El Diaro de Ana Frank Parte I
El Diaro de Ana Frank Parte I
El Diaro de Ana Frank Parte I
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A¡ta Frank
--Ana otro castigo por hablar. Ahora el tema será: I_a sñora
D¿cuti C'ua die cua^ cua.
Todos se rieron, y yo no pude evitar hacer 1o mismo, a pe_*ar de
que la idea rle no tener mucho que decir del tema me intranqü-
Iizó. Tenia qlre hacet'algo especiai, muy especial. pero a mi mente
rrino una magnífica idea. Mi amigo Sanne se ofreció a hacerme ei
escrito clesde el inicio hasta el fin a modó de verso, no tu.,e que
-v
pcnsarlo demasiado, polRue éi es un excelente poeta. y si el señor
Ki:plrr prctcndía hacerme quedar en ridículo, creo gue en esta
rx:asión scría él quien haría el ridículo.
Asi que cntrcgué mi trabajo y fue magnífico. Se trataba de una
nraclrr:-pat;r y ur-r padrc-cisne, con sus tres pat-itos; esfos Iueron
nloirlirk¡s ¿i mucrtc por su padre por haber hecho tanto cuá-cuá.
Afi:rtun:id,amente, al señor Kepler le gustó la historia leyó mi
.v
trabajo eu nuestra clase y en otras, con comentarios muy posiiivos,
Después de lo ocurrido, no he sido castigada por habiar en
clase. El señor Kepler ahora tiene siempre una buena brorna rela-
cio¡rada con esa situación.,
Ttgtz, Ana"
1t
biaría de.Ano Frank
caminando. Es en este insiante doncle me he dado cuenta ie io
insuperable -v magnífico que es un trant4a, pero esl'a rnaraviila n<r
está permitidz para nosolros los judíos. Como único medio de
trarspoÉe debernos usar nuestras piernas. Tüve que risitar arer
por la iande al dentista, que vive enJan Luykenstraaf. cerca de la
escuela. Pero al voiver me quedé ciorrnida en clase. Por fbrtuna,
siempre hay aiguien llue nos o{rece agua para beber en estos días
de calor; la asistente del dentista es realmente amable, ftrvo este
detalle conmigo.
A'úrr podemos pasar por el canal. I{ay una barca que da este
servicio en el muelle deJoseph Israéls. I gracias aI barquero, pa-
samos sin ningún contratiernpo. Estoy completamente conr''encida
de que no es por culpa de los hoiandeses que los juCíos estamos
sufriendo tanto. Desgraciadamente, me robaron mi bicicieta du'-
rante las Pascuas, v la de mi madre se la entregaron a los cristia-
nos, por 1o que preferiría no ir ai coiegio. Por suerte, acabaré mis
vacaciones escolares en una semana y nü sufriré más, pues pronto
'va
no ia;:T::ñ:;r"
rearmente agradabre la mañana de aver. Al
pasar por un depósito de bicicletas alguien me llamaba. Cuando
me giré, me di cuenta de que era un joven atractil'o que conocí en
la casa de mi amiga Eva. Se aproümó con timidez. y me saludó:
"Hola, sov Harry Gol<ima¡. ¿'fe acuerdas de mí?"' Su actiiud me
dejó un poco asombrada, pues no sabía con exactitud por qué o
para qué se había aproximado a mí. Y obtuve Ia respue§ta después
de un segundo: Harr1, quería acompañarme al coiegio.
usteci 1leva el mismo camino ----conlesté, e i¡iciarrtos la
-Si
marcha juntos.
La conversación de Harry es muy agradable, él tiene casi
dieciséis años. Esta rrrlafrana estal¡a nuevamente en su trabajo.
Sin embargo. creo que esto fto camtria nuestra amisrad en
nada.
Tu1ta. Ana.
l2
| *. Fraal¡
MARr"Es 30 rnsnrxro »r ig42
il{i querida Kitty:
Disculpa que hasta hoy nc haya temdo tiempo de escribirte. Es_
tuve en casa de unos amigos eljuerres por la tarde. Tuvimos ¡,isitas el
viernes, y aí hasta el día de hoy Cada día, Harrv
1,,vo nos hacemos
mejores amigos. Me ha contado una buena parte d.e su vida, por eso
siento que me tiene bastante *anfrixva:Vir.e en casa de sus ábuelos.
Ilegó a Holanda sin sus padres, ellcs se quedaron en BéIgica.
Harry tenía nn amor oculto, Su nombre es Fanny, es modelo,
la conozco. Pero resulta que Harry desde que somos amigos, se
ha dado cuenta de que le produce aburri¡niento el estar cerca de
Fanny. Yo, en carnbio, lo despierto e intereso con mi conversación.
Jamas re sakre en qué uno puede servir en la vida.
Jopie se quedó a dormir en mi casa la noche del sábado, y el do-
mingo al mediodía se reunió con Lies. Esto me produjo rur enorme
aburrimie¡rto. Harry vendda a visitarme cuando anocheciera, pero
sonó el telélbno como a las seis de la tarde, era él para cornenta¡mel
- -Es Harry Goldman. Por.favor,
¿podría hablar con Ana?
--Soy yo Hamy, hola.
--Hol¿ Ana. ¡'Cómo te encuentras?
--M*y bien, gracias.
-*-T'engo que \.erte para comentarte algo. No sé si habría aigún
inco¡rveniente si paso en diez minutos porttl casa.
13
Diario de Ana Franlc
Harry no sabía eso.
¿Se enfadaron?
-No eso no fue precisamente lo que sucedió. Resulta que vo
-No,
ie dije a Fannv que, porque ya no nos entendíamos muy bien.
era inútil vernos a cada instante; que podía continuar visitándo-
nos cuando deseara y que ).'o haría 1o rnismo, solanrente como
amigos. \b creía que ella se veía con otro joven; por eso habié
del tema de esa forma. Fero resulra que no es v-erdad. Nfi tío me
diio que debo pedirle <iisculpas a Fanny, pero yo no io creo ne-
cesario, y por eso terminé. h'Ii abuela me insiste eri que tengo
qrie salir con Fanny y no contigo, pero, yú piensr-r lo ccntrar-io.
Desgraciadamente los r,'iejos tienen sus ideas. Yo necesito mucho
de mis abuelos, pero sé que elios también necesitan mucho de
mí. Las tardes de los mién:oles las tendré libre, debido a que mis
abuelos creen que estoy en mi clase de escultura en madera; lo
cierto es que acudo a un club del moümiento sionrsta. Ellos no
me dejarían hacerlo, porque están en contra del sionismo. \b
no soy fanático de esto, pero me interesa y sé que significa algo.
Por desgracia, en la acalaüriad hay tai movimiento en ese club,
que he pensado en no ir más. Ei próximo miércoles iré por última
l'ez. De manera que, como te podrás dar cuenta, tendría ia opor-
tunidad de visitarte los miércoles por ia tarde, los sábados por la
tarde y por la nochc, los domingos por la tarde, y qttzá con más
frecuencia que en estos momentos.
irás en contra de tus at¡uelos si ellos se oponen a esto?
-¿Pero
que al amor no se le puede dar órdeues' ¿Fio es verdad?
-Es
Andamos juntos por un instante" Cuando llegamos a la libreúa
cle la esquina, r,'i a Peter tr{essel charlando con dos amigos. El no
me saiudaba de nuevo desde hacia mucho, mucho tiempo. Eso me
produjc una enorme satisfacción.
Harry y vo seguimos caminando por las calles. Y finalrnente,
nos pusimos de acuerdo para vernos nueJamente al dia sigu,iente
por ia tarde. A ias siete menos cinco, yo debía estar en la puerta
d.e su casa.
'fuyq Ana.
l4
Ana Fraak
VreRtvss 3 on jnnro DE 1g4Z
15
*iará* $e Awq Fr«nie
--Ana, escucha
-me respondió , para ti no es un secrefo
que nosotros lleváhamos, desde hace poco rnás de un año, enserres)
rnuebles y ropa a casa de otras personas. Lo que meiros clesearnos
es que iodas nuestras pertenencias pasen a rnanos de los alcmanes.
y mucho menos desearnos caer nosorros mismos. Elios podrían
venir a buscarnos, es por eso que no lcs vamos a esperar para
marcharnos.
padre, ;cuándo r,a a suceder eso?
-Pero,
Me preocuparon rnucho las palabras v Ia seriedad de rni paclre.
no te asustes. Aprovecha tu tiempo ,rz diviértete mien-
-Ana,
tras todaüa lo puerias hacer; nosotros vainos a ocupaj:nos de todo,
hrjo.
Y esa fue toda ]a conversación_ ¡Pero francamente deseo que
esos planes aLln no se ileven a cat¡o...!
TuS;a, Ana.
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ñisrio áe Ams Frsmle
TB
A.na Frark
I,{i padre, fina}mente, volvió a jas cinco. Habiamos con el señor
Koophuis por teléfono para ver si podía ir esa misma noche a casa.
