Cartilla Historia I Parte 2

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FUNDACION LAICAL CASA DE LA JUVENTUD

COLEGIO SECUNDARIO “GIUSEPPE TOVINI”

Historia i

Cartilla

Curso: 1º Año “A –B”

Profesora: Lic. Orieta Rosana

2024
Unidad 3º: Cambios y continuidades entre el orden colonial y los nuevos Estados
latinoamericanos
TEXTO 1: la segunda Fase de la Revolución Industrial
Hacia 1830, la industria textil sufrió una crisis que abrió paso, una década mas tarde, a una
nueva fase de crecimiento dominada por la expresion de los medios de transporte, en
especial, el ferrocarril, y los nuevos sistemas de comunicaciones.
Los Ferrocarriles
En 1804, al inglés Richard Trevithick se le ocurrió adaptar los principios de las máquinas de
vapor utilizadas en las fábricas para crear una locomotora, que reemplazara la tracción
animal de las vagonetas de carbón sobre los rieles en las minas. El invento, muy pesado,
resulto un fracaso. Sin embargo, en 1813, George Stephenson adapto ese invento y construyó
la primera locomotora de vapor que funciono efectivamente.
En 1825, comenzó a funcionar en Durham, al nordeste de Inglaterra, el primer ferrocarril.
Los empresarios mineros de la región contrataron la locomotora para arrastrar las
vagonetas cargadas de carbón desde las minas alejadas de la red fluvial hasta el puerto.
Las grandes ganancias que genero esta experiencia estimularon el tendido de líneas férreas
similares en otras zonas del país.
El ferrocarril se convirtió en el medio de transporte más seguro y rápido de la época. Fue
visto por los contemporáneos como un símbolo de progreso y de futuro, por todas las
posibilidades de inversión, innovación tecnológica y comunicación que favoreció.
El experimento de los ferrocarriles ingleses pronto exportado a otras regiones. En Europa
continental, Estados Unidos, América Latina y Asia comenzaron a tenderse líneas que,
inicialmente, unían puertos de exportación e importacion con los lugares de producción.
En el caso de Estados Unidos, los ferrocarriles permitieron la llamada “Conquista del Oeste”,
es decir, la expansión de la frontera con la incorporación de nuevas regiones, hasta
entonces no ocupadas por los europeos. En América Latina, Asia y África, nuevas regiones
se incorporaron al mercado mundial de bienes y capitales, como productoras de materias
primas, transportadas por ferrocarril hasta los puertos donde se las embarcaban hacia los
países europeos en barcos de vapor. Las vías férreas en todos los territorios coloniales se
dispusieron en forma de “embulo”, es decir, desde el puerto hasta las regiones productoras
y consumidoras de manera radical y, desde ellas, nuevamente hacia los puertos para que
las materias primas baratas alcancen los modernos centros industriales manufactureros
europeos.
El impacto económico
El desarrollo de los ferrocarriles estimulo el crecimiento de las industrias del carbón y del
hierro, que pronto recibieron nuevas inversiones e innovaciones.
El carbón era utilizado como combustibles por las locomotoras. El aumento de la demanda
impulso la explotación de nuevos yacimientos mineros y la contratación de trabajadores. La
demanda de hierro, utilizado en las vías férreas y en la construcción de locomotoras y
vagones, estimuló mejores técnicas en la fundición, como los altos hornos.
Las nuevas inversiones capitalistas, el desarrollo de nuevas industrias y la mayor demanda
de empleo reactivaron el mercado interno británico, que comenzó asi a superar la crisis
textil rápidamente.
Los nuevos mercados
La expansión del ferrocarril a escala mundial posibilito un mayor desarrollo de los
mercados y la especialización de diferentes regiones en distintos bienes. Por ejemplo, en
Francia, que no podía competir con los textiles baratos ingleses, se especializaron en la
producción industrial de textiles más finos, destinados a las nuevas clases medias, ademas
de textiles baratos para el consumo interno. En Alemania, la especialización se orientó a la
producción de carbón, hierro y acero, y artículos derivados, como la cuchillería. Por su
parte, Europa Oriental y la parte oriental de Alemania se focalizaron en la producción de
cereales, aprovechando condiciones naturales mas propicias para ello.
Ademas de los mercados de bienes, la expansión del ferrocarril posibilito la aparición de un
mercado mundial de factores de producción, como el capital y el trabajo.
El capital, en forma de maquinarias, tecnologías y dinero, atravesaba fronteras, tanto en
inversiones directas (préstamos a empresas privadas o a Estados) como en venta de
maquinarias y tecnologías, primero ingleses, luego europeas y norteamericanas.
El trabajo, por su parte, atravesaba fronteras a partir de fuertes movimientos migratorios,
por medio de los cuales trabajadores especializados (por ejemplo, técnicos, ingenieros,
maquinistas) migraban a lejanas regiones del planeta. Otros grupos migrantes los
constituían trabajadores no especializados, que no encontraban trabajo en sus lugares de
origen, pero si anhelaban que las promesas de prosperidad personal o familiar pudiera
cumplirse en las nuevas economías en expansión, como la estadounidense, o más tarde, las
norteamericanas.
TEXTO 2: Revolución Haitiana
Hacia fines del siglo XVI, en las colonias de la isla de Santo Domingo –en el Caribe– se
desarrollaba una economía de plantaciones de caña de azúcar con mano de obra esclava de
origen africano, que conformaba la mayor parte de la población. Una parte de la isla estaba
ocupada por la Corona francesa y otra, por la Corona española. Ambas se disputaban la
posesión de la isla. En la parte francesa, los sectores más ricos querían mayores libertades
para comerciar y autonomía política, y los más pobres reclamaban ser reconocidos como
ciudadanos con plenos derechos.
En 1791, los esclavos del lado francés iniciaron una serie de revueltas y los españoles se
sumaron a la rebelión para intentar recuperar los territorios que habían perdido ante
Francia. Los propietarios de las plantaciones solicitaron auxilio al gobierno británico, que
contaba con tropas en la isla de Jamaica. Esto convirtió a la isla en el escenario de un
enfrentamiento entre Francia, España y Gran Bretaña.
En 1792, con la intención de imponer el orden, el gobierno francés envió a Léger- Felicité
Sonthonax como gobernador, quien, en 1793, abolió la esclavitud. Esto provocó la
incorporación de muchos rebeldes a las filas francesas; entre ellos, estaba Toussaint
Louverture, un ex esclavo que pronto se transformó en líder e hizo retroceder a los
españoles y venció a los británicos. Convertido en gobernador de la isla, Louverture obligó a
los ex esclavos a trabajar en las plantaciones a cambio de un salario, y dispuso que parte de
la producción fuera compartida entre propietarios y trabajadores. Ante las protestas de los
plantadores, el emperador francés Napoleón envió en 1802 una expedición a la isla para
controlar la situación, pero las fuerzas rebeldes rechazaron a las tropas del emperador y
proclamaron la Independencia de Haití –antiguo nombre nativo que le dieron a la isla– en
1804.
Esta revolución tuvo repercusiones en el continente americano. Por un lado, sirvió de
ejemplo para otras rebeliones de esclavos, como la de Bahía de 1798 y la de La Habana en
1812. Por otro lado, generó preocupación entre las elites coloniales que temían sufrir las
consecuencias violentas de una posible revolución de los esclavos.

TEXTO 3: Revolucion y guerra en las colonias


La crisis de la monarquía española tuvo
importantes consecuencias en sus colonias
americanas. Ante la prisión del rey, las elites
americanas se hicieron los mismos planteos que
los españoles acerca del gobierno. La respuesta
inicial fue, como España, la formación de juntas
que juraron lealtad a Fernando VII.
Sin embargo, cuando se produjo la disolución de la
Junta Central de Sevilla, las elites criollas
plantearon el reemplazo del pacto de sujeción que
los unía con la Corona por un pacto de sociedad,
semejante al que había sido el sustento de las revoluciones estadounidense y francesa. En
distintas ciudades de América se formaron juntas revolucionarias. Esta decisión fue
interpretada por la Corona como un acto de insurrección, que tuvo como consecuencia la
guerra por la independencia. El único virreinato que se mantuvo su lealtad a España fue el
de Perú.
El proceso independentista americano puede dividirse en dos etapas:
 Entre 1810 y 1814, se formaron las juntas y se inició la guerra. En 1814, Fernando VII
recuperó el trono de España complicando el proceso revolucionario.
 Entre 1814 y 1824, los revolucionarios intensificaron las luchas por la independencia,
hasta librar el ultimo combate en la batalla de Ayacucho
La revolución mexicana
Criollos y peninsulares tenían discrepancias en el virreinato de Nueva España, pero los
miembros más ricos de ambos sectores de la sociedad se opusieron a la revolución y
mantuvieron los vínculos con las autoridades de la Metropoli.
El 16 de septiembre de 1810 se produjeron el primer alzamiento independentista,
denominado Grito de Dolores, encabezado por el sacerdote Miguel Hidalgo, desde la Iglesia
del pueblo de Dolores, ubicada en la región de Guanajuato. A este levantamiento, siguieron
otros, como el dirigido por el también clérigo José Maria Morelos. Las tropas insurgentes
estaban formadas, en su mayoría, por campesinos (principalmente, indígenas y mestizos)
criollos de los sectores más pobres y esclavos. Los enfrentamientos entre realistas y
patriotas continuaron hasta 1815.
En 1813, en el Congreso de Anáhuac los patriotas declararon la independencia de “América
Septentrional” y proclamaron la abolición de la esclavitud y el reparto de las tierras entre
los campesinos. Sin embargo, dos años después fueron derrotados por las fueras del
gobierno. La independencia de todo el territorio de Nueva España recién se obtuvo en
1821tras cruentas luchas y enfrentamientos.
La revolución de Chile
Entre 1810 y 1814, se desarrolló un periodo revolucionario en Chile, conocido como la “Patria
Vieja”. Iniciado como un proceso de autonomía temporal que gobernaba en nombre de
Fernando VII, concluyo enfrentándose abiertamente a las tropas realistas comandadas
desde España.
Las primeras acciones fueron llevadas a cabo en forma clandestina por un grupo llamado
“Los duendes patriotas”, vinculados a la Logia de Caballeros Racionales de Cádiz, que
difundían las ideas de Francisco de Miranda.
El 18 de septiembre de 1810, los vecinos de Santiago crearon la Junta Provisional de
Gobierno integrada por reconocidos militares y personalidades de la sociedad chilena entre
los que se encontraban Juan Martínez de Rosas y Bernardo O´Higgins
La Republica de Haití
La isla La Española estaba controlada por dos potencias: Francia, cuyo territorio es la actual
Haití, y España, hoy Republica Dominicana
En 1791, alentados por los ideales de libertad de la Revolución Francesa, los esclavos
azucareros y cafetaleros de la colonia de Haití se levantaron en armas contras sus amos. Si
bien en 1794 lograron la proclamación del fin de la esclavitud, la lucha prosiguió contra
tropas españolas y británicas y luego también contra fuerzas enviadas por Napoleón que
intentaron establecerla.
Finalmente, en 1804, los revolucionarios declararon la independencia de Haití, estableciendo
el primer sistema republicano en la región de centroamericana.
La revolución en Venezuela
A diferencia de lo que ocurrió en otros lugares de América, una parte importante de las
clases populares venezolanos no apoyo inicialmente la revolución. Esto se debió a que
estuvo encabezada por hombres de la elite que desde el siglo XVIII formaban el sector más
privilegiado de la sociedad.
En 1806, el primer intento revolucionario de Francisco de Miranda fracaso debido a que los
grupos propietarios le negaron su apoyo, temerosos de perder su situacion privilegiada. Sin
embargo, el 19 de abril de 1810, luego de conocerse la disolución de la Junta Central de
Sevilla, un grupo de propietarios y comerciantes formó un ajunta de gobierno en Caracas,
que impulso medidas de carácter radical, como la libertad de comercio y la prohibición de la
trata de esclavos.
Miranda fue nombrado presidente en 1812, pero debió enfrentar continuas revueltas
protagonizadas por diversos sectores que dirigían su disconformidad contra el gobierno.
Los mantuanos eran miembros de la elite criolla, propietarios de plantaciones y haciendas,
que pertenecían al sector más rico y de mayor prestigio social en Venezuela. Los llaneros,
por su parte, eran habitantes de los llanos de Venezuela, una zona marginal dedicada a la
ganadería extensiva, que eran despreciados como “pardos” o “blancos de las orillas” por la
elite mantuana. Finalmente, las tropas republicanas dirigidas por Simon Bolívar fueron
derrotadas y Francisco de Miranda depuesto y llevado como prisionero a España.

