Antropologiadelasolidaridad 101216135706 Phpapp02
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Antropología de la solidaridad
Puede hablarse de una cierta entraña solidaria que per tenece por
derecho propio a la misma condición humana. Cierto que, para otros, la
condición humana lo que entraña es necesidad de embarcarse en proyectos
que en último término conducen al vacío y que representan el absurdo de
nuestra existencia. Incluso puede que existan opiniones que recuerden las
tesis sociobiologicistas según las cuales el hombre es un animal más y,
como tal, desarrolla su vida en una constante lucha y pugna con sus
semejantes, de modo que sus comportamientos morales estarían
determinados genéticamente, igual que el color de los ojos. Desde mi
punto' de vista, hemos de repensar el concepto de persona cuando
realizamos alguna de las afirmaciones anterio res.
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sólo por el sistema de notas dadas, sino que están dadas de tal manera, que
exigen realizarse mediante un sistema abierto de posibilidades» 1".
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Desde la esfera biológica, el hombre se encuentra des -
provisto de las armas seguras e instintivas de cualquier ani -
mal. La persona es ser carencial porque no posee los órganos
superespecializados, adaptados específicamente a un medio
ambiente concreto. De alguna forma, al hombre le define su
no adaptación, no especialización, no evolución. En otras pa -
labras, esta no evolución del hombre puede asemejarse a una
no-terminación, no-acabamiento del hombre. Por elIo su
vida se desliza en forma de experiencia sobre la que va
construyendo su vida.
3. Modos de apertura
62 COMO VEREMOS MÁS ADELANTE, EN RIGOR SÓLO PODEMOS HABLAR DEL FACTUM DEL OTRO QUE SE
ME PONE EN MI CAMINO SIN QUE YO INTERVENGA EN ELLO. LA REALIDAD DEL OTRO SE ME DA, EN
PRIMERA INSTANCIA, COMO ALGO DADO, AUNQUE NO ESTÁTICO, SINO SUSCEPTIBLE DE INICIAR UN
CAMINO DE PERSONALIZACIÓN A TRAVÉS DEL ENCUENTRO PERSONAL.
A tal punto llega esta realidad que en buena parte son los
demás, aquellos con los que me encuentro a lo largo de mi vida,
los que me van puliendo y de algún modo, configurando como
persona. No es inusual que, si echamos la vista hacia atrás,
tengamos que dar gracias a la vida por alguna que otra persona
que ha resultado significativa en momentos muy concretos:
familiares directos, maestros, per sonas que, fundamentalmente,
nos ayudaron a despertar del sueño de un mundo feliz para
presentarnos la realidad de un mundo inhóspito, pero mejorable.
Así, pues, para amar hay que estar capacitado y prepa rado para ello;
esto pasa por el amor de sí que, lejos de sepárame de los demás, me
vincula más creativamente a ellos.
72 Fromm, E., EL ARTE DE AMAR, PAIDÓS, BUENOS AIRES, 1973, 75. EN ESTE MISMO LIBRO, FROMM
RECUERDA AL MAESTRO ECKHART: «SI TE AMAS A TI MISMO, AMAS A TODOS LOS DEMÁS COMO A TI MISMO.
MIENTRAS AMES A OTRA PERSONA MENOS QUE A TI MISMO, NO LOGRARÁS REALMENTE AMARTE, PERO SI AMAS A
TODOS POR IGUAL, INCLUYÉNDOTE A TI, LOS AMARÁS COMO UNA SOLA PERSONA, Y ESA PERSONA ES A LA VEZ DIOS
Y EL HOMBRE. ASÍ, PUES, ES UNA PERSONA GRANDE Y VIRTUOSA LA QUE AMÁNDOSE A SÍ MISMA, AMA IGUALMENTE
A TODOS.
IBIDEM, O. C, 78.
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mueve tanto en el terreno de la sana autosuper ación personal como en la
lógica del mero disfrute competitivo.
Al" igual que Unamuno denuncia que no basta pensar, sino que
es preciso sentir nuestro destino, no podemos confundir la acción
con la simple idea de acción. En efecto, la acción tiene que ver con
el núcleo firme desde donde se configura la determinada persona que
yo soy. Según Blondel, la acción es esa síntesis del querer, del
conocer y del ser 76 , su desarrollo en el espacio y en el tiempo. La
acción es la expresión del dato originario que retrata a la persona,
más allá de cualquier idea o apreciación que sobre la misma acción
podamos tener. La acción, en definitiva, ¿constituye el vínculo que
liga a la persona con la realidad, con la suya y co n la de su entorno;
al tiempo, la acción pone al descubierto la tensión dinámica que
perfora, alienta y encamina a la realidad personal en toda su
complejidad.
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que su querer adquiere el carácter de elemento incesantemente
superador de lo real, que se afirma con un nuevo acto de querer.
