Ana Maria Fernandez El Campo Grupal 21 44
Ana Maria Fernandez El Campo Grupal 21 44
Ana Maria Fernandez El Campo Grupal 21 44
Se abordará en este punto la etimología del vocablo que es motivo de la presente eluci-
dación; más allá de la relevancia histórica que esta tarea pueda presentar, interesa pen-
sar dentro del campo semántico mismo. Se espera que las líneas de significación pues-
tas de manifiesto, hagan posibles ciertas visibilidades con respecto a las diversas pro-
ducciones de sentido que la palabra "grupo" ha disparado históricamente.
Tanto el término francés groupe, como el castellano grupo, reconocen su origen
en el término italiano groppo o gruppo. Groppo aludía a un conjunto de personas escul-
pidas o pintadas, pasando hacia el siglo XVIII a significar una reunión de personas, divul-
gándose rápidamente su uso coloquial.
El groppo scultorico es una forma artística propia del Renacimiento, a través de la
cual las esculturas que en tiempos medievales estaban siempre integradas al edificio,
pasan a ser expresiones artísticas en volumen, separadas de los mismos, que permiten
para su apreciación caminar a su alrededor, es decir, rodearlas; cambia así la relación
entre el hombre, sus producciones artísticas, el espacio y la trascendencia; al mismo
tiempo, otra de las características a señalar del groppo scultorico es que sus figuras co-
bran sentido cuando son observadas como conjunto, más que aisladamente.
Contemporáneamente a la inclusión del vocablo en lengua francesa, se imponen
en inglés y en alemán vocablos análogos; señala Anzieu23 que las lenguas antiguas no
disponen de ningún término para designar una asociación de pocas personas que com-
parten algún objetivo en común.
¿Qué quiere decir que no hay palabra? ¿Que lo no nombrado no existe? ¿Qué
tiene un nivel de existencia por debajo de su posibilidad de representación?
B. Líneas de significación
Pareciera ser que una de las primeras acepciones del término italiano groppo, antes de
llegar a ser reunión o conjunto de personas era nudo. Derivaría del antiguo provenzal
grop=nudo; éste a su vez derivaría del germano Kruppa = masa redondeada, aludiendo
a su forma circular.25
Krupp————>grop————> groppo————>grupo
(alemán) (provenzal) (italiano)
Masa NUDO
redondeada
24Bourdieu, P. "Espacio social y génesis de las clases", Revista Espacios n°, 2, Buenos Aires,
1985.
25Anzieu, D. Op. cit.
ración nudo remite al grado de "cohesión necesaria entre los miembros del grupo", para
la perspectiva de investigación elegida en este trabajo, la figura nudo abre otra forma de
interrogación sobre la misma cuestión: ¿qué anudamientos-desanudamientos se organi-
zan dentro de un conjunto reducido de personas?
Por otra, la masa redondeada parecería portar, implícitamente, la idea de círculo,
en el sentido de reunión de personas: agrupaciones de oficios, comerciales, clubes, polí-
ticos, etc., que retornando una antigua tradición celta daría idea de círculo de iguales.
Son ilustrativos al respecto Los Caballeros de la Mesa Redonda y la orden religiosa de
Los Templarios, cuyo altar circular hacía posible que todos los caballeros de la orden
estuviesen, en misa, a igual distancia de Dios.
Nótese que aun en la actualidad generalmente se elige la distribución circular en
el trabajo con grupos. Esta forma tan característica connota algo que trasciende el espa-
cio mismo, que va más allá de la eventual organización de sus actividades; implica, en
realidad una particular estructuración de los intercambios entre los integrantes. Es fre-
cuente encontrar en este punto la acentuación de la igualdad jerárquica atribuida a la
forma circular de ubicación; esto significa afirmar que sentarse en círculo horizontaliza o
democratiza la relación entre los miembros de un grupo. En realidad, el mero sentarse
en círculo no determina igualdades jerárquicas ni atenúa los juegos de poder en el mis-
mo. Por el contrario, parecerían ser de mucho más peso aquellos intercambios que se
organizan desde ese circular -en principio de miradas- que la distribución espacial elegi-
da posibilita.26
C. Referentes etimológicos
En primer lugar sorprende la modernidad del vocablo. ¿Qué significación tendrá que con
anterioridad a la modernidad no existiera un término que diera cuenta de una reunión de
un número restringido de personas con un cierto objetivo común?
