Resumen Primer Parcial
Resumen Primer Parcial
Resumen Primer Parcial
Primer parcial.
Algo ha sucedido para que se abra un espacio que involucre a las mujeres y las ciencias
jurídicas. Las protagonistas de la materia serán las mujeres que han incidido en la realidad
actual del país.
Desde la consolidación de 1880 hasta 1930 con el primer golpe de estado de nuestro país.
El patriarcado construye un estereotipo de mujer con virtudes y vicios, es decir una
mujer creada a base de moral masculina. El derecho consolida un modelo dentro de
esta ratio. Las leyes son un mero producto del planteo de organización social. No es
accesorio, sino que se encuentra en las entrañas mismas del patriarcado. El
patriarcado asigna funcionalidades a cada sujeto o ser humano dentro de un mismo
Estado, y desde ahí comenzar a desentrañar y deconstruir para poder ver cómo,
cuándo y por qué comienza la opresión de las mujeres.
El Estado artífice del reconocimiento.
La historia de las mujeres se enfrenta a dos problemáticas centrales: la elaboración de un
marco conceptual vinculado a la teoría feminista contemporánea y la elaboración de una
nueva metodología a partir de un estrecho contacto con las corrientes renovadoras de la
historiografía que amplían el espectro de las fuentes y enfoques de la historia tradicional.
En esta etapa de los estudios de la mujer se debe tender a separar el sujeto-mujer de la
historia y realizar investigaciones específicas en distintos ámbitos de la vida para dar a
conocer los conflictos y las acciones de las mujeres en el proceso histórico. Se necesita
saber datos concretos sobre las mujeres: cuántas son, qué hacen, qué dicen, cómo viven,
que significa su presencia en una sociedad determinada, en un periodo histórico
específico, a qué etnia, raza, clase social pertenecen, qué discriminaciones sufren.
La propuesta es no realizar una historia de las mujeres simplemente en su vida cotidiana,
en el "adentro", -esa historia que' con tanta frecuencia suele describirse como historia de
la condición de las mujeres- sino centrar el interés en lo que cambia, en lo que otorga
pertinencia a una historia de las mujeres, allí donde éstas se revelan no como figurantes,
sino como sujetos de la historia. Recién cuando las mujeres hayan ocupado en la historia
el status que le corresponde podrá comenzar a elaborarse una historia contemplando a
ambos sexos en forma globalizante, totalizadora.
Lo que se cuestiona son las relaciones de género, las que determinan y legitiman lo
femenino y lo masculino. Prácticas que se consideran conductas apropiadas para mujeres
y varones en función de la diferencia sexual. En otras palabras, lo que se está
cuestionando son los estereotipos de lo masculino y lo femenino. Socialmente lo que se
valora no depende de lo que las personas hacen sino del sentido de sus comportamientos
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en el entretejido social. Lo femenino ha resultado lo dependiente, lo inferior y lo débil, lo
masculino lo opuesto. La relación de género fue siempre una relación de poder, relaciones
jerárquicas que constituyen tramas de poder.
Género debe entenderse como un conjunto entrecruzado de prácticas (lingüísticas,
figurativas, raciales, sexuales, de clase, de edad) que producen mujeres y varones. Género
no es un constitutivo de las personas en sí mismas sino del resultado de múltiples
representaciones y autorepresentaciones.
Para darle a este concepto la amplitud que requiere es necesario relacionarlo con otro:
patriarcado, es decir la manifestación e instrumentalización del dominio masculino sobre
las mujeres y la niñez en la familia y por extensión, el dominio del hombre sobre la mujer
en la sociedad como causa central de la opresión de ésta.
La mujer a lo largo de la historia ha sido tratada siempre en condiciones de inferioridad.
En las sociedades llamadas de producción doméstica ya sea de cazadores, pescadores,
pastores o agricultores, la constante de la organización familiar es la división sexual del
trabajo. Las mujeres con los hijos, en las tareas domésticas o realizando trabajos de la
tierra y el hombre en la cacería, la pesca, en las acciones guerreras, en las decisiones de la
comunidad. Es decir, las mujeres son excluidas de las actividades sobre las que se fundan
los valores de la sociedad.
