Feminismos y Psicoanálisis
Feminismos y Psicoanálisis
Feminismos y Psicoanálisis
editora
Jorge ALEMÁN - Mercedes BARROS - Sofía BATKO - Paula BIGLIERI - Luciana CADAHIA
Estela CANUTO - Ana CASTAÑO - Mercedes DE FRANCISCO - José Enrique EMA
Lidia FERRARI - Natalia MARTÍNEZ PRADO - Constanza MEYER - María Liliana OTTAVIANO
Gloria PERELLÓ - Águeda PEREYRA - José Ángel RODRÍGUEZ RIBAS - Fabiana ROUSSEAUX
Clara URBANO MOLINA - Angelina UZÍN OLLEROS -Alicia VALDÉS - Elina WECHSLER
Todo el contenido de este libro se distribuye bajo una licencia Creative Commons Atribu-
ción – No Comercial – Sin obras derivadas.
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/deed.es
ISBN 978-987-8994-28-4
1 #Lacanemancipa publica sus artículos con una periodicidad semanal y en acceso abierto en la
dirección: https://lacaneman.hypotheses.org
Director: Jorge Alemán
Coordinadora general: Estela Canuto
Colaboradora especial para la edición de este libro: Lidia Ferrari
A las y los autores, por los importantes aportes teóricos y las necesarias
discusiones que proponen. A Águeda Pereyra, Alicia Valdés, Ana Castaño,
Angelina Uzín Olleros, Clara Urbano, Constanza Meyer, Elina Wechsler,
Fabiana Rousseaux, José Ángel Rodríguez Ribas, Liliana Ottaviano, Lu-
ciana Cadahia, Paula Biglieri, Mercedes Barros, Natalia Martínez Prado,
Mercedes de Francisco, José Enrique Ema, Gloria Perelló, Sofía Batko.
Fabiana Rousseaux
SECCIÓN 1
Lo femenino en nuestra contemporaneidad. Tocando lo justo.
Clara Urbano
Águeda Pereyra
Fabiana Rousseaux
Estela Canuto
SECCIÓN 2
Aproximaciones teóricas
Sofía Batko
Lidia Ferrari
Elina Wechsler
SECCIÓN 3
Feminismos y populismo
SECCIÓN 4
Cruces: psicoanálisis y feminismos
Jorge Alemán
Constanza Meyer
Ana Castaño
Alicia Valdés
Mercedes de Francisco
Liliana Ottaviano
Presentación
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y la construcción política, pero siempre advertidos del vacío estructural e
irreductible, que es lo más singular de cada uno, en su soledad, y a la vez
nos es común”, tal como señala Ana Castaño en su trabajo “Feminismo y
ciudadanía: una apuesta por la emancipación”. Esta autora nos introduce
en un recorrido político-deseante a partir de preguntas cruciales para la
articulación psicoanálisis-feminismo: ¿qué se teme de lo femenino?, reali-
zando un recorrido por el movimiento feminista; y, recobrando la pre-
gunta freudiana ¿qué quiere una mujer?, realiza una lectura que toma en
cuenta el concepto de lo femenino “para ir más allá de la reivindicación
feminista de acabar con el hetero-patriarcado”, buscando de este modo
“emanciparse una por una, para una posible construcción en común”.
A lo largo de los textos, se despliegan interrogantes que caracterizan
la época, intentando abrirlos aún más. En ese sentido, en la sección que
aborda el cruce entre feminismos y populismo, Paula Biglieri y Luciana
Cadahia en su artículo Las populistas somos feministas, toman de la ética del
no-todo aquello que permite pensar un feminismo que consienta en alterar
la lógica de la totalidad y destacan:
populismo?
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En tanto, Gloria Perelló y Paula Biglieri en su robusto trabajo “Proble-
mas teóricos, problemas políticos: en torno al populismo, el psicoanálisis
y el feminismo” continúan con este debate aportando nuevas perspectivas,
cuando dicen: “el movimiento feminista argentino no se resuelve en una
mera identidad diferencial cerrada en su propia particularidad, sino que
se articuló en una cadena que lo excede completamente. Es allí en donde
radicó su potencia: en su dimensión populista”. Y agregan que este movi-
miento: “logró articular una serie de demandas que no necesariamente son
consideradas feministas (como estar en contra de los recortes, despidos, las
políticas de austeridad, etc.), pero que sí tienen una larga historia en las
luchas populares y se formulan en términos de `justicia social´”.
Estas posiciones enmarcadas en el campo de los populismos, discuten
con otras perspectivas feministas entre las que se encuentran las más au-
tonomistas, comunitarias, las perspectivas del feminismo de la diferencia,
entre otras.
Y para analizar cómo estos debates fueron llevados al interior del Es-
tado español, cómo se juegan o se dejan interpelar por nuevas experien-
cias políticas y sus consecuencias legislativas, en el texto de Alicia Valdés,
“Posición sexual y feminismo interseccional. Una lectura lacaniana de las
tensiones en el feminismo español actual” leemos que:
Una de las tensiones más claras que encontramos en este momento, es la pro-
vocada entre los posicionamientos transinclusivo y transexcluyentes. Durante
2021, la batalla entre estos posicionamientos dentro del gobierno español nos ha
permitido observar precisamente cómo la producción del Significante Maestro
femenino condicionaba de manera radical la emergencia o aparición, en este
caso, del sujeto político del feminismo. Sin embargo, ¿es el Significante Maestro
demarcado, suficiente para abarcar todo sujeto que necesita de esta legislación?
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La letra pensada como litoral, por el contrario, introduce la no reciprocidad,
la heterogeneidad irreductible, abre la puerta a una diferencia que no se
plantea en relación a otro elemento homogéneo, sino a una diferencia más
bien absoluta.
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tura feminista del Seminario XX, para pensar la posibilidad del desplaza-
miento de teorizaciones lacanianas sobre el amor al campo de la filosofía
política bajo la pregunta ¿puede el amor funcionar como un operador teó-
rico que nos permita pensar lo político?
Incursiona en una serie de desarrollos teóricos donde expresa: “trataré
de mostrar que la “renovación del Eros” de Lacan tiene consecuencias so-
bre la manera de entender el campo de lo político, más allá de las lógicas
de la representación, del reconocimiento y de la identidad”, para terminar
proponiendo “dar un paso más, sustituyendo la palabra amistad por el
significante amor o amante”, dando lugar a la dimensión constitutiva del
lazo de amor como lazo político.
Una de las preguntas que continúa hilvanándose a lo largo de este
libro, en relación al goce femenino y sus implicancias, encuentra en el
texto de Elina Wechsler “Un feminismo bíblico”, la siguiente pregunta:
“¿acaso la libertad y el goce sexual es patrimonio de la búsqueda mas-
culina, tal como pretendió imponer la ideología patriarcal? A Lilith, le
interesa gozar a su manera”.
La autora recorre el mito de Lilith, la primera mujer creada por Dios,
nacida de un vacío, excluída de la Sagrada Escritura y, en una aguda lectu-
ra, señala: “Adán y Eva es el mito de la desigualdad imaginaria de la mujer
al ser creada de una costilla masculina. Lilith habla, en cambio, de igualdad
simbólica entre los sexos y diferencia en el material utilizado para su crea-
ción”, señala así que “Lilith viene a trastocar el resto paradisíaco, la pareja
complementaria primera”.
En este libro incluimos trabajos que se ocupan del lugar de las mujeres,
las disidencias del patriarcado y el amplio universo de lo femenino en la
escena contemporánea —particularmente en la primera sección— ya sea
a través de analizar el funcionamiento de las plataformas virtuales como
lugares de encuentro sexo-afectivo, el impacto de films o temas musica-
les que produjeron debates impensados al interior de ámbitos feministas,
como también noticias sobre la ovodonación, subrogación de vientres y el
rechazo a los límites del cuerpo y la existencia, en una apelación ilimitada
a la ciencia, como pueden ser algunos casos vinculados a las técnicas re-
PRESENTACIÓN
productivas.
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En este sentido, el inquietante trabajo de Águeda Pereyra titulado
“Desmembrar lo materno”, hace referencia a un caso mediático de enorme
repercusión, cuando una reconocida actriz de 70 años utilizó el esperma
de su difunto hijo para convertirse en madre de una niña que en verdad
era su nieta.
El texto da cuenta de las dimensiones que se despliegan cuando “la
voluntad de la técnica se encuentra con la voracidad del mercado” —como
señala la autora—, dando lugar a casos que nos ponen de frente a la pre-
gunta ¿qué tratamiento es posible desde la ética del psicoanálisis?
En el texto leemos:
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Siguiendo con el problema de los cuerpos y la insistencia por el goce
de lo femenino, el trabajo de Estela Canuto que publicamos dentro de la
Sección que se ocupa de temas contemporáneos, trae una cuestión muy
actual a partir de la proliferación de las apps de citas, donde “aborda las
prácticas de goce que están en juego a partir del uso de las tecnologías, en
concreto sobre las nuevas modalidades que adquieren los encuentros sexo
afectivos como síntoma epocal, en relación con las formas de hacer lazo”
como la misma autora señala. Y en ese sentido afirma: “probablemente
los sujetos no se apuntan a una app de encuentros para enamorarse, lo
hacen, quizás para no hacerlo, para estar a salvo de la contingencia, de
lo inesperado…”.
En su recorrido llega al punto de lo que insiste, el objeto a, el real re-
sidual que establece su relación con el deseo, el amor, lo pulsional, siendo
precisamente esto lo que el discurso capitalista rechaza.
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capitalista y el Amor? La otra, que al intentar bordear el “no-hay” de la
fórmula lacaniana, debemos saber que el vacío irreductible al que hace
referencia Lacan está en relación a que, sea cual sea el sexo o género, es
imposible establecer una proporción, una medida, por lo tanto, tomando a
Jorge Alemán, debemos insistir en que “el no hay relación sexual no es una
fórmula binaria, no se trata de hombres y mujeres, se trata de un vacío que
de modo estructural acompaña a cualquier elección de género”.1
En ese sentido,
También cabe destacar que las y los autores, son personas comprome-
tidas con distintos proyectos comunitarios, políticos, sociales y/o estatales,
donde sostenidos por su deseo, llevan el psicoanálisis hasta diversos atolla-
deros, sin retroceder.
Así, Liliana Ottaviano en su texto “Mujeres: Sujetas políticas de la iz-
quierda lacaniana”, apunta:
PRESENTACIÓN
1 Alemán, 2022.
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El feminismo se nos ofrece como una oportunidad para hacer otra política.
Feminismo pensado “más allá” de la igualdad, “más allá” de lo que atañe al
derecho. Feminismo que ha hecho pie en lo discursivo, pero también en las
calles. Feminismo que es reclamo, pero también es propuesta. Feminismo que
no se pretende un universal, sino que está dispuesto a alojar toda la diversidad
y las disidencias en materia de sexos, de género y de decisiones.
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historia de la evolución está aún en construcción, motivo por el cual la
autora manifiesta:
Si bien este libro cuenta con una mayoría de trabajos de autoras muje-
res, pudiendo corresponder este dato a que son ellas las que se encuentran
implicadas y comprometidas con estas reflexiones, esto también nos inte-
rroga desde el psicoanálisis debido a que, al no haber un cierre identitario,
el desafío es leer más allá de las categorías hombre-mujer, sin reducir a ello
lo que cada autor/a provoca desde su singular enunciación. ¿Podemos leer
a Freud y Lacan solo desde la posisión masculina?
Ambos, han admitido no saber mucho sobre las mujeres y desde ese
no saber, han construido teoría acerca del “enigma” de lo femenino que
ha puesto en un lugar absolutamente distinto a quienes sostienen esa
posición.
Aunque debemos decir que tampoco podemos dejar de lado la omisión
histórica que ha reinado en los ámbitos de saber sobre las producciones
intelectuales del universo de mujeres.
En cuanto a este tema, Angelina Uzín Olleros en su texto “Feminis-
mos y Problemáticas de género: Las asignaturas pendientes en los espacios
educativos”, nos dice: “Nuestras universidades, tomaron tímidamente la
posición del feminismo en sus planes de estudio; incluso si observamos la
bibliografía en la formación de grado la gran mayoría de los textos ignoran
la producción científica, filosófica y artística de las mujeres”, sin embargo,
más adelante señala algo muy interesante al respecto:
PRESENTACIÓN
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es importante destacar que, desde nuestra perspectiva, lo que realizan estas
pensadoras como Butler, Haraway, Moraga, Sedwick, es una lectura feminista
de la obra de autores como Derrida, Foucault, Deleuze principalmente; en las
que lejos de reproducir “literalmente” sus aportes los resignifican dando un
nuevo destino lingüístico y ontológico.
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cada ser hablante con su goce y en particular con el femenino más allá del
orden fálico.
Tal como sostiene Lidia Ferrari, aquí presentamos textos de pensadoras
y pensadores que están construyendo un camino de reflexión sobre este
cruce fundamental entre una práctica como el psicoanálisis y el lugar de lo
femenino en la cultura y como espacio de resistencia emancipadora, desde
el no-todo de la emancipación.
Fabiana Rousseaux
Comité de redacción y coordinación de #lacanemancipa
Referencia bibliográfica
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SECCIÓN 1
Lo femenino en nuestra contemporaneidad
Tocando lo justo
El discurso capitalista y el sujeto dividido
(a partir de Barbie)
Clara Urbano Molina1
Un grupo de niñas juegan a mamás y de pronto aterriza una barbie SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
gigante. Empieza el caos. Las niñas estrellan sus bebés de juguete contra el
suelo, los lanzan por los aires, se rasgan las faldas de mamás bien.
Este es el comienzo de Barbie, una película que ha estado en las sobre-
mesas del verano. Se ha hablado de si es “buena” o no (y su éxito es solo
estético o comercial), sobre si es o no es feminista “en realidad”. Dicho lo
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cual, estas líneas lo que quieren es interrogarse sobre qué hay en este film
que, al parecer, algo ha tocado y está dando de qué hablar, para sorpresa de
muchos. Analizar esta película es buena ocasión para atender a cómo el dis-
curso capitalista se maneja hoy con la división del sujeto (y especialmente
en relación a la diferencia sexual, pero no solo ni fundamentalmente).
Hechas añicos las tacitas de té en la escena “neandertal” del principio
(inspirada en 2001 Odisea del espacio), llegamos a Barbieland. Allí todo
es rosa, todo cursi, todo expuesto: las casas no tienen paredes —claro,
son casas de muñecas—. Pero sucede algo, desde el momento en que
aparece la actriz principal, la maravillosa Margot Robbie. Sucede que hay
interferencias, o faltas, que solo vemos del otro lado de la pantalla, entre
Barbie y objetos clave en la presentación de su humanidad y/o femini-
dad. Por ejemplo, tras despertarse impertérritamente feliz va a ducharse
y no cae agua, pero Barbie se ducha. Tras vestirse se mira en el espejo y
no hay espejo, sin embargo, la vemos darse el ok desde el otro lado del
marco. Y aunque la taza está vacía, Barbie celebrará lo rico que está su
café de la mañana.
Mientras transcurre la película y desde este otro mundo: rostros aten-
tos. La mayoría de mujeres jóvenes que, con una leve sonrisa, no parecen
mofarse de lo que pareciera una parodia de Barbie, sino congraciarse, más
bien, con la protagonista, ante estos agujeros en el rosa que, ya desde ini-
cio, anuncian a la víctima perfecta. Una muñeca que caerá desde lo alto de
su casa de plástico (y que después le será expropiada por Ken, cuando éste
instaure su “Kendom”).
Volviendo al interés de estas líneas: ¿puede decirse que “el mérito” de la
película es poner en el centro la pregunta por cómo ser mujer? Así se ve en SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
la tensión mujer-madre del revival de Kubrick, o en la falacia del cuento
de princesas (la inexistencia de La mujer). Barbie la película parece una
trivialidad (y quizás también lo sea), pero logra conectar con un ángulo
de la experiencia que no es tan fácil de convocar desde las representacio-
nes de masas. Entonces la película sigue, y esta supuesta oposición entre
Barbieland y el mundo ‘real’ se va diluyendo, disolución que pasará de ser
problema a solución.
Estos interrogantes por cómo se es mujer se sitúan ya desde el par pro-
tagonista: no son Barbie y Ken, sino Barbie y una madre de ascendencia
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latina, racializada, de nombre Gloria (papel desempeñado por la genial
América Ferrara). Esta mujer está en crisis porque su hija se hace mayor, es
la mala del instituto, ha dejado de darle besos a su madre y ya no juega con
muñecas. De modo que quien juega con Barbie en el mundo real es una
adulta, una madre que tomó este representante de la feminidad perfecta
para tacharlo con sus preguntas existenciales. Entonces rompe a dibujar:
Barbie Vergüenza Paralizante, Barbie Celulitis y Barbie Pensamientos In-
controlables de la Muerte.
Quiero saber cómo es eso de amar, ¡ser algo real! ¿Es un crimen? ¿Acaso no soy
atractivo cuando estoy con mis sentimientos? ¿Mi momento final está aquí o
estoy soñando? No soy un soñador. (…) Donde yo veo amor, ella ve un amigo.
¿Qué se necesita para que ella vea al hombre tras el bronceado y luche por mí?
Solo soy Ken (y soy suficiente). Y soy bueno haciendo cosas. (…) Cariño, solo SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
soy Ken.
Así, podría decirse que la pregunta por el amor surge precisamente del
lado no-todo, como si lo femenino cayera del lado aquí hombre (o mejor
dicho lado ken), el lado que aparentemente no tiene: Ken no tiene casa, no
detenta el gobierno, vive atento de la mirada de Barbie. Éste es uno de los
movimientos centrales en la película en la creación de trama y personajes
(y atrayentes para el público): el film invierte los roles femenino/masculino
en algunos de sus rasgos a través de Ken y Barbie.
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En términos de análisis narrativo: si el incidente desencadenante en el
arranque de la historia donde las protagonistas quedan tocadas es su propia
división ante lo real (ese rosa no todo rosa, ese ser madre que un día no bas-
ta, el cuerpo que envejece, etc.), el corazón de la película es, justamente, las
respuestas y los modos de hacer a partir de estas faltas y frustraciones. Ahí los
guiños (sentido del humor mediante) que no son otra cosa que las respuestas
sintomáticas, intentos de semblante y de hacerse con lo que hay, por parte de
estas mujeres. Sus formas de sobrevivir. Una Barbie que llega al mundo real en
patines y mallas y se topa con todos esos otros que la miran (incluido un acosa-
dor al que golpeará en la cara); y ella, descolocada, le comenta a un Ken —que
no se entera— cómo de golpe se siente incómoda, consciente de su cuerpo de
esa manera. O frente al board de CEOs de Mattel, donde sobrevive mostrando
inconsistencia: pide permiso “para ir al baño a peinarse” y así salir huyendo
de que la vuelvan a meter en la caja de muñequita nueva. De este modo, es el
intentar hacer con ese Real, la propia división del sujeto, lo que constituye el
arco de transformación de las dos protagonistas (bueno, en realidad de las tres,
porque la hija adolescente también cambiará a lo largo de la historia).
Pero, además de plantear la pregunta por cómo ser mujer, ¿qué más
hace la película, tanto con la pregunta en sí, como con la imposibilidad
de resolverla? ¿qué significa que algo sea “imposible”? ¿Qué tipo de “nuevo
orden” tratarán de instaurar las protagonistas? ¿alguna otra boba ilusión de
completitud? ¿consentirán ser otras para sí mismas?
Pues bien, ante la pregunta por cómo ser mujer la respuesta no sale
de Barbie, sino de la madre. Es ella quien, intentando animar a su amiga
tirada por los suelos (Barbie Deprimida), se lanza a un speech con el que
despierta a las barbies en general, que en ese momento están gozando mor- SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
tíferamente de dejarse expoliar por los renacidos machitos-ken.2
2 Otra de las canciones muestra una masculinidad bien distinta a la anterior (“Man I am” —Un
hombre soy—, de Sam Smith): “Clubes de striptease y billetes de dólar. Wall Street y tratos sucios.
Popstars, píldoras exóticas. Coches con ruedas sucias. Porque ese es el hombre que soy. Cariño,
trátame bien, estoy libre esta noche. Ese es el hombre que soy. Súper sórdido, nacido para ser fácil.
Y todos los periódicos dicen que no hay Ken sin Barbie. Pero, cariño, no hay mujer que pueda
detenerme. Ese es el hombre que soy”. Banda sonora de la película disponible en: https://www.
youtube.com/watch?v=S0BJ8XOggmM&list=PLi0vNpDrBJPes4R8XEtibBHL_5pSpA2Pa
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Es literalmente imposible ser mujer. Eres tan hermosa y tan inteligente, y me
mata que no creas que eres lo suficientemente buena… Siempre tenemos que
ser extraordinarias, pero de alguna manera siempre lo estamos haciendo mal
[dice Gloria a su amiga (merece la pena leerlo entero).3
3 “(…) Tienes que ser delgada, pero no demasiado delgada. No puedes decir que quieres ser del-
gada, tienes que decir que quieres estar sana, pero también tienes que estar delgada. Tienes que
tener dinero, pero no puedes pedir dinero porque eso es grosero. Tienes que ser la jefa, pero no
puedes ser mala. Tienes que liderar, pero no puedes aplastar las ideas de otras personas. Se supo-
ne que debe encantarte ser madre, pero no hables de tus hijos todo el maldito tiempo. Tienes que
ser una mujer con una carrera, pero también estar siempre pendiente de otras personas. Tienes
que responder por el mal comportamiento de los hombres, que es una locura, pero si lo señalas,
te acusan por quejarte. Se supone que debes mantenerte bonita para los hombres, pero no tanto
como para tentarlos demasiado o amenazar a otras mujeres porque se supone que eres parte de
la hermandad. Siempre debes destacar y ser agradecida; pero nunca olvides que el sistema está SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
amañado, así que encuentra una manera de reconocer eso, pero también sé siempre agradecida.
No tienes derecho a envejecer, nunca puedes ser grosera, no presumas, no seas egoísta, nunca
caigas, no falles, nunca demuestres miedo, no te salgas de la raya. ¡Es muy difícil! ¡Es demasiado
contradictorio y nadie te da una medalla o te dice gracias! Y resulta que, de hecho, no solo lo estás
haciendo todo mal, sino que además todo es culpa tuya. Estoy tan cansada de verme a mí misma y
a todas las demás mujeres enredándose en nudos para gustarle a la gente. Y todo eso también es
cierto para una muñeca que representa a las mujeres…”.
4 La anagnórisis es un recurso de la retórica basado en el encuentro de un personaje con otro (en
griego significa ‘reconocimiento’) que permite el desencadenamiento del tercer y último acto, con
la resolución del conflicto con el que la historia inició. En el caso de Edipo Rey la anagnórisis sucede
cuando se entera de que es su padre a quien ha matado.
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que podemos nombrar aquí como el “imposible” social y político de ser
una mujer (y, por ende, de la existencia misma) que en la película aparece
claramente opacado —y que retomaremos al final de este artículo—.
5 En Barbieland quienes detentan el gobierno son solo barbies. Luego vienen los kens y se lo ro-
ban y son todo kens, y luego al final todo son barbies otra vez. Es decir, en ambos casos hay una
incapacidad de gobernar desde y junto a la diferencia. Esta imagen de la política “feminizada” (al
igual que las escenas frívolas de la barbie presidenta) son una parodia del feminismo. Pero no
solamente, también de la política como medio para construir lo común y de lo común mismo. Éste
es un ejemplo de las disonancias que ha generado la película; hay quien ha dicho que la película
es feminista, otros que no tiene nada de feminista, y otros que el film directamente muestra odio
hacia los hombres.
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cómo el discurso capitalista logra conectar con la división del sujeto ¡y con
éxito! Y, aunque tan solo sea conectar, resulta que el público se va satisfecho
de la sala, como si lo hubieran tocado (allí donde necesita ser tocado para
estar vivo, al menos de vez en cuando); como si lo hubieran rozado en
algo de sus preguntas (las mismas de las que intenta desentenderse a diario
porque duelen); pero, además, le han tocado “a gusto”: desde la butaca de
un cine, haciéndole reír y gozar y, lo más importante, tan solo “lo justo”.
Lo justo como para que no moleste y poder volver a casa.
Es más, en su movimiento hacia la división del sujeto, logra acercarse lo
suficiente para que parezca que nombra cuando solo menciona, y su inten-
ción, lejos de dar lugar a la fractura del sujeto y su dolor, es justamente la
contraria. El discurso capitalista, si se acerca a lo imposible, es tan solo para
obturarlo, bajo la apariencia de haberlo resuelto y liberar al sujeto, hasta
parecer vender una solución cuando no la hay (aquí las bonitas noticias del
capitalismo vs. las malas del psicoanálisis).
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peligrosamente bien con la época actual (de crisis de la representación, de
la política, el amor y la institucionalidad).6 De esta forma, promete la libe-
ración de la angustia frente a lo Real a través de humanizar a Barbie, y así cas-
trar —e intentar anular también— el peso del ideal. Como si fuera posible
operar algún tipo de desplazamiento de la tachadura del sujeto, y borrar
en uno mismo esa división, situándola en el ideal para quedar tranquilos, y
tranquilas. Así, el discurso capitalista intentaría una doble victoria: librarse
del estorbo que le supone la potencia de lo real y, también, de la fuerza de
los ideales y de las ideas. Además, si este movimiento le funciona es porque
cuenta con la complicidad de un sujeto que está agotado de vivir o incluso
de sobrevivir, para quien Real e ideal suponen un peso y un trabajo, si bien
no solamente (y aquí, sí, las buenas noticias).
Y es que la potencia de lo Real tiene que ver con el impulso hacia luga-
res que estorban al discurso capitalista. Lo Real tiene que ver con, a partir
de esa experiencia del límite —de aquello que se rompió—, ser impulsado
hacia el encuentro de una cosa otra, en el encuentro con los otros. Abrién-
dose ahí, nada más y nada menos, que la posibilidad del amor, la amistad y
la política, la emergencia del deseo (que siempre necesita de la otredad), y
de un tender al saber... Y aquí es precisamente donde entra la importancia
de los ideales y las ideas. Pues son éstos también los que posibilitan un
hacer con lo imposible (rodear el agujero); algo que nunca puede ser sino
con los otros, y que siempre irá en contra del capitalismo —sobre todo si
se pretenden ideas menos bobas y sin tanta ilusión de completitud—. De
esta forma, si lo real impulsa al encuentro, las ideas y los deseos compar-
tidos posibilitan mantenerse en ese encuentro con algún tipo de horizonte
como parte del sostén de un común compartido, siempre precariamente SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
(como la misma vida, por vulnerable). Despojarse de uno y de otro —Real
e ideal—, tal y como propone la película y actualmente el discurso capi-
talista, no solo no “resuelve” el problema de la angustia y de la existencia,
sino que los acentúan, dejando desarmado al sujeto y a expensas, aún más,
de la pulsión de muerte (la propia y la ajena), y sin la alegría de vivir y las
opciones con que pueden obsequiarle las experiencias antes mencionadas,
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vivibles gracias a un hacer con los otros desde la diferencia y a partir de una
experiencia otra de la soledad.7
Pero ¿y dónde queda en todo esto la pregunta por cómo ser una mujer?
Es en relación con ella que tiene que ver la otra maniobra que opera la pelí-
cula —observable en el discurso capitalista actual—, que conviene analizar
en relación con lo anterior, como último punto de este texto.
7 Muy al contrario que la peligrosa promesa de las actuales ultraderechas que, en su fiesta de
goce, alimentan fantasías de sujetos autónomos capaces de comprar con dinero el derecho a no
ser molestados y la promesa de una libertad absoluta a costa de los otros, incluso de uno mismo,
si hace falta y la rabia ya se siente insostenible. Promesas que se basan y lo que alimentan es la
pulsión de muerte, en una negación absoluta de la división del sujeto y los sanos límites de la vida
(muerte, dolor, vejez e interdependencia). Pues son precisamente esos límites los que nos traen la
necesidad de hacer otra manera, una forma, la propia, pero que sea responsable, con uno mismo,
con los demás y con el entorno en el que vivimos y del que dependemos, queramos o no.
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acaba escondiendo la primera (por el Ser) bajo la segunda (ser una mujer)
y, con este movimiento, vacía ambas (como se mencionaba antes, ha redu-
cido el imposible de ser mujer a una cuestión de voluntad y aceptación).
En cuanto a la relación entre ambas preguntas, aunque la división del lado
mujer sucede de manera distinta a como sucede del lado hombre —y este
circunloquio incluye la demanda de la niña a la madre—, lo cierto es que
la cuestión por el Ser no se agota ahí, en la pregunta por cómo ser una
mujer (algo que también sucede del lado hombre, pero que es más evidente
del lado mujer). Aunque (y esto es también importante) es fundamental
aclarar que el hacer con la pregunta por cómo ser una mujer es fundante:
no se puede llegar a la pregunta por la existencia sin pasar por el arreglo
con el cual llegar a ser una mujer, la que se es (y no La mujer), dando lugar
a la singularidad propia de manera radical (y no esa diversidad seriada de
la que hace gala el largometraje: la barbie negra, la barbie latina, etc.). Y a
“la inversa”: para poder hacer desde el lado mujer de una manera menos
mortífera con alguna otra ilusión de completitud (sea la que sea, incluido
el amor o la maternidad), será clave ir más allá para lograr ser otra para una
misma… Llegar a ser mujer, pues, no es el final de la historia; y aquí ya no
hablamos de Barbie la película donde sí es el final.
Este modo de la película de presentar (o mejor deberíamos de decir ne-
gar) la relación que hay entre ambas preguntas (por el Ser y por el ser mujer)
es, de nuevo, la manera que tiene el discurso capitalista de intentar borrar lo
que de Real hay, también, en la pregunta por el ser una mujer, y que tiene
que ver con los cuerpos, y con la experiencia encarnada (finita, dividida, do-
lorosa, gozosa y compleja) de la vida en cada sujeto, una por una.
Pero Barbie la película no solamente vacía de este modo el imposible SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
de ser una mujer, sino que hay otra omisión central para el bienestar de
su historia (tanto la suya, como del capitalismo). Se trata de la parte del
“imposible” de ser mujer que tiene que ver con el orden social, político
y económico, e incluso simbólico, en el que vivimos. Ese “imposible” o
dificultades que los feminismos buscan señalar nombrando críticamente al
heteropatriarcado (más aún si eres pobre, negra, migrante, lesbiana o con
discapacidad, entre otras posibilidades). Por ejemplo, en Barbieland todas
las barbies se llaman Barbie y todos los kens se llaman Ken. Salvo una
excepción y una ausencia en cada serie, que resultan ser bien distintas (en
30
el caso de los kens vs. el caso de las barbies). Si bien lo que interrumpe la
barbienidad es la maternidad (solo la barbie embarazada se llama distinto:
Midge), en el caso de la kenidad no es la paternidad sino la homosexuali-
dad (el único que no se llama Ken es Allan, y pareciera ser gay). Así pues,
resulta que en Barbieland no hay, ni Barbie lesbiana, ni Ken padre (…).
De este modo pareciera decir: “Si quieres ser un ken, puedes ser hasta gay,
pero no padre. Si quieres ser una barbie, puedes ser hasta madre, pero
nunca lesbiana”.
Dificultades y desigualdades que, además, se recrudecen hoy en la ex-
periencia del sujeto por los rasgos de la subjetividad de la época, y la deriva
neoliberal y de ultraderecha existente a nivel global. En la película, todas
las dificultades que pasan las barbies y mujeres por el hecho de ser mujeres
son también descafeinadas y, finalmente, venidas a menos. El “imposible”
socio-económico y político de ser mujeres (u otro sujeto en posición de
desigualdad) no se reconoce ni autoriza como causa real de malestar. La
prueba está en que, si bien en algún momento la película menciona de
pasada el machismo, el colonialismo, el racismo e incluso el fascismo, lo
cierto es que la resolución de la trama en absoluto pasa por ahí. Y el men-
saje final es que el sufrimiento de las protagonistas es “solucionable” des-
de —y por tanto atribuible a— la individualidad racional, transparente y
consciente de un sujeto autónomo que nada necesita tener que ver, ni con
el amor, ni con la política.
La fuente del sufrimiento queda así situada en el sujeto de manera
perversa y, negando lo imposible en su núcleo de Real, el discurso ca-
pitalista abandona al sujeto a la impotencia. Se le hace responsable de no
poder solucionar todo lo que le pasa, sumiéndolo en la desesperación y el SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
agotamiento (será que eres incapaz, que no tuviste suficiente voluntad frente
al sufrimiento o la dificultad). Cuando es precisamente ese mismo discur-
so y aparato capitalista el que se las apaña para, una y otra vez, intentar
desarmar a ese sujeto de aquello que le haría más fuerte, engañándolo con
la fantasía de que puede ¡y debe! liberarse de su propia tachadura y limita-
ciones. Sin embargo, es la división del sujeto, y otra forma de hacer con lo
Real (sin negarlo), y con los otros, la mejor baza para una vida y un común
más posibles y vivibles. Ahora bien, si al discurso capitalista le interesa
esconder este imposible social, político y económico de ser una mujer es,
31
también, porque evidencia la dimensión más real y dura de la existencia,
más allá del hecho de que vamos a morir o a envejecer. Porque para poder
preocuparte por la muerte antes necesitas poder (tener lo suficiente para)
vivir dignamente; y disponer así, al menos, de la posibilidad de preguntarte
siquiera por el propio deseo.
32
Desmembrar lo materno
Águeda Pereyra1
33
I.
34
des— hoy podría resolverse a partir de una infinidad de procedimientos
e intervenciones más o menos distópicas que ofrece la tecnología en su
cópula con el mercado para satisfacer la voluntad procreativa. Lo sabido:
el lema de Mayo del 68 —“seamos realistas, pidamos lo imposible”— fue
reapropiado por el neoliberalismo a partir de la negación de ese imposible.
Impossible is nothing: a eso le llamamos progreso.
II.
A fines de marzo, la actriz Ana Obregón, a sus casi setenta años, salía
de una clínica de Miami con una bebé producto de la subrogación de
vientres. Con el paso de los días se fueron agregando ingredientes que
enturbiaron un poco más el asunto: el esperma utilizado correspondía a su
difunto hijo Aless: técnicamente, la niña no era su hija sino su nieta. La
intervención había logrado cumplir un deseo post mortem, finalmente la
tecnología y el mercado habían burlado la finitud.
La ciencia no se limita a conocer el mundo, sostuvo Jacques Lacan,
sino que implica la introducción de cosas en el mundo que no existían
previamente. La técnica desafía los límites de lo posible en un movimiento
continuo y acelerado. Actualmente las tecnologías reproductivas pueden
prescindir del acto sexual para generar vida humana: la voluntad de la téc-
nica y la voracidad del mercado han ganado terreno frente a los símbolos
carnales, el erotismo queda disociado del parentesco. El alquiler de vientres
es una invención que aparece como opción frente a los modos tradiciona-
les, “artesanales” de dar vida: la madre gestante se distingue de la madre
o del padre genéticos. Hay ahí una disyunción artificial, impuesta por un SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
contrato que garantizaría la ausencia de lazo afectivo entre la primera y el
hijo resultante del proceso. Los padres “de intención” aportan el deseo, las
gestantes ponen el cuerpo. Todo en orden.
Un reverso ¿inesperado? del fallido intento de desacralizar la figura ma-
terna es este desmembramiento de la maternidad, casi al modo de la cade-
na de montaje —modalidad productiva que se caracteriza por optimizar
recursos y mejorar el rendimiento industrial—. Que el cuerpo humano
haya perdido su carácter de “cosa sagrada” e inalienable permitió revestirlo
de otros sentidos, ligados a lógicas instrumentales y mercantiles, habilitando
35
en ese gesto nuevos usos y disposiciones del cuerpo (de algunos cuerpos,
mejor). En este contexto, no debería extrañarnos que una revista científica
colombiana haya publicado un paper que propone utilizar el cuerpo de
mujeres con muerte cerebral para “ayudar a las parejas sin hijos”: en el
artículo, basado en el trabajo de Anna Smajdor, se advierte que esos “ca-
dáveres de mujeres con tallo cerebral” que ocupan camas de hospital po-
drían aprovecharse como potenciales úteros gestantes. “¿Qué pasaría si los
cuerpos de los hombres pudieran adaptarse para servir como incubadoras
fetales? La tecnología para eso está mejorando rápidamente. La perspectiva
del gestador masculino podría apaciguar a algunas feministas que, de lo
contrario, podrían sentir que la gestación con muerte cerebral es un paso
demasiado lejos en la objetivación de las funciones reproductivas de las
mujeres”, argumenta Smajdor, dando cuenta de que la commoditización y
la cosificación no sólo atañe a los cuerpos feminizados.
III.
36
Estos “reembolsos” terminan disfrazando en un enorme número de casos
la mercantilización de la práctica. El nudo: el útero, que aún la ciencia no
ha podido suplir, se torna mercancía.
“¡Oh, las ínfulas creacionistas! ¡Quiero un bebé! ¡Tengo dinero para
hacerlo! ¡La ciencia todo lo hace posible! Sólo una millonaria excéntrica y
adicta no encuentra el fondo de su insatisfacción”, escribe Nadiya, una de
las protagonistas de Es el cuerpo quien recuerda, última novela de la escri-
tora Paula Puebla. La voz de esa ucraniana que ha gestado y parido trece
niños y niñas para familias pudientes desnuda el modo en que “no poder
decir que no” poco tiene que ver con la libertad.
IV.
37
pública: mi cuerpo es y no es mío. ¿Se puede pensar la “autonomía” negan-
do las condiciones sociales de mi cuerpo?
Íntimamente ligado a la idea de la libre elección —idea que suele velar las
condiciones de opresión que atraviesan a quienes “eligen libremente”—, el
consentimiento se presenta como signo irrefutable de la voluntad del sujeto,
siempre a condición de barrer con sus opacidades. Me gusta cómo lo plantea
María Moreno: “decir sí significa al mismo tiempo deseo y miedo de expe-
rimentar, curiosidad y vacilación, ganas de probar y de conservar, superarse
a sí mismo en prácticas hasta entonces desconocidas y desafío a encarar las
consecuencias, querer ser sorprendido y mantener la ilusión conocida; y en
el cumplimiento de todos estos vaivenes, a lo largo del tiempo, puede surgir
a menudo el no, es decir la urgencia por detener la situación inmediatamen-
te.” Pero el sujeto autónomo, transparente y voluntario puede consentir a
situaciones que claramente comprometen su vacilación, su chance de huida.
Finalmente, cualquier mirada crítica sobre el alquiler de vientres cho-
ca de frente con la gramática del derecho, que traduce la capacidad re-
productiva en una propiedad potencialmente mercancificable a la vez que
transforma su falta en un derecho a reclamar. Se trata siempre de derechos
individuales: los usos y las disposiciones del propio cuerpo, el acceso a la
maternidad o la paternidad entendidas como funciones más genéticas que
simbólicas. La lengua del derecho blanquea el primado del individuo por
sobre las inscripciones colectivas, y termina funcionando como límite a la
imaginación política.
V.
SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
No se trata sólo del opresivo e impersonal sistema capitalista que pro-
mueve la ruptura del lazo social en su pretensión de atomizar al sujeto:
Mark Fisher señala lúcidamente que buscar posibilidades reales para la ac-
ción política implica, antes que nada, aceptar nuestra inserción en el nivel
del deseo “en la picadora de carne del capitalismo”, nuestra participación
en las “redes planetarias de la opresión”: el capitalismo no es sin nuestra
cooperación.
