Comprometida Con Un Vampiro - Cristie Pereira PDF
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Comprometida Con Un Vampiro - Cristie Pereira PDF
Libros:
DEDICATORIA
AGRADECIMIENTOS
¡GRACIAS A TODOS POR LEER ESTA SAGA DE LIBROS!
VALERIA
NOSTRADAMUS
DIMITRI
“Flashback.”
DIMITRI
DIMITRI
DIMITRI
DIMITRI
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
DIMITRI
ANYA
DIMITRI
DIMITRI
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
DIMITRI
DIMITRI
SELENA
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
Suspiré.
—Llegamos… —dijo Dimitri mirándome.
Sus ojos grises me detallaron con intensidad.
Tragué fuerte.
Tenía que poner todo de mí para no olvidar todo.
“Recuerda, Selena, nunca olvides.”
Apreté mis dientes asintiendo lentamente.
El vampiro salió primero y cuando vi que estaba por
abrirme salí antes. No me dejaría engañar por sus buenos
actos.
Lo escuché resoplar con molestia.
Miré la mansión de estilo gótico. Estábamos en las afueras
de Londres.
El lugar sin lugar a dudas era increíble. Contaba de dos
plantas y una tercera, pero era casi como una cúpula llena de
vidrios.
Los ladrillos gastados tenían musgos, pero no los hacían
feos, sino que te hacía admirar la belleza de estos. Toda la
propiedad estaba rodeada por arbustos bien cortados y bosque
a sus alrededores.
—¿Te gusta? —inquirió Dimitri cerca de mí haciéndome
temblar.
Lo miré, en su rostro, una sonrisa ladeada se posó.
Asentí mientras desviaba la mirada y volvía a ponerme la
máscara. Construí mis muros para que no los pudiera pasar tan
fácilmente, algo que me estaba costando mucho.
Abrí la puerta.
—¡Al fin llegaron! —gritaron mientras me abrazaban.
Mi cuerpo se puso rígido ante la sorpresa.
Su rostro se alejó de mi cuello.
La chica me sondeó haciendo que la sangre subiera a mis
mejillas.
Sus ojos verdes brillaron mientras me sonreía.
—Soy Anya, la hermana menor de Mitya —dijo
tranquilamente separándose de mí y tomando mis manos.
Estas eran cálidas.
—¿Mitya? —inquirí confundida.
—Ese es mi apoyo en ruso —fue Dimitri quien me
informó.
—Espero que podamos ser amigas.
Sonreí ante eso.
—Claro que sí —le respondí.
Su sonrisa se hizo más amplia.
—Te mostraré…
—Anushka… ¿Qué hablamos?
La rubia resopló mientras se cruzaba de brazos.
—Vale, los dejaré solos —dijo girándose sobre los talones
—. ¡No follen mucho que los puedo oír! —gritó mientras
subía las escaleras.
Mi rostro se prendió fuego.
—No le hagas caso, le gusta molestar a la gente —dijo
Dimitri.
Asentí seriamente.
—Te llevaré a la habitación.
Subimos las escaleras hasta el tercer piso. Fruncí el ceño
para luego alzar las cejas.
El lugar era hermoso. El pasillo tenía vistas privilegiadas de
los jardines. Caminamos hasta una de las puertas.
—Pasa —dijo con tranquilidad.
Pasé por al lado suyo, solo para sentir cómo me detallaba
con intensidad.
Estar cerca de Dimitri, era igual a sentir nervios todo el
tiempo. No paraba de monitorear cada movimiento que hacía.
Sin contar, que sentía que podía saltarme y devorarme en
cualquier momento.
Miré a mi alrededor. La habitación era digna de una
princesa.
Una cama grande con madera negra se encontraba contra la
pared. Detrás de ella unos ventanales dejaban pasar la luz.
Tenía un sector con sofás y una mesa ratona. Perfecto para
tomar el té con amigas.
Todo el sitio era en tonos crema. Y eso me llamó la
atención.
Me giré para mirar a mi futuro esposo.
Su cuerpo estaba recostado contra el umbral de la puerta. Si
quisiera escapar, no tendría oportunidad alguna. “Siempre
puedes tirarte por la ventana.” Dijo mi conciencia.
Torcí el gesto.
Últimamente, esta no estaba más que trayéndome
problemas.
Mis ojos se anclaron a esos tormentosos orbes que tenía.
Su gris era muy claro, casi mezclado con celeste.
Rasqué mi cuello.
—Dormirás solo tú, hasta que nos casemos —dijo leyendo
mis pensamientos.
—Tres días a la semana…
Una risa seca salió de su garganta, haciendo que lo mire
con atención.
Su cuerpo avanzó hacia mi persona.
—Todos los días, Lena —dijo tomando un mechón de mi
cabello—. No puedes oponerte.
Me removí llena de rabia.
—Firmamos un contrato en el cual solo dormiría tres veces
por semana contigo, y luego pasaríamos una hora juntos tres
días de la semana —le recordé.
Sus labios se curvaron.
—Mi querida ratoncita, no te has dado cuenta de algo… —
su voz grave resonó en mi cuerpo—. No firmaste el contrato
que estaba redactando, estabas tan apurada que firmaste el
viejo.
Mis ojos se agrandaron.
“No puede ser…”
Busqué mi maleta de mano y saqué de entre mis cosas el
documento.
Miré la cláusula.
“¡Maldición!”
Cerré los ojos, maldiciéndome mil veces.
—T-tenemos que firmar la que estaba cambiada…
—Eso no pasará, ya está firmado por el abogado. Sería muy
engorroso.
Su mano pasó por mi mejilla. Mi piel quemó con su toque.
Me alejé rápidamente y me crucé de brazos, sintiéndome
completamente nerviosa y molesta.
Dimitri había sacado ventaja y estaba jugando sucio
conmigo.
—No dormiré contigo en la misma cama todos los días —
dije furiosa apretando los dientes.
Sus dedos tomaron mi barbilla alzando mi rostro.
—Lamento decirte, que si incumples el contrato vas a tener
que pagarme una multa.
Fruncí mis labios.
—¡Eres un maldito desgraciado! —dije golpeando su mano
con la mía, liberándome de su agarre—. ¿Te divierte poner a
los demás en situaciones que no quieren? ¡Pues conmigo no
será así, ya aprendí de eso!
Golpeé su hombro con el mío y me dirigí hacia la puerta.
Su mano tomó mi brazo. Mi cuerpo quedó aprisionado
contra la pared y su cuerpo.
Alcé la vista sintiendo que me faltaba el aire de lo agitada
que estaba.
Todo mi cuerpo tembló.
Su aroma a caramelo estaba rompiendo mis defensas. Había
tardado tanto en crearlas, y él solo con su toque las rompía sin
problemas. Maldije el ser su pareja predestinada.
—No quiero pelear contigo, pero muchas cosas cambiarán
cuando estemos casados, Lena —dijo saboreando mi nombre.
Tragué fuerte.
Su rostro llegó a mi cuello haciendo que mi cuerpo
hormiguee en lugares precisos.
—Hueles tan bien, ratoncita —dijo contra mi oído—.
Puedes correr y esconderte, pero no escapar de mí, tu destino
está anclado al mío.
Sus colmillos rozaron la piel sensible de mi garganta.
Respiré hondo, tratando de no caer en el abismo, que se
estaba formando en mi mente.
Con ambas manos, lo empujé en el pecho, por suerte
comprendió que no lo quería cerca.
—Antes muerta que anclar mi corazón a ti —dije saliendo
de la habitación—. No me hagas usar objetos para mantenerte
alejado —le recordé antes de caminar rápidamente por el
pasillo hacia las escaleras.
Tenía que encontrar una manera, para que ese vampiro
pervertido no me tomara como suya. Porque estaba segura de
que eso intentaría en la primera noche juntos.
Me detuve a los pies de las escaleras.
—La noche de bodas —murmuré mientras rascaba mi
cuello.
Todo mi ser se estremeció en soledad. No dejaría que este
desgraciado me lastimase.
Mi corazón estaba en una fortaleza, y lucharía hasta la
última gota de sangre, para que Dimitri Novikov no se
acercara a él.
CAPÍTULO
13
DIMITRI
“Flashback.”
Subí las escaleras con buen ánimo. Pasé mi lengua por los
dientes antes de encaminarme por el pasillo. El día estaba frío,
pero no estaba nevando. Era dos de enero, así que quería
arreglar con la señorita para mañana ir a la fiesta.
Me acerqué a la puerta, mi mano fue al pomo y lo giré.
—¿Lena…? —dije con duda de si estaba en el lugar.
Toda la habitación olía a ella. “Joder.”
Tragué suerte mientras sentía mis colmillos picar.
La puerta del baño se abrió. El vapor se filtró, y entre
medio de este, un cuerpo femenino.
Toda mi sangre hirvió, de solo verla con una diminuta
toalla de baño. Mi polla se endureció ante la vista.
Su piel lechosa brillaba con algunas perlas de agua todavía
escurriéndose.
“¿Cómo puede ser tan hermosa?”
Selena alzó la vista y se quedó estática en el lugar. Aclaré
mi garganta.
—Lo siento… —dije mientras mis ojos seguían
recorriendo, desde sus largas piernas, hasta su cabello suelto y
mojado.
Mi garganta ardió con cada respiración que hacía. Podía
decir, a ciencia cierta, que mi corazón iba a explotar en miles
de partículas si la seguía mirando.
—Si ya terminaste con tu análisis ocular, date la vuelta —
me dijo seriamente.
Sonreí yéndome a sentar en la cama. Crucé mis piernas y la
seguí mirando.
—Todavía me falta la mejor parte —dije burlonamente.
Selena entrecerró los ojos.
—¿Quieres que te tire otro jarrón?
Fruncí el ceño.
—No dejé ninguno cerca de ti, y menos en la habitación —
le informé conforme con el enojo que se le iba acumulando.
Su rostro estaba rojo haciéndola ver más linda de lo que
era. Esos dos orbes verdes agua me estaban asesinando.
—Créeme que puedo lanzarte otras cosas…
Por mi parte, lo único que quería era que fuera ella, quien
se lanzara a sí misma a mis brazos. Sonreí.
Cerré mis ojos y tiré la cabeza hacia atrás.
—No miraré, lo prometo —dije cayendo de espaldas en la
cama.
Puse el dorso de mi mano en mi frente, para que la luz no
me golpeara de lleno.
Sus pisadas resonaron con un bufido. Escuché cómo abría
las puertas del armario.
—Mañana tenemos que ir al baile de los brujos —dije lo
más tranquilamente posible.
