Abdul Hamid II

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Abdul Hamid II, el sultán que prohibió los bolsillos

Por Javier Sanz el 6 diciembre 2012

Mustafa Kemal Atatürk fue un oficial del ejército turco, así como fundador y primer
presidente de la actual República de Turquía. Desde los tiempos de la Academia Militar,
Kemal ya mantenía contactos clandestinos con otros militares opuestos al régimen
absolutista del sultán. Sus superiores descubrieron estas reuniones clandestinas y lo
enviaron a Damasco, donde dio un paso adelante y en 1905 fundó la organización Jóvenes
Turcos, organización secreta opuesta al régimen del sultán Abdul Hamid II, y que
posteriormente se convertiría en el partido político Comité de Unión y Progreso. En 1908
estalló la revolución de los Jóvenes Turcos y gran parte del ejército; el sultán, tratando de
conservar el poder a cualquier precio, anunció la restauración de la constitución suspendida
de 1876, abolió el espionaje y la censura, y se liberaron a los presos políticos. Aunque de
poco le sirvió porque poco más tarde fue depuesto. Si echamos un vistazo a los años en el
poder del sultán Abdul Hamid II comprenderemos por qué fue una revolución necesaria…

Abdul Hamid II
Fue el último sultán otomano en ejercer el poder absoluto, para lo que no dudó en recurrir a
los métodos más crueles y despiadados. Además, era un obsesivo patológico por su
seguridad personal: en todo momento estaba rodeado por sus guardias personales, su
dormitorio estaba acorazado, tenía varios cuerpos de espionaje que también se espiaban
entre ellos, su comida sólo la podía preparar su mujer y, lógicamente, debían probarla sus
catadores…

Los sirvientes, e incluso sus familiares, fueron víctimas de esta obsesión desmedida:
mientras estaba descansando, una de sus hijas pequeñas le dio un susto… sacó la pistola,
que siempre llevaba encima, y le pegó un tiro; uno de sus sirvientes murió cuando se metió
la mano en el bolsillo para darle fuego; un jardinero fue asesinado porque parecia
sospechoso… A pesar de todo, un sirviente trató de matarlo con una daga oculta en un
bolsillo y desde aquel día nadie en palacio podía llevar bolsillos. Sólo se permitían los
bolsillos a los dignatarios de las embajadas extranjeras pero no podían meterse las manos
en los bolsillos… Un paranoico.

El día que Churchill ofreció a Francia convertirse en una


única nación
Por Javier Sanz el 18 octubre 2012

El 10 de mayo de 1940, la Wehrmacht (fuerzas armadas de la Alemania nazi) iniciaba la


ofensiva para ocupar Francia. Paul Reynaud, Primer Ministro, y Charles de Gaulle,
secretario del Consejo de Defensa Nacional, eran partidarios de continuar la resistencia en
las colonias si Francia caía, pero la mayoría de miembros del Gobierno, ante la potencia del
ataque alemán, eran partidarios del armisticio… Ante aquella crítica situación, Reynaud
recibió una llamada de Londres que abría una puerta a la esperanza…

El 16 de junio de 1940, Winston Churchill, de acuerdo con de Gaulle, llamó a Reynaud:

Los dos Gobiernos del Reino Unido y la República Francesa debemos hacer una
declaración de unión indisoluble y una resolución inflexible en defensa de la justicia y la
libertad contra el sometimiento a un sistema que reduce a la humanidad a una vida de
robots y esclavos. Los dos Gobiernos declararemos que Francia y Gran Bretaña dejarán de
ser dos naciones y se convertirán en la Franco-British Union. Todo ciudadano de Francia
disfrutarán inmediatamente de la ciudadanía del Reino Unido. Cada súbdito británico se
convertirá en un ciudadano de Francia. Las fuerzas armadas del Reino Unido y Francia
estarán bajo la dirección de un Gabinete de Guerra único.
¿Bandera de la Franco-British Union?

Reynaud, ilusionado por aquella propuesta, la comunicó a los miembros de su Gobierno…


pero para éstos fue casi un insulto y la rechazaron. Reynaud dimitió y se nombró Primer
Ministro a Philippe Pétain que a los pocos días firmó el armisticio con Alemania en el
vagón de la venganza.

Cuando Churchill se enteró de los ocurrido en Francia, dijo:

Pocas veces una propuesta tan generosa topó con una acogida tan hostil.