El patriarcado, con algunas variantes atraviesa a todas las sociedades históricas, clases,
etnias y religiones, aún en la actualidad. El patriarcado toma distintas significaciones,
entendido como el estado del desarrollo social caracterizado por la supremacía del padre
en el clan o familia, tanto en las funciones domésticas como religiosas, la dependencia
legal de la esposa y niños y el reconocimiento de la línea de descendencia y la herencia
por la vía masculina. Esto es la manifestación o institucionalización del dominio del
hombre sobre la mujer en la sociedad como causa central de la opresión de la mujer.
Habría dos explicaciones válidas para entender la existencia histórica del patriarcado, una:
el deseo del varón de dominar a la mujer como una forma de trascender su alienación a
los medios de reproducción de la especie. De allí la importancia del control de la
reproducción, la necesidad de verificar la paternidad y apropiarse del fruto de la
reproducción. Otra explicación de la existencia del patriarcado en las sociedades de
regímenes capitalista se vincula, por una parte, con la regulación de la sexualidad a través
del conjunto de permisiones-prohibiciones que organizan el sistema de parentesco en
cada sociedad, y por otra con el proceso global de la reproducción social. La organización
familiar garantiza la continuidad de la sociedad, pues genera, mantiene y educa a cada
sujeto particular hasta su ingreso al mercado de trabajo.
En los inicios de la modernidad se profundizó la separación entre los ámbitos privado y
público. La nueva estructura política-económica exigía las especializaciones de las
actividades, de las instituciones y también de los géneros. Así es que en lo político se
constituye una nueva ciudadanía con derecho a elegir a sus gobernantes, pero las mujeres
quedan excluidas y en consecuencia inhabilitadas para pactar, sin acceso a la vida pública
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y recluidas al mundo privado doméstico. Al no ser reconocidas como sujetos del pacto no
fueron consideradas sujetos individualizados del espacio público, su individualidad se
reducía al mundo privado doméstico. Recién a fines del siglo XIX, las mujeres se
organizaron para reclamar su derecho a ser consideradas sujetos políticos, exigiendo su
derecho a ejercer la ciudadanía por medio del sufragio.
No obstante, una vez adquirida la igualdad civil -derecho a votar- a las mujeres todavía les
queda por conseguir los derechos ligados a su nueva cualidad de ciudadana, la
elegibilidad.
Percepción y vivencialidad. Qué es para mí y donde me siento más afín. Cuando hablamos
de nosotras, ¿qué vemos? Por más que planteemos la pluralidad del término no estamos
planteando la diversidad del término. Al decir nosotras construimos un nosotras que es un
nosotres, para nosotras ese nosotres puede ser nosotras que estamos acá.
La realidad es que cuando se plantea una pluralidad no es de nosotras en nuestra aula,
sino que ese nosotras debe incluir un nosotres. Entonces, ¿qué es el nosotres? incluye a
cualquier sujeto desde su propia autopercepción y/o genitalidad.
Las toallitas nunca fueron creadas para una persona menstruante.
No me interesa la S o la no S, lo que me pregunto es si es un concepto que construye un
colectivo de diversidad o inclusión.
Dibujo de una mujer.
No puedo excluir a la mujer trans ni a la mujer que excluye a la mujer trans.
Derecho y ley no son lo mismo. Llega tarde porque no es la herramienta de superación
frente al diálogo. La ciencia jurídica como superación del caos. El fracaso no es el derecho
sino la necesidad de crear una herramienta ante las cuestiones en las que no nos vamos a
poner de acuerdo.
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Cuando yo planteo la mujer o las mujeres, ¿cuándo es un arquetipo que puedo hacer valer
jurídicamente y cuando es un estereotipo al que tengo que aplicar un límite jurídico?
Arquetipo y Estereotipo
Hay que partir de un criterio conceptual que tiene que ver con los planteos científicos que
hace la iglesia clásica. Los griegos tienen una manera de explicar que se llama mitologema.
Mitologema: es el primer antecedente de lo que después va a permitir la formación del
concepto. Es una primera idea que empieza a marcar una regularidad. La primera
manifestación de darnos cuenta de algo que se va reiterando en el tiempo de un modo
constante. Primer ejemplo: Casandra. Ella predecía el futuro y nadie le creía, entonces
cuando una mujer decía algo y no le creían sobre lo que podía pasar la apodaban por ese
nombre.
Este tema comienza a desarrollarse y cristalizarse. Acá comienza a definirse el arquetipo.
Arquetipo: es un modelo, una matriz, un molde, un formato que está perfeccionado y
simplificado donde se toman rasgos, particularidades y elementos y conforma un circuito
de interacción, una unidad que tiene sentido. Tiene una valoración neutra a positiva.
