The One Real Thing
The One Real Thing
The One Real Thing
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo alguno.
Capítulo 1 Capítulo 18
Capítulo 2 Capítulo 19
Capítulo 3 Capítulo 20
Capítulo 4 Capítulo 21
Capítulo 5 Capítulo 22
Capítulo 6 Capítulo 23
Capítulo 7 Capítulo 24
3
Capítulo 8 Capítulo 25
Capítulo 9 Capítulo 26
Capítulo 10 Capítulo 27
Capítulo 11 Capítulo 28
Capítulo 12 Capítulo 29
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 16 Créditos
Bienvenido a Hartwell, un escape tranquilo junto al mar donde descubrir
viejos secretos podría llevar a una mujer a descubrir el significado de un amor
duradero…
Hart's Boardwalk #1
Jessica
U
na de mis sensaciones favoritas en todo el mundo es el momento
en que entro en una ducha de agua caliente después de haber
estado atrapada afuera bajo una fuerte lluvia fría. La
transformación de la miserable ropa empapando tu piel a la calidez relajante es
diferente a cualquier otra. Me encanta la piel de gallina resultante y la forma en
que todo mi cuerpo se relaja bajo la corriente de agua tibia. En ese momento
puro y simple, todas las preocupaciones acumuladas simplemente desaparecen
con la lluvia. 5
Para el momento en que conocí a Cooper Lawson me sentí exactamente
como esa ducha caliente después de una tormenta muy larga y fría.
Una vez que pude apartar mi mirada del sorprendente color de esos ojos,
me fijé en el rostro en el que estaban puestos. Robusto, masculino.
Creí escuchar una risa ahogada y mis ojos volaron hacia su rostro,
sobresaltados, y horrorizados ante la idea de que me sorprendiera
comiéndomelo con los ojos. Sin embargo, no había una risita ni sonrisa en sus
labios, aunque definitivamente había diversión en sus magníficos ojos. Sin decir
una palabra, extendió la mano hacia el edificio pintoresco y empujó. La puerta
se abrió y entró en lo que era un bar vacío y decididamente cerrado.
Oh.
Miré más allá de él en el bar vacío, sin saber si se le permitía estar allí.
¿Quedarse ahí afuera temblando bajo la lluvia o dentro en un bar vacío con
un extraño?
Asentí y pasé junto a él. El agua goteaba sobre los pisos de madera, pero
7
como ya se estaba formando un charco alrededor de los pies del robusto tipo de
franela y ojos azules, no dejé que me molestara demasiado.
Estaba a punto de desaparecer por una puerta que tenía escrito Solo
Personal, dándome poco tiempo para decidir.
El chico del bar no era exactamente mi tipo. Aun así, era sin duda
atractivo a su estilo rudo y, bueno, nunca era agradable sentirse como un
desastre descuidado frente a un hombre con ojos tan penetrantes.
La puerta detrás de mí se abrió una vez más y el Tipo RFA entró con dos
tazas humeantes en sus manos.
Tan pronto como puso una en las mías, se me puso la piel de gallina en el
brazo ante la deliciosa oleada de calor contra mi piel helada.
—Gracias.
Asintió.
—Buen lugar.
—Cooper’s.
—¿Eres Cooper?
—¿Eres detective?
—¿En serio?
—En serio.
—Chica inteligente.
La risa brilló en sus ojos a medida que levantaba su taza para otro sorbo.
Un pedacito de paz.
—No, no lo soy.
10
—¿Qué te trae al Paseo Marítimo de Hart, Doc?
—Cooper Lawson.
—Jessica Huntington.
—Sabes, si sigues chocando con más puertas, te voy a hacer una prueba
11
de visión —dije secamente mientras aplicaba un antiséptico en el labio cortado
de Mary Jo.
—No hay nada más que pueda hacer aquí. Puedes sentarte en la sala
durante media hora con hielo en el ojo. Debería aliviar parte de la hinchazón. —
Me acerqué al congelador pequeño de mi clínica y saqué una bolsa de hielo.
—¿Cómo es que no nos hablas como si fuéramos basura? Esa perra vieja
nos habla como si fuéramos basura.
Ignoré su referencia a mi colega, la doctora Whitaker, quien trabajaba a
tiempo parcial en la enfermería de la prisión. No solo despreciaba a las
reclusas; consideraba a todos por debajo de ella.
—Tal vez porque no creo que seas basura —dije, dejando la bolsa de
hielo en la mano de Mary Jo. Guie su mano sobre su ojo.
—¿Por qué?
—Sí. 12
Me giré para poner los bastoncillos de algodón que había usado en la
basura. La respuesta a esa pregunta era como la raíz más profunda de un árbol
sólido de veintiún años: enterrada demasiado lejos para extraerla ahora sin
derribar todo el árbol.
Abrió la puerta.
—¿Doc?
Me reí.
Suspiró profundamente.
—Mierda, sabía que pasaría. Solo me las arreglaré con lo que tengo.
Bueno, entonces, ¿cómo estuvo tu cita anoche?
—Básicamente.
—Es molesto.
—Está bien, bueno, quiero matar a Derek tanto como quiero hacerle el
14
dulce amor al hombre, pero es agradable vivir con mi mejor amigo. Deberías
conseguirte uno y patear a la acera a ese Doctor Fóbico al Compromiso.
—El chocolate es muy bueno, pero ahora mismo estoy contenta con mi
dosis casual de vainilla.
—Esa ración particular de vainilla es aburrida. —Resopló y su
buscapersonas sonó. Lo comprobó y toda diversión desapareció de sus rasgos.
—¿Todo bien?
—Siempre lo tengo.
Pasé las páginas rotas hasta el final y estaba a punto de dejar el libro con
un suspiro cuando mi pulgar rozó la encuadernación posterior.
¿Por qué?
Presioné en el grosor.
—¿Qué dem…? —Miré hacia abajo a lo que había sido colocado dentro de
la encuadernación del libro. Volteándolos sobre mi regazo, miré cuatro sobres
pequeños. Había un nombre y una dirección garabateados en los cuatro.
Hartwell, DE 19972
¿Y cuándo?
—Va una reclusa en camino. Pelea en el patio. Nada más serio que un
corte profundo.
—Gracias —dije y colgué. Sin pensar en por qué, metí los cuatro sobres
pequeños en mi bolso y los escondí debajo de mi escritorio. Volví a pegar el
papel en la encuadernación del libro y lo puse a un lado para que Fatima lo
viniera a recoger.
Fatima puso los ojos en blanco como para decir: ¿Esta es nuestra vida?
¿En serio?
—Excepcional —gruñó Andrew cuando se corrió.
Solté una pequeña risita para mis adentros cuando rodó fuera de mí y
colapsó sobre su espalda.
No dije nada más. El hombre tenía suficiente ego para llenar todo el
estado de Delaware. Lo mejor era mantenerlo alerta de modo que no se fuera
de las manos más de lo que ya estaba.
—Ir a casa.
—Déjalo —gruñí.
—No. —Se dio la vuelta, con sus manos en sus caderas—. Jessica, eres
una doctora fantástica y talentosa. Es una verdadera lástima que estés metida
en el lúgubre consultorio de una doctora en prisión cuando deberías ser
residente de cirugía. —Se puso la camisa, con una expresión de disgusto en la
cara—. Aún no puedo creer que hayas dejado tu residencia y que hayas
renunciado a una beca en el hospital. Nadie puede.
20
Jessica
A
unque pasaba poco tiempo fuera del trabajo, me estiraba
financieramente para alquilar mi apartamento de dos
dormitorios en el centro. Quería el espacio extra para que mi
mejor amigo, Matthew, su esposa, Helena, y mi ahijada, Perry, pudieran visitar
cuando quisieran.
A la mierda.
En el interior había cartas con una hermosa letra femenina. Revisé cada
una buscando una fecha.
Guau.
Sarah Randall
Wilmington, DE 19801
14 de abril de 1976
Mi querido George,
Lo que hubo entre nosotros fue real. Tienes que saber eso. Desde esa
primera sonrisa, hasta nuestro primer beso, hasta la primera vez que me hiciste el
amor.
Cree que te amo más que a cualquier otra persona y que ese amor nunca
morirá. Serás la última imagen en mi mente el día que deje este mundo, y espero
que esa imagen de tu bondad, el amor que siento por ti, sea suficiente para que
Dios reconozca que conozco el Cielo y aprecio su valor. Quizás sabiendo eso Él me
perdonará y me dará la bienvenida a casa.
Sarah
Sarah Randall
Wilmington, DE 19801
23 de abril de 1976
Mi querido George,
No merecía el título. Fue cruel. Más que cruel. No hay excusa suficiente
para quitarle la vida a un hombre, lo sé. Pero me estaba protegiendo a mí misma.
Había aguantado tanto por tanto tiempo. Y aun así me siguió haciendo daño.
Desde la noche de nuestra boda hasta el día en que le disparé, Ron me hizo daño.
Esa noche llegó a casa enojado por algo. Estaba muy enojado. Había
amenazado con matarme antes, y la última vez que había estado tan enojado,
casi tuvo éxito. Me golpeó tanto que perdí el conocimiento por horas. Tenía un
médico que venía de fuera de la ciudad. Le pagaba mucho dinero para que se
callara. Ron les dijo a todos que había ido a un spa por algunas semanas. Casi me
mata y, aun así, le dijo a la gente que había pagado para que fuera a un spa.
Así que lo supe. Esa noche, cuando llegó a casa, supe que me iba a matar.
Lo sentí venir. No puedo explicarlo. Solo lo supe en mis entrañas. Se las arregló
para darme algunos golpes antes de que me alejara de él y buscara su arma.
Sabía dónde la escondía. Me aseguré de saberlo después de aquella última vez.
Le disparé.
Sarah
25
Mi teléfono sonó de repente y sentí que saltaba de pie con miedo. Por un
momento allí, todo había desaparecido, incluyendo el apartamento.
De repente supe la otra razón por la que estaba llamando. Todos los años,
durante el aniversario de la muerte de mi hermana, iba de vacaciones. Este año
no podría porque mi colega, la doctora Whitaker, ya se había solicitado sus
vacaciones abarcando las semanas que yo quería. Y se negó a considerar
siquiera intercambiar vacaciones. Odiaba la idea de trabajar durante lo que
siempre era un momento difícil para mí. Lo mejor que pude hacer fue planear
unas vacaciones con mi mejor amigo. En dos semanas, había planeado reunirme
26
con Matthew, Helena y Perry en Key West para unas vacaciones compartidas.
Nunca volvía a casa en Iowa, de modo que estos viajes planeados eran la única
oportunidad que teníamos de vernos.
—No estoy preocupado por el dinero. Estoy preocupado por ti. Era
nuestra única oportunidad para vernos este año.
—Lo prometo.
Una vez que colgamos, miré las últimas dos cartas de Sarah.
No sabía lo que iba a hacer. Tenía que gastar mis tres semanas de
vacaciones y sabía que no podía quedarme alrededor de Wilmington por eso.
Tendría que idear un plan.
La idea me agotó, así que en lugar de eso tomé las cartas y comencé a leer
nuevamente.
Sarah Randall 27
Reclusa No. 50678
Wilmington, DE 19801
5 de mayo de 1976
Mi querido George
Lo siento mucho.
Te fuiste ese fin de semana y fue entonces cuando Ron vino a mí.
¿Recuerdas que me había estado molestando durante meses, intentando que
saliera con él? Se estaba convirtiendo en un problema. Ustedes dos habían tenido
esa pelea en Loretta la noche que me tocó. Todos en el paseo marítimo estaban
allí para verte pegarle a Ron. Nunca te perdonó por eso. A veces me pregunto si
vino detrás de mí solo para vengarse de esa noche.
En aquel entonces.
Desearía poder volver atrás hasta esa chica asustada y decirle que confíe
en ti, que te cuente, que te deje encargarte. Pero había perdido a mamá y sabes lo
mucho que eso destruyó mi mundo. No quería destruir el tuyo así al quitarte a tu
padre.
Ron me dijo que iría a la policía y a los periódicos con lo que había
encontrado y que Anderson no solo iría a la cárcel, sino que tú perderías cualquier
posibilidad de ingresar a Princeton. Todo tu futuro estaba en juego. Fui estúpida.
Tan estúpida.
Sobre ti y Annabelle.
Y lamento que después de todo lo que escondí para que así tuvieras a
Princeton y el futuro que soñaste, el destino te lo quitó de todos modos. Pero
espero que ser padre haya sido una especie de sueño nuevo, mejor que el anterior.
Dios, eso espero para ti, George.
Ahora me doy cuenta de eso más que nunca. Necesitaba desahogarme. Solo
necesitaba que supieras que te amo.
Sarah
Sarah Randall
Wilmington, DE 19801
8 de mayo de 1976
30
Mi querido George,
Hasta ahora he tomado todas las decisiones equivocadas. Espero que esta
no sea otra.
Te amo.
Sarah
Con lágrimas en las mejillas, la nariz escurriendo y un dolor agudo en el
pecho, doblé las letras y las volví a meter en los sobres.
Por alguna razón, las cartas de Sarah nunca habían llegado a George.
—Quiero averiguar qué le sucedió a una reclusa que estuvo aquí en 1976.
—La computadora solo contenía los registros de las reclusas de los últimos
quince años.
—Es para una amiga. Conocía a alguien que cumplió condena aquí en
1976. Mi amiga solo quiere saber lo que pasó con ella.
Abrí sus registros. Lo primero que vi fue una foto de una mujer de
aspecto frágil. Había indicios de su belleza de antaño, pero parecía que la vida le
había maltratado hasta arruinar la mayor parte de su belleza.
Y a medida que seguí leyendo, todas mis esperanzas y deseos para ella
murieron allí en el acto.
8 de mayo de 1976.
Observé su hermoso rostro y supe que él y Sarah debían haber sido una
pareja muy atractiva. Quise desesperadamente ver una fotografía de ellos
juntos, cuando ambos eran jóvenes y felices.
—¿Por qué? ¿Para qué así no te atrape hablando contigo misma como
una loca?
Suspiré.
—No creo que te hayas vuelto loca. —Fatima miró por encima de las
cartas y vi mi tristeza reflejada en su mirada—. Esto es una mierda
desgarradora. —Levantó la vista de ellas—. Y sé por qué te atrapan más de lo
que probablemente lo haría a cualquier otra persona.
—Puedes engañarte todo lo que quieras diciéndote que eres feliz, pero tú
y yo sabemos que debería haber más en la vida de lo que estás viviendo. —
Fatima me devolvió las cartas, sus ojos amables a medida que me decía algunas
verdades duras—. No tienes familia, ni novio, y tu viejo amigo vive a más de mil
kilómetros de distancia. Ahora bien, me alegra que estés aquí trabajando en
esta prisión, pero aun así tengo que preguntarme qué demonios te hizo querer 35
trabajar aquí cuando claramente tenías tantas otras oportunidades abiertas
para ti. ¿Puedes decir honestamente que a los treinta y tres años aquí es donde
siempre esperaste que te trajera tu vida?
No quería creer que tenía razón o que la razón por la que sentía tanto por
la mujer que había conocido a través de sus cartas era porque yo también
sentía que la vida se me había escapado de alguna manera.
—Igual que ayer. No ha empeorado, así que es una buena señal, supongo.
Puse los ojos en blanco ante la diversión en su voz. Me conocía muy bien.
—Sé eso. Pero también sé que, cuando tu voz se vuelve tan aguda y
nerviosa como ahora, te estás preocupando por algo.
—Cariño —respondió.
—Jess, necesitas esas vacaciones. Eso es todo lo que voy a decir. Aléjate
de esa prisión, ese apartamento y ese idiota con el que estás follando.
—No lo creo.
—¿Jess?
—¿Hartqué?
37
—Hartwell. Es una ciudad con paseo marítimo aquí en Delaware.
Ante el sonido de su cálida risa, me sentí mejor que desde que encontré
las cartas de Sarah.
Cooper
Hartwell, Delaware
—E
s tu alternador, Ayd —dijo Cooper, mirando hacia el
motor y fingiendo que no podía sentir los senos de la
mejor amiga de su hermana presionados contra su
espalda.
38
—¿En serio? —preguntó sin aliento—. ¿Y qué hay del chirrido que estaba
haciendo antes de morir?
Aydan era una mujer atractiva, pero Cooper tenía una regla. No se follaba
a una mujer a la que le importaría si no la volvía a llamar. Y sobre todo no iba a
meterse con la mejor amiga de Cat. No solo porque no quería enojar a su
hermana, sino también porque Aydan era vulnerable. Su esposo había huido un
año antes, dejándola sola con su hija adolescente, Angela. Estaba luchando para
llegar a fin de mes, por eso él le había dicho que arreglaría su auto de modo que
no tuviera que pagar el taller local para hacerlo.
Pero Cooper sabía por Cat que Aydan también estaba buscando un
hombre estable en su vida.
Mierda.
—En serio aprecio que hagas esto, Coop —dijo Aydan, cerrando la
distancia entre ellos una vez más. Le pasó la punta de los dedos por el brazo
desnudo—. Tal vez podría invitarte a cenar para darte las gracias.
Mierda.
Se le cayó la cara.
Ah, diablos.
Estaba mirándolo con esos bonitos ojos azules como si él pudiera darle el
mundo con una sola palabra, y lo hizo sentir como el mayor imbécil por no
darle lo que quería. Merecía un buen tipo en su vida. Cooper simplemente no
era el tipo. Extendió la mano y rozó su suave mejilla con el pulgar.
—Si fueras otra persona que no sea la mejor amiga de mi hermana, iría a
tu casa a cenar en un santiamén.
—Cuando sonríes así, sabes que es difícil para cualquier mujer enojarse
contigo.
40
Le guiñó un ojo y la escuchó reír mientras ella lo seguía hasta su
camioneta.
El alivio lo atravesó.
—Lo es. —Cooper sonrió—. Estás haciendo un gran trabajo allí, Ayd.
—Lo cual es mucho más que algunos. —Se detuvo en su pequeña casa.
Estaba en el barrio más horrible de Hartwell. Se había mudado con Angela allí
nueve meses atrás. Solían vivir a cuatro casas de Cooper, pero cuando el imbécil
de su ex las dejó, las dejó sin los medios para pagar el alquiler de la casa más
bonita.
—Gracias por decirlo, Coop. —Abrió la puerta—. Y gracias otra vez por el
auto.
—¿Qué pasa?
—Ojalá pudiera.
Cooper sonrió.
—En la escuela. Es su última semana, así que sabes que está más que
bien. Es hiperactivo.
—Nos vemos.
Cooper supuso que era natural ya que Dana se había follado a su mejor
amigo a sus espaldas.
—¿Y el dentista?
Cooper sonrió.
44
—Hizo…
¿Dana?
—¡Coop, es Bailey!
Idiota.
Nunca llamaba a Bailey por su primer nombre. Cooper sabía que eso
volvía loca a Bailey y tenía más que una leve sospecha de que Vaughn también
lo sabía, y era exactamente por eso que lo hacía.
—No me digas que estoy atrapada aquí con este idiota, Lawson.
Asintió.
—Adelante. Si la ves…
—Oh, derribaré a esa perra antes de dejarla entrar aquí —le aseguró
Bailey y se volvió para irse.
46
—Voy contigo. —Vaughn se deslizó del taburete, dejando dinero en la
barra—. Cooper.
—Vaughn.
—Maravilloso.
Ella entrecerró los ojos, lista para escupirle fuego, pero Cooper la
distrajo.
—Rarita.
—Eres un imbécil.
—¡Tarado!
Hizo una mueca ante el sonido. En serio, ¿qué había visto en ella?
47
—¡Cooper! ¡Abre!
Iris.
Cooper se tensó.
—Cooper.
—Cooper, si me perdonas…
Las lágrimas cayeron por sus mejillas que una vez había encontrado
bonitas y soltó un sollozo áspero antes de empujar a Iris para pasar. Medio
marchó, medio corrió por el paseo marítimo con sus tacones de diez
centímetros y Cooper se cabreó una vez más porque podía sentir una punzada
de culpa en el pecho.
—Gracias.
Sus ojos brillaban cuando le sonrió en respuesta.
—Lo mismo digo. Dale los buenos días a Ira de mi parte. —Abrió la
puerta del bar.
Treinta y seis años. Treinta y seis malditos años. Solo un poco más de los
diez años que había pasado con Dana. Diez años de su vida que se fueron. Con
treinta y seis, y divorciado. Una ex esposa loca. Sin niños. Sin papá. Sin mamá.
Tenía a su sobrino.
Si sentía que faltaba algo en su vida, entonces Cooper suponía que eso lo
hacía desagradecido.
E
l viaje de dos horas a Hartwell me había desgastado, pero no era
sorprendente. Sospechaba que mi enfoque singular en mi trabajo
había mantenido mi cuerpo en funcionamiento tanto tiempo como
lo había hecho. Tan pronto como me decidí por Hartwell para mis vacaciones,
me sentí cada vez más cansada, como si solo pensar en las vacaciones me
hubiera hecho liberar la cabeza y el cuerpo: Oye, muchas gracias; solo hemos
estado esperando una eternidad para que te des cuenta que estamos jodidos.
Tuve que esperar dos semanas para las vacaciones y lo sentí como las 50
dos semanas más largas de mi vida. El estrés podía ser subyacente. A veces ni
siquiera te das cuenta que estabas tan estresado como estabas. Debería haberlo
sabido. Y como doctora, debería haberme cuidado mejor mental y físicamente.
Me detuve.
¿Había algo más relajante en este mundo que el sonido de las olas? Mi
cuerpo parecía derretirse bajo su hechizo y así sentí que el agotamiento me
golpeó.
Eran solo las nueve de la noche, pero estaba lista para acostarme.
Con ese pensamiento, giré a la izquierda y miré hacia la Posada Hart. Era
una versión grande de las casas por las que había pasado: revestimiento de
guijarros pintados de blanco, magnífico porche envolvente y persianas pintadas
de azul en las ventanas. Sabía por las fotos que había visto en Internet que
incluso había una terraza de observación en la parte superior del edificio.
En lugar de un brillante letrero de neón, había un hermoso letrero
pintado a mano que se alzaba junto al porche. Se le había adherido una lámpara
de modo que se iluminara en la oscuridad.
Subí mi maleta por las escaleras del porche y abrí una de las hermosas
puertas dobles con su vitral policromado. Una campana pasada de moda sonó
sobre mí, anunciando mi llegada.
La amaba.
—Gracias.
—Gracias. Es hermosa.
55
Jessica
L
o primero que hice después de ducharme fue abrir las puertas
francesas de mi habitación. Salí al balcón que daba al paseo
marítimo y al océano, y ni siquiera me importó que fuera un día
nublado y gris.
Bailey me sonrió.
—Buenos días.
—¿Dormiste bien?
—Ni siquiera te disculpes. Podía ver que estabas muerta del cansancio.
¿Quieres empezar con un poco de café?
—Por favor.
57
—Perfecto. Te dejaré mirar el menú.
—Entonces —dijo Bailey una vez que tragó—, por lo general no soy esta
extraña posadera que se auto invita al desayuno de sus huéspedes. Mi alarma
no sonó esta mañana.
Resoplé, incapaz de reír sin escupir mi desayuno por todas partes. Una
vez que tragué, dije:
—Mi novio. Hemos estado juntos por nueve años. Es el yin para mi yang.
Aunque últimamente el yin está un poco molesto con el yang. Perdí a mi
subgerente para Nueva York el mes pasado, así que he estado corriendo como
un pollo sin cabeza mientras intento encontrar a alguien en quien confíe para
hacer el maldito trabajo, y Tom solo dice: “Despacio, Bailey, antes de que te
mates”. —Parpadeé ante su divagación. Ella rio—. Lo siento. También dice que
a veces hablo demasiado rápido. Dice que me hace sonar como de doce. Tengo
treinta y tres años.
