7.tendencias Humanas y Educación Montessori

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Tendencias Humanas y Educación Montessori

Mario M. Montessori

Los propósitos educativos de la Dra. Montessori eran ayudar, por un lado, al desarrollo del niño y
por el otro, a adaptarse a las condiciones físicas de su ambiente y a los requisitos sociales dictados
por la forma de vida del grupo humano en el que vive. La Dra. Montessori explicaba lo que para
ella significaba "adaptación": felicidad, tranquilidad y, en cierto modo, el equilibrio interno que da la
sensación de seguridad al niño. Se basa en la permanencia del equilibrio espiritual, ético y
económico del ambiente grupal en el que se desenvuelve su familia y tiene una determinada
categoría social.

La función psicológica de la experiencia dentro de la familia y la participación dentro del grupo


social al que pertenece, permiten al niño construir un individuo adulto, adaptado a cualquier
ambiente grupal. En la adaptación, considerada de esta forma, la "estabilidad" juega un papel muy
importante, porque representa la base de la cual partir para la realización de las aspiraciones
individuales. Es como el terreno sólido sobre el que se camina.

Desde este punto de vista, las condiciones de nuestro presente hacen mucho más difícil para el
niño que logre adaptarse. Hoy en día, no sólo una nación, sino toda la sociedad mundial parece
vivir en un estado caótico debido, tanto al impacto de las nuevas y conflictivas ideas que surgen de
todas partes, como a los cambios económicos, sociales y espirituales que han tenido lugar a través
del tiempo. Por lo tanto, el sentimiento general es que no existe nada permanente. Todos se
sienten inseguros; no sólo los individuos, sino también las naciones enteras.

Así pues, no es de extrañar que en la actualidad, frente a esas condiciones, los niños encuentran
más difícil llegar a adaptarse que anteriormente. El alarmante aumento de niños “difíciles”,
“desajustados” y “delincuentes” es el resultado de lo arriba señalado. Sin embargo, es en este siglo
por primera vez en la historia, que la sicología está siendo aplicada ampliamente y por ello se está
haciendo más por los niños que antes.

La Dra. Montessori estaba convencida de que este aumento se debía en parte al sentimiento de
inseguridad. Después de dos guerras mundiales, vivimos en un periodo en el cual los viejos
valores han sido destruidos, pero los nuevos aún no se establecen, lo cual explica el sentimiento
de inseguridad que, prevaleciendo en la sociedad, está siendo proyectado hacia los niños con gran
perjuicio de su salud mental. Porque, esencialmente, la salud mental está basada en el equilibrio,
que se apoya en pilares sólidos de determinados valores que guían al individuo en su
comportamiento diario. Si tomamos en cuenta nuestro presente, no podemos dejar de sentir el
impacto de todas las ideologías contrastantes que surgen en todo el mundo y nos llegan a través
de la radio, el periódico, el cine y la televisión. Y si los adultos se ven fuertemente afectados por
este bombardeo, no debemos asombrarnos de que todo ello cree una confusión mental en los
niños. No obstante, una solución directa y consciente no es fácil de encontrar, ya que las
estadísticas muestran un creciente aumento de personas inadaptadas y, prevaleciendo tales
condiciones, ¿qué puede hacer la educación?

La situación parece irremediable, porque ¿quién o qué puede cambiar las condiciones del mundo?
¿Realmente es irremediable esta situación? La Dra. Montessori decía frecuentemente: “Cuando
nos encontramos ante situaciones que conciernen al niño y parecen difíciles de resolver, no se
deben buscar remedios externos, debemos concentrarnos en la naturaleza del niño y en las
necesidades fundamentales de su desarrollo”.

Ella enfatizaba el hecho de que frente a niños “desviados”, era inútil tratar de remediar los
síntomas externos. Se debía ir más allá de la conducta externa y alcanzar aquello que se
encuentra en lo profundo y que es lo básico y lo creativo, y esto es válido para los niños de todas
las edades. En relación con la “ayuda al desarrollo” de los niños después de los seis años, decía:
“Ellos han absorbido el ambiente inmediato y la sociedad que ellos y su familia han vivido. Ahora
se debe dar al niño lo que ansia: la comprensión del mundo, cómo funciona y cómo afecta a la vida
y al comportamiento de la humanidad”, pero advertía también que “las nociones simples y sencillas
no son suficientes. Para satisfacer su impulso, debemos presentarle el mundo y su funcionamiento,
de tal forma que el niño, en esta segunda etapa de crecimiento, pueda absorberlo. Es decir;
después de los seis años, el niño debe “encarnar” al mundo, así como en la etapa anterior encarnó
al ambiente inmediato". [Como Guías Montessori, ustedes conocen los “períodos sensitivos”, la
técnica de las presentaciones, las necesidades de actividad en los niños, etc., por lo tanto no
hablaré de ello.]

La Dra. Montessori dijo: “Debemos dar a los niños, no sólo el mundo, sino también una imagen
clara de la humanidad”. Los dos factores principales son: A) ¿Cómo funciona el mundo? y B)
¿Cómo afecta a la humanidad el funcionamiento del mismo? Además de esto, debemos hacer
posible que los niños se den cuenta, con claridad, de cuál ha sido la contribución del hombre a sus
semejantes ya que, si el niño experimenta cómo funciona el mundo y cómo lo hace el hombre,
mientras trabaja para sí mismo, en realidad toda su vida está trabajando para los demás; entonces
podrá “encarnar” la realidad y apreciar tanto a Dios como al hombre. Para lograr esto, ella sugería:
“Debemos basarnos en los hechos fundamentales que no cambian, no importa que ideología exista
en determinado momento histórico o qué tan frecuentemente cambien a través del curso de la
historia esas ideologías”.

Algunos de los hechos fundamentales e inalterables que pueden ayudamos en nuestra tarea como
educadores pertenecen al niño. Por ejemplo, que el niño no hereda las características culturales;
otro hecho pertenece a la sociedad: No importa cuál sea la ideología del momento, algunas
acciones permanecen constantes, por ejemplo que el hombre tiene que comer, vestir, albergarse y
todas aquellas comodidades necesarias para mantener su vida física. Está muy claro que no
importa que régimen exista (fascismo, bolchevismo, democracia), los hombres siempre necesitan
comer y satisfacer sus necesidades. La forma en que se satisfacen es otro de los hechos básicos.

Ahora vamos a considerar cuáles son las “necesidades del hombre” y cómo la humanidad se
adapta al resto de la vida, y también cómo la humanidad ha llegado a ocupar su actual posición de
dominio. Si tomamos en cuenta lo anterior conjuntamente, podemos ver que tras la aparente
desunión que existe en la mente de los hombres, existe una continua e inquebrantable unión. Uno
puede darse cuenta que la humanidad no es un factor abstracto representado en las ideologías,
que como una especie de Dios, se destaca sobre todas las cosas que han sido creadas. La
especie humana es uno de los muchos órganos que funcionan en un gran organismo-Sin lo que la
rodea, la humanidad no podría existir, esto significa que la vida del hombre depende de todo lo que
ha sido creado. Como ejemplo, tomemos nuevamente la cuestión de la subsistencia: para subsistir
el hombre depende de los minerales; necesita de los vegetales, de los animales y sus productos,
por lo que podemos concluir que el hombre es una especie de parásito de su ambiente. Sin
embargo, cuando nos volvemos hacia los animales, observamos lo mismo: ellos necesitan de las
plantas o de otros animales y del agua para vivir. Si observamos a las plantas (en lo que a alimento
se refiere), parecen ser víctimas de las diferentes formas de vida ya mencionadas, pero nos
percatamos de que a su vez, ellas necesitan de los animales para su alimento (excreciones,
bióxido de carbono y, cuando mueren, su cuerpo es un alimento esencial para ellas). Por otro lado,
el desecho de las plantas, el oxígeno, es absorbido por los hombres y los animales y es uno de los
factores más importantes en su vida. De estos ejemplos podemos observar que existe, entre los
diferentes componentes del mundo, una interdependencia que forma una unidad; tanta, que si uno
de sus componentes llegara a faltar, el resto dejaría de existir.

Partiendo de ese punto de vista religioso, empezamos a mirar uno de los aspectos de la maravilla
de la creación de Dios: su forma de ordenar la materia, para que cada expresión de la creación
esté al servicio de los demás.

Analicemos esto en detalle. En la naturaleza la mariposa absorbe el néctar de la flor; pero al mismo
tiempo, sin ser consciente de ello, la mariposa la fertiliza y así la planta continuará reproduciéndose
y existiendo. Así, la característica fundamental parece ser prestar servicio sin ser consciente de
hacerlo. Y a menudo el servicio prestado parece contraponerse a sí mismo, como en los
carnívoros, que se alimentan de otros animales.

Los biólogos han encontrado que actuando así, los carnívoros ayudan a mantener el equilibrio de
la especie de la que se alimentan. (Eliminar a los débiles y enfermos y mantener el estado de
alerta en el resto, de tal forma que los que sobreviven son los mejores de la especie.) El servicio
que prestan los carnívoros se puede observar cuando son eliminados. Una gran decadencia es el
resultado en la especie de quienes les sirven de alimento.

La cantidad de individuos aumenta, se degenera la especie y, cuando el número llega a ser


demasiado grande para el territorio que ocupan, tiene lugar la hambruna y las epidemias (que
aniquilarán un número mayor que aquel que los carnívoros pueden ocasionar.) Así que, aunque
parece cruel, la actividad de los depredadores tiene como propósito no sólo mantener el equilibrio
adecuado, sino que sirve como un acicate para la especie, para que ésta pueda alcanzar un nivel
2
más alto.

Los animales dependen del agua, de las plantas y, en la actualidad dependen del hombre, que
crea nuevas posibilidades para cierto tipo de animales, para que se desarrollen y evolucionen. Las
plantas dependen del sol, agua, tierra, animales y del hombre. Este es el verdadero aspecto del
funcionamiento del mundo. La apariencia visible de la voracidad y rapiña de las diferentes formas
de vida que luchan entre sí, oculta la unidad de un organismo en el que cada órgano parece decir:
“Aquí estoy, esta es mi tarea, esa es la tuya, más allá está la de ellos y juntos nos esforzamos para
impulsar la evolución y para crear mejores condiciones en nuestro ambiente, para aquellos que
vendrán después de nosotros”.

Cuando uno analiza el pasado y penetra en el significado real de lo que la geología tiene que decir,
encontramos que cada forma de vida que nos ha precedido ha preparado el terreno para las
nuevas generaciones.

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El dibujo de la página siguiente desea representar el intercambio inconsciente de este servicio. Como se puede observar,
la vida de los seres humanos depende de las plantas, de los animales, del agua, de la tierra y del sol.
Resalta claramente el hecho de que si las primeras formas de vida no hubieran existido, las que
vinieron después tampoco. Encontramos además, que entre unas y otras existe el progreso. La
experiencia vivida y el cambio en el ambiente, logrado por aquellos que han precedido, creó las
posibilidades de vida para algo superior que no hubiera existido sin esa preparación.