Pienso en las estrategias del feminismo, en las herramientas discursivas,
en lo que de las luchas históricas se ha coagulado en el sentido común.
38
En la necesidad de problematizar todas esas consignas que, bajo la lengua
del derecho o en clave propietarista, nos dicen que podemos hacer lo que
queramos con nuestros cuerpos sosteniendo un universal mentiroso, un
“todas” que se desmorona tan pronto como advertimos las escandalosas
diferencias que nos separan a unas y a otras, y que determinan el reparto de
los cuerpos en la nueva división del trabajo que introducen las tecnologías
reproductivas. Pienso en que nuestra región es un territorio deseable para
las agencias que reclutan gestantes, pienso en esas mujeres que ya están
ofreciendo su cuerpo para gestar bebés ajenos. Me pregunto por qué el
debate no se impone.
Un debate profundo sobre los límites del mercado, sobre lo que estamos
dispuestas a permitir en nombre del deseo, sobre lo que queremos hacer con
las imposibilidades que nos constituyen como sujetos hablantes, sexuados y
mortales. Un debate por fuera de los moralismos que siempre nos sitúan del
lado del bien: en este asunto no se trata de buenos y malos, no se trata de
víctimas y victimarios, tampoco —el reparto no es tan claro—.
Se trata de nuestros modos de entender la igualdad, la libertad, la equi-
dad, la justicia. Y también la maternidad. El problema no es teórico, es
práctico: las consecuencias impactan en las vidas y en los cuerpos de los
sujetos en juego.
“El” feminismo no podría no estar atravesado por el antagonismo inhe-
rente a lo social y que nos obliga al plural; por esa división incurable que
intuyó lúcidamente Maquiavelo y que ciertas corrientes racionalistas aún
pretenden superar apelando al consenso. Este texto no adhiere a la ilusión
del consenso (entiéndase, no se trata de negar la posibilidad de ciertos
consensos, sino de ubicar la insistencia de esas zonas de tensión), más bien SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
celebra el conflicto —otro nombre de lo político—.
39
La sororidad y la función de la Otra
Fabiana Rousseaux1
En los raros momentos de tregua en que me sentía como antes y pensaba en otra
cosa, la imagen de aquella mujer me venía a la mente bruscamente. Me parecía que
no era mi cerebro el que producía la imagen, sino que irrumpía desde el exterior. Era
como si aquella mujer pudiera entrar y salir de mi cabeza a su antojo.
Annie Ernaux, La ocupación
40
Tal como se escucha en la clínica, son pocas las cosas que ponen tanto
a trabajar a una mujer con su síntoma, como la irrupción de la Otra Mujer
como función. En oportunidades, es independiente de las condiciones de
existencia reales, dado que acontecimientos muy disímiles pueden poner en
movimiento esta función provocando a veces, un estrago de dimensiones.
Además de hacer muy consistente el goce enigmático que desencadena.
Cuando hablamos de Mujeres, estamos refiriéndonos a Sujetos que
portan una relación singular a la falta, al no-hay, que sostienen un interés
particular con un saber acerca del ser más que del tener y se sienten concer-
nidas por aquello que hace deseante al otro/otra. A su vez, no es cualquier
mujer la que puede encarnar ese lugar atravesado por el enigma acerca del
goce femenino, que es en definitiva lo que resta del tener. Algo que no se
cifra en ninguna medida.
Quien practica el psicoanálisis no tiene por qué opinar de todo lo que
ocurre en lo social, sin embargo, no puede dejar de preguntarse qué clavijas
tocan algunos temas de actualidad cuando retumban en los medios de modo
excepcional, sobre todo en esta nueva realidad despiadada de las redes socia-
les. La relación que se pone en marcha ante cada acontecimiento que anuda
“discurso de época/clínica” es algo que sí concierne a los psicoanalistas.
Un tema musical se convierte en éxito implacable, truena mucho más
que las bombas que caen hoy en el planeta, y así hace evidente la dimen-
sión fenomenal que toma lo imaginario cuando es eficaz en velar el en-
cuentro con lo insoportable (y por ende lo devela), es decir, la incógnita
frente al deseo del Otro.
Se trata de un episodio mediático que generó debates de todo tipo entre
diversos sectores del feminismo, mostrando por un lado, que se ha tocado SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
algo que intriga y da que hablar; y por otro, reveló un forzamiento de
lecturas tanto desde quienes ven en las letras de esta canción un gran acon-
tecimiento emancipador de las mujeres, un nuevo himno del empodera-
miento femenino, como de quienes critican la letra por reforzar posiciones
mercado-patriarcales o enfrentar a las mujeres entre sí.
Aunque sean un poco forzadas, todas estas lecturas tienen algo de ver-
dad, y son interpelantes a nivel social. Pero no va por esa vía el interés que
nos han suscitado estas opiniones, sino el lugar en donde queda ubicado
aquello con lo que cada una/o puede hacer frente al dolor e incluso ofensa
41
que conllevan el duelo por una pérdida amorosa, así como el empuje a un
goce singular que muchas veces acompañan a situaciones de estas caracte-
rísticas, donde la Otra como función irrumpe de manera despiadada. En
el libro La ocupación, Annie Ernaux escribe sobre esta experiencia que
muestra a las claras que ni siquiera es importante si fue ella quien dejó a
su partenaire. La Otra Mujer irrumpió de todos modos llevándola a sitios
impensados.
En las letras del hit mundial, la Reina del Pop latino, hace una rajadura
en los espejos y diciéndolo todo se torna irresistible para una inmensidad
de mujeres que identificándose con ese rasgo de la verdad absoluta, sienten
que por allí algo de lo propio puede drenar.
Por otra parte, ya no solo el tema musical sino la posición que asume
la cantante al lanzarlo, desencadenó todo tipo de micro-escenas que con-
densan muchas de las cuestiones relativas a los goces opacos que anidan en
el tejido discursivo actual, dando cuenta de algunos signos de xenofobia
que surgieron también contra las mujeres latinas bajo el modo del chiste
euro-machirulo de “nunca te metas con una latina”, etc. Como si ese rasgo
referido al exceso fuera p(m)atri-monio de las mujeres latinas, curioso en un
continente donde el patriarcado ha tomado formas criminales descomu-
nales al punto de que existan ciudades que se conocen mundialmente por
hacer desaparecer a las mujeres como práctica sistemática, donde México y
Colombia —precisamente— son dos casos claros.
Sin embargo, el nuevo himno no alude a ninguna de estas cuestiones
sociales, sino que se dirige a una dimensión de la vida de los seres hablantes
donde el duelo que implica una pérdida amorosa, tiene que tener lugar para
arreglárselas con lo que hay y con lo que no hay. Frente a esto y echando SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
mano a un discurso de corte feminista, leí en estas semanas una objeción
a “agarrárselas con la otra mujer”, ya que la salida del desengaño amoroso
tendría que ser sorora y la otra mujer no tendría nada que ver con esto.
Si se tratara de “un activismo del campo de la pena” como definió la activis-
ta trans dominicana Mikaelah Drullard,2 en referencia a una tramitación
2 https://volcanicas.com/shakira-me-vale-mucho-pero-hablemos-sobre-la-violencia-del-
feministometro-la-sororidad-obligada-y-otros-moralismos/
42
posible de las experiencias traumáticas, “los pactos identitarios que no ven
las emociones, los arrebatos, las frustraciones, los dolores y traumas en
nombre de una hermandad global sorora, son esencialistas” y en esta línea
la autora va más lejos y sostiene que esa “sororidad no rompe los pactos de blan-
quitud, ni de sexualidad, ni de clase, los mantiene”.
Desde diversas corrientes inscriptas dentro el feminismo, se debate fuer-
temente y desde hace tiempo sobre la construcción de nuevos horizontes
políticos donde la sororidad entre mujeres ocupa un sitio importante, en
algunos de esos debates incluso se evidencia una apelación a una sororidad
más allá de cualquier frontera u obstáculo. Pero el punto es precisamente
¿qué proyecto político podría ser aquel que desestime fronteras y obstáculos?
Este hecho musical en principio bastante trivial, tocó —una vez más y
por eso lo traemos como excusa— algunas de estas cuestiones que retor-
nan bajo el modo de ¿cuál es el Sujeto político del feminismo hoy? ¿qué
articulación tiene o debe tener el feminismo con los proyectos emancipato-
rios? ¿debe existir dicha articulación o se trataría de asumir un feminismo
identitario? Problemas que llevan décadas y cuentan con importantísimas
referentas impulsándolos. Lo interesante para nosotros, son las consecuen-
cias clínicas que pueden extraerse de esos debates al introducir al Sujeto
del Inconsciente.
Podemos dejarnos interpelar por la cuestión referida a la significación
de la sororidad entre mujeres, cuando se propone como Ideal político algo
que, a su vez, implica excluir situaciones donde el daño o dolor provocado
por una escena, se despliega por la vía de la rivalidad y no se puede estar
a la altura de semejante proposición. En el consultorio escuchamos esta
división (o falta de ella) que se genera de modo muy claro cuando sujetos SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
en posición femenina, apelan a discursos que engloban —no articulan—
estas heterogeneidades y sin embargo ello no alcanza para hacer frente a
diversos impactos traumáticos. Por otra parte, ya desde Freud sabemos que
la Otra Mujer como función es a donde va dirigida la pregunta por el deseo
y el partenaire sexual sea cual sea la posición que encarne, pasa a ocupar
un lugar muy poco determinante en esa escena dado que aquella función
viene de afuera pero es propia, éxtima.
Si en el goce fálico (del lado masculino) se juega una medida de inter-
cambio de las cosas-como bien despliega la canción en varios de sus tramos
43
también- y las mujeres se instalan en una serie similar a los machos-alfa;
en el Otro Goce que desarrolla Lacan, ya no hay representación que logre
equiparar a las mujeres con nada, tampoco entre ellas ni con ellas mismas
porque desconocen su propio goce. Cada una gozará a su manera (des)
medida y hará de y con eso algo que nunca sabe de antemano adónde la
conduce. Y allí radica toda nueva posibilidad de emancipación. La loba
aludida en la letra, encarna bien esa dimensión desbordante, inconmensu-
rable y quizás allí rebotan y resuenan las letras que se pegan, porque alude
a un goce que solo conocen las mujeres.
En la clínica no pocas veces escuchamos que una escena cargada de vio-
lencia masculina, despierta la pregunta de una mujer sobre qué coordena-
das indescifrables la condujeron hasta allí, incluso podemos escuchar que
de ese recorrido se extrae una cierta potencia desconocida que cancela la
vía de la inefable culpabilidad de la víctima, haciendo lugar a lo que permane-
cía como intraducible. Una vía hacia el deseo de un nuevo saber, liberador,
un acceso hacia aquello que envuelve lo insoportable y que pone a hablar
al Sujeto desde otro lugar.
Es un tema delicado que sin embargo aporta mucho a los debates sobre
las inevitables generalizaciones a las que empujan los proyectos colectivos,
en la medida que exige llevar a ese terreno lo más singular, que no tiene una
traducción inmediata. Es soportando lo intraducible que se puede alojar
la heterogeneidad, para hacer lugar a un camino común con lo que puede
articularse y que implica el no-todo.
Por otra parte, dejar de ser síntoma de quien se ama y soportar ceder
ese sitio a Otra/Otro, es una operación psíquica compleja que solo puede
desplegarse con la abstención de esos Ideales sociales encarnados en discur- SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
sos beatificantes. Para estar en posición de dar algunos rodeos al asunto y
poder hacer otra cosa con eso, emanciparse del dolor paralizante incluso, es
inevitable desprenderse en alguna medida del impacto feroz del Superyó,
que puede estar encarnado de muchísimas maneras en voces disímiles. La
identificación narcisística a la que puede conducir un discurso inequívoco
deja al Sujeto a merced de ese Superyó aplastante que se puede disparar
ante cualquier lugar ejemplar, que puede sostener un semblante muy apro-
piado y sin embargo no desprenderse de la lógica de mercado (a veces en
discursos emancipadores se asumen de lleno conceptos tales como:
44
empoderamiento (empowerment), resiliencia, mejoramiento de capaci-
dades, estrategias de liderazgos, gestión de “sí mismo”, etc., que pueden
funcionar como rechazo de la división subjetiva desencadenada ante a la
envidia, los celos, el desamor, el fracaso, el dolor, lo traumático, etc.
Frente a la angustia hecha de esa estofa, los sujetos posicionados del lado
femenino y enmarcados en un feminismo como apuesta subjetiva-política,
saben que es tan imaginario decir “las mujeres no lloramos, las mujeres fac-
turamos”, como plantear “las mujeres nos sororizamos por el solo hecho de
ser mujeres”. El efecto de esa desconexión con lo verdaderamente femenino
que está más allá de las medidas y la salida fálica, es proporcional a la angus-
tia que intenta resolverse con la promesa de empoderamiento; obturando el
vacío que trae aparejado la vida, el dolor, la pérdida, el amor o el desamor.
La relación a la Otra Mujer como función es una posibilidad de recorrido
sintomático, un camino hacia lo real o lo más íntimo del Sujeto.
Que el tema viral esté tronando en los barrios y se cante entre las mu-
jeres, mamichulas o motomamis (nuevos nombres que circulan como expre-
siones de posiciones femeninas empoderadas y/o deseadas) que hartas de
soportar infidelidades cruentas -que las exponen ante la mirada social y
las dejan maniatadas por las tareas que deben asumir en soledad mientras
su pareja o partenaire sexual las dejan caer como deshecho-, habla más de
aquello que caló hondo en la enigmática dimensión del goce femenino,
que de las salidas beatíficas. A nivel de estructura, en lo que están hermana-
das las mujeres o quienes sostienen la posición femenina del no-todo falo,
es en el modo singular e indescifrable de gozar. y sobre todo por lo que
pagan por ello! Frente a esto si de verdad queremos ir más allá de lo imagi-
nario, no hay más remedio que hacer hablar en cada una a los significantes SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
importantes de cada historia. ¿Qué es la Otra para cada quién? Ese acto es
potentemente político y emancipador, ya que recién allí podrá articularse
con la sororidad política que sí exige cada proyecto colectivo.
45
Nuevas lógicas de la vida amorosa
Estela Canuto1
ojalá te enamores...2
46
Me interesa reflexionar sobre las prácticas subjetivas y las prácticas de
goce que están en juego a partir del uso de las tecnologías, en concreto
sobre las nuevas modalidades que adquieren los encuentros sexo afectivos.
Más allá de los géneros, el uso activo de las diferentes aplicaciones como
recurso al encuentro, la referencia es Tinder, la más conocida y universal.
Me he propuesto abrir una serie de interrogantes, sin intentar cerrar
una complejidad, ni pretender responderlos, con la idea de leer aquello que
atraviesa transversalmente a lo social y subjetivo, como síntoma epocal, en
relación con las formas de hacer lazo. La aparición de las apps es anterior
a la pandemia, pero es a partir de ella donde pasan a ocupar un lugar pre-
eminente en la forma de establecer contactos, están más allá de la elección
de género, y son la forma privilegiada de abrir el espacio de interacción con
gente nueva en las relaciones de pareja.
Afines a la época, las apps de encuentros y citas responden eficazmente
a una necesidad primordial de los sujetos, la de establecer un lazo social
con los otros, asumiendo la dificultad y las limitaciones en los modos de
circulación tradicionales, una reinvención mediada del encuentro cara a
cara, que regula la aleatoriedad y aporta un marco regulador.
Aquí surgen algunos puntos importantes que creo necesario pensar, su
afinidad con la circularidad del sistema capitalista, la idea de un posible
consumo (de otros) que confina con una pulsión, la exterioridad, la me-
diación que promueven los gadgets, los medios técnicos, y una implicación
que puede deshacerse con un click. La caída de los velos tradicionales, allí
donde no se podía decir cualquier cosa, y el rol de la tecnología, nuevo
velo que convierte a todos en personajes anónimos, que paradójicamente
se pueden permitir decir cualquier cosa, un sin límites online. SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
Muchas lecturas de las formas que han ido adquiriendo los vínculos
se abren al respecto, y toda la gama de fantasías, nuevas y antiguas, que
pueden desplegarse, los sujetos siguen siendo, parlantes, sexuados, mor-
tales también en Tinder. Poca novedad, y como seres sexuados las mismas
fantasías sexuales hoy que en la antigua Grecia….
Lacan llega a decir en el seminario Aun que el discurso capitalista re-
chaza al amor. En la órbita del discurso capitalista actual, quizás no cesa de
no escribirse la castración, el circuito es ilimitado, circular y el consumo
“de otros” es sin límites.
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Swipear (hacer una elección o no de una imagen) en una aplicación,
tiene la misma circularidad, las caras aparecen una detrás de otra y un
simple movimiento a la izquierda o derecha decide por un sí o un no, allí
donde todos están expuestos como en un mercado.
Una de las hipótesis posibles, es que probablemente los sujetos no se
apuntan a una app de encuentros para enamorarse, lo hacen, quizás para
no hacerlo, para estar a salvo de la contingencia, de lo inesperado que ca-
racteriza a un encuentro. Curiosamente, al menos en un primer momento,
todo el dispositivo parecería ir en contra de cualquier encuentro posible.
Es importante destacar, que ubicarse en esta lógica, como objetos de
consumo, se juega más allá de los géneros tanto en las posiciones masculinas
y femeninas, de edades y de culturas. El encuentro con el otro se rige en un
nuevo encuadre, las formas de circulación han cambiado, es necesario poder
leer esto, porque implica un cambio de paradigma en cuanto a la forma de
establecer el lazo social, un para todos desde la lógica fálica, donde ser la
excepción y moverse fuera de estas reglas se torna cada vez más difícil.
Estar en Tinder o en cualquiera de las apps de citas, implica asumir un
lugar de exposición ante el gran Otro para los sujetos, transitar este espacio
también tiene una complejidad añadida, para algunos supone una degra-
dación. La naturalización de esta experiencia se percibe de distinto modo,
dependiendo de la franja etaria de la que se trate.
Las apps convocan con cierta facilidad a una lógica compulsiva de con-
sumo de imágenes de otros, con la fantasía del encuentro real, hay en esta
experiencia algo nuevo, ya que este encuentro o no, confina con la singu-
laridad fantasmática de los sujetos, algo de un goce autoerótico se pone en
juego, en el mirar y ser mirado, que no siempre promueve el contacto, la SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
mirada queda capturada en la pura repetición. En algunos casos exacerba
el sentimiento de soledad e imposibilidad de encuentro, la puesta en juego
con un otro encarnado en un cuerpo.
Los perfiles incluyen una descripción de las personas, lo simbólico en-
tra en el juego de intercambios, algo del deseo es convocado desde allí
también en la forma en la que cada uno se expresa. Lo simbólico toma
preeminencia aparece en el momento posterior al match, en la forma y el
tono en el que se establecen los diálogos, se puede captar algo más del otro,
humanizarlo.
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Allí donde todo parece estar orientado a facilitar los encuentros, sea
por intereses comunes, gustos afines (las apps tienen un algoritmo que fun-
ciona por cercanía), para que algo suceda, algo de lo contingente y del puro
azar debe advenir. Y, aun así, el que finalmente comparece en la escena, o
no, siempre es el sujeto.
Existe una historia detrás de las apps, desde los primeros chats que
solo utilizaban los más osados, o frikies. Tinder ha subsistido y crecido ya
que ha sido el más pulido y transversal, utilizado por todos los géneros
y definiciones sexuales, traducido a 40 idiomas, en 190 países, con 340
millones de usuarios en todo el mundo. Aun así, tiene competencia ya
que las aplicaciones van refinando el algoritmo y las formas de regular la
interacción y los contactos, la más novedosa quizás es Bumble (dejando
la iniciativa a las mujeres a la hora de iniciar conversación) gente de otro
nivel social, con formación académica, etc. Estratificación por clase social
e intereses comunes.
Cambian las mediaciones y las formas de encuentro, la pandemia ha
contribuido aún más al despegue de las apps de encuentros, con diferentes
algoritmos y estrategias, que ofrecen la posibilidad de múltiples encuen-
tros, parejas e intercambios.
En este sentido tiene un lugar privilegiado Tinder, la app más popular,
accesible, masiva, y quizás la menos valorada en cuanto a la calidad de los
intercambios, la más sexual de todas, según sus usuarios, y a la que final-
mente nadie se sustrae. Espacio de circulación horizontal, sus algoritmos se SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
basan en criterios genéricos, poco acotados muy flexibles lo que permite la
circulación en un amplio rango de edades, gustos e intereses.
Sociológicamente se podría decir posibilita el encuentro más transver-
sal y aleatorio posible entre diferentes clases sociales, aunque en realidad
para los sujetos funcionen rápidamente los filtros estéticos y simbólicos en
la elección y a poco de iniciar un contacto.
Tinder actúa como paliativo de la soledad, porque la necesidad de en-
cuentro se sigue revelando como prioritaria para los sujetos. Con un posi-
ble riesgo, reavivar la pulsión, que sabemos no se satisface, inscribiéndose
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en una lógica que no necesariamente apunta al deseo, situándose en la
lógica del malestar y la insatisfacción, quizás en la mera repetición de un
consumo virtual que no cesa.
La clave de porque se inscribe en la lógica capitalista, es la forma de
presentación y consumo, a la carta, circular incesante y masivo. Un ex-
ceso regulado donde se puede bloquear, denunciar, banear y deshacer los
match, a golpe de click. La aplicación es intuitiva y simple, se sostiene,
supuestamente en la lógica del cuidado y la no exposición.
La búsqueda de amistad, pareja, ligues, partenaire, en su infinitud se con-
vierte en un consumo más en términos de ostentación y ante la mirada del
Otro. Lo imaginario adquiere relevancia, la puesta en juego de la cuestión
fantasmática, determinará en mucho los modos de interacción. Lo que con
más dificultad comparece es el deseo, los sujetos se acercan, hablan, inter-
cambian diálogos nimios, desaparecen o continúan una conversación, esto
ocurre de forma aleatoria o contingente sin ningún tipo de compromiso.
La cercanía es otro factor importante a la hora de definir los encuentros,
posibles o no, todo está regido por la comodidad y el mínimo esfuerzo.
Primer tiempo
Ver, dar a ver, pulsión escópica, donde las imágenes configuran un bre-
ve relato, el cuerpo que busca, en la ausencia- presencia insistente, otros
cuerpos. Primer contacto, sin cuerpos reales, a solas con las imágenes de
otros cuerpos, aquello que ves siempre esta atravesado por tu proyección
fantasmática, el otro es fantaseado y completado por el que mira, primer
efecto de distorsión. SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
Si el fantasma es el marco a través del cual miramos al mundo como nos
dice Lacan en La Angustia, esta app, es una ventana para acercarnos, asomar-
nos acotadamente, a la vida de los otros en 9 fotos, 500 caracteres y quizás
una canción. Nuestro fantasma proyectará el resto, al menos al principio.
50
sobre todo el fuerte impacto del discurso feminista actual. Ha tenido un
efecto importante en la forma de regular y establecer los encuentros, la
desorientación de los hombres en posición masculina a la hora de plan-
tearse un acercamiento y de ubicarse dentro de nuevos códigos de relación
y circulación. Sobre todo, a la hora de poder gestionar el deseo femenino,
allí donde éste se pone en acto y se manifiesta activamente. La caída del
nombre del padre como ley que ordena, y las implicancias que esto tiene a
nivel subjetivo en la regulación de los vínculos, tiene unos efectos aun por
descifrar en el plano libidinal y simbólico.
Un cambio de paradigma en las formas de los encuentros, ligar de la
forma convencional con desconocidos está en el límite del acoso, tanto
para mujeres como para hombres, aunque aquí puedan observarse matices
en otras formas de elección sexual. Las apps funcionan como velo y panta-
lla, los sujetos se protegen y se exponen cuando se sienten seguros.
El plano de la fantasía se despliega en algunos casos desde el lado del
amor y del encuentro anhelado, también puede adquirir las formas más
descarnadas y perversas. Poner en juego los fetiches, las fantasías más es-
candalosas y todo tipo de perversiones. La app llega hasta ahí, te ofrece
un marco con ciertas seguridades, luego cada uno puede salir en busca de
otros espacios virtuales que permitan comunicarse más “libremente”, salir-
se de Tinder que ofrece la posibilidad de denunciar cualquier conversación
excesiva, es un poco salir de la reserva a la jungla, y hacerse responsable de
regular la comunicación.
Estamos ante un artefacto profundamente enraizado en la circulari-
dad e infinitud del sistema capitalista, donde la promesa ya ni siquiera se
acerca al amor, sino a nuestra propia fantasía de adquirir una performance SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
sensual-sexual que nos deja en lo autoerótico y masturbatorio. Esta expe-
riencia por sí misma no estaría mal, pero puede alienarnos y aislarnos aún
más si no estamos advertidos, en la fantasía del cumplimiento de un ideal
de amor y encuentro que nunca llega. Aséptico con la propia fantasía po-
demos moldear a otro a nuestro antojo, también podemos decidir y regular
si pasamos a la fase siguiente. La deriva es interminable y la soledad de los
sujetos también. Incertidumbre sobre quién decidirá dar un paso más allá
o quedarse en el goce masturbatorio y solipsista indefinidamente.
51
La primacía de lo simbólico
52
angustia e incertidumbre, sin los cuerpos sin los goces, sin nada que nos
ponga en posición de vulnerabilidad, todo puede inventarse y fingirse crear
un semblante que se ajuste a lo que imaginamos que el gran Otro espera
de nosotros.
53
Los sujetos estamos sobredeterminados por estructura, si tenemos en
cuenta lo propuesto por Lacan en el seminario X La angustia el “a” es el
objeto causa de deseo es a lo que se apunta en el encuentro con el otro, no
es especularizable, es un objeto evanescente que se constituye por su pre-
sencia y ausencia, sobre todo en su falta, indeterminable aislable pero que
de algún modo siempre está ahí. El concepto de objeto fue introducido por
Freud como aquel objeto perdido del deseo, este objeto tiene una relación
contingente con la pulsión. La búsqueda de este objeto es siempre la de un
objeto perdido, vuelto a encontrar e implicado en una búsqueda, dirá La-
can en el seminario 4. Este objeto, se convierte entonces en “objeto causa
de deseo”, por lo que podremos inferir al deseo como causado.
El interrogante que se nos plantea aquí tiene que ver con la puesta en
juego del deseo a través de las aplicaciones de citas, ¿logran causar un deseo
o lo obturan por saturación?
En el seminario X Lacan establece que el Objeto “a” es un resto que cae
de la operación de constitución del sujeto en lo simbólico, a partir de la
entrada del Otro significante en el cuerpo del ser hablante. Hay algo que
no termina de ser incluido en la simbolización, tampoco es imaginable,
por tanto, es un Real residual.
Lacan denominará objetos parciales, especies del Objeto “a”, a aquellos
que representan parcialmente a este Objeto “a”, se desprenden del cuerpo
a través de los orificios naturales, que funcionan como bordes: boca, ano,
oído, ojos.
Para Lacan en el Seminario 11 el sujeto se constituye en dos momentos,
en una primera alineación al objeto significante, y la segunda es la separa-
ción del objeto “a”. SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
¿Qué relación tiene este objeto “a” con el deseo y el amor? Colindan-
te con la pulsión, determinará singularísimamente y de forma enigmática
para el mismo sujeto el encuentro con los otros, la captura imaginaria la
búsqueda de ese Objeto “a”, será estructural e insistente.
Lacan dirá en el Seminario 11:” yo te amo, pero porque inexplicable-
mente amo en ti algo más que a ti —el objeto a minúscula— yo te mutilo”.
Dentro de la lectura que venimos realizando, quizás sea posible pensar
que las apps trabajan sobre la posibilidad de hacer existir la relación sexual,
en su potencia y circularidad. Las apps pretenden hacernos creer en un
54
encuentro posible, ideal, por llegar; o en su defecto, en la posibilidad de
sustitución por exceso, en una multiplicidad de imágenes, que se suceden
unas a otras, podremos quizás elegir otro y otro más a la carta, buscando
en la imagen lo indiscernible, encontrar ese Objeto a, entramos en una
búsqueda incesante sin punto de capitón. La lógica en la que se inscriben
tapona el deseo, reducido a la experiencia de goce de la mirada, en un atur-
dimiento visual, que impide la detención y la elección.
El interrogante que se plantea es si logran causar el deseo o apuntan a
un modo de relación mecánico y repetitivo que anula, la incertidumbre y
los derroteros del amor.
Los objetos parciales operan aquí, la voz y la mirada entran en la juga-
da de la seducción como construir un objeto fraccionado por partes una,
reducción de menos a más, un desvelamiento del otro en el encuentro cara
a cara.
Efectos
55
Mucha ansiedad, algunos por poder hablar ¿de qué? Con un desco-
nocido, otros por verbalizar sus deseos sexuales sin mayores mediaciones
simbólicas, con detalle premura e impacto. Algunos aspiran a que, aunque
sea a través las palabras poder captar algo del otro que los conecte con el
mundo, otros en un juego solipsista de su propio imaginario, que necesi-
tan poco más que sospechar un otro espectador de su propio despliegue
de goce.
Hay violencia y ansiedad en algunos casos en la forma de comunicar,
parece que el deseo del encuentro sexual está implícito y en el aire, para
todos, como si de un acuerdo previo se tratara, solo por estar en una app
de estas características, pero más que la imposibilidad de la relación sexual,
que se evidencia todo el tiempo, se impone la impotencia de unxs y otrxs
de poder concretar un encuentro que se salga del marco de la aplicación.
Quizás alguien llegue a conectar, a encontrar algún atisbo en el otro de
ese objeto “a” que causa un deseo, un disparador una palabra, una pregunta
bien formulada, la simple escucha pueda llevarte a otro lugar. La compa-
ñía, imaginar o sentir que en algún lugar alguien te evoco, al levantarse o
al ir a dormir. Habrá que delimitar y revisar el despliegue extraordinario de
variantes del lazo, la angustia la relación con la propia soledad, las frustra-
ciones. Una forma más de moldear la subjetividad, todos los interrogantes
que supone el aislamiento del sujeto contemporáneo se abren aquí, y la
pregunta ineludible, ¿se quiere salir de ese lugar? ¿O es una posición de
goce en la que se instalan los sujetos contemporáneos?
Tinder es el lugar donde pareciera que nadie quiere saber realmente
del otro, puro espejismo narcisista, en el anhelamos que algún otro nos
restituya algo de la imagen incompleta de nosotros mismos. La exaltación SECCIÓN 1-Lo femenino en nuestra contemporaneidad
de un goce autista llevado al extremo.
¿Acaso el amor y la forma de regular los encuentros actuales no es un
aspecto de la biopolítica (no menor, por cierto)? La decisión siempre estará
del lado de los sujetos.
La pregunta que insiste es ¿aún existe un lugar para la contingencia, lo
fortuito, lo no calculado, la mirada y el desconcierto ante un encuentro no
planificado, que irrumpe?
Doble juego con la imposibilidad del amor, Tinder nos hace creer que
es posible un encuentro, ¿cómo hacerlo sin la singularidad?, si en la app
56
somos uno más, circulando en una pantalla, como figuras diferentes, que
se repiten entre sí.
Quizás la lógica del amor esta tocada y conmovida como nunca an-
tes, ahora trabajamos también para hacer lazos sociales y afectivos, abrir
nuestros vínculos, implica un rendimiento, no es ocio, ¡es un trabajo! Nos
convertimos en emprendedores también en este ámbito. Estudiar perfiles,
analizar gestos imágenes, lo mucho o poco que dice alguien de sí mismo,
como una forma más de ir al encuentro de otro, de “hacer algo para sacarle
a la angustia su certeza” bajo la lógica del rendimiento capitalista.
Referencias bibliográficas
57
SECCIÓN 2
Aproximaciones teóricas
58
Perspectivas feministas
de la renovación del Eros
en Lacan
Sofía Batko1
1 Master en Filosofía por la Universidad PSL (Paris sciences et lettres) y en Psicoanálisis por la
Universidad Paris Cité. Doctoranda en estudios de género y filosofía en la Universidad de París 8.
59
definido como “el signo, escandido como tal, de que se cambia de razón,
es decir de discurso”.2 Esta última puntualización nos acerca a la teoría de
los discursos presentada en el Seminario XVII, implicando así la posibili-
dad de trasladar las teorizaciones lacanianas sobre el amor al campo de la
filosofía política. Una primera pregunta surge entonces: ¿Puede el amor
funcionar como un operador teórico que nos permita pensar lo político? A
esta problemática debemos sumarle el evidente giro “feminista” que toman
las puntuaciones de Lacan al ser leídas junto con los grandes textos que
marcaron el feminismo de los setenta en Francia.3 De este segundo punto
se desprende el interrogante acerca de qué tipo de inflexión de lo político con-
lleva la introducción del amor como operador teórico, tanto dentro del campo
del psicoanálisis como de los feminismos.
Estas dos preguntas serán pues el eje de mi presentación, mediante la
que trataré de mostrar que la “renovación del Eros” de Lacan tiene con-
secuencias sobre la manera de entender el campo de lo político, más allá
de las lógicas de la representación, del reconocimiento y de la identidad.
A través de la lectura de los planteamientos de algunas autoras feminis-
tas, mostraré que este gesto revela el carácter necesariamente feminista
de la doble reinvención erótica y política (o erótico-política). Para ello,
propongo un recorrido a través de la obra de tres autoras feministas. En
primer lugar, mencionaré la propuesta de un “Amor Otro” de Hélène
Cixous como una manera de repensar el encuentro amoroso más allá
de la comedia sexual; en segundo lugar, presentaré el proyecto literario,
erótico y político de la feminista lesbiana Monique Wittig para quién el
sujeto político es un sujeto de amor; y terminaré evocando la propuesta
filosófica de Malena Nijensohn, donde la razón (lógica) feminista impli-
ca una correlación entre el cuerpo político y el cuerpo erótico.
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
2 Lacan, 1981.
3 Algunos de estos textos hacían del amor un punto central del pensamiento feminista. Berger,
2019: 97‑120.
60
Lacan con Hélène Cixous:
El Amor Otro, un encuentro amoroso más allá de la comedia sexual
61
hay relación sexual” se plantea como necesaria y universal. La comedia, es
decir la performance de la parada viril y de la mascarada femenina, tiene
precisamente como objetivo ocultar, tapar, velar esta dimensión fallida, in-
tentando conservar el semblante de una posible unión entre los sexos.
La propuesta de Cixous se opone a esta modalidad de la relación. Prime-
ro, porque el Amor Otro de Cixous no vela la imposibilidad de la relación,
sino que la asume, y, con este gesto, abre un espacio para que la contingencia
del encuentro pueda tener lugar. La expresión de “Amor Otro” puede así
leerse en un doble sentido. Por un lado, Otro reenvía al “Otro del incons-
ciente”. Y en particular a los efectos del inconsciente en el cuerpo: el cuer-
po no es ya nunca un cuerpo natural, biológico, sino un cuerpo pulsional,
libidinal. En este sentido, el Amor Otro remite a una relación “en [la] que
cada sujeto no encerrado en el falso teatro de la representación falocéntrica,
instituye su universo erótico”. Este universo erótico puede entenderse como
una “multiplicación de los efectos de inscripción del deseo en todas las partes
de mi cuerpo y del otro cuerpo”,7 lo que implica que el cuerpo erótico es un
cuerpo sin derecho ni revés (un poco como el cuerpo del goce místico donde
el erotismo no es genital sino que está en las entrañas, en las tripas, en la
herida que perfora, etc.). Esta concepción de lo erótico se opone a una repre-
sentación falocéntrica de la sexualidad y por ello podemos relacionarla con
la idea lacaniana de un goce “más allá del falo”. Por otro lado, la expresión
Amor Otro invita a hacerse cargo de la Otredad, de la diferencia inasimila-
ble, que tiene como efecto deshacer la supuesta identidad estable del sujeto,
desdibujando así las fronteras claras entre el Sujeto y el Otro. El sujeto de
amor, sujeto-Otro, se convierte así en un sujeto creador:
no hay invención posible, ya sea filosófica o poética, sin que el sujeto inventor
no sea abundantemente rico de lo otro, lo diverso, […] y en cada desierto
repentinamente animado, aparición del yo que no conocíamos -nuestras mu-
jeres, nuestros monstruos, nuestros chacales. Nuestros árabes, nuestros seme-
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
62
Esto me lleva a los trabajos de la escritora feminista y lesbiana francesa
Monique Wittig, en particular sus ficciones, que se hacen eco, a mi pare-
cer, de la propuesta erótico-política de Cixous.
63
la entrada “guerras de amor” que “son las únicas guerras que tienen algún
placer. El objetivo de las guerras de amor parece ser sorprender, asombrar,
azorar, confundir a la amante, turbarla con precisión. Permiten desarro-
llar la tensión inherente al estado de amor en el campo del juego y de la
diversión”; “Los juegos de las pequeñas amazonas, al igual que las guerras
de amor, nunca son trágicos. Por eso se las llama las guerras felices”.10 Asi-
mismo, la inestabilidad de la identidad (tanto colectiva como individual)
se ve reflejada en la práctica erótica de la transformación o metamorfo-
sis (que significa hacerse otro, convertirse en otro): “Muchas veces una
amante amenaza tiernamente a su amante con pasar en el cuerpo de otro
animal, cuando sostienen una guerra de amor. Ella le dice entonces “me
haré serpiente sobre la tierra”, y su amante responde “yo me haré gata
para asirte sin peligro”. Aquella que emplea la mayor celeridad en hacerse
sucesivamente cordera, loba, yegua, pájara, de perseguida se convierte rápi-
damente en perseguidora, haciendo imposible cualquier regla de juego”.11
Este último punto es importante: lo que nos sugiere aquí Wittig es que
no hay un “orden” en los intercambios amorosos, ya que estos desdibujan
las fronteras del sujeto y del otro, pero también del hombre y del animal,
del hombre y de la mujer, etc. Si las amantes son el sujeto protagonista del
texto, estas no se dejan nunca atrapar por la definición. Lo que las define
como sujeto colectivo son las prácticas del amor. Esto me lleva al segundo
punto, el amor como manera de hacer cuerpo.
Las prácticas del amor son indudablemente prácticas colectivas. El su-
jeto colectivo amantes no precede al encuentro amoroso sino que emerge
a través de él. Una de las últimas entradas del diccionario nos invita a una
relectura de la obra que asocia lo erótico con la cuestión ética y política: el
diccionario define así el verbo “vivir”: “para las amantes, vivir y amar son
dos conceptos absolutamente inseparables. Es necesario leer retrospectiva-
mente vivir/amar”.12 La dimensión colectiva del sujeto amantes se mate-
rializa en casas, comunidades, tribus, pueblos, toda una serie de significantes
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
10 Ibid.
11 Ibid.
12 Ibid.
64
que el diccionario ofrece para nombrar este común, pero que no agotan
su esencia.
Esto nos invita a pensar el amor como un amor que se practica en
el encuentro con el otro y, siguiendo a Lacan, que funciona como “el
signo de que se cambia de razón, es decir de discurso”. Cambiar de
razón es cambiar de lógica en nuestra concepción de lo común, gesto
que podemos acercar al del psicoanalista Jorge Alemán que plantea en
su obra pensar lo político a partir de la lógica lacaniana del no-todo.
Podemos encontrar una ilustración de como el amor genera un común
no-todo en el excelente libro de Malena Nijenhson, La razón feminista.
