Jessica Sims - Midnight Liaisons 04 - Wanted. Wild Thing

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Wanted: Wild

Thing
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R
yder esconde un oscuro secreto de sus compañeros de trabajo en
Midnight Liaisons. Cada vez que ella se siente atraída
sexualmente por un hombre, su lado dragón se abre paso. ¡No es
exactamente atractivo! Pero tiene que perder su virginidad antes de su
vigésimo quinto cumpleaños, o se convertirá en un dragón para siempre.

¿Su solución? El gran y fornido Hugh, el guardián designado de su


castidad. Él es claramente caliente para ella, pero él tiene razones
poderosas para resistirse a Ryder. ¿Puede la tentación (y el amor)
posiblemente encontrar un camino entre estos dos?
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Sinopsis ......................................................................................................................................................................................... 2
Índice ............................................................................................................................................................................................. 3
Capítulo 1 ................................................................................................................................................................................. 4
Capítulo 2 .............................................................................................................................................................................. 11
Capítulo 3 .............................................................................................................................................................................. 22
Capítulo 4 .............................................................................................................................................................................. 40
Capítulo 5 .............................................................................................................................................................................. 53
Capítulo 6 .............................................................................................................................................................................. 64
Capítulo 7 .............................................................................................................................................................................. 89
Capítulo 8 ...........................................................................................................................................................................100
Capítulo 9 ...........................................................................................................................................................................110
Capítulo 10 ........................................................................................................................................................................132
Capítulo 11 ........................................................................................................................................................................151
Capítulo 12 ........................................................................................................................................................................164
Capítulo 13 ........................................................................................................................................................................171
Capítulo 14 ........................................................................................................................................................................179
Capítulo 15 ........................................................................................................................................................................195
Capítulo 16 ........................................................................................................................................................................204
Capítulo 17 ........................................................................................................................................................................237
Capítulo 18 ........................................................................................................................................................................252
Capítulo 19 ........................................................................................................................................................................266
Capítulo 20 ........................................................................................................................................................................278
Siguiente libro ...................................................................................................................................................................280
Jessica Sims .........................................................................................................................................................................281
Agradecimientos .............................................................................................................................................................282
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Traducido por Liseth Johanna

Corregido por Mari NC

C
uando nos detuvimos frente a mi casa, mi cita, Jordan, aparcó el
auto y me miró:

—Pasé una agradable noche, Ryder.

Le di mi sonrisa más alegre.

—Fue muy divertido. Gracias por invitarme a salir.

Él me devolvió la sonrisa. Era apuesto de una confiada y engreída manera


que encontré atractiva. Después de un momento, se estiró para tocar mi
cabello rubio.

—Eres realmente sexy, sabes.

Lo evité, casi evitando su toque con una risa.

—Soy muchas cosas, Jordan, pero ser sexy no es una de ellas. —Y aparté
su mano con mi bolso rosado de Hello Kitty, que funcionaba tanto como
escudo como prueba que yo no era la idea de “sexy” de alguien. Yo era
linda.

Linda como los cachorros, los gatitos y el lápiz labial rosa con brillo (que
estaba usando en ese momento). Mi cabello estaba recogido en dos rubias
trenzas sobre mi cabeza, y estaba usando un vestido de última colección
color rosa con un collar de Peter Pan, medias amarillas y zapatos Mary
Jane a juego que lucían como algo que Baby Spice usaría. Cuando mi
cita me había visto esta noche, había comentado que me había vestido
para la Pascua. No era así, me había vestido para el día martes.
Simplemente me gustaban las cosas brillantes y alegres y amaba usarlas.

¿Conoces el dicho: “Fíngelo hasta que lo consigas”? yo vivía eso cada día
de mi vida. En mi cita, estaba nerviosa como el demonio, pero jamás lo
sabrías por la forma en que reía, coqueteaba y charlaba sin detenerme.
Estaba en Ryder Modo Activo. Cuando Ryder estaba activada, yo tenía
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una personalidad eternamente efervescente. ¿Cuando estaba en Ryder
Modo Apagado? Bueno, yo no le mostraba esa Ryder al mundo.

