MEDITERRANEO
MEDITERRANEO
MEDITERRANEO
Planteo resumir la evolución que ha experimentado la ciudad, nuestra ciudad, a lo largo del
tiempo. En principio reflejaba el espíritu urbano mediterráneo, que adjudica un gran
protagonismo al espacio público: es aquello de hacer vida en la calle. Es consecuencia del
espléndido clima de que gozamos, que conjuga temperaturas benignas con pocos días de
lluvia (a veces demasiado pocos), y así surge la genuina cultura urbana, acostumbrada a
vivir en un ambiente artificial. El urbanista Chueca Goitia la denominó «ciudad pública», y
también ha sido calificada de «ciudad del peatón». Es la manifestación evidente de la
implantación de la artificialidad sobre la superficie terrestre por parte de los humanos.
En ella, los ciudadanos no solamente transitan por el espacio público, totalmente accesible
para todos, sino que también se pasean y se asientan en él. No obstante, nos hemos pasado
millones de años en un ambiente básicamente natural, de manera que arrastramos un
atavismo que no podemos obviar. A partir de cierta dimensión es necesario diseñar una
buena red de parques urbanos, pero sin olvidar que el protagonismo recae en la ciudad.
En Estados Unidos predomina otro modelo muy diferente, en el que el espacio exterior solo
sirve para circular en coche y lo que hay son guetos de diversos tipos. Se ha adoptado una
cultura absolutamente suburbana en la que el protagonismo corresponde a la vegetación.
No es una verdadera ciudad tal como siempre la habíamos entendido desde nuestra
perspectiva.
Siguiendo con el modelo, menciono la Revolución Industrial, que hizo crecer las ciudades
hasta entonces encerradas dentro de murallas que agravaban el problema higienista de las
viviendas, poco soleadas y mal ventiladas. Eso obligó a derruir los muros que las
atenazaban. Desgraciadamente, no se creó una red de parques suficientemente potente, que
era lo que convenía. Representó, pues, una marcha atrás en la calidad urbana.
En pleno siglo XX hubo dos circunstancias que también perjudicaron el modelo. Hablo de
una modernidad banal (las hay sólidas) proveniente de Estados Unidos. Por una parte, una
serie de imágenes de rascacielos aislados que han conseguido deslumbrar en todo el mundo,
incluida Asia, pero que rompen las características de la ciudad. Ahora bien, rechazar este
tipo de construcciones no significa hacerlo de una manera drástica, porque ciertas
excepciones son bienvenidas, y como ejemplo menciono en Barcelona la Torre Agbar. Por
otra parte, hay un caso surgido del mundo urbanístico que ha tenido menos influencia pero
que vale la pena citar. Es lo que se conoce como Movimiento Moderno, que fue positivo en
una arquitectura que necesitaba un replanteamiento pero que en urbanismo se apartó del
buen camino. Cuestionó la ciudad clásica e introdujo la racionalista, que no responde a un
concepto verdaderamente urbano. Ahora es oportuno mencionar a Le Corbusier, que brilló
como arquitecto pero no precisamente como urbanista. Es mi opinión.
Otro hecho que ha deteriorado la ciudad es la gran invasión que ha sufrido el espacio
público por parte de coches y motos. En efecto, ocupan las calles no solamente circulando
sino también aparcados. Se añade a ello el deterioro de la calidad del aire.
Hacia el siglo XXI aparecen dos cuestiones positivas cara al futuro si las implementamos
bien. La primera son las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), que
permiten una mejora de la gestión urbana y proporcionan información interesante al alcance
de los ciudadanos. Es lo que se ha dado en llamar smart cities o ciudades inteligentes, pero
teniendo claro que no afectan a la estructura propiamente urbana. Es decir, sin confundirse
con un nuevo modelo urbano. La segunda es que hemos llegado a tener conciencia del
concepto de ecologismo, absolutamente necesario de aplicar en el diseño de las ciudades
porque podríamos caer en la insostenibilidad del planeta.
Así pues, el proceso que ha seguido nuestra ciudad ha pasado por altibajos, pero hay que
ser fieles a su espíritu obviando aspectos que la desmienten e incorporando los dos últimos
instrumentos, que la enriquecen y la hacen sostenible. Por cierto, la ciudad mediterránea es
fácilmente adaptable al gran reto del ecologismo. El resultado es una ciudad compleja,
segura, fractal y preparada para el futuro al ser la menos insostenible posible.
Se trata de pasar lista al proceso para después tener claras las actualizaciones pertinentes a
realizar, corregir les mixtificaciones, incorporar las TIC y adaptarse a las exigencias que
reclama el ecologismo. Desgraciadamente, es difícil mejorar la calidad urbana en el marco
de la ciudad construida a causa de su gran inercia.
