958, p. 3). Para
estos grupos, dar vuelta la página del peronismo implicaba abordar las causas que lo hicieron
posible: el problema de la inclusión política y social de las masas y los errores previos a 1945.
116 Francisco Teodoro

Para Criterio abordar el problema peronista en el marco de la


apertura política implicaba discutir soluciones para garantizar la es-
tabilidad del sistema y de la nueva legalidad democrática. Como
señala Oscar Terán (2013: 273) en su libro Nuestros años sesentas,
la revista consideraba que marginar al movimiento peronista de la
vida política viciaba de ilegitimidad a todo el sistema y, por ese
motivo, era imprescindible restituir su legalidad en forma inmedia-
ta mediante una “política de integración nacional (las cursivas son
del original)” sin la cual el peronismo seguiría siendo sinónimo de
la ilegalidad y de la inestabilidad política.263 En ese sentido, Crite-
rio indicaba que las distintas expresiones del antiperonismo debían
aceptar que “hay situaciones que deben considerarse irreversibles”,
entre ellas “la vertiente positiva que introdujo el peronismo con su
acción social [que], a pesar de su especulación, nadie duda que debe
mantenerse y superarse”.264 Considerar al peronismo como un error
de la historia e intentar su eliminación para colocar a la política na-
cional en los carriles que transitaba antes del 17 de octubre de 1945
fue, en la lectura de la revista, el error principal del antiperonismo
liberal. En cambio, si lo que se buscaba era que el justicialismo no
volviera a tener lugar en la Argentina, una de las claves era compren-
der que “el pasado anterior al peronismo no debe volver”.265
Desde esa lectura, la revista dirigida por Mejía destacó la de-
cisión del gobierno de Frondizi de sancionar la Ley de Amnistía
y otorgar indultos a dirigentes políticos y sindicales peronistas.266
Para Criterio, las amnistías tenían como objetivo central “promover
la concordia social y salvar las antinomias profundas que pueden

263 “El problema político presente”, op. cit., p. 364.


264 Ibíd.: 363.
265 Ídem.
266 Como señala Smulovitz (1988a: 56-57), esta ley se encolumnaba detrás de la decisión
del gobierno de “bajar los umbrales” que impedían la participación del peronismo, pero no su
integración total en la vida política. En ese sentido, luego de la promulgación de la amnistía,
el Poder Ejecutivo derogó los decretos que restringían la propaganda peronista, por lo cual
mostrar simpatías públicas por el peronismo dejó de constituir un delito. Sin embargo, no
avanzó en la legalización del Partido Peronista, situación que marcó el comienzo del quiebre
en la relación entre Perón y Frondizi y por la cual en junio de 1958 el líder justicialista
comenzó a señalar en su correspondencia privada con John William Cook que el presidente
no era un hombre de confianza (Duhalde, 2007: 363-398).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 117

haber afectado la estructura y la cohesión subyacente en un pueblo


que vive como nación” luego de “grandes convulsiones naciona-
les”.267 En tal sentido, la revista afirmaba que, si bien la sucesión de
rencores –entre los que mencionaba las oposiciones de la historia
argentina: unitarios y federales, radicales y conservadores, peronis-
tas y antiperonistas– “se agudizó con el peronismo”, luego de 1955
cambiaron de ejecutante “sin que sanaran las heridas”, de modo que
… el sentimiento de revancha se ha hecho un modo de vida
política que satisface peligrosamente a grupos cada vez mayores
de nuestro pueblo (...) y solo le han sido aplicados atenuantes,
porque nuestros políticos profesionales o los improvisados de la
política no han hecho sino azuzar los resentimientos.268
Por este motivo, subrayaba la revista, “la cadena de los resen-
timientos debe ser rota alguna vez (las cursivas son del original)” y
esa era la tarea central que le correspondía al primer gobierno de-
mocrático posperonista.269 El optimismo en relación con la postura
integracionista adoptada por Frondizi se conjugó a lo largo de 1958
con una lectura según la cual el movimiento liderado por Perón se
hallaba en un proceso de debilitamiento. Para Criterio, el resulta-
do de las elecciones de febrero mostraba a un peronismo incapaz
de afirmarse sobre una identidad política clara que excediera los
contornos de un líder mitológico. En consecuencia, el justicialismo
de principios de 1958 solo era “un mito encarnado en un hom-
bre, en vez de un movimiento ideológico, lo que permite suponer
que una vez desaparecido el amo, el movimiento se disolverá” y, si
bien era indiscutible la centralidad de la que gozaba Perón, quien
“se inclinó por el doctor Frondizi” y abandonó la “táctica de ha-
cer votar en blanco a sus partidarios”, esa centralidad contrastaba
con la “escasez de guarismos que registran (...) los llamados partidos
neoperonistas”.270 En el mes de septiembre, la revista volvió sobre
este tema para señalar que “el tiempo y las ambiciones políticas de

267 “La ley de amnistía”, en Criterio, n° 1309, 12 de junio de 1958, p. 403.


268 Ídem.
269 Ídem.
270 “El resultado de las elecciones”, op. cit., p. 134.
118 Francisco Teodoro

[los] voceros [del peronismo]” eran dos elementos que impedían


una reformulación del movimiento en el nuevo contexto político.271
En esa línea, aseguraba que Perón había triunfado “sobre los senti-
mientos de la masa por su presencia (las cursivas son del original)”,
pero “luego de su apresurada huida, la presencia física del líder fue
reemplazada por la esperanza de su regreso ‘redentor’”.272 Por ese
motivo, en un futuro no muy lejano, y a pesar del
… esfuerzo que realizan los principales dirigentes políticos pe-
ronistas para mantener vigente ese factor mítico aglutinante
que representa Perón y la esperanza ]de su regreso (…) cuando
esa esperanza pierda vigor en la masa peronista, el movimiento
perderá cohesión, y con ello desaparecerá como fuerza política
latente.273
Sin precisar nombres, Criterio indicaba que si bien “los diri-
gentes principales solo han denunciado que su fidelidad al líder
permanece intacta, porque aquel aparecía como el único factor ca-
paz de unir elementos disociados (las cursivas son del original)”,
muchos de ellos “ya están renunciando a seguir desempeñando un
papel que supone cierta modestia política a la que no están acos-
tumbrados”, de forma tal que “comienzan a aflorar con fuerza posi-
ciones antinómicas, que pueden producir el suicidio del peronismo
o su localización definitiva en algún sector de la estructura políti-
ca, cuyo desalojo terminaría con él como fuerza de presión”.274 En
consecuencia, “la distancia y el tiempo concurren (…) para que el
‘líder’ pierda contacto con la realidad política argentina (…) y eso
se evidencia en las actitudes contradictorias de los voceros del pero-
nismo, cuando deben interpretar las órdenes de su alicaído líder”.275
En definitiva, concluía la revista, “no se puede dirigir en política
‘por control remoto’”.276

271 “Incertidumbre”, en Criterio, nº 1315, 11 de septiembre de 1958, p. 644.


272 Ídem.
273 Ídem.
274 Ídem.
275 Ídem.
276 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 119

La mirada optimista en relación con la tendencia integracio-


nista inicial de Frondizi y a la situación del peronismo luego de las
elecciones de febrero contrastó con la fuerte crítica que formuló
Criterio al proyecto de Ley de Asociaciones Profesionales impulsado
por el gobierno en agosto de 1958. Como muestra Cesar Tcach
(2007: 31), la ley sindical enviada al Congreso tenía elementos en
común con la legislación sindical de la época de Perón, entre los que
se encontraban la negociación laboral por industria, la ausencia de
minorías en la representación gremial y el control de las obras so-
ciales por parte de los sindicatos. Esto convirtió a las organizaciones
sindicales en importantes árbitros de la política nacional y despertó
inmediatamente la oposición de los antiperonistas más radicaliza-
dos.277 Para la revista, la ley impulsada por el frondizismo no solo
era una réplica de la legislación peronista –que a su vez estaba inspi-
rada en la Carta del Lavoro sancionada por Benito Mussolini en
1927–, sino que no se ajustaba a la doctrina social-cristiana pues-
to que desconocía la libertad de los hombres para crear libremente
asociaciones de orden y derecho privado. El aspecto más perjudicial
era la conformación de un sindicato único por rama de actividad,
disposición que otorgaba a la asociación oficialmente reconocida
“tantos privilegios que las demás nada podían realizar en la práctica,
dentro del terreno que es propio del sindicato”.278 Esta lectura esta-
ba en línea con la postura de la jerarquía católica que consideraba que
la ley tenía una impronta “totalitaria” que obstaculizaba el avance

277 La lectura del peronismo en clave de totalitarismo que se puede observar en la


impugnación a la ley por considerarla una copia de las legislaciones fascista y peronista tenía
puntos de contacto con la de los partidos opositores a Frondizi y las Fuerzas Armadas. Para la
UCRP y para los partidos minoritarios del antiperonismo, la nueva ley generó la impresión
de que el Poder Ejecutivo pretendía crear un movimiento sindical vertical para dominarlo
desde el Estado, mientras que los militares utilizaron el debate para criticar la supuesta
tendencia totalitaria del presidente (Potash, 1981: 385).
278 “Gremios y política”, en Criterio, nº 1313, 14 de agosto de 1958, pp. 564 y 565.
La revista había criticado, en el mes de mayo, la referencia del presidente a la necesidad de
CGT unificada puesto que “tal unificación de las fuerzas obreras podría de hecho facilitar su
sumisión a la política y su utilización por ella” (“El mensaje presidencial: ánimo resuelto y
corazón esperanzado”, op. cit., p. 325-326).
120 Francisco Teodoro

de los sindicatos católicos y abría el camino a una CGT única


dominada por el comunismo (Verbitsky, 2008: 68-69).279
Junto a la impugnación doctrinaria, Criterio aseguraba que, en
un contexto de debilidad del presidente y del movimiento justicia-
lista, la nueva ley constituía una amenaza política puesto que abría
el camino a la homogeneización del movimiento sindical sin el con-
trol del Estado. Sobre este tema, del mismo modo que al analizar
el resultado de las elecciones de febrero, la revista comparó las cua-
lidades de las que disponía Frondizi con aquellas de las que había
gozado el líder del peronismo para enfrentar la amenaza de un sin-
dicalismo unificado. En ese sentido, Criterio afirmaba que “el presi-
dente Frondizi no tiene las condiciones de Perón para representar,
con cierta holgura, el papel de líder”, por lo cual “la situación que se
le presenta desde el punto de vista gremial es exactamente opuesta
a la que enfrentaba Perón”.280 Si el sindicato único le permitió al
líder justicialista controlar al movimiento sindical y “la CGT fue un
instrumento poderoso y de enorme peligro potencial”, en el caso de
Frondizi la ecuación era exactamente la inversa:
Así como a Perón el control de la CGT le significó la segu-
ridad de una acción política sin mayores perturbaciones, para
Frondizi el haber favorecido la constitución monolítica de la
organización obrera, sin respeto ni posibilidades prácticas para
eventuales minorías, puede significarle una presión permanente
y un peligro potencial que será sin duda perturbador.281

279 La línea impuesta por el episcopado fue seguida también, entre otras, por la revista
Estudios. Allí Ramón Dorrego, colaborador de la revista, señalaba que la nueva legislación
desconocía las libertades básicas de un trabajador tales como la “libertad de afiliarse, de
constituir sindicatos y de federarse o confederarse en el orden nacional o internacional”,
lo que constituía un nuevo esfuerzo del Estado por masificar a los hombres a partir de su
sujeción y esclavitud a las formas económicas mediante y el “unicato sindical”. Para el autor,
el instrumento sancionado por el Congreso era una réplica de la legislación peronista de
sindicato único, lo cual en la práctica permitiría el dominio absoluto del peronismo en el
mejor de los casos o del comunismo si la situación económica y social no se recuperaba
(Dorrego, Ramón. “La ley de asociaciones profesionales. ¿Sindicalismo en manos del
Estado?”, en Estudios, n° 497, septiembre de 1958, p. 522).
280 “Gremios y política”, op. cit., p. 566.
281 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 121

En definitiva, la ley le concedía al movimiento peronista la po-


sibilidad de acceder a un espacio de poder autónomo y legal en el
plano sindical, en un contexto en el que el mito del regreso de Perón
comenzaba a perder peso entre las masas. Por este motivo, subra-
yaba Criterio, con la nueva ley “la absorción del peronismo puede
hacerse más difícil, porque este ocupará una fuerte posición para la
resistencia”.282
La crítica a la Ley de Asociaciones Profesionales fue enmarcada,
en la segunda mitad de 1958, en una lectura general que retomaba
los cuestionamientos a las capacidades de las élites dirigentes para
crear las condiciones que hicieran posible dar vuelta definitivamen-
te la página de la historia nacional que tuvo al peronismo como pro-
tagonista. En este sentido, en contraposición a la mirada optimista
sobre la situación del movimiento justicialista, la revista denunció
en sus páginas la falta de claridad e indefinición del gobierno con
relación al tratamiento de la cuestión peronista y la persistencia de
lógicas y actitudes de la vieja política que, como hemos mencionado
en el apartado anterior, se expresaron en las sesiones de la Asamblea
Constituyente de 1957.
Sobre el primero de los puntos, Criterio se sumó a las voces
opositoras que argumentaban que la administración de Frondizi ca-
recía de una línea clara y definida en relación con los distintos temas
que abordaba, desde la legislación sindical a los contratos petrole-
ros, pasando por la relación con las Fuerzas Armadas, el anuncio de
la reglamentación del “artículo 28” y el tratamiento del tema pero-
nista. Para la revista, de un modo similar a los grupos del antipero-
nismo que denunciaron el “pacto” como el elemento constitutivo
que le dio forma a un gobierno legal pero ilegítimo desde el origen,
la sinuosidad del Poder Ejecutivo para enfrentar los distintos asun-
tos que marcaban los ejes de la gestión tenía su punto de partida
en la estrategia electoral que condujo a Frondizi al triunfo en las
elecciones de febrero.
En esa línea, la primera crítica de este tipo que Criterio le for-
muló a Frondizi apareció en el marco del primer conflicto militar

282 Ídem.
122 Francisco Teodoro

que enfrentó el gobierno entre el 8 y 9 de julio de 1958.283 Luego de


ese episodio, el presidente pronunció un discurso en el que señaló,
en referencia al pasado peronista, que “nada de lo que el país ha re-
pudiado volverá”.284 Para la revista el mensaje daba cuenta de que el
primer mandatario, luego de apoyarse en el justicialismo para ganar
las elecciones de febrero de 1958, “considera llegado el momento
de comenzar un viraje en su política, de modo de restar importancia
decisiva al peronismo como inspirador de las actitudes del gobier-
no”, por lo cual “si el equilibrio inestable que caracteriza la posición
actual (…) debe romperse –y ello ocurrirá tarde o temprano– no ha
de inclinarse hacia un peronismo organizado”.285 Sin embargo, el
tono antiperonista del mensaje, en un contexto en el que se estaba
discutiendo la Ley de Amnistía y comenzaba a circular el proyecto
de Ley de Asociaciones Profesionales, mostraba que el presidente
adolecía de “constancia [para] mantenerse dentro de ciertas orienta-
ciones fundamentales en materia política y económica”, por lo cual
las circunstancias lo “obligan (…) a una especie de ‘tanteo’ constan-
te de la opinión y de la situación (...), antes de adoptar alguna reso-
lución”.286 En consecuencia, “las soluciones aparecen indicadas por
la línea de menor resistencia” antes que por convicciones en torno a
las políticas a seguir.287 Sobre esta actitud del Poder Ejecutivo, con-
siderada como expresión del partidismo, la revista advertía que “una

283 Entre el 8 y el 9 de julio de 1958, el gobierno del radicalismo intransigente enfrentó


su primera crisis militar luego de que el presidente cancelara la cena de camaradería de las
Fuerzas Armadas y arrestara por ocho días al contraalmirante Arturo Rial, representante del
ala más antiperonista de la Armada, por conspirar contra la legalidad. La respuesta de Frondizi
se produjo luego de que se conociera el contenido crítico del discurso que el contraalmirante
Arturo Rial debía dar en la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas (Potash, 1981: 338).
284 Citado en Gambini (2016).
285 Para Criterio era evidente que el justicialismo “no ha de aceptar transacciones definitivas
que lo releguen”, sino que “su objetivo es recobrar el poder político y todo lo que aparezca
concediendo no serán sino medios para arribar al fin que se ha propuesto” (“El mensaje a las
fuerzas armadas”, en Criterio, n° 1312, 24 de julio de 1958, p. 534).
286 Ídem. En la misma nota la revista señalaba que “no siempre en este país el militarismo
ha sido inspirado por el afán de poder de generales puestos a hacer política”, sino que “a
menudo a cubierto el vacío dejado por la carencia de espíritu cívico y de sentido de la
realidad política que caracterizaba a generaciones dirigentes”. Sobre este tema volveremos en
el capítulo siguiente.
287 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 123

política sinuosa va dejando en el camino muchos disconformes, y


llega un momento en que las sinuosidades eluden todo punto de
apoyo, y esa política se queda sola”.288
En un sentido similar, en el mes de septiembre Criterio afir-
maba que los distintos grupos que votaron por la UCRI en febrero
“prestaron (...) un apoyo condicionado por compromisos anteriores
que habrían hecho factible la adhesión electoral masiva”.289 Ante
esa situación, el presidente, “conocedor de las pretensiones de las
principales líneas de presión política que habrían de converger en
su candidatura, (…) trató de dar a cada una de ellas un motivo vá-
lido para hacer comprensible su adhesión o su convergencia”.290 Sin
embargo, “a medida que Frondizi propone soluciones, se va desgra-
nando el movimiento al quedar en el camino los disconformes”, y
“cuando les llega la solución que correspondía a sus condiciones,
aplauden, pero ya desde la oposición, y por eso el aplauso es reti-
cente”.291 Este proceso, advertía la revista, “ha producido el fenóme-
no político que podríamos denominar de la ‘soledad presidencial’”,
puesto que “el presidente Frondizi carece de la adhesión de la mayor
parte de quienes lo eligieron en febrero, en lo que respecta a la tota-
lidad de su acción política”, mientras que “aquella adhesión se hace
entonces parcial y se reduce a los aspectos coincidentes del sector
correspondiente”.292
Como hemos visto, luego de las elecciones de febrero de 1958,
Criterio puntualizó las dificultades que podía enfrentar el nuevo
presidente en una situación de evidente debilidad. De todas for-
mas, a pesar de esas advertencias, la revista señaló el agotamiento
del peronismo y destacó la tendencia integracionista expresada por
el nuevo primer mandatario en su discurso de asunción. En particu-
lar, a partir de la sanción de la Ley de Amnistía y del otorgamiento
de indultos a los dirigentes peronistas que continuaban en prisión.
Sin embargo, luego de la sanción de la Ley de Asociaciones Profe-

288 Ídem.
289 “Incertidumbre”, op. cit., p. 643.
290 Ídem.
291 Ídem.
292 Ibíd.: 645.
124 Francisco Teodoro

sionales la publicación se distanció del modo en el que el gobierno


abordó el problema de la integración del peronismo al sistema y
criticó la ambigüedad que guio el tratamiento de los distintos asun-
tos vinculados a la gestión. En definitiva, Criterio consideró a Fron-
dizi como una nueva encarnación de la lógica partidista que, desde
1916, imponía como mandamiento único de la actividad política la
defensa de los intereses del partido y de sus dirigentes por sobre los
de la nación y sus ciudadanos.293

La exclusión del peronismo y de los peronistas: el plan


de estabilización y la represión como síntomas del fracaso
del antiperonismo

Los cuestionamientos de Criterio a la forma en la cual las élites


abordaron la salida política, tanto en la Asamblea Constituyente
como en los primeros meses de la administración de la UCRI, así
como al modo en cual Frondizi enfrentó el tratamiento del tema

293 Para la revista, la lógica partidista también se expresaba en el Parlamento, cuya


composición inauténtica derivada del sistema de representación de la Ley Sáenz Peña
implicaba un funcionamiento anómalo en el cual, en primer lugar, dada la particularidad
de que las dos agrupaciones con mayor caudal de votos en las elecciones de febrero eran
dos expresiones de un mismo partido, prácticamente todos los legisladores provenían de
un mismo origen. Sobre este tema, la revista señalaba que la composición del Parlamento
parecía mostrar que “todo el pueblo es radical”, por lo cual los legisladores representaban
“la opinión interna de un solo partido”, “dos bloques únicos que han llevado al Parlamento
casi todos los problemas domésticos del radicalismo” en lugar de reflejar “las corrientes
más representativas de la opinión pública del país” (“El parlamento. ‘Vino viejo en odres
viejos’”, en Criterio, n° 1310, 26 de junio de 1958, pp. 443-445). Por ese motivo, para
Criterio los debates parlamentarios revelaban “la carencia de un programa de acción, de
iniciativas inspiradas por un proyecto claro para enfrentar la compleja situación cuyos
problemas necesitan de una acción positiva del Estado para ser resueltos” y que “[en] la
irresponsabilidad que campea en muchos de los proyectos en trámite, (...) se aprecia la
aplicación a ultranza de dogmas económicos o políticos, sin tenerse en cuenta que pueden
trastornar todo un programa de gobierno de largo alcance, por mejor intencionado que sea”
(“La línea política del gobierno”, en Criterio, n° 1311, 10 de julio de 1958, p. 498). En el
mismo sentido, la revista afirmaba que los legisladores “no atienden a lo que votan; votan en
contra de sus convicciones y lo confiesan; se muestran dóciles a dogmas ideológicos y a las
exigencias de las bandas callejeras de activistas que al mandato explícito de la Constitución
Nacional; y, lo que es más serio todavía, carecen de sentido común y se mueven a través de
una espesa nube de mitos políticos perimidos” (“La enseñanza en el Congreso”, en Criterio,
n° 1317, 9 de octubre de 1958, p. 734).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 125

peronista, se conjugaron a fines de 1958 con una postura crítica en


torno al cambio de rumbo económico y político del Poder Ejecutivo
luego de la implementación del plan de estabilización recomendado
por Fondo Monetario Internacional (FMI). Como veremos a conti-
nuación, el tratamiento del plan económico y de sus consecuencias
políticas y sociales condujo a la revista a una marcada oposición al
gobierno, determinada por el abandono de la actitud integracio-
nista de los primeros meses y por su tendencia a la represión de los
conflictos sindicales sin atender a la cuestión social.
El plan de estabilización impulsado por Frondizi tenía como
objetivos centrales atacar la inflación y el déficit fiscal, y mejorar la
situación de la balanza de pagos. Para esto el programa estableció,
entre otras medidas, la imposición de un mercado libre de cambios,
la reducción de los salarios de los empleados estatales y el incremento
de las tarifas de los servicios públicos (Rouquié, 1982: 167; Aros-
kind, 2007: 99-100). Si bien, como sostiene Kathryn Sikkink (2009:
122), el nuevo plan económico no implicó abandonar directamente
las ideas industrialistas y desarrollistas, puesto que al menos hasta la
llegada de Álvaro Alsogaray al Ministerio de Economía en el mes de
junio de 1959 el programa del FMI procuró aunar en una misma
estrategia “estabilización y desarrollo”, las consecuencias negativas
fueron inmediatas y la situación social se deterioró rápidamente.294
Las decisiones en materia económica generaron un salto inflacionario
y provocaron que los salarios reales descendieran en un 25% entre
1958 y 1959, todo lo cual generó una serie de conflictos gremiales
que marcaron un quiebre en la relación entre el gobierno y los sindi-
catos, dominados mayoritariamente por el peronismo (James, 2006:
158-166). Sumado a esto, junto con el plan económico, a fines de
1958, Frondizi introdujo una línea claramente antisindical que in-
cluyó la declaración del estado de sitio en el mes de noviembre y
luego, en la primera mitad de 1960, la aplicación del plan Conintes

294 Alsogaray había sido ministro de Industria y asesor económico durante la segunda etapa
de la “Revolución Libertadora”. Su nombramiento como ministro de Economía y secretario
interino de Trabajo en el gobierno de Frondizi se vinculó directamente a la presión que las
Fuerzas Armadas estaban ejerciendo sobre el presidente. Sobre la biografía de Alsogaray, ver
Vicente (2014b).
126 Francisco Teodoro

que declaró ilegales las huelgas y movilizaciones, y habilitó la par-


ticipación de las Fuerzas Armadas en la represión de actividades
consideradas “subversivas” del orden público (Rouquié, 1982: 172;
James, 2006: 162; Pontoriero, 2022: 68-70).295
Desde las páginas de Criterio, el cambio de rumbo de Frondizi
fue abordado desde distintos ejes. Desde el punto de vista econó-
mico, la revista construyó una lectura en clave modernizadora que
se contraponía con el discurso industrialista y antiimperialista de
los grupos nacionalistas de derecha y del propio presidente en la
campaña electoral. Esta lectura de la economía nacional, que, como
muestra Sebastián Pattin (2019: 147), fue uno de los elementos
centrales que reflejaron el cambio de tono que le imprimió Mejía
a la publicación luego de la muerte de Franceschi, fue expresada
inicialmente en el marco de las discusiones sobre la política petro-
lera del gobierno de la UCRI que se produjeron a partir de julio
de 1958. Sobre este tema, en el mes de agosto, Criterio afirmaba
que “el petróleo vale en tanto se encuentra en la superficie”, “que
para extraerlo en cantidades suficientes que permitan el autoabas-
tecimiento del país, este carece de los recursos necesarios” y que “el
capital extranjero, especialmente el privado, es el recurso más in-
mediato y adecuado para semejante empresa de orden nacional”.296
El argumento en favor de la participación extranjera en la extrac-
ción del petróleo fue uno de los ejes de las diferencias que la revista
intentaba marcar con los sectores nacionalistas de derecha. Como
indica Galván (2014: 83), para estos grupos los contratos petroleros
fueron considerados como una “traición” a los ideales nacionales
que la UCRI parecía representar en el marco de la campaña electo-
ral, puesto que la “entrega” del petróleo, “símbolo de lo nacional”,
“predecía una larga lista de concesiones y la ‘entrega definitiva’ de

295 Esta inclinación se profundizó cuando David Blejer reemplazó a Oscar Allende en el
Ministerio de Trabajo el 11 febrero de 1959 luego de que este último renunciara a su cargo
manifestando su desacuerdo con el tratamiento de los conflictos gremiales. A diferencia de
Allende, Blejer, un dirigente vinculado directamente a Frigerio, consolidó una línea política
que puso fin a la idea del Estado como mediador en los conflictos sociales. Como sostiene
Omar Acha (2008: 172), en cierto sentido el nuevo ministro completó el proceso iniciado
por la “Revolución Libertadora” en materia de política sindical.
296 “El petróleo”, en Criterio, n° 1314, 28 de agosto de 1958, p. 604.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 127

la Nación”. Frente a esta postura, Criterio señalaba que el tema del


petróleo “es uno de nuestros ‘tabúes’ más arraigados” y, si bien las
críticas nacionalistas a los contratos eran entendibles, “la solución
anunciada por el presidente para explotar el petróleo debe ser con-
siderada como una de las posibles”, al tiempo que “la crítica debe
tender a mejorarla, pero no a esterilizarla”.297 En ese sentido,
… el punto de partida elemental para analizar el problema es
que el petróleo vale en la superficie. Debemos extraerlo. Vano
será que brinquemos tozudamente sobre un suelo que metros
más abajo “tiene petróleo” y pretendamos con eso satisfacer en-
tusiastas vanidades de un mal entendido nacionalismo.298
Siguiendo esa línea, en el número del 8 de enero de 1959, lue-
go del lanzamiento del programa económico recomendado por el
FMI, la revista afirmaba que “el plan de estabilización de la econo-
mía nacional que días pasados anunció en sus líneas generales el pre-
sidente Frondizi, pertenece al orden de las cosas necesarias antes que
al de las cosas inventadas” y que “la ‘austeridad’, la ‘estabilización
económica’, no son inventos de una política, o de unos políticos”,
sino “la inspiración de la necesidad (las cursivas son del original)”.299
Del mismo modo que en la discusión sobre los contratos petroleros,
Criterio se distanciaba de la posición de los nacionalistas de dere-
cha, a los que consideraba como “los opositores más encarnizados”,
puesto que “hablan de la entrega a los Estados Unidos, pero no falta
quien distinga en el plan una táctica marxista de corte similar a la
NEP”, en referencia al tono anticomunista de los discursos nacio-
nalistas que circulaban en la segunda mitad de 1958.300 En contra-
partida, la revista destacó que
… las autoridades y funcionarios del Gobierno de la Revolu-
ción (...) coinciden en señalar, con mayor o menor ironía, las
semejanzas del flamante plan con iniciativas revolucionarias, el

