#4 - Mina Foss - El Hijo Secreto Del Multimillonario

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1º Edición Marzo 2022

©Mina Foss
EL HIJO SECRETO DEL MULTIMILLONARIO
Título original: Billionaire's Secret Baby
Traductora: Helena Ramos
©2022 Publicaciones Mary

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones


establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida,
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Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Epílogo
Capítulo 1

Mason
Apagué mi portátil y me quedé quieto en el silencio de mi
oficina durante varios segundos. Se estaba haciendo tarde,
pero no tenía ninguna motivación para irme. Tenía algo de
trabajo pendiente, pero tenía que llegar a casa pronto para
relevar a la niñera de sus tareas con Jack, mi hijo de cuatro
años. Ya estaría en la cama, pero mi trabajo no me permitía
llegar antes. Deseaba tener más tiempo para pasarlo con él,
pero el negocio nunca dormía, así que yo tampoco. Tenía
que estar al tanto de las cosas o todo podría desmoronarse.
Era un fanático del control y no podía delegar el poder en
nadie más.
Además, me encantaba trabajar. Ese sentimiento de
logro, de que estoy venciendo a los competidores, nunca
me ha abandonado. Es como un fuego que ha estado
ardiendo dentro de mí desde que era un niño.
Suspiré y me levanté para marcharme de la oficina.
Había sido un día bastante productivo. Creé la empresa
LunarTech hace unos diez años, cuando todavía era un
estudiante universitario. Había sucedido tan rápido, había
sido un viaje tan salvaje, que me aturdía pensar que ahora
tenía treinta y dos años y ya se había convertido en una
gran empresa. Había conseguido todo lo que había soñado.
—Bueno, tal vez no todo —murmuré para mí mismo.
Bebí un trago de whisky y me quedé un momento mirando
por la ventana del edificio de oficinas Skyrise. La ciudad
parecía pequeña desde ahí arriba, y me pregunté qué haría
esa noche toda la gente que se movía por la ciudad. Me
imaginé que la mayoría saldría a divertirse en busca de la
felicidad. Yo tuve la suerte de encontrarla a una edad
temprana. Había cientos de coches que iban y venían
transportando a la gente a diferentes destinos, a diferentes
caminos en la vida, y me pregunté a qué aspiraban.
Odiaba admitirlo, pero me sentía solo la mayor parte
del tiempo. Me daba cuenta de eso cuando todos en la
empresa se marchaban a su casa y yo me quedaba solo en
la oficina. Disfrutaba de la paz y la serenidad pero, a veces,
deseaba tener a alguien a mi lado. Una mujer.
No había salido con nadie en el último año, al menos no
en serio. La mayoría de las citas habían sido desahogos
sexuales con mujeres con las que no conectaba realmente.
Y luego me sentía un poco deprimido. Quería encontrar la
conexión, el amor, pero nunca llegaba. Supongo que podría
esforzarme más, pero estaba demasiado ocupado con el
negocio y con tratar de ser un buen padre.
Terminé el whisky y me marché de la oficina. El
ascensor me llevó al estacionamiento de la planta baja y
caminé hacia mi coche con los pasos resonando en el
estacionamiento casi vacío. El aparcamiento era solo para
empleados y todavía había gente trabajando en el edificio,
pero era tan grande que imponía un poco. Yo sabía cuidar
de mí mismo. Desarrollé interés en las artes marciales a una
edad temprana y ahora era casi un experto. Las había
puesto en práctica unas cuantas veces y la verdad es que
me daban bastante confianza.
Me metí en el coche y encendí el motor. Salí del
estacionamiento y me dirigí a la calle más transitada del
centro de Los Ángeles. Era una típica noche en la que el
tráfico congestionaba las calles. A menudo pensaba en
mudarme de esta ciudad en la que había pasado toda mi
vida. Había viajado mucho por el mundo y descubierto otras
ciudades que me gustaban más. Tenía una casa en Tampa,
Florida, una casa en Seattle y otra en Phoenix, y había
vivido en ellas durante algunas temporadas, pero siempre
regresaba a mi casa de Salt Lake City.
Era demasiado temprano para ir a casa y pensé en
pagarle a la niñera un extra porque se quedara un rato más.
Mi pequeño ya estaría dormido y solo eran las ocho. Ella
entendía que yo trabajaba hasta tarde y nunca se quejaba,
pues siempre le pagaba las horas de más como horas
extras.
Necesitaba hacer algo antes de ir a casa. Eso se había
convertido en un ritual para mí, una forma de relajarme por
la noche. Cuando no lo hacía me paseaba por casa hasta
altas horas de la madrugada sin poder dormir.
Me detuve en el estacionamiento del Sand Bar, el cual
frecuentaba varias noches a la semana. No había nada
especial en él y, además, prefería beber en casa solo, pero
allí estaba Laney Chapman. Laney era hermosa, dulce,
divertida y sexy. La había conocido hacía tres meses cuando
decidí pasar a tomar unas cervezas. Empezamos a hablar y
nos llevamos bien. Desde entonces me había propuesto
pasar al menos dos o tres veces por semana para charlar
con ella.
Sin embargo, todavía no había sido capaz de invitarla a
salir. Quería hacerlo y ella parecía interesada, pero no
estaba seguro de que fuera el momento adecuado para mí.
La realidad era que todavía estaba muy herido. Me había
herido la madre de Jack, Tiffany.
Tiffany y yo estuvimos juntos unos años y cuando
estábamos a punto de casarnos descubrí que me estaba
engañando. Tenía mis sospechas por un mensaje de texto
que vi de manera accidental en su móvil. No estaba seguro
de qué hacer con esa información, pero a medida que
comencé a observarla más de cerca noté que Tiffany se
desviaba de las rutinas normales, así que contraté a un
detective privado para que la siguiera y volvió con las
fotografías incriminatorias.
Eso era todo lo que necesitaba ver. Le mostré la
evidencia y aun así trató de mentirme. La eché de la casa e
intentó hacer de mi vida un infierno, pero, finalmente,
aceptó que lo nuestro había terminado. Desde entonces, mi
corazón había estado tan protegido, tan fuertemente
protegido, que tenía miedo de confiar de nuevo. Pensaba
que lo que Tiffany y yo teníamos era real, pero resultó no
ser así. Nunca podías llegar a saber lo que realmente había
en el corazón de alguien.
Pero Laney... ella era increíble.
Me senté en mi asiento habitual y esperé a que ella se
diera cuenta de que estaba allí. El bar no estaba muy
concurrido por ser miércoles. Laney terminó de servir a un
cliente y entonces me vio. Sus hermosos ojos verdes se
fijaron en los míos y sonrió ampliamente. Luego se dirigió a
mí con esos andares tan sexys que tenía. Llevaba una
camiseta de tirantes y por encima una camisa de franela
abierta y atada en la cintura. También vestía unos vaqueros
ajustados y rasgados. Ese era su atuendo habitual, una
chica rockera que me encantaba. Me recordaba a los años
ochenta. Yo era un niño entonces pero, aun así, era mi
década favorita. La música, la moda, las películas... todo era
increíble.
—Hola, forastero —dijo Laney, mientras se inclinaba
sobre la barra frente a mí. Tuve que luchar contra la
tentación de mirar su bonito escote. Era exquisita en todos
los sentidos. Maldita sea, ¿por qué no podía invitarla a salir
de una vez? Esto era ridículo. Nunca había tenido problemas
en invitar a salir a una mujer, pero desde lo de Tiffany me
daba miedo estar con una mujer con la que sintiera una
conexión real. Hasta ahora, la única mujer a la que me
había apetecido invitar a salir era a Laney. Lo sentí así
desde el momento en que la conocí, y a juzgar por la forma
en que interactuaba conmigo, ella también lo sentía.
—¿Cómo va todo? —le pregunté.
—Oh, va bien —dijo—. Ahora que has llegado tú, mejor.
Por fin tengo a alguien interesante con quien hablar.
—Apuesto a que le dices eso a todos los tipos que
aparecen por aquí.
—Bueno, tengo que ganarme las propinas —bromeó.
—Ahora en serio, ¿qué tal estás?
—Bien. Trabajando. Algunos amigos quieren formar una
banda. ¿Te lo dije la última vez?
—¿Una banda? Qué bien. No, no lo mencionaste.
—Sí, quieren que me una a ellos como guitarrista
rítmica. Podría ser divertido.
—Suena genial. ¿Lo vais a hacer por diversión o
también planeáis dar conciertos?
—No lo sé. Supongo que depende de lo buenos que
seamos. Lo mismo sonamos como una mierda.
—Seguro que no. Iré a veros.
—Bueno, ¿y cómo va tu trabajo? Siempre pareces
cansado cuando entras aquí. Apuesto a que has estado en
la oficina desde las seis de la mañana, ¿no?
—¿Cómo lo adivinaste?
—Porque te conozco. ¿Qué vas a tomar esta noche? ¿Lo
de siempre?
—Sí.
Tomó una cerveza y la puso en la barra delante de mí.
Agarré la botella y tomé un trago. Me sentí como si todo el
día me hubiera llevado a este punto. Empecé a sentir la
relajación que me proporcionaba esa maravillosa compañía.
—Necesitas salir más y divertirte un poco —dijo Laney
—. Estás demasiado tenso.
—Oh, ya me divierto a mi manera —dije—. Mi trabajo
es mi diversión. —Me di cuenta de lo poco convincente que
sonaba eso en ese preciso momento.
—Oh, vamos, no puedes hablar en serio.
Debería aprovechar esa oportunidad para invitarla a
salir, pero estaba demasiado bloqueado. Tendría que
esperar hasta sentirme preparado, no quería que ninguno
de los dos perdiera el tiempo.
—Lo sé. Tendré que trabajar en eso. —dije—. No sabía
que tocabas la guitarra.
—Solía tocarla hace mucho y luego lo dejé. Ahora he
vuelto a practicar porque, en realidad, me encanta.
—¿Empezaste a tocar a una edad temprana?
—Empecé en el instituto. Unos amigos míos estaban
formando una banda y me preguntaron si quería tocar la
guitarra. Yo no tenía ni idea pero sí tenía una vieja guitarra
que mi tío me había regalado hacía tiempo, así que les dije
que podía. Aprendí algunos acordes y me uní a ellos. La
banda duró unos tres meses, pero para entonces el
gusanillo me había picado.
—Eso es genial. Me encantaría oírte tocar alguna vez.
—Bueno, cuando quieras. —Sus ojos coquetearon
conmigo mientras sonreía. Me encantaba verla sonreír. Tenía
esa sonrisa especial que podía derretir hasta el corazón más
frío. Y se había apoderado del mío.
—Voy a tomarte la palabra —le dije, mostrándole mi
sonrisa.
Un cliente la llamó para que le sirviera otra bebida y
ella se tuvo que ir. La observé trabajar disfrutando de su
cuerpo curvilíneo que se movía de un lado a otro en esos
vaqueros ajustados que se amoldaban a su trasero. Maldita
sea, era una mujer muy guapa.
Tomé un largo trago de cerveza hasta terminarla y
Laney me trajo otra. Se apoyó en la barra de nuevo y me
miró fijamente. Olí su agradable perfume y suspiré mientras
pensaba en inclinarme y besarla. ¿Cómo reaccionaría ella?
¿Me devolvería el beso? ¿Se le permitía hacer eso en el
trabajo? Dudaba que le importaran demasiado ese tipo de
reglas. Laney era un poco traviesa y eso aumentaba su
atractivo sexual.
—Bueno, cuéntame, ¿qué tal te van tus relaciones con
mujeres? —me preguntó.
Me reí.
—¿Qué? Ese tema es muy aburrido.
—Pero tengo curiosidad.
—¿En serio? ¿Lo preguntas porque eres curiosa por
naturaleza o porque quieres saber si estoy soltero y sin
compromiso? —Me sorprendía lo abiertamente coqueta que
se mostraba a veces.
—Curiosidad innata —contestó.
—Pues… la verdad es que no estoy teniendo ninguna
cita. Estoy muy relajado en ese aspecto.
—¿En serio? Opino que un buen partido como tú
debería salir a divertirse con una chica al lado.
Se inclinó un poco más. Los dos podíamos sentir la
atracción, pero no era el momento adecuado para mí. Sabía
que si buscaba algo más en ella no funcionaría en estos
momentos de mi vida.
—Gracias por lo de buen partido —dije—. Tal vez algún
día lo haga, pero ahora mismo no me apetece.
Charlamos un poco más y luego me fui a casa. Sentí
una sensación de abatimiento. Quería decirle a Laney lo que
sentía por ella, pero estaba atascado en mis miedos.
Esperaba superarlos en algún momento porque no podía
dejar de pensar en Laney. Ella era todo lo que siempre había
querido en una mujer y tenía el presentimiento de que no
era la clase de mujer que engaña a su hombre. Aunque
también había creído eso mismo de Tiffany. Era horrible lo
mucho que me había cambiado esa experiencia. Me había
convertido en una persona completamente diferente en
muchos sentidos.
Me preguntaba si alguna vez volvería a ser yo mismo.
Capítulo 2

Laney
Mientras veía a Mason salir del bar me sentí un poco
abatida. Era un gran tipo y yo estaba enamorada de él
desde que lo vi por primera vez. Era guapo y carismático, y
jodidamente sexy. Además, el hecho de que fuera un
hombre trabajador y exitoso era la guinda del pastel.
También sabía que tenía un gran corazón aunque fuera una
fiera en los negocios. Amaba a su hijo y trabajaba duro para
construir su empresa. Lo respetaba mucho.
Y sabía que se sentía atraído hacia mí. Era obvio, pero
por alguna razón no me había invitado a salir. Había
pensado en tomar yo la iniciativa, pero siempre me
acobardaba. No temía que me rechazara, porque ya sabía
que lo más probable era que me dijera que no. Incluso si
decía que sí, sabía que no estaba listo para salir con nadie
en serio. Y tampoco estaba buscando nada casual en ese
momento. Podía ver lo herido que tenía el corazón. No
hablaba mucho de ello, solo que le habían mentido y que
había terminado en una desagradable ruptura.
Terminé mi turno en el bar y me dirigí a casa. Puse la
radio a todo volumen en cuanto encendí el coche y me perdí
rápidamente en la música. Era mi mayor liberación.
Después de coquetear e intercambiar chistes con los
clientes toda la noche con la esperanza de obtener alguna
propina, estaba lista para relajarme en el sofá con una
cerveza fría y ver algo en la tele que adormeciera la mente.
Cuando llegué a casa me detuve en el estacionamiento
de mi complejo de apartamentos. Estaba oscuro porque la
farola que lo iluminaba llevaba rota seis meses. Me había
puesto en contacto con el propietario para hacer algo al
respecto y me había dicho que estaban trabajando en ello,
pero la farola seguía igual y daba un poco de miedo dirigirse
a casa a la una de la madrugada desde el aparcamiento al
edificio. Estaba convencida de que un día un psicópata
saldría de las sombras y me atacaría. Había empezado a
llevar espray de pimienta por esa razón.
No dejaba de pensar en Mason. Me gustaba mucho.
Tenía tantas ganas de salir con él… Fantaseaba con que
estábamos juntos y una cosa llevaba a la otra. A veces
también pensaba en él mientras me masturbaba. ¿Haría él
lo mismo?
Me acercaba a la puerta cuando mi peor temor se hizo
realidad y vi una gran figura saliendo de las sombras. Llevé
la mano a mi bolso para coger el espray de pimienta por si
fuera necesario, pero no estaba allí. Se me debía de haber
caído en el coche. Joder.
—Hola —dijo una voz.
El hombre entró en la ligera luz que provenía de la
puerta abierta del complejo de apartamentos. Reconocí esa
voz al instante. El corazón me dio un vuelco. Maldita sea.
—Tyler —dije.
Tyler Wilkins era mi exnovio. Salimos durante seis
meses hasta que me di cuenta de la basura que era y lo
dejé. Empezó a acosarme y a decirme que le pertenecía y
que los dos estaríamos juntos para siempre. Lo había
ignorado tanto como había podido, pero él seguía
molestándome. Sabía cuál era mi siguiente paso y estaba
preparada para darlo.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Vine a hablar contigo, nena. ¿Cómo te ha ido el
trabajo esta noche?
—No es de tu incumbencia. Ya no tienes nada que ver
conmigo.
—Ahí te equivocas. —Sonrió—. No puedes hacer que
me enamore de ti y luego tirarme a un lado como si fuera
una herramienta usada que ya no necesitas. ¿Crees que
está bien tratar a la gente de esa manera?
—Eso no es lo que pasó. Estás loco. El hecho de que
estés aquí ahora mismo hablándome de esta manera lo
prueba. Busca ayuda. Realmente, la necesitas.
Se adelantó para bloquearme el paso. Me quejé y me
quedé allí mirándolo. Se cernió sobre mí con su ira hirviendo
a través de sus dientes.
—No me llames loco. Si lo estoy es por lo que me has
hecho. Esto no ha terminado. ¿Por qué no puedes aceptarlo?
—¿Por qué no puedes aceptar tú que sí ha terminado?
—Porque te amo y no voy a dejar que tu miedo al
compromiso destruya la mejor relación que he tenido. Esto
es real. Esta mierda es real. Estamos destinados a estar
juntos. No voy a dejar que tu paranoia rompa lo nuestro.
¿Por qué no dejas de jugar a estos estúpidos juegos y
admites que me extrañas? Me amas y echas de menos lo
que teníamos. ¿Por qué no puedes admitirlo?
—Porque no es verdad. Nunca he estado enamorada de
ti. Una vez que descubrí que me habías mentido sobre tu
pasado y sobre quién eras, me di cuenta de que no podía
confiar en ti. Hemos terminado. Ahora apártate de mi
camino.
—Te vas a arrepentir de esto —dijo.
—De lo que me arrepiento es de haber puesto los ojos
en ti.
Me abrí paso a codazos y abrí la puerta de mi edificio.
Dejé que se cerrara detrás de mí para que no me siguiera.
Se estaba volviendo más audaz. Estaba empezando a
aterrorizarme. Tomé la decisión en ese momento de que
necesitaba hacer algo drástico, algo que había estado
tratando de evitar. Ya no tenía otra opción. Esto se estaba
volviendo peligroso. Tyler se estaba desquiciando y yo tenía
mucho miedo de lo que podría hacer si esto continuaba así.
Cuando entré en mi apartamento cerré la puerta detrás
de mí con llave. La revisé dos veces y luego fui a la nevera,
tomé la cerveza y bebí un largo trago. Esta noche iba a
beber más de lo que había planeado. Necesitaba el alcohol
para quitarme el miedo de encima.
Me senté y agarré el móvil para llamar a la policía.
Elegí la opción de no emergencia, aunque pensaba que mi
situación sí que era una emergencia. Me contestó la voz de
una mujer.
—Quiero solicitar una orden de alejamiento contra mi
exnovio. Siempre me está acechando y acosando. Temo que
me haga daño.
—De acuerdo, le paso con el responsable.
Un segundo después otra mujer me atendió y le dije
que quería poner la denuncia.
—De acuerdo, pero tendrás que venir en persona para
formalizarla.
—Bien, iré mañana. Tengo miedo a salir de mi
apartamento ahora mismo. Puede que todavía esté ahí
fuera.
—Relájate y quédate al teléfono conmigo. Vas a estar
bien.
Tenía veinticuatro años y la mujer parecía de mi edad
porque tenía la voz juvenil. Además, también tenía un
efecto calmante. Me alegré de haber hecho la llamada.
—Ahora empieza por el principio y cuéntame qué está
pasando. Dime tu nombre.
—Me llamo Laney Chapman.
—Encantada de conocerte, Laney. Soy Tiffany —dijo
ella.
Me gustó desde el principio. No estoy segura de por
qué, pero sentí una conexión que no suele establecerse por
teléfono.
—¿Cómo puedo ayudarte? —me preguntó.
—Es mi exnovio, Tyler. Me está acosando y me llama
sin parar aunque ya he cambiado de número tres veces.
También me ha hackeado las redes sociales, y esta noche
me ha amenazado en la calle.
—¿Lo había hecho antes? —preguntó con tono de
preocupación.
—Sí —respondí.
—De acuerdo. Conseguiremos una orden de
alejamiento y si se acerca a ti será puesto bajo custodia
policial.
—Gracias —dije.
Continué contándole todo lo que había pasado y luego
la información fue enviada para ser revisada y firmada por
el juez. Entonces la orden de alejamiento sería auténtica y
válida, y Tyler recibiría una carta del juzgado impidiéndole
acercarse a menos de quinientos metros de mí.
Me sentía mucho mejor al cortar la llamada. Ya no me
preocupaba si Tyler seguía por aquí o qué podría hacer a
continuación. Podían arrestarlo legalmente solo por estar en
la misma calle que yo. Fue una pequeña victoria y me sentí
mucho más fuerte. Sin embargo, la orden de alejamiento
podría tener el efecto contrario… Era mejor no pensar de
esa manera.
Me encontré deseando que Mason estuviera allí. Podría
sostenerme en sus fuertes brazos, protegerme y
mantenerme a salvo de gente como Tyler. Podría
consolarme y hablarme para hacerme sentir que no estaba
sola. Tenía amigos y familia, pero la mayor parte del tiempo
estaba sola. Ese es el precio que uno paga por ser un
espíritu tan libre. Al final, alejas demasiado a los demás por
querer hacer tu camino. Y los echo de menos.
¿Alguna vez Mason me invitaría a salir? Sabía que su ex
le había hecho sufrir mucho, y esperaba que un día me
dejara ayudarle. Seguro que podríamos ayudarnos
mutuamente. A veces necesitaba estar con él con
desesperación, y otras dudaba de que fuera una buena
idea, aunque, en el fondo, quería estar con él.
Esperaba que se diera cuenta de que él también lo
quería antes de que fuera demasiado tarde.
Capítulo 3