Nadie podía ver a Ryder Modo Apagado, excepto yo. Era lo mejor para
todos los involucrados.

Jordan deslizó un dedo por mi brazo en un coqueto movimiento y me


estremecí, agradecida de haber usado mangas largas. Contuve el aliento,
esperando que algo malo pasara, pero no fue así. El nervioso nudo en mi
estómago se desvaneció un poco.

—No he podido apartar los ojos de ti en toda la noche —dijo él con una
voz seductora, deslizándose un poco más cerca de mí.

Me reí tontamente de nuevo, moviéndome lentamente. Sabía a dónde


estaba yendo esto, y estaba aterrada. Mis palmas sudaban profusamente,
y mi frente estalló en un sudor ansioso.

No era que no quisiera besar a Jordan; él era guapo, gracioso y atento.


Quería besarlo más que nada. Diablos, quería arrastrarlo adentro y
meterlo a mi cama.

Pero eso no iba a pasar. Sabía eso hasta mis huesos.

Aun así, estaba en esta cita porque era una eterna optimista. Tenía que
tener esperanza, o no tener nada.

—Ryder —dijo él, suavemente, deslizándose incluso más cerca de mí.

Me presioné contra la ventana del auto para poner tanta distancia entre
nosotros como fuera posible.

—Jordan, realmente me gustas, pero no creo que podamos llevar esto


más allá de una amistad.

Él me dio una sorprendida mirada.

—Si te gusto, ¿por qué dices eso?

—Es… complicado. —Extremadamente complicado, en formas que él no


podía llegar a imaginar.

—Me gustas lo suficiente para trabajar con lo complicado —dijo él con


una suave voz, estirándose para tocar mi cabello de nuevo.

Cerré los ojos, esperando… pero nada sucedió, y me relajé. Quizá…


¿quizá esta vez sería distinto?
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Con la esperanza creciente, no me alejé cuando se movió tan cerca que
sentí su cálido aliento en mi piel y olí su aroma. Fresco. Limpio. Humano.
Un escalofrío de placer me atravesó por estar tan cerca de un hombre
atractivo.

Jordan deslizó gentilmente las puntas de sus dedos sobre mi mejilla.


Sentí un hormigueo, pero era tenue, y sonreí por eso. Él asumió mi
sonrisa como estímulo, y lo siguiente que supe fue que sus labios estaban
presionándose con los míos.

La sorpresa me atravesó, rápidamente seguida por una explosión de


placer cuando su lengua empujó hacia mi boca abierta. Un hombre me
estaba besando. ¡Oh, vaya! Fue incluso mejor de lo que esperaba. Hice
un pequeño sonido de placer, cerrando mis ojos y sumergiéndome en esa
sensación.

Luego mi mejilla ondeó. No de una manera placentera y estremecedora;


más como la sensación de algo volviendo a la vida e intentando escapar.
De piel tratando de separarse del hueso.

Mis ojos se abrieron de golpe y empujé a Jordan por el pecho.

—No. —Mi buena suerte se había acabado. Jordan no era El Indicado.

Sus ojos permanecieron cerrados, su boca buscando la mía como si mis


protestas serían tragadas por otro beso. Si yo hubiese sido otra mujer,
así podría haber sido. Pero no era otra mujer. Uno podría decir que yo ni
siquiera era humana.

Una horrible sensación de cosquilleo trepó por mi piel, como miles de


agujas. Mis pies se acalambraron dolorosamente y sentí la presión de las
garras dentro de mis zapatos. Gruñí, el dolor atravesando todo mi cuerpo,
y sentí la piel cambiar y desgarrarse de nuevo. Ahora mis huesos dolían;
solo tenía unos segundos antes de que salieran y crujieran con el inicio
de mi transformación.

Y Jordan iba a verla si no hacía algo rápido.

Presioné frenéticamente contra su pecho de nuevo, apartándome justo


cuando los colmillos atravesaban mis encías y saboreaba sangre. Hurgué
en busca de la puerta del auto, saliendo disparada y cayendo en la
entrada para autos.

