Clementina Rosa Quenel-1
Clementina Rosa Quenel-1
Clementina Rosa Quenel-1
La Telesita
ISBN 978-987-3964-32-9
El origen inesperado
Un poco de biografía
Los datos de esa vida no se diferencian mucho de la vida de otras mujeres que
vivirían en una ciudad pequeña de una provincia lejana en los primeros años
del siglo veinte. Había tal vez un rasgo que podría ser significativo: su padre
era uno de aquellos inmigrantes que había venido con “Aquel grupo de france-
ses”, como Clementina los denominó mucho después en un artículo de 1976.
Su padre no sería entonces más que un niño, el último hijo del mítico abuelo
Etienne, quien había llegado como otros franceses rebelde o frustrado a Santia-
go al término de la campaña de Alsacia y Lorena… con su mujer y sus tres hijos
en 1891. El más pequeño de ellos se llamaba George Clementín y sería el padre
de la futura escritora. De su segundo nombre nacería el Clementina con el que
hoy la conoce la literatura. Para que su figura no se apague bastaría recordar
que el francesito que llegaba con su padre había nacido en un lugar, cuyo nom-
bre los argentinos aprendimos a deletrear con amor desde niños: Boulogne Sur
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El teatro de Clementina
Derecho Penal. Muchas de las páginas que luego escribió, pobladas de dramas
hondamente humanos y de personajes abiertos y desgarrados, guardan tal vez
memoria de esas clases.
Pero su experiencia en Buenos Aires, sin embargo, no fue en vano, porque de
la mano de otra grande las letras santiagueñas, Rosario Beltrán Núñez, que era
amiga de su familia, residía en Buenos Aires y le dio un hogar en su casa, Cle-
mentina empezó a publicar sus primeros cuentos en algunas revistas en boga
por aquellos años: El Hogar, Mundo Argentino, Estampa, Aquí Está, Chabela,
etc. Gracias a esa experiencia, Clementina habrá sentido esa extraña mezcla
de asombro y felicidad al ver por primera vez su nombre escrito con letras de
imprenta en una revista de la gran ciudad.
Para ello Clementina tuvo que atarse a una serie de reglas. Sus cuentos tenían
que ser pequeñas historias para lectoras porteñas con temas preestablecidos.
Historias que contaban algún conflicto, algún fracaso o alguna ilusión, nunca
muy profundos, de mujeres que vivían en la Capital. No trataban obviamente
de las preocupaciones que tendría una veinteañera provinciana en Buenos Ai-
res, pero le brindaron una experiencia singular: el desafío de escribir para un
tipo de lectores que no se le parecía, la necesidad del trabajo continuo, el desa-
fío de la letra impresa y la distribución masiva, las leyes del relato y el lenguaje
comprensibles, la vacua ilusión de que su nombre superara la prisión del ano-
nimato y el orgullo de que la gran ciudad recogiera sus trabajos juveniles. Por
fin, al final de este camino, Clementina empezaba a sentir que había aprendido
su oficio. Que ella podía ser escritora.
Pasarían varios años, sin embargo, antes de que una revelación le dijera cuál
sería su tema.
Lo ocurrido provendría de una experiencia inesperada. Los hechos pueden
haber sido así: luego de haberse probado en Buenos Aires que podía ser escri-
tora, Clementina regresó a Santiago. Tuvo allí otras experiencias importantes
en su vida, algunas dolorosas, que no interesan en esta biografía; pero al final
del camino, Clementina resolvió que quería volverse definitivamente a la gran
ciudad para continuar allí su carrera literaria. El azar –ese nombre que solemos
dar a aquellos momentos en los que se está dibujando nuestro destino– quiso
que antes de regresar resolviera acompañar a su hermana al lugar al que había
sido destinada como maestra en el monte santiagueño. Iba a ser un viaje de
despedida, una experiencia que iban a compartir juntas durante algunos días
dos hermanas lejos de su casa y de sus padres. De paso, Clementina iba a cono-
cer aquel lugar distante del que le hablaba su hermana, tan lejano y tan distinto
de la capital santiagueña y sobre todo de la gran ciudad.
Fue en algún momento de ese viaje o en la suma de momentos, experiencias,
situaciones inimaginables para ella, cuando se produjo o se fue produciendo
íntimamente la revelación. Ella tal vez primero la sentiría como una curiosidad;
luego como un extraño estupor. Finalmente, como un ahogo, casi un grito. Lo
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Cabe señalar que esta apreciación se refería a los relatos que había escrito
después de encontrarse con su tema. Su experiencia en las revistas de Buenos
Aires le había servido como un fundamental aprendizaje, pero todavía no había
podido poner en palabras el prodigioso mundo que había surgido después de
la transformadora experiencia, que se había iniciado en algún lugar del monte
santiagueño en compañía de su hermana.
Cuando invocamos la vida de Clementina, no nos parece extraño que sus
primeras páginas fueran no solo sus necesarios poemas de adolescencia, sino
su libro de cuentos La luna negra. Después de todo ella había conocido la magia
de la letra impresa en los cuentos que había publicado en las revistas porteñas.
Pero el título de aquel primer libro era ciertamente extraño. No hablaba de la
luna blanca que brillaba en el cielo, ni de la luna como el símbolo romántico
de la que se había burlado Lugones, en versos que por entonces se considera-
ban irreverentes y hasta revolucionarios, sino de otra luna lúgubre y diferente.
Cuando un sobrino le preguntó más tarde por su extraño color, Clementina
le respondió que como la suya era la luna de la tristeza tenía que ser oscura
como la noche. No en vano este libro, que dedicó a dos de sus más admirados
amigos, Horacio Rava y Bernardo Canal Feijóo, tenía un epígrafe fuertemente
significativo:
Era una frase rotunda, que describía inequívocamente el sentido de sus cuen-
tos. Clementina no habla allí historias o argumentos para dar título al libro,
sino que usa la metonímica palabra destino para subrayar la visión determinis-
ta –fatalista– que agobia la vida de sus personajes. Es verdad que un recorrido
por sus historias nos muestra algunos relatos de entonación picaresca o con
un cierto aire burlesco, que señalan siempre la superioridad de la mujer sobre
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el hombre, pero la mayoría de los cuentos están tocados por un sino trágico.
Y como en toda tragedia, sus personajes están condenados de antemano, ellos
no son dueños de sus pasos, sino que sus pasos son dueños de ellos y solo los
insensatos pueden creer que pueden escapar de su destino.
La luna negra se agotó rápidamente y tuvo el inusual destino provinciano
de su reedición. Tal vez, porque conmovió a los lectores por la autenticidad y
hondura de sus páginas. Tal vez, por su áspera forma de contar que le hiciera
decir años más tarde al novelista paraguayo Augusto Roa Bastos, que había
leído inesperadamente el libro al pasar por Santiago, que en la Argentina había
una Horacio Quiroga mujer.
Mientras esto ocurría, Clementina escribía los borradores de la que sería su
única novela: El bosque tumbado. El libro quería tener la misma entonación
que su libro de cuentos: un lenguaje áspero y personal sin concesiones y la
presentación de su mundo narrativo a través del realismo social, con el que
describían su tierra y el destino de sus gentes los escritores hispanoamericanos
que ella prefería.
El texto de la novela permaneció inédito durante más de treinta años, a pesar
de que por sus originales le habían otorgado el Primer Premio Nacional para
los libros escritos en la región entre 1948 y 1950. Y aunque Clementina sobrevi-
vió muchos años a su libro –en los cuales habrás tenido muchas ilusiones y ha-
brá escuchado muchas promesas– nunca lograría verlo impreso. Tres amigos:
Stella E. Mackeprang de Rava, Paulina Colombo Taboada y Horacio Germinal
Rava, quien escribió su introducción, lo editarían después de su muerte. La
edición tuvo además excelentes ilustraciones de su compañero de tareas Juan
Carlos García, tal vez el mejor dibujante de Santiago, que conocía muy bien sus
páginas. Para publicarla crearon el Ateneo Cultural Clementina Rosa Quenel y
ese fue el único texto que publicaron. La fecha fue 1981.
La novela originalmente iba a llamarse Las siete cabrillas o Las cabrillas, que
era la denominación de la estancia a la que pertenecen sus principales protago-
nistas. Pero la autora optó después por un título menos específico, pero mucho
más significativo. Con el paso del tiempo el texto ha perdido su entonación
primitiva. No tiene fundamentalmente una unidad de narración y el texto ini-
cia y se pierde por varios caminos. Es evidente que, a pesar de los esfuerzos
de la autora, Clementina se desenvolvía mucho mejor en los límites del relato
breve como en La luna negra. Básicamente la novela relata el devenir del per-
sonaje Silvestre Ávila, cuyo nombre tiene resonancias simbólicas. En el mundo
de aquel bosque que sería inexorablemente tumbado, Silvestre representa, de
algún modo, lo silvestre. Y la caída del bosque que aparece en el título es tam-
bién su caída.
La novela comienza con ese tema central en el pensamiento santiagueño:
había un tiempo de ingenua felicidad en el que los árboles del bosque innume-
rable estaban enhiestos. Con su caída había comenzado la tristeza y la decaden-
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cia. Era un tema que Ricardo Rojas ya había abordado en las páginas finales de
El país de la selva; que sería el tema central de El bosque sin leyenda de Orestes
Di Lullo; que Canal Feijóo estudiaría minuciosamente en numerosas páginas
de sus poemas y ensayos; que Carlos Bernabé Gómez reflejaría trágicamente en
Tolvanera, y que aparecería en muchas otras páginas. Más allá de las circuns-
tancias históricas, del desierto, que iba creando la implacable tala del obraje
en donde antes estaba el bosque, la dolorosa caída de los árboles remitía al fin
del mito de una edad de oro, al que la ignorancia y la insensata avaricia de los
hombres, fatalmente destruiría.
La Telesita
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por los años 1888, más o menos” y era hija natural de una vecina del lugar. Pero
a diferencia de la creencia popular que afirmaba que su apellido era Coria o
Santillán –apellidos frecuentes en la región– se llamaría verdaderamente Cas-
tillo, porque era hija de Felipa Castillo. Sería entonces Teléfora Castillo; pero
siguiendo la tradición popular, Clementina optó por el apellido Coria, aunque
todos la conocían como la Telesita, la muchacha que aparecía y desaparecía en
las fiestas comarcanas, poseída por la danza. Y eso era finalmente lo que a ella
le interesaba.
