Honras Fúnebres-R
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Honras Fúnebres-R
HONRAS FÚNEBRES
TOMÁS URTUSÁSTEGUI
1993
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HONRAS FÚNEBRES
PERSONAJES:
DOÑA MARTHA......MADRE.
ANA LUISA........VIUDA.
MÓNICA...........HIJA.
JOAQUÍN..........HERMANO.
ERNESTO..........HIJO.
ESTEBAN..........HIJO.
DOLIENTES........PÚBLICO.
La puesta de esta obra se llevará a cabo en una casa amplia de dos o tres pisos, con una sala o hall
muy amplios, comedor, cocina, garaje, al menos dos recámaras con baño lo más amplias
posible, antecomedor y estudio. La casa debe estar bien situada, debe pertenecer a una familia
acomodada, tener posibilidad de estacionamiento en la calle. Estará amueblada y decorada de
acuerdo a la posición social de esta familia, los muebles y adornos serán de buen gusto. De la
sala se han quitado parte de los muebles para colocar un ataúd. Este reposará sobre una base
con ruedas. Dos cirios colocados en la cabecera lo iluminarán. Algún ramo de flores blancas
adorna una mesa.
Todos los cuartos deben dar la impresión de una casa habitada, en los baños habrá papel de baño ya
empezado, cepillo de dientes, jabón también ya usado. En las recámaras ropa aún no
guardada, etc. Etc.
Algún otro elemento se irá anotando en las acotaciones como puede ser el aparato de televisión en el
cuarto de la abuela.
ÉPOCA ACTUAL.
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ANA LUISA.- (Al cadáver. Empieza hablándole casi en susurro para ir aumentando poco a poco de
intensidad y terminar en grito) ¡Fulgencio, mi Fulgencio! Mírame, estoy aquí, sola, sola como
me dejaste, sola hasta que llegue mi muerte. (Pequeña pausa. Acaricia el vidrio del ataúd)
¿Dónde están tus promesas? Juraste festejar nuestras bodas de plata, me prometiste llevarme ese
día al Premier a ver a Juan Gabriel. ¿Y lo del viaje a Los Ángeles? Ya tenía mis dólares
ahorrados; íbamos a parar con Hortensia que trabaja en Sears de allá para ahorrar lo del hotel y
con eso me iba a comprar mi estola de piel. Ya nada de eso quiero, te quiero a ti, vivo. (Nueva
pausa, más larga) Y luego morir así, en la calle, como... ¡Ay, mi Fulgencio, no te vayas!
(Llora sobre el ataúd casi abrazada a él. Se acerca Esteban que la separa, la abraza)
ESTEBAN.- Por favor, mamá.
ANA LUISA.- Tu padre lo hizo a propósito.
ESTEBAN.- Cómo crees; fue un accidente.
ANA LUISA.- El no tenía por qué estar en ese lugar.
ESTEBAN.- Cálmate, están llegando los amigos. (Señala al público con la mirada)
ANA LUISA.- Ojalá y tú nunca seas como él.
ESTEBAN.- Ven, siéntate un ratito.
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Lleva a su madre a sentar donde está el público. Pueden, incluso, pedir a uno de ellos que se levante
para que ella se siente. El hijo la acaricia un rato. Ana Luisa se va calmando poco a poco
Se levanta ayudada por el hijo. Este la presenta a las personas como la esposa de Fulgencio. A unos
les da la mano, a otros los abraza. Ana Luisa puede llorar en el hombro de alguna señora. Al
terminar de hacerlo se dirige nuevamente al ataúd, Esteban no le permite que llegue a él, la
retira y después la sienta entre el público
Nota.- las sillas de la sala y en algún cuarto vecino deben estar colocadas de forma que el público
tenga que separarse en cuatro grupos. No pueden estar totalmente aislados los dos cuartos ya
que deberán escuchar ocasionalmente diálogos dichos en uno y en otro.
Los cuatro personajes hasta ahora conocidos se irán colocando espontáneamente en cada uno de
esos grupos. Con cada uno de ellos dirán sus textos, todos al mismo tiempo, si alguno no
termina su parte por cualquier motivo la suspenderá y pasará al siguiente donde repetirán el
mismo texto. El público al terminar la ronda ya habrá escuchado las cuatro versiones. Por eso
no importa que hablen al mismo tiempo.
ANA LUISA.- (A cada uno de los grupos a su debido tiempo) Perdonen lo de hace un rato, ustedes
tan amables y yo con mis cosas. (Sonríe tristemente) La verdad es que nunca se sabe como va a
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actuar una en un caso parecido...y es que es la primera vez que se me muere un marido (Llora
un poco) Sobre todo en la forma que murió él. (Llora más fuerte. Se seca las lágrimas con un
pañuelo. Ve a todos) Gracias por no preguntar el cómo, eso demuestra su amistad y por lo
mismo me obliga a decir lo que sé. (Pausa) Me imagino, como dijo Esteban, que todos ustedes
son sus amigos o compañeros de trabajo. Desgraciadamente nunca mi marido me los presentó,
y la verdad que no sé el por qué; todos ustedes se ven tan agradables. (Sonríe) Son tan lindos
por haber venido. Les aseguro que él se los agradecerá esté donde esté. Yo estoy segura que en
el cielo. (Se enfrenta con la mirada a alguno del público) Yo sí creo en el cielo. Muchos dicen
que no existe y que tampoco el infierno. Cómo no. Si no hubiera cielo para que iba uno a ser
honrado, fiel, trabajador. Sin cielo todos seríamos unas bestias iguales a esas que mataron a mi
marido. (Llora de nueva cuenta) ¿De verdad no saben cómo estuvo? Sólo aquí, en esta ciudad
pueden suceder estas cosas. A las autoridades nada les importa, total, uno más o uno menos.
Ah, pero que a ellos no les quiten ni un alfiler; si no se pagan los impuestos ahí viene la multa,
la amenaza y todo lo demás. A mí, después de que mataron a mi viejo (Ve hacia el ataúd), lo
único que me dieron fue una disculpa." Perdón, señora, nos equivocamos". Por supuesto que
armé tamaño alboroto, los amenacé, los insulté, hasta que uno de ellos, el de más edad, se
acercó y me dijo que... (Se apena) la verdad que me da pena decirlo, pero es la verdad; me dijo
que ya no la hiciera de pedo. Eso dijo. ¿Pasan ustedes a creerlo? Primero disparan contra un
simple transeúnte, lo matan, vienen y nos investigan a toda la familia, se llevan cosas de la
casa, nos traen de un lado a otro, nos sacan mucho dinero y terminan con un "disculpe, señora".
Y así no quieren que uno la haga de… eso a los periódicos, a la radio. Voy a ir a contar minuto
tras minuto lo que nos hicieron. Esto no se queda así. Si el fulano ése no quería que se la hiciera
de...pedo, ahora se la voy a hacer de...caca. Mierda va a quedar de él, como que me llamo Ana
Luisa. (Apenada) Ay, perdón, que cosas estoy diciendo. Pero cuando me agarra el coraje.
(Pequeña pausa. Respira hondo) Soy de las que pienso que las calles son para caminar y no
para que le peguen a uno de balazos. Hasta hace poco te asaltaban, te daban algún golpe. Eso
era lo normal. ¿O no? ¡Ahora te matan! ¿En dónde vivimos, Dios mío? Un testigo me dijo que
unos de civil venían persiguiendo a un tipo, parece que ladrón o narco, quién sabe qué; todos
corrían, mi esposo que pasaba por ahí hizo lo mismo, corrió y lo confundieron, por eso le
dispararon. El otro huyó, cómo no, siempre huyen, cómo no van a huir si los dejan que huyan,
si son de ellos mismos. ¿No es cierto? Si no fuera así ya todos estarían en la cárcel y se habrían
acabado los robos, las violaciones, el crimen. Al rato vamos a estar como otros países de
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América. ¡Qué espanto! Yo varias veces comenté todo esto con mi marido. (Ve hacia el
ataúd) El pobre era tan inocente que me decía que yo sólo veía visiones, que los de la policía
eran gente honrada. (Sonríe) Él le creía a todo el mundo, hasta a su propia familia. (Ríe para
ella) De esto prefiero no hablar, para qué.