Saber que se estaba desnudando, me ponía los nervios de
punta. Deseaba ver cada parte de su cuerpo. Sin contar, que el
dolor de mi erección no me estaba agradando mucho.
En mi vida tuve que recurrir a masturbarme. Solo cuando
era un adolescente virgen. Pero ahora, con esta mujer, era más
de una vez por día.
Me las iba a pagar con creces, de eso estaba seguro, no la
iba a dejar ir hasta saciarme de ella.
Apreté mi mandíbula. ¿Lo habrá hecho con el humano
insulso?
Sacudí mi cabeza. “No dejes que los pensamientos te
dominen.”
Si había sido así, pasaría mi cuerpo por cada parte que haya
tocado el hijo de puta. La haría gemir tanto, que se olvidaría
de quién mierda era Trevor.
—¿Es necesario que vaya?
—Sí, ya todos saben que eres mi prometida —dije,
volviendo a tener mi mente limpia de pensamientos impuros.
—Vale, pero no te propases —dijo secamente.
—Nunca lo haría —dije sonriendo.
La toalla cayó al piso y mi cuerpo comenzó a estremecerse.
¿Cómo sería pasar mi lengua por sus pechos? ¿Serán muy
sensible?
Gruñí, mientras mi mente se transportaba a la fantasía de
tenerla sentada encima de mí, dejándome tocarla, lamerla,
chuparla y sobre todo morderla.
—Tenemos que parecer una pareja de enamorados, así que
seguramente tendremos que besarnos y tomarnos de la
mano… Y por favor sonríe —le dije.
—Ya puedes mirar —dijo haciendo que giré el rostro donde
estaba.
Llevaba unos jeans negros, unas botas de montaña y un
suéter con cuello de tortuga blanco.
Humedecí mis labios mientras me incorporaba lentamente.
Sus brazos estaban cruzados en su pecho mientras desviaba
la mirada.
No importaba con lo que se vistiera, todo le quedaba bien.
Me acerqué lentamente a ella. Selena se tensó con cada
paso que daba.
—Recuerda que estando solo en público seremos una
pareja.
—Tenemos que practicar para que se vea más creíble —le
dije completamente serio.
Ni yo mismo creía esa mentira, pero si servía para poder
volver a besarla… lo intentaría.
La tomé por la cintura acercándola a mi cuerpo. Su calor
traspasó nuestras ropas. Mi respiración se complicó, a la vez
que mi corazón martillaba en mi pecho.
Sus manos quedaron apresadas y lo único que hizo fue
apretar mi camisa negra.
Lentamente, me fui acercando a su rostro, dándole tiempo a
que captara lo que haría. No la obligaría, quería que ella
también lo deseara.
Inhalé su aroma a miel.
Mi garganta ardió deseosa de probarla.
Con mi mano dominante tomé su nuca, Selena alzó la vista
para anclarse a mis ojos. Sus dos océanos me tragaron como a
un náufrago.
Me acerqué a su cuello depositando un leve beso en su
yugular, sintiendo su pulso acelerado.
Sabía que no era inmune al vínculo. Podía notar como poco
a poco, esa carcasa que había hecho a su alrededor, se iba
resquebrajando.
Un jadeo muy pequeño se escapó de sus labios, cuando mis
labios rozaron su piel suave.
Me alejé de ella, mirando cómo tenía los ojos cerrados.
Sonreí, al verla expectante por más. Pero no lo haría.
La tentaría, la cazaría y luego la devoraría por completo.
—Nos vemos en la cena —le dije, haciendo que sus orbes
verdes agua se abrieran de golpe.
Confundida entreabrió los labios. Sus ojos se oscurecieron,
mientras que una mueca de enojo se instalaba en su hermoso
rostro.
—¡Eres un maldito descarado! —gritó alejándose de mí y
yéndose de la habitación.
Reí secamente mientras ponía mis manos en los bolsillos
del pantalón.
—Paso a paso, mi ratoncita, paso a paso —murmuré
saliendo de su cuarto.
“Fin Flashback.”
DIMITRI
SELENA
DIMITRI
DIMITRI
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
SELENA
SELENA
iré el vestido.
No podía estar pasando.
Llevé mi mano a mi boca, y mordisqueé la uña ya
esmaltada en una delicada francesa.
Los recuerdos de anoche me invadieron.
“Flashback.”
“Fin flashback.”
“Flashback.”
DIMITRI
DIMITRI
SELENA
DIMITRI
a había anochecido.
Estaba teniendo un problema en estos momentos. Ya habían
pasado tres días de nuestra Luna de Miel. No podía quejarme.
Selena estaba dejando que la abrace y la bese. Y eso era
mucho, teniendo en cuenta que siempre tenía que ir con
cuidado de no recibir una patada en las bolas.
El problema radicaba en la noche. Todo comenzó después
de ese magnífico día en la playa junto a ella.
“Flashback.”
—Maldita desgraciada —
murmuré dejando el celular y acostándome para sumirme en la
oscuridad.
SELENA
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
SELENA
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
SELENA
omé un sorbo.
—¿Qué pasó en la luna de miel? —inquirió Dimitri sentado
a mi lado.
Giré mi rostro para mirarlo.
Apreté mis labios.
—Yo… quise tener una noche de bodas contigo, pero…
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
SELENA
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
Dimitri se estaba agarrando la cabeza con las manos.
Su respiración era fuerte y podía darme cuenta de que
estaba conteniéndose.
Se levantó y se apoyó contra la pared.
—¡Maldición! —gruñó golpeando la pared.
Esta se rompió.
Me levanté de golpe para tratar de tranquilizarlo.
—D-Dimitri —tartamudeé.
El miedo golpeaba mi corazón, el vampiro estaba perdiendo
la cordura y solo pensar que podía atacarme me hacía temblar.
Pero sus acciones me descolocaron. Lejos de arremeter
contra mí, mi esposo me abrazó con fuerza. Haciéndome sentir
su calor, llenándome de… amor.
—Lo siento, Selena, soy un monstruo —dijo en un susurro.
Negué con la cabeza.
—Tú no… Ellos —dije alzando la vista.
Sus ojos me detallaron.
—Lo siento.
Negué otra vez.
—No es tu culpa, sé que no lo es, yo te estuve castigando,
cuando no tenías nada que ver con lo que ellos me hicieron —
dije tomando su rostro en mis manos—. Si quieres puedo dejar
de contar…
—Prefiero que eso no me lo cuentes, no podría
aguantarlo…
Sentí mi corazón, estrujarse, asentí estirándome.
Uní mis labios a los suyos.
Dimitri me devolvió el beso con desesperación, como si no
quisiera que desapareciera todo lo que había vivido.
Sus manos me tenían rodeada y apresada contra él. Cuando
me soltó su mirada era devastadora.
No podía verlo mal, su tristeza era mi tristeza.
CAPÍTULO
28
SELENA
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
SELENA
“Flashback.”
Ambas me miraban con tristeza.
La Diosa de la Luna estaba con los brazos cruzados,
mientras que la reina de los Dioses, me escrutaba con
atención.
—Esto va a ser más complicado de lo que pensé, Selene —
dijo la rubia mirando a la pelinegra.
El ceño de la otra mujer se frunció, a la vez que sus ojos
negros iban a mi rostro nuevamente.
—Tenemos que ver y ayudarla, no puede morir tan
fácilmente…
—Sabes que no podemos, no se la puede bendecir tan
fácilmente, ya bastante que revive…
—No quiero revivir… —dije negando con la cabeza.
Abracé mis brazos.
—No si es enfrentarme a ese monstruo… ¿Por qué lo
hiciste así? —le inquirí a Selene.
En sus ojos hubo pena.
—Dimitri no es un monstruo porque quiere, en esa vida su
madre murió al darlo a luz, su padre era despiadado con ellos,
el mismo tuvo que matarlo porque había perdido el control y
se estaba volviendo loco…
Mis ojos se agrandaron.
No me había detenido a pensar en eso, no era una forma de
apañar sus actos, pero comprendía que eso lo llevó a ser
insensible.
La otra Diosa se acercó a mí. La mano de Hera se estiró
para darme un collar, este era de un cristal puro y transparente.
—Esto… te ayudará a saber cuándo estás en peligro —dijo
dándome el collar.
Alcé mis cejas mirándolo.
—Nunca te lo quites, se pondrá de color para saber cómo
va tu relación con él… Solo trata de que no se ponga negro…
—se encaminó hacia su trono—. Si no… morirás.
Asentí, no me serviría de mucho a mi parecer, pero no
perdía nada.
Selene se acercó a mí y tocó mi frente.
El jalón en mi cuerpo y el vértigo me inundaron, me sentí
hundirme.
El aire me faltaba, cuando traté de respirar el agua inundó
mis pulmones.
¡Joder, me estaba ahogando de verdad!
Mi cuerpo estaba pesado.
Comencé a cerrar los ojos, genial, ni siquiera sabía nadar en
esta vida.
Mi cuerpo fue agarrado, eso fue lo último que recuerdo
antes de quedar inconsciente.
Los párpados me pesaban y me costó abrir los ojos. Respiré
hondo y me levanté. El dolor en mi cabeza se hizo punzante
con la ráfaga de información y recuerdos de esta vida.
Aquí también se sabía de los seres místicos, pero había una
guerra entre humanos y seres místicos. O mejor dicho la Orden
de plata.
Cada vez había más seres capturados y asesinados.
—¡Sele! —gritaron a mi costado.
Mi cuerpo fue abrazado y reconfortado en calor.
No pude evitar llorar, cuando la escuché llorar.
—No lo vuelvas a hacer, no estás sola, por favor —dijo
Maddie alejándose.
Sí, la Selena de este cuerpo trató de suicidarse.
Mis padres estaban muertos por un atentado a mi familia,
del cual salí viva por suerte.
No sin llevarme una herida de quemadura en mi rostro.
Miré a mis tíos, y a Luka, quien estaba recostado contra la
pared.
—Cosita bien hecha —dijeron entrando a la habitación.
Alcé la vista para sorprenderme al ver a Aleric.
—Hermanito, ella ya despertó —dijo secándose las
lágrimas.
Miré a mis tíos.
Mi tía Stephanía se acercó a mí y me acarició la mejilla.
—Eres la hija de mi hermana, no puedo dejarte sola, eres
como mi hija, Sele —dijo abrazándome—. No estás sola, si
necesitas ayuda, por favor, acude a nosotros.
Sentí lágrimas caer, la Selena de esta vida tenía depresión y
todos mis sentimientos estaban revueltos.
—¿Cuándo le darán el alta? —preguntó Aleric.
