Su Musa (Spanish Edition) - Annie J. Rose

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SU MUSA

ANNIE J. ROSE
Copyright © 2021, Annie J. Rose
Todos los derechos reservados.
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro de cualquier forma o
medio electrónico o mecánico, incluyendo sistemas de almacenamiento y
recuperación de información, sin permiso escrito y expreso del autor, excepto para
el uso de citas breves en evaluaciones del libro.
Es una obra de ficción. Los nombres, personajes, negocios, lugares, eventos e
incidentes son producto de la imaginación del autor y son utilizados de manera
ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos
reales, es pura coincidencia. La siguiente historia contiene temáticas de personas
adultas, lenguaje obsceno y situaciones de contenido sexual. Está dirigida
únicamente a lectores adultos.
Todos los personajes son mayores de 18 años y todos los actos sexuales han sido
consentidos.
Creado con Vellum
ÍNDICE

Descripción

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Epílogo
Esposa Fingida (Vista previa)
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Sobre la autora
DESCRIPCIÓN

Tuvimos una relación indecente y secreta…


Y fue un gran error.

Me enamoré del mejor amigo de mi hermano,


me quedé embarazada y me abandonó.
Nunca podré perdonar a Ben.
Se apartó de mí cuando más lo necesité.
Ya han pasado cinco años, pero mi corazón palpita cada vez que
vuelvo a verlo.
Su mirada me atraviesa el alma.
Cuando me toca, retrocedo en el tiempo.
Estoy tentada de volver a cometer el mismo error que en aquel
entonces.
Pero, ¿qué pasará cuando le cuente mi secreto?
¿Podré superar y perdonar todo lo que él me hizo?
CAPÍTULO 1
BEN – CINCO AÑOS ATRÁS

"EWinnie
stás preciosa," le dije.
se subió a mi coche, yo estaba sentado esperándola,
aparcado en la esquina.
"Tú también estás muy guapo," dijo, sonriendo.
Al sonreírme, no pude evitar juntar sus labios con los míos.
Con la casa de sus padres a solo dos manzanas de la calle en la
que estábamos, sabía que me estaba arriesgando: sus padres o su
hermano podían habernos visto. Joder, si Steve alguna vez nos
descubre, me mataría.
¿Su mejor amigo besando a su hermana pequeña? Bajo su
punto de vista, quizá debía arder en el infierno por hacerle algo así.
Sus labios sabían al pintalabios de caramelo que se había
puesto minutos atrás. Mi mano acarició su mejilla, robándole su
calidez. Se levantó del asiento, preparándose para subirse a mi
regazo. Cuando sentí su peso contra mí, me aparté parando el
beso, para mirar esos preciosos ojos verde oscuro.
"Ven. Tengo una sorpresa para ti," le dije.
"Guía el camino, tigre."
No pude evitar sonreír mientras volvía a sentarse. Se abrochó el
cinturón y nos fuimos, atravesando el vecindario con las luces del
coche apagadas. Una vez fuera del barrio en el que vivía su familia,
las encendí. Cuando ya estábamos libres de presiones familiares,
nos pusimos en marcha hacia la costa. Tenía fantásticos recuerdos
de los años que viví en Gold Bend, un pequeño pueblo costero
donde había pasado las mejores épocas de mi vida. Sin mencionar
la cantidad de veces que pude cortejar a las chicas con almuerzos
campestres durante mi adolescencia.
Aunque tenía que reconocer que ninguno de esos flirteos me
tocó tanto como lo que tenía con Winnie.
Deslicé mi mano hasta tocar la suya, entrelazando nuestros
dedos. Con la radio a todo volumen y su pulgar trazando suaves
círculos contra mi piel, nuestro destino para esa noche estaba cada
vez más cerca. Sabía que no tendríamos mucho tiempo para
disfrutar en el pequeño pueblecito, así que teníamos que exprimirlo
al máximo. Mi madre y mi padre habían estado discutiendo por
teléfono todo el maldito día, de hecho, llevaban haciéndolo todos los
días durante más de una semana. Y a pesar de que lo que quería
era disfrutar del momento con Winnie, sabía que pronto tendría que
volver a Boston con mi padre.
De vuelta al otro lado del país, lejos de Winnie.
"¿A dónde vamos?" preguntó ella.
Sonreí. "Es una sorpresa."
"¡Oh! ¿Qué tipo de sorpresa?"
"Del tipo que incluye comida, el océano y una vista lo
suficientemente decente."
Aunque para ser sinceros, me había arreglado para algo más
que una vista "lo suficientemente decente."
Me detuve en un semáforo y aproveché para cogerla del brazo y
acercarla lo máximo posible a mí, apretando sus labios contra los
míos. Nuestras lenguas se deslizaban juntas al unísono, mientras
recorría su boca centímetro a centímetro, tragándome sus gemidos.
Qué dulce era ese sonido, y cuánto lo iba a extrañar.
"Espero que te gusten los picnics," murmuré.
Saqué toda aquella pasión de mi cabeza y retomé la conducción
hacia la playa. Dejé de lado los problemas de mis padres, Boston,
Steve, y lo cabreado que estaría si alguna vez nos descubría.
Quería que esa noche fuera solo nuestra, para recordarnos lo que
habíamos encontrado el uno en el otro. Ambos habíamos acordado
que sería solo algo temporal, un amor de verano, antes de irse a la
universidad, antes de irse a forjar su propia vida como abogada. Me
daba pavor reconocer que estaba enamorado de la hermana
pequeña de mi mejor amigo.
Pero era lo más parecido al amor que había conocido hasta
entonces.
"¿Tuviste suerte con tu musa?" Preguntó Winnie.
Me reí. "Mi musa ha estado conmigo todo el verano."
Llevé su mano a mis labios y ella sonrió.
"Siempre sabes qué decir. ¿Cómo lo haces?" preguntó.
"Solo digo lo que pienso. Y lo que pienso, es que eres increíble."
"Sigue hablándome así, y te llevarás una sorpresa."
"¿A qué te refieres?"
"Mmm."
"¿Qué tipo de sorpresa es esa?"
Me sonrió con una mirada salvaje. "El tipo de sorpresa que tengo
escondida debajo de mi vestido."
El calor corría por mis venas. Cuando entré en el aparcamiento
de la rampa de acceso a la playa, sentí como mi pene se endurecía
con sus palabras, mientras recordaba la infinidad de veces que me
había repetido ese verano que no me acostaría con ella. Me
conformaba con sus suaves besos y caricias, nada más. Lo último
que quería hacer era quitarle la virginidad antes de que se fuera a la
universidad y que la distancia nos separara para siempre.
"¿Estás emocionada de que la universidad esté a punto de
empezar?" Pregunté.
Ella suspiró. "Sólo quedan dos semanas para que llegue el día
de la mudanza. Creo que estoy más lista que nunca."
"Sabes que lo vas a hacer genial, ¿verdad?"
"¿Crees que realmente estoy hecha para ser abogada?"
"Vas a ser la mejor. Eres una excelente argumentadora. Y tu
pasión es ayudar a los demás. Creo que serías una fiscal criminal
increíble. O incluso, la mejor abogada defensora de casos injustos."
Ella hizo una pausa. "No estoy segura de si debería tomármelo
como una broma o si hablas en serio."
Sonreí. "Supongo que no me conoces tanto entonces."
Ella rio. "A veces eres un idiota."
"Y tú, la chica más guapa del mundo."
Acaricié su mejilla y junté de nuevo sus labios con los míos. De
nuevo, no pude evitarlo. Eran tan suaves y carnosos, que parecían
hechos para ser besados. Deslicé mi mano por los suaves
mechones de su rubia melena, que brillaba cuando la luz de la luna
entraba a raudales por las ventanas del coche. Cada vez que me
besaba, el mundo se desvanecía. Cada vez que me tocaba, mi
mente sólo estaba en un sitio, con ella. Y sabía que no importaba
dónde nos llevaran nuestras vidas, ella siempre sería mi musa.
Ella siempre sería la inspiración de mi trabajo artístico.
"Venga. Vamos a la playa." Murmuré.
"Suena bien."
Salimos del coche y cogí del maletero todo lo que había
preparado. Saqué una cesta, una manta enorme, y dos vasos para
el cóctel sin alcohol favorito de Winnie, que había preparado la
noche anterior. Quería respetar el hecho de que a Winnie no le
gustara el alcohol. Steve, por el contrario, no tenía problema alguno
en beber, habíamos bebido cervezas juntos desde que teníamos
diecisiete años.
A veces, me daba la sensación de que por mucho que él y
Winnie fueran hermanos, eran polos opuestos.
Le ofrecí mi brazo y bajamos por la rampa hacia la playa. Nos
apretujamos en la oscuridad, riendo y susurrando mientras
esquivábamos los focos y las luces de un coche de policía. Escuché
música de fiesta que provenía de una casa de la playa, no muy lejos
de donde estábamos. Se escuchaba gente riendo, vitoreando y
aplaudiendo en la distancia. Llegamos debajo del muelle, metidos
de nuevo en las sombras, fuera de la arena mojada y
completamente rodeados de oscuridad.
Se había convertido en nuestro pequeño escondite durante el
verano.
"El océano está precioso esta noche," dijo Winnie.
Sacudí la manta antes de ponerla en el suelo. "Tú te ves
preciosa esta noche."
"Estás loco, ¿lo sabías?"
"Loco por ti."
Me dio un tortazo suave, de forma juguetona, y me di la vuelta.
La levanté y la abracé, mientras me envolvía con sus piernas. Mi
pene se endureció al sentir su calor y la sensación de sus suaves y
juveniles muslos alrededor de mi cintura. Me cogió la cara y me
sonrió, mientras su melena nos aisló del resto de la humanidad.
No pude evitar retratar el momento: la sonrisa en su rostro, la luz
bailando en sus ojos, la ondulación de sus mejillas y el
enrojecimiento de su piel.
No quería que el verano terminara jamás.
"Gracias por venir conmigo esta noche, Winnie."
Su frente se colocó suavemente contra la mía. "Gracias por
invitarme, Ben."
"¿Lista para ver lo que he preparado para cenar?"
"Solo quiero seguir abrazándote."
"Podemos hacer ambas cosas, pero debemos comer algo."
Nos acomodamos en la manta y Winnie se sentó a horcajadas
sobre mí, provocando de nuevo a mi pene, mientras yo rogaba que
no creciera más. No quería arruinar una velada tan perfecta. Sabía
que esta sería una noche que plasmaría en mis lienzos durante los
próximos años. Cogí la nevera acercándola hacia nosotros. La abrí
sin tan siquiera mirar, por no apartar ni un segundo la mirada de ella.
Winnie se rio besándome suavemente, jugando con mis labios una y
otra vez, haciendo que mi pene cada vez estuviera más y más duro
contra ella, haciéndola jadear.
Joder. Necesito una distracción.
"¿Te apetecen unas uvas?" Pregunté.
Winnie frotó su nariz contra la mía. "Me encantan, ya lo sabes."
Me aparté un poco, dejando algo de espacio entre nosotros.
Cuando acerqué un grano de uva a sus labios, sus ojos y los míos
se encontraron. Envolvió con su boca la fruta lentamente, rozando
sus labios contra mis dedos. La electricidad corría por mi columna,
haciendo que mis dedos de los pies se curvaran contra las
sandalias. Cogí otra uva, mientras se acercaba cada vez más a mí,
y su vagina se deslizaba contra mi pelvis.
Esta mujer va a acabar conmigo.
Sus ojos, de color verde oscuro, me recordaban al color
esmeralda de las profundidades del mar. Su pelo rubio despeinado,
acentuaba el brillo vibrante y juvenil de su piel. Me encantaba lo fácil
que me resultaba hacer que se sonrojarse. Estaba preciosa, y yo no
podía evitar marcar con mis dientes su cuello al mirarla. Me
encantaba lo rápido que se avergonzaba y lo profundo que se volvía
el rubor de sus mejillas con mis cumplidos. Winnie era joven,
atractiva, llena de delicadas curvas y con los senos deliciosos y bien
puestos. Más de una vez, su cuerpo se me aparecía
atormentándome por las noches, antes de que envolviera mi mano
alrededor de mi pene y me acariciara el recuerdo de su sabor a
chicle y la sensación aterciopelada y suave de su lengua.
"¿Vas a comer?"
La voz de Winnie me sacó de mi trance. "Por supuesto. Solo
quiero asegurarme de que comas todo lo que quieras, tú primero ."
"Prefiero tener mi ración de otra cosa."
La sonrisa que se deslizó por sus mejillas acabó conmigo. Sentí
que mi pene se elevaba más y más, cada vez más grueso, y al
entrar en contacto contra ella no pude evitar hacer un suave gemido.
No podía hacer eso. No me podía creer que lo estuviera haciendo.
No podía. No a Winnie.
No podría follar con ella y luego dejarla ir.
"He hecho sándwiches. ¿Quieres uno?" Pregunté.
Ella se rio. "¿Estás nervioso?"
"Hay una ensalada de huevo y una de atún. Sé que te gustan las
dos, así que elige la que más te apetezca."
"¿Y si tomamos postre antes de cenar?"
Agarró la parte inferior de su vestido y se lo pasó por la cabeza.
Mis ojos se agrandaron. La lencería que llevaba me dejó sin
palabras y con unas ganas incontrolables de estar dentro de ella.
Era un conjunto azul de encaje semitransparente. Sus pezones se
fruncían contra la tela, mientras los detalles plateados brillaban con
la pequeña cantidad de luz que nos daba la luna de nuestra cala
secreta. Me lamí los labios y tragué saliva. Mi boca se hacía agua
mientras mis ojos recorrían su cuerpo, sus atractivos hombros, su
piel suave y sus caderas curvadas.
"Winnie, yo ...."
En ese instante, agarró mis mejillas. Bésame, Ben.
De nuevo puso mis labios contra los suyos, mientras cubría con
mis brazos su espalda. Mis dedos se deslizaban por su suave piel,
mientras la acomodaba contra la manta reclamando su lengua con
la mía, chupándola, marcando que era mía. Arrastré mis dientes a lo
largo de su labio inferior, mientras frotaba sus bragas de encaje
contra mi ingle, cuando de repente, la miré a los ojos de nuevo, y no
pude callar mi conciencia.
No puedes hacerle esto.
"Winnie, yo ...."
Presionó su dedo contra mis labios haciéndome callar. "Sólo una
vez. Quiero que sea contigo."
Negué con la cabeza. "Sabes que no puedo hacerlo. Ya te dije
que no puedo...."
"No quiero ir a la universidad sin acostarme contigo, Ben.
Realmente, quiero sentirme completamente tuya." De repente, se
atragantó por los nervios.
Suspiré mientras me acomodaba entre sus piernas que me
esperaban abiertas.
"Está bien."
Ella sollozó. "No quiero irme, Ben. No quiero que esto acabe."
Acaricié su mejilla. "Oye, oye. Todo irá bien. Sonríe para mí,
preciosa."
"Tal vez pueda posponerlo un semestre o...."
"No. No vas a hacer eso, es tu futuro."
Ella suspiró. "Pero ¿y si quiero hacerlo?"
Agarré su barbilla suavemente. "Sabíamos que esto era
temporal, acordamos que solo sería durante el verano, antes de
convertirte en la gran y poderosa abogada que siempre has querido
ser, ¿recuerdas?"
"Claro que lo recuerdo."
"Querías un romance de verano. Y yo quería dártelo. Pero el
verano casi ha terminado. Ambos sabíamos que esto iba a acabar
en algún momento."
Ella asintió lentamente. "Si."
Sentí mi corazón romperse. "¿Pero… esto? Quieres que nos
acostemos, siendo tu primera vez, y luego ... ¿nos separemos? No
es justo para ti. No está bien."
"Pero es lo que quiero."
"Ahora sí. Pero cuando llegues a la universidad y conozcas a un
gran chico que te deje boquiabierta y que no sea solo un romance
de verano…."
"No eres solo un romance de verano para mí, Ben."
Negué con la cabeza. "No digas eso, Winnie."
Ella se sentó. "Pero es la verdad. No lo eres para mí."
"Winnie."
"Ben, te qui...."
Junté sus labios con los míos. Cualquier cosa para evitar que
esa maldita frase saliera de su boca. Cogí la parte de atrás de su
cabeza, mientras la abrazaba contra mí. Podía notar mi corazón
acelerado. No podía escuchar esas palabras. Nunca me iría de su
lado si lo hacía. Con mucho gusto arruinaría sus planes de futuro si
eso significara tenerla a mi lado. Y eso no era justo para ella.
Pero sabía que en algún momento repetiría esas palabras.
CAPÍTULO 2
WINNIE

G emí contra sus labios mientras mi espalda caía sobre la


manta. Fue como un adiós, la forma en la que me estaba
hablando. Me iba en un par de semanas a la universidad en San
Francisco, pero podríamos seguir manteniendo el contacto. La gente
lo hacía, era posible, ¿no?
Solo quería aferrarme a él el mayor tiempo posible.
No quería pensar en el hecho de que le estábamos ocultando
esto a mi hermano mayor. No quería pensar en el hecho de que
había estado enamorada de Ben durante años. No quería pensar en
el hecho de que me había enamorado perdidamente del mejor
amigo de mi hermano. Lo único que quería hacer era disfrutar al
completo ese momento. Tener el control de lo que hacía con mi
cuerpo y de a quién le daba mi virginidad.
Y quería que Ben fuera el primero.
Deslicé mis manos por su cabello castaño oscuro, el cual
acentuaba sus inquietantes ojos color avellana. Adoraba sus ojos.
Fue en lo primero que me fijé de él cuando solo tenía catorce años.
Amables pero estoicos, centelleantes y con colores que cambiaban
según su estado de ánimo, o la ropa que usaba, o dependiendo
cómo la luz del sol se reflejaba en su mirada. No había nada en él
que no disfrutara. No había nada de él que no quisiera para el resto
de mi vida.
Incluido su cuerpo.
Envolví su cuerpo con mis piernas y lo empujé hacia mi
presionando mi cuerpo contra su pecho, dándole la vuelta antes de
mirarlo a los ojos. Sus pupilas se agrandaron, envolviendo sus
oscuros ojos color avellana. Mi frente cayó sobre la suya. Acaricié
con mi nariz la suya y, sin saberlo todavía, en el fondo de mi mente
ya había tomado una decisión.
Si él quería que nos dijéramos adiós, quería cumplir mis deseos
antes de que nos separáramos.
"Quiero que seas tú. Por favor."
Ben tragó saliva. "Winnie, sé que piensas que ...."
"Cállate y deja de decirme lo que crees que pienso. Porque no
tienes idea de lo que estoy pensando."
Me incliné lentamente hacia arriba, mirándolo a los ojos. "No
tienes ni idea de cuánto te deseo. Cuánto quiero entregarte mi
cuerpo. Cómo he soñado con este momento desde la primera vez
que te vi ."
Ben paró de repente. "¿Qué?"
Asentí lentamente. "No tienes idea de cuántas veces he soñado
que me hicieras tuya y tenerte solo para mí."
Se sentó. "¿Estás hablando en serio?"
Me sonrojé. "Si Ben. Quiero acostarme contigo. Quiero darte
todo de mí. Así que, si es lo que quieres tú también, no vuelvas a
rechazarme."
Lo cogí de la camisa y nuestros labios chocaron. Cuando sus
brazos cubrieron mi espalda, supe que lo tenía, iba a ser mío. Mi
lengua exploraba su boca mientras desabrochaba mi sujetador.
Jadeé mientras mi cabeza caía lentamente hacia atrás, sintiendo
como sus labios se deslizaban por mi cuello hasta llegar a mis
pechos.
"¿Estás seguro? No quiero hacerte más daño de lo que este
recuerdo ya lo hará," murmuró.
"Hazme tuya. Por favor, no me hagas rogarte."
Se le escapó una pequeña sonrisa. "Creo que me ha quedado lo
suficientemente claro con lo que acabas de decir."
Sus labios jugaban alrededor de mi pezón arrugado, mientras mi
vagina se inundaba de deseo. Apreté su cabello con los puños,
presionando su rostro contra mi piel. Masajeó mis pechos y chupó
mis apretados pezones hasta conseguir ponerlos firmes. Sentí que
mis fluidos se filtraban a través de la lencería y no pude evitar gemir
mientras sus dedos trazaban su contorno. Deslicé mis manos sobre
su piel y sentí como sus músculos se contraían de placer. Cogió mis
bragas en sus manos.
Entonces, las escuché romperse.
"¡Ben!"
"Eres mía esta noche."
Mi espalda cayó sobre la manta antes de que sus labios
reclamaran los míos de nuevo, sacándome gemidos de lo más
profundo de mi garganta. Abrí las piernas para él, mientras su
vestido pene latía contra mi muslo. Empezó a bajar por mi piel,
lamiendo y besando cada rincón, mientras mi estómago se retorcía
de placer. Chupó mis huesos de la cadera, haciéndome moverme
cada vez más. Me reí, jadeé, y gemí. Estaba sufriendo, de la mejor
de las maneras, por las cosquillas. Pero, sin embargo, no quería que
se detuviera.
Nunca quise que se detuviera.
Deslizó mis piernas sobre sus hombros y acarició mis pliegues
goteantes, separándome suavemente con sus dedos mi vagina y
abriéndola para él. Pasó su lengua suavemente. Sin esfuerzo. Mis
piernas temblaron mientras movía su lengua por mi clítoris. Empezó
a moverse más rápido, con más fuerza, hasta que mi espalda se
arqueó mientras le rogaba que siguiera.
Pero se apartó.
"No, no, no, no, no," gemí.
"No quiero que termines todavía, preciosa."
Mi cuerpo tembló contra la manta mientras se desnudaba. Besó
todo mi cuerpo, lamiendo cada rincón y besando cada centímetro de
piel. Nuestros labios se juntaron de nuevo mientras Ben gemía.
Probé mi propia excitación de sus labios y eso me excitó aún más.
Sentí su pene desnudo entre mis piernas, su líquido preseminal caía
sobre mi piel y se deslizaba entre mis muslos. Sus ojos encontraron
los míos, y envolví mis manos alrededor de sus brazos vibrantes y
llenos de fuerza, mientras colocaba su pene a las puertas de mi
vagina.
"Avísame cuando estés lista."
Mientras inhalaba profundamente, asentí.
Se acercó poco a poco con la punta, y mis ojos se abrieron.
Pasé mis uñas por su piel, arrancando gemidos de sus labios. Se
movía lenta y cuidadosamente, yo me encogí cuando una pizca de
dolor se apoderó de mí. Cerré los ojos con fuerza sintiendo sus
labios contra mi oído. Su pulgar se deslizó sobre mi clítoris,
masajeándome lentamente mientras me relajaba a su alrededor y
aceptaba el placer.
"Eso es. Relájate. Te tengo, Winnie. Nunca te haré daño."
Mi mandíbula se estremeció cuando mis paredes se
expandieron, moldeándose alrededor de él mientras empujaba
lentamente su pene hacia adentro. Gemí y enterré mi rostro en el
hueco de su cuello, sin querer nada más que perderme
completamente en él. Mordí su hombro sintiéndolo tensarse de
placer, mientras mi cuerpo se estiraba y se abría para él. No quería
que ese momento terminara nunca. Parecía como si jamás fuera a
acabar de hundirse dentro de mí. Llenándome. Deslizándose contra
mí. Fusionando nuestros cuerpos.
Entonces, nuestras caderas tocaron fondo.
Suspiré. "Dios."
Besó mi hombro. "Relájate. Tómate un segundo para respirar."
Su pulgar continuó sus lánguidos movimientos, haciendo que mis
paredes se contrajeran contra su pene. Sentí cada parte de él,
mientras mi cabeza daba vueltas, derrumbándose con tantas
sensaciones. La playa parecía inclinarse, el océano caer sobre mí y
el cielo fundirse con nosotros. Mi cabeza cayó hacia atrás y cerré los
ojos.
Ben continuó provocando mi clítoris hasta que finalmente sentí la
espiral del orgasmo alcanzar su punto álgido, para luego comenzar
a desenredarse.
"Ahí está, Winnie."
"Oh, Ben." – Gemí en su oído.
Se deslizó y retrocedió poco a poco, presionando su pulgar en mi
clítoris. Apreté mis piernas alrededor suyo, clavando mis dedos en
sus brazos. Se recostó sobre mí y sentí como sus ojos me miraban.
Cuanto más intentaba abrir mis ojos para ver los suyos, más
apretado quería cerrarlos.
"Mierda. Yo ... Ben. No te detengas."
"No voy a parar. Joder, estás tan apretada."
"Soy toda tuya. Toda tuya. Toda tuya, Ben.
"Eso es, eres mía. Toda mía, Winnie."
Se movió más rápido. Los suaves sonidos de nuestras pieles
golpeándose llenaron el espacio que nos rodeaba. El océano
parecía lamer la costa y las estrellas titilaban sobre nosotros. Me
perdí en el sentimiento, en la electricidad y el placer del momento.
Grité su nombre, una y otra vez, hasta que mis piernas se
bloquearon y mi espalda se arqueó, mientras sus dientes cayeron
sobre mis tetas.
"¡Ben!"
"Winnie."
"Si. Si. ¡Si! Voy a llegar de nuevo."
Vibré contra él. Mi vagina temblaba mientras el agua salía de
entre mis piernas. Se pegó a mí, sacudiendo mi clítoris tan rápido
como pudo mientras su propio cuerpo se sacudía y temblaba dentro
de mí. Jadeé todo lo que pude hasta que mi cuerpo cayó debilitado
contra la manta. Ben se derrumbó contra mí, su mano se apartó,
pero su pene todavía estaba erecto dentro de mi cuerpo, todavía
bombeando y llenándome de su jugo.
Tomé aire mientras miraba hacia la parte inferior del muelle.
Envolví mis brazos temblorosos alrededor de él, deslizando mis
dedos a lo largo de su piel. Me besó una y otra vez por todas partes:
en mis pechos, en mi hombro, en mi cuello, en mis mejillas.
Luego, se levantó, buscando de nuevo mis labios.
"Eres perfecta," susurró Ben.
Sonreí suavemente. "Gracias."
Frotó su nariz contra mi mejilla. "Lo digo en serio, Winnie."
Se tumbó a mi lado en la manta y me deslicé hacia él, apoyando
la cabeza contra su pecho, escuchando los rápidos latidos de su
corazón. Mi pelo caía sobre su piel dibujando diseños sin rostro en
los montículos de sus abdominales. Puse mi pierna sobre la suya,
mientras podía sentir la evidencia de nuestra pasión goteando sobre
la manta.
Ben pasó su mano por mi cabello. "¿Tienes hambre?"
Me reí. "Ahora comemos. Lo prometo."
"Solo quiero asegurarme de que no necesitas nada."
Te necesito a ti, pensé. "Estoy bien por ahora. Déjame disfrutar
el momento." Cerré los ojos, reviviendo el momento en el que yacía
desnuda contra el hombre del que me había enamorado tantos años
atrás; el mejor amigo de la infancia de mi hermano.
Si esto realmente era un adiós, nos habíamos asegurado de que
fuera de los buenos.
"¿Dijiste atún?"
Ben se rio entre dientes. "Y ensalada de huevo."
Sonreí. "Me encantaría el atún."
"El sándwich de atún está en camino."
Me senté y me puse a su lado. Cogí mi vestido, cubriéndome con
él antes de que me entregara el sándwich. Lo desenvolví del papel
de aluminio y le di tres grandes mordiscos. Cuanto más comía, más
gruñía mi estómago. Ben me sonrió mientras me inclinaba contra él,
deslizando su brazo alrededor de mi espalda. Me acercó más a él
mientras disfrutábamos mirando el océano, viendo el roto reflejo de
la luz de la luna flotar en nuestro lugar secreto.
Si esto era un adiós, quería que fuera memorable, perfecto, y sin
duda lo era. Quería que fuera un momento que ninguno de los dos
olvidaría, sin importar dónde nos llevaran nuestros caminos a partir
de ese día.
Y estaba segura de que lo habíamos conseguido.
CAPÍTULO 3
BEN – PRESENTE

E streché la mano del abogado. "Gracias por toda su ayuda."


El hombre asintió. "Sin problema. Me alegro de poder
ayudar. La venta de negocios es complicada. Me alegro de poder
ayudarle en este momento tan difícil."
No es tan difícil como crees. "Entonces, ¿este papeleo que
hemos hecho legaliza completamente la venta de la empresa?"
"Y le asegura un dividendo mensual, ya que todavía tiene un
porcentaje de esta. El quince por ciento de los ingresos mensuales,
todos los meses, el resto de su vida."
"O hasta que la empresa se disuelva."
"Exactamente. Aunque obtendría también el quince por ciento de
dicha disolución."
Sonreí. "Excelente. Muchas gracias."
El abogado dejó caer mi mano. "De nada, señor Tripet. Y si
necesita algo más, ya sea relacionado con esto o con otra cosa,
hágamelo saber. Siempre estaré aquí para lo que necesite."
Solté un suspiro de alivio mientras recogía el papeleo para
colocarlo en mis archivos. Durante años, me sometí a la voluntad de
mi padre. Durante años, había peleado con él por mi futuro, por qué
dirección debía tener mi vida y qué quería hacer con ella. La
universidad nunca había sido para mí. La expresión artística
siempre fue silenciada por mi familia, no era una profesión para
ellos. Y mi padre siempre se había salido con la suya.
Hasta ahora.
El fallecimiento de mi padre fue, digamos, agridulce. Por un lado,
era mi padre. Y había muerto. Pero, por otro lado, ya no podía
oprimirme, ni imponer sus voluntades sobre mi vida. Ahora podía
hacer lo que quisiera. Podría quedarme en Boston y abrir mi propia
galería de arte. O podría volver a Gold Bend y probar suerte allí.
Apenas había visto a mi madre durante los últimos cinco años,
gracias a ese imbécil y a toda la mierda que me hizo pasar.
No era de los que deseaban mal a nadie, pero una parte de mí
se alegraba de que papá estuviera muerto.
Me metí los papeles bajo el brazo y le entregué al abogado su
último cheque. Después, regresé al vestíbulo en dirección a la
puerta principal, para salir al bullicio de Boston. Nunca me había
gustado estar allí. Todos esos bares llenos de borrachos, y esos
olores grasientos saliendo de las cocinas. Boston siempre fue
demasiado ruidoso para mí. Demasiado poblado. Echaba de menos
Gold Bend. Echaba de menos el olor del Océano Pacífico. Echaba
de menos las noches tranquilas y el zumbido de las farolas y las
pequeñas tiendas familiares que atendían a la comunidad pesquera
durante los veranos y los fines de semana.
Extrañaba a Winnie.
Así que, supongo, ya tenía la respuesta a mis problemas.
Corrí a casa y cogí el teléfono. Una llamada telefónica a mi
madre y tendría un lugar donde quedarme. Aparté el teléfono y puse
el manos libres, mientras ella chillaba excitada por la noticia.
Recitaba todo tipo de preguntas, mientras yo empezaba a buscar
mis maletas.
Supongo que había una razón por la que había sufrido mi
contrato de arrendamiento de mes a mes.
"¿Cuándo vendrás a casa? ¿Cuánto tiempo tardarás en venir?
¿Vas a venir conduciendo? ¿O en avión? ¿Qué ha pasado con la
empresa?"
Me reí. "Responderé todas esas preguntas cuando llegue, ¿de
acuerdo? Pero ahora, necesito empaquetarlo todo. Con un poco de
suerte, estaré en la carretera esta noche. Y sí, voy a venir
conduciendo."
"Asegúrate de conseguir algunas habitaciones de hotel. No
conduzcas muchas horas seguidas, es peligroso. De todas formas,
voy a necesitar un par de días para preparar el apartamento del
garaje para que te instales."
Hice una pausa. "¿Nunca lo llegaste a alquilar?"
Ella suspiró. "Siempre supe que volverías. Simplemente no sabía
cuándo. Y quería que tuvieras un espacio aquí que pudiera tener
listo en un abrir y cerrar de ojos."
Asentí lentamente. "Te he echado de menos, mamá."
"Yo también te he extrañado. Llega lo antes posible, pero
mantente a salvo. Avísame cuando empieces el viaje y cuando
pares a descansar en cada hotel. ¿De acuerdo?"
"Vale. Te lo prometo."
"Bueno. Nos vemos pronto. Te quiero."
"Yo también te quiero mamá. Hablamos pronto."
Colgué el teléfono y comencé a tirar toda mi mierda en las
maletas. No era demasiado, una vez estaba todo guardado. Mi ropa
ocupaba la mayor parte del espacio. Y no tenía muchas cosas extra
a parte de las cosas del estudio, y un pequeño libro de ilustraciones
de mis años de infancia en el que tenía una foto de Winnie
estampada en la parte delantera.
Suspiré mientras me sentaba en el borde de la cama, pasando
los dedos por la foto de Winnie. No me podía creer que pronto iba a
volverla a ver. Después de cinco años, seguía loco por ella.
Después de tanto tiempo, ella seguía siendo la pieza central de mis
obras de arte. Las pinturas y esculturas en las que me sumergí
hacía ya un par de años, con las que practiqué mis técnicas
artísticas, eran todas sobre ella. El ritmo de mi corazón todavía se
aceleraba cada vez que pensaba en ella.
Vengo a por ti, Winnie. Tan sólo unos días más.
Mientras empaquetaba mis cosas y las cargaba en mi coche, no
podía parar de preguntarme cómo sería su vida ahora. ¿Se habría
convertido en la gran abogada que siempre quiso ser? Ahora estaría
en su último año de la facultad de derecho, si ese fuera el caso.
Quizás estaba haciendo algún tipo de Erasmus en otro país, así que
era posible que no estuviera en casa. Aun así, estaban a punto de
llegar las vacaciones de invierno. El cambio de hojas significaba que
solo quedaban tres meses más hasta Navidad. Había esperado más
de cinco años para volver a casa. Para volver con mi madre. Para
volver con Winnie.
Podía esperar tres meses más, si fuera necesario.
Mi madre me había mantenido al corriente de la vida del
pequeño pueblo. Durante los primeros años, todos los sábados,
hablábamos a la hora de comer, y me contaba los últimos chismes.
Esas conversaciones se habían vuelto cada vez más ocasionales,
hasta que finalmente cesaron por completo. Una parte de mí se
preguntaba si mi padre tenía algo que ver. Tal vez el motivo era
porque había descubierto la razón por la que no quería trabajar los
sábados en su estúpida compañía de viajes. O tal vez se había
dado cuenta de ese pequeño momento que había hecho en mi
agenda solo para mi madre y para mí, y decidió arrojarle su
oscuridad para terminar con ese momento tan nuestro.
No sabía qué había pasado, pero estaba decidido a recuperar
esos momentos de sábado con ella.
Tres viajes. Eso fue todo lo que necesité hacer con las cajas
desde mi apartamento hasta el coche para meter todas mis cosas.
Primero, mi ropa y artículos de baño. Luego, las otras pocas
posesiones que tenía. Después, la televisión. Apilé mis almohadas y
mantas encima y debajo para amortiguar el viaje lleno de baches
que tenía por delante. Después de cargarlo todo, pasé por la oficina
de la propietaria. Había escrito mi aviso de treinta días justo delante
de ella y dejé caer las llaves en su mano antes de darle el cheque
del alquiler del último mes. Además, le dejé mi cuenta bancaria
antes de pasarle la información de mi abogado, haciéndole saber
que esperaba ver mi depósito dentro del plazo de seis semanas
indicado en el contrato.
Sonreí mientras me sentaba tras el volante de mi coche. Era un
buen coche; uno que mi padre me había regalado para felicitarme
una vez que firmé los papeles para poner su compañía de viajes a
mi nombre. Ese hombre se había encargado de controlar todos los
aspectos de mi vida durante los últimos cinco años. Había intentado
obligarme a asumir su puesto de director ejecutivo de la empresa, a
vivir mi vida trabajando como un esclavo en la oficina los siete días
de la semana, durante al menos diez horas al día, aun sabiendo que
no era ahí donde radicaba mi pasión.
Así que acepté el regalo, firmé los papeles y en cuanto murió me
puse en contacto con mi abogado.
Misión cumplida.
Me aflojé la corbata mientras conducía hacia Boston. Bajé la
ventanilla, sintiéndome más libre a cada segundo que pasaba.
Desabroché los botones de mi camisa para después sacarla de
detrás del cinturón de cuero. Mientras me sacaba la camisa por la
cabeza, centrado en el incesante tráfico que solo hacía que
adormecerme la mente, suspiré de alivio.
No más jodidos trajes.
Había querido cambiar durante mucho tiempo el lujoso Audi, por
algo más práctico. Siempre había soñado con una furgoneta o algo
con tracción total para poder surcar la costa de las playas de Gold
Bend. Pero paso a paso. Primero necesitaba cruzar el país.
Necesitaba volver a casa.
Me importaban una mierda los muebles que había dejado atrás.
De todas formas, la mayoría eran muebles de alquiler. Tomé nota
mental de contactar a la empresa que me los alquiló para
informarles que tenían que pasar a recogerlos por el piso. Cuanto
más lo pensaba, más me daba cuenta de lo efímera e insignificante
que había sido mi estancia en Boston. No había comprado nada por
voluntad propia; ni siquiera un maldito lugar para vivir. Había
conseguido cerrar un contrato de alquiler mensual para poder irme
en cualquier momento; y alquilé los muebles, por lo que no tenía
que hacer una gran mudanza cuando decidiera irme. Joder, ni
siquiera había elegido mi propio coche, mi padre decidió
directamente sin tan siquiera consultarme. Tampoco había hecho
amigos. No asistí a ninguna de las salidas de trabajo, ni aproveché
ninguno de los descuentos de la empresa para hacer algún viaje.
Esa fue mi forma de ahorrar tanto dinero como pude.
Qué bien se siente uno cuando es libre.
Sonreí mientras cruzaba los límites de la ciudad. En el segundo
en que vi el letrero "Dejando Boston," mi corazón dio un vuelco de
alegría. Me dispuse a configurar la pantalla táctil del coche para
llamar a mi madre. Nunca entendí para qué eran necesarias tantas
tonterías en un coche. Busqué el número de mi madre y presioné el
botón de llamar. Los altavoces cobraron vida con el tono de su
teléfono.
Cuando contestó, sonreí.
"Acabo de salir de Boston, mamá."
Ella hizo una pausa. "¿Qué pronto no? Supuse que esperarías
hasta mañana."
"Quería ponerme en camino lo antes posible."
"Lo sé, pero hace solo tres horas que hablamos."
Me encogí de hombros. "No tenía mucho que empaquetar
mamá."
Ella suspiró. "Odio hablar mal de los que ya no pueden
defenderse, pero...."
Me reí. "Créeme, yo también le odio."
"Eso no era lo que iba a decir."
"Porque eres demasiado buena para decir algo así. Así que lo
digo por los dos."
"Iba a decir, que tu padre debería haberlo sabido."
Hice una pausa. "¿A qué te refieres?"
Ella suspiró. "Nada. Ven a casa y hablamos. ¿Vale? Avísame
cuando consigas un hotel para pasar la noche. No te atrevas a
tenerme despierta toda la noche si decides conducir también de
noche."
"¿Qué has querido decir con 'papá debería haberlo sabido’?"
"Podemos hablar de eso cuando llegues a casa."
"Mamá."
"Te amo cariño. Mantenme informada de cómo estás."
Después me colgó sin tan siquiera tener posibilidad de
responderle.
Tengo mil cosas en la cabeza, sobre todo, de recuerdos del
pasado. Cuanto más me acercaba a mi primera parada al hotel, más
cerca me sentía de Gold Bend, trayéndome consigo imágenes,
olores y sonidos que nunca pensé que volvería a experimentar.
Incluida Winnie.
Sonreí al pensarlo. Jamás había podido olvidarla, ni la noche que
pasamos juntos años atrás. No había salido en serio con nadie
durante todo el tiempo que había estado viviendo en Boston. Había
quedado un par de veces con chicas, pero solo me sirvió para
darme cuenta de que mi corazón había pertenecido a Winnie desde
el segundo en que la vi por primera vez.
De repente, me encontré a mí mismo imaginando cómo sería el
reencuentro perfecto.
Aunque sabía que probablemente no iba a ser del todo real. Para
mí, ella había sido la musa de mi arte, y en cierto modo, su recuerdo
permanecía conmigo siempre gracias a eso. Por lo contrario, Winnie
probablemente se habría mudado o se habría olvidado de mí. No
nos habíamos mantenido en contacto. Joder, ni siquiera nos dimos
los teléfonos para seguir en contacto cuando se fue. Cada vez que
le preguntaba a Steve sobre ella, se ponía entre sarcástico y
enojado. Siempre cerraba la conversación con algún comentario
frívolo, así que dejé de preguntarle. Lo último que necesitaba era
que se enterara de mi amor de verano con su hermana.
CAPÍTULO 4
WINNIE

T oqué la caja registradora. "Serán 30,22 €, por favor."


La mujer sacó su bolso. "Muchas gracias por conseguirme
lo que te pedí. No puedo imaginar la cantidad de molestias que te
habrás tomado para conseguirlo."
"Tranquila, no ha sido una molestia. Las rosas de té híbridas son
hermosas y únicas, así que te entiendo."
"Dependiendo de cómo se arraiguen en la tierra del terreno de
mi casa, volveré a por más. Tendrás más, ¿verdad?"
Asentí. "Haremos que así sea, señora. Claro que sí."
Metí mis guantes en el bolsillo trasero antes de coger el dinero
en efectivo de sus manos. Luego puso algo del cambio que le di en
el frasco de propinas, y no pude evitar dedicarle una sonrisa.
Últimamente, ese tipo de gestos eran los únicos momentos que me
sacaban una sonrisa.
Especialmente, desde que me habían ascendido al
departamento de flores a tiempo completo.
No me gustaba trabajar en la recepción, pero a veces no tenía
elección. Ya sabes, negocio familiar y todo eso. Mi madre, que
también acabó siendo mi jefa, salió a comer, dejándome al cargo de
las flores de la parte de atrás y de la venta al público de la parte
delantera. Estaba en todo, aunque no quería hacerlo. Mi madre
había abierto la única floristería de buena reputación de Gold Bend,
donde cultivábamos nuestras propias flores. Así que, tenía que
tratar ese arduo trabajo con el respeto que merecía el esfuerzo que
ella había invertido en hacer funcionar el negocio.
A pesar de que odiaba la parte de socializar que el trabajo
implicaba.
Suspiré mientras me sentaba y contaba los minutos hasta que
regresara. Estaba lista para regresar con mis flores, con la tierra y
las semillas y la pulverización de sus hermosos pétalos. Con los
sonidos y olores de su crecimiento mientras veía cómo las
pequeñas semillas eclosionaban. Esas flores, de algún modo, me
daban la esperanza que necesitaba para creer que algo mejor me
esperaba en el horizonte.
Seres vivos que no requerían que les hablara. Nunca.
Saqué mi teléfono y toqué la pantalla. Estuve esperando todo el
día a que mi hermano me enviara un mensaje. Steve había sido
convocado para un viaje improvisado a Chicago. Algo sobre el FBI
requiriendo de su experiencia. No estaba segura, realmente no
prestaba especial atención a la mitad de lo que decía.
Pero aparentemente, el FBI necesitaba un policía de pueblo que
fuera bueno en la elaboración de perfiles.
La esquina de mi boca se contrajo cuando vi su nombre aparecer
en mi pantalla. Finalmente me escribía. Le di la espalda a la caja
registradora, mientras leía sus palabras en la pantalla de mi
teléfono. Suspiré de alivio. Había adjuntado una foto de su tonta
sonrisa fuera de la casa de nuestros padres.
Estaba en casa.
Y a salvo.
El timbre de la puerta sonó, automáticamente me metí el teléfono
en el bolsillo. Me di la vuelta con la mejor de mis sonrisas en el
rostro para atender al cliente, que finalmente resultó ser mi madre,
mirándome con el ceño fruncido.
"¿Estabas mirando el teléfono?"
Me encogí de hombros. "Steve acaba de llegar. Quería
asegurarme de que estaba bien."
Su tono cambió. "¿De Verdad? ¿Ya ha vuelto de Chicago?
¿Como le ha ido? ¿Te ha dado algún detalle? Me pregunto si me
habrá enviado un mensaje de texto a mí también. Voy a estar tan
molesta con él si no lo ha hecho…."
Rápidamente se acercó a mi poniéndose detrás de la caja
registradora y colocando la comida en el mostrador. Suspiré cuando
me acercó una silla. Comenzó a repartir la comida, estaba
hambrienta, así que mis ojos se abrían cada vez más a medida que
sacaba cosas de la bolsa. Después de servir la comida, miró
rápidamente su teléfono para verificar si tenía un mensaje de Steve.
"¿Esto es para mí?" Pregunté.
Mamá asintió sin rumbo fijo. "Me di cuenta de que no comiste
nada a la hora de la comida."
"No tenía hambre."
"Necesitas comer para no desmayarte en el invernadero. Hace
demasiado calor ahí dentro."
"Tengo agua."
Ella me miró. "Siéntate y come."
"¿Puedo llevarme la comida dentro?"
"¿Realmente no me vas a dar detalles sobre lo que ha estado
haciendo tu hermano?"
"¿Eso significa que no te ha enviado un mensaje de texto?"
Ella se burló. "No. Lo que significa que ya está en casa vaciando
la nevera, esperando a que cerremos la floristería y volvamos a
casa."
Me encogí de hombros. "Bueno, es normal, tiene que estar
cansado. Ha estado trabajando. Firmó un contrato con el FBI, ya
que necesitaban de su experiencia de elaboración de perfiles."
"Es en lo que ha trabajado últimamente. ¿Crees que quiere
convertirlo en su especialización?"
"Ni idea."
"Quizás deberías preguntarle. Porque eso significaría irse de
esta ciudad para siempre, ya sabes. Y a mí nunca me cuenta esas
cosas. Siempre piensa que todo lo que hago es preocuparme. Y
tengo esta floristería que administrar. Hago algo más que
preocuparme."
No mucho más. "Claro, ya le preguntaré a ver qué me dice."
De mala gana, me senté y comí. Aunque no tenía hambre, así
que principalmente estaba jugando con la comida en mi boca. Bebí
un sorbo del agua que mi madre me había traído, mientras mi mente
volvía a mi hermano. A veces lo envidiaba. Tener el descaro de salir
y hacer algo que realmente importa.
Siempre había sido un hombre de acción.
Tenía que reconocer que tener descansos de él, era agradable.
Porque cuando estaba en casa, lo tenía constantemente pegado a
mi nuca. Era extremadamente protector. No es que no me lo
mereciera. Quiero decir, había cometido errores en mi pasado.
Errores de los que a él le hubiera gustado ahorrarme. Aun así, me
las había apañado para salir y seguir con mi vida. Tenía mi propio
trabajo y un apartamento tipo estudio a las afueras de la ciudad.
Seguramente me ayude a arreglar la fuga de la tubería de la
cocina.
Hice una nota mental para hablar con mi padre y que le dijera a
Steve que me ayudara con ese tipo de cosas. Cada vez que le
contaba a mi padre algo sobre mi pequeño apartamento, Steve
aparecía con su caja de herramientas, una sonrisa en su rostro y su
necesidad de quedarse hasta que lo arreglara todo. Mi hermano
estaba más pegado a mí de adulto, de lo que jamás podría haberlo
estado cuando éramos niños.
Tal vez haría de la investigación de perfiles su carrera y
empezaría su camino para dejar de perseguirme a todas partes.
"Mmm, hay algo que huele bien aquí."
La voz de Uma detuvo mi corazón. Levanté la cabeza
rápidamente y miré mientras la señorita Tripet se dirigía a la caja
registradora. Eché un vistazo a mi madre y se puso de pie. Ambas
se abrazaron, mientras Uma me dirigía una de esas miradas de
arriba a abajo. ¿Lo sabía ya? Probablemente no. Nadie de mi familia
se lo hubiera dicho a nadie sin mi permiso.
"Uma, qué amable por tu parte visitarnos. ¿Buscas algo en
particular?" Preguntó mamá.
Uma sonrió. "Necesito un ramo de ese conjunto azul y blanco
que tenéis ahí. Creo que son rosas blancas, ¿verdad?"
Aclaré mi garganta. "Y lirios. Además de crisantemos en
miniatura."
Uma me miró. "Si. Ese ramo es perfecto. Y si es posible, me
gustaría ponerlos en ese jarrón color negro mate que vendéis."
Mi corazón se detuvo por un instante. "¿Alguna buena noticia
que debamos saber?"
Uma parecía como si fuera a estallar de emoción. "Mi Ben,
finalmente regresa a casa."
Mi madre me lanzó una mirada rápida, antes de dirigirse a darle
un gran abrazo a Uma.
"Sé lo importante que es para ti que Ben vuelva a casa. Ha sido
difícil tenerlo tan lejos todos estos años, ¿verdad?" Preguntó mamá.
Uma se secó los ojos y sonrió. "Lo ha sido, sí. He echado
muchísimo de menos a mi chico. Pero podré rodearlo con mis
brazos y consentirlo de nuevo muy pronto."
Mamá se rio. "Es difícil no malcriarlos incluso siendo mayores,
¿no?"
"Y tanto. Una vez que les ves la carita al nacer, son tu bebé para
siempre."
Sentí una oleada de náuseas atravesarme y mi madre me volvió
a lanzar una mirada, esta vez de preocupación.
"Me enteré de la muerte de su exmarido"; dijo mamá, ansiosa
por cambiar el rumbo de la conversación.
"Sabes, no me gusta hablar mal de los muertos, pero ya era
hora"; dijo Uma con un movimiento de cabeza. "Ese hombre causó
suficiente sufrimiento en este mundo. Ahora es el problema de quien
mande en el infierno."
Mamá se rio entre dientes y apretó la mano de Uma. "Déjame ir
a prepararte el ramo." El tenedor cayó de mi mano, llamando su
atención. ¿El padre de Ben falleció? ¿Va a volver pronto? Sentí que
me ponía aún más enferma. Tenía tantas preguntas arremolinadas
en mi mente. Mis ojos se desviaron de Uma el tiempo suficiente
para agacharme a recoger el tenedor. Después, preparé mis cosas
para volver al trabajo.
"Debería ir a cuidar de las flores. Es hora de regarlas."
Odiaba lo tensa que sonaba mi voz.
Pero odié aún más que apenas podía mirar a la mujer a los ojos.
El amor secreto por su hijo, que cargaba sobre mis espaldas,
pesaba demasiado, y necesitaba escapar antes de que me
consumiera.
Regresé a mi refugio de flores, mi sanctasanctórum... Cerré la
puerta del invernadero y respiré hondo mientras dejaba la comida y
la bebida en una de las mesas. Me pase las manos por el pelo hasta
esconder mi cara con ellas.
Ben necesita saber la verdad.
Y también su madre.
"¿Winnie?"
Me giré para mirar a mi madre. "Estoy bien, mamá, solo necesito
volver al trabajo."
"Fue muy agradable verte, Winnie," dijo Uma mientras me giraba
para alejarme.
Lo mismo digo, señora Tripet. Me alegro de que Ben vuelva a
casa. Estoy segura de que lo extrañó sobremanera."
Me lanzó una mirada que me dijo que sabía más de lo que
pensaba, pero no podía hacer más que quedarme quieta e imaginar
qué podría ser exactamente lo que la madre de Ben sabía. Sentí
como las paredes estaban empezando a cerrarse sobre mí y luché
contra la necesidad de huir que estaba sintiendo.
No pude entrar a la trastienda lo suficientemente rápido. Cerré la
puerta detrás de mí y me apoyé en ella, dejando escapar un suspiro
tembloroso. Busqué consuelo en el olor de las flores y la suciedad
que rodeaba mis pies. Me encantaba estar descalza entre las
plantas. Y sabía que iba a ser la sensación que más me
reconfortaría, tras escuchar la noticia de la vuelta de Ben. Cuando
mi madre no estaba para controlarme, siempre me quitaba las
sandalias y andaba descalza entre las plantas.
Vamos, Winnie. Respira.
Sentí como si el suelo se estuviera desmoronando a mis pies.
Sentí que todo lo que había ido construyendo delicadamente
durante los últimos cinco años, finalmente caía sobre mí. Ben volvía.
Posiblemente para siempre. Y sabía que una vez que Steve
escuchara lo que tenía que decirle, enloquecería.
Si no lo sabía ya.
Quiero decir, ambos eran los mejores amigos de la infancia. Por
supuesto que se lo diría en algún momento. Lo que no sabía era si
Steve podría o no llegar a matar a Ben al verlo, si ya sabía que nos
habíamos acostado años atrás. Escuché a Uma suspirar al otro lado
de la puerta. Cerré los ojos, rezando y deseando que se fuera lo
antes posible. Quería estar sola. Verdadera y absolutamente sola.
Unos minutos más tarde, mi madre se asomó por la puerta.
"¿Estás bien, hija?" preguntó.
Negué con la cabeza, sin articular palabra.
"Escucha, sé que esto va a ser difícil para ti, pero lo superarás.
Todos estaremos aquí para apoyarte."
Finalmente me desmoroné; las lágrimas no dejaban de correr por
mi rostro. "¿Por qué no podría simplemente quedarse en Boston?"
Pensé. "¿Por qué tiene que volver?"
Mi madre me rodeó con sus brazos y me acercó. "Esta es su
ciudad natal también, hija, y estoy segura de que ha echado mucho
de menos a su madre. Y tal vez, no sea una mala noticia después
de todo."
Me aparté y la miré con incredulidad. "¿Cómo va a ser algo
bueno?"
"Porque," extendió la mano y secó una lágrima de mi mejilla.
"Quizás puedas conseguir cerrar las cosas, ahora que ha pasado un
tiempo. Dile a Ben la verdad, grítale si es necesario, hazle todas las
preguntas que has acumulado durante los últimos cinco años. Te
mereces sentir un poco de paz."
Negué con la cabeza, sabía que mi madre tenía razón. Ben
necesitaba saber la verdad, y necesitaba escucharla de mí y
después tal vez, solo tal vez, obtendría la paz por la que tanto
rezaba a diario.
CAPÍTULO 5
BEN