Pausa larga, ella se levanta y va nuevamente junto al ataúd. Este será el pie para que todos cambien
de lugar. Lo harán naturalmente. Joaquín va por la señora, Esteban finge que va a ir a abrir la
puerta, Ernesto va a vigilar las velas
Joaquín quiere abrazar a su cuñada, ella lo rechaza manifiestamente. Joaquín se separa y va junto a
Esteban. Ernesto se queda con la madre
Ana Luisa se separa del féretro, se limpia las lágrimas, se une a la familia
Sin decir nada Ernesto la lleva a sentar con otro de los grupos. Ellos irán a uno distinto que el que les
tocó anteriormente. Repetirán su monólogo
ERNESTO.- (A su grupo en su turno) Qué mala onda... ¿no? Me cae que pensé que todo esto salía
sólo en la telera, en esos programas de balas. Son bien chidas las corretizas que se dan de una
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nave a otra. (Acciona como si disparara en una serie americana) Son de pelos. Cuando me
dijeron lo de mi ruco pensé que era puro cotorreo de mi tío Joaquín. (Lo señala) A él le gusta
agrandar todo. (Sonríe) Hace un mes, para no ir más lejos, que le vuelan su cartera en el sub .(
Se queda viendo al público para ver si lo entendieron) Sub way, Metro, para que me
entiendan. De seguro que ni se dio cuenta. Después nos salió que lo asaltaron cuatro, que lo
tiraron al suelo, que lo patearon, que él trató de defenderse y fue cuando los otros sacaron sus
navajas de fuelles... (Ríe) ¡Es un mamón! Por eso cuando me dijo que a mi jefe le habían dado
un plomazo nomás me reí. Sería un pomazo, le dije, a mi jefe le gusta un chingo, o le gustaba,
el pomo, la jarra. De seguro que ese día iba a curársela; qué casualidad que se lo echaron casi
frente al bar " Las Computadoras". A él le gustaba igual el chupe que las com...putadoras. (Ríe)
Todo eso que cuenta mi jefa de que fueron los de la judicial, que los azules, que los que
perseguían...no son más que jaladas de ella. Para mí que se lo echó uno de sus cuates cuando
todos andaban hasta atrás. (Imitando) “Eres un puto" Y zas, pum, pas..." Tu madre. La tuya".
Y más pumes y zases. Hasta que felpó. Yo varias veces lo acompañé; me gustaba ver pedo al
jefe echando broncas a todo el mundo, pero también se ponía cariñoso y soltaba la lana. Yo me
tomaba mis chelas y él sus alcoholes. ¿Saben que era lo que siempre me preguntaba ya en plan
de briago? Qué si yo todavía era virgen. (Ríe) Después me decía que me iba a llevar con las
putas para que me quitaran lo quinto, que ya estaba yo huevoncito para celebrar el estreno. Eso
era lo único que le preocupaba de mí, de lo demás, de mis estudios, de mis novias, naranjas. La
primera vez que me salió con eso de la virginidad delante de sus cuates me dio coraje, después
ya nomás me reía; para seguirle el juego le contestaba que todavía no, que le tenía miedo a las
viejas. Una vez que le contesto eso y que se rete encabrona y casi me pega. “No quiero hijos
puñales", me dijo. La verdad que no creo que supiera lo de mi hermano, a lo mejor y sí. A mí
eso me vale, cada quien hace con su hoyo lo que quiera. (Ríe) Perdón, pero es la neta. Lo que
no le perdono a Esteban es que se viva haciéndose el mártir. Ya sé que lo va a seguir haciendo,
más ahora, así mi madre le da lo que quiera. Estoy seguro que ustedes ya se dieron un fijón.
Qué diferencia con Mónica, nuestra hermana, esa sí que se lo tiene a raya. Ojalá y no tarde. No
sé porque pero se me hace...A la mejor estoy viendo moros con trinchete pero se me hace que
mi madre y él se van a unir para jodernos...No, no lo creo. No es por ahí. Para ese caso es peor
mi tío Joaquín, ese sí...Perdón otra vez. Ya los estoy metiendo en mi rollo. Ahí muere.
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Se queda callado todo el tiempo que sea necesario. Medita, fuma, suena el teléfono, lo hace por un
largo rato. La madre y el resto de la familia van suspendiendo sus conversaciones para prestar
atención. Se levantan y se reúnen pero no contestan. Al fin va Esteban a hacerlo
Si el espectador llama a Esteban éste va a contestar, si no lo hace, por los nervios, se le preguntará
que a quién le hablan. Si sigue sin contestar de cualquier modo va Esteban a contestar por
extrañarle la llamada
ESTEBAN.-(Al Teléfono) Diga... (Baja el tono de la voz) Ah, eres tú,....no,...no, te digo que no... Sólo
a ti se le ocurre. Sí, ya sé que haces lo que se te hinchan, pero no te va a durar mucho. Ríe
molesto Tu dinero me lo paso por el arco; a partir de hoy ya tengo el mío...Sí, mío...m-i-o. La i
con acento. (Sonríe) Esta cápsula para tu enseñanza...De nada... Ajá,..¿Y qué más?...Para que lo
sepas todo esto está a mi nombre y si no quieres creerlo pues no lo creas. (En voz más baja) Y
ya deja de estar chingando ¿quieres?... ¿A poco? Pues ni pienses que te tengo miedo, díselo a
quien gustes. Si quieres te consigo una cita. Por tan poca cosa no se van a asustar. Claro. Claro.
¿De verdad piensas que nadie lo sabe? Si serás pendejo...No, claro que no van a decir o hacer
nada. Si no lo dijeron antes ahora con esto...Mira, estoy con gente, habla después...No, no estoy
enojado, no, te digo que no; si no quisiste venir ni modo. Deja, te digo que lo dejes. No, no
tiene caso, además ya nos vamos a ir. Al panteón, a dónde más. Gracias. No, con un carajo, ya
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te dije que no estoy enojado. Sí, mañana. Allá, ni modo que aquí. Adiós. (Cuelga. Se queda
pensando. Se acerca Ernesto)
ERNESTO.- ¿Quién era?
ESTEBAN.- Nadie.
ERNESTO.- Desde cuándo se platica con nadie.
ESTEBAN.- Desde hoy.
ERNESTO.- Me lo hubieras saludado de mi parte.
ESTEBAN.- (Nervioso) ¿A quién?
ERNESTO.- A ese nadie.
ESTEBAN.- (Molesto) ¡ Pendejo!
ERNESTO.- Era tu amor... ¿Carlos? (Ríe)
ESTEBAN.- Síguele y vas a ver...
Ana Luisa y Joaquín se acercan al ver que los jóvenes discuten. Estos se alejan cada uno por su lado.
Van los cuatro a un grupo diferente de los que les han tocado anteriormente. Repiten su
monólogo personal.