Lo volví a mirar y sonrió.
—Llamaré al médico para que la vean —dijo mi tío Arnold.
Miré hacia otro lado, evitando la mirada del Semi-Dios,
quien era hermano de mi prima.
Mi corazón palpitó con fuerza.
Sentí mis mejillas arder.
“Joder, esta mujer estaba enamorada de él.”
Y lo que es peor, el pelinegro la tenía como boba siendo su
novia en estos momentos.
Maddie me miró a mí y luego a Luka. La vi alzar las cejas y
levantarse.
—Mami, vamos a buscar para que tome algo Sele —dijo
con esa ternura e inocencia que la caracterizaba.
La tía Steph me miró y luego a Aleric.
Este estaba mirando la televisión, como si no se diera
cuenta de que lo estaban mirando.
Ambas mujeres se fueron, Maddie tomando a Luka de la
mano y se lo llevó a rastras.
Rasqué nerviosa mi cuello, era evidente que ese hombre,
todavía no entendía de indirectas en sus otras vidas.
La cabeza de Aleric se giró, sus ojos estaban serios y su
boca apretada.
Se acercó a mí.
Sus dedos tomaron mi barbilla para que lo mirara.
—¿Por qué, cupcake? —me dijo dolido.
Tragué fuerte, traté de desviar la mirada, pero no me dejó.
—Tú… estás conmigo por lástima, no quiero ser una carga
para nadie —dije sintiendo mis lágrimas caer.
Los pensamientos retorcidos de la antigua Selena, no me
dejaban pensar bien y era un problema.
Pero también tenía que decirle la verdad, de porque lo había
hecho.
Odiaba todo de ella, desde la cicatriz en su lado izquierdo
en su rostro, que se extendía hasta por debajo de su cuello
hasta la miserable vida que tenía. Sentía que estorbaba a sus
tíos.
El ángel de la muerte me tomó por la nuca y se acercó más
a mi rostro.
Sus ojos, como el cielo sin estrellas, me sondearon hasta el
alma. Aleric acercó sus labios a los míos y me beso con
pasión, como siempre lo hacía.
Mis dedos se curvaron contra su remera negra aferrándome
a él, como si fuera mi última esperanza.
Contorneó mi arco de cupido haciéndome suspirar,
sintiendo la calidez en mi pecho. Sus dedos, que estaban algo
fríos, rozaron la piel de mi cintura que estaba a la vista entre el
pantalón y la remera.
Un gemido salió de su garganta, mientras el beso se hacía
más apremiante. Su lengua buscó la mía, volviéndome loca,
mi corazón palpitaba y mi respiración estaba complicada. Mis
neuronas no estaban conectando y fuegos artificiales pasaban
por mi mente, a la vez que, el hormigueo se instalaba en mi
vientre.
Aleric se separó de mí, para mirarme con los ojos
entornados.
—¿Sigues pensando que estoy contigo por lástima?
Relamí mis labios.
—Si lo sigues sintiendo así… —su rostro se acercó al mío
—. Puedo seguir hasta que lo comprendas…
—Señorita Brenzor…
Mis manos empujaron al hombre, el cual sonrió con
diversión.
Mis mejillas más rojas no podían estar.
—Necesito que firme su alta, y también el consentimiento
para ir al psicólogo —dijo el médico.
—Vale —dije acomodándome en la cama.
Aleric se levantó.
—Iré a buscar a los demás…
Asentí mirando cómo se iba.
—Esto que hizo es muy grave, tiene que ir al psicólogo y
tratarse de forma prolongada —dijo pasándome para firmar—.
Necesitaré la firma de algún familiar para saber que la van a
cuidar.
Mi mandíbula se apretó.
Pero comprendía lo que decía, un suicidio no era algo que
se tomara a la ligera.
Tendría que ir al psicólogo, también me ayudaría a afrontar
los pensamientos enfermizos que esta yo tenía.
Llevé mi mano al cuello solo para darme cuenta de que
tenía el collar puesto.
Lo miré, este seguía transparente.
—¿Cuándo se puede ir? —dijeron detrás del médico.
Su rostro se giró para mirar a mi tía.
—Ella se puede ir, pero necesita seguimiento, psicológico.
La tristeza se vio reflejada en el semblante de la mujer, su
cabello castaño claro y ojos marrones contrastaban con los de
Maddie. Tenía una belleza inigualable a sus casi cincuenta
años.
—Yo me haré cargo de eso —dijo la mamá de Madeleine.
“Fin Flashback.”
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
SELENA
“Flashback.”
SELENA
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
La mirada de Dimitri estaba perdida en mi rostro. Estos
estaban vidriosos.
Mi cuerpo temblaba por las emociones que tenía.
—Lo siento tanto —dijo llevando su mano a mi cuello y lo
comenzaba a acariciar.
Lágrimas cayeron de sus hermosos orbes.
—Jamás te haré eso, mi ratoncita —dijo acercándose a mí.
Su cuerpo llenó de calidez el mío. Esas palabras eran las
que necesitaba escuchar, para que mi corazón también
comenzara a sanar lentamente.
El roce en mi piel ardía tortuosamente. Su aroma a
caramelo estaba dificultando mis sentidos. Tenía la respiración
agitada, y estaba más que segura, que él podía sentir cómo
martillaba mi corazón.
Me acerqué más a él, no podía comprender cómo es que me
resultaba tan fácil tenerlo cerca. De repente, era como respirar.
Lo necesitaba cerca de mí para vivir.
Alcé la vista para perderme en las profundidades de sus
ojos. Su rostro se acercó al mío haciendo que mi cuerpo
temblara.
Tragué fuerte cerrando mis ojos y esperando el toque de sus
labios.
Nada.
No sentí nada.
Abrí mis ojos para encontrarme con su mirada atenta. Sentí
mi labio inferior temblar.
Quería que me besara, que me abrace y mimara.
—D-Dimi…
Sus labios callaron los míos haciéndome jadear. Lo deseaba
con todo mi ser.
Dimitri tomó mi rostro con su mano derecha, mientras que
la izquierda se aferraba a mi cintura estrechándome a él.
Sabía que estábamos transitando por un camino tortuoso,
entre el amor y la tristeza.
Pero necesitaba saber que podía estar segura en sus brazos,
que no pasaría nada de lo que ya había vivido.
Me arrodillé en el sofá y enlacé mis manos en su cuello.
—Lena… —murmuró contra mis labios con voz ronca.
Abrí los ojos para sentir cómo apoyaba su frente contra la
mía.
Mi respiración era un caos, al igual que la suya.
Pude ver el atisbo de sus colmillos.
Mis cejas alzaron.
—Tienes sed…
Su mirada cayó en mi persona, su iris era rojo escarlata.
—No bebí nada desde hace unos días…
Apreté mi mandíbula.
Miré para todos lados.
Dimitri se echó hacia atrás y desabotonó su camisa.
Su respiración era dificultosa.
Rasqué mi cuello, estaba teniendo el ardor y no sabía qué
hacer.
Me levanté y fui por un cuchillo.
—Ni se te ocurra —dijo molesto parándose.
Apreté el filo en mi muñeca.
Su mano tomó mi mano sacando la hoja de metal de mi
piel.
—Puedo controlarme.
Su respiración era sonora.
Sus colmillos asomaban de su labio superior.
Dimitri tenía un aspecto aterrador y oscuro, pero a la vez
cautivador y atrayente.
—Tienes que beber sangre —le insté seriamente—. Puedes
perder el control.
—Estoy bien, Selena —dijo yendo a sentarse.
Sus manos fueron a su cabeza agachada y lo vi tratar de
tranquilizarse.
Con ira contenida me acerqué y me puse de rodillas frente a
él.
—¿Por qué no quieres? —le pregunté seriamente—. Soy tu
pareja, y deseas mi sangre.
—No te haré responsable de mi alimentación para siempre.
Mi pecho se oprimió, lo que sus palabras decían
indirectamente era que no quería marcarme.
—Pues es una lástima, ya eres dependiente de mi sangre —
dije mirándolo seriamente.
Su ceño se frunció.
—No es divertido…
—Lo sé, pero no puedes estar así.
Me incorporé y me senté a horcajadas sobre él.
—Selena… —dijo molesto—. No te marcaré.
—Pues no tienes que hacerlo, ya lo hiciste en mi última
vida —dije tomando su rostro entre mis manos.
Sus ojos se agrandaron mientras que sus labios se
entreabrían.
Mi cuerpo se pegó al suyo.
—Bebe, Dimitri, solo así estarás satisfecho —le dije
corriendo mi cabello y le mostraba mi cuello.
Su mirada aguda y salvaje se posó en mi garganta y tragó
fuerte.
CAPÍTULO
32
DIMITRI
ragué fuerte.
La mujer que tanto deseaba, se estaba entregando en
bandeja de oro.
Selena estaba a horcajadas en mi regazo mirándome
expectante.
Sus ojitos estaban hinchados de tanto llorar, haciendo que
mi pecho se oprimiera.
En mi mente resonaba una y otra vez lo que había dicho.
Ella estaba marcada.
—D-Dimitri —dijo con timidez acercándose más a mí.
—¿Cómo es eso de que estás marcada? —le dije respirando
con dificultad.
Mi cuerpo temblaba anhelante por su sangre.
Sabía que ese dibujo no era un tatuaje, se lo dejé pasar para
no pelear. Pero lo sabía. Todas las marcas de vampiro eran
cadenas o cuentas enroscadas en alguna parte del cuerpo,
obviamente donde fue mordido y marcado.
Su piel blanca mostraba sus venas azules y me estaba
volviendo loco.
—No es el momento —dijo negando con la cabeza.
Comenzó a levantarse.
—Si no lo haces, me haré una herida para que bebas –dijo
comenzando a caminar.
Me paré y tomé su brazo. Ella se detuvo en seco, jalé de
ella un poco haciendo que fuera hacia atrás. Se acercó a mí y
me contempló.
Volvió a correr su cabello mostrándome su garganta.
Joder, deseaba tanto hundir mis colmillos y degustarla.
Mi garganta picó y ardió con frustración.
Me giré tomando su mano y fui a la cama. Me acomodé en
el borde y la senté sobre mi regazo.
—¿Estás segura de que quieres esto? —le dije seriamente
—. No completaré la marca, no te forzaré a tener sexo
conmigo. Solo beberé de tu sangre.
Lena rascó su cuello, pero asintió.
—Lo haremos a mi manera, entonces —dije tomando su
rostro.
Acerqué mi rostro al suyo. Lo detallé para centrarme en sus
labios.
La ratoncita tragó fuerte, sus manos fueron a mi pecho.