Y este proceso no sólo tuvo lugar en el pasado, sino que se realiza en el presente; por ejemplo, el
primer tipo de vegetación que apareció sobre las rocas, fue el liquen, llamado “liquen costra” o
“crustáceo”. Estas plantas fueron las únicas capaces de desarrollarse en las rocas. Ninguna otra
forma de vida lo pudo hacer y se alimentaban de roca, comían tanto como podían.

Comiendo y reproduciéndose, gradualmente llegaron a separarse de su fuente de alimentación, las


rocas, para finalmente morir. Mientras tanto, la tierra traída por el viento, se integró a los restos
acumulados, con éstos se pudo alimentar otro tipo de liquen (vivieron de lo que los primeros
líquenes prepararon en el curso de su existencia.) Éstos, a su vez, siguieron el mismo proceso:
disfrutaron de la vida al máximo; se desarrollaron de generación en generación en el mismo sitio y
crearon condiciones que hicieron imposible para ellos mismos continuar viviendo, así que también
murieron; pero aquello que se acumuló, permaneció con la ayuda de la tierra. La progresión de las
formas de vida que siguieron se alimentaron con lo que las anteriores formas habían creado y así
aparecieron los musgos, los pastos y finalmente los árboles. Y cada uno preparó el terreno para el
que venía.

No importa qué períodos consideremos en el pasado o en el presente, siempre se encontrará el


mismo servicio, que parece decir: “Doy mi vida y mi energía para contribuir a una parte esencial de
la vida que vendrá después y que será mejor que yo”. Profundizando en esta idea, encontramos
que ocurre algo extraño: en cada caso, aparentemente, existe un gran egoísmo, que encubre el
verdadero servicio.

Tomemos al hombre, por ejemplo: necesita respirar, de otra forma muere, así que lo hace en su
provecho y cada vez que respira, las plantas podrían decir (si tuvieran un lenguaje humano):
“Gracias. ¡Qué amable al darnos el bióxido carbónico que necesitamos!”

De igual forma, las plantas no pueden evitar el desprender oxígeno. Si pudieran razonar, las
plantas dirían: “No podemos vivir sin absorber bióxido carbónico y desprender oxígeno”. Sentirían
que al hacerlo únicamente están manteniendo su vida. Esta es la forma de trabajar de Dios:
dispone las cosas de tal forma que aun cuando uno es egoísta al máximo, está siendo de utilidad,
para mantener algo más, que existe al mismo tiempo, o preparar las condiciones para algo
desconocido que vendrá después. Y, una vez que se capta esta correlación, se siente más
profundamente la maravilla de la creación de Dios y la armonía que este amor inconsciente trae
consigo.

Uno no puede evitar sentirse agradecido con Dios y fortalecido en su fe. Si los Guías logran hacer
este sentimiento accesible a los niños no de la forma en que lo he planteado, sino de tal manera
que pueda absorber realmente estos hechos su agradecimiento hacia Dios alcanzará un profundo
nivel. “Qué inteligente es Dios”, fueron las palabras de un niño hindú que gradualmente llegó a
comprender la maravilla de esta relación universal. Fue un testimonio conmovedor en la India, el
cambio en la actitud de los niños que asistían a la escuela secundaria. Ciertos animales eran vistos
con desagrado pues se alimentaban con desperdicios y carroña, como los cuervos y buitres. Al
final, casi sentían reverencia por las aves y otros animales que, con sus hábitos alimenticios,
mantenían limpia la tierra. “¡Observen la clase de trabajo que tienen que hacer!”, decía. “¡Hacen el
trabajo sucio!” La reacción previa: “¡Qué animal tan asqueroso!” fue reemplazada por un
sentimiento de aprecio. A eso se refería la Dra. Montessori cuando manifestaba: “Hagan presente
a Dios en la vida de los niños”. Y debemos hacerlo, pero no diciendo únicamente: “Dios es el gran
proveedor” sino permitiéndoles que se den cuenta en la realidad, de lo que Dios hace por nosotros.
La realidad y la maravilla de la creación deben ser tratadas de tal modo que los niños no sólo lo
vean, sino que lo absorban con sus sentimientos. Si se hace así, el niño juzgará no por una
reacción instintiva, sino con la comprensión o discernimiento que ha sido capaz de reunir con
aquello que generalmente es invisible para la mayoría de la gente. Además alcanzará una
comprensión más profunda de expresiones como: “Existe un Dios y debemos respetarlo”. A través
de sus propias experiencias haremos posible que lo comprenda. Será fácil sentir que existe algo
externo, presente siempre en todas partes, que ha organizado el universo entero, de tal forma que
todo lo que existe, simplemente por haberlo creado él, está al servicio de todo. ¡Sentirá que
nuestro mundo es un buen lugar para vivir!

Y un lugar en donde la generosidad se expresa, podríamos decir, como un soplo de vida.

¿Acaso no estamos siendo generosos con las plantas a través de nuestra respiración? De la
misma manera las plantas son generosas con nosotros. Dios ha hecho de la generosidad la
verdadera esencia de la existencia; al comprenderlo, no podemos evitar sentirnos agradecidos y
humildes. Sin embargo éste es sólo un aspecto de la tarea de acercar al niño al aprecio de Dios.

Si continuamos con el análisis sobre la gratitud debida a aquellos agentes que con su contribución
hacen nuestra vida posible y agradable, algo más se aclarara. Dios, ciertamente, es el más grande
agente a quien debemos gratitud, tanto por habernos creado como por haber creado a la
naturaleza de la que se deriva todo lo que necesitamos para vivir, pero existe un agente menor que
también provee para nuestra comodidad: la humanidad que, haciendo lo que hace, produce cosas
que el hombre necesita.

Sí suena extraño y al principio difícil de comprender, pero es verdad. La Dra. Montessori ilustró
este hecho por primera vez para los niños en 1937, cuando teníamos un pequeño centro en Laren,
Holanda. Se dio casualmente. Sentía que los niños deberían saber como funcionaba la sociedad.
Hoy en día persiste esta tendencia y algunos educadores han sugerido que “el mundo penetre en a
escuela” (es decir, que se lleve a cabo dentro de la escuela la experiencia de comprar, vender y
actividades similares creyendo que con esto los niños podrán conocer el funcionamiento de la
sociedad.)

Es imposible que el mundo entre en el salón de clases. Es demasiado grande, pero la Dra.
Montesson tuvo. Una idea más directa: darle al niño las llaves del mundo; “ Los niños deberían
tener la experiencia por si mismos con el mundo, para que así aprendieran a valorarlo al igual que
a las personas que viven con él” .

Así que un día, cuando un niño necesitaba un lápiz, lo mandó a comprarlo. Cuando regreso venia
enojado. “Me tarde", dijo, "porque la señora de la tienda me hizo esperar". Estaba resentido, pues
sentía que la señora lo había menospreciado porque era pequeño. Entonces ella le explicó con la
ayuda de sus asistentes, lo que la señora hacia en realidad: Sabes esta señora se levanta muy
temprano cada mañana; asea toda la tienda y después espera atrás del mostrador, para recibir a
los clientes y si al cliente no le gusta lo que ella le muestra, busca en la tienda escogiendo y
mostrando una cosa tras otra hasta que encuentra aquella que le agrade a la persona “¿Prefiere
esto o aquello?", preguntará con paciencia y amabilidad. Y esto lo hace con todas aquellas
personas que llegan necesitando algo; ella siempre es gentil, siempre está deseosa de servir” . “¡Si
pero se le paga por ello!”, replico el niño; ella señalo. ¿Cómo supones que la señora podría vivir?
Si tuviera que cuidar el campo, sembrar el trigo y cosecharlo; hacerse su ropa, no podría estar
atrás del mostrador para servir a otros así que necesita el dinero que las personas le pagan para
poder vivir. Pero si lo piensas, cada día su vida esta ahí para atenderte a ti o a cualquier persona
que llegue a su tienda. La mayor parte del dinero que tu y otros le dan lo destina a comprar los
objetos que los clientes necesitan.
Lo que queda le es suficiente para vivir.
Ciertamente no se volverá rica con las pequeñas cosas que vende. Durante toda su vida, desde
que empezó a trabajar, ha servido a personas como tú y tal vez continúe haciéndolo hasta que
muera. Dejará el dinero que ha ganado a sus parientes, a un hospital o a la iglesia, así que toda su
vida la pasará ahí en la tienda para estar al servicio de otras personas”.

Su argumento impresionó profundamente al niño (y a mí también) porque, si consideramos aquello


que ella dijo de la señora es una gran verdad. Si hoy nos podemos sentar en este salón, es porque
alguien hizo mi traje (si está hecho de lana, significa que hubo quien esquilara a la oveja, etc.) Si
hoy en la noche tenemos la facilidad de estar sentados aquí es porque millones de personas han
trabajado para hacerlo posible.

Piensen en el pan que comimos con el lunch ¿Quién sembró el trigo? ¿Quién cocinó el pan? La
realidad de la sociedad es que todos dependemos de todos. Nosotros, educadores, hemos
escogido simplemente un tipo particular de servicio en vez de cualquier otro. Y si hay personas que
se hacen ricas, es porque satisfacen una gran necesidad: proveer algo más barato, o de mejor
calidad que otros, distribuyéndolo en tiendas y haciendo más fácil para las personas el ser
servidor; y las personas viven mejor y con menos esfuerzo.

La Dra. Montessori dijo una vez: “Los ricos industriales son santos, no en el sentido religioso, por
supuesto, sino en el sentido humano”. Tomen a los fabricantes de tela por ejemplo. Todos
necesitamos tela, es por eso que aquellos que la fabrican venden más y por eso se enriquecen
más que otros.

Pero imaginen si cada uno de nosotros tuviera que hacer su propia tela, como se acostumbraba
cuando yo era joven, en mi pequeño pueblo. Recuerdo a una mujer que hacía las sábanas para su
familia. Todo el día estaba tejiendo, mientras otras mujeres en otras casas hacían lo mismo. ¡Y
cuánto tenían que esperar por el lino! Además de eso, tenían que hacer el quehacer de la casa.

Ciertamente no tenían tiempo para nada. Mientras tanto, los hombres trabajaban igual de fuerte en
el campo. En tales condiciones "no había posibilidad para ellos de avanzar en la civilización. No
había la posibilidad de elevar la cultura, porque no había tiempo en absoluto para ello.

Si una pareja casada tenía que sembrar el trigo y después atenderlo, cocinar, barrer, lavar la ropa
y los platos, atender a los niños y a los animales, hacer la tela, etc., ambos tenían que trabajar 18
de 24 horas; al final del día seguramente no podrían ir a una conferencia. Lo único que sentían era
cansancio: “¡Ahora puedo ir a dormir¡”, y lo hacían. Era su único deseo, nada más. ¡Qué gran
beneficio fue para todos los que estaban en estas condiciones cuando un hombre pensó en hacer
tela a máquina en grandes cantidades, ¡qué barata salía!

Pero, si estas personas que fabricaban la tela lo podían hacer, era porque alguien más había
hecho la maquinaria y otros habían cultivado y recogido el algodón y el lino. Así que, hacia donde
se mire, se puede encontrar beneficio y servicio hacia otros. Y así será, no importa lo que
hagamos. Porque nosotros los maestros, si ayudamos a los niños a convertirse en mejores
hombres, ayudamos a la sociedad.

