Comprometida Con Un Vampiro - Cristie Pereira PDF

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CRISTIE PEREIRA

Copyright © 2023 CRISTIE PERIERA


Todos los derechos reservados.
Nota del Autor.

Hola, querido Lector:


Esta novela es ultimo tomo de una saga de libros.
Los cuales tienen el común una trama, pero con historias de amor con
distintos personajes en cada tomo. Los cuales se irán enlazando en el transcurso de
la historia.

Libros:

La marca del Alfa.


Atrapada por el Alfa.
Marca al Corazón.
Comprometida con un vampiro.

NOTA IMPORTANTE: Este libro contiene


quiebres emocionales, violencia y escenas eróticas
explicitas.

DEDICATORIA

A TODOS QUIENES RESURGEN COMO EL FéNIX DE SUS CENIZAS

AGRADECIMIENTOS
¡GRACIAS A TODOS POR LEER ESTA SAGA DE LIBROS!

D oscientos setenta años atrás.


INTRODUCCIÓN

VALERIA
NOSTRADAMUS

e apresuré por los pasillos del castillo estilo gótico.


El frío estaba empezando a sentirse, y eso era poco decir cuando se trataba de
Rusia.
Me detuve frente a la puerta. Apreté la falda de mi vestido largo y la abrí,
encontrándome a los dos amores de mi vida jugando.
Dimitri, estaba encima de un caballito de madera meciéndose, mientras que
Anya estaba jugando con unas muñecas de porcelana.
Mi hermosa princesa se encontraba en una reunión de té con muchas de ellas.
Tenía una con cabello rojizo, otra rubia y otra con cabello castaño. Todas vestían
ropa de época.
Los ojos grises de mi hombrecito brillaron en rojo cuando me vio. Dejó lo que
estaba haciendo y se apuró a correr hacia mí.
Su cabello estaba peinado hacia un costado. Llevaba un pantalón que le llegaba a
las rodillas y unas medias blancas por encima. Su torso estaba cubierto por una
camisa con volantes en el cuello y las mangas. Estaba hermoso.
Su cuerpo se fundió con el mío en un cálido abrazo.
—¡Mami! —dijo mi niña, dejando sus muñecas y acercándose a mí.
Los abracé a los dos. Mi linda niña tenía un hermoso vestido celeste con un
lindo diseño de flores bordadas en plateado. Su cabello rubio, igual que el de su
hermano, estaba lleno de rizos ensortijados.
Lo único que no tenían igual eran los ojos. Mientras Dimitri tenía ojos tan grises
como el cielo en un día de tormenta, Anya tenía unos deslumbrantes ojos verdes
como las hojas de primavera.
—Mitya, ve a lavarte las manos. Pronto tu padre vendrá y cenaremos —dije
acariciando su cabello—. Ayuda a tu hermana.
El pequeño asintió mientras tomaba la mano de su hermana y se la llevaba a
hacer lo que le había dicho.
—Cada día se parece más a ti —dijeron a mis espaldas.
Me giré para encontrarme con los ojos verdes de Jasha. Sin lugar a dudas, mi
pequeña princesa tenía los genes de su padre.
Su mandíbula era cuadrada y fuerte, y una pequeña barba la cubría. Su cabello
rubio estaba prolijamente peinado hacia atrás. El chaleco que llevaba puesto estaba
cubierto de condecoraciones.
Jasha Novikov era el rey de los vampiros, un hombre con un temperamento
fuerte y solemne. Se preocupaba por su especie y evitaba involucrarse en disputas
con otros seres místicos.
Por mi parte, Valeria Nostradamus, pertenecía a otra especie: era una bruja. En
un principio, los vampiros no aceptaron fácilmente que una bruja fuese su reina,
pero Jasha impuso su decisión sin permitir ninguna réplica. Esto sucedió hace
aproximadamente cinco años. Luego llegó Dimitri, quien es un vampiro puro de
nacimiento.
Mi hombrecito, Dimitri, fue concebido en lugar de ser convertido. Por eso su
corazón latía en su pequeño pecho. No necesitaba alimentarse exclusivamente de
sangre para vivir, ya que podía ingerir comida como cualquier otro ser vivo. Sin
embargo, unas dos o tres veces al mes le dábamos un vaso de sangre, lo cual lo
mantenía fuerte.
En cambio, mi princesita era mitad bruja y mitad vampira. Aún no mostraba sus
poderes, pero una familia amiga, que poseía el don de ver el aura, nos visitó y nos
reveló que ella era bruja además de vampiro.
Le sonreí mientras mi arcan se acercaba a mí.
Sus brazos me envolvieron, haciéndome sentir la electricidad recorrer mi cuerpo.
Una de mis manos fue a su rostro para acariciar su mejilla. El ardor llegó a mi
piel. Debido a la mezcla de vínculos, cada vez que nos tocábamos podía sentir
como si mi piel se quemara. Eso era parte del vínculo de los vampiros.
—¡Papi! —dijo Dimitri corriendo.
—¡Campeón! —lo saludó Jasha.
—¡No corras!
El vampirito se aferró al torso de su padre en un salto.
—Te extrañé —le dijo mi hijo a su padre.
—Yo a ti, hijo.
Mi falda fue jalada y cuando miré hacia abajo, vi a Anya agarrándose de mi
vestido con su pequeña mano.
Me agaché lo más que pude, limitada por el maldito corsé, y la levanté. Odiaba
estos vestidos y rogaba a Hécate que dejasen de usar en un futuro cercano.
Nos encaminamos los cuatro hacia el pasillo.
—¡Su majestad! —gritaron mientras se nos acercaban unos guardias—. Nos
están invadiendo, Bormir…
—Ese maldito —masculló mi pareja—. Valeria, escóndete con los niños no
salgas por nada del mundo.
Asentí mientras tomaba a Dimitri de la mano.
—¡Papá! —dijo mi hombrecito con desesperación.
Jasha se agachó para tomarlo de los hombros.
—Tienes que ser un hombre, Dim, protege a tu madre y a tu hermana —le dijo
seriamente—. ¿Puedo darte esa misión?
El niño de seis años asintió mientras se ponía serio.
Las doncellas me acompañaron al cuarto de los niños. Cerré las puertas dobles y
mis manos se apoyaron en la madera, creando un círculo de runas. Estas brillaron
en verde gracias a mi maná.
Me giré para ir hacia donde estaban mis hijos y, agachándome, los tomé a ambos
en un abrazo.
—Todo estará bien, papá nos protegerá y yo los protegeré a ustedes —les dije
con determinación.
Los gritos no tardaron en llegar, sonidos de dolor puro que desgarraban el
silencio del castillo. Mi cuerpo temblaba mientras respiraba con dificultad.
No podía creer que todo esto estuviera sucediendo. Miré a Noelia con
preocupación en mis ojos.
—Tienes que irte con ellos y las criadas —le dije, poniéndome de pie.
Mis ojos se agrandaron mientras caía al suelo. El dolor en mi pecho se volvió
insoportable. Mi mano instintivamente se dirigió a mi corazón, que latía
fuertemente mientras sentía como si me lo estuvieran agarrando y estrujando. La
marca en mi cuello ardió intensamente mientras tomaba bocanadas de aire.
Las mujeres a mi alrededor se acercaron, preocupadas por mi estado.
—¡Mami! —gritaron mis hijos, llenos de preocupación.
Todo a mi alrededor se volvía borroso mientras luchaba por mantenerme en pie.
Mi pecho ardía y dolía intensamente. Cada vez me costaba más respirar. Sentí
una ira y una rabia arremolinarse dentro de mí. Sabía lo que había ocurrido. Mi
Jasha, mi túa-cantante… él estaba muerto.
Me levanté y miré a Noelia, la nana de mis hijos.
—Llévalos afuera y escapa, yo los distraeré —le ordené a Noelia.
—¡Pero señora…!
—¡Haz lo que te digo! —bramé mientras me encaminaba hacia la puerta.
La mujer que había sido como una hermana para mí en ese lugar, tomó a mi
pequeño hombrecito, mientras que otra criada tomó a Anya. Salimos del cuarto.
Comandé la huida.
Caminamos por los pasillos y al bajar las escaleras, unos vampiros trataron de
acercarse. Moví mis manos y creé una barrera de protección. No podía usar
portales, ya que este castillo tenía un hechizo que lo impedía, todo en aras de
nuestra protección. Así que por eso me estaba ocupando de que mis dos únicos
hijos escapasen.
Una horda de vampiros se acercó a nosotros. Estiré mis manos y las junté; los
muros del pasillo se quebraron y se derrumbaron sobre ellos. Fuimos en otra
dirección.
Llegamos a uno sin salida.
—Qué tenemos aquí, Christof —dijo un vampiro de cabellos negros como la
noche.
—Pero si no es más que la sucia bruja que se hace llamar la reina de nuestra
especie —dijo riendo otro de cabello cobrizo, su mirada fue a mis espaldas.
Comencé a desplegar maná hacia mis manos. No permitiría que les hicieran
daño.
—Y también están sus bastardos, mejor todavía —dijo riendo el vampiro
mientras sus ojos se volvían rojos—. Bormir nos va a dar dinero extra.
Creé orbes de energía.
Los arrojé hacia ellos, haciendo que todo explotara. Me giré y fui a tocar la
pared. Esta comenzó a desplegarse a los costados, dejando ver un túnel.
—Salgan ahora —ordené.
Volví a ver qué estaban haciendo los otros vampiros.
—¡No, mami! —gritó Dimi.
Hice un muro delante de mí y regresé a donde estaba mi vampirito. Sus ojos
estaban rojos. Estaba asustado y eso alteraba sus sentidos.
—Prométeme que cuidarás de tu hermana, ella es más pequeña que tú, Mitya —
le dije mientras canalizaba maná en mi mano—. Esto te protegerá hasta que esté
con ustedes. Pronto nos volveremos a ver —le dije sonriéndole.
Le di la piedra de maná y generé otra para su hermana.
—Tan pronto como puedas, hazles un collar o un anillo —le dije a Noelia
mientras miraba la piedra de maná roja, mezclada con mi sangre.
La explosión a mis espaldas me hizo estremecer.
—Es hora, largo —le insté.
Todos emprendieron el viaje.
—Sigan el camino y los llevará al bosque —le dije mientras volvía a cerrar la
pared.
Me giré para ver humo.
Una figura comenzó a dibujarse en este.
Sus ojos agudos y fríos me miraron con burla.
—Valeria, Valeria —dijo riendo—. Si hubieras aceptado mi trato, esto no
hubiera pasado. Tenías que seducir al rey y luego matarlo.
Apreté mis puños.
En un principio, ese era mi trabajo. Había sido enviada para matar a Jasha, pero
lo que no tuvieron en cuenta fue que yo era su túa-cantante. No pude hacerlo;
terminé contándole todo lo que querían hacer. Mi pareja predestinada me salvó y
me tomó como suya, llenándome de amor.
—Si lo hubieras hecho… no tendría que haber matado a mi primo con mis
propias manos —dijo mientras sostenía algo con la mano.
La sangre se me heló, mientras veía la cabeza de mi arcan colgar de sus dedos.
Caí al piso de rodillas.
Dos vampiros me tomaron de los brazos. Bormir se acercó a mí y sonrió.
—¿Dónde están los bastardos de tus hijos? —inquirió a centímetros de mi rostro.
Lo miré sin tenerle miedo, escupí su rostro.
—Pagarás con sangre lo que has hecho —dije con los dientes apretados.
El hombre de ojos grises se limpió la mejilla y su mano fue directo a mi rostro,
dándome un puñetazo. La sangre llenó mi boca.
—Pensaba hacerte mi perra, pero ni para eso servirás. Te mandaré a juntarte con
tu querido Jasha, y luego daré caza a esos mocosos que tanto amas. Los torturaré
hasta que pidan clemencia y recién ahí los mataré lenta y dolorosamente —dijo
sonriendo.
El dolor en mi pecho me hizo soltar un jadeo. Miré hacia abajo y vi su mano
incrustada en mi cavidad torácica. Mi corazón fue tomado con fuerza, haciéndome
gritar.
Lo último que pasó por mi mente fueron los rostros de mis dos bebés.
CAPÍTULO 1

DIMITRI

e encaminé hacia la oficina.


Estaba harto de la gente.
El olor a humano inundaba mis pulmones escociéndolos.
Podía sentir mis colmillos picar por querer salir. Hace una puta
semana que no me podía alimentar. Sentía mi garganta seca,
como si granitos de arena me raspasen la tráquea.
Cualquier sangre me parecía asquerosa y era todo por culpa
de esa mujer. Sus ojos verdes agua llegaron a mi mente. Estos
estaban grandes mientras me escrutaba con evidente ansiedad.
Pero lo curioso es que fue solo por unos segundos.

“Flashback.”

—Anya… —le regañé.


Sus ojos verdes me sondearon con determinación.
—En serio, Mitya, no aguantaré a tu puta de turno por más
tiempo —gruñó mientras caminábamos por las calles de
Londres.
Estábamos llegando tarde a una reunión. Y a mi hermana
no se le daba mejor idea que regañarme por Lucila.
—No es asunto tuyo dónde meta mi polla —le dije
seriamente.
—Sí, si se toma el privilegio de mandonearme, cómo si
fuera la reina de los vampiros.
Apreté mi mandíbula.
Sabía a lo que se refería. He estado pateando este asunto
por más de doscientos años. No me interesaba para nada tener
que ponerme a la cabeza de una especie, y menos si era una
que me había intentado matar cuando era solo un niño.
Pero no.
Tuvo que joderlo el maldito bastardo de Bormir. Por lo
visto, no le era suficiente ser el rey de los vampiros. El tipo
quería el mundo entero.
Los chuchos vinieron a pedirme una tregua hacía unas
semanas y terminé negándome a aparecer.
—Hablaré con ella —le dije, tratando de evitar que esta
mujercita se enojara más de lo que ya estaba.
No tenía miedo de que Anya saliera herida, no. El problema
sería encubrir la muerte de Lucila, si seguía tirando de la
cuerda. Que fuera la que calentaba mi cama, no significaba
que tuviera el derecho de darse aires de grandeza, y menos con
mi hermana.
La hechicera se detuvo en seco. Alcé la vista solo para
encontrarme con una escena de película de terror.
Unos vampiros estaban atacando a un grupo de humanos.
Pero nada me importó.
Miel con unas notas de fresias.
Su aroma se instaló en mis pulmones.
Mi garganta comenzó a picar y mis colmillos querían salir.
“¡Mierda! ¿Dónde carajo está?” Pensé mientras pasaba mis
ojos por toda la masacre que se estaba dando.
Me importaba un carajo que matasen a los humanos. Si
ellos no podían defenderse, no era mi culpa.
Mi vista se enfocó en una chica de cabello negro. De su
espalda salían unas hermosas alas. Olía exquisito. Algo que
jamás había sentido. Pero no era lo que me estaba haciendo
perder el control de mí mismo.
Seguí mirando hasta que me topé con la dueña. La chica
tenía la piel pálida y el cabello negro, era apenas un poco más
alta que la mujer alada.
—¡Maddie! —gritó la chica corriendo hacia el ser con alas.
Sus ojos… ¡Por Selene, eran hermosos! Parecían el agua
cristalina del Caribe.
Tragué fuerte mientras el corazón me daba un vuelco, al ver
cómo un vampiro la tomaba del cuello y la comenzaba a
levantar del suelo.
Mi cuerpo comenzó a temblar de enojo. Mi ser se llenó de
sed de protección, quería protegerla de todo lo que pudiera
hacerle daño.
La chica se giró, pero fue apresada. Mi ceño se frunció
mientras veía cómo sus alas se transformaban en filosas armas,
cercenando los brazos de su atacante.
—Vale… no es una Siren —dijo Anya—. ¿Ayudamos o nos
damos media vuelta y nos vamos?
Mis labios se apretaron viendo cómo la chica trataba de
quitarse la mano del cuello.
Mis piernas se movieron solas, cuando tomé al engendro
que ya no tenía cordura. El maldito bastardo estaba a punto de
morderla cuando me detuve a sus espaldas.
Con mi fuerza, tomé su cabeza con mis manos y la giré con
fuerza. El ruido de huesos rotos resonó al separar su cabeza
del cuello.
La mujer cayó al suelo mientras se sujetaba el cuello. Su
respiración era desbocada y podía ver y escuchar cómo su
corazón galopaba.
Mis ojos la sondearon y tuve que reprimir el estúpido y
primitivo deseo de reclamarla.
Tenía las fosas nasales dilatadas por su embriagador
aroma.
Mis ojos no podían apartarse de los suyos. Ella me miraba
atentamente de la misma forma. Por un segundo vi sorpresa en
ellos, pero luego ¿enojo? Giré mi rostro para encontrarme con
la otra mujer, rompiendo así el encantamiento.
—Una Semi-Diosa —dije sonriendo—. Qué interesante.
En verdad era preciosa, muy apetecible en todos los
sentidos. Pero, era su aroma el que me invitaba a querer probar
esa exquisitez que debía de ser su sangre.
Algo privilegiado y casi un sacrilegio.
Sentí cómo algo se estaba acercando a mis espaldas, me
giré para tomar al vampiro del cuello. Mi brazo se flexionó y
con una embestida su cabeza golpeó el suelo. Extendí mi otra
mano y, juntando mis dedos, perforé su pecho. No merecía
vivir si fue tan fácil matarlo. Tomé su corazón y lo saqué de su
cuerpo con satisfacción.
Me levanté y lo dejé caer al suelo, solo para aplastarlo con
mi zapato. “Idiota, tendré que cambiarme de zapatos otra vez”,
me amonesté mentalmente.
—¿Por qué no te llevas a la humana antes de que se la
coman? —dije, sonriendo mientras las miraba.
Cuando mis ojos se encontraron con los de ella, mi cuerpo
se erizó por completo. Mordí levemente mi labio antes de
apretar la mandíbula. Estaba jodido.
“Fin del Flashback.”

Abrí la puerta y entré, me dirigí al escritorio.


Miré los archivos que estaban sobre él y suspiré mientras
me sentaba. Tomé el primero de todos. Ya era la segunda vez
que esta mujer venía a intentar hacer una alianza con mi
empresa. No me llamaba la atención, pero esta vez me pidió
que la escuchase.
Tocaron la puerta haciendo que alce la mirada.
—Adelante.
Anya entró con calma. Su melena rubia estaba atada en dos
trenzas cocidas. A pesar de sus doscientos setenta y tres años,
parecía tener veinte. Su rostro mostraba una sonrisa de oreja a
oreja.
—Hermanito —dijo mientras se sentaba sobre el escritorio.
Miró la carpeta y frunció el ceño.
—¿Esa vieja sigue queriendo una alianza?
—Sí, y no hables así de tus mayores —le dije.
Una carcajada resonó en la oficina.
—Pero si esa mujer es una niña comparada conmigo…
—Sí, pero para los humanos no.
Su ceño se frunció.
—En fin, justo te estaba por decir que vino y te está
esperando.
Largué el aire mientras frotaba mi rostro. Esto iba a ser
muy frustrante.
—Hazla pasar así me la quito de encima.
Anya asintió y se bajó del escritorio. Sus piernas
enfundadas en un pantalón de látex se movían con elegancia
mientras se dirigía hacia la puerta.
—Que te sea leve, Dim —dijo antes de cerrar con una
sonrisa burlona.
Me acomodé mientras guardaba el resto de las carpetas y
dejaba solo la suya.
La puerta volvió a ser tocada. La hice pasar.
Su cabello negro llegaba a sus hombros, mientras que sus
ojos verdes me miraron con altanería. Era evidente que
siempre conseguía lo que quería y no ocultaba sus intenciones.
La miré deseando no estar en este momento.
—Señor Novikov —dijo con su mejor voz de querer
encantarme.
Rasqué mi sien mientras trataba de no perder la paciencia.
—Espero que sea algo importante para venir a pedir un
poco de mi tiempo, Señora Monet —dije seriamente.
Su mandíbula se apretó mientras se sentaba.
Su rostro me recordaba a esa mujer. Era como verla, pero
con rasgos más adultos. Su aroma floral penetró en mis fosas
nasales y la sed de sangre se hizo más intensa.
—Pensé en volver a discutir sobre la alianza…
Reí secamente.
—Parece que no fui lo suficientemente claro —dije
mientras me apoyaba en el escritorio—. No tengo ningún
interés en asociarme con una empresa que está al borde de la
quiebra. Su esposo me debía una gran suma de dinero, y dado
que él falleció, ahora usted debe hacerse cargo de esa deuda —
dije mientras le extendía la carpeta—. Si se fija —añadí,
indicándole que revisase—, la deuda asciende a los doscientos
millones de dólares.
Su rostro se volvió pálido.
Sonreí para mis adentros al ver qué su mente estaba
asimilando, que estaba en mis garras. Esta mujer no quería
cederme su empresa, en cambio, me ofrecía una alianza por
unos cuantos dólares para adquirir la mitad de la empresa y
saldar la deuda. Pero era absolutamente descabellado, su
familia me debía mucho más de lo que la mitad de la empresa
podría valer.
—Con los intereses llega a por encima de los cuatrocientos
millones —dije tranquilo—. Brenzor Corp. Está valuada en
doscientos millones —concluí.
Sus ojos verdes se anclaron a los míos, pude ver el
momento exacto en que la ansiedad la embargó.
—Como puede ver, Señora Monet, la mitad de la empresa
que me está ofreciendo no es nada en comparación con la
deuda —dije sonriendo satisfecho—. Y considérese afortunada
de que no esté embargando sus propiedades para cobrar el cien
por ciento de la deuda —le informé.
—S-señor Novikov… la empresa es lo único que me queda
de mi esposo… y no está a mi nombre, sino a nombre de mi
hija —dijo con desesperación.
Fruncí el ceño mirándola fijamente.
—Y-yo estuve pensando que por ahí un matrimonio
nominal lo dejaría satisfecho —dijo, descolocándome
completamente—. Así podrá manejar la empresa y tendrá a mi
hija…
Reí sin poderlo aguantar. ¿Esta mujer me vio necesitado?
¿Acaso no sabía con quién estaba hablando?
—Lo siento, perdón por mi mala educación —le dije
mirándola fijamente—. ¿Qué le hace suponer que necesito una
esposa? No sé si sabe, pero puedo tener a la mujer que yo
quiera y cuando quiera. No necesito una relación obligada para
follarme a una mujer —le dije, ya fuera de mis cabales.
—No quise ofenderlo en ningún momento, pero se ha
corrido la voz en nuestro círculo exclusivo de que usted no
toma a ninguna mujer en serio y ha estado con casi todas las
hijas de los empresarios —dijo, captando mi atención.
En verdad, esta mujer me tenía intrigado. La humana no
tenía ni idea de que podía hacerla desaparecer en un abrir y
cerrar de ojos.
—Y han mencionado que no desean hacer alianzas con
usted debido a ese tema —prosiguió con cuidado—. Es por
eso que pensé que, si tiene una esposa, tendrían una mejor
percepción de usted.
Mis dedos fueron a mi barbilla. Realmente era inteligente.
No entendía cómo permitió que su esposo desfalcara de esa
forma el préstamo que le había dado.
Se movió y rebuscó en su cartera. De ella sacó una foto y la
depositó en el escritorio. Sus delicados dedos la acercaron a
mí. La tomé y mis ojos se perdieron en su sonrisa, en cómo sus
ojos de color verde agua se entrecerraban mientras abrazaba a
un perro. “¿Por qué diablos tiene que existir el destino?”
El dolor de cabeza más hermoso que había visto, me estaba
siendo entregado con un moño en mis manos. Levanté la vista
mientras sonreía levemente.
“Tal vez casarme no sea una mala idea.”
CAPÍTULO
2

DIMITRI

flojé mi corbata y luego fui por los dos primeros


botones de mi camisa. Me estaba ahogando, la garganta me
estaba picando horrores.
—¡Mierda! —mascullé mientras apoyaba las manos en el
escritorio.
Mis colmillos comenzaron a extenderse.
El calor llegó a mi cuerpo junto con temblores.
Me encaminé al minibar que tenía en mi oficina. Saqué la
bolsa con el líquido rojo. La perforé con mis colmillos y
comencé a beber desesperadamente.
Esto no tendría que estar pasándome, no tendría que tener
el ardor. No siendo un vampiro puro. Pero es que no lo
entendía.
La sangre comenzó a humectar mi garganta. La sensación
de sed descendió gradualmente, haciendo que pudiera respirar
mejor. Me senté en el sofá que tenía en la oficina.
Pasé el dorso de mi mano por la boca, a la vez que largaba
un suspiro. Me recosté dejando mi cabeza recostada en el
respaldo, cerré los ojos tratando de tranquilizarme. Tendría
que hablar con mi madre, a ver si tenía alguna idea de lo que
me estaba pasando.
Estaba seguro de que no era por el vínculo con esa mujer.
No funcionaba de esta manera.
Nosotros, los vampiros, a diferencia con los chuchos o los
brujos, no necesitábamos estar pegados a nuestras parejas.
Obviamente, que eso no quería decir que podíamos estar sin
ellas. Pero no teníamos un problema si lo estábamos. Salvo el
anhelo de querer tener cerca a esa persona. Pero no nos pasaba
como a los lobos, que sentían dolor en el pecho y comenzaban
a enfermarse. Y tampoco nos daba frenesí, como a los brujos,
si uno estaba tratando de evitar al otro.
Entonces… ¿Qué era lo que me estaba pasando?
Ser un vampiro de pura sangre, me daba la ventaja de no
tener el ardor. Ya que estaba vivo. Mi corazón latía y
bombeaba sangre.
A diferencia de Anya, que era híbrida… ella sí lo tenía si
no se alimentaba por lo menos una vez por semana. Por más
que estuviese viva, su otra mitad era bruja y eso hacía que el
ardor se activase. Ella también era pura, pero en parte.
La puerta se abrió de golpe.
—¡Dimi! —gritaron, haciendo que abriera los ojos para ver
a la rubia.
Apreté la mandíbula. Si había algo que me sacaba de mis
cabales era que me molestasen, y en este momento, Lucila lo
estaba haciendo más que bien.
—Tu hermana me dijo que no tenía permitida la entrada —
dijo completamente enojada.
Respiré hondo, tratando de relajarme de nuevo.
—Lucila, toca la puerta antes de entrar —dije conteniendo
el aire—. Un día de estos te encontrarás en problemas por
hacer eso.
Su cuerpo, el cual estaba enfundado en un vestido algo,
bastante, demasiado corto, se subió encima de mí a horcajadas.
—Dimi, lo siento, es que estaba muy enojada.
La detallé completamente.
Fruncí mi ceño al no sentir nada por ella. Su cuerpo
esculpido literalmente, ya que no había parte de ella que no
estuviera retocado por un bisturí, no me estaba causando ni
una puta erección.
—Hace mucho que no me lo haces…
Sus manos pasaron por mi pecho, comenzando a
desabotonar mi camisa. Miré sus acciones, algo en verdad no
andaba bien.
Tomé sus muñecas y la alejé de mí, haciendo que baje de
encima de mí. Me levanté. Su mirada era de completa
perplejidad.
—Tengo mucho trabajo que hacer.
—¿Estás rechazándome?
¿La estaba rechazando?
Joder, si lo estaba haciendo.
—Ahora no puedo. Por la noche salimos a cenar y luego
vamos a un hotel, si quieres.
En verdad no tenía ganas, iba a cancelarle más tarde. De
momento me la quería sacar de encima. Sabía cómo se ponía
de pegajosa cuando le decía que no.
Fui a sentarme al escritorio.
—¡Vine hasta aquí para estar contigo!
Me acerqué a ella velozmente. Tomé su cuello con mis
dedos.
—Estás acabando con mi paciencia —le dije, acercando mi
rostro al suyo—. Te he dicho que ahora no, no estoy en mis
cabales y podría matarte.
Sentí cómo tragaba grueso mientras llevaba sus manos a mi
agarre.
—P-puedo ayudarte… aliméntate de mí…
Sonreí mientras la soltaba. Su cuerpo cayó al piso.
—No bebería nunca de tu sangre sabiendo cuantos
vampiros la han probado —le dije poniéndome en cuclillas—.
Te estuve follando porque se me apetecía, pero ya me cansé de
ti, vete antes de que piense seriamente en matarte.
Sonreí mientras me levantaba y me sentaba en el sillón
ejecutivo.
—Piérdete, no vuelvas a presentarte ante mí, a menos que
quieras que tu vida termine —le dije tomando una carpeta de
uno de los proyectos.
—¿Hay otra?
Alcé la vista.
—Eso no es de tu incumbencia, ahora vete —le dije
haciendo señas con la mano—. Si no, llamaré a los de
seguridad.
Abrí la carpeta sin prestarle atención. Podía sentir su
respiración agitada en el silencio que se elevaba entre
nosotros.
Escuché cómo se iba hacia la puerta y la cerraba con un
portazo.
Me recosté, pasando mis manos por el rostro, y largué un
gran suspiro.
—Genial, Dimitri. Ahora tendrás que encontrar a otra para
tener relaciones sexuales y que no quiera más que eso —
murmuré.
Por mi mente pasó ese hermoso tormento. Negué con la
cabeza. Todavía no nos habíamos conocido, y no podría
ponerle un dedo encima. Primero, porque no sabía si iba a
poder contenerme, de marcarla, y segundo, porque no quería
que fuera de esa forma. Una vez que nos casásemos, dejaría de
estar con otras. Sería solo suyo y la trataría de conquistar.
Pero de momento era un hombre soltero, sin contar que
estaba más que seguro de que ella no querría nada conmigo.
Rasqué mi barbilla.
La mandé a investigar. Sabía toda su vida y, por más que
quisiera matar al que le puso sus manos encima, no podía
hacer nada.
Selena estaba enamorada del marido de su prima, Luka
Venivolk.
El problema era que, al ser humana, ella no sentiría el
vínculo, esa atracción que sentíamos los seres místicos por
nuestras parejas predestinadas.
Sí, todos los seres místicos teníamos parejas predestinadas,
almas gemelas por así decirlo.
Era una locura, pero así era. Los humanos no eran los
únicos en la Tierra. Las criaturas que se suponía que solo
estaban en los libros de ficción existían y convivíamos con
ellos.
Mi túa-cantante había tenido su primera vez con el marido
de su prima. Todos en la alta sociedad de Londres lo sabían,
todos conocían la historia.
Cuando ella cumplió los dieciocho años, fue a un pub y el
hombre había sido drogado. Ella trató de ayudarlo y lo llevó a
un hotel que esta cerca. Pero en ese estado, el empresario la
hizo suya.
Fruncí el ceño al sentir molestia, solo de pensarlo.
Ellos quedaron en que él iba a casarse con ella. Mi asombro
fue mayor cuando leí que no había sido así, claro está.
Lo que me parecía raro era que ella se dejó así de fácil.
Había algo que no me cuadraba en la historia. No se la veía
como una mujer que dejara que la tomasen de esa forma, por
más enamorada que estuviera.
Mi celular sonó.
Anushka: Mira las noticias.
Decía el mensaje de mi hermana.
Tomé la notebook y busqué una cadena en vivo.
Enarqué una ceja.
Al parecer, en el centro de Londres se estaba librando una
pequeña batalla.
Brujos, Semi-Dioses y creo que un siren se estaban
divirtiendo. Y, como era de esperarse, se trataba de la Orden de
Plata.
Esta odiosa Orden se encargaba de darnos caza y matarnos.
Luego de que mi querido pariente, Bormir, nos expusiera
ante todos. Ellos se pusieron a la defensiva. Las cacerías se
hicieron más intensas.
Los humanos nos tenían miedo. El muy estúpido rey
vampiro, no tuvo mejor idea que mandar a los que ya no tenían
cordura para que atacasen, y la gente viese que podíamos
matarlos sin problema.
Tomé el anillo de mi dedo meñique. Lo miré, acariciando la
gema roja.
El maldito desgraciado los había matado, a mi madre y a mi
padre. Solo cuando tuve diez años comprendí que ellos no
volverían.
No quería hacerme cargo, estaba bien viviendo en el
anonimato.
No me molestaban.
Con Bormir teníamos un acuerdo silencioso. Él sabía que
estábamos, pero no hacía nada, ya que nosotros no íbamos por
el trono.
Varias veces mandó a matarnos, pero no tuvo suerte. Y la
última vez que lo intentó, mandé a su asesino moribundo, para
que le hiciera saber que podía meterse su reinado por donde no
le daba el sol.
No me apetecía hacerme cargo de una especie que mataba a
niños y traicionaba a sus reyes.
Fue así que ambos sabíamos de la existencia del otro, pero
no nos metíamos entre nosotros.
Respiré hondo, tal vez me convendría ir un poco a
Nostradamus a despejar mi cabeza.
Nostradamus era el restaurante principal de nuestra cadena.
Fue el primero y tenía ese nombre en honor a nuestra madre.
Luego, las empresas estaban con el apellido de nuestro
padre.
Me levanté y tomé el saco. Sí, eso haría.
Caminé hasta la puerta de la oficina.
—Clarie, iré al restaurante. Cancela mis citas y
reprográmalas —le dije cuando pasé por su cubículo.
—De acuerdo, señor Novikov.
Me encaminé por el pasillo, dejando a mi secretaria atrás. A
simple vista, se la veía como una mujer de cuarenta años, pero
tenía más de cuatrocientos. Era una vampiresa y una de las
más leales.
Ya sabía cómo eran las jovencitas, y la verdad no tenía
ganas de tener más líos de los que ya tenía.
La primera regla era no tener a tu amante trabajando
contigo. No me apetecía en absoluto que se metieran en mis
asuntos.
Sin contar que no era hombre de una sola mujer. Y a veces
se tomaban muy en serio el hecho de que estuviera follando
con ellas, cuando sabían que era solo eso: sexo.
Bajé al subsuelo, me miré en el espejo y fruncí el ceño.
No sabía qué tan bueno había sido aclararme más el
cabello. No me desagradaba, pero estaba seguro de que no
debería hacerle caso a mi hermana, cuando se trataba de mi
apariencia. Si bien éramos rubios, era más bien un rubio
normal.
Las puertas del ascensor se abrieron y me dirigí al auto, un
lindo Rolls-Royce Phantom.
—Dimitri —dijo Ares, abriéndome la puerta.
—Vamos a Nostradamus —le dije agotado.
—¿Día complicado? —inquirió Kallen.
Ambos eran mis amigos y guardaespaldas. Cabe mencionar
que los dos eran dos roperos. No por nada eran mi seguridad,
aunque no la necesitaba, se pusieron de acuerdo con Anya para
serlo. Ellos me eran fieles.
—No te das una idea —dije, mirando sus ojos café.
Mientras Kallen tenía ojos marrones y rizos negros, Ares se
rapaba el cabello casi al ras. Sus ojos casi negros llamaban
mucho la atención.
—Vimos el auto de Lucila, cuando se fue estaba más que
furiosa —me informó Ares con una sonrisa mientras
comenzaba a manejar—. En serio, ten cuidado, esa siren va a
matarte…
Reí secamente.
—Terminé con ella —dije, cruzando las piernas.
Saqué una caja de cigarros y tomé uno entre mis dedos. Lo
encendí tranquilamente. El humo impregnó mis pulmones
cuando le di la primera calada. Cerré los ojos mientras echaba
la cabeza hacia atrás.
—Te aburriste rápido de ella…
—Ya estaba pensando demasiado en nuestra relación —dije
secamente.
—Por la noche hay reunión de clanes —dijo Kallen.
Fruncí el ceño, lo había olvidado. Suspiré al pensar que
sería una noche larga.
Los seres místicos teníamos clanes, y el mío era uno de los
más fuertes. Cada tanto nos reuníamos los líderes para hablar
de los problemas que podrían estar surgiendo entre nosotros.
Era una forma de mantener todo bajo control.
Si bien teníamos clanes, eso no quería decir que los
vampiros viviéramos en un aquelarre. Era más como una
mafia lo que teníamos. Había líderes y después vampiros que
buscaban tener alguna protección o simplemente admiración.
Mi celular sonó.
Miré el mensaje. Era de Sonia. Alcé una ceja.
Sonia Monet: Ya hablé con Selena. Ella está de acuerdo
con el contrato.
Sonreí mientras le contestaba.
Dimitri: En una semana, quiero reunirme con ella. Quiero
conocer a mi futura esposa antes de casarme.
Mandé el mensaje y guardé satisfecho el celular. No veía la
hora de conocerla y tratarla personalmente. Moría de ganas de
volver a oler su aroma a miel y fresias, ver sus ojos cristalinos.
Apreté la mandíbula.
Le estaba dando más importancia de la que tendría que
darle. Ella y yo solo nos casábamos por negocios, no
estábamos enamorados.
Llegamos a un restaurante que tenía aire nórdico. Era
elegante, pero a la vez tenía ese toque familiar que te llamaba
a entrar. Salí del auto para adentrarme en el lugar.
—Buen día, señor Novikov —dijo el recepcionista.
Agaché la cabeza en forma de saludo, mientras me dirigía
al lugar que más me gustaba de este lugar: la cocina.
—Hola, Dimitri.
—Jax —dije mientras me sacaba el saco y lo dejaba en una
silla.
Me arremangué las mangas y fui a limpiarme las manos.
—¿Qué estuvieron pidiendo?
—Los platillos principales y mucho postre —dijo
sonriendo.
Sus ojos grises me sondearon mientras terminaba de
secarme las manos.
Miré mis tatuajes en cada brazo: el nombre de mi madre, el
de mi padre y el de Anya.
Luego, eran todos símbolos y algunas runas que mi
hermana me había marcado ganando apuestas estando
borrachos. Sonreí. Tendría que volver a retar a esa chiquilla
nuevamente.
Me acerqué a los ingredientes y comencé a preparar las
diligencias que habían pedido.
Dejé que mi mente se distendiera de todos los problemas, y
me dispuse a hacer una de las cosas que más me gustaban:
cocinar.
CAPÍTULO
3

DIMITRI

alí de la ducha y me miré en el espejo. Tenía algunas


cicatrices, pero nada que me molestase.
En todos estos años, casi tres siglos para ser exactos,
trataron de matarnos innumerables veces. Fue por esa razón
que me tuve que endurecer a mí mismo.
No quería perder a la única familia que me quedaba.
Amaba con locura a Anya y la protegería sea como sea.
Comencé a hacerme espacio entre los líderes más
poderosos de la mafia. Primero a su lado y luego creando mi
propio clan.
Muchos no lo vieron con buenos ojos, pero ellos ya no
están en este mundo. Persona que me molestaba, persona que
acabé con su miserable vida.
Tenía sangre en mis manos, pero no me arrepentía. En esta
vida, si uno no se hacía cargo de sus asuntos personalmente,
podía irte mal.
Me afeité y luego me puse colonia.
Terminé de secarme el cabello y lo tiré todo hacia atrás. Me
dirigí hacia el vestidor y busqué qué me pondría para la
reunión. Me decidí por una camisa bordó y un traje negro de
tres piezas.
Acomodé mis puños y busqué unos gemelos para ponerme.
Me puse una corbata negra y saqué unos gemelos rojos, al
igual que mi anillo.
Me calcé unos zapatos y fui a la cómoda para tomar el
tesoro que me dejó mi madre. Lo deslicé en mi dedo meñique
mientras me detallaba en el espejo.
Todo estaba en orden. Tomé mi celular y lo guardé en el
bolsillo interno de mi saco.
Salí de mi habitación y me dirigí escaleras abajo para
encontrarme con Anya.
Su cabello rubio estaba peinado en dos rodetes, con unos
mechones sueltos en el rostro. Llevaba un vestido negro
ceñido al cuerpo, el cual seguramente haría estragos en esos
hombres.
Este llegaba hasta por encima de sus rodillas y completaba
su atuendo con unos tacones rojos con algo de plataforma. Su
rostro estaba maquillado exquisitamente en tonos tierra,
haciendo resaltar esos ojos verdes que tenía. Sonreí mientras
me acercaba a ella.
—Estás hermosa, Anushka —la llamé por su apodo ruso,
besando su frente.
Miré el collar con la piedra roja en su cuello. Sus manos
fueron a mi corbata.
—Y tú sigues sin saber acomodarte esto —me regañó
mientras volvía a atar la corbata.
Reí por lo bajo. Le extendí el brazo y ella lo tomó.
—Andando —le dije mientras comenzábamos a caminar
hacia la salida.
Nos subimos al auto, Kallen era quien nos acompañaría esta
vez.
—Odio estas reuniones —dijo con molestia la mujer a mi
lado.
Sus piernas estaban cruzadas y su mentón descansaba en
una de sus manos, mientras miraba por la ventana.
Sonreí.
—Lo sé, y a mí también, pero si no aparezco, sabes que
pensarán que no me importa… —respondí con resignación.
—Pero si no te importa, Dim —dijo, girando el rostro
mientras sonreía con burla.
Fruncí los labios.
—Todavía no me has dicho, por qué carajo aceptaste
casarte con esa chica —dijo, alzando una ceja.
Tragué saliva mientras me giraba para ver por la ventana.
—Y parece que seguirá así —susurró.
Las luces iluminaban las calles oscuras de Londres mientras
nos acercábamos a la mansión de uno de los líderes.
El vehículo aparcó en la entrada. Bajé y lo rodeé para
abrirle a la rubia. Le ofrecí la mano y ella la tomó. Su pierna
derecha salió, y luego el resto de su cuerpo. Sin lugar a dudas,
era una chica hermosa.
—Señor Novikov —dijeron mientras nos acercábamos a la
entrada.
Asentí mientras entrábamos.
El lugar era pura elegancia y derroche de dinero. Jarrones
decorativos, que seguramente valían millones de dólares,
estaban situados en las esquinas. No me gustaba mucho
cuando querían mostrar sus opulencias. No era que nosotros
viviéramos debajo de un puente. Pero la decoración era sobria
y no gritaba millonario a cada paso que dabas.
En la sala de estar ya se encontraban los hombres más
importantes del bajo mundo. No solo vampiros, sino también
de otras especies que comercializaban ilegalmente.
Al estar rodeado de estas personas, también me servía de
protección, ya que Bormir jamás se animaría a ir contra la
mafia.
—Al fin te apareces, maldito bastardo —dijo Héctor.
Sus ojos negros, como la noche, eran dos agujeros los
cuales no te gustaría que tuvieran su atención puesta en ti.
Este hombre se encargaba del tráfico de estupefacientes,
más precisamente, saliva de siren. Un afrodisíaco poderoso.
Usarlo de la forma correcta proporcionaba un placer
infinito, ya que además de excitarte, también actuaba como
estimulante sobre las zonas erógenas del cuerpo.
El hombre, de unos cuarenta años, sonreía mientras se
levantaba y se acercaba a mí. Pude ver cómo su mirada pasaba
por mi hermana.
No me preocupaba, la cicatriz que tenía en su mejilla, la
cual iba desde el párpado inferior hasta la mitad de la mejilla,
era el recuerdo de que, si se le acercaba, ella podría retorcerle
las pelotas sin problemas.
—Anya, hermosa, tanto tiempo sin verte —le dijo el siren
—. No sabes cuánto extrañé ver tú… cara —dijo detallando el
cuerpo de mi acompañante.
—Lamento no sentir lo mismo por ti, Héctor —dijo ella
mientras se cruzaba de brazos.
—¿No te cansas de ser un arrastrado por esa mocosa? —
dijeron a sus espaldas.
El hombre de cabellos negros se giró para ver a Jackson.
Su cabello negro caía hacia un costado, mientras que todo
el otro costado estaba rapado. En esa parte del cráneo tenía un
tatuaje que se extendía hasta detrás de su oreja.
Su cuerpo estaba enfundado en una camisa blanca,
arremangada hasta los codos. Jackson amaba las perforaciones
y los tatuajes, por eso ambos brazos estaban cubiertos de estos
últimos. No me sorprendería que todo su cuerpo lo estuviera.
Sus piernas estaban cubiertas por pantalones de vestir
adornados con unas cadenas de plata.
Soltó el humo del cigarro que estaba fumando mientras nos
miraba a los tres. El vampiro era serio y tranquilo… hasta que
comenzaba su cacería, o lo conocías más de cerca. En verdad
era un maldito enfermo.
Era el líder de los asesinos a sueldo de todos nosotros.
Persona que nos molestaba, Jackson nos la traía servida en
bandeja. Obviamente, teníamos que decirle que no la matara o
en las condiciones que lo queríamos. Porque si no, este loco
oculto tras su máscara de tranquilidad podía hacer un despojo
de mierda del pobre que caía en sus manos.
Mi brazo fue tomado. Sentí cómo algo suave se apoyaba en
él, lo que hizo que gire la cabeza. Sus pechos estaban a la
vista, apetitosos y deseosos de atención.
—Querido Dimitri, tanto tiempo —dijo Catalina mientras
me sonreía sensualmente.
Nada, joder, ¿cómo podía ser, que esta morena de ojos
como el chocolate, no me provocara nada? Apreté mi
mandíbula.
Me la había follado un par de veces y sabía lo que podía ser
en la cama. Pero ni el recuerdo de ella, mamándomela, me
calentaba. “¿Qué mierda me hicieron?”, pensé para mis
adentros.
Mañana sin falta tendría que ir a ver a mi madre.
—Catalina, un placer volver a verte —dije sonriendo.
Me acerqué donde estaban los demás.
Esta mujer era delgada y parecía frágil, pero no podías
dejarte llevar por eso. Su deseo de poder era inmenso. Ella era
un sucubus y se encargaba de proporcionarles, no solo los
seres místicos de alto rango, sino también a los humanos más
poderosos, mujeres.
No era algo que me gustase, ya que algunas eran
secuestradas. Pero era algo a lo que tuve que acostumbrarme
para camuflarme entre ellos. Si no me molestaban, yo no los
molestaba.
El trato era simple.
Héctor y Catalina siempre iban de la mano. Mientras ella
vendía a las mujeres, él facilitaba la droga a sus compradores
para mantenerlas excitadas todo el tiempo, así follaban como
conejos.
¿Era una mierda? Sí.
—Tengo a dos jovencitas que te gustarán —me dijo.
Fruncí el ceño.
—Mientras no sean secuestradas… ya sabes que no me
gusta estar con mujeres que no quieran follar conmigo.
Nos sentamos todos. La sucubus negó con la cabeza. Era un
demonio. No solían ser muy vistos, puesto que su reino estaba
en otro plano, como el de las hadas. Pero siempre había
quienes se cansaban de su mundo y pasaban al nuestro.
—Son dos gorgonas, ambas modelos de marcas como
Gucci y Balenciaga —dijo sonriente—. Y me preguntaron por
ti.
Rasqué mi frente.
Las gorgonas eran complicadas, no se las podía hacer
enojar. No me apetecía tener que enfrentarme a una, y mucho
menos a dos… Pero también ese morbo de estar con una me
picaba un poco.
—Ellas están en la otra sala con los demás miembros…
Fruncí el ceño, las tenía como acompañantes VIP.
Respiré hondo.
—Más tarde iré con ellas —dije finalmente, decidiéndome
a pasar una noche agradable.
Quizás necesitaba esa adrenalina de poder ser convertido en
piedra para que mi amigo se irguiera en todo su esplendor.
—Vayamos a lo que nos concierne —dijo Debon, quien se
había mantenido callado.
El hombre estaba vestido con un traje blanco y una camisa
negra. Esta era su casa, y, efectivamente, era un vampiro muy
importante. Tenía conexiones con los brujos y se encargaba de
comercializar pócimas prohibidas en todo el mundo. Junto con
su socio, abarcaban todo ese espectro, desde antídotos para
venenos hasta pócimas de amor irrevocables.
Y se preguntarán qué carajos hacía yo entre tanta mierda de
personas. Pues bien, yo me encargaba de conseguir donantes
de sangre para los vampiros. Esto siempre era con
consentimiento. Prácticamente, soy el intermediario que se
lleva una gran suma de dinero por parte del vampiro que me
contratase.
En estos contratos, no siempre eran humanos, abarcaban
todas las especies. Cuanto más raro era el ser, más costaba,
obviamente. He comercializado hasta a un Semi-Dios. Su
sangre era lo más exquisito que uno de mi especie podía
probar.
En nuestros restaurantes también había una carta aparte
donde el vino estaba mezclado con sangre, y, a decir verdad,
se vendía como pan caliente.
Debon acomodó su cabello rubio mientras cerraba los ojos.
—Catalina, tienes que tener más cuidado con tus
maniobras. Estás llamando mucha atención de gente indeseada
—dijo mirándola con frialdad.
La menuda mujer se removió en su asiento, agachando la
cabeza.
—El que tiene que tener cuidado es tu socio. Sus secuestros
están atrayendo miradas hacia él —dije tranquilo, apoyando la
cabeza en mi mano.
—De eso ya me ocupé —dijo, posando sus ojos avellana en
mí—. Por tu parte, tienes que dejar de ser tan promiscuo.
Nadie quiere hacer negocios con tu empresa, y la necesitamos
para limpiar el dinero.
Pasé mi lengua por mis labios, sonriendo.
—Eso ya no será un problema, ya tengo todo arreglado —
dije, restándole importancia.
Tenía que asegurarme de que no tuvieran interés en mis
asuntos. No quería que se metieran en mi próxima boda.
—Los de la Orden nos están dificultando las cosas. Si
siguen acechando a los seres místicos, no podremos cerrar
tratos de forma tranquila —dijo Héctor.
Debon pasó candado la mano por su barba, lo que le daba
una apariencia más afilada.
Una mucama llegó para entregarnos unas bebidas.
Su aspecto era deplorable. Tenía ojeras, y su cuello poseía
unas cuantas marcas de colmillos. Apreté mi mandíbula.
A los vampiros nos trajo unas copas de sangre, mientras
que a los demás les sirvió elixir, la bebida favorita de los
sirens.
Miré a Anya, y ella negó con la cabeza mientras su mano
estaba en la abertura de su copa.
No pensaba beber algo sin saber de dónde había venido, y
mucho menos lo que podía contener.
Mi hermana podía usar su magia para saber si había alguna
sustancia peligrosa en la bebida.
Ya sabía por experiencia que después de tomar estas
bebidas, las cosas podían terminar en una orgía. Si tenías
suerte, podías tener la mejor experiencia de tu vida, pero, si
no… Estar drogado y follar durante ocho horas, porque la
polla no se te bajaba, no era tan placentero como te lo hacían
creer.
Seguimos hablando de otras cosas, como subastas y ventas
de nuevas drogas.
—Bueno —dije, llegando a la puerta—. Fue una velada
muy agradable, pero debo irme —dije tranquilamente.
—¡Espera! —exclamó Catalina.
Y con un demonio que no se había olvidado.
—Xiomara, Brenda —las llamó desde la puerta de la otra
sala.
Dos chicas con el cabello púrpura, piel morena y ojos
arcoíris se presentaron. Sus vestidos no eran más que tela que
cubría un poco su cuerpo. Una tenía el cabello largo hasta la
cintura, mientras que la otra lo llevaba hasta los hombros.
Ambas eran hermosas. Sus hombros al descubierto dejaban ver
algunas escamas de serpiente, y en sus brazos surcaban unos
tatuajes de serpientes.
Incliné la cabeza mientras dejaba que ambas se acercasen.
—Él es Dimitri —dijo Catalina.
—Un gusto —dijo la de cabello largo hasta la cintura—.
Soy Xiomara —su acento francés calentaba incluso al ser más
frío del planeta.
—Un placer, belleza —dije, comiéndomela con la mirada
—. Lamento decirles que hoy no podría darles lo que quieren,
pero saben que…
Saqué mi celular e intercambiamos números.
—El domingo que viene en mi casa a las ocho de la noche
—les dije—. Pásenme su dirección y mi chofer las pasará a
buscar.
Ambas sonrieron mientras asentían.
—De acuerdo, las veo entonces —me giré a Catalina y le
sonreí. Ella me devolvió una sonrisa un tanto tensa por no
lograr lo que quería—. Anushka.
Nos fuimos del lugar.
Si esa mujer pensaba que me pondría una agenda para que
yo me acostara cuando ella quisiera, pues estaba equivocada.
No por nada era Dimitri Alexander Novikov.
CAPÍTULO
4

DIMITRI

iré a la mujer frente a mí. Sus ojos marrones me


sondearon con curiosidad.
Mi madre se encontraba sentada en su oficina, mientras que
por mi parte estaba sentado del otro lado del escritorio. Ella
era la directora de Marketing.
A lo largo de los años, nos vimos obligados siempre a
evolucionar. Sabíamos mucho de negocios y ella era una
magnífica mujer en su trabajo.
Dejó de escribir y se enderezó.
Su cabello, como el caramelo, estaba atado en una cola de
caballo. Sus rasgos finos y delicados la hacían tener una
belleza etérea. No aparentaba más de cuarenta y cinco años y
estaba por cumplir los quinientos. Ella era una vampiresa
convertida.
—¿Cómo es eso de que tienes el ardor? —me inquirió
confundida.
Su voz, sin importar los años, seguía teniendo ese acento
ruso igual al mío y al de Anya.
Apreté mi mandíbula mientras asentía lentamente.
—No pasa una semana y ya estoy desesperado por beber
sangre —le dije molesto.
Solo pensar en sangre, hacía que mi garganta se secase.
—Pero eso es imposible, cariño, eres un vampiro puro,
naciste como vampiro…
—No es todo, toda sangre que pruebo me resulta asquerosa.
Sus cejas se alzaron.
—Mitya… —me llamó por mi apodo ruso—. ¿Has
encontrado a tu pareja?
Pasé la mano por mi rostro.
—Sí, pero no le digas a nadie, porque ni mi hermana lo
sabe —le dije con frustración.
—¿Y la has marcado?
La miré con el ceño fruncido.
—Sabes que si la marcas, solo puedes beber de su sangre…
—No la marqué, de hecho, ni hablé con ella.
Su cara de confusión no podía ser peor.
—Entonces no sé qué te está pasando, cariño —dijo con
preocupación—. Dame unos días para poder hablar con los
ancianos.
Asentí.
Los ancianos eran vampiros tan viejos que prácticamente
parecían pergaminos. Si tenías dudas, ibas a ellos. Incluso si
eras rey, ellos eran tus libros vivientes de historia. Era la corte
de los vampiros. Ellos no se regían por el rey, sino por la
tradición.
—Me casaré con ella —dije distraído.
Alcé la vista para encontrarme con un destello rojo en su
mirada.
—Me alegro mucho, Mitya, solo no la lastimes —dijo
seriamente.
Solo ella y Anya podían regañarme y ponerme los puntos.
—Sabes que jamás lo haría.
—Sé cómo eres, no tienes empatía con la gente si necesitas
usarlos.
—Ella es mi tuá-cantante, no la utilizaría nunca —dije
mirándola fijamente molesto porque pensara de era forma de
mí—. Por algo acepté el matrimonio arreglado con ella.
—¿Es la hija de la mujer de la que me hablaste hace un
mes?
Asentí.
—Es más, hoy tengo una reunión con ella.
Noelia sonrió gratamente.
—Por favor, no la atosigues —dijo seriamente.
—No es que me voy a tirar encima de ella, ni bien la vea,
mamá.
Mi madre adoptiva rio por lo bajo.
No sé qué hubiera sido de nosotros sin ella. Noelia se había
puesto nuestra enseñanza y protección al hombro. Su pareja
nos recibió también con los brazos abiertos. Nykholai nos
tomó como sus hijos y ambos nos llenaron de amor y cariño.
Fue por Nykholai que entré en los clanes de especies,
gracias a él conocí este bajo mundo del cual no tenía ni idea de
que existía hasta los dieciséis años. Siempre pensé que el
dinero que hacía mi padre adoptivo era por medio de su
empresa, pero quedé como iluso cuando escuché su reunión
con Debon.
Él era el líder de uno de los clanes. Al principio no estaba
de acuerdo con mi decisión, por ese motivo tuvimos muchas
discusiones. Descubrió que era miembro de Ónix Blood
cuando llegué a casa con un aspecto lamentable. Mis ropas
estaban llenas de sangre y no era mía.
—Solo intenta no asustarla, es humana y todavía nuestro
mundo es muy nuevo para ellos.
—No le diré en nuestra primera cita que soy un vampiro…
—¿Cita? —dijo burlona—. ¿Desde cuándo Dimitri
Alexander Novikov tiene citas?
Entrecerré los ojos. “¿Dije cita?”
—Es una cita, una reunión por el contrato de matrimonio…
—me traté de justificar, su sonrisa se ensanchó aún más—. Tú
me entiendes.
Relamí mis dientes con frustración.
—Hay algo más.
—¿Qué?
—No puedo mantener relaciones, no tengo… deseo por las
mujeres, ni por Lucila.
—Eso —dijo levantándose—. Querido hijo, es porque tu
cuerpo desea a la única que va a poder ser compatible en todos
los aspectos contigo.
Se acercó a mí y acarició mi mejilla.
—No podrás estar con nadie que no sea ella, aunque es
extraño, ya que no está marcada.
Se dirigió a la puerta.
—Iré al baño, cuando vuelva espero no ver tu rostro aquí,
tengo mucho trabajo que hacer.
Sin decir más, cerró la puerta dejándome con mis
pensamientos.
No creía que fuera por eso, era imposible. El vínculo entre
nosotros no era fuerte. Deseché la idea, solo tendría que
encontrar a la correcta.
Vería si la adrenalina con las gorgonas ayudaba en la
situación. Sería un último intento, si no pasaba nada, iría al
médico. Era muy joven para tener disfunción eréctil.
Resignado y con la imagen de sus ojos en mi mente, fui a
mi oficina.
—¡Dimitri! —gritaron mientras pasaba por el pasillo.
Gruñí al solo escuchar su voz. ¿Cómo era posible que una
siren, con su hermosa voz me resultara lo más fastidioso que
podía escuchar?
“También iré a ver un brujo, por si acaso me hicieron un
amarre.”
No le presté atención, entré a mi oficina.
Me senté en mi silla, pero la puerta se abrió. Alcé la vista,
Lucila estaba con su rostro desencajado.
Me moví rápidamente. Tomé su cuello y la alcé del piso.
—¿Qué no fui claro la última vez?
Comencé a apretar su garganta, podía sentir sus pulsaciones
en mis dedos.
—L-lo siento —dijo casi inaudiblemente.
La solté.
—No me hagas perder la paciencia.
—¿Cómo puedes terminar lo nuestro así? —dijo llorando.
Reí secamente.
—Nunca hubo algo nuestro, Lucila, solo te follaba. No me
molestes, porque en serio me conocerás —le dije, yendo a
abrir la puerta.
Su mano tomó mi muñeca y, con una fuerza para la cual no
estaba preparado, me hizo girar. Sus labios chocaron contra los
míos. La puerta se abrió, la aparté enseguida. Su tacto me dio
asco.
—Lamento interrumpir el momento —dijeron a mi costado.
Su aroma a miel me azotó con fuerza. Su cabello negro
pasó por delante de mí mientras se dirigía al escritorio para
detenerse al lado de la silla.
La mujer sacó un paquete de toallitas desinfectantes y
comenzó a desinfectar toda la superficie del mueble.
—¿Qué no ves que estamos en algo? —espetó Lucila.
Solo en ese momento dejé de estar en trance.
—No estábamos en nada, tú estabas por irte y me besaste
de la nada —dije molesto—. ¿Y a ti no te enseñaron a tocar la
puerta? —le dije a la otra mujer.
Su rostro se alzó, tragué fuerte al ver sus ojos otra vez.
“¡Joder!”
Mi polla se hinchó, apretándose en mi pantalón.
Saber que me había visto siendo besado por otra mujer, me
hacía sentir un traidor. Algo nuevo en mi sistema.
Relamí mis dientes.
—He tocado la puerta, pero estaban tan ocupados que no
me escucharon evidentemente.
Fruncí el ceño.
—Señor Novikov, un gusto volverlo a ver —dijo otra voz
en la entrada de mi oficina.
Las tres mujeres se miraron. Lucila estaba que echaba
chispas.
La tomé fuerte del brazo.
—Ahora vuelvo, Señora Monet —dije mientras comenzaba
a caminar llevándome a la siren del lugar.
—¿Quién es ella? —inquirió.
Apreté mis dientes. El ardor en mi garganta estaba a tope
por sentir su aroma tan cerca.
—Ese no es de tu incumbencia.
Bajé con ella hasta la entrada del hall del edificio.
—Si vuelven a dejarla entrar, pueden olvidarse de seguir
trabajando aquí —les dije a los guardias.
La dejé afuera de la empresa.
—¡Dimitri!
Escuché que me gritaba. No me di vuelta. Tenía otros
asuntos que tratar.
Me subí al ascensor, arreglé mi saco. Pasé la mano por mi
cabello. Apreté el botón de stop.
Me apoyé en la pared. Respiré hondo para tranquilizarme.
Los colmillos picaban en mis encías y mi garganta era una
lija que no me dejaba tragar.
Respiré un par de veces más y volví a poner en
funcionamiento el ascensor.
Salí de este y fui a mi oficina.
—Que nadie me moleste —le dije a Clarie.
Ella asintió mientras seguía escribiendo en unos
documentos.
Me detuve unos segundos antes de entrar.
—Ya he dicho que no me casaré con ese hombre
promiscuo.
Torcí el gesto.
—Es una lástima que tu madre ya haya aceptado la
propuesta de matrimonio —dije entrando en la habitación.
Ambas mujeres se giraron para verme.
—No le haga caso, ella está nerviosa.
Me senté en mi silla ejecutiva.
—Bien —dije alzando la mirada.
Su aroma entraba por mis fosas nasales. La necesidad de
respirar me estaba jugando en contra. Cada aire que tomaba,
era como si un palo de hierro hirviendo fuera metido en mi
garganta. Su mirada era fría, pero intensa, como si estuviera
dispuesta a hacerme frente si era necesario. Me gustaba su
valentía.
Su cuerpo menudo estaba cubierto por un vestido rojo que
se amoldaba perfectamente. Este resaltaba con su piel blanca y
cabello negro.
—Quiero que quede claro que no me casaré —dijo alzando
la barbilla.
Alcé una ceja.
Saqué de mi cajón las hojas del contrato.
—Aquí están las cláusulas.
Sus labios se curvaron.
Tomó las hojas. Una de sus manos tiró para delante y otra
para atrás.
—NO —dijo mientras rompía el documento—. ME —juntó
otra vez los pedazos rotos—. CASARÉ —dijo volviendo a
romperlo.
Humedecí mis labios mientras la miraba completamente
interesado en ella. Sonreí.
Saqué la copia que había hecho.
—Siempre tengo una copia por las dudas, ratoncita.
Su forma de ser me hacía acordar a un ratoncito. Los
puedes ver tranquilos, pero cuando los acorralas para
agarrarlos te saltan directo a la cara.
Sus labios se entreabrieron mientras un destello de duda
pasó por sus ojos.
—Selena, compórtate —le regañó su madre.
—Selena —probé su nombre entre mis labios.
Sentí cómo mi sexo comenzaba a crecer otra vez.
La chica tomó el documento.
—TE DIJE QUE NO ME CASARÉ CONTIGO —dijo,
rompiéndolo otra vez—. Prefiero morir soltera, a ser la esposa
de un promiscuo como tú, que sabe que se tiene que casar y
sigue besando a otras mujeres.
Mordí mi labio.
—Hasta que no nos casemos, tengo el derecho de hacer lo
que quiera…
—Qué suerte que tocas ese tema, señor Novikov, porque yo
tengo pareja y no lo dejaré por usted —dijo tranquilamente.
Mis dientes se apretaron solo de escuchar eso. Sentí cómo
me invadía la ira. Esta chiquilla estaba equivocada si pensaba
que estaría con otro hombre.
—Tú no…
—O si puedo, el matrimonio es un contrato de negocios, no
estamos involucrados sentimentalmente —dijo sonriendo.
—¡Selena! —gritó su madre.
—Quiero hablar a solas con ella —le dije a su madre.
Ya estaba enervado hasta la médula. La señora Monet tragó
grueso mientras se levantaba. Dudó en irse, pero lo hizo.
Me levanté y fui hacia donde estaba esa loca.
Su cuerpo se tensó al ver mi velocidad. Sí, no pude
aguantar.
Mi cuerpo se inclinó sobre el suyo. El olor a miel con un
toque de fresias me asaltó más fuerte.
Selena alzó el rostro, haciendo que no pudiera dejar de
mirar esos hermosos ojos que tenía, eran grandes y decididos.
Tragué fuerte, mi vista se desvió hacia sus labios.
“¡Mierda!”
—En el preciso momento en que te conviertas en mi mujer,
serás solo mía. No dejaré que nadie te ponga un dedo encima,
en todos los sentidos de lo que conlleva esa frase —le dije con
los dientes apretados—. Y no podrás rehusar casarte conmigo,
a menos que quieras que tu madre vaya presa por deberme
dinero e incumplir el contrato que tenía pactado con tu padre.
Sus labios se apretaron mientras sus cejas se juntaban.
Con un movimiento, corrió la silla hacia atrás, haciendo
que yo retrocediera. Se levantó como si fuera una reina.
Su mirada se ancló a la mía.
—Pues tendrás que ver cómo harás para satisfacer tus
necesidades —espetó tranquilamente, mientras se acomodaba
el vestido, haciendo que toda mi atención se centrara en su
cuerpo—. Porque es obvio que no puedes mantener tu
bragueta cerrada, y en lo que a mí concierne, no eres para nada
mi tipo…
La tomé por la cintura, acercándola. Podía sentir cómo su
respiración se entrecortaba y su pulso se aceleraba en un latido
errático. Sus ojos, como el mar cristalino, me escrutaron. Me
acerqué a su oído.
—Créeme, ratoncita, que tú eres completamente mi tipo…
Grité cuando su tacón se hundió en mi pie y luego su rodilla
en mi entrepierna.
—¡Maldita loca! —dije alejándome mientras tomaba mi
miembro, el cual dolía horrores, ya que mi erección no había
bajado para nada.
—¡Y no sabes cuánto! —dijo molesta—. ¡Vuelves a
ponerme una mano encima y no respondo!
Acomodó su bolso en su hombro.
—Firmaré el contrato, pero esto será un matrimonio
nominal. Para los extraños, podremos mostrar que nos
casamos por amor, pero a solas te quiero lejos de mi vista.
No me dio tiempo a rebatir, se giró y se marchó.
Reí por lo bajo.
—Me encanta su carácter —dije relamiendo mis labios.
CAPÍTULO
5

DIMITRI

a pasado una semana. Una jodida semana y todavía no


puedo olvidar la sensación de tenerla entre mis brazos.
De sentir cómo mi corazón casi se salía de mi pecho. No he
podido trabajar como debe ser. Solo tengo una cosa en mi
cabeza.
SELENA.
Rasqué mi nuca mientras recordaba la última vez que la vi.
Porque sí, luego de nuestro primer encuentro, la volví a ver.
Teníamos que firmar el contrato. Solo que esta vez cambié
algunas pautas. Claro está, que a la belleza de ojos verdes no
le gustaron demasiado.

“Flashback.”

—Es una broma, ¿verdad? —inquirió, dejando el


documento en el escritorio.
Levanté la vista de mi notebook. Estaba haciendo un
documento para otra reunión que tenía después de ella.
—¿Tengo cara de que esté bromeando? —le dije, mientras
cerraba la computadora.
—En primer lugar, no me casaré contigo para toda la
vida…
—Es eso o que tu madre vaya presa —le dije tranquilo,
mientras entrelazaba mis dedos.
Sus labios formaron una fina línea. La ratoncita estaba por
saltarme a la yugular. Y yo con gusto la recibiría con los
brazos abiertos.
—No puedes estar amenazándome con eso todo el tiempo.
—No es una amenaza, es un hecho. Me deben mucho
dinero. Y para recuperarlo… —saqué una carpeta, ya tenía
todo preparado para refutar sus peros—. La empresa de tu
padre genera seis millones de dólares anuales, sacando que la
mitad va a ser mía; serían tres millones para cada uno. A los
cuatrocientos millones le restamos la mitad de lo que vale la
compañía, que serían cien millones, nos quedarían trescientos
por saldar —dije tranquilo, mientras grababa su imagen
enfundada en un traje negro con una blusa rosa—. Trescientos
millones divididos tres millones al año nos darían un total
de… —miré el total de años—. Cien años.
Alcé la vista y sus orbes verdes eran dos dagas afiladas que
estaban por incrustarse en mí.
Sus labios se curvaron por unos segundos y luego rio
secamente.
—Claro, para ti cien años no es nada —dijo mirándome con
molestia, fruncí el ceño—. Sé lo que eres, tus ojos el otro día
se pusieron rojos.
Se la notaba tranquila. Por lo menos sabía que no saldría
corriendo.
—Pero para mí, cien años es más de lo que puedo vivir, no
quiero estar atada a ti todo lo que resta de mi corta vida.
Algo en mi interior se removió. Eso era verdad, al ser
vampiro no moríamos a menos que nos mataran, incluso si nos
dejaban sin tomar sangre y nos encadenaban, seguiríamos
vivos.
Por mi parte, al ser puro, podía vivir miles de años, pero mi
cuerpo envejecería y me convertiría en un anciano. Y en algún
momento mi corazón se detendría.
—Mejor que sepas lo que soy, me ahorras el tener que
decírtelo.
Apreté la mandíbula sin poder sacarme eso de la cabeza, lo
tendría que ver más adelante. “Un paso a la vez, Dimitri”. Me
dije a mí mismo, primero tenía que acercarme a ella. Aunque
estaba claro que no sería para nada fácil.
Selena estaba siempre a la defensiva conmigo. Como si le
hubiera hecho algo terrible. Cosa que no comprendía por qué,
esta era la segunda vez en mi vida que la veía.
Sabía que mi vida de libertinaje no era la mejor
presentación para pedir matrimonio. Pero eso no era un factor
para que me tratara como a la peor basura que pudo haber
conocido.
—Podrás hacer lo que quieras, siempre y cuando no
incumplas los puntos del contrato.
Volvió a tomar las hojas.
—¿Dormir juntos? —preguntó mirándome a los ojos—. En
tus sueños.
“Créeme que, en mis sueños, lo que menos hacemos es
dormir en mi cama”.
—Es eso o dormir en una cama, en una celda —le dije
encogiéndome de hombros.
Volví a abrir la computadora.
—Una vez a la semana —dijo haciendo que la mire.
Sonreí, estaba tratando de regatear conmigo.
—Cinco días —dije tranquilo—. Y una tarde para hacer
alguna actividad.
—¿Para qué quieres eso? Ya te dije que será solo un
matrimonio arreglado, no necesitamos tener más contacto del
necesario.
—Primero, serás mi esposa, es normal que quiera dormir
contigo, y segundo necesito un poco de tu preciado tiempo
para conocerte, si quieres hacer una farsa de nuestro
matrimonio, por lo menos necesito saber de ti y eso solo lo
conseguiré si paso tiempo de calidad contigo —le dije
tranquilamente mientras tecleaba en la computadora.
Escuché cómo respiró hondo.
Su aroma estaba matándome y tuve que bajar una mano
disimuladamente para acomodar la erección que tenía desde
que la vi entrar a mi oficina.
—Dos días y dos tardes juntos…
—Tres días y tres tardes juntos —le refuté sonriendo.
La había acorralado.
—Lo tomas o lo dejas, y volvemos a que duermas conmigo
todas las noches.
Su mandíbula se apretó.
Mis dedos quedaron en el aire cuando mi computadora fue
tomada y la arrojaban al piso. “Bien, tiré mucho de la soga”.
—Demás está decir que cada cosa que rompas lo sumaré a
la deuda.
Su ceño se frunció.
Humedecí mis labios mientras la veía cómo trataba de
controlarse.
—Está escrito en el punto diez, todo lo que la parte B
rompa a la parte A será sumado a la deuda que mantiene la
parte B.
—Tú… maldito chupasangre —murmuró.
—Ratoncita, búscate otro apodo cariñoso.
—¡Deja de llamarme así! Es imposible hablar contigo —
dijo sentándose.
Me levanté de la silla ejecutiva y fui a tomar la notebook.
La abrí, la pantalla estaba rota.
—Tendré que volver a hacer el documento otra vez.
—Oh, lamento mucho que tengas que volverlo a hacer,
colmillitos —dijo con burla la última palabra.
Fruncí el ceño.
Iba a decirle algo, pero otra cosa me llamó la atención. Su
mano estaba sangrando.
Tragué fuerte mientras veía el hilo líquido rojo. Pasé mi
lengua por los colmillos para calmar el picor. Me agaché
rápidamente tomando su mano.
—¿Q-qué haces? —inquirió desconcertada.
Acerqué su mano a mi boca. ¡Joder, su sangre olía
fantástico! Mi corazón palpitó mientras sentía mi mano arder
en el agarre que estaba haciendo en su muñeca.
Miré su rostro, el cual estaba rojo. Mi rostro se acercó a su
palma. Lentamente, pasé mi lengua por su lastimadura.
Mis papilas gustativas explotaron. Mis colmillos crecieron
y mi garganta ardió por el deseo de volver a probar el manjar
que era su sangre. Sabía a miel. Era miel pura.
Sentí cómo se estremeció mientras nuestras miradas
estaban ancladas. Selena apartó rápidamente su mano de mi
agarre y la puso sobre su pecho. Rompí el trance para mirarle
la palma de su mano. Me erguí otra vez.
—Ten más cuidado la próxima vez que rompas algo —le
dije—. No vaya a ser que te desangres, la mayoría de los
trabajadores son vampiros —dije girando mi dedo señalando
el lugar—. No creo que quieras ser el festín del día.
Me senté otra vez, cerré mis ojos mientras trataba de
tranquilizarme, los abrí al escuchar la lapicera moverse en el
papel.
—Ya firmé, espero que cumplas —dijo levantándose—. Y
señor Novikov, le vuelvo a repetir, no se acerque a mí.
Si fuera tan fácil, ni siquiera estaría tratando de casarme
con ella. Sabía que la herida se había curado, algo que nuestra
saliva podía hacer era curar heridas de nuestra pareja.
Obviamente, si no eran muy profundas.
La vi marcharse. Sus caderas se movían seductoramente
haciendo que su trasero, como una manzanita, se viera más
apetitoso.
Sonreí.

“Fin Flashback.”

Acomodé los guantes negros de cuero en mis manos. Tomé


un cigarro y lo encendí. Tenía una pierna levantada sobre el
chasis de mi auto. Estaba esperando a mi contacto. Tenía que
cerrar un contrato de Golden Blood, mi clan.
Me habían pedido sangre para un vampiro antiguo. Era uno
de sangre pura y tenía mucho dinero. No era la primera vez
que hacía negocios con él.
—Señor Novikov —dijeron a mis espaldas.
Me giré mientras le daba una calada a mi cigarro.
—Elthon —le dije mirando al hombre.
Sus ojos estaban tapados por unos lentes de sol negros
redondos, una estupidez porque era de noche. En fin, cada uno
con sus gustos.
—¿Tienes lo que te pedí?
Sonreí de costado.
—Siempre lo tengo —dije mientras me encaminaba a la
puerta trasera de mi auto.
Le di toques al vidrio polarizado y este se abrió. Dentro
estaba Kallen y una mujer.
Su semblante era tranquilo, delicado y anguloso. Con
rasgos profundos y asiáticos. Tenía los labios pintados de rojo
y su cabello suelto en hondas flojas. Su cuerpo estaba
enfundado en un vestido blanco, algo que pidió el cliente.
Karen era una dragona de tierra. Su piel morena tenía
escamas en los hombros y cerca de sus codos. Mi gente se
dedicó a buscar a alguna dragona dispuesta a vender su sangre.
Claro está que por una buena suma de dinero.
Se la dejaría toda la noche, Kallen se quedaría para
resguardo de ella. Siempre hacíamos así. Porque no sabíamos
que tan loco podía ser el vampiro.
Elthon era un hombre alto de unos cuarenta años. Su
cabello negro como la noche resaltaba en su tez blanca y en
este momento ojerosa. Era evidente que no se había
alimentado para pasar una buena noche con su acompañante.
Sus ojos avellanas, la miraron dejando un destello rojo
pasar por ellos. Se trató de acercar.
—Primero el pago, mi estimado amigo —le dije sacando mi
celular.
El vampiro puro suspiró mientras sacaba su celular.
Sus dedos teclearon y a los minutos escuché el timbre de
notificación en mi celular.
—Hecho.
Abrí la puerta para dejar expuesta a la dragona. Karen salió
majestuosamente. Sus ojos miraban hacia abajo. Le ofrecí mi
mano para salir. Ella la tomó. Cuando miró al frente, sus ojos
marrones como el chocolate se anclaron a los de Elthon.
—Cariño, eres hermosa —dijo mientras se acercaba.
El hombre no se quedaba atrás. Su aspecto de empresario
magnate le daba un aire de poder. Sus labios se curvaron
mientras la miraba con deseo.
Yo solo los hacía encontrarse, luego ambos hacían lo que
querían.
Miré el rostro de ella. Estaba roja mientras lo miraba algo
sorprendida.
—Gracias, Dimitri —dijo el vampiro.
Le di una última calada a mi cigarro.
—No hay de qué, siempre es un gusto hacer negocios
contigo.
—Te veré en la próxima reunión de Líderes, en esta no
pude asistir por razones personales.
Asentí. En verdad no me importaba que le impidió ir, no es
que fuéramos cercanos.
Él era el único que valía la pena en esa cueva de víboras.
Elthon se encargaba de hacer rastrillaje y tenía ojos y oídos en
todos lados. No se metía con nadie, solo vendía información.
—Por cierto, Debon ya sabe de ella, ten cuidado —me
advirtió mientras le ofrecía el brazo a la mujer.
Apreté los dientes, ese maldito siempre metiéndose en
donde no lo llamaban.
—Gracias, lo tendré en cuenta.
Entré en el asiento de atrás. Kallen se levantó y se fue con
ellos.
Miré a Ares, quien comenzó a conducir.
—Sabes que estará bien —traté de tranquilizarlo—. Elthon
no es de los que arman lío —le dije.
Su mandíbula estaba apretada.
—Lo sé, pero eso no quita que no esté en peligro.
Ares y Kallen eran pareja predestinada. Fue una sorpresa
cuando este hombre llegó un día a mi casa con Kallen. Le
habían pegado un tiro y se estaba muriendo. Mi pidió que lo
ayudara a salvarlo, ya que él era su túa-cantante. Lo
mandamos a una clínica privada y le dimos todos los cuidados
que necesitaba. Pero era imposible que sobreviviera.
Le tuve que decir que lo convirtiera, pues solo eso lo iba a
dejar vivir de cierta forma.
Es así como Kallen se unió a nosotros. Desde ese entonces
no se despegaron de mí, eran como mi sombra. Estaba
contento de que mi amigo consiguiera a su pareja
predestinada.
Tuve que hacer cuentas, dándome cuenta de que nunca lo
había visto salir con mujeres. Ares era un hombre callado y su
vida privada no la iba ventilando al mundo. Pensé en su
momento que era porque era reservado. Pero al final resultó
que no le gustaban las mujeres.
Pasé mi mano por mi cuello y lo moví en círculos, haciendo
que sonasen mis vértebras.
—Vamos por las gorgonas —le dije.
Él asintió.
Manejó por las calles hasta el corazón de Londres. Las dos
vivían en un hermoso edificio.
Ares se levantó y fue a tocar el timbre.
Miré mi reloj. Eran las seis de la tarde.
Esta sería mi despedida de soltero. Disfrutaría de ellas y ya
no me metería con nadie más. Lo había pensado y era verdad
lo que decía Selena, ¿cómo podía esperar que me tomara en
serio si seguía en las mismas andanzas? Es por eso que lo
pasaría con ellas y disfrutaría mi última noche de soltero.
La puerta se abrió y entraron las dos mujeres.
—Hola, Dimi —dijo una de ellas, la de cabello corto hasta
los hombros.
Creo que era Brenda.
—Espero que estén bien —les dije mirando a las dos.
Mi atención se desvió hacia la de cabello largo. Se la veía
muy sexi en ese vestido negro, pero lo que me llamaba la
atención era que tanta sensualidad no encajaba con sus
mejillas rojas y cómo me miraba con timidez.
Sonreí, las calladitas y tímidas eran las mejores en la cama.
Llegamos a casa.
Bajé de mi lado y fui a ayudarlas a bajar.
—Vengan, mis hermosas damas —dije mientras le ofrecía
un brazo a cada una.
Brenda rio con sensualidad y Xiomara me tomó con
timidez.
—¿Quieren que tomemos algo?
—Con gusto, ¿verdad, Xio?
—Sí, me encantaría —dijo con una hermosa voz llena de
dulzura.
Las llevé a la sala de estar. Me dispuse a prepararles unos
tragos afrutados y que sabía que les gustaban a las chicas. Por
mi parte, me serví un poco de vodka.
Me senté en el sillón. Brenda fue la que tomó la iniciativa y
se sentó en mi regazo. Tomé un poco de mi bebida.
—Esto está buenísimo ¿Hay algo que el gran Dimitri no
pueda hacer? —dijo la gorgona mirándome mientras ponía el
sorbete en su boca.
Sonreí.
—Me alegro de que te guste.
¡Joder, no estaba sintiendo nada! No me estaba gustando
esto, esa maldita mujer me había hecho un amarre, pero no de
amor, sino en mi polla.
Suspiré mientras dejaba mi bebida en la mesita que tenía al
lado. Le extendí la mano a Xiomara y ella se acercó,
sentándose en mi otra pierna. Brenda dejó su bebida y
comenzó a besarme en el cuello.
No era algo que no se supiera, pero yo no daba besos. Solo
era sexo, sin amor y cariño. Sexo duro. Es por eso que cuando
Lucila me besó, me tomó por sorpresa. La desgraciada había
tenido mi primer beso.
Relajé mi cuerpo, tratando de dejarme llevar por el
momento. Aunque, desgraciadamente, sabía cómo acabaría
esta situación.
Solo sabía que esa ratoncita no podría escaparse de la noche
de bodas.
CAPÍTULO
6

DIMITRI

uego de unos cuantos tragos, fuimos a mi habitación. Me


había debatido si usar o no un poco de saliva de siren. Eso sí
que me haría excitarme y poder tener un encuentro sexual
decente.
Me senté tranquilamente en la cama mirando el espectáculo
que me estaban dando.
Brenda tomó a Xiomara de la nuca y acercó sus labios a los
de la chica de cabello largo. El beso era algo que cualquier
hombre disfrutaría. La gorgona tímida comenzó a acariciar el
cuerpo de la otra mujer. Pasando por sus caderas hasta su
cintura. Se separaron y se sonrieron entre ellas. En verdad se
llevaban bastante bien entre ellas.
Lentamente, la que tenía el cabello corto, depositó besos
húmedos por la mandíbula de Xiomara. Esta sacó gemidos con
el toque de su amiga. Las manos de Xiomara pasaron por la
espalda de la otra gorgona. Sus delicados dedos llegaron a la
cremallera del vestido, deslizó lentamente hacia abajo su
mano, a la vez que seguía tirando su cabeza hacia atrás.
Disfrutando del toque de Brenda.
La prenda cayó al piso. Dejando ver los pechos y unas
diminutas bragas blancas. Sus piernas tenían unas ligas, las
cuales le quedaban perfectamente bien, contrastando con su
piel morena.
Mordí mi labio levemente. ¡Joder! No me estaban causando
nada. “¡Por la Diosa Selene…! ¿Qué mierda me pasa?”
Sonreí al darme cuenta de que mi túa-cantante tenía casi el
mismo nombre que mi Diosa. Selene, la Diosa de la Luna. La
madre de los vampiros, los hijos de la noche.
Sí, los hombres-lobos no eran solos sus hijos, nosotros
también.
Brenda repitió el mismo procedimiento con la chica tímida.
El vestido cayó al piso mostrando sus largas piernas. Sus
manos tomaron el rostro de su amiga y la besó otra vez.
Xiomara tomó las bragas de la otra mujer, agachándose y
deslizándola por los muslos. Se la quitó y luego Brenda se le
acercó levantándola de piso. Su boca vagó por el cuerpo
curvilíneo de la gorgona. Chupando y lamiendo el pezón de
Xiomara, sacándole jadeos. Siguió besando y chupando la piel
de su compañera. Sus dedos agarraron la ropa interior de esta
y la deslizó lentamente por las piernas de la chica.
Por mi parte pasé mi mano por mi barbilla sin apartar la
vista de lo que esas dos mujeres hacían.
Ambas se acercaron a mí. Brenda tomó los primeros
botones de mi camisa para empezar a desabotonarla. Poco a
poco fueron despojándome de mis ropas. Xiomara quitó mis
pantalones y luego mi ropa interior.
Es así como estábamos los tres en la cama comenzando un
trío.
Sus manos pasaron por mis hombros, la gorgona de cabello
corto dejaba tiernos besos en mi piel. Mi mano fue a uno de
sus pechos mientras acercaba mi boca para probarlo. Un
gemido salió de entre sus labios en señal de aprobación a mi
toque. La otra chica de cabellos largos y púrpuras besaba mi
cuello a la vez que su mano subía y bajaba por mi polla.
Por mi cabeza solo pasaba una cosa. Sus ojos verdes. Su
cabello negro casi tapando sus pechos. Me imaginaba que era
ella la que me estaba tocando, que era mi ratoncita quien
apretaba mi erección con fuerza. Fruncí el ceño al comprender
que no era para nada bueno lo que estaba haciendo. Quería
follarme a estas dos mujeres, pero estaba pensando solamente
en una y no era ninguna de ellas.
Mi sorpresa fue tal cuando solo pensar en tenerla entre mis
brazos, mi sexo respondió hinchándose.
Imaginar que era su pezón el que giraba duro contra mi
lengua haciendo que ella gimiera de placer.
Los labios de Xiomara comenzaron a derramar besos por
mi pecho. Miré cómo poco a poco iba acercándose a mi sexo.
Sentí cómo se lo metía lentamente en su boca. La humedad
y calidez envolvían toda mi longitud. Sacó la lengua para
comenzar a jugar con la cabeza. Haciendo círculos en el
piercing, que estaba en el glande.
Mi mano fue a su cabeza solo para tomar los cabellos
negros, dejando ver su piel blanca debajo de este. Sus ojos
verdes me miraban mientras me la chupaba. Largué un jadeo.
Sus labios rosados y carnosos se deslizaban por mi tronco sin
contemplación.
Necesitaba tenerla así. Deseaba que fuera ella quien me
estuviera haciendo todo esto. Traté de volver a la realidad.
Recordando que era la gorgona quien me estaba dando placer.
El estruendo hizo que alzara la cabeza.
—¡¿Pero qué mierda?! —bramé al ver un montón de gente
en mi habitación, la cual no conocía.
Todos se quedaron quietos y tensos. Las gorgonas dejaron
de hacer lo que estaban haciendo.
El aire se llenó de muchos aromas. Había de todo para
elegir. Brujos, hombres-lobo y… Mis fosas nasales se
dilataron, Semi-Dioses.
—¡Maldito desgraciado! —gritó una mujer de cabellos
negros.
Sus ojos estaban violetas mientras se acercaba a la cama.
Alcé mis cejas al darme cuenta de quién se trataba.
—¿Quién mierda son? —dije al punto de matarlos.
No podía creer que se atrevieran a entrar a mi casa. Y
menos interrumpir un momento como este.
Me levanté de la cama y pude sentir cómo mis dos amantes
quedaban descolocadas.
Fui a tomar una bata negra que estaba en la silla al costado
de la cama.
—¡Te estás por casar y andas con la bragueta suelta! —dijo
la chiquita tentadora.
Olía exquisitamente, y joder que tenía que poner todo de
mí, para no hincarle los dientes en ese cuello blanco que tenía.
Sus palabras resonaron en mi mente.
En mi investigación sabía que ella tenía una prima, y ella
era un ser místico. Sonreí al comprender la situación.
La mano de un hombre rubio rozando lo blanco tomó la
muñeca de la Semi-Diosa. Mi mandíbula se apretó. Ese, era
Luka Venikolv.
Otro hombre muy parecido a la abejita peleadora tomó su
hombro.
—Así que ella es tu prima —dije con curiosidad.
Traté de sacar de mi cabeza todo lo que sabía. Pero me era
imposible. Quería ir y matar a ese estúpido humano, por
haberse atrevido a tocar y follarse a mi pareja predestinada.
Un suspiro llegó a mis oídos haciendo que mire al hombre
de casi dos metros de altura. Ese hombre era una montaña en
toda la extensión de la palabra. No solo era puro músculo, sino
que su aura emanaba, dureza, poder y salvajismo. Su cabello
blanco lo hacía resaltar más de lo necesario.
Solo había una familia entre los lobos que tenían esa
característica. Lo que me resultaba extraño era que sus ojos no
eran ambos violetas.
—¿Puedes cambiarte, así hablamos más tranquilos? —se
dirigió hacia mí con voz gruesa.
Se lo notaba fastidiado.
—¿Me estás dando órdenes, chucho? —dije mordiendo
cada palabra.
No dejaría que un lobo me diera órdenes.
Una chica de ojos grises tras unas gafas y cabello castaño
se adelantó de entre todos.
—Vamos a calmarnos —dijo moviendo sus manos.
Otra Semi-Diosa.
¿Pero es que no sabían dónde se estaban adentrando? Mi
casa estaba llena de vampiros, dispuestos a matar a cualquiera.
Solo tenía que decirlo y estarían aquí.
—Irrumpen en mi habitación y pretenden que no haya
consecuencias —dije sonriendo disfrutando de cómo los
mataría a uno por uno—. ¡Ares, Kallen! —grité haciendo que
mis dos guardaespaldas entrasen en mi habitación.
Kallen ya había vuelto hacía un rato. Por suerte todo con la
dragona había salido bien.
—¿Y estos de dónde salieron? —dijo Kallen mirando a
todos en el lugar.
—Hay hombres-lobo, brujos, humanos y… —dijo Ares,
sus ojos destellaron en carmesí por un segundo—. Semi-
Dioses.
Los colmillos de mi amigo comenzaron a asomarse a la vez
que aspiraba el aire. Y no podía culparlo. Teníamos la comida
servida.
—Te recomiendo no intentarlo —dijo un hombre de ojos
ámbares—. Uno de ellos es hijo de Helios y el otro de Zeus,
quedarán más que chamuscados.
Ambos vampiros se miraron consternados y luego sus ojos
fueron a mí. En verdad era una situación complicada. No tenía
unos brujos debiluchos en el lugar. Porque por cómo estaba el
rubio de ojos verdes detrás de la morena de cabellos
ensortijados, se notaba que no tenía el menor miedo. Eso me
llamó demasiado la atención. Pero la curiosidad me invadía
por saber, por qué personas tan poderosas, estaban ante mis
ojos.
Largué un suspiro mirando a las dos gorgonas, las cuales
estaban de lo más tranquilas mirando la situación. Como si
estar desnudas delante de tanta gente fuera lo más común.
—Chicas, pueden irse —dije encaminándome a la salida—.
Ya me cortaron las ganas de follar.
El siseo llegó a mí.
—¡Joder! —murmuraron a mis espaldas.
—¡No puedes dejarnos así! —sisearon las mujeres.
Me giré para ver cómo una serpiente se deslizaba
rápidamente hacia mí.
—No las miren a los ojos —dijo uno de ellos—. Estas
gorgonas están molestas y no les importará matarlos con la
mirada.
Y por esto era que no quería meterme con las gorgonas. No
aceptan un no por respuesta.
Fruncí mis labios.
Cuando la serpiente se acercó lo suficiente, la tomé por la
cabeza y la apreté con fuerza.
Una de las gorgonas siseó en un llanto lastimero.
Estaba harto de esto.
—¿Olvidas quién soy, Xiomara? —le dije molesto mientras
me acercaba a la cama nuevamente.
Si esta mujer quería morir con gusto, le daría el gusto. No
me importaba demostrarle quién estaba con las de ganar. Ella
podría convertirme con la mirada en una piedra o incluso
matarme. Pero yo me movía más rápido y tenía mucha más
fuerza.
—Tú olvidas lo que somoss, Dimitri —susurraron ambas
en un siseo.
Sonreí mostrando mis colmillos. Iba a dejarla estampada
contra el piso.
Reí secamente.
Los ruidos del vidrio rompiéndose por un cuerpo se
escuchó en el lugar, luego de haberla agarrado por el cuello y
lanzarla hacia la ventana.
Miré a su amiga quien tragó fuerte mientras se encogía ante
mi mirada. No dejaría que quisieran pasar por encima de mi
persona.
La chica que tenía el cabello enrulado se adelantó hacia la
ventana mientras movía sus manos.
Largué un bufido al no escuchar el cuerpo de Xiomara
golpear contra el concreto del jardín.
Poco a poco la fue entrando a la habitación.
Miré a mi alrededor.
Una chica de cabello negro y ojos del mismo color tenía
maná rojo saliendo de una de sus manos mientras me miraba
con el ceño y los labios fruncidos.
El hombre de ojos ámbares le sostenía la mano en señal de
que no hiciera nada.
Sonreí.
—¿Estás bien? —le inquirió la bruja.
—G-gracias, estoy en deuda contigo, mi querida bruja —
dijo le replicó Xiomara denotando su acento francés.
—¿Estás loco? —gritó la otra bruja.
El hombre rubio de ojos verdes se trató de acercar. Kallen
se le puso adelante.
—Mira… fue mi culpa, no pensé que a las tres de la tarde
un miércoles estarías montándote una fiesta —dijo tranquilo
—. Vinimos a hablarte sobre el tratado de paz…
Puede ser que hayamos pasado toda la noche bebiendo y
gran parte de la mañana. Pero si el alcohol no me causaba
nada, qué podía hacer.
Me giré para verlo de frente. No había pasado por alto lo
que dijo.
Esto me estaba poniendo de muy mal humor. Me
deslateralicé para después aparecer delante de este.
Olía a sándalo dulce.
No era malo, pero prefería a la otra chica que de seguro
sabía a fresas.
Pude ver cómo la otra mujer creaba un hechizo. Pero este
brujo alzó el brazo en señal de que no hiciera nada. Me
agradaba. Peleaba sus peleas por su cuenta.
—Escúchame bien, brujo, no pienso pelear por un trono de
mierda, no me importa como se desarrolle la guerra que está
por darse.
El chucho comenzó a acercarse peligrosamente.
La puerta se abrió de un golpe.
—¿Qué carajos está pasando aquí, Mitya? —escuché a
Anya mascullar.
“Vale, esto si se va a descontrolar.”
Si había algo que no quería era a esa híbrida enojada. Anya
enojada no era lindo de ver. Una hechicera que usaba dagas
que le hacían caso, no era una buena opción para pelear, y
menos sabiendo que tenía la velocidad y fuerza de un vampiro.
Y agreguemos que su don por parte de mi madre era la de
dormir a la gente. ¡Ding-Ding! Teníamos un ganador.
Miré a la rubia, la cual miró a todos con atención.
—Hola, Isabella —dijo mi hermana con tranquilidad.
Fruncí el ceño. “¿Por qué mierda los conocía?”
Sus ojos se tornaron rojos mientras me miraba. Se
encaminó hacia donde estaba la bruja morena y se agachó para
ver el cuerpo de la gorgona.
—No le haré daño, quiero ver su cuello que está morado —
dijo Anya deteniéndose.
—Yo puedo ayudar con eso —dijo una chica rubia, menuda
y bajita.
Sus ojos verdes me miraron por un segundo para luego ir
hacia donde estaban las otras mujeres. El aroma a galletas de
chocolate me azotó cuando pasó por mi costado.
—Noah Brunch, a quien estás midiendo, es mi Maestro en
el Magistrado, el chico de cabello negro y ojos de gato es
Zachary Araldez, heredero al trono de los Brujos, María
Guturi es su arcan y la chica que también tiene los ojos de gato
es Isabella Araldez, princesa de los brujos —dijo
tranquilamente mi hermana—. Y arcan de Noah.
Y allí cayó todo en su lugar.
Estos brujos eran de la realeza. Por eso no tenían miedo, sin
contar que ser cazadores de corrompidos no era un trabajo
fácil. Con razón no se molestó en pelear conmigo el rubio que
tenía delante de mí.
Sus labios estaban levemente curvados. Me miraba con
diversión y curiosidad.
En verdad era un hombre… peculiar.
—No te conviene hacer un desastre —dijo la rubia—. ¿Y
ustedes dos para qué mierda están aquí, si no pueden impedir
que una gorgona caiga por la ventana? —espetó la híbrida
mientras miraba severamente a Ares y Kallen.
Me encaminé hacia donde estaba.
Ella se levantó y me miró con altanería.
—¿Quieres saber quienes más están aquí? —le dijo
tranquila.
Sonreí para mis adentros. Esta chiquilla ya hizo de las
suyas. Había usado a los informantes de Elthon para saber
sobre los que la rodeaban en su nuevo trabajo. Y al parecer
sabía más de lo que debía.
—Vale, hermana —dije mientras largaba aire y rascaba mi
frente—. Me cambiaré y bajaré a hablar con ellos, llévalos al
living.
A quien llamaron heredero de los brujos y Maestro de mi
hermana, tomaron las sabanas y crearon vestidos para las
gorgonas.
—Síganme por favor. Mi casa es su casa —dijo la dueña de
la casa mientras los hacía salir de la habitación.
Me estaba por quitar la bata cuando su mirada seguía sobre
mí. Me giré para verla.
Sus labios estaban apretados y sus ojos entrecerrados.
—¿Te quedarás a ver? —le dije con una sonrisa burlona.
Amagué con soltar la tira de la bata.
—Llegas a hacerle algo a mi prima y te arrepentirás de
haber existido —dijo ferozmente la Semi-Diosa.
Sin decir más se giró, sonreí. El carácter venía de familia.
Eso estaba seguro.
—¡Oh, conejita, créeme que le haré de todo!
La provoqué mientras me iba a buscar ropas.
CAPÍTULO
7

ANYA

us ojos grises como el acero me estaban haciendo


agujeros. Estaba más que molesta.
Tuve que aguantar hacer una escena delante de todos los
que estaban en la sala ayer. Luego de encontrarme con una
tertulia en la habitación de mi hermano, terminamos en la sala
tomando café. Terminé enterándome de muchas cosas, las
cuales mi queridísimo hermano había escondido.
Dimitri siempre fue un tipo que le importaba un carajo
todo. Él no se guiaba por las normas. Si lo quería, buscaría la
forma de tenerlo. No importaba si era por las buenas o por las
malas. Es así, como se ganó su lugar como líder, entre los
clanes más fuertes de la mafia mística.
Siempre lo apoyé, sin importar la causa. Pero esta vez se
había pasado.
No estábamos hablando de vender sangre de un puto
unicornio.
El muy desgraciado había encontrado a su pareja
predestinada, y no solo no me lo dijo, sino que también la
estaba obligando a casarse con él.
Respiré hondo.
—¿Cómo piensas hacer para que ella no quiera matarte?
Su ceño se frunció.
—Ella ya intentó dejarme estéril…
Alcé una ceja mientras me cruzaba de brazos.
—Una lástima que no lo consiguió, todavía no entiendo
cómo no tengo sobrinos regados por el mundo…
—Me lastima que pienses eso de tu hermanito —dijo
haciéndose el indignado.
—No te salgas del tema —dije seriamente—. ¿Cómo
pudiste no decírmelo? Podría haberte ayudado.
El vampiro rascó su cabeza antes de llevarse el vaso de
vodka a la boca.
—Yo puedo con esto.
—¡Se nota! Por los gritos que se escucharon en tu oficina,
todos sabemos que no quiere casarse.
—No tiene más opciones.
—¿Y así quieres comenzar con tu compañera? —le inquirí
molesta.
No comprendía cómo era que este hombre, tan inteligente,
estaba jugando tan sucio con ella.
—No importa como empiece sino como va a terminar…
—Si te refieres que en tu cama… pues debes hacerte a la
idea de que Selena tiene pareja, y ese hombre no creo que la
deje.
Sus ojos se entrecerraron, la atmósfera se llenó de tensión.
—Ella va a tener que dejar a ese idiota —dijo apretando los
dientes—. Créeme, que si me entero de que sigue con él
después de que nos casemos, la encerraré en una torre para
toda la vida.
Y allí estaba su lado estúpido saliendo a flote.
—Sin contar que mandaré a cortarle las manos o con lo que
se haya atrevido a tocarla.
Había mandado a investigar a la chica, ni bien supe que mi
hermano había aceptado el casamiento. En ese momento no
sabía por qué lo había hecho. Dimitri jamás hubiera aceptado
un contrato en el que saliera perdiendo. Y cuando miré toda la
información de la situación con esa empresa, me había
quedado más que claro que era una pérdida de tiempo. Tendría
que haber ejecutado todas las propiedades que tenía la familia
Brenzor.
Es por eso que cuando me dijo tranquilamente que buscara
un vestido de madrina me sorprendí a más no poder.
Pero ahora, sabiendo que Selena Brenzor era su túa-
cantante, entendía todo. Este descarado que tenía como
pariente, si tenía algo que ganar. Y para nosotros los seres
místicos era algo muy preciado. Lo que no tomó en cuenta era
que esa chiquilla sería una fierecilla.
Sabía que tenía un novio hace un par de semanas. Se
habían conocido en una reunión de su Universidad y desde allí
empezaron a salir. Su nombre era Trevor Dubois.
De aspecto fuerte, ojos marrones, piel bronceada y cabello
castaño. Medía uno ochenta y cinco, lo mismo que mi
hermano. Pero lo que lo diferenciaba era que Trevor tenía más
músculo que el vampiro.
Mi hermano tenía un cuerpo envidiable para cualquier
hombre. Sus abdominales ondulaban en su vientre. Sus brazos
tatuados hasta los hombros denotaban unos bíceps y tríceps
que podían hacerte temblar con sus movimientos. Sin
mencionar su espalda ancha en comparación con su estrecha
cadera.
Me pregunté quién ganaría en una pelea entre los dos, sin
que Dimi usara toda su fuerza, obviamente.
—Pues tendrás que ver como hacer, porque esa chica es
capaz de tirarse de un quinto piso, contal de no estar cerca de
ti.
Su cuerpo se recostó en la silla de su despacho. Los labios
de Dimitri se curvaron en una sonrisa de emoción.
—No sabes lo mucho que me gusta —admitió—. Sus ojos,
Anushka, son la cosa más hermosa que he visto.
Una de mis comisuras se elevó al escucharlo. El hombre
que se podía follar a tres mujeres distintas en un día, había
caído en las garras de esa mujer de metro sesenta y cinco, la
cual le daría pelea hasta su último aliento. Cada vez me
gustaba más mi futura cuñada.
No era por mala, pero este vampiro necesitaba que lo
pusieran en sus casillas. Para que dejara de hacer estupideces
en lo que respectaba a mujeres.
—Cambiando de tema, Romeo —le dije seriamente—.
¿Qué harás con el asunto de la corona?
Su semblante se ensombreció.
—No quiero tomarlo, es una pelea la cual no quiero tener.
Mis labios se afinaron.
—Tienes que hacerlo —le dije—. Esto no terminará nunca.
—No solo tengo que cuidar de ti, ahora también está
Selena… Y será a la primera que tratarán de hacerle daño.
—No podemos escondernos para siempre —le dije
levantándome del asiento, me encaminé hasta la puerta—. La
mejor forma de protegerla a ella es siendo el rey, sabes que las
alimañas que nos rodean ahora no dudarían en cambiar de
bando si les conviene —le dije antes de irme.
Salí por la puerta principal. Tenía muchas cosas que hacer.
Pero primero tenía que ir al Magistrado.
Estábamos teniendo nuestras prácticas y hoy nos tocaba
entrenamiento en el campo.
Solo pensar en pelear contra alguno de los tres, hacía que la
adrenalina corriera por mis venas. Deseaba con todas mis
fuerzas tener un encuentro contra esos tres Maestros que
teníamos.
Debo admitir que cuando Noah Brunch me eligió, estaba
más que sorprendida. Él, Brent y Zachary eran unos de los
mejores, en lo que a mí respectaba eran los mejores.
No estaba usando magia en público por todo lo que estaba
pasando. Desde que los humanos habían colocado a los
soldados de Plata en las calles me estaba conteniendo.
Todo este lío se dio por un triángulo amoroso. Algo tan
banal dio paso a una guerra entre especies.
Busqué información sobre todo lo que había pasado. Y mis
informantes me llevaron a América. Allí estuve un buen
tiempo investigando. Todo para saber que el heredero de los
Brujos, Eric Araldez, había encontrado a su alma gemela; o
como le dicen ellos, su arcan.
¿El problema? Ella ya tenía a su alma gemela, ella era una
loba y tenía a su mate.
Cuando supe eso, mi mente se llenó de preguntas y la más
importante fue ¿Cómo es que ella tenía dos parejas
predestinadas a la vez?
Luego de pensarlo por un buen rato, una idea se filtró por
mi mente. Segunda oportunidad. Los brujos reconocíamos a
nuestras parejas no solo por su aroma característico, sino por
un aura que envolvía el cuerpo de este.
Entré al auto mientras sus ojos marrones oscuros pasaban
por mi mente. Sacudí mi cabeza al recordarlo.
Volví a pensar en todo lo sucedido.
Es así como Eric supo que ella, la Luna de una manada de
Norte América, era su arcan. El problema era que ya estaba
marcada. Y ella no sabía que él era su segunda oportunidad.
La Diosa Hécate, había tenido ese error al hacernos, ya que no
importaba si nosotros seríamos la primera o la segunda opción.
Es así que este brujo tan inteligente de rango S, el más alto
que se podía tener, enloqueció.
Miré por la ventana, afuera ya estaba empezando a hacer
frío. Estábamos en noviembre. Y Londres cada vez se parecía
más a un refrigerador.
Por mi mente pasó que en verdad habrá sufrido mucho el
brujo. Supe que había mandado a un híbrido para que le
inyectara una pócima al Alfa. Esa pócima contenía magia
negra. Algo prohibido para un brujo. Pero seguramente estaba
tan fuera de sí, que no le importó. El futuro heredero se había
corrompido y el hechizo para romper el vínculo sagrado de
pareja había hecho efecto. No solo destruyendo ese lazo, sino
que también borrando los recuerdos del Alfa.
En fin.
El brujo rompió el tratado de paz al cubrir sus huellas,
matando a otros lobos. Es por eso que, en otra parte de
América, mi tío, el rey de los vampiros y el exiliado heredero
de los lobos habían hecho una alianza para que ese tratado no
se volviera a firmar.
Los brujos se aliaron a la corona real de los lobos. Hubo
una pelea en el nuevo continente. Christian Kingston, el
heredero exiliado, terminó muerto, a manos de su hermano
menor. Demon Kingston, el Alfa King actual.
Mi tío, no muy contento con eso, divulgó en plena cadena
mundial de noticias, nuestra existencia.
Fue así como los de la Orden de Plata, una organización
antigua que se encargaba de cazar a los seres místicos… Nos
declaró la guerra.
Suspiré.
En verdad no sabía cómo podría terminar esto, pero estaba
segura de que, si Dimitri no tomaba el control de nuestra
especie, habría mucho derramamiento de sangre.
Salí del auto.
Me encaminé por las escaleras hasta la entrada del
Magistrado.
—Hola, Harold —saludé al de seguridad.
—Anya —dijo sonriendo—. ¿Cómo estás llevando tu
entrenamiento?
Soy una persona a la cual le gustaba saber sobre la gente y
hablar. Así que cuando supe que había quedado, al día
siguiente, brujo que veía, brujo que saludaba. Algunos me
respondieron, como el caso de Harold; otros me ignoraron.
—Bien, por suerte, emocionada por seguir aprendiendo —
le dije animada.
El hombre de unos cincuenta años, canoso y de tez negra
me sonrió.
Le mostré mi muñeca y él pasó su mano tratando de
detectar alguna anomalía.
—Limpia, pasa.
Sonreí y fui hacia donde estaba el despacho.
Abrí la puerta.
—Hola, Anya —dijo Noah sonriendo.
Me dirigí a su escritorio y me senté en él.
—¿Qué haremos hoy? —pregunté ansiosa.
Sus ojos verdes me sondearon y un brillo pasó por ellos.
La puerta se abrió entrando Zachary junto a Isabella.
Ambos tenían unos vasos térmicos. Los dejaron en el
escritorio del heredero al trono. La bruja morena y menuda se
acercó a mí con uno en sus manos. Me sonrió mientras me lo
ofrecía.
—Vainilla late con crema y edulcorante —dijo alegre.
Sonreí mientras se lo tomaba.
—Gracias —dije llevándolo a mis labios.
En verdad estaba riquísimo.
—¿Y para mí, gatita? —escuché que le inquiría el brujo
rubio.
Giré mi torso para mirarlos. Esos dos eran un caso.
El brujo se notaba que tenía un amor incondicional con
Isabella. Ella era algo tímida y se aguantaba la desfachatez de
él.
—Toma, Noah —le dijo Zack entregándole el vaso.
El ceño de mi Maestro se frunció.
—No es justo, ella le dio a Anya —dijo molesto.
Traté de no reír al ver su escena de celos.
—Deja de ser estúpido solo por un momento —le dijo el
pelinegro con irritación—. ¿Cómo lo aguantas todo el tiempo?
—le preguntó a su hermana.
Ella sonrió.
—Bien —dijeron en la puerta—. Ya reservé el campo,
vamos —dijo Brent entrando junto con Spencer, su arcan y
Cornelio, nuestro otro compañero y su aprendiz—. ¿Ya les
dijeron que harán?
Miró a sus amigos. Spencer me sonrió mientras se sentaba
en su escritorio.
Mi vista se posó en los otros dos maestros.
—Hola —dijo Cornelio.
—Hola, Elio —le dije divertida.
Sus mejillas se pusieron rosadas. Me gustaba mucho
molestarlo. Era bastante tímido.
—Hoy van a entrenar con Zack —dijo Noah con
entusiasmo.
Mis ojos se agrandaron a la vez que mis cejas se alzaban.
Me bajé del escritorio y me acerqué a la puerta.
—¿Qué estamos esperando? —les insté ansiosa.
Nos encaminamos hasta la sala espaciosa donde había
armas y mucho espacio para pelear. Desde el piso de arriba se
podía ver el entrenamiento. Fue allí donde Noah y Brent se
quedaron para ver el entrenamiento.
—Esto será muy divertido —dije mirando a Isabella.
Ella largó una risita por lo bajo.
Cornelio se nos acercó.
—Tenemos que tener alguna táctica —nos dijo.
Las dos nos giramos.
Zack estaba parado en el medio del lugar mientras nos
miraba con las manos en los bolsillos.
—Dos tenemos que atacarlo a la vez y uno tendrá que estar
a la expectativa para ayudar si es necesario —dijo Isabella—.
Zack no es de ir a buscar la pelea, él siempre espera el golpe,
muy pocas veces lo vi siendo el primero.
Asentimos mientras nos poníamos en fila.
—Ustedes traten de derribarlo, yo las cubriré —dijo
Cornelio.
Pasó la mano por su cabello negro desgreñado.
Saqué la daga de la funda en mi muslo. La miré por unos
segundos. La princesa de los brujos comenzó a rodear a su
hermano.
Sonreí.
Mi mano se flexionó hacia atrás mientras apuntaba la daga
directo al brujo pelinegro. Con un movimiento de mis dedos
esta se multiplicó en varias más.
Al mismo tiempo, Isabella, que estaba detrás del cazador de
corrompidos, comenzó a correr en su dirección.
Delante de nuestros ojos, Zachary se hizo humo y se
escurrió por el piso, fruncí el ceño. Los ojos de la bruja se
abrieron mientras mis dagas iban a dar de lleno contra ella.
Desde el piso se irguió un espejo tragándose mis armas.
Quedé estática cuando vi en mi reflejo que la figura del
futuro rey de los Brujos comenzó a aparecer entre el humo
negro detrás de mí. Me giré de golpe solo para ver como el
espejo se había hecho líquido y se posicionaba debajo de los
pies del hombre de ojos de gato.
Los tobillos de Zack fueron tomados por unas manos que
salían del espejo líquido. Miré detrás de él para encontrarme a
Cornelio de rodillas metiendo sus manos en otro charco
plateado.
El cuerpo del Maestro fue tragado, pero quedó solidificado
antes de ser completamente apresado. Sus ojos peculiares se
cerraron y todo su cuerpo comenzó a vibrar, rompiendo el
espejo. Líquido negro se desprendió de sus manos, no tuve
tiempo ni de moverme, la brea me cubrió y en un abrir y cerrar
de ojos sus manos me estaban agarrando. Sonreí.
Lo tenía donde quería. Con un movimiento de mis manos,
las dagas salieron de los trozos rotos del espejo.
Por el piso surcaron sombras llegando a Zachary, estas
cubrieron su cuerpo a la vez que mis dagas impactaban en él.
—¡Si trabajan en equipo podrán llegar muy lejos! —nos
gritaron desde el segundo piso.
Los tres nos giramos de golpe. Zack estaba entre los otros
dos maestros mirándonos con tranquilidad y una insinuación
de sonrisa.
U nas semanas después.
CAPÍTULO
8

DIMITRI

asi ha pasado un mes. No la he vuelto a ver, y estaba que


en cualquier momento comenzaba a caminar por las paredes.
A mediados de enero nos íbamos a casar.
Me estiré mientras miraba las noticias de la tarde.
—Los seres místicos son una amenaza para los seres
vivos, sin ir más lejos ayer por la tarde en su propia rueda
de prensa se batieron a duelo entre ellos —dijo el panelista.
Pasé la mano por mi rostro. Esto iba a ser un problema.
Ayer por la tarde estuvimos los representantes de distintas
especies. En esa rueda de prensa, tratamos de hacerles
entender a los humanos que no éramos una amenaza.
Grave error.
—Esto cada vez es peor —murmuré.
Cerré la computadora. Giré la silla para mirar por la pared
de vidrio a mis espaldas.
Por mi parte, la maldita de Anya me arrastró hasta el lugar.
Tuve que poner todo de mí para no desaparecer.
Ahora no solo tenía el problema de que tenía que estar del
lado de ellos, sino que me puse en el radar de Bormir. Mordí
mi labio pensando que hacer. Le había declarado la guerra.
Saqué el documento el cual se redactaba todo lo que se
podía y lo que no con Selena. Tendría que haber puesto, que
tendría que venir a vivir conmigo un mes antes para
conocernos mejor.
Tomé mi celular.
—Ares —dije cuando contestó.
—¿Sí?
—Necesito que pongas gente a seguir a Selena, ahora que
me di a conocer ante todos, ella será mi principal debilidad —
le dije seriamente.
—De acuerdo, encontraré a alguien que la vigile desde las
sombras.
—Que no sea solo uno —le ordené.
—Vale.
Sin decir más cortó la llamada.
Me quedé mirando un punto fijo. Pensaba poner en las
noticias sobre mi compromiso. Pero ahora no sabía que tan
buena sería. Solo imaginar que algo le podría llegar a pasar,
hacía que mi cuerpo fuera recorrido por un escalofrío,
poniendo mis nervios a flor de piel.
Tocaron la puerta.
—Pase —dije enderezándome.
Anya se adentró con una falda de cuero asimétrica. Sus
piernas tenían una sola media negra hasta su muslo y luego
unas botas de caña alta. Su torso llevaba un suéter de lana
negra con cuello de tortuga.
—Tenemos que ir a ver la ropa que nos pondremos para la
fiesta de las especies —dijo tranquilamente.
Los brujos todos los años a principio de este hacían una
fiesta. Este año decidieron que todas las especies estaban
invitadas; incluidos los humanos. Si me preguntan a mí si era
una buena idea… pues diría que no. Era meternos a todos en
un mismo lugar… perfecto para que una catástrofe de tamaños
bíblicos se balancee sobre nuestras cabezas.
Suspiré mientras me levantaba.
Nos encaminamos por los pasillos de la empresa.
Esperamos el ascensor y bajamos a la planta baja. Salimos del
edificio. Afuera Kallen nos esperaba recostado contra el auto.
Seguramente había cambiado de lugar con Ares. Ya que
cuando de encontrar gente se trata, Ares era uno de los
mejores.
—Hola, Kallen —lo saludó Anya.
—Any —la saludó el hombre.
Abrí la puerta para que la dama pasase. Ella se deslizó por
los asientos traseros de cuero. Hice lo mismo.
Nos encaminamos por las calles de Londres hasta llegar a
una sastrería de élite. Miré a mi acompañante la cual sonrió.
—Primero veremos que te pondrás tú…
—Tengo como cuarenta trajes, Anushka… —le dije ya
sintiendo frustración.
—Pero quiero que uses uno nuevo.
Rodé los ojos, ya sabía lo que me esperaba. Esta mujer me
haría probar todo lo que había en la tienda.
Salimos del auto, nos acercamos a la puerta del lugar. Miré
a Anya sonriendo por lo que me estaba contando de cómo le
había ido en el entrenamiento. La híbrida estaba más que
emocionada con su trabajo.
—Entonces las dagas llegaron a su cuerpo…
Su voz se desvaneció mientras miraba detrás de mí. Fruncí
el ceño al ver cómo su rostro palidecía. Comencé a girar mi
cuerpo. Anya tomó mi mano para que caminase.
Un dolor agudo atravesó mi corazón. Llevé mi mano al
pecho. El dolor seguía haciendo estragos en mi cuerpo. La
respiración se me complicó al punto de ser sonora.
—Respira —me dijo Anya mientras me tomaba de los
hombros con preocupación.
Me giré abruptamente, todo mi cuerpo se paralizó.
Sus brazos rodeaban el cuello del hombre. Sus labios
besaban con ternura al maldito. Comencé a ver rojo. No podía
aguantar.
Me enderecé mientras iba hacia donde se encontraban.
—¡Dimitri! —gritó mi hermana a mis espaldas.
No le presté atención.
Mi mano fue a su cuello, su cabeza chocó contra la pared.
Un siseo salió de su garganta mientras me acercaba a su
cuerpo. Me importaba un carajo que la gente me viera, él había
tocado lo que era mío y no se lo iba a perdonar.
—Tienes las agallas de tocar algo que es mío —le dije
cerca de su rostro.
Sus ojos se abrieron, estos eran marrones. Me miraron con
malicia.
—Ella no es tuya.
Unas manos tomaron mi brazo, tratando de que aflojara mi
agarre.
—¡Suéltalo, maldito imbécil! —gritó Selena.
Giré mi rostro para ver sus facciones desgarradas por el
odio y el miedo.
—¡¿Tanto te importa este humano?! —espeté sonriendo
abiertamente.
Mi mano libre se clavó en su pecho, perforando su carne.
La sensación de sangre en mis dedos y el pulso de su corazón
me dio satisfacción.
Saqué el órgano de su anatomía. El cuerpo inerte cayó al
piso.
Selena gritó fuerte mientras se acercaba a su amante.
Me agaché para quedar a su altura.
—A cada hombre que te acerques, y te toque, tendrá el
mismo destino —le dije tirando el corazón al piso.
Sus hermosos ojos destellaron mientras me lanzaba una
mirada desolada.
—¡Dimitri! —gritaron a mi costado haciendo que volviera
en sí.
Parpadeé un par de veces.
Todo había estado en mi mente. Me levanté para
enfrentarme a la imagen de mi túa-cantante besándose con otra
persona.
Me encaminé completamente furioso.
—¡Espera, por favor! —me dijo Any, su voz llena de
ansiedad.
—Tranquila, no haré nada —la traté de tranquilizar.
No le di tiempo de reaccionar, me solté de su agarre.
Me encaminé donde estaba la pareja besándose
apasionadamente. El dolor en mi pecho era fuerte y me
ahogaba.
Tomé a la pelinegra de uno de sus brazos y comencé a
caminar con ella completamente atónita.
—¡¿Q-qué haces?! —dijo desesperada.
—¡Suéltala! —gritaron mientras tomaban mi brazo.
Bajé la mirada a los dedos que me estaban sujetando.
—Suéltame, si sabes lo que te conviene —dije fríamente
arrastrando las palabras con ira contenida.
El hombre era enorme, su cuerpo estaba lleno de músculo.
De seguro eran esteroides.
Su agarre no menguó.
—Trevor, tranquilo, yo puedo con esto —dijo ella
seriamente—. Tú suéltame, te seguiré.
Miré su rostro.
Su semblante era de completa seriedad. No podía leer sus
emociones. En verdad parecía una reina de hielo.
Miré a mi hermana.
—Quédate afuera del auto —giré mi rostro a Selena—.
Entra.
Me acerqué a este y le abrí la puerta. Kallen salió.
Estaba que explotaba de furia.
Ni bien entramos, tomé su codo y la atraje a mí. Su aroma a
miel me caló hasta los huesos. Todo mi cuerpo se estremeció.
—No quiero volver a verte con él.
Una sonrisa burlona se curvó en sus carnosos labios.
—No estamos casados, y no lo dejaré por ti, tú tienes a tus
amantes.
Mi brazo rodeó su cintura para atraerla más.
—No estaré con nadie que no seas tú —le dije detallando
su rostro.
¡Joder, no podía pensar bien si la tenía tan cerca!
En mi puta vida he querido besar a alguien, y ahora, con
solo ver su boca, quería devorarla por completo. Tragué fuerte
mientras la sed se iba filtrando por mi garganta.
Su sonrisa se hizo más ancha.
La mano de Selena comenzó a subir por mi pierna
prendiendo mi cuerpo. Todo mi ser se despertó, sobre todo mi
polla. Su rostro se acercó a mi oído.
—Jamás estaría contigo, ya te he dicho que no eres mi tipo
—me dijo con burla.
Apreté mis labios, se estaba burlando de mí. La maldita
humana sabía lo que me provocaba, de eso estaba seguro.
Se alejó lentamente para mirar mi rostro. Mis colmillos
picaban mis encías.
—Creo que debes beber algo de sangre, estás perdiendo la
compostura —dijo separándose de mí.
—Cuando estemos casados lo dejarás —le dije tratando de
tranquilizar mis emociones.
Cerré mis ojos y respiré hondo.
—Créeme, que lo degollaré vivo, si no lo haces, que no te
sorprenda, que te mande una caja con su cabeza de regalo —le
dije parcamente mientras abría la puerta.
Pude ver cómo sus manos temblaron.
—El tres de enero necesito que me acompañes a la fiesta de
los brujos, eres mi prometida y tienes que asistir conmigo.
—Ve con algunas de tus amantes.
Sonreí.
—¿Celosa?
—Asqueada es la palabra —dijo sonriéndome.
Salí del vehículo. Le ofrecí mi mano.
—La pasaré a buscar a las ocho, Señorita Brenzor —le dije
mientras su mano tomaba la mía.
Sentí que su toque me quemaba. Gentileza del vínculo que
teníamos.
Mientras que a los lobos les quemaba las venas. A nosotros
los vampiros nos quemaba la piel. Como si algo caliente o
muy frío se posase. Pero no dolía.
Solo nuestras parejas predestinadas lo podían sentir. Para
todos los demás teníamos la piel fría, salvo mi caso que al
nacer como vampiro tenía la piel tibia… o eso me han dicho.
—Y mantén un poco la compostura, no te andes besando
con él a la vista del público… Sabes que para todos tenemos
que ser una pareja enamorada —le recordé cerca de su oído.
Sus ojos verdes agua, me sondearon. Una sonrisa arrogante
se posó en sus labios.
—Quédate tranquilo. De puertas para afuera no lo haré más
—dijo alejándose de mí.
La sangre me hirvió. Respiré hondo y conté hasta diez.
—Ocho de la noche, el tres de enero, no lo olvides —le dije
viendo cómo se iba contoneando sus caderas en ese vestido
azul tubo hasta por encima de sus rodillas.
Pasé la mano por mi cabello mientras que la otra estaba en
mi cadera.
—Eso salió mejor de lo que pensé —escuché a Anya decir
a mis espaldas.
—Solo porque todavía no es mi esposa, cuando lo sea —
dije mientras me giraba para mirarla—. Se le acabará este
circo que está armando.
—No puedes encerrarla…
—Pruébame —le dije mientras señalaba la tienda—.
Vamos.
Mi hermana me miró mientras asentía pensativamente.
Le abrí la puerta para que pasase. El lugar estaba decorado
en tonos cálidos. Las maderas de los estantes eran de un color
oscuro dándole un toque sobrio. Maniquíes con trajes se veían
en la vidriería y también en algunos puntos estratégicos de la
tienda.
Anya se acercó a uno azul marino. Arrugué mi nariz.
—Ni en tus sueños —le dije negando con la cabeza.
La rubia hizo un mohín con sus labios.
—Siempre estás de negro…
—Y es lo que me gusta.
—¡Agh! Eres exasperante —dijo mirando otros trajes—.
No creo que Selena te soporte.
—No pongas tus pies en terreno peligroso, mi conejita.
Su ceño se frunció.
—No me llames como a tus putas.
Enarqué una ceja.
—Este —dijo sacando uno negro.
Perfecto, cuanto más rápido saliera de este infierno, mejor.
Lo tomé y me fui al probador.
—Si necesita otro talle, avíseme —dijo el vendedor.
—De acuerdo.
Comencé a probármelo. En efecto, de saco y chaleco
necesitaba un talle más. Pero el pantalón me fue como un
guante.
Suspiré sin saber qué hacer con esa mujer. No podía ni
imaginar que siguiera estando con ese hombre. De solo pensar
que la tocaba, mientras que a mí no me dejaba, me hacía hervir
la sangre. El escozor en mi garganta seguía y estaba luchando
contra la sed que tenía.
Respiré con dificultad.
Me cambié y salí.
—Necesito un talle más de saco y chaleco —dije.
El hombre de treinta años asintió mientras iba a buscar lo
que le pedí. Me dispuse a mirar las camisas. Una roja llamó mi
atención. Sí, iría de negro y rojo. Sonreí mientras buscaba mi
talle para probármela.
El vendedor vino con lo demás.
Me terminé de poner todo y me miré en el espejo. Perfecto,
una corbata negra, los gemelos rojos y un pañuelo rojo.
—Wikianya —la llamé.
La híbrida me dio una mirada asesina mientras me hacía
reír.
—¿Tienes el talle de Selena? —le inquirí.
Su ceño se frunció, pero asintió.
—¿Vamos por un vestido para ella? —dijo con emoción en
su voz.
Sonreí, de hecho, ya sabía cuál quería. Lo había visto y de
seguro le quedaría estupendo.
—Vamos a por un vestido para ella.
CAPÍTULO
9

DIMITRI

i vista estaba detallando el crepitar del fuego. Mi


cabeza se encontraba reposando sobre mis dedos.
Las siluetas hipnotizantes de las llamas solo hacían que mis
pensamientos me atormentasen más.
—¡Bien! —me sobresaltó la voz de Anya—. ¡Vamos a
jugar!
Alcé la vista para verla con una botella de vodka y dos
vasos. Sus labios estaban curvados.
Fruncí el ceño.
—No tengo ganas —le dije con indiferencia.
La rubia bufó con molestia.
—Tú tienes problemas y yo los míos, beberemos por cada
pregunta que no queramos contestar —dijo sentándose frente a
mí.
Largué el aire enderezándome.
—Vale.
Sus labios se curvaron más, mostrando unos nacarados
perfectos.
Abrió la botella y sirvió un poco en cada vaso.
—Te daré la primera pregunta —dijo como si eso hiciera
que mi ánimo cambiase.
—¿Ya encontraste al hombre que tengo que torturar, antes
de dejarlo estar contigo?
Sus cejas se alzaron y sus manos temblaron. Estas fueron al
vaso.
Sonreí viendo mi primera victoria, pero a último momento
lo dejó.
—¿Cómo lo sabes?
Apoyé mi cabeza en mi mano inclinándola.
—Vi cómo te pusiste y te alteraste unos días antes de que
yo encontre a Selena —repliqué tranquilo—. Sé que estaba en
la cafetería a la que vamos siempre.
Su mandíbula se apretó.
—Es amigo de Isabella, mi compañera en el Magistrado. Él
es híbrido igual que yo.
Ahora fui yo el sorprendido.
—¿Qué piensas hacer? —le pregunté.
—No lo sé. No lo volví a ver, hasta hace unos días que me
lo encontré en el Magistrado —sus mejillas se pusieron
rosadas haciéndola ver adorable—. Ya averigüé cosas de él.
Sonreí, no me extrañaba.
—Es mi turno —dijo sacudiendo la cabeza.
Asentí.
—¿Qué hizo Selena esta vez para molestarte?
Froté mi rostro. Tomé el vaso y lo bebí a fondo.
—Necesitaba el trago —dije mirándola—. Aparte de
limpiar el lugar donde me siento o camino… Ayer fue un paso
más adelante.
Su ceño se frunció.
Me acomodé en el asiento.

“Flashback.”