La disolución del Virreinato del Rio de la Plata y la configuración


Territorial
TEXTO 4:

Hacia 1700, la gran mayoría de los países europeos eran gobernados por monarquías
absolutas, en las que los reyes tenían un poder casi ilimitado. Estas monarquías se basaban
en la idea de que el poder de los reyes tenía un origen divino y, por lo tanto, no se lo podía
cuestionar. Las sociedades gobernadas por estos monarcas eran desiguales y jerárquicas:
unos pocos (los reyes, los nobles y algunos sacerdotes) gozaban de ciertos privilegios
(estar exceptuados del pago de impuestos, por ejemplo) y vivían del trabajo de la mayoría
de la población (los campesinos y los artesanos).
Las primeras revoluciones en América Las ideas de la Ilustración tuvieron una gran
aceptación en Francia y en Gran Bretaña. Pero también se difundieron en las colonias
inglesas de América del Norte y en el mundo colonial español. En el Virreinato del Río de la
Plata, por ejemplo, algunos criollos utilizaron estas ideas para cuestionar el derecho de la
Corona hispánica a dominar América, la preeminencia de los peninsulares en la sociedad y
la vigencia del monopolio.



En 1804, un general francés, Napoleón Bonaparte, derrocó a la república
proclamada en 1793 y se hizo coronar emperador de Francia. A partir de entonces
conquistó varios países y llegó a dominar casi toda Europa. Pero no pudo derrotar a
Gran Bretaña, que en 1805 hundió la flota francesa y dominó los mares.
Para debilitar la economía industrial
británica, en 1806 Napoleón decretó el
bloqueo continental, que prohibía a los
países europeos comprar productos
industriales ingleses. Esta prohibición hizo
que los comerciantes ingleses tuvieran que
buscar nuevos mercados donde
vender sus productos.
Las colonias españolas en América eran una
posibilidad muy atractiva. Pero el problema
era que España mantenía vigente el
monopolio, que prohibía que sus colonias
comerciaran con potencias extranjeras.
Fue entonces que un grupo de oficiales
británicos que se encontraban destacados en
Ciudad del Cabo (en la actual Sudáfrica, en
ese entonces en manos inglesas) decidió
conquistar Buenos Aires, para abrir el
mercado rioplatense a los productos de su
país.

El 25 de junio de 1806, los ingleses, al mando de William Carr Beresford, desembarcaron en


las costas de Quilmes y avanzaron sobre Buenos Aires. Enterado de las noticias, el virrey
español, Rafael de Sobremonte, decidió marchar hacia Córdoba para preparar allí un gran
contraataque.
Al abandonar la ciudad, se llevó dineros públicos y otras riquezas, pero fue interceptado en
el camino por soldados ingleses, quienes se apropiaron del tesoro y lo enviaron de
inmediato a Inglaterra. El 27 de junio de 1806, sin autoridad que les ofreciera resistencia, los
británicos se apoderaron del fuerte, ocuparon la ciudad, y Beresford se hizo cargo del
gobierno. Los ingleses creían que los habitantes de Buenos Aires, cansados de la
dominación española, iban a aceptar el dominio británico. Sin embargo, no fue así. Luego de
la sorpresa que les produjo la invasión, comenzaron a organizar la resistencia.
Entre ellos se destacaron algunos jóvenes españoles y criollos, como Juan Martín de
Pueyrredón y Manuel de Arroyo y Pinedo, que reclutaron en secreto grupos de voluntarios a
la espera de la llegada de algún contraataque por parte de los británicos.
La Reconquista de Buenos Aires Mientras Pueyrredón y Arroyo y Pinedo reclutaban
voluntarios, un capitán francés de la armada española, Santiago de Liniers, organizó un
ejército de soldados y voluntarios en la Banda Oriental (hoy Uruguay). Con esas fuerzas,
Liniers cruzó el Río de la Plata, desembarcó en las cercanías del actual puerto de Tigre y
avanzó hacia el sur. Cuando llegó a los Corrales de Miserere (en el actual barrio de Once),
exigió la rendición de los invasores. Como Beresford se negó a capitular, Liniers dividió a
sus fuerzas en dos columnas, que se unieron en la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo),
donde se produjo una batalla encarnizada.
El 12 de agosto de 1806, la lucha se desató en las calles y, desde las azoteas, la población
arrojaba piedras y carbones encendidos. Beresford debió rendirse ante una multitud
amenazante y la bandera española volvió a izarse en el Fuerte. Se firmó luego una
capitulación formal, tras la cual los ingleses sobrevivientes entregaron las armas y
fueron tomados prisioneros. Muchos fueron encarcelados en Luján y otros lugares de las
afueras de Buenos Aires.
La formación de milicias Luego de la Reconquista, el pueblo de Buenos Aires, indignado por
la actitud de Sobremonte, exigió al Cabildo que le entregara a Liniers el mando militar de la
capital virreinal. Los integrantes del Cabildo trataron de demorar la resolución de esta
cuestión, pero finalmente cedieron ante la presión popular. Previendo una nueva invasión,
Liniers organizó milicias (es decir, batallones de voluntarios) para defender la ciudad.
Los integrantes de las milicias estaban agrupados de acuerdo con su origen: españoles
(andaluces, asturianos, gallegos, catalanes, vizcaínos); criollos (Granaderos, Patricios,
Arribeños); negros y mestizos. Los voluntarios recibían dos o tres horas de entrenamiento
militar y luego seguían con sus actividades diarias. Todo parecía tranquilo, hasta que un día
los ingleses volvieron a presentarse en el Río de la Plata. Liniers tenía razón.

En 1807, los ingleses volvieron a atacar el Río de la Plata. Al mando de John Whitelocke, y
con fuerzas muy superiores a las de 1806, ocuparon los puertos de Maldonado, Colonia y
Montevideo. Al enterarse, Sobremonte se trasladó a la Banda Oriental. Pero mientras
cruzaba el río, los ingleses desembarcaron al sur de Buenos Aires y marcharon sobre la
capital.
Liniers intentó detenerlos, pero sus tropas fueron dispersadas y debió retirarse. Conocida la
derrota, el alcalde del Cabildo, el español Martín de Álzaga, convocó a los vecinos y a las
milicias a defender la ciudad. Entre todos, levantaron barricadas en las esquinas, se
atrincheraron en las azoteas de las casas y esperaron la llegada de los ingleses.
Cuando estos avanzaron por las calles de la ciudad, fueron recibidos por una lluvia de
balas, piedras y agua hirviendo. Los invasores tuvieron muchos muertos y heridos y no
pudieron seguir avanzando. Finalmente, Whitelocke pidió una tregua y el 7 de julio
firmó la capitulación. ¡Buenos Aires se había salvado!

Durante la primera invasión, los ingleses


establecieron el libre comercio. Esta experiencia
benefició a los comerciantes y estancieros del
Río de la Plata, que luego de la derrota de los
invasores comenzaron a reclamar el fin del
monopolio restablecido por los españoles.
Por otra parte, los criollos del Río de la Plata
comprendieron que por sí mismos podían llevar
a cabo grandes emprendimientos, entre ellos
alguna forma de autogobierno.