Probablemente ustedes continuarán con su trabajo aquí en su país, pero los niños, cuando lleguen
a ser hombres, irán a cualquier otro lugar y darán ahí el beneficio de la educación que ustedes les
impartieron. Algunos de sus antiguos alumnos probablemente estarán en Canadá, en Australia, o
Dios sabe dónde. Y cualquier esfuerzo que ustedes como maestros hayan realizado para hacer a
los niños mejores hombres de lo que pudieran ser sin nuestra ayuda, beneficia no sólo al niño, sino
a muchos otros a quienes ustedes no conocen.

Hay algo más que vale la pena pensar. Algo que la Dra. Montessori enfatizó: el carácter anónimo
de esta generosidad. Porque ¿quién hizo la tela de mi traje? No lo sé. ¿Quién cuidó a la oveja?
¿Quién produjo la lana? No lo sé. Todo esto me fue “ofrecido” anónimamente. ¿No es esto una
forma maravillosa de caridad; como dije, la verdadera esencia de la humanidad? Cuando uno toma
esta consideración con mayor profundidad, se da cuenta de que la Unidad -por lo que se creó la
Organización de las Naciones Unidas y hacia la que todos aspiramos- ¡ya está ahí!

Sólo nuestras pobres mentes son incapaces de aceptar el hecho de que ya existe. Pero estamos
unidos. ¡Todos nosotros! Y no sólo eso, si no estuviéramos unidos, no seriamos capaces de existir,
no podríamos existir. Esta generosidad de la humanidad es otra cosa que, según la Dra.
Montessori, debía ser enfatizada: deberíamos mantenerla; entonces el niño tendrá una mejor
oportunidad de absorber la humanidad, y sentirá que en todo el mundo existen personas a quienes
no conoce (de África, Australia, Europa, etc.) que están trabajando para él.

Como se dice de Dios, que ve personalmente por cada uno de nosotros, así lo hace la sociedad
humana. Entonces el niño se desarrollará con la fuerza del instinto, con la sensación de que la
humanidad debe ser no sólo respetada, sino reverenciada.

Esto, pobremente expresado, es lo que ella señaló que debía de absorber con nuestra ayuda.
Porque, cuando haya alcanzado la madurez, si lo ha logrado, no importa que ideología surja,
tendrá las bases para juzgar los hechos (buenos o malos.)

Si durante su niñez las personas hubiesen tenido la oportunidad de tener esta realidad del mundo y
de la sociedad, no se habría dejado conducir tan fácilmente a seguir utopías. Pues lo que han
seguido han sido sus propias insatisfacciones inconscientes. ¿Puede alguien en posesión de su
juicio, creer realmente que fueron unas pocas figuras políticas llamativas quienes causaron las dos
guerras mundiales?

Deténganse y piensen: ¿Por qué un líder se convierte en un líder? Porque (por medio de su
ideología) se convierte en el que ha cristalizado algunos de los sentimientos, que muchos (quienes
se convertirán en sus seguidores) tienen, pero no son claramente conscientes de ellos.

Y cuando alguien se levanta, declarando aquello que da respuesta a esos sentimientos, se


convierte en líder. Y, una vez que lo ha logrado y se ha ganado la confianza y el entusiasmo, será
seguido aún al desastre, si los seguidores no poseen base en la realidad.

Pero, cuando han sido ayudados durante su niñez a encarnar junto con la realidad del
funcionamiento del mundo y de la sociedad un sentimiento de gratitud hacia el benefactor anónimo
que trabaja para ellos y que es la humanidad completa entonces, sin duda, si algunos fanáticos
con nuevas ideologías les dijeran:

“Síganme a la gloria” (queriendo decir: “Síganme a la guerra”) se detendrían a pensar;


probablemente reaccionarían como ustedes y yo lo haríamos si alguien nos dijera: “¿Miren, ven
ese balcón? ¿Ven a esos pequeños pájaros volando? Ustedes son como ellos, pero su madre no
les permite volar, maten a su madre, salten del balcón y empiecen a volar”. Porque sabrían cuáles
son las consecuencias en sus sentimientos si hubieran matado a su madre con sus propias manos
y lo que les hubiera pasado si saltasen del balcón.

Este es el cuadro general. A ello se refería la Dra. Montessori cuando decía: “Debemos ayudar al
niño después de los seis años a satisfacer sus tendencias. Las que lo impulsan a comprender no
sólo su ambiente inmediato, sino también aquel que no es accesible a su exploración sensorial”. Si
lo hacemos, la gratitud espontánea hacia Dios y hacia el hombre surgirá.

Esta comprensión y esta gratitud deberían ser la esencia fundamental de la educación para esta
edad; la base sólida sobre la que descansa el edificio de una adaptación consciente a la sociedad
humana. La Dra. Montessori tenía razón porque, especialmente hoy en día, si uno llega a
adaptarse sólo a una nación, no estará adaptado al mundo de nuestros días.
¡Absolutamente no lo está! Antiguamente la adaptación era sólo hacia la vida de la aldea. Aún
cuando yo era joven había personas de alguna aldea que pensaban que visitar la aldea vecina era
tonto e inútil (como ir a la luna), porque vivían el tipo de vida en el que cada familia tenía que hacer
casi todo por sí misma. Para ellos una aldea que estuviera a 20 ó 30 Km., era un lugar extranjero;
sus habitantes eran considerados tan extraños para ellos, como a nosotros nos parecen los
pigmeos africanos. Los miraban con sospecha y desconfianza. Su actitud está mejor descrita por el
refrán citado aun hoy en día en estos pequeños pueblos: “El buey y la mujer de la propia aldea”,
refiriéndose con ello a que el comportamiento de otros era tan diferente del suyo que si alguien
elegía a uno de ellos para casarse y compartir la vida estaría atado a una molestia. Así que en ese
tiempo la existencia estaba restringida a una pequeña comunidad -que compartía las mismas ideas
y las mismas costumbres-, así era fácil lograr la adaptación. La vida en estas aldeas era un caso
extremo, pero hace resaltar las pobres condiciones que existen hoy en cualquier lugar de los
llamados países desarrollados.

Antiguamente, sólo existía una forma de comportarse; las reglas eran fijadas por tradición y por
herencia. En el caso de las aldeas a las que me refería, como las que existían en Italia, este
comportamiento estaba basado en la moral católica y, si alguien hacia algo fuera de ella, era
condenado por toda la aldea por su mala conducta. ¡Cuánto comentaría la gente! ¡Chismoseando y
hablando! Si, por ejemplo, una mujer (muy diferente al hombre, cuya naturaleza está ligada a la
maledicencia), en un acceso de rabia durante una riña lanzaba una maldición, encontraría su
desgracia; era igual si se cometía una pequeña infracción (alguna acción que no correspondía con
la mentalidad del resto del grupo.) Los niños en esa clase de ambiente tenían una guía segura
para lograr su adaptación. Probablemente es por eso que, mentalmente, esas personas eran
normales y muy equilibradas. Nada las podía estremecer. Su carácter era equilibrado y su lealtad
era firme.

Si ustedes comparan las condiciones de entonces con las que prevalecen hoy ¿a quién le pueden
guardar lealtad los niños en la actualidad? Porque ahora nuestra aldea es el mundo y los niños
crecen bajo el impacto de todo tipo de ideologías conflictivas. Escuchan que alguien proclama:
“Esto está equivocado”, mientras que otro, refiriéndose a lo mismo, dice con autoritarismo: “Es la
más alta expresión de lo correcto”. ¿A qué se pueden adherir nuestros desafortunados niños?

Además, la estabilidad del comportamiento social es, psicológicamente hablando, tan importante
para la salud mental de los niños, como la estabilidad del terreno sobre el que están parados. Así
que ¿cuál es la consecuencia? Imaginen sus sentimientos de inseguridad si a cada paso el terreno
aparentemente sólido cediera bajo sus pies. Se ve sólido, caminan en una dirección, ¡y se caen!
Se dirigen hacia otro lugar, y vuelven a caer. No importa a dónde vayan, caen. Después de un
tiempo pensarían: “No sé a dónde ir. No sé dónde pisar en mi desesperada necesidad de encontrar
algo que me sirva de guía”. En tales condiciones muchos de nosotros nos volvemos “difíciles” y
“desajustados”.

Esto es lo que pasa hoy en día. Los viejos valores espirituales están siendo atacados, las nuevas
ideologías están luchando contra ellos: nada parece ser seguro o permanente. Si ya es bastante
malo para nosotros adultos, quienes hemos establecido nuestras ideas, ¡cuánto más lo será para
los niños! No importa cuántos psicólogos vengan en su ayuda, si las condiciones permanecen
iguales, y los educadores no hacemos nada por hacer posible al niño construirse un
comportamiento básico, encarnando las realidades estables escondidas bajo la apariencia caótica,
no desarrollará con facilidad un sentimiento de confianza en la vida.

En lo que concierne al método, ustedes saben que en la actualidad, después de dos o tres años,
todo es anticuado. ¿Qué implica esto? Que nosotros, educadores, no sabemos qué es lo que
estamos haciendo, que también sentimos inseguridad y buscamos un camino que no podemos
encontrar. ¡Porque todo lo que intentamos falla! Pero hay una cosa que nunca fallará: la educación
Montessori, si la comprendemos como ella lo comprendió. Les diré por qué: Porque la esencia de
ese método es: “Ayudar al desarrollo del niño y ayudarlo a adaptarse a las condiciones del
presente”.
Ciertamente, las condiciones cambiarán, pero hay ciertas cosas que no y son precisamente las que
la Dra. Montessori enfatizó, las mismas que permitieron a la humanidad ascender desde el bajo
nivel en el que se encontraba en sus orígenes, hasta el nivel actual. Por ejemplo, en relación con el
vestido, puede usarse “en línea H”, o la «cintura angosta”, o algo más concerniente a la moda.
Pero es lo de menos, lo que no pasa de moda es vestirse.

Puede desaparecer la moda en el vestir, la forma de preparar los alimentos, o la cantidad de platos
que se sirven en una cena. [En la Edad Media, aquellos que podían pagarlo tenían fastuosas
cenas.] El cambio que ha sufrido la alimentación es enorme, pero hay algo que no pasa de moda:
alimentarse. Y si educativamente nos basamos en aquello que es importante para la vida y para el
desarrollo, entonces la educación Montessori siempre vivirá, porque esas son sus bases; por
ejemplo, el hecho de que el niño al principio no pueda caminar y después lo haga. Así que
confiadamente podemos esperar que la humanidad avance a grandes saltos y, a pesar de ello,
siempre encontraremos que los bebés seguirán siendo bebés y que para llegar a los 20 años los
recién nacidos tendrán que vivir 20 años.

