2024 - La Jitanjáfora - Los Limericks y Greguerías
2024 - La Jitanjáfora - Los Limericks y Greguerías
2024 - La Jitanjáfora - Los Limericks y Greguerías
Definición
Alfonso Reyes define las jitanjáforas como creaciones que no se dirigen a la razón, sino más bien
a la sensación y a la fantasía. Las palabras no buscan aquí un fin útil. Juegan solas. En el
Diccionario de la lengua española se define este concepto como un texto sin significado, pero
con gran valor estético por su eufonía y el poder evocador de sus palabras, sean reales o
inventadas.
Surgimiento
El término fue acuñado por Alfonso Reyes en 1929, quien tomó la palabra de un poema del
poeta cubano Mariano Brull, el cual solía organizar en su casa tertulias literarias en las que sus
hijas recitaban poemas ante los invitados. En cierta ocasión, ideó como travesura para una velada
de familia, versos con palabras carentes de significado, pero con musical enlace de sonidos. La
sorpresa fue enorme y el efecto fue soberano. La mayorcita había aprendido el poema que su
padre le preparó; y aceptando la burla con la inmediata comprensión de la infancia, en vez de
volver sobre los machacones versos de párvulos, se puso a gorjear aquel verdadero trino de ave.
La jitanjáfora tiene su origen más definido en las parodias del estilo culterano que
realizaron Quevedo y Lope de Vega, en las que se alcanza a veces la ininteligibilidad. En el siglo
XX fue cultivada por los poetas vanguardistas españoles e hispanoamericanos, como Rafael
Alberti, Nicolás Guillén y Vicente Huidobro.
Función poética
La función poética de la jitanjáfora radica en sus valores fónicos, que pueden cobrar sentido en
relación con el texto en su conjunto. Cuando para su realización se alteran las palabras
adyacentes intercambiando sus terminaciones también se conoce el fenómeno como trabucación.
Por su canto al absurdo también se encuadran dentro del estilo vanguardista nonsense o ’sin
sentido’. Son unas composiciones en las que realmente se juega con las palabras, como lo hizo
Mariano Brull al despojar las palabras de sus implicaciones conceptuales y afectivas hasta llegar a
la inanidad sonora de la jitanjáfora.
Nonsense es un género jocoso y figura literaria que puede ser expresado en verso o en prosa e
incluso de un modo «libre» normal, buscando generar juegos de palabras que trasgreden las
formas comunes de la sintaxis y la semántica, juegos que resultan extraños, comúnmente
humorísticos y absurdos. Literalmente el galicismo "nonsense" significa "sin sentido". También
puede llamarse trabucación cuando se unen lexemas y morfemas de distintas palabras y
jitanjáfora cuando se juega con la rítmica y la pronunciación.
El nonsense está ligado con las rimas y formas de hablar infantiles que aparecen dilatadamente
en rondas y juegos; y su creación data del periodo manierista de España, y aunque de aquella
época sobreviven textos ricos de figuras, recursos y ejemplos, es en el siglo XX cuando podemos
ver los recursos más asombrosos de las corrientes como el dadaísmo, el postismo y el
surrealismo; que se consagraron a la explotación literaria de la lengua.
Uno de los textos más notorios es el que aparece en el capítulo 68 de Rayuela, novela del
escritor argentino Julio Cortázar. Algunas de sus líneas son:
El nonsense pertenece a una familia más grande de juegos de palabras, donde también cabe
incluir a los Limericks de Edward Lear y las palabras maleta de Lewis Carroll y las greguerías de
Ramón Gómez de la Serna, pero la característica más
distintiva del nonsense es no tener sentido, ser
decididamente absurdo.
María Elena Walsh nació el 1º de febrero de 1930 en Ramos Mejía. Ascendencia irlandesa por
parte del padre y herencia criolla y andaluza por parte de su madre; lo cual fue la base de una
identidad amplia y generosa que le permitió atravesar la vida cultural argentina. Pasó de
sonrojarse como juvenil promesa de la poesía a hurgar con desenfado entre los pliegues de la
palabra cantada. Desempolvó el folklore como idea y en la conmoción de lo urbano fue parte de
aquel movimiento de la Nueva Canción Argentina que, en la segunda mitad de la década de
1960, afinó las mezclas de géneros y estilos en nombre de lo distinto.