Tomé la caja mientras iba hacia la entrada. El vestido sin


lugar a dudas era magnífico. Ya me imaginaba a Selena
luciéndolo.
Sonreí para mis adentros.
Toqué la puerta del departamento. Sabía que se estaba
quedando en la casa de una amiga, ya que estaba en malos
términos con su madre. Obviamente que la razón era por el
matrimonio.
Respiré hondo, pude sentir el crujir de la madera con cada
paso que daban.
—¿Quién es? —preguntaron cerca de la puerta.
Aclaré mi garganta.
—¿Se encuentra Selena?
—Si eres el empresario mujeriego que tenía por
prometido… —la puerta se abrió, sus ojos negros me
detallaron de pies a cabeza—. Ella me dejó dicho que no
quería verte —se cruzó de brazos—. Lástima que no puedas
tener a tu amigo encerrado… si no, se hubiera sacado un buen
premio —siguió diciendo.
Rodé los ojos.
—Necesito darle esto —dije sosteniendo la caja.
Las manos de la pelinegra quisieron tomar el regalo, se lo
saqué antes de que lo agarrase.
—Se lo entregaré en mano —le dije mirándola fijamente.
Las pisadas a espaldas de la chica, hicieron que mire por
encima de su hombro. Solo para encontrarme con ella.
Sus piernas llevaban unos pantalones cortos rojos de satén
y su torso una remera de tirantes con puntilla en el escote. La
sangre se me disparó por todo el cuerpo.
Selena era hermosa, y verla en pijama era algo nuevo.
Estaba acostumbrado a verla con su ropa elegante y refinada.
Y esta faceta me volvió loco.
Tragué fuerte, cada paso que daba hacía que su aroma fuera
más fuerte, haciendo que mi garganta ardiera en una agonía
placentera. Mis colmillos picaban en mis encías queriendo
salir.
—Tú… Eres…
—¿Quién es? —la interrumpió mi futura mujer.
La chica pasó su mano por el cabello acomodándolo en su
oreja. Alzó la vista para mirarme con esos increíbles ojos
cristalinos. Sentí mi corazón latir fuertemente en mi pecho.
Selena frunció el ceño.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a traerte el vestido para la fiesta, lo vi en una tienda
y pensé que te gustaría.
Sus labios se apretaron.
—Créeme que puedo elegirme yo misma el vestido.
Y allí estaba a la defensiva otra vez.
—Lo sé, pero quería regalártelo, si no te gusta puedes elegir
otro…
—Gracias, si es solo eso —sus manos se estiraron para que
le diera la caja, se la comencé a pasar—. Puede irse.
Enseguida la volví a tomar.
—Que tal si tomamos algo…
—No veo por qué, Señor Novikov.
¿Por qué me sabía tan mal que me tratara de usted en vez
de tutearme?
—Dimitri…
—Para mí será el Señor Novikov.
Apreté la mandíbula.
—Pasa.
Mis cejas se alzaron. Miré a su amiga. Selena la miró
entrecerrando los ojos.
—Anna… —le regañó.
—Será tu marido, tienes que comenzar a conocerlo, Lena
—dijo su amiga.
Sonreí, esta chica me caía más que bien. Su mirada fue a mi
persona.
—Gracias.
—¡Ugh! —bufó Selena, ahora Lena, en verdad me había
gustado ese apodo; mientras se giraba y se adentraba en el
departamento.
Anna me dejó pasar.
Todo el lugar olía a ella. O por lo menos fue lo único que
mi nariz detectó.
La sala tenía un enorme sofá de color rojo, al frente un
televisor. Las paredes tenían molduras de madera. Una
lámpara de techo moderna colgaba en forma de tubos que iban
para todos lados. En una de las paredes una biblioteca de metal
negro y llena de libros.
Miré a la chica que me estaba haciendo tener insomnio. Sus
ojos eran dos dagas clavándose en mi cuerpo, mientras mordía
la uña de su pulgar.
—¿Quieres tomar algo? —inquirió su amiga.
—Por favor —dije sentándome.
Ella asintió y se perdió por un pasillo que presuponía que
llegaba a la cocina y los demás ambientes.
El lugar se llenó de tensión. Ninguno de los dos hablaba y
se sentía como si la guillotina estuviera a punto de caer sobre
nuestras cabezas.
—Tenemos que empezar a organizar la boda —le dije
tranquilo.
La mujer se tensó por completo.
Me acerqué a ella tratando de ver si bajaba un poco la
guardia.
—Puedes hacer lo que quieras, a fin de cuentas, es solo un
matrimonio nominal…
—¿Por qué estás siempre a la defensiva?
Mis manos llegaron a su cintura. La sentí temblar cuando
estuve a centímetros de ella. Su cuerpo se fue hacia atrás. No
la solté y la acompañé en cada movimiento. Selena quedó
entre la biblioteca de metal y yo.
—T-tú… —su voz comenzó a tener duda, era como si le
estuvieran cosiendo la boca para no hablar—. No quiero este
matrimonio. No quiero estar con un hombre que mira a otras
mujeres con ganas de follárselas, no quiero estar atada a
alguien que no elegí para nada —dijo decidida.
Tragué fuerte. Sus ojos me miraban con determinación.
Mordí levemente mi labio.
Mi mano fue a su brazo y rocé con mis dedos su piel. El
tacto me quemó terriblemente. La pelinegra se estremeció
mientras me miraba con ojos brillosos.
—Créeme, que no te he podido sacar de mi cabeza desde
que te conocí…
Selena soltó una risa seca.
—Tanto has pensado en mí, que te estabas besando con esa
rubia en la oficina, y también sé que estuviste con dos chicas
hace unos días, si eso es pensar en mí… no quiero pensar lo
que sería no hacerlo —dijo con una sonrisa despiadada—. Tú
pides que no esté con mi novio, pero tú sí puedes seguir con
otras mujeres. Eres la definición de hipocresía, Dimitri.
Mi ceño se frunció. ¿Quién le dijo de las gorgonas…? Su
prima.
Esa Semi-Diosa de seguro le debió llenar la cabeza en mi
contra.
—No voy a negarlo, pero lo hice porque hay algo que me
estaba preocupando…
—¿Volverte monógamo?
—No, ese no es un problema… es solo que no he… podido
estar con nadie desde que te vi…
Sus ojos se agrandaron.
—Ese no es mi problema, si tienes disfunción eréctil…
Me apreté a ella haciendo que jadee. Sonreí al ver su rostro
completamente rojo.
—Espero que con lo dura que está mi polla en este
momento, entiendas que no lo tengo.
Y es que era así. Más duro no podía estar.
Sus manos tomaron mis brazos tratando de mantener la
compostura, o eso pensé hasta que me alejó de ella.
—Intenta no volver a hacer eso. No quiero tener náuseas…
Vale, me hartó.
Ya no aguantaba esta situación de que me tratara como si
fuera la peor mierda, si solo nos habíamos visto unas veces.
—Pues es una lástima, porque tendrás que acostumbrarte,
tendremos que tener un hijo y para hacerlo tendrás que
acostarte conmigo.
—No, yo no tendré sexo contigo, se puede hacer de muchas
formas hoy en día.
—Lamento decirte que no pondré mi semen en un frasco —
le dije acercándome a ella—. Irá directo a ese coñito apretado
que tienes, y lo recibirás gustosa —le susurré al oído.
Cuando me alejé su respiración estaba entrecortada.
Por lo menos sabía que no le era indiferente.
Sus ojos se entrecerraron.
Me alejé de ella para irme a sentar al sofá.
—¡Eres un maldito!
—Ya está listo…
Las palabras de Anna quedaron a medio camino, cuando
algo golpeó mi cabeza. Me giré para ver como un objeto que
parecía ser un jarrón estaba roto en el piso.
—¡Estás loca! —bramé.
Su cuerpo se dirigió a otro que estaba sobre la mesa
auxiliar. Sacó las rosas blancas. Y me lo arrojó.
—Creo que me iré a cocinar… Por favor, como si fuera su
casa.
Me agaché para ver un tercer jarrón. “¡¿Pero… cuántos
tienen en esta casa?!”
—¡Escucha bien, yo jamás me acostaré contigo! —gritó
Selena llena de ira.
Mordí mi labio.
Me acerqué a ella inmovilizando sus manos.
—Tú serás mía tarde o temprano —le dije tomando su
barbilla.
Nos quedamos mirándonos, midiendo la intensidad del
otro. Su respiración era frenética y salía de sus labios
entreabiertos. Mi mirada se posó en ellos. Deseando probarlos,
saber a qué sabían…
Me apoderé de ellos. Con mis dientes mordí su labio
inferior, haciendo que un gemido saliera de su boca.
Selena movía sus manos intentando escapar. Solté su
mentón solo para tomarla por la nuca. Podía sentir su pulso
palpitar. Su cuerpo se relajó para seguir el beso.
Su aroma a miel y fresias, estaba quemando mis pulmones.
Era la primera vez que besaba a alguien y podía jurar que
ella sería mi perdición.
Solté sus muñecas y sus manos fueron a mis hombros. Me
seguí acercando y abrazando su cuerpo. El cual estaba
haciendo que mi cordura se tire por un barranco.
La deseaba como nunca lo había hecho con ninguna mujer.
Quería poseerla y hacerla mía. Derretirme en ella y tenerla a
mi lado para siempre.

“Fin Flashback.”

—¿En serio la besaste? —me inquirió Anya completamente


sorprendida.
Asentí mientras pasaba la mano por mi cabello.
—El problema fue que su rodilla volvió a golpear en mi
polla —le dije molesto.
Mi hermana comenzó a reírse. La fulminé con la mirada.
—Lo siento… —dijo tratando de no reír—. Es que es raro
que una mujer tenga tantas ganas de estar lejos de ti.
—Lo peor de todo es que es mi túa-cantante… tendría que
sentir atracción por mí. No repulsión.
Largué un suspiro.
—Tienes mucho por lo que pelear, mi querido hermano.
Torcí el gesto.
Eso ya lo sabía. No era algo nuevo. Mi ratoncita daría
pelea, pero eso era también lo que más me gustaba. Tener que
conquistarla.
Me serví otro vaso de vodka y le tendí uno a la rubia. Se lo
dediqué, ella hizo lo mismo.
—Por los Novikov… que somos un asco en las relaciones
—dijo antes de apurar el líquido ardiente.
Asentí mientras tomaba. Sintiendo cómo la bebida quemaba
mi garganta.
“Serás mía, y cuando lo seas no te dejaré ir.”
CAPÍTULO
10

DIMITRI

omencé a espolvorear el azúcar implacable por encima


de la porción de torta.
Hoy tendría una reunión con Selena, y pensaba llevarle algo
que estaba seguro de que le iba a gustar.
Era un bizcochuelo de miel y nuez.
Teniendo en cuenta de que nuestras parejas predestinadas
olían a lo que más le gustaba, era más que obvio que le
gustaba la miel. Es por eso que comencé temprano a
prepararlo.
Era la receta que había aprobado para los restaurantes.
Todo lo que se servía, primero era probado por Anya y por
mí. Una vez que dábamos el visto bueno con la receta, se
ponía en el menú. Esto era bueno, ya que los vampiros
teníamos el paladar más desarrollado.
Así que nos dábamos cuenta fácilmente, si estaba
desequilibrado en ingredientes. Sin contar, que nuestra especie
era la única que podía saber a qué olía cada ser vivo en el
mundo. Eso era un comodín a la hora de ver que le podía
gustar a alguien y sacar ventaja.
Puse unas nueces encima como decoración y luego lo
empaqué.
—Perfecto —me dije a mi mismo satisfecho con el
resultado.
Inspiré el aroma que había dejado la torta. Si
definitivamente le gustaría. Si no podía entrar por su corazón,
entraría por su estómago.
Sonreí para mis adentros tomando la caja y encaminándome
a la salida.
—El magnate de los restaurantes, Dimitri Novikov, se
ha comprometido hace unos días con la señorita Selena
Brenzor —dijeron en el televisor, me paré en seco mientras
mi mandíbula se apretaba—. La joven pareja se unirá el
próximo veinte de enero.
Mi celular sonó.
—Mierda —mascullé al ver el número—. Si —contesté.
—En hora buena, querido sobrino —dijeron del otro lado
de la línea.
La sangre me hirvió.
—Tío, tanto tiempo —dije sonriendo mientras dejaba
Nostradamus.
—¿Cuándo pensabas decirme que habías encontrado a tu
túa-cantante? —dijo Bormir arrastrando lo último.
Respiré hondo.
—¿Quién dijo que era mi pareja predestinada?
El maldito hijo de puta, carcajeó del otro lado del teléfono.
—Oh, Dimitri, sé perfectamente que le tienes alergia a las
relaciones, algo que yo me encargué de implantártelo, claro
está —dijo con veneno en las palabras, mis dedos se apretaron
en el teléfono.
Me abrieron la puerta del auto y me deslicé por el asiento
trasero.
—Sí, como olvidarlo, si mi propia sangre trató de matarme
a mí y a mi hermana cuando éramos unos niños —le dije sin
mostrarle lo mucho que me estaba enojando, mis palabras
tenían un dejo de risa—. Y no olvidemos como mataste a mis
padres.
—Pequeño Mitya, ya eso ha quedado en el pasado. Como
rey de los vampiros y tu tío quiero lo mejor para ti.
Estaba más que seguro que había visto la entrevista que
habíamos tenido hace unos días.
Una guerra contra humanos y seres místicos que estaban de
su lado, estaba por explotar en nuestra cara. Es por eso que el
rey de los firulaises y el futuro rey de los brujos unieron
fuerzas. Con la ayuda de la organización, que tenía el marido
de la prima de mi futura esposa, para ayudar a los seres
místicos, habían logrado que muchas especies se les uniera.
Todavía recordar que tuve muchas oportunidades de acabar
con quien le había puesto las manos encima a mi ratoncita, me
hacía hervir en ira de solo recordar que no lo hice. Es más, el
mocoso era el hermano de mi queridísima amiga Taylor, la
cual tenía que ir a visitarla por su embarazo.
Pero teníamos un problema. El rey de los vampiros. Mi tío,
no iba a estar de acuerdo con un tratado entre todas las
especies como ellos querían. Así que luego de que Anya
prácticamente me llevara a patadas hasta la conferencia de
prensa, dije que iba a tomar mi lugar como rey.
Es decir, le estaba declarando la guerra a mi queridísimo
tío.
—Claro que sí, tío —le respondí mientras miraba por la
ventana.
Mis ojos se cruzaron con los de Kallen quien me miraba
con preocupación. Negué con la cabeza.
—Estaré esperando la invitación para la boda, y por cierto,
saluda a tu hermana y cuídense bien, nunca sabemos qué
podría pasar en el futuro.
Pasé mi lengua por los dientes mientras sonreía, ese
desgraciado estaba amenazándome amablemente.
—Tú también, tío, ya eres grande y tienes que cuidar tu
salud —le piqué sonriendo.
—No vemos, Dimitri.
Colgó.
Mi mano derecha pasó por mi rostro. Estaba en un
problema.
Los líderes de los clanes sabían de ella. Alguien había dado
la noticia y tenía que encontrarlo. No era algo que quisiera. Sin
contar que ahora todo cambiaría.
Selena quiera o no, se vendría a vivir conmigo. No la
dejaría sola. Ella era mi mayor debilidad y no dejaría que le
hicieran algo para lastimarme a mí.
Rasqué mi coronilla mientras pensaba como hacer para que
accediera. Esa mujer era muy obtusa cuando se trataba de algo
conmigo.
—Volvemos a la empresa, tengo una cita con Selena —dije
frustrado.
Kallen solo asintió y comenzó a manejar.
Estaba claro que Debon había hecho de las suyas. Esto
tenía que ver con él.
Busqué en mi teléfono su número.
—Dimitri —respondió al tercer pitido.
—Debon —le saludé.
—En hora buena por tu compromiso —dijo con un dejo de
diversión.
—Gracias, querido.
—¿Cuándo ibas a decirnos?
—No quería que fuera una reunión muy grande, solo con
mis familiares y los de ella.
—Pero será tu esposa, chico, ella tiene que tener la atención
de todo el mundo.
Mis comisuras se curvaron.
—Escúchame bien, no sé qué estarás tramando, pero no
quiero tener que ir contra ti, que no se te olvide quién soy y
cómo llegué donde estoy —le dije seriamente—. Si te he
dejado en tu puesto es porque no me apetecía pelear contra ti.
Una carcajada sonó del otro lado.
—Tranquilo, Dimitri, solamente quise hacer un poco de
show sobre la situación. Sé perfectamente que puedes
destruirnos a todos, si te lo propones, tienes toda mi lealtad
contigo —dijo tratando de restarle importancia a lo que hizo.
—El que la hayas expuesto, solo la pone en peligro con mi
tío, y lo sabes —gruñí—. Si algo le llega a pasar, iré primero
por las cabezas de tu familia, no habrá lugar en el mundo
donde puedas esconderte de mí. Y solo cuando te sientas sin
escapatoria es que te cazaré y te torturaré de las peores formas
que te puedas imaginar.
Corté la llamada.
—Vaya, quien no te conociera, pensaría que estás
enamorado de esa humana.
Fruncí el ceño.
—Ella me pertenece, nadie toca lo que es mío.
Los labios de Kallen se curvaron en una sonrisa.
Mi celular sonó.
—¿Diga? —dije poniéndolo en mi oreja.
—Señor, la señorita Brenzor está aquí… ella… —su voz
quedó en silencio—. Escúchame bien, colmillitos, si en diez
minutos no estás aquí, me iré, y espero que tengas una buena
explicación para las noticias de nuestro compromiso.
El sonido de ocupado llegó a mi oído.
Miré el celular extrañado. ¿Me había cortado?
“¿Colmillitos?” La forma en que lo decía destilaba asco en
cada sílaba.
Largué un suspiro, esto costaría mucho más de lo que
pensaba.
El automóvil se detuvo en la entrada del edificio. Pasé por
la recepción hacia mi ascensor personal. Moví mi cuello
haciéndolo sonar. Me miré en el espejo para ver si estaba
presentable.
Por suerte había bebido algo de sangre por la mañana
sabiendo que me encontraría con ella.
Caminé hasta el hall de recepción. No tuve ni que mirar, su
aroma llegó a mí haciendo que mi garganta se secase. El ardor
llegó atormentándome. Apreté mis dientes deseando haber
tomado más de una bolsa.
Selena se levantó con gracia y elegancia. Alzó la vista y sus
mejillas se tornaron rosadas. Sonreí.
—Pasa —le dije mientras me dirigía a la puerta y la
mantenía abierta para ella.
El dolor de cabeza más hermoso que jamás tuve, se dirigió
con espalda recta y movimientos gráciles hacia mi oficina.
Tuve que aguantar el deseo de tomarla entre mis brazos,
cuando pasó por mi costado.
Desde que la había besado, solo quería volver a hacerlo. No
me importaba recibir otro lanzamiento de objetos en mi contra.
Desabotoné mi saco y me senté en la silla ejecutiva.
Por su parte, sacó unas toallas desinfectantes y comenzó a
limpiar el lugar.
—¿Tienes el síndrome de limpiadora compulsiva? —le
inquirí molestándola.
Sabía la respuesta. Pero ver cómo su mirada se dirigía a mí
y ver ese fuego que consumía sus ojos verdes, me encantaba.
—Lo hago por las dudas, no sé con quién te habrás
revolcado en esta silla.
Sonreí mientras pasaba mi lengua por los dientes.
Sentía mis colmillos picar en las encías amenazando con
salir.
—No tienes que preocuparte. No he estado con nadie desde
que te conocí.
Sus orbes se estrecharon, tratando de ver si era verdad lo
que le estaba diciendo.
—No me importa, prefiero prevenir que curar —me dijo
seriamente mientras se sentaba con la prestancia de una reina.
Su cuerpo estaba enfundado en un vestido blanco, unas
medias negras cubrían sus piernas largas y flacas. Encima
llevaba un saco rosa oscuro que le quedaba estupendo. Su
vestimenta era elegante, pero no dejaba de ser juvenil.
Cruzó sus piernas mientras acomodaba su ropa.
—Bien, ¿Puedes decirme por qué carajos estoy en el primer
plano de todas las revistas de corazones y finanzas? —inquirió
con tranquilidad.
Humedecí mis labios.
—Se filtró de alguien de mi lado, ya puse todo en su lugar
justo después de nuestra reunión, llamaré a los de la prensa…
espera lo haré ahora —dije sacando mi celular.
Lena, como la llamaría a partir de ahora, asintió mirándome
sin emociones en la superficie de los muros que construía,
cuando estaba cerca de mí.
—Hola, Chard —dije cuando contestaron.
—Señor Novikov… —dijo con nerviosismo.
—¿Podrías hacerme el favor de sepultar las noticias que se
expandieron sobre mi compromiso? —le dije tranquilamente,
mirando cómo mi ratoncita jugaba con un collar que tenía un
péndulo incoloro, fruncí el ceño.
—E-en eso estamos… No sabemos de dónde salió, pero el
que lo hizo pagó una gran suma para que no fuera echado
abajo, por lo menos dentro de las próximas veinticuatro horas
—tartamudeó.
Rodé los ojos.
—Eres el jefe de prensa, te pago para que estas cosas no
pasen, ¿o acaso es poco lo que te deposito en el banco? —le
inquirí.
—N-no para n-nada —dijo rápidamente.
Gruñí asintiendo.
—Haz que estas noticias caigan antes de las seis de la tarde,
dales más dinero de lo que les dio la fuente, no sé, arréglalo…
si no no vengas mañana a trabajar.
Colgué para ver a Selena mirándome mientras alzaba una
ceja.
—¿Y?
—Está hecho —dije tranquilamente.
Sabía lo competente que era Chard.
—Todo el mundo sabe de qué somos pareja —le dije
despacio, pisando el hielo bajo las palabras, probando que no
me hundiría en el siguiente paso—. No estás a salvo viviendo
sola con tu amiga…
—Si pretendes que viva contigo, no lo haré, sé cuidarme
sola… —me interrumpió.
—Lo sé, sé que tienes conocimiento de defensa personal,
por cómo me has pateado las bolas un par de veces… pero no
estoy hablando de humanos, Lena —le dije seriamente
mientras me inclinaba en el escritorio—. Hablo de seres
místicos.
Su ceño se frunció mientras se acomodaba en la silla.
—Y-yo puedo sola.
—No puedes y lo sabes, y no dejaré que nada te pase…
—¿Por qué te preocupas por mí? —inquirió levantándose.
Sus piernas comenzaron a ir de un lado al otro, como un
león enjaulado.
Abrí y cerré la boca. ¿Por qué me preocuparía por ella?
¿Era solo porque era mi alma gemela? No podía tener
sentimientos de amor.
Nuestro vínculo no funcionaba como los de los demás
seres. No sentíamos ese amor que sienten los lobos o los
brujos cuando conocen a su pareja. No teníamos esa lujuria
que un Siren podía tener por su stella. Sin embargo, aquí
estaba, sintiendo lujuria, celos y posesividad solo por ella.
Me levanté y fui a su lado tomándola de la cintura.
Miré su rostro sobresaltado por el agarre. Su aroma se filtró
por mis fosas nasales.
—¿Qué tanto sabes de nosotros?
—¿Los seres místicos? —inquirió confundida.
Asentí lentamente apretando la mandíbula.
Podía ver cómo pasaba el pulso por su yugular
volviéndome loco. Quería hundir mis colmillos en su cuello y
beber su sangre.
—No mucho, en verdad.
La tomé de la mano sintiendo que el tacto ardía en el lugar.
La llevé al sofá de dos cuerpos que tenía en la oficina.
El sol pegaba de lleno a su rostro, denotando pequeñas y
hermosas pecas en el puente de su nariz. Sus ojos se volvieron
más claros.
Estaba fascinado con esta muñeca que tenía delante de mí.
—Existen muchas especies, desde vampiros, hasta tritons
—comencé—. Incluso no hay un solo Dios y ellos han tenido
hijos con humanos creando la raza de los Semi-Dioses… —me
detuve a pensar si sabía que era su prima—. Tu prima es una
de ellos.
No veía necesidad de que ella no lo supiera, ya que la vio
peleando contra los vampiros.
Ella asintió escuchándome con determinación.
—Todos tenemos una pareja predestinada, un alma gemela.
Cada especie le puso un nombre. En los hombres-lobos son
mates, los brujos arcans, nosotros… túa-cantante.
—Si lo que me estás queriendo decir es que yo soy tu túa-
cantante… pues estás de broma.
Apreté mis labios sin dejar de mirarla. Sus ojos se
agrandaron mientras que esa boquita provocadora que tenía se
entreabría.
—¡Mierda!
—Por eso cuando te vi por primera vez no te pude sacar de
mi cabeza, Selena. Cuando tu madre me mostró una foto tuya,
acepté sin pensar el casarme contigo.
Pestañeó muchas veces incrédula. Negó con la cabeza.
—Eso no cambiará nada, Dimitri, yo no quiero estar
contigo…
Tomé su mano y comencé a acariciarla, la llevé lentamente
a mi pecho. Mi corazón martillaba en él.
—Sabes que te atraigo, sé que no te gusta tener que casarte
por obligación, sé que no tengo la mejor de las referencias…
Pero créeme que ni yo mismo sé cómo comportarme con esto
que estoy sintiendo.
Sus mejillas se pusieron rosadas.
—Por eso necesito que vengas a vivir conmigo, solo yo
puedo protegerte, seguramente sabes quién soy en todo este lío
entre especies.
Lena asintió.
—¿Es verdad eso?
—Sí, mi tío, quien gobierna a los vampiros, mató a mis
padres, los verdaderos reyes.
Su mano libre fue a sus labios, mientras que la otra se
apretó en mi pecho.
—¿Cómo pudo…?
—Avaricia, codicia… No lo sé —dije encogiéndome de
hombros—. Si no hubiera sido por mi Nana también nos
habría matado a nosotros, mi madre se sacrificó para que
escapásemos.
Por primera vez en tanto tiempo me sentí libre. Con un peso
menos en mi espalda. Hacía mucho tiempo que tenía todo esto
acumulado.
Todos sabían lo que había pasado, pero nunca fue por boca
mía, ni de Anya, ni de mis padres adoptivos.
—Me iré a vivir contigo, pero solo para estar protegida…
Todo seguirá igual —dijo soltándose de mi agarre—. No
dudaré en clavarte una estaca en el pecho, si tratas de
aprovecharte.
Sonreí mientras asentía.
Haberme abierto sirvió de algo.
CAPÍTULO 11

DIMITRI

oví mi cuello mientras me encaminaba por el pasillo


de la segunda planta de casa.
A Anya le pertenecía la primera planta y a mí la segunda.
Luego planta baja era territorio compartido.
Selena debería estar lista para que la pasara a buscar. Solo
rogaba que no hubiera cambiado de parecer a último
momento.
Bajé con muy buen ánimo. El tenerla en casa, haría que
pudiera acercarme más a ella. Sabía que sería una batalla
campal desde el momento en que pisara la mansión Novikov.
Pero no me importaba, su terquedad y rebelión nutría mis
ganas de domarla, no quería romper su espíritu. Sin embargo,
sí quería que estuviera a mi lado.
Todo en ella era digno de una reina. Y si tenía que ser rey
para protegerla y verla florecer, lo haría.
Lo había decidido.
No podía esconderme más. Bormir, no me dejaría ir tan
fácilmente. Ya le había declarado la guerra en público.
Simplemente, tenía que ver quién estaba de mi lado y quién
no.
Acomodé mis guantes de cuero negro. Tendría que ir
primero a hablar con algunas personas antes de pasar a buscar
a mi ratoncita.
Pasé mis dedos por mi cabello acomodándolo hacia atrás.
Afuera me esperaba André. Él era mi único amigo aparte de
Kallen y Ares.
—Es bueno verte de vez en cuando —dijo sonriendo.
Sus ojos negros se achicaron mientras sonreía, en su mejilla
derecha se hizo un hoyuelo.
Su cabello negro estaba siempre bien corto, ya que si lo
dejaba crecer su estructura afro se descontrolaba. André era
francés, un vampiro convertido de casi cien años.
Su piel morena estaba marcada por músculos, era un
hombre de deportes y no dejaba de hacerlo, aunque el mundo
se estuviera acabando.
Estreché su mano para luego palpar su espalda.
—He estado ocupado —dije sonriendo.
—Lo he visto —dijo con su acento francés—. Esa
belleza… te has ganado la lotería…
Mis manos fueron a las solapas de su saco. Lo acomodé con
rudeza mientras lo veía tragar fuerte.
—Sí, es mi belleza, así que no la mires mucho, si quieres
seguir sobre la tierra y no ser cenizas.
Alisé sus solapas y le sonreí.
—Bien, vamos a trabajar, tengo que recoger a mi ratoncita
en unas horas.
Él sonrió mientras entraba al auto.
Kallen y Ares estaban en los asientos de adelante.
—Vallamos a asustar a unas ratas —dijo André.
—¿Tú ya tienes a tu túa-cantante? —le inquirí.
Negó tranquilamente.
—Es probable que no haya nacido.
Apreté mis labios sopesando esa idea.
—No tienes que estresarte —le dijo Ares.
—No lo hago, pero ver que hasta este mal nacido consiguió
a la suya…
Abrí la boca para hablar.
—No puedes mentirme a mí, Dim, esa chica es tu túa-
cantante, si no nunca la hubieras aceptado como esposa, eres
un hombre que le tiene miedo a las relaciones —dijo André
tranquilamente—. Por eso te metes en todas las faldas que ves
y nunca tuviste una novia —dijo sonriendo.
Vale, no podía mentirle.
—Eso es un problema igual, todos tus enemigos deben
saber que ella es tu predestinada —dijo Kallen—. No es un
secreto esto que dice el francés.
Suspiré completamente frustrado. Que Debon diera esa
información al público, solo fue un movimiento para
acorralarme.
El vehículo paseó por las calles de Londres. O conocida por
los seres místicos como Ciudad Plata, ya que era una de las
ciudades con más concentración mística.
Nos detuvimos en una fábrica abandonada, o al menos eso
parecía. Esta estaba comprada por Jack.
Salimos los cuatro.
Caminamos tranquilamente hasta la entrada.
Un hombre alto con una remera negra que se amoldaba a
sus brazos musculosos nos miró detenidamente. Sus ojos, los
cuales poseían ojeras, se desviaron al mirarme.
—Señor Novikov —dijo con nerviosamente.
Nos abrió la puerta.
Y es que nadie en su sano juicio trataría de pelear o hacer
alguna estupidez en mi contra.
Que no me gustara pelear o que prefiriera una buena follada
a tener que derramar sangre, no quería decir que no lo supiera
hacer. Simplemente, no quería ensuciarme las manos más de lo
que ya estaban.
El lugar estaba silencioso y en penumbras. Cadenas
colgaban por todo el sitio.
—Esto huele terrible —dijo Ares tapándose la nariz.
Sonreí.
—Estamos en la guarida de Jack, el destripador —le
recordé.
Así es como se lo conocía a este desquiciado.
—Su alteza —dijeron desde el segundo piso.
Este era solamente pasillos flotantes.
Alcé la vista para verlo sentado en una de las barandas.
Sonrió mientras se lanzaba a la planta baja.
—¿A qué debo el honor de tenerlo en mi humilde morada?
—dijo acercándose.
Su cabello negro estaba recogido en una cola de cabello, la
cual caía en una trenza por su espalda. Su ropa negra y rota le
daban un aspecto de peligro, el cual iba perfectamente con él.
Sabía lo desquiciado que podía ser.
Relamí mis dientes lentamente.
Miré a Ares y a Kallen, estos asintieron para luego ir contra
el vampiro. Lo tomaron del brazo mientras lo arrastraban a una
silla que había cerca. A mi alrededor había cajas grandes de
madera y contenedores. Mis dos amigos inmovilizaron sus
brazos.
Una risa gutural retumbó en todo el lugar mientras su
cabeza caía.
Tomé otra silla, la acomodé frente a Jack. Desabroché el
saco y me senté tranquilamente con el respaldo mirando a mi
presa. Descansé mis brazos sobre el respaldo.
El siseo me hizo alzar la vista. Ojos rojos comenzaron a
verse en todos lados. Estos asesinos trabajaban en las sombras
y se mimetizaban muy bien.
Suspiré.
—Verás Jack, han infiltrado información sobre mi vida
privada, el rey me llamó hoy y simplemente quería saber si
podía contar con los asesinos más poderosos de Londres —
comencé a explicarle.
El asesino sonrió mientras trataba de acomodarse.
Sus ojos rojos me sondearon con diversión.
—¡Pero por supuesto que sí! —sentenció mostrando sus
nacarados en una sonrisa delirante.
Jack, aparentaba ser una persona tranquila, seria. Pero en
cuanto lo tratabas te ibas dando cuenta de que algo no andaba
bien. Y en este momento era porque estaba siendo agarrado y
dominado.
El vampiro se excitaba con todo lo que abarcara
dominación y dolor. Pero a diferencia de otros, a él no le
importaba de qué lado de la cuerda se encontraba.
—Eso sí, mi alteza, tendrás que poner una buena suma, ya
que están dando una buena recompensa por tu cabeza —dijo
alzando las cejas, regodeándose de la desgracia ajena.
Tomé aire tratando de tranquilizarme.
Era algo que me había imaginado.
—Si todavía no empezaron a cazarte es porque no los he
dejado, pero sabes que somos asesinos, no guardias, así que te
saldrá más caro mantenerlos quietos.
Pasé la lengua por mis dientes.
—Haremos esto —comencé—. Les daré el triple de lo que
les dieron, a cambio tú los mantendrás bajo la raya, hasta que
necesite de sus servicios.
Me levanté de la silla. Busqué un cigarro, se lo puse en su
boca y se lo prendí. Podía sentir los ojos de los demás
vampiros listos para atacar.
Un problema que no estaba dispuesto a correr, llevaba ropa
nueva y no tenía intenciones de ensuciarla. Menos sabiendo
que después tenía que ir a buscar a mi ratoncita.
—Una guerra por el trono de los vampiros se avecina y
quiero que estés de mi lado —le dije mirándolo a los ojos.
Estos destellaron en euforia.
—Me encantan las guerras —dijo sonriendo
retorcidamente.
—Eso pensé, recuerda de qué bando estás, no quiero
cazarte y matarte, porque te aseguro que sería una muerte
rápida y sin dolor —le dije mientras me alejaba y sentía los
pasos de los otros tres a mis espaldas.
—¡Con gusto su alteza, lo seguiré! —gritó mientras
comenzaba a reír a carcajadas.
Salimos de la fábrica y prendí otro cigarro para mí. Le di
una calada aspirando el humo, sintiéndolo en mis pulmones.
La tranquilidad comenzó a llenarme mientras largaba el humo
por la nariz.
—Espero que eso haya servido —dijo André.
Torcí el gesto.
Le di otra calada al cigarro.
—Sabemos que es una bala perdida, pero su lealtad siempre
es segura cuando la da.
Comenzamos a caminar hasta el auto.
Miré a mi amigo.
—¿Te dejo en algún lado?
Su ceja negra se alzó.
—Iré a conocer a tu futura esposa y luego me iré —dijo
sonriéndome.
Fruncí el ceño.
—Tú no irás conmigo.
Abrió la boca.
—No es justo que Ares y Kallen la conozcan y yo no.
—Hermano, no la conocería si no fuera porque lo llevo a
todos lados, este bastardo la quiere tener escondida de todos
—dijo Kallen sonriendo mientras entraba al auto.
Gruñí.
—Eso es porque la quiero proteger…
—¿Seguro que no es porque no quieres que nadie la mire
de más? —acotó Ares pinchándome.
Entrecerré los ojos fulminándolo con la mirada.
El desgraciado carcajeó y se subió al asiento del copiloto.
Entré al vehículo y resoplé.
—La ves desde lejos y te vas —le dije a André.
Miré al vampiro y este sonrió mientras asentía.
Nos dirigimos al departamento que estaba compartiendo
con su amiga.
Dijimos que veníamos a departamento nueve y nos dejaron
pasar. No sin antes mirarnos un tanto asombrados.
Rasqué mi cuello deteniéndome frente a la puerta.
—¿Nervioso? —inquirió André.
Los otros dos se habían quedado abajo vigilando los que
entraban al edificio.
—No te voy a mentir, tengo miedo de lo que me pueda
esperar, la última vez que estuve en este lugar, tres jarrones
fueron lanzados en mi contra.
Mi amigo rio por lo bajo.
—Muero por conocerla.
Fruncí los labios.
Esta mujer hacía que todos los nervios se me disparasen a
grados increíbles.
El aroma a miel ya comenzaba a filtrarse levemente y eso
me estaba poniendo más ansioso.
Mi mano fue al timbre y lo pulsé con mi dedo índice.
La puerta se abrió dejando ver a Anna. Sus ojos negros nos
detallaron a ambos, sobre todo a André.
Giré mi rostro para verlo, cuando los ojos de la amiga de mi
prometida se abrían a más no poder.
Su respiración estaba agitada, el iris lo tenía rojo mientras
miraba sorprendido a la mujer de cabellos negros.
—Vengo a buscar a Selena…
La mujer volvió su mirada a mi persona, rompiendo el
trance en el que estaba.
Algo me decía que André había encontrado a la pareja que
tanto había estado buscando.
Las mejillas de la joven se sonrojaron mientras asentía.
—Ella… creo que mejor la esperas aquí.
Fruncí el ceño confundido.
—Su… ¿Qué carajo es? —se dijo esto último a ella.
Todo quedó más que claro.
No le di tiempo y entré.
—¡Oye! —grito Anna desde la puerta.
—Tranquila, no pasará nada —escuché que le decía mi
amigo mientras yo caminaba por el pasillo hasta la sala de
estar.
La imagen de mi mujer entre los brazos de otro hombre me
golpeó de lleno.
—¡Lena! —la llamó Anna, ansiosa mientras se ponía
delante de mí.
Su aroma a miel inundó mis pulmones.
Todo mi cuerpo tembló por el anhelo de tenerla cerca. Mi
garganta se secó deseando beber de su sangre. Los colmillos
picaban en mis encías, pasé mi lengua para calmar la
sensación.
Sentía que me estaba ahogando.
La mujer saltó del abrazo que estaba compartiendo con el
hombre en el sofá.
Quería matarlo. No me gustaba para nada esta situación.
—Llegaste —dijo con tranquilidad mientras se acercaba.
Asentí mientras la recorría con la mirada.
Tenía hecho un moño flojo en el cabello. Unos lentes de
marco grueso de color rojo, los cuales le quedaban muy bien, y
hacían que mis fantasías por esta humana sean más fuertes.
Solo pensarla de rodillas, mirándome a través de los lentes
y chupando mi polla, me hizo endurecerme como una roca.
El hombre se levantó. Sus ojos me detallaron mientras se
acercaba a nosotros.
Su mirada marrón me dio un repaso. Era igual de alto que
yo, midiendo uno ochenta y cinco.
Su mano pasó por la cintura de Selena y la acercó a él. Por
un momento, vi cómo ella me miraba algo sorprendida y con
timidez. Pero, no estaba seguro, ya que cuando quise ver otra
vez sus ojos verdes, ella ya me miraba con altivez como
siempre.
Apreté mis manos.
—Un gusto, soy Trevor Dubois, el novio de Lena —dijo
dándome la otra mano.
Volví a mirar a mi pareja.
—¿Ya tienes todo listo para venirte a casa? —le inquirí a
mi futura esposa dejando la mano del idiota en el aire.
Guardé mis manos en los bolsillos de mi pantalón.
—Sí, si quieres puedes esperarme abajo —dijo ella.
Entrecerré los ojos mientras pasaba mi lengua por los
dientes.
—Tranquila, te esperaré aquí —dije tranquilamente—. No
puedo dejar que mi futura esposa cargue las maletas —dije
sentándome en el sofá.
—Iré a preparar algo de tomar… no toquen mis benditos
jarrones, por favor —dijo Anna mirándonos a los dos.
Alcé una ceja mientras desviaba la mirada a mi amigo,
quien no paraba de mirar a la muchacha.
—Te ayudaré.
Ella le sonrió tímidamente mientras se ponía roja como las
luces de Navidad.
Ambos se fueron dejándome con la feliz pareja.
—Iré trayendo las cosas a la entrada —dijo Lena.
Ambos asentimos.
El hombre que me doblaba en músculos, se recostó en la
pared y no paró de mirarme.
Saqué mi celular mientras pensaba si era mucho partirle el
cuello en ese preciso momento.
—¿Por qué no buscas a otra mujer? Lena no quiere este
matrimonio —dijo de repente haciendo que alce la vista—.
Ella me ama a mí y no la dejaré ir tan fácilmente.
Me enderecé en el asiento.
Lo miré de arriba abajo.
“El gatito sacó sus garritas.”
Sonreí.
—Si tanto te ama, hubiera buscado más formas de no
casarse conmigo… Como, por ejemplo, pedirte plata para
pagar su deuda —dije con satisfacción.
Elthon lo había investigado y sabía que era un hombre
asquerosamente millonario.
Su mandíbula se apretó con fuerza.
—Ella no quiso ¿Verdad? —dije sonriendo.
—Eso no importa…
—O sí que importa, una mujer como ella haría cualquier
cosa por no casarse si lo desea en verdad, lo que está haciendo
ahora es oponerse de forma infantil a algo que le impusieron.
Me levanté del sofá. Acomodé mis guantes de cuero
mientras me acercaba a la figura de mi adversario.
—Te sugiero que acabes con este jueguito del novio, antes
de que nos casemos, una vez que ella sea mía no me molestaré
en contenerme —dije seriamente—. No me repetiré… Trevor.
Sus ojos me miraron con ira contenida mientras todo su
cuerpo exudaba tensión.
Giré sobre mis talones, al escuchar el ruido de las rueditas
de la maleta.
—Déjame a mí —le dije acercándome a Selena.
—N-no es necesario —dijo algo sonrosada.
Negué con la cabeza mientras me hacía cargo de su
equipaje y lo dejaba en fila en el recibidor.
—Ya están las bebidas —dijo alegremente Anna.
Nos acercamos ambos al lugar.
Tuve que aguantar como la parejita se sonreía. No le diría
nada. Solo esperaría a que sea el momento adecuado para
aclarar las cosas.
Tomamos café, André no le quitó los ojos de encima a su
túa-cantante, y ella por su parte estaba bastante cohibida.
Estaba contento de que mi amigo la haya encontrado.
No había tenido una vida fácil y saber que estaría
acompañado era algo que me tranquilizaba.
—¿Qué estudias, Anna? —le inquirí mientras tomaba lo
poco de café que me quedaba.
—Artes plásticas —dijo sonriendo—. Quiero ser escultora.
—Y hace unas muy buenas obras —acotó Lena sonriendo.
—¿Y tu Selena? —le inquirió André.
Ya los había presentado.
—Administración de empresas —dijo tranquila, mirándome
por unos segundos—. ¿Si no les molesta podemos emprender
el viaje?
Asentí parándome.
—Gracias por el café —dije sonriéndole a la amiga de mi
prometida.
—No hay de qué.
Nos encaminamos a la puerta y Anna nos abrió.
—Te llamaré para ir a ver esa película de la que hablamos
—dijo André mirándola a los ojos.
Ella asintió sonriéndole.
Tomé las dos maletas de Selena y fui al ascensor. Ella se
subió conmigo y bajamos juntos.
—Quiero que quede algo claro, que yo viva contigo no
quiere decir que seamos pareja —dijo secamente—. Seguimos
con las mismas circunstancias.
Suspiré.
—Vale, quédate tranquila.
Salimos del edificio.
Allí Ares se acercó y me ayudó con las cosas de la mujer,
que me estaba volviendo loco.
Tragué fuerte sintiendo mi garganta rasposa.
—Hasta luego, Trevor —dijo haciendo que me gire.
El pecho me dolió cuando sus labios conectaron con los de
él. “Aguanta” Me dije para mis adentros.
Tenía la necesidad de desgarrar su garganta. Desparramar
toda su sangre y demostrar que pasaría si otro hombre la
tocaba.
Cuando estuviéramos casados muchas cosas cambiarían.
Me cobraría cada dolor, cada enojo. Selena sabría a quién
pertenecía.
Porque ella era mía.
Solo mía.
CAPÍTULO
12

SELENA

iré de reojo al hombre que tenía a mi lado. Su cabello


rubio platinado estaba rapado a los costados y largo en su
coronilla, todo tirado hacia atrás.
Su dedo pulgar se deslizaba por la pantalla de su celular.
Me encontraba nerviosa, no estaba para nada de acuerdo en
irme a vivir con él.
No después de saber cómo era él.
Todos en el círculo de élite, sabían de sus aventuras de una
noche, y yo no era la excepción.
No voy a mentir que el magnate de los restaurantes, era sin
lugar a dudas un buen partido… Si olvidabas que no podía
mantener su miembro en sus pantalones, cuando una mujer lo
seducía.
No estaba contenta con el matrimonio que me obligó a
contraer mi madre. Había discutido muy fuerte con ella y por
ese motivo me había ido de casa.
Me removí en el lugar, su aroma dulce como el caramelo
invadió mis fosas nasales. Era una tortura tenerlo cerca.
Madeleine, mi prima, me había contado algunas cosas en
una merienda que habíamos tenido.
Sabía que no merecía su perdón, no después de todo lo que
les había hecho pasar.
Desde engañar a Luka diciéndole que me había quitado mi
primera vez, a tratar de hacer que rompieran ya estando
casados.
Siempre estuve enamorada de Luka Venikolv. O eso pensé
en su momento. Con el tiempo, me di cuenta de que era solo
una obsesión que mi madre me había implantado.
Siempre teniendo que obtener lo que quisiera. Y en ese
momento era al chico rubio serio que no le interesaba ninguna
mujer.
Todavía recuerdo la noche que lo drogué.

“Flashback.”

La música sonaba en mis oídos, hoy cumplía dieciocho


años y me encontraba con mis amigas, Anna y Camille, en una
fiesta en el pub más VIP de Londres.
Con unos tragos encima mis caderas se movían de un lado
al otro.
Mi cabello negro y lacio hasta mi cintura flotaba
rápidamente en el aire con cada sacudida de cabeza que daba.
El aroma a sudor y alcohol invadían todo el lugar.
Una mano apretó mi hombro derecho llamándome la
atención.
—¿Ese no es Luka? —dijeron en mi oído.
Mi rostro giró en dirección donde apuntaba con el vaso de
plástico Camille.
Entrecerré los ojos para ver mejor. Ya las bebidas habían
afectado mi sistema nervioso.
Su cabello rubio y casi blanco brillaba con las luces
parpadeantes. Estaba junto a Dereck, su amigo y otros chicos
más. Todos llamaban la atención en el lugar. No era la única
que los miraba.
Sonriendo le hice señas a mis amigas para que me
siguieran.
Nos encaminamos entre la multitud tomándonos de las
manos, para pasar por todo el gentío que había en la pista.
Mi trasero y partes de mi cuerpo fueron manoseados
mientras me abría paso. Eso era lo que no me gustaba de los
pubs.
Sus ojos verdes chocaron con los míos. Le dediqué mi
mejor sonrisa mientras me sentaba a su lado.
—¡Hola, Luka! —le grité un poco para que pudiera
escucharme.
Él solo asintió mientras tomaba el vaso con lo que parecía
whisky.
—Ellas son Anna y Camille —dije señalándolas.
Camille, quien tenía el cabello recogido en un moño alto y
ordenado, se sentó al lado del hombre de cabello negro y ojos
tan azules como el mar Mediterráneo.
Dereck, la recorrió con la mirada, sacó su celular y no le
dio importancia.
—Por cierto —dijo Luka frunciendo el ceño—. Feliz
cumpleaños.
Mi corazón palpitó al ver que sabía mi fecha de
cumpleaños.
—¡Gracias! —le respondí efusiva—. Iré por unos tragos
¿Quieren algo?
Su seño se frunció.
—No deberías seguir bebiendo, ya se nota que estás algo
ebria…
—¡Qué aguas fiestas! —dijo Anna.
Dereck suspiró.
—Dos whiskys, un vodka… ¿Y tu Axel? —dijo Dereck
mirando a un chico de aspecto sombrío.
Estaba todo vestido de negro. Camisa y pantalones de
vestir. Su cabello negro atado en una coleta pequeña y rapado
a los costados.
—Grapa.
Asentí mientras me iba a la barra. Mis caderas se movían al
ritmo de la música.
—Hola —le dije al bar tender.
El chico de unos veinticinco años me miró con una sonrisa.
—¡Hoy es mi cumpleaños! —dije completamente alegre.
Mis caderas fueron agarras, giré mi rostro para ver a
Camille detrás de mí bailando.
A su lado, uno de los amigos de Luka y Dereck estaba
sonriéndonos.
Su cabello castaño claro estaba peinado hacia el costado.
Sus ojos avellanas, nos escanearon con un brillo intenso.
Sabía a ciencia cierta que le habíamos gustado.
Sonreí.
—No podrías llevar todos los vasos —dijo sonriéndome—.
Connor nos ayudará ¿Verdad?
El chico sonrió aún más mirando a mi amiga morena.
—Claro que sí, es más invito yo —dijo sacando su billetera.
Sus ojos negros brillaban dándole un aire sensual.
Volví mi vista a chico que estaba esperando nuestros
pedidos.
Pedí dos whiskys, dos Honey Tequila, el vodka y la grapa.
—Dale este al rubio, me lo agradecerás después —dijo el
chico de ojos marrones mientras me entregaba el último
whisky.
Fruncí el ceño.
Miré el vaso.
Nos encaminamos por el pasillo, que no estaba tan lleno.
Me senté al lado de Luka y le ofrecí el vaso que me dijo el
bar tender.
Los minutos pasaron, haciéndose una hora.
Con las chicas, al ver que ellos no estaban interesados,
decidimos volver a bailar. Solo Connor siguió a Camille.
El calor que hacía en el lugar me hizo tener mareos, así que
me dirigí a una esquina.
—¿S-Se… lena? —dijeron cerca de mí.
Giré mi rostro para encontrarme al amor de mi vida. Se
había quitado el saco y su camisa blanca estaba muy
transpirada. Por su frente caían gotas de sudor, su respiración
estaba más que complicada.
Solo en ese momento comprendí lo que me dijo sobre la
bebida. Tenía droga afrodisiaca.
Mi mano fue a mi cuello y lo rasqué.
Me debatí en sí tomar ventaja o no de esto.
Con mi brazo rodeé su cintura y puse su brazo en mi
hombro.
—Ven, te llevaré a un lugar mejor.
Salí con él a la calle, el pub estaba a unas veredas de un
hotel. Así que decidí llevarlo ahí.
Entré al vestíbulo.
Con muchos problemas, puesto que Luka estaba muy mal
como para caminar en línea recta.
Me dieron una habitación para pasar la noche.
—Bien, ya estamos aquí…
Luka me tomó de las mejillas, mirándome fijamente.
Su aliento abanicó en mi rostro.
Mi corazón palpitó cuando su mano dominante fue a mi
nuca.
—Al fin puedo besarte sin problemas —dijo antes de unir
nuestros labios.
Sus dientes mordieron mi labio inferior. Mi cuerpo estaba
calentándose, era la primera vez que me besaban y por suerte
era con él.
Mi alma estaba más que contenta de saber que él también
quería.
Su mano paseó por mi cuerpo acercándome más a él.
Chupó y lamió cada uno de mis labios, pidió permiso con
su lengua para invadir mi boca.
—Madeleine…
Ese nombre fue un balde de agua fría para mí.
Me alejé de golpe.
Luka volvió a besarme.
Pero no podía, ya sabía que no estaba pensando en mí, sino
en mi prima.
En ese momento supe que no tenía ninguna oportunidad.
Logré escapar de sus manos, corrí al baño y me encerré.
Sentí mi corazón palpitar con fuerza. Lágrimas cayeron por
mis mejillas ante la caída que habían tenido mis sentimientos.
Solo cuando estuve segura de que estaba dormido, me
animé a salir.
Lo desnudé y me desnudé.
Miré para todos lados, busqué hasta dar con unas tijeras en
un pequeño costurero de auxilio. Corté mi mano lo suficiente
para que sangrara mucho. Dejé caer la sangre en las sábanas y
me metí entre las sábanas.
“Ya veremos si con esto sigues pensando en ella.”

“Fin Flashback.”

Suspiré.
—Llegamos… —dijo Dimitri mirándome.
Sus ojos grises me detallaron con intensidad.
Tragué fuerte.
Tenía que poner todo de mí para no olvidar todo.
“Recuerda, Selena, nunca olvides.”
Apreté mis dientes asintiendo lentamente.
El vampiro salió primero y cuando vi que estaba por
abrirme salí antes. No me dejaría engañar por sus buenos
actos.
Lo escuché resoplar con molestia.
Miré la mansión de estilo gótico. Estábamos en las afueras
de Londres.
El lugar sin lugar a dudas era increíble. Contaba de dos
plantas y una tercera, pero era casi como una cúpula llena de
vidrios.
Los ladrillos gastados tenían musgos, pero no los hacían
feos, sino que te hacía admirar la belleza de estos. Toda la
propiedad estaba rodeada por arbustos bien cortados y bosque
a sus alrededores.
—¿Te gusta? —inquirió Dimitri cerca de mí haciéndome
temblar.
Lo miré, en su rostro, una sonrisa ladeada se posó.
Asentí mientras desviaba la mirada y volvía a ponerme la
máscara. Construí mis muros para que no los pudiera pasar tan
fácilmente, algo que me estaba costando mucho.
Abrí la puerta.
—¡Al fin llegaron! —gritaron mientras me abrazaban.
Mi cuerpo se puso rígido ante la sorpresa.
Su rostro se alejó de mi cuello.
La chica me sondeó haciendo que la sangre subiera a mis
mejillas.
Sus ojos verdes brillaron mientras me sonreía.
—Soy Anya, la hermana menor de Mitya —dijo
tranquilamente separándose de mí y tomando mis manos.
Estas eran cálidas.
—¿Mitya? —inquirí confundida.
—Ese es mi apoyo en ruso —fue Dimitri quien me
informó.
—Espero que podamos ser amigas.
Sonreí ante eso.
—Claro que sí —le respondí.
Su sonrisa se hizo más amplia.
—Te mostraré…
—Anushka… ¿Qué hablamos?
La rubia resopló mientras se cruzaba de brazos.
—Vale, los dejaré solos —dijo girándose sobre los talones
—. ¡No follen mucho que los puedo oír! —gritó mientras
subía las escaleras.
Mi rostro se prendió fuego.
—No le hagas caso, le gusta molestar a la gente —dijo
Dimitri.
Asentí seriamente.
—Te llevaré a la habitación.
Subimos las escaleras hasta el tercer piso. Fruncí el ceño
para luego alzar las cejas.
El lugar era hermoso. El pasillo tenía vistas privilegiadas de
los jardines. Caminamos hasta una de las puertas.
—Pasa —dijo con tranquilidad.
Pasé por al lado suyo, solo para sentir cómo me detallaba
con intensidad.
Estar cerca de Dimitri, era igual a sentir nervios todo el
tiempo. No paraba de monitorear cada movimiento que hacía.
Sin contar, que sentía que podía saltarme y devorarme en
cualquier momento.
Miré a mi alrededor. La habitación era digna de una
princesa.
Una cama grande con madera negra se encontraba contra la
pared. Detrás de ella unos ventanales dejaban pasar la luz.
Tenía un sector con sofás y una mesa ratona. Perfecto para
tomar el té con amigas.
Todo el sitio era en tonos crema. Y eso me llamó la
atención.
Me giré para mirar a mi futuro esposo.
Su cuerpo estaba recostado contra el umbral de la puerta. Si
quisiera escapar, no tendría oportunidad alguna. “Siempre
puedes tirarte por la ventana.” Dijo mi conciencia.
Torcí el gesto.
Últimamente, esta no estaba más que trayéndome
problemas.
Mis ojos se anclaron a esos tormentosos orbes que tenía.
Su gris era muy claro, casi mezclado con celeste.
Rasqué mi cuello.
—Dormirás solo tú, hasta que nos casemos —dijo leyendo
mis pensamientos.
—Tres días a la semana…
Una risa seca salió de su garganta, haciendo que lo mire
con atención.
Su cuerpo avanzó hacia mi persona.
—Todos los días, Lena —dijo tomando un mechón de mi
cabello—. No puedes oponerte.
Me removí llena de rabia.
—Firmamos un contrato en el cual solo dormiría tres veces
por semana contigo, y luego pasaríamos una hora juntos tres
días de la semana —le recordé.
Sus labios se curvaron.
—Mi querida ratoncita, no te has dado cuenta de algo… —
su voz grave resonó en mi cuerpo—. No firmaste el contrato
que estaba redactando, estabas tan apurada que firmaste el
viejo.
Mis ojos se agrandaron.
“No puede ser…”
Busqué mi maleta de mano y saqué de entre mis cosas el
documento.
Miré la cláusula.
“¡Maldición!”
Cerré los ojos, maldiciéndome mil veces.
—T-tenemos que firmar la que estaba cambiada…
—Eso no pasará, ya está firmado por el abogado. Sería muy
engorroso.
Su mano pasó por mi mejilla. Mi piel quemó con su toque.
Me alejé rápidamente y me crucé de brazos, sintiéndome
completamente nerviosa y molesta.
Dimitri había sacado ventaja y estaba jugando sucio
conmigo.
—No dormiré contigo en la misma cama todos los días —
dije furiosa apretando los dientes.
Sus dedos tomaron mi barbilla alzando mi rostro.
—Lamento decirte, que si incumples el contrato vas a tener
que pagarme una multa.
Fruncí mis labios.
—¡Eres un maldito desgraciado! —dije golpeando su mano
con la mía, liberándome de su agarre—. ¿Te divierte poner a
los demás en situaciones que no quieren? ¡Pues conmigo no
será así, ya aprendí de eso!
Golpeé su hombro con el mío y me dirigí hacia la puerta.
Su mano tomó mi brazo. Mi cuerpo quedó aprisionado
contra la pared y su cuerpo.
Alcé la vista sintiendo que me faltaba el aire de lo agitada
que estaba.
Todo mi cuerpo tembló.
Su aroma a caramelo estaba rompiendo mis defensas. Había
tardado tanto en crearlas, y él solo con su toque las rompía sin
problemas. Maldije el ser su pareja predestinada.
—No quiero pelear contigo, pero muchas cosas cambiarán
cuando estemos casados, Lena —dijo saboreando mi nombre.
Tragué fuerte.
Su rostro llegó a mi cuello haciendo que mi cuerpo
hormiguee en lugares precisos.
—Hueles tan bien, ratoncita —dijo contra mi oído—.
Puedes correr y esconderte, pero no escapar de mí, tu destino
está anclado al mío.
Sus colmillos rozaron la piel sensible de mi garganta.
Respiré hondo, tratando de no caer en el abismo, que se
estaba formando en mi mente.
Con ambas manos, lo empujé en el pecho, por suerte
comprendió que no lo quería cerca.
—Antes muerta que anclar mi corazón a ti —dije saliendo
de la habitación—. No me hagas usar objetos para mantenerte
alejado —le recordé antes de caminar rápidamente por el
pasillo hacia las escaleras.
Tenía que encontrar una manera, para que ese vampiro
pervertido no me tomara como suya. Porque estaba segura de
que eso intentaría en la primera noche juntos.
Me detuve a los pies de las escaleras.
—La noche de bodas —murmuré mientras rascaba mi
cuello.
Todo mi ser se estremeció en soledad. No dejaría que este
desgraciado me lastimase.
Mi corazón estaba en una fortaleza, y lucharía hasta la
última gota de sangre, para que Dimitri Novikov no se
acercara a él.
CAPÍTULO
13

DIMITRI

iré el tablero de ajedrez.


Verán, resulta que mi futura esposa sabe jugar al juego
favorito de Anushka. Y ahora ambas mujeres estaban en un
encuentro.
La rubia frunció sus labios cuando la pelinegra movió el
caballo comiendo su torre y haciéndole jaque.
—Nada mal —dijo sonriendo mi hermana.
Selena rascó su cuello poniéndose colorada.
Sonreí, ya hacía unos días que estaba en casa y eso me
ponía de muy buen humor, aunque teníamos nuestros
momentos de querer matarnos.
Como ayer.

“Flashback.”
Subí las escaleras con buen ánimo. Pasé mi lengua por los
dientes antes de encaminarme por el pasillo. El día estaba frío,
pero no estaba nevando. Era dos de enero, así que quería
arreglar con la señorita para mañana ir a la fiesta.
Me acerqué a la puerta, mi mano fue al pomo y lo giré.
—¿Lena…? —dije con duda de si estaba en el lugar.
Toda la habitación olía a ella. “Joder.”
Tragué suerte mientras sentía mis colmillos picar.
La puerta del baño se abrió. El vapor se filtró, y entre
medio de este, un cuerpo femenino.
Toda mi sangre hirvió, de solo verla con una diminuta
toalla de baño. Mi polla se endureció ante la vista.
Su piel lechosa brillaba con algunas perlas de agua todavía
escurriéndose.
“¿Cómo puede ser tan hermosa?”
Selena alzó la vista y se quedó estática en el lugar. Aclaré
mi garganta.
—Lo siento… —dije mientras mis ojos seguían
recorriendo, desde sus largas piernas, hasta su cabello suelto y
mojado.
Mi garganta ardió con cada respiración que hacía. Podía
decir, a ciencia cierta, que mi corazón iba a explotar en miles
de partículas si la seguía mirando.
—Si ya terminaste con tu análisis ocular, date la vuelta —
me dijo seriamente.
Sonreí yéndome a sentar en la cama. Crucé mis piernas y la
seguí mirando.
—Todavía me falta la mejor parte —dije burlonamente.
Selena entrecerró los ojos.
—¿Quieres que te tire otro jarrón?
Fruncí el ceño.
—No dejé ninguno cerca de ti, y menos en la habitación —
le informé conforme con el enojo que se le iba acumulando.
Su rostro estaba rojo haciéndola ver más linda de lo que
era. Esos dos orbes verdes agua me estaban asesinando.
—Créeme que puedo lanzarte otras cosas…
Por mi parte, lo único que quería era que fuera ella, quien
se lanzara a sí misma a mis brazos. Sonreí.
Cerré mis ojos y tiré la cabeza hacia atrás.
—No miraré, lo prometo —dije cayendo de espaldas en la
cama.
Puse el dorso de mi mano en mi frente, para que la luz no
me golpeara de lleno.
Sus pisadas resonaron con un bufido. Escuché cómo abría
las puertas del armario.
—Mañana tenemos que ir al baile de los brujos —dije lo
más tranquilamente posible.
Saber que se estaba desnudando, me ponía los nervios de
punta. Deseaba ver cada parte de su cuerpo. Sin contar, que el
dolor de mi erección no me estaba agradando mucho.
En mi vida tuve que recurrir a masturbarme. Solo cuando
era un adolescente virgen. Pero ahora, con esta mujer, era más
de una vez por día.
Me las iba a pagar con creces, de eso estaba seguro, no la
iba a dejar ir hasta saciarme de ella.
Apreté mi mandíbula. ¿Lo habrá hecho con el humano
insulso?
Sacudí mi cabeza. “No dejes que los pensamientos te
dominen.”
Si había sido así, pasaría mi cuerpo por cada parte que haya
tocado el hijo de puta. La haría gemir tanto, que se olvidaría
de quién mierda era Trevor.
—¿Es necesario que vaya?
—Sí, ya todos saben que eres mi prometida —dije,
volviendo a tener mi mente limpia de pensamientos impuros.
—Vale, pero no te propases —dijo secamente.
—Nunca lo haría —dije sonriendo.
La toalla cayó al piso y mi cuerpo comenzó a estremecerse.
¿Cómo sería pasar mi lengua por sus pechos? ¿Serán muy
sensible?
Gruñí, mientras mi mente se transportaba a la fantasía de
tenerla sentada encima de mí, dejándome tocarla, lamerla,
chuparla y sobre todo morderla.
—Tenemos que parecer una pareja de enamorados, así que
seguramente tendremos que besarnos y tomarnos de la
mano… Y por favor sonríe —le dije.
—Ya puedes mirar —dijo haciendo que giré el rostro donde
estaba.
Llevaba unos jeans negros, unas botas de montaña y un
suéter con cuello de tortuga blanco.
Humedecí mis labios mientras me incorporaba lentamente.
Sus brazos estaban cruzados en su pecho mientras desviaba
la mirada.
No importaba con lo que se vistiera, todo le quedaba bien.
Me acerqué lentamente a ella. Selena se tensó con cada
paso que daba.
—Recuerda que estando solo en público seremos una
pareja.
—Tenemos que practicar para que se vea más creíble —le
dije completamente serio.
Ni yo mismo creía esa mentira, pero si servía para poder
volver a besarla… lo intentaría.
La tomé por la cintura acercándola a mi cuerpo. Su calor
traspasó nuestras ropas. Mi respiración se complicó, a la vez
que mi corazón martillaba en mi pecho.
Sus manos quedaron apresadas y lo único que hizo fue
apretar mi camisa negra.
Lentamente, me fui acercando a su rostro, dándole tiempo a
que captara lo que haría. No la obligaría, quería que ella
también lo deseara.
Inhalé su aroma a miel.
Mi garganta ardió deseosa de probarla.
Con mi mano dominante tomé su nuca, Selena alzó la vista
para anclarse a mis ojos. Sus dos océanos me tragaron como a
un náufrago.
Me acerqué a su cuello depositando un leve beso en su
yugular, sintiendo su pulso acelerado.
Sabía que no era inmune al vínculo. Podía notar como poco
a poco, esa carcasa que había hecho a su alrededor, se iba
resquebrajando.
Un jadeo muy pequeño se escapó de sus labios, cuando mis
labios rozaron su piel suave.
Me alejé de ella, mirando cómo tenía los ojos cerrados.
Sonreí, al verla expectante por más. Pero no lo haría.
La tentaría, la cazaría y luego la devoraría por completo.
—Nos vemos en la cena —le dije, haciendo que sus orbes
verdes agua se abrieran de golpe.
Confundida entreabrió los labios. Sus ojos se oscurecieron,
mientras que una mueca de enojo se instalaba en su hermoso
rostro.
—¡Eres un maldito descarado! —gritó alejándose de mí y
yéndose de la habitación.
Reí secamente mientras ponía mis manos en los bolsillos
del pantalón.
—Paso a paso, mi ratoncita, paso a paso —murmuré
saliendo de su cuarto.
“Fin Flashback.”

Anya movió su alfil y encerró al rey de Selena.


—Jaque Mate —dijo divertida.
Aplaudí por el juego que habían jugado.
Ambas se dieron la mano mientras sonreían contentas.
—Es hora de ir a cambiarnos para la fiesta —dijo la rubia.
Selena se levantó y me miró unos segundos.
—A las ocho te espero en la entrada —dijo mientras se
encaminaba a su cuarto.
Miré a mi hermana.
—Parece que las cosas entre ustedes mejoraron…
—Algo —dije encaminándome a las escaleras.
—Eso es bueno —dijo contenta—. Te veré en un rato.
Subí tranquilamente mientras pensaba que hoy no me
podría negar nada.
La abrazaría y besaría todo lo que no pude en estos días.
Sonreí.
Me detuve en la puerta de su habitación.
—Sí, Trev, nos vemos mañana en la Uni… Yo también te
quiero —escuché que decía.
Mis manos se hicieron puños y mi mandíbula se apretó.
Seguí caminando. No quería seguir escuchando más de esa
conversación.
Comencé a desabotonar los botones de mi camisa. La tela
se deslizó por mis brazos hasta sacar la prenda por completo.
Me deshice del resto y me dirigí al baño. Abrí el agua caliente.
Me saqué el anillo que tenía la piedra de mi madre.
El agua tocó mi piel. Apoyé mi cabeza en los azulejos gris
claro de la pared.
Gruñí de rabia. ¿Por qué no podía verme como una pareja?
Pasé mis dedos por el cabello para tirarlo hacia atrás.
Necesitaba acercarme más a ella. Pero no sabía cómo
hacerlo. Todo lo que hacía le parecía malo.
Golpeé la pared haciendo añicos unos azulejos.
—¡Joder! —mascullé.
Me giré y traté de controlarme.
Me bañé para poder salir del lugar.
Envolví mi cuerpo en una bata.
Mi reflejo me devolvió la mirada. Tenía el rostro algo
demacrado. No estaba siendo fácil tenerla en casa. Su aroma
estaba en cada rincón de la mansión, haciéndome recordar lo
que deseaba y no podía tener.
Tomé un poco de gel y lo pasé por mi cabello para peinarlo
hacia atrás.
Miré que ya tenía algo de mi color natural, era probable que
le pidiera a Anya que me volviera a mi color original.
Salí del baño, con una toalla en las caderas.
El sonido de la puerta me hizo fruncir el ceño.
Me dirigí a abrir.
Mis ojos chocaron con los suyos. Selena me caló de pies a
cabeza. Sus mejillas se pusieron rojas.
—¿Sí? —dije seriamente.
Se rascó el cuello con nerviosismo. Me había dado cuenta
de que cada vez que tenía nervios, lo hacía.
—Y-yo… Necesito que me ayuden a subir el cierre del
vestido —dijo con el vestido en la mano—. Somos los únicos
en este piso… No iré a molestar a Anya por algo tan trivial.
Su cabello ya estaba modelado y su rostro maquillado en
tonos rojos en los ojos, resaltando más su mirada cristalina.
Tragué fuerte asintiendo.
—Pasa —dije dándole lugar para que entrara a mi cuarto—.
Si quieres puedes entrar a mi vestidor a cambiarte.
Ella asintió.
Con paso apurado se adentró en la tercera puerta que había
en mi habitación.
Ya había sacado la ropa que iba a usar, así que comencé a
cambiarme. Cuando estaba por abotonar mi camisa, ella salió
del vestidor. Mis ojos se desviaron a su figura. El vestido le
quedaba de maravilla.
Era rojo de corte sirena. Con encaje subiendo de sus
caderas hasta su escote.
Se giró para dejarme a la vista su espalda. Corrió el cabello
para que atara los botones que estaban en ese lugar.
Me acerqué lentamente para tomar el primer botón. El
encaje bordado, dejaba parte de su piel blanca a la vista. Mis
dedos rozaban su piel cada tanto, haciendo que esa parte
queme y arda.
Su aroma a miel, se hizo más fuerte. Pasé ansioso la lengua
por los dientes.
Mi respiración estaba alterada y mi pulso por las nubes
¿Los vampiros podían tener problemas cardíacos?
Puse mis manos en sus hombros.
—Listo —dije mientras sentía cómo se estremecía.
Ella se giró para mirarme. Sonrió.
—Gracias.
Pasó sus dedos por la oreja para acomodar unos mechones
de cabello.
—Iré a calzarme y nos vemos abajo —dijo volviéndome a
mirar.
Asentí mientras iba a abrirle la puerta.
Lena salió de mi habitación dejando mi habitación ahogada
en su aroma. Cerré la puerta y apoyé mi frente sobre la madera
pulida.
Apreté mi pecho tratando de tranquilizar mi corazón.
—¿Qué me hiciste, Selena?
Terminé de prepararme y bajé a esperar a las dos mujeres
que me acompañarían.
Por lo general le pedía a Taylor, pero desde que está en
pareja no podía. Sabía que la había metido en un problema la
última vez.
Moví mi cuello.
—Bien —dijeron desde las escaleras—. Ya estamos —dijo
Anya bajando como una reina.
Mis ojos no podían apartarse de Selena. La había visto en
mi habitación, pero verla bajar las escaleras con ese vestido y
ya toda producida era otra cosa.
Tragué fuerte.
Rascó su cuello mientras se agarraba de la barandilla.
Mi corazón se saltó un latido viéndola bajar.
Anya me dedicó una mirada de complicidad. Una de sus
cejas rubias se alzó.
Mi hermana tenía un vestido negro con escote corazón. Con
cada movimiento que daba la falda dejaba ver sus piernas, ya
que la prenda tenía un corte vertical en cada costado.
—Están hermosas —dije tratando de no parecer un bobo.
—Vamos, que se nos hará tarde —dijo Selena.
Le ofrecí mi brazo, el cual ella lo tomó sin quejarse. Mi
hermana se encaminó a la puerta.
—Iré en un auto aparte, no quedará bien que entremos los
tres juntos.
Nos subimos al vehículo, Selena estaba con los nervios a
flor de piel, se lo podía notar.
Estaba a la defensiva más que de costumbre.
El auto comenzó a funcionar.
Crucé mis piernas tratando de ponerme más cómodo. Su
rostro se giró en mi dirección.
—No te propases —dijo seriamente.
Alcé una ceja, sonreí acercándome lentamente a ella.
—No sé a qué te refieres, por cierto, tenemos que practicar
para que no se vea forzado.
Sus ojos se agrandaron.
—N-no es necesario, sé besar perfectamente —dijo con
tranquilidad.
Mi mano fue a su mejilla acariciándola, mis dedos
quemaron con el roce. Me incliné hacia ella lentamente,
absorbiendo su espacio personal.
Mis labios tocaron levemente los suyos.
Primero le di pequeños besos. Ahogándome en su delicioso
aroma. Mi respiración se hizo más fuerte. Pasé mi lengua por
su labio inferior, para luego capturarlo con mi boca. Lamí su
arco de cupido, haciendo que un suspiro saliera de su garganta.
Ese sonido solo hizo que mi polla palpitara y se pusiera más
dura de lo que ya estaba.
Su boca comenzó a seguir el beso. Acercándose más a mi
cuerpo. Era increíble lo bien que nos entendíamos en ese
momento.
Mi mano fue a su cintura acercándola más. Lena llevó sus
manos a mi pecho apretando mi saco.
Nos separamos cuando ya no podíamos casi respirar.
Parpadeó un par de veces y se acomodó en su lugar.
—Espero que te haya quedado claro, que sé llevar una
actuación.
Mordí levemente mi labio interior.
—Eso no fue actuación, ese beso…
—Simplemente, fue eso, un beso para demostrarte que
podré actuar.
No le iba a pelear, no tenía ganas de que todo esto se fuera
al carajo.
Luego de un rato llegamos a la mansión de la familia real
de los brujos.
El edificio era imponente.
Salí del auto y caminé hasta llegar a su puerta. La abrí y
tendí mi mano. La tomó y asomó su cabeza junto con sus
piernas.
—Comencemos con el show —dijo saliendo y sonriendo
con arrogancia.
Esta ratoncita sería mi agónica y dulce perdición. Sonreí.
CAPÍTULO
14

DIMITRI

i mano derecha se apoyaba en su cintura, mientras que


con la otra la hacía girar sobre su eje.
Podía sentir la mirada de muchos hombres en ella. Eso me
hacía hervir la sangre.
Quería ir y clavar mis uñas en sus gargantas y rasgarlas,
dejando caer su sangre; para darme un festín con ella.
Volví a acercar a Lena a mi cuerpo.
Ella me miró, como si estuviera perdidamente enamorada
de mí.
En verdad, la desgraciada estaba haciendo un buen trabajo.
Solo yo sabía que detrás de esa sonrisa y esos ojos
encantadores, se escondía una fiera preparada para saltar sobre
mí; pero no de la forma en que yo quería.
Mi mano se deslizó un poco más hacia abajo y su cuerpo se
tensó.
Sonreí acercándome a su oído.
Me estaba costando horrores no llevarla a alguna de las
habitaciones que había y hacerla mía.
—Es parte de la actuación —le susurré, haciendo que su
cuerpo se estremeciera entre mis brazos.
Aproveché el momento para alzar su barbilla y besar esos
labios, de los cuales daba por seguro que ya era adicto.
Nunca pensé que el vínculo podía ser tan fuerte.
Siempre creí que no tendría problemas en ocultar mis
sentimientos.
Pero con Selena todo era distinto. Quería que fuera parte de
mi vida. Quería tenerla conmigo y que ella sintiera lo mismo
por mí.
Su mano derecha, que estaba en mi brazo, me apretó en
cuanto mis labios se posaron en los suyos.
La sensación de fuego, y a la vez de quemarme con hielo,
arrasó en el roce de nuestras pieles.
Mi corazón se aceleró con solo mirarla.
Seguí deleitándome con su sabor.
¡Joder! Su aroma a miel estaba impregnado en todo mi ser.
Selena siguió mis movimientos.
Sus manos fueron a las solapas de mi saco.
Su lengua lamió mi arco de cupido sorprendiéndome. No
había pensado que haría el beso más intenso.
Ya no escuchaba a mi alrededor. Todo había desaparecido.
Mordí su labio inferior, deseando más de su tacto.
Deseando escurrirme por su cuerpo y en su alma, hasta llegar
al rincón más oscuro y cerrado.
Quería que Lena se abriera a mí y me dejase… ¿Amarla?
Sí, definitivamente estaba embrujado por esta mujer. Por mi
túa-cantante.
Sabía que ella se sentía atraída, si no, no me devolvería el
beso de esa manera. Todos podían oler el aroma de un
vampiro. Ya que era algo que atraía a nuestras presas para
alimentarnos. Y el que ella fuera mi túa-cantante de seguro lo
hacía más intenso, haciendo que Lena tuviera complicaciones
para rechazarme. No importaba que fuera humana, ella sería
embelesada por el olor dulce que mi cuerpo desprendía.
Un carraspeo hizo que nos alejásemos.
El rostro de mi futura esposa estaba más rojo que las luces
de Navidad.
Su mirada se desvió de la mía como si con esa acción
borrara lo que acababa de pasar.
Miré a Anya quien nos sonreía de oreja a oreja.
—¡Vaya, ambos son dignos de un Óscar! —dijo mi
hermana haciendo que me pregunte si valoraba su vida.
—Yo… iré a ver a mi prima… —se excusó Selena,
encaminándose hacia un grupo de chicas.
Pude distinguir que eran todas las mismas, que habían
aparecido en mi habitación, cuando estaba con las gorgonas.
Solo había dos lobas más una de cabello negro con un mechón
violeta y una pelirroja.
Volví a mirar a la causante de mi malestar.
—Si no hacía algo, terminarían follando en medio de la
pista de baile —dijo tomando mi mano para empezar a bailar
el vals que estaba sonando—. Y estoy segura de que no
hubieras querido que los demás la viéramos desnuda…
Fruncí el ceño. Esta desgraciada se estaba burlando de mí.
—¿Por qué no vas con tu brujito? —dije picándola.
Su sonrisa se desvaneció de sus labios. En cambio, su boca
se hizo una fina línea.
—No lo he visto, aparte no necesito estar como uña y carne
como otros —dijo molesta desviando el rostro con sus mejillas
sonrosadas.
Sonreí.
—Pues está mirando hacia aquí, y al parecer no sabe que
somos hermanos —le dije con diversión al ver el rostro del
chico de no más de veinte años.
Su cabello largo estaba atado en una coleta y sus ojos
marrones me estaban apuñalando.
Pude ver un destello rojo en sus orbes.
“Interesante, el mocoso quiere hacerme frente.”
Las manos se le apretaron en puño.
El híbrido, a quien llamaremos, posible cuñado, comenzó a
acercarse a nosotros.
Anya se tensó mientras se giraba de golpe.
Ambos se miraron. Las mejillas de la rubia se prendieron,
mientras comenzaba a jugar con sus dedos. Algo que hacía
cuando estaba nerviosa o ansiosa.
Esta no era la híbrida pedante que conocía.
Sonreí, al ver que este mocoso, podría ponerla en su lugar.
La mirada de… ¿Alexius? Creo que así me había dicho
Anya que se llamaba. Su mirada fue hacia mi persona.
Este me detalló.
Por mi parte abracé a mi pequeña hermanita.
—Nos vemos después Anushka, cuídate, cariño —le
susurré, pero no tan bajo para que el niño me pudiera oír.
Sus ojos se tornaron rojos.
Me giré sin darle importancia.
Me encaminé por el pasillo. Una mano tomó mi muñeca.
Me giré en cuanto sentí arder mi piel.
Su rostro estaba agachado. Y se la notaba algo triste.
—N-no me dejes sola aquí —musitó alzando la mirada.
Fruncí el ceño al no comprender por qué estaba en ese
estado.
Ya nos habíamos separado cuando ella fue al baño.
Me anclé a su mirada, en ella había terror.
Me acerqué a Lena, sus orbes verdes me tragaron como un
océano turbulento.
—Nunca te dejaría, ratoncita —le dije acomodándole un
mechón de cabello.
Sus ojos se abrieron, y pude ver cómo tomaba seguridad,
con cada segundo que pasaba.
—L-lo siento, es solo que una vez me dejaron sola en una
fiesta y fui el hazmerreír de todos —me confesó avergonzada.
—Solo quería ir a fumar y como estabas con tu prima y las
otras chicas…
Negó con la cabeza.
—Está bien, soy yo la que tiene la autoestima baja.
Entrecerré los ojos. ¿Selena, con autoestima baja? Pero es
que no lo entendía.
¿Por qué decía eso, cuando se veía que era todo lo
contrario?
En ese momento caí en la cuenta, de que el muro que ponía
entre nosotros, seguramente era por ese motivo.
También me dejó pensando si alguien la había herido
amorosamente, tanto como para quebrar su espíritu. El cual se
notaba que estaba queriendo resurgir.
Acaricié su mejilla y alcé su rostro.
—¿Quieres acompañarme?
—No, ve tranquilo. Te esperaré con los demás.
Asentí mientras notaba que la música dejaba de sonar.
—De seguro habrá un show, ve a verlo —le insté cuando vi
a unos brujos pasar junto a una dragona.
Lena asintió, para luego girarse e irse por el pasillo.
Fui a fumar a un jardín que encontré.
El lugar estaba decorado todo con luces blancas pequeñas.
Arbustos podados de forma esférica, formaban un círculo y en
el centro una fuente, la cual estaba congelada.
La nieve caía sobre el césped dando una imagen hermosa.
Saqué el cigarro del paquete y lo prendí.
Le di la primera calada.
Miré el cielo y luego cerré los ojos.
Disfrutando del momento.
Estaba algo perdido con todo lo que estaba pasando. Tenía
miedo de hacer un movimiento en falso, y que todo se fuera a
la mierda.
No solo con Selena, sino con mi tío también. Debía ver
bien la estrategia que haría para tomar el trono.
Estaba claro que tendría que ir a la fuerza a sacarlo, pero
necesitaba de aliados.
—Tus pulmones te agradecerían si dejas de fumar —
dijeron a mi costado.
Giré mi rostro.
Su sonrisa iluminaba su rostro.
Taylor se acercó un poco más.
—Sabes que no me hace nada esta porquería.
Una de sus cejas se alzó.
—Te noto preocupado, y eso es decir mucho para el GRAN
Dimitri Alexander Novikov —me dijo cruzando sus brazos.
Miré su voluptuosa panza. Sin lugar a dudas, era una mujer
hermosa y estar embarazada le quedaba perfecto.
Sus ojos verdes me observaron con curiosidad.
—¿Cómo te está yendo con la prima de Maddie?
—¿La verdad? —le inquirí un poco desanimado, ella
asintió—. No estamos en buenos términos.
Le di otra calada al cigarro.
—¿Tan malo es que haya tenido una vida sexual aceptable?
La rubia platinada natural rio por lo bajo.
—Mi querido Dimitri, tú no tuviste una vida sexual
aceptable… en tal caso sería descontrolada…
Traté de refutar, pero no me dejó.
—¿Con cuántas mujeres has estado? —me inquirió.
Abrí y cerré la boca.
Su sonrisa se hizo más ancha.
—Ni tú mismo lo sabes —dijo negando con la cabeza—.
Selena de seguro se debe estar guiando por lo que sabe de ti…
—Yo sé muchas cosas que ella hizo y no la ando tratando
mal, sé que se comportó como una zorra con tu hermano, y no
por eso pienso que lo sea…
Su mano fue a las mías y palmeó el dorso de una de ellas.
—No creas en todo lo que escuchas… no todo es lo que
parece.
Entrecerré los ojos, a veces esta mujer parecía más una
persona mayor, cuando hablaba conmigo.
Todo lo contrario, a cómo se mostraba con su hermano y su
cuñada.
Tomaría en cuenta lo que decía.
—¿Cómo hago para que entienda que solo la quiero a ella?
Taylor se dio la vuelta y comenzó a caminar.
—Detalles, Dimitri, detalles —gritó mientras se alejaba.
Suspiré mientras pasaba la lengua por mis dientes.
Mi meta estaba en el Olimpo, y yo me encontraba en el
Averno en este momento.
Me encaminé hacia el salón principal.
Por el pasillo pude ver a muchas parejas. Algunas de la
misma especie y otras mixtas.
El haber hecho que todas las especies pudieran asistir,
ayudó a que muchos seres místicos sin pareja encontrasen a su
predestinado.
Busqué a la pelinegra que me volvía loco solo con una
mirada.
El espectáculo había acabado.
Me acerqué lentamente a ella, cuando la divisé buscando
algo para comer.
Rodeé su cintura, haciendo que todo su cuerpo temble al
tacto.
Su aroma prendió mi ser, como si de una fogata se tratase.
—¿Te gustó el show? —le dije al oído.
Su rostro se giró y me detalló por unos segundos. Sus
manos estaban ocupadas con un plato, el cual tenía algo de
fiambre y bocadillos salados.
—Si —dijo sonriendo—. Es la primera vez que veo a una
dragona… —su seño se frunció—. Pensé que eran más
grandes…
—Los machos lo son —le dije sonriendo.
Tomé un bocadillo de queso crema y jamón crudo que tenía
en su plato.
Lo llevé a mi boca para saborearlo.
Nada mal, para ser sinceros.
Su mirada se desvió a mis labios.
Miré su rostro que se iluminaba de distintos colores por las
luces.
Tragué fuerte.
Mi mano fue a su mejilla y acerqué mi rostro al suyo.
Capturé sus labios sintiéndolos salados, pero el dulce de la
miel persistía todavía. Mi mano ardió con el toque en su piel.
Mi mano izquierda que seguía en su cintura la sostuvo más
cerca.
Un gemido agudo y glorioso salió de su garganta, cuando le
pedí permiso para entrar.
Mi mente se nubló de solo besarla. Estaba sintiendo mi
cuerpo arder a cada segundo que pasaba.
Selena me devolvió el beso de la misma forma hambrienta.
La música se detuvo de repente.
Me separé de Lena para girar mi rostro.
Humanos vestidos con trajes militares negros se
encaminaron por la zona.
Apreté mi mandíbula, me puse delante de mi pareja.
Busqué a Anya por el salón, pero no la vi. Mi corazón
comenzó a latir con fuerza.
El rey brujo le dijo al DJ que siga con la música.
Fue entonces que se escuchó.
Un grito ensordecedor retumbó en todo el lugar. Todos
miramos hacia la puerta de entrada.
Una mujer cubierta de sangre se adentró. Se sostuvo del
umbral de la puerta mientras jadeaba por aire. Pude ver que en
su cuello había perforaciones de colmillos.
Pasé mi lengua por los dientes.
Esto era un gran problema.
Los soldados se acercaron a ella para tratar de ayudarla.
Sentí cómo mi brazo derecho era tomado desde atrás.
Miré de reojo el rostro de Selena, ella estaba muy asustada.
La prima de mi futura esposa, Madeleine, y su esposo,
Luka, estaban cerca de ella tratando de ayudarla también.
La multitud se acercó a la víctima para ver que pasaba.
—Él… Dijo que era su túa-cantante…
Cerré los ojos.
Esto era algo que podía pasar.
Cuando encontrábamos a nuestras parejas predestinadas, es
tal el deseo de beber su sangre y marcarla, que cabía la
posibilidad de perder la cordura y beber de más.
Su cuerpo cayó al piso mientras su vida se desvanecía.
Lentamente, uno de los soldados, el cual seguramente era el
capitán de la cuadrilla, se acercó a ella.
Extendió su brazo y llevó su mano a las fosas nasales de la
chica.
Se giró para mirarnos.
—Está muerta.
Su mirada destilaba rabia y odio hacia nosotros.
Todos en el salón de baile comenzaron a murmurar.
De repente, los soldados se desplegaron, uno de ellos se
acercó a nosotros para que fuéramos hacia el centro de la pista
de baile.
Con rifles nos apuntaron a todos.
Había chicos de no más de dieciséis años, y eso me estaba
poniendo nervioso.
Por mi mente pasó como Bormir, nos destruyó hacía años
atrás.
—Entren —dijo el líder.
Con mi oído más desarrollado podía escuchar más que otras
especies.
Los vidrios de las ventanas y tragaluces se rompieron.
Estallando en miles de pedazos.
Más hombres vestidos de militar entraron apuntándonos.
El lugar estaba completamente rodeado.
En mi mente pude sentir cómo algo trataba de adentrarse,
eran como unas manos frías. Queriendo rasgar mi conciencia.
Fruncí el ceño.
“No ataquen, están esperando a que nosotros demos el
primer paso para detonar la guerra.” Llegó a mi mente.
Miré a mi alrededor encontrándome con la mirada del rey
brujo, Irino Araldez.
Asentí comprendiendo que había usado el don que tenía al
nacer. Él podía manipular la mente.
—Los que no son seres místicos pueden irse —dijo el
capitán.
—¿Cómo sabrás quienes son humanos? —inquirió alguien.
Cuando lo miré pude ver que era la pareja de Taylor,
Dereck.
Una figura femenina salió de entre todos los militares. Todo
su cuerpo estaba enfundado de negro.
Pude oler que era una bruja.
Sus ojos nos miraron a todos mientras sonreía
tranquilamente.
—Yo se los diré —dijo la chica de cabello caramelo—. Mi
don es distinguir especies —siguió diciendo.
Poco a poco comenzaron a separar a la gente.
Trataron de llevarse a Lena, pero ella se aferró a mi brazo.
—Ella se queda conmigo —dije fríamente.
El soldado miró a mi pareja, con un suspiro desistió.
—¡Quieto ahí! —gritaron haciendo que volviera la mirada
al frente.
Todas las armas apuntaron a Irino, quien, por lo visto, trató
de dar un paso adelante.
—La rubia embarazada —dijo la bruja—. Puedes irte.
—Prefiero morir a separarme de ellos —espetó Taylor
apretando los dientes.
Miré a mi amiga, su cuñada, Madeleine trató de acercarse a
ella.
—¡Dije que se queden quietos! —volvió a gritar el soldado
—. Me da igual si se queda, es evidente que su hijo es uno de
ellos, así que ella también es una abominación de la
naturaleza.
El lugar se volvió frío mientras la Semi-Diosa se giraba
hacia ellos.
—¡Los que no tienen naturaleza son ustedes! —les gritó—.
¡No pueden ver algo que es distinto a ustedes sin sentirse
amenazados, prefieren disparar a ver que pasa en verdad!
La prima de mi pareja siguió discutiendo con ellos, tratando
de que entren en razón.
El ambiente estaba denso, muchos con miedo hasta de
respirar, por si nos llegaban a hacer algo.
Mi mano fue tomada haciendo arder mi piel. Apreté sus
finos dedos.
—¡Los que no quieran morir hoy, pueden venir con
nosotros y servir a la Orden de Plata! —gritó la mujer.
—La chica de pelo negro, que está con el vampiro rubio…
Puedes irte… al igual que el rubio que está con la Semi-Diosa
—dijo la bruja enemiga.
Luka soltó una risa seca mientras se apretaba más a
Madeleine.
—No pienso dejar a mi esposa.
La bruja alzó sus cejar confundida.
Uno de los soldados se acercó al capitán y le hablo al oído.
Este asintió para luego depositar su mirada en la pelinegra de
vestido negro y violeta.
—La chica de vestido violeta y negro… Tiene que venir
con nosotros.
En cuanto se escuchó eso, su esposo se puso delante de ella.
Siguieron peleando, con respecto a que ella había sido la
causante, de la pelea que había pasado hacía unas semanas,
donde una cafetería explotó y brujos se habían batido en un
duelo de magia frente a los humanos.
—Si van a dejar tranquilos a los demás… iré —dijo
tranquila mientras alzaba la cabeza.
El cuerpo de Selena se puso rígido.
La chica comenzó a caminar hasta llegar al lado de la bruja.
Luka corrió hasta ella tomando su mano para que no fuera.
—¡No, Maddie! —gritó con desesperación.
Con tranquilidad se giró para mirarlo.
Sonrió mientras acariciaba la mejilla de él.
—Terminaré con esto, mi esposo querido —le dijo ella.
Era evidente el amor que se tenían el uno al otro.
Trató de convencerla, pero no hubo forma. La Semi-Diosa
estaba segura de que, si ella iba, no habría guerra. Una
estupidez, dado que ellos buscarían la forma.
De entre la multitud, un chico de cabello negro se acercó a
ellos. Lo reconocí como el hermano de Madeleine. Creo que
se llamaba Aleric.
—¡Esperen! —gritó—. Si se la llevan a ella, a mí también
—dijo Aleric acercándose—. Soy su hermano y tengo el
mismo poder que ella, sé que también me querían a mí.
Ambos hermanos se tomaron de las manos.
—Bien, vamos —dijo el capitán de la cuadrilla.
CAPÍTULO
15

SELENA

i corazón galopaba contra mi pecho. Estaba aferrada a


la mano de Dimitri.
Mi mente era un caos. Se la habían llevado. Se habían
llevado a Maddie. Tragué fuerte.
Luka estaba tirado en el piso.
Dereck fue a levantarlo mientras trataba de sacarlo de su
desolación.
El vampiro se dio la vuelta para mirarme.
—Todo estará bien, tranquila —trató de tranquilizarla.
Tenía la respiración entrecortada.
Había tenido la oportunidad e irme. De dejarlo, pero mis
pies no se movieron. Mi cuerpo por completo se había pegado
más a él.
No quería admitirlo, pero no podía dejarlo solo. En mi
interior se removió algo.
Mi mano libre fue al collar que colgaba con una piedra
transparente, apreté los dientes.
Los brazos de Dimitri me rodearon. Mi cuerpo se
estremeció mientras sentía cómo una ráfaga de viento fuerte
golpeaba mi cuerpo. El estallido hizo que cerrara los ojos con
fuerza.
—¡Barrera de protección! —alguien gritó.
De repente todo se detuvo.
El piso comenzó a vibrar, a la vez que abría los ojos.
Los brujos estaban usando magia para protegernos.
Alcé la vista para ver al hombre, que había puesto su
cuerpo para protegerme.
Sus ojos grises se estaban tiñendo desde el centro hacia
afuera de color rojo. Pude ver cómo vetas plateadas se iban
formando.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—¿Estás bien? —inquirió preocupado mientras pasaba su
pulgar por mi mejilla derecha.
El roce ardió.
—Te lastimaste la mejilla.
Su mano no se apartó quemando en el lugar.
El techo de la mansión cayó sobre nosotros
desparramándose en el piso.
Mis ojos se agrandaron al ver cómo humo y fuego nos
estaba cubriendo.
Habían explotado la mansión de los brujos.
Uno de los que estábamos en el campo de protección, salió
corriendo cuando todo había quedado destruido.
—¡Eric! —gritó desesperada.
—¡Izi! —gritaron yendo detrás de ella.
De las manos de la chica de cabello ensortijado
comenzaron a salir partículas brillosas y como una especie de
bruma violeta.
Sus manos se levantaron haciendo que una parte enorme de
un muro se levantara. Lo arrojó hacia otro lado.
Mis ojos se agrandaron al ver cómo siguió escombro por
escombro, sacando y buscando el cuerpo de alguien.
Un hombre de cabello castaño oscuro, el cual sabía que era
el rey brujo, ya que se había presentado así en la fiesta, trató
de tomarla y tranquilizarla.
—¡Tranquila, mi niña! —dijo el brujo.
Los pedazos de paredes y techo cayeron al piso de golpe.
La chica se derrumbó en el piso.
Todo esto era un caos.
Otras personas estaban abrazándose y llorando.
—Déjame ir con ustedes —escuché que decían.
Dimitri y yo nos giramos para ver cómo Luka miraba a dos
chicos.
Uno de cabello negro y con unos ojos increíblemente
peculiares, puesto que parecían a los de un gato por el color
amarillo que tenían.
El otro era rubio, de ojos verdes… bueno… ahora eran
grises.
—No, iré con Noah —le respondió el chico de ojos raros.
La mano del rubio se extendió, y un círculo comenzó a
formarse con escritos brillosos que no entendía qué decían.
—Debemos llevar a todos al Magistrado —dijo la que se
había presentado como la reina de los brujos.
Su bulto en el estómago ya estaba grande.
Crearon otro portal para hacer que fuéramos a otro sitio.
—Pasen todos, tenemos mucho de que hablar —dijo
seriamente el rey brujo.
Todos pasamos y llegamos al centro de Londres. Estábamos
cerca del big bang.
—Antes que nada, tenemos que llevar a los que no son
seres místicos y se quedaron con nosotros a un lugar seguro —
dijo el hombre de ojos verdes.
—Pueden ir a mi casa —dijo Dimitri.
Miré al vampiro.
—Perfecto —dijo el brujo mientras se acercaba a mi
prometido.
Su mano se extendió y tocó la frente del rubio.
Su ceño se frunció mientras entrecerraba los ojos.
La otra mano del hombre se extendió, y generó otro portal
donde del otro lado se encontraba la casa del vampiro.
Dimitri se giró para mirarme, tomó mis manos y se acercó a
mí.
—Quédate en casa, esto va a ser un caos y no quiero que te
pase nada, si algo te pasara no me lo perdonaría —dijo
mientras me miraba fijamente.
Sus orbes tormentosos estaban llenos de frío. Un escalofrío
recorrió mi cuerpo al hacerme recordar cosas que no quería.
—Taylor, estará contigo —dijo Dereck acercándose con la
rubia.
Ella me sonrió tratando de tranquilizarme.
Su panza ya había crecido muchísimo.
—Tranquila, Selena, ellos se encargarán —dijo mientras
me extendía su mano.
Tragué fuerte.
Sabía que a Taylor nunca le había gustado, y tenía sus
motivos.
Tomé su mano.
—Después hablaremos —escuché que le decían a alguien.
—Si crees que me la follé, pues no lo hice, ella es mi única
amiga —distinguí la voz de Dimitri.
Mis mejillas ardieron, al comprender que hablaban de la
hermana de Luka.
—No les hagas caso… La última vez que vi a Dimitri,
digamos que no estaban en buenos términos.
Alcé una ceja.
Ayudamos a pasar a los demás humanos. Todos estaban
alborotados.
—Señorita —dijo Catrina.
Miré a la mujer de unos cincuenta años.
—Catrina, necesito que me ayudes a preparar cafés para
todos —dije mientras me encaminaba hacia la escalera.
El vestido era hermoso, pero me molestaba horrores, me
giré a Taylor.
—¿Quieres ver si puede servirte algo para cambiarte?
Ella asintió mientras me seguía.
—Gracias, amo los vestidos, pero esta panza no me ayuda
mucho con los movimientos.
Sonreí.
Nos acercamos a mi cuarto.
La hice entrar.
—¿No duermes con él?
Fruncí el ceño.
—No… y no lo haré, no hasta que nos casemos…
—¿Quieres mantener tu virginidad para la noche de bodas,
Sele? —dijo divertida.
Alcé mis cejas.
—N-no es lo que quise decir —dije nerviosa.
Llevé mi mano al cuello para rascarlo.
Ella sonrió.
—Sé que no se lo estás poniendo fácil.
Entrecerré los ojos.
Ese colmillitos, había hablado de más.
—No me malinterpretes. Es que lo vi tan perdido que quise
saber qué le pasaba… —dijo levantando las manos en son de
paz—. Él… no tuvo una vida fácil, y eso hizo que no quiera
tener relaciones estrechas…
—Pero tú eres su amiga —dije cruzándome de brazos.
Taylor se giró.
—Puedes desabotonar esto. ¿Por favor? —inquirió.
Me acerqué a ella y comencé a ayudarla.
—Dimitri, es mi amigo porque fue mi profesor de piano —
dijo tranquilamente—. Luego se dio una linda amistad. Pero
no es más que eso… Siempre que traté de ser más afectuosa,
como suelo serlo, él ponía un muro.
Mis labios se fruncieron al pensar en ella abrazándolo como
hacía con todos, mi pecho se estrujó.
Deseché esos sentimientos.
Me dirigí al vestidor. Taylor me siguió.
Buscamos cosas que podrían quedarle bien, como una de
esas camisetas sueltas y unas calzas. Luego por suerte tenía el
mismo talle de calzado que yo.
Me puse unos jeans rojos y un suéter negro con cuello de
tortuga.
Bajamos para ayudar a tranquilizar a la gente.
Cuando estuvimos en el salón, muchos estaban agarrándose
las cabezas. Otros miraban por las ventanas.
Y el resto estaba mirando la televisión.
En ella, estaban mostrando lo que estaba pasando en el
lugar.
Así como mandaban a los periodistas a transmitir en las
guerras, estaban haciéndolo ahora.
La cámara se alzó y mostró una figura en el cielo.
Un rayo se deslizó por el aire, hasta chocar contra el piso.
Por encima de este, algo enorme pasó por encima de él.
Fuego quebró las nubes. El ruido sordo de un gruñido llenó el
lugar.
—Es un dragón —dijo Taylor mientras miraba y tomaba
una taza que tenía en las manos.
Seguí mirando.
Una ráfaga de púas de hielo se estrelló contra el piso
mientras un chico, el cual me asombré al ver que era Jonathan,
volaba esquivándolas. En su mano sostenía una lanza, la cual
fue lanzada velozmente.
—Es un Siren, nos enteramos hace unos meses —me
comunicó la rubia.
Alcé mis cejas.
La angustia me cubría por completo. Mis manos temblaban
de los nervios que tenía. No quería que nada le pasara.
Entrelacé mis dedos mientras me sentaba en uno de los
sofás individuales.
En la pantalla podías ver a brujos peleando contra humanos.
Un animal enorme, una mezcla de lobo y humano, tomó por
el cuello a unos soldados. A uno lo lanzó contra un auto,
mientras que al otro lo apretó tan fuerte que sus extremidades
quedaron inertes.
—¿Es un lobo?
—No, un Lycan —dijo tranquila.
Sabía por lo poco que me contaron que ella y Luka sabían
de la existencia de los seres místicos desde que eran chicos.
Puesto que en cierta forma lo eran, ya que su familia cargaba
con una maldición.
Mi mirada volvió a la televisión.
El cuerpo de Dimitri se giró mientras que su pierna
golpeaba el cuello de un hombre. Esté gruñó mientras volvía a
girar su rostro. Sus ojos se eran oro puro.
El rubio comenzó a cerrar su mano en un puño. Este
impactó en el rostro del otro hombre.
Parecía salvaje, carente de raciocinio.
—Ese es un pícaro, un lobo que ya no tiene cordura —dijo
Taylor extendiéndome una taza—. Te hará bien, si no te
romperás las manos —dijo sonriendo.
Asentí mientras volvía a ver cómo Dimitri hundía sus dedos
y parte de su mano en el pecho del lobo. Luego un aullido de
dolor llenó la sala. El lobo dejó de moverse cuando el vampiro
sacó su corazón.
En sus labios había una sonrisa sádica.
Mi cuerpo se estremeció.
Esa era la sonrisa que había visto cuando me salvó por
primera vez.
Su rostro estaba carente de emociones, sus ojos se tornaron
rojos.
La cámara pasó al cielo, una serpiente gigante estaba
subiendo por un edificio, y encima de este había un dragón.
Su piel escamosa cubría su cuerpo. Sus alas membranosas
se extendieron mientras lanzaba fuego por la boca.
Humedecí mis labios.
—¡Aléjense de aquí, idiotas! —gritaron.
La cámara mostró a un hombre de cabello castaño oscuro y
ojos verdes. Me hizo acordar al rey brujo, pero más joven.
Sus manos se movieron mientras la cámara se alejaba.
—¡Oye! —le gritó el camarógrafo.
Otro rayó cayó al piso y se ramificó por todo el suelo hasta
llegar a los soldados y los enemigos que estaban peleando
contra los seres místicos.
—Aquí están —dijeron a nuestro costado.
Cuando miré la reina de los brujos estaba parada.
Me levanté para darle mi lugar.
Ella sonrió mientras me agradecía con un asentimiento de
cabeza.
Volví a mirar la pantalla.
—Mira a tu prima de lo que es capaz —dijo Taylor
emocionada.
Mis cejas se alzaron mientras miraba como Maddie, volaba
por los cielos, sus alas iban cambiando de color por lo
tornasoladas que eran.
Dio un giro, para que unas balas impactasen en sus alas.
Luego las extendió, para que plumas salieran disparadas de
estas.
—Sus plumas se vuelven igual de duras y fuertes que el
acero —dijo su cuñada—. Ella es hija de Thánatos, Dios de la
muerte.
Rasqué nerviosa mi cuello, cuando vi que una bola de
fuego casi colisionaba contra su cuerpo. La Semi-Diosa
descendió rápidamente mientras sus alas brillaban en las
puntas de sus plumas. Esta pasó por el costado del brujo
cortando su cuerpo en dos.
Una esfera violeta comenzó a cruzar por todo el lugar.
La cámara mostró otra calle.
Muchos soldados fueron tomados por los pies por un
líquido negro, la cosa viscosa fue subiendo por sus cuerpos
dejándolos inmóviles.
El chico de ojos ámbares apretó sus manos y las estatuas
negras se desintegraron.
La esfera volvió a pasar por la visión de la cámara.
Haciendo que el hombre que la llevaba gire y la siguiera.
Un montón de soldados estaban rodeando a algunos seres
místicos.
La esfera siguió su camino hasta encontrarse con su
creador. El rey brujo, quien absorbió el poder.
De repente los soldados se apuntaron unos contra otros.
Entre medio, estaban mi prima, Luka y el hombre que había
movido al camarógrafo.
—No, no, no —dijo la mujer de cabello negro y
ensortijado.
Miré a la reina.
—Eric, no lo hagas…
Fruncí el ceño.
Una ráfaga de disparos hizo que mi cabeza volviera a la
pantalla.
Mis ojos se agrandaron al ver cómo el cuerpo de Luka caía
al piso.
—¡Noo! —gritó desgarradoramente Taylor.
La fui a agarrar.
—Tranquila —traté de contenerla.
—¡M-mi hermano…! —comenzó a sollozar.
—Él estará bien —le dije sintiendo que mi estómago se
revolvía.
Los murmullos llegaron a mis oídos.
Mis ojos se abrieron para ver cómo del cuerpo de mi prima
salía un campo violeta.
Mi corazón martillaba, el llanto desgarrador de Taylor
retumbaba en mi cabeza.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
La cámara cayó al piso.
CAPÍTULO
16

DIMITRI

omé el cuello del vampiro y lo acerqué a mi boca. Mis


colmillos se clavaron en su carne desgarrando tejidos.
Sintiendo cómo su sangre pasaba por mi garganta.
Drené la mayor cantidad que pude de su cuerpo.
No era lo mejor que había probado, pero ayudaba a
menguar el ardor constante de mi garganta.
En mi mente anoté tratar de hablar con Selena y ver que me
diera algo de su sangre.
No sabía cuánto aguantaría sin tomarla y morder esa
hermosa yugular que palpitaba bajo su piel.
Me giré conectando mi codo con la nariz de alguien.
Miré hacia atrás para encontrarme a una chica.
Ella llevó sus manos al lugar en cuestión.
—¡Eso dolió!
—¿No te enseñaron a no llegar de sorpresa por atrás?
Sus ojos avellanas, me miraron con desprecio.
Mis fosas nasales se dilataron en asco al oler a una loba.
—Una perrita —murmuré mientras miraba cómo su cuerpo
temblaba y sus labios se retraían.
Sus colmillos crecieron, su cuerpo se encorvó y empezó a
hacerse cada vez más grande. Debido a eso, sus ropas se
rompieron.
El cuerpo de un lobo gruñéndome se apoderó de mi visión.
Su lomo de color canela se erizó.
Bufé con fastidio.
El piso tembló mientras que otro rayo impactaba.
Un orbe de maná dorado pasó a mi lado golpeando de lleno
a la loba que tenía enfrente.
Miré al brujo rubio de ojos verdes.
—¿Te ayudo? —inquirió con una sonrisa amistosa.
Miré al animal que se estaba levantando y comenzaba a
correr hacia mí.
Negué con la cabeza agachándome.
Mi espalda se posicionó en su pecho, una de mis manos
tomó una de sus patas delanteras mientras sentía que trataba de
morderme.
La giré dejándola bocarriba. Mi mano impactó contra su
pecho buscando su corazón.
El aullido no tardó en llegar. Su cuerpo dejó de luchar en
cuanto saqué el órgano de su tórax.
Alcé la vista, el brujo me miraba con desagrado.
—Podría haberla matado sin tanta… sangre.
Sonreí parándome.
—¿Y quitarle toda la diversión?
Una flecha negra pasó frente a mí.
Giré mi rostro para ver a una chica de cabello negro, con un
traje ajustado de cuero negro blandiendo un arco.
Su mano se movió creando otra flecha.
Sus ojos rojos y negros, en donde debería ser blanco, me
hicieron saber que era un demonio.
Con precisión alzó el arco apuntando al cielo y lanzó la
flecha. Con una velocidad increíble cayó cerca de nosotros.
Cristales negros salieron del piso hasta llegar a unos brujos
que al parecer trataron de acercarse a nosotros.
—Brenael, un gusto —dijo ella sonriendo.
—Dimitri y… —miré al brujo.
No recordaba su nombre, era uno de los que habían
invadido mi casa.
—Noah —respondió tranquilamente.
La chica lo miró y frunció el ceño.
—Tú…
Todo el lugar se volvió frío. Todos nos quedamos quietos.
De repente, una honda de energía salió despedida cerca de
nosotros.
Noah generó un campo de protección a tiempo.
La honda violeta pasó, arrasando con muchos enemigos.
—¿Qué carajos fue eso?
Todos nos miramos.
Un tanque de guerra pasó rápidamente por nuestro lado.
Una ráfaga de balas cayó desde el cielo.
La Orden de Plata nos estaba tratando de hacer desaparecer
a toda costa. No solo había soldados. También helicópteros,
aviones de combate y tanques de guerra.
Flexioné mi pierna para golpear con el pie a un soldado.
Este sacó su pistola.
Su cuerpo en un abrir y cerrar de ojos quedó en el piso y
noqueado.
Miré al brujo que sacudía su mano.
—Eso sí, dolió —dijo frotando sus nudillos.
Entrecerré los ojos.
—Detengo el tiempo, es mi don —me explicó sonriendo.
Moví mi cuello haciéndolo crujir.
La chica movió su mano creando un camino de cristales
negros. Se subió en él y comenzó a moverse por el aire
mientras iba lanzando flechas.
Otra vez se sintió el frío en el lugar.
Mire a Noah, este puso un campo de protección.
La honda violeta volvió a salir.
El sonido de alas hizo que mirásemos al cielo, el hermano
de la Semi-Diosa de la muerte estaba volando
apresuradamente.
Saqué mis cuchillas de mi tobillo y las lancé a unos
soldados que estaban a espaldas del brujo.
—No tengo el poder de Anya… pero aprendió a acertar con
el mejor —le dije sonriendo al recordar que él era su maestro.
Este rio por lo bajo.
—Ya lo creo.
Con un movimiento produjo un lazo de maná dorado.
El brujo comenzó a usarlo para tomar a un enemigo de
cabello rubio como el sol. Sus ojos celestes nos miraron con
rabia.
Pero sonrió a los segundos.
Un espíritu de agua pasó volando.
Mojando todo el lugar.
Unos vampiros se acercaron.
Cerré mis ojos y dejé fluir mi sangre llamando a la sangre
de ellos.
De sus orificios el líquido carmesí comenzó a salir. Me
sentí cada vez más satisfecho.
Los cuerpos cayeron desintegrándose. Me encaminé al
cadáver donde estaban mis cuchillas.
Giré mi torso a la vez que lanzaba una hacia un brujo
enemigo, que estaba generando una esfera de energía. Esta, al
estar creada, perdió el rumbo y colisionó contra un edificio
demoliéndolo.
Me desvanecí en el aire en un mar de sangre, solo para
aparecer detrás de un soldado. Mi cuchilla se clavó en su
espalda y la giré. El hombre gritó.
Volví a desvanecerme para llegar a una bruja, mi cuchilla se
deslizó por su cuello.
Otra vez se sintió el frío llegar a los huesos. Un campo de
protección se formó a mi alrededor. Busqué a mi aliado.
Su mano estaba extendida mientras se acercaba con un paso
seguro. Su vestido negro estaba corto por encima de las
rodillas. Con cada paso que daba, se podía ver sus muslos
debido a los cortes a los costados que tenía la falda.
Anya me sonrió.
Largué el aire, sabía que estaba viva.
Por suerte, al ser hermanos teníamos una conexión para
saber si el otro estaba vivo o no. Pero el estar en plena batalla
y no saber de ella, sí que era un gran generador de nervios y
ansiedad.
Unos pasos atrás estaba el híbrido, su mano se extendió
lanzando llamas de su palma. Estaba de espaldas a nosotros
cubriendo la retaguardia.
Un diablillo de fuego se acercó a nosotros mientras reía
enloquecidamente.
Una nueva onda de energía pasó por nuestro alrededor.
—Luka ha muerto y la Semi-Diosa está fuera de control —
dijo mi hermana mientras sacaba sus dagas de sus fundas en
sus muslos.
Mi ceño se frunció.
Eso era un gran problema.
Cuando un Semi-Dios perdía a su pareja predestinada, sus
emociones morían. La oscuridad los cubría y todo lo que
podían ver era destrucción. Que ella fuera la hija del Dios de la
muerte no ayudaba.
En mi visión pude ver cómo Madeleine estaba siendo
baleada por un soldado de plata. Ella seguía caminando sin
importar cuantas balas se incrustaban en su cuerpo.
La rubia movió sus manos llevando sus dagas hacia otros
brujos.
Con una varita, uno de ellos transformó las dagas en flores.
El ceño de mi hermana se frunció.
—¡¿Qué les has hecho a mis bebés?! —gritó mientras se
desvanecía en humo.
Vale, la habían cabreado.
Mi cuerpo se desintegró para llegar al brujo que estaba
tratando de conectar un golpe a mi hermana.
Mi puño se hundió en su mejilla, con mi otro brazo lo tomé
desde atrás. Apretando de cuello con él.
Las manos del brujo de cabello negro fueron a mi brazo, la
electricidad pasó por mi cuerpo.
Sonreí.
—¿Eso es lo mejor que tienes? —le dije.
Un gruñido salió de su garganta, cuando mis dedos se
clavaron en su espalda para salir con su corazón por su pecho.
Sus manos cayeron a los costados de su cuerpo.
Mi pie fue a su espalda y lo empujé para sacar mi brazo de
su tórax.
Lamí mi mano saboreando la sangre dulce que sabía a
gloria.
Mis ojos se encontraron con los de mi cuñado.
Este tenía los ojos rojos.
—Todo tuyo —le dije pateando el cuerpo inerte del brujo.
Su nariz se arrugó.
—No gracias, los prefiero vivos y cooperando —dijo
Alexius haciéndome reír.
Unos vampiros estaban a punto de golpear a la Semi-Diosa,
así que me desvanecí para ayudarla.
Con mis manos giré la cabeza de uno cuando aparecí a sus
espaldas. La arranqué de su cuerpo haciendo que se hiciera
cenizas.
Miré a los otros tres que comenzaron a retroceder mientras
siseaban como gatitos.
Sonreí.
En verdad lo estaba pasando bien, esto estaba sirviendo
para sacarme todo el estrés acumulado que había estado
teniendo, desde que cierta ratoncita llegó a mi vida.
El soldado de casi cuarenta años, que seguía disparándole a
Madeleine, terminó muerto por las plumas afiladas de ella.
Me dispuse a seguir con los tres vampiros, los cuales eran
dos chicos y una chica. Sus ojos estaban desencajados.
Era evidente que ya estaban más que fuera de control. Era
una lástima que siendo tan jóvenes estuvieran de esa manera.
—¡Para, Madeleine! —gritaron a mis espaldas.
Cuando giré mi rostro.
El ángel de la muerte estaba peleando contra un hombre de
metro noventa trajeado.
Él la tomó por la espalda y le susurró algo al oído.
Los ojos de ella se abrieron mientras su cuerpo temblaba.
Las plumas cayeron de sus manos mientras se giraba.
El corazón me latió rápido al saber que por lo menos no
seguiría matando segadamente.
Su desty estaba vivo, así era como se les llamaba a las
parejas de los Semi-Dioses.
Mientras ellos seguían en su reencuentro, me hice cargo de
uno de los vampiros, lo tomé por los hombros y golpeé su
estómago.
Mi mano fue a su rostro para agarrarlo con brutalidad y
apretarlo con fuerza, sintiendo cómo su cráneo se rompía.
Con mi cuchilla terminé de abrir su cuello. Llevé mi otra
mano a su hombro y descuajé su cabeza. La solté mientras me
giraba.
Los escuché hablando de que ella estaba embarazada.
—Lamento interrumpir este momento tan lindo…
felicidades, por cierto —dije acercándome a otro de los
vampiros—. Pero nos están atacando… guarden su muestra de
cariño para después.
Mis colmillos fueron a su cuello.
El cielo se iluminó.
El rayo pasó sus estrías a lo ancho. El aire rugió en un
trueno terrible mientras sirens caían del cielo con armaduras y
lanzas.
El campo de batalla cada vez se extendía más.
La pelinegra se alzó en vuelo. Alejándose de nosotros.
Pasé la mano por mi cabello.
Seguimos peleando, cada vez aparecían más y más
soldados, era evidente que estaban teniendo ayuda del ejército
de Inglaterra.
Una bruja voló por encima de nosotros, sus alas
membranosas se desplegaron, mientras que de sus manos
negras manaba maná rojo y negro. Su cabello era negro del
lado derecho y blanco del lado izquierdo.
Era evidente que se había unido a su familiar.
Miré a un siren que por lo visto era el líder. Su mano se
flexionó hacia atrás para luego estirarla con fuerza y lanzar la
lanza a su enemigo.
Mi cuerpo fue tomado por unos brazos. Tratando de
ahorcarme.
Pasé la lengua por mis dientes mientras me
desmaterializaba.
—¿Dónde mierda se fue?
Reí apareciendo atrás del soldado.
—Detrás de ti —le dije al oído.
Su cuerpo se tensó antes de que mi pie cayera en la parte de
atrás de su rodilla derecha, haciendo que cayera al piso. Mis
manos tomaron sus brazos.
—¿En serio creíste que un humano puede matarme? —le
dije con burla.
Su rostro se giró para mirarme con desesperación, sonreí
mientras me hundía en el fango que eran sus ojos marrones.
Comencé a estirar sus brazos sintiendo cómo sus tendones
se iban desprendiendo, sus gritos eran música para mis oídos,
cuanto más fuerte gritaba más me extasiaba.
Con un movimiento brusco separé sus extremidades
superiores de su torso.
Su cuerpo cayó al piso inconsciente.
—Depende de ti si sobrevives o te desangras —dije
llevando la mano a mi rostro que se había cubierto de algunas
gotas de sangre, pasé mis dedos y los llevé a mi boca
degustando su sabor.
Estaba en una puta carnicería y me estaba dando un festín.
Sonreí mientras estiraba mi brazo, para conectar mi puño
contra el estómago de otro soldado.
El humo a mi alrededor no me dejaba ver mucho. El ruido
de cosas rompiéndose hacían que la adrenalina pase por mi
cuerpo.
El cielo se abrió para dar paso a unos pegasos. Unos lindos
caballos blancos con alas.
Sobre ellos las guerreras querubies blandían sus espadas
con un grito de guerra, el sol las iluminaba dándole un aire de
divinidad.
Rayos de maná golpeaban contra otros.
Una bola de fuego se estrelló contra un helicóptero en
movimiento.
Esté comenzó a desviarse hasta colisionar contra un edificio
haciéndolo añicos.
Alcé la vista viendo como Madeleine tapaba su rostro y
entraba dentro de una bola de fuego mientras giraba con sus
alas. Salió del otro lado rompiéndola en miles de pedazos, los
cuales cayeron en varias direcciones, como estrellas fugases.
La tierra tembló mientras mi visión se posaba en unos
gigantes de tres metros. Eran gárgolas.
Pude ver cómo Alex y Anya estaban batallando contra
ellos.
Un tornado de fuego llegó a mi persona, crucé mis brazos
sintiendo el ardor en ellos.
De repente ya no lo sentía. Abrí los ojos para ver que un
campo de fuerza estaba a mi alrededor.
Miré cómo una chica rubia de ojos celestes, estaba
moviendo sus manos controlando el domo translúcido.
El tornado de fuego, que venía de una varita, trató de
romper la protección.
Una lanza se incrustó de lleno en el cuerpo de la bruja
enemiga. Su magia cesó mientras caía al suelo.
Miré como un siren de ojos marrones y cabello castaño,
sacaba la lanza del pecho de la mujer.
El campo se desintegró.
—¿Están bien?
—Sí, Johnny —dijo la bruja, que ahora viendo sus manos
me di cuenta de que era una hechicera.
El chico le sonrió.
—¡Alto! —gritó uno de los generales.
Todos dejaron de pelear.
Fruncí el ceño tratando de entender que carajos estaba
pasando. Solo cuando me detuve a ver a lo que eran las ruinas
del Magistrado de magia y hechicería, pude entender.
En la entrada se encontraban unos brujos reunidos.
Arrodillados había unos cuantos hombres de traje
impecable.
Eran los líderes de la Orden de Plata.
El brujo de ojos ámbares, el cual era el heredero al trono de
los brujos, se paró enfrente de todos.
—¡Todos dejen sus armas, ya no queremos seguir con esto!
—gritó fuerte y claro con sus manos atrás de su espalda.
Pasé la mano por mi cabello acomodándolo.
—¡Estos hombres lo único que hicieron es desestabilizar la
paz entre especies! —siguió gritando mirándonos a cada uno
—. ¡Nosotros no queríamos esto, pero lograron infiltrarse y
generar conflictos entre nosotros!
Eso lo había sabido hace poco, según mis informantes. No
solo estaban entre los brujos, sino entre todas las especies. No
habían dejado un lugar sin investigar y espiar. Si no hubiera
sido por el lado de los brujos, habrían tratado, por otro lado,
para hacer que se libre esta guerra.
—¡Nos matarán, no crean en nada de lo que diga! —gritó
uno de los hombres mientras alzaba su rostro con
desesperación.
Una risa seca se escuchó entre todos. Giré mi rostro para
ver como Irino, el rey brujo, comenzaba a subir los escalones
rotos.
—¿No crees que, si lo hubiéramos querido, no lo habríamos
hecho ya? —dijo acercándose a ellos—. ¡Ustedes lo único que
quieren es ser siempre los que estén por encima de todo! —
bramó furioso—. ¡No les importa a quienes matan! ¿Se
pusieron a pensar en todas las familias que dejaron sin un
padre, madre, un hijo, hija, o hermano o hermana?
—Ustedes comenzaron esto —dijo con los dientes
apretados el hombre arrodillado.
—Mi querido primer ministro de Inglaterra —dijo
sonriendo—. ¿La corona sabe de qué estás moviéndote por tu
cuenta en esto?
El hombre abrió los ojos en pánico, los había acorralado
por completo.
—Eso pensé.
El brujo se giró para mirar a todos.
—Hablo por todos los seres místicos, cuando digo que no
queremos pelear, queremos paz. Muchos de nosotros tienen
parejas humanas —dijo mirando a uno de los hombres que
estaba parado cerca de él.
Una mujer comenzó a subir lo que quedaba de las escaleras.
El murmullo a nuestro al rededor no se hizo esperar. Ella
caminó y se situó al lado de quien era el presidente de
Alemania.
—¡Nos traicionaste por ella! —gritó el primer ministro.
—Los pondremos en una cárcel de máxima seguridad —
dijo Irino.
Noah, la bruja de ojos ámbares, Anya y otros más se
acercaron para comenzar a moverlos uno a uno.
Pude ver cómo otros brujos ponían hechizos de
inmovilización a nuestros enemigos.
El rey detuvo a su hijo de irse con el escuadrón de
cazadores.
Me giré, ya no me importaba lo que seguía.
Tenía más necesidad de ver cómo estaba mi ratoncita. Que
de seguro estaba más nerviosa que de costumbre.
CAPÍTULO
17

DIMITRI

e estiré sobre la cama.


Mi cabeza todavía era un remolino de cosas que pasaron en
el sueño.
Recordaba a una chica gritando y su sangre pasando por mi
garganta.
Fruncí el ceño rascando mi cabeza.
No estaba seguro de si era Selena o alguien más.
Me levanté suspirando de la cama. Mis pies se apoyaron en
la mullida alfombra bordó. Mis brazos descansaron en mis
piernas. Me quedé por unos minutos mirando a la nada misma.
Luego de un rato mis ojos fueron a la alarma que había en
mi mesa de luz.
Las ocho de la mañana.
Froté mis ojos y me levanté.
Caminé hacia el baño para darme un baño.
Abrí el agua caliente, me desvestí esperando a que esta se
calentase.
Me miré en el espejo.
Sobre mis pómulos, unas ojeras púrpuras estaban
formándose.
Era evidente que necesitaba hacer algo urgente con esto.
Todavía no comprendía, por qué mi sistema no estaba
aceptando cualquier tipo de sangre.
Hace unos días de la batalla y había bebido una cantidad
enferma de sangre, pero la saciedad no duró ni un día.
Me adentré en la ducha, dejando caer las gotas sobre mi
cuerpo.
Largué un suspiro pasando la mano por mi rostro, para
apartar el agua que corría por él.
Me enjaboné.
Gruñí al sentirme duro.
Tenerla en casa estaba matándome.
Necesitaba estar con ella, era tanta la demanda de mi
cuerpo que dolía solo pensar en ella.
Tomé mi polla entre los dedos y comencé a masturbarme.
Pensando en ella. En cómo sabían sus labios cuando la besaba.
Quería marcarla, que supieran todos, que ella era mía y de
nadie más. Tomar su cabello y jalarlo, y al mismo tiempo
besar sus hombros. Pasar mi lengua por su cuello.
Mis movimientos se hicieron más frenéticos a lo largo de
mi eje.
Necesitaba sentir cómo me apretaría su coño, cuando
estuviera adentro de ella.
—Selena… —murmuré
Mi cuerpo tembló, sintiendo cómo mis bolas se tensaban,
solo para sentir el vértigo en el estómago al venirme.
Mi respiración estaba agitada, a la vez que sentía cómo mi
corazón latía frenéticamente contra mi pecho.
Cerré los ojos por unos segundos, tratando de regularizar
mis signos vitales.
Me terminé de bañar y salí del baño.
Sequé mi cabeza con una toalla.
Era sábado y por lo poco que había visto por la ventana no
estaba feo.
Hoy no trabajaría, tenía otra cosa pensada desde ayer.
La batalla había hecho recapacitar a los humanos.
Por suerte, todos estaban de acuerdo con firmar el nuevo
tratado de paz inter especies.
Los presidentes de los países que estaban en la Orden de
Plata, fueron reemplazados.
La Organización de seres místicos, estuvo detrás de cada
nuevo candidato, para que no pasara lo mismo en un futuro.
Reunieron información para saber que no eran parte de dicha
Orden.
Habíamos tenido una reunión unos días después.

“Flashback.”

