Cine y Edad Media
Cine y Edad Media
Cine y Edad Media
La Edad Media tiene mala prensa. Literalmente. Con frecuencia los re-
dactores de periódicos o los presentadores de programas televisivos uti-
lizan el adjetivo «medieval» como sinónimo de arcaico, irracional, pasado
de moda o directamente más propio de las bestias que de los seres hu-
manos. Lo mismo vale para denostar una tradición especialmente cruel
con los animales como para hablar de la violencia doméstica o para cali-
ficar la obligatoriedad de vestir el burka en algunos países islámicos, y
hasta para las ablaciones de clítoris o las lapidaciones. Incluso en el pro-
celoso mundo de la política observamos lo mismo. Sin ir más lejos, no
hace mucho que Mariano Rajoy afirmó desde Bruselas que el movimiento
por la independencia de Cataluña, que para él está en las antípodas de
la integración que supone la Comunidad Europea, era «un viaje a la Edad
Media»1. Todo entra en el mismo saco, como residuo de una época ho-
rrenda del pasado de la Humanidad, felizmente superada en todo lo
demás por los efectos del «progreso».
Ni que decir tiene que aunque los medios de comunicación de masas
han colaborado, a menudo de forma entusiasta, en la difusión de este es-
tereotipo negativo, no lo han creado, sino que permanece arraigado en
nuestra sociedad desde mucho tiempo atrás. De nada sirve que algunos
doctos medievalistas hayan tratado de exponer que la Edad Media, hasta
en el nombre, no fue más que el resultado de una campaña propagan-
dística liderada por los humanistas de la corte napolitana de los Anjou,
como hizo Jacques Heers (Heers, 1995), o que reivindiquen las «luces
de la Edad Media», como intentó hace ya mucho tiempo Régine Pernoud
(Pernoud, 1983). Su mensaje no ha calado entre el gran público, por un
lado porque muy poca gente lee libros de Historia, y por otro porque
esa visión negativa ha continuado siendo operativa para quienes preten-
den demostrar que «cualquier tiempo pasado fue peor». Aun así, nin-
guno se presenta tan negro como la Edad Media, los «Tiempos Oscuros»
por excelencia, por más que otros períodos muestren rasgos tan repro-
bables como el esclavismo, el imperialismo manu militari, las democracias
apenas representativas, la caza de brujas, las guerras de religión, las de-
portaciones masivas y un largo etcétera, algunos de los cuales curiosa-
mente la «cultura popular» acaba considerando más propios del período
medieval que de aquellos otros en los que en realidad vivieron su auge2.
Si, por otra parte, tenemos en cuenta que los nuevos planes de estudio
para Secundaria y Bachiller han dejado en muchas comunidades autónomas
que lo poco que los alumnos se considera que deben conocer sobre la Edad
Media se concentre en 2.º curso de la ESO, es decir, cuando cuentan apenas
13 o 14 años, de manera que la mayoría de ellos nunca más volverán a oír
hablar en un aula sobre ese período, es evidente que su visión de la historia
que transcurre entre los siglos V y XV proviene de otras fuentes y no pre-
cisamente de las académicas. Quizá las más importantes hoy en día sean
tres: las novelas de gran consumo (best sellers); los videojuegos; y el cine y
otros productos audiovisuales como las series de televisión. En este caso, y
dada la temática de este volumen, me ocuparé especialmente de esta última
vía de acceso popular hacia la Edad Media, la del cine, tratando de analizar
la interesante relación que se ha establecido entre el Séptimo Arte y las vi-
siones del pasado medieval, con el objetivo de determinar qué es lo que ha
movido en cada momento a ambientar una película en este período; cómo
y en función de qué objetivos narrativos o estéticos se ha recreado la Edad
Media en la pantalla; y dentro de qué parámetros se ha establecido en el
cine una fluida relación entre pasado y presente, que ha servido para ex-
poner idearios y hasta para justificar o criticar políticas actuales bajo el velo
de una ficción situada en los siglos medievales.