Con esa mezcla forjó su idioma para grandes y chicos. A los 17 años, su primer libro de poesía:
‘Otoño imperdonable’ obtuvo el segundo premio municipal de poesía y fue celebrado por
figuras como Pablo Neruda y Juan Ramón Jiménez. En ese momento ya publicaba en el diario La
Nación como, posteriormente, lo hizo en la revista Sur.
Allí polemizó con los intelectuales que adulaban una Argentina “más cerca de París que de
Catamarca” y entre otras cosas renegó de la descontada idea de José Hernández como el poeta
máximo de ese conjunto de esencias y circunstancias que debían trazar la identidad de un país. (
recuerden que el canon argentino fue impuesto por las literaturas porteñistas y la figura del
gaucho matrero y renegado responde a los intereses de un grupo de intelectuales formadores
del canon)
María Elena dijo: “el máximo poeta es el pueblo, a pesar de ser excluido de las antologías y de
los textos escolares”, y lo demostró con una copla burlesca anónima que se hizo popular : “A la
orilla de un hombre/ estaba sentado un río/ afilando su caballo/ y dando agua a su cuchillo”.
Eso sucedió en 1960, año del 150° aniversario de la Revolución de Mayo, cuando la revista creada
y dirigida por Victoria Ocampo, con quien entabló una amistad perdurable, la convocó entre una
serie de intelectuales a un “examen de conciencia” sobre la argentinidad.
En 1960 apareció su primer libro de poesía dedicado a los niños: ‘Tutú Marambá’, al que
siguieron ‘Zoo Loco’ en 1964, ‘El Reino del Revés’ de 1965 y ‘Dailan Kifki’ en 1966; algunas de
las muestras de un lenguaje y una actitud totalmente novedosas para la literatura infantil.
Dicha manera, distinta y elevada al considerar a la infancia como espacio y a las niñas como a los
niños como público, se complementó enseguida con varios discos de canciones y cuentos. Fue
una especie de renacimiento de la canción como herramienta poética, portadora de memorias y
asombros, la cual se consolidó en trabajos como ‘Canciones para mirar’ de 1963, ‘El país de
nomeacuerdo’ en 1967 y ‘Cuentopos’ de 1968.
De sus viajes por Europa; de sus orígenes y contacto con el inglés y del tremendo espíritu
rupturista de María Elena surgieron estos limericks que consagraron a la autora. No por las
temáticas infantiles tan visitadas como los animales sino porque la forma de presentarlos era de
gran calibre humorístico y de buena factura poética. Otros autores siguieron esta línea
renovadora plantada en los 60 por la cantautora.
Los limericks de
María Elena son
geniales por el
absurdo y la
creación de
humor; además de
lo sonoro.
Fuentes consultadas
Diccionario de la lengua española (2005). Disponible en: Wordreference
Jitanjafora. Disponible en: Juegos de palabras
Retórica: Manual de retórica y recursos estilísticos. Disponible en: Retórica
Mariano Brull: vida y obra. Disponible en: Cubaliteraria
https://www.ecured.cu/Jitanj%C3%A1fora
https://es.wikipedia.org/wiki/Nonsense
UN ALFABETO
La A es una tienda de los apaches
La B es el ama de cría del alfabeto.
La b es un caracol trepando por la pared
La C es una galletita mordida.
La D mayúscula de cada domingo es siempre diferente.
La F es el grifo del alfabeto.
La F es la llave inglesa del abecedario
La i es el dedo meñique del alfabeto.
La k es una letra con bastón
La L parece largar un puntapié a la letra que lleva al lado.
La ñ es la n con bigote.
La ñ es una n diciendo adiós.
La ñ es una n con bisoñé.
La ñ es una letra que frunce el ceño
La O es la I después de comer.
La O es el bostezo del alfabeto.
La Q es un gato que perdió la cabeza.
La q es la p que vuelve del paseo.
La S es el anzuelo del abecedario.
La T es el martillo del abecedario.
La T está pidiendo hilos de telégrafo.
La U es la herradura del alfabeto.
La ü con diéresis: dos íes siamesas.
La ü con diéresis es la letra malabarista del abecedario.
La ü es una u atacada por las moscas.
La X es la silla plegable del alfabeto.
La W es la M haciendo la vertical.
La Z es un siete que oye misa.
Las ocurrencias de Don Ramón se llamaron Greguerías: frases muy ingeniosas, visuales, muchas veces
dibujadas por él mismo.