La Desgraciada Patria Boba - Linda Ramos - 20221025091
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2. “DEFINICIONES” DE TÉRMINOS
Elocuentísimos: La persona que se expresa, habla, expone, manifiesta y escribe con
elocuencia, es de modo eficiente y adecuado para persuadir y cautivar a los lectores o el
público.
Asedio: Operación militar en que un ejército o grupo armado rodea completamente un
emplazamiento enemigo e impide la entrada y la salida del mismo para lograr su rendición.
Peripecias bélicas: Es el acontecimiento de una trama que supone un punto de inflexión,
un giro en la suerte de los personajes durante la guerra.
Patíbulos: Tablado o lugar en que se ejecuta la pena de muerte.
Epitome: Un epítome es el resumen de una obra extensa, que describe lo fundamental o lo
más importante.
Volteriano: Perteneciente o relativo a Voltaire, escritor y filósofo francés, o a su obra.
Anticlerical: Que es contrario a la intervención de la Iglesia en la sociedad o a lo
relacionado con el clero.
Demagógico: Demagogia es una estrategia utilizada para conseguir el poder político que
consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar
apoyo popular.
Jurista: Persona que se dedica al estudio del derecho o lo ejerce como profesión.
Trabucaires: Guerrillero catalán armado de trabuco en Cataluña y Aragón combatían de este
modo a los franceses durante la Guerra de la Independencia.
Fustigaba: Censurar con dureza algo o a alguien.
Casaca: Se llama casaca a una prenda exterior, generalmente masculina, ya en desuso, que
se llevaba ceñida. Se utilizó básicamente desde finales del siglo XVII hasta principios del
XIX.
UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
INGENIERIA CATASTRAL Y GEODESIA
HISTORIA Y CULTURA COLOMBIANA
3. RESEÑA
A finales del siglo XVIII sucedían cosas tremendas en el mundo. Las colonias americanas
de Inglaterra proclamaban su independencia y la ganaban después de una lenta guerra de
diez años, con ayuda de Francia y de España, y se convertían en una inaudita república de
ciudadanos libres y felices, asentando la Revolución Industrial, que iba a transformar el
mundo y en Francia estallaba en 1789 una revolución burguesa en la guillotina les cortaban
la cabeza a los aristócratas y a los reyes, en nombre de la Libertad, la Igualdad y la
Fraternidad. Napoleón Bonaparte dio en París un golpe de Estado, se proclamó cónsul a la
romana y luego emperador de los franceses, y procedió a conquistar por las armas el
continente europeo para imponerle a la fuerza la libertad, desde Lisboa hasta Moscú; en
cuanto; en cuanto a España fue invadida por las tropas napoleónicas en 1808, destronados
sus reyes y reemplazados por un hermano del nuevo emperador francés, desatándose una
guerra civil, secuestrados los reyes por Napoleon abriendo paso a una etapa agitada,
confusa y tragicómica que separa la Colonia de la República y que los historiadores han
llamado la Patria Boba, el decenio que va del llamado Grito de Independencia dado el 20
de julio de 1810 en Santafé a la Batalla del Puente de Boyacá librada el 7 de agosto de
1819, comienzo formal de la Independencia de España. Diez años de sainete y de sangre.
En la Nueva Granada las perturbaciones habían empezado casi quince años antes, al socaire
de las increíbles noticias que llegaban sobre las revoluciones norteamericana y francesa,
en primer lugar los ricos comerciantes criollos de Cartagena y Santafé y los hacendados
caucanos de productos de exportación se los ocurrió la idea del libre comercio, para
comerciar con las colonias inglesas independizadas y con Inglaterra; en segundo lugar los
intelectuales que eran esos mismos hacendados y comerciantes egresado en derecho con el
idealismo de la libertad de las colonias frente a España igualdad de los criollos ante los
españoles. En 1794 criollo Antonio Nariño, rico comerciante y estudioso intelectual, había
traducido e impreso en Santafé la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de la Asamblea revolucionaria de Francia: pero sólo había distribuido tres
ejemplares entre sus amigos, y había pagado su audacia subversiva con años de cárcel, de
exilio y de cárcel otra vez.
Con las noticias de las guerras de Europa se agitaron las colonias que, desde los tiempos
de la sublevación de los Comuneros parecían estancadas. Camilo Torres, escribió el hoy
famoso Memorial de agravios en que exponía las quejas y las exigencias de los españoles
americanos, un documento no lo conoció nadie, porque en su momento no se llegó a enviar
a España y sólo fue publicado treinta años después de la muerte de su autor. El más
importante documento implicatorio de la Independencia fue archivado sin leerlo; Torres
hablaba en nombre de su clase no del pueblo, era para los criollos ricos para quienes Torres
reclamaba derechos y el manejo local de la colonia, la independencia que a continuación
se proclamó fue el resultado inesperado de un incidente que a la clase representada por
Torres se le salió de las manos por la imprevista irrupción del pueblo. Un puñado de
abogados ambiciosos y ricos santafereños, Torres entre ellos, y los Lozano hijos del
marqués de San Jorge, y Caldas el sabio de la Expedición Botánica de Mutis, y Acevedo y
Gómez, ocuparían todos más tarde altos cargos en la Patria Boba y serían luego fusilados
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o ahorcados cuando la Reconquista española, un puñado de oligarcas, en suma, habían
planeado organizar un alboroto con el objeto de convencer al viejo y apocado virrey Amar
y Borbón de organizar aquí una Junta como la de Cádiz en la cual pudieran ellos tomar
parte. Junta muy leal y nada revolucionaria, presidida por el propio virrey en nombre de su
majestad el rey Fernando VII, cautivo de Napoleón. Pero Junta integrada por los criollos
mismos.
