Cartilla Historia I Parte 2
Cartilla Historia I Parte 2
Cartilla Historia I Parte 2
Historia i
Cartilla
2024
Unidad 3º: Cambios y continuidades entre el orden colonial y los nuevos Estados
latinoamericanos
TEXTO 1: la segunda Fase de la Revolución Industrial
Hacia 1830, la industria textil sufrió una crisis que abrió paso, una década mas tarde, a una
nueva fase de crecimiento dominada por la expresion de los medios de transporte, en
especial, el ferrocarril, y los nuevos sistemas de comunicaciones.
Los Ferrocarriles
En 1804, al inglés Richard Trevithick se le ocurrió adaptar los principios de las máquinas de
vapor utilizadas en las fábricas para crear una locomotora, que reemplazara la tracción
animal de las vagonetas de carbón sobre los rieles en las minas. El invento, muy pesado,
resulto un fracaso. Sin embargo, en 1813, George Stephenson adapto ese invento y construyó
la primera locomotora de vapor que funciono efectivamente.
En 1825, comenzó a funcionar en Durham, al nordeste de Inglaterra, el primer ferrocarril.
Los empresarios mineros de la región contrataron la locomotora para arrastrar las
vagonetas cargadas de carbón desde las minas alejadas de la red fluvial hasta el puerto.
Las grandes ganancias que genero esta experiencia estimularon el tendido de líneas férreas
similares en otras zonas del país.
El ferrocarril se convirtió en el medio de transporte más seguro y rápido de la época. Fue
visto por los contemporáneos como un símbolo de progreso y de futuro, por todas las
posibilidades de inversión, innovación tecnológica y comunicación que favoreció.
El experimento de los ferrocarriles ingleses pronto exportado a otras regiones. En Europa
continental, Estados Unidos, América Latina y Asia comenzaron a tenderse líneas que,
inicialmente, unían puertos de exportación e importacion con los lugares de producción.
En el caso de Estados Unidos, los ferrocarriles permitieron la llamada “Conquista del Oeste”,
es decir, la expansión de la frontera con la incorporación de nuevas regiones, hasta
entonces no ocupadas por los europeos. En América Latina, Asia y África, nuevas regiones
se incorporaron al mercado mundial de bienes y capitales, como productoras de materias
primas, transportadas por ferrocarril hasta los puertos donde se las embarcaban hacia los
países europeos en barcos de vapor. Las vías férreas en todos los territorios coloniales se
dispusieron en forma de “embulo”, es decir, desde el puerto hasta las regiones productoras
y consumidoras de manera radical y, desde ellas, nuevamente hacia los puertos para que
las materias primas baratas alcancen los modernos centros industriales manufactureros
europeos.
El impacto económico
El desarrollo de los ferrocarriles estimulo el crecimiento de las industrias del carbón y del
hierro, que pronto recibieron nuevas inversiones e innovaciones.
El carbón era utilizado como combustibles por las locomotoras. El aumento de la demanda
impulso la explotación de nuevos yacimientos mineros y la contratación de trabajadores. La
demanda de hierro, utilizado en las vías férreas y en la construcción de locomotoras y
vagones, estimuló mejores técnicas en la fundición, como los altos hornos.
Las nuevas inversiones capitalistas, el desarrollo de nuevas industrias y la mayor demanda
de empleo reactivaron el mercado interno británico, que comenzó asi a superar la crisis
textil rápidamente.
Los nuevos mercados
La expansión del ferrocarril a escala mundial posibilito un mayor desarrollo de los
mercados y la especialización de diferentes regiones en distintos bienes. Por ejemplo, en
Francia, que no podía competir con los textiles baratos ingleses, se especializaron en la
producción industrial de textiles más finos, destinados a las nuevas clases medias, ademas
de textiles baratos para el consumo interno. En Alemania, la especialización se orientó a la
producción de carbón, hierro y acero, y artículos derivados, como la cuchillería. Por su
parte, Europa Oriental y la parte oriental de Alemania se focalizaron en la producción de
cereales, aprovechando condiciones naturales mas propicias para ello.
Ademas de los mercados de bienes, la expansión del ferrocarril posibilito la aparición de un
mercado mundial de factores de producción, como el capital y el trabajo.
El capital, en forma de maquinarias, tecnologías y dinero, atravesaba fronteras, tanto en
inversiones directas (préstamos a empresas privadas o a Estados) como en venta de
maquinarias y tecnologías, primero ingleses, luego europeas y norteamericanas.