Lentamente, lamí su labio inferior subiendo verticalmente.
Un temblor azotó su cuerpo, era una dulzura y era toda mía.
Mis manos acariciaron sus mejillas sonrosadas.
Un gemido se mezcló con un trueno, la luz del rayo iluminó
la oscura habitación.
Solo estaban las luces de las mesitas de noche.
Podía escuchar el ruido de la lluvia torrencial que golpeaba
el piso afuera.
Los latidos de mi corazón eran frenéticos, al igual que los
de ella.
Mis dedos quemaban con el roce de su piel.
Lena aprisionó su cuerpo contra el mío.
De a poco fui llevando mi mano derecha por su barbilla,
hasta llegar a su cuello.
Seguí bajando por su cuerpo hasta encontrar sus turgentes
pechos.
Apreté uno de ellos sacando jadeos de sus labios, los cuales
devolvían tiernamente el beso que le estaba dando.
—D-Dimitri… —murmuró contra mis labios.
—¿Mmh? —tarareé con la voz ronca.
No contestó, sus manos fueron a mis hombros para
aferrarse a ellos.
El aroma a miel estaba volviéndome loco.
Le pedí permiso con mi lengua para entrar en su boca. La
pelinegra abrió sus labios aceptándome.
La mano que estaba todavía en su mejilla fue despacio a su
cintura, rodeándola y apretándola a mí.
Mis colmillos rasgaron sus labios haciéndome probar un
poco de su sangre exquisita.
Joder, solo fueron unas gotas y me sentía en la gloria.
La mano en su seno fue al escote del vestido negro que
llevaba puesto.
Acaricié la piel sensible que estaba descubierta de
protección.
Mi boca fue bajando por su mandíbula, haciendo que su
respiración fuera sonora.
Lena dejó caer su cabeza hacia un costado mostrándome su
cuello.
Lamí su suave piel, la cual palpitaba frenéticamente.
Chupé donde estaba su yugular.
—Hazlo —dijo en un murmullo.
Sonreí.
Con un simple movimiento la recosté en la cama.
La detallé completamente, admirando su belleza. Esos ojos,
que tan cautivado me tenían, estaban entornados. Selena se
estaba entregando a mí y me estaba costando todo mi
autocontrol, no hacerla mía.
Me posicioné encima de ella y fui a su escote. Su espalda se
arqueó cuando mis labios pasaron por su carne sensible. Una
de las tiras de sus hombros, se había caído, dándome la
oportunidad de correr el triángulo que tapaba su pezón
erguido.
Una de mis piernas estaba entre las suyas, impidiendo que
las cerrara, cosa que trataba de hacer con cada roce que le
proporcionaba.
Su aureola rosada quedó al descubierto nublando mi mente.
Lamí la punta de su montículo tierno, haciendo que su piel
se erizara. Selena apretó sus manos en mis hombros con
fuerza.
Su sensible piel era un manjar para mí.
Comencé a chuparla y lamerla, mordisqueé su pezón,
haciéndola gemir y removerse debajo de mí.
Pero sabía que lo estaba disfrutando.
Una de sus manos fue a su boca para taparla y evitar que
esos sonidos salieran. Me alcé para tomar su mano y apartarla.
—Quiero escuchar cuanto disfrutas de esto —dije
mirándola fijamente con deseo.
Volví por su seno, mis colmillos se hundieron en su piel
encima de este, Selena gimió con este primer mordisco. Su
sangre se filtró lentamente por mi garganta, haciéndola sedosa.
Era como si luego de siglos, mi sed, por fin, se estaba
saciando. Lamí la herida para seguir subiendo por sus
clavículas hasta llegar a la fuente de mis deseos.
Lamí su garganta para terminar chupando esa zona. Me
acerqué lentamente a la yugular palpitante y jugosa. Sentí mis
colmillos picar deseosos de clavarse en ella.
Mis labios se entreabrieron en esa zona, mi mano
descansaba al lado de su cabeza. Las de Selena fueron a mi
pecho curvando sus dedos. Lentamente, clavé mis colmillos en
su piel. Su carne se rompió debajo de mi boca, llegando a su
arteria. La sangre se esparció en mi lengua llenándome de
sabor a miel.
Dulce y jugosa miel.
Un jadeo ahogado salió de la garganta de mi ratoncito. Su
espalda se curvó.
Cada vez que tragaba, mi cuerpo comenzaba a tener más
fuerza. A volver a tener el control, que tanto había estado
perdiendo en estos meses.
Bebí gustoso de su sangre.
El cuerpo de Selena se apretaba contra el mío, tratando de
aguantar la excitación que estaba sintiendo por mi mordida.
No solo por ser la mordida de un vampiro, sino porque era
mordida por su pareja predestinada. Sabía que era igual a
llevarla a un orgasmo.
Su coño comenzó a frotarse suavemente contra mi pierna,
la larga falda de su vestido se había subido, dejándome sentir
sus bragas mojadas por su excitación.
—¡Oh, Dioses!
Lena seguía gimiendo debajo de mí.
Cerré los ojos tragando cada gota. Llenándome de ella.
Mi polla palpitaba en mi pantalón de lo excitado que
estaba. Tenerla de esta forma, tan predispuesta a mí, me estaba
volviendo loco.
Pero no le haría nada, no la haría mía hasta que sus miedos
hacia mi persona desaparecieran.
Su cuerpo comenzó a temblar y a tensarse a la vez. Los
dedos en mi pecho se apretaron con fuerza.
—Y-yo…
La espalda de mi esposa se arqueó, al tiempo que soltaba un
grito ronco de su garganta. Sus piernas se apretaron en la mía,
tratando de controlar la liberación que estaba teniendo.
Retiré mis colmillos de la herida y la comencé a limpiar
con mi lengua.
Mi ratoncita tenía la respiración agitada y sonora.
Alcé la vista para contemplar su rostro.
Sus mejillas estaban sonrosadas, sus párpados entornados y
esa boquita hermosa que tenía, entreabierta respirando con
dificultad.
Seguí bajando hasta ver como su pecho subía y bajaba.
Detuve mi mirada en la mordedura, en la zona blanca de su
seno, luego en su cuello.
Me acerqué a sus labios, ella tragó fuerte, pero aceptó el
beso.
Me derretí por esta mujer. Ella era todo lo que quería en mi
vida. Pero no sabía cómo acercarme ahora. No después de
saber lo que le había hecho.
Me separé de Lena y me senté al borde de la cama.
Ella se irguió y se acomodó las ropas.
—¿Estás mejor? —inquirió poniendo su mano en mi
hombro.
La miré por unos segundos, asentí despacio.
—Gracias —le dije incorporándome.
—D-Dimitri… —dijo a mis espaldas.
Cerré mis ojos tratando de concentrarme.
—¿Cuántas más vidas fueron? —le inquirí ansioso.
Miré cómo seguía lloviendo afuera.
—Una más, cuando me marcaste —dijo con duda.
Me giré para verla.
—¿Por qué me mentiste?
Estaba con muchas emociones a flor de piel. Me sentía
derrotado. ¿Cómo podía hacerles frente a todos esos dolorosos
recuerdos?
¿Ella me veía como un monstruo ahora?
Desvió la mirada de mi rostro y rascó su cuello.
—No planeaba decirte todo esto, iba a alejarme de ti lo más
que pudiera —dijo apenada.
Entrecerré los ojos.
—Sabes perfectamente que cuando un vampiro marca a su
pareja… —dije levantando un poco la voz.
Ella me miró asustada y quise golpearme.
—¡Lo sé, pero no sabía cómo explicarte las cosas sin
quedar como una loca! —gritó acercándose a mí.
Relamí mis dientes.
Su pequeño y vulnerable cuerpo se tambaleó. Lo tomé entre
mis brazos y la alcé.
—Siéntate, acabo de beber sangre de ti, vas a estar sin
fuerzas y tal vez mareada —le dije llevándola a la cama.
Sus mejillas estaban rojas, sus ojos me miraban de forma
distinta a como siempre lo hacía, y eso hacía que mi corazón
palpitara con fuerza.
—Te contaré cómo fue que me marcaste y como es que me
desperté en esta línea —dijo tranquilamente.
Con ella en mis brazos me senté, me acomodé contra el
respaldo de la cama en el centro de esta. Selena se acomodó y
se acurrucó contra mi pecho.
Fruncí el ceño, parecía una gatita pidiendo mimos.
Sus manos estaban en mis hombros. Alzó la vista y me
contempló. La vi ponerse más roja cuando bajé la mirada para
detallarla.
Estaba con las piernas abiertas y ella entre ellas.
Un trueno irrumpió el silencio. Su cuerpo saltó en el lugar y
se apretó a mí.
Joder, su calor estaba matándome y su aroma
intoxicándome.
La abracé y acaricié su espalda en círculos.
Su rostro estaba oculto en mi pecho.
Alzó lentamente su cabeza dejándome verla. Se veía tan
tierna y linda.
El deseo fue más fuerte, así que agaché la cabeza para
buscar sus labios.
Selena se quedó quieta en el lugar, expectante del roce.
Devoré esa boquita que tenía. Apretándola contra mí,
haciendo que un gemido saliera de sus labios.
Lamí y chupé a mi antojo deleitándome con su textura. Mi
mano derecha subió por su espalda hasta su nuca y la contuve.
Mi lengua pidió permiso para entrar. Ella se dejó atrapar.
Su cuerpo se estiró para estar más cerca de mí.
Mi sangre hervía y el tacto de su cuerpo ardía en las partes
que nuestras pieles se tocaban.
—Te protegeré —le dije entre besos—. No importa lo que
tenga que hacer, no saldrás herida, así sea que tenga que pelear
contra mí.
Me separé de ella para verla hacer un mohín con sus labios
y sus ojos se humedecían. Lágrimas cayeron de sus hermosos
orbes, rodando por su mejilla.
Pasé mis pulgares por estas y las limpié, pero era imposible,
Selena se volvió a desmoronar y no paró de llorar. La abracé y
contuve todo el tiempo que su cuerpo temblaba en un llanto
desgarrador.
Un llanto que desgarraba mi alma y corazón. Cada vez
estaba más seguro de la decisión que estaba por tomar.
No me importaba salir yo lastimado, pero ella no sufriría en
esta vida por mi culpa.
Era tanto el amor que sentía por ella, que no podía verla de
esta forma. Y enterarme de todo lo que le había hecho…
Haberla matado de esa forma.
Agradecía que Aleric me matara en esa vida.
Nos quedamos así por un largo tiempo. No sabía cuánto
había pasado. Si minutos, u horas.
