Solamente Tú
Solamente Tú
Solamente Tú
Solamente tú
ISBN: 979-8-218-97226-4
Numero de catalogo en la librería del congreso de los
Estados Unidos: 24012349079
Obra protegida por Safe Creative bajo el número
2309025215979
2da Edición
1
143
calmar su acoso, pero, siendo Sofía, sabía que tenía que
pensar bien las palabras para que aceptara.
Entre los pensamientos que no me dejaron dormir,
recordé lo que me contó mi madre sobre lo que pasó con
Jimena en el club. Olvidé preguntarle a Jimena por eso. Si
hubiera sido como dijo mi madre, tenía que hablar con Sofía
antes de que se le ocurriera hacerle alguna estupidez a Jimena,
así como lo había hecho con Miguel. Agarré el celular y vi la
hora. Ya era tarde, pero sabía que aun así iba a contestar, así
que la llamé.
—Hola, cariño. Sabía que no me habías olvidado, ¿no te
está atendiendo bien tú esposita? —escupió como serpiente.
—Mañana en el Sebas Bistró a la una y treinta —dije y
colgué.
Sin darme cuenta llegaron las cinco de la mañana. Me
levanté de la cama donde descansaba mi cuerpo, más no mi
mente, hice una sesión de ejercicio en mi habitación,
necesitaba despejarme, y luego salí temprano hacia la oficina.
Abajo estaba mi madre junto a Lilian cocinando bizcochos
azucarados. Jimena no estaba por ningún lado. Agarré un
bizcocho y salí casi corriendo.
La mañana se fue revisando diseños y cuadrando detalles
con el nuevo proveedor hasta que vi la hora en mi
computador y recordé que había quedado en verme con
Sofía. Terminé rápido los últimos ajustes y salí hacia el Sebas
Bistró. Al llegar, Sofía se veía desde donde había parqueado.
Tomé aire, me acomodé la ropa y entré al restaurante.
—Bienvenido, cariño —dijo en lo que llegué a su mesa.
Luego se levantó y me besó la mejilla.
—¿Qué es lo que en verdad quieres con todo esto? —
respondí y me senté.
—No, Manuel, primero vamos a comer. No desayuné
para aprovechar el almuerzo y no me lo vas a arruinar. Así
que vamos a disfrutar un poco de esta comida antes de hablar
—dijo y puso su mano sobre la mía.
Un mesero se acercó a tomar nuestra orden y apenas pude
quité mi mano de la suya. La comida no demoró en llegar.
Comí rápido, Sofía se había convertido en una presencia
insoportable y quería terminar todo lo más pronto posible.
—Ahora sí, ¿qué sabes del acuerdo? —dije una vez
terminé el último bocado. Ella sonrió.
—Sé que tú madre te insistía en casarte y le propusiste
matrimonio a la primera mujer que le pareció bien a ella. Y
qué esa sirvienta pobretona fue la suertuda.
Parecía como si en realidad no supiera mucho del
contrato, solo lo superficial. Aunque con eso tenía suficiente
para armar un escándalo si quería.
—¿Qué quieres para que te alejes de mí y de mi familia?
¿Cuánto quieres? —Su sonrisa se hizo más grande y puso su
mano en mi mejilla.
—Ay, Manuel. Te quiero a ti.
Apenas dijo eso, distinguí detrás de ella a mi madre,
Jimena y Lilian que se levantaban de una mesa cercana a la
nuestra. Maldije en voz baja y me levanté para acercarme a
ellas que caminaban hacia la salida. Saludé a Jimena, luego a
Lilian e iba a saludar a mi madre, pero solo levantó su mano
y se mantuvo a distancia antes de seguir su camino. Tras ella
salieron Jimena y Lilian. Jimena volteó a verme un momento,
pero siguió caminando hacia afuera. El tema con Sofía ya
había demorado bastante.
—Supongo que estás satisfecha —dije una vez volví a la
mesa. Sofía estaba por reírse.
—No, Manuel, yo no tuve nada que ver con eso. Te
recuerdo que fuiste tú quien me citó aquí, no al revés. Y,
volviendo a mi petición, ya pasaron los días que te di y no me
diste mi respuesta. Pero entiendo que quizás necesites
pensarlo un poco más. Así que, si no quieres que las cosas se
pongan feas, tienes que solucionar un problemita que tengo
y te daré unas semanas más. Después de eso no hay más
prórroga. Aunque sí tienes dos opciones: o haces público tu
acuerdo de divorcio y te divorcias de Jimena, o me voy a vivir
a tu casa y yo hago público el acuerdo, dejando en claro que
siempre estuviste conmigo mientras estabas casado. Quizás
no son muy buenas opciones para ti, aunque una puede ser
peor que la otra. Pero, como dije, te daré algo de tiempo. Así
que por ahora necesito… —Se quedó pensando un
momento—. Medio millón de dólares. Sé que no es nada para
alguien con tu fortuna, pero eso calmará las aguas por ahora.