El trabajo, por su parte, atravesaba fronteras a partir de fuertes movimientos migratorios,
por medio de los cuales trabajadores especializados (por ejemplo, técnicos, ingenieros,
maquinistas) migraban a lejanas regiones del planeta. Otros grupos migrantes los
constituían trabajadores no especializados, que no encontraban trabajo en sus lugares de
origen, pero si anhelaban que las promesas de prosperidad personal o familiar pudiera
cumplirse en las nuevas economías en expansión, como la estadounidense, o más tarde, las
norteamericanas.
TEXTO 2: Revolución Haitiana
Hacia fines del siglo XVI, en las colonias de la isla de Santo Domingo –en el Caribe– se
desarrollaba una economía de plantaciones de caña de azúcar con mano de obra esclava de
origen africano, que conformaba la mayor parte de la población. Una parte de la isla estaba
ocupada por la Corona francesa y otra, por la Corona española. Ambas se disputaban la
posesión de la isla. En la parte francesa, los sectores más ricos querían mayores libertades
para comerciar y autonomía política, y los más pobres reclamaban ser reconocidos como
ciudadanos con plenos derechos.
En 1791, los esclavos del lado francés iniciaron una serie de revueltas y los españoles se
sumaron a la rebelión para intentar recuperar los territorios que habían perdido ante
Francia. Los propietarios de las plantaciones solicitaron auxilio al gobierno británico, que
contaba con tropas en la isla de Jamaica. Esto convirtió a la isla en el escenario de un
enfrentamiento entre Francia, España y Gran Bretaña.
En 1792, con la intención de imponer el orden, el gobierno francés envió a Léger- Felicité
Sonthonax como gobernador, quien, en 1793, abolió la esclavitud. Esto provocó la
incorporación de muchos rebeldes a las filas francesas; entre ellos, estaba Toussaint
Louverture, un ex esclavo que pronto se transformó en líder e hizo retroceder a los
españoles y venció a los británicos. Convertido en gobernador de la isla, Louverture obligó a
los ex esclavos a trabajar en las plantaciones a cambio de un salario, y dispuso que parte de
la producción fuera compartida entre propietarios y trabajadores. Ante las protestas de los
plantadores, el emperador francés Napoleón envió en 1802 una expedición a la isla para
controlar la situación, pero las fuerzas rebeldes rechazaron a las tropas del emperador y
proclamaron la Independencia de Haití –antiguo nombre nativo que le dieron a la isla– en
1804.
Esta revolución tuvo repercusiones en el continente americano. Por un lado, sirvió de
ejemplo para otras rebeliones de esclavos, como la de Bahía de 1798 y la de La Habana en
1812. Por otro lado, generó preocupación entre las elites coloniales que temían sufrir las
consecuencias violentas de una posible revolución de los esclavos.
Hacia 1700, la gran mayoría de los países europeos eran gobernados por monarquías
absolutas, en las que los reyes tenían un poder casi ilimitado. Estas monarquías se basaban
en la idea de que el poder de los reyes tenía un origen divino y, por lo tanto, no se lo podía
cuestionar. Las sociedades gobernadas por estos monarcas eran desiguales y jerárquicas:
unos pocos (los reyes, los nobles y algunos sacerdotes) gozaban de ciertos privilegios
(estar exceptuados del pago de impuestos, por ejemplo) y vivían del trabajo de la mayoría
de la población (los campesinos y los artesanos).
Las primeras revoluciones en América Las ideas de la Ilustración tuvieron una gran
aceptación en Francia y en Gran Bretaña. Pero también se difundieron en las colonias
inglesas de América del Norte y en el mundo colonial español. En el Virreinato del Río de la
Plata, por ejemplo, algunos criollos utilizaron estas ideas para cuestionar el derecho de la
Corona hispánica a dominar América, la preeminencia de los peninsulares en la sociedad y
la vigencia del monopolio.
❈
⬛
En 1804, un general francés, Napoleón Bonaparte, derrocó a la república
proclamada en 1793 y se hizo coronar emperador de Francia. A partir de entonces
conquistó varios países y llegó a dominar casi toda Europa. Pero no pudo derrotar a
Gran Bretaña, que en 1805 hundió la flota francesa y dominó los mares.