Mason
—Esto está buenísimo. No sé cómo lo hace el chef, pero es
una verdadera obra de arte.
Eché un vistazo a Dale Crandall, uno de mis viejos
amigos, y sonreí mostrándome de acuerdo.
—Ya te dije que el salmón estaba delicioso, ¿no?
—Desde luego. Gracias por sugerirlo —respondió,
mientras se sacaba algo de los dientes con un palillo de
madera. Era un hábito un poco molesto, pero con los años
ya me había acostumbrado.
Estábamos en Spago's, el restaurante del Club de
Campo de Silver Falls, en un almuerzo de negocios.
Descubrí que Dale era más fácil de persuadir durante el
almuerzo, en cuanto tenía la barriga llena se empezaba a
relajar. Por lo demás, era una de las personas más
cautelosas que había conocido.
—¿Cómo están Natalie y los chicos? —le pregunté.
Tomé un trago de mi cerveza y me incliné hacia atrás
dejando que la comida se me asentara en el estómago.
—Oh, están genial. Mallory entrará en la Academia
Gilman en otoño. Es una de las mejores escuelas
secundarias de la zona, ¿sabes? Está muy valorada y hay
que prepararla para Princeton. ¿Y Jack lo está haciendo bien
en la escuela?
—Está en preescolar. No me preocupa que nadie de
Princeton vea su expediente todavía.
—No, no puedes pensar así. Tienes que prepararlo
desde el principio y aleccionarlo para que persiga el éxito.
Me eché a reír.
—No he pensado mucho en ello, pero gracias por el
consejo. Lo tendré en cuenta. Hablando de todo un poco,
hay algo de lo que deberíamos hablar.
—¿De qué?
—El proyecto de Fishmont —dije.
—Los centros comerciales están muriendo, Mason. No
veo por qué quieres verte envuelto en eso.
—Porque estoy seguro de que será una aventura
rentable para ambos.
—¿Me has escuchado? Te digo que los centros
comerciales están muriendo.
Me acerqué a él y le di un ligero golpe en el hombro.
—Pero nosotros sabemos lo que hacemos. —Se rio y
sacudió la cabeza. Yo continué—. Escucha, estamos en un
lugar privilegiado, pero tenemos que poner un poco más de
dinero para conseguir contratos con tiendas lucrativas.
Fishmont tenía tiendas de las que la mayoría de la gente
nunca había oído hablar y, además, estaban mal
gestionadas. El centro comercial estaba anticuado porque
no había sido renovado en casi treinta años.
Suspiró y se pasó una mano por el pelo. Luego tomó un
buen trago de su bourbon.
—Bien, te escucho. ¿Qué necesitas de mí?
—Tú eres el inversor, así que necesito que inviertas y
que confíes en mí porque haré que tu dinero se multiplique.
No hay razón para que estés nervioso. Me encargaré de
todo como siempre he hecho en todos nuestros tratos.
—Haces que todo suene interesante, pero estás
pidiendo mucho dinero. Estaba dispuesto a invertir unos
diez millones en ese proyecto, pero ahora estás pidiéndome
treinta. Es una locura.
—Las grandes tiendas no quieren que sus franquicias
se alojen en un agujero en el que nadie compre su
mercancía. Quieren compras compulsivas y un incentivo
para que la gente salga de sus casas en lugar de comprar
por internet. Quieren inyectar vida en la gente. Esa es la
razón por la que los centros comerciales están muriendo,
pero yo sé cómo traer de vuelta a la gente. Sé cómo
sacarlos de sus casas y llevarlos a las tiendas.
—No estoy seguro de por qué confío en ti tanto, pero
así es. Hagámoslo. Entremos juntos en este negocio, pero
cuento contigo para que me des una gran ganancia. De lo
contrario, puede que tenga que hacer que te maten.
—Bueno, espero que eso nunca suceda. —Reí.
Nos dimos un firme apretón de manos.
Conocí a Dale hacía unos ocho años, cuando buscaba
inversores para un proyecto inmobiliario que estaba
desarrollando, un grupo de condominios. El negocio resultó
ser bastante lucrativo y desde entonces habíamos trabajado
juntos en otros proyectos.
—Muy bien, ahora juguemos un poco al golf —dije.
Dale se rio.
—Estoy tan lleno que apenas puedo caminar. Pero
llévame al campo de golf, mi buen amigo.
—Por aquí, capitán —bromeé.
Dale es unos diez años mayor que yo y siempre me ha
tratado más como un hermano mayor que como un simple
socio de negocios. Es un gran tipo.
Nos dirigimos hacia el campo de golf donde nos
esperaban nuestros caddies con todo el equipamiento. Me
encantaba jugar en este campo en particular. Era un reto,
pero no a nivel profesional, así que no te hacía sentir como
un novato total que nunca había jugado antes. Soy un
golfista bastante decente. Además, alivia muchísimo el
estrés.
—¿Quieres ir primero? —me preguntó Dale cuando
llegamos al primer tee.
A lo lejos, la bandera sobre el hoyo me saludaba de un
lado a otro. Hacía un día estupendo para jugar al golf.
—Claro —dije. Agarré mi driver e hice unos cuantos
golpes de práctica antes de alinear el tiro. Esperé, me
concentré, y luego golpeé la pelota, que voló lejos y
bastante recta hacia el objetivo. Cuando aterrizó me alegré
al ver que estaba casi en el green, a unos doscientos
cincuenta metros.
—Buen tiro —dijo.
—Tuve suerte —respondí—. Estoy seguro de que tú lo
harás mejor.
—En mis sueños. —Se rio—. Pero gracias por el voto de
confianza.
Lo vi hacer su swing. Su bola fue casi tan lejos como la
mía, pero un poco más a la izquierda.
Nos subimos al carrito de golf y empezamos a bajar
hacia donde estaban nuestras pelotas.
—¿Cómo te va? —me preguntó Dale.
Sabía a dónde quería llegar. Siempre que estábamos
juntos terminaba hablando de ese tema.
—Me va bien —le dije.
—Bueno, a simple vista parece que lo tienes todo, pero
a mí no me engañas, Mason. Sé que sigues sufriendo.
Tienes que encontrar una manera constructiva de lidiar con
ello.
—Eso he hecho y ahora me va bien. Te lo aseguro.
—Vale, pero sigues siendo el tío más solitario que
conozco. No puedes engañarme. Deberías dejarnos a mí y a
Natalie que te organizásemos una cita. Ella tiene unas
amigas estupendas que están solteras.
—Estoy seguro de que lo son —dije—. Pero no quiero
salir con nadie ahora mismo. Puedes creerlo o no, pero así
estoy bien.
—Pues no te creo.
—¿Por qué estás tan empeñado en emparejarme?
—Bueno, eso es más bien cosa de mi esposa, pero yo
también me preocupo por ti. Después de lo que te hizo
Tiffany entiendo que estés tan indeciso, pero creo que lo
mejor para ti es volver a salir con mujeres. Eso curará tu
angustia más rápido que cualquier otra cosa.
—Bueno, tal vez disfruto un poco de la angustia —dije
—. Me reconforta aferrarme a ella.
—¿Por qué? ¿Te sientes culpable por algo que ella hizo?
Si es así, entonces tienes que olvidar esa idea de inmediato.
Tú no hiciste nada malo, así que tienes que dejar de
revolcarte en la miseria y dejar de sentirte culpable.
Me encogí de hombros.
—Lo sé. Pero ahora mismo así es como me siento.
Quiero centrarme en mi hijo y en mi trabajo.
—Bien, puedo entenderlo, pero te estás equivocando.
—No vamos a ponernos de acuerdo en esto.
—¿Al menos le has echado el ojo a alguien? ¿Qué hay
de la chica sexy del bar de la que me hablaste?
Le había hablado de Laney, ¿no? Mierda. Tenía que
aprender a guardarme mis pensamientos y sentimientos.
—Sí, ella es increíble, pero no estoy listo para hacer
ningún movimiento de momento.
—¿Pero es soltera? ¿Está interesada?
—Uhm, pues… realmente, no lo sé.
—Por Dios, ¿de qué diablos habláis entonces?
—De lo que sea que se nos pase por la cabeza. Tengo
la sensación de que hay algo que no me está contando.
—¿Sí? ¿Crees que está casada?
Salimos con el carrito de golf y caminamos hacia
nuestras respectivas pelotas.
—No lo creo.
—Nunca se sabe. Habla con los clientes para ganarse
unas propinas, ¿verdad?
—Sí. Por eso nunca sé lo que realmente pasa por su
cabeza o por su vida.
Dale estaba ahora demasiado concentrado en su
pelota. La miraba desde todas las perspectivas y trataba de
decidir cuál era el mejor abordaje para ese tiro en particular.
—Yo utilizaría el palo nueve —dije.
Me miró con perplejidad, como si pensara de mí que
trataba de sabotear su juego. Eso era ridículo. Dale agarró
su palo nueve e hizo su tiro un poco precipitado. Su postura
corporal era muy extraña, como si de repente tuviera prisa,
pero el disparo no fue malo. Estaba en el green en buena
posición, así que tenía que ponerme serio en el juego.
Mientras caminaba hacia mi bola me encontré pensando en
lo insistente que era Dale con respecto a mi vida amorosa.
Los chicos, normalmente, no tenían estas conversaciones
profundas sobre sus sentimientos. Pero algo le pasaba a
Dale. Me preguntaba si Natalie seguía hablando con Tiffany.
Habían sido amigas, pero creo que ya no lo eran después de
lo que me hizo Tiffany. Aunque no era imposible.
Realicé mi tiro y vi la bola golpear el Green. Dio unos
cuantos rebotes y pasó justo al lado del hoyo. Maldición.
Demasiado fuerte.
—Vaya, tú no eres así —se burló Dale—. No estarás
tratando de dejarme ganar, ¿verdad? Odio ese tipo de
cosas.
Tenía una gran sonrisa en la cara mientras hablaba, y
me miraba como tratando de meterse bajo mi piel. Sonreí y
me encogí de hombros. No iba a darle la satisfacción de
contestarle con sinceridad.
—Puede que sí —dije—. Nunca me ganarías a ningún
juego si no te diera un poco de ventaja.
Prácticamente, podía ver el humo saliendo de sus
oídos. Volvimos al carrito de golf y subimos por la pequeña
pendiente para acercarnos al green.
—¿Natalie sigue hablando con Tiffany? —le pregunté
cuando llegamos a nuestro punto de parada.
Pareció incomodarse, pero lo miré a los ojos para que
no se escabullera. Cada vez que Dale intentaba mentir, yo
lo miraba a los ojos y rápidamente se avergonzaba y
retrocedía. No lo dejaba escapar.
—Sí, eso creo. Todavía hablan. ¿Y qué?
—Bueno, me sorprende, eso es todo. Tiffany nos hizo
algo horrible a mí y a Jack, nos traicionó. Pensaba que
vosotros no continuaríais siendo amigos de alguien así.
Bajé del carrito y localicé mi pelota. Luego realicé mi
tiro e hice el hoyo. Estaba jugando bastante bien.
—Mira, si Natalie quiere ser amiga de Tiffany es asunto
suyo. Yo no tengo nada que decir al respecto. Si me
encontrara con ella en la misma habitación sería incapaz de
controlar mi rabia y decirle lo que pienso de ella.
Estaba mintiendo, pero no me importó. Tiffany era lo
último en lo que quería pensar ahora mismo.
—Vamos, es tu oportunidad. A ver si puedes hacer esta.
Vi a Dale agacharse sobre su bola con esa terrible
postura. Se balanceó suavemente, pero de forma
descuidada. El palo giró en su mano y la pelota apenas hizo
contacto con él antes de que se dirigiera hacia el lado
inverso al que tenía que ir. No pude contener la risa y Dale
me miró como si quisiera matarme.
Capítulo 4

Laney
—Necesito parar. ¡Esto es demasiado doloroso! —grité.
Dejé que mis pies golpearan el pavimento unos últimos
pasos y luego me detuve por completo. Traté de respirar
profundamente, pero mis pulmones estaban demasiado
quemados y el aire parecía no llegar a ellos. Me sentí un
poco mareada.
Sandra se detuvo a mi lado y continuó trotando a mí
alrededor.
—Vamos, tienes que ponerte en marcha. Solo hemos
corrido quinientos metros. Esto es bastante patético.
—Sabes cómo motivar a alguien. —Me reí.
Suspiró y sacudió la cabeza.
—Soy dura contigo porque sé que puedes hacerlo.
Cuando Sandra sugirió que empezáramos a correr
hacía dos semanas me pareció una buena idea. Quería
empezar a ponerme en forma y pensé que también sería
una buena forma de aliviar el estrés, pero era más difícil de
lo que me había imaginado. Pensé que estaba en mejor
forma de lo que realmente estaba. Siempre había sido
bastante delgada, aunque con curvas, y no tenía mucho
peso que perder, así que pensé que eso jugaría a mi favor.
Pero no tenía nada que ver. No tenía resistencia muscular.
Tomé un gran trago de mi botella de agua.
—Caminemos un poco. Necesito calmarme. Soy una
principiante, ¿recuerdas?
—Sí, supongo. Pero estoy empezando a aburrirme.
—Pues ve acostumbrándote. —Me reí.
—Bueno, cuéntame qué tal te va todo. No hemos
hablado mucho esta semana.
—He estado muy ocupada. Al final conseguí una orden
de alejamiento. Tyler no puede acercarse a mí a menos de
quinientos metros o será arrestado.
—¡Eso es genial! Me alegro por ti. No puedo creer que
hayas esperado tanto tiempo.
—Iba a hacerme daño —dije—. Sé que era solo cuestión
de tiempo antes de que se volviera más peligroso. No tenía
otra opción.
—Qué duro, Laney. Me alegro de que lo hayas hecho.
—Sí, vino a mi edificio el otro día. Me estaba esperando
cuando llegué a casa y me amenazó. Su comportamiento
era espeluznante y no podía soportarlo más. Empecé a
temer por mi vida.
El recuerdo se me vino encima y me puse a temblar.
Sandra colocó su mano en mi hombro y me acercó para
darme un abrazo.
—Oye, está bien. Hiciste lo correcto. Más vale que ese
asqueroso no se acerque a ti o irá a la cárcel por mucho
tiempo.
—Sí, y eso debería hacerme sentir muy bien, pero no es
así. No sé si está dispuesto a cruzar ese límite o no, y la
incertidumbre me aterra.
—Te entiendo perfectamente, pero vivir con miedo no
es la forma en que debes afrontar esto. Tienes que sacarlo
de tu mente y tomar las precauciones adecuadas por si
decide saltarse las reglas. ¿Tienes un arma?
—No. Odio las armas —jadeé.
—Yo también las odio, pero el espray de pimienta no es
suficiente para un tipo como Tyler. ¿Todavía se droga?
Puse los ojos en blanco.
—Probablemente. Dice estar limpio desde hace seis
meses, pero no me lo creo.
—Pues tienes que dejar de pensar en que odias las
armas y centrarte en que tienes que usarlas para protegerte
de ese acosador.
—Sí, eso es cierto.
—Las situaciones extremas requieren medidas
extremas.
—Eso es un cliché.
—La mayoría de los clichés son ciertos. Escúchame,
puedo conseguirte una pistola y puedes ir al campo de tiro
para practicar hasta que te sientas cómoda. Tener un arma
te dará mucha confianza.
Empezaba a tener sentido. Suspiré y me pasé una
mano por el pelo. Me apoyé la mano en la nuca y apreté los
músculos tensos. Mi mandíbula también estaba apretada.
¿Por qué me estaba pasando esto? Tyler me lo estaba
quitando todo. Mi libertad. Me sentía como si estuviera en
una especie de prisión. Me sobrevino una imagen a la
cabeza de él viniendo por mí y yo disparándole hasta
matarlo. Su sangre volando, su voz gritando, y luego su
cuerpo cayendo sin vida a mis pies.
Sacudí la cabeza para apartar esa imagen. Esperaba no
tener que llegar a ese extremo, pero si él decidía hacerme
daño no tendría otra opción que dispararle. La culpa era
suya, no mía. No me daba otra alternativa.
—Bien —dije—. Hagámoslo.
—Estupendo. Iremos después del entrenamiento. Y
ahora sigamos corriendo y dejemos de holgazanear.
Sandra empezó a correr y yo intenté seguir su ritmo,
pero estaba en tan buena forma física que era ridículo.
Después, mientras conducíamos hacia la armería y el
campo de tiro contiguo donde ella iba dos veces a la
semana, sentí que me encontraba un poco mal del
estómago. No quería hacer eso, pero tenía que seguir
recordándome que yo era la víctima aquí.
—¿Cómo te va la vida amorosa? ¿Qué pasó con ese tipo
que solía acudir al bar todo el tiempo? ¿Las cosas van bien
con él?
—Viene unas tres o cuatro veces a la semana, se toma
unas cuantas cervezas y coqueteamos un poco. Mason
parece un buen tipo. No sé tanto de él como me gustaría,
pero lo que conozco me gusta.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
—¿Qué quieres decir? —pregunté mientras conducía.
—Invítalo a salir ya.
—No sé... Sería un poco atrevido para mí.
—¿Estoy hablando con tu abuela? No. Ya no estamos en
los sesenta. Tienes que ser proactiva hoy en día. Tienes que
ir a por lo que quieres y eso incluye a los hombres. Si el tipo
no está listo para dar ese paso por sí mismo, entonces no
hay nada malo en que lo invites a salir. Sé una rebelde. Yo
he dado muchas veces el paso y a los chicos les encanta.
—Lo que ocurre es que él todavía está sufriendo por lo
que pasó con su ex y no creo que esté listo para tener otra
relación.
—Eso son suposiciones. ¿Por qué no lo compruebas o
sales de dudas?
—Lo sé, pero es que me cuesta tanto dar ese paso…
¿me hace parecer una niña pequeña?
—No, en absoluto, pero creo que necesitas aprender a
regular tus sentimientos un poco mejor.
—Tal vez tengas razón. Debería invitarlo a salir y ver
qué pasa. Podría hacerlo la próxima vez que venga.
—¿Podrías?
—Sí. Lo haré. —Me puse nerviosa de solo pensarlo y me
sentí un poco tonta.
Sandra encontró todo esto muy divertido.
—Eres un caso. Tienes que confiar un poco más en ti.
—Lo haré. Lo prometo.
Me detuve en el estacionamiento de la armería y salí
del coche un poco nerviosa. No tenía ni idea de cómo iba a
reaccionar Tyler ante la orden de alejamiento contra él. Me
encantaría ver su cara cuando recibiera el aviso. El muy
bastardo… Esperaba no volver a verlo y que un día se
pudriera en el infierno por el dolor que me había causado.
Me había quitado las ganas de tener otra relación, pero si
me convertía en una ermitaña él ganaría la partida. Eso no
iba a suceder. Estaba lista para volver a salir y hacerlo con
Mason.
—Muy bien —dijo Sandra—. ¿Estás lista?
—Claro. Vamos.
La seguí hasta la tienda y me preparé. Después de ver
varias opciones nos decidimos por una ligera pistola muy
fácil de llevar. Ahora tenía que solicitar un permiso para
llevar el arma conmigo. Tras comprar el arma Sandra me
llevó al campo de tiro. Me puse mis protectores de oídos y
observé cómo ella disparaba a su blanco hasta vaciar el
cargador. Era una gran tiradora.
Traté de imitarla, pero fallé miserablemente.
—Lleva tiempo y práctica —me aseguró Sandra.
Lo intenté una y otra vez. Finalmente, después de una
hora más o menos, empecé a cogerle el truco.
Cuando nos marchamos de allí me sorprendió lo bien
que me sentía. Me notaba más segura, más confiada y
mucho más tranquila. Fue maravilloso encontrar esa paz
mental.
Capítulo 5