Van Daan fue a busca¡ a Miep, quien, desde 1g33, rrabaja en las
oficinas de mi pa<ire, y es una excelente amisa de la famiiia, ai
igual que su esposo, Henk. Miep se lleró una maleta repleta de
ropa y zapatos, prometienrio volver por ia noche. La tranquilidad
regresó a1 hogar. Hacía rnuch<¡ calor, nacüe tenía deseos de comer
y iodo parecía muy raro. Se había alquiiado la sa.la dei primer piso
a un señor de apeilido ()oudsmit, de más de treinta años. quien cra
divorciado ,v, aparentemente, no tenía nada que hacer esa nochc.
porque no pudimos deshacernos de él antes de las diez. A las once
liegaron Mi.p ,o ÍIenk van Santen v se marcharon a medianoche
con ropa, zapatos y libros. Yo estaba exhausta e incluso dár:dome
cuenta de que esa sería Ia ú1tima noche en mi cama, caí dorrnicia
de inmediato. Alrededoi.de las cinco, al día sigriente, me despertó
mi madre. Por suerle el dia era mucho más fresca que el dorningo,
gracias a una liuüa que duraría todo el día. Todos estábamos ves-
tidos corno si fuésemos al Poio Norte, por la cantidad de ropa que
teníamos puesta. En esos momentos, ningún judío hubiera saiiclcr
con una maleta llena de cosas. Yo tenía puestos dos pares de me-
ciias, zapatcs cerados, tres calzones, dos .:amisas, un .'.e-stido, una
flJda encima, un abrigo de verano, una chaqueta, u:ra bufancla,
uua boir:a roja y otras cosas más. E1 calor me estaba sofocando.
pero eso no Ie preocupaba a ¡adie.
Mi herrnana Margot, que llevaba su cartera repleta de librcs
de ia ciase, sacó detr clepósito su bicicieta para sezuir a Miep ha-
cia nuestrc destino desconr.¡ciic. Saiimos de Ia casa a las siete y
media. Selamente me despedí de mi garo lVfanrer, o¡e se iba a
queclar con nuestros vecinos.
En ia cocina, junto a su plato, dejamos una litrra de carne para
el gato: quitamos de 1as camas las sábanas ,v la-s maatas para que
par"-ciera una partida precipitada. Pero ¿las impresiones qué im-
portancia tenían? Debíamos marcharnos rápidamente y tmtar de
llegar a un sitio seguro. Para nosotros todo 1o demás no tenía la
más mínima importancia"
19
*Éans de Awa Frsnk
L,lañana caitdnúo.
'{i;v4 Ana
20
| *" Fraak
alguras aifombras, r¡na belia lárrrpara. un radio. rocio muv her_
moso. Después de esta habitación hav una enoi:me cocina, con
una catdera para baíro y una estufa de gas de dos horniilas. junto
a ia cocina está el baño. Y este es el primer piso.
Se puede subir una escalera de madera blanca por ej corredor
de 1a planta baja, a"l final hay otro corredor, en e1 cuai se pueden
v'er puertas de los dos lados. La del lado izquierdo conduce ai
frente de ia casa; algunos de esios cuartos son almacenes o de-
pósitos- A los cuartos delante¡os también se llega por Ia segunda
puerta de enüada, subiendo una pequeña escalera.
La puerta que está a la derecha cr-rnduce al anexo que da a
los jardines. Nadie puede sospechar que esa puerta gns tiene Lan-
tos cuartos detrás de el1a. -aJ anexo también se entra de esa ma-
nera.
Hay trna escalera empinada enfrente de la puerta de entrada, v
a lir izquierda se encuentra un ccrredor que conduce a un cuarto,
t:n donde esLá el hogar de la familia, así como ia habitación clei se-
ñor ,v la señora l'rank; d 1ado, hay una hatritación má¡ pequeña, la
t:u¿rl cstá c<;nverrida en estudio y dormitorio de la señorita Frank.
Hai, una habitación sin ventana, con un¿ mesa de tocador, a la
dcrecha Ce la escalera; también hay un reducto muv peQueño
clonde se irstaló el baño; al iguai que una puerta con entrada a la
irah¡itación que comparto con mi hermana llargot.
Uno se asombra aI encontrar cuartos tan ampüos v tan ilenos
de lt¡z cn una casa tan vieja. Estas casas que bordean los canales
de Ámsterdam, son ias más antiguas de Ia ciudacl. Esta habitación,
equipada con una estulá de gas y un fregadero, que hasta el día de
hoy es útil como laboraiorio, se ha desúnado para ser el dormito-
rio de los esposos Van Daan, así como el taller o estudio. la cocina,
cor¡redor y ia sala.
EI pequeño cuarto que está pegado al comedor sen'irá para
Peter van Daan. Tiene, iguai al de la casa de enfrente, un desván y
un granero. ¡Y eso es todo! Ya conoces ahora nuestro bello anexo,
Kitti
TqtqAna.
21
§)iario d.e AnoF*"*klt
V¡nnNes 10 or¡u'r,Io rr 194?
19
Ana Fraak
23
L&iet !+ de Arco F***kl
dos o i,istos por los r,ecinos. Hicimos las c,¡rtinas el primcr día que
ilegarnos. Realmente no son corfinas, pues esrán hechas de trozos
rie teia qur úo tieneii nada que rv"er entre sí. IlIi padre ro <:osimos
1,
esos retazos como rnejor pr-rdimos. Esas ,'ccrtinas,, esfán sujetas
con cidnchetas a las ventanas, y pieriso que se queciarán ahí hasta
que deciCamos marcharnos.
- El edificio de la derecha está ocupado por una enorme casa
ma,r'orista y el de Ia izquierda por una f;á.brica de muebles.
¿po_
drán escucharnos? En esos edificios n¿die se queda deppués de las
hor¿s de trabajo, pero no quiero «tnfiarrne. A Mar/ot le hemos
prohibido que tosa durante la noche, aunque está rlsfriada, des-
alortnnadamente.
La llegada de los Van I)aan, que esperamos para ei próxirno
martes, me entusiasma bastante. Seremos más persclnas y
)¡a no
habrá tanto silencio, va que es, sobre todo ei silencio, lo que me
añsustia en el día y en 1a noche. Podúa dar Ia mitad de mi rida
porque r.{niera a dormir aquí con nosotros alguno de nuestros
protectores.
Me estoy sintiendo acomaiada por el hecho de que jamás pueclo
salir sola, iengo temor de que me descubran y rne fusilen. He aquí
una razón menos dichosa de mi perrnanencia en este lugar.
Por ei día caminamos muy despacio, igual cuando hablamos,
para que en el aimacén no nos puedan escuchar. Me están lla-
mando.
Trqq Ana.
24
AnaFrank
el primero en llegar. Aún estábamos desa¡rnando y ya eran las
nueve y media de ia mañana. \'ino con su gato. Este muchacho de
16 años es muy tímidr: y fastidioso. Como compañero no espero
nada de é1. Media hora más tarde llegaron los señores !'an Daan.
La señora provocó nuestrás carcajadas cuanCo sacó un orinal de
su sombrero.
aingún sitio me siento como en mi propia casa sin orinal
-En
-dijo.
Ese fue el primer objeto que encontré su lugar fijo, deLrajo de
la cama. Y el señor Van Daan trajo una mesa plegable para el té.
Comimos juntos, de una forma muy amable, los tres primeros
días. Después, nos dimos cuenta de que nos habiamos transfor-
mado en una sola famiiia. Estaba muy ciaro que los Van Daan, a
su llegada, tenían mucho que relatarnos del mundo exterior. Lo
más importante era saber qué había ocwrido con ei señor Gouds-
mit 1'con ntestra casa.
EI señorVan Daan nos contó:
25
Ddavio ée A?r.o §rarult
esto )'a i¡ace corno unos seis mescs. Aqriel hombre se encont¡a-ba
adsc¡ito a la reeión cie l4aestricht, y me dio Ia impresión de que
era amigo del señcr Frank desde la infancia"
»Le comentó que, al parecet é1 había promeiido protección
v aruda al scñor Frant, y que quizá había decidido manrener su
paiabra .,' había faciiitado, de algun rr,odo, el paso de su famiüa
a Suiza a ra..,és de Bélgica. Le pedí que hablara de esro con los
arnigos de los Frank para iener información sobre eIlos, arinque
sin mencionar necesariamente a Maestricht.
»De inmediato rne rnarché. Supe, por varios arnigos, que slrs
conocidos fueron informados de esto".
I{osoiros pensamos que este relato era muy dilertido, y nos
echamos a reír de Ia enorme imaginacií.rn de las personas, d¡ la
que nos daban prueba varias otras historias del señor Van Daan.
Hubo quien nos r.io, cuando amaneció, a mi hermanii-- a mis pa-
dres v a mí en bicicleta. Otros afirman que, en plena noche, nos
sut-ieron a un coche militar.
Tr4tq,lno-.
26
Ana §ranl¡
Decidí estar.de r-acaciones hasta septiembre, v me olvidé de los
estudios. Nfi padre me prornetió que será mi maestro. pue.s me da
miedo haber olvidado todo 1o que aprendí en el colegio.