Para debilitar la economía industrial
británica, en 1806 Napoleón decretó el
bloqueo continental, que prohibía a los
países europeos comprar productos
industriales ingleses. Esta prohibición hizo
que los comerciantes ingleses tuvieran que
buscar nuevos mercados donde
vender sus productos.
Las colonias españolas en América eran una
posibilidad muy atractiva. Pero el problema
era que España mantenía vigente el
monopolio, que prohibía que sus colonias
comerciaran con potencias extranjeras.
Fue entonces que un grupo de oficiales
británicos que se encontraban destacados en
Ciudad del Cabo (en la actual Sudáfrica, en
ese entonces en manos inglesas) decidió
conquistar Buenos Aires, para abrir el
mercado rioplatense a los productos de su
país.
En 1807, los ingleses volvieron a atacar el Río de la Plata. Al mando de John Whitelocke, y
con fuerzas muy superiores a las de 1806, ocuparon los puertos de Maldonado, Colonia y
Montevideo. Al enterarse, Sobremonte se trasladó a la Banda Oriental. Pero mientras
cruzaba el río, los ingleses desembarcaron al sur de Buenos Aires y marcharon sobre la
capital.
Liniers intentó detenerlos, pero sus tropas fueron dispersadas y debió retirarse. Conocida la
derrota, el alcalde del Cabildo, el español Martín de Álzaga, convocó a los vecinos y a las
milicias a defender la ciudad. Entre todos, levantaron barricadas en las esquinas, se
atrincheraron en las azoteas de las casas y esperaron la llegada de los ingleses.
Cuando estos avanzaron por las calles de la ciudad, fueron recibidos por una lluvia de
balas, piedras y agua hirviendo. Los invasores tuvieron muchos muertos y heridos y no
pudieron seguir avanzando. Finalmente, Whitelocke pidió una tregua y el 7 de julio
firmó la capitulación. ¡Buenos Aires se había salvado!
También se dieron cuenta de lo mal preparadas que estaban las autoridades españolas
para defender el Virreinato.
El más señalado era Sobremonte. Los criollos de Buenos Aires presionaron al Cabildo
para que lo destituyera y lo reemplazara por Liniers, quien asumió como virrey
provisional del Río de la Plata.
Durante su gobierno, algunas de las milicias creadas en 1806 se convirtieron en cuerpos
militares permanentes. Estos regimientos, cuyos jefes eran elegidos por los soldados,
comenzaron a tener participación en la vida política de Buenos Aires. En sus filas, los
criollos también recibieron un entrenamiento militar y un manejo de las armas que hasta
entonces solo era conocido por los españoles. Los tiempos estaban cambiando
TEXTO N° 5
Con la incorporación de los diputados del interior quedó constituida a fines de 1810 la
llamada Junta Grande. Esto provocó la renuncia de Mariano Moreno y el enfrentamiento
dentro de la nueva junta de sus partidarios y los de Cornelio Saavedra. Los primeros eran
partidarios de cambios profundos y de manejar la revolución desde Buenos Aires mientras
que los segundos, eran más conservadores y proponían compartir las decisiones con las
provincias. Las derrotas del Ejército del Norte, que hacían peligrar la continuidad de la lucha
contra los realistas y la necesidad de tomar decisiones rápidas llevaron a la concentración
del poder ejecutivo en pocas personas: primero en tres, los Triunviratos (1811-1814), y luego
en una sola, el Directorio (1814- 1820).
La creación de un poder ejecutivo de tres miembros, el Triunvirato, se concretó el 23 de
septiembre de 1811. Los triunviros Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de
Sarratea y el secretario, Bernardino Rivadavia, pensaron que las exigencias de la guerra
hacían necesario un poder ejecutivo fuerte y disolvieron todas las juntas provinciales y
hasta la propia Junta Grande. Estas medidas concentraron todo el poder en Buenos Aires y
dejaron al interior sin representantes.
Un logro fundamental del Segundo Triunvirato fue la concreción del Congreso Constituyente,
postergado desde 1810. El 24 de octubre de 1812 se convocó a elecciones para diputados a la
Asamblea General Constituyente. La Asamblea inauguró sus sesiones a fines de enero de
1813 y se proclamó representante de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tenía por
objetivos proclamar la independencia y sancionar una constitución que incluyese la forma
republicana de gobierno y la división de poderes. Lamentablemente, estos postulados no
fueron cumplidos. Sin embargo, la obra de la Asamblea fue importante porque se convirtió
en una especie de declaración de principios que sirvió de antecedente en los futuros
proyectos constitucionales.