297 Ibíd.: 603.


298 Ibíd.: 604.
299 “Unidad en la necesidad”, en Criterio, n° 1323, 8 de enero de 1959, p. 3.
300 “Ecos del mensaje económico presidencial”, en Criterio, n° 1323, 8 de enero de 1959,
p. 17.
128 Francisco Teodoro

precioso tiempo perdido, y la rectificación que este paso repre-


senta con respecto a lo proclamado por los actuales mandatarios
durante la campaña electoral.301
El desacuerdo en torno a las políticas de desperonización de la
“Revolución Libertadora”, sobre las que nos detuvimos antes, contras-
taba aquí con una lectura del programa del FMI impulsado por Fron-
dizi como continuidad de las políticas económicas “libertadoras”.
Más allá del acuerdo general con relación al carácter inevitable
del programa económico, Criterio advertía que las medidas “reper-
cutirán de inmediato en todos los órdenes de la actividad nacional,
sin que sea posible prever las consecuencias de dicha repercusión en
las economías familiares”.302 En esa línea, señalaba que, si bien “no
intentamos una crítica indiscriminada contra el plan de estabiliza-
ción”, puesto que “hemos expuesto nuestra opinión favorable a la
necesidad de una política económica que responda a la exigencia de
las circunstancias críticas que enfrentamos”, ese esfuerzo solo tendría
sentido si el gobierno lograba “neutralizar los efectos perniciosos de
la espiral inflacionaria no contenida, de la falta de estabilización
monetaria o de la carencia de un incremento de la producción”,
de forma tal que “muchas de las medidas económicas y financieras
adoptadas aun antes de ponerse en ejecución el plan deberán ser
revisadas”.303 La preocupación por las consecuencias sociales de las
políticas económicas fue uno de los elementos que diferenció a la
revista de las lecturas liberales sobre el plan de estabilización y uno
de los ejes que, como hemos mencionado antes, caracterizó sus po-
sicionamientos con relación a la coyuntura política nacional luego
del derrocamiento de Perón.
Junto con el problema social, Criterio advertía que el programa
económico implicaba para el gobierno problemas de índole política
puesto que el deterioro de las condiciones económicas y sociales
generaría nuevas fricciones con los sindicatos peronistas, que se su-
marían a las producidas en noviembre de 1958 en el marco de la

301 Ídem.
302 “Unidad en la necesidad”, op. cit., p. 4.
303 “El viaje presidencial”, en Criterio, n° 1325, 12 de febrero de 1959, p. 84.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 129

huelga de los trabajadores petroleros de Mendoza.304 En ese sentido,


en enero de 1959, la revista aseguraba que el plan de austeridad
“será caldo de cultivo para la disconformidad” y que, por lo tanto,
era previsible que se produzcan “reacciones de la clase obrera frente
a una elevación desmesurada del costo de la vida”.305 Como con-
secuencia de esto, también era previsible que la relación del Poder
Ejecutivo con los sindicatos se vea complicada debido a “la oportu-
nidad propicia que las dificultades por venir crearán para una polí-
tica perturbadora de los dirigentes y agitadores mezclados” entre los
obreros.306 Si el plan económico del FMI era fruto de la necesidad,
el éxito de la empresa dependía de la capacidad del gobierno para
convencer a las masas de que la austeridad era la única estrategia
posible para recuperar la economía nacional. Por ese motivo, si bien
… los gremios (...) han recibido con bastante escepticismo y
con la lógica intranquilidad de quienes temen soportar la parte
más dura de los sacrificios que exija el restablecimiento nacional
(...), toca al gobierno demostrar con hechos y no con palabras
que esta aprensión es infundada y que en la tarea de rehacer la
economía del país no habrá víctimas y privilegiados, sino un
esfuerzo común y armónico de todos los sectores sociales.307

304 En efecto, los primeros desacuerdos en la relación aparecieron en el mes de noviembre de


1958 cuando el presidente declaró el estado de sitio para enfrentar la huelga de los trabajadores
petroleros de Mendoza, apoyada por dirigentes sindicales justicialistas que, a instancias de
Perón, habían denunciado previamente los contratos petroleros. Frondizi calificó a la huelga
como un plan orquestado para “allanar el camino a nuevas dictaduras” (Szusterman, 1998:
261), mientras que en el interior del peronismo se abrieron interrogantes en torno a en qué
medida eran conciliables las bases ideológicas del desarrollismo y los postulados peronistas,
y hasta dónde apoyar al presidente resultaba redituable para los intereses de la dirigencia
sindical (James, 2006: 148-150). De todas formas, más allá de estos interrogantes, como
señala Laura Ehrlich (2010: 74), el Consejo Coordinador y Supervisor del justicialismo se
desligó de la responsabilidad en el conflicto y denunció la huelga como una acción preparada
por comunistas y radicales.
305 “Unidad en la necesidad”, op. cit., p. 4.
306 Ídem.
307 “Ecos del mensaje económico presidencial”, op. cit., p. 17. En el mismo comentario
la revista señalaba que “el comunismo, el socialismo, las facciones radicales ajenas al poder
y otros núcleos de menor cuantía han exteriorizado su rechazo del plan. Y entre las voces
de la oposición es preciso incluir ahora a la del exvicepresidente de la República, el cual
en un mensaje a su partido condena la política económica iniciada por el gobierno (...)
130 Francisco Teodoro

De todas formas, ante un escenario de futuros conflictos po-


líticos y sindicales, y desde el acuerdo en torno a la necesidad del
plan de austeridad, Criterio destacó la decisión del presidente de
implementar un programa económico y político emancipado de los
intereses de los grupos que lo habían instalado en el poder. La nueva
orientación económica mostraba que
… entre el “candidato” Frondizi del 22 de febrero, y el presiden-
te Frondizi del 29 de diciembre hay una diferencia cualitativa
(...) que va desde el demagogo para quien “el fin justifica los me-
dios” hasta el gobernante que debe enfrentar “los medios dignos
para lograr un digno fin”.308
Para la revista, Frondizi parecía abandonar el partidismo y la
indefinición que caracterizaron al “candidato” en la campaña elec-
toral y al “presidente” en sus primeros meses en el cargo, en función
de defender una serie de principios “necesarios” que inevitablemen-
te lo perjudicarían en términos políticos. En relación con esto, Cri-
terio invitaba a sus lectores a meditar “en el hecho incontrastable
que significa un gobernante que debe elaborar su propia impopula-
ridad para poder ser duro con su pueblo”.309
La primera reacción sindical frente al programa económico se
produjo a mediados del mes de enero en el frigorífico Lisandro de
la Torre y culminó con la detención de algunos de los principales
dirigentes sindicales del peronismo, entre ellos Augusto Vandor,
José Alonso y Eleuterio Cardozo.310 Luego de este episodio, Criterio

Otros movimientos políticos, como la democracia cristiana y los conservadores y centristas


asumieron una posición más objetiva e imparcial”.
308 “Unidad en la necesidad”, op. cit., p. 3.
309 Ídem.
310 El conflicto comenzó luego de la sanción de una ley para la regulación de las
actividades frigoríficas que disponía la privatización del frigorífico que pertenecía a la
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Como respuesta a la decisión del presidente,
cerca de 9000 operarios ocuparon el establecimiento, al tiempo que varias fábricas de la
ciudad suspendieron sus actividades en solidaridad con los obreros de la carne. El día 16 de
enero las “62 organizaciones” peronistas proclamaron una huelga general de 48 horas y los
sindicatos no peronistas constituidos por los “32 gremios democráticos” y los conducidos
por dirigentes comunistas apoyaron la medida de fuerza. Al día siguiente, la policía irrumpió
en el frigorífico para desalojarlo, luego de lo cual fueron arrestados los principales dirigentes
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 131

afirmaba que “el peronismo estuvo esperando que el gobierno cum-


pliera con ciertas promesas, veladas o expresas, que el candidato de
la UCRI le habría hecho para lograr su apoyo electoral” y una vez
“comprobado el incumplimiento parcial de las promesas, el apoyo
precario (…) se transformó en beligerancia activa”.311 Por ese moti-
vo “el candidato Frondizi, y cuánto más el presidente Frondizi, no
podía considerar que la alianza con el peronismo iba a ser perma-
nente (...) salvo que comenzara a gobernar dispuesto a resignar de
hecho, tarde o temprano, el poder político”.312
Sin embargo, aunque la ruptura con la dirigencia sindical era
esperable, Criterio indicaba que la delicada situación económica y
social podía favorecer la reversión del proceso de debilitamiento del
peronismo a partir de la reconstrucción de la identificación entre el
justicialismo y las masas, no ya sobre el mito del regreso de Perón,
sino sobre la idealización del decenio peronista. En este sentido,
la revista aseguraba que, “luego de haber conocido el obrero una
situación privilegiada como la que le hizo sentir el líder desplazado
(las cursivas son del original)”, el contraste entre los años de Pe-
rón y la situación de principios de 1959 favorecía la construcción
mitológica del peronismo puesto que “nunca, antes de los dos go-
biernos peronistas, el obrero había conocido una sensación de se-
guridad social, de certidumbre, como la que había logrado inspirar
Perón”.313 De esta manera, a partir de la distinción entre el líder, los
dirigentes y las masas engañadas, sobre la que nos detuvimos en el
capítulo anterior, Criterio afirmaba que la ruptura de Frondizi con
la dirigencia sindical no debía traducirse automáticamente en una
desatención de la situación social de las masas: “una cosa es la ab-
sorción paulatina del electorado peronista –lo cual es harina de otro
costal– y otra muy diferente la adhesión sincera de los dirigentes del
peronismo”.314 Por ese motivo, si bien existían “muchos factores
de discordia que hicieron aflorar ambiciones personales y conflictos
peronistas impulsores de la huelga, entre ellos los mencionados Vandor, Alonso y Cardozo
(James, 2006: 160-162).
311 “El problema gremial”, en Criterio, n° 1324, 22 de enero de 1959, p. 44.
312 Ídem.
313 Ídem.
314 Ídem.
132 Francisco Teodoro

de dirigentes”, “muchos herederos, que discutían entre sí su voca-


ción hereditaria” y que contribuyeron a que el justicialismo perdiera
“agresividad, y con ello eficacia como factor de perturbación”, la cri-
sis económica y social y el fortalecimiento de la identificación de las
masas con el peronismo podían fortalecer el liderazgo de la dirigencia
sindical y, con ello, la reafirmación de su identidad política.315 Ante
esta posibilidad, Criterio advertía que “una política totalmente des-
preocupada del problema social, con la vista puesta solo en la situa-
ción económica, es insuficiente y peligrosa”, y abre el camino para las
promesas, no solo del “regreso imposible” de Perón, sino también de
la “redención proletaria” que proponía el comunismo.316
La posición de Criterio con relación a la tensión entre austeri-
dad económica, integración del peronismo, cuestión social y actitud
del Estado, que se puede observar en el abordaje del conflicto en el
frigorífico Lisandro de la Torre, coincidía en gran medida con la ex-
presada por la jerarquía católica en el documento de la Conferencia
Episcopal publicado el 17 de febrero de 1959. Allí los obispos se
refirieron a la “gravedad excepcional” de la situación económica y
convocaron a “los poderes públicos” a arbitrar los medios para que
“los sacrificios que deban ser realizados en este momento crítico de
nuestra vida nacional incidan con la menor gravedad posible en el
presupuesto [de] los hogares de nuestro pueblo de clase media y
obrera”.317 En línea con el planteo del episcopado, luego de la divul-
gación del documento, Criterio publicó una nota en la que señalaba
que la Argentina “precisa de un pueblo con disposición para el sacri-
ficio, que no es lo mismo que ‘disposición para la inmolación’”.318
Para la revista, si la integración social era imposible en un contex-
to de crisis económica, la responsabilidad del gobierno radicaba en
generar la confianza necesaria para que las masas colaboren con la
tarea de recuperar la economía nacional: “Se engaña el gobernante
que cree que el sacrificio es posible exigirlo y obtenerlo de su pueblo
315 Ídem.
316 Ibíd.: 45.
317 “Declaración del Episcopado sobre responsabilidades comunes en el momento
actual”, 17 de febrero de 1959. Disponible en: https://www.episcopado.org/
DOCUMENTOS/10//1959-Responsabilidades_89.doc.
318 “Las responsabilidades comunes”, en Criterio, n° 1327, 12 de marzo de 1959, p. 164.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 133

esgrimiendo el solo motivo de la necesidad”.319 Desde esa lógica, la


publicación utilizó nuevamente el recurso de comparar a Frondizi
con el líder del justicialismo, para destacar que
… existió en Perón una –presumimos– razonada intención en
manejar las descuidadas sensaciones de la clase obrera respecto
de valores nada económicos como la dignidad, el respeto de sus
derechos humanos como tales, y no como una concesión gracio-
sa de una aristocracia política o un producto del paternalismo
gobernante (las cursivas son del original).320
Antes del peronismo “el obrero no había conocido una sensa-
ción de seguridad social, de certidumbre, como la que había logrado
inspirar Perón mediante su demagogia desaprensiva pero directa y
eficaz”, por lo cual “ahora es mayor el contraste entre ambas si-
tuaciones, luego de haber conocido una situación privilegiada como
la que le hizo sentir el líder desplazado (las cursivas son del origi-
nal)”.321 En ese sentido, la revista afirmaba que “Perón no respetó
esos derechos, sino que solo los proclamó” y, si bien “no fundó su
gobierno en una clase obrera digna, sino en una masa desmandada”,
lo cierto era que “la clase obrera tuvo la sensación, con el peronismo,
de que tenía el poder social y participaba del poder político (las cur-
sivas son del original)”.322 En definitiva,
… la táctica de Perón no tuvo éxito tanto por lo que concedió
como por la sensación que supo crear en el pueblo trabajador,
de que lo estaba dignificando, (...) así fue elaborándose el mito de
Perón [que] como todos los mitos, (...) no es verdadero ni falso
(las cursivas son del original).323
Sin embargo, a diferencia del texto publicado por el episcopa-
do, para Criterio las responsabilidades eran comunes, pero tenían
jerarquías, y en esas jerarquías la responsabilidad más alta se encon-
traba en las élites políticas:

319 Ibíd.: 163.


320 Ibíd.: 164.
321 Ídem.
322 Ídem.
323 Ídem.
134 Francisco Teodoro

En primer término, está el gobernante (...); después están los


que tienen en sus manos suficiente poder económico como
para no escudarse en las preocupaciones del pan cotidiano,
para justificar su insensibilidad social; por fin están los hom-
bres que viven de su trabajo y que, debiendo ser los preferidos
en la atención y en el amor del gobernante, no deben preten-
der que se traduzcan sus legítimos derechos en privilegios que
repugnan al interés general.324
Un argumento similar se puede observar en la nota editorial del
14 de mayo, en la que la revista hizo un balance sobre el primer año
de Frondizi. Allí indicaba que si bien “el señor presidente pretende
(...) eximir a su gobierno de la parte que le concierne en el desen-
cuentro argentino”, la crisis política y moral que vivía el país se
debía a “responsabilidades comunes” que vinculaban “al gobierno y
a la oposición, a empresarios y trabajadores, a gobernantes y gober-
nados, aunque salvando la jerarquía debida de las responsabilidades,
que son mayores cuanto más expectable es la posición y el poder
social de sus depositarios”.325 En consecuencia, la revista remarcaba
que el plan económico “ha repercutido en forma inexorable en los
sectores más vastos y con menos recursos” y, si bien “el sacrificio de
una austeridad que la necesidad impone (…) era ineludible”, “no
es cierto, desgraciadamente, que los sacrificios se distribuyan con
equidad en estos tiempos de crisis”.326
El tema de la responsabilidad del gobierno ante las consecuen-
cias sociales del plan de estabilización fue uno de los ejes centrales
del análisis del ciclo de huelgas y manifestaciones sindicales que se
produjeron en la primera mitad de 1959. En ese marco, Criterio
afirmaba que “las razones aducidas por las asociaciones obreras eran
legítimas” puesto que “el gobierno está empeñado en una política
económica decididamente impopular” que “se ha traducido hasta
ahora en el alza constante e inusitado del costo medio de vida, de
tal manera que la reacción inmediata de la clase obrera en el plano

324 Ibíd.: 165.


325 “Argentina, Hora Cero”, en Criterio, n° 1331, 14 de mayo de 1959, p. 324.
326 Ibíd.: 326.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 135

sindical se concentra en el problema de los salarios”.327 Frente a esta


situación, señalaba la revista, “cualquier movimiento gremial que
se intenta (...) es calificado como ilegal” y “en medio de esta sensa-
ción de desamparo gremial para la clase obrera, de desorientación
política (...) el comunismo apresura su acción (las cursivas son del
original)”.328
En la misma línea, Criterio indicaba que “el Poder Ejecutivo
no ha demostrado hasta hoy que son precisamente los gremios quie-
nes ponen en peligro a la Constitución y a las autoridades de ella
emanadas”, por lo cual “no se justifica la prolongación indefinida
del estado de sitio, pues esta medida afecta a todos los ciudadanos,
incluso a quienes no son comunistas”.329 Si bien los sindicatos no
debían “eludir las obligaciones que el estado de cosas impone a todo
ciudadano consciente” y “no debe[n] ignorar cómo es usado el con-
flicto por quienes tienen interés en fomentar el caos”, existían “res-
ponsabilidades comunes, distribuidas entre las partes”, pero “mayo-
res son las responsabilidades cuanto más grandes y numerosos son
los atributos del poder”.330 Por ese motivo, el gobierno no podía
“tratar un conflicto gremial pretendiéndose la rendición incondi-
cional de quienes creen ejercitar un derecho que se les ha atribuido
constitucionalmente”.331
La preocupación de Criterio en torno a la actitud antipopular
y antisindical del gobierno se profundizó luego de la designación de
Alsogaray como ministro de Economía en junio de 1959.332 Para la
revista, el nuevo ministro tenía una orientación ideológica “neoli-
beral”, lo cual implicaba que, a diferencia de los liberales del siglo

327 “La penetración comunista en la Argentina”, en Criterio, n° 1330, 23 de abril de


1959, p. 284.
328 Ídem.
329 “Uso y abuso del estado de sitio”, en Criterio, n° 1331, 14 de mayo de 1959, pp.
336-337.
330 “La huelga bancaria”, en Criterio, n° 1332, 28 de mayo de 1959, p. 376.
331 Ídem.
332 Como señala Sergio Morresi (2009: 329, cf. 2011), a fines de los años cincuenta y
sobre todo en los años sesenta, “las ideas neoliberales fueron rápidamente incorporadas por
varios de los representantes de una élite liberal que suele ser percibida como ‘tradicional’ y
que se caracteriza por proponer planes políticos tendientes a la reinstauración del modelo
socioeconómico preperonista”.
136 Francisco Teodoro

XIX y principios del XX, reconocía “la necesidad de atenuar las


consecuencias más graves de aquel desigual punto de partida, con
un mínimo de justicia social que acudiría en ayuda de los vencidos
en la competencia (las cursivas son del original)”.333 Sin embargo,
afirmaba la publicación, “el neoliberalismo permanece ‘demasiado
capitalista’ para que procure verdaderamente la integración de los
asalariados en la vida económica” puesto que “mantiene un prin-
cipio idéntico al del liberalismo clásico, aunque aparezca atenuado
por un pálido intervencionismo: el de la neutralidad de la economía
(...) despreocupada en suma por el problema social (las cursivas son
del original)”.334 En ese sentido, “para el obrero el liberalismo, aun
en nuevas versiones, es el capitalismo, y este evoca el desempleo, los
salarios bajos, la legislación insensible a los problemas sociales de las
clases más vastas”.335 Por ese motivo, en el marco de una preocu-
pación cada vez mayor de las derechas argentinas por el avance del
comunismo, la revista señalaba que los conflictos gremiales de 1959
mostraban que “los sindicatos obreros han recibido con manifiesta
hostilidad el regreso de un liberalismo renovado, en el que ven un
capitalismo disfrazado contra el que no han dejado, y con razón, de
luchar” y que, por ese motivo, no era correcto interpretar la resisten-
cia obrera “solo como efecto de una inspiración marxista”.336
La atención puesta en las consecuencias sociales del plan de es-
tabilización y la crítica a la actitud antisindical y antipopular del go-

333 “Tiempo, política y economía”, en Criterio, n° 1336, 23 de julio de 1959, p. 524. De


todas formas, a pesar de reconocer entre los “neoliberales” una preocupación por la cuestión
social, la revista condenaba a esa nueva forma de liberalismo porque “el afán de reivindicación
humana (…) no se satisface solamente con la prosperidad material”. Del mismo modo que
los integristas de los años treinta, Criterio sostenía que “si hay un presupuesto que es común
al capitalismo y al comunismo es precisamente su intrínseco materialismo (…) El espíritu
capitalista es un espíritu económico, materialista. El comunismo no repudia la esencia de ese
espíritu, la completa, o quiere completarla. El espíritu capitalista entronizó en su momento el
predominio de lo económico. El comunismo coloca a una Colectividad, abstracta y utópica,
en lugar del Individuo concebido por el liberalismo de ‘fin de siglo’. Es el comunismo, por
consiguiente, la prolongación lógica del capitalismo (las cursivas son del original)” (“En torno
al neoliberalismo [Una conversación con Jean Ivez-Calvez]”, en Criterio, n° 1344, 26 de
noviembre de 1959, p. 846).
334 “Tiempo, política y economía”, op. cit., p. 525.
335 Ídem.
336 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 137

bierno de Frondizi durante la primera mitad de 1959 muestran que


la línea editorial de Criterio se deslizó desde un relativo optimismo en
torno a la posibilidad de que la administración de la UCRI se cons-
tituyera en el punto de partida de una verdadera reformulación del
sistema político a una lectura pesimista según la cual el radicalismo
intransigente era la expresión de una nueva etapa de la crisis política
nacional. De esta manera, la mirada de la revista no se alejó de la que
mostraron los distintos sectores del antiperonismo que se opusieron a
Frondizi y consideraron a su gobierno como una “traición” al espíritu
“del 55” por la cercanía inicial con el justicialismo –este era el caso
de los militares y los sectores del antiperonismo más radicalizado–,
como una “entrega” del patrimonio nacional –esta era la lectura de
los nacionalistas–, o como un paso hacia el comunismo por la politi-
zación de las universidades en el marco de la discusión “laica o libre”
y la designación de funcionarios comunistas en el Estado, tal el caso
de los nacionalistas y de los católicos integristas (Tcach, 2007: 33;
Galván, 2014: 85).

Conclusiones

Como hemos visto a lo largo de este capítulo, en el marco de


la apertura política que impulsó el gobierno provisional de la “Re-
volución Libertadora”, Criterio señaló que para dar vuelta la página
del peronismo era preciso reformular el sistema sobre nuevas bases.
Estas incluían la modificación del rol de las élites, que debían ac-
tuar como guías de las discusiones políticas basadas en principios
ideológicos y despojadas de partidismo; la integración de las masas
peronistas al sistema a partir del abandono de la estrategia de des-
peronización seguida por el segundo gobierno de la “Revolución
Libertadora”, y la preocupación central por la actitud del Estado
frente a la cuestión social en el marco de una situación de crisis que,
desde septiembre de 1955, contribuía a generar el mito del pero-
nismo como un pasado ideal para amplios sectores de la población.
A partir de esas premisas, la revista abordó de un modo pesimis-
ta la etapa inicial del “plan político” implementado por Aramburu.
138 Francisco Teodoro

Para Franceschi, la apertura del juego de los partidos significaba la


reaparición de la “vieja política” partidista en un contexto de desin-
tegración del consenso antiperonista y de evidente crisis económica.
El cambio de dirección de Criterio en julio de 1957 profundizó la
postura renovadora y antiintegrista en materia doctrinaria –hecho
que se haría notable a partir de 1959 con las discusiones en torno
a la preparación del Concilio Vaticano II–, pero no significó nece-
sariamente un cambio de rumbo en materia de posicionamientos
políticos. Si bien la revista analizó el resultado de las elecciones de
julio de 1957 como una muestra del retroceso del peronismo, las
discusiones de la Asamblea Constituyente mostraron que las élites
políticas y los partidos no estaban preparados para guiar a la so-
ciedad en el marco del juego democrático. Esta línea se mantuvo
luego de que Frondizi fuera elegido como presidente en febrero de
1958. En los primeros meses del nuevo gobierno, Criterio destacó
la tendencia del primer mandatario a abordar el problema de la
integración del movimiento justicialista a partir de la ley de amnis-
tía y los indultos. Esta posición se modificó luego de que la revista
cuestionara la sanción de la Ley de Asociaciones Profesionales y el
modo en el cual el Poder Ejecutivo trataba los distintos temas sobre
los que colocaba su atención. La crítica a Frondizi se profundizó
luego de que implementara el plan de estabilización económica re-
comendado por el FMI, que produjo un cambio en la actitud del
Estado frente al problema sindical y generó importantes conflictos
sociales a lo largo de 1959. En definitiva, el gobierno de la UCRI
fue considerado por Criterio como expresión de la continuidad de
un proceso a partir del cual las élites y los partidos políticos argen-
tinos se mostraban incapaces para ejercer su función de liderazgo y
representación de los intereses de las mayorías populares.
En el marco de esas discusiones, Criterio construyó una lectura
sobre la salida política que la colocó en un espacio de diálogo con
los sectores nacionalistas y liberales del antiperonismo y de las dere-
chas. En ese sentido, en el marco de la apertura democrática restrin-
gida, la revista mostró su desacuerdo con el gobierno provisional,
expresión del ala liberal del antiperonismo, por la forma en la que
implementó la salida en un contexto de crisis política y económica.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 139

En la misma línea, luego del triunfo de Frondizi, la revista coincidió


con los sectores nacionalistas en denunciar el sentido revanchista
que había tenido la política de desperonización impulsada desde el
Poder Ejecutivo a partir de noviembre de 1955. En contrapartida,
compartió con los grupos liberales la lectura en clave modernizado-
ra de la economía nacional, expresada en particular en el marco de
las discusiones sobre la política petrolera y luego del lanzamiento
del plan de estabilización recomendado por el FMI, lo cual a su vez
implicó un cuestionamiento a los nacionalistas que consideraron
estas medidas –en particular, los contratos petroleros– como una
“entrega” del patrimonio y la soberanía nacional.
Como hemos mencionado al principio, siguiendo a Zanca, las
discusiones sobre los elementos que determinarían el éxito o el fra-
caso de la apertura política impulsada por el gobierno provisional
muestran la forma en la cual Criterio, desde una identidad católica
inicial, buscó nuevas legitimidades para construir sus posiciona-
mientos dentro de las discusiones políticas e intelectuales naciona-
les. Desde un sitio en el que, en virtud del tema de debate, se acercó
a las posturas liberales o a las nacionalistas, o como en el caso de la
Ley de Asociaciones Profesionales, defendió la tradicional posición
de la Iglesia con respecto a los sindicatos “libres”, la revista señaló
que, en lugar de una reformulación del sistema político, el saldo
de la apertura impulsada por Aramburu a mediados de 1957 fue
una restauración de los errores que condujeron al surgimiento del
peronismo. Como veremos en el próximo capítulo, el triunfo de la
Revolución cubana y el supuesto avance del comunismo en la Ar-
gentina llevaron a la revista y a los grupos de derecha a reformular
sus lecturas sobre la situación política nacional.
Capítulo 3. Del antiperonismo
al anticomunismo: Criterio y la cuestión
comunista entre la discusión “laica o libre”
y el derrocamiento de Frondizi (1958-1962)

Introducción

Como hemos visto en los capítulos anteriores, luego del golpe


de septiembre de 1955, Criterio se sumó al amplio campo del anti-
peronismo, espacio desde el cual expresó su desacuerdo tanto con
los sectores nacionalistas y católicos integristas, a los que denunció
por su alianza con el peronismo en 1946, como con los grupos li-
berales, a los que les reprochó la decisión de reprimir y excluir de la
vida política a las masas peronistas. Frente a estas posturas, la revista
abogó por la idea de reformular el sistema sobre nuevas bases de
funcionamiento que debían incluir una transformación del rol de
las élites políticas, la integración de las masas al sistema y una rede-
finición del rol Estado frente a la cuestión social. Desde esta lectura,
entre 1957 y 1959, la publicación señaló que, antes que una refun-
dación, la apertura política que marcó el final de la “Revolución
Libertadora” produjo una restauración de las condiciones políticas
que hicieron posible el surgimiento del movimiento liderado por
Juan Domingo Perón.
Sobre ese marco general, en este capítulo nos proponemos
analizar de qué modo se produjeron en Criterio la recepción y la
adaptación de los discursos anticomunistas de la Guerra Fría y qué
142 Francisco Teodoro

influencia tuvieron esos discursos en las interpretaciones de la re-


vista sobre a los procesos políticos nacionales entre fines de 1958 y
el golpe militar que derrocó a Arturo Frondizi en marzo de 1962.
Nuestra hipótesis es que, desde una lectura que ponía el acento en
la existencia de una crisis política –determinada por el divorcio
entre élites y pueblo, y por la disponibilidad de las masas– y en
la idea de que el peronismo y el comunismo implicaban dos pro-
blemas diferentes, en el período estudiado la revista reemplazó su
referencia antiperonista por una identidad anticomunista a partir
de la cual enfatizó la necesidad de dejar de lado la dicotomía pero-
nismo-antiperonismo para redefinir el rol del justicialismo como
un aliado en la lucha contra el marxismo. Creemos que este pro-
ceso se produjo en dos etapas: en la primera de ellas, determinada
por la discusión “laica o libre”, Criterio impulsó lecturas antico-
munistas adaptadas a la realidad política nacional en el marco de
la salida democrática impulsada por la “Revolución Libertadora”;
en la segunda, bajo la influencia de la Revolución cubana, los dis-
cursos anticomunistas apuntaron a denunciar la vinculación entre
el marxismo y el nacionalismo, un proceso que tenía escala conti-
nental. Por último, sostenemos que, si bien el anticomunismo fue
una de las características centrales de las derechas argentinas, a di-
ferencia de estas expresiones, para la revista, enfrentar la amenaza
comunista implicaba mantener la legalidad democrática y, desde
allí, impulsar una serie de transformaciones políticas y religiosas
que redujeran el espacio para la difusión de la doctrina marxista
en la Argentina.
El capítulo se divide en cuatro secciones. La primera de ellas
examina la irrupción de lecturas anticomunistas en el marco de la
discusión “laica o libre” y los modos en los cuales Criterio adaptó
esas miradas a la realidad política nacional. La segunda sección
analiza la forma en la que la revista examinó la actitud de los anti-
comunistas a partir de una serie de lecturas sobre el rol de los ca-
tólicos y de las élites políticas. Vinculado a este tema, en el tercer
apartado nos centramos en las interpretaciones sobre el proceso
de autonomización de las Fuerzas Armadas. Por último, la cuarta
sección analiza el modo en el que la revista abordó el problema
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 143

comunista bajo la influencia de la Revolución cubana entre 1961


y el golpe militar que derrocó a Frondizi en marzo de 1962.

