El Jesús Histórico y El Cristo de La Fe

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Hecho Cristiano
2021-I
16 de abril del 2021

Sección II: El Jesús Histórico y el Cristo de la Fe

1. Introducción: ¿Qué es cristología? “Jesús es el Cristo”


Mateo 16, 13
Mc 8, 27: Lc 9, 18

2. La cuestión del “Jesús histórico”: su naturaleza e importancia teológica


Conviene recordar en primer término lo que hoy es convicción generalizada: los
Evangelios -fuentes sin duda principales y hasta casi únicas para conocer al Jesús
histórico- no son propiamente informes documentales, sino testimonios de creyentes
escritos a la luz de la Pascua con la finalidad de comunicarnos su fe. A partir de este
dato, surgen inevitablemente las preguntas: ¿el Cristo de los Evangelios, testimoniado
desde la fe pascual, es el mismo Jesús de Nazaret, o se ha desvirtuado la verdad
histórica a través del testimonio?
Distinguir entre “Jesús histórico” y el Jesús “real” o “terreno” o “de la historia”.
La expresión “Jesús histórico”, en su sentido técnico, se refiere a lo que científicamente
puede saberse acerca de Jesús. Es, en realidad, “una construcción de los investigadores,
realizada como fruto de un proceso de sustracción, es decir, por separación entre lo que
hay de testimonio de fe y lo que hay de dato histórico en las actuales fuentes eclesiales”
(Cf. González de Gardenal, O. Jesús de Nazaret. Madrid: BAC, 1993, p. xxix).
Tarea posible e irrenunciable
Posible: a través de la investigación histórico-crítica no podemos llegar a saberlo todo
acerca de Jesús ni llegaremos jamás una reconstrucción histórica de sus estados
psíquicos. Pero si podemos llegar a percibir, con un alto grado de probabilidad, las
líneas maestras de su vida y su mensaje.
Irrenunciable:
La divinidad de Jesús se nos revela y manifiesta en su completa y singular humanidad.
Es precisamente en Jesús de Nazaret, en su humanidad histórica concreta, donde se nos
manifiéstala identidad de Dios. Sabemos quién es Dios, percibimos el perfil de su
rostro, somos obligados a rectificar nuestras ideas preconcebidas de Dios, cuando
contemplamos la particularidad de Jesús, su actuar concreto, tantas veces desconcertante
y escandaloso.
2. Cristologías “desde abajo” y “desde encima”// ascendentes y descendentes//
genética y deductiva.
Se entiende por Cristología “desde arriba” la que procede desde la divinidad de
Jesús y sitúa así la idea de la encarnación como punto central de su reflexión.
Presupone la divinidad de Jesús, confesada en la fe, y a partir de ahí se pregunta cómo
se ha encarnado el Hijo eterno de Dios, segunda persona de la Trinidad.
La Cristología “desde abajo” es la que arranca de la humanidad histórica de Jesús
y desde ahí se remonta al reconocimiento de su divinidad. Se basa, pues, como primera
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referencia, en el mensaje y en el destino de Jesús, para llegar, a partir de ahí, a la idea de