En otras temáticas ha sido investigada la relación entre la presencia o ausencia
de determinados vocablos y su significación en la cultura de la época. Así Ph. Ariès27 ha
trabajado la ausencia de la noción de niño en la sociedad feudal y la correlativa ausencia
de vocablos que nominaran a los niños, o lo que es igual, la presencia de distintos térmi-
nos que dan la idea de niño a partir del momento histórico en que éste comienza a parti-
cularizarse del mundo de los adustos. Muestra, asimismo, cómo se produce una correla-
ción entre este proceso de "poner palabra" y la construcción de campos disciplinarios
específicos -en este caso la pedagogía- y las nuevas prácticas sociales que se desarro-
Luego de esta somera incursión por el campo semántica del vocablo grupo, se hace ne-
cesario realizar algunas puntuaciones que permitan delimitar con mayor precisión el área
de reflexión del presente trabajo. Frente a algunas preguntas muy clásicas respecto a los
grupos, como "¿cuántos individuos conforman un grupo?", se centrará la reflexión sobre
conjuntos restringidos de personas; quedan por tanto excluidos de esta elucidación gru-
pos humanos más amplios, colectividades, masas, clases sociales, etcétera.
Se ha visto ya que el mero "juntarse" no constituye un grupo; entonces, "¿cuándo
un conjunto de personas se conforma como grupo?". Desde la etimología ha podido ob-
servarse que el groppo scultorico poseía cierta forma particular de agrupamiento y que
posteriormente el vocablo grupo comenzó a designar reunión de personas, círculo de
personas con algo en común, "agrupaciones de oficios, comerciales, etc." Es decir que
serán necesarias determinada actividad en común y ciertas formas organizacionales.
Por otra parte, la figura nudo indica que en tal agrupamiento se formarán "anuda-
mientos-desanudamientos". El número restringido de personas no remite, simplemente,
a una cuestión formal o numérica; en tanto se lo ha asociado con la figura nudo, se afir-
ma que esta característica: número restringido, orientará en forma significativa los inter-
cambios que entre tales personas se produzcan.
A su vez, si se toma distancia de la inmediatez de su existencia fáctica, se vuelve
necesario abrir interrogación con respecto a las instancias organizadoras de estos colec-
tivos humanos, o sea las formas que sus legalidades adquieren.
Habrá que interrogar también si estas peculiares formas de intercambio que pare-
cen ser los grupos, organizan a, o se organizan desde algunas particularidades de las
formaciones psíquicas de sus integrantes, o si -avanzando un poco más- producen "for-
maciones psíquicas propias".
Por último, se advierte que en lo que respecta a los discursos sobre la grupalidad,
no es intención de este trabajo realizar un análisis de lo que ha dicho cada corriente sig-
nificativa con respecto a qué son los grupos; se tomarán tan sólo algunos momentos de
tales discursos, aquellos que resulten más instrumentales para el desarrollo propuesto.
Esto es, aquellos aportes fundantes de los tres momentos epistémicos delimitados
en páginas anteriores, en la constitución de los saberes y prácticas grupales: el todo es
más que la suma de las partes; los organizadores grupales y el agotamiento del objeto
discreto.
Capítulo II
LO SINGULAR Y LO COLECTIVO
A. Antinomia individuo-sociedad
Si bien en la actualidad puede considerarse que las relaciones de los seres humanos
con el medio que los rodea son inherentes a la propia humanización, el problema de la
relación de los individuos entre sí ha sido considerado desde diferentes puntos de vista.
Podrían esquematizarse las posiciones más opuestas diciendo que desde una de ellas
se considera al individuo, en tanto singularidad, como una realidad en sí mismo; sólo él
percibe, piensa, ama u odia, se siente responsable, toma decisiones, etcétera. El grupo,
la sociedad, lo colectivo serían generalizaciones teóricas que no tendrían otra consisten-
cia que la realidad misma de ese individuo. En la tesis contraria, el individuo como tal,
independientemente de los demás sería una mera entidad lógica. Únicamente el grupo,
el colectivo, la sociedad, son reales; sólo a través de dicha realidad se presentifica la
instancia individual. Según esta concepción, el individuo sería producto de su ambiente,
sea él consciente o no de ello. O, dicho de otra manera, el individuo sería un cruce de
relaciones sociales.
