Historia de Egipto
Historia de Egipto
Historia de Egipto
las que integran el conjunto de autores egipcios que utilizaron el griego como
lengua escrita. A esta visión contribuyen tanto el tema de sus escritos,
centrados en la historia y la religión del Antiguo Egipto, como el enigma
ligado indisolublemente a su obra más importante. Porque la Historia de
Egipto o "Crónica egipcia" de Manetón ha llegado hasta nosotros a través de
diversos fragmentos insertos en la obra de diversos autores, generalmente
de no escaso relieve, y que pueden clasificarse en dos grupos bien definidos:
el primero el transmitido a través de la obra de Flavio Josefo y el segundo
constituido por las referencias a la obra de Manetón que se encuentran en la
literatura patrística. Una de las fuentes históricas más importantes con
respecto al Egipto de los faraones y, desde luego, la más relevante en lengua
griega, la Crónica egipcia de Manetón, reviste una importancia fundamental
para el conocimiento de uno de los aspectos más interesantes de la historia
de la Antigüedad.
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Manetón
Historia de Egipto
ePub r1.0
Titivillus 30.06.16
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Título original: Ægyptiaca
Manetón, 250 a.C.
Traducción: César Vidal Manzanares
Diseño de cubierta: RLull
Ilustración de portada: Estela de Nebra, segundo faraón de la Dinastía II de Egipto (ca. 2800-2785 a.
C.)
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A Pilar Fernández Uriel,
con profunda gratitud
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Introducción
Bibliografía
TOMO I
Dinastías I-XI
TOMO II
Dinastías XII-XIX
TOMO III
Dinastías XX-XXXI
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INTRODUCCIÓN
La figura de Manetón constituye, sin lugar a dudas, una de las más sugerentes, si no
la que más, entre el conjunto de autores egipcios que utilizaron el griego como lengua
escrita. Hay dos razones que contribuyen de manera esencial a justificar esta visión
del personaje. La primera gira en torno a la temática de su obra centrada en la historia
y la religión del Antiguo Egipto. Que éste es un tema eterno incluso en las épocas en
que parece eclipsarse la popularidad de los estudios relacionados con la historia
antigua, es algo que se desprende fácilmente de la continua corriente de obras que al
respecto, bien sean históricas o de creación, se vienen editando de manera
ininterrumpida prácticamente desde Champollion hasta nuestros días. Tal parece que
los descubrimientos del mestizo que acompañó a Napoleón en su aventura egipcia[*]
no sólo dejaron al descubierto buen número de los secretos vinculados a esta
civilización semienterrada sino que también abrieron camino para que no pudiera
verse sepultada de nuevo en el interés del hombre corriente.
Pero al carácter, atrayente sin duda, de la temática de esta obra manetoniana se
une una segunda nota no menos sugestiva. Nos referimos al enigma ligado
indisolublemente a la misma. Efectivamente, la Historia de Egipto o Crónica egipcia
de Manetón sólo ha llegado a nosotros gracias a fragmentos que, además, se hallan
insertos en diversos autores, generalmente, de no escaso relieve. Constituye este
hecho peculiar una buena prueba del predicamento disfrutado por el autor egipcio en
la Antigüedad. Dentro del conjunto de restos, laboriosamente conservados por sus
prestatarios, encontramos junto a las citas más amplias de Flavio Josefo, Julio
Africano y Eusebio, referencias al mismo en Diógenes Laercio, Eliano, el
Etymologicum Magnum, Lido, Malalas, los escoliastas de Platón, Plutarco, Porfirio,
Teodoreto y Teófilo. Manetón constituía para ellos referencia obligada, quizá la más
importante, a la hora de acercarse a la milenaria cultura egipcia.
Nuestro autor fue un fruto más de un magma cultural que llevó a varios no-
griegos a narrar en lengua helénica las maravillas de sus patrias. Estas yacían en
buena medida postradas en un proceso de decadencia siquiera política y aquella
adversa circunstancia contribuyó a un intento de preservar de aciagos tiempos la
gloriosa huella del pasado. Ejemplos de esta misma actitud fueron asimismo Beroso o
a los autores judíos de los libros de los Macabeos, si bien pocos lograron, como
Manetón, seguir siendo leídos con interés mucho tiempo después de su época, que en
el caso del egipcio fue el siglo III antes de Cristo. Como tendremos ocasión de ver en
las páginas siguientes, aquel interés no se limitó a la simple lectura sino que llevó a la
utilización del mismo con ocasión de combates dialécticos de corte nacionalista
(Josefo) o religioso (Julio Africano, Eusebio) convirtiéndose, gracias a estas fuentes,
en fuente de referencia obligada el historiador medieval.
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Vida de Manetón
Los datos que han llegado hasta nosotros acerca de la biografía de Manetón son muy
limitados. Con todo, algunas circunstancias parecen establecidas con un mínimo
grado de certeza. Nos estamos refiriendo a su lugar de nacimiento, su sacerdocio en
Heliópolis y su colaboración en la introducción del culto de Serapis.
El nombre Manetón significa posiblemente «Verdad de Tot» y sabemos que bajo
la Dinastía XIX hubo un sacerdote al que se denominaba «Primer Sacerdote de la
Verdad de Tot»[1]. No obstante, la etimología del nombre dista mucho de resultar
innegable. W. G. Waddell señala, entre otras posibilidades, las de que Manetón
pudiera significar «Don de Tot», «Amado de Tot» o «Amado de Neit»[2]. Cerny
prefirió trazar la etimología del nombre a partir del copto[3] dándole el significado de
«mozo de cuadra». El mayor problema para tal interpretación radica en el hecho de
que el término copto no aparece nunca como nombre propio. En términos generales,
pues, podemos aceptar prudentemente que el nombre Manetón tenía un significado
teóforo y constituía por ello un apelativo adecuado para un sacerdote.[*] Más difícil
resulta saber si fue el nombre original del autor que tratamos o si estaba ligado a su
profesión clerical.
Con relación a su tiempo, Sincelo señala que vivió después de Beroso[4] pero que
tal posterioridad no resultó excesiva puesto que fue «casi contemporáneo». Sabemos
que Beroso ejerció como sacerdote de Marduk en Babilonia durante el reinado de
Antíoco I (285-261 a. de C.) y que dedicó su Caldea a este rey con posterioridad al
281 a. de C. Aunque nos parece excesivo suscribir la tesis de que las obras de Beroso
y de Manetón fueron un intento nacionalista de rivalizar suscitado entre historiadores
de dos culturas milenarias[5], no puede descartarse a priori la posibilidad de que
Manetón se inspirara en parte en su antecesor.
Suidas consideró que Manetón no era el nombre de un solo autor sino de dos
diferentes. El primero habría sido originario del enclave egipcio de Mendes, su
ocupación principal la habría constituido el sacerdocio y habría escrito Sobre la
elaboración de kyfos[6]. El segundo, por el contrario, se encontraría adscrito a la
ciudad de Dióspolis o Sebennito y su labor habría girado esencialmente en torno al
cultivo de la astronomía y de otras ciencias. Sus obras principales serían un tratado
sobre las doctrinas físicas[7], un poema en versos hexamétricos sobre las influencias
ejercidas por los astros (Apotelesmatica) y algunos escritos más[8].
Lo más importante es que Suidas sufre una confusión al tomar nota de las
ciudades relacionadas con Manetón y es posible que tendiera a desdoblar al mismo
personaje en dos, uno ligado a Mendes y otro a Sebennito. La Dióspolis de Suidas era
muy probablemente la actual Tell el-Balamun, capital del nomo 17 o diospolitano,
que se encontraba al norte del nomo de Sebennito con el que colindaba.
Muy posiblemente Manetón fue natural de Sebennito (la actual Samannud) en el
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Delta, en la orilla occidental del brazo del Nilo relacionado con Damietta. Parece
indiscutible que perteneció a la clase clerical egipcia y, de aceptar el testimonio de su
carta a Ptolomeo II Filadelfo[9], habría sido «sumo sacerdote y escriba de los
sagrados templos de Egipto, nacido en Sebennito y habitando en Heliópolis». Con la
excepción de los datos relativos a su nacimiento y a su residencia heliopolitana no
poseemos base firme en conexión con esta fuente para aceptar las otras
afirmaciones[10]. Existe, sin embargo, un testimonio adicional que sí parece abogar
por la presencia de Manetón en las filas del alto clero egipcio. Nos estamos refiriendo
al papel que desempeñó en la introducción del culto de Serapis.
La dinastía de los Ptolomeos, nacida de la desmembración del Imperio de
Alejandro Magno, optó por dotar de una base religiosa a su absolutismo
monárquico[11]. No era una medida nueva en la Antigüedad y, desde luego, gozaba de
precedentes en la actuación política del genial hijo de Filipo. Esta decisión dio su
primer paso con la teogamia restaurada de Ptolomeo I (283-246)[*], pero fue
Ptolomeo V (205-181) al afirmar la propiedad regia de los dominios de los templos el
que imprimió al proceso un carácter de importancia trascendental. A estas medidas de
corte económico se unió otra de clara raíz ideológica que fue la de intentar sincretizar
la religión egipcia con la helénica. Que con ello se buscaba tender un puente entre
ambos elementos de la población gobernada por el monarca y además legitimar el
poder regio resulta evidente. Según Plutarco, el rey convocó en Alejandría a una
comisión de teólogos, entre los que se encontraban Manetón y el ateniense Timoteo, a
la que encargó de establecer las correspondencias y concomitancias entre los dos
cultos. El fruto de esta labor fue, como ya señalamos, el culto de Serapis, dios de
Alejandría, al que los egipcios podían identificar con Osiris, bajo el símbolo del buey
Apis, y los griegos llegarían a ver como Plutón y Zeus. Dado que Osiris se había
fundido ya con Ra, tanto en Grecia como en Egipto, se tendió a asimilar a Serapis con
el culto solar. En el Imperio romano se hablará ya de un solo dios en tres divinidades:
Zeus, Helios (el Sol) y Serapis[12].
No es nuestra intención detenernos excesivamente en un terreno que corresponde
más bien a la historia de las religiones. Con todo, consideramos indispensable
señalar, según se desprende de alguna noticia de Plutarco[13] sobre Manetón, que éste
contaba con el suficiente ascendente en la corte como para formar parte de un grupo
real de asesores en cuestiones religiosas. ¿Indica esto que desempeñaba algún rango
especial dentro del clero? Creemos que no nos encontramos ante un testimonio
definitivo de ello aunque sí podría interpretarse como un indicio posible. En cualquier
caso, que el papel desarrollado por Manetón en la creación del culto sincrético de
Serapis no fue pequeño[14] es algo que parece desprenderse asimismo de la
inscripción de su nombre en la base de un busto en mármol hallado en las ruinas del
templo de Serapis en Cartago[15].