—Sí.
—En realidad, soy doctora en una prisión. Una prisión para mujeres.
Me reí.
—Me encanta.
—Así es.
—Sí, pero George cerró la tienda hace unas semanas y se fue a Nueva
Escocia. Su hija, Marie, vive en Canadá con su familia y George decidió pasar el
verano allí.
Para vacacionar.
Sonreí.
—Qué romántico.
—Guau.
A pesar de las nubes oscuras en el cielo, el clima afuera era templado con
solo una suave brisa susurrando desde el agua. Paseé por las tablas de madera.
Un letrero gigantesco sobre la puerta del porche del edificio junto a la posada
proclamaba en una escritura femenina Hart’s Gift Shop.
Decidí explorar Main Street más tarde y seguí avanzando por las tablas.
Pasé junto a una pequeña heladería, una tienda de surf, un restaurante italiano
con un letrero de neón proclamando Antonio´s, y luego el edificio más grande en
el paseo marítimo: parecía surgir entre todos los demás como un gigante de la
arquitectura contemporánea. Paredes encaladas y mucho vidrio. No había
letreros de neón llamativos en este edificio. Enormes letras doradas de metal de
tres pisos deletreaban Hotel Paradise Sands y letras doradas más pequeñas
subtitulaban debajo, Y Centro de Conferencias.
Pero no había sol y podría venirme bien otro café. Con ese pensamiento,
continué mi viaje por el paseo marítimo, cuando los cielos se abrieron de
repente.
Mis ojos se lanzaron hacia el refugio disponible más cercano y corrí hacia
él: un bar cerrado que tenía un toldo. Empapada en cuestión de segundos,
cegada por la lluvia e irritada por la sensación desagradable de mi ropa pegada
a mi piel, en realidad no estaba prestando mucha atención a otra cosa que no
fuera al toldo.
Unos cálidos ojos azules se encontraron con los míos. Azules, unos ojos
azules. Como el mar Egeo que rodeaba Santorini. Había vacacionado allí hace
unos años y el agua allí era la más azul que hubiera visto en mi vida.
Una vez que pude apartar mi mirada del sorprendente color de esos ojos,
me fijé en la cara en la que estaban puestos. Robusta, masculina.
Cooper
Todo lo que Cooper pudo ver al principio fueron los hermosos ojos de la
desconocida. Grandes. Castaños… no. Color avellana. Eran castaños con
manchas de color verde claro y amarillo en ellos. Gruesas pestañas los
enmarcaban.
De pie frente a esta extraña desaliñada con los jodidos ojos más bonitos
que hubiera visto en su vida, Cooper tuvo que preguntarse si el hormigueo era
bueno o malo en este caso.
Ella se dio la vuelta, mirándolo con esos grandes ojos. Con su cabello
mojado peinado hacia atrás, podía verla por completo.
Él asintió.
La diversión lo llenó.
Cuando ella asintió y pasó junto a él, su perfume flotó sobre él. Era ligero,
algo florido, nada almizclado. Se dio la vuelta, mirando su bar con curiosidad, y
él observó al resto de ella.
Era de voz suave y, por alguna razón, su vientre bajo reaccionó con una
sensación de tirón al sonido de su voz.
Cooper asintió.
—Cooper's.
—Chica inteligente.
En el poco tiempo que había pasado con ella sabía que era sexy, linda,
inteligente y agradable para pasar el tiempo. Todo eso significaba que Cooper
quería saber más.
69
—No eres de Hartwell.
—En este momento la lluvia me trajo aquí —dijo—. Creo que en cierto
modo me alegra que lo haya hecho.
—Cooper Lawson.
—Jessica Huntington.
—Estoy de vacaciones.
—Eso es diferente.
—Entonces, ¿qué hace que alguien quiera trabajar en una prisión para
mujeres?
Era suyo. Era su visión. Su arduo trabajo. Y los lugareños eran su familia.
No muchas personas llegaban a tener un negocio al que amaran como él.
—Incluso las personas que cometen errores necesitan que alguien los
cuide. Cuando me convertí en médico hice el juramento hipocrático. Dije que
ayudaría a las personas y que no haría daño. Eso significa ayudar a alguien sin
importar quiénes son o lo que han hecho. Tomo ese juramento en serio.
¿Hablaba en serio?
Había algo sobre esa compasión en una mujer como Jessica Huntington
que lo intrigó mucho más. Estaba reuniendo una lista de aspectos positivos que
eran difíciles de ignorar.
—¿Es un truco de barman? —preguntó de repente, con su pequeña y
linda nariz arrugada en molestia.
—Excelente. Gracias.
—En la Posada Hart —sonrió. No solo porque le gustaba que ella hubiera
elegido el lugar hogareño de Bailey por encima del lujo del hotel de Vaughn,
sino porque le gustaba que le hubiera dicho dónde se alojaba.
Cooper esperaba que eso significara que estaba soltera y que quería
conocerlo un poco mejor mientras estaba de visita.
—Sí, puedo notarlo —dijo Jess y rodeó la mesa hacia él para estrecharle
la mano—. Fue agradable hablar contigo.
Fue mucho más que agradable hablar con ella. Su agarre se apretó sobre
el de ella y se acercó un poco, de modo que estuviera segura que quería volver a
verla.
Cooper la vio irse, esperando que ese indicio de vulnerabilidad que vio
detrás de su confianza no significara que tendría que perseguirla para pasar
más tiempo con ella.
Pero a medida que miraba ahora hacía su bar vacío, pensó: Mierda, más
que un poco preocupado.
Jessica
Era difícil concentrarse en otra cosa que no fuera la atracción que sentía
por Cooper Lawson. Me detuve un momento, preguntándome si era una buena 74
idea decirle en dónde me estaba quedando, pero luego pensé: qué demonios.
Estaba aquí de vacaciones y no había una regla que dijera que no podía
coquetear con el dueño de un bar mientras estaba aquí.
Aun así, fue el tipo de atracción intensa que me ofuscó un poco, de modo
que tenía que admitir que entrar en Emery fue una buena distracción.
Se abrió una puerta detrás del mostrador y salió una mujer. Me dio una
sonrisa tímida.
—Me pareció oír la campana sobre la puerta.
Era alta y esbelta, con hermosos ojos y una cara en forma de corazón.
Llevaba su largo cabello rubio blanquecino en una intrincada trenza que
descansaba sobre su hombro derecho. Mechones de cabello enmarcaban su
hermoso rostro.
—Sí, creo que lo haré. ¿Eres la dueña? —Ella asintió. Le tendí la mano—.
Soy Jessica Huntington.
—Emery Saunders.
—Encantada de conocerte.
—Tomaré un café con leche, por favor. Solo voy a hojear los libros.
—¿Lees thrillers? —No parecía del tipo thriller. Parecía del tipo de
76
príncipes mágicos y cuento de hadas.
—Seguro, gracias.
Me reí.
Sus párpados bajaron sobre sus ojos, y vi que sus pestañas, oscurecidas
con rímel, eran envidiosamente largas.
Por alguna razón estaba fascinada por la tímida dueña de esta librería.
Le tomó más tiempo del que debería considerarlo, casi como si tuviera
78
miedo de hacer algo incorrecto. Al final, me dio una pequeña sonrisa.
Pero no Emery.
79
Y esa intriga solo me recordó las cartas de Sarah, que me habían llevado a
Hartwell en primer lugar.
Cuando los últimos clientes salieron de la posada, Bailey los siguió y les
deseó una cálida buena noche. La campana de la puerta sonó cuando salieron y,
unos segundos después, Bailey se dejó caer en el sofá a mi lado.
Se veía exhausta.
Le tendí mi copa de vino y ella la aceptó con una sonrisa agradecida pero
muy cansada. Tomó un sorbo y me devolvió la copa.
80
—Gracias.
—De nada. Por favor, dime que no trabajas estas horas ridículamente
largas todos los días.
Sonreí.
Me reí.
—Es complicado.
81
—Lo tomaré como que estás soltera.
—¿Por qué?
—Si estuvieras realmente segura de este tipo, sea quien sea, tu respuesta
habría sido un no directo.
—Sí.
—¿Conoces la historia?
—¿Estás bien?
—Eso es tan triste. ¿Es por eso por lo que viniste hasta aquí?
Me encogí de hombros.
Bailey me consideró.
—Sí.
Solo me reí.
Me tensé.
—¿En serio?
—Su madre, Laura, falleció hace casi diez años, pero ella y Sarah eran
muy cercanas antes de que Sarah fuera a prisión. Coop era cercano a su madre y
sabía lo mucho que Sarah le rompió el corazón a Laura. Tal vez sería bueno
para él saber la verdad.
—No lo sé. Esas cartas solo estaban destinadas a los ojos de George.
—No tienes que darle las cartas a Coop, pero Sarah era su familia. Si
había una razón genuina para lo que ella hizo, él merece saberlo.
Cooper
C
ooper tenía que admitir para sí mismo que había esperado que la
doctora viniera a su bar la noche anterior.
Mierda.
—Un centavo por tus pensamientos —dijo el Viejo Archie cuando Cooper
suspiró.
84
Echó un vistazo a su bar. El lugar estaba lleno de lugareños. En una o dos
semanas estaría lleno de lugareños y turistas una vez que llegara la temporada
alta. Sentado en el mismo taburete en el que se sentaba todas las noches, el
Viejo Archie le sonrió por encima del borde de su vaso de cerveza.
La verdad era que era demasiado joven cuando se casó con Dana. El sexo
había sido fantástico. En retrospectiva, la triste realidad era que hubo más
lujuria que amor en su matrimonio. Cooper había pensado que era amor en ese
momento, pero ahora no podía recordar ni un momento en el que alguna vez
hablaron de algo real. En ese entonces, no pensó mucho en eso, pero ahora
sabía que eso no estuvo bien.
Claro, había hecho reír a Dana, y le había gustado hacerla reír, pero eso
no era suficiente.
Y ambos habían pagado el precio por su estupidez. Sin mucho entre ellos
más que lujuria, el matrimonio se había desmoronado. Dana lo había
traicionado, y esa traición ardía tanto que Cooper no estaba seguro de querer
involucrarse en otra relación seria.
85
Aun así… ya no era ese chico tonto.
Tal vez era lo de ser doctora. Decía mucho de ella. De acuerdo. Aparte de
lo obvio, decía que probablemente era una mujer independiente, y Cooper
nunca antes había salido con una mujer así.
Uh. Menuda broma eso. Siempre se había considerado un muy buen juez
de carácter hasta la traición de Jack.
Cooper lo miró.
El Viejo Archie sonrió y abrió la boca para decir algo, cuando su señora,
Anita, se deslizó en el taburete junto a él. El Viejo Archie inmediatamente la
miró con el ceño fruncido.
Era justo decir que el Viejo Archie era alcohólico. Le gustaba su bebida y
no se disculpaba por eso. Había estado casado y ella lo dejó, llevándose a sus
hijos consigo cuando se fue de Hartwell para siempre. Las cosas estuvieron mal
para Archie por un tiempo, pero entonces conoció a Anita. A Anita no le
importaba que a Archie le gustara la bebida. Lo único que le importaba era que
él fuera leal con ella y que la amara.
Pero había días, como hoy, cuando el Viejo Archie amaba más a la bebida.
—Bueno, no me gusta.
—Y no me gusta.
—¡Me gusta tu cabello, Anita! —gritó Hug, una pintora y decoradora que
había ido a la escuela con la madre de Coop, cuando Anita pasó.
Tan pronto como la puerta del bar se cerró detrás de Anita, Cooper
sacudió la cabeza hacia él.
—Eso fue ruin —dijo Riley, su barman desde el otro extremo de la barra.
Lily, una de sus camareras, arrojó una bandeja vacía en la barra y fulminó
al Viejo Archie con la mirada.
—Ah, estará bien. —Los desestimó, pero Coop vio el destello de culpa en
sus ojos antes de que bajara la mirada hacia su cerveza.
Cooper tenía cuatro empleados en el bar trabajando para él: Riley, Kit,
Jace y Ollie. Riley y Ollie trabajaban de noche, Kit y Jace trabajaban de día.
También estaban Crosby, su cocinera, y cuatro camareras: Lily, Isla, Bryn y
Ashley. Durante la temporada alta, todos, incluyendo a Cooper, trabajaban más
horas.
Lo que hacía que la idea de salir con una mujer que no necesitaba que
fuera responsable de nada más que hacer que su tiempo juntos fuera agradable
era muy atractiva.
Su largo cabello rubio estaba ahora seco. En realidad había mucho de él.
Se derramaba por su espalda en espesas ondas. Esos grandes y hermosos ojos
suyos se movieron alrededor del bar, fijándose en todo incluyendo a los
lugareños, quienes la miraron con curiosidad. Ella les sonrió y luego miró hacia
la barra, y esa bonita sonrisa se amplió cuando vio a Cooper. 89
Él asintió hacia ella.
—Sí, creo que lo mejor sería en privado. —Le echó una mirada a Riley—.
Vigila el bar. No tardaré mucho.
Una vez que estuvieron dentro del pequeño espacio estrecho, y la puerta
se cerró detrás de ellos, Jess se alejó de su toque. Se volvió hacia él y Cooper no
pudo evitar tomarse un momento para disfrutar mirándola. Llevaba una
chaqueta de cuero negra ajustada, una camisa rosa oscura debajo y ajustados
jeans negros.
—En su mayor parte vine hasta aquí por mis vacaciones, pero había otra
razón por la que elegí venir a Hartwell. —La curiosidad definitivamente
despertó, Cooper le hizo un gesto con la cabeza para que continuara—. Como
sabes, trabajo en el Centro Correccional y de Rehabilitación para Mujeres en
Wilmington. —Se detuvo para abrir su bolso y sacar cuatro sobres pequeños—.
Hace unas semanas encontré estas cartas dentro de un libro de la biblioteca.
Fueron escritas por la prima de tu madre, Sarah Randall. —La conmoción dejó a
Cooper congelado en el acto—. No sabía que era prima de tu madre hasta
anoche. Bailey me habló de la conexión.
Sarah Randall. Jesucristo. No la había conocido: murió antes de que él
naciera; pero su madre era solo unos años más joven que Sarah y habían sido
cercanas. Había pensado en ella como una hermana mayor. Coop sabía por lo
devastada que sonaba su madre cuando hablaba de su prima, que el crimen que
había cometido al matar a su esposo había tenido un gran impacto en ella.
Cambió a su madre.
—Estas cartas son para George Beckwith. Por supuesto, sabrás la historia
entre ellos.
—No estoy segura que sea correcto que las leas. Supongo que no fue
apropiado de mi parte hacerlo, pero lo hice. Ahora siento que lo único correcto
es que George las tenga. Pero Bailey también me convenció de que tenías
derecho a saber al menos la verdad. 91
—¿Y qué verdad es esa?
—Que Sarah fue chantajeada por Ron Peters para que se casara con él.
Tenía pruebas de que el padre de George, el senador, estaba involucrado en
actividades delictivas. Dijo que si lo exponía, George lo habría perdido todo.
Sarah era solo una niña ingenua, así que se rindió a Ron estúpidamente. Fue
muy abusivo con ella. La noche en que ella le disparó, fue porque sabía que él la
iba a matar. Fue en defensa propia. Estas cartas… ella quería perdón, Cooper.
De George y probablemente de todos los que amaba. Necesitaba el perdón y
murió antes de que pudiera enviarlas por correo y conseguir lo que necesitaba.
Cooper entrecerró los ojos sobre Jess. Había mucha pasión en su voz por
alguien que no conocía… era casi como si estuviera defendiendo a la prima de
su madre.
—Nadie sabía por qué Sarah se casó con Ron. Ahora lo sabemos. Pero mi
madre y la familia de Sarah sabían que algo no estaba bien en el matrimonio de
Sarah. Sospechaban que él estaba abusando de ella y trataron de ayudarla. Mi
madre dijo que el matrimonio cambió tanto a Sarah que mantuvo a todos a
distancia. Esto… —Él agitó su mano sobre las cartas—. Mira, mi mamá era una
mujer muy buena. La habría perdonado porque ya había adivinado que Ron era
abusivo. Pero aun así estaba dolida que Sarah los hubiera sacado de su vida,
que no acudiera a ellos en busca de ayuda. La cambió. No conocía a Sarah, pero
no puedo olvidar la forma en que mi madre se ponía cada vez que hablaba de
ella. Creo que, sin importar cuán difíciles fueran las cosas, tuvo otras opciones
disponibles. Mi madre y nuestra familia fueron una de esas opciones. Sarah
tomó la decisión equivocada.
Más que eso, Cooper sabía lo que era ver a una mujer ser golpeada en
todos los sentidos por un hombre, y en ningún momento por lo que pasó su
propia madre habría considerado alguna vez tomar el camino que Sarah
Randall tomó.
Jessica lo miró con esos grandes ojos y vio que algo cambió en ellos. No
sabía qué era porque no la conocía lo suficiente, pero tuvo la sensación de que
no era bueno.
Cuando levantó la mirada hacia él, Cooper frunció el ceño. Algo faltaba en
su expresión. Algo cálido que había estado allí antes ya no estaba. Le dio una
sonrisa tensa.
—Debería irme.
Mierda.
Ayer Jess estaba interesada en él. Podía decirlo. Ella había sentido la
conexión que lo atraía.
Ahora se retiraba con unas pocas cartas escritas por una mujer que ni
siquiera conocía.
E
l sol se derramaba sobre el agua y la arena, transformando el
paseo marítimo de un relajante gris a una escena vibrante.
También atrajo a los paseadores de perros y personas tomando el
sol. La temporada alta aún no había llegado, pero los turistas comenzaban a
aparecer.
Era difícil y no podía entender por qué. ¿Por qué estaba tan decepcionada
y afectada por su sombrío rechazo ante la complicada situación de Sarah?
¡Apenas conocía al hombre!
—Solo estaba comprobando para ver cómo iban las vacaciones, pero
puedo decir que está yendo bien. O no.
Fátima resopló.
Sonreí.
—Sí, Jess, estamos bien. ¿Ahora ve a va… cacionar? No, eso no está bien.
Me reí.
Una vez que terminamos la llamada, eché mis hombros hacia atrás con
determinación renovada. ¡Fatima tenía razón! Estaba de vacaciones. Necesitaba
recordar eso, olvidarme de Cooper y disfrutar del descanso del mundo real.
—¿Pasa algo?
—Lo es. Dahlia es una gran persona. Hace y vende sus propias joyas.
Estoy segura que te encantará. —Tocó el collar de plata que llevaba. Tenía una
cadena larga y delgada y el colgante era un hermoso árbol de cerezo plateado—
. Ella hizo esto. Mi papá me llama Cerecita —explicó con una sonrisa y leí el
amor por su amiga en esa sonrisa. Si tuviera que ir por la artesanía y los
detalles puestos en ese pequeño árbol, diría que Dahlia adoraba a Bailey.
Él sonrió de lado.
—Señorita Hartwell.
—¡Pff! —Ella me empujó hacia adelante y tuve que acelerar mis pasos
para seguirla.
—No. Pero eso no significa que le importara si lo haría o no. ¿Y qué está
haciendo él aquí? —Me miró, la frustración mezclándose con la curiosidad en
sus ojos—. Es un gran neoyorquino elegante, nacido y criado en Manhattan.
¿Viene de mucho dinero, es dueño de numerosos hoteles y decide establecerse
en un hotel en el pequeño Hartwell, Delaware? ¿No encuentras sospechoso eso?
—Por supuesto que sí. —Se puso seria—. Pero no para alguien como él.
Vaughn Tremaine me trata como una campesina inculta, como si fuera menos
persona porque soy una pueblerina que carece de ambición. Admiro a las
personas como tú, Jessica. Has trabajado durante mucho tiempo y trabajado
duro para convertirte en médico. Pero nunca quise una educación elegante o
vivir en otro lugar que no fuera aquí. Para mí, esto es todo lo que siempre he
querido. —Hizo un gesto hacia el mar—. Creo que son las cosas simples de la
vida las que la hacen genial. Mi posada. Mi océano. Mi familia. Mis amigos. No
aprecio que alguien me diga que todas las cosas que más admiro de mi vida son
cosas de las que se pueden burlar como algo simple y campechano.
Le sonreí.
—Oh, no te dejes engañar por sus modales sutiles y cultos. Ese es un lobo
en Armani.
—Se está abriendo paso. Creo que incluso puede hacer que Cooper se
ablande con él. Estúpido. —Me reí—. Hablando de Cooper, ¿cómo te fue? ¿Con
las cartas de Sarah?
—De hecho, no fue muy bien. Dijo que la familia ya había adivinado que
Sarah estaba siendo abusada e intentaron ayudar. Dijo que ella tenía opciones y
que tomó la decisión equivocada. No lo encontré muy compasivo. En absoluto.
—Me encogí de hombros tristemente.
Y era tan horrible porque incluso sin darme cuenta lo había erigido en mi
cabeza para que fuera este… no lo sé… alguien que en realidad me había
gustado mucho desde nuestro único encuentro. Odiaba que la segunda vez no
fuera quien esperaba que sea.
—Suenas decepcionada.
—Pero no esperabas que fuera tan blanco y negro con las cosas.
Bailey me contempló.
Un hombre con una cabeza llena de cabello gris oscuro, una radiante
sonrisa blanca y una complexión robusta estaba manejando el mostrador.
Recogía alegremente helado para sus clientes y tan pronto como Bailey y yo nos
acercamos al mostrador, esa sonrisa se extendió a total potencia.
—¡Dulzura! —retumbó, levantando la contrapuerta del mostrador para
salir y abrazar a Bailey— ¡Iris! —gritó al oído de Bailey, haciéndola
estremecerse y luego reírse como una niña pequeña—. ¡La pequeña Bailey está
aquí! —Se volvió hacia ella—. ¿Cómo estás? Cooper dice que te estás volviendo
loca con la posada. Que necesitas algo de ayuda. ¿Te acuerdas de Kevan? ¿El
hijo del sobrino de Iris? Está en Hartwell. Necesita trabajo.
Bailey se rio.
—¿Quién es ésta?
—Encantada de conocerte.
—Ira. —El hombre estrechó mi mano tan pronto como solté la de Iris—.
El marido de Iris.
—Un placer.
—Bailey, todavía eres su mejor amiga. Sabes que te quiere más que a
nadie. —Suspiró y miró las fotografías casi con tristeza—. La niña solo ha
estado muy ocupada.
—Bien. —Iris asintió—. Salen dos delicias de fresa con chocolate blanco.
—Siempre son así —dijo Bailey, riendo—. Discuten por todo. Pero en
realidad se aman. Y a Ivy.
—Así que helado, listo —dijo Bailey mientras paseábamos por Paradise
Sands. Se detuvo y mi mirada siguió la de ella hasta Cooper’s—. Ahora la
explicación que prometí. —Lamió su helado y se volvió hacia mí con una
105
sonrisa—. No voy a contarte todo, porque no es mi historia para hacerlo, pero
te diré algo que creo que te ayudará a comprender mejor la reacción de Cooper.
Lo que necesitas saber principalmente es que Cooper ha tenido su parte de
traición. De hecho, la última fue bastante reciente. —Continuó caminando y
prácticamente me torcí el cuello estirándolo hacia atrás para mirar hacia el bar.
No estaba segura de lo que estaba buscando. ¿Quizás un vistazo al hombre
mismo?—. Cuando estabas buscando un lugar para quedarte aquí, ¿te cruzaste
con el Hotel Hartwell Grand?