En nuestra -r.ida no hay dernasiados cambios. Con el señor \án
Daan no me llevo rnuy bien, no obstante, cou mi irerrnana Margot
ha simpatizacio mucho. En ocasiones, mi madre me trata como a
una niña, cosa que no aguanto. A parte de esto, nos va muy bien.
Pete¡ es uii perezoso que permanece acostado enla carna todo el
día;juega a que trabaja a veces, intenta ser carpintero, y después
r.uelve a su misma rutina. ¡Qué estúpido!
Afuera hace rnucho calor ¡ pese a todo. apror,echamos ese soi
que, a través de la ventana abierta, nos entra a chorros.
Tu2a, Ana.
27
Iliario de Ana Í*r*kl
mente tres. Pero si cree que todos r,'an a usar la ropa de mi madre.
se va a llevar una enorme sorpresa cuando descubra que siguió su
mismo ejemplo.
Por más que la señora se enfade, usamos su juego de mesa
para todos v no el nuestro. Trata siempre de averiguar en
dónde quedó el nuestro, y ni siquiera puecle imaginar que está
más cerca cle lo que ella pietsa: en el desr,án, guardado en ca-
jas de cartón detrás de un montón de papel de puhlicidad. Y.
mientras nos encontremos err este sitio^ nunca lo podrá usar.
Desgraciadamente a mí siempre tengo accidenies; a),er, por
ejemplo, rompí un plato sopero de la señora Van Daan en mil pe-
dazos.
¡Ay! rabiosa -. Te pido, por favoE que estés más
-gritó
atenta en Io que haces, porqlre no tenemos más enseres, esto es 1o
único quc nos queda.
En estos uitimos días, ei scñor Van Daan ha sido muy ama-
ble conmigo. Bueno, si esc¡ hace que se sienta bien... Mi mad¡e
me fastidió nuevamente con sus reprimendas ho,v por la mañana;
eso me pone de pésimo hurnor. I{ueslras opiniones son comple-
tamente opuestas. Mi padre es mlty accesible, a pesar de que en
ocasiones también se enfada coninigo. Sin emiranro, solamente es
cuestién de cinco minutos.
La semana pasada, nuestra nionótona existencia fue interrum-
pida por un incidente muy pequeño: se trataba de Peter y uo li-
bro sobre mujeres. A Peter y a mi hermana se ies permite leer
casi todos los libros que el señor Koophuis nos prestat pero esie
en particr-riar contenía un tema sumamente deiicado que soio los
adultos podían tratar y entender. Esto fue suficiente para Cesper-
tar ia curiosidac{ de Peter: ¿qué tema pro}ribidc contenja ese librol
Lo sacó a escondidas de donde su madre 1o guardaba mienras
ella conversaba con nosotros y corrió al desván. Durante tres cjías
todo estuvo bien; 1a señora !4n f)aan sabía per{bctamente lo que
estaba sucediendo, pero no comentaba nada, hasta que su esposo
io supo. Este le quitó ei libro a Peter y pensó que la cuestrón había
f,nalizado. No obstante, no contaba con Ia enorme curiosidad de
/ó
Ana, Fra:rk
su- hijo, y este no dejó que la enérgica acción de su padre lo intimi-
2s
Diaria de Ane Fron§e
30
-4¡ra Franir
a1
.J1
Dierio de Anq Fro.nk
Mi quen\a Kitty:
Estuve "visitando" a,ver la casa de los Van Daan para conver-
sar un poco; eso sucerie de vez en cuando. A veces se pasa allí
un rato muy agradatrle, tomam(,s limonada y comemos galletas
y bizcochos.
Chariamos sobre Peter. ks dije que él rne acaricia-ba conti-
nuamente la mejilla, y que para rní eso era insoportable, que esas
demosraciones me desagradaban.
Ellos me preguntaron, de un modo rnuy paiernal, si en verdad
yo no podía senúr cariño por Peter ya que, según ellos, él rcal-
mente me quiere mucho, y pensé: ¡Oh, no!
Les dije que pensaba que Peter era torpe y ün pocc tímicio. E
intenté justificar este sentimiento cornentando también que quizá
era porq'úe a esa edad ios muchachos no esián acostumbrados a
irahr cúlr muchachas.
Tengo que decir que ei coinité de nuestros protlctores, estoy
hablando de los señores, es sl'dy ingenioso. Irragínate lo que han
ideado para hacerle llegar inforrnaciones nueslr:as al señor lán
Dijck; nuestro amigo i, apoderado y, aparte de eso, es el que liene
la responsabilidad de las mercancías secrftas. Nuestros protectc-
32
I
I
I ¿o"Frank
res redactan, a máqt;jna, une. carta a un farmacéutico cliente de
la casE que ür.e en la Zelandia X.{eridional; ei señor encuentra
una nota escrita por mi padre en su carta 1; en el mismo sobre,
envía la contestación. Cuando reciben la respuesta, nuestÍrcs pro_
tectores cambian la misiva del farmacéutico con una frase escrita
por n'ri padre, diciendo que nos enconrramos muy bien. Se su_
pone que la ca¡ta de mi padre, que enseñan al señor Van Dijck,
pasó de contrabanrio por Bélgica., en dirección a Zelandia. El se_
ñ.:r Van Dfrck la lee sin sospechar ia jugada. Escogieron Zelan_
dia, porque, al ser el límite con Bélgica, el conrabando es muy
común.
Tu3a, Ana.
Mi querida Kitty:
Mimadre y yo no nos entendemos muy bien; tenemos mu-
chas discusiones últimamente, pienso que la ha tomado nue-
vamente contra mí. Pero tengo que acla,tar que no hav grito§
enrre nosotras, como los \z'an Daan; aunque esto no quiere de_\
cir cue mi situación sea muy aeradaklle. La manera cie ser de
mi heriaana y de mi madre me parece muv rara. y creo que es
una lástima que entienda &1enos a mi propia madre que a mis
amigas.
La señora Van Daan, una v-ez más, se encuentra de mal hurnoq
es dernasiado autoritaria, y grrarda esrriciarnente bajo llal.e todo
lo que es suyo. Desgraciadamente, mi madre no contesta con una
"frankiana" a cada una de sus escondidas ',r,andaanianas,,. .{sí
cornprcndería.
Hay gente que no solamente se encalrsa de ia educación de sus
hijos, sino que también quieren educar a ios de los demás. Los
!'an Daan pertenec€n a esa clase de personas. Creen que a Mar-
got no es necesario educarla, ya que es toda ternura, inteügencia
y delicadeza en persona; a mí, en carnbio, me ha tocado Ia mala
JJ
Diaria d.e Ane Franh
suerte de ser maleducada por parrida doble. Por eso, los reproches
y consejos siempre me los dirigen a mí; y siempre es la hora de la
comida el momento que justifica estas reprimendas.
tr{i madre y mi padre me defienden siempre, y no podría en-
frentar esta iucha con miedo a descuidarme si no fuera por ellos.
A pesar de que rrús padres me dicen lunay otravezque debo char-
lar menos y no meterme en lo que no me interesa, mis esfuerzos
son inútiles. Si mi padre no fuese tan paciente conrnigo, pienso
que habúa perdido toda esperanza de lograr satisfacer las exigen-
cias de mis padres, que no son demasiaclo estrictas,
Cuando tomo asiento en la mesa y me sino poco de alguna
'u'erdura que no me agrada para nada, los señores Van Daan se
enfadan y siempre corrlent¿n que estoy excesivamente consentida.
un poco más de v'erdura, Ana, vamos.
-Sírr,'ete
mucias gracias, señora :rontesto-; quedaré saris{é-
-No,
cha con esto.
es que la verdura es muy sana, tu madre opina igual.
-Pero
V-amos, sirvete... hasta que mi padre interuiene confir-
-insiste,
mando mi negadva.
La scñora entra en acción entonces:
tendrían quc haber visto cómo se educaba en mi
-¡Ustedes
casa! ¡Creo que por lo merros alü sí se sabía educar a los chiquillosl
Si Ana fuera mi hija... Es una pequeña demasia<io malcriada...
no lo soy, señcra Van Daani
-¡Afortunadamente
'vbh.iendo al asurto de ia educación, al final de las palabras de
la señora se produio un largo silencio. Mi padre respondió:
-!'o creo que Ana es una niña muy bien educada, por io me-
nos ha aprendido a no responder a sus extensos sermones. En io
que se refiere a las verduras, no puedo más que responderle que
sus comentarios son inoportunos.
La señora se sintió vencida. I,a palabra "inoportulo", que pro-
nunció rni padre, estaba dirigida en especial a ella, en referencia
a la pequeña porción de verduras que se sirve. La señora t:ree
que detre cuidarse, porque sufrr del estómago, y considera que se
sentiría mal si antes de irse a dormir come rnuchas verduras. De
34
I
I
f
i Ao. Fra*'t
todas maner:a-q, a mí que me deje tranquila. Es rnu,v gracioso r,er
como se enlada por cuaiqüei cosa. A{brtunadamente, a mí no me
ocure igual, y por supuesto, eso a ella le molesta mucho.