Miré al albino, sus ojos bicolores me sondearon


tranquilamente. Su aura salvaje y dominante salía a caudales
increíbles.
—Gracias a todos por venir —dijo mirando a los demás.
Estábamos más de cincuenta personas reunidas. Desde el
heredero de los sirens, hasta el de los tritons. Ellos eran mitad
pez, mitad humano. Lo bueno era que podían transformar sus
colas en piernas. Salvo el rey, hijo de Poseidón, que era Tritón.
Sí, el arrogante Semi-Dios le puso su nombre a la especie.
—Gracias a ti por tomarnos en cuenta a nosotros —dijo la
reina de los querubies—. Esto es un gran paso para todas las
especies.
La mujer de piel morena, sin lugar a dudas, era hermosa. Su
cabello largo y plateado estaba trenzado y decorado con
argollas doradas y rosas. Sus ojos rosas denotaban su altivez y
templanza.
Estábamos en la manada Dark Moon. Alfa King había
organizado una reunión para poder acordar cómo seguiría esto.
—Todos sabemos que los humanos están de acuerdo con
firmar, se dijo en la televisión —dijo Zachary, el heredero al
trono de los brujos.
—Sí, hicieron una rueda de prensa ayer —estuvo de
acuerdo Kasha.
Ella era la reina de las dolnas.
Ellas eran mujeres que tenían dos seres viviendo en el
cuerpo. Solo que el segundo ser, solo aparecía cuando
encontraban a su carpi, su pareja predestinada.
Esa segunda personalidad podía llegar a ser destructiva. Su
aspecto cambiaba cuando se sentía en peligro. Solo nacían
mujeres y siempre tenían los poderes de la madre.
Su cabello negro caía en cascada hasta por debajo de sus
caderas. Sus ojos eran marrones.
Una de las cosas que le cambiaba eran los ojos, los cuales
se ponían completamente negros. Luego sus uñas creían y se
volvían negras y puntiagudas, de ellas salía un líquido negro el
cual era venenoso. Sus dientes cambiaban a ser puntiagudos y
bien afilados.
—Tenemos un problema con dos especies —dijo Luka,
quien estaba allí por ser el líder de la Organización más
poderosa y por quién se llegó a crear este tratado entre todos.
Su cuerpo enfundado en un traje negro, se encontraba
recostado en una de las sillas.
—Los Semi-Dioses y los humanos —dijo Aleric, quien
había tomado un libro de la biblioteca que había en el gran
despacho de Demon.
—Con los humanos se podría buscar a los dos originales…
—ofreció Benkis, el heredero de los tritons.
Sus ojos como joyas grises nos miraron a todos.
—¿Están vivos? —dije confundido—. Sí son humanos…
Una risa seca llegó a mis oídos.
—Estoy vivo —dijeron a nuestras espaldas—. Que los
Dioses sean arrogantes, nos ayudó a mí y a Pandora, aunque
ella es prisionera…
Fruncí el ceño.
El hombre de unos cuarenta años estaba enfundado en unos
jeans, su torso en un suéter negro y una chaqueta de cuero.
Su ser irradiaba fuerza.
Nos miró a todos con sus ojos negros como la noche.
Él había sido forjado por el titán Prometeo por un pedido de
Zeus. No tenía nombre.
— ¿Tú eres? —dijo el heredero de los sirens.
—Contastine —dijo sonriendo, sus dientes blancos se
asomaron detrás de sus labios—. Los Dioses no me dieron un
nombre… Así que me tuve que poner uno yo mismo —dijo
tranquilamente.
Miré a Luka, este apenas sonrió cuando nuestras miradas se
encontraron.
—¿Cómo es que estás vivo? —le inquirí.
El hombre, quien estaba sentado en una de las sillas con su
pierna izquierda cruzada sobre su rodilla derecha.
—Querubies… Su sangre —nos contó despreocupado—.
Esa mierda sí que es potente.
Enarqué una de mis cejas.
—El problema es encontrar a Pandora —dijo Luka
haciendo que lo miremos todos—. Por abrir el cofre que le fue
entregado para custodiar, quedó sumida en un sueño profundo
y es prisionera, sabe quién donde —sus labios se fruncieron
con frustración.
Todos lo miramos.
—¿No hay forma de encontrarla?
—Zeus se encargó de esconderla bien, sabemos lo que
puede pasar si cuando ella despierta es su lado oscuro el que
despierta…
Pasé mi lengua por los dientes.
Era sabido entre los seres místicos, que en verdad todos los
problemas que causó ese cofre no eran en sí que todo el mal
salió y se esparció, sino que se reunió todo en el cuerpo de
Pandora, dándole el poder de destruir el mundo. Ella era un
peligro si se enojaba.
—Yo me ocuparé de eso —dijo Luka—. El problema son
los Semi-Dioses… Ellos no tienen un líder.
Alfa King frunció su ceño pensativo.
La puerta sonó con unos golpecitos.
El lobo dio permiso para que pasase.
Una rubia de ojos verdes se encaminó por el lugar. Su
cabello largo flotaba con cada paso que daba. Sus ojos nos
inspeccionaron a todos.
La recordé.
Ella había curado el cuello de Xiomara, luego de que casi la
estrangulé.
—Para quien no la conoce, ella es Ariadna, Luna Queen —
dijo Demon mirándola intensamente.
La chica de unos veinte años se sonrojó.
—Un gusto —dijo sonriendo con timidez.
—¡Hermosura! —gritó Aleric acercándose a ella.
Un gruñido salió de la garganta del Alfa.
Sonreí al ver la extraña relación que tenían estos tres.
El Semi-Dios la estrechó entre sus brazos.
—Tienes que mostrarme a los niños —dijo alejándose.
—Luego podrás hacerlo, ahora concéntrate en lo que
estamos hablando, Aleric —le dijo el lobo fríamente.
La loba se separó de su amigo y nos miró a todos.
—¿Cuál es el problema?
—Que no sabemos quién firmará por los Semi-Dioses —
dijo Zachary.
Ella sonrió.
—Pues, que sea el descendiente del Dios que gobierna a los
Dioses —dijo tranquilamente.
Todos la miramos como si tuviera dos cabezas.
—Ellos son como Dioses… Pues trátenlos como tal en ese
aspecto.
—Tenemos un problema con eso… —dijo un hombre que
estaba en la ventana.
Era un centauro. Su cabello largo era de un marrón muy
oscuro. Sus ojos verdes pardos nos miraban con dureza. Su
torso estaba desnudo, mostrando algo de pelaje llegando a sus
caderas. En este, un cinturón el cual llevaba un carcaj en su
espalda.
Debido a que estaba del otro lado de la ventana, no podía
ver la parte que era caballo.
—¿Cuál? —inquirió Ariadna.
—Zeus tuvo muchos hijos…
Torcí el gesto.
—¿Pero… cuántos son Semi-Dioses?
—¿Todos? —dijo Aleric—. No se trata de que sean solo
hijos con humanos… Que vengan de la semilla de Zeus ya los
hace ser un Semi-Dios, hermosura.
—¿Sakis, no es hijo de él? —inquirió Zachary.
Luka lo miró.
—Si… Pero no sé si él querrá ponerse al hombro una
especie y encima pelear con sus hermanos por el puesto…
Pasé mi mano por el cabello.
—¿Y si firman todos? ¿Cuántos Semi-Dioses habría? —
inquirió Benkis.
—No sé… ¿Unos cientos tal vez? —le respondió el
heredero de los sirens.
Si no recordaba mal cuando se presentó, dijo que se
llamaba Darren.
Se lo notaba algo alterado.
Su pie no paraba de moverse de arriba a abajo con
nerviosismo.
La puerta sonó otra vez.
Alfa Demon frunció el ceño.
—¡Adelante! —gritó con pocas pulgas.
Una chica de ojos grandes y marrones asomó su cabeza.
Su cabello negro, el cual llegaba reto y lacio hasta sus
clavículas, se desparramaba sobre su piel bronceada.
Nos miró a todos mientras entraba tímidamente.
—¡Eva! —exclamó sonriendo Luna Queen.
Se acercó a ella y la abrazó.
—Que bueno que despertaste.
La chica asintió lentamente sin dejar de mirar a los que
estaban en el lugar.
Era una humana. Algo extraño, ya que se encontraba en una
manada de lobos.
—Te prepararé algo de comer…
Los ojos marrones de la chica se posaron en los del siren.
Este desvió la mirada apretando la mandíbula.
Entrecerró los ojos.
Las dos mujeres se fueron del recinto.
—Esto no puede ser —dijo Darren parándose.
Enarqué una ceja.
—¿Qué pasa? —dijo Benkis.
—Ella… Es mi stella —dijo tranquilamente.
Las manos de Demon se desenlazaron lentamente.
—Ella no sabe nada de su pasado, tendrás que ir despacio
—dijo el Alfa—. La encontramos inconsciente en un accidente
de auto cerca de la manada. No tiene recuerdos de nada, solo
sabía su nombre —dijo pensativo.
—¿Y una bruja no puede ayudar? —preguntó el chico de
ojos celestes brillantes.
El alfa negó con la cabeza.
—Ya lo intentamos… Es evidente que algo malo le pasó y
su mente se niega a recordar, cada vez que los brujos que están
en la manada trataron de regresarles las memorias, ella
comenzó a tener convulsiones —dijo seriamente.
Miré al siren, este estaba más que preocupado.
—Vale, más tarde iré a verla…
El rey lobo asintió, su rostro se giró hacia Luka.
—Tendrás que hablar con Sakis —dijo tranquilo—. Tienen
que solucionar eso. Los Semi-Dioses no pueden abstenerse de
firmar… ya vimos cómo uno solo, casi desola Londres…
Apreté mi mandíbula al recordarlo.
Luka asintió seriamente.

“Fin Flashback.”

Una vez que me cambié fui a buscar a la causante de mi


estrés.
Me acerqué a su puerta.
Gemidos no paraban de escucharse amortiguados. Mi
cuerpo tembló, traté de poner todo mi autocontrol.
Me quedé parado como un idiota detrás de la puerta.
Cerrando los ojos, apoyé mi cabeza contra esta.
Me estaba volviendo loco, mi polla palpitó en mi pantalón.
Sus gemidos cada vez eran más efusivos.
Quería verla en ese estado. Deseaba ser yo quien le
estuviera haciendo sentir de esa manera.
Llevé mi mano a mi miembro y lo apreté sobre la tela.
—Dimitri… —jadeó en un último gemido.
Consternado, abrí mis ojos de ser mi nombre, el que salió
de sus labios.
Sonreí para mis adentros.
Respiré un par de veces tranquilizándome.
Cuando mi sexo ya no se notaba en mi ropa toqué la
puerta.
La escuché maldecir.
—¡E-espera! —dijo nerviosa.
La puerta se abrió dejándome la vista más sensual que vi en
mi vida.
Sus mejillas estaban sonrosadas. Su cabello negro estaba
despeinado. Los ojos de Selena estaban algo turbios y
oscurecidos.
Su aroma a miel rodeó mi cuerpo invitándome a tomarla
entre mis brazos y besarla.
Pasé la lengua por los dientes al sentir el deseo de morderla
y beber del néctar que le daba vida.
Mi garganta ardió dolorosamente.
Paseé la mirada por su cuello y luego por la bata que tapaba
su cuerpo. No se veía tela debajo.
“¿Está completamente desnuda?” Pensé.
Un gruñido se escapó de mi garganta.
Su mirada se agrandó alzando las cejas.
—Te espero abajo —dije secamente—. Hoy saldremos de
paseo.
No le di tiempo de decir algo.
Me fui lo antes posible, si estaba tan cerca de ella podría
acorralarla, y hacerle todo lo que estaba pasando en ese
momento por mi mente.
Bajé las escaleras y me dispuse a preparar el desayuno.
Puse los granos de café a moler en la máquina de café que
tenía. Esta era como la de los bares.
Decidí preparar rápido una mezcla para hotcakes. Selena se
bañaría y cambiaría, así que tenía tiempo para hacerlos.
Puse un poco de leche y agua a calentar en la expendedora
de café. Saqué dos tazas y las puse en el receptor.
Busqué la miel y unas frambuesas congeladas que tenía en
la heladera.
Tomé la sartén por el mango y la deposité encima del
fuego. Esperé a que se calentara debidamente y llevé la mezcla
con un cucharón.
El sonido de estar cocinándose se escuchó en toda la
cocina. El olor a masa se esparció gratificantemente.
El aroma a miel me avisó que estaba cerca.
—¡Mmh, que bien huele! —escuché que decían a mis
espaldas.
Sonreí sacando el primer hotcakes.
—¿Cuántos quieres? —le inquirí.
Lena se sentó en la banqueta y apoyó sus brazos en la barra
desayunadora.
—Dos, por favor —dijo sonriendo.
Su cabello estaba suelto y húmedo.
Se había puesto algo de maquillaje. No era mucho, con
suerte era rimel y algo en los labios.
Su cuerpo estaba cubierto por un vestido de lana blanco. En
verdad estaba hermosa.
Puse otro poco de la masa a cocinarse.
—¿A dónde iremos? —preguntó.
Me giré y fui a preparar el café.
—¿Lo quieres con leche?
—Si —dijo tranquilamente.
Le puse leche y se lo entregué.
—Es bueno que sepas cocinar —dijo divertida.
La miré por unos segundos mientras ella ponía azúcar a su
bebida.
—¿Te gusta que te cocine?
Su mirada se alzó.
Sus orbes me detallaron y sus labios se entreabrieron un
poco.
—No voy a mentir, cocinas muy bien…
Desvió la mirada llevando la taza a sus labios.
Sonreí acercando el café a boca.
—¿Qué tienes preparado para hoy? —dijo con curiosidad.
Su hostilidad no era tan grande a la de hacía unos días, y
eso me alegraba. Todavía estaba a la defensiva, pero no era
como antes.
—Ya verás —dije mientras iba a sacar la mezcla antes de
que se queme.
La deposité encima de la otra y le puse tres frambuesas y
por encima la miel. Llevé el plato frente a ella y le dejé un
cuchillo y tenedor.
La ratoncita tomó los cubiertos y cortó un poco.
Llevó el pedazo a su boca y comenzó a masticar.
Sus ojos se cerraron.
—Está riquísimo —dijo abriendo esos ojos que me volvían
loco.
Sonreí mientras me ponía a preparar mi plato.
Hoy parecía ser un buen día.
CAPÍTULO
18

SELENA

is ojos se encontraron con los suyos.


Esos mares de acero líquido, estaban haciendo un estudio
intensivo de mi vestimenta.
No llevaba algo muy llamativo, simplemente un vestido
color hueso recto hasta las rodillas y un saco corto del mismo
color.
Hoy era la cena de compromiso y todos nuestros familiares
asistirían.
Llevé mi mano al cuello y me rasqué. Había dejado mi
cabello suelto con grandes y ordenadas hondas. El maquillaje
era en tonos tierra, lo único con color vibrante eran mis labios,
de un rojo carmesí.
Lo vi tragar fuerte.
—No tengo palabras para decir lo hermosa que te ves —
dijo volviéndome a mirar a los ojos.
Por su parte, Dimitri llevaba unos pantalones negros, una
camisa bordó y una corbata negra.
Fruncí el ceño.
—¿No tendrás frío?
Sus labios se curvaron en una sonrisa.
—Tengo el tapado en la entrada —dijo acercándose a mí.
Tomó mi mano izquierda y miró mis dedos.
—A esta mano le falta algo —dijo comenzando a quitarse
el anillo con una piedra roja en el centro, supuse que era un
rubí—. Es un regalo que me dejó mi madre, quiero que lo
tengas tú —dijo poniendo el anillo en mi dedo anular.
Me quedaba un poco flojo, pero no se caería.
Alcé la vista para mirarlo.
Algo en mí se removió.
Saqué la mano de entre las suyas y desvié la mirada.
No podía permitir que sus actos tiraran mis muros.
No volvería a sufrir por amor otra vez.
—Vamos —lo escuché decir, su voz se había tornado fría.
Rasqué mi cuello.
Suspiré tratando de quitar esa sensación de ahogo en mi
pecho.
Caminamos en silencio hasta la entrada, allí me ayudó a
ponerme el abrigo y luego se puso el suyo.
Me abrió la puerta y nos dirigimos al auto.
Kallen y Ares ya nos estaban esperando.
No había hablado mucho con ellos. Entré al vehículo
pensando cuál sería la mejor forma de entablar conversación
con los dos vampiros.
Sabía que tenía que acostumbrarme a esto. No tenía forma
de escapar al casamiento.
Y solo le haría la vida imposible a Dimitri. Los otros no
tenían por qué sufrir mis rabietas.
Miré el anillo en mi dedo. Sin lugar a dudas era hermoso.
—G-gracias —le dije con timidez.
El auto había comenzado a moverse.
Giré mi rostro para verlo.
Sus ojos se conectaron con los míos.
Asintió solo una vez y miró por la ventana.
Me maldije mil veces. Sabía que había pasado con sus
padres y yo como estúpida no presté atención al gesto de
darme algo tan preciado.
Apreté mis labios.
Había llegado a la conclusión de que solo le haría la vida a
cuadritos, pero no lo lastimaría con algo así.
—Lo siento —dije nerviosa agachando la mirada—. Yo…
solamente no quiero que pienses que puede haber algo entre
nosotros por regalarme este anillo.
En verdad, hubiera preferido que no me lo diera. Era algo
que tenía un valor incalculable para él.
—Ya me ha quedado más que claro —dijo sin mirarme.
Tomé aire llevando mi mirada a la ventana.
Esta sería una noche muy larga.
Llegamos a Nostradamus.
A diferencia de otros días, hoy no había filas largas para
poder entrar y comer un plato, en el lujoso restaurante.
Mi mano estaba aferrada a su brazo.
Puse mi mejor sonrisa, la cual, al parecer, convencía a
todos. No pude evitar alzar la vista. Su rostro se inclinó hacia
abajo para mirarme. Sentí mi piel arder ante su mirada intensa
y escrutadora.
Respiré hondo.
El recinto estaba adornado con hermosos ramos de flores.
Una gran mesa rectangular, forrada con un mantel negro con
vajilla roja, estaba situado en el centro del lugar.
Rasqué mi cuello al ver cómo las demás mesas redondas ya
estaban ocupadas.
No conocía ni a la mitad de esta gente. Y, aun así, todos
estaban aquí para celebrar este intento de compromiso.
Por mi mente pasó dar media vuelta y correr, tomar el
primer taxi e irme al fin del mundo. Pero sabía que esa no era
la salida. Y yo no era una mujer que salía corriendo cuando las
cosas se le estaban yendo de las manos.
Erguí mi espalda, dándome una mejor postura. Alcé la
barbilla ante toda esta gente.
—Me alegro poder conocerte al fin —afirmó la mujer que
se había parado frente a nosotros.
Sus hermosos ojos nos detallaron con atención. Su cabello
como el caramelo caía en una cola de cabello detrás de su
cabeza. Sin lugar a dudas era una mujer hermosa. Llevaba un
traje verde como las hojas de muérdago.
Pero eso no era lo que me importaba, su mirada estaba llena
de afecto y estaba dirigida, no solo a mí, sino al vampiro que
tenía a mi lado.
—Madre, te presentó a Lena —anunció Dimitri con
galantería—. Ella es Noelia —sus ojos se posaron en mí.
Los labios de la mujer se ensancharon, su atención puesta
completamente sobre mí.
—Es un gusto, querida —dijo acercándose y abrazándome.
Su cuerpo estaba frío. Sus manos tomaron mi rostro para
mirarme detenidamente. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—El gusto es mío —le dije sonriendo.
—En verdad es preciosa, Mitya —dijo el hombre que había
estado al lado de la madre de mi futuro esposo.
Mi estómago se revolvió de solo pensar en esas palabras.
—Él es mi padre, Nykholai, ella es la futura señora
Novikov —nos presentó a los dos.
El hombre era alto.
Sus ojos oscuros y con un brillo intenso. Su cabello marrón
como la tierra estaba bien recortado.
Le sonreí mostrando mis nacarados.
—Un placer señor No…
—Seremos familia, no es necesario tanta elegancia, aparte,
no soy un Novikov —me interrumpió Nykholai.
Asentí lentamente.
Los tacones resonaron con cada paso que daba. Mi cuerpo
se tensó al verla.
Sus ojos verdes, un poco más oscuros que los míos, me
miraron con frialdad.
—Hija —dijo alzando la barbilla.
Mi cuerpo se acercó inconscientemente al de Dimitri.
El vampiro llevó su brazo a mi espalda baja y me atrajo
hacia él. El calor de su cuerpo me llenó de seguridad. Algo
completamente extraño, ya que lo que menos me hacía sentir
era eso cada vez que lo tenía cerca.
—Madre —dije de forma cortante.
Los padres del rubio miraron a la mía.
—Es un gusto poder conocerlos —dijo Sonia.
Mi mandíbula se apretó.
Todo esto era su culpa. De no ser por su ambición, no
estaría anclada a un matrimonio que no quería. No podía negar
que me sentía atraída por Dimitri.
El hombre era un Dios griego caminante en todo si
esplendor. Tanto su arrogancia, como su egocentrismo, hasta
su forma de caminar. Y no hablar de su maldito y perfecto
rostro.
A veces odiaba que me provocara estos sentimientos tan
contradictorios.
Respiré hondo.
—Ella es Sonia, la causante de este matrimonio —dije sin
pelos en la lengua.
La mirada aguda de la mujer que me dio la vida me hizo
estremecerme. Si hubiera estado en otra situación, hubiera
apretado la piel de mi brazo haciéndome doler.
Pero ya no podía. No era esa chiquilla y ya no estaba a su
merced.
—Un gusto —dijeron los dos vampiros, los cuales se les
notó algo incómodos.
—El placer es mío —dijo sonriéndole con su mejor
máscara—. ¿Puedo hablar con mi hija?
Miré a Dimitri, quien me estaba agarrando más fuerte de la
cintura, podía sentir sus dedos hundirse.
Asentí.
No le tenía miedo.
Su mano se enredó en mi otro brazo como una enredadera
dañina.
—¿Qué crees que estás haciendo? —me inquirió cuando ya
estuvimos lejos de ellos.
El pasillo que daba a los baños estaba desierto.
—¿Qué no está claro? —me crucé de brazos alejando mi
espacio del suyo—. Estoy celebrando y conociendo a mi
futura familia política.
Sus labios se fruncieron y estaba segura de que la estaba
haciendo enojar.
—No entiendo por qué de repente eres así…
—¿No será porque me estoy por casar con alguien a quien
no quiero? —mi paciencia se estaba acabando y por más que
fuera mi madre no quería que dictara mi vida.
La había dejado hacerlo antes… ¿Y qué recibí de eso? Un
enamoramiento estúpido y sin salida.
Suspiré.
—Estoy haciendo lo que me pediste, me casaré con ese
hombre —comencé a decirle—. Pero lo hago por la empresa
por la que mi padre trabajó y dio su vida.
Me sentía fuera de mí.
—Es lo mínimo que puedes hacer —dijo mirándome de
arriba a abajo—. Tenías servido a Luka y no lo aprovechaste.
Apreté mi mandíbula.
—Sabes a la perfección que sus padres querían a Maddie
para ese casamiento.
Mi madre suspiró como si esto ya la estuviera aburriendo.
—Solo, no termines echando a perder esto también —dijo
girando sobre sus talones.
Apreté mis manos en puño.
Tenía ganas de gritar, de agarrarme de los pelos y jalarlos.
Más lo unico que hice fue alisar mi vestido y regresé al salón.
—Lena —me llamaron.
Giré mi rostro y mis ojos se agrandaron.
Corrí hasta donde Trevor se encontraba.
—¿Qué haces aquí? —lo regañé, mirando para todos lados.
Tomé su mano y comencé a llevarlo hacia la entrada.
Mi corazón palpitaba con fuerza. Todavía recordaba la
mirada que le había dado Dimitri cuando nos vio besándonos.
—Te vine a sacar de aquí —me respondió con toda certeza.
Torcí el gesto, era más factible que terminara muerto a que
pudiéramos escapar.
Mi cuerpo fue tomado la cintura, choqué contra algo duro y
cálido.
—¿Escapando, mi querida prometida? —dijeron en mi
oído.
Puede sentir cómo mi piel ardió. Mis piernas temblaron
cuando levanté la vista. Sus orbes grises me tragaron como dos
charcos de agua turbia.
—Suéltala —gruñó Trevor.
Los labios de Dimitri se curvaron.
—Sabía que tenía que estar atento —dijo estrechándome
más e ignorando al otro hombre.
Mis manos estaban posadas en su pecho, mi mente se
estaba nublando con su aroma a caramelo puro. Inhalé ese olor
quemando mis pulmones.
Lentamente, su mirada intensa se posó en Trevor. Tragué
fuerte.
—Estaba saludándolo —dije completamente serena.
—Ya lo creo —me respondió el vampiro.
Me solté de su agarre.
—Trevor… —miré al rubio—. ¿Puedo hablar a solas?
Sus labios se apretaron, pero asintió.
Nada me preparó para la muestra de posesividad y
dominación que hizo Dimitri.
Sus labios devastaron los míos. Sus grandes y fuertes
manos me tomaban por la cintura mientras su lengua
conquistaba cada parte de mi boca.
Mi cuerpo era un remolino de fuego que consumía mi
insignificante vida con cada mordida y chupada que el
vampiro hacía.
Mis ojos se cerraron dejando que ese beso me dejara
incapacitada.
Con una última mordisqueada se separó de mí. Abrí
lentamente los párpados, encontrándome con unos ojos tan
rojos como la sangre que manchaban sus manos.
Dimitri era un depredador y no tenía miedo de demostrarlo.
De eso estaba más que segura.
—Te espero adentro —dijo acariciando mi mejilla,
haciéndola arder.
Tragué fuerte, solo pudiendo asentir.
Su cuerpo se giró y desapareció en el restaurante.
Respiré hondo un par de veces.
Me giré para mirar a Trevor, quien estaba lejos de estar
calmado.
Su mirada denotaba furia y sed de sangre.
—Lena, amor —dijo acercándose a mí.
Di un paso atrás.
—Esto no puede seguir —comencé a decirle—. Me casaré
mañana y no puedo ser infiel, no haré lo que no quiero que me
hagan —terminé de decirle.
Pude ver cómo la tristeza embargaba sus hermosos ojos
marrones. Se me partía el corazón, no quería hacerlo sufrir,
pero si lo retenía a mi lado en una relación clandestina no sería
igual o peor que un monstruo.
—¿Lo amas? —me preguntó con agonía en cada letra que
su voz gruesa decía.
Humedecí mis labios, no podía contestarle.
No podía cuando ni yo misma estaba segura de lo que
sentía por ese hombre.
Dimitri era un enigma enorme en mi vida. Desde el
momento en que lo conocí, toda mi vida se puso patas para
arriba. Y no paraba de ir en declive.
Trevor derrotado agachó la cabeza.
—Lo siento —dije sintiendo el frío carcomer mi corazón.
Me giré para entrar.
Mi mano fue tomada. La mano de Trevor tomó mi nuca y
estampó sus labios en los míos.
—Escapate conmigo —dijo contra mi boca.
Mi respiración era un lío.
—N-no puedo —dije sintiendo que estaba a punto de caer
en ese sentimiento que no quería dejar entrar.
—Lena…
Me separé de él y entré corriendo.
Dimitri me esperaba en la entrada.
En la penumbra, acechaba mirándome con furia. Sabía que
podía sentir la traición del beso que me dio Trevor. Pero no
podía hacer nada. Él me había tomado por sorpresa.
Me paré frente a él.
—Terminemos con esta maldita cena —dijo con los dientes
apretados.
Asentí siguiéndolo. Todo el resto de la velada transcurrió
con tranquilidad.
Hablé con Anna y su nuevo candidato a pareja André.
Quien era el amigo de Dimitri.
Volvimos a casa en silencio. Anya se había ido a la casa de
su pareja, así que estábamos los dos solos.
Me detuve frente a la puerta.
—Buenas noches —lo saludé.
El vampiro estaba con las manos en los bolsillos de su
pantalón de vestir. Llevé mi mano al pomo de la puerta.
—¿Lo amas tanto? —inquirió de repente dejándome dura
en el lugar.
Su cuerpo comenzó a acercarse al mío.
Me tomó entre sus brazos. Sus manos en mis mejillas y mi
espalda contra la pared.
Mi vientre se apretó y todo mi cuerpo tembló con cada
caricia que él me daba.
—¿Tanto lo amas como para ir en contra de lo que el
destino quiere? —murmuró llevando una de sus manos por mi
cuello hasta pasar por mi pecho—. ¿Tanto lo amas como para
no querer estar conmigo, tu pareja predestinada?
Respiré hondo.
“Joder, su olor.”
Me estaba mareando y no podía pensar con claridad.
Me apreté más a su cuerpo. Quería estar cerca, algo muy
lejos de lo que en verdad tendría que hacer.
Cerré mis ojos luchando por razonar.
—Sabes que me caso por obligación —le dije apretando
mis manos en su chaleco.
—Pero también sé que te sientes atraída por mí —afirmó,
haciendo que habrá los ojos.
Lo tenía tan cerca que podía sentir su aliento golpear mis
labios.
—No has intentado golpearme, como la has hecho ya —
replicó.
Apreté mi mandíbula.
Su mano, la cual descansaba en mi muslo, estaba
ascendiendo vertiginosamente.
—Dimitri —murmuré fallando en sonar firme.
—Ya no puedes detener lo que sientes por mí, Lena —dijo
acercando más su mano a mi centro.
A ese núcleo que palpitaba y estaba caliente de solo
escuchar su voz magnética.
—Tu lugar es junto a mí, y tu cuerpo lo sabe —susurró
contra mi oído.
Tragué fuerte al sentir sus dedos rozar mis bragas.
Estaba más que perdida, no podía detener esto y ya a en
este punto no sabía si quería detenerlo.
CAPÍTULO
19

SELENA

iré el vestido.
No podía estar pasando.
Llevé mi mano a mi boca, y mordisqueé la uña ya
esmaltada en una delicada francesa.
Los recuerdos de anoche me invadieron.

“Flashback.”

Mi cuerpo temblaba ante la sensación de miedo que me


embargaba.
Sus manos pasaban por mi piel haciendo que esta ardiera.
El monstruo acercó sus fauces a mi garganta. Mi pulso salió
disparado, en tanto trataba de zafarme de su agarre.
—¡Suéltame! —le rogué entre llantos.
No obtuve respuesta alguna.
Sus garras apretaron mi carne rasguñando y dejando
moretones. Su cabeza se alzó dejándome ver sus ojos.
Mi cuerpo se sacudió de solo tenerlo cerca.
—¡Lena! —gritaron.
Podía escucharme gritar.
Mis manos tratando de llegar a su rostro para lastimarlo.
—¡Soy yo, es una pesadilla! —siguieron gritando.
Podía comprender que esa voz no era del sueño.
De repente, el suave tacto en mi cuerpo me abrumó por
completo.
Me sentí apresada contra algo fuerte.
Abrí los ojos, presa del pánico. Todo a mi alrededor se
tambaleó, cuando todavía mi mente, era presa de las
sensaciones tan vividas del sueño.
Todavía podía sentir cómo el miedo se colaba por mi piel,
como una tinta negra, oscureciendo hasta el último milímetro
de mi ser.
Mi respiración era un caos. Tardé unos minutos en
comprender lo que estaba pasando.
Dimitri me tenía entre sus brazos. Mis dedos estaban
enterrados en su pijama, el cual estaba descosido en uno de sus
hombros.
Su mano acariciaba mis cabellos, mientras me silenciaba en
un arrullo.
—Tranquila, estoy aquí —susurró en mi oído, haciendo que
me estremezca.
Me separé de él tranquilizando mi respiración.
En su rostro algunos arañazos podían verse. Llevé mi mano
a su mejilla pasando las yemas de mis dedos por uno de ellos.
—No fue nada, solo un mal sueño —dijo tomando mi mano
y besando mis dedos.
Me removí en la cama.
Una pesadilla otra vez.
La misma en la cual no podía liberarme de ese monstruo.

“Fin flashback.”

—¡Ni se te ocurra hacer nada estúpido, te lo advierto,


Selena! —me regañó mi madre entrando en el cuarto.
Rodé los ojos alejándome del vestido blanco lleno de tul.
No era el vestido que quería, me lo había impuesto mi
madre, ni siquiera en eso pude elegir.
—Ya estoy aquí… ¿Qué crees que puedo hacer?
La puerta sonó.
—¿Sí? —dije acercándome a la puerta.
Abrí, Maddie y Taylor estaban esperando a entrar.
—Te dejaré a solas con ellas —dijo mi madre mirando por
unos segundos a Maddie—. Haz que tu prima no haga una
tontería, por favor —le ordenó a mi prima.
Apreté los dientes.
Ahora comprendía lo que Madeleine había aguantado,
cuando se casó a la fuerza con Luka.
Esa mujer no paraba hasta tener lo que quería.
Y en este momento, era que su hija se casara cuanto antes,
con el hombre que ella había elegido. A quien me había
regalado. Porque fue así, ni siquiera me vendió… me regaló
para que la empresa no cayera.
No le alcanzaba con ser la directora de esta.
Suspiré con frustración.
Sus brazos me rodearon con fuerza.
—Piensa que te estás casando con alguien que te ama —
dijo en mi oído la pelinegra de ojos negros.
Fruncí el ceño.
Dimitri no me amaba.
Lo que él sentía por mí era la atracción del vínculo.
Había estado hablando con estas dos chicas sobre ese tema.
Y estaba segura de que el vampiro, solo se sentía de esa
forma porque era su pareja predestinada. Si no, nunca se
habría fijado en mí.
—No es igual que lo tuvo, Maddie —le dije alejándome.
Me rasqué nerviosa el cuello.
—Él te ama, Lena, no te das una idea de lo cambiado que
está Dimitri —dijo la rubia.
Apreté mis labios.
—Dimitri me quiere por el vínculo…
—Y eso está bien, aparte el vínculo que tienen los vampiros
no es tan fuerte como el de los otros seres místicos —siguió
diciendo Taylor.
Les ofrecí asiento a las dos chicas.
—Ellos no se enamoran por el vínculo. No es un flechazo
como los brujos o los lobos por así decirlo.
Parpadeé un par de veces sopesando lo que me decían.
Miré la panza de Taylor.
Luego a Maddie.
Ella sonrió.
—¿No se están llevando mejor? —inquirió Madeleine.
Sentí mis mejillas arder.
—Si… Hace unos días me llevó a ver un espectáculo…
Mi mente regresó a ese momento.

“Flashback.”

Nos encaminamos por el pasillo lleno de luces violetas.


Estaba nerviosa, candelabros flotantes se podían apreciar
cada cierta distancia.
Nunca pensé que Dimitri me traería a un lugar así.
Luego de la batalla que había acontecido en pleno Londres,
los seres místicos podían pasear sin problemas por todo el
mundo.
Nos habíamos enterado de que no fue solo en Londres que
hubo batallas.
Los Soldados de Plata estaban, pero para cuidar la paz y
que no hubiera peleas entre nadie.
Una entrada se podía divisar al final del pasillo.
Nos adentramos.
Todo estaba a oscuras.
—Ven —dijo Dimitri tomando mi mano.
Rasqué nerviosa mi cuello, al sentir el ardor en el toque que
estábamos haciendo.
Era una sensación extraña, era como frío y calor a la vez.
Música como de una película de fantasía se podía escuchar.
—¿Qué veremos? —le inquirí siguiéndolo hasta uno de los
lugares con mesa.
Él se giró y sonrió.
—Ya verás —dijo divertido.
Suspiré viendo que no me lo diría.
Luego de que me interrumpiera por la mañana, tenía ganas
de matarlo. Me sentía completamente insatisfecha y todo por
su culpa. Sentí mis mejillas arder al recordar el sueño tan
vivido que había tenido.
Obviamente que el maldito vampiro no me dejaba en paz ni
en mí sueños.
Cuando me desperté estaba empapada y más que excitada,
así que me dispuse a darme placer.
Pero no, a Dimitri se le había dado por tocar la puerta justo
cuando estaba por llegar a la cima.
Por suerte, lo arreglo con un buen desayuno.
Ni bien nos sentamos la plataforma donde estábamos,
comenzó a flotar. Mis manos fueron a la mesa para agarrarme.
El vértigo apretó mi estómago.
—Tranquila. Es un palco ambulante —dijo tomando mi
mano y acariciando el dorso de esta.
Asentí tragando fuerte.
Me acomodé, las velas que eran el centro de mesa se
prendieron solas.
En verdad, ver todo esto era increíble.
Las luces debajo de nosotros se prendieron.
La mesa era de vidrio y podíamos ver sin problemas lo que
pasaba.
—¿Quieres algo de tomar? —inquirió.
—Lo que tú quieras…
Su lengua pasó por su labio inferior levemente.
Solo en ese momento, me di cuenta de que Dimitri de
seguro quería sangre.
—Un poco de vino blanco estaría bien —dije sintiendo mi
rostro arder.
La había cagado en grande.
Él asintió.
Apretó un botón que había en la mesa.
Algo brilloso se acercó a nosotros.
—Un vino blanco y uno tinto con carmesí —le dijo a la luz.
Esta se fue enseguida.
Fruncí el ceño.
—Es un hada, ya nos traerán lo que pedimos.
Miré el escenario que teníamos a nuestros pies.
La música se hizo más fuerte y todo se apagó.
Una luz comenzó a pasar por todos lados.
—¡Bienvenidos al circo mágico! —gritaron.
Mis ojos se abrieron y giré mi rostro para mirar a Dimitri.
Ambos estábamos sentados uno al lado del otro.
Este me dedicó una sonrisa divertida. Su mano fue a la mía
y no la soltó.
Una explosión dejó esparciendo pequeños bichitos rojos.
Los cuales se terminaban prendiendo fuego y se desintegraban.
Sentí cómo mi acompañante se acercaba a mí.
—Hay un hechizo en el brazalete que te dieron… Podrás
ver a los animales místicos —dijo en mi oído erizándome la
piel.
Miré la pulsera plateada que se había fusionado a mi
cuerpo.
—Te quedará como una runa, a partir de ahora los verás
siempre.
Alcé mis cejas sorprendidas.
Las explosiones siguieron sucediendo haciendo aparecer
distintos animales.
Esta vez pude ver como unas aves pequeñas como colibríes
paseaban por todo el recinto.
Una se acercó a nosotros.
Extendí mi mano libre y el pájaro se sentó en mi dedo
índice.
Sus ojos brillaban. De repente se prendió fuego y voló por
todo el lugar, al igual que las otras.
—Son crías de Fénix —me explicó Dimitri.
Otra explosión y mariposas luminiscentes se esparcieron
por todos lados solo para hacerse polvos de muchos colores.
Una luz se situó en el extremo opuesto donde estábamos.
Un chico de cabello negro estaba parado en un trampolín.
Su cuerpo estaba vestido de un leotardo negro y rojo
brillante.
Movió su mano y de ella salieron chispas, las cuales fueron
formando símbolos.
La música se volvió más para un momento de suspenso.
Me aproximé más la mesa. En ese momento, dos copas
llegaron flotando a nosotros.
El chico saltó cayendo en picada.
Pero justo cuando pensé que su cuerpo se haría puré contra
el piso, golpeó contra algo que se prendió al tacto.
Ramificaciones de rayos se dibujaron en el aire.
El chico volvió a elevarse y comenzó a subir dando saltitos.
Con cada paso que daba debajo de su pie se prendían estrías de
coles verdes.
De su mano salió un látigo verde y se estiró hasta quedar
colgado. Se volvió a dejar caer solo para que el látigo
envolviera su cuerpo y lo subiera ágilmente en unos giros
increíbles.
Tomé la copa y bebí un poco.
Cuando su espectáculo terminó. Todo se puso a oscuras otra
vez.
—¡Es increíble! —dije aplaudiendo.
Miré sonriendo a Dimitri.
Su mano llevó la copa a su boca y bebió sin apartar la vista
de mí.
—Me alegro de que te guste —dijo apoyando la bebida y
volviendo a tomar mi mano.
Un círculo de fuego se prendió de repente. En el centro, una
mujer se encontraba parada.
Con un movimiento elegante, sus piernas se separaron y su
cuerpo se estiró hacia un costado.
Su brazo derecho se estiró en todo su esplendor.
Las llamas comenzaron a crecer hacia ese lado.
repitió a la acción solo que, para el lado izquierdo, y las
llamas acompañaron el movimiento.
Era como ver una ola de fuego hacerle caso.
El círculo se contrajo cuando juntó sus manos.
Apreté la mano de Dimitri, al ver que la chica tomaba el
círculo tranquilamente.
Mis cejas se alzaron al ver que estaba haciendo el ula-ula
con él.
De un segundo para el otro, pasó a tener más de un aro en
su cintura.
Lentamente, fue agachándose y llevando los aros hacia su
mano.
Mi piel se erizó cuando el fuego pasó cerca de su rostro.
Con un movimiento los mantuvo girando en su mano y ella
agachada.
Aplaudí eufóricamente cuando terminó.
—Me agrada poder compartir esto contigo —dijo de
repente el vampiro.
Lo miré solo para perderme en sus orbes metálicos.
“Fin Flashback.”

—Pues… Es un comienzo —replicó Taylor haciendo que


mi mente volviera a este momento.
Sonreí.
La rubia miró su teléfono.
—Ya va a ser la hora —dijo levantándose.
—Si… —dije preocupada.
Maddie se acercó a mí y me tomó de los brazos.
—No hagas una locura, por favor —dijo mirándome
fijamente.
Asentí mientras pensaba en mi fechoría.
Taylor me sonrió y luego se fueron las dos.
Me miré en el espejo. Quité la bata de mi cuerpo.
El corsé blanco cubría mi torso. Unas bragas de encaje del
mismo color, mis partes íntimas.
Las medias de licra blanca trepaban hasta mis muslos,
encontrándose con el dibujo en mi piel.
Apreté mis labios mirándolo.
La puerta sonó y me volví a tapar con la bata de baño.
—¡Pase! —dije yendo a ponerme unos aretes de cristal.
Una mujer de unos cuarenta años se adentró en la
habitación.
Sus ojos marrones demostraron una sonrisa. Entró con
alegría.
Fruncí el ceño.
Noelia se adentró en la habitación.
Sus brazos me rodearon con emoción.
Ayer, en la cena de compromiso, me había parecido una
mujer encantadora. Se notaba el amor que tenía por sus hijos,
sin importar que fueran del corazón.
—Te ves hermosa, Selena —dijo separándose de mí.
Sus ojos brillaban y sus labios temblaban un poco.
—Gracias, Noelia —le dije algo cohibida.
—Puedes llamarme mamá —dijo besando mi frente.
Agaché la mirada sintiendo mis mejillas arder.
—En verdad Mitya se sacó la lotería contigo.
Sonreí, ella ya estaba cambiada con un elegante traje bordó
brilloso. Unos pantalones palazo y unos zapatos negros. Su
cabello castaño claro se encontraba recogido en un moño alto.
—Cualquier cosa que necesites no dudes en hablarme, sé
que Mitya es un tanto… complicado —dijo riendo—. Pero es
un buen chico, y se nota que está loco por ti.
Humedecí mis labios.
—Gracias —le respondí agachando la vista.
—Sin lugar a dudas le tocó un diamante en bruto.
Noelia se alejó de mí y caminó por el lugar.
Miró el vestido y luego a mí.
Rasqué mi cuello.
Su mirada fue al ropero.
Sudé en frío, al ver que la tela sobresalía un poco.
Corrí como pude hasta el lugar y guardé lo que se veía.
Sus orbes me detallaron con curiosidad.
—No puedo esperar a verte con el vestido puesto —dijo
sonriendo en complicidad.
Mi corazón palpitaba con fuerza.
Mi pecho subía y bajaba desbocado.
Asentí dudosa de que fuera a decirle a Dimitri lo que vio.
—Nos vemos en un rato, cielo.
Le sonreí lo mejor que pude.
Se giró elegantemente y se fue.
Suspiré profundamente cerrando los ojos, ya no faltaba
nadie para entrar. Me volví a mirar en el espejo.
Me quité todo y abrí el ropero dejando a la vista lo que en
verdad me pondría.
A la mierda si se enojaba Dimitri. Él quería boda, pues se la
daría, pero como yo quería.
Sonreí de oreja a oreja, pasando la mano por la tela
bordada. Me puse la ropa interior que iba a usar en verdad.
Mis ojos tenían un esfumado a tono con el vestido, la
maquilladora me había mirado raro, pero no dijo nada.
Saqué el vestido de la percha y comencé a ponérmelo.
Tomé los zapatos y me los puse.
Cuando terminé, y dando gracias al cielo de haberlo pedido
con el cierre al costado, me miré en el espejo.
La tela bordada llegaba hasta el escote para dar paso a una
puntilla bordada. Esta misma se repetía en unas tiras anchas en
mis brazos, dejando mis hombros al descubierto.
La falda era en campana, pero mucho más corta en la parte
delantera. En la parte de adentro se podía ver otra tela de tul y
encaje bordado. En verdad era magnífico.
Giré con él para ver cómo caía la cola.
La puerta sonó.
—Ya es la hora —dijeron sin abrir.
—¡Vale! —contesté.
Agarré las flores blancas. Un ramo de doce rosas blancas
inmaculadas, era lo que terminaba mi look.
Abrí la puerta y la organizadora de bodas me miró
asombrada.
—E-ese no era el vestido que te pondrías…
Me encaminé por el pasillo.
—¡Cambio de planes a última hora! —le grité.
Los ayudantes se quedaron boquiabiertos cuando me vieron
pasar.
Cuando llegué a las puertas dobles.
Nykholai estaba esperándome. Sus labios se curvaron con
diversión y me ofreció su brazo.
—No esperaba menos de ti —dijo conteniendo la sonrisa.
Le devolví el gesto.
—Entremos —le dije tomando su brazo.
La mansión Novikov había sido decorada exquisitamente
para la ocasión.
Hermosos jarrones con orquídeas, estaban situados por
todos lados, junto con un millón de velas en vasos altos de
vidrio.
La ceremonia se haría en el salón principal de este castillo
que tenía mi futuro esposo.
Las puertas se abrieron y nos dejaron pasar.
Todos se giraron y sus ojos se abrieron como plato.
Dimitri se giró para mirarme, sus labios se entreabrieron y
sus ojos se agrandaron a la vez que sus cejas se alzaron en
asombro.
Sonreí mientras avanzaba con paso decidido.
CAPÍTULO
20

DIMITRI

e encaminé por el pasillo decorado.


Por fin había llegado el día.
Me moría de ganas de verla con el vestido de novia, de
seguro le quedaría hermoso.
Suspiré posicionándome delante de la puerta.
Mi brazo fue tocado delicadamente.
Giré mi rostro para encontrarme con sus ojos verdes. Una
sonrisa curvaba sus labios pintados de un todo claro.
—Hola, Dimitri —dijo Sonia—. Recién vengo de ver a mi
hija.
Asentí lentamente.
—¿Cómo ha estado, Sonia? —le inquirí.
—Bien, ansiosa por la boda, pero dentro de todo bien —
dijo sonriendo.
Fruncí mis labios.
De seguro estaba ansiosa de que su hija no hiciera una de
las suyas y no la deje en ridículo.
—Entremos que ya nos están esperando —le dije
sonriendo.
En el momento en que Selena sea mi esposa, mandaré a
esta mujer a Malasia si era necesario para que la deje en paz.
Ella asintió y abrí con ambas manos las puertas.
Adentro ya casi estaban todos.
Caminé tranquilamente hasta el altar dónde estaba André.
Le sonreí antes de abrazarlo.
—¿Listo?
—Si… Estoy seguro de que dará un gran espectáculo —le
dije en voz baja.
Miré a mi hermana, quien estaba sentada al lado de su
predestinado.
Ella me sonrió.
Miré al frente para encontrarme con Madeleine y Taylor
caminando por la alfombra roja que había entre las dos filas de
bancos.
Ambas se acercaron a mí.
—Dimitri —dijo la Semi-Diosa.
—Dim —dijo Taylor abrazándome.
Le devolví el abrazo.
—Te deseo lo mejor en este nuevo viaje que estás
emprendiendo —dijo la rubia en un susurro.
—Gracias, mi hermosa Taylor —le dije separándome de
ella.
—Juro que si le haces daño te cazaré hasta el fin del mundo
—dijo la pelinegra mirándome severamente.
Sonreí.
—De eso no tengo dudas, pero despreocúpate que lo que
menos quiero es hacerle daño… No de la manera en que tú lo
imaginas… Puede ser un poco de chupetones, mordidas y…
—¡Ya! —dijo tapándose las orejas.
Reí por lo bajo satisfecho por haberla molestado.
—¿Todo bien? —dijeron detrás de Taylor.
Alcé la vista para encontrarme con Dereck. Sus ojos me
detallaron seriamente. Ese hombre tenía una mala idea de mi
relación con su pareja, y en algún momento tendría que
hacérselo entender. Sus orbes azul profundo, parpadearon en
rojo, cuando su mirada se desvió al agarre en la cintura que
estaba haciendo en su desty.
Solté a mi amiga para que fuera con su pareja.
—Sí, amor, vamos a sentarnos —dijo la rubia sonriéndole.
Él sonrió yendo con ella.
—Trata de que no te rosticen —dijo André a mis espaldas.
Me giré para verlo.
—Ve a sentarte ya casi es la hora —le dije negando con la
cabeza.
Mi amigo asintió yéndose al primer banco junto con Anya y
Noelia y Nykholai.
Miré a Ares y Kallen que estaban al lado de Alexius.
Ambos asintieron con la mirada. Los dos estaban como
invitados, pero igualmente estarían atentos a que algo pase.
—La novia ya está atrás de las puertas —dijo uno de los
organizadores haciendo que lo mire.
Su semblante palideció y supe que el show estaba por
comenzar.
Escuché las puertas abrirse y me giré.
Mi cuerpo tembló de los nervios. Pasé mi lengua por los
dientes.
Mis ojos conectaron con la mujer que sería mi esposa.
Selena entró con aires de grandeza.
La música estaba sonando y ella avanzó con paso decidido.
Mis ojos se agrandaron al verla.
En sus labios se formó una sonrisa de victoria.
Negro. Todo negro.
—No puedo negar que le sienta perfecto —dije para mí en
un murmullo.
La ratoncita se había puesto un hermoso vestido negro.
Sonreí mirando a su madre, poco le faltaba para
desmayarse.
Mis ojos fueron al resto de la gente, que murmuraban con
cada paso que daba la novia en cuestión.
Lo único que hacía resaltar todo el atuendo, era ese ramo de
rosas blancas entre sus manos.
Pero lejos de hacerla ver como una viuda, la hacía ver como
la reina de la noche. Sin lugar a dudas mi reina.
El velo negro que tapaba su rostro no me dejaba apreciarla
como quería.
Con el corazón latiendo a mil por hora, le ofrecí mi mano
cuando llegó a mi lado.
—Menudo show te montaste —le dije sonriendo.
—No estoy feliz de que organicen mi vida, hoy la Selena
que todos conocían muere en este altar —dijo severamente.
—A tu madre le dará un infarto en cualquier momento.
Su mirada fue donde estaba su progenitora.
—Ella no es mi madre, una madre no regala a su hija por
una deuda.
Apreté mi mandíbula.
—Te prometo que no dejaré que haga algo nuevamente —
dije seriamente.
—Buenos días a todos —dijo el hombre que haría la
ceremonia.
Sus ojos detallaron el vestido de Lena y tuve ganas de
arrancárselos.
Tanto Selena como yo miramos al juez de paz.
—Estamos aquí para presenciar la unión de estos dos
individuos —comenzó a decirnos—. Tanto Selena Brenzor,
como Dimitri Alexander Novikov, están aquí por decisión
propia, para unirse ante la ley como marido y mujer…
Y ya el hombre la había cagado. Mi mano fue apretada y
miré a mi ratoncita.
A través del velo pude ver cómo me miraba con cara de
asesina. Sabía perfectamente lo que estaba queriendo decirme.
Mi conciencia quiso tomar el control, algo muy extraño,
por cierto.
“No puedo dejarla ir, no ahora.” Me dije a mí mismo.
Pero sabía en el fondo que eso era lo que tendría que hacer.
El problema era que mi lado egoísta no la quería dejar ir.
¿Vieron esa frase de… Si la amas déjala ir, si vuelve es
porque siempre fue tuya? ¡Y una mierda, ella era mía, pero si
fuera por Lena, se iría hasta el polo sur con tal de no verme!
Respiré hondo mientras seguía escuchando al hombre de
mediana edad.
—¿Tienen sus votos matrimoniales? —dijo el juez de paz
haciendo que lo mire.
Asentí.
No lo había practicado, simplemente le diría lo que salía de
mi corazón en ese momento.
—Puedes empezar entonces —dijo haciendo un ademán de
seguir.
Me giré para mirarla.
En ese momento Anushka se acercó y me entregó una cajita
de terciopelo rojo.
Sonreí abriéndola.
—Yo, Dimitri Alexander Novikov, te elijo a ti, Selena
Brenzor, como mi compañera de vida —dije tomando su mano
y poniendo el anillo de oro, delante del de mi madre—. Para
amarte, cuidarte y respetarte; hasta que la muerte nos separe.
La miré a los ojos sumergiéndome en ese mar verdoso que
tenía.
Sus labios se entreabrieron, a la vez que su mirada se
anclaba a la mía.
Rompió el contacto visual y tomó el anillo que estaba en la
cajita.
—Yo, Selena Brenzor, te tomo a ti, Dimitri Alexander
Novikov —dijo volviendo a mirarme, sus dedos temblaban
tomando mi mano—. Como mi compañero de vida —tragó
fuerte—. Para amarte, cuidarte y respetarte; hasta que la
muerte nos… separe.
Puso el anillo con incrustaciones de rubíes, que hacían
juego con la piedra de maná mezclada con sangre, que tenía en
su dedo anular en este momento.
Tomé sus manos acercándome más a ella.
Su aroma estaba matándome.
—Si hay alguien que se oponga a esta unión que hable
ahora o calle para siempre… —dijo el juez de paz.
Miré a todo el mundo en el lugar. Llegaba siquiera uno a
respirar más hondo de lo necesario y lo degollaría vivo.
—Bueno, si no hay nadie… —dijo haciendo que gire la
mirada nuevamente.
La puerta se abrió de golpe.
—¡Yo me opongo! —gritaron haciendo que todo el lugar se
llenara de murmullos.
Lentamente, giré mi rostro hacia la entrada.
“Tuve que haber puesto una foto de él, para que no lo dejen
pasar.”
La rabia me comió por completo.
El humano se atrevió no solo a venir e irrumpir en mi casa,
sino que también a querer romper la boda.
—¡Selena, no lo amas, no puedes casarte con él! —dijo
Trevor acercándose.
La novia se giró y rascó su cuello.
El frío y la soledad me abordaron cuando comenzó a
caminar hacia él.
Apreté mis puños tratando de controlar la ira que estaba
creciendo cada vez más.
Miré cómo se juntaba con él.
Sonia corrió donde estaban.
La madre de mi pareja alzó su mano y esta cayó fuerte
contra la mejilla del chico.
—¡¿Qué no sabes apartarte?! —gritó la mujer.
Suspiré y miré al juez.
—¿Puede esperar quince minutos? —le inquirí.
Este me miró confundido y con molestia.
—Solo quince.
Asentí y fui a acercarme a los protagonistas de la escena.
—Creo que mejor lo hablamos en privado —dije mirando a
Selena y luego al bastardo.
Miré a Sonia y asintió.
—No considero que quieran seguir avergonzándose delante
de toda la alta sociedad —dije fríamente—. Síganme.
Me encaminé hasta la entrada para dejarlos pasar después.
—Lena… —lo escuché.
Sonreí mientras me giraba. Mi mano en forma de puño
cayó en el pómulo de Trevor.
—¡Trevor! —gritó mi prometida.
—Te dije que te mantengas alejado, pero no quisiste
escucharme —le dije perdiendo la cordura.
Selena tomó el rostro del hombre entre sus manos y luego
me miró con reproche, cuando terminó de estudiar el golpe
que le había dado.
—¡Eres un bárbaro! —gritó.
—¡Selena, no me hagas perder la paciencia! —gritó su
madre—. ¡No solo te pusiste ese maldito vestido negro, sino
que planeabas escapar con tu amante!
Apreté mi mandíbula.
—Sonia, sé que eres su madre, pero te recomiendo no
volver a levantarle la voz a mi prometida —le dije
conteniendo el impulso de gritarle.
Su rostro palideció desvió la mirada.
—No pensaba escapar —dijo la novia.
Reí secamente.
—¿Y qué ibas a hacer?
—Tratar de que recapacite —dijo alejándose de Trevor y
mirándome con desafío en sus ojos.
Entrecerré los ojos.
—Yo cumplo con mi palabra, Dimitri —dijo alzando la
barbilla—. Si dije que me casaría contigo, lo haré.
Humedecí mis labios.
Tragué fuerte sintiendo el ardor en mi garganta.
—No puedes arruinar tu vida por una deuda —dijo el
humano tomándola de la mano—. Yo puedo pagarla.
Ella le sonrió con ternura, una sonrisa tan dulce, que sentí
mi corazón romperse, Selena nunca me sonreiría de esa
forma.
Ella lo amaba a él. No importaba cuanto hiciera, tenía que
entender que por mí solo sentía atracción y no se había
enamorado de mí.
No como yo lo estaba.
Porque sí, estaba enfermamente enamorado de ella.
—No dejaré que te hagas cargo de algo que es mi deber, lo
nuestro termina aquí, Trevor —dijo llevando su mano a la
mejilla de él.
—Pero…
—Pero nada, seré la esposa de Dimitri y no le haré algo que
no me gustaría que él me hiciera a mí…
—¡Pero sabes cómo es, cuando se canse de ti, volverá a sus
viejos hábitos! —exclamó mirándome con rencor.
Pasé mi lengua por los dientes, me estaba cansando y
estaba a un segundo de estamparlo contra la pared y acabar
con su vida.
—Ese ya no será tu problema —le dijo Selena, sus manos
cayeron del rostro del hombre—. Vete, por favor.
Se giró para mirarme.
Tomó mi mano y abrió la puerta de entrada.
Me hizo caminar detrás de ella, sin mirar a Trevor por
ningún momento.
Por la curvatura de su mejilla cayó una lágrima.
—Espero no estar confundiéndome —dijo cuando ya
estuvimos en el altar.
Parpadeé un par de veces confundido.
—¿Listo? —dijo el juez de paz impaciente.
Asentimos al mismo tiempo.
Esperó a que el revuelo se calmase.
—Bien, si no hay nadie que se oponga… —miró a la
entrada, por el rabillo del ojo pude ver a Trevor en la entrada
mirándonos—. Los declaro, marido y mujer, puede besar a la
novia.
Me acerqué a ella con el corazón en la boca.
Mis nervios ya estaban a flor de piel.
Tomé su rostro y besé la comisura de su labio.
No iba a obligarla a un contacto más íntimo, cuando la vi
llorar por tener que casarse conmigo.
Su cabeza se giró un poco y sus labios conectaron con los
míos tomándome desprevenido. Mis dedos se humedecieron al
sentir sus lágrimas.
El beso fue tranquilo, tierno y etéreo.
Me separé de ella y pude ver una mezcla de sentimientos en
sus ojos.
Sus mejillas rosadas y húmedas por las lágrimas la hicieron
ver tierna.
—¡Bravo! —gritaron.
Los aplausos no tardaron en llegar.
Por mi parte solo estaba inmerso en su mirada.
Sonrió apenada y miró al frente.
—Tenemos que aparentar amarnos… ¿Verdad? —dijo en
un murmullo.
Mi pecho se oprimió con sus palabras.
Ese beso había sido una actuación, para que no se hable de
más por lo que había pasado.
Tomé su mano para anclarla a mi brazo y comenzar a
caminar por la alfombra roja.
Mi vida de casado comenzaba ahora, y no estaba muy
seguro de lo que me esperaba.
CAPÍTULO
21

DIMITRI

us párpados estaban cerrados.


En su semblante se dibujaba una pequeña sonrisa.
Hacía media hora que estaba como un idiota viéndola
dormir.
Fruncí el ceño, al recordar como se había puesto por una
pesadilla. En ese momento, sentí que me faltaba el aire al verla
de esa manera. No era la primera vez que la escuchaba tener
una pesadilla, nuestros cuartos estaban pegados y eso no
ayudaba.
Pero esa vez… Un escalofrío recorrió mi cuerpo de solo
recordarlo. Era como si se la estuvieran llevando. Ver ese
miedo y vacío en sus ojos cuando se despertó desorientada,
todavía sumida en ese mal sueño que había tenido.
Nos encontrábamos en el jet privado rumbo a nuestra luna
de miel.
La fiesta había salido bien, salvo por un detalle.
Todos alababan lo bien que nos veíamos juntos. Lo
enamorada que estaba Selena de mí.
Y no era para menos.
Su mirada siempre buscaba la mía, en sus labios estaba
latente una sonrisa cálida y sus mejillas sonrosadas como una
novia tímida.
Pero yo sabía que todo era una fachada.
Selena estaba actuando ante todo el público.
Había reporteros y como era de esperarse, ella actuó como
una estrella de cine.
Suspiré pasando la lengua por mis dientes.
Balanceé la copa de cristal en mi mano derecha.
Miré el líquido rojo y algo espeso.
A lo largo de los años aprendí que mezclar la sangre con
otra bebida era mejor. No solo para que no te miren raro, sino
para que esta no se coagule y poder tomarla de a poco.
Salvo que te dé el ardor y necesites consumirla con
desesperación.
Tomé un sorbo deleitándome con el sabor. La mezcla de
vino junto con esta sangre que sabía algo a miel, quedaba
perfecta.
Fruncí el ceño al darme cuenta, de que había buscado un
tipo de sangre que tuviera un gusto parecido a la de Selena.
No era lo mismo.
Lo sabía, pero por lo menos aplacaba un poco esa
necesidad constante de sed.
Miré el reloj en mi muñeca.
Todavía faltaban muchas horas.
—La llevaré a la habitación, así está más cómoda —les dije
a Ares y a Kallen.
Esta sería una luna de miel rara… Mis dos amigos estarían
como guardaespaldas.
Anya había querido que llevara más guardias, pero me
rehusé. Yo podía cuidarme. A ellos los llevaba más por si Lena
quería ir a pasear sola. En ese caso, ellos irían con ella.
Con un suspiro me levanté y fui a tomarla en brazos.
Mi hermosa ratoncita se acomodó contra mi cuerpo,
proporcionándome su calor.
La llevé a la pequeña habitación que había en la parte de
atrás del jet.
La deposité con cuidado en la cama y luego me tumbé a su
lado.
Selena se pegó a mí, haciendo que la paz inundara mi ser.
Cerré los ojos, dejándome llevar por el sueño que tenía.
No había dormido bien estos días, y al parecer su calor y el
sentir su cuerpo contra el mío, me estaba ayudando a conciliar
el sueño.
El movimiento me hizo fruncir el ceño.
Gruñí al sentir algo en el rostro.
Mis ojos se abrieron de golpe.
Su dedo índice quedó a medio camino del trazo que estaba
haciendo en mi pómulo.
Sus hermosos ojos verdes me escanearon, a la vez que se
agrandaban ante la sorpresa.
Las mejillas de Lena se tiñeron de sangre dándole un aire
de timidez.
—No te detengas —le insté cerrando los ojos.
—E-es que tenías una pelusa…
Sonreí.
—Sigue quitándola si quieres —dije, siguiéndole el juego.
Su aroma a miel me encantaba.
Esperé por unos minutos.
Selena no hizo movimiento alguno.
Justo cuando estaba por abrir los ojos, lo sentí.
El fino tacto de sus yemas sobre mi piel.
Me estremecí con cada roce que me daba.
—T-tu piel… es muy suave —murmuró.
Fruncí el ceño.
Era algo rara la situación en la que estábamos.
Los dos tendidos en la cama y ella tomándome.
Nunca se me había pasado por la cabeza que algo así podría
pasar.
—Anushka… ella cada tanto me pone de sus máscaras para
el rostro y eso —admití sonriendo.
Quería abrir los ojos y ver su rostro. Saber cómo me estaba
mirando. Si estaba sonriendo o si sus labios estaban fruncidos.
No pude aguantar.
Mi vista se posó en ella y nuestras miradas se anclaron, nos
mantuvimos así por unos minutos.
Su mano en mi mejilla seguía haciendo estragos en mi
sistema sanguíneo.
El corazón me palpitaba desbocadamente.
Tomé lentamente su muñeca, sabía que con ella tenía que
ser todo despacio, que comprendiera lo que iba a hacer antes
de hacerlo.
Había aprendido que cuando la tomaba muy desprevenida,
Selena siempre terminaba reaccionando mal.
Llevé su mano por mi mejilla hasta llegar a mis labios.
Sin apartar mis ojos de los suyos, besé la yema de sus
dedos. El ardor en mis labios por el tacto me gustaba, algo
muy distinto al ardor que estaba sintiendo en mi garganta.
Sentía mis colmillos picar.
Tragué fuerte.
Cerré los ojos conteniendo al monstruo que quería salir.
—¿Tienes sed?
Pasé la lengua por mis dientes.
Esto no estaba ayudando.
—Por alguna razón, desde que te conocí, tengo lo que se
llama ardor —le dije volviendo a mirarla.
Sus cejas se alzaron, su mano fue a mi pecho. Solo ese
toque puso mi corazón a mil.
—No entiendo por qué si no te he marcado todavía —seguí
desvariando—. Pero solo quiero beber tu sangre, y es un
tormento, porque siento que me están pasando un metal
fundido por la garganta, cada vez que te tengo cerca.
—¿No estás bebiendo sangre? —inquirió confundida.
—Sí, pero no me sirve… mi cuerpo necesita de la tuya para
sentirme satisfecho.
Selena frunció sus labios, dejando que su mirada vagara por
mi rostro.
—P-puedes tomar un poco… si es necesario —dijo
poniéndose completamente roja.
Me quedé mirándola “¿Escuché mal?”
—Si bebo de ti, te marcaré y eso te haría mía
completamente —le advertí tomando su barbilla con mis
dedos—. Y solo podré beber de tu sangre cuando tenga sed.
Su ceño se frunció.
Se la notaba muy preocupada y prácticamente como si
estuviera pensando en si debía o no aceptar.
—¿Y si me corto y bebes de la herida? —dijo finalmente
dejándome consternado—. Digo, así no me marcarás, pero
podrás tomar cuando quieras…
—¿Por qué? —la interrumpí.
—¿Disculpa?
La miré con extrañeza.
—¿Por qué quieres darme tu sangre, sabiendo todo lo que
conlleva…? —le inquirí.
—Soy humana, y tengo una pizca de compasión por la
gente… Más allá de nuestra caótica relación.
Entrecerré los ojos, Selena alzó su barbilla de manera
altiva.
El golpe en la puerta nos sacó de nuestra batalla de miradas.
Suspiré.
Me levanté de la cama y fui a ver qué pasaba.
—¿Sí? —inquirí, abriendo la puerta.
Sus ojos me detallaron de arriba a abajo. Las mejillas de la
azafata se pusieron rosadas. Aria pasó la mano por su cabello
rubio teñido, dejándolo detrás de la oreja.
—Señor Novikov, en quince minutos aterrizaremos, tome
asiento y abróchese el cinturón.
Mi antebrazo fue tomado con fuerza.
Miré a mi costado para encontrarme a Selena detallando
intensamente a la azafata.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sus orbes verdes
agua, se posaron en mi persona.
—Vamos a sentarnos, cariño —dijo sonriéndome.
Esa sonrisa me hizo tener ganas de saltar del avión.
Mis ojos fueron a Aria, quien la miraba consternada.
Esperé a ver que hacían.
Por mi parte, me fui donde mi ratoncita me había mandado.
Podía sentir la mirada de ambas mujeres.
Puede que no haya pensado en esta situación… Como
también puede que me la haya follado en algún que otro viaje.
Miré a mis dos amigos, los cuales sonreían divertidos de la
situación.
Apreté la mandíbula.
Selena se sentó a mi lado.
—Te la has follado… ¿Verdad? —dijo seriamente.
Busqué su mirada con la mía.
—Fue algo sin importancia…
—Que yo recuerde no te dio lo mismo cuando te estaba
haciendo una… —murmuró Aria con los dientes apretados.
—¿Qué has dicho? —dijo Selena, mirándola con evidente
enojo.
—Nada señorita…
—Señora Novikov, y creo haberte escuchado decir, que tu
amorío con mi esposo era algo importante, cuando él
claramente lo estaba negando…
Enarqué asombrado una ceja.
“Su esposo.” No sonaba mal cuando lo decía de forma tan
posesiva.
Giré mi rostro para ver a la azafata. Su mandíbula estaba
desencajada y se había puesto blanca como el papel.
—Y-yo… n-no quise decir eso.
La mano de Lena fue a mi brazo, su torso se acercó a mi
cuerpo.
Miré el agarre, luego mi brazo entre sus pechos y después
su boca.
Sentí mi polla crecer y me maldije a mí mismo.
—Cariño, no la quiero ver más en los vuelos que tengamos
juntos… de hecho no quiero que trabaje más para nosotros —
dijo de forma dolida.
Pasé la lengua por mis dientes.
Me estaba pidiendo que la despidiera.
Sabía que era una forma de hacer entender a mis ex
amantes, que ya no estaba disponible.
Aria había cavado su propia tumba al hablar de más. Por lo
visto había pensado que tendría más peso sus insinuaciones,
que la palabra de mi esposa.
Grave error.
—Dimi…
—Señor Novikov, para ti —dijo Selena mirándola
seriamente.
—Y-yo lo siento —tartamudeó—. En verdad necesito este
trabajo…
—Ese no es mi problema, lo hubieras pensado antes de
dejar que tu lengua hablara de más —dijo tajante mi esposa.
—Vale, cuando estemos en tierra, arreglaré todo —dije
seriamente.
Tomé la mano de mi ratoncita y besé sus nudillos.
Ella sonrió.
—Puedes retirarte, quiero seguir pasando mi luna de miel
feliz —le dijo Selena.
Aria asintió y se marchó cabizbaja.
Miré a mi mujer.
La cual soltó mi brazo y su expresión se volvió sombría.
¡Genial! Habíamos dado un paso adelante en la habitación
y veinte hacia atrás recién.
Acomodamos los cinturones de seguridad y esperamos el
descenso del avión.
Selena no me dirigió la palabra en ningún momento, desde
que bajamos del avión, hasta el hotel donde nos quedaríamos.
Habíamos decidido ir al Caribe.
Ella no quería ir a las montañas como a mí se me había
ocurrido.
Fue por eso que había reservado una habitación
presidencial en Tulum.
En el único momento que se mostró afectuosa conmigo, fue
cuando unos cuantos paparazzi nos abordaron en la salida del
aeropuerto.
Solo en ese momento ella era mi hermosa y dedicada
esposa.
—Bien —dije prendiendo la luz de la suite—. Espero que
sea de tu agrado.
La pelinegra miró para todos lados.
Su espalda estaba recta y su aura estaba haciendo que la
habitación se sintiese más fría de lo que en verdad estaba.
—Lena… lo que pasó en el avión.
—No me importa con cuantas mujeres estuviste en el
pasado —dijo girándose—. Pero te lo advierto, una infidelidad
tuya serán dos mías y haré que te lleguen pruebas de ellas —
continuó alzando la barbilla.
Asentí acercándome a ella.
Por un segundo pude ver indecisión en sus ojos.
—Quiero que tratemos de ser una pareja de verdad…
Una risa seca salió de sus labios.
Mi corazón martillaba contra mi pecho.
—El problema es que no siento nada por ti.
La tomé por la cintura atrayéndola.
Su boca se entreabrió, a la vez que su mirada se anclaba a la
mía.
Selena puso sus manos en mi pecho.
Por mi parte podía ver y escuchar su corazón latiendo con
fuerza. La sangre bombeaba por su yugular.
Me di cuenta de que de seguro tenía los ojos rojos.
Era como ver su sistema sanguíneo con rayos X.
Y solo pasaba cuando mi lado vampírico salía a flote con
todas sus fuerzas. Era tanto el anhelo que tenía por ella, que no
me extrañaba.
—¿Estás segura de que no sientes nada por mí?
Tragó fuerte asintiendo lentamente.
Llevé mi mano a su cuello y pasé las yemas de mis dedos
hasta llegar a su nuca.
La sentí estremecerse.
Mi mujer, era una gran mentirosa.
Mis dedos se cerraron en el inicio de su nuca, tomando sus
cabellos.
Con mis labios devoré los suyos.
Me consumí en su aroma a miel.
Un gemido salió de su garganta, cuando mordí su carne
jugosa de su labio inferior.
Selena comenzó a subir sus manos por mi pecho, hasta
llegar a mis hombros.
Su boca me devolvió el beso.
La devoré como siempre había querido. Un remolino de
emociones golpeaba en mi pecho, haciendo que mi cuerpo se
calentara cada vez más.
Otro gemido, por parte de mi ratoncita, hizo que mi polla
palpite en un agónico anhelo.
Solo cuando ya no podíamos respirar nos separamos.
—¿Me dirás que no sentiste nada? —le inquirí con
respiración agitada.
Su pecho subía y bajaba con ferocidad.
—No sentí nada, y nunca lo sentiré.
Luego de decir eso, salió disparada como una bala de la
habitación.
Miré a mis amigos.
Kallen estaba serio mientras que Ares tenía una ceja
levantada.
—Síganla, pero no se le acerquen, ya bastante enojada, está
para que se sienta sin libertad —les ordené a los dos.
Ambos asintieron y cerraron la puerta.
—¡Demonios! —mascullé, jalando la puta corbata que
estaba haciendo que me sintiera ahogado.
Me senté en la cama matrimonial.
Con las piernas abiertas, apoyé mis codos en las rodillas y
luego la cabeza en mis manos.
No sabía qué más hacer.
Estaba frustrado.
Y jodidamente molesto.
Saqué mi celular y llamé a mi hermana.
—¿Mitya? ¿No tendrías que estar follando con Selena en
estos momentos? —dijo con burla.
—Despide a Aria Madox, la azafata.
Hubo un silencio entre nosotros.
—Vale.
Colgué y me dejé caer de espaldas en el colchón mullido.
Puse mi brazo flexionado en mi rostro, tapando mis ojos de
la luz de la habitación.
Cerré mis párpados tratando de contener el deseo de ir tras
ella.
—Bendita noche de bodas —murmuré.
Los minutos se hicieron horas.
Lena no volvió en toda la noche, y solo lo hizo cuando ya
entraba el sol por el ventanal.
Me había dejado solo en nuestra primera noche de casados.
CAPÍTULO
22

SELENA

i antebrazo fue tomado con fuerza.


Giré mi rostro para encontrar unos ojos grises, duros y
fríos.
Mi cuerpo se paralizó por unos segundos.
“Tranquila, no es él.” Me dije a mí misma.
—¿Dónde mierda estuviste toda la noche? —espetó furioso
Dimitri.
Moví mi brazo con fuerza para zafarse de su agarre.
—¡Nunca vuelvas a tocarme de esa manera! —le advertí
furiosa.
No dejaría que pasara otra vez.
Ya había estado bajo las garras del monstruo y dejé que me
consumiera por completo.
Sus labios se apretaron, a la vez que un nervio de su
mandíbula sobresalía.
—¿Dónde estuviste toda la noche? —repitió con ira
contenida.
—Salí a conocer el lugar —dije encaminándome hacia la
maleta.
La habitación era hermosa.
Su diseño de rectángulo tenía paredes de concreto.
Un ventanal gigante dejaba ver palmeras, las blancas playas
seguidas por un hermoso mar turquesa.
Todo el mobiliario era de estilo moderno de madera algo
oscura y veteada.
En un extremo se encontraba una cama tamaño King,
cubierta por unas sábanas blancas y un acolchado de lana gris
con diseño de espigas.
Para llegar a un comedor con ventanal gigante, también del
piso al techo, que dejaba ver la piscina cuadrada con una isla
cuadrada en el centro de esta.
Tenías que pasar por una pequeña cocina, la cual consistía
en una estufa eléctrica, un fregadero y un refrigerador.
El comedor tenía un sofá blanco.
El ventanal detrás de este daba a un balcón donde había
unas reposeras individuales de mimbre y una mesa.
El baño estaba entre unas puertas altas de madera con vetas
verticales.
Abrí mi maleta y busqué lo que me pondría hoy.
La verdad era que había estado llorando toda la noche en
unos acantilados frente al mar.
Sentada en una roca porosa.
No podía creer que el muy idiota no había sacado a su
amante del avión.
En ese momento toda la furia me había enervado hasta los
huesos.
Fue por eso que había actuado de esa forma.
No quería que el muy estúpido me deje ver, como una
esposa que se dejaba pisotear por la amante.
Fui al baño y abrí la llave del agua.
Comencé a sacarme la ropa.
—Lo siento, Selena, en serio —dijo detrás de la puerta.
Su voz apenada y dolorida llegó hasta cada fibra de mi ser y
se clavó en mi corazón como un cuchillo.
El pecho se me oprimió.
No le respondí.
Me metí a bañar, dejé que mi mente se limpie con el agua.
Rasqué mi cuello con nerviosismo.
Miré mis piernas.
Negué con la cabeza.
Salí y me sequé.
Me puse el bikini rojo que había comprado.
La parte de arriba, la tela que cubría el top, caía
sensualmente sobre mis pechos en forma de volantes.
Las bragas se amoldaban a mi cuerpo y eran algo cavadas
en la parte trasera.
Me puse los pantalones cortos de jean azul oscuro, los
cuales se fruncían en mi cintura y eran más anchos en mis
muslos.
En mi torso puse una blusa blanca holgada con mangas
estilo campanas.
Me puse unas sandalias y salí con una toalla en la cabeza.
Mis ojos chocaron con los grises suyos. Su mirada detalló
todo mi cuerpo.
Su ceño se frunció juntando casi sus cejas.
—Tienes un tatuaje en el muslo interno —dijo volviendo su
mirada intensa a mi rostro.
Dimitri se había puesto unos pantalones cortos negros, unas
sandalias y una camisa blanca, de la cual dejó los dos primeros
botones sin abotonar.
Asentí.
—Fue un momento de rebeldía —dije desviando la mirada.
No tenía por qué contarle más.
Su cuerpo se acercó al mío.
—¿Podemos pasar estas vacaciones sin una guerra entre
nosotros?
Apreté mis labios en una fina línea.
—Eso no depende de mí, sino de a cuantas amantes más
tendré que conocer.
—Ex…
Enarqué una ceja.
—Ya no tengo amantes, te lo he dicho antes —Dimitri llevó
su brazo a mi cintura.
Odiaba que hiciera eso.
Hacía que todo mi cuerpo tiemble con la expectación de su
toque.
Su aroma a caramelo entró en mis fosas nasales.
Con su mano libre tomó la toalla de mi cabeza y la sacó
dejando caer mi cabello desordenadamente.
Los ojos del vampiro se pusieron rojos detallando mi
rostro, para fijarse en mis labios.
Tomó con su dominio característico mi nuca aferrándose a
mis cabellos.
Mis manos se apretaron en su camisa.
Me derretí con su mirada ardiente.
Sentí mi intimidad arder.
Esto no podía estar pasándome.
La mano en mi cintura comenzó a subir lentamente por mi
espalda, aprisionándome contra su duro pecho.
Los latidos de mi corazón se dispararon con su roce.
Llevaba una camisa puesta, pero podía sentir su calor bajo
mis manos.
Mis labios se entreabrieron a la espera de ver que hacía.
Dimitri acercó su rostro con cuidado, probando hasta donde
podía llegar.
Cuando estaba a milímetros de mis labios, cerré mis
párpados.
El tacto en mis labios nunca llegó.
Confundida, gemí cuando su carne tocó la mía. El toque
ardió en mi cuello.
Besó mi garganta despacio, saboreándome como el cazador
que era.
Cerré mis manos arrugando su camisa.
El vampiro estaba causando estragos en mis nervios.
—Tan rica, tan tierna —dijo contra mi yugular palpitante.
Tragué fuerte.
Sentía todo mi cuerpo arder.
El agarre en mi cabello se hizo más fuerte, haciendo que
alce más la cabeza para darle el espacio suficiente.
Pude sentir sus colmillos rozar mi piel.
Los vellos de mi cuerpo se erizaron.
Pero fue tal mi sorpresa, cuando se alejó de mí.
Parpadeé un par de veces sintiendo cómo mi rostro
enrojecía.
Solté mi agarre de golpe alejándome de él.
—Iré a la playa —dije tomando mi bolso de mano.
Ojeé su rostro.
Una sonrisa ladeada curvaba sus labios.
El descarado estaba disfrutando de cómo podía romperme
en segundos.
No iba a negar que algo en mí lo deseaba, pero era un deseo
físico.
Me había dicho a mí misma que nunca amaría a nadie más.
El hombre, de metro ochenta y cinco, tomó los lentes de
sol, que descansaban entre medio del escote de su camisa.
Se los puso dándole un aire mucho más caliente de lo que
ya era.
Rasqué mi cuello y me encaminé el baño para peinarme.
Bajamos al hall, podía ver cómo las recepcionistas se lo
comían con la mirada.
Entrecerré mis ojos.
Tomé su mano y entrelacé nuestros dedos.
Sus ojos como el acero me miraron desconcertado.
Le sonreí con mi mejor sonrisa de enamorada.
Dimitri miró a su alrededor y sonrió.
Se paró en seco en medio del hall.
Sus manos tomaron mis mejillas y me besó de una forma
devastadora. Vale, no me besó, me devoró por completo.
Sus labios chuparon mi labio inferior, para luego invadir mi
boca con su lengua.
Apreté sus brazos, los cuales se tensaron haciéndome sentir
sus músculos.
Mi corazón no paraba de martillar y me estaba quedando
sin aire.
Solo cuando él estuvo satisfecho me soltó.
Con la respiración agitada, lo vi sonreír con arrogancia,
tomando mi mano y comenzando a caminar.
El desgraciado se estaba aprovechando de la situación otra
vez.
No podía negar, que no fui yo quien lo provocó tomando su
mano.
Miré a las recepcionistas, las cuales dejaron de mirarnos
estando rojas.
Algunas mirando la pantalla, como si la vida le fue en eso.
Otras rascando su nariz con nerviosismo.
Giré mi rostro con suficiencia.
La playa estaba frente a nosotros.
Prácticamente, el hotel estaba situado sobre esta.
Nos acercamos a unas tumbonas y dejé mis cosas.
Fui hacia la orilla y metí mis pies en el agua.
Estaba tibia.
Sonreí, en Inglaterra el mar era frío.
Alcé la cabeza y dejé que el sol bañara mi rostro.
Mi cuerpo fue capturado.
Supe que era él por su aroma, sus brazos rodeaban mi
cintura, a la vez que su rostro se escondía en mi cuello.
—Dimitri… —le regañé.
—¿Mmh? —tarareó.
—Te estás pasando de listo —dije molesta.
—No, mi ratoncita, simplemente disfruto de mi esposa —
dijo contra mi oído, haciendo que temblara por su cálido
aliento.
Bufé ante su apodo.
Uno de sus dedos pulgares comenzó a ir arriba y hacia
abajo acariciando mi vientre.
El viento soplaba levemente.
El ruido del mar, chocando contra la arena, me hacía
relajarme, mientras que el abrazo de Dimitri me consumía
completamente.
—¿Sabes nadar? —inquirió contra mi cuello.
Asentí.
—Vale.
Abrí los ojos y me giré para quedar frente a frente.
Su mano fue a mi nuca y apoyó su frente en la mía.
—¿Cómo puede ser que me gustes tanto, Lena? —inquirió,
haciendo que mi pecho empezara a hincharse.
Tragué fuerte.
Sus labios buscaron los míos.
Besándome lentamente.
Todo parecía una película romántica en este momento.
Pero algo en mí me decía que no me deje llevar. Que pronto
algo pasaría y todo se iría a la mierda como siempre.
Dimitri lamió mi arco de cupido.
Enlacé mis manos en su cuello, haciendo el beso más
demandante.
Estaban gustándome sus besos, y eso era un problema.
Estos hacían que mi guardia bajara de una manera terrible.
Y eso podía hacer que mi corazón saliera lastimado otra vez.
Con todas mis emociones alborotadas, nos separamos.
Sus ojos me sondearon intensamente, buscando algo en los
míos.
Desvié la mirada, tratando de que no se diera cuenta de que
mis muros se estaban desquebrajando.
Pasé por su costado y fui a las tumbonas. Quité mi blusa
dejando que el calor del sol picara en mi piel blanca.
Luego seguí por mis pantalones cortos.
Un gruñido llegó a mis espaldas.
Cuando giré Dimitri estaba mirándome detenidamente.
Más precisamente el dibujo en mi muslo.
Tragué fuerte.
Sus ojos se estrecharon acercándose a mí.
Traté de alejarme, pero me tomó por la muñeca.
—¿Quién te hizo esa marca de pareja? —gruñó furioso.
Parpadeé sobresaltada.
—Nadie, es un tatuaje —le dije soltando mi mano.
—Es muy justo que se parezca a una marca de vampiro,
Selena —dijo tomando mi barbilla—. Más viendo que es algo
parecida a la que tenía en mi mente.
Alcé mis cejas.
—No sé de qué hablas —dije tratando de escapar de sus
ojos llenos de ira.
—Por el bien de todos que solo sea un tatuaje —dijo
soltando mi barbilla.
Miró las cadenas que rodeaban toda mi pierna hasta llegar a
un candado con un corazón en el centro de este y su cerradura
en él.
—Ya te dije que me lo hice en un acto de rebeldía contra mi
madre.
Asintió sin dejar de mirar todo mi cuerpo.
Me acerqué a mi bolso y saqué un pomo de protector solar.
Comencé a pasármelo en la piel.
Tuve que contener el aliento y no apretarlo con fuerza,
cuando mi esposo se desabotonó la camisa dejando ver su
magnífico torso trabajado.
“¿Hará gimnasio?”
Negué siguiendo con lo que estaba haciendo.
El protector solar me fue sacado de mi mano.
—Te pondré en la espalda —dijo posicionándose atrás de
mí.
Rasqué mi cuello con nerviosismo.
Apreté mis muslos con cada roce que hacía con sus manos
en mis hombros, luego fue bajando por mis omoplatos. Se
detuvo para volver con más crema. Siguió con mi bajo
espalda.
Estaba siendo torturada, de eso estaba más que segura.
Mi mente vagó por lo que había pasado en nuestra cena de
compromiso. Como sus manos, sus dedos habían
desestabilizado mi mente.
—Listo —dijo una vez que todo mi cuerpo ardía.
Me giré para ver cómo él se pasaba también por su piel
pálida.
En verdad era más blanco que yo, y eso era decir mucho.
Sus manos pasaron por sus abdominales trabajados.
Y joder que te daban ganas de probar su dureza.
Pasó en sus brazos y luego me entregó el pomo, se giró.
—Pásame en la espalda —dijo con tranquilidad.
Mi mano comenzó a temblar.
—Siéntate —traté de sonar lo más relajada posible, cuando
en verdad era un manojo de nervios.
Dimitri se sentó en la tumbona y yo me situé atrás de él.
Puse un poco en sus hombros y luego en sus omoplatos y
bajo espalda.
Dejé el pomo en mi bolso y comencé a esparcirlo.
Mis dedos se deslizaban por su suave piel. Sobre sus
anchos hombros, los fuertes músculos de sus omoplatos y
luego hacia su espalda baja.
El roce estaba quemando mis palmas.
Me aparté como si el fuego mismo me hubiera tocado.
Dimitri se giró para contemplarme.
Con paso algo apresurado me encaminé hacia el mar.
Puse mis pies y comencé a adentrarme.
Cuando el agua llegó hasta casi mis rodillas, el roce de algo
me asustó.
Miré hacia abajo para ver cómo un pez extraño se paseaba
por entre mis piernas.
Su cuerpo era alargado, con escamas plateadas y ojos
negros. Sus aletas eran rosadas y gruesas. Tenía unos bigotes
largos a cada lado de su boca.
Poco a poco más peces iguales a él se acercaron haciendo
lo mismo, un ocho en mis piernas.
—Dimitri… —dije alarmada.
Alcé la vista para verlo acercarse preocupado.
Cuando llegó a mí sonrió.
—No te harán nada, simplemente les gusta nadar cerca de
la gente —dijo tranquilamente—. Son neumes, recuerda la
pulsera que se unió a tu cuerpo, ahora puedes ver a los
animales sobrenaturales.
Asentí tragando fuerte.
Seguí viendo cómo los peces seguían dando vueltas en mi
cuerpo.
Una sombra en el agua me hizo temblar.
Me fui asustada hacia atrás.
Las manos en mis hombros, me hicieron ver a Dimitri,
quien estaba a mis espaldas.
—No te hará nada.
El animal se acercó a nosotros.
Era inmenso.
Su cuerpo era parecido al de una manta raya, pero parecía
de cristal. Así que con el reflejo del sol se mimetizaba con su
entorno.
Su aleta pasó por mi pie dándome cosquillas.
Me reí, yéndome hacia atrás.
Dimitri me tomó más fuerte.
Me sentía arder en su toque.
Mi corazón martillaba con fuerza.
Nos metimos a nadar.
El vampiro era muy bueno, a decir verdad.
El agua, al estar tranquila, nos dejaba sumergirnos por
completo.
Peces comunes se movían a nuestro alrededor al igual que
otros místicos.
Algunos con luminosidad en su cuerpo.
Salí dando una bocanada de aire.
Enseguida el rubio me siguió.
Sus manos fueron a mi cintura acercándome a él.
—El mar es magnífico —dije sonriendo—. Y tú querías ir a
la montaña —le recriminé.
Él rio secamente, pasando una de sus manos por sus
cabellos, los cuales caían a cada costado de su rostro hasta su
barbilla.
Siempre lo tenía tirado prolijamente hacia atrás, así que me
resultaba raro verlo tan desestructurado.
Humedecí mis labios, haciendo movimientos con mis
piernas para no ahogarme.
No estábamos muy en el fondo del océano, pero ya mis pies
casi no tocaban el suelo.
—Ven —dijo tomando mis piernas.
Tuve que agarrarme de sus hombros para no irme hacia
atrás. Solo por eso, no porque quería estar más cerca de él.
Mis piernas fueron obligadas a rodear su torso.
El agua le llegaba un poco más debajo de su cuello, así que
él hacía pie.
Sus brazos me envolvieron.
Me sentí tiritar entre sus brazos.
—¿Por qué tiemblas? —dijo inclinando la cabeza hacia un
costado.
Su rostro se acercó a mi cuello y comenzó a besarlo.
Sentí mi sexo arder.
Un gemido se escapó de mi garganta.
Sus labios se curvaron en mi piel.
Dimitri sabía a la perfección cómo seducir a una mujer, y lo
estaba usando completamente en mi contra.
Su aroma a caramelo inundaba mis pulmones, haciendo que
mi mente no funcionara bien.
Estaba cada vez más jodida, si no paraba esto, para finales
de esta semana no sabía cómo terminaría.
CAPÍTULO
23

DIMITRI

a había anochecido.
Estaba teniendo un problema en estos momentos. Ya habían
pasado tres días de nuestra Luna de Miel. No podía quejarme.
Selena estaba dejando que la abrace y la bese. Y eso era
mucho, teniendo en cuenta que siempre tenía que ir con
cuidado de no recibir una patada en las bolas.
El problema radicaba en la noche. Todo comenzó después
de ese magnífico día en la playa junto a ella.

“Flashback.”

Nos encontrábamos en la suite.


Lena había salido de darse un baño hacía unos minutos, y
por mi parte fui a hacer lo mismo.
Sentía la piel tirante por estar en agua salada, y no me
gustaba. Sin contar que me sentía molesto por la arena.
Tomé mis cosas, una muda de ropa y me adentré en el baño.
Me desnudé y entré a bañarme.
El lugar se llenó de vapor.
Me aclaré el jabón.
Maldije como siempre porque en mi mente solo estaba su
piel, lo suave que era. Como temblaba entré mis brazos.
Mi polla reaccionó solo al recuerdo.
Llevé mi mano a mi erección y comencé a masturbarme.
Cuando pude llegar a mi liberación, volví a limpiarme y
salí de la ducha.
Sequé mi cuerpo y me puse un pantalón gris oscuro y una
remera rosa.
Salí del baño.
Mi ratoncita estaba sentada afuera tomando algo.
Solo podía ver su espalda.
Pasé los dedos por mi cabello, para acomodarlo hacia un
costado, luego lo peinaría.
Con paso seguro me acerqué donde estaba.
Ya habíamos comido en la playa un poco de mariscos y
pescados, así que no cenaríamos.
Con un suspiro me senté a su lado.
Su mirada se posó en mí, a la vez que llevaba su taza a la
boca.
Miré que había otra.
—Recién lo preparé —dijo con tranquilidad.
Asentí tomando el café.
Tomé un poco de azúcar y comencé a tomar.
Selena me miraba cada tanto.
El momento de ir a dormir llegó.
La mujer estaba nerviosa y se le notaba.
Sonreí.
Me fui a acostar.
Ella dio algo de vueltas.
Me sentía muy cansado, por no haber dormido nada en la
noche anterior.
Kallen y Ares me habían estado informando todo lo que
hacía ella.
Me dijeron que había estado sentada toda la noche en las
carrascosas rocas.
Les había dicho que no hicieran nada, solo que vigilen que
no hiciera una estupidez, ya que estaba al pie del mar.
Lena se acercó lentamente a la cama y se acomodó en su
lugar.
Pegó un grito, cuando la tomé de la cintura y la giré para
quedar debajo de mí.
Sus manos trataron de apartarme, pero no pudo.
Tomé sus muñecas con una de mis manos con un
movimiento rápido y las alcé encima de su cabeza.
Su rostro estaba rojo tratando de salir de mi agarre.
—¡Suéltame! —rugió.
Sonreí.
—Me encanta como luchas —dije acomodándome entre sus
piernas.
El pequeño pantalón corto que llevaba, me había estado
calentando como nunca antes.
Acerqué mi rostro a su cuello e inhalé su aroma a miel.
Su cuerpo comenzó a temblar.
—D-Dimitri —tartamudeó.
—¿Mmh? —dije comenzando a besar su cuello lentamente.
No le haría nada, por ahora, solo quería pasar un poco más
de tiempo besándola.
Un gemido salió de su garganta.
Y joder que esos sonidos que hacían era la gloria para mis
oídos. Si solo escucharla hacer eso me ponía más duro que una
piedra, no quería saber si llegaba a escucharla gemir
teniéndome dentro de su coño.
Lentamente, fui chupando y lamiendo su cuello.
Mis colmillos pinchaban queriendo incrustarse en su tierna
piel.
Sus manos dejaron de tratar de apartarme, Lena arqueó su
torso.
Me alejé un poco para ver sus ojos entrecerrados.
El sonido del aire, entrando y saliendo de su boca,
acompañaba a los movimientos de su pecho frenético.
Por mi parte estaba hecho un lío.
Sentí sed y mis colmillos alargados.
Sus mejillas sonrosadas completaban su expresión erótica.
—Si solo te ves así por unos besos, haces que no pueda
esperar a verte cuando muerda esa hermosa piel que tienes —
le dije acercándome a su boca.
Tragó fuerte.
Chupé y lamí sus labios a mi antojo.
Deseoso de más.
Mi mano libre fue a su pierna apretando su muslo.
Lena mordió mi labio haciéndome gruñir.
Me separé de ella para verla relamerse.
El sabor metálico pasó por mi garganta.
Un poco de mi sangre no le haría nada, para convertirse
tendría que tomar mucho más que unas gotas.
Volví a su cuello para evitar futuras mordidas. Abrí mis
labios y deseé no hacerlo. Mi garganta quemaba y mis
colmillos rogaban por acción.
Mi cuerpo comenzó a temblar.
Me sentí débil.
Mi mente era un caos.
Abrí mis ojos, pero vi todo borroso. Luego se volvió todo
negro.
“Fin Flashback.”
Era así que llevaba tres días seguidos durmiéndome
temprano. Y cuando me levantaba, la encontraba acurrucada
entre mis brazos.
Fue por eso que algo se filtró por mi mente.
Esta mocosa estaba dándome somníferos. El problema era
en qué momento.
Estaba sentado en el balcón.
A los segundos apareció con una bandeja y dos infusiones.
Fruncí el ceño.
Los dejó en la mesa que había entre las dos sillas y fue
adentro otra vez.
Miré el café.
Sonreí.
La pequeña desgraciada me los estaba poniendo en estas
bebidas.
Pues esta vez la que se quedaría dormida sería ella.
Tomé el té que ella se había pedido.
Lena se quedó parada mirando el café que le había dejado.
—Me cansé de la cafeína.
Ella sonrió y se sentó con un libro.
Entrecerré mis ojos mirando el tipo de historias que leía.
Lo que menos me esperaba era que mi ratoncita le gusten
las tramas perversas.
Reconocí la portada de este, ya que mi querida hermana era
una loca por este tipo de lectura. Y este era el último que se
había comprado.
—Así que a la ratoncita le gustan los libros oscuros —dije
llevando la taza a mi boca.
Tomé un trago.
Su ceño se frunció.
Giró su rostro y me miró confundida.
—¿De qué hablas? —dijo tomando el café.
—El libro ese, lo sé por Anushka, es algo… picante por así
decirlo —dije señalando con la cabeza lo que tenía en su
regazo.
Ella volvió su mirada al libro.
—Ella me dijo que estaba muy bueno, por eso me lo dio…
Es la primera vez que leo este tipo de libros —dijo poniéndose
roja.
Enarqué una ceja.
—Ten cuidado con lo que te da esa vampiresa, podría ser
un libro de sexo con tortura —le dije sonriendo con diversión.
Sus ojos se agrandaron y su rostro se prendió como las
luces de Navidad.
Tomó un sorbo del café y se dispuso a comenzar a leer.
Cada tanto la veía fruncir el ceño, eso la hacía ver tan linda.
Sus cejas también se alzaban y a veces mordía su labio
inferior.
Llevó su mano a su cuello y se lo rascó. Su pierna derecha
pasó por encima de la izquierda y se inclinó hacia delante.
—Joder —dijo cerrando el libro—. ¿Cómo puede leer esto
tan tranquilamente? Recién leí el primer capítulo y no puedo
creerlo.
Reí ante su mirada.
—Fuerte ¿Verdad? —le inquirí volviendo a tomar del té
que casi no me quedaba.
—Sí, y mucho —dijo levantándose—. Tendré que leerlo dé
a poco.
Me levanté con ella.
—Lena… —la llamé—. ¿Estás dándome somníferos? —le
inquirí tranquilamente—. Solo por si acaso, no planeaba hacer
nada contigo en la luna de miel, así que puedes dejar de
hacerlo —dije pasando por al lado de su cuerpo rígido.
Entré a la habitación.
—Y-yo, no he hecho tal cosa —dijo nerviosa—. ¿Cómo se
te ocurre?
Me fui a recostar en la cama.
—No sé… ¿Tal vez porque llevo tres días seguidos
durmiendo como un tronco? —le dije tranquilamente.
En verdad no estaba molesto, me causaba algo de gracia
que me durmiera para no tener sexo conmigo.
Fruncí el ceño.
Sus ojos fueron a mi persona.
—Espero que no te haga mal la dosis —dije tomando mi
celular y comencé a leer unos mails de la empresa.
El colchón se hundió a mi lado.
Lena estaba tensa mirándome.
Alcé la vista de la pantalla.
—¿Sí? —le dije expectante.
—Nada —dijo recostándose en la almohada.
Pasé la lengua por mis dientes.
Vería que haría si yo no la tocaba.
Pasando los minutos comencé a tener los mismos síntomas.

—Maldita desgraciada —
murmuré dejando el celular y acostándome para sumirme en la
oscuridad.

Mis ojos estaban pesados cuando los abrí.


Ya había pasado casi la semana de luna de miel.
Lena ha estado evitándome a toda costa. Solo cuando
estamos en la calle y ve gente mirándonos es que se hace la
esposa devota.
¡Ah, y cuando alguna mujer pone sus ojos en mí! Eso me
encantaba. Por más que ella quisiera demostrar lo contrario,
sus actos la delataban.
Habíamos ido a ver el edificio principal del lugar.
Se llamaba el Cacillo, era una estructura antigua piramidal.
En verdad era increíble.
Nos fuimos de excursión también a Chichén Itzá. Nos
metimos en el Cenote Saamal, el cual tenía una hermosa
cascada. También fuimos a Valladolid; una ciudad colonial en
una parte de Yucatán, que era donde estábamos,
La ratoncita estaba más que contenta mirando la
arquitectura y el paisaje.
El día estaba poniéndose oscuro, por las nubes que se
estaban poniendo encima de nosotros.
Nos encontrábamos en otra excursión.
Recién habíamos terminado de bucear junto a tortugas
marinas.
Mi esposa estaba enloquecida con la experiencia.
—¡Eran muy lindas! —dijo sonriendo y girando su cuerpo
para mirarme y caminar hacia atrás.
Sonreí al ver lo contenta que estaba.
Nos habíamos apartado un poco y no pude evitarlo.
Tomé su mano y tiré de ella para acercarla.
Sus brazos estaban flexionados y sus manos descansaban en
mi pecho.
Su mirada absorbió la mía, a la vez que la tomaba por la
cintura.
—Tenemos que volver…
—No, Lena, me has estado evitando estos últimos días y
me estoy muriendo por dentro —le dije con sinceridad.
Su ceño se frunció.
Acerqué mi rostro a su cuello inhalando su aroma a miel.
—Déjame mostrarte que solo soy tuyo —dije contra su
oído.
Su piel se erizó y pude sentir cómo sus latidos se
aceleraban.
—Por más que me lo demuestres, no puedo darte lo que
quieres.
Por mi mente pasó un nombre y comencé a ver rojo.
Me alejé de ella, pero sin soltarla.
—¿Es por él? ¿Por Trevor? —le dije completamente
enojado.
Parpadeó un par de veces y asintió.
—Mi corazón le pertenece a él y lo sabes, siempre te lo he
dicho —dijo seriamente alejándose de mí.
La pelinegra se encaminó donde estaban los demás.
Con toda la rabia que tenía estrellé mi puño contra una
palmera.
El ruido de la madera quebrándose llegó a mis oídos, para
luego ver que se tambaleaba.
—¡Mierda! —gruñí tratando de que el árbol no se cayera.
Seguimos la excursión casi sin hablarnos.
En medio de eso, la pude tomar otra vez entre mis brazos y
la besé.
Lena se puso rígida por un segundo, pero me devolvió el
beso.
Sus brazos rodearon mi cuello.
Gotas de lluvia cayeron sobre nosotros.
Los gritos de los excursionistas pasando por nuestro
costado nos decían que teníamos que irnos.
Pero no podía soltarla. Sus labios eran una puta adicción
para mí. Su dulce sabor y como se amoldaban a los míos.
Mordí su labio inferior y ella gimió.
De repente, se alejó.
Sus ojos estaban llorosos y su ropa mojada haciendo que la
blusa rosa se pegara a sus pechos.
—Lo siento, pero no puedo.
Se giró y caminó hacia el vehículo que nos llevaría al hotel.
Entramos a la habitación en silencio.
El aire a tristeza y completa tensión se cernió sobre
nosotros, ahogándome a cada paso que daba.
Ella comenzó a buscar ropa seca y fue a cambiarse.
Pude escuchar que la regadera se abría.
Busqué ropa y me cambié.
Mientras ella estaba en el baño me dispuse a calentar agua
para unos tés.
Al rato, Selena salió con un vestido suelto negro hasta los
tobillos.
Su cabello estaba peinado y húmedo.
Me acerqué a ella.
Comenzó a negar con la cabeza y se fue yendo hacia atrás.
La acorralé contra la pared, con ambas manos al costado de
su cabeza, cuando estuve a punto de besarla ella me empujó.
—Dime la razón por la cual no quieres estar conmigo, sé
perfectamente que te sientes atraída por mí —le dije apretando
los dientes.
—No es de tu incumbencia —dijo molesta.
—¡Claro que lo es! —espeté—. No puedes decirme que no
es de mi incumbencia, cuando eres mi esposa ahora —le dije
volviéndome a acercar a ella.
—¡No te acerques!
Me detuve cuando vi su cuerpo temblar. Sus hombros se
movían violentamente.
—No dejaré que me lastimes otra vez —dijo derramando
lágrimas.
Entrecerré los ojos.
—¿Cuándo te lastimé, Selena? —le inquirí consternado—.
Puede que no me haya comportado de la mejor manera, pero
nunca te insulté, ni te maltraté físicamente.
—¡Si lo hiciste, por tu culpa es que no puedo estar contigo!
—gritó sollozando.
Me acerqué y tomé su rostro entre mis manos.
—¿De qué me culpas específicamente? —le dije tratando
de hacer que me viera.
Pero sus manos golpeaban mi pecho para apartarme.
La gota ya había rebalsado nuestros vasos y estábamos al
borde de un cataclismo.
—¡Selena, para! —gruñí al sentir cómo golpeaba cada vez
más fuerte.
—Tú, Dimitri Alexander Novikov, eres el culpable —dijo
mirándome con fuego en sus ojos—. Si no me cuido de ti, ¡Me
matarás otra vez, y no dejaré que eso pase de nuevo!
La solté sorprendido.
—¿Qué has dicho? —dije confundido y lleno de emociones
complejas.
Selena soltó una risa seca.
—Lo que escuchaste, tú eres el culpable de que en mis otras
vidas haya muerto, ya sea en tus manos o por culpa de algún
conocido tuyo —dijo con histeria.
Mi cerebro no podía hacer las conexiones necesarias, para
asimilar lo que estaba diciendo.
CAPÍTULO
24

SELENA

imitri caminó hacia atrás y se sentó en la cama. Sus


manos fueron a su rostro agachándose, encogiendo su cuerpo.
Mi respiración era un caos.
Se lo había dicho, lo que tenía guardado en mi pecho y en
mi corazón.
Sus ojos se posaron en mí y me contempló por unos
segundos.
—Me estás diciendo que esta no es tu primera vida
conmigo… ¿Es así? —dijo lentamente.
Asentí tratando de controlar todas las emociones que
estaban en mi ser. Desde enojo, miedo y amor. Ese amor que
siempre traté de ocultar, luego de mi primera muerte en sus
manos.
Pero me era imposible.
Cada muerte que tenía en sus manos, no hizo nada por
menguar ese sentimiento. Y con cada resurrección, siempre
que lo volvía a ver, todo mi cuerpo lo comenzaba a anhelar
más que en mi vida anterior.
Me acerqué a él y caí de rodillas al piso.
Las lágrimas caían sin parar por mis mejillas.
Su mandíbula se apretó.
El vampiro me tomó entre sus brazos y me hizo sentarme a
su lado en la cama.
Sus manos todavía en mis brazos quemaban por culpa del
vínculo.
Sí, siempre lo supe.
Desde nuestra primera vez en esta vida, así como en las
otras.
Siempre supe que Dimitri era un vampiro y que yo era su
túa-cantante.
Sus ojos se fijaron en mí.
Lo notaba tenso, y preocupado. Sopesando como seguir con
esta situación.
Las yemas de sus pulgares limpiaron mis mejillas
haciéndome estremecer.
—Necesito que me expliques con lujo de detalle que pasó
entre nosotros —dijo despacio, tratándome como a una
muñeca de cristal que podía romperse en cualquier momento.
Esto me enervaba más.
Todos los Dimitris que había conocido no eran así conmigo.
Siempre habían sido despiadados y no les importó romperme
en mil pedazos.
El que tenía enfrente era distinto, lo supe en cuanto lo vi.
Pero mi mente y corazón recordaban todo lo que me había
hecho y no podía caminar hacia delante sin mirar atrás. Porque
dar un paso en falso podría ser mi ruina nuevamente.
Tragué fuerte asintiendo con la cabeza.
—Te lo contaré —hice una pausa para tratar de juntar todo
lo que había pasado—. Yo… vengo de otra línea temporal…
Muy distinta a esta…

“Flashback.”

Me estiré alzando los brazos.


La clase del profesor Anderson había terminado y daba
gracias a los Dioses por eso.
Amaba lo que estaba cursando.
Estaba aprendiendo medicina, algo que me encantaba y no
podía estar más contenta de poder hacerlo.
Pero el profesor era un aburrimiento total.
Hacía que una clase sobre enfermedades infecciosas, fuera
igual que estar viendo un programa de televisión a la una de la
madrugada, solo porque no puedes dormir.
—Lena —dijeron a mi costado—. Vamos, que ya es hora
—dijo Maddie.
Sonreí a mi prima.
Caminamos por los pasillos de la Universidad.
Ella me pasaba a buscar por lo general para irnos a
merendar juntas.
Madeleine estaba estudiando Administración de Empresas.
Hoy se la veía de muy buen humor y creía saber la razón.
Esta chica siempre había estado enamorada del hermano de
Taylor, nuestra mejor amiga.
El problema era que Luka era muy parco para hablar, y a la
pelinegra de metro sesenta le daba vergüenza acercarse.
Pero hace más de un año se animó a confesarle su amor y
graciosamente ambos se correspondían.
—¿Por qué la Semi-Diosa está tan contenta? —dije
divertida.
Su sonrisa se hizo más grande mientras se detenía y me
mostraba su mano.
Mis ojos se abrieron mientras miraba a mi prima.
—¡Luka me pidió casamiento! —chilló dando saltitos.
La abracé contenta por ella.
—¿Por qué tanta emoción? —escuchamos que decían.
Sus alas se comenzaron a guardar en su espalda mientras
pasaba su cabeza por la remera.
Jonathan se acercó y alzó a Maddie por los aires haciéndola
girar.
—¿Cómo estás, lindura? —dijo dejándola en el piso.
—Tendrás que tener cuidado, ahora es una mujer
comprometida con el magnate de la construcción —dije
dándole un beso en la mejilla como saludo.
Sus ojos marrones fueron a la Semi-Diosa, quien le sonreía
mostrando su anillo de diamantes.
—Me alegro mucho por ti, Maddie —dijo abrazándola.
Ellos se tenían un amor fraternal, el cual siempre envidié de
buena manera.
Miré como una chica hacia un portal mágico para pasar
hacia otro lado.
Desde que tenía memoria sabía sobre los seres místicos.
Luego de una guerra entre brujos, hombres-lobos y
vampiros hace siglos; se hizo un tratado de paz, pero este
involucraba a todas las especies.
Es por eso que los humanos vivíamos sin problemas con
todos estos seres increíbles.
Se mezclaban con nosotros, hasta un Semi-Dios era
presidente de un país.
Mi celular sonó.
—Hola, mamá —dije contenta.
—Sele, necesitamos que vengas a casa, papá y yo tenemos
algo que decirte —dijo algo nerviosa.
Fruncí el ceño.
—¿Está todo bien? —le inquirí.
—S-sí, es algo importante.
—Vale, estaré allá en un rato —dije mirando a Maddie
quien me miraba preocupada.
—¿Pasó algo?
—No sé, quieren hablar conmigo.
—¿Quieres que te lleve? —dijo Jonathan.
—Sabes que no me gustan las alturas —le dije negando con
la cabeza.
Él sonrió y me dejó pasar.
—Nos vemos más tarde —dije girando mi cuerpo para
verlos—. ¡Tenemos que celebrar tu compromiso!
Caminé por las calles de Londres.
No estaba muy lejos de casa como para tomarme un taxi.
Aparte, quería ir a comprar una torta a mi restaurante
favorito.
—Christian Kingston, el Alfa King, estará llegando
mañana a Inglaterra para la celebración anual del baile de
principio de año —escuché que decían en la televisión del
restaurante.
Miré las noticias.
Su aspecto peculiar llamaba mucho la atención, era un
hombre con cabellos blancos, de unos treinta y tantos años y
ojos violetas.
En esa antigua entrevista estaba sonriendo hablando con un
reportero.
—También asistirían la Luna de la manda Dark Moon,
Ariadna Wells y el Alfa y hermano menor del Rey de los
Lobos, Demon Kingston —siguieron diciendo—. Tal parece
la joven pareja están esperando a su cuarto hijo, luego de
los trillizos.
Estaba haciendo la fila en la cafetería que tenía anexada el
restaurante Nostradamus.
—¿Qué va a llevar? —dijo el chico que estaba tomando los
pedidos.
—Una torta de miel, por favor —dije contenta.
Con una sonrisa asintió y tecleó en la pantalla táctil que
tenía enfrente.
Pagué una buena suma por esa torta.
Me encaminé hacia la salida mirando el envoltorio en mis
manos.
Mi cuerpo chocó contra una pared. La torta se apastó contra
mi pecho para luego hacer al piso.
El aroma a caramelo inundó mis fosas nasales.
Alcé la vista para encontrarme con unos penetrantes ojos
grises.
Ante mí, el hombre más hermoso que vi en mi vida estaba
mirándome fijamente.
Sus ojos ahora que lo veía bien, tenían algo de celeste en
ellos.
Su cabello rubio oscuro estaba peinado hacia atrás en una
coleta.
Tenía un rostro con facciones perfiladas y algo duras. Pero
sin lugar a dudas era la perfección de dominación y autoridad.
Mi cuerpo tembló bajo su escrutinio.
Sus manos fueron a mis brazos haciendo que sintiera que
podía desmayarse.
Sus labios se fruncieron.
—L-lo siento, es mi culpa por no estar mirando —dije
agachando la cabeza.
Cuando miré su chaqueta de cuero estaba llena de pastel.
Me giré sobre mis talones buscando una servilleta en
alguna de las mesas aledañas.
Me acerqué con una y comencé a limpiarle.
—Puedo darle la plata para la tintorería, lo siento mucho —
dije avergonzada.
Mis manos fueron tomadas por sus dedos.
El tacto hizo que me fuera hacia atrás, mi piel ardía en su
toque.
Era una mezcla de quemarme con fuego y con hielo a la
vez.
Tragué fuerte alzando la mirada a su rostro.
—Déjame comprarte otra torta, es una pena que no puedas
probarla…
—Ya la he probado, cuando puedo la compro, es mi postre
favorito… —dije sonriendo.
Mis mejillas se prendieron fuego al ver cómo estaba
hablando de más.
“Selena, cálmate… No andes de bocona.”
Sus labios se curvaron en una sonrisa devastadora, y pude
sentir que la calidez se deslizaba por mis muslos.
Se encaminó hacia el mostrador salteándose toda la larga
fila.
—¡Hey, haz la fila, amigo! —le gritaron.
El hombre ni se inmutó.
Su mano derecha seguía sosteniendo la mía.
Rasqué mi cuello con nerviosismo.
Cada tanto sus ojos como el acero pulido iban a mi rostro
poniéndome incómoda.
—Cameron, dale una torta de miel a esta chica, no le cobres
nada —le ordenó al chico.
Los ojos verdes de este lo miraron, estaba atónito por unos
segundos, pero recobró su compostura y asintió; no sin antes
mirarme a mí también.
Mis ojos se agrandaron y giré mi rostro de golpe al
comprender que él era el dueño.
—Y-yo…
No me salían las palabras.
El hombre que debía de estar en sus treinta años sacó su
billetera, y me tendió un papel con una sonrisa encantadora.
—Llámame, me agradó conocerte, algo me dice que nos
volveremos a ver.
Tomé su tarjeta de presentación y luego se fue sin decir
más.
Miré el nombre.
Dimitri Novikov.
Fruncí el ceño.
“¿Dónde escuché ese nombre?”
—Señorita, su pedido —dijo el chico sacándome de mis
pensamientos.
Le sonreí y tomé mi pedido otra vez.
Salí del lugar, esta vez mirando de no chocar con nadie.
Caminé por las calles hasta llegar a casa, estábamos en un
hermoso piso que daba al río Támesis.
Crucé la calle.
Mi celular sonó haciendo que me distrajera.
El sonido de una bocina me hizo mirar.
Mi cuerpo se tensó, cuando vi al camión llegar con una
velocidad increíble.
Mi cuerpo fue impactado.
Sentí huesos romperse.
El dolor era increíble. No podía respirar bien.
Mi vista estaba fijada en la caja del restaurante mientras
sentía cómo todos a mi alrededor comenzaban a hablar.

Mi pecho dolía cada vez más.


Poco a poco mi conciencia me abandonó.

Gemí levantándome despacio.


Abrí mis ojos, los cerré por la cegadora luz.
—Mi niña, tú no tendrías que estar aquí —escuché que
decían.
Fruncí el ceño.
Volví a tratar de mirar.
Una chica de cabellos negros estaba en cuclillas a mi lado.
Sus ojos eran tan negros como la noche. Su piel, por otro lado,
era blanca como la luna. Acomodó su cabello tras la oreja.
Esta mujer era dueña de una belleza única.
—Selene… Ya está muerta, no puedes hacer nada —dijo
otra voz.
Giré mi rostro para ver a una mujer hermosa de cabellos
rubios como el trigo, sus ojos celestes me escaneaban desde un
trono.
Me levanté despacio.
La pelinegra me ayudó a pararme.
—¿Dónde estoy?
—Digamos que entre la vida y la muerte.
La mujer rubia rodó los ojos, su aura era solemne y algo
dura. Un contraste bastante fuerte con la tranquilidad y
serenidad que tenía la otra mujer.
—Está muerta, no está en el limbo, no entiendo por qué la
trajiste.
—Ella es su compañera, no tenía que morir ahora, ese
camión no debió estar allí —dijo a quién habían llamado
Selene—. Hera, no puedo dejarlo sin su túa-cantante.
Entrecerré los ojos.
—¿De quién están hablando?
Poco a poco mi cabeza se fue desnublando.
—Esperen… ¿Son las D-Diosas? —inquirí asustada.
Selene me sonrió asintiendo.
—En cuanto a tu otra pregunta, estamos hablando de tu
pareja predestinada, eres una de las pocas humanas que tienen
la bendición de ser el alma gemela de un ser místico —dijo la
Diosa de la Luna.
En verdad no podía creer que estaba ante ellas.
Era algo increíble y único.
—¿Morí?
Miré a la Diosa Hera, ella asintió.
Se levantó de su trono y caminó hasta llegar a mí.
—Podemos llevarla… Pero no a esa línea, ella ya está
muerta, tendrá que ser en otra en la cual su cuerpo sufra un
accidente y se pueda salvar su vida —dijo la reina de los
Dioses.
Me removí en el lugar.
—Si… lo sé, pero él en todas sus vidas es peor que en
esta…
—¿De quién hablan?
Ambas me miraron.
—Ya lo conocerás mejor, pero recuerda algo, Selena, eres
importante para él, tendrás que encontrar la humanidad en un
monstruo —dijo Selene acariciando mi mejilla—. Nunca te
rindas y siempre mira en alto, estás hecha para mandar y llevar
a una especie a su luz —dijo apoyando su dedo índice en mi
frente.
El vértigo llegó a mi cuerpo, sintiendo cómo este caía en
picada desde el cielo.
Mis ojos se abrieron con una bocanada de aire.

“Fin Flashback.”

Miré al vampiro quien estaba rascándose pensativamente la


barbilla escuchando mi relato.
—Esa era tu vida original —dijo mirándome con intensidad
—. En esa vida nos conocimos, pero no llegamos ni a tener
una charla coherente.
Asentí.
—Tú apareces en todas mis vidas, con diferentes aspectos y
con distinta personalidad… —miré mis manos en mis piernas
—. Esta es la primera vez que eres tierno conmigo.
Alcé la vista para perderme en esos hermosos ojos grises
que tenía.
Mi piel se erizó de solo recordar la siguiente vida.
—Cuando desperté empezó el tormento —dije, tragando
fuerte la bola que se había formado en mi garganta.
CAPÍTULO
25

SELENA

staba sentada en el sofá.


Dimitri me ofreció la taza con té caliente. Se la acepté
sonriéndole con timidez.
Estaba desnudando mi alma y mi corazón ante él. Solo
esperaba que no me rompiera en mil pedazos, como lo había
hecho anteriormente.
—Entonces, en todas tus vidas, el mundo es distinto —dijo
mirándome detalladamente.
Asentí pensativa.
—Sí, en mi segunda vida investigué sobre las líneas
temporales… todo cambia si algo no se hace o se hace de otra
forma; un ejemplo es la guerra que tuvimos en esta línea —le
dije llevando la bebida a mi boca—. En mi línea original no se
dio, porque alguien hizo el tratado de paz entre todas las
especies antes de tiempo.
El vampiro me miraba con interés en todo lo que le decía.
Miré el líquido rojo oscuro, en mi mente se movieron
muchos recuerdos.
—Si te cuesta seguir puedes no hacerlo, Lena —dijo,
haciendo que lo mire.
Negué con la cabeza.
Ya mi nerviosismo se había calmado.
Podía hacerlo, debía hacerlo.
Necesitaba que Dimitri supiera todo lo que había vivido.
—Cuando miré a mi alrededor todo era blanco… —
comencé a narrar mi segunda vida.

“Flashback.”

Me dolía hasta el alma.


Cada hueso de mi cuerpo dolía.
Gemí de dolor cuando mi cabeza parecía que se partiría en
dos.
Sucesos de mi vida pasaron como una película.
Me tomé la cabeza tratando de frenar el dolor.
—¡Sel! —gritaron haciendo que alzara la vista.
Mi madre se encontraba parada en el umbral de la puerta.
Se encaminó a toda prisa hasta la cama de la habitación.
Solo en ese momento me di cuenta de que estaba en un
hospital.
—¿Qué me pasó? —dije frunciendo mis labios cuando traté
de acomodarme en el colchón
—Te secuestraron, ¿Recuerdas?
Fruncí el ceño, a mi mente vino el momento en que me
abordaron.
Había salido del campus de la Universidad, y caminaba
hacia las habitaciones que había para estudiantes.
Me habían tapado la boca a mitad del camino y me
inyectaron algo.
Cuando desperté estaba atada y amordazada en una silla.
—Sí, estuve una semana capturada, los del FBI me sacaron
del lugar —dije pensativa.
—Cariño, te dispararon muchas veces los secuestradores,
casi mueres, por suerte las balas no comprometieron ningún
órgano —dijo tomando mi mano.
—¿Cuánto hace que estoy aquí?
—Tres meses, el médico quiso que te pusiéramos en coma
farmacológico, ya que era mucho lo que tendrías que haber
aguantado si no —me respondió con tranquilidad—. Ayer te
sacaron los fármacos y estábamos esperando a que despertaras.
Mis ojos se agrandaron, tres meses era mucho tiempo.
A mi mente llegó las palabras de las Diosas. La Selena de
esta vida había muerto, y por eso yo estaba aquí.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, tendría que buscar
información sobre reencarnaciones, pero algo me decía que no
era una reencarnación en cierta forma, ya que, si bien era mi
cuerpo, los hechos eran distintos.
—Lo siento por llegar tarde —dijeron en la entrada de la
habitación—. El tráfico estaba imposible.
Fruncí el ceño al ver a un hombre de unos casi treinta años.
Su cabello era rubio oscuro, lo llevaba en una coleta en la
nuca. Sus ojos grises me detallaban con intensidad, pero a la
vez pude atisbar fastidio.
Su cuerpo estaba enfundado en negro, desde su camisa, su
corbata de satén hasta su saco y pantalón.
Un sobretodo terminaba de cubrir su alta y magnífica
figura.
Se encaminó hacia donde estaba.
—No hay problema, Dimitri, ella recién despierta.
Entrecerré los ojos, ese nombre me sonaba familiar, pero no
recordaba de donde.
Busqué en mi mente, la cual era un mar de recuerdos
mezclados de esta y mi otra vida.
El primer atisbo llegó.
Él era mi prometido.
Sentí mis mejillas arder cuando estuvo al pie de la cama.
Caramelo.
Ese aroma exquisito estaba matándome.
Mi pulso se aceleró al igual que mi respiración.
Rasqué mi cuello con nerviosismo.
Sus orbes me miraban con frialdad, y sabía por qué.
La Selena de este cuerpo era su secretaria y lo volvió loco,
hasta que él aceptó casarse con ella.
Fruncí mi ceño al darme cuenta de que era el hombre que
había conocido en la cafetería.
“Mi alma gemela… ¿Es él?”
Me removí en el lugar.
—Los dejaré a solas, de seguro quieres hablar con tu
amada, ahora que despertó luego de tres meses —dijo mi
madre.
Por mi parte quería negar fervientemente.
Algo me decía que este hombre podría matarme en
cualquier momento.
—Gracias, señora Brenzor —dijo el rubio con una sonrisa
halagadora.
Mi madre le sonrió con timidez, se giró sobre sus talones y
se fue.
El hombre giró su perfecto y en este momento terrorífico
rostro hacia mi persona.
Con un movimiento rápido se acercó a mi cuerpo.
Sus dedos se apretaron en mi cuello y comenzó a
estrangularme
—Mira que ponerte en peligro tú misma para darme lástima
—dijo sonriendo oscuramente.
Llevé mis manos a su muñeca, en un intento de poder
respirar.
Sentía la sangre estancarse en mi cabeza y mis sienes
palpitaban.
—¿Creías que no buscaría al culpable del secuestro? —dijo
acercando su rostro al mío.
Mi mente se estaba quedando en blanco por la falta de
oxígeno.
—Pero mira la sorpresa que me encontré, cuando mis
empleados descubrieron que todo había sido orquestado por la
dichosa Selena Brenzor.
Su agarre cesó de golpe alejándose de mí.
Mis manos fueron a mi garganta, a la vez que empezaba a
tomar bocanadas de aire desesperadamente.
Sí, la muy estúpida en esta vida se autosecuestró, pensando
que así Dimitri le tendría lástima y comenzaría a amarla.
Tragué fuerte mirándolo.
Estaba completamente sacado de sus cabales.
Se había contenido de matarme, de eso estaba más que
segura.
—No solo te metiste en mi vida esa noche y luego pediste
que compensara tu virtud haciéndote mi esposa, sino que
ahora pretendes ser una pobre mujer ante mis ojos —dijo
mirándome con asco.
Su cuerpo se sentó al costado de la cama y comenzó a
acercarse.
Involuntariamente, me fui hacia atrás en un acto reflejo por
protegerme; quedando con la espalda en el respaldo.
—Te lo he dicho antes, no me gustas, no eres mi tipo, no
tienes gracia, ni carácter, ni el cuerpo que me gusta —cada
palabra destilaba desprecio hacia mi persona.
Mi pecho se apretó ante el dolor que sentí al escucharlo.
Mis ojos escocieron cuando las lágrimas se agolparon y luego
se derramaron por mis mejillas.
Dimitri sonrió maliciosamente.
—Podrás tener mi apellido, pero nunca serás más que un
objeto de mi propiedad, el cual respira gracias a que yo te dejo
hacerlo —dijo fríamente—. No me interesa si quieres o no,
pero a partir de ahora me perteneces y haré de tu vida un
infierno.
Se alejó para darme una última mirada y luego se levantó
de la cama, caminó por la habitación y se fue.
El sollozo me era imposible controlarlo.
Estaba aterrada.
Ahora comprendía a lo que se referían las Diosas, este
hombre era un monstruo.
Pero ellas habían dicho que tenía que aguantar y entrar en
su corazón. Por eso haría todo bien desde ahora.
Sabía que sería difícil, ya que lo había engañado, le había
hecho creer que nos habíamos acostado cuando no había sido.
Tomé mi celular buscando el número de Maddie; sin
embargo, no lo encontré.
Fruncí el ceño.
Me recosté en la cama y traté de despejar mi mente.
Sabía lo que tenía que hacer.
Sería la mejor esposa y conquistaría a mi pareja
predestinada.
Sabía de ante mano que el vínculo con un vampiro no era
muy fuerte.
Era por eso que lo había visto inquebrantable en sus
palabras.

Pero tendría que trabajar en


ese aspecto y demostrarle que había cambiado.

Eran las siete de la mañana, me miré en el espejo del


ascensor.
Estaba presentable y elegante, pero no anticuada.
Mi cabello era un moño prolijo manteniendo mi rostro
despejado.
Me había puesto un poco de maquillaje.
Respiré hondo, viendo cómo nos acercábamos al último
piso.
Todavía no había llegado nadie, sonreí caminando por el
pasillo.
Unos ruidos llamaron mi atención.
Mi ceño se frunció al darme cuenta de que eran voces.
La voz femenina no paraba de gemir y afirmar cuando le
gustaba cómo le estaban enterrando…
Mi cuerpo se paralizó cuando vi que las voces provenían de
la oficina del presidente de la empresa.
Mi prometido y alma gemela.
—Quédate quieta, Lucila —dijo con voz ronca—. Así me
gusta.
El ruido de un mueble moviéndose hizo que mis mejillas
enrojecieran.
—Tu coño es increíble —escuché que le decía.
Lágrimas cayeron por mis mejillas.
La opresión en mi pecho se instaló.
Mi mente decía que me largara y no le prestara atención.
Pero mi corazón pedía a gritos que abriera esa puerta y los
mandara a los dos a la mierda.
—Tu prometida debe estar por llegar, Dimi —le dijo entre
jadeos—. Tenemos que apurarnos.
Un gruñido fue su respuesta.
—No me importa, y no la nombres más, si no quieres que
de deje sin correrte —le dijo con molestia.
Me giré sobre mis talones y fui a la puerta de enfrente.
La dejé abierta y me senté en la silla frente al escritorio.
Saqué de mi cajón unos pañuelos descartables y comencé a
secarme los ojos.
“Tranquilízate, él te odia en estos momentos, tienes que
enamorarlo.”
Esas palabras resonaron en mi mente todo el tiempo, hasta
que me las creí.
Mis manos temblaban de una manera alarmante.
Ya habían pasado quince minutos y seguían con su faena.
Prendí mi computadora y miré las cosas que tenía que hacer
hoy.
A las ocho venía un empresario para una reunión de
cotización.
La puerta de enfrente se abrió y mis ojos chocaron con los
fríos suyos.
Dejó pasar a una mujer rubia, teñida, con operaciones hasta
en las pestañas.
Ella me miró y sonrió con satisfacción.
Sus brazos se colgaron del cuello de Dimitri y acercó su
boca a la suya.
—Nos vemos cariño, la pasé muy bien.
Luego de decir eso, acomodó su vestido verde agua, el cual
no dejaba nada a la imaginación, y se fue contoneando las
caderas.
El hombre quien llevaba un traje gris oscuro casi negro se
acercó a mi oficina.
—Pásame por mail las cosas que tengo que hacer hoy.
Apreté los labios, era un maldito bastardo, no se le había
movido un pelo sabiendo que yo los había escuchado.
Asentí.
Se fue dando un portazo hacia su oficina.

Suspiré agotada y todavía el


día no comenzaba.

Unas semanas después…


Miré mi figura entallada en un hermoso vestido blanco.
Tenía un hermoso corsé bordado y unas delicadas mangas
bordadas. La falda se abría magníficamente para terminar en
una hermosa cola bordada.
Estaba emocionada, hoy me casaba y era con él.
Estaba confundida con los sentimientos que tenía.
No podía evitar ponerme nerviosa estando cerca de él.
Me equivoqué varias veces en mi trabajo, porque no paraba
de pensar en Dimitri.
En todas estas semanas estuve aguantando como su amante
entraba y salía del lugar sin problemas, se creía la reina y a mí
me trataba como si no fuera más que basura.
Lucila era una mujer hermosa, y sensual. Cualquier hombre
estaría detrás de ella y Dimitri no era la excepción.
Pero lo que me ponía mal, era que a medida que pasaban
los días ese sentimiento de amor que tenía por él iba en
aumento, haciendo que cada vez que la rubia entraba en su
oficina, mi corazón se estrujara de tristeza.
No me animaba a decirle nada, sabía que lo había obligado
a casarse conmigo con unas tretas muy sucias.
Giré sobre mis talones y salí al encuentro con mi padre.
Me sentí mal porque en esta vida Maddie y yo no nos
habíamos conocido.
Tomé el brazo de mi padre.
Sus ojos celestes me sondearon con cariño.
—Estoy muy contento por ti, te casas con un magnífico
hombre y ambos enamorados.
Tragué fuerte ante sus palabras.
Llegamos a las puertas del salón donde se haría la
ceremonia.
Era una mansión antigua, una de las tantas que tenía mi
pareja. Pero que no usaba nunca, o por lo menos eso había
escuchado decir a sus allegados.
Mi padre abrió sin más preámbulos.
Estaba más que nerviosa, las manos me sudaban y todo mi
cuerpo temblaba.
Miré al frente, mi corazón cayó en picada al no verlo en el
altar.
Mis ojos fueron al rostro de mi padre, quien estaba más que
molesto. El aire estaba tenso y a medida que caminábamos por
el pasillo las personas que habíamos invitado comenzaban a
murmurar.
Llegamos al lugar y el juez me miró con lástima.
El murmullo de la gente no tardó en llegar, cuando Dimitri
entró a paso apurado hasta donde me encontraba.
—Que sea rápido, por favor —dijo sonriéndome—. Tengo
prisa por llevarme a la novia.
Sus orbes grises me calaron hasta los huesos.
Mis mejillas se prendieron de solo mirarlo.
Su aroma a caramelo me extasiaba como si fuera la mejor
droga.
Dimos nuestros votos.
—Puede besar a la novia —dijo el juez.
Mi flamante marido me tomó por la cintura y acercó su
rostro al mío.
Cerré mis párpados a la espera de su beso… Pero nunca
llegó.
En cambio, mi mejilla fue rozada por sus labios haciendo
que el tacto ardiera debajo de él.
Abrí estrepitosamente mis ojos para mirarlo.
Sus ojos brillaban con perversidad.
Me tomó de la mano para enlazarla a su brazo.
Es así como salimos del salón. Ni bien cruzamos la puerta,
me soltó y comenzó a caminar adelante de mí.
—Espero que estés contenta, no habrá fiesta.
—Pero…
—Pero nada, me obligaste a casarme contigo, no te daré ni
un minuto de felicidad, nos tomaremos una semana de
vacaciones como luna de miel, así no sospechan nada.
Apreté mis labios tratando de callar mi enojo.
Asentí siguiéndolo.
—Quítate ese vestido, te queda horrible —dijo Dimitri
subiendo las escaleras.
Lo seguí hasta mi habitación.
Me cambié rápidamente, una lágrima cayó por mi mejilla
izquierda.
La enjugué con mis dedos respirando hondo.
Terminé de ponerme mis pantalones de jean y luego las
botas negras.
Salí de la habitación y me dirigí a la puerta de su cuarto.
Mi mano quedó a medio camino, al escuchar gemidos
contra la puerta.
Podía sentir su aroma tenuemente.
—¡Ahí, Dimitri! —gritaron.
Mi estómago se revolvió y la sangre presionó mi cabeza.
La puerta se movía frenéticamente, como si en cualquier
momento se fuera a romper.
La ira me llenó por completo.
Nos acabábamos de casar y estaba siéndome infiel a los
minutos.
Traté de abrir la puerta haciendo que el movimiento se
detuviera por completo.
—¡Vete! —rugió con ira—. ¿Que no escuchas que estoy
ocupado?
Con lágrimas en mis ojos bufé.
Me di la vuelta para encaminarme hacia las escaleras.
Mis ojos se encontraron con unos verdes.
Ella me sonrió y me abrazó cuando me tuvo cerca.
—Felicidades, cuñada —dijo la rubia.
Su belleza era increíble.
Hurgué por mi mente su nombre.
—Gracias, Anya —le dije sonriendo.
—Si el vampiro hace una estupidez, no tengas miedo en
decírmelo, lo podré en su lugar.
En esta línea temporal también se sabía sobre los seres
místicos. Al parecer, el tratado de paz entre todas las especies
se firmó cuando los brujos, lobos y vampiros tuvieron la
primera guerra.
Sonreí.
“Si supieras lo que está haciendo ahora…”
Forcé una sonrisa.
—¿A quién pondrás en su lugar, querida hermanita?
Mi cuerpo se tensó.
No quería girar, no después de saber lo que estaba haciendo
hacía unos minutos.
Mi brazo fue rodeado y mi cuerpo acercado al calor del
suyo.
Todo mi ser tembló por la proximidad.
Alcé la vista para encontrarme con su mirada, no puesta en
mí. Si no frente a nosotros.
Su cabello castaño estaba bien peinado y llevaba un traje
exquisito.
Era Trevor.
Sentí mis mejillas arder, pero sabiendo que en esta vida no
éramos pareja, cuando en mi cuerpo original teníamos algo.
Habíamos empezado a salir.
En esta, él era como mi compañero de Universidad. Nada
más.
—Felicitaciones —dijo sonriendo.
Le sonreí como boba.
Sabía que estaba casada, pero eso a mi esposo no le importó
para enrollarse con otra, minutos después de nuestra
ceremonia.
Respiré hondo.
—Gracias, Señor…
—Dubois.
Traté de separarme de Dimitri, pero su agarre se hizo más
fuerte haciéndome doler.
—Cariño, es hora de irnos si no perderemos la reserva —
dijo con una sonrisa cautivadora.
Tragué fuerte.
Asentí.
Todavía agarrándome me llevó hasta la salida.
Me despedí de mis padres.
Mi madre llorando y mi padre mirando feo a mi esposo.
Es así como me dirigí a mi siguiente sufrimiento.
La luna de miel.