Otra fuente que parece hacer referencia a nuestro personaje[16] es una cita
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consignada en un papiro del año 241 a. de C. Aparece en un documento que contiene
correspondencia relativa al Sello del Templo[17]. La persona a la que se hace
referencia fue con toda seguridad alguien conocido en los ámbitos clericales y cabe la
posibilidad de que se trate del Manetón del que ahora hablamos. De ser así, todo
indicaría que llegó a una edad avanzada.
Resumiendo pues, podemos aceptar algunos datos como seguros acerca del autor
que estamos presentando. Era egipcio, escribía con relativa soltura en griego, nació
seguramente en Sebennito, y pertenecía a la casta sacerdotal egipcia. Sus
conocimientos de considerable amplitud en diversas áreas del saber llamaron la
atención de Ptolomeo V, quien le encomendó la tarea, junto a otros eruditos entre los
que destacaba el griego Timoteo, de sentar las bases de un culto sincrético. El intento,
finalmente, parece haber contado con un éxito notable.
Dentro de lo probable, aunque no tan seguro como lo señalado en las líneas
anteriores, están las circunstancias de que Manetón llegara a sumo sacerdote, que se
le venerara en agradecimiento por su papel en el establecimiento del culto a Serapis y
que alcanzara una edad avanzada. Son todos datos realmente secundarios pero que
parecen posibles
Ahora bien, si exceptuamos su cometido como creador del culto de Serapis, no
cabe duda de que lo más relevante del legado de Manetón son sus obras que,
desgraciadamente, sólo nos han llegado en forma fragmentaria. A ellas vamos a
dedicar el segundo apartado de esta introducción.
Obras de Manetón
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nombre de Manetón, procedimiento nada extraño en la Antigüedad, por tratar un
tema de contenido, más o menos similar al de la Historia de Egipto de aquél.
La Crítica contra Herodoto no cuenta con datos suficientes en las fuentes como
para ser considerada de manera indiscutible como una obra aparte de la Historia de
Egipto. Ciertamente Josefo nos ha transmitido una noticia[19] favorable a Manetón en
su comparación con Herodoto pero de esto cabe tanto deducir que escribió una obra
específica contra el historiador griego como el que su Historia de Egipto refutó los
datos poco críticos del griego acerca del país del Nilo y su pasado.
Los Apotelesmatiká se atribuyeron frecuentemente en la Antigüedad a
Manetón[20]. Supuestamente la obra estaba formada por seis libros y su estructura era
la de un poema en hexámetros cuya temática giraba en torno a la influencia de los
astros. Los libros I y V aparecen con dedicatorias al rey Ptolomeo aunque no resulta
claro si se pueden atribuir a Manetón[21]. Eruditos como W. Kroll y Köchly señalan
incluso diferencias cronológicas a la hora de datar el libro que van desde el 120 a. de
C. Hasta el siglo IV d. de C. en algunos de los fragmentos.[22] No puede pues
descartarse que parte de la obra pertenezca Manetón, pero en su conjunto final no se
debe atribuir a él.
Aun mayor dificultad nos plantean las obras restantes. Por un lado, no sabemos si
se trataron realmente de escritos diferentes o constituyen partes de libros que
conocemos de Manetón. Por otro, cabe aún formularse la cuestión de si no se habrá
denominado con distintos títulos una misma obra. La crítica moderna ha abundado en
la exposición de teorías relacionadas con estos interrogantes. Así, F. Susemihl y W.
Otto, por ejemplo, consideraban que Manetón había escrito con seguridad la Historia
de Egipto, el Libro sagrado y el Epítome sobre las doctrinas físicas, pero defendían
que las «obras» Sobre festivales, Sobre el ritual y la religión antiguos así como Sobre
la elaboración de kyfos no eran sino partes del Libro sagrado[23]. Fruin fue aún más
lejos al suponer que Manetón sólo había escrito dos obras, una relativa a la historia de
Egipto y otra dedicada a la religión de este país[24]. El determinar con exactitud
cuántas obras escribió Manetón aparte de la Historia de Egipto o si fueron los
opúsculos partes del Libro sagrado o no son algunos de los interrogantes que, hoy en
día, resultan imposibles de responder dado el estado actual de nuestros
conocimientos. Ciertamente, las noticias de las fuentes antiguas resultan tan pobres
que no cabe dar una respuesta definitiva en ninguno de los sentidos[25].
La Historia de Egipto
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llegado hasta nosotros. Tal conclusión es correcta pero, a la vez, dramáticamente
relativa.
La Historia de Egipto nos ha llegado conservada en fragmentos que pueden
clasificarse en dos grupos bien definidos. El primero lo forman las citas transmitidas
por Flavio Josefo. Resulta esta circunstancia natural si tenemos en cuenta el hecho de
que la historia patria de Israel hunde sus raíces en Egipto. Como veremos más
adelante, su utilización por parte del historiador careció de un enfoque crítico y es
presumible que la manera en que ha llegado hasta nosotros «vía Josefo» sea, al menos
en parte, corrupta, pero no cabe duda de que el testimonio es de primer orden[26]
El segundo está constituido por las referencias a Manetón en los Padres. Se
discute si éstos trabajaron sobre la obra misma de Manetón o sobre un epítome de la
misma. Este que, en líneas generales, estaría formado por líneas dinásticas, habría
sido recogido especialmente por Julio Africano y de él, quizá, habría pasado a
Eusebio, destacando también la labor, en el siglo VIII-IX, de Sincelo, igualmente
conocido como Jorge el Monje.
La finalidad, una vez más, era apologética y pretendía hacer encajar los relatos de
la Biblia con la cronología de antiguas civilizaciones como la egipcia.
Debemos, pues, reconocer que Manetón ha llegado hasta nosotros en peor
situación de la que hubiéramos deseado. Por un lado, su Historia esta incompleta, por
otro, si no fue manipulada por razones ideológicas, sí fue seleccionada en aspectos
que quizá no resultan tan interesantes para nosotros como omitidos. Pasemos a
continuación a examinar a estos autores por separado.
Buena parte de los fragmentos manetonianos que han llegado hasta nosotros se hallan
recogidos en la última obra de Flavio Josefo, a la que ha venido denominándose
convencionalmente Contra Apión[27] (aunque Porfirio prefería llamarla «Contra los
griegos»)[28], y, muy posiblemente, fue titulada por el autor judío Acerca, de la
antigüedad de los judíos.
La obra seguramente quedó concluida poco antes de la muerte de Josefo en el año
96 y en ella el autor pretendió plasmar apologéticamente la longevidad del pueblo de
Israel e, indirectamente, lo bien fundado de sus tradiciones religiosas. Obviamente
Josefo estaba desengañado en esa época del romanismo[29] del que tan fervientemente
admirador se había mostrado, por convicción o interés, unos años antes, y volvía con
renovado ímpetu a enraizarse en su fe milenaria.
En este intento apologético de Josefo, Manetón cuenta con una importancia
excepcional, porque, si bien es cierto que los autores griegos desconocen los
multiseculares orígenes judíos, no sucede lo mismo con el prestigioso historiador
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egipcio. Este, según Josefo, hace referencia a los hicsos, que dominaron Egipto
durante quinientos once años y que al final, expulsados por Misfragmutosis, fundaron
Jerusalén, siendo por tanto los antepasados de los judíos. Todo ello habría acontecido
unos trescientos noventa y tres años antes de Dánao y mil antes de la guerra de
Troya[30].
Las referencias de Josefo a Manetón resultan especialmente interesantes. Por un
lado, dejan de manifiesto que el historiador, que «escribió en lengua griega la historia
de su patria», contaba con un cierto prestigio en el mundo romano. Tanto que no se
consideraba una temeridad que reprochara a «Herodoto haber falseado muchas cosas
por ignorancia»[31]. Por otro, al intentar demostrar la realidad histórica del Éxodo,
auténtica crux histórica, nos transmite la única noticia escrita de la Antigüedad dotada
de cierta extensión acerca de los hicsos[32]. Hoy en día sabemos que no se puede
identificar a los hijos de Jacob con los hicsos, entre otras cosas porque Israel
descendió a Egipto antes de la llegada de aquéllos[33]. Conocemos también que
tampoco se puede admitir que la expulsión de los hicsos corresponda al Éxodo. No
obstante, el testimonio, una vez pasado por el tamiz de la crítica histórica, es
auténticamente de relieve.
Cómo llegó Josefo a valerse del texto de Manetón y en qué medida es fiel el citar
al mismo es algo cuya respuesta está inevitablemente sujeta a la conjetura.
Posiblemente podríamos señalar que, aparte de la equivocada interpretación histórica,
Josefo no utilizó a Manetón de una manera uniforme. Aunque entramos en un terreno
discutible, creemos que el uso pudo acercarse bastante a lo que exponemos a
continuación:
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denigrarlo como fuente histórica poco fiable. De ahí que no cayera en que quizá el
segundo relato de Manetón acerca de los judíos pudiera reproducir, convenientemente
pasado por la crítica histórica, elementos verdaderos de la historia del Éxodo israelita,
pero contemplados desde una perspectiva egipcia. Ciertamente, Moisés pudo ser
sacerdote antes de convertirse en libertador de Israel; ciertamente, los israelitas se
vieron reducidos a labores de servidumbre relacionadas con la construcción,
ciertamente su monoteísmo iconoclasta y sus disposiciones alimentarias chocaban
irreparablemente con la mentalidad egipcia y ciertamente también, a juzgar por el
relato del Éxodo, el faraón los dejó irse considerando que el no hacerlo era
contravenir a los dioses. Todo este fragmento contuvo quizá en su momento valiosa
información acerca de cómo concibieron, y seguramente deformaron, por interés
propagandístico, la hazaña de la que surgió el pueblo de Israel.[34] Por desgracia,
Josefo fue antes ideólogo tendencioso que historiador y nos privó de todo el
testimonio manetoniano, sustituyéndolo por unos amaños del texto insostenibles y
que, para nosotros, revisten mucho menos interés.
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primeros libros de sus Crónicas, de los que sólo nos han llegado fragmentos[41],
constituyeron lugar de referencia obligada para Eusebio e historiadores posteriores.
¿Qué ha llegado de Manetón hasta nosotros a través de Julio Africano? En
términos generales, podemos señalar que poco más que referencias cronológicas, a
las que además se intenta encajar, más mal que bien, en una cronología
supuestamente bíblica. Julio Africano, por otro lado poco cuidadoso en el empleo de
las fuentes, no sentía hacia Manetón el interés del historiador sino el del apologista.
Resulta difícil determinar de manera dogmática si el proceso de armonización
partía de un epítome escrito por un judío helenista poseído del mismo afán
apologético[42] o si, más bien, como consideramos nosotros, Julio Africano actuaba
de manera original en su manipulación de Manetón, guiado por parámetros que no
tendrían sentido en un judío pero sí en un cristiano que, además, hubiera
experimentado la influencia del cristianismo africano[43]. Una vez más, las obras de
Manetón nos han sido conservadas, siquiera en parte, por razones extrañas a las que
motivaron su redacción.