N ecesité dos días más de carretera de lo que había planeado


originalmente. Finalmente, llegué a casa el sábado. Nuestro
letrero torcido de "Bienvenido a Gold Bend" me recibió a las nueve
de la mañana. Decidí parar en mi cafetería favorita para tomar una
taza de café. Su bebida característica era famosa en todo Gold
Bend por su exquisito y único sabor. Lo nombraron "Sunset
Caramel." Pero yo lo llamo "perfección."
Aparqué mi coche, y vi lo fuera de lugar que estaba. Todos en
Gold Bend conducían Jeeps, coches oxidados o algún tipo de
camioneta. Nadie tenía coches de lujo en esta zona del país, mucho
menos los que aún brillaban como diciendo "soy un coche nuevo."
Sentí que la gente me miraba al salir del coche y cerrar la puerta del
conductor. Sin nada más que mis vaqueros y una camiseta, decidí
entrar. Abrí la puerta de Carly's Coffees, la pequeña cafetería se
había resistido al paso del tiempo. Todo seguía exactamente igual
que cinco años atrás.
No pude evitar notar las miradas que la gente me estaba
echando.
Saludé con torpeza a un par de chicas que conocía de la
escuela, ellas simplemente me miraron y volvieron de nuevo a su
conversación, lanzándome miradas cada pocos segundos.
Qué cojones.
Algunas personas inclinaron sutilmente la cabeza hacia un lado.
Algunas fruncieron el ceño en mi dirección directamente. Y algunas
personas sin cortarse un pelo me miraron de arriba a abajo
directamente. Esas personas me habían visto crecer. ¿Qué cojones
había hecho para ganarme su desdén? Llegué a la caja y traté de
sacudirme de toda esa mala energía, cuando de repente salió una
mujer de detrás de la barra.
"Bienvenido. ¿Qué quieres tomar?"
Parpadeé. "Uh, hola Beth," recordaba esa chica perfectamente,
estudiaba un curso por debajo del mío en la escuela.
"¿Qué te gustaría tomar, Ben?" preguntó de nuevo, sin rastro de
calidez en su voz.
"Un Sunset Caramel grande, por favor."
"¿Para llevar?"
"En realidad, quiero tomarlo aquí. Si no hay problema."
"Estás en todo tu derecho, claro que sí."
Fruncí el ceño. "Gracias. ¿Podrías añadir uno de esos rollos de
canela también?"
"Por supuesto. ¿Lo quieres caliente?"
"No, frío está bien."
"¡Un Sunset Caramel grande y un rollo de canela, por favor!"
Hice una mueca de dolor por lo fuerte que gritó mi pedido.
"Gracias."
Ella cogió el dinero y ni siquiera dijo: "de nada"; antes de decirme
que esperara a un lado.
Observé lo educada que era con todos los demás, lo cual me
desconcertó bastante. No podía ser una coincidencia, pero decidí
apartarlo de mi mente, tenía mejores cosas en las que pensar. En el
instante en que olí ese café, no pude evitar sonreír, me sentía en
casa. Hasta que vi que me lo habían servido en una taza para llevar,
aunque le había dicho explícitamente que quería tomarlo en la
cafetería.
Había metido el rollo de canela en una bolsa.
"Que tengas un buen día." Dijo, mientras me entregaba el café y
la bolsa.
Asentí lentamente. "Gracias. Igualmente."
"Ah."
Quería quedarme. Quería sentarme en mi mesa de la esquina
que estaba situada junto a la ventana, como lo había hecho durante
toda mi adolescencia. Pero algo me dijo que la gente de ese lugar
no me quería allí. ¿Cuánto había ensuciado mi padre mi nombre?
Sabía que las peleas con mi madre habían sido constantes, y
contemplaba la idea de que, al volver a casa, esa realidad me
golpearía en la cara, pero no imaginaba que sería tanto. Una de las
razones por las que cedí ante él hace tantos años atrás, fue para
evitar que continuara haciendo de la vida de mi madre una pesadilla.
La gente ya no quería relacionarse con ella por culpa de mi padre.
Pero ¿las cosas realmente habían acabado tan mal?
Incluso cuando estás muerto, eres como una llaga en el culo.
Me fui de vuelta al coche. Lo puse en marcha, encendí el aire
acondicionado y puse la emisora de radio que solía escuchar, la
WKXL. No pude evitar mover la cabeza al ritmo de la música que
estaba sonando, que era la misma que cuando era tan solo un niño.
Me inundó el recuerdo de cuando intenté aprender a surfear, aunque
nunca me apasionó realmente. Surcar esas frías olas era
demasiado doloroso, así que paré de hacerlo. Mientras la mayoría
de los chicos salían a surfear y hacer actividades que demostraran
su masculinidad, yo pintaba en la trastienda de mi madre,
repartiendo pintura por todos lados, incluida la alfombra; cubriendo
todas las paredes mientras intentaba crear lo que, para mí, eran mis
"obras maestras."
Sonreí ante el olor de los lienzos apilados pulcramente en mi
asiento trasero.
Terminé mi desayuno y salí del aparcamiento. Marqué de nuevo
el número de mi madre. El teléfono sonó por los altavoces del
coche, interrumpiendo la música. Sonreí cuando contestó. Regresé
a la carretera principal dirección al centro. Solo quedaban quince
minutos, y podría saciar mis ansias de abrazar a mi madre.
"¿Sí?" preguntó.
Aclaré mi garganta. "¿Adivina dónde estoy?"
"¿Dónde?"
"Acabo de salir de Carly's Coffees."
"Qué bien, ya casi estás en casa."
Hice una pausa. "Sí."
"Entonces, ¿te veo pronto?"
"¿Por qué todo el mundo está tan raro conmigo mamá?"
"¿Qué quieres decir hijo?"
"Pensé que estarías más emocionada de verme."
Ella suspiró. "Estoy muy contenta, Ben. Entra por la puerta
principal cuando llegues."
"Si. Bueno. Vale, entendido."
Sacudí la cabeza mientras mordía el interior de mi mejilla, un
hábito desagradable que nunca dejé. Apreté el volante con los
nudillos mientras avanzaba por la ciudad reduciendo la velocidad.
De repente, una sensación de no querer llegar a casa de mi madre
me inundó. Sentí la necesidad de tener mi propia habitación de hotel
a las afueras de la ciudad, lejos del aparente prejuicio que me había
perseguido desde que había llegado.
Estás pensando demasiado las cosas, Ben. Simplemente ves a
casa.
Me detuve en el camino de la entrada y no experimenté la
eufórica sensación de alivio que pensé que tendría. No entendía por
qué. Caminé hasta la puerta principal con el motor todavía en
marcha. Cuando atravesé las puertas, prácticamente corrí por el
pasillo en busca de mi madre como el niño que un día fui.
"¿Mamá? ¿Estás aquí?"
Doblé la esquina hacia la cocina y la vi de pie junto a los
fogones. Movió la sartén y, por el olor que me vino, supe al instante
que estaba cocinando sus famosas verduras a la sidra. Mi boca se
hizo agua y mi estómago gruñó. Caminé hacia ella mientras miraba
a mi alrededor.
"¿No me vas a dar un abrazo?" pregunté.
Bajó el fuego en el que tenía la sartén y luego me envolvió en
sus brazos. Enterré mi cara en su cuello y la abracé con fuerza. Se
aferró a mí, devolviendo el apretón y envolviéndome en su
reconfortante calidez. Extrañaba sus abrazos. Había anhelado esos
abrazos durante mucho tiempo. Cada vez que tenía que volver a
Boston, era lo primero que extrañaba de ella. Sus abrazos. Su
sonrisa. Su risa. Su naturaleza reconfortante.
De repente, me agarró fuerte la cara.
"¡Ay! ¿Qué pasa?"
"Deberías haberme llamado más a menudo," dijo, y enseguida
me acurrucó en sus brazos de nuevo.
"Lo sé, mamá. Papá no me lo puso exactamente fácil, pero sé
que debería haberlo hecho. Pero estoy feliz de estar en casa ahora."
Mi madre se secó los ojos llenos de lágrimas y tocó mi mejilla
con su cálida mano. "Estoy tan contenta de que estés aquí."
"Sí, bueno, creo que eres la única," murmuré.
Volvió a los fogones, removió lo que fuera que tenía en la sartén
mientras me preguntó de espaldas. "¿Por qué dices eso?"
Le conté acerca de las miradas extrañas que había recibido y el
comportamiento grosero en la que había sido, durante años, mi
cafetería favorita, y cómo no tenía idea de por qué la gente me
había tratado de esa manera.
Suspiró y se secó las manos con el paño de cocina antes de
acercarse a la mesa conmigo. "Nunca te dije nada cuando venías
para visitas breves, pero ...."
Miré a mi madre con curiosidad. "¿Qué? ¿Qué me he perdido?"
"Siéntate, cariño"; dijo, señalando la silla frente a ella.
Cuando me deslicé en la silla y apoyé los codos en la mesa, ella
respiró hondo.
"Bueno, no hay una manera bonita de decirte esto, así que te lo
diré directamente. Sé que estabas tratando de mantenerlo en
secreto, pero la mayoría de la gente sabe lo que pasó entre tú y
Winnie ese verano antes de que te fueras."
Sentí que el color desaparecía de mi rostro. "¿Qué? ¿Cómo?"
Bueno, aparentemente fue algo muy importante para esa chica y se
lo tomó muy mal cuando te fuiste. Sus padres y su hermano se
enteraron de lo vuestro, y Steve se encargó de hacer correr la voz
de que te aprovechaste de ella. Traté de defenderte, pero solo
empeoró las cosas, así que dejé de hacerlo."
Mierda. Entonces Steve sabe que me acosté con su hermana
pequeña. Eso explica por qué nunca supe de él después de
mudarme a Boston. Pensé que era extraño que mi mejor amigo me
dejara de hablar, así como así, pero ahora todo tenía sentido.
"¿Qué quieres decir con que se lo tomó realmente mal?
Decidimos incluso antes de que pasara nada, que solo sería una
aventura de verano. Ella sabía que me mudaba a Boston y yo sabía
que ella se iba a la universidad."
Mamá negó con la cabeza. "No sé qué pasó exactamente,
cariño, pero aparentemente Winnie no pensó que lo vuestro fuera
solo una aventura."
Yo tampoco. Pero no me atrevía a decirlo en voz alta.
"¿Entonces Steve les ha dicho a todos, que yo soy el idiota que
rompió el corazón de su hermana pequeña?"
"Prácticamente, eso es lo que pasó, sí."
"Qué bien," dije. "La noticia perfecta para el regreso a casa."
Mi madre se inclinó sobre la mesa y me apretó la mano. "Estoy
feliz de que estés aquí. Y estoy segura de que ahora que has vuelto,
puedes contar tu versión de los hechos y la gente podrá perdonar y
olvidar."
Me reí entre dientes y negué con la cabeza. "Conozco a Steve,
no va a ser una tarea fácil."
En ese momento, sentí una gran necesidad de ver a Winnie y
hablar con ella. Quería saber por qué nunca me había llamado si me
había echado tanto de menos. Quería arreglar las cosas con ella.
Pensé en esa noche. La noche que hicimos el amor. La noche
que le quité todo.
La noche que, de no haberla parado, me hubiera dicho que me
quería.
"¿Sabes dónde está ahora?" Pregunté.
Mamá negó con la cabeza. "No molestes a esa pobre chica en el
trabajo."
"¿Dónde está su oficina?"
Ella frunció el ceño. "¿Qué oficina?"
"Su despacho de abogados."
"Oh, cariño. Realmente no sabes nada, ¿verdad?"
Mi corazón dio un vuelco. "¿Qué?"
Ella puso su mano en mi brazo. "Winnie no fue a la universidad.
Se tomó un año sabático y luego comenzó a trabajar en la floristería
de su madre. Ahora es la jefa del invernadero de la trastienda."
"Espera, ¿qué? ¿No fue a la universidad?"
Mamá negó con la cabeza. "No, no lo hizo."
Me di la vuelta. "Tengo que ir a verla. ¿La tienda está donde
solía estar?"
"Espera un segundo."
Mamá me agarró del brazo de nuevo, resistí la tentación de
hacer que me dejara ir.
"¿Qué, mamá? Lo siento, pero aquí hay algo que no está bien.
¿Por qué nadie me lo contó? ¿Por qué no me dijiste nada?"
"Porque pensé que era solo un amor de juventud y que todo
pasaría en un tiempo. Ahora veo que no es así. Para ninguno de los
dos."
Pasé mis manos por mi cabeza de la frustración que sentía.
"Necesito verla de inmediato y averiguar qué está pasando."
Ella respiró hondo. "¿Quieres deshacer tus maletas antes de
salir?"
Negué con la cabeza. "Puedo hacerlo esta noche cuando
vuelva."
Me incliné hacia adelante y besé la mejilla de mi madre
rápidamente. A continuación, me giré en dirección a la puerta. Salté
dentro de mi coche, que todavía estaba encendido, tratando de
procesar lo que acababa de suceder. Quería intentar averiguar qué
había hecho para convertirme en el villano de Bond. Todo esto era
surrealista, parecía que estuviera dentro de una película. Ella me
presionó para que nos acostáramos, ella fue la que se entregó de
forma libre a mí. Traté de resistirme hasta que ella me dijo que era lo
que quería. Y ella estaba bien después de tener sexo conmigo.
Después pasamos dos semanas gloriosas, el uno con el otro, antes
de despedirla junto con su familia. Recuerdo perfectamente estar de
pie junto a Steve mientras la despedíamos.
Steve. Mierda, eso iba a ser duro. Podía imaginarme que quería
patearme el trasero. Tendría que ser cauteloso. "¿Ben?"
Mamá me llamó suavemente a través de la ventana. Bajé la
ventanilla y me entregó un vaso de café que aún sacaba el vapor del
calor por el agujero superior.
"Gracias mamá."
"No te vuelvas loco, ¿vale?"
Asentí. "No lo haré, estate tranquila. Solo necesito entender qué
pasa."
"Tienes que entender que es posible que no haya nada que
puedas hacer para arreglar esta situación."
Suspiré. "He vuelto por ella, mamá."
La miré y la vi asentir.
"Entonces, hazme caso cuando te digo que vayas con mucho
cuidado."
Mientras colocaba el café en el portavasos del coche, puse
rumbo a la floristería. Tenía que descubrir como arreglar ese
malentendido.
Porque algo me decía que, esta vez, no tenía nada que ver con
mi padre.
CAPÍTULO 6
WINNIE

P arpadeé hacia el techo mientras sonaba la alarma. Había


estado acostada durante una hora. Pensando. Preguntándome
por qué Ben había decidido volver a la ciudad. ¿Sabría algo de él?
¿Quería saber de él?
Me acerqué y apagué la alarma. Esperé unos segundos, rodé
hasta ponerme de lado, respirando profundamente mientras el dolor
recorría mi espalda. Hice una mueca y cerré los ojos. Respiré hondo
y esperé a que pasara el dolor.
Un dolor que me trajo tantos recuerdos.
"Está perdiendo oxígeno. ¡Necesitamos un médico!"
"Consíguele un poco de sangre. Necesita una transfusión ya."
"¿Dónde cojones está el doctor? ¡La vamos a perder!"
La segunda alarma sonó a todo volumen, sacándome de esos
malos recuerdos.
Salí de entre las mantas. Apagué la alarma y me dirigí al baño.
Cada mañana, la misma rutina, día tras día. Me lavé los dientes con
las luces apagadas, dando tiempo a mis ojos para adaptarse a la luz
del día. Después de mi enjuague bucal, encendí la luz para lavarme
la cara. Me recogí el pelo y lo até en un moño alto, sacándolo de mi
camino para otro día de duro trabajo. Nunca fui del tipo de persona
que se ducha por las mañanas; prefería hacerlo por las noches para
quitar la suciedad del día y mantenerme despierta más tiempo, para
poder arreglar la casa.
O sentarme y llorar en el fondo de la bañera, si era lo que
necesitaba.
Después del lavado de cara vino el tonificador. Y luego, la crema.
No usaba maquillaje, al menos desde hacía un tiempo. No le veía el
sentido; de todos modos, sudaría en el invernadero. ¿Y para quién
cojones iba a usar maquillaje de todos modos? La idea de tener
citas me hacía sentir mal. No quería que otro hombre me tocara.
Regresé a mi dormitorio y me vestí. El mismo atuendo de
siempre para otro día de trabajo; unos tejanos que no me importara
ensuciar, las chanclas, y una camisa con el logo de la empresa
familiar estampado en la parte delantera. Tenía esas camisas en
todo tipo de colores. Rosa brillante. Azul pálido. Color menta. Negro.
Mi favorita era la negra.
Agarré mis cosas y silenciosamente me dirigí hacia la puerta
principal. Me encantaba la localización de mi apartamento, justo
encima de Carly's Coffees, donde mamá y yo nos reuníamos para
desayunar antes de abrir la tienda. Bajé por la escalera lateral y
atravesé la puerta de hierro forjado. La cerré detrás de mí antes de
deslizarme dentro de la tienda, sintiendo el aire frío golpeándome en
la cara.
Sonreí ante el olor de los bollos de canela.
"Buenos días, Winnie," me dije a mi misma.
Miré a mi madre, sostenía una taza de café en una mano y un
bollo de canela con la otra. Caminé hacia ella y me senté a su lado.
Cogí el café con moca que pedía cada día y tomé un largo sorbo. A
pesar de que había estado despierta durante casi dos horas, todavía
me sentía adormecida.
"Mmm, buenos días, mamá."
Ella sonrió. "¿Has dormido bien?"
Me encogí de hombros. "Tanto como he podido."
"¿Cómo te sientes hoy?"
Por favor, no me preguntes eso. "Estoy bien, mamá."
"No parece que estés bien."
Miré por la ventana. No quería hablar. No quería hablar de nada.
Solo quería sumergirme en el trabajo, pasar el tiempo sin pensar en
nada más que mis flores, y luego volver a casa y relajarme con un
poco de vino que tomaba en una taza de café.
"Estoy bien. Lo prometo."
Mamá suspiró. "Bueno, sabes que estoy aquí si quieres hablar."
Asentí lentamente. "Lo sé."
"Bueno. Me alegro de que lo sepas."
Ella extendió su mano y me dio unas palmaditas en la espalda.
Hice todo lo posible por no romper a llorar. Estaba cansada de llorar.
Mi teléfono sonó, interrumpiendo la rutina matutina. Por lo
general, me molestaban las cosas que interrumpían mi rutina. Pero
esa vez, disfruté de la interrupción, ya que me salvaba de una
conversación incómoda con mi madre.
Descolgué la llamada. "¿Hola?"
"¡Hola! Soy Steve."
Fruncí el ceño. "¿Qué haces despierto tan temprano?"
"Buenos días para ti también, hermanita. Solo quería llamarte
para ver cómo estabas."
Mi rostro decayó. "Como le acabo de decir a mamá, estoy bien."
"¿Estás segura?"
"Eres muy pesado."
Mamá arqueó una ceja. "¿Steve?"
Asentí. "Sí."
Steve se rio entre dientes. "Dale los buenos días a mamá de mi
parte'."
Suspiré. "Steve dice que me des el día libre."
"¡Oye!"
Mamá se rio y negó con la cabeza.
"Bueno, ¿Vas a estar en la tienda hoy entonces?"
Hice una pausa. "¿Por qué?"
"Pensé en venir a verte. Podríamos comer juntos."
"Nunca me has llevado a comer por ahí."
"Bueno, pues ahora sí."
Suspiré. "Mirad, estoy cansada de que todos los años hayáis
intentado distraerme. No quiero concentrarme en pasarlo bien. Todo
lo que quiero hacer es ...."
"Sí, sí, sí. Encerrarte en tu habitación y no salir nunca. Lo
sabemos. Sin embargo, hermanita, la vida no se trata de aislarse y
no vivir."
"Vaya."
"¿Vaya qué?" Preguntó mamá.
Puse los ojos en blanco. "Alguien se ha iluminado."
"¿Qué?"
"Ben."
Mamá hizo una pausa. ¿Ben? ¿Qué pasa con él?"
Puse el teléfono en mi hombro con el micrófono pegado a mí.
"Steve llama porque probablemente ha visto a Ben, así que debe
querer saber si ha contactado conmigo."
Mamá asintió. "Bueno, ¿lo ha hecho?"
"No."
Volví a poner el teléfono en mi oído. "¿Steve?"
"Sigo aquí."
"No, no me apetece comer fuera. Adiós, Steve."
"¡Espera, espera, espera, espera!"
Gruñí. "¿Qué?"
"Estoy preocupado por ti ... ¿realmente estás manejando esta
situación bien?"
Me relamí los labios. "Oh, Dios mío. Si. Estoy bien. Estoy
intentándolo. Pero vosotros no me ayudáis tratándome como un
cristal que puede romperse en cualquier momento. De hecho, lo
empeora. Dejadme lidiar con esto de la forma que necesito hacerlo,
¿vale?"
"No estamos tratando de empeorar las cosas, Winnie,
simplemente te queremos y queremos ayudarte," dijo mi hermano.
Suspiré y me pasé la mano por la cara. "Si realmente quieres
ayudarme, deja de agobiar."
Colgué el teléfono y lo volví a guardar en mi bolsillo. Cuando mis
ojos se encontraron con los de mi madre, ella estaba negando con
la cabeza.
"No empieces," dije.
Ella suspiró. "Eres demasiado dura con él. De todos nosotros, es
el que lo ha pasado peor."
"No, de todos nosotros, yo soy la única que ha vivido todo esto
en su propia piel."
Mi madre se levantó. "Ya sabes a lo que me refiero."
"No, realmente no, mamá. Pareces olvidar que fui yo la que pasó
por todo ese infierno. Fui yo la que casi muere. Yo era la que ...
¿Sabes qué? Dejémoslo."
"Cariño, todo lo que queremos es ...."
"¡Lo que queráis vosotros no importa!"
Salté de mi silla, sin darme cuenta de lo alto que estaba
hablándole a mi madre. Sentí que la gente me miraba y no podía
soportar esa sensación. No me gustaba estar en público. No me
gustaba que la gente me mirara. Pero al ver los ojos de mi madre
llenos de lágrimas, todo eso desapareció y la culpa llenó mi pecho.
"Lo siento. Yo solo…."
"Está bien. Vayamos a la floristería. Tenemos que abrir en diez
minutos."
"Mamá por favor…."
Levantó su mano, deteniéndome en seco. Salimos de la
cafetería y me dirigí hacia mi motocicleta, lista para empezar un
nuevo día de trabajo. Excelente Winnie. Había llamado pesado a mi
hermano y había hecho llorar a mi madre, y ni siquiera había
terminado mi café.
Arranqué el motor y me metí en el carril de las motos. En cuanto
llegué a la floristería, me encerré a trabajar en la parte de atrás.
Cuidé las flores, corté las que necesitábamos para los clientes y
planté algunas semillas más para comenzar con un nuevo lote. Me
servía como recordatorio de que la belleza seguía existiendo en este
mundo. Un recordatorio de que las cosas aún podían vivir y
prosperar a pesar de la pérdida que había sufrido.
Sin embargo, ellos también sufrieron esa pérdida.
Odiaba que mi conciencia tuviera razón.
Salí a la caja registradora, preparada para disculparme con
mamá. Pero cuando salí, vi a Steve hablando con ella en la esquina.
Me ericé. No me gustó la forma en que sus caras se giraron hacia
mí y me miraron. Sabía que habían vuelto a hablar de mí como si
fuera algo frágil que necesitaba protección. Traté de recordarme a
mí misma que eran mi familia y que me querían, para calmarme.
"Hola," dije.
Steve asintió. "Hola guapa."
Mamá saludó. "Hola cariño."
Caminé hacia ellos. "¿Cuándo has llegado?"
Steve se encogió de hombros. "Hace unos diez minutos."
Asentí. "Escucha, quería disculparme por cómo te he hablado
esta mañana. De hecho, va para los dos. No os debería haber
hablado como lo hice."
Los dos asintieron antes de abrazarme. Steve me abrazó con
fuerza y mamá nos abrazó a los dos. Sentí el pulso acelerado de
mamá y a Steve sollozando. Mientras los abrazaba, todos los
recuerdos que tanto había intentado suprimir, volvieron.
"El bebé no llora."
"Las pulsaciones han bajado."
"El cordón no estaba enrollado alrededor de su cuello. ¿Qué está
pasando?"
"¿Hay alguna esperanza?" Pregunté sin aliento.
"Está perdiendo demasiada sangre"(…).
Mis ojos se llenaron de lágrimas. "La extraño cada día más."
Mamá suspiró. "Lo sabemos. Sabemos que lo haces. Nosotros
también."
Steve se aclaró la garganta. "Encontraremos una manera de
ayudarte con esto. ¿Vale? A veces, también nos duele a nosotros,
pero hay que seguir, la vida no para por nadie."
Asentí. "Lo sé."
Mamá soltó de repente. "¿Tienes algún plan de cómo
explicárselo a Ben ahora que ha vuelto?"
Steve se apartó rápidamente. "Mamá. Calla."
Negué con la cabeza. "Tiene razón. Tiene derecho a saberlo."
Steve puso su mano sobre mi hombro. "No tienes que hablar con
él. Puedo hacerlo yo por ti. Llevo tiempo imaginando la conversación
con ese idiota."
Mis cejas se levantaron. "No lo harás, Steve Peter Jolie. Ben no
lo sabía. No puedes hacerle culpable cuando ni tan siquiera lo
sabe."
Steve resopló. "Aun así, él es el responsable de todo esto."
Acaricié su mejilla. "Una responsabilidad que no sabía que tenía.
Necesito hablar con él. Déjame hacerlo cuando esté preparada.
Porque si va a averiguarlo, debería ser yo quien se lo explique.
Nadie más. No me quites ese derecho. Lo he perdido todo. Al
menos respeta mi decisión de querer decírselo a Ben."
Vi la ira en sus ojos, ardiente y justa. Y antes de que lo
verbalizara, sabía de sobras lo que estaba pasando por su cabeza.
"Steve, puedes estar molesto porque salimos a tus espaldas.
Puedes enfadarte porque tu mejor amigo ...."
Gruñó. "Ese imbécil ya no es mi amigo."
Mamá frunció el ceño. "Steve. No hables así, te he educado
mejor que eso. Conoces a Ben de toda la vida."
"¡Sí, y se fue y nunca regresó! Y, aparte, lo que le hizo a Winnie
…."
"Conmigo," le corregí.
Steve agitó sus manos en el aire. "A pesar saberlo todo, no tuvo
la decencia de estar aquí cuando llamé y le dije que Winnie estaba
...."
Gruñí. "¿Qué?"
El silencio se apoderó de la habitación. Cerré mis ojos, mientras
la ira recorría mis venas. No sabía qué decir, o qué hacer o cómo
reaccionar.
Respiré hondo. "¿Lo llamaste y se lo contaste?"
Steve no dijo nada, pero mamá habló.
"Creo que se merece una respuesta a esa pregunta, cariño."
Él se burló. "Por supuesto que llamé a ese bastardo. Si mi
hermana iba a tirar sus sueños por la borda para tener a su hijo, lo
mínimo que podía hacer era estar aquí para ella."
"¿Tirar mis sueños por la borda? ¡No tenías ningún derecho a
hacer eso!"
Dije chillando.
"¿Lo llamaste sin mi consentimiento y le dijiste algo tan
importante sin consultarlo antes conmigo? ¿Y me entero ahora?
¿Quién te crees que eres para hacer algo así?"
Me señaló. "Tú eres mi hermana pequeña, y eso me da el
derecho."
Envolví mi mano alrededor de su dedo. "La próxima vez que me
apuntes con tu dedo, será mejor que estés listo para perderlo."
"¡Suficiente!"
El rugido de mamá resonó a nuestro alrededor y nos detuvo en
seco. Me sentía traicionada; temblando de furia, que no sabía cómo
sacar.
"Mira," dije entre dientes. Ben está en la ciudad. Así que vamos a
dejarlo aquí, antes de que esta conversación se nos vaya de las
manos."
Mamá susurró. "Winnie…."
Le lancé una mirada antes de girarme hacia mi hermano.
"Puedes estar enojado porque salimos y no te lo dijimos. Pero es
algo que hicimos juntos, así que, si estás cabreado con él, tienes
que estarlo conmigo también. Porque lo quería. Quería todo lo que
pasó. Incluida la noche que pasé con él."
Steve salió furioso de la floristería y supe que era sólo cuestión
de tiempo que buscara a Ben, sin importar lo que yo le hubiera
dicho. Y eso significaba que mi tiempo para hablar con él, era
limitado.
Primero, tengo que encontrarlo.
Miré a mamá, y ella asintió con la cabeza, antes de regresar al
invernadero. Cuando llegó la hora de la comida, alguien llamó a la
puerta de la floristería. Guardé mi botella de spray y me limpié las
manos. Suspiré mientras me preparaba para atender la caja,
mientras mamá iba a buscar la comida.
En la tranquilidad de un lunes como otro cualquiera, había tenido
tiempo suficiente para pensar en lo que le diría a Ben cuando
finalmente hablara con él. ¿Cómo se lo diría ahora, tantos años
después? No era algo que pudiera soltar a la ligera, y no tenía
exactamente tiempo para perfeccionar mi discurso.
Steve todavía estaba cabreado. Y yo lo estaba con él. Ya había
luchado por deshacerme de su control una vez; me negaba a dejar
que lo hiciera de nuevo.
Mamá regresó con el almuerzo y lo compartimos juntas. Comí lo
que pude y luego me llevé el resto a la parte de atrás y reanudé mi
turno, trabajando sin parar, hasta que mi teléfono empezó a sonar
con la alarma que había puesto para recordarme que la jornada se
había terminado. A veces, estaba tan concentrada en lo que estaba
haciendo, que perdía la cuenta de la hora que era. Tiré la comida
que no pude acabarme, y preparé mis cosas, lista para cerrar y
acabar con el día.
Entonces, escuché su voz.
"No esperaba encontrarte aquí."
Me quedé helada. Nunca olvidaré esa voz. Cerré los ojos y
tragué saliva, luego me di la vuelta lentamente. Los latidos
retumbaban dentro de mí. Su voz sonaba como suenan los
neumáticos en un camino de grava. Mis ojos se movieron
lentamente, asimilando que tenía delante el error más bonito que
había cometido en mi vida.
"Ben," susurré.
Sonrió tímidamente. "Me alegro de verte, Winnie."
No me salieron las palabras.
Me miró con cautela por un momento, antes de continuar
hablando.
"Espero que no te importe que haya pasado por aquí."
Asentí con la cabeza, finalmente encontrando mi voz. "Sí, sí.
Está bien. Me alegro de verte también."
Sonrió con seriedad. "¿Tienes hambre?"
Cuando levantó la bolsa de papel blanco de la tienda de
delicatesen de la esquina, supe al instante que había ido a comprar
un bagel tostado y un sándwich de atún. Mis favoritos.
CAPÍTULO 7
BEN

S entía que me miraba con sus grandiosos ojos color verde


oscuro, ojos que sabía que nunca iba a poder olvidar. Parecía
diferente, pero seguía siendo igual de deslumbrante, esa mujer
irradiaba belleza. Las curvas de su cuerpo eran más suaves, su pelo
largo y brillante, más grueso de lo que recordaba, colgaba trenzado
balanceándose por su espalda. Quería extender la mano y apartarle
los mechones que cubrían sus ojos. Quería recordar el tacto de su
suave piel en las yemas de mis dedos. Seguía siendo la mujer más
preciosa que había visto, con esos labios carnosos y rosados, un
puñado de pecas en sus mejillas, recuerdo de los días bajo el sol, y
un cuerpo lleno de maravillosos valles que mis manos recordaban a
la perfección.
Quería hacerle tantas preguntas.
Quería saber por qué cojones estaba trabajando en la tienda de
su madre, en vez de estar en la universidad acabando su grado en
abogacía. O qué la había llevado a tomar tal decisión. Quería
preguntarle por qué parecía que iba a romper a llorar de un
momento a otro, a pesar de la belleza de sus ojos. Quería saber
cómo estaba Steve, y el resto de su familia. Quería saber todo sobre
cómo había sido su vida, desde que tuve que irme de Gold Bend
condicionado por mi padre.
Con suerte, su comida favorita rompería con la tensión palpable
que había entre nosotros. Porque no era el tipo de tensión que
quería, ni que recordaba.
Le propuse comer algo juntos, con la bolsa de papel blanca en
alto. Tardó unos segundos, que a mí se me hizo una eternidad, pero
finalmente decidió aceptar la propuesta. La forma en que le
temblaban los dedos mientras cogía la bolsa me dejó preocupado,
siempre había sido una chica segura. Pero esta vez, parecía más
nerviosa de lo normal, incluso algo triste. Y cuanto más la
observaba, más detalles veía que me dejaban intranquilo, como las
ojeras debajo de sus ojos. De repente, su mirada se volvió más
velada, como si pusiera paredes entre nosotros para protegerse.
Nunca la había visto así. Tan cerrada. Tan asustada. No esperaba
una celebración debido a las circunstancias, cuando finalmente
estuviéramos el uno frente al otro, pero tampoco esperaba un
silencio tan incómodo.
O que ella no pudiera ni mirarme a los ojos.
"Gracias," dijo en voz baja.
Asentí. "De nada."
Extendió la mano hacia una silla que estaba en la esquina de la
entrada de la floristería, dejando la bolsa de comida apoyada en la
mesa. Algo me decía, que aquel no iba a ser el feliz reencuentro con
el que tanto había soñado. Los pelos de mi nuca se erizaron. Ella
me miró haciéndome un gesto para que me sentara con ella.
Me acerqué a la silla, mientras no quitaba los ojos de Winnie. La
observé mientras miraba por la ventana. ¿Por qué no me miraba?
¿Por qué no sonreía? ¿Por qué sus ojos no estaban llenos de la
vida y la luz que recordaba que tenían? Mi corazón golpeaba contra
mi pecho. El terror llenó mis entrañas. Y antes de que mi trasero
tocara ese maldito asiento, Winnie empezó a hablar.
"Me quedé embarazada."
Tropecé de nuevo con la silla. "¿Qué?"
"Me di cuenta de que estaba embarazada un par de meses
después de mi primer semestre en la universidad."
Las lágrimas cayeron por sus mejillas, no pude encontrar las
fuerzas para ponerme de pie y consolarla, después de semejante
noticia. ¿Tuvimos un hijo? ¿Por eso no fuiste a la escuela? Algo
más estaba pasando.
"¿Tengo un hijo?" Le pregunté.
Su labio inferior temblaba. "Yo-yo-yo, bueno, tú…."
Extendí la mano cogiendo la suya, aunque mi cabeza todavía
daba vueltas. "Está bien. Tómate tu tiempo."
Mantuvo los ojos de nuevo fuera de la ventana por unos minutos,
habría hecho cualquier cosa para que me mirara y consolarla.
Pero cuando finalmente lo hizo, casi hubiera preferido que no lo
hubiera hecho. Su mirada estaba rota, de una manera que jamás
pensé que hubiera visto en sus ojos.
"Ella tenía tus labios." ¿Tenía?
Sacudió su cabeza. "Cuando me di cuenta de que estaba
embarazada, decidí no volver a la universidad. Al menos, hasta que
diera a luz."
Le limpié las lágrimas. "¿Qué paso después?"
Respiró temblorosa. "Intenté llamarte, pero no fuiste tú quien
respondió. Supongo que fue tu padre y no me dejó hablar contigo.
Le dije que era importante que hablara contigo lo antes posible, pero
me dijo ...."
"¿Qué nada era tan importante como mi futuro?"
"Si, exacto."
Cerré mis ojos. "¡Pedazo de cabrón! Maldito sea. No tenía
derecho a hacerte eso. ¡No tenía derecho a hacerme eso a mí
tampoco!" Estaba furioso, pero sabía que debía permanecer sereno
para cualquier otra cosa que Winnie tuviera que decirme.
Winnie estaba absolutamente derrumbada, luché contra el
impulso de cogerla en mis brazos, no pensé que fuera el momento
oportuno ya que quizás la haría sentir peor.
"¿Qué quieres decir con ‘tenía’, Winnie?" Pregunté.
Me miró confundida y negó con la cabeza.
"Dijiste que ella 'tenía' mis labios," le dije, aunque mi instinto ya
sabía la respuesta.
Nuevas lágrimas brotaron de sus ojos y se miró los pies. "No
sobrevivió, Ben. La perdí."
Me sentí como si me hubieran dado un puñetazo – o dos – en el
estómago. Descubrir que había tenido y perdido una hija en un
lapso de unos minutos, era demasiado. Me puse las manos sobre la
cabeza, y caminé por la pequeña habitación por unos minutos, antes
de poder seguir con esa conversación. Winnie me miró con recelo.
"¿Cómo se llamaba?" Pregunté.
Winnie volvió a fruncir el ceño. "Hope."
"Esperanza," repetí mientras podía sentir como mi corazón se
rompía en un millón de pedazos. "La perdí en el parto, Ben. Lo
siento mucho. Siento mucho no haber podido proteger a nuestra
pequeña. Lo siento mucho. Por favor perdóname."
"No es tu culpa," le dije, pero Winnie era incapaz de oír esas
palabras.
"Lo siento mucho."
La rodee con mis brazos y la abracé contra mí, mientras jadeaba
con un dolor, que no le desearía ni al peor de mis enemigos. Pude
sentir su tristeza e ira. Quería desenterrar a mi padre y revivirlo solo
para poder matarlo yo mismo. Si hubiera sabido que Winnie estaba
embarazada de mí, habría movido cielo y tierra para volver con
ellos. Hubiera estado ahí para ellos. Hubiera cuidado de Winnie y
hubiera estado a su lado cogiéndole la mano cuando Hope murió.
La idea de que ella se hubiera hecho cargo sola todo ese tiempo
de tal carga me rompía por dentro. Sabía que su familia siempre
estaba ahí para apoyarla, pero no era lo mismo, que el dolor que
puedan sentir unos padres, al perder a su hija.
Ahora tenía sentido por qué Steve había dejado de hablarme. No
solo estaba enfadado porque había salido con su hermana pequeña
a sus espaldas, sino que pensaba que había dejado embarazada y
sola a Winnie por elección propia.
Papá, hijo de puta. Tienes suerte de estar muerto.
Con cada lágrima que empapaba mi camisa, mis sueños se
desvanecían. Tenía la esperanza de recuperar a Winnie en el
momento en que llegué a la ciudad, pero ahora no había vuelta
atrás. No después de algo como esto. Steve probablemente me
mataría al verme, e incluso si no lo hiciera, Winnie y yo, tendríamos
años de dolor que superar. Me sentí tan mal después de descubrir lo
que había pasado, que no podía imaginar cómo se tuvo que sentir
Winnie tras vivir todo eso sola.
Ella susurró suavemente: "Por favor, no te vayas. Por favor,
quédate."
Negué con la cabeza. "No voy a ninguna parte. Estoy aquí. Ojalá
hubiera estado ahí para ti. Ojalá lo hubiera sabido."
La balanceé de lado a lado y enterré mi nariz en su cabello.
Podía sentir como las lágrimas de dolor se acumulaban detrás de
mis ojos. No me podía ni imaginar lo que tuvo que ser, atravesar tal
pérdida sola.
Winnie sollozó. "Ella habría cumplido cuatro años hoy."
Hice una pausa. "¿Hoy hubiera sido su cumpleaños?"
Ella asintió suavemente. "Sí."
Las lágrimas querían derramarse desconsoladamente, por una
pequeña niña que nunca tendría la oportunidad de conocer.
"Lo siento mucho, Winnie."
Ella agarró mi camisa. "¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste y nunca
regresaste?"
Cerré mis ojos. "Regresé unas cuantas veces, pero solo por uno
o dos días para ver a mi madre."
"¿Y no querías verme?" dijo herida.
Su voz rompió mi corazón. "No era eso. Quería verte cada vez
que venía a la ciudad."
"Entonces, ¿por qué no lo hiciste?"
"Porque es un idiota egoísta al que no le importa una mierda
nadie más que él mismo." La voz de Steve llegó flotando desde la
puerta principal de la floristería. Mis ojos se elevaron lentamente,
viendo su rostro dolorido y desquiciado, sus brazos cruzados sobre
el pecho y su uniforme de policía.
Me miraba como si estuviera delante del asesino a sangre fría
del alma de su hermana, y de toda su familia.
CAPÍTULO 8
WINNIE

I ntenté con todas mis fuerzas no pensar en lo bien que me sentía


al estar entre sus brazos de nuevo. Especialmente porque esos
brazos cargaban recuerdos dolorosos para mí. Por fin había podido
hablar con él sobre el tema y contarle todo lo que había pasado,
aunque fuera uno de los momentos más dolorosos de mi vida, por el
simple hecho de tener que recordarlo y verbalizarlo de nuevo. Seguí
llorando contra su pecho, apretando su camisa. Cuando de repente,
escuché la voz de mi hermano detrás de nosotros, y sentí la rigidez
instantánea de Ben.
"Steve. Para," dije secamente.
"Esto es entre Ben y yo, Winnie."
Ben tragó saliva. "No, Steve, esto es entre ella y yo."
Steve siseó. "Cállate y suelta a mi hermana."
Me di la vuelta bruscamente. "¿Y si no quiero que me deje ir?"
Los brazos de Ben se alejaron lentamente de mí mientras
anhelaba que volvieran pronto. Me puse frente a él, viendo como la
mano de mi hermano gravitaba demasiado cerca de la culata de su
arma. ¿Iba enserio todo ese numerito? ¿Realmente quería hacerme
pasar por otro drama justo hoy?
Solté una carcajada. "Joder, Steve, ¿de verdad vas a dispararle?
¿De Verdad?"
Ben dio un paso adelante, presionando su pecho contra mi
espalda para mostrarme que estaba dispuesto a quedarse
firmemente conmigo. "Respira, Steve. Solo me está contando lo que
pasó."
Las fosas nasales de Steve se ensancharon. "No debería de
tener que estar haciéndolo si hubieras estado cuando tenías que
estar, y lo sabes."
Di un paso lejos de Ben, tratando de quitarme su tacto. No era lo
que quería, pero necesitaba tener la cabeza fría para gestionar tal
situación, y su calidez no me ayudaba. Cerré los ojos y respiré
hondo. Abrí los ojos apuntándolos hacia Steve, antes de girarme
hacia Ben.
Luego, señalé la bolsa blanca que se había caído al suelo de la
tensión del momento.
"¿Supongo que habías traído cena?"
Ben asintió antes de agacharse a recoger la bolsa.
"Sí. Dos sándwiches, dos bolsas de patatas fritas y algunas
galletas."
Sonreí. "Porque siempre como dos."
Ben asintió. "Según recuerdo, sí."
Steve negó con la cabeza y murmuró en voz baja.
Puse los ojos en blanco. "¿Puedes parar, Steve? A menos que
quieras añadir algo productivo a la conversación, ya has hecho
suficiente."
Lo miré por encima del hombro antes de volver mi atención a
Ben.
"Técnicamente a esta hora, se supone que debería cerrar caja e
irme a casa. Mamá se enfadará si sabe que sigo haciendo horas
extras por gusto."
Ben frunció el ceño. "¿Has estado trabajando de más?"
Me encogí de hombros. "De alguna forma tenía que superar la
pérdida de Hope."
Sentí que me tambaleaba, cuando Ben me agarró
sosteniéndome con sus manos.
"Está bien. Te tengo. Podemos ir a otro sitio, donde tú quieras."
Steve frunció el ceño. "Al infierno deberías irte. Pero tu solo."
Me di la vuelta. "No soy un niño, Steve, y no tomarás decisiones
por mí. No tienes ni idea de lo que estás diciendo y, ahora mismo,
no tengo la paciencia para explicártelo. Así que, si vas a crear más
drama, ya he tenido suficiente por hoy, lárgate. Ahora."
Escuché a Ben tomar un fuerte respiro detrás de mí, Steve me
miró con expresión desconcertada. Normalmente Ben no levantaba
la voz, y Steve no había vivido muchas ocasiones con él en las que
le hubiera hablado de la forma en que lo hizo en ese momento.
Pero ya había tenido suficiente. Basta de dolor. Basta de ira.
Suficiente había tenido después de vivir la tragedia de perder a mi
hija, con que todos estuvieran volando a mi alrededor como jodidos
buitres, esperando a que cayera.
Haber confirmado que Ben no tenía ni idea de que yo había
estado embarazada, me ayudó a aliviar parte de la carga que había
estado llevando durante los últimos cinco años.
"Winnie…," comenzó a decir mi hermano.
Levanté mi mano para detenerlo. "No más por hoy, Steve. No
puedo. Hoy no. No necesitas protegerme todo el puto tiempo, y no
solo de Ben, sino de todo el mundo. Solo te reconforta a ti, a nadie
más. Así que para."
Podía verlo luchar consigo mismo para autocontrolarse. Pude ver
que quería retorcerle el cuello a Ben por lo que él creía que había
hecho, pero Ben y yo necesitábamos más tiempo para acabar la
conversación que habíamos dejado a medias por la interrupción de
Steve. Ambos podrían resolver sus diferencias -o no-, en otro
momento. Hoy, Ben y yo necesitábamos llorar a nuestra hija juntos.
Al ver la firmeza en mi rostro, mi hermano dejó escapar un largo
suspiro y miró fijamente a Ben. "Tú y yo tenemos una conversación
pendiente. Y esta vez no podrás huir a otra ciudad, cobarde."
Ben asintió, sabía que era mejor no decir nada que pudiera
provocar más a Steve.
Steve se giró dirección a la salida y cruzó la puerta, dejándonos,
a Ben y a mí, solos en la floristería.
"Joder, cómo se ha puesto," dijo Ben después de que Steve se
fuera. "Realmente me odia, ¿no?"
Negué con la cabeza. "Solo porque tiene una versión
distorsionada de los hechos, y es más fácil culpar a alguien. Cree
que me abandonaste, y me vio cuanto sufrí con el tema de Hope. Él
estuvo en todo momento a mi lado, y fue muy difícil para él, como
hermano, verme así."
Ben asintió. "Sí, lo entiendo perfectamente. ¿Te importaría
contarme qué más pasó? Quiero decir, siempre y cuando estés bien
para continuar," preguntó.
Caminé hacia la silla y me senté pesadamente en ella antes de
exhalar un profundo suspiro y mirar hacia el techo. "Tuvieron que
hacerme una cesárea de emergencia. Estaba perdiendo demasiada
sangre y necesitaban sacar a Hope. Solo recuerdo fragmentos
entrecortados porque estaba medio inconsciente. Hubo alguna
complicación al sacarla, no sé muy bien cuál, y simplemente no lo
consiguió. Steve estaba en la sala de operaciones conmigo. Me vio
casi morir desangrada, y el último aliento de su sobrina recién
nacida. Tuvo que ser muy duro para él también."
"Madre mía," susurró Ben.
Cogí la bolsa de sándwiches del suelo y saqué el de atún y un
bagel. Luego le di la bolsa a Ben, mientras comencé a desenvolver
mi cena, estaba realmente hambrienta por primera vez desde hacía
mucho tiempo.
Miré hacia arriba cuando escuché a Ben derrumbarse, me
sorprendió ver lágrimas rodando por sus mejillas. Lo conocía desde
que éramos niños y jamás lo había visto llorar. Trató de secarlas,
pero tan rápido como se las quitaba de las mejillas, caían nuevas.
Conocía ese sentimiento. Le di unos minutos para calmarse antes
de seguir hablando del tema. Realmente los necesitaba.
"Nunca pensé que te volvería a ver, ¿sabes?"
Los ojos de Ben encontraron los míos. "¿No?"
Negué con la cabeza. "No. Pensaba que jamás volverías. Que
ya no era nadie para ti."
"Lo siento."
"Creo que es tu padre quien debería lamentarlo."
"Ojalá se…-," se calló.
"Lo sé."
Lo vi desenvolver su sándwich y comérselo sin pensar. Seguí
mirándolo, tratando de no mirarle con demasiada dureza. Me dolía
verlo así de destrozado. Tan derrotado, con esas silenciosas
lágrimas deslizándose por sus mejillas. Se las secó de nuevo
mientras sollozaba, lo que acabó de romperme el corazón. Dejé mi
sándwich y cogí una de las bolsas de patatas fritas, con la
esperanza de mantener los dedos ocupados, evitando estirar la
mano y apartar el pelo de su frente.
"Puedo llevarte a su tumba."
Ben me miró lentamente. "¿Sería posible?"
"Por supuesto. Deberías verla de hecho. Deberías saber dónde
está."
Asintió lentamente. "Realmente me gustaría."
Deberíamos llevar a tu madre también. "Bueno. Bueno."
No quería tener esa conversación todavía. Especialmente
porque técnicamente podría haberle dicho antes a la abuela de mi
hija lo que había sucedido exactamente. No es que no supiera
dónde vivía. Fue casi un milagro que la mantuviera al margen de
todo. De hecho, fue posible porque me encerré en casa de mis
padres tras enterarme del embarazo. Dejé la universidad cuando
decidí quedarme con el bebé. Y desde entonces, trabajé en la
floristería para ganar algo de dinero. Cada vez que salía, usaba ropa
holgada, para ocultar mi estómago y evitar que la gente me
preguntara.
Supongo que no quería ser una vergüenza para mi familia.
"Tengo que contárselo a mi madre."
La voz de Ben me sacó de mis pensamientos.
"¿Puedo? Contarle a mi madre, ya sabes, ¿todo esto?"
Asentí. Ni siquiera tuve el valor de hablar. Porque para ser
honesta, debería habérselo dicho a Uma desde el principio. Debería
haberle dicho lo que estaba pasando a pesar de esa desagradable
llamada telefónica que tuve con el padre de Ben. Y aunque el padre
de Ben hizo que pareciera que Ben no quería saber nada de mí, tal
vez lo hubiera podido estar, si le hubiera contado todo a su madre, y
así ella le hubiera transmitido el mensaje a Ben.
"Quiero que tengas esto."
La voz de Ben atrajo mis ojos hacia los suyos. "¿Tener qué?" le
pregunté.
Él asintió. "Esto. Cógelo."
Me entregó un papel. "¿Qué es?"
"Mi nuevo número de teléfono. Tras muchos intentos fallidos,
conseguí un teléfono propio que no estuviera vinculado al trabajo de
mi padre, justo el día después de su muerte. Quiero que lo tengas."
Hice una pausa. "¿Por qué tu padre descolgó tu teléfono ese día,
y no tú?"
El silencio cayó entre nosotros durante mucho tiempo mientras
esperaba su respuesta.
"Porque me tenía controlado en todos los aspectos. Quería
controlar a todo el mundo que estuviera a su alrededor. Mi madre le
dejó, y ya no podía controlarla, así que me manipuló para hacerlo
conmigo. Se aseguró de que tuviera un buen trabajo, uno con
ventajas que nadie más podía ofrecerme. Sabía que necesitaba
ganar dinero para permitirme vivir de mi arte y él se aprovechó de
eso. Me tenía bajo su dominio, como si fuera un objeto en vez de su
hijo, insistiendo en prepararme para que me hiciera cargo de su
empresa algún día. Y yo, no estaba dispuesto a permitir que hiciera
algo así con nadie más. Ni con mi arte, ni con mi madre. Y ahora me
entero de que hasta lo hizo contigo. Era un cabrón egoísta, Winnie."
Asentí. No recordaba mucho sobre el señor Tripet, se fue cuando
yo era bastante joven, pero sí recuerdo haber oído que no era el
hombre más agradable del mundo. Era difícil odiar a un hombre al
que no conocía, pero de algún modo, ese sentimiento crecía dentro
de mí de forma natural. Le había quitado toda elección a Ben, y con
ello, a nuestra hija y a mí. Esperaba que se estuviera pudriendo en
el infierno.
"Realmente me gustaría hablar un poco más," dijo. "¿Quizás
podríamos tomar un café o algo así otro día?"
Miré a esos ojos que había visto en mis sueños durante tanto
tiempo y asentí. "Por supuesto. Me encantaría."
Ben sonrió y mi corazón se aceleró al instante; una sensación de
calor incontrolable se extendió por mi pecho.
"Si quieres, puedo acompañarte a hablar con tu madre. Ya
sabes, si eso lo hace algo más fácil," me ofrecí.
Él se detuvo un segundo y preguntó. "¿Estás segura?"
Me encogí de hombros. "Si. Estoy segura. Debería habérselo
dicho yo misma hace mucho tiempo. Tal vez ella hubiera podido
comunicarse contigo."
"No quiero que te culpes por nada, Winnie, ya has pasado
bastante," dijo. "Lo hecho, hecho está y, sinceramente, me gustaría
encontrar un camino para superar esto juntos, si a ti te parece bien."
La esquina de mi boca dibujó una pequeña sonrisa. "Está más
que bien," le dije.
Me dio un suave abrazo antes de girarse para irse. Justo en
frente de la puerta, se giró de nuevo hacia mí.
"Hablamos pronto, Winnie. Te lo prometo."
Asentí. "Te obligaré a hacerlo."
Mientras lo veía salir por la puerta y bajar por la acera, sentí una
mano cálida sobre el hombro.
"¿Estás bien, cariño?" Me preguntó mi madre.
Negué con la cabeza mientras un océano de lágrimas se
formaba en mis ojos.
CAPÍTULO 9
BEN