65
extrañxs, y así podría pensarse la amistad feminista como aquella que se
sustrae de la figura del amigx anclada en la configuración fraternal de la
democracia moderna”.13
Propongo aquí dar un paso más, sustituyendo la palabra amistad por
el significante amor o amante. Ya que, como hemos visto con Cixous y
Wittig, el amor introduce una modalidad de la relación que hace con la
otredad sin excluirla ni reducirla a lo Uno. La otredad —lo extraño, lo
éxtimo— sería así la dimensión constitutiva del lazo de amor como lazo
político. En este sentido, mi propuesta política a partir del psicoanálisis la-
caniano sería la de una erótica política feminista que articule las tesis de La-
can sobre el más allá del falo y la lógica no-toda con la necesaria renovación
del Eros entendido en un sentido feminista. Una erótica política pondría
en el centro del problema político no la identidad, lo semejante, lo Mismo,
sino la Otredad, la diferencia, lo extraño y lo heterogéneo. Solo así, creo, el
proyecto feminista puede presentarse como una verdadera alternativa en el
campo de lo político, que aspire a construir otros lazos, otros encuentros,
otros mundos.
Referencias bibliográficas
Berger, A.E. (2016): El gran teatro del género: identidades, sexualidades y feminismo,
Trad. Dolores Lussich, primera edición, s.l.
Cixous, H. (1995): La risa de la medusa: ensayos sobre la escritura, primera edición,
Madrid, Barcelona, San José, Dirección General de la Mujer; Anthropo; Edi-
torial de la Universidad de Puerto Rico.
Lacan, J. (1981): El Seminario XX. Aún, Buenos Aires, Paidós.
____ (2007): Escritos, México, Siglo Veintiuno.
Nijensohn, M. (2019): La razón feminista: políticas de la calle, pluralismo y articu-
lación, primera edición, Buenos Aires, Las Cuarenta y El río sin orillas.
Wittig, M. y Sande Zeig (1981): Borrador para un diccionario de las amantes, Trad.
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
13 Nijensohn, 2019.
66
El desamparo desmentido
Teoría de la evolución y psicoanálisis
Lidia Ferrari1
1 Psicoanalista. Autora, entre otros libros, de La diversión en la crueldad. Psicoanálisis de una pa-
sión argentina y Decir de mujeres. Escritos entre psicoanálisis, política y feminismo. Consejo de Re-
dacción de #lacanemancipa.
67
tán de acuerdo que, en el proceso de hominización, el paso trascendental
para la diferenciación entre primates y homínidos fue la bipedestación.
La locomoción bípeda consolidó a un caminante sin fronteras que ocupó
todo el espacio terrestre. Este complejo tránsito al bipedismo requirió
transformaciones anatómicas que no han concluido. La que ahora me
ocupa es la transformación anatómica imprescindible del cuerpo de las
mujeres. El cambio morfológico del estrechamiento de la pelvis sumado
a otro proceso evolutivo que hacía crecer el cráneo, condujo a dificul-
tades en la gestación y el parto. Se denomina “dilema obstétrico” a la
resolución evolutiva que privilegió los partos prematuros. Los que nacían
prematuros tenían el cráneo más pequeño, lo que les daba más posi-
bilidades de sobrevivir.2 Por efecto de esta prematuración dos terceras
partes del cerebro continuarán su desarrollo después del nacimiento y
se alcanzará la maduración biológica en la juventud. Este ser desvalido y
absolutamente dependiente del cuidado de los otros será determinante
para la organización social del grupo que deberá ocuparse de esa cría.
Se trata de una conjetura fundamental por varias razones. Por un
lado, aparece en la especulación evolutiva la presencia de las mujeres.
Dean Falk, una antropóloga estadounidense nos advierte que es relati-
vamente reciente que las mujeres hayan sido consideradas como propul-
soras de la evolución. Desde la época de Darwin “los hombres han sido
vistos como los principales promotores de la evolución, debido a su papel
hipotético en actividades como la caza, la fabricación de herramientas y
la guerra”.3 Esta conjetura podría ser considerada equivalente a aquella
sobre la cual Freud montó sus especulaciones acerca del origen de la
cultura: el mito de la horda primordial. En el relato freudiano ese mito
le permite explicar la fundación de la organización social humana sobre
el parricidio de los hermanos de la horda. Rivalidad, venganza, celos
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
2 El dilema obstétrico es una hipótesis acerca de las restricciones impuestas por dos presiones
evolutivas opuestas en el desarrollo de la pelvis. Por un lado, achicamiento del canal pélvico y por
otro, el crecimiento craneal. Esto es el choque de dos fuerzas evolutivas. Eso ha concurrido a una
dificultad del parto que no tienen los primates no humanos y, sobre todo, a la presión para un
nacimiento prematuro para aumentar la posibilidad de sobrevivencia del neonato.
3 Falk, 2015.
68
masculinos, propiedad de las mujeres. Ese mito científico ya en época
de Freud fue desestimado por la ciencia. Pero los efectos de la lectura
freudiana siguen presentes.
La consecuencia principal de esta manera de nacer de la cría humana
es la absoluta dependencia del Otro para su sobrevivencia. Nada nuevo
bajo el sol diremos los psicoanalistas. Pero la cuestión es que esta manera
dificultosa del nacimiento ha sido particularmente desmentida o ignorada
en las narraciones heredadas. Me interesa indagar sobre las posibles huellas
en relatos mitológicos, filosóficos y religiosos de esta conjetura científica
que da un protagonismo central a la transformación anatómica del cuerpo
de las mujeres.4
No es casual que esta conjetura surja en un contexto en que las luchas
feministas también pasan por la interrogación y la elucidación del lugar de
la mujer en la sociedad y en la historia de las ideas. En este sentido ubico a
esta conjetura como lugar posible para reconsiderar algunos pensamientos
o interpretaciones heredados. No para cancelarlos ni denostarlos, sino para
poder entenderlos mejor
El psicoanálisis, de la mano de Freud y Lacan, ya ha considerado
crucial para la constitución del sujeto este desvalimiento primordial.
Freud, en su Proyecto de 1895 trabaja sobre la Hilflosigkeit (traducido
como desvalimiento o desamparo) y que en 1926 será central para su
concepción de la angustia y del origen de la religión. Lacan traduce la
Hilflosigkeit como estar sin recursos frente al deseo del Otro y precisa-
mente construye su Estadio del Espejo en relación al concepto de pre-
maturación biológica. Dicha construcción permitirá entender el valor
libidinal de la estructura imaginaria, del narcisismo, del proceso de las
identificaciones y la centralidad del Otro en la constitución subjetiva.
El Estadio del Espejo enuncia la discordancia entre la insuficiencia del
organismo y la anticipación en una imagen unificada. Se pone en marcha
la maquinaria ilusoria de la identificación, que va de un cuerpo fragmen-
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
69
Podríamos decir que el edificio monumental de nuestra cultura se ha
edificado también negando o repudiando la fragilidad en los cuerpos de
las mujeres y los niños en el trance del nacimiento y la crianza. Y decimos
los cuerpos, porque son los cuerpos los que son mortales. Se asienta así esa
discordia entre una cría inerme y dependiente del Otro y esa imagen uni-
ficada que le brinda ese Otro y que con eso le dona la oportunidad de una
renegación inaugural de su condición. ¿Se podría hacer una analogía entre
esa trama singular en la cual es clave la desmentida del desvalimiento con la
dificultad del ser hablante para escuchar esa fragilidad del cuerpo-mundo
que ha sabido construir?
Entonces, la dependencia estructural al Otro parece desmentirse. Pero
ese Yo que es Otro reclamará como de su propiedad la unidad que le fue
donada. La agresividad desencadenada desde ese lugar narcisista será la
moneda corriente de su relación al mundo y a la naturaleza.
En síntesis, el desconocimiento constitutivo del yo es una construcción
intelectual ajena al propio sujeto que de esa construcción sólo retiene sus
efectos, la de la ilusión de la autonomía. Esta ilusión de autonomía no será
sólo una dote de cada ser humano que viene al mundo, sino que también
será el material de diversas filosofías tanto como para la construcción na-
rrativa contemporánea del self made man.
Ese gesto de desmentida del desvalimiento parece inaugurar la potencia
de construir una relación ilimitada con el mundo. Hay allí las señales de
esa vocación por lo ilimitado, la perfección y la eternidad. Como si la fini-
tud, la imperfección y la propia mortalidad se debieran rechazar.
En nuestra época hemos alcanzado a discernir la catástrofe que procu-
ra el movimiento circular y sin límite de la acumulación del capital que
parece hacer colisión con lo limitado de los recursos naturales. ¿Pero ese
discernimiento será capaz de poner un límite a la devastación? Quizás
debemos ser escépticos, pues los descubrimientos que para Freud ha-
bían provocado “heridas narcisísticas” a la humanidad, para Lacan, en
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
70
vivientes (humanos y no humanos) en puros instrumentos para esa ele-
vación. Hasta tal punto de desconocer que su poder se asienta sobre su
frágil victoria frente al espejo.
Este mundo empeñado en desmentir el desvalimiento que lo constituye
construye cada vez más prótesis para expulsarlo. Hasta llegar a este punto
donde las cifras del desamparo de los seres vivientes son tan enormes que
está en riesgo el hábitat imprescindible para la vida y donde hasta se habla
de la extinción de nuestra especie. Sin embargo, sintomáticamente, apare-
cen discursos en los cuales este ‘hombre’ centro del universo está conven-
cido —lo sostiene Yuval Noah Harari— que el desafío humano del siglo
XXI es la inmortalidad y que en Silicon Valley se toman en serio alcanzar
la inmortalidad a través de la Inteligencia Artificial. Ahora, los dueños del
mundo están convencidos de haberse convertido en Dioses al borde de
alcanzar la inmortalidad. Mientras, a su alrededor, proliferan los restos de
los Reinos del Hambre.5
Insisto con la pregunta acerca de cómo se ha inscripto en la memo-
ria humana este evento trascendente de la prematuración biológica que
adeuda a los cuerpos femeninos la épica de la evolución humana. Sin esos
cuerpos, con sus dificultades en hacer venir al mundo a los hombres que
conducirían los destinos de todos, no habría historia. ¿Dónde podemos
encontrar esas huellas o la ausencia de ellas?, ¿dónde han sido inscriptos
los temores y angustias frente a la posibilidad de la muerte en el parto de
la madre y del hijo? Pues la selección natural de la prematuración no ha
sido suficiente para evitar el riesgo y las dificultades para la madre y el
niño. En el neonato que salva a su madre naciendo prematuro se inscribe
esa fragilidad de quien nace antes de tiempo.
Acerco brevemente algunas de mis indagaciones en curso. Para el de-
recho romano la mujer es reducida a ser un vientre, un vientre de natu-
raleza jurídica. Entonces ese vientre, como dice Jorge Alemán sobre el
cuerpo en el capitalismo, sufre de un “violento ejercicio de abstracción
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
5 Pasolini. Profecía. “Alí de los Ojos Azules/ uno de los tantos hijos de los hijos,/ bajará de Argelia,
en naves/ a vela y a remos. Vendrán con él millares de hombres,/ con sus cuerpitos y los ojos/ de
pobres perros de los padres/ sobre barcas varadas en los Reinos del Hambre.”
71
impersonal”.6 El acto de nacimiento será invisibilizado tal como hasta
no hace mucho en nuestras sociedades, donde las mujeres eran las únicas
que se ocupaban de los rituales del nacimiento y de la muerte, es decir,
cuando el cuerpo se presenta en el más absoluto desamparo. Los hombres
se han retirado de esas escenas y las retiran de sus preocupaciones.
En toda la civilización griega se prohíbe representar el instante del
parto. Pero la excelencia de la muerte la logran el combatiente y la par-
turienta cuando muere en el parto. Habría allí una simetría entre la gue-
rra y el parto, pues sólo a ellos se les otorgará el favor de colocar su
nombre en la sepultura. Pero no aparecen en las narraciones las madres
engendrando hijas que a su vez serían engendradoras de los guerreros y
los ciudadanos. Quizás en el psicoanálisis hayamos heredado algo de esa
tradición cuando se ha podido pensar mejor el Edipo freudiano en la
dialéctica de la rivalidad entre el padre y el hijo; o en los análisis del mito
del nacimiento del héroe, donde se trata siempre de abuelos y padres que
desean la muerte del varón por nacer que los amenaza con la usurpación.
La interrogación que surge es si el acto ignorado de la parición confi-
gura una invariante ligada a cierta condición humana que lo requiere para
velar su inermidad primordial o se trata de la represión consecutiva a un
orden patriarcal que invisibiliza el Eros de la reproducción y lo ubica como
lugar de una división del trabajo.
Sócrates define en el Teeteto que su filosofía es como el “arte de partear”
y recuerda a su madre partera Fenáreta. Pero el filósofo se ocupa de asistir a
los hombres y su operación es dar a luz a las almas y no a los cuerpos. Para
Nicole Loraux7 el cuerpo y la feminidad rechazados retornan en los filóso-
fos griegos, pero al mismo tiempo desaparece lo femenino y el cuerpo, pues
quedan al margen de la ‘edificación del paradigma filosófico’. El filósofo
se dedica al alma y cuando se ocupa del cuerpo, lo hace para la empresa
de la inmortalidad. Quizá podríamos construir un silogismo diverso del
conocido “Todas las mujeres son mortales —Sócrates no es una mujer—
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
Sócrates es inmortal”.
72
Quiero terminar esta exposición con una frase de Jorge Alemán que
me ha sostenido en esta empresa de aventurarme en estas cuestiones: Dice
Alemán:
Referencias bibliográficas
8 Alemán, 2009.
73
Un feminismo bíblico
Elina Wechsler1
Antes fue Lilith, relatan las leyendas mitológicas hebreas. Antes de Eva
(Java), “la madre de todos los vivientes”, Dios habría creado a esa otra
mujer, aquella que quiso ser independiente del hombre y no pudo ser ya
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
74
Lilith, predecesora de Eva y del feminismo, ha sido excluida por com-
pleto de la Sagrada Escritura. El mito bíblico la ha borrado, exiliado de la
Letra, ha transformado a Lilith —creada por Dios enteramente a diferen-
cia de Eva, que salió de una costilla masculina— en una ausencia. Por fin
Eva triunfará sobre ella, Lilith se exiliará del reino donde la desobediencia
y el placer femenino es endiablado y prohibido. La madre habrá ganado so-
bre un cuerpo femenino gozante, regularizará imaginariamente su relación
con la culpa, marcará el destino femenino privado de libertad: “Tu deseo
será para tu marido”, dice Dios a Eva en el Génesis.
Pero Lilith, aunque reprimida de la Biblia retornará, aunque ya exiliada
del Paraíso amoroso de Adán y Eva, lo que queda como resto luego de la
pérdida del Gran Paraíso.
El Antiguo Testamento sólo recoge una pequeña parte de la riqueza
mitológica hebrea, babilónica y sumeria. Las divergencias entre los mitos
de la Creación I y II son un entrecruzamiento de una tradición primiti-
va y una sacerdotal posterior. Según el Génesis I, Dios habría creado al
hombre y a la mujer a su propia imagen en el sexto día, Eva no existía
aún. Según el Génesis II, Eva fue creada de una costilla de Adán. Este
último mito carece de analogía en los mitos del Mediterráneo o Medio
Oriente primitivo.
Sin embargo, Lilith es un demonio femenino que tiene una posición
central en la demonología judía, babilónica y sumeria. Aparece también en
las leyendas árabes como Karina o madre de los infantes.
En el Zohar, la Biblia de los kabalistas, escrita en arameo en el siglo
XIII, Lilith ocupa dos roles: estrangular niños ajenos y seducir a los hom-
bres que sueñan mientras duermen solos.
La primera versión hebrea que recoge el mito primitivo de la creación
de Lilith anterior a Eva y su posterior huida al Mar Rojo, aparece en el
Alfabeto de Ben Sira, texto midráshico —literatura rabínica agregada a
los versículos bíblicos— escrito desde el siglo II al XII.
SECCIÓN 2 - Aproximaciones teóricas
75
En la etimología popular hebrea deriva de lailil: noche, lechuza. Salo-
món sospechó que la Reina de Saba era Lilith. Según Isaías, vive acompa-
ñada por sátiros en las ruinas desoladas del desierto.
Primo Levi, narrador y ensayista italiano, trae el mito en Lilith y otros
relatos: “esta fábula pía e impía, entramada de poesía, de ignorancia, de
agudeza temeraria y de esa tristeza incurable que crece sobre las ruinas de
las civilizaciones perdidas”.
Lilith y su deseo
76
Vivimos en una civilización en que la representación consagrada (reli-
giosa o laica) de la feminidad fue absorbida hasta hace muy poco tiempo
por la maternidad.
La presencia de Lilith viene a trastocar el resto paradisíaco, la pareja
complementaria primera. Y esta presencia será aún una amenaza para la
descendencia, especialmente para los hijos varones.
Un rito que se realizaba en un tiempo en muchas comunidades judías
para proteger al niño recién nacido de Lilith así lo muestra: se trazaba un
anillo en la pared de la habitación donde nacía, y dentro de él se escribía
“Adán y Eva. ¡Fuera Lilith!”. La amenaza de la otra presente y la defensa
ritualizada.
La clínica psicoanalítica
77
de relación sin fisuras, de ideal paradisíaco retornado desde las profundi-
dades del deseo imposible de completud.
¿Qué poder tiene Lilith? se pregunta Eva. ¿Qué poder tiene Eva?, se
pregunta Lilith.
Dos mujeres que se interrogan a través del síntoma sobre un mito di-
vidido en dos que fecunda victorias pírricas, humillaciones, tormentos y
hasta suicidios.
Freud nos habla de este conflicto desde el lado del hombre en su Psico-
logía de la vida erótica (1910-1912):
Y también:
¿Qué sucede con este conflicto desde el lado de las mujeres? Si Freud
da cuenta de que el deseo del hombre está escindido entre dos objetos, la
madre y la prostituta, escisión imaginaria del objeto incestuoso materno
78
¿están exentas las mujeres de encarnar alguna de estas dos posiciones, fi-
jarse en una de ellas, neurotizarse por el enigma de la otra? Las mujeres
pueden sostener el fantasma masculino desde estos dos mitos.
Ser una mujer no se reduce, evidentemente, a ser la amante, pero fre-
cuentemente la amante la encarna. Recordemos a la señora K. del historial
de Dora. La mujer legítima no es, evidentemente, la madre, pero puede
representarla inconscientemente.
La figura de la amante del hombre ha tomado una dimensión mítica,
figura que tantas veces es un secreto a voces de la estructura familiar.
A través de Lilith, algo de la pregunta sobre el goce femenino se perpetúa, y
a partir de Eva, algo de la pregunta sobre el goce fálico de la madre se deja oír.
La mitad de un reparto mitológico. No parece tratarse de dos tipos de
mujeres, sino de un mito que las contiene a ambas como las dos caras de
una misma moneda.
¿Quién no ha escuchado a modernas Evas referirse a la amante como a
“esa puta”? ¿Quién no ha escuchado a Lilith provocando a la otra? ¿Crees
que, por ser su mujer, eres La mujer?
Las mujeres acceden o no a ese otro goce a partir de una condición pe-
culiar, la posibilidad de erotizar todo el cuerpo más allá de lo fálico.
Algunas lo logran; otras, no, más allá de la constelación patológica par-
ticular (histéricas, obsesivas y psicóticas con presencia de ese goce-otro y
mujeres con los mismos cuadros absolutamente frígidas).
79
Volviendo al mito, esta privilegiada triangulación (Adán, Eva, Lili-
th) nos lleva a otra escena, la edípica. Sigamos a Freud: cuando una hija
se dirige al padre, luego de la desilusión fálica, entra en disputa con la
madre; si el cambio de objeto se produce, la niña activará la disputa
edípica con su madre. Madre e hija tendrán una relación ambivalente
que puede llegar al estrago, tal como lo formuló Lacan.
Pero, ¿se dirigirá la niña al padre por la herida de no haber recibi-
do un pene de la madre? —hipótesis freudiana— o la dolorosa caída
de comprobarse como no-falo, no todo para la madre, la impulsará
hacia el padre para ser causa de su deseo? Allí reencontrará la niña a
Eva como rival y el deseo específico de los personajes en cuestión y la
imaginería en torno de él marcarán su particular devenir como mujer.
¿Quién tendrá la respuesta al enigma femenino? Otra mujer, será la
respuesta por antonomasia de la histeria.
Muchas mujeres, identificadas con la madre en tal posición, podrán
sentirse satisfechas de la maternidad (que es del orden del tener, como
todos los logros fálicos), pero no acceder por ello a la posición femenina
que excede la posición materna.
ciente entre pene y falo (“si no tengo pene, nada tengo, sólo puedo
producir… hijos, como Eva”). Castración imaginaria, seguramente,
pero también seguramente eficaz aun en nuestro tiempo donde la in-
dependencia femenina en todos los órdenes se verifique mucho más
que ayer.
80
Si una niña queda atravesada por la castración imaginaria podrá aborre-
cer inconscientemente su falta toda la vida dando lugar a la queja histérica.
Si identificarse con Eva es identificarse con un ser castrado e inútil, el pene
- falo dejará a los hombres en más, y a ella, junto con su madre y las otras
mujeres, en menos.
Escollos para la actividad, escollos para el goce sexual también son sín-
tomas masculinos, pero no deja de llamar la atención lo pregnantes que
son en las mujeres tales logros.
Ser Lilith a costa de la maternidad, ser madre a costa de Lilith, ser una
mujer que produce a costa de la sexualidad: cuántas mujeres demandan
análisis por esas dicotomías.
Si una mujer vuelve a imaginarizar el falo a través de la ecuación freu-
diana hijo = falo, no sorprende que libidinalmente se aleje del hombre,
dicotomía tan habitual que nos devuelve al mito: o Eva o Lilith.
Un cuerpo en el que se crea la vida, que puede anidar otro cuerpo,
marcado por el No-todo fálico. Avatar que se articula permanentemente
entre dos posiciones Madre-Amante, balanza que se inclina hacia uno y
otro lado.
Goce múltiple, descentrado, trabajoso camino libidinal más allá de las
modalidades neuróticas de cada mujer y las vicisitudes de cada una en
singular.
Referencias bibliográficas
81
Lacan, J. (1984): “La pregunta histérica” en El seminario. Libro 3. Las psicosis. Bue-
nos Aires, Paidós.
___ (1986): El seminario. Libro 20. Aún, Barcelona, Paidós.
Wechsler, E y Shoffer, D. (1993): La metáfora milenaria. Una lectura Psicoanalítica
de la Biblia. Editorial Paidós. Buenos Aires.
Wechsler, E. (2021): Arrebatos femeninos, obsesiones masculinas. Editorial Letra
Viva. Buenos Aires.
82
SECCIÓN 3
Feminismos y populismo
Las populistas somos feministas1
Paula Biglieri2 y Luciana Cadahia3
1 Este artículo constituye el capítulo 7 del libro Siete ensayos sobre el populismo, Biglieri y Cadahia,
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
2021.
2 Doctora en Ciencias Políticas y Sociales (Universidad Nacional Autónoma de México). Respon-
sable de la Cátedra Libre Ernesto Laclau de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional de Buenos Aires.
3 Doctora en Filosofía (Universidad Autónoma de Madrid). Profesora asociada del Instituto de Es-
tética de la Universidad Católica de Chile. Autora entre otros libros de El Círculo Mágico del Estado:
feminismo, populismo y antagonismo.
84
Imaginemos el futuro
4 Existe un fructífero debate entre las teóricas de la diferencia sexual (Irigaray, Cixous, Clément),
las pensadoras de la diferencia antisexual (Plaza, Wittig y Delphy), las pensadoras de la teoría
85
figura de lo popular (construida desde del populismo) nos pueden dar las
pistas para imaginar lo que todavía no tiene lugar. Escogemos estas figuras
porque nos interesa resaltar varias cuestiones. En primer lugar, y siguiendo
a Braidotti, las figuras pueden funcionar como “personajes conceptuales”
de una escena —sin que ello niegue la existencia de otros personajes— que
queer o teoría de género (Braidotti, Butler) y las feministas lacanianas (J. Copjec) alrededor de la
posibilidad o no de usar expresiones como “femenino” o “mujer”. Nos parece que términos como
“femenino” o “mujer” están completamente superados si los asumimos como un dato, un hecho
biológico o una esencia metafísica de carácter ahistórico que determinaría de forma esencial una
sociedad dividida entre “hombres” y mujeres” —con toda la serie de asociaciones históricas asig-
nadas a cada género—. Sin embargo, si pensamos “lo femenino” o “la mujer” desde el interior de
los debates de las corrientes que acabamos de mencionar en tanto una posición política, existen
posturas encontradas y no se trataría de un debate superado. Más aún, nos parece interesante
seguir algunas de las reflexiones de Rosi Braidotti y Joan Scott (aunque no nos comprometamos
con sus presupuestos ontológicos de la diferencia afirmativa en clave derrideana y deleuziana),
quienes consideran que “no es la autodenominación deliberada la que nos permitirá encontrar la
salida a la prisión del lenguaje falogocéntrico” (Braidotti, 2004: 96). Por eso, renunciar al uso de
expresiones como “mujer” o “femenino” -y buscar otras categorías para pensar los problemas- no
supone una transformación automática de las estructuras materiales de poder a las cuales los
antiguos nombres estaban asociadas (Scott, 1996: 265-302). Más aún, añadimos nosotras, muchas
veces se producen debates muy sofisticados dentro de la academia que terminan por distanciarse
del ámbito de las luchas políticas concretas y de los términos que estas mismas luchas usan para
expresar su malestar y buscar una transformación social. Como si la elección de nombrarnos de
otra manera nos liberara automaticamente de las ataduras socio-históricas que escapan al nivel
de la conciencia y pudiéramos controlar, a través del mero acto de nominación, el ser de nuestra
subjetividad. Esto no quiere decir que no haya un juego desafiante en empezar a nombrar las cosas
de otra forma, al punto de que exprese lo experimental y performativo en el orden del ser. Pero
ese juego experimental no tiene por qué ir en desmedro de que se sigan usando expresiones como
“mujer” o “femenino”, ni tampoco quiere decir que el uso de estas expresiones conserve una meta-
física patriarcal. Quizá el problema esté en creer que con el nombre se agota toda nuestra identidad
y que una vez nombradas las cosas de otra manera es posible recuperar la pureza del ser. Quizá el
secreto de la emancipación no esté tanto en asignar el “nombre correcto” como en los movimientos
del pensamiento que propicia el uso contaminado y no totalizador que hacemos con las palabras
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
para nombrar el mundo. Por un lado, por que usar expresiones como “mujer” o “femenino” no tiene
por qué significar que todas las mujeres sean iguales o que nos estemos refiriendo a una identidad
naturalizada de manera mecánica. Y, por otro, porque puede funcionar como una plataforma de
acción política por y para las mujeres, entendida no ya como el nombre de una identidad previa-
mente dada sino como una posición relacional a construir colectivamente. Es decir, una posición
del sujeto en sentido político y militante que asume la sedimentación histórica y, al mismo tiempo,
la contingencia e indeterminación que le es propia para toda práctica transformadora.
86
“iluminan aspectos que hasta entonces constituían puntos ciegos de la pro-
pia práctica” y que “se encuentran materialmente inscritos en el sujeto”.5
En segundo lugar, porque estas figuras expresan una paradoja constitutiva
cuyo carácter contradictorio no busca ser “superado” sino trabajado de otra
manera. Es decir: lo femenino y lo popular expresan tanto el lugar de una
opresión (sedimentada históricamente) como una posición política (una
posibilidad emancipatoria). Y, en tercer lugar, las figuras, al tener la parti-
cularidad de poner a funcionar tanto la inteligencia como la sensibilidad,
son capaces de afectarnos de tal modo que nos movilizan para la acción
política. Así, nos hacemos eco de la recomendación de Nancy Fraser en el
prefacio a Un feminismo del 99%, cuando nos advierte
que el feminismo es solo un movimiento social, que necesita coordinar sus recla-
mos y propuestas con el resto de movimientos, los cuales deberían ir también en
la dirección del 99%. No debemos considerar al movimiento feminista, forzo-
samente, como la posición privilegiada para la acción política, ni como el nuevo
sujeto histórico de emancipación. El feminismo es esencial, pero tiene que ser
parte de algo mayor, de un proyecto político aún más amplio.6
87
entre el feminismo y el populismo, nos parece que para el caso del feminismo
el rechazo viene experimentado por parte de ciertas tradiciones feministas
tanto latinoamericanas (autonomistas, comunitarias y/o spinozistas)10 como
europeas (propias de las teorías de la diferencia)11 que expulsan el antagonis-
mo (y, por tanto, la negatividad) al momento de configurar su propia apuesta
política.12 Consideramos que este rechazo al antagonismo y la negatividad se
encuentra arraigado tanto en los feminismos de la diferencia europeos como
en los feminismos autonomistas latinoamericanos. Para el primer caso nos
referimos a las apuestas feministas ancladas en la teoría de la diferencia, l’ecri-
ture femenine o cierta renovación de las teorías queer y de género, que asumen
la diferencia ontológica en su dimensión constitutivamente afirmativa y sin
pasar por el juego de la negatividad. Entre sus representantes más importan-
tes se encuentran autoras como Luce Irigaray, Rosi Braidotti o Paul Preciado,
10 Es importante notar que el feminismo en América Latina ha tenido su propia evolución. En ese
sentido es caracterizado por cuatro momentos u “olas” cuya genealogía no coincide con la euro-
pea o la norteamericana (Rivera Berruz, op. cit.). La experiencia colonial y la condición periférica
dentro del escenario geopolítico ha marcado una singular deriva tanto en el pensamiento como
en la praxis feminista latinoamericana. Actualmente, pareciera haber una nueva reorganización
del campo feminista envuelto en dos grandes cuestiones. Por un lado, la necesidad de articular la
pluralidad de feminismos en América Latina (autonomistas, militantes, negro, indígena, lesbiano
y queer) con las luchas del campo popular (clase y raza) y, por otro, la necesidad de repensar el
tipo de vínculo que ha habido entre el feminismo y el Estado o las instituciones, por fuera de la
lógica consensual del neoliberalismo. Y aquí es donde se inscribe nuestra reflexión, a saber: cómo
pensar al feminismo dentro del campo popular, por un lado, y la capacidad para configurar un
Estado feminista y popular, por otro. Esta aproximación que planteamos resuena con los trabajos
de feministas como Sueli Carneiro, María Luisa Femenías, Sonia Álvarez, Alba Carosio y Marlise
Matos y Clarisse Paradise, entre otras.
11 Asumimos que esta crítica a la negatividad por parte de las feministas de la diferencia se expresa
muy bien cuando Braidotti rechaza el papel que cumple este concepto en propuestas como las de
Butler o Žižek. Según la autora, el papel de la negatividad conduciría a una especie de melancolía
que se volvería incapaz de proponer una transformación social (Braidotti, 2005: 73-86). Nosotras
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
88
quienes recogen las apuestas deleuzianas y derrideanas de pensar la diferencia
desde sí misma y más allá de la negatividad propia tanto de la dialéctica de
la diferencia y la identidad como de cierto legado lacaniano. Por feminismo
autonomista nos referimos a las apuestas feministas posmarxistas que reco-
gen, en autores como Michael Hardt, Antonio Negri o Gilles Deleuze, las
relecturas actuales de la potencia, el deseo y lo común en Spinoza para pensar
la emancipación. Y, también, a las autoras que trabajan el problema del femi-
nismo comunitario como alternativa a la herencia colonial. Además, tanto el
feminismo posmarxista como el feminismo comunitario tienden a establecer
toda una serie de oposiciones que pareciera definir de antemano cuáles son
los lugares privilegiados para la emancipación y cuáles no. Así, el Estado, la
representación, los partidos políticos, la figura del líder y la confrontación,
por una parte, suelen quedar del lado de la abstracción y el patriarcado y, por
otra parte, la vida común, la inmanencia, las nuevas formas de organización
feministas y el cuerpo, quedan del lado del feminismo emancipador. Posi-
blemente la coincidencia que podamos encontrar entre el feminismo de la
diferencia europeo y el feminismo autonomista latinoamericano sea su con-
cepción afirmativa del deseo, que toma distancia del deseo como negatividad
propia de la tradición hegeliana, lacaniana o, incluso, populista. Sin ir más
lejos, Verónica Gago en su último libro, La potencia feminista, contrapone
la articulación populista a la dinámica feminista y asume que en “las luchas
feministas hay una perspectiva antineoliberal con capacidad de ir más allá de
la articulación política populista”.13 Para poder sostener esta contraposición,
Gago identifica las luchas feministas con la verdadera autonomía de las diná-
micas asamblearias y les atribuye a estas una potencia afirmativa y expansiva
que vendría a desbordar las pretensiones articulatorias de la teoría populista.
Más aún, identifica lo asambleario con lo popular-comunitario para contra-
ponerlo al supuesto popular-abstracto del populismo y poder hacerle una
crítica desde la tradición feminista.14 En el caso del populismo, en cambio,
el problema estaría en ciertas dificultades para pensar la feminización de lo
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
89
popular15 y el papel que le cabría a la categoría política de los cuidados en
la construcción del pueblo.16 Es decir, se trata de las dificultades que mu-
chas veces experimenta el campo popular cuando convierte las demandas
feministas en un problema de segundo orden. O dicho en los términos del
problema de los cuidados: cuando se le da prioridad a las contradicciones
entre la producción social del valor (trabajo) y el capital y se omiten los tipos
de explotaciones que genera la contradicción entre la reproducción social
de la vida (cuidados) y el capital ¿Pero qué sucede si, en vez de ampliar la
brecha entre el feminismo y el populismo —como pareciera hacer el texto
de Gago— tratamos de deshacer este desencuentro y empezamos a explorar
un vínculo entre el antagonismo y el cuidado?
Ahora bien, antes de desarrollar las hipótesis de este desencuentro y ofre-
cer una posible articulación, nos interesa explicitar un poco mejor en qué
vamos a centrarnos para llevar a cabo esta tarea. En esa dirección, nos gus-
taría adentrarnos en la dimensión sensible o en el papel que desempeña la
sensibilidad en la construcción de estas dos apuestas al mismo tiempo teóri-
cas y prácticas de la política. Para ello, nos gustaría recoger algunas ideas de
Carlo Ginzburg que nos pueden ayudar a propiciar una disposición con las
imágenes de un modo quizá poco explorado. A esa disposición nos gustaría,
siguiendo a Ginzburg, darle el nombre de “paradigma indicial”.17
Según Ginzburg, el paradigma de los indicios es la supervivencia de la
práctica milenaria de la caza como lectura de huellas, una práctica que ha
permitido construir toda narración o configuración del sentido a partir de
15 Por feminización de lo popular nos referimos a tres cosas. En primer lugar, a la necesidad de fi-
guras de liderazgos impulsados por las mujeres. En segundo lugar, a la necesidad de construir ima-
ginarios y rituales desde el deseo de las que han ocupado históricamente la “posición” de mujeres.
Y, por último, al papel que han tenido las mujeres para poner en escena la contradicción capitalista
de la reproducción social asociada históricamente con los cuidados (Fraser, 2015).
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
16 Si bien existe una bibliografía extensa sobre el problema de los cuidados y sus múltiples formas
de abordarlo aquí nos interesa centrarnos en la idea de crisis de los cuidados propuesta por Nancy
Fraser en su artículo “Las contradicciones del capital y los cuidados”. En esa dirección, asumimos
la distinción entre reproducción social (cuidados) y producción social del valor (trabajo) como dos
formas de experimentar la contradicción social con el capital dentro de la fase del capitalismo fi-
nanciarizado.
17 Ginzburg, 2008.
90
la presa (o la cosa) ausente. Como ejemplo ilustrativo para caracterizar esta
práctica, Ginzburg escoge la vieja fábula oriental Zadig, ya que allí se narra
la historia de tres hermanos capaces de reconstruir, a través de una serie de
indicios, un animal que nunca habían visto: el camello. Así, el paradigma
indiciario se sostiene sobre la base de algo que, al no poder ser experimen-
tado de manera directa, exige, curiosamente, el ejercicio de nuestra sensi-
bilidad y de nuestra inteligencia para poner a funcionar la imaginación.
Añade Ginzburg que este ejercicio indicial nos permite construir imágenes
o figuras retóricas que no podemos encontrar de manera delimitada en el
espacio sedimentado de la realidad social, de manera que “el hecho de que
las figuras retóricas sobre las que aún hoy gira el lenguaje de lo descifrado,
[…] puedan ser reducibles al eje prosístico de la metonimia”.18
A diferencia del paradigma positivista, donde se asume que las cosas
son lo que son y que cada objeto coincide consigo mismo en un juego
de verdad por correspondencia, el paradigma indiciario parece sugerirnos
que las cosas no son lo que son, porque la cosa no puede coincidir con-
sigo misma. Así, en su texto, Ginzburg identifica este paradigma con el
ancestral saber médico de la lectura del cuerpo, las novelas detectivescas en
Sherlock Holmes, el psicoanálisis de Freud y determinada forma de estu-
diar la historia del arte en Morelli. Son disciplinas o prácticas cuyo objeto
de conocimiento escapa al mecanismo de la representación convencional.
Solo podemos referirnos a la cosa a través de sus efectos: los síntomas,
los indicios, las huellas. Recordemos que este paradigma funciona como
una forma de conocer asumida desde el lugar de un no saber, de un saber
conjetural. Dicho de otra manera: se experimenta a partir de indicios que
permiten articular los afectos y la inteligencia en la producción misma
del saber. Pero Ginzburg no solo identifica este saber con disciplinas de
conocimiento formal, sino que llega a decir del paradigma indicial que
“difundido por todo el mundo, sin límites geográficos, históricos, étnicos,
sexuales o de clases [...] es patrimonio de los cazadores, de los marinos,
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
18 Ibid., p. 194.
91
especies animales”.19 Mediante esta cita descubrimos que se trata de un
saber conjetural plebeyo que no busca ni puede ofrecer un cuadro acabado
de la realidad y que tiene una base en la experiencia sensible que pone a
funcionar diferentes planos de lo que hemos dado en llamar “lo humano”.
Pero también descubrimos que hay algo del orden de lo plebeyo y de lo
femenino20 operando en esta forma de conocimiento, es decir, una manera
de habitar el no saber, la conjetura y la incertidumbre que propicia una
serie de conexiones sensibles aún por explorar en toda su radicalidad. Más
todavía, quizá la pregunta a la que apunta toda la propuesta de Ginzburg,
y que él parece delimitar sin explicitarla del todo, sería la siguiente: ¿qué
tipo de rigor —entendido como una forma del desciframiento que hace le-
gible una apertura hacia el futuro— nos sugiere esta forma de pensamiento
asociado históricamente a lo femenino y lo plebeyo? Seguir explorando
esta posibilidad implica asumir, no obstante, como se señaló más arriba, la
existencia de una serie de dificultades teóricas para vincular lo femenino y
lo popular en clave populista. Como si los problemas del feminismo fueran
por un lado y los del populismo por otro. Por eso, para propiciar una arti-
culación entre ambas tradiciones, nos parece fundamental hacer dos cosas.
Por un lado, preguntarnos si es posible asumir el antagonismo desde un
determinado feminismo posmarxista21 y, por otro, si es factible descubrir
una forma del cuidado en el interior del populismo. Consideramos que en
la base de este desencuentro podrían estar las reivindicaciones feministas
que obturan el antagonismo (y la negatividad) y las apuestas populistas que
niegan el papel de los cuidados y la femenización de la política.