2 Un buen ejemplo lo ofrece el tema de las quemas masivas de brujas, propias de los
siglos XVI y XVII, pero que la mayor parte del público no especializado suele situar
en la Edad Media, error que el cine comercial acostumbra a alimentar. No hay más
que recordar el poco feliz film de Dominic Sena, En tiempo de brujas (Season of the
Witch), de 2011, protagonizado por Nicolas Cage, en el que unos caballeros escapa-
dos de las Cruzadas (¡en el siglo XIV!) deben trasladar a una bruja acusada de traer
la peste. A partir de ahí la película se desliza completamente hacia lo fantástico,
pero no deja de ser curioso que ese «tiempo de brujas», como se tradujo en España,
se identifique con la Edad Media.
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 137
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 137
3 Estos cantares épicos han sido llevados muchos de ellos a la gran pantalla, y casi
desde los inicios del cine. Véanse por ejemplo las dos películas de Los nibelungos,
dirigidas por Fritz Lang en 1924 (La muerte de Sigfrido y La venganza de Krimilda).
Pero otros son muy recientes, como el Beowulf con técnicas de animación de Robert
Zemeckis (2007) o 778 la Chanson de Roland, un documental en este caso, producido
en 2009 por Olivier Van der Zee. Entre medias queda por supuesto El Cid, de An-
thony Mann y sobre todo de Samuel Bronston (1961). De las películas basadas en
el mundo artúrico nos ocuparemos más adelante.
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 138
4 Estudió muy bien estas secuencias en las películas sobre Robin Hood Julián Garza en
su trabajo de Fin de Grado de Historia del Arte dirigido por el que esto suscribe (Garza,
2014). Pero la conexión con lo desarrollado en cómics como El Príncipe Valiente, y en
el caso español, El Guerrero del Antifaz y El Capitán Trueno es clarísima, sin que sea
siempre fácil distinguir si fue uno u otro medio el que creó el prototipo.
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 139
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 139
5 Sus fundadores fueron Samuel Goldwyn, judío de origen polaco, y Louis Burt
Meyer, nacido en Minsk, actual Bielorrusia, de familia también judía. En la novela
aparece este episodio, pero se limita a un capítulo, el 43 y penúltimo.
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 140
6 En este caso la película adaptó su guión de una obra de teatro preexistente, Los
amantes de Leslie Stevens (1955), cuyo creador era además productor de series de
televisión.
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 141
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 141
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 143
entre ellos habría sin duda que destacar los dos que el sueco Ingmar
Bergman situó en la Edad Media: El séptimo sello (1957), y sobre todo El
manantial de la doncella (1960). Esta última, basada en una terrible his-
toria del siglo XIII, en la que una joven es violada y asesinada por unos
bandidos, de los que se vengará su padre, se concentra estrictamente en
un ambiente rural, con una inusual finura de tratamiento, capaz de dis-
tinguir diferentes estratos sociales en el seno del campesinado y oponer
los usos y maneras de los distintos personajes, mucho tiempo antes de
que los mismos historiadores comenzaran a cuestionar el carácter mo-
nolítico de dicho estamento (Llibrer, 2010).
También en El Séptimo Sello, una familia de saltimbanquis comparte
protagonismo con el caballero cruzado Antonius Block, pero en general
el «pueblo llano» ha copado más la pantalla en comedias de tono bur-
lesco, como La armada Brancaleone de Mario Monicelli (1966), y espe-
cialmente en la versión cinematográfica de las grandes compilaciones de
cuentos medievales que acometió Pier Paolo Pasolini en su Trilogía de la
vida, es decir, El Decamerón (1971), Los Cuentos de Canterbury (1972) y
Las mil y una noches (1974). La apuesta de Pasolini, experimental y muy
lejana del cine comercial de Hollywood, fue captar ese carácter popular
que respiran estas historias con actores no profesionales, escogidos di-
rectamente de ese «pueblo» que las protagoniza (Villani, 2004).