Manetón y Eusebio
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conciencia) ni a la independencia de la Iglesia. Constantino respondió a Eusebio con
un trato verdaderamente privilegiado. En los aniversarios vigésimo y trigésimo de su
subida al poder, Eusebio fue el encargado de pronunciar los panegíricos y a la muerte
del emperador compuso en su honor una extensa eulogia. Que Eusebio aprovechó
además este ascendiente para impulsar a Constantino a perseguir a los obispos
ortodoxos parece un hecho fuera de duda. Murió muy poco después que el
emperador, hacia el 339 o el 340.
Lo que más nos interesa de su obra es, lógicamente en este caso, aquella parte
relacionada con Manetón. Esta viene ligada a uno de sus primeros escritos, el
comúnmente llamado Crónica[45], escrito hacia el año 303. La Crónica constaba de
dos partes. En la primera compilaba breves resúmenes de historia caldea, asiria, judía,
egipcia (donde utiliza a Manetón), griega y romana. Se valió a tal fin, de manera
directa o indirecta, de diversas fuentes antiguas. En la segunda parte, elaboró una
serie de cuadros sincrónicos (en esto es prestatario de Julio Africano), cuya finalidad
es probar que la religión judía era la más antigua del mundo y que a través de ella,
por ser su legítima sucesora, lo era la cristiana.
La obra de Eusebio, en conjunto, es mejor que la de Julio Africano ya que se ha
liberado del corsé milenarista y se permite tratar las fuentes con un sentido crítico
mayor, así, por ejemplo, sólo empieza a realizar cálculos cronológicos a partir de
Abraham, ya que considera insegura la historia anterior. Con todo y con eso, sigue
siendo presa del afán apologético, y en el caso concreto de Manetón no pocas veces
resulta menos fiable que su antecesor.
No se ha conservado el original griego salvo en algunos fragmentos y extractos.
El texto sólo nos ha llegado por completo en una versión armenia del siglo VI. La
segunda parte existe además en una versión latina preparada en Constantinopla por
Jerónimo hacia el 380. Ahora bien, tanto la versión armenia como la de Jerónimo no
tienen como base el original sino una reedición, y posiblemente revisión, del mismo
que iba más allá de la fecha fijada como límite por Eusebio en su estudio.
Prescindiendo de su valor en relación a la obra de Manetón, lo cierto es que en el
curso de la Edad Media la Crónica (en la redacción de Jerónimo, que llegaba hasta el
378 d. de C.) se convirtió en elemento importantísimo para la historiografía de la
época. Se puede decir sin exagerar que constituyó un auténtico pilar de la
investigación histórica durante siglos[46].
Desde nuestro punto de vista, Eusebio constituye quizá la fuente de transmisión
de la obra manetoniana más importante. Por un lado, es la más extensa. Por otro, no
es inferior en fidelidad a Josefo ni a Julio Africano. Ahora bien, su lectura no es
directa sino a través de este último Padre, como ya hemos señalado. No obstante, y
dado su mayor interés por la crítica textual, es posible que utilizara alguna otra
versión de Manetón que no necesariamente tiene por qué ser el epítome, si es que
existió, a que se ha hecho referencia antes y que fue obra presunta de un judío
helenista.
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Manetón y Sincelo
Cuesta trabajo imaginar a una persona que se hallara en mejor situación para escribir
una historia antigua de Egipto que Manetón. Contaba con el armazón de
conocimientos indispensables para tal cometido y la posibilidad de acceder a los
archivos egipcios[49]. Podía descifrar la escritura jeroglífica de tablillas, obras
arquitectónicas y esculturas sin necesidad de recurrir a un cicerone no siempre bien
comprendido, como sucedió en el caso de Herodoto. A todo ello se unía un
conocimiento suficientemente profundo de la historiografía griega que le permitía
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efectuar comparaciones y emitir juicios críticos.
Aunque podemos admitir que Manetón, como hijo de su tiempo, habría
considerado como histórica buena parte de la mitología egipcia, no por ello podemos
dejar de ver que la pérdida de buena parte de su obra constituye una desgracia sin
paliativos para el historiador.
No podemos emitir un juicio categórico acerca de las fuentes que utilizó para
elaborar su historia, pero creemos que las consignadas a continuación[*], aparte de las
obras contenidas en bibliotecas y archivos, formaron, con bastante probabilidad, parte
de las mismas[*].
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más estrecha con Manetón que las fuentes que hemos examinado hasta ahora. La
pieza se encuentra dividida en espacios anuales. En su parte superior aparecen
señalados los hechos de importancia y en la inferior las crecidas del Nilo.
En las primeras dinastías los años no aparecen numerados sino que reciben un
sobrenombre relacionado con algún suceso de relevancia. Al igual que en Manetón,
los hechos religiosos y militares gozan de un trato especial, como ocurre con otros
como la construcción de pirámides.
Resultaría excesivamente prolijo describir con cierta amplitud todo aquello que
Manetón nos ha transmitido sobre la historia de Egipto. Un autor que disfrutaba de su
privilegiada situación y que tenía como finalidad enseñar a los «bárbaros» griegos la
importancia de su historia patria, difícilmente podía ser parco en sus aportaciones.
Entre los elementos positivos cabe destacar la atribución de un origen tanita a las
dos primeras dinastías[56], la localización de los primeros logros médicos en la I
Dinastía[57], la omisión de la dinastía copta, que, efectivamente, no existió[58], la
transmisión de los únicos datos escritos de la Antigüedad acerca de los hicsos[59], la
existencia de dos monarcas posteriores a Horemheb desconocida por nosotros[60], el
testimonio único acerca de Neferkare[61], los relatos únicos acerca del final de
Bokkoris y del asesinato de Shabataka por Taharqa, que no nos han llegado a través
de ninguna otra fuente[62], la noticia importantísima sobre Mutis (también única)[63] y
una serie de datos muy precisos sobre las Dinastías XXVIII y XXIX[64]. Si a todo ello
añadimos el mar de informaciones que nos proporciona, confirmadas en mayor o
menor medida por hallazgos posteriores o por otras fuentes escritas, no puede negarse
la importancia trascendental de Manetón para la historia de Egipto y de la
Antigüedad.
No todo fue positivo, no obstante, en el legado histórico de Manetón. Así, por
citar unos botones de muestra, los datos sobre la III Dinastía resultan casi imposibles
de utilizar[65], menciona una VII Dinastía que, posiblemente, no existió, la etimología
relacionada con los hicsos es errónea[66], su atribución de un origen tanita a la
Dinastía XXIII es equivocada[67] así como las cifras que da en relación con la
Dinastía XXII[68]. No obstante, no deja de ser curioso que incluso errores de bulto
como la división de la historia de Egipto en 31 dinastías (que no se corresponde con
la realidad de los hechos históricos)[69] no sólo no hayan sido extirpados por el paso
del tiempo sino que se hayan incrustado en manuales y obras especializadas hasta el
punto de constituir una convención repetida por razones puramente metodológicas.
Por todo ello, creemos no exagerar al señalar que la Historia de Egipto de
Manetón constituye una de las fuentes escritas más importante de la Antigüedad
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relativa al país de los faraones y, desde luego, la más relevante en lengua griega.
Texto utilizado
Del texto griego de sus obras religiosas contamos además con las ediciones
contenidas en el Fontes Historiae Religionis Aegyptiacae de Th. Hopfner (1922-25) y
en el Frag. Griech. Hist., III, C 609, de Jacoby (1958).
Por último, del texto griego del epítome existe la obra de G. F. Unger,
Chronologie des Manetho, Berlín, 1867; y de las listas reales hay una cuidada versión
expuesta en columnas paralelas en R. Lepsius, Königsbuch der alten Ägypter, Berlín,
1858.
Una edición completa de los textos griegos y latinos de las obras de Manetón, o
atribuidas a éste, es la de W. G. Waddell, Manetho, Cambridge, 1940, que ha
experimentado, por su gran calidad, diversas reimpresiones, y cuya edición de 1980
hemos utilizado como base para esta versión al castellano —la primera y única
realizada hasta la fecha en nuestra lengua— siguiendo la numeración de los
fragmentos que aparece en la misma.
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BIBLIOGRAFÍA
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MANETON AEGYPTIACA
MANETÓN, HISTORIA DE EGIPTO
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TOMO I
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(DINASTÍAS DE DIOSES, SEMIDIOSES
Y ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS)[1]
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Mestraim fue ciertamente el padre de los egipcios; y debe considerarse que la primera
dinastía egipcia surgió de él.
7. Pero si el número de años sigue resultando excesivo, debe suponerse que quizá
varios reyes egipcios gobernaron paralelamente al mismo tiempo, ya que dicen que
los gobernantes fueron reyes de Tis, de Menfis, de Sais, de Etiopía, y de otros lugares
al mismo tiempo. Parece además que distintos reyes gobernaron en distintas regiones,
y que cada dinastía se vio confinada a su propio nomo, de manera que no hubo una
sucesión de reyes que ocuparan el trono uno después de otro, sino que varios reyes
reinaron a la vez en distintas regiones[6]. De aquí se origina una cifra total tan elevada
en años. Pero dejemos esta cuestión y ocupémonos detalladamente de la cronología
de los egipcios.
Después Manetón habla también de cinco estirpes egipcias que formaron treinta
dinastías, que comprendían a aquellos a los que llaman dioses, semidioses, espíritus
de los muertos y hombres mortales[*]. De éstos Eusebio, «hijo» de Pánfilo, da el
siguiente relato en su Crónica: «En relación con los dioses, semidioses y espíritus de
los muertos y reyes mortales, los egipcios tienen una larga serie de estúpidos mitos.
Los reyes egipcios más antiguos, ciertamente, contaban con años que eran lunares y
que duraban treinta días, mientras que los semidioses que los sucedieron dieron el
nombre de horoi a años que duraban tres meses.» De manera que Eusebio escribió
razonablemente, criticando a los egipcios por sus necias habladurías; y, en mi
opinión, Panodoro[7] se equivoca al pensar que Eusebio yerra en esto, partiendo de la
base de que Eusebio no supo entender lo que deseaban decir los historiadores.
Además Panodoro piensa que él sí que acierta al aplicar un método novedoso, que es
tal y como sigue: «Desde la creación de Adán hasta Enoc, es decir, hasta el año
general cósmico 1282, el número de días no fue calculado ni en meses ni en años;
sino que los Vigilantes[8], que habían descendido a la Tierra en el año general
cósmico 1000, se comunicaron con los hombres, y les enseñaron que las órbitas de
las dos luminarias, marcadas por los doce signos del Zodíaco, están compuestas de
360 partes. Al observar que la órbita de la Luna, más clara y pequeña, y que está más
cercana a la Tierra, tiene un período de treinta días, los hombres decidieron que tal
período de tiempo debía ser considerado como un año, ya que la órbita del Sol
también incluía los mismos doce signos del Zodíaco con un número similar de partes,
o sea, 360. Sucedió así que los reinados de los dioses que gobernaron entre ellos
durante seis generaciones en seis dinastías fueron consignados en años que consistían
en ciclos lunares de treinta días. El total de años lunares es de 11.985, o sea, 969 años
solares. Al añadir éstos a los 1.058 años solares del período anterior a su reinado,
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forman la suma total de 2.027 años.» De manera similar, en las dos dinastías de nueve
semidioses —que eran consideradas históricas aunque en realidad nunca existieron—
Panodoro intenta obtener 214 años y seis meses de 858 horoi[9] o tropoi, de manera
que 969 años constituyen, según él, 1.183 años y seis meses, y éstos, cuando se
añaden a los 1.058 años desde la época de Adán hasta el reinado de los dioses, llegan
a un total de 2.242 años hasta el Diluvio.
