Ravier
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Ravier, Adrián
Resumen
Nos proponemos en este artículo desarrollar los diez elementos fundamentales que
debe considerar necesariamente una teoría económica de la empresa, respondiendo a
tres preguntas esenciales acerca de la naturaleza de las empresas, su funcionamiento
interno y sus límites. Lo haremos referenciando la literatura clásica y moderna en el
campo bajo estudio, pero tomaremos sólo aquello que nos permita presentarla como
un todo coherente. Concluimos que la empresa ya no necesita ser “una caja negra”
para la teoría microeconómica moderna, relegada al campo de la administración.
Proponemos en este artículo una combinación de aportes para una nueva teoría
económica de la empresa que reúna a contractualistas como Ronald Coase (1937) y
Oliver Williamson (1986), constitucionalistas como Richard Langlois (1995) y Victor
Vangberg (1989) y austriacos como Peter Klein (1996) y Peter Lewin y Steven Phelan
(2000), entre otros autores referenciados.
1
El autor es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y Director de la
Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. También es profesor de la asignatura “Contexto
Económico y Social de la Empresa” en el Doctorado en Administración de ESEADE.
Correo electrónico: [email protected]
HACIA UNA TEORÍA ECONÓMICA DE LA EMPRESA
Nos proponemos en este artículo desarrollar los diez elementos fundamentales que
debe considerar necesariamente una teoría económica de la empresa, respondiendo a
tres preguntas esenciales acerca de la naturaleza de las empresas, su funcionamiento
interno y sus límites. Lo haremos referenciando la literatura clásica y moderna en el
campo bajo estudio, pero tomaremos sólo aquello que nos permita presentarla como
un todo coherente.
Un mundo estático de estas características está lejos de ser real, aunque muchos
economistas aun en tiempos modernos utilizan estas herramientas analíticas para
formular sus planteos teóricos. Nosotros dejaremos este quehacer metodológico a un
lado, y nos enmarcaremos más bien en un análisis realista. Entendemos que sólo de
este modo será posible construir un puente entre la ciencia económica y las ciencias
empresariales.
Frank Knight advirtió este problema muy temprano, aunque luego otros autores lo
profundizaron:
Apenas cuatro años más tarde, Hayek comienza su propia transformación (Caldwell
1988), abandonando la noción de equilibrio que plasmó en sus escritos de los años
1920 y principios de 1930 para dar lugar al “conocimiento disperso” (Hayek 1937,
1945, 1948). Esto es lo que le permite al autor reformular el problema económico
fundamental:
En la misma línea,
Queda claro que la “racionalidad limitada” sobre la que se basa el trabajo de Ronald
Coase y Oliver Williamson y que recibe el nombre de “economía de las
organizaciones” es en cierto grado una tradición heredada de aquellos trabajos de
Hayek.
Mises quería significar que el mercado no es sólo un espacio donde las personas
pueden regatear los precios, sino que también es un proceso mediante el cual se genera
el conocimiento, la información llega a ser conocida, y se determinan los precios en
toda la sociedad. (Sautet, en Boettke 2010)
Leonard Read (1958) nos ofrece un ejemplo de la producción de un lápiz que puede
sernos de utilidad para entender esta última explicación. Read nos dice que la
producción de un lápiz “es un milagro” y lo es porque nadie sabe realmente cómo
producirlo. Podemos prestar atención a los componentes de un lápiz, como algo de
madera, el metal, la goma, el grafito, la pintura, y reflexionar que cada uno de ellos
requiere de un complejo proceso de producción para desarrollarse, coordinando la
acción de millones de personas en un objetivo común que va más allá de sus
intenciones individuales.
Nadie puede planificar ese proceso de producción. Si pensamos por ejemplo en la
persona que derriba el árbol del cual proviene la madera, debemos tomar consciencia
que no lo hace sabiendo que es parte del proceso de producción de un lápiz. Utiliza
un hacha o una sierra para derribarlo, y lo hace para recibir una retribución por su
trabajo. Quien conduce el camión que transporta esta madera hacia la fábrica,
tampoco está pensando en ser parte del proceso productivo de un lápiz. También lo
hace para recibir su respectiva retribución.
Read, finalmente, siguiente a Mises (1922) y Hayek (1948) nos explica que este
complejo proceso de mercado no puede ser reemplazado por mandatos desde un
gobierno socialista que desee administrar centralizadamente la producción. En
términos de Mises:
3. Sin precios monetarios, que reflejen la escasez relativa de los bienes de capital,
los encargados de tomar decisiones económicas serán incapaces de calcular
racionalmente el uso alternativo de los bienes de capital.