Solo nos quedamos así, ella entre mis brazos y yo
acariciándola, aguantando el dolor en mi pecho y tratando de
ser su pilar en este momento.
CAPÍTULO
33
SELENA
“Fin Flashback.”
SELENA
“Flashback.”
Desvié la mirada.
—Así que esta marca que te hice fue para prevenir que
siguiera estando con otras mujeres —dijo Dimitri
pensativamente.
—Sí —dije asintiendo despacio—. Tú hubieras seguido de
bragueta suelta seguramente.
Su ceño se frunció.
—Eso no lo sabemos…
—Me dijiste que intentaste estar con otras y no pudiste…
—le recordé sintiendo que mi pecho se oprimía.
Abrió y cerró su boca.
—Eso fue porque no podía creer que no te podía sacar de
mi cabeza, solo pensar en ti me pone duro, pero no podía ver a
otra mujer —dijo pasando su mano por el cabello—. Pero no
pude estar con nadie, siempre estabas en mi mente, ratoncita
—dijo mirándome intensamente.
Tragué fuerte rascando mi cuello.
Su mano tomó la mía, y comenzó a hacer círculos en el
dorso de esta con su pulgar.
—Luego ya sabemos cómo pasó nuestro encuentro —dijo
alzando la vista de nuestras manos.
Me perdí en su mirada gris.
Mi corazón martillaba, a la vez que me ahogaba en su dulce
aroma.
“Ya me decidí, le daré una oportunidad.”
Y con eso en mente me acerqué a él, recostando mi cuerpo
en el suyo y cerrando los ojos.
Su brazo rodeó mi cuerpo acercándome más a él.
—Siempre serás tú —fue lo último que escuché, antes de
que mi mente se sumergiera en las profundidades de mi
subconsciente.
CAPÍTULO
35
SELENA
DIMITRI
SELENA
staba molesta.
Hacía ya un mes que este idiota no me daba ni la hora.
Tenía ganas de tirar todo e irme. Pero de solo pensar en
alejarme de él, mi pecho dolía horrores.
—¡Vampiro estúpido! —murmuré poniendo el cambio de
muda en mi bolso.
Hacía cerca de una semana había tenido una charla con
Maddie.
Llegamos a la conclusión que necesitaba entrenarme. No
solo por la guerra entre la especie de mi marido, sino por
seguridad mía.
No es que iría a pelear cuando Dimitri derrocara a su tío,
pero tenía que estar preparada.
Aunque el rubio no quería contarme lo que estaba pasando,
sabía que estaban amenazándolo. Sabía que en cualquier
momento yo sería el blanco para acorralarlo, y debía estar
preparada.
Fue así cómo decidieron tanto ella como Taylor ayudarme.
En verdad me preocupé mucho por la cuñada de mi prima,
ya que con el embarazo ella quería enseñarme a usar un arma
de fuego. Tenía miedo de que le pasara algo. No podía cargar
con eso en mi conciencia.
Para mi asombro, Dereck no tuvo problema, puesto que no
podía afectarle al niño, solo sería tiro al blanco. No es que
estaría haciendo piruetas.
Suspiré echándome el bolso a mi espalda.
La puerta se abrió dejando entrar a mi esposo.
Sus ojos de acero me miraron detenidamente. Su ceño se
frunció al ver lo que llevaba a mis espaldas.
Tragué fuerte detallándolo.
Llevaba una camisa negra y una chaqueta de cuero negro.
Sus pantalones eran de gabardina negra.
Todo su aire irradiaba peligro, y debo admitir que ese
peligro se me estaba antojando demasiado.
—¿A dónde vas? Pensaba invitarte a almorzar —dijo
acercándose acechándome.
Rasqué mi cuello.
—Voy a ver a mi prima —dije desviando la mirada.
Su aroma a caramelo invadió mis fosas nasales.
Mi cuerpo comenzó a temblar, podía sentir cómo mi
corazón retumbaba en mis oídos.
Miré al vampiro que se acercaba a mí. Sus ojos se tornaron
rojos por un segundo.
Fruncí el ceño.
—No te has alimentado hace un tiempo —dije
acercándome a él.
Una de sus cejas se alzó, a la vez que se detenía en seco.
Lo vi tragar con dificultad.
Dejé mi bolso y comencé a sacarme el suéter que llevaba
puesto.
—No, Lena —dijo tratando de detenerme.
Había quedado en brasier.
Me sentí avergonzada, mis mejillas ardían.
Corrí mi cabello para mostrarle mi cuello.
Alcé la vista, estaba tan cerca de él que podía sentir su
calor.
Mi entrepierna hormigueó, ante el deseo latente de estar
con él.
Pude ver que el ansia y el hambre se habían juntado en su
cuerpo.
Sus ojos estaban al rojo vivo, a la vez que sus colmillos
habían crecido.
Me tomó por la cintura, atrayéndome a su cuerpo.
—¿Por qué me lo tienes que hacer complicado? —dijo
alzándome en el aire.
Mis piernas rodearon su cintura.
De repente, mi espalda chocó contra la pared, un jadeo salió
de mis labios.
—Yo tratando de contener la sed —dijo acercando su rostro
a mi garganta, lamió ascendentemente por esta—. Y tú
ofreciéndote como tributo —dijo cerrando sus labios en mi
piel succionando.
Apreté mis manos en sus hombros, mi cabeza cayó hacia
atrás.
Lentamente, besos húmedos fueron depositados en esa
zona, haciendo que mi respiración se entrecortara.
—Tendrías que habérmelo dicho —le dije entre jadeos.
Mordisqueó un poco mi cuello.
Podía sentir cómo mis bragas ya se habían mojado.
Su rostro se alzó para mirarme.
Mi respiración era un caos, mi pecho subía y bajaba
descontroladamente.
Quería más de él. Necesitaba más de ese deseo y cariño que
me estaba dando.
No dudé un segundo.
Tomé sus mejillas y acerqué mi rostro al suyo.
Besé sus labios, desbordándome de amor y deseo.
Dimitri me acercó más a su cuerpo, tomándome por la
nuca.
Su lengua lamió mis labios y pidió permiso para entrar.
Mis neuronas estallaron en fuegos artificiales, cuando
nuestras lenguas se juntaron.
Un gemido salió de mi boca, al sentir cómo había mordido
mi labio inferior.
—Mi ratoncita… —murmuró contra mi boca con
desesperación antes de volver a besarme.
Estaba en un torbellino de pasión.
El roce con su piel ardía y me excitaba cada vez más.
Con la respiración complicada nos separamos.
Habíamos estado tanto tiempo sin siquiera besarnos que el
deseo era arrollador.
Sus labios trazaron un camino por mi mandíbula,
salpicando mi piel hasta llegar a mi garganta.
Besó y lamió.
Sus colmillos se hundieron en mi piel, sacándome un jadeo.
Mi pulso se aceleró a la vez que sentía todo mi cuerpo vivo.
Deseaba esto, me había encantado la última vez, y podía
decir que me había vuelto adicta a sus mordidas.
Mi sexo ardía por atención.
Me apreté más a su cuerpo, su mano dominante seguía en
mi nuca, posicionándome para poder alimentarse mejor y su
otra mano me sostenía por mi trasero.
—Dimitri… —murmuré cuando sentí mi cuerpo temblar.
Una descarga de adrenalina se liberó por todo mi ser.
Un grito de placer salió de mi garganta.
El vampiro dejó de beber y lamió la herida haciéndome
estremecer de placer.
—Eres mi puta droga, Selena —dijo contra mi piel.
Su rostro se escondió en mi cuello sin dejarme libre.
—Amo tus sonidos de placer, me erizan la piel, solo
escucharlos —dijo alzando la vista.
Con la respiración entrecortada, por el orgasmo que había
tenido, lo miré embobada.
Sus ojos poco a poco se fueron tornando grises y sus
colmillos se retrajeron.
Sus labios buscaron los míos.
Tragué fuerte.
Dejó un casto beso en mi boca, dejándome con el sabor
amargo del deseo.
Mi cuerpo fue depositado en el piso, haciendo que de mala
gana me separara de él.
Se separó de mí.
—Llegarás tarde —dijo evitando mi mirada.
Entrecerré mis ojos.
—¡Eres un idiota! —dije yendo a buscar mi ropa—. ¡Y yo
más por no comprender lo obvio!
Tomé mi bolso y lo dejé plantado en el lugar.
Era una estúpida, me dejé llevar por el momento y mezclé
las cosas.
Sentí mis ojos arder por las ganas de llorar que tenía.
—Lena… —lo escuché a mis espaldas.
—Déjame —mascullé molesta.
Su mano tomó mi codo haciendo que gire sobre mi eje.
—Espera —dijo seriamente.
—Quédate tranquilo, me quedó más que claro que la que se
estaba haciendo ilusiones era yo —dije zafando mi brazo de su
agarre.
Su mandíbula se apretó.
—Comprende que no quiero hacerte daño —dijo despacio.
Fruncí mis labios, aguantando las ganas de golpear su
pecho con mis manos.
—Con esto que estás haciendo, me haces daño —dije
mirándolo a los ojos.
Pude ver tristeza.
—No quiero lastimarte con algo que pueda llegar a hacer
—dijo acercándose a mí.
Me fui hacia atrás.
—Pues fíjate que alejarte es lo que más está lastimándome,
decidí darte una oportunidad, pero no me estás dejando
acercarme a ti.
Dimitri cerró una de sus manos en puño.
Me giré y salí de la casa.
No podía seguir allí. No viendo como el amor de mi vida,
me rechazaba nuevamente.
Con una opresión en el pecho le dije al conductor que me
llevara a la casa de mi prima.
Miré a Máximo, mi guardaespaldas personal.
—¿Día complicado, Señora? —dijo acomodando su
auricular.
Entrecerré los ojos.
—Quítate eso —se lo saqué de su oreja—. ¡Si quieres saber
cómo estoy, hazlo por ti mismo! —le grité al micrófono que
venía incorporado.
Los ojos marrones de mi acompañante me miraron con
diversión, sus cejas se alzaron.
Tiré el aparato por la ventana.
—Si fuera otra persona, estoy seguro de que ya no estaría
viva para contarlo —dijo divertido.
—Me vale, no dejaré que me siga atormentando —dije
enderezando mi cuerpo en el respaldo.
El celular sonó.
Miré la pantalla.
—¿Sí? —dije con tranquilidad.
—¿Te has vuelto loca? —inquirió con esa voz magnética
que tenía.
Apreté mis muslos. “Maldita voz sensual.”
—No, ¿Por qué lo dices? —le inquirí respirando hondo.