BIBLIOGRAFIA
Las orillas del Mare Nostrum, como fue denominado el Mediterráneo por los habitantes del
Lacio, vieron nacer, crecer, desarrollarse e incluso morir a algunas de las ciudades más
ricas y prósperas de la historia de la humanidad. Estas polis fueron escenario de las grandes
batallas y aventuras de la antigüedad, residencia de héroes, reyes y sabios, y cuna de un
legado que traspasó las fronteras del tiempo para llegar a la actualidad.
Sobre estas líneas, maqueta que recrea de la ciudad de Tarraco imperial, 2010. Arriba, vista actual del anfiteatro de
Tarragona.
Este quinto ciclo dedicado a las ciudades de la antigüedad mediterránea tendrá como
protagonistas a seis enclaves: la más remota de la civilización griega, la legendaria patria de
Agamenón, Micenas, descubierta por H. Schliemann en el siglo XIX gracias a los textos
homéricos; la polis donde Platón proyectó instaurar su República y donde vivieron Teócrito
y Arquímedes; Siracusa, recordada por su papel en la Guerra del Peloponeso y por su eterna
enemistad con Cartago, y Éfeso, cuya acrópolis conserva el Templo de Artemisa, meca de
peregrinación y una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo según la afamada lista de
Antípatro de Sidón.
Yacimiento fenicio de Sa Caleta (Ibiza), el núcleo urbano más antiguo de la isla, erigido en el siglo VIII a.C.
Tarraco. La ciudad romana que dio nombre a una provincia, Joaquín Ruiz de Arbulo
Unos restos monumentales a los cuales tenemos que añadir la mayor colección de lápidas
escritas latinas conservadas de todo el Occidente romano (más de 1200) junto a estatuas,
mosaicos, elementos arquitectónicos, joyas, metales, cerámicas, vidrios y todo tipo de
materiales arqueológicos expuestos en los cinco museos de cariz histórico-arqueológico de
que dispone la ciudad, encabezados por el Museo Nacional Arqueológico de Tarragona.
Sarcófago romano en dependencias subterráneas del antiguo circo romano de Tarraco (Tarragona).
Pausanias, erudito griego del siglo II d. C., escribió una Descripción de Grecia en la que,
llegado a Micenas, entonces un conjunto de venerables ruinas, escribió: “Quedan trozos de
muralla y la puerta, sobre la que hay unos leones. Todo esto se dice que es obra de los
Cíclopes, que también construyeron para Preto la muralla de Tirinto”.
Los griegos históricos veían en las murallas de Micenas o Tirinto los restos de un pasado
legendario, obra sobrehumana de gigantes, los cíclopes, de donde la denominación de
aparejos “ciclópeos” para los de grandes piedras. Eran el testimonio material de una
poderosa civilización borrada de la memoria histórica, pero conservada en la memoria
poética de Homero. En el siglo XIX, H. Schliemann tuvo una fe ciega en la historicidad de
los poemas de Homero, y decidió excavar, además de las ruinas de la ilustre Troya, la patria
de Agamenón, Micenas. Desenterró, de la tierra y del olvido, los excepcionales vestigios de
una ciudad y de las tumbas de sus dirigentes, que son testimonio de uno de los momentos
más brillantes y trascendentes de la Historia de la Humanidad. La gran arquitectura de
Micenas, de las murallas y de sus mausoleos monumentales, y los riquísimos ajuares de sus
tumbas principescas ilustran el primer gran capítulo de la historia de la civilización griega.
Siracusa fue la ciudad más importante de Sicilia en la antigüedad; también fue una de las
ciudades más importantes del Mediterráneo. Fundada por colonos de Corinto a mediados
del s. VIII a. C., creció desde la isla de Ortigia, su primer emplazamiento, por la tierra firme
cercana y fundó, a su vez, otras colonias.
Vista del teatro griego de Siracusa (Sicilia).
Durante su periodo de máximo esplendor fue gobernada por varias dinastías de tiranos, con
breves intervalos de gobiernos oligárquicos o democráticos. Son abundantes los episodios
de gran interés histórico relacionados con Siracusa, como la expedición ateniense durante la
Guerra del Peloponeso, la presencia en ella de Platón con la intención de instaurar allí su
República, el largo conflicto con Cartago o su caída en el poder romano en el 212 a. C. Son
numerosos los personajes relevantes relacionados con Siracusa, pero entre todos ellos
destacan el sabio Arquímedes y el poeta Teócrito, iniciador de la poesía bucólica. Hoy es
una gran ciudad que guarda en magníficos restos arqueológicos la memoria de su
esplendor.
Dana oferente púnica, realizada entr el siglo V y el III a.d.C,. se encontró en la Necrópolis de Puig des Molins (Ibiza).