“Fin Flashback.”

Dimitri pasó su mano por el cabello largando un suspiro.


—Por eso ahora te vengaste poniéndote un vestido negro —
dijo mirándome fijamente.
Sus ojos estaban apagados.
No había emoción alguna y eso me preocupaba.
—Sí… fue por eso —le dije nerviosa.
—Lena, en verdad no puedo creer que me haya comportado
de esa forma —dijo acercándose—. Sé que no tengo la mejor
de las famas, pero te juro que jamás te haría algo así, eres mi
esposa y no puedo pensar en serte infiel.
Apreté mis labios rascando el costado de mi cuello casi por
inercia.
Sabía que él no era el mismo.
Tendría que fijarme si podía confiar en lo que estaba
sintiendo.
CAPÍTULO
26

SELENA

omé un sorbo.
—¿Qué pasó en la luna de miel? —inquirió Dimitri sentado
a mi lado.
Giré mi rostro para mirarlo.
Apreté mis labios.
—Yo… quise tener una noche de bodas contigo, pero…

“Flashback.”

Arribamos a las montañas.


El lugar era frío a más no poder.
El complejo tenía unas vistas hermosas. Todo era blanco
inmaculado. Los pinos estaban cubiertos de nieve.
Nos adentramos en el Hotel Santos Val de Neu, Baqueira,
España.
El inmenso edificio con estructura de cabaña, por dentro,
era acogedor. Con madera por todos lados, daba un aire
hogareño.
Dimitri se acercó a la recepción y comenzó a hablar.
Miré a mi esposo como cualquier esposa enamorada en su
noche de bodas.
Habíamos llegado de noche y por mi cabeza solo pasaba
una cosa.
Deseo.
Este hombre había despertado mis más bajos instintos, lo
deseaba y solo pensar en que podríamos hacer el amor, hacía
que mi estómago se tensara y mi sexo ardiera.
Dimitri era perfecto en lo que respectaba a apariencia, un
metro ochenta y cinco de altura, rostro algo afilado y una
mirada que te hacía ponerte de rodillas.
Era una mujer de veintidós años y claramente me atraía
físicamente.
Pero el que fuera tan atractivo también atraía miradas no
deseadas, como la de la recepcionista, quien estaba babeando
mientras le entregaba la tarjeta para la puerta.
—Que tengan unas lindas vacaciones —dijo comiéndoselo
con la mirada.
—Gracias, lindura, nos estaremos viendo —dijo Dimitri
girándose para ir al ascensor.
Entrecerré los ojos ¿Le había coqueteado delante de mí?
Jalé mi maleta detrás de él.
Su espalda ancha y hombros fuertes lo hacían ver más
grande.
Entramos en el ascensor.
—Dormiremos en la misma cama, todos saben que nos
casamos y piensan que es por amor, así que tenemos que
actuar —dijo sin mirarme.
Asentí agachando la mirada.
Nos encaminamos por los pasillos del último piso. Piedras
decoraban las paredes y cada tanto unos listones de madera
estaban puestos verticalmente.
Llegamos a la puerta negra de metal.
El vampiro puso la tarjeta en el lector y la puerta cedió.
Las luces se prendieron automáticamente, dejando a la vista
una espléndida vista de la habitación.
Pero a decir verdad parecía más un departamento.
Estaba dividido en dos plantas. Abajo un lindo salón, con
una mesa de madera maciza y un sofá vintage y enfrente un
televisor.
La escalera que daba a la segunda planta tenía una baranda
de vidrio y madera dándole un hermoso aire moderno.
Di un salto cuando el roce en mi mano me tomó por
sorpresa. Al mirar a mi costado, Dimitri estaba tratando de
tomar mi maleta.
Se la entregué sintiendo ese ardor característico de cuando
su piel rozaba con la mía.
—Subiré tus cosas arriba —dijo seriamente.
Asentí sintiendo que la garganta se me secaba.
Lo seguí escaleras arriba.
La segunda planta contaba de una cama tamaño King, con
una televisión enfrente y un escritorio. Las paredes eran de
piedra, al igual que en todo el resto del lugar.
Una puerta frente a un lindo sofá daba a un baño con lavabo
doble y un hidromasaje.
Me senté en la cama y me quedé mirando cómo mi esposo
comenzaba a desabotonar los primeros botones de su camisa.
Tragué grueso.
Su mirada se encontró con la mía y no sabía qué hacer.
Nos quedamos mirándonos por unos segundos, hasta que él
se giró y comenzó a descender por las escaleras.
—No me esperes despierta —dijo secamente.
Luego escuché la puerta de entrada, cerrarse.
Me quedé sentada mirando a la nada misma.
No podía creer lo estúpida que había sido.
Las lágrimas no tardaron en salir. Con el dorso de mi mano
derecha las sequé y traté de reprimir los sollozos.
Me tiré bocarriba en la cama, dejando que toda la tristeza se
derramara.
No podía parar de llorar.
Sabía que le había hecho algo imperdonable, pero no
consideraba que fuera tan malo para él, para hacer todo esto
que me estaba haciendo.
Los minutos pasaron, transformándose en horas.
Dimitri no volvía y mi corazón se estrujaba cada vez más.
Cuando ya sentí que me había quedado sin lágrimas, me
levanté de la cama y fui al baño. Me di una ducha rápida, pero
sin dejar de llorar.
Salí y me sequé, pasé mis manos por las mangas de la bata
de baño y luego até el cinto de esta.
Me encaminé hasta la habitación.
Mi cuerpo se detuvo en seco cuando lo vi.
Dimitri estaba sentado en la cama, nuestras miradas se
encontraron y pude ver odio en sus ojos grises. Se levantó y
caminó hacia mí. Como acto reflejo me fui para atrás. Su
mano se estiró llegando a los cabellos en mi frente.
—¡Aah! —grité cuando jaló de ellos, haciendo que mi
cuero cabelludo doliera.
Mi cuerpo fue golpeado contra la pared, haciendo que
cierre los ojos por el dolor. Con su agarre en mis cabellos me
hizo alzar la vista. El corazón me martillaba con fuerza y mi
respiración era un caos.
Fruncí mis labios ante el dolor punzante en mi cabeza.
—¿Por qué tenías que ser tú? —dijo arrastrando las
palabras.
Abrí abruptamente mis párpados para ver su rostro a
centímetros del mío.
La ira y el asco era todo lo que se podía ver en su
semblante.
Sentí cómo lágrimas calientes caían por mi rostro.
—No eres linda, no sabes hacer bien tu trabajo… No me
atraes para nada, pero tenías que ser tú —dijo acercándose más
a mi cuerpo.
Su rostro se hundió en mi cuello e inhaló con fuerza.
—P-por favor, Dimitri —tartamudeé aterrada por la
situación.
Mi esposo rio secamente contra mi oído.
—Ya no sirve que supliques cariño, ya eres mi esposa y por
derecho puedo hacer lo que yo quiero —dijo llevando su mano
libre a mi cintura.
Me removí y traté de soltarme de su agarre. Su mano siguió
vagando hasta encontrar la abertura de mi bata. El roce de su
piel con la mía, ardió sacándome un gemido.
—¿Te gusta, querida esposa? —dijo alejando su rostro de
mi cuello.
El agarre sobre mi piel se hizo más fuerte.
Mis manos fueron a su pecho para apartarme, me estaba
haciendo daño.
Su cuerpo era tan fuerte que no pude apartarlo de mí. Su
mano jaló de mi cabello, para que me quedara quieta.
Sollocé mientras su mano en mi cintura fue a mi pecho.
—No lo hagas —le supliqué alzando mis ojos a los suyos.
Estos eran oscuros, llenos de maldad.
—Es nuestra noche de bodas, cariño, tenemos que honrar
nuestros votos matrimoniales —dijo soltando mi cabello y
llevando su mano a mi cuello.
Apretó mi garganta, el aire entraba como si mi tráquea
fuese una pequeña pajita.
Su aroma en estos momentos era el veneno que me estaba
asfixiando.
Tomó con rudeza mi pecho, apretándolo y estrujándolo. Un
grito de dolor salió de mi garganta desgarrada.
Las lágrimas no paraban de salir, cuando ya había llorado
casi toda la noche.
Entrecerré mis ojos dejando de ver nítidamente su sombrío
rostro.
—N-no tiene que ser así —murmuré adolorida.
Su agarre en mi garganta se hizo más leve, dejándome
respirar un poco más, solo lo suficiente para no desmayarme.
Mi corazón daba saltos en mi pecho.
Mis manos fueron a sus mejillas tratando de tocarlo.
Cuando mis dedos rozaron su piel lo sentí tensarse.
Traté de abrir más mis ojos, estaba estático en el lugar
mirándome con confusión.
Aproveché para acercarlo más a mi rostro y ponerme en
puntas de pies, tenía que llegar a su corazón, hacer que el
monstruo se oculte en alguna parte de su ser y no quisiera
matarme.
Pestañeé dejando caer lágrimas.
Acerqué mis labios a los suyos haciendo el primer
contacto.
Su agarre en mi cuerpo menguó por unos segundos.
Dimitri soltó mi seno y me rodeó la cintura, me acercó a él
y me devolvió el beso.
Pero no fue un beso tierno, estaba lleno de rabia y crudeza.
Sus dientes mordieron mis labios haciéndome sangrar y
lloriquear.
Su lengua asaltó mi boca haciéndome jadear.
El cuerpo del vampiro estaba tan cerca apretándose al mío
que pude sentir su erección.
Solté su rostro descendiendo por su cuello, sintiendo cómo
se le erizaba la piel.
Me estaba faltando el aire, y mi mente ya no tenía control
de mi cuerpo. La excitación corría por mis muslos haciéndome
sentir miserable, el hombre había estado a punto de violarme y
ahora que estaba castigándome por besarlo, me excitaba con
cada toque le daba a mi cuerpo.
Pero era más fuerte el deseo que tenía por él, tendría que
apartarlo, alejarlo y salir corriendo, pero no podía, tenía el
momento justo para sacarlo de mi sistema. Porque el amor que
sentía por él, me hacía pensar que él podría amarme como yo
lo hacía.
Dimitri se alejó de mis labios y se quedó mirándome con la
respiración entrecortada. Sus ojos estaban rojos, podía ver
betas plateadas en sus iris.
Como si mi cuerpo le diera asco se alejó de mí, se giró y
bajó las escaleras.
Mis piernas temblaron, cuando escuché la puerta cerrarse
con fuerza.
Llorando mi cuerpo se deslizó por la pared hasta caer al
piso.
Cerré los ojos dejando salir todo lo que tenía adentro, grité
y lloré por un buen tiempo. No podía aguantar el dolor en mi
pecho.
Acomodé un poco mi bata y sequé con la manga mi rostro.
Con gimoteos fui a buscar ropa.
Me puse un pijama caliente y me metí a la cama.
Todo lo que quedaba de la noche me mantuve entre el
sueño y la realidad. Al más mínimo ruido, mi mente
despertaba aterrada de que fuera el monstruo que tenía por
esposo.

“Fin Flashback.”

El semblante de Dimitri era impenetrable, me era imposible


leer sus pensamientos o emociones.
Dejó la taza en la mesa ratona que teníamos en frente.
Tomó la mía y se acercó a mí.
Sus manos fueron a mi mejilla haciéndome levantar la
guardia.
El toque de sus yemas me ardió y provocó que mi corazón
palpitara con fuerza.
Lo miré a esos tormentosos ojos que tenía. Se acercó a mí
más todavía.
Una lágrima cayó por su mejilla.
—Lo siento mucho, sé que no puedo curar todo lo que te
hice en esas vidas con una disculpa, pero en verdad no puedo
creer haber intentado violarte en nuestra noche de bodas —
dijo acercando sus labios a los míos.
La calidez de sus palabras ahogó el dolor que sentía en mi
pecho.
Sentí mi labio inferior temblar a la vez que él lo atrapaba en
un tierno beso.
Cerré los ojos dejando caer las lágrimas que tenía en mi
corazón.
Mi rostro ardía por la cantidad de presión que sentía en mi
cabeza.
Su aroma a caramelo relajó mi cuerpo y mi mente,
haciendo que me deje llevar por el beso que estábamos
compartiendo.
Dimitri soltó una de mis mejillas y llevó su mano a mi
espalda para tenerme más en sus brazos.
Lamió y chupó con delicadeza mis labios, para luego pedir
permiso con su lengua para buscar la mía.
Mis manos se apretaron en sus hombros, acomodándome
contra su pecho, para sentir más su abrazo.
Luego de unos minutos nos apartamos sin dejar de estar
abrazados. Nos contemplamos el uno al otro, tratando de
averiguar el sentimiento ajeno, que yacía en las profundidades
de nosotros.
Su mano soltó mi mejilla y me abrazó.
Mi cabeza se apoyó en su pecho haciéndome sentir sus
latidos desbocados.
Sentí que comenzaba a sollozar.
Su barbilla se apoyó en mi coronilla y su mano fue a mi
hombro acariciándome.
—Llora todo lo que quieras, mi ratoncita, no te dejaré sola
en esto —dijo en un murmullo.
Mi cuerpo decidió hacerle caso a sus palabras, cuando
penetraron la corteza de mi cerebro. Mis hombros temblaban
con cada lágrima que caía por mis mejillas, dejando salir todo
el dolor que había reprimido por tanto tiempo.
CAPÍTULO
27

SELENA

os mantuvimos abrazados por un largo tiempo.


Mi mano estaba en su pecho, y con mi dedo índice, hacía
círculos una y otra vez en un trance sobre su camisa.
Su mano acariciaba mi cabello haciéndome sentir tranquila.
Era extraño, pero lejos de sentir miedo o terror cerca de
Dimitri, lograba un efecto sedante. Su aroma se filtraba hasta
mis neuronas poniéndolas en un estado de relajación
fascinante.
—No volviste en toda la noche —le dije alzando la vista.
Sus ojos se abrieron y me escrutó.
—Lena —dijo alejándome un poco para verme mejor—.
¿Tú me decías que no era tu tipo, porque yo te lo decía todo el
tiempo? —me preguntó.
Apreté mis labios.
—Si… —desvié la mirada, su mano fue a mi barbilla y con
sus dedos fuertes la alzó gentilmente.
—No quiero que agaches la mirada, nunca lo hagas, mi
ratoncita —dijo calándome hasta los huesos.
—No voy a mentirte, me gustas… Y mucho —dije
sintiendo mis mejillas arder.
—Pero no estás preparada para estar conmigo —dijo
secamente.
Asentí.
—Cada vez que estábamos dando un paso, siento que algo
va a pasar, sé que no eres ellos, pero solo saber que eres tú…
mis barreras suben automáticamente.
Su mandíbula se apretó asintiendo.
—¿Qué hiciste en nuestra noche de bodas? —me inquirió
con una tranquilidad, la cual se notaba que estaba tratando de
mantener.
Rasqué mi nuca.
—Estuve en unos acantilados cerca de aquí mirando el mar
y llorando —le dije sintiéndome avergonzada—. Yo tenía
todas mis emociones mezcladas, recordé lo que pasó en esa
luna de miel y no pude estar contigo en el mismo lugar.
Asintió comprendiendo.
—¿Qué pasó después de eso? —dijo atento a mis
expresiones.
Lo miré a los ojos sintiendo un escalofrío.
—Toda la luna de miel desapareciste, no te vi ni un día…

“Flashback.”

Miré las tijeras que tenía en el baño.


Separé un triángulo de cabello en mi frente y lo crucé.
Tomé las tijeras y la acerqué a mi cabello. Corté lentamente
y con precisión. Lo solté para ver cómo había quedado el
flequillo, estaba algo largo en mis ojos, así que lo recorté un
poco más.
Tomé una brocha limpia y limpié los pelitos que me habían
quedado en el rostro.
Estaba bien con como me había quedado, así que seguí con
lo que faltaba,
Tomé mi largo cabello, el cual llegaba hasta mi cintura en
esta vida, y lo dividí en dos partes. Tomé el objeto cortante y
lo comencé a deslizar por la coleta izquierda, hice lo mismo
con la otra.
Solté mi cabello y sonreí al ver que había quedado a la
altura de mis hombros.
Por lo menos así no podría agarrarme del cabello tan
fácilmente.
Me miré, fruncí el ceño, todavía tenía las marcas de sus
dedos en mi cuello y en el costado de mi cintura.
Fui al cuarto, Dimitri no había vuelto a aparecer desde esa
noche. No tenía idea de dónde podría estar.
Al principio me sentí triste porque no estaba conmigo y
seguramente había buscado a alguien para pasar la noche.
Sabía que se había excitado tanto como yo con el beso.
Pero también sabía que no me tocaría de esa manera, a
menos que sea para hacerme daño como intentó en un
principio.
Ya en el tercer día que no apareció, mis expectativas
menguaron. Desde ese momento no lo esperaba nerviosa.
Suspiré y busqué qué ponerme.
Hacía frío y no iba a salir del hotel. Así que me decidí por
un suéter de lana con cuello alto, y unos jeans ajustados. Tomé
las botas con cordero por dentro para estar más abrigada.
Me acerqué al espejo y busqué en mi neceser unas hebillas
para el cabello, me tiré algunos mechones hacia atrás y decidí
no maquillarme.
Tomé mi bolso y me dirigí a la salida.
Caminé por el pasillo hasta el ascensor.
Mi celular sonó.
Miré que había un mensaje, toqué para abrirlo.
Mi respiración se entrecortó, toda mi sangre huyó de mi
rostro. La mano que sostenía mi celular comenzó a temblar.
Era una imagen.
La cual estaba Dimitri durmiendo abrazando a una chica.
Ella estaba con los ojos abiertos y sonriendo a la cámara.
Apreté el teléfono con fuerza.
Las lágrimas ardían por querer salir, pero las eché hacia
atrás.
Pude distinguir que era Lucila.
Rasqué mi cuello nerviosamente mientras lo guardaba en el
bolsillo de mi pantalón.
“Cálmate, no caigas en su provocación.”
El ascensor se abrió, entré y saludé al hombre dentro.
—Mucho frío, ¿Verdad? —dijo haciendo que lo mire.
Le sonreí.
—Sí, no estoy acostumbrada a este clima —le dije
detallándolo.
Sus ojos negros me sondearon mientras una sonrisa se
posaba en sus labios.
—Sabes… —se rascó la nuca, sus mejillas se pusieron rojas
—. Estoy solo y es algo aburrido pasar el día aquí hasta que la
tormenta de nieve pase, te invito a tomar algo.
Mis labios se entreabrieron.
Las puertas del ascensor se abrieron.
Salimos los dos.
—Vale —dije sintiendo mis mejillas arder.
Sus ojos negros brillaron con emoción.
—Me llamo Aleric —dijo sonriendo.
En verdad era un hombre muy guapo, su cabello negro
estaba algo despeinado y llevaba una campera negra con piel
adentro y unos pantalones negros.
—Selena —le dije extendiéndole la mano.
Él la estrechó.
—Vamos a la cafetería por unos chocolates calientes y
luego al salón principal —dijo comenzando a caminar.
Sonreí contenta.
Ahogué la culpa en mi corazón, recordando que el estúpido
vampiro estaba desaparecido hacía ya tres días. Y enrollándose
con la rompe hogares de Lucila.
Si él podía traicionarme, yo no tenía por qué sentirme mal
por hacer amistades.
Pedimos las bebidas, nos fuimos al salón principal donde
había gente sentada en mesas y sofás. En el centro del lugar,
una hermosa chimenea estaba prendida calentando el sitio.
Nos sentamos en una mesa frente a una ventana.
Tomé los sobres de azúcar, los eché y comencé a revolver.
—Y dime, Selena —dijo Aleric, haciendo que alzara la
mirada a su rostro—. ¿Qué te trajo aquí?
Sonreí tristemente.
—Y-yo, estoy de luna de miel —dije agachando la mirada.
—Eso es bueno, espero que tu marido no se moleste porque
te robe un poco —dijo haciendo que lo mire.
Sus manos llevaron un pedazo de malvavisco que había
comprado y lo había puesto en el chocolate.
—¿Y tú? —le inquirí curiosa.
—Estoy buscando a alguien —dijo con seriedad.
Lo detallé un poco, se parecía a alguien, pero no sabía a
quién.
—¿No has encontrado a esa persona?
Sus labios se hicieron una fina línea negando lentamente.
Volvió a tomar con la cuchara, otro poco del malvavisco.
—Estoy segura de que la encontrarás —lo animé.
Él sonrió.
Tomé un sorbo de mi chocolate caliente.
—¿Y tu esposo siempre es así? —inquirió dejándome
perpleja—. Me refiero a dejarte sola, en un momento tan
importante de sus vidas…
Sonreí amargamente.
—Él… Dimitri no quería este casamiento, digamos que lo
obligué a casarse conmigo —dije frotando el pulgar por el
borde de la taza de café.
—Lo siento mucho, no quería abrir heridas, ¿Pero sabes
algo?
Lo miré atenta.
—Siempre puedes tener a un servidor para divertirte —dijo
sonriéndome seductoramente.
Parpadeé un poco al ver lo atrevido que había sido.
—No me malinterpretes, no te estoy diciendo de tener
sexo… a menos que quieras… pero no te veo muy animada
para eso, simplemente te ofrezco pasar un buen rato, como
ahora, hasta que te vayas —dijo sonriendo.
Le devolví la sonrisa.
—Gracias, Aleric —le dije tomando un sorbo.
Miré afuera.
Entrecerré los ojos.
En el pórtico estaba Dimitri con una mujer. No me hizo
falta saber quién era. No podía creer lo descarado que era, de
traer a su amante a la luna de miel.
Me giré para ver a Aleric.
Su mirada fue donde estaba posada antes la mía y su
mandíbula se apretó.
—Eres la esposa del rey de los vampiros —dijo
volviéndome a ver.
Tragué fuerte sintiendo que mis ojos se abrían.
¿Cómo carajo no me había dado cuenta de eso?
—¿No lo sabías? —me inquirió consternado.
—Y-yo… es un poco complicado —dije agachando la
cabeza.
Ahora comprendía por qué su nombre me sonaba en mi
primera vida.
¿Pero en esta por qué Selena no lo sabía? ¿En verdad era
tan tonta, como para no saber que su pareja era el rey de los
vampiros?
“¡Joder, soy la túa-cantante del rey Vampiro!”
Volví a mirar hacia afuera.
El hombre, de cabello largo hasta los hombros y suelto,
tenía su celular en la mano y Lucila lo abrazó por la cintura
mientras sacaba otra foto.
Mi celular vibró.
Miré que era del mismo número desconocido.
Sonreí.
—Esta descarada no se cansa —dije con el pecho apretado.
Miré la foto que había sacado. Mis ojos fueron a la pareja
en el pórtico.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, cuando su mirada se alzó
y se ancló a la mía. Su ceño se frunció mirando a mi
acompañante.
Dejó atrás a su amante y comenzó a encaminarse hacia la
entrada del salón.
—C-creo que deberías irte…
—No te preocupes —dijo Aleric tomando mi mano, la cual
temblaba terriblemente.
—Es que no entiendes.
El ruido de una campanilla, me hizo sobresaltar. La puerta
se había abierto.
—Dimi, cariño, espérame…
Mis ojos se cruzaron con los dos. Ella sonrió con
suficiencia.
El vampiro se giró y la miró con frialdad. La rubia teñida
dio un paso atrás.
—Selena, vámonos —dijo mirándome con enojo.
Sus orbes grises fueron a mi mano.
La cual todavía estaba siendo retenida por Aleric.
—Selena —volvió a decir seriamente.
Me levanté soltando al otro hombre.
—Espera, no tienes por qué irte —dijo el pelinegro
levantándose.
Todos comenzaron a mirarnos.
Rasqué avergonzada mi cuello.
—Ya estuve mucho tiempo alejada de mi esposo —le dije
sonriendo a mi nuevo amigo—. No es bueno que, en nuestra
luna de miel, estemos tanto tiempo separados —me giré para
verlo—. ¿Verdad?
Dimitri me miró por unos segundos, luego asintió
lentamente.
Su mano tomó la mía haciendo que el tacto ardiera.
—Ahora entiendo todo —dijo Aleric—. Es tu túa-cantante.
Mis ojos se agrandaron para mirarlo.
“¿Cómo carajo lo supo?”
Él sonrió.
—Puedo ver lo que hace el vínculo de pareja… Tú sabes la
electricidad y en su caso el ardor sus manos están rojas por
tomarlas —dijo sonriendo más.
—Eres un Semi-Dios —dijo Dimitri mirándolo fijamente.
El rey Vampiro se acercó a él.
—Me importa un carajo de quien seas hijo, mantente
alejado de mi esposa —dijo mirándolo con hostilidad—. ¿Has
entendido?
Sin decir más, se dio la vuelta y comenzó a arrastrarme.
—¡Dimitri! —gritó Lucila caminando detrás de nosotros.
Nos detuvimos a esperar el ascensor.
—Lucila vete, tengo que hablar con Selena —dijo
lanzándole una mirada terrorífica.
—¿Me dejarás sola? ¡Vine aquí porque me lo pediste! —
dijo con histeria.
—¡Basta! —le gritó.
Reí secamente haciendo que me miren los dos.
Sentía mis lágrimas arder.
Él le había pedido que viniera a nuestra luna de miel. Por
un segundo pensé que había sido ella, que había venido por su
cuenta, pero no era así.
Sus ojos se entornaron detallando mi rostro, tratando de
entender por qué me había reído.
—Sigue con ella, Dimitri, es evidente que te estabas
divirtiendo más con Lucila que conmigo, ya tengo muchas
fotos suyas para poner en nuestros álbumes familiares —le
dije mirándolo con ira.
—¿De qué hablas?
—Tu amante…
—¡Soy su futura esposa!
La miré sin comprender, por qué tenía que rebajarme a esto.
—La esposa soy yo, mientras esté viva y casada con él,
serás su amante —le dije seriamente.
La rubia tragó en seco.
—Y deja de mandarme fotos al celular, no me apetece saber
de tu vida con mi marido —le dije girándome, cuando el ding
del ascensor sonó.
Dimitri entró al ascensor conmigo.
Tensión oscura inundó el lugar. La mujer se quedó parada
mirándonos con los ojos abiertos.
La puerta se cerró y comenzó a subir.
El agarre en mi mano estaba matándome. Su aroma solo
hacía que me costara pensar.
Pero lo que más me molestaba era que se hiciera el marido
ofendido, cuando la agraviada era yo.
Las puertas se abrieron y comenzó a dar zancadas
llevándome casi a trompicones.
—Me caeré si sigues caminando tan rápido —dije tratando
de soltarme de su mano.
Puso la tarjeta en el sistema y la puerta se abrió.
Tiró de mi mano y me estampó contra la puerta.
Su mano fue a mi cuello y me hizo alzar la vista.
—Tan desesperada estás por atención…
Traté de negar, pero su agarre era tan fuerte que no pude.
Sentí mis lágrimas saltar.
El cuerpo de Dimitri estaba pegado al mío, grande,
imponente y oscuro.
Sus ojos turbulentos me detallaron.
—Por más que te cortes el cabello, no me gustarás —dijo
sonriendo con malicia.
—Si… No te gusto… Déjame —dije tratando de no
ahogarme en su agarre.
Una risa seca salió de su garganta.
—¿Y dejar que vayas con otro? —dijo acercando su rostro
al mío—. Eres mía Selena, solo yo puedo tocarte.
Su agarre mermó cuando su pulgar fue a mis labios,
pasándolo por el inferior.
—Eres mía para tomar, para poseer y para destruir —dijo
acercando un poco más su cuerpo.
En este momento el monstruo me estaba saludando en las
profundidades de sus ojos. Quería ser liberado y comerme
cruda.
—N-no quiero que me toques —repliqué, recordando la
foto de él durmiendo con Lucila.
Sonrió con perversidad.
—Mientes, cariño, deseas que te folle como lo hago con mi
amante —dijo con voz ronca—. Deseas tanto que entierre mi
polla en ese coño otra vez, que de seguro ya estás mojada para
mí.
Sentí mi rostro arder.
Jamás había escuchado a alguien hablar de esa manera.
Su mano fue a mi pecho y lo apretó.
Grité del dolor, sus ojos miraban mis ojos llenos de
lágrimas.
Él lo estaba disfrutando, Dimitri disfrutaba hacerme daño.
Mis manos fueron a sus hombros para tratar de apartarlo,
pero no hubo forma.
Con una fuerza descomunal sentí cómo rasgó la prenda que
llevaba puesta.
Ahogué un grito de sorpresa.
Si no lo paraba terminaría concretando lo que empezó en
nuestra noche de bodas. Fue por eso, que con todo el valor que
me quedaba me acerqué a él y lo hice.
Mi pierna se flexionó y mi rodilla se incrustó en sus
pelotas.
El monstruo se alejó y se tomó la entrepierna gimiendo.
Corrí escaleras arriba.
—¡Maldita zorra! —masculló.
Lo escuché correr atrás de mí. Su mano tomó mi tobillo
haciendo que me cayera. Su imponente cuerpo se puso encima
del mío.
—Esto lo pagarás caro, iba a ser gentil —dijo fuera de sí.
Lo golpeé con todas mis fuerzas, forcejeé cuanto pude hasta
que pude zafarme.
Corrí hasta el baño, pero cuando estuve por cerrar la puerta,
Dimitri la abrió y me tomó en sus brazos.
Mi cuerpo fue trasladado hasta el cuarto.
—¡Suéltame! —grité desesperada. Golpeando su espalda.
Caí en la cama.
Sentí mi sangre helarse, cuando el vampiro comenzó a
sacarse el suéter de lana que llevaba puesto.

“Fin Flashback.”
Dimitri se estaba agarrando la cabeza con las manos.
Su respiración era fuerte y podía darme cuenta de que
estaba conteniéndose.
Se levantó y se apoyó contra la pared.
—¡Maldición! —gruñó golpeando la pared.
Esta se rompió.
Me levanté de golpe para tratar de tranquilizarlo.
—D-Dimitri —tartamudeé.
El miedo golpeaba mi corazón, el vampiro estaba perdiendo
la cordura y solo pensar que podía atacarme me hacía temblar.
Pero sus acciones me descolocaron. Lejos de arremeter
contra mí, mi esposo me abrazó con fuerza. Haciéndome sentir
su calor, llenándome de… amor.
—Lo siento, Selena, soy un monstruo —dijo en un susurro.
Negué con la cabeza.
—Tú no… Ellos —dije alzando la vista.
Sus ojos me detallaron.
—Lo siento.
Negué otra vez.
—No es tu culpa, sé que no lo es, yo te estuve castigando,
cuando no tenías nada que ver con lo que ellos me hicieron —
dije tomando su rostro en mis manos—. Si quieres puedo dejar
de contar…
—Prefiero que eso no me lo cuentes, no podría
aguantarlo…
Sentí mi corazón, estrujarse, asentí estirándome.
Uní mis labios a los suyos.
Dimitri me devolvió el beso con desesperación, como si no
quisiera que desapareciera todo lo que había vivido.
Sus manos me tenían rodeada y apresada contra él. Cuando
me soltó su mirada era devastadora.
No podía verlo mal, su tristeza era mi tristeza.
CAPÍTULO
28

SELENA

ice que se volviera a sentar.


Su mano atrapó mi muñeca y jaló despacio de ella.
Dimitri me hizo sentar encima de su regazo.
Sus pulgares pasaron por mis mejillas sacando las lágrimas
que habían quedado.
—No quiero que llores, Lena —dijo mirándome con
ternura.
Le sonreí tímidamente.
—Son muchas emociones juntas las que tengo —le dije
acongojada.
Su mirada se oscureció.
—Yo… Él te…
Tragué fuerte, viendo como el hombre que me tenía en
brazos, no podía terminar la frase.
—Si —musité—. No te contaré eso, no es algo que quiero
revivir, ni tampoco quiero torturarte con algo así.
Su mandíbula se apretó.
—Dime que me mataste por lo menos…—sus labios se
tensaron en una fina línea—. La pesadilla que siempre tienes
es sobre esa noche, ¿verdad?
Desvié la mirada sintiendo cómo la oscuridad me invadía.
—Sí, siempre es lo mismo… El monstruo arriba mío y yo,
forcejeando, trato de soltarme, pero nunca puedo —se me
cortó la voz de solo recordarlo, alcé la vista—. Jamás podría
matarte, Dimitri, yo…
Dejé de hablar, casi se me escapaba que lo amaba.
No estaba preparada para dar ese paso.
—Volvimos a casa… o al lugar que debería haberlo sido.

“Flashback.”

Restregué la esponja una y otra vez, las lágrimas no


paraban de rodar por mis mejillas.
Me había desmayado luego de que el monstruo que tenía
como esposo, se derramara en mí por tercera vez.
Había sido tan brutal su ataque que me dolía todo, mis
piernas temblaban tratando de sostenerme en pie.
Hacía un rato que me había despertado, él no estaba por
ningún lado, me había dejado unas pastillas y una pomada para
mis dolores.
No pude evitar reír secamente ante ese cuidado que tuvo
conmigo.
Me sequé rápidamente, cuando me miré en el espejo sentí
asco de mi cuerpo. Estaba lleno de moretones, chupetones y
mordidas.
Di gracias a los Dioses de que no me marcó, eso sí hubiera
sido un gran problema.
Pero luego, cuando recapacité, él me odiaba, jamás me
marcaría.
Tomé un respiro hondo tratando de tranquilizarme.
Me dirigí al placar y me puse lo primero que encontré.
La verdad no me interesaba estar bien.
Ese hombre, había quebrado de alma.
Guardé todas mis cosas en la maleta y me dispuse a esperar
a que se hiciera la hora de poder irme.
Miré las pastillas analgésicas y la pomada. Apreté mis
dientes.
Saqué mi celular para ver las notificaciones. Mi cerebro se
paralizó al ver la de mi ciclo. Parpadeé un par de veces.
La sangre huyó de mi rostro.
Todo el cuerpo me tembló y estaba a punto de tener un
ataque de histeria.
Recordé que me había aplicado la inyección anticonceptiva,
así que no había forma. Traté de calmarme.
La puerta se abrió haciendo que mi vista se alzara de la
pantalla.
Sus fríos ojos grises se anclaron a los míos, desvié la
mirada enseguida.
—Ya está el auto esperándonos —dijo tranquilo.
Su voz enervó hasta el nervio más pequeño de mi ser.
Rasqué el costado de mi cuello.
Me levanté tomando mi maleta.
Dimitri se acercó a mí, su mano fue a tomar mi equipaje. Ni
bien nuestras manos se tocaron, me alejé ante el tacto.
Su mirada aguda y distante me detalló.
Sus orbes me tragaron como una tormenta, no podía salir de
ella y estaba ahogándome cada segundo que pasaba.
Su cuerpo se enderezó y giró su rostro haciendo que la
soledad invadiera mi corazón.
Agaché la cabeza siguiéndolo afuera del cuarto.
Nos encaminamos por el pasillo. No hablamos en todo el
trayecto al hall de entrada del hotel.
El ambiente entre nosotros era incómodo.
—Señor Novikov, el auto los está esperando —dijo el
recepcionista.
Mi marido asintió mirándome por un segundo, haciéndome
entender que tenía que seguirlo. Y así lo hice.
Respiré hondo cuando traspasé la puerta de entrada.
Afuera estaba helado.
Froté mis brazos caminando hacia la puerta del auto.
Por un segundo me giré para ver el lugar a donde jamás
quería volver.

Unas semanas después


Mis manos se agitaron hacia abajo, acomodando la pila de
papeles que tenía en mis manos.
Releí el título y el nerviosismo volvió a mí.
Me encaminé hacia la puerta de mi oficina, para ir a la de
mi jefe. Me detuve en seco, cuando casi choco con el cadete
de mensajería.
—L-lo siento —le dije disculpándome.
—No hay problema —dijo el chico de ojos marrones, con
el cabello castaño claro, algo despeinado—. Mandaron esto
para ti —dijo entregándome una caja.
Fruncí el ceño.
Ya era la segunda vez que me llegaba este tipo de presente.
Miré confundida al chico.
—Solo recibo órdenes, lo dejaron en recepción.
Tomé la caja y le sonreí.
Este se fue tranquilo.
Me giré para dejar la caja en mi escritorio.
Crucé mis brazos y me quedé contemplándola. En verdad
no comprendía quién tenía ganas de gastar plata en tortas
carísimas.
Era una torta de miel de Nostradamus. No había tarjeta ni
nada que me dijera quién podría ser.
—Así que tienes un pretendiente —dijeron a mis espaldas.
Tragué fuerte, girando rápidamente mi torso, sintiendo
cómo mi estómago se contraía.
—No sé, estoy segura de que se equivocaron…
Mis ojos se conectaron a los suyos, estos estaban igual que
siempre sin un poco de emoción cuando me miraba.
—Fíjate de no comer demasiado, no quiero que pierdas la
figura que tienes… —dijo dándose la vuelta.
Apreté mis manos en puños.
—Espere… —dije tomando los papeles.
Se detuvo en el umbral de la puerta. Se giró y me
contempló impaciente.
—Necesito que firme esto, Señor Novikov.
Su ceño se frunció, pero eso no lo hacía menos atractivo.
—Vamos a mi oficina.
Asentí nerviosa caminando detrás de él.
Cuando entramos miré para todos lados.
Rasqué mi nuca al recordar que este bastardo se traía a su
amante al lugar, en ese momento sentí asco de entrar, y quise
tener toallitas desinfectantes a la mano para sentarme.
Apreté mi mandíbula.
Me senté en la silla frente a su escritorio.
El sitio era muy masculino, todos los muebles eran de acero
inoxidable y los asientos de cuero negro. En una de las
esquinas había un sofá negro grande y dos pequeños
enfrentándolo con una mesa ratona negra y de metal de por
medio.
El ventanal detrás del escritorio mostraba toda la ciudad de
Londres.
Le entregué los papeles.
Miré su rostro que se había oscurecido, en cuanto miró lo
que le estaba dando.
—No, me niego —dijo dejando el documento en la
superficie lisa de madera negra.
—Pero… es lo mejor que nos puede pasar a los dos —dije
sintiendo que mis lágrimas se estaban por escapar de mis ojos.
Su cuerpo se levantó de la silla.
Enseguida me levanté asustada.
Su cuerpo me impidió moverme acorralándome contra el
escritorio. Dimitri pegó su torso a mi espalda haciéndome
sentir su calor. Mi respiración se agitó de solo oler su aroma a
caramelo.
El aliento caliente del vampiro golpeaba mi nuca.
—¿Crees que te dejaré ir tan fácilmente, luego de que me
hiciste la vida miserable? —dijo contra mi oreja.
Mi cuerpo se erizó con su voz magnética.
La oscuridad de su ser se cernió sobre mí, haciendo que
temblara.
Dimitri hundió su rostro en mi cuello, pude sentir sus
colmillos rasgar mi piel haciendo que jadeara.
Estaba volviéndome loca de solo tenerlo cerca. El ardor en
mi piel era cada vez más fuerte.
—Tan fácil quieres deshacerte de mí, cariño —dijo contra
mi piel—. Pensé que estabas enamorada de mí —su voz estaba
ronca.
Tragué fuerte.
Su mano fue a mi escote y comenzó a desabotonar mi
camisa negra. Lentamente, bajó un poco la manga para dejar
uno de mis hombros al descubierto.
—D-Dimitri… —tartamudeé cuando sus labios fueron a
besar mi hombro—. Tenemos que divorciarnos, no fue buena
idea casarnos, a-ahora lo entiendo —dije tratando de
persuadirlo.
Gemí al sentir que me mordía.
Su mano se amoldó a mi cintura, atrayéndome más.
—Es una lástima que lo entendieras tarde —dijo lamiendo
donde había mordido.
Mis nervios estaban a flor de piel, no me había acercado a
él más que para hablar algo importante, como en el trabajo.
Pero esto me tomó por sorpresa.
—¿Quieres el divorcio para irte con el bastardo que te está
dando regalos? —dijo descolocándome completamente.
Mi cuerpo se desestabilizó cuando me hizo girar de golpe.
Sus brazos me aprisionaron nuevamente. Alcé la vista para
mirar su rostro.
El vampiro estaba serio y con sus ojos rojos.
Lo único que quería en este momento era salir corriendo.
Su mirada detalló mi rostro y se detuvo en mis labios. Pude
ver que tragaba fuerte y su nuez de Adán subió y bajó por su
garganta.
—Eres mía, Selena —dijo acercándose más a mí—. Hasta
que la muerte nos separe, ¿lo recuerdas? —dijo sonriendo
cínicamente.
Mis manos fueron a su pecho para apartarlo. Las lágrimas
comenzaron a recorrer mis mejillas, cuando sus dedos pasaron
por mi pierna desnuda, subiendo por mi muslo y llevándose la
falda consigo.
A mi mente vinieron los recuerdos de esa noche.
Su mano libre fue a mi nuca, tomándome con fuerza de los
cabellos, haciéndome doler.
—Nunca podrás escapar de mí —dijo antes de acercar su
rostro al mío.
Sus labios hicieron contacto con los míos, haciendo que mi
estómago se revolviera. No quería esto. Traté de apartarlo.
Pero me era imposible, su cuerpo fuerte me tenía apresada.
Las arcadas comenzaron a venir.
Sus dientes mordisquearon mi labio inferior, pidiéndome
permiso para entrar en mi boca.
El ruido de la puerta abriéndose de golpe llegó a mis oídos.
—¡Dimitri! —gritaron.
—¡No puede entrar…! —escuché a Anna gritar.
El hombre de cabello hasta los hombros, el cual lo llevaba
recogido en su nuca, dejó de besarme, haciendo que pudiera
respirar y pensar mejor.
Mis ojos observaron los suyos, sin importar que dos
personas estaban en su oficina.
—L-lo siento, Señor Novikov —dijo Anna.
—No te preocupes, puedes irte —dijo mientras se
enderezaba.
Su mirada fue a mi escote, el cual llegaba hasta mi
ombligo.
Con mis mejillas ardiendo, comencé a abotonar los botones.
Mi esposo se giró y miró a la mujer que estaba roja de la
furia.
—¡Hace más de un mes que no me llamas, ya veo que es
porque esa zorra no te quita las manos de encima! —gritó
descontrolada.
Alcé la vista para mirarla.
—No sé qué tiene de malo, soy su esposa, es normal que
Dimitri y yo hagamos estás cosas —dije con frialdad.
El hombre giró su rostro para mirarme y advertirme que me
callara. Pero no podía evitarlo, que esta arrastrada me
insultara, me sacaba de quicio. No era una mujer mansa que
me dejaba insultar y no atacaba.
—Si no te llamé es porque no tuve el tiempo, no puedes
venir a la empresa cuando quieres…
Reí secamente mientras me cruzaba de brazos.
Ambos me miraron, ella confundida y Dimitri con ganas de
estrangularme.
Pero me daba gracia que le dijera que no podía venir
cuando ella quería, cuando se la follaba casi todos los días.
Por otra parte, ahora que lo pensaba mejor, Lucila hacía
más de un mes que no venía a la empresa. No lo había
registrado hasta ese momento.
—¿Qué te parece gracioso? —dijo la chica acercándose a
mí.
La miré de arriba a abajo.
Dimitri se puso entre nosotras.
Me deslicé por su costado y la miré de frente.
—Me causa mucha gracia lo descarados que son los dos
¿Pero sabes algo?
—Selena —me advirtió.
—Le acabo de pedir el divorcio y si no hubiera sido porque
entraste, tu querido Dimitri me hubiera follado para no
separarse de mí —dije con burla y mirándola desde arriba—.
¡Tanto te ama, que no quiere separarse de mí!
Me giré a ver a mi esposo, quien estaba más que enojado,
perfecto éramos dos.
—Firma los papeles, así puedes estar con tu zorra —le dije
yéndome hacia la puerta.
Mi mano fue agarrada haciendo que gire mi rostro.
La rubia se acercó a mí.
—Si él no se quiere separar de ti, es porque quiere hacerte
la vida imposible, no te aguanta y le das asco.
Sonreí, miré a Dimitri, quien nos miraba a las dos con
ganas de matarnos.
—Tanto asco te doy Dimitri, que me follaste toda la noche
después de verme con otro hombre, y ni hablar de ahora,
estabas tan duro contra mi trasero…
—¡Selena! —gritó el hombre acercándose a mí.
Me solté del agarre de la zorra y me fui antes de que el
monstruo me agarrara y no me dejara ir.
Crucé la puerta de mi oficina y me apoyé en ella.
El corazón me saltaba en el pecho. Había tentado a mi
suerte, lo sabía. Pero no podía aguantar más que me humillen.
Odiaba como me sentía por él.
Odiaba amarlo con tanta fuerza, que dolía y me hacía sentir
en carne viva, el dolor de su maltrato.
Miré la caja en mi escritorio.
Suspiré, fui a tomar un tenedor y un plato a la sala de
descanso de nuestro piso. Me encaminé por mi pasillo.
—¡Te lo advierto, no vuelvas a tocarla! —escuché que
Dimitri gritaba.
Me quedé parada en seco.
—¡Pero ella me insultó! ¡Dice que no me amas! —Lucila
hizo una pausa—. ¿Si me amas verdad?
Entré a mi oficina, no quería escuchar la respuesta. Sabía
que podría ser el final de mi corazón, si la escuchaba.
Corté un poco de la torta y me senté a comer y hacer mi
trabajo.

Unos días después…


Miré la prueba en mis manos. Mi vista estaba perdida en
esas dos rayas.
Alcé mi rostro dejando caer mis lágrimas.
Estaba embarazada.
No sabía qué hacer.
Estaba segura de que a Dimitri no le gustaría, lo más
probable es que me llevaría a abortar, pero no quería.
Mi mano fue a mi vientre.
Tenía que haber sabido que al ser él un ser místico, no
resultarían los anticonceptivos normales.
Suspiré tratando de no llorar más.
Tiré la prueba en la basura. La puerta se abrió para
encontrarme con Lucila, sus ojos me detallaron con rabia, pero
me sonrió con suficiencia.
Dimitri no había tratado de acercarse a mí, desde que le
pedí el divorcio.
Pasé por su lado, pero me tomó del brazo. Sus uñas se
clavaron en mi carne.
—Sé lo que tratas de hacer, sin embargo, no lo lograrás —
dijo sonriendo maliciosamente—. Que seas su alma gemela no
te ayudará, los vampiros no tienen esa conexión fuerte como
otros seres místicos.
Mis ojos se agrandaron, al ver que ella sabía que Dimitri y
yo, éramos pareja predestinada.
Me soltó sonriendo.
Lo que pasó después me dejó estupefacta.
Su mano golpeó con fuerza la piel de su mejilla haciéndola
sangrar. Se jaló del pelo.
—¡Selena, por favor, perdóname! —gritó tirándose al piso.
Por mi parte estaba tiesa en mi lugar, tratando de asimilar lo
que había pasado.
—¿Estás loca? —le inquirí.
Ella sonrió mientras ponía su mano en la mejilla golpeada.
—¡Te juro que no era mi intención meterme en su
matrimonio, Dimitri dijo que iba a dejarte! —siguió gritando.
La puerta se abrió.
Mi torso se giró, para ver al dueño de la empresa
mirándonos a las dos.
Sus ojos destellaron en rojo por un segundo.
Me miró con enojo y tomó mi brazo.
Me jaló hacia afuera del baño.
—Que seas mi esposa, no te da derecho a lastimar a alguien
solo porque se acostaba conmigo —dijo con los dientes
apretados.
—¡Yo no la toqué, se golpeó sola! —dije mientras veía
cómo entraba y se agachaba para mirarla y tocarle el rostro.
—No me hagas reír, Selena —dijo riendo secamente—.
¿Por qué se lastimaría a ella misma de esta manera?
Parpadeé al ver cómo la atendía con cariño.
Negué comprendiendo que nunca me escucharía, y nunca
confiaría en mis palabras.
Se giró para verme mientras la ayudaba a levantarse.
—Te ocuparás de ella.
—Me duele mucho el pie —dijo la mujer.
—Te llevaré a casa para que te vea un médico.
Miré para todos lados, cuando vi que los empleados se
ponían a mi alrededor, para ver qué estaba pasando.
Rodé los ojos, sentía que estaba en una novela estúpida,
donde el marido le creía a la zorra de la amante.
—Y-yo ahora voy, quiero acomodarme un poco —dijo
desviando la mirada y concentrándose en un punto fijo.
Dimitri se acercó a mí y me miró con desprecio.
—Cada día me sorprendes más.
Me giré sintiéndome enferma. Mi cuerpo temblaba y mi
visión comenzó a distorsionarse.
Comencé a caminar, pero todo se volvió negro.
Me levanté frunciendo los ojos.
—Señora Novikov —dijo el hombre a mi costado.
Miré sus ojos celestes detrás de sus lentes.
—Se ha desmayado —dijo sonriéndome.
Miré para todos lados, estaba sola en la habitación.
—Su esposo la trajo a casa, enseguida —dijo con tristeza
—. Pero quédese tranquila.
Toqué mi vientre, lo cual no le pasó desapercibido.
—Su hijo está bien.
Me puse ansiosa, en cuanto él me miró sabiendo a qué me
refería.
—Soy brujo, puedo ver que tiene dos energías en su cuerpo,
la suya y la de su hijo.
Me acomodé nerviosa.
—É-él…
—No lo sabe, estaba más preocupado por ayudar a la otra
chica, que solo tiene un esguince menor…
Su rostro, el cual era hermoso, tenía un dejo de pena por
mí.
—Me tomé el atrevimiento de no decirle, cuando vi que no
le prestó la atención necesaria, siendo usted su mujer.
Largué el aire más tranquilo.
—Tiene que ir al hospital a hacerse los chequeos
necesarios, está incubando un vampiro fuerte en su útero y eso
puede traerle problemas si no lo cuidan como debe ser.
Asentí, viendo cómo se levantaba de la silla.
Se fue y me saludó desde la puerta.
Me levanté y me encaminé hacia la puerta.
Lucila estaba saliendo del cuarto de Dimitri.
Fruncí el ceño.
Pasé de largo para bajar e ir a la cocina.
Mi cuerpo llegó a la orilla y fue tomado.
—Sé que estás embarazada, y no puedo dejar que lo tengas,
comprende que arruinarías nuestro plan, no creo que a Dimitri
le moleste que lo pierdas —me dijo al oído.
Perdí el equilibrio cuando sentí su pie golpear contra el
mío.
Mi cabeza cayó contra uno de los peldaños haciéndome
sentir una punzada filosa.
—¡Señora Novikov! —escuché que gritaban.
Sentí mi cuerpo golpear una y otra vez contra los escalones,
hasta llegar al final de las escaleras de mármol.
El cuerpo me dolía horrores y me costaba respirar.
En la parte de arriba, pude ver a Dimitri bajando a toda
prisa con su semblante pálido, y a Lucila sonriendo con
malicia.
El doctor me comenzó a revisar.
—Llamen a una ambulancia…
—Harry, está sangrando…
—¡Joder, está teniendo un aborto! —dijo desesperado el
médico.
Mis ojos se pusieron llorosos mientras sentía mi conciencia
desvanecerse.
—¡Selena! —escuché a Dimitri gritar cuando mis ojos se
cerraron.
Luego sentí mucha paz.

“Fin Flashback.”

Mis ojos fueron a Dimitri.


—Ibas a tener un bebe… —dijo con la voz entrecortada.
Sequé las lágrimas de mis mejillas.
Su estado era de shock total.
—¡Esa maldita perra! —gruñó parándose.
Su mano pasó por su cabello y luego por su barbilla.
Se giró para mirarme y se agachó, me tomó las manos las
cuales me temblaban desesperadamente.
—C-creo que era lo mejor, no era un bebé que lo querían…
—dije pensando en todo lo que podría haber sufrido mi hijo en
esa vida.
Sus labios se apretaron.
—Selena… créeme que la haré pagar si te llega a hacer
algo en esta vida —dijo seriamente—. Sé que esa siren puede
ser muy tramposa cuando quiere.
Dimitri llevó su mano a mi mejilla y la acarició.
—Ya tendremos tiempo para tener hijos —dije cerrando los
ojos y disfrutando de su caricia.
Abrí los ojos al comprender lo que había dicho.
No quería darle esperanzas cuando me costaba estar con él,
cuando los recuerdos del monstruo volvían como un huracán a
mi mente y arrasaban con mi corazón.
Su mirada estaba clavada en mi rostro, pero estaba serio,
eso me preocupó, porque no sabía qué podría estar pasando
por su cabeza.
CAPÍTULO
29

SELENA

a eran las dos de la madrugada. Y todavía me faltaba


contarle más vidas.
Dimitri me tenía contra su costado, acariciando mi brazo
con cariño. La calidez que fluía por mi cuerpo me calentaba el
corazón, como nunca antes lo había sentido.
—¿Qué pasó después de que moriste? —inquirió tranquilo,
pero con seriedad.
Suspiré.
—Me encontré con ellas —dije recordando la charla que
habíamos tenido.

“Flashback.”
Ambas me miraban con tristeza.
La Diosa de la Luna estaba con los brazos cruzados,
mientras que la reina de los Dioses, me escrutaba con
atención.
—Esto va a ser más complicado de lo que pensé, Selene —
dijo la rubia mirando a la pelinegra.
El ceño de la otra mujer se frunció, a la vez que sus ojos
negros iban a mi rostro nuevamente.
—Tenemos que ver y ayudarla, no puede morir tan
fácilmente…
—Sabes que no podemos, no se la puede bendecir tan
fácilmente, ya bastante que revive…
—No quiero revivir… —dije negando con la cabeza.
Abracé mis brazos.
—No si es enfrentarme a ese monstruo… ¿Por qué lo
hiciste así? —le inquirí a Selene.
En sus ojos hubo pena.
—Dimitri no es un monstruo porque quiere, en esa vida su
madre murió al darlo a luz, su padre era despiadado con ellos,
el mismo tuvo que matarlo porque había perdido el control y
se estaba volviendo loco…
Mis ojos se agrandaron.
No me había detenido a pensar en eso, no era una forma de
apañar sus actos, pero comprendía que eso lo llevó a ser
insensible.
La otra Diosa se acercó a mí. La mano de Hera se estiró
para darme un collar, este era de un cristal puro y transparente.
—Esto… te ayudará a saber cuándo estás en peligro —dijo
dándome el collar.
Alcé mis cejas mirándolo.
—Nunca te lo quites, se pondrá de color para saber cómo
va tu relación con él… Solo trata de que no se ponga negro…
—se encaminó hacia su trono—. Si no… morirás.
Asentí, no me serviría de mucho a mi parecer, pero no
perdía nada.
Selene se acercó a mí y tocó mi frente.
El jalón en mi cuerpo y el vértigo me inundaron, me sentí
hundirme.
El aire me faltaba, cuando traté de respirar el agua inundó
mis pulmones.
¡Joder, me estaba ahogando de verdad!
Mi cuerpo estaba pesado.
Comencé a cerrar los ojos, genial, ni siquiera sabía nadar en
esta vida.
Mi cuerpo fue agarrado, eso fue lo último que recuerdo
antes de quedar inconsciente.
Los párpados me pesaban y me costó abrir los ojos. Respiré
hondo y me levanté. El dolor en mi cabeza se hizo punzante
con la ráfaga de información y recuerdos de esta vida.
Aquí también se sabía de los seres místicos, pero había una
guerra entre humanos y seres místicos. O mejor dicho la Orden
de plata.
Cada vez había más seres capturados y asesinados.
—¡Sele! —gritaron a mi costado.
Mi cuerpo fue abrazado y reconfortado en calor.
No pude evitar llorar, cuando la escuché llorar.
—No lo vuelvas a hacer, no estás sola, por favor —dijo
Maddie alejándose.
Sí, la Selena de este cuerpo trató de suicidarse.
Mis padres estaban muertos por un atentado a mi familia,
del cual salí viva por suerte.
No sin llevarme una herida de quemadura en mi rostro.
Miré a mis tíos, y a Luka, quien estaba recostado contra la
pared.
—Cosita bien hecha —dijeron entrando a la habitación.
Alcé la vista para sorprenderme al ver a Aleric.
—Hermanito, ella ya despertó —dijo secándose las
lágrimas.
Miré a mis tíos.
Mi tía Stephanía se acercó a mí y me acarició la mejilla.
—Eres la hija de mi hermana, no puedo dejarte sola, eres
como mi hija, Sele —dijo abrazándome—. No estás sola, si
necesitas ayuda, por favor, acude a nosotros.
Sentí lágrimas caer, la Selena de esta vida tenía depresión y
todos mis sentimientos estaban revueltos.
—¿Cuándo le darán el alta? —preguntó Aleric.
Lo volví a mirar y sonrió.
—Llamaré al médico para que la vean —dijo mi tío Arnold.
Miré hacia otro lado, evitando la mirada del Semi-Dios,
quien era hermano de mi prima.
Mi corazón palpitó con fuerza.
Sentí mis mejillas arder.
“Joder, esta mujer estaba enamorada de él.”
Y lo que es peor, el pelinegro la tenía como boba siendo su
novia en estos momentos.
Maddie me miró a mí y luego a Luka. La vi alzar las cejas y
levantarse.
—Mami, vamos a buscar para que tome algo Sele —dijo
con esa ternura e inocencia que la caracterizaba.
La tía Steph me miró y luego a Aleric.
Este estaba mirando la televisión, como si no se diera
cuenta de que lo estaban mirando.
Ambas mujeres se fueron, Maddie tomando a Luka de la
mano y se lo llevó a rastras.
Rasqué nerviosa mi cuello, era evidente que ese hombre,
todavía no entendía de indirectas en sus otras vidas.
La cabeza de Aleric se giró, sus ojos estaban serios y su
boca apretada.
Se acercó a mí.
Sus dedos tomaron mi barbilla para que lo mirara.
—¿Por qué, cupcake? —me dijo dolido.
Tragué fuerte, traté de desviar la mirada, pero no me dejó.
—Tú… estás conmigo por lástima, no quiero ser una carga
para nadie —dije sintiendo mis lágrimas caer.
Los pensamientos retorcidos de la antigua Selena, no me
dejaban pensar bien y era un problema.
Pero también tenía que decirle la verdad, de porque lo había
hecho.
Odiaba todo de ella, desde la cicatriz en su lado izquierdo
en su rostro, que se extendía hasta por debajo de su cuello
hasta la miserable vida que tenía. Sentía que estorbaba a sus
tíos.
El ángel de la muerte me tomó por la nuca y se acercó más
a mi rostro.
Sus ojos, como el cielo sin estrellas, me sondearon hasta el
alma. Aleric acercó sus labios a los míos y me beso con
pasión, como siempre lo hacía.
Mis dedos se curvaron contra su remera negra aferrándome
a él, como si fuera mi última esperanza.
Contorneó mi arco de cupido haciéndome suspirar,
sintiendo la calidez en mi pecho. Sus dedos, que estaban algo
fríos, rozaron la piel de mi cintura que estaba a la vista entre el
pantalón y la remera.
Un gemido salió de su garganta, mientras el beso se hacía
más apremiante. Su lengua buscó la mía, volviéndome loca,
mi corazón palpitaba y mi respiración estaba complicada. Mis
neuronas no estaban conectando y fuegos artificiales pasaban
por mi mente, a la vez que, el hormigueo se instalaba en mi
vientre.
Aleric se separó de mí, para mirarme con los ojos
entornados.
—¿Sigues pensando que estoy contigo por lástima?
Relamí mis labios.
—Si lo sigues sintiendo así… —su rostro se acercó al mío
—. Puedo seguir hasta que lo comprendas…
—Señorita Brenzor…
Mis manos empujaron al hombre, el cual sonrió con
diversión.
Mis mejillas más rojas no podían estar.
—Necesito que firme su alta, y también el consentimiento
para ir al psicólogo —dijo el médico.
—Vale —dije acomodándome en la cama.
Aleric se levantó.
—Iré a buscar a los demás…
Asentí mirando cómo se iba.
—Esto que hizo es muy grave, tiene que ir al psicólogo y
tratarse de forma prolongada —dijo pasándome para firmar—.
Necesitaré la firma de algún familiar para saber que la van a
cuidar.
Mi mandíbula se apretó.
Pero comprendía lo que decía, un suicidio no era algo que
se tomara a la ligera.
Tendría que ir al psicólogo, también me ayudaría a afrontar
los pensamientos enfermizos que esta yo tenía.
Llevé mi mano al cuello solo para darme cuenta de que
tenía el collar puesto.
Lo miré, este seguía transparente.
—¿Cuándo se puede ir? —dijeron detrás del médico.
Su rostro se giró para mirar a mi tía.
—Ella se puede ir, pero necesita seguimiento, psicológico.
La tristeza se vio reflejada en el semblante de la mujer, su
cabello castaño claro y ojos marrones contrastaban con los de
Maddie. Tenía una belleza inigualable a sus casi cincuenta
años.
—Yo me haré cargo de eso —dijo la mamá de Madeleine.

Unos días después…


Sus ojos miraban todo lo que hacía, estaba preocupado.
—¿Estás segura de que te quieres ir a estudiar a Francia? —
Arnold rascó su mejilla, era un signo de nerviosismo.
Asentí guardando lo último de mi equipaje.
—En Francia está la Universidad a la que quiero ir.
Su mandíbula se apretó.
Era un hombre muy guapo para tener casi cincuenta años,
sus ojos azules me sondearon por unos segundos, luego
resopló pasando su mano por la barba canosa crecida que
tenía.
Me enderecé, esto era lo mejor.
El hombre se acercó a mí y me abrazó.
—Cualquier cosa nos avisas, y tienes que buscar un
psicólogo allí, y quiero el control de que estás yendo —se
separó de mí para tomarme de los hombros—. Si no, mandaré
a buscarte.
Sonreí asintiendo.
En verdad era una buena persona.
Se fue dejándome sola.
Estaba segura de que tenía que alejarme de él. Lo había
pensado mucho y me quería ir de Londres, para no
encontrármelo. Cuanto más… lejos mejor. Reflexioné en irme
a América, pero sería raro que pidiera irme a Chile o
Argentina de la nada.
Fruncí mis labios, una ráfaga de frío recorrió mi cuerpo.
Tirité girándome.
Sus alas tornasoladas se estaban guardando mientras ponía
un pie en mi habitación.
—No es bueno entres a escondidas…
—¿Cuál sería la emoción entonces? —dijo acercándose.
Su cuerpo se detuvo en seco al ver la maleta. Desvié la
mirada.
—Espero que te estés cambiando de habitación…
Apreté mis labios rascándome el cuello.
—Por cómo te rascas, eso es claramente un no —dijo
Aleric acercándose a mí.
Mis ojos se agrandaron al ver lo mucho que me conocía,
como para darse cuenta del hábito que tenía de rascarme,
cuando estaba nerviosa.
—Yo… Iré a estudiar a Francia —dije alzando la vista al
tenerlo tan cerca.
Mi corazón golpeaba contra mi pecho.
—Mmmm… ¿Y cuándo pensabas decírmelo? —dijo
tomándome por la cintura.
—Cuando te viera —dije nerviosa.
Su cercanía me ponía los pelos de punta y todo mi
organismo reaccionaba.
—¿Eso quiere decir que me estás dejando?
Fruncí mi ceño sin saber qué contestarle.
—Tómalo como unas vacaciones… Aparte tienes que
encontrar a tu alma gemela —le dije divertida.
Él negó con la cabeza.
—No es necesario, tú eres la que me gusta, Cupcake —dijo
tomando mi mejilla y besándome.
Su cuerpo comenzó a llevarme hacia atrás hasta tocar la
cama. Con un suave movimiento me depositó en el colchón.
Sus manos pasaron por cada parte de mi piel, erizándola y
torturándome. Aleric pasó su lengua por mis labios,
lamiéndolos y chupándolos.
Mi cuerpo se estaba ahogando en éxtasis con cada roce que
él me daba.
Con su mano comenzó a frotar mi pezón derecho
sacándome gemidos, no era la primera vez que lo hacíamos.
Esta Selena se había entregado a él completamente enamorada
y sus sentimientos por Aleric eran tan fuertes, que me costaba
controlarlos.
Levantó mi falda y corrió mis bragas.
—Quiero hacerte mía —dijo contra mis labios.
Lo miré a los ojos, los cuales estaban nublados de deseo.
Mis piernas se enredaron en su cintura, aceptándolo y
atrayéndolo.

“Fin Flashback.”

—Espera… —me interrumpió.


Lo miré pensativa.
—¿Te acostabas con el hermano de tu prima? —dijo
haciendo que lo mirara.
Parpadeé varías veces, a decir verdad, sonaba muy mal,
porque en cierta forma era mi primo…
—Ellos se conocían desde que, esa Selena tenía memoria
—dije pensativa recordando esa vida—. Aleric siempre fue
muy bueno con esa Selena… y en algún momento se
enamoraron.
Él asintió lentamente, pero se lo veía enojado. Incliné un
poco la cabeza hacia un costado mirando su rostro perfecto.
—¿Estás celoso?
—Sí, no quiero que tengas recuerdos de haber estado con
otros, ya bastante, tengo con saber que estuviste con Luka en
esta vida…
Rasqué mi cuello.
Lo dejaría sufrir un poco más con ese asunto, no es que le
haría mal tampoco celarme así.
Quería sentirme amada y deseada.
—En fin, sigo contándote…

“Flashback.”

Subí al avión, luego de saludar a todos. Aleric me dio un


beso en la boca, sin importarle que mis tíos y su hermana
estuvieran. Por mi parte, más roja no podía estar. Sentí mi
cuerpo caliente recordando lo que habíamos hecho hacía unas
horas.
Suspiré dejando mi bolso de mano arriba de los asientos.
Me senté y esperé a que el avión despegara.
Con suerte tendría un año tranquilo lejos de Londres…
Lejos del monstruo.
Me acomodé y me puse el cinturón de seguridad.
Mis signos vitales comenzaron a fallar cuando a mi
alrededor todo comenzó a oler a caramelo.
Miré al hombre que se estaba sentando a mi lado.
Su cabello estaba bien corto, dejando ver sus hermosos ojos
grises.
Llevaba una remera blanca y una chaqueta de cuero negra.
Estaba hermoso y majestuoso como siempre. Con solo
mirarlo sentí que los sentimientos por él florecían, como si de
una flor mágica se tratara.
Su mirada cayó en mí y me detalló completamente.
“¡Mierda!”

“Fin Flashback.”

Dimitri me miraba confundido.


—No importa a donde vayas… Si nos teníamos que
conocer, nos conoceríamos —dijo pensativo—. El vínculo lo
hace de esa forma, tarde o temprano te conocería.
Asentí pensativa.
Eso era verdad, en todas las vidas que escapé de él siempre
aparecía donde menos me lo imaginaba.
Nuestras almas estaban unidas antes de nacer, algo que se
escuchaba hermoso, pero en mi caso me causaba escalofríos.
CAPÍTULO
30

SELENA

imitri trajo la segunda tanda de café en la noche.


Se lo acepté gustosa. Estaba hablando y llorando tanto, que
mi garganta ya me dolía y tenía la voz ronca.
—Lena, si quieres dejar de hablar en algún momento, no
me enojaré.
—Si no lo saco todo, no podré seguir adelante, eres al
primero que le cuento todo esto…
Agaché la mirada a la bebida que tenía entre mis manos.
Respiré hondo, alcé mirada hacia su hermoso rostro y seguí
con lo que pasó en esa segunda vida con él.

“Flashback.”

El hombre sentado a mi lado no paró de detallarme. Sentí


mi rostro arder.
Desvié la mirada y acomodé mi cabello para que mi
quemadura no se viera tanto. Este era un acto reflejo que tenía
la antigua Selena. Se sentía tan mal por esa cicatriz que la
ocultaba con el cabello.
—¿Desean tomar algo? —nos inquirió la azafata.
Sus ojos miel detallaron al vampiro que tenía por
compañero de viaje. Lamió sus labios como si lo estuviera
saboreando y pude sentir mi sangre hervir de ira.
Controlé esos sentimientos.
—Sí, un poco de agua, por favor —dijimos los dos a la vez.
Su voz magnética era música para mis oídos.
La mujer de unos treinta años asintió dedicándole una
última mirada a mi acompañante.
Desvié la mira a la ventana. Las nubes ya estaban por
debajo de nosotros, por suerte hoy no había muchas, así que se
podía ver por debajo de ellas.
Podía sentir que estaba haciéndome hoyos en la nuca con
sus ojos.
—Aquí tienen —dijo la azafata, me giré para tomar mi
bebida.
Su cuerpo estaba demasiado inclinado hacia Dimitri, para
darme la botella de agua y el vaso de plástico.
—Gracias —le dije tomando el envase y lo abría, de
repente tenía mucha sed.
La mano de mi pareja predestinada fue a su barbilla, para
rascarla pensativamente sin dejar de mirarme.
—¿Qué? —le dije ya molesta.
Sus labios se curvaron.
—Nada, simplemente miraba a quién tendría por unas
cuantas horas a mi lado.
Asentí poniéndome los cascos y me recostaba en el asiento.
No me apetecía hablar con él, los recuerdos de mi vida
pasada llegaban a mi mente y destrozaban cualquier
sentimiento que pudiera tener por él.
No hablamos en todo el viaje, su aroma estaba matándome,
al igual que su penetrante mirada.
Tomé mi equipaje para ir directo al hotel donde me
quedaría.
Tomé un taxi, miré mi celular.
Sonreí al ver un mensaje de Aleric.
Y unos trescientos de Maddie y mi tía Steph.
Respondí que ya estaba por llegar al hotel y que estaba
bien.
El lugar era de primera categoría, mi tío quería tenerme
controlada, para saber que no lo intentaría de nuevo. Fue por
eso, que no quisieron que fuera a los dormitorios del campus,
ya que no tendrían a alguien siempre mirándome.
Por mi parte, no tenía problema. Tampoco es que pensaba
hacer algo extraño.
Cuando entré me recibieron con la atención esperaba.
Arnold era uno de los propietarios del dichoso hotel, así que
era de esperarse ese recibimiento.
Me resultaba increíble como algunas cosas no cambiaba.
En todas las líneas en las que estuve hasta ahora, los padres
de Maddie se ocupaban de hacer hoteles de lujos, mientras que
la construcción se la dejaban a los Venikolv y todo lo que era
publicidad a la agencia de mis padres. Era así como las tres se
mantenían a flote y creciendo.
Me enderecé al llegar a la recepción.
El chico de unos treinta y cinco años me detalló, y se
detuvo en la herida que tenía.
Fruncí mis labios.
—Tenía una habitación reservada a nombre de Arnold
Guternet —dije seriamente.
Odiaba las miradas que me daban todos cuando veían la
quemadura. Algunos con asco, otros con lástima y los niños
con miedo.
El hombre asintió buscando en la computadora.
Me dio el pase a lo que sería mi habitación por un largo
periodo.
Un mensaje me llegó.
Aleric: Cupcake, el fin de semana iré para allá.
Sonreí alzando la vista para entrar al ascensor.
Sus ojos se posaron en mí agrandándose. Miré la exquisita
espalda de la mujer pelirroja que tenía en sus brazos.
Mi pecho se oprimió.
No podía negar el sentimiento que tenía por él. Por más que
quisiera lo amaba absurdamente.
La risa de la chica me hizo erizar la piel de lo encantadora
que era.
Me adentré en el espacio que quedaba y presioné el botón
de mi piso.
—Dimi… —le regañó ella con voz coqueta.
—¿Qué? No hice nada.
Rodé los ojos, no podía creer que tenía que aguantar esto.
Mi mirada se desvió hacia ellos, para ver cómo apretaba su
trasero con la mano.
Mi celular sonó nuevamente, pero esta vez era una llamada.
—¿Hola? —dije con voz neutra.
—Es muy feo que me claves el visto, Cupcake —dijo
Aleric con voz de haber sido herido.
Reí al escucharlo hablar así.
—Lo siento, cariño… Es que todavía no estoy en la
habitación y se me complicaba escribirte con la maleta —dije
sonriendo como boba.
Vale, tenía un serio problema, ambos hombres me gustaban.
Pero Dimitri, era a quien amaba. De eso, estaba más que
segura.
La puerta se abrió y pude salir de ese infierno.
—Mmm… —tarareó—. Vale, pero no dejes de hablarme,
en cuanto tenga tiempo iré a verte —dijo tranquilo—. Cuídate,
Cupcake.
—Tú también —dije parándome frente a la puerta de mi
habitación.
La risa de la mujer llegó a mis oídos.
Giré un poco mi rostro, para encontrarlos a ambos entrando
a la habitación de al lado.
—Tiene que ser una broma —dije molesta.
Solo esperaba que las paredes fueran lo suficientemente
gruesas, para no tener que escuchar ningún ruido inoportuno.
Entré a mi hogar y miré todo a mi alrededor.
El ambiente era parecido a un Penthouse.
Un hermoso salón con un lindo sofá en forma circular
estaba frente a un ventanal que daba a la torre Eiffel. Debajo
de este una alfombra blanca decoraba la madera oscura del
piso.
Todo el lugar era moderno. A un costado tenía una cocina,
no era muy grande, pero sí con todo lo que necesitaría. En el
centro del departamento, había una escalera curvada con
peldaños del mismo color del suelo y con barandas de vidrio.
Subí encontrándome con una cama hermosa y majestuosa.
Tenía el ventanal que seguía hasta el techo, dejándome ver
París desde mi nueva cama.
Sonreí tirándome en ella.
Tenía que ver alguna forma de no cruzármelo. Podía sentir
una opresión en el pecho solo de pensar en él.
Mi celular sonó nuevamente.
—Tío —dije tranquilamente levantándome.
—Sele, lamento molestarte ni bien llegas de un viaje —dijo
con culpa en la voz—. Pero necesito que me hagas un favor.
Fruncí el ceño.
—Dime.
—Necesito que te encuentres con un cliente, quiere poner
un local en el hotel y necesitamos arreglar ese contrato, es
muy importante para nosotros —dijo preocupado—. Es un
magnate de los restaurantes.
—¿Cuándo sería? —dije sonriendo.
Bajé las escaleras para ir a la cocina. Puse la pava eléctrica
a calentar.
Saqué una taza y un saquito de té.
—Mañana por la mañana, se llama Dimitri Novikov —dijo
suspirando.
Mi mano se detuvo a medio camino de poner el saquito en
la taza.
“¿Por qué?” Me dije a mí misma.
—Vale —dije con seriedad.
—Es solo escuchar lo que quiere y anotarlo, yo después me
ocuparé de cerrar el trato.
—No hay problema —dije tratando de no sonar molesta.
—Gracias, Sele, te quiero cariño, cualquier cosa me avisas.
La pava hizo un pitido de que ya el agua estaba lista.

Mis manos se agarraron con


fuerza de la mesada. Cerré los ojos tratando de entender, que
todo lo que me pasaba era por el maldito destino. No
importaba a donde fuera, siempre me lo encontraría y de
alguna forma terminaría en sus manos.

Me apresuré a ponerme los pantalones cortos blancos, una


blusa negra con un lazo en mi cuello que se dejaba ver debajo
de mi saco blanco. Me puse unos zapatos bajos y tomé mi
cartera.
Detallé mi aspecto en el espejo. Mi cabello caía sobre mi
rostro tapando mi costado feo.
Tomé aire y salí de mi casa.
Caminé por el lujoso pasillo que tenía paredes blancas con
decoración en celeste.
Bajé en el ascensor y me dirigí tranquilamente hacia el
restaurante que tenía el hotel.
—Estoy buscando a la Señorita Brenzor —escuché que
decían cerca de mí.
Alcé la vista de mi celular completamente nerviosa.
Me levanté de mi silla.
—Por aquí, Señor Novikov —dije alzando la mano para
que me viera.
Su ceño se frunció, pero sus comisuras se curvaron
levemente después.
Un escalofrío me recorrió desde los pies hasta la cabeza.
—¡Qué sorpresa, verla por aquí!
Su cuerpo estaba vestido con un traje negro, elegante y a
medida. Todo en él gritaba poder, desde sus costosos
mocasines lustrados hasta su Rolex.
Me extendió la mano y sopesé el contacto.
La estreché sintiendo ese ardor característico. Evité respirar
hondo, ya que su aroma iba a joder mis facultades mentales.
Con toda la precisión que pude le sonreí, solté su mano sin
parecer que esta había carbonizado la mía.
Nos sentamos y por mi parte, tomé los papeles que mi tío
había mandado por mail, y que muy amablemente habían
impreso ayer por la noche.
—Tengo entendido que quiere poner una tienda de
panadería, en la entrada del hotel, para que tanto puedan pedir
los que se alojan y los que pasan por la calle —dije mirando
un poco los documentos.
Pude ver que asintió.
—Mi tío está de acuerdo, pero sugiere que en vez de que
solo esté en la calle esté adentro en el restaurante, que su
comida se venda allí para que no haya competencia entre
ambas empresas —dije mirándolo.
Sus ojos estaban clavados en mi persona y me estaba
volviendo loca.
Rasqué mi cuello.
—Me parece bien, pero quiero algo para hacer el trato —
dijo acercándose a la mesa.
Sus ojos destellaron en rojo, y supe que algo no andaba
bien.
Mi instinto me gritaba que corriera de ese lugar.
—¿No le parece bien las tazas ofrecidas de ganancias? —
dije nerviosa.
Mi tío quería tenerlo a toda costa, en verdad él fue llamado
para que pusiera su comida en el restaurante, pero Dimitri
prefería su propio negocio en el hotel.
—Siento que es muy bajo —dijo despreocupado.
Apreté mis labios en una fina línea.
—Hablaré con mi tío, para que vea las tazas.
Sus labios se curvaron.
—No quiero más dinero, ya estoy asqueado de él, quiero
otra cosa —dijo acercándose más, su mano tomó la mía.
Tragué fuerte, esto no podía ser.
—Te quiero a ti, como mi esposa —dijo tranquilamente.
Mis ojos se agrandaron, no, esto no podía estar pasándome.
Su mirada gris detalló mi rostro.
—No soy un objeto…
—Eres mi túa-cantante —dijo tranquilamente—. Y lo
sabes…
Su dedo índice comenzó a hacer círculos en el dorso de mi
mano, haciéndola arder como el mismísimo infierno.
—Solo será para las afueras —dijo regresando a su postura
relajada contra el respaldo de la silla.
Se lo veía como un rey insondable.
Todo cayó como un balde de agua fría, me quería solo por
ser algo que lo pondría en problemas.
Él era el rey de los vampiros, yo era una debilidad.
—Si me caso contigo… cada uno hará su vida… —le dije
tanteando la situación.
—Así es, cada uno tendrá su privacidad al resguardo —dijo
pensativo.
Su mandíbula se apretó.
—¿Tienes pareja?
Humedecí mis labios.
—Eso, no es de tu incumbencia.
Su mirada se volvió fría. Me importaba un carajo, no
dejaría que me destruya como lo hizo en mi vida anterior.
—Acepto, pero solo será a la vista de los demás, luego
seremos desconocidos —le dije secamente.
Me levanté y me fui, por primera vez en tanto tiempo me
sentí libre de poder mandar todo a la mierda. No me importaba
ir en contra de los designios de las Diosas. Este hombre me
haría sufrir, y si no podía escapar de encontrármelo, pues le
daría pelea.
“Fin Flashback.”

La mirada de Dimitri estaba perdida en su café.


—Fui igual de bastardo que la anterior… —dijo girando su
rostro para mirarme—. ¿Verdad?
—No tanto, solo te acostaste con toda falda que se te
cruzaba —le dije torciendo el gesto.
—Por eso limpiabas todo cada vez que nos veíamos —
afirmó pensativo.
Asentí pensando en el asco que me daba, solo pensar que él
podría haberse acostado con alguien en donde estábamos.
—No tiene mucho para contar esa vida, te diré cómo
terminó porque esa fue la primera en que me mataste.
Su rostro se ensombreció y pude ver cómo sus nudillos se
ponían blancos tomando la taza.
Tuve miedo de que la rompiera y se hiciera daño.
CAPÍTULO
31

SELENA

espiré hondo, mirando sus dos remolinos plateados, los


cuales estaban llenos de tristeza y culpa.
—¿Qué hice? —dijo en un hilo de voz.
Sabía que era un tema complicado para él.
—Y-yo… Comencé a darte celos con Aleric —dije,
pensando en cómo seguir con lo que tenía que decirle.

“Flashback.”

Mi cuerpo estaba en éxtasis sintiendo cómo Aleric besaba


mi cuello. Gemidos salían de mi garganta, a la vez que mi
espalda se arqueaba.
La mano del Semi-Dios fue a mi pecho para amasarlo y
apretarlo, con sus dedos agarró mi pezón y lo rodó entre ellos.
Mis piernas estaban flexionadas mientras recibía cada
embestida.
Su miembro se deslizaba dentro de mí, ahogándome en
placer puro. No tenía nada más en mi mente que poder
sentirlo. No podía negar que este hombre me volvía loca.
Mis manos se apretaron en su espalda.
—Cupcake —murmuró con voz ronca.
Abrí los ojos para perderme en los oscuros suyos.
—Aleric… más fuerte —le supliqué.
Su mirada me caló hasta los huesos mientras sonreía. El
ángel de la muerte agachó la cabeza para atrapar mis labios.
—Eres una descarada —dijo haciendo que me sonrojara.
Sus manos me alzaron, haciendo que quedemos ambos
sentados. Con movimientos precisos y ágiles comenzó a hacer
que subiera y bajara. Mis brazos se enredaron en su cuello
para sostenerme, mis caderas se movían colisionando con las
suyas.
Su polla golpeaba fuerte contra el punto sensible en mi
interior.
Con sus brazos en mi cintura me presionaba contra su
pecho duro y tonificado.
—¿Esto querías, Cupcake? —inquirió mirándome con los
ojos nublados.
Asentí juntando mis labios con los suyos.
Mi cuerpo se tensó con cada estocada que me daba,
llevándome al precipicio de mi liberación. La cual llegó junto
con la de él.
Mi cuerpo convulsionó en sus brazos, sintiéndome segura y
querida.
Con la respiración agitada lo miré a los ojos, mi amante
sonrió con ternura volviendo a juntar nuestros labios.
Lamió y chupó cada parte de mi boca con ternura y deseo.
—Te ves tan linda cuando te corres —dijo picoteando mis
labios.
Sonreí ante su desfachatez.
—Luego la descarada soy yo.
Sus labios se curvaron, pero dejó de sonreír a los segundos.
Fruncí el ceño.
—¿Qué pasa? —le inquirí.
—No quiero estar de esta manera contigo, no quiero
compartirte con él.
Suspiré bajándome de él.
Tomé mi ropa y me dirigí hacia la ducha.
Nos encontrábamos en un departamento que había
comprado para poder tener mi tiempo a solas, que
prácticamente era siempre.
Mi esposo se la pasaba en juntas de trabajo, de viaje y con
sus amantes.
Hacía ya dos meses que estábamos casados, y solo apareció
para firmar el contrato de matrimonio.
Él no se metía en mis asuntos y yo en los de él. O eso creía
hasta hace unos días, cuando me di cuenta de que me seguían.
Estaba muy molesta.
No había dejado de ver a Aleric, sabía que estaba mal y que
estaba haciéndole daño. Pero no podía dejarlo, sabía que era
egoísta de mi parte. Le estaba dando ilusiones de que dejaría a
Dimitri y no podía.
Me sentía entre la espada y la pared.
Por un lado, tenía ese amor enfermizo por Dimitri. El cual,
me ponía mal de solo pensar que estaba revolcándose con otra.
Y, por otro lado, estaba Aleric, un chico que me hacía sentir
querida y respetada. Pero no sentía el amor o las emociones
que me albergaban cada vez que pensaba o veía a Dimitri.
Era egoísta por no apartarlo y querer sentirme querida.
Comencé a pasar la esponja por mi cuerpo.
El tacto de sus manos erizó el vello más fino.
Tomó la esponja y comenzó a hacer espuma. Pasó
lentamente por mis senos haciéndome gemir.
Su pecho se pegó a mío. Aleric rodeó mi cuerpo con su otra
mano. Besó mi cuello y mordisqueó cada lugar de este.
Me estaba hundiendo en el deseo nuevamente.
Mis manos se apoyaron contra la superficie fría de los
azulejos azul oscuro de la pared y con rudeza hizo que mis
pezones se apretasen contra esta.
El frío recorrió mi cuerpo.
Tomé su mano para tratar de que me soltara.
—Aleric —le regañé.
—Selena —me burló tomando mi cuello desde adelante.
Giró mi rostro para que lo mire. Mis ojos se alzaron para
ver como de sus cabellos negros caía agua, haciéndolo ver
increíblemente caliente. El hormigueo en mi sexo se
incrementó.
Sus labios se aprovecharon de mi momento caótico y arrasó
con mi boca.
Pude sentir cómo su caliente polla se deslizaba a través de
mi hendidura hasta rozar mi clítoris.
—No es justo —le dije molesta.
Una sonrisa maliciosa se formó en sus labios esculpidos.
—Lo que no es justo, es que pienses en él también —dijo
hundiéndose en mí—. Cuando claramente no puedes alejarte
de mí.
Gemí con la primera embestida.
Mis manos se apoyaron en la pared sosteniendo mi peso y
aguantando cada movimiento.
No podía evitar apretar mi coño al rededor de su mi
miembro.
—Sabes que te gusta tanto como a mí —dijo apretando su
cuerpo al mío.
Sus labios besaron mis hombros, lamió mi omoplato.
Me hizo girarme y tomó una de mis piernas. Su eje se
volvió a adentrar en mí.
Aleric tomó mi mano con su mano libre y enlazó nuestros
dedos. Alcé la vista para verlo.
Llevé mi mano a su cuello para acercarlo y besarlo.
Sus estocadas se hicieron más fuertes.
Pocos minutos después me llevó a un segundo orgasmo.
Mi mente era un lío y mi corazón se apretaba ante todo lo
que estaba sintiendo.
—Te quiero solo para mí —dijo contra mis labios.
Me separé de él y salí del baño. Me sequé lo más rápido
que pude y me cambié.
—Lena… —me advirtió.
—No puedo, Aleric…
Lo miré estaba poniéndose los pantalones.
Su mirada era seria y dura.
—No puedes estar con alguien que no te ama…
Mi corazón se estrujó de solo escuchar sus palabras.
—No es tu problema —dije furiosa con los dientes
apretados.
Me encaminé hacia la puerta.
—¡Él no te ama, se acuesta con cuanta mujer puede! ¿Por
qué no lo entiendes? —dijo exasperado, tomándome de los
brazos.
Las lágrimas comenzaron a caer.
—¡¿Crees que no lo sé?! —le grité furiosa—. Sé que él no
me ama, sé todo de sus amantes.
La herida que estaba tratando de cerrar estaba abierta.
—Pero es mi pareja predestinada.
Sus ojos se agrandaron.
Pero un rastro sombrío se plantó en su rostro.
—¿Lo amas tanto? El vínculo de los vampiros no es fuerte,
y tú eres humana —dijo acercándome a él.
—Y-yo… —no paré de sollozar—. No puedo dejarlo.
Aleric me abrazó con fuerza.
—Pero tampoco quiero dejarte a ti —dije alzando la vista.
Su ceño se frunció.
—Recházalo —dijo secamente.
Apreté mis labios, ya lo había pensado, pero si en mi vida
pasada solo con el divorcio se había puesto histérico, no quería
pensar si lo rechazaba.
—No puedo, los vampiros pierden la razón y se pierden en
la oscuridad con el rechazo, lo sabes —dije tragando grueso—.
No puedo cargar con eso a mis espaldas.
Sus labios buscaron los míos.
—No te dejaré, por más que me alejes como lo estás
haciendo —dijo estrechándome fuerte.

Me dejé llevar por ese amor


que me estaba ofreciendo.

Me encaminé hasta la entrada de la mansión. No solía


pisarla mucho, por ello no me extrañaba que cuando lo hacía,
todos los sirvientes me miraban raro.
Respiré hondo.
Las pisadas en el pasillo me hicieron alzar la cabeza.
Todo mi cuerpo tembló mientras su alta figura se iba
acercando a mí.
—A la habitación ahora —dijo seriamente.
—No me apetece ir a un lugar donde llevas a tus putas —
dije yendo a las escaleras.
—¡Selena! —gritó molesto.
Me giré para verlo.
—¿Qué quiere, mi querido esposo? —le dije con los dientes
apretados.
Podía sentir el aroma a caramelo mezclado con perfume de
mujer.
—¿No está satisfecho con la zorra de turno, que viene a
molestarme a mí, señor Novikov? —le dije sonriendo con
arrogancia.
Mi corazón estaba subiendo sus murallas para no ser
lastimado.
Ya le había confiado mi amor a un cerdo y lo único que
hizo fue ensuciarlo.
Subió las escaleras y yo hice lo mismo para que no me
alcanzara.
Lo único bueno, era que la zorra de Lucila no estaba en esta
vida.
Pero a falta de una, tenía muchas más.
Caminé por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi cuarto.
—¿Dónde estuviste hoy? —dijo tomándome de codo.
Fruncí el ceño.
—¿No te lo dijo tu espía? —le pregunté furiosa.
Su cuerpo se paralizó por unos segundos.
—Estuve en mi departamento estudiando.
Sus ojos se pusieron de un gris oscuro como una tormenta
precipitándose.
—¡Mientes! —dijo haciendo que entre en la habitación—.
Puedo olerlo en ti.
Cerró la puerta tras él y mi pecho se oprimió al ver que
estábamos a solas.
Mi mano fue inconscientemente al collar. Lo miré
rápidamente para ver que se estaba poniendo gris.
—¿Con quién estabas? —gruñó tomándome más fuerte del
brazo.
—Follando con mi amante —le dije sin poder aguantar la
ira que tenía.
Sus ojos se tornaron rojos.
—¿Es por eso que no vienes a casa a dormir? —inquirió—.
¿Por qué tienes un amante?
Reí por lo bajo agachando la cabeza.
—¿Qué esperabas? —le dije con veneno en mis palabras—.
¿Que sea la esposa devota que estaría llorando, cada vez que
tú te acostaras con alguna de tus amantes?
Su ceño se frunció.
—Tú no puedes estar con nadie, que no sea yo, soy tú…
—¡Mi esposo por contrato, el cual se revuelca como un
cerdo con otras mujeres! —mascullé tratando de que me
suelte.
—Cuida tu boca, sigues siendo mía.
—Habíamos quedado que cada uno haría lo que quería en
su vida privada —le recordé.
Moví con fuerza mi brazo y pude zafarme, pero su mano
rodeó mi cintura para capturarme otra vez.
—No se suponía que tuvieras un amante…
—Pues lo tengo desde antes de conocerte, y no puedes
culparme.
Sus ojos detallaron mi rostro con desesperación y se deslizó
por mi cuello. Los labios de Dimitri se apretaron en una fina
línea. Sus manos fueron a mi camisa roja y jaló de ella
rompiendo parte del cuello. Sus orbes se tornaron rojos.
—Hermosos los mordiscos de amor que me hizo, ¿no? —
me burlé.
Su mano fue a mi cuello apretando con fuerza. Mi
respiración se hizo escasa y comencé a marearme.
—No dejaré que nadie te vuelva a tocar, eres mía, Selena
—dijo acercando sus labios a los míos.
Mis manos fueron a su pecho tratando de apartarlo. Dejó de
apretar con fuerza, para comenzar a besarme con furia.
—Mi esposa —dijo chupando mi labio inferior.
Mi cuerpo fue llevado despacio a la cama.
—Mi mujer —siguió contorneando mi arco de cupido.
Dimitri me acostó en la cama.
—Mi túa-cantante —dijo mirándome con deseo.
Lo empujé viendo que no estaba prestando atención a mis
movimientos.
Me levanté rápidamente.
—Pues, lamento decirte que no soy nada de eso, es más, no
quiero tener vínculo contigo —le dije haciendo que me mire
con enojo.
El monstruo estaba asomándose a la superficie y quería
matarme.
—Yo Selena Brenzor…
—No te atrevas —dijo acercándose.
—Te rechazo a ti, Dimitri Alexander Novikov como mi túa-
cantante, como mi pareja predestinada —dije sintiendo cómo
mi corazón se apretaba.
Mi cuerpo cayó al piso, cuando sentí que mi corazón latía
con fuerza y dolorosamente. Sentía que me estaba por dar un
paro cardiaco.
Mi cuerpo fue tomado bruscamente por mi cuello y
levantado en el aire.
—Ya no me sirves —dijo mirándome con sus ojos
completamente rojos y desprovistos de sentimientos.
Su brazo se flexionó hacia atrás.
El frío inundó el lugar.
Sentí su mano entrar en mi caja torácica, para luego apretar
mi corazón.
Sus ojos se agrandaron mientras caía al piso.
Atrás de él, Aleric estaba con sus ojos violetas y sus dedos
negros, de su palma manaba una bruma negra con destellos
violetas.
Enseguida se acercó a mí.
Me costaba respirar y hablar.
Aleric me tomó entre sus brazos.
—Ya, mi Cupcake —dijo acariciando mi rostro—. Estoy
aquí.
Sus ojos negros se llenaron de lágrimas y sonrío.
Mi mano se alzó para tomar su mejilla.
Me sentía vacía por dentro, como si algo me faltase, y sabía
lo que era. Mi pareja predestinada.
Un espasmo recorrió mi cuerpo antes que mi último aliento
saliera de mis pulmones.
Luego todo se volvió negro.

“Fin Flashback.”
La mirada de Dimitri estaba perdida en mi rostro. Estos
estaban vidriosos.
Mi cuerpo temblaba por las emociones que tenía.
—Lo siento tanto —dijo llevando su mano a mi cuello y lo
comenzaba a acariciar.
Lágrimas cayeron de sus hermosos orbes.
—Jamás te haré eso, mi ratoncita —dijo acercándose a mí.
Su cuerpo llenó de calidez el mío. Esas palabras eran las
que necesitaba escuchar, para que mi corazón también
comenzara a sanar lentamente.
El roce en mi piel ardía tortuosamente. Su aroma a
caramelo estaba dificultando mis sentidos. Tenía la respiración
agitada, y estaba más que segura, que él podía sentir cómo
martillaba mi corazón.
Me acerqué más a él, no podía comprender cómo es que me
resultaba tan fácil tenerlo cerca. De repente, era como respirar.
Lo necesitaba cerca de mí para vivir.
Alcé la vista para perderme en las profundidades de sus
ojos. Su rostro se acercó al mío haciendo que mi cuerpo
temblara.
Tragué fuerte cerrando mis ojos y esperando el toque de sus
labios.
Nada.
No sentí nada.
Abrí mis ojos para encontrarme con su mirada atenta. Sentí
mi labio inferior temblar.
Quería que me besara, que me abrace y mimara.
—D-Dimi…
Sus labios callaron los míos haciéndome jadear. Lo deseaba
con todo mi ser.
Dimitri tomó mi rostro con su mano derecha, mientras que
la izquierda se aferraba a mi cintura estrechándome a él.
Sabía que estábamos transitando por un camino tortuoso,
entre el amor y la tristeza.
Pero necesitaba saber que podía estar segura en sus brazos,
que no pasaría nada de lo que ya había vivido.
Me arrodillé en el sofá y enlacé mis manos en su cuello.
—Lena… —murmuró contra mis labios con voz ronca.
Abrí los ojos para sentir cómo apoyaba su frente contra la
mía.
Mi respiración era un caos, al igual que la suya.
Pude ver el atisbo de sus colmillos.
Mis cejas alzaron.
—Tienes sed…
Su mirada cayó en mi persona, su iris era rojo escarlata.
—No bebí nada desde hace unos días…
Apreté mi mandíbula.
Miré para todos lados.
Dimitri se echó hacia atrás y desabotonó su camisa.
Su respiración era dificultosa.
Rasqué mi cuello, estaba teniendo el ardor y no sabía qué
hacer.
Me levanté y fui por un cuchillo.
—Ni se te ocurra —dijo molesto parándose.
Apreté el filo en mi muñeca.
Su mano tomó mi mano sacando la hoja de metal de mi
piel.
—Puedo controlarme.
Su respiración era sonora.
Sus colmillos asomaban de su labio superior.
Dimitri tenía un aspecto aterrador y oscuro, pero a la vez
cautivador y atrayente.
—Tienes que beber sangre —le insté seriamente—. Puedes
perder el control.
—Estoy bien, Selena —dijo yendo a sentarse.
Sus manos fueron a su cabeza agachada y lo vi tratar de
tranquilizarse.
Con ira contenida me acerqué y me puse de rodillas frente a
él.
—¿Por qué no quieres? —le pregunté seriamente—. Soy tu
pareja, y deseas mi sangre.
—No te haré responsable de mi alimentación para siempre.
Mi pecho se oprimió, lo que sus palabras decían
indirectamente era que no quería marcarme.
—Pues es una lástima, ya eres dependiente de mi sangre —
dije mirándolo seriamente.
Su ceño se frunció.
—No es divertido…
—Lo sé, pero no puedes estar así.
Me incorporé y me senté a horcajadas sobre él.
—Selena… —dijo molesto—. No te marcaré.
—Pues no tienes que hacerlo, ya lo hiciste en mi última
vida —dije tomando su rostro entre mis manos.
Sus ojos se agrandaron mientras que sus labios se
entreabrían.
Mi cuerpo se pegó al suyo.
—Bebe, Dimitri, solo así estarás satisfecho —le dije
corriendo mi cabello y le mostraba mi cuello.
Su mirada aguda y salvaje se posó en mi garganta y tragó
fuerte.
CAPÍTULO
32

DIMITRI

ragué fuerte.
La mujer que tanto deseaba, se estaba entregando en
bandeja de oro.
Selena estaba a horcajadas en mi regazo mirándome
expectante.
Sus ojitos estaban hinchados de tanto llorar, haciendo que
mi pecho se oprimiera.
En mi mente resonaba una y otra vez lo que había dicho.
Ella estaba marcada.
—D-Dimitri —dijo con timidez acercándose más a mí.
—¿Cómo es eso de que estás marcada? —le dije respirando
con dificultad.
Mi cuerpo temblaba anhelante por su sangre.
Sabía que ese dibujo no era un tatuaje, se lo dejé pasar para
no pelear. Pero lo sabía. Todas las marcas de vampiro eran
cadenas o cuentas enroscadas en alguna parte del cuerpo,
obviamente donde fue mordido y marcado.
Su piel blanca mostraba sus venas azules y me estaba
volviendo loco.
—No es el momento —dijo negando con la cabeza.
Comenzó a levantarse.
—Si no lo haces, me haré una herida para que bebas –dijo
comenzando a caminar.
Me paré y tomé su brazo. Ella se detuvo en seco, jalé de
ella un poco haciendo que fuera hacia atrás. Se acercó a mí y
me contempló.
Volvió a correr su cabello mostrándome su garganta.
Joder, deseaba tanto hundir mis colmillos y degustarla.
Mi garganta picó y ardió con frustración.
Me giré tomando su mano y fui a la cama. Me acomodé en
el borde y la senté sobre mi regazo.
—¿Estás segura de que quieres esto? —le dije seriamente
—. No completaré la marca, no te forzaré a tener sexo
conmigo. Solo beberé de tu sangre.
Lena rascó su cuello, pero asintió.
—Lo haremos a mi manera, entonces —dije tomando su
rostro.
Acerqué mi rostro al suyo. Lo detallé para centrarme en sus
labios.
La ratoncita tragó fuerte, sus manos fueron a mi pecho.
Lentamente, lamí su labio inferior subiendo verticalmente.
Un temblor azotó su cuerpo, era una dulzura y era toda mía.
Mis manos acariciaron sus mejillas sonrosadas.
Un gemido se mezcló con un trueno, la luz del rayo iluminó
la oscura habitación.
Solo estaban las luces de las mesitas de noche.
Podía escuchar el ruido de la lluvia torrencial que golpeaba
el piso afuera.
Los latidos de mi corazón eran frenéticos, al igual que los
de ella.
Mis dedos quemaban con el roce de su piel.
Lena aprisionó su cuerpo contra el mío.
De a poco fui llevando mi mano derecha por su barbilla,
hasta llegar a su cuello.
Seguí bajando por su cuerpo hasta encontrar sus turgentes
pechos.
Apreté uno de ellos sacando jadeos de sus labios, los cuales
devolvían tiernamente el beso que le estaba dando.
—D-Dimitri… —murmuró contra mis labios.
—¿Mmh? —tarareé con la voz ronca.
No contestó, sus manos fueron a mis hombros para
aferrarse a ellos.
El aroma a miel estaba volviéndome loco.
Le pedí permiso con mi lengua para entrar en su boca. La
pelinegra abrió sus labios aceptándome.
La mano que estaba todavía en su mejilla fue despacio a su
cintura, rodeándola y apretándola a mí.
Mis colmillos rasgaron sus labios haciéndome probar un
poco de su sangre exquisita.
Joder, solo fueron unas gotas y me sentía en la gloria.
La mano en su seno fue al escote del vestido negro que
llevaba puesto.
Acaricié la piel sensible que estaba descubierta de
protección.
Mi boca fue bajando por su mandíbula, haciendo que su
respiración fuera sonora.
Lena dejó caer su cabeza hacia un costado mostrándome su
cuello.
Lamí su suave piel, la cual palpitaba frenéticamente.
Chupé donde estaba su yugular.
—Hazlo —dijo en un murmullo.
Sonreí.
Con un simple movimiento la recosté en la cama.
La detallé completamente, admirando su belleza. Esos ojos,
que tan cautivado me tenían, estaban entornados. Selena se
estaba entregando a mí y me estaba costando todo mi
autocontrol, no hacerla mía.
Me posicioné encima de ella y fui a su escote. Su espalda se
arqueó cuando mis labios pasaron por su carne sensible. Una
de las tiras de sus hombros, se había caído, dándome la
oportunidad de correr el triángulo que tapaba su pezón
erguido.
Una de mis piernas estaba entre las suyas, impidiendo que
las cerrara, cosa que trataba de hacer con cada roce que le
proporcionaba.
Su aureola rosada quedó al descubierto nublando mi mente.
Lamí la punta de su montículo tierno, haciendo que su piel
se erizara. Selena apretó sus manos en mis hombros con
fuerza.
Su sensible piel era un manjar para mí.
Comencé a chuparla y lamerla, mordisqueé su pezón,
haciéndola gemir y removerse debajo de mí.
Pero sabía que lo estaba disfrutando.
Una de sus manos fue a su boca para taparla y evitar que
esos sonidos salieran. Me alcé para tomar su mano y apartarla.
—Quiero escuchar cuanto disfrutas de esto —dije
mirándola fijamente con deseo.
Volví por su seno, mis colmillos se hundieron en su piel
encima de este, Selena gimió con este primer mordisco. Su
sangre se filtró lentamente por mi garganta, haciéndola sedosa.
Era como si luego de siglos, mi sed, por fin, se estaba
saciando. Lamí la herida para seguir subiendo por sus
clavículas hasta llegar a la fuente de mis deseos.
Lamí su garganta para terminar chupando esa zona. Me
acerqué lentamente a la yugular palpitante y jugosa. Sentí mis
colmillos picar deseosos de clavarse en ella.
Mis labios se entreabrieron en esa zona, mi mano
descansaba al lado de su cabeza. Las de Selena fueron a mi
pecho curvando sus dedos. Lentamente, clavé mis colmillos en
su piel. Su carne se rompió debajo de mi boca, llegando a su
arteria. La sangre se esparció en mi lengua llenándome de
sabor a miel.
Dulce y jugosa miel.
Un jadeo ahogado salió de la garganta de mi ratoncito. Su
espalda se curvó.
Cada vez que tragaba, mi cuerpo comenzaba a tener más
fuerza. A volver a tener el control, que tanto había estado
perdiendo en estos meses.
Bebí gustoso de su sangre.
El cuerpo de Selena se apretaba contra el mío, tratando de
aguantar la excitación que estaba sintiendo por mi mordida.
No solo por ser la mordida de un vampiro, sino porque era
mordida por su pareja predestinada. Sabía que era igual a
llevarla a un orgasmo.
Su coño comenzó a frotarse suavemente contra mi pierna,
la larga falda de su vestido se había subido, dejándome sentir
sus bragas mojadas por su excitación.
—¡Oh, Dioses!
Lena seguía gimiendo debajo de mí.
Cerré los ojos tragando cada gota. Llenándome de ella.
Mi polla palpitaba en mi pantalón de lo excitado que
estaba. Tenerla de esta forma, tan predispuesta a mí, me estaba
volviendo loco.
Pero no le haría nada, no la haría mía hasta que sus miedos
hacia mi persona desaparecieran.
Su cuerpo comenzó a temblar y a tensarse a la vez. Los
dedos en mi pecho se apretaron con fuerza.
—Y-yo…
La espalda de mi esposa se arqueó, al tiempo que soltaba un
grito ronco de su garganta. Sus piernas se apretaron en la mía,
tratando de controlar la liberación que estaba teniendo.
Retiré mis colmillos de la herida y la comencé a limpiar
con mi lengua.
Mi ratoncita tenía la respiración agitada y sonora.
Alcé la vista para contemplar su rostro.
Sus mejillas estaban sonrosadas, sus párpados entornados y
esa boquita hermosa que tenía, entreabierta respirando con
dificultad.
Seguí bajando hasta ver como su pecho subía y bajaba.
Detuve mi mirada en la mordedura, en la zona blanca de su
seno, luego en su cuello.
Me acerqué a sus labios, ella tragó fuerte, pero aceptó el
beso.
Me derretí por esta mujer. Ella era todo lo que quería en mi
vida. Pero no sabía cómo acercarme ahora. No después de
saber lo que le había hecho.
Me separé de Lena y me senté al borde de la cama.
Ella se irguió y se acomodó las ropas.
—¿Estás mejor? —inquirió poniendo su mano en mi
hombro.
La miré por unos segundos, asentí despacio.
—Gracias —le dije incorporándome.
—D-Dimitri… —dijo a mis espaldas.
Cerré mis ojos tratando de concentrarme.
—¿Cuántas más vidas fueron? —le inquirí ansioso.
Miré cómo seguía lloviendo afuera.
—Una más, cuando me marcaste —dijo con duda.
Me giré para verla.
—¿Por qué me mentiste?
Estaba con muchas emociones a flor de piel. Me sentía
derrotado. ¿Cómo podía hacerles frente a todos esos dolorosos
recuerdos?
¿Ella me veía como un monstruo ahora?
Desvió la mirada de mi rostro y rascó su cuello.
—No planeaba decirte todo esto, iba a alejarme de ti lo más
que pudiera —dijo apenada.
Entrecerré los ojos.
—Sabes perfectamente que cuando un vampiro marca a su
pareja… —dije levantando un poco la voz.
Ella me miró asustada y quise golpearme.
—¡Lo sé, pero no sabía cómo explicarte las cosas sin
quedar como una loca! —gritó acercándose a mí.
Relamí mis dientes.
Su pequeño y vulnerable cuerpo se tambaleó. Lo tomé entre
mis brazos y la alcé.
—Siéntate, acabo de beber sangre de ti, vas a estar sin
fuerzas y tal vez mareada —le dije llevándola a la cama.
Sus mejillas estaban rojas, sus ojos me miraban de forma
distinta a como siempre lo hacía, y eso hacía que mi corazón
palpitara con fuerza.
—Te contaré cómo fue que me marcaste y como es que me
desperté en esta línea —dijo tranquilamente.
Con ella en mis brazos me senté, me acomodé contra el
respaldo de la cama en el centro de esta. Selena se acomodó y
se acurrucó contra mi pecho.
Fruncí el ceño, parecía una gatita pidiendo mimos.
Sus manos estaban en mis hombros. Alzó la vista y me
contempló. La vi ponerse más roja cuando bajé la mirada para
detallarla.
Estaba con las piernas abiertas y ella entre ellas.
Un trueno irrumpió el silencio. Su cuerpo saltó en el lugar y
se apretó a mí.
Joder, su calor estaba matándome y su aroma
intoxicándome.
La abracé y acaricié su espalda en círculos.
Su rostro estaba oculto en mi pecho.
Alzó lentamente su cabeza dejándome verla. Se veía tan
tierna y linda.
El deseo fue más fuerte, así que agaché la cabeza para
buscar sus labios.
Selena se quedó quieta en el lugar, expectante del roce.
Devoré esa boquita que tenía. Apretándola contra mí,
haciendo que un gemido saliera de sus labios.
Lamí y chupé a mi antojo deleitándome con su textura. Mi
mano derecha subió por su espalda hasta su nuca y la contuve.
Mi lengua pidió permiso para entrar. Ella se dejó atrapar.
Su cuerpo se estiró para estar más cerca de mí.
Mi sangre hervía y el tacto de su cuerpo ardía en las partes
que nuestras pieles se tocaban.
—Te protegeré —le dije entre besos—. No importa lo que
tenga que hacer, no saldrás herida, así sea que tenga que pelear
contra mí.
Me separé de ella para verla hacer un mohín con sus labios
y sus ojos se humedecían. Lágrimas cayeron de sus hermosos
orbes, rodando por su mejilla.
Pasé mis pulgares por estas y las limpié, pero era imposible,
Selena se volvió a desmoronar y no paró de llorar. La abracé y
contuve todo el tiempo que su cuerpo temblaba en un llanto
desgarrador.
Un llanto que desgarraba mi alma y corazón. Cada vez
estaba más seguro de la decisión que estaba por tomar.
No me importaba salir yo lastimado, pero ella no sufriría en
esta vida por mi culpa.
Era tanto el amor que sentía por ella, que no podía verla de
esta forma. Y enterarme de todo lo que le había hecho…
Haberla matado de esa forma.
Agradecía que Aleric me matara en esa vida.
Nos quedamos así por un largo tiempo. No sabía cuánto
había pasado. Si minutos, u horas.
Solo nos quedamos así, ella entre mis brazos y yo
acariciándola, aguantando el dolor en mi pecho y tratando de
ser su pilar en este momento.
CAPÍTULO
33

SELENA

arpadeé repetidas veces.


La luz matutina se filtraba por la ventana. El sol
resplandecía, haciendo que la lluvia torrencial de ayer por la
noche pareciera, solo un sueño.
Sentí mi cuerpo aprisionado contra algo.
Moví mis manos para darme cuenta de que estaba apoyada
sobre algo cálido y duro.
Lentamente alcé la vista.
Sus pobladas pestañas estaban apoyadas sobre sus pómulos.
La respiración que salía de sus labios entreabiertos, se
escuchaba pausada y tranquila. Las facciones del hombre eran
la máxima expresión de la tranquilidad.
Humedecí mis labios mirando los suyos.
Dimitri me tenía abrazada, en la misma posición que
estábamos después de que me mordió. Su cuerpo estaba
recostado contra la cabecera.
Respiré profundamente, ahogándome en su aroma.
Mi corazón martillaba mirando detenidamente su rostro. Su
cabello rubio platinado, estaba despeinado y su raíz natural
estaba empezando a notarse considerablemente.
Esta era la primera vez en estas vidas, que lo veía con ese
color de cabello. No le quedaba para nada mal.
No recordaba cómo me había quedado dormida. Solo
recordaba no parar de llorar, y cómo Dimitri no paraba de
abrazarme y acariciar mi cabeza.
Con el más suave movimiento, comencé a levantar la
mano.
Mis dedos pasaron por su mejilla derecha, sintiendo arder la
yema de estos. Luego me desvié a su cabello tocando su tacto,
era sedoso y suave. Seguí con mi inspección hasta sus labios.
Eran cálidos, su cálido aliento golpeando mi piel a medida que
los delineaba.
Mi cuerpo se tensó y un hormigueo me recorrió, cuando sus
labios se cerraron sobre mi dedo índice y del medio.
Mi cerebro se congeló al sentir su lengua lamerlos.
No pude evitar conectar mi mirada con la suya.
Retiré mis dedos de su boca sintiendo mis mejillas arder.
—Estás tentando al diablo, ratoncita —dijo Dimitri con voz
ronca.
Sus manos me estrecharon contra su cuerpo y su rostro se
acercó al mío.
Despacio tomó mis labios con los suyos.
Un suspiro se escapó de mi boca.
Estaba jodida, no podía apartarme de él.
Mi cuerpo pedía a gritos más. El calor subió por mi centro
hasta arremolinarse en mi estómago.
Dimitri lamía de una forma tan lenta mis labios, que me
estaba volviendo loca.
Subí mis manos por sus hombros hasta su cuello,
enredando mis brazos en él.
Me estiré y le devolví el beso.
Estaba en una nube de ensoñación.
No quería despertar de este sueño que estaba teniendo.
Sus dientes mordieron mi labio inferior, haciéndome gemir
entre el dolor y el placer.
Porque siempre fue así. Dimitri siempre me tenía entre el
dolor y el placer. Entre el amor y el odio.
Me separé de él.
Su cabeza cayó apoyando su frente contra la mía. Nuestras
respiraciones eran un lío.
—Cuéntame cómo es que te hice la marca —dijo con esa
voz magnética que tenía.
Lo miré a los ojos y asentí.
—Cuando desperté, estaban las dos Diosas mirándome con
preocupación…
“Flashback.”

—¡No quiero volver con él! —grité, molesta.


Ambas mujeres me miraban con preocupación.
—No, si es sufrir como ya lo estuve haciendo —dije
sintiendo que las lágrimas se derramaban de mis ojos—. Ya
logró que me matara su amante —mi mano fue a mi vientre—.
A mi hijo —dije sintiendo mis sienes palpitar—. ¡Me mató él
mismo!
La Diosa Hera estaba con sus brazos cruzados mirándome
con lástima.
—Los hombres pueden ser unos monstruos —dijo con
desdén.
—¡Y Dimitri Novikov es el peor de todos! —bramé
secando mis lágrimas.
—No trates de alejarte de él, estás destinada a
encontrártelo, no importa si te vas a una isla aislada, por obras
del destino él llegará a ti —dijo Selene.
Apreté mis labios en una línea fina.
—¿Por qué es tan necesario que sea yo? —les pregunté.
Ambas se miraron, pero no me respondieron.
—Todos son una pieza de algo importante —dijo Hera—.
Las líneas temporales se dividen por los actos que hacemos, y
que hacen a nuestro alrededor, pero siempre va a haber una
que llegará hasta la meta final.
Eso no ayudaba en nada a lo que me estaba carcomiendo la
cabeza. No comprendía por qué tenía que ser yo y no otra
mujer.
—Ambos sienten atracción, no importa el vínculo, créeme
que un vampiro puede escapar sin problemas de eso, ellos no
necesitan tener a su pareja cerca todo el tiempo, pero Dimitri
no puede estar lejos de ti…
—¡Por eso se follaba a todas esas mujeres, porque no podía
estar lejos de mí! —dije con sorna.
Los labios de Selene se fruncieron.
—Haremos algo, te daremos un regalo, para que él no
pueda estar con nadie más que contigo.
Entrecerré los ojos. “¡¿Por qué mierda no me lo dieron
antes?!”
—Pero eso no quitará al ser oscuro que tiene dentro, solo
resta que tú lo domines y puedas ayudarlo con su deber como
rey —dijo Hera.
Rodé los ojos.
—Nos vemos en un rato —dijo Selene antes de tocar mi
frente.
Fruncí el ceño ante sus palabras.
No tuve tiempo de protestar. Mi alma fue lanzada al
precipicio.
Me levanté lentamente. Un dolor agudo en mi cabeza se
filtró.
Mi cuerpo estaba húmedo.
Llevé mi mano a la zona en cuestión. Gemí ante el dolor.
Los recuerdos comenzaron a llegar. Miré mi mano. Estaba
llena de sangre.
Miré para todos lados.
Estaba en un baño, el caño donde pasaba la cortina de la
ducha estaba tirado. Me levanté despacio.
La Selena de esta línea murió en un accidente doméstico.
Fruncí el ceño.
Apagué la ducha y salí de allí. Me miré en el espejo. Mi
frente tenía una cortadura bastante profunda.
Abrí el placard del baño y busqué el botiquín de primeros
auxilios. Sonreí al ver en mis recuerdos que estaba estudiando
medicina.
Por suerte ya estaba muy avanzada y podía coser esta
herida.
El dolor de pasar la aguja era profundo, pero lo aguanté.
Cuando acabé, me dispuse a taparlo con una curita especial
para esto y me fui al cuarto.
Busqué ropa para ponerme y prendí el televisor. Era de
noche, un viernes.
Mi vida era bastante aburrida, no tenía muchos amigos solo
una y era muy distinta a mí.
Mientras que, por mi parte, disfrutaba de un buen libro, a
ella le gustaba ir de fiesta.
—El Rey Brujo, Eric Araldez, está esperando a su
primer heredero con su arcan Samantha Smith —dijo un
panelista tirando la primicia.
Otra vida en la cual los seres místicos eran conocidos.
—Y adivinen quién dejó a su prometida hoy por la
tarde —dijo otro panelista.
Me senté en la cama con una pierna subida a esta
flexionada. Recosté mi brazo y mi barbilla sobre él.
—Sí, señoras, el rey de los vampiros está libre y
disponible…
Fruncí mis labios y cambié de canal.
Mi celular sonó.
Miré el ID era Giselle.
Contesté poniéndola en alta voz.
—¿Gigi? —la saludé.
—¡Al fin contestas! —gritó del otro lado.
En ese momento, di gracias a los Dioses que no tenía el
celular contra mi oreja.
—¿Qué necesitas? Son las doce de la madrugada —dije
cambiando de canal.
—Estoy afuera de tu casa, sal o iré arriba y te sacaré a
patadas —dijo pedante—. No puedes seguir llorando por ese
idiota —dijo furiosa.
Sonreí.
La Selena de esta vida no tuvo mejor suerte que las otras.
Su novio la había engañado por años, y ella no tuvo mejor
suerte, que enterarse viéndolos en pleno acto, en su cama, con
una compañera de la Universidad.
—Ya estoy acostada, Gigi, no quiero salir.
—Tú lo pediste.
La puerta sonó.
Alcé mis cejas.
Con el teléfono en la mano caminé hacia la entrada. Abrí
para verla parada y con el teléfono en su oído.
Su ceño se frunció.
—¿Qué te pasó? —dijo entrando y mirándome con
preocupación.
—Me caí —dije cortando la llamada.
—¿Estás bien?
Asentí tranquilamente.
Miré a mi hermosa amiga, su cabello castaño caía lacio por
sus hombros hasta la cintura. Sus ojos negros estaban
esfumados en tonos tierra. Llevaba un vestido rojo ajustado a
cada curva que tenía. Sus piernas kilométricas eran una de las
cosas que más llamaban la atención. Giselle era la definición
de belleza e inteligencia.
—Ve a cambiarte, si no te contaré cómo Sergio bebió de mi
sangre y me dio como a un botón de ascensor que no anda.
Arrugué mi nariz y me giré.

Ella rio por lo bajo viendo


que me iba a cambiar.

El ruido del pub sonaba fuerte y alto. La fila de Dark


Temptation llegaba hasta la esquina.
Por suerte, estábamos ya en la puerta.
—Que tu hermano sea el dueño del lugar, tiene sus
privilegios —alardeó acercándose a la entrada.
El hombre de seguridad nos miró a ambas. Asintió y quitó
la soga para poder dejarnos pasar. Se escucharon unos bufidos
a nuestras espaldas.
Adentro, los acordes de la música, hacían vibrar mi cuerpo
y mi alma. Algo que necesitaba mucho.
La mano de mi amiga tomó la mía, y me condujo por todo
el gentío que había en el sitio. El olor a alcohol y a sudor llegó
a mis fosas nasales. Arrugué mi nariz.
—¿Qué quieres tomar? —me inquirió en la barra.
—Golden Shot —dije ya saboreando el trago.
Era un shot de tequila con miel, canela y nuez moscada en
polvo.
Gigi sonrió asintiendo y dirigiéndose al bar tender.
—¡Dos Golden Shot, por favor! —gritó animadamente.
El chico de unos treinta años asintió y comenzó a hacerlo.
Tomó la botella de tequila y la hizo girar en el aire para
agarrarla. Comenzó a medir las onzas y luego prosiguió con
los otros ingredientes.
Cerró la coctelera y la comenzó a agitar.
Nos sirvió a cada una un chupito. Brindamos y luego lo
tomamos de golpe. El ardor y el dulzor pasó por mi garganta.
—¡Vamos a bailar! —le dije ya animada.
Tenía mucho para celebrar. Estaba viva… otra vez, y estaba
en Italia. Lejos de él.
Tragué fuerte al recordar la vista que tenía de mi vida
pasada. Sus ojos estaban rojos y su mandíbula apretada. Su
mirada era de pura rabia.
Esta era mi cuarta vida y ya no quería volver a morir.
Mi cuerpo se movía de un lado para el otro. Meciendo mis
caderas, cerrando los ojos y alzando mis manos. La música me
hacía relajar. Gigi me tomaba por la cintura y bailábamos
juntas.
Seguimos tomando trago tras trago. Ya a mitad de la fiesta
me entraron ganas de ir al baño, así que dejé a mi amiga junto
a un chico muy hablador. A ella parecía gustarle, así que
también les daría espacio para que pudieran estar solos.
Respiré hondo subiendo las escaleras.
Di un paso en falso, casi cayéndome. De no ser por un
brazo que me sujetó por la cintura.
Caramelo.
Mis pulmones se ahogaron de puro caramelo.
Todos mis sentidos se agudizaron. Mi piel se erizó. El pulso
se me aceleró y mi respiración se entrecortó. Mis nervios y
cordura pendían de un hilo.
Mis manos fueron a su agarre tratando de soltarme.
“¡No puede ser! ¡No puede ser!” Dije para mis adentros.
Otro brazo se envolvió en mi cintura.
Con la cabeza dándome vueltas por el alcohol y por los
nervios que tenía, no pude hacer nada, cuando fui llevada a
una habitación.
Me depositaron en una cama.
El enojo se apoderó de mí cuando la puerta fue cerrada por
su mano.
—¡¿Quién demonios te crees para encerrarme aquí?!
Su rostro se giró, esos ojos grises, los cuales no quería
volver a ver, me sondearon con intensidad.
Mirar a través de ellos, era igual a meterse en dos
tormentas. Saber que de un segundo para el otro podría
detonar en un huracán y arrasar con mi efímera vida, tragué
fuerte.
Me levanté y fui hacia la puerta. El hombre de veintinueve
años, no se perdió de ninguno de mis movimientos.
Mi mano se extendió a la puerta. Sus dedos se curvaron en
mi muñeca. Con una velocidad inhumana, me apresó contra la
madera pulida de la salida.
Su rostro quedó a escasos centímetros. El aroma a caramelo
puro inundaba mis sentidos, haciendo que mi mente dejara de
funcionar.
Dimitri llevó sus dedos a mi garganta. Apretó haciendo que
mi pulso llegara a mis oídos.
El miedo me llenó por completo, no podía hacer nada
contra él. Sabía lo que era.
Lentamente, su mano fue ascendiendo llegando a mis
labios. Su respiración estaba igual de complicada que la mía.
—Eres humana.
Apreté mis labios y traté de ladear mi rostro, pero sus dedos
tomaron mi mandíbula impidiendo la acción.
—Hueles exquisito, mysh —susurró mirándome con
intensidad.
Su acento ruso hizo que mis mejillas se tiñeran de sangre.
—¿Mysh?
Una risa seca salió de entre sus labios.
Tuve que poner todo de mí, para recordar que este bastardo
me había, no solo humillado, sino devastado mi autoestima en
mis últimas dos vidas.
—Suéltame —gruñí furiosa.
Sus ojos me estudiaban tratando de comprender mis
acciones.
—Mysh, es ratón en ruso, y no lo haré.
Su cuerpo aprisionó el mío. Su mano rodeó mi cintura, y el
agarre en mi mandíbula, volvió a mi cuello. El ardor del tacto
me estaba volviendo loca.
“No dejar que me toque.” Anoté en mi cabeza.
Mis manos fueron a su pecho tratando de alejarlo.
En mi cerebro, no podía entender por qué se comportaba
así. Este no era el Dimitri que conocía. Nunca trató de tenerme
de esta forma.
El vampiro acercó sus labios a los míos. Giré mi rostro,
pero sus dedos subieron a mi mandíbula.
Su boca colisionó con la mía. Mis neuronas dejaron de
funcionar, en el instante que su lengua pasó por mi labio
inferior.
Algo no estaba bien. Para nada bien. No solo porque me
estaba jodidamente gustando. Si no porque no parecía una sola
lengua.
Mi labio inferior fue capturado. Sus dientes mordieron y
estiraron mi carne. Me alejé de él. Sus ojos rojos me
hipnotizaron. Eran la herramienta perfecta para un depredador
como él.
Tragué fuerte.
Mis ojos se agrandaron cuando Dimitri se relamió. Negué
con la cabeza.
—T-tu lengua…
Sonrió volviendo a morder mi labio. Su lengua pidió paso.
Me traté de resistir.
—Abre la boca —dijo contra mis labios.
Negué con la cabeza.
—Si no lo haces, no seré capaz de contenerme, mysh.
¡Joder! ¿Por qué me calentaba ese apodo?
“Selena, compórtate…”
Apreté mis labios.
Sus labios se curvaron poniéndome más nerviosa.
—Si así lo quieres…
Su boca buscó la mía, Dimitri deslizó su lengua por mi
labio. No tenía la intención de tener una experiencia como
esa.
El vampiro presionó contra mis dientes. Tratando de
obligarme a dejarlo entrar.
Su mano que estaba en mi cuello pasó a mi nuca. Tomó con
fuerza mis cabellos, haciendo que un jadeo saliera de mi
garganta, aprovechando para invadir y reclamar mi lengua.
La sensación fue extraña. Nunca me había dado cuenta o
por lo menos los de las otras líneas temporales no lo tenían.
Su lengua era bífida, el vampiro tenía la lengua cortada en
dos partes.
El toque en mi cintura quemaba y todo mi cuerpo comenzó
a temblar.
Mis brazos fueron a su cuello. Estrechándome a él.
Un gemido salió de mis labios.
Esto no era bueno, la persona a la que no quería entregarme
me estaba consumiendo por completo. Arrasando con todo el
enojo que sentía por él. Tenía que hacerlo pagar por todo lo
que me hizo. Pero no podía. El deseo que prendió en mi ser era
abrumador.
—Al fin te encontré —dijo contra mi boca, tomándome por
la cintura y alzándome—. Toda mía, mi túa-cantante.
Me separé de él.
Estaba en shock.
—No puede ser…
Por mi mente pasaba sus palabras, él… ¿Me quería, a mí?
Mi cuerpo fue depositado en la cama. Mi vestido se había
subido, lo comencé a bajar con desesperación y nerviosismo.
Dimitri se subió encima de mí. Me detalló con hambre en
sus ojos.
Sonrió.
—Cuando te marque, serás solo mía.
Mis ojos se agrandaron. ¡Joder, no podía dejar que hiciera
eso!
—Y ni pienses que te dejaré ir, tarde siglos en encontrarte
—dijo volviendo a buscar mis labios.
Lo esquivé, mala idea, ya que fue a mi garganta a depositar
muchos besos húmedos.
Chupó y lamió, apreté su camisa removiéndome de su
agarre.
—Y-yo no puedo… tengo pareja…
Su rostro se alzó.
—Te recomiendo no volver a decir eso, y lo dejarás. En
serio, me perteneces. A menos que quieras ver, como corto su
garganta para luego beber su sangre.
Mi estómago dio un vuelco, haciéndome sentir náuseas.
—Eso creí.
Su boca volvió a besar la mía, haciendo que mi cerebro se
congelara en ese momento. Dejándome envolver por sus
brazos.
Dimitri fue bajando lentamente por mi cuello, siguiendo
por mis clavículas, sus labios chupaban mi piel erizándola.
Mi respiración estaba complicada. Ya mi cerebro había
dejado de funcionar y mis defensas se rompieron.
No podía negar que esto lo había querido desde mi primera
vida.
Quería ser amada por él.
Entre gemidos, sentí cómo mi capturador bajaba el cierre
delantero de mi vestido azul oscuro.
No llevaba brasier, así que mis pechos salieron a relucir
frente a él.
Se separó un poco de mí y me contempló con deseo.
Mis brazos fueron a tapar mi torso. Él había visto
seguramente mujeres mucho más lindas que yo, y eso me
acomplejaba, no tenía mucho busto y era muy flaca para
mucha gente.
—No —dijo con severidad, sus rasgos se habían
oscurecido.
Su orden fue al centro de mi cerebro, haciendo que bajara
mis brazos.
—Eres hermosa, no tienes por qué ocultarte, y menos de mí
—dijo acercándose a mí.
Sus labios salpicaron mi piel con besos. Llegando a mi
pezón, comenzó a devorarlo con hambre voraz.
Gemí arqueando mi espalda, cuando con sus dientes jaló de
mi carne sensible.
Mis manos fueron a sus hombros y apreté mis dedos contra
estos.
Dimitri buscó mi otro seno y le dio la misma atención.
Rodeando mi montículo erecto con su lengua, pasando cada
parte de esta de una manera entraña, una iba para un lado y la
otra para el otro.
Sentía mi núcleo arder y palpitar.
Daba gracias a los Dioses que no fuera un hombre lobo,
sino, sabría lo excitada que estaba solo por mi aroma.
—Tan exquisita —dijo bajando por mi vientre.
Su lengua serpenteaba haciéndome temblar.
Pasó por el piercing en mi ombligo y lo jaló.
Gimoteé llevando mi mano a mi boca para mantenerme
callada.
Su cuerpo se irguió, haciendo que posara mis ojos en su
extenso torso. Desabotonó su camisa con diligencia y luego
me tomó de los muslos.
Mi cuerpo quedó al borde de la cama y él se agachó.
—No puedo dejar que vean que eres mi pareja, por eso te
haré la marca aquí —dijo comenzando a besar mis muslos
internos una, y otra, y otra vez.
Fruncí el ceño, cuando se acercó a mi sexo.
Estaba en el borde de un abismo. Lo deseaba tanto, que no
terminaba de comprender lo que me estaba diciendo.
—N-no lo hagas —dije tratando de zafarme de su agarre.
—Lo disfrutarás, mysh —dijo Dimitri contra mi muslo
derecho.
Sus labios se abrieron, jadeé al sentir sus colmillos clavarse
en mi piel.
Arqueé mi espalda, sintiendo la adrenalina pasar por mi
torrente sanguíneo.
Los jadeos se escapaban de mi garganta.
Mi estómago comenzó a tensarse, como si de una cuerda se
tratara.
Respiré con dificultad agarrándome de las sábanas.
—P-para —dije, sintiendo que mi sexo ardía cada vez más.
Sentía mis pezones sensibles y deseosos de atención.
Era una dulce tortura.
Mi cabeza deliraba con cada segundo que pasaba. Una
bomba de sensaciones explotó en mi cuerpo. Me sentí liviana,
como si estuviera flotando. Había sido el orgasmo más grande
y magnífico que había tenido en mis vidas.
Sus colmillos salieron de mi piel solo para pasar su lengua
por la herida.
—Solo resta completar la marca —dijo comenzando a
subirse encima de mí.
Con la mente nublada acepté sus besos, sabiendo a metal
por el sabor a sangre, que perduraba en sus labios.
Dimitri siguió devorándome. Sus labios bajaron a mi cuello
besándolo, haciéndome gemir.
Mis manos se clavaron en su espalda. Arañando su piel con
mis uñas.
Mordisqueó mi garganta con lujuria.
—Sabes tan bien —dijo contra mi piel—. Quiero probarte
un poco más —siguió lamiendo mi garganta.
Mis piernas apretaron las suyas, acercándolo más a mi
cuerpo.
Sus colmillos volvieron a perforar mi piel, haciendo que
mis dedos se enterraran en su espalda baja. Lo escuché gruñir.
Mi mente fue desvaneciéndose, mi corazón palpitaba con
fuerza contra mi pecho. Me estaba mareando.
No comprendía lo que estaba pasando.
—N-no puedo…
Las palabras se enredaban en mi lengua.
—D-Dimitri —musité.
Él se separó de mí.
Pude ver la consternación en su rostro borroso.
—No, no, no —lo escuché desesperarse— ¡Cariño, no
puedes dejarme ahora que te encontré!
Golpes en mi mejilla trataban de mantenerme dentro de la
cordura.
Pero no podía, me sentía floja y cansada.
“Solo descansaré un poco.”
Todo se volvió negro.