No se espera que el cuerpo humano en crecimiento, en el cambio de dientes, pueda desarrollar


nuevos métodos en los próximos milenios. En relación con la mente, sucede lo mismo, existen
ciertos factores básicos que no cambian, lo que puede cambiar es el contenido de la mente. Son
estos factores los que hacen que el niño se adapte a cualquier sociedad, sin importar cuáles sean
sus patrones de comportamiento. Estos factores son los que los psicólogos llaman “tendencias
humanas”. Estas tendencias pueden ser ayudadas u obstaculizadas para cumplir con su tarea.
Una de ellas es hablar, pero la naturaleza no dicta qué lenguaje hablará. Eso depende de la
sociedad en la que crezca. Ciertamente, si mañana en Holanda, existiera el idioma griego en lugar
del holandés, no se podría insistir en que los niños aprendieran holandés porque las personas
alrededor de él estarían hablando solamente griego.

Si lo hiciéramos, estaríamos exigiéndole que fuera en contra de la naturaleza: un esfuerzo


imposible para él, que reaccionaría diciendo: “¿Por qué debo aprender holandés? ¿Sólo porque mi
bisabuela lo hablaba?” Sentirá lo que muchos sienten hoy acerca de los lenguajes clásicos: “¿Por
qué tenemos que estudiar latín y griego, sólo porque nuestros ancestros nos dieron algunas
directrices en la civilización?”

Pero, cuando no hay quien se oponga, observen cómo trabajan las tendencias naturales.
Consideren a los niños en la actualidad: nada se puede hacer en las escuelas o en la casa para
impedir a los niños de Holanda hablar holandés, no podríamos evitarlo aun cuando lo deseáramos.

Un poco después de nacer, los niños empiezan a balbucear, después empezarán a hablar; porque
hablar está en su naturaleza: el factor de aprender a hablar y el deseo de expresarse. Lo que las
circunstancias históricas podrán ofrecer en el desarrollo del lenguaje con esta tendencia de vida
podrá cambiarse, pero la tendencia misma no lo hará. Esto nos lleva a otro hecho: La rapidez con
que el hombre llegó a predominar sobre el resto de la creación, especialmente en el dominio de la
vida, porque la tierra tiene tres mil millones de años de antigüedad y el hombre civilizado -es decir,
el hombre que vive en las ciudades- tiene apenas 5000 años de existencia. ¿Qué son cinco mil
años en comparación con tres mil millones? Nada más que un chasqueo con los dedos.
Considerando esta diferencia en tiempo y lo que la humanidad ha realizado en su corto espacio
geológico de vida, el hombre podía decir, como César: “Vine, vi, vencí.”

¿No es verdad? Porque llegó a ser más poderoso que los reptiles, cuyo reino duró cientos de
millones de años, y algunos de ellos se convirtieron en monstruos terroríficamente poderosos.
Ciertamente, los reptiles no carecieron de número, ni de poder. Cuando desaparecieron fueron
seguidos por enormes mamíferos (algunos de ellos feroces como el oso, el mamut, el tigre dientes
de sable, etc.) Los pequeños hombres vivieron entre ellos; sin embargo, después de algunos años
lo encontramos capaz de decir: “Soy el amo”. ¿Cómo sucedió? Probablemente ahora se
preguntarán ustedes qué tiene que ver todo esto con los problemas actuales de la educación.
Porque estudiando cómo el hombre llegó a predominar, uno descubre cuáles son las tendencias
que le llevaron a la victoria. Como hemos visto, las tendencias no cambian y son hereditarias. El
niño las posee como potencialidades cuando nace y las usa para construir al individuo adaptado a
su tiempo.

Durante el período de crecimiento estas tendencias asumen diferentes aspectos, con la ayuda de
lo que la Dra. Montessori llamó “períodos sensitivos”. Es lógico que si se pueden descubrir tanto
las tendencias como los períodos sensitivos, entonces se habrá encontrado un fundamento seguro
y permanente sobre el cual basar la educación, si ésta es vista como una ayuda para satisfacer las
potencialidades del niño. Porque, como se ha visto, son bases seguras en las que la educación
puede confiar. Esa es la parte importante. Entonces tratemos de descubrir en el desarrollo cultural
de la humanidad cuáles son las tendencias básicas y permanentes que hicieron que el hombre
predominara sobre los animales.

Sólo consideren cuántas preocupaciones menos tienen los animales en relación con nosotros. No
tienen ningún problema por cambiar de ideología, porque no tienen. Saben exactamente qué hacer
y la mayoría de ellos lo hace desde el momento en que nace. Si pensamos en la falta de
conciencia sobre el esfuerzo que realizamos en el desarrollo de nuestro cuerpo, podremos tener
una clara idea de la falta de esfuerzo mental en los animales. Nuestro cuerpo -sufre una serie de
cambios desde el momento en que somos concebidos hasta que nacemos. Algo dentro de
nosotros dirige estos cambios. Nuestro cuerpo está dirigido por algo fuera de nuestro control.
Nuestra nariz crecerá un poco más que la de otros, nuestros ojos tienen el color y la forma
diferente de los de nuestros vecinos. Alguien lo hace por nosotros. Tal vez no estemos satisfechos
con nuestro aspecto: eso es otra cosa. Pero no tenemos que decir: “Ahora debo crear una pierna
por mí mismo, ahora desarrollar la otra”. No es necesario. No tenemos que preocuparnos por ello.
Ni nosotros, ni los animales. Sin embargo, para ellos también esta guía está establecida en su
parte psíquica.

Tienen una directriz que les indica cómo comportarse ante cualquier circunstancia sin que tengan
que preocuparse por ella. Por ejemplo, traten de alimentar a una vaca con un bistec. Su reacción
es como si les dijera: “No, a mí lo que me gusta es la hierba. ¡Y lo aprueben o no, voy a comer
hierba!” Así, tiene una clara directriz para saber qué hacer. Todos los animales, en diferentes
grados, tienen una conducta preestablecida. Tienen un instinto que los hace parecer inteligentes.
Pero, si lo consideramos cuidadosa mente, nos daremos cuenta de que cada “inteligencia” animal
es válida únicamente dentro de la extensión de su conducta.

Esto significa que su mentalidad y su inteligencia están limitadas a un patrón definido• De igual
forma es limitada su posibilidad de sobrevivencia. Por ejemplo, si soy una vaca y no puedo
encontrar ningún alimento vegetal adecuado ¿qué puedo hacer? Nada. Habré de morir. Y si
ustedes amplían sus investigaciones, encontrarán que esto es válido para todo tipo de vida,
vegetal o animal. A cada especie le ha sido dada una guía especial, por ejemplo hacia el alimento
que deben comer, cómo deben comportarse, qué movimientos deben realizar, etc. Todo les ha
sido dado. Considerando su propia vida cuando tienen que tomar una decisión importante, ¿no han
pensado: “¡Ah! Si pudiera ser un animal ¿no sería agradable? ¡Qué descanso! ¡No tendría que
preocuparme por nada! Fui traído al mundo por mi padre y mi madre y Dios, a través de mis
instintos, me dice qué hacer y yo lo hago”? Qué placentera es la vida de los animales en
comparación con la nuestra, considerando que generalmente nosotros no sabemos qué hacer.
Somos animales que nunca estamos satisfechos. Y la insatisfacción continúa impulsando en la
sucesión de generaciones.

Desde este punto de vista, los animales tienen una ventaja enorme sobre los humanos. Otra
ventaja es que no importa qué clase de esfuerzo tengan que realizar para salvaguardar y mejorar
sus vidas, cualquier clase de vida que lleven, tienen en su cuerpo todos los instrumentos que
requieren. El enorme significado de esto se puede ver en el siguiente ejemplo: si yo hubiera nacido
chofer, significaría que debería tener en mi propio cuerpo el automóvil que habría de manejar, así
como todos los animales tienen en su cuerpo los instrumentos necesarios para conservar su vida.
Por ejemplo, los roedores tienen “cinceles” en sus dientes y pueden roer, los tigres tienen las
armas en su cuerpo, los osos polares tienen una piel tan gruesa que, aun cuando la temperatura
se encuentra más abajo que el punto de congelación, parecen decir: “No debo preocuparme por
vivir en el hielo, porque con mi piel estoy caliente y protegido. ¡Dios me ha dado mi abrigo!” Pero
nosotros los humanos, ¡pobres de nosotros! ¡No tenemos nada!

La Dra. Montessori acostumbraba decir: “Si los animales hubieran obtenido una inteligencia
brillante como la nuestra, al ver aparecer al hombre sobre la tierra durante una glaciación, hubieran
dicho: ¡Esta criatura ha sido desheredada por Dios!” Y ciertamente ¿nos podríamos imaginar una
situación peor? Hacía frío y el hombre no tenía ningún abrigo. Era débil, y estaba rodeado por
enemigos terribles en un ambiente físico hostil, carecía de armas para defenderse de los enemigos
y de instrumentos para conquistar el ambiente, no tenía las armas del tigre o los dientes incisivos
del conejo; no tenía pelambre como el oso. Y si, impulsado por el hambre, quería cazar un conejo
como lo hacían los lobos, quedaba rezagado, porque los conejos podían correr más que él. Y si
entonces probaba suerte con el toro, éste lo atacaba con su cabeza y ¡Adiós hombre! Así lo
encontramos, pobre hombre: pequeño, débil, desnudo y desarmado, temblando en el hielo. ¡Y esto
no es todo! Todavía tenía una mayor calamidad: tenía crías. Pónganse a pensar: ¡una cría que
nunca crecía! Una vaca o un búfalo a las dos horas de nacer pueden empezar a caminar, saben
dónde encontrar alimento y van a tomarlo, cuando la madre muge, tiene la inteligencia suficiente
para comportarse como si dijera:

“Sí mamá, ya voy”. Pero en el caso del hombre, sus crías son bultos pequeños de carne que no
tienen ninguna inteligencia y están completamente desvalidos. No puede hacerse entender por los
demás, ni entiende nada y es tan débil, ¡pobre cosita! Le tomará meses, antes de ser capaz de dar
su primer paso. ¡Y eso es lo de menos! Su dependencia hacia sus padres no dura sólo un año,
como en los animales, o dos, tres, cuatro o cinco años, en la actualidad los padres tienen que
continuar apoyando a sus hijos a veces por más de 20 años.

Partiendo de aquí, podemos visualizar las lastimosas condiciones en que el humano recién nacido
se encuentra. Como la Dra. Montessori decía: “Si alguien tuviera el derecho de decirle a Dios:
“¿Por qué me has abandonado? Ese sería el hombre.” Ya que fue puesto en el mundo, en una era
glaciar, sin ropa, sin armas y por cría una especie de bulto, a quien no podía tirar, ¿por qué?
(Porque lo amaba demasiado! Esa es la parte graciosa. Así que, en tales condiciones ¿qué podía
hacer? Darse por vencido y morir o esforzarse por desarrollar sus potencialidades latentes y
sobrevivir. No había más alternativas.

Y lo hizo. Enfrentado con esas condiciones desesperantes, después de unos segundos -hablando
geológicamente- fue capaz de decir al resto de la creación: “¡Soy el amo y ustedes me
obedecerán! Podré no tener instintos preestablecidos, podré tener esta progenie a quien ustedes
consideran una nada agregada a mi insignificancia, pero esperen, ¡Tengo hijos y me tengo a mí
mismo! Pronto todos ustedes tendrán que obedecerme”.

