Psicoanálisis Freud - Final
Psicoanálisis Freud - Final
Psicoanálisis Freud - Final
@motorpsico.uba
Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos. - S. Freud. Tomo I (pág. 41).
Los fundamentos más directos para la génesis de los síntomas histéricos han de buscarse en el
a
ámbito de la vida psíquica.
ub
Charcot mediante la hipnósis, podía “sanar” el síntoma físico de una persona o producir una
parálisis producida por sugestión. Freud, gracias a esto, revela que la génesis de los casos de
parálisis traumática espontánea se encuentra en el trauma psíquico, es decir, que una magnitud de
afecto no se descargó del cuerpo.
o.
Charcot buscaba la génesis de las parálisis en el cuerpo anatómico, donde él quería encontrar el
trauma mecánico. En cambio, Freud, empieza a diferenciarse de él plantando un cuerpo de
palabras, planteando que la salida terapéutica es el recuerdo vívido del trauma psíquico.
ic
Toda histeria puede concebirse como histeria traumática en el sentido del trauma psíquico y que con
todo fenómeno está determinado con arreglo a la índole del trauma. También está en juego la llamada
doble consciencia.
ps
La sexualidad en la etiología de la neurosis. - S. Freud. Tomo II (pág. 317).
● Neurosis mixtas: un sujeto padeciente de neurosis actuales que, se halla predispuesto a una
neuropsicosis la desarrolla gracias a la etiología auxiliar de las neurosis actuales.
Freud plantea la vida sexual infantil. En ella desarrolla que la sexualidad de las personas
sobrepasan al aparato reproductor y la etapa en la cual la que se genera no es en la pubertad sino en la
infancia.
Las experiencias sexuales en esta etapa han de tener un efecto patógeno. Pero la acción de tales
experiencias es carente de significado, siendo mucho más intensa en su acción ulterior. Ésta parte
luego de las huellas psíquicas dejadas por los sucesos sexuales infantiles. El tiempo entre tales
impresiones y su reproducción, el aparato sexual somático y el aparato psíquico se han desarrollado y
de este modo la acción de aquellas tempranas experiencias sexuales provoca una reacción psíquica
anormal.
Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e
histéricas. - S. Freud. Tomo I (pág. 13).
a
La clínica reconoce dos clases de parálisis motrices:
ub
● Periférico-espinal: parálisis detallada.
● Cerebral: parálisis conjunta.
Ésta importante diferencia debe ser buscada en el sistema nervioso.
La periferia es proyectada punto por punto y elemento por elemento, por lo que la parálisis
o.
periférico-espinal es denominada parálisis de proyección. En consecuencia, la parálisis cerebral la
denominaremos parálisis de representación.
Se ha atribuido con gran frecuencia a la histeria la facultad de simular las afecciones nerviosas
ic
orgánicas más diversas. Resalto aquí un primer hecho importante: la histeria no simula jamás las
parálisis periférico-espinal y las parálisis de proyección. Las parálisis histéricas solamente
ps
comparten caracteres de las parálisis de representación.
La parálisis histérica es, por decirlo así, intermedia entre la parálisis de proyección y la parálisis de
representación orgánica. Si no posee todos los caracteres de disociación y de aislamiento propios de la
primera, tampoco se halla sujeta a las estrictas leyes que rigen la parálisis cerebral.
or
La parálisis histérica es de una limitación exacta y de una intensidad excesiva. Posee estas dos
cualidades a la vez, y la contrasta con la parálisis cerebral orgánica, en la cual no se asocian nunca
estos dos caracteres.
ot
Las parálisis histéricas aparecen acompañadas de perturbaciones de la sensibilidad con mucha más
frecuencia que las parálisis orgánicas.
La lesión de las parálisis histéricas debe ser completamente independiente de la anatomía del sistema
m
asociación con las demás ideas que constituyen el Yo. La lesión sería la abolición de la accesibilidad
asociativa de la concepción del brazo. Seguramente, si las condiciones materiales que corresponden a
la concepción del brazo se encuentran profundamente alteradas, tal concepción se perderá también,
pero habremos de demostrar que puede ser inaccesible sin hallarse destruida y sin que su substrato
material se halle lesionado.
Si la concepción del brazo ha entrado en una asociación de un gran valor afectivo, será inaccesible al
libre juego de las demás asociaciones. El brazo quedará paralizado en proporción a la persistencia
de dicho valor afectivo o de su disminución por medios psíquicos apropiados.
Todo suceso, toda impresión psíquica, se hallan provistos de un cierto valor afectivo, del cual se
liberó el Yo.
Estudios sobre la histeria. Capítulo II. Historiales clínicos. Punto 3): Miss Lucy R. - S. Freud.
Tomo I (pág. 89).
En el caso analítico de Miss Lucy, podemos ver un caso de histeria de defensa, donde el conflicto
proviene de los síntomas de una rinitis supurada crónica y pérdida del olfato sumado a una depresión
y fatiga. Al momento de iniciar el análisis, el catarro nasal se encontraba ya casi superado y empezaba
a
a percibir un olor como a harina quemada.
ub
Ésta huella mnémica proviene de la conclusión de que la mujer quería ocupar el lugar de la madre
fallecida de las niñas a las que educaba, aceptando un enamoramiento hacia el padre de las mismas.
Los síntomas empiezan a desaparecer, pero a su vez, empieza a resurgir un nuevo síntoma que estaba
oculto por éste último. Empieza a aparecer un olor a humo de cigarrillo intenso.
o.
Lucy relata que el olor a cigarrillo era común y normal, pero recuerda, según Freud. gracias a la
presión de la frente, un momento en el que estaban en la mesa del comedor con las niñas y demás
personas. Entre ellas estaba el jefe de contabilidad de la empresa del padre, un señor viejo . Al
ic
momento de despedirse de las niñas este señor quiere besarlas, pero el padre de ellas le gritó con
violencia.
ps
Miss Lucy dice que le impresionó la violencia del hombre y plantea que siempre le molestó que
besasen a sus hijas. Entonces ahí surge el trauma psíquico: ella relata que meses antes de este último
suceso, una señora había besado en la boca a las niñas y el padre de ellas la había regañado por tal
acto cuando ella sentía atracción y amor por él.
or
En este caso, como en toda histeria, vemos como al monto de afecto penoso, que trae una
representación inconciliable, lo reprime la defensa desplazandolo a un grupo psíquico separado, al que
luego Freud llamará inconsciente.
ot
Estudios sobre la histeria. Capítulo II. Historiales clínicos. Punto 5): Miss Elisabeth von R. - S.
Freud. Tomo I (pág. 107).
m
MÓDULO B.
@
a
de la representación. El yo se separa de la representación intolerable, pero ésta se halla
inseparablemente unida a un trozo de realidad, y al desligarse de ella, el yo se desliga también de la
ub
realidad.
Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa. - S. Freud. Tomo II (pág. 286).
o.
Formaciones del inconsciente.
interpretación.