“Fin Flashback.”

Sus ojos me calaban con detenimiento.


Su cuerpo estaba tenso.
—Dos veces —dijo en un murmullo—. Te maté dos veces
—dijo sin poder creerlo.
Agaché la mirada.
Estaba nerviosa.
Tenía miedo por lo que su mente estaba maquinando. Su
aire era de pura tristeza, desde que había comenzado con toda
la narración de mis vidas.
Sus manos fueron a mi rostro y alzó mi cabeza haciendo
que me perdiera en sus ojos grises, los cuales estaban
inundados de desolación.
—Créeme, cuando te digo que no volverás a sufrir, no
dejaré que nada te pase, Lena —dijo con seriedad.
Mordisqueé mi labio inferior tratando de impedir el temblor
de este.
Me enrollé en su cuello y escondí mi rostro en la curvatura
de este.
No podía negarlo, lo amaba con toda mi alma.
Era un amor que trascendía a la muerte y con cada vida era
más fuerte, a tal punto de que, si en esta vida me separaba de
él, estaba segura de que no podría mi alma resistirlo.
Dimitri me abrazó con fuerza, haciendo que me sintiera
protegida entre sus brazos por primera vez.
CAPÍTULO
34

SELENA

comodé la blusa roja con encaje en el escote. Miré mis


pantalones de jean oscuros con roturas en los muslos.
—¿Estás lista? —me inquirió Dimitri saliendo del baño
solo con una toalla colgando de sus caderas.
Su torso era increíble, haciéndome babear como boba.
Asentí lentamente sin dejar de mirarlo.
Sus abdominales se marcaban con cada movimiento.
Si bien no era un hombre que tuviera mucha masa muscular
como un fisicoculturista o un lobo, cada gramo de su cuerpo
era musculoso.
—¿Lena? —dijo haciendo que mi mente funcionara.
Mis mejillas ardieron, al ver cómo me miraba con una ceja
alzada y una sonrisa ladeada.
—¿Qué? —le inquirí nerviosa.
Rasqué mi cuello.
—Te estaba diciendo, si no te olvidas nada —dijo
comenzando a desenredar la toalla.
Me giré sintiendo que la sangre me hervía.
Una risa seca se escuchó a mis espaldas.
Al maldito vampiro, le gustaba verme en este tipo de
situaciones.
—Ya guardé todo —dije tratando de tranquilizar mis
nervios.
—Vale —dijo tranquilamente.
Miré de reojo para verlo abotonarse una camisa blanca.
Mis latidos estaban a mil por hora, y no sabía cómo
reaccionar ante él.
Me había abierto al monstruo por completo. Si él quería,
tranquilamente podía destruirme cuando quisiera.
Tomé mi celular y le mandé un mensaje a Maddie.
Tenía que reunirme con ella para hablar de esto.
También tenía que decirle lo de mis vidas. Ahora que
éramos más unidas, quería que supiera este secreto.
Solo esperaba que me ayudara a entender y cómo seguir
con esto.
Sabía que era algo muy privado, pero necesitaba tener una
aliada. Una amiga en esta vida con quien contar, para
momentos difíciles.
Mi cuerpo se tensó, cuando algo se posó en mis hombros.
Miré su brazo y luego giré mi rostro al suyo.
Dimitri parecía estar más… tranquilo. O por lo menos eso
era lo que estaba tratando de transmitirme. No tenía los
hombros tensos, ni una expresión forzada.
—Todavía me falta contarte cómo desperté en esta línea.
—Ya me lo contarás en el avión —dijo con serenidad.
Asentí desviando la mirada.
Nos dirigimos a la entrada de la habitación.
Dimitri me abrió la puerta y tomó mi maleta.
—Yo la llevaré —dijo mirándome con determinación.
Le sonreí volviendo a caminar.
Llegamos al ascensor.
El silencio se cernió sobre nosotros.
Era un silencio cómodo, en el cual cada uno estaba sumido
en sus pensamientos.
Jugué con mis dedos hasta que la puerta se abrió y bajamos
hasta la recepción.
Su mano tomó la mía y nos fuimos.
Pude ver cómo las recepcionistas se lo comían con la
mirada, y eso enervó mi enojo.
Apreté su mano con fuerza.
El hombre en cuestión, me miró con curiosidad, pero seguí
caminando hasta la salida.
Allí Ares y Kallen tomaron nuestras cosas y las pusieron en
el auto.
—Volvamos a Londres —dijo Dimitri sonriendo.
Alcé la vista para ver al hombre a mi lado.
Su mirada cayó sobre mí por unos segundos, antes de
abrirme la puerta del coche. Todo mi cuerpo se calentó de solo
sentir sus ojos en mi rostro.
Me adentré en el Bentley negro.
Dimitri entró después de mí. Su brazo pasó por mi cintura
atrayéndome hacia él.
—Duerme un poco, tenemos un viaje hasta el aeropuerto —
dijo en un susurro besando mi coronilla, cuando recosté mi
cabeza en su pecho.
Asentí apoyándome en el costado de su torso.
Mis ojos se cerraron.
Su aroma a caramelo puro inundó mis pulmones, mandando
descargas de dopamina en mi cerebro. Sonreí sintiéndome
segura.
Fruncí el ceño al sentir arder mi rostro.
—Lena, ratoncita —musitaron cerca de mi oído.
Fruncí mis labios tratando de conectar las neuronas que
tenía dormidas.
Abrí despacio los ojos, para encontrarme con su rostro a
centímetros del mío. Sus orbes grises me miraban con
intensidad.
—Ya llegamos —dijo moviendo los dedos, que estaban
apoyados en mi mejilla.
Me incorporé, para encontrarme en el auto de cuero negro
todavía.
—Me dormí profundamente —dije estirándome.
Sus labios se curvaron.
—Vamos, que tenemos que viajar a Londres todavía.
Asentí tomando mi bolso de mano.
Su cuerpo salió de auto y me extendió la mano. La acepté.
Puse mis pies en el suelo, bajé del auto, para recibir los
cálidos rayos del sol.
Nos subimos al jet privado.
Me senté del lado de la ventanilla.
—Mi nombre es Máximo y hoy seré quien los atienda —
dijeron a nuestro lado.
Mis ojos se alzaron hacia el hombre de unos treinta y cinco
años.
Su cabello rubio estaba prolijamente peinado hacia atrás, y
su cuerpo estaba enfundado con un traje azul marino. El cual
consistía en un chaleco y un pantalón. Llevaba una camisa
blanca y zapatos negros.
Su mirada oscura nos contempló a los dos con entusiasmo.
—Un gusto —dije sonriendo.
Miré al hombre a mi lado, quien lo detallaba con aire
desinteresado. Su cabeza reposaba en sus dedos y estaba con
sus piernas cruzadas una arriba de la otra.
Su mano libre fue a la mía y la tomó posesivamente.
—¿Desean algo de tomar o comer?
—Un café, por favor —dijo seriamente el vampiro, giró su
rostro hacia mi persona—. ¿Tú, ratoncita?
Mi rostro ardió, al escucharlo llamarme de esa forma frente
al hombre.
—Un té, por favor —dije agachando un poco la vista.
Sentía que iba a explotar de la vergüenza.
Sabía que estaba marcando territorio.
—De acuerdo —dijo yéndose por el pasillo.
Miré a Dimitri, quien estaba con la mirada perdida.
—No era necesario eso —dije enderezando mi cuerpo.
Su rostro se giró hacia mi persona, me contempló por unos
segundos.
Una sonrisa ladeada se posó en sus labios, pero no llegó a
sus ojos.
—¿A qué te refieres? —dijo haciéndose el que no
comprendía.
Entrecerré los ojos.
—Sabes a qué me refiero, quisiste marcar territorio —le
reprendí molesta—. Y no había necesidad…
—Tú lo hiciste con la azafata ¿Por qué yo no puedo hacerlo
con él?
Parpadeé un par de veces.
—Ahora quiero que me hables de cómo llegaste a esta línea
temporal —dijo acomodándose.
Respiré hondo, no pelearía con él por esto.
Acomodé mis ideas.
—Me encontré nuevamente con las Diosas…

“Flashback.”

—¡¿Por qué?! —grité, molesta.


Ambas mujeres me miraron con tranquilidad.
—Cálmate, Selena —dijo Hera—. Era necesario que pasara
eso.
Entrecerré mis ojos.
—Ese era el indicado, nunca me miró con tanto amor como
este —dije sintiendo las lágrimas caer.
—Él no era el indicado, sino, no hubieras muerto —dijo
Selene acercándose.
Sus labios se fruncieron, mientras pasaba su mano por mi
mejilla, secando mis lágrimas.
—Él me quería…
—Pero no pudo controlar su deseo de beber toda tu sangre
—dijo Hera suspirando.
Se la notaba irritada.
—Mira tu muslo —dijo la mujer rubia.
Miré mi cuerpo, el cual todavía tenía el vestido que me
había puesto para ir al pub.
Mis ojos se agrandaron cuando un dibujo estaba en este.
Era una cadena que rodeaba toda mi pierna y terminaba en
mi muslo interno. Alcé más el vestido y giré un poco mi
pierna. Un candado en forma de corazón se encontraba en el
lugar donde me había mordido.
Fruncí el ceño.
Alcé la vista.
—¿Es su marca?
Ambas asintieron.
—Esto hará que ya la atracción que se tienen sea fuerte, el
vínculo no dejará que esté con nadie más que contigo —dijo
Hera—. No está completa, sabes que para que sea una marca
bien hecha, tienen que estar unidos en todos los sentidos…
Mis mejillas ardieron al comprender lo que estaba
sugiriendo la Diosa.
—Pero eso no sería amor verdadero —me atajé rascando
mi cuello.
—No pienses eso. El vínculo solo une a las parejas —dijo
Selene—. La atracción entre ustedes ya existe desde antes —
dijo tranquila—. Recuerda que no es como el de mis lobos,
que es como amor a primera vista, los vampiros tienden a ser
fríos por naturaleza.
Fruncí mis labios en una línea fina, sopesando lo que me
decía.
—Ahora, mi pequeña niña, tienes que hacer las cosas bien
—me regañó la Diosa de la Luna—. Nada de apartarte de él.
Rodé los ojos.
Su mano fue a mi frente.
Cerré los ojos, sabiendo ya a qué atenerme con ese toque.
La gravedad me tragó haciendo que me maree.
Todo mi cuerpo dolía.
Mis ojos se abrieron.
—Selena —dijeron a mi costado.
Miré lentamente la figura diminuta de Maddie.
Sus ojos estaban rojos.
Mi cerebro dolió, cuando todo comenzó a golpear en mi
mente. Los recuerdos de esta vida pasaron como un tren.
En esta vida me había atropellado un auto.
La pelinegra se lanzó a abrazarme.
Estaba muy atrás en el tiempo.
Fruncí el ceño.
No se sabía nada de los seres místicos.
—Me duele todo el cuerpo.
Maddie tenía diecisiete años y no sabía que ella era una
Semi-Diosa, o por lo menos su prima no sabía, ni sabía nada
de lo sobrenatural.
Suspiré mirando mi pierna, la cual estaba enyesada.
—Lo sacaste barato, todavía no entienden cómo es que
estás viva y solo con una pierna rota y algunos cortes y
raspaduras.
Torcí el gesto.
“Tendría que estar muerta, de eso estoy más que segura.”
Estiré mi espalda.
—Maddie, te traje algo para comer —dijeron desde la
puerta.
La visión de Luka entrando a la habitación activó los
recuerdos de él.
El pecho se me oprimió.
Selena siempre estuvo enamorada de él. Pero era más que
obvio que ese amor que sentía era más obsesión que otra cosa.
Estaba celosa de Madeleine y no se llevaban bien.
Mi otro yo la odiaba a muerte, pero lo que me llamó la
atención, fue que todo ese odio había sido infundado en parte
por mi madre.
Sonia Brenzor había hecho que Selena fuera una malcriada,
una mujer egoísta y mala.
Siempre le había dicho que ella había nacido, para ser
alguien de renombre y que todo lo que ella quería lo podía
tener.
Es así como por medio de engaños se acostó con Luka a los
dieciocho años.
Rasqué mi cuello, esta relación estaba más que dañada.
La descarada no había parado de meterse en el matrimonio
de ellos.
En mi mente vagaron muchas otras cosas.
La codicia de mi madre era increíble y nos había puesto a
cargo de la empresa de la Semi-Diosa.
Mis tíos… ellos habían muerto en un accidente de auto y
mi querida prima, se había quedado sin padres a una corta
edad.
—Despertaste —dijo fríamente el rubio.
El lugar se sintió unos grados más fríos, Luka en todas las
vidas era igual, no dejaba que nadie se le acercara, salvo su
pequeña Maddie como él siempre la llamaba.
Su disgusto hacia mi persona era notorio y no lo culpaba.
Tendría mucho que arreglar, pero por el momento tendría
que demostrar que algo en mí había cambiado, y hacer todo de
a poco.
—Te quedarás en casa hasta que vuelva la tía Sonia —dijo
Madeleine.
Fruncí el ceño.
—No es necesario, puedo pedir a alguien que me ayude…
—Ni lo sueñes, no te dejaré sola en la mansión —dijo
negando con decisión.

Desvié la mirada.

Nos encontrábamos en su casa, había pedido una de las


habitaciones del primer piso, sabía que ellos estaban en el ala
este, por ello pedí ir al otro extremo, no los molestaría.
La habitación era acogedora, una linda cama de buen
tamaño estaba en el centro, los muebles eran de un color
crema con desgastes dándole un aspecto viejo a estos. Los
tonos claros eran los que predominaban en el lugar.
Una hermosa cómoda, con patas torneadas, se encontraba
enfrente de la cama.
Dos ventanales, a un costado de la cama, llenaban la
habitación de luz.
Me encontraba sentada en un sillón de mimbre blanco
leyendo un libro, cuando unos gritos me alarmaron.
La voz era de mi madre.
Rasqué preocupada mi cuello, de seguro estaba haciendo
algunas de sus rabietas.
Tomé las muletas y comencé a caminar por el pasillo.
Mis ojos se agrandaron, cuando vi cómo mi madre tenía la
mano alzada, y Luka se la sostenía protegiendo a mi prima.
—¿Mamá? —dije desconcertada.
No comprendía mucho por qué estaban peleando, pero ver
la violencia que estaba tratando de ejercer mi madre, me puso
los nervios de punta.
—¡Hija! ¿Es verdad lo que me están diciendo? —dijo mi
progenitora subiendo las escaleras, para llegar a mi lado.
Desvié la mirada, algo me decía que tenía que ver con la
relación entre ellos.
—Si mamá, no quiero meterme en sus vidas.
Estaba dando los pasos para dejarlos en paz.
El rostro de mi madre se giró y miró a la pareja con furia.
—Me la llevaré a casa. Madeleine, esperaba más de ti.
Negué con la cabeza tocando su brazo, su atención volvió a
mí.
—No, mamá, yo estaba mal. No puedo obligar a que
alguien me ame.
—Prometiste que te casarías con ella, en cuanto el contrato
con Madeleine termine.
Sabía por dónde iba esa conversación, estaba tratando de
darle culpa a Luka.
Apreté mi agarre en su brazo.
—Sabes perfectamente que fui drogado —dijo seriamente
el hombre fijando su vista en mí.
Desvié la mirada, no podía verlo a los ojos.
Odiaba lo que había hecho Selena en esta vida.
—Vamos por tus cosas —dijo Sonia ayudándome a
caminar.
Estuvimos en silencio hasta que llegamos a mi habitación.
Me resultaba todavía imposible de creer, que ella fuera la
misma mujer que en las otras vidas, me habían enseñado
modales y principios.
Estaba claro que su vida había sido muy distinta.
Por lo que tenía en mi cabeza, mis padres siempre se habían
casado por un matrimonio arreglado… pero siempre
terminaban amándose.
Pero los recuerdos de esta Selena me decían que en esta
línea no fue solo orquestado por sus padres, sino por un
incidente que pasó entre ellos.
Fue una noche en una pelea que ellos estaban teniendo, que
ella se enteró todo.
—¡No puedo creer que estés dejando que esto pase! —gritó
molesta.
—Ellos se aman, no me meteré más en su relación, no es el
único hombre en este mundo —dije sentándome en la cama.
Mi madre me miró con una clara reprobación en los ojos.
—Sabes que tu padre está teniendo problemas en la
empresa, no puedes estar con cualquier hombre, Luka era ideal
para ti.
—Pero él no me ve como mujer…
—No supiste seducirlo y aprovechar que él te sacó tu
virginidad —dijo moviendo la mano.
Fue al armario y comenzó a guardar mis cosas en la maleta.
—Te enseñé cómo hacerlo, te dije que tenías que ser una
chica tímida y siempre buscar su ayuda…
—Así como lo hiciste con mi padre —le dije molesta.
Mi madre había usado trampas para separar a mi padre de
su pareja en esta vida. Ella se había interpuesto y seducido
deliberadamente a mi papá.
Sabía que ninguno estaba enamorado, y que yo había sido
la semilla del engaño.
Sus ojos ardieron en ira al escucharme.
—A veces uno tiene que hacer cosas para conseguir lo que
quiere, no me siento miserable por lo que hice, no siento
culpa.
Ese era el problema, y lo peor era que su mente retorcida,
había llevado a su hija por el mismo camino.
Pero ya no dejaría que esto pasara.
Luego de casi una hora bajamos y nos fuimos.
“Fin Flashback.”

—Así que esta marca que te hice fue para prevenir que
siguiera estando con otras mujeres —dijo Dimitri
pensativamente.
—Sí —dije asintiendo despacio—. Tú hubieras seguido de
bragueta suelta seguramente.
Su ceño se frunció.
—Eso no lo sabemos…
—Me dijiste que intentaste estar con otras y no pudiste…
—le recordé sintiendo que mi pecho se oprimía.
Abrió y cerró su boca.
—Eso fue porque no podía creer que no te podía sacar de
mi cabeza, solo pensar en ti me pone duro, pero no podía ver a
otra mujer —dijo pasando su mano por el cabello—. Pero no
pude estar con nadie, siempre estabas en mi mente, ratoncita
—dijo mirándome intensamente.
Tragué fuerte rascando mi cuello.
Su mano tomó la mía, y comenzó a hacer círculos en el
dorso de esta con su pulgar.
—Luego ya sabemos cómo pasó nuestro encuentro —dijo
alzando la vista de nuestras manos.
Me perdí en su mirada gris.
Mi corazón martillaba, a la vez que me ahogaba en su dulce
aroma.
“Ya me decidí, le daré una oportunidad.”
Y con eso en mente me acerqué a él, recostando mi cuerpo
en el suyo y cerrando los ojos.
Su brazo rodeó mi cuerpo acercándome más a él.
—Siempre serás tú —fue lo último que escuché, antes de
que mi mente se sumergiera en las profundidades de mi
subconsciente.
CAPÍTULO
35

SELENA

staba pensando en fusionar ambas empresas…


Las palabras de Dimitri quedaron en el aire.
Ya había pasado una semana desde que habíamos vuelto.
Trasladé mis estudios de administración de empresa a
Londres. No iba a estar lejos de él.
—Tiene que ser una broma —dijo apretando su mandíbula.
Confundida fruncí el ceño.
Su cuerpo se movió hacia el jardín.
Los gemidos eran cada vez más fuertes.
Sentí mis mejillas arder.
En la piscina una Anya salvaje, estaba abrazada y
estampada contra el borde de esta.
Su rostro estaba escondido en el cuello del chico de cabello
oscuro, sus brazos rodeaban su cuello a la vez que se veía
cómo le estaban dando una revolcada de ensueño.
—¡¿Pero qué carajos?! —bramó Dimitri.
Los dos chicos se separaron enseguida.
—¿No tenían que volver en una hora o más? —dijo Anya
acomodando su bikini.
El chico, por su parte, nos sondeó con sus ojos rojos. En sus
labios se podía ver sangre.
Mi vista se deslizó al cuello de mi cuñada, el cual tenía dos
perforaciones.
Desvié la mirada.
—¿Por qué mierda estás follando en un lugar en el cual
todos pueden verte?
—¡Ja! ¡Habló el que no tiene reparos en follar en público si
se le da la gana! —espetó la rubia saliendo del agua.
La mirada de la hechicera cayó en mi persona.
Sonrió y se acercó, tomó mis manos con alegría.
—Que no te extrañe, si en algún momento, lo estés
haciendo en una plaza con este bastardo.
Mi cabeza estaba por explotar.
—¡Anya! —le gritó su hermano.
—¿Qué? —le dijo inocentemente—. Es extraño que no te la
hayas follado todavía…
—Ann… —dijo el chico a sus espaldas—. Estás poniendo
más nerviosa a la pobre chica —dijo abrazándola desde atrás
—. Soy Alex —dijo sonriéndome.
Sus ojos se habían puesto marrones.
—Niño, si aprecias tu vida, no vuelvas a hacer eso otra vez
—le dijo fríamente Dimitri.
Humedecí mis labios alzando la vista.
Sus facciones decían, que quería saltarle a la yugular al
pobre chico.
—Selena —le dije dándole una sonrisa tímida.
Sentí que me taladraban con la mirada.
—Hermano, necesitas follar cuanto antes, cada vez te estás
volviendo más agrio, y no creo que a Sele le guste esa faceta
de ti.
—Tú te callas la boca, mocosa maleducada —le dijo
señalándola con el dedo índice.
Tomé su mano haciendo que me mire.
—Vamos a hablar de lo que querías decirme —le dije
tratando de salirme por la tangente.
El vampiro asintió tomando mis dedos con fuerza.
—¡No hagan mucho ruido! —nos gritaron a nuestras
espaldas—. Vamos a mi habitación, quedé con medio orgasmo
en mi garganta y eso es molesto.
Agaché la cabeza, al escuchar lo último que le dijo mi
cuñada a su pareja.
—Esa niña, no le importa nada, ni que su hermano la vea
teniendo sexo en la piscina —masculló el rubio.
Sonreí.
—No pensé que serías tan celoso de tu hermana.
Su mirada se posó en mi persona.
—No son celos, es solo que no quiero saber que mi
hermanita está siendo atravesada por una polla en la piscina
que compartimos.
Su forma de hablar hizo que sintiera mis mejillas quemarse.
—¿Cómo puedes hablar así? —espeté nerviosa.
Cuando alcé la vista el hombre estaba sonriendo.
—Te sorprendería las cosas que puedo decirte en la cama,
ratoncita.
Un hormigueo se posicionó en mi zona íntima.
—Eres un descarado —dijo desviando la mirada.
Su risa seca se filtró por mi organismo, haciéndome
estremecer.
Entramos a su despacho.
Las paredes eran de un gris oscuro y marcos negros.
Un sillón de cuero negro se encontraba a un costado,
mientras que un escritorio de madera oscura era el centro de
atención del lugar.
Una alfombra roja cubría gran parte del piso en el centro de
la habitación.
Bibliotecas oscuras estaban repletas de libros.
En verdad le representaba a la perfección este lugar.
—Bien —dijo sentándose en su silla de cuero—. Vamos a
hablar de negocios.
Asentí sentándome frente a él.
—Quiero que las empresas se funcionen y tú tengas la
mitad de mis acciones —dijo con tranquilidad.
Fruncí el ceño.
—Tú… no ganarías nada con eso.
—Tu empresa prácticamente es mía —dijo tomando unos
documentos—. Quiero hacer nuevas sedes en otras ciudades
con potenciales clientes, no puede solo tener como principal
ingreso la empresa de tu prima y de su esposo.
Comprendía lo que decía, ese era el deseo de mi padre antes
de morir.
Mi pecho se oprimió, al recordar que solo habían pasado
unos meses de su muerte.
Y pensar que un día estaba bien, y al otro un infarto
fulminante lo mató.
Luego supe que la empresa estaba en quiebra, y que de
seguro ese infarto, había sido producto de su desgaste y estrés,
debido a la situación en la que estábamos.
—Tu padre trató de hacerlo, pero confió en una empresa
fraudulenta, es por eso que terminó así —dijo mirándome con
compasión—. Él usó el capital que había logrado, apostando a
algo mejor, pero no tuvo la ayuda necesaria para eso.
Su barbilla estaba apoyada sobre sus manos que eran
sostenidas por sus codos sobre el escritorio.
Tomé los documentos y los ojeé.
—Novikov Corp es una empresa con renombre y eso les
ayudará mucho, sin contar que el veinticinco por ciento de mi
empresa te quedaría a ti —dijo acomodándose en el asiento.
Asentí viendo toda esa información.
El patrimonio que me estaba ofreciendo era más de mil
millones de dólares en acciones, las cuales tenían unos jugosos
dividendos.
—Vale, si tú crees que esto es posible… confió en ti —dije
alzando la vista hacia su rostro.
Sus labios se curvaron.
Se levantó del asiento y se acercó con una pluma.
—Firma el documento y estará hecho antes de fin de mes
—dijo extendiendo con sus dedos el objeto negro con
decoraciones doradas.
Cuando nuestros dedos se rozaron, el ardor persistió,
incluso después de que nos alejamos.
Puse mi firma y le entregué las hojas.
Mi zapato se torció cuando traté de levantarme.
Su brazo me tomó por la cintura impidiendo que me cayera.
La sangre fluyó por mis venas hasta mi rostro.
Mis manos estaban en sus brazos agarrándome con fuerza.
—¿Estás bien?
—S-si —tartamudeé.
No tuve mejor idea que mirarlo, mala elección.
La verdad era que me estaba muriendo por besarlo.
Dimitri ha estado distante todos estos días, y eso no podía
comprenderlo.
Mis pies se movieron por cuenta propia.
Me alcé para tratar de conectar mis labios a los suyos.
El agarre en mi torso se hizo más fuerte.
Pero cuando estuve a punto de llegar a rozarlos, él se alejó
dejándome desconcertada.
El vampiro había puesto un muro entre nosotros y no sabía
cómo derribarlo.
La puerta sonó.
—Adelante —dijo Dim.
—Señor —dijo el ama de llaves—. Tiene visitas…
Sus ojos oscuros estaban nerviosos.
Parecía asustada.
—Ahora iré.
Se encaminó hacia la salida y lo seguí.
Caminé unos pasos atrás.
Mi cuerpo se detuvo en seco, cuando unos brazos rodearon
el cuello de mi marido. Sentí cómo mi pecho se oprimía al
verla.
—¡Dimitri! —gritó Lucila—. Te extrañé tanto…
Las manos de él tomaron los brazos de ella y los sacó de su
cuerpo. Ella lo miró desconcertada.
—Te dije que no quería verte más —escuché la voz
magnética y profunda de mi esposo.
Cada sílaba destilaba ira y frialdad.
—Pero…
La mirada de ella se centró en mí.
Sus ojos goteaban con pura rabia, sus labios se fruncieron
en una mueca de repulsión.
—Es por culpa de ella —dijo de repente la mujer.
Su cuerpo se movió rápidamente hacia mí.
No tuvo tiempo de tocarme.
Dimitri la tomó por el cuello alzándola del piso.
Fui enseguida a tomar su brazo.
—Ni te atrevas a tocarla —dijo lleno de veneno en la voz.
—D-Dim…
—Dimitri —lo llamé.
—No, Lena, por su culpa, sufriste —dijo molesto.
—No es ella…
—¿Qué está pasando? —se escuchó desde las escaleras.
—Dimitri, suéltala —le dije.
Lucila estaba morada por la falta de oxígeno.
El cuerpo de Dimitri se puso rígido, mientras que su agarre
se hizo más débil.
La mujer cayó al piso.
—No te quiero ver nunca más, ni te atrevas a aparecer en
mis propiedades —dijo seriamente—. Si me entero de que
tramas algo contra Selena, créeme que te mataré —dijo
girando.
Miré hacia las escaleras, Anya estaba parada junto a Alex.
Ambos estaban serios.
De sus manos salía maná preparado para atacar si era
necesario.
—Siren, si sabes lo que te conviene, vete de aquí ahora
mismo —espetó mi cuñada.
Mis ojos se abrieron al comprender que ella era un ser
místico.
Miré a la otra mujer, quien apretó sus manos en puño y su
rostro se frunció en un gesto feo.
Se giró y se fue.
—¡Nadie la deja pasar! —bramó Dimitri a todos los
sirvientes—. ¡El que lo haga, puede estar seguro de que será su
último minuto en esta mansión!
Se giró para subir las escaleras.
—¡Dimitri! —grité.
Él se giró.
—Quiero estar solo —dijo mirándome sin emociones en
sus ojos.
Algo que me asustó a más no poder.
Mi mano fue a mi pecho sintiendo una opresión en él.
—Señora, alguien la busca.
Me giré para ver a Maddie entrando al hall de entrada.
Sus labios se curvaron.
Se acercó y me abrazó.
—Sele, hace tanto que no te veo —dijo sonriendo.
—¡Qué linda sorpresa! —dije apretándola.
Ella me sostuvo y sentí que me deshacía en ese momento.
El sollozo no tardó en aparecer.
—Shh… —dijo acariciando mi cabello—. Vamos a tomar
algo —dijo separándose.
—Yo… me iré —escuché a Alex decir—. Te veo mañana,
nena —le dijo a Anya—. Hasta luego, Lena.
Asentí dándole una sonrisa.
—Yo iré al Magistrado…
—Te acompaño, quiero ir a ver a alguien —dijo Maddie—.
Podemos tomar algo las tres.
Sonreí al ver lo cálida que era. Siempre tratando de estar
bien con todos.
Anya me miró, le sonreí. Ella asintió.
Confiaba en ella, su esencia, por suerte, era igual en todas
las líneas temporales.
Salimos las tres de la casa.
Ya estábamos casi en febrero, seguía haciendo frío. Eso me
dejó pensando como Anya y Alex habían aguantado estar en el
agua helada de la piscina, en verdad estaban locos.
Luego de cuarenta minutos nos detuvimos en una cafetería
cerca del Magistrado de brujos.
Fruncí el ceño, al ver que era el mismo sitio, donde una
bruja hace unos meses, había perdido el control de sus poderes
causando un gran caos. Recordaba que Maddie también había
estado metida en ese lío.
Respiré hondo sentándome en la silla.
Pedimos nuestras bebidas.
—¿Segura que quieres que esté? —inquirió Anya.
Le sonreí y asentí.
—Eres mi cuñada y serás como una hermana para mí —le
dije mirando cómo sus mejillas se ponían rojas.
Asintió tomando su bebida.
—Yo tengo algo que decirles…
Ambas me miraron.
Les fui contactando todo. Sin mucho detalle de algunas
cosas.
—No lo puedo creer —dijo Anya, quien tenía las cejas
levantadas.
Maddie me miraba con su rostro tranquilo.
—Sabía que algo te había pasado… No eras la misma
después de ese accidente —dijo la Semi-Diosa.
Sequé mis lágrimas.
—Y-yo… no sé qué hacer, estoy confundida…
—Lena, él te ama —dijo Anya—. Créeme, cuando te digo
que nunca lo había visto como hoy, desde que te conoció que
es otra persona, sonríe más y no tiene esa mirada vacía en sus
ojos.
Agaché la mirada llevando una servilleta a mi nariz.
—No sé cómo abrirme a él, tengo miedo y también siento
que Dimitri puso un muro entre nosotros, desde que le conté lo
que pasó.
El ceño de las dos mujeres se frunció.
Miré a Maddie, quien ya tenía una pancita muy linda.
—Él debe estar igual de confundido y con miedo, no debió
ser fácil para mi hermano saber todo lo que te hizo.
Madeleine asintió de acuerdo con la rubia.
—Dale tiempo, prima —dijo sonriéndome—. De seguro
quiere ir despacio, para no lastimarte.
—Ese vampiro no te dejará ir —dijo Anya sonriéndome—.
Ya verás, y si ves que no entra en razón, haz que entre, eres
una mujer hermosa, utiliza esa arma, él no va a poder negarse
a la atracción que siente por ti.
Sentí mis mejillas arder.
—¡Maddie! —gritaron entrando al lugar.
Alzamos la vista, para encontrarnos con una chica la cual
tenía unos ojos hermosos.
La habíamos visto en el baile de los brujos.
Su cabello rizado caía en cascada enmarcando su hermoso
rostro. Su mirada ámbar nos recorrió a todas.
—Anya —dijo sonriendo.
Sus ojos se posaron en mí.
—Selena —dijo acercándose.
Pude ver que debajo de ese abrigo que llevaba tenía su
pansa algo abultada.
—Mírate nada más que hermosa que estas —dijo Anya
sonriéndole.
—A ti parece que te picaron los mosquitos —dijo burlona
la bruja, mientras señalaba el cuello de la rusa.
—Izi, ¿ya sabes que será?
La chica tocó su vientre, un dejo de tristeza pasó por su
rostro.
—Todavía no lo puedo saber —dijo agachando la mirada y
tocando su pequeña pancita—. Quiero que Noah esté despierto
para ese momento.
La verdad no comprendía mucho.
La mano de Maddie fue a la de la morena.
—Estoy segura de que ya despertará.
Ambas sonrieron.
—Su arcan está en letargo, por estar corrompido por magia
negra —dijo Anya mirándome.
Mis labios se fruncieron.
Sabía lo que eso significaba.
Si un brujo se corrompía, terminaba siendo un ser oscuro
que no podía pensar bien y podía llegar a causar muchos
problemas.
—¿Sigues buscando a ese brujo? —inquirió mi cuñada.
Izi asintió lentamente.
—Todavía no pudimos encontrar mucho de él, Zack
encontró una pista de donde puede estar Samuel.
—Esto será un problema, si se mueve en la oscuridad,
puedo pedirle ayuda a Dim, él… tiene unos contactos de ese
lado —dijo Anya llevando la taza a su boca.
Fruncí el ceño.
—Dimitri… ¿Tiene contactos con la mafia mística?
La rubia me miró.
—Sí, digamos que es alguien importante.
Mis cejas se alzaron asombrada, eso no me lo esperaba.
Pero pensándolo bien, tampoco era extraño, su forma de ser
encajaba perfectamente para ser uno de los jefes de la mafia.
—Hablaré con él —dijo Anya.
La bruja asintió y la Semi-Diosa llevó su bebida a la boca.
CAPÍTULO
36

DIMITRI

ace un puto mes que esto iba de mal en peor.


Todo comenzó con un pequeño regalo, me había llegado
una mano a mi empresa. Fue tal el susto que me dio al ver que
era de mujer.
Apreté mis puños mirando el cadáver que ahora me habían
dejado.
Era una de las sirvientas.
A la mujer la habían atado y enterrado.
Su cuerpo estaba huesudo, como si de una momia se tratara.
Parecía como si muchos años hubieran pasado para la joven de
treinta años.
Leticia, era una widow.
Era una especie que no envejecía nunca. Solo podías saber
su edad cuando morían o mirándola en el espejo.
Esta especie no era una amenaza.
Así que a menos que haya molestado a alguien poderoso;
cosa que lo dudaba; ya que Leticia era una mujer tranquila y
de temple cálido.
Es por esa razón, que me llevó a pensar que era una
advertencia hacia mi persona. Sobre todo, porque su cuerpo se
encontraba enterrado en los lindes de mi casa.
Relamí mis dientes con frustración.
Miré a André.
Sus manos estaban en sus bolsillos mirando la escena.
—¿Tenemos que llamar a la policía?
Fruncí el ceño.
—Sí, pero igual ya sabemos qué pasó aquí y por qué.
Alcé la vista y me erguí.
Los labios de mi amigo se fruncieron.
—Tu tío te está dando unos lindos regalos de advertencia, si
no paras con esto de querer ser rey, seguirá escalando con la
gente a tú alrededor.
Asentí conteniendo mi ira.
—Tengo que llamar a su familia, estaban muy preocupados
porque no había ido el fin de semana a casa —le dije
apretando los dientes.
No quiera ser el mensajero de malas noticias.
Miré a Kellan y a Ares.
—Refuercen la seguridad, no solo en la mansión, sino en la
empresa y en Nostradamus.
Ambos asintieron.
Los demás restaurantes no eran de mayor importancia.
—¡Señor Novikov! —gritó Xavier.
Él era el mayordomo de la casa.
Su cabello negro y peinado prolijamente, brillaba en los
pequeños rayos de sol, que se filtraban en la nublada Londres.
Su rostro estaba lleno de preocupación.
—¿Qué pasa?
—L-la Señora…
Me encaminé hacia la mansión.
—¿Qué tiene Selena?
Lo miré, sintiendo que el corazón se me iba a salir por la
boca.
Me apresuré usando mi velocidad de vampiro.
Xavier me siguió el paso.
—Ella tuvo un accidente en la cocina —dijo preocupado
con su acento inglés.
Fruncí el ceño entrando al lugar.
Mis ojos se posaron en la pelinegra.
Llevaba un delantal floreado de cocina. Por debajo se
podían ver unas calzas negras y una polera larga casi hasta las
rodillas de color azul marino.
Una chica de la cocina, estaba vendándole el dedo.
Suspiré con alivio al ver que solo se había cortado.
Miré con ganas de asesinar a Xavier.
El hombre me miró con cara de inocente, y yo ya sabía qué
estaba pasando aquí.
Lena alzó la vista para anclarse en mis ojos.
En verdad era hermosa.
Sus carnosos labios rosados se entreabrieron y su ceño se
frunció en confusión.
—¿No tenías algo importante que hacer? —dijo molesta.
Y sí, me lo había ganado.
Desde que volvimos de la luna de miel estaba algo…
bastante distante con mi ratoncita.
Pero en mi defensa, tenía miedo de hacer algo y cagarla
profundamente.
No quería hacerle daño. No quería verla sufrir por nadie, y
menos por mí.
Carraspeé para que mi voz saliera lo más tranquila posible.
—En eso estaba, solo que me dijeron que algo te había
pasado…
Sus hermosos ojos como el agua se estrecharon mirando a
Xavier.
—Tú, bocazas, te dije que solo era un corte, no tenías que ir
a molestar al Señor de la casa.
Y ya había empezado con su temperamento de acero.
Era de la única forma que me estaba llamando.
Señor.
Y eso me estaba exasperando.
—Tengo nombre, Selena —le dije molesto.
—Perdón, el Señor Novikov.
Mi mandíbula se apretó.
—Déjenos a solas —ordené furioso.
Esta mocosa aprendería a calmarse.
Todos se fueron casi atropelladamente.
Miré a mi esposa, quien me devolvía una mirada rabiosa.
Contuve el deseo de tomarla entre mis brazos, y hacer que esa
trompita que me estaba haciendo en este momento
desapareciera de su rostro.
Sus cejas estaban tan juntas que casi se tocaban.
—¿A qué le debo el honor de honrarme con su presencia,
querido esposo? —dijo parándose y poniéndose a cortar una
porción de un bizcochuelo.
Fruncí el ceño.
¿Había cocinado?
—¿Ahora no puedo entrar a mi cocina?
Me posicioné detrás de ella y tomé sus manos, cuando
estaba por espolvorear azúcar impalpable sobre la torta.
Su cuerpo se puso a temblar ante mi proximidad.
—Tienes que hacerlo más despacio, no es necesario golpear
fuerte el tamizador —le dije mostrándole cómo hacerlo.
—Y-yo puedo hacerlo sola —tartamudeó.
Su aroma a miel se estaba filtrando por mis fosas nasales, y
su calor provocó una erección en mis pantalones.
Genial, otra vez tendría que estar más de media hora para
bajarla.
—¿Es de miel? —le inquirí.
—Mmh —tarareó asintiendo con la cabeza.
Sonreí.
—Te traeré de Nostradamus la próxima vez que vaya —
dije dejando el tamizador a un lado.
Mis manos se pusieron a cada costado de ella.
Su pequeño cuerpo temblaba como una hoja, y podía
escuchar cómo su corazón galopaba como loco.
Acerqué mi rostro a su cuello inhalando su embriagador
aroma.
Deposité un tierno beso en su curvatura.
—No hagas eso —dijo secamente.
Pasé la lengua por mis dientes dando un suspiro de
frustración.
Estaba claro que Selena había levantado sus muros otra vez,
en un intento de que no la lastimara.
Me separé de ella pasando mi mano dominante por el
cabello.
—Tengo cosas que hacer —dije girándome.
—¿E-esto va a ser siempre así? —me inquirió haciendo que
la mire otra vez.
Sus ojos estaban vidriosos y sentí mi corazón partirse.
—Me refiero a nosotros —dijo mirando sus manos, las
cuales estaban juntas.
Sus dedos temblaban ante los nervios que tenía.
—Dimitri, tenemos que irnos —escuché que decían a mis
espaldas.
Miré a Lena, ella alzó la vista y sonrió, pero esa sonrisa no
se reflejó en sus ojos.
—Ve, de seguro, es importante.
Tragué fuerte, a la vez que asentía.
Me encaminé a la salida junto con André.
—¿Interrumpí? —dijo con culpa.
—Sí y no —dije abriendo la puerta de entrada—. No sabía
qué responderle.
—No está bien que la tengas en este estado —dijo
seriamente—. Decídete cuanto antes, ya sea para estar con
ella, como no, porque si no le seguirás haciendo daño.
Fruncí mis labios, eso lo sabía.
Pero no quería dejarla ir, pero a la vez saber que podía
lastimarla con alguna acción en un futuro me aterraba.
Sonreí, yo que no le tenía miedo a nada, me tenía miedo a
mí mismo.
Selena era de cristal en estos momentos, y cualquier
malentendido sería un punto de quiebre entre nosotros, de eso
estaba seguro.
Nos subimos al auto.
—Tenemos que hablar con él, ¿verdad? —dijo Kallen.
Respiré profundamente.
—Ve a su departamento.
El Rolls-Royce comenzó a descender hacia el centro de
Londres.
Aparcamos frente a un lujoso y elegante edificio.
Salí del auto y me encaminé junto a esos dos.
Toqué el timbre de su departamento.
—¿Sí? —se escuchó por el portero.
—Soy yo —le dije tranquilo.
La puerta sonó para que pasemos.
Subimos hasta casi el último piso.
Mis dedos se curvaron en forma de puño y los acerqué al
metal negro. Antes de poder tocar, la puerta se abrió.
Una chica de cabellos y ojos negros me abrió la puerta.
—Hola, Dimitri —dijo sonriéndome con alegría.
Detallé su rostro redondo y en punta en la barbilla.
Su aspecto de joven adulto todavía tenía algunos rasgos
aniñados.
—Hola —dije asintiendo con la cabeza.
—Zack te está esperando en el despacho —dijo dejándonos
pasar a todos.
La seguimos por el pasillo.
La decoración era moderna con un estilo industrial.
Todas las paredes eran de ladrillo rojizo.
—Pasen —dijo abriendo la puerta negra.
El lugar era amplio, con todas las paredes pintadas de
blanco. Sobre una, postes de madera oscura puestos
verticalmente daban forma a unas bibliotecas. Delante de esta,
un escritorio con patas de hierro y madera oscura, se
encontraba esperándonos el futuro rey de los brujos.
—Lamento llegar tarde, se me presentó un problema antes
de venir.
Sus ojos ámbares me sondearon seriamente.
—Supe que tenías problemas con tu tío —dijo con
molestia.
Me senté en una de las sillas de cuero frente a él.
Su cabello negro contrastaba con su piel y sus ojos
peculiares.
Todo su cuerpo estaba forrado en un traje negro.
—Dimitri, tienes que tomar tu lugar cuanto antes, Bormir,
no parará de mandar vampiros contra los humanos —dijo
recostándose en su silla.
Miré el paisaje que me daba la ventana que tenía a mi
costado.
—Estoy en eso, simplemente tengo algunos asuntos más
importantes que hacerme cargo de una especie en este
momento.
—Soluciónalo, todavía tenemos que juntar a todos los
monarcas de las especies para firmar —dijo molesto.
—Sí, lo sé, pero no vine a eso, sé que necesitas ayuda con
el brujo corrompido —dije mirándolo nuevamente.
Largó un suspiro mientras se enderezaba.
—Sí, sabemos que se llama Samuel, pero no lo podemos
rastrear, sabe ocultarse muy bien y cada vez son más los seres
místicos desaparecidos —dijo pensativo.
—Podría mover algunos hilos desde mi lado —dije con
tranquilidad.
Él asintió.
—Mi hermana me dijo que eras parte de la mafia mística.
Rasqué mi barbilla, Anya había hablado de más.
—Simplemente, me gano el pan de cada día, no estoy
haciendo nada malo, si un vampiro quiere sangre de calidad,
yo puedo proporcionársela sin que mate a nadie.
—No me interesa tu trabajo, eres grande y sabes lo que
haces —dijo con frialdad.
En verdad este chico daba algo de miedo.
Sabía que cuanto mucho tenía veintitrés años, pero la
frialdad y seriedad que mostraba te hacía estremecer.
—A cambio de este favor pediré uno a cambio —dije
sonriendo.
Su ceño se frunció, pero asintió.
—¿Qué quieres?
—Que los brujos estén cuando vaya a sacarle el corazón a
mi tío, es sabido que tiene brujos de su lado, también —dije
seriamente.
—De acuerdo, también servirá para formar lazos entre las
especies —dijo cavilando.
—Si eso es todo, me iré —dije levantándome.
La puerta se abrió.
La pelinegra entró con una bandeja.
—¿Ya se van? —inquirió con tristeza.
Fruncí el ceño.
—Nos quedaremos solo porque eso huele riquísimo —dijo
André ayudando.
La chica sonrió.
—No sé si te acuerdas de ella, es María, mi arcan y futura
reina de los brujos —me la presentó el chico.
Asentí.
—Sí, estaba en la fiesta de principio de año.
—La del año que viene no me la perderé y llevaré a mi
cherry conmigo —dijo André divertido.
Miré los bocadillos de limón que había traído junto con
café y té.
—No sabía que tomaban, así que traje para que elijan —
dijo sonriéndonos.
Kallen y Ares tomaron unas tazas y se sirvieron té, por otra
parte, el francés y yo nos servimos café.
Ellos al ser vampiros convertidos les era estúpido comer o
ingerir alguna infusión. Ya que lo terminaban rechazando.
Pero, uno con los años, uno aprende a retener ese deseo de
salir corriendo al baño y sacar todo de tu estómago.
Y en eso, estos tres vampiros eran los mejores.
—Espero que les gusten los cuadraditos de limón —dijo
animada María—. Los hice yo.
—Tienes que darme la receta, muero por hacerlos en casa
—dijo André sonriendo a la vez que metía un poco más del
postre.
La chica sonrió animada.
Pude ver cómo el vampiro tragaba en seco con cada
bocado.
—María, los vampiros no pueden tomar ni comer nada, lo
terminan sacando de su organismo automáticamente —le dijo
Zachary.
Pasé la lengua por mis dientes viendo como la pelinegra
temblaba y trataba de sacarle el bocado a Kallen.
—¡Qué estúpida, lo siento mucho! —dijo apenada.
Kallen se fue para atrás.
—Está riquísimo, descuida, estamos acostumbrados a
comer y beber, en un mundo lleno de humanos se vería raro no
hacerlo —dijo Ares tomando un poco de su bebida.
Los labios de María se fruncieron en una línea.
Me levanté de la silla una vez que terminé mi té.
—Hablaré con esos ancianos, a ver si van a estar de mi lado
o de mi tío… si no lo están; puede que queme ese sarcófago
donde se reúnen esos pergaminos viejos —dije mirando a
Zachary.
El brujo frunció el ceño.
Y lo haría, tenía que demostrarles que no dejaría a ningún
traidor vivo, ellos habían avalado lo que mi tío les hizo a mis
padres ¿Y todo para qué? Para que la línea sea cien por ciento
vampírica.
Me daban asco, los haría pagar a cada uno por la muerte de
mis padres.
Comenzaría desde abajo, los apretaría con el puño, haría
fundir sus empresas. Se iban a sentir tan arrinconados que
suplicarían piedad.
Solo cuando lloren por mi benevolencia, les daría el ataque
final.
Y el pez gordo sería el último en mi lista, para que viera
cómo su imperio corrupto, se desmoronaba ante sus ojos.
Salí con los tres vampiros del lugar. No sin antes tener una
parada en el baño para mis amigos.
Mi próximo paso sería poner en jaque su abastecimiento de
sangre.
CAPÍTULO
37

SELENA

staba molesta.
Hacía ya un mes que este idiota no me daba ni la hora.
Tenía ganas de tirar todo e irme. Pero de solo pensar en
alejarme de él, mi pecho dolía horrores.
—¡Vampiro estúpido! —murmuré poniendo el cambio de
muda en mi bolso.
Hacía cerca de una semana había tenido una charla con
Maddie.
Llegamos a la conclusión que necesitaba entrenarme. No
solo por la guerra entre la especie de mi marido, sino por
seguridad mía.
No es que iría a pelear cuando Dimitri derrocara a su tío,
pero tenía que estar preparada.
Aunque el rubio no quería contarme lo que estaba pasando,
sabía que estaban amenazándolo. Sabía que en cualquier
momento yo sería el blanco para acorralarlo, y debía estar
preparada.
Fue así cómo decidieron tanto ella como Taylor ayudarme.
En verdad me preocupé mucho por la cuñada de mi prima,
ya que con el embarazo ella quería enseñarme a usar un arma
de fuego. Tenía miedo de que le pasara algo. No podía cargar
con eso en mi conciencia.
Para mi asombro, Dereck no tuvo problema, puesto que no
podía afectarle al niño, solo sería tiro al blanco. No es que
estaría haciendo piruetas.
Suspiré echándome el bolso a mi espalda.
La puerta se abrió dejando entrar a mi esposo.
Sus ojos de acero me miraron detenidamente. Su ceño se
frunció al ver lo que llevaba a mis espaldas.
Tragué fuerte detallándolo.
Llevaba una camisa negra y una chaqueta de cuero negro.
Sus pantalones eran de gabardina negra.
Todo su aire irradiaba peligro, y debo admitir que ese
peligro se me estaba antojando demasiado.
—¿A dónde vas? Pensaba invitarte a almorzar —dijo
acercándose acechándome.
Rasqué mi cuello.
—Voy a ver a mi prima —dije desviando la mirada.
Su aroma a caramelo invadió mis fosas nasales.
Mi cuerpo comenzó a temblar, podía sentir cómo mi
corazón retumbaba en mis oídos.
Miré al vampiro que se acercaba a mí. Sus ojos se tornaron
rojos por un segundo.
Fruncí el ceño.
—No te has alimentado hace un tiempo —dije
acercándome a él.
Una de sus cejas se alzó, a la vez que se detenía en seco.
Lo vi tragar con dificultad.
Dejé mi bolso y comencé a sacarme el suéter que llevaba
puesto.
—No, Lena —dijo tratando de detenerme.
Había quedado en brasier.
Me sentí avergonzada, mis mejillas ardían.
Corrí mi cabello para mostrarle mi cuello.
Alcé la vista, estaba tan cerca de él que podía sentir su
calor.
Mi entrepierna hormigueó, ante el deseo latente de estar
con él.
Pude ver que el ansia y el hambre se habían juntado en su
cuerpo.
Sus ojos estaban al rojo vivo, a la vez que sus colmillos
habían crecido.
Me tomó por la cintura, atrayéndome a su cuerpo.
—¿Por qué me lo tienes que hacer complicado? —dijo
alzándome en el aire.
Mis piernas rodearon su cintura.
De repente, mi espalda chocó contra la pared, un jadeo salió
de mis labios.
—Yo tratando de contener la sed —dijo acercando su rostro
a mi garganta, lamió ascendentemente por esta—. Y tú
ofreciéndote como tributo —dijo cerrando sus labios en mi
piel succionando.
Apreté mis manos en sus hombros, mi cabeza cayó hacia
atrás.
Lentamente, besos húmedos fueron depositados en esa
zona, haciendo que mi respiración se entrecortara.
—Tendrías que habérmelo dicho —le dije entre jadeos.
Mordisqueó un poco mi cuello.
Podía sentir cómo mis bragas ya se habían mojado.
Su rostro se alzó para mirarme.
Mi respiración era un caos, mi pecho subía y bajaba
descontroladamente.
Quería más de él. Necesitaba más de ese deseo y cariño que
me estaba dando.
No dudé un segundo.
Tomé sus mejillas y acerqué mi rostro al suyo.
Besé sus labios, desbordándome de amor y deseo.
Dimitri me acercó más a su cuerpo, tomándome por la
nuca.
Su lengua lamió mis labios y pidió permiso para entrar.
Mis neuronas estallaron en fuegos artificiales, cuando
nuestras lenguas se juntaron.
Un gemido salió de mi boca, al sentir cómo había mordido
mi labio inferior.
—Mi ratoncita… —murmuró contra mi boca con
desesperación antes de volver a besarme.
Estaba en un torbellino de pasión.
El roce con su piel ardía y me excitaba cada vez más.
Con la respiración complicada nos separamos.
Habíamos estado tanto tiempo sin siquiera besarnos que el
deseo era arrollador.
Sus labios trazaron un camino por mi mandíbula,
salpicando mi piel hasta llegar a mi garganta.
Besó y lamió.
Sus colmillos se hundieron en mi piel, sacándome un jadeo.
Mi pulso se aceleró a la vez que sentía todo mi cuerpo vivo.
Deseaba esto, me había encantado la última vez, y podía
decir que me había vuelto adicta a sus mordidas.
Mi sexo ardía por atención.
Me apreté más a su cuerpo, su mano dominante seguía en
mi nuca, posicionándome para poder alimentarse mejor y su
otra mano me sostenía por mi trasero.
—Dimitri… —murmuré cuando sentí mi cuerpo temblar.
Una descarga de adrenalina se liberó por todo mi ser.
Un grito de placer salió de mi garganta.
El vampiro dejó de beber y lamió la herida haciéndome
estremecer de placer.
—Eres mi puta droga, Selena —dijo contra mi piel.
Su rostro se escondió en mi cuello sin dejarme libre.
—Amo tus sonidos de placer, me erizan la piel, solo
escucharlos —dijo alzando la vista.
Con la respiración entrecortada, por el orgasmo que había
tenido, lo miré embobada.
Sus ojos poco a poco se fueron tornando grises y sus
colmillos se retrajeron.
Sus labios buscaron los míos.
Tragué fuerte.
Dejó un casto beso en mi boca, dejándome con el sabor
amargo del deseo.
Mi cuerpo fue depositado en el piso, haciendo que de mala
gana me separara de él.
Se separó de mí.
—Llegarás tarde —dijo evitando mi mirada.
Entrecerré mis ojos.
—¡Eres un idiota! —dije yendo a buscar mi ropa—. ¡Y yo
más por no comprender lo obvio!
Tomé mi bolso y lo dejé plantado en el lugar.
Era una estúpida, me dejé llevar por el momento y mezclé
las cosas.
Sentí mis ojos arder por las ganas de llorar que tenía.
—Lena… —lo escuché a mis espaldas.
—Déjame —mascullé molesta.
Su mano tomó mi codo haciendo que gire sobre mi eje.
—Espera —dijo seriamente.
—Quédate tranquilo, me quedó más que claro que la que se
estaba haciendo ilusiones era yo —dije zafando mi brazo de su
agarre.
Su mandíbula se apretó.
—Comprende que no quiero hacerte daño —dijo despacio.
Fruncí mis labios, aguantando las ganas de golpear su
pecho con mis manos.
—Con esto que estás haciendo, me haces daño —dije
mirándolo a los ojos.
Pude ver tristeza.
—No quiero lastimarte con algo que pueda llegar a hacer
—dijo acercándose a mí.
Me fui hacia atrás.
—Pues fíjate que alejarte es lo que más está lastimándome,
decidí darte una oportunidad, pero no me estás dejando
acercarme a ti.
Dimitri cerró una de sus manos en puño.
Me giré y salí de la casa.
No podía seguir allí. No viendo como el amor de mi vida,
me rechazaba nuevamente.
Con una opresión en el pecho le dije al conductor que me
llevara a la casa de mi prima.
Miré a Máximo, mi guardaespaldas personal.
—¿Día complicado, Señora? —dijo acomodando su
auricular.
Entrecerré los ojos.
—Quítate eso —se lo saqué de su oreja—. ¡Si quieres saber
cómo estoy, hazlo por ti mismo! —le grité al micrófono que
venía incorporado.
Los ojos marrones de mi acompañante me miraron con
diversión, sus cejas se alzaron.
Tiré el aparato por la ventana.
—Si fuera otra persona, estoy seguro de que ya no estaría
viva para contarlo —dijo divertido.
—Me vale, no dejaré que me siga atormentando —dije
enderezando mi cuerpo en el respaldo.
El celular sonó.
Miré la pantalla.
—¿Sí? —dije con tranquilidad.
—¿Te has vuelto loca? —inquirió con esa voz magnética
que tenía.
Apreté mis muslos. “Maldita voz sensual.”
—No, ¿Por qué lo dices? —le inquirí respirando hondo.
—Eres imposible, Selena —dijo con irritación.
—No más que tú, Dimitri —lo enfrenté—. Si no tienes algo
más importante que decirme, cortaré.
—Espera —dijo ansioso—. No quiero que peleemos.
Mi cuerpo se estremeció, al escuchar su tristeza gotear en
sus palabras.
—Hablaremos cuando vuelva —dije cortando.
—En verdad te admiro —dijo Máximo pasándose la mano
por su cabello rubio y algo canoso.
Su cuerpo era grande, denotaba que tenía músculos en cada
parte de este.
—Quiero matarlo —dije con los dientes apretados.
Él sonrió a la vez que posaba su vista en la ventana.
El chofer nos llevó hasta la casa de Madeleine.
La mansión era pintoresca.
La fachada era antigua pero restaurada.
Un sendero de madera adornado con muros y farolas te
hacían llegar hasta la entrada, hermosos canteros con arbustos
y flores decoraban el camino.
Los tejados eran negros azulados y era la típica estructura
de los años treinta, con grandes ladrillos blancos y ventanas
altas y amplias.
Toqué el timbre.
La puerta se abrió a los minutos.
—Ahora le aviso a la Maddie —dijo Nana Kiara.
Sonreí entrando en la mansión.
Lo primero que se podía ver era una araña moderna y una
linda escalera curva. Los pisos de mármol blanco se extendían
a lo ancho, perdiéndose en distintas partes de la casa.
La pelinegra apareció con una sonrisa en sus labios, su
pancita ya era muy notoria.
—Sele —dijo abrazándome.
Le devolví el abrazo con cariño, acaricié su espalda.
—Es bueno verte —dije sonriendo.
—Pasa, Taylor no está, no se sentía bien hoy —dijo
frunciendo el ceño.
—Ese niño revoltoso es rebelde desde el vientre —dije
riendo.
Ella asintió divertida.
—Ya está en término, así que seguramente nacerá pronto —
dijo ella encaminándonos hacia la puerta debajo de las
escaleras.
Bajamos al sótano.
—¿Quién, era cosita hermosa? —escuché que decían.
Mi cuerpo se tensó al reconocer su voz.
Mis ojos detallaron al hombre frente a mí.
Sentí mis mejillas arder.
No sentía nada por él, pero saber todo lo que había hecho
en mi otra vida con Aleric me ponía nerviosa.
—Selena ya vino para entrenar —dijo Maddie sonriendo, se
giró para mirarme una vez que ya estábamos en el sótano—.
Hoy te entrenará él, Dereck se quedó con Taylor.
Asentí más nerviosa todavía.
Miré al hermano de mi prima, su cabeza se inclinó a la vez
que me detallaba.
—Un gusto, al fin nos presentan formalmente —dijo
acercándose.
Sonreí asintiendo.
—El gusto es mío.
—Bien, cupcake —dijo desconcertándome.
—¿Cómo me llamaste? —le inquirí.
El Semi-Dios sonrió mostrando sus nacarados.
—Pareces un cupcake —dijo divertido.
Fruncí el ceño, negué sonriendo, algunas cosas no
cambiaban por más que sea otro.
—¡Bien, comencemos! —dijo frotando sus manos.
El lugar era inmenso. Estaba ambientado para entrenar.
Según mi prima me contó, habían decidido hacerlo así
porque si no, en invierno no podían entrenar.
—Trata de no romperle un brazo —dijo la pelinegra
sentándose en un sofá—. Recuerda que el esposo es un
vampiro y ella es humana —le recordó mirando entusiasmada.
Suspiré.
—Voy a cambiarme —dije yendo al baño.
Me cambié rápidamente.
—Bien, ahora sí —dije sonriendo.
Me puse en posición de defensa.
—Primero quiero ver que te enseñaron —dijo tranquilo.
Asentí.
Me acerqué a él y comencé a dar ganchos.
Mi puño derecho trató de conectar con su costado.
El hombre, con una facilidad increíble, corrió mi brazo.
Sonrió divertido.
Volví a intentarlo. Cada golpe que le quería dar lo
esquivaba sin problemas con sus antebrazos.
—Tienes velocidad para ser humana.
Sonreí.
Me giré para conectar una patada. Mi pie fue tomado en el
aire. Empujó mi cuerpo hacia atrás.
—Correcto.
—Todavía no le enseñamos a hacer llaves, solo patadas y
golpes —dijo la Semi-Diosa.
—Sabe solo lo básico.
Asentí.
Sus ojos negros me detallaron.
—Tienes que tener más convicción al pegar. No tengas
miedo de lastimarme, créeme que, si alguien quiere golpearte,
lo hará sin pensar que puede dejarte un moretón o un labio
partido.
Tragué fuerte asintiendo.
Me puse en posición de defensa.
—Intercalaremos, te daré golpes y tú tendrás que encontrar
un punto débil en mi defensa —dijo el hombre.
Y así fue como el chico que era mi amante en una de mis
vidas, me dio la paliza de mi vida en un entrenamiento.
Por suerte, no me golpeó el rostro.
Pero cuando me fui a cambiar, tenía moretones en todo el
cuerpo.
Solo rogaba que Dimitri no los viera, sino, correría sangre.
CAPÍTULO
38

SELENA

e adentré en la mansión en completo silencio.


Ya era tarde y estaba más que segura, de que en el momento
en que ese hombre me viera iba a ser un cataclismo.
Solo rogaba que todavía estuviera en la empresa.
Con las luces apagadas subí las escaleras.
El lugar estaba en silencio, haciendo que solo sintiera mi
respiración agitada y los latidos desbocados de mi corazón.
Tragué fuerte, cuando llegué a mi habitación.
Miré el pomo y sopesé irme a otra pieza.
Negué con la cabeza.
Mis dedos se cerraron en el metal y bajé mi mano.
La madera cedió dándome paso a un cuarto a oscuras.
Lentamente, me adentré en el sitio, con el corazón casi
saliendo por mi boca.
—¿La ratoncita se está ocultando de alguien? —su voz
magnética retumbó en el sitio, al tiempo que la luz de uno de
los veladores se prendía.
Mi cuerpo se quedó estático en el lugar.
Dimitri se encontraba recostado en la cama, llevaba un
pijama de satén rojo.
Su mirada me decía peligro.
Me enderecé y lo miré con una tranquilidad, la cual no
tenía.
—No quería despertarte —dije.
Sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada.
Parpadeé ante su proximidad. De un segundo para el otro,
lo tenía a centímetros de mí. Su aroma hizo que mis neuronas
se marearan.
—¿Es así? —dijo llevando una de sus manos a mi mejilla.
El roce mandó señales por todo mi cuerpo, el tacto ardía en
el lugar.
“¡Joder!”
Me removí entre sus brazos.
—Claro… Sé que trabajas mucho…
—Pequeña descarada —dijo acercando su rostro a mi
cuello.
El agarre en mi cintura dolió, solté un quejido.
El vampiro se apartó de mí rápidamente.
—¿Te lastimé? —inquirió preocupado y con culpa.
“¡Maldición!”
—N-no, es solo que dormí mal y me duele el costado
derecho…
Su ceño se frunció.
—¿Seguro que no te lastimaste? —dijo comenzando a
levantar mi suéter de lana blanca.
—Segura —dije tratando de que no lo hiciera.
—Cariño, hoy por la mañana te desnudaste para mí… no
me digas que ahora te da vergüenza mostrarme tu cintura
¿Verdad? —dijo mirándome intensamente.
Mi cuerpo se calentó ante sus palabras.
Cerré los ojos, sabía lo que pasaría.
Sus dedos rozaron mi piel a medida que levantaba mi ropa.
—Selena —dijo secamente.
Todo el lugar bajó unos grados.
Abrí los ojos.
—¿Quién mierda te hizo esto? —espetó con furia.
Sus ojos rojos me estaban mirando con frialdad.
Rasqué mi cuello, para luego tratar de bajar mi prenda, pero
no me dejó.
Sus ojos fueron a mi torso. Estos se agrandaron, al ver más
moretones.
—¿Quién te golpeó?
—No es algo apropósito… Yo… —dije apresuradamente
—. Estoy entrenando con Maddie, son parte del entrenamiento
—dije tomando sus manos.
Su mandíbula se apretó.
—No es necesario que entrenes, eres humana y no quiero
que te lastimen —dijo alejándose.
Rasqué mi cuello otra vez.
—Dimi —dije acercándome—. No quiero ser una carga, sé
que tu tío está tratando de acorralarte, quiero poder
defenderme, aunque sea un poco —dije tomando sus manos.
—Puedes aprender defensa personal con humanos, ella es
una Semi-Diosa, tiene mucha más fuerza que tú…
Mordí mi labio.
—¿Quién te entrenó? —espetó—. Ella no pudo ser, está
embarazada, Taylor tampoco… Llegó a ser el rubio idiota y
juro que lo mato.
—¡Luka no tiene nada que ver! —grité en pánico.
Sus dedos fueron a mi barbilla y la tomó haciéndome alzar
la vista.
—¡¿Quién mierda fue entonces?! —dijo iracundo—. No
dejaré que te hagan daño.
—Te dije que fue por entrenamiento —le respondí tratando
de zafarme de su agarre.
—Si no me lo dices, iré allí y juro por Selene que arderá
todo —me amenazó con los dientes apretados.
—¡No harás nada! ¡Yo pedí el entrenamiento!
—¡Eres humana! —gritó—. ¡Te llegan a dar un golpe con
un poco más de fuerza, y puedes morir!
—Eso no pasará, él no me mataría —murmuré.
Tapé mi boca al darme cuenta.
—¿Él?
Miré sus ojos color sangre.
Se quedó pensando, luego su mandíbula se apretó.
—¿Fue ese ángel?
Tragué fuerte.
—Fue él.
Se giró poniendo una de sus manos en la cintura y la otra
llevándola a su rostro. Se volvió a girar y me contempló
tapando sus labios.
—¿Sientes algo por él en esta vida? —dijo acercándose a
mí.
Sus ojos ya eran grises, pero eran igual que un iceberg.
Fui retrocediendo hasta llegar a la puerta.
Sus manos me arrinconaron.
Dimitri estaba pegado a mi cuerpo llenándome de su calor.
Su aroma estaba haciendo estragos en mis nervios.
—¿Selena? —dijo acercando su rostro al mío—. ¿Te sigue
gustando Aleric?
Negué fervientemente.
Se quedó contemplándome por unos segundos.
—¡Joder! —dijo tomándome por la cintura.
Mi corazón palpitaba con fuerza cuando me alzó y estampó
contra la madera. Sus labios me devoraron con desesperación.
Le devolví el beso con igual desespero. Rodeé su cintura
con mis piernas y su cuello con mis brazos.
El vampiro apretó mi trasero sacándome un gemido, el cual
bebió entre besos.
Se giró y cuando me quise dar cuenta estaba en la cama.
Mis piernas estaban abiertas con él entre ellas.
Sus labios chupaban y lamían los míos, y por mi parte hacía
lo mismo con los suyos.
Estaba en un torbellino de deseo y desesperación.
Dimitri llevó su mano derecha a mi cintura, metiéndola por
debajo de mi suéter. Rozando mi piel, erizando cada vello de
mi cuerpo.
¡Joder, me estaba volviendo loca con cada toque me estaba
dando!
Mis manos se aferraron a su nuca sintiendo los cabellos
cortos.
—Dimitri —susurré entre besos.
El ardor en mi sexo se hizo más fuerte a medida que sus
manos subían por mi cintura.
Con su lengua pidió permiso para entrar, mordí su labio
inferior para soltarlo haciendo succión. Un gruñido salió de su
garganta.
Lentamente, descendió por mi mandíbula, llegando a mi
garganta.
Succionó esa parte dulce que me hacía temblar de placer.
Podía escuchar cómo su respiración estaba igual de
complicada que la mía.
—Las únicas marcas que puede haber en tu cuerpo son
estas —dijo volviendo a succionar mi cuello.
Gemí apretándome a él.
Su cuerpo se deslizó por el mío hasta dejar su cabeza en mi
vientre.
Lo que hizo a continuación me dejó sorprendida.
Dimitri comenzó a besar cada moretón que tenía, como si
eso pudiera hacer que desaparezcan.
Me derretí de ternura. Mis ojos se llenaron de lágrimas.
Lágrimas de felicidad, de sentirme querida.
Volvió a subir hasta mi rostro.
Su ceño se frunció.
—¿Por qué lloras? ¿Te duele? —inquirió preocupado.
Negué sonriendo.
Tomé su rostro entre mis manos y besé sus labios.
—Estoy feliz, eso es todo —dije con voz nasal.
Sus dedos acariciaron mi mejilla con delicadeza.
—Si son lágrimas de felicidad, llora todo lo que quieras —
dijo sonriendo.
Reí por lo bajo, negando ante su broma.
—Me iré a cambiar, ya me bañé en lo de mi prima —dije
pasando mi mano por el contorno de su pómulo derecho.
Asintió y se levantó.
Me incorporé para ir al vestidor.
Tomé un pijama de dos piezas. Esté era de algodón en un
tono amarillo con florcitas blancas.
Me dirigí a la cama.
Dimitri ya estaba otra vez acostado.
Nuestras miradas se cruzaron.
Con nerviosismo me metí entre las sábanas.
No era la primera vez que estábamos durmiendo juntos.
Pero luego de esos besos arrolladores, cualquiera estaría
nervioso.
Me acosté y acomodé mi almohada.
El hombre apagó la luz y se acostó de frente a mí.
—Dulces sueños, ratoncita —dijo haciendo que suspirara.
—Buenas noches, colmillitos —dije buscando su mano.
Esta estaba cerca de la almohada, apoyé la mía y cerré los
ojos.
Fruncí el ceño gimiendo.
Abrí lentamente los ojos.
Su aroma estaba en todo el lugar.
Alcé lentamente la cabeza para darme cuenta de que estaba
encima de él.
Mis mejillas ardieron.
Mi cuerpo estaba aferrado, cuál garrapata al suyo. Mi
pierna sobre la suya y mi torso encima de Dimitri.
Lo podía escuchar, respirar pausadamente.
Sentía cómo el agarre en mi cintura era férreo, como si no
quisiera que me fuera.
Me quedé contemplando su rostro desprovisto de
perturbaciones.
Sonreí apoyando mi cabeza otra vez en su pecho.
Apreté mi mano contra su pijama.
El latido de su corazón resonaba en mi oído, siendo esa la
mejor melodía que en mi vida había escuchado.
Su cuerpo se movió para abrazarme más.
Una de sus piernas capturó la mía.
—Mucho mejor —murmuró contra mi coronilla.
Mi cabeza se fundió.
Alcé el rostro para ver cómo él bajaba el suyo, mirándome
con una sonrisa.
—No me soltaste en toda la noche, ratoncita.
Estaba más que apenada.
Me traté de alejar, pero no me dejó.
—Debo admitir que estar así contigo es muy placentero,
todavía es temprano —dijo con su acento ruso.
Sus labios besaron los míos, para luego volver a acomodar
su cabeza sobre la mía.
Su forma de tenerme era protectora y posesiva.
Con el corazón hinchado, me volví a acurrucar contra él.
Mi cuerpo se sacudió cuando su respiración golpeó en mi
cuello.
La lágrima de mis ojos dejó un camino ardiente por el
costado de mi rostro. Comencé a llorar.
El monstruo tenía mis manos apresadas. Lo podía sentir
contaminando todo mi cuerpo con cada movimiento que hacía.
Apreté mis dientes para no hacer ningún ruido. No quería
que hiciera más daño del que ya me estaba haciendo.
Sus dientes se clavaron en mi clavícula. No succionó,
simplemente era su forma de decirme que era suya. Que todo
mi cuerpo le pertenecía.
—¿Ratoncita? —escuché a lo lejos.
Cerré con fuerza los ojos.
—¿Lena, mi amor? —retumbó en mi mente.
Su voz magnética y dulce me pedía que fuera con él.
Lentamente, abrí mis ojos, encontrándome con el semblante
preocupado de Dimitri.
Me levanté de golpe, llevando mis manos a los ojos. Estaba
llorando.
Los labios de mi esposo se apretaron.
—Otra pesadilla, ¿verdad?
Mi labio tembló, sus brazos me rodearon con fuerza.
—Estás a salvo conmigo —dijo acariciándome.
Apreté su pijama.

“¿Lo estoy?”

Tomé mis cosas y me dirigí a la salida de la Universidad.


Por suerte aquí no tenía que vivir en el campus.
Ya pasó una semana desde que nos comenzamos a acercar.
Estaba más que contenta.
Por las noches nadie podía hacer que soltara a mi
vampirito. Mientras que por las mañanas Dimitri me llenaba
de cariño y amor.
Todavía no habíamos mantenido relaciones, pero no me
importaba, el estar de esta forma con él me dejaba más que
feliz.
Ayer fuimos al cine a ver Antman y la verdad me gustó.
Quedamos en que haríamos una maratón de todas las
películas de Marvel este fin de semana.
Miré cómo un siren pasaba volando por el cielo. Sus alas
blancas con la punta de las plumas doradas se movían
majestuosamente.
Con el bolso en mi hombro decidí ir al restaurante que más
me gustaba.
Caminé las cuadras que me faltaban para llegar.
No podía quitar la sonrisa de boba de mi rostro.
Solo tener en mi mente los besos que me daba me hacía
sonreír.
Como era de costumbre, Nostradamus estaba lleno.
En verdad que Dimitri era un muy buen chef.
Sabía que hoy jueves estaría allí.
Así que entré.
—¿Su reservación? —me inquirió la recepcionista con una
sonrisa, pero detallándome de pies a cabeza.
No estaba vestida elegante, ya que no iba a ir a la
Universidad con tacos altos y todo eso, prefería ir cómoda, con
unas botas y unas calzas.
—Vine a ver a Dimitri —dije mirándola con temple sereno.
Su ceño se frunció.
—Él está ocupado…
Fruncí mis labios.
—¿Lena? —escuché que me llamaban.
Alcé la vista para ver a Jax, el chef del restaurante.
Sonreí y miré a la mujer con su cabello rubio bien peinado.
Todo en ella estaba meticulosamente arreglado. Sus ojos me
detallaron desconcertada.
Vi a Jax hablar con alguien, al segundo su silueta apareció
por la puerta y comenzó a caminar por el pasillo.
Todos los comensales lo miraban con admiración.
Dimitri se encaminó hacia nosotros.
Se acercó y me tomó por la cintura. Sus labios tomaron los
míos en un beso tierno llenándome de calidez.
—No te esperaba aquí —dijo sonriendo.
—Me dio antojo de algo rico.
Sonreí.
El hombre vestido con una camisa negra arremangada
mostrando sus tatuajes y runas, se giró para mirar a la chica.
—Gala, ella es mi esposa, si viene la dejas pasar —dijo
seriamente.
Ella asintió con los ojos agrandados.
Sonreí con suficiencia.
Me tomó de la mano y caminamos por el pasillo.
Sentí cómo la mirada de muchas mujeres llenas de envidia,
se posaban en mi persona.
Me hizo entrar a la cocina, esta estaba en pleno
movimiento.
—Llegaste justo en hora pico —dijo Jax sonriéndome.
Le devolví la sonrisa.
—Yo te prepararé algo —dijo Dimitri mirándome.
Asentí sentándome en una mesa que había a un costado.
El vampiro tomó una sartén y prendió el fuego.
Se dispuso a cortar unas cebollas y otros vegetales.
Los puso a rehogar y siguió con carne, cortándola en
cubitos.
En una olla puso agua y arroz a hervir con un puñado de
especias.
Estaba encandilada mirando cómo se movía en la cocina.
Sus labios tenían una sonrisa de felicidad y relajación. Era
evidente que esto era lo que le gustaba hacer.
A la carne y verduras le puso crema y especias.
Sacó el arroz y comenzó a emplatar.
Me llevó el plato y en verdad el aroma me hizo agua la
boca.
Lo miré.
—Bon appétit —dijo sonriéndome.
Tomé mi tenedor y pinché un poco de carne con
champiñones y arroz.
El rubio estaba con los brazos cruzados, mirándome
expectante.
Mastiqué saboreando esa delicia.
Carraspeé y tomé un poco del agua que me había traído.
Me acomodé en el asiento.
—¿Qué es? —le pregunté con tranquilidad.
—Carne al Strogonof —dijo calándome con la mirada—.
¿Te gustó?
—Lamento decirte —dije mirándolo, sus ojos dieron un
destello de tristeza—. Que tendrás que hacerlo en casa a partir
de ahora.
Su sonrisa se agrandó, asintió con la cabeza y se giró para
mirar a Jax.
—Te dije que le gustaría —le dijo al chef—. Me debes
cincuenta dólares.
El hombre de ojos grises negó con la cabeza.
—No vale, tú cocinas como los Dioses —dijo Jax.
Reí antes de meter otro poco de la comida en mi boca.
CAPÍTULO
39

DIMITRI

e despojé de mi camisa, manchas de sangre salpicaban


la tela blanca.
Fui al pequeño baño que había en el lugar y enjuagué el
líquido carmesí que estaba en mis manos. Me sequé y volví a
la habitación.
El hombre se había quedado desmayado luego de jugar un
poco con él.
En verdad los vampiros de ahora eran muy flojos. No
tenían nada de aguante.
Ares me entregó una camisa limpia.
—Avísenme cuando despierte, todavía necesito saber qué le
pidió hacer mi tío —dije mirando al despojo de carne frente a
mí.
Tanto André como Kellan me miraron y asintieron con
tranquilidad.
Hacía unas horas, este maldito loco suicida, había
irrumpido en mi mansión con claras intensiones de matar a
alguien.
Necesitaba saber quién era su blanco.
Si mi tío quería asustarme o iba por una presa más
importante.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, solo de pensar que
podrían haber matado a Selena.
Llamé a Milton.
Él era el que se encargaba de las cámaras de seguridad de la
casa y la empresa.
Caminé hacia la entrada de la fábrica abandonada.
—Dimitri —dijo el birek.
Eran seres tranquilos, con ojos completamente negros y piel
muy pálida. Sus orejas iban en punta y por lo general carecían
de cabello. En cambio, unas escamas duras cubrían su cráneo.
—Necesito que veas con quién se estuvo relacionando un
sirviente de la casa —dije tranquilamente—. Tengo una
cucaracha metida en mi madriguera, necesito encontrarla.
—De acuerdo… Pásame el nombre y como se ve —dijo
con serenidad.
Busqué un documento en mi celular con su nombre y datos
personales y una foto de Lace, se la envié a Milton.
—Vale, veré que encuentro… Aunque seguramente se
reunían fuera del trabajo…
—Si, seguramente, eso también lo estamos investigando,
pero necesito una evidencia de miradas o gestos para ver si
puedo encontrar más fácilmente a su otro compañero —dije
entrando al auto.
—En dos días te avisaré que te encuentro —dijo cortando la
llamada.
Suspiré frotando mis ojos.
—¿Crees que iban por Selena? —inquirió Ares
encendiendo el motor.
Fruncí el ceño.
—No creo, conociendo a mi tío, hubiera hecho un hermoso
atentado en alguna de nuestras salidas —dije recapacitando—.
Sabes que le gusta el drama, simplemente era matar a otro de
los que trabajan para mí.
Mi amigo asintió lentamente.
Llamé a mi madre.
—Mitya, pensé que te habías olvidado de mí —dijo con
reproche una vez que atendió.
Sonreí.
—Lo siento, estoy con algunos problemas —dije
relajándome.
Hablar con ella me tranquilizaba, no al grado que lo podía
hacer al tener a mi ratoncita cerca, pero ayudaba.
—Necesito hablar contigo.
—Estoy en la empresa, puedes pasarte y saludarme
también.
—En un rato estaré por allí.
Corté y miré por el espejo a Ares, él asintió sin dudarlo.
Miré las redes sociales.
Sonreí al ver una foto de Lena.
Estaba con su prima tomando un té.
Mi sonrisa se desvaneció al pasar al siguiente cuadro.
También estaba el maldito pájaro con alas tornasoladas.
No iba a mentir, solo pensar que ella estuvo con él en otra
vida, y que mi esposa lo recordaba, me hacía querer matarlo.
Por mi mente pasaba que Selena podría seguir sintiendo
algo por él.
—Parece que viste a tu peor enemigo —dijo Ares
sacándome de mis pensamientos.
—No me gusta el hermano de la Semi-Diosa.
Una ceja negra se alzó.
—Es complicado… Él y Selena… digamos que tuvieron
algo.
Su ceño se frunció.
—¿Qué no solo estuvo con Luka y ese noviecito de la
universidad?
Sí, también estaban esos dos.
No podía matarlos. Eran parte de su pasado. Y más cuando
uno era el marido de su querida prima.
Anoté en mi cabeza hacerle un poco de bromas a su
empresa.
En cuanto al otro podría darle un susto, todavía me faltaba
darle una lección por irrumpir en mi boda.
Luego de hablar con Lena, supe que ella no estaba tan
enamorada como ella se jactaba de Trevor, si sentía atracción,
pero no era más que un novio para pasar el tiempo. Es más, ni
siquiera habían mantenido relaciones.
Eso había alegrado mi corazón de una manera increíble.
El día, como de costumbre, estaba nublado.
Miré cómo un fénix pasaba volando dejando ver sus
espléndidas alas de fuego.
Los fénix eran espíritus mágicos. Como los zorros y elfos.
Ellos Podían ser llamados por el poder de un brujo o hechicero
y firmar un tratado para ser su familiar.
En el caso de mi hermana era un hermoso y pequeño
pollito, o así le decía yo.
No lo usa muy seguido, ya que se defiende muy bien con
sus dagas.
Ese pollito cuando salía y peleaba se transformaba en un
ave de hielo.
—Te espero aquí —dijo Ares, quien me había abierto la
puerta—. Tengo que hablar con los de seguridad de la casa,
para que sean más exhaustivos.
Asentí.
Salí del auto.
Me encaminé a la puerta principal del edificio.
Tener solo uno para mí tenía sus ventajas, todos me
conocían y me respetaban.
Subí hasta donde estaba la oficina de mi madre y toqué la
puerta.
Ella me dejó pasar.
—Hijo —dijo sonriéndome.
La miré y me acerqué a abrazarla.
—Te extrañé mucho, espero que esté todo bien con Selena.
—Sí, estoy tratando de no cagarla, pero me cansé de ir
contra lo que siento —admití.
Me hizo sentarme frente a su escritorio.
—Eso es bueno, me alegro mucho por ti, trata de no
espantarla, sé que puedes ser muy terco con algunas cosas.
Fruncí el ceño.
—No he hecho nada.
—¿Destruiste ese documento? —inquirió.
Relamí mis dientes.
—Lo guardé en mi despacho, ella no entra.
—Tíralo, quémalo, si te parece mejor, si lo ve, te creará
problemas —dijo seriamente.
Asentí.
Tenía que hacerlo, ni bien llegara a casa lo tiraría a la
basura.
—¿Qué te preocupa?
—Quiero que hagas caer la organización de los Buctus —
dije seriamente.
Sus ojos marrones se agrandaron.
—¿Piensas ir contra él?
Asentí con mi brazo doblado en el apoyabrazos.
Era lo que haría.
Lo empezaría a acorralar, me había cansado de sus regalos
repulsivos.
—Veré que puedo hacer.
Sonreí mirando el celular.
—Me iré a casa.
Ella sonrió con diversión.
—Tómalo con calma —dijo ordenando unos papeles de su
mesa.
Le guiñé un ojo antes de levantarme y salir.
Lo bueno de ser el dueño, era que me podía ir cuando
quería.
—A casa, Ares, tengo una cena con mi esposa —dije
abriendo la puerta del copiloto.
Él asintió sonriendo.
Llegamos a la mansión.
Me adentré por el hall y subí con entusiasmo las escaleras.
Abrí la puerta de la habitación, fruncí el ceño. No había
nadie.
Fui al baño, toqué nadie me atendió.
Abrí y encendí la luz.
Miré a mi alrededor.
—¡Señor! —gritaron a mis espaldas.
Giré para encontrarme con Rachel.
—La Señora… ¡Ella se fue hace unas horas! —dijo
desesperada.
—¿Qué has dicho? —dije acercándome a ella.
Su cuerpo temblaba de miedo.
Su mirada marrón me detallaba asustada.
—E-ella bajó con una maleta y dijo que se iba —me
informó—. Tratamos de detenerla, pero estaba muy alterada.
—¡¿Por qué no me llamaron?! —espeté furioso.
—Ella dijo que usted quería eso —dijo yéndose hacia atrás.
Me dirigí desesperado al vestidor y sí, efectivamente no
estaba su ropa.
Saqué mi celular.
—El número que usted ha marcado se encuentra fuera del
área de servicio… —tiré el celular estrellándolo contra la
pared.
—Señor —dijo entrando Xavier en la habitación—. Ella me
dejó esto cuando traté de detenerla —dijo con ansiedad.
Mi respiración estaba agitada.
Pasé la lengua por mis dientes.
Tomé el sobre de madera y saqué las hojas.
Cerré los ojos con fuerza.
Miré al final de todo y ella los había firmado.
Selena había firmado el acta de divorcio.
Arrugué el papel en mis manos. Me dirigí a mi despacho.
Todo estaba igual. Me acerqué a la computadora y vi que
habían tratado de entrar.
Fruncí el ceño, no comprendía por qué quería entrar en ella.
Pero no me importaba, si Selena quería robarme los datos, con
gusto se los daría yo en un pendrive.
Lo que necesitaba saber ahora antes de volverme loco, era
saber dónde mierda estaba.
Giré en el lugar, me senté en la silla y apoyé mi rostro entre
mis manos.
Con la desesperación en mi corazón, pasé mis manos con
fuerza por el escritorio. Libros, papeles y computadora
cayeron al piso, a la vez que un grito desgarraba mi garganta.
Me quedé con las manos apoyadas en la madera pulida y mi
cabeza agachada, tratando de relajar mi respiración.
—Su prima —murmuré moviéndome de golpe.
Me dirigí a la entrada.
La puerta se abrió de golpe.
Su mirada cristalina se enfrentó a la mía.
Usé mi velocidad para arrinconarla contra la pared.
—Déjame explicarte, ratoncita —le dije tomándola por el
mentón.
Ella se zafó de mi agarre y me alejó del calor de su cuerpo.
—Creo que está más que entendido, quieres divorciarte —
dijo encaminándose a las escaleras.
La seguí por los pasillos.
—No es así.
Se detuvo para girarse y mirarme con enojo.
—No soy estúpida, por algo tenías esos papeles en tu
escritorio… y yo buscando la clave, porque tenía que mandar
algo y mi computadora dejó de funcionar —sus palabras
estaban teñidas de dolor—. Solo para encontrarme con esos
papeles.
La tomé entre mis brazos.
—No quiero divorciarme de ti —dije con desesperación.
Sonrió con malicia.
—¿Entonces los tenías por las dudas?
—¡No, Selena! —dije exasperado, viendo cómo ella se
giraba y entraba en nuestra habitación.
La seguí y cerré detrás de mí con llave.
Se giró completamente furiosa.
—¡Abre la maldita puerta, Dimitri! —gritó tratando de
sacarme la llave de la mano.
Me estiré en todo mi esplendor, haciendo que dé pequeños
saltos.
Se alejó de mí al ver que no podría obtener lo que quería.
—Ratoncita…
—¡No me llames así! Ya estamos divorciados, para ti soy
Selena.
Negué acercándome a ella.
—Tú sigues siendo mía, eres mi esposa, yo no firmaré esa
estupidez —dije tomándola de la cintura.
Sus labios se fruncieron, haciendo que quisiera comérmela
completamente.
—¿Por qué tenías ese documento de divorcio?
—Porque en su momento, cuando volvimos si quería
hacerlo…
—¡Ves!
—¡Cálmate, joder! —respiré hondo—. Tenía, tengo miedo
de hacer algo y lastimarte, luego tuviste esa pesadilla —le dije
sintiendo mi cuerpo temblar—. Verte llorar, sabiendo que fui
yo… —tragué fuerte—. Me alejé de ti para no lastimarte…
¡Pero me es imposible! —le dije tomándola de las mejillas—.
Eres lo más preciado en mi vida, si no te tengo a mi lado no
puedo respirar… —mis labios se acercaron a los suyos,
midiéndonos—. Eres en todo lo que pienso, Lena, ya no puedo
sacarte de mi alma.
Su cuerpo se apretó al mío, me hizo comenzar a caminar
hacia atrás hasta llegar a la cama.
De un movimiento terminé sentado con ella a horcajadas.
Su rostro estaba tan cerca del mío.
—¡Tú no puedes dejarme! —sentenció haciendo que
arqueara una ceja.
Sus labios se apoderaron de los míos.
Selena lamió y chupó cada parte de mi boca.
Mi cuerpo estaba ardiendo en deseo. Necesitaba calmar este
fuego que tenía dentro, ya hacía mucho tiempo.
Mis brazos la estrecharon más, deleitándome con sus
gemidos, cuando mordisqueaba su hermosa boquita.
—No te permito dejarme, Dimitri —dijo entre besos—.
Eres solo mío, no podrás escaparte ahora que por fin puedo
tenerte.
No pude aguantar más.
Hundí mi lengua en busca de la suya, un jadeo fue la
respuesta de ella.
Su cuerpo se acercó más a mí. El calor estaba haciendo
estragos y la sensación de ardor en donde ella me tocaba,
estaba excitándome cada vez más.
Mi polla palpitaba, a la vez que comenzaba a acariciar su
espalda. Con mi mano derecha tracé un camino hasta su nuca
para tomarla posesivamente y hacerme cargo del beso. Por
otro lado, con mi otra mano llegué a su trasero y lo apreté.
—Lena… —dije sintiendo sus caderas frotarse contra mi
sexo duro.
Bajé regando un río de besos por su mandíbula, sujetando
su cuello desde atrás, llegué a esa zona dulce y la mordisqueé.
Sentía mis colmillos palpitar en mis encías, queriendo
extenderse y clavarse en esa suave piel que tenía.
—Dimi —susurró entre jadeos.
Selena llevaba una blusa verde musgo, la cual comencé a
desatar sin dejar de besarla.
Sus hermosos pechos adornados por un brasier negro de
encaje, fueron la magnífica vista que recibí.
Ella estaba respirando de forma complicada y ruidosa.
Por mi parte, no estaba muy lejos de esa situación.
La quería solo para mí. Deseaba tenerla y hacerla mía.
Con un rápido movimiento la recosté en la cama dejándome
a mí encima de ella.
Tomé sus muñecas y las puse sobre su cabeza.
Con mi otra mano saqué desesperadamente mi corbata y la
até.
Sus ojos se agrandaron ante la sorpresa.
Sonreí gustoso.
—Te devoraré por completo —le dije completamente
encandilado por su belleza.
Sus brazos se flexionaron, llevando sus manos atadas a su
pecho.
Esa imagen me calentó como los mil infiernos del averno.
Comencé a sacarme la camisa sin apartar la mirada de esos
ojos verde agua que me tenían hipnotizado.
La lujuria se filtraba de su mirada. Me estaba devorando
con sus ojos, y me encantaba ver que me deseaba igual que yo.
Me alejé de ella.
Tomé su pantalón y lo deslicé lentamente por sus piernas.
Tomé una de ellas y la besé. Planté besos y mordidas
haciéndola gemir. Sus sonidos roncos inundaban la
habitación.
Desabotoné mi pantalón, ya que la erección que tenía era
dolorosa de lo aprisionada que estaba.
Llegué a sus muslos y besé la marca incompleta. Mordisqué
esa zona sintiendo cómo se removía en el lugar.
—Dimitri… —murmuró coquetamente.
Alcé la vista y sonreí al ver lo desesperada que se veía.
Con sus bragas puestas llevé mi mano a su centro y lo
comencé a masajear.
Ella se retorcía y gemía excitada.
Me puse a un costado atrayéndola y seguí acariciando su
sexo. La rodeé con mi otro brazo.
Sus dientes delanteros mordieron su labio inferior.
—Estás empapada —dije sintiendo cómo se filtraba su
excitación por la tela de sus bragas.
Tomé sus labios con hambre, la deseaba con cada fibra de
mi ser.
Le recosté otra vez.
Cuando me levanté para ir a ponerme entre sus piernas. Ella
tomó mi pantalón con sus manos atadas.
Pasó sus dedos por el bulto que estaba haciendo mi polla
hinchada. Selena no apartaba la mirada a medida que bajaba la
bragueta del pantalón.
Tragué fuerte sintiendo que mi corazón saldría por mi boca.
Eran increíbles las sensaciones que me ocasionaba esta
mujer.
Sin inmutarse tomó mi miembro entre sus manos. Sus ojos
se agrandaron.
Sonreí.
—T-tienes un…
Asentí.
Sus mejillas estaban rojas.
Sus manos comenzaron a subir y bajar por mi tronco. Mi
cabeza cayó hacia atrás dejándome llevar por el placer.
Abrí los ojos al sentir la humedad en la punta.
Sus labios estaban sobre esta y jugaba con su lengua en mi
piercing. La sensación era magnífica.
Lena se había incorporado, sus manos estaban entre sus
piernas y arrodillada.
Su boca se apoderó de mi eje. No llegaba hasta el final,
pero sí hacía un buen tramo.
Mis manos fueron a su cabello recogiéndolo y tomándolo.
Mis caderas se mecían hacia delante y hacia atrás, tratando
de apaciguar el calor que sentía. Sus labios ardían en cada
roce volviéndome loco.
Tenía la respiración complicada y no podía evitar soltar
algunos gemidos y gruñidos.
Su garganta era tan profunda que no podía evitar querer
conquistar cada tramo de ella.
Cuando la saqué de su boca un hilo de saliva se estiró y
calló por su labio inferior, mi esposa se relamió volviendo a
querer chupar mi polla.
Mis colmillos punzaban deseosos de clavarse en ella.
La recosté nuevamente y fui por sus bragas negras.
Las saqué y las olí.
—Eres un pervertido —dijo haciendo que la mire.
Sonreí.
—Y no sabes cuánto más puedo ser —le dije abriendo sus
piernas e instalándome entre ellas.
Su aroma era exquisito y quería comprobar lo bien que de
seguro sabía.
La atraje con mis brazos.
Lamí su sexo verticalmente sacándole un gemido.
Pasé mi lengua por el montículo nervioso que ya estaba
hinchado pidiendo por mi atención.
Saboreé su carne y su excitación.
—Eres lo más rico que probé en mi vida —dije
devorándola con gusto.
Mi ratoncita se removía y gemía de placer. Sus manos
juntas fueron a mis cabellos agarrándolos con fuerza.
Llevé uno de mis dedos lentamente a su entrada y comencé
a follarla. Sabía que no tenía que ir muy lejos, metí un
segundo dedo y los curvé frotando ese punto sensible.
Un jadeo llegó a mis oídos.
—¡Dimitri! —gritó a la vez que sus piernas temblaban y se
corría en mis dedos.
Me separé de ella y la miré, se encontraba devastada con su
pecho agitado. Selena llevó su vista donde estaba.
Chupé mis dedos mirándola.
Sus mejillas estaban rojas y sus ojos entornados.
Como pude me quité los pantalones y la ropa interior.
Me acerqué a ella y la desaté.
—Este es el momento para irte, después no me detendré —
le dije poniendo mis caderas entre sus piernas.
Ella me miró y negó con la cabeza.
—Quiero ser tuya —dijo encendiendo al monstruo que
tenía dentro.
No la dejaría ir.
No podía.
No quería.
CAPÍTULO
40

SELENA

i cuerpo ardía con cada roce que Dimitri me daba.


Sus ojos estaban rojos y podía ver cómo sus colmillos
apenas asomaban.
Sabía que se estaba conteniendo.
El vampiro llevó sus labios a mis hombros y comenzó a
besarlos y chuparlos. Corrió el bretel de mi brasier y siguió el
camino a mi clavícula.
No podía evitar gemir al sentir su piel contra la mía.
Me había sorprendido el piercing en el glande que tenía y
debía admitir, que, por un lado, me daba curiosidad saber
cómo se sentía y a la vez me daba miedo.
Sus dedos fueron al centro de mi brasier y la desgarró.
Mis senos quedaron libres.
Por instinto quise taparlos con mis manos, pero una sola
mirada de él me bastó para no hacerlo.
—Buena chica —dijo detallándome.
Se acercó a mi pecho derecho.
Su mano lo tomó y la masajeó, sus ojos no se desviaban de
los míos.
Era difícil dejar de mirarlos, me tenían hipnotizada. Su
belleza era absurda y encantadora.
Nadie pensaría que un depredador se escondía en su
interior.
Dimitri llevó sus labios a mi pezón y sus dientes
mordisquearon la punta, jalándolo, sacándome un jadeo.
—No seré gentil —dijo mirándome.
Su cuerpo emanaba dominación y sumisión.
El mío respondía a sus pedidos.
Tragué fuerte.
Su lengua hizo círculos, antes de llevarse todo mi pecho a
su boca.
Succionó y lamió a su antojo.
Cuando estuvo satisfecho se dirigió al otro, dándole el
mismo trato, el placer y el dolor se mezclaban de una forma
fantástica.
Mi corazón palpitaba con fuerza y mi respiración era un
caos.
Lo necesitaba y lo deseaba como nunca antes deseé a
alguien.
Su mano derecha fue a mi cuello apretándolo, haciendo que
alzara el rostro.
Besó mis labios con deseo y hambre, sus colmillos rasgaron
mi piel sacándome un gemido.
Dimitri pasó su lengua por la herida.
—Exquisita —dijo relamiéndose los labios.
El rubio llevó su rostro a mi cuello y lo mordió.
La adrenalina pasó por mi cuerpo. Me retorcía entre sus
brazos a la vez que mi vientre se tensaba y mi sexo ardía.
Me aferré a sus hombros esperando a que mi tan anhelada
liberación llegara, estaba muy cerca.
Sus colmillos se alejaron de mi piel.
Me costaba respirar y abrir los ojos.
—Todavía no, ratoncita —dijo sonriendo con arrogancia.
Siguió depositando besos en mi cuerpo y mordiéndolo. En
mis brazos, en mis pechos, volvió a mis muslos y los mordió.
No dejaba nunca que me corriera. Pero él se estaba dando
un festín conmigo.
Cuando pensé que ya no podría más, su cuerpo volvió a
posicionarse entre mis piernas.
Su polla se frotó contra mi clítoris enloqueciéndome.
Mi espalda se arqueaba con cada roce.
—¿Serás solo mía? —me dijo frotándose contra mi entrada.
Miré a esa tormenta que tenía por ojos.
Envolví su cadera con mis piernas.
—¿Lena? —dijo metiendo solo la punta para retirarla.
Me estaba torturando.
Cerré mis ojos y apreté mis labios.
Mis brazos estaban aferrados a su cuello.
—¿Selena? —me instó con molestia—. ¿Serás solo mía? —
dijo adentrándose un poco solo para salir enseguida.
Mi ceño se frunció.
Lo miré.
Estaba serio y expectante.
Humedecí mis labios.
—Solamente tuya —dije en un gemido cuando volvía a
salir de mí.
Una de sus comisuras se curvó.
De una sola embestida se adentró en mi cuerpo. Chillé al
absorber el impacto y su gran tamaño.
Su cuerpo se puso rígido y trató de salir de mí.
—¿E-eres virgen? —dijo confundido.
Apreté mis piernas en su cintura.
—No te alejes —le dije lloriqueando.
Suspiró y besó mi rostro.
—Tienes que darme una explicación después —dijo
acariciando mi mejilla.
Asentí.
Dimitri se retiró un poco para volver a meterse más
adentro. Me dolía, pero quería que siguiera, sabía qué el dolor
pasaría.
—Estás tan apretada, mi ratoncita —dijo con los dientes
apretados.
Con mis talones lo insté a seguir.
Sus movimientos eran cuidadosos, con miedo de
lastimarme.
Lo sentía entrar y salir, haciendo que mi vientre
hormigueara de placer.
Comencé a gemir con cada estocada que me daba.
—Necesito ir más rápido —dijo besando mis labios.
—Ha-azlo —dije entre gemidos.
Sus embestidas se hicieron más fuertes y rápidas.
La cama se movía haciendo ruido.
Me aferré a sus hombros escondiendo mi rostro en su
pecho.
Sus manos tomaron mis piernas separándolas más.
—Joder, Selena —dijo entre jadeos—. ¿Cómo puedes
hacerme sentir así?
Estaba extasiada y feliz.
Dimitri gemía y cada vez era más rudo.
Soltó mis piernas y me giró. Me hizo ponerme en cuatro.
Su polla rozaba mi sexo preparándome para lo que se venía.
Se hundió en mí haciendo que jadeara y de él salió un
gruñido.
Sus caderas colisionaron conmigo.
El vampiro tomó mi brazo poniéndolo atrás para agarrarse.
Mis pechos rebotaban con cada estocada que me daba.
Podía sentirlo tan adentro que pensé que me volvería loca.
Su mano libre me tomó por el cabello jalándolo.
—Eres solo mía, Lena —dijo gimiendo—. Solo yo puedo
hacerte correr.
—S-si —lloriqueé.
Su cuerpo se puso sobre el mío. Me tomó por la cintura
enderezando mi cuerpo.
Su mano tomó mi pecho izquierdo, pasé uno de mis brazos
por su cuello. Su rostro se hundió en el mío, erizándome la
piel con su aliento cálido.
—Eres perfecta, ratoncita, nunca tendré suficiente de ti.
Mis paredes lo apretaban con cada palabra que me decía.
Su cuerpo giró dejándome encima de él.
Dimitri golpeó mi trasero.
—Quiero que me folles —dijo el vampiro.
Puse mis manos en su pecho y me senté en cuclillas.
Comencé a subir y bajar sobre su eje, al tiempo que él
amasaba y apretaba mis pezones.
Salté sobre él persiguiendo mi tan anhelada liberación.
—Así, no pares —dijo tomando mis caderas y comenzando
a hacer más duras las embestidas.
Tenía la mente nublada por el deseo, sentirlo como lo
estaba haciendo me hacía sentir completa.
Dimitri se incorporó y me abrazó.
Comenzó a ralentizar mis movimientos.
Me tenía apresada y moviéndome lentamente.
Tomé su rostro para besarlo.
Lamí su labio inferior, para luego chupar el superior. El
vampiro mordisqueó mi labio inferior y lo jaló.
Bajó por mi mandíbula besándola hasta llegar a mi
garganta.
Corrió mi cabello y sentí sus colmillos hundirse
nuevamente.
Mis caderas se seguían moviendo, un torbellino de fuego
envolvió mi cuerpo. Mi vientre se tensó.
—D-Dimitri —dije sintiendo un hormigueo en mi punto G.
Sus brazos me apretaron más a él.
Grité al correrme en sus brazos. Lo apreté con mi coño
haciendo que él se derramara dentro de mí.
Mi muslo ardió.
Mi esposo lamió la herida, haciendo que me estremeciera.
Nos quedamos mirándonos por unos minutos.
Sus manos acariciaban mi cuerpo. Pasando por mi espalda,
a mis mejillas.
Sonreí haciendo que él también lo hiciera.
Colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—Eres hermosa, mi ratoncita.
Lo besé derritiéndome.
—Te amo, Dim —dije ahogada de los sentimientos que
querían salir de mí y llegar a él.
—Yo a ti, Lena —dijo tomándome y recostándonos en la
cama.
Acarició mi cabello haciendo que cerrara mis ojos.
Todavía no podía creer cómo fue que llegamos a esta
instancia.
Cuando terminé de merendar con mi prima volví a casa. Mi
celular había sonado y traté de abrir el archivo que me
mandaron. Pero me fue imposible. Era muy grande para
abrirlo, así que fui a mi PC.
Para mi mala suerte en cuanto la prendí hizo un ruido
extraño y se apagó.
Me dirigí al despacho de Dimitri completamente molesta.
Cuando traté de entrar a su computadora no pude,
necesitaba una clave.
Así que busqué en su escritorio, se me ocurrió buscar en los
cajones y fue allí que encontré los papeles de divorcio.
Me sentía completamente destruida, todo lo que habíamos
estado haciendo era igual a tirarlo a la basura. Él se quería
divorciar de mí.
El mundo se me vino abajo, lágrimas cayeron por mis
mejillas, busqué un bolígrafo y firmé.
Lo puse en un sobre y me dirigí a mi cuarto.
En el camino me encontré a Rachel, ella me miró
preocupada y más cuando se dio cuenta de que comencé a
sacar todo del vestidor. La amenacé, cuando vi que estaba por
llamar por teléfono.
Es así como me fui.
Para mi desgracia me había olvidado el celular apagado en
el escritorio, así que volví.
El resto fue historia.
—¿Cómo es que eras virgen? —dijo Dimitri rompiendo el
silencio.
Me acomodé para mirarlo.
Sentí mis mejillas arder.
—La Selena de este cuerpo no lo hizo con Luka… él no
paró de repetir el nombre de Madeleine, por eso ella no
pudo…
Sus dedos tomaron mi barbilla haciendo que lo mire.
—¿Por qué no me lo dijiste?
Apreté mis labios.
—Sabía que eso te molestaría… y en mi sed de venganza
quise hacerte sufrir con eso, juntando que no me quería
entregar a ti… de seguro era un golpe fuerte a tu enorme ego
—dije mirándolo con tranquilidad.
Sus orbes me detallaban, estudiando cada movimiento que
hacía.
—No te das una idea del veneno que tenía por pensar que él
te había probado —dijo con los dientes apretados.
Me removí en su abrazo, pero el vampiro no me dejó
moverme mucho.
—Ahora no puedes divorciarte de mí —le dije
entrecerrando los ojos—. Debes hacerte responsable de haber
robado mi primera vez.
Sus ojos se agrandaron, para luego reír por lo bajo.
Mi cuerpo fue arrinconado contra la cama con él encima.
Dimitri tomó mis muñecas y las puso a cada costado de mi
cabeza.
—Empezaré a hacerme responsable de ti ahora mismo —
dijo acercando su rostro al mío.
Sus labios devoraron los míos, el calor en el centro de mi
vientre comenzó a hacerse presente nuevamente.
Podía sentir su erección creciendo cada vez más.
Mis caderas se movían solas haciendo que nuestros sexos
colisionaran.
Un gemido se escapó de mi garganta.
Se separó de mí, pero siguió moviéndose, el roce era
placentero, aunque no me quitaba las ganas latentes de tenerlo
dentro de mí.
—Quiero sentirte —dije abriendo los ojos.
Su cabeza se inclinó hacia un costado sin dejar de moverse.
Lloriqueé desesperada.
El vampiro sonrió acariciando una de mis piernas.
La punta de su miembro se hundió.
—¿Esto quieres? —dijo saliendo y frotándose otra vez.
Mordí mi labio estirando mi espalda en un arco.
Volvió a repetir la acción, obligando a que un gemido
saliera de mi garganta.
—¿Mmh? —dijo acercando su rostro al mío.
Una de sus manos tomó mis dos muñecas y la otra mi
cuello apretándolo con fuerza.
—¿Quieres que te folle, Lena? —inquirió haciendo que me
mojara más de lo que estaba.
Sonrió con arrogancia.
Rodeé sus caderas con mis piernas.
—S-si… —dije en un jadeo cuando volvió a rozarme.
De una embestida se adentró en mí. Gemí de satisfacción, a
la vez que Dimitri gruñía.
—Eres tan apretada —dijo saliendo y volviendo a entrar
con rudeza.
Su mano apretaba mi cuello haciendo que mi centro
hormigueara.
—Quiero que seas mi zorra en la cama, solo yo puedo ver
esta faceta tuya —dijo golpeando contra mi cadera—. ¿Lo
serás, mi ratoncita?
Entreabrí los párpados para ver su mirada llena de lujuria,
acercó sus labios a los míos.
—S-sí, lo seré —dije relamiendo mis labios.
Gruñó hundiendo su polla con salvajismo.
No podía parar de gemir, mi cuerpo se tensaba cada vez
más.
Soltó mis muñecas y mi garganta.
Con un movimiento me puso encima de él. Pero no me dejó
moverme. Se levantó sin salir de mí y me estampó contra la
pared.
Dimitri sostenía mi cuerpo por debajo de mis piernas y yo
me agarraba de su cuello.
Comenzó a deslizarme por su tronco, volviéndome loca.
Sus caderas azotaban las mías con cada estocada dura que
me daba.
El vampiro devoraba mis labios con dominación y pasión.
—Tan deliciosa y toda mía —dijo entre gemidos—. Me
tienes loco, Lena —dijo hundiendo su rostro en mi cuello.
Su respiración entrecortada y caliente erizó hasta el vello
más pequeño de mi cuerpo.
Mi vientre se tensó y mi sexo ardió cada vez más.
Hasta que lo sentí.
—No pares —le dije arañando su espalda.
Su erección golpeaba fuerte una y otra y otra vez contra ese
punto débil.
—Córrete para mí —dijo mordisqueando mi cuello.
Tiré la cabeza hacia atrás sintiendo que estaba por explotar.
—Lléname, Dimitri —dije entre jadeos.
Mi esposo gruñó.
Sus movimientos eran frenéticos, llevándome al orgasmo
tan esperado.
Mi coño se contrajo una y otra vez, sintiendo cómo se
derramaba en mí.
Sus caderas dejaron de moverse de a poco. Nos quedamos
así por unos minutos.
Me tomó del trasero y caminó conmigo en brazos.
—Vamos a bañarnos —dijo entrando al baño.
Sonreí abrazándome a él.
—Creo que no podré estar de pie —dije riendo.
Su rostro se giró para mirarme, sonrió de lado.
—Solo fueron dos rondas, mi amor —dijo con picardía.
Mis ojos se agrandaron.
—Dimitri, es mi primera vez…
Me dejó en el piso y me senté a esperar a que preparara
todo.
Comenzó a llenar la tina.
Fruncí el ceño.
—¿Entraremos los dos? —dije con duda.
Se giró para mirarme.
—Verás que sí —dijo sonriendo.
Mi vista detalló su cuerpo desnudo, los tatuajes en sus
brazos y las runas que estaban en ellos.
Mordí mi labio sintiendo cómo mi sexo punzaba otra vez.
Seguí bajando por su torso y caderas estrechas, sus
abdominales marcados y su…
—¿Te gusta lo que ves? —inquirió sacándome de mis
pensamientos.
Alcé la vista completamente roja, rasqué nerviosa mi
cuello.
El vampiro se fue acercando, su polla estaba dura y erecta.
Cuando estuvo a mi lado llevó su mano a ella y comenzó a
masajearla.
—Mira cómo me pones —dijo haciendo que tragara fuerte.
Miré su rostro, sus ojos eran de un gris oscuro tragándome
en una tormenta de lujuria.
¿Cómo podía estar tan bueno este desgraciado?
Mis dedos fueron a la punta de su glande. La acaricié
haciendo que un gemido saliera de su garganta.
—Joder, deja de mirarlo de esa forma —dijo apartando su
mano y dejando que fuera la mía, la que se movía a lo largo de
su eje.
Humedecí mis labios, quería probarlo otra vez.
Mi boca fue hacia la punta y pasé lentamente mi lengua por
esta.
Alcé la vista encontrándome con su mirada intensa. Dimitri
mordió su labio, a medida que fui metiendo su miembro en su
boca.
Era grande, lo había comprobado, pero la sensación de
tenerlo en mi boca y saber que era la dueña de su placer, me
calentaba a más no poder.
Comencé a meter toda su erección.
Dimitri tomó mis cabellos juntándolos y luego
agarrándolos, sus caderas se movían lentamente abriendo mi
garganta, dejando que su sexo se hundiera cada vez más.
Sus movimientos se hicieron más feroces.
—Así, Lena, succióname la polla —dijo entre gemidos.
Mi sexo estaba ardiendo deseoso de sentirlo.
—Oh, ratoncita, vas a volverme adicto a tu boca —gruñó.
La saqué de mi boca y mi mano fue a masturbarlo con
rapidez.
Mi lengua hacía círculos mirándolo.
Jaló de mi cabello tirando mi cabeza hacia atrás.
—Abre esa boquita hermosa que tienes —dijo acercando su
tronco a mis labios.
La volvió a meter.
—Te tomarás todo, sin dejar una gota —ordenó
calentándome a más no poder.
Folló mi boca un poco más y lo sentí derramarse.
Tragué su semen y seguí moviendo mi boca, pasando mi
lengua hasta limpiar su polla con ella.
—Buena chica —dijo sonriendo.
Me paró de golpe y devoró mis labios.
Dimitri me alzó y nos metió en la tina, me hizo recostarme
contra su pecho.
Largué un suspiro de satisfacción.
Con una esponja comenzó a pasar por mi cuello bajando a
mis clavículas y luego a mis pechos, se detuvo un poco a jugar
con la espuma y sus dedos en mis pezones.
—D-Dimitri… —gemí sintiendo que mis neuronas estaban
al límite.
—¿Mmh?
—Si sigues así…
Sus labios se pegaron a mi garganta, besó y chupó.
—Si sigo… ¿Qué? —preguntó, pasando su pulgar de arriba
hacia abajo por mi pezón derecho.
Su otra mano había descendido por mi vientre y estaba
dándole atención a mi clítoris.
Gemí gustosa de sus caricias. Mi pulso estaba acelerado
haciendo latir mi corazón con fuerza, estaba segura de que él
podía escucharlo en estos momentos.
Me apreté contra su pecho.
Alcé la vista para encontrarme con sus ojos, reclamó mis
labios con ternura.
Sus dedos trazaron mis pliegues hasta la entrada y se
hundió en mí, sacándome un jadeo.
Con sus dedos estaba llevándome a la gloria.
Chupó y lamió mi boca, el remolino de emociones estaba
matándome al igual que el aroma a caramelo.
Todo mi cuerpo comenzó a tensarse hasta no poder más.
Cerré mis piernas con espasmos en mi sexo.
El vampiro sacó sus dedos de mí y se los llevó a la boca.
—Me hubiera gustado hacerlo con mi boca y saborear tu
orgasmo —dijo tomando mi barbilla con sus dedos.
Exigió cariño de mis labios.
Mi faltaba el aire y ese beso terminó por explotar mis
neuronas.
Me giré como pude y lo abracé por el cuello apretándome a
él.
—Te amo —dije mirándolo a los ojos.
Sonrió contemplándome.
—Yo también te amo, eres mi todo, Lena, no podría vivir
sin ti —dijo llenando mi corazón de alegría.
Lo volví a besar.
Sintiendo cómo su erección se frotaba en mi vientre.
—¿Vamos por otra ronda? —dijo con diversión.
Arqueé una ceja mirándolo.
Este hombre me dejaría en cama por una semana.
CAPÍTULO
41

SELENA

oy, era la primera fiesta a la que asistiríamos como


matrimonio.
Acomodé el vestido blanco. Este era largo hasta el piso y
con una hermosa falda acampanada. En la parte de atrás, por
debajo de la espalda al descubierto, llevaba un moño grande.
Mi cabello estaba recogido en un rodete elegante, dejando
al descubierto mi rostro.
Tenía unos zapatos a juego y un maquillaje sencillo.
Tomé mi abrigo negro y salí del vestidor. Este tenía como
un pequeño descanso y Dimitri se encontraba arreglando su
corbata frente al espejo.
Sonreí, al ver cómo se quedaba quieto mirándome por el
reflejo.
Su cuerpo estaba perfectamente forrado por un traje negro
por completo, se giró.
Sus ojos detallaron cada parte de mi silueta haciendo que
me sonroje.
—Te ves hermosa, mi ratoncita —dijo girándose y
acercándose a mí.
—Tú no te quedas atrás, colmillitos —dije sonriéndole.
Sus manos fueron a mi cintura, atrayéndome a él.
Sonrió y beso mis labios.
—Tapaste bien las marcas que te hice —dijo alzando mi
barbilla.
Entrecerré los ojos.
—Ya te dije que no lo hagas, pero te importa un carajo a ti,
así que tendré que taparlas con maquillaje, no puedo ir a un
baile tan elegante llena de chupetones.
Su ceño se frunció.
—No veo por qué no… Así todos sabrán que tienes dueño
y te atiende con el mejor servicio.
Mis ojos se agrandaron.
—Eres un pervertido —dije dándole un golpecito en el
hombro.
Dimitri rio por lo bajo atrayéndome, para devorar mis
labios.
Rodeé su cuello con mis brazos atrayéndolo más hacia mí.
—Todavía tenemos algo de tiempo…
Reí a medida que el vampiro comenzaba a llevarme hasta la
pared.
—Detente, no puedo volver a maquillarme y peinarme en
quince minutos.
Bufó para luego gruñir.
Se alejó de mí y acomodó su corbata.
Me acerqué y lo ayudé.
Sus orbes me calaban hasta los huesos.
—Créeme que buscaré alguna oportunidad para follarte —
dijo con esa voz magnética, que hacía mojar sus bragas a
cualquiera.
—Te comportarás —le dije alejándome de su pecaminoso
cuerpo—. No quiero ser el escándalo del año, ya me imagino
las primeras planas…
—No dejaría que nadie nos vea —dijo guiñándome un ojo
—. Así que no te preocupes por eso.
Negué resignada.
Dimitri… era insaciable, nunca pensé que podría ser tan
libidinoso.
En la primera oportunidad que tenía me acorralaba y trata
de follarme.
No negaré que me encantaba toda la atención que me daba.
Pero tanto sexo ya está pasándome factura. No llegamos a una
semana de haberlo hecho y no ha parado.
Antes de ayer estábamos solos en casa, Anya había ido a la
casa de Alex. No pude terminar la cena.
De un segundo para el otro, el vampiro me había subido a
la mesa y ya lo tenía entre mis piernas.
Sin ir muy lejos, hoy por la mañana me fui a bañar y me
terminó acorralando contra la pared.
Estaba segura de que terminaría con una cadera dislocada,
en el mejor de los casos…
Nunca me imaginé que los vampiros fueran tan sexuales.
—¿No se supone que los vampiros no son apegados a su
pareja? —le inquirí con curiosidad.
Suspiré.
Dimitri tomó mi mano y bajamos hasta el hall de entrada.
—Tienes mi marca y aparte, ratoncita… —dijo mirándome
con una sonrisa altanera—. Yo no soy cualquier vampiro.
Sentí mi rostro arder.
Su pulgar hacía círculos en el dorso de mi mano.
Me abrió la puerta y me guio hasta el Rolls-Royce.
Como todo un caballero, me dejó entrar primero y luego lo
hizo él.
Kallen era el que nos llevaría.
El baile se haría en la casa de quien lo organizaba.
Esta quedaba a las afueras de Londres.
Nos detuvimos frente a una reja negra labrada con hojas en
la parte de arriba. JD, estaba forjado en el centro.
Kallen mostró una invitación al de seguridad y lo dejó
pasar.
—Quien lo conoce, lo que menos piensa es que está forrado
en plata —dijo Kallen.
Fruncí el ceño.
—¿De quién es la propiedad?
—Se llama Jackson Drisper, es un vampiro algo…
excéntrico.
El auto avanzó por un camino lleno de árboles.
Me removí en el lugar ante el nombre que había dicho mi
marido.
Una enorme mansión comenzó a imponerse frente a
nosotros.
Parecía un castillo gótico.
En mi vida pensé ver algo así en persona.
Era tenebrosa, pero a la vez te invitaba a ver que pasaba
detrás de esas paredes oscurecidas por los años.
Una fuente estaba iluminada al igual que un camino lleno
de arbustos bien cortados.
De las enormes ventanas salía la luz interior.
—Bien… a divertirse se ha dicho —dijo Dimi cuando ya
nos detuvimos en la cola de autos—. Recuerda que ya no
tienes que actuar, ahora me amas de verdad —dijo con
diversión.
Escuché a Kallen aguantar una risa seca, la cual hizo que el
heredero de los vampiros, le regalara una mirada amenazante.
Tomé sus hombros captando toda su atención.
Acerqué mis labios a su oreja.
—Nunca estuve fingiendo esos besos —le dije en un
susurro.
Pude sentir cómo su cuerpo se estremeció.
—Kallen, bájate unos minutos…
—¡Dimitri! —me giré para mirar por el retrovisor al otro
vampiro—. Ni se te ocurra bajarte —le regañé.
Los labios de Kallen se curvaron en una sonrisa.
—Yo soy tu jefe —le dijo molesto.
—Kallen… ¿Quién te lleva café y pastelillos en tus
guardias en casa? —le pregunté alzando la barbilla.
—Lo siento, jefe.
El auto se movió y me recosté satisfecha.
—No puedo creerlo, mis subordinados sobornados con café
y pastelillos.
Reí por lo bajo.
Dimitri suspiró y abrió la puerta.
Vi cómo se encaminó hasta mi puerta y la abrió.
Puse un pie afuera y tomé su mano.
Tomé su brazo y nos acercamos a la entrada.
—Invitación, por favor —dijo el hombre de nariz recta y
larga.
Su cabello estaba prolijamente peinado. Sus ojos negros
nos miraron a los dos.
—Dimitri Novikov —dijo mi esposo.
Los orbes del hombre se abrieron y se hizo a un lado.
—Veo que Dimitri Alexander Novikov, no necesita de
invitación —dije divertida a medida que entramos.
—Eso es lo bueno de ser yo —dijo sonriendo.
Estaba maravillada con el interior.
La piedra caliza predominaba en todos lados. El techo
estaba facetado dándole una belleza inigualable. El piso era de
mármol blanco. Hermosas columnas adornaban cada tanto los
costados del pasillo.
Llegamos al salón de baile, el mobiliario era oscuro y
antiguo dándole un toque de época. En las ventanas, había
hermosas cortinas barrocas en tonos crema.
Las notas de jazz bailaban en el ambiente. Pero lo que más
me asombró fue ver a una banda tocando en vivo.
Mi cintura fue tomada posesivamente.
—¿Bailas conmigo, mi amor? —dijo cerca de mi oído.
Alcé la vista para encontrarme con sus hermosos ojos. Mi
cerebro dejó de procesar información. Cada vez que me
llamaba de esa forma, era igual a darme un latigazo de
adrenalina, que me dejaba zumbando.
Me acerqué a él como un insecto atraído por el fuego.
Todo de él me atraía, desde su aroma, hasta esa sonrisa
provocadora que jugaba en sus labios. Mi cuerpo se movía por
inercia.
Estaba jodida, el dominio que el vampiro ejercía sobre mí
era pleno e irrevocable.
El mundo dejó de existir, mi mano descansaba en el pecho
del rubio. Su mano vagó por mi espalda, quemando bajo su
toque, se detuvo justo al inicio de mi trasero.
—Estás deslumbrante —dijo dándome una vuelta.
Me atrajo de nuevo hacia él haciendo que mi rostro repose
en su pecho. Podía sentir cómo su corazón latía fuerte.
La música cesó y todos aplaudieron.
—Bienvenidos al baile del parlamento —gritaron cerca de
la entrada.
Todos se giraron y dieron paso a un hombre.
Su cuerpo estaba enfundado por un traje negro impecable.
Una sonrisa vertiginosa tiraba de sus comisuras. Un escalofrío
recorrió mi cuerpo cuando sus ojos rojos escanearon todo el
lugar.
Sentí mi ser paralizarse, al sentir su mirada, conectarse con
la mía.
Mis manos fueron al agarre en mi cintura. Tomé las manos
de Dimitri con temblores atravesándome de pies a cabeza.
—¿Estás bien? —me preguntó, haciendo que alce la
mirada.
—Y-yo…
Dimi frunció su ceño.
—Su majestad
Miré hacia el frente para encontrarme al hombre a
centímetros de nosotros.
—Jack —dijo mi esposo—. Es magnífico lo que has hecho
aquí.
El vampiro de cabello largo llevaba un chaleco y una
camisa gris oscura. De sus pantalones de vestir colgaban unas
cadenas dándole un aspecto único.
Su lengua pasó por sus labios relamiéndolos.
Estiró la mano tomando la mía.
—Un placer por fin conocer a nuestra futura reina —dijo
besando el dorso de mi mano—. Miel…
El agarre en mi cintura me separó de él.
—Te recomiendo no volver a hacer eso en un futuro —dijo
despacio y con una voz tan grave que estaba desconcertada.
Lo miré para encontrarme que sus ojos estaban rojos.
—Lo siento, Dimitri, es solo que huele exquisito.
—Jackson, si no quieres dejar de tener tu cabeza pegada al
cuerpo, no vuelvas a hacer eso.
—D-Ddimitri —dije tratando de que se apartara de ese
hombre.
El cuerpo de mi vampiro se había puesto delante de mí.
Todos nos estaban mirando y estábamos haciendo una
escena increíble.
Jack sonrió de costado.
—Un placer conocerte, Selena —dijo degustando mi
nombre, miró a Dimitri—. Tengo noticias para ti, más tarde
hablaremos… Disfruten de la velada.
El hombre, de cabello largo, me dedicó una última mirada,
haciéndome temblar de los pies a la cabeza.
¿Por qué tenía que conocerlo en esta vida?
—Iré a tomar algo de aire —le dije a mi esposo, quien me
miró con confusión y preocupación.
—Te acompaño.
Le sonreí.
Nos encaminamos al ventanal que daba a una hermosa
terraza.
El cielo estaba algo nublado y el frío caló mis huesos. Pero
también despejó mi mente.
—¿Por qué le tienes tanto miedo?
Me giré para verlo.
Sus manos estaban en los bolsillos del pantalón.
En verdad que era jodidamente apuesto. La luz de la luna
bañaba su perfil realzando su aire depredador y atractivo.
Tragué fuerte.
Poco a poco el vampiro rubio se fue acercando a mí, hasta
que lo tuve a centímetros. No nos tocábamos, pero podía sentir
su calor.
Con intensidad siguió escrutándome.
—Y-yo… no te conté una de mis vidas —le dije agachando
la cabeza—. No le di importancia, ya que ustedes eran
enemigos…
El ardor en mi barbilla me estremeció, cuando sus dedos
alzaron mi rostro.
—¿Qué pasó en esa vida? —inquirió tranquilamente.
—Yo me casé contigo, pero para molestarte coqueteé con él
—le dije avergonzada.
Pude ver cómo su mandíbula se apretó.
—Jackson se obsesionó conmigo al punto de secuestrarme,
tú no me estabas llevando al apunte, no me hacías daño, pero
tampoco me hablabas…
Sus dedos soltaron mi barbilla y pasó su mano por el
cabello.
—Él…
—No, no… No fue nada más que coqueteo; sin embargo,
cuando me secuestró tú viniste a salvarme. Estabas a punto de
decirme algo, cuando Jack dijo que si no era suya no lo sería
de nadie —miré mis manos—. Luego me disparó.
Dimitri suspiró.
—Él no está bien de la cabeza… y en esta línea temporal su
mente está más desquiciada, ama torturar, matar y todo de la
peor forma posible —dijo seriamente—. Lena, te quiero lejos
de él, le llamaste la atención y no quiero que atente contra ti.
—No tienes que pedírmelo, nunca me acercaría a él.
El cuerpo de mi amado se acercó a mí y me rodeó con sus
fuertes brazos.
—No dejaré que nada te pase —dijo acariciando mi
espalda.
Descansé mi cabeza en su pecho, escuchando la música que
más me gustaba, el latir de su corazón.
CAPÍTULO 42

DIMITRI

ejé a Lena con Anya, ella la cuidaría, en tanto yo


hablaba con los ancianos del parlamento.
Me acerqué a la puerta doble de madera. Esta se abrió
dejando a la vista una sala enorme.
Todas las paredes eran de piedra antigua. Una araña
colgante con candelabros antiguos colgaba en el centro del
lugar.
Frente a mí, una mesa en forma curva descansaba. Y en ella
siete vampiros me miraban con atención.
En la punta derecha estaba Landon Wirthwood, su cabello
blanco y largo hasta los hombros, estaba recogido en una
media coleta, tenía entradas en sus sienes y la piel arrugada.
Su mirada negra era seria y llena de soberbia.
Luego le seguía Imnia Analise. Una mujer mayor, con piel
dorada y apergaminada, sus ojos grises, ya casi sin vida,
estaban atentos a todo. El cabello lo llevaba corto y negro. Sus
dedos eran flacos y se notaban mucho los nudos de sus
falanges, prácticamente era una mano esquelética.
El tercero era Thembois Ranfdoon, su calva predominaba
en su cráneo, salvo por el poco cabello en su nuca y los
costados. Su piel blanca era casi translúcida, en serio, no
entendía cómo no se desintegraba con solo mover un dedo.
Una barba larga hasta casi su pecho adornaba su rostro
anguloso.
Sus ojos me miraron con familiaridad.
—¡Dimitri Alexander Novikov! —dijo Zerath.
Dirigí la mirada hacia el centro de la mesa.
Su cabello blanco y largo estaba peinado hacia atrás. Su
piel pálida solo acentuaba sus ojeras púrpuras.
—¿A qué se debe el pedido de esta reunión? —inquirió con
su voz gruesa y ronca.
Relamí mis dientes.
El teatro iba a comenzar. Y yo tenía primera fila.
—He venido aquí, para pedir su apoyo para derrocar a la
rata que está como rey en este momento —dije alzando la voz
y la cabeza.
El que se opusiera lo quemaría vivo.
No era partidario de la anarquía, pero si tenía que ejercerla
en este momento… no me temblaría la mano.
Thembois pasó los dedos huesudos por su larga barba.
Karma Taix, una mujer que parecía ser la más joven entre
tantos pergaminos antiguos, estaba calándome con esos ojos
rojos que tenía.
Su cabello rubio estaba bien cuidado y le llegaba hasta los
hombros.
—Quieres recuperar tu trono, joven Novikov —dijo la
mujer.
—Así es, ese trono me pertenece por derecho, me lo
quitaron cuando era un niño…
—¿Qué ganaríamos nosotros con esto? —inquirió Baltasar
Inris.
Sonreí.
Ese maldito desgraciado fue quien ayudó y dio su mano al
bastardo de Bormir.
Sus ojos negros me sondeaban con arrogancia. Su aspecto
daba algo de asco de verlo, ya estaba teniendo problemas en la
piel. Una parte de su rostro estaba tapado con una máscara.
Como si eso ocultara su alma podrida y olorosa.
Los ancianos eran todos de sangre pura. Es por eso que
envejecían. Algunos más que otros y en circunstancias más
amenas.
Pasé la mano por mi cabello.
—Seguir vivos —dije con tranquilidad.
Silencio sepulcral en la sala.
—¡¿Nos estás amenazando?! —bramó Baltasar furioso.
Mis labios se curvaron divirtiéndome poniéndolos en la
orilla.
—El parlamento de vampiros, ya hace tiempo que tendría
que haber sido jubilado… —dije encogiéndome de hombros
—. ¿Creen que no sé qué ayudaron al bastardo ese para tomar
el lugar de mi padre?
Todos en el lugar se pusieron rígidos.
Sí, no los dejaría escapar. Solo uno fue quien no estuvo de
acuerdo.
—¡No puedes sacarnos así sin más! —espetó Karma.
Puse mis manos en los bolsillos del pantalón.
—Es simple —le dediqué a cada uno una mirada tranquila
—. Yo tomaré el poder, no me importa como, pero tengan por
seguro que el que esté en mi contra, no podrá ver la luz del sol
al día siguiente de que derroque a Bormir.
—¡No tienes a nadie a tu favor!
Reí secamente.
—Oh, sí que lo tengo, y no son solo vampiros…
Di un paso hacia delante.
—Ustedes eligen, pueden seguir siendo mis consejeros
cuando asuma al trono, o… —hice una pausa pasando la
mirada por cada uno—. Caerán como las ratas que son todos.
Me giré sobre mis talones.
—¡No te saldrás con la tuya! —escuché gritar a Baltasar a
mis espaldas.
Me giré antes de irme.
—Mira y aprende —le contesté riendo secamente.
Cerré la puerta con el barullo que estaban haciendo.
Me encaminé hasta el salón de baile.
—¿Cómo salió? —escuché que decían a mi costado
derecho.
—Si no quieren ser escombros, sabrán que tienen que
hacer.
Mis ojos se detuvieron en Jack.
Sus labios se curvaron.
—Tu esposa tiene muchos pretendientes —dijo mirando
hacia el centro de la pista de baile.
Entrecerré los ojos, al ver cómo mi mujer estaba bailando
con un hombre, el cual conocía muy bien.
Mi sangre se heló.
Con una velocidad sobrehumana, me aproximé hasta donde
se encontraban.
Mis dedos se cerraron en el brazo de Selena y la jalé hacia
mi cuerpo.
—Dimitri, tanto tiempo sin verte —dijo Draco.
—Primo, tanto tiempo sin verte —dije con la mandíbula
apretada.
Sus ojos azul-verdosos me miraron con diversión.
Miré a Lena quien tenía los ojos agrandados.
—Espero no haber importunado —dijo el rubio.
Draco era el hijo de Bormir.
Para mi desgracia nos parecíamos bastante… Aunque yo
era más caliente y guapo. No lo digo yo, lo dice la ciencia y
todas las mujeres.
Mis brazos rodearon la cintura de mi esposa sintiendo el
ardor en el tacto.
Podía sentir que su respiración era un caos, al igual que su
pulso.
—Lamento no haber estado en su boda, pero al parecer mi
invitación se extravió, ya que no llegó a mí…
Sonreí.
—Oh, es que no te quería en mi boda.
Sus labios se curvaron en una sonrisa altanera. Draco
desvió la mirada a mi ratoncita.
—Fue un gusto conocer a tan hermosa mujer.
El bastardo tomó la mano de mi Selena, y besó sus nudillos.
Mi agarre se hizo más fuerte en su cintura.
—¡Aquí estabas, Lena! —gritó Anya acercándose a
nosotros.
Sus labios se entreabrieron, a la vez que posaba su mirada
en nuestro primo.
—Anushka, en verdad estás hermosa, has crecido y te
pareces mucho a tu madre.
Apreté mi mandíbula.
—Creo que es mejor volver a casa —dijo Lena, haciendo
que la mire.
Sus cejas se alzaron en señal de ayuda.
Asentí.
—Ya hice lo que tenía que hacer…
—Espero que esos ancianos no te hayan vuelto loco.
Mi cuerpo se tensó.
El hijo de puta sabía más de lo que debía.
—Claro que no.
—Me gustaría poder hablar contigo en algún momento —
dijo pasando su mano por el cabello.
Asentí con un poco de resentimiento.
—Nos estaremos viendo entonces —dijo Draco alejándose
de nosotros.
Mis ojos fueron a la rubia quien estaba clavada en piso.
—¿No era que la cuidarías? —la regañé.
—Fui al baño un segundo…
—Si vas a baño, Lena va contigo, si tú vas a la terraza, ella
irá contigo —espeté furioso.
Comenzamos a encaminarnos hacia la salida.
La sangre me hervía, quería matar a mi primo por haberla
tocado.
—¡No soy un objeto para que me estén pasando de uno a
otro! —gruñó Selena.
Me paré en seco para mirarla.
Su barbilla se alzó haciéndome frente.
Lena tenía ese aire de grandeza, de reina solemne e
inquebrantable.
—Eres mía, ratoncita, eres la futura reina de los vampiros
—dije acercándome a ella—. Eso te convierte en un blanco
fácil.
Mis dedos fueron a su barbilla.
—Y créeme cuando te digo, que mataría por ti, no me
importa a quién tenga que hacer desaparecer.
Su cuerpo se estremeció. Selena pasó la punta de su lengua
por sus labios y luego tragó grueso.
—Espero que eso te quede grabado en esa hermosa cabecita
que tienes.
Me giré para salir.
—Estás siendo muy sobre protector.
—Créeme que quiero tenerla encerrada en una habitación
para que nada le pase…
—Y ver cómo su alma se marchita —dijo seriamente mi
hermana.
La miré de reojo.
Mis puños se apretaron a los costados de mi cuerpo.
Ella tenía razón.
No podía estar como un loco sobre ella. Pero no podía, el
deseo de protegerla era más fuerte.
No podía pensar en una vida sin ella.
Selena era mi todo, desde el momento en que la vi, lo fue.
Luché contra ese instinto primitivo. Pero no sé en qué
momento me venció.
Mi brazo fue tomado haciendo que mire a la pelinegra que
se sujetaba con fuerza.
Su cabeza estaba agachada.
Resoplé por lo estúpido que había sido.
La ataqué por celos y enojo.
Me paré en seco.
—Adelántate, Anya —dije tomando las mejillas de mi
esposa.
Alcé su rostro.
Sus hermosos ojos estaban cristalizados. Podía ver cómo
estaba aguantando, el no romper en un llanto.
Me maldije a mí mismo.
“Despacio, Dimitri, ella te ve como un monstruo si te
enojas.”
—Lo siento —dije acercándola a mi cuerpo—. Eres lo más
importante en mi vida, no quiero perderte ni que nada te pase.
Sus labios se entreabrieron y una lágrima cayó por su
mejilla.
Acerqué mi rostro al suyo y lamí esa lágrima.
Su cuerpo se estremeció.
El sabor salado impregnó mis papilas gustativas.
—Hasta tus lágrimas saben rico —dije sonriendo.
Lena soltó una risita por lo bajo.
Sorbió su nariz.
—Nunca me perderás —dijo mirándome nuevamente.
Su mirada estaba desprovista de la tristeza de hace unos
segundos, había firmeza y confianza en cada palabra.
Tomé sus labios con los míos, fundiéndome en un beso
tierno y reparador.
La amaba con todo mi ser.
Lena era mi aire, sin ella moriría.
Mi corazón palpitaba con fuerza a medida que lamía y
chupaba su boca.
—Vamos —dije poniendo mi frente en la suya.
Ella asintió.
Miré su espalda descubierta y como ese moño blanco se
contoneaba con su caminar excitante.
Mi polla comenzó a endurecerse.
¡Joder, que nunca tenía suficiente de ella! Me la he follado
en toda la mansión prácticamente.
Sabía que mi ratoncita era humana y una principiante.
Pero no podía tenerla cerca y no querer tocarla.
Sus pequeños senos se amoldaban a mis manos. Era esbelta
y me encantaba poder maniobrarla a mi antojo.
De solo recordar su estrechez, no podía evitar excitarme.
Entramos al auto.
Anya estaba en la parte de adelante.
—¿Ya se amigaron?
Tomé la mano de Lena y besé sus nudillos.
El rojo tiñó sus mejillas.
La pelinegra llevó su mano libre al cuello y lo rascó con
nerviosismo.
Amaba cómo podía pasar de ser una mujer altiva y segura
de sí misma, a ser esta ratoncita sonrojada y nerviosa solo
porque besé su mano.
Sonreí.
La acerqué a mi pecho y con un suspiro se acurrucó.
—Todavía falta la reconciliación —dije divertido.
Su mano se apretó en mi saco de vestir.
Fruncí el ceño bajando la mirada.
Sus océanos verdosos estaban devorándome.
Al parecer esta noche no iba a terminar todavía.
El viaje estuvo en silencio.
Anya con su celular y yo mirando el rostro de Lena.
Se había dormido.
—Creo que hoy no tendrás diversión —dijo burlona mi
hermana.
Fruncí el ceño.
—Y tú tampoco…
—En eso te equivocas, Alex vendrá a casa.
Resoplé.
No era un hermano celoso, pero esta mocosa no paraba de
follar en lugares que podíamos llegar a verlos, y más sabiendo
que estábamos en la mansión.
En mi caso, por lo menos esperaba a que ellos no estuvieran
para reclamar a mi esposa en la cocina o living.
—Por favor, nada de exhibicionismo —dije con los dientes
apretados.
La descarada soltó una risita seca.
Entramos a nuestro hogar.
Selena estaba tan dormida que preferí no despertarla. Así
que la tomé entre mis brazos y la saqué del vehículo.
Caminé con ella enterrada en mi pecho.
Bajé la mirada para ver sus labios entreabiertos.
En verdad era hermosa.
—Nos vemos mañana —me despedí de Anya.
Subí las escaleras y entré en nuestra habitación.
La recosté en la cama, la pelinegra frunció el ceño.
Crucé mis brazos sobre mi pecho mirándola.
“¿Qué me has hecho, Selena?”
Tomé aire y me acerqué a ella para quitarle la ropa.
Me detuve pensando que primero traería un camisón para
ella.
Cuando abrí su cajón, me encontré con unos cuantos que
hicieron calentar mi cuerpo.
¡Joder, mi polla palpitaba deseosa de hundirse en su coño!
Tomé uno negro translúcido.
Me acerqué a Selena y comencé a quitarle primero los
tacones. Luego bajé la cremallera del vestido.
No llevaba brasier y esto se me estaba complicando cada
vez más.
Mi mano fue a ahuecarse contra su pecho derecho.
Con mi pulgar acaricié su pezón.
Un gemido salió de entre sus labios, estremeciéndome por
completo.
Mis colmillos querían salir.
Mi garganta comenzó a arder.
Tragué fuerte y seguí bajando el vestido por su vientre.
—¡Mierda! —susurré al ver el encaje del portaligas blanco.
Una pequeña tanga, estaba ofreciéndose cómo tributo, para
que la arrancara con los dientes.
Unas medias color carne se dejaban ver ajustadas a las
ligas.
Relamí mis labios.
Terminé de sacar el vestido y la contemplé.
Su cuerpo se puso de costado dejándome ver la redondez de
su trasero.
Todo lo que miraba era mío y eso me llenaba de emoción.
Llevé mi mano a su intimidad. Sus piernas se apretaron
cuando mi pulgar hizo círculos en su sexo.
Pequeños gemidos comenzaron a salir de sus labios.
Pasé mi mano por mis pantalones acariciándome para
soportar el dolor.
Suspiré al sentir que se estaban mojando sus bragas.
Saqué las medias de las ligas y las fui bajando por sus
piernas. Luego desabroché el portaligas y lo quité.
Miré la diminuta prenda que se burlaba de mi estado de
excitación.
Tomé a regañadientes su camisón y con movimientos
ligeros se lo puse.
Selena dormía profundamente y era complicado despertarla
por la noche.
Miré cómo sus pezones rosados se regían en la tela.
Negué con la cabeza, la tapé y fui a cambiarme.
Ya tendría tiempo de hacerla mía estando despierta.
Me acosté a su lado y la atraje hacia mi cuerpo.
Lena suspiró acomodándose, pasó su mano por mi cintura,
aferrándose a mí como si su vida dependiera de ello.
Sonreí besando sus cabellos, ahogándome en el dulce
aroma a miel.
Mi cuerpo y mente fueron recogidos por Morfeo,
entregándome a sus brazos.
CAPÍTULO
43

SELENA

alí de la tienda de comestibles y comencé a caminar.