El condenado al que se le conmutó la pena de muerte por


no poderlo ejecutar… en tres ocasiones
Por Javier Sanz el 2 octubre 2012

Cuando John H.G. Lee fue sentenciado a la pena de muerte, le dijo al juez:

La razón por la que estoy tan tranquilo es que yo confío en el Señor y él sabe que soy
inocente.

Y parece ser que el Señor, el destino, la suerte – o vete tú a saber qué – creyeron en su
inocencia porque no se pudo ejecutar la sentencia dictada. Pero echemos marcha atrás en
esta historia.
John H.G. Lee nació en Abbotskerswell, Devon (Inglaterra) y muy pronto dejó la escuela
para ponerse a trabajar como sirviente de Emma Keyse, en la cercana aldea de
Babbacombe. En 1879, abandonó la casa para enrolarse en la Royal Navy y, tras pasar unos
años en la cárcel por robo, en 1884 regresó para volver a trabajar para Emma Keyse. La
mañana del 15 de noviembre de 1884 aparecía el cuerpo de Emma Keyse con la garganta
seccionada, tres heridas en la cabeza y parcialmente quemado. Como era de esperar, las
sospechas cayeron en el servicio y, concretamente, en John Lee; ser el único hombre en la
casa en el momento que se produjo el asesinato y tener una herida en el brazo fueron
motivos suficientes para declararle culpable.
Informe de la prisión con los fallos de la ejecución

El 23 de febrero de 1885, fue sentenciado a ser ahorcado en la prisión de Exeter. James


Berry, el verdugo del penal, probó la trampa en el cadalso y verificó que todo funcionaba
correctamente, pero en el momento de la ejecución el mecanismo falló… una, dos y tres
veces. La ejecución fue aplazada y, posteriormente, el secretario de Interior, Sir William
Harcourt, conmutó la pena de muerte por la cadena perpetua. Tras 22 años, y varias
apelaciones, John Lee fue liberado.
Orden de liberación

En aquel momento se perdió la pista de John Lee, aunque parece ser que pudo abandonar el
país para trasladarse a EEUU donde continuó su vida en el anonimato. Se cree que John
H.G. Lee murió el el 19 de marzo de 1945 en Milwaukee donde apareció una tumba con su
nombre y año de nacimiento. Él fue “el hombre que no pudo ser ahorcado“.
Idea: JMNoticias
Fuentes e imágenes: BBC, Side3, Murder Research

¿Cómo averiguó el faraón Psamético quiénes fueron los


primeros habitantes del mundo?
Por Javier Sanz el 26 agosto 2012

Hoy en día, y después de múltiples estudios y diversas teorías según los distintos
descubrimientos, podemos datar la edad de la Tierra en algo más de 4.500 millones de años
y, según los hallazgos en Herto (Etiopía), los primeros homo sapiens aparecieron hace unos
150.000 años pero el faraón Psamético decidió averiguar quiénes fueron los primeros
habitantes o, mejor dicho, qué pueblo fue el primero que habitó la tierra con una técnica,
como mínimo, original.

Relieve en la tumba de Psamético en Tebas

Psamético I fue el fundador y primer faraón Saita (XXVI dinastía) que reinó Egipto entre
el 664 y el 610 a.C. Consiguió la independencia respecto del Imperio asirio y su pueblo
conoció la prosperidad durante su largo reinado. Los tiempos de paz llevaron al faraón a
darle más esplendor y pedigrí a su pueblo… creyendo que su pueblo era el más antiguo del
mundo, quiso demostrarlo empíricamente. Para ello, preparó un experimento que
demostraría cuál fue la primera lengua y, por tanto, el primer pueblo en habitar el mundo.

Según nos cuenta Heródoto, ordenó entregar dos recién nacidos a un pastor para que los
criase sin contacto con otros humanos y con la prohibición de hablarles. Así, sin ninguna
influencia y sin oír ninguna lengua, las primeras palabras que pronunciasen de forma
natural, superada la etapa de los primeros sonidos ininteligibles, indicarían la lengua
primigenia y los que la hablasen serían los primeros pobladores. Tras dos años de
experimento, el pastor pidió audiencia con el faraón… habían dicho su primera palabra al
tiempo que extendían sus brazos como pidiendo algo:

Becós, becós

Como ni el pastor y ni el faraón conocían el significado de aquella palabra, se convocó un


comité de sabios para que pudiese determinar su significado y a qué lengua pertenecía. Tras
varios días de reuniones se determinó que la palabra significaba pan y que era una palabra
frigia. Por tanto, y muy a pesar del faraón y los egipcios que se consideraban el pueblo más
antiguo, se determinó que los frigios, que ocupaban la mayor parte de la península de
Anatolia en la actual Turquía, eran el pueblo más antiguo.