Pero, cuando quiso llevarlo al teatro, se encontró con un problema inespe-
rado: la historia carecía de un argumento que rodeara aquel hecho. La pasión
de la Telesita por la danza era ardiente como el fuego y ese mismo fuego final-
mente la consumiría; pero esa pasión se desataba en algún lugar impreciso del
monte santiagueño y sin ninguna razón. Ese era tal vez el mayor desafío con el
que Clementina se enfrentó: la creación de un mundo dentro del mundo rural,
en donde se cumpliera el destino de la Telesita.
El otro problema era su condición de personaje mudo, primitivo, afantasma-
do y en permanente fuga. Un personaje difícil para una obra de teatro. Entre las
diversas soluciones, siempre insatisfactorias y discutibles, Clementina imaginó
ese mundo como una serie de encuentros y desencuentros alrededor de un
tema central en la obra de Clementina: el amor en todas sus manifestaciones.
Para enhebrar esas acciones, la autora recurrió al personaje de Venancia, una
vieja campesina que mira, cuenta y revela los hechos, siempre desde una mira-
da de piedad. En este sentido, Venancia aparece en el drama como una especie
de alter ego de la autora. Ella es la que describe la pasión de la Telesita con una
entonación poética con palabras comarcanas:
alma de música es. No hay que reírse. Así. Así como unos nacen
pa ser santos… y otros pa ser sabios… y otros pa nada… la Tele-
sita baila en la inocencia (…) cuando camina parece que no pisa
el suelo…
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sido elegido dos veces como Alcalde de París y, luego, diputado por un partido
que luego desapareció).
Finalmente, la aspiración de Clementina por ver impresa La Telesita y porque
el maestro Gómez Carrillo la hubiera convertido en ballet y la estrenara en
París no se cumplió. Eran otros de los sueños de Clementina, como el de ver
impresa en vida su premiada novela El bosque tumbado. La Telesita tuvo el mis-
mo destino. Pero gracias a la fidelidad de sus muchos admiradores y amigos, el
texto original se conservó en copias que ella se encargaría interminablemente
de corregir.
El filo de la mitad del siglo, como señalamos, fue una etapa de inusitada crea-
tividad para Clementina. En esos años terminó su novela El bosque tumbado,
compuso las páginas interminablemente corregidas de La Telesita y terminó de
escribir Una boda para Ventura Saravia en una fecha y un lugar precisos: marzo
de 1950 en su casa de la calle 9 de Julio. La propia autora calificó su drama como
un “romance histórico” y lo ubicó en una imprecisa etapa entre los años 1820
y 1825. Una imprecisión muy extraña, ya que el hecho que allí trataba –el frus-
trado casamiento entre el omnipotente gobernador de la provincia y la dama
salteña Ventura Saravia– era fácilmente ubicable en la biografía del caudillo. Y
que alguien tan admirado por ella y que explica la razón de la escritura de su
drama, Bernardo Canal Feijóo, en su versión del episodio dice que Esto habría
ocurrido hacia 1825.
Como había sucedido con su novela, también la pieza dramática de Clemen-
tina dio origen a diversas denominaciones. Horacio Germinal Rava en su Pano-
rama de las letras santiagueñas de 1978 la denomina El romance de Juan Felipe
Ibarra; en una nota aparecida en el libro de poemas de Clementina, Elegías para
tu nombre campesino, de 1952, se la denomina El romance de Juan Felipe. En la
citada entrevista de Juvenilia de 1954, Clementina ya la nombra El retablo de
la gobernadora. Y en otra nota que figura en la primera edición impresa de su
novela, se la cita como El retablo de la gobernadora, se aclara inmediatamente
entre paréntesis que se trata de Bodas de Ventura Saravia. Ante tantas varia-
ciones, preferimos mantener Una boda para Ventura Saravia sin necesidad de
aclaración alguna. La obra, por otra parte, no se centra en la figura de Ibarra
como en las versiones de Rava y Canal Feijóo, sino de quien fuera brevemente
su esposa, no según la historia que hoy conocemos, sino según la tradición que
circulaba entonces.
Su tema era uno de los episodios que más había atrapado la imaginación de
los escritores de ese período. Y no era para menos: se trataba de las ocultas
razones del muy fugaz y frustrado casamiento del hombre que había dirigido
durante treinta años la vida de la provincia y había encabezado la lucha por su
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diente…? / ¿quién apoyó las palmas en el pecho del otro / para cobrar distancia?,
se pregunta con ácida ironía sin poder dar la respuesta. Lo que sigue es el final
conocido por todos: el indescifrable abandono de Ventura luego del misterio de
la noche de bodas. La volanta se aleja y el final del poema nos sugiere implaca-
blemente cómo iba a sentir Ibarra a partir de entonces, día a día, hora a hora, la
lenta e interminable soledad: Juan Felipe está solo. / Siente crecer la barba.
Años después de estas versiones, uno de los más altos escritores de Santiago,
un apasionado defensor de la figura de Ibarra, escribiría una notable biografía
novelada sobre tan alto personaje, El saladino Ibarra, a quien llama “Caudillo
invicto de la Federación”, en la que retoma el episodio y lo describe como la pro-
funda lucha interior del caudillo cuando tiene que optar entre el amor por su
provincia y el que siente por Ventura Saravia. El desenlace es altamente signifi-
cativo. Ante esta dramática alternativa, Ibarra sacrificará finalmente, como un
mártir, el profundo amor que sentía por su amada salteña para poder entregar-
se apasionadamente a su provincia. Por lo que, en uno de los últimos párrafos
de este episodio, le explica que no puede asegurarle que si se queda junto a él
tendría “una vida tranquila”.
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volanta. Detrás quedan las palabras con las que ella explicaría las razones de su
partida. En ellas confesaba que durante las escasas horas que había permaneci-
do en la casa de Ibarra
La obra se cierra con las palabras finales del guardia que dice a manera de
moraleja que
Tanto en esta historia como en La Telesita, el tema del amor está presente. En
La Telesita aparece en el encuentro y desencuentro de las parejas de jóvenes que
rodean a la muchacha enajenada por el amor a la danza. Ese extraño ser, que
poseída por ese amor, se transforma en
En este sentido los dos personajes femeninos que pinta Clementina represen-
tan el amor a la libertad. Ventura, que desprecia los honores que le esperarían
en su condición de esposa del gobernador. Telésfora Coria que, para ser total-
mente libre, se convertirá en la Telesita enloquecida por la danza, que defiende
al territorio de la alienación y su destino de fuego.
Y después…
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Bibliografía
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La Telesita
Retablo en 3 actos
PERSONAJES
CUADRO PRIMERO
(La escena muestra, al fondo, una decoración de árboles empenachados con las
últimas luces de la tarde. A la derecha, las paredes rosas –en lucha violenta con
el salitre– de una cocina de estancia santiagueña. Ventana y puertas sin made-
ras, muestran el tabernáculo del fuego encendido. A la izquierda, un mortero.
Un caballete de gruesos troncos, donde duermen o esperan algunas monturas
o cojinetes. Todas las cosas y detalles tienen el rostro campesino y anaranjado
del ocaso.
Se oye el bombo, violín y guitarra, con sordina. Es la danza, y palmoteos, del
otro lado, donde el aire debe encenderse en metamorfosis orgiástica. Al comen-
zar la vida de este mito –poesía de un pueblo– la escena está cerca de la fantasía.
Y no le extrañe al lector o al espectador…).
***
MUJER ANCIANA. ¿Sos vos la Telesita?… Vení po criatura (le hace señas con
las manos)… Ya soy vieja pa verte bien, dende lejos. Me faltan ojos, me sobran
sombras. Y velay pa la oración más, po…
MUJER ANCIANA. La finada tu mama era como… ¿qué no sabes ver las san-
tas lucias azules?... Ay, viditay… Así era la moza… ¿Qué no sabes, toditas las
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Retablo La Telesita - Cuadro primero
mozas han hecho llorar sus criaturas con mi ciencia…? Te hei visto nacer y te
corté l’ombligo… y te envolví con mucha malva y yerbabuena quemando…
MUJER ANCIANA. ¡La pobre moza… lo que habrá sufrío con la inocenta! De
nada ha valío lo que supe sahumarla con humo i chañar y lágrimas i árbol…
(dirigiéndose a la adolescente)… Vení… po… ¿qué no quieres comer alguito?...
Vo’ a ver en la cocina. Han convidao empanadillas con dulce (se encamina hacia
la cocina y entra).
MOZA 1ª. ¡Ay!... Pa’l carnaval pasao, Cosme estaba vivo… Velay, por eso no
bailo.
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MOZA 1ª. ¿No será la Telesita?... Como no sabe faltar a ningún baile… Yo le
sé tener miedo… y no me gusta muy mucho la hora… (Con misterio)… Saben
decir que en esta casa espantan…
(Moza 1ª arrimándose.).
MOZA 1ª. ¿La Telesita?... Si no hay nadie aquí… (Con miedo)… Virgen San-
ta…
MOZA 2ª. ¿No habrá soñado doña Venancita?... Aquí no está la inocenta…
MOZA 1ª. Dicen que baila alhajito… como si no tocara el suelo con los pies…
y que tiene un pelo como tordo de seda…
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Retablo La Telesita - Cuadro primero
MUJER ANCIANA. Jesús… y lo churita que es… Velay aura la hi visto mover-
se al compás del bombo… Como agüita limpia se le veían los pieses… También
li’ visto… no sé como media cegatona me tienen los años no vo’ asegurarles…
Pero se me hace que tenía un collar de tuscas, fresquitas… y redamando fra-
gancias.
MUJER ANCIANA. Vos po Zanaida sos moza entera y linda… ¿pa qué ha-
blas así?... Virgen Santísima, no es bueno darle tanto gusto a las palabras… Yo
hi vivío ya como ochenta años o más… no sé… Sabían decir que supe nacer
pa’l tiempo de unas pestes que dejaron los ranchos llenitos i velorios… De hai,
sacando las cuentas, la maistra ha calculao que hómbrio nomás los ochenta…
Bueno… ni aunque sea más… Te digo Zenaida, que no es bueno… Mirá la ino-
centa es como un alma i dios que anda errando por hai… le gusta, sí, la libertar,
se ve… ¿qué no sabes que al pájaro también le gusta la libertar y el canto?... La
Telésfora Coria, ha nacío pa llevar su agüita en la tinaja, pa andar los caminos,
pa bailar… Alma i monte dejuro. ¡No la lácica con la lengua!…
(Moza 2da.)