M e desperté con una resaca terrible, todavía podía saborear la


ginebra en mi aliento. Después de llegar a casa, de mi charla
con Winnie, mi primera parada fue al mueble de las bebidas que
tenía mi madre. Agarré la botella de ginebra más cara para, de
alguna forma, ahogar la rabia que sentía hacia mi padre.
Había interferido en tantos aspectos de mi vida durante los
últimos cinco años, que me arrepentía de no haberle parado los
pies. Pero, era sólo un crío. Me sentía como un completo idiota por
haber dejado que algo así hubiera sucedido. Solo tenía veinte años
cuando fui a Boston, pero, aun así, podría haberme negado. Podría
haber conseguido un trabajo en la ciudad y crear mi propia vida.
Una vida que realmente me hiciera feliz. En cambio, había
renunciado a todo marchándome a vivir al son de la melodía de mi
padre.
El hecho de que Steve no me llamara ni me devolviera las
llamadas, me hizo pensar que él me odiaba por haberme ido. El
hecho de que nunca supe nada de Winnie, me hizo pensar que
tomaba la decisión correcta al no verla cada vez que regresaba de
la universidad. El hecho de que, literalmente, ninguno de mis amigos
en Gold Bend, hubiera intentado ponerse en contacto conmigo a lo
largo de los años, me hizo pensar que había hecho lo correcto al
irme a Boston.
Pero había sido mi padre quien había cortado esa parte de mi
vida, sin yo saberlo, en un intento de obligarme a tomar el cargo de
su empresa como "un buen hijo debería hacer."
Soñé con asesinarlo. Durante toda la noche, imaginé mil formas
en que podría haberlo matado. Las formas en las que podía haber
convertido su vida una maldita pesadilla. Era injusto que un hombre
así hubiera muerto de un infarto. No me parecía lo suficientemente
doloroso para lo hijo de puta que había sido. Pero mientras me
sumergía en el odio que sentía hacia él, sabía que tenía otra tarea
por delante más importante.
Tenía que hablar con mi madre, y explicárselo todo.
Decidí no hacer pasar a Winnie por esa conversación. Ya había
pasado por bastante todos estos años. No era justo que tuviera que
revivir los recuerdos de nuevo, y menos con mi madre presente.
Pararía esa bala por ella, ella ya había parado suficientes por mí.
Me levanté de la cama y estiré mi cuerpo agarrotado. Bajé las
escaleras arrastrando los pies, sin molestarme en ducharme. Me
sentía demasiado mal. Dolor de cabeza y de corazón. Sentía un
vacío en el alma que nunca había sentido antes. No tenía hambre,
aunque sabía que necesitaba comer.
Estaba seguro de que esa sensación tan amarga, no era más
que una fracción de lo que Winnie había vivido los últimos cinco
años.
Me merecía cada una de las heridas que estaba sintiendo.
Podría haber hecho más desafiando el control de mi padre. Debería
de haberlo hecho.
Preparé dos tazas de café recién hecho y saqué algo de comer
de la nevera. Dejé el plato en la mesa de la cocina, aunque sabía
perfectamente que no iba a tocarlo. En cuanto mi madre entró a la
cocina, aún adormecida, le pedí que se sentara conmigo en la
mesa. Le serví la taza recién hecha de café caliente y le ofrecí el
plato de comida.
Acto seguido, la cogí la mano.
"¿Qué pasa, hijo? Me estás asustando."
La miré a los ojos. "Fui a ver a Winnie ayer."
"Te dije que la dejaras en paz en el trabajo," replicó.
"Lo sé, pero no podía esperar. Necesitaba verla."
Ella parpadeó. "¿Por qué me miras así?"
Tragué saliva. "Porque lo siento mucho."
La preocupación inundó sus rasgos. "¿Por qué? ¿Qué pasa?
¿Qué sucede, Ben?"
Apreté sus manos con las mías. "Winnie estaba embarazada,
mamá."
"¿Ella qué?"
"Estaba embarazada. Por eso nunca terminó la universidad.
Regresó a casa cuando decidió que quería quedarse con el bebé."
Mi madre parecía atónita. "¿Tengo un nieto? ¿Y no me lo ha
dicho en todo este tiempo? ¿Cómo han mantenido a un niño en
secreto durante tanto tiempo?"
Negué con la cabeza. "No tienes nietos, mamá. No hay ningún
niño que esconderte, ni a ti, ni a nadie."
Mamá parpadeó. Una y otra vez. Hasta que las lágrimas
finalmente anularon su rostro. Su frente cayó sobre la mesa y
empezó a sollozar. Juraría que escuché su corazón romperse contra
más avanzaba la conversación.
"Yo nunca supe nada. Me explicó ayer que había intentado
llamar para decírmelo, pero papá interceptó la llamada y le dijo que
mi futuro era más importante y que no volviera a llamarme."
"Ese hijo de puta. Ese cabrón egoísta," dijo mi madre.
"Hubo complicaciones con el parto. Winnie necesitaba una
cesárea de emergencia y casi se muere. No sé qué pasó después.
En realidad, ella ni siquiera sabe qué fue lo que causó la muerte de
Hope."
"¿Hope?"
Mamá sollozó y levantó la cabeza mientras asentía lentamente.
"Si. Hope, mamá. Mi hija. Dije casi ahogándome con las
palabras.
Ella respiró temblorosa. "Tenía una nieta."
"Si, la tenías."
"Oh, Ben. Esa pobre chica."
"Lo siento mucho, mamá. Debería haber hecho más. Debería
haber encontrado una manera de hablar con ella. Debería haber
sabido que papá estaba manipulándome como siempre lo hizo."Ella
agitó su mano en el aire.
"Estaba loco. Eras apenas un niño. Ven aquí, hijo."
Nos levantamos de la mesa y nos abrazamos mientras
llorábamos juntos. Mamá apoyó la mejilla en mi hombro y dejé que
las lágrimas se nos cayeran sin decir nada. Hubiera dado cualquier
cosa por quitarle ese dolor, por haberlo vivido yo solo y que Winnie y
mi madre no sufrieran.
"Tengo que verla. Tengo que decirle que entiendo que no pudiera
decírmelo siquiera."
Asentí lentamente. "De hecho, me dijo de llevarnos a la tumba
de Hope. Puedes venir, si quieres."
Mamá sollozó. "Claro que me gustaría venir, aunque sea duro."
La abracé con fuerza, mientras hacíamos lo posible para
contener las lágrimas. Lloramos por un futuro que nunca
tendríamos. Lloramos por una niña que nunca conoceríamos. Lloré
porque me sentía roto y además había perdido a mi mejor amigo.
Tantas cosas que arreglar. Y no tengo ni idea de por dónde
empezar.
Mamá finalmente dejó de llorar. "Necesito algo de tiempo."
Asentí. "Yo también."
"¿Me avisarás cuando hagas planes con Winnie para ir al
cementerio?"
"Claro mamá." Le prometí.
Ella acarició mi pecho antes de coger su café y llevárselo al
porche. Era su lugar favorito; donde se sentía segura y donde podía
escapar del mundo. La vi irse a llorar a solas, no solo por tristeza,
sino también de odio hacia mi padre, por una vez más, arruinar todo
lo que tocaba. Esperé hasta que cerró la puerta. Después, regresé a
mi pequeño apartamento en el garaje.
Sabía lo primero que quería desempaquetar.
Aparte de mi ropa y cosas de baño, no había desempaquetado
nada más. Salí a mi coche y abrí el maletero, para acabar de entrar
todas las cajas. Monté mi caballete y aferré un lienzo contra él.
Dividí mis pinturas, vertiéndolas en tazas pequeñas y agitándolas
con un pincel para crear los tonos que necesitaba para plasmar
cómo me sentía.
Me puse manos a la obra. Pintar siempre me había hecho sentir
mejor, y en ese momento necesitaba sacar todo el dolor de mi
corazón.
Mi mente se quedó en blanco mientras derramaba pintura
alrededor del lienzo. Me desnudé quedándome en calzoncillos, y
vertí mis pedazos rotos en la blancura del lienzo. Rayas de rojo y
verde salpicaron todo el lugar. La ira recorría mis venas mientras los
dedos de los pies descalzos se doblaban en la lona. Mi corazón latía
cada vez más rápido. Mis conexiones cerebrovasculares se
atrofiaron cuando del dolor pasé a la ira, y luego a la tristeza, antes
de volver al dolor.
Cuando terminé, el pincel se me cayó automáticamente de la
mano.
"Mierda," susurré.
Deslicé mis manos por la cara. Sentía el dolor destrozándome
por dentro y caí de rodillas. Grité. Rugí, derramando toda esa ira y
dolor que sentía.
"Lo siento mucho, Winnie. Por favor. Por favor perdóname."
Me quedé mirando el lienzo, asimilando la expresión de mi dolor.
Tonos rojos arremolinados, ahogando lo que minutos atrás era un
hermoso y blanco lienzo. Rojo, el color del dolor, ahogando la
pureza del blanco que definía mi verano con Winnie. El verde
rodeaba la escena. Verde oscuro, como el color de sus ojos. Los
ojos de Winnie. Esos ojos que imaginé todas las noches durante
cinco putos años, cada vez que cerraba los ojos antes de irme a
dormir.
Me concentré en mi obra, mientras el mundo se desvanecía.
Sentí que mi cuadro me atraía, ahogándome en sus sombras; trazos
e imágenes mientras el mundo se paraba a mi alrededor.
Aparte de Winnie, el arte había sido la única otra cosa que
realmente me había apasionado desde siempre. Era lo único que mi
padre no podía tocar. No había podido pintar a menudo mientras
trabajaba en su empresa, pero tenía un pequeño rincón en mi
apartamento a modo de estudio, dedicado exclusivamente a mi
pasión, la pintura.
Sentí que mis sueños se desvanecían mientras mi razón volvió,
enfocando el que ahora era mi apartamento.
En un mundo perfecto, habría vuelto y habría sorprendido a
Winnie. Habría arreglado mi amistad con Steve, habría vuelto a
poner en práctica mi arte y habría pagado las facturas de una
galería que quería abrir en mi propia ciudad natal. Obras por
encargo. Mis pinturas en las paredes de hogares de todo el país.
Pero el mundo no era perfecto. Era cruel y despiadado,
simplemente una gran mierda.
Y no tenía ni idea de qué cojones iba a hacer al respecto.
CAPÍTULO 10
WINNIE

P arecía como si todo estuviera pasando muy rápido. Recibí un


mensaje a la mañana siguiente, que se convirtió en una
conversación de todo un día, sobre cuándo nos veríamos otra vez.
Cómo su madre ya sabía todo lo que había pasado. Cómo había
descubierto las manipulaciones que había hecho su padre, y por
qué nunca nos pudo devolver las llamadas. Todavía no había podido
procesar todo lo que estaba sucediendo, estaba atónita. Todavía no
había interiorizado toda esa información. Mi sanctasanctórum se
había convertido en un lugar de estrés, porque cada vez que mi
teléfono vibraba, sabía que era otro largo mensaje de Ben, tratando
de explicarse.
Era agotador. Aunque, una parte de mi se alegraba de, por fin,
tener esas respuestas que tanto había necesitado, para así poder
cerrar ese capítulo de mi vida. Para finalmente quitarme un poco de
peso de los hombros. Por suerte, la conversación se acabó
centrando en cuándo nos íbamos a volver a ver. Su madre quería ir
al cementerio, lo cual me parecía de lo más normal, dadas las
circunstancias. Lo que si me sorprendió fue que Ben me propuso ir
esa misma noche.
Cenar e ir.
No podía decirles que no, pero en el fondo quería hacerlo. Era
demasiado pronto para mí, todo estaba pasando muy rápido. Pero
pensándolo fríamente, había tenido todo el tiempo del mundo para ir
por mi cuenta donde descansaba nuestra hija. Y ellos acababan de
descubrir todo el entramado. No era momento de ser egoísta. No
podía permitirme que mi introversión les robara ese momento con
Hope.
Así que acepté el plan de cenar todos juntos esa noche y
acompañarlos luego a la tumba de Hope.
Estuve todo el día intranquila. No sólo por la cena, sino también
por lidiar con la reacción de Steve al enterarse. No sabía qué
diablos le pasaba, pero necesitaba pasar página. Habíamos tenido
una pelea masiva la noche anterior. Ver a Ben en la tienda conmigo
lo puso histérico. No escuchaba nada ni a nadie, ni aceptaba ningún
tipo de explicación.
Amaba a mi hermano más que a nada en el mundo. Al fin y al
cabo, era el que más había estado ahí para mí, después de perder a
Hope, después de que todos perdiéramos a Hope. Él fue quien hizo
las maletas y vino a quedarse conmigo en el hospital, quien me
obligó a comer día sí, día también. Fue él quien me llevó a todas las
citas con el médico para asegurarse de que estuviera bien después
de perder tanta sangre.
Pero mi hermano realmente necesitaba dejar ir ese odio hacia
Ben, o le consumiría.
Mi teléfono sonó, mientras me debatía entre si descolgarlo o no.
No quería hablar con nadie. Ya había tenido bastante hablando
durante toda mi jornada laboral con Ben. Dejé que la llamada se
perdiera en el buzón de voz, pero mi teléfono volvió a vibrar de
nuevo. Me arranqué los guantes, los dejé con un golpe en la
encimera, sacando a la vez mi teléfono del bolsillo trasero. Entonces
vi que era Steve quien estaba llamando.
"¿Qué quieres, Steve?"
"¿Mamá me ha dicho que te reunirás con Ben esta noche?"
Suspiré. "Jesucristo qué pesadilla, ¿Vas a empezar de nuevo?"
"O sea que es verdad. Vas a ir a cenar con él."
Apreté el puente de mi nariz. "Odio este maldito lugar."
"¿A qué viene eso ahora?"
"Y con su madre, Steve. Voy a cenar con él y con su madre.
¡Porque necesitan respuestas, y luego quieren ir a la maldita tumba
de Hope!"
Steven hizo una pausa. "Oh."
"Si. Oh. Ahora, no sé qué cojones te pasa, pero el estrés que me
estás ocasionando con todo esto, va a hacer que sea yo quien
termine en una tumba. Sí, vamos a ir a cenar. No, no sé dónde. Lo
que sí sé es que, si te presentas allí, acechándome, controlando en
el restaurante o sentado desde tu coche y siguiéndonos, nuestra
relación se habrá acabado. Y no estoy bromeando. Estoy tratando
de volver a juntar las piezas y tienes que dejarme hacerlo, por mi
bien y el de todos. Me lo merezco Steve."
"¿Qué diablos quieres decir con 'acabado'?"
"Sabes lo que significa. Significa que te querré fuera de mi vida
para siempre, no aguanto más tu control Steven."
"Es una locura Winnie. Estás hablando desde el enfado, soy tu
hermano y siempre lo seré."
"No estoy hablando en caliente. Me has hecho construir un muro
entre nosotros, estos últimos días, y es una pena porque sabes que
te quiero como a nadie. Entiendo que estás cabreado. Entiendo que
prefieres estar enfadado que triste. Pero yo no tengo que lidiar,
aparte de todo lo demás, con tu ira. Si interfieres esta noche de
alguna manera, no te lo voy a perdonar jamás. Porque si hay
alguien que merezca un cierre en todo esto, somos Ben, su madre y
yo. Punto final."
Le colgué el teléfono, apagándolo acto seguido. No podría ir a
ningún sitio a cenar, si no terminaba de hacer mi trabajo. Suspiré a
la vez que continuaba rociando los pétalos y cuidando los nuevos
brotes. Planté nuevas semillas y corté las flores para prepararlas
para los ramos. Una vez dieron las cuatro y media, llegó el momento
de ir a casa y prepararme, les había dicho a Ben y a su madre de
quedar en el restaurante alrededor de las seis.
Shales era un restaurante local que tenía una gran variedad de
platos extravagantes a precios ridículamente baratos. Era la primera
vez en años que estaba realmente emocionada por comer y
compartir una comida con alguien. Así que, después de darme una
ducha y vestirme con algo diferente a mi típico conjunto de uniforme
negro, me dirigí a la moto y conduje hasta el restaurante.
En cuanto entré, lo primero que vi fue a Kurt, uno de los
compañeros de trabajo de mi hermano. Sus ojos y los míos se
encontraron, él me guiñó un ojo, mientras yo solo deseaba que Ben
y Uma aparecieran pronto. Todavía no habían llegado. Así que fui y
me senté en la mesa de la esquina opuesta a la de Kurt.
Era un tipo bastante agradable y todo eso, pero Steve había
intentado que saliera con él durante años y, a mí, sencillamente, ese
hombre no me interesaba lo más mínimo.
No me sorprendió nada que a los pocos minutos se me acercara
a hablar.
"Es un placer verte por aquí, Winnie."
Reprimí el impulso de gritarle en voz alta que se fuera, y en su
lugar asentí. "Gracias."
Él sonrió. "Te veo bien. Ese color te sienta de maravilla."
"Gracias," dije con notoria falta de entusiasmo.
"¿Viniste a cenar? ¿Quieres que pidamos algo juntos?"
Estaba haciendo todo lo posible por no ser desagradable con él.
"No gracias, he quedado con alguien, van a llegar en cualquier
momento. Así que…."
"¿Quieres compañía hasta que lleguen?"
Fue a sentarse, pero yo tendí la mano deteniéndolo en seco.
"En realidad, me gustaría poder disfrutar de mi espacio antes de
que lleguen. Si no te importa."
Él se detuvo. "Sí, sí. Claro. Tal vez podemos compartir el postre
más tarde."
Negué con la cabeza. "No estaremos aquí tanto tiempo. Pero
gracias."
"¿Todo bien por aquí?"
La voz de Ben me trajo el alivio que necesitaba en ese instante.
Pude notar la confusión en los ojos de Kurt, en busca de
explicaciones.
"¿Quién es éste?"
Suspiré. Ben, te presento a Kurt. Kurt, Ben. Es un compañero de
trabajo de mi hermano."
Kurt intentó con éxito ocultar la molestia y los celos en su
expresión facial. Asentí.
"Y ella es la madre de Ben. Uma."
Kurt le estrechó la mano. "Encantada de conocerla señora."
Dijo sin tan siquiera mirar a Ben.
"Bueno, gracias por pasarte a saludar," dije.
Ben se acercó a mi lado. "Ahora, si no te importa, estamos a
punto de cenar."
Uma se sentó. "Nosotros tres."
Vi a Kurt evaluar a Ben antes de irse. Siseó por lo bajo, y me
dieron ganas de arrojar algo a la nuca de Kurt. También me dieron
ganas de abofetearlo. Cada vez era más persistente en su
coqueteo, algo que me parecía bastante desagradable. También
tenía la intención de contárselo a Steve, pero ¿Conociendo a mi
hermano? Estoy segura de que daría la cara por su compañero de
trabajo antes que por lo que yo quisiera.
Me acerqué a ellos. "He reservado esta mesa para la cena."
Ben sonrió y se sentó a mi lado. "¿Estás bien?"
Deslizó su brazo alrededor de mis hombros y me acercó a él. No
pude evitar ver a Kurt mirándonos con dagas en los ojos. Me encogí
de hombros antes de alejarme de él, lo último que quería era
provocar una escena, y menos con los planes que teníamos para
después de cenar.
Pocos segundos después, vi como Kurt salía furioso tras recibir
su pedido de comida.
Supongo que no se unirá a nosotros para el postre.
"¿Cómo te sientes, cariño?"
La mano de Uma se posó sobre la mía robándome una sonrisa.
"Supongo que debería ser yo la que te hiciera esa pregunta.
Uma, lo siento mucho ...."
Ella apretó mi mano, cortando mi disculpa. "¿Por qué no
decidimos que delicatesen vamos a probar? Me han recomendado
los batidos, nunca los he probado y me han dicho que son
excelentes."
Las lágrimas brotaban de sus ojos, lo que provocó que los míos
se mimetizaran. Esa noche iba a ser dura, y tenía que mentalizarme
de ello.
Tendría que volver a contar la historia del peor día de mi vida y
esperaba poder hacerlo sin romper a llorar, tarea bastante ardua, ya
que ese tema me tocaba en lo más hondo.
CAPÍTULO 11
BEN

N o quería apartar mi brazo, pero tampoco quería molestarla, así


que dejé que se encogiera de hombros y se apartara sin hacer
nada. Alejarme un poco de Winnie era una cosa, pero tenía claro
que no quería tocarla si ella no quería que la tocaran, o si eso la
molestaba de alguna manera. Esa noche iba a ser lo bastante
intensa para todos nosotros, y no quería empeorar las cosas,
simplemente por querer sentir a Winnie cerca de mí.
Me senté a su lado, anhelando en secreto que estrechara el
espacio entre nuestras piernas.
"¿Qué batido quieres?"
La voz de Winnie me sacó de mi trance. "Emm..., estoy
pensando en el de chocolate. ¿Y tú?"
"Banana Mocca. Definitivamente."
"Espera, ¿tienen helado de mocca aquí? Es mi favorito. Me
pregunto si tendrán helado de caramelo."
"Helado no estoy segura, pero tienen sirope de caramelo. Mezcla
los dos y tendrás tu combinación favorita."
Sonreí. "Aún lo recuerdas."
Ella se sonrojó. "Es difícil de olvidar esa mezcla, supongo."
Vi a mamá sonriéndonos por el rabillo del ojo, pero lo ignoré.
Hicimos nuestros pedidos de comida y bebida cuando vino la
camarera y después un estado de ánimo sombrío se apoderó de la
mesa. Sentí a Winnie tensarse y alejarse de mí, preparándose para
el impacto que le iban a causar nuestras preguntas.
Mamá respiró hondo, y empezó a disparar.
"¿Fue difícil el embarazo?"
Winnie hizo una pausa. "Mmm, no especialmente. Quiero decir,
las náuseas matutinas fueron duras pero manejables. Y no tuve
antojos ni nada de eso."
"¿Sin antojos en absoluto?"
"Bueno, tenía antojos de cosas normales. Por ejemplo, recuerdo
que soñaba con morder un pimiento rojo o quedarme saciada con
un vaso de leche. Creo que lo único extraño que realmente me
apeteció, eran macarrones con queso sobre un plato de patatas
fritas, cocinado a la barbacoa."
Asentí. "Suena bastante bien."
Mamá arrugó la nariz. "No pienso cocinaros eso jamás."
El sonido de la risa de Winnie se apoderó de mi corazón.
"¿Tienes alguna foto de Hope?" Preguntó mamá.
Vi a Winnie sacar su teléfono mientras nuestra comida llegaba a
la mesa. Sentí a Winnie tensarse mientras se buscaba entre las
imágenes de su teléfono. Las lágrimas se precipitaron en sus ojos
mientras hacía clic sobre una de ellas. Le dio el teléfono a mi madre
y mamá no pudo evitar emocionarse, tapándose la boca con la
mano.
"Se parece a ti," susurró.
"¿A quién?" Pregunté.
Cuando Winnie me apuntó con la mirada, mi corazón se detuvo.
"Mírala, Ben. Es preciosa," dijo mamá.
Me entregó el teléfono de Winnie y mi mandíbula se abrió.
Mierda, esa pequeña niña era mi viva imagen. Excepto por los ojos
verdes de Winnie. Verde brillante como esmeraldas que brillaban a
la luz del sol. Se me llenaron los ojos de lágrimas mientras deslizaba
el pulgar por la pantalla, esperando que hubiera más fotografías de
mi hija.
Había un álbum completo.
Tenía una pequeña masa de pelo rizado en la parte superior de
su cabecita y los ojos de un color verde brillante y con largas
pestañas. Parecía tan frágil como una muñeca de porcelana.
Una lágrima recorrió la mejilla de Winnie. "Esa mañana fue dura.
Yo ...."
Mamá la cogió de la mano. "Tómate tu tiempo. Estamos aquí
cuando estés lista."
Winnie sollozó. "Rompí aguas un par de semanas antes de lo
previsto y el parto no salió bien. Tuve problemas para empujar y ella
se quedó atascada." Dijo entrecortándose.
Acaricié su brazo suavemente. "Tómate tu tiempo, no hay prisa,"
dije.
Mamá le dio unas palmaditas en la mano. "Ben tiene razón.
Tenemos toda la noche."
"Cuando rompí aguas, supe que algo iba mal. Llamé a Steve y le
dije que tenía que ir al hospital urgentemente. Me recogió y fuimos
lo más rápido posible al hospital. Unas horas más tarde, me
entraron a quirófano. Podía notarla hacer presión sobre los huesos
de la cadera. Como si mi canal de parto no se estuviera abriendo lo
suficiente. No fue hasta que intervinieron los médicos, que se dieron
cuenta de que mi placenta se había roto horas atrás, y la razón por
la que rompí aguas prematuramente era porque la placenta estaba
intentando salir de mi cuerpo antes que el bebé."
Mamá jadeó. "Dios mío."
Winnie suspiró. "Perdí mucha sangre en la mesa de
operaciones. Estuve en estado crítico la mayor parte de la tarde. No
fue hasta por la noche que pude ver a Hope, y cuando la vi
conectada a todos esos tubos y máquinas, supe que algo iba mal."
"¿Que más pasó?" Pregunté.
Ella cerró los ojos. "Cuando la placenta se desprende del útero,
el bebé ya no recibe alimento ni oxígeno y ya no tiene un sistema de
filtración de la sangre. Así que, entre el cerebro hambriento de
oxígeno de Hope, las toxinas en su sangre y la falta de nutrientes
que necesitaba durante el parto, sus órganos se apagaron. Nada
funcionaba como debería haberlo hecho. La pusieron en cuidados
intensivos de la UCI, para que pudiera verla antes de que…— antes
—."
Envolví mis brazos alrededor suyo y la acerqué a mí mientras se
derrumbaba. Empezó a sollozar en mi pecho, mientras extendía la
mano para agarrar la de mamá. Winnie lloró más de lo que jamás
había visto a llorar a una persona. Mamá simplemente trató de
mantenerse firme, para apoyarnos. No quería hacer que la situación
fuera aún más difícil. No quería que pasáramos por algo así. Yo solo
quería que su dolor desapareciera, cargar con él yo mismo, hacer
posible que Winnie y mi madre fueran felices, mientras yo me comía
solo todo ese dolor.
¿Cómo cojones se pudieron torcer tanto las cosas?
"Lo siento mucho, Ben. Por favor perdóname."
"Sh-sh-sh-sh-sh. Nada de lo que pasó fue tu culpa," murmuré.
"No puedo evitar recordar ese día una y otra vez."
"Me lo puedo imaginar."
"Siempre me pregunto qué podría haber hecho para salvar a
nuestra pequeña."
Cerré mis ojos. "No había nada que pudieras hacer Winnie, no
podías hacer más de lo que ya hiciste."
Ella sollozó. "Nuestra pobre pequeña Hope."
El resto de la velada fue borrosa. Mamá y Winnie hablaron y
lloraron. ¿Y yo? Bueno, hurgué en mi comida. Apenas podía
concentrarme en la conversación. Mi corazón estaba ido por el
dolor, la conmoción y la ira. Cuando fuimos a pagar, sentí que había
vivido cuatro vidas diferentes esa noche. Me sentía como un
anciano mirando hacia atrás, lamentando cada jodido segundo de
su vida.
¿Es así como te sientes al morir?
Mamá y yo seguimos a Winnie al cementerio. Nos abrimos paso
a través de las lápidas, con cuidado de no perturbar el sueño
interminable de los que allí yacían. Fue desgarrador ver cuántos
bebés estaban enterrados allí. ¿Cuántos padres habían sufrido
como lo hacíamos nosotros?
De repente, Winnie dejó de caminar.
"Aquí está," dijo en voz baja.
Envolví mi brazo alrededor de mamá mientras se tambaleaba
contra mí. Mis ojos se posaron en la lápida mientras leía el nombre,
una y otra vez. Hope Jolie. Con su fecha de nacimiento y muerte el
mismo puto día.
Si el infierno existe, es este.
Hope. Una niña que nunca llegaría a conocer. "Esperanza." Una
sensación que me pregunté si alguna vez volvería a sentir. Hope.
Una niña a la que nunca abrazaría. O besaría. O vería crecer.
Las lágrimas se derramaron por mis mejillas.
"Oh, Hope," dijo rota mi madre.
La sostuve pegada a mí mientras lloraba. Winnie se puso al otro
lado, y la abracé también. Me rodearon con sus brazos y las sostuve
dentro de mi envergadura, dándoles la última de mis fuerzas. Mis
rodillas temblaban, mientras trataba de sostener el peso de las dos
mujeres de mi vida. Las lágrimas no paraban de caer por mis
mejillas, mientras el tormento de mi corazón se desataba. Incliné la
cabeza, mi pecho retumbaba con mis sollozos, mientras besaba la
parte superior de sus cabezas, una y otra vez, como si besándolas
se absorbieran mis penas.
Dios la bendiga. Podía notar como Winnie no podía dejar de
culparse a sí misma.
"Lamento no haber podido mantenerla viva. Lamento no
habértelo dicho antes. Lamento que las cosas hayan salido de esta
manera. Lo siento, Ben. Lo siento mucho."
Coloqué mi mejilla en la parte superior de su cabeza. "Sé que lo
estás. Lo sé. Está bien, no fue tu culpa. Ven aquí."
"Sé que le di mi apellido y no el tuyo. Simplemente no sabía qué
hacer. Estaba tan triste, Ben. Tan triste, tan dolida y perdida. Dejé
que mis padres me convencieran de que era lo correcto. Pero no lo
es. Debería haber tenido tu apellido también. Por favor, no me odies.
Te lo ruego."
"Winnie. Dios mío, para. De todas las cosas con las que podría
estar molesto, y de todas las cosas que han pasado esta noche, eso
es lo último que pasa por mi cabeza. Hiciste lo correcto. Hiciste lo
que tenías que hacer con nuestra hija. Nunca lo olvides," dije.
"Lamento que no pudieras venir a verme, Winnie. Lamento no
haberte dejado la puerta abierta," dijo mamá.
"Por favor, no te disculpes por eso, no sabías nada. Todo fue tan
jodidamente complicado," dijo Winnie.
"Yo también te debo una disculpa Winnie. Porque dejé que mi
padre se interpusiera entre nosotros. Dejé que él decidiera por mí,
dejé que me convenciera de que el mundo fuera de él y su empresa,
no eran reales. Si hubiera sabido, Winnie, si hubiera sabido lo que
estaba pasando, yo ...."
"Basta de arrepentimientos. Venid aquí, los dos," dijo mamá.
Nos abrazamos con tanta fuerza que no sabía dónde terminaba
o comenzaba mi cuerpo y el de ellas. Lloramos juntos, consumidos
por la pena de estar delante de la tumba de Hope. La niña más
dulce y hermosa que jamás ha existido.
Esa noche parecía más oscura de lo habitual. Vi nuestras
lágrimas goteando sobre la tumba encima de las flores frescas que
habíamos llevado, rosas amarillas con ramitas de lavanda que
hacían que el aire oliera a esperanza.
Después de lo que pareció una eternidad de llanto, nuestras
lágrimas finalmente se secaron.
"Por favor, sentiros libres de venir aquí siempre que queráis," dijo
Winnie.
Mamá ahuecó sus mejillas. "Muchas gracias, mi niña. Gracias
por ser lo suficientemente valiente para darnos este momento."
"Deberías haberlo tenido hace mucho tiempo. Lamento no
habértelo dicho antes."
Mamá apoyó la frente contra la de Winnie. "Lo entiendo
perfectamente. No me debes nada. De corazón te lo digo."
Mis ojos volvieron a la tumba de Hope por última vez. ¿Eso era
todo? ¿Era así como terminaría la noche? No quería dejar esa
tumba. Quería quedarme allí hasta que esta pesadilla finalmente
terminara, pero mamá me apartó de ella, instándome a que fuera al
coche mientras la lluvia comenzaba a caer.
Winnie corrió hacia su coche, tapándose la cara con las manos
para evitar que la lluvia le cayera por la cara mientras se subía.
Quería estar cerca de ella, en su coche en vez de en el mío. No
quería separarme de ella. Pero no tenía derecho a exigirle nada. Y
menos después de la noche que habíamos pasado.
Mientras estaba sentado en el coche con mamá todavía llorando,
vi a Winnie alejarse, dejándonos atrás mientras nosotros seguíamos
sentados en el cementerio donde habían enterrado a nuestra hija.
CAPÍTULO 12
WINNI

M e senté en el banco del invernadero con los dedos de los pies


hundidos en la tierra. Con una maceta de cerámica que
llevaba en mi regazo, coloqué algunas plantas que habían crecido
durante las últimas dos semanas. Todavía no estaban listas para ser
trasplantadas al suelo, pero habían salido los primeros brotes y era
momento de darles más espacio. Me agaché y junté un poco de
tierra, la vertí alrededor de las raíces y las rocié con agua
suavemente, mientras aplicaba más capas. Durante los últimos
cinco años, había perfeccionado las técnicas para hacer que las
flores crecieran de la forma más rápida y a la vez hermosa, posible.
También logré identificar las flores y plantas que más se vendían
durante ciertas épocas del año, asegurándome de aumentar su
disponibilidad, organizando el sistema de inventario durante el año.
Sabía que, encargándome de esa sección de la floristería, le
quitaba mucho estrés a mi madre, la cual me daba total libertad para
poner en práctica mis nuevas habilidades en el "arte de las plantas."
Al menos, así lo llamaba mi padre.
"Tu madre te cortaría los pies si supiera que estás andando por
aquí descalza."
Levanté la cabeza. "¿Papá?"
Río entre dientes. "Hola, preciosa."
Dejé escapar una carcajada. "¿Qué estás haciendo aquí?"
"¿No puedo visitar a mi hija en el trabajo?"
"¿Ya es la hora de comer?"
No obtuve respuesta alguna. Sin embargo, vino y se sentó a mi
lado. Se reclinó y apoyó los brazos en la mesa vacía que teníamos
detrás. Terminé lo más rápido posible de plantar la pequeña planta y
me uní a él. Era extraño que papá hubiera venido de visita en medio
de la jornada laboral. Sobre todo, siendo el jefe de bomberos.
Trabajaba todos los días, de lunes a viernes y, a veces, incluso los
fines de semana. Aunque desde hacía años, habíamos decidido
tener el domingo libre de obligaciones, para pasar juntos en familia.
Que estuviera aquí a mitad de semana significaba que había
sucedido algo serio.
"¿Estás bien?" Le pregunté.
"Sólo estoy visitando a mi hija," dijo.
"¿Por qué tengo la sensación de que eso no es todo?"
"¿Cómo va el trabajo?"
Me encogí de hombros. "Va bien papá. ¿Cómo te va a ti en la
unidad de bomberos?"
Él se encogió de hombros. "Es una unidad de bomberos, así que
movidito."
Aparté las manos de mis tejanos, y me giré para mirarlo. Mi
padre siempre había sido un hombre silencioso, tierno por dentro
pero intimidante por fuera. La gente lo admiraba, literalmente,
puesto que medía un metro noventa y cinco y tenía un cuerpo
musculado, incluso para un hombre de cincuenta años. Pero por
dentro, los que le queríamos, sabíamos lo suave que era. Ese
hombre tenía un corazón de lo más tierno, digno de una película de
Disney. Su pasión secreta era hacerse con artículos de coleccionista
de cualquier tipo, y disfrutaba dando largos paseos por las zonas
boscosas de las afueras de la ciudad.
Algo me decía que se avecinaba una gran charla. Una vez
inspiró profundamente, soltó la pregunta. La pregunta que siempre
hacía cuando tenía algo en mente.
"Ganadora, ¿estás bien?"
Mi sonrisa vaciló. "¿Qué?"
"Lo digo en serio. ¿Estás bien, de verdad?"
Hice una pausa. "Lo estaré, pero necesito tiempo."
"¿Quieres hablar de algo?"
"Debería ser yo quien te hiciera esa pregunta."
"Hablaré sin rodeos."
Miré el reloj. Todavía eran las diez de la mañana y tenía mucho
trabajo por delante. Pero era evidente que papá se había tomado el
día libre, probablemente porque no podía concentrarse. Las bolsas
debajo de sus ojos hablaban de su noche anterior.
Así que, decidí ceder en esta ocasión.
"Adelante papá."
El asintió. "Steve está bastante molesto porque cenaste con Ben
la otra noche."
"Con Ben y su madre."
"¿Ah sí?"
"Si. Seguramente se olvidó de mencionar esa parte."
"Bueno, ya sabes cómo es tu hermano."
"Eso no significa que esté bien lo que hace papá."
"Solo está preocupado por ti."
Puse los ojos en blanco. "¿Viniste a defender a Steve? ¿Para
eso has venido?"
"No, estoy aquí para ver cómo está mi hija, y ver con mis propios
ojos cómo está realmente. Porque sé que te gusta ponerte una
máscara, cómo yo."
Suspiré. "De verdad, estoy bien, papá. De hecho, me siento
bastante aliviada."
"¿Cómo fue la cena?"
Me encogí de hombros. "Tan bien como podría haber ido,
supongo."
"¿Les contaste lo que pasó?"
Asentí lentamente. "Sí, lo hice. Respondí a sus preguntas. Les
hablé de Hope y de las complicaciones del parto."
"¿Y?"
Hice una pausa. "Los llevé a la tumba."
Frotó mi espalda. "Estoy seguro de que fue difícil para ti."
"Lo fue. Lloramos mucho. Mucho. Los tres juntos. Se
intercambiaron muchas disculpas. Pero al final, fue el cierre que mi
terapeuta siempre me había dicho que necesitaba para poder pasar
página y seguir con mi vida."
"Estoy orgulloso de ti, ganadora."
Puse los ojos en blanco. "Realmente te gusta llamarme así,
¿verdad?"
Cogió mi mano. "Lo hago, porque es la verdad. Sé que no te
sientes como una ganadora. Yo tampoco me siento un ganador la
mayoría de los días. Sin embargo, eso no significa que no estemos
ganando en algo."
"Lo sé, papá. Lo sé."
"Todo lo que siempre quise fue que estuvieras bien. Todo lo que
siempre quise fue que volvieras a ser feliz. Para que vieras por ti
misma, que todavía tienes una vida por delante que vivir, a pesar de
la tragedia a la que te has enfrentado."
Lo sé, papá. Te lo prometo."
Apretó mi mano. "Me alegra oír eso cariño. Me quedé
preocupado cuando dejaste de ir a la terapeuta."
Me encogí de hombros. "Simplemente, no sentía que ella
pudiera ayudarme mucho más. No estábamos haciendo ningún
progreso. ¿Pero anoche? Anoche hubo muchos avances."
Él sonrió. "Me hace muy feliz escucharte decir eso."
Me apoyé en él y me negué a dejar caer más lágrimas. Había
llorado toda la noche anterior. De camino a casa. Mientras caminaba
hacia mi apartamento. Mientras intentaba dormir. Me desperté
llorando. Dos veces. Tuve pesadillas que ya casi había olvidado.
Estaba cansada de llorar. Cansada de que me dolieran los ojos.
Cansada de sentirme tan vacía por dentro. Cuatro años de terapia
no habían solucionado nada de eso. Simplemente hacían que fuera
más fácil hablar sobre el tema. Me ayudó a que fuera más fácil
racionalizar el llanto, para no estar llorando todo el puto día.
Sin embargo, no me sentía mejor. Simplemente, aprendí a
convivir con tanta tristeza.
"¿Quieres hablar de algo?" Pregunté.
Papá me envolvió con un abrazo. "No, ganadora. Estoy bien."
"¿Estás seguro de eso?"
Besó la parte superior de mi cabeza. "Segurísimo."
Se puso de pie y me guiñó un ojo, luego salió tan
silenciosamente como había entrado, lo que me hizo negar con la
cabeza con una sonrisa. Mi padre a veces era estoico como una
piedra. Exprimir sus emociones era como exprimir agua de una
roca. ¿Pero verlo sonreír así? Esa conversación había sido
importante para mi padre. Las respuestas con monosílabos eran su
especialidad.
Sentí una sonrisa aparecer en mi rostro.
Me di la vuelta y me senté en la pequeña mesa que había para
seguir mis tareas con esas preciosas flores; estaban creciendo
mucho más rápido de lo que había predicho meses antes. Empecé a
hacer un balance de las plantas que tenía en el invernadero. Le
había dicho mil veces a mamá que necesitábamos ampliarlo. La
cantidad de ventas comenzaba a superar el espacio del que
disponíamos. Ese mes había sido el primero que había necesitado
cortar las flores y preparar las plantas para venderlas antes de que
estuvieran listas, no podía esperarme a que mostraran la belleza de
sus flores suavemente desplegadas, simplemente por necesitar más
espacio para plantar flores frescas para la próxima temporada de
otoño. Necesitaba más espacio para plantar y trabajar.
Pero ese problema, era mejor dejarlo para más adelante. Ya
tenía demasiado en la cabeza.
Mi estómago gorgoteó por la necesidad de alimento. Cuando
llegó la hora de la comida, me limpié los pies, y me puse de nuevo
las sandalias. Me quité los guantes y los metí en el bolsillo trasero
del pantalón como de costumbre, preparándome para cerrar la caja
registradora.
Estaba saliendo por la puerta cuando, por sorpresa, mi mejor
amiga Sara apareció abrazándome entusiasmada.
"¡Aquí estás! Me preguntaba cuándo sería tu descanso, para
comer algo juntas."
Corrió hacia mí, casi empujándome con su abrazo. Se estrelló
contra mí y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello,
apretándome con tanta fuerza que casi no podía respirar. Mis ojos
se hincharon de conmoción. Le di unas palmaditas en la espalda
mientras todavía me balanceaba de lado a lado por su envestida.
Ella se echó hacia atrás agarrándome de las mejillas, para luego
envolverme de nuevo en uno de sus masivos abrazos.
"Sara. No puedo ... respirar."
"Oh, lo siento."
Me soltó rápidamente, justo cuando la risa de mamá cayó sobre
mis oídos.
"¿Tenéis hambre chicas? Estoy a punto de ir al restaurante del
otro lado de la calle."
"Si no es demasiado pedir, me encantaría un número cuatro.
Con todo. ¡Y unas patatas fritas! Tengo dinero en la cartera, ahora te
lo doy," dijo Sara.
Mamá agitó la mano en el aire. "No te preocupes por eso. Ayuda
a Winnie a cerrar la tienda hasta que regrese con la comida.
¿Quieres el de miel Winnie?"
Hice una pausa. "Emm, lo que escojas estará bien. Pero sabes
que me gusta el de atún."
Sara arrugó la nariz. "Yo tampoco entiendo cómo puede gustarle
tanto."
Mamá se rio. "Ahora vengo. Tardaré unos quince minutos."
"¡Gracias, Sra. Jolie!"
"Si. Gracias, mamá," dije.
Nos lanzó varios besos antes de salir de la tienda. A
continuación, Sara acercó un taburete; donde se sentó mientras yo
apoyaba mi cuerpo contra el mostrador, mirándola con una
expresión confusa.
"¿Qué estás haciendo aquí?" Pregunté.
"¿No puedo pasar a ver a mi mejor amiga?" Preguntó Sara.
Puse los ojos en blanco. "Papá ya vino a verme hoy. No intentes
disimular, que te conozco a la perfección. ¿Hasta dónde sabes?"
Ella suspiró. "Sé que está de vuelta en la ciudad. Sé que habéis
cenado juntos. Y creo que puedo adivinar de que fue la
conversación, a juzgar por lo cansada que te ves."
"Gracias, guapa."
"Solo estoy siendo honesta."
Negué con la cabeza. "¿Todo el pueblo está pendiente de mi
vida o qué?"
"Oye, ya sabes cómo van las cosas en los pueblos pequeños
como éste. Un indicio de algo de lo que hablar y está prácticamente
en las vallas publicitarias al día siguiente."
Puse los ojos en blanco. "No me lo recuerdes. Por eso quiero
salir de aquí."
"Bueno, trabajar en la tienda de flores de tu madre no te va a
ayudar a ser menos popular."
"Gracias por recordármelo."
Ella se encogió de hombros. "Contigo puedo hablar claro."
Suspiré. "Sabes, esta mierda es casi de película de Hollywood."
"¿Por qué?"
"No lo sé. Simplemente ... todo. Ben está de vuelta en la ciudad.
Steve literalmente quería matarlo. Anoche drama con su compañero
en el restaurante, y luego de excursión al cementerio."
"Guau. ¿Cómo fue todo eso?"
Me reí amargamente. "Uh ... fue. Eso es seguro."
"¿Supongo que te estás riendo, así que al menos tienes buen
recuerdo?"
"¿Podemos no decir obviedades todo el tiempo?"
"¿Por qué? ¿Te hace sentir incómoda?"
Gruñí. "Suenas como mi terapeuta."
"A la que nunca deberías haber dejado de ir."
"No estábamos haciendo ningún progreso. Como le dije a mi
padre, anoche fue la primera vez que realmente empecé a sentir
alivio. Por fin sentía que todo esto podía tener un cierre. Quiero
decir, ahora que lo sabían. Que sabían lo que había pasado. Fue
importante para mí; incluso después de tantos años, era algo que
me estaba comiendo por dentro."
Ella asintió. "Lo sé. Entonces, ¿averiguaste por qué Ben nunca
apareció por aquí?"
Asentí. "Sí, su padre nunca le dijo que le había llamado. No tenía
idea de que estuve embarazada hasta hace unos días, cuando
regresó a la ciudad y se lo pude contar en primera persona."
"Guau. Qué horror. Debe haberle sentado como una patada en el
estómago."
"Eso seguro. No paraba de decir que le gustaría poder
desenterrar a su padre solo para poder matarlo él mismo."
Sara se rio entre dientes. "Lo entiendo perfectamente. Pero si no
fue su culpa, si no lo sabía, ¿por qué cojones tu hermano sigue tan
enfadado con él?"
Levanté las manos. "¿Y yo que sé? No entra en razón. Supongo
que tal vez todavía está enfadado porque su mejor amigo salió con
su hermana sin que se lo dijéramos. Pero han pasado cinco putos
años. Necesita superarlo de una vez."
Buena suerte con eso. Sabes que Steve no supera las cosas
fácilmente."
"No me digas. Pero bueno, lo que me importa es que ahora
puedo seguir adelante. Seguir avanzando. Así que Steve tendrá que
asumir que hablar con Ben ha significado mucho para mí."
"¿De verdad?"
"¿Por qué iba a mentirte?"
Ella se encogió de hombros. "Has estado deprimida durante
tanto tiempo…que parecía que nunca ibas a encontrar paz con el
tema."
"Vaya, gracias por el voto de confianza," dije rotundamente.
"Sólo estoy siendo honesta contigo, amiga."
Miré por la ventana y suspiré. Me encantó tener a Sara de vuelta
en la ciudad. Viajaba mucho por su trabajo, así que no siempre la
tenía cerca cuando la necesitaba. Había sido difícil pasar por lo que
había pasado los últimos años sin ella a mi lado, como había estado
cuando éramos niñas. Aunque la verdad es que ella siempre había
estado ahí, ya fuera por teléfono o Skype.
Pero que bien sentaba poder abrazarla de nuevo.
"Me alegro de que hayas vuelto, Sara."
Ella sonrió. "Me alegro de estar de vuelta. ¿Qué te parece una
noche de chicas hoy?"
"Tengo que trabajar por la mañana."
"Oh vamos. Solo una copa de vino o dos. Necesitamos ponernos
al día. Tengo que contarte cosas que sucedieron en esta última
conferencia."
"¿Dónde estabas esta vez?"
"En San Francisco."
"Muy bien, muy bien. ¿Cómo ha ido?"
Ella sonrió. "¿Te lo cuento esta noche con un vino?"
Puse los ojos en blanco. "Me parece bien. Pero tú te encargas
del vino."
"Y la pizza. Fantástico."
Me reí. "Eres adicta a la pizza ¿lo sabes no?"
"Supongo que hay cosas peores a las que alguien como yo
puede ser adicta."
"Buen argumento."
"Antes de que entre tu madre y tengamos que dejar esta
conversación, quiero preguntarte algo."
"Dispara."
"¿Y ahora qué?"
"¿Qué quieres decir?"
"Quiero decir, ¿qué vas a hacer ahora?"
Hice una pausa. "Seguir adelante con mi vida. Eso es lo que
viene a continuación."
"¿Y tienes alguna idea de cómo va a ser? ¿Seguir adelante
incluye a Ben?"
"¡Aquí traigo la comida y algunas galletas de esas tan ricas!"
Exclamó mamá.
Y mientras la preguntase desvanecía entre nosotras, mi mente
comenzó a dar vueltas. ¿Qué viene después? ¿A dónde me iba a
llevar esa nueva etapa? ¿Y cuál era el lugar de Ben en mi futuro?
¿Cómo sigo adelante con mi vida?
CAPÍTULO 13
BEN