Criterio y el comunismo entre la discusión “laica o libre”


y el plan de estabilización de Frondizi

El tema comunista fue uno de los ejes centrales de los debates


políticos e intelectuales en el campo de las derechas latinoameri-
canas en el marco de la Guerra Fría y, en particular, en los años
sesenta y setenta del siglo XX, luego de que el gobierno surgido de
la Revolución cubana acercara posiciones con la Unión Soviética
(URSS). En el caso argentino, en los años previos al ingreso de Fidel
Castro a La Habana, la preocupación por el comunismo fue relega-
da a un segundo plano en virtud del atractivo que generó abordar
el problema de las razones que hicieron posible el surgimiento del
peronismo y las estrategias para superar su influencia en la sociedad.
En ese sentido, como afirma Ernesto Bohoslavsky (2010: 20; 2011:
112), entre 1946 y 1959, la intensidad del antipopulismo inhibió
entre los sectores más importantes de las derechas argentinas –los
liberal-conservadores y los nacionalistas– la llegada y apropiación de
los discursos anticomunistas al menos hasta después de la Revolu-
ción cubana. Por ese motivo, estos grupos consideraron al comunis-
mo respectivamente como una forma totalitaria asimilable al pero-
nismo (Bohoslavsky y Vicente, 2014: 7; Vicente, 2018) o como una
amenaza externa ante la que el justicialismo constituía una barrera
(Beraza, 2005; Galván, 2014: 140-141), pero no como el eje central
de sus preocupaciones hasta los años sesenta.337
A diferencia de estos sectores, en el interior del catolicismo
los grupos integristas interpretaron al comunismo como un pro-
blema central entre el segundo gobierno de Perón y el final de

337 En el mismo sentido, para los dirigentes de los dos partidos radicales y de los partidos
minoritarios –el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el Partido Demócrata Progresista
(PDP), e incluso para expresiones no derechistas como el Partido Socialista (PS)–, el escaso
peso electoral del Partido Comunista Argentino (PCA) los condujo a pensar que no era
necesario adoptar medidas represivas más allá de la persecución del partido y de las actividades
de sus dirigentes y militantes (Rouquié, 1982: 161; Spinelli, 2005).
144 Francisco Teodoro

la “Revolución Libertadora”. Para el sacerdote Julio Meinvielle,


el peronismo había instalado en la Argentina un clima de lucha
de clases que evocaba la dialéctica marxista, motivo por el cual el
golpe militar de septiembre de 1955 obstaculizó un camino que
conducía irremediablemente a “la entrega del gobierno del país
a los sindicatos obreros armados” y a la revolución izquierdista
(Caimari, 2010: 348). En la lectura del sacerdote, el movimiento
liderado por Perón y el comunismo eran dos expresiones de un
mismo mal que se sumaban al liberalismo, los judíos y la moder-
nidad (Ranalletti, 2009: 254-255). Una mirada similar se puede
observar en los trabajos de Alberto Daniel Faleroni publicados
en la revista Presencia. Allí el autor denunciaba la elasticidad del
marxismo argentino para adecuarse a las distintas coyunturas po-
líticas utilizando la táctica de los frentes populares que Moscú
implementó en la lucha contra los fascismos, estrategia que tenía
por objetivo conducir a los pueblos al comunismo mediante la
infiltración, la agitación y la propaganda.338 En la mirada del inte-
lectual, la maniobra fue impulsada con éxito durante los últimos
años del gobierno peronista, en los que se constituyó un “Estado
Sindical-Popular-Justicialista”.339
Si bien no tuvieron un sitio destacado en las discusiones que se
dieron en el interior del antiperonismo y de las derechas en los años
de la “Revolución Libertadora”, las lecturas en clave anticomunista
de Meinvielle y de los sectores integristas del catolicismo sobre el
vínculo entre el peronismo y el comunismo influyeron fuertemen-
te en las interpretaciones de los sectores más antiperonistas de las

338 Faleroni fue un intelectual que tuvo importante participación en congresos


anticomunistas entre 1953 y 1959. Publicó trabajos como “Informe sobre el comunismo
en la Argentina y su infiltración en el peronismo” y “Denuncias sobre el contrabando de
drogas para financiar la infiltración comunista en el mundo libre”, y en los años sesenta se
desempeñó como militante de la Acción Cristiana Ecuménica, cuya central se encontraba en
España. También fue asesor de la Escuela Nacional de Guerra, dependiente del Ministerio
de Defensa Nacional, lo cual muestra la influencia que tuvo su trabajo en la formación de los
jóvenes oficiales (Sessa, 2011: 140).
339 Faleroni, Alberto Daniel, “Las dos manos del Kremlin”, en Presencia, n° 53, 11 de
noviembre de 1955, pp. 6-7. También: Faleroni, Alberto Daniel, “¿Qué hacer frente al
peligro comunista?”, en Presencia, n° 58, 27 de julio de 1956, p. 4.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 145

Fuerzas Armadas.340 Uno de los espacios en los que se reprodujo ese


vínculo fue el Vicariato Castrense que, desde su creación en junio
de 1957, se constituyó en el refugio de los sectores más tradicionales
del integrismo católico en los años del Concilio Vaticano II (Obre-
gón, 2005: 39-46). El clero castrense le otorgó a los miembros de
las Fuerzas Armadas un discurso que justificó y legitimó la represión
estatal ante un enemigo definido como comunista, judío, masónico
y, luego de 1955, peronista (Cersósimo, 2015: 58).341 Sumado a
esto, la importación y adaptación de la Doctrina de la Guerra Re-
volucionaria a fines de 1957 le permitió a los militares argentinos
traducir al lenguaje castrense las miradas de los católicos integristas
y consolidó la internacionalización de los conflictos locales, de for-
ma tal que colocó el enfrentamiento peronismo-antiperonismo en

340 Como afirma Mario Ranalletti (2009: 254-255), Meinvielle fue uno de los intelectuales
que más se destacó en la tarea de formación y adoctrinamiento de los militares en el período
abierto por el golpe contra Perón. La lectura del peronismo como una forma nacional del
marxismo, expresada por el sacerdote, se acopló de un modo perfecto con la lectura que
tenían las Fuerzas Armadas sobre el justicialismo luego de 1955. Esta línea fue seguida en los
años cincuenta y sesenta por las revistas Combate y Cruzada, dos emprendimientos editoriales
destinados a militares y católicos integristas que también tuvieron fuerte influencia entre los
oficiales de las Fuerzas Armadas (Cersósimo, 2015: 51 y ss.). La primera de las revistas fue
fundada en diciembre de 1955 por Jordán Bruno Genta. Cruzada, fue fundada en julio de
1956 por Cosme Beccar Varela (h), se caracterizó por su constante reivindicación en clave
aristocrática de la época medieval, por el profundo anticomunismo y por la defensa de la
propiedad privada como elemento central del proyecto político nacional (Cersósimo, 2015:
53). En la misma línea, en 1959 apareció la revista Verbo, una publicación del grupo Ciudad
Católica que se formó en Argentina inspirado en su homónimo francés Cité Catholique
fundado en 1946 por Jean Ossuet, un seguidor de Charles Maurras en los años previos a
la Segunda Guerra Mundial. El profundo anticomunismo de la revista se podía ver en el
texto que publicaba en las primeras páginas de cada número: “Y esto es la revolución: la gran
rebelión que, incubada desde muy lejos, nace vigorosa en los últimos tiempos (siglo XVIII en
adelante). La revolución no es solo el laicismo en las escuelas, ni la disolución de la familia, ni
el odio a la autoridad civil, ni la persecución religiosa, ni el trastueque del mundo del trabajo.
Es todo eso; pero es algo más. Es el afirmar que tanto el orden social como el individual
se han de establecer sobre los derechos del hombre y no sobre los derechos de Dios. ¿Sus
etapas? Renacimiento, Reforma, Revolución francesa, Comunismo”. Como señala Elena Scirica
(2010, 2012a), Roberto Gorostiaga y Juan Carlos Goyeneche, dos de los directores de la
revista, tenían una relación muy cercana con el coronel Juan Francisco Guevara, un actor de
importancia en el proceso de autonomización de las Fuerzas Armadas en la primera mitad
de los años sesenta, proceso sobre el que volveremos en el tercer apartado de este capítulo.
341 La creación del clero castrense dio lugar al proceso que Loris Zanatta definió como la
formación de una “Iglesia militar” o “simbiosis patológica” entre las Fuerzas Armadas y la
Iglesia católica (Di Stefano y Zanatta, 2009: 556; cf. Cersósimo, 2015: 57).
146 Francisco Teodoro

el molde más amplio de la Guerra Fría (Ranalletti, 2009: 275).342


En ese sentido, desde fines de los años cincuenta, los militares ar-
gentinos consideraron al anticomunismo como una extensión del
antiperonismo (Rouquié, 1982: 156-157), motivo por lo cual la
represión estatal ejecutó una reclasificación en la que, en palabras de
Oscar Terán, comunistas y peronistas comenzaron a compartir “el
mismo espacio de la exclusión política” (2013: 144).
En el caso de Criterio, de un modo similar al que observamos
entre los sectores liberal-conservadores y nacionalistas de las dere-
chas, el peso de la agenda política nacional relegó las referencias an-
ticomunistas, presentes en los años treinta y cuarenta, a un segundo
plano entre 1955 y mediados de 1958. Los artículos dedicados al
tema mostraban el tono de los debates en los que estaba involucrada
la revista en el interior del campo antiperonista antes que una preo-
cupación por la situación del comunismo a nivel nacional. En esa
línea, en una nota de Gustavo Franceschi publicada en octubre de
1956, se puede observar la crítica a las posturas políticas autorita-
rias de los grupos integristas y nacionalistas que, como vimos en el
primer capítulo de este libro, eran considerados como aliados de la
“dictadura peronista”.343 Junto con este tema, encontramos la refe-

342 Con la Doctrina de la Guerra Revolucionaria, las Fuerzas Armadas incluyeron al


ámbito interno como un posible teatro de operaciones (Mazzei, 2012: 16-17; Pontoriero,
2018: 166-167). En ese sentido, la nueva doctrina actualizó el imaginario militar y civil
vinculado a la defensa para colocarlos en el marco de la Guerra Fría y, como consecuencia
de esto, las acciones de la resistencia peronista fueron consideradas como una expresión
más del enfrentamiento mundial entre los bloques liderados por Estados Unidos y la URSS
(Pontoriero, 2018: 171).
343 En uno de los artículos dedicados al tema, publicado en octubre de 1956, el sacerdote
Gustavo Franceschi, director de la revista hasta julio de 1957, señalaba que el éxito del
comunismo a nivel mundial se vinculaba a su capacidad para operar como una “esperanza”
para millones de personas y al fracaso del liberalismo que, desde fines del siglo XIX, montó
un “cuento” de progreso indefinido que no se tradujo en justicia social para los trabajadores.
Asimismo, el sacerdote añadía que muchos católicos, en la crítica al liberalismo y a la
democracia, intentaron imponer sistemas autoritarios incapaces de dar solución al problema
social, por lo cual para anular al comunismo era preciso alejar las soluciones represivas que
“si en algún caso pueden impedir una subversión local, de ningún modo evitarán una marcha
general de la humanidad”: “Si no nos resolvemos [los católicos] a despegarnos de regímenes
caducos y de sistemas marchitos, nada ni nadie podrá impedir que una masa popular día
a día creciente considere al comunismo como una esperanza” (Franceschi, Gustavo, “El
comunismo como esperanza”, en Criterio, n° 1269, 11 de octubre de 1956, p. 723).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 147

rencia a la cuestión social, la disponibilidad de las masas y el retiro


de las élites políticas, tres de los ejes que, como vimos en el capítulo
anterior, determinaban la situación de crisis que vivía la Argentina
luego del derrocamiento de Perón.344 Por último, en estas lecturas se
deslizaba implícitamente la idea de que el comunismo era asimilable
al justicialismo no solo por su concepción totalitaria del Estado,
sino también porque su desarrollo solo era posible en un clima de
crisis política y porque ese desarrollo reflejaba, allí donde las ideas
marxistas se imponían, la desviación de las masas hacia posiciones
externas al sistema político, tal como sucedió en la Argentina en
1946. Por otra parte, las referencias de la revista sobre este tema

344 En febrero de 1957, Joseph Folliet, uno de los intelectuales más reconocidos del
catolicismo europeo en el proceso de preparación del Concilio Vaticano II, aseguraba que
“la miseria no basta habitualmente para provocar revoluciones; la miseria desencadena
más bien rebeliones incoherentes, duramente reprimidas” y “solo da lugar a una situación
revolucionaria cuando los miserables pueden sentir su miseria por comparación y creen
en la posibilidad de salir de ella, y entonces a condición de que las masas de miserables,
incapaces de organizarse a sí mismas, encuentren élites ya salidas de la miseria, impacientes
por mejorar su propia situación, que les suministren una ideología y dirección” (Folliet,
Joseph, “De la revolución como mito y como realidad. II”, en Criterio, n° 1277, 14 de febrero
de 1957, p. 55). En el mes de marzo de 1957, Carlos Floria vinculaba el éxito de los partidos
comunistas del este de Europa con el engaño y señalaba que, desde el objetivo de central
de lograr la “dominación universal”, el comunismo constituía la “teorización del cinismo”
(Floria, Carlos Alberto, “Teorización del cinismo”, en Criterio, n° 1280, 28 de marzo de
1957, p. 181). En un sentido similar, sobre la idea del comunismo como una sumatoria
de contradicciones y engaños, Jorge Luis García Venturini afirmaba, en una reseña al libro
Surgimiento del comunismo moderno de Massimo Salvadori, que, tanto durante los gobiernos
de Perón como luego del golpe de septiembre, el Partido Comunista Argentino “coqueteó
con ambos”, es decir, con peronistas y antiperonistas, “y no jugó limpio con ninguno”
(García Venturini, Jorge Luis, “Reseña a Surgimiento del comunismo moderno de Massimo
Salvadori, Emece, Buenos Aires, 1956”, en Criterio, n° 1282, 25 de abril de 1957, p. 285).
Junto con estas notas, Criterio publicó en su sección de información general la transcripción
de dos artículos cuyos originales fueron publicados en revistas internacionales. En el primero
de ellos, de noviembre de 1956, Gerhard Neuhaus señalaba que Eva Perón “abrigaba grandes
simpatías comunistas”, por lo cual “el comunismo vivió sus mejores épocas bajo la era de Eva
Perón” y “bajo su influencia rectora hubo un tal acercamiento entre los métodos políticos
y económicos del peronismo y los comunistas, que al final solo se diferenciaron de grado”
(Neuhaus, Gerhard, “El Comunismo en la Argentina”, en Criterio, n° 1271, 8 de noviembre
de 1956, p. 822). En el otro artículo, publicado en septiembre de 1957, Harry Schwartz
indicaba que, si bien el marxismo no tenía presencia numérica en América Latina, había
logrado una fuerte penetración en la intelectualidad de Brasil, Argentina y México, mientras
que comenzaba a mostrar capacidad de maniobra en ámbitos rurales de Brasil, Ecuador,
Chile, Uruguay, Costa Rica y Perú (Schwartz, Harry, “La injusticia, aliada del comunismo
en América Latina”, en Criterio, n° 1291, 12 de septiembre de 1957, p. 642).
148 Francisco Teodoro

expresaban la idea de que el marxismo era un problema externo a la


política nacional, lectura que fue sostenida incluso después de que
el Partido Comunista Argentino (PCA) decidiera apoyar a Frondizi
en las elecciones presidenciales de 1958.345
Esta mirada se modificó radicalmente en el marco de la discu-
sión sobre la reglamentación del artículo 28 del decreto 6403/55
que anuló el monopolio estatal sobre la educación universitaria y
habilitó el funcionamiento de las universidades privadas.346 En ese
contexto, determinado por fuertes discusiones e importantes movi-
lizaciones callejeras, Criterio vinculó la posición que defendía la en-
señanza laica con el anticlericalismo y la doctrina comunista. Luego
de los masivos actos de los días 15 y 18 de septiembre de 1958, en
los que se movilizaron respectivamente miles de manifestantes en
favor y en contra de la reglamentación del artículo 28, la revista se-

345 En una nota que analizaba la victoria del candidato de la Unión Cívica Radical
Intransigente en los comicios de febrero, la revista señalaba que, si bien distintos sectores
sumaron su adhesión al presidente electo, “no creemos (…) que la decisión comunista de
apoyarlo haya dado muchos votos al doctor Frondizi”, sino que, por el contrario, “nos
animaríamos a suponer que (...) la postura de los bolcheviques criollos quitó votos al
candidato ganador” (“El resultado de las elecciones”, en Criterio, n° 1302, 27 de febrero
de 1958, p. 134). En el mismo sentido, luego de la asunción de Frondizi, en el marco de
la discusión por el tratamiento de la Ley de Asociaciones Profesionales que el gobierno
sancionó en el mes de agosto, la revista le restó importancia al peso de los dirigentes
comunistas en el ámbito gremial: “El conflicto por el poder sindical (...) se plantea en
estos momentos entre el peronismo, el socialismo y el comunismo” y, si bien este último
es “el más peligroso y eficaz en su acción perturbadora”, el movimiento justicialista tenía la
ventaja por su tradicional dominio en los sindicatos (“Gremios y política”, en Criterio, n°
1313, 14 de agosto de 1958, p. 566).
346 Frondizi comunicó su intención de reglamentar el artículo 28 a fines de agosto. A lo largo
del mes de septiembre, se sucedieron distintos actos en favor y en contra de la reglamentación
del artículo 28. El día 2, en un acto en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires, David Viñas, Eliseo Verón y Abel Latendorf rechazaron el decreto. El día 5
Risieri Frondizi, rector de la UBA y hermano del presidente, encabezó una movilización al
Congreso Nacional en la que señaló que el rechazo al decreto implicaba defender la cultura
frente al oscurantismo del catolicismo. Los días 8 y 9 se produjeron huelgas estudiantiles y
tomas de colegios secundarios, mientras que el 11 se utilizó el aniversario de la muerte de
Domingo Sarmiento para darle a la discusión un tono histórico: el diario La Nación recordó
el ideal de escuela laica y gratuita, ajena a todo tipo de división. Por último, los días 15 y
19 se celebraron manifestaciones en favor de las universidades libres y de las universidades
laicas. La primera de ellas movilizó a setenta mil personas, mientras que la segunda tuvo una
convocatoria sensiblemente mayor. En esta última, José Luis Romero señaló la existencia
de un “plan clerical” para apoderarse de la “cultura y la educación” (Zanca, 2006: 95-97).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 149

ñalaba que, si bien los opositores de la “enseñanza libre” afirmaban


que “la enseñanza laica garantiza la libertad y la imparcialidad de la
educación impartida por el Estado a título de monopolio”, esto era
falso puesto que “nadie ignora que el verdadero sentido de la pala-
bra ‘laico’ referida al Estado o al sistema educativo significa no solo
‘anticlerical’, sino antirreligioso”.347 En ese sentido, “la lucha contra
la libertad de enseñanza encubre un ataque más o menos desem-
bozado contra la Iglesia” que recordaba la “persecución” de 1954
y 1955 en la Argentina y la actitud de los comunistas en los países
del este de Europa.348 Desde esa lectura, Criterio aseguraba que, a
partir de argumentaciones “típicamente” liberales e izquierdistas,
los defensores de la enseñanza laica perseguían tres objetivos: “1) el
desprestigio de la libre iniciativa adversa al estatismo totalitario; 2)
el ataque a la Iglesia, vinculada aviesamente con el mito del ‘impe-
rialismo’; 3) un ensayo de ‘frente popular’ mediante el acercamiento
de otras fuerzas”.349 Por tales motivos, si bien “no (…) todos los que
se han tildado laicistas son comunistas o filocomunistas”, lo cierto
era que la discusión se trasladó desde “una cuestión de libertades
esenciales a un terreno totalmente distinto e interesado”.350
Luego de las primeras reacciones a las manifestaciones del
mes de septiembre, Criterio adaptó su renovada preocupación por
el comunismo a la situación política nacional y la colocó en una
perspectiva histórica. Para la revista, la Argentina vivía un clima
propicio para la infiltración marxista que tenía su origen en los años
finales del decenio justicialista. En relación con esto, en el número
del 9 de octubre de 1958, señalaba que, sobre el final de su segun-
do gobierno, Perón impulsó la lucha de clases como mecanismo
“dirigido a satisfacer los apetitos de las masas sin contemplación
correlativa de las exigencias del bien común, que subvertía valores

347 “Educación y libertad”, en Criterio, n° 1316, 25 de septiembre de 1958, p. 684. La


revista llamaba la atención sobre que “los mismos hombres que, en 1947, desplazados de
sus cátedras por el peronismo firmaban una declaración en favor de la universidad libre,
repuestos ahora en innumerables cargos académicos oficiales, son los más fogosos enemigos
de la universidad libre” (ibíd.: 685).
348 Ídem.
349 “Peripecias de la libertad”, en Criterio, n° 1316, 25 de septiembre de 1958, p. 698.
350 “Religión y anticlericalismo”, en Criterio, n° 1317, 9 de octubre de 1958, p. 733.
150 Francisco Teodoro

y jerarquías con manifiesta desaprensión, afectando el principio de


autoridad con desmedro de la libertad”.351 Este mecanismo, si bien
fue implementado por grupos que no compartían esa inclinación
ideológica, “coincidía con lo que los comunistas hubieran hecho de
haber podido”.352
Esta tendencia, que la revista observaba en los últimos años del
segundo mandato de Perón y a la que se sumaba el conflicto con
la Iglesia entre 1954 y 1955, no solo explicaba el tono anticlerical
expresado por gran parte de la sociedad en el marco del debate “laica
o libre”, sino también la supuesta inclinación de los dirigentes sin-
dicales justicialistas a acercarse al marxismo. En ese sentido, Criterio
afirmaba que “después de la caída del régimen, el comunismo se
lanzó al copamiento de la masa obrera peronista, especialmente des-
de los sindicatos intervenidos durante el gobierno de Aramburu”.353
Esta situación “produjo el choque con los peronistas, que ostenta-
ban la dirección de las asociaciones profesionales y que defendían
las posiciones conquistadas”.354 Sin embargo, si bien el comunismo
aparecía en un primer momento como un rival para el peronismo
en la futura conducción de los sindicatos, la revista señalaba que,
con “el transcurso del tiempo, se ha visto que aquella rivalidad de
un principio se va transformando en un peligroso ‘noviazgo’”, mo-
tivo por el cual los comunistas no solo parecían haber desplazado
al justicialismo en la conducción de los sindicatos, sino que “los
peronistas que lograron posiciones importantes demuestran visible
simpatía por el comunismo, lo que en el fondo significa para aquel
la consecución de los mismos fines por medios diversos”.355
La preocupación de Criterio por el avance del comunismo en la
Argentina se profundizó en el marco de la crisis económica y social
generada por el plan de estabilización impulsado por el gobierno
de Frondizi a principios de 1959.356 Como mencionamos en el ca-

351 “Comunismo y anticomunismo”, en Criterio, n° 1371, 9 de octubre de 1958, p. 724.