Difícilmente es negativo. No hay un solo arquetipo. El valor está en las características que
aporta.
Ponemos como arquetipo a la mujer, visto como un ideal, sin negatividad.
Estereotipo: puede ser positivo, neutro o negativo. Tiene una cantidad de carga individual
que el arquetipo no tiene. Está lleno de carga personal.
El gran conflicto entre estos dos universos es el nivel de subjetividad con el que hoy
estamos cargando los conceptos. El problema empieza cuando a partir de darnos cuenta
de esto, se puede empezar a hacer un análisis histórico sobre lo que en realidad es un
estereotipo y se nos vendió como un arquetipo.
Arquetipo: ideal.
Estereotipo: representación de la subjetividad del ideal del arquetipo en la sociedad.
Prejuicio: práctica negativa del estereotipo con carga negativa del arquetipo con carga
negativa.
La decisión de lo que es cada cosa sigue siendo subjetiva, lo que varía es la transversalidad
sobre la manera que abordamos las decisiones a partir de ahí.
La historia de este país se construyó como una ciencia objetiva cuando ha sido creada
subjetivamente.
En todos los discursos históricos que hemos estudiado hay que tomarlos desde la
subjetividad del discurso dominante con el que se ha contado.
Hay que tomar siempre en cuenta el relato y los documentos.
La invisibilidad de las mujeres está invisibilizada por los relatos de una historia dominante
que ganó en esa batalla histórica por contarla.
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Cuando el estado se consolida en 1880 ya existen las bases de la sociedad puestas
construidas desde la mira patriarcal. De buenas y malas mujeres.
Fecha significativa: mayo de 1810 donde se explicita una decisión política de cortar con el
régimen colonial y el virreinato del río de la plata, y empezar a caminar hacia otra
instancia organizacional. El Estado moderno va a tardar en consolidarse varias décadas
(hasta 1880).
En 1810 se da la emergencia de una unidad política que en los siguientes 70 años va a ir
formándose hasta 1880.
Si entre la unidad política (1810) y el estado moderno (1880) hay un elemento o contenido
o grupo que de alguna manera empiezan a dar manera sobre lo que será el estado bajo la
luz de un estado dominante patriarcal.
Dividido en generaciones.
Concepto de generación: doble forma. Fecha, nacimiento y de ideas en común de análisis.
Es la generación matriz o base para toda la construcción ideológica para la primera etapa
de la conformación del Estado.
Dos aspectos: si se toma como punto de referencia 1810, a 1837 hay 27 años. Uno de los
referentes fue Juan B. Alberdi. La generación del grupo de jóvenes tenía en auge la
reciente Revolución.
Primeras características: Alberdi, Esteban Echeverría, Marcos Sastre, Juan María Gutiérrez,
Sarmiento, Mansilla, Juana Manso, Gorriti.
1) Encuentra hombres y mujeres.
2) Pintaban entre 25 y 30 años. Mayoritariamente eran abogados, formaban parte de la
población activa. De economía pudientes, todos pasaron por Europa. Eran los únicos que
podían estar actualizados de lo que sucedía en el resto del mundo (teniendo en cuenta el
eurocentrismo). Era un grupo de élite.
3) La única ideología imperante era el capitalismo y el liberalismo, pero en menor medida.
Los miembros de la Generación del 37 toman del sansimonismo la ilusión de una mujer
ilustrada y comprometida en bien del progreso, dejando de lado las propuestas radicales
que pregonan su emancipación absoluta. Tanto para Alberdi como para Sarmiento, la
denominada lectura femenina debe ser intervenida y encausada hacia el establecimiento
de una moral republicana, esencialmente creadora de madres buenas, trabajadoras y con
sensibilidad cívica. Luego, sabremos de la distancia entre estos autores, principalmente
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cuando el sanjuanino se vea influenciado por la presencia de las mujeres en el ámbito
laboral norteamericano.
La consideración que posee Alberdi respecto de la mujer es, al menos, incómoda. Concibe
a la mujer como un componente que hace a un proyecto. Así como se preguntaron acerca
de qué hacer con los indios, con los gauchos; esta joven generación también se cuestionó
qué hacer con la mujer. No obstante, pareciera que deambulan entre el discurso de la
consideración de la mujer como un sujeto y de la mujer como necesario elemento que
puede conservar un equilibrio deseado y que compatibilizaría la cuestión de lo público y lo
privado como un terreno en donde ella podría garantizar el logro de ciertos objetivos
gubernamentales.