Tigq Ana-
36
A¡na Fraafr
Estas ultimas palabras estaban referidas al método educativo
moderno, defendido por mi mad¡e en muchas ocasiones. La se-
ñora \án f)aan estaba enrojecida por la ratria que estaba si*-
tiendo; en cambio nú madre estatra lo suficientement.e c¿rlmada.
La persona que se encolenza corre el riesgo de perder la ¡rartida
mas rápido. N{i madre, con las rnejillas lívidas, quiso zanjar csia
situación 1o más pronto posible, y apenas recapacitó tan solo un
insrante antes de contestar:
opino también, señora Van Daan, que en ia vida es prc-
-Yo
ferible no ser demasiado modesra. Margot, Peter ),mi esposo sorr
enormemente modcsios. Su esposo, Ana, usted y yo, no carece-
mos de modestia, pero tampoco dejamos que se nos atropelle.
Señora:
-No ia entienr{o, apreciada señora. Realmenie
yo
soy la rnodestia en persona. ¿A usted qué es lo que le hace «lu-
dar'lo?
Madre: cieno que modestia no le hace falta, pero consi-
-Es
dero que nadie cree que ustecl sea auténtic¿mente modesta.
Señora: encantada saber en qué senndo soy tan poco
-ib{e
modesta! Yo me moriría de hambre aqui si no me ocupara de mí
misma. Sin embargo, esto Ro es motivo suficiente para dudar que
soy tan modesta corno su espo§o.
,{nte esta autode{bnsa tan ridícula, 1o único que 1e quedó a mi
ma¡ire iue reír^ Esta reacción enfadó enormemente a ia señora
Yan f)aan. que empezó su magnífico sermón en un marar.'illoso
hoiandés-alemán y alemfn-holandés que: al final, extraviada en
sus propias palabras, temó ia. decisión de irse de la habiración,
pero entonces su mirada se clavó en mí. ¡Es que deberias haberio
vr.sio! Desgraciadarnente, en cuant{} nos dio la espalda, 1,o mol-í
la r:abeza, de maner:a casi inconsciente, pero de un modo burión,
con una expresión de compasión combinacia con sarcasmo por
estar siguiendo ia charla tan ateni.amente. La señor¿ se enfadó y
empczó a ianzat una serie de ofensas en alemán" perc eso sí, de
una Íb:'ma d-emasiado rn lg*.Daba gusto mirarla. si supiera dibu-
jar. io habría hecho, pues a tal punto resultaba córnica, demasiado
cómica. la- pobre estripida mqjer.
3t
1
3B
Ana Frank
Mi querida Kity:
Me asusté mucho ayer. A ias ocho, alguien tocó ei timbre muy
fuerte, Creí que eran ,va sabes quiénes. Pero me calmé cuando
iodos drjeron que eran unos mendigos o el carterr.¡.
Los Cías pasaron silenciosamente. Urr jor,'en químico y {árma-
céutico judío, de nombre Lew"in, trabaja para él señor Kraler en
la cocina de las oficinas. Conoce a la perfección el eriificio en el
que nos encontramos, y: por esa razórr ter¡emos pánico de que se
le r.aya a ocu¡rir ir a mirar el viejo laboratorio. Permanecemos
ca}lados, como ratones aterrorizados. ¿Hace 'rres meses quién iba
a decir que Ana-azogue podria ser capaz de perrrranecer tranquila
en una silla sin hacer, durante hr,ras, el más mínimr¡ mo'u'irniento?
Ei cumpleaños de ia señora lhn Daan fue el día 29, y aunque
no pudo celebrarlo a lo grande, se le festejó con varios obseqüos,
ccn flores y con deliciosos platos. Al parecer los claveles rojos que
le entregó su esposo sorl una tradición de familia. Hablanclo de
ella. te puedo cornentar qrie su coqueteo con mi padre me pone
39
friario de A.*'F-**kl
cie pésirrro humor. Elia Ie acaricia la mejilia y ios cai:elios, se Lrar-:e
la craciosa. st. a)za la lalda pcr encima de la rodilla... v todo estc
para intentar atraer la atención de rni padre. Afariunarla¡nente) a
mi padre no ie gusta ella, ni siquiera la considera simpárica, de t;il
manera eue no toma en cuenta s¡-rs condnuos coltueteos. Como
Io podrás notat soy muy celosa por naturaieza, de manera que
todo esto me sabe demasiado mal. ivli madre jamás le coquetea al
señor Van Daan, y yo no me he detenido en decírsek¡ a la señora
\¡an Daan.
¡Quién io hubiera pensadol Feter, de vee en cuando, es caf)az
de hacer reir. A ambos nr:s encantan los disfraces; v esto fue el
motivo de muchas risas el otra día.
Peter apareció con un raje de cola que era de su madre, v yo
vestía con una ropa de él; él con un sombrero de mujer, y vo con
una gorra. Todos reían hasta saltárseles las lágrirnas. N-os diveni-
mos demasiado.
Elli adquirió faldas para Margot en la tienda."dr Bijenkor{",
las mismas que compartió conmigo. Son de pésima caJidad, pare-
cen como de yute, como esa tela de los sacos para meter patatas.
El costo fue, respectivamente, 24 y 7 .50 florines, ¡qué diGrencia
con las que usábamos anteriormente!
Te vo;r a hablar de otra cosa que es iluestro entretenimiento
más reciente. Elli se las ha zLrreglado para mandarnos unas cia-
ses de taquigra-fia por correspondencia, para mi hermana, Peter
y para rni, ya verás que magníficos taquígralcs uos haremos el
próximo año. l{e parece muy interesante aprender a dominar
una escritura tan secreta, por lo menos así 1o creo ;,o. De cualquier
modo, me siento muyimportante sabiendo que estoy aprendiendo
esa especie de código secreto de manera muy seria y fcrmal.
Tuya, Ana
40
Ana Frank
41
Diario de Ana Frsnle
/o
Ana Frank
V¡eRNas 16 »e ocrrlBnE tE lg42
Mi querida Kitty:
L,lc encuentro muy ocupada. Ilice ia traducción aver de un
capitnlo de I¿ Bell¿ JYna'naise, allotando todas las palabras que
no conozco. taduje tres páginas de gramática francesa y tanl-
bién resolr,'í un problema de matemáficas sumamente complejo.
Y problemas, como todos los días; esto jamás cambia. L,Ii padrr:
también los aboruece; 1,o intento arreglármelas mejor que éi. pero
Ia verdad. ninguno de los dos nos sentimos muv fuertes, de tal
manera que necesitamos acudir a Margot. En taquigrafia yo soy
la más aclelantada de ios tres.
Yalei D¿ Sf¿rmss. lVIe fascinó, pero no hav ni punto de compa-
racién con Joap ter Heul. Pcr otro lado, aparecen las mismas pala-
bras casi siempre. Creo que Cissy Van 1Vlarxveldt es un autor muv
bueno, y mi ilusión más grande es leer a mis hijos todos sus libros.
lvIi r,radre, Margot y yo volvimos a ser nuet¡amente grandes
amigas, y realmente pienso que es urucho mejor de esa manera.
Margot y yo estábamos acostadas en mi cama anoche. Solo hal:ía
un espacio muy p€queño, pero esc era lo más entretenicio. h{e
pidió que le permitiera leer mi diario. Le contesré que sí. algunos
pasajes; pero le pedí tamtrién que me permitiera Ieer el suyo, y
aceptó. Habiamos del futura, entre una cosa v ott'a. Le pregunté
cuáles eran sus deseos, pero me pidió que no conversáramos sobre
eso: porque intenia manienerlo como un gra-n secreto. Charlamos
sin poner gran atención en la enseñanza; desconozco si eila hará
algo en ese senti<lo, pero pienso que sí. Creo, en el lbndo, que
debo ser menos curiosa.
}{e urá en la cama de Perer esta mañaria, después de echarlo
de ahí, estaba muy enfadado, pero sinceramenre eso me importa
poco. Ya r,z siendo hora de que se mtiestre rnás ccrdial conmigo,
pues, sin ir más lejos, le regalé uaa manzana anoche.
Le oregunté a mi hermana si le parecía que )o era demasiado
fea. Ella me respondió que tengo una expresión atractiva y iengo
hermosos ojos. Una respuesta un poco imprecisa, ¿no lo crees?
+.1
&iario de. Awa Frsnk
;ltius r.emos!
Tuvq Ann.
+4
¡f¡¿ p¡avrk
Pero no imaginas el aliüo que e4)erimenfé. En mi imaginación,
ese indi'iduo que yo creía dispuesta a efltraÍ a nuesiro escondite,
comenzó a tomar proporciones titánicas, transformándose en un
íascista fanático como ningún otro.
Albrtu¡adamente, todo esto terminó de la mejor forma y cl
terror se ha acabado.