Hazme llegar el dinero y no sabrás de mí en unas semanas.
Luego de toda su perorata se puso de pie, recogió su bolso
y esperó mi respuesta.
—Tendrás el dinero. Te quiero lejos de mi familia.
Sofía sonrió, me lanzó un beso con la mano y se fue.
Tiempo después volvió el mesero y luego de cancelar la cena
me retiré al carro. Citar a Sofía en un lugar público había sido
otra de mis decisiones estúpidas. Ahora tenía que darle la cara
a mi madre y a Jimena, y tendría que dar explicaciones que
posiblemente no creerían, así que preferí dejar pasar unos
días para que Patricia se calmara.
Los días siguientes al desafortunado encuentro con Sofía
me centré únicamente en el trabajo. Salía de la casa antes de
que todos se despertaran y llegaba cuando todos ya estaban
dormidos. Me sentía como un delincuente.
Pasó una semana y no había hablado con ninguna de las
dos. Sofía tampoco había vuelto a aparecer una vez le hice
llegar el dinero. Ese sábado en la tarde, Joaquín me recordó
la mascarada de recaudación. Lo había olvidado por
completo. Era tarde y no tenía tiempo para ir a la casa a
cambiarme, así que le pedí que mandara a alguien a comprar
un traje de gala para el evento. «Aprovecharé la ocasión para
hacer las paces con mi madre y Jimena».
Apenas llegó el traje, me alisté, salí rumbo a la mascarada
y me quedé en el auto a esperar a que mi madre y Jimena
aparecieran. Una vez salió mi madre del auto, salí del mío y
apenas salió Jimena me acerqué. Jimena destacaba entre todas
las mujeres como una luz que me llamaba a ella, y antes de
que llegara a la entrara la tomé de la cintura.
—Mi esposa no puede presentarse sola en estos eventos
—dije.
Jimena no se veía nada alegre, su mirada fue como una
maldición, pero luego intentó calmarse y empezamos a
caminar.
—Disculpa, ¿tu esposa? Ah, sí. Eso creo que dice el papel
que firmamos, pero no sé cómo se le puede llamar a esto
matrimonio, o amistad, si mi esposo, o amigo, no aparece.
De un empujón se soltó de mi mano, se puso su antifaz,
yo me puse el mío y la vi acercarse a la entrada.
—¿Jimena Galeano? —dijo el guarda. Ella asintió y entró.
Luego el guarda volteó hacia mí—. Bienvenido, Señor
Galeano.
Le hice una seña con la cabeza y seguí. Luego de la entrada
sabía que había unas escaleras algo empinadas, así que me
acerqué de nuevo a Jimena, la tomé de la cintura y le besé la
mejilla.
—¿Está celosa, señora Galeano?
Jimena no dijo nada mientras bajamos, pero al llegar al
piso inferior se aventó a darme un beso intenso. No entendí
qué pasaba, pero su deseo encendió el mío y le devolví un
beso mucho más dominante y feroz. Como si hubiera
recordado algo, se separó y empezó a buscar a alguien.
Patricia nos veía desde el otro lado del salón. Caminé junto a
Jimena hacia ella para saludarla.
—Madre. Te ves hermosa —comenté. Ella me ignoró y
caminó hacia otro lado.
Luego Jimena me tomó del brazo.
—Manuel, ¿tienes un minuto? Necesito hablar contigo
urgente.
—Vamos afuera. Así podremos hablar con más
tranquilidad —respondí. La tomé de la mano y nos dirigimos
hacia la zona verde afuera del salón.
—Estas deslumbrante. Te lo digo enserio. ¿Nos sentamos
aquí? —Señalé una de las bancas.
—Gracias. Manuel, te pedí que habláramos, pero no es
sobre nosotros, porque sé que no hay un nosotros y eso lo
tengo claro. Te pedí hablar porque me preocupa tu madre.
Estos días la he visto más pálida y decaída, y creo que se debe
a que no has aparecido por la casa. No sé si es evitándome a
mí, pero…
—He estado muy ocupado con algo en la compañía y por
eso llego tarde y salgo muy temprano —interrumpí.