Es cierto que deformamos el sueño al intentar reproducirlo, porque llevamos a cabo un proceso
análogo al que describimos como una elaboración secundaria del sueño por la instancia del
ot
pensamiento normal. Pero esta deformación no es, a su vez, sino parte de la elaboración por la que
pasan regularmente las ideas latentes a consecuencia de la censura. Las modificaciones que el sueño
experimenta al ser recordado y traducido en la vigilia no son arbitrarias. Se hallan asociativamente
m
enlazadas con el contenido, al que sustituyen, y sirven para mostrarnos el camino que conduce a este
contenido. Los pasajes en que se modifica la expresión revelan ser los puntos débiles de la
@
deformación de los sueños. La presión de la resistencia trata de proteger los puntos débiles de la
deformación onírica, sustituyendo una expresión delatora por otra más lejana.
La duda de la reproducción del sueño es, también, una derivación de la censura de la resistencia
que se opone al acceso de las ideas latentes a la conciencia. Cuando un elemento del sueño se muestra
atacado por la duda, podemos ver en ello una indicación de que constituye un derivado directo de una
de las ideas latentes proscritas. Todo aquello que interrumpe el progreso de la labor analítica es una
resistencia.
Sucede muchas veces que en medio de la labor de interpretación emerge un fragmento del sueño,
que hasta el momento se consideraba como olvidado. Este fenómeno onírico arrancando del olvido
resulta ser siempre el más importante y más próximo a la solución del sueño, razón por la cual se
hallaba más expuestos que ningún otro a la resistencia. Es decir, el olvido del sueño es un efecto de la
resistencia.
a
el fin de eludir sus efectos y pasan a la consciencia, quedando oculta su conexión y
apareciendo entre ambos un enlace superficial.
ub
● Ambas ideas quedan sometidas a la censura a causa de su contenido, y entonces surgen ambas
en una forma modificada y sustituida, y las ideas sustitutivas son elegidas de manera que
reproduzcan la asociación esencial en la que se hallan aquellas a las que han venido a
sustituir.
o.
Bajo la presión de la censura ha tenido efecto en ambos casos un desplazamiento desde una
asociación normal a otra superficial y aparentemente absurda.
ic
Conferencias de introducción al psicoanálisis. 7ma conferencia. - S. Freud. Tomo ??? (pág. ???).
Conferencias de introducción al psicoanálisis. 9na conferencia. - S. Freud. Tomo ??? (pág. ???).
ps
Conferencias de introducción al psicoanálisis. 11ava conferencia. - S. Freud. Tomo ??? (pág. ???).
Psicopatología de la vida cotidiana. Capítulo I. El olvido de los nombres propios. - S. Freud. Tomo
or
VI (pág. 755).
Psicopatología de la vida cotidiana. Capítulo II. El olvido de las palabras extranjeras. - S. Freud.
ot
El chiste y su relación lo inconsciente. Parte A) Capítulo II. Punto 1. - S. Freud. Tomo VIII. (pág.
1034).
m
El chiste y su relación lo inconsciente. Parte A) Capítulo II. Punto 2. - S. Freud. Tomo VIII. (pág.
1041).
@
El chiste y su relación lo inconsciente. Parte A) Capítulo II. Punto 4. - S. Freud. Tomo VIII. (pág.
1049).
El chiste y su relación lo inconsciente. Parte A) Capítulo II. Punto 7. - S. Freud. Tomo VIII. (pág.
1058).
El chiste y su relación lo inconsciente. Parte B) Capítulo IV. Punto 1. - S. Freud. Tomo VIII. (pág.
1094).
Pulsión y sexualidad.
Freud concibe el concepto de sexualidad “normal” como la sexualidad genital con el fin de procrear.
Fuera de ella, él distingue un amplio campo de la sexualidad humana, al cual categoriza como
perversa. En ella distingue dos grandes grupos de personas con sus respectivos subgrupos:
● Perversxs que se distinguen por el objeto de sus deseos sexuales.
○ Perversxs por región del cuerpo: aquellxs que encuentran satisfacción de sus deseos
en alguna región del cuerpo.
○ Perversxs por genitales: aquellxs que encuentran satisfacción de sus deseos en los
genitales, más no a causa de la función reproductora.
○ Perversxs por fetichismo: aquellxs que encuentran satisfacción de sus deseos en el
cabello, en los senos o mismo objetos tales como alguna prenda específica.
a
○ Perversxs por necrofilia: aquellxs que encuentran satisfacción de sus deseos en la
ub
totalidad del cuerpo pero con determinados requisitos hasta el punto de gozar cuerpos
muertos.
● Perversxs que se distinguen por el fin sexual: aquellxs que toman el acto sexual como un
mero acto preparatorio del fin verdadero.
o.
○ Perversxs por sadismo: aquellxs que encuentran satisfacción de sus deseos en el
infligir a su objeto dolores y sufrimiento de cualquier forma.
○ Perversxs por masoquismo: aquellxs que encuentran satisfacción de sus deseos en el
ic recibir humillaciones y sufrimientos por parte del objeto amado.
Freud plantea que cada gran grupo de perversxs puede cumplir con su satisfacción en el plano de la
realidad o contentarse con representar su satisfacción en sus fantasías.
ps
Esta tendencia perversa intenta sustituir los órganos genitales por otros de distinta función,
comportándose como genitales sustitutivos. Todos los órganos del soma pueden desempeñar una
función sexual erógena, a más de su propia función normal, quedando ésta perturbada cuando aquélla
or
alcanza cierta intensidad. Tiene sus orígenes en la infancia. Lxs niñxs llevan en sí una predisposición
a las mismas. La sexualidad perversa no es otra cosa sino la sexualidad infantil ampliada y
descompuesta en sus tendencias constitutivas.
ot
En este texto, Freud plantea el concepto de la líbido, el cuál designa como aquella fuerza en la que
se manifiesta la pulsión sexual. Es comparada con la vivencia de satisfacción.
“Las primeras manifestaciones de la sexualidad aparecen en el niñx de pecho enlazadas a otras
m
funciones vitales. El principal interés infantil del sujeto recae en la absorción de alimentos, y cuando
después de mamar se queda dormido sobre el seno de su madre, presenta una expresión de euforia
idéntica a la del adulto después del orgasmo sexual. Observamos asimismo que el niño de pecho se
@
a
anteriormente, con ocasión de la excesiva atención que consagraba a su pequeño miembro viril (…).
Por lo que respecta a las niñas, sabemos qué consideran como un signo de inferioridad la ausencia
ub
de un pene largo y visible, qué envidian a los niños la posesión de este órgano, envidia de la cual
nace en ellas en ellas el deseo de ser hombres. El clítoris desempeña, en la niña pequeña el papel de
pene, siendo la sede de una excitabilidad particular y el órgano dispensador de la satisfacción
autoerótica.
o.
Lecciones introductorias al psicoanálisis. Parte III. Lección XXIII. Vías de formaciones de
síntomas. - S. Freud. Tomo XVII (pág. 2345).
ic
Complejo nuclear de la neurosis.
ps
Lecciones introductorias al psicoanálisis. Parte III. Lección XXVI. La teoría de la líbido y el
narcisismo. - S. Freud. Tomo XVII (pág. 2379).
or
Proyecto de psicología. Parte II. Psicopatología. La proton pseudo histérica (Caso Emma). - S.
Freud. Tomo II (pág. 251).
