3c. BARRIOS. Las Ciudades Imposibles

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52 Las ciudades imposibles

Violencias, miedos e inseguridad

Para mí tengo,
que la violencia nunca estalló
así como estalla un taco de dinamita en un barranco.
La violencia fue cayendo despacito,
fue haciendo nudos,
fue amarrando a la gente sin que se diera cuenta.
Comenzó a caer por la noche
y cuando despertamos
estaba metida en medio de nosotros,
manejando las cuerdas.

Testimonio de Efraín Barón


“Los años del tropel”, en Relatos de la Violencia
Alfredo Molano

¿Qué es la violencia?
¿Qué significa para la violencia estar fuera de control?
¿Y dónde, dentro de esta cosa llamada violencia,
metemos esa cosa llamada asesinato?
[...]
Quiero explicar la violencia como si fuera una rueda ponchada
y estoy buscando en la superficie de una uña.
Lo que sé, es que la violencia no es un tipo de avería,
sino más bien una flor que brota en la podredumbre del bosque
[...]
El monstruo con cabeza de hidra que buscamos.
La criatura matando a todos en la ciudad,
es como el sol, de hecho,
y esta nueva luz cae por igual en uno y en todos…

Ciudad del crimen.


Ciudad Juárez y los nuevos campos de exterminio de la economía global
Charles Bowden

Villa del Portal, 31 de enero de 2010, 15 muertos en Villas de Salvár-


car, Ciudad Juárez, Chihuahua. Esto ocurre en el lugar donde se ce-
lebra una fiesta de chicos de bachillerato. Un comando de alrededor de
Aproximaciones conceptuales 53

15 personas, a bordo de cinco vehículos, entra y abre fuego mientras la


zona es acordonada por los mismos encargados de la operación. Ciu-
dad Juárez se encuentra en ese momento bajo la denominada Opera-
ción Conjunta Chihuahua, estrategia de seguridad pública lanzada
por el gobierno federal en marzo de 2008 y que para 2010 contaría con
alrededor de 7 000 efectivos del ejército en la ciudad, quienes asumie

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ron el control de las instalaciones municipales y estatales relaciona-
das con la seguridad pública. Poco antes de la masacre, la operación
es modificada para quedar bajo responsabilidad de la Policía Federal,

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en parte por el descontento generado por la presencia de las fuerzas
armadas y por el incremento de la violencia que hace pensar en falta
de eficacia de las acciones del ejército. La “guerra contra el narco-
tráfico” está por cumplir dos años de haberse iniciado y a fines de
2010 tendría una cifra cercana a los 30 000 muertos.
El fraccionamiento es un conjunto de viviendas diseñadas para
ser habitadas por la población vinculada al trabajo de los parques in

­
dustriales donde se localizan las maquiladoras. Una parte considera-
ble de la población que trabaja en ellas y que habita en esa zona de la
ciudad es resultado del éxodo económico que ha recibido Juárez des-
de hace un par de generaciones. Una clínica se observa a simple vista

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desde la calle donde ocurrió la masacre y, sin embargo, las ambulan-
cias nunca llegaron. Los familiares y vecinos de las personas acribilla ­
das transportaron a los heridos, algunos de ellos agonizando, hacia el
hospital; la policía tardó cerca de una hora en arribar al fracciona
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miento a pesar de que en ese momento era permanente el patrullaje
de la ciudad. La humilde vivienda donde ocurren los hechos tiene
las paredes y el suelo teñidos de rojo y un caudal de sangre corre por
el piso y llega hasta la calle. Esta imagen recorre México y señala que
algo en el país está cambiando. Es la generalización descontrolada
de eso que comúnmente identificamos como “violencia”. Una vio-
lencia que se materializa en ejecuciones, descuartizamientos, decapi-
taciones, balaceras, “levantones” y, como ocurre en Ciudad Juárez en
enero de 2010, masacres.43 Desde el año anterior, el estigma de Juárez
llega al punto más elevado al ser considerada la ciudad más violenta
del mundo.44 De esta manera, en un periodo de tiempo relativamen-
te corto, Ciudad Juárez fue reinstaurada como territorio de peligrosi-
dad inusitada.
54 Las ciudades imposibles

Adelantándonos un poco a las definiciones que estableceremos


a continuación, podemos señalar que la descripción de estos aconte-
cimientos nos permite observar cómo es que a partir de un hecho
trágico con gran impacto social, de violencia subjetiva o directa, es
­
posible establecer conexiones con otros tipos de violencia, desde la
cultural, que se manifiesta en la estigmatización de los asesinados o
los victimarios por pertenecer a estratos populares de la sociedad, has