Ambas dimensiones de la voluntad constituyen la tensión dinámica
en la que se mueve la acción humana dando de sí la con creta figura
de realidad de cada persona.
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Mounier, «no basta con comprender, hay que actuar. Nuestra finali -
dad, nuestro fin último, no es desarrollar en nosotros o al rededor de
nosotros el máximo de conciencia, el máximo de sinceridad, sino
asumir el máximo de realidad a la luz de las verdades que hayamos
reconocido» 81.
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3.3.1. La historia personal y social
La apertura como posibilidad tiene que ver con la creación
histórica y moral de cada persona. En efecto, el ser humano tiene una
ocupación esencial a lo largo de su vida: ocuparse en ser persona, y
esta necesidad ineludible conlleva la obliga ción de protagonizar la
propia historia personal. La historia es tructura y constituye al
hombre. La vida humana no comienza de cero, al contrario,
«comienza siempre montada sobre un modo de estar en la realidad
que le ha sido entregada» 85 .
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sentido. Conviene reflexionar sobre este ejercicio de apropiación de
posibilidades como configuración de sentido.
3.3.2. Posibilidad y sentido
El hombre vive en la realidad, en continuo diálogo con su
entorno cercano. La realidad no está ni fuera ni dentro del hombre; la
realidad apela y pide respuestas; el hombre percibe que las cosas y
situaciones con las que se encuentra le instan a responder mediante
la acción y la apropiación de posibilidades con las que hacer frente a
esa situación. Para ejecutar esa acción el hombre cuenta, en primer
lugar, con esas cosas con las que se encuentra y consigo mismo en
forma de recursos con los que responder adecuadamente. Cada
hombre en su situación concreta se toma a sí mismo y a las cosas con
las que se enfrenta como recursos para convertirlos mediante la
acción en posibilidades que, en tan to que apropiadas, contribuyen a
formar su figura de realidad, su desarrollo personal.
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«Porque el hombre es más ancho que el mar y que sus islas, y hay
que caer en él como en un pozo para salir del fondo con un ramo de
agua secreta y de verdades sumergidas» 87
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La opción solidaria, pues, adquiere una dimensión co munitaria
que, por ende, se extiende a las estructuras socia les, económicas y
políticas en las que vivimos. Lo individual, lo comunitario, lo
estructural constituyen un único movi miento dinámico que la
persona realiza sin que ninguno de los tres términos sacrifique a los
otros.
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La posibilidad de la solidaridad, una vez apropiada e in corporada
a la propia vida, esto es, una vez que se hace experiencia, n os urge a
vivir y pensar de otro modo. Por un lado, la experiencia de la acción,
del encuentro con los demás y de realizar la posibilidad de la
solidaridad nos invita a incentivar nuestra capacidad de pensamiento
y reflexión con el fin de hacer frente, co mprender y no desfallecer
ante la realidad en que vivimos; de modo complementario, el pen -
samiento sólo es válido —como nos recuerda el personalismo
comunitario— cuando es pensamiento en acción; sólo esta síntesis
hace posible hacer haciéndonos y transformar transformándonos.
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3.4.1. La secularización de la solidaridad
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3.4.2. La solidaridad, lugar de encuentro con Dios
Al reflexionar sobre la solidaridad y la experiencia reli giosa
hemos de tener en cuenta que una de las formas con las que hemos
contribuido todos —en especial los cristianos— a silenciar a Dios en
este momento de la historia radica en el consentimiento que se
refiere a la experiencia de inhumanidad que sufre nuestro mundo; la
injusticia y la miseria evitable, en sus múltiples formas, representan
los modos actuales más evidentes que eclipsan y niegan de hecho la
realidad de Dios. En este terreno, el problema de Dios no es de
índole cultural (sólo), sino de testimonio en la acción. P or mi parte,
estoy persuadido de que la experiencia de la solidaridad constituye
uno de los modos privilegiados de hablar de Dios hoy a la
humanidad y de hacerle presente; es un lugar de encuentro en el qué
«Dios se nos revela, desde el cual nos habla y e n el cual tenemos
acceso a él» 94 .
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movimientos y agrupaciones solidarias, ONG y organizacio nes de
voluntariado social, practican la solidaridad desde di ferentes
premisas personales y colaborando juntos en la con secución de
condiciones de vida digna y justa para los más empobrecidos.
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vida feliz, sino como proceso personal y comunitario concreto, que
trata de cambiar las situaciones que impiden el acceso de la persona
a una vida digna. Hablamos, en fin, de la ética de la solidaridad.
94 MARTÍN VELASCO, J., HACIA UNA CULTURA DE LA SOLIDARIDAD, EN «CORINTIOS XIII», 80 (1996),
445.
95 GANDHI. TODOS LOS HOMBRES SON HERMANOS, O. C, 98.
96 LOIS, IDENTIDAD CRISTIANA Y COMPROMISO SOCIOPOLITICO, ED. HOAC, MADRID, 1989, 75-76.
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