De forma que Panodoro se esfuerza por mostrar que los escritos egipcios
contrarios a Dios y a Sus Escrituras divinamente inspiradas están en realidad de
acuerdo con ambos. Critica por ello a Eusebio, sin comprender que sus propios
argumentos, que no pueden ser probados ni sometidos a la razón, se vuelven contra él
y contra la verdad, puesto que... ni Babilonia ni Caldea fueron regidas por reyes antes
del Diluvio, ni hubo Egipto anterior a Mestrem, y, según lo veo yo, ni siquiera estuvo
habitado antes de ese tiempo...
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(Semidioses)[*]
En el reino de Egipto nos encontramos con el más antiguo de todos los reinos,
cuyo inicio tenemos la intención de registrar, tal y como es dado por Manetón.
Primero, voy a dejar constancia, tal y como sigue a continuación, de los dioses que,
según los mismos egipcios, reinaron en aquel país. Algunos dicen que el dios Ifesto
reinó en Egipto 680 años. Después de él, el Sol, hijo de Ifesto, reinó 77 años. Luego
Sosinosiris[12] reinó 320 años. Después de éste, Horus el gobernante reinó 28 años; y
a continuación Tifón reinó 45 años. En total el reinado de los dioses fue de 1.550
años[13].
Luego vienen los reinados de los semidioses[**],que fueron así: Anubis reinó 83
años y también redactó las escrituras de los egipcios[14]. Acerca de éste, el gramático
Apión[15] explica que vivió en la época de Inaco[16], rey cuando la fundación de
Argos... durante 67 años[17].
I. Después de esto Manetón da una lista de los reyes que fueron espíritus de los
muertos, llamándolos también semidioses... los cuales reinaron 2.100 años. A éstos
los denomina «fortísimos»[18].
II. Mineo y siete de sus descendientes reinaron 253 años.
III. Boco y ocho reyes más reinaron 302 años.
IV. Nequeroqueo y siete reyes más reinaron 214 años.
V. De manera similar otros diecisiete reyes reinaron 277 años
VI. De manera similar otros veintiún reyes reinaron 258 años.
VII. Otos y otros siete reyes reinaron 203 años.
VIII. De manera similar otros catorce reyes reinaron 140 años.
IX. De manera similar otros veinte reyes reinaron 409 años.
X. De manera similar otros siete reyes reinaron 204 años.
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Aquí termina el primer tomo de Manetón que contiene un período de 2.100
años[19].
Estos antiguos reinados de los primeros reyes egipcios son recogidos por
Manetón, y en sus escritos queda establecido que los nombres de los cinco planetas se
den de otra forma: a Cronos[23] acostumbraban a llamarlo la estrella brillante; a Zeus,
la estrella radiante; a Ares[24], la estrella de fuego; a Afrodita[25], la más hermosa; a
Hermes[26], la estrella brillante. Estos nombres fueron explicados más tarde por el
sabio Sotates[27].
El primer rey de Egipto pertenecía a la tribu de Cam, el hijo de Noé. Fue Faraón,
al que también se llamó Naracó. Los antiguos reinos de Egipto anteriores a aquél
fueron señalados por el sapientísimo Manetón, como ya se ha dicho.
Puesto que un conocimiento de los períodos cubiertos por las dinastías egipcias
desde Mestraim hasta Nectanebo es necesario en muchas ocasiones para aquellos que
se ocupan de las investigaciones cronológicas, y puesto que las dinastías tomadas de
la Historia de Manetón aparecen en historiadores eclesiásticos con discrepancias en lo
relativo a los nombres de los reyes y a la duración de sus reinados, y también en
relación con el hecho de quién era rey cuando José fue gobernador de Egipto, y de
quién reinaba cuando, posteriormente, Moisés —el que vio a Dios— condujo a Israel
en su Éxodo de Egipto, he considerado necesario escoger dos de las recensiones más
famosas y colocarlas la una al lado de la otra —me estoy refiriendo a los relatos de
Africano y del posterior Eusebio de Panfilo— de forma que con la dedicación
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indispensable se pueda llegar al punto de vista que se aproxima más a la verdad
bíblica. Primeramente, debe entenderse que Africano aumenta en 20 años el período
que va desde Adán hasta el Diluvio y que, en lugar de 2.242 años, él llega a la cifra
de 2.262 años, lo que parece que es un error. Por otro lado, Eusebio mantiene la cifra
fiable de 2.242 años en armonía con la Biblia. En relación con el período que va
desde el Diluvio hasta Abraham y Moisés, ambos se han desviado en un período de
130 años correspondientes al segundo Cainan, el hijo de Arfaxad[28], es decir, una
generación, la decimotercera, desde Adán, tal y como aparece en Lucas el
evangelista[29]. Pero Africano, en los 20 años que añadió entre Adán y el Diluvio,
anticipó esto y sólo quedan aquí 110 años en el período de Cainan y sus sucesores.
Por tanto, hasta el primer año de Abraham consignó 3.202 años; mientras que
Eusebio, al omitir por completo aquellos 130 años, consignó 3.184 años hasta el
primer año de Abraham[30].
(DINASTÍA I)[31]
Según Africano.
Este es el relato que da Africano de las dinastías de Egipto (después del Diluvio).
1. Después de los espíritus de los muertos, de los semidioses, la primera casa real
tuvo ocho reyes, el primero de los cuales, Menes[32] de Tis, reinó 62 años. Fue
arrollado por un hipopótamo y pereció[33].
2. Atotis[34], su hijo, reinó 57 años. Edificó el palacio de Menfis[35]. Sus obras de
anatomía han llegado hasta nosotros, porque era médico.
3. Kenkenes[36], su hijo, reinó 31 años.
4. Uenefes, su hijo, reinó 23 años. Durante su reinado una gran hambre se
apoderó de Egipto. El levantó las pirámides que hay cerca de Cocome[37].
5. Usafaidos[38], su hijo, reinó 20 años.
6. Miebidos[39], su hijo, reinó 26 años.
7. Semempses, su hijo, reinó 18 años. Durante su reinado una gran calamidad
cayó sobre Egipto.
8. Bienekes, su hijo, reinó 26 años. En total fueron 253 años[40].
Eusebio establece asimismo los detalles de la I Dinastía de una manera muy
similar a la de Africano.
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Este es el relato que da Eusebio de las dinastías egipcias (después del Diluvio).
Después de los espíritus de los muertos y de los semidioses, los egipcios señalan
que la I Dinastía tuvo ocho reyes. Entre éstos se encontraba Menes, cuyo gobierno
sobre Egipto fue ilustre. Voy a indicar los gobernantes de cada estirpe desde la época
de Menes. Su sucesión es la siguiente:
1. Menes de Tis (Zis) con sus 7 descendientes —el rey llamado Men por
Herodoto— reinó 60 años. Realizó una expedición al extranjero en la que obtuvo
fama, pero fue arrollado por un hipopótamo.
2. Atotis, su hijo, reinó 27 años. Edificó el palacio de Menfis. Practicó la
medicina y escribió libros de anatomía.
3. Kenkenes, su hijo, reinó 39 años.
4. Uenefes, su hijo, reinó 42 años. Durante su reinado el hambre se apoderó de
Egipto. El levantó las pirámides que hay cerca de Cocome.
5. Usafais reinó 20 años.
6. Niebais reinó 26 años.
7. Semempses reinó 18 años. Durante su reinado hubo muchos portentos y una
gran calamidad.
8. Ubientes, su hijo, reinó 26 años. En total fueron 252 años.
Después de los manes y de los héroes, los egipcios señalan que la I Dinastía tuvo
ocho reyes. El primero de éstos fue Menes, que obtuvo renombre por el gobierno de
su reino. Empezando por éste, registraré cuidadosamente las familias reales una por
una. Su sucesión detallada es la siguiente:
1. Menes de Tis (al que Herodoto llamó Min) y sus 7 descendientes. Reinó 30
años, y avanzó con su ejército más allá de las fronteras de su reino, obteniendo la
fama por sus éxitos. Fue arrollado por un dios en forma de hipopótamo[41].
2. Atotis, su hijo, reinó 27 años. Edificó para sí un palacio real en Menfis y
también practicó el arte de la medicina, escribiendo libros sobre la técnica de abrir los
cuerpos.
3. Cencenes, su hijo, reinó 39 años.
4. Vavenefis reinó 42 años. En su tiempo el hambre se apoderó de la tierra. Él
levantó las pirámides que hay cerca de Co.
5. Usafais reinó 20 años.
6. Niebais reinó 26 años.
7. Mempses reinó 18 años. Durante su reinado hubo muchos portentos y una gran
epidemia.
8. Vibentis reinó 26 años. En total fueron 252 años.
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(DINASTÍA II)[42]
La Dinastía II está formada por nueve reyes de Tis. El primero fue Boetos, que
reinó 38 años. En su reinado se abrió una grieta[43] en Bubastis[44] y muchos
perecieron.
2. Kaiecos[45] reinó 39 años. En su reinado se consideró que los bueyes Apis[46]
en Menfis y Mnevis en Heliópolis y el carnero de Mendes eran dioses[47],[48].
3. Binotris reinó 47 años. En su reinado se decidió que las mujeres podían ser
reyes[49].
4. Tlas reinó 17 años.
5. Setenes reinó 41 años.
6. Caires reinó 17 años.
7. Neferqueres reinó 25 años. Durante su reinado, se cuenta que el Nilo fluyó
mezclado con miel durante 11 días.
8. Sesocris reinó 48 años. Su estatura era de 5 codos y 3 palmos[50].
9. Keneres reinó 30 años.
En total fueron 302 años. E
l total de años para la I y II Dinastías, después del Diluvio, fue de 555 años, de
acuerdo a la segunda edición de Africano.
La II Dinastía está formada por nueve reyes de Tis. El primero fue Boetos, en
cuyo reinado se abrió una grieta en Bubastis y muchos perecieron.
Fue sucedido por Kaicoos. En su reinado se consideró que Apis y Mnevis, y
también el carnero de Mendes, eran dioses.
3. Biofis. En su reinado se decidió que las mujeres podían ser reyes. En los
reinados de los tres reyes que los sucedieron no aconteció nada digno de mención.
7. En el séptimo reinado, se cuenta que el Nilo fluyó mezclado con miel durante
11 días.