Mason
Estaba aburrido hasta la médula, pero mantuve la sonrisa
en la cara mientras recorría el gran salón de banquetes
estrechando manos, charlando y, más o menos, besando el
culo de la élite rica de nuestra bella ciudad. Debería haber
sido un buen momento, pero no estaba de humor para nada
de eso. Quería ir a casa y pasar tiempo con mi hijo, leer un
buen libro después de meterlo en la cama y quizás tomarme
unos cuantos escoceses. A menudo añoraba esos días. Ya
no los tenía tanto como antes porque me negaba a rechazar
actos como este, que eran buenos para los negocios.
Estaba al tanto de que se celebraría el Baile Anual del
Briar's Club para recaudar dinero para PETA desde hacía
unos meses. Estaba en mi calendario, y estaba listo para
dar mi donación y sonreír en la foto. Incluso estaba listo
para toda la cháchara de negocios pero, aun así, lo odiaba.
Habría sido mejor no asistir solo, pues casi todo el
mundo iba acompañado. Podría haber invitado a alguien
para que viniera conmigo, pero ni siquiera estaba preparado
para hacer eso. Ahora me arrepentía. Podría haberle
preguntado a Jessica, que era una amiga. Habíamos sido
socios hace unos años en algunos negocios y ahora éramos
muy buenos amigos. Aunque era atractiva e inteligente,
éramos demasiado diferentes para que surgiera algo
romántico. Me sorprendió que no estuviera aquí, ya que ella
formaba parte de la comunidad de negocios, de la élite rica.
Supongo que había rechazado la invitación.
—Tienes que probar esas pequeñas salchichas que
andan por ahí. Son excelentes. Joder, me he comido cinco.
La voz que hablaba detrás de mí era la de Brandon
Myers. Éramos amigos desde hacía unos años. Me di la
vuelta y estreché su mano, feliz de ver una cara familiar.
—¿Cómo va todo? —le pregunté.
—Bien. ¿Y tú qué tal?
—No está mal. Creía que estabas fuera del país.
—No. —Sacudió la cabeza—. Volví de Nepal la semana
pasada.
—Podrías haberme llamado.
—He estado muy ocupado.
Fue entonces cuando me di cuenta de que una mujer
muy bonita se acercaba a él. Llevaba una copa en la mano y
sonreía como si estuviera un poco ebria, aunque era hábil
guardando la compostura.
—¿Conoces a Sylvia? —me preguntó Brandon.
—No he tenido el placer —le dije, estrechando la mano
de Sylvia.
—Encantada —dijo ella.
Sí, esa mujer estaba acostumbrada a codearse con la
jet set, aunque saltaba a la vista que no era miembro. Más
bien parecía una chica de compañía, había visto muchas en
ese tipo de eventos.
—¿Qué hay de ti? No has venido acompañado… —
comentó Brandon.
Joder, ya se había dado cuenta de eso.
—Sí, he venido solo.
Brandon estuvo a punto de poner los ojos en blanco.
—Tienes que tomarte un descanso y divertirte un poco.
—Se volvió hacia Sylvia—. Este tipo es el número uno en los
negocios. Vale su peso en oro.
Me incomodaba recibir ese tipo de comentarios. Mucha
gente estaba celosa del temprano éxito que había
disfrutado. Estaba bien. Podían odiarme todo lo que
quisieran. Ya estaba acostumbrado.
—Qué interesante —dijo Sylvia. A ella no podría haberle
importado menos. Bien. Me aburría esta conversación y la
fiesta en general.
—Bueno, ha sido genial ponernos al día —dije.
Me fui sin esperar a que Brandon dijera algo más. Me
moví por algunas mesas y charlé brevemente con varias
personas y parejas que conocía. Esperaba poder irme
pronto, aunque no quería que nadie se lo tomara como una
falta de respeto, especialmente, cuando tantas de estas
personas me habían ayudado a ganar mucho dinero
invirtiendo en mis empresas. Y, por supuesto, todos se
habían hecho inmensamente ricos con esos negocios.
Me dirigía hacia el bar para tomar otro whisky cuando
sentí que mi teléfono vibraba. Lo comprobé. Era María, la
niñera. Me extrañó y me sentí intranquilo por si le había
pasado algo a Jack. Salí del salón de baile y contesté la
llamada.
—¿María? ¿Qué pasa?
—Es Jack. Tiene problemas para respirar. No consigo
que se le pase, es una especie de convulsión. Hay una
ambulancia en camino.
—¡Mierda! ¿Cómo ha sucedido?
—Estaba armando un rompecabezas y, de repente, se
cayó y comenzó a convulsionar.
—Vale, te veré en el hospital. Asegúrate de que lo
lleven a St. Joseph's. Llámame cuando estés en la
ambulancia.
Tenía que llegar al hospital lo más rápido posible. Pobre
Jack, tenía tantos problemas de salud… Mi hombrecito había
nacido muy prematuro y pasó las primeras semanas de vida
en una incubadora. Eso le había dejado algunas cicatrices
de batalla y ahora era un niño que se ponía enfermo a
menudo.
Llegué al hospital unos veinte minutos después.
Acababan de traer a Jack y estaban ocupándose de él.
—Los paramédicos lo han mantenido consciente —dijo
María—. Pero sigue teniendo problemas para respirar y el
inhalador no funciona.
—Bien —dije. Me acerqué a la recepción y le expliqué la
situación—. Acaban de traer a mi hijo y necesito estar con
él.
—Lo siento, señor —dijo la recepcionista—. Tendrá que
esperar. Los médicos están ocupándose de que respire por
sí mismo. En este momento sigue entrando y saliendo de la
conciencia.
—Mierda.
Esperé en el vestíbulo durante media hora y,
finalmente, un médico salió para hablar conmigo.
—¿Cómo está Jack?
—Ahora está bien —dijo el doctor—. Está estable.
El doctor tenía unos cincuenta años, era alto y lucía
una expresión demacrada en la cara, que estaba cubierta
por un grueso bigote.
—¿Qué le ha pasado?
—¿Ha tenido alguna vez ataques como este?
—Eh... no. Nunca ha tenido convulsiones, aunque sí
asma severo.
—Bueno, no estamos seguros de qué provocó la
convulsión de hoy, pero lo mantendremos en vigilancia
durante la noche para hacer más pruebas y ver qué
descubrimos.
—Muy bien ¿Puedo verlo?
—Claro.
Seguí al doctor hacia una habitación. Jack estaba allí
mirándome con su dulce y sonriente cara. Parecía tan
inocente y contento, incluso después de todo lo que había
pasado.
—Hola, amigo —le dije.
—Hola, papi —respondió.
Me contuve para no estallar en lágrimas, ya que no
quería que viera lo preocupado que estaba.
Capítulo 6

Laney
Mason entró en el bar un poco después de las siete y
parecía más deprimido que nunca. Por regla general,
siempre lucía una sonrisa segura, casi arrogante, pero esta
noche parecía que algo horrible le había sucedido.
Agarré un vaso y vertí en él dos dedos de whisky. Abrí
una cerveza para mí y me senté en la barra. Mason se
deslizó en su taburete, agarró el whisky y se lo bebió rápido.
—Gracias —dijo—. Otro, por favor.
—¿Estás bien? —le pregunté mientras se lo servía y él
se lo bebía.
—No —respondió—. He estado en urgencias con mi hijo
desde anoche hasta las seis de la mañana.
Me quedé sin aliento.
—¿Qué es lo que ha pasado?
Me explicó lo de las convulsiones y el ataque de asma.
—Ahora está bien. Los médicos no pueden explicar qué
causó el ataque pero sospechan que puede ser epiléptico.
—Vaya, pobrecito, lo siento mucho. ¿Cómo lo está
llevando?
—Mejor que yo —dijo—. Está lidiando con todo esto
como un soldado de caballería. Yo tengo miedo de
desmoronarme.
—Los niños son muy resistentes —dije—. Se recuperará
bien. Solo tienes que confiar en los médicos.
Extendí la mano y tomé la suya. Él miró y me sonrió.
Me encantó esa sonrisa.
—Gracias.
—No hay de qué.
Sentí la chispa entre nosotros en ese momento. Era
como una especie de electricidad que fluía entre los dos. Me
sentía cerca de él. Me encantaba lo gran hombre y padre
que era. Sabía que estaba sufriendo y lidiando con muchos
problemas, pero se enfrentaba a ellos con la cabeza bien
alta. Era admirable y me atraía mucho el gran corazón que
tenía.
—¿Jack siempre ha tenido estos problemas? —le
pregunté.
—Van y vienen, y no han encontrado algo en particular
que los desencadene. Nació prematuro y ha tenido que
luchar por cada aliento que toma desde entonces. Quizás
tenga que luchar el resto de su vida. Eso es lo triste. No hay
nada que te haga sentir tan impotente como saber que tu
hijo está enfermo y no hay nada que puedas hacer. Odio ese
sentimiento.
—Le estás dando los mejores cuidados posibles. Por lo
tanto, estás haciendo todo lo que puedes hacer.
—Gracias. A veces es un poco abrumador, pero es un
chico muy duro. Sé que lo superará de una forma u otra.
—Claro que lo hará. —Cogí otro vaso para mí y me serví
uno doble. Luego me lo bebí de un solo trago—. Por Jack.
—Por Jack —dijo Mason. Él también se bebió el suyo.
No estaba segura de que fuera el momento adecuado,
pero me decidí a entrar en el tema que me ponía tan
nerviosa.
—Tengo curiosidad. ¿Qué vas a hacer el jueves por la
noche?
—¿El jueves? No estoy seguro. Supongo que trabajaré
hasta tarde, luego vendré por aquí y me iré a casa. Un día
más de la semana. ¿Por qué?
—Bueno, libro esa noche. ¿Quieres salir a cenar?
Parecía sorprendido por la pregunta y no dijo nada
durante varios segundos. Sentí la tensión aplastándome el
pecho, apenas podía respirar. Maldita sea. ¿Por qué lo había
hecho? Él no estaba de humor, aunque pensé que salir
podría animarlo un poco. Esperaba no haber cometido un
terrible error.
La puerta se abrió en ese momento y sonó el timbre.
No hice caso, pues todavía estaba esperando la respuesta
de Mason, que estaba tardando demasiado tiempo. De
repente, sentí algo. Mi cabeza empezó a girar lentamente
hacia la figura que había entrado por la puerta. Era Tyler.
Mierda. Tyler estaba allí. Estaba en el bar. Mi bar. ¿Qué
demonios? ¿Por qué estaba aquí?
Inmediatamente, me volví hacia Big Mike, nuestro de
guardia de seguridad, pero no lo vi. Recordé que había
salido a almorzar. Joder. No tenía refuerzos. Maldición. ¿Qué
estaba haciendo Tyler aquí?
Había una mirada de puro odio en sus ojos cuando se
acercó a la barra. Se paseó lentamente, se quitó la
chaqueta y se acercó a mí dejando claro la furia que
emanaba de su cuerpo. Me di cuenta de que iba a hacer
algo drástico.
—Cuánto tiempo sin vernos —dijo Tyler, con una
sonrisa.
—¿Qué estás haciendo aquí? Tengo una orden de
alejamiento contra ti. Si llamo a la policía irás a la cárcel,
¿entiendes? —Intenté mantener la voz firme, pero estaba
temblando. Sentí que mi cuerpo se debilitaba.
—Sí, sobre eso… ¿Crees que ese pequeño trozo de
papel va a servir para mantenerme alejado? No. Estamos
destinados a estar juntos. ¿Por qué coño no lo aceptas?
Estaba alzando demasiado la voz. Pude ver que ya
estaba un poco borracho además de cabreado. Golpeó la
barra con las manos cerradas en puños, como si tratara de
demostrar su punto de vista. Retrocedí unos pasos hasta
chocar con los vasos que había detrás de mí. Estaba muy
asustada.
—Hemos terminado. Ya lo sabes. Tienes que aceptarlo.
Ahora hay un documento legal en tu contra.
—Sí, pero no me va a detener.
—¡Sal de este bar! —grité.
—Me iré cuando me dé la gana —dijo Tyler.
Su arrogancia era tan extrema que la odiaba. El dolor y
la miseria por la que me había hecho pasar era suficiente
para volver loco a cualquiera. Deseaba tener conmigo mi
nueva arma, pero no la había traído al bar. Maldita sea.
—Ya escuchaste a la dama —dijo Mason, que se puso
de pie delante de Tyler.
Tyler era unos centímetros más alto, pero no estaba tan
en buena forma como Mason. Además, una vez me
mencionó que era experto en artes marciales. No quería que
se involucrara en esto, pero era demasiado tarde. Además,
Tyler no era de los que se echaban atrás.
Tyler rio.
—Vaya, ¿este tipo es tu nuevo hombre o algo así?
Bueno, será mejor que le digas que se retire antes de que le
den una paliza.
El corazón me golpeaba el pecho. Había visto a Tyler en
peleas antes y era un auténtico animal.
—Mason, está bien. Yo me encargo de esto.
Mason no dijo nada, pero tampoco se alejó. De hecho,
se acercó a la cara de Tyler. Tyler, por un segundo, pareció
hacerse pequeño, pues detecté un poco de miedo en él. Sus
ojos perdieron contacto con los de Mason y miraron hacia
otro lado. Luego volvió a mirarlo. Se estaba enfadando cada
vez más.
—Tyler, tengo una orden de alejamiento y vas a ir a la
cárcel. Voy a llamar a la policía ahora mismo. ¿Quieres
añadir agresión a la denuncia?
Agarré mi teléfono y comencé a llamar a la policía.
Tyler vio que iba en serio.
—Maldita perra —gruñó—. Esto no ha terminado. Solo
está empezando.
Tyler miró a Mason una última vez y luego salió del bar.
Me alegré de que se fuera, aunque sabía que volvería.
Cuando contestaron a la llamada me sentí aliviada al
instante. Denuncié a Tyler por vulnerar las condiciones de su
orden de alejamiento y por amenazarme delante de
testigos. La policía iba a arrestarlo. Probablemente, iría a la
cárcel y esperaba que fuera durante un largo periodo.
—¿Estás bien? —me preguntó Mason cuándo terminé la
llamada.
—Sí… estoy bien. —Pero era mentira, estaba
temblando—. Gracias, aunque no deberías haber
intervenido.
—No podía mantenerme al margen. A los macarras
como ese hay que darles una lección. Piensan que el mundo
es suyo y hay que bajarlos a la tierra de vez en cuando. He
tratado con los de su clase antes.
—Probablemente, te estés preguntando quién es —dije.
—Sí, pero entenderé que sea un asunto privado y que
no quieras compartirlo.
—No, está bien. Me defendiste. Lo menos que puedo
hacer es contártelo. Ese era Tyler, mi ex. Salimos un tiempo
y cuando me enteré de que se dedicaba a actividades
ilegales rompí con él. Entonces se volvió amenazador y me
ha estado acosando desde entonces. El otro día pedí a la
policía una orden de alejamiento.
—Vaya, siento que te esté pasando algo así —dijo
Mason—. Pero haces bien al enfrentarte a él. Has hecho lo
que tenías que hacer y has demostrado que no te van a
amilanar. Eres muy valiente. Espero poder enfrentar los
obstáculos de mi vida con el mismo nivel de coraje.
—Oh, estoy segura de que lo harás. Mis problemas
palidecen en comparación con los tuyos. Espero que Jack
supere sus dolencias. A veces eso pasa con los niños.
Enferman y crees que nunca mejorarán, hasta que su
sistema inmunológico se reactiva. Solía trabajar como
voluntaria en el hospital cuando iba a la universidad y veía
cosas así.
—Ah, no sabía que habías sido voluntaria en el hospital.
—Tampoco sabías que fui a la universidad. ¿Te
sorprende que sea tan inteligente? —me burlé.
Mason no mordió el anzuelo. Jugó con él.
—No quería decir nada...
Le golpeé juguetonamente en el antebrazo y fingí estar
totalmente ofendida.
—Vaya, eso no está bien. Voy a tener que empezar a
servirte bebidas menos fuertes.
—Oh, lo siento mucho —dijo Mason—. Cualquier cosa
menos eso.
Le serví otro whisky y lo coloqué en la barra. Me miró
mientras tocaba su vaso.
—Gracias por escucharme. Te lo agradezco. Estos
últimos meses han sido una locura y me ha venido bien
venir aquí y charlar contigo.
—Lo mismo digo —dije—. No te estarás poniendo
sentimental conmigo, ¿verdad?
—Sí, tal vez. —Rio. Revisó el reloj y terminó su bebida
—. Será mejor que me vaya a casa y releve a la niñera.
—Bien —dije—. Y gracias de nuevo.
—No tienes que dármelas —respondió.
Salió por la puerta y no lo volví a ver durante casi tres
semanas.
Capítulo 7