—Tenía una amiga, Stella, que tuvo un café en Main Street por una
década. Hace cinco años, el café no cumplió con los requisitos de inspección de
salud a pesar de que nunca antes había habido problemas. Stella era meticulosa
con la limpieza. Pero no la pasaron y cada vez que intentó solucionarlo hubo un
obstáculo en su camino. Ya estaba endeudada y en problemas, así que cuando
Ian Devlin apareció y le ofreció comprar el edificio, ella tomó la oferta y se
mudó de Hartwell. La suya no es la única historia así. Todos saben que Ian
Devlin ha estado intentando conseguir propiedades en el paseo marítimo
durante años. Cuando mis padres se jubilaron y me entregaron la posada, Stu
Devlin, el demonio mayor, se puso muy agresivo intentando hacer que
vendiera.
—Cierto.
—Está bien —dije, un poco cautelosa. Si esto era una historia sobre
traiciones, no me gustaba a dónde iba.
—Hace unos años, casi de la nada, justo después de que Vaughn superara
a los Devlin con el sitio del hotel, Jack renunció a su trabajo como capataz de la
107
construcción. Hasta donde todos sabíamos, le encantaba ese trabajo. Pero no,
solo renunció, y se fue a trabajar para su padre. —Tomó una respiración
profunda y temblorosa, con el dolor repentinamente grabado en sus rasgos—. Y
luego, un día, no mucho después, Cooper entró a su casa para encontrarse a
Jack con su esposa, Dana. Ahora su ex esposa.
—Dios —susurré.
—El pobre Coop dejó de hablar con Jack, y Jack se sumergió aún más en
los negocios de su familia. Ahora es muy distante de todos nosotros. No parece
importarle nada.
Ella rio.
—Solo estaré aquí por tres semanas. No estoy aquí por una relación.
—Sí, pero claramente una amistad es muy posible. —Hizo un gesto entre
nosotros—. Entonces, ¿por qué no puedes ser también su amiga?
Bailey pareció contenta con esa respuesta y desde allí me condujo fuera
del paseo marítimo a través de Main Street. Me contó más sobre la ciudad, su
gente y su familia mientras compramos y exploramos. Para cuando caía la
tarde, me llevó de regreso a donde Antonio’s para cenar. El lugar estaba lleno, y
tanto Iris como Ira estaban demasiado ocupados para parar y conversar con
nosotros. Pedí su deliciosa pizza de pepperoni y disfruté del ambiente familiar 109
del lugar.
—¿Y qué pasa allá por Wilmington? ¿Qué hay del chico?
A medida que avanzamos a este tema más seguro, sentí que el frío
comenzó a abandonarme y mi temblor disminuyó.
Bailey me examinó.
—Comenzamos hace unos años y luego conoció a alguien, así que nos
detuvimos durante el tiempo que duró su relación. Eso fue alrededor de un año.
Decidió que no quería una relación seria después de todo, así que empezamos
nuevamente con lo nuestro.
—¿Por qué?
111
Cooper
E
ra un hecho que el café en Emery’s era mejor que el café que
Cooper tenía en el bar. En los días en que quería ese café lo
suficiente como para ir al lugar de Emery primero, antes del
trabajo, lo hacía sabiendo que tendría que soportar la dolorosa timidez de la
dueña.
Ese día no era diferente de ningún otro. Tan pronto como entró en la
librería-cafetería, Emery se sonrojó desde la base del cuello hasta la línea del
cabello al verlo y bajó los ojos. 112
Habría sido lindo si su malestar no lo hiciera sentir tan incómodo.
Ella asintió, su mirada dirigida a algún lugar sobre su hombro. Desde que
conocía a Emery Saunders, suponía que tal vez solo había hecho contacto visual
con él una vez. Cooper jamás lo entendería.
Era unos años más joven que él, probablemente de unos treinta años,
hermosa, y había logrado abrir su propio negocio a una edad muy joven. Todo
eso debería haberle dado una gran confianza, tal vez incluso una pizca de
arrogancia, pero por lo que Cooper podía ver, Emery no tenía nada de eso.
La primera vez que entró en su cafetería, años atrás, pensó que tal vez se
sentía atraída por él por la forma en que se sonrojó cuando habló con ella, pero
con el tiempo se dio cuenta que era tímida con la mayoría de las personas,
especialmente los hombres. También se sonrojaba en ese bonito color rosa
cuando Jack le hablaba.
Frunció el ceño. No era necesario pensar en ese hijo de puta. Pero era un
hábito difícil de romper, teniendo en cuenta que el hombre había sido su mejor
amigo durante la mayor parte de su vida.
—¿Algo más? —preguntó Emery en voz baja, aún sin mirarlo a los ojos.
Con el café en la mano, comenzó a caminar hacia su bar. Sin embargo, sus
pasos casi vacilaron cuando reconoció la figura esperando debajo del toldo del
113
bar.
Maldito Jack.
La ira de Cooper hacia Jack estaba tan controlada que logró mantener su
rostro en blanco. Se detuvo a escasos centímetros de él, enviando un mensaje al
entrar en su espacio personal. Y ese mensaje era: No me molestas, imbécil; ni
siquiera estás en mi radar. Tomó un sorbo de su café casualmente mientras Jack
lo miraba igual de impasible. Ignorando el desagradable pesar en sus entrañas,
Cooper finalmente dijo:
—¿Y aun así trabajas para el bastardo? —Algo que Cooper nunca podría
entender.
—Está subiendo su oferta por el bar —respondió Jack, pasando por alto
su comentario.
Jesucristo, ¿qué pasaba con las personas en su vida que no sabían captar
una indirecta? Primero Dana. Ahora Ian. Era bueno que tuviera control sobre su
ira porque en este momento estaba hirviendo un poco demasiado cerca de la
superficie. Dio un paso más en el espacio personal de su viejo amigo para
hacerle llegar su punto.
—Dile a tu padre lo que le he dicho todos los años desde que el bar pasó
a ser mío… No. Voy. A. Vender. Y mientras tenga aliento en mi cuerpo, nunca lo
haré. Dile que si alguna vez regresa aquí con otra oferta, él y yo tendremos un 114
problema grave.
Jack asintió, con la cara aún en blanco, dio un paso atrás y luego se alejó.
Este era el primer año en que Ian Devlin había enviado a Jack para
abogar por él. También era el primer año en que Cooper se deshacía de un chico
Devlin en menos de un minuto. Por lo general, trataban de irritarlo para que
considerara una oferta por el bar.
Había conocido a Jack por treinta años, desde que tenían seis años y Jack
lo defendió durante el recreo cuando un niño más grande estaba molestando a
Cooper. A pesar de que Jack era un Devlin y venía del lado sur adinerado de
Hartwell, y Coop no tenía mucho y venía del lado norte, se habían convertido en
mejores amigos. Y luego, a medida que crecieron, se dieron cuenta que tenían
más en común de lo que pensaban: ambos tenían padres realmente terribles. El
de Cooper se fue e Ian Devlin también podría haberse ido, por la poca atención
que le prestaba a su esposa, su tercer hijo y su hija. Cuando Cooper y Jack eran
adolescentes, sus vidas eran bastante similares. Ambos estaban en el equipo de
fútbol, ambos eran populares, ambos tenían trabajos a tiempo parcial y, lo que
es más importante, ambos cuidaban a sus madres y hermanas. Cooper era el
hombre de su casa. Jack era el único hombre en su casa que parecía
preocuparse por su madre y su hermana. 115
En lo que respecta a Cooper, Jack Devlin era su hermano y tenían un
vínculo más fuerte que la mayoría. Siempre se habían apoyado mutuamente.
Jack lloró a su lado en el funeral de la madre de Cooper y lo ayudó a hacerse
cargo de todos los arreglos.
Fue la única vez que pelearon por algo. Jack se disculpó poco después,
pero nunca había sido muy amable con Dana.
No perder a Dana.
Esa noche el bar estuvo más ocupado de lo que había estado en mucho
tiempo. Se acercaba la temporada alta y su negocio lo estaba sintiendo. El lugar
estaba ahora lleno de clientes habituales y turistas.
La doctora.
Todo su ser se puso alerta al ver a Jessica entrar al bar con Bailey y Tom.
Había pasado una semana desde que la había visto y tenía que admitir
que había pensado en Jessica a menudo, esperando que volviera a entrar en el
bar. Cuanto más tiempo pasó sin verla, más creció su resolución de que si ella
no entraba pronto él iría a buscarla.
Como siempre, estaba feliz de ver a Bailey. Era como una hermana
pequeña para él. La mujer más dulce, divertida y abierta que conocía. Sus ojos
se deslizaron hacia Tom Sutton. El tipo trabajaba para una pequeña empresa
basada en la web en Dover. Cooper y él eran tipos diferentes de chicos, por lo
que no pasaban mucho tiempo juntos, pero parecía hacer feliz a Bailey, y eso
era todo lo que importaba.
Su sangre se calentó.
Cooper tendría que discordar con Tom en eso. El bar era su vida. Sabía
exactamente de dónde venía Bailey.
—Uh, ¿qué quieres decir con que ella es doctora? ¿Estás menospreciando
lo que hago para vivir?
—Y debo decir que solo me tomo unas vacaciones al año… el resto del
tiempo trabajo… mucho… —agregó Jessica.
Interesante.
El Long Island debió haberla golpeado bastante rápido porque le dio una
sonrisa mucho más abierta que la que le había dado antes.
—Esperarás tu turno, B.
121
Ella le dedicó una gran sonrisa de complicidad.
—Seguro, Coop.
—Uno de mis huéspedes contó un chiste realmente malo hoy que fue tan
malo que fue bueno —dijo Bailey detrás de él.
Cooper sacudió la cabeza ante el chiste malo y miró para ver a Jessica
soltar una carcajada. Eso lo hizo sonreír.
Tom suspiró.
—Te voy a contar uno un poquito gracioso… —dijo Tom—. ¿Cómo llamas
a un cristiano que se salta la iglesia?
Cooper se dio la vuelta para deslizar el Long Island hacia Jess y comenzar
a servir una cerveza para Tom.
—Christian Bale.
—Oh, oh, hombre. —Su novia hizo una mueca mientras reía—. Ese es
malo.
—Oh, si se nos permite ser obscenos, tengo una buena —dijo Bailey.
—Voy contigo.
La tensión cortó entre ellos, tanto que incluso Cooper la pudo sentir.
Él asintió a medida que ella se despedía del Viejo Archie y Riley. Tom
siguiéndola todo el tiempo, frunciendo el ceño a su espalda.
Cooper empujó las bebidas hacia Lily y se dirigió hacia Jessica, quien
estaba bebiendo su Long Island mientras jugaba con su teléfono.
—¿Otra?
Arrugó la nariz, luciendo adorable.
Cooper sonrió.
—Sí, es estupenda.
—No, como en, la amo. Es muy amable. Y muy bonita. Podría ser un hada.
—Oh, deberías ver tu cara. No soy gay. Se permite que las mujeres se
aprecien unas a otras sin que se trate de sexo.
Le sonrió, aliviado.
—Un poco alegre, no ebria. Estoy de acuerdo con eso. —Se encogió de
hombros—. Y no soy gay —repitió—. Nunca antes había conocido a alguien
como Bailey. Dice lo que quiere decir y cómo se siente, pase lo que pase.
El calor se agitó en sus entrañas por la forma en que ella miraba sus
labios.
Jessica arrastró sus ojos hacia los de él. De cerca podía ver las motas
doradas y verdes en sus enormes ojos marrones. Unos jodidos ojos hermosos.
—A veces —respondió y se inclinó más cerca de él para susurrar—: Por
ejemplo, no estoy segura que Tom sea adecuado para Bailey.
Cooper sonrió.
—¿Vas a coquetear con esa linda mujer toda la noche y quedártela para ti 126
o vas a presentarla a tus amigos? —llamó el Viejo Archie desde su lugar en la
barra.
Era ardiente.
—Decidí que no era para mí. Era buena en eso —respondió, pero no lo
dijo con arrogancia, solo honestidad—. Pero… —se encogió de hombros—. No
para mí. 127
Cooper quería saber más, pero no iba a presionar por esa información
frente a una audiencia. Lanzó una mirada al Viejo Archie, diciéndole en silencio
que tampoco lo hiciera. El Viejo Archie captó el mensaje.
Le sonrió a Jessica.
Su mandíbula cayó.
—Oye, también hay muchos hombres por aquí más tontos que un poste.
No estaba siendo sexista.
—Simplemente insultante.
—Honesto —argumentó.
—Enseguida.
—Nah. Pagó su cuenta, me dijo que te diera las buenas noches y se fue.
Riley resopló.
129
Jessica
El agua estaba fría, pero se sentía genial contra mi piel enrojecida. Había
estado alternando entre vino y agua después de mis indulgentes tés helados
Long Island, así que no estaba ebria. Sin embargo, mi sangre todavía estaba
caliente por el alcohol, por estar sentada justo al otro lado de la barra de
Cooper Lawson toda la noche, y la brisa fresca del mar era justo lo que
necesitaba.
Fui a dar una alegre vuelta tambaleante solo para detenerme en la orilla
y mirar al cielo. Mis pies se hundían en la arena húmeda, el grano blando
calentándose bajo mis pies. Era una sensación placentera, incluso relajante, y
eso, mezclado con el sonido de las suaves olas y la infinita oscuridad del mar y
el cielo, era tranquilizante.
Las estrellas eran más brillantes aquí que en la ciudad. No estaban
ocultas por todas las luces de la ciudad.
Eran hermosas.
—¿Doc?
Los sentimientos que incitaba en mí, este extraño con su bar, bueno…
simplemente era una complicación que no necesitaba.
130
Una mano tocó mi hombro y esta vez salté, girando alarmada.
La culpa me invadió. Tenía un trato con Andrew. Se suponía que no debía 131
besar a nadie más. ¡Sin importar lo tentador que fuera!
—¡Vino de la nada!
Dio otro paso hacia mí, tan cerca que su pecho casi rozó mi cuerpo.
—Sabes qué.
—Bien. Estamos teniendo sexo, solo sexo, pero es una monogamia sexual.
—Están follando.
—Sí.
Me contempló por unos treinta segundos. Y esos treinta segundos
parecieron mucho tiempo.
Él asintió lentamente.
—Voy a acompañarte.
—No discutas.
Estreché mi mirada.
—Serás arrogante.
¡Era ridículo!
—Puedo seguir sola desde aquí —dije, mi voz un poco ronca de deseo.
Eso se hizo aún más claro cuando pareció sacudir la cabeza con irritación
y continuó hacia la posada.
Me acompañó justo hasta la puerta principal, y cuando me giré para darle
las buenas noches, colocó sus dos manos en la puerta junto a mi cabeza,
atrapándome.
Oh, chico.
E
ra justo decir que estaba bastante agitada cuando me metí en la
cama después de mi noche llena de acontecimientos y no tuve
otra opción que encargarme de ello.
Y romántico.
Mentirosa.
La playa estaba tranquila. De hecho, solo podía ver a una mujer con su
perro más adelante. Mientras paseaba por la costa, con las sandalias en una
mano, la brisa soplando mi cabello de la cara y enfriando el calor de mi piel,
comencé a relajarme nuevamente.
Mi mirada estaba fija en el océano porque había algo relajante en sus olas
rítmicas, pero el ladrido del perro me hizo dar la vuelta.
Mierda.
Cooper.
Ves, me dije, es por eso que no vas a complicar las cosas. No es que para él
seas diferente a cualquier otra mujer.
Imbécil.
Él ignoró mi pregunta.
Resoplé y le sonreí.
—Estás celosa.
—No me molestó.
—Sí. Claro. Como la clase de amiga que querías que fuera anoche.
—De nada.
Él sonrió.
—Lo haré. Pero primero… estaba pensando que solo porque tienes un
hombre no significa que no podamos ser amigos, ¿verdad?
Confundida por su repentino cambio de comportamiento, tuve que
preguntarme si esto era un truco. Pero, ¿por qué un tipo como Cooper, que
podía conseguir prácticamente cualquier mujer que quisiera, tendría que
recurrir a engañarme para que pasara tiempo con él? Y si no era un truco,
¿podría arriesgarme a la tentación? Ser amigos significaba interactuar con él
por el resto de mis vacaciones. No eran muchos días, pero eran suficientes.
Oh, mierda.
—Bailey te contó.
—Si estableciera esa regla, tendría muy pocos lugares a los que ir en esta
ciudad. Poseen una gran cantidad de bienes inmuebles.
—Así me han dicho. —Lo estudié, no del todo convencida con su oferta
de amistad—. ¿En serio quieres pasar el día en un parque de diversión
conmigo?
—No preguntaría si no lo hiciera —respondió, todo brusco.
Maldición.
No debería pasar tiempo con este hombre cuando fantaseaba con pasar
tiempo desnuda con este hombre.
141
—Gracias por dejarme pasar la mañana aquí —le dije a Emery mientras
me detenía en la recepción de la librería a mi entrada.
—Aún no puedo creer que Emery Saunders te hable —había dicho Bailey
en el desayuno cuando mencioné a dónde iba—. Parece un conejo asustado
cuando intento hablar con ella.
—Solo le sugerí que no fuera tan tímida conmigo. Soy yo. No doy miedo.
—Solía ser bastante tímida cuando era adolescente. Puedo decirte con
certeza que alguien tan extrovertido como tú diciéndole a una persona tímida
que no sea tímida con ella solo la hace sentir aún más insegura de su timidez.
—Mierda.
Palmeé su hombro.
—Señor Tremaine.
—La admiras.
Me sonrió.
—Bueno, puedo ver por qué son amigas… pero una advertencia, doctora
Huntington… —se acercó, el humor disipándose de su expresión— a Bailey
Hartwell y su pueblo les gusta su franqueza. No les gustan los secretos.
—Es solo una advertencia amistosa. Si tienes algo que no quieres que
estas personas sepan, entonces será mejor que no te apegues a ellos.
—¿Qué clase de juego estás jugando? —Crucé los brazos sobre mi pecho
a la defensiva, porque de repente me sentía muy vulnerable.
Me sorprendió entonces cuando una mirada arrepentida entró en sus
ojos generalmente de acero.
Había algo sincero en su voz que me alivió. Pero también algo revelador.
¿Vaughn Tremaine había sido herido por la gente de Hartwell? ¿Era posible que
alguien como él saliera lastimado? En ese momento pensé que podría ser.
145
Bailey me miró con recelo a la mañana siguiente.
—¿Por qué estás siendo tan cautelosa con lo que vas a hacer hoy?
—Coop —dijo Bailey, feliz de verlo como siempre—. ¿Qué te trae por
aquí?
Me miró y no pude decir si estaba molesto o divertido.
—¿Doc no te lo dijo?
—¿Decirme qué?
Los ojos de Bailey se abrieron por completo a medida que se giraba hacia
mí. Una pequeña sonrisa jugó alrededor de su boca.
Mmm.
—Seguro.
Sentí una emoción inesperada ante la idea de besarme otra vez con
Cooper y le disparé a Bailey una mirada de enojo por haberme hecho pensar en
eso.
Eso me gustó.
Mucho.
—Yo tampoco.
Y aun así… esto… justo aquí con él… oh, esto estaba bien.
La verdad era que, mis sentimientos por él (y a pesar de todas mis dudas
tenía que admitir que sentía algo por él) solo se veían agravados por lo
extrañamente distante que estaba empezando a sentirme en cuanto a mi vida
en Wilmington. Había tanta calidez en Hartwell. Tanta calidez dirigida a mí.
Esa siendo que… lo único que haría mejor el caminar junto a Cooper sería
si él me estuviera tomando de la mano.
Maldición.
Más allá de ellas podíamos escuchar risas y gritos, anunciando que el 149
lugar ya estaba lleno. La temporada había comenzado, de modo que no era una
sorpresa. Los olores de los vendedores de comidas, como “hot dogs”,
hamburguesas y el dulce espesor del algodón de azúcar, eran más fuertes aquí
que en el paseo marítimo porque el aire del mar no era tan dominante más lejos
de los tablones.
Eh.
—Lo fui hasta los veintiún años y tuve la edad suficiente para trabajar en
el bar.
Atento.
Maldición.
No respondió.
—De acuerdo.
—¿Qué? ¿Sin discusión? —Andrew siempre discutía sobre pagar por las
cosas. No salíamos mucho, pero había veces que íbamos a buscar comida o
pedíamos comida para llevar y él siempre se enojaba si intentaba pagar. Lo
dejaba ganar para su tranquilidad, pero eso me irritaba.
Dios, ¿tenía que ser tan jodidamente perfecto? Sonreí para que no
pudiera ver que un comentario tan inocente de alguna manera tenía el poder de
provocarme un hormigueo obsceno.
Sus ojos azules se iluminaron con humor, pero dejó pasar mi resbalón
gentilmente.
—¿Tu esposa nunca pagó? —espeté antes de considerar que tal vez no le
gustara hablar de ella.
—Ex esposa —dijo—. Y estoy bastante seguro que Dana pensaba que un
bolso era puramente un accesorio.
151
Me maravillé de la falta de amargura en su voz, pero de todos modos
decidí alejarnos del tema en caso de que estuviera ocultando la amargura.
—De hecho, nunca he subido en una —dije, sintiendo que podía admitir
eso sin que él hiciera demasiadas preguntas.
Cooper pareció sorprendido.
—¿Nunca?
—Sabes, desde que llegué aquí estoy empezando a pensar que ese podría
ser el caso.
Por Dios, has salvado la vida de personas… ¡puedes subir a una montaña
rusa!
—¿Estás segura que estás bien? —preguntó Cooper de repente.
Se rio entre dientes cuando verifiqué tres veces que estábamos bien
cerrados.
153
Cuando la montaña rusa comenzó a rodar hacia adelante, sacudiéndonos
un poco, me pregunté por qué tanto alboroto.
Era aire.
Era libre
Estaba extasiada.
—Estarías en lo correcto.
—Ese.
Me reí.
—Ya veo.
Él resopló.
Él asintió.
—Supongo que quería marcar una gran diferencia de modo que una vez
que deje este mundo, lo deje sabiendo que estuve aquí. Realmente aquí. Siendo
doctora… salvando la vida de alguien… sabiendo que esa persona me recordará
por siempre… sé que he dejado una marca. Del tipo del que puedo estar 156
orgullosa.
—Es una vida simple, no una causa noble, pero estoy bien con eso.
Entendí sus palabras de “no una causa noble” y me encontré con ganas de
asegurarle que no creía que todos necesitaran tener una causa noble para tener
una buena vida o ser una buena persona.
—Desde que tenía dieciocho años he estado envuelta por una gran
ambición. Por eso, durante mucho tiempo, no pude ver ninguna otra manera.
Ser residente de cirugía solo lo empeoró porque es una forma de vida. Y aun
así… ni siquiera dos semanas aquí y estoy cuestionando a algunas de esas
personas con las que he trabajado alguna vez y me pregunto si están tan
contentos con sus vidas como tú y Bailey parecen estar con la suya.
Honestamente, me da un poco de envidia.
—Me alegra escuchar eso, Doc, pero no estoy hablando de ahora. Estoy
hablando en general.
—¿Jess?
Era la primera vez que decía mi nombre real en lugar de “Doc”. Por
alguna extraña razón que me hizo sentir culpable por ignorar su comentario
inquisitivo.
Y ya no lo sabía.
Me estaba mirando nuevamente. Mirándome de verdad. Antes de que
pudiera comenzar a retorcerme ante la idea de ser psicoanalizada e interrogada
con mayor profundidad, dijo:
Sonreí agradecida.
Cooper no dijo nada para corregirla. No dije nada para corregirla porque
lo que ella dijo fue tan agradable que estuve internamente suspirando mucho
como para hacerlo.
—¿Bebidas?
—Lo mismo.
Cooper recomendó el “hot dog” italiano, de modo que eso fue lo que
pedimos.
—Deberían llamar a esto “Los perros van al cielo” —gemí después de
tragar un bocado de la exquisitez.
Me reí.
Me encogí de hombros.
