Luquez Munoz
Luquez Munoz
Luquez Munoz
Luquez, Muñoz
Sonia Luquez
FCEdu-UNER
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L.B.: Era una especie de autoformación, no fue una cuestión muy siste-
mática, pero nos llamábamos el Grupo de Niños, porque estudiábamos...
Porque, eso es otra cuestión que en esa época la respetábamos y la tenía-
mos muy en cuenta, [lo importante] no pasaba solo por tener el título y
tener la posibilidad de trabajo, sino [por] comprometerse con la formación
continua, además de lo que podía ser la Supervisión.
Yo hasta el año 77, a pesar de que ya era psicóloga, trabajé de maestra
de grado… (riendo)… Porque la profesión nunca fue como para que uno
pueda… y tenía un cargo concursado, es decir, concursé, pero después re-
nuncié porque, consultorio en San Nicolás, consultorio en Rosario y ser
maestra, más dos niños… era mucho, si bien yo siempre trabajé mucho.
En el año 77 falleció Pichon-Rivière, y a partir de ahí comenzó otra
etapa. Yo compartía bastante un espacio de trabajo con varios psicólogos
y psiquiatras que habían participado de lo que después se institucionalizó
como Experiencia Acumulativa de Grupo (no del primer grupo, sino del
segundo, en el año 68 en la ciudad de Rosario, en el Hospital Español).
Eso hizo que nos juntemos un grupo de profesionales; en el año 78, algu-
nos compañeros viajaron a Buenos Aires con la idea inicial de ponerse en
contacto con Ana Pampliega de Quiroga, a quien muchos no conocíamos.
Sabíamos que había trabajado con él, porque había escrito algunos artí-
culos, y estaba como Directora de la Primera Escuela de Psicología Social
Enrique Pichon-Rivière. Conocíamos al Dr. Marcos Bernstein, quien era
docente en la Escuela; fue a partir del contacto con él que se estableció la
relación con ella. Así, en el año 78, en la ciudad de Rosario, organizamos
dos Experiencias Acumulativas de Grupo Operativo, la primera a mitad de
año y la segunda hacia el final, con una convocatoria muy significativa.
Creo que también tenía que ver con el momento histórico, en que estaba
prohibido el accionar del trabajo grupal. Yo había comenzado a hacer con
algunos de estos colegas Grupos Terapéuticos de adultos en la ciudad de
Rosario, en co-coordinación. No era fácil.
A partir de estas dos experiencias acumulativas, en el año 79 comen-
zamos los que se llamaron Cursos Regulares de Psicología Social. Siem-
LB.: Trabajamos desde el 78, la mayoría del grupo, hasta fines del 82, ini-
cio del 83. Puedo nombrar a Héctor Elorz, psicólogo, era quien conocía al
Dr. Bernstein y fue a Buenos Aires a hacer el contacto; Griselda Calveyra,
psicóloga; Jorge Marchetti, psiquiatra; José Alberto Fernández, psicólogo;
Jorge Imhoff, psiquiatra; Gladys Raviculé, psicóloga; Marta Denegri, psi-
cóloga; Carlos Guerín, médico psiquiatra, era el mayor de todxs; Silvia De
Riso, médica; Juan Carlos Roquel y yo, psicólogos.
A fines del 82, comienzos del 83, de los que nombré, salvo dos o tres, la
mayoría nos fuimos del IRDES; precisamente por diferencias políticas ins-
titucionales. En ese momento yo era secretaria general del IRDES. Bueno,
Susana Sainz y Marta Filibertti eran alumnas en ese momento.
Y, el IRDES, como tal, continúa. En este momento en Rosario, ya no sé si
son dos o tres. Dos seguro, pero puede haber un tercero porque, a su vez,
se volvieron a dividir. En uno de esos espacios consiguieron lo mismo que
L.B.: Yo creo que hay una perspectiva política, pero política específica; en
términos de plantear que la teoría sin la praxis… él habla de «praxis»,
habla de «transformación», habla de «adaptación activa», lo que tam-
bién fue cuestionado, el famoso término «adaptación», pero que no es
en el sentido de adaptación al medio como puede ser planteado en tér-
minos más del «acomodamiento», sino que va a hablar de «adecuación
a la realidad y a las posibilidades», digamos. Por eso «activa», y habla
de un «cambio social planificado». Obviamente, su base filosófica es el
materialismo dialéctico y lo dice con todas las letras. Eso no quiere decir
que haya que hacer —y creo que es uno de los problemas— una interpre-
tación político-partidista del pensamiento de Pichon-Rivière. Eso es lo que
fundamentalmente ha llevado a múltiples subdivisiones en el campo de
la Psicología Social, porque se ha confundido lo que puede ser una pers-
pectiva política específica al campo de trabajo con una política partidista.
Por supuesto que, a mí, trabajar desde la perspectiva pichoniana real-
mente me enriquece. Yo no digo esta cuestión del «enseñar y aprender,
es un proceso unitario», no lo digo recitado o repetido porque «lo dice
Pichon»; lo he vivenciado y lo vivo todos los días. En un momento dado,
y sobre todo en los primeros años en que comenzamos, el Grupo era un
espacio de refugio, porque estábamos en un momento en que era muy di-
fícil poder compartir con otros. Entonces, también, creo que se pudo haber
caído, en un determinado momento, en algo de demasiada idealización de
los procesos grupales, porque no era que se trataba de «grupos-islas»,
pero en esos espacios sí se podía, y en el afuera era muy difícil contactar
con otros.
L.B.: En ese sentido, creo [que] somos un poco cabeza dura, o que quere-
mos ir en contra de la corriente. Por supuesto, Pichon-Rivière hablaba de
salud mental hace años, cuando en este país prácticamente no se hablaba,
se hablaba de enfermedad, no de salud. Y bueno, con la Maestría, todos
Bibliografía
ARFUCH, Leonor (2002). El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contem-
poránea. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pág. 49.
STERINER, George (2005). Lecciones de los maestros. México: Siruela-Fondo de
Cultura Económica. Pág. 173.