ESTEBAN.- (Después de una larga pausa, al público) ¿Les puedo ofrecer algo? ¿No? Al rato se va a
servir el café. (Sonríe) Ya saben, café con piquete, lo clásico. (Pequeña pausa pues no sabe que
más decir) De verdad les agradezco su presencia. Mi padre siempre nos hablaba de sus amigos,
hasta creo que los prefería a nosotros mismos; con ustedes iba al fut, a platicar, a tomar sus
copas, a sus reventones. Mi mamá se la pasaba celándolo por eso. Se me hace que es la causa de
que no los haya invitado a la casa. Cómo que su mundo de trabajo y amigos era uno y la familia
el otro. Yo también soy así. Mis amigos, por ejemplo, no quisieron venir dizque porque no les
gusta esto de los velorios. ¿A quién le pueden gustar? Aunque hay gustos para todo. Eso sí, si
los hubiera invitado a oír música o al cine... (Nueva pausa, ésta más larga) ¿Ustedes lo
conocieron bien? A mi padre. Es increíble, pero los más cercanos somos los que menos
sabemos de las personas. Me dijo alguien que mi papá tenía enemigos en su trabajo por lo del
sindicato, que estaba amenazado. ¿Ustedes oyeron algo? No, si no quieren no me contesten, no
los voy a comprometer, pero eso sí, quiero decirles que voy a lograr que se investigue su
muerte a fondo. A mí que no me salgan conque fue un tiro equivocado. Qué casualidad. Yo
sabía que hoy en la mañana, cuando lo mataron, tenía una junta importante, no dijo con quién,
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pero agregó que iban a caer cabezas. ¿No se les hace esto un poco raro? (Busca con la mirada
por el salón) ¿Ya se fijaron? No ha venido ni uno solo del sindicato y menos alguien de la
empresa. Mi padre era un buen empleado, ya tenía veintisiete años en la empresa. Lo menos
que se puede esperar es que algún jefe venga. ¿O habrá venido y no lo conozco? ¿Alguno de
ustedes me puede decir si está presente el jefe de personal, su jefe inmediato, el director, el
delegado sindical? ¿Verdad que no vino nadie? Si hubieran venido al dar el pésame lo hubieran
dicho, yo soy fulano o zutano, del sindicato, de la empresa. Es más, siempre piden hacer
guardias. Les voy a decir un secreto, mi papá dejó muchos papeles, los voy a revisar y si está lo
que yo sospecho...Por eso yo no quiero trabajar en ninguna empresa, mil veces ser
independiente. Voy a abrir un despacho de diseño gráfico. (Pausa) ¡Veintisiete años y ni quién
te pele! ¡Esas son chingaderas! Y perdón por la palabra, pero esa es la verdad. Ahora falta ver
cuánto nos van a dar; de seguro una mierda, ni para pagar el entierro. Eso si nos lo dan.
(Queda en silencio)
Ana Luisa discretamente llama a Esteban. Ernesto y Joaquín se dan cuenta y como que no quiere la
cosa se acercan a ellos dejando a los grupos a los que piden permiso para salir
ANA LUISA.- (Se arrepiente de lo que iba a decir a Esteban al ver venir a Ernesto y Joaquín. A
Esteban) ¿Crees que ya deba servir el café?
ESTEBAN.- ¿Para eso me llamaste?
ANA LUISA.- Por supuesto.
ESTEBAN.- ¿Ya no van a rezar?
ANA LUISA.- No.
ESTEBAN.- Entonces creo que sí.
ANA LUISA.- Lo voy a traer.
ERNESTO.- Si quieres yo voy. (No se mueve)
ESTEBAN.- No lo digas, hazlo. Qué esperas.
ERNESTO.- Que me des permiso.
ESTEBAN.- (Amenazador) ¿Otra vez?
ERNESTO.- (Sonríe) Y las que hagan falta.
ESTEBAN.- Para tu conocimiento a partir de hoy yo soy el jefe de esta casa, te guste o no.
ERNESTO.- (Burlón) No me digas. (Se cuadra militarmente) A sus órdenes, jefe.
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Ernesto levanta los hombros. Esteban se controla. Los tres se dirigen a los grupos que les faltan para
su monólogo
JOAQUÍN.- (Al último grupo fumando) ¿Me hacen el favor de pasarme un cenicero? Gracias.
Normalmente no fumo y menos ahora que lo prohíben por todas partes, me dicen que hasta en
los hospitales. Me pregunto qué van a hacer los pobres padres que están esperando el aviso de
que ya nació su nuevo hijo. (Ríe) Lo bueno que aquí en México esto de las prohibiciones...Me
gustaría conocer a uno solo que las cumpla, empezando por el señor presidente. El presidente
de mi sociedad, no el otro, el otro no tiene por qué cumplirlas. Él ordena. (Sonríe suspira
profundamente) Quién iba a decir que mi pobre hermano se iba a pelar, perdón, se iba a morir
antes que yo. No tienen ustedes porque saberlo pero le llevo, o más bien le llevaba, cuatro años.
El se veía de mi edad, o hasta más grande, creo que por eso de darle tan duro a la hilacha; la
verdad que él si disfrutó de la vida, no como yo, pero para que quejarse. Algunos dicen que al
hijo mayor es al que todo le dan, en especial amor, pero eso no es cierto. Fulgencio fue el de la
suerte: mis abuelos se veían en él, mi madre ni se diga..."todo para Chencho", y Chencho por
aquí y Chencho por allá. Lo mismo mis tías y los demás. La verdad que no me importaba. Así
tenía más libertad. Lo que sí le envidié, y conste que lo digo, era su suerte con las mujeres. ¡Ah,
jijos! Ahí sí que me quito el sombrero frente a él. Ninguna se le iba viva, todas lo buscaban,
todas se le entregaban. Mi cuñada anda con el cuento de que a su marido lo mataron los
judiciales y uno de mis sobrinos que los de la empresa. Para mí que se lo tronó un marido
celoso. No se puede ir por la vida impunemente poniendo cuernos a diestra y siniestra sin que te
pase nada. (Pequeña pausa) ¿Saben lo que temo? Que se vaya a presentar aquí alguna de sus
mujeres y entonces sí para que les cuento. Con lo celosa que es mi cuñadita... (Ríe haciendo
mímica) Ya veo los gritos, las cachetadas, los jalones de greñas. Lo cual no estaría mal. Estos
velorios son muy aburridos. ¿O no? No hay quién cuente chistes. ¿Saben una cosa? Por favor lo
que les voy a decir no lo pasen, es aquí entre amigos, pero la verdad es que a mí como que todo
esto me da gusto. (Señala con la vista el ataúd) Sí, no pongan esa cara. Con Fulgencio nunca
me llevé bien, en cambio mi cuñada me gusta, me gusta por pantalonuda. No soporto a esas
mujeres lloronas que a todo dicen que sí. (Señala a la cuñada) No le crean ni la mitad del
teatro que está haciendo, sus llantos y sus desgarro de vestiduras... ¡Es puro cuento! Ella
también debe estar contenta como yo. Estoy seguro que a mi hermano le ponía... (Hace ademán
de cuernos) ¿Y por qué no? Si él se los ponía a cada rato a ella. (Sonríe. Deja de hablar, apaga
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su cigarro. Coloca el cenicero en algún sitio. Señala ahora a Ernesto) ¿Qué estará inventando
ese? Es muy capaz de decir que le duela la muerte de su padre, que lo va a extrañar...sí, cómo
no; si algún hijo ha sido irresponsable es él, pero su madre lo deja, lo deja fumar (En Secreto)
hierba y sobre todo lo deja tener esa bola de amigos que... Yo se lo dije un día pero no me hizo
caso; tampoco me lo hizo cuando le hablé de Esteban; por lo visto a los padres modernos no les
preocupa que un hijo les salga maricón y el otro drogo. Véanlos, ni parece lo que son, pero a mí
me consta. ¡Pa’mis pulgas! Yo con unos hijos así...Menos mal que no tuve ninguno. Y falta
Mónica. Es la más loca de la familia. (Ríe) No la peor es la abuela, mi madre, menos mal que
no la dejaron bajar. Pobre, ahora que se murió Fulgencio quien sabe que va a ser de ella, de
seguro que la van a mandar a un asilo. Se lo merece. Mi cuñada no la quiere ni tantito. ¿Yo?
Pues tampoco. (Sonríe) Más que en un asilo va a terminar en un manicomio. Creo que ni ahí la
van a soportar. (Se queda en silencio. Después de un rato se dirige a uno del público) ¿Viste el
cadáver? El balazo fue en el pecho, él está igualito que siempre, hasta sonríe. Siempre se rió de
la vida. Ven a verlo.
