Primeras Veces (Antología) - Mejor Erotica
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Relato 1: En la piscina
Hugo
Lucho por recuperar el aliento. Me paso la mano por el
pecho desnudo para limpiarme las gotas de agua y sudor
que se acumulan en él. Me falta el aire, pero ¡qué sensación
tan excepcional en la piel!
Verano
Sin embargo, soy muy atenta con los hombres que veo, por
la buena razón de que aún soy virgen. Así que espero un
hombre de buena calidad, guapo y fuerte, al que considere
capaz de satisfacerme.
Poco a poco, sin mirar a las personas que hablan con él,
abandona la sala en dirección a los vestuarios. Parece un
hombre difícil de encontrar. Le pregunto a una chica que
está a mi lado si le conoce.
Hugo
Verano
Hugo
Verano
Hola... er...
Casi salto, ¡no creía que estuviera tan cerca! Siento el calor
de su pecho en mi espalda, sin que ni siquiera me toque.
Me quedo de piedra. Se ríe, me coge la mano y me lanza
una mirada cómplice. Rápidamente me doy cuenta de que
ha llegado el momento. Apenas tengo tiempo de pensar
que lo que está pasando es increíble antes de que tire de
mí. 3, 2, 1... ¡SPLASH!
Summer... Yo sólo...
YO... YO
¿Vamos a ducharnos?
Así que sonreí por esos años, pero por mis amigos que por
fin se casaban.
- ¡Buenas tardes!
- No hay problema.
- ¿Hannah? La llamé.
- ¡Eso es, sí, por supuesto! ¿Crees que soy estúpida o qué?
¡Ningún hombre es capaz de amar de todos modos! Te dejo,
punto, déjame en paz, no quiero volver a hablarte.
La vi colgar, con las lágrimas aún corriéndole por la cara. Me
acerqué a la entrada del salón para ir a consolarla, pero
cuando me vio, dio un respingo y eso desencadenó la
misma reacción en mí.
- Lo siento.
*
A la mañana siguiente volví a encontrar ese olor. Debo
admitir que en cierto modo me tranquilizó, pero me pareció
extraño. ¿Había cambiado de perfume? ¿O era yo quien le
prestaba demasiada atención? No dejaba de darme
bofetadas, diciéndome una y otra vez que era demasiado
joven para mí.
- Me gustaría...
Mierda.
- Que me lleves.
Mierda
MIERDA.
Las razones por las que no puedo hacer esto con Hannah:
- Es mi empleado.
- Es virgen.
- Tiene veintiún años.
- Y siempre querré más.
*
Cuando llegué a casa, estaba preocupada por Hannah.
Sabía que estaba en casa, pero no sabía cómo iba a
encontrarla. ¿Me iba a empujar al vicio? ¿Esperaría?
¿Insistiría? ¿Haría algo? ¿Tomaría yo la iniciativa y la echaría
directamente? No lo sabía...
La veo sonreír.
- Te quiero a ti.
- ¿Qué ocurre?
- Jack...
Acababa de susurrar mi nombre tan suavemente que estuve
a punto de romperme. Me levanté ligeramente de ella,
abandonando su pecho. Me alejé ligeramente de su flor,
sintiendo un poco de frío durante unos instantes. Hannah
también debió de sentirlo. En cuanto la miré, abrió los ojos
como si acabara de despertarse de un dulce sueño.
- Hannah.
*
No veía pasar los días. Por fin había dejado de contar los
días desde su ausencia. Insistí en que ya no me importaba,
que había tomado la decisión correcta y que no había nada
más que decir al respecto.
Mi único problema era que había perdido a una niñera
excelente: una joven apasionada, cariñosa, sonriente... Lo
tenía todo a su favor. El único problema era que no podía
olvidar lo que había pasado aquella noche y me daba
cuenta de las consecuencias. No podía volver a llamarla, era
imposible...
- No, no, está bien. No creo que vaya. Voy todos los años,
así que...
Los ojos del joven se abrieron de par en par.
Si supieras...
*
El resto del día pasó rápido. Yo estaba agotado, como todos
los días, y Jessica también después de haber tenido un día
tan aburrido. Me culpé a mí misma porque no podía
armarme de valor para hacer nada. El nombre de Hannah
estaba pegado en mi teléfono y no podía pulsarlo. No
entendía qué pasaba, por qué me sentía así, por qué la
echaba tanto de menos cuando antes había pasado dos
años con ella sin siquiera fijarme en ella.
- Me apunto.
Hannah acababa de aceptar y yo le estaba mintiendo
deliberadamente. Sólo quería enmendarme, verla
probablemente por última vez, porque esta vez no me
perdonaría. Quizá iba a poder despedirme de ella de una
vez por todas.