Mason
No dejaba de pensar en Tyler. Ese bastardo. La forma en que
le habló a Laney fue detestable, al tratar de intimidarla para
que volviera con él. La verdad es que era grande y estaba
en forma, pero no tenía nada en el cerebro. Era un idiota y
sabía que podría haberlo eliminado.
Sin embargo, me alegraba de no haber llegado tan
lejos. Lo último que necesitaba era que saliera en las
noticias que el rico hombre de negocios Mason Blackburn
estaba involucrado en una pelea de bar. Eso no sería bueno
para mi imagen, pero, maldita sea, le habría dado una
paliza a Tyler. Y él sabía que no iba a intimidarme ni un
poquito, por eso se había asustado. Típico de un matón. No
iba a ponerse a sí mismo a prueba. Usaba el miedo y la
intimidación como sus principales armas, pero si eso no le
funcionaba no tenía nada más que lo respaldase, a menos
que fuera físicamente superior a su oponente.
Me dirigí a casa, que estaba oscura y algo vacía. Sabía
que Jack estaría en la cama. Había perdido la oportunidad
de arroparlo, pero tenía que trabajar hasta tarde y luego
pensé en parar en el bar para charlar con Laney. Era la
mejor terapia para mí, y a veces tenía mucho que
desahogar. La salud de Jack me estaba destrozando. No
estaba seguro de lo que iba a hacer. El estrés de todo esto
me estaba asfixiando.
María, la niñera, estaba leyendo un libro en la sala de
estar poco iluminada. Se asustó cuando entré en la
habitación.
—Oh, no te oí entrar.
—Lo siento. ¿Cómo está Jack?
—Está bien, perfectamente normal. Comió bien y se fue
a la cama sin problemas.
—Estupendo.
—Sin embargo, hay algo que tengo que decirte.
Eso no sonó bien, así que me preparé. De repente,
deseé tener otro whisky en la mano. Las malas noticias
siempre caen mucho mejor si están remojadas en whisky.
—Acabo de colgar el teléfono hace un rato. Mi madre
está muy enferma. Necesito ir a Wyoming para estar con
ella. Tengo que irme mañana por la mañana. Siento mucho
hacerle esto, pero no sé cuánto tiempo nos queda antes de
que ella deje de saber quién soy. Es un cáncer cerebral.
Estado cuatro. Es inoperable y está empeorando cada día.
Tengo que ir con ella.
Mi corazón se hundió. Me coloqué las manos en las
caderas y me preparé y respiré profundamente varias
veces.
—Entiendo —dije—. Siento que te vayas, pero lo
entiendo. Espero que tu madre no sufra, y lamento mucho
su enfermedad.
Le pagué a María y se marchó. Me quedé solo en la
casa, con mi hijo durmiendo en su habitación. ¿Qué iba a
hacer ahora? Necesitaba una niñera de inmediato.
Necesitaba a alguien en quien pudiera confiar. Agarré el
portátil y busqué niñeras cualificadas en internet, aunque
iba a ser imposible conseguir a alguien para mañana. Iba a
tener que quedarme a trabajar en casa durante unos días,
lo cual me agobiaba bastante. Necesitaba distraerme para
no estar siempre pensando en los problemas de salud de mi
hijo.
Fui al mini bar y me serví un vaso de bourbon de
tamaño decente. Necesitaba algo para relajarme, de lo
contrario, no iba a poder dormir. Tomé asiento y, de repente,
se me ocurrió una idea.
Brittany.
Era mi sobrina, la hija de mi hermana, que tenía quince
años. Me gustaba ir a cenar a su casa unas cuantas veces al
mes y me pregunté si estaría disponible. Le pagaría bien,
mucho mejor de lo que cobraba una niñera. Eso me liberaría
un rato y podría ir a la oficina por la tarde, cuando ella y
Jack salieran de la escuela. Esperaba que estuviera
disponible.
MASON: Hola, hermana. ¿Cómo va todo?
Fue Barb quien habló al otro lado de la línea.
BARB: Hola, Mason, ¿dónde has estado? Trabajando
como un loco, seguro.
MASON: Sí, pero también me relajo de vez en cuando.
BARB: Me alegra oírlo.
MASON: ¿Cómo está Brittany?
BARB: Oh, ella está bien. De hecho, acaba de
convertirse en la animadora principal. El equipo empieza a
entrenar en dos semanas. Está muy emocionada y tiene
mucho talento… Todos esos años de gimnasia han valido la
pena.
MASON: Me alegro muchísimo. Iré a algunos partidos.
Tú avísame cuándo y dónde.
BARB: Lo haré.
MASON: Escucha, ¿Brittany sigue haciendo de niñera?
Acabo de perder a la mía y necesito urgentemente a alguien
que cuide a Jack por las tardes después del colegio.
BARB: Le preguntaré.
Las escuché murmurar y luego Barb me dijo:
BARB: Dice que lo hará con gusto, pero solo estas dos
semanas.
MASON: Está bien. Para entonces habré encontrado
una nueva niñera. Dale las gracias y dile que la veré
mañana a las tres.
Charlamos unos minutos más para ponernos al día y
acepté cenar en casa de Barb el domingo. Ella también
quería desesperadamente ver a Jack. Tras la llamada ya
respiraba un poco mejor. Iba a ir muy apretado las dos
próximas semanas, y quizás no pudiera pasar por el bar
durante un tiempo. Mierda. Pero no podía hacer otra cosa,
mi hijo era mi prioridad.
Bebí un trago de whisky y pensé en Laney. Ella
significaba mucho para mí. Ahora me daba cuenta. Ya la
estaba echando de menos. Quería que tuviéramos una cita
real. Quería abrazarla, besarla y sentirla contra mi cuerpo. Y
quería desesperadamente estar dentro de ella. La
necesitaba tanto. Apenas podía soportar no estar con ella
en ese momento. Y lo peor era que no podría verla durante
un tiempo. A lo mejor ella conocía a otro hombre y yo
pasaba a un segundo plano. Me preguntaba si yo era
importante para ella o si solo era un cliente más.
Traté de bloquear esos pensamientos negativos, pero
eran persistentes. Me dirigí a la oficina y trabajé un poco en
el portátil. Respondí una tonelada de correos electrónicos y
luego realicé unas cuantas investigaciones de mercado.
Cuando terminé revisé mi agenda e hice algunos cambios
para ajustar mi nuevo horario.
Se hizo tarde y decidí irme a la cama. Me desnudé y me
metí en ella. El modo en que la sábana se deslizó sobre mis
genitales fue muy placentero, así que cerré los ojos e
imaginé lo increíble que sería notar el cuerpo desnudo de
Laney frotándose con el mío. También imaginé que su mano
me rodeaba la polla y luego se la llevaba a la boca.
Me la acaricié y la saqué de debajo de la sábana. Me
acaricié las pelotas con la mano izquierda y la polla con la
mano derecha, al mismo tiempo. Me encantaba así, y mi
mente se llenó de imágenes de las cosas que Laney le haría
a mi polla. Me imaginé su boca abarcando toda mi
circunferencia y longitud, y luego tragándosela con ansia,
hasta dejarme seco. Sus ojos me miraban llenos de lujuria
mientras mi glande se deslizaba hacia su garganta…
Me estaba masturbando fuerte y rápido, tan absorto en
esa fantasía que no me di cuenta de que estaba a punto de
llegar hasta que sucedió. Lancé una potente carga al aire y
una sensación de felicidad me inundó de los pies a la
cabeza.
Agarré algunos pañuelos y me limpié, arrojándolos
después a la papelera que tenía en un rincón. Luego cerré
los ojos y traté de dormirme. Me pregunté si la hermosa
Laney estaría alguna vez en esta cama conmigo, si alguna
vez haría realidad mi fantasía.
Ella estaba en mis pensamientos desde que la conocí.
Incluso cuando estaba trabajando ella entraba en mis
pensamientos. Me había tocado profundamente el alma. La
quería. La necesitaba.
La amaba.
Sí. La amaba. Ya no tenía ninguna duda. Quería que
Laney me completara, pues era la única mujer que podía
hacerlo.
Capítulo 8

Laney
—¿En serio?
Miré el inodoro repleto de mierda y casi me atraganté.
¿Cómo diablos había pasado eso? Algunos clientes se las
habían arreglado para soltar mierda en todas partes menos
en el maldito inodoro. Agh. Di un paso atrás con una mueca
de asco. Esto era lo que más odiaba de trabajar en el bar,
ya que no era solo una camarera. Era camarera, terapeuta y
la jodida limpiadora.
Me fui del baño. El bar estaba casi vacío. Solo
quedaban unos pocos borrachos habituales, aunque eran
poco más de las nueve y el bar no cerraba hasta la una,
pero era martes y la noche estaba muerta.
—Hey, muchas gracias chicos. Os habéis cagado fuera
del retrete. La próxima vez intentar apuntar dentro, ¿vale?
Todos me ignoraron.
Me puse los guantes de goma y limpié la mierda
repulsiva. Diez minutos más tarde el baño estaba limpio,
aunque yo me sentía sucia por todas partes. Me las había
arreglado para no mancharme, pero el hecho de estar tan
cerca me hacía sentir asquerosa, como si tuviera que
bañarme en lejía cuando llegara a casa.
Estaba tan harta de este trabajo. Antes me gustaba
pero, últimamente, había empezado a afectar a mi salud
mental. Me deprimía y ya no era feliz. Tenía que empezar a
buscar otra cosa.
Volví a la barra y me senté. Me serví un vodka con
tónica y bebí lentamente. Necesitaba una copa. Mientras
miraba a mi alrededor me di cuenta de lo que me faltaba, lo
que había hecho que este trabajo me hiciera infeliz. Mason.
No lo había visto en casi tres semanas, desde la noche en
que Tyler vino.
Tyler había sido arrestado esa noche y ahora se
enfrentaba a varios cargos. Estaba en la cárcel. Tendría que
testificar en su contra y con suerte iría a la cárcel por una
larga temporada por amenazarme, acosarme y perturbar mi
paz. Además, poco después también lo acusaron por
posesión de drogas. Tenía cocaína y marihuana en su casa.
El bastardo.
Tyler estaba acabado y yo estaba lista para seguir
adelante.
Y quería seguir adelante con Mason. Pero él había
desaparecido sin más explicación. Sabía que estaba muy
centrado en Jack y me preguntaba si todo iría bien. No
quería meterme en sus asuntos, pero sentía la necesidad de
saber si estaba bien.
Tenía su número de móvil desde que colocó su tarjeta
de visita en un bote de rifa en el bar. La había guardado y
decidí que iba a llamarlo. Necesitaba saber lo que estaba
pasando con él. Di vueltas detrás de la barra mientras
esperaba a que atendiera la llamada. Estaba muy nerviosa,
casi prefería que no contestara para evitar la incomodidad,
pero a la cuarta señal escuché su voz.
MASON: ¿Hola?
Me quedé congelada. Por un momento, olvidé quién era
y por qué razón estaba llamando. Me sobrepuse.
LANEY: Hola, soy Laney.
Se hizo un silencio. Seguro que ya se había olvidado de
mí. Apreté los labios.
MASON: Hey, ¿cómo te va?
Estaba sorprendido e intenté ser natural.
LANEY: He pensado en llamarte ya que no te he visto
por aquí en las últimas semanas. Quería asegurarme de que
tú y Jack estáis bien.
MASON: Bueno, he estado hasta arriba de trabajo. Mi
niñera se marchó y me causó un grave problema. Todavía
no he encontrado a una nueva niñera.
LANEY: Vaya, lo siento. Eso lo explica todo. Es que
había pensado que ya no querías pasar más tiempo
conmigo.
Me arrepentí de decir aquello, ya que parecía como si
lo estuviera presionando.
MASON: Para nada.
LANEY: Eso me hace sentir un poco mejor. Espero que
encuentres una niñera pronto.
MASON: Yo también, pero la búsqueda no va bien. He
entrevistado a unas veinte personas pero ninguna es
adecuada para el trabajo.
Entonces se me ocurrió una idea.
LANEY: ¿Cuánto cobra una niñera?
MASON: ¿Cómo?
LANEY: Sí, quiero saber cuánto le pagas a una niñera.
MASON: Bueno, sería un salario semanal de mil dólares.
Las horas varían un poco dependiendo de mi horario.
Esa cantidad era mayor que la que ganaba en el bar,
incluyendo las propinas. Y el trabajo en sí también era
mucho mejor. Estaba cansada de trabajar de noche. Quería
volver a la escuela y necesitaba un trabajo que me lo
permitiera. El trabajo de niñera podía acomodarse a mis
intereses…
LANEY: ¿Y qué hay de mí?
MASON: ¿Qué quieres decir?
LANEY: Para el trabajo de niñera.
Mason se quedó callado. Temía que pensara que era
una idea terrible, pero mantuve la esperanza. Había que ser
optimista.
MASON: ¿Quieres ser niñera? Eres una gran camarera…
LANEY: Odio ser camarera. Me he cansado de este
trabajo y el dinero que ofreces es mucho mayor. Quiero
probar algo nuevo.
MASON: Vaya, bueno… eso sería genial. Ya te conozco,
así que estás contratada si realmente te interesa.
¿Necesitas avisar con dos semanas de antelación?
LANEY: Debería, pero a la mierda. Aaron, el dueño del
bar, es un imbécil. Voy a decirle que he terminado, así que
puedo empezar mañana.
MASON: Eso sería increíble.
Mason repasó conmigo los detalles de lo que implicaba
el trabajo. Tenía que dejar a Jack en la escuela, recogerlo,
alimentarlo, ayudarlo con la ducha, la hora de dormir, de
jugar, etc. Todo sonaba bien. De hecho, ya había realizado
algún trabajo de niñera cuando estaba en la universidad.
Estaba lista para ello.
Para lo que no estaba lista era para lidiar con mis
sentimientos por Mason. No sabía si él sentía lo mismo que
yo, pero estaba desesperada por averiguarlo. Sabía que
podría ser un poco incómodo trabajar para él, pero estaba
dispuesta a correr ese riesgo. Estaba lista para un cambio
en mi vida. Estaba emocionada.
Llamé a Aaron y le dije que esa noche era mi última
noche. Protestó y me ofreció un aumento, pero corté la
llamada. Ya no tendría que aguantar sus órdenes mientras
me miraba fijamente el escote. Era un bastardo. No podía
creer que hubiera trabajado para él durante tanto tiempo.
Esa noche al salir del bar estaba muy satisfecha. Era
como soltar una mochila de piedras y sentirme liberada. Ni
siquiera había sido consciente de cuánto odiaba ese trabajo
hasta que lo había dejado.
Llegué a casa y me dejé caer sobre el sofá. Me serví un
poco de tequila, agarré el portátil y empecé a buscar a
Mason aunque fueran las dos de la madrugada. Era algo que
había evitado hacer hasta ahora. Había una gran cantidad
de imágenes suyas y pasé la siguiente hora visitando
páginas web y blogs que hablaban sobre él. Era fascinante,
pero tenía la sensación de que nada de lo que se decía se
correspondía con el verdadero Mason. Yo lo conocía mejor
que esas personas.
Todavía resonaba su voz en mi cerebro. Tenía una voz
sexy y ronca, y quería escucharlo otra vez. Lo quería a él.
Quería sus manos sobre mí, su boca, y mis manos sobre su
musculoso cuerpo. Más tarde, cuando me metí en la cama,
cerré los ojos y lo imaginé a mí lado. Odiaba dormir sola y
sabía que Mason era el hombre que podría hacerme sentir
ese dulce sentimiento que tanto había anhelado.
Metí la mano en el cajón de mi mesilla de noche y
saqué mi grueso y largo vibrador. Parecía una hermosa y
gran polla. Era glorioso. Lo había usado muchas veces en los
últimos meses y siempre me daba grandes orgasmos.
Lo lubriqué con la boca e imaginé que estaba chupando
la larga y dura polla de Mason. Podía sentirlo pulsando
dentro de mí, sus caderas alimentándome con su polla, su
mano en la parte de atrás de mi cabeza acariciando mi pelo
y guiándome, tratando de forzarme a ir más rápido mientras
yo me contenía lo suficiente para volverlo loco. Podía sentir
su semen acumulándose en sus pelotas mientras me
tragaba su espada de carne y esperaba mi recompensa.
Luego, antes de que se corriera, rodaba encima de mí y
entraba entre mis piernas. Su duro pinchazo me abría y me
llevaba al borde del orgasmo muy pronto. No era capaz de
contenerlo.
Empujé el vibrador en mi coño con fuerza, estirándome
mientras mi coño mojado lo abrazaba y se lo tragaba casi
entero. Lo saqué y lo volví a meter repetidamente,
moviéndome con lentitud y luego de forma más rápida, a
veces suave y a veces más fuerte, mientras cerraba los ojos
e imaginaba que Mason estaba ahí conmigo. Estaba encima
de mí. Su culo apretado contra mis manos y mis piernas
envolviéndole el torso.
Era increíble. Estaba al borde. Podía sentir que se
acercaba con fuerza. Se me encogieron los dedos de los
pies y la pelvis se me curvó hacia arriba mientras me
clavaba el consolador en el coño. Mantuve los ojos cerrados
y dejé que mis gemidos de placer se me escaparan en voz
alta. No tenía razón para estar callada. Estaba tan... cerca...
Suspiré fuertemente mientras el orgasmo irrumpía en
mi cuerpo y empecé a jadear de placer.
—Joder... —me quejé.
Saqué el vibrador de mi coño mojado y lo vi gotear.
Deseé que la polla de Mason estuviera cubierta de mis jugos
en ese momento. Solo lo quería a él. Tenía que tenerlo. De
una forma u otra sabía que iba a ser mío. Me quedé muy
relajada. Nada mejor que un orgasmo para inducirte al
sueño.
Cuando desperté a la mañana siguiente estaba lista
para ir a trabajar. Tenía que llegar a casa de Mason a las
siete para poder llevar a Jack al colegio. Mi alarma sonó a
tiempo y me puse rápidamente en movimiento a pesar de
que solo había dormido unas cuatro horas. Era mi primer día
y estaba decidida a causar una gran impresión.
Me sentía un poco nerviosa mientras conducía hacia la
casa de Mason. No dejaba de pensar en la fantasía de
anoche y en que pudiera hacerse realidad. Joder… Ya me
estaba mojando otra vez pensando en ello, y ese no era el
momento.
Capítulo 9