—Eres imposible, Selena —dijo con irritación.
—No más que tú, Dimitri —lo enfrenté—. Si no tienes algo
más importante que decirme, cortaré.
—Espera —dijo ansioso—. No quiero que peleemos.
Mi cuerpo se estremeció, al escuchar su tristeza gotear en
sus palabras.
—Hablaremos cuando vuelva —dije cortando.
—En verdad te admiro —dijo Máximo pasándose la mano
por su cabello rubio y algo canoso.
Su cuerpo era grande, denotaba que tenía músculos en cada
parte de este.
—Quiero matarlo —dije con los dientes apretados.
Él sonrió a la vez que posaba su vista en la ventana.
El chofer nos llevó hasta la casa de Madeleine.
La mansión era pintoresca.
La fachada era antigua pero restaurada.
Un sendero de madera adornado con muros y farolas te
hacían llegar hasta la entrada, hermosos canteros con arbustos
y flores decoraban el camino.
Los tejados eran negros azulados y era la típica estructura
de los años treinta, con grandes ladrillos blancos y ventanas
altas y amplias.
Toqué el timbre.
La puerta se abrió a los minutos.
—Ahora le aviso a la Maddie —dijo Nana Kiara.
Sonreí entrando en la mansión.
Lo primero que se podía ver era una araña moderna y una
linda escalera curva. Los pisos de mármol blanco se extendían
a lo ancho, perdiéndose en distintas partes de la casa.
La pelinegra apareció con una sonrisa en sus labios, su
pancita ya era muy notoria.
—Sele —dijo abrazándome.
Le devolví el abrazo con cariño, acaricié su espalda.
—Es bueno verte —dije sonriendo.
—Pasa, Taylor no está, no se sentía bien hoy —dijo
frunciendo el ceño.
—Ese niño revoltoso es rebelde desde el vientre —dije
riendo.
Ella asintió divertida.
—Ya está en término, así que seguramente nacerá pronto —
dijo ella encaminándonos hacia la puerta debajo de las
escaleras.
Bajamos al sótano.
—¿Quién, era cosita hermosa? —escuché que decían.
Mi cuerpo se tensó al reconocer su voz.
Mis ojos detallaron al hombre frente a mí.
Sentí mis mejillas arder.
No sentía nada por él, pero saber todo lo que había hecho
en mi otra vida con Aleric me ponía nerviosa.
—Selena ya vino para entrenar —dijo Maddie sonriendo, se
giró para mirarme una vez que ya estábamos en el sótano—.
Hoy te entrenará él, Dereck se quedó con Taylor.
Asentí más nerviosa todavía.
Miré al hermano de mi prima, su cabeza se inclinó a la vez
que me detallaba.
—Un gusto, al fin nos presentan formalmente —dijo
acercándose.
Sonreí asintiendo.
—El gusto es mío.
—Bien, cupcake —dijo desconcertándome.
—¿Cómo me llamaste? —le inquirí.
El Semi-Dios sonrió mostrando sus nacarados.
—Pareces un cupcake —dijo divertido.
Fruncí el ceño, negué sonriendo, algunas cosas no
cambiaban por más que sea otro.
—¡Bien, comencemos! —dijo frotando sus manos.
El lugar era inmenso. Estaba ambientado para entrenar.
Según mi prima me contó, habían decidido hacerlo así
porque si no, en invierno no podían entrenar.
—Trata de no romperle un brazo —dijo la pelinegra
sentándose en un sofá—. Recuerda que el esposo es un
vampiro y ella es humana —le recordó mirando entusiasmada.
Suspiré.
—Voy a cambiarme —dije yendo al baño.
Me cambié rápidamente.
—Bien, ahora sí —dije sonriendo.
Me puse en posición de defensa.
—Primero quiero ver que te enseñaron —dijo tranquilo.
Asentí.
Me acerqué a él y comencé a dar ganchos.
Mi puño derecho trató de conectar con su costado.
El hombre, con una facilidad increíble, corrió mi brazo.
Sonrió divertido.
Volví a intentarlo. Cada golpe que le quería dar lo
esquivaba sin problemas con sus antebrazos.
—Tienes velocidad para ser humana.
Sonreí.
Me giré para conectar una patada. Mi pie fue tomado en el
aire. Empujó mi cuerpo hacia atrás.
—Correcto.
—Todavía no le enseñamos a hacer llaves, solo patadas y
golpes —dijo la Semi-Diosa.
—Sabe solo lo básico.
Asentí.
Sus ojos negros me detallaron.
—Tienes que tener más convicción al pegar. No tengas
miedo de lastimarme, créeme que, si alguien quiere golpearte,
lo hará sin pensar que puede dejarte un moretón o un labio
partido.
Tragué fuerte asintiendo.
Me puse en posición de defensa.
—Intercalaremos, te daré golpes y tú tendrás que encontrar
un punto débil en mi defensa —dijo el hombre.
Y así fue como el chico que era mi amante en una de mis
vidas, me dio la paliza de mi vida en un entrenamiento.
Por suerte, no me golpeó el rostro.
Pero cuando me fui a cambiar, tenía moretones en todo el
cuerpo.
Solo rogaba que Dimitri no los viera, sino, correría sangre.
CAPÍTULO
38
SELENA
“¿Lo estoy?”
DIMITRI
SELENA
SELENA
DIMITRI
SELENA
SELENA
DIMITRI
ué hace él aquí?
Drago sonrió de costado, mientras se levantaba del asiento.
—Te lo dije en el baile, necesitaba hablar contigo —dijo
poniéndose serio—. Pero es más fácil hablar con la reina de
Inglaterra, que contigo.
Pasó la mano por el cabello rubio, acomodándolo hacia un
costado.
Su cuerpo estaba cubierto por una camiseta negra de cuello
alto y unos pantalones de vestir negros.
Gruñí mirando a Nykholai.
—Escúchalo antes de sacar una conclusión, hijo —dijo,
yéndose a sentar en su silla detrás del escritorio.
La habitación era enorme, prácticamente otro living.
El mismo patrón, tanto en paredes como en piso, se repetían
aquí. Un sofá de tres cuerpos blanco, estaba debajo de una
ventana que terminaba en una curva.
En frente, unos sofás personales de color turquesa daban la
modernidad necesaria.
Miré el otro sillón, para sentarme al lado de mi primo.
Liberando el aire y abriéndome el saco me senté.
—¿Qué tienes para decirme? —le inquirí cruzando mis
piernas y apoyando mis manos sobre mi rodilla.
Lo miré atentamente.
Sus ojos, que eran una mezcla de azul y verdes, me miraron
detenidamente.
—Él está buscando el momento justo para dar el golpe final
—dijo con un tono frío.
Tragué fuerte.
—¿Por qué debería creerte? —dije sonriendo—. Eres su
hijo, Draco.
El vampiro me devolvió la sonrisa.
—Por más que pienses que estoy de su parte, no lo estoy —
dijo mirando a mi padre—. No me importa que sea mi padre,
está comportándose como un idiota, y no me parece bueno
para nuestra especie que siga en el trono.
Incliné un poco la cabeza.
—Me estás diciendo que no te importa que lo mate, ¿Mmh?
—le inquirí.
Su mirada se oscureció.
—Estoy diciendo que hagas lo que tengas que hacer para
ser rey.
Acomodé mi cabello hacia atrás.
—¿Qué sacas tú a cambio?
Sonrió.
—Nada.
Alcé una ceja.
—Dimitri, tenemos que atacar cuanto antes —dijo
Nykholai.
Asentí.
No podía dejar que diera el primer golpe, y menos si era
verdad que era para derribarme de una vez.
Miré a ambos hombres.
—Tengo que ponerle alguien a Lena, no puede andar sola
—dije pensativo.
Si había algo que era seguro, era que atentaría contra
Selena. Pero no podía encerrarla, ella no se quedaría quieta. Y
yo no era su carcelero.
—Necesito hablar con el heredero de los brujos.
—Es bueno que los tengas de tu lado —dijo Draco.
—Sí, eso es lo bueno de hacer lazos, no como Bormir que
lo quiere todo para él.
La mandíbula de mi primo se apretó.
—¿Qué te hizo para que hagas esto?
Sus ojos se tornaron rojos.
—Mató a mi túa-cantante, ya que no le parecía apropiada
para mí —dijo mordiendo cada palabra.
Nunca lo había visto tan furioso. Sus ojos dieron un
destello rojo.
Lo comprendía por completo.
Si me hicieran algo así, también buscaría la forma de
matarlo.
—Yo seré tus ojos en su corte —dijo levantándose—.
Disfruten de la cena.
Mi mente estaba a mil por hora, tenía que calibrar un plan
lo más rápido posible.
—Si lo que dice es cierto, tenemos que apurarnos.
Alcé la vista para ver a mi padre.
—Mañana me reuniré con Zachary.
Me levanté largando un suspiro.
—Volvamos, antes de que mamá nos mate —dije
estirándome un poco.
Su brazo se posó en mis hombros.
—¿Cómo te está yendo con Gold Blood? —inquirió.
Sonreí.
—No puedo quejarme, me hizo asquerosamente rico.
Soltó una risita.
—Tengo un conocido, que quiere probar la sangre de una
gorgona, si conoces a alguien… —dijo mientras salíamos de
su despacho.
Fruncí mis labios, no había terminado bien con las
gorgonas, pero podría preguntarles si estaban interesadas.
—Déjame ver que consigo.
Nos encaminamos por la casa hasta llegar al comedor.
Mi madre, junto a Selena, mi hermana y Alex, ya se
encontraban sentados. Mi cuñado me miró por unos segundos.
—Tan tiempo sin verte, niño —le dije sentándome al lado
de mi esposa.
Mi pecho palpitó de solo pensar en eso.
Ella era mi esposa, y se escuchaba tan bien, tan
alarmantemente bien.
Miré a la chica que tenía a mi lado, sus ojos se anclaron a
los míos y me sonrió. Le devolví la sonrisa.
—Bien… Me enlisté como soldado de Plata —dijo
tomando la copa frente a él.
Alcé la vista para mirarlo.
—Sabes que ahora puede haber seres místicos vigilando a
la ciudad.
Asentí.
Con la disolución de la Orden de Plata, los soldados de
Plata quedaron a la directiva de los presidentes y de la
Organización de Luka Venikolv.
Ese era un buen balance, ya que no habría más partidarios
de ninguno de los dos bandos.
—Me parece bien —dije tomando mis cubiertos.
La cena pasó entre charlas y bromas subidas de tono, más
por parte de Anushka que por otra persona.