Se restableció el orden a Carbonell y a los suyos los metieron presos, apenas quince días
después de proclamada la Independencia el 20 de julio, el 6 de agosto, se celebró
solemnemente con desfiles y procesiones y el correspondiente tedeum en el aniversario de
la Conquista. Así que la primera medida de la nueva Junta consistió en abolir los
resguardos de propiedad colectiva, dividiendo sus tierras en pequeñísimas parcelas
individuales (media fanegada) con el pretexto de igualar sus derechos económicos con los
de los criollos; pero lo que con ello se buscaba y se logró fue que fuera fácil comprarles
sus tierras, para convertirlos en peones de las haciendas. En cinco años hubo once
presidentes o dictadores o regentes en Santafé. Todos querían ser presidentes: los
abogados, los comerciantes, los hacendados, los canónigos, que eran todos los mismos. En
Cartagena los comerciantes locales no veían sino ventajas en su ruptura con España: el
comercio libre con las colonias o excolonias inglesas. Así que fue la primera importante
ciudad neogranadina que declaró su independencia absoluta.
Empezó Santafé, desde donde Nariño insistía en imponer el centralismo con el argumento
de que era necesario para someter la resistencia realista española, que dominaba en
Popayán y en Pasto, en Panamá, en media Venezuela, y en el poderoso Virreinato del Perú.
En Tunja, el presidente del recién integrado Congreso de las Provincias Unidas, Camilo
Torres, respondió atacando a Cundinamarca. La guerra se declaraba siempre con
fundamentos jurídicos: el uno alegaba que lo del dictador Nariño en Cundinamarca era una
“usurpación”; el otro que lo del presidente Torres en Tunja era “una tiranía autorizada por
la ley”. A veces ganaba el uno, a veces el otro, al azar de las batallas y de las traiciones.
Dejando a un tío suyo en la presidencia, Nariño emprendió la conquista del sur realista,
yendo de victoria en victoria hasta que fue derrotado en Pasto y enviado preso a España,
en cuyas mazmorras pasaría los siguientes seis años.
Torres desde Tunja envió entonces un ejército a conquistar Santafé, comandado por un
joven general que había sido sucesivamente vencedor, derrotado, luego asombrosamente
victorioso y nuevamente batido en las guerras de Venezuela: el caraqueño Simón Bolívar.
En el Cauca, en la provincia de Quito y en el norte en Santa Marta, en Maracaibo la lucha
entre realistas y patriotas. De manera que las hostilidades eran múltiples: sin hablar de las
tropas españolas propiamente dichas, que no eran muy numerosas, estaban entre los
americanos los partidarios de España, llamados realistas o godos, y los partidarios de la
independencia, llamados patriotas; y los centralistas, también llamados pateadores, que
combatían con los federalistas, o carracos, los cuales también combatían entre sí:
Cartagena contra Mompós, Quibdó contra Nóvita, el Socorro contra Tunja, era un caos
indescriptible. Los jefes se insultaban en privado y en público, en memoriales y periódicos,
llamándose pícaros, inmorales, traidores, ladrones y asesinos; los oficiales cambiaban de
bando por razones de familia, o de ascensos y aumentos de sueldo prometidos por el
adversario, las tropas saqueaban los pueblos, los soldados reclutados a la fuerza, desertaban
en cuanto podían.
Pero en Europa empezaba a caer la estrella fugaz de Napoleón, que por quince años había
sido árbitro y dueño de Europa. Expulsadas de España la tropa francesa volvía el rey
“Deseado”, Fernando VII, que de inmediato repudiaba la Constitución liberal de Cádiz de
1812 y restablecía el absolutismo. Y España, arruinada por la guerra de su propia
independencia, recuerda entonces que el oro viene de América, y decide financiar la
reconquista de sus colonias enviando un soldado profesional hecho en la guerra contra
Napoleón: el general Pablo Morillo. Más de diez mil hombres, de los cuales 369 eran
músicos: trompetas para las victorias, redobles de tambor para las ejecuciones capitales.
La Patria Boba fue un vasto incesto colectivo. Todos eran ricos propietarios de casas y
negocios, de haciendas y de esclavos. Por eso querían mantener intacta la estructura social
de la Colonia: simplemente sustituyendo ellos mismos el cascarón de autoridades virreinales
venidas de España, pero sin desconocer al rey. Querían seguir siendo españoles, o, más bien,
ser españoles de verdad, por lo menos mientras esperaban a ver quién ganaba la guerra en la
península: si los patriotas sublevados contra el ocupante, o “los libertinos de Francia” que
pretendían abolir la Inquisición y la esclavitud e imponer “las detestables doctrinas
(igualitarias) de la Revolución francesa”.