Estéticas visuales
En la última de las historias que Pasolini escoge del Decamerón, la de
Tingoccio y Meuccio, el primero de ellos muere y va al cielo. Entonces,
tal y como le había prometido a su amigo, se le aparece para explicarle
lo que hay allí y, para gran satisfacción de Meuccio, le revela que Dios
no ve el amor carnal como un pecado grave. Con el fin de ilustrar este
pasaje Pasolini se atrevió a representar el cielo, y para ello se sirvió de
los frescos de Giotto, pintor que aparece en la obra de Boccaccio y que
el mismo Pasolini encarna en su película, «soñando» la escena. Con todo
detalle, se crea un tableau vivant a partir del Juicio Final de la Capilla
Scrovegni de Padua, incluidos nimbos dorados, grandes como platos,
sobre las cabezas de los ángeles; una enorme Virgen en el centro, dentro
de una mandorla; y hasta el donante soportando el peso de la maqueta
de dicha capilla, como aún se puede ver en el fresco original (fig. 1). En
la última frase de la película, Giotto/Pasolini exclama «yo me pregunto
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 144
¿Por qué realizar una obra cuando es más bello soñarla solamente?». En
efecto, este cuadro surrealista es una de las pocas escenas de la historia
del cine que se basa directamente en una obra medieval, recreando el
imaginario de la época, y constituye un homenaje al artista en una pelí-
cula en la que, por otra parte, Pasolini no se mostró demasiado obsesio-
nado por la veracidad histórica como se puede comprobar, por ejemplo,
en la indumentaria de algunos personajes, o en los mercados que apare-
cen, donde se ofrecen a la venta bien visiblemente tomates, que no lle-
garían de América hasta siglos más tarde, pero que conectan de forma
directa con la realidad italiana del siglo XX.
Esto nos introduce en otro aspecto a considerar en el cine de temá-
tica medieval, y es cómo los realizadores se enfrentan a la recreación vi-
sual de ese período, y de qué referentes parten. El episodio de Pasolini
nos demuestra que la estética de la pintura románica o gótica se adapta
mal a su uso como inspiración de los ambientes de una película, a poco
que ésta quiera parecer mínimamente «realista». Sólo desde una óptica
onírica el director italiano pudo rescatar a Giotto y hacerlo encajar entre
los muy mundanos tipos de su película, pero los convencionalismos que
dominan el arte de esta época, con personajes cuyos tamaños están en
función de su importancia jerárquica, poco o ningún interés por la pers-
pectiva, colores arbitrarios, etc., difícilmente podían servir a los esce-
nógrafos del cine.
Hubo sin embargo un «experimento» en este sentido, y lo protago-
nizó el francés Éric Rohmer en 1978. Se trata de Perceval el Galés, una
película que partió directamente de uno de los textos de Chrétien de Tro-
yes, considerado de alguna manera el creador de la novela en el siglo XII
con sus textos del ciclo artúrico (Busby, 1993). Rohmer contaba además
con que algunos de los ejemplares de Perceval, Le Conte du Graal se en-
cuentran profusamente iluminados, con lo que trató de representar las
escenas tal y como se veían en las miniaturas de los siglos XII y XIII.
Para ello respetó todas las convenciones de esa pintura protogótica, in-
cluidas las incongruencias en la relación de tamaño entre los personajes
y el decorado, los colores llamativos, o el aspecto acartonado de árboles
y rocas (fig. 2). Lo hizo con una técnica más teatral que cinematográfica,
rodando todo en interiores y con escenografías de cartón piedra direc-
tamente inspiradas en las miniaturas. Para algunos, entre los que me
cuento, el resultado es una auténtica delicia visual, pero para el gran pú-
blico, que además debía escuchar hablar en verso a los actores mientras
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 145
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 145
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 147
10 Accesible en http://lab.rtve.es/serie-isabel/rendicion-de-granada/.
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 148
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 149
para una película muda como ésta, de identificar de donde venían los
crueles carceleros de Juana.