Juana Manso, la intelectual más oculta de la generación del 37 y compañera de Sarmiento
en el proyecto de la formación de maestras, da muestras de este complejo lugar que
tienen las mujeres cuando dice: "La sociedad es el hombre: él solo ha escrito las leyes de
los pueblos, sus códigos; por consiguiente, ha reservado toda la supremacía para sí; el
círculo que traza en derredor de la muger es estrecho, inultrapasable (sic), (…)”. (En Duby y
Perrot, 1994: 351)
Massiello expone que uno de los espacios en donde se pudo ver a algunas mujeres
participando fueron los diarios femeninos, puesto que en ellos se observa sus
participaciones tanto en la vida cultural como en la cívica. La postura que desarrolla
Massiello se contrapone con la visión que se instala respecto del pensamiento de la
generación del 37 sobre el género femenino. Aquí las escritoras debaten y toman posturas
firmes respecto de sus derechos. Alberdi piensa en la Nación como un todo conformado y
dirigido por varones. Cada grupo cumplirá una función en el rompecabezas que delineará
los pasos hacia la constitución de la República. Su discurso político suena inclusivo, pero su
discurso periodístico quita la mascarada. Según versa en el artículo 12 (capítulo II. Derecho
público argentino) todos los habitantes tienen libertad para trabajar, publicar, disponer de
sus bienes, enseñar y aprender. Allí faltó decir, o descartar, en principio a las mujeres.
Para José Mármol lo público y lo privado se confunden en una circunstancia de época
especial. Pensar en su obra Amalia significa pensar en esa casa de Barracas que funciona
como un micromundo en donde pareciera edificarse el ideal a concretar, de nación y de
familia (imposible, desde este encuadre teórico, pensar en la una sin la otra), y que
gradual y dramáticamente se va debilitando, se ve cercado hasta morir. Doris Sommer
sostiene que “En Amalia (1851), de José Mármol, la posición de la civilización blanca
respecto del barbarismo de los negros se presenta como cuestión amorosa de elite entre
un muchacho de Buenos Aires y una chica de provincia, una alianza ganadora contra las
fuerzas oscuras.” (2006: 9). Así, Amalia se presenta con la fortaleza y la fragilidad, con la
juventud y la instrucción, puesto que estas cualidades le permitirán cometer actos
heroicos. La cultura patriarcal la habilita a ser, a arriesgarse por amor, a enfrentar al mal.
Juana Manso exhibió su autoría y asumió cada uno de los riesgos posibles: como escritora,
como mujer, como publicista, como antirrosista. La novela Los misterios del Plata nos
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muestra un triste ejemplo del silenciamiento de una voz por la crítica. Asimismo, Eduarda
Mansilla se instala como escritora en un mundo de hombres (en un género que pareciera
ser privativo de los varones), y allí adquiere su reconocimiento, su respeto. Junto con su
hermano se cuestiona las bases de la dicotomía fundante de nuestra historia, la de
civilización - barbarie, puesto que la considera, tal como lo enuncia Lojo, simplificadora y
peligrosa.
En Pablo o la vida en las Pampas exhibe una suerte de alegato a favor del gaucho,
iniciando el camino que luego retomarán su hermano en 1870 y Hernández en 1872. Esta
razón fortalece la noción del canon oficial masculino, puesto que fue una mujer escritora
la primera que dio voz al gaucho desde esta perspectiva -no solamente en esta obra de
1869, sino en una anterior: El
médico de San Luis de 1860-, pero fueron otros los escritores que se alzaron en el podio
de los pioneros.
A las cadenas que enuncia Ludmer que delimitan al género, podríamos añadir una más: la
del silenciamiento de la autoría femenina como la portadora de la voz del gaucho. Juana
Manso y Eduarda Mansilla son el ejemplo más claro de un borramiento arbitrario y pleno.
Los hombres que han definido los anales de nuestra historia de la literatura argentina han
realizado un prolijo trazado, ensombreciendo u ocultando los valiosos aportes literarios de
las escritoras mujeres. En pleno siglo XXI nos compete a nosotros comenzar a restituir sus
voces.
Asumirnos como grupos privilegiados implica saber cuánto dejamos afuera, quién se deja
afuera y cuántos no saben que existe. El problema de la gente que la integra es la
concepción que tienen esas personas del otro.