El sueño es un acto psíquico importante y completo. Su fuerza impulsora es siempre un deseo por
realizar. Su aspecto y sus muchas singularidades y absurdidades proceden de la influencia de la
censura psíquica que ha actuado sobre él durante su formación. A más de la necesidad de escapar a
esta censura, han colaborado en su formación una necesidad de condensador el material psíquico, un
cuidado de que fuera posible su representación por medio de imágenes sensoriales y, además, el
cuidado de que el producto onírico total presentase un aspecto racional e inteligente.
El sueño posee dos características casi independientes entre sí:
● Representación en forma de situación presente: el sueño reprime el optativo y lo sustituye por
un simple presente. El fenómeno onírico utiliza el presente en la misma forma y con el mismo
derecho que el sueño diurno. El presente es el tiempo en el que el deseo es representado como
a
realizado.
ub
● Transformación de la idea en imágenes visuales y en palabras: el contenido de
representaciones no es pensado, sino que queda transformado en imágenes sensoriales a las
que prestamos fe y creemos vivir.
El aparato psíquico está conformado por sistemas. En determinados procesos psíquicos la excitación
o.
recorre los sistemas conforme a una sucesión temporal determinada. Este aparato posee una dirección.
Toda nuestra actividad psíquica parte de estímulos y termina en inervaciones. De este modo
adscribimos al aparato un extremo sensible y un extremo motor. En el sensible se encuentra un
ic
sistema que recibe las percepciones, y en el motor, otro que abre las esclusas de la motilidad. El
proceso psíquico se desarrolla en general pasando desde el extremo de percepción hasta el extremo de
motilidad.
ps
Las percepciones que llegan a nosotros por medio del extremo sensible, dejan en nuestro aparato
psíquico una huella mnémica. La función que a esta huella mnémica se refiere es a la que
denominamos memoria. La huella mnémica no puede consistir sino en modificaciones permanentes
or
conocemos con el nombre de asociación. El sistema P no puede conservar las huellas para la
asociación, puesto que carece de memoria. Los sistemas mnémicos constituyen la base de la
asociación. Esta consistirá entonces en que se propagará la excitación de saltar a otro tercero. El
m
primero de estos sistemas huella mnémica contendrá la fijación de la asociación por simultaneidad.
El sistema P aporta a nuestra conciencia toda la variedad de las cualidades sensibles. Por el
contrario, nuestros recuerdos son inconscientes en sí. Pueden devenir conscientes, pero no es posible
@
a
sistema Psi de las P hasta la motilidad. Pero esta corriente cesa por la noche, y no puede ya presentar
obstáculo ninguno a la regresión de la excitación.
ub
La transformación de las ideas en imágenes visuales es también la consecuencia de la atracción que
el recuerdo tiende a resucitar, ejerce sobre las ideas privadas de conciencia que aspiran a hallar una
expresión.
La regresión es siempre un efecto de la resistencia, que se opone al avance de la idea hasta la
o.
conciencia por el camino normal y de la atracción simultánea que los recuerdos sensoriales dados
ejercen sobre ella. La regresión sería hasta posible en el sueño por la cesación de la corriente diurna
progresiva de los órganos sensoriales.
ic
Distinguimos tres clases de regresión:
● Regresión tópica: en el sentido del esquema de los sistemas Psi.
ps
● Regresión temporal: retorno a formaciones psíquicas anteriores.
● Regresión formal: formas de expresión y representación acostumbradas quedan sustituidas
por formas correspondientes primitivas.
or
La interpretación de los sueños. Capítulo VII. Sobre la psicología de los procesos oníricos. Punto
C): Acerca del cumplimiento del deseo. - S. Freud. Tomo V (pág. 680).
ot
La realización de deseos nos ha hecho dividir los sueños en dos grupos. Hemos hallado sueños que
mostraban francamente tal realización, y otros en los que no nos era posible descubrirla sino después
de un minucioso análisis. En estos últimos sueños reconocimos la actuación de la censura onírica.
m
El deseo proviene de la vida diurna consciente y una actividad psíquica inconsciente durante el día,
que sólo a la noche puede hacerse perceptible. Hallamos entonces tres posibles procedencias del
deseo:
@
1. Pudo haber sido provocado durante el día y no haber hallado satisfacción, y entonces perdura
por la noche un deseo reconocido e insatisfecho (PCC).
2. Pudo haber surgido durante el día, pero haber sido rechazado, y entonces perdura en nosotros
un deseo insatisfecho, pero reprimido (PCC => ICC).
3. Pudo hallarse exento de toda relación con la vida diurna y pertenecer a aquellos deseos que
sólo por la noche surgen en nosotros, emergiendo de lo reprimido (incapaz de salir del ICC).
4. Provocados de impulsos optativos surgidos durante la noche.
La procedencia del deseo no influye para nada en su capacidad de provocar el sueño. Todos los
sueños que han pasado por una deformación procede el deseo de lo inconsciente y no pudo ser
observado durante el día. De este modo todos los deseos nos parecen al principio equivalentes y de
igual poder para la formación de los sueños.
a
4. Aquello por la labor diurna de lo preconsciente ha estimulado nuestro inconsciente.
5. Aquello formado por las impresiones diurnas indiferentes y, por lo tanto, inderivadas.
ub
Las intensidades psíquicas constituyen excitaciones que luchan durante la noche por alcanzar una
expresión, mientras que el estado de reposo imposibilita el curso acostumbrado del proceso de
excitación a través de lo preconsciente y su término por el acceso a la conciencia.
La excitación nocturna desarrollada en el preconsciente no encuentra otro camino que el seguido por
o.
las excitaciones optativas procedentes del inconsciente, y tiene que buscar refuerzo en este último y
dar los rodeos de las excitaciones inconscientes. Pero ¿cuál es la significación de los restos diurnos
preconscientes con respecto al sueño? Los restos diurnos penetran en gran número en él, utilizan su
ic
contenido manifiesto para imponerse a la conciencia también durante la noche. Los restos diurnos
pueden tener el carácter de deseos, del mismo modo que cualquier otro.
ps
La idea diurna tuvo que crearse una conexión con un deseo infantil y reprimido, al que después de
prepararlos convenientemente hizo nacer en la consciente. Cuanto más dominante fuera esta
preocupación, más poderoso podía ser el enlace que había de ser creado.
¿Cómo se conduce el sueño cuando encuentra en las ideas latentes un material de naturaleza opuesta
or
La satisfacción producida por la realización del deseo reprimido puede ser tan grande, que equilibre
todos los afectos penosos correspondientes a los restos diurnos, y el sueño presentará entonces un
matiz afectivo indiferente, aunque constituye por un lado la realización de un deseo y por otro la
@
realización de algo temido. Pero también puede suceder que el yo dormido tome una parte mayor en la
formación del sueño y reaccione con una enérgica indignación contra la satisfacción lograda por el
deseo reprimido, reacción que desencadenará afectos displacientes e incluso llegará a poner fin al
sueño, interrumpiendo el reposo con el desarrollo de angustia. No es, pues, difícil reconocer que los
sueños de angustia y los displacientes son también, como los sueños de satisfacción, realización de
deseos.