Nos divertimcs nru'cho el lunes. Henky Miep van Santen pasa_
ron esa noche con nosotros. Mi hermana y yo nos fuimos a dÁrmi
con nuestros padres para que losjóvenes esposos pudieran ocu_
par nuestro sitio. Estuv.o deliciosa la cena servida ea su honor. IJn
corto circuito causado por una lampara intemrmpió el festín y nos
dejó sumidos en la oscuridad. ¿Q¡ré podíamos hacer? En la'casa
había tapones nuevos, pero eI tablero eléctrico está en el almacén
clel frrndo, y no era una tarea muy agradable encontrarlo de
noche
y a oscuras. Los homb¡es de la casa asumieron el riesgo, ylaluz
de
las vcias se pudo apagar después de diez minutos.
N{c levanté muy temprano esta mañana. Henk se tenía que
uta¡rhar a las ocho y media. Después de un delicioso desa;,r_,no
en lhmilia, &tiep baió a la oficina de mi padre. Ilovía con mucha
fix:rza, y se contentír de no tener que ir al trabajo, bajo Ia lluvia,
rrt l¡icicleta.
La próxima semana, Elii veudrá a pasar una noche con nosotros.
Tula, Ano..
AJ
üáario de Atta Framk
+6
| *" Fr¿ar¡
+7
friavio úe Awe, Fyank
itó
Ana Fra¡rl¡
buena sola, sin hablar.y sin ejemplos, solo de esa manera me haré
mucho mas fuene.
¿Quién sino vo, ieerá todas estas cartas después? ¿euién sino
yo misma me r,a a consolar?, porque necesito consuelo frecuenie_
mente ; en muchas ocasiones no me he se¡tido Io bastante luerte y
no hago nada. Ya lo sé, intento corregirme, y tengo que enrpezar
nuevamente todos los días.
h{e tratan siernpre de la manera más imprev,ista. Ana es una
chica seria, inteligente, un día, y al siguiente es una boba que no
entie¡rde absolutamente nada, y que todo lo ha aprendicio de los
iibros- Ya no soy la bebá ni la niña consentida qúe cuando hace
cuaiquier cosa causa gracias. Tengo mis pro).ectos, metas y mis
propios sueños, pero no sé expresarlos todar,ía.
Me l'ienen muchas cosas a ia rnente cuando me encuentro sola,
sobre todo en las ;roches; y en ocasiones tarnbién durante el día,
cuando tengo que aguatltar a todos los que va me tienen satu-
rada, y siempre malinterpretan todo lo que digo. Siemprc, a fin de
cuentas, lrrelvo a rni diario, ya que es ccrrlo mi ciestino; para mí es
el inicio y el final, porque Kitty siernpre es muy paciente conrnigo.
Yo le hago la promesa de que, a pesar de todo, me vo-v a mantener
leal, que voy a abrirme mi pn:pio camino y vo,v a tragarme mis
lágrimas. Solamenre que me agradaría podermirar los resulta.dos,
ser alentada por alguien que me arnata) aunque únicamente fuera
una \,,e2.
Kitty, no me vayas a juzgar, sino considé¡ame, sencillamente,
como una persona qne siente a veces que se le esá derramando
ia coPa'
.fuya,
Ane;
Mi querida Kitty:
Celebramos el curnpleaños de Peter a1,er. k regalaron varios
presentes muy'hermosos2 como un juego para afbitarse, un juego
49
Í)ierio d.e Ana Frank
de ruleta v un encendeCor'. Eso es elegante, aunque é1 en realidad
no fuma demasiado.
La sorpresa mas grande nos la dio el señor Van l)a¿n a la una
de la tarde, cuando nos anunció que los ingleses desembarcaron
en Casablanca, en Orán, en Túnez y r:n Arge1. La opinión general
fue: "este es cl principio del fin", pero Churchill, el primer minis-
tro inglés que, sin que quepa Ia menor cluda, escuchó Ia misma
trase, dijo: "Este desembarco es un gran acontccimiento, pero no
hay que llamarlo el principio dei fin. Yo mejor diría, e1 fir del
comienzo". ¿Comprendes la diferencia? Füo obstante, haY razones
para sentir optimismo. La ciridad msa de Stalingrado continúa
de pie desde hat--e más de tres meses y sin caer e n posesión de los
alemanes.
Te hablaré en e1 lenguaje del anexo para descrikrirte la forma
en que distribuirnos krs proüsiones. Un gentii panadero que el se-
ñor Koophuis conoce bien nos trae el pan. No iogramos consezuir
tanto pan como io hacíamos cn casa, pero es sufrciente ,v nos al-
canza. También ccmprarnos de forma clanciestina los cupones de
raciotramienio, y no de-ian de su"bi sus precios: de27 a 33 florines
en la actualidad, ¡por un pedazo de papel impresol
liuestros vecincs dei piso de arriba son demasiado -qlotones.
Conrpramos, además de nuestras 150 latas de legumbres,270h-
bras de leg'ambres secas, que no son solamente pa-ra nosotros, sino
que también tenemos que compartirlas con el personal de oficinas'
Los sacos de legrmbres se encontraban colgados con ganchos en
e1pasillo que está detrás de la puerta-armario. Por el peso, alg.rnas
costruas de los sacos se ahrieron. Entonces tomamos la decisión
de que era preferible ilevar las proüsi<-¡nes de inr,ierno al desván, y
esa tarea se ia encargamcs a Pete¡, Entonces, Ia costura de debajo
se soltó cuando 5 de los 6 sacos ya estaban §anos y saivos aniba,
y Peter estaba subiendo el ultimo, v una lluvia de judías v'oló por
el aire .v rodó por 1a escaltra. Había unos 25 kilos en el saco, de
manera que ei mido fue estruendoso. Abajo creYeron que se les es-
taba viniendo encima el antiguo edificio' Peter, asustado durante
,.n *ómento, no dejó de reirse al mirarme al pie de la escalera,
50
Ana Fral¡k
il
Ili*rio de Ana Frenk
Ili
querida Kitty:
Llegó Dussel. Todo salió muY bien. Miep le hal¡ía comenado
que a las 11 de la rnañana. debían encontrarse en un siÉo deter-
52
AnaFra¿k
minado. lrente a la oficina de ccrreos, .y que un señor pasaría
a buscario allj. Dussel estaba en ese lugar a las i i en punto. Se
1e aproximó el señor Koophuis, a quien también conocía
,v le
pidió que visitara ia oficina para ver a h,Iiep. Koophuis volviít
en tranvía a ia oficina y Dussel lo hizo canrinando. Dussel ilamó
a la puerta de la oficina de Miep a las l1 ,v veinte. Esta ie arercló a
quitarse ei abrigo, tratando de que la estrella no se le viera, v lo
condujo a la oficina privada de mi padre, donde Koophuis lo re-
tuvo hasta que la criada se marchó. Anticipando como excusa que
se necesitaba la oftciira privada, fufiep subió a Dussel, abrió ei ar-
mario giratorio y; para gran asombro de este, entré en nuestr¿
rivicntla trasera.
Nosotros, sentados al¡ededor de la mesa con coñac y café, está-
bamos con los Van Daan esperando a que llegara nuestl'o futuro
r:ompañero de escondite. Primero, Miep lo hizo pasar a la habita-
ción de estar, y de inmediato reconoció nüestros muebles. Nunca
imaqinó que solamente nos separaba de él un techo... Estu.,.o a
punto dr: caer cuando l!{iep se Io dijo, pero ella no le dio tiempo y
r:o¡r{.inuó enseñándole el camino.
Dussel se dejó caer en un sillón y, callado, uos rniró, como si
¡rrimcro quisiera ccnocer lo que había sucedido a trarés cie nues-
u'{ )s rostros. Después, tartamudeó:
-'-Pero,., cuéntenme, ¿ustedes no se encuentran err Bélgica?,
;.no vino el milita¡ en su coche por ustedes?, ¿ia huida no se logró?
Le relatarnos cómo fue iodq cómo habíamos dir,ulgacio a pro-
pósito Ia historia del rniiitar y ei coche para despistar a las per-
sonas v a 1os alemanes que, tarde o temprano, pudieran venir
a buscarnos, Dussel quedó estupefacto ante tanto ineenio, v no
pudo nras que dar rin recürrido inicial por nuestra casa trasera!
sorprendiéndose de lo práctico que era todo.
Cuando terminó de comer con nosotros se fue a dormir un reto
y'. después de tomar una taza de té, comenzó a ordenar sus cosas
*- que hfiep tr-ajo antes de su llegada" Así comenzó a sentirse
un
poco más en su casa, sobre todo, cuando le dieron las normas del
anexo (obra de Van Daan):
JJ
frdaria de Ane Frg,szle
JJ
i
56
Aaa Frark
judíos, y pensamos que era preferible manrener el buen humc4
nüentras pudiéramos. Cuando Miep relata io ocurrido a aigún co-
nocido o amigo, n:i maclre y la señora Van Daan lloran bastante,
por lo que &üep tomó la decisión de no comentarlcs nada más.
