RetratoDeUnLinaje - V13 - 213x300 - 240216 - 130519
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RetratoDeUnLinaje - V13 - 213x300 - 240216 - 130519
R
etrato de un linaje tuvo sus remotos orígenes durante una serie
de conversaciones informales que desde el año 2009 sostuve
con Eduardo Rabines Llontop. Desde el comienzo me llamó
la atención la nitidez y el entusiasmo con los que evocaba anécdotas
y episodios de la historia de su vasta familia. Estos relatos orales abor-
daban el lapso de cuatro generaciones e incluían a las ramas de los
Rabines de Sayapullo y de Cajamarca, donde en el siglo XVII echó
raíces el primer Rabines que llegó al Perú atraído por la búsqueda de
la tierra prometida.
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me escuchaba entre escéptico y dudoso reiterarle esta propuesta en
diversas ocasiones.
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no haberle invitado hasta ahora a conocer su casa ubicada en la plaza
mayor de Trujillo. El interés de aquel era justificado, pues esta casona
es una joya de la arquitectura colonial. Apenas terminaron de comer,
Alfredo los llevó a su casa.
“Al leer las páginas de este libro descubrí con regocijo que una de las
tradiciones orales que se difundía en mi familia era un hecho histórico
que hacía creíble lo que parecía inverosímil”, dice Eduardo emocio-
nado. Ahora recién comprendo por qué tuvo que discurrir más de
una década para que el libro planeado se convirtiera en realidad. Hoy
ha llegado la hora de publicar y difundir este libro que fue concebido
en Trujillo (Perú), culminado en Madrid, prologado en Bruselas y edi-
tado en Sevilla por obra y gracia del inefable destino.
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PRESENTACIÓN
FENOMENOLOGÍA DE UNA
ESTIRPE
Carlos Jaramillo Orbegoso*
A
pedido de mi sobrino Eduardo me es sumamente honroso
presentar el libro de Domingo Varas Loli Retrato de un linaje.
Episodios de la saga familiar de los Rabines consagrado a la in-
vestigación exhaustiva de la estirpe de la familia Rabines-Llontop. El
libro es el resultado de una paciente y pormenorizada búsqueda de
fuentes de información histórico- biográfica concernientes a los ante-
pasados de la actual familia Rabines- Llontop. Archivos, infolios, do-
cumentos autentificados, reliquias personales, anécdotas, datos pro-
porcionados por Eduardo son enlazados, concatenados retrospecti-
vamente desde sus más remotos orígenes con el fin de hacernos verí-
dico el abolengo de esta familia.
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y defender acciones en defensa de la nación. Como si hubieran hecho
suyo el célebre lema orteguiano: ”Yo soy yo y mi circunstancia... y si
no la salvo a ella no me salvo yo”.
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vivencia del tiempo subjetivo. La subjetividad en cuanto que se vive
temporalmente se estructura según tres éxtasis. A partir del presente
ella se proyecta hacia el horizonte del futuro (acto protencional de la
conciencia temporal) y hacia el horizonte del pasado (acto retencional
de la conciencia temporal) en un movimiento incesante que se deno-
mina temporalización en tres horizontes temporales.
15
Gil Rabines Durreau personifica la primera aparición de los Rabines
en la historia y sucedió en Europa. A mediados del siglo XVI, después
de haberse instalado en la ciudad francesa de Nantes, se trasladó a
San Lucas de Barrameda donde se casó con Juana Cardón y Torres.
Su hijo Luis Rabines y Cardón viajó al Perú en 1677, al año siguiente
se afincó en Cajamarca iniciando la presencia de los Rabines en nues-
tro país. Otros Rabines de los comienzos en el Perú fueron el presbí-
tero Luis Rabines y Cortegana y el doctor en teología Joseph Justo
Rabines (se conserva el facsímil de su testamento del 17 de mayo de
1822), simiente de los Rabines de Sayapullo.
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La primera generación (1840-1920)- denominada la generación suce-
sora -es la rama de los Martin Rabines. Se originó a raíz del casa-
miento de Carmen Rabines Girón, hermana del patriarca don Fran-
cisco Rosario Rabines Girón, con el marino inglés James Martin Ho-
ward. Este suceso inesperado hizo que el horizonte temporal del fu-
turo le sonriera y le ofreciera la prosperidad. Sus hijos Ricardo y Al-
berto, apoyados por su tío Francisco Rabines, se beneficiaron de una
educación esmerada, se graduaron de ingenieros de minas en Lon-
dres. Sus actuaciones descollaron en los sectores bancario y minero.
Retrato de un linaje rescata del olvido sus acciones patrióticas durante
la Guerra del Pacífico.
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En la guerra con Ecuador, a la edad de 23 años, combatió al lado del
futuro presidente Manuel Prado Ugarteche.
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sugiere la calidad del momento en cuanto que es favorable a la ac-
ción, que siempre tiene un origen subjetivo o acciones con vistas a
realizar proyectos, tomar iniciativas - ahora es el buen momento
para actuar-. Kairos es el momento favorable al encuentro entre la
vocación, la iniciativa personal y el curso de los acontecimientos o
con personas que pueden ayudar a su ejecución. Comprensión de la
realidad, de las circunstancias y perspectivas que se ofrecen, posi-
ción estratégica, toma de decisión y efectividad son elementos del
kairos. A kairos se contraponen la adversidad, diversas suertes de
trabas, impedimentos, interferencias de todo orden y origen.
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ferretería, y pronto deviene en gerente general. Un segundo encuentro
fue el que tuvo con el ingeniero Carlos Salazar Southwell. Lo designó
gerente de la agencia de aduanas González Larrañaga y obtuvo la
concesión del asiento minero Rosicler, provincia de Gran Chimú.
Para Eduardo (14 años) y para su hermano Fernando (16 años) fue el
comienzo de la labor minera. Por último, se reunió con el general Fer-
nández Maldonado, ministro de Energía y Minas del gobierno de
Juan Velasco Alvarado; entonces fue posible la reactivación de la
mina Rosicler y el advenimiento de una época de prosperidad. En es-
tas circunstancias se produjo la confabulación de uno de los accionis-
tas a la que se ha hecho alusión en el apartado sobre la adversidad.
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una llamada que se propone y no se impone, que invita a una elec-
ción, la llamada que con mayor imperatividad sintió fue la de la mi-
nería. Y es que la vocación se origina en el “fondo insobornable” de
la persona, en su yo íntimo e intransferible por ser único. Eduardo
―“guardián de riqueza”― encuentra en kairos un aliado para resur-
gir y superar los inevitables retos de la adversidad y poder cumplir
su vocación.
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Árbol genealógico de la familia Rabines
22
23
EL LLAMADO DE LOS ANCESTROS
El origen del apellido Rabines
La raíz semita
E
duardo Rabines Llontop recuerda que cuando tenía doce años
solía viajar de Trujillo a Sayapullo (distrito de la provincia
Gran Chimú), a bordo de una camioneta Peugeot 404, y que en
el accidentado trayecto su padre les refería a él y a su hermano Fer-
nando las diversas versiones que sobre el origen del apellido Rabines
circulaban en la tribu familiar desde tiempos inmemoriales.
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insólito que afirmó aún más la certeza sobre la raíz hebrea de su ape-
llido. Había reservado una habitación en un hotel de esa ciudad y
cuando llegó se dio con la sorpresa de que el recepcionista le comu-
nicó que ya no había alojamiento: la reserva había sido ocupada por
un señor que tenía un apellido homónimo.
En otra ocasión, esta vez el año 1983, cuando trabajaba como piloto
de una avioneta privada de la empresa Cultecmar, que se dedicaba al
negocio de los langostinos, volvió a tropezarse con otra revelación.
Tenía que trasladar desde Piura a Tumbes a unos españoles, socios de
esta empresa. Al momento de la presentación formal, el dueño de Cul-
tecmar presentó al joven piloto a los foráneos hombres de empresa,
mencionando su apellido y motivando la reacción de sorpresa de los
empresarios. Uno de ellos no contuvo su asombro y exclamó: ¡Ah, es
usted hijo de rabino!
26
Los Llontop, linaje chimú
U
n rasgo típico que caracteriza a los Llontop es el don de
mando. Desde la conquista de los españoles los más destaca-
dos miembros de esta familia tuvieron que demostrar que te-
nían la energía y el carácter para ejercer el liderazgo y por eso fueron
reconocidos caciques por las autoridades coloniales en procesos con-
tenciosos. Era el requisito clave que exigían los españoles para resti-
tuirlos en el cargo, título o posición social que tenían en la época
prehispánica.
Una enconada batalla legal libró con otros dos pretendientes, cada
uno de los cuales esgrimió derechos y una narrativa que se acomo-
daba a sus intereses. Los Llontop no se involucraban en tediosos pro-
cesos solo por honor. También los atraían los numerosos bienes del
cacicazgo, así como otros beneficios y salarios que conllevaba el reco-
nocimiento de este título.
27
Reportaje del diario “El Comercio”, decano de la
28
prensa del Perú sobre la genealogía de la familia Llontop
29
José Ramos Llontop y Laines (1803-1873), nieto de don Apolinario que fue gobernador y tuvo
27 hijos. Hasta ahora siguen circulando leyendas sobre el pasado esplendor de este apellido. En-
tre los guardianes de la memoria familiar destacan por su persistencia los tataranietos Enrique
Llontop Chávarri, Guillermo Pinillos Llontop y Eduardo Rabines Llontop.
Eran tan mandones los Llontop que querían gobernar las vidas de
sus régulos y de sus familiares en este mundo y en el más allá. Así
antes de fallecer don Apolinario había ordenado que sus descen-
dientes le celebraran una misa mensual a perpetuidad por el des-
canso eterno de su alma. Nadie sabe cuánto tiempo duró la promesa,
pero lo cierto es que con el paso de los años quedó en el olvido.
30
encuentro en Monsefú. Era la primera vez que se juntaban los descen-
dientes de Llontop.
31
La larga marcha
Los primeros Rabines en la historia
L
a genealogía de una familia es difícil de rastrear, por lo general
suele ser un árbol frondoso que se pierde en los tiempos inme-
moriales. El origen más remoto solo puede deducirse por indi-
cios y datos hipotéticos. Más aún si se trata de una familia cuyos más
connotados representantes han tenido vidas legendarias marcadas
por “el entusiasmo novelesco, de rebeldía innata, ancestral, transmi-
tida por la sangre de generaciones de hombres turbulentos y comba-
tivos, indisciplinados y cerriles, eternamente afiebrados de pasión y
excitados por el espectáculo de la tragedia cotidiana”. (En un relato
del escritor indigenista Enrique López Albújar, “Juan Rabines no per-
dona”, se califica con estos términos a los descendientes de esta fami-
lia).
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semita que había arribado a esta ciudad ubicada al norte de Francia,
398 kilómetros de París y sobre las márgenes del río Loira. Esta refe-
rencia data de la segunda mitad del siglo XVI.
Nantes era una urbe con una agitada vida comercial, cultural y artís-
tica, un escenario promisorio para un linaje de hombres apasionados
y cerriles, cuyo inflamado temperamento se forjó como el hierro a
puro fuego, en la lucha por la supervivencia.
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El viaje a la semilla
Rastros de la actividad minera de los primeros Rabines en
Hualgayoc y Sayapullo
L
a vasta tribu familiar de los Rabines, dispersa en Cajamarca,
Cajabamba, Sayapullo, Zaña y Trujillo, descienden de este pe-
rulero, el primero en cruzar el Océano Pacífico a la caza de for-
tuna y gloria. Militares, curas inquisidores, comerciantes, mineros,
agricultores, los Rabines siempre han elegido quehaceres rudos, peli-
grosos, inciertos. Han vivido su vida como una perpetua aventura.
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tierra de utopías y edén de los más desaforados sueños- desembarcó
en el puerto del Callao y a partir de 1678 se afincó en Cajamarca,
atraído sin duda por sus agrestes paisajes y los tesoros que yacían
enterrados en ese lugar emblemático de la conquista española.
La impresión que causaba esta tierra andina en los viajeros era tal por
aquellos años que el obispo de Trujillo, Andrés García de Zurita, a
mediados del siglo XVII, le escribió una carta al rey de España en las
que se refería a la ciudad de Cajamarca en los siguientes términos:
Estas riquezas que asombraban fue el poderoso imán que atrajo a Luis
Rabines y Cardón, quien se casó en Cajamarca el año 1678 con Ana
de Cortegana y Cruzado, hija del capitán de caballería de los tercios
de su majestad, Alonso de Cortegana y Caro y de Agustina Cruzado
y Caballero. Tras fallecimiento de ella don Luis Rabines contrajo se-
gundas nupcias con Ana Ramírez de Arellano. De ambos matrimo-
nios tuvo catorce hijos.