352 Ídem.
353 Ídem.
354 Ídem.
355 Ídem.
356 Como señalamos en el capítulo 2 de este libro, el programa económico impulsado por
Frondizi a fines de 1958 estableció, entre otras medidas, la imposición de un mercado libre de
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 151

pítulo anterior, el primer conflicto sindical de relevancia luego del


lanzamiento del programa económico recomendado por el Fondo
Monetario Internacional fue la toma del frigorífico Lisandro de la
Torre en el mes de enero de ese año. Para la revista la participa-
ción conjunta de los sindicatos comunistas, las “62 Organizacio-
nes” peronistas y los “32 gremios democráticos” conducidos por el
socialismo confirmaba que la acción de los dirigentes y militantes
comunistas se había extendido y que este grupo se mostraba como
la única tendencia “que aparece constante en su acción gremial,
desaprensiva y perturbadora”.357 Por ese motivo, ante el avance del
marxismo, el crecimiento de la conflictividad gremial y la actitud
represiva del gobierno abrían el camino a la “labor de copamiento”
de esos dirigentes y militantes en el plano gremial.358
En la misma línea, Criterio llamaba la atención sobre las conse-
cuencias que tendrían el plan económico y la decisión del gobierno
de reprimir los conflictos sindicales en la generación de un clima
propicio para la infiltración. En ese sentido, afirmaba que la crisis
económica y la represión estatal le abrían el camino a los “apresura-
dos redentores del país a apelar a la fuerza y a buscar una salida po-
lítica más allá del cuadro de las instituciones” fundamentada en “la
confusión, más o menos espontánea, entre un mal gobierno [como
el de Frondizi] y una tiranía”.359 Por eso, si la situación política y
económica no se modificaba, “cuando termine el proceso, el comu-
nismo habrá logrado posiciones de primera agua, en disputa con
el peronismo, en los sindicatos obreros”.360 De un modo similar,
en el marco de la huelga de los trabajadores bancarios que se ex-
tendió entre abril y junio de 1959, Criterio señalaba que la política

cambios, la reducción de los salarios de los empleados estatales y el incremento de las tarifas
de los servicios públicos, motivos por los cuales los salarios reales descendieron en un 25%
entre 1958 y 1959 (Rouquié, 1982: 167; Aroskind, 2007: 99-100). Como consecuencia de
estas medidas y de la decisión del presidente de profundizar una línea claramente antisindical
que incluyó, entre otras cosas, la declaración del Estado de sitio y de ilegalidad de las huelgas,
a lo largo de 1959 se produjo una serie de conflictos gremiales que marcaron un quiebre en
la relación entre el gobierno y los sindicatos (James, 2006: 158-166).
357 “El problema gremial”, en Criterio, n° 1324, 22 de enero de 1959, p. 44.
358 Ídem.
359 “Nuevas reflexiones sobre la violencia”, en Criterio, n° 1324, 22 de enero de 1959, p. 55.
360 “El problema gremial”, op. cit., p. 44.
152 Francisco Teodoro

económica, si bien necesaria a largo plazo, era decididamente im-


popular y no mostraba, hasta ese momento, más que sus aspectos
negativos.361 Sumado a esto, ante cada respuesta sindical, el Poder
Ejecutivo calificaba a la protesta como ilegal y señalaba su tendencia
a la alteración del orden público “porque perturba la política econó-
mica del gobierno; o porque perturba sus especulaciones políticas;
o porque perturba, simplemente”.362 En ese contexto, indicaba la
revista, se profundizaba una importante “sensación de desamparo”
para los trabajadores y, con ello, un clima propicio para la acción
comunista.363 En definitiva, como señalamos en el capítulo ante-
rior, Criterio advertía que “una política totalmente despreocupada
del problema social” abría el camino para las promesas, no solo del
“regreso imposible” del líder justicialista, sino también de la “reden-
ción proletaria” que proponía el comunismo.364
La intensificación de la crisis económica y de la política antisin-
dical que siguió a la designación de Álvaro Alsogaray como ministro
de Economía y de Trabajo en el mes de junio profundizó las preo-
cupaciones de Criterio en torno al avance comunista en un contexto
en el que la creciente conflictividad sindical resultaba terreno fértil

361 “La penetración comunista en la Argentina”, en Criterio, n° 1330, 23 de abril de


1959, p. 283. El conflicto comenzó en el mes de marzo cuando los sindicatos bancario y del
seguro iniciaron una serie de paros parciales en distintas entidades en reclamo de demandas
gremiales, entre ellas la recomposición del salario y el cese de la intervención sindical. Si
bien entre el 1 y el 2 de abril se pactó una tregua a partir de la cual el gobierno convocó
a los dirigentes sindicales para negociar, el día 3 se produjo una manifestación que derivó
en enfrentamientos con la policía en las inmediaciones de la Plaza de Mayo (Acha, 2008:
175-177). En la lectura de la revista, estos episodios de violencia no podían explicarse por
la simple necesidad de los trabajadores de manifestar su descontento ante una determinada
medida del Poder Ejecutivo (“Resurgimiento de la violencia”, en Criterio, n° 1329, 9 de
abril de 1959, p. 255). En ese sentido, la revista afirmaba que “los hechos principales que
han creado una expectación colectiva acerca del problema comunista comenzaron el tres de
abril, a raíz de una concentración de trabajadores (...) que el gobierno nacional, usando del
imperio del ‘estado de sitio’, prohibió”. Como consecuencia de esto, en la tarde del 3 de
abril “comenzaron a notarse aglomeraciones” y “a quienes recorrimos el lugar nos fue dado
apreciar dos cosas: en primer lugar, que los grupos de manifestantes eran relativamente
poco numerosos pero bastante agresivos; en segundo término, que la acción policial no
era proporcionada con esa agresividad” (“La penetración comunista en la Argentina”, op.
cit., p. 283).
362 Ídem.
363 Ídem.
364 “El problema gremial”, op. cit., p. 45.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 153

para las miradas conspirativas.365 En ese marco, la revista señalaba


que “el plan de estabilización y desarrollo económico brinda, por
razones obvias, un terreno muy apropiado para la agitación de las
clases más afectadas” y que “la situación ha sido muy bien explotada
por el comunismo, que ha visto –si no estimulada– por lo menos
facilitada su penetración en el campo gremial”.366 En ese sentido,
advertía que
… la penetración comunista en la Argentina (...) es apenas una
primera etapa de un proceso perfectamente estratificado [en
el cual] cuando esa primera etapa de penetración se considera
cumplida con suficiencia, es decir, cuando el comunismo estima
que ha logrado posiciones clave desde las cuales podrá eventual-
mente dominar situaciones sucesivas, comienza una segunda
etapa de agitación organizada (...) seguida por una tercera de vio-
lencia, destinada a estructurar el clima propicio para desatar la
guerra revolucionaria (…) pasos que cuando logran sus objetivos
intermedios van formando la situación precisa para la conquista
del poder por medio del “golpe de Estado” (las cursivas son del
original).367

365 Como afirma Laura Ehrlich (2010: 79-80), el ministro Vítolo denunció en junio de
1959 un complot entre el peronismo y el comunismo para la alteración del orden público.
Esta denuncia fue seguida por la divulgación del “pacto” entre Perón y Frondizi, y de una
serie de episodios que determinaron el contexto para la agitación del peligro “terrorista” y,
más adelante, para la implementación del plan Conintes.
366 “El comunismo y la situación gremial”, en Criterio, n° 1339, 10 de septiembre de
1959, p. 644.
367 “Huelga general”, en Criterio, n° 1341, 8 de octubre de 1959, p. 736. Esta última
etapa, la del “golpe de Estado”, pareció iniciarse en diciembre de 1959 cuando la agrupación
Movimiento Peronista de Liberación-Ejército de Liberación Nacional (MPL-ELN), conocida
como Uturuncos, asaltara la comisaría de la localidad santiagueña de Frías. Si bien fue un
hecho aislado, tal como señala Ernesto Salas (2015: 108-116), el ataque a la comisaría de
Frías tuvo amplia repercusión en la prensa local, en particular en La Gaceta de Tucumán y
en la prensa nacional a través de La Razón y La Nación. Para Salas, los Uturuncos fueron la
primera organización guerrillera de la Argentina contemporánea y uno de los antecedentes
de Tacuara. Richard Gillespie (2008) menciona en su libro Soldados de Perón. Historia crítica
sobre los Montoneros la relación de esta agrupación con los Uturuncos. Para Criterio, “los
‘guerrilleros’ que participaron en el asalto serían de filiación peronista, en tanto que algunos
de sus jefes tendrían filiación comunista”, lo cual mostraba que el comunismo seguía firme en
la estrategia que lo llevaría a la toma del poder: “Penetración, agitación, terrorismo, creación
154 Francisco Teodoro

Como hemos visto, del mismo modo que las expresiones más
importantes de las derechas, luego del golpe contra Perón, Criterio
relegó el tema comunista a un segundo plano. Esta posición se mo-
dificó en el marco de la discusión “laica o libre”, cuando la revista
inició el tránsito desde el antiperonismo hacia una identidad antico-
munista. En ese proceso, si bien intentó colocarse “lejos de la posi-
ción, un tanto ‘paranoide’, que ve en todos los rincones tenebrosas
confabulaciones masónicas, comunistas, etc.”, actitud típica “de los
dictadores de derecha, quienes acostumbran a usar al comunismo
internacional como ‘chivo emisario’ y pantalla de sus maniobras
opresoras”, la revista se acercó a las líneas discursivas del catolicismo
integrista, entre ellas la tendencia a considerar que Perón impulsó la
lucha de clases y la preocupación por la infiltración en los sindicatos
y las universidades.368

Una mirada crítica hacia el interior de las derechas:


los anticomunistas y la amenaza marxista

La irrupción de lecturas preocupadas por una supuesta infiltra-


ción marxista en la Argentina se conjugó en Criterio con una serie
de inquietudes en torno a las actitudes que mostraban los antico-
munistas frente a esta amenaza. Como veremos a continuación, las
miradas de la revista sobre este tema se centraron, en primer lugar,
en el análisis del rol que les correspondía a los católicos en la ta-
rea de generar una nueva esperanza para las masas consideradas en
disponibilidad. Sumado a esto, apuntaron a señalar la imprevisión
del gobierno y de las élites políticas ante la amenaza comunista,
problema que respondía a la incapacidad de las élites para ejercer su
función de liderazgo en la sociedad. Por último, las lecturas sobre
el anticomunismo le permitieron a la publicación subrayar los ele-
mentos que, en su mirada, determinaban la crisis política nacional

de ‘zonas liberadas’ y ‘guerra revolucionaria’, etapa esta que llevaría a la conquista del poder”
(“Los sucesos de Frías”, en Criterio, n° 1348, 28 de enero de 1960, p. 59).
368 “Religión y anticlericalismo”, op. cit., p. 733.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 155

y, simultáneamente, proponer distintas estrategias para enfrentar la


penetración del marxismo.
Del mismo modo que las preocupaciones sobre la amenaza que
significaba el comunismo en la vida política nacional, los interro-
gantes de Criterio con relación a la actitud de los anticomunistas
argentinos aparecieron en el marco de la discusión “laica o libre”.
En ese contexto, luego de denunciar la presencia de marxistas en
las manifestaciones en defensa de la “educación laica” del mes de
septiembre, la revista señaló que para enfrentar esta amenaza era
preciso modificar las tradicionales actitudes con las que los antico-
munistas enfrentaron la amenaza roja, incluso desde antes del triun-
fo de la “Revolución rusa”.369 Por ese motivo, en octubre de 1958,
la publicación afirmaba que
… el problema anticomunista es paradójicamente más grave
que el comunista, porque, en cuanto es solo y nada más que
un “anti”, está integrado por actitudes negativas cuya eficacia
es apenas defensiva, y dura en tanto que el comunismo no en-
cuentra las contradefensas necesarias, que tarde o temprano la
oportunidad le brinda.370
Frente a este problema, afirmaba Criterio, la única forma de
anular la eficacia del comunismo “será oponerle una visión comple-
ta de la vida y del hombre, de signo positivo, antes que realizar la
agotadora e ineficaz tarea de anticomunismo negativo y sin fuerza
creadora (las cursivas son del original)”.371 Por ese motivo, si la lu-
cha contra el marxismo no debía librarse únicamente en el plano

369 Como afirma Ricardo Souza Mendes (2004: 79), a lo largo del siglo XX los
anticomunistas entendieron al comunismo de dos maneras diferentes. Por un lado, antes
de la “Revolución rusa” de 1917, se consideraba “comunismo” a toda lucha sindical que
tenía por objetivo romper con el “statu quo”. Luego de la revolución, cuando la URSS
se convirtió en el símbolo de un Estado socialista, comenzó a ganar terreno una segunda
acepción que consideraba al comunismo como una alternativa real a la sociedad capitalista.
En ese sentido, para los grupos anticomunistas enfrentar al comunismo implicaba no solo
combatir las luchas de los trabajadores por reivindicaciones sociales, sino también, al mismo
tiempo, combatir la posibilidad de la construcción de un Estado socialista como los que
existían en el este de Europa.
370 “Comunismo y anticomunismo”, op. cit., p. 726.
371 Ídem.
156 Francisco Teodoro

represivo, el rol del catolicismo era central. Enfrentar con éxito esta
amenaza implicaba necesariamente fundar una nueva manera de
vincular a los católicos con las masas y darle forma a un catolicis-
mo aggiornado y atento a la realidad de aquellos individuos sobre
los que pretendía imponer su proyecto político y religioso. En ese
sentido, la revista señalaba la necesidad de impulsar un cristianis-
mo renovado y vigoroso que se presente ante la sociedad “como
estilo de vida y como inspiración constante de nuestras acciones
públicas y privadas”, “un cristianismo creador de programas de vida
colectiva con vigor suficiente como para imponerse en el convenci-
miento de los hombres y de los pueblos”.372 De esta manera, para la
publicación, los católicos tenían el deber de ocupar el rol de guía y
orientación para las masas en disponibilidad.
En esa línea, en una reseña al libro Radiografía del comunis-
mo de Alberto Ezequiel Volpi, publicada en diciembre de 1958,
Carlos Floria indicaba que para los católicos el anticomunismo
debía ser una actitud positiva y derivada de su modo de actuar
como cristianos. Estos grupos tenían que ejercer un “cristianismo
cotidiano y agresivo por su vitalidad y por su autenticidad”, “un
cristianismo de ‘sacristías afuera’ que responda a los interrogantes
que conforman una cosmovisión con sus propios elementos de fe
y razón (las cursivas son del original)”.373 Por el contrario, afirma-
ba el intelectual,
… hacer “anticomunismo” y después, si queda tiempo, vivir
cristianamente, es el error grave sobre el que hemos llamado la
atención, por ser negativo e indicador de una imperdonable fal-
ta de imaginación, que contrasta con el alarde de eficacia de un
movimiento ideológico hecho a la medida de un mundo carente
de técnicas morales, aunque le sobren técnicas materiales (…)
Ser “anti” algo (...) es ni más ni menos que pretender un mundo
en que ese “algo” no exista. Pero como ese mundo es, precisa-
mente, el que existía antes que ese “algo” viviera en él, el “anti”

372 Ídem.
373 Floria, Carlos Alberto, “Reseña a Radiografía del comunismo, por Alberto Ezequiel
Volpi, 1958”, en Criterio, n° 1321-22, 24 de diciembre de 1958, p. 974.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 157

tiende insensiblemente a una vuelta al pasado, a ese pasado en


que “algo” no existía (las cursivas son del original).374
Esa actitud, que valía tanto para explicar el anticomunismo
como para dar cuenta del antiperonismo, “es reacción y miopía his-
tórica” y “es lo que no puede admitir el cristianismo, sin renunciar
al mismo tiempo a la posibilidad de conquistar el futuro con su
proyecto de convivencia colectiva y de redención”.375
En el mismo sentido, en el mes de marzo de 1959 Criterio
indicaba que muchos anticomunistas se contentaban con rechazar
al comunismo, pero se mostraban incapaces de realizar propuestas
para sustituir aquello que se rechaza, “usando y exponiendo y apli-
cando la concepción del hombre, del mundo y de Dios que cons-
tituye la visión y la práctica del cristianismo”.376 Por eso, afirmaba
la revista, “el problema comunista exige la presencia cristiana” para
“eliminar radicalmente toda injusticia en las estructuras y en la
espontaneidad de la vida colectiva” y “para concebir la cristianiza-
ción de la revolución social (las cursivas son del original)”.377 Por
lo tanto,
… ya es hora de que el hombre cristiano tenga presente que el
triunfo del humanismo ateo, de la revolución social atea o anti-
cristiana, de la ciencia atea, que pretenden construir un mundo
y un hombre nuevos cerrados a la trascendencia, es el triunfo de
errores que denuncian, cuando ganan fuerza entre los hombres,
la debilidad y negligente ineficacia con que los cristianos veni-
mos arrastrando un retraso injustificable respecto al ritmo de
desarrollo de la historia (...) Si, en lugar de permanecer ajeno al
curso de nuestros problemas sociales y políticos, el hombre cris-
tiano participa de ellos asumiendo su dirección, la iniciativa y la
responsabilidad de su misión, desde todos los puntos y en todas
las posiciones que ocupa en la estructura social, el desafío comu-

374 Ídem.
375 Ídem.
376 “El problema comunista y la misión del hombre cristiano”, en Criterio, n° 1328, 26 de
marzo de 1959, p. 206.
377 Ídem.
158 Francisco Teodoro

nista se vería contenido, tarde o temprano, por un contrapoder


infranqueable (las cursivas son del original).378
En una línea similar, en el número del 11 de junio de 1959,
Criterio señalaba que la presencia de los católicos ante el proble-
ma comunista no podía ser tímida, “con el retraimiento del que se
siente extraño o intruso”, pero tampoco violenta, “como es la de
aquellos para quienes no hay nada más allá de este mundo, o más
arriba de él”.379 Por el contrario, el deber del cristiano era “preo-
cuparse auténticamente, sangrientamente, de este mundo presente
que pasa como un sueño”, pero también “del reino de su Dios, del
cual es ciudadano, no para hoy ni para mañana, sino, si Dios quiere,
para siempre”.380 Por eso, “no puede tolerar la injusticia ni el peca-
do”, “pero no puede suprimirlos por las armas”, así como tampoco
“puede dedicarse a construir un mundo justo como si no hubiera ni
providencia ni cielo”.381 En definitiva, indicaba la revista, un cris-
tiano “no puede ser marxista”, pero tampoco “un burgués”, “un
aristócrata”, “un proletario resentido” o “un ausente”.382 De esta
manera, Criterio exhortaba a los laicos –“los católicos” o “los cristia-
nos” en palabras de la revista– a comprometerse con la realidad y a
convertirse en sujetos activos con capacidad para guiar y acompañar
a las masas por un camino distinto al comunismo.383 En el marco de
la preparación del Concilio Vaticano II, esta postura expresaba una
crítica a la jerarquía de la Iglesia argentina y a los grupos integristas
que se oponían a un cambio o aggiornamiento en los modos con que
el catolicismo tendía puentes con la sociedad moderna.
El rol central otorgado por Criterio a los laicos en la lucha con-
tra el marxismo no solo se vinculaba a las lecturas sobre la relación

378 Ídem.
379 “La presencia cristiana”, en Criterio, n° 1333, 11 de junio de 1959, p. 404. Para
la revista, “la presencia cristiana está en realidad constantemente asediada por esta doble
tentación: la de una timidez diabólica que huye de todo compromiso en el común naufragio,
y la de una violencia impaciente que trastorna las perspectivas y tiende a confundir el reino
de Dios con la suerte de los reinos de este mundo” (ídem).
380 Ibíd.: 406.
381 Ídem.
382 Ídem.
383 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 159

entre el catolicismo y las masas, sino también a la concepción se-


gún la cual las élites políticas no mostraban interés por el problema
comunista. Esta preocupación apareció inmediatamente después
de comenzada la discusión “laica o libre”. En el número del 11 de
septiembre de 1958, el primero luego de que el presidente comu-
nicara su decisión de reglamentar el artículo 28, la revista señalaba
que los círculos más cercanos a Frondizi, los funcionarios clave de
la gestión económica nacional, un amplio espacio de la cultura y
muchos dirigentes sindicales, habían sido ocupados por comunis-
tas o por personas fácilmente influenciables.384 En relación con este
punto, la publicación afirmaba que la acción del comunismo “no se
fundamenta en la adhesión popular masiva o en un caudal electoral
impresionante”, sino en que sus métodos para dominar el poder
político y desde allí a toda la sociedad eran más directos y, en cierto
sentido, más cortos: ocupar en forma “paulatina y sin pausa” las
“posiciones claves que signifiquen el dominio práctico de la situa-
ción política”.385 Por eso resultaba inquietante que
… nuestros políticos, en general, confían demasiado en el escaso
caudal electoral del comunismo y lo consideran una garantía
de inmunidad que los exime de la única acción anticomunista
positiva, a saber: la de evitar que se cree la situación propicia
para la prédica comunista, es decir, el caos, la discordia social y
la miseria.386
Criterio repitió estos argumentos luego de las movilizaciones
del mes de septiembre de 1958. En ese marco, la revista señalaba
que “fue necesaria la participación prácticamente ‘oficial’ del comu-
nismo en una manifestación de proporciones, con la cooperación
económica y la adhesión de varios gremios, para que muchos ‘an-
ticomunistas’ comenzaran a reflexionar”.387 En cambio, no existía
ninguna razón legítima para pensar que los países latinoamericanos
estaban inmunizados contra el marxismo en función de cierta tra-

384 “Incertidumbre”, en Criterio, nº 1315, 11 de septiembre de 1958, p. 646.


385 Ídem.
386 Ídem.
387 “Comunismo y anticomunismo”, op. cit., p. 723.
160 Francisco Teodoro

dición religiosa “cuya fuerza principal debe residir en su vigencia per-


manente y no en su consideración como pasado”.388 Por esos motivos,
… es lamentable, pero es claro también que la mayor parte se
ha sentido sorprendida por la virulencia del comunismo, al que
creían reducido a ciertos límites infranqueables, que atribuían a
la vaga sentimentalidad democrática el valor de un patrimonio
imperdible de nuestro pueblo, o a simples sentimientos religio-
sos una tal vigencia y expansión invulnerables a doctrinas esoté-
ricas y revolucionarias y categóricamente antirreligiosas.389
En la misma línea, en abril de 1959, en el contexto de la huelga
de los trabajadores bancarios que mencionamos antes, Criterio afir-
maba que la penetración marxista era subestimada por el gobierno
y por las élites.390 En ese sentido, si bien “el comunismo como tal,
desembozado y público, no ha predominado sobre la opinión políti-
ca, la opinión gremial o la opinión universitaria”, esto era así porque
“dentro de su táctica está no aparecer con definiciones que puedan
atribuirse a su ideología, para no provocar reacciones igualmente
definidas”.391 Desde una mirada conspirativa, a partir de la cual los
enemigos actúan en las sombras y de manera silenciosa, la revista
aseguraba que al comunismo “no le interesan (...) los primeros pla-
nos”, sino que “es mucho más cómoda la acción entre bambalinas,
como ‘eminencias grises’ de la política, del sindicalismo, de la edu-
cación”.392 Por lo tanto, tenían escasa relevancia las declaraciones
oficiales anticomunistas “si resulta que el comunismo, minoría en
el país, derrotado en elecciones generales o parciales, aparece triun-

388 Ibíd.: 726.


389 Ídem.
390 “La penetración comunista en la Argentina”, op. cit., p. 284.
391 Ídem.
392 Ídem. Por ese motivo, si bien el Partido Comunista tenía “un caudal electoral
minúsculo en relación con el de los demás partidos actuantes”, “en los sindicatos donde
ha triunfado, lo ha hecho en muchos casos a través del triunfo de fórmulas con aparente
predominio peronista, e inclusive, en algún gremio, con figurones ‘democráticos’”, “en las
organizaciones universitarias, en la universidad misma, y en los ambientes intelectuales o
pseudointelectuales, muchos comunistas y filocomunistas ocupan rectorados y posiciones
decisivas, pero sin hacer manifiesto su comunismo o filocomunismo, disimulado por un
liberalismo para snobs (las cursivas son del original)” (ídem).
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 161

fante en el partido gobernante, por obra de las designaciones reali-


zadas luego del 23 de febrero”.393 En definitiva, concluía la revista,
“el plan de penetración comunista en la Argentina se cumple con
método y sin pausa”.394 Por ese motivo, “el peligro que representa
en estos momentos es enorme” puesto que “la Argentina está con ‘la
guardia baja’, porque está en una crisis moral, económica y políti-
ca”, y porque, aunque “el gobierno no lo ignora”, “poco o nada ha
hecho de su parte para enervar la acción comunista”.395
De todas formas, si bien este tema adquirió centralidad entre
1958 y 1959, con excepción de los casos de Risieri Frondizi y de
José Luis Romero, a los que les reprochaba la postura laicista en la
discusión “laica o libre”, Criterio no denunció en sus páginas quié-
nes eran los funcionarios y sindicalistas infiltrados en el Estado y en
los sindicatos, así como tampoco mencionó el pasado de Frondizi o
la inclinación de Frigerio, considerado por los opositores a la admi-
nistración de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) como
el funcionario más ligado al comunismo. Esta situación muestra el
tono conspirativo de la lectura de la revista sobre el supuesto avance
marxista en la Argentina, una mirada que tenía puntos de contac-
to con la de nacionalistas y católicos integristas que, desde fines
de 1958, se colocaron en la oposición al gobierno. Estos grupos
consideraban que la reglamentación del artículo 28, los contratos
petroleros, el plan de estabilización y la represión a los conflictos
sindicales eran elementos de una conspiración internacional instru-
mentada por el Poder Ejecutivo para enfrentar a las masas con la

393 Ídem. Para la revista, “cuando se produjo la revolución, la actividad comunista se


encontraba en franco progreso. Muy pronto los sindicatos fueron copados, muchos de
ellos mediante grupos armados que ocuparon los locales más importantes con el rótulo
de ‘comandos revolucionarios’, y de esa manera en veinticuatro horas el comunismo
ubicó a ‘compañeros de ruta’ a la cabeza de grandes organizaciones gremiales”. También
en las universidades, “las ‘víctimas de la tiranía’ comenzaron a multiplicarse, y el título se
hizo suficientemente elástico como para comprender a muchos marxistas o filomarxistas
que actuaron solapadamente durante el peronismo, sin persecuciones ni preocupaciones
económicas. Hoy ocupan cátedras, rectorados y puestos directivos. Su inspiración ideológica
emerge en los momentos de cruda polémica” (ibíd.: 286).
394 Ídem.
395 Ídem.
162 Francisco Teodoro

Iglesia y con las Fuerzas Armadas, guardianes del anticomunismo, y


abrir el camino a la penetración comunista (Beraza, 2005: 125).396
Sin embargo, antes que a una conspiración internacional, para
Criterio el avance del comunismo respondía a la crisis política que
enfrentaba la Argentina desde la caída del peronismo. En ese senti-
do, la revista señalaba que, luego del golpe de septiembre de 1955,
… cuando debieron jugarse las soluciones positivas (...), se hizo
evidente el nuevo y profunda (sic) agotamiento de las clases di-

396 Como señala Luis Beraza (2005: 125), luego de los contratos petroleros –considerados
como una “entrega” del patrimonio nacional–, el plan de estabilización económica y el ciclo
de conflictos sindicales de 1959, los nacionalistas nucleados en Azul y Blanco afirmaban que
“el país estaba siendo entregado a los grandes monopolios internacionales que agudizarían el
proceso dialéctico en la Argentina, con el peligro de transformar los enfrentamientos políticos
y sociales en clasistas, allanándole el camino al comunismo”. Luego de un acercamiento
inicial, vinculado más al deseo de derrotar a Aramburu que a la simpatía con Frondizi, el
semanario exhibió en sus páginas una serie de críticas al presidente, entre las cuales una de las
más importantes fue su antigua militancia juvenil en el Partido Comunista. En ese sentido,
para este grupo de nacionalistas comandado por Sánchez Sorondo, Frondizi era un agente
del comunismo cuyo objetivo secreto no era otro que generar las condiciones para que el
comunismo se instale en la Argentina. También Meinvielle, luego de considerar al primer
mandatario como una “esperanza nacional y popular”, comenzó a señalar que Frondizi y
Frigerio encabezaban un complot para instalar el comunismo en la Argentina. De un modo
similar al que observamos en Azul y Blanco, el sacerdote integrista afirmaba que la “entrega”
del petróleo y las riquezas nacionales apuntaban a profundizar las contradicciones sociales
para generar un clima de lucha de clases en el que las instituciones que debían garantizar
el anticomunismo, la Iglesia y las Fuerzas Armadas, resultarían odiosas para las mayorías
populares. En ese marco, las masas peronistas se inclinarían hacia posturas frentistas de
izquierda y se produciría una división incluso en el interior del nacionalismo (cf. Beraza,
2005: 126-127). Valeria Galván (2014: 103-104) señala que, para estos grupos, la infiltración
en el gobierno era el complemento de una serie de pasos que seguía el comunismo en la
Argentina. El primero de ellos era la entrega del patrimonio y la soberanía nacional
a capitales ingleses, norteamericanos y a la “banca judía”. A esta etapa le seguía una que
consistía en el “hambreamiento” sistemático del pueblo para generar una situación de miseria
y desesperación. El tercer paso era la destrucción de las fuerzas nacionales, entre ellas el
peronismo y las expresiones nacionalistas como el propio semanario Azul y Blanco, a partir de
la represión violenta de las protestas sindicales y la ilegalización de los sindicatos y del Partido
Justicialista. El cuarto momento consistía en debilitar a la Iglesia católica al presentarla como
aliada de un gobierno antinacional. Este momento estaba dado por la discusión “laica o
libre” en la que la Iglesia quedó asociada a Frondizi, al tiempo que se despertaron fuertes
cuestionamientos anticlericales. A esta etapa se le sumaba, en quinto lugar, el desprestigio
de las Fuerzas Armadas a partir de su utilización como agentes de la represión de las luchas
obreras. Este desprestigio implicaba el enfrentamiento entre los militares y el pueblo
peronista. Por último, el plan Conintes simulaba la represión al comunismo para martirizarlo
y para que se vuelque hacia este sector “la simpatía de los trabajadores”.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 163

rigentes, la carencia de ideas claras para manejarse en el caos


por parte de la mayor parte de nuestros políticas (sic) profe-
sionales, el desprestigio de estos como voceros de la opinión
pública –desprestigio que Perón cultivó sin mayor esfuerzo–, y
en términos generales la falta de representación de los partidos
políticos (las cursivas son del original). 397
En ese marco, el antiperonismo que había sido el eje de la
oposición a Perón “perdió su razón de ser como factor aglutinan-
te inmediato” y se colocó en una “situación marginal”.398 De esta
manera, la crisis de representación, un nuevo capítulo del divorcio
entre élites y pueblo, siguiendo la tesis de Mario Amadeo (1956) en
Ayer, hoy y mañana, retomada luego por Carlos Altamirano (2011:
217), generó una situación en la que las élites perdieron su rol de
“conductor natural de las opiniones e intereses” y se produjo un
“incremento de la acción de los grupos de presión (las cursivas son
del original)”.399 Ante la incapacidad de los partidos y las élites para
“contener y dirigir” los intereses particulares de cada sector de la
sociedad, estos grupos se constituyeron en “la única fuerza social
y política organizada dentro del estado”, realimentando “un pro-
ceso de desintegración, en el cual los particularismos de los grupos
no enfrentan ninguna fuerza aglutinante, que inicie un proceso de
incorporación y de integración”.400 En ese sentido, como señala
Martín Vicente (2014b: cap. 4) con relación a los sectores libe-
ral-conservadores de las derechas, para Criterio las élites dirigentes
no constituían un “sujeto ausente”, sino un “sujeto hueco” incapaz
de ejercer el rol de conducción orientado hacia el bien común y a la
armonización de los distintos intereses enfrentados en la sociedad.
La crisis de representación de las élites y de los partidos, y el sur-
gimiento de los grupos de presión no solo implicaban la disponibili-
dad de las masas y la posibilidad de que el comunismo promoviera
sobre ellas sus promesas de redención materialista, sino también un
riesgo inmediato para la continuidad de la legalidad democrática.