No ol¡stante. Dusscl contó histclrias tan aterracioras e ir'.huma¡as
que nunca las vamos a olviriar. Sin ernl:argo, cuando ya no ten-
gamos en nuestras memorias las noticias ta¡r frescas. contaremos
chistes nuer,amente y harernos bromas. No tiene sentido ser tan
pesimistas como ahora; a los que está¡ afuera no ios p<idemos
ayrdar. Entonces, ¿qué caso tiene hacel de la casa trasera una
"casa llena de tristeza"?
A todos estos sufrimientos se les ha sumado uno rrá§, pero tlc
tipo personal, y eue no se puede comparar en nada con las dr:s-
gracias de antes. No obstante, no puedo dejar de comentarte que
me siento m¡ás sola cada dia, Anteriormente, los juegos y Ios a-rni-
gos no me dejatran tiempo para meditar en profundidad, pero
tengo ahcra la mente llena de cosas trisf-es y doiorosas. Mientras
más pienso, más me doy cuenta de qtie, por mucho que 1o desee,
mi padre jamas va a sustituir a mis antigros amigos. Pero, ¿por
qué molestarte con cosas tan insignificantes? Kittv: soy dema-
siado ingrata, io reconozco, pero 1a cabeza me da vueltas, .y sola-
mente recuerdo cosas muy tristes cuanclo me regaian constante-
mente.
Trga, Ana.
57
Diaria de Ama Fronk
tipo de boberías, como por ejemplo: cultura fisica, descubrir adi-
r.in anzas, reseñar iibros, realizar operaciones rrratemáticas, habiar
inglós o francés... pero después de un tiempo. esto tarrbién nos
at-¡urre mucho. Descubrí aigo nuevo ayer por ia noche: espío los
c,-rarlos iluminadas de los "¿ecinos con los gerr,elos. En el día no
e.stá permitido gue abramos las cortinas ni siquiera un poquitc,
per(r por la noche 1'a no ha;r ning'ín peligro.
Antes, jan:ás me di cttenta de lo interesante que podían ser
lcs vccinos, al rnenos los nuestros. Asi descubrí a una larnilia a
ia hora de ia comida, el dentisia de enfrente estaba aiendiendo
a una señora ma\¡or muy miedosa y otras personas estaban riendo
una pelíctila.
Ei señor Dussel, del cual siempre se comentaba que quería mu-
cho a ios chiquiilos y los eniendía fantásiicamente, resultó ser un
niaesiro de io más anticuado, y que además, regaña todo el día.
Yá que tengo el privilegio (¡) de compartir mi habitación, de-
masia<ia pequeña, cabe destacar, con el educador, Y conto me he
ganado lafama de ser Ia rnás mal educada de 1os tres muchachos
que l'ilen en la casa, debo hacer todo lo posilie para huir de sus
regaños.v sermones, y acabo por simuiar sordera.
La situación scría llel'adera si todo quedara allí. Pero no trans-
cur:ren ni cinco minutos de que la señora \án Daan cotlversa con
é1, cuando va me está regañando por una u otra razón. y de re-
pentc estalia la tempestad por todos iados.
En realidaci no cs sencillo servir como símbolo de todos los de-
fectos de una lámilia despótica. Ya en mi cama, por la noche,
repaso los innumerabies pecados y defbctos que se me aCjudican;
me pierdo de tal modo en ese cúmulo de cosas que lloro o sonrío,
según mi estado de ánimo.
Y me quedo dormicla entonces, con la rara sensación cie desea¡
ser otra cosa de 1o que en reaiidad soy, o hacer algo diferente de
lo que en realiciad hago, o de ser otra cosa de io que deseo. iVaya!
No lo comprendo, ni tu tampoco; perdóname por esta confusión,
pero no me agrada corregir, y en este Inomento la escasez de pa-
pel nos prohíbe romperlo. Solamente quiero pedirte que no vayas
RO
(l
.,i
I
| *" Frar&
a reieer ia fíase de arriba y, sobre todri. que no la va1.as a a*alizar,
porque de cuaiquier mo<io no 1a vas a entender.
futz, Ana.
(o
iláaráa d,e A*¡o Frank
de San }iicolás. Y sincelamente, pienso que iue todo un éxito,
píIra ser Ia piirncra vez'
'{uya. .r.na.
6ü
Ana Frank
61
Diario d.e Ans. Frank
62
,Ana Frank
Los v-eias igual de sucios y con Ia ropa hecha andrajos como
-
en este momento.
Sin embargo, -yo me dejo llevar. También se vcn otras cosas.
Hal'barcos, coches y la üuüa, Escucho ¿:uando pasa el tranr,ía y a
ios niños. \'mc enrretengo.
Igual que nosotros, nuestros pensamientos cambian mLrv poco.
Pasan, como un carusel, de la comida a los judíos _v de los ju-
díos a la política. Haciendo un paréntesis, y comenrando sotrre
los judios, mirando ayer por entre las cortinas, y como si fuese
una de las maravilias del mundo, vi cuando pasabail dos. Fue una
sensación demasiado Íara... era como si los hubiera traicionado
-v
estuviera espiando su desclicha. Precisamente, frente a nosofos,
hav un barco üüenda donde habita ei patrón, su espcsa y sus
hifos. Son dueños de uno de esos pequeños perros ladradores que
nosotros soiamente conocemos por sus iadridos y su colita, que es
k; único que sobresaie cuando camina por todo el barco.
I.,a lluvia ha comenzado ahora y las personas se protegen bajo
su l):irasuas. Ya solo puedo ver gabardinas 1i cubieira por r.rn gL-
rro, laparl.e de atrás de alguna cabeza.I{o es necesario.r,er más.
Ya r:onozco a las mujeres de rnemoria: hinchadas de ranro co-
¡lrcr paratas, con un abrigo rojo o verde, la bolsa del brazo, los
L¿r(:ones muy gastados. lJnas con un aire de despreocupación,
ofas, con una apariencia rabiosa; eso dependc del humor de sus
cspo§os.
Tt¿va, Ana^
queritia Kitty:
N.fi
Recit¡iremos 125 gramos de manteca para h-aüdad y todos en
ei anexo nos alegramos de la novedad. EI periódico informa que
un cuarto de kilo, pero eso es solamente para los privilegiados que
consiguen sus tarjetas del Estado, y no para losjudíos escondidos
que. para ocho personas, adquieren cuatro tarjetas.
63
friario de Ana Frank
Todos y cada uno de nosotros pensarnos hacer con la manteca
erlgo de repostería. Est¿ mañana yo preparé dos tortas y bizco-
chos. Tenenros mucho qrie hacer, de manera que intern_rmpí mis
lecciones y mi lectura y obedecí a mi madre, dedicándome solo a
ias tareas de la casa.
Debido a su costiüa lastimada, ia señora Va_n Daan suarda re-
poso; se pasa todo ei día quejándose y pide que }e cambien ios
vendajes a cada momento. No se siente conforme con nada.Agru-
deceré cuando se pueda valer por sí misma, ya que debo reco*
nocer aigo: es asombrosamente ordenada y laboricsa, v también
alegre, siempre y cuando se encuentre en forma tanto anímica
como fisicamente.
Debido a que, durar:te todo el día, me dicen: ,,¡clüs, chisl,,
cuando hago mucha bulla, a mi compañero de cuarto también se
le ha ocurrido chistarme por las noches a cada iastante. Es ciecir
que, según éi, r'a ni siquiera me puedo dar vuelta en la cama. Me
niego rotundamente a prestade atención, y ia próxima vez 1e vov
a respcnder con otro ";chisl".
Me hace enfurecer todos los domingos, porque enciende la iuz
por la mañana muy temprano para realizaq durante diez minutos.
sus ejercicios de gimnasia. Sin embargo, a mí, que sov la r,íctima,
me da la impresión de que son siglos. porqlle mue\¡e las sillas cons-
tantemente bajo mi calseza, r¡edio dormida todaüa. Al finaiizar
sus ejercicios, agita ios brazos de fc¡rma l.ioienta. v el sciior co-
mienza a arreglarse. Los caleonciiios cuelgan de un eancho, de
manera que primero se dirige hasta alií para recogerios, v después
vueive a .-1onde esutba. Ida y r,uelta, una y otra vez. lgual psra
btrscar su corbata olvidada sobre la mesa. Choca, cLrmo.es lógico,
con las sillas en cada ocasión.
Pero es preferible que no te incomode mas Ll¿blánciote sobre
r.iejos fastidiosos, porque C,e todos modos no va a cambiar en
nada. En referencia a mis maneras de venganza corno cerrar la
puerta con el pestiilo, esconderle la ropa- o destornillatlaiám-
para, lameatablemente las debo suprimir para que ia paz p:cci¿
reinar-
64
A¡aFranh
¡De manera tan sensata me estoy comportandol En este lugar
se requiere buen sentido para todo: obedecer callarse, atrrdar; es-
tudiar, ser buena, ceder y otras cuantas cosas más que ahora no re-
cuerdo. Pero temo que mi sensatez, que no es demasiado grande,
se esté acabando muy rápido y que para después q¡¡e finaiice la
guerra no me quede al-rsolutamente rrada.
'Tu1q Ana.
Mi querida Kity:
\4e han molestado nuevarlrerlte esta mañana, por io que no he
podido lerminar de buena manera.