Ludwig Lachmann (1955) fue uno de los primeros autores en advertir la heterogeneidad
del capital, así como su subjetividad y su dinamismo. Peter Lewin (1999, 2005), su más fiel
seguidor, extendió aquellas investigaciones. Sus trabajos deberían ser considerados
esenciales en el estudio de la economía de la empresa.
Comenzaremos el análisis notando que un bien de capital no podría serlo, si no fuera
previamente un bien económico. Un bien económico debe contar necesariamente con
dos propiedades: que sea útil y que sea escaso. Si no contara con cualquiera de estas dos
características, no sería necesario economizarlo.
Cada bien de capital puede servir entonces a un propósito diferente, pero a la vez,
cada uno de ellos, es capaz de servir a más de un propósito. Debido a su heterogeneidad,
es decir su uso multi-específico, es necesario coordinar la actividad económica para
alinear mejor la estructura de bienes de capital que permite producir eficientemente
los bienes de consumo que se consideran prioritarios en la sociedad.
Marketing y Venta
Pintura Consumidor
final
Controles
Ensamble
Fabricación de partes
Diseño
Una empresa puede concentrar su actividad en una, en dos o en todas estas etapas,
aunque observaremos en la última sección que existen ciertos límites a la expansión
de la empresa. En general, una empresa tiene una actividad y un mercado específico,
y se nutre en esa actividad de insumos fabricados por terceros. Por ejemplo, una
empresa podría definir como actividad únicamente el diseño de los automóviles y
venderlos luego a una fábrica de autos que lleve adelante la concreción de ese diseño
en un producto real. Otra empresa podría fabricar una única parte del automóvil,
como los frenos, el volante o las puertas, y venderlos a las distintas fábricas del
automóvil, las que se ocuparán más bien de ensamblarlos una vez que reciban todos
las partes ya fabricadas. Una empresa podría especializarse en la pintura de los
automóviles y ejercer esta función para distintas fábricas. Una concesionaria podría
ocuparse de recibir el automóvil ya fabricado y destinar su actividad únicamente al
marketing o la venta al consumidor final. En definitiva, cualquier proceso productivo
puede ser subdividido en múltiples etapas, advirtiendo que en cada una de ellas habrá
un margen de ganancias diferente, pero con tendencia a equilibrarse en un beneficio
promedio uniforme. Esta tendencia obedece a que aquellos empresarios que trabajen
en actividades cuyos márgenes de ganancia son inferiores a la media o que acumulen
pérdidas, tenderán a abandonar su actividad en búsqueda de beneficios más altos; por
el contrario, aquellos emprendedores que actúen en actividades donde el beneficio es
más alto que la media, tenderán a atraer más competencia, viendo esos márgenes
reducirse hacia la media de la industria y de la economía completa.
[E]n el mundo del proceso de mercado no hay estándar ideal a través del cual
ponderar algún resultado particular. Toda la acción ocurre en un universo con
final abierto en el cual el futuro está siendo creado continuamente, y en el cual,
por lo tanto, la competencia es un “proceso de descubrimiento”. (Lewin y
Phelan, 2000. p. 110)
Una empresa es más bien una ficción legal que relaciona contractualmente a distintas
personas, con preferencias, expectativas y objetivos opuestos, pero que se coordinan en
un objetivo común, el que de manera abstracta puede plantearse en la búsqueda de un
beneficio empresarial. (Jensen y Meckling, 1976, p. 327, citado por Foss, 1994, p. 29)
Ronald Coase (1937) presentó la naturaleza de la firma separándola del resto del
mercado. Por un lado, muestra estar al tanto de la investigación de Hayek (1937)
cuando afirma que:
Por otro lado, advierte que ese “mecanismo de precios” está ausente dentro de la
empresa. A un nivel “macro” surgen espontáneamente algunas instituciones como el
dinero, el derecho, el comercio o el sistema de precios, pero a un nivel más “micro”,
a un nivel empresarial, estos órdenes espontáneos desaparecen, y lo que emerge es la
planificación central fundada sobre jerarquías, justamente por la ausencia de precios
internos en la organización. (Yu, 1999, p. 28)
Siguiendo a Robertson, Coase afirma que las empresas serían “islas de poder
consciente en este océano de cooperación inconsciente” que sería el mercado. (Coase,
1937, pp. 559-560)
Fuera de la empresa, los movimientos de precios dirigen la producción, ésta es
coordinada mediante una serie de transacciones de intercambio en el mercado.