Se sacudió con más risas mientras masticaba y sentí una oleada de algo
cálido y confuso atravesándome. Me gustaba hacerlo reír.
—No creo que pierda nada. Somos nosotros los que perdemos algo. —Me
preguntaba qué había perdido él que hacía que el lugar fuera especial. ¿Era su
ex? ¿Y por qué ese pensamiento hizo que el “hot dog” en mi estómago se
convirtiera en cenizas?
Cooper asintió.
—Tienes razón.
Cuando no dio más detalles, sentí una oleada de decepción. Por Dios,
esperaba que no estuviera hablando de su ex.
—No. Bailey.
—Pero ella ha estado hablando de los Devlin. Todo lo que dijo es cierto.
Son un dolor de cabeza.
Se encogió de hombros.
Fruncí el ceño ante eso porque odiaba la idea de que alguien intentara
interrumpir la satisfacción que parecía tener Cooper.
—El bar solía llamarse Boardwalk y era propiedad del hermano de mi 160
madre. Mis bisabuelos eran los dueños y han ido pasándolo desde entonces. Mi
tío murió en un accidente automovilístico cuando yo era solo un niño y le dejó
el bar a mi madre. Ella mantuvo la misma dirección para administrar el lugar
por su cuenta y luego, cuando tenía veintiún años, me lo dio. Quise hacerlo mío.
El lugar estaba deteriorado, necesitaba una renovación. Hice todo eso y le
cambié el nombre a Cooper’s. Agregué un menú y contraté a un cocinero y el
lugar está funcionando bien.
—Como…
Se pasó una mano por el cabello, de repente pareciendo inquieto, y se
inclinó más cerca, su voz más baja cuando dijo:
Físicamente, este hombre era el hombre más masculino y rudo con el que
hubiera estado. Era todo lo contrario del esbelto, atlético y perfectamente
peinado Andrew.
Contempló esto.
—¿Cómo?
—Vamos a caminar, Doc, antes de que tenga que llevarte de vuelta —dijo,
ajeno a lo que me estaba haciendo o prolongando mi tortura deliberadamente.
Me miró en duda.
—Sí.
—Relajarse… ¿allí?
Me reí de su confusión.
—Sí. Emery es una persona muy relajante. He estado yendo mucho allí
para acurrucarme, leer y beber su increíble café.
—¿Y te habla?
164
—Sí.
—¿En serio?
—Lo estoy. Emery Saunders es tan tímida que es doloroso estar cerca de
ella.
—Su café, los “hot dogs” de Antonio’s, la vista de Bailey y tus Long Island.
—Los enumeré.
165
Cooper
T
odo iba según el plan.
Era inteligente; era descarada; era divertida, linda y sexy, todo envuelto
en un paquete irresistible. Y, Jesús, sabía besar. Si el beso era alguna indicación,
el sexo entre ellos sería explosivo. Más que eso, a Cooper le gustaba. Le gustaba
cómo había compartido un problema con ella sobre el trabajo y no solo había
escuchado, sino que incluso le había dado consejos.
Eso le gustaba, a pesar de lo fuerte que parecía ser, ahora sabía que había
algo realmente vulnerable en ella. No sabía qué era, excepto que lo había
vislumbrado cuando se dio cuenta que no era feliz. La hacía menos perfecta,
más humana.
Bueno, Cooper lo sabía. La doctora no era feliz. Podía ver que le faltaba
algo. Cada vez que hablaba de su vida en Wilmington era objetiva, desconectada
y cambiaba de tema rápidamente. Pero cuando hablaba de Hartwell era
animada y feliz.
—Cuando dijiste que íbamos a comer ensalada, casi muero —se quejó Ira
con Bailey—. Pero esto está jodidamente bueno.
—Ese es un cumplido del más alto rango —le aseguró Bailey a la doctora.
Sabía por los celos que no pudo ocultar en la playa cuando pensó que él
iba a aceptar la oferta de Leanne, y además, por la forma en que se había 168
apresurado a entrar en la posada y alejarse de él después de su no cita, que ella
estaba sintiendo exactamente lo que él estaba sintiendo.
—Voy a extrañar que estés en mi posada todos los días. Siento que has
estado allí desde siempre.
—Yo también.
Era la forma en que a veces pasaba. Como había sucedido entre Jack y él
cuando eran niños. Fueron amigos desde el momento en que se conocieron.
—Coop, fui a la oficina del doctor Duggan el otro día para ver si estaban
buscando a alguien después de que su hija se fuera. Están haciéndolo —dijo
Bailey, con los ojos completamente abiertos para dispararle una mirada de
“¡Ayúdame!”—. Y dijo que estaría feliz de hablar con Jess al respecto.
—No lo hagas.
—Oh.
—Y es tu viva imagen, Coop —dijo Iris—. Juro que ese chico tiene más de
ti en él que de su propia madre.
Eso era cierto. Joey había heredado los ojos azules y el cabello oscuro
tanto de Cat como de él, pero tenía el mismo aspecto que Cooper tenía cuando
tenía su edad. Excepto que Joey era más listo y talentoso.
—Cat dijo que le está yendo bien con sus lecciones de piano —dijo Ira.
Era muy exigente con quién trabajaba y le gustaba comenzar con ellos
cuando eran jóvenes como Joey.
Pero Cooper le había prometido a Cat que haría lo que fuera necesario
para que funcionara si este tipo aceptaba a Joey como estudiante.
—Le está yendo “bien” —se burló Bailey ante la elección de palabras—.
Ira, deberías escucharlo tocar. Tiene ocho y… —Hizo un ruido explosivo
mientras hacía un gesto de estallido cerca de su cabeza—. En serio. Me vuela la
cabeza.
La doctora le sonrió.
Ella resopló.
No lo eran.
A medida que pasaron los minutos, fue muy consciente de todo en ella. El
calor de su cuerpo cerca del suyo, el rápido ascenso y la caída de su pecho
indicándole que ella estaba igual de afectada por su cercanía, el pequeño
temblor en su labio inferior que él no creía que ella fuera consciente.
Rápido. Duro.
Tan ardiente.
Cooper había despertado solo para saltar a la ducha. Había cerrado los
ojos y rememoró el sueño mientras se encargaba de sí mismo.
Pero fue vacío, tan jodidamente vacío, en comparación con lo que podría
ser la realidad.
—Coop…
Sabía al helado de menta que habían tenido de postre y algo más. Algo
puramente Jess.
Ella gimió contra su beso un segundo antes de que él sintiera su lengua 174
tocar la suya y eso fue todo.
Estaba perdido.
Ahora sabía con certeza que una sola probada nunca sería suficiente con
esta mujer.
175
—Dime —dijo, un poco sin aliento—, dime que tienes esto allá en
Wilmington, Doc.
No podía decírselo.
Y se alejó.
Destrozándolo.
176
Jessica
—Estás… ¿estás bien, Jessica?
—Tal vez.
—Piensas que si te vas ahora antes de que las cosas se vuelvan más
intensas, entonces no te dolerá tanto como lo haría si te deja en el futuro.
—Exactamente.
178
Me dio una sonrisa triste.
—Desearía poder darte una gran dosis de aliento, pero creo que sería
demasiado hipócrita de mi parte. A lo mejor haría exactamente lo que estás
haciendo.
Dios, esperaba que no. Emery Saunders parecía un alma tan dulce.
—Mucho.
Eso era algo que encontré difícil de expresar con palabras. Al final dije
suavemente:
—Oh. Igualmente.
—¿Qué?
—No voy a mudarme a Hartwell por un tipo que apenas conozco —dije a
la defensiva y como táctica de distracción.
No funcionó.
—¿Qué?
Suspiró dramáticamente.
—No digo esto porque encontré a una buena amiga que en realidad no
quiero perder. Lo digo porque en el poco tiempo que nos hemos acercado casi
nunca hablas de Wilmington o de tu trabajo allí. La mayoría de las personas que
conozco hablan de su trabajo casi todo el tiempo o de dónde viven. Tú no, Jess.
Es como si te entristeciera pensar en ello. Así que, mis preguntas son: ¿Eres
feliz allí? ¿Y eres feliz siendo médico? —El miedo me apretó el pecho y sentí
que mi respiración se tornaba corta y rápida. Me recosté contra el sofá y
comencé a respirar lenta y fácilmente—. Jess, ¿estás bien?
La desestimé.
—Bailey, ya no somos niños. A veces tenemos que hacer cosas que no nos
gustan. Así es la vida. 181
—No, eso es ser un mártir —argumentó—. Todos tenemos que hacer
cosas que no nos gustan, tienes razón. Y muchas personas no tienen otra
opción. Trabajan en trabajos malos y viven en hogares aún peores porque eso
es todo lo que tendrán y no tienen la fuerza ni la oportunidad de alcanzar más.
Pero no eres una de esas personas, Jessica. Eres educada. Eres fuerte. Tienes
amigos aquí. Tienes opciones. No tienes que trabajar en la enfermería de una
prisión si no quieres. No tienes que vivir en una ciudad que no te gusta si no
quieres. Así que, dime esto: ¿por qué sientes que no mereces ser feliz?
Tragué con fuerza porque ahora que Bailey sabía que tenía un secreto, se
había acabado el juego en Hartwell para mí. Jamás podría soportar los
interrogatorios sobre mi vida personal.
—Sí. —Se puso de pie para seguirme a la salida—. Por cierto, ¿qué ves en 182
ese tipo?
—Emery, tengo que irme —le dije, ignorando a Bailey cuando pasamos
por el mostrador de la librería.
—Seguro. Lo prometo.
—No estoy segura incluso de que valga la pena lidiar con él.
Unas horas más tarde me encontré caminando por Main Street con
Andrew a mi lado. Cuando llegué a la posada, quise entrar pisoteando como un
183
niño pequeño y exigir saber por qué se estaba infiltrando en mis vacaciones. No
lo hice, pero no iba a ofrecerle exactamente una bienvenida cálida.
Además, cuanto más tiempo pasamos juntos en Hartwell ese día, más
molesto se volvió.
—No puedo creer que hayas venido de vacaciones aquí. —Hizo una
mueca a medida que paseábamos por Main Street—. En serio, Jessica… si
querías unas vacaciones de verdad, te habría llevado a Bora-Bora.
Para no tener una pelea pública, guardé silencio mientras él sugería que
volviéramos a la posada. Obviamente había terminado de ver las vistas de
Hartwell.
Mierda.
Cooper.
No había pensado que fuera posible excitarme tanto con solo mirar a un
hombre.
—Oh… bueno…
—¿Doc?
—Sí —dije antes de mirar a Cooper. Se había puesto de pie con una mano
sobre sus ojos, protegiéndolos del sol para poder verme.
Totalmente atrapada, no tuve más remedio que caminar hacia él con
Andrew a mi lado.
—¿Qué estás haciendo? —Hice un gesto hacia los escalones del quiosco
de música.
—La última vez que se usó el quiosco de música dejaron caer un piano
que intentaban sacar. El piano se rompió por completo y también algunos
escalones. Dije que lo arreglaría. Así que lo estoy arreglando.
¿Qué?
Y… mini orgasmo.
No.
—Cooper Lawson. —Cooper le tendió la mano.
¡Detente!
Estaba confundida. Y tenía que parar. Primero tenía que lidiar con
Andrew.
—No creo…
No.
—No, solo estoy terminando el día. No suenas muy bien. ¿Qué pasó? La
última vez que hablamos te lo estabas pasando muy bien.
—Pero, ¿no es ridículo, cuestionar esto a los treinta y tres años? —Me reí
de lo absurdo—. Me siento tan jodidamente perdida, Matthew.
—Necesito saber —dije, las palabras viniendo sin que me diera cuenta
que era lo que iba a decir—, que si decido comenzar nuevamente en algún lugar
nuevo, no pensarás que es una locura. Porque justo ahora mismo me siento loca
incluso considerándolo.
—De acuerdo… ¿estamos hablando de empezar de nuevo en Hartwell?
—Lo sé.
—Tal vez no, Jess. Definitivamente. No puedo decirte lo feliz que estoy de
oírte decir esto. 189
—Entonces, no crees que sea una locura, irresponsable, inmaduro y…
—¿En serio? ¿No estás inventando eso para hacerme sentir mejor?
Me reí.
—Haces lo que tienes que hacer, cariño. Y cuando estés lista, llevaré a
Helena y Perry a verte para que así podamos comprobar que estás bien.
—Es una mala idea —siseé al oído de Bailey mientras seguíamos a Tom y
Andrew hasta Cooper’s.
—Creo que es una idea genial. Te aclarará algunas cosas. —Sonrió—. Oh.
Dahlia ha vuelto —añadió, cambiando de tema deliberadamente—. Tiene 190
algunas cosas que hacer, pero prometió reunirse con nosotros para tomar una
copa antes de que te vayas. No puedo esperar a que la conozcas.
Seguí su mirada.
Ignoró mi sarcasmo.
—Porque estaba pensando en ayudarte. Pensé que si podías ver al
Doctor Arrogante junto al increíble Cooper Lawson finalmente sacarías la
cabeza del culo. Pero no quiero lastimar a Cooper para ayudarte. Mierda.
—¿Vienes?
—Este lugar es… pintoresco —dijo Andrew, mirando alrededor del bar.
—Querida, hay muchos bares agradables en casa. Nunca los has visto, así
que no conoces la diferencia.
—Eso es increíblemente condescendiente —dijo Bailey.
—Dos dedos de Macallan con hielo —dijo Andrew antes de que nadie
más pudiera hablar—. Y una copa de tu mejor tinto.
—Cerveza, Lil.
Mi amiga se sacudió.
Ahora fue mi turno de luchar para contener la risa. Me volví hacia Lily,
evitando la mirada de Andrew.
Mi mirada pasó de ella a Cooper. Se estaba riendo con el Viejo Archie por
algo y mi vientre revoloteó. Me encantaba su sonrisa torcida.
Me encantaba que hubiera seguido mi consejo e hizo que lo que sea que
estuviera pasando en la vida de Lily fuera mejor para ella.
—¡Doctora Jess!
194
Salté ante el grito que hizo que todos giraran en el bar para mirar al Viejo
Archie.
—¿Sí? —le devolví el grito, un poco preocupada por lo que fuera a decir,
considerando que acababa de hablar con Cooper.
—Mi señora, Anita, tiene un problema con su cuello. Dije que te pediría
que la vieras. Y mientras lo haces, ¿puedes darle algo para la maldita gripe que
tiene? Sigue intentando resolverlo por su cuenta.
Sonreí, divertida.
—Es un amigo.
—Tengo que ser honesta. No quiero tener una relación contigo, Andrew.
Lo siento.
Me ericé.
El alivio se apoderó de mí tan pronto como dije las palabras en voz alta.
—¿Y crees que aquí serás feliz? Has estado aquí cinco minutos.
—Lo sé. Y tal vez tampoco sea feliz aquí, pero sé con toda jodida
seguridad que no soy feliz trabajando en esa prisión…
—¡Te he estado diciendo eso por dos años!
Ignoré su interrupción.
—No.
—Sí.
—No.
—¿No?
—Dije que he llegado a querer más que ser la pareja sexual casual de
alguien. Pero eso no significa que quiero más contigo.
—¿Es por ese barman Neanderthal al que estabas haciendo ojitos esta
tarde? ¿Lo quieres a él sobre mí?
¡Imbécil arrogante!
—Ni siquiera se trata de él —dije y era la verdad—. Se trata de mí. Me
gusta estar aquí.
—Sabes qué, Andrew, aquí está la verdad. Me gustaba tener sexo contigo,
pero nunca me has caído bien. Te respetaba porque eres un gran cirujano y
salvas vidas y eso me parece excitante. Pero eso es todo. Porque, por más
maravilloso que es que hagas todo eso… eres muy probablemente el imbécil
más egoísta, desconsiderado y arrogante que he conocido en toda mi vida.
—Sé esto por la forma en que las personas aquí son a su alrededor.
Todos lo respetan. Se preocupan de verdad por él. Eso dice más de él que
cualquier otra cosa.
—Oh, Jessica… —Se quedó mirando hacia el agua—. Voy a perdonar todo
lo que acabas de decir porque… —se volvió hacia mí—, estoy preocupado por
ti. Creo que estás pasando por algo. Y está bien. Pero cuando salgas de cualquier
crisis de la mediana edad que sea, te darás cuenta que me acabas de arrojar a la
basura así como tu carrera. Podrías recuperar tu carrera. Pero yo no estaré
esperando.
Pero justo en ese momento me di cuenta que igual tenía miedo de que él
no quisiera darme una segunda oportunidad para explorar lo que había entre 199
nosotros. Sabía que si volvía a ese bar y él se alejaba de mí, lamentaría mis
acciones de la otra noche por el resto de mi vida.
Porque lo que Cooper me había dicho esa noche era cierto. Nunca antes
había sentido algo así.
—Le pedí que se vaya. También le dije que todo había terminado entre él
y yo. —Detuvo lo que estaba haciendo y puso la cerveza en la barra sin
mirarme—. También le dije que no me iría pronto de Hartwell. —Su cabeza se
alzó de golpe ante eso y me miró sorprendido—. Tenías razón. —Me encogí de
hombros—. No era feliz. —Cooper simplemente siguió mirándome. La
incertidumbre se removió a través de mí—. ¿Crees que estoy loca? ¿Fue una
mala decisión?
Nunca había conocido a un hombre cuyo beso pudiera hacerme arder por
mucho más.
L
a energía en el bar subió un nivel después de que la besara
impulsivamente frente a todos. Los turistas no tenían idea de lo
que estaba pasando, pero sus clientes habituales sí. Incluso si no
conocieran demasiado a la doctora, lo conocían a él. Y no era de besar a mujeres
al azar en público.
—Los locales entran en una competencia para ver quién tiene el mejor
plato de pollo. Tenemos una banda en vivo en el quiosco de música. Vendemos
artesanías y productos horneados caseros.
—Pensé que los desfiles del orgullo gay generalmente se dan en las
ciudades más grandes.
—Está bien. Estoy segura que no recordaré nada de eso por la mañana —
Jess dio un chasquido.
Cerró la puerta e hizo café descafeinado para Jess y para él, y la condujo a
una mesa en la parte trasera del bar.
—¿En serio?
—Te lo agradecería.
Ella sonrió.
—No quería una relación con nadie… al menos no lo creo. Pero sigo
siendo una mujer.
206
Por más aliviado que se sintiera sabiendo que ella no era el tipo de mujer
que se enamoraría de un tipo como ese idiota arrogante, Cooper no estaba
particularmente feliz hablando del imbécil cubriendo sus necesidades.
No quería que ella le ocultara nada porque, demonios, sentía que podía
decirle cualquier cosa. Pero esto aún era nuevo entre ellos y había ciertas cosas 207
sobre él que esperaría para contarle. Y eso iba en ambos sentidos.
—No lo sé. No sé si todo eso está mezclado con algo más. —Suspiró—. Sé
que no me estoy explicando muy bien.
—Sabes qué, Doc, tu título no va a ninguna parte. Sin importar qué, eres
médico. Así que, ¿por qué no te tomas un tiempo y tratas de averiguar si hay
algo más para ti? Si decides que quieres volver a ser médico, entonces estoy
seguro que eso no será un problema.
—Cierto. 208
Observó que todo su cuerpo pareció derretirse cuando la tensión
acumulada la abandonó. Ella estaba estudiando su rostro de esa manera intensa
nuevamente, como si lo estuviera memorizando.
Cooper miró fijamente sus grandes ojos avellana y vio anhelo en ellos. No
era el tipo de anhelo que él había estado sintiendo un segundo antes y de
repente sintió mucha curiosidad por saber acerca de su familia. Si eso
significaba hablar de él, entonces esa era una manera fácil de conseguir la
información que quería de ella. De todos modos, se dio cuenta que quería
contarle sobre ellos. Tal vez era estúpido de su parte confiar en una mujer tan
pronto después de que una lo hubiera traicionado, pero Cooper nunca quiso
enredarse y amargarse por el comportamiento de su ex. Ciertamente no quería
confundir a una buena mujer por otra Dana Kellerman.
—Lo siento.
Jessica se estremeció.
1Diploma de Equivalencia General: documento oficial en los Estados Unidos que se entrega a alguien
que no completó la escuela secundaria.
muchísimo para que Cat no tuviera que hacerlo. Mamá nos dio el bar a los dos,
pero Cat me dejó comprarlo hace años. No sentía ninguna pasión por eso.
Quería ir a la universidad. Era una niña inteligente. También queríamos la
universidad para ella. Quería estudiar derecho y, como era inteligente, entró en
la Universidad de Pensilvania —continuó Cooper.
Le gustó eso, pero no iba a tomar todo el crédito por el arduo trabajo de
Cat.
—No fue así. —Todavía recordaba cómo se había sentido cuando ella le
dijo que tenía que abandonar la universidad porque estaba embarazada—.
Tenía veinte años. Vino a casa para el verano. Se emborrachó y fue embarazada
por un turista cuyo nombre no podía ni recordar.
—Oh, chico.
—Sí. Pero tuve que rehacerme rápido porque nuestra madre estaba tan
decepcionada que no habló con Cat durante los primeros cinco meses de su
embarazo.
—Doble, oh chico.
—Sí.
—No mucho, Doc. Solo unos años antes de que el cáncer la reclamara.
—Eran cercanos.
Sus ojos brillaron con lágrimas de repente y ese aguijón se hizo un poco
más agudo ante su genuina simpatía.
—¿Pero sabes qué? —dijo ella—. Estoy aún más feliz de que la tuvieras.
Jessica
Descubrí algo nuevo sobre mí en ese momento. Descubrí que mis
emociones podían estar conectadas a mi atracción sexual hacia alguien. Porque
justo en ese momento, enredada emocionalmente con este hombre, nunca
había estado tan atraída por un chico en mi vida.
Mucho.
Para abrazarlo.
Para besarlo.
Y por primera vez desde nunca iba a ver si era posible tener todo con este
hombre.
Este sería un día de muchas primicias porque sabía que sería injusto no
darle nada a Cooper después de que él me hubiera dado algo de sí mismo. Algo
tan real.
Respiré hondo y vi a Cooper fruncir el ceño mientras observaba mi
reacción a su pregunta.
Lo decía en serio. Aunque, podía ver la luz de algo en sus ojos y pensé que
podría ser decepción. Me sentí completamente ansiosa ante el pensamiento. No
quería decepcionarlo y perder la oportunidad de explorar esta conexión con él.
—Está bien. Ella… tenía sus problemas que no voy a mencionar. Pero
éramos muy unidas. Nuestros padres… um —ante la mención de mis padres, el
viejo dolor se apoderó de mi pecho con fuerza como siempre lo hacía—, se
desconectaron por completo de mí cuando ella murió. Quiero decir, lo intenté.
Intenté durante años volver a conectar con ellos, pero no están interesados.
Solo tengo a mi mejor amigo, Matthew, en Iowa, y su hija, Perry, es mi ahijada.
Son la única familia que me queda ahora. —Me temblaba la boca, pero no
lloraría. Hace mucho tiempo que había apagado esa parte de mis emociones. Me
protegía de lo peor del dolor.
—Estoy bien, Cooper. Es una historia difícil de contar. Pero estoy bien.
Sin estupideces.
—¿No tienes más familia? —preguntó, frunciendo el ceño—. ¿No hay tías
o tíos, primos o abuelos?
214
—La hermana de mi madre. Theresa. Éramos unidas. Pero después… —
Temí que ella no quisiera tener nada que ver conmigo, al igual que mis padres,
y de alguna manera sabía que me rechazaba, que también me culpaba, y me
dolería aún más, así que también la dejé y nunca más miré hacia atrás—. No
hemos hablado desde… entonces… —Me sacudí la idea de la cabeza—.
Cuéntame cómo fue crecer aquí —dije, cambiando el tema a algo un poco
menos pesado.