35
Casa Hda. De Sayapullo
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minuciosamente espulgado por el Tribunal de la Santa Inquisición de
Sevilla, en Utrera y Sevilla, a raíz de la investigación de limpieza de
sangre ordenada por dicho tribunal en 1740.
37
Huellas documentales
En el inventario documental de causas civiles del corregimiento de Cajamarca aparecen los Rabi-
nes protagonizando litigios y emprendimientos realizados en el siglo XIX en esta región.
En La minería en el Perú Carlos E. Velarde hace una recopilación de los principales asentamien-
tos mineros del país y cuando se refiere a Sayapullo menciona a Santiago Martin Howard y a
sus hijos como los empresarios que explotan esta mina.
38
SAYAPULLO
39
Últimas disposiciones:
Joseph Justo Rabines dejó herencia a sus nietas, hermana y hasta a un criado.
40
Albaceas testamentarias y tenedores de bienes en primer lugar a mi
sobrino Manuel Caiceda; en segundo lugar al teniente don José Félix
Urrunaga y Torres.
41
Don Francisco Rosario Rabines Girón
José Manuel Ravines Escusa fue comerciante de joyas de oro y piedras preciosas.
42
L
a mina y la hacienda de Sayapullo, lugares donde se asentó el
más ilustre patriarca de la familia Rabines -don Francisco Ra-
bines Girón junto a su hermana Carmen -figuran en la historia
oficial del Perú desde los años de la Emancipación. En un libro escrito
por el historiador Waldemar Espinoza sobre las correrías de Bolívar
en nuestro país para consolidar la independencia, ya se menciona a
la hacienda Sayapullo.
Con el paso del tiempo ambas familias formaron alianza por el matri-
monio de sus miembros. La primera alianza fue establecida por las
nupcias de José Rabines Pazos y Elsa Ravines Santolalla, nieta del co-
ronel Belisario Ravines y prima hermana de don Fermín Málaga San-
tolalla, conocido minero y político de Cajamarca.
43
Coronel José Manuel Ravines Escuza.
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compartía con su hermano Luis y era tan intensa que no escatimaba
esfuerzos en viajar a San Pedro de Lloc a comprar sus ejemplares.
Tampoco medía el dinero que gastaba. Cuentan que en una ocasión
adquirió un hermoso corcel por mil soles. Un automóvil, por enton-
ces, costaba más de 50 soles. El precio pareció tan exagerado que el
caballo fue apodado, con sorna, como el “Mil soles”.
Con ojo avizor, don Francisco Rosario Rabines Girón muy pronto se
dedicó a la explotación minera en Sayapullo. Tenía mucha visión
empresarial y relaciones a nivel político en la capital de la República.
45
Fue muy amigo del escritor y político José Gálvez, quien peleó con-
tra España en la batalla del 2 de Mayo. Era tal el grado de amistad
que se trataban de primos. José Gálvez, quien por entonces se
desempeñaba como parlamentario y a petición de don Francisco,
hizo en 1855 las gestiones necesarias para elevar a Sayapullo a la ca-
tegoría de distrito.
En una de estas ocasiones tuvo lugar una anécdota que pinta de cuerpo
entero el perfil de don Francisco Rosario. Con su figura señorial, de ros-
tro barbado que imponía grave respeto, estaba el viejo sentado libando
café en el jirón Progreso (hoy el céntrico jirón Pizarro) de la ciudad de
Trujillo. De pronto una turbamulta pasó perturbando la quietud con-
ventual de esta ciudad.
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apresado. Y estos le replicaron: “¡Oiga, señor Rabines. Usted no se ima-
gina la clase de delincuente que es este!”. El viejo con presteza replicó:
“Eso no importa. Ustedes no tienen por qué hacer justicia con sus pro-
pias manos, para eso hay una institución que se encarga de hacer justi-
cia.”
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PRIMERA GENERACIÓN
1840-1920
Las vicisitudes de la fortuna
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49
Los Martin Rabines
La generación sucesora
E
n uno de esos azarosos viajes, ocurrió un hecho que tuvo im-
portancia decisiva en el destino de los Rabines. Un encuentro
fortuito marcó el origen de una rama de la familia- la de los
Martin Rabines- que más adelante tomó las riendas de los negocios y
de las haciendas, administrando la cuantiosa fortuna amasada por el
patriarca debido a que este se había casado tardíamente.
50
Era un marinero. Los ex esclavos chinos le instaron al viejo y curtido
minero para que contratara al marino inglés.
Cochrane regresa a Chile. En ese país se encontró con una actitud si-
milar entre las autoridades que se negaban a reconocerles sus gastos,
por lo que se vio obligado a licenciar a su tripulación. Algunos se vol-
vieron al viejo continente, otros se quedaron en Chile. Martin Howard
se regresó al Perú en busca de mejores destinos el año de 1825.
4 Según Carmen Rabines Urrunaga, quien por coincidencia tiene un yerno inglés
de apellido Cochrane, es muy probable que, en realidad, este marinero se hubiera
apellidado Howard y que Martin fuera su nombre de pila. En la tradición de la
onomástica británica se suele usar tres nombres y, por lo general, se omite el ape-
llido materno.
5En Londres, en 1817 Lord Cochrane conoció al representante chileno, Antonio
Álvarez Condarco, a propósito de la construcción de un barco a vapor que se
ofrecía a Chile. En mayo de ese mismo año fue contratado, junto al marino inglés
Jaime Charles, por el gobierno chileno para formar su naciente Armada de la cual
es nombrado vicealmirante. Llega a Chile el 17 de junio de 1818, acompañado de
su esposa. Pronto, bajo las órdenes del Director Supremo de Chile, Bernardo
O'Higgins, Cochrane se unió a las fuerzas independentistas chileno-argentinas
comandando la Escuadra que tenía por misión eliminar el poder realista asentado
en el Virreinato del Perú.
51
fuertemente defendido y se consideraba inexpugnable a todo ataque
que los independentistas pudieran montar, dado que sus fuertes prin-
cipales contaban con trescientos cañones junto a un sistema de cade-
nas que eran inspeccionadas cada hora y que impedía el acceso al
puerto mismo, a menos que sus defensores las retiraran. Cochrane
penetró el puerto con catorce botes a remo y abordó y capturó la fra-
gata realista Esmeralda, a la sazón el buque español más poderoso en
el Pacífico poniendo así fin al dominio marítimo español en la región.
Cochrane.
52
Vista panorámica de la casa Hda. de San Francisco de la Colpa.
Elías Martin Rabines en su casa Hacienda San Francisco de la Colpa. A principios del siglo XIX.
53
Algunos de sus descendientes le han querido atribuir una aureola de
héroe que no ha podido ser documentada fidedignamente. En la bio-
grafía mencionada Martin Howard aparece como un valeroso prota-
gonista del asalto y captura de la fragata española la “Esmeralda”,
hecho heroico que contribuyó decisivamente a la lucha por la inde-
pendencia peruana. Se afirma que Lord Cochrane lo designó como
comandante de uno de los botes lanzados al abordaje.
54
Ricardo y Alberto Martin Rabines fueron los que más aprovecharon la prosperidad del patriarca
y se graduaron de ingenieros de minas en la prestigiosa y exclusiva Royal School of Mines de
Londres.
55
próspero minero, convirtiéndose en cuñado de quien hasta entonces
había sido su patrón.
56
La suerte de Santiago
57
Después de fallecido James Martin Howard (más conocido como San-
tiago) en Vista Bella (Sayapullo) en 1879, sin haber dictado testa-
mento, su hijo Elías Martin solicitó al juez de paz de Cajabamba or-
dene la facción de inventarios de los bienes del finado Santiago Mar-
tin como paso previo para la declaratoria de herederos intestados.
Había llegado al Perú hacía sesenta años sin oficio ni beneficio cono-
cido. Su vida dio un giro radical después de su matrimonio con Car-
men Rabines Girón. En el proceso no contencioso fue designado pe-
rito don Francisco Rabines Girón con la aprobación de Elías y sus her-
manos Santiago, Ricardo, Alberto, Eliseo, Rosaura y Matilde. Entre
los bienes del inglés se encontraban las minas La Panizara (2mil500
pesos plata). Purgatorio (mil pesos plata). La Caridad (300 pesos
plata). La suma total de su patrimonio ascendía a once mil pesos de
plata.
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tedioso viaje que hacía don Francisco con sus sobrinos hasta el Canal
de Panamá.
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Encuentro en Pacasmayo
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pero la vista de conjunto de esas tierras presenta un aspecto pinto-
resco, por las numerosas cadenas de montañas situadas una tras otras
en tonos de color cada vez más apagadas. El camino a Cajamarca pasa
por entre esas cadenas, internándose al nordeste y sube por una que-
brada profunda bastante estrecha. La ciudad ya se encuentra al llegar
detrás de la primera cadena alta de la planicie de la cordillera, dentro
de un valle muy fértil, y se dice que es un pueblo importante, con 20
mil habitantes parte de los cuales bastante ricos. Allí subió a bordo un
señor Francisco Rabines, dueño de una mina, con cuatro niños hijos
de su hermana, que iban a Panamá de donde pasarían a Inglaterra a
un instituto educativo. Era un hombre agradable con el que pronto
trabé relación; me ponderó la región que circunda a Cajamarca como
notable, pintoresca, fértil y rica. Los niños ya habían estado en el co-
legio en Lima y tenían muy buenos conocimientos; uno de ellos muy
excelente en historia y el otro en geografía…”
Portada del libro “Viajes por los estados del Plata. 1857-1860”. H. Burmeister. Tomo I.
61
El primer banco de Trujillo
El Banco de Trujillo, fundado en 1871, fue el primero que tuvo nuestra ciudad.
62
El 26 de marzo de 1871, los miembros del directorio provisional del
“Banco de Trujillo”, conformado por los señores doctor Pío Vicente
Rosell, doctor don Felipe Nery Ganoza, don Guillermo Eloy Orbe-
goso, don Vicente Gutiérrez, don Cecilio Cox y don José Goicochea,
se constituyeron ante el notario público Mateo Ortega, para elevar a
escritura pública la fundación de la primera entidad bancaria de la
ciudad, que contó con un capital nominal de 500,000 soles y un capital
suscrito hasta esa fecha de 305,000 soles.
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El crimen de la Succha
Día Domingo
Los vecinos de don Ricardo, los hermanos Rebaza, conocían los mo-
vimientos en la casa hacienda y sabían de la fortuna que esta guar-
daba en sus entrañas. Un día domingo cuando él se quedó solo, asal-
taron la casa, redujeron a don Ricardo y lo masacraron exigiéndole
que revele el escondite donde guardaba la inconmensurable fortuna
enterrada. Don Ricardo, como buen judío, mantuvo su heroico silen-
cio y murió en su ley, llevando a la tumba su secreto más preciado.
Las pesquisas de criminalística de la policía concluyeron de súbito
cuando durante una inspección in situ el perro engreído de don Ri-
cardo se abalanzó furibundo sobre los dos hermanos Rebaza. El
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hecho llamó la atención policial porque los Rebaza habían sido asi-
duos visitantes de la casa hacienda. La reacción del can fue un indi-
cio que despertó las sospechas de la policía, la que tras someter a
una exhaustiva investigación a los Rebaza logró demostrar que ha-
bían sido los autores del crimen. Un tribunal de justicia los condenó
a 25 años de prisión.
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El matrimonio del patriarca
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No fue fácil para don Francisco Rosario perder su soltería pertinaz,
era un hombre parco y dinámico, que había logrado amasar una
gran fortuna. Su pasión por el trabajo le había imbuido de tal manera
que no había sentido la necesidad de formar familia. Pocos detalles
se conocen de ese matrimonio, unas frases garabateadas en una li-
breta de apuntes por Doña Adelaida indica que las nupcias se cele-
braron el 4 de julio de 1863, un sábado a las cinco de la mañana. Los
padrinos de boda fueron Marcos Iparraguirre y Carmen Rabines,
hermana de don Francisco.
