Ana Maria Fernandez El Campo Grupal 21 44

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Capítulo I

EL VOCABLO GRUPO Y SU CAMPO SEMANTICO

A. Producción histórica del vocablo grupo

Se abordará en este punto la etimología del vocablo que es motivo de la presente eluci-
dación; más allá de la relevancia histórica que esta tarea pueda presentar, interesa pen-
sar dentro del campo semántico mismo. Se espera que las líneas de significación pues-
tas de manifiesto, hagan posibles ciertas visibilidades con respecto a las diversas pro-
ducciones de sentido que la palabra "grupo" ha disparado históricamente.
Tanto el término francés groupe, como el castellano grupo, reconocen su origen
en el término italiano groppo o gruppo. Groppo aludía a un conjunto de personas escul-
pidas o pintadas, pasando hacia el siglo XVIII a significar una reunión de personas, divul-
gándose rápidamente su uso coloquial.
El groppo scultorico es una forma artística propia del Renacimiento, a través de la
cual las esculturas que en tiempos medievales estaban siempre integradas al edificio,
pasan a ser expresiones artísticas en volumen, separadas de los mismos, que permiten
para su apreciación caminar a su alrededor, es decir, rodearlas; cambia así la relación
entre el hombre, sus producciones artísticas, el espacio y la trascendencia; al mismo
tiempo, otra de las características a señalar del groppo scultorico es que sus figuras co-
bran sentido cuando son observadas como conjunto, más que aisladamente.
Contemporáneamente a la inclusión del vocablo en lengua francesa, se imponen
en inglés y en alemán vocablos análogos; señala Anzieu23 que las lenguas antiguas no
disponen de ningún término para designar una asociación de pocas personas que com-
parten algún objetivo en común.
¿Qué quiere decir que no hay palabra? ¿Que lo no nombrado no existe? ¿Qué
tiene un nivel de existencia por debajo de su posibilidad de representación?

23Anzieu, D. La dinámica de los grupos pequeños, Kapelusz, Buenos Aires, 1971.


Para problematizar aun más esta interrogación, podría agregarse que, si bien un
vocablo es construido para hacer referencia a una producción existente, los actos -en
este caso tal vez sería más correcto decir los procesos- de nominación24 son piezas
claves en las construcciones que realizan los actores sociales para producir sus "repre-
sentaciones" de la realidad socio-histórica en que viven.
Es necesario pensar entonces que -hasta cierto momento histórico y para los ac-
tores sociales de la época- los pequeños colectivos humanos no habrían cobrado la sufi-
ciente relevancia como para formar parte de la producción de las representaciones del
mundo social en que vivían, quedando así sin nominación, sin palabra.
De ser esto así -y en el mismo sentido- habrá que indagar qué transformaciones
sociales se producen en el período histórico en el cual los agentes sociales "necesitan"
nominar a tales agrupamientos humanos como "grupos", como así también qué lugares
y funciones sociales y subjetivas van ocupando tales agrupamientos en el proceso por el
cual adviene su palabra.

B. Líneas de significación

Pareciera ser que una de las primeras acepciones del término italiano groppo, antes de
llegar a ser reunión o conjunto de personas era nudo. Derivaría del antiguo provenzal
grop=nudo; éste a su vez derivaría del germano Kruppa = masa redondeada, aludiendo
a su forma circular.25

Krupp————>grop————> groppo————>grupo
(alemán) (provenzal) (italiano)

Masa NUDO
redondeada

Círculo Cohesión Grupo

Están presentes, entonces, en el vocablo dos líneas que frecuentemente se en-


cuentran en la reflexión sobre lo grupal, o -dicho de otra manera- dos líneas que insisten
en dicha reflexión. Por una parte, la línea de insistencia Nudo; si bien para Anzieu la figu-

24Bourdieu, P. "Espacio social y génesis de las clases", Revista Espacios n°, 2, Buenos Aires,
1985.
25Anzieu, D. Op. cit.
ración nudo remite al grado de "cohesión necesaria entre los miembros del grupo", para
la perspectiva de investigación elegida en este trabajo, la figura nudo abre otra forma de
interrogación sobre la misma cuestión: ¿qué anudamientos-desanudamientos se organi-
zan dentro de un conjunto reducido de personas?
Por otra, la masa redondeada parecería portar, implícitamente, la idea de círculo,
en el sentido de reunión de personas: agrupaciones de oficios, comerciales, clubes, polí-
ticos, etc., que retornando una antigua tradición celta daría idea de círculo de iguales.
Son ilustrativos al respecto Los Caballeros de la Mesa Redonda y la orden religiosa de
Los Templarios, cuyo altar circular hacía posible que todos los caballeros de la orden
estuviesen, en misa, a igual distancia de Dios.
Nótese que aun en la actualidad generalmente se elige la distribución circular en
el trabajo con grupos. Esta forma tan característica connota algo que trasciende el espa-
cio mismo, que va más allá de la eventual organización de sus actividades; implica, en
realidad una particular estructuración de los intercambios entre los integrantes. Es fre-
cuente encontrar en este punto la acentuación de la igualdad jerárquica atribuida a la
forma circular de ubicación; esto significa afirmar que sentarse en círculo horizontaliza o
democratiza la relación entre los miembros de un grupo. En realidad, el mero sentarse
en círculo no determina igualdades jerárquicas ni atenúa los juegos de poder en el mis-
mo. Por el contrario, parecerían ser de mucho más peso aquellos intercambios que se
organizan desde ese circular -en principio de miradas- que la distribución espacial elegi-
da posibilita.26

C. Referentes etimológicos

En primer lugar sorprende la modernidad del vocablo. ¿Qué significación tendrá que con
anterioridad a la modernidad no existiera un término que diera cuenta de una reunión de
un número restringido de personas con un cierto objetivo común?
En otras temáticas ha sido investigada la relación entre la presencia o ausencia
de determinados vocablos y su significación en la cultura de la época. Así Ph. Ariès27 ha
trabajado la ausencia de la noción de niño en la sociedad feudal y la correlativa ausencia
de vocablos que nominaran a los niños, o lo que es igual, la presencia de distintos térmi-
nos que dan la idea de niño a partir del momento histórico en que éste comienza a parti-
cularizarse del mundo de los adustos. Muestra, asimismo, cómo se produce una correla-
ción entre este proceso de "poner palabra" y la construcción de campos disciplinarios
específicos -en este caso la pedagogía- y las nuevas prácticas sociales que se desarro-

26Desde el psicoanálisis se ha trabajado en profundidad el tema de la mirada como posibilitadora