19 Ibid., p. 221.
20 Cabe indicar que esta noción de saber tiene muchas resonancias con el concepto “política de
la localización” propuesto por Adrienne Rich en la década de 1980 y recogido por Braidotti. Según
Braidotti “La política de la localización significa que el pensamiento, el proceso teórico no es abs-
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
tracto, universalizado, objetivo ni indiferente, sino que está situado en la contingencia de la propia
experiencia y, como tal, es un ejercicio necesariamente parcial. En otras palabras, la propia visión
intelectual no es una actividad mental desincardinada; antes bien, se halla estrechamente vincu-
lada con el lugar de la propia enunciación, vale decir, desde donde uno realmente está hablando”
(R. Braidotti, op. cit., 2004: 15).
21 Nos referimos a la posibilidad de un feminismo posmarxista que, en vez de inscribirse en una
ontología afirmativa de la potencia, se asuma desde la tradición de pensamiento de la negatividad.
92
Feminismo sin cierre identitario
22 Carosio, 2014, op. cit. Hacemos referencia a varios debates que han surgido en las organiza-
ciones políticas progresistas entre autoras latinoamericanas y europeas. Para un mayor estudio
sobre este debate recomendamos el libro colectivo Un feminismo del 99% y el artículo de Clara
Serra, Justa Montero, Xulio Ferreiro, Ángela Rodríguez-Pam y Silvia López Gil “Feminización de la
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
93
que se encuentran, por un lado, en la base de cierta noción comunitarista
de los feminismos latinoamericanos y, por otro, en la apuesta ontológica
que autoras como Gago emplean para leer las nuevas dinámicas feministas
en los términos de una potencia afirmativa que se expande desde sí misma
sin necesitar la negatividad (antagonismos).23 Estos presupuestos son: el
autonomismo, la ilusión de inmediatez y la creencia en la corporalidad
como lo otro del poder.24 En lo que se refiere al primer punto, se consi-
dera que cualquier apelación al Estado o a las formas de representatividad
operarían como un mecanismo de cooptación de la inmanencia propia de
las luchas para la emancipación, por lo que resultaría necesaria la práctica
de la autogestión, sin ningún tipo de mecanismo institucional o represen-
tativo. El segundo punto, asociado con el primero, consiste en creer que
existen lugares previos a cualquier articulación, es decir, lugares que deben
su existencia a sí mismos y que, por lo tanto, serían privilegiados para llevar
a cabo las transformaciones sociales. A su vez, al no estar articulados por
las formas clásicas de la política se ubicarían como lo otro del poder. Fi-
nalmente, ese lugar previo a cualquier articulación y libre de la cooptación
estatal no sería otra cosa que el cuerpo y los afectos expresados en sus múl-
tiples diferencias afirmativas (sin negatividad constitutiva) y que cualquier
intento de articularlas en una unidad no sería otra cosa que enredarlas en
las trampas del poder.
En ese sentido, es importante advertir que la cuestión de los cuidados
vinculados a esta filosofía de la potencia afirmativa pone en escena un viejo
problema de la filosofía moderna, a saber: el problema de la comunidad.
Recordemos que la emergencia de la figura del individuo —entendida
como una fuerza disgregadora de la unidad indiferenciada de la comuni-
dad— generó una clásica tensión entre la libertad del individuo y la diso-
lución del tejido social, lo cual se traducía como el peligro desintegrador
de la comunidad. Ante eso emergieron diferentes clases de respuesta que
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
23 Aquí hacemos alusión a los feminismos comunitarios y a los feminismos posmarxistas afirma-
tivos que comentamos más arriba.
24 Si bien estos presupuestos fueron trabajados en el ensayo 3, en el que exploramos los límites del
autonomismo, aquí nos interesa recordar rápidamente sus problemas desde el punto de vista del
feminismo que nos interesa explorar.
94
oscilaban entre una nostalgia ante la unidad perdida, el intento de recom-
ponerla, la aceptación de la era del individualismo y la transformación del
sentido de la comunidad.
Podríamos decir que la traducción contemporánea de esta problemáti-
ca parece ser entendida como una dicotomía inconfesada de género, a sa-
ber: lo femenino como el lugar de la recuperación del sentido comunitario
o la posibilidad de la vida en común —a través de los cuidados o la reunión
afectiva y expansiva de los cuerpos—, y lo masculino con el elemento dis-
gregador mediante la perpetuación del antagonismo, el poder y la jerar-
quización de lo social. El gran inconveniente de asumir los cuidados desde
una perspectiva asamblearia25 o comunitaria26 descansa en que esta expan-
sión afirmativa —desde sí misma y para sí misma de manera inmanente—
no explica cómo se producen estas articulaciones ni en qué medida son
deudoras del conflicto interno que las organiza y, por sobre todas las cosas,
parecieran expresar una ausencia de solidaridad e imaginación política con
otras instancias de la lucha política. Es como si repitieran la ingenuidad de
creer que hay sujetos privilegiados para la emancipación, formas superadas
de la lucha política —como si los sindicatos o el Estado fueran el resabio
de un tiempo pasado— y, lo más complicado, como si supusieran que la
contaminación de las luchas con otros sujetos o instancias va en desmedro
de la verdadera emancipación. ¿No se corre el riesgo de asumir una com-
pletitud del sujeto —feminismo— que hace peligrar el carácter indetermi-
nado y no garantizado de la militancia política? Frente a ello, nos parece
que no se trata tanto de descubrir los lugares (o sujetos) privilegiados para
la transformación social sino, siguiendo a Fraser, de reinventar en la praxis
política la distinción entre la reproducción (cuidados) de la vida y pro-
ducción (trabajo) del valor social sin sacrificar el horizonte emancipatorio
ni tampoco la protección social que puede ofrecer una lectura populista y
feminista de las instituciones.27 A nuestro entender, el problema no ver-
sa en la cuestión de los cuidados sino en la matriz autonomista —tanto
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
95
comunitarista como ontológico-afirmativa— con la que se ha pensado el
problema. En ese sentido, nos parece que es posible reflexionar sobre el rol
político de los cuidados desde una matriz diferente que tome como punto
de partida el antagonismo y que no asuma la politización de lo doméstico
o lo comunitario como el único horizonte posible de lo político. Para ello,
la noción de “perseverancia”, propuesta por la pensadora Joan Copjec, y
la ética del “no-todo” planteada desde una izquierda lacaniana en autores
como Jorge Alemán, pueden ayudarnos a darle forma a este vínculo.
En su libro Imaginemos que la mujer no existe, Copjec distingue entre
dos tipos de pulsiones: la fijación y la perseverancia. Explora estas pulsio-
nes mediante las figuras trágicas de Creonte y Antígona, identificando al
primero con la fijación y a la segunda con la perseverancia. La primera pul-
sión tiene lugar a partir de la creencia de que una totalidad —u objeto per-
dido— puede ser restaurada. A su vez, la satisfacción que se experimenta
por trabajar la cosa es dependiente de una idea de bien que organiza desde
fuera sus acciones y prescribe la forma de su goce. Es decir, Creonte cree
que hay una idea de bien a seguir (la cosa vista desde fuera) que puede ser
encarnada en la figura del Estado y delimitada previamente por una identi-
ficación entre su discurso y el derecho. Se parte de la idea de que la acción
viene a cumplir un fin (la idea de bien) y que las acciones del Estado, en
cuanto siguen esa idea, van a ser capaces de restaurar la identidad perdida
(o la plenitud de la comunidad). El problema, nos advierte Copjec, es que,
como “la cosa” no puede ser restaurada, como la idealización del bien cho-
ca con la realidad de nuestras pulsiones, se deposita en un otro (Antígona)
la responsabilidad de esa ausencia de cierre.
Así, el goce comienza a estructurarse como un plus que se consigue
entre la idealización de la demanda y lo que realmente se obtiene, esto es, a
través de la diferencia que organiza nuestra acción en los términos de una
insatisfacción experimentada entre la idea de bien y la realidad de las cosas.
De esta forma, Creonte es “impulsado por la idealización de la diferencia
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
96
mantiene en constante estado de insatisfacción y su fijación gira alrededor
de que algo se ha perdido por culpa de la irrupción de Antígona (femeni-
no) en la escena; es decir, se obsesiona y trabaja una idea de conservación
del Estado —proteger la cosa pública de Antígona—, que hace coincidir
la fijación y la cosa perdida con la cual se identifica. Tal es su obsesión que
lo vuelve indiferente a los “objetos disponibles”, es decir, a todo aquello
que parece violentar su idealización del Estado. El trabajo de Antígona
alrededor de su deseo, en cambio, “es impulsado por la satisfacción que
le produce el amor que siente por su hermano —que aporta el empuje o
las tensiones necesarias para actuar”—29 y es esta acción alrededor de su
pulsión la que recibe el nombre de perseverancia. Aquí, la acción no viene
promovida por la idealización y fijación del bien, sino por un lazo amoroso
que se construye mediante el deseo y que determina la autonomía de la
acción y la posibilidad de cortocircuitar la dependencia desigual en el cam-
po del otro —lugar de enunciación masculino-De manera que mediante
la perseverancia nos abrimos a “un actuar en conformidad con lo real del
deseo”30 y sin anteponer una idea de bien que debería regir al sujeto.
Junto a Copjec, podemos afirmar que Creonte se identifica con la cosa
pública y cree agotar allí, en su propia voz, todo lo que ella tiene para de-
cirnos. Al confiarse en su paso exclusivo hacia la vida pública, se convenció
de su derecho exclusivo a la cosa misma y confió en que solamente iba a ser
expresada mediante una voz masculina. Pero la cosa (así fijada) no es más
que un fósil, no tiene nada para decirnos más que el eco vacío de ese sí mis-
mo expresado de forma unilateral (y naturalizado) como voz masculina. Si
absolvemos a la cosa desde sí, y nos identificamos con ella, la cosa misma
estará muerta. A diferencia de Creonte, Antígona no se identifica con la
cosa porque sabe que es insustituible —su hermano es lo que es—. A lo
sumo se atreve a decir la cosa públicamente, a decirle al público que hay
algo irreductible (en el derecho, en el Estado, en la vida pública) que no
puede ser sustituido por el acto mismo de nombrarlo. La perseverancia, en
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
29 Ibid.
30 Ibid., p. 75.
97
con la ley, tanto del lado masculino como del femenino. A fin de cuentas,
Antígona es un movimiento que apunta al otro lado de nuestras fijaciones
y preserva, desde el arcón de nuestros deseos, aquello que no puede ser
sustituido —sino tan solo sublimado.
Lo interesante aquí es que mientras la pulsión de la fijación antago-
niza mediante la creencia de que hay un bien a seguir, asumiendo desde
fuera y a través de una idea de ley la articulación de lo político, la pulsión
de la perseverancia antagoniza desde la necesidad de la construcción de
un lazo amoroso, es decir, una forma de construir lo común a partir de
lo irreductible. Llevado al terreno de la feminización de la política, a la
brecha que pone en tensión lo masculino y lo femenino, si totalizamos
a lo masculino como algo a erradicar desde lo femenino, lo femenino
hablando desde sí mismo y para sí mismo, estaríamos fijadas en la misma
forma masculina de proceder que Creonte, a saber: lo masculino como
esa totalidad que viene a ser destruida por nuestra excepcionalidad tota-
lizada. Una doble totalización que ahora se construye del otro lado del
polo de quien ha sido históricamente oprimida. En cambio, si pensamos
el antagonismo desde la pulsión de la perseverancia, la feminización de
la política puede asociarse a la construcción de un antagonismo a partir
de un lazo amoroso destotalizado. En esa dirección, la ética del no-todo
es la posibilidad de pensar un feminismo como alteración de la lógica de
la totalidad, cortocircuitando la biologización de lo femenino y lo mas-
culino como hombre y mujer.
Esta lógica, heredera del psicoanálisis, y que ha dado en llamarse no-to-
do, asume la indeterminación de la realidad —la inexistencia de identida-
des previamente constituidas— como punto de partida del pensamiento, a
la vez que entiende la dimensión ontológica de lo femenino y lo masculino
sin reducirlo a la existencia fáctica y binaria de hombres y mujeres. De ahí
la importancia, como mostró Judith Butler en su libro El género en disputa,
de la necesidad de problematizar los peligros de los mecanismos identita-
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
rios propios de las luchas feministas que podrían terminar por reforzar los
lugares asignados por el patriarcado.31¿Acaso uno de los grandes aportes del
31 Butler, 2007.
98
feminismo no consiste en decir que la distinción cosificada de hombres y
mujeres es el resultado de la lógica totalizadora de lo masculino?
Cabe encontrar, por tanto, dos posturas ante lo masculino. Una asu-
me la existencia de dos sexos completamente separados el uno del otro,
como si la identidad de cada sexo tuviera una existencia propia dada por
sí misma. Así, la eliminación de uno (el masculino) supondría la libertad
del otro (el femenino). La otra, en cambio, se centra en el problema del
amor (entre lo femenino y lo masculino) e invita a problematizar la clá-
sica dicotomía “masculina” entre lo femenino y lo masculino. O dicho
de otra manera, nos ayuda a entender el hecho de que ha sido el lugar de
enunciación masculino el que ha tendido a crear una separación totaliza-
dora y biologicista —positivada— entre los dos sexos.32 Asumir esa lógica
argumental, esto es, creer que lo masculino, por su propia naturaleza, es
algo a rechazar y destruir, no significa otra cosa que reproducir aquello que
creíamos combatir. Desde el otro punto de vista, el femenino, lo femenino
y lo masculino no son realidades —totalidades— previamente existentes,
sino dos modos contaminados —el uno por el otro— de nombrar el anta-
gonismo que nos constituye como sujetos. O, como dice Žižek, es el “re-
conocimiento de que mi identidad es fallida desde dentro por el otro”33 y
uno —femenino— y otro —masculino— no son más que la forma de ex-
presarse la inconsistencia de la realidad destotalizada del cierre masculino,
lo cual permite pensar al cuerpo de un modo desbiologizado y configurado
por la tensión de estos dos lugares de enunciación.
Si hay algo realmente revolucionario en lo femenino, en esa forma so-
ciohistórica expulsada del campo de lo masculino, si hay algo que el ca-
pitalismo no logra capturar ahí, es el movimiento de destotalización del
deseo femenino hacia lo masculino, pero también la destotalización del
lugar del deseo femenino cuando asume su propio derecho a materializarse
en la vida pública. Desde este otro lado del deseo, entonces, lo femenino y
lo masculino no son pensados como una simple “oposición” —propio del
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
99
por lo otro de sí,34 cuya perseverancia va trabajando y dando forma a lo
femenino y lo masculino desde una diferencia y unos procesos de iden-
tificación no idealizada por el punto de vista masculino. Así, si el deseo
heteropatriarcal se configura como un repliegue identitario y totalizador
de la palabra, la política y la razón, el deseo femenino, en cambio, saca a la
luz la diferencia constitutiva que los organiza desde dentro.
Pero nos gustaría problematizar cierta fijación que parece estar presente
en la ontología de la diferencia sexual de Copjec y que podría ser heredera de
cierto resabio patriarcal en el corazón de la misma teoría psicoanalítica. En
Problemas teóricos, problemas políticos, Paula Biglieri y Gloria Perelló se pre-
guntan qué le sucede al pensamiento cuando asumimos, por un lado, que el
patriarcado es una de las formas sociohistóricas de dominación más antiguas,
y, por otro, que “el orden socio-histórico informa a aquellas categorías con las
cuales pensamos lo ontológico”. Este cuestionamiento les permite elaborar
la idea de que las categorías teóricas, al ser producidas en un determinado
contexto socio-histórico, no pueden escapar de él. En palabras de las autoras:
“estas categorías están “contaminadas” de contenidos ónticos porque solo así
pueden ser inscriptas en el discurso dominante de la época”.35 Esto les permi-
te dar un paso más y preguntarse ¿en qué medida las categorías ontológicas
del psicoanálisis no están contaminadas de patriarcado? Y, por tanto, ¿cómo
“repensar las formulaciones teóricas en un universo simbólico que incorpore
los nuevos modos de organización social resultantes de las conquistas de de-
rechos igualitarios de los últimos años”?36 Aquí, el punto de vista femenino o
la feminización de lo político cumpliría una doble operación: desde el punto
de vista óntico es la fuerza materialmente existente que nos permite corto-
circuitar desde dentro el discurso totalizador del amo en la figura encarnada
del hombre blanco heterosexual y dominador. Pero, desde el punto de vista
ontológico, es una figura catacrética empleada para pensar cuando los nom-
bres fallan (y desde la asunción misma de esta falla constitutiva).
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
34 Decir “lo otro de sí” no coincide con “lo otro de lo mismo” pero tampoco, como proponen las
feministas de la diferencia sexual, con “otro de lo otro”.
35 Biglieri y Perelló, 2019.
36 Ibid.
100
Feminismo populista (o el antagonismo de los cuidados)
Ahora nos encontramos del otro lado del problema que habíamos
planteado al inicio de este ensayo, esto es: cómo radicalizar el populismo
desde el feminismo. Cabe señalar que en el ensayo 2 rechazamos la dis-
tinción entre populismo de izquierda y populismo de derechas. Y, a su
vez, ofrecimos una interpretación de por qué creemos que el populismo
es una forma de articulación de lo político en sentido emancipador anti-
fascista. Lo que nos queda por explorar es si esa forma de construcción de
lo popular, esa forma en que se configura una imagen fallida de pueblo,
es capaz de trazarse a partir de los problemas actuales del feminismo.
Para esto, vamos a pensar en dos imágenes actuales. Una de ellas es el
movimiento Ni una Menos y, la otra, la afirmación de Cristina Fernández
de Kirchner cuando expresa que “la patria es el otro”.37
El significante Ni Una Menos es una expresión que comenzó a gestarse
en las calles para exigir el fin de las muertes de mujeres por violencia de
género. Más tarde, se hizo extensivo al rechazo de las políticas de ajuste y
se amplió hacia una defensa global de la despenalización de la interrupción
voluntaria del embarazo. Una de las consignas más conocidas ha sido “An-
ticonceptivos para no abortar. Aborto legal para no morir”. En principio
podríamos pensar que se trata de una demanda específica que atañe a un
grupo particular: las mujeres. De manera que algunos teóricos del pensa-
miento crítico y emancipador la consideran una exigencia secundaria en
comparación con el resto de demandas que se inscriben dentro del campo
popular. ¿Pero qué sucede si empezamos a pensar que esta demanda ata-
ñe a la configuración misma de lo que entendemos por campo popular y
experimenta, a su vez, la fuerza para articular y sobredeterminar las otras
demandas?
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
37 La primera marcha del Ni Una Menos tuvo lugar el 3/6/2015 simultáneamente en diversas ciudades
de Argentina, aunque tuvo su epicentro en la Plaza del Congreso de la Ciudad de Buenos Aires. Mien-
tras que la frase “la patria es el otro” fue pronunciada por Cristina Fernández de Kirchner en 2013,
en un discurso en el que hizo referencia a la acción solidaria de los militantes populistas frente a las
graves inundaciones acontecidas en la ciudad de La Plata en la provincia de Buenos Aires.
101
Lo primero que cabe señalar es que de todas las expresiones de luchas
materialmente existentes en las calles, la de Ni Una Menos es la que ma-
yor capacidad ha tenido para cruzar las fronteras nacionales. Si bien nació
como un movimiento popular en Argentina, rápidamente se expandió por
los diferentes países latinoamericanos y por otros continentes del mun-
do. Es decir, se convirtió en un significante internacionalista con la fuerza
para convocar masivamente diferentes tipos de manifestaciones populares.
Incluso, junto a otros movimientos feministas, puso en entredicho la cele-
bración despolitizada que el status quo venía haciendo durante las últimas
décadas del 8 de marzo como “día internacional de la mujer”, el cual pa-
recía haber quedado reducido a la celebración vacía del lugar de la mujer
en la sociedad. Contrario a ese proceso despolitizador, se logró reconectar
con su mismo pasado de huelgas, a través del cual las mujeres protestaban
colectivamente contra las formas de opresión del capitalismo y, a su vez,
mostraban su rol desigual en la sociedad con respecto a los hombres. Todo
lo cual nos devuelve hoy una imagen global, masiva e histórica de resisten-
cias y luchas vivas contra el patriarcado.
Dicho en términos populistas: la huelga del 8m se expresa como capa-
cidad de organizar una imagen o configuración antagónica de la sociedad
entre los que buscan mantener esta forma de opresión y las que buscamos
destruirla. Pero, más aún, nos permite entender que los femicidios, las
políticas de austeridad contra las mujeres y el rechazo a la legalización del
aborto no son un simple ataque caprichoso contra un colectivo particular,
sino el límite mismo del patriarcado en tanto relación social dominante:
la reproducción social de la vida. Es, en resumidas cuentas, un tipo especí-
fico de relación social donde las denominadas mujeres y los denominados
hombres ocupamos una posición desigual. Y esa desigualdad se reitera en
el campo popular y en sus formas de organización al momento de dispu-
tarle el terreno a los de arriba. De ahí que los sindicatos y los movimientos
sociales y políticos plebeyos hayan sido espacios predominantemente mas-
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
102
desde ese mismo campo que se hizo imaginable la actual fuerza sociohis-
tórica del feminismo. De manera que la fuerza de interpelación que ahora
mismo tiene el feminismo es ya una reestructuración del registro simbólico
del campo popular y, por tanto, una reconfiguración de los modos de pro-
ducir la división antagónica de lo social entre las élites y el pueblo. Incluso
a pesar de las estrategias fallidas de cierta élite por apropiarse del discurso
feminista y reducirlo a una disputa competitiva por puestos de trabajo y
redistribución del poder en el mercado laboral.
103
lo otro a destruir porque solamente así se podría lograr la completitud del
ser. Desde esta perspectiva, trabajar lo que se opone significa dominar y
destruir eso que se ha concebido como “lo otro”. La relación de sí mismo
se concibe, por tanto, como una relación de propiedad como dominio
de sí sobre uno mismo, las cosas y los demás. Mi identidad se constituye
mediante una idea de dominio. Soy en tanto domino y lo otro amenaza
ese dominio de mí. La lógica articulatoria del populismo en su estructura
emancipadora, en cambio, propone otra relación de sí. Plantea otro trabajo
de sí, otro trabajo con lo que se opone. Nos atreveríamos a decir que se
afirma desde un cuidado de sí como lo otro de sí.
Consideramos que, en la frase expresada por Cristina Fernández de
Kirchner, “la patria es el otro”, encontramos las claves para pensar esta idea
del cuidado como lo otro de sí. Esta frase nos permite descubrir que lo otro
es lo irreductible que constituye nuestro sí mismo sin suprimirlo. Por eso,
debemos cuidar eso irreductible que nos constituye. Lo otro trabaja (y no
fija) nuestra identidad, configura un nosotros que se afirma como futuro,
como porvenir desde la igualdad. Es decir, es una doble operación de so-
portar las diferencias y construir una igualdad común. Así, la oposición no
es con lo otro, sino que la oposición es con aquella forma de la identidad
que busca destruir lo irreductible (o heterogéneo) mediante la configura-
ción de la desigualdad y la exclusión. No se trata de destruir lo otro, sino
destruir una posición que impide ser a lo otro (lo heterogéneo), a lo que
vendrá. Se antagoniza con el poder que busca afirmarse como dominio de
sí. El populismo emancipador se opone y busca destruir la posición que
trata de eliminar a lo que, desde el punto de vista totalizador, se asume
como lo otro, esto es: campesino, indígena, mujeres, LGTBI+, etc.
Y así es como encontramos la diferencia fundamental entre la noción de
cuidado planteada desde una matriz autonomista y la noción de cuidado
explorada desde una matriz populista. Si la primera partía de una potencia
afirmativa que no precisa producir articulaciones para la construcción de
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
104
otra manera lo oposición (negatividad). Es decir, concebir una forma del
trabajo que no se articule a partir del domino de lo otro, sino que asuma a
lo otro del sí mismo como ese polemos a cuidar para que las cosas florezcan.
Posiblemente este tipo de articulación política -estas nuevas imágenes
propiciadas por un feminismo populista- sea la manera de dislocar el pa-
triarcado y la forma de propiedad y dominación asociada a él. Esto es,
el comienzo de un nuevo tipo de relación social que transforme la con-
cepción de la propiedad como dominio. Una forma del trabajo de sí que
comience a alejarse de la lógica extractiva del plusvalor y la explotación.
Por eso, donde el patriarcado domina, el feminismo configura, de manera
indicial, una forma del común para los que creemos que no tenemos nada
en común, es decir, para quienes asumimos la irreductibilidad constitutiva
de cada singularidad como ese secreto que nos ayuda a imaginar una vida
igualitaria y colectiva. Probablemente se trate de una forma del feminismo
aún por explorar en el interior de un populismo que persevera y, a modo
de secreto irreductible, no puede ser sacrificado.
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SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
106
¿Feminismo populista?
Reflexiones en torno de los proyectos
emancipatorios de nuestro tiempo1
Mercedes Barros2 y Natalia Martínez Prado3
1 Algunas de las ideas volcadas en este texto, surgen de una versión extendida y anterior aceptada
para su publicación en la revista Ethics & Politics (en prensa), http://www2.units.it/etica/
2 Licenciada en ciencia política (Universidad de Buenos Aires). MA/PhD en Ideología y Análisis del
discurso (Universidad de Essex. Reino Unido). Investigadora Independiente, IIDYPCA-Universidad
Nacional de Río Negro-CONICET.
3 Investigadora Adjunta, IDH-CONICET (Universidad Nacional de Córdoba). Profesora-Investiga-
dora Adjunta del Área Feminismos Género y Sexualidades (FemGe) del CIFFyH, UNC.
107
Desde distintas latitudes, el estudio del vínculo entre feminismo y po-
pulismo se ha visto enredado en enfoques que no sólo desconfían de la
posibilidad de la relación en sí misma, sino que constantemente revelan
en sus hallazgos incompatibilidades entre estos dos fenómenos —en ma-
yor medida, respecto de los populismos de derecha— y ensombrecen la
reflexión sobre su productiva coexistencia.
En este contexto, el reciente libro de Paula Biglieri y Luciana Cadahia
(2021) representa una bocanada de aire fresco. El trabajo conjunto de es-
tas teóricas políticas latinoamericanas, Siete ensayos sobre populismo, abre una
línea de indagación que, buscando superar el avance de la derecha y la per-
plejidad paralizante de la izquierda, propone una nueva forma de teorizar al
populismo junto al feminismo4. Al trazar un nuevo horizonte emancipatorio
para nuestro tiempo, la intervención de Biglieri y Cadahia pone en primer
plano un necesario desafío interpretativo que permite discusiones que no
se habían abierto antes y que plantean una pregunta provocadora: ¿cómo
podemos ser feministas y populistas sin tener que pedir disculpas por ello?
El camino argumentativo de Biglieri y Cadahia comienza por un po-
sicionamiento político: se reconocen, ante todo, como teóricas/militantes
del Sur global. Esta posición implica situarse en el contexto latinoame-
ricano y, desde allí, teorizar sobre las posibilidades de otro orden social
global y las nuevas alianzas estratégicas para lograrlo. Su intervención in-
tenta desbaratar el preconcepto habitual que infravalora la teoría del Sur, o
que directamente utiliza al Sur sólo como caso de estudio para una teoría
del Norte. Su empeño, además, es captar lo que hay de universalizable en
las experiencias de la región, convencidas de que la comprensión de los
problemas locales requiere una perspectiva global, así como un cuestiona-
miento de la habitual jerarquía de las fronteras de los Estados-nación.
Ahora bien, desde esta posición concreta, proponen un enfoque arriesga-
do y provocador que rechaza la aparente insuficiencia del vínculo entre po-
pulismo y feminismo. Como teóricas y activistas posmarxistas, conscientes
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
4 La mayor parte de esta propuesta se basa en el último de los ensayos que componen el libro,
titulado: Las populistas somos feministas, aunque no descuidaremos la propuesta general del libro
en el resto de los capítulos.
108
de las articulaciones y antagonismos de nuestro tiempo y, sobre todo, de
los excepcionales acontecimientos dislocadores, creen que es crucial teori-
zar, imaginar y promover la articulación de estas dos tradiciones políticas.
Por eso su libro termina con una apuesta clara: si son las luchas feministas
del Sur las que están sacudiéndolo todo, las que revelan los límites de lo so-
cial y reestructuran el registro simbólico del campo popular, ¿por qué du-
dar de que una política populista emancipadora deba ir en otra dirección?
Dicho esto, su planteamiento no se limita a asumir filiaciones feministas
y populistas, sino que intenta desmontar y desplazar las posiciones que
generalmente se dan por supuestas dentro de cada una de estas tradiciones.
Porque, como se argumenta, “la base del encuentro fallido [entre populis-
mo y feminismo] puede encontrarse en las reivindicaciones feministas que
bloquean el antagonismo (y la negatividad), y en las propuestas populistas
que niegan el papel del cuidado y la feminización de la política” (Biglieri,
Cadahia, 2021: 119).
En lo que sigue, nos centraremos principalmente en este proceso de des-
mantelamiento que respalda el esfuerzo de Biglieri y Cadahia por imaginar
una posible articulación entre estos fenómenos. Pero junto a este análisis,
también prestaremos especial atención a la peligrosa tentación que merodea
sus esfuerzos analíticos: aquella que amenaza con cerrar las reflexiones que
precisamente ayudaron a abrir. En otras palabras, en su persistente intento
de forjar vías de comunicación entre el feminismo y el populismo, las au-
toras corren el riesgo de hacer un relato que acabe impidiendo la extrañeza
de la política populista y, sobre todo, termine socavando la contingencia, la
arbitrariedad y el poder de las fronteras que toda política hace nacer y que,
por excelencia, el populismo pone en primer plano. Pero veamos primero la
operación de apertura que está en el corazón de la obra de Biglieri y Cadahia
y que la hace sumamente interesante y propicia para nuestro presente.
Asunciones peligrosas:
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
Uno de los primeros y más audaces pasos de las autoras para imaginar el
vínculo entre feminismo y populismo es el de retomar la discusión sobre la
posibilidad de distinguir y definir la praxis feminista a partir de una noción
109
de “cuidado” vinculada a la “feminización de la política”.5 Emprenden este
camino no con la intención de recuperar una política de las mujeres —en
un sentido cis-heterosexista— sino como una apuesta interpretativa que
busca conjugar la configuración popular que aporta el populismo como
“imagen siempre fallida del pueblo” a los problemas sociales que abordan
los feminismos en la actualidad (Biglieri, Cadahia, 2021: 127). De este
modo, las autoras privilegian la noción de cuidado como un significante
que vincula enfoques feministas históricos —feminismos socialistas, mar-
xistas y posmarxistas— así como una práctica política de sororidad que
permitiría esta feminización de la política bajo el amplio principio de cui-
darse mutuamente.
Ahora bien, al retomar este debate y estas categorías, Biglieri y Ca-
dahia buscan también desmarcarse de la matriz autonomista que, según
ellas, viene prevaleciendo en ciertas tradiciones de pensamiento y mili-
tancia, particularmente en el contexto latinoamericano: las relacionadas
con los feminismos comunitarios y con las perspectivas feministas de iz-
quierda, cercanas al pensamiento inmanentista. Cuestionando esta matriz
autónoma a lo largo del libro, pero particularmente en lo que se refiere a
la política feminista, las autoras insisten en que estos enfoques corren el
riesgo de transformar el horizonte de la feminización de la política en una
“ética del cuidado” no conflictiva y conciliadora que acaba por oscurecer
la dimensión antagónica inherente a toda política. El riesgo se debe a la
forma en que, desde estos enfoques, la dinámica política se enreda en “una
dicotomía de género no confesada” (Biglieri, Cadahia, 2021: 121). Dicha
división acaba constituyendo dos campos separados y totalizados: Por un
lado, la posición masculina, como elemento desintegrador a través de la
perpetuación del antagonismo, el poder y la jerarquía de lo social, que se
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
5 Cadahia y Biglieri se centran en “la crisis del cuidado” propuesta por Nancy Fraser (2016), y en
el Manifiesto de Fraser, Arruzza y Bhattacharya: Un feminismo para el 99 por ciento. En la Tesis
5, argumentan que: “La opresión de género en las sociedades capitalistas tiene sus raíces en la
subordinación de la reproducción social a la producción para el beneficio”; por eso su Manifiesto
“(...) aborda todas las facetas de la crisis actual. Pero nos interesa específicamente el aspecto so-
cio-reproductivo, que está estructuralmente conectado a la asimetría de género” (Fraser, Arruzza,
Bhattacharya, 2019: 67).
110
materializa en el Estado, en la política representativa, en los partidos políti-
cos, en los líderes masculinos y en el antagonismo. Todo ello encarnando al
patriarcado y a su política universalizadora. Por otro lado, el lado femenino
se erige como el locus de la posibilidad de la vivencia comunitaria a través
del cuidado, o de la reunión afectiva y expansiva de los cuerpos, donde la
corporalidad y los afectos surgen como lo opuesto al poder. Todo ello se
traduce en la forma organizativa horizontal, colectiva y asamblearia de los
feminismos. En esta clara dicotomía es donde Biglieri y Cadahia, más que
encontrar las fuentes de la potencialidad feminista, encuentran sus límites:
básicamente, en el desconocimiento de cómo se producen las articulacio-
nes políticas de las luchas feministas —como cualquier otra lucha política,
siempre conflictiva y entrelazada con relaciones de poder— y en los riesgos
que este tipo de posiciones tiene a la hora de generar vínculos de solidari-
dad e imaginación política hacia otras instancias de lucha política.
Frente a estos planteamientos, las autoras defienden con audacia que
la feminización de la política y la política de los cuidados no deben divor-
ciarse de su dimensión antagónica y, a partir de dos valiosas aportaciones
teóricas de impronta psicoanalítica, se toman en serio la posibilidad de
reconectar a ambas. La primera de estas contribuciones, es la noción de
perseverancia, desarrollada por Joan Copjec en su libro Imagina que no hay
mujer (2002). Allí, recordemos, Copjec explora la distinción entre la pul-
sión de fijación y la pulsión de perseverancia a través de su análisis de la tra-
gedia griega Antígona de Sófocles. Como sostienen Biglieri y Cadahia, esta
distinción resulta muy enriquecedora a la hora de concebir el antagonismo
social. Pues, a diferencia de una acción antagónica guiada por una pulsión
de fijación —alimentada por la creencia de que hay un bien a seguir que se
construye sobre la Idea de la Ley (el comportamiento masculino de Creon-
te)—, la pulsión de perseverancia permite concebir un modo de antagonis-
mo construido sobre la necesidad de un vínculo amoroso —proveniente
del deseo— que preserva lo irreductible en toda idealización y en toda ley
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
111
de construir lo común a través de lo insustituible.6 Para las autoras, ésta
es la forma de pensar el antagonismo que abre la puerta a concebir la fe-
minización de la política, vinculada a la construcción de un antagonismo
a través de un vínculo amoroso destotalizador. Y es en este punto de la
argumentación donde se invoca a una segunda figura teórica: la ética del
no-todo del psicoanálisis lacaniano, como una forma de pensar la posibili-
dad de imaginar al feminismo como ruptura con la lógica de la totalidad.
Una totalidad que —en términos de Luce Irigaray— ha caracterizado, no a
los varones hétero-cis, sino a la posición falogocéntrica masculina del Todo
y el Uno (Irigaray, 1985). Precisamente, al abrazar la indeterminación de
la realidad, esta lógica asume la inexistencia de las identidades previamente
constituidas, contradiciendo los binarismos de género que parecen reapa-
recer en la feminización de la política de raíz autonomista y, de este modo,
abriendo el camino a la heterogeneidad radical.
En nuestra opinión, este desplazamiento crítico del marco autonomista
desde el que se suele abordar la feminización de la política y la política de
los cuidados —implicaciones que apenas se suelen advertir— es crucial
para abordar el desarrollo problemático y contestatario de las articulacio-
nes feministas en la actualidad. Sin embargo, nos parece que las autoras no
terminan de asumir las implicaciones radicales de estos movimientos en su
propia argumentación. Para empezar, nuestras dudas respecto a la estra-
tegia de Biglieri y Cadahia son las razones y criterios por los que se debe
mantener la centralidad de la categoría de cuidado como definitoria de la
política feminista. Reconocemos que la politización del cuidado ha sido
central para articular diversas demandas feministas vinculadas al reconoci-
miento y valoración del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados
6 Es interesante mencionar aquí la lectura que hace Judith Butler de la obra Antígona de Sófocles
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
(Butler, 2002). Según ella, la acción de Antígona está “parcialmente” fuera de la ley, ya que su
desobediencia a la regla de Creonte implica tanto el rechazo como la asimilación de la autoridad
de la ley. En este sentido, Antígona no actúa en el lenguaje situándose fuera de la ley que Creonte
invoca, sino que, por el contrario, ancla su lenguaje en esa misma ley y, al apropiarse de ella, se
apropia de la autoridad ejercida por Creonte. Lo interesante de esta otra lectura es que subraya
cómo la acción antagónica implica también un momento de apropiación/identificación con la ley a
la que se opone, y que es precisamente a partir de ahí cuando se producen sus efectos subversivos.
112
que realizan principalmente las mujeres cis.7 También comprendemos que,
al ser fundamental para la reproducción de la fuerza de trabajo, ha sido
la categoría que mejor sintetiza la estrategia política del feminismo socia-
lista y marxista actual, abriendo las mayores posibilidades de articulación
de los feminismos con el campo popular para esta tradición política: las
luchas de clase, raciales, indígenas, postcoloniales y ambientales. Pero es
precisamente por lo anterior que consideramos que el esfuerzo de Biglieri
y Cadahia se queda corto para socavar el enfoque restrictivo y estructural
que aún privilegia el carácter emancipatorio del posicionamiento relativo
dentro de la fuerza de trabajo. En otras palabras, ¿con qué criterio se puede
entender al cuidado como un terreno común entre los feminismos y como
punto de partida para su radicalización? Plantear esta cuestión no quiere
decir que los cuidados no hayan sido una reivindicación primordial en
un momento determinado, o en circunstancias concretas, pero ¿podemos
establecer de antemano que esta categoría tiene un papel político crucial
(inherente)? ¿Por qué aferrarse a esta categoría y darle el papel político de
aglutinar la lucha feminista?8 O, incluso más, ¿se puede universalizar esta
categoría desde el Sur y ser entonces el principal atributo con el que se pue-
de radicalizar al populismo? Según Nancy Fraser, y su propuesta colectiva
de Un feminismo para el 99%, existe efectivamente una conexión estruc-
tural entre la reproducción social y la asimetría de género. Pero, ¿también
lo asumen Biglieri y Cadahia? Todo parece indicar que sí o, al menos, no
cuestionan esta conexión. De hecho, parece que las autoras se resisten a
liberar esta categoría de sus raíces económicas estructurales; si así fuera,
ya no habría que privilegiar al cuidado como categoría de emancipación
7 La categoría ha sido ampliada por la economía y los activismos feministas para incluir no sólo
al trabajo doméstico y al cuidado de personas dependientes, sino también al cuidado de todas las
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
113
y análisis político. Es decir, el notable esfuerzo que hacen por vincular la
feminización de la política con el antagonismo, ya no entendido como una
relación de oposición guiada por un Ideal —lo que generaría la ilusión de
que en algún momento ese antagonismo podría desaparecer— sino como
una oposición fiel a la irreductibilidad, no llega a ser suficiente para abrir el
camino a un escenario incierto de categorías políticas, demandas y luchas
indeterminadas y desconocidas.