Como puede observarse, tanto en una como en otra posición, la relación indivi-
duo-sociedad está pensada desde un criterio antagónico, es decir, que ambas "resuel-
ven" la compleja tensión entre lo singular y lo colectivo desde un paradigma disyuntivo -
muy propio del pensamiento occidental- según el cual singularidad y colectividad con-
forman un par de contrarios; presentan, por lo tanto, intereses "esencialmente" opuestos
y se constituyen desde lógicas “esencialmente" diferentes.
Se pueden puntuar en ese sentido dos formas típicas de "resolver" tal tensión: el
psicologismo y el sociologismo. El primero más frecuente en el pensamiento liberal, con-
serva la tendencia a reducir los conceptos sociales a conceptos individuales y psicológi-
30Del log-book de Robinson en la isla Speranza, antes de la llegada de Viernes. Michael Toumier.
Viernes o los limbos del Pacífico, Alfaguara, Madrid, 1986.
cos; el segundo, más frecuente en el pensamiento socialista, ha ido en sentido contrario:
hacia la reducción de los conceptos individuales a una idea globalizada de la historia y
de la sociedad. Ambos fomentan un antagonismo entre individuos y sociedades, el pri-
mero en favor de una idea abstracta de individuo, el segundo en favor de una idea abs-
tracta de la sociedad.31
En muchos tramos de este libro se observará cierta insistencia en el señalamiento
de sesgos psicologistas o de operaciones de psicoanalismo. No debe entenderse esta
preferencia como una consideración de mayor importancia del psicologismo con respec-
to al sociologismo-, la justificación de tal insistencia radica en otra afirmación: aquella
que ubica al psicologismo o al psicoanalismo como los impensables más frecuentes de
la cultura "psi". Así, por ejemplo, dentro de las posiciones psicologistas en la psicología
académica, puede observarse la presencia de la antinomia Individuo-Sociedad en el
campo grupal, en la tajante divisoria de aguas entre "individualistas" y "mentalistas" que
recorrió los primeros tramos de este campo disciplinario. A su vez, esta polémica desa-
rrolla nuevas formas argumentases en el campo del psicoanálisis, cuando esta disciplina
incorpora formas grupales de trabajo clínico- aquí una de las divisorias se ha establecido
entre aquellos que han nominado a su quehacer grupa] como psicoanálisis en grupo y
aquellos que lo han llamado psicoanálisis de grupo.
Pero el interés de estas puntuaciones no es sólo histórico, la preocupación con
respecto a la tensión entre lo singular y lo colectivo, corno así también la necesidad de
su reflexión por caminos que no se deslicen hacia los clásicos reduccionismos cobra ab-
soluta vigencia en la actualidad tratando de superar las formas dicotómicas de abordaje
de esta temática. Así por ejemplo interrogaciones tales como: ¿cuál es la dimensión de
lo social histórico en la constitución de la subjetividad?, ¿cuál es el papel de la subjetivi-
dad en los procesos histórico-sociales?,32 dan cuenta de la necesidad actual de desdi-
bujar las formas antinómicas de pensar esta cuestión. Son interesantes al respecto las
preocupaciones que nuclean a los historiadores de Annales para quienes una sociedad
no se explica solamente por sus fundamentos económicos, sino también por las repre-
sentaciones que ella se hace de sí misma. Ha dicho G. Duby en una de sus lecciones
inaugurales en el Colegio de Francia:
El sentimiento que experimentan los individuos y los grupos de sus posiciones respectivas y
las conductas que dicta ese sentimiento, no son determinados inmediatamente por la realidad
de su condición económica sino por la imagen que de ella se hacen, la cual jamás es fiel, sino
que es siempre la inflexión del juego de un conjunto complejo de representaciones menta-
les.33
B. Espacios
1. Espacio científico-académico
36 Id.
37 Allport, F.H. (1924). Citado por Asch, op. cit.
38 Durkheim, E. Citado por Asch, op. cit.
te de grupo", en consecuencia, sería cualitativamente análoga a la "mente individual
aunque cuantitativamente supra individual".