de los juegos identificatorios grupales; sería interesante cruzar estos aportes con aquellos que lo
investigan como forma real e imaginaria de control social. Foucault, M. Vigilar y castigar, Siglo
XXI, Madrid, 1981.
27Ariès, Ph. L'enfant et la vie familiale sous l’Ancien Régime, Du Seuil, Paris, 1973.
llaron en este proceso: aparición del "sentimiento de infancia", maternaje realizado por
su propia madre, escolarización de los niños, etcétera.
El groppo aparece con el Renacimiento, momento de profundas transformaciones,
políticas, económicas, familiares; momento de giros epistémicos y de modificaciones de
las weltanschauungen. Es en el complejo tránsito de las servidumbres con Dios, el se-
ñor, y la fe hacia las autonomías, las ciencias, las artes no religiosas y el libre mercado
donde se van creando las prefiguraciones del individuum; tránsitos que harán posible a
partir de Descartes, las grandes reflexiones modernas del sujeto y el surgimiento de las
ciencias humanas. El groppo se autonomiza al separarse del edificio asentándose en los
atrios y en las plazas. Al mismo tiempo se produce la nuclearización de la familia; ésta
inicia un proceso de transformaciones reduciéndose desde sus extensas redes de socia-
bilidad feudal hasta conformar la familia nuclear moderna.
Este tránsito de "la casa" a "la familia" no es una cuestión atinente sólo a la histo-
ria de la vida cotidiana, sino que puntúa tránsitos claves desde las relaciones de produc-
ción hasta la constitución de las subjetividades; se acentúa la intimidad, la individuación,
las identidades personales, el uso de nombres y apellidos particularizados, etcétera.
La preocupación por la noción de individuo comparte el escenario de surgimiento
de las ciencias humanas; con ellas nace dentro de la gran pregunta a la que estas nue-
vas áreas del saber intentan dar respuesta: ¿Qué es el Hombre? cada una de ellas des-
de su ángulo de mira, pero todas preocupadas por la individualidad; preocupación ésta
impensable dentro de las sociedades feudales. En las formas del ser social del feudalis-
mo no había lugar para ninguna pregunta sobre el individuo; sí tenían una fuerte vigencia
los interrogantes respecto a las obligaciones de los hombres con Dios, por ejemplo; pero
ausentes estaban las nociones de individuo, individualidad, intimidad, éxito individual,
felicidad personal.
La temática de la individualidad o de la identidad personal, comienza a desarro-
llarse con el advenimiento de la sociedad industrial, al mismo tiempo que lo privado y lo
público reestructuran tanto sus territorios como sus significaciones, y se organiza un
cambio radical en las prioridades de la vida, apareciendo en primer plano el libre albedrío
y la felicidad personal.28
Paulatinamente se van delineando las áreas del saber que conformarán las cien-
cias humanas o humanidades y las antropologías filosóficas. El Hombre, él mismo, se
tomará como objeto privilegiado de reflexión en estos campos de saberes; los tiempos
de las taxonomías serán reemplazados -Descartes mediante- por la pregunta por el ser
de lo humano. La temática de la subjetividad adviene así al escenario filosófico-científico
de la época.
Puede pensarse entonces que la producción del vocablo grupo es contemporánea
a la formación de la subjetividad moderna y a la constitución del grupo familiar restringi-
do.
En el marco del capitalismo naciente hasta las últimas fibras del tejido social se
reorganizan en figuras impensables hasta entonces. Las sociabilidades feudales, las

28Shorter, E. Naissance de la famille moderne, Du Seuil, Paris, 1977.


obligaciones cerradas con Dios, el señor feudal, el rey, el padre y los fuertes intereses
corporativos, no dejaban intersticios sociales suficientes para individuaciones, intimida-
des o enlaces en pequeños grupos. La "grupalización" de la vida familiar al restringir la
familia extensa -nuclearizándola- implicará algo más que una reducción de personas.
Sostiene un cambio significativo -estructural podría decirse- en los anudamientos subje-
tivos de sus miembros.
Tal parecería ser la relevancia de estas cuestiones, que historiadores como Shor-
ter29 han llamado Revolución Sentimental del siglo XVIII a la "aparición" del amor ma-
ternal, del amor conyugal y el sentimiento doméstico de intimidad. ¿Qué transformacio-
nes se han producido'? Han cambiado sin duda las prioridades en las vidas de las per-
sonas, pero también los enlaces tanto contractuales como subjetivos entre los integran-
tes de la familia. Cambio en el espacio micro social que reproduce y sostiene, pero tam-
bién produce al infinito, las nuevas formas de gobernabilidad y consenso.
El vocablo grupo, en su acepción actual, se produce en aquel momento histórico
que vuelve "necesaria" tal palabra para la producción de representaciones del mundo
social. Su nominación vuelve visible una forma de sociabilidad -los pequeños colectivos
humanos- que con la modernidad cobra la suficiente relevancia en las prácticas sociales,
como para generar una palabra especifica. La aparición de este vocablo se inscribe en el
complejo proceso de transformaciones tanto de las formas de sociabilidad, de las prácti-
cas sociales y de las subjetividades, como de nuevas figuraciones que los actores socia-
les darán a las "representaciones" que construyen del mundo en que viven.
Con respecto a la relación entre el proceso de la nuclearización de la familia y la
aparición de la palabra grupo, es necesario aclarar que no se plantea aquí que tal proce-
so haya creado las condiciones para la aparición del vocablo grupo, sino más bien que
las transformaciones socio-históricas que dan origen a la constitución de la subjetividad
moderna son parte de los procesos de gestión de los pequeños agrupamientos, entre
ellos la nuclearización de la familia.

En síntesis, el vocablo grupo surge en el momento de constitución de la subjetivi-


dad moderna. Su etimología refiere a un número restringido de personas asociadas por
un algo en común. Se destacan dos líneas en tal rastreo etimológico: la figuración nudo,
que sugiere interrogación sobre qué es lo que hace nudo y lleva implícitos necesarios
enlaces y desenlaces entre sus integrantes, y la figuración círculo, que remite a las for-
mas de intercambio que se producen entre los miembros de tales grupos,
Se insistirá más adelante en la líneas de figuración nudo como forma de referirse
a los grupos. Avanzando un poco más, tal vez fuera pertinente aclarar que no se usa
aquí el término nudo en un sentido analógico: "el grupo es como un nudo", sino -por el
contrario- en un sentido metafórico, en tanto figura nudo que aspira a producir efecto de
significación.
Con la figura nudo, se intenta subrayar los anudamientos-desanudamientos, de
subjetividades, los enlaces-desenlaces diversos, puntuales, simultáneos, fugaces o du-

29 Shorter, E. Op. cit.


raderos, de subjetividades que se producen en los acontecimientos grupales. En este
sentido preguntarse por la especificidad de lo grupal es abrir interrogación por las parti-
cularidades de tales anudamientos cuando se constituyen en lo que se ha dado en lla-
mar pequeños grupos. Anudamientos-desanudamientos que por organizarse entre un
conjunto numerable de personas cobrarán características diferenciales con respecto a
otras formas de enlace sociales tales como grupos amplios, masas, duplas, etcétera.

D. Primeras puntuaciones antes de avanzar

Luego de esta somera incursión por el campo semántica del vocablo grupo, se hace ne-
cesario realizar algunas puntuaciones que permitan delimitar con mayor precisión el área
de reflexión del presente trabajo. Frente a algunas preguntas muy clásicas respecto a los
grupos, como "¿cuántos individuos conforman un grupo?", se centrará la reflexión sobre
conjuntos restringidos de personas; quedan por tanto excluidos de esta elucidación gru-
pos humanos más amplios, colectividades, masas, clases sociales, etcétera.
Se ha visto ya que el mero "juntarse" no constituye un grupo; entonces, "¿cuándo
un conjunto de personas se conforma como grupo?". Desde la etimología ha podido ob-
servarse que el groppo scultorico poseía cierta forma particular de agrupamiento y que
posteriormente el vocablo grupo comenzó a designar reunión de personas, círculo de
personas con algo en común, "agrupaciones de oficios, comerciales, etc." Es decir que
serán necesarias determinada actividad en común y ciertas formas organizacionales.
Por otra parte, la figura nudo indica que en tal agrupamiento se formarán "anuda-
mientos-desanudamientos". El número restringido de personas no remite, simplemente,
a una cuestión formal o numérica; en tanto se lo ha asociado con la figura nudo, se afir-
ma que esta característica: número restringido, orientará en forma significativa los inter-
cambios que entre tales personas se produzcan.
A su vez, si se toma distancia de la inmediatez de su existencia fáctica, se vuelve
necesario abrir interrogación con respecto a las instancias organizadoras de estos colec-
tivos humanos, o sea las formas que sus legalidades adquieren.
Habrá que interrogar también si estas peculiares formas de intercambio que pare-
cen ser los grupos, organizan a, o se organizan desde algunas particularidades de las
formaciones psíquicas de sus integrantes, o si -avanzando un poco más- producen "for-
maciones psíquicas propias".
Por último, se advierte que en lo que respecta a los discursos sobre la grupalidad,
no es intención de este trabajo realizar un análisis de lo que ha dicho cada corriente sig-
nificativa con respecto a qué son los grupos; se tomarán tan sólo algunos momentos de
tales discursos, aquellos que resulten más instrumentales para el desarrollo propuesto.
Esto es, aquellos aportes fundantes de los tres momentos epistémicos delimitados
en páginas anteriores, en la constitución de los saberes y prácticas grupales: el todo es
más que la suma de las partes; los organizadores grupales y el agotamiento del objeto
discreto.
Capítulo II

