El Laicismo
El Laicismo
El Laicismo
Por otra parte, según Carlos Abrigo (2016), la Laicidad es el respeto mutuo
entre la religión y el Estado, mientras que el Laicismo, elude el tema religioso, es
decir ignora lo religioso en una sociedad. Así mismo, define a lo denominado
Laico, como todo aquello relacionado con la palabra “laos” que significa pueblo, lo
que implica que la iglesia católica consagra a toda aquella persona que pertenece
a la iglesia, elevándolo a la calidad de sacerdocio universal, pero que no cumple
funciones dentro del ámbito del sacerdocio consagrado (Concilio Vaticano
Segundo, 1959). Sin embargo, los términos Laicidad y Laicismo, suelen ser
términos que se confunden o generan errores de interpretación por el hecho de
que la laicidad, defendida por el laicismo, adquirió un carácter combativo y
anticlerical en particular en los países de tradición latina, aproximadamente entre
1850 y 1950. Así mismo, un Estado laico, es aquel que tiene por obligación el
preservar la libertad de conciencia frente a cualquier amenaza que atente contra la
misma. Esta obligación surge de la convicción de que nadie puede ser obligado a
creer en algo por la fuerza, siendo entonces necesario respetar las creencias de
cada quien. Lo anterior es resultado, entre otras cuestiones, del proceso de
pluralidad religiosa y de la necesidad de construir un Estado que garantice a todos
los ciudadanos la posibilidad de creer o no creer. A pesar de esto, existen muchos
Estados que no son formalmente laicos, pero establecen políticas públicas ajenas
a la normativa doctrinal de las Iglesias y sustentan su legitimidad más en la
soberanía popular que en cualquier forma de consagración eclesiástica. Países
como Dinamarca o Noruega, que tienen Iglesias nacionales, como la luterana (y
cuyos ministros de culto son considerados funcionarios del Estado), son sin
embargo laicos en la medida que sus formas de legitimación política son
esencialmente democráticas y adoptan políticas públicas ajenas a la moral de la
propia Iglesia oficial.
Por otra parte, para la iglesia católica, el laicismo es el dominio del Estado
sobre las manifestaciones religiosas, sobre todo las populares. Le incomoda la
racionalidad y la búsqueda de explicaciones dentro del mundo natural, como algo
contrapuesto a la revelación divina, que constituye el alfa y el omega de todas las
causas y de los efectos. Además, entiende que el laicismo consiste en prescindir
de la afirmación de la existencia de Dios como referencia central de la propia
conciencia. Se da por supuesto que tal afirmación es incompatible con una
mentalidad moderna verdaderamente científica. En la actual mentalidad laicista, el
valor supremo es el de la libertad, y con la libertad el progreso, y como resultado
del progreso el bienestar material. Esto implica, según la concepción católica que
lo que es malo hoy, puede ser bueno mañana. No hay una fuente de moralidad
objetiva, ni universal, ni estable. La única fuente objetiva de moralidad y de los
criterios de actuación es la propia libertad, el propio gusto, el bienestar personal de
cada momento. Y en una perspectiva social, la única fuente y el único criterio
objetivo de moralidad es lo que democráticamente decidan los representantes del
pueblo, en cada momento. Ellos son los representantes, la conciencia activa de
una sociedad autosuficiente y dueña de sí misma, sin referencias a ningún Ser
superior ni a ninguna moral objetiva, que pueda limitar la amplitud y la variedad de
sus libres decisiones (Monseñor Sebastián Aguilar, 2008).
Desde tal perspectiva, los talleres masónicos han sido reconocidos como
genuinas escuelas de formación de élites democráticas y constituyen un capítulo
tan importante como ignorado de nuestra cultura política. Además, la masonería
ha mostrado un sobresaliente interés hacia la enseñanza, llegando con frecuencia
a reducir las grandes cuestiones sociales a un problema educacional. Dentro del
marco ético-jurídico laicista, la reflexión sobre la acción formativo-democrática de
la masonería se centra con intensidad creciente en educar para la paz.
Frente a ello, la Masonería aspira a que la fraternidad reine entre todos los
hombres, mujeres y pueblos. Cree que ninguna diferencia por razones de raza,
religión o concepciones políticas, sociales o filosóficas, debe ser suficiente para
que los seres humanos no posean y practiquen, en toda su amplitud, los
sentimientos fraternales. El amor y respeto a la Patria, dentro de un marco de
solidaridad, es idea sagrada para todo masón. Lograr que sus miembros sean
cada vez más perfectos, es la meta ideal de la Orden, particularmente en
momentos en que la paz y la seguridad se encuentran en peligro.
Bibliografía
- LAICISMO, RELIGIÓN Y MASONERÍA. Extraído en:
http://www.masoneria.es/laicismo-religion-y-masoneria/
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- LESSA, A (2013). Por qué Uruguay es el país más laico de América. El
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http://internacional.elpais.com/internacional/2013/06/24/actualidad/
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- Carretero P. Ángel. El Laicismo ¿una religión metamorfoseada? Nómadas.
Revista Crítica de ciencias Sociales y Jurídicas. 15 (2007.1) pp. 239-248.
- https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2014/07/27/las-batallas-del-
laicismo-en-el-chile-del-siglo-xxi/