Por otra parte, nos parece polémico, pero al mismo tiempo sumamente
interesante, pensar la feminización de lo político como una ruptura de
la lógica de la totalidad y como una introducción a la indeterminación
radical, que no es otra cosa que la manifestación de la lógica del no-todo
en términos psicoanalíticos. Para Biglieri y Cadahia, la posición femeni-
na “realiza una doble operación: desde la perspectiva óntica, es la fuerza
materialmente existente que permite cortocircuitar desde dentro el dis-
curso totalizador del amo encarnado en la figura del hombre dominante,
blanco y heterosexual. Pero, desde la perspectiva ontológica, es una figura
catacrética que sirve para pensar cuando los nombres fallan” (Biglieri, Ca-
dahia, 2021: 127). Desde nuestra perspectiva, este enfoque teórico podría
ser ciertamente muy productivo para abordar y comprender las diferentes
formas en las que los feminismos actúan y se sitúan en el ámbito social, y
las formas en que lo singular y lo múltiple —en contraposición a lo Uno
y lo Otro— prevalecen en la política feminista, confirmando su heteroge-
neidad constitutiva. En este sentido, no existe un feminismo que pueda
representar con éxito al conjunto: al igual que “La mujer no existe”, “El
feminismo no existe”. Sin embargo, en cuanto se plantea la feminización
de la política en estos términos, surge una cuestión principal: ¿cómo es po-
sible concebir siquiera el gesto de unificar una política que es, en sí misma,
múltiple y heterogénea? Esta primera cuestión abre un par de otras que
puede ser útil abordar.
En primer lugar, si la lógica del no-todo apunta al gesto destotaliza-
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
114
parece que es muy productivo pensar a los feminismos como una tradi-
ción política que, por excelencia, trae la heterogeneidad al campo de lo
político y que este apego a la indeterminación funciona definitivamente
como un antídoto contra los esencialismos y binarismos que fácilmente
se abren paso en la política. Pero no queda claro en la argumentación de
las autoras cómo este gesto destotalizador se alinea con las intervenciones
populistas en particular; es decir, cómo se vincula con la forma específica
populista de hacer con el antagonismo (Biglieri, 2020). En otras pala-
bras, nos preguntamos cómo la praxis política que las autoras vinculan a
la noción de perseverancia, como aquella que se opone a lo Uno en nom-
bre de lo irreductible, encuentra su comunión con una forma de política
antagonista que, al mismo tiempo que hace visible la tensión irreductible
entre la parte y el todo de la comunidad, sigue implicando un momen-
to de plenitud y de cierre, un momento en el que la plebs se reivindica
como único populus legítimo. Porque, en cierto punto, esta particular
comprensión de la política antagónica feminista que, en palabras de Bi-
glieri y Cadahia, “apunta más allá de nuestras fijaciones y preserva, desde
dentro, el baúl de nuestros deseos que no pueden ser sustituidos, sino
sólo sublimados” (2021: 124), parece cercana a esa ética de la que preten-
dían diferenciarse o, incluso, se asemeja más a una política queer9 que a
una lógica populista de articulación. Una lógica que —como bien saben
las autoras, siguiendo los desarrollos teóricos de Laclau— oscila siempre
entre la apertura y el cierre a través de fijaciones precarias y parciales en
torno a múltiples nombres del pueblo —justicia social, igualdad, pe-
ronismo, derechos humanos— estableciendo una frontera divisoria que
tiene como función fundamental evitar (enfrentarse, distinguirse, anta-
gonizar), más que abrazar o cuidar, a (todos) los otros.
En segundo lugar, directamente vinculado a lo anterior, y aportando
un problema que siempre ha sido acuciante para los feminismos, nos
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
9 Como ha señalado Miquel Bassols (2021: 19): “¿Puede haber una política queer? Sería una políti-
ca que no se definiría por oposición respecto a otro término, sino por algo incomparable, algo que
no tiene identidad propia, ontológica, sino que es siempre tan singular que se sustrae a cualquier
definición binaria”.
115
preguntamos también cómo una política feminista fiel a la heterogeneidad
puede dar cabida a la política hegemónica tout court. Y aquí estamos pen-
sando no sólo en el momento equivalencial de la política en el que Biglieri
y Cadahia anclan el impulso inclusivo e igualitario del populismo —que
podemos entender como cercano a la horizontalidad feminista— sino en
el momento de la representación de la cadena equivalencial sobre la que
apenas se refieren: a saber, la propia dimensión hegemónica y la propia
posibilidad de universalidad en la política feminista. En concreto, ¿cómo
se inscribe el momento de la representación en la horizontalidad y aper-
tura que supone la forma consensuada y anónima de toma de decisiones
de las asambleas feministas? En nuestra opinión, las autoras no parecen
estar dispuestas a discutir estas cuestiones en el campo de los feminismos,
ni a abordar sus implicaciones analíticas, lo que requeriría una discusión
de las categorías de liderazgo, identificación y hegemonía al interior de
los feminismos. De hecho, al analizar la experiencia de las movilizaciones
feministas en Argentina, en torno a la demanda de Ni Una Menos, como
forma de ejemplificar una política feminista destotalizadora, ya se asume
y se da por sentada la función universal de esta demanda, sin rastros de su
devenir político. Es decir, las autoras no indagan sobre cómo logró obtener
esa función, si es que aún la tiene, o cómo se ha ido transformado desde su
surgimiento. Y éstas son preguntas clave a la hora de pensar en nuevas for-
mas de conectar la política feminista con la populista. Porque, en realidad,
las actuales asambleas del Ni Una Menos tienen enormes dificultades para
articular acciones colectivas, más allá de acordar un manifiesto colectivo
anual. Aunque la mayoría de las interpretaciones sobre el potencial de la
política asamblearia feminista del NUM se centran en su primer estallido
masivo o en la forma en que estas asambleas se acercaron a los frentes po-
líticos ya existentes de los feminismos argentinos, poco se dice del proceso
de apertura de un desplazamiento metonímico por el que el NUM llegó
a representar con éxito otras demandas. Porque fue precisamente en este
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
116
nacionales, para otros fue el principio de su fin.10 Es decir, el reclamo de
Ni Una Menos, que originalmente surgió como un reclamo particular con-
tra los femicidios y la violencia hacia las mujeres (cis), fue perdiendo su
contenido particular, mientras ganaba su función universal, a través de
un lenguaje y una tradición política que logró imponerse sobre otros dis-
cursos presentes.11 En este contexto, aunque algunas de las asambleas de
las NUM de todo el país sigan siendo heterogéneas, no debemos dejar de
prestar atención a qué y a quién representan estas asambleas en cada mo-
mento y qué discursos inscriben y sobredeterminan sus demandas.12 Pero,
10 En pos de esta apertura, recordemos que el primer Manifiesto del NUM excluyó explícitamen-
te la reivindicación histórica del feminismo argentino, el derecho al aborto. La posterior inclu-
sión de esta reivindicación es lo que para algunos sectores representó el inicio de la politización
del NUM y el fin de su potencial de articulación social. Este límite fue señalado explícitamente
por algunos sectores, representados en la Cámara de Senadores, en el contexto de la discusión
del proyecto de ley sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo: “La noticia del descubrimien-
to [de la muerte de su hija] causó indignación en todo el país, (...) un tuit y una consigna clara y
convocante, un fenómeno que unió a los argentinos, (...) Así comenzó el Ni Una Menos; el primer
Ni Una Menos: el de 2015. Me sentí parte y sigo sintiéndome tan agradecida por el apoyo que
tuve de los organizadores y de la sociedad, todos detrás de lo mismo, sin excluir a nadie (...) Pero
cuando veo que utilizan los sentimientos de rabia, o la injusticia para actuar con agresividad,
ya no me siento parte de estas manifestaciones (...) Me duele ver que en Buenos Aires y en las
grandes ciudades se equipara Ni Una Menos con el aborto. Me duele ver que se utiliza una buena
causa para desunirnos. No me siento parte de ese Ni Una Menos. ¿Por qué llevan una bandera
que nos iguala a todos, que fue un fuerte llamado a la conciencia y a la justicia, y la usan para
luchar por una causa que nos desune?” (Camargo, madre de una víctima de femicidio, Dirección
General de Taquígrafos, 2018, Pp. 2-3).
11 Durante el gobierno neoliberal de Macri (2015-2019) hubo relativos acuerdos en el desplaza-
miento del reclamo contra la “violencia de género” hacia la “violencia económica”, pero hubo
claros desacuerdos en torno a otros reclamos, como la liberación de las “presas políticas del pa-
triarcado” -específicamente en el caso de la dirigente popular peronista Milagro Sala- y el reclamo
de reconocimiento del “trabajo sexual”, que divide a los feminismos de todo el país. Desde que
Alberto Fernández asumió el poder como presidente (2019), los desencuentros se han ampliado
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
117
como decíamos antes, esto requiere poner en discusión diferentes visiones
y categorías sobre cómo se da realmente el proceso de representación den-
tro de la política feminista. A este respecto, si la propuesta de Biglieri y
Cadahia, al asumir el gesto destotalizador de la lógica del no-todo, alberga
una comprensión del modo en que los feminismos asumen lo particular
en su irrevocable multiplicidad singular —su no-representabilidad—, no
encontramos que su planteamiento problematice el tenso despliegue de ese
universal ubicuo —pero siempre relativo— que marca toda práctica políti-
ca, incluso la feminista. Ese Todo errante que, tras la crítica a la metafísica
del sujeto emancipador, alguna crítica feminista llegó a entender, como lo
hizo Linda Zerilli (1998) hace algún tiempo ya, como ese “Universalismo
que no es Uno”.
siempre eficaz es que cada punto de los manifiestos o de las acciones públicas es laboriosamente
sostenido y definido por organizaciones y líderes sociales concretos.
118
equivalencia que permite la articulación de la heterogeneidad, es decir, la
inclusión radical de las diferencias, en lugar de su borrado o supresión.
El populismo, por tanto, puede concebirse como sinónimo de la política
de la igualdad y la inclusión, por lo que, como sugieren, “sólo puede ser
emancipador” (Biglieri, Cadahia, 2021: 35). A partir de estas premisas,
introducen un punto de inflexión en el debate intelectual y político actual:
el populismo es de izquierdas o no lo es. Además, aunque la noción de
fascismo sigue en juego, es posible prescindir de los calificativos izquier-
da-derecha, inclusivo-excluyente, y hablar —sin pedido de disculpas— de
populismo sólo por oposición al fascismo.
Una vez más, el planteamiento de Biglieri y Cadahia nos parece muy
sugerente. En efecto, su aproximación a la comprensión del vínculo entre
populismo y feminismo aporta un debate fructífero y una perspectiva re-
novada que rompe con las interpretaciones empíricas de los populismos
“realmente existentes” —en su mayoría de derechas del Norte global—
que tienden a atribuir un carácter peyorativo a esta forma de hacer política.
Además, nos invita a reflexionar sobre la controvertida distinción entre
populismo de izquierdas y de derechas que ha sido objeto de debate en los
últimos años dentro de los estudios populistas y, en particular, en el ám-
bito de los enfoques discursivos posestructuralistas del populismo. En este
sentido, digamos primero que compartimos su sospecha sobre cuán acer-
tada es esta distinción izquierda-derecha, así como la diferenciación inclu-
sión-exclusión para contribuir realmente a la comprensión del populismo
como tal o, si en realidad, no es más que un aporte a la confusión sobre
la aproximación discursiva política al asunto. Al señalar que el populismo
es una forma de articulación política entre otras, con su propia lógica in-
terna de funcionamiento, Biglieri y Cadahia plantean una pregunta total-
mente válida: “¿Cómo podría ser tanto ontológica como estratégicamente
correcto confundir el fascismo con una forma populista de construcción
popular?” (2021: 39). En efecto, desde nuestro punto de vista, este tipo
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
119
muy distintas de construir el pueblo y tratar la tensión entre la parte y
el todo en la estructuración del orden de la comunidad. Como ya se ha
señalado, ¿de qué distinción clarificadora podemos hablar cuando con-
fluyen, bajo una misma categoría política, formas tan disímiles como las
experiencias políticas de Trump, Orbán, Lula, Bolsonaro, Perón, Kirchner,
Chávez o Morales?
Sin embargo, es precisamente por la necesidad de separar el grano de
la paja que tenemos algunas reservas sobre la rápida asimilación que las
autoras establecen entre el populismo y el proyecto emancipador de la iz-
quierda. Pensamos que al identificar los rasgos de la izquierda como si
fueran específicos y propios del populismo, esta lógica se acerca demasiado
a las nociones de igualdad e inclusión que, en todo caso, si bien pueden
ser parte de sus efectos, también se encuentran en otras formas de articu-
lación política, como la democrática, por ejemplo. En consecuencia, esto
deja los rasgos propios del populismo todavía en la sombra. A nuestro
juicio, una vez que volvemos a situar al populismo en el eje izquierda-de-
recha —como reconocen Biglieri y Cadahia que el propio Laclau trató de
evitar—, volvemos a correr el riesgo de perder de vista su especificidad, es
decir, las lógicas internas a través de las cuales funciona el populismo, los
tipos de identificación popular que implica y cómo tiende, de hecho, a
perpetuar la tensión (siempre conflictiva) entre el demos legítimo y el con-
junto de identificaciones populares en el que opera (Barros, 2013). Desde
la publicación de Sobre la razón populista (Laclau, 2005), si no antes, la
tarea de seguir caracterizando al populismo ha suscitado cruces teóricos
muy interesantes, muchos de los cuales han sido realizados por las propias
Biglieri y Cadahia (Biglieri, Perelló, 2019; Coronel, Cadahia, 2018), entre
otras-os académicas-os dentro del campo de estudio postestructuralista en
todo el mundo. Por lo tanto, nos preguntamos si volver a este modo de
caracterización no podría ser algo contraproducente para los desarrollos
que se han producido con el paso decisivo de los enfoques normativos a
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
120
Ahora bien, es precisamente a partir de esta problematización del popu-
lismo, y planteando la necesidad de comprensión de este concepto, que Bi-
glieri y Cadahia pueden empezar a dibujar una posible forma de concebir
al populismo junto al feminismo. Como mencionamos antes, para ellas,
el populismo se diferencia de otras lógicas de articulación política en su
forma específica de tratar las diferencias frente a las equivalencias. Mientras
que el populismo apoya la heterogeneidad constitutiva de las diferencias en
la construcción del pueblo, la política de derechas, que identifican como
fascismo, las organiza a través de la homogeneidad. A diferencia de las
opiniones generales que ven en el populismo sólo los efectos homogenei-
zadores de una política antagónica que divide el campo social en dos partes
opuestas, la lógica populista igualitaria e inclusiva hace que este tipo de po-
lítica sea hospitalaria con la heterogeneidad de las diferencias. Este aspecto
hospitalario es el que abre un vínculo productivo entre la heterogeneidad y
la inclusión presentes en los feminismos actuales y la política de cuidados
que ello implica. Es decir, este cambio de aspecto también permite un
acercamiento a una dimensión del cuidado, que aparentemente ha pasado
desapercibida en el populismo, ya que, como argumentan las autoras, para
que la lógica populista acoja la heterogeneidad de las diferencias, en primer
lugar, necesita cuidarlas. Como vemos, una vez que las autoras desvinculan
el populismo de la política de derechas y lo vinculan a la política igualitaria
e inclusiva de izquierdas, el camino hacia la política feminista es bastan-
te sencillo. Desde entonces sólo se dedican a pensar en cómo estos dos
fenómenos pueden potenciarse mutuamente, cómo el feminismo puede
radicalizar y expandir al populismo más allá de las fronteras nacionales, y
cómo el populismo puede politizar al feminismo, devolviéndole su política
antagónica.
Así, desde este punto de partida, las autoras —como militantes— se
atreven a imaginar un proyecto emancipatorio populista-feminista ape-
lando a dos imágenes actuales en nuestras latitudes. En estas imágenes
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
121
peronista, afirmando que “La Patria es el Otro”. Nos interesa el análisis de
ambas figuras porque de él surgen algunas preguntas sobre la forma en que
las autoras plantean la comunión entre feminismos y populismos.
Biglieri y Cadahia ven en las movilizaciones feministas de NUM una
reestructuración sin precedentes del campo popular. Para ellas, este movi-
miento ha logrado debilitar los antagonismos que han marcado la historia
política argentina, trazando nuevas fronteras dentro del campo social y
llevando las demandas feministas más allá de las fronteras nacionales-esta-
tales. En este proceso de internacionalización de las demandas feministas a
escala global radica la posibilidad efectiva de imaginar un pueblo feminis-
ta. En sus palabras: “Una imagen masiva, global e histórica de la resisten-
cia y las luchas vivas contra el patriarcado” (Biglieri, Cadahia, 2021:128).
Pero, aunque estemos de acuerdo con Biglieri y Cadahia sobre el efecto
reestructurador del NUM, seguimos teniendo reservas sobre si es posible
encontrar una forma de articulación populista en esta forma de política
feminista transnacional. Es decir, ¿puede este feminismo internacionalista,
que hoy plantea la reivindicación del “Ni Una Menos” a escala global,
ser abordado bajo la rúbrica del populismo? Porque no debemos ignorar
que la lectura internacionalista que impregna hoy a los feminismos está
condicionada por un discurso que lleva la impronta universalizadora de
la ideología socialista-marxista. Y aunque podamos estar de acuerdo en
que bajo la tradición (post)marxista existen innumerables y más o menos
equidistantes lenguajes políticos —cuya cercanía permite la formación de
alianzas y frentes comunes— como analistas y teóricas políticas no po-
demos ignorar las tensiones y diferencias entre unos y otros.13 En otras
palabras, ¿no hay diferencias significativas entre la política transnacional
de marxistas y populistas?
Para las autoras, ésta no parece ser una pregunta del todo válida o perti-
nente, ya que, como explicamos anteriormente, comienzan esta discusión
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
13 No podemos ignorar el debate que mantuvieron Laclau y Žižek sobre el tema (Butler, Laclau,
Žižek, 2000, Zizek, 2006; Laclau, 2006). Entre los feminismos, aunque Fraser se ha acercado re-
cientemente al marco laclauiano y al populismo como alternativa política para la emancipación de
la izquierda (2017), la lectura de Gago lo rechaza de plano (Gago, 2020: 202-206).
122
asumiendo la proximidad del populismo a la izquierda. Sin embargo, des-
de nuestra posición, esta forma de política de los feminismos internaciona-
listas no es exactamente ni necesariamente populista, ya que la presencia de
una división antagónica del campo social entre feministas y patriarcado no
asegura la emergencia del populismo. Por el momento, consideramos que
la política de izquierdas que ha dominado a las movilizaciones feministas
transnacionales aún no ha demostrado tener rasgos populistas. Su modo
predominante de articular las diferencias, aunque se amplía gradualmente,
no deja de antagonizar al “sistema dual de opresión” —desde la histórica
fórmula de los feminismos marxistas que reconocen la opresión combinada
del patriarcado y el capitalismo— bajo el supuesto de una eventual resolu-
ción de la tensión sobre los límites del populus legítimo. Al mismo tiempo,
esto implica la continua jerarquización de las diferencias “estructurales”
que, a ambos lados de la frontera, prevalecen sobre el resto, según un orden
(de opresión, o de emancipación) que se presenta como indefectiblemente,
y no tan secretamente,14 sobredeterminando su horizonte. En contraste
con esta forma de articulación, los discursos populistas exacerban esa ten-
sión sobre las fronteras y permiten visibilizar la última arbitrariedad de la
división social. Esto se debe a que, en una articulación populista, el sujeto
popular se presenta a la vez como víctima de un daño que exige reparación
(plebs) y como encarnación del “todo” comunitario (populus). En su mo-
vimiento pendular, esta tensión entre ser parte y ser totalidad se exacerba
y no encuentra una resolución definitiva (Barros, 2013). De hecho, es en
este intento fallido de representar el todo que el sujeto popular se aleja de
su condición particular, lo que le permite generar vínculos inéditos con
otras identificaciones populares. Así, a diferencia de los discursos políticos
que se articulan a través de otras lógicas, en las intervenciones populistas
no existe el privilegio de las diferencias, y cualquier reivindicación o lucha
social puede formar parte de cualquier lado de la frontera. Alguien que es
considerado como un enemigo a primera vista, alguien que está “arriba”
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
14 Parafraseando a Žižek, quien señaló que “en la serie de luchas (económicas, políticas, femi-
nistas, ecológicas, étnicas, etc.) siempre hay una que, siendo parte de la cadena, sobredetermina
secretamente su propio horizonte” (Butler, Laclau, Žižek, 2000: 320).
123
o que forma parte del “establishment”, es decir, de “las élites” (como la
burguesía nacional, los productores rurales, los grupos representados por
los pañuelos celestes contra el aborto)15 puede, en un momento dado, ser
identificado como “los de abajo”, como “miembros del pueblo”. Esta polí-
tica más porosa, contaminada y ambivalente es lo que da al populismo su
potencia disruptiva y radical y lo que definitivamente lo diferencia de las
luchas políticas circunscritas a enemigos preestablecidos, prefigurados por
sistemas universales de opresión.
En este sentido, tampoco somos tan optimistas respecto a la segunda
imagen, la de la apelación kirchnerista: “La patria es el Otro”, a la que las
autoras se refieren como una “forma distinta de trabajo populista que (...)
no se articula a través de la dominación del otro, sino que abraza al otro del
yo como ese polemista que debe ser cuidado para que las cosas florezcan”
(Biglieri, Cadahia, 2021:131). Para Biglieri y Cadahia, este significante re-
velaría de hecho la estructura emancipatoria de la lógica de articulación del
populismo que, según ellas, “se afirma a través del cuidado del yo como el
otro del yo” (Biglieri, Cadahia, 2021: 130). Es decir, en el sintagma acuña-
do por el discurso político kirchnerista, el otro sería ese elemento irreduc-
tible que nos constituye sin eliminarlo, por lo que necesitamos cuidarlo.
Desde su punto de vista, este gesto populista contendría ya una dimensión
efectiva del cuidado que ha pasado desapercibida, o mejor dicho, devalua-
da por la política feminista de corte autonomista. En efecto, en esta forma
de configuración identitaria habría un espacio para albergar y promover
el cuidado del otro, y sus derivas sororales, sin descuidar la dimensión
opositora y articuladora que es constitutiva de las formaciones populistas.
15 Los sectores que se oponen a la legalización del aborto en Argentina llevan pañuelos celestes
como símbolo de su lucha y como forma de diferenciarse de los pañuelos verdes de las activistas
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
124
Recuperar esta dimensión, por tanto, sería crucial para imaginar una forma
de radicalizar la política feminista a través de la política populista.
Ahora bien, aunque apreciamos las posibilidades que este gesto polí-
tico abre para la articulación de prácticas políticas feministas y populis-
tas —que las autoras señalan con acierto—, creemos que es fundamental
destacar los límites y desafíos que el populismo sigue representando para
la política feminista. Pues si la apelación “La patria es el otro” resume la
lógica de apertura e inclusión de la alteridad en términos similares a una
“normatividad populista”, está lejos de definir su práctica política: orientada
a la construcción de hegemonía a través de la política antagonista. Es decir,
ante todo, en el vaivén entre el todo y la parte, propio de la política hegemó-
nica populista, la noción de cuidado de las diferencias pierde efecto. Porque
no es el criterio de cuidado el que puede salvaguardar a esas diferencias del
desplazamiento de las fronteras populistas. La investidura hegemónica tiene
efectos imprevisibles, incluyendo la subestimación o el descarte de algunas
de las diferencias que estaban presentes en primer lugar. En segundo lugar,
la lógica de la inclusión populista no es infinita, ni indistinta y, sobre todo,
no se define ad hoc por un criterio de apertura indiscriminada a la alteridad,
como parecen asumir muchos feminismos y activismos de izquierda cuando
conducen su praxis política por una supuesta corrección política de acumu-
lación de diferencias sociales por definición.16
Por todo ello y, a diferencia de algunos feminismos que ahora son cues-
tionados por sus prácticas moralistas de “anulación” o “cancelación”, la
praxis populista abre el camino por el que las diferencias políticas se di-
rimen implicando juicios coyunturales y singulares que cuentan con el
16 El problema de esta agregación ad hoc de diferencias -que en los feminismos de la segunda ola
suele subsumirse en las categorías de “género, clase, raza”- es que la inscripción de las diferencias
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
puede ser infinita e indistinta y nadie entiende realmente cómo o por qué tal o cual diferencia se
volvió importante. Por ejemplo, ¿por qué la “raza” en algunos casos da lugar a los “feminismos
negros” o a los “feminismos de color”, y en otros casos, permite la configuración de los “feminismos
villeros”? Por otro lado, tampoco es del todo cierto que todas las diferencias cuenten, ni que su
mención permita la esperada politización de sus demandas. En otras palabras, la interseccionali-
dad no siempre se traduce en la politización de las diferencias; al contrario, la mera agregación de
las diferencias es a menudo un medio para despolitizarlas.
125
acuerdo de unos y la oposición de otros. La inclusión populista es, por tan-
to, radicalmente imprevisible, de modo que a veces se suman a sus fuerzas
quienes antes estaban en el lado opuesto de la valla; y otras veces se forjan
alianzas estratégicas con sectores incluso de la oposición —con la derecha,
los pañuelos celestes— para representar al escurridizo conjunto. Por eso el
populismo es la lógica de articulación política por antonomasia, como han
afirmado Biglieri y Cadahia en innumerables ocasiones. Y no todos los fe-
minismos estarían dispuestos a acompañarlo. Por tanto, también debería-
mos preguntarnos qué significaría para los feminismos dejarse radicalizar
por el populismo. Como hemos intentado mostrar, no parece suficiente
aceptar el carácter inerradicable del antagonismo. También es necesario
no eludir el siempre infructuoso desplazamiento de las fronteras políticas
presente en los intentos fallidos de cierre y plenitud que supone el proceso
hegemónico populista. Sólo así la heterogeneidad puede pensarse más allá
de la aceptación de las diferencias y adquirir su carácter radical.
(In)Conclusiones
126
singulares— que, nos guste o no, presupone el populismo. Por otro lado,
evadieron discutir sobre cómo la heterogeneidad inherente a los feminis-
mos puede hacer frente a la dimensión hegemónica del populismo. Es de-
cir, aunque admitamos, junto con ellas, que la lógica del no-todo reconoce
definitivamente ese gesto de asunción radical de las singularidades como
algo excepcional y distintivo de la política feminista —una aprehensión
absoluta de lo heterogéneo—, queda por analizar cómo se puede asumir
desde ahí el momento de cierre y representación, inherente a los popu-
lismos. Siguiendo ese camino, puede ser productivo recordar la lectura
de Butler sobre Antígona a la que nos referíamos antes, especialmente su
insistencia en que la heterogeneidad no es sin ley, por lo que la acción de
Antígona está sólo parcialmente fuera de la Ley de Creonte.
Ahora bien, si para Cadahia y Biglieri el populismo y el feminismo pue-
den radicalizarse mutuamente desde el antagonismo y el cuidado, para no-
sotras es, en cambio, desde la tensión entre la apertura y la clausura, entre la
heterogeneidad social y la articulación hegemónica desde donde podemos
vislumbrar el mayor desafío de su convivencia. Por eso consideramos que si-
gue siendo necesario proceder con cautela, pero con no menos entusiasmo,
al pensar en su comunión. Ello puede requerir también un registro analítico
guiado por una lógica que opere caso por caso, y que se despliegue de ma-
nera singular y situada, que pueda estar atenta a los momentos específicos
y distintivos en que los atisbos populistas permean la política feminista.17
Para ello, esta vía analítica debe ser fiel a la indeterminación de lo social y
siempre consciente de las localizaciones contingentes y arbitrarias de las
luchas sociales. Aunque, muchas veces, esto pueda ir en contra del espíritu
militante que siempre intenta hacer que la historia suceda.
Cerremos provisionalmente la apertura de este diálogo, entonces, si-
guiendo la lectura de Hannah Arendt, recordando cómo fue ella quien se-
ñaló que uno de los principales límites de la filosofía política marxista, ade-
más del privilegio de un Sujeto que hace la historia, era precisamente que
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
17 Un esbozo de este tipo de enfoque puede encontrarse en Barros, Martínez Prado (2019, 2020).
127
historia” implicaba aceptar que, como todo oficio de hacer se orienta a un
fin (un producto hecho/fabricado), “la historia tendrá un fin” (Arendt,
1954:127). Y sabemos, como feministas y populistas que, aunque tenga-
mos que movernos en un terreno nebuloso, nuestra historia no ha hecho
más que comenzar.
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SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
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SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
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129
Problemas teóricos, problemas políticos:
en torno al populismo, el psicoanálisis
y el feminismo1
Gloria Perelló2 y Paula Biglieri3
1 Este artículo fue presentado en las Segundas Jornadas de la Izquierdas lacanianas: “Derivas de
una Izquierda lacaniana. En torno a los textos de Jorge Alemán”, bajo el título “Problemas teóri-
cos, problemas políticos”, realizadas en el Centro Cultural Paco Urondo, Facultad de Filosofía y
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
130
Se nos ha convocado a reflexionar sobre la relación entre el populismo
y el feminismo. Menuda tarea, por cierto, que aceptamos emprender desde
un campo específico del conocimiento: el posmarxismo inaugurado por
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1985), imbuido por los desarrollos de
la izquierda lacaniana promovidos por Jorge Alemán (2009).
Al momento de ponernos a pensar sobre esta relación nos hace eco
aquello mismo que Alemán siempre ha resaltado respecto del sintagma
“psicoanálisis y política”, a saber: que se trata de términos que “no enca-
jan”, no tienen una relación de complementariedad, sino que, por el con-
trario, colisionan entre sí (2013: 9).
Si pensamos al populismo en términos de Laclau (2005), tenemos que
considerar que dicha construcción teórica es tributaria de una ampliación
del modelo de racionalidad con que tradicionalmente se habían analizado
dichos fenómenos colectivos. Esa lógica que articula el andamiaje teórico
de La razón populista (2005) es la del psicoanálisis. Por lo tanto, desde la
perspectiva posmarxista poner en relación populismo y feminismo, im-
plica en buena medida pensar el entrecruzamiento entre psicoanálisis y
feminismo. Lo primero que podemos decir es que psicoanálisis y feminis-
mo son términos que no tienen una relación de complementariedad sino
que se conmueven mutuamente, colisionan, se sacan chispas. Sin embargo,
más allá de las incomodidades que su vinculación presente, entendemos
que es absolutamente necesario poner estos términos en relación para ver
qué problemas surgen en esta conmoción en la medida en que intentamos
establecer hipótesis de emancipación. Queremos persistir con la emanci-
pación, o emancipaciones en plural, para ser más precisas, en tanto uno
de los rasgos determinantes del posmarxismo es la insistencia en las luchas
emancipatorias, aunque se haya abandonado el horizonte escatológico que
planteaba la posibilidad de alcanzar una emancipación total y de una vez
y para siempre. Insistir con las emancipaciones creemos que es uno de los
objetivos que nos mantiene aquí reunidas a muchas de nosotras, convoca-
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
131
También creemos que esta relación entre psicoanálisis y feminismo a la
luz de buscar hipótesis emancipatorias no la estaríamos trabajando en estas
jornadas sin esa irrupción del antagonismo, sin ese acontecimiento que fue
el NiUnaMenos.4 Nosotras no estaríamos planteando los dos problemas
que vamos a presentar a continuación, no estaríamos haciéndonos estas
preguntas sin ese vendaval, ese estallido del movimiento feminista a partir
de la irrupción del NiUnaMenos en la Argentina. Estamos atravesadas, ab-
solutamente implicadas por la lucha feminista.
Entonces, vayamos al primer planteo, que es un problema de
corte teórico y es claramente una deriva de la izquierda lacaniana.
4 NiUnaMenos es el significante que articuló las protestas en contra de los feminicidios a partir del
2015 y se constituyó como uno de los puntos nodales que posibilitó la ampliación del movimiento
feminista que desembocó en la legalización del aborto en el año 2020, en Argentina.
132
titución como sujeto, causando su ‘dependencia y subordinación’, al ser
capturado —atemporalmente— por él, antes de su nacimiento y después
de su muerte (es decir, lo que designamos como ‘sujeto del inconsciente’, o
en un sentido más fáctico, «la existencia sexuada, mortal y hablante»)”. Y,
la segunda dimensión se trata de “la dominación del orden simbólico del
lenguaje construida de una forma socio-histórica, en sus diversas variantes.
Esta dominación simbólica sí puede ser cambiada al ser un constructo
socio-histórico” (Alemán, 2019: 57). Por esto Alemán nos dice que prue-
ba de la confusión es el ejemplo de Butler cuando le pregunta a Ernesto
Laclau —en aquel libro en el cual debaten junto con Žižek, Contingencia,
Hegemonía y Universalidad (2000)— si la tachadura del sujeto es históri-
ca o no. (Butler, Laclau, & Žižek, 2003: 11-12). Sería lo que Butler de-
nominó “fundamentos contingentes” (1990). Es decir, según Butler los
fundamentos serán siempre plurales, serán establecidos temporariamente,
pueden ser revertidos y se instauran siempre en contra o en conflicto con
“otros fundacionales”. Todo fundamento es siempre radicalmente históri-
co, contingente. En todo caso defiende la postura de que ninguna norma,
orden o dimensión puede reclamar para sí tener una validez supra-tempo-
ral o trascender el mundo de las relaciones sociales. Esta también es, por
ejemplo, la posición de Oliver Marchart (2009).
La respuesta desde el psicoanálisis es un rotundo no. La tachadura del
sujeto no está históricamente determinada.
Ahora bien, en relación con esta distinción Alemán ha venido plan-
teando la oposición “crimen perfecto o emancipación” (2019) en donde
plantea la hipótesis o la pregunta de si el neoliberalismo habría cometido
un crimen perfecto. Este supuesto crimen perfecto habría sido perpetrado
por el capitalismo en su versión neoliberal en la medida en que sería el
primer régimen socio-histórico que intentó apropiarse (en gran medida
exitosamente) de la dimensión primordial, es decir, del sujeto en su di-
mensión estructural. Sabemos que la apuesta de la izquierda lacaniana es la
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
133
ya fue cometido y su nombre es el patriarcado? ¿O mejor dicho si hubiese
habido un crimen “ferpecto” (retomando el título de aquella película de
Alex de la Iglesia)? Pues todas apostamos a que la captura de la división
estructural del sujeto (primera dimensión) por parte del orden socio-his-
tórico (segunda dimensión) resulta imposible, de ahí que queda siempre el
resquicio para pensar la emancipación. Al respecto Laclau diría: “es impo-
sible la completa y total superposición entre el orden óntico y ontológico”,
es decir, “ningún contenido óntico puede monopolizar la función ontoló-
gica” (Butler, Laclau, & Žižek, 2003: 77).
Ahora bien, podemos decir que el patriarcado es un orden de domina-
ción o explotación que resulta más arcaico que el capitalismo y ni que decir
del capitalismo en su mutación neoliberal. Es más, encontramos forma-
ciones históricas no capitalistas: utilizando categorías marxistas podemos
hablar del modo de producción feudal, del esclavista, del asiático, del co-
munismo primitivo. En cambio, cuando hablamos de patriarcado resulta
muy difícil contraponer ejemplos de formaciones socio-históricas que le
escapen. Y nos referimos al patriarcado aquí simplemente como el privi-
legio del varón en ese par binario establecido entre varón/mujer. Es muy
difícil dar contraejemplos o mencionar excepciones. ¿Por qué entonces no
pensar al patriarcado como el primer régimen socio-histórico que ha in-
tentado y alcanzado de forma meritoriamente efectiva “afectar los cuerpos
y la captura por la palabra del ser vivo en su dependencia estructural”?
(Alemán, 2016: 14). Porque es el patriarcado el que resulta inmemorial,
tenemos legados históricos, herencias comunes que por siglos y siglos han
establecido la subordinación de la mujer. Y es un legado que ha sido muy
efectivo a la hora de borrar las huellas de cualquier resistencia, de los do-
lores y los padecimientos. Pero bueno, decíamos “crimen ferpecto” porque
el movimiento feminista mismo nos muestra que en términos de Alemán
“el ser hablante, sexuado y mortal nunca encuentra en el lenguaje una re-
presentación que lo totalice y entonces puede haber una transformación”
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
134
fundamentado en la distinción varón/mujer haya tomado la dimensión
primordial. Cada elección de género o invención de género estará siempre
determinada por el goce singular del sujeto, el sujeto es evanescente, vacío
imposible de ser representado y de dotarlo de una identidad fija, etc. Tam-
bién podemos decir que el problema va más allá del género (construcción
histórica), que se trata de un rechazo de la lógica femenina, es decir, un
rechazo de la lógica del no-todo, igualitaria, común y anti-jerárquica. Sin
embargo, desde el campo feminista podemos insistir con que parece no
haber un afuera de la dominación patriarcal. Y este parecer también abarca
la teoría psicoanalítica.
Creemos que hay algo de la relación entre ambas dimensiones a recon-
siderar, específicamente nos referimos a las categorías teóricas con las que
planteamos y analizamos los órdenes óntico y ontológico. Sabemos gracias
al psicoanálisis que la dimensión primordial da cuenta del vacío constituti-
vo del sujeto que no puede ser remendado o completado por ningún orden
socio-histórico porque ese “vacío no es algo concreto temporal, pues es el
resultado del advenimiento del sujeto en el campo del lenguaje” (Alemán,
2019: 41). Pero el problema es que, por un lado, sólo podemos dar cuenta
de la dimensión primordial estructural a través de la dimensión socio-his-
tórica y, por otro lado, es el orden socio-histórico el que a su vez brinda la
superficie de inscripción en la que las categorías teóricas son concebidas.
Es preciso señalar esta relación entre ambas dimensiones, ya que mu-
chas veces nos sucede —a quienes trabajamos desde la idea de esta dife-
renciación del orden óntico y ontológico, y de la primacía de uno sobre el
otro— que el orden socio-histórico se nos aparece como devaluado ante
una dimensión estructural elevada. Y no hay nada intrínsecamente menor
en la dimensión socio-histórica, es más, sin ésta no tendría sentido hablar
de la dimensión estructural. Esta dimensión socio-histórica es justamente
la que permea las categorías con las cuales trabajamos.
Es decir, queremos llamar la atención en que el orden socio-histórico
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
135
orden óntico que se cuela en las categorías teóricas con que el psicoanálisis
piensa la dimensión ontológica? ¿Hasta qué punto las categorías del psi-
coanálisis no están “contaminadas” de patriarcado? ¿Cuáles son los efectos
del patriarcado sobre nuestras categorías teóricas?
La teoría psicoanalítica se constituyó en el campo de la clínica identifi-
cando elementos invariantes de los estereotipos fantasmáticos-sociales, por
ejemplo, la teoría de la seducción. Pero, por otro lado, siguiendo a Michel
Tort decimos que el psicoanálisis:
mos pensar nuevas categorías que contemplen, por ejemplo, los múltiples
modos de relación entre los sexos-géneros en la actualidad? Esta es la pre-
gunta teórica que dejamos abierta. Muchas veces se nos conmina a tratar a
las categorías psicoanalíticas tales como nombre del padre, deseo de la madre,
función paterna, etc., como operadores o funciones que nada tienen que
136
ver con su modo de nominación, son “sólo palabras”. Sin embargo, quie-
nes trabajamos en el análisis del discurso sabemos que las palabras o los
modos de nominación no son inocentes.