¿Qué plantea el término? Que dejan afuera a alguien SIEMPRE. Lo que se conforma es el
uso y goce de privilegio, que piensan sobre leyes y normas para un determinado grupo de
privilegio.
El punto de la élite es que no es cuando perteneces por defecto y esfuerzo (ej:
universidad) y que no busca segregar en los resultados. Cuando no se aporta
positivamente el resultado, es cuando es una élite, que se conforman como tal cuando
expresamente dejan afuera a quienes no pertenecen. Se va a imponer y auto-percibir una
concepción de privilegio.
Lo negativo de la generación del 37 es cómo se vinculan con el otro que no pertenece a su
grupo: las mujeres. Ellos decían: a quienes por ser una élite y privilegiada le corresponde
por justo derecho la toma de decisiones y la formación del estado. Los formados y
formadas son quienes pertenecían a ese grupo y a instruir quienes no (ej: zapatero, un
trabajador de la época). La educación para ellos no era un derecho de todas y todos. El
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corpus constitucional tiene una narrativa que hay que interpretar en el contexto histórico
al que pertenece.
Esa “educación” era un formateo para que se replique y obedezca, no para que se
desarrolle un pensamiento crítico.
Pasajes de la revista “La Moda” de 1837/38, que va a comenzar con la bajada de línea.
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La maternidad era importante para poder perpetuar la población europeizada (la blanca)
ya que la piel era un signo de superioridad o inferioridad. La política de habitabilidad
comienza a partir de Alberdi que buscaba la población europea blanca.
Había mujeres que a escondidas aprendían a leer y escribir y publicaban bajo
pseudónimos de varón o bajo el nombre de su cónyuge. Esto era una disposición
monárquica, ergo, derecho.
La mujer se tenía que casar “bien” - la dote: cuanta más plata se ofrecía, mejor vida (sin
hacer nada). También es una institución jurídica.
Este país se proponía como uno competidor de alguno europeo. Es por eso que CABA
tiene arquitectura europea (parisina principalmente).
Este sistema se cae con el comienzo de la democracia, pero mientras se sostuvo en marco
teórico.
Jacinto Peña - Pasaje. “El bello sexo”.
No hay estabilidad emocional en la mujer. hay que educarla hasta dónde y para qué. Hay
un planteo inestable de esa función social y política de la mujer en este nuevo contexto
político.
1. “Los hombres” como genérico: el idioma español (antiguo castellano) es que se decide
mantener en 1810 como “idioma del pueblo”. Sentido común de la dominación (quien
dominaba hablaba español). Hablar español fue una decisión política de un grupo que
titulariza la necesidad de una nueva política tras la revolución. Hoy en día los españoles de
España y Argentina no son iguales porque el lenguaje va cambiando y adaptándose a las
formas del cuerpo que lo portan. En el contexto de la sanción de la CN era normal que el
hombre fuera el único sujeto de derecho que tiene la potestad de la toma de decisiones.
La mujer era incapaz. El derecho proviene del derecho romano y la figura del páter familia.
En la época se adopta en español de virreinato que toma al hombre como el páter familia.
La mujer invisibilizada y absorbida por el hombre como construcción.
2. Dios: condiciona una moralidad religiosa al cuerpo normativo. Arrastra 10 siglos de
autoridades eclesiásticas y 15 siglos de politeísmo.
El páter familia toma decisiones atravesadas por un tipo de Dios y automáticamente: ¿Hay
espacio para une otre en ese entramado? No.
Por esta norma fundamental se coligen que haya habido tantos golpes de Estado. Recién
en 1994 se añade la auto garantía de protección de la CN. Y, así y todo, en la última
reforma se sigue invisibilizando a las mujeres, a pesar de su presencia, no hay perspectiva
de género. Como consecuencia se generan en la vida cotidiana lagunas, vacíos que, no
amparados en la constitución, normalizamos y conocemos cosas que no deberían hacerse
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(nuevas formas de violencia). Al haber falta de voces, se genera una desprotección
jurídica.
Por priorizar lo macro en 1837, se minimizaron los micros y continúa.
Constitucionalismo y feminismo
1. Constitucionalismo
2. Feminismo
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También en esta materia hay diversas concepciones acerca del fenómeno. Así, de entrada,
un punto clave es la vinculación entre el feminismo y las mujeres. Pues, si bien podría
pensarse que existe una correspondencia natural, lo cierto es que habría feminismos que
no comprenden a todas las mujeres9; en tanto que habría otros que abrazarían a sujetos
más amplios10. Por lo demás, es evidente que hay mujeres que no comulgan con las
causas del feminismo y, a la inversa, hay varones que sí lo hacen.