También se dieron cuenta de lo mal preparadas que estaban las autoridades españolas
para defender el Virreinato.
El más señalado era Sobremonte. Los criollos de Buenos Aires presionaron al Cabildo
para que lo destituyera y lo reemplazara por Liniers, quien asumió como virrey
provisional del Río de la Plata.
Durante su gobierno, algunas de las milicias creadas en 1806 se convirtieron en cuerpos
militares permanentes. Estos regimientos, cuyos jefes eran elegidos por los soldados,
comenzaron a tener participación en la vida política de Buenos Aires. En sus filas, los
criollos también recibieron un entrenamiento militar y un manejo de las armas que hasta
entonces solo era conocido por los españoles. Los tiempos estaban cambiando

TEXTO N° 5
Con la incorporación de los diputados del interior quedó constituida a fines de 1810 la
llamada Junta Grande. Esto provocó la renuncia de Mariano Moreno y el enfrentamiento
dentro de la nueva junta de sus partidarios y los de Cornelio Saavedra. Los primeros eran
partidarios de cambios profundos y de manejar la revolución desde Buenos Aires mientras
que los segundos, eran más conservadores y proponían compartir las decisiones con las
provincias. Las derrotas del Ejército del Norte, que hacían peligrar la continuidad de la lucha
contra los realistas y la necesidad de tomar decisiones rápidas llevaron a la concentración
del poder ejecutivo en pocas personas: primero en tres, los Triunviratos (1811-1814), y luego
en una sola, el Directorio (1814- 1820).
La creación de un poder ejecutivo de tres miembros, el Triunvirato, se concretó el 23 de
septiembre de 1811. Los triunviros Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de
Sarratea y el secretario, Bernardino Rivadavia, pensaron que las exigencias de la guerra
hacían necesario un poder ejecutivo fuerte y disolvieron todas las juntas provinciales y
hasta la propia Junta Grande. Estas medidas concentraron todo el poder en Buenos Aires y
dejaron al interior sin representantes.
Un logro fundamental del Segundo Triunvirato fue la concreción del Congreso Constituyente,
postergado desde 1810. El 24 de octubre de 1812 se convocó a elecciones para diputados a la
Asamblea General Constituyente. La Asamblea inauguró sus sesiones a fines de enero de
1813 y se proclamó representante de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tenía por
objetivos proclamar la independencia y sancionar una constitución que incluyese la forma
republicana de gobierno y la división de poderes. Lamentablemente, estos postulados no
fueron cumplidos. Sin embargo, la obra de la Asamblea fue importante porque se convirtió
en una especie de declaración de principios que sirvió de antecedente en los futuros
proyectos constitucionales.
Si bien ya se habían suscitado problemas entre el caudillo de la Banda Oriental, José
Gervasio Artigas, y las autoridades de Buenos Aires, durante la reunión de la Asamblea se
produjo un nuevo distanciamiento entre ambos por el rechazo de los diputados orientales.
La Asamblea del Año XIII, presidida por Alvear, temía que la incorporación de los
artiguistas produjera una virtual alianza entre el caudillo oriental y San Martín para
apurar una declaración de independencia, en contra de los intereses del grupo alvearista.
Los representantes de Artigas traían instrucciones muy precisas, que no eran del agrado de
la clase dirigente porteña: Inmediata declaración de Independencia; constitución
republicana; gobierno central con respeto a las autonomías provinciales y el
establecimiento de la capital fuera de Buenos Aires.
Las elites porteñas temían que la influencia del caudillo oriental se extendiera al resto de
las provincias. Veían en la acción de Artigas un peligroso ejemplo que propugnaba un serio
cambio social. El reparto de tierras y ganado entre los sectores desposeídos concretado por
Artigas en la Banda Oriental bien podía trasladarse a la otra margen de la plata y poner
en juego la base de su poder económico.
La Asamblea del Año XIII aprobó el uso de los símbolos patrios desechados por el
Primer Triunvirato como la bandera, la escarapela, el escudo y el himno nacional que
proponía: «coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir.» En lo social, la
Asamblea declaró libres a los hijos de los esclavos; suprimió la mita y el yanaconazgo;
abolió los títulos de nobleza; prohibió y mandó a destruir los instrumentos de tortura.
La Asamblea se ocupaba de la salud de sus habitantes:
«4 de Agosto. La Asamblea General declara que ‘habiendo conocido con dolor y perjuicio de la
población que la multitud de infantes que perecen luego de nacidos del mal vulgarmente llamado de
«los siete días», un espasmo que entre otras cosas se origina por el agua fría con que son bautizados;
y habiendo oído al efecto a los profesores ilustrados en la materia; resuelve que no se bautice en
pueblo alguno de los comprendidos en el territorio de las Provincias Unidas sino con agua templada
en cualquiera de las estaciones del año; y a efecto de ocurrir por todos los medios posibles a reparar
los males consiguientes con que son tratados los infantes al nacer, y luego de nacidos por las
primeras manos a que deben su socorro, se reencarna muy particularmente al Supremo Poder
Ejecutivo la vigilancia del cumplimiento de la ley’”.

Mientras sesionaba la Asamblea, se produjo en Europa la derrota de Napoleón. El


consecuente retorno de Fernando VII al trono español complicó las cosas. El primer
mensaje de Fernando VII a los revolucionarios americanos fue contundente: América era
una colonia española y las juntas que gobernaban en su nombre habían caducado. Estaba
claro que el rey intentaría por todos los medios reconquistar estos territorios
Con la excusa de la amenaza exterior, la Asamblea, dominada por Alvear, dio un paso más
en la concentración del poder: creó un poder ejecutivo unipersonal, el Directorio.
Posadas, con el apoyo de la Asamblea, tomó una serie de medidas: tras las derrotas de
Vilcapugio (1º de octubre de 1813) y Ayohuma (14 de noviembre de 1813) reemplazó a
Belgrano por San Martín en el Ejército del Norte, declaró «traidor a la patria» a Artigas y
ordenó la creación de una flota de guerra que puso al mando de Guillermo Brown,
Gervasio Posadas, el tío de Alvear, fue el quien inmediatamente realizó un bloqueo
primer Director Supremo del Río de la Plata. naval a Montevideo, completando el sitio que
Nombró a su sobrino Jefe del Ejército del estaba llevando adelante Rondeau. En poco
Norte, lo que despertó gran descontento y tiempo, Alvear consiguió que lo nombraran al
finalmente la renuncia de Posadas y para frente del sitio y al caer la capital oriental se
peor, el nombramiento del propio Alvear llevó todos los laureles del triunfo. Poco
como reemplazante. Todo quedaba en después promovió un armisticio con Artigas
familia, pero esto fue visto como una que duraría muy poco.
provocación y pronto quedó más clara aun
Enlaelimpopularidad del nuevo Director.
plano internacional, llegaron a Buenos Aires certeros rumores de que en España se
estaba preparando una poderosa expedición militar para aplastar a los movimientos
patriotas y se decidió enviar una misión diplomática a España, a cargo de Belgrano y
Rivadavia.
A fines de 1814, Alvear consiguió que Posadas lo designara al frente del Ejército del Norte
en reemplazo de Rondeau, quien a su vez había suplantado a San Martín, que pasó a
hacerse cargo de la gobernación intendencia de Cuyo. La plana mayor del Ejército del Norte
rechazó el nombramiento de Alvear, poniendo a la unidad militar en estado de sublevación y
exigiendo no modificar la comandancia. Posadas debió renunciar y Alvear obtuvo el cargo
de Director Supremo. Asumió el 10 de enero de 1815.
La situación de Alvear tampoco era muy halagüeña y los problemas se agravaron debido a
la conducción personalista que imprimió a los actos de gobierno, lo que cosechó una fuerte
oposición. Alvear intentó tranquilizar el frente oriental y envió una misión diplomática que
llegó a un acuerdo con Artigas por el que se reconocía la autonomía de la Banda Oriental y
la jefatura de éste a cambio de que su influencia no superara el río Uruguay.
Para San Martín la salida de la crisis pasaba por llevar la guerra hasta sus últimas
consecuencias reorganizando el ejército y atacando el bastión español de Lima. Para Carlos
de Alvear, la solución a las amenazas españolas era buscar el protectorado británico. Ante
las serias demostraciones de crisis, Alvear debió renunciar al directorio y al sueño del
protectorado británico para estas tierras. La caída de Alvear arrastró a la Asamblea
manejada por sus partidarios. Pero la necesidad de organizar al país y declarar la
independencia seguía pendiente. El nuevo Director Supremo, Álvarez Thomas, convocará a
un Congreso, esta vez en la ciudad de Tucumán.

A finales de 1812, en Buenos Aires recrudecían las luchas internas por darle una
determinada orientación y forma política a las luchas iniciada con la Revolución de Mayo.
Morenistas y saavedristas, patriotas y contrarrevolucionarios, eran algunos de los nombres
que tomaban aquellas disputas. Moreno ya había caído en altamar y quien continuó sus
pasos fue Bernardo de Monteagudo.
Desde la Sociedad
Patriótica, se oponía al entonces
secretario del Primer
Triunvirato, Bernardino
Rivadavia. La demora en proclamar
la independencia y en dar una
constitución y un notorio
centralismo, pusieron fin a la
paciencia de los “morenistas”, que
exigieron la conformación de un
nuevo triunvirato. Éste se formó en
octubre de 1812 y, finalmente,
convocó a una asamblea general
para el año siguiente.

La Asamblea General del año XIII se inauguró el 31 de enero y su propósito manifiesto era la
emancipación y constitución del Estado de las provincias unidas. Se declaró soberana y
asumió la representación de las provincias. Entre sus novedades, se encontró la ausencia
del juramento de fidelidad a Fernando VII. Además, entre otros puntos, se destacaba el
marcado “americanismo”, tal como se expresaba en el Juramento que los diputados
convocados firmaron: “¿…prometen a la patria desempeñar fiel y exactamente los deberes
del sublime cargo… promoviendo los derechos de la causa del país al bien y felicidad
común de la América?”
La asamblea se distinguió por las prolongadas tensiones provocadas entre los “centralistas”
y los “pactistas” (pronto federales), que en enero de 1814 encontraron un primer resultado:
el nuevo gobierno del Directorio, que reemplazaba al Triunvirato. No obstante ello y el no
poder votar una constitución, a lo largo del año, pudieron concretarse algunas obras
legislativas de gran importancia: entre ellas, la acuñación de moneda nacional, el
establecimiento del escudo e himno, la abolición de la Inquisición y las torturas, la supresión
de los títulos de nobleza y la libertad de vientres. Pero también se derogo la mita, la
encomienda, el yanaconazgo y el servicio personal de los indios bajo todo concepto y sin
exceptuar el que presentaban a las iglesias o a sus párrocos.
«Si hubiéramos de calcular los designios de la naturaleza por el resultado práctico de los sucesos
humanos, sería preciso suponer que la esclavitud era el dogma más análogo a nuestro destino, y
que él debía ser la única base de las primeras combinaciones de un legislador. Pero, aunque el
cuadro del universo no ofrece por todas partes, sino un grupo de esclavos envilecidos por la
servidumbre, o acostumbrados ya a la tiranía: y aunque los esfuerzos de las almas libres, al fin
sólo han servido de trofeos al despotismo, presentando en la historia de los pueblos una constante
alternativa de gloria y degradación; sin embargo, la libertad existe en los decretos de la
naturaleza, y por su origen es independiente de todas las vicisitudes de los siglos.»