MOZA 2ª. ¿Linda vida no?... Porque a esta tonta le gusta lo mejor de la alegría:
¡el baile!… (se ríe con burla). Vea mama vieja. A mí me consta (se golpea el
pecho) que la Telésfora Coria anda con la boca abierta y los pies llenos llenos
de pájaros en cuanto oye la música… pero si a Ud. le da lástima, yo no puedo
contener la risa… (ríe bullidosamente). Ja… Ja… Ja…
MUJER ANCIANA. Por qué le faltas al alma inocente, Zenaida… Como para
ponerte una brasa en la lengua… y que Dios no te deje descansar en la hierba
ni te de permiso pa andar tan bien compuesta y peinada…
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MUJER ANCIANA. Y vos moza llena i brotes de rosas como tu percal, ¿por
qué no vas a la rueda del baile?... ¿Qué no es carnaval pa que se alegre tu pollera
y tu corazón?…
MOZA 1ª. Pa’l otro carnaval bailé con mi Cosme, mama vieja… (como soñan-
do). Estaba buen mozo y chispiao también… y aura ya no lo tengo…
MUJER ANCIANA. Ahahh, vos eras la novia de Cosme… ¡Mozo alhaja era!...
Yo lo supe sahumar y zarco nació…
(Moza 1ª sollozando).
MOZA 1ª. Ya íbamos a hacer el rancho… jue un mal… mama vieja… Salió pa’l
monte, cantor como zorzal mi Cosme. Era pa’l alba apenitas… Con las manos
me gritó que me quería, pasando por el cerco ande yo juntaba los ancos. Volvió
con un dolor que le amortiguaba el pecho, y con eso no más se ha ido mi Cos-
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Retablo La Telesita - Cuadro primero
me… Ya no tiene forma el baile pa mí, mama vieja, por eso, por eso…
MUJER ANCIANA. Ah, supieron decir que le han hecho mal unas brujas que
viven del breal más lejos… Dejuro alguna que con lazos coloraos y azules que-
ría atarlo a su cintura, viditay…
(Borracho)
MOZO 1°. Si la andaba buscando… Perdicita… y ligera para huir, ¿no?... Pare-
ce que no le gusta el baile…
MOZO 1°. Pa lo que ha bailao… apenitas, en una o dos vueltas hi visto las
blondas de sus enaguas… ¿No la alegra el carnaval?...
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Clementina Rosa Quenel
(Mozo 1° riendo).
MOZO 1°. Había sido preguntona la vieja… Aura me toca descansito, po… y
vengo a buscar una moza pa que me acompañe unas vueltas…
BORRACHO. ¿Vueltas has dicho?... ¿Qué más vueltas que’l tomo y obligo con
el vino purita uva… ¿Pa que quieres vueltas hi… hi… hi… con mujeres? Tie-
nen un punto más que el diablo hi… hi… hi… te han de hacer dentrar… hi…
hi… hi… pa la salamanca… y pa que salgas di haí (sale tambaleando).
(Mozo 1° alegre)
MOZO 1°. Chango agredista… andá traemelo po un vasito i vino pa doña Ve-
nancia. Si está con la lengua seca como loro… y traeme la guitarra... Vo’ a dedi-
carle unas coplas a esta buena moza.
MOZO 2°. Y yo sin poderla encontrar… Muerto de ganas de bailar unas vuel-
tas con la muchacha más donosa, y como Ud. me prometió…
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Retablo La Telesita - Cuadro primero
MOZO 2°. Dichosa la vieja. Distrae del baile a un primorcito como Ud. y nos
deja sin la mejor de las flores.
MOZA 1ª. Vamos (sale del brazo del Mozo 2do. pero mirando al Mozo 1°) con
su permiso Eloy.
MUJER ANCIANA. Mozo que anda chapiao en plata siempre tironia más pa
todo… ¿qué no sabes?
(Mozo 1° irónico)
MOZO 1°. Vea vieja, cierto es que caballo de patrón sabe correr sin parajero…
pero en el amor… eso es harina de otro costal…
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Clementina Rosa Quenel
MUJER ANCIANA. Cómo se conoce que sos mozo nuevo… Mirá pa candil,
los años viejos… an que los ojos ya anden ñeques… No te dejes ganar la de-
lantera, si la moza es de tu gusto… Que en las carreras del amor… hijo y el que
no corre vuela…
(Mozo 1° suspenso).
MOZO 1°. Yo creo que la moza no es de las que se ablandan con zarcillos de
oro y peinetas con piedra. (Bajando la voz)… y como el patrón es de los que se
santiguan el amor con percales y regalitos.
MUJER ANCIANA. Pero las mozas no se ofienden por eso, ¿no?... Mirá Eloi,
yo no soy dominanta… pero te digo que los dulces no son vinagre para nadie…
Y a más… la moza es arbolito tierno… y puede ladiar…
(Mozo 1° brusco).
(Mozo 1° amable).
MOZO 1°. Así es doña Venancia… a veces las coplas le ponen a uno espuelas
de ilusiones… Amor ventajero, es amor de triunfo, dice usté… a lo mejor... a lo
mejor… Pero, aura ella se ha ido con él…
MUJER ANCIANA. La moza es triste… y anda como ánima en pena con los
recuerdos… Vos que tienes la guitarra y tus coplitas, anímala po…
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Retablo La Telesita - Cuadro primero
MOZA 2ª. Ay… sos vos Eloi… ¿qué tan alejado del baile?...
(Mozo 1° arrimándose).
(Mozo 1º decidido).
MOZO 1°. Será po una moza de percal morao que me lleve pa Dios o al Diablo,
entre zambita y gato… (ríe después meloso) ¡ay mi churita!…
MOZA 2ª. Hablas como tu guitarra no más Eloi… segurito que tiene cascabel
de víbora. Ya me has convencido.
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Clementina Rosa Quenel
vino!…
MOZO 1°. De verte tan morena y tan linda, con el pelo con olor a flor del aire,
y esos ojos que parecen dos estrellas sacadas de las manos de Dios… ¡Ay Ze-
naida, me estás haciendo alegrar!… Me han dicho que lavas tus batas a la orilla
de la represa a la hora que brilla el sol y que te arrodillas en el agua con el pelo
suelto pa mojar tus trenzas… ¿es cierto eso?
(Mozo 1º).
MOZO 1°. Yo conozco otra que dice: Para qué me has dicho
Que tuya no más voy a ser
A uno y a otro andas queriendo
El corazón me haces doler
Ja…ja… Y viene bien porque son muchos los que suspiran junto a tu rancho.
Pero vamos al baile (se alejan tomados del brazo).
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Retablo La Telesita - Cuadro primero
ÉL. Si la luna ya se está levantando po… y me has dicho que a la hora que salga
me has de besar…
ELLA. Si apenitas se ve la luz… ¿pa que te apuras?...
MUCHACHO. Bailas lindo, Telesita… Dicen que sos inocenta… Te vo’ a can-
tar (canta la copla de la danza que se escucha).
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MUCHACHO. ¿Y no le has visto los bigotes de don Juan el zorro? ¿Pero vos de
ande has venío?... ¿del monte?...
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Retablo La Telesita - Cuadro primero
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MUJER ANCIANA. ¿La Zenaida… con los volaos… como llamas?... Dejuro
pa la salamanca.
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Retablo La Telesita - Cuadro primero
EL VIEJO. …Ella… ella… La Zenaida…. Oiga vieja (guiña los ojos) con estos
ojos yo la hi visto tentar…
EL VIEJO. Vieja tinterilla… tirando varillazos… (en el foro se topa con un mozo
y se alejan juntos).
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MUJER ANCIANA. Y dice… que vive en el monte… comiendo solo las fru-
tillas… Lleva la tinaja llenita de piquillín y mistol… ¿No sabrá tener miedo?...
MUJER ANCIANA. Sí viday… como vos te juistes con el otro... Eloi se jue con
la Zenaida.
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Retablo La Telesita - Cuadro primero
MUJER ANCIANA. Sabe haber un baile que llaman escondido. Hay cantan
“Salí lucero salí…”.
MOZA 1ª. Yo no soy arisca con Eloi, doña Venancia. Pero usté ve como me
persigue don José María…
MOZA 1ª. Si viene, dígale… que yo no quiero que me acompañe pa casa don
José María... que le tengo recelo... y a más, mama vieja, como no hi bailao ni
una vuelta con Eloi...
MUJER ANCIANA. Que sos una tonta... po... Hermosa, igualita a la copla de
estos montes sos... ¿y qué no sabes que’s miel la boca de una moza?... (deshuesa
una risa larga, escondida)... Tené paciencia... te han de buscar... Yo sé mucho...
Pa algo soy vieja, ancha i dolores, si no vo’ a saber las cosas del alma... ¿Te crees
que no hi sido moza... allá pa lejos, pa los años?... No debalde cada arruga me
ha costao una bolsa de esperiencia... Mirá: la estrella pa ser estrella no tiene que
caer nunca…
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MOZO 2°. Hasta el fin del mundo la iba a buscar… ¿Quién le dio permiso para
escapar... arisca?... Fui a traer serpentinas… (se arrima a la moza y la enreda
con serpentina)…
MOZA 1ª. Sí… jue pa respirar que salí un rato… ¡Con tanta calor!... Y el humo
de los estruendos…
MOZO 2°. Es tan linda la prenda que no la pierdo de vista... ¿Sabe que cuando
tomo gracia en sus castañetas me parece que ya soy su dueño?...
BORRACHO. ¿Cuántos vasos... hi… hi... has tomao ya?... Pa tomar gracia...
hi... hi... vaya con la gracia... hay que tomar en lo morao del vino... ¡qué diablo!...
MOZO 2°. ¡Sabrá decir zonceras el hombre con vino!... Vea que estoy floreán-
dome con la muchacha más linda del pago... ¿No le parece, vieja?...
(Mozo 2do.).
MOZO 2°. La vieja habla bien… ¿pero se ha fijado que la moza anda triste?...
51
Retablo La Telesita - Cuadro primero
MOZO 2°. Vieja con más dichos que Ud. no conozco... Hacen falta muchas
viejas como usté... Voy a mandarle una alojita... ¡y de la especial!…
MOZO 2°. A la Telesita, sí que le gusta el baile… Dicen que amanece bailan-
do… ¡como si tuviera cuerda! Qué delirio el de esa pobre….
MUJER ANCIANA. Alma de la música es… No hay que reírse... Así... así...
como unos nacen pa ser santos... y otros pa ser sabios... y otros pa nada... La Te-
lesita baila en la inocencia... Yo sé decir. ¡No sé!... ¿Se han fijao, cuando camina
parece que no pisa el suelo?...