Ahora se exhibe en en el Museo Arqueológico de Cataluña (Barcelona)
Según los datos aportados por las investigaciones arqueológicas, fue colonizada en el siglo
VII a. C. por los fenicios. Durante la época púnica la isla fue un punto clave de las rutas
comerciales entre el norte de África y las demás colonias fenicias del Mediterráneo. Entre
sus yacimientos más destacados se encuentra, a escasos 500 metros de la urbe, la
Necrópolis de Puig des Molins, cementerio de la ciudad durante la antigüedad y una de las
más importantes necrópolis del Mediterráneo occidental, Patrimonio de la Humanidad con
más de 3.000 tumbas talladas en la roca y enterramientos de época fenica hasta época
romana.
Tras la Segunda Guerra Púnica, Ibiza pasó a ser ciudad federada de Roma para finalmente
integrarse plenamente al Imperio en el siglo I d. C. como municipio latino con el nombre de
Municipium Flavium Ebusum.
Tusculum: la legendaria ciudad del Lacio donde se miraba Roma, Oliva Rodríguez
El anfitteatro de Tusculum y las montañas Albano, Roma, por Thomas Worthington Whittredge, 1860, óleo
sobre lienzo, Washington D.C., Smithsonian American Art Museum.
Esta predilección por Tusculum y su entorno se mantuvo aún muchos siglos después, en
forma de suntuosas villas de recreo desde época renacentista en adelante. Será precisamente
la atracción que la antigua ciudad romana ejerza sobre nobles, eruditos, intelectuales y
artistas la que marcará el nuevo descubrimiento de Tusculum.
Biblioteca de Celso en la ciudad de Éfeso, actual Turquía. Fue construida por el cónsul Gayo Julio Aquila
Polemeano, en honor a su padre, Tiberio Julio Celso Polemeano.
Fundada en Asia Menor en torno al 1044 a. C. por Androclos, hijo del último rey de
Atenas, Éfeso fue cuna de ilustres helenos como el filósofo Heráclito o el pintor Farrasio.
Su acrópolis conserva algunos vestigios del templo de Artemisa, una de las Siete maravillas
del mundo antiguo según el afamado texto de Antípatro de Sidón. La llegada de Alejandro
Magno, en el siglo iv a. C., supuso el desarrollo urbanístico de la ciudad, si bien su apogeo
discurrió bajo la dominación romana, durante el siglo ii d. C., con los emperadores Adriano
y Antonino, siendo la capital de la provincia romana de Asia. Los descubrimientos
arqueológicos han puesto en evidencia importantes monumentos de la época romana, como
la biblioteca de Celso, el templo de Adriano y el gran teatro.
Vista del gran teatro de Éfeso, fue el mayor de su época, tenía una capacidad para unas 25 000 personas.
BIBLIOGRAFIA
CIUDADES DE EUROPA
En el año 4.000 a.C. las gentes del entorno de los ríos Tigris y Eufrates (actual iraq)
empezaron a agruparse en núcleos agrarios o aldeas de los que surgirán las primeras urbes.
Desde estos valles de Iraq la idea de ciudad se propagó a Europa. Estamos hablando de
asentamientos en primeros nucleos urbanos como fruto del desarrollo de la agricultura que
fue reduciendo la vida itinerante y nómada hasta ese momento predominante.
Os vamos a mostrar esta evolución urbana, desde el punto de vista de territorio Europeo a
través de 3 etapas:
La antigua Grecia llegó a tener una red urbana formada por más de 500 ciudades, entre las
que destacaban Esparta y Atenas. Las ciudades griegas tenían dos centros: la acrópolis, la
parte donde estaban los principales templos y el ágora, o plaza pública, donde se situaba el
mercado.
Las ciudades romanas: Llegaron a formar la mayor red urbana de la antigüedad, todas
estaban supeditadas a la ciudad de ROMA, la capital del imperio y el centro del poder
político y económico. Así, muchas ciudades europeas actuales son de origen romano.
En la temprana edad media la gran urbe del continente es Córdoba, capital del Califato
musulmán que dominaba Al-Ándalus. De la antigüedad clásica solamente mantendría su
importancia Constantinopla (Estambul), que siguió siendo capital del Imperio bizantino,
mientras que Roma estaba en su franco retroceso
Otras grandes ciudades también se desarrollaron con el islam, por ejemplo Sevilla,
Granada, Toledo y Palermo. Así pues, las mayores urbes se situaban en el sur de Europa,
mientras que el centro y norte vivía bajo una sociedad agraria y feudal.
En esta época las ciudades estaban rodeadas por una muralla y presentaban un plano
irregular, con calles estrechas y sinuosas. En el centro se encontraban los edificios más
importantes, como la catedral, el ayuntamiento y los palacios.
En la tardía edad media florecieron nuevamente las ciudades en el resto del continente
gracias a la mejora de las condiciones de vida que impulsaron las ferias, la industria, los
negocios y, por tanto, el comercio. Así destacan por su importancia Medina del Campo,
Valencia, Barcelona, Brujas, Ypres, Bruselas, Génova, Milán, Venecia, Florencia, Colonia
y Hamburgo.