la encarnación.
En ellas se reflejan puntos de vista no del todo coincidentes, aunque parece que hay un
consenso casi generalizado respecto a la conveniencia pedagógica actual de comenzar la
reflexión cristológica por el conocimiento histórico de Jesús, lo cual no implica postular
con exclusividad una Cristología “desde abajo”. La cristología latinoamericana la ha
tomado como opción.
Razones:
En la situación actual de secularización e increencia parece poco aconsejable una
Cristología “deductiva”, que parta de la divinidad de Jesús como algo pacíficamente
adquirido. “En lugar de presuponer ya su divinidad, hay que plantear en primer lugar el
problema sobre como el acontecimiento histórico de Jesús lleva al reconocimiento de su
divinidad”. Sin ese arrancar de Jesús, el Cristo proclamado desde la fe difícilmente
podrá sustraerse a la sospecha de ser un puro mito, desdibujado, sin raíces históricas,
fruto de la invención o proyección religiosa de sus creadores. Se trata de situarse
metódicamente en la situación de los primeros discípulos de Jesús, para seguir el
“itinerarium mentis” que ellos recorrieron al seguirle y que les llevó finalmente,
tras su muerte, a confesarlo como el Hijo de Dios (Cristología “genética”).
Como se ve no es una cuestión banal la cuestión metodológica.
3. Breve resumen de la historia de la investigación sobre Jesús
Hasta el siglo XVIII reina pacíficamente la convicción de que los relatos evangélicos
son documentos históricos merecedores de crédito al ofrecernos con toda fidelidad la
vida y mensaje de Jesús, sus hechos y sus dichos. Sólo a partir del s. XVIII empieza a
aplicar el método crítico al NT y empieza a quebrarse la unidad fe-historia. En 1778,
Reimarus, afirma que el Cristo de la fe, predicado por la Iglesia, y el Jesús de la historia
no son lo mismo.
3.1. The “old quest”: de Reimarus (1778) a Bultmann (1953) (La primera búsqueda)
Reimarus contrapone vigorosamente el Cristo de la fe y al Jesús de Nazaret que vivió
realmente en la Palestina del siglo I. Mientras que el Jesús histórico fue un judío
revolucionario, un mesías político que fracasó en su intento de establecer un reino
terreno y librar así a su pueblo del yugo romano, el Cristo de la fe -que es el que se nos
presenta en los Evangelios y predica la Iglesia- es un fraude creado por sus discípulos.
Éstos, en efecto, no aceptaron el fracaso, robaron el cadáver de Jesús e inventaron las
doctrinas de la resurrección y de la parusía, convirtiendo al mesías político que
realmente fue en el Mesías apocalíptico de Daniel.
Las preguntas quedaban flotando en el ambiente. ¿Estarán en oposición el Jesús de la
historia y el Cristo de la fe? ¿Habrá el dogma falseado la intención de Jesús, su vida y
mensaje? ¿Quién fue realmente Jesús, entonces?
Estas preguntas las hace suyas la llamada Escuela liberal (investigación de la vida de
Jesús). Parten de la convicción o al menos sospecha de que existe esa oposición entre el
Jesús de la historia y el Cristo de la fe, de que el dogma ha falseado la figura de Jesús.
Por eso se proponen como meta “liberar al Jesús histórico de las cadenas de la
dogmática eclesial”, para ello confían en las posibilidades de la investigación histórico-
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crítica -acaba de aparecer la historia como ciencia- y en que pueden contar con dos
fuentes “históricamente fiables, por puras”: el evangelio de Marcos y la “Quelle”
(conocida como fuente “Q”, colección de dichos de Jesús, aunque contiene también
algún relato de sus hechos, utilizada por Mateo y Lucas para redactar sus respectivos
Evangelios).
Una corriente contraria (Schweitzer, Kähler, Bultmann): El Cristo que nos ofrecen los
Evangelios, el Cristo bíblico interpretado desde la fe, es el verdadero. El Jesús que
llaman histórico, objeto de la investigación liberal (hecho puro), es irrelevante para la
fe. El más significativo es Rudolph Bultmann (1884-1973)
Algunas convicciones de Bultmann:
+ El Jesús histórico es inaccesible a la investigación científica. Este escepticismo viene
avalado por el intento frustrado de la investigación realizada de todo un siglo.
+ La cuestión del Jesús histórico es teológicamente irrelevante y hasta ilegítima.
Irrelevante, porque la historia de Jesús está situada en el seno del judaísmo y no ofrece
interés para la fe cristiana, que comienza propiamente con la Pascua
+ Los relatos evangélicos son expresión de la fe que nace con la Pascua, fruto de la
fuerza creadora de las primeras comunidades cristianas. No pueden, en consecuencia,
ser considerados como fuentes documentales para un estudio histórico sobre Jesús.
+ Lo que realmente importa es el kerigma en cuanto anuncia la salvación, ofrece el
perdón y llama a una existencia nueva, auténtica. El kerigma es lo primero. Ir más allá
de él para buscar al Jesús histórico supondría ir tras el “Cristo según la carne”, que,
como sostiene Pablo, ya pasó.
Entre esa predicación primera y la figura histórica de Jesús apenas puede encontrarse
continuidad alguna. Lo cierto es que interesa tan sólo el hecho mismo de la existencia
de Jesús, y no ya su personalidad moral, ni su acción y mensaje. La discontinuidad o