Ahora consideremos qué significaba este “tenerse a sí mismo”: era un conjunto de inmensas
potencialidades basadas en unos cuantos elementos. Uno de ellos es el cerebro, otro la capacidad
de posarse sobre las extremidades posteriores, para que las delanteras pudieran estar libres para
hacer lo que quisieran y el último elemento, el más importante es que Dios lo hizo libre de patrones
psíquicos preestablecidos, que limitaban a los otros animales.

Como ustedes ven, lo importante era que al hombre se le había dado la libertad de espíritu• No
tiene instintos, como los animales y no fue un castigo; de hecho, fue redimido de la esclavitud,
incluyendo la de los instintos.

No tenía preestablecida ninguna idea sobre instrumentos o armas. Podría parecer el más pobre de
los pobres porque no había sido dotado con nada, pero aquellos que se compadecían de él se
olvidaron del regalo de la inteligencia, probablemente porque era invisible. ¿Y qué fue lo que hizo
con su inteligencia? ¿Ustedes creen que es ir muy lejos comparar al hombre primitivo con nosotros
en la era atómica?

Si así lo creen, permítanme preguntarles algo: ¿qué es lo que se hace hoy en día cuando se va a
acampar en un país extraño? Después de que se ha elegido el sitio y levantado la tienda, lo
primero que uno hace es tratar de encontrar puntos de orientación en relación con la tienda, de tal
forma que se pueda regresar a ella, después empieza a explorar el lugar para conocer los
alrededores. Eso mismo es lo que debió hacer el hombre cuando escogió por primera vez un
terreno de caza, porque si no se hubiera orientado no estaríamos aquí.

Si han leído El niño. El Secreto de la Infancia, de la Dra. Montessori, recordarán que describe la
orientación como una de las primeras tendencias que aparecen en el niño. Cuando ilustra el
período sensitivo hacia el orden, describe un episodio de un niño y un paraguas.3 ¿Qué significa?
Para el niño, hasta cierta edad, si algo es habitualmente colocado en un sitio definido, desea
encontrarlo siempre ahí, porque antes de que haya establecido interiormente la orientación, la
ubicación de estos objetos le es necesaria para construirla, si son cambiados de lugar es como si,
habiendo vivido en la misma casa durante 30 años un día, al regresar a ella, ya no estuviera en su
lugar. Nuestro hogar ha desaparecido.

A los conocidos, a quienes les menciono que no lo encuentro, les parece que no tiene ninguna
consecuencia; pero para nosotros es terrible. Hemos perdido el punto de referencia, sentimos que
ya no podemos confiar en nosotros mismos. Estábamos seguros de que la casa estaba aquí, todos
aseguran que no y lo peor es que no les importa que ya no esté y nos miran de forma extraña,
porque estamos tan trastornados.

Nadie comprende que la desaparición de nuestra casa arriesga nuestro sentido interno de
orientación, que nos capacita para encontrar nuestro camino, para darnos cuenta si vamos por un
camino equivocado y regresar para encontrar el correcto. Si la seguridad que da el sentido de
orientación es removido, no sólo es que uno se sienta perdido en la ciudad; se siente mentalmente
perdido.

Por eso la Dra. Montessori insistió sobre los que parecían detalles sin importancia. Ella encontró la
razón y la importancia que tiene para el niño el orden externo. Intuía que una de las primeras
tendencias en el recién nacido es construir aquélla dentro de sí mismo que lo capacita no solo para
ponerse en relación con su entorno, sino que actúa como una clase de logro interno relacionado
con las otras tendencias y que da forma a una de las más poderosas urgencias del hombre y que
lo ayudan a encontrar todo aquello que requiere para satisfacer sus necesidades: la exploración.

Tuvo que explorar todos los detalles, en todos los caminos que la civilización ha tomado. En
relación con el alimento, por ejemplo, la humanidad debió de explorar toda posibilidad existente.

Tenemos una prueba de ello si consideran qué es lo que, en la actualidad, las personas comen en
todo el mundo; en algunas partes de África hay personas que comen escorpiones, en Italia
comemos caracoles y ranas, en algunos lugares se comen gusanos. Y si vemos aquello de lo que
nos abstenemos; cosas que el hombre ha dicho: “¡No coman eso, es venenoso!”

Pero ¿cómo supieron que era venenoso? Porque alguien -en el pasado remoto- debió haberlo
probado y murió en agonía. Así que si ahora sabemos qué es bueno y posible de comer, es por-
que en el pasado la humanidad, impulsada por el hambre, exploró toda clase de alimentos,
animales y vegetales, para saber si era útil mantenerlos con vida, esperando al mismo tiempo que
no mataran a quien lo hubiese comido.

3
Montessori, María, El niño. El secreto de la Infancia¦ Diana, México, 1985. Capítulos 8 y 9, pp. 93 a 121.
Es importante comprender que somos los herederos de millones de personas quienes, a través de
agradables o terribles experiencias, hicieron la comida segura para nosotros. Cuántas personas
tuvieron que morir para llegar al punto de que hoy podamos decir: “¡Cuidado con eso!” Esta
exploración no ha sido sólo en una dirección. El nivel actual de civilización testifica el hecho de
que, a través de la humanidad, el hombre ha explorado todo cuanto existió en su ambiente,
siempre impulsado por el curso de sus necesidades, porque -esa es la parte extraordinaria, como
ya he dicho, que Dios le dio a cada individuo- cualquier forma de vida, como condición para un
desarrollo más amplio, lo primero que tenía que hacer era mantenerse vivo.

Cada uno debería obedecer las reglas especiales del lugar donde su vida fue posible, aún para
lograr la espiritualidad. Uno puede volverse espiritual sólo después que se han satisfecho esas
normas (Ghandi tenía que comer, aún cuando era poco.) Una vez que había satisfecho la
condición de mantener vivo su cuerpo, entonces podía expresar su espiritualidad. Como todo el
mundo, el espíritu de Ghandi, el asceta moderno, tiene que tener un cuerpo en el cual vivir. Esto es
algo que muchos olvidan. Que en el hombre no sólo existe el espíritu. Somos cuerpo, mente y
espíritu. Y para alcanzar el mayor nivel de realización mental o espiritual, debemos escuchar a esa
parte que dice: “Eres una criatura con cuerpo y con necesidades corporales. Y sólo en la medida
en que respetes las reglas que mantendrán tu cuerpo vivo, tu mente y tu alma tendrán los medios
individuales de expresarse a sí mismos”. Cualquier cultura ha tenido que empezar manteniendo
siempre presente los elementos básicos que dicen:

“Tienen que respirar aire, para vivir, deben alimentarse para vivir, tienen que tomar agua para vivir.
Estas son las primeras condiciones esenciales para tu espiritualidad. Sin ellas tu espíritu, tu psique,
tu inteligencia, desaparecerán”.

Cuando apareció la especie humana en el escenario del mundo ¿qué posibilidades ofreció el
ambiente para satisfacer las necesidades corporales? Eso era lo que el hombre tenía que
descubrir. Así que, si hacía frío, el comportamiento del hombre parece que dijo: “Debo explorar
hasta encontrar algún lugar en donde sienta menos frío. Si encuentro una cueva, en donde el
viento no sople, me va a gustar esa cueva, y la voy a hacer tan agradable y tibia como pueda; si
descubro en algún lugar, durante el verano, deliciosas fresas, sabré que en adelante podré
regresar y coger las fresas en la misma época. Y si, durante otra parte del año, encuentro otro sitio
en donde haya otro tipo de alimento, iré cada año en esa estación”. Así, cada grupo humano
estableció su economía, adaptada a su entorno. Como el hombre no poseía la guía de los instintos,
ni herramientas, ni armas incrustadas en su cuerpo para lidiar eficientemente con la situación, más
bien observaba y abstraía.

La abstracción es una de las tendencias naturales del hombre y, siendo naturales en él, también se
encuentran en los niños aun cuando la manera de abstraer es muy diferente entre el hombre y el
niño.

La gran riqueza del hombre en su terrible pobreza, no la tenía ningún otro animal: la inteligencia y
el razonamiento que le permiten utilizar las abstracciones que había hecho.

Si veía un lobo que, al tratar de matar a un ternero era alcanzado por la vaca, al ver que los
cuernos penetraban en el lobo y éste moría, podía pensar: “Ojalá tuviera un instrumento afilado
como los cuernos, si algún enemigo me ataca, podré defenderme de él.” O si veía un conejo
horadando con sus uñas y cavando un túnel en la tierra, debió haber pensado: “¡ojalá yo pudiera
hacer lo mismo, pero cuando trato de hacerlo, mis uñas se rompen y mis dedos sangran!” Y
cuando vio a los mamuts de ese tiempo, tan grandes y con esa piel tan gruesa, se veían tan
calientes, aún cuando la ventisca que caía sobre la planicie helada era tremenda el viento, que
traía la muerte por congelamiento al hombre, no le hacía nada al animal. Cómo debía envidiar este
pobre hombre, congelándose hasta morir a aquellos mamuts.
En esos momentos es cuando el gran regalo de tener una inteligencia que pudiera abstraer y
razonar probaba su valor. El hombre deseaba para sí todas las cosas que no había obtenido: “Con
algo que atraviese, aún cuando mi cabeza no tenga cuernos, con un instrumento para cavar, sin
tenerlo en mi cuerpo, con los abrigos de los mamuts para cubrir mi cuerpo.” Creó en su mente
aquello que no existía.

¿Cómo lo logró? Porque fue dotado con imaginación y supo cómo usarla. Acaso él, viendo aletear
a un pájaro y volar de un árbol a otro ¿se subió al árbol y aleteó con sus brazos rompiéndose la
cabeza? ¡No! Usó su imaginación, no fantasiosamente, sino creativamente; para obtener de la
nada algo que fuera una ventaja práctica. Y dándose cuenta qué era lo que permitía cavar tan
fácilmente al conejo (sus uñas puntiagudas, duras y afiladas), dijo: “Tomaré algo, como un pedazo
de madera o de piedra, y les sacaré punta. Entonces empezaré a cavar con él.” Para hacerlo, tuvo
que modificar la piedra; es decir, tuvo que trabajar. ¿Ahora pueden ver cuál fue la diferencia entre
el animal y el hombre? El animal tenía un cuerpo con una pequeña cantidad de psique, suficiente
para servir al cuerpo. En contraste, el hombre tenía un cuerpo diminuto, pero un gran espíritu. Uno
podría expresar la diferencia esencial entre el hombre y el animal diciendo que el primero es una
psique, que tiene a su disposición un cuerpo, mientras que los animales tienen un cuerpo, que
tiene una psique a su disposición. En el hombre, el espíritu es la parte importante, el cuerpo existe
sólo para producir el instrumento que el espíritu pueda requerir de vez en cuando. En el hombre es
el espíritu el que guía, no el cuerpo. Y ese espíritu tiene vida y necesidades propias. Los animales
reposan una vez que sus necesidades han sido aplacadas. En el hombre el hambre y el frío fueron
fuentes de actividad para la mente tanto como para el cuerpo y una vez que éstas eran aplacadas
el cuerpo se sentía satisfecho, pero no la mente. Para la mente existen sugestiones, inspiraciones,
problemas. Y estas son para la mente lo que el hambre y el frío son para el cuerpo. No dan
descanso sino hasta que son satisfechas. Aun cuando el hambre corporal ha sido aplacada y el
calor restituido, la mente continúa produciendo ideas. Y esto no le daba descanso hasta que por
medio del esfuerzo corporal hubiera creado una realidad factible de lo que su mente había
imaginado. ¿Cómo lo hacía? Habiendo tenido una idea y teniendo manos, las usaba para llevar a
la realidad lo que había imaginado. Pero las manos no son instrumentos sin vida. Como el resto del
cuerpo, tenían que aprender. Así que la parte del hombre que es la mente, primero debe
conquistarlas y desarrollarlas, para hacer lo que quiera. Porque puedo desear hacer algo para
conseguir cierto propósito, pero cuando veo el resultado, puedo encontrar que es muy diferente de
lo que esperaba.

