Traducir Las Infancias
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Sobre las concepciones de infancias y las prcticas educativo sociales Alejandro Cussianovich Diego Silva Balerio Introduccin Las sociedades regidas por el adultocentrismo, herencia de la cultura patriarcal en particular cuando el predomino del adulto y adulta tiene gnero teido de machismo , deben hacer un ejercicio de traduccin, vale decir de decodificacin y resignificacin de las culturas y representaciones socialmente construidas e instaladas en los sentidos comunes. Y es que toda traduccin es simultneamente una reelaboracin en clave simblica asequible a su comprensin en horizontes distintos y diversos y simultneamente una forma de hermenutica. Por ello mismo requiriendo de una vigilancia epistemolgica necesaria para acortar los mrgenes de subjetividad y el riesgo de reinstalacin de formas igualmente rgidas y dogmticas de comprender a las infancias. Pero quisiramos colocar algunas cuestiones introductorias que consideramos necesarias para convenir en un episteme que nutra la prctica social y brinde un piso menos fragmentado a la labor directa en el campo de trabajo del educador social. En primer lugar, consideramos que aquello de educador es un ttulo pstumo ms que una auto proclamacin o ttulo acadmico. Por ello preferimos hablar de ser colaborador o colaboradora que en el transcurso de su labor puede jugar circunstancialmente el papel de promover o de animar, de atender o de asesorar, de asistir o de orientar, etc. Ninguna de estas formas concretas por s sola aprisiona la identidad mltiple de lo que llamamos un educador social aunque a travs de todas ellas intentamos contribuir a hacer brotar lo mejor que cada individuo y colectivo es capaz de desarrollar si encuentra las oportunidades y condiciones adecuadas. En segundo lugar, el calificativo de educador social refiere, a nuestro entender, a algo ms de lo que las ciencias sociales han calificado de social; en efecto si atendemos a los aportes de I.Wallerstein, quien plantea que las ciencias sociales se han fragmentado con los procesos de hiperespecializacin debilitndose ellas y que se requiere de un retorno a una ciencia social en la que confluyan los aportes
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especficos del amplio espectro de abordajes de la compleja como multifactica realidad histrica, debiramos convenir en que lo social es no desligable de lo poltico, de lo econmico, de lo cultural, de lo histrico, etc.(ver Lourdes Gaitn M, El espacio social de la infancia, Cdad. De Madrid, 1999, passim; Ivanette Boschetti et Alii enA recomposicao do campo asistencial: natureza do direito, descentralizacao e colaboracao vigiladaen Univ. De Brasilia, Ser Social n.9, 2001, passim) En tercer lugar, hoy ser educador social nos remite en nuestros pases latinoamericanos al mundo de la exclusin social. Es decir, nos coloca ante el creciente fenmeno de articular nuestra labor a las emergentes energas expresadas en movimientos sociales de pobladores, de campesinos, de consumidores, de frentes regionales, de movimientos anti globalizacin excluyente,.Parte de estos movimientos sociales urbanos y rurales son los emergentes movimientos de nios, de nias y adolescentes tanto trabajadores como de infancia en general, pero todos ellos bajo objetivos y lemas tan interpelantes como la reciente marcha del Movimiento de los Chicos del Pueblo en Argentina con El Hambre es un crimen o los movimientos por el agua como el de Cochabamba en Bolivia del que nios y adolescentes fueron activos protagonistas con El agua no se privatiza. Y es que la dimensin pedaggica del trabajo de los educadores sociales tiende a centrase en la capacidad de reapropiacin ordenada y en profundidad de los acontecimientos que los movimientos nacidos desde la exclusin social han producido. Es decir, ser educador social en Amrica latina supone asumirse como parte de los movimientos sociales emergentes matriz obligada del quehacer cotidiano, pero adems de las eventuales proyecciones de futuro. En otras palabras, se ha ensanchado y al mismo tiempo perfilado mejor el campo de accin para los educadores sociales; el trabajo a la pieza- insustituible y necesario, aunque insuficiente en educacin- debe entonces articularse con la accin con grupos y con comunidades y con los movimientos sociales. No slo, entonces la disminucin del dao, sino el desarrollo de las mejores capacidades de las organizaciones, incluidas las de infancia. Todo ello postula que la accin de los educadores sociales devenga una sntesis de pedagoga, lenguaje, historia, filosofa y poltica desde la infancia(ver W.Omar Kohan, Infancia entre Educacin y Filosofa, Laertes, 2003, p.265-283)