En síntesis, si bien operaron una importante reacción a las tesis individualistas -tal
vez la única respuesta posible en tal momento histórico- localizando la especificidad de
lo grupal, quedaron limitados por cierto sustancialismo de la época, no pudieron sostener
que los grupos "existían" de un modo cualitativamente diferente a los individuos. Pare-
ciera ser que este antropomorfismo fue la única alternativa con que contaron los prime-
ros pensadores que pudieron demarcar cierta particularidad de lo grupal, no reductible a
sus integrantes. De esta forma quedó abierto -ya desde ellos- el camino para largas y
reiteradas traspolaciones, en tanto el grupo es pensado como un supra individuo, con los
mismos mecanismos de funcionamiento interno, a lo sumo con algunas diferencias de
superficie en cuanto a su falta de sostén biológico, pero que en todo caso afectan a la
semejanza y no a la analogía, entre ambos tipos de "individuos".39
Esta polémica de tipo académico-doctrinario si bien puede encontrarse en la ar-
queología de la disciplina, ha atravesado insistentemente el campo grupal. Se hace ne-
cesario, por lo tanto, someter a elucidación crítica -desconstruir- dos ficciones. Por un
lado, la ficción del individuo que impide pensar cualquier plus grupal; por el otro la ficción
del grupo como intencionalidad que permite imaginar que el plus grupal radicaría en que
ese colectivo -como unidad- posee intenciones, deseos o sentimientos.
Es importante subrayar que estas referencias a la psicología académica no tienen
un interés meramente histórico; puede encontrarse esta polémica en diversos abordajes
psicoanalíticos actuales en el campo grupal, donde no es raro encontrar tendencias a
personificar al grupo, adscribirle vivencias o tomar las partes por el todo en el análisis de
los acontecimientos grupales;40 también pueden encontrarse, por el otro lado, fuertes
negativas a pensar alguna especificidad de lo grupal. Ambas posiciones producen, cada
cual a su modo, sus obstáculos para poder indagar qué herramientas conceptuales es-
pecíficas habrá que desarrollar desde el psicoanálisis para dar cuenta de aquellos acon-
tecimientos específicos de los grupos: re-producen, sin saberlo, una polémica que ha
atravesado disciplinas de las cuales el psicoanálisis no se considera tributario.
39 Colapinto, J. "La Psicología Grupal: Algunas consideraciones críticas", Rev. Arg. de Psicolo-
gía, n° 8, Buenos Aires, 1971.
40 Colapinto. Op. cit
interna de las nociones teóricas y el diseño de los dispositivos tecnológicos de una disci-
plina, desde donde se interpretan los acontecimientos allí gestados. Es decir, que si bien
actúan en forma implícita lo realizan desde el corazón mismo de las teorizaciones e in-
tervenciones de un campo disciplinario.
En general estos a priori hacen posible la "resolución" de la tensión de los pares
antitéticos por los que oscilan estos campos del saber, los cuales desde su constitución
se despliegan en tres pares de opuestos: Individuo-Sociedad, Naturaleza-Cultura, Identi-
dad-Diferencia.41 Cuando esta tensión es "resuelta" puede observarse con frecuencia
que suele producirse desde criterios dicotómicos -muy propios del Pensamiento occiden-
tal- a partir de los cuales se subsume la lógica específica de uno de los polos al polo
contrario que, por lo mismo, cobra características hegemónicas. De esta forma son fun-
damento de los diferentes reduccionismos, en el caso particular de los a priori referidos
al Par Individuo-Sociedad, los reduccionismos psicologistas y sociologistas respectiva-
mente.
Así como estos tres pares antitéticos operan desde los momentos fundacionales
de las ciencias humanas, podría incluirse en los últimos decenios otro par: Acontecimien-
to-Estructura, de marcada conflictividad en vastas regiones disciplinarias de estos cam-
pos de saberes y prácticas.
En las distintas teorizaciones sobre los colectivos humanos denominados peque-
ños grupos, el a priori individuo-sociedad constituye una pieza clave en la demarcación
de lo posible de ser pensado, en la organización de aquello que las experiencias grupa-
les demostraran, como así también en las formas de enunciabilidad de sus teorizacio-
nes; y lo que es más, el pensar "individuos" vs. sociedades" se instituye como una fuerte
evidencia, es decir como algo natural. En ese sentido, se intenta problematizar, interro-
gar críticamente los componentes de tal a priori. Para ello habrá que de-construir su na-
turalización, es decir remitir a la Historia.