397 “La reforma electoral”, en Criterio, n° 1338, 27 de agosto de 1959, p. 606.


398 Ídem.
399 Ídem.
400 “El poder y la fuerza”, en Criterio, n° 1334, 25 de junio de 1959, p. 444.
164 Francisco Teodoro

Para Criterio, los grupos de presión, en particular los sindicatos,


principal fuente de preocupación a mediados de 1959, defendían
los intereses comunes de sus miembros y su esfuerzo radicaba en
influenciar al gobierno para determinar sus acciones en favor de in-
tereses específicos.401 Sin embargo, el problema central radicaba en
que estos grupos, en virtud de su naturaleza, no reconocían “cierto
límite al ejercicio de su acción política”, sino que actuaban como
“un ‘grupo de conquista’ del poder político para subordinarlo espe-
cialmente a sus intereses particulares, posponiendo para un segundo
término, siempre desconsiderado, el molesto e incómodo concepto
del interés general (las cursivas son del original)”.402
Desde esta lectura, Criterio afirmaba que la situación política
de mediados de 1959 constituía un terreno propicio para el avance
del comunismo sobre las masas y, al mismo tiempo, para la utili-
zación de los sindicatos como medios para la acción revolucionaria
cuyo objetivo último era la destitución del presidente. Frente a esta
posibilidad, la revista señalaba que si bien “la huelga casi constante
–el estado de huelga– la insurrección y la violencia callejera cons-
tituyen el ambiente casi necesario que envuelve hoy a muchísimos
obreros y empleados”, el “golpe de fuerza” era “la peor forma de
acción directa en la Argentina de la ‘hora cero’” puesto que no había
“nada más simple que desembarazarse de la supuesta causa de todos
nuestros males, como de una pústula o de un cáncer, por medio de
una acción bien dirigida y eficaz” para comenzar de nuevo “a partir
de cero, literalmente”.403 Una actitud de este tipo implicaba “derri-
bar a uno para poner a otro, de nuestro propio agrado” y expresaba
un “inmediatismo primitivo y fascinante” que necesitaba “una víc-

401 Ídem.
402 Ídem. En la mirada de la revista los sindicatos construyeron su poder durante el
peronismo bajo la lógica de la “lucha entre las clases y de[l] antagonismo entre los grupos”
y no sobre la idea de la “conciliación de intereses en función del bien común” a través de
los partidos políticos, motivo por el cual, luego de destituido Perón, y bajo la restauración
operada por la Ley de Asociaciones Profesionales de agosto de 1958, las organizaciones
gremiales intervenían en la vida política con acciones antidemocráticas y consideraban al
resto de los grupos y clases sociales como “obstáculos (…) en el camino de la satisfacción de
sus apetitos, legítimos o ilegítimos” (ídem).
403 “La presencia cristiana”, op. cit., p. 406.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 165

tima expiatoria, de un chivo emisario, para cargar sobre su cabeza


todos los males que padecemos, y así, literalmente, exorcizarlos”.404
Por estos motivos, enfrentar al comunismo implicaba no sola-
mente aggiornar la relación de los católicos con las masas, elemento
que, como hemos visto, fue una de las claves que planteó Criterio
hasta mediados de 1959, sino también recomponer la represen-
tatividad de los partidos políticos y debilitar el espacio de acción
para los grupos de presión. Para esto, en el contexto previo a las
elecciones legislativas que se llevarían a cabo en la primera mitad
de 1960, la revista proponía volver a utilizar el sistema de repre-
sentación proporcional e integrar al justicialismo a la vida política.
La representación proporcional, sistema impulsado por el gobierno
provisional de la “Revolución Libertadora” en las elecciones consti-
tuyentes de julio de 1957 y defendido por los partidos minoritarios
del antiperonismo, ayudaría a lograr una menor deformación de
las opiniones puesto que “descansa precisamente en la idea de una
coincidencia perfecta entre la dimensión electoral y la dimensión
parlamentaria de los partidos políticos”.405 Por eso podría dar un
principio de respuesta a la particularización de los distintos intereses
que encarnaban los grupos de presión que, con la ampliación de la
representación parlamentaria, tendrían representantes que defien-
dan sus intereses en el sistema político formal.
Sumado a esto, la representación proporcional podría allanar
el camino para “la participación de un ‘neoperonismo sin Perón’
que ingresaría a la legalidad sin riesgo para la democracia, pues sería
neutralizado por las proporciones”.406 En ese sentido, la revista seña-
laba que “en un régimen multipartidista la presencia de un partido
totalitario puede prolongarse por mucho tiempo, pero tendiendo
hacia la moderación y afectado por la ley de un sistema que se opone

404 Ídem.
405 A pesar de esto, señalaba la revista, “en nuestra situación actual, la reforma electoral
propiciada no aparece como el resultado de una convicción, sino más bien de la imposición
de circunstancias particularmente hostiles con las ambiciones electorales de la UCRI”, en
particular por los malos resultados de las elecciones de medio término de fines de 1959 en
Mendoza y Santa Fe (“La reforma electoral”, op. cit., p. 607).
406 Ídem.
166 Francisco Teodoro

normalmente a que pueda obtener la mayoría absoluta”.407 La inte-


gración no solo tenía sentido porque significaría el fin de la dicoto-
mía peronismo-antiperonismo en favor de una integración contro-
lada del justicialismo al sistema, sino también porque resolvería, en
principio, el problema de la disponibilidad de las masas, a partir de
la posibilidad de que estas elijieran libremente a sus representantes.
De esta manera, en un contexto determinado por el temor al avance
comunista, junto con la canalización institucional de los grupos de
presión, la incorporación del peronismo al sistema cerraría dos de
los espacios de difusión del marxismo en la Argentina.
Como hemos visto, la reaparición de los discursos anticomu-
nistas en Criterio, desplazados a un segundo plano en función de
las discusiones sobre el fenómeno peronista, no solo promovió las
preguntas por el vínculo entre el comunismo y el peronismo en los
sindicatos, y entre el comunismo y las masas en la sociedad, sino
también una lectura sobre la actitud de los anticomunistas y sobre
el contexto político en el que la amenaza marxista se desplegaba.
Este último estaba determinado por la disponibilidad de las masas y
por la crisis de representación de los partidos y las élites. Por eso, la
clave para enfrentar la amenaza roja residía, por un lado, en generar
una propuesta alternativa, de orientación católica, que alejara a las
masas de la utopía marxista, y, por otro, en modificar el sistema
político para resolver la crisis de representación. Sobre el primero de
los puntos, Criterio señaló la necesidad de transformar a los laicos en
sujetos activos para proponer una alternativa católica que seduciera
a las mayorías. En el plano estrictamente político, la revista afirmó
que para superar la crisis de representación era ineludible integrar al
peronismo al sistema político y generar mecanismos para evitar que
los sindicatos actuaran como grupos de presión.

El problema de la autonomización de las Fuerzas Armadas:


¿sustitutos de las élites o amenaza para la legalidad?

Las elecciones legislativas de marzo de 1960, en particular las


de la provincia de Buenos Aires, marcaron un quiebre en torno a

407 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 167

las preocupaciones de Criterio sobre la situación del comunismo en


la Argentina.408 Aun con la decisión del gobierno de Frondizi de
continuar con el sistema de representación de lista incompleta im-
puesto por la Ley Sáenz Peña y no habilitar la participación del pe-
ronismo, los resultados de los comicios bonaerenses mostraban una
relativa estabilidad institucional que se reflejaba en que el voto en
blanco, por el que se inclinaron peronistas y comunistas, mantuvo
un caudal similar al de las elecciones de 1957.409 Sumado a esto, la
imagen de que el comunismo había alcanzado su máxima capacidad
para influir en la sociedad y, en particular, en el plano gremial, se
apoyó en el hecho de que, como señala Daniel James (2006: 164),
a lo largo de 1960 el número de conflictos sindicales se redujo con-
siderablemente con relación al año anterior.410 En ese marco, en

408 En los meses previos a los comicios del mes de marzo, Criterio mostró una fuerte
preocupación por el voto en blanco, opción por la que se inclinaron peronistas y comunistas.
Votar en blanco, señalaba la revista, implicaba “la abdicación de un derecho y al mismo
tiempo una invitación a la anarquía social” en la medida en que “un caudal apreciable de
votos en blanco, eventualmente superior al del partido que obtenga la mayoría, habrá de
crear un clima de tensiones políticas y sociales que buscarán seguramente salidas de fuerza”
(“Reflexiones sobre el voto en blanco”, en Criterio, n° 1351, 10 de marzo de 1960, p. 178).
Esta preocupación tenía que ver con el resultado de las elecciones legislativas de La Pampa
en las que el voto en blanco alcanzó el 28,77% del total de electores. Para la revista, “el
pronunciamiento pampeano demostró un sensible aumento de los votos en blanco, una
similar disminución de los sufragios de la UCRI y un repunte de la UCRP” y “si damos al
‘votoblanquismo’ el significado de un apoyo al régimen derrocado en 1955 (...) deberemos
concluir que se confirma en esta ocasión un fenómeno que se viene anotando a través de
todas las elecciones provinciales: en la Argentina hay menos peronistas que en 1954, pero
más que en 1957”, de manera tal que “las perspectivas para el 27 de marzo no son, como se
ve, halagüeñas” (“Las elecciones de La Pampa”, en Criterio, n° 1352, 24 de marzo de 1960,
p. 219).
409 “En torno de las elecciones”, en Criterio, n° 1353, 14 de abril de 1960, p. 245. En la
comparación entre el porcentaje a nivel nacional de 1957 y el porcentaje a nivel provincial de
1960, la UCRI pasó de 21,23 en 1957 a 21 en 1960; la UCRP de 24,2 a 24,3; y el voto en
blanco de 24,31 en 1957 a 25,18 en 1960.
410 El retroceso de los conflictos tenía que ver tanto con la crisis económica como con
la fuerte represión impulsada por el gobierno que se tradujo en importantes derrotas que
debilitaron la confianza de las bases peronistas. Esta situación reflejaba el abandono de la
militancia y participación de las masas trabajadoras y el aislamiento de los activistas que, desde
un nivel intermedio entre las bases y la dirigencia, habían sido el eje central de la resistencia
en los años de la “Revolución Libertadora” y del renacimiento del sindicalismo peronista
entre 1958 y 1959 (James, 2006: 166-173). En ese sentido, en el mes de noviembre de 1960
la revista señalaba que “la actitud del gobierno nacional, desconociendo explícitamente toda
derivación política de la actividad sindical, produjo el desgaste progresivo de organizaciones
168 Francisco Teodoro

el que resultaba evidente que, a pesar de las miradas conspirativas,


los comunistas argentinos no tenían la capacidad operativa para
generar una situación revolucionaria, Criterio centró su atención
en otro de los temas que marcaron sus preocupaciones durante el
gobierno de Frondizi: el proceso de autonomización de las Fuerzas
Armadas. Como veremos a continuación, de un modo similar al
que observamos en relación con la cuestión comunista, la revista
abordó el problema militar como una expresión de la crisis política
y, desde allí, reafirmó la defensa de la legalidad, uno de los elemen-
tos que definieron sus posiciones políticas en esos años.
La postura de Criterio en torno al proceso de autonomización
de las Fuerzas Armadas bajo el gobierno de Frondizi fue, en prin-
cipio, ambigua. Entre junio y julio de 1958, la revista publicó dos
artículos de Bonifacio del Carril sobre el rol de los militares en la
historia política nacional en los que el autor señalaba que las salidas
autoritarias del siglo XX no debían ser adjudicadas a la politización
de la institución castrense, sino a la propia dinámica de la democra-
cia argentina. Para del Carril, en los momentos en los que el voto
se expresó libremente –las elecciones de 1916 y 1946–, el resultado
de los comicios condujo “a la formación de compactas mayorías
parlamentarias de los partidos oficialistas” y, si bien “las mayorías
iniciales fueron precarias o apenas suficientes, tanto en 1916 como
en 1946 (...), los plebiscitos de 1928 y 1952” condujeron a la crea-
ción de un “Poder Ejecutivo omnipotente, que avasalló al Poder
Legislativo y destruyó el sistema de la separación de los poderes
y de la responsabilidad en el ejercicio de las funciones de gobier-
no, base y esencia del régimen constitucional teóricamente vigente
en el país”.411 Frente a esta situación, “la destrucción del sistema

obreras excesivamente politizadas, cuyos dirigentes se desorientaron frente al violento viraje


del Poder Ejecutivo en sus relaciones con los gremios. Viraje estratégico que se produjo, es
verdad, con el respaldo de medidas represivas y de control que culminaron con la ejecución del
‘plan Conintes’, pero que enervó paulatinamente el instrumente de lucha más contundente
de los sindicatos: la huelga, cuyo uso y abuso condujo al retiro progresivo del apoyo de la masa
obrera a los movimientos de fuerza (las cursivas son del original)” (“El movimiento obrero:
Política y Sindicalismo”, en Criterio, n° 1368, 24 de noviembre de 1960, p. 843).
411 Del Carril, Bonifacio, “Bajo el imperio de la fuerza”, en Criterio, n° 1310, 26 de junio
de 1958, pp. 446 y 447.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 169

constitucional” condujo, “como no podía ser de otra manera”, a


un golpe de Estado.412 Por estos motivos, afirmaba el autor de La
crisis argentina, “la causa primera de la utilización de la fuerza no
reside, como podría creerse, solo en la deformación de la disciplina
militar”, sino “estrictamente en la falta de educación cívica de los
hombres que han orientado la conducción política de la República,
hayan sido militares o civiles”.413 En ese sentido, “todos los actos
revolucionarios producidos en el país desde 1860 hasta la fecha, con
la notoria excepción del 4 de junio de 1943” fueron “movimientos
cívico-militares, iniciados, inspirados, reclamados por los civiles, y
ejecutados después por militares y civiles”, luego de los cuales, “con
la única excepción mencionada, los militares volvieron a sus cuarte-
les después de la revolución, se sancionaron leyes de amnistía y los
presidentes entregaron el poder a sus sucesores”.414 De esta manera,
en la mirada del autor, los militares habían cumplido en esas oca-
siones la función de reemplazar a las élites políticas y prevenir al
sistema político de posibles amenazas.
La lectura de del Carril coincidía con la de Criterio en relación
con el rol de las élites políticas. Sin embargo, a mediados de 1958,
se puede observar una tensión entre la idea de las Fuerzas Armadas
como sustitutas de las élites y la tendencia efectiva a la politización y
a la autonomía castrense. Sobre este tema, en la edición posterior al
primer conflicto militar que enfrentó Frondizi entre el 8 y el 9 julio
de 1958, sobre el que nos detuvimos en el capítulo 2 de este libro, la
revista indicaba que si bien “no siempre (…) el militarismo ha sido
inspirado por el afán de poder de generales puestos a hacer política”,
puesto que “a menudo a cubierto el vacío dejado por la carencia de
espíritu cívico y de sentido de la realidad política que caracterizaba
a generaciones dirigentes”, existía en las Fuerzas Armadas “cierta
veleidad (…) acuciada por políticos sin poder o impacientes que
ya entienden que se ha esperado demasiado, y que la ‘salvación de

412 Ibíd.: p. 447.


413 Del Carril, Bonifacio, “Bajo el imperio de la fuerza”, en Criterio, n° 1311, 10 de julio
de 1958, p. 491.
414 Ídem.
170 Francisco Teodoro

la Patria’ exige soluciones categóricas”.415 En tal sentido, la inter-


vención política de los militares constituía una respuesta exagerada
ante un gobierno recién asumido, pero se vinculaba directamente
a la existencia de unas élites incapaces de generar soluciones para
enfrentar los problemas nacionales. Por eso, aseguraba la revista,
aun a pesar de los excesos, era preciso confiar en “la sensatez de los
militares, dado que no es posible confiar en la madurez de juicio de
los civiles”.416
Esta tensión se mantuvo presente en las páginas de Criterio en
la segunda mitad de 1959, momento en el que los planteos se hi-
cieron más frecuentes y comenzaron a amenazar seriamente la con-
tinuidad del presidente en su cargo. El primer intento de golpe de
Estado se produjo entre el 12 y el 16 de junio de 1959 cuando los
oficiales Ossorio Arana y Toranzo Calderón intentaron una suble-
vación en Córdoba (Mazzei, 2012: 44). Si bien el intento de gol-
pe fue superado, el levantamiento dejó una serie de consecuencias,
entre ellas el nombramiento de Carlos Severo Toranzo Montero
como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas –en reemplazo
del general Héctor Solanas Pacheco– y la designación de Elbio Ana-
ya como secretario de Guerra. Sumado a esto, Rogelio Frigerio y
otros colaboradores del presidente, considerados por los militares
como “criptocomunistas”, renunciaron a sus cargos, al tiempo que
Alsogaray fue designado, como señalamos en el apartado anterior,
como ministro de Economía y como secretario interino de Trabajo
(Rouquié, 1982: 171-174; Szusterman, 1998: 277-278). En sep-
tiembre se produjo otra sublevación que marcó el tono de los “plan-
teos” que enfrentaría Frondizi hasta su derrocamiento en marzo de
1962. Entre los días 3 y 4 de ese mes, Toranzo Montero se opuso a
la decisión de Anaya de reemplazarlo en la jefatura de la fuerza por
el general Pedro Castiñeiras y se atrincheró en la Escuela de Mecá-
nica de la Armada, desoyendo las órdenes del secretario de Guerra.
Frente a esta situación, con el objetivo de acercar posiciones con los
militares golpistas, Frondizi solicitó la renuncia de Anaya –reem-
plazado por el general Rodolfo Larcher– y aceptó la continuidad
415 “El mensaje a las Fuerzas Armadas”, en Criterio, n° 1312, 24 de julio de 1958, p. 534.
416 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 171

de Toranzo Montero como comandante en jefe. Esta decisión, si


bien resolvió el conflicto, debilitó la posición del presidente ante
los militares legalistas que lo apoyaban (Rouquié, 1982: 173-174).
Como afirma Daniel Mazzei (2012: 46), el conflicto de septiembre
de 1959 marcó un quiebre en la cuestión de la autonomía militar
puesto que, si hasta este momento los planteos se vinculaban a te-
mas referidos al funcionamiento de las fuerzas (la designación de un
secretario o el relevo de algún jefe de arma), desde ese momento las
crisis militares comenzaron a amenazar la continuidad del presiden-
te en su cargo.417
Para la revista los levantamientos de junio y septiembre, los
primeros intentos claros de promover un golpe de Estado, mostra-
ban una extralimitación de las funciones que le correspondían a las
fuerzas militares. En ese sentido, Criterio afirmaba que, luego del
derrocamiento de Perón, las Fuerzas Armadas se erigieron como
“reserva moral país” para defender a la democracia de “la dictadura
peronista” y “la penetración comunista” (las cursivas son del origi-
nal).418 Sin embargo, en un contexto en el que reinaba la incerti-
dumbre, los políticos profesionales se mostraban desorientados; los
partidos carecían de la capacidad para canalizar a la opinión pública,
y los militares parecían recuperar la inspiración militarista que los
condujo a intervenir en la vida política en 1930 y en 1943.419 En
una lectura que contradecía en parte a del Carril, la revista afirmaba
que en los dos casos, es decir, en 1943 y también en 1930, era po-
sible observar la intención de las fuerzas castrenses de incorporarse
a la vida política como una agrupación “a la par de los partidos tra-
dicionales” y no “un sentimiento auténtico y constante (...) de que
su función debe ser de un ejercicio vigilante para que haya un ‘fair
play’ democrático” que compense los “desequilibrios institucionales
(las cursivas son del original)”.420

417 Coincide en esta apreciación Celia Szusterman (1998: 271). Para la autora, si bien
el sector “legalista” de las Fuerzas Armadas era mayoritario, a partir de ese momento, en el
que se sintieron traicionados por Frondizi, comenzaron un proceso de insubordinación al
gobierno civil cuya primera gran manifestación fue el golpe de marzo de 1962.
418 “Las Fuerzas Armadas”, en Criterio, n° 1335, 9 de julio de 1959, p. 486.
419 Ibíd.: 487.
420 Ibíd.: 486.
172 Francisco Teodoro

En el mismo tono crítico, en el mes de agosto de 1959, Criterio


indicaba que el rol de las Fuerzas Armadas de “amparar la conva-
leciente vida civil argentina de una nube de acechanzas externas e
internas (...) requiere una férrea disciplina militar” y que “esa dis-
ciplina tan necesaria corre en estos días riesgos demasiado eviden-
tes” puesto que “los conatos de insubordinación y rebeldía que ha
presenciado recientemente el país, producidos sin justificativo serio,
sin asidero razonable, no aparentan responder a otros móviles que
a la ambición o el aturdimiento”.421 En el mismo sentido, luego del
planteo del 3 y 4 de septiembre, la revista señalaba que “ningún mi-
litar consciente puede despojarse (...) del sabor amargo de no haber
sido capaz de asumir las responsabilidades que las fuerzas armadas
se atribuyeron desde la revolución de 1955” y “cualquiera haya sido
el resultado del episodio respecto de los intereses particulares en
pugna, parece indiscutible que el ejército ha sufrido otro impacto
tremendo que afectará su cohesión y prestigio”.422
De todas formas, más allá de las críticas, al analizar estos casos
de insubordinación, Criterio continuó con la línea de vincular la ac-
titud de los militares a la incapacidad de las élites, y en particular del
gobierno, de ocupar el rol que les correspondía en la vida política
nacional. En ese sentido, la revista afirmaba que la crisis “produce
un vacío que invita a la acción de los grupos de presión relevados del
deber de subordinación propio de cualquier sociedad organizada”,
de forma tal que actuaban como “grupos de poder, disputándose el
mando político”.423 En esas circunstancias, “aquellos grupos que no
pretenden el poder político –tal el caso de las fuerzas armadas– se
ven estimulados para la acción, con la finalidad presunta de im-
poner una autoridad que reemplace la que se halla ausente en los
titulares del poder político (las cursivas son del original)”.424 Por ese
motivo, los militares
… seguramente se hubieran reducido a sus funciones especí-
ficas si junto con el desplazamiento de la titularidad del poder

421 “La crisis naval”, en Criterio, n° 1337, 13 de agosto de 1959, p. 578.


422 “La crisis militar”, en Criterio, n° 1339, 10 de septiembre de 1959, p. 685.
423 Ídem.
424 Ibíd.: 685-686.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 173

hacia los actuales gobernantes, se hubiera producido el despla-


zamiento de la autoridad necesaria para ejercer el mando natural
de quienes tienen la función de gobierno (las cursivas son del
original).425
La concepción de las Fuerzas Armadas como remplazantes
de las élites dirigentes apareció nuevamente en un artículo del pe-
riodista y abogado Mariano Grondona, publicado por Criterio en
diciembre de 1959. En ese trabajo, el autor reivindicaba el rol de
los militares que “terminaron con la dictadura” y señalaba que, si
bien luego del golpe a Perón “permanecieron como (…) grupo de
presión”, antes que una amenaza a la democracia, los militares, así
como otros grupos, constituían “nuevos frenos para los posibles
abusos del poder”.426 Por ese motivo, afirmaba Grondona, “resulta
equivocado presentarlos como deformadores de la democracia”; por
el contrario, “son ahora nuestra garantía, y, lo queramos o no, si
ellos no existieran, el régimen democrático se habría perdido a sí
mismo”.427 En definitiva, “la conclusión (...) no debe ser tan som-
bría” puesto que
… hoy día las fuerzas armadas, los sindicatos, los centros em-
presarios, las asociaciones de todo tipo, la Iglesia misma, desem-
peñan un nuevo papel: el de moderadores del poder. En ellos
reside la garantía de las libertades individuales y sociales, aban-
donadas imprudentemente por el mecanismo maravilloso, pero
a la postre ineficaz, de la división de los poderes.428
Entre 1960 y 1961, las Fuerzas Armadas, bajo el comando de
Carlos Severo Toranzo Montero, intensificaron el rol tutelar sobre
el gobierno de Frondizi desde una lógica profundamente antico-
munista. En ese marco, entre abril y junio de 1960, un grupo de
oficiales de la IV División del Ejército en Córdoba, denunció al
gobernador de la provincia, Arturo Zanichelli, por mostrarse per-

425 Ibíd.: 686.


426 Grondona, Mariano. “Los factores de poder en la Argentina”, en Criterio, n° 1345-46,
24 de diciembre de 1959, p. 904
427 Ibíd.: 904-905.
428 Ibíd.: 905.
174 Francisco Teodoro

misivo frente a una serie de militantes acusados de hacer estallar un


depósito de la empresa Shell Mex en la capital provincial en el mes
de febrero.429 En el abordaje de este conflicto, Criterio mantuvo la
ambigüedad que mostró en los episodios anteriores: si bien criticó
la actitud de las Fuerzas Armadas, al señalar que “pocas veces en la
historia de nuestra país se ha visto un caso más claro de intromisión
de las fuerzas militares en los específicamente civil” y que “ya esta-
mos cansados de cuartelazos”, luego de la publicación del informe,
en el que los militares acusaban al gobernador de tener vínculos y
de proteger a militantes comunistas, la revista modificó su lectura
original y subrayó que la infiltración de elementos marxistas en el
Estado implicaba un riesgo que era preciso enfrentar con todos los
medios y recursos disponibles.430