(Mozo 2do.).
MOZO 2°. Razón tal vez tenga la vieja. A mi abuelo le oí decir que todos los
pueblos tienen su santo inocente. ¿Pero se han fijado que ese aire bobo, con que
carga la tinaja parece que se deshace cuando oye la música?...
(Moza 1ra.).
MOZA 1ª. Mi tata dice que la Telesita anda con pasos de pájaro... y que las cor-
zuelas la siguen como a un río maso... Y que hasta el crespín la sigue sin su lloro.
52
Clementina Rosa Quenel
(Mozo 2do).
MOZO 2°. ¿Pero sabe vieja que es conversadora?... Y lindo habla... Y vea aquí
mi buena moza sin bailar... ¿Vamos Malva?...
(Moza 1ra.).
MUJER ANCIANA. ¿Pa que vo’a seguirlos?... Solo con ojos i murciélago... An-
53
Retablo La Telesita - Cuadro primero
Telón
Fin del cuadro primero
54
RETABLO “LA TELESITA”
CUADRO SEGUNDO
PERSONAJES:
Moza I
Moza II
Adolescente del cántaro
Mozo I
Mozo II
El borracho
El viejo
El muchacho
Coros, bailarines, grupos campesinos
CUADRO SEGUNDO
*****
(Algunas voces).
(Cantos en coro).
CORO.
Kacharpaya, Kacharpaya;
despachala que se vaya
que se pierda, que se vaya
lleva en la pierna la marca…
(Voces).
CORO. ¡A enterrarla!…
56
Clementina Rosa Quenel
(Cantos en coro).
CORO.
Ya se ha muerto el carnaval,
ya lo llevan a enterrar,
échenle poquita tierra
que se vuelva a levantar.
MOZA 2ª. ¡Qué cosas hablas!... Pero decime... ¿amor nacido con cenizas de
carnaval sabrá ser duradero?...
(Mozo 1º evasivo).
MOZO 1°. Pura alegría, como el carnaval no más. Velay el alba… (muestra el
cielo). Vení… antes que vaya vo’a juntarte un collarcito de hojas llenas de agua
clarita... Quiero verte adornada con cuentas de luz…
(Moza 2da.)
MOZA 2ª. Sí vamos Eloi… Tienes miel en la boca para hablar. Yo también
quiero ver como la noche se hace pedacitos con el relumbre del día, a tu lado...
(marchan enlazados).
(Voz de él).
ÉL. Bah, ¿no te das cuenta que me has robao el corazón y me has enredao a tus
57
Retablo La Telesita - Cuadro segundo
prendas?... Si sos linda como un cielo con estrellas… Y cuando bailas, tu pollera
me parece una flor ¡achalay!...
(Voz de ella).
(Voz de él).
ÉL. Tiempo hay para todo. Vamos, vamos para despedir a la kacharpaya… Ahí
te vo’a decir... Y acordate que ni me has besao... La luna ya ha entrado…
(Voz de ella).
ELLA. Bueno. Vamos (suspira y se vuelve con bis cómica hacia el público). Puede
ser que tronando llueva, porque sino mi mama va a decir que gastas los ruedos
de mi pollera sin sacar compromiso.
(Voz de él).
BORRACHO.
Unos ojos estoy viendo
Por esos ojos me muero
Y me dicen que tiene dueño
Así con dueño los quiero...
(Moza 1ra.).
MOZA 1ª. ¿Por qué no busca otra compañera pa la firmeza don José María?...
Yo apenas sé las vueltas…
(Mozo 2do.).
MOZO 2°. Ni así la suelto... ¿Para qué quiero baile sin moza a mi gusto?... Si me
58
Clementina Rosa Quenel
(Moza 1ra.).
MOZA 1ª. Si es su gusto... Pero vea que ya está amaneciendo. Y yo estoy muy
cansada y con los ojos medio cerraos del sueño…
(Mozo 2do.).
MOZO 2°. Y si viera qué lindos son sus ojos a esta hora. El lucero que se va ha
venido a dormir el sueño de sus pestañas... ¡La quiero Malva!... y si usté no me
correspondiera…
(Moza 1ra.).
(Mozo 2do.).
MOZO 2°. ¡No me mire así, Malva!... ¡Ramito de menta es de los pies a la cabe-
za!... ¡Y no hay otra igual a usté!...
(Moza 1ra.).
MOZA 1ª. Se le hace nomás… Don José María. ¿Vamos?... quiero ver como la
entierran a la kacharpaya. Dicen que no hay que enterrarla hondo... pa que se
vuelva pronto con sus alegrías…
(Mozo 2do.).
MOZO 2°. Como usté quiera... ¿Vamos entonces?... (se alejan tomados del brazo).
BORRACHO. Así... anda uno... tontiando... hi… hi... cuando le cree a una
moza... hi… ¡hasta qué diablo!... la paloma... hi... hi... se haga víbora… se le
enrosque… y lo pique... ¡y qué diablo!... solo el vino lo hay acompañar… a
uno... hi machao… machao... (ríe sarcástico). Más machao... es el enamorao...
(se dirige tambaleante hacia el grupo). Luego, volviéndose, con el índice hacia
arriba, habla a un imaginario oyente)... machao... ve... pa que me des la razón…
ve... la macha es un trompo... ande uno pega las vueltas... a juerza i vino... ve…
(siempre con el índice hacia arriba)... a juerza... de bueno… hasta que machao…
59
Retablo La Telesita - Cuadro segundo
(El viejo).
60
Clementina Rosa Quenel
EL MUCHACHO. Con esas crines largas que tiene como se habrá parecío a un
bicho… ¿qué no?...
(El muchacho).
(El hombre).
61
Retablo La Telesita - Cuadro segundo
EL VIEJO. ¿Pa ande los habrá llevado el lucero del día?... La Zenaida…
(El muchacho).
(El viejo).
EL VIEJO. Tiene razón, muchacho. Vamos. Puede ser que yo también entierre
hay mis ojos pa no ver más…
MOZA 1°. …¿para qué habré tomao esa aloja?... Tengo brasas en las sienes...
(suspirando, se topa con un recuerdo)... ¡Qué lástima!... Las coplas de Eloi...
(quiere hacer mutis, pero llega corriendo el mozo 2do).
CORO.
-Kacharpaya, kacharpaya;
despachala que se vaya
-Que se pierda, que se vaya
62
Clementina Rosa Quenel
Ya se ha muerto el carnaval
ya lo llevan a enterrar
échenle poquita tierra
que se vuelva a levantar…
EL MUCHACHO. Hiujujuu…
63
Retablo La Telesita - Cuadro segundo
(El viejo).
EL VIEJO. Más mejor es una inocenta... que una que anda tentando…
Telón lento
Fin del cuadro segundo
65
RETABLO “LA TELESITA”
CUADRO TERCERO
PERSONAJES:
MUJER ANCIANA. Si tiene que venir po antes de que dentre el sol... Cuando
pasó esta mañana pa la Sebastiana, me supo decir, dejuro sabiendo que ya no
puedo moler, que a la oración iba a volver trayéndome un poco de maíz molido
pa la mazamorra… Esperala no más... (se sienta sobre la cabeza de vaca, con el
huso en la mano y comienza a hilar una lana).
MOZO 1°. ¿Está segura doña Venancia?... Vea que ya voy pa mojón, un rato
largo... no me desanimo, pero…
MUJER ANCIANA. Mozo que quiere luz, que espere el sol... ¿Y de cómo has
llegao hasta aquí?...
(Mozo 1ro.).
MOZO 1°. De lejitos viene mi curiosidar... Y como ando con la espina clavada…
(La mujer anciana, con los ojos bajos y las manos ufanas
en el hilado).
MUJER ANCIANA. Tienes cara i desvelao... Si, el amor sabe ser como brujería…
MUJER ANCIANA. Dejuro que se hai alegrar… digo yo… Mirá que pa’l entie-
rro de carnaval me supo preguntar por vos… viniendo de la rueda del baile...
Y como vos te habías ido con la Zenaida... yo le supe decir dejuro que estabas
en la Salamanca…
MOZO 1°. ¡Qué vieja pícara esta doña Venancia!… No tiene desperdicio esta
mama vieja... ¿De ande ha sacao esa ocurrencia, digame…?
68
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
MOZO 1°. ¡Mal me ha hecho quedar con la Malva... diciendo eso, vieja...!
MOZO 1°. Lindo vieja, lo que habla… ¿Pero qué no sabe que el hijo del patrón
la persigue mucho?... Y es de desconfiar... del corazón de la moza…
MUJER ANCIANA. Eso es verdad. La casa i rico sabe tener mucho poder tam-
bién… Pero no es bueno olvidarse qu’el enamorao sabe tener virtú de brujo...
Y si vos, Eloi, andas enamorao... Ve... me acuerdo de una vez, un mozo… Eze-
quías se llamaba... me andaba queriendo pa flor de su corazón... y bueno... un
día, que fue pa la ciudad, me trujo de regalo un clavel... y juntando con un
melón de cerco, se me arrimó diciendo: moza, ahí tiene la llama y la lluvia que
yo hi querio juntar pa darle con mi amor…
MOZO 1°. ¡Ahijuna!... No había sido poquito el mozo ese... ¿y usté qué dijo
vieja?...
69
Clementina Rosa Quenel
MOZO 1°. Así es, mama vieja. Yo andoy clavándome en las espinas del amor...
Y la quiero a la Malva... ¡Quién sabe si las intenciones del otro son iguales a las
mías!… Yo la quiero pa que sea mía y la bese adelante de todos, con sacramen-
tos juraos... Yo la quiero pa eso... y me da rabia que el hijo de un patrón la tenga
malas intenciones... si... (levanta un puño) soy capaz…
MOZO 1°. ...sí… si usté sabe mama vieja... Usté sabe qu’es picaflor… y que ya
ha marchitao muchas flores... La Malva es alhaja... y le gusta... lo veo cómo da
vueltas por el rancho de ella... Lo veo, haciéndose sombras en los molles, espe-
rándola pa atajarla… y hablarla...