LO SINGULAR Y LO COLECTIVO

Y mi soledad no ataca más que la inteligibilidad de las


cosas. Mina hasta el fundamento mismo de su existen-
cia. Cada vez me asaltan más dudas sobre la veracidad
del testimonio de mis sentidos. Sé ahora que la tierra
sobre la que se apoyan mis dos pies necesitaría para no
tambalearse que otros, distintos de los míos, la pisaran.
Contra la ilusión óptica, el espejismo, la alucinación, el
soñar despierto, el fantasma, el delirio, la perturbación
del oído…. el baluarte más seguro es nuestro amigo o
nuestro enemigo, pero… alguien oh dioses, alguien.30

A. Antinomia individuo-sociedad

Si bien en la actualidad puede considerarse que las relaciones de los seres humanos
con el medio que los rodea son inherentes a la propia humanización, el problema de la
relación de los individuos entre sí ha sido considerado desde diferentes puntos de vista.
Podrían esquematizarse las posiciones más opuestas diciendo que desde una de ellas
se considera al individuo, en tanto singularidad, como una realidad en sí mismo; sólo él
percibe, piensa, ama u odia, se siente responsable, toma decisiones, etcétera. El grupo,
la sociedad, lo colectivo serían generalizaciones teóricas que no tendrían otra consisten-
cia que la realidad misma de ese individuo. En la tesis contraria, el individuo como tal,
independientemente de los demás sería una mera entidad lógica. Únicamente el grupo,
el colectivo, la sociedad, son reales; sólo a través de dicha realidad se presentifica la
instancia individual. Según esta concepción, el individuo sería producto de su ambiente,
sea él consciente o no de ello. O, dicho de otra manera, el individuo sería un cruce de
relaciones sociales.
Como puede observarse, tanto en una como en otra posición, la relación indivi-
duo-sociedad está pensada desde un criterio antagónico, es decir, que ambas "resuel-
ven" la compleja tensión entre lo singular y lo colectivo desde un paradigma disyuntivo -
muy propio del pensamiento occidental- según el cual singularidad y colectividad con-
forman un par de contrarios; presentan, por lo tanto, intereses "esencialmente" opuestos
y se constituyen desde lógicas “esencialmente" diferentes.
Se pueden puntuar en ese sentido dos formas típicas de "resolver" tal tensión: el
psicologismo y el sociologismo. El primero más frecuente en el pensamiento liberal, con-
serva la tendencia a reducir los conceptos sociales a conceptos individuales y psicológi-

30Del log-book de Robinson en la isla Speranza, antes de la llegada de Viernes. Michael Toumier.
Viernes o los limbos del Pacífico, Alfaguara, Madrid, 1986.
cos; el segundo, más frecuente en el pensamiento socialista, ha ido en sentido contrario:
hacia la reducción de los conceptos individuales a una idea globalizada de la historia y
de la sociedad. Ambos fomentan un antagonismo entre individuos y sociedades, el pri-
mero en favor de una idea abstracta de individuo, el segundo en favor de una idea abs-
tracta de la sociedad.31
En muchos tramos de este libro se observará cierta insistencia en el señalamiento
de sesgos psicologistas o de operaciones de psicoanalismo. No debe entenderse esta
preferencia como una consideración de mayor importancia del psicologismo con respec-
to al sociologismo-, la justificación de tal insistencia radica en otra afirmación: aquella
que ubica al psicologismo o al psicoanalismo como los impensables más frecuentes de
la cultura "psi". Así, por ejemplo, dentro de las posiciones psicologistas en la psicología
académica, puede observarse la presencia de la antinomia Individuo-Sociedad en el
campo grupal, en la tajante divisoria de aguas entre "individualistas" y "mentalistas" que
recorrió los primeros tramos de este campo disciplinario. A su vez, esta polémica desa-
rrolla nuevas formas argumentases en el campo del psicoanálisis, cuando esta disciplina
incorpora formas grupales de trabajo clínico- aquí una de las divisorias se ha establecido
entre aquellos que han nominado a su quehacer grupa] como psicoanálisis en grupo y
aquellos que lo han llamado psicoanálisis de grupo.
Pero el interés de estas puntuaciones no es sólo histórico, la preocupación con
respecto a la tensión entre lo singular y lo colectivo, corno así también la necesidad de
su reflexión por caminos que no se deslicen hacia los clásicos reduccionismos cobra ab-
soluta vigencia en la actualidad tratando de superar las formas dicotómicas de abordaje
de esta temática. Así por ejemplo interrogaciones tales como: ¿cuál es la dimensión de
lo social histórico en la constitución de la subjetividad?, ¿cuál es el papel de la subjetivi-
dad en los procesos histórico-sociales?,32 dan cuenta de la necesidad actual de desdi-
bujar las formas antinómicas de pensar esta cuestión. Son interesantes al respecto las
preocupaciones que nuclean a los historiadores de Annales para quienes una sociedad
no se explica solamente por sus fundamentos económicos, sino también por las repre-
sentaciones que ella se hace de sí misma. Ha dicho G. Duby en una de sus lecciones
inaugurales en el Colegio de Francia:

El sentimiento que experimentan los individuos y los grupos de sus posiciones respectivas y
las conductas que dicta ese sentimiento, no son determinados inmediatamente por la realidad
de su condición económica sino por la imagen que de ella se hacen, la cual jamás es fiel, sino
que es siempre la inflexión del juego de un conjunto complejo de representaciones menta-
les.33

Obsérvese cómo desde este tipo de planteos, quedan en cuestionamiento diver-


sas antinomias simultáneamente, así no sólo lo singular y lo colectivo sino también lo

31Russell, J. La amnesia social, Dos culturas, Barcelona, 1977.


32Castoriadis, C. La institución imaginaria de la sociedad, Tusquets, Barcelona, 1983. véase al
respecto el término "imaginario social" usado por el autor.
33Bonnet, J. "Le mental et le fonctionnement des sociétés", Rev. L'Arc n° 72, Paris.
objetivo y lo subjetivo, lo material y lo ideal, la economía y la cultura, abriendo nuevas
formas de enlace entre lo imaginario y lo social.

B. Espacios

La preocupación por pensar las relaciones y diferencias entre individuos y sociedades


es, sin duda, una característica fundante en las ciencias humanas, las filosofías y las
ciencias y prácticas políticas de la Modernidad. En este sentido, se señalan dos espacios
donde estas consideraciones se han desplegado; si bien cada uno de ellos ha dado ca-
racterísticas propias al tratamiento de la tensión entre lo singular y lo colectivo, no está
de más subrayar que suelen presentar amplias zonas de entrecruzamiento. Se hace así
referencia al espacio científico-académico y al ético-político.

1. Espacio científico-académico

La oposición Individuo-Sociedad ha atravesado la psicología y la pedagogía a través de


las interminables polémicas nature-nurture y la sociología a través, por ejemplo, de la
célebre oposición Tarde-Durkheim; estas polémicas "clásicas" no sólo han constituido
los debates fundadores de las ciencias humanas, por el contrario, pueden encontrarse
aun hoy, por ejemplo, en las discusiones sobre el origen del lenguaje, la psicología del
conocimiento, etcétera. Atraviesan, asimismo, tanto las diferentes conceptualizaciones
sobre los grupos humanos en las diversas orientaciones de la psicología social como
también los abordajes psicoanalíticos con grupos: análisis del grupo o en grupo, etcéte-
ra.
Se ha señalado que los primeros intentos para comprender, en el campo de la
psicología, la problemática grupal, se organizaron en un traslado mecánico de conceptos
de la psicología "individual" de la época; en reacción a esta forma de abordaje de corte
"individualista" se ubicaron las tesis sustentadas por McDougall, Durkheim, etc., que se
refirieron al grupo enunciando una mentalidad grupal.34 Esta polémica se desarrolla en
el cruce de un debate entre dos posiciones doctrinarias encontradas, la tesis individualis-
ta y la tesis de la mentalidad de grupo; da cuenta, de alguna manera, de la dificultad de
poder comprender la articulación del funcionamiento de las fuerzas sociales con los ac-
tos de los individuos. Ya Asch señalaba que "los grupos parecen más poderosos y a la
vez menos reales que los individuos y, si bien parecen poseer propiedades que trascien-
den las individuales, sólo los individuos pueden originarios".35

34Asch, S. Psicología social, Eudeba, Buenos Aires, 1964.


