D1. E) Violencia Contra Las Mujeres
D1. E) Violencia Contra Las Mujeres
D1. E) Violencia Contra Las Mujeres
● Definiciones de la VCM
● Causas de la VCM.
1. Diversidad de mujeres.
Sobre la base a estos tres grandes espacios, hoy es posible visibilizar y definir
los siguientes contextos específicos en los que se manifiesta la violencia contra las
mujeres y las niñas:
● Contexto laboral.
● Contexto educativo.
● Contexto institucional.
● Contexto estatal.
● Contexto mediático.
Existen varios mitos en torno a la violencia que se ejerce contra las mujeres.
Los siguientes son algunos de los mitos más comunes que escuchamos en relación a
las víctimas y a quienes ejercen violencia de género, especialmente al interior de las
familias. Estos contribuyen a invisibilizar y a naturalizar este flagelo, por ende, hay que
cuestionarlos y erradicarlos.
Mito 2: “La violencia contra las mujeres consiste solo en abuso físico”. Aunque
no haya golpes o empujones, igualmente se puede configurar un patrón de abuso, al
que suelen asociarse maltratos de orden psicológico, emocional, sexual y económico,
entre otros. Esto porque la violencia física es solo parte de un extenso patrón de abuso
que implica la violencia.
Mito 5: “El alcohol y las drogas son los causantes de la violencia contra las
mujeres”. El consumo problemático de alcohol o drogas puede favorecer la emergencia
de conductas violentas, pero no las causa. Es fácil culpar al vino, a la cerveza, a que
“no era yo cuando te pegué”. Lo cierto es que muchas personas consumen alcohol o
drogas, aún a niveles autodestructivos, sin ser violentas al interior o fuera de sus
hogares. También sucede que muchas personas que mantienen relaciones abusivas
con su pareja no consumen alcohol o drogas. Si bien estas sustancias desinhiben
ciertas conductas, y podrían aumentar la frecuencia y la severidad de los abusos, la
raíz del problema no está en ellas.
Mito 6: “A las mujeres abusadas les gusta ser maltratadas. Si no, se alejarían
de sus agresores”. En la mayoría de los casos, las mujeres que sufren situaciones
crónicas de abuso no pueden salir de ellas por razones emocionales, sociales y
económicas, entre otras. Sumado a esto, una mujer maltratada experimenta
sentimientos de culpa y vergüenza por lo que le ocurre, y eso le impide muchas veces
pedir ayuda. En ningún caso siente placer por su situación de abuso. Al contrario, los
sentimientos más comunes son el miedo, la impotencia y la debilidad, y por ello suelen
minimizar y justificar las situaciones de violencia como estrategia de sobrevivencia, es
decir, “para que todo al menos siga igual”.
de sus actos que en un espacio privado. No es extraño, por lo tanto, que el más brutal
de los abusos se desencadene solo entre las cuatro paredes “del hogar, dulce hogar”.
Mito 10: “La conducta violenta es algo innato, que pertenece a la esencia del
ser humano”. Cierta agresividad se manifiesta en nosotros y nosotras desde que
somos pequeños o pequeñas. Se trata de una energía constitutiva de cada persona
que moviliza su lucha por la sobrevivencia, y que bien puede canalizarse en valiosas
cualidades, tales como el empuje y la competitividad leal. Pero la violencia es otra
cosa. Consiste en un sistema de conductas aprendidas a partir de modelos familiares y
sociales, que la definen como un recurso válido en el ejercicio de poder y control sobre
otros y otras. Por medio de estas prácticas, los hombres que ejercen violencia
solucionan, aparentemente, ciertos conflictos, ocultando sus fines de poder y control.
Se aprende a utilizar la violencia en la familia, en la escuela, en el deporte, en el
trabajo y en los medios de comunicación.