En la ciudad reina el terror. Transportan sin cesar, día y noche,
a esa pobre gente, pror,'istas tan solo con una bolsa al hombro y
algo de dinero. Este se lo guitan en ei camino, según comentan.
Sin clemencia, separan a ias &.milias: hombres- mujeres y niños
\,'an a parar a sirios distintos.
Los niños y? no encuentran a sus padres cualdo rtrelven del
colegic. Las mujeres que van a hacer sus compras, al voii,er a sus
casas se encuerltran con que sus famiüas han desaparecido y con
la puerta de Ia casa sellada.
A los cristianos hciandeses también les toca: sus hiios son e]1-
viados de manera obiigatoria a Alemania. Torios tienen páúco.
Con ei ñn de bombardearv dejar en ruinas las ciudades aiema-
nas, cientos de aviones sobrevuelan Holanda, y en Rusia v Áfri"u,
cada hora, caen cientos de miles de soldados. Nadie se puede
mantener al margen. Todo la tier-ra está_ en guerra> y aunque a
Ios aliados les va mejor, aun no se logra ver el final de esta tra-
gedia.
¿Y qué hav de nosotros? A nosotros rlos va bien. por io menos
mejor que a millones de otras personas. Nos encontramos en un
lugar tranquilo y seguro y aun tenemos dinem para mantenerflos.
A l'eces somos tan egoístas que convemamos sobre 1o que vamos a
65
Bi.q.rio d.e Ane Ft"anle
66
Ana Fra¡ak
aguantaría su burlo*a bondad o su piedad. Pienso que rodo csto
me haría griiar nuer.,amente.
Dicen que hablo de modo afbctado, si callo sov ridícula, y
cuando respondo me dicen que soy una insolente, cuando tengo
una buena idea, que soy muy astuta; cuando estoy agoiada. que
soy una holgazana; cuando como un bocado de más. que soy una
egoísta; calculadora, tonta, cotrarde, v otras cosas. Se la pasan di-
ciendo durante todo el clia que sov una niña insoportable; v aun-
que finja que no me importa yme ría de ello, realmenie me afecta.
I'1e encantaría pedirle a Dios que me diera otro temperarnento,
uno que no hiciera que ias personas descargaran su rabia en mi
contra.
Sin enrhrargo, eso es irnpasible, mi temperamento me ñre daclo
tal cual es, v sé bien que no soy una persona tan mala como ha-
ccn que me sienta. Hago cuanto esta a mi aicance por complacer
los dcseos de los demás; cuando nos encontrarsos en casa de los
vc,-:inos, trato de reír de cualquier cosa para que no noten mjs
i |iilcrrs.
Dcspués de miles de recriminaciones injustas, le he dicho a rai
nratlrc más de una vez:
No me interesa 1o que digas. Ya no te preocupes más por mí.
Yo no iengo rcmedio.
I.írgicamente, de inmediato me decía que era una niña inso-
k:nte, me ignoraba durante dos o trcs días, más o menos, v des-
pués, de repente, no recordaba nada y me trataba como a los
demás.
Es que me cuesta mucho trabajo ser muy tierna un C,ta,, y al
otro día dejar qr-re me echen a Ia cara toda su ra}¡ia. Para mí es
preferibie permanecer justc en el medio, que de justo no tiere
absolutament e nada,y no digo nada de lo que opino. Si me tratan
nuevamente con desprecio yo' para probag ¡si fuese capaz de ha-
cerlol, me comportaré de la misma forma.
'ftgq Ana-
67
fiiorio de Ama Frank
!-rnnNss 5 on rr,rnnno DE 1943
Qrrerida Kirty:
Desde hace mucho tieinpo no te escribo nada sobre la-s dis-
ct¡siones, pero eso no ha variado mucho. El señor Dussel tomó
nuestras desavenencias más o menos a lo trágico, pero esrá co-
menzando a habituarse a eilas y ya no hace tanto esfuerzo para
intentar arreglar l¿x cosas entre nosotros.
A mi hermana y a Peter no se les debeúa llarnar jór.'enes. por-
que son muy fastidiosos y aburidos. Yo clesentono demasiado con
ellos y siempre me dicen:
Margot no harían esol
-iPeter.v
¡Esto;, hastiadal, me sacan de mis casillas' No quiero ser ig.ial
que lVIargot, eila, para mi gusio, es muy indiferente ,v un poco
tonta. Cede siempre ante una charla, y también siempre está Ce
acuerdo con el que dice la palabra finai. Yo soy mucho ¡nás firme
de eqríritu, pero esas teorÍas rne las reserro para rní' Si r¡tilizara
estos argumertos en rni delbnsa, se reirían mucho de rní.
I-a marvona de las veces, ei clima es muy tenso en la mesa. Por
suerte, las discusiones son interruilpidas en ocasiones por los
comedores ie sopa, o sea, los que suben ie 1a oñcina a tomar
sopa.
El señor \an Daan habló nuevamente esta tarde cle Io poco
que come h{argot:
para mantener Ia 1ínea en tono
-I¡rduda-blemente. -añadió
de burla.
Como cie costumbre, saliendo a la defensa de Margot, mi ma-
dre dijo en voz alta:
esto,v cansada de escuchar las estupideces que drce'
-Ya
La señr:ra Van Daa¡ se puso roja corno un tornate; el señor
miró, por un segundo, al frente y guarció silencio. Tarde o tem-
prallo, e1 uno o el c,tro nos hacen reír por un minuto.
La señora, varios días atrás, dijo un disparate lnulu cómico
cuandc estaba hablando del pasado, de sus numerosos coqueteos
y de 1o bien que se entendía con su padre:
6B
Ana Frank
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fiierio de A*.a Framle
Mi querida Kitty:
71
I
Dio.ria de Ana Franls I
72
Ana Frank
ranre una semarta, después ya no me quedaron bien. Espero que
lu{iep pueda conseg,rir algo en el mercado negro.
Todavía ten€o que cortarle el cabello a mi parire. Él ,.lice que
1ohago tan bien que, cuando Ia guerra {rnalice, nunca r,.isitará
nue\ramente una barberÍa. Si ne fuera por los numeroscs cortes
que tieae en la oreja, yo podría creerle.
Tt2;a, Ana.
!J
Dia*'ia de Awe Fra,nfc
'-&1e llarnc Heinrich Scireppel.
--¿.En qué sitio lo hirieron?
'-Fue en el frente de Stalingrado.
clases de heridas?
-¿r¿"é cie ambos pies pol
-Fractnra del brazo izquierdo y pérdicla
congelamiento.
f)e esa manera nos transn'ritía la raclio este horroroso ieatro de
títeres. Daba la impresión de que los heridos estaban orgullosos
cie sus heridas. Y cuantas más tenían, rnás orgiillosos se sendan.
Un soldacio estaba tas emocionado de estrecharle la mano ai
Führer ísi es que todaüa ia tenía), que casi no podia hablar.
Ttgq Ana.
7+
I
| .Eo" Fra¡¡k
76
| *" Frank
Holanda septentrional y meridional dei primero de mavo al pri-
mero de junio. Se llevan a esas desdichadas personas a sus mi¡-
grientos mai¿deros como si se fratara de ganado abandonado y
enfermo. Es como una pesadilla. por eso prefrero no hablar de eso.
Ha habido un incendio, por sabotaje, en ia bolsa de trabajo aJe-
m¿-na, eso es una excelente noticia. Y le tocó su turno ai Registro
Cir,'il unos días después. Varios hombres con uniformes de la po-
licía alemana hicieron desaparecer una gran cantidad de papites
importantes y amordazaran a los guardias.
Tírya, Anr-
-iSi i,o pudiera estar presenre! ;Si y.o pudiera estar ¡llii -co-
mcntaba mi padie.
por qué no pegas ei oído al suelo?
-¿Entonces
daron. -le recomen-
i7
fiiario de As,-a Fr**kl
escucharás iodo. porque ellos estáa en la oficina prir'ada
-Lolu)'el'üll.
- con(
iiuminó tl rostro, ,v a ias 10:30 de Ia inañana
.A rrli padre se le
de N,largot v Piln tomaron sus posjci{rnes en e} sueio (dos
a,r,er,
escuclian más que uno). La reunión aun no había terminado ai
rnediodía, pero mi padre'¡a no esr.aba eu condieiones de seguir,
estaba exha¡sto por la posición tan incómoda. Cuando escucha-
lrros -v'oces en el pasillo. a lar 2:30 de la tarde, yo fui a o€upar
su sitio. lv{argot siguió junto a mí. La charia era tan aburrida ,v
tediosa que, en el sueio frío. me quedó dormida-. Mi hermana no
se atreria a tocarme por miedo a que nos escucharan, y menos
todaüa me pociía hablar. Por lo menos dr:rmí una buena media
hora, me desperté un poco atemorizada,v habia ok''idado toclo io
referente a la importante charla. Pero l\{argot había prestado más
atención, por suerte.