A partir del siglo XVI se vive en Europa una verdadera revolución demográfica y urbana,
impulsada principalmente por el incremento en el comercio internacional.
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, Se construyeron grandes palacios con jardines,
numerosas iglesias y monumentos que flanqueaban amplias avenidas. En la Edad Moderna,
se despertó la preocupación por embellecer y mejorar las ciudades como una forma de
exaltar el poder de los reyes y de la Iglesia.
BIBLIOGRAFIA
La del urbanismo en Europa es la historia de las ciudades de dicho continente, sus inicios y
su desarrollo. En Europa, las primeras aglomeraciones importantes se desarrollaron en la
edad Antigua, en torno al mar Mediterráneo. El Imperio romano a partir de su capital,
Roma, que es la primera población que puede considerarse como gran ciudad, crea una
cultura urbana en sus dominios, entre los que se encontraba parte de Europa (desde el mar
Mediterráneo en todas sus márgenes, llegando hasta Gran Bretaña).1
Durante el siglo XX, el continente experimenta los más extremos contrastes en el desarrollo
de sus ciudades, que va desde la devastación planificada de varias de ellas (principalmente
en Alemania), durante la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento por el éxodo rural en
España, y el denso crecimiento de las grandes ciudades y la expansión de sus límites,
generalmente a expensas de poblaciones cercanas más pequeñas. El proceso de
suburbanización fue acompañado por la pérdida de población de las ciudades centrales,
fenómeno que se ha detenido a partir del siglo XXI con la revitalización de las ciudades lo
que ha comportado un nuevo auge demográfico de estas, como es el caso de París, Londres,
Madrid o Viena.
Mientras que a comienzos del siglo XX las mayores aglomeraciones del mundo eran las
ciudades europeas, ya que de las 11 ciudades de más de un millón de habitantes, 7 se
encontraban en Europa, en la actualidad ninguna de ellas figura en la lista de las 10
primeras en el mundo y tan las áreas metropolitanas de Londres, París, Moscú y la Región
del Ruhr superan los 10 millones de habitantes. Europa es el continente más urbanizado,
con un porcentaje de población urbana superior al 70 %.2
Edad Antigua
Las ciudades romanas fueron herederas del urbanismo griego; de sus criterios de
racionalidad, funcionalidad, armonía y orden. Recogieron también la tendencia griega al
cercamiento de los espacios y el valor de la perspectiva o visión de conjunto. En la ciudad
romana destaca en primer lugar el foro, después los templos y palacios, las termas, los
anfiteatros y los circos, así como el arte urbano, que es en Roma más psicológico y
extrovertido que el griego, más estético e interiorista.
Pero la aportación romana más original se halla en los campamentos militares, como
corresponde al sentido práctico de esta civilización. Hay que distinguir entonces entre la
ciudad de Roma propiamente dicha y las ciudades incorporadas al imperio romano, es para
estas ciudades que el plan castrense desarrolla una estructura urbana, especialmente
pensada para controlar militarmente la ciudad tomada. Estas ciudades sometidas al yugo
romano deberán ceder su propia tradición urbana a las condicionantes impuestas por el
urbanismo romano, donde se encuentra de forma característica el desarrollo de las dos
calles principales, ortogonales con orientación este-oeste (decumano) y norte-sur (cardo)
permitiendo el desarrollo del Foro como ensanchamiento del punto de cruce de ambas
calles. Estas ciudades se amurallaban y las dos calles en cruz remataban sus extremos
exteriores en cuatro puertas de entrada y control a la ciudad. Otro elemento importante en el
desarrollo de la ciudad lo constituye el Acueducto, pieza de ingeniería hidráulica que
confiere a cada ciudad un desarrollo particular en su morfología y paisaje dependiendo de
su acceso, recorrido, necesidades de altura, así como del desarrollo de las pilas o bancos de
agua limpia que se repartían por la ciudad para proveer del líquido a la población.
Antigüedad Tardía
Edad Media
En la Alta Edad Media la gran urbe del continente era Córdoba, capital del Califato de
Córdoba. Las otras grandes ciudades también se desarrollaron en el mundo islámico, por
ejemplo Sevilla, Almería, Granada, Toledo y Palermo. De la antigüedad clásica solamente
mantendría su importancia Constantinopla, que siguió siendo capital del Imperio bizantino,
mientras que Roma estaba en franco retroceso, así como otras poblaciones. Así pues, las
mayores urbes se situaban en el sur de Europa, mientras que el centro y norte vivía bajo una
sociedad agraria y feudal.