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ta la estructural que se verifica en la configuración de una ciudad que
segrega territorialmente a los trabajadores de la maquila quienes ha-
bitan la periferia de la ciudad.
Es así que iniciaremos señalando tres nociones fundamentales pa

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ra nosotros, a saber: seguridad/inseguridad, miedos y violencias, los
cuales resultan una tríada conceptual en nuestro abordaje de estas rea

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lidades urbanas. Nuestro punto de partida es que constituyen cons-
trucciones sociales de carácter histórico.45 Es decir, no se trata de
definiciones cerradas, ni trasladables de un contexto a otro, sino que
son resemantizadas desde procesos históricos que se definen a partir
de una disputa. En este ámbito resultan tan importantes las defini-
ciones teóricas como los sentidos sociales que se difunden, en ocasio-
nes como ideas fuerza, por conducto de distintas vertientes entre las
que se cuentan la propaganda gubernamental, los medios de difusión
masiva y la propia reproducción social de estos significados.
Partiremos pues, de una aproximación a nuestra conceptualiza
­­
­
ción sobre la violencia y a partir de ello estableceremos cómo se
vincula ésta con sensaciones como el miedo y la inseguridad. Para
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contextualizar lo que venimos señalando, nos situamos en el periodo
de tiempo que se abre a partir del último tercio del siglo XX con la re
­
configuración de múltiples relaciones, tanto en el ámbito de la eco-
nomía como en la distribución hegemónica del poder global. Es en
este marco en el que, junto con Michel Wieviorka, consideramos
que es necesario replantear y aclarar las herramientas de análisis con
las que abordamos las violencias. Esto se debe a que éstas se presentan
en nuevas formas, representaciones y, en suma, a partir de un reper-
torio diferente al que resultó hegemónico durante buena parte del
siglo XX:
Aproximaciones conceptuales 55

Después de los años ochentas, la privatización creciente de la economía, en


particular aquella fuertemente controlada o enmarcada por el Estado, consti

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tuyó un estímulo para la privatización masiva de la violencia, cuyo carácter
eventualmente político se atenuó. Sus protagonistas, en efecto, se interesan
menos por acceder al poder estatal, o por ingresar a un sistema político; que
por mantener a distancia al Estado para dedicarse a actividades económicas,
tráfico de drogas, objetos robados, niños, órganos humanos, etcétera.46
­
Sobre esto, es preciso decir que más allá de que coincidamos con la
aparición de violencias privatizadas, de manera previa hemos seña

­
lado la vinculación entre distintas estructuras del Estado y grupos
que actúan de manera paralela a éste, lo que debe servirnos como un
matiz a esa diferenciación tajante que en ocasiones suele oponer al
Estado con el denominado crimen organizado y otros grupos arma

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­
dos. Como veremos, tanto Ciudad Juárez como Medellín resultan
puntos ciegos en esa manera de comprender las relaciones entre el
Estado, la sociedad civil y otros grupos de poder que recurren a la vio

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lencia subjetiva o directa.
Así, podemos contemplar una interacción entre lo que puede ser
enunciado como violencia estructural o sistémica; aquella directa-
mente ejercida y recibida por individuos o grupos sociales; y otras
que operarían en el marco de lo simbólico, lo cultural. Sobre esto es
importante dejar establecido que si bien estas violencias pueden ser
distinguidas analíticamente, en la experiencia cotidiana se presen-
tan de manera simultánea. Recurriremos a un par de autores para
llevar a cabo una aproximación conceptual.
La violencia estructural forma parte de la propuesta de Johan
Galtung, quien apela a la construcción analítica de un triángulo de
la violencia en que operan la violencia cultural que alude al ámbito
simbólico de la existencia —religión, ideología, lengua y arte, ciencias
empíricas y ciencias formales-lógica, matemáticas—; la violencia di-
recta que resulta de un acontecimiento en el que participan seres
humanos contra otros seres humanos o la naturaleza misma; y la vio-
lencia estructural que tiene a la explotación como pieza central.47
Por su parte, el autor esloveno Slavoj Žižek parte del recono
­
cimiento de tres tipos de violencia: la simbólica, relacionada con la
violencia del habla y la enunciación; la sistémica que resulta como
consecuencia del funcionamiento del sistema político y económico;
56 Las ciudades imposibles

y la subjetiva que es aquella propiamente ejercida por los actores so

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ciales, los aparatos represivos, las ideologías intolerantes, entre otros.48
En cualquiera de los casos, pensamos que los distintos tipos de violen