De la misma manera, la narración o los discursos de los personajes
puede permitir una extrapolación de los temas al presente, a veces de
una forma poco disimulada. Es conocido el caso de la película francesa
Les Visiteurs du Soir, realizada durante la ocupación alemana (Marcel
Carné, 1942), y en la que el público podía identificar a los amantes con
la esencia francesa, al diablo con Hitler y al viejo barón impotente para
detenerlo con el mariscal Pétain. Incluso el final de la historia, con los
protagonistas petrificados por el demonio, pero con su corazón aún la-
tiendo, se consideró una metáfora de la resistencia (Ferro, 2008). Pero
también esas referencias intertemporales aparecen con cierta frecuencia
en las películas dedicadas al rey Arturo y su corte de Camelot. Aunque
el ciclo artúrico ha dado lugar a enfoques muy diferentes, desde la mi-
rada mitológica y celta de Excalibur, a la última adaptación en la que se
ha intentado buscar el «verdadero origen» de la leyenda en la época de
las invasiones bárbaras, convirtiendo a Arturo en un soldado romano
(El rey Arturo, Antoine Fuqua, 2004), el cine normalmente ha recogido
la utopía del reino perfecto y feliz, en una Edad Media intemporal en la
que se mezclan elementos de distintos siglos. Sin profundizar demasiado
en cómo se conseguía esa felicidad, ni en su forma de gobierno, Arturo
aparece como el rey justo, adorado por sus súbditos, cuyo mundo idílico
se ve amenazado por las fuerzas del mal, encarnadas en su medio-her-
mana Morgana y su hijo Mordred, o en el traidor Meleagante.
Esa simplificación maniquea ha sido y es extremadamente sugerente
para el gran público, y fácilmente manipulable desde el punto de vista
de la política. Baste recordar que en el breve período de gobierno de
John F. Kennedy se llegó a llamar Camelot a la Casa Blanca y al entorno
del presidente, con su propia reina Ginebra/Jacqueline, sus caballeros
de la Tabla Redonda y con los altos ideales de igualdad racial, paz, etc.
A la misma familia Kennedy se le empezó a considerar como una especie
de «realeza estadounidense», en un país que a veces parece añorar el
rancio abolengo de una monarquía11. Es obvio que todo aquello tenía sus
sombras (Vietnam, Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles de Cuba,
11 Aún hoy son innumerables los libros que utilizan Camelot como sinónimo del clan
Kennedy y su gobierno. Por citar sólo alguno de los más recientes véase O’Reilly y
Dugan (2012), y Piereson (2013).
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 150
etc.), pero resultaba sencillo identificar a los oponentes del joven esta-
dista con las oscuras fuerzas del mal, que acabaron con él como también
lo hicieron con el legendario rey en la obra de Thomas Malory La muerte
de Arturo, del siglo XV.
Pero en ocasiones el idealismo de Camelot se ha identificado direc-
tamente con la Pax Americana y la preservación del American Way of
Life, y el cine ha contribuido a crear ese puente ideológico entre ambos
mundos. Pocas veces esto se ha explicitado de una forma tan evidente
como en la película El Primer Caballero (Jerry Zucker, 1995), con el ya
muy citado Sean Connery como un avejentado Arturo que ha de com-
petir por el corazón de Ginebra (Julia Ormond), con Richard Gere, en el
papel de Lancelot. Sin tener muy en cuenta la leyenda medieval, aquí
Ginebra se casa con Arturo, que podía ser casi su abuelo, para defender
a su pequeño país, Leonís, de la amenaza del siniestro Meleagante (Ben
Cross). El caso es demasiado parecido a la Guerra del Golfo, que había
ocurrido apenas cuatro años antes, con el pequeño Kuwait invadido por
el Iraq de Saddam Hussein, quien, igual que Meleagante, había sido antes
aliado de «Camelot». Por si cupiera alguna duda, a Ben Cross lo maqui-
llaron en exceso para ofrecer una tez bronceada a juego con sus vesti-
mentas negras, que inevitablemente recuerdan al mundo árabe. El
discurso intervencionista aparece además explícito en el film, cuando
Connery, como si fuera George Bush padre, arenga a sus caballeros afir-
mando que sus principios de libertad y bondad no pueden quedar re-
cluidos dentro de su reino, sino que deben acudir en ayuda de los
oprimidos, y enfrentarse a los malvados invasores de Leonís/Kuwait.