En la Baja Edad Media florecieron nuevamente las ciudades en el resto del continente
gracias a la mejora de las condiciones de vida que impulsaron la industria, las ferias, los
negocios y, por tanto, el comercio. Así destacan por su importancia Medina del Campo,
Barcelona, Valencia, Brujas, Ypres, Bruselas, Milán, Génova, Venecia, Florencia, Colonia
y Hamburgo. Otras ciudades como París, Londres y Viena, unieron a su prosperidad
comercial una creciente importancia política al convertirse en las capitales nacionales de
poderosos estados.
La ciudad medieval aparece como lugar cerrado dentro del paisaje agrícola y forestal,
sirviendo de fortaleza defensiva y refugio de los habitantes y campesinos del entorno, a la
vez que constituye el mercado del área de influencia. Estas ciudades se desarrollaron con la
expansión agrícola iniciada en el siglo XII que generó prosperidad económica y favoreció
los intercambios comerciales que se realizaban en núcleos urbanos ya existentes, aunque
despoblados desde el fin del Imperio Romano. Estos intercambios también se llevaban a
cabo en los castillos y en los monasterios del feudo, especialmente si estaban situados en
alguna ruta comercial transitada o tenía puerto.4
A estos centros acudían los campesinos a vender sus excedentes (cereales, frutas, carne,
etc), a la vez que compraban artículos de uso cotidiano elaborados por los artesanos
(herramientas, cerámica, ropa, etc). Por ello el comercio ha sido caracterizado como su
función principal,5 y por ese motivo se requirió que hubiera disposición de plazas o
espacios públicos para poder realizar tareas de mercado.6 Poco a poco los artesanos y
comerciantes fueron estableciéndose allí, creando nuevos barrios llenos de talleres y
establecimientos de artesanos y mercaderes denominados burgos, por eso a los habitantes
de estas nacientes ciudades se les llamaban burgueses. Es así que la burguesía con el tiempo
logra constituir una nueva clase social cuya riqueza no está ligada a la posesión de tierras
pero, con el paso del tiempo, algunos de ellos se fueron haciendo ricos y prósperos, lo que
hizo que a su vez acumularan más poder. Este hecho hizo que se produjera dentro de esta
clase social una división.7
Las ciudades medievales estaban rodeadas de altas murallas para su protección y algunas
contaban con una fortaleza construida dentro del recinto de la ciudad conocida como
ciudadela. En sus puertas se cobraban los impuestos sobre las mercancías que entraban en
la ciudad. Las puertas se cerraban por la noche pero por el día permanecían abiertas. Los
edificios más destacados eran la catedral, la casa consistorial, la universidad, la lonja, las
Iglesias y conventos, las hospederías, los hospitales y los palacios de algunos nobles y
burgueses. La ciudad se dividía en barrios, cada uno con su propia parroquia. Disponían de
un gran espacio abierto, la plaza del mercado, donde los comerciantes y campesinos
instalaban sus tenderetes y en el que tenían lugar los principales acontecimientos de la
ciudad: las representaciones de los artistas, las celebraciones festivas y los ajusticiamientos.
El resto del espacio estaba ocupado por un enjambre de viviendas que propiciaban calles
estrechas y tortuosas, tras las cuales, se encontraban pequeños huertos y corrales.
El ambiente de las ciudades era insalubre en general, pero variaba dependiendo de cada
ciudad. Algunas ciudades y villas estaban empedradas y pavimentadas, era muy común el
pavimento de guijarros y adoquines, unas pocas ciudades continuaron la tradición romana
del opus spicatum como se puede ver en la Piazza del Campo de Siena, otras no contaban
con pavimento en absoluto y las calles se encontraban totalmente embarradas. Los
desperdicios se arrojaban en vertederos extramuros conocidos como vaciaderos. El sistema
de alcantarillado consistía en una serie de canales, unas veces cubiertos con losas y otras al
descubierto, conocidos como atarjeas que servían tanto para canalizar las aguas residuales
como para drenar el agua de lluvia hacia cuerpos de agua fuera de la ciudad, como ríos o
lagos. En algunas ciudades se siguieron utilizando las cloacas, acueductos y baños de
origen romano. Por ellas correteaban también los animales domésticos (gallinas, cerdos,
etc.) que poseían algunos habitantes. Por todo esto, las enfermedades eran frecuentes.
Muchas viviendas contaban con estructuras o elementos de madera lo que sumado al uso de
velas para la iluminación producía numerosos incendios.
Un ejemplo de la ciudad medieval es la ciudad de Angers, dónde la muralla del Imperio
Bajo ha sido edificada al final del siglo III o al principio del siglo IV, cercando un sector
incluyendo la catedral, la residencia del obispo, el forum antiguo (mencionado en
funcionamiento por las Fórmulas de Angers del siglo VI y probablemente un centro de
poder - el conde de Angers residía allí muy antes de 851. La ciudad de Angers ha formado
el núcleo del desarrollo urbano, alrededor del cual los barrios se han desarrollado.