—¡Ryder! —Escuché su puerta abrirse y su agarre cuando me vio


desparramada en el concreto—. Oh, Dios mío, ¿estás bien?
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Salté sobre mis pies y corrí hacia mi apartamento. Gracias a Dios vivía
en el primer piso. Corrí por el pasillo, dirigiéndome a mi puerta y mi
seguridad. Mi frente zumbaba, fuertemente y las protuberancias óseas
crecían bajo mi piel mientras hurgaba en busca de mis llaves con mis
dedos ahora con garras. Mis piernas hormigueaban fuertemente, y los
bultos que salían de mi espalda pronto desgarrarían mi lindo vestido
rosa.

Con manos temblorosas, me las arreglé para quitar el seguro de la puerta.


Me deslicé adentro y cerré nuevamente, luego me recosté contra la dura
y pesada madera, aliviada.

A salvo.

Curtidas alas repentinamente estallaron de mi espada con un chasquido,


y gruñí de dolor mientras mi flojo vestido se tornaba tan apretado que
asfixiaba. Arañé el cierre en la espalda, luego me rendí y tiré de la tela
con mis duras y curvas garras hasta que cayó a mis pies. Mis zapatos
fueron los siguientes, destrozados por la transformación, y presioné mis
manos en mi feo rostro y me deslicé por la puerta hasta que mi cola y
trasero golpearon el piso.

Maldita sea. Por un corto y brillante momento, realmente había pensado


que Jordan era El Indicado. Pero no lo era. Ni siquiera estaba cerca de
serlo.

No estuve sorprendida cuando él tocó mi puerta principal un momento


después.

—Ryder —bramó él, su preocupación evidente—. ¿Estás bien? ¿Qué


sucedió?

—No significa no —grité de vuelta, esperando que él no notara el chirrido


de mi voz ahora—. No me llames de nuevo.

—Abre para que podamos hablar de esto.

—Vete. —Lo decía en serio, también. Jordan era agradable, guapo, y


completa y totalmente inútil para mí. Justo como cualquier otro hombre
humano allá afuera, su toque activó mi maldición.

El monstruo bajo mi piel tenía algo que ver con la sexualidad. Yo podía
coquetear inocentemente todo el día o abrazar a una amiga. Dar
apretones de manos. Sin ningún problema. ¿Pero en el momento que la
mano de un hombre me acariciaba con intención sexual? Salía a relucir
la escamosa bestia con colmillos. Deslicé un dedo sobre los duros
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colmillos ahora saliendo de mis encías por encima de mis caninos. Esos
siempre dolían más y eran los últimos en desaparecer.

—Por favor, Ryder —dijo Jordan, su voz más suave—. ¿Podemos hablar
de esto? Realmente me gustas.

—No eres quien creí que eras —grité de vuelta. Oh, la ironía en esas
palabras—. Vete antes de que llame a la policía.

Hubo un largo momento de silencio, luego él golpeó la puerta con un


puño.

—Jódete, calientapollas. —Lo escuché zapatear por mi entrada hasta su


auto. Un momento después, chirrió por mi entrada para autos y hacia la
calle.

Bueno, ahora. Era bueno que Jordan no fuera mi Verdadero Amor,


porque parecía que estaba escondiendo un lado despreciable. No era una
sorpresa. Todos teníamos lados ocultos.

El mío simplemente resultaba ser más tenebroso que el de la mayoría: yo


era una niña cambiada por otra.

Al menos eso es lo que la vieja vidente me había dicho. Yo había tenido


mi primera experiencia con mi monstruo poco después de tener mi primer
periodo. Tenía catorce años, y había besado a un chico en el muelle, en
el campamento de verano. Él se había sonrojado y se había puesto erecto;
a mí me habían crecido escamas y una cola. Mi cita había culpado a sus
horrorosas visiones de un monstruo a algunos hongos malos. ¿Yo? Había
estado aterrorizada, así que había hecho lo que cualquier chica de catorce
habría hecho: había robado la billetera de mi madre y tomado un bus a
través de la ciudad para consultar a una vidente y obtener algunas
respuestas.