S umergí mi amplia brocha en los colores brillantes de mi paleta,


pasándolos por el enorme y vacío lienzo. Después de la noche
en el cementerio, no había podido dormir. Apenas comí esa
mañana. Fui y me senté en el aparcamiento de la tienda de arte más
cercana, hasta que abrieran. Una vez la tienda abrió sus puertas,
compré el lienzo más grande que tenían. Ni siquiera cabía en mi
caballete; Tuve que apoyarlo entre dos muebles. Mientras untaba
los colores, podía sentir el sudor goteando por la parte posterior de
mi cuello.
Coincidiendo con las lágrimas que surcaban mi rostro.
Ese dolor era demasiado fuerte. Sentía que mi corazón se
reparaba y rompía, una y otra y otra vez. Los amarillos salpicados
sobre los profundos azules me recordaban al sol que había sido
nublado, en ese momento de mi vida. Salpiqué puntos morados
contra el lienzo, colocándolos estratégicamente para añadir textura
a la obra. Dimensión. Angustia. El azul y el violeta me recordaron los
moratones que la vida había dejado en mí. El amarillo del sol
brillaba intensamente sobre mis heridas, mientras disfrutaba su calor
obteniendo un ápice de alivio. Esa pintura me parecía ridícula, sin
embargo, encajaba perfectamente con mi estado de ánimo.
Jadeé mientras me apartaba, mirando la pintura que todavía
goteaba sobre la lona que había colocado en el suelo de madera.
"Joder," susurré.
Dejé la paleta a un lado y mi pincel cayó al suelo. Tropecé hacia
atrás, cayendo contra mi cama, mientras el olor a pintura inundaba
la habitación. Presioné la base de mis manos en mis ojos cansados.
No pude evitar tambalearme por la agotadora noche que había
pasado, llena de emociones. Me senté con mi madre, llorando y
sollozando hasta que su cuerpo no pudo soportarlo más,
quedándose dormida en el mismo sofá. Fue entonces cuando me
dirigí al apartamento en el garaje, donde me acosté en la cama y
donde terminé comiendo techo toda la noche.
¿Cómo se habían vuelto las cosas tan complicadas?
Hice una pausa, cuando un suave y desconocido golpe, llamó mi
atención. Me puse de pie lentamente, escuchando, mientras esos
golpes rítmicos seguían creciendo. Me moví hacia la única ventana
que tenía el apartamento, cuando miré hacia abajo, vi una sombra
parada en la puerta lateral. Esa puerta conducía tanto al garaje,
como a un pequeño pasillo que albergaba una hilera de escalones
que llevaban hasta la puerta principal de la casa de mi madre.
Alguien ha venido a verme.
Eché un vistazo a mi aspecto en el espejo, antes de limpiarme la
cara. Si era Winnie, no quería mostrarle que había pasado toda la
mañana revolcándome en mis propias penas. Rápidamente me lavé
las manos en el pequeño lavabo del apartamento. Después de
limpiarme la cara, bajé por las escaleras y me dirigí hacia la puerta,
listo para recibir a Winnie y que pasáramos la mañana juntos.
Pero lo único que recibí fue un puñetazo en la mandíbula.
"Eres un gran hijo de puta," gruñó Steve.
Le dejé disfrutar del momento. Pero iba a ser el último. Bloqueé
el siguiente golpe antes de levantarme y devolvérselo en el
estómago. Jadeó en busca de aire cuando le agarré del pelo,
levantando su rostro hasta encontrarse con el mío. Sus ojos estaban
llenos de ira, inyectados en sangre por la falta de sueño e hinchados
por el llanto.
Se parecía mucho a mí en este momento.
"¿Estás preparado para sentarte a tomar una copa conmigo y
hablar?" Le pregunté.
"Quiero romperte la puta cara," gruñó.
"Avísame cuando estés listo para tener una conversación como
personas adultas Steve."
Se apartó de mí, tratando de lanzar un último puñetazo. Por la
forma en que torpemente lo hizo, pude ver su agotamiento. O
posiblemente estaba borracho. Sin esfuerzo esquivé su puño antes
de agarrarlo por la cintura, evitando que se abriera la cabeza
cayendo por las escaleras. Lo ayudé a ponerse en pie mientras él
seguía forcejeando con mi camisa. Me acerqué a su rostro, todavía
con esa ira, cuando sus ojos se encontraron con los míos.
Esta vez, mostraban una emoción completamente diferente, un
vacío que me hizo sentir empatía con él.
"¿Tienes whisky?" preguntó.
"Claro. Vamos a por unas copas."
Lo guie hasta la puerta principal de la casa, mientras rebuscaba
en el mueble bar. Agarré una botella entera de whisky y dos vasos y
los llené hasta arriba con un poco de hielo. Puse todo en una
bandeja y nos dirigimos a mi apartamento. Steve arrastraba los pies
detrás de mí, resoplando a cada paso que daba. Entramos en el
apartamento y le ofrecí un asiento en el borde de la cama. Mientras
servía las copas, un vaso lleno hasta arriba con ese líquido color
ámbar, lo sorprendí mirando la pintura que todavía goteaba.
"¿Lo acabas de pintar?" preguntó.
"Mmm."
"Es una mierda."
"Eso es lo que pasa, cuando el artista se siente como una
mierda."
Steve me miró rápidamente y le entregué su copa. Me arriesgué
a que se volviera loco de nuevo y fui a sentarme junto a él, mirando
ese estúpido cuadro que me había mantenido ocupado las primeras
horas de la mañana. Sorbo tras sorbo, sentí que mi tristeza se
desvanecía. La ira que sentía por mi padre se disipó lentamente.
Miré a Steve, esperando a que hiciera el siguiente movimiento,
esperando a que dijera lo que fuera que tenía que decirme.
Pero todo lo que hizo fue mirar mis fotos y vaciar su vaso de
whisky.
"¿Quieres otro vaso?" Le pregunté.
"Sí," dijo.
Golpeó el vaso contra mi pecho y me levanté a por más. Volví a
llenar nuestros vasos una y otra vez, hasta vaciar la maldita botella
de whisky. El calor inundó mi cuerpo y poco a poco borró toda
percepción de tiempo y espacio. Mis pinturas se arremolinaron
juntas antes de que cerrara los ojos y sintiera como el mundo se
inclinaba suavemente a mi alrededor. Me importaba una mierda lo
que Steve hubiera venido a decir. En mi experiencia, sabía que
cuando él se sentía mal por algo, lo único que hacía era beberse
una botella entera y luego irse tropezando a casa. Y si eso es lo que
necesitaba hacer, no sería yo quien lo detuviera.
Aunque sinceramente, esperaba que hubiera madurado y fuera
capaz de hablar. Hablar de verdad.
Durante muchos años de mi vida, Steve había sido mi mejor
amigo. De hecho, era la persona más cercana que había tenido en
mi vida, a parte de mi madre. Abandoné mi vaso y me dejé caer
contra la cama, sintiendo a Steve gruñir a mi lado. Escuché un vaso
chocando contra la madera y que la cama se movía. Abrí un ojo y vi
a Steve apoyando la cabeza contra la pared, simplemente
dejándose caer y negándose a articular una maldita palabra. No
parecía que se fuera a ir pronto, ni tampoco que estuviera a punto
de entablar la conversación que ambos necesitábamos tener.
Supongo que tendré que ser yo quien empiece.
"Sé que no me crees, Steve. Pero realmente lo siento. No tienes
que aceptarlo. No tienes que entenderlo. Pero lo siento. Si hubiera
sabido que le estaba pasando a Winnie, hubiera regresado, incluso
si hubiera tenido que quemar la empresa de mi padre para
sacármelo de encima."
Él resopló. "Te llamé. Y ella también."
"Eso he oído."
"Llamamos a tu teléfono. El número que siempre tuviste."
Me giré para mirarlo y lo encontré mirándome. Me incorporé
lentamente mientras sus ojos buscaban una respuesta que
significara algo, cualquier cosa que pudiera aliviarle tanto dolor. Una
respuesta que realmente explicara qué cojones había pasado entre
todos nosotros.
"Ahora sé que lo hicisteis," le dije.
"Entonces, ¿por qué mierda no respondiste? ¿Por qué cojones
fue tu padre quién respondió diciéndonos que no querías hablar con
nosotros? ¿Qué cojones fue todo eso?, preguntó.
El alcohol realmente se apoderó de mí y sentí que mis palabras
comenzaban a arrastrarse.
"Porque mi padre era un hijo de puta controlador," dije.
"Si. Eso ya lo sabíamos todos. Pero ¿por qué de repente
dictaminó tu vida, amigo?" preguntó. "Eras joven, pero ya no eras un
niño que no se enteraba de nada."
Me reí amargamente. "Porque amenazó con dañar a mi madre si
no venía a Boston y me hacía cargo de su estúpida compañía, como
un buen hijo debería hacer."
"¿Dañar a tu madre? ¿De qué cojones estás hablando?"
"Mi madre no siempre tuvo una buena vida. Tomó decisiones de
mierda en la universidad, una de ellas confiar en enviar ciertas fotos
a un maltratador; mientras tanto él me chantajeaba a mi para que
me hiciera cargo de su empresa, y así poder parecer, de cara a la
galería, el padre perfecto."
Steve hizo un gesto con la mano. "Espera, espera, espera,
espera. ¿Te refieres a fotos desnuda?"
"¿Quieres ver a mi madre desnuda o algo así?"
"A ver, tu madre está muy bien para su edad."
"Si le pones un dedo encima a mi madre ...."
"Ahora estás sintiendo una décima parte de lo que sentí al darme
cuenta de que mi mejor amigo había dejado embarazada a mi
maldita hermana," gruñó.
Hice una pausa. "Buen punto."
Agité mi mano en el aire. "De todos modos, mi padre era un
cabrón. Él y mi madre siempre se peleaban. Ella prácticamente lo
dejó seco en el proceso de divorcio, por lo que buscó alguna forma
de vengarse de ella. Supongo que obligarme a ir a Boston y que me
hiciera cargo de la empresa, fue su venganza."
"Vaya puta mierda."
"Lo es. Y, si te soy honesto, no sabes cuánto me alegro de que
esté muerto."
Sabía que, como hijo, debería haberme sentido mal por su
fallecimiento, pero realmente no me sentía mal, de hecho, sentía
alivio. Ese hombre había hecho de mi vida y de la de mi madre, una
pesadilla. Y ahora por fin, todo había terminado.
"¿Cómo cojones se quedó con tu teléfono, amigo?" Preguntó
Steve.
Suspiré. "Me dio un móvil de empresa, y creo que me hackeó
todas las llamadas a través de ese teléfono, es la única explicación
que se me ocurre. Lo que, si sé seguro, es que tenía una
configuración activada para que solo pudiera recibir llamadas de
personas de mi lista de contactos."
"Es bueno saber que no pertenecíamos a esa lista," dijo
rotundamente.
"¡Pensaba que tus llamadas llegarían bien! Pensaba guardar tu
móvil una vez me llamaras, y ya está."
"Bueno, obviamente no fue así."
"Obviamente. Solo te pido que te pongas en mi lugar por un
momento."
"Esperaba que mi mejor amigo me llamara, y no lo hiciste. Ni una
sola vez."
"Sí que lo intenté."
"Pero gracias a mi padre, acabé pensando que me tenías
bloqueado por haberme ido. Así que ¿Cómo cojones iba a saber
que fue él, el que os había bloqueado?¡Pensé que la ciudad entera
no quería saber nada de mi por haberme ido con él a Boston! Así
que, no regresé. De ese modo, le ahorraría a mi madre la angustia
de estar expuesta a las amenazas de mi padre, o lo que sea que
papá hiciera con ella. Incluso tuve que renunciar a mi arte y trabajar
en una empresa que no podría importarme menos.
Lo único que tenía claro, era que en cuanto heredara la
empresa, la liquidaría cuanto antes, y me largaría de Boston.
Soñaba con volver aquí y descubrir por qué cojones había sido tan
fácil para toda esta maldita ciudad, simplemente tratarme como si
nunca hubiera existido."
Steve tras un hipo, asintió. "Tienes razón. Eso es más
complicado de lo que parece."
"Mira, mi padre me acosaba todo el puto rato; desde la
secundaria se dedicó a comerme la cabeza para que fuera a
trabajar para él. Siempre le decía que no, pero él seguía
manipulándome, amenazándome con el tema de mi madre. No tenía
a nadie más que se hiciera cargo de su legado, porque era un idiota
que solo pensaba en el negocio y no en las personas. La única
persona con la que podía contar para hacerse cargo de la empresa
era su hijo, que por mucho que no quisiera, iba a ser el heredero de
su fortuna. Porque, ya sabes, tema orgullo y esas mierdas. Pero
ahora está muerto y he vendido la empresa. Puedo estar
económicamente tranquilo el resto de mi vida, con ingresos
mensuales y por fin puedo dedicarme a mi arte, que es lo que
siempre quise hacer."
"Suena bien. Incluso mejor que recibir el dinero de la venta de
golpe."
"Eso fue lo que me aconsejó mi abogado. Sin mencionar que fue
un grandioso 'vete a la mierda' hacia mi padre."
"¿Quién dirige la empresa ahora?"
Me encogí de hombros. "Otro tipo que llevaba años chupándole
la polla a mi padre para hacerse con el negocio. Ese hombre es más
feliz que unas pascuas de haber conseguido hacerse cargo de la
compañía. Así que todos hemos salido ganando."
Steve suspiró. "¿Cómo murió tu padre?"
"Ataque al corazón. Demasiado rápido para mi gusto, si me
preguntas."
"Lamento tu pérdida," dijo.
"Yo no. Mi madre y yo, ya podemos ser libres. Así es como lo
veo, y más después de enterarme de todo lo que Winnie pasó sola,
por su culpa."
"¿Cuál es tu plan ahora?"
Sonreí mientras pensaba en ello.
"Quiero abrir mi propia galería de arte en la ciudad," dije.
"Vas a necesitar algo mejor que este cuadro," dijo.
Me reí. "Lo sé. Los tengo guardados en un sitio fresco y oscuro.
El plan es abrir una galería de arte. Pintar para vivir. Vivir de esos
ingresos más el ingreso mensual de la empresa de mi padre, de la
que todavía soy dueño un quince por ciento. Y recuperar a Winnie
para poder cuidar de ella."
Sentí la mirada de Steve y suspiré.
"Bueno, ese era el plan, al menos."
"Un plan bastante atrevido, amigo," dijo.
"No creo que tenga ninguna posibilidad con Winnie ahora."
"No. No la tienes," dijo, con una voz más firme.
"¿Por qué no soportas la idea de que tu hermana y yo nos
queramos?"
"Porque no eres lo suficientemente bueno para ella."
Asentí lentamente. "Quizás tengas razón, después de todo."
Y antes de que nos diéramos cuenta, nos desmayamos en mi
cama, apoyados contra la pared, con la barbilla pegada al pecho y el
aliento con un olor amargo a whisky y tristeza.
CAPÍTULO 14
WINNIE

E n cuanto salí del trabajo el viernes por la tarde, apagué el


teléfono. No quería que me molestaran, no quería hablar con
nadie y, por nada del mundo, quería sentir la tentación de llamar a
Ben. Entré en el coche y conduje en dirección a mi restaurante
favorito. Podía notar como me salivaba la boca solo de imaginar su
sándwich de atún a la parrilla. Todos los viernes por la noche hacía
el mismo ritual, como recompensa por haber terminado con otra
semana de duro trabajo, y prepararme para un sábado pegado entre
las sábanas: un sándwich de atún a la parrilla con extra de
pepinillos, un bol de sopa de brócoli y queso, patatas fritas y un
muffin con chips de chocolate. Normalmente, lo acababa reservando
para el desayuno, si no tenía más espacio en el estómago para
comérmelo de postre.
Necesitaba un descanso de mi familia y de todo conocido.
Estaba cansada de que la gente viniera a preguntarme cómo
estaba, cuando en realidad todo lo que querían eran respuestas a
sus incansables cotilleos. Nunca entendí por qué la gente en los
pueblos era así. Por qué sentían la necesidad de hablar sobre los
demás, y postular sobre sus vidas. Me agotaba el simple hecho de
pensar en ello. Así que mantuve mi teléfono apagado mientras
cenaba, esperando y rezando para que nadie conocido apareciera,
en una búsqueda de la paz que tanto necesitaba y ansiaba.
La noticia de que Kurt me había visto con Ben se había
extendido por toda la ciudad y la gente actuaba como si fuera el
cotilleo más grande que habían escuchado en años. Algo que iba
más allá de mi entendimiento; ¿a la gente realmente le importaba lo
que pasara entre Ben y yo, después de todos estos años? Esta
ciudad necesitaba un puto cine o algo recreativo para pasar sus
tardes distraídos, en vez de meterse en la vida de los demás.
No podía evitar que me enfureciera imaginarme la gente
hablando de mi vida.
Mucha gente sabía por lo que había pasado. Así que, ¿por qué
todavía sentían la necesidad de cotillear sobre mí? Yo era una
noticia pasada, una chica joven y rota que seguía pacíficamente su
vida. Ni una sola vez hice algo particularmente digno de mención.
Por otra parte, tal vez por eso estaban hablando, porque
repetidamente había roto mi intocable rutina desde el regreso de
Ben a la ciudad. Pero eso no me hacía sentir mejor. La gente había
tomado la peor y más dolorosa experiencia de mi vida, y la había
convertido en una especie de telenovela.
A veces me sentía como si estuviera viviendo en el jodido Show
de Truman o algo así. Solo quería seguir con mi trabajo y que mi
vida siguiera como hasta entonces.
Realmente necesitaba salir de esa ciudad.
Me dejó atónita lo complicado que se había vuelto todo. ¿Por
qué el padre de Ben había jugado con todos nosotros? ¿Por qué
había decidido, después de apenas veinte años siendo padre, que lo
mejor para Ben era estar en Boston? ¿Y por qué insistió en que Ben
no pudiera tener contacto con las personas que más habían
significado para él? ¿Qué tenía contra nosotros? Mis padres eran
muy conocidos en la ciudad por su amabilidad, y respetados por
toda la comunidad. Joder, mi padre era el jefe de Bomberos, y mi
hermano policía. No había motivos para pensar que íbamos a ser
una mala influencia para el futuro de Ben.
O más bien, para el futuro que él quería para Ben. Porque el Ben
que conocía, quería pintar, no dirigir una empresa de millones de
dólares.
Suspiré mientras removía mi comida. Me senté en la pequeña
mesa que tenía en la cocina, mirando por la ventana. Me gustaba
que no hubiera muchas ventanas en mi apartamento. Me hacía
sentir segura, ya que la gente no podría añadir más cotilleos a su
telenovela sobre mi vida.
Mientras mordía el sándwich, mi mente soñaba con otra vida;
una vida con Ben y Hope siendo mi familia. Despertar con sus
suaves llantos en una casa en la playa junto al océano; el sonido de
las olas, rompiendo contra la costa, entrando por la ventana, y el
amanecer saludándonos cada mañana. No pude contenerme, los
ojos se me llenaron de lágrimas al imaginar una escena tan idílica.
Contrólate, Winnie. Esa vida nunca estuvo destinada a ser.
Pensé en la universidad y en mi decisión de no volver. Recibí
muchas críticas de mis padres a raíz de esa decisión. Pero nadie
me lo puso más difícil que Steve. Todavía podía recordar el tono
amargo de su voz, cuando me acusó de dejar que Ben "hundiera mi
futuro." De dejar que su ex mejor amigo "se metiera bajo mi piel y
controlara, desde el otro lado del mundo, mi vida." Durante mucho
tiempo, la ciudad también habló de mi en ese aspecto: de que no
regresara a la universidad y de las mil razones por las que no podía
seguir haciéndolo.
Tal vez esté demasiado deprimida.
Acaba de perder a su hija. Necesita algo de espacio.
Quizás perder a su hijo la volvió loca. Sabéis lo que puede ser el
parto para una mujer.
Yo creo que se escapará e irá a buscar a Ben.
Alguien me dijo que Steve la está encerrando como un loco en
alguna parte.
Escuché que eran gemelas, chicos. Gemelas. La mujer perdió
dos bebés a la vez. Dejad a la chica en paz, ya tiene bastante.
No había nada como la invención que la gente ponía a los
cotilleos en el pequeño pueblo de Gold Bend.
Al terminar el delicioso sándwich, continué con el bol de sopa.
Me acerqué y me senté en el sillón, con el bol en mi mano. Encendí
la televisión y busqué entre las películas que tenía descargadas. No
me puse la televisión por cable, no veía la televisión demasiado y
me gustaba ver películas que nadie más estuviera viendo. Me
desplacé hasta una de las películas, "El Amante de la Señora
Chatterley," presioné a reproducir; preparándome para una noche de
cine mientras terminaba de cenar.
Cuánto más veía la película, más sentía mi cuerpo calentarse.
Cada vez que veía esa película, me acordaba de la sensual forma
en la que estaba filmada, y de lo apasionantes que eran algunas de
las escenas. Me lamí los labios mientras veía cómo se desarrollaba
el amor, el libertinaje y las miradas que intercambiaban ambos
personajes principales. Oh, ser una mujer libre, sin miedo a mi
cuerpo, ni a mi sexualidad, o a mi futuro. Me terminé la sopa sin
darme cuenta y abandoné la idea de las patatas fritas. Sentí mis
pezones fruncirse contra el sujetador, mientras mi respiración se
convertía en suaves jadeos. El amor prohibido siempre me había
excitado. Además, el hombre principal de la película tenía algunos
rasgos que me recordaban a Ben. Cerré los ojos, escuchando sus
sonidos mientras mis manos vagaban sin rumbo fijo. Agarré mis
caderas y masajeé mis pechos mientras mi mente volvía a esa
noche. La noche que le di a Ben mi virginidad.
La única noche que había pasado con un hombre.
"Oh," susurré.
Los sonidos cada vez más subidos de tono de la película, me
arrastraban hacia los deseos más lujuriosos. Deslicé mis tejanos
hacia abajo, tratando de liberarme, mientras mi mente vagaba de
regreso a ese momento. Cómo mis piernas jugaban balanceándose
a horcajadas sobre Ben. Cómo el océano reflejaba nuestros sonidos
haciéndolos físicos. Lo maravillosamente bien que me sentí con él
dentro. Completamente. Hasta el éxtasis. Extendiéndose,
acariciando mis paredes mientras cada vez iba más profundo en mí.
"Ben," jadeé.
Abrí las piernas mientras la película seguía de fondo, los
pensamientos de Ben ahogaban el olor a comida. Separé los labios
de mi vagina. Sentí mi humedad haciéndome gemir. Mis ojos se
pusieron en blanco mientras movía suavemente mi clítoris, una
parte de mí que había descuidado durante años. Una parte de mí
tan sensible, que me hacía saltar con cada caricia.
"Oh, sí," gemí.
Escuché la voz de Ben en mi oído, animándome y llamándome
hermosa mientras me convertía en un lío sudoroso. Mis piernas
bloqueadas. Mis muslos temblaban. Y cuanto más separaba mis
piernas, más pensaba en Ben. Recordé su pene llenándome. El olor
de su piel llenó mis fosas nasales. Choqué contra mi mano,
llenándome con los dedos, moviéndome y acariciándome,
bombeando dentro de mí, mientras mi excitación llenaba la palma
de mi mano.
"Ben. Ben. Si. Así es. Sigue, justo ahí. Te he extrañado. Yo — yo
te necesito — yo te necesito dentro —."
Su rostro sonriente adornó mi memoria, haciéndome romper a
llorar. La forma en que acariciaba mis mejillas me hizo sonrojar, con
la necesidad de liberarme de tanto placer. Mi cabeza yacía
presionada contra los cojines del sofá. Moví mi pulgar más rápido
sobre la punta de mi clítoris. Las paredes de mi vagina se cerraron
alrededor de mis dedos mientras me contorsionaba; ya no me
avergonzaba de cómo me veía o cómo sonaba.
"¡Ben, sí!"
Presioné mi clítoris mientras mi vagina se relajaba (una vez, dos
veces) antes de deslizar mis dedos fuera de mi cuerpo. Colapsé
contra el sofá, jadeando en busca de aire. Estaba empapada. Había
empapado el cojín del sofá que tenía debajo de mí, mientras me
dejaba ir, disfrutando de la euforia que me invadía. No tenía fuerzas
suficientes para moverme. No tuve la fuerza suficiente para abrir los
ojos. Y mientras me sentaba allí rendida con la película a punto de
acabar, juraría que pude sentir los labios de alguien, juntarse contra
los míos.
Mis ojos se abrieron de golpe a buscarle. Parecía que estuviera
allí conmigo. Lo olí. Lo sentí. Lo escuché reír y hasta lo vi sonreír.
Parecía tan real, que no contemplaba la idea de estar
completamente sola en mi apartamento.
Pero cuanto más miraban alrededor, más se reforzaba mi
verdad.
Estoy sola.
Colapsé y cerré los ojos. Me quité la ropa y me alejé de la
mancha húmeda del sofá. Me acurruqué y alcancé la manta tirada
sobre el respaldo del sofá. La envolví a mi alrededor mientras mis
ojos volvían a la televisión. Con las imágenes aún algo borrosas y
mi cuerpo aún débil por el orgasmo, respiré profundamente, tratando
de calmarme.
Tratando de averiguar si debería sentirme culpable, o no.
Se me llenaron los ojos de lágrimas. Negándome a llorar de
nuevo los cerré con fuerza. Maldita sea, me acababa de masturbar
pensando en Ben y la noche que habíamos compartido hacía años.
Una noche que había convertido mi vida en un infierno. ¿Qué
cojones me pasaba por la cabeza? Cogí el control remoto
rápidamente y apagué la televisión. Esa maldita película ya había
hecho suficiente. Me alejé del televisor y me acurruqué entre los
cojines del sofá. Acerqué las rodillas a mi pecho, acurrucándome y
esperando desaparecer lentamente entre la oscuridad de la noche.
¿Por qué cojones estaba fantaseando con mi ex?
Porque es la única experiencia que he tenido.
Pensándolo racionalmente, tenía sentido. Pero no me hacía
sentir mejor, algo seguía haciéndome sentir mal. Todavía me sentía
sucia. Debería de estar molesta con él, enfadada por todo lo que
tuve que pasar sola por culpa de esa noche en la playa con él. Pero,
realmente, no había sido culpa suya. No fue culpa de nadie, y si
había alguien a quién culpar, ese era su padre.
Y ese hombre ya estaba muerto.
Que conveniente.
Suspiré y cerré los ojos. Me sentí más sola que nunca. Mi cuerpo
temblaba con las réplicas de mi orgasmo y ni siquiera tenía a nadie
con quien compartirlo. La soledad de la que me había rodeado
durante los últimos cinco años se había convertido en una
sensación tangible, la cual me paralizó atrofiando toda alegría.
¿Volveré a sentir felicidad algún día?
Las lágrimas surcaron silenciosamente mis mejillas, el sofá las
absorbió, como lo había hecho en tantas ocasiones. Este sofá sabía
más de mis penas y secretos, que nada ni nadie en este planeta.
Había prácticamente vivido en este sofá, tras volver del hospital.
Después de enterrar a Hope. Me recuperé de la cesárea en ese
sofá. Había compartido con Steve nuestras incesantes recaídas en
este sofá. Había llorado con mi madre y mi padre en este sofá.
Me negué a mí misma la oportunidad de volver a la universidad
en este sofá. Poco a poco llegué hasta a odiar a Ben en este sofá.
¿Y ahora? Ahí estaba, teniendo fantasías eróticas con él en el
mismo sofá.
Como si mi vida pudiera complicarse aún más.
No. No más desesperación. Tuve que levantarme. Tuve que
dejar de sentirme culpable por un sentimiento tan natural, y
encontrar la manera de recomponerme de nuevo. Por mi cuenta. Me
levanté del sofá, y me caí al suelo. Lentamente me levanté
arrastrándome hacia la cama. Con la manta envuelta a mi alrededor
y la ropa esparcida por el suelo, me dejé caer en la cama. Me
acurruqué contra las frías sábanas, observé unos segundos el
desorden de mi apartamento y sonreí antes de quedarme dormida.
El desorden ya no me molestaba como solía hacerlo.
No pude evitar preguntarme a mí misma, si eso significaba que,
a partir de ahora, las cosas iban a mejorar.
CAPÍTULO 15
BEN

N o tenía ni idea de cómo cojones seguía teniendo resaca dos


días después de la visita de Steve. No tenía ni idea. Pero me
sentía como una mierda. Tal vez no era todo culpa del whisky que
bebí con Steve, lo que me hacía sentir aún peor. Tal vez fueron
todas las miradas desagradables que todavía recibía de la gente de
esta maldita ciudad. Me senté en la esquina de la cama, cerca de la
ventana de delante, con mi café y mi muffin. Miré hacia la calle,
viendo a la gente pasar sin rumbo fijo. De vez en cuando, descubría
a alguien mirándome o dos personas sonriéndose, cosa que me
reconfortaba, no sé por qué. Cómo si la felicidad estuviera ahí fuera
esperándome.
El mismo sitio donde una vez me sentí como en casa, ahora me
hacía sentir como un extraño. Como si estuviera en un país hostil en
el que había entrado al azar.
Tal vez no estoy destinado a quedarme aquí por más tiempo.
"¿Ben?"
Me congelé al oír esa voz. Lentamente giré la cabeza y me
encontré mirando a los ojos del padre de Winnie, Harry. Gina estaba
a su lado, con su brazo envuelto alrededor del suyo; unidos mientras
me miraban con ojos inquisitivos, diciéndome que bajara a hablar
con ellos.
Mi cuerpo se tensó de golpe de la cabeza a los pies.
No los había visto desde que era un niño, y definitivamente no
desde que hablé con su hija y me enteré de la verdad sobre el
embarazo y nuestra hija muerta. Tenían todo el derecho a estar
cabreados conmigo, todo el derecho a reprenderme en público.
Cuando la gente empezó a mirarnos, pensé que los Jolie iban a dar
el espectáculo ideal para poner acción a la telenovela que habían
creado de nuestra desgracia.
Pero no lo hicieron.
Se acercaron a mí y Harry cogió una silla. La puso a mi lado
mientras Gina se sentaba frente a mí. Mis ojos se abrieron como
platos. Mi café y el muffin habían sido abandonados por completo.
No fue hasta que una suave sonrisa cruzó el rostro de Gina pude
empezar a relajarme. Por lo menos un poco. Lo suficiente como
para relajar el culo y suspirar de alivio.
"Hola Sr. y Sra. Jolie," dije.
"Benjamín. ¿Cómo estás?" Preguntó Harry.
Hice una pausa. "Un poco tenso en este momento, no os voy a
mentir."
Gina extendió la mano y me dio unas palmaditas en la mano.
"Estate tranquilo, hijo."
Mis ojos se posaron en su mano, su tacto casi me hace llorar.
"¿Puedo pedirles un café? ¿O algo para picar?" Les pregunté.
"¿Estás pensando en quedarte por aquí un tiempo?" Harry
preguntó, en lugar de responder.
Quizás no debería. "Ese es el plan. Al menos, lo era. No estoy
seguro de, si quedarme más tiempo, es lo más inteligente por mi
parte. Realmente no ...."
Mis ojos recorrieron la cafetería, todos volvieron rápidamente a
mirar sus cafés, fingiendo no estar escuchando a escondidas una
conversación privada.
"No siento que sea bienvenido aquí, si os soy completamente
sincero," murmuré.
Busqué la mirada de Harry, pero no me dijo nada. Me sentí total
y completamente fuera de lugar. Y por alguna razón, sentí que mi
respuesta no era lo suficientemente buena para él. Me mató por
dentro. Solía ver a Harry como mi propio puto padre. Ese hombre
me había dado tantos consejos durante mi adolescencia, consejos
que mi propio padre debería haberme dado si no hubiera estado tan
jodidamente ausente todo el maldito tiempo. Habíamos sido
cercanos hacía mucho tiempo, pero una vez más, supuse que era
solo otra relación que mi padre había dañado.
Pero Gina, dándome palmaditas en la mano de nuevo, me sacó
de mi trance y me dirigió hacia su mirada.
"No estamos aquí para pedirte que te vayas Ben. Al menos,
espero que no te sientas así. Todo lo que pasó…, pasó hace mucho
tiempo," dijo.
"Solo intentamos seguir adelante. No ha sido fácil para nosotros
todo lo que ha pasado," dijo Harry.
Tragué saliva. "Me lo puedo imaginar."
"Creo que puedes hacer algo más que imaginártelo," dijo.
"Nosotros hemos tenido tiempo suficiente para poder gestionarlo
a nuestra manera. Pero a ti te ha caído todo encima de repente, es
muy reciente para ti este sentimiento," dijo Gina.
Asentí lentamente. "Es bastante reciente, sí."
"Queremos que sepas que todavía eres bienvenido en nuestro
hogar. En nuestras vidas. Como sea que quieras estar en ellas. Te
hemos echado de menos por aquí, Benjamin," dijo Harry.
Sus palabras me conmocionaron hasta lo más hondo de mi ser.
Lo único que pude hacer fue asentir con incredulidad. No supe que
decir. La generosidad que esa familia estaba teniendo conmigo
después de todo lo que había sucedido, simplemente me dejó
petrificado. Eran demasiado buenos conmigo, y eso era
precisamente, lo que me dejó sin palabras.
Nos sentamos en silencio durante unos minutos, hasta que
finalmente pude articular palabra.
"Mi padre ha muerto," dije.
Gina se acomodó en su silla. "Lo escuchamos por la ciudad."
Harry respiró hondo. "¿Cómo pasó?"
Me reí tristemente. "Me sorprende que Steve todavía no os lo
haya contado."
Gina sonrió suavemente. "Finge que no habló contigo el otro día.
Pero bueno, Steve es un tema aparte. ¿Qué le pasó a tu padre?"
Suspiré. "Ataque al corazón. Un día estaba arruinando mi vida y
aterrorizando a sus empleados, y al día siguiente se fue. Así";
chasqueé los dedos.
"Lo siento mucho," dijo Harry.
Negué con la cabeza. "Yo no."
"Ben," Gina me regañó suavemente.
"De verdad que no. Era un hombre mezquino y manipulador.
Chantajeó a mi madre para que no me impidiera ir a Boston con él y
aprendiera los entresijos de su empresa. Me obligó a hacerme cargo
de la maldita compañía durante los últimos dos años. Hizo de mi
vida una pesadilla y trató a mi madre fatal durante su matrimonio,
pero más aún tras divorciarse. Sin mencionar lo que nos hizo a
Winnie y a mí, o a la amistad que tenía con Steve. De verdad, me
alegro de que el hombre se haya ido de una vez."
Harry asintió. "¿Sigues dirigiendo la empresa?"
Negué con la cabeza. "No. Todavía poseo el quince por ciento,
pero vendí el resto a un tipo que trabajaba allí y que prácticamente
se arrodillaba ante mi padre solo para conseguir la compañía. Sabía
que podría dirigir la empresa mejor que cualquiera de nosotros. Así
que, en lugar de vender el total de la empresa como tenía pensado
hacer, mi abogado me insistió a mantener una parte. De ese modo,
tendría el quince por ciento de los beneficios de la empresa, como
pagos mensuales, mientras me mantengo al margen y sin ninguna
preocupación."
"¿Qué quieres hacer, ahora con tu vida, entonces?" Preguntó
Gina.
Sonreí. "Antes de que llegara a la ciudad, y me diera cuenta de
todo lo que ha sucedido, el plan era abrir mi propia galería de arte
aquí. Exponer mis obras de arte. Las obras de artistas locales.
Apoyar a la comunidad artística aquí en Gold Bend."
"Siempre fuiste un pintor muy talentoso," dijo Harry.
"Gracias. Es lo que me está ayudando más a sobrellevar la
situación, ahora mismo," dije.
"Bueno, no sé cómo puedes abrir una galería aquí. Pero sé de
una galería de arte que acaba de abrir en Burnside, una ciudad unos
quilómetros al norte. Reciben nuevos artistas con regularidad. Todos
los sábados por la noche, lo convierten en una especie de gala de
presentación de artistas, con vino, champán y bocadillos, mientras la
gente observa y compra las obras. Harry y yo hemos estado un par
de veces," dijo Gina.
"Tal vez deberías considerar ser uno de los artistas que exhiben.
Podría ayudarte a empezar a generar algo de renombre artístico por
la zona, hasta que puedas abrir tu propio espacio," dijo Harry.
Sonreí suavemente. "No sé qué cojones hice para merecer
vuestra amabilidad, pero gracias."
Gina se encogió de hombros. —Fuiste parte de nuestra vida y de
nuestra casa durante mucho tiempo, Ben. Sin mencionar, que eres
el padre de nuestra preciosa Hope."
"Nunca dejamos de quererte. Me preguntaba por qué habías
desaparecido de esa manera cada día," dijo Harry.
"A eso precisamente se dedicó mi padre todos estos años," dije.
"Steve nos lo explicó," dijo Gina.
"El último regalo para su hijo antes de morir. Amistades rotas y
tiempo perdido con Winnie y nuestra hija. Habría disfrutado de cada
segundo de su fugaz vida, si hubiera sabido de su existencia"; dije
con la voz quebrada y lágrimas llenando mis ojos.
"Sabemos que lo habrías hecho," dijo Gina amablemente,
dándome palmaditas en la mano de nuevo.
Sorbí y me quité la humedad de las mejillas antes de dar a los
buitres que nos rodeaban más material para su fábrica de cotilleos.
No les daría la satisfacción de ver mi dolor. Era demasiado personal
y lo protegí en consecuencia.
"Gracias por cuidar tan bien de Winnie cuando yo no pude
hacerlo," les dije.
Ambos asintieron y se aclararon la garganta, tratando de resolver
sus propias emociones sobre el tema. "Eso es lo que hace la familia,
hijo," dijo Harry.
Buscó el número de la galería de arte de Burnside y me lo dejó
anotado en un papel. Intercambiamos números y ambos se
levantaron y pidieron café para llevar. Me saludaron con la mano
antes de salir de la tienda. Sonreí cuando sentí que un peso muy
grande salió de mi pecho y, de repente, se volvió un poco más fácil
respirar.
Si Steve me perdonara.
O, al menos, dejara de querer reventarme la cara.
Disfruté el resto del café mirando el número de la galería de arte
y pensé que sería mejor llamarlos una vez que tuviera algo de
privacidad. No hacía falta que todo el pueblo supiera también de mis
intenciones profesionales.
Nadie necesitaba saber nada más sobre mi vida. A parte de lo
que ya sabían, claro.
Que lo averigüen cuando tenga mi propia galería en la calle
principal. Ahí sí que podrían hablar de mí todo lo que quisieran, y yo
me reiría de camino al banco.
Limpié la mesa en la que habíamos estado sentados, y luego salí
a la calle. Sentí una renovada sensación a medida que suspiraba.
Saber que los padres de Winnie no me odiaban me dio más
consuelo del que imaginé. Tenía mucho en lo qué pensar en ese
momento. Si quería quedarme en mi ciudad natal, necesitaba
encontrar un lugar donde quedarme que no estuviera en el jardín de
mi madre.
Específicamente una casa; harto de la vida en pequeños
apartamentos. Quería un poco de espacio para mí y mi estudio. Un
porche para sentarme todas las mañanas. Una terraza para tomar el
café por la noche. Un patio trasero para preparar los lienzos, con el
estudio pegado a él, y habitaciones para decorar con mis obras.
De repente, alguien golpeando contra mi hombro me sacó de mi
trance.
"Ben."
Vi a Kurt mirándome de arriba abajo mientras mi nombre salía
amargamente de sus labios. Con una burla, tiró de la puerta de la
cafetería para abrirla. Negué con la cabeza mientras él desaparecía
dentro, tratando de contener su mal genio.
Ese hombre realmente sabía cómo hacer sentir mal a la gente.
Esta ciudad hablaba por los codos, y una de las cosas que había
escuchado recientemente, era cómo el oficial Kurt había tratado de
salir con Winnie de forma continuada. Eso sí, sin éxito alguno, a
pesar de sus grandes esfuerzos.
La ciudad hablaba sobre los múltiples intentos de invitarla a
cenar, y como ella lo rechazaba una y otra vez.
Y el hecho de que yo estuviera de vuelta en la ciudad y de que
me hubieran visto con ella, solo empeoraba las cosas.
Lo miré fijamente a través de la puerta de la cafetería antes de
seguir andando por la acera, esperando y rezando para que Winnie
continuara esquivando sus intentos.
Ojalá me considerara como un pretendiente, pero, si no era así,
lo que tenía claro es que Winnie necesitaba mantenerse alejada de
alguien como Kurt. Era posesivo y siempre estaba de mal humor.
Él es del tipo de personas que sienten que todo el mundo le
debe algo en esta vida. Ella se merecía a alguien que no se sintiera
con tanto derecho. Se merecía a alguien que la quisiera por quien
era ella, y no a modo de trofeo o premio.
Me preguntaba si Steve sabía de las intenciones de ese gorila
con su hermana.
Podría ser buena idea, ir a darle un puñetazo en la cara a él, en
vez de a mí.
CAPÍTULO 16
WINNIE

E l viento chocaba con mi rostro mientras las frías olas del


océano golpeaban la costa. Respiré profundamente y seguí mi
rumbo hacia adelante, impulsándome hacia el horizonte con el agua
a mi izquierda. Todos los domingos, hacía esa ruta. Iba a la playa,
me ponía los zapatos para correr y me lanzaba a la arena. Corría
con la melodía del sol amaneciendo, iluminando las aguas, y cada
vez que pasaba por debajo del puente, con mil memorias, aceleraba
el ritmo. Esa pequeña grieta escondida debajo del puente era más
fuerte que todos los recuerdos que contenía callados dentro de mí.
Más fuerte que el camino en el que me puso. Más fuerte que el dolor
que mis propias acciones trajeron a mi vida.
Era una de las pocas formas en que había encontrado algo de
consuelo en los últimos años.
Había pasado corriendo por debajo de ese puente cientos y
cientos de veces, dirigiéndome hacia las rocas que albergaban el
chapoteo que tanto me gustaba, de las olas del océano. Y cada vez
que corría de regreso a casa, descubría a una pareja que venía a
reclamar nuestro lugar, metiéndose debajo del puente, en las dunas
del océano, escondiéndose del mundo mientras sus suaves sonidos
llegaban a mis oídos.
Cada vez que pasaba junto a ellos, se detenían y se reían,
sonrojándose intensamente mientras pasaba junto a ellos. Intenté
incontables veces no prestarles atención, pero una parte de mí
quería sermonearlos, decirles que sus acciones tenían
repercusiones, a pesar de que se sintieran invencibles en ese
momento. Quería decirles que necesitaban usar protección.
Necesitaban mantenerse a salvo a toda costa. No importaba lo que
les dijeran sus cuerpos, sus mentes o sus corazones.
Todos esos cientos de veces cruzando el puente, me había
encontrado con parejas de todo tipo. Jóvenes. Maduras. Asustadas.
Orgullosas. Y cada vez se detenían a mirarme; sus ojos se clavaban
en mí cuando pasaba por delante.
Sin embargo, esta fue la primera vez que me encontré allí con el
hombre del que llevaba tanto tiempo tratando de escapar.
Después de detenerme en la roca a recuperar el aliento, me giré
para correr de vuelta a casa. El tramo de tres quilómetros era
suficiente para despertarme y agotarme al mismo maldito tiempo y
lo suficiente como para justificar un desayuno abundante antes de
desmayarme en mi cama y prepararme para la próxima semana de
trabajo. Cuanto más me acercaba al puente, más me preparaba
mentalmente para la ola de recuerdos que me llevaban invadiendo
todos esos años. En ese momento, divisé una sombra solitaria
sentada debajo, el suave contorno de un cuerpo en movimiento.
Pensé que era otra pareja más, enredados el uno en el otro sin
preocuparse de lo que pasara en el resto del mundo.
No fue hasta que estaba más cerca, que lo vi con claridad.
Era Ben.
Estaba sentado sobre una manta a la sombra del puente, con
algo en la mano, que parecía una pieza de carbón. El enorme bloc
de dibujo yacía en su regazo y su mano recorría diligentemente el
papel. Tenía un lienzo apoyado a su lado, y había una gran variedad
de pinturas y de pinceles entre sus piernas. Verlo dibujar en su
propio pequeño mundo hizo que algo se removiera en mi interior.
Siempre había sido un pintor excelente.
Me reconfortó verlo todavía trabajando en su arte,
perfeccionando su don. Aunque una parte de mí se preguntaba
cuánto había conseguido reprimir su padre el arte que él llevaba
dentro. Sabía que tenía lo que hacía falta para tener su propia
galería algún día y para vivir de las ventas que generaran sus
piezas. Solo podía hacerme una idea de cuánto le dolió renunciar a
ese sueño por vivir el que su padre le impuso. Se fue a Boston a
petición de su padre, que quería que dirigiera el negocio familiar,
cosa que supuso abandonar lo que más amaba hacer: pintar.
Me quedé allí, mirándolo, sin interrumpirlo. Mientras el sol
proyectaba sombras nítidas sobre el puente y sobre las agitadas
aguas del océano, el viento se levantó, removiendo la arena y
agitando la manta, mientras el puente lo protegía de su intensidad.
Me asombró ver cómo ni ese fuerte viento lo detenía. Cómo la
manta y sus movimientos oscilantes no lo distrajeron. El hecho de
que la arena que se levantaba en su cara no le impidiera seguir
dibujando me hizo pensar en la última vez que me había sentido tan
apasionada por algo. Esa determinación. Esa ansia por terminar
algo.
Fue en ese momento que me di cuenta de que no podía recordar
la última vez que me sentí así de viva con algo, y eso me llenó el
estómago de tristeza.
¿En qué se ha convertido mi vida?
Me debatí entre si debía evitar a Ben o no. Sobre si subir o no la
colina y evitar el puente por completo. ¿Quería evitarlo? O, al
contrario, ¿Quería encontrarme con él?
No.
No, no lo hice.
Me acerqué a él, respirando profundamente para tratar de calmar
mis nervios. No me miró al acercarme, estaba demasiado sumergido
en su pieza. Ni siquiera me miró mientras me acercaba a su lado.
No fue hasta que me senté en la manta junto a él que volvió a este
mundo, y sus ojos se dirigieron hacia mí, alejando su enfoque del
lienzo.
Cuando sonrió, sentí que mis mejillas se movían
involuntariamente regalándole la mejor de mis sonrisas.
"Me encanta verte aquí," le dije.
Sus ojos estudiaron el gesto de mi rostro. "¿Saliste a correr?"
"Todos los domingos por la mañana, vengo a correr aquí."
"No sabía que eras una corredora."
Me encogí de hombros. "No lo era, hasta hace unos tres años."
"¿Cuánto tiempo llevas viniendo aquí?"
Me reí. "El tiempo suficiente para preguntarme qué estás
dibujando."
"Lamento no haberme dado cuenta de que estabas aquí antes.
Debía estar muy metido en el dibujo."
Definitivamente lo estabas. Pero no es algo que tengas que
lamentar."
"¿Quieres ver el boceto?"
"Tengo curiosidad, sí."
Inclinó el bloc de dibujo en mi dirección, y la más dulce de mis
sonrisas se deslizó por mi rostro.
"Estoy un poco sorprendida, para ser honesta," dije.
"¿Por qué? ¿Pensabas que estaba dibujando el océano todo
este rato?"
"Si. Eso sería lo más normal."
Sacudió la cabeza. "Sabes que la playa siempre ha sido mi lugar
de descanso."
"Lo es también para mí."
El boceto era precioso. El contorno de la mujer en la hoja de
papel me llamó la atención, por algún motivo. Su cabello, largo y
suelto. Su sonrisa, cálida y elegante. El perfil de su rostro me
parecía vagamente familiar, pero resistí el impulso de preguntarle
quién era. Me fijé en un pequeño escrito que había en un rincón del
papel, que ponía algo como: la puesta de sol cubría su piel detrás
suyo, aunque ella era la que creaba las sombras. Además, había
algo sobre la cabeza de esa mujer, algo cayéndose por su hombro,
pero no pude averiguar qué era por mí misma.
Aunque tengo que reconocer que solo el boceto, ya me hizo
sonreír.
"¿Todavía te resulta tan necesario pintar?" Le pregunté.
Mis ojos encontraron los suyos mientras asentía.
"Por supuesto. Lo llevo haciendo desde niño. Es parte de quién
soy. Tuve que reducir el tiempo que podía invertir en ello en Boston,
por razones obvias. Pero ahora puedo dedicarme por completo a mi
pasión."
"¿Sigues usando sólo pinturas? ¿O has investigado otros
medios?"
Él sonrió. "Alguien me escuchaba bien atenta, años atrás."
"Siempre te escuché. Tanto si pensabas que lo hacía como si
no."
Asintió lentamente, y pude ver que algo brillaba dentro de sus
ojos.
"Todavía uso pinturas. Pero he estado profundizando un poco en
la escultura. Plastilina. Nada grande, pero suficiente para
experimentar y rejuvenecerme."
"También me he acostumbrado a esbozar cosas. Ya sabes,
hacer un boceto antes de usarlo como modelo para pintar en mi
lienzo."
"Entonces, ¿no usarás este material negro en el lienzo?"
"Oh, no. Pero este cuaderno de bocetos contiene todos los
bocetos que utilizo como plantillas para cuando quiero poner algo
serio sobre un lienzo. Ya sabes, en lugar de salpicar colores por
todas partes como solía hacer."
"Sabes que haces algo más que salpicar."
Él rio. "Bueno, te sorprendería saber cuánta gente considera que
lo que hago no es más que salpicar el lienzo."
"Bueno, esa gente no sabe lo que es el arte."
"En cualquier caso, quiero entremezclar ambos mundos. Las
salpicaduras, a falta de un término mejor, y las imágenes
identificables. En eso estoy trabajando ahora mismo."
Me encantaba escucharlo hablar sobre sus obras de arte.
Mientras me sentaba allí, escuchándolo divagar, descubrí que el
tiempo de ejercicio que tenía programado, se había desvanecido por
completo. No es que me importara, de hecho, no lo hacía lo más
mínimo. Pero era la primera vez en años, que me desviaba de mi
rutina.
Entonces, una pregunta suya me golpeó en el estómago.
"¿Podemos volver a ser amigos, Winnie?"
Hice una pausa. "¿Amigos?"
Asintió lentamente. "Si. Quiero decir, no sé tú, pero empiezo a
sentirme bien. Como parte de la familia. Extrañaba ser parte de tu
vida."
"¿Tú…, tienes ganas?"
"No me malinterpretes, he extrañado muchos aspectos de ti. Las
citas. Los besos. Las…, otras cosas."
Me sonrojé. "Yo también lo he echado de menos," admití.
El asintió. "Pero lo único que extraño más que cualquier otra
cosa es tenerte como amiga y que estés en mi vida. Poder llamarte.
Hablar contigo. Reír contigo, como lo estamos haciendo ahora."
"Sé lo que quieres decir, Ben."
"Entonces, ¿somos amigos? ¿O esto es solo un incidente
aislado, antes de volver a fingir que el otro no existe?"
"¿Es eso lo que crees que estoy haciendo?"
Él se encogió de hombros. "En este momento, no estoy seguro
de lo que está haciendo nadie. Solo sé que el lugar donde me sentía
en casa, ahora me hace sentir como un extraño. Como si estuviera
viviendo en una realidad paralela. Por eso te lo estoy preguntando.
No quiero malinterpretar nada."
Pensé mucho en su pregunta antes de responder.
"Si. Podemos ser amigos."
Él hizo una pausa. "¿Estás segura?"
Me reí. "Sí, idiota. Estoy segura."
Él sonrió. "Te he echado de menos, Winnie. Mucho."
"Yo también te he echado de menos, Ben."
Sentía cada letra de esa frase, aunque Ben no supiera cuánto.
CAPÍTULO 17
BEN