Edad Moderna
A partir del siglo XV se vive en Europa una verdadera revolución demográfica y urbana,
impulsada principalmente por el incremento en el comercio internacional. Ciudades como
Sevilla, Valencia, Lisboa, Londres, Amberes y Róterdam, se desarrollan a partir de sus
puertos. Roma, centro del poder papal, recobraría su importancia, y Constantinopla, ahora
Estambul, seguiría siendo la gran urbe del Mediterráneo oriental al ser la capital del
Imperio otomano.
Urbanismo renacentista
Pienza Piazza.
La ciudad hasta 1462 no era más que un pequeño pueblo llamado Corsignano. El evento
que cambió su suerte fue el nacimiento en 1405 de Enea Silvio Piccolomini, que 53 años
más tarde se convirtió en el Papa Pío II. Un simple viaje del pontífice a Mantua lo llevó a
cruzar el lugar de nacimiento y la degradación que encontró le llevó a decidir la
construcción de una nueva ciudad ideal sobre la antigua aldea, confiando el proyecto de
renovación al arquitecto Bernardo Rossellino. La construcción duró aproximadamente
cuatro años y sacó a la luz una ciudad armoniosa con formas típicamente del siglo XV. La
muerte prematura del papa Pío II también cerró la historia de la nueva ciudad, que desde
entonces ha sufrido cambios limitados.
Por la belleza de su histórico centro renacentista, en 1996 Pienza se convirtió en parte del
patrimonio natural, artístico y cultural de la UNESCO, seguido en 2004 por la misma zona
del valle en la que se encuentra: el Valle d'Orcia.
Historia natural: en 2003, en la reserva natural de Lucciola Bella, los restos fósiles de un
Etruridelphis giulii (un mamífero marino similar a un delfín) vivieron en el área hace más
de 4,5 millones de años, en un período en el que los barrancos actuales Eran el fondo del
mar Tirreno. El fósil ha sido considerado por estudiosos de gran valor científico, porque es
el hallazgo más completo de las especies existentes en el mundo.8
Pienza se encuentra entre las ciudades decoradas con valor militar para la guerra de
liberación, galardonada con la medalla de plata por valor militar por los sacrificios de su
gente y por su actividad en la lucha partidista durante la Segunda Guerra Mundial.9
Addizione Erculea
Fue Hércules I quien puso en marcha un ambicioso proyecto urbanístico, una verdadera
duplicación de la ciudad siguiendo principios racionales, y encargó su diseño al arquitecto
Biagio Rossetti. El proyecto empezó en 1484, tras el asedio de Ferrara por parte de la
República de Venecia. Los objetivos principales eran expandir la superficie de la ciudad y
reforzar el sistema defensivo de las murallas, que constituyen uno de los ejemplos más
antiguos de fortificación construida según el estilo de la traza italiana. La obra, que fue
realizada entre 1492 y 1510, aumentaba el prestigio de la corte estense y la ponía en
competición con las cortes más importantes de Europa.
En primer lugar se rellenó el foso de la Giovecca, construyendo en su lugar una ancha calle
que sirviera de bisagra entre la parte nueva y la parte antigua de la ciudad. Hizo
prolongaciones regulares de las calles medievales al otro lado de esta arteria, fundiendo así
de manera orgánica lo viejo y lo nuevo. La parte nueva, que se inspira en el urbanismo
romano a través de las descripciones de Vitruvio, tenía una red viaria ortogonal que se
articulaba sobre dos ejes principales:
La parte «nueva» de la ciudad se llamó Arianuova. Para integrar la ampliación con el resto
de la ciudad y mitigar la posible rigidez del esquema, Rossetti dejó zonas verdes que
actuarían como «pausas» del tejido urbano y, en los edificios que proyectó él, continuó
usando los tradicionales ladrillos de arcilla. Fue precisamente paseando en esta nueva
ciudad, todavía sin casas ni habitantes, hecha solo de aire, donde Torquato Tasso completó
el primer poema europeo moderno, Jerusalén liberada.
Urbanística barroca
En Roma, los centros focales del panorama urbano se subrayaron mediante la colocación de
antiguos obeliscos egipcios y altas cúpulas, mientras que en París los nodos del sistema
viario se definieron por medio de plazas simétricas, en cuyo centro se colocaba la estatua
del soberano. En líneas generales, la plaza barroca cedió su función tradicional cívica y
pública para convertirse en un medio de exaltación de la ideología religiosa o política,
como en el caso de las plazas reales francesas (la Plaza de los Vosgos o la Plaza Vendôme,
por ejemplo) o de la Plaza de San Pedro de Roma. La ciudad se va a estructurar en torno a
un centro, como el poder absoluto tiene como centro el Rey, al que confluyen grandes vías,
rectas de amplias perspectivas. Las plazas serán uno de los grandes elementos, reflejo y
símbolo del poder civil o religioso, entendidas como escenarios de fiestas y representación.