Resultó que eso fue lo mejor para mí. En el momento que había conocido
a la alta y esbelta vidente, había sabido que ella era diferente de los otros
humanos. Había tenido un suave resplandor que yo no había podido
identificar entonces. Ahora sabía lo que significaba, ella había tenido
sangre fae.

La vidente me lo dijo así unos cuantos minutos después de conversar.


Ella no era enteramente humana, sus ancestros fae venían de su
tatarabuela. Su tatarabuela la había instruido en las artes ocultas,
enseñándole todo lo que había necesitado saber sobre lo sobrenatural.
Su tatarabuela se había casado con un sátiro, me había dicho ella, y yo
me había burlado. La mujer claramente estaba loca.
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Ahora, diez años después, yo trabajaba en una agencia de citas para los
sobrenaturales y había arreglado citas para más de un solitario sátiro. La
vida era graciosa en ese sentido.

De cualquier manera, la vidente había tenido todas las repuestas. Me


había dicho que yo era una niña cambiada. Que en los días en que el
folclor fae se departía más abiertamente con los humanos, los fae
robaban un niño humano y dejaban otro en su lugar para que los padres
lo criaran.

Yo había escuchado los cuentos de hadas, pero siempre había pensado


que los niños cambiados eran cosas tenebrosas y legendarias. Yo había
sido una linda adolescente rubia que había resultado lucir
completamente humana hasta que alguien me había tocado.

La vidente había explicado eso también: mi guardia natural estaba fuera


de servicio en esos momentos, y el “glamour” que había sido puesto en
mí se había desvanecido. Para cuando cumpliera veinticinco, si
continuaba siendo virgen, el glamour que me hacía lucir humana sería
incapaz de superar mi lado bestia, y sería un monstruo por siempre.

A los catorce años, había estado destrozada. No solo mis padres no eran
mis padres reales, ¿sino que también era un monstruo de alguna clase y
estaría condenada por siempre si no superaba la fecha límite?

La vidente había dado golpecitos en mi mano y me había dado un rayo


de esperanza. De acuerdo con su tatarabuela, cada niño cambiado tenía
una pareja perfecta en el mundo. Él sería el Indicado para mí, mi
Verdadero Amor. Si encontraba a ese hombre, podría tocarlo sin disparar
mi lado monstruoso. De modo que podría romper la maldición,
asegurando el glamour para permanecer como humana, no con escamas,
garras y huesos de gárgola. Ni siquiera podía decir cuál era mi forma de
monstruo; simplemente parecía una mezcla de todo lo horroroso.

Así que tenía que encontrar a mi pareja perfecta. ¿Y como el cuento donde
la chica besaba a muchos sapos? Tenía que tocar a muchos hombres.
Coqueteaba libremente, como cualquier mujer feliz, alegre y joven.
Cuando perdía el miedo, tocaba a un chico. Solo para probar.

Aquello detonaba a mi monstruo cada vez. Me había convertido en una


maestra en escapar antes de que la gente se diera cuenta. Había fingido
envenenamiento con comida y me había escondido en un baño hasta que
mi criatura se desvanecía. Me había ido de una cita por la puerta trasera
—hacía eso mucho—, y me había transformado en el oscuro parqueo,
donde nadie podía verme. Mi lado cambiante nunca duraba mucho. Justo
ahora, podía sentir mis colmillos palpitando, un signo de que estaban a
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punto de deslizarse de vuelta a mis encías. Extendí una mano,
observando el rastro de escamas en mi piel desaparecer, mis curvados
dedos con garras volviendo a su largo natural, mi manicura rosa todavía
intacta.

Este chico no había sido El Indicado, pero eso no significaba que el chico
correcto no estuviera allá afuera. Seguiría buscando la respuesta a mi
problema, y la encontraría. No estaba a punto de dejar que el pequeño
monstruo dentro de mí me detuviera.