Lo toma del brazo y lo lleva a ver el cadáver. Después lo acompaña a su lugar, él vuelve hasta el lugar
donde está el ataúd, contempla un largo rato al hermano, se emociona poco a poco. Se coloca
frente a los dolientes, con la mano pide un momento de atención. Se suspenden, si no han
terminado, los otros tres monólogos.
JOAQUÍN.- Sé que esto no se acostumbra, que solamente se usa en ceremonias oficiales, pero yo
quiero decir unas pocas palabras sobre mi hermano, el querido Fulgencio, padre ejemplar (Los
hijos agachan la cabeza), hermano protector (Casi no puede terminar la frase de la emoción),
esposo amante (Solloza Ana Luisa), trabajador empeñoso, amigo fiel. Cualquier adjetivo que
se le aplique quedará corto para su estatura de ser humano. Todos ustedes lo conocieron, lo
trataron, fueron sus compañeros en el trabajo, sus amigos. Podría en este momento recordar
miles de anécdotas que nos lo muestren en su verdadera dimensión; no lo voy a hacer, no es el
momento. Ahora es más importante el homenaje que todos le debemos tributar, en especial
nosotros, su familia. En el piso superior se encuentra nuestra querida madre, impedida por la
enfermedad a estar presente en este sitio, madre igualmente ejemplar, sufriente, a la que mi
hermano y yo hemos colocado desde hace mucho tiempo en un nicho; presente mi cuñada,
mujer traspasada por mil cuchillos de dolor y a la que envío todo mi amor...de hermano;
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presentes mis queridos sobrinos, a mí me gustaría llamarlos hijos, Ernesto y Esteban. Estoy
seguro que ellos perpetuarán el nombre y la memoria de su padre que tantos ejemplos les dio en
vida. El dolor me impide continuar. Ruego a ustedes se sirvan montar guardia ante su cuerpo
presente. Muchas gracias. La primera la haremos su familia.
Se acercan los familiares, todos se abrazan emocionados. Hacen su guardia. Después invitan al
público a hacerlas. Serán guardias de seis personas y deberán ser de corta duración. Cuando
vayan a la mitad de las guardias entra la hija. Gritando se dirige al ataúd de su padre, hace a
un lado a los que ahí se encuentran, llora a gritos, la madre va a separarla, ella no se deja,
forcejea, vuelve al ataúd, grita. Vienen los hermanos a tratar de separarla, los empuje. Poco a
poco se va calmando. Joaquín impide que se sigan haciendo guardias, invita al público a que
regrese a su lugar. Esteban retira a la hermana del féretro, la sienta, ella solloza, de repente se
levanta y corre hasta el ataúd, vuelve a llorar y gritar, la vuelven a retirar, la sientan
MÓNICA.- ¿Y lo de Silvia?
JOAQUÍN.- No conozco a ninguna Silvia.
MÓNICA.- Es cierto, no se llama Silvia, qué memoria la mía, se llama Estela, la de tu oficina. ¿Esa
también es un invento?
JOAQUÍN.- Tu tía no debió platicarte esas cosas.
MÓNICA.- Esa Estela... ¿es guapa?
JOAQUÍN.- (Molesto) No guapa, es una mujer bellísima, tan bella como todas con las que he andado.
¿Estás contenta?
MÓNICA.- Voy con Ernesto. Perdón...tío.
Camina rápidamente para que no la siga el tío. Se acerca a Ernesto. Se abrazan, en voz baja se
preguntan cómo están, después abrazados salen a otro cuarto. La madre los observa.
Discretamente se acerca a Esteban
Va a la cocina. Se escucha el timbre de la casa, Ana Luisa se pone nerviosa. Joaquín va a abrir.
Regresa un momento después con un papel. Se dirige a los cuatro grupos de público
JOAQUÍN.- (A cada grupo) Perdón, no es de ustedes un Golf azul con placas… (Lee el papel) . AZR
85433. Está estorbando una entrada. (Al terminar va con Ana Luisa. Le muestra el papel)
Vinieron a preguntar por un auto.
ANA LUISA.- ¿Es de alguien de aquí?
JOAQUÍN.- Parece que no.
ANA LUISA.- Menos mal.
JOAQUÍN.- ¿Por qué te pusiste nerviosa cuando tocaron?
ANA LUISA.- ¿Yo?
JOAQUÍN.- ¿A quién estás esperando?
ANA LUISA.- (Cortante) A nadie.
JOAQUÍN.- Mejor. (Ana Luisa lo ve en reto. El sostiene la mirada) ¿Sabes lo que me dijo Mónica
hace un rato?
ANA LUISA.- Ni lo sé ni me interesa.
JOAQUÍN.- Dijo que tú y yo...
ANA LUISA.- Mientras vivió Fulgencio toleré ciertas frases, ciertas miradas; ahora ya no.
JOAQUÍN.- No lo amabas.
ANA LUISA.- ¿Quién lo dice?
JOAQUÍN.- Yo.
ANA LUISA.- Será mejor que sigas buscando al dueño del auto.
JOAQUÍN.- Vine buscando otra cosa.
ANA LUISA.- Cosa que nunca encontrarás.
JOAQUÍN.- Eso no se sabe. Si se tiene paciencia y método para buscar...
ANA LUISA.- En ese caso es posible que sí encuentres alguna otra cosa, pero no te la recomiendo.
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JOAQUÍN.- Si es tuya...
Ana luisa sale sin contestarle. Joaquín se queda sin saber que hacer. Va a revisar las velas. Se sienta a
esperar. De la cocina se escuchan voces que van subiendo de tono llegando al grito pero sin
que se pueda entender nada de lo que digan, cuando mucho alguna palabra suelta que no sea
clave, palabras como " mañana, Fernando, es cosa tuya, no me digas, pruébalo, la culpa",
Bajan de tono, se dejan de oír. Joaquín sonríe al público al darse cuenta que también escuchó
los gritos. Entran Ernesto y Mónica. Ella está muy pálida. Va al teléfono, marca, espera, no le
contestan, cuelga. Se coloca junto al hermano. No se hablan. Pausa muy larga tensa. Sale la
madre y Esteban. De reojo miran a Ernesto y a Mónica. Se colocan lejos de ellos. Mónica en
un arranque va con la madre.
Mónica se retira, va a sentarse entre el público. Ana luisa va a sentarse con otra parte del público
ANA LUISA.- (Al público) ¿No tienen frío? Mandé abrir las ventanas de los otros cuartos. Si quieren
las puedo mandar cerrar. Yo tengo calor, siempre tengo calor. Es horrible. El médico me dijo
que son las hormonas.
ERNESTO.- (Al teléfono) Diga. Sí, aquí es... ¿De parte de quién? Un momento. (Va Con Ana Luisa)
Te hablan.
ANA LUISA.- (Alarmada) ¿Quién?
ERNESTO.- Un tal doctor Medrano.
ANA LUISA.- No lo conozco. Dile que no estoy.
ERNESTO.- Ya le dije que estás.
ANA LUISA.- ¿Tú lo conoces?
ERNESTO.- No.
ANA LUISA.- Pregúntale que qué quiere.
ERNESTO.- Te hablan a ti no a mí.
ANA LUISA.- (Levantándose. En voz baja a Ernesto) ¿No puedes servir ni para esto?
ERNESTO.- Fíjate que no. (Ana Luisa molesta va al teléfono. Ernesto curioso la sigue)
ANA LUISA.- (Al teléfono) Bueno... Sí, soy yo... ¿Cómo dice? ¿Es una broma? ...No, no es posible...