M ientras Winnie y yo seguíamos sentados allí, hablando toda la


mañana, me sorprendí sonriendo como no lo había hecho en
mucho tiempo. Sonriendo genuinamente. Lo cual solo había
ocurrido un puñado de veces desde que regresé. Y todas esas
veces, habían sido a su alrededor. Winnie trajo una luz a mi vida que
nunca se apagaría. Incluso si seguíamos siendo amigos y nada
más, tenerla cerca hacía que las cosas fueran llevaderas,
tolerables... joder, incluso agradables.
Podría quedarme... por ella.
Sus padres no me odiaban. Ella no me odiaba. Le parecía bien
que fuéramos amigos. ¿Así que…por qué no? Esos eran los
mayores obstáculos. Y Steve entraría en razón en un momento u
otro. O quizás no. Pero no quería que eso me detuviera. En algún
momento, las cosas en la ciudad se calmarían. Se produciría otro
cotilleo nuevo y se olvidarían por completo de mí y del drama que
había traído con mi regreso poco triunfal.
El sol acabó de salir. Y yo tenía planes para mi día.
"¿Dónde has aparcado?" Le pregunté.
En el puerto. Comenzando a correr desde allí, es la distancia
perfecta para un poco de ejercicio entre la ida y vuelta."
Me levanté junto a ella y comencé a recoger mis cosas. No podía
apartar los ojos de ella. Winnie todavía era una tentación para mí.
Me sentía tan cómodo con ella. Aunque definitivamente había
cambiado. No era tan extrovertida como solía ser. Se había cerrado
al exterior. Me dolía verla así, porque su naturaleza extrovertida y
despreocupada era una de las cosas que más adoraba de ella.
Quiero decir, no la culpo por el cambio. No tenía ningún derecho a
hacerlo. No después de lo que había pasado.
Sin embargo, eso no me impedía que todavía me doliera darme
cuenta de que había, de alguna forma, participado en ese cambio.
"¿Puedo acompañarte a tu coche?" Le pregunté.
"Claro. Los amigos hacen eso, ¿no?" Ella preguntó.
"Estoy seguro de que lo hacen, sí. Aunque no te lo sabría decir
al cien por cien. No hice muchas amistades en Boston."
"¿Siempre tuviste planes de volver aquí?"
Asentí. "Sí. Siempre tuve planes de volver a casa. Cuando
pasaría, no tenía ni idea. Pero el objetivo final era volver aquí y
montar mi galería de arte."
"¿Crees que lo vas a poder hacer realidad ahora?"
"Realmente lo espero."
Caminamos y hablamos todo el camino hasta su coche, que no
estaba aparcado demasiado lejos del mío. Me detuve para poner
todo en el maletero, luego la acompañé hacia su coche. Le abrí la
puerta para que se acomodara ante el volante. Resistí el impulso de
ofrecerle mi mano. Se acomodó en su asiento y me sonrió, mientras
sus ojos brillaban por el sol que resplandecía como nunca sobre
nuestras cabezas.
"He disfrutado mucho de esta mañana juntos. Aunque
interrumpiste mi ejercicio," dijo descaradamente.
"No tenías que haberte parado a hablar," le dije.
"Pero me alegro de haberlo hecho."
"Yo también, Winnie."
Sostuvo su mirada demasiado tiempo. Sabía que, si no
retrocedía, me metería en problemas. Decidí cerrar la puerta, para
poner una barrera entre nosotros para no hacer nada estúpido. Pero
antes de que pudiera alejarme, se levantó de su asiento, empujó la
puerta para abrirla, echó sus brazos alrededor de mi cuello y me
abrazó fuerte.
"Estoy muy contenta de que hayas vuelto," susurró.
Mis ojos se cerraron del placer de tenerla en mis brazos. La
calidez de su aliento contra mi oreja me trajo tantos recuerdos y tan
bonitos, que me sentí de nuevo en casa. Deslicé mis brazos
alrededor de su cintura, abrazándola tan fuerte como ella me
permitiera. Su cuerpo trajo consigo la comodidad que solía tener al
juntarse con el mío. Su pelo olía exactamente como recordaba.
Enterré mi rostro en el hueco de su cuello, absorbiendo tanto de ella
como pude, antes de que se alejara.
"Yo también," murmuré.
El abrazo se acabó demasiado deprisa y, con él, su presencia,
que se desplazaba de regreso al coche. La despedí con la mano
mientras se alejaba. Mi cuerpo aún rebosaba de emoción por su
tacto. ¿Qué cojones había hecho esa mujer conmigo? Volví a
sentirme como ese pequeño y vertiginoso muchacho de veintiún
años, que apenas podía saber cómo se sentía, más que con esa
mujer. Desde siempre, había sido la mujer perfecta para mí, como
algo inalcanzable.
Me sentía en la cima del mundo cuando la tenía cerca.
Después de que perdiera a Winnie de vista, mis planes
cambiaron. En lugar de volver a llamar a la galería de arte para dejar
otro mensaje de voz, decidí que quería encontrar su dirección y
hacerles una visita en persona, ver quiénes estaban exhibiendo
actualmente y el tipo de espacio que tenían para nuevos artistas.
Corrí hasta mi coche y, nada más entrar, me puse a buscar la
dirección por internet. La introduje en el GPS, y seguí las
indicaciones mientras me dirigía hacia la parte alta de la ciudad, al
norte de Gold Bend.
Estaba listo para dar un gran salto en mi futuro profesional.
Ni pensé en que la galería podría no estar abierta los domingos.
Pero cuando me detuve, vi que tenían horario de domingo. No
abrían muchas horas. Solo cinco. Abierto desde las once de la
mañana hasta las cuatro de la tarde. Ese día, la suerte jugaba a mi
favor. Salí de mi coche y entré; iba con los ojos como platos
mientras contemplaba las pinturas abstractas de las paredes.
No pasó mucho rato hasta que alguien salió a atenderme.
"¿Puedo ayudarle señor?"
Sonreí. "Si. Hola. Mi nombre es Benjamin Tripet. Dejé un par de
mensajes de voz para el curador de la galería."
Ella sonrió. "Ésa sería yo. Soy Myra Weighton. Es un placer
conocerle en persona, Sr. Tripet. Espero que me disculpe por no
haberle devuelto la llamada. Ha sido un gran y atareado fin de
semana para la galería. Tenía programado en mi agenda llamarle
mañana por la mañana."
"Está bien, no se preocupe. Entiendo perfectamente el estrés
que puede implicar dirigir una galería."
Se acercó y me estrechó la mano. Luego comenzamos a
caminar por la sala. Observé las pinturas y me detuve frente a
algunas de mis favoritas. Las estudié asimilando las pinceladas, las
gotas de pinturas que creaban imágenes dimensionales en una
superficie bidimensional.
"Tiene buen gusto," dijo Myra.
Sonreí. "Me gustaría pensar que sí. ¿Cuál es el nombre del
artista?"
"Soojun Kim. Un prometedor pintor que acaba de mudarse a la
ciudad. Todas sus pinturas se vendieron el fin de semana pasado."
"Guau. Impresionante."
"Ella es impresionante. Debería venir alguna vez a una de
nuestras exhibiciones. Las celebramos todos los viernes y sábados
por la noche."
"En realidad, esperaba conocer cómo esta galería de arte elige a
los artistas que exhibe."
Ella sonrió. "¿Supongo que es usted mismo un artista, señor
Tripet?"
Me giré para mirarla. "Llevo mi portafolio conmigo en todo
momento, por si quiere verlo."
"Me encantaría. Podemos echarle un vistazo en mi oficina. Al
final del pequeño pasillo, última puerta a la izquierda."
"De acuerdo. Vuelvo enseguida."
Salí y saqué mi carpeta de debajo del asiento trasero. Encontré a
Myra en su oficina, anotando algunas cosas antes de introducirlas
en el ordenador. Me indicó que me sentara. Le entregué mi carpeta
antes de sentarme en la silla. Mientras cruzaba mi pierna sobre la
rodilla, nerviosamente me puse las uñas en la boca, viendo como
sus ojos revoloteaban sobre las fotografías de mi obra artística.
"¿También trabaja con escultura?" preguntó ella.
"Sí, señora."
"¿Y estos cuadros son suyos?"
"Mmm."
Ella asintió lentamente. "Impresionante. ¿Cuánto tiempo lleva
esculpiendo?"
"No mucho. ¿Algo más de un año, tal vez? Quería aventurarme
en algo diferente y he estado tomando fotografías durante el camino
para trazar mi viaje."
"¿Sigue teniendo estas esculturas?"
"La mayoría de ellas, sí."
Se quedó en silencio mientras continuaba hojeando mis mejores
trabajos.
"Bueno, Sr. Tripet, obviamente tiene un talento incuestionable."
Sonreí. "Muchas gracias."
"Así que, supongo que solo hay una cosa que tengo que
preguntarle."
"¿El qué?"
"¿En qué mes prefiere que montemos su exposición?"
Salté de mi asiento. No me lo podía creer. Le estreché la mano
intensamente mientras ella se quedaba sentada a mi lado, riendo
por mi entusiasmo. Joder, no pensé que fuera tan fácil que me
aceptaran en una galería como la suya. Después de volver a
sentarme en mi asiento, frente a su escritorio, me comenzó a sacar
algunos papeles.
"Necesito que rellene este formulario. Es solo información básica
sobre cómo ponerse en contacto con usted para programar una cita.
Luego, quiero que anote, en la parte de atrás, cualquier idea sobre
cómo le gustaría dar formato a su noche en nuestra galería.
Aperitivos. Bebidas preferidas. Temas. Ideas que desea transmitir.
Así como los posibles fines de semana que mejor se adapten a sus
necesidades. Tener toda esa información al principio nos ayuda a no
comenzar con una página en blanco para planificar la gala."
"Gracias. Muchas gracias. ¿Necesita que complete el formulario
antes de irme?" Le pregunté.
"Puede llevárselo, pero intente devolvérmelo a finales de la
semana que viene. Lo necesitaré lo antes posible," dijo Myra.
"No se arrepentirá de haberme dado esta oportunidad. Se lo juro.
¡Mil gracias!"
"¡Espera, espera, espera! ¡Tu portafolio!"
"Oh sí. Es verdad. Ya me olvidaba con la emoción."
Ella se rio de mí cuando finalmente lo recogí. Después, le di un
último apretón de manos. Con el papeleo en mis manos y mi carpeta
debajo del brazo, corrí hacia mi coche emocionado. Mi mente se
arremolinaba entre tantas ideas para la que iba a ser mi primera
exposición. Necesitaba pinturas nuevas. Nuevas esculturas. ¿Cómo
cojones iba a dormir después de recibir esta noticia? Tenía tanto en
qué pensar. Tanto para considerar y decidir.
Tenía que llamar a Winnie.
Alejé el pensamiento de mi mente y subí al coche. Me dirigí a
casa lo suficientemente rápido como para encontrar a mi madre
haciendo jardinería en la parte delantera de la casa, recortando
setos y arrancando las malas hierbas de alrededor de sus rosales.
Patiné hasta detenerme en el camino de entrada. Ella se dio la
vuelta, sus ojos y labios se abrieron; desde que había llegado, mis
noticias eran intensas.
"Ben, ¿qué demonios estás...?"
"Me han aceptado mamá. ¡Me han aceptado!"
Con el coche todavía en marcha, corrí hacia ella. La levanté y la
hice girar. Se aferró a mí, gritándome para que la dejara de vuelta
en el suelo. Me reí con deleite mientras la bajaba. Cogí sus mejillas
y besé su frente largo y fuerte. Nadie podría poner freno a mi
felicidad.
"¿Quién te ha aceptado, y para qué?" Preguntó mamá.
"La galería. La galería, mamá. Van a exponer mi obra," dije.
"¿Qué galería? ¿De qué estás hablando?"
"Hay una galería al norte de Burnside. Harry y Gina me la
recomendaron, así que he ido a verla hoy. ¡La curadora echó un
vistazo a mi portafolio y me da un fin de semana entero para exhibir
mi arte!"
"Oh Dios mío. Hijo. ¡Eso es fantástico!"
Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello mientras saltábamos
en círculos. Sabía que estábamos recibiendo algunas miradas
extrañas de los vecinos, pero no me importaba una mierda. Era
genial. Este era el comienzo de mi nueva vida, la que iba a elegir
por mí mismo. El comienzo de la vida que siempre había soñado
tener en mi ciudad natal.
Todo lo que tenía que hacer era bordar la exhibición.
"Deberíamos salir esta noche. Ya sabes, a celebrarlo. Podemos
ir dónde tú quieras," dijo mamá.
La dejé ir. "Me parece estupendo. ¿Podemos ir a ese restaurante
de marisco? Me encanta ese lugar."
"Me parece el lugar perfecto, entonces. Yo invito."
"Bueno. Déjame ir a darme una ducha y estaré listo para irnos,
en aproximadamente una hora."
"Sabes que la cena no es hasta dentro de unas horas, ¿verdad?"
Me reí. "¡Entonces, vamos a comer! ¡A comer y a cenar!"
Ella sacudió su cabeza. "Me alegra verte tan animado, hijo."
Corrí escaleras arriba y me quité la ropa. La tiré a un lado y abrí
el agua de la ducha. Mi mente se aceleró mientras me lavaba. La
arena y el agua salada se desprendieron de mi piel, reemplazándola
por un nuevo yo. Un yo con más confianza en mí mismo. Un yo más
feliz.
Fue entonces, cuando mi mente comenzó a divagar.
¿Y si la inauguración de esta galería de arte fuera un éxito?
¿Qué pasa si vendo todas mis obras de arte y la gente quiere ver
más? Eso pondría en marcha el tipo de negocio que quería montar.
Eso me permitiría hacerme una vida aquí. ¿Winnie lo encontraría
atractivo? ¿Disfrutaría de algo así? Me refiero a la idea de mí,
¿quedándome?
¿Posiblemente viviendo nuestras vidas juntos de nuevo?
Pensé en ese abrazo. La calidez que me venció en todos los
sentidos. Mientras apoyaba la espalda contra la pared de la ducha,
cerré los ojos y conjuré la sensación de su aliento contra mi oído.
¿Estaría feliz por mí? ¿Me abrazaría de nuevo una vez que le diera
esta gran noticia? ¿Dejaría que el abrazo durara un poco más que el
de esta mañana? ¿Me dejaría abrazarla un poco más fuerte?
O un poco más cerca.
Gemí mientras mi pene se erguía. Mi mente se escapó sin poder
controlarla, volviendo rápidamente a esa noche, la noche en que le
hice el amor a Winnie en la playa. Qué desenfrenada había sido
para mí. Como de dispuesta había estado a ofrecer una parte tan
valiosa de su cuerpo. Había pasado tanto tiempo desde que no
pasaba tiempo conmigo mismo para mis necesidades. La presencia
de Winnie de nuevo en mi vida había encendido otra vez esa parte
de mí, que parecía incluso olvidada.
No pude evitar imaginarla conmigo en la ducha.
Cabalgando encima de mí, como lo había hecho, hacía ya
demasiados años.
"Joder," siseé.
Envolví mi mano alrededor de mi pene acariciándolo lentamente.
El líquido preseminal que ya salía de la punta me lubricaba para
hacerlo todo más fluido. Escuché la voz de Winnie en mi oído.
Riendo. Jadeando. Gimiendo, mientras me acariciaba más fuerte.
Cerré los ojos con fuerza y la encontré tendida en una cama para
mí. Sus curvas suaves y sutiles me llamaban. Sus piernas se abrían
y su vagina se quedaba expuesta para mí, en todo su esplendor. Me
lamí los labios. Probé su sabor salado mientras la acariciaba más
rápido. Agité mi mano, jadeando mientras me imaginaba besando la
pierna de Winnie, sumergiéndome entre esos muslos tan atractivos,
sintiendo su fuerza contra mí mientras se acercaba un gran
orgasmo.
"Joder. Winnie. Eso es."
Me la imaginé montándome, rebotando contra mi cuerpo. A sus
tetas golpeándome la cara. Sus manos, tirando de mi pelo. Mis
labios, cayendo sobre sus hombros. Besando cada parte de su piel.
Sosteniendo sus caderas con fuerza mientras mis dedos se
clavaban en su piel. Marcándola mientras sus jugos goteaban sobre
mí.
"Maldita sea, Winnie. Es perfecto."
Le di la vuelta y la coloqué de espaldas. Le di un azote, viendo
como sus ojos se giraban hacia atrás para mirarme. Su belleza, toda
mía para hacerla disfrutar. Su vagina, envolviendo mi pene,
agraciándome con su comodidad de nuevo. Su nombre salió de mis
labios como una oración, sin esfuerzo. Mis dedos de los pies se
curvaron en el fondo de la ducha. Mi mano cada vez se movía más
rápido. Más fuerte. Mis caderas se movieron hacia adelante cuando
su respiración cayó sobre mi oído, envolviendo sus brazos alrededor
de mi cuello. Sus piernas, alrededor de mi cintura. Y cuando sus
labios llegaron a mi oído, escuché su voz suave.
"Ben, yo te...."
Mi pene no pudo resistirlo más. La fantasía se desvaneció
cuando hilos de excitación se dispararon desde la punta de mi pene.
Gemí mientras mi mano temblaba, sujetándolo todavía, sintiendo un
placer que había olvidado. Lentamente me hundí en el suelo, viendo
mis chorros de semen cubrir la cortina de la ducha; mientras el agua
caliente recorría mi piel.
"Winnie," susurré.
Joder, estaba metido en un buen problema.
Especialmente si acabábamos de acordar que solo seríamos
amigos.
CAPÍTULO 18
WINNIE

"E ntonces,
pregunté.
¿cuándo será tu próximo viaje de trabajo?" Le

"No voy a viajar por un tiempo. Este verano ya he viajado lo


suficiente. Necesito un descanso," dijo Sara.
"Al menos disfrutas lo que haces. Mucha gente viaja por trabajos
que odian."
"No sé cómo pueden soportarlo. No podría poner mi energía en
un trabajo que no me gustara. Incluso si no tuviera nada de dinero."
"Te sorprendería saber cuánta gente piensa que ser policía es un
'plan alternativo' de trabajo."
Escuchar la voz de Steve fue una sorpresa; levanté mis ojos
rápidamente para ver de dónde procedía. Fruncí el ceño mientras lo
veía allí, mirándome. Estaba en mi descanso de mediodía con Sara.
Me había convencido de que probara un sitio nuevo que habían
abierto en la esquina, a un par de manzanas de la floristería de mi
madre.
"¿A probar algo nuevo para la comida hermanita?" Preguntó
Steve.
Lo observé con detalle. "¿Qué es eso que tienes alrededor de tu
cuello?"
"¿Qué es qué, alrededor de mi cuello?"
Sara señaló. "Si. Está un poco oscuro. ¿No te has duchado o
qué?"
Steve se burló. "¿Qué clase de pregunta es esa?"
"¿Es una herida?" Le pregunté.
Sacudió la cabeza. "No."
"Entonces, ¿cómo te has hecho esa marca?" Reiteré.
"¿Por qué tanta obsesión de repente con la marca? Tal vez sea
una sombra," dijo.
"Te conocemos. Ha pasado algo," dijo Sara.
"¿Me puedo sentar?" Preguntó Steve.
Lo miré con atención. "Sólo si me explicas cómo te has hecho
esa marca en el cuello."
Él puso los ojos en blanco. "Mira, está bien. Fui a ver a Ben este
fin de semana. Y tuvimos…, una pequeña pelea."
"Una pelea," confirmé.
"Si. Una pelea."
"¿Y a qué vino esa 'pelea'?" Le pregunté.
"Le diste un puñetazo en la cara, ¿no?" Preguntó Sara.
"¿Qué?" Respondí.
"Bueno, solo uno. Fue bastante fácil darle, la verdad, no lo
intentó esquivar siquiera."
Mi mandíbula se abrió. "¿Le has pegado a Ben?"
"Sí, se lo merecía. De mí, por lo menos."
"No. No, Steve. No se lo merecía. Y no, no puedes sentarte con
nosotras."
"Vamos, no puedes estar hablando enserio. Ni siquiera se
resistió, Winnie."
"Obviamente. Qué extraño, lo vi el domingo y no tenía ningún
moratón," pensé en voz alta.
"Espera, ¿lo viste cuándo?" Preguntó Steve.
"El domingo. En la playa, cuando salió a correr," dijo Sara.
Le lancé una mirada para que se callara y no le diera más
detalles a mi hermano.
"Ese hombre arruinó a nuestra familia, Winnie."
Negué con la cabeza. "No, no lo hizo. Y aunque no soy una
persona violenta, ahora mismo me encantaría devolverte el
puñetazo en la cara. Tienes que dejarlo en paz Steve. Te lo digo en
serio. No puedes asaltar a personas por el simple hecho de que no
te gustan, y luego esconderte detrás de tu placa, Steve. No es
profesional y si no paras, lo denunciaré. No estoy enfadada con él.
Así que, si yo he decidido pasar página, que soy la puta
protagonista, haz lo mismo y déjanos seguir con nuestras vidas a los
demás. Fin de la historia."
"Lo siento, pero no, Winnie. Para mi este no es el final de la
historia. Hay muchas cosas que todavía no he resuelto con él,
¿entiendes? Y tú no puedes controlar o poner punto final a algo que
es entre Ben y yo. Te guste o no."
Me levanté lentamente. "¿Ni tampoco tus puños? que parece
que andan más sueltos de lo normal. Seguro que le parece
interesante a tu superior."
Me quedé ahí, con el cuello estirado para mantener sus ojos en
línea con los míos. Lo miré fijamente, negándome a dar marcha
atrás en esa discusión, incluso si desperdiciaba el resto de mi
descanso en ella. Apreté los puños y respiré hondo. Me mantuve
firme, esperando a que Steve siguiera discutiendo conmigo.
Pero en cambio, dio un paso atrás.
"Sé que tienes razón. Pero no puedo perdonarlo tan fácilmente
como tú. Tendrás que darme algo más de tiempo."
Parpadeé. "¿Me acabas de decir que tengo razón?"
"Si. Así es. Y si le dices algo a mi superior, yo...."
Me reí mientras me volvía a sentar en la silla.
"Te tomo la palabra, hermanito. Apártate de él. Está tratando de
reparar su vida, al igual que yo. Como todos nosotros, vaya. Dale
espacio para hacerlo, eso es todo lo que te pido," le dije.
Cuando Steve cogió una de mis patatas fritas, suspiró.
"Vas a salir con él de nuevo, ¿verdad?"
Fruncí el ceño. "Perdona, ¿qué?"
Sara hizo una pausa. "Uh... ¿quién dijo algo sobre tener citas?"
"Yo. Vas a hacerlo, ¿verdad?" preguntó.
Negué con la cabeza. "No, no estamos saliendo. Ya dejamos
clara esa línea. Amigos y nada más. Eso es lo que acordamos en
nuestra última conversación, Ben y yo."
"Eso no significa nada. En realidad, sabes que eso no dictamina
nada," dijo Steve.
"Tú eres el que la obliga a ponerse de su lado, Steve. Mira cómo
te enciendes cuando hablas de él," dijo Sara.
"¿Encender?" Preguntó Steve.
Puse los ojos en blanco. "Gracias, Sara. Echa más leña al fuego,
¿por qué no?"
"¿Qué? Solo digo la verdad," dijo.
"¿Encender?" preguntó.
Suspiré. "Esto es ridículo, y esta conversación ha llegado a su
fin. Si no quieres creerme, es tu decisión. Pero el hecho de que no
me creas, no cambia la realidad de la situación."
"Lo has escuchado directamente de tu hermana," dijo Sara
sonriendo.
"¿Lo amaste?" Steve preguntó de repente.
Sus palabras me detuvieron en seco. No lo miré, pero tampoco
respondí. La pregunta fue demasiado dolorosa. Dolía demasiado.
Parpadeé lentamente, recordando ese momento. Cómo quería
decirle esas palabras a Ben. Cuánto me dolió que me impidiera
decirlas. Como si no pudiera expresarme o ser yo al completo.
Como si no pudiera ser yo misma con él. Y, sin embargo, de alguna
manera, todavía seguía enamorada de él.
Todavía seguía enamorada de él.
"Deberías irte," le dije en voz baja.
"¿Lo amabas, Winnie?" preguntó.
"Steve, realmente deberías irte," dijo Sara.
"Es solo una pregunta inofensiva. Una que me he preguntado
durante años. Necesito saber la respuesta, Winnie. ¿Amaste a mi
mejor amigo?"
"Bueno, aparentemente ya no es tu mejor amigo. Así que, no
importa."
"A mí sí que me importa."
"Bueno, no voy a responder a esa maldita pregunta," solté
cabreada. "No es de tu incumbencia."
La ira en mi voz le dijo la respuesta.
Asintió lentamente mientras cogía unas cuantas más de mis
patatas fritas. Después, dio media vuelta y salió del restaurante.
Había perdido el apetito. Ni siquiera quería llevarme la comida
para acabármela en la tienda. No volvería a comer ahí jamás. Me
apoyé en los cojines del banco que tenía nuestra mesa y miré por la
ventana, reflexiva. ¿Cuándo se asentaría este drama? ¿Cuándo
pararía? ¿Cuándo la gente nos dejaría a Ben y a mí, y a toda esta
situación en paz, para que pudiéramos retomar nuestras vidas?
No estaba segura de que fuera a parar jamás.
Otro motivo para la lista de razones de por qué salir de este
maldito lugar.
CAPÍTULO 19
BEN – UNA SEMANA DESPUÉS

D espués de varias idas y venidas con el dueño de la galería,


decidimos hacer una prueba. Como no pudimos encontrar un
fin de semana adecuado para ambos para celebrar la inauguración
de mi exposición, decidimos ir con una apertura "suave," lo que
significaba que pondría un par de mis obras para reemplazar lo que
se estaba vendiendo en ese momento, para ver cómo respondía el
público.
Mientras tanto, llenaría mi tiempo con otras cosas.
Pinté más la semana pasada que en todo el año. La inspiración
seguía golpeándome, sacándome de mi sueño, lejos de la comida,
lejos de la vida en general. Las imágenes cobraban vida en el
lienzo. El dolor, la tristeza y la desolación se manifestaron solas a
través de los colores. El dolor y la angustia de perder una vida se
desangraron antes de que se desarrollara el florecimiento de otra
vida. La dualidad de mis pinturas capturó lo que tenía escondido en
las partes más recónditas de mi mente, de mi corazón y de mi alma.
Fue entonces, cuando el tema de la apertura de mi galería cobró
vida.
Dualidad.
Todas las obras que crearía para ella irían en parejas. Una
dando vida a mi vida anterior, y la otra para representar esta.
Nuevos comienzos. La dualidad de la belleza y el dolor de la vida,
tal y como la estaba experimentando.
Fue como si algo dentro de mí hubiera cobrado sentido.
Una llamada telefónica me sacó de mi mundo artístico
haciéndome tocar con los pies en el suelo. Había estado ignorando
mi teléfono durante la última semana. Sin embargo, cuando el
teléfono sonó tres veces seguidas, decidí dejar mis pinturas de lado
y contestar. Dejé a un lado mi idea, con la esperanza de volver lo
más rápido posible a ella.
Hasta que vi que la llamada era del banco.
"¿Hola?" Pregunté mientras descolgaba el teléfono.
"¿Señor Tripet?"
"¿Sí?"
"Le habla el Sr. Jackson, del Banco Pridley."
"¿Qué puedo hacer por usted?" Le pregunté.
"Le explico. Tiene un depósito bastante grande pendiente de
aceptar en su cuenta. Queríamos ponernos en contacto con usted y
obtener información y conocimientos antes de trabajar con la
liquidación del pago."
Fruncí el ceño. "¿Es un pago de una compañía de viajes?
Destined Trip, Inc.?"
"Sí señor. ¿Esperaba recibir dinero de esa compañía?"
"Si, pero creo que, por la cantidad, ha habido algún tipo de error.
Se suponía que la mitad de ese dinero se tenía que depositar en mi
cuenta bancaria habitual, y la otra mitad, ir a una cuenta de
inversión que contraté con ustedes."
"Si. Por eso lo llamo, señor."
"No entiendo."
"El pago pendiente en su cuenta sigue siendo demasiado
grande. Así que nos vemos obligados a llamarle y verificar que todo
va bien, antes de liquidar el pago."
Hice una pausa. "¿De cuánto dinero estamos hablando?"
"Aquí en su cuenta, aparecen un poco más de quince mil dólares
pendientes de aprobación."
Casi me ahogo con mi propia saliva. "¿Quince mil dólares?"
"15.023,14$, para ser exactos señor."
"De acuerdo. Vale, a ver. Entonces, ¿puedo reelaborar los
términos de mi fondo de inversiones? Parece que he subestimado a
alguien."
"Si. Le paso con el departamento de inversiones. Gracias por su
paciencia."
"No, no. Gracias a ustedes por llamarme."
Me senté allí, con los ojos como platos, mientras la música de
espera llenaba mis oídos. ¿Quince mil dólares? Casi no podía
creérmelo. Había ganado mucho dinero trabajando en la empresa
de mi padre estos últimos años, pero nada que ver con quince mil
dólares al mes." Me quedé paralizado. Intentando concentrarme
para tener conversaciones completamente diferentes a las que
había tenido hasta ahora, con el departamento de inversiones de mi
banco.
Y mientras esperaba a que alguien contestara, sonó mi teléfono
móvil.
"¿Qué pasa ahora?" Murmuré.
Alejé el teléfono de mi oído y vi que tenía un correo electrónico
esperándome. Era de Myra. Puse el altavoz en la llamada con el
banco mientras esperaba y abrí el correo electrónico, analizando
cada una de las palabras de ese e-mail.
"Gracias por la espera, señor Tripet. Mis compañeros me han
comunicado que necesita hablar con alguien sobre las cuentas de
inversión que tiene contratadas con nosotros."
Por mi parte, no pude ni responder. Estaba demasiado en shock
con las palabras de Myra.
Joder, ¿alguien había comprado ya los dos primeros cuadros
que le di?
"Señor Tripet. ¿Sigue ahí?"
"Uh, sí. Lo siento. Emm… necesito consejo financiero," dije.
Ella rio. "Bueno, estoy segura de que puedo ayudarle en eso.
¿Cuáles son sus dudas Sr Tripet?"
Ni siquiera sabía por dónde empezar.
La mujer me acabó explicando las opciones que me llevarían a
obtener los mayores dividendos con la menor carga fiscal. Hablaba
con seguridad y decisión, así que estuve de acuerdo en todo lo que
me propuso. Estaba fuera de mis conocimientos, así que no podía
hacer otra cosa que dejarme aconsejar. Además, estaba prestando
atención a la conversación a medias. Sólo quería responder a Myra.
"Entonces, para dejar todo arreglado. ¿Le parece bien el plan de
inversiones que le he explicado?" preguntó ella.
Asentí. "Sí, sí, todo me parece estupendo. ¿Me necesitas al
teléfono para terminar de gestionarlo? Tengo que hacer una
llamada."
"Puedo enviarle todos los documentos a su correo electrónico,
para que nos los envíe cuando los tenga firmados."
"Gracias. Quedamos así entonces. Muchas gracias por su
tiempo," le agradecí.
"Gracias a usted por confiar en nuestro banco, señor Tripet."
Colgué el teléfono rápidamente y llamé a Myra de inmediato.
Necesitaba volver a comprobar qué lo que había leído era cierto.
Cuando Myra descolgó, se estaba riendo.
"Me preguntaba cuánto tiempo tardarías en llamarme una vez
que vieras el correo electrónico," dijo.
"¿Es verdad que mis pinturas se han vendido?" Le pregunté.
"De hecho, se vendieron el segundo día de estar expuestas.
Simplemente no quería ponerme en contacto contigo hasta que se
hubieran pagado por completo. Les damos a nuestros clientes ocho
días para reclamar y completar el pago de las pinturas, y dejan un
depósito el día de la exhibición, de lo contrario vuelven a colocarse
en la pared. El depósito no es reembolsable, pero, aun así, falta
realizar el pago del setenta por ciento restante antes de recoger la
obra. Por eso hasta hoy, que el cliente ha venido a recoger las
pinturas, no te he comunicado la noticia."
"¿Cuánto han pagado por ellas?"
"Cuatrocientos por el cuadro más pequeño y seiscientos setenta
por el más grande."
No era suficiente dinero para cubrir mis gastos mensuales con
solo la venta de esas obras. Pero era un comienzo muy bueno. Y
por lo que acababa de hablar con mi banco, podía despreocuparme
del tema del dinero. De todos modos, mi objetivo seguía siendo
ganarme la vida con mi arte. Y eso no lo iban a cambiar ni todos los
dólares del mundo.
"¿Tienes más obras acabadas que puedas traernos a la galería?
Pensé que mantendríamos la apertura suave para empezar a
hacerte hueco en el mundo del arte con tu nombre. Y visto el éxito,
una vez que te anunciemos como uno de nuestros artistas de la
galería, tendrás la presentación que te mereces," dijo Myra.
"Si, tengo varias obras preparadas. Tuve un golpe de inspiración
la semana pasada. Estoy trabajando sobre el tema de la "dualidad."
Las obras van de dos en dos, se pueden vender juntas o por
separado. Pero las dos pinturas o esculturas se relacionan entre sí.
Representando dolor y belleza. Algo así, explicado rápido."
"Me encanta la idea. Tráenos dos pares y los pondremos en las
paredes o en el medio de la habitación si son esculturas. Varias
personas han venido a preguntarme por ti, más bien sobre las
pinturas del 'torbellino'."
"¿Torbellino?" Le pregunté.
"Sí. Eso es lo que sus pinturas inspiran en la gente. Arte
vertiginoso. Es una moda nueva entre los artistas más jóvenes, que
en realidad no es un concepto tan nuevo. Simplemente utilizan el
arte abstracto renombrándolo para que tenga sentido para una
generación artísticamente difunta. Podemos hablar del tema más
detenidamente cuando nos veamos."
"Suena interesante, sí. Bueno. Emm, te los llevaré mañana. ¿Te
parece bien?"
"Por mi parte, suena perfecto. Estaré aquí desde las diez de la
mañana hasta las seis de la tarde. Estamos abiertos hasta las ocho
de la noche durante la semana. Pásate a vernos cuando te vaya
mejor."
"Muchas gracias Myra, de corazón."
Colgué el teléfono y mi reacción inmediata fue llamar a Winnie.
Pero me contuve. Ahora éramos amigos. Pero ¿éramos ese tipo de
amigos que se llaman cada vez que pasaba algo? No tenía la más
remota idea. No quería traspasar los límites, y hacerla sentir mal. Tal
vez solo éramos conocidos en ese momento, de esos que son
amigos en público, pero que no hablaban luego.
No quería sentirla tan lejos, pero no era algo que dependiera
solo de mí. Así que, finalmente, le envié un mensaje a mi madre.
Le conté las buenas noticias de mis pinturas y la escuché
regocijarse de la alegría. Me reí entre dientes cuando llegaron esos
correos electrónicos del banco. Pasé unos minutos tratando de
averiguar cómo firmarlos digitalmente. Después de ponerme en mi
portátil y firmarlos, envié todo de vuelta al banco para ya olvidarme
de temas de la compañía de mi padre.
Luego, miré alrededor del apartamento.
Era una configuración pequeña y agradable, pero estaba
abarrotada. Y cuanto más pintaba, más apretado estaba todo. Una
casa. El primer gran paso que necesitaba hacer era encontrar mi
propia casa. Necesitaba llegar a un sitio donde tuviera mi propia
sala de arte, un espacio en que todos los bártulos de pintura no
obstaculizaran el resto de mi sala de estar. Necesitaba salir de la
vida en apartamento tipo estudio. Era momento de una nueva etapa
de vida.
Me quité la ropa manchada de pintura y me puse uno de mis
trajes.
Era hora de buscar una inmobiliaria que me ayudara a encontrar
la casa perfecta para mí.
CAPÍTULO 20
WINNIE

E se viernes me cogí la tarde libre para tener todo el fin de


semana para mí. Esa semana había sido caótica, empezando
con la mierda de Steve a la hora de comer del lunes. A partir de ese
momento, todo siguió sacándome de mi horario: mamá llamándome
enferma, así que tuve que hacerme cargo de ambas partes de la
floristería durante toda la semana; Papá asomando la cabeza al
azar para ver cómo estaba en lugar de tomar sus descansos para
comer con los compañeros de trabajo; Steve, que apareció de
repente en mi apartamento dos días atrás, con la cena de un
restaurante que no me gustaba.
Sabía que estaba siendo algo dramática, pero necesitaba tiempo
para mí. Una vez mamá ya estaba lo suficientemente fuerte como
para volver a la tienda, le pedí la tarde libre. Necesitaba un par de
días para descansar después de haber trabajado tan duro.
Y sabía el lugar ideal para hacerlo.
Después de tomar mi café matutino, fui a mi sitio favorito a
desayunar; donde iba todos los sábados por la mañana, un
restaurante no muy lejos de la playa. Pedí lo de siempre: dos tortitas
con tocino en su interior, y huevos con queso a un lado, con almíbar
por encima.
Me hacía sentir bien volver a mi rutina, volver a lo que me había
acostumbrado a lo largo de los años. Tanta novedad y tantas
emociones nuevas me agotaban. Después de llenar mi estómago
con la maravillosa comida, volví de nuevo a mi coche para poner
rumbo a la playa.
No, no era parte de mi rutina ir a la playa después del desayuno
de los sábados. Pero es lo que mi corazón me pidió en ese
momento, así que le hice caso. Algo dentro de mí me tiraba hacia la
costa, y lo primero que hice nada más llegar, fue descalzarme en la
arena. Ese frescor entrando por mi cuerpo, mientras se hundían los
dedos en la arena. El otoño se había apoderado oficialmente del
clima de la ciudad, y el océano traía con él brisas frescas que
hacían bailar mi pelo. Comencé a caminar por el camino donde solía
hacer ejercicio, el camino que recorría todos los domingos por la
mañana. Disfruté del sonido de las gaviotas, la gente riendo
suavemente en la distancia, las olas del océano chapoteando
perezosamente contra la arena. Y cuando divisé el puente, sonreí.
Había algo mágico en ese lugar, una magia algo dolorosa que no
encontraba en ningún otro lugar. Después de hablar con Ben debajo
del puente unos días atrás, había más buenos recuerdos que malos.
Me gustaba tener nuevos recuerdos con él. Ya había sido suficiente
tiempo esclava de los dolorosos. Una reclusa. Una ermitaña, alejada
del mundo, negándome a vivir.
Me sentía tan bien, solo por caminar sobre la arena.
Respiré hondo. Las sombras del puente seguían llamándome.
Dejé que mis brazos cayeran a mis costados, mientras la brisa
agitaba mi cabello y mi camisa. Era el único motivo que me
mantenía en Gold Bend. La playa. Sus vistas. El consuelo que
obtenía de sus aguas menguantes. Tenía una conexión especial con
el océano, una complicidad que no había encontrado en nada más:
ni las flores, ni la universidad, ni mi sueño de ser abogada. Nada.
Entonces, una voz familiar atravesó mis cómodos pensamientos.
"Qué casualidad verte aquí."
Me reí mientras mis ojos se abrían de alegría. Ahí estaba, como
si me hubiera estado esperando, era Ben. Una gran sonrisa creció
en sus mejillas, haciendo que cientos de mariposas brotaran en mi
estómago. Caminé hacia él con el cuello estirado hacia atrás para
mantener el pelo alejado de mis ojos, para que estuvieran a la vista.
"Buenos días," dije.
"Buenos días, Winnie."
"¿Qué te trae por aquí tan temprano?"
"¿Supongo que lo mismo que a ti?"
"¿La necesidad de bajar los panqueques y el tocino?"
Él rio entre dientes. "Bueno. Quizás no."
Sonreí suavemente. "¿Qué te trae por aquí?"
"La paz que me da este lugar."
Asentí lentamente. "Te entiendo."
"Siempre lo hiciste."
Sentí cómo me sonrojaba al instante. "Bueno, no dejes que
interrumpa tu pensamiento. O lo que sea que estés haciendo aquí."
"Solo recordando. Planificando. Pensando hacia el futuro, en
lugar de hacia el pasado. Por primera vez."
"Suena como algo bueno para poner en práctica."
"Parece que lo digas, como si tú no lo hicieras."
Me encogí de hombros. "Quizás no tanto como debería."
Él suspiró. "Bueno, eso tiene solución ¿te gustaría unirte a mí y
probar algo nuevo?"
Extendió el brazo como si me estuviera ofreciendo que toda la
playa fuera para mí. Mientras se sentaba en la arena, me encontré
siguiéndolo sin tan siquiera titubear un segundo.
Doblé mis rodillas hacia arriba, plantando mis talones desnudos
en la arena. Vi las olas extendiéndose, lamiendo las columnas de
madera de debajo del puente. Las olas eran fascinantes, rítmicas,
coincidiendo con la subida y bajada del pecho de Ben que podía
divisar con el rabillo del ojo. Sentía la cabeza pesada. El corazón me
pesaba. Y mientras mi cabeza caía lentamente hacia un lado,
encontré su hombro.
Ahí estaba, descansando contra su hombro, sin dirigirnos
palabra.
No sé cuánto tiempo estuvimos sentados allí o cuánto tiempo
observamos juntos las olas del océano. Era casi mediodía, pero las
sombras nítidas que nos rodeaban nos hacían sentir como si fuera
de noche. Como si todavía no hubiera amanecido. Me gustaba la
oscuridad, siempre lo había hecho. Esa sensación de estar envuelto
mientras el mundo seguía dormido, me reconfortaba. Y en ese
momento, me trajo una tranquilidad que no experimentaba a
menudo.
Pronto, la ansiedad llenó mi pecho de nuevo. Como siempre.
"No te estoy acosando, lo juro," dije.
Ben se rio entre dientes. "No me estaba sintiendo así para nada."
"Estaba un poco inquieta después del desayuno. Supongo."
"Este lugar guarda recuerdos y emociones para ambos. Te lo
prometo, no me ha sentado mal, ni mucho menos."
"Bueno. Bueno. Eso es…, eso es bueno, supongo."
"¿Vienes aquí a menudo?"
Reflexioné sobre su pregunta. "Vengo a correr a esta playa todos
los domingos por la mañana."
"Me refería a aparte de eso."
Suspiré. "Más de lo que me gustaría admitir, supongo. Vengo
aquí a veces para pensar. O cuando necesito escaparme. O
procesar y trabajar en mis emociones."
"Entonces, ¿comprar una casa sería algo importante para
sentarse aquí y pensar?"
Hice una pausa. "¿Te vas a comprar una casa o algo así?"
El asintió. "He vendido dos de mis cuadros, y otros tres ya están
reservados por un coleccionista. Y eso que los llevé ayer a la
galería."
Levanté mi cabeza. "Espera, ¿hablas en serio?"
Sus ojos encontraron los míos. "Muy en serio."
"¡Oh, Dios mío, lo estás consiguiendo!"
No pude evitar gritar de alegría mientras lo rodeaba en mis
brazos. Lo abracé con fuerza, regocijándome con él mientras podía
oírle reír contra mi oído. Me abrazó, extendiendo sus manos a lo
largo de mi espalda. El calor de su cuerpo me había llamado
siempre. Sentí mis pezones endurecerse contra el sujetador, y mi
pelvis suplicándome moverse. Cuanto más me abrazaba, menos
quería soltarle.
Entonces, rápidamente rompí nuestro abrazo.
"Estoy tan orgullosa de ti. ¿Todo eso ha pasado esta semana?"
Ben asintió. "Sí. Está siendo todo muy rápido, pero... me
encanta. Es genial poder construir por fin mi propia vida, sin dar
explicaciones a nadie. Vendiendo mis cuadros. Poniendo mis
finanzas en orden. La idea de tener mi propia casa en el horizonte.
Es todo lo que podría pedir."
"¿Todo?"
Él se encogió de hombros. "Bueno, casi todo."
Quería preguntarle qué más quería. Qué más veía en su vida.
Pero me contuve.
"Estoy muy orgullosa de ti, Ben."
Él sonrió. "Eso significa mucho para mí, viniendo de ti."
"Entonces, ¿ya tienes oficialmente la casa? ¿Te vas a quedar en
Gold Bend?"
"Bueno, aceptaron mi oferta y ahora intento cerrar el trato. Aún
tardará aproximadamente un mes. Pero sí. Me quedo."
Mi estómago dio un vuelco sobre sí mismo. No estaba segura de
si era un buen o un mal presentimiento. Eso significaba que Ben
estaría más presente, y de hecho para siempre, si se compraba una
casa y se quedaba en la ciudad. No estaba segura de cómo me
sentía al respecto. Pero no odié la idea de tenerlo cerca para
siempre, lo cual era un buen principio, considerando como había
sido nuestra historia.
"¿Qué te hizo querer quedarte? Quiero decir, ¿qué te impulsó a
decidir comprar una casa?" Le pregunté.
"¿Honestamente? La galería de Arte. Y la falta de espacio que
tengo ahora mismo para entregarme a mi arte. El apartamento que
tengo en casa de mi madre se está llenando muy rápido de toda la
inspiración que me ha invadido desde que he llegado. Necesito una
casa donde pueda tener mi propio estudio, sin que limite el espacio
de la sala de estar o el dormitorio."
"Tiene sentido."
"Eso y saber que tú y tu familia no me odiáis."
Fruncí el ceño. "Por supuesto que no te odiamos."
"A ver, Steve todavía no lo supera. Pero no espero que lo haga
pronto. Echo de menos a mi mejor amigo, si te soy sincero."
Extendí la mano, frotando su espalda. "No tienes que
preocuparte por él. Simplemente está trabajando con algunas cosas,
como todos nosotros. Dale algo de tiempo."
Ben se acomodó un poco en mi mano. "Supongo que sí.
Siempre fue mi plan volver aquí y, encontrar mi lugar en mi ciudad
natal. Volver a enamorarme de ella y de las personas que la
integran. Darle todo lo que me dio a mí de pequeño."
Resistí el fuerte impulso de preguntarle si pensó en algún
momento volver a la ciudad para estar juntos. O si alguna vez me
había amado, como yo lo había amado a él. Porque la única
experiencia que tuve al decirle a un hombre esas palabras fue esa
noche. La noche que hicimos el amor. La noche que hicimos a
Hope. La misma noche que me hizo callar, porque no quiso
escuchar lo que tenía que decirle.
"Parece que vas por el buen camino, entonces," le dije.
El asintió. "Me gustaría pensar que sí."
"Entonces cuál es tu idea, ¿montar una galería formal o algo
así?"
Él sonrió. "Serás la primera en recibir una invitación en cuanto lo
haga. Está en proceso."
"Bueno. Me gustaría mucho estar ahí. Sé lo importante que es
para ti tu Arte."
"Winnie, puedes estar en lo que quieras de mi vida. Para ti, hay
una invitación permanente."
Sus palabras calentaron mi corazón y me hicieron sonreír. Otra
vez. Por segunda o tercera vez ese día.
Mis ojos se volvieron hacia el océano y me acerqué un poco más
a él, robando su calor, mientras no sabía cómo, hacía más frío
afuera. El sol se elevó a lo más alto, y el frío del viento se hizo más
frío. No quería que acabara ese momento, así que me aferré a él
todo el tiempo que pude.
A pesar de que volvía a tener hambre. Una sensación que no
había sentido en toda la semana.
CAPÍTULO 21
BEN