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Las nuestras son reflexiones abiertas brotadas de la experiencia en Amrica Latina, de all su riqueza y de all sus limitaciones. Contextos polticos Las ideas, conceptos, imgenes construidas culturalmente acerca de lo que entendemos por infancia va a tener repercusiones profundas en las prcticas y relaciones sociales que entablamos con nios y nias. Las estadsticas sociales en latinoamericanas nos hablan de procesos de infantilizacin de la pobreza. Como expres en Roberto Garretn, en su discurso pronunciado en la VI Conferencia Iberoamericana de Ministras, Ministros y altos responsables de la Niez y la Adolescencia, Ser nio, nia o adolescente en Amrica Latina es difcil. Significa pertenecer a la regin menos equitativa del mundo, donde el 20% de los ms ricos obtiene el 60% de la riqueza generado y los 40% ms pobres, apenas el 10%. Significa haber nacido en una regin donde en promedio se gata menos del 20% de los presupuestos nacionales en salud y educacin y ms del 35% de las exportaciones nacionales en servicios de la deuda 2. El discurso poltico tambin nos explica la posicin que ocupa la infancia en las relaciones sociales, el filosofo italiano contemporneo Giorgio Agamben nos ubica frente a la tensin inclusin-exclusin, y afirma: La pareja categorial de la poltica occidental no es la de amigo-enemigo, sino la de nuda vida-existencia poltica, z-bos, exclusin-inclusin. Hay poltica porque el hombre es un ser vivo que, en el lenguaje; separa la propia nuda vida y la opone a s mismo, y, al mismo tiempo, se mantiene en relacin con ella en una exclusin inclusiva. (Agamben, 2003a: 18) En la biopoltica moderna contina Agamben- la tensin est dada entre la nuda vida y la existencia poltica, entre la exclusin y la inclusin. Si nos referimos a las personas menores de edad, observamos pautas de relacin adultocrticas, careciendo los nios y adolescentes de espacios para la expresin de su voz, para el ejercicio de la participacin (Cussinovich, 2001, 2002). Estamos frente a una situacin de inexistencia poltica, por tanto la posibilidad de transformarse en nuda vida es incontestable. La figura del derecho romano arcaico, el homo sacer, aparece como representacin del espacio social no ocupado por nios y adolescentes, producindose muertes por desnutricin o enfermedades evitables o
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GARRETN, Roberto. 2004. Derechos Humanos, Seguridad y los Nios, Nias y Adolescentes en Amrica Latina. Discurso del representante para Amrica Latina y el Caribe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Publicado en Revista Justicia y Derechos del Nio, noviembre 2004. N 6. UNICEF. Santiago de Chile. 3
suicidios en instituciones carcelarias o muertes en las calles a manos de la polica pero el nico nexo comn de esas muertes es que son matables sin cometer homicidio. Pura nuda vida, pura existencia biolgica de la que nadie en el estado democrtico es responsable, apareciendo figuras explicativas como por ejemplo el estado tiene pocos recursos para atender la alimentacin de todos los nios, o las familias no los llevaron a los controles, o hay pocos mdicos para atender todas las situaciones, o se suicid porque tenia trastornos psiquitricos, o fue muerto por la polica en legtima defensa. Todas explicaciones diferentes, pero que tienen en comn la desresponsabilizacin social, de un estado democrtico, acerca de esas muertes. Aparece la muerte como lmite extremo de la experiencia, o de la pobreza de la experiencia. En tanto que resuena la expresin de Duschatzky y Corea (2002) ...lo propio del humano es la posibilidad de dejar de ser humano, y sin duda la gestin poltica puede potenciar el desarrollo pleno de la dignidad de los nios y adolescentes, lo que implica goce y ejercicio de los derechos econmicos, sociales y culturales y tambin de los civiles y polticos, o puede significar la gestin de la pobreza de la experiencia, y de la muerte. La gestin poltica de la vida y la muerte remite a una forma de relacin con la infancia y adolescencia caracterizada por la desresponsabilizacin de los adultos decidores de polticas econmicas, sociales y punitivas acerca de las muertes evitables que provocan sus decisiones u omisiones. Y esas muertes son impunes, no existen responsables de la mortalidad infantil, o de las muertes en instituciones de reclusin o en las calles. Ello tiene profundas implicancias con las categoras de nuda vida-existencia poltica, ya que los muertos (por los que no se comete homicidio) pertenecen, en la mayora de los casos, a sectores sociales sin voz pblica, sin existencia desde el punto de vista poltico. La infancia muchas veces es representada como algo a superar, como una etapa pasajera de la que nos desprenderemos rpidamente para transitar hacia la adultez. Ello esta asociado a la idea del progreso, al evolucionismo social, que sostiene el capitalismo donde vivimos para ser o tener algo distinto a lo que somos o tenemos. Un momento de la vida que es superado cronolgicamente por otro y que solo es el