Como si presintiera que la vida agitada de don Francisco no permiti-
ría dejar recuerdos de familia, Adelaida tuvo la precaución de anotar,
con meticulosidad de notaria, en una libreta que hoy conserva la pá-
tina del tiempo en sus amarillentas hojas, los recuerdos de los sucesos
más importantes. El nacimiento de sus ocho hijos está registrado con
lujo de detalles.
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El primero de ellos fue el primogénito Francisco. “Nació mi hijo el día
15 de setiembre de 1864, día jueves, a la una del día. A los tres días de
nacido fue su madrina de bautismo su abuela Manuela Pazos. Lo bau-
tizó el sacerdote don Juan Rodríguez. A los tres meses de nacido lo
olearon en el pueblo de Lucma. Su padrino de óleo fue don Santiago
Martin, o sea su primo hermano y el sacerdote que lo ungió fue el
cura José Jerónimo Sánchez”. En una nota aparte doña Adelaida ex-
plica que Santiago fue padrino por poder ya que su hermano Ricardo
se hallaba en Europa.
El segundo fue Manuel Maximino: “Nació mi segundo hijo el 8 de
junio de 1866, día viernes a las diez de la noche. A los tres días de
nacido fue bautizado y oleado en la iglesia matriz de Huamachuco
por el padre Manuel A. Díaz. Sus padrinos fueron José Martin y mi
abuela doña Bernardina Villanueva”.
Una página más adelante, en esta misma libreta de apuntes que la
familia Rabines conserva como una reliquia preciosa, doña Adelaida
consigna un recuerdo funesto: “Triste recuerdo: murió mi hijo Ma-
nuel Maximino el día primero de noviembre a los cuatro meses tres
semanas de edad y fue enterrado en el panteón del pueblo de
Lucma”. Al pie de esta anotación figuran las firmas de don Francisco
Rosario y Adelaida Pazos.
Muy pronto, una tercera hija vino a llenar el vacío. María Antonia
nació el 28 de noviembre de 1869. “Día domingo a las cinco de la ma-
ñana. A los cuarenta y cinco días de nacida fue bautizada y oleada en
la Iglesia matriz de Huamachuco por el presbítero José Polo. Su pa-
drino fue José Martin y le pusieron por nombre María Antonia. Cha-
llacocha, Lucma, 6 de febrero de 1871”.
El cuarto vástago de la familia Rabines Pazos vino al mundo el día 2
de agosto de 1871 a las diez de la noche. “El segundo día de nacido-
anota doña Adelaida- fue bautizado y le pusieron por nombre Justo
Ángel. Su padrino fue don Aurelio Montoya y su madrina Domitila
Rabines por poder de doña Rosa Burga. A los cuatro meses de nacido
fue oleado en el pueblo de Lucma por el párroco José Montoya y con
el mismo nombre su padrino de óleo fue mi abuelo don Agustín Pa-
zos”.
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Sin solución de continuidad, el 3 de setiembre de 1873 nació Luis
Manuel. Su padrino de bautismo y óleo fue don Agustín Pazos. Al
segundo día de nacido fue bautizado en la iglesia matriz de Huama-
chuco.
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El benjamín de la familia Rabines Pazos, José Francisco, vino al
mundo el 3 de marzo de 1888. El fausto suceso ocurrió un día sábado
a las once de la noche. “A los cinco días de nacido lo bautizó el cura
don Juan G. Méndez. Fue su madrina la Sra. Agustina Bobadilla y
de óleo el Sr. Alberto Martin Rabines y su esposa la Sra. Ana Lynch.
Fue oleado en la iglesia de este pueblo el 26 de mayo. Sayapullo,
marzo 31 de 1888”.
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La promesa incumplida
La brecha generacional era de tal magnitud que los Rabines Pazos te-
nían la misma edad que los hijos de sus primos hermanos. Incluso en
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algunos casos estos habían cumplido la mayoría de edad como los
Martin Lynch y los Martin Ayllón.
Una pugna sorda se desató entre los Martin Rabines, pero la sangre
no llegó al río porque algunos de ellos murieron sin dejar prole: Elías,
Santiago y José. Las propiedades debieron repartirse equitativa-
mente, lo que no sucedió por la astucia de Ricardo Martin, quien lo-
gró monopolizar la vasta herencia, incluida la propiedad de una ca-
sona ubicada en la céntrica calle Independencia de Trujillo, frente a la
Iglesia San Francisco.
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hijas mayores desconocían los mecanismos de la minería, por lo que
dejaron de pagar las concesiones al Estado y perdieron sus derechos
a explotar los asientos mineros. Poco tiempo después un empresario
norteamericano de apellido Jackson se hizo de la posesión de Saya-
pullo.
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¿Rabines, Ravines, Ravinez o Rabinez?
Errores de ortografía o discrepancias familiares
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socorrer a un familiar en dificultades lo daría con mucho gusto, pero
de ninguna manera para financiar guerras intestinas.
“Los rabines con b grande son los ricos y los ravines con v chica son
los pobres. Los primeros heredaron de sus padres y familia materna
algunos bienes y reconocimiento social entre las familias principales
de Cajamarca. Los otros, únicamente el apellido. Son los que nacieron
de la cocina, los hijos naturales, reconocidos y aceptados como pa-
rientes, pero sin patrimonio, ya que sus madres eran de extracción
humilde, cholas, negras y hasta indias”.
80
Los Ravines en la Guerra del Pacífico
Heroísmo a prueba de balas
81
El juramento de los tres colegiales
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primer jefe el coronel Eudocio Ravines era un militar muy estimado
por la juventud, por su valor y patriotismo.
“Cuando salimos de clase, Pita subió sobre el muro de la pila del pri-
mer claustro y sin temor al rector, que se paseaba cerca, nos leyó la
proclama, ¡Oh qué hermosa y valiente era, nadie sabe quién la escri-
bió pero era un llamamiento: ¡Alumnos de San Ramón la patria está
invadida, la planta del chileno ha hollado el suelo de Cajamarca;
nuestra bandera necesita defensores, corramos a la guerra!...a defen-
der la tumba de nuestros padres, la santidad de nuestros hogares, la
honra de nuestra patria…!”
Arco del Triunfo erigido en memoria de los jóvenes héroes cajamarquinos en 1892. El coronel
Belisario Ravines, sobreviviente de esa heroica gesta, ordenó la construcción de este monumento
cuando ejercía el cargo de prefecto del departamento de Cajamarca.
¿Por qué impedirle al que quiere ir a la guerra? ¿Quién dice que los
muchachos no pueden matar chilenos? Yo por mi parte estoy re-
suelto! Me voy a la guerra! Y juro defender mi patria hasta morir por
83
ella!”, agregó. ¡Juramos! dijeron Quiroz y Villanueva. Y lo cumplieron
en las pampas del Cardón.
Arco del Triunfo erigido en memoria de los jóvenes héroes cajamarquinos en 1892. El coronel
Belisario Ravines, sobreviviente de esa heroica gesta, ordenó la construcción de este monumento
cuando ejercía el cargo de prefecto del departamento de Cajamarca.
Por su parte, Víctor Ravines Perales, el que más adelante sería el pa-
dre de Eudocio Ravines Pérez, uno de los más influyentes intelectua-
les peruanos, tuvo una existencia aureolada por la leyenda y un final
envuelto en las penumbras del misterio. A principios del siglo XX, y
ante la miseria que asolaba Cajamarca, Víctor Ravines, que había con-
traído nupcias con Leonor Pérez Manzanares y procreado cuatro hi-
jos, decidió marcharse a la selva para tentar mejor suerte y salir de la
alicaída situación económica. En la selva por entonces se vivía la fie-
bre del caucho. Pronto los familiares le perdieron el rastro y nunca
más se supo de él, como si se lo hubiera tragado la tierra. Muchas
versiones existen sobre su muerte: algunas afirman que murió asesi-
nado, otras más trágicas de que fue víctima de la codicia de unos
84
caucheros ingleses y la más tremebunda es que fue presa de las tribus
de jíbaros reducidores de cabezas.
85
La batalla de San Pablo
Coronel Eudocio Ravines Perales (1854-1882). Participó activamente en la guerra del 79. Cayó
herido en la Batalla de Miraflores (1881). Como jefe de la "Columna de Honor" murió heroica-
mente en la Batalla de San Pablo el 13 de julio de 1882.
86
El jefe de Estado Mayor ordenó al coronel Justiniano Borgoño que
dispusiera el avance y ataque al ejército chileno. En la madrugada de
13 de julio de 1882 las tropas peruanas, dejando "La Capellanía", se
dirigieron a San Pablo. Los invasores conociendo el movimiento de
nuestras tropas se habían adelantado, posesionándose de los lugares
denominados "El Panteón" y "Batan", puntos elevados y estratégicos
y que los colocaba en situación de ventaja frente a los nuestros.
Eran las 6.30 de la mañana en que se inició esta batalla, en la que los
peruanos lucharon con denuedo, heroísmo y arrojo. En un primer
momento se consiguió dominar al enemigo, pero frente a la superio-
ridad numérica, armamento y posiciones estratégicas, ganaron nue-
vamente terreno. Se tuvo entonces que ordenar el repliegue, hacia el
lugar denominado “'La Laguna", después de hora y de heroica resis-
tencia. Los chilenos no permitieron una retirada ordenada y remata-
ron con su caballería, cometiendo una serie de excesos con los heri-
dos, produciéndose esa hórrida escena, llamada "el repase". Se mu-
tilaban a los heridos de la forma más execrable. Sir Clements
Markham, al referirse a estos actos, expresa que "estaban en absoluta
pugna con los usos bélicos de las naciones civilizadas". Contrasta-
ban, pues, sus acciones con la caballerosidad de Grau al rescatar los
náufragos chilenos de la "Esmeralda" y la de los vencedores de "San
Pablo", con los derrotados araucanos. Carvallo Orrego refiere en su
memoria que al llegar a Cajamarca (8 de agosto de 1882), encontró
en el hospital "al Mayor Salgado y 11 heridos del combate de San
Pablo". Para nosotros no existirá nunca ese baldón de asesinar heri-
dos y prisioneros de guerra.
87
Cuando los chilenos se encontraban ultimando a los heridos y pri-
sioneros peruanos, la Segunda División comandada por el coronel
Callirgos Quiroga, después de una travesía muy accidentada, que
los retrasó, llegó a las alturas del cerro "El Cardón". El primer tiro de
cañón fue muy efectivo y causó estragos en el ejército chileno. Inme-
diatamente actuando con celeridad y simpar arrojo, descendieron la
columna "Naval", el escuadrón "Vengadores de Cajamarca" y el ba-
tallón "Trujillo N.º 1", causando desconcierto en el enemigo. El em-
puje de nuestras fuerzas fue tal que el enemigo se replegó, desocu-
pando San Pablo y batiéndose en retirada en forma desordenada,
dejando en el campo de batalla armas, parque, ambulancia y caba-
llos. Tomaron el camino de San Luis y Chilete en su fuga desespe-
rada hacia Pacasmayo. Habían sido derrotados. Habían mordido el
polvo de la derrota.
88
Un episodio olvidado:
89
hacienda y de familia de pujantes empresarios para evitar el bombar-
deo de Trujillo y sus alrededores es uno de esos episodios ocultados
o minimizados por la historiografía convencional.
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Andrés Avelino Cáceres
91
Carta del brujo de los Andes
92
Lima, Febrero 16 de 1886
Trujillo
Muy S. mío:
93
Belisario Ravines y su leyenda negra
Un hombre de armas tomar y de temer
El temible coronel Belisario Ravines, (a) “Ruco”, toda una leyenda negra circulaba sobre este
belicoso militar.
94
virtudes con mayor valor social. De otra manera no se explica cómo
pudo abogar por la vida de “El Pichuchu”, un peligroso y desalmado
bandolero de la época que se había convertido en el terror de los ga-
monales y propietarios de haciendas. Era una especie de Robin Hood
que robaba a las más pudientes familias de Cajamarca para repartir
su botín entre los más pobres y humildes.
95
Benjamín Ravines Linares, primer comisario de la policía del distrito de Sayapullo.
Pero así como era capaz de sentir compasión y benevolencia por los
más avezados delincuentes, el coronel Belisario Ravines era implaca-
ble cuando se trataba de vengar una afrenta como ocurrió cuando una
soldadesca de caceristas asaltó la casa de su hijo, Benjamín Ravines
Linares, en los alrededores de los Baños del Inca, adonde solía acudir
a pasar algunos meses del año. El coronel era un connotado pierolista
96
en una época en que Cáceres y Piérola libraban una lucha a muerte por
el poder. En medio de ese crispado ambiente irrumpió la soldadesca y
sacaron a empellones al hijo del coronel y el pelotón lo fusiló frente a
la fachada de su vivienda. El macabro fusilamiento tuvo su habitual
epílogo: el tiro de gracia.