429 Como señala James (2006: 201-203), el atentado a Shell Mex se inscribió en una
estrategia más amplia de acciones insurreccionales que se llevaron a cabo en 1960 y que la
prensa atribuyó al peronismo. Entre ellas, junto a la de Shell Mex en el mes de febrero, se
pueden contar la explosión de una planta de almacenamiento de la empresa de gas estatal en
Mar del Plata en el mes de marzo, el atentado a la casa del general Labayru en Mendoza y la
voladura de un puente en la cordillera de los Andes en el mes de mayo. Como consecuencia
de la denuncia contra el gobernador Zanichelli, el ejército ocupó las cárceles para tomar
control de los prisioneros acusados de terrorismo, desobedeciendo, de esta manera, las
órdenes del Poder Judicial y del gobierno provincial. Frente a esta situación, el Ejecutivo
nacional decidió ceder a las presiones militares y declaró la intervención de la provincia, aun
a costa de entregar a un gobernador de su propio partido (Rouquié, 1982: 176-177). Como
señala Mazzei (2012: 46), la intervención de la provincia de Córdoba significaba otro paso
en el proceso de autonomización de los militares frente al poder civil puesto que, desde ese
momento, los planteos no solo se mostraban efectivos para desplazar secretarios militares y
colaboradores del presidente, sino también para destituir a gobernadores elegidos legalmente.
430 “Los sucesos de Córdoba”, en Criterio, n° 1355, 12 de mayo de 1960, pp. 323 y 325.
En el mismo sentido, en el número del 9 de junio, la revista indicaba que en el comunicado
“las Fuerzas Armadas detallaban la presunta complicidad del gobernador de Córdoba y sus
colaboradores con elementos terroristas y justificaban, además, sus propias medidas de fuerza
cumplidas en la provincia” en función de “las irregularidades policiales y penitenciarias, a
la ocultación y entrega ilegal de armas de guerra, a la pasividad oficial frente a los hechos y,
sobre todo, a los contactos personales entre terroristas y altos funcionarios provinciales” a los
que “no habría sido ajeno el mismo gobernador de Córdoba” (“La intervención a Córdoba”,
en Criterio, n° 1357, 9 de junio de 1960, p. 420). Frente a los cargos, “el gobernador se limitó
a declarar ‘su asombro’” y “como no realizó nuevas declaraciones, excepto sobre su negativa
a renunciar, la posición del gobernador de Córdoba no quedó en claro ante la opinión
pública”. Por estos motivos, afirmaba Criterio, “el silencio sobre las acusaciones de fondo
de las Fuerzas Armadas las robusteció a los ojos del observador independiente y, al mismo
tiempo, deterioró el prestigio del gobernador inculpado” (ídem). De esta manera, si bien los
métodos colisionaban con los mecanismos democráticos, la posible presencia de funcionarios
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 175

Un mes más tarde, Toranzo Montero difundió el informe en-


tregado al gobierno en virtud de la sanción de los decretos 2628 y
2639 que pusieron en funcionamiento el plan Conintes.431 El aná-
lisis de este documento marcó el quiebre de la postura de Criterio
frente al proceso de autonomización de los militares. Para la revista,
el informe ponía de relieve “el alentador afán del ejército de eludir
soluciones ‘salvadoras’ del tipo de las dictaduras militares” y mante-
ner “los ideales de la Revolución Libertadora” sin “abrigar la creen-
cia de que el poder político le corresponde de derecho, pues ello
implicaría la usurpación del principio de soberanía popular, que es
el principio básico institucional”.432 Sin embargo, “parece innegable
que el ejército no asume solo una mera función vigilante del orden
constitucional, sino de su propia idea del orden constitucional, que
es una cosa bien distinta”, por lo cual “campea en el texto del do-
cumento la idea de un ejército ‘guardián del orden’, pero se expresa
mucho más: la actitud del ejército como factor de poder”, es decir,
como un grupo cuya “acción supone la posibilidad o la expectativa
del ejercicio del poder (las cursivas son del original)”.433
Para Criterio los factores de poder tenían una capacidad dife-
rente para influir sobre el poder político que la que se podía obser-
var en los grupos de presión. Mientras estos últimos actuaban desde
el exterior, presionando al gobierno para modificar las decisiones en
favor de sus intereses, los factores de poder “no actúan desde fuera,
(...) no son fenómenos exteriores respecto del Poder, sino que obran
en torno a él, y aun (...) se podría comprobar que son el Poder mis-
mo (las cursivas son del original)”.434 Estos “no solicitan, más bien
mandan”, “no explotan el Poder, participan de su ejercicio”, por

comunistas en el Estado justificaba la actitud de los militares, al tiempo que, más allá de
los excesos, el hecho de no avanzar en la toma del poder político mostraba que existía en el
interior las Fuerzas Armadas “la sensación de que un golpe de Estado nada arreglaría” y que
la “‘función de la hora’ es la de vigilancia, la de guardar el orden”. “Intervención federal”, en
Criterio, n° 1358, 23 de junio de 1960, p. 446.
431 Para un análisis de los decretos y del texto difundido por Toranzo Montero, consultar
en Tcach (1997) y Pontoriero (2016, 2022).
432 “El Ejército y la Política”, en Criterio, n° 1359, 14 de julio de 1960, p. 498.
433 Ídem.
434 “Argentina: ¿una vocación para el suicidio?”, en Criterio, n° 1366, 27 de octubre de
1960, pp. 763 y 764.
176 Francisco Teodoro

lo cual “no solo son rivales del Poder legal, sino sus reemplazantes
eventuales, y aparecen como una consecuencia de la disgregación de
la unidad del Poder político (las cursivas son del original)”.435 En ese
sentido, afirmaba la revista:
… si los “planteos” son de tal manera desorbitados que no de-
jan al Poder la posibilidad del desplazamiento, más bien que
“solicitudes”, “sugerencias” o “presiones” significan compartir el
ejercicio del mando (las cursivas son del original).436
Esta caracterización de las Fuerzas Armadas como factor de po-
der fue el eje de la explicación de Criterio al planteo de octubre de
1960, en el que Toranzo Montero denunció la presencia de comu-
nistas en instituciones educativas y culturales, y la connivencia de
miembros del radicalismo intransigente con actos terroristas lleva-
dos a cabo por el peronismo.437 En esa ocasión, dada la magnitud de
las presiones ejercidas sobre el gobierno, la revista aseguraba que “la
intención o el propósito de un sector del Ejército fue el de provocar
la renuncia del presidente”.438
Criterio también criticó la distinción entre legitimidad y legali-
dad que planteaba Toranzo Montero en sus intervenciones públicas.
Para la revista, “a través de la crítica constante de la legitimidad, se
propicia la ruptura del orden constitucional, el desplazamiento del
gobierno legal” y, “como el problema de la legitimidad o ilegitimidad
del actual gobierno no es cosa de ahora, sino de todos los momentos,
sería suficiente proclamarlo para justificar el golpe de Estado (las cur-
sivas son del original)”.439 Ese argumento era utilizado “a menudo
por muchos políticos de la oposición, especialmente del radicalismo

435 Ibíd.: 764.


436 Ídem.
437 Si bien el comandante en jefe no recibió apoyo por parte del secretario de guerra
Larcher y el propio Aramburu apoyó a Frondizi, el día 16 el presidente decidió reemplazar al
secretario de Guerra por Rosendo Fraga, lo cual implicó un nuevo triunfo del comandante
en jefe sobre el Poder Ejecutivo (Mazzei, 2012: 47).
438 Para la revista esto era así porque “la presión política (…) importa la acción de apretar
o comprimir el Poder, pero dejándole un margen de movimiento dentro de su propia órbita legal
(las cursivas son del original)” (“Argentina: ¿una vocación para el suicidio?”, op. cit., pp. 763
y 764).
439 Ibíd.: 765.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 177

del Pueblo, propiciando el clima para el coup d’ Etat”.440 Frente a


esta situación, Criterio se preguntaba: “¿Quién sería el ‘salvador’ que
después de un golpe de Estado reuniera poder más legitimidad, pri-
vado además de legalidad? (las cursivas son del original)”.441 De esta
manera, mientras la preocupación por el avance del comunismo en
los sindicatos disminuía y daba paso a una serie de discursos antico-
munistas determinados por la influencia de la Revolución cubana,
la revista identificaba en la autonomía militar la principal amenaza
para la continuidad de la legalidad democrática. En relación con
esto, en el mes de diciembre, afirmaba que “las crisis políticas y
eventualmente institucionales más graves ocurridas en los años pa-
sados no acontecieron a raíz de movimientos subversivos, sino por
la acción de factores de poder (...), en este caso preciso, las fuerzas
armadas (las cursivas son del original)”.442
Luego del desplazamiento de Toranzo Montero, reemplaza-
do por el general Raúl Poggi en marzo de 1961, Criterio recorda-
ba que “el comandante en jefe que acaba de alejarse provocó en
otras oportunidades la renuncia de dos secretarios de su arma” y
“condujo al Ejército de manera quizás excesivamente personal, de
acuerdo, según se lo ha acusado, con principios políticos, y a veces
de política de partido”.443 Para la revista, “esta conducción ya no
resulta soportable” puesto que “priman en el Ejército los grupos
que auspician una moderada vigilancia del orden constitucional,
sin inmiscuirse en todos y cada uno de los problemas concretos de
política y economía que debe decidir el gobierno”.444 Esa actitud de
“vigilancia moderada, más prescindente ante las cuestiones cotidia-
nas”, “coincide con la adoptada, desde tiempo atrás, por la Marina y
la Aeronáutica, sectores donde hace años que no ocurren conflictos”
y, al mismo tiempo, “disminuye también el riesgo de que nuestras
Fuerzas Armadas se agoten y desgasten su prestigio en tareas que no

440 Ídem.
441 Ídem.
442 “La legalidad ¿para qué?”, en Criterio, n° 1369-1370, 24 de diciembre de 1960, p. 886.
443 “La crisis militar”, en Criterio, n° 1377, 13 de abril de 1961, p. 262.
444 Ídem.
178 Francisco Teodoro

le incumben”.445 En la misma línea, en una nota del mes de agosto,


la revista indicaba que
… no está el país en situación de permitirse, no ya una Revo-
lución, que sería criminal, sino ni siquiera rumores. El pueblo
desea trabajar en paz, y quienes discrepan con el Poder Ejecutivo
actual tendrán ocasión de exponer su repudio en los comicios,
que es el único remedio legal para los malos gobiernos.446
Entre la asunción de Frondizi y la intervención a la provincia
de Córdoba, Criterio interpretó el rol de los militares como una
derivación de la crisis política y, en particular, de la incapacidad
de las élites dirigentes. En ese momento la posición fue ambigua
puesto que, si bien impugnó los excesos de intervencionismo mili-
tar, al mismo tiempo los justificó a partir de la crítica al gobierno y
a las élites políticas. A partir de julio de 1960, cuando los planteos
se hicieron más frecuentes y constituyeron verdaderas amenazas a
la continuidad del presidente en su cargo, la situación se modificó:
la revista se opuso fuertemente a que las Fuerzas Armadas actua-
ran como “factores de poder”, un rol que las ubicaba como una
amenaza antes que como una garantía para la democracia. De esta
manera, como hemos visto, el tratamiento de la cuestión militar le
permitió a Criterio reafirmar su defensa de la continuidad demo-
crática, uno de los elementos que definieron sus posturas políticas
entre 1955 y 1962. Por otra parte, el cambio con relación al tema
militar coincidió, como señalamos, con la relajación de los temores
sobre la situación del comunismo a nivel nacional luego de las elec-
ciones de 1960, pero también, como veremos a continuación, con
la aparición de las primeras preocupaciones en torno a la inclinación
marxista del gobierno revolucionario cubano.

La Revolución cubana y la redefinición del peronismo

En la segunda mitad de 1960, el tema comunista volvió a ocu-


par la atención de Criterio como consecuencia de la influencia que

445 Ídem.
446 “Una revolución inexplicable”, en Criterio, n° 1386, 24 de agosto de 1961, p. 621.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 179

generó la Revolución cubana en la Argentina y en América Latina.


En ese contexto, y del mismo modo que en el marco de la discusión
“laica o libre”, la revista adaptó las lecturas anticomunistas a la si-
tuación política nacional y señaló, por un lado, el riesgo que impli-
caba la nueva estrategia inaugurada en Cuba de vincular marxismo
y nacionalismo, y, por otro, la necesidad de replantear el problema
del peronismo en un contexto en el que la lucha contra el comunis-
mo, como señalan Bohoslavsky y Vicente (2014: 11), ya no impli-
caba únicamente una batalla contra el PCA y sus ramas sindicales,
juveniles y femeninas, sino que tenía una escala global que incluía a
todo el subcontinente.
Inicialmente, Criterio consideró a la Revolución cubana como
un episodio equiparable a la “Revolución Libertadora”, actitud que
fue compartida con amplios sectores de las derechas argentinas luego
de conocerse el ingreso de Fidel Castro a La Habana.447 Las preocu-
paciones con relación a la inclinación izquierdista del gobierno cu-

447 En enero de 1959, la revista afirmaba que “la caída de Batista continúa un interesante ciclo
político” en el cual “poco a poco los ‘hombres fuertes’ de América Latina van desapareciendo”
a pesar de la “desenfrenada demagogia” que les permitía contar con el “apoyo aparente de
las organizaciones obreras” y el “aval popular concediendo toda suerte de aparentes mejoras
a los sectores populares” (“Un dictador menos”, en Criterio, nº 1323, 8 de enero de 1959,
p. 19). En el interior de las derechas, el diario La Nación ensayó en los primeros meses
forzadas comparaciones entre los “barbudos” combatientes de la Sierra Maestra y los militares
argentinos que habían derrocado a Perón (Aelo y Pérez Branda, 2009: 108-109). En el mes
de enero de 1959, el episcopado argentino reprodujo a través de su boletín el mensaje de la
Acción Católica de Cuba que defendía la lucha del pueblo contra la tiranía de Batista (cf.
Verbitsky, 2008: 110-111). Esa mirada se puede observar también entre los representantes
de la Unión Cívica Radical del Pueblo que, en mayo de 1959, cuando Castro visitó la
Argentina, presentaron al líder cubano como un “paladín de la libertad” para contrastarlo con
Frondizi, el presidente que había “pactado con la dictadura” (Smulovitz, 1988b: 127). Sin
embargo, inmediatamente producido el triunfo de la revolución, los tribunales de excepción
implementados para juzgar a criminales de guerra generaron las primeras dudas entre
aquellos que, en los Estados Unidos y en América Latina, creían reconocer en la victoria de la
Revolución cubana un “nuevo triunfo de tendencias que ya habían cosechado otros en Costa
Rica, Venezuela y aun Puerto Rico” (Halperin Donghi, 2005: 516). Sobre este tema, a fines
de enero de 1959, Criterio esbozó las primeras críticas al proceso cubano: “El sentimiento
de alborozo que acompañó desde todos los rincones del mundo a la gesta emancipadora se
trocó (...) en inquietud y asombro ante el número incesante de ejecuciones capitales en que
se tradujo la represión dispuesta por los vencedores”. Esta crítica, como se puede observar, no
estaba relacionada a la presencia de elementos comunistas, sino a la utilización de la violencia
política (“Cuba o la dialéctica de la violencia”, en Criterio, nº 1324, 23 de enero de 1959,
p. 56). Por estos motivos, creemos que, como señala Oscar Terán (2013: 181), no hay que
180 Francisco Teodoro

bano comenzaron a aparecer a mediados de 1959, momento en el


que la publicación señaló el riesgo de que Cuba se convierta en una
nueva dictadura y de que Castro se incline hacia posiciones marxis-
tas.448 Estas inquietudes se profundizaron a mediados de 1960, poco
antes de la reunión de cancilleres de la Organización de Estados
Americanos (OEA), realizada en Costa Rica en el mes de agosto,
y que Alain Rouquié (1982: 181) considera como el comienzo de
la “cuestión cubana” en la Argentina. En ese sentido, en el núme-
ro del 25 de mayo de ese año, la revista denunciaba, a partir de la
publicación de comunicados del episcopado cubano, que era impo-
sible disimular la “infiltración roja en el gobierno”.449 Un mes más
tarde, el 9 de junio, aseguraba que “Occidente debe aprestarse con
urgencia para una lucha económica, política y social, a través de la
propaganda, de conflictos localizados y de la penetración comunista
en los países de este lado de la ‘cortina de hierro’” y que “América
Latina será un campo muy propicio para su desarrollo”.450

exagerar la rapidez del impacto que el ingreso de los guerrilleros en la capital cubana ejerció
sobre la intelectualidad argentina en enero de 1959.
448 En ese sentido, Criterio afirmaba que “se han denunciado rebrotes comunistas en
Cuba” y que, si bien la mayor parte de la población “rechazaba resueltamente el comunismo”,
la postergación de las elecciones, “la única salida democrática”, demostraba la confusión entre
los revolucionarios (“La confusión cubana”, en Criterio, nº 1334, 25 de junio de 1959, p.
453). En el mismo sentido, en el mes de julio, la revista señalaba que “Fidel Castro ha dicho a
gritos que no es comunista”, pero “en estos momentos, su gobierno anda a los tumbos pues, al
igual que otros gobernantes más cercanos, no se resigna a echar por la borda a sus compañeros
de ruta”. En definitiva, “lo que comenzó siendo un rumor va tomando cada vez más visos
de verosimilitud. Y si bien Batista era completamente inaceptable, un gobierno comunista
no tiene nada que hacer en América Latina” (“Malestar en América Latina”, en Criterio, n°
1336, 23 de julio de 1959, p. 540). Vinculado a esto, en noviembre la revista planteaba que
muchos dirigentes revolucionarios, entre los que se encontraban el jefe de la fuerza aérea
Pedro Luis Díaz Lanz y el presidente Manuel Urrutia, “que en su momento dieron prueba
de plena identificación con los ideales que derrocaron a Batista”, fueron calificados “de la
noche a la mañana” como “traidores a la patria, contrarrevolucionarios y otros motes”. Ante
esa situación, Criterio indicaba que “la analogía con Rusia es demasiado evidente” puesto
que “allí, por materias puramente tácticas, quienes habían alcanzado posiciones expectables
fueron denunciados como anticomunistas de la primera hora” (“La situación cubana”, en
Criterio, nº 1343, 12 de noviembre de 1959, p. 819).
449 “La situación en Cuba”, en Criterio, nº 1356, 26 de mayo de 1960, p. 374).
450 Para la revista, “Cuba promete convertirse a corto plazo en una avanzada de primer
orden” puesto que “tras motivaciones legítimas que desencadenaron la revolución contra
el régimen de Batista, se desenvuelve una política de provocación con perfiles definidos y,
a través de reivindicaciones auténticas, dirigentes al borde del paroxismo parecen favorecer
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 181

Para Criterio el triunfo de la Revolución cubana y el acerca-


miento del gobierno revolucionario al comunismo reflejaban no
solo el descontento de los cubanos ante la dictadura de Batista, sino
también un proceso más amplio que estaban viviendo las izquierdas
latinoamericanas: el deslizamiento desde una referencia liberal, pro-
pia del comunismo bolchevique y del socialismo de principios del
siglo XX, hacia una referencia centrada en la cuestión nacional que
reconocía las tradiciones propias de cada país.451 Por este motivo,
si bien el surgimiento de la denominada izquierda nacional, cuyos
representantes más importantes fueron intelectuales como Jorge
Abelardo Ramos, Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui y
Rodolfo Puiggrós, así como los debates en torno a las vinculaciones
entre el comunismo y la cuestión nacional, tuvieron su origen a fines
de la década del cuarenta (Tortti, 2009; Altamirano, 2011; Terán,
2013; Ribadero, 2017), Criterio abordó estos temas recién a partir
de la segunda mitad de 1960.452 En ese sentido, en el mes de julio
de ese año, la revista afirmaba que el proceso cubano constituía un
un presumible designio comunista: hacer de Cuba una Hungría ‘al revés’, donde el róle
del agresor pudiera estar representado por los Estados Unidos” (“El fracaso de la reunión
cumbre”, en Criterio, n° 1357, 9 de junio de 1960, p. 405).
451 Como sostiene Tulio Halperin Donghi (2005: 528), la Revolución cubana colocó el
problema del nacionalismo y el antiimperialismo como ejes centrales de la discusión política
en América Latina en los años sesenta.
452 Como señala Altamirano, el tema peronista generó un quiebre entre una izquierda
“tradicional” antiperonista y una “nueva izquierda” que sostenía que el justicialismo “solo
podía ser verdaderamente comprendido sobre el fondo de la dependencia y el problema
nacional”. Para el historiador, el eje central del discurso de la nueva izquierda nacionalista
consistía en la “ruptura con el legado ideológico del liberalismo, componente de lo que hasta
los años cincuenta se consideraba la ‘tradición progresista’, y búsqueda de una fusión entre
socialismo y nacionalismo”, trayectoria que no solo implicaba un quiebre en el plano de
la discusión intelectual, sino también la declinación de los “guardianes” de la tradición de
izquierda liberal: el Partido Socialista y el Partido Comunista. Por ese motivo, dos de los
referentes de la nueva izquierda, Puiggrós y Ramos, no tenían problemas en reivindicar al
peronismo ni ante su pelea con la Iglesia ni frente a los aspectos autoritarios del gobierno
al que consideraban como una dictadura que actuó en defensa de los intereses nacionales
y enfrentó los intereses de la burguesía (Altamirano, 2011: 246-249). En definitiva, para
la nueva izquierda el movimiento justicialista podía ser concebido dentro del “gran relato
marxista” no como un retroceso o un desvío, sino como un tramo de “nacionalización de
la conciencia obrera”. De esta forma, añade Altamirano, “al desplazar (...) al peronismo del
lugar en que había sido situado por la izquierda tradicional, la izquierda que hacía suyo el
discurso de la revisión se desplazaba, simbólicamente, con él” desde un campo en el que el
Partido Socialista y el Partido Comunista se definían como el ala progresista de un campo
182 Francisco Teodoro

peligro para todos los países latinoamericanos porque “la conducta


paroxística de los ‘jóvenes iracundos’ de Cuba es muy contagiosa,
máxime por el contenido nacionalista que se percibe en sus man-
ifestaciones” y porque con la revolución se había configurado “un
trotskysmo sudamericano –una suerte de ‘nacionalismo marxista’– (…)
que mira hacia el resto de Latinoamérica, y como un satélite poten-
cial de la URSS y por lo tanto del partido comunista soviético, en
sus relaciones extracontinentales (las cursivas son del original)”.453
Esta línea se profundizó luego de que el gobierno cubano rom-
piera relaciones con Estados Unidos el 3 de enero de 1961 (Ezque-
rro, 2006: 86-87).454 En ese marco, en el número del 26 de ene-
ro, Criterio examinó un texto que tenía como tema al “marxismo
nacional” que Emilio Fermín Mignone, histórico activista por los
derechos humanos y fundador del Centro de Estudios Legales y So-
ciales (CELS), publicó en la revista católica Encuentro, en junio de
1960. Allí el autor señalaba que no era difícil advertir en la Argen-
tina el desarrollo y la presencia de nuevas “corrientes intelectuales
y políticas que procuran unir la ideología marxista con los valores
nacionales. Es lo que ha dado en llamarse izquierda nacional o mar-
xismo nacional (las cursivas son del original)”.455 Para Criterio, el

liberal y democrático a otro “definido sobre la premisa de lo nacional y la meta de expresar y


realizar la nación” (2011: 95-96).
453 “COMUNISMO: Operación Ideológica en América Latina”, en Criterio, n° 1360, 28
de julio de 1960, p. 524.
454 Como muestra Ricardo Souza Mendes (2009), luego de la revolución las alternativas
para el gobierno cubano se redujeron a dos posibilidades: disminuir el nivel de las
reivindicaciones y las transformaciones sociales propuestas o profundizarlas buscando el
apoyo de la única nación que, de alguna manera, podía hacer frente a los Estados Unidos.
De tal manera, a medida que se tensaban las relaciones entre Cuba y Estados Unidos por las
expropiaciones de empresas y propiedades de norteamericanos, las relaciones de la isla con la
URSS mejoraban (Domínguez, 1998: 184). En ese sentido, como indica Halperin Donghi
(2005: 517), “la URSS tomaba bajo su protección a una revolución que ya no creía posible
asegurar por otro camino su supervivencia, y desde entonces nada volvería ya a ser lo mismo
ni en Cuba ni en Latinoamérica”.
455 Mignone, Emilio, “Informe sobre el marxismo nacional”, en Encuentro, año 1, n° 7,
junio de 1960 (Citado en Altamirano, 2001: 39; 2011: 96). La revista Encuentro fue una
publicación que se fundó en 1959 en el marco del Primer Encuentro de Dirigentes Católicos
(Del Carril, 2001: 19). Mignone publicó en el número de enero y febrero de 1961 otro texto
sobre la izquierda nacional titulado “Juicio sobre el marxismo nacional”. Si bien eran críticos,
ambos trabajos, según señala el autor en su libro Universidad Nacional de Luján. Origen y
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 183

texto de Mignone se ajustaba a una realidad en la que eran “percep-


tibles los esfuerzos de buen número de intelectuales y políticos para
unir el pensamiento marxista con los principales ingredientes del
nacionalismo”.456 La relación entre “el principio de la nacionalidad”
y “el fenómeno imperialista” explicaba el desarrollo de la izquierda
nacional y “el advenimiento universal de los movimientos socialis-
tas cuya versión marxista emigra de Europa hacia Latinoamérica”
a partir de “una constante labor de penetración ideológica y polí-
tica”.457 Para la revista, la izquierda nacionalista advirtió que “uno
los motivos fundamentales que llevaron a los partidos comunistas
en Latinoamérica de fracaso en fracaso residía en su carencia de
sentido de ‘lo nacional’”.458 Por eso, en el caso argentino, esta nueva
izquierda se construía a partir del “sentimiento ‘antiyanqui’ identi-
ficado con la crítica más peyorativa y casi mística del imperialismo”
y sobre una revisión de “las expresiones ‘auténticas de las masas
populares’: federalismo, yrigoyenismo y peronismo (las cursivas son
del original)”.459
La preocupación de Criterio por la izquierda nacionalista no
solo se vinculaba a la lectura del texto de Mignone y a las decisiones
del gobierno cubano, sino también a la situación política concreta
determinada por el éxito del Partido Socialista Argentino (PSA),
una escisión del Partido Socialista (PS) que, liderado por el histó-

desarrollo, fueron bien recibidos no solo por los católicos de derecha, sino también por los
propios marxistas que defendían las banderas del nacionalismo (cf. Del Carril, 2001: 20).
456 Criterio indicaba que “ha escrito Emilio F. Mignone en un excelente ‘informe’ sobre
la izquierda nacional, que el rótulo –que precisa como marxismo nacional– se refiere a un
intento de aplicación del pensamiento marxista en el marco de una nación, y a un esfuerzo
para asumir, dentro de este lineamiento doctrinario, la historia, la cultura y los intereses
de una comunidad nacional”. También identificaba a Jorge Abelardo Ramos como un
exponente central de la izquierda nacional: “Jorge Abelardo Ramos, uno de sus expositores
más destacados en la Argentina, enuncia el propósito de la izquierda nacional según su
versión trotskquista, de donde proviene aquel: ‘ha sonado la hora de restaurar una tradición
trunca: la tradición de un nacionalismo democrático revolucionario…’, por medio de ‘la
unificación política de América Latina, dejada en pie por Bolívar y que ha sido puesta hoy en
el juego de la historia por una nueva clase, surgida de las convulsiones financieras y militares
del imperialismo: la burguesía industrial latinoamericana y sobre todo argentina’” (“En torno
de la izquierda nacional”, en Criterio, n° 1372, 26 de enero de 1961, p. 43).
457 Ibíd.: 44.
458 Ibíd.: 45.
459 Ibíd.: 46.
184 Francisco Teodoro

rico dirigente Alfredo Palacios, obtuvo la victoria en las elecciones


de senadores que se desarrollaron en la ciudad de Buenos Aires en
febrero de 1961. Para la revista, el triunfo de Palacios, cuya cam-
paña se centró en la reivindicación de las proclamas nacionalistas y
socialistas de la Revolución cubana y fue apoyada por buena parte
del justicialismo porteño (Tortti, 2009: 19), mostraba la potencia-
lidad electoral de la nueva izquierda en la Argentina. En ese marco,
Criterio señalaba que ante el vacío dejado por las élites dirigentes,
la izquierda nacional se mostraba como la única tentativa concreta
de estructurar un posicionamiento político que, así como el pero-
nismo en 1946, le ofrecía a las masas la posibilidad de adherir a un
movimiento con una serie de consignas claras y concretas.460 Por
eso resultaba evidente que, luego de la victoria del PSA, los “jóvenes
iracundos” de la izquierda nacional, así como lo hicieron antes los
“jóvenes iracundos” cubanos, estaban dispuestos a estructurar “una
corriente de opinión que actúe con sentido revolucionario sobre
nuestra situación política”.461 En definitiva, si el fracaso del comu-
nismo tradicional –es decir el “comunismo bolchevique”– se expli-
caba a partir del “desprecio por las características e idiosincrasias
nacionales latinoamericanas” y “la aplicación de esquemas rígidos
sobre realidades fluidas y complejas”, la izquierda nacional, por el
contrario, mostraba una elasticidad que le permitía usar “todos los
mitos, slogans y aun verdades parciales de la extrema derecha na-
cionalista”, al tiempo que “abandona los esquemas ‘clasistas’ y pre-
tende la formación de frentes populares (...) para controlar, dominar
y conducir ‘movimientos de liberación nacionales’” que, como el
peronismo, se proponían “conquistar las ‘opiniones vacantes’ lati-
noamericanas (las cursivas son del original)”.462
La inquietud de Criterio en torno a la izquierda nacional coin-
cidió con la decisión del Consejo Superior y Coordinador del Pero-
nismo de apoyar al PSA en las elecciones de Añatuya, una pequeña

460 “Las opiniones vacantes”, en Criterio, n° 1377, 13 de abril de 1961, p. 246.