Si bien ya se habían suscitado problemas entre el caudillo de la Banda Oriental, José
Gervasio Artigas, y las autoridades de Buenos Aires, durante la reunión de la Asamblea se
produjo un nuevo distanciamiento entre ambos por el rechazo de los diputados orientales.
La Asamblea del Año XIII, presidida por Alvear, temía que la incorporación de los
artiguistas produjera una virtual alianza entre el caudillo oriental y San Martín para
apurar una declaración de independencia, en contra de los intereses del grupo alvearista.
Los representantes de Artigas traían instrucciones muy precisas, que no eran del agrado de
la clase dirigente porteña: Inmediata declaración de Independencia; constitución
republicana; gobierno central con respeto a las autonomías provinciales y el
establecimiento de la capital fuera de Buenos Aires.
Las elites porteñas temían que la influencia del caudillo oriental se extendiera al resto de
las provincias. Veían en la acción de Artigas un peligroso ejemplo que propugnaba un serio
cambio social. El reparto de tierras y ganado entre los sectores desposeídos concretado por
Artigas en la Banda Oriental bien podía trasladarse a la otra margen de la plata y poner
en juego la base de su poder económico.
La Asamblea del Año XIII aprobó el uso de los símbolos patrios desechados por el
Primer Triunvirato como la bandera, la escarapela, el escudo y el himno nacional que
proponía: «coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir.» En lo social, la
Asamblea declaró libres a los hijos de los esclavos; suprimió la mita y el yanaconazgo;
abolió los títulos de nobleza; prohibió y mandó a destruir los instrumentos de tortura.
La Asamblea se ocupaba de la salud de sus habitantes:
«4 de Agosto. La Asamblea General declara que ‘habiendo conocido con dolor y perjuicio de la
población que la multitud de infantes que perecen luego de nacidos del mal vulgarmente llamado de
«los siete días», un espasmo que entre otras cosas se origina por el agua fría con que son bautizados;
y habiendo oído al efecto a los profesores ilustrados en la materia; resuelve que no se bautice en
pueblo alguno de los comprendidos en el territorio de las Provincias Unidas sino con agua templada
en cualquiera de las estaciones del año; y a efecto de ocurrir por todos los medios posibles a reparar
los males consiguientes con que son tratados los infantes al nacer, y luego de nacidos por las
primeras manos a que deben su socorro, se reencarna muy particularmente al Supremo Poder
Ejecutivo la vigilancia del cumplimiento de la ley’”.
A finales de 1812, en Buenos Aires recrudecían las luchas internas por darle una
determinada orientación y forma política a las luchas iniciada con la Revolución de Mayo.
Morenistas y saavedristas, patriotas y contrarrevolucionarios, eran algunos de los nombres
que tomaban aquellas disputas. Moreno ya había caído en altamar y quien continuó sus
pasos fue Bernardo de Monteagudo.
Desde la Sociedad
Patriótica, se oponía al entonces
secretario del Primer
Triunvirato, Bernardino
Rivadavia. La demora en proclamar
la independencia y en dar una
constitución y un notorio
centralismo, pusieron fin a la
paciencia de los “morenistas”, que
exigieron la conformación de un
nuevo triunvirato. Éste se formó en
octubre de 1812 y, finalmente,
convocó a una asamblea general
para el año siguiente.
La Asamblea General del año XIII se inauguró el 31 de enero y su propósito manifiesto era la
emancipación y constitución del Estado de las provincias unidas. Se declaró soberana y
asumió la representación de las provincias. Entre sus novedades, se encontró la ausencia
del juramento de fidelidad a Fernando VII. Además, entre otros puntos, se destacaba el
marcado “americanismo”, tal como se expresaba en el Juramento que los diputados
convocados firmaron: “¿…prometen a la patria desempeñar fiel y exactamente los deberes
del sublime cargo… promoviendo los derechos de la causa del país al bien y felicidad
común de la América?”