Crucé las piernas debajo de la mesa por el calor en sus ojos, y ese ardor
en ellos solo se oscureció ante lo que vio en los míos.
—¿Qué? —dije a medida que mis pensamientos se volvían cada vez más
borrosos. De repente tuve una visión de él arrojando la mesa entre nosotros al
otro lado de la habitación como Superman, y luego levantándome en sus brazos
y apresurándome a su cama a la velocidad de la luz.
Oh, chico.
—Bien —mentí.
Él sonrió y miró hacia la taza de café.
—No. Una vez que llegas al segundo año, puedes hacer veinticuatro horas
legalmente. Es difícil.
Cambié de tema.
Empezó inmediatamente.
—¿Qué?
Me reí.
—Mi madre lamentó haberme dejado ver esa maratón de películas del
oeste, pero el viejo Jeff Lanson solo se carcajeó con eso. Afortunadamente.
—¿Qué pasó?
—Te llamaré más tarde. —Susurró su promesa contra mis labios. 218
Había tanta emoción surgiendo de mí que se me atragantó en la garganta
y no pude hablar. Solo pude asentir, esperando que viera todo lo que sentía en
mis ojos.
M
enos de quince minutos antes, estaba exhausta, salpicando
agua fría en mi cara y tomando café para sentirme lo
suficientemente despierta como para ver a la compañera de
Archie, Anita.
La última vez que estuve sentada y hablé con alguien toda la noche había
sido con mi compañera de cuarto de la universidad, con quien perdí el contacto 219
cuando fuimos a escuelas de posgrado separadas.
Era una mujer alta con ojos castaños cansados y tez pálida. Podía ver por
sus pómulos altos y sus labios aún llenos que alguna vez había sido una belleza.
—Sí… mis piernas se sienten raras a veces. Un poco débil, incluso a veces
entumecidas, pero he estado luchando contra esta gripe por un tiempo, así que
supongo que es solo parte de eso…
—Sí.
—Me preocupa que exista la posibilidad de que ocurra algo más que una
gripe. Me gustaría que hagas una cita con tu médico para que pueda echar un
vistazo.
—Está bien.
—¿Anita?
Me miró.
—¿Sí?
—¿Pedirás la cita?
Umm.
—¿En serio?
Ella resopló pero abrió su bolso y sacó su celular. Con los ojos en mí,
presionó un botón y se lo acercó a la oreja.
—Hola, Liv —dijo y tuvo que aclararse la garganta cuando sus palabras
salieron en un graznido—. Es Anita. ¿El doctor Duggan tiene tiempo para verme
hoy…? Oh… no… 221
Hice una mueca.
—¿Liv es la recepcionista?
—Sí. —Asintió, pero sus ojos se llenaron del miedo que temía ver en los
ojos de un paciente.
De Cooper.
¿Cómo te sientes esta mañana, Doc?
Mi teléfono vibró.
Maldición. Me sonrojé.
—Lo sabe.
Fruncí el ceño.
—¿Qué pasó?
Bailey rio.
—No. Simplemente es un tipo muy bueno.
—Mira, en ese entonces podía entenderlo. Dana… era un año menor que
yo, así que Cooper ni siquiera la notaba. También había estado saliendo con 225
este chico de Dover durante toda la secundaria. Pero fue a la universidad, la
abandonó y regresó a Hartwell y llamó la atención de Cooper… porque… —Hizo
una mueca—. Por mucho que odie admitir esto… Dana Kellerman es
escandalosamente hermosa.
—¿Escandalosamente?
Asintió.
—Ay.
—Eh.
—No debí haber dicho nada. Solo estaba… ahora te quedarás y quería
prepararte para tu encuentro con Dana. Porque eso es inevitable. Y no quería
que la vieras y te sintieras amenazada, porque no deberías. Toda esa belleza
esconde algo feo. En cambio tú… eres hermosa en todo momento, Jessica.
Cooper lo ve.
Solté un suspiro.
—Eres tan dulce. Y gracias por el aviso. —Sin embargo, ahora deseaba
saber cómo se veía Dana, porque se había convertido en Kate Upton en mi
mente.
—Está bien, entonces puedes decir que no por supuesto, pero ¿cómo te
sentirías trabajando para mí mientras intentas descubrir qué es lo que quieres
en la vida? —Sonrió y asintió con entusiasmo ante la idea.
Me sorprendió la oferta.
—Has sido médico, Jess, lo que supongo que significa que eres muy
inteligente. Estoy bastante segura que puedes manejar el funcionamiento de
una posada.
—Estupendo. Gracias.
Bailey se relajó.
—Cierto. 228
—Sí.
—Probablemente.
La había sorprendido.
Y se sintió bien.
Era mi primera vez allí, pero supuse que, dado que iba a trabajar allí,
debía conocer el funcionamiento del lugar.
—No puedo pagar los apartamentos aquí. —Me desplomé en una silla. Si
quería quedarme en Hartwell, probablemente tendría que apegarme a ser
doctora después de todo.
Pero era gratis, y ciertamente funcionaría hasta que pudiera llegar a algo
más permanente.
—¿Estás segura?
—Absolutamente.
—Gracias. 232
Bailey me apretó fuerte. Daba buenos abrazos.
—Vamos a hacer que esto funcione para ti, Jess. Solo aguanta.
—En serio. Ahora descansa un poco. Las cosas se verán mejor después de
dormir un poco.
233
Jessica
D
esperté sobresaltada, desorientada momentáneamente. La
habitación estaba completamente oscura.
Para mí, parecía que había sido de día solo unos minutos
antes.
B.
Besos y abrazos.
Dios, la amaba.
No había mucha gente a estas horas y era más que agradable. En los
últimos días, el paseo marítimo había estado abarrotado de gente cuando
comenzó la temporada alta y, por más estupendo que fuera verlo tan vivo,
también había extrañado el silencio.
Toqué fuerte.
Al oír unos pasos pesados más allá de la puerta, me relajé. Cuando abrió
la puerta para mí me relajé aún más.
—Acabo de despertar.
—¿Quieres un trago?
Me reí un poco.
—Ya te digo.
Dios mío.
238
Nunca antes había tenido a un hombre mirándome de esa manera.
Sus ojos se posaron en mis senos, donde podía ver claramente lo mucho
que me afectaba su proximidad: mis pezones rígidos asomando contra la tela de
mi vestido, rogando por su toque.
Los labios de Cooper se separaron en una exhalación al verlo y de
repente agarró la parte posterior de mis muslos, tirando de mí con un fuerte
jalón contra su erección tensa. Me agarré a sus brazos para estabilizarme y
nuestros ojos se encontraron.
Esta vez el vuelco en mi vientre fue aún más grande y cuando me movió
contra él nuevamente sentí la humedad resbaladiza de mi reacción ante sus
palabras. Nunca me había gustado que Andrew me hablara durante el sexo. Me
distraía. Pero las ardientes palabras contundentes de Cooper fueron como 239
juegos preliminares.
Cooper inclinó su cabeza para rozar sus labios contra los míos
suavemente, y en el proceso presionó su polla con más fuerza contra mí.
—Bueno, ahora hace demasiado calor para usar ropa, punto. —Me
sonrió, tirando de las correas por mis brazos hasta que mis pechos quedaron al
descubierto. Su sonrisa desapareció y sentí su pene crecer imposiblemente
duro entre mis piernas—. Maldición —susurró, acunando mis senos en sus
grandes manos cálidas y callosas.
Sonreí, enganchando mis piernas aún más alto contra sus caderas y, al
hacerlo, creando más fricción entre nosotros. Iba a reventar la cremallera de
sus jeans si no hacíamos algo al respecto justo en ese momento.
Me besó de nuevo, esta vez dulce, lento y lánguido, y eso solo disparó mi
impaciencia.
—Primero yo —dijo.
Cuando sus dedos se deslizaron fuera de mí, mis ojos se abrieron de 242
golpe y observé impacientemente mientras sacaba un condón de su billetera, la
arrojó a un lado y luego se desabrochó los jeans.
Era como si fuera una adolescente otra vez. O lo que pensaba que habría
sentido de adolescente si hubiera encontrado un chico al que amar: impaciente
por la emoción y, más urgentemente, por las hormonas.
Todo lo que podía sentir era él latiendo dentro de mí, y su piel caliente
debajo de mis dedos. Todo lo que podía oler era a él: la colonia amaderada con
un toque de especias que usaba, y ahora la pizca básica de sexo añadida.
Estaba en todas partes y todo.
Deslicé mis manos hacia abajo dentro de sus jeans para agarrar sus
firmes y musculosos glúteos, instándolo contra mí. Lo quería aún más duro,
más rápido.
No es broma.
—¡Oh, Dios!
Y de repente todo fue más duro, más rápido, más profundo, más obsceno.
Como médico, sabía que eso era completamente normal. Había algunas
mujeres que no podían llegar al orgasmo solo por penetración y yo era una de
las afortunadas que sí podía. Había algunas mujeres que pasaban toda su vida
teniendo relaciones sexuales mediocres.
Estaba dispuesta a apostar que Cooper nunca había estado con una
mujer que se hubiera excitado y explotado tan rápido. Por lo general, hacía que
Andrew trabajara para llegar a ello, y eso lo excitaba y le encantaba.
244
La ex mujer “escandalosamente hermosa” de Cooper probablemente lo
había hecho trabajar por ello.
Me quedé helada.
¿Por qué sentía que tener relaciones sexuales había complicado tanto las
cosas? Por lo general, el sexo no tenía complicaciones para mí.
Pero antes de esa noche, estaba completamente segura que Cooper
estaba interesado en explorar algo más conmigo, y ahora me estaba volviendo
loca pensando que su interés disminuiría ahora que me había tenido.
—Eres la única mujer que he tenido en mi bar. —Me soltó solo para
tomar mi mano en la suya—. Ya nadie se sentará en esa mesa. —Hizo un gesto
hacia la escena del mejor sexo que los dos hubiéramos tenido en nuestras
vidas—. Ahora es un santuario.
—Gracioso.
—Mi cerebro está agotado por el mejor orgasmo de todos los orgasmos.
Apretó mi mano.
Me estremecí al pensarlo.
—Seguro.
249
Cooper
E
l ruido de su teléfono sonando en la mesita de noche despertó a
Cooper de un sueño profundo. Estaba a punto de alcanzarlo
cuando se dio cuenta del calor de su cuerpo y el olor de su
perfume.
Jessica.
Abrió los ojos para encontrar su suave cabello rubio derramado sobre la
almohada frente a él, algunos mechones haciéndole cosquillas en la nariz y la 250
barbilla. No podía ver su rostro, pero sus hombros estaban desnudos, la sábana
de su cama cubriéndolos a ambos solo hasta la cintura.
Dana había odiado dormir abrazados; dijo que le daba demasiado calor,
demasiado incómodo.
Pero eso era porque no sabía lo que se estaba perdiendo hasta ahora.
Quería que ella supiera que no era solo una mujer a la que él quería
follarse.
—No recuerdo la última vez que desperté con algo así de dulce —dijo,
acariciando su cuerpo mientras mecía sus caderas hacia ella.
Jodidamente sexy.
Él deslizó su mano sobre su suave estómago y la hundió entre sus
muslos. Su pulgar presionó un poco, atrapando su clítoris, y ella gimió. Jugó con
ella hasta que sus caderas se estaban meciendo contra él pidiendo más y luego
empujó dos dedos dentro de ella, gimiendo ante la sensación de su humedad.
—Jessica. —No sabía cómo explicar lo mucho que le gustaba estar con
ella de esta forma sin sonar como un colegial enamorado.
—Doc. ¿Píldoras?
252
—Sí, sí… —sacudió su cabeza—. Pero… no… no tenemos pruebas.
Condón.
Mierda.
Cerró los ojos; sus mejillas se sonrojaron; gritó… dejó que se hiciera
cargo mientras arqueaba la espalda ante las sensaciones, empujando sus
hermosas tetas hacia arriba en invitación.
—¡Oh, Dios! —gritó Jess una vez más, sus caderas sacudiéndose contra
las de él mientras él chupaba y lamía sus pezones, uno y luego el otro.
Él retiró la sábana, revelando su polla, que saltó por la forma en que ella
se lamió los labios como si quisiera comérselo.
—No puedo esperar mucho más, Jessica —le advirtió, su voz gutural, con
necesidad.
253
Ella dejó de comérselo con los ojos y comenzó a rodar el condón por su
polla hinchada.
El cielo.
El maldito cielo.
Ella lo hizo aún más celestial al tomarlo entre sus dedos y pulgar y darle
un fuerte tirón.
—No sin mí esta vez. —Se hundió en ella, su canal apretado exprimiendo
su polla, tan caliente, húmeda y tensa… jodidamente perfecto.
El maldito cielo.
Estaba feliz… y no podía recordar la última vez que se había sentido así
de vivo.
Dana
Besos.
Cooper maldijo y borró el mensaje. Había bloqueado su número desde su
teléfono, de modo que había conseguido un número nuevo o estaba usando el
teléfono de otra persona para contactarlo.
Mierda.
—No debería.
Jessica gritó con una risa sorprendida y le rodeó el cuello con los brazos.
Una alegría pura brilló en sus grandes ojos color avellana cuando él la
llevó de vuelta al baño y la colocó suavemente sobre sus pies en la ducha.
Cuando él se colocó a su lado, apartándola del camino del agua, porque
salía muy fría antes de que se calentara, y convenientemente la apoyó contra la
pared, ella dijo:
Solo hubo unas pocas ocasiones en que Cooper había llegado tarde al bar
para abrir, pero cada una de esas veces había podido confiar en que Jace
abriera el lugar. Jace había trabajado como camarero en el pub durante los
últimos cinco años y tenía una llave.
256
Efectivamente, después de que Cooper dejó a Jessica en la posada y luego
se detuvo en el estacionamiento detrás de su bar, vio los camiones de Jace y
Crosby estacionados allí.
Sonrió cuando entró por el frente en lugar de entrar por la puerta trasera
a través de la cocina. Cuando Crosby estaba preparándose, le gustaba la paz y la
tranquilidad. De hecho, a Crosby le gustaba la paz y la tranquilidad, punto. Su
época menos favorita del año era la temporada alta actual porque Cooper
siempre contrataba a otro cocinero para que lo ayudara.
—Mira, Coop, antes de que digas algo, sabes que estaba más enojado que
nadie por lo que Dana te hizo pasar, pero la encontré afuera y estaba llorando,
hombre. En serio parece que sabe que la jodió.
—Te perdonaré una vez por dejarla entrar a mi bar, porque eres joven y
cuando tenía tu edad era lo suficientemente estúpido como para dejar que mi 257
polla también pensara por mí. Te advierto, Jace: Dana es hermosa y puede ser
dulce… pero luego se engancha en ti y todo se convierte en una mierda bastante
rápido.
Pero eso fue cuando pensó que la pasión entre ellos era suficiente.
Ahora verla lo dejaba frío. Como si estuviera mirando una muñeca bonita
y nada más.
—Mira… dejé de venir porque sabía que necesitabas más tiempo… pero
no puedo esperar más. Cooper, tienes que saber lo mucho que lamento lo que
hice. Me sentía a la deriva por tu parte y, en lugar de ser madura al respecto, me
enojé y fui estúpida e hice algo que ni siquiera puedo creer que haya hecho. —
Le rogó con los ojos—. Por favor, perdóname. Por favor. Te extraño mucho.
—Pensé que habíamos terminado con esto, Dana —dijo—. Te dije antes
que ya terminé. Tienes que respetar eso.
Vio el destello de ira que intentaba ocultar y eso fue suficiente para él.
—Cada maldita palabra. Ahora vete de mi bar de una puta vez. 259
Y finalmente se fue, pero no sin darle la mirada de cachorrito pateado
que solía funcionar demasiado bien en él.
Podría haberse retirado, pero Cooper sabía que era solo para poder
planear una estrategia nueva.
Jessica
B
ailey me había dado una sonrisa de complicidad cuando me vio
escabullendo hacia la posada con el vestido arrugado que había
estado usando el día anterior. Estaba demasiado ocupada
hablando con un huésped para molestarme por eso, pero sabía que no tendría
que esperar mucho hasta que lo hiciera.
Oh, chico.
Sonreí, vertiginosamente.
—Cuéntamelo todo.
—¡No puede ser! —Me dio una palmada en el brazo, riendo—. ¿Cuál
mesa? Porque, por muy caliente que sea, me gustaría evitarla.
—Mierda.
Hum.
No estaba convencida.
Sonreí.
—Creo que lo es. Espero que lo sea. De todos modos, estoy demasiado
tensa para pasar el rato sin hacer nada hoy, así que esperaba que quisieras
mostrarme cómo funciona todo.
—Voy a hablar primero con Mona, hacerle saber que te llevo a la cocina
para que revises el menú, nuestro horario de comidas, bla, bla, bla. Esta tarde
llegan huéspedes: el señor y la señora Urquhart. Recíbelos de una manera
amigable, casual; solo sé tú misma. Confirma su reservación usando la
computadora, consígueles su llave… —señaló hacia el armario cerrado con
llaves dentro del mostrador de recepción y me entregó la llave maestra del
armario—… y luego muéstrales su habitación.
Rodeé el escritorio.
—¿Puedo ayudarla?
—Sí.
Su mirada se entrecerró.
Santo cielo.
Dana dirigió a Bailey una mirada asesina antes de volverse hacia mí, con
los ojos muy abiertos con falsa inocencia.
Estreché mis ojos en la bruja. Era todo lo que había escuchado y más, y
no podía creer que hubiera tenido la audacia de aparecer para asustarme.
Estaba impactada. Más allá de la sorpresa. Además, estaba cada vez más
preocupada de que esta mujer fuera un problema para nosotros.
Aun así, Bailey abrió la boca, tan indignada que supe que la humillación
de todas las humillaciones estaba a punto de salir de su boca. Le di una rápida
sacudida de cabeza, una advertencia silenciosa para que me lo dejara a mí.
Hum.
—No vas a romper las cosas con Cooper, ¿verdad? —dijo Bailey,
visiblemente preocupada.
Bailey sonrió.
—Bien.
266
—Hay una parte infantil en mí que quiere alardear de nuestra relación
por toda la ciudad —admití.
Cooper
La risa viajó desde la multitud de mujeres alrededor de su mesa de billar
y Cooper hizo todo lo posible por ignorarla.
Tal y como estaban las cosas, todos sus clientes habituales siguieron
mirándola, sorprendidos ante la incredulidad de que ella tuviera la audacia de
aparecerse allí.
—Esto es increíble —dijo Ollie a medida que servía una cerveza para un
cliente. Ollie venía trabajando noches con él durante un tiempo y, como
cualquier persona que vivía en Hartwell, conocía la historia completa de Dana.
267
—Simplemente ignórala —dijo Cooper.
—Deberías echarla.
—En realidad no, Doc —murmuró, inclinándose sobre la barra para que 268
solo ella pudiera oírlo—. Verás, hoy he tenido todo tipo de pensamientos
sucios.
—Conmigo, espero.
Ella le sonrió.
—¿Cómo te va?
—Ha ido mejor —dijo Ollie, acercándose a ellos desde el otro extremo de
la barra—. Tenemos compañía.
¿Qué demonios…?
—¿No le dijiste?
—¿Decirme qué? —espetó él.
—¿Qué? —Su voz fue más fuerte esta vez, llamando la atención, pero a
Cooper no le importó ni mierda. Su sangre se estaba tornando rápidamente más
caliente de lo que el sentido podía soportar.
No había forma de que solo se sentara ahí y dejara que ella se saliera con
la suya.
Bien.
Pasó junto a dos de sus amigas y se apoyó en la mesa de billar de modo
que su cara estuviera a la altura de la de Dana.
Dana se estremeció.
—¿Entendido?
—¿Entendido? —gritó.
Cooper se levantó.
Cuando él era más joven había pensado que ella poseía una confianza
sexy. Ahora sabía que no era más que una arrogancia ciega e ignorante.
Maldita sea.
—Perdón por la interrupción —dijo, caminando hacia la barra—. La
próxima ronda va por la casa.
Jessica 273
Todavía estaba tan atónita al ver a Cooper echando a su ex esposa del bar
que el cambio de tema de Vaughn le cayó como un cubo de agua fría.
—Guau, las cosas se han vuelto emocionantes por aquí —dijo Dahlia a mi
lado—. Nunca más me dejen ir de vacaciones.
Levanté una mano para evitar que alguien dijera algo más, totalmente
confundida. Entendía que a nadie le agradaba los Devlin, pero estaban actuando
como si esta noticia fuera el Armagedón.
—Está bien, sé que Ian Devlin es inescrupuloso, pero ¿por qué
exactamente es tan malo que él tenga un lugar en el paseo marítimo? ¿No
significará que finalmente dejará de acosarlos, chicos?
Bailey suspiró.
—Oh, señorita Hartwell, no quieres que alguna vez vaya tras lo que
quiero.
Miré a Cooper, quien estaba mirando hacia la barra, con una sonrisa
divertida. Sintiendo mis ojos en él, levantó la vista para verme, captando mi
expresión asombrada y sonriendo.
—Por supuesto que sí, Archie —dijo Cooper arrastrando las palabras
mientras se dirigía a servirlo.
—Está bien, ignorando por un segundo la dramática bomba que dejó caer
Tremaine —dijo Bailey, todavía sonando agravada—, las presentaciones
adecuadas están en orden.
277
Sentándose entre nosotras, tomó mi brazo y miró a Dahlia.
Ella me sonrió.
Había estado mirando sus pendientes por un tiempo. Cada uno tenía un
gran corazón de cobre martillado con un corazón de plata martillado más
pequeño en capas sobre él.
278
—¿Hiciste esos?
Los tocó.
—Sí.
Cooper desapareció al otro lado del bar, sin decir una palabra, y supe que
era porque habíamos mencionado a la prima de su madre. Fruncí el ceño, la
inquietud apoderándose de mí ante su continua reacción hacia la mujer.
—… así que Jess trajo las cartas aquí para dárselas a George. —Capté el
final de la frase de Bailey explicando la situación a Dahlia.
—Oh, Dios mío, eso es muy triste —dijo Dahlia—. Y muy amable de tu
parte, Jessica.
Así que, tal vez no estaba pensando en su ira hacia Sarah o mi compasión
por ella, y por qué era tan compasiva con ella…
Cuando dijo:
Me preocupé más. No quería parecer una novia celosa, pero la verdad era
que… sentí una oleada de posesividad sobre él cuando me di cuenta que Dana
estaba en el bar. Y el sentimiento me asustó. Nunca me había sentido posesiva o
celosa por un hombre en toda mi vida.
—Tu reacción esta noche… todo ese fuego… ¿todavía tienes sentimientos
281
por ella? —balbuceé.
—¿Qué?
Oh, chico.
—La forma en que reaccionaste ante ella… hubo mucha pasión allí,
Cooper. —Silenciosamente, pensé para mí: Y es increíblemente hermosa.
Sabía que la última parte era particularmente injusta porque sugería que
Cooper era un hombre superficial. Y no era así como lo pretendía. Pero era un
hombre… y no podía imaginar que muchos hombres no sucumbieran a alguien
tan hermoso como Dana.
Y pude ver, pude reconocer ahora, que no era por Dana. Todo era por
Jack Devlin.
—Fuimos amigos desde que éramos niños. —Apretó mi mano con tanta
fuerza que fue casi doloroso—. Más cercanos que eso. Hermanos. Jack estuvo 282
allí a mi lado por cada maldita mierda que pasé. Cuando mi padre se fue.
Cuando murió mi madre. Lloró a mi puto lado en su funeral —murmuró.
—Lo siento.
Él sonrió a sabiendas.
—Hacerme feliz.
Una emoción recorrió todo mi cuerpo, una emoción mezclada con calidez
y teñida de miedo.
283
—Oh.