MOZO 1°. Pa... mí... y lo que la veo siempre triste... no lo hay querer... Pero ya
no puedo vieja… Hay que saber la verdá... Por eso hi vinío… (Vuelve la espalda
a la escena. Observa el callejón)... Solo que ella lo quiera. Entonces (apesadum-
brado)... bueno vieja… (cambiando de pronto). Vo’a dar una vueltita po el cerco
pa rastriarle su cabra baya... ¿no?... Quién sabe si no anda por ahí no más bus-
cando brotes verdes… Como ya hay seca... Cuando irá a llover…
MUJER ANCIANA. Dios te pague, m’ijo. Mirá que hei quedao sin mi leche-
rita... Dende esta mañana que no la hallo por los cercos... no sé si no hei visto
70
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
bien... como tengo apagosos los ojos... Acordate que mi cabra es mi lechera... y
pa decir lo que’s cierto, también la hija que me acompaña... Solo mingarle algo
me falta (con pesar)... tanto me sirve ese animal… Sí está bueno que la busques
hijoy…
(Mozo 1ro. se va por la izquierda).
MUJER ANCIANA. Perdé cuidao. Ya hai venir aurita... (Se levanta y entra a la
boca del rancho).
MUJER ANCIANA. ¡…ah! ¿Quién anda?... ¿Qué sos vos Telesita?... (Se detiene
y la mira cariñosa, ¿qué estás viendo en la guitarra?... ¿Los pañuelos blancos de
la zamba?... ¡Inocenta!... Mirá, vo’a convidarte con arrope que es pa hacer agua
la boca, pura azúcar y miel... Esperate... (Entra de nuevo en el rancho).
71
Clementina Rosa Quenel
72
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
(La campesina).
(La campesina).
(Moza 2da.).
(Moza 2da.).
73
Clementina Rosa Quenel
MOZA 2ª. No... no la hi visto... Hace rato oi lejos una guitarra... (Acaricia la
guitarra).
MOZA 2ª. ¡Ahá… bueno!... ¿No sabe doña Venancia pa ande habrá ido?... Un
favor me haría…
MOZA 2ª. Vea mama vieja... hace muchos días que no llega Eloi pa mi casa...
Se ha perdío de golpe... No sé qué le andará pasando. Tardecita iba pa’l mate
toditos los días... Y como yo... (se anuda los lazos rosas de la bata)... y como yo...
y él… andábamos queriéndonos... ¿Se acuerda de la noche del entierro del car-
naval?... bueno... dende esa noche... después que la han tapao a la kacharpaya,
me supo besar y…
78
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
Vestido azul te veo, como pa decirte que sos un cielo gritón llenito i coyuyos…
MOZA 2ª. Debalde vieja la lisonja... Yo lo quiero a Eloi... de cuanta que lo ven-
go queriendo... Andoy sufriendo por culpa de él…
MOZA 2ª. Usté no sabe mama vieja de algún yuyo de poder pa…
MOZA 2ª. Eso busco, doña Venancia... Usté hai saber... He vivío tanto, que
tiene que saber... Yo lo quiero pa mí sola... pa hacerle un nudo en el corazón
pa que sus ojos me miren en la guitarra y me abracen... (suspira). Andoy... por
clavar una espina de quimil en un muñeco pa tenerlo seguro…
MUJER ANCIANA. ¡Bah mujer como vos!... ¿qué necesidá tiene de eso?...
¿Qué no te has mirao la cara?... Pa gustar no hay otra cosa... Yo te aconsejo…
Zenaida…
75
Clementina Rosa Quenel
MOZA 2ª. ¡No es pa jugar que le pido su saber, vieja!... Andoy triste... y ena-
morada pa colmo…
(La mujer anciana intencionada).
MOZA 2ª. Con Eloi... Con Eloi... Doña Venancia... (Mirando hacia el callejón)
no sé quien viene... ¿Será visita para usté... a ver?... parece la Malva... ¡uy la que
se hace la viuda triste!... me voy... Piense doña Venancia, mañana vo’a venir
pa pedirle el yutito de poder… ¿no?... Adiós… ¡Ah no diga a nadie lo que lei
contao!... (se aleja rápida por la izquierda). Vo’a fijarme si la baya anda en las
majadas…
MUJER ANCIANA. Dios te premie, m’hija... Con esto vo’a parar mi olla...
¿Qué no sabes que mi cabra, se me lo hai perdío?... ¿Quirá ser de mí, si no la
hallo?... Lechera... y a más, como hija pa la compaña... Dejuro se ha ido dicien-
do que va a buscar los dos cabritos que lei vendío ayer... (de repente cambiando
expresión)... ¿qué no sabes quien ha estao aquí?... Mira po la guitarra.
76
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
MUJER ANCIANA. Mozo que anda queriendo a una moza no sabe errar el
camino. Ite con los ojos pa lao el cerco… ¿qué no le ves?... Yo no lo hei poder
divisar porque ya sabes que se me va haciendo peña la vista... Pero ya hai de
volver... ¡velay la guitarra!... (ansiosa). Anda celoso del hijo del patrón, que dice
que te pastoria…
MOZA 1a. ...y qué ¿se ha acordao de mí, mama vieja?... ¿Ha quedao en volver...
aura…? (con pena) ¿y si no vuelve…?
MUJER ANCIANA. Dentrá... dentrá..., no sé si será don José María... (se pone
a hilar)…
MOZO 2°. Digame vieja… ¿No ha venío por aquí la Malva Céspedes?... Al
pasar... don Juanico el tata, me dio un mensaje para ella... y como para estos
lados la vi venir…
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Clementina Rosa Quenel
MOZO 2°. ...¿y esta guitarra, doña Venancia?... (la señala con la mano).
MUJER ANCIANA. Que le vaya bien... (al estar sola estalla en risas)… el diablo
sabe por viejo y no por diablo... Salí muchacha...
MOZA 1ra. ¿No habrá maliciao?... (no cesa de mirar en dirección al cerco)…
Qué… si me parece que aquel que viene es Eloi… (alegre, se acomoda volados
y pañuelo).
ELOI. ¡Bueno la voa rastriar!... (Deteniéndose, señala) velay lejos están humian-
78
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
MUJER ANCIANA. Oíme... vos sabrás... a cuál querés... uno tiene casa i rico,
pero anda con talero en la mano, l’otro es pobre... pero la guitarra no más tiene
en los brazos... (entre dientes, agachando la cabeza)... ¡Virgen Santísima! Ya está
aquí Eloi…
MOZO 1°. Dichosos los ojos que la ven, niña. Mire que le queda alhaja ese
pañuelito celeste... (soñador)... Ah doña Venancia... no hi hallao ni rastros de
su cabra...
79
Clementina Rosa Quenel
MOZA 1a. Cuanta que loi visto Eloi... Dende el entierro de Carnaval... Como
usté se jue de la reunión con la Zenaida...
MOZO 1ro. Pa dar unas vueltas jue no más... Y como usté se jue con el hijo
del patrón…
(Mozo 1º sutil).
MOZA 1a. Muy mucho... (reaccionando con mirar dulzón)... ¿Y las coplas que
iba a cantarme?...
MOZO 1°. Las coplas, así como vienen... se van... ¿no sabe…?
80
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
MOZA 1ra. Yo no hi querío ofenderlo… Jue porque... don José María... me exigía…
(Mozo 1º de súbito, quiebra la música y se acerca a ella).
MOZO 1ro. Pa que mentirle... Malva... (con pasión) me dejó como apuñaliao
cuando se jue con él... Y aura lo veo pegao a sus polleras... me arde la rabia...
si supiera dende cuando la quiero... (vuelve hacia la guitarra). Esta sabe dende
cuanto…
MOZO 1ro. A las vueltas andoy pa verte... Hecho un quimil... lleno de espinas
de celos y dudas... Y cuando... al otro lo veo plantoneao todito el día, vaciándole
el agua de la boca cuando te ve... y te habla…
81
Clementina Rosa Quenel
MOZA 1ra. Soñando con unas coplas hei quedado dende el carnaval…
MOZO 1ro. Si es cierto eso... huyamos juntos aura... aura nomás... Nos hai
echar el sacramento el primer cura que se pinte por ahí... Ve, como a esas torto-
litas que las sigue el cazador, te veo... y es mejor como te digo vamos... (Queda
expectante).
MOZA 1ra. Aura sabes que te quiero, Eloi, ¿pa qué eso?...
MOZO 1ro. Andoy lleno de ideas tristes... y me dice el corazón que algo nos va
a separar... si no te llevo aura... Vamos... viday…
(Moza 1ra.).
MOZA 1ra. Y velay... ¿de qué otro modo me vas a querer, Eloi?...
(Mozo 1º).
82
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
(Mozo 1º).
MOZO 1ro. Cuando sepan tendrán que alegrarse con el corazón entero, vidi-
tay. Cuando una moza se va para hacer su nido, siguiéndolo a un mozo, como
Dios manda... es pa albricias... y no pa lloros ni velorios... y yo… yo... no soy
vivioso... ni viejo... ni de malos tratos... (levanta la guitarra) y te quiero, como
a esta que la llevo en mi sangre... (cambiando de tono)... lo único soy pobre…
MOZA 1ra. Por eso no… pobre era también Cosme... y lo supieron querer po
mucho.
83
Clementina Rosa Quenel
MOZA 1ra. Bueno... me voy con Eloi, mama vieja... Veale en la cinta del som-
brero lleva un gajito verde… Ah, le hizo decir mi mama que siempre le iba a
mandar el triguillo (casi en secreto)... ya ha floreció mi corazón, mama vieja. El
Cosme me dejó, y pa siempre, por eso, vo’a ser la mujer de Eloi.
MUJER ANCIANA. Toma este hayruru, pa que te dé suerte… Saben decir que
tiene poder pa la felicidá... ¿Pa qué la quiero yo?... Sabía pensar que si la echan
conmigo en la tierra, hay brotar una plantita pa recuerdo de la vieja Venancia...
(agacha la cabeza)... cosas de vieja nomás... Vayan que ya está cerrando la ora-
ción... (la pareja se aleja por el foro, lentamente muy juntos).
MUJER ANCIANA. ¡Por fin han hallao los trancos de la dicha!... ¡...ah!, años
mozos... igualitos a manojitos de piquillines dulces…
84
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
MUJER ANCIANA. Más mejor es perdonar. Muchas veces el que quiere enla-
zar sabe morir enlazao. Yo que vos buscaba otro árbol pa sombra y semilla…
MUJER ANCIANA. Mirá. Sabe haber mucho árbol de raíz podrida. Pero has
de encontrar también el árbol ancho, donde se juntan las mozas y los coyuyos
pa moler las vainas de las algarrobas…
85
Clementina Rosa Quenel
UNA VOZ. Los que vienen del breal han traído la noticia. Dicen que el monte
está ardiendo... Vean como se enciende el cielo pa allá…
(Otra voz).
(Voz primera).
(Otra voz).