camino para el siguiente. Tratndose, al parecer, de una bsqueda desenfrenada de la muerte3. La destruccin de la infancia es una de las funciones ms crueles del ejercicio del poder, efectivizndose de formas absolutamente diferentes. Atribuir responsabilidad por la muerte de la infancia, por la postergacin de la dignidad humana no es tarea sencilla, los ejecutores no tienen sus manos sucias, ni siquiera tocaron o miraron a sus vctimas. Homicidio virtual, a distancia, propio de los tiempos tecnolgicos en que vivimos. Los culpables no muestran sus rostros, la impunidad se perfecciona. Comienzo, novedad, cambio As como la imagen del hijo construida por sus padres previo al nacimiento, cargada de ilusin o angustia, proyecta al hijo idealizado una representacin que impacta y se diferencia del nio que nace. Sobre este punto Esteban Levin, psicomotricista argentino, se pregunta Qu es un hijo antes de nacer?, arriesgando como respuesta es aquello que los padres imaginan, comentan, novelan, inventan, crean y escenifican a partir del ideal de cada uno. As, en un contraespejo paradjico y por supuesto sin saberlo, el hijo inventa y crea a un padre (lo novela?) por el hecho de nacer en un mundo de lenguaje, en una historia y dentro de un linaje4. El nacimiento del nio es previo al parto, esto no remite a la vida biolgica, sino a la imagen creada en la mente de los padres a partir del deseo de tener un hijo. Digamos que es previo a la propia concepcin de ese hijo, ya que la representacin de esa imagen del nio-hijo va a presentarse de forma distinta al nio-otro. La natalidad, el permanente comienzo de lo nuevo, tira por tierra una imagen homognea de la humanidad, trasladndonos a la distincin de lo individual diverso, a la convivencia de cierta homogeneidad de lo universal, que junto (o de forma
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La idea de consumo nos remite a la reproduccin de la muerte constante. Morimos para nacer de algo distinto para caminar a la siguiente muerte. Se trata de una sociedad homicida, que vive a partir de las muertes permanentes de casi todo. Esta idea se opone a la idea de vivencia o experiencia, donde el producto no significa el objetivo, sino la vivencia es en s misma espacio de intercambio y de vida. La experiencia no muere para nacer otra, sirve para enriquecer la siguiente, no para matarla. 4 LEVIN, Esteban. 2003. Discapacidad, Clnica y Educacin: los nios del otro espejo. Nueva Visin. Buenos Aires. p.29-30 5
interactiva) a la diversidad, de los singular construyendo el mundo humano como construccin constante. Sin la categora de accin, que nos trae Arendt hace casi medio siglo como componente esencial de la vita activa, una idea que imprime dinamismo a lo humano, describe procesos de interaccin y pensiona el status quo con la posibilidad permanente de que un nuevo nacimiento nos traiga un cambio radical en el mundo. Esa capacidad de accin, de realizacin de lo infinitamente improbable configura patrones de inestabilidad en todas las relaciones sociales, cuestiona los lugares construidos y asignados, operando la accin de los sujetos como verdadera instancia de alteracin del devenir. En este caso, el nio, la nia, la infancia o como preferimos pensar, las infancias recuperan por dos vas (el derecho como regulador de convivencia y garanta frente a terceros, tambin el estado; y la accin como componente esencial de la condicin humana) la posibilidad de ejercer decisin sobre sus trayectorias a partir de ejercer su iniciativa. Pensar la infancia protagonista, involucra concebirla en tanto comienzo, nacimiento de algo indito que inquieta, perturba, sorprende aquello que esperamos de ella. Involucra una lectura del mundo en claves diferenciales, implica en la lnea de pensamiento de Heidegger que nos trae Larrosa (2003:491-508) una traduccin: Heidegger parece distinguir entre lectura y traduccin o, mejor, entre dos formas de lectura. Habra por un lado una forma de lectura en la que no se pone en cuestin el entendimiento de lo que se lee. En esa forma de lectura, el texto no necesita ser traducido porque ya es compresible, es decir, porque ya se adapta a nuestro modo de entender. (Larrosa, 2003:499) La verdadera lectura, continua dicindonos Larrosa es aquella en la que tenemos que leer lo que no sabemos leer, lo que se hurta a nuestros esquemas previos de compresin [] que desafa nuestro saber leer, la estabilidad de nuestros modos habituales de comprensin. La traduccin de que nos escribe Larrosa con palabras de Heidegger exige un modo de lectura que sea capaz de des-velar su verdad en tanto que el desvelamiento de esa verdad implica el cuestionamiento de nuestros modos habituales de entender.