Fuentes: Cuéntame una historia – Carlos Goñi, Los egipcios (Heródoto)

El día que unos británicos en kayak atacaron los buques


alemanes
Por Javier Sanz el 23 agosto 2012

La derrota de los aliados en la Batalla de Francia, y el posterior armisticio firmado el 22


de junio de 1940 en el vagón de la venganza, dejaban a Francia partida en dos: una zona de
ocupación alemana en el norte y el oeste y una zona no ocupada, la zona libre, en el sur con
el gobierno títere de Vichy. A pesar del bloqueo marítimo aliado, el puerto de Burdeos, en
la zona ocupada, seguía recibiendo buques mercantes con suministros bélicos, combustible,
alimentos… La elección de Burdeos como puerto de abastecimiento alemán no fue
casualidad: está situado a unos 80 Km tierra adentro, en el golfo de Vizcaya, en el estuario
del río Garona y su desembocadura se encuentra minada de pequeños islotes.

Puesto en conocimiento de Churchill, se fueron descartando las operaciones que suponían


ataques masivos y se dejó en manos del Almirante Louis Mountbatten, jefe de
Operaciones Combinadas de los Royal Marines, que idease un plan para acabar con aquel
problema. Éste, recordó que tiempo atrás había descartado, por descabellada, una
propuesta hecha por el comandante Herbert “Blondie” Hasler para destruir grandes
buques dentro de los puertos con pequeñas embarcaciones tipo kayak. Era el momento de
estudiar aquella propuesta… nacía la Operación Frankton. La operación consistían en
llegar mediante unos kayaks, preparados por el propio Hasler para llevar 2 personas y 75
Kg. de equipo, al puerto de Burdeos y destruir los buques con bombas lapa para luego huir
por tierra, atravesando España, hasta Gibraltar. Se puso al mando al comandante Hasler y
se reclutaron 34 voluntarios para seguir un riguroso entrenamiento en la base de
Portsmouth: técnicas de navegación nocturna y silenciosa, manejo de las bombas lapa,
incursiones reales en puertos británicos… Después de seis meses, y tras una selección por
eliminación, el comando quedó reducido a 10 miembros.

El 7 de diciembre de 1942 el submarino HMS Tuna emerge de las aguas y deja a los 10
hombres en 5 kayaks (Catfish, Coalfish, Crayfish, Cuttlefish y Conger) a unos 20 Km. de la
desembocadura del Garona… deberían recorrer 100 Km. hasta el puerto de Burdeos. Por
unas circunstancias u otras, sólo Catfish, Crayfish y Cuttlefish consiguieron llegar hasta la
desembocadura. Ahora debían sortear los islotes, las baterías alemanas y los barcos que
custodiaban la entrada al puerto… sólo Catfish y Crayfish atravesaron la línea de defensa.
Era la primera noche y todavía les quedaba recorrer los 80 Km. por el río hasta el puerto.
Durante el día se escondían y por la noche avanzaban por el río… la noche del 11 de
diciembre llegaron a su destino. Hasler y Bill Sparks, que ocupaban la Catfish,
consiguieron poner bombas lapa bajo la línea de flotación de 4 embarcaciones - con un
dispositivo de retardo que activaba la bomba en 9 horas- y los tripulantes de la Crayfish,
Laver y Mills, en otras dos. Hundieron los kayaks y las dos parejas se separaron para
seguir el plan y con la ayuda de la resistencia cruzar a España.
Al la mañana siguiente el puerto amaneció con las explosiones de los buques. La misión
había sido todo un éxito… ¿y qué fue de los 10 integrantes del comando? Sólo Hasler y
Sparks consiguieron cruzar a España. Siguieron la ruta Barcelona-Madrid-Sevilla para
llegar a Gibraltar y, después de casi 6 meses, a Londres; otros siete fueron capturados y
ejecutados por los alemanes y el último murió ahogado (James Conway, Robert Ewart,
Albert Laver, Bill Mills, John Mackinnon, David Moffatt, George Sheard y Sam
Wallace).