¿De dónde surge esta concepción antagónica de individuos ver sus sociedades?
Cobra presencia en el escenario liberal europeo de los siglos XVII y XVIII, pero merece
responder hoy a una fuerte revisión por cuanto ¿qué dimensión es el individuo? ¿qué
dimensión es la sociedad'? ¿hasta dónde llegan uno y otra? En realidad, el Polo "indivi-
duo" es una perspicaz falacia de las teorías que creen que la sociedad puede definirse
como una agregación de individuos, y a su vez el polo "sociedad" es algo mucho más
complejo que su formulación descriptiva. Más aún, lo más cuestionable consiste, tal vez,
en colocar al individuo y a la sociedad en una relación antinómica.42 En este sentido es
elocuente el planteo de Canguilhem:
41Para un análisis del a priori Identidad-Diferencia véase Fernández, A.M. La diferencia sexual
en Psicoanálisis: teoría o ilusión?. Depto. Publicaciones, Fac. de Psicología, U.B.A., Buenos Ai-
res, 1985.
42Kaminsky, G. Seminario "Instituciones", Cátedra de Psicología Social, Carrera de Psicología,
U.B.A., 1985.
quizá no se ha observado bastante que la etimología de la palabra hace en realidad del con-
cepto individuo una negación. El individuo es un ser en el límite del no ser, dado que no pue-
de ser fragmentado, sin perder sus caracteres propios. Es un mínimo ser. Pero ningún ser es
un mínimo. El individuo supone, necesariamente en sí su relación con un ser más vasto, y
apela a un fondo de continuidad que se destaca.43
El pensamiento clásico y todos-aquellos que lo precedieron han podido hablar del espíritu y
del cuerpo, del ser humano, de su lugar tan limitado en el universo, de todos los límites que
miden su conocimiento o su libertad, pues ninguno de ellos ha conocido al Hombre tal como
se da en el saber moderno. El humanismo del Renacimiento o el racionalismo de los clásicos
han podido dar un buen privilegio a los humanos en el orden del mundo, pero no han podido
pensar al Hombre.44
A primera vista se podría pensar que tomar a los grupos como totalidades ubicaría
a las teorías que esto sostienen, a favor de la existencia de una especificidad grupal,
pero se verá más adelante que no siempre esto es así.
2. Espacio ético-político
Puede observarse que también desde las prácticas y teorías políticas se han ido
desarrollando determinadas preocupaciones por los grupos humanos. Algunos autores
ubican incluso sus aportes como parte de una psicología social no oficial.47 Si bien en
este trabajo se abordarán las Preocupaciones académico-científicas sobre los grupos,
omitiendo deliberadamente las reflexiones que desde el plano Político han merecido los
grupos humanos, sin embargo no podrá dejar de mencionarse el interés que a los políti-
cos y a los cientistas políticos han despertado algunas incógnitas con respecto al grado
de participación o pasividad de los colectivos humanos; ha insistido una interrogación:
¿a partir de qué condiciones es posible desarrollara frenar tal potencia] participativo?
Esta temática ha estado siempre presente en las polémicas políticas de los movimientos
revolucionarios, sea en la oposición Robespierre-Danton, o Lenin-Trotski-Rosa de Lu-
xemburgo (discusión de la capacidad autogestiva de los grupos políticos), o Guevara-
Bettelheim (estímulos morales versus estímulos materiales), organización versus espon-
taneísmo, el Partido como vanguardia "concientizadora" -o no- de las masas, etcétera.
Excede el propósito de este trabajo el análisis de los supuestos que han guiado
estas polémicas; de todos modos -y sólo a modo de puntuación- merece señalarse que
uno de los múltiples ejes de debate ha estado centrado en dos concepciones políticas de
los colectivos humanos, bien diferenciadas. Aquella que ha centrado su interés en guiar,
concientizar -y por qué no, muchas veces manipular- tales colectivos y aquella que ha
puesto el énfasis en el protagonismo autogestivo de los mismos.