Feminismo y derecho
Es el cierre en sentido estricto de todas las ideas que se fueron realizando en el S XIX. Es el
cierre de la cuna de 1837. En esta generación va a pretender superar a todas las
anteriores a través del positivismo de Conte para ser la única vertiente por la que van a
ocurrir todas las estructuras del estado moderno. Las ideas jurídicas de Buenos Aires son
las que terminan primando en el conjunto de ideas del fin del S XIX y principio del S XX. No
es casual que la conjunción de intelectualidades emerge de la Universidad de Buenos
Aires. Esto se termina de catapultar con la generación de 1880. La situación de
inmigrantes de Europa queda relegada. Ahora prevalece el positivismo: todo está marcado
por la ley.
La ley se convierte en el sinónimo del derecho. Ley = derecho. Todos los que cumplan las
leyes son hombres de derecho.
Un buen abogado es quien obedece, acata y hace ejecutar las leyes.
El tema de la invisibilidad de la mujer con esta generación termina de cristalizarse e
instalarse en la sociedad. Se introduce como el discurso válido cuando se pone idea con
práctica dentro del Estado.
Las leyes las hacen los hombres y las cumplen. Las mujeres quedan relegadas en el interior
del concepto del hombre sea hacedor o cumplidor de la norma. ratificando que no es un
sujeto de derecho. Queda estabilizada la incapacidad de la mujer.
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Quien no cumple la ley está del lado incorrecto de la ley.
Correcto/Incorrecto es la nueva moral de la sociedad argentina (quien hace bien o mal las
cosas): quien hace bien, es bueno. Quien hace mal, es malo.
La buena mujer es a que está obedeciendo o que dice la ley, la que no es mala. Quien
cumple está a derecho.
Hay cosas que la ley impone que si no se cumplen impone un castigo. No cumplir la ley
está sujeta a castigo (tanto como pena y como exclusión).
El premio por cumplir la ley era la idoneidad. Empieza a establecerse la conducta - base de
comportamiento social individual. Todo lo que se saliera de lo que es cis género y hétero,
era susceptible de castigo. La libertad como la conocemos hoy no existía. Ratio impuesta
por el Estado.
El mismo criterio de Alberdi sobre la toma de decisiones va a prevalecer en el ‘80, la elite
se hacía llamar “los notables”.
¿Cuál es la institución de punición institucionalizada? La cárcel.
Es un lugar de meditación para que aprendas por qué te saliste de la norma.
Castigo (el Estado pone orden si alguien hace lo que se le canta) y exclusión (que no se
conozca lo que se hizo, forma de invisibilización). Esto fue por el principio del higienizmo:
el estado es un cuerpo que debe estar sano, toda enfermedad en un cuerpo debe ser
curada, para eso hay antibióticos, que hacen que excluyan esa enfermedad. El individuo
que no cumpa la norma quita poder, molesta. Por ello se crean centros penitenciarios
para el proceso de aislamiento. El criterio es que hay un solo cuerpo y que debe estar sano
siempre. Lo desigual es o imposible de pensar en esta generación.
Al bueno y malo le sumo sano y enfermo.
Bueno sano idóneo / malo enfermo punible.
Gran parte de los discursos sociales, científicos, jurídicos y literarios de la generación del
'80 convergen en un lugar común: la mujer es un ser débil. Tal concepción genérica no es
en absoluto privativa -ni original-de la época, aunque sí resulta recurrente durante la
misma. Escritores, críticos, médicos y legisladores se valen de ella para construir sus
argumentos y pergeñar sus ficciones.
Sobre la debilidad física, Ivonne Kniebiehler señala que, para la medicina del siglo XIX, la
mujer era considerada una "eterna enferma". Tal hipótesis era sustentada a través de la
presentación de los diferentes ciclos de la vida femenina -pubertad, embarazo, parto y
menopausia- como instancias traumáticas e incluso desestabilizadoras de su sistema
nervioso. De ese modo, se postula la existencia de una suerte de predeterminación
biológica -insuperable- que indefectiblemente condena a la naturaleza femenina a la
debilidad.
Con respecto al estilo de vida al que estaban sujetas las mujeres de la ciudad, es evidente
que existía cierta preocupación -o al menos el tema resultaba de interés para los médicos-
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que se manifestaba en la publicación de traducciones y producción de trabajos sobre
higiene que recomendaban la actividad física.