Miré para todos lados.
Hacía unos días que sentía que alguien me estaba
siguiendo.
Me giré para ver si alguien me seguía, pero como me venía
pasando, no encontré a nadie que actuara extraño.
Suspiré.
A lo mejor Dimitri ya me había pegado su desconfianza por
todos.
Hace un mes que estábamos en un matrimonio rebosante de
alegría, amor y mucho sexo.
Ese vampiro no tenía cura.
Rasqué mi cuello pensando que haría.
Me había llevado la sorpresa de que mi periodo se había
adelantado. Es por esa razón que había salido a comprar.
Por mi mente pasó si los vampiros se daban cuenta de ello.
Es decir, era sangre, ellos la podrían oler.
Mordí mi labio.
Mi cuerpo se desestabilizó cuando un hombro golpeó
contra mí.
—Lo siento, señorita…
Sus ojos rojos me calaron hasta el alma.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Su mirada penetrante y oscura me detalló de pies a cabeza.
Tragué fuerte.
—Mi día no podría ser mejor —dijo pasando la punta de su
lengua por sus labios.
Sentía que me estaba mirando como si fuera su próximo
almuerzo, y eso no me gustaba para nada.
Me fui hacia atrás.
Su mirada escarlata no dejaba de observar cada movimiento
que hacía.
Sentía que mi respiración se agitaba y mi corazón
bombeaba con fuerza.
—J-Jackson… —dije tratando de estar lo más relajada
posible.
Sus labios se curvaron en una sonrisa.
Jackson pasó por mi costado, todo mi cuerpo se estremeció
al sentir su rostro cerca de mi nuca. Inhaló profundamente
poniéndome los pelos de punta.
—En verdad, Dimitri tuvo mucha suerte contigo, hueles
delicioso —dijo contra mi oreja.
Su oscuridad se cernió sobre mí.
Mis piernas estaban paralizadas. No podía moverme.
Todos los recuerdos de lo que él me había hecho en esa
vida golpearon mi mente como una bola de demolición.
Sus manos se posaron sobre mis brazos impidiendo
cualquier movimiento.
Giré mi rostro para encontrarme con su mirada penetrante.
El jalón llegó sacándome del trance.
Mi cuerpo fue hacia delante, topándose con otro cuerpo
duro.
—Cupcake —dijeron rodeándome.
Mi corazón martilló.
Alcé la vista para encontrarme con sus ojos negros. Estos
estaban fijos en Jackson.
Podía sentir cómo mis latidos retumbaban frenéticamente
contra mis oídos.
—Te estaba esperando para volver a casa —dijo
lentamente.
Asentí entendiendo que estaba tratando de salvarme del
vampiro.
—¡Vaya! —dijo Jack—. ¿Dimitri sabe de lo cercarnos que
son?
Las manos de Aleric se apretaron en mis brazos.
Me alejé un poco de él.
El Semi-Dios curvó sus labios en una leve sonrisa.
—Si te refieres a que soy el hermano de su prima… si lo
sabe —su mirada bajó hacia mi rostro—. Vamos, que se nos
hace tarde.
Sin dejarlo hablar, tomó mi mano y comenzó a caminar.
—¡Nos estaremos viendo, ratoncita! —gritó Jack.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
No me gustaba cómo sonaba ese apodo en sus labios.
No era igual a cuando lo decía Dim.
Él cuando me llamaba así lo decía con ternura, pero Jack…
él lo decía como si fuera el gato dispuesto a atrapar al ratón y
comérselo… O jugar con él hasta matarlo.
—Trata de no estar cerca de él —dijo taciturno—. No es de
fiar, y mucho menos si cree que eres apetitosa.
Asentí nerviosa.
Entramos en una cafetería muy pintoresca.
Los muebles eran de madera con patas de metal de un tono
gold-rose.
Unas lámparas geométricas iluminaban desde el techo.
Me quedé sorprendida al ver que en la pared trasera había
una inmensa biblioteca.
—Me gusta venir aquí en mi tiempo libre, puedo leer y
tomar café sin que nadie me moleste —dijo Aleric corriendo la
silla para que me sentara.
Había elegido una mesa contra el ventanal.
Todavía tenía la sensación de estar siendo vigilada.
Mi cuerpo estaba en alerta.
Llevé mis manos a la mesa.
Jugué con mis pulgares.
—Gracias —le dije nerviosa.
Sus labios se curvaron en una sonrisa deslumbrante.
Aleric seguía siendo igual de relajado y divertido.
Me hacía reír mucho en las prácticas.
Casualmente, también, Dimitri siempre tenía libre esos días
que iba a la casa de mi prima a entrenar.
Su ojo de halcón estaba sobre mí y todo lo que hacía.
Tuvimos una pelea muy fuerte, haciendo que entienda que
si no me atacaban con fuerza no aprendería.
Con enojo, tuvo que aceptar y tragarse las ganas de matar a
la gente.
Para mi desgracia, esas noches no me salvaba de ser
devorada diestra y siniestramente por el vampiro.
Era su forma de reclamarme y marcar territorio.
No podía negar que su forma de ser me encantaba, y saber
que solo era así conmigo me ponía feliz.
—Dime, Cupcake —dijo cerniéndose sobre la mesa—. ¿Tu
esposo está dando vueltas?
En su mirada había una chispa de picardía.
Estaba segura de que este ángel de la muerte quería ver el
mundo arder.
—No… vine a comprar unas cosas personales —dije
sintiendo como mi rostro se calentaba—. ¿Por qué me llamas
cupcake?
Se recostó y cruzó sus brazos sobre su pecho y me
contempló por unos segundos.
—Me haces acordar a uno —respondió encogiéndose de
hombros.
La mirada que me estaba dando en este momento, me hacía
pensar que podía meterse bajo mi piel y descubrir todos mis
secretos.
El mozo vino y nos tomó el pedido.
Un portal se abrió del otro lado de la ventana, la marea
chocó contra unas rocas que se veían del otro lado, un brujo
salió de este y luego se cerró.
En verdad es que nunca iba a dejar de asombrarme con
estas cosas.
—Desde que la Orden se disolvió todo es más tranquilo —
el pelinegro miró hacia el cielo—. Es increíble volar sin tener
que estar atento a que te vean.
Sonreí.
—De seguro tú y Maddie están más que felices por eso.
Sus ojos brillaron en violetas.
—La cosita bien hecha y yo hacemos algunas escapadas
para volar… —su ceño se frunció de repente—. Luka mucho
no la deja por su estado —dijo con irritación.
—Es comprensible, el amor que él siente por ella es
inmenso.
Asintió.
—Pero yo soy su hermano.
Trate de no reírme por su ataque de celos.
Aleric competía con Luka, para ver quién tenía más
atención de parte de Madeleine.
Nos sirvieron nuestro café.
Mi celular sonó, miré el mensaje.
Vampirito: ¿Lena, dónde carajos estás?
Fruncí el ceño, miré la hora. Era temprano para que él
estuviera en casa.
Selena: Estoy en un bar tomando algo, ¿por?
No tardó en llegar el mensaje.
Mis ojos se agrandaron.
Era una foto, en la cual se veía a Aleric tomándome en sus
brazos.
Fruncí el ceño, por lo visto si me estaban siguiendo.
—¿Está todo bien? —me inquirió Aleric.
Alcé la vista, estaba llevando una galleta a su boca.
Asentí volviendo a bajar la vista a mi celular.
Vampirito: Tienes quince minutos para deshacerte de ese
pájaro, o me conocerás.
Rasqué mi cuello con nerviosismo.
Vampirito: ¿Sabes qué? ¡A la mierda los quince minutos!
Estoy yendo a tu ubicación.
Cerré los ojos.
Dimitri celoso, era imposible.
Mis neuronas captaron el significado. El maldito me había
puesto un rastreador.
“¿Pero en qué momento?”
Estaba confundida y brotada de ira. Ese arrogante y
narcisista esposo mío, me escucharía.
—Él está en camino —le dije—. Alguien nos sacó una foto
y se la mandó.
Su ceño se frunció.
—¿Te están siguiendo?
—Al parecer… sí, llevo sintiendo eso desde hace unos días
—admití.
Rascó pensativo su ceja izquierda.
—¿Pudo haber sido ese vampiro?
No creía que Jackson tuviera la capacidad de hacer un plan
tan elaborado.
Hacer de cuenta que me encontró, para después mandarle
fotos a Dimitri… Sin contar que Aleric, fue un elemento
sorpresa.
Negué con la cabeza.
—No se lo notaba actuando.
—¡Vaya, vino más rápido de lo que pensé! —dijo Aleric
haciendo que gire la cabeza.
Su cuerpo estaba enfundado en un suéter con cuello de
tortuga negro y un saco del mismo color. Un pantalón negro de
vestir cubría sus tonificadas piernas.
Como era de costumbre, su cabello estaba peinado hacia
atrás y en su rostro se notaba la ira.
No tardó mucho en rastrillar la cafetería y encontrarnos.
Con pasos firmes, dignos de un rey despiadado, se acercó a
nosotros.
Juro que con cada paso que daba, el aire se volvía más frío
y pesado.
Sus ojos, del color del hielo, se clavaron en mi rostro.
Podía percibir la oscuridad latente en mi piel.
El monstruo quería salir y cobrarse unas cuantas vidas.
Pero ya no le tenía miedo.
Le hice frente, una batalla de miradas se libró entre
nosotros dos.
—Vamos —ordenó con frialdad.
Su mirada estaba desprovista de emociones y eso me
preocupó.
Dimitri tenía la mandíbula apretada.
—No recibo órdenes tuyas…
—Selena, o vienes por las buenas o te saco por las malas, tú
eliges —me advirtió conteniendo su deseo de sangre.
—¿Por qué no te sientas y tomas algo? —habló Aleric.
La mirada del vampiro fue a Aleric, como si lo viera por
primera vez.
Lo miró como si del bicho más insignificante se tratara.
Rasqué mi cuello.
Sabía que esto iría de mal en peor.
Suspiré levantándome.
—Nos vemos mañana en el entrenamiento, gracias por el
café, Aleric —le dije sonriéndole.
—No hay de qué, Cupcake.
—¿Cómo la llamaste? —los ojos de Dimitri se pusieron
rojos.
Tragué fuerte.
Solo recién ahora, me daba cuenta de que todos nos estaban
mirando y murmurando.
Tomé su mano con las mías.
Su rostro se giró hacia mí.
—Vamos —le dije con seriedad.
No quería ser el show de la cafetería.
Su cuerpo se enderezó en todo su esplendor.
Me giré rogando que me siguiera.
Para mi fortuna así fue.
El aire de la calle golpeó mi rostro.
Su mano tomó mi brazo.
Miré su agarre y me solté de un jalón.
—Te dije que no me tocaras así —le dije furiosa—. No
porque estemos bien, te da el derecho de hacer la estupidez
que hiciste.
Su mandíbula se apretó, me siguió mirando con sus
emociones ilegibles.
Me giré y comencé a caminar, daba gracias a los Dioses
que no llevaba tacones puestos.
Necesitaba despejar mi mente.
No podía creer que solo por celos se pusiera así.
—¿Por qué te estaba abrazando en la foto?
Lo miré de reojo.
—Creo que antes de querer matarnos, tendrías que haberme
preguntado eso —espeté molesta.
Un gruñido salió de su garganta.
Me tomó de ambos brazos, haciendo que me detenga.
—No estoy de humor, solo ver esa foto puso mis nervios a
tope, no quiero que nadie te abrace así más que yo —dijo
acercándose a mí.
Su mano derecha soltó mi brazo para ir a mi cuello.
Levantó mi rostro y me contempló.
—Me perteneces completamente, y no dudaría en ir contra
la mismísima muerte.
Tragué fuerte.
Sus orbes tormentosos me sondearon.
Dimitri llevó sus manos a mis mejillas y comenzó a
frotarlas con sus pulgares, causando un escozor.
Apreté mis muslos, cuando mi centro comenzó a palpitar.
No podía ser posible que lo deseara a pesar de estar molesta
con él.
Uno de sus pulgares fue a mi labio inferior y lo frotó una y
otra vez.
Tuve que aguantar un gemido.
El maldito desgraciado sabía a la perfección qué teclas
tocar.
Traté de soltarme, pero Dimitri me tomó por la cintura.
Mis ojos se agrandaron, en el momento en que el vampiro
se llevó mi cuerpo al hombro.
—¡Bájame! —chillé horrorizada.
El rubio comenzó a caminar por las calles de Londres
conmigo a cuestas.
Sentí mi rostro acalorado.
No podía creer lo que estaba haciendo.
La gente nos miraba, algunos sacaban fotos y nos grababan.
Se detuvo en seco y me hizo mirarlo.
Tenía los brazos por debajo de mi trasero, como si fuera
una pluma.
Fruncí mis labios y mi ceño.
—Sigue poniendo esa cara, Lena, y te follo en la calle —
dijo con una sonrisa ladeada.
Tragué fuerte, la verdad era que no confiaba en sus
amenazas.
—No lo harías…
Su sonrisa se hizo más profunda.
Dimitri caminó hasta encontrar un callejón.
Negué con la cabeza.
—N-ni se te ocurra.
—Tú me provocaste, ratoncita, quiero sentir tu coño
apretando mi polla.
Mi núcleo se apretó y palpito.
“Maldita sea, cómo puede calentarme solo con esas
palabras.”
Mi espalda golpeó contra la pared.
Un gemido salió de mi garganta.
—Te haré entender a quién perteneces, y sacaré a cualquier
hombre de tu sistema —dijo bajándome.
Como si fuera una muñeca, me giró, Dimitri se apretó
contra mi cuerpo.
Su mano derecha serpenteó por mi pecho hasta llegar a mi
garganta.
—Sabes que no te quiero cerca de él.
—Sabes que no es nada para mí —fruncí el ceño—. ¿Cómo
supiste tan rápido dónde estaba?
Apretando mi garganta hizo que girara mi rostro, para
quedar a centímetros del suyo.
—Sé todo de ti, no dejaría que estés sola sin saber dónde
estás.
Saber del dominio que tenía sobre mí, lejos de enfermarme
me excitó.
Esto era algo nuevo y por más que tendría que salir
corriendo, por la cantidad de banderas rojas que Dimitri tenía,
no podía. Tacha eso, no quería alejarme de él.
Deseaba su posesividad sobre mí, su deseo tortuoso y su
pasión oscura.
Mis muslos se apretaron, cuando una de las manos del
vampiro se detuvo en mi centro. Comenzó a acariciarme sobre
la tela, volviéndome loca, haciéndome perder la cabeza.
—Nos van a ver —le dije avergonzada.
Sus dedos fueron a mi barbilla.
—O te follo aquí, o te castigo en casa.
—Castigo, prefiero castigo —dije sin pensarlo.
Sus ojos se pusieron rojos.
¡Joder, me había entregado a sus garras!
CAPÍTULO
44

SELENA

l auto se detuvo en la entrada circular de la casa.


Dimitri bajó como el hombre elegante que era, y recorrió
todo el trayecto hasta mi puerta.
Me extendió la mano y salí del vehículo.
Sus orbes grises se oscurecieron en premonición a lo que
iba a pasar.
Estaba más que segura, de que este vampiro ya estaba
disfrutando de antemano lo que me haría.
—Sígueme —dijo girándose.
Rasqué mi cuello.
Con el corazón en la boca seguí a mi esposo.
Sus manos fueron a los bolsillos de su pantalón.
Podía ver su amplia espalda relajada.
Miré para todos lados, ya estaba anocheciendo y la poca luz
a mi alrededor estaba escaseando.
El olor a lluvia y tierra se estaba arremolinando a mi
alrededor.
El cielo estaba encapotado de un gris oscuro.
A medida que avanzábamos, Dim se fue alejando de la
mansión.
Las palmas comenzaron a sudarme.
—¿A dónde estamos yendo? —le inquirí algo preocupada.
El aire a su alrededor se estaba tornando oscuro y
misterioso.
Me atraía de sobremanera y eso me preocupaba.
Todo mi ser se sentía deseoso de conocer cada faceta de él.
El vampiro no me respondió, siguió caminando.
Me detuve en seco, cuando empezó a adentrarse en el
bosque que teníamos lindando nuestra casa.
Luego de dar unos pasos se detuvo y se giró. Su ceño se
frunció.
—Vamos —ordenó.
Mis piernas hicieron caso a lo que dijo y seguí caminando.
El ruido de algunos grillos, comenzaron a invadir mis
oídos.
Un relámpago surcó el cielo, seguido del estruendoso ruido
de un trueno. Todo mi cuerpo se erizó.
Pequeños animales con pelaje negro llegaron flotando hacia
mí.
En una de las noches que estuvimos afuera en el jardín,
Anya me había dicho que eran esporas.
Le extendí una mano a la que estaba más cerca, y esta
comenzó a frotarse haciéndome cosquillas. Poco a poco más
se fueron acercando.
Las sacudí esperando que me dejaran en paz.
Unas mariposas nocturnas pasaron por al lado de nosotros
iluminando todo a su paso. Sus alas parecían de gaza y
brillaban de forma iridiscente.
Algo se movió entre las sombras, haciendo que me acerque
más a Dimitri, pegando mi cuerpo a su espalda.
El vampiro se detuvo y miró para donde estaba mirando yo.
—No te hará nada, simplemente es un espíritu del bosque.
Asentí mirándolo.
Se alejó un poco de mí y me contempló.
Su rostro estaba desprovisto de emociones.
—Bien, ratoncita —dijo mostrando una sonrisa, la cual
mandó un escalofrío por toda mi espalda—. Te daré la
posibilidad de escapar de tu castigo.
Fruncí el ceño.
—Quiero que corras, que escapes por el bosque —su voz
magnética, se fue haciendo cada vez más ronca, a medida que
se acercaba más a mí.
Su mano dominante fue a mi cuello, con su pulgar levantó
mi barbilla.
“¡Joder! Él literalmente quiere cazarme.”
Dimitri se acercó hasta mi oído.
Mi corazón retumbaba en mi cabeza. El aire se atoró en mis
pulmones y una sensación de excitación comenzó a filtrarse
por mi núcleo.
No podía estar deseando ser perseguida.
No por el monstruo que quería salir de la piel de Dimitri y
meterse en la mía.
Su aliento cálido golpeó mi piel haciéndome temblar.
—Si no logras esconderte bien o llegar a casa antes de que
te agarre… —sus palabras quedaron en el aire—. Te daré diez
minutos y no usaré mi velocidad de vampiro.
Los dientes de Dimitri jalaron el lóbulo de mi oreja.
—Corre, ratoncita, y escóndete bien, porque cuando te
atrape no te dejaré ir.
Y con esas palabras giré sobre mi eje y corrí.
Corrí como si mi vida dependiera de ello.
Los pulmones me quemaban, no estaba acostumbrada a
correr.
Aparte del entrenamiento cuerpo a cuerpo, no hacía otro
ejercicio.
Los músculos de mis piernas se extendían ante la sensación
de ser perseguida.
Miré a mi alrededor, el maldito vampiro me había traído al
centro del bosque y estaba más que perdida.
Estaba escapando de un monstruo, que, al parecer, le
apetecía jugar con su comida.
Relamí mis labios, ni en mis sueños más locos pensé que
algo así me pasaría.
Sabía desde un principio que estaba perdida, Dimitri podía
olerme con facilidad y más siendo su alma gemela.
Me detuve apoyando la espalda contra un árbol.
Inhalé y exhalé desesperadamente.
El sudor empapaba mi cuerpo, así que decidí quitarme la
polera que llevaba puesta. Miré para todos lados para ver
donde dejarla, el viento frío golpeó mi piel erizándola.
Con el corazón en la boca me quedé quieta, cuando escuché
unas ramitas romperse.
Tragué fuerte.
No podía oler su aroma a caramelo.
Dejé la prenda en el piso, eso lo distraería un poco.
La adrenalina golpeaba mi torrente sanguíneo,
mareándome, con cada paso que daba.
Seguí corriendo, deseando que me atrapara y a la vez
escapar.
Mis pies tropezaban con pequeños arbustos y raíces
retorcidas en la tierra.
Esto era lejos lo más emocionante y aterrador que había
vivido.
Todo mi cuerpo estaba en alerta y vibrante de expectación.
Giré sobre mi eje, cuando me detuve en un claro pequeño.
La luz se filtró.
Por mi periferia vi algo brillante entre los árboles.
Sus ojos rojos me estaban contemplando.
Acechándome en la oscuridad.
Si Dimitri daba miedo, ahora era la encarnación viva del
terror.
Su aura salvaje y oscura comenzó a desplegarse.
No lo tenía cerca, pero me sentía intimidada y sofocada por
su alma.
Era ese terror que te hiela la sangre, que se filtra por su piel,
se arrastra por tus huesos y se esconde en el rincón más oscuro
de tu cuerpo.
Poco a poco, su figura fue apareciendo en el claro,
caminando lentamente hacia mí.
Un relámpago iluminó el cielo mostrando su rostro
oscurecido.
Jadeé girando y comenzando a correr otra vez.
Gotas de lluvia cayeron en mi piel, al principio unas pocas.
“Inhala y exhala.”
La risa de Dimitri se escuchó cerca de mí.
Las ramas de los arbustos arañaron la piel de mis brazos. Vi
que comenzaba a sangrar.
—Mmh —su voz excitada llegó a mis oídos.
La lluvia golpeaba mi cuerpo pegando el cabello en mi
rostro.
Me estaba comenzando a faltar el aire.
Sentía la piel helada, pero el cuerpo hirviendo.
Mis botas se incrustaron en el barro, mi cuerpo se desplazó
hacia atrás haciéndome caer de trasero. Gemí ante el dolor.
—Mierda —maldije, pasando mis manos por mi rostro,
quitando mechones de cabellos pegados.
El ruido de las ramas me puso en alerta.
—Sé que estás por aquí —dijo el vampiro—. Cuando te
encuentre, ratoncita, romperé esa camiseta, dejaré mordiscos
en sus pechos blancos y cremosos.
Apreté mis muslos.
Tragué fuerte.
Me debatía entre seguir luchando o rendirme al castigo
inminente.
Me puse de rodillas y comencé a gatear.
Daba gracias a los Dioses que llevaba unos pantalones, por
lo menos mis rodillas no estarían tan mal después de esto.
Con el corazón retumbando en todo mi cuerpo me recosté
contra el árbol más cercano que tenía.
Miré mis manos embarradas.
Las pasé por mi rostro y mis brazos. Eso apaciguaría mi
aroma.
—Tan dulce —lo escuché decir.
Me estremecí hasta la médula.
—Te follaré hasta el olvido, solamente cuando solo digas
mi nombre y ruegues que pare… lo pensaré —dijo
burlonamente esto último.
Apreté mis rodillas una contra otra.
Llevé mi mano izquierda a mi pecho, tratando de controlar
mi respiración y las palpitaciones que tenía.
El ruido de las pisadas en el barro, se hicieron más fuerte.
Mi rostro estaba empapado.
El tronco vibró a mis espaldas.
Mis ojos se agrandaron, cuando alcé la vista. Sus dedos
estaban enterrados en la corteza y los estaba bajando,
rompiendo a su paso la madera.
“¡Joder!”
Su mano desapareció de golpe.
Giré mi rostro.
Mi mano fue tomada y llevada a mi espalda, todo mi cuerpo
fue apresado contra la tierra, su peso impidiendo que me
moviera.
Mi respiración era un caos.
El calor de su cuerpo se cernió sobre el mío.
Largué el aire por la boca, el bao se formó alrededor de mis
labios.
—Tu corazón palpita tan fuerte que pude escucharlo desde
lejos —dijo contra mi oreja erizándome la piel.
Su lengua pasó por la curvatura de mi cuello.
—Sabes tan jodidamente bien.
Me removí tratando de escaparme de su agarre. Pero me era
imposible.
Soltó una risita baja con cada movimiento que hacía.
Dimitri lo estaba disfrutando, disfrutaba con cada intento de
escape que estaba haciendo.
La adrenalina en mi sistema todavía pasaba con fuerza,
nublándome la mente.
Su mano libre comenzó a subir por mi camiseta hasta llegar
a mi pecho.
Gemí cuando apretó con fuerza. Mis muslos se apretaron,
tratando de impedir esa sensación que se estaba filtrando por
mi vientre, hasta llegar a mi centro.
Giré mi rostro para verlo.
Dimitri tenía los ojos rojos. Riachuelos pasaban por su
expresión sádica, haciéndolo ver más tenebroso; pero a la vez
realzaba esa belleza oscura que él tenía.
—Dimitri —murmuré lamiendo mis labios.
Se deslizó hasta la abertura de mi cuello, el sonido de la
tela rasgándose, más el aire frío, calaron hasta mis huesos.
Estaba deseando todo esto, estar a merced de su lado
oscuro.
Estaba enferma por querer ser consumida, por el monstruo
que una vez me destruyó.
Pero sabía que esta vez sería diferente.
—Me pones tan duro, ratoncita, esa mirada de miedo, pero
a la vez de excitación —dijo acercando sus labios a mi cuello,
comenzando a morderlo.
Mi mano libre se hundió en el barro.
Me puse en mi papel.
—Si no me dejas ir, gritaré —dije forcejeando.
Mi captor rio por lo bajo. Haciendo que mi cuerpo tiemble.
—Estamos en un bosque… grita todo lo que quieras, me
cobraré con creces que ese ángel te haya tocado —murmuró
contra mi oído.
Un relámpago iluminó el cielo y el trueno me estremeció.
Sus dos manos tomaron mis hombros y me giró.
El hombre sobre mí tomó mis muñecas con una sola mano
y la otra la usó para pasearla por mi cuerpo.
Empezó su ataque en mi vientre, rozando la yema de sus
dedos, haciendo arder mi piel.
Subió hasta mis pechos, deteniéndose y tomándose su
tiempo contorneando mi brasier.
No podía evitar gemir y tiritar entre sus brazos.
La delgada tela, solo hacía que su calor se me impregne en
la espalda.
Su aliento contra mi oreja, calentaba mi cuerpo como el
infierno.
Mi espalda se arqueó, en el momento que Dimitri apretó sin
compasión mi pecho.
Desgarró la prenda dejándome a su merced.
Su pulgar hizo círculos en mi pezón ya endurecido.
Me removí en el lugar.
Su mano azotó mi seno haciéndome gritar.
Giré mi rostro para mirarlo a los ojos.
—Sé una chica buena —dijo apretando mi pezón entre su
dedo índice y pulgar—. Y déjame follarte, como siempre he
querido.
Tragué fuerte.
“¿Qué no me follaba como quería antes?”
Con un solo movimiento me giró. Dejándolo entre mis
piernas.
En ese momento traté de patearlo, para salir corriendo. Pero
tomó mis piernas y comenzó a bajarme los pantalones,
haciéndome sentir el frío en la piel.
Sus labios tomaron mi piel sensible y la estiró. Los dientes
de Dimitri mordieron mi pico sensible haciéndome gritar, pero
también sentí que me mojaba más.
Su mano bajó lentamente hasta mis pliegues.
Entre jadeos y con la respiración acelerada me traté de
alejar.
Sus dientes se clavaron en mi pecho cremoso.
—Quédate quieta —gruñó.
Negué con la cabeza.
—N-no podemos…
Alzó la cabeza.
Sus ojos estaban llenos de lujuria y de algo que era
primitivo, salvaje, como un animal depredador. Me di cuenta
de que no había forma de que saliera librada de esto.
—E-estoy —dije sintiendo cómo su dedo seguía
deslizándose por mis bragas—. Con mi período.
Sonrió.
—¿Crees que eso me importa? —dijo corriendo la tela—.
Te recuerdo que mi polla, ya estuvo empapada con tu sangre
virginal.
Sentí mis mejillas arder.
No era mentira, pero esto era distinto.
—No es lo mismo…
Mi queja quedó a mitad de camino, cuando su dedo del
medio se hundió en mí, mis labios se abrieron ante la
sensación de invasión.
Me contempló en cada jadeo que soltaba.
Dimitri tomaba todo de mí, no había nada que dejara
intacto.
Era un tornado en pleno movimiento, y no le importaba
derribar todo a su alrededor.
Salió de mí y escuché el ruido de la hebilla del cinturón,
seguido de su bragueta.
Mis ojos se cerraban de lo excitada que estaba.
Mis muñecas seguían apresadas.
Dimitri se puso entre mis piernas haciéndome sentir su
erección en mi entrada.
Me froté contra él deseosa por sentirlo dentro.
Su rostro se escondió en mi cuello y mordió esa zona dulce,
a la vez que se enterraba en mí sin previo aviso.
—Joder, Lena —gruñó dando una estocada fuerte.
Sus movimientos eran duros y posesivos.
Dimitri llevó su mano libre a mi garganta, tomándome con
fuerza y haciendo que me quede sin aire.
Los gemidos salían ahogados, desesperada por el aire, y a la
vez, por llegar a esa liberación que solo él podía darme.
Dejó de apretarme para acercar su rostro al mío.
—Mírame —ordenó.
Mis ojos se abrieron, anclándose a los suyos.
—Estás apretando tanto mi polla —dijo a centímetros de
mis labios—. Te gusta sentirme, ¿Mmh?
Asentí perdiéndome en cómo salía para entrar más fuerte.
—¿A quién le perteneces, Selena? —me dijo con crudeza
en la voz—. ¿De quién es este coño que me estoy follando?
Gemí mordiéndome el labio inferior.
Sus palabras sucias me calentaban como el mismísimo
infierno.
—A ti —dije en un jadeo ronco—. A ti te pertenezco, todo
mi cuerpo te pertenece —dije extasiada.
—Exacto, es mi coño y de nadie más —dijo en un gruñido
yendo más rápido.
Mi vientre comenzó a tensarse. El golpe de nuestra piel,
solo hacía el momento más caliente.
El hormigueo se hizo más fuerte, al igual que la palpitación
en mi sexo.
Mi espalda se arqueó, cuando todo mi cuerpo se estremeció
al romperme en sus brazos.
Me apreté como pude contra el vampiro que me tenía
apresada.
—Jode, joder, joder —dijo bombeando sin parar—. Te
llenaré de mi semen, Lena.
—S-sí —jadeé todavía montada en el orgasmo más
placentero que tuve en mi vida.
Sus caderas iban a una velocidad desesperada arremetiendo
contra mí.
Pude sentí cómo se derramaba en mi interior, calentándome
y llevándome a un segundo orgasmo más tranquilo que el
anterior. Como si me estuviera regodeando de ser suya.
Dimitri soltó mis manos dejándome poder abrazarlo.
Su cuerpo se derrumbó sobre el mío, lo recibí en mis
brazos, aferrándome a su cabello.
Ambos jadeábamos por aire.
Pero joder, había sido maravilloso.
Su rostro se alzó y me contempló. Las comisuras de sus
labios se alzaron, haciendo que mis labios imiten su sonrisa de
satisfacción.
—Eres magnífica —dijo antes de besarme.
Dimitri me tomó, levantó y me ayudó a cambiarme. Se
quitó la polera y me la puso, para que no estuviera con el
pecho desnudo.
Me tomó en brazos y volvimos a casa.
Estaba tan cansada que me quedé dormida a mitad del
camino.
CAPÍTULO
45

DIMITRI

levé el cigarro a mis labios.


Le di una calada profunda.
El hombre, frente a mí, tenía la frente perlada de sudor.
Sus ojos evitaban los míos.
—Juro que no tengo nada que ver.
Largué el humo respirando fuertemente.
—Mmh… —tarareé—. Me dirás que no sabías sobre la
fuga de dinero, que milagrosamente cayó en tu cuenta
bancaria…
Sus hombros temblaron.
Me fui hacia delante.
—Kallen —llamé a uno de mis guardias.
Mi amigo se acercó y tomó la mano del hombre.
Brandon Oleans comenzó a retorcerse en el lugar.
Su cabello rojo y grasiento estaba despeinado.
Pude ver pánico en sus ojos verdes, cuando mi mano fue al
cajón de mi escritorio. Tomé el abrecartas, y comencé a jugar
con él, entre mis dedos.
—Verás Brandon, no puedo dejarte libre así nomás —dije,
mirando la punta filosa del objeto entre mis manos—. Si lo
hago, cualquiera pensaría que puede robarme y salir impune.
—Y-yo… L-lo siento, no era mi intención robarle.
Sonreí, estaba claro que este idiota, no sabía con quién se
había metido.
Kallen tomó el dedo índice de Brandon y lo estiró.
Agarré firmemente el abrecartas. El estafador se movía con
desesperación en su lugar, queriendo de alargar el inicio de su
sufrimiento.
Sonreí y lo clavé en la segunda falange.
El grito se escuchó en toda la oficina.
Respiré hondo, viendo cómo la sangre salpicaba el
escritorio.
Moví el objeto hacia delante y hacia atrás, como si
estuviera desmenuzando un pollo.
Brandon seguía gritando de dolor.
Lágrimas y mocos se mezclaban en su rostro palidecido.
Era un ser insignificante, que pensó que podría salir impune
en un intento de robarme a mí.
“¡Ja, pobre iluso!”
Solo dejé de hacer presión cuando escuché el crack y su
dedo estuvo separado de su mano.
—Esta es una advertencia —le dije tomando el pañuelo y
limpiaba el abrecartas—. La próxima vez que se te ocurra una
estupidez así, no vivirás para contarlo. Llévenselo.
Kallen y Ares se llevaron a un Brandon desmallado.
Me recosté en la silla ejecutiva mirando la puerta
encerrarse.
Cerré los ojos en un intento de apaciguar mi enojo.
El olor a sangre impregnaba el lugar. Pero no me generaba
nada.
La puerta se abrió de golpe
—¿Qué hablamos sobre torturar gente en la empresa? —
dijo Noelia, completamente molesta.
Suspiré poniéndome de pie.
—No lo torturé.
—Sus gritos no decían lo mismo, Dimitri.
Puse los ojos en blanco.
—Intentó fugar dinero de la empresa…
—No me interesa lo que hizo, no puedes traer a tus
enemigos y torturarlos a plena luz del día —siguió
regañándome.
Asentí dándole la razón.
A veces pensaba que era más su empresa que la mía.
Su cuerpo entallado en un traje azul oscuro se acercó al
escritorio.
Dejó unos papeles.
—Water Red aceptó tu oferta, ahora es nuestra.
Fruncí el ceño leyendo algo del contenido.
Sonreí satisfecho con el trato.
Water Red era una de las tantas empresas que le
proporcionaba sangre a la corte de los vampiros.
Tenerla era igual a tener a esos desgraciados en la palma de
mi mano.
—Magnífico, madre.
Alcé la vista, sus ojos estaban suavizados.
—Cancela todos los contratos con la realeza vampírica y
sus más allegados.
Noelia asintió girándose sobre sus talones.
Caminó dos pasos y se detuvo.
—Los espero a ti y a Lena en casa hoy a la noche —dijo
mirándome—. Y ni se te ocurra decirme que ya tienes planes,
ya arreglé con ella.
Relamí mis labios, una de mis comisuras se curvó.
—Bien jugado, mamá —dije dejando el documento—.
Estaremos allí a las ocho.
Sonrió satisfecha y se fue.
Tomé mi celular.
Dimitri: Estaba pensando en ti, ratoncita.
Las cosas con Selena, habían dado un giro de ciento
ochenta grados.
Nos encontrábamos en una relación que jamás imaginé
tener.
Desde que la follé por primera vez, había reprimido mis
deseos más oscuros.
Pero el otro día, la nube en mi cerebro me hizo ceder a
ellos.
La perseguí como el depredador que era.
Podía escuchar su corazón retumbar en el bosque.
Su aroma a miel y flores solo avivó mis instintos animales.
Sabía que mi naturaleza era cruel. Pero no podía ocultarla,
mi instinto de caza siempre estaría allí.
Es por eso que lo llevé a un nuevo nivel.
Era la primera vez que cazaba a alguien de esa forma.
Y valió cada puto segundo.
Solo recordar cómo su rostro demostraba una mezcla de
miedo y excitación. Ponía mi polla dura e hinchada.
Acomodé mi bulto.
Follarla en el bosque, fue una de las mejores sensaciones.
Ratoncita: Deberías estar trabajando, no pensando en mí.
Sonreí.
Amaba su frialdad y calidez. Y adoraba más que solo se
mostrase cálida conmigo.
Dimitri: Te imaginaba recostada boca abajo contra mi
escritorio y follándote, hasta que todos en el edificio sepan
que estás loca por mí, que soy yo quien solamente te puede
hacer gemir y correrte como lo haces.
Abrí mi bragueta para liberar mi erección.
Tomé una foto y se la mandé.
Pude ver que me leyó, pero no contestó.
Nunca tenía suficiente de ella, y eso a veces me aterraba.
No sabía hasta qué punto esta obsesión que tenía por
Selena, me haría sacar mis deseos más oscuros.
Fui hasta el baño personal que tenía en mi oficina. Me
limpié, me miré en el espejo.
Ya pronto todo esto acabaría, tendría mi venganza y podría
proteger a todos mis seres queridos.
Los empresarios me tenían miedo, ya habían visto que
había sido implacable con algunas empresas pequeñas, que
tenía el hijo de puta, de mi tío.
Las había hecho caer.
Pero graciosamente, eso no me llenaba de felicidad,
necesitaba más. Quería verlo acorralado, y llorando, rogando
por su vida.
Acomodé el cuello de mi
camisa negra y salí.

Sus ojos verdes agua me miraban con curiosidad.


Sonreí acercándome a ella.
—Estás hermosa —dije tomando su cintura.
Selena tembló entre mis brazos.
Se acercó más a mí, y rozó mis labios.
Mi mano pasó por la tela de su vestido negro.
Este se ceñía a su cuerpo y le llegaba hasta las rodillas, sus
hombros estaban al descubierto con unas mangas caídas.
—Vamos, que nos estarán esperando —dijo separándose un
poco de mí.
Su calor me dejó un frío insoportable.
La ratoncita caminó contoneando sus caderas hasta la
puerta de entrada.
Relamí mis dientes pensando si era necesario ir. Podría
inventar una excusa y llevarla a la cama y follarla… Aunque
también quería llevarla a la cocina y untarla con miel, y
lamerla por completo.
Me maldije mil veces por calentarme a mí mismo.
Nota personal: llenarla de miel y devorarla.
La mujer de cabellos negros se detuvo en la entrada
esperándome. Le sonreí y me acerqué a ella. Le ofrecí mi
brazo y la llevé hasta el auto.
Rodeé el vehículo y me senté.
—¿Algo que tenga que saber sobre tus padres? —inquirió
rascándose el costado de su cuello.
Tomé su mano y la apreté.
Sabía que estaba más que nerviosa.
A Noelia ya la conocía, pero nunca pasamos mucho tiempo
con ella. Mi madre decidió darnos espacio para que
pudiéramos arreglar nuestros problemas.
Pero ahora que ya estábamos bien, esa mujer no se quedaría
atrás y trataría de integrarla a la familia. Algo que me gustaba
mucho.
En cuanto a mi padre… Bueno, digamos que no quería que
ningún hombre la mire.
—Ya conoces a Noelia, ella está muy feliz de poder
acercarse a ti —dije mirándola y acariciando su mano—.
Créeme que estuvo aguantándose el no acercarse.
Sonreí cuando sus cejas se alzaron y sus ojos se
agrandaron.
—Solo sé tú misma, ratoncita.
Ella asintió.
—Me sorprendió que me llamara hoy por la mañana
Reí soltándola y poniendo el motor a rugir.
—Pues tuviste suerte, a mí prácticamente me ordenó ir.
Lena rio por lo bajo, mi corazón palpitó con ese glorioso
sonido.
Humedecí mis labios.
El ardor en mi garganta se instaló un poco más fuerte que
de costumbre. Hacía tiempo que no bebía su sangre, así que
seguramente eso estaba pasándome factura.
Los guardias vestidos de negro, flanqueaban la residencia
de mis padres.
La casa era grande, con paredes de ladrillo rojizo. Las
ventanas tenían molduras blancas y los vidrios se dividían en
rectángulos. El techo era de un tejado marrón.
El camino adoquinado se curvaba en la entrada principal,
donde un amplio hall de exterior te invitaba a entrar.
—Bien —dije estacionando en el garage—. Que empiece la
fiesta.
Vi cómo Lena se rascaba el costado de su cuello.
Me desabroché el cinturón y me acerqué a ella. Tomé su
rostro entre mis manos.
Sus ojos verdes agua, me sondearon. Planté un beso tierno
en sus labios.
—Todo va a salir bien, no es que te harán preguntas
incómodas.
Su ceño se frunció pensando que estaba siendo sarcástico.
Le sonreí.
Sus manos fueron a mi camisa y la apretó entre sus dedos.
Alzó la vista haciendo que un estremecimiento recorra todo
mi cuerpo.
Podía sentir mi corazón palpitar con fuerza.
Tragué fuerte dejando que se filtrara por mi piel. Que
hiciera nido en lo más oscuro de mi corazón.
La tibieza de sus labios, ardieron en los míos. Tomé su
boca, explorando cada zona sedosa. Devorando su aliento con
cada jadeo que Lena soltaba. Mordí su labio inferior sacando
algunas gotas de sangre. Probé ese néctar que tanto ansiaba.
Mis colmillos se desplegaron deseosos de hundirse en sus
labios jugosos.
—Dim… —murmuró en una súplica.
Entre jadeos la solté.
Cuando abrí los ojos, pude ver su mirada entornada y llena
de lujuria.
Relamí mis colmillos, viendo que su labio inferior estaba
algo hinchado y con sangre.
Lena pasó su lengua por este y su rostro se frunció en
molestia.
Tenía que recordar que ella era humana.
Pasé la mano por mi cabello tomando una respiración larga
y profunda.
—Vamos, Lena, si no, no sé de lo que soy capaz.
Sus mejillas se tornaron rojas.
Abrí la puerta, y fue a abrir la suya. Le ofrecí mi mano para
poder salir.
El contacto activó el ardor en mi piel.
El vínculo era fuerte y se hacía notar con cada roce que nos
dábamos.
No sentía un tirón como lo tendrían los lobos o los brujos.
Pero algo siempre me hacía y me haría volver a ella.
Subimos hasta la entrada, antes de que pudiera tocar el
timbre, la puerta se abrió.
—Al fin, Dim —dijo Anushka.
Su cabello rubio, estaba atado en un moño encima de su
cabeza. Sus ojos verdes nos miraban divertidos.
Gemí de frustración. Sabía que ella sí haría preguntas de
mierda.
Le di una mirada de advertencia. Sus labios se curvaron.
—Pasen, mamá está esperándolos —dijo poniéndose a un
costado.
Su vestimenta era la de siempre. Unos pantalones de goma
negros, botas y una camiseta negra. No se veía nada raro hasta
que mirabas sus muslos, los cuales tenían dos sujetadores de
cuero y unas dagas en ellos.
—¿Armas en una cena familiar, hermana? —le inquirí
alzando una ceja.
—Lo mismo le dije yo —se escuchó en el fondo del pasillo.
La voz grave y con acento ruso bailó hasta llegar a
nosotros.
Nykholai Petrov, mi padre, se encaminó hacia nosotros.
Su cuerpo de metro ochenta y tantos estaba equipado de
músculos y fuerza.
Su mirada oscura nos sondeó a todos. Especialmente a
Lena.
Mi brazo fue apretado haciéndome entender que ya estaba
nerviosa.
Con una sonrisa en sus labios, el castaño se acercó a mí.
—Hace tanto tiempo que no te veo, que dudo si eres tú,
Mitya —dijo abrazándome.
Reí por lo bajo devolviéndole el abrazo.
—La empresa y Gold Blood no me dan el tiempo que
quisiera —le dije separándome de él.
Sus ojos marrones se posaron en Lena.
—¿Seguro que es eso?
Relamí mis dientes.
—¿Cómo te ha tratado este intento de empresario? —dijo
extendiendo la mano hacia mi esposa—. Espero que bien,
porque no me vendría mal darle algunos correctivos.
—Eso quisiera verlo —dijeron a nuestras espaldas—. Estás
tan oxidado, como las bisagras de nuestra puerta del cobertizo.
Me separé él con Lena en mi brazo.
—Como lo pediste aquí te la traje.
Los ojos de mi madre nos escrutaron.
—Espero que no te esté haciendo mucho problema… —
dijo la mujer, la cual llevaba un vestido negro hasta las
rodillas. Este tenía unas hermosas mangas, decoradas con
bordados en hilo de color oro.
Acomodo su cabello detrás de una de sus orejas.
—No más del que ya me había dado antes de la boda —dijo
Lena alzando la vista hacia mí.
Mi madre rio por lo bajo en una risa tímida.
Mi ceja se alzó en respuesta.
La maldita desgraciada sabía dónde apuntar.
—Pasen la cena, está por servirse —dijo ella sonriéndole
con cariño.
—Dim… —dijo mi padre.
Me giré para mirarlo.
—Necesito hablar contigo primero.
—Nikhosha —le dijo Noelia en tono de molestia.
—Son cinco minutos y después es todo tuyo, mi noviushka
—le dijo con cariño.
Mire a mi ratoncita ella asintió.
—Cinco minutos, y volvemos.
Con un bufido, la mujer tomó a Lena y a Anya y se las
llevó a la sala comedor.
Miré a Nykholai y le hice una señal de que lo seguía.
Su rostro, el cual antes mostraba calidez, se había tornado
frío y desprovisto de emociones.
Sabía que de lo que hablaríamos, sería algo en lo que no
estaría de acuerdo.
Esa mirada de necesidad de sangre en las manos, solo me
hacía saber que trataríamos con algo complejo, en el menor de
los casos.
La casa por dentro mezclaba lo moderno con lo antiguo.
Molduras doradas se esparcían en las paredes formando
cuadrados. El techo abovedado, tenía hermosas molduras, las
cuales se retorcían en hermosos diseños intrincados.
Los pisos de mármol eran blancos con estrías negras y
pequeños rombos dorados en las uniones.
Pasamos por el living y nos fuimos directo a su despacho.
—¿De qué se trata? —dije sin poder aguantar.
Se giró un poco y me miró con cara de no te pongas de mal
humor.
Gruñí.
Abrió la puerta y me dejó pasar. El aroma dulce me hizo
notar, que había alguien más en la habitación.
Su cuerpo estaba de espaldas en un sillón.
Se giró para mirarnos. Sus labios se curvaron mostrando
sus nacarados.
—Hola, primo.
CAPÍTULO
46
DIMITRI

ué hace él aquí?
Drago sonrió de costado, mientras se levantaba del asiento.
—Te lo dije en el baile, necesitaba hablar contigo —dijo
poniéndose serio—. Pero es más fácil hablar con la reina de
Inglaterra, que contigo.
Pasó la mano por el cabello rubio, acomodándolo hacia un
costado.
Su cuerpo estaba cubierto por una camiseta negra de cuello
alto y unos pantalones de vestir negros.
Gruñí mirando a Nykholai.
—Escúchalo antes de sacar una conclusión, hijo —dijo,
yéndose a sentar en su silla detrás del escritorio.
La habitación era enorme, prácticamente otro living.
El mismo patrón, tanto en paredes como en piso, se repetían
aquí. Un sofá de tres cuerpos blanco, estaba debajo de una
ventana que terminaba en una curva.
En frente, unos sofás personales de color turquesa daban la
modernidad necesaria.
Miré el otro sillón, para sentarme al lado de mi primo.
Liberando el aire y abriéndome el saco me senté.
—¿Qué tienes para decirme? —le inquirí cruzando mis
piernas y apoyando mis manos sobre mi rodilla.
Lo miré atentamente.
Sus ojos, que eran una mezcla de azul y verdes, me miraron
detenidamente.
—Él está buscando el momento justo para dar el golpe final
—dijo con un tono frío.
Tragué fuerte.
—¿Por qué debería creerte? —dije sonriendo—. Eres su
hijo, Draco.
El vampiro me devolvió la sonrisa.
—Por más que pienses que estoy de su parte, no lo estoy —
dijo mirando a mi padre—. No me importa que sea mi padre,
está comportándose como un idiota, y no me parece bueno
para nuestra especie que siga en el trono.
Incliné un poco la cabeza.
—Me estás diciendo que no te importa que lo mate, ¿Mmh?
—le inquirí.
Su mirada se oscureció.
—Estoy diciendo que hagas lo que tengas que hacer para
ser rey.
Acomodé mi cabello hacia atrás.
—¿Qué sacas tú a cambio?
Sonrió.
—Nada.
Alcé una ceja.
—Dimitri, tenemos que atacar cuanto antes —dijo
Nykholai.
Asentí.
No podía dejar que diera el primer golpe, y menos si era
verdad que era para derribarme de una vez.
Miré a ambos hombres.
—Tengo que ponerle alguien a Lena, no puede andar sola
—dije pensativo.
Si había algo que era seguro, era que atentaría contra
Selena. Pero no podía encerrarla, ella no se quedaría quieta. Y
yo no era su carcelero.
—Necesito hablar con el heredero de los brujos.
—Es bueno que los tengas de tu lado —dijo Draco.
—Sí, eso es lo bueno de hacer lazos, no como Bormir que
lo quiere todo para él.
La mandíbula de mi primo se apretó.
—¿Qué te hizo para que hagas esto?
Sus ojos se tornaron rojos.
—Mató a mi túa-cantante, ya que no le parecía apropiada
para mí —dijo mordiendo cada palabra.
Nunca lo había visto tan furioso. Sus ojos dieron un
destello rojo.
Lo comprendía por completo.
Si me hicieran algo así, también buscaría la forma de
matarlo.
—Yo seré tus ojos en su corte —dijo levantándose—.
Disfruten de la cena.
Mi mente estaba a mil por hora, tenía que calibrar un plan
lo más rápido posible.
—Si lo que dice es cierto, tenemos que apurarnos.
Alcé la vista para ver a mi padre.
—Mañana me reuniré con Zachary.
Me levanté largando un suspiro.
—Volvamos, antes de que mamá nos mate —dije
estirándome un poco.
Su brazo se posó en mis hombros.
—¿Cómo te está yendo con Gold Blood? —inquirió.
Sonreí.
—No puedo quejarme, me hizo asquerosamente rico.
Soltó una risita.
—Tengo un conocido, que quiere probar la sangre de una
gorgona, si conoces a alguien… —dijo mientras salíamos de
su despacho.
Fruncí mis labios, no había terminado bien con las
gorgonas, pero podría preguntarles si estaban interesadas.
—Déjame ver que consigo.
Nos encaminamos por la casa hasta llegar al comedor.
Mi madre, junto a Selena, mi hermana y Alex, ya se
encontraban sentados. Mi cuñado me miró por unos segundos.
—Tan tiempo sin verte, niño —le dije sentándome al lado
de mi esposa.
Mi pecho palpitó de solo pensar en eso.
Ella era mi esposa, y se escuchaba tan bien, tan
alarmantemente bien.
Miré a la chica que tenía a mi lado, sus ojos se anclaron a
los míos y me sonrió. Le devolví la sonrisa.
—Bien… Me enlisté como soldado de Plata —dijo
tomando la copa frente a él.
Alcé la vista para mirarlo.
—Sabes que ahora puede haber seres místicos vigilando a
la ciudad.
Asentí.
Con la disolución de la Orden de Plata, los soldados de
Plata quedaron a la directiva de los presidentes y de la
Organización de Luka Venikolv.
Ese era un buen balance, ya que no habría más partidarios
de ninguno de los dos bandos.
—Me parece bien —dije tomando mis cubiertos.
La cena pasó entre charlas y bromas subidas de tono, más
por parte de Anushka que por otra persona.
—¿Cómo te estás acomodando con Mitya? —inquirió mi
madre.
Le dediqué una mirada de advertencia. No quería que Lena
se pusiera nerviosa.
—Bien —dijo tomando mi mano—. Se está comportando
mucho mejor de lo que pensé —dijo mirándome y sonriendo
de forma burlona.
Enarqué una ceja.
—Me alegro mucho que hayan logrado pasar por esas
asperezas que tenían —dijo Noelia.
—¿Y tu Anushka? —inquirió mi padre.
Miré a la susodicha.
Sus mejillas se pusieron rojas.
—Alexius es un buen chico —dijo tomando un sorbo de
agua.
Sonreí.
Sabía cómo le costaba demostrar lo que sentía.
—Buen chico, ¿eh? —le dije molestándola.
Sus ojos verdes se tornaron rojos, si en este momento
estuviéramos a solas, de seguro me estrangularía.
—Sí, es atento, salimos a citas y me ayuda en muchas cosas
—dijo sin desviar la mirada.
—Espero que valga la pena, porque mis oídos quedaran
ensangrentados en cualquier momento —le dije llevando un
bocado de carne a mi boca.
Sus ojos se achicaron y sus labios se torcieron.
—Por lo menos no ando persiguiendo a damiselas en el
bosque.
Me giré de golpe, cuando Lena comenzó a toser
ahogadamente.
—¡Anya! —la amonestó mamá.
—¿Estás bien? —le inquirí a Selena, ofreciéndole un poco
de agua.
Ella se aclaró la garganta y asintió.
—G-gracias —dijo con voz ronca.
Su rostro estaba como las luces de Navidad.
Mordí mi labio.
—Él empezó —refunfuñó mi hermana.
La risa seca de Alex me hizo verlo.
Sus ojos marrones se cruzaron con los míos, y una sonrisa
pícara se curvó en sus labios sin dejar de masticar.

—Siempre es bueno comer


en familia —dijo mi padre con un suspiro.

—Nos vemos, por favor, que sea dentro de los próximos


meses —dijo mi padre.
—Yo… lo traeré —dijo Lena sonriendo.
Miré a la pequeña desgraciada.
Ella me dedicó una mirada desafiante, mientras abrazaba a
mi padre.
Pasé la lengua por mis dientes.
Definitivamente la castigaría.
—Nos vemos, hijo —dijo mi madre acercándose a mí.
La abracé sintiendo su calidez.
Ella fue mi primer refugio, luego de la muerte de mis
padres. Noelia siempre sería a quien acudiría, si algo me
preocupaba.
—Cuídate —le dije separándome de ella y acariciando su
mejilla.
Ella sonrió.
—Tú también, hijo.
Miré a Lena y le hice señas para que se subiera al auto.
Me dirigí al asiento del piloto y me subí.
—Son muy cálidos los dos —dijo mi ratoncita.
Sonreí.
—Sí, son magníficas personas.
Ella me miró con un brillo en los ojos, pero enseguida
desapareció.
—Mañana tengo que ver a mi madre —dijo con un dejo de
tristeza en la voz.
Sabía que su relación no era la mejor.
Ella no era la Selena de este cuerpo, y eso hacía que su
madre no pudiera manipularla, como lo hacía con la original.
Desde que nos casamos, Lena había tratado de no verla,
pero su madre había sido insistente con las llamadas, los
últimos días.
—La escuché mal… —su voz se quebró.
—¿Quieres que te acompañe? —le pregunté llevando mi
mano a su muslo y lo apretaba con cariño.
Asintió con la cabeza una sola vez.
—Sabes… en todas las vidas que tuve nunca, sentí a mi
madre como si fuera mía —dijo tomando un profundo respiro
—. Pero al parecer en esta vida, el lazo que ellas tenían, es tan
fuerte que me cuesta mucho separar mis sentimientos de los de
la antigua Selena.
Me imaginé que algo así le pasaría.
Estar en un cuerpo que no es el tuyo, pero que, a la vez, en
cierta forma lo es… sin duda alguna era complicado.
Quería ayudarla en todo lo que pudiera.
—Sabes que estoy para lo que necesites, ¿verdad, ratoncita?
—le inquirí desviando unos segundos la mirada a su rostro.
Sus mejillas se pusieron rojas y asintió.
—A las seis de la tarde tengo que estar en su casa —dijo
llevándose la mano al cuello y lo rascaba con nerviosismo.
Tomé su mano y la llevé a mis labios, besé suavemente sus
nudillos.
—Todo estará bien.
No me había olvidado que en nuestra boda casi la golpeó.
Mis dedos se apretaron al volante. No dejaría que le tocara un
pelo.
No sabía si antes había tenido oportunidad. Pero como se lo
había dicho esa vez. Ahora que Lena era mi esposa, no dejaría
que le pusiera un dedo encima.
Llegamos a casa y la ayudé a bajar. Su rostro denotaba lo
cansada que estaba.
—¿D-Dim? —dijo alterada, cuando mis brazos la tomaron
al estilo nupcial.
Sonreí.
—¿Sí, esposa? —le dije adentrándome en la mansión.
Sus ojos como el agua del caribe me tragaron, sin dejarme
escapar.
Las puertas se abrieron y entré con ella en brazos.
Sus manos rodearon mi cuello, su cuerpo se estiró. Selena
depositó un tierno beso en mis labios.
Eso hizo que la deseara más. Quería hacer que todos
desaparecieran y quedarme a solas con ella.
La llevé escaleras arriba. Su respiración era pausada y los
latidos de su corazón acompasados. Se había dormido.
Su rostro se movió contra mi pecho y la vi respirar hondo
para luego largar un suspiro de satisfacción.
Sonreí.
—Lena —la llamé.
Sus ojos se abrieron, cuando la dejé en el piso.
—Tienes que cambiarte.
Parpadeó un par de veces y asintió.
La pelinegra estiró sus brazos, y luego se giró rumbo al
vestidor.
La seguí.
Mis manos fueron al cierre de su vestido y comencé a
deslizarlo. Con mis nudillos acaricié intencionalmente su
espalda.
Un gemido salió de sus labios.
La ayudé a quitárselo dejando ver su conjunto rojo de
encaje.
“Mierda.”
No pude evitar pasar mis manos por el contorno de su
cintura y luego por sus caderas. Terminé estrechándola contra
mi cuerpo.
Selena estiró su cuello hacia atrás, dejándome esconder mi
rostro en él.
La besé despacio, succionando la piel de su garganta.
Por otro lado, mi garganta comenzó a arder y mis colmillos
pinchaban en mis encías.
Mis labios se abrieron sobre su yugular. Dejé salir mis
colmillos y los hundí en su tierna carne.
La sangre comenzó a invadir mi boca, deleitándome con su
sabor a miel con ese toque de fresias. Lo saboreé escuchando
cómo su respiración se volvía agitada.
Lena llevó su mano a mi cabeza acercándome más, deseosa
de que siguiera.
Sus piernas fallaron haciendo que ambos caigamos al piso.
La apreté más contra mi cuerpo, sintiendo cómo mi garganta
dejaba de arder.
—Dimitri… —susurró en un jadeo.
Eso solo me excitó más, mi miembro estaba duro y
deseoso. Pero sabía que estaba cansada. Tendría que
contentarme con solo beber de su sangre.
Sus latidos golpeaban en mis labios.
Selena comenzó a temblar y un grito estrangulado salió de
su boca. Su respiración era un caos. Extendí su liberación por
unos segundos más antes de lamer la herida.
Su rostro se giró dejándome ver lo devastada que había
quedado. Sus ojos encapotados y sus mejillas sonrojadas. Las
pupilas se le habían dilatado y tenía los labios entre abiertos.
Relamí mis labios, por si había quedado algún rastro de
sangre.
Su mirada no dejó de ver el movimiento.
Se giró un poco y unió nuestros labios.
La estreché contra mí, devolviéndole el beso en un baile
sensual. Con nuestras lenguas entrelazadas y nuestras
respiraciones agitadas.
Ella sería mi perdición, de eso estaba más que seguro.
CAPÍTULO
47

SELENA

aminé por el pasillo de la enorme mansión. Mi pecho se


oprimió al sentir nostalgia por este lugar. La casa seguía igual
de hermosa que siempre.
Si bien yo no había vivido aquí, tenía los recuerdos de la
verdadera Selena.
Los recuerdos con mi padre azotaron mi mente.
La mano de Dimitri apretó la mía, mis ojos fueron al rostro
impecable de mi esposo. El vampiro me sonrió y yo le devolví
la sonrisa.
Llegamos a la sala de estar, donde Sonia se encontraba
sentada en uno de los sofás. Ella llevaba puesto un traje de dos
piezas beige y una camisa negra.
Sus ojos verdes y parecidos a los míos nos detallaron a
ambos.
Bajé la mirada sintiéndome nerviosa. No podía evitar
sentirme ansiosa e insegura. Sabía que no tenía de qué
preocuparme, no era la antigua Selena que se dejaba manipular
por su madre, y aparte estaba Dimitri.
—Lena —dijo mi madre levantándose.
Solo en ese momento me di cuenta de que estaba más flaca.
Su piel estaba opaca, al igual que su cabello.
Pero lo que me llamó la atención, fue que sus ojos estaban
vacíos. Como si se hubiera rendido a vivir.
Mi cuerpo tembló ante lo que podría llegar a pasar.
—Espero no molestarlos con esta visita —dijo mi madre
acercándose a ambos.
—Descuida, Dimitri se hizo un tiempo, y yo estoy en
término con mis estudios —dije a centímetros de ella.
Mi cuerpo pedía a gritos abrazarla, pero no podía olvidar
todo lo que me había hecho.
Y no solo a mí, sino a papá y a Maddie.
—¿Tomamos un café? —inquirió Sonia.
—Sí —dije acompañándola hacia los sofás marrones.
Di un vistazo a las paredes de color crema, con molduras
blancas. Me costaba ver a mi madre en ese estado.
Sonia sacó su celular y comenzó a teclear sobre él.
—Dimitri, ¿qué quieres? —inquirió mirando a mi marido.
—Un café está bien —dijo el vampiro.
Los ojos de mi madre se posaron en mí.
—Un café con leche —dije tratando de estar lo más
calmada posible.
Ella asintió.
Sus labios estaban pintados de un color melocotón. Tenía el
cabello tirado para un costado y lacio hasta los hombros.
—¿Cómo les está yendo en la vida de casados? —nos
inquirió mirando a mi pareja y luego a mí.
Llevé mi mano al costado de mi cuello y lo rasqué con un
poco de nerviosismo. Al alzar la vista, los lagos de hierro
fundido me atraparon. Dimitri prácticamente me estaba
devorando en ese instante.
Me enderecé y miré a mi madre.
—Bien, decidimos empezar de nuevo y ser una pareja de
verdad —dije mirándola con atención.
Las comisuras de los labios de la pelinegra, se curvaron en
una sonrisa de emoción.
—Me alegro mucho…
El celular de Dimitri sonó. Ambas lo miramos. El vampiro
lo sacó y su ceño se frunció.
—Tengo que contestar, no tardaré mucho —dijo
levantándose del sofá que estaba frente a nosotras.
Asentimos al unísono.
Miramos cómo se alejaba al pasillo.
El silencio inundó el lugar.
Sentía cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
Miré a mi madre.
—Lena… Yo —dijo mirándome con los ojos tristes,
apretando sus labios con impotencia—. Tengo cáncer.
Sentí que mi mente se desprendía de mi cuerpo.
No podía creer lo que estaba escuchado.
En negación, comencé a mover la cabeza de un lado hacia
el otro.
—N-no puede ser —dije sintiendo cómo mi cuerpo
comenzaba a temblar.
—Es del hígado, estoy en fase tres —dijo mi madre
dejando caer una lágrima.
Me sentía atrapada en mi propio cuerpo. Mi pecho dolía y
vibraba.
Por un lado, el lazo arraigado de madre e hija me pedía que
la abrace y la consolara.
Pero no podía.
Mi mente era un caos.
Mis emociones estaban a flor de piel, no importaba si este
no era mi cuerpo, ella era mi madre igual. No importaba si me
había usado para sacar ventaja. No podía separar los
sentimientos que tenía, de los de la verdadera Selena.
Apreté con fuerza mis dientes.
—Tiene que haber una forma —dije oliendo el aroma floral
de mamá.
Las manos de Sonia fueron a mis hombros, los cuales
temblaban con cada respiro que hacía.
—Es terminal, Lena —dijo negando con la cabeza—. Me
dan una posibilidad mínima con quimioterapia, pero no quiero,
no quiero verme destruida —dijo pasando las palmas de sus
manos por mis mejillas.
Asentí una sola vez, cavilando y recordando cada cosa que
pasó la Selena de esta vida.
Como no la había criado ella, porque estaba preocupada
más por volver a tener su cuerpo en forma.
Como siempre, Selena había tratado de sacar buenas notas,
pero ella siempre quería que sacara más.
Mi mente divagó con los regalos que recibía en mis
cumpleaños de su parte para suplantar el cariño que nunca me
había dado.
Y por último las peleas que tenía con mi padre, porque me
estaba llevando por el mal camino. Cuando Sonia se enteró de
mi enamoramiento platónico por Luka solo insistió en que
podía tenerlo. Me dio las herramientas para tratar de amarrarlo
a mí, sin importar a qué costo.
—Lo que lamento es no haber sido la madre que te
merecías, sé que te presioné, pero quería que tuvieras lo mejor
—dijo con la voz entrecortada.
Me paré de golpe.
—No puedes estar hablando en serio —dije riendo
amargamente.
Su rostro palideció más de lo que ya estaba.
—Tú no querías lo mejor para mí, tú solo te ocupaste de
que todo el mundo te conozca por ser la madre de la mujer que
se casó con uno de los empresarios más importantes del
mundo —le dije en la cara.
Odiaba ver que estaba poniéndose en plan de víctima y a la
vez de mujer buena, cuando claramente no lo era.
Se paró de golpe.
—Todo lo hice por ti, Selena —dijo con la voz
entrecortada.
Negué ante su osadía.
—¿Dejarme sola con niñeras fue bueno para mí? —
comencé—. ¿Qué hay de nunca pasar un cumpleaños
conmigo? ¿Te acuerdas de la vez que te pedí que asistieras al
colegio porque recibiría el premio a mejor alumno?
Sus labios se entreabrieron.
—Te esperé, pero no… tú estabas más ocupada en un SPA
con tus amigas.
Las manos de mi progenitora se apretaron en puños.
—No es fácil ser madre…
—Nunca dije que lo fuera, pero tú no pusiste empeño en
serlo.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al decir esas palabras en
voz alta.
Desvié la mirada.
La tristeza en los ojos de Sonia, se clavó como un cuchillo
en mi pecho.
Las pisadas se escucharon a lo lejos, acercándose cada vez
más.
Sabía que lo más probable era que Dimitri hubiera
escuchado todo. Ese vampiro tenía un oído increíble.
Mis ojos se posaron en mi esposo.
Su alta y fuerte figura estaba envuelta en uno de sus trajes
negros a medida. Su cabello estaba peinado hacia atrás como
era de costumbre.
—¿De qué me perdí? —inquirió mi colmillitos.
Justo en ese momento llegó la mucama con una bandeja de
tazas humeantes.
Me acerqué a Dimitri.
—Te perdono, pero no me pidas que esté.
Tomé el brazo de Dimitri. Comenzamos a caminar por el
pasillo.
—¡Dimitri! —dijo Sonia de repente—. Quiero que me jures
que cuidarás a Selena, si algo me llegara a pasar.
Mi corazón se estrujó, tuve que aguantar las ganas de llorar
que tenía.
Dimitri se dio la vuelta, por mi parte no podía. Si lo hacía
caería destrozada en mil pedazos.
La mirada del rubio se alzó lentamente para conectar sus
ojos con los de mi madre.
—Siempre la protegeré, tenlo por seguro, Sonia —dijo el
vampiro seriamente.
Mi estómago se revolvió sabiendo que esos dos estaban
teniendo una charla tácita.
Con cada paso que daba, mi corazón latía con fuerza. Mi
cuerpo luchaba por mantenerse en pie. Dimitri tenía una mano
en mi cintura apretándola con fuerza.
Salimos de la casa, la cual albergaba recuerdos buenos,
como malos.
Mis piernas cedieron, ante el dolor agudo y penetrante que
estaba sintiendo mi corazón.
Me derrumbé sintiendo que me ahogaba.
Mi hombre me tomó entre sus brazos. Su aroma a caramelo
me rodeó por completo.
—Llora todo lo que quieras, mi amor —dijo acariciando mi
cabeza.

Mi cuerpo fue tomado.


Dimitri se encaminó conmigo en brazos llorando, no solo por
haber roto el lazo que me unía a esa mujer, sino por saber que
no la volvería a ver.

Suspiré en el agua caliente. El vapor se arremolinaba a mi


alrededor.
Las velas aromáticas de miel y canela, estaban prendidas
cerca de la bañera.
Mi piel se erizó cuando Dimitri llevó sus labios a mi cuello.
Me atrajo a su pecho y me besó con ternura.
—Relájate —me susurró.
—Ella…
—Lo sé, lo escuché —dijo contra mi oído.
Mi cuerpo se estremeció ante el hecho.
—Tengo sentimientos encontrados —le dije—. Ella me
hizo hacer cosas que no estaban para nada bien, sé que ella
hizo cosas que no estaban bien, la forma en que se comportó
con mi prima…
Las manos de Dimitri pasaron por mis brazos.
—Pero también, tengo ese sentimiento que tenía la antigua
Selena.
Mi ceño se frunció ante mis sentimientos contradictorios.
—Es tu madre, en esta línea como en las otras, no solo
tienes los sentimientos de esta Selena, sino de cómo te
sentirías si la Sonia de tu línea tuviera el mismo final.
Final.
Nunca pasó por mi cabeza, que mi madre terminaría con un
cáncer fulminante.
Estiré una de mis piernas y flexioné la otra.
—El karma es una mierda —dije molesta por la situación.
—Sí, ella hizo mucho mal y ahora el destino la alcanzó —
dijo Dimitri.
Sus labios rozaron mi oreja sacándome un suspiro de
placer.
Sabía que Dimitri nunca le había gustado mi madre, y no
podía culparlo.
Tiré la cabeza hacia atrás, degustando las sensaciones, que
Dimitri me estaba provocando en el cuerpo.
—Gracias —dije en un susurro.
El vampiro puso sus manos en mis hombros y me giró un
poco.
—No tienes que darme las gracias por nada, ratoncita —
dijo detallando mi rostro—. Siempre estaré para ti, en las
buenas y en las malas.
Sonreí con el corazón hinchado en el pecho.
Llevé mis labios a los de Dimitri y los rocé con un suave
beso.
—Siempre te protegeré, eres lo más importante en mi vida.
Cada pensamiento que tengo, desde que me despierto, hasta
que me acuesto, tiene tu esencia —dijo besando mi mandíbula
—. Tu sonrisa —siguió, depositando un beso en la comisura
izquierda de mi boca—. Esos ojos que me vuelven loco. Y
siempre —me hizo verlo—. Estaré de tu lado, no importa si
ahora no la quieres ver, o si mañana te levantas y cambias de
idea.
Sonreí llevando mis manos al cuello de mi marido,
embelesándome con la sensación de su piel, ardiendo por el
roce.
—Mañana tengo una reunión con los brujos, ya es hora de
que tome lo que me pertenece —dijo el hombre que me tenía
atrapada entre sus brazos.
Sus ojos denotaban determinación absoluta.
Asentí con la respiración agitada.
Sabía que mi pareja tenía que ponerse por encima de su
especie. Era su derecho por nacimiento y lo apoyaría como
pudiera.
Dimitri había nacido para liderar y nada ni nadie podía
decir lo contrario. Lo había demostrado con la empresa, y en la
forma en que se estaba aliando con los gobernantes de las otras
especies.
Acaricié los cabellos de Dimitri, los cuales estaban teñidos
de su color natural.

“Flashback.”

Saqué la mantequilla del refrigerador. Tomé las tostadas


que había hecho y me senté en la isla de la cocina. Llevé la
taza a mis labios y mientras respiraba el aroma del té de
frutilla, cerré mis ojos.
Su olor lo delató, luego sus brazos rodearon mi cintura. Un
temblor me recorrió de la punta de mis pies hasta la cabeza.
—Hola, ratoncita —dijo en mi oído.
Sonreí tomando un trago de mi bebida. Dejé la infusión y
me giré un poco para luego alzar mi rostro.
Mis ojos fueron capturados por los de mi esposo. Esos ojos
grises como el acero pulido eran intensos, haciendo que el
calor se pretendiera en mi interior y que mi estómago se
retorciera de deseo.
Tragué fuerte.
—Hola, Dimi —dije sonriéndole como boba.
Mi mirada se dirigió a su cabello al ver que estaba distinto.
Mis ojos se abrieron y una risita juguetona salió de sus labios.
—¡Por los Dioses! —dije mirando que tenía el cabello de
un rubio oscuro.
En verdad no podía negar que era hermoso, y no importaba
si estaba con el cabello rubio natural, o con un rubio platinado.
El vampiro se separó un poco de mí y pasó una mano por
su cabello.
—Ya no aguantaba más ese color —dijo sentándose a mi
lado.
—Te queda bien.
Sus labios se curvaron en una sonrisa provocadora como el
infierno.
—¿A mi esposa le gusta? —inquirió con esa voz magnética
que tenía.
Mis dientes atraparon mi labio mientras asentía lentamente.
La sonrisa de Dimitri se hizo más grande.

“Fin Flashback.”

—Estaré contigo sin importar lo que hagas —dije apretando


mi pecho contra el suyo.
Sus brazos atraparon mi cintura. Una de sus manos fue a mi
cuello y lo apretó ligeramente para tener el control de la
situación.
Su mirada dejó de tener ese borde suavizado y ahora era tan
cortante como el filo de un vidrio roto.
—Necesito que me prometas, que, si algo me llega a pasar,
tú buscarás a mis padres y te irás con ellos.
Cada palabra que había dicho era dura y a la vez llena de
preocupación.
Mi cuerpo se puso rígido.
Sabía a lo que se refería y el solo pensar en eso, mi
estómago se revolvía del asco y miedo.
—No te pasará nada…
—Prométemelo, Lena —dijo seriamente.
Asentí lentamente.
—Palabras, necesito palabras.
—Lo prometo.
El vampiro asintió y me abrazó.
Su mentón descansó en mi cabeza.
—No podría perdonarme si ellos te llegaran a atrapar.
Ambos nos quedamos en silencio, mientras su mano se
movía de arriba hacia abajo por mi espalda.
CAPÍTULO
48

SELENA

amos, Cupcake —dijo el Semi-Dios.


Levanté la vista, mi respiración estaba entrecortada. El
sudor perlaba la piel de mi frente. Mis manos estaban en mis
rodillas, y tenía ganas de sacarle la sonrisa burlona de la boca
a ese ángel de la muerte.
Suspiré enderezándome.
—Aleric, no seas tan duro con ella —le dijo Taylor, quien
estaba mirando el entrenamiento.
—Tay Tay no te metas en esto —le dijo el pelinegro
señalándola—. Necesita aprender.
—Te juro que si tiene un solo moretón… —dijo Dimitri,
quien estaba presente, según él por curiosidad, según yo, para
vigilar a Aleric.
—Está entrenando —dijo mi entrenador—. Es imposible
que no tenga uno… —su sonrisa se hizo más grande—. Te la
devolveré en una pieza, eso sí —dijo mirando a mi marido—.
No creo que pueda follar hoy.
Rodé los ojos.
Miré al vampiro, quien estaba con las piernas y los brazos
cruzados. Si las miradas pudieran matar, estaba segura de que
Dimitri lo habría hecho en ese momento.
Me puse en posición de defensa.
El hombre que estaba frente a mí me prestó toda la
atención.
—Deja de molestar y entrénala —dijo Luka mirando a su
cuñado.
Su cabello rubio blanquecino estaba prolijamente peinado,
llevaba una camiseta blanca arremangada y unos pantalones
oscuros. A su lado, Madeleine sonreía con emoción. La
pelinegra a su lado hacía que él pareciera mucho más alto de
lo que ya era.
Sus ojos, como la noche sin estrellas, nos miraban a todos.
—Pedí un poco de café —dijo sentándose en una de las
sillas que había en el sótano de su casa.
Me acerqué a Aleric, mi cuerpo se agachó de costado y mi
brazo se flexionó, tratando de conectar mi codo, con el
estómago del ángel de la muerte.
La mano de Aleric tomó la mía, haciéndome girar y
dejando mi espalda contra su cuerpo. Tiré mi cabeza hacia
atrás, conectando un cabezazo contra su mandíbula. Aleric me
soltó, me agaché completamente y giré mi pie para golpear sus
tobillos.
El pelinegro fue mucho más rápido y tomó mi pierna.
—¡Eso no es justo, ella no tiene tu velocidad! —escuché
gritar a Dimitri.
Miré a mi entrenador y con mi otra pierna envolví el brazo
de Aleric. Girando sobre mi eje, quedé encima de su brazo.
—Perfecto —dijo Aleric tendido en el piso.
Sonreí contenta y me puse de pie.
Sentí cómo mi gravedad se desestabilizaba cuando todo mi
cuerpo cayó al piso, fue en un segundo, pero lo sentí en
cámara lenta.
—Nunca le des la espalda a tu oponente si no está muerto
—dijo el ángel sentado encima de mí.
Aleric se levantó y me tendió la mano, yo la tomé
sonriendo.
Tenía el corazón que me latía a mil por hora. Estaba
contenta de recibir ese entrenamiento. Por lo menos, no sentía
que era la única que no podía protegerse.
Me acerqué donde estaba Dimitri. El vampiro me tomó de
la mano y me sentó en su regazo mientras yo negaba con la
cabeza.
—Estoy toda sudada…
—No importa, déjame ver los moretones que ese hijo de
puta te hizo.
La risa de Taylor resonó en el lugar.
Ya había tenido a su hijo, un lindo rubio de ojos azules
iguales a los de su padre. Dereck estaba trabajando en la
compañía, y por esa razón no se encontraba en el sitio.
Respiré profundamente mientras veía cómo mi esposo
miraba mis brazos y luego mi estómago.
—Estoy bien.
—Quiero ir a comprar ropa para el bebé —dijo mi prima.
Todos la miraron.
—¿Ya se dejó ver? —preguntó Aleric.
La hermana de Aleric negó con frustración.
—Recién venimos de una revisión y no quiere que sepamos
su sexo.
La mayoría rio ante la molestia de la chica. Su panza era
notoria y en cualquier momento tendría a su bebé.
Sonreí, no pude evitar pensar en cómo sería tener un bebé.
Uno que tuviera los ojos de Dimitri.
Sentí mi cuerpo hervir.
—Yo iré a hablar con Zack, ve tranquila —dijo Dimi en mi
oído haciendo que mi cuerpo fuera consciente de su cercanía.
Asentí, poniéndome de pie.
—Te acompañaré —dijo Luka—. Estoy seguro de que
necesitarás mucha ayuda, si quieres meterte en el castillo
donde está tu tío.
Mi pecho se oprimió solo de pensar en eso.
Los dos hombres se levantaron.
Las manos del vampiro tomaron mis mejillas, haciendo que
mi piel ardiera. Nunca me cansaría de esa sensación, era lo que
me hacía saber que el vínculo entre nosotros estaba allí.
Dimitri besó mis labios con ternura.
—Te veré para la cena seguramente.
Asentí.
—Cuídate —dije, agarrándome de sus fuertes brazos.
Volvió a besarme con anhelo y amor.
Sentía el rostro hirviendo. El carraspeo hizo que nos
separemos.
Tenía las mejillas ardiendo, me había olvidado de que no
estábamos solos.
—Cuídate, mi pequeño ángel —le dijo Luka a Maddie.
En verdad, ese hombre era otra persona cuando se trataba
de la Semi-Diosa. Siempre se mostró frío y sin emociones,
pero cuando estaba Madeleine le era complicado ocultar sus
sentimientos.
Ella asintió, recibiendo un beso de su esposo.
—Deja de querer estar encima de mi hermanita —dijo
Aleric, haciendo que se alejen el uno del otro.
—Paciencia, necesito paciencia —murmuró Luka.
El brazo de Maddie fue al de su hermano y comenzó a
sacarlo del lugar.
Seguimos a los dos hermanos hasta llegar al hall de entrada.
Nos despedimos de los dos hombres. Taylor nos siguió.
—¿Tienes pensado qué comprar? —le inquirió su cuñada a
mi prima.
La pelinegra negó.
—Conjuntitos de todos los colores —dijo girando su rostro,
para mirar a la rubia que estaba cargando al bebé.
Me acerqué a verlo.
Sus enormes ojos azules me miraron y luego sonrió, apenas
tenía unos dos meses, su cabello era rubio, casi blanquecino
como el de su madre.
—Es hermoso —dije pasando mis dedos por su mejilla
regordeta.
—Es muy activo para su edad, no quiero ni imaginar cómo
será den unos meses… Y si Maddie tiene un niño, serán el
infierno juntos.
Reí por lo bajo.
Salimos de la mansión de mi prima.
Me sentía contenta, porque poco a poco, el lazo de amistad
que había forjado con mi prima, se estaba solidificando. Sabía
que la Selena de este cuerpo, había sido terrible con su prima.
—Me alegro de que las cosas con Dimitri estén yendo bien
—dijo Taylor, haciendo que la mire.
Mis mejillas se prendieron fuego. Agaché la cabeza
avergonzada.
Entramos al auto.
—Sí, yo le conté por qué no quería estar con él…
No quería hablar de más. No era que no confiase en ella,
pero era algo muy personal. Porque tendría que abrirme al
dolor que sufrí en esas vidas.
La pelinegra se giró en el asiento de adelante y se estiró
para tocar mi mano.
—No importa lo que hayas hecho, lo importante es que se
pudieron entender.
Asentí feliz.
—Al centro —dijo Maddie.
El chofer asintió y el auto comenzó a moverse.
La tarde pasó hermosa y tranquila entre tiendas y risas.
Compré algunas cosas para la casa y también algunas
prendas para mí.
Aleric había volado supervisando nuestro auto. Así que
también se dio a la tarea de comprar ropa.
“Espero que le guste este conjunto”.
Sentí mi rostro arder, de solo pensar en lo pequeñas que
eran las bragas de ese conjunto de ropa interior.
Era verde y de encaje.
Sonreí pensando en que podría usarlo esta noche.
Mi cuerpo fue tomado con fuerza.
Los vidrios de las vidrieras se rompieron estruendosamente,
y el ruido de armas detonando se escuchó con fuerza.
—Mantente abajo —escuché que decía Aleric.
Alcé la vista para toparme con sus dos obsidianas.
—¿Estás bien? —me preguntó con preocupación, su ceño
fruncido.
Mis oídos estaban zumbando. La ráfaga de disparos no
paraba.
Pude ver que a mi alrededor unas plumas nos cubrían.
Aleric nos estaba protegiendo.
—Mierda, esto iba dirigido hacia ti —dijo con los dientes
apretados.
Los disparos cesaron.
Sus alas se abrieron. Una furgoneta cerró sus puertas
corredizas y comenzó a andar.
—Ve con mi hermana y Taylor, y vayan a la casa de
Maddie —su rostro estaba frío, haciendo que mis venas se
congelen—. ¡Ya!
Miré para todos lados.
Aleric tomó vuelo rápidamente.
—¡Sele! —gritó Maddie.
Me paré lentamente, me sentía ajena a mi cuerpo.
La Semi-Diosa me tomó de los hombros y me miró
largamente, procurando de que estuviera bien.
Mi corazón martilleaba contra mi pecho, podía sentir mi
pulso desbocado.
—Está en estado de shock —escuché que decían.
Habían enviado a matarme.
Mi respiración comenzó a acelerarse, al punto que mis
pulmones quemaban.
Era una advertencia.
Una dirigida a Dimitri.
Mi respiración se hizo errática.
—Respira despacio —dijo Taylor, me estaban haciendo
caminar.
Traté de enfocarme en las dos mujeres que tenía a mi lado.
—¿Theodore? —inquirí con pánico.
Miré a Taylor, ella sonrió.
—Él está bien, ya estaba por llegar al auto, no te preocupes.
Asentí lentamente, tragando fuerte.
El estómago se me revolvió.
Estuve a punto de morir otra vez, y si lo hubieran logrado,
perdería a Dimitri. No podía dejar que eso pasara.
El solo pensar que no volvería a ver su sonrisa, o sus
hermosos ojos. Que tal vez si volvía a revivir, no me miraría
de la misma forma, o no me amaría directamente, me hacía
estremecer.
Una explosión nos hizo agacharnos.
Cuando miramos unas cuadras más adelante, se podía ver
humo, y en el cielo brillaban unas alas tornasoladas entre
negras, azules y violetas.
Entramos al auto.
—Vamos a casa —dijo Maddie al chofer.
—Dimitri tiene que ponerte un guardia —dijo la rubia.
Rasqué mi nuca.
Tomé aire.
El celular sonó.
Miré la pantalla. El ID de Dimitri se iluminaba.
—¿H-hola? —tartamudeé y me maldije mil veces.
—¿Estás bien? —inquirió con desesperación—. Aleric
acaba de llamar a Luka.
Mordisqueé mi labio inferior.
—Sí, lo estoy —respondí—. Él me salvó.
Un suspiro llegó del otro lado.
—Te estoy esperando en la casa de Maddie.
—Vale.
—Te amo, Lena —dijo con preocupación en su voz.
—Yo a ti, Dimi —dije sintiendo mi pecho apretarse.
El trayecto fue en silencio, cada uno inmerso en sus
pensamientos.
Maddie se bajó del auto y le abrió a Taylor, que estaba con
Theodore en brazos.
—Vamos —dijo tendiéndome la mano.
Tomé su mano y salí del auto.
La puerta de entrada se abrió de golpe, y tanto Dimitri,
Luka y Dereck salieron casi corriendo.
Mis ojos se encontraron con los grises de él.
Corrí a su encuentro, fundiéndome en sus brazos. Su aroma
a caramelo relajó cada fibra de mi cuerpo.
—Ya, mi amor, estoy aquí —dijo besando mi cabeza.
Su mano acariciaba mi nuca y la otra mi mejilla.
Las lágrimas no tardaron en salir.
Mi cuerpo se estremeció ante lo protegida y segura que me
sentía.
Dimitri era mi hogar, mi lugar seguro.
—¿Qué fue lo que pasó?
Me separé de mi esposo.
Mis ojos se encontraron con los ojos ámbares de un chico
de cabello negro.
Lo recordaba de la gala de principio de año en la mansión
de los brujos.
—Estábamos caminando, ya listas para volver —comenzó a
decir Maddie—. Selena iba un poco más atrás que nosotras.
El brazo de Dimitri pasó por mis hombros. Sequé las
lágrimas que amenazaban con caer.
—De repente, se escucharon disparos —dijo Taylor.
—Yo no vi, simplemente escuché todo. Cuando me di
cuenta, Aleric estaba cubriéndome con sus alas —dije,
sintiendo cómo mi cuerpo temblaba.
El solo pensar en eso otra vez, el miedo se apoderaba de mí,
metiéndose bajo mi piel y llegando hasta mi corazón.
—Era una furgoneta negra, había tres hombres en la parte
de atrás con ametralladoras. Si no hubiera estado más atrás que
ellas, Selena no estaría viva —dijo Aleric, quien tenía los
brazos a los costados del cuerpo. Su mandíbula estaba
apretada.
—Gracias —le dijo Dimitri—. Si no la hubieras salvado, no
sé qué hubiera hecho.
—Esto fue una advertencia —dijo el otro chico que estaba
con las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir.
Todo en él irradiaba peligro.
No como Dimitri, sino ese tipo de peligro silencioso. El
cual no ves venir y se ramifica lentamente por tu cuerpo. Y
cuando te quieres dar cuenta, ya eres hombre muerto.
—Me quedó clara la advertencia —dijo Dimitri con los
dientes apretados—. Mataré a ese hijo de puta.
—Dime cuándo quieres ir, y conseguiré a los brujos
necesarios —le dijo el hombre.
—Dame setenta y dos horas para organizar a los vampiros
que estarán de mi lado.
El hombre de cabello negro, vestido formalmente, asintió
lentamente.
—En tres días te espero en el Magistrado.
CAPÍTULO
49

DIMITRI

e acerqué a las puertas de madera del salón para


invitados que había en casa.
Mis dos manos se posaron en la madera laqueada y con
elaborada decoración.
El crujir de las puertas resonó en todo el lugar.
Mi rostro estaba serio, denotando que no estaba de humor
para juegos. La ira burbujeaba a fuego lento en mi interior.
Tenía ganas de matar a todo el mundo. No tenía mucha
paciencia para los vampiros que se encontraban en el recinto.
Habían tratado de matar a Lena a sangre fría. Y eso no lo
iba a dejar pasar.
Si mi tío había pensado que se escondería, pues estaba
equivocado.
El solo pensar en perderla hacía que el depredador que
llevaba dentro, rasguñara las paredes de mi mente.
Miré a todos de uno en uno.
—Me alegro de que hayan podido venir —dije
acercándome al sillón con respaldo alto.
Las paredes negras tenían trazados rombos de un gris
metalizado que solo se podían ver desde cierto ángulo.
Las cortinas de terciopelo grises solo acentuaban más el
elegante espacio.
—¿Qué está pasando, Dimitri? —dijo Elthon.
El hombre se había sacado sus lentes de sol redondos y sus
ojos estaban a la vista. Uno rojo y el otro azul bebe.
Con las piernas cruzadas, apoyé mis manos una sobre otra
en la rodilla.
—Mandaron a matar a mi esposa —gruñí.
Los ojos de Debon me miraron con curiosidad.
—¿Crees que fuimos alguno de nosotros? —inquirió
acomodando su cabello rubio.
Moví mi mano descartando esa opción.
—Sé perfectamente quién fue —dije mirando a todos—. Lo
que quiero saber es hasta donde son capaces de llegar por su
rey —dije alzando la barbilla.
Una carcajada resonó en el lugar.
Giré mi rostro para mirar a Jackson, quien tapó su boca con
los dedos.
—¿Qué te parece gracioso?
Todos giraron sus cabezas hacia la entrada.
Anya estaba apoyada en la puerta de entrada con los brazos
cruzados en su pecho y sus piernas a la altura de los tobillos.
—Lo siento, princesa —dijo Jack—. Es solo la emoción de
la guerra anticipada.
Mi ceño se frunció.
Sabía que Jackson estaría de mi lado, pero los demás… No
estaba tan seguro.
—Déjame ver si entendí bien —dijo Dorian, uno de los
jefes de los clanes.
El vampiro de cabello negro y ojos rojos se acercó a
nosotros, había estado en las sombras.
No era un hombre que se metía mucho en líos. Su clan era
tranquilo y pasaba desapercibido.
—¿Quieres que vayamos a una batalla, contra el actual rey?
—dijo el hombre apoyando sus manos en el respaldo del sofá
de tres piezas donde se encontraba André y Kallen.
Asentí con calma.
Los ojos de Dorian se entrecerraron.
—Él no es el legítimo rey… —comenzó a decir Anya.
—¿Qué ganaríamos nosotros? —dijo de repente Debon.
—¿Mantenerte con vida? —le espetó Jackson—.
Cualquiera que esté a favor de Bormir morirá cuando Dimitri
suba al trono —dijo encogiéndose de hombros, una sonrisa
sádica curvó sus labios—. Yo me encargaré de eso, y te puedo
asegurar que será lento, sangriento y doloroso.
Pasé la lengua por mis dientes.
—No los molestaré siempre y cuando no me jodan —dije
volviendo a mirar a todos sin interés.
—Meternos en su castillo será un caos —dijo Samo.
El vampiro se giró dejando de mirar por la ventana.
Sus ojos negros me miraron sin emoción alguna.
Samo perdió a su pareja cuando apenas la había conocido.
Ella no había aguantado ser su túa-cantante, y prefirió
suicidarse, antes de ser la pareja de un vampiro. Ella era una
loba.
Su mirada estaba desprovista de vida. Lamentaba verlo
como si fuera un ente que sobrevivía segundo a segundo.
—¿Qué hace él aquí? —exclamó Anya.
Miré en su dirección.
La figura de Draco eclipsaba la luz del pasillo.
Sus ojos detallaron a mi hermana.
—Siempre es bueno verte, Anushka.
La rubia le gruñó.
—Déjalo pasar.
Los ojos verdes de la mujer se posaron en mí. Su ceño se
frunció y su mandíbula se apretó.
—Hace unos días tuve una charla con mi primo, él nos hará
entrar —dije mirando a Dorian y luego a Samo.
—¿Cómo sabemos que no es una trampa? —dijo mi
hermana.
Anya se había acercado a mí. Suspiré.
La poca paciencia que tenía la estaba perdiendo.
—Draco me dijo sobre el atentado, no pensé que trataría de
hacerlo a plena luz del día y en pleno centro —dije tratando de
contener mi furia.
El silencio inundó la atmósfera de tensión.
Todos nos miramos.
Anya se acercó a Draco.
—Llegas a traicionarnos, y me encargaré de que tu cuerpo
sea encerrado en un ataúd y enterrado a diez metros bajo tierra
—le gruñó mostrándole los dientes.
La sonrisa de Draco no llegó a sus ojos.
—Me harías un favor —le dijo mirándola con calma.
Sabía que de seguro cada día se estaba pudriendo cada
sentimiento en él. Pronto sería un caparazón sin vida, como
Samo.
—No nos desviemos del punto —dijo Debon con poca
tolerancia—. Puedo darte hombres, los que necesites.
Mi corazón palpitó con fuerza.
—¿Quiénes estarán de nuestro lado? —inquirió Dorian.
Miré su rostro serio.
—La corona de los brujos —dije detallando a cada uno
viendo sus reacciones.
—Eso nos pondría a su merced en un futuro —dijo Debon.
—Ya arreglé con el futuro rey que lo ayudaría si necesitaba
mi ayuda, pero no meteré a mi especie si no es estrictamente
necesario —le dije tratando de calmar las aguas.
Sabía que con su socio estaban teniendo problemas con los
cazadores de corrompidos en este momento. Pero no podía
hacer nada, quedaba en Debon si seguía haciendo tratos con él.
Siempre podía conseguir un nuevo aliado que no fuera tan
visible como lo estaba haciendo Samuel.
Suspiré sabiendo que esto me traería problemas a futuros.
—Hablaré con los clanes aliados —dijo André, quien había
estado bastante callado.
Asentí.
—Solo los que son vampiros, no quiero meter a más
especies en esto —le recordé—. Hay que firmar un tratado de
paz, y no quiero ningún roce de más que pueda tirar a la
mierda el tratado.
Jackson se levantó. Sus labios se curvaron.
—Si eso es todo, me retiraré para preparar a mis asesinos
—dijo haciendo una reverencia hacia mí—. Larga vida al rey.
Torcí el gesto.
El solo escuchar eso me hacía retorcer el estómago.
¿Quería esto? Absolutamente no.
Pero lo haría todo para proteger a Lena.
Se fueron levantando de a poco uno por uno.
Los acompañé hasta la entrada.
—Estaré en contacto por si sé algo de importancia —dijo
Elthon saludándome.
Asentí una sola vez apretando mi mandíbula.
—¿Sabías que la atacarían?
Sus labios se curvaron.
—Tenía una información, pero no era muy segura… —su
ceño se frunció—. Te la hubiera dado si era de una fuente
confiable, pero solo fue algo que escuchamos de un borracho.
Asentí.
—Dimitri, protégete de todos —dijo André—. Te veré más
tarde.
—Te espero para revisar el mapa del terreno.
Mi amigo asintió y se giró.
Con su velocidad sobrenatural desapareció como una estela
borrosa.
—Iré a ver a Lena —dijo Anushka.
La tomé del brazo viendo lo molesta que estaba.
—Tienes que entender, que cuantos más aliados tengamos
es mejor.
Se giró para verme.
Esos ojos verdes estaban llenos de ira.
—No confío en él.
Su mirada se posó en nuestro primo, quien estaba mirando
su celular recostado en una de las paredes de entrada.
—No te preocupes por mí, ese hombre dejó de ser mi padre
y alguien de importancia hace mucho tiempo —-dijo Draco
alzando la vista.
—¿Y por qué es eso? —replicó Anya acercándose a él—.
Sí se puede saber.
El vampiro la detalló por un tiempo.
Su mandíbula afilada y apretada. En su mirada solo había
vacío, del más oscuro y profundo.
—Porque sé de lo que es capaz de hacer para salirse con la
suya —dijo enderezándose y haciéndole frente a Anya—.
Primero fueron sus padres, cuando mi madre se enteró de lo
que hizo, trató de huir conmigo —su ceño se frunció con rabia
—. Él la dejó encerrada en el castillo, en un ataúd.
Fruncí mi ceño.
No estábamos muy unidos, eso estaba claro. Pero tenía una
idea de las cosas que pasaban en el castillo. Según mis fuentes,
la madre de Draco estaba delicada, por una enfermedad
extraña.
Ahora comprendía, la enfermedad era Bormir. El hijo de
puta la tenía prisionera.
—Y-yo no sabía eso —dijo Anya dando un paso hacia
atrás, su voz entrecortada.
—Hay muchas cosas que no saben qué están pasando en
ese lugar —dijo mi primo apretando los dientes—. Bormir me
quitó lo más valioso en mi niñez, solo podía escuchar sus
lamentos al principio. Luego con el pasar de los años ya no
escuché nada. Su corazón no latía y no sé si sigue viva.
Su mirada se desvió hacia mí. Sabía lo que me estaba
pidiendo, y se lo otorgaría.
—Dime cómo sacarla de allí y ver si pudo aguantar todos
estos años sin sangre.
Tanya era una vampiresa de pura sangre, por esa razón
pudo tener a Draco. Era por ese motivo que también contaba
con un corazón palpitante, podía comer comida normal, pero
necesitaba sangre para estar fuerte.
Los vellos de mi cuerpo se erizaron y mis entrañas se
removieron, de solo pensar en los años que estuvo en estado
de abstinencia.
No podía creer que fue capaz de hacerle eso a su túa-
cantante.
—Y luego hace unos días… —dijo Draco desviando la
mirada—. Él mató a mi pareja predestinada.
La mano de Anya fue a su boca tapándola.
—Lo siento mucho.
Draco negó con la cabeza.
—Solo quiero salvar a mi madre, después desapareceré.
—Tenemos que ver donde mandar a Selena —dijo Kallen
saliendo a la entrada.
Todos lo miramos.
—Tengo que hablar con mis padres —dije—. No hay mejor
lugar que esa casa.
Lo miré detenidamente.
—¿Cómo está Lena? —le inquirí a Kallen.
Saqué mi celular, no tenía mensajes de ella, cosa extraña,
ya que siempre me mandaba algo.
—Dijo Ares, que estaba nerviosa, caminando de un lado al
otro en la habitación de la casa de su prima.
Tomé mi celular para escribirle.
Dimitri: Hola, ratoncita. No sabes cuánto te extraño, ¿Tú
me extrañas? En fin, estaba pensando en lo bien que te verías
llena de crema sobre la mesada de la cocina.
Amaba molestarla.
Sabía cómo la ponía, que le hablara sucio y con mi
vocabulario crudo me deleitaba con los estragos que podía
hacer en su sistema nervioso.
Ratoncita: ¿Cómo salió la reunión? Sería mucho lío para
limpiar después… También te extraño, colmillitos.
Sonreí, humedecí mis labios.
—Primero tengo que hablar con el heredero de los brujos
—dije acomodando mi cabello hacia atrás—. ¿Quién vendrá?
Miré a los otros tres vampiros.
Anya se estiró y extendió su mano, un portal se abrió.
—Debería estar en el Magistrado —dijo encogiéndose de
hombros.
Caminamos hacia el otro lado, pude ver que Draco se
detuvo dudoso unos segundos, pero pasó el portal.
En el despacho se encontraba Zachary y otras tres mujeres.
La morena alzó la vista y sonrió. Se levantó y vino a
abrazar a Anya.
—¿No te bastó con las horas de trabajo de hoy? —le
inquirió la bruja
Anushka rio por lo bajo.
—No, vine a escoltar a su alteza real —dijo mi hermana
girando su rostro para mirarme.
Miré el vientre de la chica el cual era notorio. Torcí el
gesto, tendría que tener cuidado, estaba seguro de que esto de
los embarazos era contagioso.
—¿Ya tienes todo listo? —inquirió Zack.
Miré al brujo que estaba terminando de escribir algo.
—Sí, ya está todo en marcha —miré a Draco—. Él es
Draco, mi primo, él será quien nos ayude a entrar en el lugar.
El pelinegro se levantó de la silla.
Se acercó a nosotros y nos detalló.
—No podemos entrar con portales, ese castillo tiene
contención para que nadie pueda entrar o salir con magia —
dijo el futuro rey de los brujos—. Tu padre lo había puesto
para cuidar a tu madre —dijo mirándonos a mí y a Anya.
Sentí mi corazón removerse de pensar en ellos.
No solo lo haría por Selena, sino también para vengarlos a
ellos.
Asentí apretando mi mandíbula.
—Lo haremos pasado mañana —dije mirando a todos los
que estaban en el recinto.
Todos se fueron y quedé a solas.
Me dirigí al bar y saqué un vaso y una botella de Vodka.
Me serví un poco. Aceleré el líquido sintiendo el ardor en mi
garganta. Esto comparado con el ardor de la sed por sangre, no
era nada.
La puerta sonó haciéndome girar la cabeza.
Ares y Kallen entraron en la sala.
Fruncí el ceño al verlos con el semblante oscurecido.
—¿Qué pasó?
—Ya sabemos quién está infiltrado…
Sonreí.
—Tráiganlo aquí.
Ambos asintieron y se fueron.
Esperé a que mis dos amigos y guardias volvieran con la
rata que se había filtrado.
Entrecerré los ojos al ver de quién se trataba.
La idea comenzó a correr por mis venas.
Dejé el vaso y me acerqué a su cuerpo que estaba de
rodillas en el piso.
Ares y Kallen la sostenían de ambos brazos.
—¡Lo siento! —gritó Rachel.
Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
Me agaché para estar a su altura.
—Dime quién te mandó —le dije sabiendo la respuesta.
La mujer quien era mi ama de llaves y de confianza por
años tragó fuerte.
Suspiré.
—No tientes a tu suerte, Rachel —le dije tomando su
barbilla.
—La matará —dijo entre llantos.
Relamí mis dientes.
—Nombres, dime nombres —le dije conteniendo la ira que
se estaba acumulando en mi ser.
El monstruo dentro de mí quería sangre, saciarse de
venganza. Y estaba haciendo todo lo posible para no hacerlo
en ese momento.
—Bormir —gimoteo.
Asentí lentamente.
—Él me mandó a espiar, me amenazó que mataría a mi hija
—dijo con el sufrimiento marcado en su rostro.
Odiaba esto.
No estaba con las ganas para lidiar con esto.
—Es una lástima, si me lo hubieras dicho te habría
ayudado, y lo sabes —dije soltando su barbilla—. Pero
preferiste seguir su juego…
—¡Por favor, mátame, pero sálvala! —gritó.
Me levanté.
—Llévenla al galpón, después me ocuparé de ella —le dije
a Ares.
Ambos afirmaron y comenzaron a arrastrarla.
—¡Señor Dimitri! —fue su último grito.
Pasé mi mano por el rostro.
La dejaría encerrada hasta que todo esto terminara. Luego
buscaría a su hija y las juntaría.
—Espero que, con eso, comprenda que no puede
traicionarme, pero la perdonaré por la situación en la que se
encontraba y por todo el tiempo que estuvo sirviéndome.
CAPÍTULO
50

SELENA

e acerqué a la ventana, tomé un poco de la copa en mi


mano. El sabor a uvas y alcohol pasó por mi garganta. Era
dulce y me gustaba. No tendía a beber, pero en este momento,
mis nervios eran un desastre.
Hacía dos horas que había vuelto de la casa de Maddie, y
Dimitri no estaba en casa.
Tomé otro sorbo de mi vino blanco.
—Ya vendrá, Señora —dijo Olga, una de las mucamas.
Humedecí mis labios.
—Lo sé, pero no saber qué le dijeron, me pone los nervios
de punta —dije girándome.
La mujer de unos cuarenta años me sonrió.
Estábamos en la cocina, el aroma a papas asadas inundaba
el lugar. También se podía oler la sopa de pescado que estaba
haciendo.
Hoy había hecho un poco más de frío de lo normal.
Largué un suspiro mientras me sentaba en una de las sillas
altas de la mesada.
La puerta de entrada se abrió, dejándome escuchar las
voces acercándose.
Me puse de pie de un salto y fui hacia donde estaban.
Mi corazón martilleaba contra mi pecho.
Al girar a la derecha, sus ojos se encontraron con los míos.
Sonrió a medida que me acercaba.
El hombre rubio del otro día se encontraba junto a él y
ahora, al verlos con el mismo rubio oscuro, sin lugar a dudas
comprendía que eran familiares.
Sus brazos me rodearon, a la vez que yo los pasaba por su
cuello. Dimitri se agachó para conectar sus labios a los míos.
—¿Me extrañaste? —me inquirió con arrogancia.
—No más que tú a mí —le dije sonriendo.
El vampiro soltó una risita la cual hizo temblar mi cuerpo.
Me separé de él y miré a Anya y al primo de ellos.
—¿Y?
—Está hecho, solo me queda solucionar donde te quedarás.
Rasqué mi nuca, quería ser dé ayuda, pero no era de mucha.
No tenía fuerza y tampoco tenía algún poder especial. Podía
pelear, y Luka y Dereck me habían estado enseñando a usar
Armas. Pero igual seguía estando en pañales. Sin contar, que
no era lo mismo disparar a un blanco que a una persona.
Suspiré.
Los ojos de Dimitri me detallaron, tratando de saber lo que
estaba pensando, su cabeza se inclinó un poco.
—Me iré, tengo que hablar con mis aliados, hay muchos
que no están a favor del reinado de mi padre —dijo el otro
vampiro.
Nos miró a todos y se giró para irse.
Miré a Anya, ella me sonrió.
—Voy a arreglar con Alex para vernos —dijo subiendo las
escaleras.
El brazo de Dimitri rodeó mis hombros. Comenzamos a
caminar hacia el living.
—Quiero que hagamos algo normal por un segundo —dijo
Dimitri haciendo que alce la mirada.
—¿Qué tienes en mente? —le dije pasando mis brazos por
su cintura.
—Mmm… —tarareó—. Aparte de follarte por la noche,
pensé en ver una película —dijo sentándonos en el sofá.
Humedecí mis labios.
—Me parece bien —dije.
El vampiro tomó el control de la televisión.
Mis brazos se enroscaron en su cuerpo.
Hundí mi rostro en su pecho.
No pude evitar el temblor en mi labio.
Sus manos me acariciaban la cabeza y la espalda.
—Está todo bien —dijo besando mi frente.
Alcé la vista para perderme en sus ojos grises.
Dimitri llevó sus manos a mi rostro, acunándolo.
—Tengo miedo de que te pasé algo —dije acercando mi
cuerpo al suyo.
Su rostro se acercó al mío y besó mi nariz.
—No me iré, ahora que te encontré.
Sorbí mi nariz. Podía sentir mis pestañas húmedas en mis
mejillas.
Dimi besó tiernamente mis ojos.
—No será tan fácil que te deshagas de mí —dijo besando
mi nariz otra vez.
—¿Me lo prometes? —dije acercando mis labios a los
suyos—. Si no buscaré la manera de revivirte y matarte yo
misma.
El vampiro soltó una risita.
—Me gusta cuando te pones ruda —dijo sonriendo de una
forma tan sensual, que tuve que apretar mis muslos.
Tragué fuerte.
Su mirada depredadora estaba saliendo a flote, me separé
un poco de él.
Aclaré mi garganta.
—¿Qué quieres ver? —dije tomando el control remoto.
—¿Alguna serie? —inquirió.
Asentí poniendo Netflix.
Me paré de golpe.
Dimitri me miraba con curiosidad.
—Hagamos palomitas —dije sonriendo.
Con un suspiro se levantó.
—Vamos a la cocina entonces.
Lo seguí contenta.
Olga nos miró y sonrió.
—La cena está ya para servir cuando quieran —dijo
limpiando sus manos en el delantal.
—Vale, la recalentaremos —dijo Dimitri mirándome
expectante.
Asentí.
La mujer de cabellos castaños se fue haciendo una
reverencia.
—¿Me verás cocinar o me ayudarás? —dijo mi esposo
levantando una ceja.
Entrecerré los ojos.
—Sé hacer palomitas —le dije molesta.
Sonrió asintiendo.
Nos pusimos manos a la obra.
Estaba emocionada con esto.
Mientras Dimitri buscaba una cacerola fui a lavarme las
manos.
—No es mucha ciencia…
—No, pero si no tienes cuidado se pueden quemar —
objeté.
Sus orbes de acero me escanearon.
Tomó un frasco que contenía el maíz y luego un poco de
aceite. Tendí mi mano para que me dejara ponerlo.
Sonrió tomándome entre sus brazos.
—Creo que con dos cucharadas estamos bien —me susurró
al oído.
No podía creer cómo hacía que mi cuerpo cobrara vida.
Asentí completamente envuelta en su calor, mi cerebro
estaba nublado por su esencia a caramelo.
El vampiro puso la cuchara en mi mano y con la otra tomé
el frasco. Cuál muñeca me hizo mover los brazos para sacar el
maíz con la cuchara.
Vertimos lo necesario y revolvimos lentamente un poco.
Mis ojos se cerraban y sentía mi cuerpo como en una nube.
De repente, una de sus manos me soltó y tomó la tapa de la
hoya.
Mis ojos se abrieron de golpe al escuchar el primer
estallido.
Reí por lo bajo.
Giré un poco mi rostro para mirarlo.
Dimitri estaba mirándome atentamente. Sentí que mis
mejillas ardieron.
Las palomitas comenzaron a saltar una tras otra. Le sonreí.
Mi cintura fue tomada por sus fuertes y venosas manos. Me
alzó en el aire y me sentó en la encimera. Su rostro se acercó
al mío y me besó.
Su lengua hizo estragos en mis nervios, arrasando con mis
pensamientos. Dimitri tomó mis labios con los suyos, mordió
mi labio inferior con sus dientes sacándome un gemido.
El calor estaba quemando mi piel con su toque.
Podía escuchar el ruido de las palomitas de fondo. “¡A la
mierda la serie!”
Mis manos fueron a su rostro, acercándolo más,
devolviéndole el beso, de la misma forma demandante que él
me lo estaba dando.
Tomé aire entre jadeos, enredando mis dedos en su cabello.
Dimitri tomó mi camisa rosa y comenzó a desatar el lazo
que tenía en el cuello.
—Necesito quitarte esto —dijo llevándola por encima de
mi cabeza—. Mucho mejor —dijo cuando ya me tuvo en
brasier.
—Las —mordida—. Palomitas —traté de decir, mientras
mi labio superior era capturado por los suyos.
En un abrir y cerrar de ojos, fue, apagó el fuego y corrió la
cacerola.
Mi cabeza se inclinó hacia atrás, a medida que el vampiro
bajaba por mi mandíbula, salpicando mi piel con besos y
mordidas. Se detuvo en mi cuello. Lamiendo y succionando la
zona sensible de mi garganta.
Sus manos apretaron mis muslos, los cuales tenían medias
negras. Lentamente, fue subiendo por ellos y se adentró en mi
falda de cuero.
Tragué fuerte, envuelta en un espiral de fuego.
—Joder —dijo con la respiración complicada—. No puedo
tener mis manos lejos de tu cuerpo.
Sonreí, al sentir cómo comenzaba a hacer círculos en mi
montículo lleno de nervios. La tela de microtul se frotaba una,
y otra y otra vez.
—Espera un segundo —dijo alejándose de mí.
Gemí de frustración.
—Dimitri… —me quejé.
El vampiro se acercó con un tarro. Mis cejas se alzaron en
consternación.
Lo miré fijamente tratando de comprender lo que quería
hacer. Volví a mirar el líquido ámbar del tarro.
Humedecí mis labios.
Dimitri desenroscó la tapa, untó una cuchara con el líquido.
Mis ojos miraban cada movimiento que hacía. Sonrió
acercándose a mí.
—Levanta la cabeza y abre la boca —ordenó con esa voz
magnética que tenía.
Eso hice.
Con la boca abierta y la cabeza en alto, miré la cuchara
encima de mí. Lentamente, un hilo ámbar comenzó a caer de
esta.
El sabor dulce tocó mi lengua, mi garganta… Pero también
mi labio inferior hasta comenzar a caer por mi mandíbula.
La miel se derramó por mi garganta.
Dimitri se acercó a mi cuello y lamió verticalmente todo el
río de miel que había hecho. Sus labios se cerraron en mi boca,
para devorarme con el hambre de un hombre, que hacía tiempo
que no probaba bocado.
—No sabes lo mucho que fantaseé con esto —susurró
contra mis labios.
Volvió a tomar otra cucharada.
—No creo poder comer miel de la misma forma —dije
mirándolo a los ojos.
—Es la idea, quiero que cada vez que comas algo que tenga
miel te acuerdes de esto —dijo lamiendo su labio inferior—.
Quítate el brasier —ordenó.
Mis ojos se abrieron y mis cejas se alzaron.
Una de sus cejas se alzó.
—¿Lena? —me llamó la atención.
—¿En serio…?
—Quiero sus pechos a la vista en los próximos cinco
segundos.
—Pero…
—Uno…
—No es justo.
—Dos…
Gemí quitándomelo.
Sonrió con regocijo.
Su mirada fue a mis senos. Los cuales, fueron víctimas de
los estragos que hacía cuando me miraba así.
Tiró un poco en mi pecho derecho y se acercó a lamer la
miel que caía por este.
Un jadeo salió de mis labios cuando su boca se cerró en mi
pezón.
Lamió y chupó, sacándome jadeos, ahogándome en el
deseo creciente que inundaba mi mente, mi ser y mi alma.
Llevé mis manos a sus cabellos haciendo que alce la
cabeza. Acerqué mis labios a los suyos, probando la miel de su
boca.
Sus manos fueron a mi trasero, para apretarme más a él.
—Te quiero aquí y ahora —le dije entre besos.
—Joder, Lena, me volverás loco.
Cuando se separó un poco de mí, tomé su camisa y la
comencé a desabotonar.
Me bajé de la encimera e hice que giremos para ponerlo
contra esta.
Deposité besos en su pecho, haciéndolo gruñir.
—Me toca a mí —dije tomando el tarro de miel.
Sus ojos miraban cómo metía la cuchara y luego la sacaba.
Acerqué mi mano a su pecho, y dejé caer un hilo del líquido
por el medio de este, viendo como lo que tanto me gustaba
caía por la ondulación de su pecho, el cual se movía en
espasmos, cuando pasó por sus duros abdominales.
Me agaché antes de que llegara a su pantalón. Deslicé mi
lengua por su piel, capturando el río de miel con mi boca.
—Joder —dijo tirando la cabeza hacia atrás.
Cerré los ojos.
La comida que más me gustaba y el hombre que más me
hacía enloquecer juntos. Lo saboreé despacio y sin prisa.
Deteniéndome en su vientre, lamiendo y chupando su piel
dulce, llegando a su pecho. El vampiro me tomó por las
mejillas y estampó sus labios en los míos.
—Voy a follarte tan fuerte, Lena —dijo volviendo a
ponerme contra la encimera—. Que te escucharán hasta tus
ancestros.
Su pecho chocó contra mi espalda.
Sus manos estaban por todo mi cuerpo. Amasando mi
pecho, mientras que la otra levantaba mi falda, para luego
romper mis medias.
Escuché el ruido del cinturón y me preparé para lo que me
esperaba.
Su cuerpo, mucho más grande que el mío, me arrinconó
contra la mesada. Haciendo que me recueste sobre ella.
Mis pies se levantaron en puntillas, cuando la cabeza de su
polla se frotó contra mi entrada.
Gemí de placer con cada roce.
Sin perder el tiempo, Dimitri se enterró hasta el fondo de
mi centro. Sacándonos un jadeo a los dos.
Sus movimientos eran fuertes, duros y precisos.
Llevándome a la locura. Llevó su rostro a mi cuello,
hundiéndolo para besar mi garganta.
Con mi mano tomé su cabello acercándolo más a mí.
—Mierda, eres mi perdición —dijo golpeando contra mi
coño.
Dimitri llevó su otra mano hasta encontrar mi clítoris.
—Oh, Dioses —murmuré cuando comenzó a hacer
círculos.
—No, ratoncita, Dimitri —dijo contra mi oído.
Nuestros gemidos y jadeos llenaban la cocina.
Estaba cada vez más cerca de mi liberación.
Dimitri podía llevarme al punto, en el cual me rompería en
mil pedazos, y luego tomar cada trozo y volverlos a unir.
Sus movimientos en mi terminación nerviosa se hicieron
más frenéticos, al igual que sus estocadas.
Mi cerebro estaba quemado y estaba en un delirio lleno de
lujuria.
Su polla golpeó en un lugar en específico deshaciéndome
por completo.
Mi cuerpo tembló con cada sacudida que el orgasmo estaba
dándome. Mi coño se apretó a su alrededor haciéndolo gruñir.
Colisionó una vez más contra mí y lo sentí llenarme por
completo.
Sus movimientos se hicieron ligeros hasta detenerse luego
de lanzar su último chorro.
Sus labios se posaron en mi hombro y lo beso. Dimitri me
abrazó apretándose contra mi cuerpo.
—Te amo tanto —dijo contra mi piel, haciendo que mi
corazón palpite con fuerza.
CAPÍTULO
51

DIMTRI

omé la maleta de Lena.