Dentro de una empresa, estas transacciones de mercado se eliminan y, en lugar
de la complicada estructura de mercado con transacciones de intercambio, se
sustituye por el empresario-coordinador que dirige la producción”. (Coase,
1937, p. 560)
Luego, Coase nos ofrece más precisiones sobre el contrato que une a los miembros de
la organización:
Un factor de producción (o el dueño del mismo) no tiene que hacer una serie
de contratos con los factores con los que está cooperando dentro de la
empresa, como sería necesario, desde luego, si esta cooperación fuera resultado
directo del trabajo del mecanismo de precios. Estas series de contratos serían
sustituidas por uno. En esta etapa es importante destacar el carácter del
contrato del factor empleado dentro de una empresa. El contrato es uno
mediante el cual el factor, a cambio de cierta remuneración (que puede ser fija
o fluctuante), accede a obedecer las instrucciones de un empresario dentro de
ciertos límites. La esencia del contrato es que sólo debe establecer los límites
al poder del empresario. Dentro de estos límites, puede de esta manera dirigir
los otros factores de producción. (Coase, 1937, p. 562)
Estos contratos son de largo plazo, lo que genera tres ventajas importantes. Primero,
el costo de los contratos de largo plazo es inferior al de establecer esos mismos
contratos para el corto plazo. Segundo, reduce los costos de transacción, definido como el
costo de tiempo y recursos de generar cada uno de los arreglos contractuales que
permiten a la organización contar con el trabajo de terceros en búsqueda del objetivo
planteado. Tercero, al ser contratos de largo plazo proveen mayor información controlada,
lo que permite a su vez, reducir la incertidumbre. No sólo garantiza predictibilidad por el
tiempo que requiera el plan de producción, sino también que ahora se requiere menos
información para controlar el proceso. (Malmgren, 1961, p. 404)
Con lo dicho, Coase abrió lo que hoy se conoce como la teoría contractualista de la
empresa, que sintéticamente expresa que la firma reúne una serie de contratos
óptimos que alinean los incentivos de sus miembros. Más tarde, el enfoque se
enriquece con las contribuciones de Armen A. Alchian y Harold Demsetz (1972) y
especialmente con los trabajos de Oliver Williamson (1975; 1985)
Nosotros, sin embargo, no podemos cerrar esta sección sin aludir al aporte
significativo de Don Mathews (1998), quien señala que si bien la empresa se enmarca
en el proceso de mercado con su compleja estructura productiva, sería incorrecto
disociar una (la empresa) de otra (la estructura productiva o el proceso mercado). La
distinción coasiana entre management y mercado, quizás resulte exagerada.
Pero, gerenciar y planificar la firma son cosas para nada similares a lo que
comúnmente se denomina “planificación económica”. El mercado no es la
compra y venta impersonal de bienes y recursos por parte de contratistas
independientes. El mercado es un sistema de derecho de propiedad privada
que guía y fuerza las acciones que la gente realiza para mejorar su situación. El
mecanismo de mercado consiste en las acciones que la gente realiza bajo un
sistema de propiedad privada. La firma es una institución de mercado. Las
firmas se crean y organizan de determinada manera por parte de gente que
busca mejorar su situación bajo un sistema de propiedad privada. La creación
y organización de firmas son parte del mecanismo de mercado. La contratación
de los gerentes en un intento de aprovechar las oportunidades y crear valor es
parte del mecanismo de mercado. Eliminemos al mismo y la firma, tal cual
nosotros la entendemos, deja de existir. En otras palabras, gerenciar no puede
estar desasociado de usar el mercado. Existe una diferencia entre elaborar el
insumo y comprarlo, por supuesto, pero la opción existe debido al mercado, y
la opción es parte del mecanismo de mercado. La firma y todas sus acciones
no pueden estar desasociadas del mercado y sus mecanismos. (Matthews
(1998, pp. 51-52)
La dimensión de Kirzner (1973) es para esta sección de particular interés. Una vez que
las señales de precios han sido generadas y transmitidas tienen que ser descubiertas para ser
procesadas. La “racionalidad limitada” nos enseña que los hombres no son omniscientes
y tienen conocimiento limitado y por ende no capturan la “realidad concreta” de un
simple vistazo. La capacidad de atención es limitada y por ende el proceso de
descubrimiento de esa información que está ahí afuera, lista para ser capturada y
explotada, es uno de los atributos que caracteriza a la función empresarial. En cierta
medida todos somos empresarios, pero algunos más perspicaces que otros. Kirzner
propone describir a esta capacidad o propensión a estar alertas para descubrir
oportunidad como “alertness”. El descubrimiento de estas oportunidades de ganancia
aun no detectadas por ningún otro agente es el camino por el cual la asignación de
recursos se va haciendo cada vez más eficiente. En sentido contrario, un
descubrimiento erróneo, que se traduce en pérdidas irá minando de recursos a ese
empresario para forzarlo a replantear su plan para que, de esa manera, no contribuya
a seguir mal asignando recursos que siempre son escasos.