¡No me importa! Es un descuido imperdonable y yo no voy a ser la que... ¿Qué dice?...Le
repito que no me importa, es más, yo soy la que va a presentar una queja. En toda mi vida
nunca he escuchado algo parecido....No, por supuesto que no lo voy a permitir. ¡Están ustedes
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Ana Luisa se va a la cocina. Joaquín invita al público a subir y entrar al cuarto de doña Martha. La
puerta está cerrada. Joaquín, cuando vea que ya subió todo el público, toca en ella. Al no
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obtener contestación toca más fuerte. Del cuarto llega el sonido de la televisión. Es un sonido
fuerte. Joaquín al no recibir respuesta abre la puerta y pide a todos que entren. Los acomoda
en el cuarto. Doña Martha está contemplando la televisión, no escucha cuando entran. Viste
camisón de franela. Por el mal de parkinson que padece la anciana mueve constantemente las
manos con un temblor perceptible, también tiene ese mismo temblor en la cara. Está tapada
con ropa gruesa. Joaquín se acerca a ella
JOAQUÍN.- Mamá...mamá... ¡Mamá! (Al no ser escuchado se acerca y le toca el brazo. Ella se
asusta) Mamá... (Ella lo mira, hace un gesto de disgusto)
DONA MARTHA.- ¿Para qué tanto grito? (Se da cuenta del público. Púdicamente se cubre todo el
cuerpo con la cobija. Al hijo) ¿Quién es toda esta gente?
JOAQUÍN.- Te vienen a saludar.
DOÑA MARTHA.- (Examinándolos con la mirada) No los conozco.
JOAQUÍN.- Son amigos de Fulgencio.
DOÑA MARTHA.- ¡Borrachos!
JOAQUÍN.- (Sonríe forzado) No, son compañeros de trabajo.
DOÑA MARTHA.- Mi hijo Fulgencio no trabajó en toda su vida. Eso sí: mujeres, alcohol y quién sabe
que otras cosas. A eso nunca decía que no. (Pequeña pausa, observa a los presentes. A uno del
público) Usted tiene cara de ser de los que lo acompañaban en las parrandas. (Sonríe para sí.
Los sigue contemplando) Ninguno de ustedes me gusta.
JOAQUÍN.- ¡Mamá!
DOÑA MARTHA.- Digo la verdad, yo tampoco les he de gustar. Estamos a mano. (Ríe) "Compañeros
de trabajo" Ver para creer. (A otro del público) ¡Apague la televisión, no puedo hablar así, a
gritos! (Espera que el otro lo haga, si no lo hace le debe insistir. Ya que la apagó no le da las
gracias) Dicen que a mi hijo lo mataron, que se murió, que... (A otro del público) ¿Usted sabe?
A mí no me dicen nada o me engañan. ¡Todos! (Señala a Joaquín) Empezando por él.
JOAQUÍN.- Te suplico...
DOÑA MARTHA.- Si no quería que les dijera la verdad no los hubieras metido a mi cuarto, ni
siquiera tuviste la amabilidad de tocar. ¿Qué tal y estoy en cueros?
JOAQUÍN.- Toqué varias veces, no oíste por la televisión.
DOÑA MARTHA.- ¡Mentira! Nadie tocó. Repito que todos mienten. (En secreto al público) Lo único
que les interesa en esta vida es que yo me muera para quedarse con la casa y todo lo mío. (Ríe)
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HONRAS FÚNEBRES
Pero yo los enterraré a todos. Ya se murió el primero, el peor. Me hizo la vida pesada pidiendo,
exigiendo, engañando. (Señala a Joaquín) Los dos se la pasaban discutiendo todo el tiempo
sobre a quién le iba a corresponder esta casa. No dudo ni tantito que Joaquín Lo señala sea el
que lo mató.
JOAQUÍN.- Si sigues diciendo tonterías...
DOÑA MARTHA.- ¿Te vas? Pues vete. Deja a los amigos de mi hijo conmigo, deja que se enteren.
JOAQUÍN.- Todo lo que dices no es cierto.
DOÑA MARTHA.- ¿No te ibas? ¿Qué esperas?
Joaquín sin decir palabra sale molesto del cuarto. Doña Martha ríe
DOÑA MARTHA.- (Al público) El debería ser el muerto. Antes dije que Fulgencio era el peor, pero
no, éste es. El otro era vicioso, irresponsable, flojo, pero tenía un algo; en cambio Joaquín es
envidioso, enredoso. Los dos salieron al padre. Me dan asco. (Pequeña pausa) Y ya no voy a
decir nada más. (Se hace otra pausa. A uno del público) Encienda la televisión. (Espera, si no
lo hace pregunta) “¿Qué espera?". (Se la encienden) Gracias. (La contempla un breve
momento. A otro del público) Mejor apáguela. (Señala el aparato)¡Otra porquería! Como mis
hijos. (Espera que apaguen el aparato) Siempre lo mismo: la mujer que llora, el joven que
suspira, el hombre que grita, la muchacha que se casa con el rico. Todo igual que en la vida, lo
único que falla es lo de la boda con el rico. Al menos mi marido nunca lo fue, mis hijos menos.
Lo poco que tenemos es mío, yo lo gané. Por eso me quiero morir en esta cama como lo
hicieron mis padres...No, ellos murieron sobre un petate, o sea se petatearon, yo voy a morir en
la cama o sea me voy a camear. (Sonríe) ¿Qué cosa les dijeron sobre mí mis parientes, qué les
dijeron que no bajé? De seguro les contaron que estaba enferma...Lo estoy, pero sí pude
hacerlo, pero no quise. Tengo buen corazón y si veo el cadáver soy capaz de perdonar y no
quiero eso. Mi hijo se casó con esa mujer, la que está abajo. Yo le dije que no, y ya ven, me
trajo a vivir con ella, a mi propia casa. Me trajo de Durango donde vivía tan a gusto para
meterme a este mugroso cuarto que no fue nunca el mío. (A otro del público) ¿Qué hora tiene?
(Espera la respuesta) No les digo, a nadie le importo. Hace quince minutos que debieron darme
mis medicinas. ¡Que se muera la vieja! Pero no me voy a morir. (Gritando y recalcando las
palabras)¡No me voy a morir! (A otro del público) Usted que se ve diferente de los demás
¿ me quiere hacer un favor! En el baño, creo que en la tapa del excusado, están dos frascos con
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HONRAS FÚNEBRES
pastillas. ¿Me hace el favor de traerlas? (Espera que se las traigan). Gracias. (Estira las
manos para recibirlas, le cuesta trabajo tomar el frasco por el temblor. Trata de abrir un
frasco pero no puede. Ahora le habla a una mujer del público) Me da mucha pena pero me
hace el favor de servirme tantita agua. (Pone la mano para recibir el agua, tira el vaso)No se
preocupe, ahí está otro vaso. (Espera que le den el agua) Siempre me la dan en la boca.
(Espera que se la den en la boca. La cierra con fuerza) ¡Primero las pastillas! Una de cada
frasco. (Se las dan. Suaviza la voz) Gracias, ahora el agua. (Pone dificultad para que se la den,
cuando al fin pueden hacerlo toma un gran buche con el que se ahoga, escupe el agua y las
pastillas, tose, se asfixia. Tarda en reponerse) ¡Torpe! Casi me asfixio. (Desconfiada ve a la
mujer) No dudo ni tantito que Joaquín le haya dicho que me ahogara. (A todos) Ya no los
quiero aquí, váyanse por donde vinieron... ¿Qué esperan? (Les señala la puerta. Cuando el
público va a salir se dirige a él) Esperen. (A dos mujeres del público) Ayúdenme ir a mear.