Samuel W. Medrano, Las Constituciones de la República Argentina, Cultura Hispánica, Madrid, 1953.

Esto ocurrió el 12 de marzo, reafirmando el decreto de la Junta Grande del 1º de


septiembre de 1811, que establecía que los indios debían ser tenidos por hombres
perfectamente libres y en igualdad de derechos.
TEXTO N° 6

La Declaración de Independencia de la Argentina fue una decisión tomada el martes 9


de julio de 1816 por el Congreso de Tucumán, por la cual declaró la formal ruptura de
los vínculos de dependencia política de las Provincias Unidas del Río de la Plata con la
monarquía española. La declaración fue realizada en la Casa de Tucumán, ubicada en
la ciudad de San Miguel de Tucumán, donde sesionaba la asamblea. Diez días más
tarde, el mismo Congreso renunció también a toda otra dominación extranjera.

En 1816 convergen dos hechos destacados: la declaración de la Independencia de un nuevo


país, hoy llamado Argentina y la organización final del plan de guerra de José de San
Martín, que garantizaría la Independencia y llevaría el triunfo de los revolucionarios más
allá de las Provincias Unidas.
El contexto internacional era sumamente complejo. Para 1816, España se había liberado de
los franceses, el Rey Fernando VII había vuelto al trono y se predisponía a recuperar los
territorios americanos que estaban en mano de revolucionarios.
El ejército realista comenzó a avanzar victoriosamente por toda la región derrotando a una
parte de los movimientos independentistas americanos.
En este contexto tan difícil, las Provincias Unidas se juntaron para decidir qué hacer ante la
situación. El Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sudamérica se
reunió en San Miguel de Tucumán para limar asperezas entre Buenos Aires y las provincias,
cuyas relaciones estaban deterioradas.
Cada provincia eligió un diputado cada 15.000 habitantes. ¿Y cómo llegaban hasta ahí los
congresales? En ese entonces, no había caminos construidos y la gente viajaba en carretas
tiradas por mulas o en diligencias. La travesía hacia Tucumán podía tardar muchas semanas.
Por eso, los viajantes arribaban sucios, con hambre y cansados, pero sabiendo que estaban allí
para tomar una decisión muy importante. Para llegar al Congreso, los diputados tuvieron que
recorrer largos ca minos en galeras y sopandas. El viaje de Buenos Aires a Tucumán, por
ejemplo, duraba entre 25 y 30 días. El viaje en carreta, esos grandes carros de madera que eran
tirados por una o más yuntas de bueyes, era más largo y podía durar por el mismo trayecto
hasta 50 días.
El Congreso funcionó en casa de una importante familia
local hoy convertida en Museo Casa Histórica de la
Independencia.
Las sesiones del Congreso se iniciaron el 24 de
marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados de
diferentes provincias de un territorio bien diferente a lo
que hoy es Argentina. Por ejemplo: Charcas, hoy parte
de Bolivia, envió un representante. En cambio, Entre
Ríos, Corrientes y Santa Fé no participaron del
Congreso porque estaban enfrentadas con Buenos
Aires y en ese entonces integraban la Liga de los
Pueblos Libres junto con la Banda Oriental, bajo el
mando del Gral. José Gervasio Artigas. El representante de La Rioja, Pedro Ignacio de
Castro Barros, fue uno de los primeros presidentes del Congreso durante esos meses
trascendentales.
Lo fundamental del congreso fue que el 9 de julio de 18 16
los representantes firmaron la declaración de la
Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica
y la afirmación de la voluntad de "investirse del alto
carácter de una nación libre e independiente del rey
Fernando VII, sus sucesores y metrópoli" y "de toda otra
dominación extranjera".
De este modo, después del proceso político iniciado con
la Revolución de Mayo de 1810, se asumió por primera
vez una manifiesta voluntad de emancipación. La
Proclama es considerada el documento fundacional de
nuestro país.

TEXTO N° 7

El 9 de julio de 1816 el Congreso reunido en la ciudad de Tucumán declaraba la


independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica. Llegaba así a término un proceso
que se había iniciado en el Cabildo Abierto
del 22 de mayo de 1810. En este contexto, es
importante reparar en la situación europea,
americana y rioplatense en aquel momento.
En Europa predominaba la restauración
monárquica y, específicamente, en
España Fernando VII se disponía a
recuperar el control de la América hispana
con el apoyo de la Santa Alianza.
Inglaterra aliada a España y al sistema de la Santa Alianza, por su participación en la lucha
contra Napoleón, no podía apoyar abiertamente a los independentistas de América; en este
continente todas las revoluciones que se habían sucedido en 1810 habían sido derrotadas: en
Colombia y Venezuela la expedición del español Morillo había derrotado a la revolución de
Simón Bolívar; en Perú continuaba firme el poder de los virreyes y Lima era el centro de
todos los movimientos contrarrevolucionarios en América del Sur; en Chile la revolución
había sido derrotada en Rancagua en 1814; solo en el Río de la Plata se mantenía en pie el
proceso revolucionario abierto en 1810, pero para 1816 la guerra de la independencia ya
venía desarrollándose sincrónicamente con la guerra civil, la guerra entre directoriales y
artiguistas.

San Martín, que desempeñó un papel central en la declaración de la independencia, le


escribió al diputado por Mendoza, Tomás Godoy Cruz:

“¿Hasta cuándo esperamos nuestra independencia? ¿No le parece a usted una cosa bien
ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional y por último hacer la guerra
al soberano de quien dependemos? ¿Qué relación podremos emprender cuando estamos
a pupilo? Los enemigos, y con mucha razón, nos tratan de insurgentes, pues nos
declaramos vasallos. Esté usted seguro que nadie nos auxiliará en tal situación, y por
otra parte el sistema ganaría un 50% con tal paso. Ánimo, que para los hombres de
coraje se han hecho las empresas. Veamos claro, mi amigo; si no se hace, el Congreso
es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo este la soberanía, es una usurpación
que se ha hecho al quese cree verdadero, es decir, a Fernandito”.
Por otra parte, el noroeste de las provincias unidas se veía expuesto a las incursiones e
invasiones de los realistas, dadas las sucesivas derrotas del Ejército del Norte. La región
resistía bajo la dirección de Martín Miguel de Güemes: fue la guerra gaucha que le cubrió las
espaldas a la campaña libertadora continental del general San Martín, quien por entonces
era gobernador intendente de Cuyo y estaba organizando el Ejército de Los Andes.
El Congreso declaró la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica.
Desde la perspectiva del historiador Antonio Pérez Amuchástegui esto fue la expresión de
la ideología y el proyecto continentalista –luchar por un solo Estado continental libre e
independiente– del general San Martín en el Acta de la
Independencia.
Cuando San Martín inicia la campaña libertadora a Chile y luego
al Perú, no está liberando otras naciones, sino que está
liberando la nación americana. Así, la independencia de 1816 fue
el fundamento jurídico y político de la campaña libertadora
sanmartiniana.
También Manuel Belgrano desempeñó un papel relevante. El
creador de la bandera nacional informó al Congreso sobre la
situación europea y propuso una monarquía constitucional
incaica.
Coronar a un descendiente de la Casa de los Incas y trasladar la capital al Cuzco implicaba
un reordenamiento general de las relaciones políticas y socioeconómicas. Cuzco, como
capital, significaba mirar hacia el interior del continente americano. Buenos Aires, por su
condición de puerto abierto hacia el Atlántico, significaba mirar hacia los mercados
europeos. San Martín y Güemes respaldaron la propuesta.

Los proyectos monárquicos pueden agruparse en dos tendencias: por un lado, la


monárquico “revolucionaria”, que se articulaba en torno a un Inca, y, por el otro, la
monárquico “conservadora”, que buscaba coronar como monarca constitucional a un
príncipe de una casa dinástica europea, incluso de la casa borbónica.
Cuando analizamos los proyectos monárquicos del Congreso de
Tucumán, que en febrero de 1817 se trasladó a Buenos Aires, debemos tener en cuenta que
el principio legitimista monárquico era en esos años lo dominante a nivel mundial. Las
ideas republicanas levantadas por José Gervasio Artigas y otros caudillos federales
entraban en colisión con la política del Congreso y con la constitución centralista de 1819, en
la que bastaba cambiar al director por un monarca y tener una monarquía constitucional con
un Senado corporativo y aristocrático.
Ante la inclinación de la inmensa mayoría del Congreso por adoptar como forma de gobierno una
monarquía, Fray Justo Santa María de Oro, diputado por San Juan, manifestó que para proceder a
declarar la forma de gobierno “era preciso consultar previamente a los pueblos, sin ser conveniente
otra cosa, por ahora que dar un reglamento provisional, y que en caso de procederse sin aquel
requisito a adoptar el sistema monárquico constitucional, a que veía inclinados los votos de los
representantes, se le permitiese retirarse del Congreso, declarando ante quien debía verificar la
renuncia de su empleo”.

Mientras San Martín convertía a Chile en la nueva base de su campaña libertadora al Perú,
los federales artiguistas avanzaban sobre Buenos Aires y, tras la batalla de Cepeda, en
1820, provocaban la caída del Directorio y del Congreso. Se cerraba la primera década
revolucionaria, se abría paso la crisis de 1820 y emergían los estados- provincias como
nueva relación política dominante.