Obsérvese que la preocupación con respecto al montaje de dispositivos grupales
eficaces en disponer condiciones de posibilidad para la gestión y la producción colectiva
versus la manipulación y la sugestión de tales colectivos humanos -bien denunciada ha-
ce ya tiempo por Pontalis-48 es un debate teórico-técnico, pero también ético de absolu-
ta vigencia en el campo grupal. Así, por ejemplo, muchos trabajos de elucidación sobre
el lugar del coordinador sostienen este tipo de interés: cómo crear, desde la coordina-
ción, condiciones de posibilidad para la producción colectiva, cómo evitar deslizarse ha-
49 Percia, M. "Taller Abierto Permanente", Cátedra Teoría y Técnica de Grupos, Facultad de Psi-
cología, UBA, 1986.
estos autores la importancia del Mayo Francés, como así también su interés por los es-
pacios de autogestión obrera de la Revolución de Octubre y otros momentos revolucio-
narios europeos anteriores a la Segunda Guerra Mundial.
C. La relación grupo-sociedad
Psicología Sociología
Pedagogía Antropología
Psicoanálisis Economía
etc. etc.
Mediaciones
Psicología Social
Psicología de los Grupos
Psicología de las Instituciones
D. La categoría de intermediario
Esta caracterización de los grupos como mediadores, es decir, como espacios interme-
dios entre "individuos" y "sociedades" lleva implícito cierto concepto operativo, a través
del cual dados dos conjuntos diferentes previamente demarcados habrá que, posterior-
mente, buscar sus relaciones, sus puentes articuladores. A su vez, y correlativamente
con lo anterior, dadas dos disciplinas ya constituidas -psicología y sociología- se vuelve
necesario demarcar nuevos campos disciplinarios intermedios, articuladores. En este
caso, una psicología de los grupos. Esta noción articuladora es el concepto de interme-
diario.
René Kaës se pregunta: ¿Puede la categoría de intermediario ayudarnos a pensar
la articulación psicosocial?50 Plantea que, por definición, esta categoría ha estado desti-
nada a pensar lo articular, utilizándose en diferentes disciplinas: psicología, historia de
las mentalidades, psicoanálisis, antropología. Es necesario subrayar que esta categoría
es puesta en funcionamiento cuando tales disciplinas se han visto frente al desafío de
pensar desde sus diferentes campos de demarcación, las relaciones entre subjetividad e
historia, entre inconsciente y cultura, etcétera. Sin embargo, sostiene este autor que di-
cha categoría no ha sido objeto de una elaboración suficiente en las disciplinas que tra-
bajan con ella. Esta situación parecería contrastar con el status que tal categoría ha co-
brado en la filosofía, donde:
el pensamiento de lo intermediario (la cualidad de medio) es una de las categorías más preg-
nantes de la historia de las ideas. Atraviesa todo el campo de la filosofía occidental: en su
apogeo con Platón (con las categorías del mésostes y del métaxu), vigorosa en teología y me-
tafísica, se impondrá aun a las corrientes prerracionalista y racionalista y luego volverá con
más fuerza en el siglo XIX en las disciplinas cuya tarea consistirá en dar cuenta de la trans-
formación temporal o de un vínculo entre organizaciones heterogéneas.51
Además de señalar estos tres aspectos de lo intermediario, Kaës propone una dis-
tinción entre Intermediarios de Tipo 1, que operan en un campo homogéneo, en el inte-
rior de una misma estructura o de una concatenación, e Intermediarios del Tipo 2, que
articulan dos conjuntos heterogéneos, heterónomos, de niveles lógicos diferentes.
La cuestión de la articulación psicosocial refiere particularmente a un intermediario
del tipo 2, puesto que se trata de dos polos psicológico y sociológico, que se han consti-
tuido en el curso de su oposición diferenciada. Kaës plantea que un punto de vista como
éste podría admitir o no la mediación entre niveles heterónomos, pero subraya que, fre-
cuentemente, y sobre todo en las fases constitutivas de los campos disciplinarios, el re-
sultado del debate evoluciona asiduamente hacia posiciones reduccionistas.