Los sueños displacentes pueden ser asimismo sueños punitivos. Aquello que en ellos queda
realizado es igualmente un deseo inconsciente. La diferencia que los separa de los demás sueños
optativos, en los casos del grupo b), el deseo inconsciente provocador del sueño pertenecía a lo
reprimido. En los sueños punitivos se trata también de un deseo inconsciente, pero al que no podemos
agregar ya a lo reprimido, sino al yo. El carácter esencial de estos sueños sería el de que en ellos no es
a
censurable, a la que transfiere su intensidad y detrás de la cual se oculta. A este hecho lo
denominamos transferencia.
ub
Los restos diurnos toman fuerza impulsora del deseo reprimido. También ofrecen a su vez a lo
inconsciente algo imprescindible: el objeto de la transferencia.
La excitación provocada por la necesidad interna buscará una derivación en la motilidad, derivación
que podremos calificar de modificación interna. EL niño hambriento grita y patalea pero esto no
o.
modifica en nada su situación, pues la excitación emanada de la necesidad no corresponde a una
energía de efecto momentáneo, sino a una energía de efecto continuado. La situación continuará
siendo la misma hasta que por un medio cualquiera se llega al conocimiento de la vivencia de
ic
satisfacción, que suprime la excitación interior. La aparición de cierta percepción, cuya imagen
mnémica queda asociada a partir de este momento con la huella mnémica de la excitación emanada de
ps
la necesidad, constituye un componente esencial de esta experiencia. En cuanto la necesidad resurja,
surgirá también, merced a la relación establecida, un impulso psíquico que cargará de nuevo la imagen
mnémica de dicha percepción y provocará nuevamente esta última. Tal impulso es lo que calificamos
de deseos. La reaparición de la percepción es la realización de deseo, y la carga psíquica completa de
or
la percepción, por la excitación emanada de la necesidad, es el camino más corto para llegar a dicha
realización.
ot
La interpretación de los sueños. Capítulo VII. Sobre la psicología de los procesos oníricos. Punto
E): El proceso primario y el proceso secundario. La represión. - S. Freud. Tomo V (pág. 702).
m
El descubrimiento de las ideas latentes han confirmado que el sueño continua los estímulos e
intereses de la vida despierta. Estas ideas latentes se ocupan de aquello que no parece importante y
nos interesa poderosamente. El sueño no se ocupa nunca de pequeñeces. Sin embargo, recoge los
@
restos indiferentes de día y no se puede apoderar de un gran interés diurno sino después que él mismo
se ha sustraído a la actividad de la vigilia. Ésta última circunstancia se nos demostró en el examen del
contenido manifiesto, el cual da a las ideas latentes una expresión modificada por deformaciones. El
proceso del sueño se apodera más fácilmente del material de las representaciones recientes y por
motivos dependientes de la censura transfiere la intensidad psíquica de lo importante, pero censurable,
a lo indiferente. Hemos adscrito al deseo procedente de lo infantil el papel de motor imprescindible
de la formación de los sueños. El sueño interpreta en la forma de una ilusión el estímulo sensorial
objetivo, pero hemos agregado el motivo de esta interpretación. Esta interpretación se lleva a cabo, de
modo que el objeto percibido quede hecho inofensivo para el reposo y utilizable para la realización de
deseos.
El sueño constituye para el alma una especie de válvula de seguridad y convierte todo lo peligroso
(perturbante) en inofensivo (guardián del dormir). Lo reprimido es la fuerza motora del sueño.
a
desarrollándose inadvertido por la consciencia hasta el momento de conciliar el reposo.
Estos procesos mentales son los que denominamos preconscientes.
ub
Un proceso mental iniciado de este modo en lo preconsciente puede:
1. Extinguirse espontáneamente.
Su energía se difunde por todas las direcciones asociativas que de ella emanan, provocando
en toda la concatenación de ideas un estado de excitación que se mantiene durante algún
o.
tiempo, pero después queda suprimido por la transformación de la excitación necesitada de
derivación en una carga en reposo. Si esto sucede, el proceso carecerá ya de toda
significación para la formación de los sueños. Pero en nuestro preconsciente acechan otras
icrepresentaciones finales emanadas de nuestros deseos inconscientes y continuamente en
actividad. Estas representaciones se apoderan entonces de la excitación del círculo de ideas
ps
abandonadas a sí mismo, lo enlazan al deseo inconsciente y le transfieren la energía de este
último, resultando que el proceso mental se halla en estado de conservarse, aunque no recibe
por este refuerzo derecho ninguno al acceso a la consciencia. Podemos decir que el proceso
mental, hasta el momento preconsciente, ha sido atraído a lo inconsciente.
or
2. Conservarse.
El proceso mental preconsciente ha sido despojado de su carga psíquica preconsciente y ha
encontrado otra inconsciente, procedente de un deseo.
ot
Desde este punto pasa el proceso mental por una serie de transformaciones que no reconocemos:
● Condensación.
Las intensidades de las diversas representaciones se hacen susceptibles de derivación y
m
a
Llamaremos proceso primario al único proceso psíquico que puede desarrollarse en el primer
sistema. Aspira a la derivación de la excitación para crear, con la cantidad de excitación acumulada,
ub
una identidad de percepción. El proceso secundario se desarrolla bajo la coerción del segundo
sistema. Este ha abandonado el propósito del primer proceso y entraña en su lugar el de conseguir una
identidad mental.
Las condensaciones de representaciones y las formaciones intermediarias y transaccionales
o.
constituyen un estorbo para alcanzar este fin de identidad; sustituyendo una representación a otra,
desvían del camino que partía de la primera. Por tanto, el pensamiento secundario evita
cuidadosamente tales procesos.
ic
Si a uno de los procesos psíquicos le damos el nombre de proceso primario, lo hacemos atendiendo a
las circunstancias temporales. Los procesos primarios se hallarán dados en él desde un principio,
ps
mientras que los secundarios van desarrollándose paulatinamente en el curso de la existencia,
coartando y sometiendo a los primarios hasta alcanzar su completo dominio sobre ellos.
En lo infantil existen también algunos procesos psíquicos cuya realización resulta también contraria
a las representaciones finales del pensamiento secundario.
or
Los recuerdos de los que se sirve el deseo inconsciente para provocar la asociación de afectos no
fueron jamás accesibles para lo preconsciente, razón por la cual no puede ser coartado su desarrollo de
afecto. Este mismo desarrollo de afecto hace que tampoco se pueda llegar ahora a estas
ot
representaciones desde las ideas preconscientes a las que se han transferido su fuerza de deseos.
Otra cosa sucede cuando el deseo inconsciente reprimido recibe un refuezo orgánico que puede
prestar a sus ideas de transferencia, poniendolas así en situación de intentar exteriormente por medio
m
de su excitación, aun cuando han sido abandonadas por la carga del preconsciente. Surge entonces la
lucha defensiva, reforzando el preconsciente la oposición contra las ideas reprimidas (contracarga), y
como una ulterior consecuencia, las ideas de transferencia, portadoras del deseo inconsciente, logran
@
abrirse camino bajo una forma cualquiera de transacción por formación de síntomas.
El sueño es una de las manifestaciones de lo reprimido. Lo reprimido que fue estorbado en su
expresión y separado de la percepción interna encuentra en la vida nocturna y bajo el dominio de las
formaciones transaccionales medios y caminos de llegar a la consciencia.
La interpretación onírica es la vía regia para el conocimiento de lo inconsciente en la vida anímica.