Trya, Ana.
tn
| *" Frank
Permanecí inmóül en mi cama y pensando lo andpática que
erapor haberiarechazado de esa forma tau grosera, pero. a la u.ez.
sabía que no podia responderle de otro raodc. l\o podía sirnular
y,
en contra de mi r..oluntad, rezar con elia. Lo que ella me pidió era
sencillamente imposible.
Pero settí mucha iástima de rni madr.e. Me dj cuenta. por pri_
mera r¡ez en mi vida, de que mi actitud no ie es completanrenre
inüferente. Pude ver la kisteza en su rostro. sobre todo cuando
comentó que al amor no se le puede obligar. La verdad es muy
dura. No obstante. también es cierto cuando digo que mi madre
me ha rechazado, que siempre rne ha hecho j¡diferente a cual_
quier amor de parte de eila, con sus comentarios ian carentes de
tacto y sus b¡omas tan toscas sobre cosas que yo ilunca considero
graciosas. Pienso que ahora mi madre se ha estremecidc como yo
lo iri: hccho al comprobar que se ha esfu¡nado todo amor entre
nosOtras.
Casi toda la noche lloró y la pasó sin riormi¡. Mi padre no
c¡uicrt ni mirartr,-,e, y cgando lo hace solo por un mome¡to, en sus
r,rjos nuccio leer: "¿Cómo te atreves a causarle tanto sufriniento a
t,.r madre, cómo has podido ser tan maLa hija?:,.
llbdos están rsperando a que le pida disculpas, pero no Io
voy a hacet simplernente porque dije una rerdad que, tarde o
temprano, mi madre te verá obligada a aceptar. No necesiio
aparentar, me he vr¡elto totalmente indjferente a las iágnmas de
mi madre y a las miradas de reproche de mi pa,Jre, porque es la
primera ocasión que están si¡liendo algo de lo que
,vo me dcy
cuenta permanentemente. Mi madre solo me inspira compasión,
porque se ve forzada a guardar su compostura ante mí. por nri
lado, continuaré con mi actitud callada y fría, y no le tenclré ternor
a la verdad en ei futuro, ya que cuanio más tarde en decirla, nrás
costará escucharia.
Tr¿rya, Ana-
79
Ilisrio de Ana. Fronle
ÜU
| *" Frank
En ocasiones comienzo a pensar en la vida que Ilevamos
en este
ltigar y entonces, generalmentg }lego a la mi#a
conclusión: com-
parados coa otros judíos que no eslán ocultos,
estamos üüeildo
corno en un p;raíso. De todas maneras, algún
día, cuando todo
ha,va vuelto a la normalidad, me asombra.é
áe .ó*o norooor, qr.
éramos tan pulcros y ordenados en casa, ncs hemos
reducido ahora.
Y esto de reducido es en el buen sentido de la palabra.. en
lo
que respecta a nuestra forma de üvir. Tenemos,
por ejemplo, Ia
rnesa cuhierta con rn hule que, como lo utilizamos
tanto, regular_
mente, no esrá muy limpio. Tnlsn¡, limpiarlo a veces
un poco más,
pero el trapo que tenemos esfá cubierto de agujeros, y
qrre fiote, no logro arrancarle toda Ia suciedad.
po. *i
Ls van Daan han
dormido durante todo el invierno sobre un trozo de franeia
que
no.podemos lavar aquí, debido a la escasez de agua
yjabón dt:
polvo, y es que, aparte de eso, es c{e mda calidad. nfi
páa.. ,,i.t"
un pantalón deshilachado y su corbata está compietamente
des_
gastada. El corsé de mi madre ya se ha roto de
io i-ie;o que está, y
no tiene solución, mientras que mi hermana ileva un
,orié., qrr"
dos taiias mas pequeño dei que ella usaba. "*
Du¡ante todo el invierno, Margot y mi madre han compartido
tres camisetas que utilizan de forma alternada, las
v míai la no
me^l]egan ni al ombligo, porque son demasiado pequeñas.
Sí, ya sé que esto no üene mucha importancia, pe¡ro
en ocasio_
nes me da rrriedo pensar: si ahora u.:lizamos cosas
desgastadas,
desde mis ¿alz6¡65 hasta la brocha de afeitar de
mi paáe, ¿qoj
tendremos que hacer para ser pafe nuevamente de
nuestra clase
social anterior a la guerral
Ios aüones han bontt¡ardeado esta noche de tai forma, que
en
una maleta intr.oduje lc¡ estrictamente necesario €n
caso de tener
que escapar. Mi madre rne preguntó, y- con mucha razón:
dónde deseas escapar?
-¿A
Toda Holanda está castigada por flrs hueigas. !-lle declarada
eu
estado de sitiq y su ración de pan reducida, por
persona, a 100
gramo& ¡Eso Ies sucede a los niños que han sido malos!
Tulq Ana.
o1I
t!
üisrio d.e A*a Fronlt
M¿atns 18 re Ivr¡Yo on 1943
Q9
Ana F¡cank
B3
Disrio de Ana Frank
Nadie mira sus propios defectos,
solo ven los errores ajenos;
a tcdos ies es muy fácil regañar
y a menudo io hacen sin apenas pestañear.
A tus padres no nos es fácil serjustos,
intentando que no haya mayores disgustos;
reprender a los adultos es algo que está mal
por mucho que te enfaden las personas de edad,
como una pfldora debes tragar
sus regaños para que exista paz.
Aquí los meses no transculren en vano
apror'échaios muv bien con tu estudio sano,
que estudiando y leyendo libros por cientos
se espanta el hastío.v el aburrimiento.
La pregunta más dificil es sin duda:
¿Q¡ré me voy a poner? Es que no tengo ni una muda,
todo me queda pequeño, pantalones no tengo,
mi camisa es un taparrabo, pero eso es 1o de menos.
Después están los zapatos: no puedo 1,a decir
los tremendos doiores que me hacen st.rfrir.
AI crecer l0 cm no hay nada que hacer:
va no tienes ni un vestido que te püedas poner.
ll{i
hermana no pudo traducir con rima la parre que hablaba
del tema de la cornicia. de manera que la suprimí. Por 1o demás es
muy hermoso, ¿no es cierto?
Me dieron obsequios muy bonitos, entle otras cosas, uu lihro
enorille sobre nútoiggía gricga i romana, que es mi terua predi-
lectc. Y no puedo ni quejarme, de las golosinas. Toclos me han
mimado mucho más de lo que merezco, porque soy ia niña más
pequeña de la familia.
Tu;ta, Ana.
B4
Ana FranL
Manrss 15 nu.¡uNro ox Ig4B
B5
üist'io áe Aws Fr*,nlc
Ile-i¡o comeritarte, volviendo al probiema Ce i¡ ed',rcación una
vez más, que hago muchos esfuerzos por ser simpática, bue;¡a r
útii para hace r que la llul-ia, de obscn acicines no me an'asti'e i-rue-
rr'aincnie. ,v el ciima se cafme. i{o cs tácil iliteiitar compLirtarse de
marrera ejemplar aírte personas con las cuales no simpatizamos.
Considero que es una actitud muy hipócrita, crea que ten{o rnu-
chísimo más que ganar con mis opiniones sinceras, qu-e nadie ha
pedido ni apreciado jamás.
En ocasiones me salgo de mi papcl y no iogro dominar la rabia
ante Llna injusticia, y por estr-'detalle, ]'o soy ei tema de coni'ersa-
ción durante semanas. ¿l*lo crees que deberías compadecerme a
veces? Por fortuna, no soy tan gruñona, pues acabaría perdiendo
mi excelente sentido del humor v rne agriaria.
Decidí dejar un poco de laclo la taquigrafia, a pesar de que he
tenido que pensarlo mucho. Quisiera, en primer iugar, deücar
más tiempo a mis otras materias, y después por rnis ojos. Eso es
1o que me preocupa más. Me he vuelto den:asiado miope, v hace
tiempo que tendúa que usar gafur (1"4 me voy a parecer a ,Jx
búhol). En Ia casa a.,rer no se habló de otro tema que los ojos cie
Ana, uorque mi madre sugirió que la señora Koophuis me acoiri-
pañara al consultorio ciei oculista. Creí desmayarme ante esta no-
ticia. Sali¡... no es una bobería.
¿Lo puedcs creer? ¡Salir a la calle! ¡Encontrarme en la calle! No
1o puedo creer. Nfe dio mucho miedo al principio. pero después
me aiegré. No obstatrte, la cosa no era tan sencilla, porque no
todos los que deben decidir se ponían de acuerdo de Eanera tan
fácil. Todos los incon.l'enientes, todos los peligros han sido pesados
y sopesados, incluso cuando NIiep se ha ofrecido de inrnediato
para ir conrnigo.
Sacar nú abrigo del ropero fue io primero que hice. h.{e que-
daba t¿n pequeño que parecía que era de mi hermana pecueña.
Siento auténtica curiosidad por ver qué va a resultar de eso, pero
reafmente no creo que el plan se reaiice porque) mientras esto
ocurre en casa, los ingleses desembarcaron en Sicilia y mi padre
tiene los ojos puestos en "un final rápido y cercano".
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