TEXTO N° 8 EL FENOMENO DEL CAUDILLISMO

Se conoce como caudillismo a una


tendencia política y social, especialmente
latinoamericana, que consiste en el ejercicio
autocrático del poder mediante el prestigio o el
carisma de un hombre fuerte, conocido
como caudillo (del latín capitellus, “pequeña
cabeza” relacionado con caput, “cabeza”, del
mismo modo que capo, capitán, etc.) y el
control de las fuerzas militares.
En el caudillo recae todo el poder del Estado, que es ejercido de manera
paternalista. Así, doblega todas las instituciones a su voluntad bajo la premisa de que él
sabe lo que es mejor para la sociedad entera.
El caudillismo latinoamericano surgió en el siglo XIX, luego de obtenida la independencia de
España, cuando las jóvenes naciones hispanoamericanas daban sus primeros pasos hacia el
republicanismo. Era típico de la época que los caudillos regionales, muchos de ellos
antiguos héroes de la guerra independentista, torcieran la mano a los gobiernos
democráticamente electos. De esa manera tiraban de los hilos de la política o directamente
se hacían elegir presidentes, cargo que luego ocupaban de manera vitalicia.
Sin embargo, lo que distingue al caudillismo de otros tipos de dictadura, es que el caudillo
solía ser inmensamente popular entre la población, que le otorgaba de entrada la mayor
suma de poderes políticos bajo la promesa de que los ejerciera con mano firme pero
amorosa.
La identificación entre el caudillo y el padre en este sentido era plena. Por otro lado, era
también característico el desengaño masivo una vez instaurado el gobierno caudillista, por
lo que el pueblo seguía a otro caudillo que derrocaba al primero y así sucesivamente.
Aunque el término prácticamente se inventó para el estudio de la historia de América
Latina, en sentido estricto el caudillismo puede hallarse en cualquier
cultura y geografía, especialmente en las eras premodernas o en las de profunda crisis
política e institucional. Por ejemplo, el shogunato de la historia japonesa o el gobierno de
los Señores de la Guerra en China son casos de caudillismo en la historia de dichas
naciones asiáticas.

El caudillismo, en general, puede caracterizarse por lo siguiente:


 Se centra el poder político en una única figura: el caudillo. Este suele ejercer el
poder de manera despótica, vertical, y está usualmente vinculado a las artes militares y a
la guerra.

 El gobierno del caudillo no es democrático y es normal la persecución de la


disidencia. Aunque sí suele ser (al menos durante un tiempo) popular, en el sentido de que
se confía en la voluntad del caudillo para conducir la nación hacia un mejor destino.
 El caudillo en algunos casos puede convivir con instituciones democráticas y otras
instancias de organización política, pero al final su voluntad siempre está por encima y
acaba imponiéndose. En el caso latinoamericano, no obstante, lo normal era que los
caudillos cerraran el congreso luego de asumir el poder.
 Los caudillos habitualmente llegan al poder a través de la fuerza, y se sostienen
en él mediante los mismos mecanismos, hasta que un caudillo distinto tenga mayor
influencia.

Las causas del caudillismo pueden ser varias, resumibles en:


 La existencia de repúblicas democráticas inestables o ineficientes, que no logran
hacerse con la confianza de la mayoría de la población, ni ejercen un verdadero control
sobre las fuerzas militares.
 El final de guerras civiles en las que una facción imperó sobre la otra, para
imponer a su caudillo como gobernante.
 Períodos de crisis o inestabilidad socioeconómica y/o institucional, fruto de dilemas
políticos y sociales que tardan mucho en resolverse, y que el caudillo viene supuestamente a
remediar.
 En el caso latinoamericano, el enriquecimiento de los sectores militares luego de la
victoria independentista le otorgaba al caudillo de turno la fidelidad de los principales
líderes militares, por encima de su deber al gobierno republicano.
Si bien el caudillismo y la dictadura son conceptos cercanos, especialmente porque el
gobierno de un caudillo irremediablemente acaba en represión y pérdida de libertades,
ambos términos se emplean con un sentido muy diferente. En parte porque el caudillismo
implica siempre la existencia de un caudillo, o sea, de un líder carismático de origen militar,
que ejerce de manera despótica el poder. Mientras que las dictaduras pueden estar
constituidas con o sin un líder: dictaduras militares (en las que puede o no haber un
caudillo), dictaduras comunistas (de Estado unipartidista y burocratizado), dictaduras cívico-
militares (en las que el poder lo ejerce una Junta de Gobierno), etc.
Por otro lado, aunque suelen ser autoritarios y severos, los gobiernos caudillistas pueden
mantenerse en un peligroso límite entre la democracia y la dictadura, sosteniendo ciertas
instituciones como fachada democrática o permitiéndoles cierto margen de autonomía,
aunque al final el caudillo siempre tenga la última palabra.

Juan Manuel de Rosas (1793-1877). Militar y político


argentino, gobernador de la Provincia de Buenos Aires y principal
caudillo de la entonces llamada Confederación Argentina, entre 1835 y
1852. Dominó la política nacional argentina de manera directa o
indirecta entre 1829 y 1852, en la llamada Época de Rosas.
José Tomás Boves (1782-1814). Militar y caudillo de origen
español, conocido en la Venezuela del siglo XIX como “el León de los
Llanos”, “el Urogallo”, “la Bestia a Caballo” o el “Taita”, fue comandante
del Ejército Real de Barlovento, apodado la “Legión Infernal”, en el
transcurso de la independencia venezolana (1813-1814). Fue un caudillo
popular, que se valió del enorme resentimiento de las clases sociales
más bajas contra las élites de la época, para alzarse en armas contra la
Segunda República venezolana.
Francisco “Pancho” Villa (1878-1923). Uno de los líderes
militares de la Revolución Mexicana, conocido como el “Centauro del
Norte”, tuvo una participación decisiva en el derrocamiento del
entonces presidente de México Victoriano Huerta. Durante la
Revolución comandó la División del Norte, siendo caudillo y
gobernador provisional de Chihuahua.
Emiliano Zapata (1879-1919). Otro importante líder de la
Revolución Mexicana, fue un importante líder campesino y
comandante del Ejército Libertador del Sur, razón por la cual se le
apodaba como “el Caudillo del Sur”. Bajo su mando se luchó por
diversas reivindicaciones sociales y un sentido de democracia más
amplio, especialmente contra la tradición heredada del Porfirato.
Francisco Franco (1892-1975). Militar y dictador español,
comandante de las fuerzas monárquicas durante la Guerra Civil
Española (1936-1939), asumió el mando de España desde 1938 hasta
1975, ostentando el título de “Caudillo de España”. Su gobierno fue
fanáticamente anticomunista, conservador y católico, y fue responsable
de la persecución y asesinato de sus oponentes y de toda forma de
disenso.

El 15 de julio de 1851 la muerte de Felipe Ibarra —que había gobernado la provincia


durante casi 30 años— cerró una prolongada etapa de la vida política santiagueña.
Mientras la noticia corría de un punto a otro del territorio, la lucha por la sucesión del
poder enfrentaba a dos grupos familiares emparentados con el caudillo fallecido y
vinculados desde hacía tiempo con el gobierno: los Carranzas y los Taboadas. La puja
culminó con el nombramiento de Manuel Taboada como gobernador.
El hecho marcó además el comienzo de un prolongado período caracterizado por el
absoluto predominio político y militar del «taboadismo», una especie de caudillismo
colectivo asentado sobre tres vigorosas personalidades: los hermanos Manuel,
Antonino (imagen izq.) y Gaspar Taboad a, que encarnaron el poder político, militar y
económico, respectivamente.
Felipe, el cuarto hermano, prefirió dar rienda suelta a su vocación artística
convirtiéndose en uno de los precursores de la pintura en el noroeste.
Astuto, con un claro sentido do la oportunidad, apenas asumió el cargo Manuel Taboada
se apresuró a ganar el favor de Juan Manuel de Rosas, comunicándole su
repudio por el «funesto grito del loco traidor, salvaje unitario Urquiza»,
que por entonces había hecho público su pronunciamiento contra el gobernador de
Buenos Aires y se aprestaba a entrar en campaña con el Ejército Grande. Poco después
al ser confirmado en el cargo por la legislatura provincial, el gobernador escribió
nuevamente al Restaurador «con el placer de comunicar el que sólo espera la voz del
Exmo. Jefe Supremo de la Nación para correr presuroso a la par de sus conciudadanos
donde él mismo lo ordene y según las huellas de honor y de la gloria, de todo lo quo V.
E. es el más esclarecido modelo».
Estas muestras de incondicionalidad —unidas a las derrotas
militares infligidas por Antonino a ¡os partidarios de los Carranzas
rindieron su fruto político, pero se convirtieron en pesada lastra cuando el
triunfo de Caseros acabó con Rosas y encumbró a Urquiza sobre el panorama
nacional.
Sin embargo, la contradictoria situación santiagueña fue resuelta expeditivamente: el 10
de marzo de 1852 una ley provincial reconoció «al Libertador de la Republica en la
persona del General en jefe Aliado
Brigadier, don Justo José de Urquiza» y
confiscó la fortuna del federal Ibarra.
El cambio de actitud permitió al clan
Taboada mantenerse al frente de la
provincia, y en su carácter de gobernador
santiagueño Manuel suscribió el Acuerdo
de San Nicolás y luego envió dos diputados
al Congreso Constituyente de Santa Fe.
Posteriormente, cuando la estrella de la Confederación —acaudillada por Urquiza—
comenzó a declinar, los Taboadas se orientaron hacia el mitrismo, a tal punto que,
después del triunfo porteño en Pavón, Antonino aseguró a Bartolomé Mitre que «Buenos
Aires tiene en Santiago un punto de apoyo poderoso para difundir en el interior las
doctrinas civilizadoras cuyo paso, hasta ahora, ha estado obstruido por la barbarie».
La «barbarie», se entiende, eran los caudillos federales, a quienes los Taboadas
combatieron en varias oportunidades, de acuerdo con lo convenido con los
representantes del centralismo porteño.
Así fue como volcaron a las masas santiagueñas a la lucha contra el Chacho Peñaloza y
Felipe Varela —a quien Antonino derrotó definitivamente en Pozo de Vargas—, apoyaron
decididamente la guerra de la Triple Alianza y reprimieron con mano de hierro al
contingente provincial que se negó a combatir. Fueron cuantiosos los dividendos
políticos que rindieron a los Taboadas la sucesión de triunfos militares por ellos
obtenidos y el franco apoyo popular de la provincia.
Su condición de «caudillos del noroeste» los convirtió en piezas claves de la situación
nacional. Esa interesante posición comenzó a deteriorarse hacia 1869, cuando la
fractura del bando liberal provocó un serio entredicho con Sarmiento, por entonces
presidente de la Nación. Ante las quejas de los Taboadas, que denunciaron la
injerencia de las fuerzas militares de Buenos Aires en las elecciones de varias
provincias cercanas, especialmente en Tucumán, el fogoso sanjuanino escribió a
Manuel Taboada una carta que tuvo amplia difusión.
Entre otras cosas, lo tildaba de «presidente del Norte» y de «gobernador perpetuo» y le
preguntaba con acritud si se consideraba «gerente, prefecto o apoderado de las
susodichas provincias».
Los Taboadas sobrellevaron el embate presidencial con cautela y ejercieron su dominio
durante varios años más, pero en septiembre de 1871 el fallecimiento de Manuel
—El talento político de la familia — debilitó notoriamente al clan. El fracaso de la fórmula
presidencial Mitre-Torrent, apoyada por Santiago del Estero, y la consagración de
Avellaneda como presidente, precipitaron los acontecimientos.
Con el pretexto de asegurar comicios libres para una elección de diputados, a mediados
de 1875 llegaron a la provincia fuerzas militares nacionales y el taboadismo se
desmoronó bajo la presión de las bayonetas. Sus cabezas más visibles fueron
perseguidas en forma implacable y la resistencia que ofrecieron algunas montoneras
resultó aplastada. Escapados de la persecución, Antonio y Gaspar murieron en Tucumán
solos y olvidados en 1883 y 1890 respectivamente.
Juan Felipe Ibarra: Nació en Matará el 1 de mayo de 1787. Se educó en el Colegio de
Monserrat en Córdoba. En el año 1810 se incorporó al ejército
patriota con rumbo al Alto Perú. Por su actuación en las
batallas de Salta y Tucumán alcanzó los rangos de Teniente y
Capitán.Manuel Belgrano lo designó para la defensa de las
fronteras santiagueñas, como Comandante de Abipones.
Juan Felipe Ibarra era federal (los habitantes argentinos
estaban divididos en unitarios y federales. Los unitarios
deseaban que se gobernase a las provincias desde Buenos
Aires.Los federales sostenían que cada provincia debía tener
su propio gobierno). Por ello desconoció la Constitución
Unitaria y Bernardino Rivadavia como presidente de la
nación. Con excepción de breves intervalos gobernó la
provincia durante más de tres décadas. Su preocupación por la enseñanza se hace evidente
cuando en el año 1826 pide a la Legislatura la creación de escuelas. Organizó el Municipio
de la ciudad Capital. Dictó el primer Reglamento de Policía. Inauguró el templo de Nuestra
Señora de La Merced, el 24 de Septiembre de 1833.
Defendió su gobierno de las vecinas provincias de Tucumán, Catamarca y Salta, y de los
ataques internos provenientes de sus enemigos políticos. Juan Facundo Quiroga, con quien
había entablado una amistosa relación, lo persuadió para que suscribiera el tratado de paz y
alianza (1835) con los gobernadores de Tucumán y Salta. En 1840, siempre leal a
Rosas luchó contra la Coalición del Norte. Luego de la proclamación de la
autonomía, fue designado gobernador, cargo que ejerció desde 1820 a 1851.