Parafraseando a Larrosa-Heidegger la mirada, la lectura, la comprensin de la infancia implica una traduccin, en el sentido de cuestionar nuestras tradicionales formas de entenderla, dislocando la forma de pensarla, ocupando espacios de existencia poltica. Pensar la infancia en latinoamrica implica pensar lo contradictorio, oculto, excluido, maltratado, discriminado, los datos de la realidad son elocuentes en este sentido. Pero tambin es pensar lo creativo, ldico, inteligente, movilizado, actor social, que puede representarse en el movimiento que cumple 30 aos de organizacin de nios, nias y adolescentes trabajadores, ejerciendo por s mismos, y mucho antes de la Convencin, un rol protagnico, una accin que involucra un inicio, algo nuevo en la configuracin de las relaciones sociales5. Pensar la infancia desde culturas no occidentales La nuestra es una Regin enriquecida por sus mltiples culturas, tradiciones, pueblos, naciones originarias. Por ello hablamos de infancias, maneras de ser y crecer como nias y nios. Todo ello refiere a cosmovisiones y formas de organizacin social en la que no slo todo tiene vida, sino en que todos somos equivalentes. Ser nio es ser comunidad, es ser unidad mltiple como dira E.Morin con el resto. Ejemplos emblemticos para la razn occidental son los ejemplos de nios, como Joaqun de una comunidad en las alturas de Cochabamba en Bolivia, que fuera a sus once aos elegido alcalde de su comunidad o los dos nios de ocho y nueve aos en el Urubamba en el Cuzco que junto con un joven alcalde de 18 aos fueran elegidos regidores de su comunidad. No basta decir que las sociedades rurales son menos complejas que las urbanas. Lo que queremos evidenciar es que hay otras coordenadas conceptuales para entender la infancia(ver AAVV,Culturas e Infancias, Terre des Hommes, Cochabamba, 2001; AAVV, Huchuy Runas Jike Kake ,Pratec, 2003; A.Pea Cabrera, La racionalidad occidental y la racionalidad andina: una comparacin ,UNMSM, 2003; J.Domic, S.Aylln, Ser nio-wawa en el mundo andino,2001)
Alessandro BARATTA planteo que el pacto social de la modernidad fue construido por el hombre blanco, macho y propietario, marginando a las mujeres, hombres pobres y de otras etnias y a los nios, convocndonos a la construccin de una Alianza Mestiza que los integre todos. La Niez como arqueologa del futuro. En AA.VV. El Derecho y los Chicos (1995). Buenos Aires: Espacio Editorial. 7
Culturas de infancia desde el enemigo Sealamos brevemente las representaciones culturales histricamente construidas desde una divisin de edad del poder a fin de legitimar y naturalizar la condicin de inferioridad y de sumisin de los nios y nias en sociedades adultistas. Una primera es el sentido de propiedad que la sociedad adulta an conserva en ciertos estamentos en relacin a los hijos. Los nios como propiedad privada de sus progenitores o de quienes hagan sus veces. Esta es una forma de privatizacin de la infancia, de limitar sus posibilidades de crecer con autonoma, de desarrollarse como protagonista de su propia vida, pero adems de justificar toda forma de castigo y hasta de violencia en vistas a ensearle, a que aprenda para la vida. La violencia contra la infancia en el seno de la familia y hasta de la escuela, tiene en este rasgo cultural una de sus explicaciones. Pero igualmente resulta mutilante de las capacidades de desarrollo de los nios y nias, la cultura de la prescindibilidad de la infancia. Nuestras sociedades deciden hasta hoy los macro intereses y las grandes cuestiones nacionales sin sentir que es un derecho de las nias y nios el ser parte de estos procesos. Ser prescindibles es una forma de inexistencia social, de exclusin social. Apenas se est empezando a aceptar que opinen en el seno de la escuela o en la definicin de los presupuestos municipales participativos en muchos de nuestros pases, pero no se logra superar el carcter un tanto ficcional y decorativo de esta participacin. A causa de la creciente pobreza y desempleo, de la informalidad y del hambre as como de otras formas de violencia callejera, en toda la regin cclicamente emerge la tendencia a reprimir, a