8. Después, Sesocris reinó 48 años. Su estatura era de 5 codos y 3 palmos.
9. En el noveno reinado no sucedió nada digno de ser mencionado. Estos reyes
gobernaron 297 años.
El total de años para la I y II Dinastías fue de 549 años, de acuerdo a la recensión
de Eusebio.
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Fr. 10. Versión armenia de Eusebio.
La II Dinastía estuvo compuesta por nueve reyes. El primero fue Bocos, en cuyo
reinado se abrió un gran agujero en Bubastis y se tragó a muchas personas.
Fue sucedido por Cecous. En su reinado se consideró que Apis y Mnevis, y
también el carnero de Mendes, eran dioses.
Después reinó Biofis, bajo el cual se estableció mediante una ley que las mujeres
podían obtener la dignidad regia.
En los reinados de los tres reyes que los sucedieron no aconteció nada digno de
mención.
Bajo el séptimo rey, los mitólogos cuentan que por el Nilo fluyeron mezcladas el
agua con la miel durante 11 días.
Después, Sesocris reinó 48 años. Se dice que su estatura era de 5 codos de alto y
de 3 palmos de ancho[51].
Finalmente, en el noveno reinado no sucedió nada digno de ser mencionado.
Estos reyes gobernaron 297 años.
(DINASTÍA III)[52]
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Fr. 12 (a) (de Sincelo). Según Eusebio.
(DINASTÍA IV)[60]
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5. Ratoises[67] reinó 25 años.
6. Bikeris reinó 22 años.
7. Seberkeres[68] reinó 7 años.
8. Tamftis reinó 9 años.
En total fueron 277 años.
El total de años para las primeras cuatro dinastías después del Diluvio fue de
1.046 según Africano.
(DINASTÍA V)[69]
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Fr. 18 (de Sincelo). Según Africano.
(DINASTÍA VI)[81]
Fr. 20
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1. Otoes[82] reinó 30 años. Fue asesinado por sus lanceros.
2. Fiós[83] reinó 53 años.
3. Metusufis[84] reinó 7 años.
4. Fiops[85], que empezó a reinar a los seis años de edad y continuó haciéndolo
hasta los cien[86].
5. Mentesufis[87] reinó 1 año.
6. Nitocris[88], la más noble y adorable de las mujeres de su tiempo, de hermosa
figura, la constructora de la tercera pirámide[89], que reinó 12 años.
El total es de 203 años[90]. Junto con los ya mencionados 1.294 años de las cinco
primeras dinastías suman un total de 1.497 años.
La VI Dinastía.
Hubo una reina llamada Nitocris, la más noble y adorable de las mujeres de su
tiempo. Tenía una hermosa figura y se dice que construyó la tercera pirámide, así
como que reinó 12 años.
Estos [sic] reinaron tres años. En otra copia se dice que 203 años. Junto con los ya
mencionados 1.295 años de las cinco primeras dinastías hacen un total de 1.498
años[91]
La VI Dinastía. Hubo una reina llamada Nitocris, más valiente que todos los
hombres y más bella que todas las mujeres de su tiempo, dotada de una hermosa piel
y de rojas mejillas. Se dice que construyó la tercera pirámide que tiene aspecto de
montaña.
Los reinados unidos de todos los reyes ascienden a 203 años.
(DINASTÍA VII)[92]
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Fr. 24 (a) (de Sincelo). Según Eusebio.
(DINASTÍA VIII)[93]
La VIII Dinastía consistió en veintisiete reyes de Menfis, que reinaron 146 años.
Junto con los reinados ya mencionados, se llega a un total de 1.629 años para las
ocho primeras dinastías.
La VIII Dinastía consistió en cinco reyes de Menfis, que reinaron 100 años. Junto
con los reinados va mencionados, se llega a un total de 1.598 años para las ocho
primeras dinastías.
La VIII Dinastía consistió en cinco reyes de Menfis, que reinaron 100 años.
(DINASTÍA IX)[94]
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sus predecesores, provocó el lamento de todo Egipto. Posteriormente, cayó presa de
la locura y fue asesinado por un cocodrilo.
(DINASTÍA X)
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(DINASTÍA XI)
ebookelo.com - Página 39
TOMO II
ebookelo.com - Página 40
(DINASTÍA XII)[1]
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Fr. 36. Versión armenia de Eusebio.
(DINASTÍA XIII)
La XIII Dinastía consistió en sesenta reyes de Dióspolis que reinaron 453 años.
La XIII Dinastía consistió en sesenta reyes de Dióspolis que reinaron 453 años.
(DINASTÍA XIV)[15]
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Fr. 41 (a) (de Sincelo). Según Africano.
La XIV Dinastía consistió en setenta y seis reyes de Xois, que reinaron 184 años.
La XIV Dinastía consistió en setenta y seis reyes que reinaron 184 años, o 434
según otra copia.
La XIV Dinastía consistió en setenta y seis reyes de Xois, que reinaron 484 años.
(LOS HICSOS)[16]
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regiones orientales, previniendo así la invasión de su reino por los asirios[21] que
podría acontecer si aquéllos llegaban a ser especialmente fuertes.
78. Habiendo hallado en el nomo saita[22] una ciudad favorablemente situada al
este del río Bubastites[23] que se llamaba, según una antigua tradición religiosa,
Avaris[24], la reedificó, la fortificó con espesas murallas y, con la finalidad de
proteger la frontera, situó en ella una guarnición de infantería pesada compuesta por
240.000 hombres.
79. Hasta aquí venía en verano, en parte para entregarles raciones y salario a sus
tropas, en parte para entrenarlas cuidadosamente en maniobras provocando así el
terror de las naciones extranjeras. Después de reinar 19 años Salitis murió.
80. Un segundo rey, de nombre Bnón, le sucedió y reinó durante 44 años.
Después de éste reinó durante 36 años y 7 meses Apacnán. A continuación reinó
Apofis 61 años, y Iannás[25], 50 años y un mes.
81. Después de todos éstos, reinó finalmente Assis 49 años y 2 meses. Estos seis
monarcas, sus primeros gobernantes, manifestaron una inclinación cada vez más
fuerte por extirpar la raíz de Egipto.
82. Su raza era denominada «hicsos», que significa «reyes pastores», ya que
«hyk» en la lengua sagrada significa «rey» y «sos» en el lenguaje vulgar es «pastor»
o «pastores». De aquí proviene, pues, el término «hicsos»[26]
83. Algunos dicen que eran árabes[27]. En otra copia[28], se dice que la expresión
«hyk» no significa «reyes» y, por el contrario, la expresión compuesta equivale a
«reyes-cautivos». De hecho, en egipcio, «hyk» y «hak» cuando se aspiran
expresamente significan «cautivos»[29]. Esta explicación me resulta más convincente
y armoniza mejor con la antigua historia.
84. Estos reyes que he enumerado arriba, y sus descendientes, que rigieron a los
llamados pastores, dominaron Egipto, según Manetón, durante 511 años[30].
85. Después se produjo una rebelión de los reyes de la Tebaida y del resto de
Egipto contra los «pastores», y estalló entre ambas partes una terrible y prolongada
guerra.
86. Según dice Manetón, los «pastores» fueron derrotados, expulsados del resto
del Nilo y confinados en una región, llamada Avaris, cuya circunferencia era de
10.000 arurae[31], por un rey cuyo nombre era Misfragmutosis[32].
87. Según Manetón, los «pastores» rodearon toda esta zona con una muralla alta y
fuerte, para proteger todas sus posesiones y el fruto de sus saqueos.
88. Tutmosis[33], el hijo de Misfragmutosis, intentó lograr su rendición sitiando la
fortaleza y bloqueando la misma con un ejército de 480.000 hombres. Finalmente,
viendo que era imposible tomarla, concluyó con ellos un tratado en virtud del cual
debían abandonar todos Egipto pudiendo marchar sin problemas al lugar que
desearan.
89. En base a estas condiciones, los «pastores», con sus familias y posesiones, no
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menos de 240.000 personas, abandonaron Egipto y viajaron por el desierto en
dirección a Siria.
90. Allí, temiendo el poder de los asirios que en esa época eran los dueños de
Asia, construyeron en la tierra que ahora se llama Judea una ciudad enorme, con
capacidad suficiente como para dar albergue a todos aquellos miles de personas, y la
llamaron Jerusalén.
91. En otro libro de su Historia de Egipto, Manetón dice que la raza de los
denominados «pastores» es descrita, en los libros sagrados de Egipto, como
«cautivos», y su afirmación es correcta. Ciertamente, nuestros remotos antepasados
tuvieron como costumbre hereditaria el apacentar ganado, y como llevaban una vida
nómada, fueron llamados «pastores»[34].
92. Por otra parte, en los registros egipcios fueron denominados, no sin razón,
cautivos, puesto que nuestro antepasado José dijo al rey de Egipto[35] que era un
cautivo, y más tarde, con el consentimiento del rey, llamó a sus hermanos a Egipto.
Pero trataré este tema más a fondo en otro lugar.
(DINASTÍA XV)
La Dinastía XV estuvo constituida por los reyes pastores. Hubo seis extranjeros
procedentes de Fenicia[36], que se apoderaron de Menfis. En el nomo setroita
fundaron una ciudad, desde la cual subyugaron a Egipto.
El primero de estos reyes, Saites, reinó 19 años y de él recibe su nombre el nomo
saita[37].
2. Bnón reinó 44 años.
3. Pacnán reinó 61 años.
4. Staán[38] reinó 50 años.
5. Arcles reinó 49 años.
6. Afofis reinó 61 años.
En total reinaron 284 años.
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(b) Versión armenia de Eusebio.
(DINASTÍA XVI)
La Dinastía XVI estuvo formada por cinco reyes de Tebas, que reinaron durante
190 años.
(DINASTÍA XVII)
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2. Bnón reinó 40 años.
3. Afofis reinó 14 años.
Después de éste Arjles reinó durante 30 años.
En total reinaron 103 años.
Durante su tiempo José fue nombrado rey de los egipcios.
La Dinastía XVII estuvo formada por pastores que eran hermanos de Fenicia y
reyes extranjeros. Se apoderaron de Menfis. El primero de estos reyes, Saites, reinó
durante 19 años. De él recibe su nombre el nomo saita. Estos reyes fundaron en el
nomo setroita una ciudad desde la que, tras realizar una expedición, dominaron
Egipto.
El segundo rey fue Bnón, que reinó 40 años.
Después reinó Arcles durante 30 años.
Afofis reinó 14 años.
El total fue de 103 años.
En la época de éstos parece ser que reinó en Egipto José.
93. Ahora estoy citando a los egipcios como testigos de nuestra antigüedad. Por
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tanto, voy a volver a citar de las obras de Manetón en lo que se refiere a la
cronología. Su relato es como sigue:
94. «Después de la marcha de la tribu de los pastores desde Egipto a Jerusalén,
Tétmosis[44], el rey que los arrojó de Egipto, reinó 25 años y cuatro meses hasta su
muerte, siendo entonces sucedido por su hijo Kébron[45], que reinó durante 13 años.»