461 “Extrema izquierda: Triunfo y expectativa”, en Criterio, n° 1375, 9 de marzo de
1961, p. 178.
462 “La división del socialismo argentino y otras cuestiones”, en Criterio, n° 1381, 8 de
junio de 1961, p. 406.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 185

localidad de la provincia de Santiago del Estero, en el mes de junio


de 1961.463 El triunfo de los socialistas, si bien poco significativo
a nivel nacional, se sumó al éxito de Palacios en febrero y mostró
que el justicialismo estaba dispuesto, si era necesario, a inclinarse
hacia la izquierda para enfrentar a un gobierno que mantenía la
decisión de excluirlo del sistema político legal (Smulovitz, 1988b:
117-118).464 En la mirada de la revista, la vocación de acompa-
ñar al PSA podía deberse a motivaciones tácticas a partir de las
cuales el movimiento liderado por Perón “habría volcado su apo-
yo en una elección de importancia menor en el orden nacional,
como una advertencia para el futuro”.465 En ese caso, “las cifras
de Añatuya pueden crear la sensación de que el peronismo sigue
siendo el árbitro electoral” y “al mismo tiempo puede presionar en
el sentido de su legalización” puesto que “como fuerza proscripta,
sigue perturbando la geografía electoral (las cursivas son del ori-
ginal)”.466 Pero también era posible interpretar la decisión como
“un principio de definición en favor de la extrema izquierda”, lo
cual implicaba que “el ala trotskista del peronismo mantiene cierta
influencia y es capaz en circunstancias determinadas de imponer
una orientación definida del movimiento hacia la extrema izquier-
da (las cursivas son del original)”.467

463 Como señala Catalina Smulovitz (1988b: 115), para los comicios de 1961 y 1962
el movimiento liderado por Perón barajaba tres alternativas: apoyar a la UCRI como en
1958, votar por los partidos denominados “neoperonistas” o formar frentes electorales con
partidos de izquierda. Esta última fue la decisión del Consejo Superior y Coordinador para
las elecciones de Añatuya.
464 Luego de la decisión del peronismo de inclinarse por votar al PSA, los votos de este
partido se incrementaron de 166 a 1917 entre 1960 y 1961, mientras que los votos en blanco
disminuyeron de 2810 a 140. La UCRI y la UCRP mantuvieron relativamente su caudal
del año anterior: el primero de los partidos aumentó sus votos de 1102 a 1416 y el segundo
de 1038 a 1267 (ibíd.: 117). De todas formas, la decisión del peronismo de apoyar al PSA
resultó tener un carácter táctico antes que ideológico puesto que el justicialismo no volvió a
elegir partidos de izquierda como receptor de sus votos. Sin embargo, esta actitud le recordó
a los partidos y a los sectores de derecha antiperonistas y anticomunistas que la experiencia de
Añatuya podía repetirse en algún otro comicio más decisivo (ibíd.: 118).
465 “Añatuya: ¿táctica o definición?”, en Criterio, n° 1382, 22 de junio de 1961, p. 459.
466 Ídem.
467 Ídem.
186 Francisco Teodoro

Para Criterio las victorias del PSA en las elecciones de la ciu-


dad de Buenos Aires y en Añatuya no solo mostraban la capacidad
electoral de la izquierda nacional, sino también el retraimiento de
la identificación de las masas con el justicialismo, un proceso que,
como vimos en el capítulo anterior, la revista había señalado en-
tre fines de 1958 y mediados de 1959. Con relación a esto, en el
número del 13 de julio de 1961, Criterio afirmaba que “los mitos
circulan” y “la vigencia de un mito nuevo desplaza a los anterio-
res”.468 Por este motivo, “el peronismo debe descartar poco a poco
sus propios mitos y cambiar de estrategia” puesto que estos “se han
debilitado y han sido desplazados”: ante “la aparición y la vigencia
del ‘tema Fidel’”, “el ‘mito Perón’ carece hoy de la fuerza de otro-
ra”.469 En la misma línea, en el número del 27 de julio, la revista
indicaba que “nuevos y vigentes personajes y esquemas, con gran
fuerza mítica, polarizan hoy la atención y los sentimientos de gran-
des sectores latinoamericanos” y “la Argentina, aunque con menos
intensidad que en otros lugares de América, ha sido conmovida por
esos mitos de estreno”.470 Estos “no han sido elaborados por el pero-
nismo [y] no le pertenecen”, pero “lo circundan [y] han comenzado
a penetrarlo, amenazan su estructura unitaria, quiebran su inestable
homogeneidad”.471 El movimiento justicialista, concluía la revista,
“actúa a la defensiva”, intenta “salvar la unidad”, “se repliega sobre
una supuesta ortodoxia”, “cava trincheras y trata de aventar ‘nacio-
nalismos exaltados’ o ‘infiltraciones marxistas’”.472
Ante esta situación, Criterio señalaba que era imperiosa la ne-
cesidad de modificar, en el marco de la legalidad, las reglas del juego
político impuestas en septiembre de 1955. En ese sentido, la revista
afirmaba que si “en los tiempos inmediatos a la gestión del gobierno
de facto del general Aramburu, la proscripción del peronismo era
una consecuencia natural de su postura beligerante, francamente
propicia a la ‘restauración’”, “ahora es evidente que el panorama
468 “El peronismo y la circulación de los mitos”, en Criterio, n° 1383, 13 de julio de
1961, p. 498.
469 Ídem.
470 “Peronismo: táctica o legalidad”, en Criterio, n° 1384, 27 de julio de 1961, p. 524.
471 Ídem.
472 Ídem.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 187

político se ha modificado en ciertos aspectos importantes” y la ex-


clusión del justicialismo “no es la misma cosa que la del comunis-
mo (las cursivas son del original)”.473 Desde esta lectura, en el mes
de octubre, Criterio aseguraba que, si para las elecciones de fines
de 1961 y principios de 1962 no se habilitaba la participación del
peronismo “con partido y candidatos propios”, la alternativa para
el movimiento era continuar el camino de la política de los frentes
populares iniciado en Añatuya.474 En ese caso, el riesgo radicaba en
que ese tipo de alianzas “ha sido (...) una táctica preferida por los
partidos comunistas de casi todo el mundo en ocasiones precisas” y
… en cualquiera de las formas adoptadas (…) sea por la táctica
del camuflaje –que tiende a mostrar al comunismo como una
fuerza inofensiva, tan respetuoso de los aliados como el mejor
y no tan peligroso como se dice por ahí– o por la táctica de la
colonización –mediante una acción de masas de naturaleza de-
magógica que confiere al extremismo un leadership natural– el
comunismo ha terminado por dominar las alianzas ocasionales
(las cursivas son del original).475
Ante esta última posibilidad, la revista advertía que “la deri-
vación marxista del movimiento peronista no solo sería una expe-
riencia dolorosa e incluso ‘contra-natura’ de acuerdo con las posi-
bilidades políticas existentes, sino irreversible (las cursivas son del
original)”.476
En esa línea, en el número del 22 de febrero de 1962, en el
marco del conflicto abierto por la posición no alineada con Estados
Unidos del gobierno argentino en la reunión de la OEA realizada en
Punta del Este, Criterio indicaba que “la situación política argentina
y latinoamericana exige un replanteo lúcido de las relaciones con el
peronismo”.477 Para la revista,

473 Ibíd.: 523.


474 “La política de los frentes”, en Criterio, n° 1390, 26 de octubre de 1961, p. 765.
475 Ibíd.: 764.
476 Ibíd.: 765.
477 “‘Autoproscripción’: ¿proscripción revolucionaria?”, en Criterio, n° 1398, 22 de febrero
de 1962, p. 136.
188 Francisco Teodoro

… no se trata de olvidar el pasado en términos absolutos, en la


medida que ese olvido suponga soportar a posteriori los excesos
de un régimen político derrotado por el movimiento revolucio-
nario de 1955, sino de no confundir sin matices el régimen y
sus portavoces, de los peronistas o neoperonistas que viven hoy
del recuerdo de las vertientes positivas de ese pasado real (las
cursivas son del original).478
Por tales motivos, “no es posible colocar al peronismo –fenó-
meno predominantemente nacional– en una suerte de ‘reducción
política’ que parcializaría sin término la vida política argentina” y
… tampoco los sectores peronistas deben ser incluidos en un
“lazareto”, como si el simple contacto produjera el contagio
(...) Lo contrario significaría alentar el conflicto, la división, los
particularismos sociales y políticos, impidiendo la integración
necesaria y auténtica, que poco o nada tiene que ver con un
“integracionismo” especulativo.479
Desde una mirada que reafirmaba el carácter totalitario de
la administración peronista del Estado, la revista trazaba, como
lo hizo Franceschi entre 1955 y 1956, una distinción entre esos
gobiernos, sus seguidores y los dirigentes surgidos luego del gol-
pe de 1955 y, desde allí, proponía superar la dicotomía peronis-
mo-antiperonismo en favor de librar el combate contra la versión
nacionalista del comunismo.
Contrariamente a las propuestas de Criterio, y apoyado en una
serie de triunfos electorales en las provincias de Santa Fe, Catamarca
y San Luis en diciembre de 1961, el gobierno de Frondizi decidió
profundizar la polarización peronismo-antiperonismo con el obje-
tivo de captar los votos de aquellos sectores que temían un triun-
fo del justicialismo en las elecciones de marzo de 1962.480 En ese
478 Ídem.
479 Ídem.
480 Luego de Añatuya, la UCRI obtuvo victorias sobre el peronismo, que apostó por
partidos neoperonistas para enfrentar al oficialismo, en las elecciones de Santa Fe, Catamarca
y San Luis en el mes de diciembre de 1961 (Smulovitz, 1988b: 119). Estas victorias
condujeron al gobierno a abandonar el proyecto de reforma del sistema de representación
que había enviado al Congreso en el mes de noviembre con el objetivo de modificar el sistema
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 189

marco, luego de importantes deliberaciones, el peronismo decidió


participar de los comicios, para lo cual conformó el “Frente Justi-
cialista” e impulsó como candidato a gobernador en la provincia de
Buenos Aires, el distrito más importante del país, a Andrés Framini,
un reconocido sindicalista.481 Una semana antes de que se realice
el acto electoral, el presidente decidió habilitar la participación del
justicialismo que, finalmente, se impuso en todas las jurisdicciones
en las que se presentó, con excepción de la ciudad de Buenos Aires
y las provincias de Córdoba y Mendoza.482 Ante esos resultados, el
ministro del Interior Alfredo Vítolo renunció a su cargo, y el go-
bierno, cumpliendo lo pactado secretamente con los jefes militares,
para los que el triunfo del justicialismo resultaba inaceptable, inter-
vino cinco de las ocho provincias ganadas por el peronismo: Buenos
Aires, Chaco, Río Negro, Santiago del Estero y Tucumán (Tortti,
2009: 274).483 Luego de diez días que incluyeron planteos militares,

de lista incompleta de la Ley Sáenz Peña y reemplazarlo por el sistema de representación


proporcional para favorecer su posición y debilitar al justicialismo de cara a las elecciones
de marzo en la provincia de Buenos Aires (Szusterman, 1998: 300-301). El sistema de
representación proporcional D’Hont, que, como vimos en el capítulo anterior, fue un tema
de debate desde la apertura democrática restringida en 1957 y, como vimos en el segundo
apartado de este capítulo, era una de las estrategias que Criterio señalaba como eficaces para
enfrentar al comunismo, tenía el propósito de reducir el impacto negativo de una derrota del
gobierno frente a la UCRP en las elecciones de Santa Fe y de la provincia de Buenos Aires.
Al reducir el número de diputados para el vencedor y aumentar el de la segunda fuerza, este
sistema ayudaría al presidente y a su partido a mantener la iniciativa parlamentaria al menos
hasta las elecciones presidenciales de 1964 (ídem).
481 Como afirma Szusterman (ibíd.: 304), Perón estaba dispuesto a aceptar la
autoproscripción de su movimiento –hecho que se corrobora en la decisión de presentarse
como candidato a vicegobernador en la provincia de Buenos Aires y como legislador en la
Capital Federal aun sabiendo que sus candidaturas iban a ser impugnadas– debido a que le
preocupaban las consecuencias de un eventual golpe si el justicialismo ganaba las elecciones.
482 A nivel nacional el peronismo obtuvo cerca del 32% de los votos, mientras que la UCRI
un 24%. En la provincia de Buenos Aires el peronismo fue votado por más de 1.100.000
electores mientras que la UCRI por 730.000 (Tortti, 2009: 274 y 382).
483 Si bien el nuevo comandante en jefe, Raúl Poggi, tenía la idea de que el ejército debía
alejarse de las cuestiones políticas y centrarse en sus tareas profesionales, la visita de Ernesto
“Che” Guevara a Frondizi en agosto de 1961 y la decisión del gobierno de abstenerse de votar
la propuesta norteamericana de expulsar a la isla en el marco de la octava reunión de consulta
de ministros de Relaciones Exteriores Americanos convocada por la OEA en Punta del Este,
los sectores golpistas de las Fuerzas Armadas profundizaron sus temores sobre la infiltración
comunista en el Estado y reavivaron las posturas antidemocráticas que parecían superadas
luego del alejamiento de Toranzo Montero (Potash, 1981: 455-462).
190 Francisco Teodoro

pedidos de renuncia por parte de la oposición, intentos del gobierno


por salvar la legalidad e incluso la mediación de Aramburu, figura
clave en la que Frondizi se apoyó para superar algunos de los plan-
teos anteriores, el 29 de marzo las Fuerzas Armadas destituyeron al
primer mandatario y lo reemplazaron por el presidente del Senado
José María Guido.
Para Criterio las elecciones fueron una “comedia electoral” en
la que el Poder Ejecutivo rifó el último de los elementos en los que
sostenía su legitimidad: la defensa de la legalidad. A este respecto,
afirmaba que
… se deja al peronismo que participe del juego. El juego tiene
sus reglas. Si el adversario no las respeta, no se le invita a par-
ticipar. Si se le invita, deben respetarse las consecuencias. De
otra manera hacemos de la Argentina una triste versión del “far
west”. Dejamos jugar al adversario y cuando ha ganado bastan-
te, sacamos el revólver y nos quedamos con el dinero. La demo-
cracia no es eso. La democracia supone, además de la concordia,
de la tolerancia, del diálogo, de la posibilidad de participación
en las decisiones políticas, el respeto general por las “reglas del
juego”. Con todos sus riegos.484
En el mismo sentido, en la edición del 12 de abril, la primera
luego de la destitución de Frondizi, la revista señalaba que, si bien
“las fuerzas armadas, o gran parte de sus mandos, estaban intere-
sadas en que se anularan los resultados favorables al peronismo” y
“anunciaron al país, en un comunicado lleno de escrúpulos, de tono
harto diferente a las orgullosas proclamas revolucionarias anteriores,
la deposición del doctor Frondizi”, “el golpe de Estado, el hecho
de características revolucionarias, había sido, pues, ejecutado por
el mismo Frondizi al incurrir en un acto de pura arbitrariedad”.485
Para la publicación, la intervención de las provincias fue una “me-
dida absurda, más nefasta aún que el precedente de la anulación
por parte de Uriburu de la elección bonaerense de 1931”, puesto
que “privó al gobierno de su base de sustentación, la legalidad, y

484 “La comedia electoral”, en Criterio, n° 1400, 22 de marzo de 1962, p. 206.


485 “¿La última crisis?”, en Criterio, n° 1401, 12 de abril de 1962, p. 244.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 191

lo entregó, despojado de su propia iniciativa de esa última coraza


jurídica, a los azares de la sedición y el golpe”.486
En la misma nota, Criterio aseguraba que, frente a la crisis
abierta por la decisión del gobierno y su posterior destitución, había
dos soluciones posibles. La primera de ellas era no negociar con el
movimiento justicialista: “No debe entregárseles los cargos gana-
dos en las urnas” y, además, “es preciso desmontar cuanto antes
las actuales estructuras sindicales, intervenir los gremios, encarcelar
a los dirigentes más peligrosos y, eventualmente, fusilar”.487 Este
plan suponía “el establecimiento de una férrea dictadura militar”
y “remonta su inspiración a los ‘principios de la Revolución Liber-
tadora’”; sin embargo, contaría con una “enorme impopularidad”
y el “regalo inmerecido al comunismo de dos millones de hombres
y una oportunidad ideal”.488 La otra opción consistía en “negociar
sobre bases coherentes con el ala moderada del peronismo y obte-
ner su regreso paulatino a la vida democrática”.489 Para la revista,
sino se lo favorecía con medidas represivas contraproducentes, el
justicialismo no superaría las cifras obtenidas en los comicios y, por
lo tanto, era “minoría en el país”.490 En cambio, “el antiperonismo
es, por el momento, la mayoría; cuenta con las fuerzas armadas, el
poder económico, la justicia, todavía las mayorías legislativas y la
oportunidad de la iniciativa en el ofrecimiento de una solución”.491
En definitiva, afirmaba la revista, “si el setenta por ciento del país
no tiene dirigentes capaces de atraer a la masa peronista al juego de-
mocrático, se estaría reconociendo que el sistema no tiene porvenir
entre nosotros”.492
Como hemos visto, la irrupción del tema comunista a mediados
de 1960 impulsó en Criterio una fuerte preocupación por el avance
de una forma de marxismo atenta a la cuestión nacional y decidida
a tejer alianzas con el peronismo. El éxito electoral en la ciudad de

486 Ídem.
487 Ibíd.: 245.
488 Ídem.
489 Ídem.
490 Ibíd.: 246.
491 Ídem.
492 “La comedia electoral”, op. cit., p. 206.
192 Francisco Teodoro

Buenos Aires en febrero de 1961 y en Añatuya en junio del mismo


año condujo a la revista a reinterpretar el sitio del justicialismo en
la vida política nacional. En ese sentido, en los meses previos a las
elecciones que determinaron la caída de Frondizi, la publicación se-
ñaló en sus páginas la necesidad de integrar a los sectores moderados
del movimiento liderado por Perón a la vida política para obstruir
el camino de los “frentes populares” como el que se conformó en la
localidad santiagueña. Desde esa lectura, la victoria del Frente Justi-
cialista en la provincia de Buenos Aires no constituía un verdadero
peligro: “Nadie puede ignorar los problemas que supone el triunfo
relativo del peronismo. Pero nos preguntamos si puede enfrentarse
al peronismo como un ‘peligro’ cuando en rigor es un problema (las
cursivas son del original)”.493 En efecto, a principios de 1962, el
verdadero peligro lo constituía el comunismo que, en su versión na-
cionalista, “especuló con la derrota del peronismo, toda vez que esa
derrota hubiera derivado previsiblemente en la frustración de la so-
lución electoral como posibilidad para el peronismo para participar
en ‘las reglas del juego’ democrático” y, en ese contexto, “el ‘Frente
Popular’ hubiera encontrado entonces la ocasión propicia”.494 De
esta manera, aunque el peso del anticomunismo fue determinante
en la decisión de los militares de destituir a Frondizi, decisión que
había sido tomada incluso antes de los comicios y en virtud de la
preocupación por el rumbo que había tomado la política exterior
del gobierno en relación al tema cubano (Hudson, 2015a, 2015b),
para Criterio el desenlace de las elecciones del 18 de marzo expresa-
ba, por el contrario, la despreocupación y la confusión de los mili-
tares y de las élites frente a la cuestión comunista.

Conclusiones

Como hemos visto a lo largo de este capítulo, el tema comunis-


ta fue uno de los ejes centrales que marcaron las preocupaciones de

493 Ídem.
494 “Sinceridad y Sangre Fría. La Concordia Posible”, en Criterio, n° 1401, 12 de abril de
1962, p. 260.
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 193

Criterio entre fines de 1958 y el golpe que destituyó a Frondizi en


marzo de 1962. El punto de partida de esas preocupaciones se pro-
dujo en el marco de la discusión “laica o libre” que comenzó luego
de que el presidente decidiera reglamentar el artículo 28 del decreto
6308/55. En ese momento, la virulencia de las discusiones y el tono
de las manifestaciones callejeras condujeron a la revista a señalar
que el comunismo, asimilado a la postura que defendía la enseñanza
laica, tenía una amplia capacidad para influir tanto en los espacios
universitarios y culturales como en los sindicatos y en el Estado. Si
bien inicialmente el anticomunismo de Criterio construyó lecturas
en clave conspirativa que tenían grandes similitudes con las expresa-
das por los católicos integristas y por los nacionalistas de derecha de
los años treinta y cuarenta, y con la de los propios integristas desde
los años finales del peronismo, inmediatamente la revista adaptó sus
miradas a la situación política nacional, determinada por el divorcio
entre élites y pueblo, la desatención de la cuestión social y la situa-
ción de disponibilidad de las masas, vacantes de liderazgo desde la
caída de Perón. Sobre ese fondo, en el marco de la implementación
del plan de estabilización que aplicó el gobierno de Frondizi a fines
de 1958, y que dio lugar a importantes conflictos sindicales a lo lar-
go del año siguiente, la revista señaló el riesgo de que el peronismo
y el comunismo hallaran un espacio común de acción en los sindi-
catos y de que las masas se inclinaran hacia posturas marxistas que
prometían la “redención material”.
Sumado a esto, la inquietud por el supuesto avance comunista
implicó una pregunta por el papel de los anticomunistas. Sobre este
tema, Criterio puntualizó la necesidad de modificar el rol de los
católicos y de las élites políticas. Sobre los primeros, en el marco
de las discusiones preparatorias del Concilio Vaticano II, la revista
afirmó que era central modificar la relación del catolicismo con las
masas para formular una alternativa católica global frente al mate-
rialismo ateo. Sobre las élites, subrayó la necesidad de transformar el
sistema político para romper la situación de crisis de representación
derivada del divorcio entre élites y pueblo, crisis que abría el espacio
para que grupos de presión como los sindicatos actuaran por afuera
de los canales institucionales. A esto se le sumó, a medida que se
194 Francisco Teodoro

relajaban los temores por la situación del comunismo en la Argen-


tina a principios de 1960, la preocupación por el rol de las Fuerzas
Armadas. Sobre este punto, la revista exhibió una postura ambigua
a partir de la cual cuestionó la intervención política de los militares,
pero la justificó en función de la necesidad de suplantar a las élites
políticas. Cuando entre 1960 y 1961 los planteos amenazaron la
continuidad del presidente, la publicación abandonó la ambigüe-
dad y cuestionó los excesos de autonomía militar para señalar que
la legalidad democrática era el único elemento que podía utilizarse
como insumo para superar la crisis política y, en forma subsidiaria,
enfrentar la penetración del marxismo.
Por último, si bien las preocupaciones sobre la situación del
comunismo en la Argentina disminuyeron luego de las elecciones
de 1960, la Revolución cubana introdujo en Criterio una nueva
lectura sobre la penetración comunista determinada por el vínculo
entre marxismo y nacionalismo. En esta etapa, la revista remarcó el
riesgo que implicaba esa imbricación que, en el caso cubano, había
dado forma a un gobierno revolucionario de orientación izquierdis-
ta que, por sus características novedosas, centradas en la atención
no solo de las dificultades políticas, económicas y sociales de la isla,
sino también en su cultura y sus tradiciones, amenazaba a todas las
naciones del continente. A este problema se le sumó el retroceso
de la identificación de las masas con el peronismo y el surgimiento
de una izquierda nacional que tenía como objetivo central trazar
relaciones con el justicialismo y revalorizar los elementos nacionales
que el movimiento representaba. Desde esta postura, en el marco de
las elecciones de 1961 y 1962, la revista afirmó que la mejor alterna-
tiva para sostener la legalidad, superar la crisis de representación de
los partidos políticos y construir una barrera contra la penetración
marxista en su versión nacionalista era incorporar los sectores mo-
derados del justicialismo al sistema y superar la dicotomía peronis-
mo-antiperonismo, carente de sentido ante el peligro que implicaba
el comunismo.
Como señala Vicente (2015b), el anticomunismo se convirtió
desde principios de los años sesenta en el eje articulador de las dere-
chas argentinas. Luego de la Revolución cubana y del fracaso de la
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 195

tarea de desperonización, la influencia de ese tipo de discursos se


extendió desde el nacionalismo y el catolicismo integrista hacia el
liberalismo-conservador. Sin embargo, en la lectura de Criterio, el
golpe contra Frondizi revelaba que esa aseveración, al menos hasta
principios de 1962, no se aplicaba del mismo modo a todos los gru-
pos de derecha. Por el contrario, para la revista la anulación de las
elecciones de marzo manifestaba, por un lado, la despreocupación
de las élites políticas por el comunismo y, por otro, el error de las
Fuerzas Armadas de considerar al anticomunismo como una exten-
sión del antiperonismo. En la interpretación de Criterio, esta con-
junción entre despreocupación y errores estratégicos condujo a las
élites políticas y a los militares a colocar al margen de la legalidad a
un movimiento que debía ser un aliado en la lucha contra el marxis-
mo. En definitiva, en la mirada de la revista , la crisis política abierta
a fines de marzo de 1962 mostraba que “no nos hallamos en la
situación revolucionaria de 1955”, sino que “en todo caso, vivimos
ahora la ‘crisis’ [y el agotamiento] del movimiento de 1955”.495