Tres ensayos de teoría sexual. Capítulo I. Las aberraciones sexuales. Punto 1. - S. Freud. Tomo IX
(pág. 1172).
Tres ensayos de teoría sexual. Capítulo I. Las aberraciones sexuales. Punto 4. - S. Freud. Tomo IX
(pág. 1187)
Tres ensayos de teoría sexual. Capítulo II. La sexualidad infantil. - S. Freud. Tomo IX (pág. 1195).
Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis. - S. Freud. Tomo IX (pág.
1238).
Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad. - S. Freud. Tomo X (pág. 1349).
La perturbación psicógena de la visión según el psicoanálisis. - S. Freud. Tomo XII (pág. 1631).
a
La represión - S. Freud. Tomo XV (pág. 2053). (Falta tomo).
ub
Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia. Parte III. El mecanismo paranoico. - S.
Freud. Tomo XI (pág. 1516). (Falta tomo).
o.
(pág. 2061). (Falta tomo).
Lo inconsciente. Capítulo IV. Tópica y dinámica de la represión. - S. Freud. Tomo XV (pág. 2069).
ic
(Falta tomo).
Lo inconsciente. Capítulo VI. Comunicaciones entre ambos sistemas. - S. Freud. Tomo XV (pág.
or
Psicología de las masas y análisis del Yo. Capítulo VII. La identificación. - S. Freud. Tomo XIX
(pág. 2585). (Falta tomo).
m
La organización genital infantil. Adicción a la teoría sexual. - S. Freud. Tomo XIX (pág. 2698).
(Falta tomo).
Sobre la sexualidad femenina. - S. Freud. Tomo XXII (pág. 3077). (Falta tomo).
Estudios sobre la histeria. Capítulo IV. Sobre la psicoterapia de la histeria. Punto 2. - S. Freud.
Tomo I (pág. 145).
Estudios sobre la histeria. Capítulo IV. Sobre la psicoterapia de la histeria. Punto 3 (hasta pág.
a
305). - S. Freud. Tomo I (pág. 155).
ub
La interpretación de los sueños. Capítulo II. El método de la interpretación de los sueños. Análisis
de un sueño paradigmático. - S. Freud. Tomo III (pág. 406).
o.
S. Freud. Tomo VI (pág. 782).
Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. - S. Freud. Tomo XII (pág. 1654). (Falta
tomo).
La iniciación del tratamiento. - S. Freud. Tomo XII (pág. 1661). (Falta tomo).
ot
Observaciones sobre el amor de transferencia. - S. Freud. Tomo XII (pág. 1689). (Falta tomo).
Recuerdo, repetición y elaboración. - S. Freud. Tomo XII (pág. 1683). (Falta tomo).
@
Introducción del narcisismo. Punto II. - S. Freud. Tomo XV (pág. 2017). (Falta tomo).
MÓDULO C.
PRÁCTICO: Síntoma y carácter.
El problema de la satisfacción en la cura.
Más allá del principio de placer. Capítulo I. - S. Freud. Tomo XVIII (pág. 2507).
Sabemos que el principio de placer corresponde a un funcionamiento primario del aparato anímico y
que es inútil para la autoafirmación del organismo frente a las dificultades del mundo exterior. Bajo la
influencia de la pulsión de autoconservación del yo queda sustituido el principio de placer por el
principio de realidad que exige y logra el aplazamiento de la satisfacción y el renunciamiento a
a
algunas de las posibilidades de alcanzarla, y nos fuerza a aceptar pacientemente el displacer durante el
ub
largo rodeo necesario para llegar al placer. El principio de placer continúa aún, por largo tiempo,
rigiendo el funcionamiento de la pulsión sexual, más difícilmente educable, y bien partiendo de este
último o en el mismo yo, llega a dominar al principio de la realidad, para daño del organismo entero.
o.
Más allá del principio de placer. Capítulo II. - S. Freud. Tomo XVIII (pág. 2510).
Freud empieza a percibir una tendencia a la satisfacción del dolor en la observación del juego de un
niño. El mismo lanzaba el carrito de juguete fuera de la cuna y celebraba su reaparición con un alegre
“aquí”. Este era el juego completo: desaparición y reaparición, juego del cual no se llevaba casi nunca
m
a cabo más que la primera parte, la cual era incansablemente repetida por sí sola, a pesar de que el
mayor placer estaba indudablemente ligado al segundo acto.
¿Cómo, pues, está de acuerdo con el principio de placer el hecho de que el niño repita como un
@
juego el suceso penoso para él? Se querrá quizá responder que la marcha tenía que ser representada
como condición preliminar de la alegre reaparición y que en esta última se hallaba la verdadera
intención del juego; pero esto queda contradicho por la observación de que la primera parte, la
marcha, era presentada por sí sola como juego y, además, con mucha mayor frecuencia que la
totalidad llevada hasta su regocijado final.
Si el principio del placer rige los procesos psíquicos de tal manera que el fin inmediato de los
mismos es la evitación de displacer y la consecución de placer, el masoquismo ha de resultar
verdaderamente incomprensible. El hecho de que el dolor y el displacer puedan dejar de ser una mera
señal de alarma y constituir un fin, supone una paralización del principio de placer.
a
de una cantidad a la que denominamos tensión del estímulo, aunque, desde luego, presenten una
estrecha relación con este factor. Mas no parece enlazarse a este factor cuantitativo, sino a cierto
ub
carácter del mismo, de indudable naturaleza cualitativa.
De todos modos, se nos ofrece así una serie de relaciones interesantes: el principio de nirvana
expresa la tendencia de la pulsión de muerte; el principio de placer representa la aspiración de la
libido y en la modificación de este último principio, el principio de la realidad, corresponde a la
o.
influencia del mundo exterior.
Estas reflexiones culminan en la conclusión de que no es posible dejar de considerar el principio de
placer como el guardián de la vida.
ic
Volvamos ahora al masoquismo, el cual se ofrece en tres distintas formas: como condicionante de la
excitación sexual, como una manifestación de la feminidad y como una norma de la conducta vital.
ps
Podemos distinguir un masoquismo erógeno, femenino y moral. El primero, el placer en el dolor,
constituye las bases de los otros dos restantes. La tercera forma del masoquismo ha sido explicada
como una consciencia de culpabilidad, y adscrita a los restantes descubrimientos analíticos.
● Masoquismo femenino.
or
El masoquista quiere ser tratado como un niño pequeño, indefenso y falto de toda
independencia, pero especialmente como un niño malo. Ahora bien: cuando tenemos ocasión
de estudiar alguno de estos casos en los cuales las fantasías masoquistas han pasado por una
ot
La libido tropieza en los seres animados con la pulsión de muerte en ellos dominantes, que
tiende a descomponer estos seres celulares, y a conducir cada organismo elemental al estado
de estabilidad inorgánica. Se le plantea, pues, la labor de hacer inofensivo esta pulsión
@
destructora y la lleva a cabo orientándose en su mayor parte hacia afuera, contra los objetos
del mundo exterior. Tomaría entonces el nombre de pulsión de destrucción. Una parte de esta
pulsión queda expuesta directamente al servicio de la función sexual. Este es el sadismo
propiamente dicho. Otra parte no colabora a esta transposición hacia lo exterior, pervive en el
organismo y queda fijada allí libidinosamente con ayuda de la excitación sexual antes
mencionada. En ella debemos de ver el masoquismo primitivo erógeno.