R espiré profundo mientras tomaba asiento en mi lugar habitual


en la cafetería. No iba a dejar que la ciudad me intimidara, al
final sus habladurías se basaban en la mitad de los hechos.
Además, ese día me apetecía escuchar fragmentos de
conversaciones que me actualizaran sobre otras cosas que suceden
en la ciudad, y olvidarme un poco de las mías. Mi madre había
quedado allí con sus amigas, y cada vez que se echaban a reír
desde la mesa de la esquina, no podía evitar que su risa se me
contagiara.
Todos los domingos por la mañana mi madre organizaba una
quedada para mujeres, a la que siempre estaba invitado, pero a la
que nunca decidía ir. Al fin y al cabo, era para mujeres, y era el rato
que mi madre tenía para no pensar en nada más que en sus
amigas. Me quedé con la taza de café en mi rincón vagando entre
mis pensamientos, necesitaba algo de tiempo para digerir las
nuevas noticias, especialmente que la oferta que había presentado
para mi futura casa había sido aceptada.
Tenía mucho que planear.
"Sí, escuché que no está muy contento con el tema."
"Kurt ha estado enamorado de ella durante años. No me
sorprende que esté celoso."
"Creo que Kurt es un buen tipo. No sé por qué Winnie volvería
con él, teniendo a Kurt loco por ella."
"Cállate, Margerie. Que podría oírte."
"Que va, no te preocupes. Seguro que está garabateando en su
libreta."
"Kurt estaba molesto la última vez que lo vi."
"¿Crees que Winnie lo ha rechazado de nuevo?"
"No me sorprendería. No me gustan los hombres delgaduchos.
Necesito un hombre fuerte. Y ella también."
"Que no es Kurt."
"Es Ben."
"Oye, yo apoyo a Ben, ¿tenéis algún problema con eso?"
"Shhhht. La vas a liar si te escucha."
No sabía bien qué hacer con esas conversaciones que seguía
escuchando. Estaba bloqueado, así que decidí enfocarme en mi
cronograma y en cómo iba a organizarme el próximo mes. Myra
quería algunas de mis pinturas en el almacén de la galería, para
cuando las que tenía expuestas se vendieran. Además, necesitaba
empezar a echar un vistazo a las tiendas de muebles de la zona. A
pesar de que acababa de comprar una casa medio en ruinas
enfrente de la playa, necesitaba empezar a pensar cómo decorarla a
mi gusto. Era la casa perfecta para mí. En cuanto la vi, supe que
tenía que ser mía. Acceso a la playa desde el porche trasero. Vistas
al mar desde el dormitorio principal. Necesitaba un poco de amor y
cuidado, pero todo lo importante estaba en perfecto funcionamiento.
Al menos, según el informe del inspector que me hicieron llegar
anoche.
"Se rumorea que compraste una casa."
Mis ojos se elevaron lentamente hacia la voz de Steve mientras
se dejaba caer en la silla frente a mí. Detuve el lápiz sobre mi bloc
de notas, centrándome en su presencia. Me miró entrecerrando los
ojos mientras se reclinaba en el asiento. Sentí todos los ojos
habidos y por haber dentro de esa minúscula cafetería sobre
nosotros, mientras las conversaciones silenciosas que tenían lugar a
mi alrededor llegaban a un final abrupto, listo para digerir la
siguiente pieza de drama que se había presentado frente a ellos.
"¿Hablaste con Winnie o...?"
Arqueó una ceja. "¿Y por qué debería saber Winnie que te has
comprado una casa?"
"Porque es mi amiga y hemos hablado del tema," dije
rotundamente.
Resopló, pero no respondió a mi pregunta.
"Así que, ¿es verdad? ¿Te has comprado una casa?" preguntó.
"¿Por qué? ¿Te molesta que me quede?"
"¿Por qué no respondes a mi pregunta?"
"¿Por qué no me dejas en paz?"
Steve se rio entre dientes. "Porque no es mi trabajo dejarte en
paz. Soy policía, Ben. Trabajo directamente con el FBI en algunos
de sus casos."
"Entonces, ¿la policía se preocupa ahora por quién compra una
propiedad en Gold Bend?" Le pregunté.
"Depende de lo desagradable que sea el personaje."
Me encogí de hombros. "Saca mi expediente. Bueno, mejor
dicho, mi historial inexistente. Ya que jamás me han abierto ficha."
"¿Lo hiciste o no...?"
"Sí, Steve. Compré una casa. Lo que significa que ahora tendrás
que lidiar con que yo esté por la ciudad, ¿te parece bien?"
Dejé mi bolígrafo y acto seguido me recosté en la silla. Crucé las
manos sobre mi pecho, esperando su respuesta. Ahora tenía todo el
tiempo del mundo. Podría esperar a que respondiera sin ninguna
prisa.
Steve se humedeció los labios.
"¿Por qué escondiste el hecho de que estabas saliendo con
ella?"
Parpadeé. "¿Qué?"
"Mi hermana. ¿Por qué me ocultaste que estabais saliendo?"
Me sorprendió su pregunta. Y aún más que le importara saber
algo de tantos años atrás.
"No te va a gustar la respuesta," dije.
"Soy lo suficientemente adulto como para encajarlo."
"A veces no actúas como tal."
Él puso los ojos en blanco. "Lo sé, Ben. La respuesta, por favor."
"Bueno, ya que lo preguntaste tan amablemente…."
Le ofrecí una sonrisa suave, pero él respondió frunciendo el ceño
aún más. Así que, fui directo al grano. Aunque no le iba a hacer
ninguna gracia lo que iba a confesarle.
"De hecho, fue idea de Winnie mantenerlo en secreto, no mía,"
dije.
"Mierda," dijo.
"Yo no quería mantenerlo en secreto. Pero ella tenía miedo de tu
reacción."
"¿Miedo? ¿Por qué cojones tenía miedo de su hermano?"
"¿Quieres decir, a parte de tu mal genio y tu tendencia a querer
golpear a la gente en la cara?"
Sacudió la cabeza. "Sigue, por favor."
Suspiré. "Ambos sabíamos que ella se iba pronto a la
universidad, así que sabíamos que lo nuestro tenía fecha final.
Winnie no quería tener que lidiar con tu enfado el poco tiempo que
teníamos juntos. Especialmente porque éramos mejores amigos en
ese momento."
"Lo que significa que deberías haber mantenido tus manos lejos
de ella, imbécil."
"Nunca planeé enamorarme de ella, Steve."
Parpadeó. "¿Y ahora qué?"
"Nunca planeé enamorarme de tu hermana. Nunca supuse que
esa pelea entre mi madre y mi padre se convertiría en mi partida
para Boston. Nunca imaginé que mi padre haría todo lo que hizo
para llevarme con él, chantajeando a mi madre y haciendo de su
vida una pesadilla si no iba. Nunca supuse que pasaría nada de lo
que ha pasado. Se suponía que lo nuestro, iba a ser una aventura
de verano. No quería destruir el futuro de Winnie, quería lo mejor
para ella."
"¿Has dicho que la amabas?"
Asentí lentamente. "Si. Así es."
El silencio se apoderó de la mesa, Steve no podía dejar de
mirarme. Esa fue la primera vez que lo admití en voz alta: había
amado a Winnie. La verdad que llevaba ocultando tanto tiempo. Me
había enamorado perdidamente de esa mujer. Y todavía seguía
enamorado de ella.
Sin embargo, no sabía si era del todo seguro admitirlo en ese
momento.
"Lo siento, Steve. Me mata por dentro saber que Winnie paró su
vida por haber perdido a nuestra hija. Me mata por dentro que no
persiguiera su sueño de ser abogada por lo que pasó entre
nosotros. Me mata saber que dejé que mis emociones se
apoderaran de mí esa noche. Que cedí a su insistencia. Y créeme,
si pudiera resucitar a mi padre solo para hacerle pagar por lo que
nos ha hecho a todos, lo haría sin lamentarlo un segundo. Pero no
puedo. Solo puedo seguir adelante. Y tal vez, si lo consigo, Winnie
verá que es posible volver a disfrutar de la vida."
"Todos estamos intentando avanzar Ben, no eres el único," dijo
rotundamente.
Negué con la cabeza. "No desde que he vuelto, amigo."
"¿Acaso me culpas?"
"No, no puedo. Y nunca lo haría. Lamento que hayáis pasado
por esto, no sabes cuánto. Y lamento no haber sabido hacer las
cosas mejor, y que hayan terminado repercutiendo de alguna forma
en vuestras vidas."
Steve se levantó de la mesa, mi café se derramó por un lado de
la taza. Miré al frente, mis ojos se posaron en sus piernas. Me sentía
agotado por la conversación, y a la vez, cabreado de nuevo con la
vida y conmigo mismo, por la forma en que la vida había ido para
todos nosotros. No me molesté en mirar alrededor, sabía que todos
los ojos estaban puestos en nosotros. Steve se acercó a mi lado de
la mesa. Se quedó allí mientras yo miraba al frente, pegado a la
pared al otro lado de la cafetería.
Antes de que su voz sonara en mi oído.
"Si le haces daño de nuevo, Ben, nadie podrá evitar que te mate
con mis propias manos."
Mis ojos rápidamente miraron a los suyos. Me miró una última
vez y luego salió lentamente de la cafetería. Me sentí clavado en mi
silla, paralizado por sus palabras. ¿Me acababa de amenazar de
muerte, el que había sido mi mejor amigo de la infancia?
¿Qué cojones le hacía pensar que tenía una oportunidad con
Winnie, en el presente?
Lentamente miré a mi madre, que seguía sentada con su grupo
de amigas. Me estaba mirando con la cara enrojecida y ojos de
preocupación. Levanté mi mano y la saludé antes de señalar hacia
la puerta principal. Necesitaba salir de allí. Dar un paseo. Aclarar mi
cabeza. Cogí el cuaderno y bolígrafo, y deslicé mi teléfono en el
bolsillo trasero de mi pantalón. Después de comprobar que tenía mi
cartera, salí de la cafetería y bajé hacia la acera.
Vagué sin rumbo fijo, sintiendo como el mundo se derrumbaba a
mi alrededor. No sabía qué quería decir Steve con sus palabras.
¿Sabía algo que yo no? Negué con la cabeza para intentar salir de
mi trance emocional. Intenté concentrarme en cualquier otra cosa
que hubiera a mi alrededor. El sonido de los coches que pasaban.
La sensación de la gente chocando sus hombros contra los míos.
Intenté pensar en la casa que me acababa de comprar. En los
albañiles que tendría que contratar. En el trabajo que probablemente
podría hacer yo solo.
"¡Ben!"
De repente, una voz llamó mi atención. Cuando descubrí que era
la voz de Winnie, me giré de inmediato. La busqué entre la gente,
mientras ella seguía gritando mi nombre. Miré a mi alrededor,
tratando de averiguar dónde estaba. ¿Dónde estaba exactamente?
¿En qué parte del centro estaba? No tenía ni idea de cuánto rato
llevaba andando sin rumbo.
Cuando mis ojos cruzaron al otro lado de la calle, por fin la
encontré, saludando desde fuera de la librería de segunda mano,
sosteniendo una bolsa de libros en su brazo.
Winnie estaba radiante.
Sonreí mientras le devolvía el saludo. Intentó cruzar la calle, pero
un claxon la obligó a volver a la acera. Miré a ambos lados,
buscando un hueco entre el tráfico por donde pudiera cruzar hacia
ella. Una vez pude, crucé corriendo. Vi una sonrisa tímida en su
rostro mientras me acercaba. Esa sonrisa podía conmigo, desde
que éramos tan sólo unos niños.
CAPÍTULO 22
WINNIE

S altó a la acera, su sonrisa brillaba más que el sol que había


estado acompañándome durante toda la mañana. Estaba
hecha un desastre; acababa de terminar con mi ejercicio matutino.
Había querido aprovechar que estaba cerca de la tienda de libros de
segunda mano, para abastecerme de nuevo material de lectura.
Siempre lo hacía, antes de tomarme unas vacaciones. Mi madre no
dejaba de insistirme en que me cogiera las vacaciones retribuidas
que me tocaban ese año, ya que aún no las había disfrutado y, a
este paso, se me iban a acumular con las del siguiente.
Así que el plan era, hacerme con buenos libros, y luego decidir
cuándo tomarme la semana libre para leerlos.
"Buenos días," dijo Ben, jadeando.
Sonreí suavemente. "Buenos días."
"¿Conseguiste buenos libros?"
Levanté mi bolso. "Siete, todo un éxito."
"Guau. Siete. Eso es más lectura que la que hago yo en todo un
año."
Me reí. "Es un pasatiempo con el que disfruto mucho."
"Justo iba a decirte, que no recordaba que te gustara tanto leer.
Lo que si recuerdo perfectamente es tu insaciable apetito por los
reality shows."
"No te preocupes, algunas cosas nunca cambian."
Él rio. "Bueno es saberlo."
"¿A dónde vas?"
"De hecho, vengo de la cafetería. Necesitaba caminar un poco."
"¿No hay paseo por la playa hoy?"
"Mamá toma el té con sus amigas todos los domingos por la
mañana. Me pidió que la acompañara, así que pensé que podría
estar bien tomar una taza de café mientras hacía planes para esta
mudanza."
Sonreí. "¿Estás emocionado?"
"Tendré que hacer algunas renovaciones primero. Necesita algo
de cuidado. Pero, aun así, puedo mudarme cuando quiera. La
mayor parte del trabajo es de decoración."
"¿La mayor parte?"
Asentí. "El techo necesita una buena restauración, es segura la
estructura, pero no se encuentra en muy buen estado visualmente
hablando. Quiero decir, no tiene goteras ni nada, pero necesita una
mano de pintura. Así que me puedo mudar mientras la hago."
"Bien, bien. ¿Qué más hay que hacerle a la casa?"
Él se encogió de hombros. "Solo necesita una actualización. Los
picaportes de las puertas son bastante viejos. El exterior necesita
una capa de pintura, ya que está un poco manchado por el desgaste
de estar cerca del mar. Cosas de mantenimiento, la casa lleva
cerrada un tiempo y nadie se ha encargado de ella. Ese tipo de
cosas. También quiero romper la alfombra y poner suelo de
madera…."
Sonreí. "Parece que lo tienes todo planeado ya."
Se rascó detrás de la cabeza. "Principalmente. La única parte
que me preocupa es el porche trasero."
"¿Por qué?"
"Bueno, dado que conduce a la playa, debe ser resistente. Y es
obvio que se ha descuidado y el mar ha hecho de las suyas. La
madera no estaba sellada correctamente y la humedad ha entrado
por las paredes. Así que, tendré que contratar a alguien para que lo
renueve todo y lo reemplace por completo. Lo que llevará algo de
tiempo."
Parpadeé de emoción. "¿Compraste una casa en la playa?"
El asintió. "Si, así es."
Me reí suavemente. "Guau. Qué vida llevas amigo."
"Me enamoré de la casa en el momento en que entré en ella.
Supe que era perfecta para mí y que tenía que ser mía. No me
importaba el precio."
"Lo que daría yo por tener una casa en la playa."
Él sonrió. "Tal vez después de mudarme, puedas venir y verla."
"Me encantaría."
"A mí también."
Extendió la mano, así que comenzamos a caminar. Hablamos
sobre su nueva casa y todas las actualizaciones que quería hacer.
Me preguntó por mis libros y le hablé de las múltiples series que
estaba leyendo. No hablamos de nada importante, pero los temas
fluían fácilmente como si fuera natural hablar, y hablar sin importar
nada más, pasando de un lado a otro mientras nos reíamos y
caminábamos juntos.
Perdí la cuenta de cuánto tiempo habíamos estado caminando.
Antes de darme cuenta, estábamos parados frente a la puerta de
mi casa, delante de los escalones que conducían a mi apartamento.
Miré a la puerta, luego miré a Ben mientras unas suaves risitas
salían de mis labios. Y cuando frunció el ceño, mi sonrisa se
convirtió en risa.
"¿Tengo algo en la cara?" preguntó.
Negué con la cabeza. "Me he olvidado mi motocicleta en la
librería."
Él rio entre dientes. "¿Quieres volver a buscarla? Puedo llamar
un taxi."
"Primero necesito algo para comer. ¿Quieres un café? ¿O un
té?"
"Otra taza de café estaría genial."
Subimos juntos las escaleras hacia el piso de arriba; lo dejé
entrar en mi espacio personal, en el pequeño estudio que tanto me
había costado conseguir. Cerró la puerta de la entrada, yo entré a la
cocina mientras sentía cierta tensión en el ambiente. Seguí
mirándolo mientras se acomodaba en mi sofá. Hice dos tazas de
café con un poco de crema. Luego, fui a sentarme a su lado.
"Aquí tienes," le dije.
"Muchas gracias, Winnie."
Había cierto silencio entre nosotros, cuando de repente, lo sentí
acercarse. Mi primera reacción fue deslizarme hacia él, hasta que
nuestras piernas se tocaron. La electricidad se disparó a través de
mi cuerpo. No podía apartar los ojos de él. Ben miraba el televisor
apagado, mientras apretaba la taza de café con demasiada fuerza.
Se podía tocar la tensión que había entre nosotros, o más bien entre
nuestros cuerpos.
No sabía muy bien a qué venía esa declaración que estaba a
punto de salir por mis labios, pero estalló como una bala de cañón
contra un barco de guerra.
"Sigues siendo el único hombre con el que me he acostado."
Ben se atragantó con su café y dejó caer la taza en la mesa
derramando por accidente todo el café. Fui corriendo a buscar algo
para limpiarlo. Cogí unas cuantas servilletas de papel, y mientras
recogía el café derramado por todas partes, no pude evitar mirarle
de arriba abajo. Fui a por más servilletas, pero esta vez, no pude
evitar ir de vuelta hacia Ben. Hacia esos músculos bien puestos, que
tan bien recordaba. Olvidándome por completo de que parte del café
seguía derramado por todas partes.
Sus ojos y los míos, se encontraron de nuevo.
"¿De verdad?" preguntó.
Respiré entrecortada mientras asentía suavemente.
"Sí. Tal cual te lo he dicho."
Sus labios se juntaron con los míos, olvidándonos de todo y de
todos. Las servilletas de papel cayeron de mis manos mientras sus
brazos se envolvían alrededor de mi cuerpo. Gemí en su boca. Sentí
como me empotraba contra la encimera de la cocina. Y cuando su
rodilla presionó mi entrepierna, nuestras lenguas se fundieron como
años atrás. Un escalofrío atravesó mi cuerpo. De nuevo ese
sentimiento de querer entregarle mi cuerpo. Me acarició, me apretó,
masajeó mis tetas, antes de quitarme la camisa por la cabeza.
"No me estoy tomado la píldora."
"Me importa una mierda," gruñó.
Sus labios cayeron sobre mi cuello, haciendo temblar mis
rodillas. Me levantó y le indiqué adónde ir. Señalé hacia mi
habitación donde nos esperaba mi cama. Cuando mi espalda cayó
al colchón, Ben agarró mis pantalones. De un solo golpe, se
desprendieron, exponiéndome a él con solo las bragas y el sujetador
deportivo. Sentí mi estómago sacudirse, y mis estrías estar al
descubierto. Cuando traté de cubrirme con la sábana, Ben se dejó
caer sobre mi cuerpo. Agarró mis muñecas y las inmovilizó a un
lado.
"Por favor, déjame...."
Besó mis pechos, haciéndome jadear. Su lengua viajó por todo
mi escote. Y cuando lo sentí acercarse a mis estrías del embarazo,
me quedé paralizada. Sentí que las lágrimas corrían por mis ojos.
Las dibujó con su lengua a la vez que las besaba, y mi pecho saltó
en lágrimas.
"Lo siento mucho, Ben."
"No te atrevas a sentirte mal, ahora mismo Winnie, te mereces
disfrutar."
"Lamento no haber podido mantenerla a salvo."
"No fue culpa tuya."
"Lo siento, lo siento mucho, no pude...."
Corrió por mi cuerpo, presionando sus labios contra los míos de
nuevo. Mientras las lágrimas caían por mi piel, envolví mis brazos
alrededor de su cuello y mis piernas alrededor de su cintura. Lo
acerqué más. Sentí el calor y la fuerza de su cuerpo contra el mío.
Joder, cuánto lo había echado de menos. Le extrañaba. Extrañaba
su presencia, su risa, su sonrisa y su esencia.
"Hazme tuya," susurré.
Sentí como se sacaba el pene de los pantalones antes de
quitarme las bragas. Besó mi cuerpo mientras ponía sus manos
sobre mi piel. Deslizó sus dedos por mis piernas, dejando atrás
besos cálidos y húmedos. Paró para quitarse el resto de la ropa que
le quedaba puesta.
Mostrándome su cuerpo desnudo.
Me apoyé en los codos y lo bebí con los ojos. Sus brazos,
ondulados por sus fuertes músculos. Sus abdominales, con esas
suaves montañas a su alrededor. Y, oh, esas líneas que tenía,
apuntando directamente a su grueso pene que aún colgaba a pesar
de que se endurecía a cada segundo. Lo vi sonreír mientras se
subía lentamente a la cama. Me miró de la forma más caliente que
jamás había visto en sus ojos, mirándome fijamente, como si fuera
su presa y él un depredador.
Me abrí de piernas para él, invitándole a entrar dentro de mí, tal y
como lo hice años atrás.
"Eres incluso más bonita de lo que recordaba, Winnie."
Nuestras lenguas se juntaron, me ayudó a quitarme el sujetador
deportivo. Mi cuerpo desnudo se presionó contra el suyo mientras
notaba su pene creciendo contra mis muslos. Parecía como si
pintara uno de sus cuadros en mi piel mientras me recostaba,
extendiendo mi pelo a lo largo de la almohada. Sentí su grueso
miembro asentarse entre los labios de mi vagina. Me balanceé
contra él, deslizándome, toda húmeda. Y cuando la punta de su
pene presionó para entrar dentro de mí, mis ojos se encontraron con
los suyos.
"Necesito sentirte dentro de mí," le susurré.
Apretó profundamente contra mí y mis ojos se pusieron en
blanco del placer de volver a sentirle dentro. Ben cogió mis manos y
entrelazó nuestros dedos antes de sujetarlos sobre mi cabeza.
Nuestras caderas se hundían juntas, mis piernas se envolvían cada
vez más fuerte alrededor suyo, apretándolo contra mí. La
electricidad abrasaba mi cuerpo, obligando a mi mente a quedarse
callada por completo. Gemí por y para él, y él lo hizo de vuelta.
Cuanto más rápido nos movíamos, más golpeaba la cabecera de la
cama contra la pared.
"Si. Ben. Oh, Dios mío. Qué gusto."
"Winnie. Maldita sea, cómo me he perdido esto tanto tiempo. Te
he echado mucho de menos. Nos he extrañado juntos."
Sus palabras me estremecieron hasta la médula. Me sacudí
contra él cuando esa espiral se tensó en mi estómago. Cuanto más
acariciaba, más se curvaban mis dedos de los pies. Cuanto más me
golpeaba, más calor sentía correr por mis venas. Mi corazón latía
cada vez con más fuerza, como si el tuviera el poder de controlarlo.
Mis gemidos se convirtieron en gritos en cuanto mi vagina se sintió
llena, señalando el inevitable final.
"¡Ben!"
"Oh, Winnie. Eso es. Acaba para mí, preciosa. Ven aquí. Ahora.
Hazlo."
Se estrelló una vez más contra mí, poniéndome al límite de un
placer que tenía enterrado. Mis piernas se bloquearon y mi espalda
se arqueó, poniendo su rostro sobre mis pechos. Gemidos rotos se
perdieron en la parte posterior de mi garganta. Susurré su nombre
como una oración desesperada mientras mi vagina masajeaba su
pene. Palpitando contra mis paredes. Una vez. Dos veces. A la
tercera, lo sentí derramarse dentro de mi mientras sus gemidos
llenaban mi pecho.
"Eso es. Joder, Winnie. Si. Si. Si."
Colapsé contra la cama, llevándolo conmigo mientras su
miembro continuaba llenándome. Jadeé suavemente contra su
hombro, tratando de recuperar el aliento. Soltó mis manos,
deslizando sus dedos a lo largo de mi piel, besando un lado de mi
cabeza, mi mejilla, mis labios, besando todo lo que sus labios
pudieran tocar de mí.
"Te he echado mucho de menos," gemí.
Rodó fuera de mi cuerpo y me abrazó contra él. Lágrimas de
felicidad, tristeza, vacío y plenitud se deslizaron por mis mejillas. Me
acerqué más a él. No me importaba sentir nuestro deseo goteando
por mis muslos. Lo único que me importaba eran sus brazos. La
forma en que me abrazaba. La forma en que besaba mis lágrimas y
cómo pasaba sus dedos por mi pelo, queriéndome quitar todo el
dolor.
"Estoy aquí. Te tengo. No pasa nada, Winnie."
Sollocé. "Estaba tan deprimida después de perder a Hope."
"Lo sé. Tuvo que ser una pesadilla."
"Fui a terapia durante años. Básicamente paré mi vida durante
seis meses. No hablaba. No podía dormir. Sólo era capaz de... sentir
dolor."
Presionó su frente contra la mía. "Siento mucho no haber estado
aquí contigo."
Negué con la cabeza. "Ni siquiera podía mirar a otro hombre. No
podía. Me enfermaba siquiera pensarlo. Me sentía como demasiado
expuesta, al intentar ponerme de nuevo al alcance de un hombre.
Tenía tanto miedo del mundo. Estaba tan asustada de cada paso
que daba. No quería tener nada que ver con este mundo cruel, o
con las personas que lo habitaban."
Besó la parte superior de mi nariz. "Eso ya ha terminado,
Winnie."
"Pero después de verte por primera vez, cuando volviste a la
ciudad, yo...."
Mis ojos finalmente se encontraron con los suyos, y lo encontré
esperando a mis palabras, conteniendo el aliento.
"Yo... todo ese sentimiento volvió de nuevo."
"Sé exactamente cómo te sientes," dijo.
Me acurruqué contra él. Dejé que me abrazara y me consolara.
Dejé que me besara las lágrimas. Me sentía tan bien estando de
vuelta en sus brazos y contra su cuerpo. Volver a escuchar su voz
en el oído. Nunca quise que desapareciera. No quería que se fuera.
Y mientras yacía allí, acurrucada con fuerza contra su pecho, me
pregunté si era el destino el que nos había juntado de nuevo.
Preguntándome si éste había sido siempre nuestro destino, estar
juntos.
CAPÍTULO 23
BEN

M is ojos se abrieron lentamente y sentí algo cálido presionando


mi cuerpo. Algo suave. Algo familiar. Sonreí mientras
parpadeaba y miraba el techo oscuro. Mientras me aclaraba la
garganta, la sentí moverse.
Sentí a Winnie moverse contra mi piel.
Un suave bostezo salió de sus labios antes de volver a dormirse.
Sus suaves ronquidos llenaron la habitación e hicieron que mi
corazón latiera de alegría como no lo había hecho en mucho tiempo.
Mi brazo cubría su cuerpo desnudo. Sentí como su pierna se
deslizaba entre las mías, sus suaves músculos apretados contra los
míos. Acaricié su espina dorsal, sintiendo cada hendidura de sus
vértebras. El aroma de su feminidad mezclado con su
acondicionador de vainilla era el olor del paraíso para mí, enviado
por los dioses para honrarme con la mayor felicidad que había
sentido en años.
¿Qué había hecho para merecer alguien cómo ella?
No sé cuánto tiempo estuve allí, entre su piel y su intimidad. No
me importaba nada más que ella. Hasta que las alarmas de Winnie
empezaron a sonar. Fue entonces cuando supe que nuestra burbuja
que habitaba dentro el paraíso finalmente había estallado. No quería
irme. No quería dejarla ir. Aunque sabía que ella tenía que ir a
trabajar, y yo tenía que ir a la oficina de la inmobiliaria para finalizar
los trámites y entregarle el cheque del pago inicial al propietario.
Winnie se estiró y bostezó. Se estremeció con la intensidad de
su estiramiento, haciéndome sonreír. Todo en ella era elegante.
Precioso. Sensual. Me había pasado toda la noche besando esas
heridas. Pasando mi lengua por esas estrías. Enterrando mi rostro
entre sus piernas, solo para sentirme más cerca de ella. La piel
suelta alrededor de su ombligo se jactaba del dolor que había
sufrido. Las estrías alrededor de sus muslos contaban la historia de
la fuerza que poseía como mujer, voraz y fuerte. Me dolía ver las
heridas que el tiempo había colocado en su piel, pero fue un placer
descubrir las historias que escondía su piel, esas curvas que no
existían años atrás y esas ondulaciones que hacían que solo
quisiera poner mis labios sobre ellas.
Pero siempre se llenó de la tristeza de lo ocurrido.
"Tengo que levantarme y prepararme."
Su voz somnolienta atrapó mis orejas, y yo asentí.
"Lo sé."
"Tengo que estar en el trabajo en una hora más o menos," dijo
Winnie.
Bostecé. "Lo sé. Yo también debería ponerme en marcha."
"¿Tienes planes para hoy?"
Ella inclinó su mirada adormilada hacia arriba para hacerse con
la mía, y yo simplemente, le sonreí.
"Tengo que ir a la inmobiliaria. Finalizar el papeleo y entregar el
pago inicial al propietario."
Ella parpadeó. "¿Entonces te mudas?"
Me encogí de hombros. "Tengo algunas cosas que hacer antes.
Pero sí. En cuánto arregle cuatro cosas, me mudo."
"Debes estar muy contento."
"Lo estoy. Estoy listo para tener mi propia propiedad. Un lugar al
que llamar casa."
"Estoy tan celosa de que vayas a vivir enfrente de la playa."
Me reí. "Puedes venir a visitarme en cualquier momento. Ya lo
sabes."
Ella asintió lentamente. "Lo sé."
Había algo más que quería decirle por la forma en que pronuncié
esas palabras. Pero no quería presionarla con más emociones.
Necesitaba café, ella necesitaba levantarse y ambos teníamos que
seguir con nuestras vidas. Los dos nos deslizamos fuera de la
cama, nuestros pies tocaron el suelo al mismo tiempo. Me puse de
pie, estirando los brazos sobre mi cabeza mientras mi espalda se
acomodaba a la nueva posición. Mis muslos se tensaron. Una
calidez reconfortante se extendió por mi cuerpo mientras los nudos y
retorcimientos se abrían paso fuera de mi cuerpo. Me encantaba la
sensación de mi cuerpo alineándose con el estiramiento matutino.
Fue entonces, cuando empecé a vestirme.
Winnie se metió en la ducha y pensé que no era inteligente
invadir su espacio. Si lo hubiera hecho, la hubiera hecho llegar tarde
al trabajo. Así que, mientras se duchaba y tarareaba suavemente,
preparé una taza de café para cada uno. Me serví la mía y me la
bebí rápidamente. Luego, preparé una taza para ella y la dejé junto
a la cafetera para cuando saliera de la ducha.
Con suerte, disfrutaría de ese pequeño gesto.
Sonreí mientras me aventuraba a salir de la casa. Eché un
vistazo a su motocicleta antes de empezar a reírme. Estaba tan
bonita montada en ella, el recuerdo del día anterior devolviéndola a
casa me inundó los pensamientos. Habíamos salido después de
nuestro maratón personal, para recogerla. Tratamos de hacer
malabares para montarnos los dos ya que no era lo más seguro que
se montaran más de una persona.
De todas formas, ese pequeño vehículo le sentaba muy bien a
Winnie. Me recordaba a la infinidad de veces que la había visto en
su bicicleta de pequeños, yendo y viniendo de la casa de mi madre
a cualquier hora de la noche. Mientras nos escabullíamos para
vernos durante ese verano; encontrando rincones por todo el
vecindario en los que ser libres, ella era casi una profesional con su
bicicleta. No debería haberme sorprendido lo más mínimo que ella
acabara conduciendo una motocicleta. Pequeña. Portátil. Fácil de
mantener. Casi como un memorial a su bicicleta.
Aunque eso me llevó a recordar que nunca había salido al
mundo a reclamar la vida que quería.
Lo que me dio un puñetazo de realidad en toda la cara, al estilo
Steve.
Paré un taxi y entré en él. Recité la dirección de la inmobiliaria y
pusimos rumbo a la oficina. Mientras firmaba los papeles y le
entregaba el cheque del pago inicial al propietario, me di cuenta de
que técnicamente, podría haber pagado la casa en su totalidad.
Pero quería guardar algo de dinero para pagar a los contratistas que
iban a hacer los arreglos que tanto necesitaba la casa: reemplazar
el techo, y ocuparse de la remodelación del porche.
Tal vez podría poner un jacuzzi con vistas al océano.
Las posibilidades eran infinitas en mi nuevo hogar, y eso me
llenaba de entusiasmo.
"Muy bien, señor Tripet. Los escanearé y se los enviaré por
correo electrónico de inmediato. Si lo desea, puede sentarse aquí y
esperar la confirmación. Puedo conseguirle una copia de todo lo que
necesita, y así puede salir de aquí hoy mismo con la llave de su
nuevo hogar."
Asentí. "Eso sería maravilloso. Gracias."
"¿Puedo traerle algo de beber mientras espera?"
Negué con la cabeza. "Estoy bien. Gracias de todos modos."
Mi teléfono vibró dentro del bolsillo de forma inesperada. No
pensé que esa cosa tendría batería después de estar toda la noche
sin cargar. Lo saqué y vi que tenía un par de mensajes de mamá,
ambos de anoche. Me reí mientras los abría y leía sus palabras.
Estaba preocupada por mí, como siempre. Le respondí
rápidamente, haciéndole saber que estaba bien y que me
encontraba en ese momento en la oficina de la inmobiliaria.
Acto seguido, vi que tenía un mensaje de Winnie.
Winnie: ¿Cena esta noche?
Sonreí como un idiota. Estaba excitado como un adolescente
con su primera cita. Eché un vistazo al agente inmobiliario para ver
si ya había terminado con el papeleo, para ver si podía salir de allí
antes y gritar de alegría. No lo podía creer. Winnie me había invitado
a cenar.
Puede que no supiera dónde estábamos cuando me desperté
por primera vez. ¿Pero ahora? Tuve una idea mejor.
"¿Está todo bien, Sr. Tripet?"
Asentí. "Todo perfecto."
"Bueno, por mi parte, ya está todo listo."
"Espera, ¿ya?"
"Mmm. Avisé al agente de ventas que estuviera atento por si
venías hoy a firmar los papeles. Y ya se ha confirmado la venta, así
que la casa ya está a su nombre Sr. Tripet."
Sonreí. "Genial. Muchísimas gracias."
Se levantó de su silla. "Esta es la carpeta con todos los
documentos de ambas partes, suya y del propietario. Firmado por
todas las partes ante un notario, el cual ha validado la compra."
"¿Qué pasa con los papeles que he firmado hoy? ¿No necesitan
ser autorizados por un notario?"
El agente asintió. "Lo estamos solucionando ahora mismo. Pero,
por su parte ya está todo hecho, así que la casa ya es suya. La
certificación ante notario es simplemente parte de nuestro trabajo,
para transferir la propiedad en los sistemas de registro de
propiedades. Le enviaré un mensaje de texto una vez aprobada la
certificación notarial y le enviaré una copia certificada a su nueva
dirección, si le parece bien que lo hagamos así."
"Perfecto," dije conteniendo la excitación.
El agente me tendió las llaves y yo alargué la mano para
cogerlas. No parecía real ese momento. Y, sin embargo, lo fue. Le
sonreí con agradecimientos mientras recogía todo en mis manos
para salir de la oficina: la carpeta con toda la información, las llaves
de mi nuevo hogar y mi teléfono. Todavía abierto. Listo para aceptar
la cita con Winnie.
Rápidamente edité el mensaje antes de enviarlo, esperando y
rezando para que Winnie aceptara mi contraoferta.
Salí de la oficina de la inmobiliaria con más luz en el alma que
nunca. Paré un taxi y decidí ir a la licorería. Necesitaba comprar un
poco de vino para la cena, si Winnie aceptaba mi plan. Además,
también necesitaba rellenar el armario de alcohol de mi madre, que
entre Steve y yo, casi acabamos con él. Básicamente lo habíamos
vaciado juntos.
"No eres lo suficientemente bueno para ella, y lo sabes."
Me paré en el pasillo del whisky, dudando si elegir entre una
buena infusión de arándanos, o bien una de canela. Cuando esas
palabras llegaron a mis oídos, abandoné mis esfuerzos. Me di la
vuelta lentamente, tratando de encontrar el rostro al que pertenecía
esa maldita voz.
De repente, mis ojos se encontraron con Kurt, y no pude evitar
soltar un suspiro de agotamiento.
"¿Por qué no nos dejas en paz en vez de meterte donde no te
llaman?" Le dije con voz seria.
Él rio disimuladamente. "Los tipos como tú no se quedan. No
eres de fiar, en el mejor de los casos la abandonarás en unos
meses. Ella se merece algo mejor que lo que tu puedas darle."
Arqueé una ceja. "¿Quieres decir que ella se merece a alguien
como tú? Me pregunto si su hermano sabe lo pesado que eres con
ella. O cuántas veces su hermana te ha dicho que no, sin que la
escuches."
"Steve y mi amistad con él no es asunto tuyo."
Me encogí de hombros. "Tal vez tengas razón. Pero si Winnie no
te quiere en su vida, quiere decir que su vida no es asunto tuyo. Lo
que significa que pase lo que pase entre nosotros, tampoco es
asunto tuyo."
"No te quedarás. Volverás a romperle el corazón como lo hiciste
la primera vez."
"Lo que tu digas. Hoy he hecho el pago inicial de mi nueva casa
delante de la playa. Así que, estoy seguro de que me quedaré un
tiempo por aquí."
Kurt dio un paso hacia mí. "No te recomiendo dar ese paso. No
te conviene ni a ti, ni a Winnie."
Cuadré mis hombros. "¿Y qué va a hacer al respecto, oficial?"
"¡Basta ya chicos!"
Escuché al encargado desde detrás del mostrador gritarnos,
obligando a Kurt a alejarse. Sus ojos me recorrieron de arriba abajo
antes de darse la vuelta, buscando una botella de licor al azar en el
estante. Mis ojos lo siguieron mientras se acercaba a la caja
registradora y arrojaba algo de dinero en efectivo frente al asistente
antes de coger de detrás del mostrador, una bolsa de papel. Un pez
gordo, tratando de demostrar que era el dueño del lugar. No pude
hacer más que negar con la cabeza y seguir con mi vida. Le di la
espalda antes de que saliera de la tienda, esperando que entendiera
lo poco que me importaba la influencia que pudiera tener un oficial
de policía cualquiera, como lo era él.
A continuación, cogí el whisky de arándanos de la estantería y fui
a pagar al mostrador, para así poder llegar a casa lo antes posible, y
empezar cuanto antes a prepararme para la cita con Winnie.
CAPÍTULO 24
WINNIE

E staba flotando en las nubes. Cada hora que pasaba, me sentía


más cerca de la cima del mundo. El lunes por la noche había
sido fantástico. Nuestra cita en mi casa seguía repitiéndose en mi
cabeza una y otra vez. Incluso dos días después, podía seguir
sintiendo el tacto de su piel contra la mía. Podía recordar el delicioso
sabor del vino en mis labios. Lo fuerte que lo abracé mientras
celebrábamos la compra de su casa nueva. Lo fuerte que me besó
en medio del postre que compartimos.
Recuerdo lo rápido que me quitó la ropa antes de irnos a la
habitación.
Cuando me sugirió en primer lugar cenar en mi casa, tuve
algunas dudas. Pensé que podríamos salir a buscar algo de comida
a la vuelta de la esquina. Ir a algún lugar público, donde los deseos
carnales no nos dominaran. Pero finalmente, me alegré de haber
aceptado su oferta. No solo trajo vino, sino que me dijo que no
cocinara. Había planeado traer todos los ingredientes para cocinar
algo juntos, y disfruté cada segundo compartiendo la cocina con él.
Bailamos juntos en la cocina. Además, me di cuenta de que era
muy bueno cocinando.
"Lo sé. Estoy sonriendo mucho. Me duelen hasta las mejillas.
Pero es que el lunes fue fantástico," dije.
Regué los tulipanes rojos y amarillos. A medida que se acercaba
la temporada de otoño, crecían cada vez más rápido y se abrían
más. Mientras tanto, yo seguía perdida en mis pensamientos.
"Espero que volvamos a vernos pronto. Tan pronto como
podamos. Las cosas son naturales y sencillas con él. Claro, que
viene acompañado con algo de dolor. Pero ¿qué cosa buena de la
vida no viene con algo de tristeza?"
Los capullos de las flores se balanceaban suavemente con la
brisa del ventilador que tenía en la habitación trasera, haciendo que
pareciera que estuvieran asintiendo conmigo, digiriendo con sus
almas la atención a mis palabras.
"Vosotras a veces solo me traéis problemas. Pero, aun así, sigo
viniendo a trabajar y tú acabas luciendo lo mejor posible. ¿Verdad?"
Le pregunté al tulipán.
El sistema de vaporización se encendió de repente, rociándome
toda la cara, como si a las mismas flores les hubieran perturbado
mis palabras, lo cual me hizo reír.
"Si. Eso es. Sé que tengo razón. Siempre la tengo."
Espolvoreé las flores y los brotes, antes de dirigirme con las
tijeras afiladas a recortar los tallos. Era hora de plantarlos en un sitio
más grande para que siguieran creciendo, y recolectar las que
estuvieran listas, para los ramos que mi madre necesitaba para la
temporada de otoño.
Amaba mi trabajo.
Mi mente se disipó de nuevo entre un tarareo, mientras me
preguntaba cuándo podría volver a ver a Ben. Anoche, le había
dicho de vernos, pero tenía algunos asuntos que arreglar en la
galería y no estaba disponible. Lo cual no me molestó demasiado, o
eso creo. Pero le extrañé en mi cama.
¿Él me estará echando de menos?
Saqué mi teléfono y vi que tenía un mensaje de texto suyo, lo
que me provocó una gran sonrisa. Abandoné a las flores por un
instante y me senté en el banco más cercano, hundiendo los pies
descalzos en la tierra blanda que había tirado esa misma mañana.
Abrí el mensaje y suspiré con alivio. Sus palabras me consolaban,
como siempre lo habían hecho, solo por saber que no era la única
que estaba perdiendo la cabeza con todo esto.
Ben: Quería que supieras que estaba pensando en ti. Las cosas
en la galería fueron muy bien ayer. Espero que te esté yendo bien el
trabajo y que no te moleste demasiado mi mensaje. ¿Quizás te
apetece que nos veamos esta noche?
Le contesté rápidamente, al ver la sombra de mi madre
moviéndose hacia la puerta del invernadero.
Yo: Yo también pienso en ti. Me alegro de que las cosas hayan
ido bien. Me encantaría que nos veamos. Solo dime cuándo y
dónde.
"¿Supongo que es Ben?"
Envié el mensaje y guardé el teléfono en mi bolsillo.
"Lo siento mama. Solo estaba contestando algo import...."
Me levantó la mano, deteniendo mis palabras en seco. Fruncí el
ceño mientras ella suspiraba, luego la vi caminar hacia mí. No me
regañó por ir descalza. No me dijo nada antes de señalar mis
sandalias. De hecho, no hizo nada de lo que solía hacer.
Hasta que se sentó y envolvió su brazo alrededor de mi espalda.
"¿Qué pasa? ¿Está todo bien?" Le pregunté.
"He estado pensando en nuestra conversación de esta mañana
con el café," dijo mamá.
"Ah."
Ella asintió. "Quiero que sepas que estoy orgullosa de ti."
"¿Qué quieres decir con eso mamá?"
"Estoy orgullosa de lo que has hecho con tu vida. Lo lejos que
has llegado a pesar de las batallas a las que te has tenido que
enfrentar. Trabajando a tiempo completo, sin parar, para conseguir
tu propio apartamento. Construirte una vida vaya, aunque sé que no
siempre ha sido fácil."
Asentí lentamente. "Gracias mamá."
"Sé que me sorprendió un poco cuando me dijiste que Ben y tú
habíais tenido una cita. Y sé que no dije mucho al respecto esta
mañana, pero tenía demasiadas cosas en la cabeza y no tenía
suficiente tiempo para gestionarlas."
"Mamá, si vas a decirme que deje de verle…," comencé.
"No, no. Para nada Winnie."
"¿Entonces qué pasa?"
Movió un mechón de pelo detrás de mi oreja. "Winnie, cuando
me dijiste que estabas embarazada, estaba tan...."
Tragué saliva mientras veía a mamá parpadear para contener las
lágrimas.
"Está bien, mamá. Puedes decirme lo que quieras," susurré.
Ella sollozó. "Estaba tan enfadada. A pesar de lo que me decían
todos los libros sobre la maternidad, estaba enfadada. Enfadada
contigo por desperdiciar tu futuro. Enfadada contigo por andar
viendo furtivamente a Ben. Enfadada contigo por no haber pensado
más en protegerte, con lo que me esforcé en enseñarte ese tipo de
cosas cuando eras una adolescente."
"Lo siento mamá."
Ella sacudió su cabeza. "Déjame hablar. Déjame sacarlo."
"Vale, vale."
Su mano cayó en mi rodilla. "Pero cuando vi lo feliz que te hacía
la idea del bebé, me alegré por ti. Mi hija adolescente, embarazada
de mi primer nieto. Eras toda una mujer. Oh, estaba tan feliz el día
que descubrimos que Hope era una niña. Ya tenía vestidos mirados
para comprar y lugares para llevarla y mil cosas que quería
enseñarle."
"Entiendo mamá."
"Pero cuando perdimos a Hope, vi a mi hija caer en espiral. Mi
propia niña aislada del mundo. Durmiendo todo el día. Sin comer.
Perdiendo más y más peso. Yo... yo no sólo pensaba que había
perdido a una nieta. Pensaba que te había perdido a ti también hija.
Y me asusté muchísimo, Winnie."
No pude evitar emocionarme. "Lo siento mama. De Verdad."
Ella tomó mi mejilla. "Lo que quiero decirte hija, es que han
pasado muchos años desde que te he visto sonreír de esa manera.
Desde que te escuché tararear de la forma en que te escuché
tararear. La luz que brilla a tu alrededor es más brillante que nunca.
Y calienta mi alma. Me alegra saber que finalmente te estás
curando. Que finalmente estás consiguiendo tu cierre. Que hayas
encontrado lo que necesitas para seguir adelante. Porque te lo
mereces, cariño. Te mereces todo esto y mucho más."
"Gracias."
"Solo quiero que tengas cuidado."
"Lo sé, mamá, y lo haré. Lo prometo."
"Quiero que te asegures de cuidarte. Ben sigue siendo su propia
persona, y su vida es suya. Puede quedarse o puede irse. No sé lo
que os deparará el futuro. Solo recuerda esta felicidad y hazla tuya.
Y recuerda que no proviene de una persona, ni de un lugar, ni de un
recuerdo. Viene de ti, cariño. Viene del cierre que has conseguido y
de la culpa que, por fin, te has quitado de los hombros. ¿Vale?
Viene del arduo trabajo que has hecho y las decisiones que has
tomado para llegar aquí."
asentí. "Vale mamá."
Mi madre me envolvió en un abrazo, y yo la abracé de vuelta con
fuerza. Enterré mi cara en el hueco de su cuello mientras lloraba
suavemente contra mi hombro. Quería decirle que Ben se quedaría.
Quería decirle que acababa de comprar una casa. Quizás ella ya lo
sabía. En esta ciudad era imposible tener secretos. Pero, aunque lo
supiera, no quería que pensara que estaba apostando de nuevo mi
futuro en alguien del pasado, porque tenía toda la razón con sus
palabras.
Quería creer tanto como ella, que esta felicidad también se
mantendría. Incluso si no lo hacía.
"Y ponte los malditos zapatos, mujer," murmuró mamá.
Le sonreí. "Sí, señora."
Las dos nos secamos las lágrimas y volvimos al trabajo. Con la
esperanza de ver a Ben esa noche, la sonrisa de mi rostro no me
abandonó en todo el día. Rocié las flores con agua, recorté el follaje
seco y sus excesos, planté las semillas nuevas y corté las flores que
mamá quería usar en los ramos para los pedidos que iban llegando.
Las vacaciones de los demás, eran nuestra época más ocupada del
año. Por eso, en esas épocas siempre intentaba doblar mis
esfuerzos de producción. Sin embargo, sabía que pronto nos
quedaríamos sin espacio para plantar más flores, lo que significaría
que tendríamos que parar de aceptar pedidos.
Quizás este año sería el año en que convencería a mamá de
ampliar el invernadero y mi área de trabajo, para que pudiéramos
asumir la cantidad de ventas que nuestros clientes pedían.
Seguí mirando el reloj, esperando ansiosamente que llegaran las
cuatro y media para acabar la jornada. Y en el segundo en que esas
manecillas del reloj se alinearon, me limpié las manos. Salí
corriendo de la floristería dirección a casa, con la esperanza de
tener tiempo suficiente para ducharme y arreglarme para dejar
boquiabierto a Ben. Todavía no había recibido ningún mensaje suyo.
Así que, por el momento, no teníamos una hora y lugar fijados. De
todas formas, quería estar lista por si finalmente quedábamos.
"¡Adiós, mamá! ¡Te amo!"
"Adiós cariño. ¡Nos vemos mañana para el café!"
Cuando me abrí paso por la puerta principal de la tienda, me
tuve que detener en seco.
"Hola preciosa."
Allí estaba Ben, apoyado en su bonito coche con las manos en
los bolsillos. Miré mis tejanos cubiertos de tierra y mi blusa
manchada de verde. Estaba apartándome los mechones de pelo de
mi frente sudorosa, cuando mis ojos se encontraron con los suyos.
Comencé a sonreír de los nervios, lo que se convirtió en risa;
que se convirtió en carcajadas cuando vi lo guapo que estaba en
comparación con lo sucia que estaba yo del trabajo.
"Bueno, ¿vas a venir a darme un beso o qué?" Preguntó Ben.
Corrí hacia él, lanzando mis brazos alrededor de su cuello. Me
levantó y me hizo girar, con su rostro presionado en el hueco de mi
cuello. Oh, su calidez. Qué sorpresa tan bonita después de un largo
día de trabajo. Aspiré el aroma de su colonia, la sensación de su piel
recién afeitada contra mi piel. Sonreí cuando me dejó en el suelo y
me tomé la libertad de sacudirlo.
"Te he ensuciado. Lo siento," dije riendo.
"No importa allí donde vamos," dijo.
Hice una pausa. "¿Qué significa eso?"
"Significa que quiero llevarte a dar un paseo mientras te cuento
qué pasó ayer en la galería. Ya sabes, antes de pedirte que asistas
formalmente a mi inauguración este fin de semana."
Jadeé. "Espera, ¿conseguiste una exhibición solo de tu trabajo?"
Asintió. "Este fin de semana. Viernes y sábado noche. Y quiero
que vengas conmigo. Pero ya me responderás más tarde. Tengo
preparada una canasta de pícnic en el asiento trasero del coche y
tengo pensado un lugar muy especial que está esperándonos."
"Espera, ¿no me llevarás a ...?"
"No, no. No te llevaré a la casa todavía. Necesito mudarme
primero. Y acabar de preparar algunas cosas. Pero tengo un destino
aún mejor para hoy."
Cuando su mano descendió sobre mi brazo, sonreí.
"Entonces, guía el camino, guapo. Siempre me ha encantado
hacer picnics."
CAPÍTULO 25
BEN