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cias que se experimentan de manera integral en la cotidianidad, se
materializan en la sensibilidad social como violencia subjetiva o di-
­
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recta, es decir, como ejecuciones, asaltos, balaceras, etcétera.
Añadiremos un elemento más, a diferencia del tratamiento socio-
lógico clásico que entendía la violencia en estado de latencia y como
una anomalía del comportamiento social, nosotros nos situamos en
la perspectiva que identifica una paradoja en la manera en que se
relacionan violencia subjetiva o directa y la estructural o sistémica.
En efecto, como señala Slavoj Žižek, es la violencia subjetiva la que
recibe mayor atención dado que es experimentada como una “desvia

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ción”, como eventos anormales dentro del apacible grado cero de
violencia habitual, mientras que la violencia estructural o sistémica
es invisibilizada de manera constante:

…es la danza metafísica, autopropulsada del capital lo que hace funcionar el


espectáculo, lo que proporciona la clave de los procesos y las catástrofes de la
vida real. Es ahí donde reside la violencia sistémica fundamental del capitalis

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mo, mucho más extraña que cualquier violencia socioideológica precapitalista:
esta violencia ya no es atribuible a los individuos concretos y a sus “malvadas”
intenciones, sino que es puramente “objetiva”, sistémica, anónima.49

A contramano de ello, Žižek plantea la alternativa de denunciar la


ocultación de la articulación entre los tres tipos de violencia que
propone. Por su parte, Galtung establece la imagen del triángulo de
violencia —cultural, directa, estructural— con el que podemos ana-
lizar su articulación en la que también, de manera corriente, la de
carácter directo invisibiliza a la cultural y estructural. Es así que para
efectos de su estudio:

Cuando colocamos el triángulo sobre sus bases de violencia directa y estruc


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­
tural, la imagen que suscita es la de la violencia cultural como legitimadora de
ambas. Si se coloca el triángulo sobre el ángulo de la violencia directa, proyecta
la imagen de los orígenes estructurales y culturales de la violencia directa […] La
violencia directa es un acontecimiento; la violencia estructural es un proceso
con sus altos y bajos, y la violencia cultural es una constante, una permanencia.50
Aproximaciones conceptuales 57

Para recapitular, tendríamos que decir que nuestra propuesta consis-


te en considerar la articulación entre estos tipos de violencias; sin
optar de manera cerrada por alguna de las conceptualizaciones refe-
ridas. Consideramos apropiada dicha utilización porque nos permite

­
comprender el proceso de los casos que decidimos estudiar, se trata
de nuestras herramientas de análisis para dos realidades que, sobra de

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cirlo, tienen mucho que decir más allá de una definición teórica.
De este modo, pensamos que ese mismo tratamiento social ha

­
cia la violencia, que oscurece su carácter estructural y privilegia sus
manifestaciones directas, subjetivas, puede estar relacionado con
la manera en cómo son procesados los miedos y la noción misma
­
sobre la inseguridad. Para ello nos serviremos, en lo que respecta a
los temores sociales, de las distinciones analíticas propuestas por Nor

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bert Lechner y Zygmunt Bauman. En ese sentido podemos hablar,
por un lado, de miedos a la exclusión económica y social (Lechner)
o que amenazan el lugar de la persona en el mundo (Bauman).51 Por
el otro, de un tipo de temor que podemos vincular con acontecimien

­
tos de violencia subjetiva o directa. En palabras de Bauman, este tipo
de miedo puede ser entendido como el temor a las amenazas al cuer-
po y las propiedades de las personas, mientras que Lechner lo en

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marca en el miedo “al otro”, aquél que es percibido como un potencial
agresor.
En cuanto a la inseguridad, solo reiteramos lo dicho antes: la
construcción contemporánea de su sentido omite la incertidumbre
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estructural que proviene de la erosión de las garantías conquistadas
por las luchas sociales en terrenos como los derechos laborales, la
salud, la educación, los sistemas de pensiones, entre otros más. A cam
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bio de ello, el sentido común construido en torno a la inseguridad
remite casi de manera unívoca tanto a la sensación de vulnerabili
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dad como a las estadísticas “duras” sobre criminalidad; es decir, que
esta noción se refiere también a los ataques a las propiedades perso-
nales o a la vida misma.
Así, tenemos que el miedo a los ataques a la integridad física, o
bien, a las propiedades individuales, conforman el rostro visible, di-
fundido, la propaganda de los sentidos que socialmente se constru-
yen en torno a la inseguridad y el miedo, de modo que pueden ser
equiparables al papel que tiene la violencia subjetiva o directa. Es
­
58 Las ciudades imposibles

decir, que a través del temor a actos de violencia directa cometidos


por los que han sido construidos como los enemigos de la comunidad
—los enemigos internos—, se cumple con el objetivo adicional de
eliminar u omitir otros miedos, o abrevaderos de incertidumbre que
provienen de las problemáticas estructurales del devenir social. Esto
además permite a algunos gobiernos, como en el caso de México y
Colombia, afirmar su legitimidad, justamente en la definición y el
concomitante tratamiento coercitivo de los “enemigos” de la nación,
­
lo cual remite a la propuesta del francés Etienne Balibar de la deriva
securitaria.52 En síntesis, lo que comparten el tratamiento generali