OTRA VOZ. Dice que uno estaba hachiando por ahí cerca, ha visto el humo...
y que cuando se ha arrimao, ha encontrao a la Telesita ardiendo…
(Nueva voz).
NUEVA VOZ. Pa lao del breal, ¿pa dónde saben juntar mucha miel?... Hay es
la quemazón.
(Voz primera).
VOZ 1ra. ¿Habrá andao buscando el viento pa saber dónde había música?...
(Voz segunda).
86
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
VOZ 2da. Ya los caranchos, como un luto, dicen que andan espiando…
(Voz tercera).
VOZ 3ra. ¡Ay...! Vean el monte prendido... ¡y cómo corren las llamas para este
lado!...
(La mujer anciana sale del rancho. Oye las palabras finales
y se aprieta la cabeza con ambas manos. Mira al callejón
y se acerca al grupo de campesinas. La escena se nimba
de rojo y caen chispas que el viento y la luz desmenuzan).
VOZ 1ra. Sol alto, uno que estaba hachiando ha visto humiar… Cuando se ha
arrimao al olor... se ha encontrao con la Telesita en llamas y corriendo pa las
ramas del montecito...
(Voz segunda).
VOZ 2da. ¿Qué no sabe ver ese breal ande hay mucha flor y mucha miel?...
Bueno... por ahí. Parece que la inocente hizo un fogón grande, ¿pa qué sería?...
Y con eso, se le han queamo los vestidos…
(Voz tercera).
VOZ 3ra. Tal vez, desvelada de algún baile se ha dormío sobre el fuego.
88
Clementina Rosa Quenel
(Un viejo).
UN VIEJO. ¡Tenía que dar ese fin la Telésfora Coria... le gustaba ver el colorao
de la llama!... Yo la vi una vez… Una tarde que olía todo el verano y el chañar.
Estaba con los ojos abiertos sobre el fuego... Parecía que estaba soñando o oía
algo…
(Un hombre).
UN HOMBRE. ¿Una tarde de diciembre, cuando las vainas del algarrobo lar-
gaban el primer gusto de la fruta?... ¡Me acuerdo que los arboles estaban coro-
naos de coyuyos! ¡Tenía los ojos grandes así!... y húmedos... Como una inocen-
cia en el mirar. Yo de lejos no más la espié recelándole…
(Un hombre).
(El hombre).
(Un mozo).
MUJER ANCIANA. ¿Me has hallao mi lecherita?... hijoy. (Lagrimea y se seca los
ojos)… ¡Velay yo no la veo! ¿Será que mis ojos ya son tierra, dónde me las hallao?...
89
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
MOZA 2°. ¡Doña Venancia!... ha visto mi desgracia... (se abraza a la anciana y llora).
(Moza 2da.).
MOZA 2°. Ahí está viniendo don José María. Se han topao con Eloi, allí. Se han
enredao en palabras, con los corazones agitados y los puñales en punta. Desde
mi rancho los divisé. La Malva los ha querío separar, pero Eloi le ha ganao la
delantera y le ha quitao el arma… Montando sobre el lobuno de don José Ma-
ría, con la Malva en ancas, se ha perdió cruzando el camino de fuego.
90
Clementina Rosa Quenel
(Mozo 2do.).
MOZO 2°. Tiene razón vieja, andaba con los ojos cerrados. Y sin ver que aquí
hay otras mozas como para que los pájaros vengan a cantar en sus manos. (Mira
con intención a Zenaida) y esta moza parece que también ha perdido la rama
de su nido…
(Voces asombradas).
VOCES. ¡MILAGRO!
91
Retablo La Telesita - Cuadro tercero
MUJER ANCIANA. Vean. Vean… La luna está abriendo como un rosal blan-
co, lejos... No es ella… No es ella…
(Voces asombradas).
(El muchacho).
MUJER ANCIANA. ¿No ven que la baya ha aparecío ahí llamada por la Tele-
sita?... Dicen... que toda cosa inocente tiene el alma de la música, pa arrimarse
a Dios… Es un milagro patente. ¿No ven que la Malva ha encontrao el remedio
pa su corazón triste?... ¿Y don José María ha vuelto los ojos pa’l camino de las
estrellas?... ¿Y la Zenaida ya no llora y me apreta juerte las manos?... No ven
el milagro... La alma de la Telesita se ha hecho fuego más alto que el árbol...
Vamos a buscarla… Vean… (señala)… la luna ya cae como una manta de rosas
blancas... Vamos con las velas…
93
Clementina Rosa Quenel
Telón
Fin del retablo “La Telesita”
94
Una boda para Ventura Saravia
Romance histórico en 3 actos
El Romance de Juan Felipe
PERSONAJES
(La escena muestra el patio inferior de una casa de campo de época colonial.
Atardece sobre las paredes blancas. Toda la ficción descansa en aire dramático
de tiempo de malón y anarquía. El foro se abre hacia izquierda con pesado por-
tal de atravesaños, de maderas nobles y herrajes. Hacia la derecha, ventanas de
rejas, baja, ornada de malvones encendidos, y hacia el mismo lado, entrada a las
habitaciones con amplio arco. En el centro, y en primer término, aljibe y árbo-
les, a cuya sombra sueña la pereza dulce de sillones y mecedoras. Al levantar el
telón se ve a un hombre joven, vestido pulcramente a la usanza criolla de época.
Ocupa el sillón más distante, cerca de una mesilla. Escribe nerviosamente, con
el pensamiento abstraído en las palabras).
(Se oyen voces afuera, risas y luego entra Carmen. Hay al-
gún alarde en la pechera y mangas de blondas de su traje
de época, que escapa un tanto del marco campesino. Al
ver al joven, se muestra sorprendida).
97
Clementina Rosa Quenel
98
Una boda para Ventura Saravia - Acto I
(DICHOS Y VENTURA)
99
Clementina Rosa Quenel
DON MATEO. (Saludando a Payo). ¿Has llegado ahora? ¿Qué tal las cosas en
el Remancito? (Protestando, al advertir que este se marcha). ¿Cómo? ¿Te vas
Payo? Y yo que contaba contigo. Hay una novedad en la casa…
PAYO. (Áspero). Perdone don Mateo. Ya volveré otro momento para darle
cuenta de sus intereses. Tengo aún el caballo ensillado…
DON MATEO. (Con simpatía). ¿El potro moro? Una luz, un relámpago… (di-
rigiéndose a los milicianos). De mis haciendas. Bueno, luego estará completa-
mente a tu disposición… (tocándole el hombro con afecto). Pero, espera. Estos
100
Una boda para Ventura Saravia - Acto I
señores son los comandantes del gobernador. Este joven, ya lo ven ustedes, tan
cumplido y amigo, es de la casa… Buen muchacho ¡y macizo para el trabajo!...
PAYO. (Rígido). ¡Buenas tardes, señores!... (Se aleja a grandes pasos).
DON MATEO. (Llevando las visitas hacia los sillones). Pasen. Pasen. Tomen
asiento. Todavía tenemos unos rayitos de sol. Y este patio con su árbol es una
gloria, amigos míos. Les aseguro que paso unas horas espléndidas aquí. En el
verano, lo que hace falta: ¡aire fresco! En otoño, el aire tibio se echa encima. En
las mañanas una pajarería suelta, un cielo tan claro y limpio… La verdad, tengo
la mirada feliz en todo esto…
COMANDANTE 1º. Motivos suficientes tendrá mi coronel para aquerenciarse
tanto…
COMANDANTE 2º. La estancia El Carmen es un oasis en estos lugares. Nada
le falta. Hasta buena agua…
DON MATEO. (Complaciente). ¡Así es… así es! El trabajo me ha servido mu-
cho también. Y no crean, la soledad me ha puesto a prueba más de una ocasión.
Porque, amigos míos, aquí uno aprende que mandil y molino se consiguen con
las manos en el bendito del trabajo.
COMANDANTE 1º. He oído que tiene buenos campos y buenos rebaños…
DON MATEO. Sí. Cuando por ser justicia y en mérito a los servicios prestados
por mis mayores supliqué del Virrey la merced de estas tierras, allá por el pico
de 1805, estos eran desiertos que los indios tenían en gran perjuicio. La verdad,
mucho árbol y poca agua, en pena… Pocos lugares donde aprovechar remansos
también. Y agua para pozo de balde como esta (señala el aljibe) no van a en-
contrar por aquí… Por lo que yo me dije: ¡Pues de este redondo no muevo mi
casa!... Desde luego, mis buenos pesos me viene costando aumentar puestos. La
majada sobra… Pero estamos expuestos día y noche con los indios…
COMANDANTE 2º. Debe satisfacer al señor Coronel tal progreso…
DON MATEO. Cierto que estas fronteras de Santiago y Córdoba se hallaban
tan despobladas que ni del paso de carretas se sabía que hablaran de adelan-
tamientos. Y pensar que ahora no pasa una primavera sin que el maíz eche
macollos. Y el trigo, cuando llueve, del altor de un mozo. Con unas espigas
así… (Dirigiéndose a Joaquín, quien ha permanecido todo este tiempo, silencioso,
a un lado)… Joaquín harás servir unos mates a estos comandantes. Y les avisas
a las niñas…
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Clementina Rosa Quenel
JOAQUÍN. (Respetuoso). Bien está mi amo. Haré cebar el mate con la Tomasa.
Las niñas, mi amo, deben estar en su rezo del Rosario… (se aleja, lentamente)…
DON MATEO. ¿Y mi buen amigo el señor gobernador, cómo está?
COMANDANTE 1º. Ansioso y en espera de la novia. Pero para dar puntual y
debido cumplimiento a la misión, hemos de declararle que en este sobre (saca
de los forros de la chaqueta un largo sobre blanco con sellos de lacre) el señor
gobernador ha extendido documento para la licencia y casamiento por poder.
Léalo usted…
DON MATEO. (Recogiendo el sobre, saca sus anteojos y lee en silencio). Hon-
rado me siento con la elección del señor gobernador a quien Dios guarde…
COMANDANTE 2º. A instancias del señor gobernador, esta carta para doña
Ventura…
DON MATEO. (Sonriendo satisfecho). ¡Pues sí…! Que don Juan Felipe está
enamorado… Escribiendo esquelitas tiernas, ¿eh? ¡Ah, la sangre moza! Luego
entregará usted la tal misiva a doña Ventura, que ha de latirle el corazón a ella
también…
COMANDANTE 2º. Cabal, mi señor don Mateo… Y a más suplica nuestro
gobernador, que a ser posible la novia tenga por su bien y su mano ceder a las
formalidades el día mismo de nuestro arribo. Y con cargo para su ansiedad, de
partir al alba siguiente que alumbre el sol…
DON MATEO. (Sonriendo con malicia). Declaro que don Felipe, como enamo-
rado, sí que es impaciente… Mandaré ahora mismo por el cura y los vecinos
más importantes para ser testigos de dichas formalidades… ¡Que en cosas del
corazón… la espera enciende más el fuego!