La asamblea se distinguió por las prolongadas tensiones provocadas entre los “centralistas”
y los “pactistas” (pronto federales), que en enero de 1814 encontraron un primer resultado:
el nuevo gobierno del Directorio, que reemplazaba al Triunvirato. No obstante ello y el no
poder votar una constitución, a lo largo del año, pudieron concretarse algunas obras
legislativas de gran importancia: entre ellas, la acuñación de moneda nacional, el
establecimiento del escudo e himno, la abolición de la Inquisición y las torturas, la supresión
de los títulos de nobleza y la libertad de vientres. Pero también se derogo la mita, la
encomienda, el yanaconazgo y el servicio personal de los indios bajo todo concepto y sin
exceptuar el que presentaban a las iglesias o a sus párrocos.
«Si hubiéramos de calcular los designios de la naturaleza por el resultado práctico de los sucesos
humanos, sería preciso suponer que la esclavitud era el dogma más análogo a nuestro destino, y
que él debía ser la única base de las primeras combinaciones de un legislador. Pero, aunque el
cuadro del universo no ofrece por todas partes, sino un grupo de esclavos envilecidos por la
servidumbre, o acostumbrados ya a la tiranía: y aunque los esfuerzos de las almas libres, al fin
sólo han servido de trofeos al despotismo, presentando en la historia de los pueblos una constante
alternativa de gloria y degradación; sin embargo, la libertad existe en los decretos de la
naturaleza, y por su origen es independiente de todas las vicisitudes de los siglos.»
Samuel W. Medrano, Las Constituciones de la República Argentina, Cultura Hispánica, Madrid, 1953.
TEXTO N° 7
“¿Hasta cuándo esperamos nuestra independencia? ¿No le parece a usted una cosa bien
ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional y por último hacer la guerra
al soberano de quien dependemos? ¿Qué relación podremos emprender cuando estamos
a pupilo? Los enemigos, y con mucha razón, nos tratan de insurgentes, pues nos
declaramos vasallos. Esté usted seguro que nadie nos auxiliará en tal situación, y por
otra parte el sistema ganaría un 50% con tal paso. Ánimo, que para los hombres de
coraje se han hecho las empresas. Veamos claro, mi amigo; si no se hace, el Congreso
es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo este la soberanía, es una usurpación
que se ha hecho al quese cree verdadero, es decir, a Fernandito”.
Por otra parte, el noroeste de las provincias unidas se veía expuesto a las incursiones e
invasiones de los realistas, dadas las sucesivas derrotas del Ejército del Norte. La región
resistía bajo la dirección de Martín Miguel de Güemes: fue la guerra gaucha que le cubrió las
espaldas a la campaña libertadora continental del general San Martín, quien por entonces
era gobernador intendente de Cuyo y estaba organizando el Ejército de Los Andes.
El Congreso declaró la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica.
Desde la perspectiva del historiador Antonio Pérez Amuchástegui esto fue la expresión de
la ideología y el proyecto continentalista –luchar por un solo Estado continental libre e
independiente– del general San Martín en el Acta de la
Independencia.
Cuando San Martín inicia la campaña libertadora a Chile y luego
al Perú, no está liberando otras naciones, sino que está
liberando la nación americana. Así, la independencia de 1816 fue
el fundamento jurídico y político de la campaña libertadora
sanmartiniana.
También Manuel Belgrano desempeñó un papel relevante. El
creador de la bandera nacional informó al Congreso sobre la
situación europea y propuso una monarquía constitucional
incaica.
Coronar a un descendiente de la Casa de los Incas y trasladar la capital al Cuzco implicaba
un reordenamiento general de las relaciones políticas y socioeconómicas. Cuzco, como
capital, significaba mirar hacia el interior del continente americano. Buenos Aires, por su
condición de puerto abierto hacia el Atlántico, significaba mirar hacia los mercados
europeos. San Martín y Güemes respaldaron la propuesta.
Mientras San Martín convertía a Chile en la nueva base de su campaña libertadora al Perú,
los federales artiguistas avanzaban sobre Buenos Aires y, tras la batalla de Cepeda, en
1820, provocaban la caída del Directorio y del Congreso. Se cerraba la primera década
revolucionaria, se abría paso la crisis de 1820 y emergían los estados- provincias como
nueva relación política dominante.
TEXTO N° 9
+
X
UNITARIOS
Los unitarios conformaban un partido político argentino que defendía una ideología liberal
centralizada en las Provincias Unidas del Río de La Plata. Dicho partido tuvo vigencia desde
1816 a 1862 y estaba compuesto por la sociedad argentina de élite, es decir, por los grandes
intelectuales, comerciantes y militares de la época.