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zado de los miedos, la inseguridad y las violencias, es la ocultación de
su carácter sistémico, el que nuestras vidas se desarrollan en un orden
violentado de distintas maneras.
Respecto a este punto, consideramos pertinente establecer un
límite central de nuestro estudio en lo que se refiere al abordaje de las
violencias. Los postulados del autor francés Michael Wieviorka nos
resultan sugerentes en extremo para dar cuenta de un elemento que
consideramos crucial para los análisis sobre las violencias contem

­
poráneas. Éste consiste en pensarlas en su dimensión subjetiva o co

­
mo proceso de subjetivación, es decir, la manera concreta en como
constituyen recursos de los actores de las ciudades que elegimos estu-
diar, quienes parten de la negación de su subjetividad como resultado
de los fortísimos procesos de exclusión que tienen lugar tanto en
Medellín como en Ciudad Juárez. Como señala el propio Wieviorka:

…el sujeto es susceptible de convertirse en actor, pero no siempre. Entonces


la violencia, en algunos casos, no es más que la incapacidad del sujeto de con
­
vertirse en actor. Ese es el inicio de nuestra reflexión: la violencia no es más
que la marca del sujeto contrariado, negado o imposible, la marca de una per
­
sona que ha sufrido una agresión, sea física o simbólica.53
­­
Dicho de otra manera, nosotros partimos de que la violencia sisté
­
mica en su articulación con las violencias simbólicas, culturales, son
la condición que permite y promueve la violencia subjetiva o directa,
pero también entendemos que “ante la exclusión y la falta de sentido,
la violencia se presenta como una especie de ‘último bastión’ del
actuar humano”.54 Tenemos pues, que este nivel de comprensión de las
Aproximaciones conceptuales 59

violencias debe ser analizado para dar cuenta de la interacción que se


da en el ámbito subjetivo entre quienes ejercen las violencias y quie-
nes las viven de manera cotidiana. Ésta será una de las deudas más
importantes de nuestro trabajo, pero la dejamos anotada para inves-
tigaciones futuras.

Postales de la guerra. Ven y mira55

A cámara, un grupo de personas semidesnudas —hombres y mujeres—


arrodilladas y maniatadas, con el rostro cubierto, rodeadas por un
grupo de hombres ataviados con uniforme militar que incluye pasa

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montañas en la cabeza. Uno de los hombres interroga a las personas
preguntando el nombre completo, apodo, procedencia y organización
a la que pertenecen, qué tipo de actividades realizan y en dónde fue-
ron “detenidos”. Se trata en este caso de una disputa entre cárteles
mexicanos que anteriormente mantenían una alianza: el cártel del
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Golfo y los Zetas. No es posible establecer con precisión el lugar en
donde se desarrollan los acontecimientos, aunque presumiblemente
se trate de la región noreste de México. El video culmina cuando el
hombre que realiza el interrogatorio señala que esa grabación es un
mensaje para el grupo rival. En medio de algunas consignas a favor y
otras en contra de los grupos criminales implicados se procede a de-
gollar, descuartizar y disolver en un cilindro de metal, que contiene
algún preparado con base de sosa cáustica, a las personas asesinadas.
­
El 29 de octubre de 2010 durante la realización de la Onceava
Kaminata contra la Muerte, con la que se inauguró el Foro Interna-
cional contra la Militarización y la Violencia. Por una Cultura Dife-
rente, en Ciudad Juárez, Chihuahua, la Policía Federal arremetió
contra los manifestantes. Cuando la protesta pacífica se encontraba
frente a las oficinas del Partido Revolucionario Institucional y algunos
asistentes realizaban pintas con aerosol en las paredes, los policías
federales se acercaron a la retaguardia del contingente. Los participan
­
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tes en la movilización optaron por guarecerse en las instalaciones del
Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad Autónoma de Ciu
­
dad Juárez (UACJ) donde comenzaría el Foro. En ese momento, los
federales descendieron de sus vehículos y comenzaron a disparar. El

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