Sin embargo, los cambios se van a reflejar mejor en las pequeñas cortes europeas, donde las
realizaciones pueden cambiar y determinar la imagen de toda la ciudad, como es el caso de
Würzburg, mientras que en los grandes organismos urbanos como París o Roma, la
complejidad y la aparatosidad de los proyectos se va a enfrentar con la ciudad preexistente,
que dificulta en gran medida la transformación pretendida, consiguiéndose mejores
resultados en las nuevas residencias de los soberanos, fuera de la ciudad, como es el caso de
Versalles.
Edad Contemporánea
El siglo XIX fue marcado por un crecimiento sin precedentes de París, Viena, Moscú, San
Petersburgo y las ciudades inglesas y alemanas, en especial las capitales, Londres y Berlín.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el proceso colonial y la consecuente apertura de
nuevos mundos amplían la geografía económica de Europa y hacen surgir un nuevo modo
de entender la actividad empresarial. Resulta ahora necesario poner al servicio de la
producción nuevos medios tecnológicos, nuevas condiciones de accesibilidad y, sobre todo,
una nueva distribución del espacio.11 La entrada en escena de la energía eléctrica favorece
el surgimiento de las coronas periféricas de las ciudades, cuyos suelos vacantes son
ocupados por los nuevos asentamientos industriales y laborales, dando lugar a una nueva
concepción de separación espacial entre producción y gestión.
La población urbana se distribuye formando arcos más o menos amplios en torno al núcleo
urbano, en un movimiento centrífugo. En el arco exterior se sitúan las crecientes masas
residenciales, constituidas por la nueva mano de obra inmigrante para la industria. Son los
“barrios obreros”, típicos de los extrarradios de las grandes ciudades, densamente poblados,
con escasos servicios y en general con pocas condiciones de habitabilidad. En estos barrios
se concentra la masa laboral, que comparte la periferia con las grandes e insalubres
instalaciones industriales.
Estos elementos fueron los que provocaron un cambio profundo en todo lo referente a la
morfología urbana de las ciudades, creando espacios que llevaron a la búsqueda de
soluciones reformatorias en el marco de las teorías políticas del utilitarismo que
proporcionarían una preocupación en la ordenación urbana de las ciudades.13 Nacen así
elementos indispensables en las ciudades industriales: Un sistema eliminación de las aguas
negras, uno de distribución de agua potable, y otro de transportes dentro una misma ciudad.
En el Reino Unido habían visto la luz durante la segunda mitad del siglo XIX movimientos
a favor de los parques urbanos, se habían creado barriadas de iniciativa pública, existía ya
una prolija legislación en materia sanitaria y de reforma de la viviendas, habiéndose
establecido formas de control del crecimiento de las ciudades industriales, de la calidad de
los edificios, normas sobre estética, volúmenes, etc. La ciudad jardín se plantea no
solamente como una inversión ventajosa en el plano social, sino también como un proyecto
financieramente rentable.
Le boulevard Haussmann.
En la segunda mitad del siglo XIX, en plena Revolución industrial, cuando el crecimiento
demográfico y las nuevas actividades industriales, que necesitaban gran cantidad de
terreno, obligaron a la actuación urbanizadora sobre terrenos rústicos extramuros de la
ciudad, toda vez que las antiguas murallas que constreñían las poblaciones habían perdido
su función militar. Este crecimiento permitió adaptar las ciudades a los nuevos medios de
transporte como el ferrocarril a la par que se trataba de solucionar los problemas de
salubridad e higiene que presentaban muchas poblaciones.
La percepción de esta necesidad indujo a los gobiernos a legislar este aspecto. El primer
intento fue el Proyecto de Ley General para la Reforma, Saneamiento, Ensanche y otras
Mejoras de las Poblaciones, propuesto por el Ministro de Gobernación José Posada Herrera
en 1861 y rechazado por el Senado. Establecía la cesión gratuita de viales, régimen de
parcelas mínimas indivisibles, generalización del régimen de licencias, compensación de
beneficios y cargas de la urbanización, edificación forzosa de solares, regulación de
linderos, proyecto técnico y económico previo a toda urbanización, etc. La ley tuvo que
esperar hasta 1864 para su aprobación, seguido en 1867 del Reglamento. La influencia de
esta ley en el desarrollo de los Ensanches fue determinante y contribuyó a que el resultado
final se alejase de los proyectos iniciales.
En 1892 el sistema se hace definitivo con una nueva Ley que regula los ensanches de
Madrid y Barcelona y faculta al Gobierno para extenderla a otras poblaciones. Para aprobar
cada uno de estos Planes Generales era necesaria una Ley Especial. En 1895, se promulgó
la Ley de Saneamiento y Mejora de las Poblaciones, pensada para resolver los problemas
de los cascos históricos.