Puede decirse que la pulsión de muerte que actúa en el organismo es idéntica al
masoquismo. Una vez que su parte principal queda orientada hacia el exterior y dirigida sobre
los objetos, perdura en lo interior como residuo suyo, el masoquismo erógeno propiamente
dicho, el cual ha llegado a ser, por un lado, un componente de libido; pero continua, por otro,
teniendo como objeto el propio individuo.
a
El masoquismo moral resulta singular por mostrar una relación estrecha con la sexualidad.
Lo que importa es el sufrimiento mismo, aunque no provenga del ser amado.
ub
El tratamiento analítico nos presenta a pacientes cuya conducta contra el influjo terapéutico
nos obliga a adscribirles un sentimiento inconsciente de culpabilidad. Indicamos que no es
posible reconocer a tales personas (la reacción terapéutica negativa) y no ocultamos, tampoco,
la energía de tales impulsos que constituyen una de las más graves resistencias del sujeto y el
o.
máximo peligro para el buen resultado de nuestros propósitos. La satisfacción inconsciente de
culpabilidad es quizás la posición más fuerte de la ventaja de la enfermedad, o sea de la sumas
de energías que se revela contra la curación y no quiere abandonar la enfermedad. Los
ic
padecimientos que la neurosis trae consigo constituyen precisamente el factor que trae esta
enfermedad para la tendencia masoquista.
ps
Los enfermos saben muy bien en qué tormento se manifiesta un sentimiento inconsciente de
culpabilidad y no pueden convencerse de que abrigan en su interior movimiento análogos de
los que nada perciben.
Hemos adscrito al Superyó la función de la consciencia moral y hemos reconocido en la
or
ha nacido por la introyección en el yo de los primeros objetos que los impulsos libidinosos del
ello, proceso en el cual quedaron desexualizadas y desviadas de los fines sexuales directo las
relaciones del sujeto con la pareja parental, haciéndose de este modo posible el vencimiento
@
del complejo de Edipo. El superyó conservó así caracteres esenciales de las personas
introyectadas.
Pero aquellas mismas personas que continúan actuando en el superyó como instancia moral
después de ser objeto de los impulsos libidinosos del ello, pertenecen también al mundo
exterior real.
A causa de esta coincidencia, el superyó, sustitución del Complejo de Edipo, llega a ser
también, el representante del mundo exterior real, y de este modo, el prototipo de las
aspiraciones del yo.
El Complejo de Edipo demuestra ser así la fuente de nuestra moral individual. En el curso
de la evolución infantil, que separa paulatinamente al sujeto de sus padres, va borrándose de
la importancia personal de los mismos para el superyó. A las imágenes de ellos restantes se
a
explicación al contenido del masoquismo moral, se nos revelará su sentido oculto. La
consciencia moral y la moral han sido por la superación y la desexualización del Complejo de
ub
Edipo; el masoquismo moral sexualiza de nuevo a la moral, reanima el Complejo de Edipo y
provoca una regresión desde la moral al Complejo de Edipo.
El retorno del sadismo contra la propia persona se presenta regularmente con ocasión del
sojuzgamiento cultural de las pulsiones, que impide utilizar al sujeto en la vida una gran parte
o.
de sus componentes pulsionales destructores. Esta parte rechazada de la pulsión de
destrucción surge en el yo como una intensificación del masoquismo. Pero los fenómenos de
la consciencia moral dejan adivinar que la destrucción que retorna al yo desde el mundo
ic
exterior es también acogida por el superyó, aunque no haya tenido efecto la transformación
indicada, quedando así intensificando su sadismo contra el yo. Solo así se puede comprender
ps
que el sojuzgamiento de las pulsiones resulten un sentimiento de culpabilidad y que la
consciencia moral se haga tanto más rígida y susceptible cuanto más ampliamente renuncia el
sujeto a toda agresión contra otros. La primera renuncia a la pulsión es impuesta por poderes
exteriores y crea entonces la moralidad, la cual se manifiesta en la consciencia moral y exige
or
parte del mismo que eludió ser proyectada al mundo exterior en calidad de la pulsión de
destrucción
m
Varios tipos de carácter descubiertos en la labor analítica. - S. Freud. Tomo XVIII (pág. 2413).
primer término sobre el carácter del sujeto, pero la técnica que ha de seguir obliga pronto a orientar su
curiosidad hacia otros objetos. Observa que su investigación es amenazada por una resistencia que el
enfermo le opone y ha de atribuir estas al carácter del mismo.
1. Los de excepción.
Ya han sufrido y se han privado bastante. Tienen derecho a que no se les impongan más
restricciones y que no estén dispuestos a someterse a ninguna nueva necesidad displaciente,
porque son excepciones y se lo proponen seguir siéndolo.
Su neurosis se enlazaba a un proceso displaciente de sus primeros años infantiles, del que se
sentían inocentes, estimando como una ofensa injusta inferida a su persona. Los privilegios
que derivaban de esta injusticia y el desenfreno de ellos resultante habían contribuido a
agudizar los conflictos.
2. Los que fracasan al triunfar.
a
entrelazadas al Complejo de Edipo, como acaso, nuestro sentimiento de la culpabilidad.
3. Los delincuentes por sentimiento de culpabilidad.
ub
El sujeto sufre de un penoso sentimiento de culpabilidad, de origen desconocido, y una vez
que cometía una falta concreta sentía mitigada la presión del mismo.
El sentimiento de culpabilidad existe antes del delito y no procede de él, tales sujetos pueden
ser justificadamente designados como delincuentes por sentimiento de culpabilidad.
o.
Tal oscuro sentimiento de culpabilidad surge del Complejo de Edipo, siendo una reacción a
las dos grandes intenciones criminales: matar al padre y gozar a la madre.
ic
Moisés y la religión monoteísta. Punto III. Primera parte. Apartado C: La analogía. - S. Freud.
Tomo XXIV (pág. 3283).
ps
Llamamos traumas a las impresiones precozmente vivenciadas y olvidadas más tarde que tienen
suma importancia en la etiología de las neurosis.
Solo existe una reacción anormal y extraordinaria frente a sucesos y emergencias que suelen ser
or
elaborados y resueltos por éstos de una manera distinta, que es dable considerar normal. Nos
inclinaremos a decir que la neurosis no sería adquirida, sino gradualmente desarrollada por el
individuo.
ot
2. Los efectos proceden a todas luces de una o varias impresiones poderosas ocurridas en esa
época precoz y sustraídos a su resolución normal.
Es muy posible fundir en un solo concepto ambas condiciones etiológicas. Todo depende de la
@
definición que concedamos a lo traumático. Si podemos aceptar que el carácter traumático de una
vivencia sólo reside en un factor cuantitativo, siempre obedecerá al exceso de demandas psíquicas,
entonces será fácil establecer el concepto de que frente a determinada constitución puede actuar como
trauma. Logramos, de tal modo, la noción de una denominada serie complementaria gradual, a la
que concurren dos factores integrantes de la condición etiológica, compensando la mengua de uno con
el exceso de otro, produciéndose una acción conjunta de ambos.