TEXTO N° 9
+
X

El período de la historia argentina conocido como de las autonomías provinciales, o


período de las guerras civiles, transcurrió entre la disolución del gobierno central
trasla batalla de Cepeda en 1820 y la organización de un nuevo gobierno nacional tras
la batalla de Caseros de 1852 tiene características propias, bien diferenciadas del
período inmediatamente anterior, la Independencia de la Argentina, y del período que le
sucedió, la Organización Nacional.
Durante el mismo, las Provincias Unidas del Río de la Plata –después llamadas
Confederación Argentina y actualmente República Argentina– carecieron de un gobierno
nacional y de una constitución, excepto por un breve período, durante el cual existió un
efímero gobierno central y una constitución que no fueron aceptados por todas las
provincias. En la práctica -pero no formalmente- las provincias se autogobernaron
como estados independientes, y las relaciones entre ellas estuvieron reguladas por una
serie de tratados, mientras las relaciones exteriores fueron delegadas en forma casi
permanente al gobernador de Buenos
Aires.
La imagen más generalizada de este
período es la de una serie casi continua de
enfrentamientos: aunque hubo guerras
civiles en la Argentina desde antes del inicio
del mismo y hasta mucho después de
finalizado, la guerra efectivamente sacudió
al territorio nacional durante casi todos los
años entre 1820 y 1852. Por dicha razón
varios historiadores se refieren a este
período como el período de las guerras
civiles.
El período se inicia con una acentuada crisis
política, conocida como la Anarquía del Año
XX, y concluye al finalizar el prolongado
gobierno de Juan Manuel de Rosas, que
–si bien se negaba activamente a sancionar
una constitución y a formar un gobierno
central– evitó la posible disgregación del
país en numerosos estados independientes
y reforzó la conciencia de la población de
formar parte de una sola nación.

TEXTO N° 10 Las guerras civiles argentinas de 1820


Luego de la disolución del Directorio en 1820, unitarios y federales protagonizaron una
sangrienta guerra civil. La derrota unitaria de 1831 dio paso a la Confederación Argentina,
una unión de provincias autónomas sin autoridades nacionales.
Las principales protagonistas fueron las provincias lideradas por hombres influyentes,
conocidos como caudillos, se gobernaron a sí mismas y favorecieron el desarrollo de las
producciones locales.

Orígenes de las provincias


En tiempos del Virreinato de la Plata el territorio nacional estaba dividido en
intendencias. Las provincias comienzan a surgir en un proceso de fragmentación, donde
los cabildos abiertos son reemplazados por las salas de representantes; cuyos
integrantes eran elegidos por los vecinos de las ciudades y habitantes de zonas rurales.
Estas salas sancionaron leyes, redactaron reglamentos, estatutos, constituciones
provinciales y designaban a los gobernadores provinciales, que, en su mayoría, eran
caudillos locales. Estos comandaban tropas, formadas por gauchos y peones de
estancias, llamadas montoneros. Entre ellos encontramos a Estanislao López, Francisco
Ramírez, Juan Felipe Ibarra, Bernabé Araoz, Facundo Quiroga, entre otros. Su destacada
participación en las guerras por la independencia, los llevo a luchar bajo las órdenes de
Belgrano en el ejército del Norte, o al mando de San Martin en el ejército de los Andes.
Su ideal en defensa de las autonomías provinciales lo opuso contra las pretensiones de
los porteños de aplicar políticas decididas en Buenos Aires.
Para ello firmaron pactos y acuerdos que sostuvieron el proyecto de formar parte de un
mismo país y de organizarlo constitucionalmente. Con estos pactos, las provincias
concedieron préstamos y ayudas financieras, solucionaron conflictos limítrofes,
acordaron usos de recursos comunes, como ríos, lagos, bosques y tierras de pastoreo.
Establecieron alianzas militares para combatir a otras provincias o atacar a los pueblos
originarios.
El acuerdo más importante fue, el Tratado de Cuadrilátero, firmado de 1822 entre
Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, y Corrientes. Era una alianza contra enemigo
externos e internos. Además, las provincias firmantes se comprometían a convocar a un
Congreso para organizar constitucionalmente a nuestro pis, cuando las condiciones
fueran favorables.
TEXTO N° 11 UNITARIOS Y FEDERALES

UNITARIOS
Los unitarios conformaban un partido político argentino que defendía una ideología liberal
centralizada en las Provincias Unidas del Río de La Plata. Dicho partido tuvo vigencia desde
1816 a 1862 y estaba compuesto por la sociedad argentina de élite, es decir, por los grandes
intelectuales, comerciantes y militares de la época.
Ellos defendían principalmente la centralización del poder en la provincia de Buenos Aires,
la cual promovía el libre comercio como doctrina económica.
Características de los unitarios
Entre las características principales del partido unitario podemos destacar que:
 Fue creado en el año 1816.
 Su promotor fue Bernardino Rivadavia.
 Dentro de lo económico promovían el centralismo y el liberalismo.
 Defendían la creencia de que las provincias Argentinas eran solo divisiones territoriales.
 Sus miembros eran de élite, por lo que no lograron persuadir a la región rural.
 En sus banderas, escudos y campañas utilizaban el color azul celeste claro y el blanco.
 Tenían prohibido usar el color rojo, ya que este representaba a sus rivales.
 Entre sus principales líderes se encontraban Lavalle, Lamadrid y Rivadavia.