Mason
Tres semanas después
Laney era una niñera increíble y se llevaba genial con Jack.
Me encantaba verlos juntos e incluso llegaba un poco antes
a casa para verlos a los dos. No me importaba si luego tenía
que trabajar un poco en casa.
A los pocos días de empezar a trabajar en casa me di
cuenta de que amaba a Laney. Había tratado de ignorar
esos sentimientos, y cuando dejé de pasar por el bar me
había dicho a mí mismo que solo era un sentimiento
pasajero, pero en el momento en que ella había entrado de
nuevo en mi vida supe que sí era amor. Era la mujer que
había estado esperando. Nunca me sentí tan bien con
Tiffany como me sentía con Laney.
Jack también se enamoró de Laney de inmediato. Los
dos tenían una relación increíble y me di cuenta de que ella
amaba a los niños. Tenía un vínculo con ella mucho más
fuerte que el que tuvo con Tiffany. Tiffany amaba a Jack,
pero lo trataba como una posesión, lo utilizaba para intentar
quedar como una madre estupenda de cara a los demás. El
vínculo con Laney era genuino, más natural. Sin embargo,
por mucho que odiara a Tiffany y tratara de mantenerla
fuera de la vida de Jack, ella era su madre y siempre iba a
estar cerca de una manera u otra. Lo visitaba una vez al
mes durante un fin de semana. No quería que tuviera más
contacto con él y había luchado para conseguirlo en los
juzgados. Además de engañarme, había descubierto que
Tiffany tenía socios cercanos que vendían drogas, y aunque
no tenía pruebas de que ella hiciera lo mismo, me temía
que la habían arrastrado a ese mundo.
Pensé en todo eso mientras entraba en el garaje. Había
sido un largo día. Eran las ocho de la noche y la casa estaba
tranquila y oscura. Sabía que Jack ya estaría duchado y
metido en la cama. Odiaba no poder darle las buenas
noches, pero lo vería más tarde y le diría que lo amaba. No
importaba si podía oírme o no.
Cerré la puerta del garaje detrás de mí mientras
apagaba el motor del coche, y luego entré en la casa.
Encontré a Laney sentada en el sofá leyendo un libro.
Estaba preciosa vestida con una camiseta y pantalones de
yoga que mostraban lo sexys que eran sus piernas. Me
resultaba difícil no comérmela con la mirada.
—¿Cómo va todo? —le pregunté. Me dirigí al mini bar y
empecé a servirme un trago. Un gin-tonic era la recompensa
a un largo día.
—Todo bien —respondió ella—. ¿Cómo te ha ido a ti en
el mundo de los grandes negocios?
—Ha estado bien. —Sonreí—. He detectado un poco de
sarcasmo, ¿tienes algo en contra del mundo de los
negocios?
—¿No está lleno de lobos hambrientos de dinero y
poder que se aprovechan de todas las ovejas inocentes del
mundo?
—No, está lleno de tipos como yo que hacen posible
que esas ovejas tengan trabajo. —Ella sonrió.
Le encantaba burlarse de mí por lo que hacía para
ganarme la vida. Laney era antisistema, lo que iba bien con
su espíritu rockero. Me senté frente a ella con mi bebida en
la mano.
—¿Cómo va el tema de la banda?
Laney había mencionado que ahora que no era
camarera podía dedicar sus tardes a la banda.
—Bueno, mis colegas no se comprometen
adecuadamente. Es como si pensaran que son lo
suficientemente buenos como para tocar en conciertos sin
ensayar. Solo tenemos diez canciones pero necesitan
trabajo. Apenas podemos tocarlas tres veces sin meter la
pata. Nos va a llevar unos meses antes de que estemos
listos para tocarlas en directo, aunque ellos piensan que ya
estamos preparados. Es ridículo.
—Por lo que dices, no es de extrañar que tantas
grandes bandas se separen después de un álbum o dos.
—Sí. Estoy tentada a decirles que pasen de mí y buscar
otras vías.
—¿Qué vías? —pregunté. Tenía mucha curiosidad. Las
bandas tocaban en conciertos y grababan álbumes. ¿Había
más salidas?
Ella me miró como si fuera estúpido.
—¿En serio? Necesitas salir de tu pequeña burbuja más
a menudo. Hoy en día es mucho más fácil hacer que
escuchen tu música. Ahora puede subirse a internet
aunque, por supuesto, hay mucha competencia y tienes que
esforzarte por sobresalir.
—Ah, sí, he oído hablar de ese tipo de cosas. Un amigo
mío es empresario en internet. Probablemente, podría darte
algunos buenos consejos para lograr visibilidad,
posicionamiento y destacar entre los demás.
A continuación, le solté un pequeño discurso sobre el
funcionamiento de internet y su boca sexy se fue abriendo
mientras me escuchaba.
—Vaya, sí que sabes de estos temas… Estoy
impresionada. Me dan ganas de seguir haciéndote un
montón de preguntas.
—Hazlas. Soy un libro abierto.
—No, es tu turno. Pregúntame —dijo tímidamente. Su
lengua se deslizó suavemente por sus labios y me excité
como un loco. Tomé un sorbo del gin-tonic y mantuve los
ojos en ella. Había dejado su libro y ahora estaba sentada
con las piernas ligeramente separadas, como si me
estuviera sugiriendo algo. Maldita sea, era muy guapa.
—Pues me pregunto…
Estuve tentado de llevar la conversación a un terreno
más sensual, pues notaba que ella estaba insinuándolo.
Tenía dudas de si debía ir por ese camino, aunque quería…
¿y por qué diablos no?
—¿Cuándo fue tu primera vez? —le pregunté.
—¿Qué? —Abrió mucho los ojos.
Fingió estar conmocionada.
—¿Cuándo fue tu primera vez? —pregunté de nuevo.
—Vaya… Has empezado fuerte. Está bien, era mi
primer año en la universidad. Tenía dieciocho y fui a una
fiesta de la fraternidad. Me enrollé con un chico de mi clase
de inglés al que le había echado el ojo.
—¿Y luego saliste con él?
—No. Él no quiso que volviéramos a vernos.
—¿Qué pasó?
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, ¿le rajaste los neumáticos? ¿Hiciste alguna
campaña de desprestigio por internet para hacer de su vida
un infierno?
Se rio.
—Me pareció bien. A los dieciocho años no quería una
relación. Al final, la universidad no estaba hecha para mí y
decidí abandonarla, especialmente, cuando empecé a ganar
tanto dinero como camarera.
—¿Lamentas haber renunciado?
—Un poco, pero no me arrepiento porque no creo que
la universidad me hubiera dado lo que realmente quiero
hacer con mi vida. La música es mi mayor pasión y supe
que quería dedicarme a ella al ver a tantas bandas tocando
en los clubes en los que trabajaba.
—Es muy interesante. —Su forma de ver el mundo me
pareció fascinante—. Desearía tener una visión
despreocupada de las cosas.
—¿Por qué no puedes? Demonios, eres dueño del
mundo, prácticamente. Puedes hacer lo que quieras con tu
vida.
—Sí, pero no tengo esa libertad. Trabajo demasiado,
como puedes ver. Lo disfruto, pero me gustaría tener más
tiempo para pasarlo en casa y hacer otras cosas. En fin, es
el camino que he elegido.
—Espero que algún día puedas frenar un poco. Admiro
tu ambición. Yo también soy así, aunque siento que me he
desviado. Ahora quiero encontrar la manera de encauzar mi
vida y conseguir algunos logros. Siento que se me está
acabando el tiempo.
—El tiempo no se acaba, siempre es un buen momento
para intentar hacer lo que uno desea.
—Me vendría bien un trago —dijo.
Eché un vistazo al bar y luego terminé mi gin-tonic. Me
levanté y caminé hacia la barra.
—¿Qué te apetece?
—Lo que sea.
Preparé dos gin-tonic y cuando me di la vuelta ella
estaba justo ahí, delante de mí con ese aspecto tan sexy y
seductor. La deseaba tanto en ese momento. La necesitaba.
Quería abrazarla, tocarla, acariciar su cuerpo, pasar mi
lengua por su espina dorsal y luego enterrar mi cara entre
sus piernas...
Me puse duro al instante. Mi erección estaba rozando
mis pantalones y causándome un poco de dolor. Un dolor
erótico.
—Gracias —dijo. Tomó un sorbo de la bebida y luego la
dejó en la barra, detrás de mí.
Estaba tan cerca... No podía contenerme más, así que
me coloqué delante de ella, le coloqué las manos en el
cuello y acerqué su rostro al mío. El beso comenzó dulce y
luego se volvió mucho más apasionado. Vaya, la sensación
fue maravillosa. Sentí que la lujuria y el deseo ardían por
todas partes. Empecé a sudar y el pulso se me aceleró.
Sus labios eran suaves y estaban húmedos. Su aliento
era cálido y dulce. Esperaba que mi polla estuviera pronto
entre esos preciosos labios. Había soñado con este
momento durante tanto tiempo que el hecho de que se
hubiera hecho real me parecía alucinante. La había
anhelado tanto. Era como una dulce droga de la que no me
cansaba y ahora que la había probado sabía que me
volvería insaciable de ella.
Sin embargo, tenía que ser paciente y dar los pasos
adecuados. No quería asustarla. Y sabía que me estaba
adelantando demasiado. Este era un proceso lento y
gradual, y si empezaba a precipitarme, seguramente,
arruinaría la relación. Me retiré y suspiré. Continué
sosteniendo su bonita cara entre mis manos. Sentí la
necesidad de volver a besarla, pero ella se inclinó hacia
atrás y dio un paso. Sonrió y me miró a los ojos.
—Será mejor que me vaya. Se está haciendo tarde.
Mierda. ¿El beso había sido una mala idea? No. No lo
había sido. Me había gustado demasiado. Desplacé el peso
de un pie a otro. Sentía las piernas débiles y tambaleantes.
Los labios de esa mujer me habían quitado toda mi fuerza
vital. Deseaba volver a besarla, pero mantuve mis
emociones bajo control. Apenas pestañeé. No pregunté por
qué. Permanecí estoico, igual que en los negocios. En el
momento en el que te dejas llevar por las emociones todo
se va a la mierda.
—Ok —dije—. Te veré mañana.
—Sí, lo harás —contestó ella con una sonrisa sexy.
Me echó un último vistazo antes de coger sus cosas y
salir por la puerta principal. Apoyé la espalda en ella. Mi
cabeza giraba excitada y traté de calmarme. Sentía ganas
de correr por toda la casa gritando como un loco, pero
continué manteniéndome firme, sobre todo, por mi hijo que
dormía arriba.
Sabía que los dos habíamos sentido lo mismo mientras
nos besábamos, pero habíamos cruzado una línea. Ahora yo
era su jefe. ¿Estaba cómoda con esta nueva situación o
tenía miedo de que si se iba a pique se quedaría sin
trabajo? Yo tampoco había pensado en eso. Maldición. ¿Y si
no funcionaba? ¿Sería capaz de mantener a Laney como la
niñera de Jack? Lo haría. No era el tipo de hombre que la
despediría por algo así, aunque se volvería increíblemente
incómodo.
Estaba seguro de que sería capaz de ignorar cualquier
emoción que estuviera sintiendo y seguir adelante con
normalidad. Pero, ¿y si ella era el amor de mi vida? Podría
enamorarme profundamente de ella.
Me senté en el sofá y terminé mi bebida mientras
trataba de distraerme viendo un canal de televisión. Quería
llamarla. Quería hablar con ella y ver qué pensaba del beso.
¿Me diría que no volvería a pasar? ¿Diría que había sido un
error?
Esperaba que no, pero si lo hacía tendría que respetar
sus deseos.
Capítulo 10

Laney
—Si como un poco más voy a engordar tanto que Mason no
me querrá —dije, mientras me llevaba el helado a la boca.
—Entonces es que no te merece —dijo Alice. Dio un
gran mordisco a su helado y gimió orgásmicamente. Era la
persona más divertida que conocía, aunque teníamos pocas
cosas en común. Siempre me estaba dando consejos sobre
cómo vivir mi vida, y eso era un poco molesto.
Acababa de contarle lo del beso de anoche con Mason.
Estábamos pasando el rato en nuestro restaurante favorito,
Ralph's, en el que hacían los mejores helados y batidos. Ah,
y las tartas también estaban de infarto. Intentaba no
visitarlo más de una vez a la semana. Apenas era mediodía,
así que pensé que era demasiado pronto para calmar los
nervios bebiendo. Ardía de deseo desde la noche anterior,
desde que Mason me había besado tan apasionadamente.
Vaya... qué beso. Lo repetía una y otra vez en mi
mente. Besarle era todo lo que había deseado desde que lo
vi por primera vez entrando en el bar hacía varios meses.
Las ganas habían crecido entre los dos desde entonces y la
espera había valido la pena. Ahora lo quería de nuevo.
Quería más. Lo necesitaba. Necesitaba esos labios otra vez.
Él era perfecto, todo lo que siempre había querido en un
hombre. ¿Estaba dejando que se me escapara de las
manos? ¿Por qué me fui tan deprisa después de que
ocurriera? Debí haberle besado más profundamente y dejar
que las cosas progresaran. Él lo quería y yo también. ¿Por
qué no lo hice? Joder. Era tan cobarde.
—Bueno, si me pongo muy gorda entonces tendré una
razón para no seguir con esto —dije.
—Pensé que te había encantado el beso... Has hablado
de él sin parar. ¿Es que ha ido algo mal esta mañana entre
vosotros?
—Bueno, apenas hemos hablado. Llegué un poco tarde
y Mason ya salía de la casa para ir a trabajar.
—Pues esta noche cuando vuelvas a la casa habla con
él de ello. Dile que tienes sentimientos confusos y a ver
cómo se siente él.
—No puedo hacer eso. Me temo que me dirá que no es
una buena idea. Se siente muy vulnerable ahora mismo.
—Pues por lo que me cuentas sobre él, no lo parece…
Puse los ojos en blanco.
—Sí, es muy fuerte, pero a la vez es vulnerable. Me
preocupa que me muestre la puerta y tenga que regresar a
mi trabajo de camarera, pero todavía me preocupa más
enamorarme de él y que él se enamore de mí, porque
entonces nos casaremos, tendré hijos y nunca llegaré a
nada con mi música. Ya he perdido demasiado tiempo. No
puedo permitirme el lujo de involucrarme con alguien ahora
mismo. Uf, ¿por qué he tenido que desarrollar sentimientos
por él?
—Porque eso no se puede controlar —dijo.
Me mordí el labio.
—Entonces, ¿crees que debería decirle a Mason lo que
siento? Estoy muy tentada, pero ¿es el momento adecuado?
Él está superando su antigua relación.
—Todo lo que puede decirte es que no está listo.
—Sí, pero entonces seré yo la que quede expuesta,
todo se enrarecerá entre los dos y él se deshará de mí.
—Necesitas relajarte. Piensas demasiado en eso y es
mejor actuar. Te besó, ¿verdad?
—Sí...
—Te besó porque quería hacerlo. ¿Y dijiste que se
comportó como si tuviera problemas para controlarse?
—Así lo sentí. —Reí.
—Pues ahí lo tienes. Sé honesta con él y él será
honesto contigo. ¿Cómo va el tema de la banda?
—No demasiado bien. No encuentro a nadie que se
comprometa, así que estoy ahorrando para comprar un
software de grabación que me permita subir mis temas a la
red. Después esperaré a que alguien lo descubra y
empiecen a escucharlo.
—Suena increíble. Tal vez podría ser tu cantante…
—¿Sabes cantar?
—Bueno, tengo una voz muy interesante…
Hizo un ruido de gato y luego me sacó la lengua. Yo me
reí y le di otro bocado a mi helado. Tendría que comer
verduras el resto del día. Los sacrificios que hay que hacer
para disfrutar de un helado.
—En realidad, voy a cantar mis propios temas.
—Así que lo vas a hacer todo tú misma.
—Lo hago bien, excepto tocar la batería. Por suerte,
hay sonidos programables que suenan bastante auténticos.
—Y cambiando de tema, ¿esta noche te vas a acostar
con Mason?
—No lo sé. ¡Eso es muy personal! Deberías ocuparte un
poco de tus propios asuntos.
—Bueno, si no me metiera en los asuntos de los demás
no tendría nada de lo que hablar. Eso es un hecho.
—Eso no es cierto —suspiré—. Pero sí, si nos volvemos
a besar podría terminar durmiendo con él. Sería increíble.
—Escuché por ahí que el sexo con un tío con dinero es
mucho mejor.
—¿Qué? ¿Dónde has oído esas tonterías?
—Lo he leído en artículos de revistas, lo he visto en
programas de televisión y también lo he escuchado en
podcasts. Es un hecho. El sexo es mejor con un hombre
poderoso. Y el poder no tiene por qué significar fuerza física.
Pero Mason tiene ambas cosas, ¿verdad? ¿No le bajó los
humos a Tyler?
—Se enfrentó a él y eso le sumó atractivo. Me encantó
ver a Tyler acobardarse.
—¿Cómo está manejando ese imbécil la orden de
alejamiento?
—No muy bien, pero como se atreva a hacer algo más
irá a la cárcel por un largo periodo de tiempo.
No le conté lo del arma. De momento, quedaría entre
Sandra y yo. Alice era una de mis más antiguas amigas y
nunca le había ocultado nada tan grande. Cuando se
enterara de que tenía un arma y que estaba recibiendo
clases de tiro con Sandra —y, por supuesto, se enteraría—,
se iba a enfadar un poco. No soportaba que le mintieran.
Aunque esto no era mentir; solo le estaba ocultando
información.
—Pues espero que haga algo —dijo Alice—. No porque
le desee daño, sino porque quiero verlo en la cárcel. Eso me
alegraría el día. Lo que te ha hecho no está bien.
—A mí también me gustaría que volviera a hacer algo,
porque si está encerrado podré dejar de mirar por encima
del hombro. Lo que me da miedo es que se pase de la raya.
¿Y si me mata?
Su cara se llenó de preocupación. Rara vez había visto
a Alice tan seria.
—¿Crees que es capaz de eso?
—Creo que si se dan las circunstancias, todos somos
capaces de hacer cosas que nunca pensamos que haríamos.
¿Y si decide que si no puede tenerme tampoco estaré con
nadie más? Soy una posesión para él. Así es como siempre
me ha considerado y cree que debo ser castigada por
haberlo dejado. Está enfermo, y la única manera de estar a
salvo es encerrarlo.
Alice asintió y terminó su helado. Las dos nos
quedamos en silencio durante un rato. En mi cabeza giraban
un montón de preocupaciones, pero traté de concentrarme
en las cosas positivas. Quería concentrarme en Mason.
¿Qué iba a pasar entre nosotros?
Capítulo 11

Mason
—Yo también quiero hablar de ese beso —dije.
Estaba sentado en el sofá frente a Laney. Acabábamos
de dejar a Jack en la cama y ahora estábamos disfrutando
de una taza de café descafeinado caliente.
Había pensado en el beso todo el día. Apenas había
podido dormir porque tenía muchas ganas de verla. Y ahora
Laney y yo estábamos juntos y teníamos tiempo para hablar
de lo que había sucedido anoche. Estaba listo para escuchar
sus pensamientos y expresar los míos. Quería que sucediera
de nuevo. Quería experimentar todo con ella.
—De acuerdo —dijo Laney. Ella actuaba con calma y
tenía un suave brillo en los ojos.
—Me siento muy atraído por ti —dije—. He deseado
besarte desde que te conocí. Lo de anoche fue increíble.
Sus ojos se abrieron de par en par y expresaron
felicidad. Era una buena señal.
—Me preocupaba que pensaras que no debíamos
volver a hacerlo. Acabo de empezar a trabajar para ti y no
quiero hacer nada que ponga eso en peligro.
—No tienes que preocuparte por eso. ¿Disfrutaste del
beso?
—Oh, desde luego. Me encantó. Yo también deseo
besarte desde que te conocí. Sin embargo, no estoy segura
de lo que quiero en este momento de mi vida. Por un lado,
hay metas en la vida que quiero lograr y no quiero
sacrificarlas involucrándome en una relación. Pero, al mismo
tiempo, no quiero dejar pasar esto.
—Te entiendo y estoy de acuerdo contigo.
—Me alegro. —Sonrió.
Me levanté y me acerqué a ella. Me senté a su lado y
miré sus hermosos ojos. Levanté la mano y pasé mis dedos
por su pelo hasta su espalda. Su pelo era tan suave… Me
estremecí de anticipación. Apoyé la mano en la parte
posterior de su cabeza y me incliné para besarla con
suavidad.
Ella cerró los ojos y presionó sus labios contra los míos.
Me sumergí en el beso fundiéndome completamente con
ella. Nuestros labios se abrieron y nuestras almas se
unieron. Sentí que la pasión estallaba mientras nos
acariciábamos las lenguas. Entonces coloqué la mano en la
parte baja de su espalda y empecé a deslizarla bajo su
camisa.
Ella gimió y yo me excité aún más. Me encantaba la
idea de darle placer. Su intensidad aumentaba y quería
comprobar hasta dónde podía llegar. Subí la mano hasta
llegar a su sujetador. Con un rápido movimiento se lo
desabroché y la besé más fuerte. Su lengua se movía
salvajemente dentro de mi boca y sus labios se deslizaban
sobre los míos como locos.
Se retiró de repente.
—El dormitorio.
Asentí con la cabeza. No estábamos solos en la casa
después de todo.
La tomé de la mano y la llevé por las escaleras a mi
habitación. En cuanto cerré la puerta ella se arrodilló y
empezó a tocarme el cinturón. Rápidamente lo desabrochó
y también los pantalones, que cayeron al suelo. Después me
bajó la cremallera y me agarró la polla sin perder el
contacto visual. Gemí fuertemente mientras ella empezaba
a acariciarme. Había deseado eso durante tanto tiempo.
Deslizó los dedos por el eje hasta que llegó al glande.
Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando
se metió mi polla en la boca. Sus labios suaves se apretaron
alrededor de mi eje y se la fue tragando mis veinticinco
centímetros hasta llegar a la base. Cerré los ojos un
momento y traté de no desmayarme por el dulce y dichoso
placer. Sus manos ahuecaron mis pelotas mientras su boca
trabajaba y me chupaba fuerte.
Mi cuerpo respondió involuntariamente y empujé mi
polla en su boca cada vez más rápido. Abrió la garganta
para tragarme con mayor facilidad, gimiendo en voz alta
mientras lo hacía. Fue abrumadoramente intenso. Pensé que
podría correrme en cualquier momento. No iba a ser capaz
de aguantar esto por mucho tiempo.
Sintiendo que estaba a punto de explotar, Laney me
sacó de su boca y se puso de pie. Me besó con fuerza en la
boca y me mordió la lengua. Yo era masilla en sus manos.
Luego se acercó a la cama y se desnudó. Nunca había visto
algo tan hermoso. Sus pechos eran grandes y sus redondos
pezones estaban erectos. Su piel era suave y estaba
bronceada, y tenía un cuerpo tonificado y perfecto. Me
concentré en el espacio desnudo entre sus piernas. Su coño
húmedo estaba esperándome.
Se lamió los labios y se sentó en el borde de la cama.
Abrió las piernas y se preparó para mí. Me acaricié un par
de veces para asegurar la máxima dureza. Luego me
adelanté y me metí entre sus piernas. Me agaché y deslicé
el dedo índice profundamente en su coño. Estaba apretado
y mojado, totalmente listo para mí. Saqué mi dedo y chupé
los jugos. Sabía de maravilla. Cerré los ojos e imaginé lo
celestial que sería beberla hasta secarla. Alguna vez me
daría el gusto, pero en ese momento mi polla no aguantaba
más.
Separé los labios de su coño con mi polla y me metí sin
esfuerzo. Estaba mojada pero muy apretada. Mi grosor
presionó contra sus paredes mientras me abría paso dentro
de ella. Una vez dentro me detuve un momento. La encerré
en un suave abrazo, la besé y pasé mis dedos por su pelo
con afecto. Quería que supiera que la apreciaba y la
cuidaba. Esto no era solo follar. No, esto era mucho más
importante. Tenía mucho significado.
Salí de ella por completo y luego empujé de nuevo
hasta enterrarme en su coño. Ella jadeaba y gemía con cada
nuevo empuje. Rápidamente, nos acomodamos al ritmo. Ella
se apoyó en mí y yo la sostuve más cerca, mi cabeza al lado
de la suya mientras me acurrucaba contra su cuello. Besé
su suave piel. La chupé. La lamí.
Mi polla empezó a bombearla más fuerte. Estaba cerca
del orgasmo y por la forma en que movía sus caderas sabía
que ella también lo estaba. Iba a ser épico...
—¡Joder! —grité, cuando sentí el semen saliendo de mi
polla y llenando su coño. Ella jadeó y sus caderas se
alzaron. Entonces sentí que ella también se corría. Su coño
apretó mi polla y fue difícil permanecer dentro de ella.
—¡Ahhh! —gimió fuertemente en mi oído y la abracé
con fuerza. La follé más fuerte aún y su cuerpo se arqueó y
tembló violentamente. Finalmente, los efectos del orgasmo
se suavizaron y los dos nos relajamos en la cama.
Yo sudaba profusamente y estaba cansado, pero me
sentía más relajado de lo que me había sentido en mucho
tiempo. Y estaba contento, feliz. Había sido perfecto.
—Fue increíble —dijo Laney.
La miré y sonreí. Luego la rodeé con mi brazo y la
acerqué a mí para que se acurrucara. Ella apoyó la cabeza
en mi hombro. Cerré los ojos y los volví a abrir mientras
miraba el techo. No estaba seguro de adónde íbamos a ir a
continuación o de cuánto tiempo iba a durar esto, pero
estaba listo para afrontarlo. Luchaba con los problemas de
confianza que había desarrollado por culpa de Tiffany, y
Laney también lidiaba con los mismos problemas que le
había generado Tyler. Ambos teníamos eso en común.
Y también teníamos en común que el sexo había sido
asombroso.
Capítulo 12