Antes me traían el cómodo pero ahora nada, dejan que moje la cama. (Espera a las mujeres, se
destapa con cuidado. Apoyándose en ellas se levanta con dificultad, camina hasta el baño,
entra a él siempre ayudada, les pide a las mujeres que cierren la puerta, después que la sienten
a orinar, orina, pide papel, se limpia, se ensucia las manos, pide que se las laven. Salen. Pide
que la lleven a acostar. En el trayecto se tropieza con sus mismos pies y cae al suelo, se queja )
¡Inútiles, todos inútiles! (Levanta los brazos para que la levanten) ¿Qué esperan para
levantarme? (En ese momento se escucha la sirena de la ambulancia. Doña Martha se asusta)
¿Esa ambulancia viene a esta casa? ¡Por favor, no dejen que me lleven, les juro que ya no voy a
decir nada, pero que no me lleven! (Se acurruca en el piso o si ya la levantaron sobre si
misma) ¡No estoy loca, no estoy loca! (Deja de oírse la sirena. Todavía atemorizada a uno del
público) ¿Ya se fueron? ¿Por favor abra la puerta y vea si vienen. (Espera) ¿No están? ¿Está
usted seguro? A mí siempre me engañan. Con engaños me llevaron la primera vez. ¡Fue
horrible! ¡No, no quiero ir. Qué llamen a mi nieto, a Esteban, él es el único que me defiende!
(Toma una campana grande que está a su alcance, la suena desesperadamente. Entra Esteban)
ESTEBAN.- (A la abuela) ¿Qué te pasa, por qué tocas tanto?
DOÑA MARTHA.- Ven, cielo. (Se abraza a él) No dejes que me lleven, no los dejes.
ESTEBAN.- Nadie te va a llevar a ningún lado.
DOÑA MARTHA.- ¿Dices la verdad?
ESTEBAN.- Por supuesto.
DOÑA MARTHA.- Tengo tanto miedo. Nadie me quiere.
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HONRAS FÚNEBRES
ESTEBAN.- Yo te quiero.
DOÑA MARTHA.- Tú sí pero los demás no. (Señala a la mujer que le dio el agua) Esa mujer trató de
ahogarme
ESTEBAN.- ¿Ahogarte?
DOÑA MARTHA.- (Señala a las mujeres que la llevaron al baño Y esas dos me tiraron al suelo,
como rata.
ESTEBAN.- Seguro fue un accidente.
DOÑA MARTHA.- Estoy tan nerviosa. (Llora)
ESTEBAN.- Creo que es hora de que te duermas.
DOÑA MARTHA.- Sí, tengo sueño, quiero dormir, dormir. Pero no puedo.
ESTEBAN.- ¿Por qué abuela?
DOÑA MARTHA.- Cómo quieres que duerma con toda esta gente.
ESTEBAN.- (La acaricia) Ahorita les pido que te dejen sola.
DOÑA MARTHA.- Pero ya, no los quiero frente a mí. No me gustan.
ESTEBAN.- (Al público) ¿Me hacen el favor de esperarme fuera del cuarto, no me tardo, sólo
acomodo a mi abuela. Por favor no vayan a bajar. (Los acompaña hasta la puerta)
DOÑA MARTHA.- Fíjate que no se lleven nada.
ESTEBAN.- ¡Abuela!
DOÑA MARTHA.- Más vale prever que lamentar.
ESTEBAN.- Sí, abuela. (Sonríe al público para que no se fije en lo que dice la anciana)
MARTHA.- Y que alguno le diga a tu madre que ya quiero cenar, que si no me van a traer nada.
ESTEBAN.- Ya cenaste abuela.
DOÑA MARTHA.- Nadie ha venido con la cena, quieren que me muera de hambre, eso es lo que
quieren.
ESTEBAN.- (Saca a los últimos del cuarto) Les voy a decir que te traigan otra vez. (Cierra la puerta.
se tarda en salir de uno a dos minutos. El público deberá esperar en el pasillo o hall superior
de la casa. Esteban les habla) Aquí está muy incomodo, creo que es mejor que pasen a mi
recámara, se pueden sentar al menos, pero por favor no se fijen si hay algo tirado. (Los
acompaña a su recámara que tiene dos camas. Hay ropa sobre éstas y sobre la silla. Esteban la
quita y la pone sobre la cómoda. Invita a que se sienten en las sillas y en las camas al público.
Algunos quedarán de pie. Se escucha la regadera en el cuarto de baño que corresponde a esa
recámara) Es la recámara de Ernesto y la mía. (Pequeña pausa) Los médicos me dijeron que
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HONRAS FÚNEBRES
no se van a tardar casi nada. Unos cinco minutos cuando mucho. (Ve su reloj) Voy a ir a
preguntar.
Sale del cuarto. Pausa larga. Se sigue escuchando la regadera. Deja ésta de escucharse. Se abre la
puerta del baño, Ernesto sale totalmente desnudo, da unos cuantos pasos dentro de la
recámara cuando se da cuenta de que hay gente en ese lugar, se cubre con las manos y se
regresa rápidamente al baño, cierra la puerta. Pasa un poco de tiempo. Ernesto llama a uno de
los espectadores con un sonido discreto de boca, le hace señas para que se acerque a él
ERNESTO.- Pssst, oiga. (Espera que llegue) No me hace el favor de darme mi ropa. Está en la cama.
(Señala, ve que no está) O en la cómoda. (Espera que se la traigan. Cierra. Abre nuevamente,
llama al mismo espectador. Le habla casi en secreto) Faltan los calzones. (El otro va, no los
encuentra) Ahí estaban. Mire, en el cajón de arriba de la cómoda hay limpios. Por favor.
(Espera. El espectador debe abrir el cajón donde hay camisas y otro tipo de ropa pero no
calzones. Ernesto espera. Si no reacciona el espectador le debe preguntar si no hay. Cuando le
dicen que no se molesta) Hágame otro favor, llame a mi hermano, ha de estar con la abuela. (El
hombre debe salir, Esteban estará afuera arreglando algo o hablando por teléfono portátil,
entra al cuarto)
ESTEBAN.- (Abre la puerta del baño, se asoma) ¿Qué quieres?
ERNESTO.- Unos calzones.
ESTEBAN.- No soy tu sirviente.
ERNESTO.- No voy a salir así ¿verdad?
ESTEBAN.- Los hubieras agarrado antes de bañarte.
ERNESTO.- Yo que iba a saber que iban a traer a toda la gente.
ESTEBAN.- Los llevé con la abuela no aquí.
ERNESTO.- ¿Y?
ESTEBAN.- Los corrió.
ERNESTO.- Diles que se bajen.
ESTEBAN.- Están cosiendo el pecho de nuestro padre. ¡Un bello espectáculo!
ERNESTO.- Dámelos ¿sí?
ESTEBAN.- ¿Dónde están?
ERNESTO.- En el cajón de arriba de la cómoda.
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HONRAS FÚNEBRES
Esteban va por los calzones, los encuentra en otro cajón, son muy llamativos, los muestra, se ríe, abre
la puerta del baño, los avienta. Cierra
ESTEBAN.- (Al público) Creo que ya podemos bajar, ya estaban por terminar, pero por las dudas voy
a dar una vuelta. Bajo y subo. (Sale, se tarda lo que tomaría de tiempo bajar y subir. Entra al
cuarto) Sí, ya podemos bajar, ya terminaron.
Señala la puerta para que todos bajen. Los acompaña hasta la parte baja de la casa, deja que se
acomoden donde quieran. Un momento después baja Ernesto ya vestido. Se acerca al primer
grupo que encuentre
ERNESTO.- Al grupo Perdón por lo de hace rato pero yo que iba a saber. (Sonríe)
ANA LUISA.- ( A los hijos) Ya va a estar el café. (A Esteban) Saca refrescos para los que no quieran
café, están en la despensa. (A Ernesto) ¿Y Mónica?
ERNESTO.- Subió.
ANA LUISA.- Dile que venga a ayudar pero antes ve a acomodando a todos en el comedor para que
estén más cómodos.