35 Asch, S. Op. cit.
Para la tesis individualista, los individuos constituyen la única realidad y tiende a
negar realidad a los grupos, en tanto sostiene que. los procesos psicológicos ocurren tan
sólo en los individuos y éstos constituyen las únicas unidades accesibles a la observa-
ción. Por lo tanto, si los individuos son los únicos actores reales, el término grupo consti-
tuye una ficticia abstracción cuando pretende algo más que referirse a la suma de reac-
ciones recíprocas de los individuos.
De esta forma, para la tesis individualista, en rigor, no existen los grupos; "grupo"
será un término colectivo, que hace referencia a una multiplicidad de procesos individua-
les.
Siguiendo esta línea de reflexión, para comprender los fenómenos sociales de-
bemos rastrearlos hasta llegar a las propiedades de los individuos; de tal forma en tanto
éstos son los únicos actores sociales, los acontecimientos de un grupo, las instituciones,
creencias y prácticas, siguen los principios de la psicología individual y son producto de
las motivaciones individuales. En síntesis, no existe en los grupos, en las instituciones, ni
en las sociedades, nada que no haya existido previamente en el individuo.36 "Las accio-
nes de todos no son nada más que la suma de las acciones individuales tomadas sepa-
radamente".37
En oposición a las tesis individualistas, se desarrolló la noción de mentalidad de
grupo. A partir de la observación por la cual cuando los seres humanos viven y actúan
en grupos, surgen "fuerzas y fenómenos" que siguen sus propias leyes y que no pueden
ser descritos en términos de las propiedades de los individuos que los componen; afir-
marán, por ejemplo, que el lenguaje, la tecnología o las relaciones de parentesco no
constituyen el producto de las mentalidades y motivaciones individuales sino que, por el
contrario, son procesos que poseen leyes propias, diferentes e irreductibles a los indivi-
duos. Algunos autores como Durkheim se refieren al grupo como una entidad mental:
"las mentalidades individuales al formar los grupos […] originan un ser […] que constitu-
ye una individualidad psíquica de una nueva índole".38 Consideran al grupo como una
entidad distinta de la suma de los individuos; afirmarán, asimismo, el efecto de las fuer-
zas sociales y de las instituciones sobre los individuos. De acuerdo con esta tesitura el
individuo aislado constituye una abstracción; fuera del grupo no posee carácter definido,
si bien sus potencialidades son necesarias para el funcionamiento del grupo, no son
causa de los acontecimientos del mismo. La noción de mentalidad de grupo intenta ex-
plicar la frecuente observación por la cual muchos acontecimientos colectivos exhiben
una dirección definida, se desarrollan y mantienen a menudo sin relación con las inten-
ciones de los individuos, atribuyendo entonces intencionalidad al proceso en cuestión; en
ese sentido es que Asch puntualizó aquello que denominó "la falacia antropomórfica de
la tesis de la mentalidad de grupo" ya que, si bien esta corriente parte de una premisa
correcta, por la cual se constata que la acción de un grupo produce efectos que superan
los efectos de los individuos aislados, a partir de ello deduce la existencia de una mente
de grupo que otorgaría dirección e intencionalidad a los momentos grupales. Esta "men-

36 Id.
37 Allport, F.H. (1924). Citado por Asch, op. cit.
38 Durkheim, E. Citado por Asch, op. cit.
te de grupo", en consecuencia, sería cualitativamente análoga a la "mente individual
aunque cuantitativamente supra individual".
En síntesis, si bien operaron una importante reacción a las tesis individualistas -tal
vez la única respuesta posible en tal momento histórico- localizando la especificidad de
lo grupal, quedaron limitados por cierto sustancialismo de la época, no pudieron sostener
que los grupos "existían" de un modo cualitativamente diferente a los individuos. Pare-
ciera ser que este antropomorfismo fue la única alternativa con que contaron los prime-
ros pensadores que pudieron demarcar cierta particularidad de lo grupal, no reductible a
sus integrantes. De esta forma quedó abierto -ya desde ellos- el camino para largas y
reiteradas traspolaciones, en tanto el grupo es pensado como un supra individuo, con los
mismos mecanismos de funcionamiento interno, a lo sumo con algunas diferencias de
superficie en cuanto a su falta de sostén biológico, pero que en todo caso afectan a la
semejanza y no a la analogía, entre ambos tipos de "individuos".39
Esta polémica de tipo académico-doctrinario si bien puede encontrarse en la ar-
queología de la disciplina, ha atravesado insistentemente el campo grupal. Se hace ne-
cesario, por lo tanto, someter a elucidación crítica -desconstruir- dos ficciones. Por un
lado, la ficción del individuo que impide pensar cualquier plus grupal; por el otro la ficción
del grupo como intencionalidad que permite imaginar que el plus grupal radicaría en que
ese colectivo -como unidad- posee intenciones, deseos o sentimientos.
Es importante subrayar que estas referencias a la psicología académica no tienen
un interés meramente histórico; puede encontrarse esta polémica en diversos abordajes
psicoanalíticos actuales en el campo grupal, donde no es raro encontrar tendencias a
personificar al grupo, adscribirle vivencias o tomar las partes por el todo en el análisis de
los acontecimientos grupales;40 también pueden encontrarse, por el otro lado, fuertes
negativas a pensar alguna especificidad de lo grupal. Ambas posiciones producen, cada
cual a su modo, sus obstáculos para poder indagar qué herramientas conceptuales es-
pecíficas habrá que desarrollar desde el psicoanálisis para dar cuenta de aquellos acon-
tecimientos específicos de los grupos: re-producen, sin saberlo, una polémica que ha
atravesado disciplinas de las cuales el psicoanálisis no se considera tributario.

En consecuencia, es importante subrayar que esta antinomia clásica de las ideas


sociales -la relación individuo-sociedad en el sesgo que adquiera- se encuentra implícita
en toda concepción sobre lo grupal, y generalmente determina en alto grado el "dibujo"
que un pensador realiza sobre los grupos. Opera como verdadero a priori conceptual,
como premisa implícita desde donde no sólo se piensa la articulación de lo singular y lo
colectivo, sino también se "lee" el conjunto de los acontecimientos grupales.
En las ciencias humanas, los a priori conceptuales forman parte del campo epis-
témico desde donde se constituyen las condiciones de posibilidad de un saber, se delimi-
tan sus áreas de visibilidad e invisibilidad, sus principios de ordenamiento sus formas de
enunciabilidad. Operan, por lo tanto, en alto nivel de productividad organizando la lógica