495 Ídem.
Conclusiones

A lo largo de este libro hemos abordado las ideas y las interven-


ciones políticas de la revista Criterio, uno de los exponentes más
significativos de la prensa católica argentina en el siglo XX, en el
período comprendido entre el conflicto Iglesia-peronismo que se
extendió a lo largo de 1955 y el golpe militar que marcó el final del
gobierno de Arturo Frondizi en el mes de marzo de 1962. Nuestro
objetivo central ha sido analizar, por un lado, las relaciones y los
puntos de contacto que trazó la revista con las familias del campo
de las derechas argentinas en el marco de las discusiones políticas
e intelectuales determinadas por las distintas posturas adoptadas
en torno al pasado peronista y al futuro político en la etapa que
comenzó con el derrocamiento del líder justicialista, y, por otro,
identificar el sitio que ocupó la publicación en el interior del uni-
verso católico en un contexto dominado por las transformaciones
producidas en el catolicismo a nivel mundial luego de la Segunda
Guerra Mundial y en el momento previo al Concilio Vaticano II.
El primero de los elementos que definió los posicionamientos
políticos de Criterio fue su adscripción al antiperonismo y su par-
ticipación activa en las discusiones que se produjeron en el inte-
rior de ese espacio a partir de septiembre de 1955. En ese marco,
uno de los temas que guio los debates políticos e intelectuales se
vinculó a la caracterización del peronismo y a las explicaciones so-
bre su surgimiento. Sobre esta cuestión la revista señaló, junto con
los antiperonistas liberales, que el movimiento liderado por Perón
constituyó una expresión nacional de los totalitarismos europeos
198 Francisco Teodoro

que combinaba elementos propios de los fascismos con otros que


era posible identificar en los caudillos rioplatenses de la primera
mitad del siglo XIX. Por otra parte, en su explicación sobre el sur-
gimiento del justicialismo, Criterio se refirió a la culpa colectiva, al
divorcio entre las élites y las masas, y a la vinculación entre la adhe-
sión de estas últimas al peronismo con la cuestión social irresuelta
en los años treinta y cuarenta. Estos argumentos constituyeron los
ejes centrales sobre los que se edificaron las miradas de los grupos
nacionalistas de derecha expresadas, entre otros, por publicacio-
nes como Azul y Blanco y por intelectuales como Mario Amadeo.
Un segundo debate planteado en el interior del antiperonismo
se vinculó con el problema de la naturaleza de la adhesión de las ma-
sas al peronismo. Para Criterio, estas fueron engañadas por Perón,
un líder demagógico que aprovechó las posibilidades existentes en
la Argentina de mediados de los años cuarenta. Por este motivo, el
peor error que podían cometer los antiperonistas era confundir al
justicialismo con sus seguidores y, a partir de esa identificación, ex-
cluir políticamente no solo a Perón y a los principales dirigentes del
movimiento, sino también a los sectores populares que a ellos adhe-
rían. Desde esta mirada la revista criticó las estrategias de desperoni-
zación instrumentadas por el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu
porque implicaban abandonar a su suerte a amplios sectores de la
sociedad y alimentar el mito según el cual las administraciones pe-
ronistas habían constituido un pasado ideal. En consecuencia, la
desperonización impulsada en la segunda etapa de la “Revolución
Libertadora”, en oposición al objetivo buscado, amplificó entre los
obreros el deseo y la esperanza de una restauración peronista.
La preocupación por la exclusión política y social de las masas
se vinculó con el problema de la reformulación del sistema político,
el tercero de los grandes interrogantes y debates que marcaron las
discusiones internas del antiperonismo luego del golpe contra Pe-
rón. Para Criterio no era posible una verdadera reformulación del
sistema a partir de la reaparición de los viejos partidos políticos y de
la reinstalación del juego parlamentario en el que las élites discutían
por cargos o espacios de poder con independencia de los intereses y
las inquietudes de los distintos sectores de la sociedad. Por el contra-
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 199

rio, para ser exitosa, la salida política debía romper el divorcio entre
élites y pueblo, modificar la postura antiperonista de la segunda eta-
pa de la “Revolución Libertadora”, e integrar política y socialmente
a las masas que habían apoyado a Perón. Esto último implicaba,
en definitiva, superar el antagonismo peronismo-antiperonismo en
virtud de ofrecerle a los sectores populares un presente mejor que el
pasado que podían recordar mitológicamente.
Bajo estas premisas, y aunque inicialmente señaló como un
dato positivo el resultado de las elecciones constituyentes de julio
de 1957, en las que las distintas agrupaciones antiperonistas obtu-
vieron, sumadas todas ellas, un número de sufragios mayor que el
voto en blanco por el que se inclinó el peronismo, Criterio se mostró
sumamente pesimista ante la forma que adquirió la apertura política
ensayada por el gobierno de Aramburu. Las discusiones entre las
dos versiones de la Unión Cívica Radical en el marco de la campaña
electoral para dichos comicios, los debates que se produjeron en el
interior de la Asamblea en la segunda mitad de 1957 y el acerca-
miento de las facciones radicales al peronismo en los meses previos
a las elecciones presidenciales de febrero de 1958 revelaban que la
salida política nada tenía de reformulación y que, por el contrario,
poseía componentes de una restauración, puesto que colocaba en el
centro de la escena a los viejos dirigentes políticos y a sus partidos.
En suma, esta situación abría el camino para la reedición de un
juego que, como consecuencia última, había sido una de las causas
principales del surgimiento peronismo.
Un proceso similar podemos observar en la primera mitad de
1958, cuando, en virtud del resultado de los comicios del mes de
febrero, Criterio enfatizó el hecho de que el retroceso del voto en
blanco y el crecimiento del caudal de sufragios de la Unión Cívica
Radical Intransigente parecían demostrar un debilitamiento de la
identificación de las masas con el movimiento justicialista en favor
de una alternativa no peronista. En ese marco, la revista mostró al-
gunos rasgos de acercamiento a las propuestas políticas de Frondizi
entre las elecciones de febrero y los meses iniciales de su presidencia.
En particular llamó la atención el tono del discurso de asunción
del presidente en el Senado de la Nación del día 1 de mayo. Allí
200 Francisco Teodoro

el primer mandatario expuso, en línea con el tono de la campaña


electoral, una tendencia integracionista determinada por la decisión
de amnistiar mediante una ley a los líderes sindicales y políticos del
peronismo, y de normalizar el funcionamiento de los sindicatos,
intervenidos por el gobierno provisional de la “Revolución Liberta-
dora” a fines de 1955.
El límite del acercamiento a Frondizi, y con ello del tono opti-
mista en torno a la nueva etapa abierta en mayo de 1958, se produjo
en el marco de la discusión de la Ley de Asociaciones Profesionales
en el mes de agosto, considerada por Criterio y por los opositores al
gobierno como una legislación inspirada en el fascismo. Si bien la in-
clusión política de los seguidores del peronismo y de sus dirigentes de
segunda línea era deseable en función de superar la antinomia pero-
nismo-antiperonismo, para la revista la imposición de una ley sindical
con reminiscencias totalitarias, similar a la que existió en los años
peronistas, era inaceptable. Sumado a esto, las políticas económicas
y sindicales impulsadas por Frondizi, reflejadas en el plan de estabi-
lización recomendado por el Fondo Monetario Internacional (FMI)
y en la decisión del presidente de reprimir los conflictos sindicales a
lo largo de 1959 y 1960, condujeron a Criterio a afirmar que no solo
había regresado la “vieja política” con sus dirigentes y partidos, sino
que también se había profundizado la exclusión social de las masas
y, al mismo tiempo, su exclusión política a partir de la continuidad
de la proscripción y de la represión de los sindicatos, única expresión
legal desde la que el justicialismo podía participar de la vida política
nacional. En ese sentido, en la mirada de la revista, antes que superar
la antinomia peronismo-antiperonismo, el rumbo que adoptó el go-
bierno de Frondizi apuntó a extenderla.
Si bien las intervenciones políticas de Criterio luego del golpe
contra Perón se dirigieron a tomar posición en el marco de las discu-
siones políticas que tenían lugar en el interior del antiperonismo, estas
no implicaron en absoluto el abandono de la identidad católica y de
la defensa de las reivindicaciones de la Iglesia en la sociedad. Por el
contrario, en virtud de la legitimidad que le otorgaba el papel jugado
por los católicos en las movilizaciones callejeras que precedieron al
golpe de septiembre y el distanciamiento de una jerarquía considera-
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 201

da por los antiperonistas liberales como muy cercana al peronismo,


el alineamiento de la revista en el antiperonismo tenía el sentido de
reclamar un sitio para el catolicismo en la nueva Argentina pospero-
nista. Esta postura fue acompañada por una fuerte y sostenida crítica
a los sectores integristas y, en menor medida, a la jerarquía de la ins-
titución, considerados como los primeros aliados de la “dictadura” y
los culpables de la deriva de las masas durante el decenio justicialista.
En ese sentido, luego del golpe de septiembre, la revista se alejó de las
lecturas integristas que justificaron la cercanía de los católicos con el
peronismo en 1946 a partir de las figuras del engaño y el desvío. Estos
grupos habían planteado que Perón, desde una pertenencia católica
inicial, habría engañado a la jerarquía y a muchos intelectuales para
construir un poder político sostenido sobre la religión y luego produ-
cir un giro hacia posiciones anticlericales. Para Criterio, por el con-
trario, las culpas no se encontraban solo del lado de Perón, sino que
los católicos que se acercaron al peronismo, en particular la jerarquía
y un número importante de intelectuales, no supieron reconocer que
el potencial anticlerical que se desató en noviembre de 1954 estaba
presente ya en 1946.
La identidad religiosa y la defensa de un sitio para el catolicis-
mo en la Argentina posperonista se hicieron presentes en Criterio de
un modo central entre 1956 y 1957. Esta tendencia se observa en
el marco de la discusión sobre la educación religiosa en las escuelas
secundarias que se produjo en la primera mitad de 1956, así como
en los análisis sobre el desplazamiento de Atilio Dell’Oro Maini del
Ministerio de Educación y, finalmente, ante la negativa del gobierno
a reglamentar el artículo 28 del decreto ley 6403/55 que, poco menos
de tres años después, permitiría el nacimiento de las universidades
católicas. Estos temas, junto con los citados cuestionamientos a las
estrategias de desperonización impulsadas por Aramburu, fueron los
elementos centrales de la oposición de la revista al segundo gobierno
provisional de la “Revolución Libertadora” que, en su lectura, no re-
conocía el rol central que tuvo el catolicismo en el proceso político
que determinó el derrocamiento de Perón. En un sentido similar,
Criterio acentuó su identidad confesional para defender las prerroga-
tivas de la Iglesia y de la religión católica en la sociedad en el marco de
202 Francisco Teodoro

la discusión sobre la reglamentación del mencionado artículo 28 que


se produjo bajo la administración de Frondizi entre septiembre y oc-
tubre de 1958. En esas circunstancias, la revista procuró resguardar el
derecho de la institución eclesiástica a emitir títulos de carácter oficial
en universidades por ella administradas y el de la sociedad a adoptar
una “educación libre”, independiente de las decisiones del Estado.
La discusión “laica o libre” fue también el primero de los dos
momentos en los que se produjo el pasaje de Criterio desde una
identidad política centrada en el antiperonismo a una cuyo eje cen-
tral era el anticomunismo. En ese contexto, a partir de argumentos
propios de los sectores integristas y de los nacionalistas de derecha
tales como el mito de la infiltración, la lectura del peronismo como
articulador de la lucha de clases y la tendencia a señalar que las uni-
versidades y los ámbitos culturales eran espacios para el desarrollo
del comunismo en la Argentina, la revista asoció la posición que
defendía la laicidad de las universidades con el marxismo. Desde
esa lectura, toda expresión de oposición a la reglamentación del de-
creto que regulaba el funcionamiento de las universidades privadas,
ya sean estas manifestaciones callejeras, tomas de universidades por
parte de estudiantes, discursos y declaraciones públicas de rectores
y profesores, entre otras, fueron consideradas como la confirmación
de que Argentina se encontraba bajo un proceso inevitable de pene-
tración comunista.
El segundo momento del pasaje hacia el anticomunismo se pro-
dujo luego del triunfo de los revolucionarios cubanos entre 1960 y
1961, ocasión en la que Criterio introdujo una nueva lectura sobre
la penetración comunista determinada por el vínculo entre mar-
xismo y nacionalismo. La combinación de la tradicional tendencia
imperialista del comunismo con una mirada nacionalista atenta a
la cultura, las tradiciones y los problemas propios de cada país era,
para la revista, la estrategia utilizada por el imperialismo soviético
para vehiculizar su doctrina luego del fracaso de los frentes popu-
lares antifascistas de los años treinta y cuarenta. Esta mixtura entre
marxismo y nacionalismo, uno de los ejes que explicaban el triunfo
de los revolucionarios cubanos, constituía una amenaza para todas
las naciones del continente, puesto que la atención en las caracte-
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 203

rísticas nacionales les permitía a los comunistas diseñar estrategias


flexibles para la difusión de sus ideas. En el caso argentino, este
tipo de tácticas incluía la posibilidad de revalorizar los elementos
nacionales y populares que representaba el movimiento liderado
por Perón y, en última instancia, trazar alianzas con los dirigentes
justicialistas excluidos de la vida política formal. Por estos motivos,
la nueva izquierda nacionalista se revelaba, a principios de los años
sesenta, como la única expresión política capaz de canalizar las de-
mandas populares y convertirse en una alternativa de adhesión para
las masas en disponibilidad.
De esta manera, entre la discusión “laica o libre” y la Revo-
lución cubana, las preocupaciones de Criterio por el peronismo se
colocaron en un segundo plano ante la amenaza que implicaba la
posibilidad de una revolución comunista en la Argentina. Desde
esta mirada, entre 1961 y 1962 la revista advirtió el riesgo que re-
presentaba para el futuro político argentino la continuidad de las
actitudes antiperonistas que reproducían las circunstancias que con-
dujeron al surgimiento del justicialismo. En ese sentido, a diferencia
de otros actores de las derechas que consideraban al peronismo y al
comunismo como dos elementos asimilables o que en su defecto no
encontraban en el marxismo una fuerza relevante, Criterio subrayó
la necesidad de superar la dicotomía peronismo-antiperonismo para
sustituirla por la oposición entre comunistas y anticomunistas. En
esa nueva configuración de las oposiciones políticas e ideológicas,
el justicialismo debía ser incorporado al juego político como un
aliado del anticomunismo en una batalla que, en el marco de la
Guerra Fría, excedía las fronteras nacionales. Esta actitud explica la
crítica de la revista a la decisión de Frondizi de anular las elecciones
de marzo de 1962, así como los cuestionamientos a los grupos que
no percibían que peronismo y comunismo eran dos elementos dife-
rentes, y la inquietud sobre el futuro político expresadas luego de la
destitución del presidente por parte de las Fuerzas Armadas.
Las intervenciones de Criterio en las discusiones políticas e in-
telectuales que hemos señalado nos permiten observar una línea de
continuidad en torno a una serie de elementos que determinaron
los posicionamientos políticos e ideológicos de la revista. Uno de
204 Francisco Teodoro

ellos es la mirada profundamente negativa con relación al rol de


las élites dirigentes, un elemento que caracterizó al pensamiento de
Franceschi en los años treinta y cuarenta, y que se mantuvo entre
1957 y 1962. Desde esta lectura Criterio mencionó, bajo la di-
rección del sacerdote, el divorcio entre élites y pueblo como una
de las explicaciones del surgimiento del peronismo y, en el marco
de las discusiones en torno a la apertura política impulsada por la
“Revolución Libertadora”, el resurgimiento de la “vieja política”
determinada por una actitud que la revista definió como “partidis-
mo”. Esta actitud conducía a las élites a colocar los intereses de sus
agrupaciones y de sus dirigentes sobre el bien común de la sociedad.
Bajo la dirección de Mejía, el “partidismo” fue abordado como
una crisis de representación política en la que los partidos y las élites
no solo defendían sus propios intereses, sino que además se mostra-
ban incapaces de ejercer la función de encarnar, aunque sea míni-
mamente, los intereses de los distintos sectores de la sociedad. Esta
situación favoreció el surgimiento de los grupos de presión cuya
característica principal era, precisamente, la de ocupar el sitio deja-
do vacante por las élites y representar los intereses de los distintos
sectores a partir de la utilización de mecanismos de acción direc-
ta que, en ciertos momentos, colisionaban con la legalidad demo-
crática instalada en mayo de 1958. Esta concepción de los grupos
de presión como elementos contrarios a la democracia fue la línea
conceptual a partir de la cual Criterio analizó la situación de los
sindicatos en el marco de los conflictos que se produjeron luego
del lanzamiento del plan de estabilización económica recomendado
por el FMI entre 1959 y 1960. Situados en el momento del pasaje
del antiperonismo al anticomunismo, esos conflictos –en particular
la toma del frigorífico Lisandro de la Torre en enero de 1959 y la
huelga de los trabajadores bancarios entre abril y junio del mismo
año–, considerados por la revista como una amenaza a la continui-
dad democrática, tenían el particular riesgo de que podían ser con-
vertidos, bajo el auspicio de los militantes comunistas, en huelgas
revolucionarias que culminaran con el desplazamiento de Frondizi.
La crítica a las élites políticas se extendió simultáneamente al
plano religioso para construir una mirada negativa sobre el rol de la
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 205

jerarquía de la Iglesia, de los sacerdotes y de los intelectuales católi-


cos en la sociedad. Sobre este tema, poco antes del golpe de septiem-
bre de 1955, al referirse a la adhesión popular al peronismo, Fran-
ceschi se preguntaba si sacerdotes y cristianos habían hecho todo lo
posible para que “esos malevos no fueran lo que son”: “¿Hemos ido
hasta ellos, nos hemos aproximado a sus miserables hogares, hemos
vencido nuestras repugnancias y nuestros prejuicios, hemos servido
a esos pobres como Cristo nos lo pidió?”.496 La respuesta negativa
implicaba afirmar que, si las élites religiosas hubieran operado de
un modo distinto su relación con las masas en los años treinta y
cuarenta, esos sectores que “hoy constituyen el azote de nuestro país
(...) habrían podido ser una base de su grandeza”.497 Si bien bajo la
dirección de Mejía el problema del rol de los católicos se centró en
el sitio de los laicos y en la preocupación por la vinculación entre
las masas y el comunismo, la línea de señalar la necesidad de que el
catolicismo se convierta en una alternativa de identificación para las
masas en disponibilidad continuó presente. En ese sentido, bajo la
influencia de las discusiones preparatorias del Concilio Vaticano II,
entre 1957 y 1962, la revista puntualizó en reiteradas ocasiones la
necesidad de construir en la Argentina un “cristianismo de sacristías
afuera” que, en lugar de encerrarse en preceptos apriorísticos, mos-
trara capacidad suficiente para vincular los principios doctrinarios
inmutables a la cambiante realidad política nacional y a las posibles
transformaciones que vivía la sociedad moderna.498
Otro de los elementos que identificamos como constantes a lo
largo del período fue la preocupación de Criterio por la cuestión so-
cial. Esta inquietud, derivada de la identidad confesional y del peso
de la doctrina social en el pensamiento católico de mediados del
siglo XX, apareció como tema en el marco del análisis sobre el sur-

496 Franceschi, Gustavo, “A la luz de los incendios”, en Criterio, nº 1239, 14 de julio de


1955, p. 483.
497 Ídem.
498 “Comunismo y anticomunismo”, en Criterio, n° 1371, 9 de octubre de 1958, p. 726. Una
mirada similar se puede ver en Floria, Carlos Alberto, “Reseña a Radiografía del comunismo, por
Alberto Ezequiel Volpi, 1958”, en Criterio, n° 1321-22, 24 de diciembre de 1958, p. 974 y “El
problema comunista y la misión del hombre cristiano”, en Criterio, n° 1328, 26 de marzo de
1959, p. 206.
206 Francisco Teodoro

gimiento del peronismo. Como mencionamos antes, entre 1956 y


1957, Franceschi afirmó en diversas ocasiones que el éxito del líder
justicialista se afincó en su capacidad para transformar un problema
real –la miseria que sufrían las mayorías trabajadoras en la Argen-
tina de la primera mitad de los años cuarenta– en un discurso po-
lítico basado en la demagogia y el engaño. Si bien para el sacerdote
Perón no solucionó el problema social, el éxito del líder justicialista
radicó en haber generado en las masas la idea equivocada de que sus
gobiernos habían constituido un momento de bienestar material.
Por eso, más allá de la demagogia y del engaño, el legado de Perón
consistió en colocar en el centro de la escena política la discusión
sobre el problema social. Este era el elemento que Criterio reconocía
como positivo del peronismo y que, por lo tanto, proponía sostener
luego del golpe de septiembre de 1955.
Luego del fallecimiento de Franceschi, la revista continuó con
esta línea que enfatizaba la necesidad de abordar la cuestión social
no solo desde una postura moral preocupada por la situación de
miseria de las masas, sino también por las derivaciones políticas que
esa situación podía acarrear. En ese sentido, si en el marco de la
“Revolución Libertadora” el gran riesgo derivado de la conjunción
entre miseria económica y disponibilidad de las masas era la posibi-
lidad de que estas se inclinen por la adhesión a soluciones externas
a los canales institucionales para generar una restauración peronista,
bajo el gobierno de Frondizi, y a medida que el problema comunista
ganaba terreno en las consideraciones de la revista, el peligro se ha-
llaba en la posibilidad de que las masas se inclinaran por una salida
revolucionaria de izquierda.
Por último, a lo largo del período que abarcamos en el libro,
podemos observar en Criterio una tendencia democrática que, con
diferencias en cada momento y sostenida más en la oposición a una
revolución de izquierda y a la instauración de una dictadura mili-
tar que en la proyección de un sistema político con características
determinadas, se mantuvo tanto en el momento en el que planteó
sus preocupaciones por el peronismo como cuando estas fueron re-
emplazadas por el temor al avance del comunismo. Esta postura no
solo explica las críticas al pasado peronista, las preocupaciones por
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 207

el funcionamiento del sistema político a partir de mediados de 1957


y los temores en torno a una posible radicalización de las protestas
sindicales hacia posiciones de izquierda entre 1959 y principios de
1960, sino también las objeciones al proceso de autonomización
política de las Fuerzas Armadas entre 1959 y 1962. Esto último se
observa claramente en las lecturas y los análisis sobre los planteos
militares entre 1959 y 1961, y, particularmente, en el marco de
la crisis de marzo de 1962, cuando la revista señaló que, lejos de
la imposición de una dictadura militar, la mejor alternativa para
enfrentar la amenaza marxista era sostener la legalidad democrática,
superar la crisis de representación de los partidos políticos y aceptar
la incorporación de los sectores moderados del peronismo al sistema
como aliados en la lucha contra el comunismo.
Estas líneas de continuidad nos permiten sostener que Crite-
rio fue en los años que aquí abordamos una voz institucional re-
lativamente homogénea. Como señalamos al comienzo del libro,
el consejo de redacción se mantuvo estable a lo largo de estos años
y los movimientos en torno a las distintas discusiones se dieron de
manera gradual. Solo encontramos disonancias en las lecturas sobre
las elecciones de julio de 1957 y febrero de 1958, momentos en los
que, en virtud de los resultados, la revista mostró cierto optimismo
con relación al futuro político nacional que rápidamente se trans-
formó en decepción. Durante los años de Franceschi, identificamos
en la sección “Libros” posicionamientos contrarios a las posturas
nacionalistas e integristas que excedían los límites de la moderación
general de la publicación, así como miradas encontradas en torno
a la caracterización del gobierno provisional en el marco del debate
sobre la reforma de la Constitución en la primera mitad de 1957.
Bajo la dirección de Mejía, aunque es posible encontrar discusiones
sobre lineamientos religiosos tanto en la sección “Libros” como en
la sección de correo de lectores examinada por Sebastián Pattin (201
208 Francisco Teodoro

5, 2016b), los desacuerdos en relación con los temas de actuali-


dad política resultaron infrecuentes.
Como hemos visto, en el período abordado en este libro, Cri-
terio pretendió generar un espacio para el catolicismo en la arena de
las discusiones políticas. El punto de partida fue comprender que en
este tipo de querellas los posicionamientos, si bien orientados por
una identidad religiosa, no debían caer en lecturas que desestima-
ran lo terrenal en función de la imposición de preceptos religiosos
universales. Esto implicó que las intervenciones de la revista se en-
marcaran en una doble arena de disputas que incluyó, en el plano
político, la adscripción al campo de las derechas desde posturas an-
tiperonistas y anticomunistas, y, en el plano doctrinario, el intento
constante de diferenciarse de las posiciones integristas dominantes
en el universo católico argentino desde los años treinta. En ese sen-
tido, Criterio fue, por un lado, una expresión de las derechas argen-
tinas que, como tal, mostró una fuerte tendencia a oponerse a las
posturas reformistas y revolucionarias dominantes, constituidas en
primer lugar por el peronismo y luego por el comunismo, así como
una tendencia desigualitaria, elitista y jerárquica en relación con el
sitio que ocupan las masas y las élites en la sociedad y en el esce-
nario político. Pero, por otra parte, fue también una expresión del
catolicismo que, en los años cincuenta y sesenta, en un contexto de-
terminado por las discusiones y las transformaciones producidas en
el catolicismo a nivel mundial luego de la Segunda Guerra Mundial
y en el momento inmediatamente anterior al Concilio Vaticano II,
contribuyó a romper las pretensiones hegemónicas de los grupos in-
tegristas dominantes en el interior del universo católico argentino.
La postura derechista de Criterio fue diferente a la de otras ex-
presiones de las derechas argentinas con las que compartió posi-
ciones y argumentos, pero no de un modo sostenido en el tiempo.
En este sentido, si bien es cierto que, dada la cercanía y los puntos
en común entre los grupos integristas del catolicismo y los sectores
nacionalistas, los argumentos liberales le resultaron más interesantes
para dirimir las discusiones en el interior del universo católico, la re-
vista cuestionó a los grupos liberal-conservadores por la prescinden-
cia que mostraban en torno a los problemas sociales. Con relación
La revista Criterio y las derechas argentinas: una lectura católica... 209

a esto vale recordar que la pertenencia al campo de las derechas no


elimina la posibilidad de que ciertos actores acepten e incluso pro-
muevan y reclamen, tal el caso de Criterio, políticas reformistas en la
medida en que estas permitirían, en la lectura de los actores, enfren-
tar de un modo más eficaz a un enemigo revolucionario. En el ex-
tremo opuesto, la revista tampoco puede ser considerada como una
expresión del nacionalismo de derecha, sino que, por el contrario,
desde los meses previos al golpe de septiembre de 1955, pretendió
por todos los medios disponibles diferenciarse de esta corriente, así
como de los grupos integristas del catolicismo y de ciertos sectores
de las Fuerzas Armadas, a los que consideraba como autoritarios y
afiliados a la idea de instaurar una dictadura militar en la Argentina.
Esta intención se mantuvo incluso en los momentos en los que, tal
como hemos señalado en el marco de la discusión “laica o libre” y lue-
go de la Revolución cubana, utilizó argumentos típicos de corriente
nacionalista de derecha para justificar sus posiciones anticomunistas.
En consecuencia, Criterio fue una expresión católica de derecha
preocupada por la estabilidad política, por las posibles consecuencias
de la cuestión social y por la legalidad democrática. En ese sentido,
señaló el riesgo que implicaba para la continuidad de la legalidad el
desarrollo de tendencias populares consideradas antidemocráticas y
totalitarias tales como el peronismo, dentro del cual estableció una
diferencia entre dirigentes y masas, y el comunismo, al que identifi-
có con la postura laicista en el marco de la discusión “laica o libre”
y con el “marxismo nacionalista” luego de la Revolución cubana.
Pero también puntualizó en los peligros que implicaban algunas de
las actitudes exhibidas por actores con los que podía compartir idea-
les y enemigos tales como el autoritarismo y la prescindencia de la
cuestión social. En la mirada de la revista, estas actitudes, sobre todo
luego del triunfo de los revolucionarios cubanos, no hacían más que
profundizar la conflictividad social y, con ello, la posibilidad de la
instauración de un gobierno de izquierda en la Argentina.
Con esta investigación creemos haber realizado una contribu-
ción al estado del conocimiento sobre una publicación que consi-
deramos central en la historia del catolicismo argentino y en la vida
política nacional entre el segundo y el tercer cuarto del siglo XX. En
210 Francisco Teodoro

ese sentido, esperamos haber llenado algunos de los espacios que


quedaron abiertos o poco explorados en los trabajos que tomaron a
Criterio como objeto de estudio. El primero de ellos tiene que ver
con las intervenciones de la revista en el marco de la crisis entre el go-
bierno peronista y la Iglesia entre 1954 y 1955, y con las discusiones
que se dieron en el interior del antiperonismo bajo la “Revolución
Libertadora” entre 1955 y 1957. Estos temas, presentes en muchos
trabajos de forma tangencial, fueron abordados profundamente por
José Zanca (2006) en Los intelectuales católicos y el fin de la cristian-
dad. Los dos primeros capítulos del libro procuraron contribuir al
esfuerzo realizado por el historiador a partir de establecer un diálogo
entre la revista y las expresiones de las derechas, en una línea de
trabajo que había explorado previamente Martín Vicente (2014a).
Por otra parte, pocos estudios abordaron el problema que significó
para Criterio el desarrollo del comunismo en América Latina antes
y después del triunfo de la Revolución cubana, y el modo en el que
esas preocupaciones operaron sobre las intervenciones políticas de la
revista en el plano nacional. Este tema, sobre el que nos detuvimos
en el último de los capítulos, ayuda a comprender el modo en el que
la inserción de los discursos anticomunistas en la región modificó
las lecturas de los actores políticos e intelectuales sobre la propia
realidad política nacional.
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Este libro propone un análisis de los posicionamientos políticos e
intelectuales de la revista católica Criterio, una de las publicaciones
más importantes del catolicismo argentino a lo largo del siglo XX, entre
el derrocamiento de Juan Domingo Perón en septiembre de 1955 y la
destitución de Arturo Frondizi en marzo de 1962.
A lo largo del trabajo se abordan las distintas miradas de la revista ante
los debates nacionales e internacionales en relación con el tratamiento
de diversos temas, entre los que se incluyen las lecturas sobre el
peronismo, el sistema político, la relación entre élites y masas, el rol
de los católicos en la sociedad y el supuesto avance del comunismo en
el marco de la Guerra Fría.
En ese sentido, el libro examina, en primer lugar, las discusiones que
se produjeron dentro del antiperonismo entre 1955 y 1957. Luego,
analiza los ejes centrales de la propuesta de la revista Criterio para
refundar el sistema político en el marco de la apertura impulsada por
el gobierno de la autodenominada “Revolución Libertadora” en la
segunda mitad de 1957. Finalmente, explora los cambios operados en
las lecturas de la revista ante el supuesto avance del comunismo entre
la discusión “laica o libre” de 1958 y el triunfo de la Revolución cubana
en 1959.

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