95. Después de él, Amenofis[46] reinó durante 20 años y siete meses. Después su
hermana Amesis[47] reinó 21 años y 9 meses. A continuación su hijo Mefres[48] reinó
12 años y 9 meses. Luego su hijo Meframutosis[49] reinó 25 años y 10 meses.
96. Después su hijo Tutmosis[50] reinó 9 años y 8 meses. A continuación su hijo
Amenofis[51] reinó 30 años y 10 meses. A continuación su hijo Horus[52] reinó 36
años y 5 meses. Después su hija Acenkeres[53] reinó 12 años y 1 mes. Luego su
hermano Ratotis reinó 9 años.
97. Después su hijo Acenkeres reinó 12 años y 5 meses. Luego su hijo Acenkeres
II reinó 12 años y 3 meses, su hijo Harmais 4 años y 1 mes, su hijo Rameses 1 año y
4 meses, su hijo Harmeses Miamun 66 años y 2 meses.
98. Su hijo Amenofis 19 años y seis meses, y su hijo Setos[54], también llamado
Rameses, cuyo poder descansaba en la caballería y en la flota. Este rey nombró a su
hermano Harmais virrey de Egipto, y le invistió de todas las prerrogativas regias,
pero le ordenó que no llevara diadema, que no tocara a la reina, la madre de sus hijos,
y que se apartara asimismo de las concubinas regias.
99. Este mandó una expedición contra Chipre y Fenicia y posteriormente otra
contra los asirios y los medos; y los venció a todos ellos, a algunos por la espada, a
otros sin llegar a combatir valiéndose únicamente de la amenaza de su poderoso
ejército. Con el orgullo de sus conquistas, continuó su avance todavía con mayor
valor, y dominó las ciudades y las tierras de Oriente.
100. Cuando ya había pasado un considerable período de tiempo, Harmais, que se
había quedado en Egipto, intrépidamente contravino todas las órdenes de su hermano.
Ultrajó a la reina y ordenó la liberación de las concubinas. Después, siguiendo el
consejo de sus amigos, comenzó a llevar diadema y se rebeló contra su hermano.
101. El supervisor de los sacerdotes de Egipto[55] envió entonces una misiva a
Setosis, poniéndole al corriente de todos los detalles, incluyendo la rebelión de su
hermano Harmais. Setosis regresó inmediatamente a Pelusio[56] y tomó posesión de
su reino[57]
102. y la tierra recibió el nombre de Egipto a causa de él. Se dice que Setos se
llamaba Egipto y su hermano Harmais, Dánaos[58].
103. Estas cosas las escribió Manetón, y, si se calcula el tiempo según los años
mencionados, resulta evidente que los denominados «pastores», nuestros
antepasados, abandonaron Egipto y se establecieron en nuestra tierra 393 años antes
de la venida de Dánaos a Argos. De hecho, los argivos consideran que Dánaos
perteneció a la remota antigüedad.
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104. De manera que Manetón nos ha proporcionado pruebas acerca de dos
aspectos importantes relacionados con los registros egipcios. El primero, que
llegamos a Egipto procedentes de algún otro lugar; y el segundo, que nuestra marcha
de Egipto se produjo en fecha tan remota que precedió a la Guerra de Troya[59] en
más de mil años[60].
105. En cuanto a las añadiduras que ha hecho Manetón, partiendo no de los
registros egipcios, sino, como él mismo admitió, de relatos anónimos y legendarios,
más adelante las refutaré detalladamente, y mostraré la improbabilidad de sus
mentirosas historias.
Moisés era el caudillo de los judíos, como ya he dicho, cuando fueron expulsados
de Egipto por el rey faraón cuyo nombre era Tétmosis[63]. Después de la expulsión
del pueblo, este rey, según se dice, reinó 25 años y 4 meses, según el cálculo de
Manetón.
2. Después de él, Jebron reinó 13 años.
3. Después de él, Amenofis reinó 20 años y 7 meses.
4. Después de él, su hermana Amesse reinó 21 años y 1 mes.
5. Después de ella, Mefres reinó 12 años y 9 meses.
6. Después de él, Meframmutosis reinó 20 años y 10 meses.
7. Después de él, Tutmoses reinó 9 años y 8 meses.
8. Después de él, Amenofis reinó 30 años y 10 meses.
9. Después de él, Horus reinó 36 años y 5 meses.
10. Después de él, su hermana reinó 12 años y 1 mes.
11. Después de él, reinó Ratotis nueve años.
12. Después de él, reinó Akrenjeres 12 años y 5 meses.
13. Después de él, reinó Akrenjeres II durante 12 años y 3 meses.
14. Su hijo Harmais reinó 4 años y 1 mes.
15. Después de él, Rameses reinó 1 año y 4 meses.
16. Después de él, Rameses Miammun reinó 66 años y 2 meses.
17. Después de él, reinó Amenofis 19 años y 6 meses.
18. Después, su hijo Setos, también llamado Rameses, reinó 10 años. Se dice que
poseyó una gran fuerza de caballería y una flota organizada.
(DINASTÍA XVIII)
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Fr. 52 (de Sincelo). Según Africano.
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los 22 años de su reinado.
6. Tutmosis reinó 9 años.
7. Amenofis reinó 31 años. Este es el rey que se considera que fue Memnón y una
estatua parlante.
8. Horus reinó 36 años.
9. Akenkerses reinó 12 años.
Atoris reinó 39 años.
Kenkeres reinó 16 años.
En esta época Moisés sacó a los judíos de Egipto[67].
10. Akerres reinó 8 años.
11. Kerres reinó 15 años.
12. Armáis, también llamado Danaos, reinó 5 años. Después fue expulsado de
Egipto y, huyendo de su hermano Egipto, llegó a Grecia, y, apoderándose de Argos,
gobernó a los argivos.
13. Rameses, también llamado Egipto, reinó 68 años.
14. Ammenofis reinó 40 años. En total, 348 años. Eusebio asigna 85 años más
que Africano a la XVIII Dinastía[68].
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Fr. 54 (de Josefo, Contra Apión, I. 26-31, pr. 227-287).
227. El primer escritor al que voy a referirme es aquel que utilicé un poco antes
como testigo de nuestra antigüedad.
228. Me refiero a Manetón. Este escritor, que desarrolló la tarea de traducir la
historia de Egipto de los libros sagrados, empezó señalando que nuestros antepasados
vinieron contra Egipto con muchos miles de personas y que lograron el dominio
sobre sus habitantes. Después él mismo admitió que, en fecha posterior, fueron
expulsados del país, ocuparon lo que ahora es Judea, fundaron Jerusalén y
construyeron el templo. Hasta ese punto Manetón siguió las crónicas.
229. Después, prestando oído a leyendas y a murmuraciones acerca de los judíos,
se tomó la libertad de interpolar historias improbables en su deseo de confundirnos
con una multitud de egipcios que, a causa de la lepra y de otras enfermedades[69],
habían sido condenados al destierro de Egipto.
230. Después de citar a un rey Amenofis, un personaje ficticio —razón por la cual
no se atrevió a definir la duración de su reinado, aunque en el caso de los otros reyes
menciona los años con precisión—, Manetón le atribuye ciertas leyendas, habiendo
olvidado sin duda que según su propia crónica el éxodo de los Pastores de Jerusalén
tuvo lugar 518 años antes.
231. Porque era rey Tetmosis cuando salieron; y, según Manetón, los reyes
posteriores sumaron 393 años hasta los dos hermanos Setos y Hermeos, el primero de
los cuales, según cuenta, tomó el nuevo nombre de Egipto y el último el de Dánaos.
Setos expulsó a Hermeos y reinó 59 años; después, Rampses, el mayor de sus hijos,
reinó 66 años.
232. Así que, después de admitir que habían pasado tantísimos años desde que
nuestros padres abandonaron Egipto, Manetón interpola ahora a este supuesto
Amenofis. Este rey, señala, concibió el deseo de contemplar a los dioses, como Hor,
uno de sus predecesores en el trono, había hecho; y comunicó su deseo a su tocayo
Amenofis[70], el hijo de Paapi, el cual, en virtud de su sabiduría y conocimiento del
futuro, era considerado partícipe de la naturaleza divina.
233. Su tocayo le contestó entonces que podría ver a los dioses si limpiaba toda la
tierra de leprosos y otras personas contaminadas.
234. El rey se complació en aquella respuesta y reunió a todos los que había en
Egipto cuyos cuerpos sufrían la enfermedad. Eran un total de 80.000 personas.
235. A continuación los deportó a las canteras del este del Nilo para que
trabajaran allí separados del resto de los egipcios. Entre ellos, añade Manetón, había
algunos príncipes dotados de educación, que habían sido tocados por la lepra.
236. Entonces este sabio vidente llamado Amenofis fue lleno del pavor de que la
cólera divina se descargara contra él y contra el rey si se descubría aquel maltrato; y
añadió la predicción de que ciertos aliados se unirían a la gente contaminada y se
apoderarían de Egipto por 13 años. No arriesgándose a comunicar personalmente tal
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profecía al rey, dejó un relato completo de la misma por escrito y a continuación se
quitó la vida. El rey cayó en un estado de profunda postración.
237. Entonces Manetón continúa como sigue (cito literalmente del mismo):
«Cuando los hombres de las canteras habían sufrido maltratos durante un tiempo
considerable, suplicaron al rey que les concediera como morada y refugio la ciudad
abandonada de los Pastores, Avaris, y aquél se lo concedió. Según una tradición
religiosa, esta ciudad estaba desde tiempos antiguos dedicada a Tifón.
238. »Al ocupar la ciudad y utilizarla como centro para su rebelión, nombraron
como su caudillo a uno de los sacerdotes de Heliópolis llamado Osarsef, y juraron
obedecerlo en todo.
239. »Lo primero que éste hizo fue promulgar una ley en el sentido de que no
deberían adorar a los dioses[71] ni privarse de ninguno de los animales considerados
como especialmente sagrados en Egipto[72], sino que deberían consumirlos todos por
igual, y que no deberían tener relaciones con nadie externo a su pacto.
240. «Después de promulgar un gran número de leyes como éstas, completamente
opuestas a las costumbres egipcias, les ordenó que con sus manos repararan los
muros de la ciudad y que se prepararan para la guerra con el rey Amenofis.
241. »Después, de consuno con algunos otros sacerdotes y personas contaminadas
como él mismo, envió una embajada a los Pastores que habían sido expulsados por
Tetmosis[73], a la ciudad de Jerusalén; y narrándoles la dificultad en que se hallaban
tanto él como sus compañeros, les rogó que se les unieran en un ataque contra Egipto.
242. »Les prometió primero llevarlos a su morada ancestral de Avaris, proveer a
sus tropas con abundantes recursos, combatir a su favor siempre que surgiera la
necesidad y colocar Egipto sin dificultad bajo su dominio.