Mito 11: “La violencia contra las mujeres, si no implica violación o golpes, no es
grave”. La relativización y minimización del daño y las consecuencias que implican para
las mujeres cualquier tipo de violencia sólo naturaliza su existencia. Plantear, en el
ámbito privado o público, que una mujer víctima de violencia es una exagerada, que
solo fue una agresión moral, que apenas fue un empujón o que solo le levantó la voz
para ponerla en su lugar invisibilizan la violencia. Por otro lado, la ridiculización, tanto
de las situaciones de violencia como de las reacciones de las mujeres ante ellas, y las
bromas y chistes sexistas que reciben las mujeres en sus grupos familiares,
vecindarios, trabajos, centros educacionales o por los medios de comunicación, como
el tristemente famoso “le saco la sal”, forman parte del circuito del abuso.
Las mujeres que son víctimas de violencia de género deben además enfrentarse
a una serie de argumentos presentes en la cultura popular y la opinión pública, que
justifican la violencia que han vivido y que dificultan su capacidad para denunciar y
seguir adelante con un proceso de reparación del daño. Dentro de las reacciones más
comunes ante la violencia contra las mujeres, están las siguientes:
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Los estudios indican que las mujeres se han incorporado en nuevas áreas, pero
los hombres se han mantenido en las “suyas”. Lo femenino sigue anclado a lo
doméstico-privado, y los hombres mantienen el perfil de sostenedor del hogar y del
núcleo familiar. La mujer, pese a integrarse al trabajo, continúa con la responsabilidad
de que todo marche bien dentro de las cuatro paredes de la casa. Además, se espera
que trabaje, junto con su jornada laboral, una segunda jornada asociada a la
mantención del hogar, y una tercera, asociada a los cuidados del grupo familiar.
Existir para los otros: Otro de los momentos de formación sobre la subjetividad
femenina es el descubrimiento del poder seductor de su cuerpo durante la infancia o la
pubertad, a partir de la mirada de un hombre adulto. Autoras feministas plantean que
este sería uno de los ritos de paso de la inscripción del cuerpo feminizado en el
ordenamiento sexual. Es el momento en que la sociedad le hace saber a la mujer que
está para ser mirada y apreciada de manera pasiva por otro.
Así, desde ese primer momento, y luego cada vez que una mujer es acosada en
el espacio público, en la escuela, en su trabajo o en su casa, se le hace saber que ese
espacio no es suyo, que ningún espacio lo es. La mujer existe para el hombre y su vida
debe girar en torno a él y a la maternidad.
De acuerdo con estas imágenes, la mujer debe vestirse “bien”, con colores y
piezas combinadas, con los accesorios pertinentes, y siempre de acuerdo con la
temporada y con la situación. Además, debe tener la piel perfecta, sin arrugas ni
espinillas, ni tan blanca que sea pálida, ni tan morena que sea negra, y siempre
maquillada, pero de manera tal que se vea natural y no parezca payaso. Debe sacarse
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las cejas, encresparse las pestañas, pintarse las uñas y rellenar sus labios. En cuanto a
la estatura, no debe ser baja, mediante el uso de tacos o plataformas, pero no superar
en altura a la pareja. El cabello debe estar siempre largo, cuidado, sano y brillante,
nunca despeinado. Finalmente, debe estar delgada, pero no demasiado; tener un
cuerpo curvilíneo, pero no exagerado; la musculatura debe estar definida, pero no
mucho, para que el cuerpo no se vea musculoso. A su vez, las caderas y los senos
deben tener un volumen y forma determinados.
Según una encuesta, aplicada el año 2018 por el colectivo La Rebelión del
Cuerpo, un 58% de las mujeres de menos de 25 años afirma que la apariencia física es
su principal preocupación. El mismo estudio muestra también que las mujeres de entre
14 y 25 años son las que pasan mayor tiempo sintiendo preocupación por aspectos
ligados a su peso. Un 40% de ellas afirmó que pasa más de cuatro días a la semana
sintiendo temor a aumentar de peso, un 38%, pensando en que debería hacer más
ejercicio, y un 36%, en que tiene que hacer dieta.
No olvidar:
Bibliografía.
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http://www.flacsochile.org/publicaciones/inclusion-social-y-equidad-en-
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https://violenciagenero.igualdad.gob.es/violenciaEnCifras/estudios/
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https://www.bcn.cl/obtienearchivo?id=repositorio/10221/26147/1/BCN_definici
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http://www.nomasviolenciacontramujeres.cl/dossier/
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Mujeres del Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género
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