Pero nos queda aun, una última dimensión por explorar, asignada por Ivo Sarjanovic
(2009) a Ludwig Lachmann. Una misma señal de precios descubierta por dos empresarios
diferentes no es interpretada siempre de la misma manera, aspecto que se comprende en el marco del
subjetivismo metodológico de la Escuela Austriaca. Una misma señal objetiva puede ser
“leída” de maneras diferentes.
Veremos a continuación que Hayek (1973) nos permite profundizar esta distinción en
su clásico libro Derecho, Legislación y Libertad, volumen I, donde profundiza el tema de
“Normas y Orden”, distinguiendo entre “cosmos y taxis” u “orden y organización”.
Sintetizando, la empresa posee reglas explícitas y específicas, pero dentro de ellas, los
miembros de la organización tienen lugar para la espontaneidad. En la medida que las
estructuras internas de la empresa sean más flexibles, habrá mayor espontaneidad de
sus miembros lo que puede permitir mayor creatividad y aprovechamiento del
conocimiento circunstancial del espacio que éste ocupa.
El fundador o los socios fundadores de una empresa crean entonces un set de reglas
donde se destacan líneas de autoridad y de comunicación definidas con un objetivo
claro, pero de ninguna manera éstas congelan la acción de los miembros de la
organización. Por el contrario, el dinamismo y la espontaneidad de los miembros le
da “vida” a la organización, generando conocimiento, el que a su vez puede alterar la propia
estructura original de la empresa.
La firma también es un orden espontáneo, en la medida que evoluciona internamente de una manera
que nadie puede anticipar. Es justamente para intentar mantener cierto “orden” y
“coordinación” dentro de estas estructuras, que la empresa necesita cultivar cierto
conocimiento y hasta establecer una “cultura”. El emprendedor intenta entonces
construir un mundo coherente de conocimiento y una comunidad con una cultura
común. “Cambiar el yo por el nosotros.” (Yu, 1999, p. 31)
Pero no se debe perder de vista que las nuevas experiencias que acumulan sus
miembros forman una nueva institución, que abandona viejas estructuras y establece
otras nuevas. El conocimiento que estos miembros tenían ya no son suficientes ni
adecuados para resolver los nuevos problemas. A medida que la empresa cambia
espontáneamente, en términos de Vanberg (1989) y Langlois (1992), la firma deja de
ser pragmática para ser orgánica.
¿Es entonces la empresa un orden espontáneo a lo Menger? Esta fue una pregunta
que recientemente se hizo Aidan Walsh (2009), concluyendo que efectivamente
“nadie crea una firma”. Nosotros puntualizamos, sin embargo, que el emprendedor
crea la firma bajo cierta estructura para perseguir objetivos concretos, pero no puede
evitar que los miembros de la organización la vayan modificando internamente a
medida que cambia su conocimiento. Langlois es muy claro en este sentido:
No está demás insistir que este problema está ausente en la empresa neoclásica con
capital homogéneo, pues allí no hay ignorancia. Siguiendo a Hayek (1945) en el enfoque
neoclásico el problema económico es sólo de optimización, lo que podemos extender
también a la economía de la empresa.
9. El crecimiento de la empresa
Huerta de Soto (2004) concluye que “la dimensión dinámica de la eficiencia es la más
relevante pues, de hecho, aunque un sistema económico no se encuentre en la frontera
de posibilidades máximas de producción, es posible que todos sus agentes salgan
ganando si es que la creatividad empresarial mueve constantemente la curva hacia
fuera aumentando, así, las posibilidades de todos gracias a un flujo continuo de
creatividad de nuevos fines y medios que, hasta su descubrimiento empresarial,
previamente ni siquiera habían podido ser concebidos por nadie.”
La figura No. 2 muestra precisamente esta distinción entre eficiencia estática y
eficiencia dinámica. En el primer caso, nos movemos dentro de las posibilidades de
producción existentes, conocidas, dadas, tratando de utilizar todos los recursos en el
proceso productivo, sin despilfarro alguno. En el segundo caso, no sólo promovemos
el uso pleno de los recursos conocidos, sino que se promueven nuevos usos y
combinaciones que permitan expandir la frontera de posibilidades de la producción.