39 Colapinto, J. "La Psicología Grupal: Algunas consideraciones críticas", Rev. Arg. de Psicolo-
gía, n° 8, Buenos Aires, 1971.
40 Colapinto. Op. cit
interna de las nociones teóricas y el diseño de los dispositivos tecnológicos de una disci-
plina, desde donde se interpretan los acontecimientos allí gestados. Es decir, que si bien
actúan en forma implícita lo realizan desde el corazón mismo de las teorizaciones e in-
tervenciones de un campo disciplinario.
En general estos a priori hacen posible la "resolución" de la tensión de los pares
antitéticos por los que oscilan estos campos del saber, los cuales desde su constitución
se despliegan en tres pares de opuestos: Individuo-Sociedad, Naturaleza-Cultura, Identi-
dad-Diferencia.41 Cuando esta tensión es "resuelta" puede observarse con frecuencia
que suele producirse desde criterios dicotómicos -muy propios del Pensamiento occiden-
tal- a partir de los cuales se subsume la lógica específica de uno de los polos al polo
contrario que, por lo mismo, cobra características hegemónicas. De esta forma son fun-
damento de los diferentes reduccionismos, en el caso particular de los a priori referidos
al Par Individuo-Sociedad, los reduccionismos psicologistas y sociologistas respectiva-
mente.
Así como estos tres pares antitéticos operan desde los momentos fundacionales
de las ciencias humanas, podría incluirse en los últimos decenios otro par: Acontecimien-
to-Estructura, de marcada conflictividad en vastas regiones disciplinarias de estos cam-
pos de saberes y prácticas.
En las distintas teorizaciones sobre los colectivos humanos denominados peque-
ños grupos, el a priori individuo-sociedad constituye una pieza clave en la demarcación
de lo posible de ser pensado, en la organización de aquello que las experiencias grupa-
les demostraran, como así también en las formas de enunciabilidad de sus teorizacio-
nes; y lo que es más, el pensar "individuos" vs. sociedades" se instituye como una fuerte
evidencia, es decir como algo natural. En ese sentido, se intenta problematizar, interro-
gar críticamente los componentes de tal a priori. Para ello habrá que de-construir su na-
turalización, es decir remitir a la Historia.

¿De dónde surge esta concepción antagónica de individuos ver sus sociedades?
Cobra presencia en el escenario liberal europeo de los siglos XVII y XVIII, pero merece
responder hoy a una fuerte revisión por cuanto ¿qué dimensión es el individuo? ¿qué
dimensión es la sociedad'? ¿hasta dónde llegan uno y otra? En realidad, el Polo "indivi-
duo" es una perspicaz falacia de las teorías que creen que la sociedad puede definirse
como una agregación de individuos, y a su vez el polo "sociedad" es algo mucho más
complejo que su formulación descriptiva. Más aún, lo más cuestionable consiste, tal vez,
en colocar al individuo y a la sociedad en una relación antinómica.42 En este sentido es
elocuente el planteo de Canguilhem:

41Para un análisis del a priori Identidad-Diferencia véase Fernández, A.M. La diferencia sexual
en Psicoanálisis: teoría o ilusión?. Depto. Publicaciones, Fac. de Psicología, U.B.A., Buenos Ai-
res, 1985.
42Kaminsky, G. Seminario "Instituciones", Cátedra de Psicología Social, Carrera de Psicología,
U.B.A., 1985.
quizá no se ha observado bastante que la etimología de la palabra hace en realidad del con-
cepto individuo una negación. El individuo es un ser en el límite del no ser, dado que no pue-
de ser fragmentado, sin perder sus caracteres propios. Es un mínimo ser. Pero ningún ser es
un mínimo. El individuo supone, necesariamente en sí su relación con un ser más vasto, y
apela a un fondo de continuidad que se destaca.43

Como se planteaba en el capítulo anterior la noción del "individuo" se produce en


aquel momento de la historia de Occidente a través del cual la "sociedad" es pensada
como un conjunto de productores libres; sostiene así las indagaciones de las filosofías
del sujeto que se interrogan por el conocimiento del mundo, abandonando las certezas
que otorga la fe y el orden religioso para desplegar las diferentes problemáticas de la
subjetividad; en este incipiente horizonte económico, tecnológico, político y filosófico se
destacará una nueva figura: el individuo, sólida ilusión del capitalismo naciente por la
que es pensado indiviso, libre y autónomo. Se crean así las condiciones para el paula-
tino nacimiento de las ciencias humanas; el Hombre se constituye desde diferentes sa-
beres para ser pensado abriendo un espacio propio a los humanismos, antropologías
filosóficas y ciencias humanas; en palabras de Lévi-Strauss:

El pensamiento clásico y todos-aquellos que lo precedieron han podido hablar del espíritu y
del cuerpo, del ser humano, de su lugar tan limitado en el universo, de todos los límites que
miden su conocimiento o su libertad, pues ninguno de ellos ha conocido al Hombre tal como
se da en el saber moderno. El humanismo del Renacimiento o el racionalismo de los clásicos
han podido dar un buen privilegio a los humanos en el orden del mundo, pero no han podido
pensar al Hombre.44

Es entonces con la noción de individuo (sujeto no dividido de la conciencia) que


los saberes modernos organizaron sus reflexiones sobre el Hombre. Pero aun más, tam-
bién la noción de individuos sustentará las prácticas y teorías del libre mercado, las figu-
ras de la gobernabilidad con el contrato, el consumo y la representatividad de las demo-
cracias de la modernidad. Nuevas formas políticas y subjetivas de pensar los enlaces
sociales, la regulación de sus conflictos y la forma de negociación de sus contratos.
Como una mera referencia cronológica y sin pretender igualar jerárquicamente es-
tas áreas disciplinarias, puede constatarse que los siglos XVII y XVII, formulan sus inte-
rrogaciones centrales hacia el ser del individuo, el siglo XIX hacia el ser de la sociedad
(Durkheim, Marx), pero habrá que esperar hasta el siglo XX para que puedan tomar for-
ma aquellas cuestiones referidas al ser de los grupos, De todos modos pareciera bastan-
te explicable que los primeros discursos sobre la grupalidad fueran desplegando sus
enunciados en el paradigma de individuo-sociedad como pares antagónicos. Paradigma
que si bien comienza a ser cuestionado, presenta todavía fuerte vigencia; en realidad, a
fuer de verdad, debe reconocerse que si bien transita por un momento de problematiza-
ción crítica, de de-construcción, no puede hablarse aún de la constitución de un para-

43Canguilhem, G. La teoría celular, citado por Pontalis, J. en Después de Freud, Sudamericana,


Buenos Aires, 1974.
44 Lévi-Strauss, C. Seminario.- La Identidad, Petrel, Barcelona, 1981.
digma alternativo que haya encontrado los caminos de superación que los "impasses"
que la antinomia individuo-sociedad proporcionaron a vastas regiones de las disciplinas
involucradas.
Las teorizaciones que colocan a los grupos humanos como campos de mediacio-
nes entre Individuo y Sociedad, suelen reproducir sin revisar las propiedades antinómi-
cas de estos términos y, en tanto parten de dos conjuntos de opuestos, aquellos campos
de la realidad que no serían estrictamente indivisos ni estrictamente macrosociales, co-
mo los grupos y las instituciones sólo pueden ser pensados como puentes o instancias
mediadoras.
En forma muy esquemática podría decirse que el a priori conceptual opera en los
diferentes discursos sobre la grupalidad, de la siguiente manera:

• La especificidad de lo grupal la aportan los individuos que lo forman; habrá


que estudiar individuos en grupo.
• La especificidad de lo grupal es aportada por un plus a los individuos agre-
gados; habrá que estudiar grupos.

A primera vista se podría pensar que tomar a los grupos como totalidades ubicaría
a las teorías que esto sostienen, a favor de la existencia de una especificidad grupal,
pero se verá más adelante que no siempre esto es así.