—¿Llevas todo lo necesario? —inquirí mirándola a los
ojos.
Mi esposa asintió.
Estaba nervioso como la mierda.
Sabía que estaría en buenas manos con mi madre, pero, aun
así, dejarla sola luego del atentado en su contra, me pone los
nervios a tope.
Suspiré llevando sus cosas a la entrada.
En el hall, Anushka nos esperaba.
Abrió un portal dando lugar a la sala de estar de la casa de
mis padres.
—¿Estás lista? —le inquirió Noelia a Lena.
—Sí, no me gusta mucho la idea de quedarme escondida —
dijo frunciendo el ceño.
Ni loco la dejaría pelear. Por más que sus habilidades
estaban bien, no era rival para unos vampiros y menos para los
que nos esperaban detrás de esas paredes.
Su entrenamiento fue muy bueno, pero todavía le faltaban
años de práctica. No era como Taylor que prácticamente sabía
pelear antes de usar pañales.
—Quédensen esta noche —dijo mi madre mirándonos.
Miré a las dos mujeres.
Otro portal se abrió dejando ver a Alex.
—Hola —dijo mirando a todos—. Quiero hablar contigo —
dijo mirando a Anya.
Ella rodó los ojos.
Las cosas entre ellos habían estado algo tensas, mi hermana
no quería que su pareja se metiera, pero él quería ir a pelear
con nosotros.
Ambos se alejaron, la rubia se dio la vuelta.
—Nos quedamos —dijo sonriéndole a mamá.
Ella sonrió con satisfacción, luego nos miró a Selena y a
mí.
—Nosotros también —dije sabiendo que mañana
tendríamos que ir a Rusia.
Esta podría ser la última vez que los viera, y eso hacía que
mi corazón se apretara contra mi pecho.
Con suerte había podido dejar todo arreglado por si algo me
pasaba. Había arreglado mi testamento después de casarme
con Lena, así que con respecto a dinero, estaba bien situada.
Miré a la pelinegra, quien se había enganchado al brazo de
la castaña. Ambas caminaron tomadas del brazo hasta el
living.
Subí las escaleras para ir a mi antiguo cuarto.
Me detuve un segundo a mirar a mi alrededor. Todo estaba
igual.
Sonreí recordando cómo Noelia tenía que quedarse
conmigo por las noches, porque me agarraban ataques de
llanto.
Luego de la muerte de mis padres biológicos, me había
negado a verlos. Nykholai había estado a punto de arrancarse
los pelos de la cabeza, para tratar de entablar una relación
conmigo.
Pero mi yo, de ese entonces, estaba cerrado a nuevos lazos.
No era muy distinto a ahora, pero una rabieta mía era igual
a un mueble roto, solo por no querer comer algo que Noelia
cocinó.
Respiré hondo subiendo la maleta a la silla que estaba
contra la pared.
Recuerdo cuando la llamé mamá por primera vez.

“Flashback.”

Miré a nana Noelia cocinar.


Mis piernas se movían de adelante hacia atrás, no llegaban
al piso.
El aroma a carne guisada con zanahorias, cebolla y tomates
inundaba el lugar.
Miré mis rodillas lastimadas.
Noelia se dio la vuelta para mirarme.
—¿Ya recapacitaste? —me inquirió molesta.
La habían llamado del colegio porque me había peleado
con un niño. Pero en mi defensa, él había comenzado
insultándome, diciendo que era rarito.
Suspiré mirando a otro lado.
—¿Por qué tengo que disculparme, si él empezó? —dije
pasando mi lengua por mis dientes.
Nana Noelia acomodó su cabello detrás de la oreja y se
agachó para quedar a mi altura.
—No está bien pelear, Mitya —dijo acariciando mi mejilla
—. No importa que te hagan, no debes golpear.
Mi ceño se frunció, a la vez que mis ojos se entrecerraban.
Apreté mi mandíbula.
—Nykholai dijo que tenemos que demostrar poder, para
que no nos pisen.
La escuché murmurar algo en ruso, pero no llegué a
entenderlo. Aunque estaba seguro de que no era una buena
palabra.
—Estoy segura, de que él no se refería, a que le pegues a un
compañero de clase —dijo acariciando mi mejilla.
—Pero ellos dijeron algo feo —gruñí sintiendo el enojo
acomodarse en mi pecho.
Miré sus ojos marrones que me detallaban con duda.
—No creo que haya sido algo tan feo para que le pegues…
—Dijo que no tenía padres —sentí mis mejillas
humedecerse.
Pestañeé un par de veces, las lágrimas no paraban de salir.
El aroma afrutado de Nana Noelia me rodeó cuando sus
brazos me envolvieron.
—Mi pequeño —dijo acariciando mi cabello.
—Dijo que tú no eras mi mamá —dije entre jadeos
ahogados por el llanto.
Sus manos tomaron mis hombros temblorosos, me miró con
ternura.
—No soy tu madre de sangre, pero te quiero como a un hijo
—dijo secando mis mejillas.
—Le pegué porque dijo que no eras mi mamá.
Ella sonrió.
—Pero si lo eres.
Sus ojos comenzaron a humedecerse y un río de lágrimas
comenzaron a caer.
—Siempre estaré para ti, Mitya, y no tendré el lugar de tu
madre porque siempre estará aquí —dijo tocando mi pecho—.
Pero puedes contar conmigo para todo. ¿Sí?
Asentí.
Relamí mis dientes. Desvié la mirada.
—¿Qué pasa? —dijo, tomando mi rostro por los costados
para que la mire.
—Quiero que seas mi mamá —dije nervioso.
Noelia sonrió y me abrazó.
—Seré tu mamá con mucho gusto.
La abracé con fuerza sintiendo su calor. Y por primera vez,
en mucho tiempo dejé que todas mis emociones salieran.
Esa tarde estuvimos juntos haciendo la comida y jugando.

“Fin Flashback.”

—¿Aquí estabas de adolescente? —dijo Selena girando


sobre sus talones.
Asentí.
—Sigue sin agradarte mucho el color —dijo sonriendo con
diversión.
Reí por lo bajo.
Miré las sabanas grises, los almohadones negros y rojos.
Toda la habitación tenía un estilo oscuro, pero no dejaba de
ser elegante. La madera de los muebles era oscura también y
labrada.
Di gracias a la Diosa Selene de que hubiera una cama
grande para dormir.
Me acerqué al amor de mi vida.
—Pero así te gusto —dije tomando su cintura.
Lena soltó una risita ahogada y sensual, que hizo que me
pudiera duro como una roca.
¡Mierda! Esta mujer me tenía estúpido y duro todo el
tiempo.
Mi corazón palpitaba con fuerza a medida que contemplaba
su rostro. Esos ojos que me volvían loco, su nariz rebelde y
respingona y esos labios que podían hacerme perder la razón.
El calor inundó nuestro alrededor.
Selena tragó fuerte. Su mirada se desvió a mis labios, y con
eso todo se fue al carajo.
Tomé su rostro entre mis manos, ella llevó las suyas a mis
muñecas. Comencé a caminar llevándola hasta la pared más
cercana. Dejando su cuerpo inmovilizado. Me apoyé contra
ella, sin dejar nada de espacio.
Mi rostro se acercó al suyo, buscando sus labios con
desesperación.
Un gemido salió de Selena, el cual bebí con mi boca. Mordí
su labio inferior, sintiendo cómo mis colmillos comenzaban a
picar en mis encías.
Su aroma a miel era un huracán en mi sistema nervioso,
nublando mis pensamientos. Solo estábamos ella y yo.
Su suave piel se erizó, cuando mis manos fueron
lentamente a su cuello. Acaricié sus mejillas con mis pulgares.
Las caderas de Lena se movieron contra las mías, logrando
que mi erección palpitara en el lugar apretado donde estaba.
Me separé de su boca y apoyé mi frente en la suya, nuestras
respiraciones frenéticas se mezclaban.
—Tienes que alimentarte para mañana —dijo, con un hilo
de voz.
La vi humedecer sus labios hinchados por la fricción.
—Después en la noche —dijo mirándome con los ojos
entornados.
Detallé sus facciones, las cuales más excitadas no podían
estar. Sus mejillas sonrosadas, sus labios entreabiertos.
—Ve a refrescarte, no quiero que te vean en este estado —
dije cuando acerqué mi rostro a su oído.
Sus manos se apretaron en mi pecho.
Alzó la vista para anclarse en mi mirada.
Me aclaré la garganta y me alejé de la tentación en persona.
—Ve a refrescarte, así podemos bajar, ratoncita.
Mi rostro fue tomado de repente, sus labios rozaron los
míos, luego se alejó, dejándome con el deseo de ir y
perseguirla.
Estaba preocupado por mañana.
Busqué una camiseta gris, y unos pantalones de chándal
negros.
Un solo paso mal dado y se iría todo a la mierda.
Pasé las manos por mi rostro, deseando no haber aceptado
mi herencia.
Pero como me había dicho la Taylor, no podía seguir
protegiendo a los míos desde las sombras.
Necesitaba tener el poder y dominio suficiente, necesitaba
que me temieran. Que supieran que, si se metían con alguien
de los míos, derramaría la sangre de todos, hasta saciar mi sed
de venganza.
La pelinegra salió del baño, su semblante era el mismo de
siempre.
Su mirada recorrió mi cuerpo y sonreí al ver cómo poco y
más babeaba.
—No me acostumbraré nunca a verte sin traje… —dijo
acercándose a mí—. Pero la ropa de entre casa te queda muy
bien.
Reí por lo bajo.
—Vamos —dije extendiendo mi mano.
Mi ratoncita enlazó sus dedos a los míos.
Bajé la vista para ver cómo sus labios se curvaban en una
sonrisa cálida.
Mi celular vibró en mi bolsillo del pantalón.
Luka: Voy a llevar a Maddie a casa de tus padres mañana
por la mañana.
Fruncí el ceño.
—Tu prima vendrá mañana aquí.
—Tiene lógica, Luka estará peleando con ustedes, Maddie
está embarazada…
Suspiré.
Por lo menos saber que ella estaría aquí, ayudaba un poco a
mis nervios.
El aroma a comida recién hecha inundaba todo el pasillo, y
a medida que bajábamos las escaleras se hacía más intenso.
Caminamos por los pasillos que una vez me vieron correr,
hasta llegar a comedor.
La risa de Anuska resonó en el pasillo que conectaba al
living.
Los brazos de Alex la envolvían mientras ambos caminaban
torpemente hacia la mesa. Los labios del hechicero capturaron
los de mi hermana.
Y ese fue la señal para que dejara de mirar.
Me centré en mi madre, quien estaba poniendo unos platos
con verdura, puré de papas y carne.
—Huele estupendo —dijo Lena sonriendo.
Tomé su silla y la corrí para que se sentara.
Me senté a su lado.
Mi padre se acercó a nosotros, besó en la frente a Selena y
luego apretó mi hombro dándome una mirada de felicidad.
Sus ojos conectaron con los de mi madre y tomando su
rostro tiernamente besó sus labios.
—Ya redoblé los guardias —dijo soltándola.
Su mirada se fijó en mí.
—Si llegan a pasar… Cosa que les será más que
complicado estarán unos viejos amigos para cuidar de ella.
Fruncí el ceño sin comprender.
Sus labios se curvaron.
—Los conocerás mañana.
Asentí tomando la copa, la cual contenía vino y un poco de
sangre.
Arrugué la nariz.
—No puedo tomar esto —dije dejándola de nuevo.
De solo pensar que era sangre de otra persona que no fuera
Lena, mi estómago se revolvió.
—¡Lo siento, no me di cuenta! —exclamó la vampiresa
sacando el vaso.
Negué con la cabeza. La mujer salió con la velocidad de
vampiro del lugar, para volver a los segundos con una copa
limpia.
—Es la costumbre, Mitya —dijo mi madre angustiada—.
Me olvido que ya no tomas sangre, que no sea de tu túa.
—No hay problema.
Tomé la botella de vino y me serví.
—¿Quieres un poco? —le pregunté a mi esposa, la cual
asintió.
El ceño de Lena se frunció.
—¿Cómo hacías cuando eras un niño? —me inquirió
curiosa.
Mi padre rio por lo bajo.
—Mitya no podía controlar su sed a veces y era un
problema si pasaba cuando estábamos en la calle —dijo
cortando un poco de carne.
—Era un problema porque sus ojos se ponían rojos y sus
colmillitos crecían —dijo mi madre sonriéndome.
Sus ojos marrones miraron a Selena.
—Si quieres, más tarde te puedo mostrar unas fotos de él de
pequeño —su mirada fue a Alex—. Y de Anushka.
Las comisuras de Alex se curvaron hacia arriba.
—Me encantaría verla de pequeña.
Pude ver como las mejillas de Anya, se ponían rojas como
las luces de Navidad.
Sonreí comenzando a comer.
Y como era de esperarse, después de comer comenzó la
tortura.
—Esa fue la primera vez que se le cayó un diente —dijo mi
madre riendo—. Pensó que no le crecería otro y tuvimos que
explicarle que no era así.
Relamí mis dientes.
Ser un vampiro de sangre pura me hacía tener muchas de
las cosas de los humanos. Mi cuerpo era algo extraño si me lo
ponía a pensar.
—Lo único que no se les cae a los vampiros de sangre pura
son los colmillos de arriba —le comenté a Lena, quien me
miró sorprendida.
Seguimos viendo fotos y contando historias.
Acerqué mi rostro a la oreja de Selena.
—Cuando vuelva quiero ver fotos de ti.
Su mirada se ancló a la mía y se quedó mirándome por un
rato, luego su mano fue a su cuello y lo rascó nerviosamente.
Sonreí de lado.
CAPÍTULO
52

DIMITRI

l vapor se filtraba por la puerta.


Lena se había metido a bañar.
Me quité la ropa, y caminé hacia el baño.
Su silueta atrajo mi mirada. Ver cómo el agua caía sobre su
piel, me endureció como una roca. Relamí mis dientes, entré
en la ducha, la cual me obligaba a estar pegado a ella.
Un jadeo salió de sus labios mientras se daba vuelta. Sus
mejillas enrojecieron. Sus dedos pasaron por mis hombros
hasta llegar a mi pecho, estremeciéndome hasta la médula. El
ardor de su tacto erizó mi piel.
Tomé su nuca estampando mis labios en los suyos.
Devoré su labio inferior y recorrí con mi lengua su arco de
cupido. Un gruñido se ahogó en mi boca, cuando la lengua de
Selena buscó la mía.
El beso se hizo más hambriento, deseoso de poder tomar lo
que era mío.
Mis manos trazaron sus curvas hasta llegar a su pecho. Lo
tomé y amasé. El cuerpo de Lena quedó contra la pared y
rápidamente mi mano tomó su pierna derecha.
Froté mi dureza contra su vientre, demostrándole como me
ponía solo con un puto beso.
—Dimitri —gimoteó, cuando comencé a besar su
mandíbula.
Seguí bajando hasta encontrarme con su cuello, lo besé y
mordisqueé. Quería marcarme en ella, y no desaparecer nunca
de su cuerpo.
Que me jodieran, pero no quería que nadie más la tocara si
algo me pasaba. El solo pensar en eso me hacía ver rojo.
Ella era mía.
“Jodidamente mía.”
La posesividad se apoderó de mí. Gruñendo la alcé
haciendo que Lena me rodee con sus piernas.
—Pídemelo —ordené frotando la cabeza de mi polla contra
su entrada.
Sus ojos se anclaron a los míos, se habían oscurecido y el
deseo goteaba de su mirada. Podía sentir lo mojada que estaba,
haciendo que toda mi paciencia cuelgue de un hilo.
Pero quería escucharla decirlo, que me quería dentro de
ella.
Humedeció sus labios, hundí a penas la punta y ella movió
sus caderas tratando de sentirme más. Sonreí ante su intento de
rebeldía.
Llegué a su cuello y lo mordí haciéndola gritar.
—Estaremos así toda la noche, ratoncita.
Gimió de frustración.
Volví a hacer lo mismo, solo enterrándome un poco y
después salía de ella. Era una tortura para mí. Podía sentir
cómo mi piercing Príncipe Albert rozaba sus paredes, y como
su coño trataba de succionarme.
Sus uñas se clavaron en mis hombros haciéndome gruñir. El
aliento caliente de Selena golpeaba mi cuello.
Me alejé porque estaba llegando a mi límite.
Sus ojos verdes agua estaban entornados, el agua goteaba
por su cuerpo haciéndola lucir como lo más sensual que había
visto en mi vida.
—Sé que quieres, dilo —le ordené, mi voz estaba gruesa y
ronca.
Pestañeó una vez.
Su rostro se acercó al mío. Sus caderas se movieron contra
mi dolorosa erección.
—Tú también lo deseas —dijo a milímetros de mi boca—.
Admítelo —me retó.
Mordí mi labio inferior.
Estaba jugando un juego en el cual estaba seguro de que
terminaría quemado.
—Mujer desgraciada —dije atrapando sus labios en un beso
descontrolado.
—Di… que quieres… enterrarte… en mí, Dimitri —dijo
entre jadeos.
—Joder —gruñí sintiendo que ya no podría aguantar.
—¿Dimitri? —me llamó, tomando mi rostro con sus
manos.
Apreté su trasero con fuerza.
—Sí —dije enterrándome en ella con un gruñido—. Quiero
sentir cómo me aprietas y gritas mi nombre una y otra vez —
dije contra su oído—. Quiero llenarte tanto, que no puedas
olvidar cómo se siente tenerme dentro.
Sus gemidos eran el sonido más hermoso. Erizaba cada
vello de mi cuerpo y su respiración entrecortada me
enloquecía hasta la muerte.
Me apreté más a su delicioso cuerpo, deseando jodidamente
grabarme en ella.
—¡Oh, Dimitri! —gimió antes de mordisquear mi hombro.
—Adoro como me aprietas, joder.
Sus caderas se movían al compás de las mías haciendo que
mis embestidas fueran más profundas.
Separé mi rostro de su cuello para mirarla, sus labios
entreabiertos, su respiración saliendo en jadeos y esos
gemidos, Diosa.
Su cuerpo comenzó a tensarse, haciéndome sonreí.
—¿Es ahí, ratoncita? —le pregunté golpeando ese lugar
secreto dentro de ella.
Asintió.
—S-si —gimoteó—. No pares.
—Córrete para mí —le ordené.
Seguí bombeando en ella viendo cómo su liberación
comenzaba a asomar por cada fibra de su ser. Sus labios se
abrieron en una ‘O’, en un grito silencioso. Sus ojos no
dejaron los míos, mientras ráfagas de placer inundaban su
rostro.
Selena se apretó alrededor de mí, como si fuera una tenaza.
—Mierda —mascullé dando mis últimas embestidas.
Mis bolas se tensaron, todo mi cuerpo tembló cuando me
derramé en ella.
Con la respiración entrecortada la abracé contra mí, sus
brazos rodearon mi cuello.
Su cuerpo comenzó a temblar.
Traté de separarme de ella, pero Selena escondía
desesperadamente su rostro contra mi pecho.
—¿Lena? —la llamé preocupado—. ¿Te lastimé?
Un sollozo se hizo audible, desgarrando mi corazón en mil
pedazos.
—No quiero perderte —dijo llorando contra mi pecho.
Apretando su cuerpo contra la pared, tomé su rostro entre
mis manos.
Sus ojos estaban rojos y sus labios temblaban tratando de
aguantar el llanto.
Tragué fuerte.
—No me perderás —traté de calmarla.
Acaricié sus mejillas con mi pulgar.
Con lo dura que era, a veces me olvidaba de lo vulnerable
que podía llegar a ser, cuando se trataba de sus sentimientos
hacia mí.
—No puedo… perderte… ahora que al fin… puedo estar
contigo —dijo entre hipos y llanto.
Mi pecho dolía y se oprimía al verla romperse.
Mis piernas cedieron haciendo que poco a poco resbalemos
por la pared hasta quedar abrazados, agachados en el piso. Sus
piernas se seguían apretando a mi cintura.
La abrasé con toda mi fuerza, el deseo de protegerla
refulgía con cada llanto de mi esposa.
No dejaría que sufriera más.
Por esa razón es que estaba haciendo todo esto. Por ella,
por mi familia.
Tomé su nuca y la besé con pasión y adoración. Ella era mi
luz en la oscuridad que me rodeaba.
La amaba con todo mi ser.
Selena era mi todo.
“Ella es mi mundo, mi alma y mi corazón.”
Besé su frente.
—No importa si pasan mil años, volveré a ti sin importar
como —le dije—. Entraste en mi vida como un huracán,
arrasando con todo lo que tocabas. Todo de mí te pertenece,
Lena —besé su nariz—. Ahora y siempre.
Nos quedamos abrazados bajo el agua. Acariciando su
rostro, ella besando mi mandíbula. Recordando y
memorizando cada parte de su cuerpo. Grabándome en su piel
y su alma.
Besé sus manos, cada dedo y sus palmas.
Cuando vi que ya estaba más tranquila, comencé a lavarla.
Luego, hice lo mismo conmigo y la tomé en brazos. La saqué
del baño. Sequé su cuerpo y el mío.
La acosté en la cama y me uní a ella. La tomé entre mis
brazos sintiendo el calor que su cuerpo emanaba contra el mío.
No quería tener tela entre nosotros, la quería desnuda y pegada
a mi piel.
Selena levantó la vista y llevó sus dedos a mi labio inferior
acariciándolo. Acerqué mi rostro al suyo.
La besé tiernamente.
Un suspiro entrecortado salió de entre sus labios.
Se apoyó en mi pecho y comenzó a hacer círculos sobre
este. Poco a poco sus dedos dejaron de moverse haciéndome
saber que estaba dormida.
Besé su cabello inhalando su delicioso aroma a miel y
flores.
—Siempre estaré contigo, así mi cuerpo no lo esté.

Cerré mis ojos y traté de


dormir.
Lo bueno de tener a los brujos de nuestro lado era que
podíamos viajar con portales.
Fue así como llegamos al apartamento de Draco en Moscú,
Rusia.
El lugar tenía un aire moderno y lleno de poder.
Las paredes tenían ventanas de piso a techo, dejando entrar
la luz del día a caudales.
El lugar tenía una planta baja unificada con cocina comedor
y living. Unas escaleras flotantes de madera y vidrio, daban a
un pequeño espacio con unos sofás y muchas bibliotecas.
Nos encontrábamos en la mesa del comedor, todos
reunidos, estábamos los líderes de cada cuadrilla, y algunos
guardias.
—Como podrán ver tenemos todo el perímetro rodeado por
guardias las veinticuatro horas del día —dijo Draco haciendo
un círculo alrededor de los planos del castillo—. Pero tenemos
un momento de cinco minutos, cuando hacen el cambio de
turno.
—Dijiste que se hacía a las cinco de la tarde —dijo Zack.
Su rostro era inteligible, tenía sus ojos fijos en el papel que
mostraba todo el lugar.
—En efecto —señaló una parte cerca del bosque.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—Usaremos este pasadizo, mi padre no selló los túneles
entre las paredes —dijo mirándome.
El sabor amargo del recuerdo cubrió mi boca y derritió mi
estómago como si de ácido se tratara.
Recordaba ese pasadizo.
—Es fácil perderse en el lugar.
Tomó un papel de calcar y lo puso encima de los planos.
Los túneles mostraban a donde salía cada uno.
—Tendremos que hacer explotar las aberturas, ya que
estaban tapadas.
Un portal se abrió.
Sus ojos verdes se posaron en todos.
—Vale, llegué a tiempo.
Acomodó su cabello rubio y se acercó a nosotros.
—Tenías que quedarte descansando… Hace poco que
despertaste —dijo disgustado Zachary.
El brujo sonrió.
—¿Y perderme la diversión? —dijo Noah.
Fruncí el ceño.
—¿Despertar? —inquirí.
El rubio negó con la cabeza.
—Largo de explicar, otro día tomamos algo y te cuento
todo —dijo restándole importancia.
Sonreí al ver lo relajado que estaba.
—Volvamos a lo que estábamos —dijo mi André.
No pude convencerlo de que se quedara con mis padres y
las mujeres.
En cambio, Kallen y Ares se quedaron con ellos.
—¿Dónde está tu madre? —le inquirió Anya.
Miré a mi hermana y a su pareja.
La rubia estaba armada hasta los dientes con dagas. Desde
sus muslos cubiertos por una fina tela de encaje hasta sus
caderas rodeadas por un cinturón de cuerpo.
No estaba de acuerdo, no quería que estuviera, pero Anya
era como un océano, imposible de controlar.
—Debería estar aquí —dijo señalando una habitación.
Miré alrededor y no había señales de túneles secretos.
Evidentemente, Bormir, no quería que fuera fácil llegar a
ella.
—Alex y yo te acompañaremos —dijo Anushka.
Mi primo asintió, sus ojos se oscurecieron ante lo que se
avecinaba.
—Tendremos que contar con algo para comunicarnos —
dijo otro brujo.
Sus ojos celestes nos miraron a todos.
—Traje unos comunicadores —dijo Luka, quien se había
quedado callado.
El hombre estaba con unos pantalones de vestir y un suéter
negro de cuello de tortuga.
Dejó unos pequeños auriculares en la mesa. Cada uno tomó
uno y guardaron los que quedaban.
—Cuando estemos con cada uno con nuestro grupo, denles
los que sobran, para estar siempre comunicados —dijo
Dereck.
Miré al Semi-Dios.
Sus ojos azules me miraron por un segundo y luego sonrió.
—¿Quiénes pueden volar? —-pregunté.
—Aleric, Zack, y yo —dijo Dereck.
Asentí.
—Necesitamos gente en el aire por las dudas.
Su ceño se frunció.
—Sí, pero solo cuando ya estemos dentro, porque si no los
alertará.
Asentí.
—Elthon se quedó cerca de la casa de tus padres, vigilando
desde afuera con su grupo —dijo Debon.
El vampiro rascó su barbilla.
—Tienes que transformarla, que sea humana es un gran
problema —dijo mirándome con severidad—. Es igual a que
pasees un trozo de carne, delante de perros hambrientos.
Mis labios se apretaron.
El piano que estaba en la entrada sonó.
Todos nos giramos.
—-No es el momento para hablar de eso, primero tenemos
que salir vivos de esto —dijo Jackson dejando de tocar.
Su mirada se posó en nosotros y sonrió.
—Quiero entrar por el frente para hacer que centren su
atención en mí —dijo con excitación en sus palabras.
Torcí el gesto.
—De hecho, no es mala idea que tengan toda su atención en
ellos —dijo Noah.
El problema, era que el brujo no conocía al vampiro.
Decidimos que el grupo de asesinos se mezcle entre todos
los grupos para poder estar más reforzados.
—De acuerdo —dije mirando a todos en la sala.
Dorian estaba con los brazos cruzados revisando el mapa.
—Mi grupo estará en la parte este —dijo mirándonos.
—Entonces tomaré la parte de atrás —dijo Samo.
—Draco, nuestros grupos irán juntos hasta llegar al ala
oeste, y luego mi grupo se juntará al de Jack —le dije—. Así
tienes tiempo de sacar a tu madre.
El hombre asintió con la cabeza una sola vez.
Miré mi reloj.
—Andando, tenemos dos horas antes del cambio de
guardias. Teníamos que poner en sintonía a nuestros grupos.
Todos asentimos.
Portales de maná se abrieron llevándonos a un depósito
abandonado.
Hablamos con todos. Repasando el plan unas cuantas veces
antes de abrir otros portales en el bosque que lindaba con el
castillo.
El monstruo al cual escapé toda mi vida se erguía silencioso
y oscuro.
Sus paredes eran las mismas, y podía jurar que escuchaba
los gritos de mi madre diciendo que nos fuéramos.
CAPÍTULO
53

NOAH

iré a todos a mi alrededor.


Zack conectó su mirada con la mía y asintió.
Sonreí deseoso del encuentro.
No iba a mentir, esto iba a ser un completo desastre y tenía
miedo de cómo saliera todo.
No se parecía a lo que había sido la pelea en Londres, pero
no por eso iba a ser más tranquilo.
Isabella se había enojado y tuve que poner todo de mí, para
hacerle entender que tenía que ayudar.
No solo a Dimitri, sino a Zack y a Brent.
Suspiré tratando de tranquilizar mis pensamientos.
Gemí odiando el frío de Rusia.
—¿No podía ser en otro lugar como no sé… Costa Rica? —
me quejé haciendo aparecer un sobretodo más abrigado a mi
alrededor.
—No empieces con tus ridiculeces —me regañó el futuro
heredero de mi especie.
—Es increíble que sea uno de los más fuertes y sea tan
calmado —dijo Dimitri.
Reí por lo bajo.
—Es por ese motivo que no se preocupa por nada —dijo
Brent negando con la cabeza.
—Cállesen todos —nos regañó el vampiro que se parecía a
Dimitri.
Fruncí el ceño tratando de recordar su nombre. ¿Marcos?
“No, no.”
Miramos al frente, para ver a un grupo de guardias
reuniéndose.
La mano de Zack se apoyó en el suelo. Atravesando la
nieve, ríos de brea comenzaron a esparcirse.
Uno de ellos frunció el ceño mientras tocaba el hombro del
otro.
Hablaron en ruso, lo cual no tenía ni puta idea de que
habían dicho.
Sacaron sus armas, unas metralletas.
“Genial, más armas.”
Las manos de Brent se movieron levantando las armas de
fuego en el momento en que la brea llegó rápidamente a ellos,
cubriéndolos por completo.
— ¡Vamos! —ladró Dimitri.
Todos nos movimos rápidamente, saliendo del linde del
bosque.
Moví mi mano sintiendo el maná pasar por ella.
“Skóni.” Pensé mientras conectaba mi mano a uno de los
cuerpos. Mi maná vibró conectando cada uno de ellos. Polvo
negro se esparció por el viento.
Llegamos a una pared.
Una explosión se escuchó cerca de nosotros.
Humo negro comenzó a expandirse por el cielo.
—Entrando al nido de serpientes —dijo Jack por el
auricular.
—Vale, no pensé que en verdad haría volar la entrada —
dije mientras veía a Zack tocar la pared.
Esta comenzó a rebatir los ladrillos viejos dejando a la vista
el túnel.
—Andando —dijo moviendo la mano mirando a nuestro
alrededor.
Nos adentramos en el estrecho pasillo.
La mano de Zack se estiró hacia arriba y una esfera de
maná se creó dando luz.
Hice lo mismo para que los demás brujos hicieran lo
mismo.
Poco a poco todo el lugar estuvo en penumbras.
—Esto saldrá a un cuarto pequeño debajo del castillo,
después nos dividiremos en los grupos —dijo Draco.
“Si creo que así se llamaba.”
Suspiré mientras seguíamos caminando.
Telarañas y ratas pasaban cerca de nosotros.
He estado en misiones donde me he encontrado hasta con
un Blur.
Un ser con espolones en vez de dedos. Piel, la cual parecía
seca, pegada a sus sobresalientes huesos y dientes tan afilados
que una sola mordida podía arrancarte un pedazo de piel.
Humedecí mis labios tratando de no pisar nada extraño.
Cuando llegamos a una habitación más oscura que la
mierda, nos detuvimos.
Draco tomó el mapa y lo estiró en el piso.
Las esferas de maná se esparcieron por todo el lugar y una
alumbraba los planos.
Ruidos de disparos se escuchaban a lo lejos.
El lugar tembló.
—Va a echar el castillo abajo —dijo Zack negando con la
cabeza.
—Dimitri y yo iremos por aquí —dijo señalando un túnel
—-. Zachary y su equipo por allí —dijo señalando hacia otro
túnel.
—Necesitamos que algunos se queden aquí por si tu padre
decide usar alguno de los túneles como escape —dijo Dimitri.
Asentimos de acuerdo con eso.
—Los demás tomen los otros túneles.
—¡Hijo de perra! —gritó Jack haciendo que mi oído
sangrase.
—¿Todo bien arriba? -inquirió un vampiro rubio de ojos
rojos.
—Debon, te estás perdiendo la puta diversión —dijo Jack
del otro lado del auricular con una sonrisa marcada en su voz.
Sonreí.
En verdad estaba loco.
—Andando —dijo Draco parándose.
—Noah, Brent y los demás —dijo Zack comenzando a
caminar.
—Bormir es mío, lo quiero con vida y con todas las
extremidades —dijo Dimitri.
Nos adentramos en otro de los túneles. Todo estaba bastante
silencioso.
—Ayer sentí cómo se movía —dije sonriendo.
Una risita se escapó de los labios de Brent.
—Va a ser muy movediza.
—Solo espero que no tenga el temperamento de su madre.
—Me preocupa que salga más como tú —dijo Zack girando
su rostro para mirarme.
Entrecerré los ojos ganándome una sonrisa ladeada de su
parte.
“Hijo de puta.”
—Entrando en el castillo —dijo Dimitri.
—Nosotros también —dijo Zack.
—En posición —se escuchó desde otro auricular.
—Con explosión, por favor —le dije a Zack.
Él me miró y sonrió.
Su mano se apoyó en la pared y luego esta se iluminó.
Tanto Brent como yo pusimos un campo de protección a
nuestro grupo.
La pared voló en un estruendo impresionante. El humo y
pequeños fragmentos de concreto y ladrillo se esparcieron por
todos lados.
Los gritos y explosiones se escucharon por todos lados.
Nos quedamos quietos por unos segundos, esperando a que
arremetieran contra nosotros.
Zack nos miró y asintió con la cabeza.
Entramos en el cuarto, el cual estaba repleto de humo y
escombros.
—Creo que se te pasó con la explosión —dijo Brent
mientras estiraba su mano y aspiraba el humo en esta.
Los disparos no se hicieron esperar.
La mano de Zack se movió rápidamente formando un
escudo con su maná. Este lo protegió de la ráfaga de disparos.
Mi mano se movió rápidamente y apunté con mis dedos
hacia donde estaban los disparos. La luz punzante salió de mi
ser una tras otra.
Balas de maná golpearon el cuerpo de un vampiro,
haciéndolo caer con un gruñido.
—No tienen tantos guardias como pensamos —dijo Zack.
—De seguro deben estar protegiendo a Bormir —dijo Samo
por el auricular.
—No me extrañaría —dije acercando mi mano al pecho,
cubriéndome cuando otra ráfaga de disparos trató de chocar
contra nosotros.
Las balas de nuestro lado se escucharon.
Miré a los vampiros con rifles.
—¿Qué no pelean cuerpo a cuerpo? —les inquirí.
Uno de ellos sonrió.
—Solo contra los que valen la pena.
Negué con la cabeza.
—Debemos avanzar —dijo Zack.
Salimos al pasillo para ver cómo unas dagas volaban hacia
el otro extremo, unos gemidos de dolor se escucharon.
Segundos después, Anya se asomó por la puerta.
—Está todo muy tranquilo —dijo mirándonos.
—Tenemos que encontrar a esa rata escurridiza.
Todo el castillo retumbó cuando una explosión se detonó.
—Jack y Debon van a tirar el castillo abajo —gruñó Draco.
—¿No era la idea? —dijo uno de los aludidos riendo—.
Déjame divertirme —dijo Jack.
—Nosotros buscaremos a la madre de Draco, ustedes sigan
buscando —dijo Alex.
Era extraño verlo aquí.
Llevaba ropa de combate.
—Noah —dijo Zack, caminando con toda su gracia por el
pasillo, como si no se estuviera cayendo el castillo.
Negué con la cabeza siguiéndolo.
—¿Lumis? —lo llamé.
—No puedes quedarte quieto ni un segundo, ¿verdad? —se
quejó en mi interior.
Sonreí.
—Cuando me necesites, llámame.
Asentí.
Una flecha de energía pasó por al lado de mi rostro.
Un hombre de mediana edad se paró delante de nosotros.
—Esta no es la forma de entrar a una casa —dijo sonriendo.
Fruncí el ceño.
—¿Casa? —dije negando con la cabeza.
Sus ojos marrones claros miraban a todos.
—Ya estoy con Jackson —dijo Dimitri por el auricular.
Miré a Brent.
—Creo que podemos romper todo por aquí —dije
sonriendo.
Saqué de uno de los bolsillos del pantalón, unas canicas, un
campo de protección se creó a nuestro alrededor. Este tembló,
cuando unos rayos de maná chocaron contra el domo.
—Mierda, nos tienen atrapados.
—¿De dónde salieron? —dijo Zack.
Miré para ambos lados.
Los disparos comenzaron a agrietar la protección.
Miré al piso.
—¡Tomaremos un atajo! —grité por encima del ruido.
El ceño del pelinegro se frunció.
—¡Espera!
Mi cuerpo se agachó, dejé salir mi maná en una honda,
haciendo que el piso crujiera.
Todo a nuestro alrededor tembló, antes de que el suelo se
abriera debajo de nuestros pies.
—¡Hijo de puta! —gruñó uno de los brujos enemigos.
—¡Mierda! —gritó Zack—. ¡Kuro!
Su cuerpo brilló por un segundo, cuando se unió a su
familiar.
La gravedad abandonó mi cuerpo.
“Ptósi.” Pensé para mis adentros.
El descenso fue cada vez más lento hasta llegar al otro piso.
Las paredes a nuestro costado estallaron dejando ver cómo
un grupo de vampiros volaban por el aire, para luego
estrellarse contra el piso.
Estábamos en la entrada.
—¿Qué mierda hacen aquí? —inquirió Dimitri mirándonos
con ira.
Su pie se levantó conectando contra la mandíbula de un
vampiro.
—Noah es un idiota —dijo Zack.
Los altos techos dejaban ver a Dereck quien estaba
lanzando bolas de fuego desde el aire.
Creé un látigo con mi maná y lo lancé a un vampiro que
estaba por golpearme, este se enroscó en el brazo del
chupasangre. Jalé del látigo.
Mi cabeza explotó su nariz. La sangre se escurrió por sus
fosas nasales. Su lengua pasó por la sangre que goteaba.
Me giré para ver cómo Luka estaba disparando con unas
pistolas a la cabeza de los vampiros.
Todavía me preguntaba cómo carajos estaba vivo.
Mi codo se conectó con el costado de un vampiro, acerqué
el látigo para golpear al vampiro que sangraba por la nariz
contra el otro.
Mis manos se acercaron al cuello de otro y lo electrocuté,
hasta que salió humo de su cuerpo.
Generando un filo de maná lo pasé por su cuello, haciendo
que se desintegre en polvo.
Una ráfaga de plumas cayó a mi alrededor.
Miré al techo y vi a Aleric.
Una ráfaga de cristales verdes de energía, volaron hacia él.
Sus alas lo cubrieron, pero su cuerpo chocó contra la cúpula
rompiéndola.
Pedazos de esta cayeron sobre nosotros.
Mis manos se alzaron logrando detener la caída de algunos
escombros, los lancé contra unos vampiros, dejándolos
aplastados contra la pared.
Miré hacia arriba, para ver cómo Zack bajaba en picada,
una honda de poder se extendió, lanzando a todos a su
alrededor por los aires. Los vidrios de las ventanas estallaron.
El piso tembló, y recé a Hécate, para que no cediera ante su
abismal poder.
La brea se esparció por todos lados.
Me agaché tocando una porción de esta, uniendo mi maná.
La brea refulgió en dorado para luego soltar rayos
electrocutando a todos los vampiros y brujos enemigos.
Mi cuerpo cayó al piso sintiendo que ardía. Apreté mis
dientes. Podía sentir el hechizo de tortura en mi cuerpo.
—¡Joder! —mascullé.
Miré a la mujer de cabello castaño y largo hasta las orejas.
Sus ojos verdes estaban sin vida.
—¡Vasanistírio! —escuché que gritaban.
La mujer cayó al suelo.
Brent estaba detrás de ella.
Sus ojos se agrandaron mientras miraba hacia abajo.
Mis ojos se agrandaron.
—¡No! —grité mientras corría hacia él.
Su pecho estaba perforado por unas púas de maná.
Lo tomé entre mis brazos.
La sangre comenzó a manar por su cuerpo.
Tosió tratando de respirar.
Mi cuerpo comenzó a temblar de rabia, sus ojos celestes
comenzaron a apagarse.
—¡No te irás! —dije dejándolo en el piso.
—¡¿Brent?! —gritó Zack, llegando a nuestro lado.
Estiré mis manos hacia su pecho. El maná comenzó a salir
de mis palmas a su pecho.
A nuestro alrededor todo tembló.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Zack.
Lo miré sonriendo.
—Trayéndolo de regreso.
Mi cuerpo dolió, como si todos mis huesos se estuvieran
rompiendo a la vez.
Zack estaba con las manos extendidas a los costados
tratando que el campo de protección no se rompiera. Una
horda de vampiros desenfrenados, arañaban y trataban de
romper la protección.
Gemí dejando pasar mi poder por su cuerpo.
—La sangre de querubie —murmuró Zack.
El pecho de Brent se infló de golpe y sus labios se abrieron
desesperados por aire.
—¡Joder! —dijo levantándose—-. Creo que vi el otro lado.
Reí por lo bajo.
Mis ojos pesaban.
—Tenemos un problema —dijeron por el auricular.
—¿Qué pasa Elthon? —escuché entre zumbidos la voz de
Dimitri.
—Están atacando el nido.
Mis ojos se cerraron y todo se volvió negro.
—¡¿Noah?! —escuché a Zack gritar con desesperación.
CAPÍTULO
54

SELENA

i cuerpo temblaba por culpa del miedo, que se estaba


deslizando por mi espalda.
Los gritos y disparos estaban llevando a mi cordura a un
precipicio. El cual no estaba segura de si podría salvarme.
Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho.
No podía ver nada, Noelia me había metido en el sótano, el
cual era una armería.
—Tranquila —dijo Maddie.
Miré a la mujer, sus ojos negros estaban tratando de
consolarme.
Rasqué mi cuello.
—Tenemos que salir de aquí —dije sabiendo que si seguían
con esta masacre nos encontrarían.
Mi estómago se revolvió de solo pensar en los padres de
Dimitri. Mi labio tembló.
Estaban afuera peleando, por mí. Estaban arriesgando su
vida, para mantenerme a salvo. Y yo estaba aquí sin poder
hacer nada.
—No podemos —dijo humedeciéndose los labios.
Su mirada parpadeó en violeta y su mandíbula se apretó.
La puerta de entrada comenzó a rebotar estridentemente.
Mi cuerpo era un manojo de nervios.
Maddie se puso delante de mí.
Mis ojos se aguaron.
Miré la pared con luz azul sobre las armas.
Rifles y ametralladoras.
Luego una mesa con pistolas.
Saqué una de ella, abrí el cajón y busqué la carga que le
pertenecía.
—Es hora de practicar la puntería, como me enseñó Luka
—dije poniendo la carga.
—Quédate detrás de mí —dijo Maddie.
Miré su vientre abultado.
—No hagas nada que pueda perjudicar al bebé, me quieren
a mí —volví a repetirle sabiendo la razón.
Si me tenían, tendrían a Dimitri en la palma de su mano.
Apreté mis dientes, mientras que nosotros lo habíamos ido
a buscar a Rusia, él siempre estuvo en Londres observándonos.
—No dejaré que te lleven —dijo la pelinegra.
La puerta cedió en un golpe fuerte.
—Bueno, bueno —dijeron en la entrada del sótano.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, cuando mi mirada se
encontró con unos ojos grises llenos de calculadora malicia.
Su cabello, que era un tono más oscuro de que el Dimitri,
estaba peinado hacia atrás. Dejando su rostro de facciones
afiladas a la vista. En sus labios estaban curvados una sonrisa
cruda, la cual estaba muy lejos de ser agradable.
El aroma dulce estaba por todo el lugar.
Alcé el arma.
—Al fin nos conocemos, Selena —dijo el hombre
caminando hacia nosotras.
El crujido de huesos resonó en el sitio. De la espalda de
Madeleine se desplegaron un par de alas negras con tonos
azules y violetas.
De repente, el sótano comenzó a hacerse más frío.
Mis ojos fueron a las manos de la Semi-Diosa.
Estas tenían los dedos ennegrecidos, y un humo negro con
destellos violetas salían de sus palmas.
—No puedes matarnos —le dijo el hombre a mi prima—.
Estamos muertos ¿recuerdas?
—A los idiotas que tienes atrás no, pero tú sí —dijo
Maddie con burla en su voz—. Tienes un corazón palpitando,
¿recuerdas?
La sonrisa en el rostro del vampiro desapareció.
—Es la desventaja de ser de sangre pura —le dijo la
pelinegra.
El hombre suspiró.
—No quiero matar a una embarazada —dijo como si en
verdad le pesara eso—. Vlad, Damien —llamó.
Unos hombres se acercaron a nosotros.
Mis manos temblaron cuando pusieron de rodillas a los
padres de Dimitri.
Ambos vampiros tenían a mis suegros por la cabeza y con
las manos atrás de su espalda.
Corrí para tratar de llegar hasta ellos.
Mi cuerpo fue detenido y puesto de rodillas.
—No les hagas nada —dije nerviosa.
Los labios del hombre se curvaron.
—Le llegas a hacer algo, Bormir —dijo con los dientes
apretados Nykholai—. Y te arrepentirás.
—El mocoso está en mi castillo, es justo que yo tome algo
que le pertenece —dijo parándose delante de mi suegro.
El vampiro se detuvo mirando a Noelia.
Se agachó para estar a su altura.
—En verdad tuve que haberte matado hace mucho tiempo
—dijo tomando su barbilla—. Lo criaste bien, debo admitir.
Pero tuviste que hacerlo más sumiso.
Nykholai comenzó a forcejear.
—¡Suéltala! —rugió.
—Él nació para liderar, jamás se dejaría doblegar por una
mierda insignificante como tú —gruñó Noelia.
La cabeza de Bormir se inclinó hacia un costado.
Mi corazón dejó de latir.
Me removí sintiendo que mis lágrimas caían. Los ojos de
Noelia miraron hacia abajo.
Un sonido inteligible salió de sus labios.
Un grito desgarrador hizo temblar todo el lugar.
El cuerpo de Noelia comenzó a deshacerse convirtiéndose
en polvo.
Mi cuerpo cayó al piso.
—Sin rencores —le dijo a Nykholai, el hombre se giró para
mirarme—. Depende de ti, si sigo con esto, dile a la Semi-
Diosa que no se meta y ven conmigo, quiero tener una reunión
familiar.
Sentí mi cuerpo hervir, por la impotencia y la ira
acumulada. Poco a poco mi alma se estaba quebrando y no
sabía si podría ser reparada.
Me levanté con las piernas temblorosas. Sequé las lágrimas
que me estaban mojando las mejillas.
El rostro de Nykholai estaba sin emociones y agachado.
Me rompía el corazón verlo así.
—Iré contigo —dije Comenzando a caminar.
—No, Sele —dijo Maddie.
La miré.
—No puedo dejar que mate al padre de Dimitri, o que te
pase algo a ti y al bebé.
Enderecé mi cuerpo y me acerqué a él.
Los labios de Bormir se curvaron en una sonrisa victoriosa.
—Déjalos libres —espeté con seriedad.
—Lamento declinar la oferta, ¿qué reunión familiar sería si
no está el padre?
Apreté mis dientes.
—Átenla —ordenó.
Tomaron mis manos con fuerza colocándolas detrás de mi
espalda. Gemí ante el dolor del escozor que provocaba en mis
muñecas.
Un portal se abrió cerca de nosotros.
Una mujer de cabello rubio caminó con una sonrisa.
—Gracias, Grace —dijo Bormir.
Una esfera de maná pasó por el portal colisionando contra
la habitación.
Giré mi rostro mirando a Maddie quien se había protegido
con las alas.
Me empujaron al otro lado del portal haciendo que
tropezara.
Una batalla entre seres místicos se estaba dando.
Mis ojos se movieron de un lado al otro. Flechas de maná,
disparos, campos de protección eran una de las cosas que vi.
Un enorme tigre de fuego comenzó a correr, pasando por
encima de unos vampiros quemándolos y haciéndolos polvo.
—Hazlo —le dijo a la chica.
La mujer asintió.
Sus ojos se cerraron y sus manos se levantaron.
Todo en el lugar cesó, los vampiros, brujos y demás seres
cayeron al piso.
—Lamento llegar tarde —dijo Bormir.
Mis ojos divisaron a Dimitri, quien estaba sufriendo.
Me removí en el lugar tratando de soltarme.
—Sobrino, ven a reunirte con la familia —dijo con burla
Bormir.
Lágrimas cayeron de mis ojos.
Mi pecho se oprimió al verlo intentar levantarse.
Lentamente, se puso de pie.
Podía ver cómo su cuerpo luchaba por mantenerse en pie.
El rostro de Dimitri reflejaba el dolor y esfuerzo que estaba
haciendo con cada paso que daba.
—Suéltalos —gruñó cuando estuvo cerca.
Sus ojos se pusieron rojos.
—Oh, debo darte mis condolencias —dijo con diversión el
usurpador.
Mi estómago se contrajo.
Los ojos de mi pareja se posaron en mí. Desvié la mirada.
No podía mirarlo. Su madre había sido asesinada por mi culpa.
—Hijo de puta, juro que te arrancaré el corazón —dijo
Dimitri temblando de furia—. Te despellejaré vivo.
Su cuerpo comenzó a deshacerse.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo hasta situarse en mí
entrañas, cuando Dimitri se transformó en sangre. Esta
comenzó a flotar por todo el lugar, mis ojos se agrandaron al
ver que los enemigos a nuestro alrededor se contorsionaban en
ángulos imposibles. Sangre comenzó a salir por los ojos, nariz
y boca.
El miedo se deslizó por mi espalda.
—¡Deja de esconderte! —gruñó Bormir yéndose hacia
atrás.
Unas manos tomaron mis hombros.
Alcé la vista para ver al primo de Dimitri.
Su mirada fría estaba posada en su padre.
La sangre se fue reuniendo en una masa detrás de Bormir.
Este se dio vuelta para encontrarse con Dimitri.
Su expresión era fría y oscura. El monstruo estaba libre y
sediento. Y no pararía hasta tener su venganza.
—¡Serás juzgado por traición a la corona! —bramó Bormir.
Una risa seca y espeluznante salió de los labios de Dimitri.
—Lo dice el falso rey —dijo inclinando la cabeza.
Mi esposo dio un paso adelante.
—Traicionaste a tu hermano —comenzó a decirle—. No
contento con eso, mataste a mi madre —siguió dando un paso
adelante por cada paso que Bormir daba hacia atrás—. Trataste
de matarme a mí y a mi hermana.
—Protégela —dijeron a mi costado.
Giré mi rostro para encontrarme con Anya.
Ella se levantó poniéndose detrás de su tío.
Tragué fuerte.
—No contento con eso y con tener la corona, pusiste en
peligro a nuestra especie —le recordó la rubia.
El hombre que se vio acorralado miró a su hijo.
—Draco…
—No, padre —dijo el vampiro puro negando con la cabeza.
—Vasanistírio —murmuró Anya.
El cuerpo de Bormir cayó al piso.
Ambos hermanos se acercaron a su tío.
Los quejidos de dolor salían de la boca del hombre.
—Y ahora mataste a la mujer que se ocupó de nosotros,
mataste a la persona que dio su vida para salvarnos hace
doscientos setenta años —gruñó Dimitri.
La mano de Anya fue al cabello de Bormir y lo jaló con
fuerza hacia atrás. Con su mano libre sacó una daga y se la
lanzó a Dimitri.
Este sonrió con sadismo puro en sus ojos.
—Draco —llamó a su primo.
Giré mi rostro para ver al otro vampiro. Su primo asintió y
me dejó en el piso.
Mis brazos fueron tomados por unas manos frías.
Llevándome hacia atrás.
—Tranquila, soy yo —dijo en mi oído.
No necesitaba ni que me lo dijera, sabía quién tenía la
temperatura corporal tan baja, como para causarme un
erizamiento en la piel.
Aleric me levantó del piso, pronto los demás hombres se
pusieron cerca de mí.
Miré cómo Draco se acercó y Dimitri le daba la daga.
—Creo que tienes que vengarte de algo —le dijo mi
compañero.
Verlo con esa falta de emociones me hacía poner los
nervios de punta.
Draco se giró para mirar a su padre.
—Jessenia, esto es por ti —dijo clavando la daga en el
costado derecho del torso de su padre.
Bormir gritó del dolor.
El brazo de Aleric me acercó a su costado apretándome con
fuerza.
Lentamente, el vampiro sacó la hoja filosa.
—Y esta es por mamá —dijo cortando el lado izquierdo del
rostro de Bormir—. ¿Cómo pudiste tenerla encerrada sin
sangre por tantos años? —gruñó furioso.
—Si… me matan… no podrán encontrarla —jadeó el
vampiro.
Anya rio por lo bajo.
—Tía —dijo girando su rostro.
De entre la multitud de vampiros, sangre comenzó a formar
una figura. Una mujer de cabello rubio rojizo comenzó a
caminar. Su cuerpo estaba vestido con un camisón negro
vaporoso.
—T-Tanya —dijo Bormir incrédulo.
La mujer no le habló, miró a su hijo, quien soltó la daga y
se encaminó a hacia su madre.
—¿Unas últimas palabras? —le dijo Dimitri acomodando
su cabello con su mano ensangrentada.
—Vete a la mierda —gruñó Bormir.
La comisura derecha de Dimitri se curvó en una sonrisa
ladeada. Su mano se estrelló contra el pecho de Bormir. Su
mano volvió a salir con el órgano palpitante entre sus dedos.
El cuerpo de Bormir cayó al piso. Pero también se escuchó
un quejido.
Giré mi rostro para ver a la madre de Draco tirada en el
piso.
—Estarás bien —le dijo su hijo tomándola en brazos y
alzándola.
Mi cuerpo fue soltado.
Mis piernas se movieron con desesperación, corrí
desesperadamente hasta llegar a donde él estaba.
Mi cuerpo se fundió con su calor. Sus brazos me abrazaron
con fuerza. El sollozo no se hizo esperar.
—Lo siento mucho, por mi culpa…
Dimitri acarició mi cabello enterrando su rostro en él.
—Ya terminó —dijo estrechándome más fuerte—. Él lo
hubiera hecho sin importar si estabas o no conmigo.
Me separé de él, me estiré hasta tomar su rostro para
besarlo. Me derretí en sus brazos.
—Dimitri —dijeron a nuestras espaldas.
Ambos nos alejamos para acercarnos a Anya, quien estaba
cerca de Nykholai.
Dimitri me soltó y se acercó a su padre. Sus piernas
cedieron haciéndolo caer al piso.
Sus brazos envolvieron a Nykholai.
—Se ha ido —dijo en un susurro el vampiro.
Mi corazón se fragmentó en mil pedazos.
El hombre estaba en un estado roto irreparable.
—Mi kroshka, se ha ido —repitió otra vez.
—Lo sé, papá —dijo Dimitri abrazándolo más fuerte.
Las lágrimas recorrieron mi rostro. Miré a Anya quien
también estaba llorando, Alex la tenía entre sus brazos dándole
toda la atención posible.
—Vamos a casa —dijo Dimitri.
Solo en ese momento, me acordé de Maddie.
—Mi prima —murmuré.
—¿Maddie estaba bien? —dijo Luka acercándose a mí.
Su mirada de preocupación goteaba de esos ojos verdes que
tenía. Asentí una vez.
El rubio se giró, para mirar al hombre de ojos de gato. Este
asintió creando un portal.
Luka cruzó al otro lado y un suspiro se escuchó. Cuando
miré, Madeleine estaba con dos plumas afiladas como el acero
en sus manos.
—Luka —dijo acercándose a él y abrazándolo.
Mis hombros fueron envueltos por un brazo.
Dimitri me atrajo a su costado. Su mandíbula estaba
apretada, su semblante era de pura ira.
Nos adentramos hacia el otro lado. La puerta se abrió
dejando a la vista a Kallen.
Este miró a mi esposo, quien lo miró detenidamente.
—Tenemos muchas bajas —dijo Kallen.
El rostro de Dimitri se desfiguró en rabia.
CAPÍTULO
55

DIMITRI

espiré hondo.
El cielo estaba oscuro, con nubes tan grises, como mis
emociones en este momento.
Parecía que el clima se había amoldado a nosotros.
Todo había acabado.
Pero el hijo de puta se había llevado a alguien importante.
Mis manos se apretaron en puño por la impotencia.
Ya habían pasado unos días, mi padre estaba más lucido,
pero no era el mismo. Sus ojos mostraban el vacío en su alma.
Odiaba verlo de esa manera. Quisiera tener el poder de
retroceder el tiempo para estar en ese momento.
Pasé la mano por mi cabello.
Todavía puedo oler su aroma dulce con un toque de
lavanda. Su voz rica y armoniosa.
Joder, no pude despedirme de ella como hubiera querido.
Llevé mi mano a mi mejilla al sentirla húmeda.
Humedecí mis labios sintiendo mi cuerpo temblar. Y mi
corazón estrujarse. El sentimiento era igual de fuerte, a cuando
comprendí que mis padres habían muerto.
Apreté mis manos en puños. No había quedado satisfecho
con la muerte que le dimos. Pero no quise alargarlo sabiendo
que la madre de Draco lo sentiría en carne propia. Ya había
aguantado lo inhumano por parte de quien tendría que haberla
protegido.
La puerta sonó. Me encontraba en la empresa firmando
unos papeles.
—Adelante —dije recomponiéndome, subiendo los muros
de mis sentimientos.
Zack entró junto con Noah.
Miré a los dos brujos.
Sus trajes impecables como de costumbre. Mientras que el
pelinegro era la noche misma, con dos estrellas ámbares por
ojos. El rubio de ojos verdes tenía una camisa azul y unos
pantalones negros junto con su saco referente.
—Tenemos que hablar sobre el tratado —dijo Zachary.
Asentí.
—Primero tiene que asumir como rey —dijo el rubio.
Sus ojos verdes me detallaron, mientras se sentaba en el
apoyabrazos del sofá.
Apoyé mis codos en el escritorio.
—¿Es necesario? —inquirí con disgusto.
Ambos asintieron.
—No puede quedar vacio el trono, y menos sin ser
nombrado alguien al mando.
Relamí mis dientes.
Claro estaba, que todavía me irritaba tener que hacerme
cargo de una especie. Pero no podía correr más contra la
corriente.
—Lo haré cuanto antes —afirmé recostándome en el
respaldo—. ¿Cómo haremos la firma?
Esa reunión iba a ser un lío. Todos los gobernantes de todas
las especies iban a estar allí.
Todavía no sabían a quién poner en nombre de los Semi-
Dioses y de los humanos, y eso me preocupaba.
Porque no ponerlos era igual a ofender a los humanos, y
haciendo que lleguen al pensamiento de que son inferiores. O
hacerles pensar a los Semi-Dioses que eran superiores, y que
por eso no necesitaban estar en el tratado.
Suspiré mirando a ambos brujos.
El ceño de Zachary se frunció mientras sopesaba mi
pregunta.
—Tengo que hablar con Luka, a ver si encontraron a
Pandora —dijo acomodando uno de sus gemelos—. Y a quién
eligieron los Semi-Dioses para representarlos.
Torcí el gesto.
—Pensábamos en poner ciertos puntos específicos en ese
contrato —dijo Noah pensativo—. Estuvimos hablando con
Alfa Demon y está de acuerdo en que las Academias acepten
no solo brujos, sino otros seres místicos —rascó su cuello—.
Tendríamos que ver en el caso de los vampiros como
haríamos.
El hacer Academias mixtas fomentaría la unión desde
temprana edad. Podríamos meter en sus cabezas que no era
necesario pelear entre nosotros.
—Mientras que no estén con problemas para alimentarse,
los vampiros no atacan porque sí —resalté—. Son muy
escasos los casos en que uno mata a otro por sangre, luego es
estar vigilando que no se arme rivalidad con los lobos —dije
encogiéndome de hombros.
Sabía que esa rivalidad estaba instalada en los genes. Nos
era imposible no sentir repulsión por ellos y viceversa. Ellos
no aguantaban nuestro aroma dulce y nosotros su aroma a
lobo.
—También tenemos que ver el tema de los soldados de
Plata —dijo Noah—. Ellos están ayudando mucho con los
disturbios en la calle, hay algunos humanos que todavía no se
acostumbran y tratan de agredir.
—Sé que están tomando seres místicos, mi cuñado es uno
de ellos —fruncí el ceño—. ¿Ellos se meterán en el tema de la
mafia mística?
Las comisuras de los labios de Zack apenas se curvaron.
—Depende de cómo sigue la mafia, tenemos un problema
con un brujo que está secuestrando a especies que no suelen
reproducirse fácilmente —dijo el pelinegro—. Es por gente
como él que podría haber conflictos entre especies otra vez.
Suspiré sabiendo de quién estaban hablando.
El socio de Debon estaba cada vez más descontrolado. El
vampiro se desligó de él, pero lo malo es que un brujo con su
poder podría llegar a hacer su propia organización criminal.
—Ni bien tenga más información, te pediré ayuda —dijo
Zack levantándose—. Hasta entonces —su mano se extendió,
Noah se levantó suspirando—. Estaremos esperando la
invitación para tu coronación.
Un portal se abrió y ambos brujos entraron, dejándome solo
nuevamente.
Pasé la mano por mi rostro, pensando que los problemas
nunca acababan. Siempre tendríamos algo a lo que
enfrentarnos.
La puerta sonó haciéndome fruncir el ceño.
No estaba esperando a nadie.
No esperaron a que diera permiso.
Una cabeza con cabellos negros, como la noche sin luna ni
estrellas, se asomó.
Sus labios se curvaron al verme.
Su aroma inundó el lugar haciéndome tragar fuerte.
Selena cerró la puerta con su pie y caminó con un elegante
vestido negro que le llegaba hasta las rodillas.
Sus caderas se balanceaban de un lado al otro.
Joder, nunca tendría suficiente de ella, solo verla causaba
emociones y sensaciones que jamás había sentido.
La mujer dejó una lonchera en el escritorio.
Sonreí alejando un poco la silla.
—Pensé que estarías hambriento, así que te traje el
almuerzo —dijo acercándose a mi lado del escritorio.
La hice sentarse en mis piernas.
Sus hermosos ojos me miraban con adoración y eso hacía
que mi pecho se apretara cada vez más. Inhalé su aroma
haciéndome picar las encías.
Llevé mis manos a su espalda buscando el cierre de su
vestido.
Las mejillas de mi ratoncita se pusieron rojas, y parecía que
explotarían en cualquier momento.
—¿Q-qué haces? —tartamudeó.
Sonreí.
—Dijiste que trajiste el almuerzo, lo estoy desenvolviendo
—le respondí con total naturalidad.
Se removió entre mis brazos.
—Comida, Dimitri —refutó negando con la cabeza,
tratando de apartar mis manos de su cuerpo.
El ardor de su roce me puso tan duro como una roca.
Tomé sus muñecas y puse sus manos detrás de su espalda,
la acerqué más a mí respirando su aliento. Tracé con mi nariz
su cuello. Su piel se erizó, cuando pasé mi lengua por su
mandíbula y atrapé el lóbulo de su oreja con mis dientes.
Un gemido se escapó de sus labios, enviando oleadas de
calor por mi cuerpo, directas a mi polla dura y palpitante.
Selena se removió en el lugar cuando llegué a su boca.
—¿Cómo puedes volverme tan loco? —le inquirí
abalanzándome sobre sus labios.
—Lo mismo me pregunto —dijo en un jadeo
devolviéndome el beso.
Sonreí agarrando su labio inferior con mis dientes.
—Tenemos que organizar muchas cosas, ratoncita —le dije
tratando de mantener mis manos quietas.
Una de sus cejas se alzó mientras me miraba con
curiosidad.
—La coronación —le recordé.
La pelinegra asintió mientras tarareaba.
—¿Ya pensaste como lo harás?
Fruncí el ceño.
—Sabes que tú también ascenderás como reina, ¿verdad?
Sus labios se entreabrieron.
Pude ver, cómo sus pupilas se dilataron por un segundo y
luego se achicaron. Sonreí, la había tomado desprevenida.
—Y-yo… ¡Mierda! —dijo rascándose nerviosamente el
cuello.
Reí por lo bajo acercándonos al escritorio y abriendo la
lonchera.
Miré a la mujer en mis piernas. Su rostro estaba lleno de
expectación.
Tomé los cubiertos y corté la bomba de papa que había en
el costado. El queso se escurría derretido. Llevé un poco a mi
boca probando el gusto.
Fruncí el ceño, en verdad estaba riquísimo, tenía la sazón
justa y la papa se deshacía en mi boca.
Sus ojos brillaron.
—¿Y? —dijo con ansiedad.
La miré un segundo y volví a cortar un poco.
—Pruébalo tú misma —dije acercándole el tenedor a la
boca.
Sus labios se abrieron y chuparon el metal llevándose el
bocado con ella. Y mátenme si eso no calentaba como el
infierno.
Su mano fue a sus labios mientras asentía con un suspiro.
Sonreí contento de verla feliz.
Le seguí dando de comer, creo que esta era la segunda cosa
que más me gustaba.
La primera era follarla.
Corté un poco del pollo al horno que trajo.
—¿Lo harás en el castillo de Rusia? —inquirió antes de
abrir la boca para comer el bocado.
Fruncí el ceño.
En verdad no tenía deseos de volver a ese lugar, estaba bien
en Reino Unido.
—No lo sé, no quiero instalarme allí —le dije cortando un
poco de la bomba de papa.
—No tienes por qué estar allí todo el tiempo… —su ceño
se frunció, la vi divagar—. Puedes armar una corte de
vampiros y que estén allí instalados, tú puedes ir cuando sea
necesario —dijo encogiéndose de hombros—. También no
tendrías tanto trabajo tú solo, sería como la Corona Inglesa —
siguió.
No era mala la idea, podría poder a una corte de gente de
mi suma confianza para las tareas más cotidianas y si era algo
importante podrían decirme a mí.
Que solo una persona tuviera todo el poder de una especie,
era la razón por la que Bormir asesinó a mis padres. Si el
poder estuviera bien distribuido, no habría tanta presión.
Besé su frente.
—Serás una gran reina —la felicité—. Soy un jodido
hombre con suerte por tenerte conmigo.
Sus labios se curvaron, Selena enlazó sus brazos en mi
cuello.

—Y yo de tenerte a ti —dijo
depositando un beso en mis labios.

Los días fueron pasando, decidimos hacer una reunión con


los vampiros más allegados a mí.
Tenía que cimentar las bases de la nueva corte de vampiros.
Suspiré mirando a André, quien estaba sentado con una
pierna cruzada sobre la otra, y su mano derecha debajo de su
barbilla.
Necesitaba a cinco personas.
—¿Para qué nos reuniste? —inquirió Jack.
Torcí el gesto, todavía no estaba muy seguro de tenerlo
como Lord en la corte. Pero no podía dejarlo libre sabiendo
que era el mejor asesino.
El pelinegro inclinó su cabeza.
—Los llamé porque ustedes son de mi extrema confianza
—dije mirando a Draco.
Sí, también decidí que mi primo esté dentro.
Una camiseta negra se tensaba en su torso y unos
pantalones de negro de vestir, cubrían sus fuertes piernas.
—Su majestad, deje la intriga y hable de una vez —dijo
Debon pasando su mano por el cabello.
Ahora que lo pensaba, esta corte iba a ser la peor de todas.
Pero era lo que conocía. Cazadores de información, asesinos y
mafiosos. Viví toda mi vida en ese ambiente, no iban a esperar
que pusiera a otras personas.
—Decidí hacer una corte real —dije finalmente.
Tenía mis manos entrelazadas sobre mi rodilla derecha. Mis
dedos se apretaron, ante el silencio incómodo que se prolongó
en mi despacho.
—A ver si entendí bien —dijo Draco acomodándose en el
sofá—. ¿Nos quieres a nosotros como Lords de tu corte real?
Sus labios se fruncieron. Jackson comenzó a carcajear.
—Pondrás el destino de tu reinado en manos de desertores,
asesinos y traficantes…
—Tengo la aristocracia de mi lado contigo Draco —dije
seriamente, no dejaría que me tomen en broma—. Con
Jackson a los asesinos más despiadados para atacar si alguien
rompe las reglas —dije mirando al vampiro de cabello largo
—. Con Debon puedo impedir que jodan los clanes —seguí
comentando—. André es de mi entera confianza y mi mano
derecha, con él entre ustedes tengo oídos en la corte.
—Gracias por lanzarme como carne a los leones —dijo mi
amigo torciendo el gesto.
—Nykholai es quien liderará la corte mientras no estoy —
dije mirándolo, su mirada fría destilaba emociones negativas
—. Nadie intentará pasar por encima de él.
La puerta sonó.
Todos giraron su rostro a mi reina, la cual se acercaba con
una bandeja de copas flautas.
El rojo brillaba en ellas.
No iba a negar que verla entre tantos depredadores, no me
podía los nervios de punta. Pero era algo que tenía que pasar,
tenía que demostrar que tanto ella como yo estábamos seguros
de que podría lidiar con esto.
—Gracias, pero una reina no debería estar sirviendo —le
dijo Debon.
—No es servir, es hacer alianzas, señor Dubois —dijo
Selena mirándolo fijamente.
Sonreí al ver la fortaleza de mi mujer.
Los labios de Debon se curvaron mientras la miraba con
atención.
La atención de la pelinegra se centró en mí. Se acercó lo
suficiente, como para ahogarme en su aroma.
—Si necesitas algo, no dudes en llamarme.
“Follarla, eso necesito.”
—Eres un maldito suertudo —dijo Jackson.
Sonreí viéndola salir.
—De acuerdo, acepto —dijo Debon.
Miré al resto.
Suspirando, André se levantó.
—Si no me queda de otra…
—Será divertido matar en nombre de la realeza —dijo con
diversión Jack.

Suspiré aliviado, si no
funcionaba estaba en problemas.
Me acerqué a la celda.
Sus brazos rodeaban sus piernas, Rachel se encontraba
sentaba en un costado con la cabeza agachada.
En cuanto me acerqué, sus ojos se anclaron a los míos.
Suspiré.
—Pasa —le dije a la niña de trece años.
Los ojos de la mujer se agrandaron y se llenaron de
lágrimas.
Madre e hija se juntaron en un abrazo. Las dos lloraban y se
acariciaban con desesperación.
—¡Gracias, muchas gracias! —dijo Rachel mirándome con
los ojos rojos por el llanto.
—No me des las gracias, quiero que recuerdes que no te
maté, quiero que sepas que tu vida depende de mí ahora —le
dije poniendo las manos en mis bolsillos—. Te seguiré
teniendo en mis manos, para que recuerdes que pude haberte
matado, pero en lugar de eso te traje a tu hija. No permitiré
otra traición —le dije girándome—. Llévenlas a cambiarse, y a
que coman algo.
Ares y Kallen asintieron.
Suspiré saliendo del lugar.
Esperaba haber hecho lo correcto.
CAPÍTULO
56

SELENA

iré el televisor, escuchando lo que decía la panelista.


Mis manos se apretaron sobre mi falda.
—El magnate de los restaurantes, Dimitri Novikov,
tomará su lugar como rey de los vampiros —dijo la rubia
sonriendo—. Esto se llevará a cabo mañana por la tarde en
su residencia, aquí en Londres.
Me removí en el lugar.
Mi corazón saltaba de solo pensarlo. No estaba para nada
preparada, no me había detenido a pensar en ser reina. O sea,
sabía que tarde o temprano pasaría. Pero nunca le presté
atención. El estómago se me retorció ante la idea.
—Para las interesadas —siguió—. El sexi y rudo
vampiro, ya está ocupado.
Mis ojos se agrandaron, cuando una foto mía y de Dimitri
salió en la pantalla.
Estábamos sonriendo, paseando tranquilamente por las
calles de Londres. El vampiro estaba con su mano en mi bajo
espalda y yo abrazándome de su cintura.
Mis mejillas ardieron.
—Se ven muy bien juntos.
Alcé la vista.
Anna se acercó al sofá.
Había venido a visitarme, debo decir que tuve que rogarle
para que me perdonara por no prestarle atención en este
tiempo.
Ella solo respondió: “Comprendo que tu esposo sea un
fuego caliente y que no puedas parar de follar, pero por lo
menos, podrías haberme hablado por mensajes.”
De más está decir, sentí todo mi rostro arder al escucharla
hablar de eso. Le conté todo lo que había pasado con su tío.
Solo de esa forma me perdonó.
Una sonrisa se dibujaba en sus labios mientras me miraba.
—Hay algo que no entiendo —dijo frunciendo sus labios
—. ¿Él puede tener hijos?
Humedecí mis labios, mi mano fue inconscientemente a mi
cuello y lo rasqué, como si fuera una necesidad, como comer o
respirar.
—Si puedo —escuché detrás de nosotras.
Mi cuerpo saltó sobre el lugar.
Dimitri, quien estaba apoyado contra el marco de la puerta
mirándonos, comenzó a acercarse.
Su andar siempre al acecho, algo en parte por su genética y
por haberlo practicado por casi tres siglos.
Por mi mente pasó como había arrancado el corazón de su
tío. Un escalofrío recorrió mi piel adentrándose por mis poros.
El vampiro se sentó frente a nosotras.
Mi amiga se removió nerviosa en el lugar. Ella siempre le
había tenido respeto a Dimitri.
Anna le tenía respeto al hombre con quien no se debía pisar
en falso.
Sus ojos grises, los cuales podían hacer que me pusiera de
rodillas solo con una mirada, estaban llenos de diversión.
—Y-yo… —dijo mi amiga avergonzada.
—El problema está en que Lena, es humana —dijo
mirándome fijamente.
Su mandíbula se apretó y por sus ojos pasó un hilo de
oscuridad.
—Ella para quedar embarazada no puede ser convertida en
vampiro, hasta dar a luz —comenzó a informarnos—. Lo cual
es un problema, ya que su cuerpo es débil, ante una patada de
un ser místico.
Agaché la mirada. Pensando en eso.
Mi cuerpo no estaba hecho para eso. Si de algo aprendí
viendo películas de este tiempo, era que un bebé vampiro
podía partirte la columna sin problemas.
—Sin contar que debería tomar sangre cada tanto para
alimentarlo —prosiguió.
—¿S-sangre? —tartamudeé.
Él asintió lentamente.
Sus brazos estaban apoyados en el respaldo del sofá de dos
cuerpos negro.
—¿Y cómo harán para tener un heredero? —le inquirió la
mujer a mi lado—. Porque tarde o temprano tendrán que
tenerlo, sin contar que Lena no tiene la misma cantidad de
tiempo que tú…
Los labios Dimitri se afinaron.
—Veré si hay algún caso para poder tomar en cuenta —el
vampiro se levantó y se acercó a mí.
Sus dedos levantaron mi barbilla y plató un tierno beso en
mi nariz.
—Iré a pedir que cocinen para tres —dijo irguiéndose en su
metro ochenta y cinco.
Nos quedamos en silencio hasta que mi esposo desapareció
por el pasillo.
—Él en verdad te ama —murmuró Anna.
La miré, su mirada se posó en mi rostro.
—André quiere vivir conmigo —dijo con las mejillas
enrojecidas.
Sonreí ante eso.
—¿Y qué harás?
Mi amiga largó un suspiro.
—Me siento en un sueño con él, me gusta todo de André —
hizo una pausa—. Pero siento que es muy rápido…
Enarqué una ceja.
—Si los dos se aman… ¿Cuál es el problema? —tomé sus
manos—. No hay una cantidad de meses que tienen que pasar
para poder irse a vivir juntos.
Sus labios se apretaron.
—Pero… no quiero pisar en falso.
Humedecí mis labios, sabía por Dimitri que André y Anna
eran pareja predestinada.
—No pienses en el futuro, piensa en el ahora, en cómo te
sientes cómoda con él.
Ella asintió pensativa.
Nos quedamos hablando un poco más, Dimitri nos llamó a
cenar, estábamos solo nosotros en la gran mansión.
Anya había salido con Alex, y estaba más que segura que
no regresaría esta noche.
Kallen llevó a Anna a su casa.
—¿Quieres hablar de mañana? —dijo Dimitri acercándose
a mí.
Sus brazos rodearon mi cuerpo y besó mi sien.
—Tengo todo bajo control —mentí.
El vampiro rio por lo bajo haciendo que mi cuerpo se
derrita.
—¿Segura? Te noto un poco tensa —dijo apretándome más
a su cuerpo, su mano derecha comenzó a bajar buscando el
botón de la falda negra que llevaba puesta.
Gemí al sentir sus dedos rozar mi piel sensible, cuando
metió su mano por debajo de mis bragas.
Mis ojos se abrieron para ver el hambre en sus ojos a través
del espejo.
—Es imposible hablar contigo —susurré tratando de
ocultar mi excitación.
—No es mi culpa que solo tocarte o darte un beso, no me
baste —murmuró contra mi oído.
Dejó de torturarme con su dedo medio y luego sacó su
mano de mis bragas.
Alzó ambas manos en rendición.
—Prometo escucharte y después devorarte.
Mis muslos se apretaron, tratando de apaciguar el ardor
punzante en mi núcleo.
Tragué fuerte y despejando mi mente de pensamientos
pecaminosos, me giré para mirarlo.
—Me preocupa más lo que hablamos con Anna —dije
cruzándome de brazos.
Su mirada gris se oscureció, como el anuncio de una
tormenta.
Sus manos tomaron mis caderas acercándome.
—¿Quieres un hijo mío? —dijo con una sonrisa de
felicidad.
Recordar que había perdido uno me hacía querer tener uno.
Que pudiera tener la vida que le fue arrebatada por esa mujer.
—No digo ahora, pero sí —puse mis manos en su pecho
sintiendo su respiración—. Quiero tener a tu hijo, colmillitos.
Su sonrisa se ensanchó y me alzó en el aire haciéndome
gritar.
—Antes de los treinta —dijo con determinación en la voz
—. Así después puedo convertirte.
Parpadeé un par de veces.
—No hay discusión en eso, Selena —comenzó a decir de
forma seria—. No te perderé tan pronto como te encontré.
Mordí mi labio.
—¿Y si no puedo mantener mi sed bajo control? —le
inquirí preocupada.
—Me aseguraré de que aprendas, nadie nace sabiendo
cómo controlar la sed.
Mi seño se frunció.
—¿Cómo es que no hay pequeños vampiros con tu sangre
por el mundo? —le inquirí alzando una ceja.
Siempre me había hecho esa pregunta. Dimitri era un
hombre que cambiaba de mujer como de calzón, pero nunca
apareció alguna con un hijo de él.
Se sentó en la cama conmigo a horcajadas.
—Solo los vampiros puros pueden tener hijos, ya que todo
esto del esperma desaparece si te convierten —sus dedos
comenzaron a desatar los botones de mi blusa azul—. Y solo
pueden hacerlo con su compañera.
Asentí.
—Como los lobos —dije pensativa.
Su nariz se arrugó.
—Sí, es un milagro que todavía no lo estés.
Reí por lo bajo.
—Estás tomándote muy en serio esto del heredero —dije,
viendo cómo sus ojos se llenaban de lujuria, al ver mis senos
solos tapados por el brasier.
—Oh, ratoncita, todavía ni empecé a planificarlo.
Mi cuerpo fue girado de golpe haciéndome reí.
El rey de los vampiros devoró mis labios, calentándome
como solo él sabía hacerlo.

Me dolía hasta el cabello.


Dimitri no me dejó dormir. No siento la gran parte de mi
cuerpo, o mejor dicho lo siento demasiado y eso hacía que a la
vez no lo sienta. Mis músculos pedían piedad, con cada
movimiento que hacía.
Suspiré tomando el vestido en la percha.
Lo tomé y comencé a ponérmelo.
La tela era de color rojo sangre. Con un hermoso escote del
cual salían las mangas que dejaban al descubierto mis
hombros.
Encima de la tela había una capa de tul la cual cuando me
movía daba reflejos negros. Y cuando caminaba el tajo que
estaba en el lado derecho de la falda dejaba ver mi pierna.
Me puse los zapatos rojos y plateados con pulsera en el
tobillo.
Mi cabello caía hacia un costado en hondas.
La puerta sonó.
—Adelante —dije tomando los aretes con rubíes y plata.
—Por Dios, Selena —dijeron a mis espaldas.
Alcé la vista para ver a Anna entrar a la habitación.
—Todavía me es surrealista que vayas a ser la reina de los
vampiros.
—Todavía me es difícil de digerir —murmuré poniendo el
labial rojo en mis labios—. ¿Cómo están las cosas con André?
Sus ojos brillaron.
—Nos mudaremos, lo hablé ayer por la noche, luego de
volver a casa —dijo acomodando su vestido azul marino—.
André me estaba esperando en la puerta, así que hablamos
toda la noche.
—Eso es magnífico —repliqué contenta por Anna.
La puerta sonó.
—Espero no llegar en mal momento…
La voz de Dimitri se apagó. Sus ojos como la plata se
pusieron rojos.
—Joder —murmuró—. Eres la reina más sensual que he
visto.
El vampiro llevaba un traje negro y camisa negra. Cada
parte de su vestuario se deslizaba perfectamente sobre su
cuerpo.
Poder y oscuridad se desprendía de su ser, envolviéndolo y
realzando esa belleza peligrosa que Dimitri poseía.
Su cabello de un rubio natural estaba peinado prolijamente
hacia atrás, dejando ver los costados rapados.
Su mandíbula afilada un poco alzada denotando su
arrogancia natural.
—Hola, su alteza —dije haciendo una reverencia.
Su mirada llena de deseo se posó en mi rostro.
—Creo que iré por algo para tomar, como que de repente
hace mucho calor aquí —dijo Anna con diversión.
La mujer salió del lugar dejándome a solas con el futuro
monarca de los vampiros.
—No sabes cuánto deseo levantarte esa falda y empotrarte
contra la pared.
Dimitri comenzó a acercarse a mí acechándome.
Alcé la barbilla desafiándolo.
Sus manos tomaron mi cintura atrayéndome a él.
Una risa seca salió de sus labios, cuando depositó un beso
en mi garganta. Jadeé ante la placentera sensación.
—Y pensar que me dijiste que mi toque te daba náuseas.
Su lengua pasó por mi cuello, estremeciéndome hasta la
médula.
La neblina mental me golpeó con fuerza cuando sus dientes
jalaron de mi oreja.
Apreté su saco ofreciéndole mi cuello.
—Tan deseosa —susurró derritiéndome—. Cuando te
reclame como mi reina, me daré un festín con tu sangre
delante de todos, así ya nadie tendrá dudas de que eres mía.
Tragué fuerte.
Me separé del hombre que causaba estragos en mí todo mi
ser.
Nada estaba a salvo de Dimitri, ni mi corazón, ni mi cuerpo
y menos mi alma.
Ya no podía pensar en una vida sin él.
Podía sentir mis mejillas ardiendo.
—Amo como tus mejillas se enrojecen —sus manos fueron
a mi rostro y las acarició.
Dimitri besó mi nariz. Y luego mis labios. Amaba estas
muestras de cariño que me daba. Hacía que mi corazón
revoloteara en mi pecho.
El vampiro se aclaró la garganta, Dimitri se acercó al
vestidor; lo vi abrir la caja fuerte y volvió con una caja negra.
Mis ojos fueron a su rostro, sus ojos me contemplaban con
adoración.
—Qué suerte que husmeé el vestido —dijo abriendo la caja
—. Así no te traía esmeraldas en lugar de rubíes.
Reí por lo bajo tocando con la yema de los dedos la
gargantilla. Sin lugar a dudas era hermoso. Digno de una reina,
a decir verdad.
Tomó el collar y se puso detrás de mí. Lentamente, lo colgó
de mi cuello.
Me miré en el espejo de la cómoda. En verdad combinaba
con todo mi outfit.
Dimitri me tendió el brazo.
—Andando, mi reina —dijo con una sonrisa provocadora
—. No podemos hacerlos esperar.
Le devolví la sonrisa tomando su brazo.
Caminamos por el pasillo de la tercera planta, la luz se
filtraba por las paredes de vidrio.
Bajamos las escaleras hasta llegar a plata baja.
—Creo que deberíamos hacer más reuniones en casa —dije
mirando toda la decoración.
Los candelabros con velas daban un aire antiguo.
—Si mi reina quiere eso, mi reina lo tendrá —dijo
mirándome intensamente.
—Si sigues mirándome así me gastarás —le dije
juguetonamente.
Sus labios se curvaron. El rostro de Dimitri se acercó a mi
oído.
—¿Quieres no poder moverte de la cama mañana en la
mañana?
Desvié la mirada sintiendo la punzada en mi centro,
recordándome la rudeza con la que hicimos el amor ayer.
Fruncí el ceño, mi pervertido cuerpo no parecía entender
que otra noche de pasión así, no solo nos dejaría en cama, sino
con consecuencias peores.
Sus ojos brillaron en diversión.
Nos detuvimos delante de las puertas del salón de fiestas
que tenía esta mansión.
—¡El rey y la reina! —anunciaron.
Mi cuerpo se tensó y mi agarre en el brazo de mi esposo se
hizo más fuerte.
Su mirada detalló mi rostro.
—Todo saldrá bien mi ratoncita.
Asentí confiando en el hombre, a quien le confié mi vida.
CAPÍTULO
57

SELENA

as puertas se abrieron y la música dejó de sonar, todos


los que estaban en el recinto pusieron su atención en nosotros.
El corazón me martilleaba a mil por hora. Mi respiración
era un caos golpeando contra mis labios.
Entre toda la gente, pude distinguir a mi prima y a Taylor.
Al lado de la rubia se encontraba Derek, y junto a Maddie se
encontraba Luka.
Ambas se veían espléndidas. La pelinegra llevaba un
vestido violeta de tul bordado, el cual dejaba ver su hermosa
figura de embarazada. Mientras que la hermana de Luka,
llevaba un vestido dorado lleno de pedrería.
Caminamos hasta una tarima donde había dos tronos
negros, tenían un intrincado diseño en el respaldo.
Debajo, cinco sillas con una mesa.
Había cosas que todavía no le había preguntado a Dimitri.
Como que había pasado con el consejo de ancianos. No veía a
ninguno en la coronación.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo de solo pensar en lo que
había escuchado. Sabía que era una forma de atemorizar a sus
enemigos, pero pensar que los asesinó me hacía revolver el
estómago.
Sabía de Dimitri, no era un héroe ni mucho menos. Yo
sabía de lo que era capaz, si no le importabas un carajo.
Inhalé hondo enderezando mi espalda.
La gente se dividió dejando pasar a una mujer.
Su cabello rubio rojizo estaba peinado con hermosas
trenzas enroscadas hasta la mitad de su cabeza, luego, una
cascada de rizos caía hasta su cintura.
No la había visto mucho, ni bien terminaron con la misión
en Rusia, Draco se la llevó de inmediato.
Sus ojos celestes eran la frialdad pura.
Su cuerpo estaba enfundado por un vestido negro de corte
princesa. El cual dejaba una hermosa cola plisada en su
espalda.
Caminó hacia nosotros y se inclinó en una reverencia digna
de una noble.
—Sus majestades —dijo alzando la vista.
Se giró para hacer que todos miremos a Draco y a Anya
aparecer con unas coronas.
Mi estómago se retorció de los nervios, el deseo de
rascarme el cuello se intensificó.
Sentí que comenzaba a faltarme el aire con cada paso que
daban.
Ambas eran con diamantes negros y Plata, con pequeños
diamantes incrustados.
Draco se acercó a Dimitri y Anya a mí.
Agaché mi cabeza para que pusiera el objeto.
El peso detonó en mi cuerpo, haciéndome saber lo que
conllevaba tener esto. El símbolo del poder.
Tanya se giró mirando a todos en el lugar.
—Les presento a Dimitri Alexander Novikov y a Selena
Brenzor, rey y reina de los vampiros —dijo Tanya en voz alta.
Los invitados, uno a uno fueron inclinándose. Dimitri se
adelantó unos pasos y les hizo señas para que se levantaran.
—Gracias por venir hoy, sé que muchos no me conocen —
dijo con voz de completa autoridad—. Pero espero poder
llevarnos bien —hizo una pausa—. A continuación, quiero
presentarles a quienes serán miembros de la nueva corte de
vampiros.
Miré los reflectores, habíamos invitado a la prensa, ya que
no todos los vampiros del mundo podían venir, sin contar que
era algo sin precedentes para los humanos.
—El antiguo parlamento fue sustituido por ellos.
Apreté mis manos.
—Nykholai Petrov —llamó—. Él será el líder de la corte.
El padre de Dimitri se encaminó de entre la multitud. Mi
cuerpo tembló al ver su semblante.
No pude evitar que mi corazón se astillara, al recordar a
Noelia. No había compartido mucho con ella, pero era una
mujer excepcional.
Se acercó a Dimitri y se inclinó.
La mano de mi esposo se posó en su hombro negando
levemente.
—André Simon —volvió a llamar.
Su amigo, y pareja de mi amiga, se acercó. Hizo una
reverencia hacia nosotros y se acomodó. Es así como nombró
a cada uno. Cuando terminó, todos se habían sentado en la
mesa delante de nosotros, mirando al resto de invitados.
—Ellos son la cara de la corona vampírica —decretó
Dimitri—. Ellos se encargarán de dictar mis reglas a todos.
El recinto se llenó de aplausos.
La música comenzó a sonar y todos volvieron a relajarse.
El rey de los vampiros suspiró profundamente.
—Esto me matará más temprano que tarde.
—Felicidades, sus altezas —dijeron frente a nosotros.
Al mirar, mis ojos se encontraron con los orbes verdes del
rubio.
Su traje de tres piezas color gris oscuro caía a la perfección
en su cuerpo. Un pañuelo azul marino descansaba
perfectamente doblado en el bolsillo alto del saco.
—Zack, pensó que tendríamos que correrte en el último
momento —dijo Noah sonriéndole a Dimitri.
El ceño del brujo pelinegro se frunció.
—Yo no he dicho tal cosa —dijo con una mano en el
bolsillo de su pantalón negro y la otra sosteniendo una copa de
vino.
Una mujer menuda, pero con curvas apareció cerca de él.
Ambos estaban de negro. Mientras que la dama tenía un
vestido de raso con una falda acampanada. El caballero tenía
un esmoquin y una camisa negra.
—Tenía ganas de hacerlo, no voy a mentir —dijo Dimitri
con molestia en su voz.
Reí por lo bajo, ganándome una de sus miradas intensas.
—Si su alteza quiere, podemos dejar a los hombres e ir a
hablar con las damas que están más atrás —dijo la chica que
tenía el cabello y ojos negros.
Le sonreí aliviada de no ser la muñeca de decoración al
lado de Dimitri.
Mi cintura fue tomada y todo mi cuerpo fue envuelto por su
calor.
Sus avasallantes ojos grises me calaron hasta el alma.
—Te veo más tarde, quiero un baile contigo —dijo
depositando un beso en mis labios.
Sentí cómo mi piel ardía y mis mejillas se prendían fuego.
Me acerqué a la chica y comenzamos a caminar.
Pude divisar que algunos gobernantes de otras especies
estaban.
Entre ellos un hombre alto, de casi dos metros, estaba
bailando con una rubia pequeña. La diferencia de estatura era
muy adorable. El cabello albino del hombre refulgía a la luz
violeta.
—Son Alfa Demon y Luna Ariadna, y son los reyes de los
lobos —dijo cerca de mí la chica—. Por cierto, no nos han
presentado, soy María —dijo sonriéndome.
Sus ojos brillaban con entusiasmo.
—Selena —dije devolviéndole la sonrisa.
—Ven así te presento al resto de las chicas —dijo
adentrándose entre la multitud.
Un camarero pasó por al lado mío y tomé una copa flauta
de champán.
Bebí un poco llenándome de valor.
Mirando más de cerca el vestido tenía un raso estampado
con un diseño barroco en negro satinado, esta falda se fruncía
en gajos redondeados dejando ver parte de la segunda tela lisa.
Su cabello, como la noche más oscura, estaba recogido en
pequeñas torzadas, las cuales terminaban en un hermoso y
elegante moño.
Nos detuvimos frente a Maddie y a una chica de cabello tan
ensortijado que me daban ganas de tirar de esos resortes que
tenía en su hermoso cabello.
Mi prima sonrió, miré a la otra chica. El vestido rosa
resaltaba su piel morena. Esos ojos, tan llamativos, me
hicieron recordar que era la princesa de los brujos y hermana
de ese hombre que pocas veces, y contadas con unas manos, lo
había visto sonreír.
—Hola —dijo con entusiasmo y en una reverencia
envidiable.
Me adelanté moviendo la mano, sintiendo que la vergüenza
me inundaba por completo.
—Sin reverencias, por favor —dije apenada.
Mi cuerpo ardía. Llevé mi mano al cuello y lo rasqué.
La morena sonrió.
—Al fin podemos conocer a la prima de Maddie y el dolor
de cabeza de Dimitri —dijo la chica con diversión—. Me
llamo Isabella.
Mi cabeza se inclinó hacia un costado, cuando dijo que era
el dolor de cabeza de mi esposo.
Sus labios trataban de no curvarse. Mi mirada se posó en su
vientre algo abultado.
Tragué fuerte, en verdad los embarazos eran contagiosos.
“Mañana a primera hora iré por un test de embarazo.”
—No voy a mentir, a ti te rezo —siguió Isabella—.
Lograste enderezar a ese hombre bastante rápido.
Humedecí mis labios sonriendo.
—¿Es verdad que le tiraste tres jarrones? —preguntó María
con los ojos brillantes de curiosidad.
Reí por lo bajo al recordar ese día. Luego de que el hombre
se fue con una patada en sus partes valiosas, Anna me regañó
por tratarlo así y por romperle sus preciosos jarrones.
—Me besó a la fuerza… así que se ganó eso.
—¿De qué hablan? —dijeron a nuestro costado.
La rubia que estaba bailando con el albino nos miraba con
expectación.
—De que los hombres enamorados hacen locuras a veces,
para poder ganar un poco de nuestra atención —dijo Maddie
con diversión en su voz.
—Ari, ella es Selena —dijo María.
La rubia de ojos verdes me sonrió con ternura.
—Un gusto conocerte, Selena… ¿Puedo llamarte así? —
preguntó esto último con duda.
Asintió sonriente, ella me devolvió la sonrisa.
—Sé a lo que se refieren, el demonio que tengo por mate,
me hizo una marca falsa unos días después de que yo supiera
que era mi pareja.
Mis ojos se agrandaron mirando la marca en su cuello del
lado opuesto al tatuaje translúcido que tenía.
—Pero eso fue porque me provocaste, mi pequeña Luna —
sonó una voz grave y ronca detrás de la loba.
Ahora que lo tenía más de cerca, pude ver sus ojos con
heterocromía. Uno era violeta, mientras que el otro era de un
celeste como el cielo.
Su poder y salvajismo bailaba a su alrededor, advirtiéndote
que no debías meterte con él, a menos que quieras un pase
libre al averno.
Miré a la rubia, que estaba roja como las luces de Navidad.
—¿Qué hiciste, Ari? —le preguntó Isabella.
Su rostro se puso más rojo, a tal punto, que parecía que en
cualquier momento le estallaría la cabeza.
Las comisuras de los labios de Alfa Demon apenas se
curvaron.
—N-nada —murmuró Ariadna avergonzada.
Sonreí viendo la situación.
Ambas brujas se miraron entre ellas.
—Cuando Isabella tenga a la bebé, haremos una pijamada,
están invitadas, tu también Ari —dijo Marie con voz solemne.
La rubia mordió su labio.
Mi cintura fue capturada por unas manos. Mi espalda fue
víctima del calor de un pecho duro y fuerte.
—¿Puedo robar a mi reina? —inquirió Dimitri con su voz
magnética.
Mi cuerpo reaccionó traicioneramente a su toque.
No les dio tiempo de responder. El vampiro me secuestró
llevándome al centro de la pista.
Habíamos practicado un baile, elegante, como los de mil
ochocientos.
La música se detuvo y todos a nuestro alrededor nos
dejaron bailar solos.
Las notas de música comenzaron a flotar en el aire.
Acordes de violines y de piano.
Mi brazo estaba extendido hacia arriba y nuestras manos se
tocaban mientras dábamos una vuelta. Luego juntamos
nuestras otras manos yendo hacia el otro lado.
Su mirada estaba sobre mí, pendiente de cada expresión que
hacía.
Cuando su mano fue a mi cintura y comenzamos a girar, el
mundo a mi alrededor desapareció.
Su aroma a caramelo inundaba mis pulmones, su mirada
intensa y llena de adoración, emborrachaba mi corazón.
Dimitri me acercó a su cuerpo, en la unión de nuestras manos
el ardor quemaba mi piel.
Sus manos fueron a mi cintura, levantándome en un giro,
haciéndome sonreír.
Me bajó lentamente hasta llegar a tener mi rostro a
centímetros del suyo.
—Eres el amor que nunca pensé encontrar —me dijo
cuando su boca fue a mi oído—. Siempre regresaré a ti, mi
refugio en este mundo corrompido —me siguió diciendo. Mis
ojos se humedecieron y mi corazón se apretó—. Tú eres el
latido de mi marchito corazón.
Las lágrimas se desataron mientras sonreía.
Dimitri era más de lo que había buscado.
CAPÍTULO
58

DIMITRI

is ojos fueron al pequeño niño, que estaba en brazos


de la Semi-Diosa.
Con tan solo una semana de nacida, la criatura tenía unos
ojos vivaces.
Nos miraba a todos con atención.
—¿Duerme bien? —preguntó Lena.
Sus ojos de agua cristalina brillaban de entusiasmo.
Fruncí el ceño.
“Y si… Olvídalo, Dimitri es temprano para eso.”
Mi lado de querer dejar un legado me incentivaba a querer
embarazarla, que llevara a mi hijo en su vientre.
Pero mi lado posesivo, no quería tener que compartirla por
ahora. La quería tener solo para mí por un tiempo más.
—Sí, Luka tiene que despertarlo para darle de comer —le
respondió Madeleine.
Taylor se acercó con el otro bebé.
—Mira quién vino a visitar —le dijo la pelinegra al bulto
que tenía entre sus brazos.
—Dejemos a las señoras solas y vayamos a hablar al
despacho, tengo novedades —dijo Dereck mirándome a mí al
papá primerizo.
Ambos asentimos.
—Pásenlo lindo —le dijo el rubio a su esposa, a la vez que
depositaba un beso en la frente de ella.
Miró a su bebé y luego se encaminó por un pasillo.
Lena me sonrió, le guiñé un ojo antes de seguir a los otros
dos hombres.
Entramos al despacho de Luka.
El hombre, de metro noventa, se sentó detrás de su
escritorio y nos pidió que tomáramos asiento.
—Como saben, ya casi hace un mes de tu coronación —
dijo mirándome—. Con Dereck y Taylor estuvimos buscando
a Pandora.
Me parecía algo ridículo que los tomaran como humanos,
cuando claramente ya no lo eran, puesto que habían estado
viviendo milenios. Pandora por una maldición y Constantine
por la sangre de querubie.
Se dice que fue el único ser que se atrevió a matar a uno y
beber toda su sangre.
Ciertamente, ambos seres vivirían para ver el fin del
mundo.
—¿La encontraron? —dijeron desde la ventana.
Mis ojos fueron a los negros del maldito ángel.
Su sonrisa despreocupada estaba curvando sus labios.
—Sí, pero hay un problema —dijo Dereck apretando sus
dientes.
—¿Cuál? —inquirí.
Ambos hombres me miraron.
Aleric se acercó al escritorio y se acomodó a un costado.
—Está encerrada en las profundidades del plano demoníaco
—dijo con sequedad Luka.
Pasé la lengua por mis dientes.
No era fácil pasar de un plano al otro, y menos si este
estaba lleno de maná negro. El que se animara a ir allí, era un
suicida. No solo por llegar a morir en horas, sino por
enfrentarse a los demonios que habitaban en el lugar.
—Busca a otro para que firme el contrato por ella —dijo
Aleric mirándose las uñas—. Será lo más sensato.
Los labios del rubio se curvaron levemente.
—Iremos de incógnito.
Me enderecé de golpe.
—¿Acaso estás loco? —le pregunté—. Creo que morir una
vez no le fue suficiente.
Dereck suspiró.
—Por si no lo notaste —le dijo a su cuñado—. Para llegar
allá se necesita magia negra —siguió—. Y si tienes suerte de
poder cruzar, tendremos que enfrentarnos a una cuadrilla de
demonios.
Fruncí el ceño, el solo hecho de pensar en eso me revolvía
el estómago. No se sabía mucho de esa especie, solo que
usaban magia negra para defenderse y atacar. No teníamos
idea de que podían llegar a hacer los demonios de más alto
rango.
—Somos dos Semi-Dioses, un vampiro puro y un…
—No importa si viene hasta Zeus, nos golpearán primero y
después preguntarán qué carajo hacemos allí —lo interrumpió
Aleric.
El ceño de Dereck se frunció.
—Si no mal recuerdo, el rey de los brujos dijo que conocía
a una familia que podía manejar la magia negra…
Todos lo miramos.
—Sí, utilizaron su sangre para salvar al hermano mayor de
Zack —intervino Luka.
—Hablemos con ellos para que nos acompañen —dijo
Aleric.
Abrí y cerré la boca. Suspiré con resignación.
¿Cómo es que llegué a esto?
—Iré a la organización de los seres místicos —dijo Dereck
levantándose del sillón—. Los casos de desaparecidos están
cada vez más en aumento.
Mis labios se apretaron.
Aclaré mi garganta, levantándome de la silla.
—Si no hay nada de que hablar…
—Me gustaría hablar contigo —dijo Aleric.
Fruncí el ceño, no quería saber nada de él, pero asentí.
Luka nos miró a los dos detenidamente.
—Si van a matarse, que sea fuera de mi casa —nos instruyó
el bastardo.
Aleric rio con diversión, sus ojos negros me calaron hasta
los huesos.
—Solo quiero algunas respuestas —dijo inclinando un poco
la cabeza.
Salió del despacho de su cuñado y lo seguí.
Caminamos hasta una habitación. Entramos, por mi parte
alerta de sus movimientos.
El aire se llenó de tensión. Sus manos se escondieron en sus
bolsillos.
Se giró para mirarme.
En su rostro ya no estaba esa sonrisa que siempre me
irritaba.
Comencé a acomodar mi manga.
—¿De qué querías hablar? —le inquirí.
—Me preguntaba, por qué el rey de los vampiros tenía un
resentimiento tan palpable hacia mi persona —dijo mirándome
con curiosidad.
Mis brazos cayeron a mis costados.
Sonreí.
El maldito ángel era muy intuitivo.
—Dime Aleric —dije acercándome a una de las ventanas.
La habitación era una especie de pequeña biblioteca.
—¿Cómo te pondrías si un hombre se pusiera a revolotear
alrededor de tu compañero? —le inquirí mirando cómo la
lluvia azotaba Londres.
—Ella es una niña todavía, no la veo de esa manera,
Dimitri —dijo seriamente.
Suspiré.
—Hay cosas que se escapan de mí, y no puedo cambiarlas
—dije molesto de solo recordar que Lena lo había amado en el
pasado—. Selena es una de ellas.
Me giré para mirarlo.
—Ella no es una humana común y corriente —me detuve
dubitativo si seguir o no—. Su alma… ha vivido más de lo que
cualquiera debería.
Por unos segundos, el ceño de Aleric se frunció, luego
sonrió.
—Por eso tiene un alma antigua —dijo de repente.
Una de mis cejas se alzó.
—No es su primera vida —siguió.
—No.
¿Cómo podía saberlo?
Nadie sabía de todo lo que vivió mi ratoncita.
—Sabes —dijo caminando hacia una de las bibliotecas,
miró los lomos de los libros—. Uno de mis poderes es poder
ver el alma de los seres vivos —dijo sacando un libro.
Vale, eso me tomó desprevenido.
No sabía mucho de qué poderes podría llegar a tener el hijo
de la muerte, lo único que se me ocurría era que podía matar.
—Cuando la conocí sentí que ella había vivido mucho para
su corta edad —dijo hojeando el libro—. Lo que no entendía
era cómo podía ser así, si era humana, lo único que se me
había ocurrido era que era un alma que renació muchas veces
y ya era antigua.
Sabía que a las almas que renacían se las llamaba antiguas.
Que cuanto más renacían, más sabía era cuando volvía a nacer.
Pero nunca me detuve a pensar que Selena pertenecía a ese
tipo de ser.
—Ella no renació como tú crees.
Su mirada se apartó del libro y me escudriñó.
Suspiré, no entendía por qué mierda le estaba contando
esto.
—Su alma no es de esta línea de tiempo —dije
apoyándome en el apoyabrazos del sillón—. Selena murió
muchas veces para llegar a esta línea.
Sus ojos se agrandaron.
—Un viajero, ¿eh? —dijo sonriendo—. Más increíble…
Ahora, ¿cómo es que entro yo en tu mira?
Pasé mi lengua por los dientes.
—Eras su amante en una de esas vidas —solté finalmente.
Su ceño se frunció.
—¿Estás celoso por algo que pasó en otra vida? —inquirió
divertido.
Apreté mis puños.
—Ella te prefería a ti antes que a mí —le confesé sintiendo
que mi cuerpo temblaba de impotencia.
—Oh, es eso —dijo pensativo—. Debes comprender que
ella está contigo ahora, Dimitri —dijo mirándome fijamente.
Su mirada era tan intensa que era difícil mantenérsela.
—Lo sé, pero eso no saca de mi mente, que ella te amó en
una de sus vidas.
La comisura izquierda de su boca se curvó.
—No puedes cambiar lo que pasó en esa vida, pero puedes
dejar que nos llevemos bien en esta —dijo girándose para irse
—. No puedes aislarla, y no dejar que tenga amigos, ser un
compañero no significa que la confiscarás solo para ti —se
detuvo y se giró—. Respondiéndote a la otra pregunta, si
Hannah en un futuro quiere estar con otro hombre que no sea
yo, lo aceptaré. Porque quiero su felicidad con otro, antes que
una desdicha conmigo.
El ángel me sonrió y se fue.
Mi cabeza daba vueltas con la conversación que había
tenido recién.
Mi mandíbula se apretó, a la vez que mi cabeza se agachaba
para mirar mis manos.
¿Yo podría dejarla ir, si Selena me dijera que quiere estar
con otro?
Negué con la cabeza, mi lado posesivo jamás lo permitiría.
Pero tampoco sabría cómo manejar su infelicidad.
Suspiré levantándome.
No iba a meter esos pensamientos en mi cabeza. Selena
estaba hecha para mí y yo para ella.
Si ella llegara a dejarme, estaba seguro de que no
encontraría mejor manera que acabar con mi vida.
Alcé la vista.
Sus ojos como el mar del caribe me detallaron. Sus labios
se curvaron en una sonrisa mientras se acercaba a mí.
—Aquí estabas, te estaba buscando por todas partes —dijo
enredando sus brazos en mi cuello.
Mis manos rodearon su cintura atrayéndola.
—¿Qué necesita mi ratoncita? —le inquirí besando su
nariz.
Selena rio suavemente, calentando mi corazón. Su aroma a
miel quemó mi garganta y mis pulmones.
Mi dulce tortura.
Ella me volvió a sonreír.
—Tu ratoncita, te necesita a ti —dijo buscando mis labios.
Miré detrás de ella, me giré y cerré la puerta.
Que me jodan, que me llamen egoísta, pero jamás podría
dejarla ir.
Mis labios devoraban su boca con demanda. Lena gimió
mientras me hacía girar, para hacer que me siente en el sofá.
La pelinegra se subió encima de mí.
Mi cabeza comenzó a girar con su roce. Sentada a
horcajadas, la apreté más contra mí. El calor de su cuerpo se
mezcló con el mío.
Con mis manos tomé su rostro para besarla más rudamente.
No había delicadeza mientras mordía su labio inferior.
Estaba intoxicado con todo lo que era ella. Mis labios se
desviaron por su mandíbula, lamiendo y regando un camino de
besos húmedos por su garganta. Podía sentir el palpitar de su
pulso y como corría la sangre por sus venas.
Mordisqué la unión de su cuello con el hombro.
Selena gimió poniéndome más duro que la mierda.
Mi mano derecha tomó su nuca y la otra recorrió su espalda
hasta llegar a su trasero. Lo apreté contra mí, haciendo que mi
dureza roce su entrepierna.
Daba gracias a la Selene de que llevara una falda.
Con el deseo latente llevé mi mano entre nosotros y
comencé a masajear el manojo de nervios sobre la tela de sus
bragas.
Selena dejó caer su cabeza contra mi hombro, y apretó sus
manos en puños en mi camisa. Su rostro se acercó a mi cuello
y comenzó a besarlo. Gruñí ante la sensación de ardor que
ocasionaba el tacto.
—Oh, Dimitri —gimió contra mi piel haciendo que toda
esa zona vibrase.
Corrí la tela, no me estaba dejando tocar lo que quería.
Podía sentir lo preparada que ya estaba para mí. Con dos
dedos invadí su cuerpo. Tomé los cabellos de su nuca y jalé
para que me mire.
Sus ojos estaban entornados, y nublados de lujuria.
—Quiero que montes mis dedos, Lena —le dije sin
moverlos.
Ella mordió su labio inferior, pero comenzó a mover sus
caderas.
Gemidos y jadeos salían de sus exquisitos labios. Miré
cómo mi mujer se deshacía en mis dedos, apretándome con su
tierno coño.
Cada vez sus movimientos se hacían más frenéticos.
Sus manos fueron a mi cinturón y lo desabrochó, siguió con
mi pantalón y comenzó a masajear mi longitud.
Cerré los ojos, cuando su pulgar frotó la cabeza de mi polla
en círculos. Podía sentir cómo el piercing se movía con cada
movimiento que hacía. Y joder, me estaba haciendo perder la
cabeza.
—No es suficiente —dijo en un gimoteo.
Abrí los ojos, solo para encontrarme con su deseo goteando
por sus ojos.
—¿No te bastan mis dedos? —le inquirí viendo sus mejillas
sonrojadas.
Sus labios estaban fruncidos en un gesto de necesidad.
La hice pararse.
—Fuera bragas —le ordené.
Sus ojos verdes me detallaron por unos segundos. Con
lentitud llevó sus dedos a sus piernas y comenzó a subir la
falda tubo de color rojo que tenía. Sin apartar la vista tomó su
ropa interior y comenzó a bajarla.
Mi vista fue a esa tela, estiré la mano, Selena me entregó
las bragas, por mi parte las guardé en mi bolsillo.
—Ven —le dije tomándola del brazo.
Mi esposa se volvió a sentar encima de mí. Decirle de esa
forma todavía me generaba satisfacción.
Lentamente, se sentó a horcajadas, la tela de la falda se
subió dejándome apretar su hermoso trasero de burbuja.
Gimió, cuando nuestros sexos se encontraron, la humedad
en su núcleo caliente resbalaba por mi miembro, haciéndome
perder el último rastro de cordura que tenía.
Con una mano me guie a su entrada y me enterré tan
adentro como pude, con el sonido exquisito de un jadeo,
Selena me recibió.
Gruñí al sentir lo apretada que estaba.
Sus caderas se mecían hacia delante y hacia atrás.
Llevé mi mano a su clítoris haciendo círculos, sus labios se
cerraron en los míos, comenzando a apretarse cada vez más a
mí.
La sensación de no saber dónde terminaba yo y empezaba
ella, me tenía con el corazón martillando.
Su aroma a miel me dejaba con la mente fuera de juego.
—D-Dimitri —gimió contra mi boca.
La rodeé con mis brazos y la detuve.
Mis caderas comenzaron a moverse lentamente, entrando
en ella mientras miraba cómo reaccionaba a cada estocada.
Apretó mi camisa con fuerza con cada movimiento. Su
cuerpo temblaba sobre el mío.
—¿Te gusta? —le inquirí.
—Oh, Dioses, sí —murmuró dejando caer su cabeza contra
mi hombro.
Cada vez que me enterraba sus paredes internas me
apretaban, para que no saliera, provocándome un placer de
otro mundo.
Selena me miró con súplica en sus ojos.
—Oh —gimió queriendo mover las caderas.
Mordí mi labio, sabiendo que estaba golpeando ese punto
que la haría llegar a su clímax. La tomé con más fuerza
haciendo que no pueda moverse a su antojo.
Seguí bombeando hasta que también llegué a mi límite.
—Córrete para mí, ratoncita —le dije estrellándome una y
otra y otra vez contra el tope de su canal.
Su cuerpo tembló a la tercera estocada. Dejándola desecha
en mil pedazos. Seguí golpeando ese punto sensible, alargando
su orgasmo hasta que me derramé en ella, mientras la besaba.
Con la respiración hecha un caos nos quedamos quietos
mirándonos.
Lena frotó su nariz con la mía lentamente, a la vez que sus
comisuras se curvaban en una sonrisa que iluminaba mis
partes más oscuras.
CAPÍTULO
59

SELENA

iré el amplio departamento que se presentaba frente a


mí.
Era sin lugar a dudas hermoso, nos encontrábamos en el
corazón de Londres. Los pisos, de madera oscura, se
desplegaban por todo el lugar. La cocina, el comedor y el
living estaban unidos.
Dos magníficos sofás curvos que podían albergar a seis
personas cada uno estaban dispuestos enfrentados en el living.
Una televisión colgaba de una de las blancas paredes. Al lado
una chimenea con terminación en microcemento era un
espectáculo de ver. Los ventanales eran del piso al techo,
adornadas por livianas cortinas blancas.
A un costado había un pequeño bar con tres sillas.
Una mesa con la superficie de mármol negro con vetas
blancas dividía el área de la cocina con el living.
La sofisticación y elegancia del lugar te decía, no tacha eso,
gritaba millonario.
Hermosas lámparas colgaban tanto en el living como en el
comedor, y en la cocina las luces estaban empotradas en el
techo.
—¿Te gusta? —inquirió Dimitri.
Fruncí el ceño.
—Es lindo, pero no entiendo por qué estamos aquí —le
respondí todavía confundida.
—La mansión de aquí es muy grande para nosotros,
Anushka se va a ir a vivir con Alex… —dijo el vampiro
acercándose lentamente a mí.
Mi corazón palpitó en mi pecho.
—¿Es para nosotros? —le inquirí incrédula.
—Solo si quieres, si no podemos seguir en la mansión —
dijo encogiéndose de hombros y tomándome de la cintura.
—Ciertamente, estamos más cerca del centro —dije
mirando sus ojos grises.
—Sí —dijo llevando su rostro a mi cuello.
Dimitri parecía estar más preocupado por mordisquear mi
cuello que en otra cosa.
Gemí cuando sus dientes jalaron de mi piel.
—Entonces… ¿Nos mudamos? —inquirió.
Me separé un poco de él, o eso intenté.
—Me agrada la idea —dije sonriéndole.
Sus labios se curvaron en una sonrisa cautivadora.
—Ven, te enseño la habitación principal —dijo tomando mi
mano.
A diferencia del living, las paredes eran negras con
terminaciones en dorado.
La cama; la cual era inmensa; era el centro de atención, con
sabanas grises y un acolchado negro. El vampiro me comenzó
a llevar hacia atrás hasta que choqué con la cama.
Reí mientras caía hacia atrás
con Dimitri encima.

Miré a la mujer frente a mí.