Laney
Me senté con mi guitarra y me froté los ojos. Había
trabajado en esta nueva canción durante las últimas cuatro
horas. Pensé que estaba saliendo bastante bien. No quería
dejar de trabajar, pero estaba cansada. Además, necesitaba
comer algo. No había desayunado.
Me sorprendió no tener mucho apetito desde que
Mason y yo gastáramos energía anoche. No podía creer que,
finalmente, hubiera sucedido. Y volvió a suceder más tarde.
De repente, me había despertado y me había encontrado la
cara de Mason entre mis piernas, saboreándome. Su boca
era experta. Sabía exactamente cómo darme placer.
Me estaba enamorando de él. No podía evitarlo. Lo
necesitaba. No podía pensar en otra cosa. Incluso mientras
trabajaba en mi música pensaba en él y las canciones
terminaban tratando sobre mis sentimientos. Eso estaba
bien, porque siempre eran mejores cuando eran reales.
Fui a la cocina y me hice un sándwich. Era raro estar en
casa de Mason cuando él no estaba, pero me dijo que me
sintiera como si estuviera en la mía aunque Jack estuviera
en el colegio. Sentada frente a mi sándwich decidí llamar a
Alice. Últimamente, salíamos mucho. Era divertido hablar
con ella, sobre todo, de mi vida amorosa. Cuando me
contestó le conté todo lo que había pasado.
ALICE: ¡Oh, vaya! Es impresionante. No estaba segura
de si lo harías, pero es fantástico. ¿Y cómo fue?
LANEY: Fue genial. Fue increíble. —Reí—. No... no puedo
creer que haya sucedido.
ALICE: Necesito encontrar un hombre así —dijo.
LANEY: ¿No ibas a salir con…? ¿Cómo se llama?
ALICE: ¿Chad? No, eso se acabó. Me ha dejado, el
asqueroso.
LANEY: ¿Por qué?
ALICE: Está saliendo con Becky Gifford, por eso. Quiero
envenenar a esa tía.
Me reí.
LANEY: Bueno, es su problema si no se ha dado cuenta
de lo increíble que eres.
ALICE: Gracias. Entonces, ¿qué pasará ahora entre
vosotros?
LANEY: ¿Qué quieres decir?
ALICE: Bueno, ¿vais en serio o solo os divertís?
LANEY: No lo sé. Solo hemos pasado una noche juntos.
Lo único que sé es que me siento de maravilla.
ALICE: Eso es fantástico, aunque creo que deberíais
tener más claro hacia dónde vais.
LANEY: No. Yo estoy bien tal y como estoy. Acabamos
de empezar y no hay razón para presionarnos. Lo único que
dejamos claro es que pase lo que pase entre los dos, no
afectará a nuestra relación laboral.
ALICE: Supongo que es lo correcto. Bueno, me alegro
de que me hayas puesto al corriente de todo.
LANEY: Necesito a alguien con quien hablar de esto. Es
emocionante, pero también es un poco estresante.
ALICE: Oye, ¿y cuándo voy a conocer a este tipo?
LANEY: Espero que pronto.
ALICE: Yo también —bromeó.
Las dos reímos.
LANEY: Hablaré contigo más tarde. Tengo que irme
pronto —le dije.
ALICE: De acuerdo.
Terminé el almuerzo y volví a trabajar en la canción.
Pronto llegó el momento de recoger a Jack. Amaba a ese
niño. Era tan dulce, un rayo de sol. Le había tomado mucho
cariño. Estaba feliz de poder llenar el vacío dejado por su
madre. Todavía la veía una vez al mes, aunque por lo que
había intuido, Mason intentaba quitarle ese privilegio
porque Tiffany se estaba relacionando con gente
desagradable.
Recogí a Jack de la escuela. Era una bola de energía. En
un momento dado le habían realizado la prueba de TDAH,
pero había dado negativo. El psicólogo infantil había dicho
que estaba muy inquieto porque su madre no estaba cerca
todo el tiempo. Tenía miedo a perder a todos los que eran
importantes para él.
Cuando volvimos a la casa le preparé a Jack un
sándwich. Luego jugamos con sus camiones de juguete y
vimos algunas películas de Disney. Le preparé la cena, lo
bañé y lo acosté. Estaba triste porque Mason no estaba en
casa para arroparlo, pero estaba tan cansado que se durmió
enseguida.
Volví abajo y me preparé una taza de té mientras
seguía leyendo. Me encantaban esas horas de la noche. Era
un placer sentarse con un buen libro en lugar de servir a un
montón de borrachos con ganas de pelea. Estaba metida en
la historia cuando Mason llegó a casa. Instantáneamente,
perdí el interés en el libro y lo dejé en la mesa. Él estaba
guapísimo. Alto y atlético, su cuerpo parecía haber sido
tallado en algún tipo de piedra bajo sus trajes pulcramente
confeccionados. Era un maravilloso espécimen de hombre.
Había esperado ese momento durante todo el día y por fin
había llegado. Me pregunté si él también habría deseado
que llegara.
—Hola —dijo Mason al entrar. Dejó su maletín y se
quitó la chaqueta antes de ir a la cocina para tomar una
cerveza del frigorífico.
—Hola.
—¿Cómo te ha ido el día? —me preguntó, al volver a la
habitación.
—Bien.
—¿Jack está dormido? ¿Se ha portado bien hoy?
—Está dormido y sí, se ha portado bien. Se puso un
poco triste antes de dormir porque no estabas en casa, pero
se lo expliqué.
—Estupendo. Odio no poder verlo todas las noches
antes de que se duerma. Cuando termine con este nuevo
negocio trataré de tener más tiempo libre. Solo espero que
lo entienda.
—Ahora es pequeño, pero algún día entenderá que lo
que haces lo haces por él.
Colocó la cerveza en la mesa de café y me cogió la
mano. Me levanté y comencé a derretirme. Oh, era tan
increíble... No podía pensar con claridad cuando estaba con
él.
—Te he echado de menos —dijo—. Mucho.
—Yo también.
Se inclinó y me besó, y yo dejé que toda la tensión
acumulada durante el día se liberara en ese momento. Su
boca sabía tan bien. Era firme y húmeda, y me moría por
probar su lengua de nuevo. Ansiaba volver a tener su polla
entre mis labios y también entrando en mi coño con fuerza.
Y ahora estaba a punto de suceder.
Sus manos estaban en la parte baja de mi espalda y
me sujetaban contra él. Su tacto me hacía sentir segura y
protegida. Me sentía cuidada. No estaba sola. Había hecho
tantas cosas sola en mi vida que era increíble tener a
alguien que se preocupara por mí. De repente, me tomó en
sus brazos y me llevó por las escaleras. Llegamos al
dormitorio y cerró la puerta tras nosotros. Me llevó a la
cama y me bajó los vaqueros junto con las bragas. Estaba
mojada y mi coño palpitaba de deseo por él. Joder, lo
deseaba tanto dentro de mí. Mi respiración se convirtió en
suaves jadeos de anticipación.
Masajeó mi raja con la dura cabeza de su polla. Esperé
pacientemente, pero estaba sintiendo tanto placer que creí
que podría explotar en cualquier momento. Entonces
empujó y acepté cada pedazo de su enorme polla dentro de
mí.
—¡Joder! —gemí.
Mason me tiró del pelo mientras me follaba por detrás
con pasión. Era increíble. Todo mi cuerpo estaba al borde del
orgasmo mientras la lujuria me invadía. No dejaba de
pensar en la imagen de su polla y en lo grande que era, y
sentí que iba a correrme muy fuerte. Me agarré a la cama
para tratar de estabilizarme, pero rebotaba con cada fuerte
empujón de Mason. Me sujetó el pelo con más fuerza y trató
de sostenerme mientras me golpeaba con su polla.
—¡Voy a correrme! —Intenté no gritar demasiado alto,
pero ya no tenía el control.
Estaba muy cerca. Apreté las sábanas y mi cabeza se
movió hacia adelante y hacia atrás. No podía hablar. Mi
garganta estaba demasiado paralizada por la tensión. La
felicidad estaba inundando mi cuerpo.
—Sí, eso es... ven por mí, nena... Oh, esto es delicioso
para mi polla...
Me encantaba escuchar el diálogo de Mason. Me
excitaba como una loca. Saber que nos dábamos tanto
placer me llevó a querer ordeñarle la polla. Entonces me
folló tan rápido y tan fuerte como pudo.
—¡Sí!
Mason gruñó detrás de mí cuando su polla empezó a
temblar. Luego disparó su semilla caliente dentro de mí. Fue
una sensación maravillosa. Sabía que era arriesgado, y yo
no quería quedarme embarazada ahora mismo, pero el
hecho de coquetear con el peligro también me excitaba.
Me abrazó fuertemente por detrás. Su boca encontró la
mía y me besó mientras giraba mi cabeza hacia él.
—Vaya... no puedo dejar de pensar en ti... en esto... Te
anhelo todo el tiempo —dijo Mason.
—Yo también. Yo también, cariño.
Nos tumbamos y nos relajamos. Me acurruqué en sus
brazos sintiendo su dulce energía masculina. Me encantaba
estar con él. Y aunque odiaba admitirlo estaba enamorada
de él. ¿Cómo había sucedido tan rápido?
No estaba segura, pero no quería pensar en eso ahora
mismo, solo quería disfrutar lo que viniera. Había esperado
este tipo de relación apasionada durante toda mi vida y
ahora que la había encontrado no iba a hacer nada para
arruinarla. Solo de pensar que había dudado de estar con él
por mi carrera musical… Ahora no veía ninguna razón para
que esto interfiriera.
Capítulo 13

Mason
—Estás preciosa —dije.
Laney me miró con sus preciosos ojos y sonrió. Luego
me envolvió los hombros con sus brazos. Su cara
desprendía luz. Me encantaba verla feliz. Me encantaba
hacerla feliz. Y ella me hacía muy feliz también. Cada vez
que me miraba o me sonreía mi mundo se volvía mucho
más brillante.
—Gracias. Tú también estás muy guapo. Estoy a punto
de sacarle los ojos a la rubia si no deja de mirarte —dijo,
haciendo un gesto de cabeza.
Miré hacia donde ella indicaba y vi a la mujer que me
observaba. Miré a Laney y puse los ojos en blanco.
—Pagaría por ver una pelea de gatas. Creo que podrías
ganarla.
Laney se rio y sacudió la cabeza.
—No esta noche. Estoy tratando de ser civilizada. Este
mundillo es nuevo para mí.
Había decidido tener una cita romántica con Laney esa
noche. Era viernes y acababa de dejar a Jack para que
pasara su fin de semana con Tiffany. Era la primera noche
que estábamos a solas desde que habíamos empezado a
vernos. Que Jack estuviera con Tiffany me intranquilizaba.
Me preocupaba que ella estuviera demasiado metida en las
drogas. No entendía cómo se las arreglaba para mantener
su trabajo en el departamento de policía. Pronto esperaba
tener suficientes evidencias para quitarle a Jack
permanentemente. Odiaba que perdiera el contacto con su
madre. La amaba y un chico necesitaba a su madre, pero si
ella lo ponía en peligro —aunque fuera sin querer— tenía
que hacer todo lo posible para protegerlo. Haría cualquier
cosa por la seguridad de mi hijo.
Nos pusimos a bailar después de los postres, y noté
una expresión extraña en su cara. Esperé mientras la
música suave y romántica nos envolvía, pero como no decía
nada le pregunté.
—¿Qué pasa?
—Nada. —Sacudió un poco la cabeza.
—¿Seguro?
Ella suspiró.
—Me estaba preguntando si es demasiado pronto para
decir esas tres palabras en una relación.
Me sorprendió un poco su reflexión.
—Bueno, eso depende de lo que sientas. A los
sentimientos no hay que ponerles fechas. Lo mejor es
expresarlos y no tener miedo a que la otra persona sienta lo
mismo o no.
—¿Y si te dijera que creo que me estoy enamorando de
ti? ¿Es una locura?
Mi corazón se saltó un latido. Me aclaré la garganta
mientras seguíamos bailando.
—No, no creo que eso sea una locura.
Me miró con los ojos llenos de esperanza y las lágrimas
comenzaron a brotar, pero eran lágrimas de felicidad. Alcé
su barbilla hacia mí con el dedo y le sonreí.
—Siento lo mismo, me estoy enamorando de ti. Tenía
miedo de confesártelo porque me sentía perdido y no quería
hacerte daño, pero te amo desde que te vi por primera vez
en el bar—. La besé suavemente, disfrutando del afecto
mutuo—. Te amo —repetí suavemente. La sostuve cerca de
mí para susurrarle esas palabras en el oído, al tiempo que le
acariciaba el cuello. Su pelo largo y suave rozó mi cara. Ella
era mi ángel.
—Yo también te quiero —dijo—. Dios, te amo tanto…
Bailamos un rato más antes de volver a mi casa.
—Voy a servirnos unas copas. ¿Por qué no me esperas
en el jacuzzi exterior? —le pregunté.
—Te espero. —Sonrió ella.
Agarré un cubo, lo llené con hielo y luego metí unas
cuantas botellas de cerveza. Laney ya estaba dentro del
jacuzzi. El agua burbujeaba y ella estaba desnuda. Me puse
duro al instante.
—Parece que has empezado sin mí —dije.
—Hace mucho frío ahí fuera. ¿Por qué no te quitas la
ropa y te unes a mí?
—Ahora mismo.
Lentamente me quité la ropa hasta quedarme desnudo.
Mi polla estaba rígida y erguida. Miré alrededor y me
pregunté si alguien podría verme. Lo dudaba. No había
vecinos cerca y tenía una valla alta en esa parte de mi
propiedad.
Laney agarró una cerveza y bebió unos sorbos. Luego
la dejó cuando me acerqué a ella. Mi polla estaba delante
de su cara. Era una oportunidad demasiado buena para
desperdiciarla. Antes de que me diera cuenta se había
metido mi polla en la boca y empezó a chuparme fuerte,
llevándome hasta el fondo de su garganta con facilidad.
Gimió con deseo, como si fuera la cosa más maravillosa que
jamás había probado. Moví mis caderas ligeramente y puse
mis manos en ellas para estabilizarme. Entonces empujé
más fuerte y mi polla presionó su garganta. Ella sorbió aún
más fuerte, antes de sacársela y agarrarla con las manos.
Sus manos me apretaron, tenía los dedos delgados y
suaves. Me sentí en la gloria e intenté controlarme para no
correrme, pero ella era tan buena… Fue difícil. De repente,
se metió mis pelotas en la boca y empezó a chuparlas y
lamerlas. Iba de una a otra y yo me retorcía de placer. Era
demasiado y sabía que no iba a durar mucho a ese ritmo.
Me aparté y le dije:
—Tengo que follarte ahora mismo.
Sonrió y se escabulló en el agua caliente. Entré en el
jacuzzi y arrastré a Laney hacia mí. La besé con fuerza y le
metí la lengua en la garganta. Ella gimió con deleite y
sorpresa. Me metí entre sus piernas para sentir su tensión.
Estaba tan mojada. Su coño temblaba al tocarla.
La puse de espaldas a mí, contra un costado de la
bañera. Luego me deslicé detrás de ella, encontré su punto
más dulce y entré en ella desde esa posición. Ella se onduló
y se inclinó hacia atrás para agarrarse. Era maravilloso.
Apenas podía respirar en ese momento. La mezcla de agua
caliente y la tensión caliente de su cuerpo fue suficiente
para hacerme perder el conocimiento.
Le agarré el pelo y la apreté con fuerza mientras
enterraba mis caderas en sus nalgas. Empujé mi polla con
fuerza hacia ella, haciendo una pausa al final de cada
empujón. Ella gemía más fuerte y su cuerpo temblaba
contra mí. Su coño me estaba apretando, creando ese
delicioso agarre en mi polla para ordeñarme. Pensé en la
posibilidad de que se quedara embarazada. No era algo que
hubiéramos planeado, pero tampoco hacíamos nada para
evitarlo. Si el universo pensaba en bendecirnos con un
maravilloso niño, yo estaba de acuerdo. Sabía que Laney
sería una madre increíble.
—¡Me corro! —grité. La dulce presión crecía en mi polla
hasta que salió disparada de mí. Empujé profundamente
dentro de Laney y me mantuve ahí, estremeciéndome de
placer mientras soltaba cargas de mi dulce semen.
Laney pegó sus caderas contra mí y cuando terminé mi
orgasmo noté que su cuerpo empezaba a temblar.
—¡Oh, joder! —gritó, al tiempo que movía sus caderas
tan rápido como podía. Me preparé. Yo estaba muy sensible
tras mi orgasmo y ella no paraba de rebotar sobre mi polla.
Sentí su coño agarrándome y apretándome. Fue glorioso.
Cuando terminó su orgasmo le di la vuelta, la besé y la
abracé con fuerza. Seguí moviendo la polla dentro de su
dolorido coño, y ella gimió y me susurró palabras dulces al
oído.
—Te amo —susurré—. Te amo, nena, mi ángel, mi
amor...
—Yo también te quiero.
Nos besamos de un modo cariñoso y dulce. Nos
sentíamos como si fuéramos uno, como si nuestras almas se
fusionaran. Sabía que este era el tipo de amor que había
estado buscando toda mi vida. Y ahora tenía la suerte de
tenerlo.
Nos quedamos así durante un rato, calentándonos en el
resplandor de nuestro amor y en el calor de las aguas del
jacuzzi. Los chorros se arremolinaban a nuestro alrededor
acariciando nuestros cuerpos mientras nos aferrábamos a
ese dulce abrazo. Sabía que había encontrado mi felicidad,
esa que había estado buscando toda mi vida. Finalmente,
había sucedido. Aquí estaba.
—¿Qué deberíamos decirle a Jack? ¿Cuándo
deberíamos decírselo? —pregunté.
—¿Te refieres a que ahora soy algo más que su niñera?
¿Que estamos juntos? ¿Crees que lo entenderá?
—Creo que deberíamos ir despacio, para facilitarle las
cosas.
—Estoy de acuerdo.
Capítulo 14