—S
abes que mis vacaciones terminan mañana
oficialmente —dije después de tragar un bocado de los
panqueques que Cooper había preparado junto con
tocino y huevos revueltos.
Saboreando el momento.
Aunque, para ser honesta, me sentía tentada por la oferta y tentada por la
idea que tal vez era el destino. Me resultaría más fácil creer eso, porque era un
trabajo que hacía bien y que tenía un significado para mí, y el dinero sería
mejor de lo que ganaría trabajando para Bailey. Aun así, aún no estaba segura
de por qué había elegido ser médico. Solía pensar que lo sabía. Pero todo había
dado un vuelco desde que llegué a Hartwell, y aún no estaba segura que ser
médico no fuera una penitencia más que un sueño.
—Segura.
El niño parecía igual de confundido, sus ojos azules clavados en los míos.
Me tropecé con la pata de una silla intentando rodear la mesa para llegar
a ellos. Me sonrojé, preguntándome por qué estaba actuando como una idiota al
conocer a su familia. Me reí, un poco avergonzada, y le tendí la mano a Cat.
Ella la miró con unos ojos tan azules como los de Cooper, y sentí su
vacilación. Al final, los buenos modales la obligaron a estrecharme la mano.
286
—Encantada de conocerte —dije, aunque ahora estaba pensando que no
tanto mientras ella me miraba con frialdad cortés.
¡Hurra!
Sonreí.
—Sí.
Joey me devolvió la sonrisa.
—Eso fue hace un tiempo —me aseguró—. Y Sadie estará bien, Joe.
Casi me derrito con el culto al héroe en los ojos del niño. Amaba a
Cooper. Ver esa clase de adoración por él solo aumentó la mía, de hecho. En
realidad necesitaba comenzar a encontrar algunas imperfecciones en este
hombre; de lo contrario, iba a comenzar a preocuparme de estar simplemente
atraída en lugar de estar de hecho enamorándome…
Ay.
—¡Sí! —gritó Joey con entusiasmo—. El tío Coop dijo que eres médico, lo
que significa que eres realmente inteligente, y diseñar un gran castillo de arena
no es fácil.
288
Diseñar un gran castillo de arena…
—¿Disculpa?
—Soy consciente.
El calor me inundó.
—¿Ah, sí?
—Sí.
—En serio me preocupo por él. Solo quiero… quiero darle un poco de
felicidad. Se lo merece.
—Se merece a alguien que sea abierta y honesta con él. —Me lanzó una
mirada evaluativa que se tornó un poco triste—. Hay algo en ti. No puedo
señalarlo… pero simplemente no sienta bien. No confío en ti.
Bueno, mierda.
Se encogió de hombros.
291
—Entonces, ¿el tío Cooper dice que eras cirujano? —preguntó Joey con la
boca llena de bocadillo.
Sonreí ante su pregunta curiosa. ¿En serio estaba hablando con un niño
de ocho años de esto?
—¿Qué es eso?
—Es un cirujano que ayuda a solucionar problemas con el estómago, el
esófago… —señalé todos los lugares en mi cuerpo, decidiendo no simplificarlo
tanto para el niño—… intestino delgado, hígado, conductos biliares, vesícula
biliar y páncreas.
—Esófago.
Lo repitió hasta que sintió que sonó como lo que estaba diciendo.
Asentí.
—¿Por qué no tienes uno? —Lo recordé jugando con el perro de esa
mujer en la playa. Podía verlo con un perro grande, acompañándolo en sus
mañanas a lo largo de la orilla.
—Adivina.
Bailey sonrió.
—Tú escoges.
Veía demasiado.
295
Apreté su mano y sonreí para tapar lo que no quería que viera.
Le devolví la sonrisa.
—¿Si me gustó? ¡Me encantó! Usted, señor Lawson, tiene las manos de un
cirujano de clase mundial.
—Supongo que solo tendrás que seguir siendo un prodigio del piano.
—¿Qué sigue?
Y tenía razón.
—Así escuché —dijo, con una sonrisa tímida ahora—. Iris me lo dijo.
—Traje a alguien que ama los libros —dije como distracción, empujando
a Joey hacia Emery.
Cubrí una risita y puse mis manos sobre los hombros del niño.
Él asintió, sin dejar de mirarla fijamente, esa maravilla en sus ojos solo
aumentando cuando Emery le tendió la mano.
—¿Frozen?
—La película de Disney.
—Jesucristo, Doc, soy dueño de un bar con treinta y seis años e incluso yo
he oído hablar de Frozen.
—Sí. —Miró a su sobrino, quien se estaba riendo de lo que sea que una
Emery sorprendentemente animada estaba diciendo—. A ella le gustan los
niños.
298
—Pensé que así podría ser. —La estudié—. Entonces, se parece a un
personaje de Frozen, ¿eh?
Hum.
299
Cooper
J ess se rio de algo que Dahlia dijo y Cooper observó a las dos mujeres
juntas, embobado. Ella reía con todo su cuerpo. Alegría pura.
Cat y Joey estaban con Jess en el puesto de joyería de Dahlia, con Joey
parado entre su madre y la doctora, tomados de las manos. Cooper ni siquiera
podía expresar con palabras lo mucho que significaba para él que Joey le
hubiera dado tanto apoyo a Jess. Y significaba mucho para él que Cat al menos
lo intentara, a pesar de sus reservas sobre la buena doctora.
Él sonrió.
301
Luego ella le lanzó una mirada por el rabillo del ojo cuando captó su
expresión.
—¿Qué?
—¿Qué?
Cat resopló, y puso los ojos en blanco, pero captó la sonrisa arqueando
las comisuras de su boca.
—Lo que sea. Sabes, Aydan está bastante molesta contigo. Al parecer le
dijiste que no estabas interesado en salir con ella porque no estabas interesado
en salir con nadie. Se sorprendió al enterarse de Jessica.
—Jessica también fue una sorpresa para mí. —Evaluó sus ojos—. Aydan
en realidad no está enojada, ¿verdad?
Pero Cooper no escuchó el resto de lo que iba a decir porque sintió una
sensación extraña en la nuca y se giró para buscar a quienquiera que lo
observaba.
302
Su mirada chocó con la de Dana a través de la multitud de turistas y
lugareños. Estaba de pie con su hermana. Observándolo.
Mierda.
—Mierda.
Él sonrió, su molestia con Dana sobrepasada por la ternura que sintió por
Jess.
Se encogió de hombros.
—¿Sabe qué?
—No.
—Aparentemente.
Ambos se rieron entre dientes cuando el dueño del puesto le pidió a Jess
que le devuelva la peluca, gesticulando, probablemente pidiéndole que pague
por la cosa si iba a insistir en usarla. Cat se puso seria rápidamente a medida
que se giraba hacia él.
—¿Vas a decirle?
—Estoy seguro que surgirá. —No veía el punto de exponer todos los
problemas que había tenido con Dana. Aún no. No hasta que fuera hora de esa
conversación.
Algo brilló en los ojos de Jack. Si fuera el viejo Jack, Cooper habría
reconocido ese “algo” como arrepentimiento. Pero no conocía a este Jack. Este
Jack levantó las manos en señal de rendición y dio un paso atrás.
¿Qué demonios?
Echó un vistazo a su lado para ver que Cat tenía a Joey en la mano. Su
305
hermana estaba visiblemente preocupada.
—¿Cooper?
La boca de Jess formó una “O” y una simpatía que no podía soportar ver
iluminó sus ojos.
—Coop —susurró.
—¡Sí!
306
Jessica
L
a posada era un hermoso lugar para trabajar. Podía ser pacífico.
Podía estar lleno y ser divertido. Había desventajas: donde sea que
hubiera clientes involucrados siempre había desventajas. Algunas
personas no eran tan amigables o fáciles de tratar como otras. Algunos tan
particulares como podían ser. Pero no era nada que no pudiera manejar. Y me
gustaba trabajar con Bailey, aunque para ser justos, de hecho nos veíamos
menos ahora que estaba trabajando para ella.
Porque eso significaba que tenía que empezar a pensar en qué diablos
estaba planeando hacer el resto de mi vida.
Todavía.
—¿Ah, sí?
—Hola, Doc.
—Hola, Archie. —Me incliné hacia él—. ¿Tienes ganas de dar un paseo
conmigo? Es una noche hermosa.
Caminó junto a mí y fue la primera vez que de hecho noté mucho sobre
él. Aunque sería justo llamar a Archie un alcohólico, ciertamente era un
alcohólico funcional. Para empezar, siempre iba inmaculado. De la cabeza a los
pies. El aroma fresco y crujiente del jabón se adhería a él, su cabello estaba
peinado elegantemente, su camisa y sus pantalones planchados con líneas de
pliegues perfectos, y sus zapatos de cuero negro relucían de lo bien que habían
sido pulidos. Me pregunté si todo eso era obra de Anita. 309
Mirándolo bien, con su barba gris pulcramente recortada y sus cálidos
ojos castaños, podía ver que había sido un hombre atractivo, y por algún
milagro había escapado de la ira del alcohol en su apariencia física.
—Entonces…
—No. Solo sé lo que sospeché cuando le dije que fuera a ver a su médico.
—Anita parece una mujer dura. Si alguien puede hacerlo, estoy segura
que ella puede hacerlo.
Consideré mis opciones. Podía ser condescendiente con él, decirle que
todo estaría bien. O podía ser franca.
310
Seguí mis instintos.
—El próximo año será el año más difícil de la vida de Anita. Por lo que he
escuchado, es una mujer buena. Tienes que aguantar, Archie.
No lo hizo.
Pero tenía un camino difícil por delante. Ambos lo tenían. Y lo sentía por
ellos.
Con una pesadez colgando sobre mí, decidí regresar al bar para decirle a
Cooper que había enviado a Archie a casa, pero también porque necesitaba un
abrazo de Cooper.
—Vamos, Coop, ¿por qué estás actuando tan tenso? —La escuché decir, y
me erizó su familiaridad con él.
Cooper suspiró.
La mujer se volvió para mirarme, sus ojos cada vez más abiertos.
312
—Oh. Eres la doctora.
Ella me sonrió.
Y mi total opuesto.
—Lo aprecio.
—Seguro. Voy a ir a jugar al billar. —Me agitó sus largas uñas rojas en
despedida y se acercó a la mesa de billar para coquetear con Hug, uno de los
clientes habituales.
313
Le disparé a Cooper una mirada.
—¿Por qué no le dijiste que estábamos saliendo y que tenía que quitarte
las manos de encima? —siseé.
—Jess —llamó, pero ya estaba a medio camino al otro lado del bar.
Había estado enojada con Sadie por tocar a Cooper porque pensaba en él 314
como algo mío. Había pasado mucho tiempo desde que había pensado en
alguien como algo mío. Sentirse de esa manera significaba que esa persona
estaba en mi sangre.
—Oh —susurré.
—Debe ser difícil, Doc. Decirle a la gente que tienen una batalla por
delante.
—No es fácil.
316
—¿Ah, sí?
La culpa me invadió.
—Bueno, fuimos el primer beso del otro. Los dos estábamos enamorados
de otras personas, pero decidimos terminar con el nerviosismo del primer beso
al besarnos entre nosotros.
Maldición.
—¿Y tus otros amigos? ¿Tus padres? ¿Tu hermana menor? —Se inclinó—
. Sé que no es fácil para ti, Jess, pero también debes tener buenos recuerdos.
Mierda.
Cuando cerró los ojos, sentí que el pánico que había estado sintiendo se
transformó en un nuevo tipo de ansiedad.
Doble mierda.
319
Después de un rato su pecho subió y cayó en respiraciones constantes
mientras el sueño lo llevaba. Sin embargo, el sueño no me llevó. En su lugar, lo
vi dormir, con la esperanza que pudiera verlo dormir por mucho tiempo al
frente, y preocupándome que eso no estuviera en mis cartas.
Decirle que una vez hice algo extraordinario para salvar a la persona que
amaba.
L
a música surgió del foso de la orquesta, barriendo sobre la bailarina
en el escenario. La observé, mi pecho estallando de orgullo.
Julia.
Sentí lágrimas en mis ojos mientras ella creaba belleza, y contaba una
320
historia trágica, con todo su cuerpo. Hacia una Odette etérea y convincente.
¿Por qué sentía que no la había visto desde hace una eternidad?
—Adelante.
El dolor golpeó profundamente mi pecho al oír su voz.
Dentro del pequeño vestidor, se levantó de una silla. Miré fijamente hacia
sus pies, sabiendo que dentro de los zapatos estaban rojos y duros. Hice una
mueca. No sabía cómo había soportado el dolor a lo largo de los años.
Mis ojos recorrieron a mi hermosa hermana. Tenía rasgos suaves como yo,
pero los de ella eran redondos. Nariz redonda. Labios como capullos. La única
similitud eran nuestros grandes ojos color avellana. 321
Pero la suavidad de su rostro, la vulnerabilidad en sus ojos redondos,
estaba en oposición a la fuerza de su cuerpo. No había ni un gramo de grasa en el
cuerpo de mi hermana. Era increíblemente delgada, cada miembro moldeado en
músculo.
Pero solo tenía que mirarla profundamente a los ojos para saber que su
alma estaba débil y sufría detrás de su jaula de acero.
—Te veías hermosa allá arriba, eso es todo —respondí, apartándome para
memorizar su rostro. Actualmente estaba cubierto con el maquillaje de la función.
Fruncí el ceño—. Deberías quitarte esas cosas tan pronto como termine tu
actuación.
—Lo sé. —Corrió hacia mí y me abrazó con fuerza—. Sabes que te amo
muchísimo, ¿verdad?
—Lo sé.
Ignorando los ceños fruncidos de las personas a las que había empujado
antes, volví a sentarme en la audiencia y esperé ansiosamente a que volviera a
subir el telón. Me hubiera gustado saber quiénes eran los representantes de la
escuela de ballet.
No lo vi venir.
Más tarde descubrí por su maestra que había vacilado en una secuencia de
pasos, algo que no había notado, y que aparentemente había alterado la
concentración de Julia.
Y luego sucedió.
Julia tuvo un movimiento difícil donde se suponía que debía bajar su brazo
extendido al frente mientras estaba en arabesco hasta que su mano casi tocaba el
suelo en un arabesco alto. Sabía por ella al hablar de eso que requería mucho
control central y fuerza.
Con el corazón martillando, corrí por los pasillos traseros del teatro,
empujando a las personas para llegar al vestidor de mi hermana.
324
Entré a toda prisa, la puerta cerrándose de golpe detrás de mí, pero ella no
estaba allí.
Mi cuerpo se estrelló con fuerza contra algo sólido, pero no sentí ningún
dolor.
No.
Y grité.
Grité y grité hasta que mi voz no pudo gritar más y todo lo que escuché fue
el grito en mi cabeza.
325
—Jessica.
No.
NO.
Pensé en Cooper.
Si pasara el día con él, sabría que algo anda mal. Afortunadamente,
estuve trabajando todo el día. Podría convencerlo de que estaba cansada y que
podíamos vernos al día siguiente.
Como nunca antes había dormido en la misma cama con nadie antes que
Cooper, no sabía si hacía ruidos durante las pesadillas. Debía evitar a Cooper
por completo hasta que pasara.
327
Cooper
S
us gemidos se filtraron primero en su subconsciente,
despertándolo lentamente como lo habían hecho durante las
últimas cuatro noches que ella había pasado en su cama.
Justo cuando Cooper abría los ojos, sintió que la cama se sacudió con sus
piernas revoloteando.
—Jess. —Se acurrucó sobre ella, sus manos apretadas sobre sus bíceps
mientras le hablaba al oído—. Jess, despierta.
—Otra.
Jess no pasaba todas las noches en su cama. Las veces que trabajaba en el
turno de la noche en la posada solía dormir allí. A veces iba con ella; a veces no
lo hacía. Sin embargo, la mayoría de las veces ella acudía a él. Y durante las
últimas cuatro veces que había pasado la noche con él en la última semana
había tenido pesadillas.
Pero los niños eran niños, y eran impacientes. Joey estaba devastado.
Cuidaba de las personas. No quería que dejara de ser quien era, pero
quería que dejara que al menos la cuidara un poco. Que lo dejara entrar para así
poder ayudarla con lo que sea que la estaba molestando.
—No puede ser nada, Jessica. Con esta son cuatro pesadillas en una
semana. Y eso es solo cuando estás conmigo.
330
Lo miró por encima del hombro, su expresión completamente hermética.
Su voz sonó plana cuando dijo:
—Estás mintiendo.
Ella suspiró y miró hacia otro lado. Vio que el músculo de su mandíbula
se tensó.
—Bien. Es algo. —Le devolvió la mirada, sus ojos duros. Cada vez que él
indagaba sobre su pasado, se volvía fría y dura, y eso no le gustó ni un poco—.
Pero no es algo que quiera compartir con nadie.
—Mierda, por Dios, Jess. —Se quitó las mantas y salió de la cama—. No
soy nadie. —Tomó su ropa interior y suéter. Necesitaba espacio. Necesitaba
correr.
—Vamos, Jess, eres doctora. Seguramente sabes que hablar de eso podría
ayudar con las pesadillas.
—No quiero que pienses que te estoy excluyendo. No hablo de esto con
nadie. —Se apartó lo suficiente para mirarlo a la cara, su expresión suplicante—
. Por favor… las pesadillas se irán. Créeme.
La decepción lo inundó. Y no pudo ocultarlo. El problema no era que él
confiara en ella. Si ella no podía confiar en él, tenían grandes problemas. La
soltó, quitándose su toque de encima cuando Jess intentó atraerlo de vuelta.
—Voy a correr.
—Cooper —suplicó.
Jessica
Pánico abrumador.
Las últimas siete semanas que pasé conociendo a este hombre habían
sido las mejores de mi vida. Y el último mes llegando a ser la mujer que se
acurrucaba en sus brazos por las noches había sido un paraíso absoluto.
Ya había caído.
Duro.
Estaba enamorada.
—Regresa a la cama.
—No. —Tan pronto como llegué hasta él, lo agarré por el brazo y lo
atraje hacia adentro con una mano mientras intentaba cerrar la puerta con la
otra—. Por favor.
Para mi alivio, volvió a entrar y cerró la puerta, pero estaba rígido bajo
mi toque.
—Cooper —susurré.
Solté otro jadeo estrangulado cuando empujó dos dedos gruesos dentro
de mí.
Su desilusión.
Su dolor.
Me sentí necesitada.
Y eso me excitó.
Cerró los ojos, como si mis palabras le dolieran, y luego enterró su rostro
en mi cuello y apretó con fuerza. Nos quedamos así por lo que pareció una
eternidad cuando finalmente me besó suavemente, dulcemente…
tranquilizadoramente.
337
Jessica
—A
sí que le sugerí que se moviera a Ocean View, la
habitación que tuve cuando estaba de vacaciones, y
también tuvo la audacia de quejarse de esa
habitación —resoplé, todavía sin poder superar haber conocido al hijo de puta
más particular que tuviera alguna vez la desgracia de encontrar—. Te lo digo,
no sé cómo lo hace Bailey. Fue tan tranquila y relajada, y en serio amigable con
él.
Cooper apretó mi mano mientras paseábamos juntos por Dover Street. 338
Esto queriendo decir que me estaba escuchando divagar sobre el último
huésped molesto de la posada.
Cooper rio entre dientes, lanzándome esta mirada que no entendí por el
rabillo del ojo.
—¿Qué?
Sonreí.
—Tiene un coraje que esta situación requería a la perfección.
Simplemente la canalicé.
Se encogió de hombros.
339
—Lo habría echado de mi bar, pero eso es diferente.
—Nunca pensé que Bailey sería el tipo de persona que aceptaría esas
estupideces de cualquiera.
—Trabaja en una posada. Viene con el trabajo. ¿Por qué crees que tiene
una tolerancia tan baja a las estupideces en su vida personal? Lo tiene
acumulado.
—Sí. De todos modos, me pidió el nombre del chico. ¿Sabes por qué? 340
Puso los ojos en blanco pero siguió el juego.
—¿Por qué?
—Tal vez. O tal vez solo la respeta. También se crio en un mundo donde
los modales lo son todo. Tal vez simplemente no es demasiado amable con
alguien que insulta a una mujer que conoce.
Eso era cierto. Y ella parecía amarlo… pero había algo apático en lo que
tenían. No podía señalarlo. Además, no pensé que él fuera tan comprensivo
como podía ser con la posada. Bailey ya estaba bajo presión y él lo complicaba
al hacerla sentir culpable por trabajar duro. Todo lo que sabía era que Bailey
Hartwell era una de las personas más especiales que hubiera conocido alguna
vez y quería que ella tuviera lo que tenía con Cooper.
Emoción.
Entusiasmo.
Una aventura.
No sabía cómo responder a su pregunta sin decirle todo eso, así que
envolví mi otra mano alrededor de su codo y apoyé mi cabeza sobre su hombro
mientras caminábamos. Nos dirigíamos a la tienda de música para ver precios
de guitarras para Joey, quien quería diversificarse después de la audición de
piano fallida hace unas semanas.
Doc.
Asentí, sonriendo.
341
—Cooper. —Un hombre mayor había salido de la puerta de una tienda
para artículos de pesca y ahora caminaba hacia nosotros—. ¿Cómo estás?
—Paul Duggan.
—Jessica.
—Es una batalla difícil para ella, pero habría sido aún más difícil si no
hubieras conseguido que viniera a verme cuando lo hiciste. —Me quedé muda
ante qué decir porque el tema de la medicina no era exactamente fácil para mí
en este momento—. En realidad —se acercó un poco más—, estoy seguro que
lo has escuchado, pero mi hija dejó mi consultorio recientemente y necesitamos
otro médico. Serás más que bienvenida a presentar tu solicitud, doctora
Huntington.
Esperé, ansiosa.
—¿Lo haremos?
Era posible que esta fuera la forma en que Cooper controlaba una
situación sobre la que no tenía control. Si no podía tener mis secretos, tendría
mi deseo. Y estaba indefensa contra mi pasión por él.
—¿Cooper?
No discutí.
344
En cuestión de segundos, el camión se estaba alejando de la calle en
dirección a su casa.
—Cooper…
—Coop —me encontré suplicando, de repente tan desesperada como él. 345
Ambos nos habíamos hecho exámenes; estaba tomando la píldora, no había
razón para no ceder ante la necesidad de una gratificación instantánea.
Las luces explotaron detrás de mis ojos cuando mis músculos internos se
cerraron alrededor de él, un orgasmo inesperado sacudiéndome al instante.
—Córrete para mí, Jess. Otra vez —exigió con un empuje que hizo que mi
espalda se arqueara de placer.
Quería hacerlo. Estaba necesitada por hacerlo… pero estaba fuera del
alcance, y sabía que Cooper estaba a punto de llegar.
Oh, chico.
Había peores formas de pagar por ser emocionalmente distante con él,
pensé, fingiendo incluso para mis adentros que no temía que lo que teníamos
entre nosotros se volviera demasiado frágil para permanecer en una sola pieza.
Unas semanas antes, nos habíamos topado con el incómodo tema de las
finanzas. Mis finanzas. Mis finanzas ahora limitadas.
—¿Quieres café?
—Claro que sí. —La seguí hasta el mostrador—. Entonces, ¿qué hay de
nuevo contigo?
—¿Qué pasa?
—¿Qué?
—Ni idea. ¿Pero a quién le importa? ¡No es Devlin! Ah, y él está furioso.
—Carcajeó.
348
Emery me lanzó una mirada intrigada mientras me veía reír. Articulé:
solo un segundo.
Guau.
—Eso es estupendo.
—Mira, acaba de entrar un huésped. Tengo que irme. ¡Pero difunde las
buenas noticias! —Colgó.
Le sonreí a Emery.
Ella sonrió.
—Eso es bueno.