137
La clave del trazado de este antagonismo que dicotomizó el espacio
social en dos lugares de enunciación la debemos buscar en las protestas
del NiUnaMenos cuando en 2016, acuñaron otro significante: Vivas Nos
Queremos. Este significante permitió re-inscribir la demanda por el “aborto
legal” en términos de Ni una muerta más por aborto clandestino. Es decir,
hubo un deslizamiento del significante y también del significado que per-
mitió que la demanda por la “legalización del aborto” quede asociada al
acceso a los derechos básicos; porque fue la primera vez que en el derrotero
de la lucha por la “legalización del aborto” el significante “vida” quedó
ligado al “aborto”. De manera tal que la demanda “legalización del aborto”
quedó asociada al legítimo acceso a los derechos básicos. Y esta fue una
victoria política muy significativa para el movimiento feminista, ya que el
término “aborto” había estado habitualmente hegemonizado por los secto-
res conservadores asociado con la muerte y el asesinato. La Iglesia Católica
y los distintos evangelismos hacen equivalentes aborto con asesinato. Es
más, podemos decir que fue una victoria política porque además significó
la apropiación de uno de los significantes nodales del enemigo (“vida”). No
es casualidad que los sectores conservadores hayan tenido que reformular
los términos de su propia demanda. Tuvieron que pasar a demandar “Sal-
vemos las dos vidas” en un intento por redoblar el gesto feminista. Defen-
demos “las dos vidas”, no solamente la vida de la mujer. Y tuvieron que
salir a apropiarse de una insignia política con muchísima historia como
es el pañuelo, claro está en este caso con el color celeste. Es decir, dieron
acuso de recibo.
Pero también la inscripción de estos significantes posibilitó que el
movimiento de mujeres adquiriera un carácter notoriamente anti-neoli-
beral, las manifestaciones del 8 de marzo han adquirido un fuerte sesgo
anti-macrista. Y esto se debe a que el NiUnaMenos/Vivas nos queremos
comenzó a enlazar una serie de significantes no necesariamente ligados al
feminismo. Las primeras demandas al actual gobierno argentino5 fueron
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
138
Pero ya para el Paro Internacional de Mujeres de 2017 se manifestó un
rechazo generalizado a las medidas de ajuste y austeridad que sigue hasta
la actualidad, por ejemplo, en el paro de mujeres de 2017 uno de los cán-
ticos más escuchados fue el que se le dedicó a la Confederación General
del Trabajo enrostrándole que el primer paro a Macri se lo habían hecho
las mujeres.
Pero en todo caso, creemos que el deslizamiento de significantes y sig-
nificados asociados al movimiento de mujeres adquiere potencia porque
se liga a una subjetividad política más amplia que es esa figura siempre
difusa del “pueblo”. Como decíamos, esto se debe a que el movimiento
de mujeres logró articular una serie de demandas que no necesariamente
son consideradas feministas (como estar en contra de los recortes, despi-
dos, las políticas de austeridad, etc.), pero que sí tienen una larga historia
en las luchas populares y se formulan en términos de “justicia social”.
En este preciso punto es en donde al gobierno neoliberal de Macri le
resultó imposible absorber en términos diferenciales (institucionales) las
demandas particulares presentadas por el movimiento feminista. Porque
el movimiento feminista argentino no se resuelve en una mera identidad
diferencial cerrada en su propia particularidad, sino que se articuló en una
cadena que lo excede completamente. Es allí en donde radicó su potencia:
en su dimensión populista. Esto ha sido un problema político para el go-
bierno neoliberal de turno. Porque si bien hay en juego una demanda par-
ticular “aborto, legal, seguro y gratuito”, el color verde de los pañuelos no
quedó agotado allí dado que aunque se llegue a responder efectivamente a
la demanda por la legalización del aborto y sea ley, difícilmente haya forma
de asimilarlo institucionalmente.
Pero paradójicamente también es un problema para el campo popular.
Porque hay un nuevo trazado antagónico, que divide la sociedad en dos y
que reconfigura la frontera dicotómica establecida por la figura del pueblo,
articulada por el populismo kirchnerista y donde el movimiento feminista
SECCIÓN 3 -Feminismos y populismo
con sus pañuelos verdes pone en tensión el pueblo construido por esa arti-
culación populista. Hay una tensión que es insalvable.
139
Referencias bibliográficas
140
SECCIÓN 4
Cruces: psicoanálisis y feminismos
Masculino/Femenino1
Jorge Alemán2
142
estructura del inconsciente ponen en juego síntomas y fantasmas que
aproximan el vacío del sujeto a lo real de su vida. Dichas relaciones están
presentes en lo queer, trans, en el lesbianismo y en todas las gramáticas en
juego del LGTBI+. Constituyen el suplemento irreductible que impide
que la identidad encuentre un fundamento que la totalice. No se trata de
un par binario que se pueda establecer bajo una modalidad normativa.
Por tanto, los múltiples géneros que puedan seguir emergiendo cons-
tituirán la superficie donde estas inscripciones lógicas de goce seguirán
insistiendo en su escritura pulsional sobre los cuerpos.
Los cuerpos no binarios son también portadores de la imposibilidad de
la relación sexual entre uno y otro modo de goce.
El ετερο (héteros) es siempre el obstáculo de aquello que podría cons-
tituirse en una identidad lograda; es la huella estructural que acontece en
cualquier elección de género que siempre tendrá que enfrentar la imposi-
bilidad de la relación sexual.
Cuando Lacan propone su fórmula “la mujer no existe” y la ofrece
en aquel entonces al MLF (Movimiento de Liberación Femenino), ya ha
realizado el recorrido que muestra su deseo de que lo universal no sea una
totalidad que se agote en un cierre o una clausura que subsuma todos los
elementos de la realidad. No obstante, Lacan no se desprende de lo univer-
sal; en todo caso lo universal queda perforado y se revela en su inconsisten-
cia y su incompletud.
Se trata de un universal difícil, tachado y tan necesario como imposible.
Hay que ser prudente con este complejo tema que dio lugar a una
auténtica querella en la historia del pensamiento; la novedad lacaniana no
debe deslizarse hacia el relativismo.
Si una cultura persigue a los homosexuales u otra secciona el clítoris
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
143
Feminismo con acento francés
y la enseñanza de Lacan
Constanza Meyer1
Hay un goce, ya que al goce nos atenemos, un goce del cuerpo que está, si
se me permite […] Más allá del falo. Quedaría de lo más gracioso. Y daría
verdadera consistencia al MLF. Un goce más allá del falo.2
144
Introducción
145
ciedad, la diferencia sexual y las relaciones de las mujeres con el lenguaje y
los escritos literarios.
Si bien nunca tuvo lugar un encuentro entre Simone de Beauvoir y
Lacan, parece claro que cierta “conversación” se fue instalando entre el psi-
coanalista y el feminismo de la segunda ola. Este movimiento, en absoluto
homogéneo, se caracterizaba por cierto cambio en los planteamientos del
feminismo más tradicional, atravesando ya la cuestión de la igualdad, sin
dejar de reclamarla en el ámbito de los derechos, y apostando por señalar
y defender la diferencia. Es precisamente en torno a estos dos puntos, di-
ferencia y sexualidad, que podrán encontrarse el feminismo de la segunda
ola y la enseñanza de Lacan desde el 68 en adelante.
PsychePo: un movimiento
146
al psicoanálisis considerado en su vertiente más fálica, y por su parte, el
psicoanálisis abre la puerta a un feminismo de la diferencia como distinto
del de la igualdad. Veremos, no obstante, que esta distinción no las lleva
demasiado lejos en realidad.
Por su parte, Antoinette Fouque denuncia que en el seminario de Lacan
las mujeres quedan reducidas al lugar de histéricas o locas, y señala que las
instituciones están fundamentalmente dirigidas por hombres que impo-
nen su punto de vista. A pesar de todas estas críticas, Fouque se refiere a
Lacan como un “visionario” y le elogia el hallazgo de la tesis del Seminario
20 acerca de la inexistencia de la mujer. A partir de ella pueden pensar en
la no homogeneidad de los movimientos a través de la idea de una plura-
lidad que tiene que ver con la multiplicidad de sujetos femeninos que no
se ajustan a un grupo cerrado que responde y da cuenta de una identidad.
Por otro lado, la cita que se recoge al comienzo de este recorrido en la
que Lacan menciona al MLF es para A. Fouque algo más que una simple
provocación, y la toma como un comentario que otorga visibilidad al mo-
vimiento. Asimismo, PsychePo pone en valor el interés de Lacan por las
mujeres y en el fondo se consideran también sus interlocutoras.
Aunque ella misma rechaza ser incluida entre las feministas, ha sido una
verdadera luchadora dentro del movimiento de la mujer. Su teoría plantea
que las feministas son en general mujeres burguesas que sólo quieren alcan-
zar el poder que detentan los hombres. Se propone romper el binarismo
147
característico del discurso machista: masculino/femenino y retoma todas
las oposiciones en las que la posición de la mujer queda relegada al lado
negativo, como, por ejemplo, cabeza/corazón, inteligente/sensible, activo/
pasivo, logos/pathos, etc. Para Cixous, moverse en este binarismo es acep-
tar las condiciones de una batalla en la que sólo uno puede ganar. Por eso,
su propuesta consiste en desarmar, deconstruir lo que denomina, siguien-
do a Derrida, el sistema logocéntrico.
Se trata para ella de abrirse, entonces, al lenguaje femenino capaz de
destruir el binarismo opresor de las mujeres. Introduce así la idea de lo
múltiple y la diferencia como un modo de desmontar el sistema binario.
Toma de Derrida el concepto de différance, que apuntaba a subrayar que
el significado no se alcanza en el campo de la oposición binaria sino en
una libre combinación de significantes, se juega entre la presencia de un
significante y la ausencia de otros, como ocurre en la relación entre S1 y
S2. Recordemos que para Lacan es el sujeto del inconsciente lo que emerge
precisamente en el intervalo entre un significante y otro, lo que pone de
manifiesto también su carácter evanescente. Lo que Cixous denomina écri-
ture féminine introduce la différance aspirando a alcanzar un texto más
abierto y alejándolo de la significación última del sistema binario que sigue
una lógica falocéntrica.
Lo más interesante de su teoría es la relación entre el acto de escritura,
el hecho textual y la sexualidad en tanto aquello del deseo que puede escri-
birse. Esta escritura femenina se trasformará luego para ella en una escritura
más libidinal, es decir, una escritura tocada por un goce que podrá tener
como autor a hombres y mujeres, independientemente del sexo biológico,
o de la idea de género. Si bien no se puede definir esta Otra escritura, se
trata de un tipo de escritura que iría “más allá”, lograría superar el sistema
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
falocéntrico. Aquí cabe señalar que esa búsqueda del “más allá” puede refe-
rirse al Edipo, pero no se correspondería con lo que Lacan introduce con
sus fórmulas de la sexuación, en términos de una lógica que no admite un
más allá o una diferencia por oposición. Lacan nos plantea una sexuación
a partir de lógicas distintas, la del todo y la excepción, y la del régimen del
no-todo (fálico/logos/normativo).
Cixous introduce también la idea de la “otra bisexualidad” que con-
siste en no rechazar la diferencia, ni tener que elegir entre un sexo u otro,
148
y asegura que las mujeres tienden a ser más bisexuales que los hombres.
En su texto La risa de la medusa3 afirma que la escritura bisexual fue
alcanzada en Francia por Colette, Marguerite Duras y Jean Genet. Qui-
zás, la escritura bisexual que introduce Hélène Cixous pueda ponerse en
relación con las fórmulas de la sexuación de Lacan, en concreto, con el
lado femenino de las mismas en el que del La/ tachado de la mujer parte
una flecha que apunta al falo y otra que apunta al S(A/), el significante
que falta en el Otro.
esta lógica que incluye el límite, es decir, que el lado derecho se inscribe
en la función fálica, pero lo hace no-toda de ese lado. Esto quiere decir
que no todo el goce se encuentra bajo el orden fálico, accede, a veces,
a un goce suplementario, que no puede alcanzar complemento alguno,
3 Cixous, 1995.
4 Lacan, 2012.
149
del que nada se puede decir por ser opaco y sin límite. Añadiría que del
lado izquierdo encontramos la consistencia y lo que forma un conjunto
cerrado, mientras que, del otro, reina la inconsistencia y lo que no puede
constituirse como conjunto cerrado. De este lado al no tratarse del todo,
ya no hay lugar para la excepción por lo que quizás puede abrirse una vía
hacia algo que responde a otra lógica, algo más singular.
Cixous, por su parte, busca analizar las características de lo que Lacan
denominó el lado macho y lo hace en términos de “Lo propio” frente a
“Lo regalado” que corresponde al lado derecho de las fórmulas. Podría-
mos trasladar el concepto de lo propio o propiedad, al campo del tener
y estaríamos en el orden de lo fálico. En efecto, el reino de lo propio es
el de la contabilidad, de la identidad, del temor a la pérdida. Mientras
que el reino de lo regalado se propone como aquel que está abierto a lo
múltiple y a la diferencia.
En su texto La llegada a la escritura,5 Cixous llega incluso a afirmar
que una escritora, como cuerpo, contiene un “espacio ilimitado” que re-
quiere una escritura. También resulta interesante la reflexión acerca de lo
que entiende por la escritura femenina en relación a una voz propia. En
su texto La joven nacida6 dice: “La voz, canción anterior a la Ley, antes
de que lo simbólico esparciera el aliento (le souffle), se volvió a apropiar
del lenguaje bajo una autoridad disgregadora. La más antigua visita, la
más profunda y adorable”. En La risa de Medusa señala además que “(…)
las mujeres vuelven de ‘fuera’, del páramo de las brujas, del más allá de
la cultura”. Estas citas permiten evocar algo de lo que Lacan llama La-
langue, en tanto lo más propio y singular de cada ser hablante antes de
su encuentro con la ley del lenguaje. Parece que para la crítica francesa
la escritura de algunas mujeres podría lograr transmitir algo de lo inde-
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
cible del goce femenino, aquello que se resiste a pasar por el aparato del
lenguaje.
5 Cixous, 2006.
6 Cixous, 1995, op. cit.
150
Luce Irigaray: parler fluide
7 Irigaray, 2007.
151
quedado siempre relegada al lado negativo por representar un enigma, por
su carácter de indescifrable. Acusa a Freud de llevar adelante una lógica de
lo mismo para el niño y la niña en la fase preedípica. Escribe en Ese sexo que
no es uno:8 “Castrar a la mujer supone inscribirla en la ley del mismo deseo,
del deseo de lo Mismo”. Retoma asimismo la idea de Simone de Beauvoir
de que la mujer es el Otro del hombre en tanto que su imagen negativa,
verdadera razón por la que el discurso machista la sitúa como una ausen-
cia, carente de cualquier representación. Concluye que la representación
social de la mujer no es sino el producto de lo que ella denomina hom(m)
osexualité, es decir lo Mismo del hombre o deseo masculino de lo Mismo.
Es en efecto algo que podemos reconocer en las representaciones que se
rigen por la norma fálica, pero esa misma denuncia podría ser la puerta
a lo Hetero en el sentido de lo Otro como lo plantea Lacan, es decir, una
apertura a lo femenino que no es exclusivo de las mujeres. Dice Irigaray
también en Ese sexo que no es uno que en la carrera por el poder una mujer
pierde la singularidad de su goce.
Por otro lado, cabe detenerse en las reflexiones de Luce Irigaray so-
bre la mística en tanto que experiencia de pérdida, de ausencia del sujeto
que rompe con la oposición sujeto/objeto. Llega incluso a afirmar que el
discurso de la mística es el único lugar en el que la mujer puede hablar y
actuar a viva voz, apoyándose en la visión del éxtasis como algo no especu-
larizable. La experiencia mística habilitaría, de este modo, un espacio a lo
femenino más allá de la lógica masculina.
Su análisis de la feminidad se constituye asimismo a partir de la idea de
un lenguaje específico de las mujeres, “el habla mujer”, que se alcanza sólo
cuando se entabla una conversación entre mujeres. Sin embargo, el “habla
mujer” no puede ser definida porque si bien es hablada, no se puede ha-
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
8 Irigaray, 2009.
152
nar (…). (…) Hay que escuchar de otra manera para poder oír ‘otro significa-
do’ que está tejiéndose constantemente, abrazando palabras sin cesar, y al mismo
tiempo desechándolas para evitar estancarse, inmovilizarse. Lo que ella dice no es
idéntico a lo que quería decir. (…) Están sin duda alguna fuera del mecanismo
discursivo en el que se las quiere sorprender.9
es representable, algo de lo que no se habla, que está por fuera de las ideo-
logías y de los nombres. A diferencia de Irigaray, intenta subvertir el orden
machista que considera a la mujer marginal. Por eso insiste en negar la
existencia de una escritura o habla específicamente femenina.
9 Ibíd., p. 137.
153
En lugar de una teoría de la feminidad, se decanta por una teoría de la
marginalidad y la subversión, una teoría del disidente que no es exclusiva
de las mujeres. Una vez más vemos que se trata de una posición contraria
a la identidad y a la esencia. La diferencia sexual no existe para Kristeva
(siguiendo a Freud) en la etapa preedípica, emerge sólo con la entrada
en el orden simbólico. Habría entonces para la niña dos salidas posibles:
la identificación con la madre basada en el vínculo que se establece en la
etapa anterior al Edipo, una vinculación especial que, llegado el momento
de la entrada al orden simbólico, dejaría a la niña en un lugar marginal. Y
la segunda, es la identificación al padre, que ofrece a la niña una identidad
a partir del mismo orden simbólico.
Es interesante señalar que Kristeva afirma, al igual que Lacan, que la
mujer como tal no existe. Esto la lleva a reforzar la idea de que lo femenino
es más una posición que una esencia, una posición marginal respecto del
orden simbólico. Para la orientación lacaniana esta lectura tiene interés
porque podemos pensar lo marginal como aquello que no puede ser atra-
pado por el orden simbólico, es decir, la falta de un significante en el cam-
po del Otro, del lenguaje, que dé cuenta de lo que es una mujer. También
cabría pensar en las diferencias entre margen y litoral, término que Lacan
priorizará en el Seminario 18 y que profundiza la idea de dos espacios no
homogéneos que lindan de manera no fronteriza y entre los cuales no hay
reciprocidad posible. Lacan insiste en que el litoral abre un camino a pen-
sar en dos espacios con lógicas diferentes. En este sentido debemos tomar
los trabajos de Kristeva sobre artistas como Joyce, Céline, Artaud y otros
en los que encuentra un conjunto de prácticas literarias que rompen la
estructura del lenguaje, que subvierten, en definitiva, el orden simbólico
desde los márgenes.
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
154
no enfrentarse, por lo que éste quedaba velado por la poesía. Hay un
rechazo a lo femenino también en este abordaje, se la mantiene alejada y
se la ama a la distancia a través de la palabra (Dante Alighieri y Beatrice,
Petrarca y Laura).
Otra modalidad que tuvo lugar más tarde en la historia fue la quema
en la hoguera de los cuerpos indomables de mujeres. Ambas son formas de
rechazo y odio a lo femenino, una es sublimatoria, la otra podemos consi-
derarla un pasaje al acto criminal.
El cuerpo femenino y su goce son temas de interés para Kristeva que
llega a afirmar que el verdadero sometimiento de la mujer viene más
del lado de la maternidad, de la reproducción como fin, que del goce
femenino.
10 Spivak, 2011.
155
mínima, el ser hablante está condenado a moverse en la lógica binaria mar-
cada por el par significante. Si un significante remite a otro y puede hacerlo
de manera infinita, ¿cómo hallar en ese océano significante un lugar para
la identificación? Es en esta imposibilidad en la que el sujeto del deseo
inconsciente se topa con su paradoja ya que emerge precisamente como
puro vacío en el intervalo entre dos significantes. Esta deriva metonímica
puede encontrar, no obstante, una detención por la vía de lo que Lacan
llamó Metáfora Paterna que permite alcanzar un sentido. Pero a partir
del Seminario 9 Lacan va dejando ver que este mecanismo de detención no
es en realidad suficiente. Hará falta llegar al desarrollo sobre el objeto (a),
que como bien muestra la lógica del fantasma, forma parte de la cadena
significante pero no por completo.
Así llegamos al giro que da Lacan en los años 70, en concreto con su es-
crito “Lituratierra”,11 contemporáneo del seminario que dicta en 1971, De
un discurso que no fuera del semblante.12 Allí Lacan da cuenta de su encuen-
tro con la escritura japonesa y china en las que se apoyará para pensar la
relación entre letra y significante sobre la base de sus desarrollos acerca del
sujeto, el lenguaje, la estructura y el goce.
Recurre a dos términos que diferenciará con claridad para mostrar que
“(…) la letra es el litoral (…). El borde del agujero de saber es lo que ella
delinea”.13 Mientras que la frontera marca un confín entre dos territorios
homogéneos, podríamos decir que pertenecientes al mismo orden, el lito-
ral tomado de la imagen del agua que bordea la costa y deja huella, invita a
pensar en dos espacios o zonas no recíprocas y heterogéneas.
Para Lacan la diferencia radica fundamentalmente en que la frontera
sostiene la reciprocidad, algo nos separa, pero estamos en el mismo medio
y podemos relacionarnos. La letra pensada como litoral, por el contrario,
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
11 Lacan, 2012.
12 Lacan, 2009.
13 Ibíd., p. 109.
156
dentro de un mismo terreno, sino de dos dimensiones heterogéneas que no
se pueden integrar. El borde sirve para explicar también la relación entre
los registros que son radicalmente distintos entre sí. La letra de lo escrito
es, entonces, borde entre goce y saber. Por un lado, tenemos el campo del
saber, S2, del otro, encontramos un agujero que es del orden del goce, de
lo real. Por eso, ¿dónde se ubica la letra como litoral? En el punto mismo
en que el saber termina y empieza algo que es de otra estofa. Podríamos
decir que la letra y la escritura están más cerca de lo real, mientras que el
significante queda del lado de lo simbólico y sus límites.
El litoral, además, al evocar la imagen del agua que va lamiendo la tie-
rra, apunta también a la erosión. Cuando se trata de la letra estamos ante
una disolución, una erosión del sentido. Es importante subrayar esta idea
de la escritura como erosión del significado, como desintegración. Joyce
y su trabajo sobre la lengua inglesa podrían ser un ejemplo de ello. Si no
hay saber sobre el goce, puede haber lo escrito como una erosión del sen-
tido que abre paso a otra cosa, otra moterialidad,14 palabra, materialidad y
cuerpo como caja de resonancias, donde la escritura sería el único soporte
del lenguaje.
El litoral hace posible, entonces, el pasaje de una lógica de la diferencia,
que no logra escapar al binarismo, a una de la discontinuidad, y el pasaje
del significante a la letra abre, asimismo, paso a la topología. Por eso Lacan
recurre a los escritores para dar cuenta de este giro y afirma de Marguerite
Duras que ella revela lo que él enseña. También se ocupa de la escritura
china porque el trazo nunca es lineal, tiene en cuenta el vacío y los distintos
grados de consistencia. Ese trazo sería lo más cercano al borde del litoral.
El Seminario 18 y el escrito “Lituratierra” que data de la misma época
son el camino hacia las fórmulas de la sexuación que pueden ser abordadas
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
14 Referencia al término moterialismo (fusión de mot, palabra y materialismo) que Lacan utiliza
para nombrar aquello que se encarnó en cada ser hablante de la materialidad del lenguaje y que
resiste al sentido. Puede encontrarse en Lacan, 1988: 126.
157
litoral. Más adelante, a partir de la introducción de los redondeles de cuer-
da, la letra irá perdiendo peso en la enseñanza de Lacan, pero no deja de
ser un referente que nos permite abordar la sexuación signada por el toque
de lo contemporáneo.
Referencias bibliográficas
158
Feminismo y ciudadanía:
una apuesta por la emancipación
Ana Castaño1
“No olvides jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa
para poner en cuestión los derechos de las mujeres”.
1 Psiquiatra y Psicoanalista. Jefa de los Servicios de Salud Mental del distrito de Moratalaz-Vicál-
varo. Analista miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP), sede de Madrid.
159
Resulta inevitable traer una y otra vez, esta frase de Simone de Beauvoir,
que sigue siendo actual, porque da buena cuenta de lo que está sucedien-
do en el panorama político global, donde las mujeres continuamos siendo
ciudadanas de segunda, sin pleno derecho, a pesar de los logros alcanzados.
Sin ir más lejos, en nuestro país [España] emergen partidos de ultraderecha
que, sin ningún pudor, cuestionan la existencia de la violencia machista y
pretenden borrar de un plumazo los derechos conquistados por las mujeres.
¿Qué sucede?, ¿Qué se teme de lo femenino?
Para abordar estas preguntas voy a situar dos puntos de reflexión. Uno
desde la historia del movimiento feminista, con una mirada socio-política
que llega hasta la actualidad. El otro, desde la pregunta freudiana que no
cesa de escribirse: ¿qué quiere una mujer?, en tanto ser parlante que no es
nombrada en su totalidad y que no es capturada en una clase universal,
sino tomada una por una.
Tener en cuenta el concepto de lo femenino desde la perspectiva laca-
niana, permite ir más allá de la reivindicación feminista de acabar con el
hetero-patriarcado y buscar emanciparse una por una, para una posible
construcción en común.
Desde ambos puntos de mi enfoque, aventuro a señalar que lo que se
teme es a la emancipación o, más bien, al imprescindible reconocimiento
de lo femenino, para Otro inicio de lo político y, sobre todo, para dar
cuenta de otro modo de goce, el goce femenino.
Un poco de historia
160
las Cortes, cuando apeló a no dejar de contar con esa mitad, que cada
día suma más.
La palabra emancipación es femenina en nuestro idioma y se define como
“Liberación respecto de un poder, una autoridad, una tutela, o cualquier
otro tipo de subordinación o dependencia”, es precisamente la liberación, la
que estará en el centro de los movimientos feministas desde su inicio.
Nancy Fraser en “Escalas de Justicia” y “Fortunas del Feminismo” seña-
la las premisas que operan en torno al sintagma justicia en el movimiento
feminista, en la época de la primacía del Estado westfaliano y Fordista en
tanto Estado del Bienestar. Es decir, cuando las diferentes ontologías en
conflicto se delimitan a la soberanía estatal, indivisa y exclusiva.
Tras la ofensiva neoliberal en el mundo globalizado, las premisas van
complejizándose al tratarse de la esfera pública internacional o transnacio-
nal. En este tiempo es necesario reinventar el marco feminista.
Las premisas de la primera época, se basan en la redistribución econó-
mica y de clases, por tanto, se apela a la igualdad entre hombres y mujeres.
Con la llegada del neoliberalismo y el trabajo asalariado para la mujer, la
reivindicación feminista se centra en el reconocimiento. Es el momento de
la batalla cultural por la diferencia.
No basta para promover una justicia de género, según Fraser, activista
y teórica del feminismo, con la distribución y el reconocimiento. Es nece-
sario añadir la representación política, sabiendo que es fallida, como lo son
la distribución y el reconocimiento.
Propone una política feminista tridimensional, donde las tres premi-
sas se entrelacen y no se centre solamente en una de ellas, lo que puede
llevarnos, por ejemplo, a más reconocimiento, pero más desigualdad. Es
imprescindible tejer el mapa feminista en torno al que (distribución), a
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
161
En mi opinión, es precisamente el posible feminismo resurgente, por
la dimensión que puede tener en la política de nuestros días como posi-
ble freno al tren acelerado del capitalismo, un movimiento emancipador,
transversal y no adscrito a ideología partidista como la huelga feminista
del 8M del 19. Fraser habla de no olvidarse del des-enmarque, a pesar de
los logros conseguidos, para volver a crear un nuevo marco. Cada vez las
reivindicaciones feministas están más vinculadas a las luchas por el cam-
bio de marco. Se suman otros actores internacionales, ecologistas, pueblos
indígenas, etc. o actores nacionales; en nuestro país tenemos vivencias re-
cientes como los pensionistas o la lucha de las Espartanas de Coca-cola.
Está el Foro Social Mundial o la UE, que permiten avances, pero sin dejar
por ello de agitar el Marco establecido. En estos días se ha producido un
interesante debate, con reacciones muy diversas, en torno al reciente ante-
proyecto de ley de libertades sexuales, solo si es si, en un intento de mover
el marco legislativo para poner en el centro, consentimiento y reparación,
alterándose la unidad del movimiento feminista. ¿Cómo agregar las dife-
rentes demandas y sostener la transversalidad antagónica?
Lo que nos aúna, en lo que atañe a la representación, es que “Los De-
rechos de la mujer, son Derechos Humanos”; De ahí las consignas que se
corean en las protestas “Si tocan a una, nos tocan a todas, o Ni Una me-
nos, Nos queremos vivas…”. Cuestión muy potente, que evoca a Hannah
Arendt en Los orígenes del totalitarismo sobre el derecho a tener derechos.
Se hace necesario abordar la particularidad, que no presupone un derecho.
162
el Inconsciente estructurado como un lenguaje, la posición masculina o fe-
menina, va a depender de cómo nos relacionemos con la significación fálica
y como la trascendamos en lo que nombramos como la lógica del no todo;
no todo bajo la significación fálica (a propósito de la significación fálica, se
trata de un recurso simbólico, de un significante, más allá del órgano en sí).
Este significante va a organizar el discurso velando la imposibilidad
de relación con el otro sexo. Por parte del hombre, en creer tenerlo y por
parte de la mujer, en aparentar serlo. De una manera rápida, el hombre
se mueve en el registro del tener, y la mujer en el del ser. Partimos de una
disimetría, en donde una mujer es un síntoma para todo Hombre, y este,
una aflicción, incluso un estrago para una mujer, dándole todos sus bienes,
sus posesiones y hasta su vida.
Esta disimetría esta en relación con ese goce suplementario, goce feme-
nino, que la significación fálica no puede nombrar, que se inscribe en la
Lógica del no todo, en donde no cabe la excepción, que es inconsistente e
introduce la alteridad.
Lacan en “Ou pire” ubica a la mujer entre centro y ausencia, aludiendo
a la duplicidad de tener un pie en el falo, en tanto significación, y otro más
allá de dicha significación. Este goce puede empujarla al empeño de darle
consistencia al Otro o perderse en ese goce indecible y sin límite.
“Me oculto del lenguaje, dentro del lenguaje. Cuando algo, incluso
la nada, tiene un nombre todo parece menos hostil. Sin embargo, existe
en mí la sospecha de que lo esencial es indecible”. Alejandra Pizarnik, La
condesa sangrienta.
163
lo incurable y que no hay Universal que clausure ese Real en juego. Mucho
trecho por recorrer desde la posición melancólica de la Izquierda en nues-
tro país. Hablar de izquierda lacaniana, sería anudar Estado, movimientos
sociales y construcción política pero advertidos del vacío estructural e irre-
ductible, que es lo más singular de cada uno, en su soledad, y a la vez nos
es común.
Desde la Lógica del No todo es posible inventar el espacio donde con-
fluyan la diferencia absoluta, lo propio de cada uno, y el momento igua-
litario. La apuesta, no sin riesgos, es como incidir en la realidad de las
políticas de igualdad.
En este libro, Luciana Cadahia, propone “Una política antigonista”.
Toma el paradigma de los indicios, donde puede captarse algo de la verdad
singular y particular, incluso en ausencia de la cosa en sí, y que va de lo co-
nocido y familiar, a lo desconocido, permitiendo reconstruir una narrativa
plebeya y femenina, en tanto es un conocimiento conjetural. Es necesario
feminizar la política, trascendiendo la ética de los cuidados, que politiza
“lo doméstico”, que también hay que hacerlo, pero sin cerrar la posibilidad
de conflicto y escisión.
Para explorar esta vía de antagonismos, que posibilite un proyecto
emancipatorio que cuente con lo femenino, nos trae a Antígona, que, con
su acto decidido, abre la brecha de lo mortífero de la política cuando se
reduce a un procedimiento formal de la representación. El coraje de An-
tígona, en la esfera de lo público, pone de manifiesto que lo femenino no
solo habita lo subterráneo y lo doméstico. Es la figura transgresora, que
produce un corte en el orden de lo instituido.
¿Cómo dilucidar lo mortífero y lo decidido a la vez? No se trata de
encumbrar lo trágico, sino de dar apertura al deseo que se decide ante lo
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
164
Referencias bibliográficas
165
Feminismo y psicoanálisis:
una oportunidad para la política emancipatoria
José Enrique Ema1
166
propuesta de transformación radical para el conjunto de la sociedad. Un
compromiso con la igualdad como principio político que se las tiene que ver
en la práctica con la diferencia sexual como condición de la vida en común.
El feminismo ha sido quizá el movimiento político que mayor atención
ha dedicado a las condiciones subjetivas y materiales de la vida cotidiana
y las relaciones personales, a la relevancia política de los afectos y deseos,
y a la problematización antiesencialista de su sujeto. A lo largo de su his-
toria, especialmente desde los años sesenta, ha participado en los debates
políticos-intelectuales más relevantes. Ha introducido algunos conceptos
y co-desarrollado otros que hoy se consideran claves para pensar la política
emancipatoria: la relevancia de los cuidados, la interseccionalidad/articula-
ción/sobredeterminación de las diferentes relaciones de opresión, la proble-
matización del conocimiento como representación neutral, y, quizá como
corolario de todos ellos, la atención a la singularidad y la diferencia en los
análisis y propuestas de aspiración universalista. Evidentemente estos desa-
rrollos no se han producido sin polémicas, diferencias internas y posiciones
enfrentadas que hacen imposible identificar un único feminismo.
Su carácter de oportunidad para la política emancipatoria hoy tiene que
ver indudablemente con su capacidad de movilización, de hacerse sentido
común y con su arraigo en el deseo de vivir de otro modo nuestras relacio-
nes cotidianas. Pero este empuje feminista es sobre todo una oportunidad
con futuro por las posibilidades que ha abierto:
167
porque no hay nada en el feminismo, ni en ningún otro movimiento polí-
tico, que intrínsecamente conlleve politización o compromiso automático
con su causa. Si el feminismo puede servir como “principio articulador de
un proyecto emancipador” tal y como destacaban recientemente Chantal
Mouffe y Jorge Alemán,2 dependerá de su capacidad de construcción po-
lítica, de articulación de propuestas, deseos y demandas, bajo una causa
común compartida. La capacidad de articulatoria del feminismo no es una
novedad. Su historia es la de una rica trayectoria de creación de alianzas
heterogéneas entre diferentes luchas. Pero sabemos que el peligro de cierres
particularistas, identitarios, está siempre al acecho en cualquier movimien-
to político. Pensemos, por ejemplo, en la cosificación de una identidad
antagónica como causante de todos los males y, en consecuencia, de la
propia como un alma bella o una víctima que no puede más que esperar
que el enemigo que niega su ser decida dejar de serlo. O en la sustitución
de la política por la moral definiendo un campo dicotómico de buenos y
malos que puede traer algunas victorias discursivas, identificaciones rotun-
das y expresiones de indignación y resentimiento, pero que finalmente se
muestra incapaz para modificar efectivamente las prácticas cotidianas (tal
y como podemos ver hoy en día, por ejemplo, en algunas nuevas masculi-
nidades que asumen solo formalmente ideas feministas).
Lejos del particularismo identitario, el trabajo feminista ha mostrado
muchas veces cómo hacer de una lucha particular un ejemplo de trans-
formación social general (feminista, pero no solo, también democrática,
igualitaria, etc.) Por ejemplo, al señalar cómo las violencias machistas no
pueden desvincularse de un contexto neoliberal de rechazo a lo femenino
que nos empobrece como sociedad; o cómo la exaltación conservadora
de la familia tradicional y del rol maternal como único destino para las
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
168
Sobre el segundo punto, la feminización de la política, considero que
su relevancia va más allá de las lecturas más evidentes. Por feminización
de la política no entiendo solo que haya más mujeres dedicadas a la polí-
tica, por más que esto pueda contribuir a cambiar los imaginarios sobre
quiénes pueden dedicarse a ella; tampoco únicamente la introducción en
la agenda política de contenidos feministas; ni exclusivamente la elección
de otros modos de hacer y estar en la política menos confrontativos. Creo
que el elemento clave que aporta la feminización de la política no se
refiere tanto a la llegada de imágenes, contenidos o modos de hacer pro-
pios de una supuesta identidad femenina, sino precisamente a una mayor
atención a la imposibilidad de entender las identidades como completas
o cerradas.
Esta desestabilización identitaria, lejos de funcionar como deficien-
cia, puede permitir una mejor disposición para afrontar políticamente la
imposibilidad de una reconciliación final de la sociedad o de una solu-
ción política definitiva. Y esto nos invita a hacer de la política un asunto
de decisiones, compromisos y deseos sin garantías últimas. También nos
permite pensar la igualdad como causa universal que no cancela las di-
ferencias. Así, partiendo de la inconsistencia que comparten todas las
identidades podemos construir una causa política común, no como re-
conocimiento de una identidad que ya se es, sino de la voluntad colectiva
compartida que se puede llegar a ser.
Con relación al tercer punto, la dimensión de oportunidad que
el feminismo trae hoy tiene que ver con su capacidad de ofrecer un
nuevo horizonte en positivo. Vivimos en un tiempo de emergencia de
discursos conservadores ¿neofascistas? superficialmente anti-orden es-
tablecido que en algunos casos han logrado movilizar exitosamente el
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
169
está dimensión propositiva tiene que ver también con el desplazamien-
to creativo desde la posición de solo denuncia de lo que le falta al amo
(a la vez que se le otorga todo el poder) a la del protagonismo político
en primera persona.
respuesta adecuada.
Para el psicoanálisis la sexualidad no es un dominio delimitado de prác-
ticas o el lugar de un saber privilegiado sobre lo humano. El carácter cons-
titutivo del sexo señala la imposibilidad de fijar un “piso cero”, neutral, no
sexuado, de la condición humana. Justo lo contrario a lo que escuchamos
con frecuencia en nuestros días para criticar al feminismo: “lo que im-
portan son las personas [sin sexo] no si son hombres o mujeres”. Como
si nuestra existencia no estuviera marcada desde del principio por una
170
diferencia que nos recuerda la imposibilidad de encontrar para lo humano
una suerte de naturaleza primera o síntesis final, completa y reconciliada
consigo misma.3
La sexualidad así entendida le abre la puerta al poder. Es precisamente
esta ausencia de naturaleza la que hace de nuestros vínculos el escenario
de una construcción ambivalente atravesada por las relaciones de poder.
Lo vivimos en el deseo que nos moviliza y/o atrapa, en las dependencias y
autonomías en el amor, en el forzamiento que acompaña a la seducción,
o en la violencia más extrema contra lo que más queremos que podemos
llegar a alcanzar en algunos casos. No hay sexualidad sin relaciones de
poder… y por eso necesitamos construir formas más igualitarias de en-
contrarnos con él. Más allá de las soluciones que cada sujeto sea capaz
de alcanzar para vérselas con estas ambivalencias, necesitamos un mejor
contexto social para que esta experiencia subjetiva pueda darse de la ma-
nera más satisfactoria. Y para ello, sin duda, no solo puede ser convenien-
te una mayor presencia social del psicoanálisis, sino también la extensión
y el fortalecimiento del mejor feminismo.