Supongamos que existen muchas varas alrededor de mí porque vivo en un bosque; yo,
cavernícola, tengo suficientes varas. Supongamos, también, que encajo fuertemente una piedra
puntiaguda en un extremo rajado de una vara para transformarla en algo que hará las veces del
cuerno del toro, porque tiene una punta, es duro y me permitirá atravesar a algún animal. Lo hago
y tengo éxito. Mato al animal que quería matar y lo hago desde cierta distancia. Ustedes se
sorprenderían de que sienta que soy mejor que el toro, porque yo puedo arrojar el arma, mientras
él no puede arrojar sus cuernos. Esa es la diferencia. Así que adquiero confianza y me fabrico
muchas lanzas y un día lanzo una de ellas hacia donde quiero. ¿Qué pasa? Se fue hacia la
derecha en vez de irse derecho y cada vez que la lanzo hace lo mismo.

“¿Por qué?” Esa pregunta llega a mi mente y no me deja descansar. No puedo dormir de noche y
estoy pensativo durante el día, así que tengo que investigar. Eventualmente, me doy cuenta de que
la diferencia entre esta vara y las que siguen una trayectoria recta es que ésta está encorvada y las
otras no. ¿Es por eso que en vez de ir recta sigue otra trayectoria? No lo sé y necesito saberlo, así
que experimento y me doy cuenta que esa es la razón. Ahora sé, estoy satisfecho. Ahora he
crecido. Pero un nuevo problema surge en mi mente. ¿Cómo enderezar una vara, si no puedo
encontrar una recta?

En otra ocasión en que mi mente esta ocupada con ese problema, tengo un contratiempo. Yo
pensaba que la lanza que había hecho siempre se quedaría así, pero esta vez la piedra salió
volando. Me tengo que asegurar de que no vuelva a suceder; en adelante voy a amarrar la piedra a
la vara, en vez de sólo poner la piedra en la rajadura que hice en la madera. Para hacerlo, el
hombre tuvo que inventar pinzas y encontrar el material adecuado para hacerla. Así que, a través
del “control de error”, el hombre prosiguió un camino hacia la “perfección”. Pero implicaba también
actividad, trabajo» manipulación, movimiento y experiencia• Sólo con esto el “control de error”
desarrolló en el hombre una habilidad física y su inteligencia creció a través de la comprensión.
¿No es acaso esto un proceso de auto educación? Lo que era valedero entonces, lo sigue siendo
hoy: La experiencia y la actividad son necesarias para lograr que la inteligencia crezca y adquiera
mayor comprensión. ¿Ahora ven porque les decía que el Método Montessori nunca morirá? Porque
ella hacía énfasis en la necesidad de satisfacer esos rasgos especiales que han probado ser las
tendencias del hombre a través de la historia.

Habiendo promovido la exploración sensorial y la educación de los sentidos, la Dra. Montessori,


aun antes de que se diera la razón de ello, dijo: “Para el desarrollo y crecimiento de su inteligencia,
se le debe permitir al niño la actividad espontánea, trabajar con sus manos y proveerlo con un
control de error”

Continuemos para ver si existen más puntos de contacto entre el desarrollo del hombre y el del
niño, como lo describió la Dra. Montessori. El ser humano descubrió en seguida que la exactitud
era necesaria. ¿Por qué de otra forma? Porque lo que había hecho no respondía a sus propósitos.
Así, al desdoblar la historia del hombre, encontramos que, pasando del paleolítico al neolítico, los
artefactos de piedras se hicieron pulidos y simétricos. El hombre se volvió eficiente, realmente
eficiente.

Estos logros, este progreso, significa que el hombre tuvo (y tiene) una “mente matemática . Porque
tenía que calcular exactamente el peso y la forma, para ser capaz de desarrollar sus instrumentos
al punto de una mayor eficiencia. ¿Acaso esto no nos muestra que el hombre estaba dotado no
sólo con una mente matemática, sino con el impulso de usarla? Esta fue una de las cosas que la
Dra. Montessori señaló, y fue la única en estilizar este hecho en la educación de los niños
pequeños. Otros educadores y psicólogos aun en la actualidad, la condenan por ello. Es inútil
llevarlos a observar los ambientes Montessori.

Aun cuando ven a los niños transformados e inmersos en ellos, la mayoría de los psicólogos
niegan que las matemáticas sean interesantes y útiles para los niños. Afirman, antes bien: “No den
matemáticas,» si lo hacen el resultado será terrible”. Pero si las matemáticas fueran terribles, no
habrían existido, ya que son una creación del hombre. Si han sido aplicadas significa que, en la
naturaleza del hombre, la tendencia hacia los conceptos matemáticos existe. El hombre las ha
utilizado en el pasado y las usa en el presente con objeto de lograr todo lo que se propone. Y
ustedes montessorianos saben que, si las matemáticas son introducidas en la vida del niño en la
forma mostrada por ella, los niños se deleitarán.

Un hecho adicional que justifica lo justifica resalta claramente si uno estudia los orígenes de la
humanidad. Vean, podré tener algún instrumento fabricado por mí, con él podré alcanzar
determinado propósito, puedo ejecutar el movimiento que considero necesario para él, pero el
resultado no es lo que deseaba. Cuando quise aprender tenis, tenía una buena raqueta, vi venir la
pelota y moví la raqueta para pegarle, pero la pelota pasó sobre mi cabeza. ¡Ni siquiera la toqué!
Me llevó algún tiempo antes de que pudiera pegarle. Cuando finalmente lo logré, se fue hacia un
lugar muy diferente al que yo quería mandarla. ¿Por qué? ¿No fue lo suficientemente fuerte el
golpe? Esto significaba que mi movimiento era uno y mi intención otra y no pude controlar mi
movimiento. En tales casos, ¿qué hacen las personas, cuando realmente quieren continuar y lograr
la habilidad? Se someten a una serie de ejercicios y continúan con ellos hasta que dominan los
movimientos necesarios. Entonces son felices. ¿Esto qué implica? La repetición del ejercicio”- Es
decir: Repetir y repetir hasta que han logrado el grado de perfección que puede satisfacer su
espíritu (en el caso del tenis, hasta ser capaz de mandar la pelota a donde se desea.)

¿Acaso no es esto una tendencia hacia el perfeccionamiento? Uno no se puede sentir satisfecho
consigo mismo hasta que ha logrado un cierto grado de perfección. El grado puede ser superior o
inferior al de otros, pero el hecho es que estoy tendiendo hacia la perfección. Empezando de la
nada, la humanidad ha alcanzado el nivel de civilización que hoy disfrutamos. Esto prueba que
desde el principio esta tendencia estaba trabajando y que tuvo que pasar por procesos similares al
que les he descrito.

¿Qué pasa con el niño? Lean los libros de la Dra. Montessori. En ellos encontrarán declaraciones
como esta: “la repetición del ejercicio es necesaria al niño”, y “el niño tiene una tendencia hacia la
perfección”, y “la exactitud es necesaria para permitir al niño controlarse conscientemente”.

Esto nos lleva al “auto-control, que fue de gran importancia para el ser humano. Para lograr la
victoria sobre el ambiente, primero tuvo que conquistarse a sí mismo, es decir; controlarse a tal
grado que pudiera sentir que era el amo de sí mismo.

¿Se pueden imaginar al hombre primitivo, en cuclillas, en el bosque, cerca de un manantial,


hambriento, esperando matar algún animal para alimentarse? Ve venir a un venado y en su
entusiasmo se levanta gritando: “¡Al fin ha llegado!” Y adiós, el venado desaparece.

“En adelante”, piensa, “aún cuando las hormigas me estén picando, y me den calambres, voy a
mantenerme quieto hasta que el venado esté al alcance de mi arma, debo dominarme.” “¡Debo
adquirir no sólo el dominio sobre el ambiente, no sólo dominar los instrumentos y la forma de
usarlos, sino sobre todo debo adquirir el dominio de mí mismo!”

Ahora pueden ver porqué, como la Dra. Montessori decía, a los niños les gustan los ejercicios de
“caminar en la línea” (si se hace como debe hacerse) y el “juego del silencio”.

Porque, inconscientemente, sienten que pueden controlarse a sí mismos de tal forma que pueden
lograr que su cuerpo haga lo que desean; la mayor satisfacción posible que uno puede tener es
convertirse en dueño consciente de sí mismo. ¡Entonces sí, qué orgulloso y qué feliz se siente!

Pero prosigamos: Aun cuando una tendencia está dirigida hacia un propósito material, y habiendo
realizado todos estos esfuerzos, si se ha logrado lo que se ha querido ¿qué sucede? ¿Se sienten
mentalmente fatigados? ¡No! Se sienten satisfechos. ¡Se sienten felices! En otras palabras, si lo
que han logrado satisface su espíritu se verán obligados a sentirse felices, frescos y descansados.
“¡Tonterías!” dirán. De acuerdo.

¿Cuántas personas conocen que, al regresar a su casa después de un día en la oficina digan:
“¡Que cansado estoy!”? Más tarde ¿Se las pueden imaginar trabajando en su pasatiempo? Si
realmente estuvieran cansados, se hubieran ido a la cama, a dormir. Pero no; pueden mantenerse
con su pasatiempo horas y horas, se sienten felices, satisfechos y mentalmente descansados. ¿No
demuestra esto que no es el trabajo sino la falta de espíritu en él lo que cansa?

Significa también que si el espíritu está detrás del trabajo, es decir, si a través del trabajo la
satisfacción llega al espíritu después de que uno termina de trabajar está descansado, porque lo
que el espíritu deseaba se ha logrado. Esa clase de cansancio que tiene el espíritu porque no ha
logrado su objetivo desaparece una vez que se ha alcanzado. Es la eliminación de este cansancio
lo que da el descanso.