Ellos defendían principalmente la centralización del poder en la provincia de Buenos Aires,
la cual promovía el libre comercio como doctrina económica.
Características de los unitarios
Entre las características principales del partido unitario podemos destacar que:
Fue creado en el año 1816.
Su promotor fue Bernardino Rivadavia.
Dentro de lo económico promovían el centralismo y el liberalismo.
Defendían la creencia de que las provincias Argentinas eran solo divisiones territoriales.
Sus miembros eran de élite, por lo que no lograron persuadir a la región rural.
En sus banderas, escudos y campañas utilizaban el color azul celeste claro y el blanco.
Tenían prohibido usar el color rojo, ya que este representaba a sus rivales.
Entre sus principales líderes se encontraban Lavalle, Lamadrid y Rivadavia.
FEDERALES
Los federales conformaban un partido político argentino que defendía el sistema federal de
la República. Este buscaba la libertad y la autonomía de las provincias delegando solo
ciertas funciones a un Estado central. El impulsor de este partido fue José Artigas, quien
tenía como partidarios algunas personas intelectuales pero, en su mayoría, a caudillos y
personas de clase social baja, quienes defendían la idea de que cada provincia argentina
debía tener su gobierno, estilo de vida y leyes. La existencia de los federales se registra
desde el año 1816 hasta el 1868 y, a pesar de las dificultades y derrotas que enfrentaron, este
partido logró imponerse en la historia. Por tal razón, hoy en día Argentina es oficialmente
una República Federal. Características de los federales Entre las características principales
del partido federal podemos destacar que:
Fue un partido político creado en el año 1818.
Sus principales promotores fueron Artigas, Rosas, Urquiza y Quiroga.
Dentro de lo económico promovían el proteccionismo.
Defendían el sistema federal de la República (federalismo).
Sus miembros pertenecían a la clase media y baja de la nación.
En sus banderas y escudos resaltaba el color rojo.
DIFERENCIAS ENTRE UNITARIOS Y FEDERALES
Al establecer las diferencias entre unitarios y federales, podemos resaltar las siguientes:
Unitarios Federales
Gobierno centralizado Gobierno descentralizado
Conformado por la élite Conformado por clase media y baja
Liberalismo Económico Proteccionismo
Impuestos desde Buenos Aires Autonomía de impuestos
TEXTO N° 12
Las economías regionales
Durante la década del año 20, varias provincias se comienzan a recuperar de la destrucción
económica provocada por las guerras de la independencia. Por ejemplo, el litoral, con su
producción en tabaco y yerba mate (Corrientes) y la de tasajos y cueros vacunos (Santa Fe y
Entre Ríos).
En el interior, ocurrió con las provincias de Cuyo con su producción en frutas secas,
aguardientes y vinos (Mendoza, san Juan y San Luis). Estas provincias, junto al noroeste
reclamaron a Bs As que compartiera el dinero que recaudaba su aduana en concepto de
impuesto a las importaciones y exportaciones. Los porteños se negaron a dicho reclamo.
UNIDAD 4: Intentos de construcción de Estados Nacionales en América Latina
TEXTO N° 1:
TEXTO N° 2
Juan Manuel de Rosas, nacido como Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de
Osornio (Buenos Aires, 30 de marzo de 1793 - Southampton, 14 de marzo de 1877), fue un
militar y político argentino que en el año 1829 ―tras derrotar al general Juan Lavalle― fue
gobernador de la provincia de Buenos Aires llegando a ser, entre 1835 y 1852, el principal
caudillo de la Confederación Argentina. Su influencia sobre la historia argentina fue tal que el
período marcado por su dominio de la política nacional es llamado a menudo época de Rosas.
Era sobrino bisnieto del conde Domingo Ortiz de Rozas, gobernador colonial de Buenos Aires y
de Chile.
Primer gobierno
La legislatura de Buenos Aires proclamó a Juan Manuel de Rosas como
Gobernador de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1829, honrándolo además con el título de
Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires, y en el mismo
acto le otorgó «todas las facultades ordinarias y extraordinarias que creyera necesarias,
hasta la reunión de una nueva legislatura». No era algo excepcional: las facultades
extraordinarias ya les habían sido conferidas a Manuel de Sarratea y a Martín Rodríguez en
1820, y a los gobernadores de muchas otras provincias en los últimos años; también Juan
José Viamonte las había tenido.