reducir la edad penal como una forma de poner fin a gruesas masas de menores estigmatizadas en los medios de comunicacin y el los imaginarios sociales dominantes. All est los chicos en situacin de calle, los que estn en conflicto con la ley, y hoy se pretende incluir a los que trabajan en calles y plazas. Esta es la cultura de la peligrosidad que se expres en la doctrina jurdica de la situacin irregular y que perdura en el trato y en el comportamiento del estado y de significativos sectores de la sociedad frente a estas nios y nias. Ello no es ajeno a las campaas de limpieza social, a la internalizacin forzada, a la represin policial, a la penalizacin de la pobreza. El derecho y la normativa oscilan recurrentemente entre la reduccin dela edad penal y la privacin de libertad por razones preventivas(ver AAVV, A Razao da Idade: mitos e verdades. Brasilia, 2001, passim) Los educadores sociales no podemos estar de espaldas a estas
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tendencias que finalmente no estn pensando en las nias y nios, sino en la salvaguarda de quienes se ven amenazados en sus intereses. La educacin (social) y el protagonismo El ejercicio del verbo6 que caracteriza al educador, educar, involucra colocar saberes, conocimientos que forman parte del legado de la cultura a disposicin de los nios. Involucra dos movimientos de responsabilidad del educador, mediacin y transmisin, es decir, acercar lo que no est accesible y pasar lo que nos pertenece a todos como miembros singulares de lo universal. Ello se opone a las funciones de fabricacin, de las que nos habla Philippe Meirieu (1998) con la interesante metfora del educador que intenta emular y ejercer el oficio del Dr. Frankenstein. La direccin en la que nos movemos, en cambio, se orienta hacia provocar experiencias educativas que potencien el mximo desarrollo e integracin social de los sujetos de la educacin. Esta accin que significa educar debe reconocer la dignidad de nios y nios en tanto Otros, como escribe Larrosa: La otredad de la infancia es algo mucho ms radical: nada ms y nada menos que su absoluta heterogeneidad respecto a nosotros y a nuestro mundo, su absoluta diferencia. Y la presencia enigmtica de la infancia es la presencia de algo radical e irreductiblemente otro, habr que pensarla en tanto siempre nos escapa: en tanto que inquieta lo que sabemos (y la soberbia de nuestra voluntad de saber), en tanto que suspende lo que podemos (y la arrogancia de nuestra voluntad de poder) y en tanto que pone en cuestin los lugares que hemos construido para ella (y lo presuntuoso de nuestra voluntad de abarcarla). Ah est el vrtigo: en cmo la otredad de la infancia nos lleva a la regin en la que no rigen las medidas de nuestro saber y de nuestro poder. (Larrosa, 2000:167)
SILVA BALERIO, Diego y Paola FRYD. 2005. Adolescentes sujetos de la educacin social y vulnerabilidad, ensayo sobre la adjetivacin de los sujetos de la educacin. AA.VV. Adolescencia y Educacin Social: un compromiso con los ms jvenes. Centro de Formacin y Estudios del INAU AECI. Montevideo. 9
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AUTORES
Alejandro Cussinovich Villarn Peruano. Profesor de Escuela Primaria. Actualmente Docente en la Maestra en Polticas Sociales y Promocin de la Infancia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima. Miembro del Instituto de Formacin de Educadores de Jvenes, Adolescentes y Nios Trabajadores-IFEJANT. Diego Silva Balerio Uruguayo. Educador Social egresado del Centro de Formacin y Estudios del INAU (Cenfores). Diplomado en gestin y conduccin del sistema educativo y sus
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instituciones de FLACSO. Docente de la Carrera de educador social del Cenfores. Coordinador del rea de investigacin en justicia penal juvenil de Defensa de los Nios Internacional Uruguay (DNI). Educador Social en el programa de sanciones no privativas de libertad de DNI. Coordinador de Comit de Derechos del Nio Uruguay. Directivo de la Asociacin de Educadores Sociales del Uruguay.
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