FEDERALES

Los federales conformaban un partido político argentino que defendía el sistema federal de
la República. Este buscaba la libertad y la autonomía de las provincias delegando solo
ciertas funciones a un Estado central. El impulsor de este partido fue José Artigas, quien
tenía como partidarios algunas personas intelectuales pero, en su mayoría, a caudillos y
personas de clase social baja, quienes defendían la idea de que cada provincia argentina
debía tener su gobierno, estilo de vida y leyes. La existencia de los federales se registra
desde el año 1816 hasta el 1868 y, a pesar de las dificultades y derrotas que enfrentaron, este
partido logró imponerse en la historia. Por tal razón, hoy en día Argentina es oficialmente
una República Federal. Características de los federales Entre las características principales
del partido federal podemos destacar que: 
 Fue un partido político creado en el año 1818. 
Sus principales promotores fueron Artigas, Rosas, Urquiza y Quiroga. 
 Dentro de lo económico promovían el proteccionismo. 
 Defendían el sistema federal de la República (federalismo). 
 Sus miembros pertenecían a la clase media y baja de la nación. 
 En sus banderas y escudos resaltaba el color rojo.
DIFERENCIAS ENTRE UNITARIOS Y FEDERALES
Al establecer las diferencias entre unitarios y federales, podemos resaltar las siguientes:
Unitarios Federales
Gobierno centralizado Gobierno descentralizado
Conformado por la élite Conformado por clase media y baja
Liberalismo Económico Proteccionismo
Impuestos desde Buenos Aires Autonomía de impuestos
TEXTO N° 12
Las economías regionales

Durante la década del año 20, varias provincias se comienzan a recuperar de la destrucción
económica provocada por las guerras de la independencia. Por ejemplo, el litoral, con su
producción en tabaco y yerba mate (Corrientes) y la de tasajos y cueros vacunos (Santa Fe y
Entre Ríos).
En el interior, ocurrió con las provincias de Cuyo con su producción en frutas secas,
aguardientes y vinos (Mendoza, san Juan y San Luis). Estas provincias, junto al noroeste
reclamaron a Bs As que compartiera el dinero que recaudaba su aduana en concepto de
impuesto a las importaciones y exportaciones. Los porteños se negaron a dicho reclamo.
UNIDAD 4: Intentos de construcción de Estados Nacionales en América Latina

TEXTO N° 1:

La presidencia de Bernardino Rivadavia

En 1821, el caudillo y gobernador de Córdoba, Juan Bustos, convoco a un congreso en su


provincia. Su objetivo, era organizar constitucionalmente al país, pero fracaso debido al
boicot que llevaron a cabo dirigentes porteños, que argumentaron para justificar su actitud,
que las provincias recién estaban saliendo de la crisis de 1820, por lo que las condiciones no
eran todavía favorables para organizar al país.
Tres años después, Bernardino Rivadavia y Martin Rodríguez consideraron que el momento
favorable había llegado. Convocaron, entonces, a las provincias a enviar sus representantes
y los enviaran a Buenos Aires, donde se reuniría el congreso general. Una vez inaugurada
sus sesiones, este congreso aprobó la Ley Fundamental, que señalaba que toda propuesta
de organización debía ser aprobada por todas las legislaturas provinciales.
Así estaban las cosas, cuando la Banda Oriental, que en 1822 había sido conquistada por el
imperio de Brasil, se sublevo contra sus ocupantes y solicitaron al congreso formar parte de
las provincias unidas del Rio de la Plata. Los congresales aprueban dicho pedido y
decidieron ayudar a las bandas orientales. Así Brasil decide declarar la guerra a las
provincias unidas del Rio de la Plata. Para enfrentar esta guerra, el congreso decide
establecer un gobierno nacional, votando la Ley de Presidencia, que creo el cargo de
Presidente de la Nación. Para ese cargo fue elegido, el ministro activo de la provincia de
Buenos Aires, Bernardino Rivadavia. Se convierte, entonces, en el primer presidente del país
que más adelante se llamaría República Argentina.
Entre las primeras medidas, adoptadas por su gobierno, se encuentran la creación de un
ejército y armada nacional para enfrentar a Brasil. También, se creó el Banco Nacional.
Entre sus proyectos, que genero polémicas, se encuentra la propuesta de separar a la
ciudad de Buenos Aires de la provincia del mismo nombre, para transformarla en capital
federal, es decir en lugar de residencia de las autoridades nacionales, fuera de la
jurisdicción de cualquier provincia. Esta propuesta, se conoce como Ley de Capitalización, y
fue rechazado por varios porteños que se negaban a separar su ciudad, pues albergaba el
puerto y la aduana de la que provenían la mayor parte de sus recursos financieros.
Su gobierno, llevo a cabo reformas dentro del marco de ideas liberales, pues él y su
colaborador Martin Rodríguez habían consumido estos ideales en Europa, porque deseaba
que su país se modernizara y se asemejara a Inglaterra.
Para llevar a cabo la modernización, Rivadavia suprimió instituciones coloniales, entre ellas
el Cabildo y Consulado. El primero es remplazado por la sala de representantes, un poder
legislativo, cuya misia era elegir al gobernador. Para designar a los integrantes de esta
Sala, Rivadavia impulso la sanción de una ley que estableció el sufragio universal
masculino, es decir, el voto de todos los varones libres mayores de edad. Ordeno clausurar
varias órdenes religiosas y confiscar sus bienes que pasaron a manos del Estado provincial.
Para mejorar las cuentas estatales, redujo el número de empleados públicos y paso al retiro
a militares que habían participados en la guerra de la independencia.
Desde el ámbito cultural, propuso la creación de escuelas primarias y bibliotecas populares.
Fundo la Universidad de Buenos Aires-UBA- y transformo el colegio de San Carlos en el
colegio de Ciencias Morales, hoy Colegio Nacional de Buenos Aires.
En 1824, el gobierno de Martin Rodríguez, solicito un empréstito al Banco Baring Brothers
para construir un puerto, extender la red de agua potable y emplazar fuertes y fortines. Para
ello, los banqueros británicos exigieron que el gobierno provincial presentara como garantía
bienes que pudieran ser embargados en caso de no devolver el dinero. Para ello, puso como
garantía las tierras conquistadas a los pueblos originarios. Por lo que Rivadavia hizo
sancionar la Ley de Enfiteusis que proponía dividir las tierras en parcelas reducidas y
alquilarlas a pequeños propietarios para que la destinaran al cultivo de cereales.
La otra cuestión conflictiva fue la Constitución de 1826. Contra la opinión de todos aquellos
que defendían la forma federal de gobierno, esta constitución limitaba las autonomías
provinciales, al establecer que el presidente debía designar a los gobernadores provinciales.
Su sanción provoco un gran revuelo, ya que varias provincias decidieron retirar a sus
diputados del congreso, al considerar que la constitución no tomaba en cuenta lo
establecido por la Ley Fundamental.
Guerra contra Brasil
Mientras tanto, la lucha contra el imperio de Brasil se desarrollaba en mar y tierra. La
armada brasileña decidió bloquear el Rio de la Plata para impedir que cualquier barco
entrara o saliera del puerto de Buenos Aires. El bloqueo fue roto por la armada nacional,
comandada por Almirante Brown, quien logro vencer en varias oportunidades a las naves
brasileras. En tierra, el ejército nacional y las tropas orientales lograron expulsar a los
brasileros de la Banda Oriental. Y ya en territorio brasilero, vencieron al enemigo en la
batalla de Ituzaingo.
En este momento estallo la oposición de las provincias federales a la sanción de la
constitución de 1826, y los porteños también se pronunciaron contra la capitalización de la
ciudad de Buenos Aires. Jaqueado por esas oposiciones Rivadavia decidió entablar
negociaciones para poner fin a la guerra. El enviado del presidente, Martin García, firmo y un
tratado que reconocía a la banda oriental como parte del imperio de Brasil. La opinión
pública se indignó porque no comprendía como se podía entregar en la mesa de las
negociaciones lo que había ganado en el campo de batalla.
La renuncia de Rivadavia
Si bien Rivadavia desconoció lo pactado por García, su gobierno ya no tenía apoyos, por lo
que el presidente decidió renunciar al cargo. Fue reemplazado por Vicente López y Planes-
autor del Himno Nacional- quien ocupó el cargo de presidente provisional hasta que el
congreso delego el manejo de las relaciones exteriores en el gobernador de la provincia de
Buenos Aires, y se auto disolvió. En 1827, el país estaba sin autoridades nacionales, por lo
que las provincias volvieron a gobernarse en forma autónoma.

TEXTO N° 2

Juan Manuel de Rosas, nacido como Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de
Osornio (Buenos Aires, 30 de marzo de 1793 - Southampton, 14 de marzo de 1877), fue un
militar y político argentino que en el año 1829 ―tras derrotar al general Juan Lavalle― fue
gobernador de la provincia de Buenos Aires llegando a ser, entre 1835 y 1852, el principal
caudillo de la Confederación Argentina. Su influencia sobre la historia argentina fue tal que el
período marcado por su dominio de la política nacional es llamado a menudo época de Rosas.
Era sobrino bisnieto del conde Domingo Ortiz de Rozas, gobernador colonial de Buenos Aires y
de Chile.

Primer gobierno
La legislatura de Buenos Aires proclamó a Juan Manuel de Rosas como
Gobernador de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1829, honrándolo además con el título de
Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires, y en el mismo
acto le otorgó «todas las facultades ordinarias y extraordinarias que creyera necesarias,
hasta la reunión de una nueva legislatura». No era algo excepcional: las facultades
extraordinarias ya les habían sido conferidas a Manuel de Sarratea y a Martín Rodríguez en
1820, y a los gobernadores de muchas otras provincias en los últimos años; también Juan
José Viamonte las había tenido.
Lo primero que hizo Rosas fue realizar un extraordinario funeral al general Dorrego,
trayendo sus restos a la capital, con lo cual logró la adhesión de los seguidores del fallecido
líder federal, sumando el apoyo del pueblo humilde de la capital al que ya tenía de la
población rural. Respecto a la forma de organización constitucional del estado y al
federalismo, Rosas fue un pragmático.
El general José María Paz había ocupado Córdoba y había derrotado a Facundo Quiroga.
Rosas envió una comisión a mediar entre Paz y Quiroga, pero este fue derrotado y se
refugió en Buenos Aires. Rosas le hizo dar un recibimiento triunfal ―como si hubiese
sido el vencedor―, aunque el caudillo consideraba que la guerra había terminado para
él.
Paz aprovechó la victoria para invadir las provincias de los aliados de Quiroga, colocando en
ellos gobiernos unitarios. Los bandos quedaban definidos: las cuatro provincias del litoral,
federales; las nueve del interior, unitarias y unidas desde agosto de 1830 en una Liga
Unitaria, cuyo «supremo jefe militar» era Paz. A los pocos meses, en enero de 1831, Rosas
y Estanislao López impulsaron el Pacto Federal entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos.
Este ―que sería uno de los «pactos preexistentes» mencionados en el Preámbulo de la
Constitución de la Nación Argentina― tenía como objetivo poner un freno a la expansión del
unitarismo encarnado en el general Paz. Corrientes se adheriría más tarde al Pacto, porque
el diputado correntino Pedro Ferré intentó convencer a Rosas de nacionalizar los ingresos
de la aduana de Buenos Aires e imponer protecciones aduaneras a la industria local. En
este punto, Rosas sería tan inflexible como sus antecesores unitarios: la fuente principal
de la riqueza y del poder de Buenos Aires provenía de la aduana.
El caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra, refugiado en Santa Fe, logró que López iniciara
acciones contra Córdoba. Serían acciones guerrilleras, porque en ese tipo de acciones tenía
ventaja sobre las disciplinadas tropas de Paz. A principios de 1831, el ejército porteño inició
también las operaciones, al mando de Juan Ramón Balcarce; pero el ejército porteño nunca
llegó a unirse al santafesino. Cuando el coronel Ángel Pacheco derrotó a Juan Esteban
Pedernera en la batalla de Fraile Muerto, Paz decidió hacerse cargo personalmente del
frente oriental.
Por su lado, Quiroga decidió volver a la lucha. Pidió fuerzas a Rosas, pero este solo le
ofreció los presos de las cárceles. Quiroga instaló un campo de entrenamiento y, cuando
se consideró listo, avanzó sobre el sur de Córdoba. En el camino, Pacheco le entregó los
pasados de Fraile Muerto: con ellos conquistó Cuyo y La Rioja en poco más de un mes.
La inesperada captura de Paz por un tiro de boleadoras de un soldado de López, el 10 de
mayo de 1831, provocó un repentino cambio: Gregorio Aráoz de Lamadrid se hizo cargo del
ejército unitario, con el que se retiró hacia el norte y fue vencido por Quiroga en la batalla
de La Ciudadela, el 4 de noviembre, junto a la ciudad de Tucumán, con lo cual la Liga del
Interior fue disuelta.
Convención de Santa Fe