Supongamos que hay un ciudadano de Marte observando sin comprender qué sucede en la Tierra
y después cuenta a otros marcianos: “Vi a alguien cargando mucho peso y después se veía mejor
y más fuerte que al principio”. “¿Qué era lo que cargaba?” Preguntaron los otros. “Frijoles, así es
como llamó a los pequeños objetos”. Supongamos que los marcianos atrapan un hombre y desean
mantenerlo feliz y fuerte. Pensarían: “Si el peso de unos pocos frijoles hace a este hombre fuerte y
feliz, entonces tomemos un saco mayor de frijoles y atémoslo a su espalda y nunca le permitiremos
quitárselo. ¡Qué feliz y fuerte será entonces!”¿Cómo se hubiera sentido el Hombre? ¿Fuerte? ¡No!
Se sentiría cansado, oprimido, aburrido, porque estaría cargando el peso, en donde no debía. No
podía comerlos, sólo estaría hecho para sentir su terrible carga. Esas serían las impresiones de
aquel hombre. Y es por eso que digo: sin el impulso del espíritu, no hay una apropiada asimilación
y entonces el cansancio aparece. Es el trabajo exigido por la fuerza lo que cansa, pero si uno
puede asimilar el trabajo espiritualmente; es decir, el trabajo que de alguna manera satisface al
espíritu, entonces se convierte en juego y uno se siente fuerte, feliz y más descansado.

Ese es otro hecho que la Dra. Montessori demostró que era verdadero en el niño: “Estaba
sorprendida de ver que, después que los niños han trabajado por largo tiempo, en vez de estar
cansados, se ven más frescos de lo que se veían antes”. ¡Por supuesto que están descansados!
Desgraciadamente, en algún momento durante el curso de la historia, la humanidad ha perdido el
sentimiento de lo que significa el trabajo, éste ha sido alejado del espíritu. De hecho, aun el
aprendizaje se ha convertido en una carga.

Continuamos examinando el empeño de los hombres cuando aparecieron sobre la tierra. La razón
por la que frente a los animales, el hombre pareciera un ser “desheredado por Dios” era en
realidad, como hemos visto, la gran bendición que Dios mismo concede a la humanidad.

Otra de las consecuencias de que al hombre se le diera libertad de espíritu, era que podía
adaptarse a cualquier lugar en donde se encontrara. Así que si se encontraba por ejemplo en
África, explotaba el territorio y construía una economía con las posibilidades africanas. Si había
plátanos, estaba bien; si había ciertos animales como alimento, igual. Eventualmente, llegaría a
sentir: “Sé en dónde están los plátanos y dónde los animales, sé cómo cazarlos; dónde se
encuentra el peligro; sé todo lo que necesito saber y aquí encuentro mi seguridad, mi felicidad”. De
esta forma se adaptaría al lugar, pero si tuviera que irse, lo que pasaría entonces, pasa hoy en día;
si ustedes tomaran a un aldeano africano, que a los 40 años se ha establecido firmemente en su
vida adaptada, y lo llevaran a otro lugar para brindarle los placeres de la vida en una ciudad;
después de que la novedad hubiera desaparecido, se sentiría infeliz y con nostalgia de su aldea.

¿Por qué? Porque creció ahí, porque a través de las técnicas culturales de su gente y de su
comportamiento especial, ha construido internamente algo similar a los “instintos” de los animales:
una psique apropiada a su ambiente específico. Aléjenlo de ese ambiente y las bases espirituales
del dominio que ha desarrollado sobre sí mismo, desaparecerán. Y después de un tiempo dirá:

“Permítanme regresar. No me gusta la vida aquí. La gente habla diferente y se comporta diferente.
No permaneceré en la ciudad, me gusta mi aldea, ese es el lugar adecuado para mí, sólo ahí
puedo ser feliz.” Esto sucede en cualquier parte en donde el hombre se ha establecido: se llama
adaptación.

En su territorio, los esquimales no se podrían adaptar a los plátanos, porque ahí no hay plátanos;
pero hay focas, peces, pájaros y se adaptaron a ellos; fueron capaces de explotar su ambiente.
Sabían dónde encontrar lo mejor que les pudiera ofrecer el lugar, cómo conquistarlo y vencer el
frío. ¡Qué gran logro! En ese territorio, en la cultura especial que desarrollaron, este tipo de gente
encuentra lo mejor para su satisfacción. Porque se han adaptado a ese ambiente y, por tanto, si le
dijeran a uno de ellos: “Hace demasiado frío aquí. Vayamos al desierto del Sahara o a algún otro
lugar que sea más cálido”, contestaría: “Bueno, me gusta este lugar. Es bello y frío. No me gusta el
calor. Quiero permanecer aquí.” Y si le dieran de comer vegetales, después de un tiempo diría: “No
me gustan los frijoles. Quiero un sabroso bistec de oso”. Porque pertenece a la gente que ha
llegado a adaptarse a un territorio especial y ha creado una cultura especial apropiada para su
conciencia.

De forma similar, a cualquier parte adonde iban, los hombres se adaptaban. ¿Pueden ver la
ventaja que él sacó de su pobreza? “Hay un oso blanco. Siento frío, ojalá pudiera tener esa piel
para ponérmela”, pensó. Después, habiendo matado al oso, pudo usar su piel. Cuando llegó el
verano y sintió calor, se quitó la piel. ¿Pueden ver la ventaja? El oso no puede quitársela.

Es por eso que la gran pobreza del hombre: pobreza de equipo corporal, de guía instintiva, le
dieron la libertad que le permitió adaptarse a cualquier lugar. Consideren a las jirafas, si las alejan
de su entorno y las traen al polo norte, ¡adiós jirafas! Y lo mismo sucede con todos los animales
que se han adaptado a una condición. Si los llevan a otras condiciones, perecerán. Así que, en su
riqueza, los animales están estrechamente limitados en lo que al mundo se refiere. El hombre, en
cambio, al habérsele negado los instintos, se le dio la libertad del mundo. En vez de ser una
calamidad, la aparente inferioridad era verdaderamente una bendición, por su significado: “¡El
mundo es tuyo! ¡Ve y tómalo, eres libre!”

Dios es tan misericordioso que, aún en sus calamidades están escondidas sus bendiciones. Y así
lo ha probado la humanidad. Porque aún la segunda calamidad, ser agobiados con una
descendencia, cuya impotencia duraba años, probó ser una bendición.

Como ustedes ven, el ser humano tenía en ese tiempo los mismos sentimientos que tenemos hoy.
Los niños pequeños de entonces provocaban el mismo sentimiento en los corazones de su familia.
El hecho peculiar acerca de los niños pequeños es que todos los aman, especialmente su madre y
su padre.

Supongamos que en las condiciones que prevalecían entonces, hombres y mujeres no se casaban
por amor, después de un tiempo de convertirse en padres, debieron tolerarse mutuamente, cuando
menos. Aún en nuestros días, en algunos países hombres y mujeres no se conocen en absoluto
antes de casarse, y durante un tiempo después del matrimonio no se aceptan por completo.

Pero después que los hijos nacen, gradualmente se van tolerando. Es verdad que algunas veces,
si no fuera por los niños, se separarían; pero ambos los aman y deciden permanecer unidos,
porque aman a sus hijos.

Si esto se ve hoy en día, cuanto más verdadero sería en aquellos tiempos. Cuántos problemas
debieron surgir por tener niños pequeños. En ese tiempo no había niñeras, la madre tenía que
llevar al niño consigo a todos lados, porque el niño estaba desvalido, así que no podía dejarlo
cuando iba a realizar algún trabajo. A lo mucho la habitación de la familia era una cueva que no se
podía cerrar con una puerta, como en nuestras casas. También existían enormes animales
carnívoros en grandes cantidades (osos, leones, tigres, lobos, etc.) En tales condiciones dejar al
niño significaría que no habría más niño. “Así que”, pensaba la madre, “debo llevar al niño
conmigo”. Y, al hacerlo, el niño tenía un medio de transporte que le permitía ver el ambiente. El
niño siempre estaba presente. Cuando la madre iba a traer agua, iba con ella, cuando regresaba a
la casa y empezaba a manipular las cosas para cocinar, o preparar las pieles o limpiar los
vegetales el niño estaba ahí observando. El padre regresaba con la caza y el niño observaba qué
hacía con ella. El grupo se reunía para las ceremonias rituales y el niño estaba ahí. Así que crecía
observando todo. Eso significa que tanto el ambiente como la sociedad son semillas sembradas en
el campo fértil de los sentimientos del niño e inconscientemente, sin darse cuenta, se convertía en
uno del grupo. Esa era una de las ventajas que el niño obtenía de su desamparo. Otra de las
ventajas deriva del hecho de que, al nacer, su cráneo no está totalmente osificado y su fontanela
no está cerrada; de forma tal que, la cavidad craneal se podría expandir dando lugar a que las
células de la corteza cerebral se pudieran completar a expensas del ambiente.

Como ven, el ambiente era (y es) construido dentro del cerebro del niño, logrando que se
terminaran de completar las células de la corteza cerebral. ¿Se imaginan la gran ventaja que esto
significa para la adaptación? Otra consecuencia de lo desvalido del niño recae en los padres, pues
la madre tenía que proveer el alimento.

Así se inició la colaboración y la división del trabajo que, sin el niño, no hubiera surgido tan fácil y
espontáneamente. Y estando juntos y tratando de comunicarse, debieron tratar de comprenderse
uno al otro, por medio de un lenguaje simbólico; pero eso, ahora como entonces, no fue muy lejos.

Así que debieron ponerse de acuerdo posiblemente así: “Cuando diga ‘bumba’ quiero agua”. Y
cuando alguno decía: ‘bumba’ el otro podía comprenderlo. ¿No fueron inteligentes?
A través de ese acuerdo (que parece fue espontáneo en todos los grupos humanos), ciertas
combinaciones de sonidos llegaron a tener un significado especial y así surgió el lenguaje; así llegó
la comunicación entre los espíritus. A través de estos pocos sonidos que emito, ustedes crean en
su cerebro la reproducción fiel de todo lo que quiero decirles. Tan sólo a través de la gente que se
puso de acuerdo en qué significado darle a ciertas combinaciones de sonidos que todos podemos
emitir, nuestros espíritus son capaces de comunicarse.

Es como si estuviéramos tocando un instrumento que pusiera en movimiento una película


espiritual. Aún si ustedes piensan en ella, esta película no es un cinematógrafo real, ya que no
hago otra cosa que sonidos con mi boca; a través de estos sonidos todas mis ideas llegan a su
entendimiento. ¿Acaso no es esto una comunicación espiritual? Si lo piensan, ¿no tiene un sabor a
magia el hecho de que el espíritu pueda transmitir todas sus emociones, todo el producto de la
inteligencia, todos los frutos de un razonamiento tan sólo porque nuestra boca puede producir esos
pocos sonidos?

Y si no hubiera sido por el niño, que mantuvo el primer núcleo social unido, probablemente no
hubiera pasado. No hubiera existido la posibilidad de comunicación: el hombre y la mujer hubieran
seguido vidas separadas y probablemente habrían permanecido al nivel de los animales.
Probablemente la humanidad nunca hubiera sido capaz de percatarse de sus potencialidades y de
dar expresión al espíritu del hombre. Esa es la segunda gran ventaja que derivó del hecho de que
los niños pequeños estuvieran desvalidos. Pero existe otra porque, aún cuando el niño de 10 ó 12
años —en las condiciones que prevalecían— hubiera sido capaz de proveerse a sí mismo, en caso
de verse obligado por ser maltratado, no hubiera dejado a su familia para enfrentarse solo contra el
mundo, tan amenazante y lleno de terribles peligros. La seguridad yace en la unión. Los niños
siguieron naciendo en una secuencia natural; por tanto el padre y la madre, mientras su edad se
los permitiera, nunca estarían sin niños pequeños que cuidar. Así creció la sociedad. Y cuando los
niños crecieron y (a su tiempo) se casaron, hablaron el lenguaje que sólo ese grupo podía
comprender, tenían costumbres que no tenían otros grupos e incorporaron innumerables detalles
que sirvieron para mantenerlos unidos. Así, el interés común surgido por el amor a su
descendencia y por los hermanos y hermanas, el interés común de tener la comunicación espiritual
no sólo creó al grupo y la economía del grupo, también creó el espíritu del grupo. En cada
ambiente esto debió ser alimentado por cuentos que tomaron determinados aspectos, dando forma
a los sentimientos, provocando tabúes, creando reglas y ceremonias.