Los síntomas de una neurosis son consecuencias de unas determinadas vivencias e impresiones, que
por eso mismo consideramos como traumas etiológicos.
Los traumas consisten en experiencias somáticas o en percepciones sensoriales, visuales o auditivas.
La relación entre aquellos tres atributos la propone una teoría emanada por la labor analítica. Esta
teoría explica que la vida sexual del hombre experimenta un florecimiento precoz que concluye
a
guardan amplia independencia frente a la organización de los restantes procesos psíquicos.
Constituyen una facción inaccesible, pero capaz de vencer al resto sometiendolo a su servicio.
ub
Cuando tal cosa sucede, se ha llegado a la denominación de una realidad psíquica interior
sobre la realidad del mundo exterior.
Un trauma de la infancia puede ser seguido inmediatamente por una neurosis infantil, colmada de
esfuerzos defensivos expresados en la formación de síntomas. Esta neurosis puede perdurar cierto
o.
tiempo y provocar trastornos notables, pero también puede transcurrir en forma latente. La defensa
tiene en ella la supremacía; en todo caso deja alteraciones permanentes al yo. Sólo raramente la
neurosis infantil continúa sin intervalo con la neurosis del adulto; proceso que es favorecido por el
ic
periodo de latencia. Solo posteriormente sobreviene el cambio que da lugar a la manifestación de la
neurosis definitiva, como efecto tardío a trauma: sucede esto, bien con la irrupción de la pubertad,
ps
bien algún tiempo después; en el primer caso, porque las pulsiones exacerbadas por la maduración
física pueden reasumir ahora la lucha en la cual fueron derrotados por la defensa. En el segundo caso,
porque las reacciones y modificaciones del yo, establecidas por el mecanismo de defensa, dificultan
ahora la solución de los nuevos problemas planteados por la vida, de modo que se originan grandes
or
conflictos entre las existencias del mundo exterior real y las del yo.
Inhibición, síntoma y angustia. Capítulo II. - S. Freud. Tomo XXI (pág. 2836).
Inhibición, síntoma y angustia. Capítulo III. - S. Freud. Tomo XXI (pág. 2839).
@
Inhibición, síntoma y angustia. Capítulo IV. - S. Freud. Tomo XXI (pág. 2841).
Inhibición, síntoma y angustia. Capítulo VI. - S. Freud. Tomo XXI (pág. 2852).
Más allá del principio de placer. Capítulo IV. - S. Freud. Tomo XVIII (pág. 2517).
a
aquellas excitaciones internas que traen consigo un aumento grande de displacer. Aquellas
excitaciones procedentes del exterior que poseen suficiente energía para atravesar la protección son
ub
las que denominamos traumáticas. Un suceso como el trauma exterior producirá una gran
perturbación en el intercambio de energía del organismo y pondrá en movimiento todos los medios de
defensa. Mas el ppio de placer queda aquí fuera de juego. No siendo ya evitable la inundación del
aparato anímico por grandes masas de excitación, habrá que emprender la labor de ligar
o.
psíquicamente las cantidades de excitación invasoras y procurar su descarga.
Desde el punto de la periferia en que la ruptura ha tenido efecto, afluyen entonces al aparato anímico
central, excitaciones continuas, tales como antes sólo podían llegar a él partiendo del interior del
ic
aparato. Desde todas partes acude la energía de carga para crear grandes acopios de energía.
Formándose así una contracarga, en favor de la cual se empobrecen todos los demás sistemas
ps
psíquicos, resultando una extensa parálisis o minoración del resto de la función psíquica. De este
proceso deducimos la conclusión de que un sistema intensamente cargado se halla en estado de acoger
nueva energía que a él afluya y transformarla en carga de reposo, esto es, ligada psíquicamente.
Cuanto mayor es la carga en reposo, tanto más intensa sería la fuerza ligadora. A la inversa, cuanto
or
menor es dicha carga, tanto menos capacitado estará el sistema para la recepción de energía afluente y
tanto más violentas serán las consecuencias de tal ruptura de la protección contra las excitaciones.
Acá surge un problema: aquellos sueños que, en interés de la ligadura psíquica de la impresión
ot
Más allá del principio de placer. Capítulo V. - S. Freud. Tomo XVIII (pág. 2523).
m
Corresponde a las capas superiores del aparato anímico la labor de ligar la excitación de las
pulsiones. El fracaso de esta ligadura haría surgir una perturbación análoga a las neurosis traumáticas.
@
Sólo después de efectuada con éxito la ligadura podrá imponerse sin obstáculos el reinado del ppio de
placer, o de su modificación: el ppio de realidad. Mas hasta tal punto sería obligada como labor
preliminar del aparato psíquico la de dominar o ligar la excitación, no en oposición al principio de
placer, más sí independientemente de él, y en parte sin tenerlo en cuenta para nada.
Aquellas manifestaciones de una obsesión de repetición muestran un alto grado de carácter
pulsional, y cuando se halla en oposición al ppio de placer, un carácter demoníaco. En los juegos
infantiles, creemos comprender que el niño repite el suceso desagradable, porque con ello consigue
dominar la violenta impresión, experimentada mucho más completamente de lo que fue posible
recibirla. Cada nueva repetición parece perfeccionar el deseado dominio. Es indudable que la
repetición, el reencuentro de la identidad constituye una fuente de placer. En cambio, en el analizado,
se ve claramente que la obsesión de repetir se sobrepone en absoluto al ppio de placer. El enfermo se
a
aceptar que todo lo viviente muere por fundamentos internos, volviendo a lo anorgánico, podremos
decir: la meta de toda vida es la muerte.
ub
La tensión, entonces generada en la inanimada materia, intentó nivelarse, apareciendo así la primera
pulsión: el de volver a lo inanimado.
La pulsión de autoconservación se halla en curiosa contradicción con la hipótesis de que la total vida
pulsional sirve para llevar al ser viviente hacia la muerte. La importancia teórica de las pulsiones de
o.
conservación y poder se hace más pequeña vista a esta luz; son pulsiones parciales, destinadas a
asegurar al organismo su peculiar camino a la muerte y a mantener alejadas todas las posibilidades no
inmanentes del retorno de lo orgánico. También estos guardianes de la vida fueron primitivamente
ic
escoltas de la muerte. De este modo surge la paradoja de que el organismo viviente se rebela
enérgicamente contra actuaciones que podrían ayudarle a alcanzar por un corto camino su fin vital.
ps
Las pulsiones que cuidan de los destinos de organismos elementales supervivientes al ser unitarios,
procuradores un refugio durante todo el tiempo que permanecen indefensos contra las excitaciones del
mundo exterior y facilitando su encuentro con las otras células germinativas, constituyen el grupo de
las pulsiones sexuales. Son conservadores en el mismo sentido que los otros, dado que reproducen
or
anteriores estados de la sustancia animada, pero lo son en mayor grado, pues se muestran más
resistentes contra las actuaciones exteriores y, además, en su amplio sentido, conservan la vida
misma para más largo tiempo. Son las verdaderas pulsiones de vida. Uno de los grupos de pulsiones
ot
se precipita hacia adelante para alcanzar, el fin último de la vida, y el otro retrocede, al llegar a un
determinado lugar de dicho camino, para volverlo a emprender de nuevo desde un punto anterior y
prolongar así su duración.
m
Más allá del principio de placer. Capítulo VI. - S. Freud. Tomo XVIII (pág. 2529).