COMANDANTE 2º. Es claro. Y luego, formalmente unida, partirá en la vo-
lanta que tengo a la puerta, y que es regalo del señor gobernador para doña
Ventura… Volanta de lujo, con felpa en los forros y de las que poco se ven en
nuestras provincias…
COMANDANTE 1º. Y como opinión y fama no le faltan a nuestro gober-
nador, vuesa merced ha dispuesto para seguridad y escolta de doña Ventura,
por si hay malhechores o mal intencionados, de una docena de hombres, cuya
buena conducta y fidelidad están probadas…
DON MATEO. Gracias. Es atención muy fina del gobernador…
COMANDANTE 1º. No sea que don Mateo olvide que recomendó vuesa mer-
ced que cedido que hubiere la novia, se preparará el viaje. Pues allí en Santiago
ya está todo listo para la bendición y fiesta.
DON MATEO. (Levantándose). Cuando todo quede en fuerza de matrimonio,
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Una boda para Ventura Saravia - Acto I
(DICHOS Y TOMASA)
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Clementina Rosa Quenel
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Una boda para Ventura Saravia - Acto I
COMANDANTE 1º. Pues sí… que son encantadoras las niñas de esta casa…
DON MATEO. ¡Casa con hogaza tibia, convida a quedar! Aquí conoció mi
buen amigo don Felipe a Ventura… Verán ustedes. Muchos días le traía la
simpatía por esta casa, desde Abipones. Aquí, en este patio que ustedes ven…
frescos con sus tinas de helecho, después de haber venido al galope por esos
caminos en fragua… a mi lado y tan olvidados de todos hemos oído la guitarra
de Ventura, que nos llegaba con las gracias del agua… Y reía a gusto en las char-
las, porque la niña es alegre. Como es propio de sus años… y muy aficionada a
cantar y coser… Claro ha pasado tiempo desde entonces. Pero se ve que en su
pensamiento ha quedado la niña…
COMANDANTE 1º. (Tomando el mate que le alcanza Tomasa). Constantes los
dos, mi señor don Mateo… Ahora ella será la gobernadora…
DON MATEO. (Sonriendo). Así es… la misma capital de Santiago la verá llegar
en tal título…
(DICHOS Y JOAQUÍN)
JOAQUÍN. (Desde el zaguán). Mi señor don Mateo… Aquí esperan don Javier,
el cura y don Pedro… Están en la sala, como usted me ordenó…
DON MATEO. (Poniéndose de pie). Está bien, Joaquín… (Invitando a los co-
mandantes). ¿…vamos señores?...
(DICHOS Y VENTURA)
(JOAQUÍN Y PAYO)
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Clementina Rosa Quenel
pa Salta…
PAYO. (Poniendo su mano sobre el pecho negro). Entonces si te arrancaron de
cuajo el corazón, sabrás mi mal…
JOAQUÍN. (Añorando). Sí… ¡Era hija de un mayoral, y tenía el pelo como
un atado de trigo! No la dejaron casarse porque yo era negro y esclavo. ¿Usté
sabe, niño, lo que es querer gritar y no poder? Así volví pa estos pagos. Ya ve…
Cuando los patriotas criollos mandaron chasquis pa todos laos avisando que
los esclavos eran dueños de su libertá… Tres noches anduve suelto en el monte.
Me dijo el amo que podía irme. Pero no me fui. ¿Sabe por qué, niño Payo?...
Porque este negro tenía corazón, aunque no lo parezca y las cadenas las tenía
hechas aquí (se golpea el pecho). Vi nacer a la niña Ventura… y con el perdón
del amo, fui queriéndola como a hija… ¿Comprende ahora porqué deseo li-
brarla de tanto daño?
PAYO. (Conmovido, pero nervioso). Bueno hombre. lo que yo quiero es despe-
dirme de ella. Vete… vete y dile que no me iré sin verla. ¿Serás tan cruel que no
me ayudas ahora?
JOAQUÍN. (Repitiendo en voz baja). Veré si hay manera. Veré si hay manera…
(PAYO Y VENTURA)
(DICHOS Y JOAQUÍN)
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Una boda para Ventura Saravia - Acto I
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ACTO SEGUNDO
(Sala de la casa del gobernador. Muebles sobrios, de época. Sillas y sofá de bro-
cado, candelabros con cristales. A la derecha, ventana que se supone da a un
patio. A la izquierda, puerta. El foro es una gran puerta de arco que se abre ha-
cia un salón. Al levantarse el telón, Ventura viste atavío nupcial de raso antiguo
y frente al espejo de una consola trata de arreglar la mantilla en una diadema
de azahares. Tomasa la mira enajenada, arrodillada a sus pies, con los brazos
caídos).
(VENTURA Y TOMASA)
TOMASA. (Embobada). ¡Qué linda está niña!... ¡La van a envidiar! ¡Tiene los
ojos tan brillantes! ¡Nunca los vi así!…
VENTURA. (Suspira). Calla… Estoy conteniendo las lágrimas… Dame un pa-
ñuelo… Lo dejé… ¡ah!... en ese sofá…
TOMASA. (Levantándose a buscar el pañuelo). ¿Y van a venir muchas personas
ahora, niña?... (poniendo cara larga)… A mí me asusta don Juan Felipe ¿sabe?
VENTURA. (Que se ha pinchado con un alfiler). ¡Ay!... (se mira el dedo pincha-
do). Tanta cosa… ¿y para qué?... ¡qué lejos todo lo mío!... Yo no puedo ser…
¿sabes?... como don Juan Felipe quisiera…
TOMASA. (Entregándole el pañuelo). ¿Y no es su señora ya?...
VENTURA. (Con tristeza resignada). Claro… pero, ¿ves?... (le muestra la
mano)… estos dos anillos de oro con esmeraldas serán bendecidos luego por el
señor cura. Cuando el agua de Dios sea puesta en mitad de los anillos seremos
marido y mujer…
TOMASA. (Contemplando los anillos). ¡Qué lindos!... Yo que usté me miraba
en los ojos de don Juan Felipe…
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Clementina Rosa Quenel
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Una boda para Ventura Saravia - Acto II
(DICHOS Y ESCOLÁSTICA)
ESCOLÁSTICA. (Asoma, vistiendo de sarao, con una mantilla de seda sobre los
hombros). ¿Se puede?
VENTURA. (Mirándola sorprendida). Si… no… es decir sí…
ESCOLÁSTICA. Muchísimo gusto señora gobernadora…
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Clementina Rosa Quenel
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Una boda para Ventura Saravia - Acto II
ESCOLÁSTICA. (Dueña de sí). ¿Oye las descargas con que nuestro Santiago
festejas las bodas? Estuvo en la iglesia. ¿No? Permítame… (le arregla pliegues y
mantilla). Quiero que don Juan Felipe la encuentre perfecta. ¿Ha visto el ramo
de novia?... ¡Todo Santiago sabe que del naranjo más tierno ha hecho podar los
azahares don Juan Felipe! Pero basta de lágrimas. Esta es noche para los besos
y para la alegría…
VENTURA. (Se deja caer en el sofá, debilitada). ¡Qué hondo me suena todo lo
que usted me habla!…
ESCOLÁSTICA. ¿Por qué?
VENTURA. No sé. ¡Tal vez su emoción está muy cerca de mí… o de él! No me
pregunte. No sé, me parece que mi corazón va a estallar…
(DICHOS Y TOMASA)
TOMASA. (Sonándose las narices). Por qué no será feliz mi niña (cierra los
ojos y junta las manos en actitud de plegaria). ¡Dios mío! Hacé que mi niña no
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Clementina Rosa Quenel
llore más. Que don Juan Felipe la quiera mucho y le regale lindas cosas. ¡Y que
tengan una niñita coronada de rosas como un ángel de la iglesia! (Se persigna.
Suspira. Camina recogiendo la mantilla de Escolástica y otros objetos de las si-
llas). ¡Con lo que me gustaría saber dónde anda el comandante rubio ese, de
los bigotes crespos que nos ha traído en la volanta! ¡Ay! (Suspira y habla en voz
baja). ¡Qué ojos, como tucos de verdes!... ¡Ande como pueda verlo! La ventana
cerrada. Las puertas, sin dejar entrar el sol. Tiene razón en esto la niña. Cerrada
la casa pa toditos laos. Soldaos pa un lao con lanza… Soldaos con fusil pa otro
lao. Dicen que pa’l fondo de la casa están las caballadas… (con tristeza). ¡Qué
va a ser como la casa del Carmen! A la mañana todas las ventanas de par en
par con el olor de romero de las sábanas. En la mesa la leche ordeñada como
corazón caliente que se echa en las bocas. Allí sí que la niña reía.
TOMASA. (Fascinada). ¡Huy!... ¡la gente! ¡Qué vestidos! ¡Vean esa mostrando
todo por el escotao! ¡Qué vergüenza! Y los hombres como enfundaos… (se ríe
a carcajadas y bate palmas con gran algazara, hasta que abriendo la puerta entra
el comandante 1º).
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Una boda para Ventura Saravia - Acto II
COMANDANTE. (Mirándola). Por esta vez estás perdonada. (Le toma la cara
entre las manos). Demasiados ojos para una moza mosquita muerta. Pero tie-
nes una carne dura como de espino verde… (en voz baja). ¿Sabes que me gustas
mucho? Mucho…
TOMASA. (Con los ojos bajos). Sí señor comandante…
COMANDANTE. Y ahora te vas. Pronto llegará mucha gente…
TOMASA. (Ruborizada). Sí señor comandante…
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Clementina Rosa Quenel
FRÍAS. (Muy por lo bajo). Un desdichado que condenaron al bracho por sos-
pechoso ha sido conducido con toda su familia. La orden de azote se ha cum-
plido de padre a hijos y dicen que como a Cristo lo han lanceado en la cintura
al infeliz. Y todo porque son parientes de Zelaya, el alzado de Catamarca. Los
que vean la iniquidad, que la cuenten don Martín… La sed ya llega hasta aquí
(señala la cabeza).
DON MARTÍN. (Con disimulo). ¡Silencio! Llegan damas…
ESCOLÁSTICA. (Con aire sorprendido). ¡Oh Frías! Buenas noches don Mar-
tín…
FRÍAS. (Inclinándose). ¡Señora… Escolástica!... (volviéndose a don Martín).