El psicoanálisis siempre ha insistido en el carácter singular e intrans-
ferible de la experiencia de cada sujeto. No hay causa externa de nuestro
comportamiento que no necesite de la complicidad subjetiva. Esta es
la condición de la radicalización de la responsabilidad, de la capacidad
de escapar a cualquier destino escrito de antemano, que funciona como
principio clave de su práctica clínica. Pero esto no ha alejado a los y
las psicoanalistas del análisis y la reflexión sobre las condiciones sociales
de su práctica clínica caso a caso, “uno a uno”. Su atenta escucha a los
diferentes síntomas sociales y subjetivos ha traído innumerables acerca-
mientos, también desencuentros, con muy diferentes discursos sociales.
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
3 Así lo resume Alenka Zupančič: “Freud descubrió la sexualidad como un problema (que necesi-
taba una explicación), y no como algo con lo cual se podía explicar todos los demás problemas.
Descubrió la sexualidad como intrínsecamente carente de significado y no como el horizonte defi-
nitivo de todo significado producido por el ser humano […] Lo sexual no es una sustancia que se ha
de describir y delimitar debidamente; es la imposibilidad misma de circunscribirla y delimitarla”
(Zupančič, 2013: 27).
171
relacionada con sus conversaciones y disputas con las feministas de su
tiempo, incluidas las que asistían a su seminario.4
El feminismo y el psicoanálisis hacen de la diferencia sexual, el de-
seo, el amor y el vínculo social, un lugar de interrogación y también de
la creación de otras posibilidades, otros modos de vida. En este punto
hay un terreno posible de conversación para quienes desde el feminismo
tengan inquietud por acercarse a lo que el psicoanálisis propone sobre la
subjetividad y para quienes desde el psicoanálisis tengan interés por escu-
char lo que el feminismo, en tanto que síntoma de las transformaciones
de nuestro tiempo y como un potente dispositivo de análisis, ha venido
aportando a lo largo del tiempo.
Así como entre los y las psicoanalistas encontramos diferentes po-
siciones sobre el feminismo y la política, igualmente es posible locali-
zar diferentes feminismos y diferentes sensibilidades feministas hacia las
aportaciones del psicoanálisis. Hay sin duda un feminismo que conoce
bien, implícita o explícitamente, algunas claves psicoanalíticas. Un fe-
minismo que, como he tratado de mostrar en la primera parte de este
texto, ha venido construyendo una concepción materialista propia sobre
la subjetividad en la que resuenan muy bien también algunos de los “des-
cubrimientos” psicoanalíticos.
Pero además de un campo de preocupaciones teóricas y prácticas co-
munes, hoy se abre otra nueva oportunidad para un encuentro posible
entre feminismo y psicoanálisis. El de un compromiso con una causa co-
mún que excede las adscripciones teóricas o las identificaciones colectivas
previas: la causa de una política emancipatoria que cuente con la sub-
jetividad y sus vericuetos, que no desista a pesar de las “malas noticias”
sobre las complicidades de los sujetos con las condiciones de su opresión
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
y que decididamente apueste sin garantías por otro modo de vivir juntos
con nuestras diferencias. El reciente auge del feminismo (desigual en
diferentes países) y el renovado interés por el psicoanálisis como aproxi-
mación para pensar la política (mucho más minoritario) apuntan a esta
causa común. Y esta coincidencia abre la posibilidad de construir un
4 Roudinesco, 2013.
172
espacio de colaboración que hoy me parece muy necesario. Necesitamos
más feministas acercándose al psicoanálisis y más psicoanalistas o afines
al psicoanálisis haciendo feminismo. Necesitamos más cooperación entre
diferentes para hacer más viable y durable esta oportunidad de una polí-
tica emancipatoria.
Referencias bibliográficas
173
Posición sexual y feminismo interseccional
Una lectura lacaniana de las tensiones
en el feminismo español actual
Alicia Valdés1
Las tensiones dentro de las diferentes corrientes feministas presentes en el estado espa-
ñol no son desconocidas para el público. Desde la ruptura clara entre el feminismo tran-
sexcluyente y el transinclusivo, ruptura que traspasa lo puramente social para trastocar el
pacto entre Unidas Podemos y el PSOE mediante la creación, repetidamente bloqueada
por el PSOE, de la Ley Trans. Pasando por la ruptura entre el feminismo abolicionista
y el que aboga por los derechos laborales y fundamentales de las trabajadoras sexuales.
Ruptura cada vez más visible y violenta tras la aceptación de la nueva ley del ‘Solo sí es sí’
que quita la capacidad de consentimiento a las trabajadoras sexuales. Este artículo busca
arrojar luz sobre cómo Lacan puede ayudarnos a articular una teoría interseccional a
partir de la introducción de la idea de posición sexual a la hora de articular el sujeto
político del feminismo.
174
Introducción
[…] sitúa a los seres humanos en relación con los demás y les da un sentido
de su lugar en el mundo, así como la capacidad de hablar y ser comprendidos
por los demás. Para ello, les permite distinguirse de los demás al establecer una
relación con el lenguaje (1989: 2).
El uso del lenguaje como vínculo es lo que Lacan define como discurso,
para Lacan, el discurso es
[…] un vínculo entre los que hablan. Se puede ver inmediatamente hacia dón-
de nos dirigimos: no es cualquiera el que habla, por supuesto; son seres, seres
que estamos acostumbrados a calificar como “vivos”, y sería, quizás, bastante
difícil excluir la dimensión de la vida de los que hablan (1998: 30).
175
pregunta mediante la más que conocida máxima Caesar dominus et supra
grammaticam, la cual nos lleva a entender que la producción de discurso es
puramente relacional y tiene lugar entre relaciones desiguales de poder. Estas
relaciones de poder distribuyen de manera desigual los estatus ontológicos
entre aquellas vidas que valen la pena vivir y llorar una vez que se acaban y
aquellas que no. Pero ¿quién tiene el poder en la producción del discurso?
Si volvemos al análisis del Simbólico, encontramos que el lenguaje vie-
ne marcado por un Significante Maestro (SM) que interviene en una bate-
ría de significantes produciendo conocimiento y sentido en lo que Lacan
definió como el Discurso del Amo (Lacan, 1998), el giro feminista a este
análisis sería entender que el SM que estructura la intervención es el signi-
ficante masculino. Esta intervención produce la aparición de un Simbólico
patriarcal. Sin embargo, como Teresa Brennan nos recuerda “[…]una pue-
de concebir un simbólico que no sea patriarcal. El problema es que el sim-
bólico en Lacan hace que parezca que el patriarcado es inevitable” (1989:
3). Brennan afirma que la naturaleza patriarcal del Simbólico radica en el
valor social que adquieren los hombres.
En resumen, la naturaleza patriarcal de lo simbólico se basa en parte
en el encuentro coincidente de dos “terceros términos” intervinientes: el
lenguaje y la posición estructural del tercero, actualmente ocupada por un
hombre. El hombre ocupa esta posición en un acuerdo en el que las muje-
res se encargan principalmente del cuidado de los niños. Pero también la
ocupa en un contexto social en el que los hombres son valorados (1989: 3).
Siguiendo la lógica de Brennan, podríamos afirmar que, en el caso de
que la posición estructural del tercero estuviera ocupada por una mujer,
nos encontraríamos frente a un Simbólico femenino. Es decir, si el SM que
interviene la batería de significantes fuera el significante femenino, podría-
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
176
el SM pasa a gobernar la estructura del Discurso del Amo y permite la
emergencia del sujeto, ya que, como dice Lacan, es precisamente a través
de este discurso que el sujeto barrado aparece (2007: 15). Si la hegemonía
es, como afirman Mouffe y Laclau (2001), la imposición de una parti-
cularidad como universal, la batalla por el SM del Discurso del Amo es
la batalla por la hegemonía que establece qué sujetos pueden ser sujetos
políticos. Sin embargo, para el feminismo interseccional, aquel que no
coloca el género como el principal eje de opresión en el intrincado sistema
de opresiones que supone el patriarcado, la lucha por el establecimiento del
SM supone una contradicción. Como apunta María Liliana Ottaviano en
su artículo “Mujeres: sujetas políticas en la izquierda lacaniana”, el feminis-
mo que es síntoma de la política es un “[f ]eminismo que no se pretende un
universal, sino que está dispuesto a alojar toda la diversidad y las disiden-
cias en materia de sexos, de género y de decisiones” (Ottaviano, 2019). Es
decir, para poder ser síntoma de lo político, para hacer visible el malestar
y la constante contradicción del neoliberalismo con la vida, el feminismo
no ha de colocarse en medio de la pugna por la hegemonía, sino librar
una batalla diferente. Ya que la hegemonía conlleva la creación de nuevos
marcos de comprensión. Estos marcos, como explica Laclau, poseen unos
límites no neutrales que suponen la aparición de la relación antagónica
entre lo que reside fuera de los marcos (ellxs) y lo que habita esos marcos
(nosotrxs) lo que implica la aparición de la relación amigo/enemigo sch-
mittiana (Schmitt, 2007). La creación de antagonismos basados en el prin-
cipio de differentia specifica schmittiana, como he argumentado en otros
artículos (Fishel et al., 2021; Valdés, 2021), niega la lógica de los cuidados
en las que se apoya la teoría económica-política feminista (Pérez Orozco,
2017; Valdés, 2019).
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
177
en este caso, del sujeto político del feminismo. Esta batalla fue ganada
por la posición transinclusiva de Unidas Podemos. Este SM reconocía la
existencia de personas trans e intersexuales como sujetos políticos del fe-
minismo. Sin embargo, ¿es el SM demarcado suficiente para abarcar todo
sujeto que necesita de esta legislación? La respuesta es no, el SM en este
caso pasa por agrupar a personas trans e intersexuales, pero deja de lado
otros sujetos cruzados por diversos ejes de opresión. Un claro ejemplo de
esto es que las personas en situaciones administrativas irregulares seguirán
viviendo situaciones de LGTBfobia institucional debido a ejes de opresión
no reconocidos en este caso por el SM que viene a intervenir la batería de
significantes. Las personas migrantes que no se encuentren en situaciones
administrativas regulares no podrán emerger como sujetos políticos del fe-
minismo institucional, al igual que no pueden hacerlo personas no binarias
por no estar reflejadas en esta ley.
Otro de los claros ejemplos de cómo la intervención del MS no solo
supone el borrado de determinados sujetos, sino que también supone la
creación de un antagonismo, puede verse en la ley de libertades sexuales,
también conocida como ley del ‘Solo Sí es Sí’. Esta ley, que en un principio
tenía como objetivo la renovación de la tipificación de los delitos sexuales
a través de una óptica feminista, ha supuesto la expulsión de las trabaja-
doras sexuales como sujetos políticos del feminismo a través de su carácter
abiertamente abolicionista a la vez que rebaja el estatus ontológico de estas
personas a través de la negación de su capacidad para dar consentimiento.
En resumen, en el caso de estas dos legislaciones clave, vemos la pugna
hegemónica por la imposición del MS que intervendrá en el Discurso del
Amo del feminismo y condicionará así la emergencia de determinados suje-
tos como sujetos políticos del feminismo. En el caso de la ley trans, Unidas
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
Podemos gana esa pugna y logra la inclusión de las personas trans dentro del
sujeto político del feminismo. Sin embargo, el MS que imponen no incluye
a aquellas personas no reconocidas previamente como sujetos políticos por
su situación burocrática-administrativa. En el caso de la ley del “Solo sí es
sí” el MS es conformado por PSOE y UP mediante la convergencia de sus
posiciones abolicionistas. El sujeto político del feminismo que emerge ex-
cluye a las trabajadoras sexuales de los lazos del discurso al imponer un SM
que supone que lo femenino no puede abarcar la figura del trabajo sexual. Se
178
niega su vida como vivible mediante la negación del consentimiento de las
trabajadoras sexuales. Otra de las consecuencias claras de la imposición de
SM a través de la pugna por la hegemonía radica en que se conformen nue-
vas relaciones de antagonismos contra la otredad. En estos casos podemos
ver diferentes relaciones antagónicas entre mujer cis y mujer trans, nosotras
contra ellas en pos de encontrar la verdadera definición de mujer, y en el
segundo ejemplo encontramos un nuevo antagonismo entre mujeres que
ejercen trabajo sexual y aquellas que no. La creación de estos antagonismos
ilustra la creación de un supuesto sujeto colectivo y homogéneo delimitado
por un marco de entendimiento que cataloga aquellas vidas que han de ser
consideradas sujetos del feminismo y aquellas que no.
Además, en ambos casos vemos que, el SM que se impone no garantiza
la transformación de personas en situación administrativa irregular, perso-
nas no binarias o trabajadoras sexuales en sujetos políticos del feminismo.
Esto se debe a que la condición sine qua non por la que un sujeto pasa a ser
sujeto político del feminismo es su adhesión a la burocracia institucional,
la cual se caracteriza por una opresión racista y de clase que roza también
lo biopolítico a través de la negación del trabajo sexual como actividad
laboral o la disidencia contra la binariedad. Esto nos indica dos cosas; por
un lado, la entrada en el nivel óntico (la política) viene condicionado por
el reconocimiento ontológico (lo político). Por otro lado, la creación de un
Simbólico gobernado por un MS femenino no garantiza la emergencia de
todo sujeto no androcéntrico como sujeto político del feminismo.
Es decir, volviendo a la idea butleriana de las vidas vivibles, para el
feminismo institucional español, solo las vidas vivibles, entendidas como
aquellas vidas reconocidas por los estados mediante trámites administra-
tivos, son dignas de ser vividas y por lo tanto reconocidas como tal. Este
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
Posición sexual
179
marco en el que toda vida sea vivible y puesta en el centro como abogan
diferentes teóricas feministas (Agenjo-Calderón & Gálvez-Muñoz, 2019;
Pérez Orozco, 2017; Valdés, 2019). ¿Qué alternativa nos queda? Para dar
respuesta a esta cuestión, hemos de analizar cuál es el fallo a la hora de
generar SM basados en conceptos como ‘femenino’.
La conformación del sujeto feminista en el estado español se realiza
desde lo que yo denomino una postura interseccional sesgada. Esta postura
admite la teoría de Crenshaw cuando afirma que un sujeto puede verse
cruzado por varios ejes de opresión (Crenshaw, 1994), pero es sesgada, ya
que, por un lado, aunque incluya la idea de múltiples opresiones, excluye
la dimensión “privilegio” dentro de su análisis. Es decir, incluyo a la mujer
de clase alta cisheterosexual y blanca sí o sí dentro del sujeto político del
feminismo por la opresión de género. Sin embargo, mi análisis feminista
no es extrapolable a situaciones de clase o raza porque no se analiza la di-
mensión de blanquitud o cisgenerismo desde la dimensión del privilegio.
Este sesgo se debe a dos razones principales. La primera razón es que el
análisis de opresión se genera en torno al eje género —siendo este eje trans-
formable según la concepción de género que tenga la corriente feminista
en cuestión—. La segunda razón es que se piensa en la identidad y, por lo
tanto, en la interseccionalidad, de manera estática. Es decir, no se entiende
que una persona que en un contexto es oprimida, puede ser opresora en
otro. Ante esta coyuntura, defiendo que el concepto de posición sexual
lacaniana puede arrojar luz sobre nuevas estrategias para una política femi-
nista (Valdés, Forthcoming).
Lacan introdujo el concepto de posición sexual en su Seminario
XX (1998a). Este concepto problematiza completamente y plantea cuestio-
nes fundamentales para el feminismo político y funciona como elemento
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
180
Es decir, se afirma que la identificación con la masculinidad o la femi-
nidad depende de la relación del sujeto con el Simbólico (Lacan, 1998a).
Partiendo de la afirmación de que el Simbólico europeo implica sistemas
específicos de opresión como el racismo, el clasismo, el cisgenerismo, el
sexismo, el edadismo y el capacitismo, la posición sexual de los sujetos, su
feminidad o masculinidad, deriva de su posición frente a esta intrincada
red de estructuras opresivas. Así, desde una teoría situada de la interseccio-
nalidad que evalúa tanto la opresión como el privilegio, una mujer blanca
cis-hetero de clase alta urbana posee una posición sexual masculina cuando
agrede física o verbalmente, o niega una vida vivible a un refugiado negro
y gay que ocupa la posición sexual femenina dentro del contexto sociopo-
lítico europeo. En este sentido, el género o el sexo asignado no definen la
vulnerabilidad o la vida como vivible, sino la posición sexual que alguien
posee en relación con un orden simbólico. La posición sexual de un sujeto
depende de cómo encajan o se ajustan las identidades de los sujetos en el
simbólico en diferentes contextos.
Conclusiones
181
un paso más allá mediante la articulación de un feminismo que pase por la
idea de posición sexual. El feminismo no puede apuntar a la consecución
de la hegemonía como horizonte político porque esta supone la imposi-
ción de una particularidad como universal, imponiendo, de nuevo, un
marco que conlleva límites no neutros que generan otredad y la creación de
vidas no vivibles. La introducción de posición sexual nos permite observar
la subjetividad como algo contingente, condicionado al contexto y, sobre
todo, algo dinámico.
Las tensiones dentro del movimiento feminista demuestran entonces
que aquel esquema dicotómico del nosotras (mujeres) contra ellos (hom-
bres) que sigue la lógica amigo/enemigo Schimittiana que rige las demo-
cracias liberales se queda corto ante la pluralidad de sujetos y agentes polí-
ticos que el feminismo debe abarcar. Demuestra una contradicción ya que,
a partir del particularismo de las mujeres en situación regular, monógamas,
no disidentes del deseo y cuerpo, toma la forma de universalidad olvi-
dando así que el feminismo ha de ser un síntoma de lo político y abrazar
a todo aquello que es disidencia del androcentrismo patriarcal—ser un
hombre cis, blanco, heterosexual, monógamo, sin disidencia corporal o
sexual, culto y urbano.
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183
“Mujer tenías que ser”
Mercedes de Francisco1
184
Freud en su texto ¿Por qué la guerra?, advierte a los psicoanalistas que
no deben avergonzarse por hablar del amor, creo que nosotras mujeres no
debemos avergonzarnos por decir mujer, por decir femenino.
No hay peor censura que la tácita, la silenciosa y que ejercemos sobre
nosotros mismos y no hay peor efecto de una evaluación permanente de
nuestro “ser” que dicha censura.
¿Qué debemos pensar para ser suficientemente feministas, qué debe-
mos sentir para ser suficientemente progresistas, que elección sexual es la
que mejor respondería a un verdadero feminismo, o a una adecuada per-
tenencia a colectivos LGTBI? Vemos proliferar, cada vez más, un insidioso
y silencioso higienismo de las ideas, una extensión de lo políticamente
correcto. Defender los derechos de la mujer y sus avances sociales, estar
en contra de la violencia contra la mujer, no excluir a ningún sujeto por
su elección sexual, raza o clase social, no creo que se pueda confundir con
mantener una permanente lupa sobre la elección sexual, sobre sus prácti-
cas, sobre sus fantasías, que no saca a nadie de donde ya estamos.
Lacan, siguiendo la estela freudiana y sobrepasándola, pudo dar un es-
tatuto a la mujer hasta ese momento inédito. Definitivamente separa la
posición sexuada de la cuestión de género y valiéndose de lo que denomi-
na goce femenino a diferencia del fálico, deduce una lógica diferente. Un
sujeto de género masculino puede ubicarse del lado mujer con su corres-
pondiente lógica del no-todo, ejemplo de ello son los místicos y el mismo
Lacan. Un sujeto de genero femenino puede ubicarse en el lado hombre,
hacer como un hombre y regirse por la lógica fálica.
Estos dos lugares no son complementarios, ni opuestos, en el sentido
lacaniano son lo más alejado de una lógica binaria. La lógica binaria se
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
185
definido La pues no es el apropiado para el significante “mujer”. “Una” será
el artículo que le conviene. Cuando decimos “una mujer” preservamos este
indefinible, esta singular manera de soportar, sostener y portar ese cuerpo
que nos tocó en suerte.
Estas cuestiones que parecen tan específicas del campo del psicoanáli-
sis tienen consecuencias políticas. Hay algo único que se rescata en cada
mujer como presencia de lo hetero por antonomasia, por ello todo lo que
intente erradicarlo fomenta el odio a lo extranjero, a lo diferente.
Lacan dio un estatuto a “lo hetero” anudado a lo femenino por exce-
lencia, rescatándolo de la versión “heteronormativa” de la elección sexual.
No creo que se encuentre ningún teórico a la altura de esta importante
subversión con respecto a la norma macho, lo femenino, “lo patriarcal”.
La cuestión sobre el goce femenino abrió las puertas para ubicar al ser
que habla en relación a las tres dimensiones Imaginario, Simbólico y Real.
En distintos seminarios anteriores al Seminario Aún, que marca el paso del
Rubicón, Lacan considera que la mujer tiene una relación privilegiada con
lo Real. Lo real que definirá en un sentido estricto como lo imposible. Un
imposible de escribir la relación sexual, de nombrar la mujer totalizándo-
la, de identificaciones acabadas, de alcanzar el Bien, de alcanzar un saber
absoluto, de educar la pulsión, de construir una sociedad sin malestar, de
curarse del síntoma.
Pero al lado de esta imposibilidad de la que Freud dejó sus atisbos está
eso único, singular que cada uno construyó en ese anudamiento que lo
caracteriza. Si la dimensión simbólica responde a un claro binarismo, po-
demos deducir que cualquier ser que habla estará obligado a “para todear”,
a universalizar, a generalizar, a definir cuando teoriza. La significación que
se caracteriza por ser fálica, de alguna manera responde al anudamiento de
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
186
la lógica binaria y rompa así con la inercia de dar vueltas en redondo, del
eterno retorno, tratando de salir de la pregnancia de la esfera, imagen reina
que domina nuestro mundo. Donde siempre estará en juego un centro y
por tanto una periferia, en el mundo, en el país, en el barrio. Se trata más
bien de apostar por un descentramiento, de algo que cae y de un imposible
de atrapar, de un litoral en lugar de una frontera. De una apuesta por la
grieta y allí encontrar una escritura posible, un lazo posible.
Es cierto que nuestro sistema mundo está sometido a esta lógica del
todo de manera implacable, y de ella participan tanto hombres como mu-
jeres, pero convengamos que la mayoría de los que intervienen en lugares
de poder se presentan genéricamente y aparentemente como hombres.
También esos hombres pueden beneficiarse de esta subversiva alternati-
va y dejar de estar dominados y mortificados por esta permanente amenaza
de perder el estatuto de dueño, de poderoso, del que posee, que convierte
su vida en una sistemática defensa frente a la amenaza de la pérdida.
Siempre he preferido hablar de “violencia contra la mujer” en lugar
de violencia machista o violencia de género. Podemos ver en partidos
de extrema derecha de este país como intentan cambiar el nombre de
esta violencia para nombrarla intrafamiliar, diluyendo el hecho de que
portar un cuerpo de mujer (que puede ser perfectamente trans, travesti,
etc.) supone estar expuesto a una violencia mucho mayor y dirigida a
dañar, vejar ese cuerpo. A lo largo de la historia cada vez que las mujeres
han avanzado en sus derechos se ha producido un recrudecimiento de la
violencia contra ellas. Tenemos un ejemplo escandaloso con las mujeres
en Afganistán.
Es oportuna la pregunta que Virginia Wolf se hace: ¿por qué los hom-
bres si se consideran superiores a las mujeres, responderían con esa enor-
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
187
Los hombres se unen de la mano, para evitar enfrentar a solas a una
mujer, pues encontrarse cada cual con su cada cual implica demasiados
riesgos.2 Incluso ir de una a otra como el don Juan puede ser otra manera
de evitar ese encuentro con esa una que les compromete. Lo que se consi-
dera en términos sociológicos como “fobia al compromiso” por parte sobre
todo de los hombres se puede deducir de estas cuestiones.
Podría parecer que, frente a la explotación laboral de las mujeres, los
feminicidios, las violaciones, la opresión por cuestiones de raza y de clase
social, estas cuestiones que planteo serían secundarias, sin embargo, creo
que una verdadera subversión del orden establecido no podrá darse sin
tenerlas en cuenta.
En el discurso capitalista, que se produce históricamente como efecto de
una ínfima variación del discurso del amo, lo verdaderamente forcluido son
las cuestiones del amor. Y como planteaba Freud en el Malestar de la Cultu-
ra, frente al Mal no se trata de oponer el Bien, sino el Amor. Pero este amor
no puede ser el que desembocaría en la hipnosis colectiva de la masa, en la
identificación por el compartido amor al líder, pues esto nos llevaría a seguir
dando vueltas infinitas en la esfera del tiempo. Se trataría de Un nuevo amor3
que hunde sus raíces en este Real en su cara de imposibilidad, que no elimina
ni el azar ni la posibilidad que cada encuentro y lazo abre a lo nuevo. Una
experiencia inédita y poética que nos permitirá afrontar lo destructivo inhe-
rente a nuestra cualidad de humanos, dando lugar a una alternativa todavía
desconocida y que no desemboque en la destrucción y la guerra de siempre,
donde ya sabemos que todos saldremos perdiendo y siendo peores.
2 De Francisco, 2012.
3 Lacan, 2012.
188
Feminismos y problemáticas de género:
Las asignaturas pendientes en los espacios educativos
Angelina Uzín Olleros1
189
una racionalidad específica del pensamiento feminista hasta la actualidad.
El recorrido de las mujeres en todos los aspectos que van desde lo cultural,
social, económico, político hasta los que Paul B. Preciado denomina las
“prácticas subversivas de identidad sexual”, su estatuto requiere de una
revisión cargada de historicidad, polémica y presentación de cuerpos, su-
jetos, mentalidades, que han sido arrojadas a la escena pública y privada;
olvidadas, negadas y subestimadas hasta el presente. A pesar de la visibili-
zación de estos temas y problemas en la actualidad, todavía las problemá-
ticas de género, el feminismo y el postfeminismo continúan siendo una
excepción, no la regla.
Podemos considerar diferentes aspectos del concepto de “feminismo”
haciendo una distinción entre teoría y acción, sin embargo, desde alguna
perspectiva puede resultar arbitrario, habida cuenta que cuando se trata de
feminismos se requiere cierto nivel de militancia o si se prefiere de acción
reflexiva. Al mismo tiempo debemos considerar la denominación de “pos-
tfeminismo” atribuida a un conjunto de problemas y circunstancias abor-
dadas a partir de la década de los años 90, en particular por la recepción de
la filosofía francesa postestructuralista por parte de intelectuales norteame-
ricanas y el caso Preciado2 en el pensamiento europeo de transición entre
los siglos XX y XXI.
Un aspecto a tener en cuenta es la teoría, en el campo académico, ex-
presado tanto en su faz investigativa como en las producciones teóricas y la
incorporación de sus análisis en espacios curriculares, programas y proyec-
tos; la teoría feminista encuentra en Simone de Beauvoir una referente que
durante gran parte del siglo XX expuso a través de su obra un posiciona-
miento filosófico dando argumentos a varias generaciones de catedráticos
del universo educativo, sin embargo, en nuestras universidades, tomaron
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
2 Preciado, 2017.
190
las mujeres, a lo sumo han sido consideradas como las compañeras de un
varón, o por ser su madre o su hija. Incluso muchos descubrimientos cien-
tíficos atribuidos a hombres opacaron la figura de mujeres que participaron
activa y decididamente en esas actividades.
Otra cuestión relativa al feminismo son los movimientos feministas
(acción), que incluyen las luchas y los reclamos en el espacio público, los
derechos laborales y la incorporación de la mujer al ámbito político. En el
caso de los feminismos latinoamericanos son movimientos que expresan
una complejidad de origen, de herencias y exilios; pensemos en la pobla-
ción de Brasil o la de México, ancestros afroamericanos, ancestros amerin-
dios, y así sucesivamente. Más que un obstáculo estos componentes han
sido y son una oportunidad de riqueza espiritual, autoconciencia propia y
ajena al mismo tiempo; las mujeres expresan la otredad, la mezcla, la im-
pureza, la transmigración de las almas que viajan desde lejos a posarse en
esta región, en estos mapas multicolores y multiformes.
En su libro Ana de Miguel (1995: 217) distingue entre un feminismo
socialista cuya principal representante es Flora Tristán, el marxista en el
que se destaca Alejandra Kollontai y el anarquista por Clara Zetkin. Estos
grandes grupos se encuentran ubicados en el feminismo moderno, que co-
mienza con la Revolución francesa principalmente, haciendo la distinción
histórica de un feminismo premoderno representado por pensadoras de la
antigüedad y el Medioevo. En lo que ella denomina las actuales tendencias
feministas destaca la producción de Judith Butler, quien ha tenido una
especial relevancia en los actuales estudios relativos a las problemáticas de
género dentro del postfeminismo.
Exclusión y olvido son dos aspectos que hoy se resaltan para marcar la
ausencia de las mujeres en la educación formal, tornándose una verdadera
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
191
de ideas, que organizan la capacidad de examinar, criticar e interrogarse,
también de modo novedoso” (Femenías 2019: 34).
Los hombres estuvieron siempre identificados con la racionalidad do-
minante y excluyente, en cambio las mujeres deben esforzarse por mostrar
o demostrar que también son capaces de razonar y reflexionar al mismo
nivel. La dependencia económica y espiritual de las mujeres las llevó a ser
consideradas menores de edad, heterónomas e inmaduras en la historia de
las ideas; basta con tomar un libro de antropología para ver con claridad
el papel que ocuparon las mujeres en la cultura europea y en las colonias
donde el poder patriarcal y hegemónico logró una vasta reproducción de
prácticas e ideologías en los continentes que fueron colonizados, Segato lo
considera de este modo:
192
La historiadora Karen Offen3 presenta tres criterios para identificar el
feminismo: la aceptación de la validez de las interpretaciones de las muje-
res sobre sus experiencias y necesidades, oponiéndose a criterios inventados
alrededor de ideales estéticos o psicológicos de belleza, fragilidad, langui-
dez, infantilismo, entre otros, identificables hasta hoy. Exhibir incomodi-
dad, molestia y oposición ante la injusticia, la violencia y la desigualdad,
legal o consolidada por las costumbres, que se ejerce sobre las mujeres y
otros grupos vulnerables. Abogar por la eliminación de tales injusticias,
discriminaciones, fuerzas coercitivas o prerrogativas de unos sobre otros,
buscando transformar ideas, situaciones y prácticas sociales. Estos criterios
pueden aplicarse tanto a la dimensión teórica conceptual de los feminis-
mos como a las luchas motorizadas en protestas y reclamos en el ámbito
público o privado institucional.
La propuesta de integrar ambos sentidos, teoría y acción, pueden verse
en una multiplicidad de ejemplos de lo que denominamos “acción reflexi-
va”; Flora Tristán vinculaba las reivindicaciones de la mujer con las luchas
obreras, en 1842 publicó Unión obrera, presentando el primer proyecto de
una Internacional de Trabajadoras, en ese texto decía que la mujer es la pro-
letaria del proletariado porque hasta el más oprimido de los hombres quiere
oprimir a otro ser: a su mujer. Residió un tiempo en Perú y la genealogía
del feminismo latinoamericano la reconoce como una de sus impulsoras.
Virgina Bolten en 1896 junto a un grupo de operarias de la fábrica donde
trabajaba, editó en Buenos Aires el primer periódico anarcofeminista de
Latinoamérica denominado “La voz de la mujer”; en él denunciaba la si-
tuación de la mujer trabajadora a finales del siglo XIX, la doble explotación
a la que era sometida por su condición de clase y por su género. “Ni Dios,
ni patrón ni marido” fue el lema; el primer número salió el 8 de enero de
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
1896, tenía cuatro hojas y la tirada no superó los dos mil ejemplares, era
financiado por ellas mismas, debido a las complicaciones para imprimirlo
y distribuirlo, en enero de 1897 salió publicado por última vez.
Las luchas y las conquistas por alcanzar mejores condiciones de trabajo
e independencia económica se sumaron a las relativas a los derechos políticos;
3 Offen, 1991.
193
el movimiento de las sufragistas estuvo liderado por mujeres de la burgue-
sía, pero también participaron integrantes de la clase obrera; en Estados
Unidos e Inglaterra fue donde este movimiento tuvo mayor desarrollo y en
consecuencia mayor repercusión al resto de nuestro continente sudameri-
cano. En 1848 las sociedades antiesclavistas de los estados norteños fueron
donde Elizabeth Candy Staton convocó al primer Congreso para reclamar
los derechos civiles de las mujeres, su discurso de apertura se transformó en
una Declaración de Principios que inspiró duras luchas para llegar en 1920
a que la enmienda 19 de la Constitución norteamericana reconozca el de-
recho al voto sin discriminación de sexo; sin embargo en América Latina el
sufragismo no tuvo la misma relevancia que en Estados Unidos y Europa.
En Argentina las luchas de las mujeres por sus derechos se dividieron en
una corriente burguesa y otra de tendencia sufragista; en esta última militó
Carolina Mazzilli, joven obrera, escritora y militante socialista, también
otras figuras como las hermanas Chertkoff y Raquel Camaña, propulso-
ra de la educación sexual en las escuelas. Desde 1900 surgieron diversos
centros y ligas feministas, en 1918 se funda la Unión Feminista Nacional
con Alicia Moreau de Justo; en 1920 se crea el Partido feminista latinoa-
mericano dirigido por Julieta Lanteri, en 1929 se publicó un “Planisferio”
indicando la posición de los derechos políticos de la mujer en el mundo.
Las mujeres adquirieron un rol relevante en la escena política argentina
con Eva Duarte de Perón quien promovió en 1947 la Ley de derechos
políticos de la mujer.
El nuevo feminismo comienza a finales de los años 60, los ejes temáticos
fueron los de la redefinición del concepto de patriarcado, el análisis de los
orígenes de la opresión de la mujer, su rol en la familia, la reformulación
de la separación de lo público y lo privado a partir del slogan “lo personal
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
194
género y los femicidios, la lucha por las nuevas identidades, las comunida-
des LTGB, el avance que significaron en nuestro país las leyes de identidad
de género y el matrimonio igualitario, van perfilando nuevos escenarios
públicos y políticos de lucha y conquistas sociales. En Bolivia el Feminis-
mo Comunitario es liderado por Adriana Guzmán quien hoy difunde en
los medios las razones del golpe de Estado perpetrado al gobierno de Evo
Morales mostrando el componente racista de grupos que ven amenazados
sus privilegios por la importancia de la comunidad indígena en estos años
de gobierno de Morales y García Linera, ambos fuera de su país por razo-
nes de seguridad.
dos sexos, tampoco una contradicción que debe ser superada, los feminismos
se debaten en problemáticas de género que apuestan por resolver las violen-
cias cotidianas sobre nuestros cuerpos, sobre las vidas y los proyectos de las
mujeres, mujeres de hecho y mujeres que se autoperciben como tales.
4 Disponible en https://www.pagina12.com.ar/230580-el-golpe-de-estado-en-bolivia-es-racista-
patriarcal-eclesias
195
Por último, la consideración del denominado postfeminismo que in-
corpora nuevos tratamientos a las problemáticas de género generando una
ruptura con lo que habían planteado diversos esquemas de pensamiento y
acciones de resistencia frente a situaciones de injusticia o exclusión. Una
de las categorías que caracterizan esta instancia postfeminista es el de “con-
trasexualidad”, como la define Preciado:
Si ahora tuviera que volver a escribir este libro, incluiría una discusión sobre
el transgénero y la intersexualidad, sobre cómo se activa el dimorfismo de
196
género ideal en ambos tipos de discursos, sobra las diferentes relaciones que
estos temas establecen con la intervención quirúrgica. También incluiría una
discusión sobre la sexualidad radicalizada y, concretamente, sobre cómo los
tabúes en contra del mestizaje (y la romantización del intercambio sexual in-
terracial) son básicos para las formas naturalizadas y desnaturalizadas que el
género adopta (Butler 2018: 31-32).
Referencias bibliográficas
197
Segato, Rita (2015) La crítica a la colonialidad en ocho ensayos. Y una antropología
por demanda. Buenos Aires. Prometeo. Segato, Rita (2018) Contra-pedagogías
de la crueldad. Buenos Aires. Prometeo.
Vázquez Laba, Vanesa (2019) Feminismos, género y transgénero. Breve historia desde
el siglo XIX hasta nuestros días. Buenos Aires. UNSAM.
198
Crip y defferencia:
mutaciones del Otro en las diversidades corporales1
José Ángel Rodríguez Ribas2
Los lazos sociales tienen esas cosas. Que basta que estés dándole vueltas
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
a algo para que alguien llegue y te diga que nos cuentes algo sobre eso. Así
1 Esta ponencia preserva el registro oral y presencial con el que fue escrita para ser leída en una
Jornada sobre diversidad corporal y funcional, en Tenerife (Adeje).
2 Médico. Psicoanalista. Psicomotricista. DEA y Doctor en Medicina (Psiquiatría y Salud Mental.
US). Doctor en Filosofía (US). Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Aso-
ciación Mundial de Psicoanálisis (AMP. París).
199
que cuando fui invitado a que hablará, en mi propia isla, acepté sin pesta-
ñear. Y digo identificado a ella pues, como veremos, los cuerpos de los seres
hablantes en su condición fronteriza, en sus litorales, no dejan de ser como
islas, abiertas y cerradas, en medio de un espacio inmenso marítimo. La
tercera consideración, es que allá cuando piensas algo, lo más seguro es que
alguien ya lo pensó antes. Como el propio inconsciente, que es un saber
que no se sabe que ya se sabe, un no-saber, todo lo que pueda enunciar acá
no es más que la elaboración, escrita bajo un personal estilo de palabras
de otros que fueron proferidas incluso bastante antes. Justo igual que el
cuerpo, por cierto.
Porque la pregunta, la verdadera pregunta que no cesamos de plantear-
nos y por muchas respuestas que se hayan dado casi nadie parece resolver,
es qué es un cuerpo. Como bien decía Lacan, tomándolo de Spinoza, el
cuerpo es un “misterio” pues “nadie sabe lo que puede un cuerpo”.
Estos preliminares son los que condicionarán lo que pretendo exponer;
enmarcado por las referencias epistémicas que a uno le determinan que
provienen de la filosofía, la medicina, la psicomotricidad y el psicoanálisis.
Porque claro, lo candoroso sería pensar que hablamos de lo mismo
cuando nos remitimos al cuerpo. Y, en segundo lugar, que la vivencia del
cuerpo fue siempre igual a lo largo de la Historia acontecida cual objeto
transcendente, inefable e inmutable.