Lo primero que hizo Rosas fue realizar un extraordinario funeral al general Dorrego,
trayendo sus restos a la capital, con lo cual logró la adhesión de los seguidores del fallecido
líder federal, sumando el apoyo del pueblo humilde de la capital al que ya tenía de la
población rural. Respecto a la forma de organización constitucional del estado y al
federalismo, Rosas fue un pragmático.
El general José María Paz había ocupado Córdoba y había derrotado a Facundo Quiroga.
Rosas envió una comisión a mediar entre Paz y Quiroga, pero este fue derrotado y se
refugió en Buenos Aires. Rosas le hizo dar un recibimiento triunfal ―como si hubiese
sido el vencedor―, aunque el caudillo consideraba que la guerra había terminado para
él.
Paz aprovechó la victoria para invadir las provincias de los aliados de Quiroga, colocando en
ellos gobiernos unitarios. Los bandos quedaban definidos: las cuatro provincias del litoral,
federales; las nueve del interior, unitarias y unidas desde agosto de 1830 en una Liga
Unitaria, cuyo «supremo jefe militar» era Paz. A los pocos meses, en enero de 1831, Rosas
y Estanislao López impulsaron el Pacto Federal entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos.
Este ―que sería uno de los «pactos preexistentes» mencionados en el Preámbulo de la
Constitución de la Nación Argentina― tenía como objetivo poner un freno a la expansión del
unitarismo encarnado en el general Paz. Corrientes se adheriría más tarde al Pacto, porque
el diputado correntino Pedro Ferré intentó convencer a Rosas de nacionalizar los ingresos
de la aduana de Buenos Aires e imponer protecciones aduaneras a la industria local. En
este punto, Rosas sería tan inflexible como sus antecesores unitarios: la fuente principal
de la riqueza y del poder de Buenos Aires provenía de la aduana.
El caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra, refugiado en Santa Fe, logró que López iniciara
acciones contra Córdoba. Serían acciones guerrilleras, porque en ese tipo de acciones tenía
ventaja sobre las disciplinadas tropas de Paz. A principios de 1831, el ejército porteño inició
también las operaciones, al mando de Juan Ramón Balcarce; pero el ejército porteño nunca
llegó a unirse al santafesino. Cuando el coronel Ángel Pacheco derrotó a Juan Esteban
Pedernera en la batalla de Fraile Muerto, Paz decidió hacerse cargo personalmente del
frente oriental.
Por su lado, Quiroga decidió volver a la lucha. Pidió fuerzas a Rosas, pero este solo le
ofreció los presos de las cárceles. Quiroga instaló un campo de entrenamiento y, cuando
se consideró listo, avanzó sobre el sur de Córdoba. En el camino, Pacheco le entregó los
pasados de Fraile Muerto: con ellos conquistó Cuyo y La Rioja en poco más de un mes.
La inesperada captura de Paz por un tiro de boleadoras de un soldado de López, el 10 de
mayo de 1831, provocó un repentino cambio: Gregorio Aráoz de Lamadrid se hizo cargo del
ejército unitario, con el que se retiró hacia el norte y fue vencido por Quiroga en la batalla
de La Ciudadela, el 4 de noviembre, junto a la ciudad de Tucumán, con lo cual la Liga del
Interior fue disuelta.
Convención de Santa Fe
En los meses siguientes, las provincias restantes se fueron adhiriendo al Pacto Federal:
Mendoza, Córdoba, Santiago del Estero y La Rioja en 1831. Al año siguiente, Tucumán, San
Juan, San Luis, Salta y Catamarca.
En cuanto terminó la guerra, los representantes de varias provincias anunciaron que, con la
pacificación interior, había llegado la ocasión esperada para la organización constitucional
del país. Pero Rosas argumentaban que primero se tenían que organizar las provincias y
luego el país, ya que la constitución debía ser el resultado escrito de una organización que
debía darse primero. Aprovechó una acusación del diputado correntino Manuel Leiva para
acusarlo de tener ideas anárquicas y retirar su representante de la convención de Santa Fe.
En agosto de 1832, la convención quedaba disuelta, y la oportunidad de organizar
constitucionalmente el país se pospuso por otros veinte años.