243. »Entusiasmados con esta propuesta, todos los pastores, en número de
200.000, se pusieron en camino y al poco tiempo llegaron a Avaris. Cuando
Amenofis, el rey de Egipto, supo de la invasión, quedó profundamente turbado,
porque recordó la predicción de Amenofis, el hijo de Paapis.
244. «Primero, reunió a una multitud de egipcios; y habiéndose aconsejado de los
principales entre ellos, ordenó que se trajeran ante su presencia los animales sagrados
que eran honrados con mayor reverencia en los templos, y dio instrucciones a cada
grupo de sacerdotes para que ocultaran las imágenes de los dioses de la manera más
segura posible.
245. »En cuanto a su hijo de cinco años Setos, también llamado Rameses por su
abuelo Rapses, le envió a refugiarse al lado de un amigo. Después cruzó el Nilo con
300.000 de los guerreros más bravos de Egipto, y se enfrentó con el enemigo. Pero,
en lugar de trabar combate, decidió que no debía luchar contra los dioses,
246. »y se retiró apresuradamente a Menfis. Allí se hizo cargo de Apis y de otros
animales sagrados que había ordenado llevar a aquel lugar; y se dirigió hacia Etiopía
con todo su ejército y la muchedumbre de los egipcios.
247. »El rey etíope, que, como muestra de gratitud por un servicio, se había
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convertido en su súbdito, le dio la bienvenida, mantuvo a toda la muchedumbre con
los productos del país que eran apropiados para el consumo humano, les asignó
ciudades y pueblos para el período señalado de 13 años de destierro de su reino, y
estacionó específicamente un ejército etíope en las fronteras de Egipto para guardar al
rey Amenofis y a sus seguidores.
248. »Esa fue la situación en Etiopía. Mientras tanto, los solymitas[74]
descendieron al lado de los egipcios contaminados y trataron a la gente de una
manera tan impía y salvaje que la dominación de los Pastores pareció una edad de oro
a los que eran testigos de las atrocidades presentes.
249. »Porque no sólo quemaron ciudades y aldeas, saqueando los templos y
mutilando las imágenes de los dioses sin medida, sino que también se habituaron a
utilizar los santuarios como cocinas donde asar los animales sagrados que adoraba la
gente, y obligaban a los sacerdotes y profetas a sacrificar y degollar a los animales, y
después los expulsaban desnudos.
250. »Se dice que el sacerdote que redactó su constitución y sus leyes era nativo
de Heliópolis, se llamaba Osarsef a causa del dios Osiris y adoraba en Heliópolis,
pero cuando se unió a esta gente, cambió su nombre y fue llamado Moisés.»
251. Tales son las historias egipcias acerca de los judíos, junto con muchos otros
cuentos que no consigno por amor a la brevedad. Manetón añade, sin embargo, que,
en época posterior, Amenofis avanzó desde Etiopía con un gran ejército, mandando
también una fuerza su hijo Rampses, y que los dos trabaron combate con los Pastores
y sus contaminados aliados, y los derrotaron, matando a muchos y persiguiendo a
otros hasta las fronteras de Siria.
252. Este, junto con otros cuentos de naturaleza similar, es el relato de Manetón.
Antes de que pruebe que sus palabras son mentiras y estupideces manifiestas,
mencionaré un punto en concreto, que se refiere a mi refutación posterior de otros
escritores. Manetón nos ha hecho una concesión. Ha admitido que nuestra raza no era
de origen egipcio, sino que llegó a Egipto procedente de otro lugar, tomó posesión de
la tierra y después la abandonó.
253. Pero el que en un tiempo posterior no nos mezclamos con egipcios enfermos
y que, lejos de ser uno de ellos, Moisés, el caudillo de nuestro pueblo, vivió muchas
generaciones antes, es algo que voy a probar por las propias afirmaciones de
Manetón.
254. Para empezar, la razón que él sugiere para su ficción es ridícula. «El rey
Amenofis», dice, «concibió el deseo de ver a los dioses». ¡A los dioses! Si se refiere a
los dioses establecidos por sus propias ordenanzas —buey, carnero, cocodrilos y
babuinos de cara de perro— los tenía ante los ojos;
255. pero si se refería a los dioses del cielo, ¿cómo iba a poder verlos? ¿Y por qué
concibió este profundo deseo? Porque, por Zeus, antes de su tiempo ¡otro rey los
había visto! De este predecesor había aprendido su naturaleza y la manera en que los
había visto, y en consecuencia no tenía necesidad de un sistema nuevo.
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256. Además, el profeta mediante cuya ayuda el rey esperaba conseguir su deseo
era un sabio. ¿Cómo entonces no logró prever la imposibilidad de realizar este deseo?
De hecho, todo quedó en nada. ¿Y qué razón tenía para atribuir la invisibilidad de los
dioses a la presencia de lisiados o leprosos? La ira divina se debe a los hechos impíos
y no a las deformidades físicas.
257. Además, ¿cómo se pudieron reunir 80.000 leprosos e inválidos en
prácticamente un solo día? ¿Y por qué el rey hizo oídos sordos al profeta? El profeta
le había dicho que expulsara a los enfermos de Egipto, pero el rey los arrojó en las
canteras, como si necesitara trabajadores, como si su propósito no fuera limpiar la
tierra.
258. Manetón dice además que el profeta se quitó la vida, porque previo la cólera
de los dioses y el destino que le aguardaba a Egipto, pero dejó por escrito su
predicción al rey. Entonces, ¿cómo es que el profeta no tuvo un conocimiento previo
desde el principio de su propia muerte?
259. ¿Por qué no se opuso rápidamente al deseo del rey de ver a los dioses? ¿Era
razonable temer desgracias que no iban a suceder en ese momento? ¿O qué peor
destino podía haber sido el suyo que el que terminó ocasionándose a sí mismo?
260. Examinemos ahora la parte más ridícula de toda la historia. Aunque había
aprendido todo esto, y había visto la amenaza futura, el rey, ni siquiera entonces,
expulsó de su tierra a aquellos enfermos de cuya lacra se le había ordenado
previamente que limpiara a Egipto, sino que además, a petición de aquéllos, les dio
como ciudad, según dice Manetón, el enclave primitivo de los Pastores, al que se
denomina Avaris.
261. Aquí, añade, se reunieron, y eligieron como caudillo a un hombre que
anteriormente había sido sacerdote de Heliópolis. Este hombre, según Manetón, les
instruyó para que no adoraran a los dioses ni se privaran de los animales
reverenciados en Egipto, sino que los sacrificaran y devoraran a todos, y para que
sólo tuvieran tratos con los de su pacto. Después de haber ligado a sus seguidores
mediante un juramento para que se atuvieran estrictamente a estas leyes, fortificó
Avaris y combatió contra el rey.
262. Este caudillo, añade Manetón, envió un mensaje a Jerusalén, invitando a la
gente a unirse a él mediante un pacto, y les prometió darles Avaris, la cual, les
recordó, era el hogar ancestral de los que venían de Jerusalén, y serviría como punto
de partida para su conquista de todo Egipto.
263. Después, continúa Manetón, avanzaron con un ejército de 200.000 hombres;
y Amenofis, rey de Egipto, pensando que no debía luchar contra los dioses, huyó a
Etiopía después de procurar que Apis y algunos otros animales sagrados fueran
encomendados a la custodia de los sacerdotes.
264. Después llegaron los hombres de Jerusalén, desolaron las ciudades,
quemaron los templos, asesinaron a los sacerdotes y, resumiendo, realizaron todo tipo
de desafuero y salvajismo.
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265. El sacerdote que redactó su constitución y sus leyes era, según Manetón,
nativo de Heliópolis, de nombre Osarsef, por el dios Osiris al que adoraba en
Heliópolis, pero se cambió el nombre y se llamó a sí mismo Moisés.
266. Trece años más tarde —el período de tiempo que estaba destinado para el
exilio— Amenofis, según Manetón, avanzó desde Etiopía con un gran ejército, y
trabando combate con los Pastores y con la gente contaminada, los derrotó, matando
a muchos y persiguiendo a otros después hasta las fronteras de Siria.
267. Aquí, una vez más, Manetón no llega a darse cuenta de la improbabilidad de
su mentiroso cuento. Incluso si los leprosos y su horda hubieran estado irritados con
anterioridad contra el rey y contra los demás que los habían tratado así obedeciendo
la predicción del vidente, ciertamente una vez que hubieron abandonado las canteras
y recibido de él una ciudad y una tierra, se habrían sentido mejor dispuestos hacia él.
268. Si lo odiaban todavía, habrían conspirado personalmente contra él, en lugar
de declarar la guerra a todo el pueblo; porque, obviamente, una muchedumbre tan
grande tenía que tener parientes en Egipto.
269. No obstante, una vez que tomaron la decisión de hacer la guerra a los
egipcios, nunca se habrían aventurado a dirigir su combate contra sus dioses, ni
habrían promulgado leyes completamente opuestas al código ancestral bajo el que
habían crecido.
270. Debemos, por tanto, dar las gracias a Manetón por señalar que los autores de
semejante desafuero no fueron los recién llegados de Jerusalén, sino el conjunto de
personas que eran egipcios, y que fueron, especialmente, sus sacerdotes los que
crearon aquella estructura y ligaron a la muchedumbre mediante un juramento.
271. Además, qué absurdo es imaginar que mientras que ninguno de los parientes
y amigos se unió a la rebelión y compartió los peligros de la guerra, aquellas
contaminadas personas enviaron mensajeros a Jerusalén y allí obtuvieron aliados.
272. ¿Qué alianza, qué relación había existido anteriormente entre ellos? Por el
contrario, eran enemigos y se diferenciaban mucho en sus costumbres. Pero Manetón
dice que prestaron oído atento a la promesa de que ocuparían Egipto, como si no
conocieran a fondo el país del que habían sido expulsados por la fuerza.
273. Ahora bien, si se hubieran encontrado en circunstancias difíciles o
desgraciadas, quizá hubieran aceptado el riesgo. Pero viviendo, como era el caso, en
una ciudad próspera y gozando de los frutos de un gran país, superior a Egipto, ¿por
qué iban a desear arriesgar sus vidas socorriendo a sus antiguos enemigos, a aquellos
enfermos a los que no podían soportar ni siquiera sus propios paisanos? Porque, por
supuesto, ellos no podían prever que el rey huiría.
274. Manetón mismo ha señalado que el hijo de Amenofis marchó con 300.000
hombres para enfrentarse con ellos en Pelusio. Esto era algo claramente conocido a
los que estaban allí; ¿pero cómo podían ellos llegar a imaginarse que cambiaría de
opinión y huiría?
275. Manetón dice después que, tras conquistar Egipto, los invasores de Jerusalén
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cometieron muchos crímenes horribles; y a causa de los mismos les dirige reproches
como si no los hubiera retratado como enemigos, o como si se viera obligado a acusar
a los aliados extranjeros de acciones que antes de su llegada los egipcios nativos ya
estaban realizando y habían jurado realizar.
276. Pero, años más tarde, Amenofis volvió a atacar, venció en combate al
enemigo, y lo arrojó, tras causarle una matanza, a Siria. ¡Como si Egipto fuera una
presa tan fácil para los invasores, vengan de donde vengan!