97
bordo de un vapor hasta Pacasmayo, luego en un ferrocarril a Chilete
y después montado a caballo hasta Cajamarca.
*“Ruco” es el sobrenombre con que se les denomina a las personas de ojos azu-
les en la región de Cajamarca.
98
habían sido invadidos por centenares de indígenas en abierto desafío
al derecho de propiedad.
99
campos. Al final del día, más de 150 campesinos habían perecido,
mientras que las tropas sólo tuvieron a un hombre levemente herido".
100
hija Ana María Ravines, madre de los Caballero Ravines. Después
tuvo tres hijos más, uno de los cuales se llamó Belisario y murió
siendo muy niño.
El coronel tuvo una hermana, Adela Ravines. Era una mujer de mu-
cho carácter, tanto que no dudó en convertirse en montonera a favor
de Piérola ayudando a su hermano en la lucha a muerte que se había
desatado entre caceristas y pierolistas en todo el país.
101
Eleodoro Benel entre el mito y la leyenda
La revolución de Chota
102
sobrino Misael Vargas, con quien tenía que hacer frente en Uticyacu
a otro temible enemigo Anselmo Díaz.
Acción política:
Eleodoro Benel
103
Cuando parecía que se había olvidado de él, el subprefecto de
Chota envió un fuerte contingente de gendarmes, reforzados con la
gente civil de Anselmo Díaz, para capturarlo. Después de 3 días de
combate los asaltantes fueron rechazados con grandes bajas.
Quince gendarmes quedaron prisioneros y Benel los remitió a
Chota, dejándolos amarrados en las afueras de la ciudad, con una
“carta de devolución” dirigida al subprefecto. En 1920 Benel ad-
quiere las haciendas Silugán y Sedemayo en Cutervo. Nuevamente
ocupa Santa Cruz. En 1923 los benelistas ocupan tierras de campe-
sinos y hacendados rivales. En 1923, su hijo predilecto Castinaldo
cae fulminado a balazos por los Ramos en la puerta del templo de
Santa Cruz, Benel jura luchar hasta el final y no perdonar nunca la
muerte de su hijo.
La Revolución de Chota:
104
habían concentrado las fuerzas de Osores y Benel, deciden la acción
a favor de las fuerzas del gobierno.
105
cantidad de armamento municiones y caballos. En Lima se había
movido invisibles resortes a raíz de estos acontecimientos por lo
que después de dos meses, cuando todos esperaban un nuevo ata-
que se tuvo noticias de que se firmaba la paz entre el Gobierno y
Benel. Este tenía garantías a cambio de devolver el armamento y
caballos que fueron tomados de la tropa del Portachuelo del Cumbe
y Cuchea, las tropas se retiran dejando sólo en la Ciudad de Cu-
tervo a la Guardia Urbana, quienes sufrieron ataques de los Vás-
quez y Benel, quedando nuevamente la provincia a merced de los
Vásquez y Benel.
Persecución y muerte:
106
cementerio de esa ciudad de Chota. Se ha convertido en figura le-
gendaria en la región, sinónimo de valentía y coraje.
En las zonas donde vivió y actuó es una leyenda que aún se refleja
en los rostros de los hombres que conocieron a Eleodoro Benel. Su
solo nombre pronunciado es un enigma que agita el viento y los
recuerdos confusos de la historia.
107
SEGUNDA GENERACIÓN
1863-1962
La construcción del destino
108
109
Genio y figura de José Rabines Pazos
José Rabines Pazos en plena faena listo para transportar el mineral en sacos a la costa. 1915.
A
diferencia de su hermano Maximino Alfredo que optó por
emigrar a Lima para ingresar en la Marina de Guerra, con la
invalorable ayuda de don Fermín Málaga Santolalla -quien a
la sazón ejercía el cargo de ministro-, y el sacrificio del esmirriado pa-
trimonio de la familia que debió vender unas propiedades para sol-
ventar los onerosos gastos, José se quedó en el lar natal dispuesto a
construirse a brazo partido su propia fortuna. Después de cursar sus
estudios reglamentarios Maximino Alfredo partió a Inglaterra.
110
amistad, los unía el mismo coraje y audacia que se hizo patentes
cuando se incendió un hospital del ejército peruano bombardeado
por la artillería ecuatoriana y varias decenas de enfermos estuvieron
a punto de morir carbonizados. Sin pensarlo dos veces, ambos jóve-
nes arriesgando sus propias vidas en medio de las llamas incursiona-
ron en el centro hospitalario para rescatar a las víctimas. La familia
Rabines conservó por un buen tiempo el uniforme chamuscado del
joven militar como prenda del orgullo familiar.
Por el mal tiempo el avión no podía despegar por lo que don José,
preocupado, le sugirió al oficial que en cuanto mejorara las condicio-
nes climáticas partiera de retorno aunque él no estuviese preparado.
Los médicos opinaban que era mejor que viajara por tierra, la altura
podía exponer a peligro su salud. El oficial le respondió que las órde-
nes expresas del presidente de la República era que lo evacuara en la
aeronave presidencial. Debido a las malas condiciones físicas de don
José el piloto tuvo que hacer un vuelo rasante por el abra de Porcuya,
que era la zona más baja, y fue así como pudieron llegar a la ciudad
de Trujillo. Fue, sin embargo, un viaje muy accidentado, en un
111
determinado momento el avión tuvo un percance que felizmente fue
resuelto con pericia por el hábil piloto.
112
legado de familia cuyo valor no se podía tasar en una medida tangi-
ble. Tenía un valor ancestral invalorable.
Como buen pionero, don José Rabines Pazos siguió con entusiasmo y
brindó especial apoyo a los primeros vuelos comerciales que realizó
en el Norte el aviador Carlos Martínez de Pinillos a partir del año
1924. En su libro testimonial “Veinte mil horas de vuelo”, el osado
aviador, que por entonces tenía 28 años de edad, relata que a bordo
de un flamante Curtiss comenzó a cubrir la ruta aérea Trujillo-Lima
y Trujillo- Chiclayo.
Admirados por las noticias que corrían sobre las proezas aéreas de
Carlos Martínez de Pinillos, a quien el diario El Comercio calificaba
como un diestro piloto que luchaba con todos los obstáculos y ven-
cido todas las dificultades para solucionar el intrincado problema del
transporte aéreo de pasajeros, don José Rabines y sus amigos, los in-
genieros de minas Felipe Álvarez Calderón y Carlos Salazar South-
well, ex ministro de Fomento del gobierno de Manuel A. Odría y her-
mano del héroe del Parque Salazar en Miraflores- Lima, decidieron
invitarlo a sobrevolar la región de Sayapullo.
El diario “El Norte” de Trujillo publicó una exultante nota sobre ese
vuelo: “El aviador Carlos Martínez de Pinillos ha sido el primero en-
tre los nacionales en volar sobre la Cordillera de los Andes, viniendo
a esta región de Sayapullo, que como es sabido se encuentra a gran
altura. Este aviador ha practicado un magnífico vuelo provocando la
admiración de los moradores de esta zona, la mayoría de los cuales
por primera vez ha visto una máquina volante”.
113
El raid
114
La utopía del día de San Blando o San Nunca se hacía realidad. ¡Inol-
vidable día!, once de diciembre de 1928, a las 10 horas empezaba el
“tan cantado vuelo”, cuando el sol ya rompía a trechos el velo de nu-
bes y una brisa primaveral acariciaba dulcemente soplando desde el
sur. Lleno de regocijo, con mi modesta nave retumbando sonora,
inicié el decollage que el cronista de “El Comercio” titulaba: “Hacia
la aventura y el triunfo.”
Hacienda El Porvenir, donde aterrizó Carlos Martínez de Pinillos, en el año 1,924. Fue el pri-
mer vuelo sobre la Cordillera de los Andes. Promovido por José Rabines Pazos, Carlos Salazar
Southwell y Felipe Álvarez Calderón.
115
supremo logré llegar hasta mi propio campo. Disimulando el males-
tar me despedí del pariente, y en el modesto tranvía me encamine
hasta Chucuito -donde vivíamos – en un viaje que me pareció no ter-
minaba nunca. Los míos tuvieron que ayudarme a acostar porque es-
taba casi desfalleciente, ya ni veía. Tres días de reposo, abrigo y me-
dicina, para el 13 hacer Lima-Chiclayo con el señor Juan Pardo de Mi-
guel. El 16, Trujillo-Lima con los señores Alberto Sommarruga y
Abraham Capurro. El 18 por cuenta de hacienda Pátapo. El 20, Truji-
llo-Lima con los señores Carlos Mauricci y Manuel Arana. Lima-
Chincha, el 23, con los señores Julio Dafiano y José Deverchelly el 25
a Chiclayo para conducir nuevamente a Lima al señor Juan Pardo de
Miguel. El 26, Lima- Zorritos con el señor Isaac Aponte.
Así continuaron con todo éxito los primeros viajes hasta el 28 de julio
que volé a la región de Sayapullo, solicitado por el entusiasta señor
José Rabines, secundado por Felipe Álvarez Calderón, Carlos Salazar
y otros más, en su deseo de hacer conocer el nuevo medio de
116
transporte y hacerlo de paso un número de atracción por esos días de
Fiestas Patrias. Aunque los 160 caballos pujaban subiendo “La
cuesta”, el viaje fue una verdadera sorpresa por la belleza de la región
de cuyo sublime panorama gozaba viéndoles extendidos a mis pies.
117
Carlos Martínez de Pinillos (1973). Veinte mil horas de vuelo. Lima-Perú. ENRIQUE CHIRINOS.
118
Campeón de tiro
119
Don José Rabines Pazos era reconocido por ser un eximio tirador. En
el año de 1921, con ocasión de las celebraciones por el centenario de
la Independencia del Perú, obtuvo el primer lugar en un campeonato
internacional de tiro de revólver. La familia atesora una foto en la que
luce orgulloso su medalla de oro. El tiro al blanco era una de sus ver-
daderas pasiones.
Hay muchas anécdotas más sobre la pericia balística de don José. Uno
de sus mayordomos más cercanos, Víctor Silva, refiere que una de sus
proezas más comunes era matar venados en plena carrera montado
en el lomo de El Cisne, su caballo preferido.
A modo de ensayo don José, como en los viejos filmes del oeste nor-
teamericano, lanzaba monedas al aire y con su revólver la perforaba
de un certero balazo. Una prueba más exigente era la de desfondar
botellas que colocaba a varios metros de distancia entre el patio de la
casa hacienda y el molino.
120
que exclamar a voz en cuello: “Carajo, don José, es usted un excelente
tirador.”
121
La verdadera historia de la mal llamada
“Casa Loyer”
Don Pablo Rodríguez de Mendoza, contador de diezmos de la Iglesia Catedral de Trujillo, fue
natural de Chachapoyas y falleció en Trujillo.
122
Moreno, quien el 7 de diciembre de 1866 transfirió esta propiedad
a su cuñado el inglés Eugenio Loyer por la cantidad de 23 mil pesos.
123
Las peripecias de la Casa Aranda no terminaron ahí. El 18 de enero
de 1916, Alfredo Pinillos Hoyle, en representación de Alberto Mar-
tin Rabines, transfirió la cuarta parte de esta propiedad a favor de
los hermanos Martin Ayllón, Matilde Martin Rabines de Pinillos
quedó excluida de los derechos a heredar de esta propiedad, ya que
sus finados padres Santiago Martin y Carmen Rabies Girón le com-
praron la hacienda Chusgón y se la legaron como herencia única.
Los Hoyle y los Loyer vivieron allí cuatro y ocho años respectiva-
mente. En este último caso, además, fue un extranjero que llegó al
Perú traído por los Martin.
124
La procesión de la Virgen y la leyenda del
coronel
Era una mujer de una belleza fuera de lo común, rubia, de ojos verdes
y tez nívea. Parecía una virgen que hubiera abandonado su hornacina
en una iglesia y decidido recorrer los parajes de sus devotos para ha-
cer milagros con la contemplación de su belleza. Por lo menos, en el
caso de María Adelaida sufrió una conmoción que hasta ahora re-
cuerda. Con aire majestuoso Ana María venía imperturbable, en su
litera piaban unos pollos chinos que eran sus mascotas.