Ciertamente, aunque a través de su inteligencia habían conquistado mucho, existían algunas cosas
que no habían sido capaces de conquistar. Por ejemplo, cuando un rayo golpeaba y separaba una
roca y ésta mataba a alguien. Uno podía correr al ver un oso o podía matarlo, pero ¿quién podía
controlar este proyectil de fuego que había sido lanzado desde arriba por un agente invisible?

Y en aquellas ocasiones, en el norte, cuando el sol desaparece y no regresa por muchos días y el
frío crece más y más y los animales desaparecen, ¿qué poder invisible se ha disgustado? “¡Por
favor, permítanles regresar! Quien quiera que seas, donde te encuentres, no te enojes con
nosotros”, debió haber implorado el hombre. Gradualmente, estos poderes terribles que se
encontraban tan distantes de la posibilidad de ser conquistados por el hombre debieron volverse
reales. Esa es, probablemente, la forma en que empezaron a aparecer los dioses. Ya que en casi
todas las realizaciones antiguas se puede encontrar a un dios que estaba conectado con la
naturaleza, y los hombres se sentían a su merced.

¿Qué les trajeron los dioses? Una serie de leyes y el sentimiento de gratitud por los favores
recibidos así como los tributos que debían pagar para mantener aplacados a los dioses, lo que
significaba que en ciertos momentos tuvieran lugar sacrificios. Si existía un dios, una parte de lo
que la gente comía debería ser ofrecido a él: La porción reservada a los dioses. Gradualmente se
debió establecer un ritual para guiar a las personas en cada grupo.
Probablemente esta fue la forma en que se establecieron las religiones. Con ellas llegó el
sentimiento de culpa a todo aquel que hacía algo fuera de los límites de las leyes y las costumbres
del grupo.
Si, habiendo pecado, le pasaba algo desagradable a él o a quienes él amaba, debía sentir: “Es
porque he hecho algo fuera de las leyes. Debo hacer penitencia y nunca volveré a hacer lo que no
está permitido”. La religión, el ritual, las costumbres, el conocimiento del bien y del mal, me
transformaron dentro del “territorio espiritual” del grupo; territorio del cual el grupo se volvía cada
vez más dependiente que del mismo territorio físico.

En la actualidad, podemos encontrar ciertos grupos de personas que se sienten más incómodas
cuando salen de su territorio espiritual que cuando abandonan el físico porque, si a uno no le gusta
su territorio físico, se puede alejar, pero no se puede huir del territorio espiritual, pues lo llevamos
en nosotros mismos. Y la conciencia siempre nos molesta cuando hacemos algo equivocado.

Si alguien va al extranjero, con otro grupo cuyas costumbres van en contra de la conciencia del
visitante, no se puede sentir en su casa en esta nueva situación. Por ejemplo, si tuvieran que ir con
personas agradables en todos los aspectos, excepto por el hecho que son caníbales, ustedes
pensarían: “¡No puedo tolerar a esta gente! ¡Son horribles!”. De la misma forma deben sentir los
hindúes respecto a nosotros, pues matamos a las vacas y nos las comemos, y aún si no lo dicen,
deben pensar: “¡Qué horribles personas!”

Generalmente, la única felicidad que cada quien puede encontrar, es cuando hay personas que
piensan igual, sienten igual y hablan igual que uno. De esta forma el grupo espiritual, hoy más que
antes, se ha convertido en lo más importante. Las abstracciones, que materialmente no existen y
que no son alimento o habitación sino algo espiritual, se volvieron necesarias y se convirtieron en
guía para el comportamiento de la gente, tan fuertes como los instintos de los animales.

Por consiguiente, este comportamiento llegó a basarse tanto en la economía derivada de los
recursos del ambiente y de los dioses, que éstos fueron abstraídos de la economía. Aún hoy, los
“ainus” de Japón, tienen un “dios oso”, porque se alimentan de osos y en la India pueden encontrar
personas que adoran al árbol, probablemente porque en el pasado les trajo toda clase de ventajas,
tanto en la comida como en la elaboración de una casa; o entre los hindúes donde la vaca es
sagrada porque están agradecidos con ella por una u otra causa; de tal modo que los dioses
fueron exaltados en la economía del país.

Además del lenguaje debió haber otras cosas de este tipo que mantuvieron unida a la gente,
porque nadie fuera del grupo pensaba en las cosas que ellos hacían. Y nadie más tenía el mismo
dios, así que en cada comunidad la gente sentía: “este es mi grupo, esta mi religión”. Fue este
sentimiento el que mantuvo y reforzó la unidad (con la elaboración espiritual que pasó a las
generaciones sucesivas), que el grupo se volvió más grande y la religión especial, y el
comportamiento se estableció cada vez con mayor profundidad. Este es otro de los beneficios que
el niño trajo a la humanidad, porque si no fuera por él esto no hubiera sucedido.

Una mayor ventaja derivada de la presencia del niño es la sobrevivencia del lenguaje, las
costumbres, la religión y sus modificaciones. Esto se debe al poder especial del niño que la Dra.
1
Montessori llamó “la mente absorbente”, el poder que tiene el niño de tomar inconscientemente
estos atributos espirituales del ambiente.

La verdadera guía del niño para su construcción psíquica es la actitud de los padres y la del grupo.
Lo siguiente puede aclarar lo que quiero decir: Se dice que a los niños les gusta lo dulce, yo tengo
nietos y su madre toma el café o el té sin azúcar. Los niños también quieren tomar estas bebidas y
lo hacen sin azúcar. Pero a mí no me gustan si no tienen azúcar y ellos se burlan de mí. Así que lo
que importa no es si son amargas o dulces, lo que tiene verdadera importancia es la expresión de
placer en la cara de las personas.

1 Cf.: el libro de María Montessori La mente absorbente del niño- Asociation Montessori Internationale, Diana, México, 1985.
Los niños desean compartir el placer y gradualmente llegan a apreciar y preferir el sabor apreciado
por el grupo. Generalmente sucede lo mismo en todas partes. Aún antes de que cumplan un año,
parece que exploran la cara de sus padres y registran lo que observan. Si la expresión muestra
placer día con día, debe ser bueno y quieren participar de ello y adquieren el gusto. No importa si a
los visitantes casuales, que no pertenecen al grupo, les parece amargo y horrible.

En la India, por ejemplo, uno puede encontrar que a los niños les gustan los platillos picantes. La
primera vez que un europeo come picante, siente que su boca y su garganta han sido quemadas
con carbones encendidos, pero los niños hindúes dirían, más bien: “¡Ah! ¡Qué sabroso está!
¡Quiero más mamá!.” Y la mamá contesta: “Sí, pero no comas mucho”. “¡No, no, dicen los niños,
dame más!”

Es lo mismo con las ideas. Los niños no se detienen a considerar si son lógicas o absurdas, si los
extranjeros las consideran como supersticiones, si les dicen a sus padres que esos idealismos son
estúpidos. Porque, mientras la mayoría del grupo las acepta como algo importante el niño, en
cambio, siente: “¡Lo deseo!” Y si en alguna parte es una costumbre que las mujeres usen un aro en
su nariz, la aspiración de las jovencitas es usar un aro de igual forma. Y si en cualquier otra parte
se considera bello tener los lóbulos de las orejas ensanchados para colocar un gran disco de
madera, la hija preguntará: “Mamá ¿cuándo voy a ponerme el disco en mis orejas?” Los niños no
juzgan si algo es bueno o malo, feo o hermoso, agradable o no.

Ellos juzgan justo y hermoso lo que ustedes consideran justo y hermoso. “Deseo volverme como
tú”, es la aspiración del niño. “Aún sí para parecerme a ti tengo que desfigurarme”.

¿Pueden percatarse de lo que esto significa en la fuerza espiritual de una persona? ¡Claro,
entonces ustedes ven que unos se convierten en italianos, en ingleses, en alemanes, y otros en
Zulú! Porque cada grupo tiene niños que parecen decir: “Adquiero tu esencia espiritual como si me
la hubieses transmitido por herencia”. Porque a través de ellos el hombre perpetua una especie de
instinto adaptado a cada grupo, a cada región. Mientras que es cierto que el hombre creó un
comportamiento que se adaptó a cualquier ambiente (el de la selva tropical o el del polo norte), el
agente que dio permanencia es el niño, que parece decir: “la estabilidad del comportamiento, del
espíritu, del alma, esa responsabilidad la asumo.” Esa es, tal vez, la mayor contribución que el niño
dio a la sociedad. La tendencia del hombre es crear un comportamiento con la actitud que dice:
“¡Lo deseo para mí, porque es el más elevado regalo que me han concedido!”

Eso es lo que la Dra. Montessori quería dar a entender cuando decía: “El niño pequeño es un ser
espiritual. Él es el perpetuador de todo lo espiritual. Es el lazo de unión en la larga cadena de la
historia que garantiza la evolución humana”. Me disculpo por haber dado sólo “una impresión
desconectada”, como ella decía, No he abordado las guías pedagógicas que dio para los niños de
taller. Es imposible darla, o cuando menos una visión adecuada, en una plática. Para concluir, les
mostraré una imagen que da una síntesis de lo que he expuesto.
Como he dicho, todas las costumbres que se han establecido, forman el comportamiento que guía
la vida del grupo. Esta imagen representa todas las clases de individuos que componen un grupo,
ligados por una especie de “antena” hacia la nube, que simboliza el comportamiento del grupo. La
gente pequeña en el margen representa a los niños. Tienen antenas cortas que se elevan hacia la
nube, pero no son lo suficientemente largas para alcanzarla.

No importa cuál sea el carácter de cada persona, no importa cuál la actitud (optimista, frívola o
rencorosa), esta nube los gobierna a todos porque contiene la religión, las costumbres y los hábitos
del grupo. Nunca saldrán de ese grupo. Los niños, con sus pequeñas antenas, están tratando de
vincularse a la nube, diciendo: “Quiero llegar a ser como tú, quiero tener los mismos ideales”. Un
día lograrán vincularse y entonces serán felices. El problema es que esa nebulosa común, esta
área de creencias y costumbres comunes, está siendo destrozada. Y la pobre antena pequeña se
esfuerza, pero es incapaz de encontrar algo lo suficientemente largo y estable a que adherirse.
Ellos, los niños, son las verdaderas víctimas del caos psíquico que rige nuestro mundo.

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