Sin duda la cuestión del intermediario dista mucho de estar resuelta; su vaguedad
conceptual suele ir acompañada en algunos ámbitos de valoraciones negativas, en tanto
suele asociarse la intermediación con lo neutro, lo mixto, lo bastardo, lo impuro. Este tipo
de anexiones asociativas, sin duda acentuadas desde las disputas por la hegemonía en
el campo intelectual, hablan de las dificultades que tales intentos de articulación presen-
tan.
Estas cuestiones no sólo señalan problemas teóricos de compleja demarcación.
Se presentan también en la cotidianeidad de las prácticas grupales orientando las mis-
mas hacia algunos de los reduccionismos mencionados líneas arriba, según los a priori
conceptuales que se pongan en juego en tal terreno. No debe olvidarse que dichos a
priori han operado previamente como impensables en el diseño de sus dispositivos. De
esta manera al crear condiciones para producir determinadas experiencias grupales -y
no otras- se refuerza el circuito reduccionista. Aquellos aconteceres que en el grupo apa-
recen como lo dado, el dato primero, son en realidad construcciones realizadas desde el
a priori conceptual; dada su invisibilidad se ofrecen como la "evidencia de los hechos",
cuando en realidad son un efecto de teoría.
Resumiendo, muchas son las formas que los reduccionismos pueden presentar.
Tanto las teorizaciones como el lugar de la coordinación suelen oscilar entre dos ficcio-
nes: la figura del gran individuo o el espejismo de los grupos como intencionalidad.
En este sentido se vuelve necesario un cambio de paradigma; de un criterio anti-
nómico de individuos vs. sociedades, hacia una operación conceptual que pueda evitar
una falsa resolución reduccionista y se permita sostener la tensión singular-colectivo.
Singularidad descarnada de soportes corporales indivisos. Colectividad que en las reso-
nancias singulares produce anudamientos-desanudamientos propios.
Singularidad y colectividad que sólo sosteniendo su tensión harán posible pensar
la dimensión subjetiva en el atravesamiento del deseo y la historia.
E. Problema epistémico
En un intento -aún provisorio- de superar ciertos impasses que los reduccionismos seña-
lados y la categoría de intermediarios plantean, se enuncia en este trabajo la necesidad
de pensar lo grupal como un campo de problemáticas atravesado por múltiples inscrip-
ciones: deseantes, históricas, institucionales, políticas, económicas, etc. Lo grupal en un
doble movimiento teórico: el trabajo sobre sus especificidades y su articulación con las
múltiples inscripciones que lo atraviesan. Nueva manera de pensar Lo Uno y Lo Múltiple,
intentando superar los encierros que la lógica del objeto discreto impone, abriendo la
reflexión hacia formas epistémicas pluralistas, transdisciplinarias.
En este sentido vuelve -insiste- la figura nudo. En su formulación metafórico y no
analógica, produce significación dentro del planteo epistemológico que aquí se esboza.
Más que buscar los requisitos epistémicos para construir el objeto teórico grupo se pre-
sentan los grupos como nudos teóricos.
Nudos constituidos por múltiples hilos de unidades disciplinarias que se enlazan
en el pensar lo grupal. Esto implica un movimiento bascular por el cual se vuelve impres-
cindible sostener las categorías de análisis específicas, particulares, de los recortes dis-
ciplinarios y -al mismo tiempo- mantener su problematización permanente atravesándo-
las con las categorías de otras territorialidades disciplinarias que enlazan los nudos teó-
ricos grupales.
Proyectos de este tipo sólo pueden desplegarse si se interroga críticamente la
epistemología de las ciencias positivas, en la cual aún se fundamentan las llamadas
ciencias humanas -el psicoanálisis inclusive. Tal epistemología supone un objeto discre-
to autónomo, reproducible, no contradictorio y unívoco. Implica una Lógica de Lo Uno
donde la singularidad del objeto no se vea afectada por eventuales aproximaciones dis-
ciplinarias.52
53Benoist, J.M. "La interdisciplinariedad en las ciencias sociales" en: L. Apostel y otros, Interdis-
ciplinariedad y ciencias humanas, Tecnos, UNESCO, Madrid, 1982.
54Benoist, J.M. Op. cit.
de variadas regiones de una disciplina que, al transversalizarse con otros saberes, pone
en interrogación muchas de sus certezas teóricas.55