Para ser justos, Emery no había parecido tan preocupada por Devlin
comprando todas las propiedades posibles como todos los demás, y lo atribuía
al hecho de que no era una parte tan importante de la comunidad del paseo
marítimo. Había descubierto que Iris y ella eran amigas, pero me preocupaba
que Iris y yo fuéramos todo el círculo social de Emery.
Quise preguntarle por qué no tenía ese tipo de confianza. Era inteligente,
era dueña de su propio negocio, y era hermosa. ¿De qué no habría que confiar?
Antes de que pudiera deslizar una pregunta astuta y entrometida, la campana
sobre su puerta sonó y ambas volvimos la cabeza.
El silencio más incómodo y horrible cayó entre las tres, roto solo por el
sonido de la máquina de café.
No dije nada.
Era un hecho conocido que las víboras podían inyectar tanto veneno
como quisieran dependiendo de las circunstancias. No era presa ni depredador,
pero tenía el presentimiento de que esta víbora me veía como ambos. No quería
ayudarla a decidir cuál era más preciso para ella.
—¿El asunto de los niños? —Maldita sea. Escapó de mi boca antes de que
pudiera impedirlo.
—Sí. —Se inclinó más cerca—. Sé que a Cooper le gusta decirle a la gente
que mi infidelidad fue el final de nuestro matrimonio, pero todos saben la
verdad: no podía tener hijos y él me resintió por eso. Y yo… bueno, fui estúpida.
En lugar de hablar sobre la adopción como él quería, dejé que mi dolor por su
actitud me superara. Pero él también estaba equivocado. Él… bueno, no es una
persona muy indulgente y cuando no actúas de cierta manera… solo se cierra. Y
los niños… bueno, por supuesto que sabes lo importantes que son para él.
Quiere ser padre más de lo que nunca te querrá a ti o a mí.
—Sé que es una víbora… pero… —Había visto algo en los ojos de Dana: el
destello de un dolor real—. Había una pizca de verdad en lo que estaba
diciendo. Podría decirlo.
Lo haría.
—T
e digo que me gusta el menú como está —dijo
Cooper, intentando no exasperarse con su cocinero.
—Bueno, escuché…
—¿Es él? —Cooper suspiró. Odiaba esta mierda—. ¿Está jodiendo con tu
cabeza? —Había contratado a Dean como cocinero extra para que los ayudara
durante la temporada alta.
—El menú se queda como está. Y cuando Dean llegue hoy, le diré lo
mismo, y si no le gusta, puede irse.
Crosby asintió, pareciendo aliviado.
—Hola.
La suave voz familiar lo atravesó y miró hacia la puerta para ver a Jess
entrar al bar. Cruzó la habitación inmediatamente hacia ella, su irritación
muriendo en el acto.
—Yo… uh… —Suspiró, sus dedos tensándose contra sus hombros—. 353
Acabo de tener un encuentro con Dana.
—¿Ahora qué?
—Oh, tenía algo muy interesante que decir. —Jessica se apartó, solo para
bajar una silla de la mesa y saltar al espacio que había hecho. Intentó no
distraerse con el recordatorio de la primera vez que habían tenido sexo juntos.
—Dispara.
—Dijo que quieres hijos más que nada en el mundo y cuando descubriste
que no podía tenerlos, la resentiste por eso, que fuiste frío, distante y la
lastimaste, que no habló de la adopción y luego te hizo daño al engañarte…
—¿Cooper?
Al final, cuando sintió que no iba arrojar ninguna mesa por la ventana,
dijo ahogadamente:
Jessica saltó de la mesa y se acercó a él, deslizando sus manos por sus
brazos y envolviéndolas alrededor de su nuca. Lo miró directamente a los ojos,
mostrándole todas las cosas que sentía por él pero que nunca había dicho.
Llamar “perra” a Dana a estas alturas, era una jodida subestimación. 354
La rodeó con sus brazos, acercándola.
—¿No crees que si quisiera hijos más de lo que quisiera tenerlos con
alguien que significara algo para mí, no habría comenzado con eso tan pronto
como terminó mi divorcio?
—Sí.
—Esto solo es otro ejemplo de lo idiota que fui al casarme con ella. —La
empujó hacia la mesa y la alzó sobre ella. Envolvió sus piernas alrededor de sus
propias caderas, manteniéndolas conectadas—. Quiero niños. Antes, cuando
pensé que la conocía, los quería con Dana. Hablamos de eso; y dijo que también
quería hijos. Lo dijo abiertamente. Hasta donde sabía, lo estábamos intentando.
Pasaron unos meses y no pasó nada, y descubrí porqué cuando encontré la
maldita píldora en su bolso.
Jess jadeó.
—Descubrí que eso era en parte del porqué había tenido miedo de
quedar embarazada para empezar. Pero podría habérmelo dicho. 355
—Podría haberlo hecho —coincidió Jess.
—¿Qué pasa?
—Es solo que… Dana pareció… en serio parecía lamentar cómo actuó.
Dijo que actuó por dolor.
—Podría ser cierto. Intenté entender dónde estaba su cabeza en cuanto a
todo el asunto de los niños porque sé que ella había pasado por muchas cosas,
pero no quiso hablar de ello. Solo se ponía a la defensiva y discutía. De todos
modos, ¿quién sabe cuál es la verdad con Dana? Se ha vuelto bastante buena
elaborando cuentos de hadas.
—Entonces. —Jessica bajó la mirada—. Eso significa que los niños son
importantes para ti.
Cooper sintió algo muy parecido a miedo ante su negativa a mirarlo a los
ojos. Jessica y él ya estaban en un lugar frágil. Con su negativa a compartir lo
que sea que estuviera atormentándola, y él cada vez más frustrado por eso,
había estado usando el sexo como una forma de mantenerlos cerca. Se sentía un
poco como si el pasado se repitiera, pero esta vez esperaba que si luchaba lo
suficiente, convencería a Jess. Pero si ella no quería hijos, ese era todo un
problema con el que él no podría pelear.
—Como dije, los quiero con alguien que signifique algo para mí. Pero sí,
los quiero. Son un factor decisivo —dijo, dándole su honestidad y temiendo su 356
respuesta cuando siguió con—: Quieres hijos, ¿verdad?
Después de unos segundos, ella levantó la cabeza y lo miró a los ojos. Vio
la verdad en ellos cuando respondió:
El alivio lo atravesó.
—Bien. —Levantó su barbilla porque ella había bajado la mirada otra vez
y la besó.
Jessica
De pie en el balcón de la habitación con vista al mar que había sido mía
durante mis primeras tres semanas en Hartwell, busqué esa paz que me había
invadido la primera vez que estuve allí.
Cooper llamando.
Lo había estado evitando durante los últimos días porque me sentía tan
mentirosa como Dana. No había mentido cuando le dije a Cooper que quería
hijos. Sí quería hijos. Lo hacía.
Mi teléfono vibró una vez más y cuando lo saqué, recibí otro mensaje de
Cooper.
¿Qué diablos está pasando?
—Hola.
—Bueno, los huéspedes nuevos se registrarán pronto, así que será mejor
que salgamos pitando de aquí. —Asentí y la seguí hasta afuera—. ¿Estás segura
que estás bien? —preguntó mientras bajábamos las escaleras.
—No me digas.
—¿Qué te hace preguntar? —Se giró, con los ojos muy abiertos—. ¿Estás
embarazada?
—Dios, no —le aseguré—. Acabo de enterarme de la situación de Dana y
Cooper antes del divorcio. Así que tuvimos una charla. Sobre los niños.
—¿Estás bien?
—¿Hum?
—Buen punto.
Ante esto, casi esperé dar media vuelta y encontrar a Vaughn parado en
el pasillo, pero me sorprendió al encontrar a un señor mayor y de aspecto muy
distinguido. Era alto, en forma y tenía rasgos faciales fuertes. Estaba vestido
impecablemente con un traje de tres piezas.
—No, pero bueno, mis huéspedes no son Ian Devlin. —Resopló y rodeó el
escritorio para avanzar decidida hacia él—. Esa fue mi manera indirecta de
decirte vete.
—No estoy aquí por ti. He venido a hablar con la doctora Huntington.
Había estado tan ocupada estudiando al villano del que había oído
bastante, pero aún no había conocido, que me sorprendió hasta el aturdimiento
cuando dijo mi nombre.
—¿Qué necesitas de Jess? —Bailey se puso como toda una mamá gallina.
—Pues no…
—Bailey, está bien —le interrumpí, avanzando hacia él—. Puede decir lo
que tenga que decir.
—¿Y bien?
—¿Cómo? ¿Cómo consiguió esto? Esto fue sellado por los tribunales.
—¿Qué quiere?
—Un hombre como Cooper lo hará si necesitas que lo haga. Dile que
estás en serios problemas financieros. Tienes deudas estudiantiles y dudo que
trabajar para la señorita Hartwell esté influyendo mucho en esa deuda. O dile
que tienes un familiar enfermo que necesita pagar las facturas médicas. Dile
cualquier cosa que necesites. Aunque, apégate a ese tipo de cosas. A Cooper le
gusta ser un héroe. No puede evitarlo. Presiona ese botón de héroe y él venderá
su bar. Me precipitaré entonces y le haré una oferta muy generosa. Es una
promesa.
Con Cooper.
—Yo… eh… supongo que debería sentirme halagada, sentirme como uno
de ustedes.
—No estoy segura que lo sea. Es por eso que he estado tan
desconcentrada todo el día.
Sacudí mi cabeza.
—Solo… en serio tengo que hablar con él, resolver las cosas.
Me estudió cuidadosamente.
—Gracias.
Me sentí enferma.
—Cierto —murmuré.
Mi corazón estaba martillando tan rápido que estaba segura que podía
ver mi corazón latiendo a través de mi camisa.
Ya extraño a Cooper.
—Hola —dije, pero sonó ronco. Coop se hizo a un lado para dejarme
entrar y murmuré mi agradecimiento.
—¿Estás aquí para hablar sobre por qué me has estado evitando en los
últimos días?
Me daba la espalda.
Resoplé.
Sí, lo eres.
Parpadeé el aguijón de las lágrimas, pero Cooper vio el brillo en mis ojos
y lo vi ponerse visiblemente tenso.
—Está bien, ahora estoy preocupado. —Se puso de pie, viniendo por mí.
—No lo hagas.
Cooper se detuvo.
—¿Jessica?
Me estremecí.
—Yo… Oh, Dios. —Presioné una mano en mi frente, sintiendo que iba a
vomitar allí mismo.
El silencio cayó rápido y denso entre nosotros y luego vio algo en mis
ojos.
Cubrí mi boca con mi mano, mi piel húmeda. Las lágrimas que había
estado intentando contener se derramaron por mis mejillas a medida que
asentía.
—¡Estupideces!
—No lo es —mentí.
—Es una puta mentira. Jessica, por una vez, dime la verdad. —Sacudí mi
cabeza, las lágrimas viniendo rápido, demasiado rápido para seguirles el ritmo.
Cooper me fulminó con la mirada—. Mírate. ¡Todo tu cuerpo me está diciendo
que mientes, así que dime la maldita verdad! —No podía. Literalmente. Mi
garganta estaba ahogada con sollozos que querían estallar—. Me lo debes —
dijo, su voz baja, tan profunda y espesa con su propia emoción que me hizo
llorar más fuerte—. Es lo mínimo que me debes.
Ante mi silencio continuo, me agarró por los brazos y me acercó, sus
labios a solo un susurro de los míos. Todo lo que sentía por mí brillaba en sus
ojos y nunca había sentido una mezcla tan extraña de júbilo y agonía en mi vida.
—No te merezco.
—Maldita sea, eso depende de ti, Jess. Podrías dejarme conocerte. ¿Qué
sucedió en tu pasado? ¿Tiene que ver con tu familia? ¿Tu hermana? —Entonces
se me heló la sangre, y empecé a temblar más fuerte. Mis lágrimas se secaron, y
envolví mis brazos alrededor de mi cuerpo en un intento de controlar el
temblor—. Lo es —dijo—. Cada vez que los menciono cambias.
Y era mi culpa.
—Debí haberme ido esa última noche que tuviste una pesadilla. Debí
haber seguido adelante.
—Sí —susurré.
Bajé la vista.
—Debería irme.
Corrí y corrí hasta que las tablas llegaron a su fin y no había otro lugar
para correr.
Jessica
Solo una idiota se habría quedado en Hartwell.
Debo irme.
Lo sabía.
—¿Qué hiciste?
—¿Qué?
—Yo… aún no puedo irme. —Mi boca tembló a medida que intentaba
contener las lágrimas. Ya había llorado más de lo que sabía que tenía en mí. Ya
era suficiente. Me aclaré la garganta—. Tengo algunos asuntos con George
373
Beckwith. Tan pronto como llegue, y eso esté hecho, me iré. —A qué y dónde…
no tenía idea.
Me miró nuevamente.
Se me ocurrió que Vaughn probablemente tenía una buena idea sobre las
tarifas locales.
—Oh, estoy segura que con todo tu dinero, has estado allí. Sí, puedo ver
eso.
Me chasqueó la lengua.
Sacudí mi cabeza.
374
—No voy a quedarme en el paseo marítimo. —No quería arriesgarme a
encontrarme con Cooper.
—¿Por qué?
—¿Cómo sabes que yo rompí con Cooper; que no fue él quien hizo de
rompecorazones?
Al final, Vaughn volvió a mirarme. La astucia en sus ojos nunca me había
inquietado más.
—Sí. Gracias.
Mi auto.
Cierto.
—De acuerdo.
—¡Vaughn!
—Gracias.
—Lo sé.
—Fue muy amable por parte del señor Tremaine dejarte quedar aquí.
—Oh.
Una vez que tomamos nuestras tazas de té, nos instalamos en el porche.
—No tengo idea. —Si fuera mi casa, me quedaría allí todo el maldito
tiempo. Por supuesto, tendría que redecorar.
—¿Y?
Mi amiga asintió.
—Creo que solo necesitaba alejarse por unos días. Pueblo pequeño.
Chismes…
—No querer toparse conmigo hasta que me haya ido —susurré con voz
ronca.
—Lo siento.
—Está preocupada por ti, Jessica, pero no siente que pueda contactarte
sin que la excluyas. Quizás deberías llamarla.
Matthew llamando.
—¿Qué?
—Me puse en contacto con un viejo profesor mío y él cree que podría
haber un puesto para mí en un hospital universitario en Illinois. No es
definitivo, pero creo que de todos modos iré en esa dirección. Conozco bien
Chicago. Es tanto un hogar para mí como cualquier otro lugar.
Hartwell es mi hogar.
Emery me dio una sonrisa triste.
—Te extrañaré,
Más tarde esa noche, estaba sentada en el sofá de Vaughn, bebiendo una
copa de vino y mirando aturdida una película en la televisión. Todo el día había
estado plagada con pensamientos que intentaba expulsar con todas mis fuerzas.
No podía dejar de pensar en mi hermana. No podía dejar de pensar en lo mucho
que Cooper le habría gustado. Él era todo lo que era raro en nuestras vidas
mientras crecíamos: solidario, amable, cariñoso. Sobre todo pensé que a ella le
hubiera gustado lo segura que me hacía sentir. Él también la habría hecho 381
sentir segura, tenía la certeza. Pensé en que estaría enojada conmigo por
haberlo dejado.
Si ella hubiera vivido, ¿habría seguido el mismo camino sin que el dolor
me agobiara? ¿Aún habría querido ser médico?
Sí.
—Mierda —murmuré.
Antes de que pudiera seguir pensando en mi propia estupidez de las
últimas semanas, sonó el timbre. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho
mientras miraba el reloj en la repisa de Vaughn. Era casi medianoche. Puse mi
copa de vino en la mesita de café y me puse de pie lentamente, mi corazón
estaba latiendo más fuerte cuando el timbre volvió a sonar. Con cautela, salí de
puntillas al pasillo y puse mi ojo en la mirilla en la puerta.
Abrí la boca para preguntarle qué estaba haciendo allí, pero las palabras
quedaron silenciadas cuando presionó su boca sobre la mía sin perder ni un
segundo, envolvió un brazo alrededor de mi cintura y nos empujó a los dos
adentro. Sorprendida, me aferré a sus hombros para mantener el equilibrio. 382
Y entonces, como siempre, el sabor de sus besos embriagadores se
apoderó de mí y lo estaba besando en respuesta antes de que pudiera
detenerme.
—Espera —dije sin aliento—. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué estás aquí?
Pensé que estabas de pesca.
—Lo único en lo que podía pensar era en el hecho de que la última vez
que follamos no sabía que iba a ser la última vez. Así que regresé.
Una punzada de dolor cruzó mi pecho.
—¿Para castigarme?
—Para darnos una última vez, Doc. —Comenzó a tirar de mi camisa otra
vez—. Sabes que lo quieres.
Lo quería.
Tan estúpido como sabía que era, por mucho que sabía que al final solo
dolería aún más, levanté los brazos para que él pudiera quitarme el camisón. Mi
sujetador fue rápido en seguirle.
Todo lo que quería era sentir lo bien que era esto entre nosotros. No
quería que la realidad se entrometiera.
—Siempre. 384
El dolor estalló en su mirada y de repente estaba besando y mordiendo
mi boca, sus dedos magullándome mientras apretaba mis muslos en sus manos.
Todo lo que podía hacer era esperar el viaje.
Una vez que se fueron, agarró la parte posterior de mis rodillas con sus
manos y envolvió mis piernas alrededor de él para que así su erección aún
cubierta con su jeans empujara entre los pliegues de mi sexo, rozando mi
clítoris de una manera que me hizo perder la cabeza. Intenté presionar más
fuerte contra su erección, mis dedos clavándose en los músculos de su espalda.
—Siempre has sido mía, Jess —dijo Cooper, su voz gutural con deseo y
emoción—. Recuérdalo.
Nos miramos el uno al otro por lo que pareció una eternidad, hasta que
Cooper finalmente salió de mí y se alejó.
—Una última vez nunca será suficiente. Para ninguno de los dos.
Y entonces me dejó.
—Pensé que te habías ido. —Tenía sus cejas levantadas hacia mí.
—Es por su propio bien —dije, mi voz severa con la esperanza de que su
hermana saliera de mi cara—. Créeme.
—No. —Levantó una mano entre nosotras para callarme—. Me dijo que
estás escondiendo algo, algo de lo que obviamente te avergüenzas. ¿Pero sabes
de qué deberías estar realmente avergonzada? De lo cobarde que eres ahora
mismo. Y lo poco que de hecho has llegado a conocer a mi hermano… porque si
lo conocieras, tendrías mucha más fe en él de la que tienes.
Cat resopló y miró por encima del hombro a Sadie y Cooper. Sadie estaba
tocando su brazo ahora, inclinando su cabeza de forma coqueta, dándole la
miradita provocativa.
—En lo que a ella respecta, es un juego justo. —Ante eso tuve una
repentina imagen desagradable de él besándola… tocándola… y se sintió como
un veneno deslizándose por mi garganta—. No ahora, pero en algún momento
—se dio la vuelta para mirarme detenidamente—, será un juego justo. ¿En serio
has pensado en eso? 388
Apreté los ojos cerrados.
—Cat.
—Jesús, Jessica, mira lo mucho que estás sufriendo. ¿Qué Cooper sepa la
verdad sobre ti en serio será peor de lo que ya te sientes?
Esta vez no me detuvo, pero cuando avancé a mi auto, mis ojos fueron
atraídos por Cooper, a pesar de no querer ver a otra mujer coqueteando con él.
¡No lo sabía!
P
or una vez, a Cooper le gustó que el bar estuviera vacío.
O el dolor. 390
Estar con Jessica la otra noche… fue como tener un corte punzante
durante días y luego, de repente, alguien untaba un bálsamo frío sobre él.
Sin embargo, la idea de no querer estar con Jessica por ninguna razón le
parecía absurda. Parecía que no podía mantenerse alejado. Y así, había tomado
lo que quería de ella… y como le había dicho, no era suficiente. En todo caso, su
sabor solo lo hizo dejarlo ardiendo aún más fuerte. Aun así, sabía que no estaba
por encima de cometer ese error otra vez. De hecho, estaba ansioso por
encontrarla y repetir la otra noche.
Pero la decepción que sintió se mezcló con una gran ira al ver a Ian
Devlin en su puerta. 391
—No quieres estar aquí ahora mismo, créeme —advirtió Cooper.
—¿De malhumor, Cooper? —Devlin le lanzó una sonrisa por encima del
hombro antes de examinar el bar con sus ojos codiciosos.
Cabrón.
—¿Es estupidez?
—¿Qué?
Devlin dio otro fuerte suspiro mientras caminaba casualmente hacia él,
deteniéndose a escasos centímetros de distancia.
—¿Y qué significa eso exactamente? ¿Me estás amenazando como has
393
amenazado a todas las demás personas cuyos lugares les has robado?
—No tengo idea de lo que estás hablando. Y esto es solo una advertencia
amistosa.
Le tomó todo dentro de él mantener los puños a los costados, ya que cada
terminación nerviosa que poseía le gritaba que golpeara al bastardo. En
cambio, permaneció plantado en su sitio, luchando por el control, observando a
Ian Devlin salir de su bar con una sonrisa satisfecha en su rostro.
Seguía de pie mirando fijamente hacia la puerta cuando apareció
Tremaine.
Miró a su vecino.
—Bien.
—La doctora dijo que tenía algunos asuntos con Beckwith antes de que
pudiera irse. No tiene mucho dinero, así que le ofrecí mi lugar para quedarse
hasta que esté lista para hacerlo. Paso la mayor parte del tiempo en una suite
del hotel, de modo que no era gran cosa.
La furia regresó.
—Fue una advertencia. Me dio una última oportunidad para aceptar una
oferta sobre el bar.
—Estás preocupado.
—Tiene el tipo de dinero que yo no tengo. Lucharé contra él, con todo lo 395
que tengo. Pero ese bastardo astuto no tiene reparos, y si envuelve a las
personas correctas…
—Cooper.
—¿Por qué?
—Porque tengo más dinero que diez Ian Devlin. Y me gusta mi jodido
paseo marítimo como es.
396
Jessica
E
l número 131 de Providence Road estaba en el lado sur de
Hartwell y corría a lo largo de la costa. Las casas variaban de
moderadas a grandes allí, y la 131 estaba en algún punto
intermedio. Era una versión más pequeña del estilo de Vaughn. Los jardines y el
camino de entrada estaban bien mantenidos, y el revestimiento blanco había
sido repintado recientemente, porque estaba impecable y fresco.
—¿Sí?
Extendí mi mano.
—Jessica Huntington.
George me estrechó la mano, perplejo.
Como la loca emocional que me había convertido, tuve que luchar contra
el fuerte impulso de estallar en lágrimas. Ella fue lo primero en que él pensó.
—Sí.
398
George abrió más la puerta.
—Casi tengo miedo ahora de saber qué hay dentro, si ha causado tal
reacción en un extraño.
Asentí.
Me estudió.
—Está bien.
Así que me senté allí, observando a George leer las palabras de Sarah, y
mi corazón se rompió por él cuando llegó al final y sus propias lágrimas
comenzaron a caer. Lo observé cuando las leyó de nuevo.
Y otra vez.
Con mi pecho doliendo tanto por los dos, me moví para sentarme junto a
él, y aferrar su mano en consuelo.
Su expresión decayó.
George agarró mi mano con más fuerza y se inclinó hacia mí de modo que
pudiera ver la absolución en sus ojos.
—Amaba a mi esposa. Lo hice. Pero Sarah Randall fue el amor de mi vida,
señorita Huntington. Sí. Sí a todo lo anterior.
—Jessica. De alguna manera creo que hay más en esta historia para ti.
—Sabes, ella no lo dice, pero creo que tal vez no peleó durante su vida
con Ron porque te perdió una vez que te casaste con Annabelle.