Lo cierto es que, tanto cada cuerpo tiene su historia en la medida que
una historia se encarna en ese cuerpo, como que existe una auténtica His-
toria del cuerpo. Si seguimos los ensayos de R. Sennett3 o los volúmenes
de Corbine y Courtine,4 veremos que el cuerpo se vestía, se movía y ac-
tuaba distinto a lo largo de la Grecia clásica, Roma, el cristianismo y así
hasta la Modernidad o la post postmodernidad llegando a la actual época
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
3 Sennett, 2007.
4 Corbin et al., 2005, 2006.
200
miento alucinatorio seguido de un delirio de destino?, ¿de cuándo datan
la esquizofrenia…o el autismo mismo? Estamos tentados a decir que si,
que en el fondo no dejan de ser diferentes lecturas para un mismo aconte-
cimiento somático, la una de orden científico y la otra religiosa. Es decir,
que cambiarían los síntomas, la manera de manifestarse, pero que la propia
vivencia perceptiva y sensorial del cuerpo, esa sí que sería inmutable. Lo
evidente es que lo que no cambia es el organismo. El ciclo glucogénico
ese sí que es inmutable. Conocido o no, lo fisiológico del cuerpo tiene sus
propias leyes y esas no admiten otra lectura que no sea la medición o la
evaluación médica. Pero sería del todo una ingenuidad pensar que el todo
del cuerpo se reduce al organismo.5 Una cosa es que se padezca de una
neoplasia, algo muy objetivo; y otra, bien distinta, es como esa lesión sea
tomada personal, social y comunitariamente en un tiempo concreto. A
ese cuerpo social, antropológico y cognitivo, Lacan le denominó el cuerpo
Imaginario. Y otra más distinta aun, es como se viva subjetivamente, el
valor que se le dé e incluso lo que cada quien haga con ella. A ese cuer-
po, absolutamente particular, irrepetible e histórico, el de los nombres y
apellidos de cada un@, le nombraremos cuerpo Simbólico. Por último, a
las primeras inscripciones, huellas o trazos del universo simbólico sobre el
organismo, a la cartografía y caligrafía libidinal de la carne, a su imposible,
por su parte, fue nombrada como lo Real del cuerpo.6
Pues bien, si admitimos esta lógica, no habrá más remedio que colegir
que un cuerpo, “eso” que llamamos cuerpo, no es más que la interrelación
de lo real, simbólico e imaginario dado en cada sujeto. Y que, aunque lo
real del organismo sea igual para todos, en la medida que no existen dos
historias humanas iguales, porque no puede haberlas, la consecuencia será
que, creámoslo o no, no existen ni existirán dos cuerpos humanos iguales,
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
5 Incluso —en la medida que cambian los determinantes del Otro, es decir, el lenguaje y la cultu-
ra, las maneras de entender la higiene, la alimentación etc.— estaría por explorar las variaciones
fisiológicas experimentadas en el organismo humano: está por hacer una antropología fisiológica.
6 Como no recordar acá, algunos textos de Jean-Francois Lyotard: Dispositivos pulsionales. 1981.
Ed. Fundamentos. Madrid; Economía libidinal, 1990, Fondo de Cultura Económica, México.
201
viven y experimentan de la misma manera según qué época. ¿Por qué? Porque
cada época, como muy bien supo distinguir Foucault, tiene sus propios
determinantes simbólicos, sus modos y discursos dominantes o, mejor, su
marco epistemológico que, enhebrado en cada sujeto, hace que no se vi-
van, perciban, ni se experimenten de similar manera. Esto es lo que deno-
miné hace algún tiempo como las mutaciones del Otro7 y que complejiza
enormemente algunas cuestiones como las que hemos apuntado.8 Por eso,
y aunque moleste a algunos, aunque sí pueda decirse que hay una ciencia
del organismo humano, por mucho que nos empeñamos, no puede haber
una ciencia de la vivencia corporal subjetiva... precisamente porque se trata
de eso, de su subjetividad.9
Alguien tan poco dudoso de a-cientificismo como el Dr. J. Lacan, y
ya desde 1936, trato de explicar eso tan extraño y siniestro como que
7 Aunque no sea el lugar conveniente para desarrollar esta hipótesis —aunque recorra transver-
salmente la ponencia— partimos de la suposición que el Otro, el tesoro, la materialidad de los
elementos de Lalangue y el Lenguaje (hecha de números, cifras, letras, palabras, fonemas, pensa-
mientos, de estructuras, cadenas, fórmulas etc), en tanto no-existe (J-A. Miller), no es algo estático
e inamovible sino más bien dinámico, castrado y mutable históricamente. Y si bien el inconsciente
está estructurado como un Lenguaje, este lenguaje puede serlo tanto lingüístico como matemáti-
co. Desde otro lado, consideramos el Discurso del Capital formulado por Lacan, como una suerte
de contra-discurso, “im”-discurso, de falso discurso, que, recusando cualquier condición de impo-
sibilidad, forcluyendo los lugares y estableciendo una cadena aritmética equivalencial de Unos,
tiene por misión impedir el establecimiento de cualquier lazo discursivo. Siguiendo a Heidegger,
entonces, sostenemos que con la irrupción de este discurso lo que se ha ido operando es una os-
cilación y balanceamiento que va desde la palabra y la letra a la cifra y el número. De tal manera
que un sujeto, aunque no deja de estar inscripto bajo las especias del Leguaje, sin embargo, si que
podría advenir al mundo no tanto como un objeto causa de deseo del Otro sino como objeto de
goce fantasmático de un Otro, al modo de una “mercancía”. Llevando al extremo esta elucubración
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
(que debería ser verificada) lo que sostenemos acá es que estas mutaciones del Otro que mentamos
no serían tanto antropológicas —subjetividades neoliberales— que también, como radicalmente
ontológicas respecto a su real. Es decir: que la irrupción del Capital en el universo simbólico de los
cuerpos parlantes afectaría de pleno al propio proceso de subjetivación-corporización.
8 Porque si bien lo real de cada sujeto predetermina la posición estructural en que habitará el len-
guaje no es menos cierto que la relación con lo real, su construcción, vendrá dada por los recursos
simbólicos que le fueron transmitidos en un tiempo anterior.
9 Y entonces sólo nos quedan dos opciones epistémicas y pragmáticas: o se escucha al sujeto que
porta un cuerpo, a riesgo de no ser científico... o atendemos a aquello que es universal al mamífero
homínido, genética y etológicamente programado.
202
los humanos puedan reconocerse a sí mismos delante de un espejo. ¿Han
visto algo más fascinante que un infante de apenas año y medio haciendo
morisquetas, agitando las manos o sacudiendo la cabeza delante de un espe-
jo? ¿Y qué me dicen de los niños que huyen despavoridos de su sombra? ¿O
esa señora que va a abrazar a sus nietos...y ponen cara de que irremisible-
mente van a ser engullidos por una gran boca? Pues bien, Lacan retomando
algunas notas de H. Wallon en su texto del Estadio del Espejo, recuerda que
hay un momento en que los humanos nos percibimos como una totalidad
unificada. Pero que esa unificación especular sólo se mantiene a condición de
la existencia de un primer Otro que lo sanciona diciéndole: “si, tú eres ese…”
para que más adelante él pueda decir “ese... soy yo”. Fijémonos en la trascen-
dencia de todo esto: que nuestro cuerpo, el cuerpo que en cada quien sufre y
goza... no es más que la consecuencia de la lectura y significantización que hizo
un primer Otro, también llamado Madre, sobre esa carne venida al mundo.
Si quieren lo explico de otra manera. En la constitución de eso que lla-
mamos Cuerpo no interviene tanto la carga genética, que también, como,
sobre todo, la transmisión simbólica, histórica y familiar. No voy a entrar
en quien se lleva la peor parte, pero como sabemos ese proceso de sub-
jetivación, de inscripción de las huellas parentales en los rasgos carnales
de cada quien es indisociable al establecimiento de los primeros vínculos
significativos y primeras identificaciones, es decir, la construcción de una
identidad corporizada. Por eso, decir imagen del cuerpo, realidad, concien-
cia y yo… puede ser prácticamente lo mismo. Esta es la razón por la que en
puridad no podemos decir “somos cuerpo”, aunque alguien tan reputado
como Merleau-Ponty pensara que el ser de cada quien estaba en lo inefable
de su cuerpo sentido, matriz de su vivencia existencial. No. Para decir “este
soy yo” se necesita un proceso de lo más sofisticado que implica tanto la
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
10 Propiedad que nunca es inmanente, ya dada, sino como apropiación expropiada, im-propia.
203
Pero les aseguro que eso que he descrito de manera un tanto apresura-
da… no siempre se da así. No está para nada garantizado que ese sujeto por
advenir al mundo sea esperado por algún primer Otro, tenga un lugar en
el mundo. No está acreditado, tampoco, que haya alguien que le reconozca
como propio pero separado diciendo “ese… eres tú”. Y tampoco nada con-
firma que alguien, en tanto sujeto pueda colocarse por “fuera” de si para
decir…” ese…soy yo” o “este… es mi cuerpo”. “Hoc est enim corpus meum”,
dicen las Sagradas Escrituras. ¿Por? Sin hacer apología de teología alguna,
es verdad que fue el Verbo al trazarse, inscribiéndose, sobre la Carne el que
devino en Cuerpo…a costa de tener que ceder un pequeño trozo, despren-
derse de su objeto de goce, su libra de carne.11
2. Cuerpos fatuos
204
hecho, nunca el cuerpo había sido tan “insoportable” para los seres hablantes.
El deber de estar a la altura, el deber de normalización y homogeneización
se vuelve insufrible para los que creen no poder llegar, en la medida que
nunca se llega. No hablaremos acá de la proliferación progresiva de las pa-
tologías llamadas psicosomáticas: dismorfofobias, alteraciones del esquema
e imagen corporal, trastornos de la conducta alimentaria, bulimias... o del
control de esfínteres, encopresis, enuresis etc. O de la esfera tónico-mo-
triz, hiperactividades, sincinesias, distonías, fibromialgia, trastornos de la
coordinación, torpezas, impulsiones y pasos al acto, dishabilidades gráfi-
cas, manuales... Por no citar verdaderas afectaciones de órganos: desde sín-
tomas dermatológicos, respiratorios, cardíacos, digestivos o neurológicos.
No mentemos, además, el correlato psíquico que acompañan a dichas
afecciones: ansiedades, depresiones, déficits atencionales, frustración, an-
gustia y pánico. Junto con las hipocondrías, las conversiones, las adiccio-
nes, incluso, verdaderas alucinaciones y delirios de órganos. Si a esto le
acompaña la última clasificación internacional de enfermedades, el DSM
V, donde casi cualquier esfera de la vida, cualquier sufrimiento cotidiano
es susceptible de ser considerado una enfermedad hasta multiplicarse hasta
el infinito, tendremos el cocktail perfecto para hacer de este objeto (al igual
que las subjetividades contemporáneas) tanto más adorado, como decía
Lacan, mayor objeto de culto cuanto más inconsistente y “debilizado” se nos
presenta. Que es como decir, que, en adelante, prácticamente, no habrá
patología alguna que no vaya acompañada de su cortejo psíquico. Cada
vez más, las patologías de los cuerpos-hablantes son y serán somatopsíquicas.14
Se puede entender así, que habitamos un tiempo donde los humanos
reclaman su derecho a “escribirlo todo”, en el sentido de hacer acto de su
goce singular —una era de Escritura generalizada—15 donde de casi todo se
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
205
la comunidad de los humanos, tras el influjo Moderno y su promoción del
sujeto se volvió más tolerante, diversa, inclusiva y múltiple. No sucede así.
Justo por lo dicho antes, porque detrás de la aparente variedad y liquidez
—como apuntan Deleuze, Lyotard, Debord o Sloterdijk— de las formas
de amor, de trabajo, de relaciones familiares, de pareja de sexualidad etc.,
subyace siempre el imperativo superyoico de normalización vehiculada
por los medios de comunicación y las divulgaciones sanitarias. Todo, en
el llamado por Lacan discurso del Capital, está puesto para decirnos cómo
hay que vivir y cuál es la mejor manera de hacerlo: sus sacerdotes son ungi-
dos como “expertos” y su objeto de gestión, de evaluación y control, es el
“capital humano” que debe ser gestionado…siempre por su bien. Desde
otro costado, el odio, forma parte de nuestro proceso de humanización. Y al
igual que había algo en lo humano que permite unificar los trozos de su
cuerpo en una imagen que reconocemos como propia, pagando su precio,
también hay algo en lo humano que hace que el goce del otro sea insopor-
table: porque el otro, creemos, siempre goza más y mejor que nosotros:
una suerte de “envidia originaria”, pareja a la culpa, es la otra cara de la
individuación, que implica que lo que sea distinto a lo nuestro, lo extran-
jero, sea siempre vivido como sospecha.16 Es decir, que junto al hecho de
que los cuerpos se han ido debilizando cada vez más debe añadirse que se han
vuelto más defensivos con las nuevas experiencias y con los otros. En esta
diversificación de lo Uno, pero también competición desaforada, no pode-
mos olvidar las modas. Si, digo bien, modas a niveles de ideales, a niveles
clínicos y a nivel social.
Vivimos entonces, en una época inédita en la historia…bastante rara,
por cierto. Fascinante, crispada y, a la vez, previsiblemente aburrida y cre-
puscular. Donde se puede apreciar más a un caniche de raza que un niño
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
indio con mocos, de los barrios de Calcuta, Perú o Sao Paulo. Donde
conviven gays y adictos junto con ideólogos de la pureza de la raza o neohi-
gienistas, que siguen proponiendo eliminar o modificar genéticamente las
206
cualidades humanas en aras de eso tan espurio llamado progreso (¿de qué,
de quién, para quién?). Donde el hedonismo del disfrute momentáneo
olvida todo pasado y todo futuro distintos... porque hagas lo que hagas,
nada puede cambiar. Donde los Transhumanistas ponen todo su empeño en
la revolución técnica como factor liberador, cuando hay otros que porfían
por una vuelta a los presuntos valores llamados “tradicionales”. Una época
esta, donde cualquier objeto o comportamiento puede estar en el candele-
ro, donde se exhiben las contradicciones más flagrantes, donde la razón ya
no es garantía de nada, donde se muestran las diferencias económicas del
exceso más obsceno con las carencias más básicas, donde los afectos y la
imagen de la pantalla tienen autentico valor de verdad, donde todo, prácti-
camente todo, puede encontrar un sentido que lo justifique (es el llamado por
F. Berardi: “semiocapitalismo de la infoesfera”).17
Una época, entonces, donde el discurso del Todo-Posible del Capital,
lenta pero inexorablemente, realiza su labor depredadora y enmascaradora
de lo más Real que nos constituye: el tiempo, el cuerpo y la palabra. Pero,
sobre todo, yo diría, una época donde fascinados por la técnica los huma-
nos se despreciaron tanto. En la era de la mayor globalización económica,
cultural, mediática etc., nunca los humanos fueron tan insoportables para sí
y para con los otros. Es decir, se borraron las diferencias clásicas del Leib
y el Korper, entre el Cuerpo “humano” viviente y el puro organismo ins-
tintual. O si quieren, que nunca estuvo tan presente la pregunta de qué
es lo que convierte en Humano a alguien o, que hace que un humano
sea Humano para un otro. Lo cual, no hace falta que lo recuerde, no está
para nada garantizado. No por nada, la contemporánea política lo es de
la gestión de los cuerpos reducidos a cosa mercantil: la movilización o
la muerte de pueblos enteros en nombre del “interés” (se dice general,
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
que esconde el de algunos, muy pocos) nos retrotrae a una dura realidad
que ya se ha vuelto carnal. El neohigienismo y el postfascimo que van
imponiéndose no guardan recato alguno a la hora de lanzar su mensaje
segregador: “sólo merecen vivir aquellos que hayan conseguido méritos
suficientes para hacerlo”.
17 Berardi, 2007.
207
Resumiendo: el Discurso del Capital, como auténtico contra-discurso,
tiene por misión hacer desaparecer los cuerpos-hablantes18 para producir nue-
vas corporizaciones neoliberales,19 tal y como desde hace tiempo insisten
algunos autores, especialmente Jorge Alemán.20 La guerra generalizada en
la que estamos inmersos, esta lucha a muerte por el prestigio de lo Uno, es
el más “vivo” ejemplo de ello.
3. Cuerpos diferentes
18 Pues bien puede pasar que el sujeto, al menos como lo entendemos hasta hoy en día, termine
siendo una suerte de ontología negativa: “sujeto, parlêtre, cuerpos hablantes…sería todo aquel
resto, yecto, residuo, que queda por fuera de la cadena equivalencial, que el discurso del Capital
aspira”
19 Rodríguez Ribas, 2018.
20 Alemán, 2014.
21 Bourdieu, 2002.
208
con déficits sensoriales hasta los cuerpos que visten distinto; desde los cuer-
pos Queer hasta los cuerpos modificados, tatuados, disfrazados, operados;
desde los cuerpos sin órganos, deleuziano, a los cuerpos trash y abyectos, desde
los cuerpos emigrantes hasta los cuerpos escondidos, avergonzados, desde
los otaku o ikikomori hasta el colonialismo estético de los cuerpos Barbies del
llamado primer mundo: cuerpos, todo ellos, tan mirados diferentes cuanto
menos se soporta la diferencia, lo distintivo, lo original, lo raro...
No en vano el cuerpo de los seres hablantes, se ha convertido en el centro del
campo de batalla de las reivindicaciones contemporáneas. Como bien adelan-
taron Foucault, Agamben, Espósito, Rella, Nancy, Negri, Butler, Debord
y tantos otros, vivimos tiempos Biopoliticos,22 tiempos anatomopolíticos e
incluso, como algunos denuncian, thanatopolíticos. No es ya en la Historia,
la tradición, la autoridad, los valores o las ideas lógicas sino en los cuerpos
“afectados” o conmocionados, donde están convergiendo todas las postre-
ras demandas al convertir el cuerpo en un supuesto dique frente a la de-
gradación y expropiación neoliberal de los recursos subjetivos. El aborto,
la tercera edad, los feminismos, la diversidad funcional, la xenofobia, los
sexismos, los afectados por las hipotecas, es decir, los movimientos sociales
de base, que consiguen alguna hegemonía emancipadora y antagónica, lo
son porque es en la política de los cuerpos donde se produce una verdadera
dislocación política y sociedad. La teoría Queer junto con los estudios post-
coloniales, de género y la teoría Crip son paradigmáticos en este sentido.
Bajo la intención de integrar y adaptar, numerosos programas de in-
clusión educativa, sanitaria o social, a menudo se ha tratado de crear las
condiciones para que cualquier sujeto llegue a estar a la altura de lo que
la sociedad le demanda, facilitando los medios o recursos para ello. Por
supuesto, que los beneficios de este giro son indudables y no seré quien los
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
209
La pregunta que muchos se siguen formulando es: ¿eso es todo lo que
la Sociedad pueda dar de sí?, ¿queda algo, aún, por fuera de la contabilidad
del goce?, ¿sigue necesitada la sociedad de sostener categorías como los
distintos, los no integrados, los marginados etc., para dar consistencia a su
propia normalidad y homogeneidad?, ¿queda claro que todos los etique-
tados bajo un determinado rasgo, quieren y necesitan lo mismo? Es más:
¿interesa algo lo que ellos mismos quieran decir, se les escucha o, peor aún,
se da algún valor a lo que tengan que decir? Como vemos, la cuestión de la
alteridad, la Otredad, es tocada desde en sus más íntimos cimientos cuando el
sujeto es traído a la picota. Efectivamente, hemos llegado al tiempo en que
la apelación a la “tolerancia” parece haber tocado techo, máxime ante la
recurrente falta de disimulo de ciertos “neofascismos” que exhiben sus con-
signas conminatorias; pero donde tampoco sirve apelar al retorno nostálgi-
co de supuestos valores, modernos, igualitarios, ya periclitados, porque el
orden actual y su razón contable han venido para quedarse.
Por lo tanto, la pregunta que se plantea en este estado de la cuestión
es la de si algo puede hacerse que no sea morir matando, adaptarse o rei-
vindicar entre tanto ruido; si hay algo que pueda quedar por fuera de las
meras descripciones derrotistas de numerosos ensayistas actuales e, incluso,
si el universo simbólico, con su rigidificación estructural,23 puede dejar al-
gún margen para que la polisemia requerida en sus procesos subjetivadores
pueda horadar y conmover los cuerpos-Otros.
Uno de los más loables intentos en este sentido, es el propuesto por
la Teoría Crip,24 hermana de la teoría Queer. Como dice su autor, Robert
McRuer, el término: “Crip” es una palabra peyorativa, cuyas connotaciones
negativas (relacionadas con el estigma y la burla: “cuerpos tullidos”) acarreará
siempre. Al mismo tiempo, crip es una palabra que las mismas personas a las
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
23 Hablamos de “estructuras rígidas”, en el sentido que lo hace J. A. Miller al referirse a las “his-
terias rígidas”. Estamos tentados a decir: rigidificación significante, petrificación fantasmática y
licuefacción semántica…
24 Moscoso Pérez, Arnau Ripollés, 2016.
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desde la cual es posible cuestionar el ideal de completa capacidad física,
siendo descrita como una discapacitación consciente. Por lo que se refiere a
la creación de identidades la Teoría Crip utiliza el concepto de performa-
tividad de Judith Butler: según esto, las identidades de los capacitados se
crean cuando estos tratan de parecerse al ideal del individuo capacitado
físicamente (“perfecto”). Sin embargo, no se nos puede escapar que esta
teoría propone un cuestionamiento del Otro a partir de la asignación de
nuevas identidades confrontadas a ese mismo Otro.
De ahí que, al margen de posiciones reivindicadoras, que en última ins-
tancia perpetuarían su status quo en lugar de vaciarlo bajo otro fundamento
brota lo que en su momento denominamos una ética de la Defferencia.
La Defferencia, a muy grandes rasgos, consistiría en el cerco contin-
gente e imposible entre la diferencia, como diferencia-diferida, de Derrida
y lo inefable del rostro del otro de Levinas pasando por el inconsciente
freudiano y el inconsciente es la política, lacaniana. Desde una política de la
subjetividad corporal donde lo Común, tal y como enuncia J. Alemán, es
justamente que no hay nada en común excepto el Lenguaje y la historia;
de la que emerge una comunidad de corporeidades múltiples en las que
cada quien, en su particular posición ética y no sin el Otro se las tenga que
arreglar de la mejor manera asumiendo la responsabilidad de sus elecciones
sintomáticas y la singularidad de su goce.25
Una ética como decisión particular que no sea moral prescriptiva y
adoctrinadora. Donde más allá de cualquier marca o trazo y en virtud de
un deseo orientado pueda llegar a consentir o condescender el goce del otro
sin, por eso, tener que inmolarse en el altar sacrificial del propio. Una ética
que en su verdad apunte a ese real imposible, paradojal y contingente que
nos constituye: el tiempo, el cuerpo y la palabra; en la producción de algu-
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
nos de sus dispositivos —si se les puede llamar así— como: la presencia, el
testimonio, la transmisión, el encuentro, el deseo, el acontecimiento, los afectos,
la transferencia, la poética, el trauma…
Es bajo estas premisas que otro de los nombres que puede tomar la
defferencia es la Feminidad, en el sentido lacaniano del término o bajo la
25 Alemán, 2012.
211
aproximación levinasiana:26 una lógica de lo Heteros, que haga lugar y acoja
en su seno a eso Otro que no tiene lugar, a ese goce Otro, a la otredad extra-
ña, extranjera, ajena, por la cual que el hecho mismo de emerger como su-
jeto no va sin su incompletud e inconsistencia, fundantes. En consecuencia,
una ética heterófona, una alterética, en que el enunciado oracular, alegórico,
indecible o enigmático adquiera toda su pertinencia en la construcción de
nuevos decires para otros-Otros. Una posición heteroOtra, valga la redundan-
cia, que ponga por delante el “me importa” de ese ser-ahí-con27 al cuidado de
los humanos por encima de todo, por si mismos y porque lo son.28 Como el
propio psicoanálisis, en la acción imposible —junto al educar y gobernar—
que implica ese encuentro, el “poner el cuerpo”, el estar-ahí-con bajo lo real de
la presencia es lo que marca y marcará cualquier diferencia futura posible.
Defferencia es también lo ana-lógico, pues lo analógico, lo metafórico de la
palabra, la letra y el cuerpo concuerdan más con la dignidad del parlêtre que
metonímico y digital del número y su cuantificación.29
“Poner el cuerpo”, fundamentalmente, al servicio del desencuentro y el
malentendido, en conclusión, puede ser una buena manera de que surja
otra enunciación, una alteridad Otra, un nuevo amor o, si se pudiese, un
decir algo menos tonto.
26 Levinas, 1987
27 De la conversación, la conmiseración, la consonancia, el consentimiento, la conformación…
También en: Esposito, 2006.
28 Donde los afectos tengan más valor las emociones, la (no)sabiduría que los conocimientos o
la relación que la comunicación. Una ética que sea poe-tica: que no arroje y abandone al sujeto a
las marcas o enseñas mercantiles; que no ponga por delante el saber cómo se debe vivir sino, más
bien, interesarse por cómo quiere vivir el otro.
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
29 Estos postulados nos abocan a un debate de mayor calado, si cabe. En la medida que el cuerpo
es la sede del Otro, Lacan dixit, y que el sujeto encuentra su objeto en el Otro, es por lo que el cuerpo
(im)propio sería aquel ente bajo cuyo encuentro pueden darse las condiciones de contingencia e
imposibilidad, es decir, de acontecimiento. Caída toda Ontología trascendental y su consiguiente
dialéctica, lo que la experiencia parece empeñada en demostrar es que es bajo lo real de la presencia
que puede emerger la posibilidad de un acto que induzca algún horadamiento en la voracidad del
Otro del Capital. No en vano ciertos movimientos emancipatorios sociales de base provenientes del
feminismo, del movimiento LGTB, de los desheredados, de las plataformas antideshaucios, de los
migrantes etc. solo pueden entenderse en la medida que se juegan (con) su propio cuerpo. Si toda-
vía el cuerpo opone algún tipo de freno, último, a la biopolítica de las Cosas… eso estará por ver.
212
Referencias bibliográficas
___ (2018): “Uno por Uno: el colmo del neoliberalismo (ontología del suje-
to numeral)”. Rev. On-line. ZADIG. En: https://zadigespana.wordpress.
com/2018/07/18/uno-por-uno-el-colmo-del-neoliberalismo-ontolo-
gia-del-sujeto-numeral/#comments.
Sennett, Richard (2007): Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización
occidental. Ed. Alianza. Madrid.
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Mujeres: sujetas políticas en la izquierda lacaniana
María Liliana Ottaviano1
1 Licenciada en Psicología (Universidad Nacional de San Luis). Magister en Salud Pública (Univer-
sidad Nacional de Córdoba). Maestranda en Teoría Psicoanalítica Lacaniana (UNC)
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un sintagma que intenta velar el carácter novedoso e innovador de la con-
fluencia de los dos términos: psicoanálisis y política.
Desde esta coordenada parte el intento de cernir o analizar de lo que
está en juego cuando hablamos de feminismos y derechos, convencida que
siempre se tratará de una apuesta sin garantías, tal como ocurre cuando
intentamos atrapar con nuestras referencias teóricas aquello que se nos
presenta sustrayéndose la mas de las veces en su verdadero alcance. Y esta
apuesta tiene mucho de conjetura y de incertidumbre al decir de Luciana
Cadahia (2018: 329).
¿Qué tiene para decir el psicoanálisis a la política?
A los fines de este artículo tomaré algunas de las ideas, que al respecto
desarrollan Timothy Appleton y José A. Raymondi (2018: 20) Podríamos
decir que el ejercicio de un pensamiento crítico constituye una praxis polí-
tica. Con lo cual el psicoanálisis es portador de un pensamiento hiperpolí-
tico, que encuentra en Lacan su más importante renovador luego de Freud.
Tomar su referencia es imprescindible para pensar la política en nuestro
tiempo desde nuevas coordenadas que conmocionan el campo de la teorías
sociales y políticas clásicas.
¿Qué del feminismo para la política?
“El feminismo funciona hoy como síntoma de la política” (Ema,
2018.). Es decir, se instala ahí donde algo no funciona para dar cuenta
de ello, nos muestra la cara más oscura y opaca del dispositivo neoliberal;
autoritario, segregativo, violento, homofóbico, excluyente.
El feminismo se nos ofrece como una oportunidad para hacer otra po-
lítica. Feminismo pensado “más allá” de la igualdad, “más allá” de lo que
atañe al derecho. Feminismo que ha hecho pie en lo discursivo, pero tam-
bién en las calles. Feminismo que es reclamo, pero también es propuesta.
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
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Cada ser parlante, dirá el propio Lacan, puede situarse a uno u otro lado
de las fórmulas. Lacan revierte la desvalorización de la mujer freudiana
afectada por la incompletud, y la ubica en relación a la función fálica de un
modo diferente. La consecuencia de esto es en una lógica no-todo que se
caracteriza por lo ilimitado, es abierta, no forma clase. La mujer no existe
como universal, solo puede hablarse de una por una.
Releyendo a la luz de este trabajo, el célebre interrogante freudiano
¿qué quiere la mujer? podríamos preguntarnos acerca de ¿qué quiere la
mujer de la política y qué quiere hoy la política del feminismo?
“De un tiempo a esta parte se ha resaltado la necesidad de feminizar la
política y lo femenino se ha vuelto un lugar de enunciación privilegiado
para hacer imaginable, una vez más, la emancipación” (Cadahia, 2018:
329). Esta feminización de la política, este lugar de enunciación privile-
giado de lo femenino implica entender las identidades como abiertas e
incompletas en sí mismas, como forma de no universalización identitaria
y como reconocimiento a la existencia del conflicto como aspecto positivo
de lo político y a modo de sustento de la emancipación la cual sólo será
posible en la heterogeneidad del espacio social con los antagonismos insti-
tuyentes. Aceptar la imposibilidad de un consenso general o de una solu-
ción política final. Una apuesta sin garantías, que se construye tanto en las
decisiones personales como en las construcciones políticas con su carácter
no natural ni definitivo, las cuales no serán eternas ni para siempre. Que
han de hacerse a partir de voluntades colectivas que están en permanente
movimiento de avances y retrocesos. Territorios en disputas que requieren
muchas veces asumir posiciones de defensivas.
El feminismo sabe —saber conjetural que se sostiene en indicios que
parten de este tránsito que va de lo más doméstico y privado a lo público
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216
sociedades modernas. Las luchas políticas y sociales de las mujeres para
alcanzar una posición más justa y equilibrada en el mundo, no han cesa-
do. El feminismo, ha sufrido profundas transformaciones, tantas como sus
convicciones e interrogantes acerca de qué es ser mujer. En sus esfuerzos
de definición, han llegado a saber algo en torno de las mujeres sin alcanzar
una respuesta universal. Vaya aquí el aporte del psicoanálisis al definir el
carácter singular e intransferible de la experiencia de cada sujeto. Obstácu-
lo con el que se encontró Freud al pretender responder a la pregunta acerca
del deseo y el goce femenino con parámetros universales.
Si para Freud el origen de la sociedad se sitúa a partir del asesinato del
padre originario, Lacan —en el retorno que hace al propio Freud— elegirá
la respuesta de Lévi Strauss para situar el origen de la organización social a
partir del intercambio de mujeres. Desde aquí parte Markos Zafiropoulos
(2017) para plantear la cuestión femenina revisando no sólo la pregunta
por la figura del padre sino también por el papel de la mujer en el plano
colectivo, en el plano del deseo y en el plano de lo político.
Hoy las mujeres somos el motor de las transformaciones sociales y polí-
ticas cuestionando las formas que asume la reproducción de la dominación
masculina. Dominación que deviene de aquel hombre triunfante de la re-
volución francesa: blanco, propietario y padre de familia (¿racista, colonial
machista y homofóbico?).
Si las mujeres somos el motor de las transformaciones sociales, si nos
estamos constituyendo en las sujetas políticas (plural que da cuenta de la
diversidad y la singularidad) capaces no sólo de cuestionar el sistema pa-
triarcal sino de poner patas para arriba la cultura machista que nos oprime,
si las mujeres somos capaces de decidir sobre nuestros cuerpos, y alojar to-
dos los matices de la diversidad, estamos haciendo de “lo político” un acto
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
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La actualidad del malestar en la cultura se manifiesta hoy en día por
el odio al Otro, sus expresiones y manifestaciones se observan no sólo en
el resurgimiento de nacionalismos, fanatismos religiosos, racismo y diver-
sas formas de xenofobia, sino también hacia las mujeres en tanto éstas
se presentan como no-semejante produciendo un efecto de “amenaza” a
la idea de universalidad que la globalización pretendía como modelo de
uniformidad identitaria funcionando como obturación de la singularidad
especialmente del goce (Miller, 2010).
Esta actualidad del malestar en la cultura puede ser tomada como una
oportunidad para que el colectivo feminista en tanto sujeto político que
adviene -no por mandato ni ley de la historia sino por construcción que
remite a muchos años atrás- pueda abrirse a un nuevo espacio que vaya
más allá de la denuncia y el reclamo al amo para posicionarse como un
nuevo sujeto histórico capaz de asumir la responsabilidad ética que exige
la emancipación. Este lugar exige además de las posiciones éticas proposi-
ciones políticas creativas. No hay fórmulas definidas de antemano. En este
sentido podemos tomar la cita que Graciela Sobral (2018: 129) hace de
Jorge Alemán: “La emancipación siempre recomienza, y en esto hay que
saber desidentificarse en el momento oportuno y no desear repetir lo mis-
mo, hay que pensar cómo retomar lo realizado en una perspectiva nueva”.
Ahora bien, estamos a tiempo de preguntarnos ¿qué del psicoanálisis
para pensar este nuevo sujeto político? Sabiendo que la relación entre psi-
coanálisis y feminismo nunca ha sido sencilla ni convergente. Pero asu-
miendo que ambos comparten una posición antiesencialista del sujeto y
una posición ética frente a la singularidad y las diferencias.
Intentaré abrirme camino a partir de hacer andar al menos tres interro-
gantes que operen como coordenadas de este análisis: ¿Qué lugar tiene el
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
psicoanálisis con su ética? ¿Su idea de sujeto singular? ¿Sus malas noticias?
Para responder al primer interrogante diré que la globalización encuen-
tra en esta fase tardía del capitalismo el territorio más fértil. El neoliberalis-
mo no es solo una ideología es un dispositivo de poder. “El neoliberalismo
se extiende no sólo por los gobiernos, circula mundialmente a través de
los dispositivos productores de subjetividad”, dirá Alemán (2013). Es el
contexto donde estamos escribiendo el texto político de estos tiempos. Y
donde las ultraderechas, de un lado y otro del mar, están produciendo su
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marca indeleble, su trazo grueso y fuerte, con el que pretenden construir
un nuevo sujeto que demanda mano dura y eliminación de toda diferen-
cia. Que no respeta las diferentes formas del goce de cada sujeto. Que
castiga el goce del otro. Es un odiar, un no soportar el goce del Otro. Y más
aún, podríamos agregar se odia la manera particular en la que se imagina
el goce del Otro.
En cuanto al segundo interrogante lo responderé desde la instancia on-
tológica o estructural, a la que llamamos primera dependencia. Para Lacan
el ser vivo deviene sujeto a través de la captura de la lengua, de ese modo
emerge el sujeto dividido como tal. Así el sujeto está fracturado por su
inscripción en el lenguaje.
El ser vivo, para ser sujeto, es capturado por el significante, incluso
antes de su nacimiento, le preceden las palabras. Esta captura supone una
impronta, singular y propia en cada uno, que precisamente es lo que te-
nemos en común: todo ser parlante, el parletre dirá Lacan, pasa por este
vacío constitutivo que nunca se va a colmar, por más que el hombre insista
sintomáticamente en velarlo (Castaño, 2018: 240).
El ser hablante sexuado y mortal nunca será representado en su totali-
dad por el lenguaje. La segunda dependencia es la que hace a la domina-
ción socio histórica, es la que hace a la subjetividad de cada momento y se
va trasformando según los condicionantes epocales.
Si las malas noticias que el psicoanálisis tiene para la política, remarco la
política no lo político, es que no hay sujeto histórico, no hay leyes de la his-
toria, no hay revolución. Hay gestar proyectos emancipatorios capaces de
articular las diferentes demandas equivalenciales, por parte de un nuevo su-
jeto político que debe advenir continuamente, sin negar las malas noticias.
Al decir de Jorge Alemán, la emancipación no cuenta con ninguna ley
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
histórica que asegure que va acontecer, es una apuesta sin garantías que no
cuenta con ningún sujeto político constituido, sino que debe advenir. El
sujeto emerge a partir de prácticas instituyentes en el común de la lengua
y articulando voluntades colectivas.
Tal como fue planteado al inicio de este artículo voy a detenerme en el
sintagma acuñado por Jorge Alemán “Izquierda lacaniana”; el que además
de implicar una lógica que contempla la dimensión de lo imposible tanto
en política como en psicoanálisis, contempla el carácter contingente de
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las formaciones sociales insistiendo en habilitar prácticas emancipatorias
que hayan duelado el concepto de revolución. Así en “Soledad: Común
Políticas en Lacan”, Alemán (2016) pone en consideración otro sujeto po-
lítico diferente al que se desarrolla desde los andamiajes filosófico-políticos
clásicos de los que haré dos puntuaciones:
Estas “sujetas políticas” que somos hoy las mujeres, lo somos en tanto
seamos capaces de sostener ese espacio diverso que representa hoy la colec-
tiva feminista. Espacio de tensiones agonistas al decir de Chantal Mouffe.
El “agonismo” supone un conflicto entre semejantes, pero adversarios a la
vez, quienes comparten determinados valores, objetivos, luchas; pero difie-
ren en cómo los interpretan, los organizan, y los representan en el terreno
de las disputas, Mouffe llama a esto conflicto consensual. Este es el campo
de la política por definición. Campo de fuerzas, de tensiones y de dispu-
tas. Forma de construir la política entre “iguales” diferentes y singulares.
Quisiera traer aquí una cita de Jorge Alemán (2016: 50), en Horizontes
neoliberales en la subjetividad:
Y este será tal vez el desafío mayor de la colectiva feminista para no ser
pensadas como suele escribirse y decirse por ahí: “las mujeres son un nue-
vo sujeto político” siendo visibilizadas solamente en términos de posibles
votantes de políticas que reproducen el sistema que estamos haciendo
tambalear hasta caer, “si sólo se entregan al cálculo electoral y prescinden
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de su legado ético y político pierden su filo cortante, su verdad y su razón
de ser”, dirá Alemán (2017) al referirse a los proyectos emancipatorios
que quieren llegar a las mayorías. Habrá que asumir una apuesta sin ga-
rantías en la que muchas veces se revelará que la hegemonía se construye
a partir de cohabitar la dispersión de un espacio colectivo que en sí mis-
mo es un territorio en disputa.
Pareciera resaltarse una forma no conflictual de lo político, como si
el conflicto y la escisión quedaran del lado de lo masculino y la reconci-
liación y el cierre de los antagonismos, del lado lo femenino. ¿Acaso la
búsqueda del cierre de toda escisión no corre el riesgo de darle muerte
a la política y obturar así el sentido que propició esta singular forma de
lucha: la emancipación?” (Cadahia, 2018: 330).
El feminismo se nos presenta como la acción política de deconstruc-
ción del sistema patriarcal, racista, homofóbico y colonial. El feminismo
tiene un rol central en la articulación de demandas, pero no es el nuevo
proletariado de la historia, o el sujeto político encargado de llevar ade-
lante la revolución. Recordemos las malas noticias. No hay revolución.
No hay leyes de la historia. No hay sujeto histórico que nos conduzca a
un destino histórico. El sujeto político no existe más allá de las relaciones
en que se inscribe, pero sus efectos pueden instalar un nuevo relato y
diferentes estrategias políticas según donde se inscriba ese sujeto político.
El feminismo será entonces, lo político en tanto acto instituyente.
No una moda y mucho menos un privilegio de las mujeres blancas,
intelectuales y burguesas. Las actuales condiciones de vida —materia-
les y simbólicas— de muchas mujeres exige pensar desde la colectiva
feminista un proyecto emancipatorio social, cultural, personal, político
y económico.
SECCIÓN 4 - Cruces: psicoanálisis y feminismos
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Referencias bibliográficas
222
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emancipación. En torno a los textos de Jorge Alemán. Ciudad Autónoma de
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Zafiropoulos Markos (2017). La cuestión femenina de Freud a Lacan. La mujer
contra la madre. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Editorial Logos Kolos.
223
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