¿Dígame don Martín si esta noche Santa Lucía no envidiaría los ojos de Esco-
lástica? Brillan como un par de estrellas… ¿Y esos cabellos, con ese jazmín?...
¡Ay, que yo subiría descalzo a suplicarle a la Virgen del Jazmín…!
ESCOLÁSTICA. (Coqueta detrás del abanico). ¡Pero usted Frías… siempre re-
galándome el oído!...
DON MARTÍN. (Galante). ¿Quién pasa frente a la llama y no la mira? ¿Y doña
Evangelista? Yo la he visto en alguna pintura, con rasos celestes…
DOÑA EVANGELISTA. (Riendo, mientras se sienta en el sofá). ¡Don Martín,
con sus piropos!... ¡Ay! Aquí se puede descansar un rato. La casa está llena. Sala,
patio, jardín. Todo Santiago…
ESCOLÁSTICA. (Mientras mira hacia el fondo, pensativa). ¡Es cierto! ¡Y hasta
música en la casa del gobernador! ¿No es esto milagroso?... En alma y sangre
debe estar contento don Juan Felipe esta noche…
FRÍAS. (Cumplido). ¿Quién lo pondrá en duda? Es muy interesante Doña Ven-
tura. ¡Qué esbeltez de niña de trigales y hierbas! Criada a sol y vientos…
DON MARTÍN. Dicen que es de Salta…
DOÑA EVANGELISTA. ¡Sí, de principales familias salteñas! ¡Y tan elegante, la
hubieran visto esta mañana con el traje de terciopelo negro, un cutis de diame-
la! Pero como yo le digo, tiene ojos de remansos santiagueños, dormidos, pero
hondos. Porque ella, es santiagueña…
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Una boda para Ventura Saravia - Acto II
(DICHOS Y ESCOLÁSTICA)
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Una boda para Ventura Saravia - Acto II
VOZ. (Desde afuera). ¡Cabo de guardia! ¡Las doce han dado y sereno!
Telón
Fin del Segundo Acto
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ACTO TERCERO
(Fondo de la casa del gobernador. Al foro, tapia de adobes y portón sobre paisa-
je abierto al cielo. A la derecha, encatrado que separa la cochera. A la izquierda,
ventana con madreselvas y puerta que se supone conduce a las habitaciones. En
el centro, un brasero con leños prendidos. Un farol adosado a la tapia da luz
escasa. Es de noche aún, pero se filtra la claridad del amanecer vecino. Al le-
vantarse el telón, dos soldados de época están sentados a la lumbre del brasero).
SOLDADO 1°. (Extendiendo las manos sobre la lumbre). A deshora nomás gol-
peó el escribiente mayor. Ahora, de yapa, la orden de que se prepare la volanta
pa las seis de la mañana… ¡Hum! ¡Qué raro todo esto!...
SOLDADO 2°. (Soñoliento). Y estará de viaje el gobernador, pues… (bostezan-
do y luego de desperezar ruidosamente). La boda de esta noche, sí que ha sido pa
aflojarse la cincha. A mí, el flaco Luna me alcanzó dos botellas, ¡pero de las de
moscatel negro! Y después, ¡lo que se busque me ha dao…! Dicen que los del
otro lao también ligaron. Lindo el gustito del moscatel pues… (bosteza). Ay, se
me cierran los ojos de sueño…
SOLDADO 1°. A mí, en cambio, se me han fregao las manos con las descargas
de fusilería. La cosa es que quisiera saber qué diablos están tentando adentro
ahora…
SOLDADO 2°. ¡Bah! ¡Vos siempre como lechuza! ¿Qué tiene de raro que viaje
al rayar el alba un recién casao?
SOLDADO 1°. Yo no mento la razón, compañero. Un gobernador está más
enredao…
SOLDADO 2°. Una boda es una boda, pues… Y el gustazo de un gobernador,
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Clementina Rosa Quenel
(DICHOS Y ROLDÁN)
SOLDADO 1°. (Haciendo gestos cómicos, abraza al soldado 2°). ¿Has visto, ca-
beza de zapallo, que algún oculto se traen bajo el poncho?
SOLDADO 2°. (Estirándose la chaqueta, malhumorado). ¿Qué tábano le habrá
picado a ése? ¡Qué tanto tono! Dicen que antes solo servía para lancear ovejas.
¡Y tanta cosa ahora!... Me las va a pagar… ¿Qué no?... A mí no me va a mano-
sear ningún chupatinta…
SOLDADO 1°. (Amoscado). Don Roldán es el asistente de confianza. Cerrá la
boca. Conviene que vaya a ver si se ha dormido el Fiero en la cochera. No sé si
se habrá pasao con el trago esta noche… Y ahora nomás van a repicar para la
misa de alba en Santo Domingo.
SOLDADO 2°. (Se aleja refunfuñando). A mí no me va a manosear ese.
(SOLDADO 1° Y COMANDANTE)
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Clementina Rosa Quenel
(DICHOS Y ROLDÁN)
SOLDADO 1°. ¿A qué santo estarán por bajar del altar?... Hum, no quisiera
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Una boda para Ventura Saravia - Acto III
(DICHOS Y TOMASA)
TOMASA. (Cubriéndose la cabeza con el mantellín de lana que lleva sobre los
hombros y en voz alta, transfigurada). Y esa campana, ¿ande es?
SOLDADO 2°. (Repentinamente meloso). Pa la misa del alba llaman en Santo
Domingo, toditas las mañanas. En la otra iglesia, del santo que dicen que ha-
blaba con los pájaros y el violín, repican más tarde. Cuando el solcito calienta…
TOMASA. (Abriendo grande los ojos). ¿Y cuántas iglesias hay po…? Vean, qué
lástima, ahí adentro con tanta puerta y ventana con llave no se ha oído el re-
pique… (escuchando las campanas que repican)… ¡Qué lindo tocan! Como si
fueran los ángeles, ¿no…?
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Clementina Rosa Quenel
SOLDADO 1°. Dígame moza. ¿A qué flor le ha robao la cara? ¡Mire que es
buena moza!... Y dígame… ¿usté es la que vino con la señora gobernadora, de
acompañante, no?
TOMASA. (Parlanchina). Sí señor soldao… Hemos llegao ayer amaneciendo.
Cuando el pueblo parecía más blanco con la relumbre que iba lavando los cie-
los…
SOLDADO 1°. (Curioso). ¿Y para dónde viaja su señoría?... Digo, la goberna-
dora o el gobernador…
TOMASA. (Ingenua). No sé señor. Esta mañana mi ama me ha mandao en-
volver todito lo que tuve que desenvolver ayer. ¡Uff! ¡El montón de cosas!...
Que enagua con siete volaos de puntillas. Que camisas de tiras bordadas. Que
corpiños con cintas… (se tapa la boca, azorada, al ver que los soldados ríen
maliciosamente). Y bueno… ¡Si hasta los alhelíes pa perfumar la ropa tuve que
acomodar entre la batista! (Mirando hacia la cochera). Parece que ya están ataos
los caballos. Está aclarando, ¿qué no? Me voy… (entra a la casa).
SOLDADO 1°. (Pasándose la mano por la cara). Aquí está pasando algo…
SOLDADO 2°. (Imitando en forma cómica el gesto del Soldado 1°). Y qué apre-
tones de cintura que yo le pegaría a esa, pues…
(SOLDADOS Y COMANDANTE)
SOLDADO 2°. (Se saca el kepí y se rasca la cabeza). Digo que… ¡las papas
queman!
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Una boda para Ventura Saravia - Acto III
(TOMASA)
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Una boda para Ventura Saravia - Acto III
VENTURA. (Cierra los párpados). Estoy cansada. No me quite usted las fuer-
zas. Algunos instantes pasan tan lentos como si viviéramos años en el fondo de
un remolino…
DOÑA EVANGELISTA. Tu silla junto a la mesa. Tu almohada junto al sueño
del esposo. ¿No era eso lo que traía tu presencia en esta casa? ¡Dios mío!
VENTURA. (Con lágrimas en los ojos). Ya es hora de partir, Evangelista. Hon-
das son las palabras y tienen mucho destino. Despídame con una palabra cris-
tiana. Muchas veces no dejamos las cosas, por saber los que nos lleva como
hojas en el viento, sino por saber dónde está el corazón…
DOÑA EVANGELISTA. Hija, yo no he leído muchos libros. Hago un esfuerzo
para comprender. Pero sé que todos los dolores tienen un llanto. Tu llanto me
mueve a compasión. Soy mujer y madre…
VENTURA. (Enjugando una lágrima). Gracias, Evangelista. ¡Quizá algún día
comprenda que acaso todo estaba escrito así!... Ya nada tengo que hacer en esta
casa. Tenía que ser… vea: en mi pecho llevo la venia marital que me devuelve
a mis campos…
DOÑA EVANGELISTA. (Ahogada). Pero… ¿cuándo volverás?... ¿No tienes…
una casa aquí?
VENTURA. (Suspirando). ¡Ay!... ¡Ya amanece! (Mira hacia la ventana). Siem-
pre recordaré esa única ventana abierta a las estrellas… ¡Adiós Evangelista!
DOÑA EVANGELISTA. (Con emoción). Que Dios te ayude hija. Adiós Ven-
tura…
(VENTURA)
VENTURA. (Con los ojos bajos, mientras repican las campanas). ¡Dios te salve,
María! (Se santigua). ¡Ah, gracias Dios mío! (Se aprieta el pecho). ¡Ah, qué olor
a mañana limpia! ¡Para ser alba, qué azul se ve el cielo! (Respira hondo). ¡Qué
aire de hierba llega del río! No… ahí adentro no podían respirar mis pulmones.
(Va levantando el tono de la voz ahogada del principio). Allí adentro, en la casa
a oscuras. (Transfigurada). Como un sarro de odio tocando en todas las cosas.
Mirándome en los espejos con brillo de puñales que la acechan a una… (se
cubre los ojos). ¡Oh Dios mío! Estaba como moribunda. Ahora respiro (aspira
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Clementina Rosa Quenel
(ROLDÁN)
(Se oye el grito que azuza los caballos. Chasquido del láti-
go. Finalmente, el trote de los caballos).
Telón
Fin del Tercer Acto
136
ÍNDICE
Palabras
Por Gobernadora Dra. Claudia Ledesma Abdala de Zamora 3
El teatro de Clementina
Por José Andrés Rivas 8
La Telesita 28