Entre los dos invitan al público a que pase al comedor. Sobre la mesa hay bandejas con distintos tipos
de galletas o bocadillos. Van acomodando a las personas. Unos alcanzarán lugar, otros
permanecerán de pie. Entra Esteban
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HONRAS FÚNEBRES
Los lleva a la cocina, abre la despensa, saca los cascos de los refrescos, se los va dando a todos. Ya
cargados los lleva a la calle donde está su auto. En la cajuela meten los refrescos. Después
sube al público al auto y se va por los refrescos
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HONRAS FÚNEBRES
ESTEBAN.- (A los pasajeros) Espero que esté abierto. No hace ni dos semanas que lo clausuraron
porque dizque vendía alcohol y cemento a los chavos. A cada rato se lo cierran, pera ya saben,
con lana todo se arregla. En ese changarro nos surtimos cada vez que hacemos pachanga y se
nos acaba el chupe. Se toca la cortina tres veces y siempre te abren. Eso sí, casi todo cuesta el
doble. Pero se consigue. (Pequeña pausa, puede comentar cualquier suceso callejero, ya sea de
tránsito o cualquier otro. Estos comentarios los irá intercalando en su monólogo y siempre
será de acuerdo a lo que vayan viendo. Puede criticar, por ejemplo, el mucho tránsito si éste
existe, o hacer un comentario soez sobre alguna mujer que vista falda corta, etc. Ríe) ¿Qué les
pareció la abuela? ¿A poco no le patina un poco? Es vaciada, siempre anda con que la casa le
pertenece, que nos va a correr a todos. ¡Ni madres! Ella no tiene en que caerse muerta. La
verdad que ahora no sé qué va a pasar con ella. Mi madre no la soporta, mi tío Joaquín es un
egoísta, mis hermanos no la quieren y a mí sólo me divierte, pero de eso a tener que fletarme y
cuidarla... ¡No, ni se crea! No sé ustedes, pero yo soy de la idea de que a los viejos pues...Dicen
que en Alaska los meten en un trineo cuando cumplen los sesenta, les dan una bolsa con mucha
comida, los llevan muy lejos y ahí lo dejan, en la nieve. ¿Eso no estaría mal, no creen? En
China es peor. Cuando están viejos los suben a una montaña y dejan que se los coman los
buitres. Sin viejos no tendríamos tantos problemas. Ya ven a mi papá, todavía ni llegaba a los
53 años y ya nos hacía la vida de cuadritos. Y ahora con lo de su muerto puros líos. Primero lo
del balazo, después las delegaciones, los ministerios, los periodistas que querían su feria, los de
la policía que nos la exigían y hasta los médicos. ¡Pinches médicos! Se tardaron cuatro horas en
hacer la autopsia y todo para salir después que dejaron las pinzas adentro. ¡Ya ni la chingan!
Enfrena bruscamente. Se busca en el pantalón y en el saco Chin, se me hace que me olvidé de
traer la cartera. (Se revisa) ¿Alguno de ustedes me puede prestar una lana? Llegando a la casa
se las doy. (Vuelve a revisarse, encuentra la cartera. Arranca de nuevo) Menos mal. (Llega a
la tienda, toca varias veces. Espera. Vuelve a hacerlo, no le abren, va al auto) Qué raro, no
abren. A la mejor ya los pescaron de nuevo. ¿Y ahora? En Satélite hay una tienda que nunca
cierra pero está rete lejos. ¿Me acompañan? No, mejor no, Entre que vamos y regresamos es
como una hora. (Maneja hacia la casa) Ustedes son testigos de que vine y no me abrieron. Mi
jefa, así como la ven, cuando no se hace lo que ella dice se pone...bueno, para que les digo.
El resto del tiempo manejará en silencio, preocupado. En caso necesario hará algún comentario sobre
lo que sucede a su alrededor. Llega a la casa, se estaciona. Les dice a los pasajeros que dejen
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HONRAS FÚNEBRES
los cascos vacíos. Que más tarde él irá por ellos. Les da las gracias. Abre la puerta de la casa.
Él regresa al coche después de que entran.
La siguiente escena será simultánea con la del auto. Es lo que sucede en la casa. Ana luisa empieza a
traer tazas para el café. Les pide a tres mujeres que si le hacen el favor de ayudarla. Entre
todas traen el servicio completo del café. Después todas traen el café que ya está servido en
jarras. Entre todas lo sirven. Pasan azucareras. Ana Luisa hará comentarios sobre lo caliente
que está el café, pedirá que tengan cuidado para que no se quemen, ofrecerá té a los invitados
ANA LUISA.- Tomen galletitas, están muy ricas. (A las mujeres que le ayudan a servir) Qué lindas,
muchas gracias. A mí todo esto de la cocina como que no. Durante años tuve una sirvienta que
era una verdadera joya, todo lo hacía bien. Lástima que se tuvo que ir a su pueblo, no sé a qué,
seguramente a pasar hambres. Nunca se acaba de entender a esas mujeres. Yo la trataba como a
una reina y ya ven. Ahora viene una de entrada por salida pero dónde se va a comparar con mi
Chole. Vean nomás el comedor. Limpian nada más por encimita. Ahora que se murió Fulgencio
voy a ir al pueblo de Chole para convencerla a que regrese, quien quita y sí. Yo a las de aquí les
tengo miedo, ya no sólo a que te roben, eso ya es natural, sino que hasta te maten. A mi marido
le encantaba hablar de crímenes, de los drogos, de los prostitutos y las prostitutas, de
violaciones. Creo que por eso me volví tan desconfiada. (Pensando) Ahora que lo pienso a la
mejor por eso lo mataron. Como que atrajo la mala suerte por andar pensando siempre en
crímenes. La verdad es que era muy morboso. Le encantaban esas revistas de policías. Eso no
me gustaba de él. Si pasábamos junto a un choque él iba siempre a ver si había o no muertito;
en el temblor recorrió a pie toda la ciudad, no para ayudar, sólo a curiosear. No sé que gusto le
puedan sacar a eso, yo veo sangre y me desmayo. Cuando me hablaron para que reconociera el
cuerpo sentí que era yo la que me moría, por supuesto les dije que no. Ya me conozco, por eso
le pedí a mi cuñado que él fuera. Después me contó que tenía semejante agujero en el pecho.
¿Me pueden imaginar a mí ahí? De seguro azoto cuan larga soy. Una vez Ernestito, cuando
tenía ocho años, se cortó con un vidrio la pierna; yo en lugar de ayudarle empecé a gritar como
loca, a llorar, a golpear la pared y la pobre criatura desangrándose mientras tanto. Si no es por
la sirvienta que le pone un trapo bien apretado no sé que hubiera pasado. No, definitivamente
no estoy hecha para eso, es más, ni siquiera pude ver a mis hijos cuando nacieron. La sangre me
da...no sé, no es precisamente asco, aunque su olor es nauseabundo; tampoco miedo, es otra
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HONRAS FÚNEBRES
cosa, simplemente no me gusta. Esteban salió en eso a su padre, a él también le gusta ver
cosas; de niño siempre andaba abriendo a las lagartijas y a los pajaritos con su navaja. Yo hasta
pensé que iba a ser médico, eso me hubiera gustado, pero ya ven, ninguno de los dos quiere
estudiar. (Nuevamente ofrece café, sirve a quien quiera. Se sirve a si misma)
Mientras ana luisa toma café llega Joaquín con un álbum de fotos. Lo coloca sobre la mesa en la zona
donde esté la mayoría de la gente
JOAQUÍN.- ¿Quién fue el que me pidió ver las fotos de Fulgencio? (Ve hacia todos lados) Bueno, no
importa, me imagino que todos son sus amigos y lo quieren ver. (Empieza a pasar las fotos
que serán de Fulgencio con la familia, en paseos, vacaciones, en una piñata, recibiendo alguna
medalla, de niño, la familia, algún paisaje tomado por él. Joaquín irá explicando en voz alta
cada foto, hará comentarios sobre ellas, se emocionará con alguna foto, se reirá con alguna
otra. Pasará el álbum alguna vez para que vean de cerca una foto. Por ejemplo puede decir los
diálogos siguientes): - Esta foto es de Fulgencio cuando iba al Simón Bolívar, era muy
aplicado. (Da vuelta a la hoja) Aquí está con mi mamá. ¿A poco no se ve diferente? Yo creo
que era hermosa
Llega Ernesto. Desde la puerta le hace una seña a Mónica para que vaya junto a él. Ella obedece
Pausa larga
MÓNICA.- Tampoco me gusta eso de la quemada. El cuerpo es para que se lo coman los gusanos. Ese
es el circuito de la vida. Al quemar a todos los muertos estamos rompiendo el equilibrio
ecológico.