A rreglé mi traje mientras estaba en la sala de estar de la casa


de Winnie. Quería pasar por su casa para que pudiera asearse
después del trabajo. Fuimos a su casa y salió corriendo como un
torbellino, besando mi mejilla y diciéndome que le diera media hora
para que se arreglara. Le dije que podía tardar todo lo que quisiera,
no teníamos prisa. La inauguración de la galería no comenzaba
hasta las ocho. Pero ella había decidido que fuéramos a cenar
primero, y ¿quién era yo para negarle a una mujer tan preciosa una
cita?
Las cosas nos habían ido muy bien últimamente. Y no quería
que terminaran jamás.
"¿Hora?"
"¡Cuatro treinta y seis!"
"¿Hora?"
"¡Cuatro cuarenta y dos!"
"¡Ben! ¿Hora?"
Me reí. "¡Realmente necesitas un reloj en tu dormitorio!"
Ella rio. "¡Necesito la hora, tonto! No puedo estar mirando mi
teléfono."
Sonreí. "¡Cuatro cincuenta y uno, preciosa!"
Me volví hacia la única ventana de su sala de estar y miré mi
suave reflejo. Pasé mis manos por el abrigo negro de cuello de
terciopelo. Aparentemente, la insistencia de mi padre con los trajes
a medida finalmente había sido útil. Estaba feliz de haber tenido el
suficiente sentido común, como para mantener un par de ellos
cerca. Si las galerías iban a ser algo habitual en mi vida, necesitaba
al menos un par de trajes para las inauguraciones.
Aunque otra opción podría ser reponer lo que dejé atrás, con mi
propio estilo. Algo que mi padre siempre odió de mi armario.
"¿Hora?"
Miré mi reloj. "¡Cinco en punto, en punto!"
"Perfecto. Estoy lista."
Me di la vuelta cuando el chasquido de los tacones alcanzó mis
oídos. Cuando Winnie salió del pasillo, me dejó boquiabierto. Mis
ojos no pudieron hacer otra cosa que recorrer todo su cuerpo, que
lucía tan espectacular con ese vestido color amarillo brillante. Sus
tacones a juego dejaban al descubierto sus preciosas piernas,
dándole sitio a esas curvas que me habían vuelto loco desde niño.
Me sonrió mientras sostenía su bolso con perlas salpicadas por los
bordes.
Perlas que hacían juego con las de su cuello y sus pendientes
dándole el toque de luz perfecto.
Winnie. Te ves...."
Ella sonrió. "¿Suficientemente bien?"
Casi me tragué mi maldita lengua. "Te ves impresionante."
Nunca podría haber sabido, si no lo hubiera visto con mis propios
ojos, que esa mujer acababa de pasar ocho horas con las manos y
los pies metidos en tierra. Sus labios rojo rubí brillaban como rosas,
mientras su pelo ondulado caía suavemente por su espalda. Caminó
hacia mí y se puso de puntillas, dejando el beso más suave y dulce
en mi mejilla. El calor de su presencia recorría mis venas; mis ojos
se cerraron y mis manos se deslizaron alrededor de sus caderas.
La acerqué más a mí, no queriendo dejarla ir nunca.
"Vamos a llegar tarde si sigues tocándome así," susurró.
"Me importa una mierda," murmuré.
"¿Y qué hay de las doce obras de arte que te esperan en la
galería para ser presentadas?"
Presioné con un suave beso su cuello. "¿Qué pasa con ellas?"
Ella se rio y me golpeó juguetonamente. Me apartó mientras
clavaba sus ojos en los míos. Esos hermosos ojos verdes
iluminados de emoción. De felicidad. De aventura. Esos remolinos
esmeraldas en los que quería fundirme. Su belleza me inundaba,
haciendo mi piel fruncirse y mi corazón detenerse. Levanté mi mano
y ahuequé su mejilla, robando su calor como si fuera mío.
"Estás preciosa, Winnie."
Ella sonrió suavemente. "Tú tampoco te ves tan mal, guapo.
Pero es mejor que nos vayamos ya. Me muero de hambre y tienes
que estar en la galería una hora antes de que empiece la
exhibición."
Le ofrecí mi brazo y la acompañé escaleras abajo. Cerró su
apartamento antes de que camináramos hacia mi coche. Le ofrecí
mi mano, ayudándola a entrar, mientras se sentaba con gracia en
los asientos de cuero. Todavía no había cambiado mi coche por el
vehículo todoterreno que quería para la playa, y me alegré de no
haberlo hecho todavía.
Quería tener la oportunidad de impresionar un poco a Winnie con
el Audi.
"Es muy elegante este coche," dijo riendo.
Sonreí. "¿Disfrutando de los asientos de cuero?"
"Nunca pensé que el cuero pudiera ser tan suave. Siempre me
pareció muy basto y duro."
"Lo es, cuando es barato. Pero este coche no es barato."
"Lo sé, me pongo hasta nerviosa cada vez que me siento."
Me reí. "Bueno, pronto lo cambiaré, así que vamos a disfrutarlo."
"¿Y eso?"
Asentí. "Quiero algo que pueda llevarme a la playa. Algo que
pueda conducir por la arena."
"Tiene sentido, ya que habrá mucha arena en tu casa nueva."
Sonreí. "También será mucho mejor para los picnics sorpresa
tener la costa cerca."
Le guiñé un ojo y ella se sonrojó. Su rostro se tiñó,
complementando perfectamente el color de sus labios. Cerré la
puerta y corrí a mi lado, listo para llevarla a cenar. Había reservado
en un restaurante, no muy lejos de la galería. Quería darnos todo el
tiempo posible, para disfrutar de la cena antes de salir. Entré en el
coche, y Winnie colocó su mano en mi rodilla. Las yemas de sus
dedos dibujaban círculos sin sentido contra mi pierna, lo que
dificultaba un poco mi nivel de concentración en la carretera. Sus
roces encendieron una necesidad dentro de mí, la suavidad de su
piel me provocaba, mientras mis pantalones me negaban la
comodidad total de su tacto.
Envolví mi mano alrededor de la suya, paralizando sus
movimientos, sosteniendo su mano y evitando la tortura de su
cuerpo moviéndose contra el mío.
Porque tenía que sobrevivir a una noche entera, antes de que
pudiera quitarle ese maldito vestido y hacerla mía de la manera que
había imaginado desde el momento en que apareció por el pasillo.
"Espero que te guste un buen entrecot. Porque se supone que
este asador es el mejor de la zona," le dije.
"No he comido un buen entrecot en mucho tiempo. Así que
suena delicioso."
A pesar de que la noche giraba alrededor de la exhibición de mis
obras de arte, quería consentir a Winnie con todos los lujos que
pudiera. Ella se merecía eso y más, y si yo podía dárselo, no me lo
iba a pensar dos veces.
Nos detuvimos en el aparcamiento del asador y Winnie me cogió
de la mano. Difícil. Sabía que la estaba sacando de su zona de
confort habiéndose mantenido encerrada durante tanto tiempo, pero
quería que supiera que estaba con ella en cada paso que dábamos.
Salí rápidamente y caminé alrededor del coche. Abrí su puerta y le
ofrecí mi mano, deslizando mi brazo alrededor de su cintura y
abrazándola mientras entrábamos al restaurante.
Incluso me aseguré de pedir una mesa lejos de la multitud, una
vez entramos.
Saqué la silla de Winnie y la ayudé a sentarse. Ella también se
reía cada vez que hacía algo así. Sabía que no estaba
acostumbrada. Pero quería que lo hiciera. Porque si iba a tener otra
oportunidad de estar en su vida, me aseguraría de que se sintiera
como el tesoro que era. La trataría como una reina, lo que era para
mí, hasta que me dijera que parara de hacerlo.
"Bienvenidos a G.B.'s. Mi nombre es Abbie y seré vuestra
camarera esta noche. ¿Empezamos con la bebida? ¿Algún
aperitivo? Nuestras piruletas de cordero son el plato estrella, si me
permiten aconsejarles."
Winnie tarareó. "Eso suena maravilloso. ¿Podemos pedir uno de
esos?"
Sonreí. "Pide lo que quieras, tu elijes. ¿Vale?"
Hicimos nuestros pedidos, y la camarera se fue para llevarlos a
la cocina y hacerse con nuestras bebidas. Tan pronto como se alejó
de la mesa, acerqué mi pierna a la de Winnie. Dejé que nuestras
piernas cayeran juntas de forma natural, viendo cómo ese suave
rubor se deslizaba por su cuello. Disfrutaba viendo cómo su piel
blanquinosa cambiaba de color. La forma en que sonreía. La forma
en que se reía. Tan pura. Tan preciosa.
Muy parecida a la Winnie que recordaba.
"Bueno que, ¿estás nervioso por la apertura de tu galería?" me
preguntó.
Negué con la cabeza. "Estoy más nervioso por estrechar la
mano de todas esas personas importantes dentro del mundo del
arte y establecer una buena relación con ellos."
"¿Por qué estás nervioso por eso?"
"Me refiero a que, las obras de arte que he expuesto hasta ahora
se han vendido de sus paredes en cuestión de días, lo cual está
muy bien. Pero podrían detenerse por completo las ventas si no doy
la mejor impresión posible hoy. Leí un artículo que decía que el
sesenta y tres por ciento de las personas dejan de comprar el
trabajo de un artista si no les gusta quién es el artista. Eso significa
más de la mitad del beneficio que puede tener un artista."
Ella puso su mano sobre la mía. "Lo vas a hacer genial. Y voy a
estar contigo todo el tiempo. ¿Vale? Haré todo lo que esté en mi
mano para que sea lo más sencillo que hayas hecho jamás."
Entrelacé nuestros dedos. "No sé qué he hecho para merecerte."
Ella se encogió de hombros. "Bueno, la verdad es que es porque
eres atractivo."
Me reí. "Gracias, chica."
"Hablando en serio. Ese traje te queda increíble. Sé que no eres
una persona que suela vestir trajes, pero te queda realmente bien."
"No me lo digas demasiado, podrías inflar mi ego."
Después de que la camarera trajera nuestras copas de vino; las
piruletas de cordero aterrizaron frente a nosotros. Vi a Winnie coger
una, mientras admiraba la forma en que sus labios la envolvían.
Disfrutamos el aperitivo en silencio. La carne prácticamente se
desprendió del hueso en cuanto tocó mi boca. Winnie seguía
gimiendo suavemente por la comida, realmente esa piruleta de
carne estaba deliciosa.
Luego, levanté mi copa de vino.
"Por una noche que, con un poco de suerte, ambos
recordaremos. Que de aquí salgan cosas buenas para nuestro
futuro, que construyamos recuerdos para mantenernos unidos, y
que cualquier cosa que nos depare el futuro sepa tan bien como
este momento," dije antes de brindar.
"Vaya, que así sea. Brindemos," dijo Winnie.
Chocamos nuestros vasos y nos acomodamos en nuestros
asientos. Quería que supiera que ella era mucho más que solo sexo
para mí. Quería que supiera que me quedaría con ella. Quería que
supiera que hablaba en serio sobre ella, su felicidad y sobre lo que
sea que nos deparara el futuro.
Quería que cuando esa noche acabara, supiera perfectamente
que me tenía a sus pies.
Incluso si no teníamos todavía claro que éramos el uno para el
otro.
CAPÍTULO 26
WINNIE

C orrí junto a Sara mientras pasábamos por debajo del puente;


sonriendo en silencio mientras seguíamos hacia las rocas. Ese
domingo Sara y yo hicimos mi tramo de cinco kilómetros de ejercicio
juntas. Últimamente me había desviado tanto de mi rutina que me
sentí bien al volver a la normalidad: volver a la playa un domingo por
la mañana y correr hasta que mis piernas se sintieran débiles. Sara
jadeaba a mi lado. Parecía que no había estado corriendo desde la
última vez que la había arrastrado a hacer un poco de ejercicio. Le
sonreí antes de empezar a correr más deprisa, aumentando mi ritmo
cardíaco justo antes de llegar a las rocas.
Cuando colapsé sobre una de ellas para sentarme, Sara se
acercó a mí con las manos en las caderas, respirando como si se
estuviera a punto de morir.
"Mierda, esto ha sido una carrera seria."
Me reí. "Y todavía tenemos que volver."
Ella se dejó caer a mi lado. "Yo digo que caminemos hasta la
carretera principal y llamemos un taxi."
Me morí de risa. "Descansa un poco anda. Empezaremos la
vuelta en unos quince minutos."
"¿Se puede saber qué te hace estar tan enérgica?"
"¿Qué?"
"Que vas acelerada, amiga. ¿Sabes, como si alguien te
impulsara? ¿A qué se debe? Te conozco y hacía mucho que no te
veía tan activa."
"Eres muy extraña Sara."
"Dice la chica que se gana la vida cavando tierra."
Sonreí. "Ben y yo hemos tenido varias citas estos últimos días."
"¿Y tu mejor amiga se entera ahora?"
"No voy a mentirte; me sorprende que la ciudad no esté
cotorreando sobre nosotros y que no lo sepa ya todo el mundo."
Sara me puso en pie. "No. No he escuchado nada. Cuéntamelo
todo. ¿Qué está pasando? ¿A dónde te llevó? Joder, ¿habéis tenido
sexo?"
Me sonrojé. "De una en una Sara."
Ella explotó. "¡Os habéis acostado!"
Me dio un manotazo en el brazo mientras yo me deshacía de la
risa. Mientras las olas chocaban contra las rocas, y una brisa se
levantaba. Una tormenta se estaba gestando en el océano,
abriéndose paso hacia la costa. Teníamos que darnos prisa y volver
al coche de Sara a menos que quisiéramos correr bajo la lluvia para
terminar nuestro trote.
"Ahora en serio, ¿te está tratando bien?" me preguntó.
Asentí. "Como un caballero. Pasó la noche en mi casa el fin de
semana pasado, y me desperté el lunes por la mañana, y
simplemente... me siento cómoda, como si todo fuera natural
hacerlo a su lado."
"¿Qué más? Dime. Cuéntamelo todo, antes de que esta
tormenta nos coma vivas."
El cielo ya se estaba oscureciendo y me puse de pie.
"Hablamos mientras corremos. Venga."
Ella gimió. "Vale, Vale. Pero más te vale que los detalles sean
buenos."
Empezamos a correr calmadamente, siguiendo la costa.
"Bueno, cenamos en mi casa el lunes por la noche. Ben trajo
vino y comida para que cocináramos juntos. Luego, me sorprendió
fuera del trabajo el miércoles por la tarde y me llevó a un pícnic."
Sara jadeó. "Oh, que bonito. ¡Te está tratando como una reina!"
"Si, realmente así está siendo. En este puente, es donde hicimos
el pícnic."
"Espera, ¿te refieres a donde vosotros dos...?"
Asentí. "Sí. Se ha convertido en nuestro sitio."
"¿Y eso no es extraño para ti?"
"¿Por qué debería serlo?"
"No lo sé. Perdiste tu virginidad ahí abajo. Tu vida entera cambió
ahí abajo. ¿Y ahora te lleva a hacer picnics?"
Sonreí suavemente. "Ese lugar también tiene muchos recuerdos
y dolor para él. De una manera extraña, ha sido casi terapéutico.
Nos ha abierto a tener muchas conversaciones honestas."
Sara respiró con más fuerza. "Bien, me alegra saberlo."
"Abrió su galería de arte este fin de semana. Me llevó el viernes.
Me recogió. Cenamos."
"¿Y entonces tuvisteis sexo?"
Me reí y aceleré el ritmo. "¿Eso es todo en lo que piensas? De
hecho, no lo hicimos. Me dejó, me dio un beso y eso fue todo."
"¿En serio? Bueno, te ves más feliz de lo que te he visto en
años, así que, debe ser algo bueno."
Me detuve debajo del puente. "Creo que lo es. Quiero decir, me
siento más yo misma de lo que me he sentido en mucho tiempo."
Sara se puso las manos en las rodillas. "Estoy muy feliz por ti,
Winnie. Mereces ser feliz de nuevo. Pero será mejor que Ben ande
con cuidado, porque si vuelve a hacerte daño, no será solo Steve
quien le haga algo."
Cerré mis manos detrás de mi cabeza. "¿Qué, vas a patearle el
trasero si me rompe el corazón?"
"Si tengo que hacerlo, sí."
Sonreí. "Eres una buena amiga, Sara."
La lluvia se desató y estalló un trueno. Un rayo brilló en el cielo.
"Sí lo soy, sí. Esa es la única razón por la que te perdono que me
tengas aquí, casi muriéndome asfixiada."
Me reí. "Bueno, si siguieras haciendo ejercicio sin mí, no estarías
sufriendo tanto."
Puso sus manos sobre mis hombros mientras las olas golpeaban
más fuerte y el viento aullaba con más fuerza. La lluvia caía de
costado, golpeándonos bajo ese maldito puente.
"Me alegro de que estés feliz de nuevo, Winnie. Eso es todo lo
que me importa. Si estás feliz, yo estoy feliz."
"Mi madre me dijo lo mismo. Gracias de corazón."
Las dos despegamos bajo la lluvia, corriendo y riendo mientras
nos dirigíamos de vuelta hacia el coche de Sara. Rápidamente nos
subimos y encendió el motor, haciendo que el aire caliente entrara
para que no nos constipáramos. Atravesamos la ciudad, mientras
ella conducía, hacia mi casa con la lluvia cayendo más fuerte que
antes. Salté rápidamente de su coche y le dije ‘adiós’ antes de
correr dentro de mi edificio para protegerme de la lluvia.
"Me preguntaba cuándo volverías."
Salté ante el sonido de la voz de Steve. "Joder, qué susto Steve."
Él rio entre dientes. "¿Tienes hambre?"
Cogió una pequeña caja de donuts y dos tazas de café que traía
con él, y mi estómago empezó a gruñir. Fuimos juntos al piso de
arriba y abrí mi apartamento. Luego, fui a cambiarme de ropa.
Envolví una toalla alrededor de mi cabello empapado; me puse los
pantalones más cómodos que tenía y una camiseta suelta; antes de
sentarme al lado de mi hermano en el sofá, lista para probar los
donuts que había traído.
"No te he visto mucho el pelo, últimamente," le dije.
Steve encogió de hombros. "He estado ocupado en comisaría."
"¿Y esto no tiene nada que ver con que Ben y yo nos estemos
viendo?"
"Lo creas o no, mi vida no gira en torno a él."
Me reí. "Casi me lo trago."
Me entregó mi café. "En realidad, conocí a una chica."
"Espera, ¿una chica? ¿De verdad?"
"¿Qué cojones significa eso?"
"¿Una chica real? ¿Una que camina y habla?"
"¿Con qué tipo de chicas crees que salgo?"
Mis cejas se levantaron de sorpresa. "¿En serio?"
Y cuando Steve sonrió, me quede estupefacta de alegría.
"Mierda. ¡Me has estado ocultando que estás quedando con una
mujer!"
Lo empujé juguetonamente y su sonrisa se convirtió en risa.
"No es nada serio."
"¿Ella también es policía?" Le pregunté.
El asintió. "Sí. Trabaja en la siguiente zona. Trajo esposado a un
tipo que estábamos buscando desde hacía tiempo. Lo capturaron
borracho medio tirado en un bar. Desde entonces, estamos
hablando y parece que tenemos muchas cosas en común."
"¿Por un tipo borracho? Qué románticos sois los policías."
"Cállate," murmuró.
Sonreí. "¿Ya la has invitado a una cita?"
"Estoy pensando cómo hacerlo."
"¿Qué? ¿Aún no se lo has preguntado? Vamos, ese es el primer
paso, hermano. Tienes que atreverte antes de que otro la invite a la
sala de archivos."
Él rio. "Ya tengo su número. Estoy pensando en invitarla a salir
esta noche."
Sonreí. "Me alegro mucho por ti, Steve. Me hace feliz ver que
alguien te gusta."
"Gracias hermanita."
"Porque eso significa que no estarás constantemente
controlando donde estoy."
Él rio entre dientes. "Ya te gustaría."
Me apoyé contra él. "Te lo digo de verdad. Estoy feliz por ti. Es
bueno vernos salir de la amarga vida que hemos pasado estos
últimos años."
Besó la parte superior de mi cabeza. "Supongo que vale la pena
tener un buen modelo a seguir."
Los dos comimos nuestros donuts en silencio antes de que él
suspirara.
"¿Lo amas, Winnie?"
Sonreí suavemente. "Nunca dejé de amarlo, Steve."
Él suspiró. "Si Ben te vuelve a hacer daño, se acabó. Acabo con
él. Te lo digo en serio."
"Lo entiendo, Steve."
"Solo quiero lo mejor para ti. Quiero que seas feliz."
"Y lo soy. Ben me hace feliz. Por primera vez en años, siento que
me estoy moviendo hacia algo nuevo que me hace feliz."
Se acurrucó más a mi lado. "Me alegro Winnie. Te lo mereces."
"Has puesto tu propia vida en espera durante mucho tiempo
intentando recoger mis pedazos. No puedo agradeceros lo suficiente
todo lo que habéis hecho por mí y por todo lo que seguís haciendo,
pero es hora de que los dos sigamos con nuestras vidas. Ambos
nos lo merecemos."
Mientras estábamos sentados en mi sofá, tomando nuestro café
y mirando la televisión apagada, cerré los ojos. La verdad se instaló
profundamente en mi corazón, esparciendo tanto miedo como
consuelo por todo mi cuerpo.
Realmente no había dejado de amar a Ben. Ni por un segundo.
Podría haber sido eclipsado por otras cosas. Depresión. Ira.
Volatilidad. Desesperación. Pero el amor nunca se desvaneció.
Nunca desapareció.
Simplemente se quedó en silencio. Eso es todo.
De repente, las cosas en mi apartamento empezaron a cambiar.
Las paredes parecían más vacías de lo habitual. El suelo estaba
más rayado. La televisión parecía anticuada y el sofá olía fatal.
Mis ojos continuaron analizando el apartamento, mientras algo
en mi cambiaba, no sabía que para siempre. Tuve uno de esos
momentos reveladores. Cuando vi el pequeño apartamento con
nuevos ojos, la conmoción recorrió mi cuerpo.
Ese lugar parecía una pesadilla.
Era un recordatorio de todo el dolor que había experimentado.
Toda la perdida. Toda la tristeza. Lo que antes simbolizaba volver a
ponerme de pie ahora simbolizaba la prisión en la que me había
encerrado.
No era de extrañar que mi padre odiara venir a este lugar. No es
de extrañar que Steve siempre estuviera aquí tratando de arreglar
las cosas. Era una guarida de depresión y oscuridad.
Y había estado viviendo en ella durante demasiado tiempo.
Había venido aquí para lamerme las heridas en privado después
de perder a Hope. Vine aquí para alejarme de la insistencia de mis
padres de que continuara con mis sesiones de terapia. Había
firmado un contrato de alquiler en este lugar; tener un sitio para
llorar tranquila, no un lugar privado para sanar.
"¿Todo bien?" Preguntó Steve.
Sonreí suavemente. "Podríamos darle una nueva capa de
pintura a este sitio tan triste, ¿no?"
Lentamente miré a mi hermano y sus ojos se iluminaron.
"Sí, sería buena idea."
"Y el suelo de madera necesita pulirse."
Él sonrió. "Joder, ya era hora de que lo vieras."
"Y mi televisor realmente necesita que lo actualice."
"Llevo diciendo eso durante meses."
Me puse de pie. "Hablaré con mamá por teléfono. Ella sabe más
de colores que yo."
"Y creo que papá todavía tiene ese aparato para pulir el suelo.
Estoy seguro de que puede traerlo."
Cada uno de nosotros sacamos nuestros teléfonos y llamamos a
nuestros padres con sonrisas en la cara, un plan en la cabeza y la
esperanza finalmente floreciendo en nuestros corazones.
La esperanza, fue precisamente lo que empezaba a curarme.
CAPÍTULO 27
BEN

S onreí mientras ponía la taza de té que mi madre me había


preparado, frente a ella. Era el segundo domingo consecutivo
que me pasaba a la quedada que mi madre organizaba de "té y
amigos," se estaba convirtiendo en nuestra nueva y divertida rutina.
Té por la mañana, una buena comida por la tarde y una película por
la noche. Un pequeño día para mí, para relajarme con la familia. Me
hacía sentir bien dedicarme algo de tiempo a mí mismo y
relacionarme un rato con los amigos de mamá. Aunque reconozco
que el momento que disfrutaba más era cuando todos se iban y nos
quedábamos simplemente nosotros dos.
"Otro té negro con miel para la mujer más bonita de la ciudad,
por favor," dije.
Mamá se rio. "Gracias por venir y pasar tiempo con nosotros,
Ben."
"De nada, mamá. Lo creas o no, yo también lo he disfrutado
mucho."
Las cosas estaban mejorando poco a poco. Había creado ya el
plan de la reforma para mi casa nueva, y comenzado a buscar
trabajadores para que empezaran con ella. Ya había encontrado
quien me hiciera el techo, teníamos programada la primera sesión
esta semana para empezar a reemplazarlo. Entre todo ese caos,
varios especialistas en suelos de madera habían empezado a rasgar
la alfombra y poner el suelo nuevo. Así que, solo me faltaba
encontrar un pintor decente para arreglar la planta baja, y la casa ya
estaría lista para que entrara a vivir.
Tres semanas, como mucho, y tendría listo mi rincón en la playa.
No podía aguantar más las ganas de mudarme.
"Qué hijo, ¿sabes cuándo te vas a mudar?" Preguntó mamá.
Bebí un sorbo de café. "¿Lista para deshacerte de mí?"
"Para nada hijo, mi casa siempre será tu casa. Sólo preguntaba
cómo iba la organización."
"Si todo va bien, y siendo algo optimista, en tres o cuatro
semanas, estará todo arreglado y listo, Como mucho, mucho, en
seis. Pero espero que antes."
"¿Encontraste a alguien con quien ir a elegir y comprar los
muebles?"
Sonreí. "No pensaba llevar a nadie más que a ti mamá. No lo
dudes."
"Porque tengo muy buen gusto, ¿no?"
Le guiñé un ojo. "Claro. Sólo hace falta mirarte, desprendes
glamour mamá."
Se burló de mis palabras dándome una pequeña patada por
debajo de la mesa, haciéndome estallar en carcajadas. Mientras
tanto, ella sonreía mientras agarraba su taza de té, sacudiendo la
cabeza suavemente hacia mí. Disfrutaba metiéndome con ella,
especialmente porque ella siempre lo había hecho conmigo, y era
como nuestro jueguecito. Estaba a punto de hablarle de un sofá
precioso que vi el otro día, cuando de repente, una puerta se cerró
bruscamente detrás nuestro armando un fuerte estruendo.
Cuando me di la vuelta a ver qué pasaba, vi a Kurt irrumpiendo
en la cafetería.
Todo el mundo estaba disfrutando de sus conversaciones de
domingo, hasta que el oficial entró con sus maleducadas formas,
haciendo guardar silencio a toda la cafetería. Iba con su uniforme de
policía y su cinturón con la pistola balanceándose mientras
caminaba, sus ojos se encontraron con los míos, y puso dirección a
nosotros sin pensarlo un segundo. Mi estómago dio un vuelco. Me
levanté rápidamente, poniendo una barrera entre mi madre y él.
Él frunció el ceño. "Eres un verdadero hijo de puta, ¿lo sabías?"
Fue lo último que escuché antes de que su puño golpeara mi
pómulo. Mi madre gritó mientras toda la cafetería jadeaba
intentando parar la escena. La escuché caer de su silla, y ahí fue
cuando el caos estalló a mi alrededor. De repente, una rodilla subió
a mi caja torácica y caí de rodillas.
"¡Ben!" Exclamó mamá.
"Levántate si eres un hombre," gruñó Kurt.
"Gracias amigo, por lanzar el primer puñetazo," le respondí.
Salté del suelo devolviéndole el puñetazo en la barbilla,
lanzándolo desde casi el suelo, directo a su cara. Luego di un paso
hacia él y me agaché para agarrar su brazo y tirar de él. Tenía mis
dos manos agarrando su uniforme, sentía todo el cuerpo dolorido
por lo que le estampé contra la pared, para encontrar algo de alivio.
"¡Oiga, venga aquí ahora mismo! ¡Uno de sus oficiales acaba de
agredir a mi hijo!"
Escuché a mi madre de fondo recitando los acontecimientos a la
policía, todos los demás se habían apartado hacia las esquinas de
la cafetería para escapar de la pelea. Las fosas nasales de Kurt se
ensancharon de ira mientras lo empujaba contra la pared. Me asaltó,
tirándome de vuelta a una mesa de café. Las tazas se estrellaron
contra el suelo cuando lo giré, tirándolo al suelo.
"Haré que te arresten por agredir a un oficial," me escupió.
"¡No cuando ese oficial agrede a mi hijo primero!" Exclamó
mamá. "Hay muchos testigos que te vieron lanzar el primer
puñetazo Kurt."
Sentí unas manos sobre mí apartándome de Kurt. Solo recuerdo
escuchar mi respiración mientras me apartaban de él. Kurt se volvió
a poner en pie lanzándose a atacarme de nuevo, pero algunos
clientes lo detuvieron y finalmente decidieron involucrarse antes de
que destrozáramos todo el lugar.
"Oye. ¡Oye! ¿Puedes oírme?"
Una voz ahogada llegó a mis oídos. Un pequeño hombre se paró
frente a mí, estirando su cabeza hacia atrás para mirarme a la cara.
Sentí que las manos y los brazos que me sostenían en la esquina
me soltaban. Los sentí aflojarse justo cuando el hombre me miró.
Sus cejas se levantaron cuando respiré profundamente y solté a
Kurt que continuaba gritando.
"No la mereces. Ella se merece a alguien mejor. Alguien mejor
que tú, no tienes ningún derecho a joderle la vida otra vez. ¡La
abandonaste!"
Mis ojos brillaban de ira, pero ese misterioso hombre volvió a
agarrarme de los brazos.
"Ben, ¿puedes oírme?" Me preguntó de nuevo.
Asentí lentamente. "Si señor."
"Vale. ¿Estás bien?"
"Creo que sí."
"¡Cabrón!" Kurt gruñó.
El hombre se dio la vuelta. "Cállate o serás expulsado de este
establecimiento para siempre. Todos estamos cansados de tus
mierdas, Kurt."
Nos sentamos, esperando que apareciera un oficial. Kurt estaba
en la esquina, gruñendo para sí mismo, enfadado con el mundo. ¿Y
yo? Bueno, mi madre se quedó sentada sosteniendo mi mano
mientras Emergencias hablaba con ella en la otra línea. Me sentía
fatal por ella. Nuestra hermosa mañana de domingo arruinada por
un imbécil. Esperar al oficial se hizo eterno, hasta que fue Steve
quien cruzó la puerta.
Le di la espalda. "Mierda," susurré.
"Estate tranquilo. Estoy segura de que la cafetería tiene
cámaras, por si algo no sale bien," dijo mamá.
Me dio unas palmaditas en el brazo cuando Steve entró en la
cafetería. Lo vi acercarse primero a Kurt, quien comenzó a gritar.
Oh, esta iba a ser una buena escena. Desconecté de su declaración
y me tapé los oídos con las manos. No quería escucharlo porque no
quería involucrarme más en su drama personal conmigo. Solo
quería irme a casa, terminar el día con mi madre y seguir con la
reforma de la casa que empezaba mañana.
Asentí cuando las manos de mamá se envolvían alrededor de
mis muñecas.
"Vas a querer escuchar esto," murmuró.
"Sí, Steve. Él lo inició."
"Simplemente irrumpió aquí y fue directo a él. ¡Yo pensé que iba
como un loco a por Uma!"
"Él lanzó el primer puñetazo. No se ponga de lado de su
compañero oficial, porque esta vez, se le ha ido la cabeza."
"Tengo imágenes de video, si las necesita verlas oficial."
Escuché a gente de la cafetería defendiéndome, poniendo sus
testimonios sobre la mesa. Steve me miró por encima del hombro
mientras los brazos de Kurt se elevaban con sus gritos. Vi la ira en
los ojos de Steve. Sabía muy bien que quería esposarme por
cualquier cosa, de hecho, no creo que necesitara motivo. No sabía
si alguna vez ese odio que tenía por mí, iba a desaparecer en algún
momento. Este no era el momento de descargar su enfado conmigo.
Kurt era peligroso y estaba detrás de su hermana.
"Tienen razón. Kurt lanzó el primer puñetazo," dije.
"Ese pequeño cabrón se lo merecía, y lo sabes. ¿Cuántas veces
has entrado en la comisaría quejándote de él? ¿Eh? ¿No quieres
que se mantenga alejado de tu hermana?" Preguntó Kurt.
Mis ojos permanecieron fijos en los de Steve mientras Kurt
continuaba divagando.
"¿Cuántas veces te has quejado y despotricado sobre él con tu
hermana? ¿Sobre cómo encajaría mejor yo con ella? ¿Sobre
cómo…?"
Steve de repente se giró a mirar a Kurt. "Nunca dije que tu
encajarías mejor con ella."
Kurt hizo una pausa. "Sí, mil veces."
"No. No es verdad. Siempre he dicho que mi hermana se merece
algo mejor. Como alguien con la moral de un oficial de policía.
Nunca dije que fueras tú, lo que ella se merecía."
Balbuceó. "Pero... yo... yo entendí...."
Steve sacó las esposas de su cinturón. "He dicho, y escuchado,
suficiente."
Mis ojos se agrandaron mientras Steve ponía en su sitio a Kurt.
Esposó a su compañero mientras toda la cafetería aplaudía. Miré a
mi madre, observando cómo las lágrimas caían por sus ojos. Steve
asintió con la cabeza a otro oficial que esperaba de pie en la puerta,
mientras arrojaba a Kurt hacia ellos, esposado, tropezando con sus
propios pies y gritando cosas sin sentido.
"¡Winnie se merece algo mejor! ¡Soy lo que ella necesita! ¡No un
imbécil que la abandonó cuando estaba embarazada!"
Steve negó con la cabeza. "Él nunca lo supo, Kurt. No puedes
reprocharle eso."
El shock llenó mis venas mientras Steve verbalizaba las
palabras.
¿De verdad sentía lo que acababa de decir?
Todos vimos como empujaron a Kurt a la parte trasera del coche
oficial. Las sirenas resonaban y destelleaban mientras el coche se
alejaba. Suspiré de alivio cuando las yemas de los dedos de mamá
se posaron sobre mi pómulo. Cuando sentí el agudo dolor en el
pómulo, supe que más tarde tendría un bonito hematoma de
recuerdo de Kurt.
Entonces, Steve se acercó. "Siento mucho lo que ha sucedido."
Me encogí de hombros. "Tranquilo, está todo bien."
"Lleva detrás de Winnie durante años. Al menos
intermitentemente."
"¿Y acabas de hacer algo al respecto?"
"No, no estoy haciendo nada al respecto. Cada vez que me
enfrento a él, se detiene una temporada. Al tiempo, Winnie me
cuenta que la ha vuelto a molestar y tengo que darle un toque de
nuevo."
"Debería ser enviado a otra ciudad a patrullar. O encerrarlo por
acoso. O por lo menos, suspendido un tiempo."
"Bueno, ahora eso ya da igual. Ha agredido a un civil
desarmado, sin provocación de este y con el uniforme de policía."
Asentí lentamente. "Eso es exactamente lo que ha pasado,
Steve."
"Con un poco de suerte parará, ya que sus acciones
probablemente le hayan costado su trabajo."
Suspiré. "Bueno, gracias."
"Es mi trabajo."
Lo vi salir de la cafetería antes de girarme lentamente hacia mi
madre. Los coches de la policía se marcharon y la ambulancia con
ellos. Miré alrededor de la cafetería, la gente seguía mirándome. Así
que, cogí la mano de mi madre y la ayudé a levantarse.
"Vamos, vámonos a casa," le dije.
Volvimos a casa en silencio. Nos detuvimos en el camino de
entrada hasta que se abrió la puerta del garaje. Mi madre me sentó
directamente en la mesa de la cocina antes de rebuscar, tratando de
encontrar hielo para ponérmelo en la cara.
"¿La máquina de hielo sigue rota verdad?" Le pregunté.
"Si, sigo comprando las bolsas de hielo de la gasolinera,"
contestó.
"La arreglaré antes de que termine la semana."
"No es necesario. Tú ya tienes suficiente…."
"¿Ben?"
La puerta principal se abrió de golpe y la voz de Winnie llenó el
pasillo. Salí disparado de la silla y doblé la esquina para encontrarla,
mirando como su cuerpo se detenía en medio del pasillo. Se quedó
boquiabierta al verme el rostro golpeado, corrió hacia mí llevándome
de regreso a la silla de la cocina. Se arrodilló entre mis piernas, las
yemas de sus dedos subieron y recorrieron mi pómulo, haciéndome
sentir ese maldito dolor de nuevo.
"¿Qué ha pasado? ¿Dónde más estás herido?" Me preguntó.
"Estoy bien, Winnie. ¿Cómo... dónde...?"
"Cállate. Steve me ha llamado para explicarme lo que ha
pasado. ¿Dónde más estás herido?"
Una pequeña sonrisa se deslizó por mis labios. "Oye, te prometo
que estoy bien."
Mamá dejó una bolsa de hielo sobre la mesa. "Tiene los nudillos
ensangrentados por defenderse. Y probablemente un bonito
hematoma en las costillas donde ese policía imbécil le ha clavado la
rodilla."
"Levántate la camisa," ordenó Winnie.
"No hace falta Winnie ," dije, sonriendo.
"Súbetela. Ahora."
Acaricié la mejilla de Winnie. "Estoy bien, bonita. Lo prometo."
Su mirada no vacilaba y sus labios hicieron un gesto desafiante.
"Levántate la camisa o lo haré yo."
Miré a mi madre y ella señaló la puerta de la cocina con la
cabeza. Luego, se fue con una sonrisa en su rostro que impulsaba
su paso. Me reí entre dientes mientras nos dejaba solos en la
cocina. Mamá siempre había sido tan comprensiva, tan dulce
cuando se trataba de cosas como esta. Una vez que salió de la
cocina, me puse de pie, llevando a Winnie conmigo mientras la
ayudaba a levantarse.
"Ven, vamos a mi apartamento y me levanto la camiseta para
que analices los daños allí," dije medio jugando con ella para
hacerla sonreír.
CAPÍTULO 28
WINNIE

L o seguí escaleras arriba, mientras mis manos temblaban de


preocupación. En el segundo en que Steve me llamó y me
explicó la escena que Kurt había montado, mi mundo se detuvo. No
volví en sí, hasta que me detuve en el camino de la entrada a la
casa de la madre de Ben, lista y ansiosa por ver si estaban ambos
bien. La idea de que Kurt pusiera sus manos sobre Ben me
enfurecía. Ese hombre necesitaba estar tras las rejas una
temporada.
Steve me tranquilizó antes de colgar el teléfono.
Me sorprendió que mi hermano me llamara la primera. Pero
intenté de no cuestionar sus decisiones que, en este caso, habían
sido sorprendentemente adultas. Me alegré de que lo hiciera, y
esperaba que eso significara que había alcanzado un punto de
inflexión. Al menos, un mínimo de aceptación con la elección que
Ben y yo habíamos hecho de seguir adelante con lo que estaba
sucediendo entre nosotros.
Pero… ¿Qué estaba pasando entre nosotros?
"Está bien, Ben. Ya hemos llegado. Me has prometido dejarme
echar un vistazo a los rasguños. Déjame ver."
Por las paredes había cuadros recién pintados, secándose
mientras albergaban todo tipo de colores. Las pinturas estaban
alineadas en el suelo. Algunas estaban apoyadas sobre el tocador y
el escritorio y otras apoyadas contra la pared. Me sentía la mujer
más afortunada del mundo pudiendo entrar en el mundo creativo de
Ben. Algunos estaban resaltados con color, llenos de emoción,
belleza y creatividad, y otros estaban pintados con colores más
apagados. Algunos estaban hechos simplemente con negros y
escalas monocromáticas con temas abstractos que de alguna
manera te hacían sentir un vacío dentro.
"Ben," susurré.
"¿Quieres que me quite la camisa ahora?" preguntó
descaradamente.
"Estas pinturas. Son…."
"Para mi próxima exhibición."
Giré mi cabeza hacia él. "¿Tu próxima exhibición?"
El asintió. "Sí. Myra quiere que haga una segunda exhibición.
Parece que ya ha vendido la mayoría de mis pinturas de la serie de
dualidad. Y quiere hacer otra apertura antes de fin de mes. Algo
sobre una caída de las ventas y el deseo de tirar para arriba antes
de que se hunda la galería. Realmente no lo recuerdo muy bien.
Dejé de prestar atención en el segundo en que dijo 'otra
exposición'."
"¡Eso es increíble!"
Me arrojé sobre él, envolviendo mis brazos alrededor de su
cuello. Pero cuando gimió de dolor, me devolvió a la realidad. Lo
solté empujándolo hacia la cama. Le quité la camisa y me quedé
consternada con el hematoma que se estaba formando en sus
costillas. Cogí sus manos entre las mías, e hice una mueca ante sus
nudillos raspados. Besé cada uno de ellos, esperando que se
sintiera mejor y que le ahuyentara mínimamente el dolor.
"Déjame traerte un poco más de hielo."
"Oh, no, ni soñarlo, Winnie."
Antes incluso de que me pusiera de pie, sus brazos me
rodearon. Caí contra su regazo, una bonita forma de autolesionarse.
Sus labios atraparon los míos. Sus manos se deslizaron por mi
espalda. Luego sus dedos se deslizaron por mi pelo hasta
acariciarme la cabeza. Suspiré suavemente contra sus labios,
fundiéndome como lo hace la mantequilla en una sartén caliente.
"Estaba tan preocupada cuando Steve me llamó," le susurré al
oído.
Su frente cayó contra la mía. "Espero no haber interrumpido
nada importante."
"Solo estaba desayunando con mi madre después de mi ejercicio
matutino."
"¿Sólo?"
Me reí. "Nada es más importante que tú en este momento, Ben."
Sus labios se acercaron a los míos de nuevo, y sus manos
agarraron de mi camisa, pasándomela por la cabeza, antes de que
sus dedos me desabrocharan ágilmente el sujetador. Sus labios
recorrieron mi cuello. Mi cabeza cayó hacia atrás mientras mis
dedos se abrían paso a través de su pelo. Su colonia era tentadora.
Sus besos hicieron que mi piel se pusiera de punta. Me estremecí
contra él, sentándome a horcajadas sobre su regazo mientras sus
manos masajeaban mi trasero. Ben hundió su rostro contra mis
pechos. Besó, chupó y mordisqueó mi piel mientras mis pezones se
arrugaban hasta convertirse en picos rígidos. Cuando sentí su
lengua correrlos, un calor repentino se apoderó de mi cuerpo.
"Ben," gemí.
Me dio la vuelta, colocando mi espalda contra la cama. Se
arrastró entre mis piernas y me ayudó a quitarme los pantalones.
Ahí estaba de nuevo, lo más cerca al paraíso de lo que había estado
nunca, desnuda ante él mientras se quitaba la ropa. Con mi cuerpo
extendido para él, vi como no pudo evitar relamerse los labios.
"Eres mía, Winnie. Y nada ni nadie puede cambiar eso."
Mi estómago sintió vértigo ante sus palabras. Sus labios
chocaron contra los míos y traté desesperadamente de quitarle los
pantalones. Quería sentirlo. Quería que me llenara. Quería estar
cerca de él. Hacerle el amor. Para revolcarme con él de todas las
formas que lo hice en mis sueños, la noche anterior. No podía
sacarlo de mi mente. Apenas me había podido concentrar durante el
día. Todo lo que quería era envolverme alrededor de él y dejar que
ahogara el dolor, los recuerdos, y el pasado.
Su mano se deslizó lentamente entre mis piernas separando los
labios de mi vagina. Sentí las yemas de sus dedos asentarse contra
mi clítoris, suave, cálido y sensual. Jadeé mientras me aferraba a él,
clavándole mis uñas en la espalda. Gruñó suavemente mientras sus
labios caían sobre mis pechos, chupando mis pezones, que lo
esperaban tersos. Con cada caricia de su lengua rodeando mi
clítoris, sentía más la excitación goteando por mis muslos. Mis
dedos de los pies se curvaron mientras mi cadera ansiaba sentirlo
dentro cada vez más.
"Ben, te necesito. Por favor."
Besó mi pecho. "Ven aquí primero, hermosa."
Jadeé mientras me sacudía y temblaba por la necesidad de
liberar toda esa pasión. Mis ojos se pusieron en blanco y mis
piernas se bloquearon. Ben siguió tocando con las yemas de sus
dedos mi clítoris. Lo vi levantarse mientras deslizaba su pene rígido
a mi entrada, haciendo que mis ojos se abrieran de golpe.
"¡Ben!"
Maldita sea, Winnie. Siempre estás tan apretada."
Lanzó una de mis piernas sobre su hombro mientras abría con la
mano mi vagina. Se deslizó por completo en mi interior mientras mi
espalda se arqueaba para sentirlo mejor. Su rostro cayó a mi cuello,
mordiéndolo ferozmente, mientras sus caderas empujaban contra
las mías cada vez con más velocidad. Nos giramos mientras mi
vagina se tragaba todo de él.
Juntos, nuestros mundos chocaron, sus gruñidos se
entremezclaron con mis jadeos.
"Ben. Ben. Ben. Ben."
"Te tengo. Te tengo, Winnie."
Lanzó mi otra pierna sobre el hombro contrario, abriéndome
completamente para él. Grité de placer, y él puso su boca contra la
mía para hacerme callar. Me inmovilizó debajo de él, dejándome
indefensa mientras seguía golpeando contra mí. Podía notar sus
testículos chocando contra mi culo. Mis piernas palpitaban cada vez
más anunciando mi inminente liberación. Sentí su polla crecer y latir
contra mis paredes, lista para explotar, lista para llenarme.
Listo para marcarme como suya.
"Winnie. Winnie. Maldita sea, me vuelves loco."
Gemí mientras mi espalda se arqueaba y mis manos pasaban
por sus brazos. Sentí sus músculos ondulantes contraerse para mí,
mientras yo temblaba debajo suyo. Sus movimientos se volvieron
constantes. Sus gruñidos se convirtieron en gemidos. Envolví mis
manos alrededor de sus muñecas, sosteniéndome fuerte contra él
para que me notara mejor.
"Siéntelo todo… Ben."
"Ya voy. Ya voy. Voy a por ti, Winnie."
Con cada golpe de su miembro, me sentía más llena. Sus
calientes hilos de excitación cubrían mis paredes, llenándome hasta
que inevitablemente cayeron sobre la cama por debajo nuestro. Mis
piernas se deslizaron de sus hombros y mi cuerpo colapsó contra el
colchón. Ben cayó contra mí, podía notar el latido de su corazón
acelerado. Su polla permaneció erecta dentro de mi calor, hasta que
nuestros jugos entremezclados se derramaron entre mis piernas.
Rápidamente me dio la vuelta, para recostarnos juntos. Mis
piernas seguían a horcajadas sobre su pelvis, cuando mi cabeza
cayó sobre su hombro. No pude evitar que mi mente viajara de
regreso a la primera vez que hicimos el amor.
Acostada contra él, tal y cómo lo estaba en ese momento.
Pregúntale, Winnie.
"¿Ben?"
Se aclaró la garganta. "¿Sí?"
Pregúntale qué hay entre vosotros. "¿Cómo te sientes?"
Acarició con la punta de sus dedos mi pelo. "Muy bien. Siempre
me siento genial cuando estoy contigo."
Pregúntale, cobarde. "¿Ben?"
"¿Sí, preciosa?"
Maldita sea, Winnie, díselo. "¿Algún plan para la fecha de
mudanza?"
Él sonrió. "En tres o cuatro semanas, con suerte. Ese es el plan,
por lo menos."
Estás siendo una idiota en este momento. "Eso es bueno."
"¿Tienes algo más en tu mente para preguntarme?"
Si tuviera las agallas de preguntarle…, ¿Qué somos tu y yo,
Ben? ¿Qué estamos haciendo?
"¿Yo? Para nada" dije.
Escuché a mi cerebro burlándose de mí, reprendiéndome
mientras mil pensamientos diferentes cruzaban mi mente. La verdad
era que no quería hablar del tema. Realmente no. El momento ya
era suficientemente perfecto para mí. En mis sueños, así eran las
cosas, perfectas. Y estaba petrificada con la idea de que hablar con
él, pudiera estropearlo todo.
"Eres increíble, ¿lo sabes, Winnie?"
Sonreí. "Tú también eres bastante sorprendente."
Cuando salió de entre mis piernas, empujé la pregunta a un lado.
Podríamos hablar de eso más adelante. Teníamos todo el tiempo del
mundo, ahora que había comprado una casa no muy lejos de la mía.
Teníamos todo el tiempo del mundo para resolver lo que había
entre nosotros.
CAPÍTULO 29
BEN