La anemia y la nerviosidad son las dos enfermedades con que tienen que luchar las niñas.
Las dos se producen por falta de ejercicio y demasiada ocupación de la inteligencia y de la
fantasía. En los últimos decenios ha habido una tendencia predominante a estos males en
toda la generación, particularmente en las mujeres que por naturaleza tienen inclinación a
una vida sedentaria y poseen una fantasía muy desarrollada.
Sin embargo, tal debilidad no solamente tenía efectos nocivos sobre su estado anímico-tal
como refiere el testimonio anteriormente citado- sino que su influjo se extendía incluso
hacia terrenos más recónditos como, por ejemplo, su sexualidad y sus mecanismos de
represión.
Otros discursos dan cuenta de la debilidad intelectual y moral de la mujer, desde ámbitos
tan diversos -aunque en absoluto disímiles- como el jurídico o el literario. "La inteligencia
de la mujer no está organizada para resistir: las mujeres prefieren creer, la intensidad de
sus facultades no es poderosa".
Desde la perspectiva -masculina- de quienes formulan tales discursos, esta falencia
inherente a la naturaleza femenina se ve agravada, a su vez, por la influencia perniciosa de
factores externos tales como el materialismo, la educación que recibe y el tipo de
literatura que consume. La hipótesis sobre la cual se desarrollan asume que los efectos
negativos de las influencias.
Lo novedoso de los discursos predominantes con respecto a la mujer hacia el '80, no es su
objeto sino la intensidad y reiteración -por cierto, un tanto obsesiva- con las que el mismo
es abordado por los hombres de la época. Ya no se trata de una actitud que pretende
divinizar ni enaltecer a la mujer como paradigma de fragilidad con fines estéticos. Por el
contrario, se apunta a desmitificar su figura, volviéndola soporte apto para un amplio
marco de formulaciones. De este modo, las posibilidades de representación se amplían -
dentro y fuera del terreno de la ficción- y emergen nuevas figuras que trascienden los
tradicionales papeles de novia, fiel esposa y madre.
El diálogo que se establece entre la ficción de Cané, Cambaceres y López, se construye así
a partir de y a través de la mujer, produciéndose una apropiación de la totalidad de sus
caracterizaciones posibles, para convertirla en productividad literaria -más allá de que
ésta se concrete o no, como en el caso de Cané. Sin embargo, para lograr ser
representada, la heterogeneidad femenina debe someterse a un modelo que intenta
uniformarla, acorde al orden establecido -y necesario- para el proceso de consolidación
nacional que se desarrolla hacia el '80.
La ficción masculina de Cané, Cambaceres y López se manifiesta así irreversiblemente
atravesada por lo femenino. Lo mismo le sucede con tantos otros sujetos sociales -
inmigrantes, advenedizos y rastaquouères- quienes de modo oblicuo consiguen trasponer
el debilitado contorno de un círculo que continua e inevitablemente se desdibuja.
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Consciente de los cambios y reacomodamientos que se producen en su entorno, la
literatura se propone funcionar como conjuro efectivo contra tales amenazas, a la vez que
ella misma -sin quererlo o no- se vuelve portavoz de quienes en principio pretendió
subordinar y silenciar.
La falta de visibilidad de las mujeres en los procesos históricos tiene que ver con el lugar
de subordinación que han ocupado históricamente en las relaciones sociales, basado en la
división sexual del trabajo. La separación público/privado diferencia dos esferas, una
donde se desarrolla la reproducción, los sentimientos y la domesticidad, y otra de la
producción, la razón, el poder y el saber. Entre estas esferas se establecen relaciones
jerárquicas, donde la esfera privada está subordinada a la pública (Mosconi, 1998). El
mundo público se muestra como el lugar de los procesos relevantes, el ámbito de la
ciudadanía abstracta, corporizada en el varón, mientras que el ámbito privado se presenta
como el espacio de lo cotidiano, de las mujeres y de las personas que tienen a cargo.
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La asignación social de un ámbito para cada sexo conlleva una división social de las tareas
de acuerdo al sexo. Ana María Fernández agrega que tal división puede ser entendida en
términos de Lèvi-Strauss como “prohibición de tareas según sexo” que alude “a los
procesos históricos-culturales por los cuales los varones prohibieron a las mujeres su
participación en las tareas de mayor prestigio en cada sociedad” precisamente porque no
hay nada en ellas que les impidiera hacerlo, sólo la necesidad de mantenerlas en una
relación de subordinación.