—Está bien, Manuel. Pero ella no te ha visto desde que
nos encontramos en el restaurante y estabas con Sofía. Yo
solo te digo, recuerda la situación de tu madre; te has alejado
mucho de ella y si no pasas tiempo a su lado, eso te carcomerá
por el resto de tus días. Si mi presencia es lo que te incomoda,
ve a buscarla ahora y llévala a pasear o lo que tú quieras, pero
disfrútala antes de que ya no esté. Yo estoy teniendo clases
en línea durante toda la tarde así que no me verás. Piensa bien
en lo que te dije y recuerda que el casarnos fue para hacerla
feliz a ella.
Cuando terminó de hablar, Jimena se levantó y salió hacia
la fiesta sin dejarme responder a su demanda. Tenía razón.
Me había dejado intimidar por Sofía y había olvidado por
completo el motivo principal por el que había empezado
todo. Tenía que hablar pronto con Patricia y aclarar las cosas,
pero en ese momento me llamó Joaquín y me alejé un poco
más del salón para hablar por teléfono, pero me vi
interrumpido por las sirenas de una ambulancia. Mi sangre se
congeló. «Mamá», fue lo único que me vino a la mente.
Colgué con Joaquín y volví hacia el salón. Al llegar a la
banca, Jimena estaba en frente confirmando mi temor.
Estaba agitada y sus ojos desprendían pequeñas lágrimas.
Corrí hacia donde se encontraba y al llegar Patricia estaba en
el suelo, siendo sostenida por Lilian. «Patricia no estaba así
hace una semana, ¿qué le pasó?» Nadie pudo contestar nada
y me arrodillé para sostenerla mientras le pedía perdón.
Tenía los ojos y los sentidos enfocados en Patricia hasta
que Jimena me hizo entrar en razón y di espacio para dejar a
los paramédicos hacer su trabajo. Al terminar de revisar y
ponerla en una camilla, la subieron a la ambulancia y yo subí
con ellos. La culpa de haberla dejado sola me ensordece y mis
manos no dejaban de sudar.
Dentro del hospital se llevaron a Patricia por una puerta
donde solo podían entrar médicos y enfermeros y tuve que
quedarme en una sala de espera. Al rato llegaron Jimena,
Lilian y su esposo. Pasó un buen tiempo y nadie salió a
decirnos nada de mi madre. Jimena intentó acercarse unas
cuantas veces, pero no le hice caso y se mantuvo alejada.
Pasadas unas horas, una doctora salió preguntando por sus
familiares. Todos nos paramos y nos explicó la situación.
Había llegado la hora.
La doctora dijo que era mejor aprovechar que estaba
estable para despedirse de ella, pero ¿cómo te despides de tus
padres a los 24 y 25 años?
—¿Podemos verla ahora? —preguntó Jimena. La doctora
asintió con la cabeza.
—Ella está muy débil, así que no va a poder moverse
mucho —respondió.
El dolor y la desesperanza me invadieron. ¿Como entraba?
¿qué le decía? ¿Quién te prepara para algo como esto?
Necesitaba alejarme así que los dejé con la doctora y me
senté. Jimena me siguió.
—Manuel, tienes que entrar, por favor. No la dejes sola
ahora.
No podía dejar de mover las piernas y la culpa subía como
volcán ardiente.
—Manuel… —insistió.
—No puedo hacerlo, Jimena. ¿Como me despido de ella
después de haberla dejado sola todo este tiempo? —Tenía
ganas de golpear algo, hasta hacerme daño—. Tú misma viste
que no permitió ni que me acercara a ella.
Una lágrima cayó de mis ojos.
—Yo iré contigo —respondió—. Si no lo haces, nunca
podrás perdonarte.
Nos quedamos en silencio un momento. Lilian y Carlos se
habían adelantado para ver a mi madre. Entonces Jimena
cogió mi mano y me llevó. Al llegar a la habitación, Lilian y
Carlos salieron para que ambos entráramos. Ver a mi madre
en esa cama de hospital con su ojos cerrados, se veía frágil.
Me senté en la silla al lado de su cama y tomé su mano. Ella
abrió un poco sus ojos y me vio, luego vio a Jimena y le dijo
algo sobre una promesa que no entendí muy bien antes de
que nos dejara solos.
La habitación se sintió estrecha una vez Jimena cerró la
puerta. No tenía las palabras adecuadas para ese momento;
nada de lo que me llegaba a la mente era suficiente, así que la
habitación se empezó a llenar de un silencio tenso.
—No tienes buena cara, hijo —dijo mi madre.
—Busco la manera de pedirte perdón.
Una pequeña risa iluminó su boca.
—Nunca hay buenas formas de hacerlo, hijo. Además, ya
te perdoné. El amor siempre otorgará el perdón así este no
se pida, y cómo yo te amo, te perdono.