ruptura entre la fe y la historia es casi total. Según Bultmann, la fe no sólo puede
sino que debe entenderse y vivirse al margen de la historia de Jesús.
3..2. New Quest: 1953- 1980 (“la nueva búsqueda o la “segunda búsqueda”
El acuerdo parece general: no es posible reconstruir la biografía de Jesús, es decir, la
historia completa de su vida. Desautorizada así la “vieja búsqueda” ¿sería igualmente
preciso renunciar a toda búsqueda de Jesús? Al responder a esta última pregunta no
todos compartieron el escepticismo radical de Bultmann. Precisamente algunos de sus
más aventajados discípulos se separaron en este punto de su maestro y propusieron una
“nueva búsqueda” del Jesús histórico. Al hacerlo iniciaron una también nueva etapa en
la historia de nuestra cuestión.
Tampoco es difícil señalar el punto de partida de esta nueva etapa. Los estudiosos están
de acuerdo en que su inicio debe situarse en el año 1953, con la conferencia
pronunciada por E. Käsemann (1906-1998) en Marburgo y después publicada con el
título “El problema del Jesús histórico”. (Cf. KASEMANN, Ernst. Ensayos exegéticos.
Salamanca: Sígueme, 1978, p. 159-189.)
Käsemann, separándose de las posiciones radicales de Bultmann, a quien, no obstante,
sigue considerando su maestro, afirma que la discontinuidad establecida por éste entre
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el Cristo del kerigma y el Jesús histórico tiene el gran riesgo de convertir a Cristo en un
mito. La oposición a la investigación liberal- que Käsemann mantiene con vigor- “no
debe amparar una renuncia resignada ante el problema de la personalidad de Jesús ni
permitir que se ponga en duda la importancia de la historia para la fe, que se afirma
evidentemente en los evangelistas”. En realidad si bien es cierto “que no es posible
comprender al Jesús terreno si no es a partir de pascua...tampoco es posible captar
adecuadamente el significado de pascua si se prescinde del Jesús terreno” (Op. cit.,
p. 169). En consecuencia, Käsemann postula una investigación sobre los Evangelios
que permita verificar que entre la predicación de Jesús y el kerigma apostólico media
una continuidad real: “En mi opinión -afirma- , se trata de señalar que de la oscuridad
de la historia de Jesús brotan ciertos rasgos característicos de su predicación,
perceptibles con una relativa exactitud, y que la cristiandad primitiva asoció a su propio
mensaje”.
Aquí nos interesa subrayar que los autores de la “new quest” coinciden en señalar cierta
continuidad real entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe.
Para expresar esa continuidad entre el Cristo de la fe y el Jesús histórico los estudiosos
de la “new quest” recurren al concepto de “Cristología implícita o indirecta”,
introducido por H. Conzelmann. Con este concepto quieren decir que aunque los títulos
que la cristología de la Iglesia fue atribuyendo a Jesús no fueron utilizados por él, la
investigación histórica permite descubrir que tales títulos son como la explicitación
coherente de la “increíble pretensión de autoridad” de Jesús, de su conciencia única de
ser el mediador del plan salvífico de Dios en la historia. Esta pretensión y conciencia,
dotadas de una singularidad especial, autorizan el surgimiento posterior de la cristología
de los primeros siglos, por ser su explicitación, hecha, eso sí, a partir de la ruptura
pascual y de la fe por ella generada.
La “new quest”, protagonizada por los grandes discípulos de Bultmann, con su nueva
manera de plantear la cuestión del Jesús histórico, suscita , en el ámbito de la teología
sistemática y de la exégesis, un amplio movimiento de renovado interés por encontrarse
con Jesús de Nazaret.(Cf. LATOURELLE) Pero al menos interesa destacar que aunque
en el punto de partida de todo ese movimiento hay una convicción común -reconstruir la
vida de Jesús, tal como pretendieron los investigadores de la Escuela liberal, es una
pretensión imposible y además innecesaria-, se va llegando a la convicción de que
podemos saber algo acerca de Jesús y que ese algo, pese a ser poco, es de importancia
decisiva pues nos permite encontrarnos con la singularidad única y transformante de
Jesús y contar con unas pautas fundamentales para saber en qué consiste su
seguimiento.
3.3. “Third Quest” (La tercera búsqueda)
Algunos estudiosos consideran que con los años 80 se abre una nueva etapa en la
investigación sobre el Jesús histórico, que presenta con la anterior notables diferencias.
Esta etapa, en la que estamos actualmente, que por seguir a la “old” y “new” quest, se
conoce con el nombre de “third quest” (tercera búsqueda).
1. Preocupación por reinsertar a Jesús en su hogar de origen, enraizándolo así en el
seno de su pueblo judío. Han contribuido de forma decisiva a esa reinserción
los importantes trabajos sobre Jesús publicados por sabios judíos* y los estudios
de los documentos descubiertos en Qumrán. (Buber, Ben-Chorin, Daube,
Flusser, Hurwitz, Lapide, Vermés, Winter)
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2. Mejor conocimiento del contexto socio-histórico en el que vivió Jesús,