Desde luego no siempre los paralelismos son tan flagrantes, y los
discursos fílmicos pueden aparecer de vez en cuando más matizados, y
al servicio de temáticas más complejas. El cine británico buceó así en el
complejo pasado de su monarquía en dos grandes películas de la década
de 1960 centradas en la figura de Enrique II Plantagenet, en ambos
casos interpretado por Peter O’Toole: Becket (Peter Glenville, 1964) y
El león en invierno (Anthony Harvey, 1968)12. Basadas en sendas obras
de teatro, la primera en la del francés Jean Anouilh, Becket o el honor
de Dios (1959) y la segunda en el drama homónimo de James Goldman,
que se estrenó en Broadway un año antes de la película, ambas películas
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 151
***
Hacer presentes esos personajes del pasado a través de la imagen y
el sonido es un ejercicio tan fascinante como arriesgado, porque en rea-
lidad se está creando un pasado ficticio, por más que en ocasiones se
haya intentado ser fiel a los conocimientos históricos sobre una época.
De hecho, el cine es básicamente un medio expresivo y una forma de en-
tretenimiento, por lo que su objetivo primordial no tiene por qué ser la
veracidad de los argumentos. El problema es que muchos espectadores
son incapaces de desligar ambos conceptos y, en una sociedad que, dadas
las carencias educativas que padece, se nutre básicamente de los medios
audiovisuales para crear su propia idea del pasado, el cine tiende a me-
nudo a reforzar estereotipos y a emitir juicios de valor presentistas sobre
períodos como la Edad Media. Se ha configurado así una visión de lo
medieval con unos caracteres muy nítidos, centrados en torno a la bru-
talidad, la irracionalidad o el honor, los cuales, en una sociedad amante
de la violencia como la actual, se han revelado por otra parte muy ren-
tables para el cine más comercial. De hecho, hasta la ciencia ficción y los
reinos fantásticos que dominan las grandes pantallas en la última década
no son sino variaciones a partir de esa mítica Edad Media, desde El Señor
de los Anillos a Juego de Tronos. Una Edad Media de cine impone así sus
valores y crea nuevos mundos a su medida.
Bibliografía
AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio (1999), Escuela de los Annales: ayer, hoy y ma-
ñana, Mataró, Montesinos Editor.
ATTOLINI, Vito (1993), Immagini del medioevo nel cinema, Bari, Dedalo Editori.
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 153
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 153
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 155
Fig. 1. Visión del Juicio Final basada en la Capilla Scrovegni de Padua, de Giotto, que
aparece en El Decamerón de Pier Paolo Pasolini (1971).
Fig. 3. Albert Målare. Partida de ajedrez entre la muerte y el caballero, frescos de la iglesia
de Täby (siglo XV).
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 157
Miradas a un tiempo oscuro. El cine y los estereotipos sobre la Edad Media 157
Fig. 4. Fotograma de El nombre de la rosa, 1986, Adso de Melk frente a una portada que
reproduce fielmente la de la iglesia de Saint Pierre de Moissac.
Fig. 5. La rendición de Granada en la serie de TVE Isabel, a partir del cuadro de Francisco
Pradilla.
Historia y cine 07/03/16 11:35 Página 158