En 1955 se estrenaba la película The Cockleshell Heroes basada en la Operación


Frankton. Hasler viviría hasta 1987 y Bill Sparks hasta 2002.
Fuentes e imágenes: Kajakker senket Hitlers skip, The Telegraph, BBC
Gracias a @JMNoticias

La heroína hindú que se enfrentó a los británicos con su


hijo atado a la espalda.
Por Javier Sanz el 16 agosto 2012

La historia de Rani Lakshmi Bai bien podría haber sido la de la princesa de un cuento de
hadas con su príncipe azul, pero los avatares de la vida y la colonización británica de la
India la convirtieron en una guerrera.

Manikarnika o Manu, que era su verdadero nombre, perdió a su madre a los cuatro años y
su padre tuvo que encargarse de su educación. La cercanía con el poder, su padre trabajaba
con el Peshwa (Primer Ministro), le permitió tener acceso a otras disciplinas como la
equitación – cuentan que incluso manejaba el caballo con las riendas en la boca -, lucha,
tiro con arco… además de las propias de una mujer. A los 12 años se casó con el maharajá
Jhansi, Raja Rao Gangadhar Niwalkar, y cambió su nombre por Rani (reina) Lakshmi
Bai. Todo era de color de rosa hasta que la alegría de tener un hijo se convirtió en pena
cuando falleció a los 4 meses. Poco tiempo después el maharajá cayó enfermo y, ante la
imposibilidad de tener más hijos, decidieron adoptar Rao Damodar, hijo de un primo del
maharajá recientemente fallecido. Además de aliviar el dolor se aseguraban que la
Compañía Británica de las Indias Orientales no pudiese anexionarse Jhansi aplicando la
Doctrina de Caducidad. Según esta doctrina, si el gobernante de algún estado o territorio
era “manifiestamente incompetente o moría sin un heredero directo” automáticamente
dicho territorio pasaba a manos de la Compañía. A los 18 años quedó viuda y comenzó a
ejercer de Rani.

Los británicos no aceptaron a Rao Damodar como el heredero legal y, aplicando la


Doctrina de Caducidad, la Compañía se anexionó Jhansi. Pero Lakshmi Bai no se iba a
quedar de brazos cruzados. Intentó la vía legal y contrató a un abogado británico e
interpuso un recurso contra aquel atropello… su petición fue denegada. Como la vía legal
no funcionó reclutó a un ejército de 14.000 voluntarios – por primer vez compuesto por
hombres y mujeres – y se enfrentó a los británicos. Durante varias semanas aguantaron el
ataque pero el poderío militar de los británicos doblegó a los rebeldes. Según cuenta la
leyenda de esta heroína hindú, cuando se vio acorralada se ató a su hijo a la espalda y
blandiendo una espada en cada mano pudo escapar, junto a un grupo de rebeldes, hasta la
fortaleza de Kalpi.
Paralelamente a la lucha de Lakshmi Bai en la India había estallado la llamada Rebelión de
los Cipayos. En 1857, la Compañía, con un poderoso ejército compuesto por 40.000
británicos y 200.000 cipayos (soldados locales hindúes y musulmanes), comenzó a utilizar
el fusil Lee-Enfield en el que para introducir los cartuchos debían romperse por un extremo
y lo que se hacía habitualmente era morderlos. Comenzó a correr el rumor de que los
cartuchos estaban engrasados con grasa de cerdo y de vaca. Como para los musulmanes el
cerdo es un animal impuro y para los hindúes la vaca es un animal sagrado, se negaron a
utilizar los nuevos fusiles y los oficiales británicos los encerraron. Al día siguiente, los
Regimientos de Caballería 10º y 20º de Bengala en Meerut, se sublevaron contra sus
oficiales. Liberaron a los prisioneros y atacaron los enclaves europeos de la zona, matando
a todo europeos.

En Kalpi, Lakshmi Bai se unió a Tatya Tope uno de los líderes rebeldes y se enfrentaron
en Gwalior al general británico Sir Hugh Rose que la había perseguido desde Jhansi. En el
transcurso de la batalla, Lakshmi Bai recibió un disparo en la espalda y murió. Las palabras
de Sir Hugh Rose dejan clara la valentía de la reina:

De los amotinados el más valiente y el más grande fue la Rani.

En 1858, con 22 años, Lakshmi Bai se convirtió en un icono de la rebelión y en casi todas
las representaciones (esculturas, pinturas, grabados…) aparece en un caballo y con su hijo a
la espalda.
Fuentes e imágenes: I love India, Maps of India, I Am Woman

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