125
nadie sabía cuándo partiría, se despedía como cualquier noche des-
pués de la cena y ya no amanecía en la casa hacienda.
Ana María era hija del legendario coronel Manuel León Ramos, intré-
pido soldado que tuvo gestos heroicos durante la Guerra del Pacífico.
De carácter arisco, fue el único que humilló al coronel chileno Goros-
tiaga propinándole una sonora bofetada tras negarse a dimitir tal
como se lo había exigido el impetuoso militar chileno. El turbulento
incidente tuvo lugar en Otuzco, en circunstancias que no son muy
claras.
126
chilenos. Cada día traían tres, cuatro, cinco, diez chilenos que eran
encerrados en un calabozo. Allí los tenía unos días bien comidos y
provistos de indumentaria mientras se construía en la Plaza de Armas
de Huamachuco una especie de corredor de madera.
Nadie adivinaba que se traía entre manos el temible coronel hasta que
el día menos pensado sacaba a los chilenos del calabozo y los condu-
cía a la plaza mayor. Allí los formaba en fila india embutidos en el
estrecho corredor y luego blandiendo su espada los ensartaba como
solía hacerlo con los costales de arena. Los que lograban salvarse de
las feroces embestidas eran librados para que den testimonio en Chile
de la venganza pública ejercida por el coronel Ramos.
127
La uva en la Provincia Gran Chimú
Un legado de Don José
128
C
ascas, en la provincia Gran Chimú, es hoy una región prover-
bial por sus ubérrimas vides y una pujante industria vitiviní-
cola. La historia de la uva en esta región es, sin embargo, re-
lativamente corta, de hace poco más de setenta años data el origen de
esta especie frutal en esta zona. En el comienzo de los tiempos de la
uva en la provincia de Gran Chimú estuvo, por supuesto, la familia
Rabines y una francesa que visitó esta región allá por los años treinta
del siglo pasado.
129
las estribaciones se encargan de romper los límites de la realidad y con-
vierten a esa imagen en una suerte de mito personal que acunaba sus
amodorradas tardes en medio de la vejez.
José Rabines Pazos sentado sobre su toro de raza Hollstein importado de USA llamado El Dólar.
La mantequilla que se producía en la hacienda Simbrón se vendía en el Hotel Bolívar de Lima.
130
Sayapullo. En el trayecto pasaron por Rancho Grande y otros anexos
de la hacienda en los que recibieron muestras de hospitalidad y de
homenaje; finalmente arribaron al fundo La Mora. María Adelaida re-
cuerda conmovida por la emoción que en el patio de la casa estaban
formando líneas, como un escuadrón militar, la familia Rabines en
pleno.
131
apetito los manjares, las hermanas apenas si probaban bocado. Esta
pulcritud de modales hizo que le pusieran como apelativo las niñas
Martin.
De todos ellos la que tenía mayor edad era María Adelaida y por
eso los recuerdos que alberga son más nítidos. Ella sufrió en carne
propia un cúmulo de extraños sentimientos que la marcaron fuer-
temente, era casi una adolescente que ya venía experimentando
una serie de cambios. Y un viaje a un exótico país era una especie
de sismo en su vida personal. Cada día era asaltada por una nueva
sensación de extrañeza y hacía mil pequeños descubrimientos que
la hacían comprender la abismal diferencia entre su natal Francia
y el país de sus ancestros paternales.
Eran otras costumbres, otras formas, otra lengua, otra vida en general
a la que debía adaptarse. Menudos detalles como la falta de interrup-
tores de luz en las paredes llamaban poderosamente su atención. Re-
cuerda aún las noches cerradas en que se levantaba y a tientas bus-
caba infructuosamente encender la luz con inexistentes interruptores.
En Simbrón y Sayapullo se alumbraban con lámparas de querosene.
132
Las diferencias se notan muchas veces en los asuntos domésticos. A
María Adelaida, por lo demás de naturaleza observadora, le llamaba
la atención el sistema de servicios higiénicos y el desagüe que se usa-
ban en las casas hacienda de la época. En esa época no había baños
particulares, uno solo era ocupado por toda la familia. Y por las no-
ches utilizaban bacinicas de losa con tapa que, en las primeras horas
del día, las sirvientas de la casa sacaban de las habitaciones y arroja-
ban sus contenidos a una acequia en la que desembocaba el alcanta-
rillado. También le causaba sorpresa constatar que la cocina era una
especie de laboratorio en el que se afanaba la servidumbre de la casa
con ollas y fogones a lo largo del día.
133
A nadie se le había ocurrido que podría convertirse esta zona en
un emporio vitivinícola.
134
plantas que lucían unos racimos vigorosos y multiformes. Desbor-
dado de entusiasmo por el palpable éxito de la siembra de uva, de
una variedad que curiosamente se llamaba belleza del bosque, don
José escribió a su hermano conminándolo a que le envíe un lote
más de sarmientos. Así fue cómo la uva se arraigó en estas tierras
hasta adquirir dimensiones industriales.
Pasaron los años y antes de la muerte de don José el año 1962 había
unos empresarios franceses interesados en invertir en un proyecto
agroindustrial para fabricar champaña con la uva de esta región.
La muerte de este prohombre truncó este proyecto, luego las con-
vulsiones políticas y sociales en el país terminaron por erradicar
cualquier iniciativa de inversionistas foráneos. La Reforma Agra-
ria y el reparto de tierras a los campesinos a comienzos de la dé-
cada de los años setenta arrasó con el sueño de industrializar la
uva.
135
TERCERA GENERACIÓN
1926-1990
Apogeo y crisis
La llegada del progreso
136
137
Rabines Ravines
Unión de linajes
Como suele ocurrir con las grandes familias, entre los Rabines se
desarrolló una tendencia endogámica y por eso muy pronto descen-
dientes del mismo tronco común, divididos por una mala inscrip-
ción, un error ortográfico del registrador o lejanas rencillas ancestra-
les, terminaron casándose por obra y gracia del destino. El caso más
emblemático fue el de don José Rabines Pazos y Elsa Ravines Santo-
lalla, hija del coronel Belisario Ravines, natural de Cajamarca. Hubo
otro cruce parecido entre Alberto Martin Lynch y María Zoraida
Ravines Villanueva.
138
Cuando se unieron en matrimonio, Elsa Ravines trajo a su madre a
vivir a Simbrón. Doña María era una mujer esbelta, que a pesar de su
figura de muñeca, con los brazos bien torneados, tenía mucho temple
y mucho sentido de las premoniciones. Apenas presintió su muerte
pidió que la llevasen de regreso a Cajamarca para encontrar el reposo
eterno. Eudocio Saravia Ravines fue el encargado de transportarla
hasta la Ciudad del Cumbe.
139
Una de ellas cuenta que en una de las campañas electorales para el
Congreso don Fermín llegó a Sayapullo, donde fue recibido por José
Rabines, quien se ofreció a acompañarlo a Cajabamba para continuar
con la gira proselitista. En el camino se enteraron que se había tendido
una emboscada para asesinar al candidato, todo estaba dispuesto, ya
había sido identificado el objetivo mortal por el color del caballo y de
su poncho. Poco antes de arribar a Cajabamba, sin embargo, don José
Rabines Pazos logró con el pretexto de sentirse mal del cuerpo por
una repentina gripe que don Fermín le entregara su poncho y cam-
biara de caballo. Apenas cruzaban los primeros linderos del pueblo,
fueron atacados por la partida de conjurados, pero don José, experto
tirador y ágil jinete, logró tirarse a una acequia y distraer con una
salva de balazos mientras la comitiva en la que iba camuflado don
Fermín arrancó a galope tendido e hizo su ingreso triunfal en Caja-
bamba.
140
Unos años después, desertó de las fuerzas policiales, su espíritu aven-
turero le reclamaba una vida más intensa, por lo que no reparaba en
asumir actitudes rayanas con la insensatez, con locuras románticas
como marcharse a Bolivia sin norte fijo, guiado por el impulso secreto
de encontrarse con su propio incierto destino. El último rastro que sus
hermanas Graciela (quien murió muy joven víctima de una letal tifoi-
dea), Elsa y Leonor conservan de este hermano, el benjamín de los
Ravines Santolalla, es una carta en la que les ponía al tanto de su úl-
tima aventura: se iba a la guerra del Chaco, en la que no tenía arte ni
parte, solo por vivir una aventura más en su azarosa trayectoria exis-
tencial. Nunca más se supo de él, es muy probable que haya muerto
en medio de una batalla, fiel a su espíritu indomable, luchando por la
causa que fuese con tal de vivir al filo de la navaja, como suele ocurrir
con los miembros de este linaje.
141
José Alfredo Rabines Ravines
Un emprendedor infatigable
142
leyenda urbana que se había creado en torno al luchador social
muerto en la selva peruana.
143
Las relaciones entre ambos países estaban por aquella época envene-
nadas por inveterados litigios fronterizos. Esta susceptibilidad lle-
gaba a niveles risibles y en algunos casos tragicómicos. José Alfredo
vivió en carne propia una experiencia que pudo haber sido dramática,
pero que felizmente solo fue anecdótica. Durante sus labores en Ma-
chala, localidad ecuatoriana, se enamoró de una bella ecuatoriana,
hija de uno de los ingenieros que supervisaba las obras del Canal de
Zarumilla.
144
Al llevar a cabo el registro personal, los gendarmes ecuatorianos des-
cubrieron el tatuaje que ostentaba Noblecilla como ex combatiente de
la contienda peruano-ecuatoriana. Por este inocuo tatuaje recibió una
paliza mientras que a José Alfredo por ser menor de edad solo lo cas-
tigaron arrojándole baldazos de agua fría.
145
Fotos pertenecientes a la época de José Rabines Pazos. Esta imagen es de cuando se estaban ha-
ciendo las carreteras a Simbrón, Sayapullo y Colpa.
146
a Chile, donde los colocaba a precios rentables. Hubiera seguido en
este fatigoso negocio por algún tiempo más si es que uno de sus cho-
feres, de apellido Velezmoro, no lo hubiera seducido con un verdadero
canto de sirena: hacer transporte de carga pesada al Marañón. Por en-
tonces se trataba de una real odisea, el comercio de mercancías estaba
a cargo de conocidos arrieros de la zona que realizaban su labor con
acémilas. Los más avezados y conocidos arrieros de esta región eran
por entonces Benigno Tirado, Ananías Linares y Germán Contreras.
Esta empresa fue pionera en cubrir la ruta Trujillo- Pataz y logró una
verdadera proeza en aquellos años. La agreste ruta se interrumpía
en el río Marañón. La caudalosa corriente que Ciro Alegría compa-
raría con una serpiente de oro se erigía como una barrera infran-
queable. Los vehículos motorizados solo llegaban hasta ese paraje y
nadie hasta entonces había tratado de desafiar a la bravía naturaleza.
147
construcción de la carretera Trujillo-Huanchaco solía ver pasar a una
bella muchacha que muy pronto llamó poderosamente su atención.
Por entonces la futura esposa de don José trabajaba en La Climática
de Huanchaco- una especie de centro de salud para enfermos de los
pulmones- y todos los días hacía el trayecto en un auto, cuyo chofer
hacía malabares para no enterrarse en esa maltrecha carretera. En
una ocasión el joven enamorado urdió una inocente treta y logró que
el carro que conducía a la esbelta dama se averiara en el trayecto, así
pudo entablar por fin una conversación con la pasajera. Este fue el
punto de partida de una relación tuvo el final feliz de un matrimonio
que duró el resto de la vida.
Foto perteneciente a la época de José Rabines Pazos. En esta imagen, posando en las minas de
Huayday.
148
El año 1957 la familia se mudó a Sayapullo y sentaron sus reales en la
hacienda La Mora. El espíritu mercantil de José Rabines Ravines no
conoció tregua, pronto construyó una mini hidroeléctrica para vender
luz eléctrica a los pobladores de ese distrito. También se dedicó al
transporte de mineral desde Sayapullo hasta el Puerto Salaverry.
Tuvo que pasar ocho años para cancelar esa deuda, pero debido a la
diligencia y las dotes de comerciante de José Rabines Ravines el ne-
gocio marchó viento en popa. La consignación exclusiva para la co-
mercialización del azúcar cubría los departamentos de La Libertad y
Cajamarca. La reforma agraria del gobierno militar del general Juan
Velasco Alvarado puso fin a este próspero negocio.