Las lágrimas se derramaron de mis ojos antes de darme
cuenta.
—Lo único que siempre quise para ti, hijo, era que el amor
llegara a tu vida, no forzarte a casarte. Jimena es una buena
muchacha, ella te quiere, pero si tú corazón en realidad ama
a Sofía no me opondré… —La tos interrumpió sus palabras
y un poco de sangre quedó en la comisura de sus labios.
—Ya no hables, mamá. Entendí. Yo también te amo. —
Dije besando su rostro, intentando calmarla. Pegué mi frente
a la suya y le di un beso en su frente.
En ese momento, mi madre volvió a cerrar sus ojos y el
pitido intermitente de la máquina se volvió un sonido
constante. Vi la pantalla que tenía a su lado y solo había una
línea horizontal.
—Mamá, por favor, no me dejes solo. —Apreté su mano,
pero no respondió.
—¡Madre! ¡Ayuda! ¡Doctor, enfermera! —Corrí, abrí la
puerta de la habitación y volví a gritar—. ¡Ayuda! ¡Algo le
pasó a mi madre!
Al instante, varios doctores entraron corriendo a la
habitación con diferentes máquinas, comenzaron a quitarle la
ropa del pecho, una enfermera me pidió que saliera y una vez
afuera cerró la puerta. Esa fue la última vez que hablé y vi a
mi madre.
No estaba preparado para despedirme de ella, pero si esta
era la vida que me tocaba vivir. Tenía que aceptar que mis
padres me habían dejado solo.
Al rato salió un doctor para decirnos que ya había muerto.
Mis amigos me rodearon y don Samuel, el papá de Guillermo,
se ofreció para organizar todo lo del funeral. Quise quedarme
a que terminaran de hacer todo el proceso con ella, pero el
doctor dijo que lo mejor era que fuera para la casa y
descansara. Todos estuvieron de acuerdo. Estaba exhausto.
Destrozado. Solo quería llegar a la casa y acostarme. Mi
mente era un embrollo y necesitaba tiempo a solas.
Lilian y Carlos nos llevaron a la casa. Jimena no me quitaba
los ojos de encima como si estuviera esperando que algo me
pasara. Era cargoso. Invasivo.
Llegamos a la casa a las diez de la mañana, el sol estaba
casi en su máximo esplendor, pero yo solo quería subir a la
habitación a dormir. Abrí la puerta de la casa y de momento
sentí que la ira estalló en mi cabeza. Sofía estaba con Francis
tomando café y comiendo pastel en la sala como si fuera su
casa. Caminé hacia ellas y me pregunté si realmente golpearía
a una mujer. Mi puño deseaba hacerlo, aunque algo me decía
que no lo hiciera. Caminé furioso hacia ellas, agarré la bandeja
donde estaban las tazas y los pedazos de pastel y los tiré al
suelo.
—¡Lárgate de mi casa! —rugí. Sofía debió haber visto algo
en mi cara que jamás había visto, pues no intentó chantajear
ni negociar y simplemente se levantó indignada y ambas se
fueron.
18
“Querida Julia,
Disculpa si no has podido saber de mí en mucho tiempo,
pero sabes que cuando se trata de proteger a la familia se hacen
muchos sacrificios. Primero que nada, quiero que sepas que
estoy vivo; estamos vivos mi esposa y yo. Ella también es una
agente. Estábamos investigando una empresa muy poderosa,
pero nos descubrieron y querían ir por tu hermana. Así que
antes de que lo hicieran, preferimos fingir nuestra muerte y
alejarla de todo este mundo. Ella está bien con su abuela de
parte de su madre. Vive en el vecindario donde creciste, así que
no te preocupes por ella. Si alguna vez necesitas algo, contáctate
con mi amigo y abogado Samuel Amador. Él es mis ojos y
oídos entre ustedes. Te amo, hija, y lamento nunca haber estado
a tu lado, pero era por tu bien. Si te encuentras con tu hermana
algún día, no la odies porque ella está viviendo muy diferente a
como tú lo hiciste.
Posdata: Múdate de aquí. Hay que subir muchas escaleras
y yo ya estoy viejo.
Te ama, tu papá.”
¿Fin?
La historia continua en…
Simplemente mía
Con Patricia Galeano
Primer Capítulo
Simplemente mía
Agradezco mucho que se tomaran el tiempo para leer esta primera parte.
Este libro no estará en Kindle, digitalmente solo estará en las plataformas de Dreame y Sueñovela.
https://www.goodreads.com/book/show/208611711-solamente-t
MUCHAS GRACIAS