La división jerárquica de tareas en función del sexo no aparece con el capitalismo, pero en
éste toma características particulares. El surgimiento del aparato estatal, de un sistema
económico de intercambio más amplio, y de una unidad de producción mayor, separada
del ámbito doméstico, modifica la organización tanto de la esfera pública como de la
privada (Hartman, 1994). La familia nuclear burguesa, como nueva organización de la
unidad doméstica, se convierte casi exclusivamente en un ámbito de producción de
sentimientos, responsable de la protección y educación de las nuevas generaciones y
adquiere una función necesaria de contención para el mantenimiento de la cohesión y la
reproducción social.
El proceso de construcción del Estado Nación en Argentina estuvo marcado por esta
división sexual del saber y del trabajo. Algunas concepciones del mundo, que tomaban
fuerzas en el concierto de ideas, van a imprimir cambios importantes en este orden, al
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abrir para las mujeres un nuevo ámbito legítimo de acción en la esfera pública, a través de
la feminización del trabajo docente. Si bien estas ideas no tenían en sí mismas un
contenido subversivo de las relaciones de género, plantean una situación paradojal: desde
el poder se pretendía que las maestras fueran las transmisoras de la ideología del orden
que se quería forjar, pero esto implicó la promoción del derecho a la educación y al
ejercicio de un trabajo “decente” y profesional fuera del hogar. Es decir que, sin quererlo,
se abrieron espacios que permitieron a las mujeres, sobre todo a aquellas de familias
intelectuales progresistas, la posibilidad de construir un lugar de enunciación propio y
válido desde donde cuestionar el mismo orden que se intentaba imponer y que ellas
debían transmitir.
La fase ideológica de creación del Estado Nacional tuvo como función cimentar una base
consensual sobre la cual construir un sistema de dominación, es decir lograr que ciertas
creencias y valores penetraran en el sentido común de las y los miembros de la sociedad y
se convirtieran en creencias y valores propios de una conciencia colectiva, de un “nosotros
los argentinos”. La creación de este nosotros se lograría a través de una mediación entre
Estado y sociedad, que impulsara la creación de un sentido profundamente arraigado de
pertenencia a una Nación, es decir a una sociedad territorialmente delimitada,
identificada por un origen, lenguaje, símbolos, tradiciones, creencias comunes y
expectativas acerca de un destino compartido. Para afirmarse, el nuevo Estado dependía
de su capacidad para producir verdades, y por tanto debía apelar al control ideológico
como mecanismo de dominación; lo hizo a través de la intervención sobre el culto, la
educación, el matrimonio civil y el servicio militar obligatorio.
Martha Biancalana enumera tres mecanismos de adoctrinamiento por medio de los cuales
los sujetos incorporan las pautas y conductas establecidas: la institución familiar, la
religiosa y las culturales, con La carrera docente, ya entonces, estaba desprestigiada por la
baja remuneración y las malas condiciones de trabajo, pero su profesionalización, y el
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reconocimiento simbólico y social que se le atribuía, atraía a las mujeres deseosas de
ocupar nuevos espacios (Morgade 1997). Ser maestra normal era una forma honrada de
salir a la vida pública. Para las mujeres de clases acomodadas era una formación que
refinaba, aunque nunca ejercieran, y para las mujeres de las clases medias incipientes era
una salida laboral decente (Lionetti, 2005b) sus ámbitos formativos: el hogar, la iglesia y la
escuela (Biancalana, 1999). Como indica Oszlack, la educación entendida como forma de
gobernabilidad de las masas dio lugar a la discusión en torno a quiénes debían manejar la
educación primaria como instrumento de control social. Este debate atravesó todo el
proceso de organización del sistema educativo argentino (Oszlak, 1997).
En Argentina las mujeres se incorporaron tempranamente al sistema de educación
primaria obligatoria (como alumnas y como maestras), y con ello fueron incorporadas
para cumplir un rol activo en los mecanismos de transmisión ideológicos de la Nación2. La
participación de las mujeres en el acceso y la transmisión de la educación impartida por el
nuevo sistema de educación pública, suscitó diferentes posturas que se expresaron en los
debates previos a la sanción, en 1884, de la Ley 1420, que estableció la educación
obligatoria, gratuita, común y laica en Capital Federal y territorio nacional.
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