ERNESTO.- Ya me extrañaba que no salieras con alguna de tus mamadas ecologistas: que los
vegetales, que el yoga, que el aire. ¡A mí mis chicles! Yo soy de aquí y aquí me quedo con
smog y sin él. Tú vete a tu pueblo y que te aproveche.
MÓNICA.- Todos los que viven aquí van a terminar como mi papá. Muertos, asesinados, intoxicados.
ERNESTO.- (Levanta los hombros) Pues ya estaría. (Saca una cajetilla, ofrece a la hermana un
cigarro)
MÓNICA.- ¿Te vas a atrever a fumar aquí?
ERNESTO.- Qué tiene.
MÓNICA.- ¿No te basta con las velas, con tanta gente? El aire está enrarecido.
ERNESTO.- Qué chingona palabra, enrarecido.
MÓNICA.- Te suplico que no fumes.
ERNESTO.- (Guarda la cajetilla) Pinches viejas, siempre se salen con la suya.
MÓNICA.- Gracias.
ERNESTO.- (Irónica) De nada, hermanita.
Sale molesto Esteban. Mónica se acerca al ataúd a contemplar a su padre. Se asusta cuando lo ve.
Busca a Ernesto. Lo llama
MÓNICA.- A la mejor ella misma, a la mejor ya las vendimos, a la mejor no existieron jamás.
JOAQUÍN.- Tenía collares de oro, anillos de perlas.
MÓNICA.- (Recitando) " Un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes"
(Ríe )
JOAQUIN.- Tú, tu madre y tus hermanos están muy equivocados si piensan que me voy a dejar. Sé
demasiadas cosas de esta familia.
MÓNICA.- (Burlona) ¿Y piensas decirlas por ahí?
JOAQUÍN.- Yo sabré...
MÓNICA.- Mira como tiemblo de miedo. (Tiembla y ríe)
JOAQUÍN.- Cuando me case con tu madre vas a reír distinto.
MÓNICA.- (Muy turbada) ¿Qué dijiste?
JOAQUÍN.- (Sonríe) Nada, nada.
Se va para otro sitio. Mónica queda como hipnotizada por la noticia. No se da cuenta del regreso de
sus hermanos
ANA LUISA.- Creo que debemos volver a la sala, no tarda en venir la camioneta por el cuerpo.
MÓNICA.- ¿No pudieron esperar hasta mañana?
ANA LUISA.- Eso les pedí, pero no había horno a otra hora. Está muy solicitado.
ERNESTO.- (A la madre) ¿Tú vas a ir?
ANA LUISA.- (Digna) ¡Soy la esposa! Empieza a llorar suavemente
ERNESTO.- Nosotros también vamos a ir, Esteban se va a quedar con la abuela.
ANA LUISA.- (Se enjuaga las lágrimas) ¿Le quitaron el reloj?
ERNESTO.- ¿Cuál? Esa ya se lo había volado en la delegación.
ANA LUISA.- Era bueno.
ESTEBAN.- Lo que sí habría que quitarle es el anillo de boda.
ANA LUISA.- Tampoco lo tiene.
ERNESTO.- ¡Ratas! Dicen que se quedan hasta con los dientes de oro.
ESTEBAN.- ¿Qué hacemos con los que vinieron? Señala al público
ANA LUISA.- Por lo pronto invitarlos a rezar un último rosario. Después les damos las gracias y nos
despedimos de ellos.
ESTEBAN.- ¿Tú crees que todos quieran rezar?
ANA LUISA.- Esto no es de querer, es de creer.
ERNESTO.- Si a esas vamos mi padre no creía en nada.
ANA LUISA.- Pero yo sí. (Empieza a invitar a la gente para que pase a la sala. Los hijos terminan
haciendo lo mismo. Mónica se encargará en la sala de distribuirlos adecuadamente hace seña
para que el público guarde silencio. En voz alta) ¡Perdón, perdón! Quiero avisarles que en unos
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HONRAS FÚNEBRES
momentos más vendrán de la funeraria para llevar el cuerpo de mi esposo al panteón donde se
le incinerará. Esa fue su voluntad. Ahora les suplico que recemos un último rosario para pedir
por su paz eterna. Mañana, a las diez y nueve horas, se oficiará una misa en el templo de San
Jorge de esta colonia. Les ruego que asistan a ella.
.
Se hinca muy cerca del ataúd y empieza a rezar el rosario en voz alta. Cuando va en la tercera Ave
María tocan a la puerta. Ernesto va a abrir. Regresa casi inmediatamente. Se acerca a la
madre, le toca el hombro. Ella deja de rezar
ANA LUISA.- A mí no me van a decir que no. (Se acerca a alguna mujer del público de las que
hayan rezado) ¿Por favor quiere continuar con el rosario? No me tardo. (Si nota que nadie lo
hará se lo pedirá a su hija. Después de un largo momento regresa indignada. A los hijos)
¡Gente egoísta! (Al público) Perdón, pero nos tenemos que ir.
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HONRAS FÚNEBRES
Ernesto mueve la cabeza en señal de desaprobación. Se acerca al ataúd. Lo mismo hacen Ernesto y
Mónica. Ernesto se dispone a cerrar la ventanilla
Se acerca, ve el cadáver, empieza a llorar, cada vez lo hace más fuerte. Mónica se acerca a observar
al padre, también llora. Los hijos se acercan, no pueden contener las lágrimas. Se abrazan a la
madre y a la hermana. El tío Joaquín también acude a ver el cadáver, pone su mano sobre el
vidrio, se le nota muy apesadumbrado
Se abraza a los hermanos. Estos abrazan a la madre. Forman un conjunto patético. Joaquín se acerca
y los abraza. Le devuelven el abrazo. Mónica llora en su hombro
Ernesto cierra lentamente la ventanilla. Las mujeres lloran más fuerte si esto es posible. Los dos hijos
se colocan en la cabecera y el tío en la piesera. Van empujando lentamente el ataúd. Las
mujeres se colocan tras de él. Salen llorando. Al salir cierran la puerta. Se escucha unos
momentos después el ruido de un motor y el sonido de una camioneta al partir. Regresa
Esteban. Viene llorando
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HONRAS FÚNEBRES
ESTEBAN.- (Al público) Mi mamá y mis hermanos me pidieron que los despidiera y les diera las
gracias en su nombre y en el mío. Nos gustaría verlos mañana en el templo. Gracias otra vez.
Se acerca a alguno, les da la mano para despedirse, puede abrazar a algún otro. Poco a poco va
conduciendo a todos a la puerta de salida. Ahí se queda despidiendo a los atrasados. Si alguno
llega a no entender la indirecta, Esteban le hablará
ESTEBAN.- (Al que todavía no haya salido) Gracias por su compañía. Perdóneme que no me pueda
quedar con ustedes pero tengo que atender a la abuela. Ella está sola y es hora de sus medicinas.
Mañana nos vemos.
Los acompaña a la entrada de la casa. Cierra la puerta. Poco a poco se van oscureciendo todos los
cuartos, sólo queda encendida la luz de la recámara de la abuela.
FIN.
MAYO 1993-94
Nota.- En algún mueble se pondrán los programas de mano para que el público los tome a la salida.
Nadie dará las gracias si llegara a haber aplausos, aunque esto no es probable dado que el
público estará en la calle.
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