277. ¡Y además aquellos que conquistaron la tierra, aun sabiendo que Amenofis
estaba vivo, ni fortificaron los pasos entre Egipto y Etiopía, aunque sus recursos eran
más que suficientes, ni mantuvieron preparado el resto de sus fuerzas! Amenofis,
según Manetón, los persiguió encarnizadamente por el arenoso desierto hasta llegar a
Siria. Pero resulta obvio que no es fácil que un ejército cruce el desierto aunque sea
sin combatir.
278. De manera que, según Manetón, nuestra raza no es de origen egipcio, ni se
vio mezclada con los egipcios. Porque, naturalmente, muchos de los leprosos e
inválidos murieron en las canteras durante su largo período de maltratos, muchos
otros en las batallas sucesivas, y la mayoría de ellos en el combate final y en la huida.
279. Me queda por contestar a las afirmaciones de Manetón acerca de Moisés.
Los egipcios lo contemplan como un ser maravilloso, hasta divino, pero desean
reclamarlo como propio mediante una calumnia increíble, alegando que pertenecía a
Heliópolis y que fue apartado del sacerdocio por padecer la lepra.
280. Los registros, sin embargo, muestran que vivió 518 años antes, y que sacó a
nuestros padres de Egipto en dirección a la tierra que habitamos actualmente.
281. De sus propias palabras se desprende que no sufrió este tipo de enfermedad.
De hecho, prohibió a los leprosos quedarse en la ciudad o morar en un pueblo. Deben
vivir solos y con las vestiduras rasgadas. Cualquiera que los toca o vive bajo su
mismo techo es considerado impuro por Moisés.
282. Además, incluso si se cura de la dolencia y el leproso recupera su salud
normal, Moisés le ha prescrito ciertos ritos de purificación —lavarse en un baño de
agua corriente y afeitarse todo el cabello— y debe realizar un cierto número de
diferentes sacrificios antes de entrar en la ciudad santa[75].
283. Hubiera sido natural, por el contrario, en una víctima de esta plaga el mostrar
alguna consideración y buena disposición hacia aquellos que compartían la misma
desgracia.
284. No sólo dictó leyes así en relación con los leprosos. Aquellos que tenían la
más pequeña mutilación del cuerpo quedaban descalificados para el sacerdocio[76]; y
si un sacerdote en el curso de su ministerio padecía un accidente de este tipo, se veía
privado de su oficio.
285. ¡Qué improbable es, por tanto, el que Moisés fuera tan loco como para
promulgar leyes así, o que hombres unidos por tales desgracias aprobaran una
legislación contraria a ellos mismos, para su propia vergüenza y daño!
ebookelo.com - Página 57
286. Pero es que además el nombre ha sido transformado de una manera
extremadamente improbable. Según Manetón, Moisés se llamaba Osarsef. Estos
nombres, sin embargo, no son intercambiables. El nombre verdadero significa
«salvado del agua», porque agua se dice «mo-y» entre los egipcios[77].
287. En cualquier caso, creo que ahora resulta suficientemente obvio que cuando
Manetón ha seguido los registros antiguos, no se ha apartado de la verdad; pero
cuando se ha vuelto a leyendas sin base, o las ha combinado de una manera
improbable o ha dado crédito a ciertos informadores plagados de prejuicios.
(DINASTÍA XIX)[78]
ebookelo.com - Página 58
(b) Versión armenia de Eusebio.
ebookelo.com - Página 59
TOMO III
ebookelo.com - Página 60
(DINASTÍA XX)[1]
(DINASTÍA XXI)[2]
ebookelo.com - Página 61
La XXI Dinastía consistió en siete reyes de Tanis.
1. Smendis reinó 26 años.
2. Psusennes reinó 41 años.
3. Neferjeres reinó 4 años.
4. Amenoftis reinó 9 años.
5. Osojor reinó 6 años.
6. Psinajes reinó 9 años.
7. Psusennes reinó 35 años. En total, 130 años.
(DINASTÍA XXII)[6]
ebookelo.com - Página 62
(b) Versión armenia de Eusebio.
(DINASTÍA XXIII)[9]
(DINASTÍA XXIV)[14]
ebookelo.com - Página 63
Fr. 64 (de Sincelo). Según Africano.
La XXIV Dinastía.
Bojjoris de Sais[15] reinó 6 años. En su reinado un cordero habló[16] [...][17] 990
años.
La XXIV Dinastía.
Bojjoris de Sais reinó 44 años. Durante su reinado habló un cordero. Total, 44
años[18].
La XXIV Dinastía.
Bokkoris de Sais reinó 44 años. En su reinado habló un cordero.
(DINASTÍA XXV)[19]
ebookelo.com - Página 64
(b) Versión armenia de Eusebio.
(DINASTÍA XXVI)[23]
ebookelo.com - Página 65
7. Psammutis, el segundo, también llamado Psammético, que reinó 17 años.
8. Uafris, que reinó 25 años. Los que quedaban de los judíos huyeron a él, cuando
Jerusalén fue tomada por los asirios.
9. Amosis, que reinó 42 años.
En total, 163 años.
(DINASTÍA XXVII)[32]
ebookelo.com - Página 66
Fr. 71 (a) (de Sincelo). Según Eusebio.
(DINASTÍA XXVIII)[38]
ebookelo.com - Página 67
(c) Versión armenia de Eusebio.
(DINASTÍA XXIX)[40]
ebookelo.com - Página 68
(XXX DINASTÍA)[42]
(DINASTÍA XXXI)[46]
ebookelo.com - Página 69
(b) Según Eusebio.
ebookelo.com - Página 70
Notas
ebookelo.com - Página 71
[*]J. F. Champollion el Joven (1790-1832) tenía ocho años cuando Napoleón
emprendió su expedición a Egipto (1798), y no viajó al país del Nilo más que una
única vez, en 1828-1829. [Las referencias críticas sobre el trabajo de traducción, a
cargo de César Vidal, son de Miguel Ángel Molinero, Departamento de Prehistoria,
Antropología e Historia Antigua. Universidad de La Laguna. www.egiptologia.net.
En adelante reseñadas como: (Nota del Editor Digital)]. <<
ebookelo.com - Página 72
[1]
W. Spiegelberg, Orient. Literature, XXXI, 1928, col. 145 ss.; XXXII, 1929, col.
321 s. <<
ebookelo.com - Página 73
[2] W. G. Waddell, Manetho, IX, n. 1, Cambridge, 1980. <<
ebookelo.com - Página 74
[3] Volumen del centenario del Museo Vaticano. <<
ebookelo.com - Página 75
[*] La mayoría de los nombres egipcios son teóforos, independientemente de la
profesión que alcanzasen sus portadores al llegar a la edad adulta y que en un sistema
social tan cerrado como el egipcio, la profesión no se elige, ni cuenta la voluntad del
individuo ni, sobre todo, el nombre que se le otorga al nacer, pues se suele heredar la
del padre. (Nota del Editor Digital). <<
ebookelo.com - Página 76
[4] Sincelo, Peri tes ton Aigyption arjaiologuías, <<
ebookelo.com - Página 77
[5] W. G. Waddell, OC, X. <<
ebookelo.com - Página 78
[6] Plutarco, Isis y Osiris, c. 80. <<
ebookelo.com - Página 79
[7] Eusebio, Praep. Evang., III, 2. Diógenes Laercio, Proem, 10. <<
ebookelo.com - Página 80
[8] Plutarco, Isis y Osiris, c. 9 y 28. <<
ebookelo.com - Página 81
[9]El texto, transmitido por Jorge el Monje, plantea problemas de autoría y, muy
posiblemente, constituye un intento pseudoepigráfico de proporcionar información
sobre Manetón. <<
ebookelo.com - Página 82
[10] En contra, W. G. Waddell, OC, p. XI, que aduce como base la cita de Herodoto II,
3, 1, en el sentido de la considerable cultura de los heliopolitanos. A nuestro juicio,
tal referencia no parece constituir argumento de peso en favor de que Manetón llegara
a alcanzar un grado elevado en el seno de la clase sacerdotal. <<
ebookelo.com - Página 83
[11] J. Pirenne, Historia de Egipto, t. III, p. 401 ss., Barcelona, 1982. <<
ebookelo.com - Página 84
[*]Las fechas de Ptolomeo I son las del reinado de su hijo, Ptolomeo II Filadelfo.
(Nota del Editor Digital). <<
ebookelo.com - Página 85
[12]Algunos historiadores han tendido a ver en estos actos un ejemplo de cómo la
teología mediterránea avanzaba hacia una concepción monoteísta de la divinidad; cf.
Historia General de las civilizaciones. Oriente y Grecia Antigua, t. II, Barcelona,
1981, p. 732 ss. <<
ebookelo.com - Página 86
[13] Plutarco, Isis y Osiris, c. 28. <<
ebookelo.com - Página 87
[14] Cf. Historia du Cuite des Divinités d’Alexandrie, 1844, p. 14, n. 1. <<
ebookelo.com - Página 88
[15] Corpus Inscr. Lat., VIII, 1.007. <<
ebookelo.com - Página 89
[16]Un punto de vista opuesto en Bouché-Leclercq, Histoire des Lagides, IV, p. 269,
n. 4. <<
ebookelo.com - Página 90
[17] Grenfell y Hunt, The Hibeh Papyri, I, 1906. <<
ebookelo.com - Página 91
[18] A von Gutschmid, Kleine Schriften, IV, 1893. <<
ebookelo.com - Página 92
[19] Contra Apión, I, 73. <<
ebookelo.com - Página 93
[20] Ver W. G. Waddell, OC, p. X. <<
ebookelo.com - Página 94
[21] Para una discusión amplia al respecto cf. W. Scott, Hermética, III, p. 492 ss. <<
ebookelo.com - Página 95
[22] Pauly, Wissowa, Korll, Re, XIV, 1 (1928), s.v. Manethon (2). <<
ebookelo.com - Página 96
[23]
F. Susemihl, Alex. Lit. Geschichte, 1, 1891, pp. 608-616. W. Otto, Priester und
Tempel im hellenist. Aegypten, Leipzig-Berlín, 1908, II, pp. 215 ss. y 228 ss. <<
ebookelo.com - Página 97
[24] Ver Manetho, p. LXXVII. <<
ebookelo.com - Página 98
[25]Ver Eusebio, Praep. Evange., II, Proem, que parece apuntar más bien en favor de
la tesis de la existencia de varias obras aparte de la Historia de Egipto y del Libro
sagrado. <<
ebookelo.com - Página 99
[26]Una evaluación aún muy válida en: A. Momigliano, «Intorno al Contra Apione»,
en Rivista di Filologia, 59 (1931), pp. 485-503. En relación al origen de la historia de
Israel, su relación con Egipto y el Exodo, ver: C. Vidal Manzanares, El hijo de Ra:
vida y época de Ramsés II, Barcelona, 1992, pp. 173-188. <<