especialmente Jerusalén y Galilea, gracias a las últimas investigaciones
arqueológicas.

3. Se concede mayor importancia, para conocer a Jesús, a la literatura apócrifa


judía y cristiana, a los targumes (interpretaciones en arameo de la biblia hebrea)
y a los documentos encontrados en 1947 en la villa egipcia de Nag Hammadi (El
diálogo del Salvador y los Evangelios de Tomás, Felipe, María, el de la Verdad
y e3l de los Egipcios. El valor que se concede a la literatura mencionada plantea
problemas metodológicos.

4. La “third quest” realiza sus estudios sobre Jesús desde una perspectiva
interdisciplinar. Se concede un papel importante a los datos que pueden
proporcionar las ciencias sociales, sobre todo la sociología y la antropología
cultural. Basta leer la importante y discutida obra de J. D. Crossan - Jesús: vida
de un campesino judío- para darse cuenta de ello.
En los estudiosos de esta tercera búsqueda la preocupación por conseguir una
metodología rigurosa de investigación histórica prima sobre las preocupaciones y
finalidades teológicas. Los autores enclavados en esta tercera etapa suelen tener más
confianza en las posibilidades de llegar al Jesús de la historia que la que tenían los
discípulos de Bultmann que iniciaron la “new quest”. Y esto aunque los resultados
finales a que se lleguen sean marcadamente iconoclastas.
Contrastando con la “new quest”, que se había desarrollado especialmente en el mundo
alemán, la “third quest” se está realizando en el mundo anglosajón. Y es curioso y
también preocupante verificar que existe hoy entre ambos mundos, en este campo de la
investigación sobre Jesús, un gran desconocimiento mutuo.
Conviene finalmente advertir que entre los estudiosos de la “third quest”, pese a las
características citadas que confieren a sus estudios ciertos rasgos comunes, existen
diferencias notables, sobre todo a nivel de las conclusiones que extraen de sus
investigaciones. Por ejemplo, SANDERS y MEIER subrayan la dimensión escatológica
del mensaje y de la vida de Jesús (Jesús, profeta escatológico y no reformador social),
CROSSAN y HORSLEY subrayan la dimensión social y presentan a un Jesús promotor
de una profunda revolución social (Jesús, profeta social y no escatológico).
Se discute también, finalmente, acerca de la imagen más adecuada de Jesús. Entre los
autores de la “third quest” se dibujan distintas imágenes, según se prioricen unos u otros
rasgos. R. Aguirre recuerda las siguientes: mago (M. Smith), carismático (Vermes,
Borg), exorcista (G. H. Twelftree), profeta social (Horsley, R. D. Kaylor), sabio o
maestro (Crossan, Mack), sanador, profeta escatológico (Sanders, Meier). Aunque es
verdad que tales imágenes -o, al menos, algunas de ellas- no se excluyen entre sí, queda
abierta la cuestión de encontrar una cada vez más adecuada caracterización de la figura
histórica de Jesús de Nazaret.
Consideraciones finales.
Podría pensarse, al considerar las cuestiones discutidas por la “third quest”, que nos
encontramos en la actualidad, en esta cuestión de la investigación sobre el Jesús
histórico, en una especie de callejón sin salida, al no lograr los estudiosos ponerse de
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acuerdo, incluso en aspectos realmente decisivos de la vida y del mensaje de Jesús.