P ude notarme sonriendo incluso antes de abrir los ojos. Sentir el


cuerpo desnudo de Winnie junto al mío, era la mejor forma de
despertarse por las mañanas. Su pelo se extendía sobre mi pecho.
Nuestro olor se entrelazaba alrededor de la cama. Aún medio
dormida, Winnie puso su brazo sobre mi cintura, y su preciosa y
tonificada pierna se deslizó entre las mías. Era lo más parecido al
cielo, de lo que había estado jamás. Si era así como se sentía al
estar en el paraíso, entonces no quería ir a ningún otro sitio. No
quería estar en ninguna otra parte que no fuera al lado de Winnie.
No quería despertarme sin ella nunca más.
Con los dedos le acaricié la espalda de arriba y abajo. La sentí
moverse contra mí, soltando un delicado suspiro antes de volver a
dormirse. Tanta felicidad no me dejaba dormir, así que mientras
miraba al techo, me preguntaba cómo sería vivir con ella. Que
Winnie se mudara conmigo a la casa de la playa. Al fin y al cabo, a
ella le encantaba la playa; era un lugar que a ambos nos transmitía
paz. Tendría más cerca la playa para su ejercicio de los domingos.
Salir del porche y a correr.
No puedes proponerle algo así todavía. Es demasiado pronto.
Era demasiado pronto para muchas cosas. Cosas que
necesitábamos hablar. Cosas que necesitábamos aclarar. Podíamos
seguir saliendo y acostándonos juntos, esquivando el tema y usando
la lujuria para enmascarar las cosas. ¿Pero con Winnie? Tenía muy
claro que lo quería todo con ella. La quería en mi vida. Quería notar
su piel contra la mía todas las noches. Quería despertarme con ella
a mi lado todas las mañanas y volver a casa y que estuviera allí.
Quería visitarla por sorpresa en el trabajo y besar su mejilla antes de
dormirme a su lado. Quería una vida con ella. Un futuro con ella.
Y ella tenía que saberlo.
Me quedé mirando al techo hasta que mi estómago empezó a
rugir. Por mucho que no quisiera alejarme de ella, necesitaba un
buen desayuno después de la noche anterior. Café. Y algo de ropa.
Lentamente me alejé de ella para no despertarla y me dirigí hacia la
cocina. Preparé una taza de café, puse un poco de pan en la
tostadora y luego abrí la mini nevera para prepararnos algo.
Tostadas de mantequilla y mermelada con café teñido con canela: la
mejor manera de despertarse por las mañanas. Y lo más
conveniente, dado que tenía muy poco espacio en la encimera de la
cocina americana, para crear algo más elaborado.
Estoy deseando estrenar mi casita en la playa.
Abrí el cajón superior de la cocina y cogí un par de tazas de café.
Llené el fondo de la taza de Winnie con un poco de leche y azúcar.
Luego, vertí el café caliente encima. El olor de las tostadas
anunciaba que ya estaban listas, y Winnie lo percibió. Unté la
mantequilla y la mermelada, dejando que se derritiera por los
bordes. Saqué un par de platos de papel y los llené con las
pegajosas rebanadas de pan tostado. Mientras el crujido de sus
articulaciones llenaba la habitación, le acerqué su taza de café
recién preparado.
"Necesitas una cama nueva," dijo estirándose.
"Créeme lo sé. Pronto la tendremos," dije guiñándole un ojo
Le di su café mientras se sentaba lentamente aún algo
adormecida; su pelo estaba despeinado y su desnudez se exhibía
despreocupada. Mis ojos trazaron sus curvas pasando por las
profundas y bonitas estrías; no podía dejar de admirar su belleza.
Olió el café antes de tomar un sorbo. Sus gemidos de placer por el
café, siempre me habían hecho sonreír. Me puse algo de ropa
cómoda, antes de compartir el café y la tostada con ella. Acerqué la
silla de mi escritorio hacia la cama, para tener algo de espacio para
sentarme.
Luego, coloqué los dos platos con las tostadas en la cama.
"¿Has dormido?" Le pregunté.
Medio bostezando dijo. "¿Contigo? Siempre."
"Espero que te gusten las tostadas de mantequilla y mermelada."
"Todo adulto de la zona ha crecido comiendo tostadas con
mantequilla y mermelada. Y quién no, es que no sabe lo que es
bueno, o que no ha crecido aquí."
Esa mujer me hacía perder el sentido del tiempo y del espacio,
cuando hablaba se paraba el mundo para mí.
Sus ojos se juntaron con los míos, algo estaba pensando que no
decía. Lo que no sabía es si era algo bueno o algo malo. Y eso, me
tenía preocupado. Cogió una tostada, dándole un gran mordisco,
dejando rastros de mantequilla en sus mejillas. Cogí mi camisa del
suelo y le limpié la cara mientras se reía. El suave sonido de su risa
llenó la habitación y mi corazón a la vez.
"Deberíamos hablar," le dije.
La sentí ponerse rígida mientras colocaba mi camisa sobre su
regazo.
"No te pongas seria, Winnie. En realidad, creo que es algo que
ambos sabemos."
Ella suspiró suavemente. "No me asustes así."
"Lo siento. Simplemente por las mañanas soy más directo sin
haberme tomado un buen café."
"Bueno, ¿intentamos ser honestos el uno con el otro?"
Me recliné en mi silla. "No quiero que perdamos más tiempo."
Ella frunció el ceño. "¿Qué quieres decir?"
"Pienso mucho en ti, Winnie. Mucho. En realidad, nunca he
dejado de hacerlo."
"¿No dejaste de pensar en mí mientras estabas en Boston?"
Negué con la cabeza. "No. No lo hice. Y estoy cansado de
esquivar el tema. Acostarnos cuando nos apetezca está muy bien.
Las citas, todas ellas, son maravillosas. Pero quiero saber qué
quieres conmigo. Y quizás, un buen comienzo sea decirte qué
quiero yo contigo."
Winnie abandonó su tostada contra su muslo. "¿Y qué es lo que
quieres conmigo?"
Me senté, rodeando su mano con las mías. "Quiero una vida
contigo Winnie. La quiero tanto, que quiero que vengas a vivir
conmigo a la casa de la playa, y empecemos una vida juntos."
Ella parpadeó alucinada. "¿Qué?"
"Estoy hablando en serio, Winnie. Estoy cansado de estar lejos
de ti. Estoy cansado de despertarme solo y desear que estuvieras
allí conmigo. Estoy cansado de arrastrarme por la ciudad, con la
esperanza de verte. Estoy cansado de esquivar a tu hermano, de
tener miedo de lo que diga tu familia. Estoy cansado de tener que
atravesar todos estos obstáculos solo para verte. Te quiero. Y
siempre te he amado. Incluso cuando te callé esa noche, supe que
te amaba. Y tenía miedo de que, si lo verbalizabas, yo te
respondería y arruinaríamos tu futuro."
Las lágrimas brotaron de sus ojos. "¿Por qué, Ben?"
Acerqué mi silla hacia ella. "Porque sabía que, si te escuchaba
decir esas palabras, haría cualquier cosa para convencerte de que
te tomaras ese año libre para hacer mil cosas juntos."
"¿Qué?"
"¿Recuerda qué llegaste a llamar a mi puerta un día en medio de
la noche, gritando sobre tomarte un año sabático? ¿Tomarte algo de
tiempo entre la escuela y la universidad?"
Ella parpadeó. "Mierda, me había olvidado de eso."
"Yo lo recuerdo como si fuera ayer. Y aunque mi reacción
instintiva fue convencerte de que no lo hicieras, sabía que, si me
decías esas palabras, todo cambiaría. En ese momento podía ser lo
suficientemente egoísta, como para convencerte de que te tomaras
ese año libre para estar juntos. Para gastarlo conmigo. Y no podía
hacerte eso. No podía dejar que desperdiciaras tus sueños por un
joven tan confundido y perdido, que no tenía nada para darte."
"Ben, yo hubiera ...."
Asentí. "Sé lo que hubieras hecho, de hecho, al final te quedaste
de todos modos. Pero que hubieras cogido un trabajo que odiaras
solo para quedarte atrás y estar conmigo. ¿Por mí? Eso era
inaceptable y no me lo hubiera podido perdonar jamás. Tenías toda
tu vida por delante y mucho talento que demostrar."
"¿Y ahora?"
Acaricié su mejilla. "Y ahora, quiero ser la vida que tienes por
delante."
Ella sollozó. "¿De verdad me quieres?"
"Más de lo que sabía que se podía amar a alguien, Winnie. No
quiero estar lejos de ti. No quiero seguir haciendo esto. A la mierda
con las reglas y lo que se supone que debemos hacer. Esto es lo
que quiero. Lo que quiero es que estés a mi lado, para siempre.
Pase lo que pase. Lo único que me importa eres tú. Siempre que tú
quieras estar conmigo, claro."
Me rodeó con los brazos y la tostada se fue al suelo. Escuché su
taza de café salpicar, con la cerámica rodando debajo de la cama.
Nada nos importaba en ese momento. Todo a nuestro alrededor se
caía y derramaba de la emoción del momento. Ella se sentó a
horcajadas sobre mí entregándome su desnudez y yo estuve a la
altura, esa mujer me encendía en cuestión de segundos. Sus labios
devoraron los míos, pegándose a mí, mientras nuestros dientes
chocaban. Nuestras lenguas se entrelazaban mientras con mis
brazos la apretaba contra mí.
"Sí. Sí. Sí."
Ella puntuó cada "sí" con un beso en mi piel.
"Sí. Sí. Sí."
Sus labios viajaron por mi pecho mientras sus manos recorrían
mis costados.
"Sí. Sí. Sí, Ben."
Su boca se apresuró a volver a la mía. Agarré su cabello
mientras acercaba sus labios a los míos. Mi lengua le llenó la boca,
acariciando el techo mientras ella se estremecía en mi regazo. Me
aferré a ella y la abracé con fuerza contra mí. Me enterré en su
cuerpo, mi polla no quería nada más que deslizarse por su cuerpo
hasta llenar su vagina de nuevo. Sus brazos se envolvieron
alrededor de mi cuello. Sus muslos se presionaron descaradamente
contra los míos. Se acercó todo lo que pudo contra mí,
provocándome con esos preciosos labios, mientras sus uñas se
deslizaban dibujando en mi espalda.
La levanté y la puse de nuevo en la cama antes de que sus
manos cayeran sobre mi pecho.
"Voy a llegar tarde al trabajo," susurró Winnie.
Froté mi nariz contra la de ella. "No tienes idea de lo feliz que me
acabas de hacer."
Le sonreí mientras se reía de vergüenza por la confesión que le
acababa de hacer. Se levanto de mi regazo dejándome en la cama.
Se inclinó y besó mi mejilla. Luego, se puso de pie mostrándome su
cuerpo desnudo, mientras se inclinaba a recoger su ropa del suelo.
"Mm, mm, mm. Qué vista más buena tengo desde aquí,"
murmuré.
Ella movió su trasero hacia mí. "¿Te gusta?"
"Si sigues moviéndote así, hoy vas a tener que tomarte el día
libre."
Ella se rio enderezándose a la vez. La vi ponerse la ropa y mi
corazón se rompió un poco. Pero solo un poco. Me puse de pie,
estaba empezando a tener otra erección. Al mismo tiempo, Winnie
ocultaba su cuerpo de mi vista. Se dio la vuelta y miró hacia abajo,
riéndose cuando me metí la mano en los calzoncillos. Me recuperé
antes de darle un abrazo, y besar el hueco de su cuello.
"Que tengas buen día en el trabajo preciosa." Le dije.
"¿Te veré esta noche?" Ella susurró.
"Puedes verme cuando quieras. Ven o llama. Siempre eres
bienvenida."
"¿O podrías venir tu a la mía? ¿Quizás ayudarme a empaquetar
mis cosas?"
Sonreí. "¿Nos vemos en tu casa a las cinco?"
"Cita concertada."
Besó mi mejilla y se fue camino al trabajo, saliendo de mi
pequeño apartamento por el garaje. No sabía qué hacer. Que
pensar. Como sentirme. Nunca había sido tan feliz en mi vida. ¿Era
posible, que estuviera tan feliz, que no podía ni moverme? Me
resultaba tan difícil moverme con esa palabra resonando en cada
rincón de mi mente.
Si. Si. Si…
Winnie me acababa de decir que sí que quería vivir conmigo.
"¡Mamá!" Exclamé.
Tenía que contarle las buenas noticias a mi madre.
EPÍLOGO
BEN – CINCO MESES DESPUÉS

B ajé las escaleras, pasándome los dedos por el pelo.


Arrastrando las zapatillas por el reluciente suelo de madera,
mientras un bostezo masivo salió de mis labios. Me dirigí a la cocina
entorpecido, tratando de preparar una taza de café. Puse unas
pocas tostadas en la tostadora y presioné el botón, luego me
acerqué a las puertas del porche para inhalar el aroma del océano.
"Mmm, buenos días."
Sonreí perezosamente a las olas que rompían contra la costa.
Las frías temperaturas invernales se habían asentado en Gold
Bend, pero mi rutina de dar los buenos días al mar, jamás
cambiaría. Sonreí mientras el aire fresco se filtraba en la casa y el
calor se mezclaba con el frío salado del mundo exterior. Pude
escuchar a Winnie moverse en el piso de arriba. Escuché sus pies
tocar el suelo justo cuando el café estaba listo. La tostada salió de la
tostadora, y me arrastré hasta el refrigerador, buscando la
mermelada y la mantequilla.
Nunca entendí por qué mi prometida guardaba la mantequilla en
la maldita nevera en pleno invierno.
Últimamente, Winnie había sido un terror por las mañanas. Se
levantaba remugando por todo. Con un hambre voraz. No había
suficiente café en el mundo para despertarla. Y a la hora de cenar,
estaba lista para desmayarse. La mayoría de las noches, ni siquiera
cenaba, solo mordisqueaba antes de arrastrarse escaleras arriba a
dormir. Le dije que viera a un médico, tanto cansancio no era
normal. Pero ella insistió en que iba tan cansada por las reformas en
el invernadero, que con la ampliación estaba trabajando más horas
de lo normal.
Era cierto, llevaba una temporada trabajando sin parar, y eso me
preocupaba, porque iba todo el día cansada. Pero Winnie me
aseguró que era solo temporal. Así que, no me quedaba más
remedio que aguantar los cambios de humor y tratar de que la rutina
que teníamos juntos la hiciera sentir mejor. Uno intentándose
acostumbrar a la rutina de la vida en pareja. Durante cinco meses,
habíamos vivido juntos bajo el mismo techo, nos habíamos acostado
juntos todas las noches, nos habíamos despertado enredados el
uno en el otro día sí y día también. Y no lo cambiaría por nada del
mundo, aunque a veces hubiera ratos que quisiera que pasaran
rápido.
Además, yo pecaba de ser difícil a veces.
Winnie odiaba cómo organizaba mis cosas en el baño. O que
dejara siempre la navaja destapada y en el fregadero. O que por las
mañanas no bajara la tapa del inodoro. O que no encendiera el
ventilador para sacar el vapor después de darme una ducha caliente
por la noche después de un largo día pintando. Sin embargo,
nuestras pequeñas diferencias siempre nos acababan uniendo más.
Resolvíamos las cosas hablando como adultos, antes de disfrutar de
una buena ronda de sexo de reconciliación.
Aunque, a veces creo que Winnie creaba las peleas. Solo para
tener ese tipo de sexo.
Oí pasos que bajaban por las escaleras, podía notar que estaría
hambrienta, así que saqué las tostadas de la tostadora. Unté
mantequilla y la mermelada, una rutina que habíamos comenzado la
mañana en que le pedí que se mudara conmigo. Dos platos, cada
uno con cuatro rodajas. Para que pudiéramos comer lo que
quisiéramos sin tener que volver a levantarnos a hacer más. Serví
una taza de café para cada uno y las dejé sobre la mesa de la
cocina. Hacía demasiado frío para desayunar en el porche, como
solíamos hacer. Pero solo con poder oler el océano que se filtraba
por la puerta del porche era suficiente.
"¿Ben?"
Sonreí. "¿Sí, mi pequeño ogro mañanero?"
"Necesito que me mires."
Algo en su voz llamó mi atención. Me di la vuelta, y ahí estaba
ella, con su lujosa bata naranja envuelta alrededor de su cuerpo.
Con el pelo amontonado en la coronilla de su cabeza. Sus ojos
estaban agotados, con grandes bolsas debajo de ellos. Recorrí su
cuerpo con la mirada, tratando de averiguar qué le pasaba. Tratando
de averiguar por qué parecía que tenía ese tono en la voz.
"Te llevaré al médico. Esto ha durado dos semanas, Winnie.
Cámbiate y te llevaré...."
Fue entonces cuando un bostezo salió de sus labios. Se frotó los
ojos con una mano, mientras levantaba algo con el otro brazo. Mis
ojos siguieron su movimiento, tratando de averiguar que tenía en la
mano. Finalmente pude verlo, era un aparato blanco con unas líneas
rosas.
Mi corazón se cayó al suelo.
"¿Winnie?"
Mientras lo movía de un lado a otro, me dijo. "Cógelo."
"Winnie, ¿eso es...?"
"Maldita sea, Ben. Cógelo."
Me acerqué a ella, quitándole el aparato blanco de la mano. Esa
cosa todavía estaba caliente, pero me importaba una mierda. Le di
la vuelta, observando los dos círculos blancos, cada uno de ellos,
con una línea rosa.
Dos líneas rosas.
"Winnie, ¿estás…?"
"Necesito esa visita al médico," murmuró.
Lentamente la miré y mi corazón cobró vida. Me reí a carcajadas
mientras la tomaba en mis brazos, balanceándola. Ella se aferró a
mí, envolviendo sus piernas alrededor de mi cuerpo. Enterró su
rostro en mi cuello mientras sus brazos se cerraban alrededor de
mis hombros. Levanté el puño en el aire. Agarré esa maldita prueba
de embarazo con todas mis fuerzas. Y cuando se le escapó la risa,
me dejé caer en una de las sillas de la cocina.
"No me lo puedo creer, estás embarazada."
Ella rio. "Sí, Ben. Estamos embarazados."
Capturé sus labios mientras el aparato caía al suelo. Extendí mis
manos contra su suave túnica y la acerqué a mí, mientras mi lengua
se deslizaba por el paladar de su boca. Cayó contra mí, como
siempre hacía, permitiéndome sostenerla en mis brazos. Pronto
íbamos a tener compañía, tenía en su estómago a nuestro hijo.
"Te dije que funcionaría," murmuré.
"Sabía que lo dirías."
"¿El qué?"
"Te dije que…."
Se inclinó riendo, cuando sus ojos se encontraron con los míos.
"Estás preocupada, ¿no?" Le pregunté.
Winnie se encogió de hombros. "¿No debería estarlo?"
"Hemos hablado muchas veces con el médico sobre lo que pasó
con Hope. Sobre cómo podemos evitar que vuelva a pasar."
"¿Y si vuelve a pasar?"
Acaricié su mejilla. Entonces estaré a tu lado para que lo
superemos juntos. Te lo prometo."
Ella asintió lentamente. "La verdad es que pensé que pasaría
más tiempo hasta que me quedara embarazada. Quiero decir,
empezamos a intentarlo hace solo un mes."
"Si está destinado a ser, no espera a nadie."
"Lo sé. Lo sé."
Guie sus labios hacia los míos y la besé suavemente. Envolví mi
brazo alrededor de su espalda baja y la inmovilicé en mi regazo.
Inspiró lentamente. Ella gimió suavemente en mi boca. Se abrió
para mí como llevaba haciendo todas las noches del mes pasado,
permitiéndome caer contra ella, buscando su calor.
Me levanté y la coloqué encima de la encimera de la cocina.
"Ya rompimos esta mesa una vez," dijo, riendo.
Sonreí. "¿Quieres intentar romperla de nuevo?"
Sus manos me presionaron un poco hacia atrás. "Pues la
verdad, es que estoy muy cansada. Y tenemos que ir al médico."
Besé la punta de su nariz. "También deberíamos decirles a
nuestras familias la noticia."
"No sé si quiero decírselo todavía."
"¿Por qué no?"
Ella se encogió de hombros. "No lo sé. Quiero decir, no es que
no quiera decírselo. Es solo que...."
"Háblame, Winnie. Sé que esto da miedo. Déjame ayudarte."
Ella suspiró. "Han pasado mucho con el tema. Quiero decir,
Steve ya no viene a ver cómo estoy cada dos por tres."
"Está mejorando la cosa, sí."
"Sé que es así. Pero aún quedan cosas que hacer. Acabamos de
devolverle el dinero a tu madre por el juego de dormitorio que nos
compró. Todavía les estamos pagando a mis padres por los muebles
del salón."
"Solo dilo, Winnie. No pasa nada"
Ella suspiró. "Solo quiero que esto se quede como algo nuestro
por un tiempo. Algo en lo que aún no haya nadie involucrado."
"Vale."
"Porque sé lo que viene a continuación. Mi madre estará aquí
todo el tiempo..."
"Está bien, Winnie."
.".. y papá vendrá a quedarse los fines de semana ofreciéndome
su ayuda para todo, así que prefiero...."
"Winnie."
“... y mamá va a reducir mis horas de trabajo porque todos van a
estar paranoicos de que pase algo...."
Acaricié sus mejillas. "Te he dicho que me parece bien que no
digamos nada por el momento."
Ella parpadeó. "¿De verdad, no te molesta?"
Sonreí. "Si. De verdad. Lo guardaremos para nosotros. Me
parece bien que sea solo nuestro por un tiempo."
Ella suspiró. "¿Seguro?"
"Seguro."
"Muchas gracias por entenderlo, Ben."
Lanzó sus brazos alrededor de mi cuello y sus labios volvieron a
los míos. La cargué en mis brazos, abandonando nuestro café y
tostadas en la cocina mientras la llevaba de regreso por el pasillo,
subía los escalones y entraba en nuestra habitación, que nos
esperaba con aire del océano llenando la habitación. Caímos sobre
el colchón que nos acunaba todas las noches. La puse encima de
mí mientras nuestros besos se tornaban más profundos. Mi lengua
se deslizó a lo largo de su boca, mientras su cuerpo se rozaba
contra el mío, provocándome una erección en cuestión de
segundos.
"Te necesito," le dije.
"Entonces, hazme tuya," susurró.
Mientras la giraba para abrir su bata, dejé que mi palma cayera
contra su estómago. Con mis dedos deteniéndose sobre las
cicatrices del pasado. Besé su cuerpo, lamí su piel mientras tocaba
suavemente sus pechos, hasta que mis labios conquistaron todas y
cada una de sus estrías.
"Te amo, cariño," murmuré.
Después, deslicé las piernas de Winnie sobre mis hombros, lista
para despertarla de la mejor de las maneras, como lo habíamos
hecho tantas veces antes. Agradeciéndole por la vida que me había
dado. Dándole las gracias por el amor que había traído a mi vida.
Agradeciéndole la belleza que había devuelto a mi existencia.
A veces, volver al principio no siempre significa un final.
ESPOSA FINGIDA (VISTA PREVIA)
CAPÍTULO 1
JOSH

“N o estoy diciendo que no vaya a volver a interpretar a otro


stripper si el papel es bueno, ¿pero podrías encontrar un
personaje que al menos me motive?”, le pregunté.
“Escucha, Josh”, dijo mi agente Caitlyn, “eres una estrella. Estás
en la lista de los hombres más sexys del mundo. Y sabes
perfectamente cómo llegaste a ese punto”.
“Me alegro de que Say It with Flowers haya sido un gran éxito.
Me abrió muchas puertas, ¡pero todas conducen a películas en las
que interpreto a un stripper o a un gigoló!”.
“Los rayos no golpean dos veces en el mismo sitio. Estados
Unidos te adora por tus interpretaciones de acompañante tonto y
bien intencionado. Simplemente no puedes pasar de hacer ese tipo
de papeles a representar a Einstein”, dijo.
“No necesito interpretar a un genio. Tan solo escúchame. Mira
los guiones que me has enviado”.
“Los he mirado”.
“Tu asistente los miró”, le contesté.
“Está bien, Clive los miró. Son buenas oportunidades. Películas
de estudio de presupuesto medio, comedias de verano”.
“Las descripciones dicen 'hombre blanco atractivo, pero
superficial, de veintitantos años’”.
“Ese eres tú”, dijo, tomando un trago de su botella de agua.
“Gracias”, dije con una pizca de sarcasmo.
“Ser ese tipo te ha hecho ganar millones”, dijo, “y no olvides la
promoción que obtuvimos por modelar ropa interior masculina en
Europa”.
“Sí. Pero mira esto, Caitlyn. Si pudieras conseguir que escriban
un guion desafiante para un stripper, como que tiene un niño
enfermo o algo de ese estilo, me gustaría hacerlo. Me encantaría
mostrar mis habilidades como actor, y lo haría en una comedia. Me
quitaré la camisa. Sé a lo que vendrán al teatro. Pero me gustaría
darle más contenido a mi parte”.
Ella se rio disimuladamente. “Tu parte es lo que pagan por ver.
Eres famoso por ser atractivo, no un hombre de familia o algún
héroe abnegado. Si deseas cambiar el tipo de función para la que te
consideran, debes cambiar tu imagen. ¿No quieres jugar al tipo
playboy sexy y soltero? Entonces deja de verte como uno”.
“¿Estás sugiriendo que deje de hacer ejercicio?”.
“No. Dios, no. Dime que es una broma”.
“Vale, es broma. Pero ¿puedo hacer una entrevista, hablar sobre
cambiar de dirección y buscar roles más maduros? Sé que puedo
conseguir que Max me organice un programa nocturno para una
entrevista. ¿Quizá con James Corden? Me encanta ese chico.
¡Hasta podríamos cantar!”.
“En primer lugar, tu canto lo único que conseguirá será que tus
fans no hagan otra cosa que cambiar de canal. ¿No te acuerdas de
cuando te presentaste a las audiciones para la secuela de Mamma
Mia?”.
“Y lo clavé en el baile”, dije a regañadientes.
“Es cierto. Era un musical. Insististe en intentarlo, en contra de
mi consejo. ¿Recuerdas?”.
“Sí”, le dije.
“Y te doy excelentes consejos. He guiado tu carrera y has
pasado de interpretar a un camarero en una telenovela a ganar diez
millones por película”.
“Sí, lo has hecho. Y como tu instinto es tan bueno, te pido
consejos sobre cómo hacer la transición a una imagen más madura.
Por ejemplo, dónde debería hacer la entrevista”.
“No puedes hacer una entrevista para anunciar que estás listo
para roles más serios. A menos que quieras interpretar al padre
severo pero cariñoso en una de esas películas de Lifetime donde el
niño tiene cáncer”.
“Eso no es lo que quiero. Quiero interpretar los roles de Bradley
Cooper. Sé que es mayor, pero no empezó haciendo cosas serias.
Estaba en The Hangover y ese tipo de películas. Interpretó a un
mapache en una franquicia de cómics, por el amor de Dios”.
“¿Te refieres a la franquicia más taquillera de todos los tiempos?
Eso no le hizo ningún daño. Pero lo que digo es que, si quieres roles
más serios, no puedes decírselo a la gente. Tienes que demostrarlo.
Aquí es donde entra Max con la remodelación de tu imagen. Mi
opinión es que necesitas casarte”.
“¿Qué?”.
“Si quieres interpretar a un adulto y proyectar la imagen de un
adulto, sigue los hitos tradicionales aceptados por el americano
medio. Comprar una casa nueva. Casarse. Tener un hijo. Tuitear
sobre cuánto amas a tu esposa. ¿Sabes de que va el éxito de Ryan
Reynolds? No es todo Deadpool. Es estar casado con Blake Lively y
tener dos hijos adorables”.
“No creo que ella vaya a dejar a Ryan por mí. Y me convertiría
en un destructor de hogares. Eso no puede ser una buena
publicidad”.
“Dime que estás bromeando de nuevo”, dijo, sacudiendo la
cabeza.
“Por supuesto que estoy bromeando. Pero me encanta que
pienses que soy tan estúpido. No soy un idiota. Solo lo interpreto en
la gran pantalla”.
“Un idiota sexy con un cuerpo enfermo”, corrigió. “Habla con Max
sobre un cambio de imagen antes de pedirme un tipo de película
que no sea coherente con tu marca”.
“Tendré que cambiar mi marca”, dije. “Porque no me entusiasma
interpretar a un torpe fontanero que se tropieza con un atraco
mientras hace pis”.
“Fue un escenario divertido. Enseñas tu cuerpo completamente
desnudo desde atrás y, gracias a que es una comedia, puedes
obtener la calificación para mayores de 13 años”, dijo.
Me desanimaba tratar de explicar por qué estaba mal para mí.
Ya había pasado por eso. Yo había madurado. Si se lo decía, ella
mencionaría que Adam Sandler había crecido y había tenido que
hacer películas para televisión porque ya no encajaba en las
comedias juveniles. Eso no era lo que quería. Yo era un símbolo
sexual, mientras que él era un comediante. Lo que significaba que al
menos era visto como divertido y talentoso, mientras que yo había
sido bendecido con una buena apariencia y la autodisciplina para
hacer ejercicio todos los días. Suspiré.
“Mira, si haces una obra de teatro, preferiblemente Shakespeare,
y te enfocas más en el trabajo de caridad que en las fiestas, ese
sería ya un primer paso. Pero en serio, habla con Max. Él te lo dirá.
Es un hombre inteligente. Sabe que tú necesitas una nueva imagen
para obtener lo que quieres. Y no me refiero a un matrimonio rápido
en Las Vegas. Me refiero a comprar una casa, decorarla de acuerdo
con tu nuevo estilo de vida, salir en Vogue o en el Architectural
Digest o ese tipo de publicaciones. Unas lindas mascotas,
labradores, no cerdos barrigones y esas mierdas que puedan
perseguirte mientras paseas por los jardines junto a tu esposa en las
fotos”.
“Eso es muy específico”, dije, “y supongo que es lo que te pedí”.
Llamé a Max mientras bajaba por el ascensor. El maldito
ascensor se atascó de nuevo, pero solo por unos minutos. Siempre
me olvidaba de quejarme a mi agente sobre su poco fiable ascensor
privado. De todos modos, Max contestó mi llamada de inmediato, lo
que siempre era reconfortante. Al menos sabía que todavía estaba
dispuesto a trabajar conmigo.
“Hola, colega”, dijo. Él tenía cincuenta, pero me hablaba como si
yo fuese su sobrino o un familiar de nueve años. A pesar de eso, era
el mejor en su trabajo.
“Hola, Max. Acabo de salir de la oficina de Caitlyn y quería hablar
contigo sobre lo que dijo. Quiero interpretar papeles más maduros,
no como el anciano Gandalf, sino roles serios y dramáticos. Ella
cree que la razón por la que no recibo esas ofertas es…”.
“¿Tu imagen? Quiero decir, diablos, todo el mundo quiere ser
como tú. Yo quiero ser como tú. Acudes a todas las fiestas de Vanity
Fair. Durante los últimos cuatro años, tu nombre ha estado vinculado
a todas las chicas del espectáculo, desde Emma Stone hasta la
última modelo de traje de baño de Sports Illustrated. Tus fotos junto
a la chica italiana en la cubierta de ese superyate… estaría
mintiendo si no te dijera que son oro en las relaciones públicas para
obtener papeles sexys. Mucha pasión y sin marcas de bronceado en
ninguna parte. Pero si quieres películas aspirantes a los Oscar,
tienes que limpiar esa imagen”.
“¿Qué es lo que soy? ¿Un drogadicto? No me han arrestado,
nadie ha muerto en el club del que soy dueño y nunca he acosado a
nadie. ¡He sido puro como la nieve, incluso durante el movimiento
Me Too!”, dije frustrado. "Es como si me estuvieran castigando por
ser un hombre soltero y guapo”.
“Entonces eres guapo, exitoso, una estrella, ¿y te sientes
perseguido? Creo que antes de que hagamos cambios en la
imagen, es posible que debas ir a terapia. Porque estás en la cima,
en cuanto a privilegios se refiere. Empieza poco a poco con trabajos
de caridad. Niños de zonas marginales, artes, ese tipo de cosas.
Después, consigue una novia estable. Alguien mayor de veintiún
años”.
“Mimi tenía veintitrés”, dije.
“Como te he dicho. Ella necesita tener más o menos tu edad.
Idealmente, alguien que no esté en el mundo del espectáculo, que
por lo menos no sea modelo o actriz. De esa manera, parecerá que
tiene los pies en la tierra y evitará la percepción de un romance
intenso y escandaloso”.
“Nunca he tenido un romance polémico. He tenido relaciones,
cortas quizás, pero nunca han sido malas. No hemos tenido que
lidiar con escándalos o con difamaciones”.
“Colega”, dijo, “creo que quieres una palmada en la espalda por
lograr llegar a los treinta años sin antecedentes penales o sin una
demanda por acoso sexual. Eso me hace sentir viejo y deprimido,
porque esa debería ser la norma, ser una persona decente para
empezar. Y lo eres, por lo que no debería ser demasiado difícil. Hay
muchos tipos con demandas de paternidad en su contra, divorcios
complicados y titulares de prensa sensacionalista. Estás por delante
en el juego al no estar involucrado en nada de eso. Pero vamos a
tener que cambiar tu imagen drásticamente si quieres este cambio
en la interpretación de tus roles”.
“Caitlyn dijo que debería casarme”.
“Y no se equivoca”.
“Esperaba una solución más creativa y menos permanente de tu
parte”, le dije.
“No es la única forma. Pero sí la más sencilla. Restaurar una
casa juntos, mostrarse abrazados y acaramelados para que la
revista difunda tu nuevo y diferente estilo de vida, y cómo eso
impactó en tu trabajo en la gran pantalla. Cómo ha cambiado tu
vida. Estados Unidos adora los cuentos de hadas. Lo único es que a
los estudios de filmación les gusta más unas buenas ganancias que
un cuento de hadas. Si intentas ser un adorable hombre de familia,
encontrarás tu nombre adjunto a algunos proyectos más
importantes. No más robots alienígenas”.
“¿Entonces casarse es la respuesta rápida?”.
“Casarse es la respuesta rápida. La respuesta lenta es hacer
obras de caridad. Convertirte en uno de esos embajadores de buena
voluntad y visitar los países empobrecidos hablando de minas
terrestres, agua potable y ese tipo de cosas. Construye una imagen
pública como alguien profundamente comprometido con trabajar por
el bien común, durante más o menos un año, con múltiples
entrevistas y al menos una donación propia para los titulares”.
“Dono a varias organizaciones benéficas con regularidad”, dije.
“¿Y?”.
“Nunca lo he hecho público. No es por eso por lo que lo hago”.
“Sería prudente alinearse públicamente con al menos una de
ellas, si no fuera por otra razón que usar tu fama para llamar la
atención y obtener más donaciones para la organización”.
“Puedo hacer eso. Sin embargo, nunca me he sentido cómodo
recibiendo atención por donar a organizaciones benéficas. Parece
como que quiero felicitarme a mí mismo”.
“No lo mires de esa manera. Considéralo como alguien que
utiliza su rostro famoso para que la gente haga clic en el sitio web
de la fundación y haga una donación”, dijo Max.
“Okey. Lo miraré”.
“Déjame estudiarlo. Envíame una lista de tus patrocinios. Haré
que mi oficina se comunique con ellos para ver si les gustaría hacer
una aparición pública en una recaudación de fondos. Espero un sí
de todos ellos, a menos que ya tengan a Angelina Jolie o… no,
prácticamente solo a ella”.
“Gracias”.
“De nada. No tienes que agradecerme que haga mi trabajo,
Josh. Pero siempre lo haces. Esa es una de las razones por las que
acepté trabajar contigo hace años, cuando estabas empezando.
Siempre has sido muy respetuoso, lo cual es más inusual de lo que
piensas en este negocio. Piensa un poco en la idea del matrimonio”.
“Pero no estoy saliendo con nadie y no puedo imaginarme estar
colado por alguien el próximo mes”.
Max suspiró frustrado. “No tienes que casarte, en plan, con el
amor de tu vida para siempre”.
Estaba empezando a comprender. “¿Entonces me valdría con un
simple acuerdo comercial?”, le pregunté.
“Hollywood está lleno de este tipo de arreglos. Son parejas
poderosas, actrices que se casan con directores, guionistas que se
casan con actores, productoras que se casan con otros
productores…”.
“Oh. Está bien”, dije. “Ahora lo entiendo”.
Después de hablar con él, pensé en todos los cuencos de Tiffany
que había comprado como regalos de bodas de amigos del elenco y
compañeros de trabajo, a cuyas ceremonias había asistido durante
los últimos años. ¿Cuántos de ellos habían sido sinceros y cuántos
eran simplemente arreglos beneficiosos? El mismo Max se había
casado en Hawái, hacía ya tres años, con su segunda esposa, una
productora. Yo había sido uno de sus padrinos de boda. Tenía
miedo de preguntarle acerca del asunto. No quería saberlo. Porque
de alguna manera, después de todos estos años, el mundo del
espectáculo había logrado desilusionarme aún más.
En casa, revisé mi archivo de fotos en Instagram y aterricé en un
antiguo ligue. Me había gustado Holly mientras salimos juntos.
Estuvimos juntos durante cuatro meses. Aceptó un trabajo de
modelo en Hong Kong y rompimos porque sabíamos que no
podríamos soportar la distancia. Era una persona dulce y cariñosa, y
a ambos nos gustaba hacer yoga caliente. Decidí llamarla. Primero
hice una búsqueda rápida para asegurarme de que ella no estaba
comprometida o casada. Figuraba como soltera, de modo que la
llamé.
Me recibió su buzón de voz. Eso significaba dos cosas. Primero,
ella no había cambiado su número. En segundo lugar, que había
visto mi número y no había respondido. Por supuesto, la mujer
podría haber estado trabajando o estar ocupada, pero la conocía lo
suficientemente bien como para saber que llevaba su teléfono a
todas partes y dormía con él debajo de la almohada por la noche.
No creí ni por un segundo que eso hubiera cambiado. ¿Podría
culparla por no contestar una llamada de un ex? Realmente no. Así
que pensé en dejar un buen mensaje. Uno que sonara como si
estuviera interesado en su vida y no solo tanteando para ver si
estaba en la ciudad. No pasaron ni cinco minutos y me devolvió la
llamada. Sonreí cuando vi su información en mi pantalla.
“¡Hola, Holly!”, dije.
“¡Josh! ¿Cariño, qué tal todo?”, preguntó ella. “Aquí estamos a
mitad de la noche”.
“Lo siento. Nunca sé dónde estás. Trabajas en todo el mundo. Si
te desperté…”
“No, no es problema. Escucha, estaré en Los Ángeles la próxima
semana. Tengo una fiesta de lanzamiento de esta marca de tequila
de la cual soy su imagen. Después de la fiesta del jueves, te
llamaré. A las dos o tres de la mañana, ¿vale? Sé que siempre has
sido un noctámbulo”, murmuró.
Está bien, ella solo quería ligar. Me rasqué la cabeza.
“Esperaba que pudiéramos pasar algún tiempo juntos, tal vez
salir. Ponernos al día con lo que ha estado sucediendo en nuestras
vidas”.
“Oh. Bueno, realmente no estoy como para una relación. Me voy
a Budapest después de dos días en Los Ángeles, y luego a
Yakarta”.
“Ya veo, bueno, mucha suerte entonces”, dije, decepcionado.
Sin desanimarme, y teniendo una dotación de exnovias de las
que todavía era amigo, busqué hasta encontrar el número de Sierra.
Era actriz, la It Girl de hace un par de años, ahora haciendo su
propia comedia para Netflix. La llamé, preguntándome si una fusión
de tipo matrimonial ayudaría a su imagen tanto como a la mía.
Después de dos intentos, descubrí que o ella no había configurado
su cuenta de buzón de voz o su número había cambiado. Le envié
un mensaje a Max para ver si podía conseguirme su nuevo número,
y su respuesta fue: “¡No, una actriz no!”.
Avanzando en mi lista, me puse en contacto con una exnovia
que ya estaba comprometida y tres más que estaban felices de ligar
conmigo, pero sin interés en una relación. Ya fuera porque
estuvieran saliendo con otra persona o porque recordaron por qué
no había funcionado la primera vez.
La última con la que hablé, Raven, se rio de mí.
“¿Esperas que crea que tú quieres tener una relación seria? Me
iba a trabajar fuera de la ciudad y rompiste conmigo porque no
creías que fuéramos a ser lo suficientemente fuertes como para
manejar la separación. Esas fueron exactamente tus palabras”.
“He madurado desde entonces, y tal vez me he dado cuenta de
lo que me perdí”, dije, tratando de parecer convincente.
“Gracias a Dios, sé perfectamente que es mejor no tomarte en
serio”, dijo, y colgó.
Bien, tal vez había una ex a la que no le agradaba en absoluto.
Estaba un poco desanimado, pero no era un hombre que se
rindiera tan fácilmente. Había muchos peces en el mar, así que nadé
hasta Chateau Marmont después de las once, para ver qué podía
pescar.
CAPÍTULO 2
ABBY

F inalmente, un descanso.
Después de todo el tiempo que había pasado afinando
detalles como supervisora de guiones y escribiendo teleplays según
las especificaciones, por fin había conseguido un trabajo en
redacción. Era un perfecto ejemplo de un golpe de suerte del
destino. Ahora me encontraba en una sala de guionistas reales. Tal
como siempre había soñado. Bueno, en mis sueños olía menos a
café rancio y cigarrillos. De hecho, en mis sueños no apestaba en
absoluto. Aun así, había intervenido para ayudar a escribir, deprisa y
corriendo, el final de temporada del ganador del Globo de Oro, y
ahora era parte del equipo galardonado.
Ocupé mi lugar en la mesa. Dejé mi botella de agua, teléfono,
tableta, una libreta y un bolígrafo. El hecho de que estuviera
rodeada de guionistas experimentados que contaran con más
premios que yo velas en mi tarta de cumpleaños, no significaba que
no tuviera todo el derecho a ocupar un sitio en esta mesa de
conferencias, donde me había ganado un lugar. Había recorrido un
largo camino desde mi blog universitario, contando mis aventuras
como anfitriona para la cadena de restaurantes Hooters
(repugnante, un ambiente misógino, buenas propinas, y una
colección de piropos patéticos, como cabe esperar de ese
ambiente). Recuerdo mi emoción al conseguir treinta seguidores en
el blog. Ahora trabajaba para una serie de televisión de primer nivel,
junto a todos estos distinguidos... hombres. Todos ellos. Para ser
justos, era un espectáculo sobre la guerra, por lo que tenía sentido
que… no, yo era sólo la primera chica en formar parte de este
grupo. Por lo que tenía que trabajar más duro para demostrarles mi
valía antes de que comenzaran a pedirme que preparara el café. El
café apestoso de la sala de escritores.
Había leído esa mañana un correo electrónico que el director
había enviado al equipo, con un próximo giro de la trama que él, los
productores, y el guionista principal habían trabajado previamente.
Lo que significaba que un personaje que había creado para las dos
partes del final, Cirenda, obtendría un papel más destacado. Estaba
emocionada de ver lo que podía hacer con ese personaje.
Tomé unas pocas notas, aclaré mi garganta, y estaba a punto de
empezar a hablar cuando otro escritor elevó la voz sobre emparejar
a Cirenda con Milrand, un guerrero afligido. Eso me puso los pelos
de punta. La primera protagonista femenina significativa en cuatro
temporadas no necesitaba un novio desde el principio. Ella
necesitaba desarrollar un conjunto complejo de motivaciones antes
de formar pareja o estar confinada a un papel de amor romántico.
“Para mí, la mayor contribución que este personaje puede hacer
al tejido de la historia es la adición de cierta levedad. ¿Recuerdan la
reacción de Twitter a su comentario sarcástico en la primera parte
de la final? Fue oro para la audiencia. Así que, para empezar, estoy
ansioso por ver cómo Cirenda le da un toque humorístico a Ancient
Crowns,” dijo Mitchell, uno de los escritores senior.
“Estoy absolutamente de acuerdo en que la personalidad
luchadora de Cirenda fue mi parte favorita para trabajar en el final, y
eso debería seguir siendo, definitivamente, parte de su personaje”,
dije “pero relegarla a lo humorístico sería un error. Ella no se
disfrazó de hombre y se recorrió todo el camino desde Mykonos
para resbalarse con una piel de plátano y mamársela a Milrand.
Sería un golpe a su integridad como luchadora y exsacerdotisa
contar con sus bromas solo para aliviar la tensión de los personajes
principales. Estoy segura de que pueden entender a lo que me
refiero”.
“Estás muy apegada a Cirenda, obviamente. Ella es el primer
personaje al que le has dado vida. Pero debes darte cuenta de que,
como parte de un equipo de redacción, muchas de nuestras
decisiones en la historia están guiadas por los deseos del director,
de los productores, la red de grupos de enfoque y a lo que estos
responden. Nuestra audiencia millennial ha decaído en las últimas
dos temporadas, y las proyecciones indican que agregando un poco
más de humor los recuperaremos. Necesitamos esos números en
un grupo demográfico más joven, para atraer a más patrocinadores”,
dijo pacientemente Randolph, el escritor principal.
“Es un negocio”, dije. “Es difícil para mí recordarlo a veces
porque soy nueva en esto. Os agradezco vuestra ayuda y
definitivamente necesitaré vuestros consejos en el futuro. Pero
como una voz nueva en un equipo consagrado, creo que mi visión
de Cirenda atrae a las espectadoras de mi grupo de edad: mujeres
fuertes e independientes que se preocupan por el bien común,
incluso aunque eso signifique sacrificar algo de felicidad personal”.
“Lo tomaremos en consideración y lo revisaremos más tarde”,
dijo Randolph.
Hice una mueca y bebí un sorbo de agua. Zanjó el asunto de
manera efectiva y me quedé dolida.
Repasamos una lista de otros puntos de la trama que ya se
habían decidido. La mayoría de ellos simplemente apestaban. Pero
después de recordarme que yo era la chica nueva, decidí mantener
la boca cerrada por ahora.
“Nuestro equipo lleva trabajando desde hace más de una década
para este canal. Hay una curva de aprendizaje debido al flujo de
trabajo del equipo y lo respetamos. A su vez, hay que respetar el
proceso de colaboración. Estábamos en un aprieto cuando entraste
en el final. Habríamos aceptado prácticamente cualquier cosa que el
canal nos hubiese permitido después de la repentina partida de
Robert. Por lo tanto, es posible que hayas tenido la impresión de
que, en medio de nuestro dolor, estábamos a la deriva. Pero hay
una estructura de liderazgo establecida”, dijo Randolph. “Tenemos
once temas más por discutir. Este podría ser un buen momento para
un descanso”.
Asentí con la cabeza, mis mejillas estaban encendidas. Fui al
baño de mujeres donde podía estar segura de que no me seguirían,
considerando que probablemente era la única mujer en toda la
planta. Yo podía hacer esto. Solo tenía que cambiar mi enfoque. Me
precipité y los rescaté cuando Robert, uno de sus escritores, murió
después de un breve ataque de neumonía. Estaba en la oficina,
trabajando en los detalles de la supervisión de un guion, que hacía
como autónoma, cuando me llamaron para escribir. Por aquel
entonces, les habían gustado mis ideas y los episodios habían sido
un éxito. Ahora que no me necesitaban tan desesperadamente,
tendría que suavizar mi actitud. Estaba acostumbrada a tener que
gritar para ser escuchada, como mujer, en una industria de
hombres, y una mujer cuyo trabajo anterior consistía en precisar
detalles. Por mucho que odiara tener que moderar mi personalidad,
quería una buena experiencia laboral, y por lo que parecía, tendría
que comerme mis ideas con una capa de azúcar. Estaba caminando
de puntillas y tendría que retroceder un poco. Necesitaba construir
algo de buena voluntad. Me peiné el pelo, miré en el espejo y asentí,
levanté la barbilla hacia arriba.
Cuando regresé a la sala, fui directamente hacia Steve. “Te debo
una disculpa”, le dije. “Vine con demasiado entusiasmo porque
estaba muy emocionada por trabajar con todos vosotros y quería
demostrar mi valía. Empecé con el pie izquierdo y lo siento. Sé que
tengo mucho que aprender”. Le ofrecí mi tímida y humilde sonrisa.
Me dio una palmada en el hombro. “Eso requiere cojones,
jovencita. No sé si hubiera tenido el descaro de enfrentarme a un
productor ejecutivo cuando comencé”.
“Gracias”, le dije, “pero debo trabajar en mejorar mis modales”.
Tomé asiento y pasé un día bastante frustrante escuchando,
tomando notas y hablando poco. Tendría que jugar una larga partida
para ganarme su respeto y hacer avanzar mis ideas. Eso implicaba
modestia y tranquilidad, dos cosas que se me daban fatal.
Después del trabajo, salí a tomar algo con unas amigas. Durante
el último año habíamos estado demasiado ocupadas como para
mantener nuestra tradición de miércoles de margaritas, pero esta
era una ocasión especial. Me había juntado con Katie y con Sara
para comer guacamole, cotillear, y celebrar los tres meses
completos que llevaba de soltería. Me alegré mucho de verlas. Nos
abrazamos, nos reímos y hablamos entre nosotras mientras
pedíamos aperitivos y bebidas. Nos veíamos con bastante
frecuencia, pero pasar una noche juntas era raro. Sobre todo,
porque Sara acababa de mudarse de nuestro apartamento para vivir
con su novio Andrew en su casa. Katie siempre estaba ocupada,
trabajando miles de horas como técnica de uñas en una escuela.
Así que una noche de fiesta con ellas era lo más destacado de mi
mes.
“Entonces, ¿cómo es trabajar en la redacción de guiones de
televisión a tiempo completo?”, preguntó Sara.
“¡Es un sueño hecho realidad! Quiero decir, fue emocionante
poder participar en el final, pero hoy es mi realidad. Ahora es mi
trabajo. Ya no reviso las páginas a diario en busca de
inconsistencias con un peinado, o un apodo, o algo mencionado en
un episodio anterior que esté mal”.
“Entonces, ¿cuál es el problema?”, preguntó Katie.
“Nada. El escritor principal incluso me felicitó por tener las
pelotas de defender a la protagonista femenina que creé en el final”.
“Así que es un club de chicos. Ya te lo esperabas. Y puedes
defenderte. Te conozco”, dijo Sara cariñosamente.
“¿Sabes lo que necesitas para llevarte bien en el club de
chicos?”, preguntó Katie. “Algo de eso”. Señaló un televisor encima
de la barra que estaba mostrando los avances de la nueva película
de Josh Mason. Había un policía, o algo similar, y se había quitado
la camisa.
“No me importaría estar en un club con él”, dijo Sara, apurando
su bebida.
“Es un bombón”, suspiré. “Y tampoco es un mal actor. ¿Lo
habéis visto en The Hook Up Hangover? Fue muy gracioso, y su
línea de entrega fue muy nítida a pesar de que parte del material era
estúpido”.
“La película se llama The Hook Up Hangover. ¿Esperabas que
fuera inteligente?”.
“No, esperaba que fuera horrible con un poco de atractivo visual,
y él estuvo mejor de lo esperado. Mostró algo de emoción, se
atragantó un poco al final cuando la stripper volvió con su novio”.
“¿Pensaba que él era el stripper?”, preguntó Sara.
“Era otra película”.
“Oh. Creo que son todas iguales. He visto un montón de él, todas
van de lo mismo”.
“Sí, se apega a la fórmula”, le dije. “Pero creo que podría hacer
otras cosas”.
“¿Pero quieres verlo interpretar a un traficante de drogas? ¿O
alguien que se queda con la camisa puesta?”, preguntó Katie. “No lo
creo. No nos importa si la película es estúpida, siempre y cuando
aparezca medio desnudo y se parezca a Josh Mason. ¿Habéis visto
el canal de YouTube de su entrenador? Esa mierda es mejor que la
pornografía”.
“No. ¿Por qué debería ver a la gente hacer ejercicio en
YouTube? Ya tengo suficientes problemas para arrastrarme a la
clase de spinning sin perder mi tiempo libre viendo entrenamientos.
La inspiración fitness no me funciona. Que mis pantalones me
queden demasiado apretados sí me motiva”, dije.
“No es por los consejos fitness. Es porque Josh Mason se
ejercita con pantalones cortos de compresión negros, y nada más.
Pesas, balón medicinal, circuito de entrenamiento. Las flexiones.
Dios, que alguien me abanique”, dijo tomando guacamole con una
patata.
Me comí una patata frita y negué con la cabeza. “Es agradable a
la vista, pero creo que, como actor, no recibe el respeto que se
merece debido a los papeles que elige”.
“Considéralo como un golpe a la doble moralidad. Por todas esas
películas en las que Angelina Jolie o Halle Berry tuvieron que estar
de pie con una camiseta sin mangas mientras algún tipo hacía de
pirata, luchador o lo que sea”, dijo Katie. “Estas patatas fritas con
queso son increíbles”.

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Muchas gracias por leer mi novela.

Como nueva autora independiente, significa mucho para mí recibir


comentarios de mis lectores. Si pudieras tomarte el tiempo de dejar
una opinión cuando termines de leer, te lo agradecería mucho. Leer
los correos electrónicos y las críticas sobre mi historia de parte de
ustedes significa todo para mí.
Gracias de nuevo.
SOBRE LA AUTORA

Annie J. Rose es una autora de romance contemporáneo a quien le


encanta dar vida a todas tus fantasías. Escribe ardientes historias
de romance con finales felices.

Nació y creció en Nueva Zelanda, y a menudo pasa la mayor parte


de su tiempo escribiendo historias en su balcón. Es farmacéutica de
día, escritora de indecencias por la noche.

Para cualquier pregunta o inquietud, por favor contáctame en:


[email protected]

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