Tomando como referencia estas leyes, el proyecto de Bilbao y la experiencia pionera del
Ensanche de Barcelona diseñado por Ildefonso Cerdá, numerosos municipios acometieron
ensanches: Madrid, Valencia, Bilbao, Málaga, San Sebastián, León, Alcoy, Santander,
Vitoria, Tarragona, Pamplona y Mataró, entre otros. En 1854 se autorizó el derribo de las
murallas de Barcelona y, en 1857, el ayuntamiento convocó un concurso en el que se
establecía que el ensanche sería ilimitado. En 1860 se publicó el decreto de puesta en
marcha del proyecto de ensanche de Ildefonso Cerdá quien planteó su ensanche como una
ciudad completamente nueva, no articulada en torno al casco antiguo. Su característica
principal es el trazado ortogonal uniforme, con tres ejes oblicuos (Diagonal, Meridiana y
Paralelo) que facilitan su recorrido. La unidad básica del Ensanche es la manzana de 113
metros de lado y achaflanada en sus esquinas, de manera que se crean pequeñas plazas en
los cruces. Se preveían cuatro anchuras de calle (20, 30, 50 y 100 metros), la existencia de
jardines en el interior de las manzanas y una edificabilidad mucho menor que la que
finalmente se autorizó.
Los ensanches se caracterizan, a menudo, por seguir una cuadrícula de calles regular con lo
que suelen presentar una imagen característica peculiar, por la rectitud de sus calles y su
homogeneidad. El primer paso solía consistir en lograr la autorización del ejército para
derribar las murallas. Su construcción solía ser lenta y a lo largo del proceso la regularidad
de la edificación y algunas de las normas no se respetaban. Los destinatarios de estos
ensanches pertenecían generalmente a la clase burguesa de la ciudad, atraídos por un
entorno de más calidad. Con frecuencia los ensanches se convirtieron en zonas de
especulación ya que los propietarios de los terrenos obtuvieron beneficios fiscales, y en
función de sus intereses pudieron mantener solares sin construir mientras que en otras
zonas se superaba con creces la edificabilidad prevista.
En zonas como Potsdamer Platz los antiguos planos formaban la base para el diseño de los
nuevos edificios.14
Las razones oficiales dadas para esta estrategia fueron dobles: en primer lugar, que era
necesario reparar no solo el daño causado por la Segunda Guerra Mundial, sino también el
causado por los planificadores durante la reconstrucción de los años posteriores y, en
segundo lugar, que no solo los edificios, sino la ciudad en su conjunto necesitaban ser
reconstruidos.20 Con la caída del muro la ciudad se encontró con franjas de tierra sin
construir allí donde dicha barrera se había levantado. Esta cicatriz cortaba la ciudad por su
centro por lo que la reunificación alemana cambió la estructura de Berlín donde zonas que
anteriormente eran periferia estaban ahora en el centro y varias calles que llevaban a
ninguna parte volvieron a ser principales.21 La situación hizo posible una serie de
proyectos destinados a unir las estructuras urbanas a ambos lados y en los que hubo que
decidir entre una réplica de los viejos edificios, una reconstrucción crítica basada en una
interpretación contemporánea o una ruptura total con el pasado.22 Así, en las décadas de
1990 y 2000 Berlín se convirtió en el terreno de obra más grande de Europa y se transformó
para cumplir nuevamente su función como capital de Alemania. La reconstrucción crítica
marcó la pauta de esta transformación.21
BIBLIOGRAFIA.
NUEVO MUNDO
El Nuevo Mundo es uno de los nombres históricos con que los europeos han denominado al
continente americano desde finales del siglo XV como consecuencia del descubrimiento de
América en 1492. El adjetivo nuevo se emplea para distinguirlo del "Viejo Mundo", es
decir, los continentes ya conocidos por los europeos: Europa, Asia y África. Por esa razón,
se justificaba el uso de un término inédito para designar al continente recién llegado.
En principio, Cristóbal Colón, creyó que había llegado al continente asiático, llamado
Indias por Marco Polo. Esa confusión hizo que los europeos denominasen Indias
Occidentales a las islas recién descubiertas, en oposición a las Indias ya conocidas que
desde entonces empezaron a llamarse Indias Orientales. Por esa misma equivocación, a los
nativos americanos se los denominó indios. No obstante, ya en su tercer viaje (1498-1500)
el mismo Colón advirtió que se trataba de un nuevo territorio, desconocido hasta entonces.
De esta forma, desde el año 1507 las cartografías comenzaron a mostrar a América como
un nuevo continente a partir de los trabajos de Americo Vespucio, Juan de la Cosa y Martín
Waldseemüller.