*
Sabía que Jessica se enfurruñaría, pero sabía que volvería
contenta... y quizá yo también. Me sentía como un viejo
manipulador que haría cualquier cosa para salirse con la
suya. Pero ahora estaba dispuesto a todo porque sabía lo
que quería: sólo a Hannah.
- ¿De verdad?
*
Teníamos mil cosas que decirnos. Pero no hablamos.
*
En cuanto llegamos, aparqué el coche y salí
inmediatamente. El viaje había sido pesado de todos modos
y yo estaba aún más ansioso que antes. Cerré de golpe la
puerta del coche y respiré profundamente el aire fresco de
la noche. Cerré los ojos un momento y exhalé suavemente.
- No, en absoluto.
- Esto es
- Aquí tienes.
Sonreí.
- A ti también.
- Llaves de la habitación.
- No me has contestado.
- Jack...
- Jack, no...
- Por favor...
- No puedo Jack.
- ¿Por qué?
- No...
- Dame un beso.
- No se enciende.
- Hannah...
Luego se retiró.
- ¿A qué juegas?
- ¿Os conocéis?
Jessica apenas tenía dos años. Había dejado los papeles del
divorcio sobre la mesa, cambiado de número de teléfono y
desaparecido sin dejar rastro. Fue la novia -o al menos
futura esposa- de mi mejor amigo quien finalmente me lo
contó.
Devastado.
- Jack...
¿Tenía miedo de que se repitiera el mismo episodio? ¿Tenía
miedo de que mi vida siguiera así, con relaciones en las que
la persona a la que amaba acabara con otro chico? Casi me
sentía como si hubiera acabado en una de esas
interminables películas de chicas...
- Sí...
*
Acabé volviendo al trabajo, esperando al fin de semana para
poder despreocuparme por fin, con o sin Hannah. La
situación había sido agotadora y cada vez estaba más tensa
en el hospital. Maxime seguía trabajando conmigo, pero no
me hablaba. Lo único que consiguió decirme fue:
- Te equivocas", concluí.
- Es joven.
- ¿Por su edad?
- Tal vez, pensé que no duraría mucho pero hay algo en esta
chica que me engancha.
- Es mi antigua niñera.
- Ah, ya veo.
- Me llamo Jack.
- Encantado de conocerle.
- ¿Es así?
Hannah se agachó. No pude ver exactamente lo que hacía,
pero al final me di cuenta de que se estaba quitando uno de
los tacones.
- En realidad, no.
Nos besamos muy rápido. Ella sólo había puesto sus labios
sobre los míos muy deprisa. Nuestras frentes, apretadas, se
enfrentaban en el más terrible de los duelos, el del animal
que lucha por reproducirse. Nos asfixiábamos. Ya casi no
oíamos la música, sólo nuestras respiraciones
entrecortadas.
- Lo siento.
- Voy a quitármelo...
- Jack...
- Te odio, Jack.
- Hannah.
Esta vez fui más suave y ella rodeó mi sexo con su mano
antes de acariciarme los huevos. Yo contemplaba este
espectáculo y ella también, estábamos totalmente
excitados y tenía la impresión de que nuestra noche no
acabaría ahí.
- Santo cielo.
- Olvidaste esto.
- Lo siento", dijo.
- ¿Quién es el capitán?
La voz era seca e imperiosa, y combinaba a la perfección
con la mirada orgullosa, casi dura, de sus ojos. Kate dio un
paso adelante. No era tímida ni sonreía: aquel campo era su
dominio. El entrenador se dio cuenta y se quedaron
boquiabiertos sin decir palabra.
- Permanezcan atentos esta noche: veremos cuál es la
estrategia del equipo.
Era casi un susurro, como una plegaria. Las vibraciones de
aquella voz sorprendentemente grave se filtraron en el oído
de Kate como filamentos de fuego, llenándola de un suave
calor.
Pero ella se quedó allí, como borracha, con los ojos muy
abiertos y una agradable sensación de tensión en la boca
del estómago. Él parecía disfrutar de su confusión.
Podía sentir su aliento, que llegaba como una caricia, justo
en el pequeño hueco sobre su labio superior. Podía observar
los más pequeños detalles de su rostro: nunca se había
fijado en el brillo dorado de sus ojos oscuros, en la vena que
latía bajo su barbilla, en las orejas ligeramente asimétricas.
De repente, todos esos detalles le parecieron de suma
importancia.
Consiguió reír e intentó hablar a pesar del dolor de
garganta, pero su voz sonaba extrañamente ronca:
- Es la frase para ligar más tonta que he oído nunca.
Sintió, más que vio, que la boca de David avanzaba con una
sensación de placer mezclada con horror. Cuando los labios
desconocidos rozaron los suyos, se dio cuenta de que había
cerrado los ojos y se quedó allí, angustiada.