Laney
Corrí para hacer el último kilómetro de los cinco que corría
todos los días. Desde hace poco me he dedicado a mejorar
mi salud. Empecé corriendo un kilómetro y mi objetivo final
era llegar a los ocho kilómetros diarios.
También había empezado a levantar pesas. La mayoría
de las veces lo hacía en mi apartamento, pues me había
comprado un juego de mancuernas y un banco plano a un
precio muy barato. Cada vez me sentía más fuerte. Además,
también me estaba viniendo de maravilla para mi salud
mental. Quería estar preparada por si Tyler aparecía y tenía
que defenderme.
Terminé la carrera y me detuve para recuperar el
aliento. Sentía que mis pulmones iban a explotar. Había
empezado a correr en una pista de una escuela secundaria
local hacía unas tres semanas. Una amiga mía era profesora
y me dijo que podía correr allí. Tammy me había dicho que
la mitad de los profesores usaban las pistas por la mañana
temprano, aunque yo corría a esa hora y no había visto a
nadie más por ahí, excepto a algunos chicos del equipo de
atletismo.
Agarré mi botella de agua y tomé un gran trago. Sentía
que los pulmones me ardían y tenía un extraño dolor en el
costado que dolía como el infierno, como una especie de
cuchillo invisible que me penetraba la carne. Traté de
respirar adecuadamente mientras regresaba a mi
apartamento. Estaba deseando ver a Mason. Me había
quedado mucho en su casa últimamente, pero acordamos
que sería más fácil para Jack si yo también dormía en mi
propia casa de vez en cuando. No estábamos preparados
para que Jack nos entendiera como pareja. Llevaría tiempo
llegar a ese punto. En este momento, Jack y yo aún nos
estábamos acostumbrando el uno al otro.
Me di una ducha rápida y luego comí un poco de avena
para el desayuno. Echaba de menos despertarme con
Mason. Me había acostumbrado a sentirlo a mi lado
mientras dormía y a despertarme con la visión de su
atractiva cara. Lo amaba tanto. Desearía estar con él todo el
tiempo, vivir juntos. Tal vez incluso…
Matrimonio... ¿estaba pensando en el matrimonio?
Todavía estábamos viviendo las primeras etapas de
estar juntos, pero nuestros sentimientos progresaban
rápidamente. Estábamos enamorados. No había ninguna
duda para ninguno de los dos.
A veces me parecía un poco aterrador. No sabía si
estaba preparada para algo tan sólido en mi vida, pero los
dos éramos personas independientes y seguiríamos
teniendo nuestra propia identidad.
Estaba a punto de salir por la puerta cuando sonó mi
teléfono. El número que aparecía en la pantalla no estaba
en mi agenda, pero decidí contestar.
LANEY: ¿Hola?
DESCONOCIDA: ¿Qué se siente?
Era una voz femenina. No me sonaba familiar, pero
había algo en ella que me impactó.
LANEY: ¿Cómo?
DESCONOCIDA: ¿Qué se siente al estar con el hombre
de otra?
No supe qué responder. Me quedé aturdida por la
acusación. ¿Qué demonios estaba pasando?
LANEY: ¿De qué estás hablando?
DESCONOCIDA: ¡Puta estúpida! ¡Mason es mi maldito
hombre! ¿Me entiendes? Si no te apartas y lo dejas en paz,
haré de tu vida un infierno. Destrozaré tu mundo. ¿Queda
claro?
LANEY: ¿Quién diablos eres y con quién crees que estás
hablando? —pregunté enfurecida.
DESCONOCIDA: Maldita...
LANEY: ¡Escucha, a mí nadie me amenaza! ¡Descubriré
quién eres y haré que te arrepientas de haber llamado a
este número!
La línea se cortó.
Estaba furiosa, temblaba de rabia. Un psicópata como
Tyler me asustaba, pero ¿una mujer? No había conocido a
una mujer en mi vida a la que le tuviera miedo.
Mason me preguntó al cabo de un rato, cuando llegué a
su casa.
—¿No tienes ni idea de quién ha sido?
—No. No reconocí su voz. ¿Conoces a alguna mujer que
pudiera acusarme de tal cosa?
Sacudió la cabeza y yo lo analicé tratando de encontrar
alguna pista. ¿Era posible que estuviera viendo a alguien
más? No. Descarté la idea al instante. Era absurdo. Nunca lo
haría. Lo sabía. Entonces sus ojos se iluminaron.
—Tiffany.
—¿Tu ex?
—Sí. Yo no le daría importancia. Intentaré averiguar si
es ella la que está detrás de esto. Todavía piensa que
volveremos a estar juntos algún día.
—Bueno, no puedo culparla. Eres imposible de superar.
Yo no podría.
Se inclinó y me besó.
—Te amo. Llegaré al fondo de esto. No te preocupes.
Que tengas un buen día. Intentaré llegar a casa un poco
más temprano esta noche y si me entero de algo te llamaré.
—Gracias, cariño —dije.
Mason se fue y me quedé sola con Jack, que estaba
arriba tratando de vestirse. Subí a ayudarle. Tenía que
desayunar e ir a la escuela. Mientras ayudaba a Jack pensé
en Tiffany y en lo trastornada que debía de estar para
pensar que tenía una oportunidad de volver con Mason.
Llevé a Jack a la escuela y volví a casa de Mason para
trabajar en mi música. Ganaba mucho dinero como niñera a
pesar de que Jack estaba en la escuela la mitad del día y el
resto del tiempo su cuidado era mínimo. Fue entonces
cuando me di cuenta de que Mason me pagaba tanto dinero
porque se había enamorado de mí, y cuando le sugerí la
idea de ser la niñera de Jack vio la oportunidad de no
dejarme escapar.
Intenté concentrarme en la música en la que estaba
trabajando, aunque la llamada de esa mujer no dejaba de
molestarme. Por más que trataba de decirme a mí misma
que no debía estar asustada, lo cierto era que ese episodio
me estaba desequilibrando. No iba a permitir que esa mujer
me echara de la vida de Mason. Lo amaba y él me amaba a
mí. Pensé que algún día me propondría matrimonio. Era algo
en lo que había estado pensando mucho últimamente.
Le diría que sí en un abrir y cerrar de ojos. Lo sabía. Era
el hombre perfecto para mí y lo amaba. Y también amaba a
Jack. Quería esta vida y sentía que Mason y yo estábamos
destinados a estar juntos.
Trabajé toda la mañana y luego decidí pedir una pizza
para el almuerzo. Me moría de hambre. Pedí una grande y
me terminé cada miga, pero seguí sintiendo hambre, así
que metí unos tacos en el microondas.
Me sentí un poco incómoda cuando se hizo la hora de ir
a recoger a Jack de la escuela. Tenía la sensación de que me
estaban observando. De vez en cuando iba hacia las
ventanas y miraba hacia afuera con la esperanza de hallar
lo que me hacía sentir así, pero no había nadie.
La maldita llamada telefónica había logrado irritarme y
ponerme nerviosa. Joder. Tenía que controlarme. De ninguna
manera iba a dejar que una idiota me arruinara el día y la
forma en que me sentía.
No sería una víctima.
Capítulo 15

Mason
—¡Esa maldita zorra! —grité mientras conducía.
Golpeé el volante e intenté resistir el impulso de
estampar el coche contra una pared de ladrillos. Estaba tan
cabreado. Esa maldita mujer estaba tratando de arruinar lo
mejor que me había pasado en la vida después de Jack. No
podía creer que hubiera caído tan bajo, pero sí, se trataba
de Tiffany.
Un amigo mío del departamento de policía había
investigado la llamada telefónica y había confirmado que
estaba hecha con el móvil de Tiffany. Era lo que me temía.
Ahora iba de camino a su casa con la idea de enfrentarme a
ella. La destruiría como volviera a intentar destruir mi vida
ahora que había encontrado la felicidad.
Me detuve frente a su puerta y eché un vistazo. El lugar
estaba tranquilo, pero sabía que ella estaba allí. Su pequeño
coche estaba estacionado en la entrada.
Salí del coche y me acerqué a su pequeño porche.
Llamé a la puerta pero nadie contestó. Probablemente,
había un montón de mierda ilegal esparcida por la casa.
Jack decía que nunca veía nada raro, pero solo tenía cuatro
años y era muy fácil entrenar a un niño de su edad para que
dijera lo que su madre quería que dijera. Agarré mi móvil y
lo puse en mi bolsillo delantero para grabarlo todo en video.
Quizás podría utilizar el material para quitarle sus derechos
sobre Jack. Él necesitaba padres estables en su vida.
Volví a llamar, un poco más suave esta vez. Podía oír
ruido dentro, como si Tiffany estuviera tratando de
deshacerse de alguna evidencia. Quizás dejase caer una
denuncia anónima sobre ella. La policía podría hacerle un
test de drogas al azar y pillarla desprevenida. Lo hacían
regularmente.
La puerta se abrió y apareció ella con los ojos un poco
adormecidos. Tal vez drogada.
—Qué agradable sorpresa —dijo ella—. ¿Qué te trae por
aquí?
—Creo que lo sabes.
—Oh, creo que puedo arreglarlo. —Sonrió coqueta, al
tiempo que extendía la mano hacia mi entrepierna. Le
impedí que me tocara.
—¡Corta el rollo, Tiffany! Sé que llamaste a Laney y que
la amenazaste. ¿En qué estabas pensando? ¿Intentas
arruinar mi relación? ¿Cómo supiste de nosotros?
—Vaya, tantas preguntas, tantas acusaciones. ¿De qué
demonios vas? No he hecho nada malo.
Su voz era robótica y sarcástica. Quería estrangularla.
Empecé a apretar los dientes para controlar mi rabia. Esa
zorra sabía cómo tocarme las narices.
—No me vengas con ese rollo. Tú la llamaste y la
acosaste, ¿vas a admitirlo? Aunque la policía no pueda
hacer nada, pienso arruinar tu trabajo y hacer que te
despidan.
—¿Acaso el acoso es un crimen?
—Así que lo admites.
—No admito nada —dijo—. Insisto en que no he hecho
nada.
—Puedes quedarte ahí y mentirme a la cara todo lo que
quieras, pero sé que lo hiciste aunque no pueda probarlo.
No vas a arruinar mi relación. Y conseguiré que te quiten tus
derechos sobre Jack.
Sonrió y puso los ojos en blanco.
—No me asustas. Ahora dime que no me echas de
menos. Quieres que vuelva a montar esa polla tuya hasta
machacarla. —Se acercó a mí. Olía a alcohol—. Echas de
menos tener una mujer de verdad para esa verga.
—Deja a Laney en paz. No vuelvas a llamarla nunca
más. ¿Me entiendes?
—Claro —dijo—. Que tengas un buen día.
Me cerró la puerta en la cara y me fui. La odiaba. Ella
me había hecho pasar por un infierno, primero
engañándome, luego mintiéndome, después peleando
conmigo por la custodia de Jack y exponiéndolo a
drogadictos y traficantes, y ahora pretendía arruinar mi
relación con Laney.
Me subí al coche y salí a la carretera. Tenía que
alejarme de ella antes de decir o hacer algo de lo que me
arrepintiera. Ojalá pudiera entrar en su casa para obtener
alguna evidencia. Lo único que se me ocurría era ponerme
juguetón con ella, pero antes prefería arder en el infierno.
¿Cómo podía haberla querido? Por eso daba miedo
enamorarse. Algunas personas vendían de ellas lo que les
interesaba y cuando te dabas cuenta ya era demasiado
tarde.
Sin embargo, sí que creía conocer a Laney. Sentía que
ella era la indicada y que era tal y como aparentaba. Que no
escondía nada. Creía en ella. No podía vivir con miedos.
Tenía que superarlos y confiar en que Laney era la mujer
maravillosa que parecía. La amaba tanto. Haría cualquier
cosa para protegerla y para proteger lo que teníamos. No
iba a permitir que Tiffany la afectara.
Cuando regresé a casa, Laney estaba trabajando en su
música y decidí tomarme el resto del día libre. Estaba
cansado.
—Hey, ¿todo bien? —me preguntó.
—Sí. Esa llamada telefónica... fue Tiffany.
—¿Lo admitió?
—No, pero está claro que fue ella.
—¿Y crees que parará?
—Espero que sí. De lo contrario, lo utilizaré en los
tribunales. Solo necesito pruebas para demostrar que es
una madre no apta.
—Las encontrarás.
—Siento mucho que te hayas visto involucrada en su
mierda. Me siento mal. Como si fuera mi culpa o algo así.
—No lo es, tú no eres el responsable. Hay muchos locos
por ahí sueltos, así es la vida.
—Eres genial —dije. La sostuve cerca de mí y la besé
en la boca. Sus labios tenían un sabor dulce, cálido y
cariñoso. Sentí que mi cuerpo respondía. Me estaba
poniendo muy duro y el cuerpo me comenzó a temblar.
Laney me devolvió el beso con la misma pasión y sus
manos comenzaron a tocarme hasta que descansaron en mi
trasero. Me apretó el culo a través de los pantalones
mientras nos dirigíamos al sofá. Le di la vuelta rápidamente
e hice que se inclinara. Luego me desabroché rápidamente
los pantalones y me agarré la polla. La presioné contra sus
redondas nalgas.
Me detuve un momento para saborear las emociones
que corrían por mi cuerpo, y le susurré al oído:
—Te amo.
Luego entré en su coño apretado y húmedo. Ella gimió
mientras lo hacía. Me sorprendió lo mojada que estaba. Su
vagina me abrazaba con fuerza mientras empujaba hacia
dentro y hacia fuera de ella. Iba a llenarla de semen. Quería
verlo goteando de su coño. Bombeé más fuerte y más
rápido. Iba a soltar una buena carga. Podía sentirlo venir. Mi
polla se salió de ella y tanteé el camino para volver a
metérsela, pero me di cuenta de que estaba presionando su
ano. Me detuve un momento y un pensamiento me golpeó.
Sí... lo quería...
—¿Alguna vez te han dado por el culo? —le pregunté.
—No...
—Lo quiero... ¿me dejas intentarlo?
Se lo pensó un momento y luego sonrió ampliamente.
—Sí, ¡haz lo que quieras!
Me agarré la polla por la base y se la metí en su
apretado ano.
—¡Aaahh! —gimió en voz alta, con sorpresa y placer.
Seguí introduciéndome en ella hasta la base. Me quedé
quieto un momento y le agarré las caderas que ella empezó
a mover hacia delante y hacia atrás. Era alucinante.
Increíble. Ya había hecho sexo anal unas cuantas veces,
pero nunca me había dado tanto placer. Moví mi polla hacia
la izquierda y hacia la derecha ligeramente para sentir las
diferentes texturas de ese nuevo orificio. Hacía tanto tiempo
que no lo hacía… y ahora lo hacía con la mujer que amaba.
Empecé a follarla más fuerte, moviéndome a un ritmo
más regular.
—Oh, mierda... esto es delicioso... —gimió Laney.
Me encantaba que le gustara. Esto me impulsó a
follarla aún más fuerte. No pasó mucho tiempo antes de que
me corriera. Me puse tenso y solté un enorme rugido de
placer. Mi polla se estremeció y comenzó a bombear su
apretado culo llenándolo con mi semen. Ella gimió casi más
fuerte que yo.
Cuando terminé le toqué el clítoris. Estaba grande y
duro, listo para provocarle un orgasmo. Seguí metiendo mi
polla en su culo mientras la acariciaba con los dedos y
empezó a convulsionar de placer. Cuando terminó se
desplomó sobre el sofá. Suavemente, saqué mi polla de su
culo y miré fijamente el estrecho y abierto agujero de esa
hermosa entrada. Un poco de mi semen salía de él. Fue lo
más sexy que había visto en mi vida.
Ella me miró y luego sonrió. Me uní a ella mientras
descansaba sobre su espalda. La sostuve cerca de mí. La
amaba tanto que quería pasar todas las horas del día a su
lado.
—Eso no me lo esperaba —dijo.
—Sí, fue un impulso.
—Pues ha sido bastante bueno.
—Estoy de acuerdo. Ha sido íntimo y primitivo, justo lo
que necesitaba. —La besé y le pasé los dedos suavemente
por el pelo.
—Todo va a ir bien, ¿verdad? —me preguntó.
—Por supuesto. No dejes que Tiffany te preocupe.
—Estoy preocupada por nosotros. Te quiero. Y no quiero
que esto termine nunca, pero ¿estoy esperando demasiado?
Todavía no nos conocemos tan bien.
—Tenemos todo el tiempo por delante.
—Lo sé, pero es que... Nunca antes había sentido algo
así y tengo miedo de que se evapore.
—¿Por qué te sientes así? ¿Acaso piensas que no
mereces ser tan feliz?
—Tal vez.
—Bueno, pues que sepas que te mereces lo mejor del
mundo. Solo tienes que creerlo y no darles voz a tus
miedos.
Me sentí como si me estuviera convenciendo a mí
mismo. No estaba seguro de dónde habían salido esas
palabras, pero eran adecuadas para ambos. Mientras las
lágrimas fluían de los ojos de Laney, sostuve su cara en mis
manos y la besé suavemente. La amaba, pero a menudo
ese amor se convertía en excitación y ya estaba duro otra
vez.
Ella sintió mi erección rozando su estómago y la
acarició suavemente con el dedo mientras yo continuaba
besándola. Sus labios se abrieron y su lengua salió para
saludar a la mía. Iniciaron una hermosa danza y se
arremolinaron una y otra vez.
Laney se sentó en el sofá y colocó las nalgas en el
borde. Luego agarró mi polla y se la llevó a su ano. Mientras
la besaba penetré su puerta trasera por segunda vez.
Un coro celestial sonó para nosotros dos mientras nos
envolvía una euforia de felicidad.

—Se levanta la sesión.


El juez bajó el mazo y se retiró rápidamente por la
puerta de su despacho.
Yo me quedé aturdido. Me volví hacia mi abogado Dave
Watson y lo miré con curiosidad.
—¿Acaba de suceder eso?
—Puedes apostar que sí.
—¿Jack es mío?
—Jack es tuyo.
Abracé a Dave ignorando su apretón de manos.
—¡Sí! Eres un genio.
—Solo hago mi trabajo, amigo mío —dijo Dave.
—Eres el mejor. No puedo agradecértelo lo suficiente.
—No es necesario dar las gracias. La justicia ha ido por
el camino correcto.
—¡No te saldrás con la tuya! ¡Bastardo!
Tiffany me gritó desde el otro lado del pasillo. Su
abogado y un alguacil trataban de evitar que saltara sobre
mí. Estaba muy enfadada.
Habían pasado dos semanas desde que hizo la primera
llamada a Laney. Eso había puesto en marcha una cadena
de eventos. Tras mi visita Tiffany comenzó a llamar a Laney
diariamente, así que hice que un investigador privado
interviniera su coche y la siguiera. No fue difícil grabarla en
video ni conseguir un audio incriminatorio en el que
amenazaba a Laney con darle una paliza.
Ignoré a Tiffany y salí por la puerta. Todo había salido
bien. Era un gran día. Apenas podía esperar a darle a Laney
las buenas noticias.
LANEY: ¡Es genial! —gritó por teléfono cuando la llamé
para decírselo—. Estoy tan feliz.
MASON: Tenemos que celebrarlo. Quiero encontrar una
niñera y llevarte a cenar.
LANEY: ¿Qué tal si nos llevamos a Jack? Así será una
verdadera celebración.
MASON: Me gusta esa idea —dije—. Laney, te quiero.
Este es el comienzo de nuestras vidas y todo irá como la
seda a partir de ahora.
LANEY: Yo también te quiero. —Rio.
Salí del juzgado sintiéndome muy bien, aunque todavía
persistía la sensación de que Tiffany no se había
conformado. Bueno, si intentaba hacer algo iría a la cárcel.
Había presentado una orden de alejamiento en mi nombre y
el de Laney. Si violaba ese acuerdo sería encerrada durante
al menos un año en la cárcel del condado. Allí era donde ella
pertenecía. Tiffany necesitaba dejar las drogas antes de que
le ocurriera algo trágico. Estaba desperdiciando su vida.
¿Por qué no lo veía?
Esa noche Laney y yo llevamos a Jack a un gran
restaurante. Le encantó. Mi niño estaba adorable en su
pequeño traje con corbata. Y fue muy educado, estaba
creciendo rápido.
Cuando llegamos a casa lo acostamos y se durmió
rápidamente.
Entonces Laney y yo sacamos el champán. No pasó
mucho tiempo antes de que nos encontráramos en el
dormitorio, bajo las sábanas. Y fue una experiencia
increíble.
A la mañana siguiente me desperté sintiéndome mejor
que nunca. Era cuestión de tiempo antes de que hiciera
oficialmente la pregunta.
Esperaba que dijera que sí.
Capítulo 16