Desde luego aquí se torna imprescindible volver la atención sobre la innovación
(Schumpeter) y la creatividad (Kirzner), elementos que serán fundamentales para la
creación de nuevo conocimiento.
Más tarde, sin embargo, Kirzner compatibiliza su propio punto de vista con el de
Schumpeter:
Permítame reconocer que en mi libro de 1973 yo estaba tal vez muy ansioso
de demostrar la diferencia entre Schumpeter y yo. En escritos posteriores,
retrocedí. He reconocido que se puede incluir el entrepreneur de Schumpeter
bajo mi propia teoría, si se quiere. (Kirzner 1997)
Lo dicho más arriba es compatible con el clásico trabajo de Penrose en este campo
del crecimiento de la firma:
Una vez que asumimos que la planificación dentro de las empresas es posible con
relativa pero no óptima “eficiencia”, podemos cuestionarnos acerca de los límites de
la empresa. En la figura No. 1, podemos observar que una empresa podría
especializarse en una etapa del proceso productivo, en dos de ellas, en tres de ellas, o
en todas ellas, según el capital propio con el que cuente, el capital de terceros al que
pueda acceder y el nivel de conocimiento que haya logrado desarrollar.
John Kenneth Galbraith, por ejemplo, reflexionaba sobre el nuevo estado industrial:
“si un poco de planificación es buena, mucha será seguramente mejor”, asumiendo
que en el extremo una única empresa podría gobernar y planificar todo el proceso
productivo.
[U]na empresa tenderá a expandirse hasta que los costos de organizar una
transacción extra dentro de la empresa sean iguales a los de llevar a cabo la
misma transacción mediante el intercambio en el mercado abierto, o los costos
de organización en otra empresa. (Coase, 1937, p. 564-565)
Coase guarda razón en este análisis. De la misma manera que la economía moderna
nos enseña que una empresa incorporará un trabajador más a la empresa en la medida
que la retribución que le pague sea menor al ingreso marginal que su incorporación
genera en la empresa, uno puede asumir que una operación adicional sólo será
aceptada en la medida que el costo de incorporarla sea menor que el ingreso marginal
que genere.
Este análisis, sin embargo, puede vincularse al debate entre el sistema capitalista y el
sistema socialista, y a su vez con los incentivos y la burocracia. Después de todo,
concebir la posibilidad de que una empresa monopolice el proceso de producción
completo, implicaría aceptar que el socialismo es posible.
Mises (1922), sin embargo, demostró que aun suponiendo que todos están dispuestos
a trabajar con la misma intensidad tanto en un sistema de dirección central como en
uno de mercado, aun persiste el problema de cuáles serán exactamente las directivas
que dictará la Junta de Planificación Central. La pregunta clave es entonces qué bienes
y servicios habrá que producir, cuánto se producirá de cada uno, y qué bienes
intermedios son necesarios para elaborar cada producto final.
Nosotros ya enfatizamos más arriba que en una economía moderna y compleja, con
múltiples etapas de producción, la asignación de recursos requiere la existencia de
precios monetarios para los bienes de capital, que en el capitalismo surgen de un
proceso progresivo de puja competitiva entre los empresarios por los factores
productivos. Este proceso no puede ser reproducido por un análisis de los aportes y
la producción, por simulaciones llevadas a cabo por computadoras o por alguna otra
forma de mercado artificial.
En otros términos, por más que una empresa alcance un tamaño importante, ésta sólo
será posible en la medida que existan mercados y precios fuera de su estructura.
Reflexión final
Durante muchos años, la empresa fue una “caja negra” para la teoría microeconómica,
dejando su estudio a los especialistas en el campo de la administración. Ya no debe
serlo. Proponemos en este artículo una combinación de aportes entre contractualistas
como Coase y Williamson, constitucionalistas como Langlois y Vangberg y austriacos
como Peter Klein y Peter Lewin, entre otros autores referenciados más arriba.
En este mismo sentido la tradición del orden espontáneo en la que han participado
los economistas escoceses Adam Smith, David Hume y Adam Ferguson, así como los
austriacos Carl Menger y Friedrich Hayek, permitirán a los economistas de la empresa
caracterizar el orden orgánico que se puede generar dentro de la firma.
La economía austriaca, a su vez, no se limita a esta contribución. Puede también
ayudar a comprender que la empresa tiene lugar en el marco de un proceso de
mercado y de una estructura económica intertemporal, además de establecer límites a
los que la empresa siempre estará expuesta.
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