149
empresa Supergas en Trujillo, que fue la primera tienda que vendía
cocinas de gas importadas de Italia y de Estados Unidos a esta ciudad.
Para emprender esta actividad comercial logró convertir en socios a
sus amigos Vicente Bryce Campodónico, Rodolfo Bryce Sanjuán y
Carlos Salazar Southwell.
150
Compín, provincia de Gran Chimú. Poco tiempo antes el ingeniero
Salazar había perdido la mina Malín por no haber podido pagar los
derechos de vigencia de la concesión y antes de que Rosicler corriera
la misma aciaga suerte, decidió entregársela a su buen y leal amigo.
Era tal la confianza que había depositado en José Rabines que le con-
fió la tarea de asumir la gerencia de la agencia Gonzáles Larrañaga
para evitar continúe un millonario desfalco cometido por los anterio-
res directivos. La hacienda familiar del ingeniero Salazar ya había su-
frido cuantiosa pérdida al ser despojado por la Reforma Agraria de
su hacienda Barbacay en Huarmey. Ya sin mayores ambiciones por-
que no tenía hijos, el ex ministro de fomento y Obras Públicas del go-
bierno de Manuel Apolinario Odría, no dudó en desprenderse de sus
concesiones mineras para dárselas a un emprendedor con vasta expe-
riencia en la minería.
151
La oportunidad era inmejorable. Y con el olfato propio de los hom-
bres de negocios de raza José Rabines se puso manos a la obra. Rosi-
cler era una mina de plata y antimonio y este último metal estaba co-
tizado a buen precio en los mercados internacionales. En esta mina
hicieron sus pininos en la actividad minera Fernando (16 años) y
Eduardo (14) Rabines Llontop. Los adolescentes hijos de José Rabines
pallaqueaban mineral en la cancha de la bocamina de Rosicler, hoy
en día este asiento minero se denomina Bumerán y forma parte del
consorcio de minas de propiedad de Eduardo Rabines Llontop.
¡Oye, flaco, qué haces por aquí. Tú no eres minero”…le dijo sorpren-
dido el ministro, seguro que José Rabines era un próspero agricultor
dedicado al cultivo de uvas. A pesar de los años transcurridos, Fer-
nández Maldonado no había olvidado la prodigalidad con que José
Rabines le obsequiaba cada fin de año un cajón de uvas de la ha-
cienda Simbrón.
152
de esos años estaba interesado en promover a los empresarios nacio-
nales con la aplicación del modelo de sustitución de importaciones.
Al término de la reunión el ministro Fernández Maldonado hizo un
aparte con José Rabines y le sugirió que lo llamase por teléfono para
acordar una cita privada. Poco tiempo después se produjo el encuen-
tro en el que don José expuso su plan de negocios, brindó los detalles
técnicos y la factibilidad y rentabilidad de la inversión. Las dotes per-
suasivas rindieron sus frutos y el ministro accedió a otorgar el crédito
cuya solicitud había venido languideciendo por varios meses en los
despachos de burócratas impasibles y ordenó a los altos directivos del
Banco Minero a desembolsar el empréstito.
Don José los dejó en medio del árido paisaje, les dio plata y la con-
signa de cumplir el cometido. Al día siguiente un camión llegó aper-
trechado de más insumos. En los alrededores había un potrero de bu-
rros salvajes y la zona era agreste por lo que la tarea de allanar el te-
rreno con terraplenes para edificar un campamento requería del con-
curso de varios obreros. Primero había que desbrozar a machetazo
limpio el monte, lleno de cactus y de malas hierbas, luego las labores
de construcción del campamento, la limpieza de los socavones y la
instalación de la línea para volver a poner operativa la mina.
153
La bonanza económica que duró más o menos once años permitió
que la familia Rabines adquiriera una mansión en la urbanización El
Golf, un departamento en Lima y que Fernando y Eduardo viajaran
por Europa, adquiriendo diversas experiencias tal como lo hicieran
sus antepasados. Eduardo estuvo en Inglaterra y Fernando recorrió
España.
154
como resultado de esta aparente buena gestión se hizo socio con el
diez por ciento.
155
en los mercados internacionales y la planta se convirtió en una suerte
de embarcación varada en medio del desierto.
Pero no todas las tenía consigo don José Rabines, pues debió luchar
contra las adversidades de la naturaleza. Las inclemencias del Fenó-
meno del Niño hicieron sus estragos, el acceso a la mina era por esta
razón más complicado. Don José y sus hijos debían realizar acciden-
tadas travesías para llegar a la bocamina. Fernando y Eduardo Rabi-
nes tenían que caminar 12 kilómetros diarios desde el distrito de
Lucma para cubrir el trayecto de ida y vuelta al asiento minero. Por
los agrestes parajes aledaños a la mina no cruzaba ninguna carretera,
por lo que la tarea número uno era construir esta vía de acceso.
156
conclusión de que era factible un proyecto de inversión por tres mi-
llones de dólares para repotenciar la explotación de esta mina.
157
Solo la muerte pudo apagar apasionado
corazón minero de don José Rabines
Ravines.
Impulsó nuevas empresas y propuso Ley de Carbón.
158
Como un desquite extraño del destino, una penosa enfermedad segó
la vida fecunda, pionera y ejemplar del Ing. José Rabines Ravines,
gran amigo de esta casa periodística y propulsor infatigable, empeci-
nado, de la minería a la cual aportó tanto. Falleció a los 63 años de
edad, con un cúmulo de ideas y proyectos por realizar.
El Ingeniero José Rabines Ravines fue uno de los hombres más tena-
ces y emprendedores del sector minero. Fundó numerosas empresas,
entre ellas la Cía. Minera Rosicler, de antimonio y plata; la Cía. Mi-
nera Malín, de plata y oro; José Rabines Huayday y Ambara, de car-
bón antracítico; Minas de Carbón Baños Chimú, todas en el Norte del
país y la Empresa Servicios y Suministros Mineros, con Atlas Copco,
también en el Norte.
Como todo niño, anheló emular a su padre José Rabines Pazos, mien-
tras, cogido de su mano firme, lo acompañaba en sus trajines mineros.
Don José se dedicó de lleno a la minería. Fruto de este quehacer fue-
ron las minas La Camotera y La Bola de Igor, en Sayapullo. José, hijo,
estuvo allí.
159
familia, ejemplarmente unida, la hacienda Simbrón, en el Norte,
donde llevó y plantó los primeros sarmientos de vides. Por eso en esa
región del Perú se cosecha también uva.
GRAN VENCEDOR:
Pero todo su ser “tira” hacia la minería y se afinca en ella con más
ímpetu. Trabaja con sus hijos a golpe de chulana y comienza a palla-
quear. Fue un paradigma de trabajo. Lástima que sólo hubo algo que
lo derrotó: el hábito de fumar en exceso.
Hace 14 años, sin ser visionario, dudaba de la eficacia del Banco Mi-
nero del Perú como entidad de fomento. Y apoyó inclusive económi-
camente la formación de la Cooperativa Minera de Crédito y Servicio
160
“Alberto Noriega”. Era consciente que los mineros deben contar con
dinero propio para un servicio solidario.
161
CUARTA GENERACIÓN
1990-2021
El destino cumplido
Año 1985 en la mina Ambara (en sánscrito significa La Mano de Dios) don José Rabines Ravines
y Eduardo Rabines Llontop, destacados empresarios mineros de la tercera y cuarta generación de
esta estirpe.
162
163
L
a familia Rabines perdió la mina Sayapullo por una retahíla de
sucesos funestos: la muerte de don Francisco Rabines Girón fue
el primer descalabro, luego fallece en 1907 Ricardo Martin Ra-
bines, sobrino carnal del patriarca, y al año siguiente Justo Rabines
Pazos, quien también se había dedicado a las actividades mineras.
164
Internacional, hoy en día Interbank. A finales de la década de los años
cincuenta fue transferida al ingeniero Carlos Montori Alfaro, el que
la tuvo en actividad hasta los años noventa cuando paralizó sus labo-
res debido al fenómeno de El Niño y a la baja del precio de los mine-
rales. En el último fenómeno de El Niño, el año 1998, Eduardo y Fer-
nando Rabines debían hacer varios trasbordos para llegar a caballo a
la mina Cascajal- Cerro Carangas-Lucma tras cuatro horas de fatigosa
ruta por las escarpadas estribaciones de los Andes y en medio de in-
clementes lluvias. Iban acompañados de sus leales colaboradores Ja-
vier Obeso Cabrera, Javier Castro Acevedo y Jhony Moreno de
Lucma.
165
La minería no es solo una vocación,
sino mi destino
El último de los Rabines que ha heredado la larga tradición en el comercio, la industria, la minería
y la vida política e intelectual debió realizar su propia odisea. Durante un tiempo navegó en otros
mares hasta que su poderosa vocación por la minería lo llevó a encontrar su destino personal.
166
Rafael Belaunde, hijo del presidente Francisco Belaunde Ferry que
después adquirió la propiedad de esta mina y luego la traspasó a unos
empresarios finlandeses.
167
168
Por si esto fuera poco, Eduardo Rabines obtuvo la licencia social de
los comuneros para explotar la mina aurífera Cascajal tras desplegar
todas sus dotes persuasivas gracias al respeto y consideración gana-
dos por sus ancestros a lo largo de más de un siglo y a su buen com-
portamiento personal en la zona. Después de estos resonantes éxitos
y de vender su mina Cascajal, Eduardo se convirtió en socio minori-
tario de Atacocha. Así nació la Compañía Minera Cascaminas S.A.C.
169
Su primer trabajo como piloto lo consiguió en la empresa Aerocóndor
de Ica, después se desempeñó como instructor de vuelo en el Aero-
club de Collique en Lima. Más adelante ingresó a la Compañía de
Aerofumigación Agrícola (CAFA),m en la que laboró fumigando va-
lles algodoneros de Ica, Chincha, Cañete y Chillón.
170
Europa utilizando el transporte aéreo de Trujillo a Lima para su mer-
cancía y fundó la empresa Chimú Export E.I.R.L. para exportar
mango fresco al viejo continente. Durante esta temporada compartió
las actividades comerciales con sus labores aeronáuticas.
171
alejaban tan solo unos pocos kilómetros de su base. Eduardo, en cam-
bio, recorría los trayectos Lima- Trujillo-Chiclayo-Lima y en una
oportunidad debido a los fuertes vientos estuvo a punto de realizar
un aterrizaje de emergencia en el puerto de Malabrigo. La Fuerza Aé-
rea del Perú se opuso a que cumpliera su propósito de ampliar sus
vuelos hasta Tumbes.
En la quinta Chanita de su propiedad en las inmediaciones de la Huaca del Sol y la Luna. Allí
practica su a afición a los caballos de paso.
172
en un diario limeño por gestiones del ex marino dio la noticia de este
viaje a Pacasmayo a bordo de una aeronave ultraligera.
173
Niño del año 1997 afectaron la agricultura, las lluvias cortaron el acceso
al asiento minero y, para colmo de males, cayó el mercado de las
briquetas de carbón industriales como efecto de la crisis económica
general. En esos aciagos años dos importantes proyectos mineros
carboníferos se quemaron en la puerta del horno. El primero fue con
la empresa IDEMITSU KOSAN de Japón que quería exportar ingen-
tes cantidades de carbón desde el puerto de Salaverry. Durante el
año 1996 Eduardo mantuvo comunicación fluida con el gerente de
esta empresa trasnacional, proporcionándoles la información que re-
querían y haciendo de enlace para las gestiones preliminares antes
de la formalización de este megaproyecto. Cuando un grupo de eje-
cutivos se aprestaba a visitar el Perú para ultimar in situ los detalles
de esta cuantiosa inversión, una columna de subversivos del Movi-
miento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) asaltó la embajada de
Japón y capturó de rehenes a un grupo de connotadas personalida-
des nacionales y extranjeras. La crisis de la embajada generó una cri-
sis que mantuvo al Perú en vilo durante cuatro meses. Los japoneses
cancelaron su visita y desistieron del proyecto de inversión. En el
ranking de la revista Forbes de 1996 KOSAN figuraba entre las 25
empresas más grandes del mundo.