@
Los resultados hasta ahora obtenidos, establecen una franca oposición entre pulsiones del yo y las
pulsiones sexuales, haciendo que los primeros tiendan a la muerte y los segundos a la conservación de
la vida.
Debemos acentuar más el carácter libidinoso de las pulsiones de conservación, cuanto que osamos
ahora dar un paso más reconociendo en la pulsión sexual, el eros, que todo lo conserva, y derribando
la libido narcisista del yo de las aportaciones de la libido con los que se mantienen unidas las células
del soma.
Hemos admitido en la pulsión sexual un componente sádico que puede lograr una total
independencia y dominar el total impulso sexual de la persona. Este componente sádico aparece así
mismo como pulsión parcial, dominante en las organizaciones pregenitales. Mas ¿cómo derivar la
pulsión sádica dirigido al daño del objeto, del eros, conservador de la vida? La hipótesis más
admisible es la que este sadismo es realmente una pulsión de muerte que fue expulsado del yo por el
Más allá del principio de placer. Capítulo VII. - S. Freud. Tomo XVIII (pág. 2540).
El principio de placer será entonces una tendencia que estará al servicio de una función encargada de
despojar de excitaciones el aparato psíquico, mantener en él constante el montante de la excitación o
conservarlo lo más bajo posible. La función así determinada tomaría parte en la aspiración más
general de todo lo animado, la de retornar a la quietud del mundo inorgánico. Todos hemos
experimentado que el máximo placer, que nos es concedido, está ligado a la instantánea extinción de
a
una elevadísima excitación. La ligadura de la pulsión sería una función preparatoria que dispondría a
la extinción para su excitación final en el placer de descarga.
ub
Es evidente que los procesos primarios o desligados producen sensaciones mucho más intensas que
los ligados o secundarios. Los procesos primarios son temporalmente más tempranos; y si al principio
de placer no se hallase ya en actividad en ellos, no podría tampoco establecerse para los posteriores.
o.
Llegamos así al resultado, de que la aspiración al placer se manifiesta más intensamente al principio
de la vida que después, es también harto extraño que las pulsiones de vida sean los que con mayor
intensidad registran nuestra percepción interna, dado que aparecen como perturbadores y traen
ic
incesantemente consigo tensiones cuya descarga es sentida como placer, mientras que las pulsiones de
muerte parecen efectuar silenciosamente su labor. El principio de placer parece hallarse al servicio de
las pulsiones de muerte, aunque también vigile a las excitaciones exteriores, que son consideradas
ps
como un peligro por las dos especies de pulsiones, pero especialmente a las elevaciones de
excitaciones procedentes del interior, que tienden a dificultar la labor vital.
El yo y el ello. Capítulo I. Lo consciente y lo inconsciente. - S. Freud. Tomo XIX (pág. 2701). (Falta
tomo).
El yo y el ello. Capítulo II. El yo y el ello. - S. Freud. Tomo XIX (pág. 2704). (Falta tomo).
El yo y el ello. Capítulo III. El yo y el superyo (ideal del yo). - S. Freud. Tomo XIX (pág. 2710).
(Falta tomo).
El yo y el ello. Capítulo IV. Las dos clases de pulsiones. - S. Freud. Tomo XIX (pág. 2716). (Falta
tomo).
Inhibición, síntoma y angustia. Capítulo VII. - S. Freud. Tomo XXI (pág. 2855). PASAR AL
LIBRO
* BIBLIOGRAFÍA TOMADA DESDE LA TRADUCCIÓN DE LOPEZ-BALLESTEROS Y LA
EDICIÓN DE SIGLO XXI.
@saulo_pv
@motorpsico.uba
Inhibición, síntoma y angustia. Capítulo VIII. - S. Freud. Tomo XXI (pág. 2859). PASAR AL
LIBRO
a
Análisis terminable e interminable. Capítulo II. - S. Freud. Tomo XXIV (pág. 3341).
ub
Análisis terminable e interminable. Capítulo III. - S. Freud. Tomo XXIV (pág. 3344).
Análisis terminable e interminable. Capítulo IV. - S. Freud. Tomo XXIV (pág. 3349).
o.
Análisis terminable e interminable. Capítulo V. - S. Freud. Tomo XXIV (pág. 3352).
Análisis terminable e interminable. Capítulo VI. - S. Freud. Tomo XXIV (pág. 3356).
ic
SEMINARIO: Interpretación y construcción.
ps
Consideración estructural del inconsciente.
or
Totem y tabú. Capítulo IV. El retorno infantil al totemismo. Punto 5. - S. Freud. Tomo XIII (pág.
1837).
m
Más allá del principio de placer. Capítulo III. - S. Freud. Tomo XVIII (pág. 2514).
Freud sigue en buscar contrapuntos a su principio de placer y por ello empieza a indagar en la
obsesión de la repetición. Para mejorar su comprensión debemos librarnos ante el error de creer que
ante la lucha contra las resistencias se combate contra una resistencia inconsciente. Lo inconsciente no
presenta resistencia alguna en la labor de la cura analítica, sino que tiende por sí mismo a abrirse paso
hasta la consciencia o hallar una salida por el acto real, venciendo la coerción a la que se halla
sometido.
Mucha parte del yo es mayormente inconsciente, de la cúal sólo un escaso sector queda comprendido
en el preconsciente. Podemos decir que la resistencia del analizado parte de su yo, y entonces vemos
enseguida que la compulsión de repetición debe atribuirse a lo reprimido inconsciente.
a
placer.
ub
El yo y el ello. Capítulo V. Las servidumbres del yo - S. Freud. Tomo XIX (pág. 2721). (Falta tomo).
Compendio del psicoanálisis. Parte II. Aplicaciones prácticas. Capítulo VI. La técnica
psicoanalítica. - S. Freud. Tomo XXV (pág. 3396). PASAR AL LIBRO
o.
Compendio del psicoanálisis. Parte II. Aplicaciones prácticas. Capítulo VII. Un ejemplo de la labor
psicoanalítica. - S. Freud. Tomo XXV (pág. 3403). PASAR AL LIBRO
ic
MÓDULO D.
ps
PRÁCTICO: La actualidad del psicoanálisis.
or
Psicoanálisis y contemporaneidad.
@
Análisis terminable e interminable. Capítulo VII. - S. Freud. Tomo XXIV (pág. 3360).
Análisis terminable e interminable. Capítulo VIII. - S. Freud. Tomo XXIV (pág. 3362).
MÓDULO E.
PRÁCTICO: Psicoanálisis y feminismos.
Elaboraciones sobre lo femenino en el psicoanálisis.
a
en la cultura.
ub
Tres ensayos de teoría sexual. - S. Freud. Tomo ??? (pág. ???).
o.
SEMINARIO: Psicoanálisis y feminismos.
El quehacer y la ética del analista en el campo de la salud y ante las nuevas
ic demandas e intervenciones sobre la sexualidad.
ps
Carta a la madre de un joven homosexual. - S. Freud. Revista Traumatismo Freud.
or
ot
m
@