—Porque tú eras su mundo entero, George. Tal vez no estuvo bien, tal
vez fue estúpido, pero ella te hizo todo su mundo. Una vez que te perdió, dejó
de pelear… hasta que se dio cuenta que no pelear la iba a matar.
401
—Ella también era mi mundo entero —dijo en voz baja—. Pensé que lo
sabía.
Las palabras de Cat el otro día habían jugado un papel en la decisión. Mis
pensamientos sobre Julia y cuánto le habría gustado Cooper también fue parte
de la decisión. Así que ya había llegado a la mitad de la decisión cuando el amor
de George Beckwith por Sarah me salvó.
Sí.
Eso fue todo el tiempo que pasé en la compañía de George, pero supe
instintivamente que era un hombre decente, un hombre amable. Un hombre
bueno.
Como Cooper.
Jack Devlin.
403
Bailey no había exagerado cuando me habló de Jack por primera vez. Era
un demonio muy atractivo.
Tenía una expresión fría y en blanco que encontré más que un poco
preocupante.
—¿Qué quieres?
Se encogió de hombros.
—¿Y?
—No, no lo hace.
—¿Y bien?
—Sabes, Dana vino a mí hace un tiempo. De hecho, justo después del 404
festival de música.
—Solo pensé que podría encontrarte interesante que la razón por la que
vino a mí fue por ti.
—¿Qué? 405
Me dirigió una mirada intencionada, su expresión dura de frustración.
Sacudí mi cabeza.
¿No? ¿Sí?
Hasta que sentí que George me empujó hacia adelante y mis ojos volaron
hacia la barra, donde Cooper me estaba mirando fijamente, tan congelado y
conmocionado como yo.
Ninguno de los dos dijo nada, solo nos deleitamos en el otro como si
hubieran pasado años, no días.
—¿De qué?
—Dos cosas.
—¿Siendo?
—Devlin.
—Y la verdad.
—No te creo.
407
Algo cambió en él y fue entonces que lo vi.
Quise hacer todo lo posible para arreglarlo, e intenté transmitir eso con
mis ojos.
Asintió, al final.
—Puedes hacerlo.
Le di una agradecida sonrisa temblorosa, y luego avancé hasta Cooper. Lo
seguí fuera del bar. Estuvimos en silencio mientras nos conducía al
estacionamiento en la parte de atrás. Me subí a su camioneta sin decir una
palabra, luego soporté un viaje muy tenso de cinco minutos hasta su casa.
—¿Y? —gruñó.
—Al principio pensé que solo estaba siendo un imbécil hasta que… me
dijo lo segundo.
Cooper resopló.
—Cooper…
—Me buscó. —Sus ojos ardieron con una furia infernal cuando se volvió
409
hacia mí—. Maldita sea, me amenazó y de eso se trataba.
Y solo así Cooper se calmó, su voz aún muy helada cuando dijo:
—¿Nosotros?
Mi estómago se revolvió.
No vomites.
Sé valiente, Jessica.
—Es decir… si tu… necesito decirte la verdad sobre por qué rompí
contigo.
—¿Y bien?
—Pero Cat dijo algo y luego George… y ahora me doy cuenta… y lo siento
mucho, Cooper, porque tenías razón, te debo esto.
410
—Entonces solo dime porque me estoy volviendo jodidamente loco.
Cooper palideció.
—Jess…
—Tenía catorce años. —Sus ojos se volvieron oscuros, huecos.
Reflejando los míos, tal vez, mientras volvía allí, a ese lugar; ese horrible lugar
atormentado—. Mis padres siempre estaban ocupados con el trabajo y entre
ellos. La única vez que parecían involucrarse por nosotras era para algunas de
las actuaciones de Julia. Les gustaba verla bailar. A todos nos gustaba. Ella tenía
once años. —Mi pecho se apretó al recordarlo, como lo había hecho el día que
los encontré—. Yo había salido con unos amigos. Mis padres solían dejarnos
solas muy seguido, así que yo era quien cuidaba a Julia. Estaba mi tía Theresa,
éramos cercanas a ella, pero estaba en la universidad y solo la veíamos durante
las vacaciones escolares, y cuidaría a Julia si yo no podía. Así que la única vez
que me tomaba un tiempo para mí cuando ella no estaba era cuando el
hermano menor de mi padre, Tony, aparecía. Había vivido fuera del estado la
mayor parte de nuestras vidas, pero había regresado unos años antes. Recuerdo
estar contenta. Me gustaba. Estaba agradecida con él por estar interesado en
nosotras. —Curvé mi labio con disgusto ante mi ingenuidad—. No sentí nada
malo en él.
—Jessica.
—Julia les contó a nuestros padres lo que había sucedido. Lo que había
estado pasando. Durante dos años. —Mi cara se arrugó de nuevo. Le había
fallado—. No fui sentenciada. La policía lo consideró en defensa propia: estaba
completamente golpeada y mi hermana tenía pruebas físicas de todo lo que
habíamos dicho que había sucedido. Pero a las dos nos pusieron en terapia
durante mucho tiempo. Ayudó. —Solté un suspiro largo—. Para mí. Pero
entonces Julia simplemente…. se concentró en bailar. A un nivel poco saludable. 412
Y cuando no entró en la escuela de sus sueños, se ahorcó en el sótano de mis
padres. Yo fui quien la encontró. Mis padres me culparon. Se negaron a creer
que se suicidó por lo que hizo Tony. Dijeron que no podía vivir con el recuerdo,
el horror, de ver a su hermana matar a un hombre justo en frente de ella. Y yo…
bueno, dejé que se salieran con la suya porque la verdad es que, le fallé.
—No. Tus padres le fallaron a Julia. Luchaste por ella. —Su agarre sobre
mí se apretó a medida que me acercaba más—. Jess, lo que hiciste… fue
valiente. Lo sabes, ¿verdad? Y todos los días desde entonces has sido valiente.
¿Por qué te estás castigando? Mataste a un hombre defendiéndote a ti misma y
a la persona que amabas. Es horrible, sí. Pero maldita sea, no puedo decir que
no hubiera hecho lo mismo.
—¿En serio?
—Sí.
Mis lágrimas surgieron más rápidas a medida que fuertes temblores
estremecedores recorrían mi cuerpo. Caí contra Cooper y acepté su compasión,
su comprensión. De repente me alzó en sus brazos y me aferré a él, enterrando
mi rostro en su cuello mientras subía las escaleras.
Cooper
Las lágrimas de Jess cedieron después de un rato, su cuerpo dejó de
sacudirse en pequeños temblores contra él, y su respiración superficial se
relajó. 413
Cooper la abrazó con fuerza, deseando que hubiera palabras o acciones
mágicas que pudieran llevarse su pasado traumático.
Mierda.
Sabía que estaba escondiendo algo, y sabía que para que hubiera roto con
él tenía que ser malo, pero nunca habría podido imaginar que fuera tan malo
como lo era.
Y lo único en lo que Cooper podía pensar era que nadie lo sabría jamás…
lo atormentada que estaba por eso. Se había convertido en médico, practicó la
amabilidad en todos los sentidos, y le encantaba reír y hacer sonreír a otras
personas. Había tanta luz en ella, a pesar de la oscuridad intentando apagarla.
—Si hubiera sido más compasivo con sus cartas, podrías haber tenido el
coraje de contarme esto antes.
—Pensé que sí. No me di cuenta de cuán vacía había sido mi vida hasta
que llegué aquí. En cierto nivel, supongo que sabía que aún me estaba
castigando, pero al venir aquí… sentí esta paz que no puedo ni explicar. Nunca
antes había sentido ningún tipo de paz y no quería perderla. Me hizo cuestionar
todo. Sobre, por qué era médico en realidad, por qué no tenía a nadie en mi
vida… —Su sonrisa se volvió abierta y cálida—. A Bailey, y a ti… les agradé. Yo.
No la parte de la medicina.
Cooper necesitaba que ella entendiera esto de una vez por todas. Se
sentó, acunando su rostro en sus manos, y dijo:
—Me duele jodidamente saber que has visto lo que has visto, hecho lo
que has tenido que hacer, pero surgió en la supervivencia, fuerza, valentía y
lealtad. No veo nada más que belleza en eso.
Ella lo amaba.
—Te amo.
Sus dedos se clavaron en los músculos de su espalda.
—También te amo.
—Mierda, gracias a Dios por eso. —Cerró los ojos aliviado, sonriendo
ante su risita.
—Devlin y Dana.
Ella asintió.
—Odio que arruinen esto… —hizo un gesto entre ellos—, pero tenemos
que hacer algo. Dana… supongo que solo tendremos que estar atentos a sus
problemas.
416
—La vi en el festival de música, sabía que estaba tramando algo entonces,
mirando a Jack. Seguro fue entonces cuando se le ocurrió el plan para que él se
acercara a ti.
—Debe pensar que todas las mujeres son exactamente como ella.
—Es una idiota. Y una molestia. Pero no creo que debamos dedicarle ni
un segundo de nuestro tiempo. Como dijiste, solo tendremos que estar atentos.
Iba a matarlo.
¿Quién carajo usaba algo como lo que Jess había pasado contra una
persona?
Tembló de furia.
—¡Tú lo vales!
Cerró los ojos y respiró hondo, su sangre aún estaba demasiado caliente.
—¿Sí?
—En serio no quiere que Devlin ponga sus manos en las propiedades del
paseo marítimo. Podemos usarlo. Tal vez pueda ayudarnos a detener lo que sea
que Devlin esté planeando.
—Lo prometo.
Y lo decía en serio.
Estaba seguro.
Tenía la certeza.
B
ailey me miró fijamente, su cara pálida, sus ojos abiertos de par
en par con una tristeza que terminó en lágrimas mientras le conté
mi historia.
Cuando terminé de contarle todo lo que había pasado, ella solo sacudió la
cabeza, las lágrimas derramándose por sus mejillas, y luego me alcanzó,
acercándome para un abrazo tan fuerte que casi no podía respirar.
Me reí.
Sonrió.
Hice una mueca, sin estar muy segura de cómo sonaba eso.
—Solo tienes que ser firme desde el principio —dijo—. Diles: “Ven a
verme a mi oficina; no estoy trabajando en este momento”.
—Y, por supuesto, si estoy contigo, no tendrás que decir nada porque les
diré a esos idiotas que se vayan a la mierda.
La verdad era que, nunca olvidaría la forma en que me había mirado o las
palabras hermosas que me había dicho la noche anterior.
Me duele jodidamente saber que has visto lo que has visto, hecho lo que has
tenido que hacer, pero surgió en la supervivencia, fuerza, valentía y lealtad. No
veo nada más que belleza en eso.
Salió, vestido como siempre con un traje de tres piezas a medida. Se quitó
las gafas de sol mientras caminaba hacia mí y me pregunté qué tan enamorada
tenía que estar de Cooper para que Vaughn Tremaine no me afectara.
—Sí. Iba a pasarme por el hotel para agradecerte otra vez. En serio
aprecio que me dejaras quedarme.
—Sobre eso…
Pero no era suficiente espacio para todas mis cosas, reflexioné. Seguía
guardando todos mis muebles y ropa en el garaje que tenía en las afueras de la
ciudad. Me gustaría mi ropa, pero eso probablemente significaba convertir su
segundo dormitorio en un vestidor.
—Y él lo cree.
Eso me hizo llorar porque sin importar cuán feliz o triste estuviera, este
hombre siempre estuvo allí para mí.
—No tienes que buscar muy lejos —dijo finalmente—. Tengo su número.
—¿Lo tienes?
Sonaba estupendo.
Pero ahora lo que sentía era tan poderoso que era un poco abrumador.
No había pasado un segundo del día en que no hubiera pensado en él, y esos
pensamientos provocaron mariposas de las buenas en mi estómago.
425
Al oír el ruido de un automóvil entrando por el camino, me incorporé,
esperando sorprendida a medida que escuchaba las fuertes pisadas que
pertenecían a un hombre alto, robusto, usando franela y ojos azules.
—Cooper —rogué.
Él gimió y bajó la cabeza otra vez, lamiendo mi otro pezón ahora,
sabiendo lo sensible que estaba. A medida que continuaba chupando, tentando
y atormentándome, sentí la tensión arremolinándose más firme en mi vientre
bajo.
Perdí el aliento cuando la tensión se enroscó dentro de mí, mis caderas 427
deteniéndose contra su boca momentáneamente mientras me arrojaba al
precipicio de la explosión.
Satisfacción.
La palabra no era suficiente para el placer que este hombre podía darme.
Cooper volvió a subir por mi cuerpo y cuando abrí los ojos miré
directamente a los suyos. Tenía sus manos apoyadas a ambos lados de mi
cabeza, la parte inferior de su cuerpo presionada contra la mía.
Rompí el beso antes que él, ansiosa por devolverle mi amor. Presioné mis
dedos contra su hombro suavemente y lo empujé sobre su espalda. La lujuria
estalló en los ojos de Cooper mientras se recostaba en la cama para mí, su polla
estirándose hacia su vientre. Lo necesitaba dentro de mí. Pero luché por la
paciencia, queriendo disfrutarlo.
Sus jadeos excitados inundaron mis oídos, haciendo que mis pezones se
erizaran de deseo. Me puse más resbaladiza, mis caderas moviéndose por sí
mismas con la necesidad, mientras me volvía implacable en mi impulso de
complacer a Cooper.
428
Levanté la vista hacia su rostro por debajo de mis pestañas, amando la
mirada de adoración en sus ojos pesados.
Gruñí y él cerró los ojos con fuerza, apretó los dientes mientras soltaba
mi nombre estrangulado.
Cuando sentí que se relajó debajo de mí, sentí que su polla se suavizó, me
aparté para mirarlo.
Cooper rompió el beso para poner sus labios sobre mí otra vez, amando
mis senos, mi estómago; y donde su boca estuvo, siguieron sus manos,
apretando mis senos suavemente antes de rozar por mi cintura. 429
Se apoyó de rodillas y lo miré, sin aliento con anticipación.
—El cielo —dijo, con los ojos oscuros—. El jodido cielo en la tierra.
Sacó sus dedos suavemente y luego deslizó ambas manos por mi cuerpo
mientras se acomodaba.
Para mi sorpresa, dado que asumí que me iba a tomar duro y rápido,
Cooper se arrastró casi fuera de mí a un ritmo lento y tortuoso, antes de
hundirse nuevamente, en un empuje igualmente tortuoso y lento.
Sus ojos se movieron sobre mí, observando cómo mis labios le daban
forma a su nombre, observando cómo mis senos temblaban contra sus
embestidas, y vi que su control comenzó a disminuir.
Sentí su asombro sin que él tuviera que decir una palabra porque sentía
el mismo asombro.
—Tal vez es demasiado temprano. —Jess miró su teléfono—. Solo son las
seis en punto allí.
432
—No creo que le importe.
Pero solo la mujer del otro lado de la línea podría hacer eso.
Pero entonces, Jess sonrió y las lágrimas se derramaron por sus mejillas.
Joey estaba sentado en una cabina en la parte trasera del bar, mirando
los dibujos animados que Cooper había puesto en la televisión para él.
—Sí.
—¿En serio?
—En serio. Y créeme cuando digo que entiendo por qué estaba tan jodida
por eso. Pero ahora estamos bien.
—Me alegra que Jessica te haya contado lo que estaba pasando con ella…
pero sabe que no puede volver a hacer esa mierda, ¿verdad?
—No creo que lo haga, pero eso no significa que no haya obstáculos en el 434
camino. Jess ha pasado por muchas mierdas.
Cat se estremeció.
Su nariz se arrugó.
—De acuerdo.
Él sonrió.
435
—Conversación terminada.
—Jess —gritó Joey, corriendo a través del bar hacia ella. Patinó hasta
detenerse a centímetros de ella y Jessica sonrió, poniendo un brazo alrededor
de su hombro para atraerlo contra ella.
—¿Cómo estás, Joe? —le preguntó, con cariño escrito en toda su cara.
Su sobrino sonrió.
Los ojos de Jess volaron hacia él y pareció estar luchando por no reírse.
—No lo hizo.
Cooper le sonrió.
—Un perro ovejero inglés. La camada solo tiene unas pocas semanas. Voy
a buscarlo en cinco semanas.
—No iba a comprar una cosa miniatura. —En todas las ocasiones en que
había imaginado tener un perro, había sido uno grande como Chester, el San
Bernardo de su madre. Había adorado ese perro mientras crecía.
—Al parecer, tu buena doctora aquí tiene un plan para detener a Devlin.
Anoche no le había dicho ni una palabra sobre un plan. Aunque para ser
justos, anoche no habían hablado mucho.
Todos asintieron, pero Cooper se tensó. No había querido que esto fuera
problema de nadie más. El objetivo era hacer que Tremaine se encargara de eso
para que nadie más se preocupara por lo lejos que Devlin estaba dispuesto a
llegar para conseguir una propiedad en el paseo marítimo.
—¿En serio piensas que creerán que esas empresas que dependen del
turismo para sobrevivir cerrarán sus puertas durante temporada alta?
—Sí. —Le dio una sonrisa malvada—. Porque los propietarios de dichas
empresas son amigos de Vaughn Tremaine y él estará dispuesto a
complementar sus ingresos hasta que la junta de la ciudad cumpla con la
petición.
Jess puso sus manos sobre las orejas de Joey cuando Cat soltó:
438
—¡Oye, hay un niño en la habitación!
—Es solo un farol, Vaughn. Todos saben que tienes más dinero que
Creso. Podrías mantener a flote a varias familias por un buen tiempo.
Una frialdad que Cooper nunca antes había visto se deslizó en los ojos de
Tremaine a medida que miraba a Bailey. Su tono fue igualmente frío cuando
dijo:
—Miren —dijo, dando la vuelta al bar—, aprecio que Jess organice esto, y
todos ustedes vengan a escucharla, pero Tremaine y yo ya estamos en eso.
—Como dije, les agradezco a todos ustedes por venir aquí, pero nos
encargaremos de eso.
—¿Tienes un plan?
—Aún no.
—Bueno, yo sí.
Dahlia intervino.
—Voy a firmar la petición. Devlin no puede salirse con la suya al seguir
intimidándonos. Si nos mantenemos unidos tiene muchísimas menos
posibilidades de acabar con uno de nosotros.
Cooper vio que Jess estaba tan sorprendida por esta información como el
resto de ellos. Ya que Emery no había crecido en Hartwell, nadie en realidad
conocía su historia. La abuela adinerada era novedad para todos ellos.
Ella resopló.
—Tu hijo.
—No me importa.
—No tienen que hacer esto. —Cooper pensó que era aburrido repetirse.
—No vas a hacernos cambiar de opinión. Vamos a hacer esto por ti, hijo.
Pero también lo estamos haciendo por todos nosotros. Ian Devlin es un matón
442
de la ciudad. Tienes que enfrentarte a los matones o simplemente seguirán
volviendo a robarte el dinero del almuerzo.
—Cat.
—Gracias. Yo, también. Aunque… —le lanzó una sonrisa por encima del
hombro—… necesito más espacio en el armario. ¿Quizás tu segunda habitación?
Cooper abrazó a Jess más cerca, dándole a su hermana una mirada que
decía: Ni te metas.
—A mí me importa.
Ante eso, Cat le dio una gran sonrisa.
Cooper le rodeó los hombros con los brazos y la atrajo hacia su pecho.
Joey sonrió.
—¿En serio?
Hubo alegría en los ojos de Cat mientras estudiaba a Jess, quien se había
quedado completamente inmóvil en sus brazos.
—Es bueno que esté un poco loca porque todos ustedes… —señaló
alrededor del bar—… están más que un poco locos.
—Vaya. —Cat agarró la mano de Joey, caminando hacia la puerta—. ¿Qué
sería de la vida sin un poco de locura?
445
Jessica
D
ecir que la presidenta de la junta de licencias de la ciudad pareció
extremadamente incómoda con lo que Cooper y yo teníamos que
decir era quedarse corto.
—Sabe que no podemos decir quién es —dijo Cooper—. Eso nos abre a la
calumnia.
—Exactamente.
—Estoy segura que todo lo que tiene que hacer es hacer algunas
llamadas a la policía para que nieguen tales reclamos.
—Y todo lo que tiene que hacer el señor Lawson es apelar al estado para
que le renueven su licencia.
—Resulta que soy amiga del Sheriff King. Voy a llamarlo. Si pudieran
esperar afuera en la recepción mientras lo hago, por favor.
—Siéntense.
Una vez que nos sentamos, nos dio una mirada demacrada.
—Van a salirse con la suya —dije a medida que Cooper me llevaba fuera
del edificio a su camioneta.
—Lamento que hayan pasado unos días, pero tenía que comprobar sus
referencias.
—Seguro. —Esperé, nerviosa.
—Sin embargo, admitieron que era un buen médico… hasta que renunció
sin previo aviso.
—Solo voy a creer que eso la mantendrá aquí. Y la verdad es que nadie
tan calificado como usted ha solicitado el puesto.
—De nada.
—Tengo trabajo.
Una pancarta colgaba del techo en Antonio’s con las palabras ¡Bon
Voyage, George! impresas en él.
451
El lugar estaba repleto de gente mezclándose en el buffet, bebiendo y
simplemente disfrutando de su última noche con George Beckwith antes de que
partiera a Nueva Escocia.
—¡No puedo creer que haya organizado esta fiesta para ti, George
Beckwith, solo para descubrir que vendiste tu maldita tienda a un chef! ¡Un
chef! Como si necesitáramos más competencia —se quejó Iris con él.
—Lo siento, Iris, esta bella dama necesita un trago. —Me guio
rápidamente lejos de Iris y hacia el buffet—. Esa mujer siempre me ha
aterrorizado —confesó.
Me reí.
Era agradable pensar que, después de todo, tal vez la leyenda era real.
—¿Qué?
Él sonrió.
—La imagen más grande, Jessica. La imagen más grande. A veces una
historia es solo una parte importante de una historia más grande.
—¿Una bebida?
453
—No puedo —dije con pesar—. El doctor Duggan me mostrarás mañana
el funcionamiento de la clínica.
—¡Oh! —dijo una voz detrás de mí, y me volví para ver a Sadie Thomas
empujando a un chico para llegar a mí—. Escuché que ibas a ser la doctora
nueva.
—Sí.
Me frunció el ceño.
—¿Crees que puedes lidiar con eso? ¿La vida en un pueblo pequeño?
454
Miré a todos los que habían aparecido para despedirse de George, y luego
mis ojos se posaron en Cooper, quien estaba rodeado por su hermana, Joey, y
mis amigos. Las únicas personas que faltaban eran Vaughn y Emery, pero
esperaba que eso cambiara en los próximos meses.
Y aun así, mientras estaba allí, mis ojos se encontraron con los de Cooper
Lawson, rodeado por la gente de Hartwell, y esa sensación que tuve la primera
vez que me paré en el balcón de la posada de Bailey se apoderó de mí.
Paz.
Finalmente.
Una vez que Vaughn comienza a darse cuenta que ha cometido el mayor
error de su vida, no tiene más remedio que luchar como nunca antes había
luchado para convencer a Bailey que el amor que han encontrado juntos solo se
produce una vez en la vida…
Hart's Boardwalk #2
457
Samantha Young es una ratón de biblioteca escocesa cuyo sueño de
tener una carrera como escritora se hizo realidad. Gracias a los lectores, sus
libros han llegado a las listas de los más vendidos del New York Times, USA
Today y Wall Street Journal y varios de sus libros han sido nominados para los
Premios Goodreads Choice. Escribe romance adulto contemporáneo y
paranormal, YA fantasía urbana y YA ficción contemporánea. Actualmente
publicada en 28 idiomas en 30 países, Samantha es una de las autoras más
vendidas a nivel internacional.
Traducción
LizC
Diseño
JanLove
459