—¿Cómo te estás acomodando con Mitya? —inquirió mi
madre.
Le dediqué una mirada de advertencia. No quería que Lena
se pusiera nerviosa.
—Bien —dijo tomando mi mano—. Se está comportando
mucho mejor de lo que pensé —dijo mirándome y sonriendo
de forma burlona.
Enarqué una ceja.
—Me alegro mucho que hayan logrado pasar por esas
asperezas que tenían —dijo Noelia.
—¿Y tu Anushka? —inquirió mi padre.
Miré a la susodicha.
Sus mejillas se pusieron rojas.
—Alexius es un buen chico —dijo tomando un sorbo de
agua.
Sonreí.
Sabía cómo le costaba demostrar lo que sentía.
—Buen chico, ¿eh? —le dije molestándola.
Sus ojos verdes se tornaron rojos, si en este momento
estuviéramos a solas, de seguro me estrangularía.
—Sí, es atento, salimos a citas y me ayuda en muchas cosas
—dijo sin desviar la mirada.
—Espero que valga la pena, porque mis oídos quedaran
ensangrentados en cualquier momento —le dije llevando un
bocado de carne a mi boca.
Sus ojos se achicaron y sus labios se torcieron.
—Por lo menos no ando persiguiendo a damiselas en el
bosque.
Me giré de golpe, cuando Lena comenzó a toser
ahogadamente.
—¡Anya! —la amonestó mamá.
—¿Estás bien? —le inquirí a Selena, ofreciéndole un poco
de agua.
Ella se aclaró la garganta y asintió.
—G-gracias —dijo con voz ronca.
Su rostro estaba como las luces de Navidad.
Mordí mi labio.
—Él empezó —refunfuñó mi hermana.
La risa seca de Alex me hizo verlo.
Sus ojos marrones se cruzaron con los míos, y una sonrisa
pícara se curvó en sus labios sin dejar de masticar.
SELENA
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
SELENA
DIMITRI
SELENA
DIMTRI
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
DIMITRI
NOAH
SELENA
DIMITRI
espiré hondo.
El cielo estaba oscuro, con nubes tan grises, como mis
emociones en este momento.
Parecía que el clima se había amoldado a nosotros.
Todo había acabado.
Pero el hijo de puta se había llevado a alguien importante.
Mis manos se apretaron en puño por la impotencia.
Ya habían pasado unos días, mi padre estaba más lucido,
pero no era el mismo. Sus ojos mostraban el vacío en su alma.
Odiaba verlo de esa manera. Quisiera tener el poder de
retroceder el tiempo para estar en ese momento.
Pasé la mano por mi cabello.
Todavía puedo oler su aroma dulce con un toque de
lavanda. Su voz rica y armoniosa.
Joder, no pude despedirme de ella como hubiera querido.
Llevé mi mano a mi mejilla al sentirla húmeda.
Humedecí mis labios sintiendo mi cuerpo temblar. Y mi
corazón estrujarse. El sentimiento era igual de fuerte, a cuando
comprendí que mis padres habían muerto.
Apreté mis manos en puños. No había quedado satisfecho
con la muerte que le dimos. Pero no quise alargarlo sabiendo
que la madre de Draco lo sentiría en carne propia. Ya había
aguantado lo inhumano por parte de quien tendría que haberla
protegido.
La puerta sonó. Me encontraba en la empresa firmando
unos papeles.
—Adelante —dije recomponiéndome, subiendo los muros
de mis sentimientos.
Zack entró junto con Noah.
Miré a los dos brujos.
Sus trajes impecables como de costumbre. Mientras que el
pelinegro era la noche misma, con dos estrellas ámbares por
ojos. El rubio de ojos verdes tenía una camisa azul y unos
pantalones negros junto con su saco referente.
—Tenemos que hablar sobre el tratado —dijo Zachary.
Asentí.
—Primero tiene que asumir como rey —dijo el rubio.
Sus ojos verdes me detallaron, mientras se sentaba en el
apoyabrazos del sofá.
Apoyé mis codos en el escritorio.
—¿Es necesario? —inquirí con disgusto.
Ambos asintieron.
—No puede quedar vacio el trono, y menos sin ser
nombrado alguien al mando.
Relamí mis dientes.
Claro estaba, que todavía me irritaba tener que hacerme
cargo de una especie. Pero no podía correr más contra la
corriente.
—Lo haré cuanto antes —afirmé recostándome en el
respaldo—. ¿Cómo haremos la firma?
Esa reunión iba a ser un lío. Todos los gobernantes de todas
las especies iban a estar allí.
Todavía no sabían a quién poner en nombre de los Semi-
Dioses y de los humanos, y eso me preocupaba.
Porque no ponerlos era igual a ofender a los humanos, y
haciendo que lleguen al pensamiento de que son inferiores. O
hacerles pensar a los Semi-Dioses que eran superiores, y que
por eso no necesitaban estar en el tratado.
Suspiré mirando a ambos brujos.
El ceño de Zachary se frunció mientras sopesaba mi
pregunta.
—Tengo que hablar con Luka, a ver si encontraron a
Pandora —dijo acomodando uno de sus gemelos—. Y a quién
eligieron los Semi-Dioses para representarlos.
Torcí el gesto.
—Pensábamos en poner ciertos puntos específicos en ese
contrato —dijo Noah pensativo—. Estuvimos hablando con
Alfa Demon y está de acuerdo en que las Academias acepten
no solo brujos, sino otros seres místicos —rascó su cuello—.
Tendríamos que ver en el caso de los vampiros como
haríamos.
El hacer Academias mixtas fomentaría la unión desde
temprana edad. Podríamos meter en sus cabezas que no era
necesario pelear entre nosotros.
—Mientras que no estén con problemas para alimentarse,
los vampiros no atacan porque sí —resalté—. Son muy
escasos los casos en que uno mata a otro por sangre, luego es
estar vigilando que no se arme rivalidad con los lobos —dije
encogiéndome de hombros.
Sabía que esa rivalidad estaba instalada en los genes. Nos
era imposible no sentir repulsión por ellos y viceversa. Ellos
no aguantaban nuestro aroma dulce y nosotros su aroma a
lobo.
—También tenemos que ver el tema de los soldados de
Plata —dijo Noah—. Ellos están ayudando mucho con los
disturbios en la calle, hay algunos humanos que todavía no se
acostumbran y tratan de agredir.
—Sé que están tomando seres místicos, mi cuñado es uno
de ellos —fruncí el ceño—. ¿Ellos se meterán en el tema de la
mafia mística?
Las comisuras de los labios de Zack apenas se curvaron.
—Depende de cómo sigue la mafia, tenemos un problema
con un brujo que está secuestrando a especies que no suelen
reproducirse fácilmente —dijo el pelinegro—. Es por gente
como él que podría haber conflictos entre especies otra vez.
Suspiré sabiendo de quién estaban hablando.
El socio de Debon estaba cada vez más descontrolado. El
vampiro se desligó de él, pero lo malo es que un brujo con su
poder podría llegar a hacer su propia organización criminal.
—Ni bien tenga más información, te pediré ayuda —dijo
Zack levantándose—. Hasta entonces —su mano se extendió,
Noah se levantó suspirando—. Estaremos esperando la
invitación para tu coronación.
Un portal se abrió y ambos brujos entraron, dejándome solo
nuevamente.
Pasé la mano por mi rostro, pensando que los problemas
nunca acababan. Siempre tendríamos algo a lo que
enfrentarnos.
La puerta sonó haciéndome fruncir el ceño.
No estaba esperando a nadie.
No esperaron a que diera permiso.
Una cabeza con cabellos negros, como la noche sin luna ni
estrellas, se asomó.
Sus labios se curvaron al verme.
Su aroma inundó el lugar haciéndome tragar fuerte.
Selena cerró la puerta con su pie y caminó con un elegante
vestido negro que le llegaba hasta las rodillas.
Sus caderas se balanceaban de un lado al otro.
Joder, nunca tendría suficiente de ella, solo verla causaba
emociones y sensaciones que jamás había sentido.
La mujer dejó una lonchera en el escritorio.
Sonreí alejando un poco la silla.
—Pensé que estarías hambriento, así que te traje el
almuerzo —dijo acercándose a mi lado del escritorio.
La hice sentarse en mis piernas.
Sus hermosos ojos me miraban con adoración y eso hacía
que mi pecho se apretara cada vez más. Inhalé su aroma
haciéndome picar las encías.
Llevé mis manos a su espalda buscando el cierre de su
vestido.
Las mejillas de mi ratoncita se pusieron rojas, y parecía que
explotarían en cualquier momento.
—¿Q-qué haces? —tartamudeó.
Sonreí.
—Dijiste que trajiste el almuerzo, lo estoy desenvolviendo
—le respondí con total naturalidad.
Se removió entre mis brazos.
—Comida, Dimitri —refutó negando con la cabeza,
tratando de apartar mis manos de su cuerpo.
El ardor de su roce me puso tan duro como una roca.
Tomé sus muñecas y puse sus manos detrás de su espalda,
la acerqué más a mí respirando su aliento. Tracé con mi nariz
su cuello. Su piel se erizó, cuando pasé mi lengua por su
mandíbula y atrapé el lóbulo de su oreja con mis dientes.
Un gemido se escapó de sus labios, enviando oleadas de
calor por mi cuerpo, directas a mi polla dura y palpitante.
Selena se removió en el lugar cuando llegué a su boca.
—¿Cómo puedes volverme tan loco? —le inquirí
abalanzándome sobre sus labios.
—Lo mismo me pregunto —dijo en un jadeo
devolviéndome el beso.
Sonreí agarrando su labio inferior con mis dientes.
—Tenemos que organizar muchas cosas, ratoncita —le dije
tratando de mantener mis manos quietas.
Una de sus cejas se alzó mientras me miraba con
curiosidad.
—La coronación —le recordé.
La pelinegra asintió mientras tarareaba.
—¿Ya pensaste como lo harás?
Fruncí el ceño.
—Sabes que tú también ascenderás como reina, ¿verdad?
Sus labios se entreabrieron.
Pude ver, cómo sus pupilas se dilataron por un segundo y
luego se achicaron. Sonreí, la había tomado desprevenida.
—Y-yo… ¡Mierda! —dijo rascándose nerviosamente el
cuello.
Reí por lo bajo acercándonos al escritorio y abriendo la
lonchera.
Miré a la mujer en mis piernas. Su rostro estaba lleno de
expectación.
Tomé los cubiertos y corté la bomba de papa que había en
el costado. El queso se escurría derretido. Llevé un poco a mi
boca probando el gusto.