2. Espacio ético-político

La antinomia Individuo-Sociedad tiene también una inscripción ético-filosófica de gran


importancia en el plano político, cuyo origen moderno podría ubicarse en la controversia
Locke-Rousseau, polémica que se encuentra en la base de la discusión de las democra-
cias modernas, en tanto han planteado como disyuntiva ético-política ¿qué deberá priori-
zarse, los intereses individuales o los intereses colectivos?45
Estos presupuestos ético-filosóficos se hallan presentes implícitamente en las di-
ferentes preocupaciones por las relaciones de los seres humanos entre sí y opera, des-
de variados puntos de entrecruzamientos -habitualmente invisibles pero eficaces- en las
distintas teorizaciones sobre lo grupal. Su operatividad se vuelve visible según se privile-
gio lo individual o lo colectivo.
Es frecuente encontrar fuertes explicitaciones de utopías sociales transformadoras
en aquellos que desde Fourier en adelante han priorizado lo colectivo. Si bien en quie-

45Dotti, J. "Vicio y nuevo liberalismo", Conferencia del Ciclo "Democracia y Transformación


Social" Centro de Estudios para la Transformación Argentina. Fundación Banco Patricios, setiem-
bre 1985.
nes han priorizado lo individual no siempre su paradigma ético-político se encuentra tan
desplegado, podrían ubicarse aquí aquellas teorizaciones que caracterizan, por ejemplo,
los fenómenos de masas y los fenómenos grupales acentuando su irracionalidad, lo re-
gresivo o pensándolos como espacios que amenazan de una u otra forma la identidad,
esto es, remarcando su negatividad.46
Estos presupuestos forman parte de los a prior¡ conceptuales mencionados líneas
arriba; operan creando las condiciones para que los colectivos humanos sólo puedan ser
indagados desde las Mismas categorías que se suponen legítimas para pensar los "indi-
viduos".

Puede observarse que también desde las prácticas y teorías políticas se han ido
desarrollando determinadas preocupaciones por los grupos humanos. Algunos autores
ubican incluso sus aportes como parte de una psicología social no oficial.47 Si bien en
este trabajo se abordarán las Preocupaciones académico-científicas sobre los grupos,
omitiendo deliberadamente las reflexiones que desde el plano Político han merecido los
grupos humanos, sin embargo no podrá dejar de mencionarse el interés que a los políti-
cos y a los cientistas políticos han despertado algunas incógnitas con respecto al grado
de participación o pasividad de los colectivos humanos; ha insistido una interrogación:
¿a partir de qué condiciones es posible desarrollara frenar tal potencia] participativo?
Esta temática ha estado siempre presente en las polémicas políticas de los movimientos
revolucionarios, sea en la oposición Robespierre-Danton, o Lenin-Trotski-Rosa de Lu-
xemburgo (discusión de la capacidad autogestiva de los grupos políticos), o Guevara-
Bettelheim (estímulos morales versus estímulos materiales), organización versus espon-
taneísmo, el Partido como vanguardia "concientizadora" -o no- de las masas, etcétera.
Excede el propósito de este trabajo el análisis de los supuestos que han guiado
estas polémicas; de todos modos -y sólo a modo de puntuación- merece señalarse que
uno de los múltiples ejes de debate ha estado centrado en dos concepciones políticas de
los colectivos humanos, bien diferenciadas. Aquella que ha centrado su interés en guiar,
concientizar -y por qué no, muchas veces manipular- tales colectivos y aquella que ha
puesto el énfasis en el protagonismo autogestivo de los mismos.
Obsérvese que la preocupación con respecto al montaje de dispositivos grupales
eficaces en disponer condiciones de posibilidad para la gestión y la producción colectiva
versus la manipulación y la sugestión de tales colectivos humanos -bien denunciada ha-
ce ya tiempo por Pontalis-48 es un debate teórico-técnico, pero también ético de absolu-
ta vigencia en el campo grupal. Así, por ejemplo, muchos trabajos de elucidación sobre
el lugar del coordinador sostienen este tipo de interés: cómo crear, desde la coordina-
ción, condiciones de posibilidad para la producción colectiva, cómo evitar deslizarse ha-

46 Fernández, A. M. "Formaciones colectivas y represión social", trabajo presentado en las jorna-


das del mismo nombre, Buenos Aires, 1985.
47Bauleo, "Psicología Social y Grupos", en Contrainstitución y grupos, Fundamentos, Buenos
Aires, 1977.
48Pontalis, J.B. Después de Freud, Sudamericana, Buenos Aires, 1968.
cia la sugestión, la manipulación; en síntesis, cómo no inducir49. Estas investigaciones
se despliegan a partir de una convicción, aquella por la cual los pequeños grupos son
significados como espacios virtuales de producción colectiva, y por lo tanto portadores
de un plus respecto de la producción individual.

En rigor de verdad esta enumeración en espacios científico-académico, ético-


político, presenta solamente un valor expositivo; en los hechos entrecruzamientos per-
manentes de estos espacios han recorrido la historia de la constitución del campo de
saberes y prácticas grupales.
Así, las investigaciones de Kurt Lewin (psicológico de la Escuela de Berlín, emi-
grado a Estados Unidos en 1930) sobre los grupos democráticos, autoritarios y "laissez
faire", se organizaron a partir de una interrogación sobre el nazismo: ¿cómo pudo produ-
cirse, desde el punto de vista psicológico, un fenómeno colectivo como el nazismo?,
¿cómo es posible prevenir psicológicamente tales fenómenos?
En Wilhelm Reich, sus elaboraciones sobre los fenómenos de masas y el grupo
familiar fueron animados, asimismo, por una pregunta política: ¿por qué las masas obre-
ras alemanas optaron por el nacional socialismo y no por la alternativa socialista o co-
munista? Esta interrogación lo llevó a analizar el papel jugado por el grupo familiar, rede-
finiendo la ideología como una fuerza material.
En los primeros pensadores sobre lo grupal: K. Lewin, Moreno, Pichon Rivière, es-
tuvo siempre presente una fuerte preocupación por el cambio social. Pensaban a los
grupos (más allá de lo diferentes que pudieran ser sus concepciones de la transforma-
ción social o los dispositivos grupales que diseñaron) como instrumentos válidos para la
"realización" de las fuertes utopías sociales que los animaron.
Si bien este tipo de preocupaciones parecería estar ausente en la incorporación
de dispositivos grupales en el área de la asistencia psicoterapeútica, sin embargo los
psicoanalistas ingleses que empezaron a trabajar con grupos, buscaban una forma de
abordaje eficaz en la rehabilitación de los combatientes ingleses de la Segunda Guerra
internados en los hospitales psiquiátricos militares.
Asimismo pueden señalarse este tipo de enlaces en los aportes sartreanos sobre
los grupos humanos. En su Crítica a la razón dialéctica (1960) Sartre abre un campo de
reflexión: el hombre frente al grupo y la historia colectiva; reflexión sobre lo grupal pero
que busca, sin duda, respuesta a una dolorosa interrogación política ¿de qué manera ha
sido posible un fenómeno como el stalinismo?
También se pueden incluir aquí las preocupaciones y replanteos sobre los grupos
desarrollados por el Análisis Institucional, de indudables influencias sartreanas. Autores
como Loureau, Lapassade, Ardoino, retomarán el interés por los grupos en las institucio-
nes, las condiciones para el despliegue de sus potencialidades autogestivas, la dialéctica
de lo instituido-lo instituyente, etc.; dentro de esa línea son significativos también los
aportes de Guattari sobre los grupos objeto y los grupos sujeto; es evidente en todos

49 Percia, M. "Taller Abierto Permanente", Cátedra Teoría y Técnica de Grupos, Facultad de Psi-
cología, UBA, 1986.
estos autores la importancia del Mayo Francés, como así también su interés por los es-
pacios de autogestión obrera de la Revolución de Octubre y otros momentos revolucio-
narios europeos anteriores a la Segunda Guerra Mundial.