174
El otro proyecto que naufragó en esa década fue del empresario nor-
teamericano Larry Hunt, a quien Eduardo conoció por intermedio del
decano de Geología de la Universidad Nacional de Ingeniería, inge-
niero Estanislao Dunin Borkoski. Hunt, que tenía sus minas de carbón
en Pensilvania, quería extender sus inversiones a Sudamérica. Un
proyecto lo desvelaba por entonces: exportar carbón para uso domés-
tico desde el Perú a Bolivia y a Brasil. El ejecutivo norteamericano
aseguraba haber hablado personalmente de este proyecto en benefi-
cio de los sectores más pobres con los presidentes de la república de
ambos países. No tardaron en surgir, sin embargo, malentendidos y
diferencias que truncaron el proyecto.
175
Gracias al gerente de Cartavio, Julio Bustamante, brindó sus servi-
cios a esta empresa azucarera hasta fines del 2002. Este año concretó
un negocio con la empresa minera canadiense Plexmar, Pan Ameri-
can Silver y Enviro Gold de Australia, y algún tiempo después con-
tactó con Atacocha, que deseaba expandir sus operaciones en el
norte y con ella realizó importantes negocios que le abrieron nuevas
perspectivas. Con sus regalías celebró una sociedad comercial con
esta compañía que no solo incrementaron su patrimonio sino que le
permitieron atraer inversiones a favor de la región La Libertad por
alrededor de 70 millones de dólares para la explotación de la mina
Cascaminas y Sayapullo.
176
explotación de la mina de carbón Ambara, en el Alto Chicama. El
pretexto que aducían era que el titular de la concesión minera había
fallecido y que el contrato no era hereditario. En realidad, el con-
trato aún estaba vigente, pues había sido suscrito por diez años y
solo había transcurrido siete, por lo que Eduardo Rabines reclamó
la titularidad del contrato y que se respete el plazo.
177
Compañía minera Lucma S.A.C.
Ambos son los más recientes emprendimientos mineros de Eduardo Rabines Llontop.
178
Pero la diosa Fortuna, tan propicia con los prohombres de su clan
familiar, nunca lo abandonó en los momentos cruciales, cuando es-
tuvo a punto de perder los títulos de las concesiones mineras por
falta de pago de las obligaciones contractuales. En una de esas oca-
siones, un empresario minero de Lima, Herbert Fiedler Villalonga, a
quien no conocía personalmente tuvo un papel providencial para
salvar esos derechos de vigencia de las concesiones mineras. Fiedler
Villalonga conocía de las peripecias de Eduardo por Guillermo Mon-
tori Roggero, hijo del empresario minero Carlos Montori, por lo que
conmovido por las dificultades financieras que él también había su-
frido le brindó la ayuda económica.
179
Pese a la buena fortuna, que es su principal aliada, Eduardo Rabines
Llontop no se ha dormido en sus laureles. Continúa con el ímpetu y
la vehemencia propias de su carácter y todo parece indicar que per-
sistirá en la promoción y explotación minera los próximos años.
Ahora está más convencido que nunca que la minería no es solo una
vocación sino su destino. Su optimismo está basado ahora en datos
estadísticos, en la objetiva situación de los mercados internacionales
y en el cálculo de las reservas mundiales. Haciendo un pronóstico
del futuro de la minería él concluye que el precio de los minerales
continuará al alza, sobre todo el de la plata, lo que permite vaticinar
que no habrá una dramática baja en la cotización de este metal y que
su precio no será objeto de maniobras especulativas en el mercado
internacional.
180
181
LOS RABINES Y LA POLÍTICA
Conciliábulo. En una sobremesa conversan tres protagonistas de la historia del Perú: Eudocio
Ravines, Pedro Beltrán y Víctor Raúl Haya de la Torre.
182
183
Eudocio Ravines Pérez
Eudocio Ravines Pérez, Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, tres de los líde-
res políticos que, además de agitadores de masas, fueron los intelectuales más importantes del
siglo XX en el Perú.
184
no- al movimiento político del país en los últimos cincuenta años,
Ravines ha aportado lo que muy políticos pueden presentar en el mo-
mento del balance: una heredad sin cuentas corrientes, una imperiosa
necesidad de seguir trabajando como el primer día.
Creo que una de las más tremendas crueldades que cometemos los
peruanos, casi como una costumbre, es el olvido de los propios, esa
suerte de canibalismo que practicamos desde hace tanto, esa manera
ya no solo de olvidar sino de hundir y destrozar a las personas, a sus
vidas y a sus obras.
Son muchos los ejemplos de esta especial memoria colectiva del país
o, si se quiere, de esta inmemoria morbosa y extendida. Hoy podría
estar cometiéndose uno de aquellos extremos.
185
estos sentimientos convalecientes y provisorios. La conjura del silen-
cio sobre Ravines ofende más al país que a él mismo.
186
Una vida sin tregua
C
omo todo hombre de convicciones tajantes, concitaba sentimientos
encontrados, no se podía mantener con respecto a él una posición
equidistante. A Eudocio Ravines se le denostaba o admiraba, se le
odiaba o amaba, se le vilipendiaba o elogiaba.
Lúcido, fogoso, controversial, el camaleónico líder político Eudocio Ravines Pérez encarna un
capítulo de la historia del Perú como testigo privilegiado de momentos decisivos en el siglo XX.
187
En el siglo XX ha brillado con luz propia el intelectual, periodista, es-
critor y político de controvertida trayectoria Eudocio Ravines Pérez.
Nacido en Cajamarca en 1895, hijo de Víctor Ravines Perales y Leonor
Pérez Manzanares. Cursó estudios secundarios en el Colegio San Ra-
món de Cajamarca. En 1917 viajó a Lima, donde prestó sus servicios
en diversas firmas comerciales vinculándose al mismo tiempo a los
movimientos obreros y estudiantiles. Arrestado por el gobierno de
Leguía en 1924 fue confinado en la Isla San Lorenzo.
188
La partida del padre es un acontecimiento desgarrador para el pe-
queño Eudocio, quien lo había idealizado al punto que los años no
pudieron opacar las reverberaciones que suscitaba el recuerdo de la
figura paterna. Ningún otro personaje masculino descrito por la afi-
lada pluma de Eudocio Ravines (exceptuando quizá a Haya de la To-
rre) alcanzó esa dimensión rayana entre lo épico y lo lírico.
La partida del padre trastorna todo el universo del niño y le hace co-
nocer el miedo en estado puro: “Por la noche mi padre hizo ingresar
al patio, atravesando la habitación que nos servía de dormitorio, la
mula en que debía partir. Desde mi cama…contemplé los ojos verdo-
sos, relucientes, del animal un tanto asustado al atravesar la pieza a
oscuras. Los cascos herrados sobre los ladrillos y aquellas pisadas gol-
peaban sobre mi corazón. Tenía pavor…sí, era de miedo a que aquel
hombre no regresara nunca más.”
189
carga de moción y de pasión que ponía en todo. Mi padre perdía por-
que se burlaba, no daba importancia a lo que la tenía para mí”.
190
un verdadero país de las maravillas. Y poco tiempo después la es-
cuela funcionaba con gran progreso de las chicas, sin que fuese obs-
táculo que las alumnas me llevasen muchos años en edad.”
Las sui generis circunstancias que le tocó vivir precipitaron ese pre-
coz talento y además un sentido combativo y trágico de la vida. La
estancia en Matara determinó un cambio significativo, pues “consti-
tuyó en realidad mi ingreso al mundo, mi paso colectivo con la vida;
en su ambiente salí del estrecho contorno familiar y empecé a apren-
der, a conocer y a entrar a la vida de las gentes.”
Por esta época debió llegar la noticia de la muerte del padre en cir-
cunstancias extrañas en la selva. Y esta mezcla de sentimiento de or-
fandad y la aguda sensación de la dureza del camino que debía reco-
rrer en la vida marcaron de modo definitivo su cosmovisión y su ac-
titud que se reflejaría a lo largo de su azarosa trayectoria existencial.
191
diesen cuenta de ello, sin que lo presintiese siquiera, sobre mi vida
tronaba lo esencial de Darwin y lo vital de Nietzsche.”
Años más tarde, cuando Eudocio tenía quince años, llegó a Cajamarca
una delegación de intelectuales trujillanos para afianzar el acerca-
miento entre ambos pueblos que antes habían mantenido cierta riva-
lidad. Entre los visitantes estaban Víctor Raúl Haya de la Torre, Alci-
des Spelucín, Antenor Orrego, quienes ofrecieron un recital en el tea-
tro de Cajamarca. En la velada literaria el poeta José Gálvez recitó un
poema a Cajamarca. Todos ellos se alojaron en la casa del coronel Be-
lisario Ravines, donde el púber Eudocio vivía desde hacía algún
tiempo.
192
retornó al Perú en 1931. A raíz de la huelga de los mineros de la sierra
central, es recluido en los aljibes del Real Felipe, en el Callao, donde
permaneció cerca de dos años. Evadido de la prisión en 1932, viajó
clandestinamente a Rusia, donde residió hasta 1935.
193
asumió el nuevo credo impresionó a los líderes rusos que lo becaron
para que siga estudios de marxismo-leninismo en la misma Rusia. Di-
versas versiones fidedignas aseguran que allí conoció a Mao Zedong,
con quien compartió estudios ideológicos y congeniaron en diversas
posiciones a pesar de que Mao era de mayor edad.
El plan de Lenin era apoyar al bando republicano con ideas y con ar-
mas, así como los nacionalistas franquistas recibían la colaboración
desembozada de los alemanes y los italianos. La suerte se inclinó a
favor del triunfo de los nacionalistas porque, entre otras razones, re-
cibió un apoyo más decidido de los nacionalsocialistas alemanes y
fascistas italianos. El bombardeo inmisericorde de Guernica, una
194
población vasca desmilitarizada, fue obra de la aplastante fuerza aé-
rea alemana que probó en esa masacre el poderío bélico que más tarde
puso en acción en la Segunda Guerra Mundial.
195
Muy cara debió pagar la victoria el patricio de la política que fue José
Luis Bustamante y Rivero, quien fue apodado como el “cojurídico”
por su apego a la ley y su pulcro respeto a las formas democráticas.
Una vez instalado en la Casa de Pizarro, comenzaron los tiras y aflojas
con los aliados apristas, quienes intentaban manipularlo como si
fuera una marioneta. Haya de la Torre, a quien por entonces llamaban
con el seudónimo Pachacutec, se creía con mejor derecho a gobernar
tras bambalinas. Todos estos chanchullos políticos los denunciaba el
semanario Vanguardia que dirigía Eudocio Ravines.
Este periódico solo contaba con un colaborador que era Roberto Ra-
mírez del Villar, amigo y admirador de la apabullante personalidad
de Eudocio. La contra carátula de Vanguardia era una sección inamo-
vible dedicada a poner en entredicho la tesis de Haya de la Torre so-
bre el espacio-tiempo-histórico desde el punto de vista científico e
ideológico.
196
Su incesante actividad no sólo la desplegó en sus labores periodísti-
cas, también en la política realizó una tarea intensa. En Chile organizó
el Frente Popular para lanzar la candidatura de Aguirre Cerda. Se tra-
taba de un movimiento comunista que logró obtener un mayoritario
respaldo popular en las elecciones generales catapultando a Aguirre
Cerda a la primera magistratura de la nación. No duró mucho en el
ejercicio de la presidencia de la República, cargo del que fue desalo-
jado por un golpe de Estado.
197
Los cuestionamientos de Eudocio Ravines no eran superfluos, hay un
consenso cada vez mayor que él fue, sin lugar a dudas, el mejor mar-
xista de Latinoamérica y que, desde esta perspectiva, lanzaba sus crí-
ticas contra los intentos mixtificadores de Haya. Ravines había estu-
diado ruso durante cinco años, hablaba francés, inglés, alemán y sabía
algo del chino mandarín. Era un hombre muy inteligente aunque po-
seído de un fuerte espíritu destructor, de ideas que no conocían de
matices, extremista por antonomasia. Por eso su antiaprismo, por
ejemplo, fue furibundo, hizo una campaña demoledora contra el
APRA y de alguna manera contribuyó a la crisis política que precipitó
la dictadura militar de Odría. Apenas instalado en el poder y dándose
cuenta muy pronto del peligro que suponía Ravines para la estabili-
dad del flamante régimen, Odría lo expulsó del país.