Fruncí el ceño, en verdad estaba riquísimo, tenía la sazón
justa y la papa se deshacía en mi boca.
Sus ojos brillaron.
—¿Y? —dijo con ansiedad.
La miré un segundo y volví a cortar un poco.
—Pruébalo tú misma —dije acercándole el tenedor a la
boca.
Sus labios se abrieron y chuparon el metal llevándose el
bocado con ella. Y mátenme si eso no calentaba como el
infierno.
Su mano fue a sus labios mientras asentía con un suspiro.
Sonreí contento de verla feliz.
Le seguí dando de comer, creo que esta era la segunda cosa
que más me gustaba.
La primera era follarla.
Corté un poco del pollo al horno que trajo.
—¿Lo harás en el castillo de Rusia? —inquirió antes de
abrir la boca para comer el bocado.
Fruncí el ceño.
En verdad no tenía deseos de volver a ese lugar, estaba bien
en Reino Unido.
—No lo sé, no quiero instalarme allí —le dije cortando un
poco de la bomba de papa.
—No tienes por qué estar allí todo el tiempo… —su ceño
se frunció, la vi divagar—. Puedes armar una corte de
vampiros y que estén allí instalados, tú puedes ir cuando sea
necesario —dijo encogiéndose de hombros—. También no
tendrías tanto trabajo tú solo, sería como la Corona Inglesa —
siguió.
No era mala la idea, podría poder a una corte de gente de
mi suma confianza para las tareas más cotidianas y si era algo
importante podrían decirme a mí.
Que solo una persona tuviera todo el poder de una especie,
era la razón por la que Bormir asesinó a mis padres. Si el
poder estuviera bien distribuido, no habría tanta presión.
Besé su frente.
—Serás una gran reina —la felicité—. Soy un jodido
hombre con suerte por tenerte conmigo.
Sus labios se curvaron, Selena enlazó sus brazos en mi
cuello.
—Y yo de tenerte a ti —dijo
depositando un beso en mis labios.
Suspiré aliviado, si no
funcionaba estaba en problemas.
Me acerqué a la celda.
Sus brazos rodeaban sus piernas, Rachel se encontraba
sentaba en un costado con la cabeza agachada.
En cuanto me acerqué, sus ojos se anclaron a los míos.
Suspiré.
—Pasa —le dije a la niña de trece años.
Los ojos de la mujer se agrandaron y se llenaron de
lágrimas.
Madre e hija se juntaron en un abrazo. Las dos lloraban y se
acariciaban con desesperación.
—¡Gracias, muchas gracias! —dijo Rachel mirándome con
los ojos rojos por el llanto.
—No me des las gracias, quiero que recuerdes que no te
maté, quiero que sepas que tu vida depende de mí ahora —le
dije poniendo las manos en mis bolsillos—. Te seguiré
teniendo en mis manos, para que recuerdes que pude haberte
matado, pero en lugar de eso te traje a tu hija. No permitiré
otra traición —le dije girándome—. Llévenlas a cambiarse, y a
que coman algo.
Ares y Kallen asintieron.
Suspiré saliendo del lugar.
Esperaba haber hecho lo correcto.
CAPÍTULO
56
SELENA
SELENA
DIMITRI
SELENA
DIMITRI
SELENA
SELENA
os encontrábamos en casa.
Por mi parte, sentada en uno de los sofás curvos del living.
Dimitri desde que llegamos ha estado yendo y viniendo de su
despacho al living.
En ese momento estaba parado frente a mí, con una mano
en la cadera y la otra en su barbilla. Mirándome, solo haciendo
eso. Sus ojos repasaban todo mi cuerpo y luego volvía a mi
rostro. Por momentos, sonreía como bobo y luego se ponía
serio, cruzándole un destello de oscuridad por el rostro.
De más estaba decir, que el vampiro tenía sentimientos
encontrados con esta situación.
No iba a mentir, tenía miedo de que algo saliera mal. Pero
también estaba más que contenta. Solo pensar que tendría a mi
bebé, ese que me fue arrebatado cuando morí en la otra línea,
me hacía tener un subidón de dopamina.
Instintivamente, mis brazos fueron a mi vientre de forma
protectora. Este acto no pasó desapercibido por el hombre de
ojos grises.
Su ceño se frunció.
—¿Cómo sigue esto? —le inquirí, ya sin aguantar el
silencio.
El vampiro se sentó en la mesa ratona frente a mí y se
quedó mirándome.
Sus manos fueron a su rostro, formando un triángulo que
envolvía su nariz y su boca. Sus ojos intensamente en mí.
—Tenemos dos opciones —dijo suspirando—. Tengo
miedo de que te pase algo…
—No pienso abortar —repliqué indignada de que solo lo
hubiera pensado.
Tomó mis manos entre las suyas.
—Y yo tampoco quiero, solo te estaba dando la opción…
—Sabes que en una de mis otras vidas me quitaron el
derecho de tenerlo, no pude ni disfrutarlo… —dije sintiendo
mis ojos arder.
Mi pecho se oprimía de solo imaginarlo. Este bebé nacería,
así como yo me llamaba Selena Brenzor.
Dimitri llevó su mano derecha a mi mejilla y la acarició.
—Lo sé, ratoncita —me dijo con ternura.
Lo miré expectante.
—Noah dijo que tenía que beber tu sangre —dije en un
susurro.
—Sí, eso te mantendrá fuerte contra sus golpes y para
cuando tenga hambre de sangre —dijo volviendo a tomar mis
dos manos.
—¿Cuándo empezaremos? —le inquirí ansiosa.
No quería esperar, si mi bebé necesitaba alimentarse de
sangre se la daría, Dioses, hasta si necesitaba que comiera
carne cruda lo haría.
—¿No quieres saber lo que te puede pasar si tomas de mi
sangre? —me inquirió molesto.
Sabía que de seguro se sentía mal por mi falta de interés en
mi vida.
—Mientras nuestro hijo esté bien, no me importa —dije
alzando la barbilla.
Su mirada parpadeó en rojo, sabía que lo estaba llevando a
su límite.
—Eres todo para mí, Selena —gruñó—. No quiero que
nada te pase…
—Y no me pasará nada —dije tomando su rostro entre mis
manos—. Tenme un poco de fe, yo puedo con esto.
Sus labios se apretaron, pero asintió.
—Trae la piedra, quiero saber si es esto lo que puede
matarte —dijo suspirando pesadamente.
Asentí levantándome.
Fui a buscarla, cuando la tomé ya tenía un tono de gris
medio.
Me acerqué al sofá. El vampiro estaba sentado mirando a la
nada misma, sus codos apoyados en sus rodillas y sus manos
colgando.
Dimitri alzó la vista para mirarme.
—Ven —murmuró estirando su mano para tomar la mía.
Se la acepté.
Me senté a su lado, abrí mi mano para mostrarle la piedra.
Su rostro se ensombreció.
Podía ver perfectamente lo que estaba pensando. No estaba
para nada contento de que mi vida estuviera en peligro.
—Te daré en pequeñas cantidades —dijo sacando de su
bolsillo una navaja.
Mis cejas se alzaron.
—¿Por qué no de golpe? —le inquirí.
—Mi sangre es pura, Lena, podría matarte y transformarte
en vampiro —dijo abriendo la navaja—. Solo si tu cuerpo lo
aguanta, claro está, sin contar que el que mueras, detendría el
embarazo —concluyó torciendo el gesto.
—Sé que solo los vampiros puros pueden transformar, pero
no sabía cómo se hacía —admití—. Sus mordidas no nos
transforman, sino su sangre —deduje.
Él asintió lentamente.
—A veces mordemos y cortamos nuestra lengua para que
nuestra sangre se mezcle con la del otro ser —dijo mirándome
por unos instantes—. Pero eso es más para hacer trampa.
Me imaginé que sería para eso, seguramente lo hacían
cuando querían transformar a alguien sin su consentimiento.
El filo del arma pasó por el medio de la palma de su mano,
primero fueron pequeñas gotas, luego un hilo, después una
generosa cantidad de sangre comenzó a salir del corte.
Por parte del vampiro ni se inmutó.
Su brazo libre pasó por mis hombros acercándome a él.
Llevé mis manos a la que tenía lastimada. Dimitri la acercó
a mi boca. El aroma a caramelo se hizo más fuerte.
Pequeñas gotas de sangre cayeron en mi blusa blanca.
Separé mis labios y respiré hondo.
Primero pasé la lengua recibiendo el gusto metálico y dulce
a la vez.
Luego comencé a beber. El sabor de Dimitri era dulce e
inundaba mis papilas gustativas.
Un gruñido salió de su garganta haciendo que lo mire.
Sus ojos estaban clavados en mí. Me miraba como si fuera
la cosa más linda que hubiera visto.
Seguí bebiendo hasta que el vampiro quitó su mano.
Su mirada intensa vagó por mi rostro. Sonrió acercándose a
mí. Su lengua cálida ascendió por mi barbilla hasta llegar a
mis labios.
Dimitri lamió y chupó cada parte de mi boca, un gemido de
placer se escapó de mi garganta.
—Joder, amo cuando sabes a mí —gruñó con posesividad.
Sentí mis mejillas arder, sabía de la doble indirecta que me
estaba dando.
Su boca volvió a arremeter contra la mía, su lengua
conquistó cada lugar de mi boca. Me aferré a su camiseta
negra.
Mis nervios detonaron en fuegos artificiales, con cada
caricia que sus labios me hacían. Lamió mi arco de cupido y
chupó mi labio inferior.
Mis dedos se apretaron más fuerte.
—Puedo sentirlo —murmuró contra mis labios—. Es muy
débil el latido…
Abrí mis ojos y traté de hacer funcionar mis neuronas.
Detallé su rostro, el cual me miraba de la misma forma
hambrienta, que lo estaba mirando yo.
—Tengo entendido que la placenta es muy dura —
murmuré.
Dimitri asintió lentamente tragando fuerte.
Relamió sus labios.
—No me había detenido a escuchar —dijo apretando mi
cuerpo contra el suyo.
—¿No podremos saber su sexo hasta que nazca?
Su ceño se frunció.
—La placenta es dura, pero no sólida —dijo mientras
pasaba su mano por mi hombro en una caricia placentera—. Es
más como una tela irrompible.
Tarareé mientras comprendía.
Saqué la piedra de mi
bolsillo, pude ver cómo poco a poco iba tomando un color más
claro. Alcé la vista para ver el alivio en sus ojos.
SELENA
SELENA
“Flashback.”
“Fin Flashback.”
SELENA
DIMITRI
SELENA
F IN.
EPÍTLOGO
DIMITRI