C. La relación grupo-sociedad

La relación grupo-sociedad ha sido tradicionalmente encarada desde una perspectiva de


relaciones de influencia, donde las diferentes posiciones teórico-ideológicas varían se-
gún otorguen un mayor o menor grado de influencia de lo social sobre los movimientos
de un grupo; pero, en todas ellas, lo social se ubica como algo exterior al grupo, sobre el
cual recaerá, en mayor o menor medida su influencia. Una variante de esta forma de
pensar es plantearse la relación grupo-sociedad en términos de interacción mutua. En
realidad, la relación grupo-sociedad es un subtema de la relación individuo-sociedad que
tradicionalmente ha sido planteada en términos antagónicos.
Como se vio en páginas anteriores la antinomia individuo-sociedad forma parte de
un conjunto de pares antinómicos: material-ideal, alma-cuerpo, ser-tener, objetivo-
subjetivo, público-privado, que han atravesado la reflexión occidental abarcando desde
problemáticas filosóficas, políticas y científicas hasta la organización de la vida cotidiana
y la producción de subjetividad. Se encuentran articuladas habitualmente desde lógicas
binarias jerarquizantes. Probablemente el pensar estos pares desde tales lógicas sea
una de las formas de mayor eficacia simbólico-imaginaria de la producción de discursos.
Asimismo, importaría señalar que tal división dicotómica no sólo ha transitado el nivel
discursivo de diferentes disciplinas sino que ha investido también sus prácticas, inscri-
biéndolas de forma muy particular en diferentes estrategias de disciplinamiento social.
Se dijo ya también que el pensar la tensión entre lo singular y lo colectivo desde la
antinomia individuo-sociedad opera como a priori conceptual en las diferentes reflexio-
nes sobre lo grupal. En el intento de desdibujar el sentido antinómico de la tensión entre
lo singular y lo colectivo, es que resulta pertinente repensar críticamente aquella noción
por la cual los grupos constituyen un campo de mediaciones entre individuos y socieda-
des. Solución de compromiso tal vez válida en su momento, frente a la gran dificultad de
pensar las múltiples combinatorias posibles de la tensión antes mencionada, pero que
hoy merece revisarse.
La operación que parecieran haber seguido las diversas disciplinas humanísticas
en sus momentos fundacionales sería dividir ilusoriamente el campo de indagación en
dos objetos de estudio "bien" diferenciados: individuos y sociedades, organizando dife-
rentes áreas y prácticas disciplinarias para luego buscar las formas por donde ponerlos a
jugar sus relaciones. Esto hizo necesario entonces demarcar los campos de saberes y
prácticas mediadores.
INDIVIDUO SOCIEDAD

Psicología Sociología
Pedagogía Antropología
Psicoanálisis Economía
etc. etc.

Mediaciones

Psicología Social
Psicología de los Grupos
Psicología de las Instituciones

Esta noción de los grupos como campos de mediaciones ha intentado "resolver"


la tensión entre lo singular y lo colectivo a través de la categoría de intermediación. Si
bien dicha categoría merece revisión, es necesario destacar que mantiene la presencia
del polo social en su análisis de la dimensión grupal. Por el contrario, puede encontrarse
fuerte tradición en cierta forma de reduccionismo "psi", en aquellas corrientes que cen-
tran su análisis de los acontecimientos grupales en las interacciones entre sus integran-
tes, produciendo un enfoque de los grupos plegados sobre sí mismos donde si bien se
abre visibilidad con respecto a sus cohesiones, liderazgos e interacción de roles, etc., se
invisibilizan los atravesamientos institucionales, sociales e históricos que confluyen en la
gestión de tales movimientos grupales.
Esta forma de "grupismo" al reducir los aconteceres grupales a algunos de sus
movimientos, suele operar un efecto de teoría por el cual estos "grupos-islas" terminan
produciéndose plegados sobre sí mismos. De todos modos, este tipo de reducción se
produce en el marco de corrientes que legitiman un espacio propio de lo grupal, es decir
que han podido superar una primera reducción, aquella por la cual los pequeños colecti-
vos humanos no ofrecerían la necesidad de parámetros de análisis propios.
Otra manera de "resolver" la tensión aludida, suele ser la negación de la especifi-
cad de los acontecimientos grupales; puede encontrarse en aquellas formas de abordaje
donde el dispositivo grupal es visualizado sólo como un espacio-escenario de despliegue
de las singularidades, en sus diversos juegos especularas, pero excluyendo toda posibi-
lidad de especificidad en el agrupamiento en sí mismo.
Un ejemplo en sentido contrario puede ofrecerlo la noción de articulación entre ho-
rizontalidad y verticalidad de Pichon Rivière, quien mantiene la tensión sin "resolver" en-
tre ambas instancias; en este autor, horizontalidad y verticalidad no se subordinan una a
la otra sino que, por el contrario o, es en el cruce de las diacronías y sincronías grupales
donde el emergente adviene. El uso extensivo de la noción de emergente que suele en-
contrarse en las prácticas de los grupos operativos no debe oscurecer la sutileza de esta
forma pichoniana de pensar la articulación singular-colectivo.

D. La categoría de intermediario

Esta caracterización de los grupos como mediadores, es decir, como espacios interme-
dios entre "individuos" y "sociedades" lleva implícito cierto concepto operativo, a través
del cual dados dos conjuntos diferentes previamente demarcados habrá que, posterior-
mente, buscar sus relaciones, sus puentes articuladores. A su vez, y correlativamente
con lo anterior, dadas dos disciplinas ya constituidas -psicología y sociología- se vuelve
necesario demarcar nuevos campos disciplinarios intermedios, articuladores. En este
caso, una psicología de los grupos. Esta noción articuladora es el concepto de interme-
diario.
René Kaës se pregunta: ¿Puede la categoría de intermediario ayudarnos a pensar
la articulación psicosocial?50 Plantea que, por definición, esta categoría ha estado desti-
nada a pensar lo articular, utilizándose en diferentes disciplinas: psicología, historia de
las mentalidades, psicoanálisis, antropología. Es necesario subrayar que esta categoría
es puesta en funcionamiento cuando tales disciplinas se han visto frente al desafío de
pensar desde sus diferentes campos de demarcación, las relaciones entre subjetividad e
historia, entre inconsciente y cultura, etcétera. Sin embargo, sostiene este autor que di-
cha categoría no ha sido objeto de una elaboración suficiente en las disciplinas que tra-
bajan con ella. Esta situación parecería contrastar con el status que tal categoría ha co-
brado en la filosofía, donde:

el pensamiento de lo intermediario (la cualidad de medio) es una de las categorías más preg-
nantes de la historia de las ideas. Atraviesa todo el campo de la filosofía occidental: en su
apogeo con Platón (con las categorías del mésostes y del métaxu), vigorosa en teología y me-
tafísica, se impondrá aun a las corrientes prerracionalista y racionalista y luego volverá con
más fuerza en el siglo XIX en las disciplinas cuya tarea consistirá en dar cuenta de la trans-
formación temporal o de un vínculo entre organizaciones heterogéneas.51

Plantea este autor tres caracteres generales asociados a la categoría de interme-


diario:

50Kaës, R. "La categoría de intermediario y la articulación psico-social", Rev. de Psicología y


Psicoterapia de Grupo, Tomo VII n° 1. Buenos Aires, 1984.
51 Kaës, R. Op. cit.
1. Lo intermediario como función de lo articular, por c.¡ cual lo interme-
diario funciona en el campo de lo discontinuo, en tanto resultado de una separa-
ción entre elementos que se trata de rearticular, por medio de una suerte de "by
pass" teórico. Desde esta perspectiva, lo intermediario está pensado también co-
mo un proceso de reducción de antagonismos. Este procesó se refiere también a
lo discontinuo, pero a un tipo de discontinuidad basada en los conflictos que se
dan en un campo de fuerzas de oposición, se trata entonces de articular, bajo di-
ferentes formas, a los elementos en conflicto.
2. Lo intermediario ligado a la presentación de un proceso de transfor-
mación y pasaje, asociada por ende al pensamiento del movimiento.
3. Si bien las dos primeras características hacen aparecer lo interme-
diario como la necesidad de lo continuo, principio o agente de concatenación,
proceso de pasaje de un orden a otro, la tercera insiste en su función estructuran-
te y en su responsabilidad respecto del pasaje de una estructura a otra.