Anna estaba sonrojada hasta el cuello.
Enarqué una ceja.
—¿Y bien? —le inquirí.
Su mano fue a su cuello y me mostró el tatuaje de pequeños
puntos y flores que tenía en la base de su cuello. Las cuentas
se enredaban en su garganta, como si la estuviera sujetando.
—Es hermosa —dije sonriendo.
—L-la tuya… —dijo nerviosa—. Nunca me la mostraste.
Miré para todos lados, estábamos en una cafetería.
—No puedo en este lugar, está en mi muslo… —dije
sintiendo calor en el rostro.
Sus ojos se agrandaron.
—¿Te mordió ahí? —dijo estupefacta.
Rasqué mi cuello.
—Sí, dijo que como era la compañera de un heredero a la
corona, no podía verse mi marca —dije avergonzada.
—Carajo, eso habrá sido intenso —dijo riendo
nerviosamente.
Humedecí mis labios.
De solo recordar cómo había sido, mi sexo comenzaba a
palpitar de deseo, todavía podía sentirlo dentro de mí después
de la revolcada que me había dado ayer.
—¿Sabes algo de la firma del tratado? —me inquirió.
Negué.
—Solo lo que ya sabemos, que tienen que ir al plano de los
demonios —dije preocupada.
—Todo esto es muy increíble, es como estar en una novela
fantástica —dijo tomando un poco de su té.
Sonreí.
En mi caso estaba acostumbrada, en mi línea lo había
sabido desde qué nací. Pero seguramente a los de esta, les
parecería difícil de entender.
Miré al Calum que estaba pasando por al lado mío.
Su piel negra estaba llena de escamas, en el centro de su
pecho una luz roja brillaba con fuerza. Era un pájaro con alas
de murciélago hermoso, era una lástima que los humanos no
los pudieran ver. Pero sabía que si era así tratarían de cazarlos.
Suspiré recostándome en mi asiento.
—Si todo sale bien, será un acontecimiento único.
Todavía tenían que ver donde lo harían.
Estaban deliberando un lugar neutral para que ninguna
especie se sintiera destacada.
—Vamos, ya está anocheciendo y está comenzando a hacer
frío —le dije frotando mis brazos.
Anna asintió.
Sus ojos marrones me miraron con disgusto.
—Tengo que terminar un proyecto para la Universidad.
Gemí pensando en que yo tenía que estudiar. Me había
tomado unos días cuando Dimitri se fue a Rusia. Pero ya no lo
podía estirar más.
Pagamos y nos fuimos.
Nos pusimos a caminar, estábamos cerca del departamento
de Anna, así que la acompañé hasta allá.
—Entonces, André tomó la harina y la tomó del lado
equivocado y quedó blanco como un papel —dijo riendo.
No pude evitar unirme a ella.
—Debería decirle que tome clases con Dimitri —dijo
negando con la cabeza.
Mi hombro fue golpeado con fuerza.
Me giré para ver a la persona, que me ocasionó dolor de
hombro.
—Lo siento… —dijo con nerviosismo.
Sus ojos marrones me escanearon, agrandándose más.
De repente, sus manos tomaron las mías. Sus ojos se
transformaron en amarillos y negros, mis cejas se alzaron.
—La muerte acecha en la oscuridad con una forma inocente
—dijo en trance.
Mi cuerpo se sintió frío. Sentí cómo mi estómago se
contraía ante sus palabras. No tenían sentido.
—Pero, ¿qué te pasa? —le dijo Anna empujándola para que
me soltara.
La chica de cabello azul me soltó desorientada.
—L-lo siento —dijo nerviosa.
Luego comenzó a caminar erráticamente.
—¿Qué ha sido eso? —me dijo Anna, preocupada y
confundida.
—Yo… no lo sé.
No pude distinguir qué ser era, pero estaba segura de que
no era humana.
Seguimos caminando ambas en silencio. Cada una metida
en sus pensamientos.
Me había quedado perdida en lo que había dicho la mujer.
¿Teníamos a un nuevo enemigo?
Mi piel se erizó de solo pensarlo, no hacía ni dos meses de
que nos enfrentamos a Bormir.
Otra amenaza en tan poco tiempo, me ponía los nervios de
punta. No habíamos disfrutado lo suficiente el tiempo pacífico.
—Nos vemos en la Uni.
Le sonreí.
—Cuídate —le dije besando su mejilla.
—Todavía tienes que mostrarme tu marca —me dijo con
diversión en su voz.
Reí por lo bajo negando con la cabeza.
Paré un taxi y me dirigí a mi nueva casa.
Todavía no podía creer que nos habíamos mudado.
Mi celular sonó haciendo que dé un salto en el lugar.
Sonreí al ver que era un video en el grupo de chicas.
Era un video de Ariadna. Con un mensaje que decía:
Ariadna: La nena de papá, ya da sus primeros pasos.
Apreté el video para ver como una niña, de cabello rubio y
ojos bicolores, estaba siendo sostenida de sus pequeñas y
regordetas manitos.
Sus piernitas se movían despacio y una sonrisa se dibujaba
en sus labios.
—¡Muy bien, Ángel! —se escuchó la voz de Ari de fondo.
El video finalizaba con la niña, tirándose en brazos de su
madre.
En la coronación, María terminó armando un grupo para
todas nosotras, en él estábamos: Maddie, María, Ariadna,
Isabella, Taylor y unas chicas más que no conocía.
Samantha: ¡Es hermosa! Me imagino que Demon debe
estar con una sonrisa en su boca.
A Samantha era a la única que identificaba, ya que en una
de las reuniones que hacíamos con los Venikolvs Aleric me
enseñó a su damita, como él la llama. Y supe que su madre era
Samantha.
Ariadna: Ese lobo solo le sonríe a ella, ya hace más de un
año que estoy en segundo plano…
Reí ante su ocurrencia, cuando se notaba a kilómetros, que
Alfa King se desvivía por ella.
Isabella: ¡Su sonrisa, por Hécate! Quiero que nazca Audry.
😊
María: Necesito un hechizo de protección, tengo a muchas
embarazadas y niños a mi alrededor.
Selena: ¡Felicidades! María, todas sabemos que te mueres
por un niño igual a Zack…
Isabella: ¡Sele tiene razón!
Reí por lo bajo viendo cómo todas me daban la razón.
María: ¡No caeré primero!
Guardé mi celular.
Pagué el viaje y salí.
Miré el imponente edificio.
Todavía, me costaba acostumbrarme a levantarme en un
lugar nuevo. Mi cerebro tardaba unos minutos en reconocer
dónde me encontraba al despertarme.
No podía quejarme, Dimitri me tenía como una reina en
todos los sentidos.
Su naturaleza destructiva no nos había hecho pedazos, por
el momento.
El vampiro estaba poniendo todo de su parte para que esto
funcionara. Y por mi parte estaba más enamorada de él.
El de seguridad del edificio me saludó, le devolví el saludo
con un asentimiento y una sonrisa.
Ni bien abrí la puerta de entrada, el aroma a comida inundó
mis sentidos.
Mis ojos fueron al hombre alto y sexi, que estaba en la
cocina.
Sus antebrazos estaban a la vista, tenía la camisa del color
del vino tinto arremangada hasta los codos, dejando ver cómo
algunas venas serpenteaban por debajo de su piel.
Sus piernas largas y fuertes estaban cubiertas por un
pantalón negro.
Miré el delantal negro que tenía puesto. Mordí mi labio
inferior, grabando esa imagen tan caliente en mi retina.
Sus ojos se alzaron y Dimitri dejó de cortar la carne, una de
sus cejas se levantó.
—Puedes entrar y cerrar la puerta —dijo haciendo que
recobrara la conciencia.
Todo mi rostro hirvió de vergüenza.
Cerré y me acerqué a él.
Me estiré un poco y besé sus labios.
—¿Cómo estuvo tu día? —le pregunté sacándome el saco
que tenía puesto.
—Bien, firmando documentos y leyendo otros —dijo
encogiéndose de hombros.
Me acerqué a la cocina, tomé dos copas de vino y busqué
una botella.
Podía sentir cómo me estaba haciendo hoyos con la mirada.
Una vez que terminé de servirme un poco a mí y otro poco
a Dimitri me acerqué y le tendí la copa.
—¿Y tú? —dijo dejando la bebida luego de beber un poco.
—Bien, fui a tomar algo con Anna, me mostró su marca…
Una de sus cejas se alzó, seguramente viendo mis mejillas
enrojecidas.
Desvié la mirada.
—Quería ver mi marca.
Sus labios se curvaron en una sonrisa provocadora.
Bajó la mirada a la tabla de cortar.
—Espero que no hayas levantado la falda en público,
ratoncita —se burló de mí.
Sentí cómo mis orejas ardían.
Negué rotundamente.
Dimitri rio por lo bajo, haciendo que mi piel se erice.
—Iré a cambiarme —dije yendo a la habitación.
Suspiré, cuando ya estuve lejos de su mirada escrutadora.
Me acerqué al vestidor y saqué unos leggings y una remera.
Me quité el collar que llevaba puesto.
Mis ojos fueron a la piedra de gris pálido.
Mis manos comenzaron a temblar mientras la tomaba entre
mis manos.
El collar que me habían dado las Diosas. No lo había usado
cuando ya estuve bien con Dimitri.
—No puede ser —murmuré mirándolo.
Pensé que solo se activaría si Dimitri quería matarme, no si
la muerte me acechaba
Mi mano fue a mi boca.
Con la respiración agitada me senté en la cama.
La puerta se abrió.
Giré mi rostro, para ver a Dimitri parado en el umbral,
mirándome con preocupación.
—¿Qué sucede? —me preguntó acercándose rápidamente a
mí.
Su mirada fue a mi mano y vio el collar.
Pude sentir las lágrimas arder en mis ojos.
Dimitri tomó mis mejillas, y secó algunas que habían
escapado de mi control.
—Lena, dime qué pasa —me suplicó con preocupación.
Su ceño estaba fruncido haciendo que sus cejas casi se
toquen.
Tragué fuerte.
Le mostré la piedra.
—Esta piedra me la dieron las Diosas… ella me decía
cuando estaba cerca de morir —le dije en un susurro—. En un
principio es incolora… pero se empieza a tornar gris si estoy
yendo en un camino que será mortal para mí.
—Respira hondo —dijo tratando de calmarme.
Hice lo que me dijo.
—Pensé que solo pasaba cuando se trataba de ti… —le di
la piedra—. Pero no es así.
Los labios de Dimitri se apretaron, sus ojos parpadearon en
rojo y una sombra asoló su rostro perfecto.
CAPÍTULO
60

DIMITRI

i cerebro todavía estaba registrando la información que


Selena me había dado ayer.
Mis manos se cerraron en puño.
No podía ser posible. Si lo que me había dicho era verdad,
o yo podría llegar a matarla por alguna razón completamente
imposible… O todavía había alguien que me quería derrocar.
También podría ser algún accidente que lleve a su muerte.
Todo podía ser, las posibilidades eran muchas.
Suspiré pasando la mano por mi rostro, relamí mis dientes
con nerviosismo.
No importaba lo que fuera, no dejaría que algo le pasara.
Me había costado mucho tenerla conmigo, no iba a dejar que
me la arrebataran.
Miré al brujo frente a mí.
—Les daré una mano con eso —dijo Zachary.
Su mano fue a su cabello acomodándolo hacia atrás, eso
solo hizo que se despeine.
—¿Cómo harías eso? —le inquirió Luka.
Los labios del pelinegro se curvaron un poco.
—Tengo mis métodos —dijo levantándose de su silla
ejecutiva—. Síganme.
Salimos de su despacho.
Caminamos hasta el living de su casa, donde María se
encontraba mirando su celular. La pelinegra alzó sus ojos y su
ceño se frunció.
—Necesitamos que nos guíes hasta el plano demoniaco —
dijo Zack poniendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.
La bruja nos miró a todos con confusión.
—Vamos —dijo suspirando y levantándose del sofá.
Mis cejas se alzaron al comprender que la persona que
había ayudado al hermano mayor de Zachary había sido
familiar de la futura reina.
La mujer se detuvo en seco.
Se giró para mirarnos a todos.
—Necesitaremos algo para que no les perjudique el maná
negro —dijo pensativa.
Las cejas de Zack se arrugaron ante lo que su compañera
había dicho.
Miré a Dereck y a Aleric. Este último tenía las manos
detrás de su cabeza, con un aire de estar completamente en su
zona. Sus ojos negros me miraron y me sonrió.
—A mí no me hará nada —dijo el Semi-Dios de la muerte
—. A ti tampoco Dereck.
El hombre de ojos azules asintió lentamente.
—Los Semi-Dioses son inmunes —murmuró Luka
comprendiendo.
—Toma —dijo María acercándose a mí—. No sé qué pueda
hacerle a un vampiro —dijo tomando mi mano.
El calor se centró en la palma de mi mano. Luego se
expandió por todo mi cuerpo. Cuando sacó su mano, una
piedra de maná roja y negra, tan diminuta como una semilla
estaba en mi mano. Fruncí el ceño.
—Tiene mi maná y mi sangre mezclada, como es muy poco
no te hará nada… Cómetelo.
Miré a su pareja, quien estaba con la cabeza inclinada
mirando a su chica con fascinación.
Me encogí de hombros y metí el pequeño grano en mi boca,
este se deshizo rápidamente.
Tomó la mano de Luka e hizo lo mismo, luego siguió con
Zack, quien no le quitaba los ojos de encima. Parecía que
estaban hablando entre ellos solo con la mirada.
—Bien, muévanse —nos ordenó la pelinegra.
Nos encaminamos por el pasillo hasta la última puerta.
María tomó el pomo y nos miró a todos, sus labios se
curvaron en una sonrisa traviesa.
El crujir de la puerta resonó en todo el lugar. Una luz rojiza
se filtró por la abertura.
Cuando la abrió por completo, pude ver un pasillo.
—Pasen —dijo sonriente la bruja.
Le hicimos caso.
Por mi parte, expectante a que nos emboscaran. Miré a
Dereck quién tenía las venas al rojo vivo. La mirada de Luka
era fría y aguda.
A nuestro alrededor comenzó a sentirse frío. Miré a Aleric
quien tenía los ojos violetas.
Por parte del brujo se lo veía relajado.
Las pisadas no tardaron en llegar.
—Espero que no sea como la última vez —dijo Zack.
Mis ojos se detuvieron en María, su apariencia había
cambiado por completo y eso me inquietó un poco. Sus ojos
eran negros con el iris rojo. Sus orejas estaban en punta y al
mirar sus manos pude ver que sus uñas terminaban en garras
negras.
—¿Última vez? —pregunté desconcertado, volviendo
lentamente la atención al brujo.
El brujo señaló con la barbilla hacia un costado.
Unos soldados vestidos de negro se acercaron, no me
impresionaban sus cuernos en la frente o detrás de sus orejas,
no. Lo que me hizo erizarme como un gato, fueron las espadas
creadas con maná negro.
—Déjenme pasar —se escuchó detrás de ellos.
Los soldados no tuvieron tiempo, como si una fuerza los
moviera, le dieron paso al hombre de cabello negro, el cual
caía a los costados de su rostro hasta los hombros.
Su poder caminaba junto con él, podría decirse que era una
extensión más de su cuerpo. Sus ojos negros con el iris rojo
nos escrutaban a todos.
—¿A qué debemos el honor para tener al rey de los
vampiros y al futuro rey de los brujos en nuestro plano? —nos
preguntó mientras se acercaba a nosotros con un andar seguro.
Su mirada se posó en la bruja y sonrió.
—Ya no usas conjuros, eso es digo de una reina demonio
—dijo acercándose más y más.
La mujer sonrió orgullosa de sí misma.
—¿Cómo has estado, Azael? —le inquirió caminando al
lado de él.
Fruncí el ceño mirando a Zachary, este negó con la cabeza.
Alcé una ceja.
—Parientes.
Mis cejas se alzaron.
—¿A qué se refiere con ser digna de una reina demonio? —
inquirió Dereck confundido.
Comenzamos a caminar por el pasillo de piedra. Los arcos
en punta dejaban pasar la luz, parecía estar en un hermoso
atardecer.
—Ella es la futura reina de los demonios —dijo el hombre
a quien María llamó Azael.
—Mmh —tarareó Dereck.
Por mi parte, lo que menos pensé es que esa chica, tan
simpática y alegre, sería la reina de tal misteriosa y oscura
especie.
Bajamos por una escalera caracol, la cual estaba en una
torre. Cuando salimos a la planta baja, los tonos negros y
rojos, mezclados con un estilo antiguo, adornaba todo el lugar.
Lo seguimos hasta una puerta de madera negra tallada con
ramas y unas esferas que tenían rayos diminutos.
—Madre todavía está algo cansada, luego de tu última
visita con tus amigos —le informó Azael a María.
Los labios de la mujer se fruncieron en preocupación.
Miré a Zack.
—Largo de explicar.
El demonio abrió la puerta.
Un hermoso salón nos recibió.
Las paredes de color gris oscuro. Los muebles eran de
madera negra, y con intrincadas decoraciones.
En un sillón se encontraba la figura de una mujer.
Su cabello negro caía largo hasta su cintura, sobre su
cabeza una hermosa tiara de piedras rojas resplandecía. Todo
su cuerpo estaba cubierto por un vestido negro con puntillas y
decoraciones en rojo.
La mujer nos miró a todos y sonrió al ver a María.
—Qué agradable sorpresa —dijo dejando lo único en el
lugar blanco, una taza de porcelana.
—Lilith, es un gusto verte otra vez —dijo Zack
acompañando a su pareja.
Los ojos de demonio de la reina, lo escrutó por unos
instantes.
—¿A qué han venido? —inquirió mirando a todos los que
estábamos en el lugar—. Tres veces en un año es un récord,
joven brujo.
Si Azael irradiaba poder, pues Lilith era quien lo creaba.
Un aura de oscuridad envolvía a la reina de los demonios. No
era visible, pero se podía sentir lo peligrosa que era.
—Necesitamos encontrar a alguien…
—Tomen asiento, haré que les traigan algo para tomar —
dijo Azael girando sobre su eje.
El hombre, todo vestido de negro, se fue de la habitación.
Miré el ventanal que tenía enfrente, todo el vidrio separado
por hierro que formaba espirales, círculos y ramas.
—¿A quién puedo ayudar a encontrar? —nos preguntó
Lilith.
—Estamos buscando a Pandora —dijo Luka mirando con
aburrimiento la situación.
La mujer se quedó inmóvil. Pude ver cómo toda su
tranquilidad se derrumbó por unos segundos, pero sus muros
de templanza se alzaron enseguida.
Sabía que Pandora era un problema enorme. No sabíamos
lo que podía pasar cuando la despertáramos.
—¿Y qué les hace creer que la tengo yo? —dijo llevando la
taza a su boca.
—Si la tienen encerrada, será en un lugar lejano… —dijo
Dereck—. Como en otro plano, sin contar que esa fue la
última vez que se supo de ella.
Las comisuras de los labios de la reina se curvaron.
—Lamentablemente, se la llevaron poco después de que la
trajeron —dijo mirándonos a todos—. Hades la tiene en el
Averno.
Todo el lugar se llenó en un silencio sepulcral.
Luka, Dereck, Aleric, Zack y yo nos miramos. Todos con la
misma expresión de preocupación plasmada en el rostro.
—¿Vamos a visitar a Hades? —nos inquirió María alzando
las cejas.
Zack giró su rostro lentamente para mirarla.
—Los tiempos allí no son los mismos que en la tierra —
dijo Aleric pasando la mano por el rostro con frustración.
El pelinegro de ojos oscuros nos miró a todos.
—Iré a buscarla, espero que no me tome mucho tiempo.
Fruncí el ceño, la verdad es que no se sabía mucho sobre el
Averno y el Olimpo.
—Un día en ese lugar, es igual a un año terrestre.
Una de mis cejas se alzó.
—¿Tendremos que esperar mínimo un año para firmar? —
inquirió Luka.
—Ahora entiendo por qué la pusieron allí —dijo Dereck—.
El que la quiera encontrar pasaría mucho tiempo, porque no
creo que todo lo puedas hacer en un día.
La frustración me invadió por completo.
—Hablaré con Constantine, para ver si hacemos que solo
firme él, y después agregar la firma de Pandora —dijo Luka
pensativo—. Ambos deben estar en ese tratado, ella es la
madre de los humanos, si lo vemos en cierta forma.
—Tengo curiosidad de quién va a ser el representante de los
Semi-Dioses —dijo la reina Lilith, sorbiendo un poco de su
bebida.
Miré a Luka, quien era el que se iba a encargar de ello.
—Esta semana el representante tiene una charla con sus
hermanos, hijos de Zeus —dijo a regañadientes.
La mujer asintió.
—Todos deben ser vanidosos, como su padre, seguramente
será un problema para que se pongan de acuerdo —dijo
pensativa el demonio hembra.
—Ellos… tendrán que ponerse de acuerdo, porque si no
estaremos en problemas —dijo Dereck.
Su mirada era seria, en verdad se lo veía preocupado por
esa situación.
—¿Los demás Semi-Dioses están de acuerdo? —le
pregunté.
—Sí, la realidad es que ninguno de nosotros quiere ser el
responsable de una especie —dijo el Semi-Dios de ojos azules.
Los labios de Aleric se fruncieron.
—Eso es para alguien que puede ser el centro de atención y
no le importa ser el punto de todos —murmuró.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—¿Y se ponen un parlamento de Semi-Dioses? —inquirió
María—. Como la corte de los vampiros, pero sin rey.
Todos la miramos.
—No es mala idea —dijo Zack—. De hecho, es una muy
buena idea —dijo mirándola con orgullo.
La chica sonrió.
—Busquen a los hijos más antiguos de los seis hijos de los
reyes del olimpo —les dijo Zachary a los otros hombres—. No
necesariamente todos hombres, y que sean un parlamento,
sería lo más sencillo.
El ceño de los dos Semi-Dioses se frunció.
—A Zakis no le va a gustar esto —dijo suspirando Luka—.
Él es el hijo más grande de Zeus que está con vida.
—Si es lo mejor, creo que vale la pena decírselo —me
interpuse—. Mírenme a mí, no quería y no quiero este puesto,
pero tuve que tomarlo.
Todos en el lugar me miraron.
—Es la primera vez que veo a alguien que desprecia un
trono —dijo Lilith.
Miré mis manos pensando en lo que dijo.
—Vamos a casa —dijo Aleric levantándose—. Quiero ver a
mi Hannah antes de irme, no sé si pasaré 2 o 4 años sin verla.
Fruncí el ceño.
—No puedo irme sin despedirme de mi damita —dijo
mirándome con un dejo de ansiedad en sus ojos.
Todos asentimos.
Por mi parte, sabía cómo se sentiría estar tanto tiempo lejos
de tu compañera.
CAPÍTULO
61

SELENA

os días seguían pasando y mi cabeza daba vueltas.


No paraba de pensar en la piedra y en las palabras de la
mujer.
Rasqué mi cuello.
—Señorita Brenzor —llamaron haciendo que alce la
cabeza.
El profesor estaba mirándome atreves de sus gruesas gafas.
—Lo siento —dije aclarando la garganta.
Me levanté y comencé a leer lo que estábamos viendo en la
clase en ese momento.
Mi vida se había vuelto más común de lo que pensé que
sería.
Estudiaba y me juntaba con las chicas, las cuales se habían
vuelto un pilar en mi vida. Estaba contenta porque tenía
nuevas amigas.
Por la noche tenía toda la atención de Dimitri. Los fines de
semana salíamos, no sin tener guardias a nuestro alrededor.
Desde que le conté lo que estaba pasando, su preocupación
hacia mi persona se volvió más intensa.
—Eso es todo —dijo el Profesor Winchester.
Guardé mis cosas en mi bolso y comencé a bajar las
escaleras. Los pupitres estaban dispuestos de forma que
parecía un anfiteatro, de esa manera todos podíamos escuchar
bien lo que el hombre de cincuenta años, de cabello negro y
ojos marrones, nos decía.
Mientras iba saliendo, agaché la mirada para sacar mi
celular. Mi cuerpo chocó contra otro.
Alcé la vista.
Sus ojos me sondearon, escaneando mi aspecto. En sus
labios se formó una sonrisa de alegría.
—Sele —dijo mirándome con ternura.
Mi corazón palpitó.
Saber que las cosas con Maddie ya eran buenas, hacía que
una calidez inundara mi cuerpo.
—Maddie —le dije devolviéndole la sonrisa.
—¿Cómo has estado? —me inquirió.
—Bien, con mucho por estudiar, tomarme un tiempo, me
dejó muy atrasada —dije frunciendo mis labios.
—Lo sé, me pasó lo mismo —dijo la pelinegra.
Nos encaminamos por los pasillos de la Universidad.
—Las chicas quieren reunirse para tomar algo, ¿quieres
venir? —me preguntó acomodando su cabello largo detrás de
su oreja.
Madeleine era hermosa, tierna y muy adorable. No
importaba en que línea del tiempo estuviera.
—Me encantaría —le dije dándole una sonrisa tímida.
Tomé aire.
Afuera de la Institución nos esperaban unos cuantos
guardias. Mi prima se detuvo en seco y me miró.
—Dimitri —dije torciendo el gesto.
—¿Pero, por qué? Aparte de ser la reina de los vampiros,
claro está.
—Te lo cuento en el camino —dije rindiéndome—. ¿A
dónde vamos y cómo?
—Tu auto, no creo que quieras volar —dijo sonriéndome
con diversión.
Negué unas cuantas veces, a medida que mis ojos se
agrandaban.
Nos subimos al auto. Me giré al sentir cómo me calaban
con la mirada. Maddie me miraba expectante.
—Parece que estoy en peligro —dije nerviosa.
Sus ojos se agrandaron. La preocupación ensombreció el
brillo de sus hermosos ojos.
—Pero… ¿Por qué? —inquirió.
Busqué en mi cuello la cadena que colgaba junto con la
piedra.
Esta estaba cada vez más oscura desde que la miré por
primera vez.
—Esta piedra me la dio la Diosa Hera y la Diosa Selene —
le dije finalmente.
Su ceño se frunció.
—Su color depende de cuanto me queda de vida… mientras
esté transparente no estoy cerca de la muerte —dije sintiendo
cómo mi garganta se secaba—. Si llega a negro…
Los labios de Maddie temblaron.
—¿No hay forma de saber que puede ser? —dijo en
negación.
—No, Maddie —dije sintiendo la opresión en mi pecho—.
No sabemos que puede ser, solo nos dice que estoy por morir.
La Semi-Diosa se lanzó sobre mí y me abrazó.
Mi corazón se oprimió, una lágrima cayó por mi mejilla.
Fue en ese momento que todo cayó como agua helada,
esparciéndose por mi piel como finas agujas.
Estaba por morirme.
Todo comenzaría otra vez y tendría que lidiar con una
nueva línea temporal. Mi cabeza latía por la impotencia, todo
mi cuerpo temblaba mientras lloraba silenciosamente.
Maddie se alejó de mí. Podía ver que estaba llorando.
—Buscaremos la forma de impedir esto —dijo
sonriéndome con convicción.
Le devolví la sonrisa.
El auto se detuvo frente a una casa de estilo victoriana, esta
era blanca y bastante grande.
Bajamos y subimos las escaleras de mármol hasta la puerta
de entrada negra.
Madeleine tocó el timbre.
A los minutos nos abrieron.
Sus ojos ámbares nos miraron con alegría.
Isabella Araldez era una bruja hermosa y con mucha
personalidad.
Su cabello estaba recogido en dos pompones.
—Pasen —dijo abriendo más la puerta—. María y Mirna ya
están en casa —dijo.
Sonreí.
La casa por dentro era mucho más hermosa, todo con un
estilo antiguo con muebles en blanco, pero también con
decoración moderna. Ambas cosas combinadas quedaban muy
bien.
—¡Maddie! —gritaron desde la cocina.
Cuando miramos, María estaba acercándose con una
sonrisa.
Nos miró a las dos y su sonrisa se hizo más amplia.
Mis ojos fueron a la bruja de cabello rubio, quien estaba
mordisqueando una galleta de chocolate. Luego miré a la chica
de cabello púrpura y piel morena.
Sus ojos eran increíblemente hermosos, estaban ocultos
detrás de unas gafas de montura.
—Hola —dije.
Maddie se detuvo en seco.
Su ceño se frunció.
La chica, que por lo que sabía era una gorgona, se puso roja
como un tomate. Me quedé mirando a ambas mujeres.
—Tú… —dijo Maddie con frialdad.
Isabella nos miró.
—¡Mierda! —masculló—. Maddie, ella no es mala…
—¿Cuál es el problema con Xio? —inquirió Mirna, quien
dejó lo que estaba haciendo para acercarse a nosotras.
—Maddie —le dije tocando su hombro.
La Semi-Diosa me miró con culpa en sus ojos.
Fruncí el ceño.
—Ella es Selena, la esposa de Dimitri —dijo mi prima
mirando a la otra mujer.
Los ojos de la gorgona se agrandaron.
—Y-yo lo siento —dijo con acento francés, agachando la
cabeza.
Fruncí el ceño mirando a todas las que estaban en el lugar.
—¿Qué está pasando? —dijeron detrás de nosotras.
Nos giramos para ver, como un hombre de cabello rubio y
ojos verdes nos miraba con el ceño fruncido.
Su mirada se detuvo en cada una. Cuando me miró alzó una
ceja, luego volvió a mirar a la chica de cabello púrpura.
—Oh… —dijo comprendiendo— ¿Ya lo sabe? —dijo
mirando a Isabella.
Tanto María, como Maddie e Isabella, negaron con la
cabeza.
Mirna estaba igual de perdida que yo.
—¿Qué tanto sabes de los amoríos de Dimitri? —inquirió
como si no fuera algo importante.
—¡Noah! —lo regañó Isabella.
Noah se encogió de hombros.
Mi corazón palpitó con fuerza.
—Ella es una de las chicas con las que intentó estar —
murmuré para mí.
—No sabía que estaba comprometido en ese momento,
sino, no me hubiera metido —dijo la chica completamente
triste y con vergüenza.
Rasqué mi cuello.
—Es con una de las que estuvo con él cuando fuimos a
buscarlo para hablar del trono —dijo Noah recostándose en el
umbral—. Si quieres sentirte mejor, casi la mata tirándola por
la ventana, Isabella la salvó de que su cuello se partiera al
medio.
Mis manos fueron a mi boca.
—Juro que no estuve con él, ni en ese momento ni después
—dijo volviendo a inclinar su cuerpo en forma de disculpa.
La situación sin lugar a dudas era incómoda a más no
poder, quería darme vuelta, salir de casa e ir a buscar a ese
vampiro pervertido.
Mi corazón palpitaba ferozmente contra mi cavidad
torácica. De repente, todo comenzó a desvanecerse. Mis
miembros inferiores cedieron.
Unas manos tomaron mi cuerpo sosteniéndome.
—¿Estás bien? —la voz de Noah la sentía muy lejos.
—¿Selena? —inquirió Maddie.
Abrí los ojos para encontrarme entre los brazos del brujo,
todos me miraban con preocupación.
—Siéntate —dijo Isabella corriendo una silla.
—Te serviré un poco de té —escuché decir a Mirna.
Noah fue muy cuidadoso al llevarme hacia el asiento de la
mesa en la cocina.
—Y-yo… me iré —dijo la gorgona completamente llena de
culpa.
Respiré hondo, tragué fuerte.
—No es n-necesario —le dije mirándola detenidamente.
Sus ojos, los cuales eran una mezcla de muchos colores, me
miraban con pena latente.
—¿Cómo te llamas? —le pregunté.
—Xiomara —dijo agachando la cabeza.
Era hermosa y por lo visto muy tímida.
—Aquí tienes —dijo Mir dejando una taza de té frente a
mí.
—Hagamos de cuenta que no pasó nada, ¿de acuerdo? —le
inquirí tratando de sonreírle.
No podía culparla, por algo que pasó antes de casarme con
el hombre. Y mucho menos si ella no sabía que estaba
comprometido. En tal caso tenía que matar a Dimitri.
“Ahorcarlo, colgarlo y cortarle el miembro, eso haré.”
La morena acomodó su cabello púrpura detrás de su oreja.
—Por cierto, felicidades —dijo Noah, haciendo que lo mire
extrañada.
—No, es que eres idiota de nacimiento —le dijo Isabella.
—¿De qué hablan? —dijo Madeleine poniendo en palabras
mi pregunta.
Las brujas me miraron, el llanto de un bebé llamó la
atención.
—Iré a buscar a Audry —dijo Isabella—. Arregla el lío que
armaste —le dijo mirando severamente al rubio.
Fruncí el ceño confundida.
La morena de cabello enrulado desapareció casi corriendo
de la cocina.
—No dije nada malo —murmuró Noah pensativo.
—Noah, por ahí estaba esperando a que no sea tan reciente.
Miré a María.
Ella me dedicó una sonrisa piadosa.
—María —la llamé.
Ella miró a la bruja rubia de ojos celestes y al brujo que
tenía en frente.
Tomé la taza de té y la llevé a la boca, tenía la garganta
seca.
—Estás embarazada —dijo Noah.
El líquido caliente que estaba tomando salió despedido por
mi boca al escuchar esas palabras.
Miré a todos. Los brujos en el lugar asintieron con la
mirada.
—No dijimos nada, porque tenemos la costumbre de que si
no lo dicen, por más que lo sepamos por las dos energías en el
cuerpo de la mujer —dijo Mir—. Es por si es muy reciente y
no quieren decirlo, hasta estar seguros de que pasó el tiempo
de peligro a perderlo.
Tenía sentido.
—Salvo que seas una bruja y tengas una pareja que no sea
de nuestra especie —intervino María—. Por lo general, en
esos casos un familiar te da la noticia.
Mi mano fue a mi vientre.
“La muerte asecha en forma de inocente.”
Ahora comprendía las palabras de la mujer.
Mi labio inferior tembló.
—Pero en el caso de ella es esencial que lo sepa desde
temprano —dijo Noah.
Fruncí el ceño.
—El feto querrá sangre —dijo, como si fuera lo más obvio
del mundo.
Tragué fuerte.
—Y no cualquier sangre —dijo Isabella apareciendo con
una hermosa criatura en los brazos.
Era rubia con unos ojos verdes iguales a su padre, su piel
trigueña era la mezcla de ambos padres. Ella nos miraba a
todos con curiosidad.
María se acercó para tratar de quitársela de las manos.
—¡Hola, Audry! —la saludó con dulzura—. Ven con la tía.
La niña le sonrió escondiéndose en el pecho de su madre.
La bruja pelinegra rio por lo bajo.
—¿P-puedo decirle a Dimitri que venga? —pregunté
nerviosa.
Noah asintió sentándose frente a mí.
—Estoy seguro de que él sabrá qué hacer —dijo agarrando
una galletita de manteca.
Le mandé un mensaje.
Selena: Dim, podrías venir a la casa de Noah e Isabella,
tengo algo importante que decirte y no puede esperar.
A los segundos lo había leído.
Colmillitos: ¿Estás bien? Voy en camino.
Comencé a teclear otra vez.
Selena: Sí, pero necesito que vengas.
Colmillitos: En veinte minutos estoy allí.
—Los vampiros puros, cuando están en el vientre de su
madre, necesitan la sangre de su padre —dijo María
sentándose en la encimera.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—¿Eso hará que me transforme en vampiro?
Había cosas que no sabía de las especies, por más que nací
sabiendo de la existencia de ellos. Obviamente, no sabíamos
todos sus secretos.
El rostro de Noah se frunció.
—Si y no… No serás un vampiro como tal —dijo pensativo
—. Podrás soportar el embarazo y el parto y el bebé nacerá
fuerte y sano.
Asentí pensando, en que eso me era más que suficiente.
Reí por lo bajo haciendo que todos me mirasen.
La piedra se estaba poniendo de ese color, porque estaba
embarazada y era una amenaza para mi vida.
Pasaron los minutos y el timbre sonó.
Noah se levantó y a los segundos escuché su voz.
—¿Está bien? —le preguntaba a Noah.
—Sí… es solo que… Debes verlo por ti mismo —le
respondió el brujo.
Sus ojos grises se anclaron a los míos ni bien traspasó el
umbral de la puerta.
La preocupación y el miedo estaban grabados en su rostro.
Le sonreí.
Un carraspeo nos hizo salir del trance.
—¿Quieres decírselo a solas? —me preguntó Isabella,
mientras le daba su dedo índice a Audry para que jugara con
él.
Lo pensé unos segundos y asentí.
Enseguida todos se fueron.
Dimitri se acercó a mí y se puso en cuclillas frente a mí.
Tomó mis manos y las comenzó a acariciar. Sus labios se
apretaron en una fina línea.
—¿Qué pasó? —dijo en un susurro.
Le sonreí.
Tomé su mano y la llevé a mi vientre.
Su ceño se frunció.
—¿Te duele el estómago? —me inquirió—. Vamos al
médico, puede ser apendicitis o algo peor.
Reí por lo bajo.
—El apéndice no está aquí —dijo negando con la cabeza.
Mi corazón se apretujó y las lágrimas estaban por
desbordarse de mis ojos.
—¿No sientes algo más? —le inquirí.
Su ceño se frunció más.
Luego, sus cejas se alzaron a la vez que sus hermosos lagos
de acero se agrandaban.
Su mirada metálica se alzó a mi rostro. Asentí lentamente.
Su mano que todavía sostenía la mía jaló de mí haciendo
que cayera sobre él. Dimitri me abrazó con fuerza.
—Lena —dijo besando mi frente.
Me alejé de su cuello, embriagándome con su aroma
acaramelado.
Le sonreí al ver que él también lo hacía. Tomó mi nuca y se
apoderó de mi boca.
—Mi hermosa, Lena —susurró contra mis labios haciendo
que las lágrimas salten de mis ojos.
A mi mente vino el bebé que había perdido en mi segunda
vida. A este lo cuidaría y protegería con todo lo que tenía.
CAPÍTULO
62

SELENA

os encontrábamos en casa.
Por mi parte, sentada en uno de los sofás curvos del living.
Dimitri desde que llegamos ha estado yendo y viniendo de su
despacho al living.
En ese momento estaba parado frente a mí, con una mano
en la cadera y la otra en su barbilla. Mirándome, solo haciendo
eso. Sus ojos repasaban todo mi cuerpo y luego volvía a mi
rostro. Por momentos, sonreía como bobo y luego se ponía
serio, cruzándole un destello de oscuridad por el rostro.
De más estaba decir, que el vampiro tenía sentimientos
encontrados con esta situación.
No iba a mentir, tenía miedo de que algo saliera mal. Pero
también estaba más que contenta. Solo pensar que tendría a mi
bebé, ese que me fue arrebatado cuando morí en la otra línea,
me hacía tener un subidón de dopamina.
Instintivamente, mis brazos fueron a mi vientre de forma
protectora. Este acto no pasó desapercibido por el hombre de
ojos grises.
Su ceño se frunció.
—¿Cómo sigue esto? —le inquirí, ya sin aguantar el
silencio.
El vampiro se sentó en la mesa ratona frente a mí y se
quedó mirándome.
Sus manos fueron a su rostro, formando un triángulo que
envolvía su nariz y su boca. Sus ojos intensamente en mí.
—Tenemos dos opciones —dijo suspirando—. Tengo
miedo de que te pase algo…
—No pienso abortar —repliqué indignada de que solo lo
hubiera pensado.
Tomó mis manos entre las suyas.
—Y yo tampoco quiero, solo te estaba dando la opción…
—Sabes que en una de mis otras vidas me quitaron el
derecho de tenerlo, no pude ni disfrutarlo… —dije sintiendo
mis ojos arder.
Mi pecho se oprimía de solo imaginarlo. Este bebé nacería,
así como yo me llamaba Selena Brenzor.
Dimitri llevó su mano derecha a mi mejilla y la acarició.
—Lo sé, ratoncita —me dijo con ternura.
Lo miré expectante.
—Noah dijo que tenía que beber tu sangre —dije en un
susurro.
—Sí, eso te mantendrá fuerte contra sus golpes y para
cuando tenga hambre de sangre —dijo volviendo a tomar mis
dos manos.
—¿Cuándo empezaremos? —le inquirí ansiosa.
No quería esperar, si mi bebé necesitaba alimentarse de
sangre se la daría, Dioses, hasta si necesitaba que comiera
carne cruda lo haría.
—¿No quieres saber lo que te puede pasar si tomas de mi
sangre? —me inquirió molesto.
Sabía que de seguro se sentía mal por mi falta de interés en
mi vida.
—Mientras nuestro hijo esté bien, no me importa —dije
alzando la barbilla.
Su mirada parpadeó en rojo, sabía que lo estaba llevando a
su límite.
—Eres todo para mí, Selena —gruñó—. No quiero que
nada te pase…
—Y no me pasará nada —dije tomando su rostro entre mis
manos—. Tenme un poco de fe, yo puedo con esto.
Sus labios se apretaron, pero asintió.
—Trae la piedra, quiero saber si es esto lo que puede
matarte —dijo suspirando pesadamente.
Asentí levantándome.
Fui a buscarla, cuando la tomé ya tenía un tono de gris
medio.
Me acerqué al sofá. El vampiro estaba sentado mirando a la
nada misma, sus codos apoyados en sus rodillas y sus manos
colgando.
Dimitri alzó la vista para mirarme.
—Ven —murmuró estirando su mano para tomar la mía.
Se la acepté.
Me senté a su lado, abrí mi mano para mostrarle la piedra.
Su rostro se ensombreció.
Podía ver perfectamente lo que estaba pensando. No estaba
para nada contento de que mi vida estuviera en peligro.
—Te daré en pequeñas cantidades —dijo sacando de su
bolsillo una navaja.
Mis cejas se alzaron.
—¿Por qué no de golpe? —le inquirí.
—Mi sangre es pura, Lena, podría matarte y transformarte
en vampiro —dijo abriendo la navaja—. Solo si tu cuerpo lo
aguanta, claro está, sin contar que el que mueras, detendría el
embarazo —concluyó torciendo el gesto.
—Sé que solo los vampiros puros pueden transformar, pero
no sabía cómo se hacía —admití—. Sus mordidas no nos
transforman, sino su sangre —deduje.
Él asintió lentamente.
—A veces mordemos y cortamos nuestra lengua para que
nuestra sangre se mezcle con la del otro ser —dijo mirándome
por unos instantes—. Pero eso es más para hacer trampa.
Me imaginé que sería para eso, seguramente lo hacían
cuando querían transformar a alguien sin su consentimiento.
El filo del arma pasó por el medio de la palma de su mano,
primero fueron pequeñas gotas, luego un hilo, después una
generosa cantidad de sangre comenzó a salir del corte.
Por parte del vampiro ni se inmutó.
Su brazo libre pasó por mis hombros acercándome a él.
Llevé mis manos a la que tenía lastimada. Dimitri la acercó
a mi boca. El aroma a caramelo se hizo más fuerte.
Pequeñas gotas de sangre cayeron en mi blusa blanca.
Separé mis labios y respiré hondo.
Primero pasé la lengua recibiendo el gusto metálico y dulce
a la vez.
Luego comencé a beber. El sabor de Dimitri era dulce e
inundaba mis papilas gustativas.
Un gruñido salió de su garganta haciendo que lo mire.
Sus ojos estaban clavados en mí. Me miraba como si fuera
la cosa más linda que hubiera visto.
Seguí bebiendo hasta que el vampiro quitó su mano.
Su mirada intensa vagó por mi rostro. Sonrió acercándose a
mí. Su lengua cálida ascendió por mi barbilla hasta llegar a
mis labios.
Dimitri lamió y chupó cada parte de mi boca, un gemido de
placer se escapó de mi garganta.
—Joder, amo cuando sabes a mí —gruñó con posesividad.
Sentí mis mejillas arder, sabía de la doble indirecta que me
estaba dando.
Su boca volvió a arremeter contra la mía, su lengua
conquistó cada lugar de mi boca. Me aferré a su camiseta
negra.
Mis nervios detonaron en fuegos artificiales, con cada
caricia que sus labios me hacían. Lamió mi arco de cupido y
chupó mi labio inferior.
Mis dedos se apretaron más fuerte.
—Puedo sentirlo —murmuró contra mis labios—. Es muy
débil el latido…
Abrí mis ojos y traté de hacer funcionar mis neuronas.
Detallé su rostro, el cual me miraba de la misma forma
hambrienta, que lo estaba mirando yo.
—Tengo entendido que la placenta es muy dura —
murmuré.
Dimitri asintió lentamente tragando fuerte.
Relamió sus labios.
—No me había detenido a escuchar —dijo apretando mi
cuerpo contra el suyo.
—¿No podremos saber su sexo hasta que nazca?
Su ceño se frunció.
—La placenta es dura, pero no sólida —dijo mientras
pasaba su mano por mi hombro en una caricia placentera—. Es
más como una tela irrompible.
Tarareé mientras comprendía.

Saqué la piedra de mi
bolsillo, pude ver cómo poco a poco iba tomando un color más
claro. Alcé la vista para ver el alivio en sus ojos.

Me sentí mucho mejor luego de haber bebido de la sangre


de Dimitri. Me sentía con fuerzas y más tranquila.
Saber cuál era el problema, me sacaba un peso de encima.
También pude ver a Dimitri más relajado estos días.
Habíamos decidido hacerlo una vez por semana, no
queríamos que el bebé se quedase con hambre.
Era evidente que se había estado alimentando de mi sangre
por no tener otra forma. Y no lo podía culpar. Si era un
vampiro, seguramente le daría hambre, aunque no tan seguido,
ya que sería puro.
Miré al hombre que me tenía entre sus brazos. Traté de salir
de su abrazo, pero me fue imposible. Cuanto más lo intentaba,
más fuerte me apretaba.
Alcé la vista para ver como su ceño se fruncía.
—Quédate quieta, es domingo —dijo enterrando su rostro
en mi cabello.
Reí al verlo tan adormilado.
—Tengo que ir al baño —le dije removiéndome.
Gruñó en desacuerdo, pero me soltó.
—Si en cinco minutos no vuelves te iré a buscar, y si lo
tengo que hacer —dijo mirándome con una mano debajo de la
almohada—. Que los Dioses te guarden.
Mis mejillas ardieron y mi centro palpitó. Apreté las
piernas.
Me levanté de la cama y corrí al baño. Hice mis
necesidades, me miré en el espejo, tomé un poco de pasta
dental y me lavé los dientes.
Una vez que estuve lista me cepillé el cabello y volví a la
cama.
Me metí entre las sabanas, no tuve tiempo de pensar cuando
sus brazos me tomaron por la cintura y me atrajo hacia él.
Mi cuerpo quedó apresado entre sus brazos dándome una
calidez agradable, me removí para acomodarme y volver a
dormir.
Para cuando nos levantamos, eran las once de la mañana.
Dimitri se dispuso a preparar la comida.
Ni bien salí de bañarme, me acerqué a la cocina, el aroma a
pollo me dio náuseas. Salí corriendo al baño nuevamente para
terminar vaciando mi estómago.
—¿Estás bien? —me inquirió preocupado.
Alcé la vista para verlo parado en el umbral de la puerta.
Torcí el gesto, no me gustaba para nada que me viera de esa
manera.
Me levanté y fui a enjuagarme la boca, me cepillé otra vez
los dientes y me acerqué a él.
—¿Cuántos meses dijimos que eran? —le pregunté
enarcando una ceja.
Sus labios se curvaron.
—Cuatro —dijo acercándome a su cuerpo.
Su aroma a caramelo tranquilizó mi estómago revuelto, me
acerqué más a Dimitri e inhalé como una adicta.
—¿Qué te parece si salimos a comer? —me dijo
tomándome de la mano y llevándome al living.
—De acuerdo, pero nada de pollo —dije arrugando la nariz.
Dimitri rio por lo bajo atrayéndome en un abrazo.
Tomamos nuestras cosas y nos fuimos de casa, tuve que
pasar rápido por la cocina mientras contenía el aire, para no
tener que oler el pollo.
Suspiré al estar al aire libre.
Dimitri nos llevó a Nostradamus, ahora me daba cuenta de
que estábamos bastante cerca, a diez minutos en auto.
Me trajeron un rico filete de merluza con puré de papas.
Me recosté en el respaldo sintiendo que estaba llena,
Dimitri me miraba a la vez que tomaba algo de vino.
—¿Qué quieres hacer? —me preguntó dejando la copa en
la mesa.
Fruncí el ceño.
—Podemos ir a caminar un poco —le dije acariciando mi
panza.
Su mirada fue a mis movimientos.
—¿Tienes espacio para el postre? —inquirió inclinando un
poco la cabeza.
—Podemos pedir para llevar.
Sus labios se curvaron.
—¿Una porción de pastel de miel, señora Novikov? —dijo
alzando una ceja.
Sonreí.
—Por supuesto, colmillitos.
Su ceño se frunció.
—Sabes, al principio cuando me empezaste a llamar así, no
me gustó —declaró haciendo girar la copa—. Sabía que lo
decías como una burla.
Humedecí mis labios y rasqué mi cuello.
—Hubo muchas cosas que hice para molestarte —admití—.
Pero tú nunca actuabas como pensé que harías.
Alcé la vista para mirarlo.
—Me puse un vestido negro para nuestra boda, porque era
como ir a mi propio funeral —le dije, por sus ojos pude ver
dolor—. Pero tus ojos brillaron y sonreíste.
—Eso fue porque amo tu espíritu rebelde, sabía que algo
harías —su ceño se frunció—. Creí que harías algo peor, a
decir verdad, como dejarme plantado o no sé, darte a la fuga
antes de llegar al altar —sus labios se curvaron en una sonrisa
traviesa—. Obviamente que no tenías ni la menor oportunidad
de escapar, te hubiera perseguido y atrapado.
Su mirada intensa me recorrió entera, estaba más que
segura que lo hubiera hecho. Y, a decir verdad, no sabía como
se hubiera tomado esa falta de respeto.
Podría haberlo hecho, pero ahora que me daba cuenta,
nunca busqué alejarme completamente de él.
No en esta vida.
—Cuando te fui a buscar para que vivieras conmigo, hablé
con Trevor —dijo pensativo.
Mi cuerpo se tensó ante sus palabras.
—Quería que desistiera de casarme contigo, porque tú lo
amabas —se rio Dimitri negando con la cabeza—. No te das
una idea, de cómo tuve que aguantar no matarlo en ese
momento…
Sus labios se fruncieron y sus ojos estaban calándome hasta
el alma.
Desvié la mirada, sabía que había hecho mal, muy mal en
darle falsas esperanzas a Trevor.
—Si te sirve de algo, nunca lo amé —dije alzando la vista,
sus labios se curvaron.
—Eso lo sé —lo vi tragar—. ¿Cómo podrías amarlo, si me
amabas a mí?
Mis cejas se alzaron, Dimitri nunca dejaría de ser arrogante.
Y más ahora que era el rey, tenía más razones para serlo.
CAPÍTULO
63

SELENA

os encontrábamos en las oficinas, de la Organización


Mundial de Especies. Así se llamaba ahora. No solo estaban
los seres místicos, sino también los humanos.
Miré a todos los que estaban en el lugar. Mínimo había unas
cien personas. Podías ver de todo, desde seres con una mezcla
de humano y animal. Como los que no parecían más que
humanos comunes, pero que si los mirabas de cerca podías ver
escamas u orejas en punta.
El brazo de Dimitri estaba soldado a mi cintura y no dejaba
que me moviera muy lejos de él. Solo bastaba estar unos
centímetros lejos, que ya me apretaba y me volvía a acercar.
Miré al albino alto que estaba frente a nosotros, Ariadna
estaba con un hermoso vestido de color verde que acentuaba
su piel ligeramente bronceada. Este caía en una cascada de tela
irregular hasta el piso. Era como si hubieran puesto cuadrados
de telas uno más largo que el otro y los unieron en la cintura.
Sus mangas estaban separadas a los costados y se unían en sus
muñecas.
Por otro lado, Alfa Demon tenía el cabello tirado hacia
atrás y llevaba un traje negro con una camisa blanca. El
contraste de dureza y la suavidad que irradiaba su pareja era
impresionante, pero a la vez encajaban perfectamente.
Miré a los reyes de los brujos. Un hombre ya entrado en los
cuarenta, sus ojos verdes, nos estudiaba a todos. Podías sentir
que era un hombre importante, su rostro estaba relajado.
En su costado derecho, una mujer que era una versión más
madura de Isabella estaba tomada de su brazo. Su cabello
ensortijado, caía suelto en hasta sus senos. Un vestido amarillo
pálido cubría su cuerpo, este estaba lleno de pedrería en el
corsé y luego una hermosa falda amplia se esparcía hasta el
piso.
El rey de los brujos llevaba un traje de color azul oscuro
que le sentaba a la perfección.
—En hora buena por el embarazo —dijo la mujer
sonriéndonos.
Le devolví la sonrisa.
—Muchas gracias —le respondí.
—Brujos, vampiros y lobos en un mismo lugar —dijeron a
nuestro costado, giré mi rostro para encontrarme con un
hombre de cabello hondeado negro y ojos como el hielo—.
¿Quién lo hubiera dicho?
Sus orejas estaban en punta y en una de ellas tenía
pendientes negros y dorados, su camisa dejaba a la vista parte
de su pecho en el cual se podía ver unos tatuajes en espirales.
Su saco estaba abierto y llevaba unos pantalones negros con
unas botas de caña alta.
Parpadeé un par de veces, su estilo me hacía acordar a los
protagonistas de las novelas de fantasía que leía.
—Akshan —dijo el rey de los brujos—. Hace mucho que
no te vemos.
Los ojos grises del hombre miraron al otro rey.
Miré cómo de su cuerpo se desplegaban unas sombras.
Parecían una extensión más del hombre. Mi cuerpo
automáticamente se pegó más al de Dimitri. No tenía ni idea
de quién era, pero podía sentir el miedo calándome los huesos.
—Ya sabes, mucho trabajo en mi reino —replicó
encogiéndose de hombros.
Todavía no podía saber qué especie era.
Miré la corona, de lo que parecía hierro negro, que llevaba
en su cabeza. Tampoco me ayudó mucho a reconocerlo.
—Creo que es más extraño que el rey de los notrix salga de
las entrañas de la tierra —dijo Dimitri mirándolo de arriba a
abajo.
Mis ojos se agrandaron.
Pensé que esa especie era un mito, seres que tenían su
propio reino debajo de lo que nosotros conocíamos.
—Hemos tenido un visitante —dijo Akshan—. Un Semi-
Dios, para ser más precisos.
Tragué fuerte, sabía por lo que me había contado Dimitri
que Aleric iría a buscar a Pandora.
Comencé a atar cabos.
—Oculus es la ante ciudad del averno —siguió diciendo el
ser místico—. Imagina nuestra sorpresa cuando se esparció ese
rumor.
Pude sentir cómo mi esposo se tensaba.
—No tengo idea de lo que hablas —murmuró con aparente
aburrimiento el vampiro.
Los labios del notrix se curvaron en una sonrisa divertida.
—Solo espero que no haya problemas… No me gustaría
ver todo este mundo, bajo el poder de cierto Dios del averno.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Sus ojos de otro mundo se posaron en mí. Por un segundo
se pusieron violetas, una sonrisa ladeada curvó sus labios.
—Qué criatura tan peculiar —dijo mirándome con ojos
penetrantes.
Dimitri se puso entre medio de los dos.
—¡Bienvenidos todos! —gritaron en el centro de la
habitación.
La tensión que se había formado en torno al notrix
desapareció.
Todos miraron a Luka, quien estaba en el centro de la
habitación.
Estaba segura de que pudo ver algo en mí. Algo me decía
que Akshan, sabía mi secreto de viajar en las líneas de tiempo.
El lugar sin lugar a dudas era hermoso… Y muy blanco a la
vista.
Desde los pisos de granito pulido blanco, hasta las paredes
y la mesa donde estaba una pila de papeles, y una pluma. Esa
pluma era lo único de color en el lugar, era dorada.
Tomé mi vestido rojo, el cual era de mangas largas y suelto
hasta el piso con un escote corazón, y comenzamos a reunirnos
en un círculo alrededor de la mesa.
El rubio de metro noventa nos miró a todos.
Había buscado a Maddie por todos lados, pero seguramente
se había quedado al cuidarlo de su hijo.
—Gracias por venir —dijo Luka.
“¿No puede sonreír ni siquiera en una ocasión como esta?”
Su mirada antipática y dura nos estudió a todos.
—Este es un momento muy importante para todas las
especies —prosiguió—. Esto no se trata solo de firmar para
estar todos en paz, sino también para afianzar relaciones.
Nuestros hijos no se sentirán en las sombras, así como también
daremos paso a una nueva era.
Los monarcas presentes aplaudieron.
Miré cómo una mujer con alas de mariposas sonreía con
satisfacción.
—Pueden ir acercándose de a poco, si son una pareja de
reyes firmen juntos —murmuró levantando la pluma.
El primero en pasar fue Akshan, quien por lo visto estaba
solo.
Mi ceño se frunció cuando la pluma comenzó a tornarse
roja.
Miré el papel.
Mis cejas se alzaron.
Estaba encantada. La pluma firmaba con sangre.
Los reyes de los brujos fueron los siguientes. Me pregunté
si fueron ellos quienes encantaron el artículo que estábamos
usando para firmar.
Una mujer de cabello negro y ojos rojos se acercó a la
mesa. Su aspecto oscuro me hacía sentir la piel erizada. Pero al
mirarla detenidamente me hizo acordar a María.
Sus ojos extraños se cruzaron con los míos y asintió con la
cabeza. La verdad que no la conocía, pero que se viera tan
segura de sí misma, me hizo levantar la barbilla mientras le
devolvía el saludo.
Dimitri se adelantó y lo seguí.
El vampiro firmó primo, miré su firma, la cual era de
envidiar. Miré sus orbes grises, cuando me tendió la pluma. La
tomé con duda, temí que me doliera.
—No duele, Lena —dijo sabiendo mis pensamientos.
Asentí acercándome a la hoja de color crema.
En cuanto apoyé la punta, una calidez atravesó mis yemas.
Comencé a firmar al lado de la firma de Dimitri. Mi sangre
comenzó a fluir en lugar de tinta.
Dejé la pluma y me giré.
Un hombre de ojos negros como la noche, y cabello marrón
se acercó a nosotros.
—Constantine —lo saludó Dimitri.
El hombre que era igual de alto que mi vampiro nos sonrió.
Nos alejamos de la mesa y dejamos al resto pasar.
—Todos sabrán del problema que tenemos con el otro
humano que firmará —nos informó Luka—. En estos
momentos solo firmará Constantine por ellos, ni bien
encontremos al otro representante de esa especie, anexaremos
su firma.
Nadie se opuso.
La tarde siguió su curso hasta que todos firmaron. Hubo un
poco de revuelo cuando Sakis, el Semi-Dios hijo de Zeus,
firmó. Ya que sería el representante de dicha especie.
—Damos la bienvenida a una nueva Era —dijo Luka,
cuando ya no quedaba nadie por firmar—. Una Era de
entendimiento, de forjar alianzas y ver a nuestro futuro unirse
en uno solo.
Todos aplaudimos.
—Irino, el rey de los brujos, quería hablar de algo —
anunció el rubio dándole la palabra al hombre.
—Hola a todos, quería comentarles que junto con Alfa
Demon hemos decidido abrir una academia mixta para todas
las especies. De momento solo estará en América, pero luego
quisiera que fuera en distintos puntos del mundo.
Los que estaban en el recinto comenzaron a murmurar.

—Me parece muy buena idea,


si nuestros hijos pueden relacionarse sin problemas con otras
especies, es más que seguro que después no habrá problemas
—dijo uno de los reyes.
Me desplomé en el sofá. Largué el aire.
—Al fin terminó todo esto —dijo Dimitri quitándose la
corbata.
Me quité los zapatos, me dolían horrores los pies de tanto
estar parada.
Mi pie derecho fue tomado por sus cálidas manos, su aroma
a caramelo me inundó por completo. Dimitri comenzó a mover
sus dedos haciéndome masajes. Su mirada de acero clavada en
mi.
Gemí ante lo bien que se sentía. Lo ví tragar fuerte, sus ojos
se pusieron rojos como la sangre.
Me deslicé por el asiento hasta quedar sentada en el piso
frente a él.
—Tienes hambre —le dije tomando su rostro—. Tienes que
alimentarte.
—Estás embarazada, no quiero debilitarte —dijo negando
con la cabeza.
Sus labios se apretaron, podía ver que estaba haciendo un
gran esfuerzo por contenerse.
—No puedes no alimentarte —le dije acercándome más a
él, mostrándole mi garganta—. Hazlo, estaré bien.
Me acerqué más a él.
Mi cuerpo ya temblaba con anticipación. Pensar que iba a
alimentarse de mí, hacía que un hormigueo recorra mi núcleo.
Sus colmillos se asomaron en su labio inferior. Mordí mi
labio, me encantaba verlo en su forma vampírica.
Dimitri se relamió los labios con hambre grabada en los
ojos.
Su aliento golpeó mi piel, en cuanto me tomó en sus brazos.
Dimitri tomó mi nuca con firmeza.
Su boca estaba a milímetros de la mía. Podía escuchar su
respiración saliendo de entre sus labios.
Mi piel se erizó con cada roce de sus dedos en mi nuca.
Mandando escalofríos por mi columna vertebral.
La lengua de Dimitri pasó verticalmente por mis labios. Me
tenía apresada entre sus piernas. Apreté su camisa con un
anhelo latente.
El deseo que me provocaba este hombre, era voraz. Era
como un incendio en medio del bosque, quemando mi oxígeno
y propagándose por todo mi cuerpo.
Gemí contra sus labios.
La mano que estaba en mi espalda me acariciaba
posesivamente.
Dimitri arrasó con mi boca, haciendo que mi conciencia se
desvanezca.
Mi piel ardía con su roce y mi respiración era un caos.
Podía sentir mi corazón palpitar en mis sienes.
El beso carecía de ternura, era una rudeza primitiva,
dominante y llena de lujuria.
No sabía si esa lujuria era por mi sangre o por mí. Pero el
solo saber que me deseaba, ya me dejaba devastada.
Sus dedos se cerraron en mis cabellos. Jadeé cuando su
lengua demandó entrar en busca de la mía.
—Dimitri —susurré en un hilo de voz.
Lentamente, sus labios abandonaron los míos, en un
descenso sin retorno por mi mandíbula.
Mi cuerpo hervía constantemente, expectante de su
próximo movimiento.
Giré mi rostro, a medida que Dimitri bajaba por mi cuello.
Sus besos húmedos provocaban que mi vientre se tensara
como una cuerda.
Lamió la zona sensible de mi garganta. Luego la besó. Sus
labios se entreabrieron y el pinchazo crispó mis nervios.
Me apreté más a él. Sintiendo su calor traspasar mi cuerpo.
Gemí con cada segundo que pasaba. Podía sentir cómo esa
zona se estaba calentando por la succión que estaba
ejerciendo.
Mi sexo punzaba. Estaba excitada hasta las nubes, solo por
su mordida.
Su agarre se hizo más fuerte en mi cintura, sujetándome y
ejerciendo el control que siempre tenía sobre mí.
Mi respiración eran jadeos. Y cada vez mi corazón latía
más y más fuerte.
Mis manos se cerraron en puño, cuando el placer terminó
por romperse en miles de cristales, clavándose en mi cuerpo.
Haciéndome estallar en un orgasmo tan fuerte, que me hizo
ver pequeños puntos blancos.
Mis labios se abrieron en una ‘O’ en un grito silencioso.
Dimitri dejó de succionar y comenzó a lamer la herida. Un
escalofrío me recorrió de los pies a la cabeza.
Sus labios y lengua, no se despegaron de la herida por unos
minutos.
Cuando me miró, sus hermosos ojos grises me escrutaron
con preocupación.
Sus labios estaban rojizos por los restos de sangre.
—¿Estás bien? —me pregunto tomando mi rostro.
Mis ojos pesaban por todo lo que había pasado. Asentí
mirándolo por debajo de mis pestañas.
Sus labios rozaron los míos. Haciendo que probase mi
propia sangre, fruncí el ceño. No era nada comparado con
cómo sabía la sangre de mi vampiro.
Sus brazos me envolvieron y me acunó en su pecho. Me
froté ahogándome en su aroma.
Estar entre sus brazos me hizo sentirme adormilada. Pocos
minutos después estaba entre el sueño y la realidad.
La gravedad dejó de existir. Mi cuerpo fue apresado por el
calor. Mi aroma favorito bailaba en mi nariz.
Mi frente ardió por unos segundos, a la vez que me sentía
en una canoa meciéndome.
De repente, mi cuerpo fue recibido por la sensación de estar
en una nube. El calor me rodeó por completo.
—Buenas noches, mi ratoncita —fue lo último que escuché,
antes de caer en un profundo sueño.
CAPÍTULO
64

SELENA

l sol se estaba poniendo. Miré por la ventana.


Estaba nerviosa, estábamos esperando para hacerme una
ecografía.
Dimitri quería hacer la ecografía más avanzada. Quería
cerciorarse de que nuestro hijo estuviera en perfecto estado.
Todavía tenía mis dudas de que el saco amniótico nos
dejara verlo. Pero no iba a ir en contra del vampiro.
Dimitri me estuvo consintiendo en todo.
En verdad, todavía no lograba separarlo de los demás que
había conocido. Este vampiro… les ganaba muy por encima a
todos los demás Dimitris.
Cuando miraba hacia atrás, todo lo que recorrimos me
sentía más que satisfecha con haberlo elegido.
Ya no tenía tantas pesadillas y si las tenía no me despertaba
tan sobresaltada como antes.
Me recosté en su hombro.
Las puertas del ascensor se abrieron haciendo que mire en
su dirección.
Mis cejas se alzaron al ver a la mujer que tantos problemas
me había causado en mi segunda vida.
Su vientre era enorme.
Le di un codazo al vampiro que tenía al lado, el cual estaba
atento a algo en su celular. Me miró alzando una ceja, luego
miró hacia donde lanzaba mis ojos. Su ceño se frunció.
Miré a Lucila, quien en cuanto nos vio, se detuvo en seco.
Sus mejillas se enrojecieron.
Su cabello rubio estaba suelto hasta los hombros.
—Lucila —dijo Dimitri con sorpresa.
El ascensor se volvió a abrir y un hombre de unos cuarenta
años salió. Cuando miró a la siren sus ojos demostraron
ternura infinita.
Nos miró a todos y sonrió.
La mujer hizo oídos sordos al saludo de mi esposo.
Sonreí, volviendo a recostarme contra su costado.
La situación más incómoda no podía ser.
—Novikov —llamaron desde una de las puertas.
Me levanté con mi pancita ya de dos meses. Los cuales
parecían de cuatro y medio.
Entramos a la habitación.
El obstetra nos miró a los dos con una sonrisa.
Sus ojos negros se hacían dos medias lunas, cuando lo
hacía.
—Vamos a ver tus últimos análisis primero —dijo
sentándose—. La última vez que viniste tenías un poco de
anemia —dijo el doctor Madisson—. Pero eso es común
llevando un vampiro en tu útero.
Sonreí, mi mano fue a mi vientre acariciándolo.
El hombre se puso sus gafas y comenzó a mirar en su
computadora.
—Ha estado tomando sangre igual —dijo Dimitri.
El médico asintió lentamente.
—Sigues con anemia, pero todo lo demás está en orden,
Selena —dijo alzando la vista hacia mí.
La mano de Dimitri tomó la mía.
—Vamos a ver qué será —dijo el doctor Madisson.
Me levanté con la ayuda de mi vampiro.
Me senté en la camilla y luego me acosté. Levanté mi
camiseta y desabroché el pantalón.
El médico se acercó con el ecógrafo.
—Pondré un poco de gel.
Dimitri estaba a mi lado apretando mi mano. Tenía miedo
de terminar con un yeso en ella, por su fuerte agarre.
Con el aparato comenzó a moverse.
Miré la pantalla. Una imagen perfecta nos mostró su rostro.
Tenía mejillas regordetas y los ojos cerrados.
Mi pecho se oprimió al verlo. Mi labio inferior tembló, en
cuanto las lágrimas se precipitaron en mis ojos. Era la cosita
más bonita que había visto.
Mi mano fue apretada con más fuerza.
Seguimos viendo sus manitos, su pancita y sus piecitos.
Era increíble poder verlo tan definidamente.
—Bien, está todo en orden, se lo ve fuerte y saludable —
dijo el doctor Madisson.
Sonreí mientras las lágrimas caían por mis mejillas.
—¿Se puede saber el sexo? —habló por primera vez el rey
de los vampiros.
—Veremos si se deja ver…
Siguió moviendo el aparato por todo mi vientre.
—¿Alguna suposición?
—Come mucho… debe ser como su padre —dije con burla.
Miré a Dimitri quien enarcó una ceja.
Mordí mi labio tratando de no reír.
—Un niño, tendrán un niño —dijo Walter.
Sonreí de oreja a oreja.
Miré a Dimitri. El vampiro estaba completamente quieto
mirando la pantalla.
Lentamente, se giró para mirarme. Sus ojos me detallaron
con una ternura desbordante.

Le sonreí, viendo cómo él


alzaba mi mano y la besaba sin apartar su mirada de mí.

Miré a mi cuñada, quien estaba sosteniendo un conjunto


negro para el bebé.
—No puedes ponerlo todo de celeste —dijo negando con la
cabeza.
—No puedo ponerlo todo de negro —le contradije, viendo
que casi todos los conjuntos que ella había elegido, eran de ese
color.
—El rojo está lindo también —dijo la rubia sonriéndome.
Rasqué mi cuello.
—A mí me gusta el de las calaveras —dijo María mirando
la ropa de bebé.
La sonrisa de Anya se hizo más amplia.
—Ves —dijo orgullosa.
—A ustedes dos les encanta el negro —dijo metiéndose
Maddie—. El verde, sin embargo…
Entre sus manos tenía uno de color verde agua.
Sonreí mirando la pequeña prenda.
La tomé entre mis manos.
—Es muy lindo —dijo alzando la vista.
Las dos brujas gimieron descontentas.
Miré a Anna rogando que me ayudara, pero la desgraciada
simplemente se encogió de hombros.
—Yo diría que te lleves todos —dijo mi amiga—. Después
de todo… estás forrada en plata.
Rodé los ojos.
—Que tenga plata no quiere decir que la malgaste…
—No puedes tenerlo con tres prendas al príncipe de los
vampiros —dijo María.
—Vale —dije mirando a las cuatro mujeres.

Ir en contra de ellas, era igual


que ir contra un tornado en pleno movimiento.

Estábamos en la mansión de los Novikov. Era sábado y


habíamos decidido hacer un almuerzo con todos.
Miré a mi alrededor.
Maddie estaba con su hijo hablando con Ariadna. La rubia
de ojos verdes tenía en brazos a un pequeño albino. Ambas
estaban sonriendo y haciendo que los niños interactúen.
Aunque al lado de ellos estaban Isabella con su hermosa
hija Audry y Killyan no le sacaba los ojos de encima. Ambas
madres bromeaban de que el niño estaba enamorado de ella.
Mi barriga ya era más que notoria y al bebé que llevaba
dentro le gustaba mucho moverse.
Sus patadas estaban dejándome moretones en toda mi
panza. Cada vez que Dimitri veía cómo estaba mi piel, su
mandíbula se apretaba y sus ojos se ensombrecían.
—Déjame tenerla un poco —le dijo Zack a Isabella.
La bruja frunció el ceño, pero le entregó a la niña.
Un llanto nos hizo mirar hacia donde se encontraba
Samantha. Esta era una de las pocas veces que la veía en
persona. Pero hablábamos mucho por el grupo que se había
formado por Whatsapp.
Una niña igual a ella, no paraba de llorar. El lobo de cabello
largo y marrón la alzó.
—Hannah —trató de calmarla.
La acunó contra su pecho.
—Quiero a mi ángel —gimoteó con hipo.
Miré a mi alrededor. Aleric no estaba.
Maddie se acercó a ella.
—Él tiene cosas que hacer, en cuanto se desocupe vendrá a
verte —le dijo mi prima tratando de consolarla.
La niña seguía llorando en silencio.
Sabía que ella era la pareja del Semi-Dios. Y no había
vínculo formado por parte de ella, pero al parecer lo quería
tanto que no podía no verlo.
—Si se pone así ahora… —dijo Alfa King—. No quiero ni
pensar cómo se pondrá cuando pasen años —el hombre, de
casi dos metros, tenía a una niña rubia de ojos bicolores
hermosa.
Sus ojos miraban con atención todo.
Ángel era hermosa y la menos traviesa de los trillizos. O
por lo menos eso decía Ariadna.
Todos se quedaron callados.
Miré a Dimitri quien me tenía abrazada.
—Ella no siente el vínculo, pero Aleric es su amor
platónico —nos dijo Samantha.
Mi corazón se apretó, de pensar que, siendo tan pequeña,
estuviera tan enredada con él.
—Cuando no viene por una semana tenemos que llamarlo
para que venga —admitió Alfa Lucian con disgusto.
Sabía que mucho no le gustaba tener que compartir a su
hija de tres años con otro.
—En el corazón no se puede mandar —dijeron de repente.
Giré mi rostro para ver a un hombre rubio, ropa elegante y
unas botas negras. Su aspecto radiante terminaba en el
momento que veías la trenza cocida que tenía hecha. Me hacía
acordar a un vikingo.
Dimitri se puso a la defensiva al igual que Alfa Demon.
—¿Quién mierda eres y como llegaste aquí? —gruñó mi
esposo.
—Zack, vete con Audry adentro —ordenó Noah
acercándose a su amigo y a su hija.
El tío de la niña puso los ojos en blanco.
—No creo que sea posible —dijo el brujo de ojos de gato.
Audry miró al hombre y enseguida comenzó a removerse.
El hombre, quien seguía sin conocer, se acercó más a la
criatura.
Todos estábamos tensos.
Pero luego, comenzaron a relajarse al entender que era
conocido de los brujos.
Miré a mi esposo, quien también miraba la situación con
curiosidad.
—¿Quién es? —murmuré.
—Por lo visto la pareja de la niña.
Alcé una ceja mirándolo.
El vampiro señaló con su barbilla la escena.
Noah estaba metido entre medio de los dos, Zack tratando
de que la niña no se cayera de sus brazos, y el otro hombre
parado con la mano en los bolsillos.
—Dale a Audry —espetó Isabella—. Hola, Thomas.
El ceño de Noah se frunció, mientras se giraba lentamente
para ver a su pareja.
—Dijimos que seríamos un frente unido contra este roba
hijas —gruñó con enojo el brujo rubio.
—No ahora, sino cuando ella tenga dieciséis años —le
corrigió su arcan.
Sonreí viendo la escena tan particular que se estaba dando
frente a mí.
Fruncí el ceño llevando mi mano a mi vientre.
—¿Estás bien? —me preguntó Dimitri tocándome la panza.
Alcé la vista para mirarlo.
—Si no para de patear así, terminará perforando mi piel —
dije frustrada.
Sus labios se fruncieron.
—Estoy bien, colmillitos —le dije acariciando su mejilla.
Miró mi vientre, cuando otra vez pateó. Respiré hondo con
cada movimiento que hacía mi bebé.
—¿Ya saben cómo le pondrán? —nos inquirió Maddie.
Luka se había llevado a su hijo para estar con Taylor y
Dereck.
—Si —dijo Dimitri.
—Jasha Nykholai —dije sonriendo.
No estaba muy de acuerdo en que llevara el nombre de un
familiar. Pero sabía lo que significaba esto para Dimitri.
Pude ver tristeza en sus ojos.
Miré a Anya, quien también estaba con esa misma mirada.

“Flashback.”

Nos encontrábamos los dos acostados en la cama. Dimitri


estaba haciéndome mimos mientras mirábamos una película.
Suspiré de satisfacción.
Sus labios se posaron en mi sien y la besó.
—Creo que puedo acostumbrarme a esto —dije sonriendo.
—Pues hazlo…
Su celular sonó.
Alcé la vista para verlo. Su ceño se frunció.
—Es Anushka —dijo preocupado—. Hola… —del otro
lado pude escuchar a mi cuñada completamente alterada—.
Espera, respira y vuelve a hablar.
Me giré para mirarlo.
Su rostro se puso blanco como el papel. Sus ojos se
agrandaron y sus labios se separaron.
—N-no puede ser —dijo levantándose de la cama.
Su mano pasó temblorosa por su cabello.
—Iré para allá —dijo cortando la llamada.
—¿Qué pasó? —le inquirí levantándome también.
—Mi padre —se detuvo unos segundos—. Intentó
suicidarse —dijo con la voz entrecortada.
Mi pecho se oprimió y mi labio inferior comenzó a temblar.
—Tenemos que ir al hospital —dijo tratando de
tranquilizarse—. Quédate aquí…
—No, iré contigo —espeté viendo que estaba tratando de
sacarme un peso de encima—. En las buenas y en las malas
¿Recuerdas?
Nos vestimos y fuimos al hospital.
Cuando llegamos, los ruidos de cosas golpeándose contra
las paredes eran tan fuertes que se escuchaban desde abajo.
Los enfermeros estaban corriendo hacia el primer piso.
—Necesitamos personal que no sea humano —dijo uno de
los enfermeros en el vestíbulo.
El lugar era un caos.
Subimos al primer piso. Ni bien salimos del ascensor, los
gritos se hicieron más fuertes.
—¡Déjenme en paz! —pude reconocer la voz de Nykholai.
Miré a Dimitri.
—Ve, estaré allí en un momento —le dije, sabiendo que su
velocidad sobrenatural lo haría llegar antes que yo.
Asintió y su figura se hizo borrosa.
—¡Dimitri, dile a tu hermana que me suelte! —rugió mi
suegro.
Cuando llegué a la habitación, mi corazón se detuvo.
Ahogué un grito al ver la cara de Nykholai desfigurada.
Sus manos estaban tomadas por dos orbes verdes y Anya
estaba delante de él con las manos en posición de ataque.
Mis lágrimas cayeron, al verlo con los ojos rojos y con
ojeras en su ojo sano.
—Viejo… —dijo Dimitri cayendo frente a él—. No puedes
dejarnos todavía.
Sentí mi corazón apretarse, mi llanto no paraba de sacudir
mi pecho. Tapé mi boca para no hacer ruido. Pude ver a Anya
llorar también.
—No tengo nada que hacer aquí —dijo con los dientes
apretados.
—No te has alimentado.
—Dimitri —dijo en un susurro—. Déjame ir con ella.
—Noelia, no hubiera querido esto —dijo seriamente mi
esposo.
Dimitri llevó su mano a su boca, con sus colmillos desgarró
su muñeca. Acercó su brazo a los labios de su padre. Este giró
la cabeza.
—Bebe, no me hagas hacerlo a la fuerza —le ordenó.
—Puedes ser mi rey, pero todavía sigo siendo tu padre,
mocoso maleducado —espetó furioso el otro vampiro.
Pero su mirada iba, de la sangre que estaba cayendo de la
herida, al rostro de su hijo.
—Porque eres mi padre, tengo que tomar yo el control si tú
no estás en tus cabales, ahora bebe, te ves como la mierda y si
no te alimentas no sanarás.
Con un gruñido, se abalanzó sobre el brazo de Dimitri.
—Ya estamos…
Miré hacia atrás negando con la cabeza.
Con todo lo que habían tardado, Nykholai podría haberse
tirado por la ventana sin problemas, si no hubiera estado Anya.
La híbrida dejó de usar sus poderes, largando un largo
suspiro.
Cuando el vampiro terminó de alimentarse, la rubia corrió a
abrazar a su padre y llorar como una niña.
Me acerqué a ellos. Abracé a Dimitri, quien estaba estático
en el lugar.
—Vivirás con alguno de los dos, y no hay negociación —
dijo el rey de los vampiros.
—Vivirá conmigo —dijo Anya con la voz entrecortada.
Los ojos marrones como el chocolate se posaron en mí. Su
ceño se frunció al ver mi estómago.
Me acerqué a él.
—No puedes dejar a tu nieto sin abuelo —le dije
sonriéndole.
—Yo… lo siento mucho —dijo en un susurro agachando la
cabeza.
—Sabemos que esto es una mierda —dijo Dimitri tomando
su rostro—. Pero estamos nosotros, apóyate en nosotros, papá.
Los ojos de Nykholai se llenaron de lágrimas.
Mi corazón se partió, de solo pensar en cómo se debía
sentir no tener a su pareja de vida. No podía sentirlo como
ellos, pero si ahora le llegaba a pasar algo a Dimitri, estaba
más que segura que estaría igual o peor.

“Fin Flashback.”

Dejé que mis brazos se apoyaran, en el cemento de la reja


del balcón de nuestro cuarto. Habíamos terminado tarde y
decidimos quedarnos en la mansión. Alex y Anya también
estaban.
Unos brazos envolvieron mis brazos.
Suspiré respirando su dulce aroma.
—¿En qué está pensando mi hermosa mujer? —susurró en
mi oído.
—En que, a partir de ahora, tendremos este tipo de
almuerzos —dije mirando la luna llena.
—Sí, no es algo que me desagrade, aunque se metieron a la
fuerza en mi vida —dijo esto último con un poco de molestia.
Reí por lo bajo.
Sus labios encontraron la curvatura de mi cuello, plantando
un hermoso y tierno beso.
—Hay muchos niños en nuestro grupo —murmuró.
—Y faltan muchos más —dije riendo.
Sus manos me rodearon hasta descansar en mi vientre.
—Me encantaría darte todos los bebés que quisieras…
Me giré para mirarlo.
—Con uno estoy más que bien —dije sonriéndole.
Sus labios estaban curvados.
—¿Cómo está tu padre?
Suspiró con frustración.
—Intratable, no quiere que lo vigilen, dice que ya entendió
que no lo dejaremos morir —pasó su mano por su cabello.
Llevé mi mano a su rostro.
—Ahora no, pero en unos meses van a tener que confiar en
él.
Sus labios se apretaron en una fina línea.
—Lo sé —dijo atrayéndome a sus brazos.
CAPÍTULO
65

SELENA

espiré hondo, el dolor era insoportable.


Dimitri me estaba llevando en sus brazos, las contracciones
eran muy seguidas.
Cuando entramos en la clínica, todos comenzaron a
moverse de un lado para el otro. Llegaron con una silla de
ruedas.
—¿Tiene algo roto? —inquirió la enfermera mientras me
llevaba casi a las corridas por los pasillos.
Miré a Dimitri.
—No… —dijo mirándome con preocupación.
—Eso es un buen indicio.
La nariz de la mujer se arrugó.
—Como es un vampiro el que nacerá, tendremos que
hacerle cesárea… El saco amniótico no se romperá solo, y
tendremos que hacerlo con aparatos especiales para atravesar
el tejido.
Mi ceño se frunció, el miedo me invadió.
—¿Eso no puede lastimar al bebé? —inquirí nerviosa.
—Tranquila, no lastimaremos a tu hijo —dijo la mujer
sonriéndome.
Me instalaron en una habitación.
—Haremos todos los procedimientos para el quirófano —
dijo la enfermera—. ¿Cuántas horas llevas sin comer, cariño?
Pensé por unos segundos,
—Cenamos a las ocho…
Ella asintió mirando el reloj de su muñeca.
—Te faltan dos horas, iremos monitoreando todo —dijo
mirándonos.
Dimitri asintió, el vampiro más blanco no podía estar.
—Se acerca la hora —le dije sonriendo.
Sus labios se curvaron y besó mi frente.
Gemí cuando otra contracción comenzó a atravesarme por
completo.
Dimitri me tomó en sus brazos.
—Me gustaría que hubiera algo para ayudarte.
—Estoy bien —dije sin creerme yo misma la mentira.
—Avisaré a Anushka, a Maddie y a mi padre que estás en
labor de parto —dijo volviendo a besar mi frente.
Asentí recostándome en la cama de hospital.
Dimitri se dispuso a dar las noticias a nuestros familiares.
Los minutos pasaron, estaba preocupada de que en este
estado una patada podía romperme un hueso, en el menor de
los casos.
—Tranquila, ratoncita —dijo apretando mi mano—. Ya
debe de estar por venir el médico.
Asentí.
La puerta se abrió, Anya entró y nos miró a los dos.
—¿El médico? —inquirió preocupada.
—Hola, a todos —dijeron en la entrada.
Todos miramos a mi doctor.
—¿Cómo te sientes, Selena? —inquirió acercándose a mí.
Fruncí el ceño.
—Como la mierda —dije sin inmutarme.
El vampiro comenzó a reírse.
—Vaya, nunca pensé que viviría para escucharte hablar así.
Lo miré fijamente.
—Es común sentirse así —dijo acercándose para tomar mi
pulso—. Chequeamos tus signos vitales y luego te
prepararemos para la cesárea.
Respiré hondo con otra contracción.
—No es muy usual dar a luz a un vampiro puro —dijo
Walter mirándonos a todos.
—Necesitamos sacarte sangre por las dudas —dijo la
enfermera.
Alcé la vista para ver que le estaba hablando a Dimitri.
—De acuerdo.
Sabía que eso era por si pasaba algo, para transformarme
antes de que muriera. Habíamos hablado de eso.
Ni bien me abrieran, me pondrían la sangre de Dimitri, por
si llegaba a morir en el parto.
También eso era un problema, porque era un cuchillo de
doble filo, si me daban sangre de más y no moría podría morir
por sobre dosis.
Suspiré.
—¿Ya se la llevan?
Maddie y Anna entraron juntas.
Fruncí el ceño.
—La llamé, le pedí su número la última vez, por las dudas
—dijo mi prima.
Le sonreí.
A los minutos llegó Nykholai.
—Bien, todos a fuera —dijo el doctor Madisson.
Mi cuerpo tembló cuando una patada de mi bebé se estrelló
contra mi piel.
—Tenemos que sacarlo cuanto antes —dijo la enfermera, al
ver cómo mi panza estaba llena de hematomas.
—Dimitri, ¿vendrás con nosotros? —inquirió el médico.
El hombre, quien estaba paralizado a mi lado mirando mi
panza con preocupación, alzó la vista.
—Si —dijo parcamente.
—Vale, primero ve a que te saquen sangre.
Se levantó y siguió a la enfermera.
—¿Quién la puede ayudar a ponerse todo y a bañarse? —
inquirió.
—Yo lo haré —dijo mi Maddie acercándose.
Anya y Nykholai salieron de la habitación.
—Cualquier cosa estaré afuera —dijo Anna mirándome con
miedo latente.
La Semi-Diosa fue a buscar una palangana y la llenó con
agua y un jabón antiséptico.
—Lo haremos así, no quiero que camines con el riesgo de
que ese niño patee y te fracture algo —dijo frunciendo sus
labios y tragando fuerte.
Asentí.
Me senté en la camilla.
Mi piel estaba opaca, mi cabello seco y odiaba verme de
esa forma. No había tenido contratiempos debido a la sangre
de Dimitri. Pero, aun así, no creía que podría pasar por otro
embarazo otra vez.
Me limpió con delicadeza.
Me daba un poco de vergüenza, pero mucho no podía hacer.
Me puse el camisolín azul, la cofia y las botas de tela.
La puerta se abrió y Dimitri entró.
Se detuvo en seco al verme. Sonrió con diversión. El
vampiro sacó su celular y tomó una foto.
—¡Oye! —lo regañé.
—Es para mostrarle a nuestro hijo, como te veías minutos
antes de tenerlo —dijo sonriendo con burla.
La fulminé con la mirada.
—Creo que el jarrón se vería muy lindo en tu cabeza —dije
mirando el que estaba en la mesa.
—¡Si quieres pido otros! —me siguió Maddie.
—Son tres niños —dijo Anna entrando.
—Él empezó.
Mi amiga pasó la mano por su rostro negando con la
cabeza.
El médico volvió a entrar junto con los demás.
—Te pondré la anestesia —dijo acercándose.
Me senté sabiendo que iba a pinchar mi columna. Dolió
horrores, no le deseaba ni a mi peor enemigo esto.
—¿Están listos? —inquirió Walter, una vez que me aplicó
la epidural.
Asentí sintiendo otra patada.
El aire salió de mis pulmones y se pudo escuchar un hueso
romperse.
Los ojos de Dimitri se desorbitaron.
—¡Hay que sacarlo ya! —espetó mirándome con atención.
Walter se acercó a mí.
—Andando —dijo tomando la camilla.
Detuvieron a Dimitri, para que se pusiera el kit para entrar
al quirófano.
Ya adentro me acomodaron y con cuidado pusieron unas
sábanas de forma vertical. No podía ver nada.
Dimitri entró al quirófano y tomó mi mano.
—Comenzaremos —dijo el médico—. ¿Sientes algo?
La verdad si estaba tocándome no me estaba dando cuenta.
—No.
—Perfecto.
Miré los ojos grises de mi esposo, el cual me miraba con
atención y clara preocupación.
—¿Cuándo le darán mi sangre? —inquirió mi vampiro con
preocupación.
No le contestaron.
El hombre se levantó de mi lado para ver.
Sus labios se entreabrieron y se quedó en estado de shock.
—¿Qué pasa? —le pregunté nerviosa.
Sus labios se curvaron.
Un llanto llegó a mis oídos.
Mi pecho se oprimió, ante ese sonido. Quería verlo y
tenerlo entre mis brazos.
Intenté moverme, pero no podía, mi mente comenzó a
desprenderse de mi cuerpo. Los párpados se me cerraban y me
estaba costando horrores mantenerlos abiertos.
—Perdió mucha sangre…
—¿Lena? —escuché desde lejos.
El cansancio me invadió.
“Solo necesito dormir un poco.”
Sentí que pinchaban mi brazo.
Fruncí el ceño. Traté de moverme, pero me fue imposible.
Una fuerza descomunal comenzó a correr por mis venas,
quemándome. El calor que tenía era como estar prendiéndome
fuego por dentro.
Gemí ante el dolor que sentía en mis costillas.
—¡Paren, la van a matar! —escuché que rugía Dimitri—.
Puedo escuchar cómo late rápidamente su corazón.
La desesperación del vampiro hizo que abriera los ojos. Su
rostro estaba a centímetros del mío, pero lo veía distorsionado.

Le sonreí antes de perder la


conciencia.

Fruncí el ceño y mis labios. Traté de levantarme; aun así,


me fue imposible. La cabeza me daba vueltas, mi cuerpo dolía
como si me hubiera caído de un quinto piso, y mi mente era
una neblina pesada y densa.
—¿Lena? —me llamó una voz familiar.
Traté de enfocar la vista.
Lo primero que vi fueron sus ojos grises, el amor de mi
vida me miraba con preocupación. Me removí y fruncí el ceño.
—Shh… No te muevas, tienes anestesia todavía en tu
sistema —dijo acariciando mi rostro.
Asentí sintiendo que mis ojos se cerraban.
—¿Jasha? —le inquirí.
Sentí mi boca pastosa. Tragué fuerte.
El vampiro se movió rápidamente. Cuando volvió tenía un
vaso con agua.
—Pequeños sorbos, mi ratoncita —dijo acercándome el
vaso a la boca.
Suspiré sintiendo el alivio en mi garganta.
—Él está bien, se encuentra con Maddie y Anushka en este
momento —dijo, podía sentir un dejo de felicidad en su voz.
Sonreí.
—Quiero conocerlo…

No pude tener los ojos


abiertos. La oscuridad volvió a tragarme por completo.

Tomé un poco de té. El calor me recorrió la garganta.


Miré a la bolita pequeña que estaba acostada en su cuna al
lado de mi cama.
Sonreí al ver su cabello negro como el mío.
Jasha era la mezcla perfecta de Dimitri y yo. Mientras que
su cabello era negro, el pequeño vampiro tenía unos enormes
ojos grises con esa mezcla de celeste que tenía su padre.
El pecho me dolía un poco.
A fin de cuentas, había tenido una costilla rota, cuando mi
hijo intentó moverse dentro de mi cuerpo.
Por suerte, con la sangre de Dimitri corriendo por mis
venas me estaba curando.
Fruncí el ceño.
Alcé la vista para ver a mi esposo quien me contemplaba
con agudeza.
—¿Soy un vampiro? —le pregunté.
Él negó levemente.
—Tienes demasiadas células vampíricas, pero las células
humanas siguen estando en tu organismo —dijo pensativo.
Su cabello, el cual siempre estaba peinado hacia atrás, hoy
estaba desordenado, dándole un aire más desestructurado.
—Estas entre ser un vampiro puro y ser una humana… —
su ceño se frunció—. Todo depende de cómo libre la batalla tu
cuerpo, si las células de vampiro ganan…
—Seré una pura sangre.
Asintió.
—Es extraño, nunca había pasado esto —sus labios se
fruncieron con preocupación—. Te suministraron una cantidad
increíble de mi sangre… y no moriste.
Sabía que era un suceso extraño. Cualquier ser que tuviera
una transfusión tan grande como la mía con sangre de
vampiro, debería estar muerto.
—Es como si tu organismo se obligara a evolucionar junto
con mi sangre.
Rasqué mi cuello.
—Quiero cargarlo —le dije mirando a Jasha.
El ruido del asiento resonó en todo el lugar.
—No ha despertado desde que lo alimenté la última vez —
dije con algo de duda.
—Sería una suerte que siga así —dijo en tono burlón.
Dimitri tomó a nuestro hijo y lo puso en mis brazos. Sus
ojos se abrieron y me miraron con sueño.
Su pequeña boquita se abrió en un bostezo.
—Hola, cariño —le dije sonriendo mientras acariciaba su
naricita—. Tienes que despertar un poco, no es bueno que
duermas tanto.
Sus deditos se aferraron a mi muñeca, la cual era mucho
más grande.
Sus labios salían murmullos inteligibles.
—¿Crecen como los humanos? —le inquirí a Dimitri.
—Sí, el tema será cuando sus colmillos crezcan, cuesta
bastante no tenerlos a la vista siempre.
Alcé la vista.
Dimitri se acercó a nosotros y se sentó en la cama.
Miré al hombre que me había dado más, de lo que habría
imaginado.
Su mirada dejó de estar en nuestro hijo y se posó en mí.
—Me alegro mucho de haberme comprometido con un
vampiro —dije sonriéndole.
Sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada.
—Y yo estoy muy feliz de haber atrapado a una linda
ratoncita.
Dimitri se acercó a mí y me besó con ternura. Mi corazón
estaba rebosante de alegría.
CAPÍTULO
66

DIMITRI

omé mis guantes de cuero, eran las doce de la noche.


No quería estar en este lugar a esta hora, pero no podía
dejar Gold Blood a la deriva.
Me puse los guantes y bajé del auto.
Mirando al vampiro que tenía enfrente, caminé con paso
decidido.
Su cabello negro tenía un corte asimétrico, mechones caían
hasta su barbilla y luego todo el resto, era más bien corto. Sus
ojos verdes me detallaron con detenimiento. Llevaba unos
pantalones negros desgastados en las rodillas, una camiseta
negra y una chaqueta de cuero negra también.
Este era el vampiro del que me había hablado mi padre
hacía unos meses.
Sacó el cigarrillo de su boca.
—Dimitri… ¿O debo llamarte alteza o majestad a partir de
ahora? —dijo alzando una ceja.
—Archie —lo saludé—. Siento que hayamos tenido que
esperar para esto.
Sus labios se curvaron.
—Ambos hemos tenido unos meses ajetreados, pero ya no
aguantaba más beber cualquier sangre —dijo mirando con
curiosidad hacia mi auto—. ¿La tienes?
Pasé la lengua por mis dientes.
A este hombre le gustaba jugar con fuego. Solo esperaba
que supiera llevar el baile tranquilo.
—Si —dije girándome—. Ven.
Nos acercamos al auto, le hice señas a Kallen para que
bajara la ventanilla.
Sus ojos fueron lo primero que se pudo apreciar, estos
estaban detrás de unos anteojos con montura redonda.
Xiomara, estaba sentada elegantemente con un vestido
blanco. Su largo cabello púrpura estaba echado hacia un
costado, dejando ver la línea de su cuello. Sin lugar a dudas,
una buena elección si quieres gustarle a un vampiro.
Esos ojos multicolores se agrandaron cuando hicieron
contacto con Archie.
Miré al vampiro. Su semblante estaba más pálido, algo
complicado cuando eres un vampiro.
Sus ojos verdes eran dos charcos rojos de sangre.
Sonreí al ver que el vínculo de pareja se había establecido.
—Archie —dije llamando su atención, el vampiro parpadeó
un par de veces y me miró—. Me encuentras de buen humor.
Abrí la puerta para que Xiomara bajara del auto.
Su cuerpo de modelo bajó con gracia y elegancia.
Le tendi la mano para ayudarla.
—Hoy corre por la casa —le dije sonriendo.
El pelinegro frunció el ceño.
Lo miré fijamente.
—Xiomara es de mi círculo íntimo —comencé a decirle—.
Llega a volver a su casa con solo un rasguño y tus días en la
tierra estarán contados.
Miré a la gorgona, quien estaba con la cabeza gacha
avergonzada.
—Jamás le haría daño a una criatura tan hermosa —dijo
Archie haciendo una reverencia a Xio.
Le acerqué la mano de la mujer y él la tomó.
Miré a Kallen, quien se había bajado del auto también.
El hombre asintió.
—Solo por esta noche seguiremos el protocolo de Gold
Blood, luego dependerá de ustedes.
El vampiro asintió.
Los tres se subieron al SUV. Mi guardia en el asiento del
copiloto y la pareja en los asientos de atrás.
Saqué un cigarrillo y lo prendí.
Calé lentamente disfrutando como el humo inundaba mis
pulmones.
Ni en mis putos sueños hubiera visto venir, que la gorgona
sería la compañera del magnate y competencia de la empresa
Venikolv.
Miré el reloj. Fruncí el ceño.
Esperaba que Lena ya se haya dormido. Y que Jasha no la
despertara.
Tenía un hijo, era algo difícil de todavía digerir. Cuatro
meses no fueron suficientes.
Sonreí.
Esa mujer me había dado algo que jamás había querido.
Pero saber que era mío y de Selena me volvía loco. Me llenaba
el pecho de orgullo y amor.
Suspiré entrando al auto.
Miré a Ares quien estaba con el celular.
—Así que ese vampiro es el compañero de la gorgona —
dijo alzando la vista.
Asentí.
—Solo espero que no termine en un lío —dije quitándome
los guantes.
El vampiro de cabello rapado rio por lo bajo, mientras
ponía en funcionamiento al vehículo.
—Yo estaría preocupado por el vampiro…
—Es que ese es el problema —dije sonriendo.
Xiomara podría verse tierna y tímida. Pero la gorgona
enojada era otra historia. Lo había vivido en carne propia. A
ella no le importaba hacerle frente a nadie.
Me bajé del auto y subí a nuestro piso.
Abrí la puerta.
El aroma a miel inundó mis fosas nasales. Lo aspiré como
un jodido adicto.
Las lámparas de sales que había comprado Lena estaban
prendidas dejando la amplia sala iluminada.
Dejé las llaves en la mesa auxiliar y comencé a desabotonar
mi saco.
Me encaminé hacia el cuarto principal.
Pasé por el dormitorio de Jasha, me detuve y abrí la puerta.
Podía escuchar su pequeño corazón latir rítmicamente. Me
acerqué sin hacer ruido, su cuerpito estaba boca abajo tapado
con unas sábanas de color azul con estrellitas. Sus ojos estaban
cerrados y su pequeña boca entreabierta. Sonreí alejándome.
Cerré y seguí mi camino.
El cuarto estaba a oscuras. La puerta entreabierta.
Podía escuchar su corazón latir. El aroma se hizo más
intenso.
Desde lejos pude ver su bulto en el centro de la cama.
Me desvestí y con un pantalón de chándal únicamente me
metí entre las sábanas.
Sus pequeñas manos comenzaron a arrasar con mi piel.
Subiendo por los músculos de mi vientre, hasta llegar a mi
pecho.
Jadeé ante el ardor que me estaba ocasionando. Mi corazón
se aceleró, haciendo que mi respiración se entrecorte.
—Lena… —susurré buscando sus labios.
Un gemido ronco fue lo que obtuve, al atrapar su boca con
la mía.
Chupé y lamí con adoración sus labios. Contorneando su
arco de cupido.
Mi esposa se acercó más a mi cuerpo.
—¿Cómo salió el trato? —dijo entre besos.
Tomé su nuca con determinación, hundiéndome más en su
boca
—No creo que sea el momento para hablar de trabajo,
ratoncita.
No iba a dejar pasar la oportunidad. La deseaba y ella había
prendido la llama. No me podía dejar con la polla dura a punto
de explotar.
Con mi mano libre y sin dejar de devorar sus labios,
comencé a trazar círculos por debajo de la tela del camisón.
Apreté su muslo sacando un jadeo de su garganta.
Seguí el camino llevándome la sorpresa de que no tenía
bragas.
—Pequeña descarada —gruñí contra su boca.
Ascendí hasta encontrar su montículo nervioso. Lo hice
rodar entre mi pulgar y dedo índice.
Una de las manos de Lena bajó hasta el elástico del
pantalón y comenzó a jugar con esa parte sensible en donde se
encontraba el vértice de la V de mis caderas.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, cuando su mano siguió su
recorrido hasta mi miembro. Comenzó a hacer movimientos
suaves, los cuales me estaban volviendo loco.
Su cuerpo hizo fuerza para quedar encima de mí. Sentada a
horcajadas, la pelinegra se meció hacia delante y hacia atrás.
Podía sentir cómo su humedad pasaba a través de la tela de
chándal.
—Lena… —gruñí tomando sus caderas para hacer más
rudos sus movimientos.
Mi mujer sonrió inclinándose. Sus labios incendiaron la
piel de mi torso. Su lengua caliente erizó cada nervio que
tenía.
Selena llevó una de sus manos entre medio de nosotros y
liberó mi eje. Con sus dedos apretados firmemente, bombeó un
par de veces.
—Estás tan duro —dijo riendo.
Guio la punta a su entrada. Ambos gemimos, cuando mi
polla se hundió hasta el fondo de su estrecho coño.
—¡Joder! —gruñí.
Hacía ya dos meses que no la había tocado de forma sexual.
Quería que pasara el postparto sin problemas.
Pero con esto ya no podía contenerme más.
Tomando sus caderas comencé a embestirla.
Ver cómo su cuerpo se arqueaba y como sus pechos se
sacudían era una imagen gloriosa.
Su cabello negro como la noche sin estrellas, se
desparramaba por sus hombros y pecho.
No podía quedarme quieto, me incorporé con ella todavía a
horcajadas. La tomé de su trasero de burbuja y seguí entrando
y saliendo de su calidez.
Sus labios fueron a mi cuello y comenzó a besarlo y
lamerlo.
—¡Mierda, si haces eso no podré durar mucho! —le dije en
un jadeo, cuando sus dientes mordisquearon mi piel sensible.
Mis brazos la aprisionaron y sus brazos se enroscaron en mi
cuello.
Cerré los ojos tratando de controlar mi orgasmo.
—Quiero que te corras, que me llenes, Dimitri —murmuró
contra mi garganta.
Mi cerebro se desconectó.
Mi cuello punzó ante la mordedura. Sus colmillos se
aferraron a mi piel sin dejarme escapatoria. Me estremecí
hasta la médula. Podía sentir cómo Selena drenaba mis venas,
y se alimentaba de mi sangre.
Mi polla se tensó, liberándome como nunca antes me había
pasado.
La apreté más contra mí.
Selena siguió bebiendo, su cuerpo temblaba ante su propio
orgasmo.
Me sentía mareado y aturdido.
Era como si me estuvieran drenando la energía.
Mi cuello ardió, pero no de sed. Era otra cosa.
Selena me estaba marcando.
Poco a poco mis latidos volvieron a estar más relajados.
Solo en ese momento comprendí la gravedad del asunto.
El lado vampirico de Selena había despertado.
Su lengua pasó por las dos perforaciones que me había
dejado, haciendo que mi cuerpo se erice.
Besó con ternura ese lugar y suspiró.
Cuando se apartó de mí, pude ver que su rostro era el vivo
reflejo de la satisfacción. Sus párpados superiores estaban
entornados y una sonrisa de haber quedado completamente
llena, curvaba sus labios. Labios que estaban rojos y algo
manchados al rededor de sangre.
La tomé por la nuca y pasé mi lengua por su boca carnosa,
limpiando mi sangre. Sabía a mí.
“Tan jodidamente perfecta.”
Sus ojos verdes ahora tenían un reflejo rojo. No llegaban a
estar completamente rojos, pero sabía que con el tiempo
llegarían a estarlos cuando tuviera hambre
Parpadeó y mordió su labio mirando mi cuello.
—Y-yo… creo que tus células ganaron a las mías —dijo
apenada.
Sonreí mirándola con adoración.
—Eso es bueno, mi ratoncita —le dije acariciando su
cabello—. Estaremos juntos por muchos siglos.
Sus ojos cristalinos se agrandaron ante mis palabras.
—¿Me lo prometes?
Asentí.
—Estamos marcados, a menos que nos rechacemos, cosa
que no va a pasar nunca, no nos separaremos —le aseguré.
Sus labios se fundieron con los míos en un beso
desbordante de pasión.

Me giré con ella en brazos.


Esa noche amaría su cuerpo y su alma una y otra vez.
—Entonces eres una vampiresa… pura… convertida —dijo
Anushka con incredulidad.
Selena asintió rascándose el cuello con nerviosismo.
—El exceso de sangre que le transfundieron para curar las
heridas que tenía por el parto, la transformó —dijo mi padre
pensativo.
Miré su rostro, el cual denotaba una calma, la cual no
estaba muy seguro de si era verdadera.
Sus ojos no tenían ojeras, así que eso quería decir que se
estaba alimentando.
Suspiré pensando en que ya habían pasado cinco meses
desde que mi madre había sido asesinada.
Mi estómago se hundió ante el pensamiento.
Todavía me costaba pensar que ella no volvería. Me
culpaba por no haber estado más con ella en este último
tiempo.
—Pero eso es imposible —dijo la rubia sacándome de esos
tormentosos pensamientos.
Miré a Lena, ella asintió.
—Selena no era una humana cualquiera —dije con la
cabeza recostada en mis dedos—. Su alma lleva viajando de
cuerpo en cuerpo hace mucho.
Los ojos marrones de mi padre se agrandaron, mirando
asombrado a Selena.
Su aspecto no había cambiado mucho. Simplemente, tenía
ese aire sobrenatural a su alrededor.
Se había vuelto un poco más salvaje de lo que ya era y eso
me encantaba.
—¿Es una bayee? —preguntó mi padre.
Fruncí el ceño.
Eran criaturas que podían pasar de cuerpo en cuerpo, lo
poseían y manipulaban a su antojo.
—No, no. Selena tiene la habilidad de dar saltos en las
líneas de tiempo —dije pensativamente—. Las Diosas Selene
y Era le dieron ese privilegio en su primera muerte.
Me quedé pensando.
Miré a mi hermana que estaba sonriendo. Entrecerré los
ojos. Anushka ya lo sabía.
Sonreí viendo que Selena había tenido la confianza
suficiente para contarle esto.
—Supongo que su alma ayudó a que sus células cambiaran
y se adaptaran a las de vampiro.
Nykholai rascó su barbilla pensativa.
—He escuchado que son raros y escasos, los humanos que
pueden hacer eso —dijo el vampiro mirando a mi esposa—.
¿Por qué renaces?
Pude ver cómo el cuerpo de Selena se tensaba.
Suspiré.
—Digamos que tenía que hacer que este vampiro dejara de
ser tan… obtuso —dijo mi esposa frunciendo sus labios.
Todavía despertaba a veces por la noche con pesadillas
sobre esas vidas.
Ver su mirada aterrada y llena de dolor cuando me veía, era
como el ácido más fuerte corroyendo mi corazón. Tardaba un
poco en entrar en razón y comprender que había sido una
pesadilla.
—El punto es que estoy preocupado, si ella solo puede
beber de mi sangre y yo la de ella… ¿No nos moriríamos? —
pregunté.
Era algo que había estado vagando por mi cabeza, desde
que mi ratoncita me marcó.
—En el caso de ustedes no, ya que comen comida ordinaria
y su sangre fluye con normalidad. Se alimentan de sangre para
tener fuerza y porque su lado vampírico se lo pide. Es como
cuando tienes antojo de comer una porción de torta —nos
explicó mi padre.
Asentí lentamente.
—Nosotros, que somos vampiros transformados, es otra
historia, no nos mata beber sangre de otro, que no sea nuestra
pareja, el tema es que no la sentimos tan exquisita como la
sangre de nuestros compañeros —se detuvo a pensar—.
Nosotros bebemos sangre para alimentarnos, si bien podemos
comer comida normal, no nos genera nada, sin contar que es
posible que la vomitemos después…
—Pero yo los vi comiendo… —lo interrumpió Lena,
confundida, sus cejas estaban bien juntas.
Por primera vez en meses, vi una sonrisa genuina en los
labios de mi padre.
—Lo hacíamos para las cenas familiares, aprendimos a
controlar las náuseas y a comer sin problemas.
—Lo siento mucho, no sabía que les causaba todo esto…
Mi mujer estaba apenada en verdad. La tomé de los
hombros y la acerqué a mi costado.
El llanto nos hizo mirar hacia el huevo que se mecía solo.
Lena se paró y fue a tomar a Jasha en brazos.
Comenzó a acunarlo y mecerlo. Lo arrulló con ternura.
Mi corazón se estrujó al ver la imagen.
—Iré a darle de comer —dijo mirándome.
Asentí sonriéndole.
La pelinegra se encaminó por el pasillo del departamento
hasta nuestra habitación.
—Se tomó muy bien todo lo del embarazo, y la conversión
—dijo Anya haciendo que la mire.
—Sí, como dije antes, su alma y mente están más elevados,
creo que los cambios para ella son simplemente eso, cambios
—les dije a ambos recordándome en mi sillón.
—En verdad que es increíble —dijo Anya todavía aturdida.
Y lo era, yo mismo pude ver como esa mujer caía y se
reconstruía sola. Selena, sin lugar a dudas, era una fuerza
altamente poderosa. Soportó infiernos y, aun así, pudo resurgir
entre las cenizas.
Mi ratoncita, era un fénix.
CAPÍTULO
67

SELENA

on Jasha en brazos, miré la lápida.


Mi pecho se apretó y las lágrimas querían salir de mis ojos.
Respire hondo sintiendo que me ahogaba.
Los sentimientos que tenía en ese momento eran
encontrados. Cómo fue mi relación con ella desde que
desperté en este cuerpo.
Sonia había hecho de esta Selena una víbora, y no podía
estar orgullosa de eso.
Pero también, era mi madre.
¿Hasta qué punto la sangre podía tirar de esos lazos que
habían estado rotos?
Sabía que solo debería de sentir pena. Pero no era el caso.
En cambio, sentía angustia. Mucha.
Por suerte había podido conocer a su nieto.
Sí, se lo había llevado luego de recapacitar un poco.
De solo recordar cómo se había puesto a llorar por verlo,
me hizo temblar.
La manito de mi hijo se movió en el aire como si estuviera
saludando.
—¿Qué pasa, cariño? —le dije con voz nasal.
Dimitri, mi esposo y roca, me abrazaba con ternura.
Besó mi cabello y frotó mi brazo.
—¿Vamos a dejarle las flores? —le pregunté a mi
vampirito.
Sus ojos grises como los de su padre me miraron con
determinación.
Nos agachamos y dejamos el ramo que habíamos traído.
Unas hermosas fresias, sus favoritas.
Respiré hondo, no pude evitar que las lágrimas cayeran.
Hoy se cumplía un mes de su fallecimiento.
Por suerte se había ido a dormir y no despertó en la
mañana. Su paso al otro mundo había sido sin dolor.
Las manitos de Jasha fueron a mis mejillas y barrió las
lágrimas.
Le sonreí y besé sus palmas haciéndolo reír.
—Espero que estés bien donde estés —le dije sonriendo—.
Gracias por darme la vida.
Me levanté mirando la escritura.
SONIA HOLLAN. MADRE Y ESPOSA.
Miré la otra tumba en la cual estaba escrito el nombre de mi
padre.
CHRISTOPHER BRENZOR. PADRE Y ESPOSO
DEVOTO.
Nos alejamos de las tumbas. Todavía nos quedaba ir a la de
Noelia.
Dimitri se agachó y depositó las calas rojas.
—Mamá, estamos bien —dijo con calma el vampiro—. Por
suerte pudimos sacar a Nykholai adelante.
Mi pecho se oprimió. Gracias al cielo, no había intentado
suicidarse nuevamente.
Lo que nunca desaparecería, y de eso estaba segura, era el
vacío en sus ojos.
Nos quedamos los tres mirando un rato la tumba.
Dimitri nos tenía en sus brazos y yo lo abrazaba por la
cintura.
El viento movió sus cabellos.
El frío caló mis huesos. El susurro de la muerte canturreo
en mi oído.
—Vamos —dijo frotando mi brazo.
Nos encaminamos hasta el auto.
Aparte del que usábamos siempre ahora teníamos otro más
con cuatro guardias.
Todavía me costaba horrores tenerlos detrás de nosotros
cada vez que salíamos.
—Está lindo para pasear —dijo Dimitri abriéndome la
puerta de atrás.
Le sonreí.
—¿A dónde quieres ir? —le inquirí cuando se sentó delante
en asiento del piloto.
Ares estaba en el otro asiento.
Me dispuse a acomodar a Jasha en el asiento para bebés.
Una vez que revisé cuatrocientas veces que todo estaba en
orden, miré al vampiro rubio por el espejo retrovisor.
Me puse el cinturón de seguridad.
—Pensé en ir a algún parque —dijo encogiéndose de
hombros—. También pensé en el circo mágico, pero Jasha es
pequeño todavía para recordarlo después.
Asentí de acuerdo.
—Siempre podemos arreglar para que se junten con Nolan
y Theodore —dije, pensando en Maddie y Taylor.
Su ceño se frunció.
—No quiero molestarlos —dijo pensativo—. Tengo una
idea.
Sus labios se curvaron.
Eran las once de la mañana y Dimitri seguía manejando.
Luego de unas tres horas llegamos a una pequeña playa.
Sonreí al ver el mar.
El olor a sal me hizo cosquillas en la nariz. Miré los
acantilados.
Recuerdos tortuosos llegaron de la última noche de bodas.
—Ven, vamos a caminar por la arena —dijo Dimitri
tendiéndome la mano.
Se la acepté, tomó a Jasha de mis brazos y lo alzó.
El niño estaba encantado mirando las olas romper.
Me detuve, cuando ya estuvimos en la arena. Estábamos
entrando en otoño y casi no había gente.
—Mira, Jasha —le dije señalando el mar.
En ella unas hermosas ninfas estaban danzando. Su cuerpo
eran olas de mar.
Nos acercamos a la orilla. Cuando una ola se acercó una de
ellas apareció frente a nosotros. Sus ojos translucidos miraron
a Jasha. Su mano se extendió haciendo aparecer una bola de
agua. Esta brilló, para luego transformarse en una piedra en
forma de caracol. Fruncí el ceño.
La mano de Dimitri se estiró y la tomó sonriendo. Ni bien
los dedos del vampiro tomaron la pieza, la ninfa se movió con
su cuerpo de agua volviendo al mar.
Jasha estiró sus manitos queriendo tocar el cristal celeste.
—Qué afortunado eres, hombrecito, las ninfas te regalan
cosas —dijo mi esposo con diversión.
Sonreí viendo como a mi hijo se le iluminaban los ojos.
Caminamos por la arena hasta que nos dio hambre.
Todavía me resultaba raro que cada tanto tuviera ganas de
beber sangre, más específicamente la de Dimitri.
Esa noche, en cuanto sentí su aroma en la habitación, se me
hizo agua la boca. Mi garganta ardía y necesitaba sentirlo de
todas las maneras posibles. Prácticamente, no me alcanzaron
las manos, para tocarlo todo lo que quería.
Luego, mientras lo sentía tan adentro de mí, golpeando mi
punto sensible, pude ver las venas que pasaban por su cuello.
El ardor era como un palo hirviendo, clavándose
dolorosamente en mi garganta. Sentí mis encías hormiguear y
todo se había nublado, cuando me quise dar cuenta, ya estaba
bebiendo esa delicia que sabía a caramelo puro.
Nuestros guardaespaldas se pusieron a unas mesas de
nosotros, dándonos nuestro espacio.
—Juro que no me cansaré nunca de verte así —dijo de
repente Dimitri.
Alcé la vista de Jasha quien estaba entretenido con su
biberón.
Mi hombre estaba mirándome atentamente. Sus ojos
detallando cada movimiento que hacía.
Podía sentir el mechón de cabello, que mi pequeño
vampirito estaba agarrando en trance.
Le sonreí.
—Es el mejor regalo que me podrías haber dado —le dije
mirándolo a los ojos.
Por un segundo, sus charcos grises se pusieron tan oscuros
como el cielo de una tormenta.
Su mirada fue a mi dedo anular.
La piedra transparente adornaba un hermoso anillo.
Habíamos decidido que era la mejor forma para estar atentos
de si cambiaba de color.
En mi otra mano llevaba el anillo de bodas, rojo como la
sangre y tan hermoso como me parecía ahora dicha sustancia.
Una risa seca me hizo mirarlo.
—¿En qué estás pensando, ratoncita?
Fruncí el ceño al ver su mirada llena de diversión.
Cuando moví mi labio inferior pude sentir mis colmillos
superiores.
Mordí mi labio inferior desviando la mirada. Me concentré
en retraerlos.
Lentamente, mis encías hormiguearon y mis colmillos
volvieron a su tamaño normal.
—No puedo pensar en nada que tenga que ver con sangre,
que ya me crecen —dije molesta.
El vampiro volvió a reír.
—Querrás decir mi sangre —dijo con arrogancia.
Rodé los ojos.
Ya siendo las cuatro de la tarde decidimos volver a casa.
Esta vez Ares fue quien condujo de regreso.
—Jasha quiere pasar tiempo con su tío —dijo Dimitri
mirando a su amigo.
Fruncí el ceño.
Vi por el espejo retrovisor que Are fruncía también el suyo.
—¿Cuál de todos los que tiene? —le preguntó el hombre.
—No me hagas hablar de más —dijo Dimitri—. Estoy
seguro que si le pregunto a Kallen van a estar más que de
acuerdo.
La cabeza de Ares se giró unos segundos para mirarlo.
—Ojos al frente —exigí.
El vampiro al mando del viaje gruñó con desgano.
—¿A qué hora lo pasas a buscar?
El rey de los vampiros tarareo pensando.
—Tal vez, para las doce de la noche, hace tiempo que no
paso tiempo de calidad con mi esposa —dijo girándose para
mirarme—. Recuerda que está estipulado en el contrato.
Una de mis cejas se alzó.
—Te recuerdo que no me dejaste firmar la reforma de ese
contrato…
Sus labios se curvaron.
—Entonces lo pasaremos a buscar mañana a primera hora,
quiero pasar la noche con esta belleza.
—Por favor, dejen de follarse con la mirada —dijo con
disgusto—. Y eres un abusivo, Dimitri.
—A Kallen le gustará la idea, yo que tu, empiezo a pensar
en adoptar a un niño…
Mordí mi labio.
No estaba muy segura de querer dejar tanto tiempo a mi
bebé.
Pero, también quería estar a solas con Dimitri.

Suspiré mirando como los


dos vampiros, deliberaban sobre cómo pasaría la noche mi
hijo.
Me acomodé el vestido azul como el cielo cuando
anochece.
Miré mi cabello, el cual tenía ondas. Estaba emocionada, no
lo iba a negar. No sabía a dónde iríamos, pero Dimitri me dijo
que me vistiera porque saldríamos.
Con unos tacos negros bajé las escaleras.
—¿Tienes los biberones? —le estaba preguntando Dimitri a
Ares.
—Sí… también los pañales, la muda de ropa y todo lo
demás…
Kallen me miró y sonrió.
—Está dormido —me dijo, señalando con la mirada, al
bebé que estaba en el huevo que tenía en su mano.
—Aquí estás —dijo mi esposo recorriendo mi cuerpo de
arriba a abajo.
El hambre se filtró en sus ojos.
No importaba lo que había planeado, pero estaba más que
segura que yo sería el postre.
Apreté mis muslos.
—¿Vamos? —le inquirí.
Él asintió lentamente
Me acerqué a Jasha y acaricié su mejilla regordeta.
Mi pecho se oprimió y una punzada de culpa atravesó mi
corazón.
Me levanté y miré a Kallen.
—Cuídalo, si le llega a pasar algo no te alcanzarán los pies
para ocultarte —le advertí.
Sus labios se curvaron.
—Dimitri te está pegando sus frases.
—Que quede claro, que a quien tienen que tener miedo es a
Selena, no a mí —dijo Dimitri alzando sus manos.
Entrecerré mis ojos.
El arrogante y egocéntrico vampiro me sonrió y me acercó
a su cuerpo.
—Vamos, que perderemos la reserva —murmuró mientras
me hacía caminar.
Lo miré con la intriga instalada en mi ser.
—Nostradamus está muy solicitada últimamente…
—Eres el dueño —le recordé mientras abría la puerta para
que pudiéramos salir.
Me giré y saludé a los otros dos hombres.
Ares me saludó con la cabeza y Kallen me sonrió mientras
sacaba a Jasha del huevo.
—No tienes que sacar reserva —le dije alzando una ceja.
Sus labios se curvaron.
Me abrió la puerta del auto.
Miré que no nos acompañaba nadie.
—Solo estarán si Jasha está con nosotros, su prioridad, son
él y tú —me informó haciendo señas para que me subiera al
auto—. Soy muy capaz de protegerte y ahora tú eres también
capaz de valerte por ti misma incluso.
Le sonreí con orgullo. Saber que él pensaba que podía
enfrentarme a otro ser místico, me llenaba de autoestima.
Lo vi rodear el vehículo hasta sentarse en el asiento del
piloto.
—¿Qué pasa si yo… muero? —le inquirí preocupada.
Su cuerpo se quedó quieto. Se giró lentamente y su mirada
implacable se posó en mi rostro.
—Eso no pasará, no en muchos siglos…
—¿Pero y si pasa?
—Depende de a qué llamas morir —dijo con seriedad—. Si
para ti morir es que se te detenga el corazón… pues te
convertirías en un vampiro convertido —comenzó a maniobrar
con el volante—. Si hablamos de separar la cabeza del cuerpo
o de arrancar el corazón… pues sí morirás. Tu cuerpo… —lo
pude ver tragar fuerte—. Se haría cenizas.
Tragué fuerte.
Suspiré.
Evidentemente, al tener sangre de vampiro en mi sistema
haría que me convierta por completo.
—Técnicamente, los vampiros puros son como humanos
evolucionados…
El ceño de Dimitri se frunció.
—No lo veo de esa manera… un humano no viviría tanto
como nosotros…
Incliné la cabeza pensativamente.
El Rolls-Royce se detuvo en el estacionamiento exclusivo
que tenía el restaurante.
Y en efecto, estaba colmado. Había una fila de media
cuadra para poder entrar.
—Ya tiene apartado la zona de atrás, señor —le dijo el
encargado.
Dimitri asintió sin darle importancia.
Cuando entramos todos nos miraron.
Me apreté al brazo de mi esposo.
Ya todo el mundo sabía quiénes éramos.
Algunos nos saludaban y otros nos miraban, como si
fuéramos un animal en peligro de extinción.
Su cabello de un rubio oscuro estaba peinado hacia atrás.
Su cuerpo estaba impecablemente cubierto por un traje negro y
una camisa negra.
Nos encaminamos por el pasillo hasta llegar a la parte
trasera del restaurante.
Una mesa para dos, estaba en el medio del jardín de
invierno. Pequeños ficus de hojas verdes con el borde blanco,
estaban dispuestos en distintos lugares. Estos estaban
decorados con pequeñas luces.
El aroma a jazmín inundaba el lugar.
Candelabros de hierro negro estaban dispersados en el
piso.
La mesa para dos, tan solo tenía unas velas blancas,
flotando dentro de una pecera con agua.
Me giré para mirarlo.
—Es hermoso —dije sonriéndole.
Sus ojos me detallaron y sonrió de forma ladeaba.
—Me alegro de que le guste, señora Novikov.
Su cuerpo se movió rápidamente, pero para mis ojos lo que
habría sido una mancha borrosa, tan solo fue una caminata
calmada.
Separó la silla y me hizo señas para que me sentara.
—No puedo creer que hayas tenido tiempo para hacer todo
esto —dijo mirando nuevamente.
—Ser el dueño tiene sus privilegios —dijo encogiéndose de
hombros.
Sonreí mirando el chaleco rojo oscuro que dejó a la vista,
una vez que se abrió el saco.
—Si me miras de esa forma, lo tomaré como una invitación
a follarte —dijo Dimitri, tenía los brazos cruzados en su pecho
y la cabeza inclinada hacia un costado.
Sentí mis mejillas arder.
Rasqué mi cuello.
El mozo vino a hacernos el pedido.
Nos trajeron unas copas de vino, fruncí el ceño al percibir
el aroma a caramelo en la bebida. Lo miré fijamente.
—Pedí que pusieran un poco de mi sangre en una reserva
del restaurante solo para ti —dijo moviendo su copa—. Al
igual que hice con tu sangre cuando te pedí que hagas la
transfusión desde que somos pareja.
Mi boca se abrió en una O grande en respuesta.
—De esa forma también no me secarás como la última vez.
Humedecí mis labios ante el pensamiento de estar bebiendo
su sangre. Cuando me llevé la bebida a la boca mis papilas
gustativas pudieron percibir su sabor.
“Es el vino más exquisito que probé.”
Obviamente que no era lo mismo que beber su sangre pura,
pero si tenía que pensar que estaba bebiendo un buen vino…
era el mejor.
La velada pasó entre coqueteos y risas. El vampiro siempre
había sido un maestro en eso y hoy no fue la excepción.
—¿A dónde vamos? —le inquirí cuando vi que no
estábamos yendo a casa.
Sus labios se curvaron y supe que este hombre estaba
ideando algo, lo cual pondría mi ser patas para arriba.
Reconocí el camino a la mansión Novikov.
Lo miré extrañada.
Su mirada se había ensombrecido, para cuando nos bajamos
del auto.
Un trueno retumbó en el cielo haciéndome estremecer.
Me giré para verlo.
Dimitri tenía esa mirada depredadora. Era un animal listo
para cazar, y sabía a ciencia cierta que yo era la presa de esa
noche.
Miré el bosque.
Su aura dominante se hizo más fuerte. Quería que corriera
como aquella vez.
Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza
—Si te atrapo… te devoraré entera —comenzó a decirme
mientras daba un paso hacia mí—. Corre, mi hermoso
ratoncito, corre y escóndete bien.
No tuvo que decírmelo otra vez, me giré y con el corazón
en la boca, me eché a correr. Como si mi vida dependiera de
ello.
Esa noche fue una de las más inolvidables de mi vida.
El vampiro a quien siempre le había temido y al que había
odiado, me cazó.
Sus manos me tomaron por la cintura y me estampó contra
un árbol. Había comenzado a llover y mi cabello se pegaba
contra mi rostro.
Su mirada salvaje me dijo todo lo que necesitaba saber.
Sin decir una palabra, sus labios se cerraron sobre los míos
en un beso devastador. Igual a cómo era mi amor por él.
Salvaje, arrollador y eterno.

F IN.
EPÍTLOGO
DIMITRI

Cuatro años después.

os encontrábamos en la manada Dark Moon.


La ciudad era enorme.
Miré a Lena, quien estaba ayudando a Jasha a ponerse las
zapatillas.
—Tienes que interactuar con los demás niños —le estaba
diciendo.
Nuestro hijo había salido introvertido. O como me gustaba
decirle yo, muy inteligente para su edad.
Sus colmillos estaban a la vista, todavía no teníamos forma
de ayudarlo a guardarlos. Su paciencia para hacerlo era más
que escasa y una rabieta de él, era igual a partirme el corazón.
Por suerte, su deseo por la sangre se podía saciar una vez al
mes.
—Pero las niñas son molestas… y los chicos… solo está
Luca… —se quejó el niño de cabello negro y ojos grises.
Selena suspiró mirándome.
Me acerqué a él.
—Tienes que llevarte bien con todos, ellos serán tus amigos
—le dije viendo cómo su ceño se fruncía.
—Kylliam y Kyan apestan a perro —dijo con disgusto—.
Nolan y Theodore están más interesados en leer que otra
cosa…
Fruncí el ceño.
—Y las niñas lloran por todo.
Mordí mi labio al ver su carita de ofuscado.
—Sobre todo Aurora.
—Siéntate a leer con tus primos o juega a pelota con
Luca… —traté de disuadirlo.
Sus labios se fruncieron, pero asintió.
Ya habiendo superado ese problema, tomé la mano de mi
esposa. La cual me sonrió con cariño.
Estos cuatro años han sido de ensueño. Lena se había
recibido con honores como Administradora de Empresas.
Estaba trabajando en la compañía de su padre y la estaba
dirigiendo bastante bien.
Por otro lado, nuestra relación ha ido cada vez mejor.
Una vez por mes hacíamos que alguno de los tantos tíos
que Jasha tenía lo cuidara. Ese día cenamos en Nostradamus y
luego la llevaba a correr por el bosque de la mansión
Novikov.
La cazaba y luego la follaba como un maldito enfermo.
Era un momento único para los dos.
Hemos estado tratando de concebir otro hijo, pero no
estábamos teniendo suerte.
Tampoco era algo que quisiera con desesperación. Nuestra
familia de tres, era perfecta, tal como la veía yo.
Caminamos por las calles pobladas de gente, en su mayoría
lobos.
Una chica con alas de mariposa pasó por la vereda de
enfrente. Era un hada.
—¡Mira, mamá! —dijo señalando a la diminuta criatura.
En Londres no era muy común verlas, ya que estaban cerca
de los bosques.
—Tiene alas —dijo asombrado.
Sonreí al verlo tan entusiasmado.
Luego de un buen rato llegamos a la casa de la manada.
Hoy era el cumpleaños de los trillizos y habían invitado a
todo el mundo.
La fachada estaba decorada con globos de todos colores y
guirnaldas de pequeñas luces.
Un portal se abrió y una pareja de brujos salió del otro lado.
La bruja llevaba un niño de cabello negro y ojos verdes.
—Hola —nos saludó María con una sonrisa.
Jasha se acercó a ellos.
—¿Cómo han estado? —les preguntó Lena acercándose a
ellos, acercó la mano al rostro del niño y este, por la timidez,
escondió el rostro en el cuello de su madre.
Mi hijo se quedó mirando fijamente a Zack. El brujo hizo lo
mismo.
Reí por lo bajo.
Era extraño, pero cada vez que lo veía hacía lo mismo.
Como si lo estuviera estudiando, como si lo estuviera
midiendo. Lo que no entendía era porque Zachary se quedaba
también mirándolo. Era como una guerra de miradas.
Jasha asintió solemnemente y se giró para mirar a María.
—¿Ya habla? —le preguntó.
La bruja le sonrió.
—Algunas palabras, es pequeño todavía.
—Entremos —dijo sin más el rey de los brujos.
—¿Cómo va el tema de la Academia? —le inquirí, mientras
nos adentramos en la casa de la manada.
Una insinuación de sonrisa se posó en los labios del
pelinegro.
—Bien, ya está funcionando aquí. Luego veremos de abrir
más en el resto del mundo.
Sonreí ante eso.
—Si quieres podemos ir a verla más tarde —dijo
mirándome por un segundo.
Asentí encogiéndome de hombros.
Cuando llegamos a la sala de reuniones, el griterío se
apoderó del lugar. Muchos niños corriendo y riendo.
Miré a Selena quien tenía la mano de Jasha.
—¿Vamos a saludar? —le preguntó.
Nuestro hijo asintió.
Su mirada puesta en los dos albinos de siete años.
Por otro lado, una niña rubia de ojos bicolores se paró
frente a nosotros. Era como ver a una versión miniatura de
Luna Queen.
Con una sonrisa se nos quedó mirando, un vestido violeta
con puntilla blanca resaltaba el ojo de ese color.
—¡Tíos! —dijo con voz chillona, luego se estampó contra
el cuerpo de mi esposa.
—Ángel, ¿cómo has estado? —le preguntó contenta la
pelinegra—. ¡Feliz cumpleaños, por cierto!
Nos juntábamos periódicamente, y sobre todo debido a que
su padre era el rey de los lobos. Teníamos muchos encuentros
con los reyes de todas las especies. Pero más con Demon y con
Zachary.
—Bien, se me cayó un diente —dijo mostrando una sonrisa
abierta.
Sonreí al ver lo emocionada que estaba.
Ángel miró a Jasha quien estaba con el ceño fruncido.
—¿Quieres jugar? —le preguntó la niña—. Hannah y yo
estamos jugando videojuegos contra Theodore y Nolan.
Pude ver cómo brillaron los ojos del pequeño vampiro.
Asintió sin demostrar un poco de entusiasmo. La pequeña
loba lo tomó de uno de sus brazos y lo arrastró hacia la sala
contigua.
—Sele —se nos acercó Maddie.
Miré su panza abultada y fruncí el ceño.
—Luka no pierde el tiempo —le dije enarcando una ceja.
—No sé de qué hablas, Dimitri —me contestó con una
sonrisa de inocencia.
—¿En qué no pierdo el tiempo? —dijo el rubio quién se
había puesto al costado de su esposa.
Sonreí mirando lo obvio.
—En verdad pensé que sería Ariadna quien tendría más
hijos…
Un llanto rompió en el lugar.
—¿Qué honda? —dijeron a mi lado.
Miré al albino quien me chocó las manos.
—Feliz cumpleaños, Kyan —dije sacudiendo su cabello.
Este sonrió.
—Eres uno de los pocos que nos distingue —dijo con
diversión.
Sus ojos se desviaron hacia atrás de nosotros.
—Si me permiten —dijo yendo a saludar a Noah e Isabella,
quienes estaban con Audry en una mano y con Aurora en
brazos de su padre.
Miré a la colorada, quien estaba tratando de hacer que una
niña de cuatro años dejara de llorar.
Al lado de ella, Kylliam le extendió la mano.
—Vamos a jugar —le decía el lobo a la pequeña pelirroja.
—Ha estado muy inquieta los últimos días —dijo Lucian
quién se había acercado a nosotros.
Fruncí el ceño.
—¿Alguna razón? —le pregunté.
El lobo de cabello largo y ojos grises negó con la cabeza.
—Tiene cuatro años, es común que llore —dijo Ariadna,
quien nos sonreía—. ¿Cómo han estado? —nos preguntó.
—Bien, el vuelo estuvo sin problemas —dijo Selena.
Otro llanto se escuchó en el lugar. A estas alturas quedaría
sordo.
—¡Alfa, dile a tu hijo que no moleste a mi preciosa hija! —
gritó Noah levantando a Aurora.
El albino de casi dos metros se enderezó de estar hablando
con Zack, y le frunció el ceño.
Rodó los ojos y una mirada fría, fue lo único que tuvo que
darle a Kyan, para que dejara de molestar a la pobre niña tres
años menor que él.
Siempre era lo mismo.
Mientras que Kylliam se portaba más tranquilo. Kyan era…
un rebelde sin causa. Cada vez que teníamos una reunión.
Kyan se disponía a molestar de alguna forma a Aurora. Tenía
una fijación con ella para hacerla enojar y pelear. Ya sea
quitándole un juguete o diciéndole alguna cosa que la hacía
enojar. La niña no se quedaba atrás. Ya era una rivalidad
latente entre los dos.
Besé la frente de Lena y fui hacia donde estaban los otros
dos hombres.
—¿Cómo has estado, Demon? —le inquirí.
—Bien, ¿tú? —dijo mirándome con sus ojos bicolores.
—Bien, con mucho trabajo.
Otro portal se abrió y entraron Anya con Alex y mi
hermosa sobrina, Lara, que todavía era muy pequeña. Tenía el
cabello castaño como su padre y los ojos eran una mezcla de
verdes con marrón claro.
Mi cuñado era instructor en la Academia que se había
creado para adiestrar a los soldados de Plata.
Por otro lado, Anushka era una muy buena cazadora de
corrompidos.
Cuando mi hermana me vio sonrió y comenzó a acercarse a
nosotros. No sin antes saludar a su compañera de equipo
Isabella y a su antiguo Maestro.
—¡Qué grande está! —le dije a la rubia, cuando la tuve
cerca.
Con mi dedo índice y medio apreté la nariz de botón de
Lara. Su risita resonó en todo el lugar.
—Así de grande y no para de hacer ruidos, los cuales no
entiendo —dijo divertida mi hermana.
—Espera a que empiece a hablar —le dijo Demon—.
Después querrás que se callen por un segundo.
—Eso es verdad —dije estando de acuerdo.
Jasha era un chico muy listo y a veces hacía algunas
preguntas que me dejaban con la lengua anudada.
El ventanal del salón se abrió.
Su cabello negro caía sobre sus ojos negros. Como era de
costumbre, estaba todo vestido de negro, haciendo contrastar
su piel blanca y pálida.
Nos miró a todos cuando se quedó todo el lugar en silencio.
—Aleric —susurró Maddie.
La chica corrió a abrazar a su hermano, quien no había
dado señales de vida por unos cuatro años.
Al lado de él, una mujer de cabello como el caramelo y ojos
miel nos miraba a todos. Llevaba un vestido negro y simple.
—Cosita bien hecha —dijo abrazándola.
—¿Estás bien? —le preguntó su hermana separándose de él
y mirando su cuerpo.
—Nada que una siesta no pueda reparar.
—¿Cómo supiste que estábamos aquí? —le inquirió Demon
con el ceño fruncido.
—Tenía que traerla aquí a Pandora… eres uno de los reyes
místicos… por cierto —dijo tomando por el hombro a la mujer
—. Les presento a Pandora.
Unos pasos apresurados se hicieron escuchar.
Cuando me giré, Hannah estaba parada mirando hacia todos
lados. Cuando sus ojos se fijaron en Aleric sonrió y comenzó a
correr.
—¡Ángel! —gritó eufórica, mientras saltaba casi sin darle
tiempo al ángel de la muerte, de tomarla entre sus brazos.
—Hannah —dijo el pelinegro con la voz llena de emoción.
—Bienvenido —dijo la niña sonriéndole y dándole un beso
en la mejilla.
—Gracias, mi damita —dijo Aleric sonriéndole con ternura
—. Cuánto has crecido —dijo acariciando su cabello.
—Pues has estado cuatro años fuera —dijo bajándose del
hombre.
La pelirroja desvió la mirada a la mujer e inclinó la cabeza.
Miré a Zack y Demon, quienes estaban entretenidos
mirando al igual que yo. Solo que ambos tenían el ceño
fruncido.
Mi brazo fue tomado.
Giré mi rostro, para ver a Selena quien me sonreía.
Dejamos a toda la gente en el salón y fuimos al jardín que
lindaba con el bosque.
El día estaba soleado, sin una sola nube.
—Gracias —dijo Lena haciendo que la mire.
Ella estaba mirando por la ventana hacia adentro.
—¿Por? —le pregunté tomándola por la cintura.
Sus manos descansaron en mi pecho. El calor de su cuerpo
traspasó la barrera de tela que nos impedía estar piel con piel.
—Si no hubieras aparecido en mi vida, me hubiera perdido
de todo esto —dijo volviendo a mirar a los que estaban
adentro.
Le sonreí acercándome a su rostro.
—Gracias a ti por aceptarme, por abrirte a mí y dejarme
amarte como te lo mereces… como siempre te lo mereciste —
dije besando su nariz—. Por dejarme ser parte de tu vida, por
siempre estar cuando te necesité.
Sus labios se curvaron.
Mi boca selló las palabras que acababa de decir.
Ella había venido a mi vida para darle luz a la oscuridad
que estaba dentro de mí.
Y eso siempre se lo agradecería.
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