Pudiera, en efecto, extraerse la conclusión de que la investigación actual nos sitúa ante
una especie de montón de ruinas y que ya no es posible afirmar nada con seguridad
respecto a Jesús.
Parece que no. No vamos a repetir ahora lo ya dicho al comienzo de este trabajo cuando
afirmábamos, aduciendo razones, que la investigación sobre Jesús es una tarea posible e
irrenunciable por su importancia.
La investigación histórico-crítica siendo legítima y necesaria es insuficiente. Y es que a
Jesús sólo se le conoce de verdad cuando se le sigue. Como subraya con fuerza J.
Sobrino el acceso a Jesús “no es cosa, en primer lugar, de saber sobre él, ni de
desarrollar para ello una hermenéutica que salve la distancia entre Jesús y nosotros y
posibilite el saber sobre Jesús. Es cosa, en último término, de afinidad y
connaturalidad”. Y esta afinidad y connaturalidad, según el teólogo latinoamericano, es
la que proporciona el seguimiento, que nos permite hacer nuestra la “práctica con
espíritu” de Jesús, que es lo más real, lo más histórico del Jesús histórico (SOBRINO,
Jon. Jesucristo Liberador).
¿Qué podemos saber? (Tomado de García Rubio)
- La existencia de Jesús de Nazaret.
- Juan el Bautista, ell bautismo y la tentación.
- El anuncio del Reino y señales del mismo.
- Las curaciones de Jesús
- La relação especial de Jesus com Deus, invocado como “Abba”.
- La autoridad de Jesús
- Éxito inicial como predicador y la crisis de Galilea.
- Relación con los pobres, pecadores y marginalizados en general.
- Elección y envío de un grupo de seguidores.
- El uso de parábolas
- Viaje a Jerusalén.
- La condena y la cruz.
- La conciencia de su misión.

Apéndice: Jesus Seminar


A este respecto conviene aquí citar, por la notoriedad pública que ha adquirido, al
colectivo de estudiosos norteamericanos que forman el “Jesus Seminar”. Precisamente
por esa notoriedad se corre el riesgo de extender a toda la “third quest” su metodología
y los resultados de su investigación, que el número citado de la revista “TIME” califica
de provocativos y hasta iconoclastas (TIME, abril 8, 1996).
El “Jesus Seminar” se constituyó en 1985 y está formado por algo más de 70 biblistas e
historiadores que, al margen de cualquier confesionalidad, persiguen determinar la
autenticidad histórica de los dichos de Jesús. Para ello se intercambian constantemente
los resultados de sus investigaciones y dos veces al año algunos de ellos se reúnen para,
tras discusiones previas, proceder a votaciones con el fin de decidir acerca de la
historicidad de los dichos de Jesús, separadamente considerados. El procedimiento que
siguen resulta cuando menos curioso: introducen en un cubo unos abalorios o cuentas de
plástico de colores diversos. Cada color expresa el valor histórico distinto que se le
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concede al dicho que se somete a consideración. Los abalorios son de cuatro


colores :rojo, rosa, gris y negro. Introducir el abalorio rojo significa afirmar que el dicho
atribuido a Jesús es indudablemente suyo (“That’s Jesus”); el rosa, que Jesús
probablemente dijo algo así ( “Sure sounds like Jesus”); el gris, que Jesús no dijo
exactamente eso, pero que las ideas contenidas en el dicho son suyas (“Well, maybe”);
el negro, por fin, que Jesús no dijo eso y que el dicho en cuestión representa la
perspectiva o el contenido de una tradición tardía o diferente (“There’s been some
mistake”).
El “Jesus Seminar” ha publicado en 1993 una obra -“The Five Gospels” (los cinco
evangelios)- que ha causado un fuerte impacto en el mundo creyente norteamericano.
En ella se presenta una traducción de los cuatro Evangelios canónicos junto con la del
Evangelio de Tomás, apócrifo, y se recoge el resultado final de las investigaciones del
grupo. Según ellas, solamente el 18% de las palabras puestas por los Evangelios en
labios de Jesús pueden haber sido pronunciadas por él. Al Evangelio de Juan no se le
concede fiabilidad histórica y sólo un dicho de Marcos ha merecido el abalorio rojo. De
todo el Sermón de la Montaña de Mateo sólo las expresiones “Nuestro padre” y “Amad
a vuestros enemigos”, junto con otros cuatro breves dichos, pueden considerarse
palabras auténticamente pronunciadas por Jesús. Los Documentos más fiables para
reconstruir los dichos de Jesús son la fuente Q y el Evangelio apócrifo de Tomás,
siempre críticamente analizados. Al conceder valor prioritario a las parábolas y a los
proverbios de Jesús, el “Jesus Seminar” nos presenta a un Jesús sabio, cuyo estilo de
vida desinstalado y marginal recuerda al de los filósofos cínicos, solidarizado con los
“don nadie”, preocupado por el cambio social histórico y del que están ausentes los
aspectos escatológicos y apocalípticos.

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