Por un tiempo, el país quedó dividido en tres áreas de influencia: Cuyo y el noroeste, de
Quiroga; Córdoba y el litoral, de López; y Buenos Aires, de Rosas. Por unos años, este
triunvirato virtual gobernaría el país, aunque las relaciones entre ellos nunca fueron muy
buenas.
En 1833 era gobernador de Buenos Aires el general Juan Ramón Balcarce, miembro
del Partido Federal. Éste estaba escindido en dos facciones, una liderada por el
ministro Enrique Martínez que eran dirigidos por el ex
gobernador Juan Manuel de Rosas, que estaba en la
Patagonia, liderando una campaña contra los indígenas
del sur.
Cuando el enfrentamiento entre ambos grupos
llegó a su máximo, la esposa de Rosas, Encarnación
Ezcurra, agitó a las clases medias y bajas en contra del
gobernador Balcarce.
Un grupo de comerciantes y otros miembros de las
clases medias formaron un club político llamado la
Sociedad Popular Restauradora; sus tareas habituales
consistían en realizar reuniones para discutir sobre
política, informar de todas las actividades opositoras a
Rosas y realizar manifestaciones en contra de
personajes políticos de la oposición, generalmente frente
a sus casas, en una versión violenta de lo que hoy se
conoce como escraches.
En octubre de 1833 estalló la Revolución de los Restauradores, en la que tuvieron papel
destacado la acción de un grupo de militares, varios cuerpos de policía, varios grupos de
manifestantes de clases bajas, y la Sociedad Popular Restauradora.
Tras una semana de enfrentamientos, Balcarce fue obligado a renunciar y fue reemplazado
por el general Juan José Viamonte.
En las semanas siguientes se produjeron ruidosas manifestaciones por parte de la
Sociedad Popular Restauradora; la noche del 29 de abril de 1834, una partida policial no
identificada realizó varios disparos sobre las casas del ministro Manuel José García y del
diputado provincial Pedro Pablo Vidal, ambos ligados al ex presidente Bernardino Rivadavia.
En el tiroteo fue muerto por accidente un transeúnte, Esteban Badlam Moreno.
Si bien Encarnación Ezcurra se adjudicó la autoría intelectual del atentado, esa fue la
primera aparición pública de la Mazorca.
Se trataba de una fuerza de choque, formada por dos cuerpos de policías volantes con muy
amplias atribuciones. Sus comandantes eran Ciriaco Cuitiño y Andrés Parra. En los meses
siguientes, la Mazorca atacó las viviendas de notorios partidarios del gobierno depuesto, y
hasta la del embajador francés. Antes de fin de año, muchos de los lomos negros más
destacados habían emigrado a Montevideo. Se pasarían a la oposición decidida a Rosas y
se unirían a los unitarios en su lucha contra él a fines de esa década.
En 1835, tras una nueva crisis política, fue elegido nuevamente gobernador Juan Manuel de
Rosas, y —tras un plebiscito abrumadoramente favorable— se le concedió la Suma del
Poder Público.
La Mazorca continuó realizando ataques sobre los opositores; cualquier posible oposición
en la ciudad pasó a ser controlada por la Mazorca y, en el campo, los comandantes pudieron
actuar sin límites contra toda disidencia. El partido federal no sólo no volvió a tolerar
disidencias externas, sino que consideró como traición cualquier gesto de independencia
frente a Rosas.
Rosas, herido de bala en una mano y cuando la Batalla de Caseros estuvo perdida para su
bando, huyó a Buenos Aires. En el «Hueco de los sauces» (actual Plaza Garay) redactó su
renuncia:
«Creo haber llenado mi deber con mis conciudadanos y compañeros. Si más no
hemos hecho en el sostén de nuestra independencia, nuestra identidad, y de
nuestro honor, esporque más no hemos podido».
Pocas horas después, protegido por el cónsul británico Robert Gore, Rosas se embarcó
en la fragata británica Centaur rumbo al exilio en Gran Bretaña.
Una vez que los dos flancos cedieron, sólo el centro continuó la batalla, reducida a un
duelo de artillería y fusilería. La última resistencia fue dirigida por dos unitarios: la
infantería de Díaz y la artillería de Chilavert. Como se le terminaron las balas, este mandó
recoger los proyectiles del enemigo desparramados alrededor y disparó con estos. Cuando
no hubo nada más que disparar, la infantería brasileña pudo avanzar, marcando el fin de la
batalla.