Eduardo Rabines recuerda con nitidez un día del año 1986 en que de
paso por Miami, adonde había viajado para comprar repuestos de
avión, abordó un taxi cuyo chofer era un cubano refugiado. En el tra-
yecto se entabló una conversación que muy pronto derivó en la
198
política. El cubano habló pestes de Alan García y, como para salvar el
honor del Perú, señaló que nuestro país era cuna de uno de los más
grandes políticos. Mayúscula fue la sorpresa de Eduardo cuando
mencionó el nombre de Eudocio Ravines. Lo escuchó todavía un rato
y cuando terminó su perorata le dijo que ese político era ni más ni
menos que su tío. Por toda respuesta, el taxista apagó el taxímetro y
lo llevó a su destino gratis.
199
Eudocio Ravines, César Vallejo y Haya de la
Torre
Tres destinos cruciales
200
desestabilizar la dictadura leguiísta. La larga carrera política de Ravi-
nes comenzó en Lima como activista de una organización sindical de
empleados. La experiencia fue algo frustrante, pues en los empleados
pequeño burgueses, el temperamento radical de Ravines no encontró
campo propicio.
Corría fines del año 1928 cuando se constituyó en París la célula mar-
xista-leninista peruana, integrada por seis miembros (entre los que se
contaban Eudocio Ravines, secretario general de esta célula, César
Vallejo, Armando Bazán, Juan J. Paiva, Jorge Seoane y Demetrio Te-
llo). Esta célula decidió repudiar las ideas contrarrevolucionarias de
Víctor Raúl Haya de la Torre y el APRA.
201
La viuda del poeta, Georgette Phillipart de Vallejo, en su libro “¡Va-
llejo: allá ellos, allá ellos, allá ellos!” refiere que el 28 de diciembre
de 1928 el autor de Trilce “corta todo vínculo con el aprismo…y
hace pública su determinación: firma el documento redactado y pu-
blicado por varios peruanos más, entre estos Eudocio Ravines por
entonces marxista, que repudia terminantemente al partido Aprista
por la nueva orientación contrarrevolucionaria que le insuflan las
nuevas teorías de Haya de la Torre, su jefe.”
202
tanto descuidada, sin tener en cuenta la calidad de su auditorio.
Cuando empezaba a entrar en materia diciendo: “Señores, amigos
y compañeros: no puedo menos que manifestar mi decepción pro-
funda…” uno de los poetas puso en su mano derecha un vaso de
Borgoña con maceradas frases, rogándole que aceptara la invita-
ción, requisito indispensable para poder hacer uso de la palabra. Y
mientras la gran mayoría de los allí presentes aplaudía, gozosa-
mente, Haya apenas mojó los labios en el fragante líquido y reco-
menzó:
203
temperantes y abstemios están en condiciones de poner la planta
en las cúspides de la heroicidad y de la fama…Tal afirmación carece
de fundamento verdadero y falla por su base histórica…Tomemos,
amigos míos, la Ilíada, monumento incomparable de la guerra, de
la historia y de la poesía…Y bien señores, por todos los meandros
de aquella epopeya máxima corre abundantemente el vino. Los me-
jores golpes que dieron los héroes homéricos fueron inspirados por
el néctar de la viña…¿Y Alejandro? ¿Qué me decís de Alejandro el
Grande, discípulo predilecto de Aristóteles y amigo generoso de
Diógenes? Bebía, casi tanto como el mismo Baco.
204
y elaboraba su vino…Sabía más de este noble elemento que todos
los sudamericanos de su tiempo juntos…
Vallejo, que habíase deslizado hasta uno de los ángulos del estudio
donde se encontraba una pequeña biblioteca, una vez que encontró
lo que buscaba, regresó de puntillas llevando un libro en la mano.
More, al notarlo exclamó: Allí están, allí están las cartas de Bolívar
a Fanny de Villiers…
205
En todo caso, la verdad es que a partir de aquella noche, no volvie-
ron a verse otra vez en París, los dos discípulos, tan diferentes, de
Gonzáles Prada”.
206
Un Rabines salvó a una columna de apristas
207
fracasó esta intentona revolucionaria, los líderes apristas huyeron
a esconderse en las abruptas cordillera de los Andes. La persecu-
ción fue encarnizada. Antenor Orrego, Spelucín y Manuel Arévalo,
tres de los más connotados apristas primigenios, llegaron en su pre-
cipitada huida a Sayapullo donde encontraron refugio en la casa
hacienda de la familia Rabines.
208
Orrego, los Spelucín y el diario “El Norte" de
Trujillo*
Integrantes de la bohemia de Trujillo en las ruinas de Chan Keyla durante la visita de Abraham
Valdelomar. Varios de ellos formaron parte del diario El Norte, patrocinado por el empresario
minero Juan Vega Rabines.
*Este texto ha sido extraído del libro Haya de la Torre y el Grupo Norte de Teo-
doro Rivero Ayllón.
209
Trae en la primera plana dos epígrafes en latín.
Don Juan Alberto Vega habría querido que Alcides, el sobrino, fuera
minero como él- tenía minas en Sayapullo-, y por eso lo envió a Esta-
dos Unidos, a nueva Cork, a estudiar la carrera, como lo había hecho
antes con Mario, el hermano mayor de los Spelucín.
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ligado a la familia Spelucín, se casó con Carmela, la hermana de Alci-
des.
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Breve encuentro con LAS y una confesión
sincera
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Atala Vivanco, quien por entonces era presidente de la Asociación de
Pilotos de Aeroperú y además gerente de operaciones de dicha com-
pañía, lo llamó para pedirle que lo acompañe al domicilio de Luis Al-
berto Sánchez (LAS), donde tenía cita con el veterano y respetado lí-
der aprista, que fuera muy amigo de su padre el Dr. Cesar Atala
Nazzal, primer ministro de industria y embajador del Perú en USA
durante el primer gobierno aprista. El asunto por el que ambos ami-
gos recurrían al cazurro parlamentario era para encontrar solución a
un impase en las relaciones de aeronavegación entre el Perú y los Es-
tados Unidos por el cual los aviones del Perú no podían volar direc-
tamente a este país. Antes tenían que hacer escala en Centroamérica,
lo que causaba malestar y sobrecostos a la aeronavegación peruana.
No era fácil hablar con LAS, quien por entonces ocupaba altos cargos
en el poder ejecutivo. Era vicepresidente y congresista de la Repú-
blica. En los corrillos de la política circulaba el rumor de que era el
único que morigeraba los ímpetus voluntaristas de Alan García. Ce-
sar Augusto Merino Jaramillo, tío de Eduardo Rabines, era diputado
de la región La Libertad y formaba parte del círculo de allegados del
líder aprista y asistente personal de LAS.
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Galería
El ejército de los
invisibles
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Enrique Martin Velasquez, hijo de Ricardo Martin y Carmen Velasquez Rabines. Experto tira-
dor, competía con su tío José Rabines Pazos
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Hermanos Martin Lynch: Santiago, Laura, Sofía, Raúl, Walter y las mellizas Ana Rosa y María
Angélica. Falta Alberto. Año 1902.
Los hermanos Rabines Pazos. De izquierda a derecha, de pie: José, Matilde, María Antonia y
Maximino. Sentados de izquierda a derecha Justo y Luis. Sayapullo (1906).
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Maximino Rabines Pazos, 1908.
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José Rabines Pazos vestido con el uniforme de militar para enrolarse en la guerra contra el
Ecuador. 1910.
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De pie, de izquierda a derecha Héctor Martínez Vargas, José y Maximino Rabines Pazos. Senta-
dos de izquierda a derecha: Matilde Rabines Pazos y Elizabeth Boneton de Rabines. En medio el
niño Maximino Rabines Boneton. Año 1916.
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Matrimonio de A lfonso Rodríguez y Helena Rabines Lynch en el patio de la casa hacienda
de Sayapullo. Año 1925.
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En 1938 en Sayapullo acompañada de Leonor Ravines Santolalla.
José Rabines Ravines de niño, montado sobre El Cisne, caballo de paso de su padre.
Sayapullo, 1929.
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Eduardo Rabines, a los tres años en la Hacienda Simbrón. Al lado, su primo hermano Mario
Traverso Rabines.
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Hermanos Alcides Rabines López y Helena Rabines Lynch. 1928.
Elsa Rabines Ravines acompañada de su madre Elsa Ravines Santolalla en Sayapullo, año 1929.
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Elsa Ravines Santolalla con su hija Elsa Rabines Ravines. Sayapullo, 1929.
231
Don Enrique Martin Velásquez con su ejemplar de caballo de paso peruano llamado el Virrey que fue
campeón de campeones en el concurso de Amancaes, año 1930.
Damas a caballo con montura de lado en el patio de la casa hacienda de Simbrón, 1930.
232
Monseñor Elías Vásquez Lynch. 1930.
233
Eliseo Martin Ayllón y Enrique Martin Orbegoso en su casona de Trujillo, año 1935.
234
Elsa Rabines Ravines cuando era una niña.
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Alfonso Rodríguez y Helena Rabines Lynch en primer plano. Las hermanas Spelucín Vega en
segundo plano en la hacienda de Sayapullo. En 1940.
236
Juan Vega Rabines, dueño de la mina Amulaya. 1945.
237
José Rabines Pazos, el primero de la derecha, en su hacienda Simbrón con sus invi-
tados. Año 1945.
238
José Rabines Pazos y sus hijos Elsa, José y Luis. 1945.
Elsa Rabines Ravines, Leonor Ravines Santolalla y su hijo Giuseppe, año 1946.
239
José Rabines Pazos, 1950.
240
Elsa Rabines Ravines y Mario Leonel Traverso Rabines. 1950.
241
“Chanita” Llontop en la hacienda Simbrón.1954.
242
Eduardo Rabines Llontop en brazos de Susana Rosa
Llontop Jaramillo pocos meses después de haber na-
cido, año 1956.
243
Elsa Rabines Ravines, hacienda Simbrón, 1958.
244
José Rabines Pazos y su hija Elsa, hacienda Simbrón 1958.
245
José Luis, Fernando Francisco y Juan Eduardo Rabines Llontop en Sayapullo, año 1959.
Alfredo Vega Urquiza, Chanita Llontop, niño Luis Llontop Pando y su nana en el patio de la
casa hacienda de Sayapullo. 1975.
246
René Rabines Boneton flanqueado a la izquierda por su prima hermana Elsa Rabines Ravines y
al lado derecho por Lola Ortega.
247
Martin Rabines y otros a caballo en la hacienda Colpa.
248
Alberto Martin Lynch y María Zoraida Ravines, hija del coronel Belisario Ravines Perales.
Helena Rabines Lynch, Elsa Rabines Ravines y María Adelaida Elizabeth Rabines Boneton
(primas hermanas).
249
Ofelia Martin Ayllón en el balcón de su casona frente a la iglesia de San Francisco.
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José Rabines Ravines acompañado de algunos familiares y amigos en el camino de herradura de
Colpa a Sayapullo.
De pie, de izquierda a derecha: Luis Rabines Ravines; el tercero, Leoncio Rodríguez Rabines y su
hermano Alfonso. Sentados de izquierda a derecha: Edwin James Martin Rabines, Helena Rabi-
nes Lynch y Hugo Martin Ravines.
251
Chanita Llontop y José Rabines Ravines en la curva de Tiriz, camino a Sayapullo.
252
En la planta concentradora de minerales Malín (Huan-
cay). César Castillo Vargas (de gorra), Leonidas Ingunza
(con lentes), José Rabines Ravines, Fernando y Eduardo
Rabines con su prima Camuchita en brazos. 1980.
253
José Rabines Ravines entregando aguinaldos navideños a sus trabajadores de la minera
Ambara. 1985.
José Rabines Ravines y sus trabajadores mineros durante un alto en el arduo trabajo de la explo-
tación minera. 1985.
254
Susana Rosa Llontop Jaramillo. 2008.
255
Eduardo Rabines Llontop y Luis Enrique Tord Romero
Eduardo Rabines y SS. MM. Los Reyes de España en una visita a Trujillo (Perú). Año 2008
256
Domingo Varas Loli, autor de este libro; Iván Parrilla, editor de Punto Rojo libros, y Eduardo
Rabines Llontop en una cena de gala en el comedor del emblemático Hotel Alfonso XIII de Sevilla.
Agosto del 2021
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Este libro se terminó de escribir
y editar entre Trujillo (Perú),
Madrid–Sevilla (España)
y Bruselas (Bélgica) en 2021.
Se imprimió en los talleres de
Artes Gráficas Dédalo (Sevilla)
el día 25 de setiembre de 2021.
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