Veritates Splendor
Veritates Splendor
Veritates Splendor
La carta encíclica “Veritatis Splendor” en el capítulo segundo inicia con el diálogo del
“joven rico” (Mt 19, 16-22) y la relación con la moral de la Iglesia. Por su parte, esta tiene un
enfoque que va en concatenación al hombre y la relación que tiene con Dios, entre la moral
como bien y su búsqueda a la vida eterna, el seguimiento a Jesús (Mc 10, 17-22) y la gracia de
los dones del Espíritu Santo. También resalta la importancia que tiene la Sagrada Escritura (2
Tim 3, 16-17) y lo que de ella brota como fuente de reflexión teológica moral, así mismo se
plantean interrogantes fundamentales sobre la vida, el bien, el pecado, la felicidad, la muerte,
entre otros, y se destaca el papel de la Iglesia en proponer respuestas a través de la enseñanza
de Jesús. Por su parte, el Magisterio de la Iglesia se ocupa de discernir y aplicar la doctrina
sana, en un contexto donde se advierte la búsqueda de puntos clave que desvíen de la verdad.
En este mismo orden de ideas, el documento nos ilustra con el libro del Génesis,
explicando que la facultad que el hombre tiene de decidir y elegir sobre el bien o el mal es una
facultad que pertenece únicamente a Dios. Sin embargo, el hombre es libre y puede comprender
y aceptar los mandamientos de Dios, puesto que su libertad no es ilimitada, ya que debe
obedecer la ley moral que Dios le ha dado. Por ello, la autonomía moral del hombre no
significa rechazar la ley moral, sino aceptarla, y la libertad y la ley de Dios deben
compenetrarse.
Por consiguiente, hay que resaltar que la ley natural implica la universalidad y la
inmutabilidad de ciertas determinaciones racionales establecidas en el pasado. La ley natural,
en su universalidad, no prescinde de la singularidad de los seres humanos, ni se opone a la
unicidad y a la irrepetibilidad de cada persona.
Por otra parte, encontramos dentro de esta encíclica lo que tiene que ver con la
conciencia como sagrario del hombre. En este mismo sentido, podemos profundizar un poco
más para comprender, según el Catecismo de la Iglesia Católica, lo que es la conciencia y lo
que es la conciencia como sagrario. De acuerdo con el Concilio Vaticano II, “en lo más íntimo
de su conciencia, el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe
obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón”1.
1
Vaticano II, “Constitución Gaudium et Spes”, 16
En cuanto al juicio de la conciencia, se puede reconocer que es un aspecto fundamental
en la toma de decisiones morales, siendo vista como la capacidad de discernir entre el bien y el
mal. De esta forma, la conciencia es considerada como la voz de Dios dentro de cada persona.
El Catecismo de la Iglesia Católica enfatiza la importancia de seguir la propia conciencia,
La conciencia, como juicio de un acto, puede estar sujeta a error debido a la ignorancia
invencible, lo cual no afecta su dignidad. Sin embargo, como señala la encíclica Veritatis
Splendor, “cuando el hombre no busca la verdad y el bien, la conciencia se puede ofuscar por
el hábito del pecado”3. Por ello, es importante que la conciencia esté iluminada por la verdad
objetiva para poder juzgar correctamente,
2
Catecismo de la Iglesia Católica, “el dictamen de la conciencia”, 1781
3
Juan Pablo II, “Vertitatis Splendor”
4
Catecismo de la Iglesia Católica, la conciencia Moral, 1794.
2. La elección fundamental y los comportamientos concretos
Sin embargo, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “El pecado mortal
destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta
al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior” 5.
Por consiguiente, se afirma que un acto grave, por su materia, no constituye un pecado mortal
si no se realiza con pleno conocimiento y consentimiento deliberado. Además, se advierte que
no se debe reducir el pecado mortal a un acto de “opción fundamental” contra Dios, ya que se
comete un pecado mortal cuando el hombre, sabiéndolo y queriéndolo, elige algo gravemente
5
Catecismo de la Iglesia Católica, 1855
desordenado, implicando un desprecio del precepto divino y un rechazo del amor de Dios hacia
la humanidad. Aunado a esto, el Catecismo de la Iglesia también nos enseña que,
“El pecado venial debilita la caridad; entraña un afecto desordenado a bienes creados;
impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral;
merece penas temporales. El pecado venial deliberado y que permanece sin
arrepentimiento, nos dispone poco a poco a cometer el pecado mortal”6
Por ello, hay que tomar en cuenta que la importancia de la distinción entre pecados
mortales y veniales advierte sobre la disociación entre la opción fundamental y las decisiones
deliberadas de comportamientos determinados, que podría llevar al desconocimiento de la
doctrina católica sobre el pecado mortal.
5. El acto moral.
En cuanto al acto moral, se debe resaltar que, para el ámbito filosófico, se menciona
como piedra angular de la ética y se erige como una acción humana consciente, enmarcada en
un contexto social, que puede ser evaluada como buena o mala en función de principios éticos.
Asimismo, el documento que hemos estado estudiando hace énfasis en que la libertad del
hombre y la ley de Dios se manifiestan en los actos humanos, que son actos morales que
determinan la bondad o malicia de la persona que los realiza.
Así mismo, la encíclica Veritatis Splendor nos menciona en cuanto al actuar moral que
“Los actos morales son actos humanos en la medida en que proceden de la voluntad deliberada,
consciente y libre, y tienen por objeto un bien concreto”7
6
Ibíd, 1863.
7
Carta encíclica “Veritatis Splendor”, 78.
moralmente mala a nuestra voluntad y a nosotros mismos y, por consiguiente, nos pone
en contradicción con nuestro fin último, el bien supremo, es decir, Dios mismo”.8
Por consiguiente, estos actos no solo afectan el entorno externo, sino que también
moldean la fisonomía espiritual de la persona. Por ello, como indica la encíclica Veritatis
Splendor, “la moralidad de los actos está ligada al bien auténtico, establecido por la sabiduría
divina que ordena a todas las criaturas hacia su fin último, que es Dios”9
La Iglesia enseña que "hay actos que son siempre y por su propia naturaleza
moralmente ilícitos, independientemente de las circunstancias o intenciones que los rodean"
(VS 80). Algunos ejemplos de estos actos son el homicidio, el genocidio, el aborto, la
eutanasia, las mutilaciones, la tortura, la esclavitud, la prostitución y otras formas de violencia
y explotación que atentan contra la dignidad humana.
Referencias Bibliográficas:
Juan Pablo II, “Carta Encíclica Veritatis Splendor”, recuperado el 24 de Abril del 2024 de:
https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-
ii_enc_06081993_veritatis-splendor.html#-3V
8
Ibíd, 72
9
Carta encíclica “Veritatis Splendor”, 73.
10
Ibíd, 80