Laney
Seis semanas después
Miré la hora mientras caminaba hacia el estacionamiento.
Solo tenía una hora y media para llegar al médico. Antes
tenía que llevar la compra a casa y luego tenía que preparar
algunas cosas para la cena de esa noche. Después iría a ver
al médico. Era imperativo.
Me preguntaba si estaba buscando excusas para
cancelar la cita. Probablemente. Me daban miedo los
médicos y lo que me pudieran decir. Estaba embarazada. Lo
sabía desde hacía unas semanas. Me había hecho un test de
embarazo casero que lo confirmó, y ahora tenía que ir al
médico para estar completamente segura. A veces las
pruebas caseras daban falsos positivos. Pero yo sabía que
no era así. Podía sentir que estaba embarazada.
Debí haber sabido que iba a suceder tarde o temprano.
Pero esperaba que fuera más tarde. Me hacía feliz ser
madre, pero el momento no podía ser peor. No tenía tiempo
para ser madre ahora mismo. ¿Y cómo se sentiría Mason al
respecto?
Mason era un padre increíble, quería mucho a Jack,
pero me había dicho repetidamente que no quería más
hijos. No quería pasar por los sustos de salud que había
pasado con Jack. Era demasiado estresante. Jack mejoraba a
medida que crecía, pero los primeros años iban a pasarle
factura. Intenté explicarle que la situación de Jack no tenía
por qué repetirse aunque volviera a tener un hijo
prematuro, ya que eran problemas poco comunes. Él lo
sabía pero, aun así, le daba miedo.
¿Cómo iba a manejar esto? No quería que se viera
obligado a criar a un niño que no quería solo porque me
amaba. ¿Y si me decía que me marchara con mi hijo? Lo
había pasado tan mal con Tiffany que me aterraba que la
historia se repitiera, aunque yo no tenía nada que ver con
ella. Sin embargo, tenía miedo de lo que pudiera pasar.
Cada vez que pensaba en ello estallaba en lágrimas. Me
estaba destrozando la cabeza pensando en todo esto, y la
única manera de enfrentarlo era contándoselo.
Estaba a mitad de camino hacia el coche cuando vi la
sombra que venía hacia mí desde el lateral. Me giré y dejé
caer la bolsa de la compra al suelo para esquivar el golpe
que Tiffany pretendía darme en la cabeza. Tenía una mirada
asesina. Pasó corriendo por delante de mí con el impulso de
su golpe fallido, entonces levanté la rodilla y la golpeé
debajo de las costillas.
El bate cayó al suelo y me abalancé sobre él, pero
Tiffany fue sorprendentemente rápida. Se giró, agarró el
bate y luego intentó volver a golpearme. Esta vez me rozó
el brazo y yo aproveché para alzar la pierna y soltarle una
patada en el costado de su cabeza. Dejó escapar un gemido
repugnante y cayó al suelo, aunque su locura estaba en
llamas y la sangre le salía de la nariz. Se tambaleó para
ponerse de pie e intentó un nuevo asalto.
—¡Voy a matarte, puta! —rugió Tiffany.
De repente, vi un movimiento a su espalda. Era un
guardia de seguridad que venía corriendo para ayudar.
Antes de que Tiffany pudiera juntar las fuerzas para correr
hacia mí, él la agarró por detrás y el bate cayó al suelo.
—¡No! ¡No! —gritó ella—. ¡Tengo que matarla!
—¡Se acabó! —gritó el guardia.
Otro guardia se le unió unos momentos después y
juntos pudieron controlar a Tiffany. Iba a ir a la cárcel. La
pesadilla con ella había terminado. Todavía estaba en shock
por lo que acababa de pasar. Había intentado matarme con
un bate. Tuve suerte de que no se me acercara con un
arma.
Respondí a todas las preguntas de la policía para que
reconstruyeran los hechos, y luego fui al médico aunque
llegué bastante tarde. Mis planes para una buena cena se
habían arruinado, así que tendríamos que pedir pizza, lo que
haría muy feliz a Jack.
Cuando llegué a la consulta del doctor y me senté en la
sala de espera lo sucedido empezó a afectarme mucho. Las
lágrimas empezaron a brotar por mi cara y me sentí
asqueada. Habían intentado asesinarme y todavía estaba
esperando a que Tyler hiciera algún movimiento. Solo quería
que me dejaran vivir en paz. ¿Por qué no podía ser feliz?
Me llevaron a una sala de examen unos diez minutos
después. Le conté a la enfermera lo de la prueba de
embarazo casera, me tomó los signos vitales y me dijo que
el médico vendría pronto.
Mientras esperaba me puse a temblar. Deseaba
habérselo dicho a Mason. Tal vez podría llamarlo ahora y
explicárselo, y él se apresuraría a estar a mi lado mientras
el doctor me daba la noticia. No quería estar sola, quería
compartir ese momento con él.
Sin embargo, sabía que sería un gran error. Seguro que
me diría que no quería ser el padre de un segundo bebé y
nuestra relación terminaría. Eso sería todo. No podría
manejar eso. No. No podría manejarlo en absoluto.
Tenía que pasar por esto sola.
El doctor vino pronto y se reunió conmigo. Me explicó
cómo era la prueba. Me sacaron un poco de sangre y les di
una muestra de orina. Poco después se confirmó que estaba
embarazada. Yo ya lo sabía. Podía sentir que iba a ser
madre.
Salí de la oficina llorando. No sabía qué hacer. Me
sentía fatal. Mientras me ponía al volante del coche supe lo
que iba a hacer. Estaba decidida. Tenía que irme. Tenía que
dejar la ciudad y tenía que dejar a Mason. No podía soportar
la idea de que me dejara porque el embarazo era un
obstáculo para nosotros. Él ya había dicho que no quería
tener más hijos
Tenía que marcharme.
Esa noche, después de que Jack se acostara, le dije a
Mason:
—Tenemos que hablar.
—Bien —dijo con cierta preocupación.
—Lo dejo —dije.
Se detuvo un momento y luego me miró.
—Vale... ¿ya no quieres ser la niñera de Jack?
—No es eso. Amo a Jack. Pero hay algo de lo que tengo
que ocuparme, un negocio familiar que tengo que atender.
No estoy segura de cuánto tiempo me llevará o cuándo
volveré.
—Eso suena serio —dijo—. ¿Dónde está ese negocio
familiar?
—Está en Cleveland.
—Maldición, ¿tan lejos? Bueno, de todas formas puedo
ir allí de vez en cuando hasta que se solucione y ayudarte,
cariño.
Me rompió el corazón que me llamara así. Tenía que ser
fuerte. Tenía que seguir con el plan. Estaba haciendo lo
correcto.
—Bueno —suspiré—. Gracias, pero tengo que hacer
esto sola.
—Está bien, subiré a verte tan a menudo como pueda
—dijo—. No te preocupes. Haremos que esto funcione.
—No, no creo que sea posible —dije—. Al menos por
ahora. Necesitamos poner las cosas en espera. No te he
contado todo sobre mi familia y tampoco puedo hacerlo
ahora mismo. Es demasiado personal. Lo siento. Sé que esto
no tiene sentido, pero confía en mí. Así es como tiene que
ser.
—Pero... no entiendo. Esto es una locura. ¿Por qué
tenemos que dejarlo por un tiempo?
—Es muy difícil de explicar ahora mismo. Tengo que ir a
casa y hacer las maletas. Me voy a primera hora de la
mañana. Estaré en contacto. Te quiero.
Con esa explicación salí por la puerta y me metí en mi
coche. Mason estaba en el umbral con cara de desconcierto.
¿Qué estaba haciendo?
Me metí en mi coche y arranqué el motor. Luego me
apresuré a bajar la carretera tan rápido como pude. Odiaba
lo que estaba haciendo, pero no había otra alternativa.
Capítulo 17

Mason
Tres meses después
—¡Esta es una excelente noticia! ¿Estás seguro de que es
ella?
Estaba de los nervios mientras esperaba su respuesta.
Después de tanto tiempo estaba a punto de descubrir
dónde estaba mi ángel, mi Laney. Tenía que hablar con ella.
Tenía que ver lo que estaba haciendo y por qué había
decidido dejarnos a Jack y a mí. No tenía sentido para mí.
Tenía que haber una razón, pero ¿qué había pasado para
que ella se escondiera de mí? Esa pregunta me había
estado volviendo loco durante tres meses seguidos.
—Sí, estoy seguro. Te enviaré el video que grabé —dijo
Jeremy Ainsley, un detective privado que había contratado
para encontrar a Laney.
—Es ella —dije, mientras el video llegaba y comenzaba
a reproducirlo—. ¡Sí! Es ella. ¿Y está en Boulder? ¿Qué
demonios está haciendo allí? Me dijo que se dirigía a Ohio.
—Te quería lejos de ella. La he encontrado al rastrear
una tarjeta de crédito.
—¡Gran trabajo! Gracias de nuevo.
—¿No te has dado cuenta de dónde está en esas
imágenes?
Miré otra vez el video.
—¿Una tienda de bebés? ¿Por qué iba a...?
Entonces todo cobró sentido. Observé mejor a Laney y
vi que su barriga estaba un poco abultada. Además, estaba
comprando ropa y accesorios de bebé. Dios mío...
—¿Está embarazada?
—Eso parece. —Rio Jeremy.
—Jesús, no me lo creo.
—Felicidades.
—Gracias. Tengo que ir con ella.
—La mejor de las suertes.
Terminé la llamada e, inmediatamente, hice una maleta
rápida. Llamé a la actual niñera de Jack, Stacy, y le
pregunté si podría quedarse un par de noches si fuera
necesario. Necesitaba que se quedara con Jack. Ella vino de
inmediato y me dirigí a Boulder.
Si conducía durante toda la noche podría llegar allí al
mediodía de la mañana siguiente. No estaba tan lejos de
Salt Lake City.
Conduje toda la noche sin descanso. Ni siquiera estaba
cansado, lo cual era lo más extraño. Estaba demasiado
nervioso. Necesitaba encontrar a mi dulce Laney. Quería
abrazarla y decirle cuánto la amaba. No podía permitir que
pensara que tenía que cargar con todo eso ella sola. Tenía
que ser el bebé. Eso fue lo que la asustó. Le dije que no
quería pasar por eso nunca más, que no quería tener otro
hijo. Y era cierto, pero eso fue antes de que existiera ese
bebé. Por supuesto, amaba a mi hijo. No lo conocía y ya
estaba enamorado de él.
Y estaba enamorado de Laney. La había extrañado
tanto. Comencé a buscarla a la semana siguiente de que se
fuera, pues una vez que se marchó dejó de comunicarse
conmigo. Cambió su número de teléfono, canceló sus redes
sociales e incluso su familia no sabía dónde estaba, al
menos, la familia que me habían presentado. Estaba seguro
de que lo sabían, pero no querían contármelo. Admiraba su
lealtad.
Todo ese tiempo tratando de localizarla y me había
devanado los sesos pensando por qué se habría ido. Hablé
con sus amigas, sus antiguos socios del bar, la gente con la
que tocaba música, cualquiera que pudiera saber algo. Y
todo eso me había llevado a un callejón sin salida. Ahora,
después de contratar a un profesional, tenía las respuestas
que buscaba. Le había llevado seis semanas encontrarla y
sentía que le debía a Jeremy mucho más de lo que me había
cobrado. Le compensaría de alguna manera.
Finalmente, llegué a Boulder al mediodía del día
siguiente. Tampoco fue difícil encontrar la casa de Laney.
Cuando llegué allí descubrí que estaba loco de ansiedad y
sentía una gran tensión nerviosa. Tenía que calmarme antes
de hablar con ella. No podía culparla. Había hecho lo que
pensó que era correcto, lo que pensó que yo le habría
pedido que hiciera. ¿Realmente he sido tan insensible sobre
sus deseos y necesidades? Nunca le pregunté si algún día
querría tener hijos propios. Egoístamente, asumí que Jack
sería suficiente. Sabía que amaba a Jack, pero Laney
merecía tener sus propios hijos biológicos algún día.
Llamé a la puerta y esperé unos segundos, pues ella
abrió rápidamente.
Ahí estaba. Mi ángel. Vaya, estaba guapísima.
Su expresión era de total desconcierto. Estaba
conmocionada y confundida. No esperaba volver a verme.
Capítulo 18

Laney
Esto no estaba sucediendo. No estaba aquí. No podía ser...
pero estaba... sí, estaba justo delante de mí. Estaba en
carne y hueso ante la puerta de mi casa. No podía creerlo.
No podía creer que esto estuviera sucediendo.
—Hola, Laney —dijo Mason.
Oh, su voz. Extrañaba su dulce, profunda y masculina
voz. Echaba de menos todo de él, no podía dejar de pensar
en Mason desde que me había ido. Cada día me recordaba a
mí misma que había cometido un error, pero me daba
miedo volver a casa y admitir que me había equivocado. Él
me había encontrado.
—Estás muy guapa —dijo Mason.
—Gracias. Tú también. —Sonrió.
—¿Puedo entrar? Necesito hablar contigo.
No estaba segura de si debía dejarlo entrar, pero no
pude evitarlo. Di un paso atrás y le abrí la puerta.
—Claro. —Cerré la puerta tras él y fuimos hacia el sofá.
—Cariño —dijo Mason—. Te he echado mucho de
menos. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste?
Sentí las lágrimas cayendo con fuerza por mi cara.
—Lo siento. Tuve que hacerlo. Me enteré de que estaba
embarazada y sabía que eso lo arruinaría todo. No podía
soportar decírtelo y enfrentarme a las consecuencias, así
que me inventé eso de tener que dejar la ciudad. Lo siento
mucho. Debí haber sido lo suficientemente fuerte para
decirte la verdad, pero tenía miedo de ver esa mirada de
decepción y asco en tu cara.
—¿De verdad pensaste que te echaría de mi vida por
esto?
—No estaba segura, pero me imaginé que aunque
intentaras hacer lo correcto, con el tiempo llegarías a tu
límite y me pedirías que me fuera. Y no podía soportar esa
idea.
—Deberías haberme dado una oportunidad —dijo
Mason—. Pero entiendo tu miedo. Fui insensible. No pensé
en todas las implicaciones de lo que decía cuando te dije
que no quería tener hijos. Me equivoqué. Lo siento. Debí
haber hablado contigo. Debería haberte explicado mejor las
cosas. Y deberías haber sentido que podías venir a mí y
hablar de ello. Fue mi culpa. Siento mucho hacerte creer
que tenías que irte.
—Yo también lo siento. Ojalá me hubiera quedado a
hablar contigo. Me he arrepentido todos los días desde
entonces.
—Te quiero —dijo Mason—. Te amo más de lo que las
palabras pueden expresar.
—Yo también te quiero. Te he echado mucho de menos.
—Me sequé las lágrimas.
—¿Podemos empezar de nuevo? Por favor, vuelve a
casa conmigo.
—Por supuesto. No puedo esperar a volver a casa.
—En ese caso, tengo algo que preguntarte —dijo él.
—¿Qué es?
Mason se arrodilló y sacó un anillo de su bolsillo. Me
quedé en shock y pensé que iba a derretirme. Entonces lloré
de alegría al ver de cerca el tamaño de la piedra engarzada
en ese anillo. Era precioso.
—Laney, ¿me harías el honor de ser mi esposa? —me
preguntó.
—Sí, por supuesto que me casaré contigo. Te quiero.
Me besó fuerte en la boca y luego me puso el anillo en
el dedo. El ajuste era perfecto y era el anillo más bonito que
jamás había visto. Brillaba tanto que podía vernos a los dos
reflejados en él.
—Tú eres mi todo —dijo Mason.
Entonces me besó profundamente y el mundo dejó de
existir. Éramos solo él y yo. Por fin estábamos juntos de
nuevo. Y juré mientras nos besábamos que nunca dejaría
que nada tan estúpido como el miedo se interpusiera entre
nosotros otra vez. Hablaría siempre con Mason y
resolveríamos las cosas juntos.
De repente, Mason me llevó al dormitorio e hizo que
me tumbara en la cama. Me metió la mano debajo de la
falda y me bajó rápidamente las bragas. Me subió la falda
por encima de la cintura para exponerme y luego sacó su
polla y la colocó en mi entrada. Con un ligero empuje se
metió dentro de mí.
Al principio fue despacio, dejándome conocer su polla
después de una larga ausencia. Era tan grande que si no
empezaba lento podía doler un poco, aunque conocía mi
cuerpo demasiado bien y sabía cómo follarme.
—Oh, joder... —gemí mientras Mason golpeaba mi coño
con su magnífica polla. La fuerza de cada embate era
suficiente para hacerme volar, pero él me sostuvo en la
cama para que no me pudiera mover.
Ya estaba a punto de llegar. Estaba tan cerca...
—Ven por mí, nena... ven... —me suplicó.
Era todo lo que necesitaba oír. Mi orgasmo me golpeó
duro y vi estrellas girando alrededor de la habitación
durante varios segundos. Mason continuó bombeándome
incesantemente durante los siguientes minutos, hasta que
finalmente llegó al clímax dentro de mí.
Me corrí dos veces más antes que él. Había esperado
mucho tiempo este momento y ahora sabía que nunca más
estaría sin Mason. Lo que teníamos era demasiado fuerte.
Debería haberlo sabido antes y debería haber confiado en
él. No lo hice y casi me costó todo.
Epílogo

Laney
Seis meses después
—Eres un tramposo —dije—. No puedes jugar sin hacer
trampa, ¿verdad?
—¿De qué estás hablando? No he hecho ninguna
trampa —dijo Mason.
Sacudí la cabeza.
—No, lo siento. Esa no es la respuesta correcta.
—Si pudiera rebobinar este momento te darías cuenta
de que te equivocas.
Estábamos jugando al golf y Mason estaba convencido
de que tenía más puntos que yo. Le aseguré que no había
hecho ese increíble tiro en la primera parte del juego que él
pensaba que había hecho, pero era tan competitivo que no
había manera de que diera su brazo a torcer. Era una de
esas cosas que me volvían loca de él. Me encantaba su
espíritu competitivo. Se negó a retroceder incluso después
de demostrarle que había perdido. Él no lo veía así. Deseaba
tener ese tipo de confianza a prueba de balas.
A mí me faltó confianza y por eso me fui de su lado.
Todavía me maldecía por haber hecho aquello. No obstante,
ahora se había convertido en una anécdota que algún día
podríamos contarles a Jack y a su nueva hermana Abby. Se
reirían de ello y quizás algún día compartirían la historia con
sus hijos. Me encantaba pensar en el futuro de esa manera.
Me hacía sentir muy serena y tranquila. Me daba seguridad
y me encantaba saber que estábamos construyendo una
familia. Esperaba que todas nuestras esperanzas y sueños
resultaran como queríamos.
Mason y yo estábamos de luna de miel en los Cayos de
Florida. Era un lugar al que siempre había querido ir. No
estaba segura de por qué, pero quería ir a Florida y ver los
Cayos desde que era una niña.
Yo estaba trabajando duro para que mi álbum llegara al
público lo antes posible. En este momento, solo estaba
subiendo canciones tan pronto como las grababa, y la
verdad es que lo disfrutaba incluso más que tocando con
una banda. Era divertido y no tenía que soportar
discusiones con el resto de la banda. Podría haber ido genial
con una banda, pero los músicos suelen tener egos
asquerosos y eso siempre se interpone en el camino.
—Bien, lo dejaremos en la tarjeta de puntuación, ya
que no estoy seguro de cómo cambiarlo electrónicamente,
pero siempre y cuando tú y yo estemos de acuerdo en que
hice ese otro punto.
—Ok. Bien —suspiré—. Te lo daré, pero no puedes ser
tan competitivo todo el tiempo. A veces está bien jugar sin
pensar en el resultado.
—Ya conoces al hombre con el que te casaste —dijo él.
Cogimos nuestras cosas y empezamos a irnos.
—¿Qué quieres hacer ahora? —le pregunté.
—Bueno, está esa obra que dijiste que querías ver.
Comienza en unas dos horas y después podemos ir a cenar.
¿Qué quieres hacer en estas dos horas?
—Me gustaría que tratases de adivinarlo —comenté.
—Oh, ¿así que quieres jugar a las adivinanzas? De
acuerdo, soy todo tuyo, nena. Guíame.
Mason me dio una palmada en el culo y yo no pude
mantener la cara seria. Empecé a reírme. Era tan
malditamente adorable. Solo llevábamos casados una
semana y media, pero el matrimonio era algo fantástico. Los
niños se habían quedado en casa con los padres de Mason
para que pudiéramos disfrutar de nuestra luna de miel.
Mason me siguió hasta el coche y antes de entrar me
agarró por la cintura y me apretó contra él. Entonces me
besó larga y profundamente.
—¿Qué te ves haciendo durante los próximos sesenta
años más o menos? —me preguntó.
—No estoy segura, lo único que sé es que quiero estar
a tu lado para entonces.
—Eso suena estupendo, cariño.
El futuro era largo y hermoso.

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