En los meses siguientes, las provincias restantes se fueron adhiriendo al Pacto Federal:
Mendoza, Córdoba, Santiago del Estero y La Rioja en 1831. Al año siguiente, Tucumán, San
Juan, San Luis, Salta y Catamarca.
En cuanto terminó la guerra, los representantes de varias provincias anunciaron que, con la
pacificación interior, había llegado la ocasión esperada para la organización constitucional
del país. Pero Rosas argumentaban que primero se tenían que organizar las provincias y
luego el país, ya que la constitución debía ser el resultado escrito de una organización que
debía darse primero. Aprovechó una acusación del diputado correntino Manuel Leiva para
acusarlo de tener ideas anárquicas y retirar su representante de la convención de Santa Fe.
En agosto de 1832, la convención quedaba disuelta, y la oportunidad de organizar
constitucionalmente el país se pospuso por otros veinte años.
Por un tiempo, el país quedó dividido en tres áreas de influencia: Cuyo y el noroeste, de
Quiroga; Córdoba y el litoral, de López; y Buenos Aires, de Rosas. Por unos años, este
triunvirato virtual gobernaría el país, aunque las relaciones entre ellos nunca fueron muy
buenas.

En 1833 era gobernador de Buenos Aires el general Juan Ramón Balcarce, miembro
del Partido Federal. Éste estaba escindido en dos facciones, una liderada por el
ministro Enrique Martínez que eran dirigidos por el ex
gobernador Juan Manuel de Rosas, que estaba en la
Patagonia, liderando una campaña contra los indígenas
del sur.
Cuando el enfrentamiento entre ambos grupos
llegó a su máximo, la esposa de Rosas, Encarnación
Ezcurra, agitó a las clases medias y bajas en contra del
gobernador Balcarce.
Un grupo de comerciantes y otros miembros de las
clases medias formaron un club político llamado la
Sociedad Popular Restauradora; sus tareas habituales
consistían en realizar reuniones para discutir sobre
política, informar de todas las actividades opositoras a
Rosas y realizar manifestaciones en contra de
personajes políticos de la oposición, generalmente frente
a sus casas, en una versión violenta de lo que hoy se
conoce como escraches.
En octubre de 1833 estalló la Revolución de los Restauradores, en la que tuvieron papel
destacado la acción de un grupo de militares, varios cuerpos de policía, varios grupos de
manifestantes de clases bajas, y la Sociedad Popular Restauradora.
Tras una semana de enfrentamientos, Balcarce fue obligado a renunciar y fue reemplazado
por el general Juan José Viamonte.
En las semanas siguientes se produjeron ruidosas manifestaciones por parte de la
Sociedad Popular Restauradora; la noche del 29 de abril de 1834, una partida policial no
identificada realizó varios disparos sobre las casas del ministro Manuel José García y del
diputado provincial Pedro Pablo Vidal, ambos ligados al ex presidente Bernardino Rivadavia.
En el tiroteo fue muerto por accidente un transeúnte, Esteban Badlam Moreno.
Si bien Encarnación Ezcurra se adjudicó la autoría intelectual del atentado, esa fue la
primera aparición pública de la Mazorca.
Se trataba de una fuerza de choque, formada por dos cuerpos de policías volantes con muy
amplias atribuciones. Sus comandantes eran Ciriaco Cuitiño y Andrés Parra. En los meses
siguientes, la Mazorca atacó las viviendas de notorios partidarios del gobierno depuesto, y
hasta la del embajador francés. Antes de fin de año, muchos de los lomos negros más
destacados habían emigrado a Montevideo. Se pasarían a la oposición decidida a Rosas y
se unirían a los unitarios en su lucha contra él a fines de esa década.
En 1835, tras una nueva crisis política, fue elegido nuevamente gobernador Juan Manuel de
Rosas, y —tras un plebiscito abrumadoramente favorable— se le concedió la Suma del
Poder Público.
La Mazorca continuó realizando ataques sobre los opositores; cualquier posible oposición
en la ciudad pasó a ser controlada por la Mazorca y, en el campo, los comandantes pudieron
actuar sin límites contra toda disidencia. El partido federal no sólo no volvió a tolerar
disidencias externas, sino que consideró como traición cualquier gesto de independencia
frente a Rosas.

La batalla de Caseros fue un enfrentamiento armado ocurrido el 3 de febrero de


1852, en el cual el ejército de la Confederación Argentina, al mando de Juan Manuel de
Rosas —gobernador de la provincia de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones
Exteriores de la Confederación Argentina—, fue derrotado por el Ejército Grande,
compuesto por fuerzas de Brasil, Uruguay, las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa
Fe y los unitarios exiliados, liderado por Justo José de Urquiza —gobernador de Entre Ríos,
quien se había sublevado contra Rosas el 1 de mayo de 1851 en el Pronunciamiento de
Urquiza—, y que tuvo como consecuencia la renuncia inmediata de Rosas al gobierno y su
exilio en Gran Bretaña.
Fuerzas defensoras: En la Batalla de
Caseros las fuerzas porteñas (rosistas) contaban
con 10 000 infantes, 12 000 hombres de caballería
y 60 cañones.
Acompañaban a Rosas sus fieles jefes Jerónimo
Costa, quien defendiera la isla Martín García de
los franceses en 1838; Martiniano Chilavert, ex
unitario que se pasó al bando rosista para no
unirse a extranjeros; e Hilario Lagos, veterano de
la campaña de Rosas al Desierto.

Debido a las numerosas deserciones —entre las que se destaca la del


general Ángel Pacheco— y a la baja moral de las tropas, algunos historiadores y
analistas militares intentan justificar a Rosas argumentando que la batalla ya estaba
perdida de antemano. Sin embargo, su oponente también sufrió varias deserciones, entre
ellas la del Regimiento Aquino, formado por soldados leales a Rosas, que se sublevaron
asesinando a su comandante Pedro León Aquino y a todos los oficiales, y se pasaron al
bando rosista.

Urquiza contaba con al menos 24 000 hombres, entre ellos 3500


brasileños y 1500 uruguayos. Entre sus jefes se encontraban notorios argentinos, como los
futuros presidentes Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento. Sin embargo, el
grueso de sus tropas estaba formado por gauchos indisciplinados. Solo los brasileños eran
soldados profesionales.
La batalla duró seis horas y se desarrolló en la estancia de la familia
Caseros, situada en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, el campo de
batalla se encuentra en los terrenos del Colegio Militar de la Nación. Lo llamativo es
que habiendo chocado casi 50 000 hombres desde las 9:00 hasta cerca de las 15:00 en un
radio no demasiado amplio, las bajas fueron reducidas: apenas unos pocos cientos de
hombres muertos en combate. Urquiza no dirigió la batalla: cada jefe hizo lo que quiso.
Urquiza, en un acto imprudente para un general en jefe, cargó al frente de su caballería
entrerriana contra la izquierda de la línea enemiga.
Al amanecer Urquiza hizo leer a sus tropas una proclama:
¡Soldados! ¡Hoy hace cuarenta días que en el Diamante cruzamos las corrientes del río Paraná
y ya estabais cerca de la ciudad de Buenos Aires y al frente de vuestros enemigos, donde
combatiréis por la libertad y por la gloria!
¡Soldados! ¡Si el tirano y sus esclavos os esperan, enseñad al mundo que sois invencibles y si la
victoria por un momento es ingrata con alguno de vosotros, buscad a vuestro general en el
campo de batalla, porque en el campo de batalla es el punto de reunión de los soldados del
ejército aliado, donde debemos todos vencer o morir!

Entretanto, la infantería brasileña, apoyada por una brigada uruguaya y un escuadrón de


caballería argentino, tomó el Palomar, curiosa construcción circular destinada a la cría
de palomas ―que sigue en pie― situada cerca de la derecha rosista.

Rosas, herido de bala en una mano y cuando la Batalla de Caseros estuvo perdida para su
bando, huyó a Buenos Aires. En el «Hueco de los sauces» (actual Plaza Garay) redactó su
renuncia:
«Creo haber llenado mi deber con mis conciudadanos y compañeros. Si más no
hemos hecho en el sostén de nuestra independencia, nuestra identidad, y de
nuestro honor, esporque más no hemos podido».
Pocas horas después, protegido por el cónsul británico Robert Gore, Rosas se embarcó
en la fragata británica Centaur rumbo al exilio en Gran Bretaña.

Una vez que los dos flancos cedieron, sólo el centro continuó la batalla, reducida a un
duelo de artillería y fusilería. La última resistencia fue dirigida por dos unitarios: la
infantería de Díaz y la artillería de Chilavert. Como se le terminaron las balas, este mandó
recoger los proyectiles del enemigo desparramados alrededor y disparó con estos. Cuando
no hubo nada más que disparar, la infantería brasileña pudo avanzar, marcando el fin de la
batalla.

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