Además de señalar estos tres aspectos de lo intermediario, Kaës propone una dis-
tinción entre Intermediarios de Tipo 1, que operan en un campo homogéneo, en el inte-
rior de una misma estructura o de una concatenación, e Intermediarios del Tipo 2, que
articulan dos conjuntos heterogéneos, heterónomos, de niveles lógicos diferentes.
La cuestión de la articulación psicosocial refiere particularmente a un intermediario
del tipo 2, puesto que se trata de dos polos psicológico y sociológico, que se han consti-
tuido en el curso de su oposición diferenciada. Kaës plantea que un punto de vista como
éste podría admitir o no la mediación entre niveles heterónomos, pero subraya que, fre-
cuentemente, y sobre todo en las fases constitutivas de los campos disciplinarios, el re-
sultado del debate evoluciona asiduamente hacia posiciones reduccionistas.
Sin duda la cuestión del intermediario dista mucho de estar resuelta; su vaguedad
conceptual suele ir acompañada en algunos ámbitos de valoraciones negativas, en tanto
suele asociarse la intermediación con lo neutro, lo mixto, lo bastardo, lo impuro. Este tipo
de anexiones asociativas, sin duda acentuadas desde las disputas por la hegemonía en
el campo intelectual, hablan de las dificultades que tales intentos de articulación presen-
tan.
Estas cuestiones no sólo señalan problemas teóricos de compleja demarcación.
Se presentan también en la cotidianeidad de las prácticas grupales orientando las mis-
mas hacia algunos de los reduccionismos mencionados líneas arriba, según los a priori
conceptuales que se pongan en juego en tal terreno. No debe olvidarse que dichos a
priori han operado previamente como impensables en el diseño de sus dispositivos. De
esta manera al crear condiciones para producir determinadas experiencias grupales -y
no otras- se refuerza el circuito reduccionista. Aquellos aconteceres que en el grupo apa-
recen como lo dado, el dato primero, son en realidad construcciones realizadas desde el
a priori conceptual; dada su invisibilidad se ofrecen como la "evidencia de los hechos",
cuando en realidad son un efecto de teoría.
Resumiendo, muchas son las formas que los reduccionismos pueden presentar.
Tanto las teorizaciones como el lugar de la coordinación suelen oscilar entre dos ficcio-
nes: la figura del gran individuo o el espejismo de los grupos como intencionalidad.
En este sentido se vuelve necesario un cambio de paradigma; de un criterio anti-
nómico de individuos vs. sociedades, hacia una operación conceptual que pueda evitar
una falsa resolución reduccionista y se permita sostener la tensión singular-colectivo.
Singularidad descarnada de soportes corporales indivisos. Colectividad que en las reso-
nancias singulares produce anudamientos-desanudamientos propios.
Singularidad y colectividad que sólo sosteniendo su tensión harán posible pensar
la dimensión subjetiva en el atravesamiento del deseo y la historia.

E. Problema epistémico

En un intento -aún provisorio- de superar ciertos impasses que los reduccionismos seña-
lados y la categoría de intermediarios plantean, se enuncia en este trabajo la necesidad
de pensar lo grupal como un campo de problemáticas atravesado por múltiples inscrip-
ciones: deseantes, históricas, institucionales, políticas, económicas, etc. Lo grupal en un
doble movimiento teórico: el trabajo sobre sus especificidades y su articulación con las
múltiples inscripciones que lo atraviesan. Nueva manera de pensar Lo Uno y Lo Múltiple,
intentando superar los encierros que la lógica del objeto discreto impone, abriendo la
reflexión hacia formas epistémicas pluralistas, transdisciplinarias.
En este sentido vuelve -insiste- la figura nudo. En su formulación metafórico y no
analógica, produce significación dentro del planteo epistemológico que aquí se esboza.
Más que buscar los requisitos epistémicos para construir el objeto teórico grupo se pre-
sentan los grupos como nudos teóricos.
Nudos constituidos por múltiples hilos de unidades disciplinarias que se enlazan
en el pensar lo grupal. Esto implica un movimiento bascular por el cual se vuelve impres-
cindible sostener las categorías de análisis específicas, particulares, de los recortes dis-
ciplinarios y -al mismo tiempo- mantener su problematización permanente atravesándo-
las con las categorías de otras territorialidades disciplinarias que enlazan los nudos teó-
ricos grupales.
Proyectos de este tipo sólo pueden desplegarse si se interroga críticamente la
epistemología de las ciencias positivas, en la cual aún se fundamentan las llamadas
ciencias humanas -el psicoanálisis inclusive. Tal epistemología supone un objeto discre-
to autónomo, reproducible, no contradictorio y unívoco. Implica una Lógica de Lo Uno
donde la singularidad del objeto no se vea afectada por eventuales aproximaciones dis-
ciplinarias.52

52Kaës, R. Op. cit.


Estas lógicas de objeto discreto, imprescindibles, seguramente, en los momentos
fundacionales de las ciencias humanas, suelen ocasionar sus propias dificultades para
comprender situaciones de transferencias múltiples en diferentes territorialidades. Podría
pensarse que en la actualidad han comenzado a producir un obstáculo epistemológico
en la reflexión de lo grupal. Han conformado algunas ilusiones teórico-técnicas de difícil
desarticulación; entre ellas pueden mencionarse: la posibilidad de construir un objeto
teórico “grupo", la lectura de los acontecimientos grupales plegados sobre sí mismos (los
grupos "islas"), el psicoanálisis como disciplina explicativa", unívoca, de los movimientos
grupales, o la negación de la especificidad disciplinaria del campo grupal.

La aparición de propuestas transdiscíplinarias53 da cuenta del surgimiento -


aunque incipiente- de otras formas de abordaje de la cuestión, así como de la necesidad
de utilizar criterios epistemológicos pluralistas. Habla asimismo de la resistencia de cier-
tos procesos a su simplificación unidisciplinaria y sugiere la oportunidad de los desdibu-
jamientos de "individuos" y "sociedades", en intentos de comprensión que aborden estos
problemas desde el centro mismo de su complejidad.
Con su propuesta de atravesamientos disciplinarios, esta tendencia se inscribe en
un nuevo intento de superación de los reduccionismos psicologistas o sociologistas. Sin
embargo, pareciera abarcar un espectro más amplio de cuestiones; por un lado pone en
jaque las configuraciones hegemónicas de ciertas disciplinas "reinas", o saberes arque-
típicos a los cuales se han subordinado otras territorialidades disciplinarias; tiene como
una de sus premisas más fuertes la implementación de contactos locales y no globales
entre los saberes; de tal manera que los saberes que las disciplinas "reinas" habían sa-
telizado recobren su libertad de diálogos multivalentes con otros saberes afines.
La invención de los atravesamientos disciplinarios como transgresión a las especi-
ficidades, crea las condiciones para hacer salir a ciertos objetos científicos de su refe-
rencialismo dogmático e invita a construir una red epistemológica a partir de intercam-
bios locales y no globales, donde las transferencias de saberes se realicen según el eje
de la metáfora y no según el de la analogía. Transferencias en estado de vigilancia epis-
témica y metodológica que se organicen en una epistemología crítica.54
Esta epistemología crítica intenta localizar los lugares de singularidad problemáti-
ca, el grafo de las circulaciones locales y particulares que hace que una cuestión, un
problema, un “thema" estremezca los diversos saberes sin pretender conjurarlos bajo
una forma globalizante; no ya universales empírica o especulativamente determinados,
vestigios de una edad posivista, sino matrices generativas, problemas en relación a los
cuales un atravesamiento disciplinario dará cuenta tanto de las distancias y diferencias
como de las aproximaciones y divergencias disciplinarios.
Obviamente, este movimiento que desdibuja los objetos teóricos, discretos, unívo-
cos, implica no sólo el intercambio entre diferentes áreas de saber sino la crítica interna

53Benoist, J.M. "La interdisciplinariedad en las ciencias sociales" en: L. Apostel y otros, Interdis-
ciplinariedad y ciencias humanas, Tecnos, UNESCO, Madrid, 1982.
54Benoist, J.M. Op. cit.
de variadas regiones de una disciplina que, al transversalizarse con otros saberes, pone
en interrogación muchas de sus certezas teóricas.55

55 Se retoma esta cuestión en el capítulo VII.

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