¿El hecho de que mi cumpleaños número veinticinco estaba a un mes?


No me afligía por eso.

Trabajaba en una agencia de citas para los sobrenaturales, después de


todo. Midnight Liaisons le servía a vampiros, cambia formas, monstruos,
y todo lo demás que saliera en la noche y quisiera una pareja. Si había
un hombre perfecto y mágico que rompería mi maldición, y si estaba allá
afuera para mí, podría encontrarlo a través de mis conexiones en el
trabajo.

Solo tenía que seguir besando sapos hasta entonces.


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Traducido por Mae

Corregido por Nanis

N
o todo el mundo estaba hecho para el turno de noche en una
agencia de citas sobrenatural. Tenías que ser consciente de cosas
como lunas llenas, alergias específicas de las especies, llamadas
vampíricas de madrugada por un ligue, y la capacidad de sonar alerta
mientras contestabas el teléfono a las dos de la mañana. Era un trabajo
extraño, pero lo amaba. Nuestros clientes eran raros, y me gustaba lo
raro. Lo raro era divertido. Lo raro era interesante. Lo raro, sin embargo,
no era para todo el mundo.

Miré el escritorio vacío frente a mí mientras preparaba mi tercera taza de


café, preparándome para comenzar una larga noche en el trabajo. Y
suspiré ante la soledad.

—Claro que extraño a Marie.

Sara hizo una mueca. Su compañero, Ramsey, la estaba esperando, y ella


deslizó su mano en su enorme zarpa. Mientras se dirigían hacia la puerta,
dijo:

—No dejes que Savannah te oiga decir eso. Herirás sus sentimientos, y
sabes lo fácil que lloran las mujeres embarazadas.

—Lo sé. Yo solo… extraño a Marie.

Marie Bellavance era mi mejor amiga. Habíamos sido uña y carne desde
que empezó a trabajar en Midnight Liaisons. Si alguna de nosotros
pensaba que era extraño que dos seres humanos dirigieran el turno de
tarde-noche en una empresa de catering para una exclusiva clientela
secreta que ocultaba el hecho de que eran sobrenaturales, no hacíamos
ningún comentario sobre ello. Nos gustaba que nos pagaran, después de
todo. Y Marie era divertida. Era mordaz, ingeniosa, irónica, y siempre
tenía observaciones interesantes.

Fue despedida el mes pasado por salir con vampiros, pero tuvo serias
razones para querer salir con la persuasión con colmillos. Estaba
muriendo de una enfermedad extremadamente rara y mortal, y la única
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manera en que Marie pudiera sobrevivir era convirtiéndose en no-muerta.
Afortunadamente, esas cuestiones fueron resueltas por Josh Russell, un
grande y guapo hombre-puma que la salvó de su enfermedad y la
convirtió en una agradable y saludable puma. Ahora Marie trabajaba
para Beau Russell, el líder de la Alianza Paranormal.

Savannah Russell, prima de Beau, había tomado el lugar de Marie en el


turno de noche. Era dulce y tranquila, nada como mi ingeniosa y franca
Marie. Hice un gesto a la antigua mesa de Marie.

—Hablando de eso, Savannah ¿está bien?

—Tiene vómitos de nuevo —dijo Sara—. Llamó y me dijo que llegaría


tarde.

Asentí y eché otra cucharada de azúcar en el café.

—Voy a cuidar la fortaleza.

—¿Segura? Puedo quedarme un rato si las cosas están demasiado


ocupadas.

Hice un movimiento para ahuyentarla, entonces tomé mi café.

—Estaré bien. Usted dos tortolitos, diviértanse. No hagan nada que yo no


haría. —Les di un guiño excesivo.

Sara se rio, y su compañero —un grande y corpulento hombre-oso— se


volvió color rojo brillante. Muy adorable. Con un gesto, salieron.

Estaba sola.

Estar sola era aburrido, y resultaba ser una larga noche, especialmente
cuando los teléfonos estaban tranquilos. Y no era luna llena, o viernes
por la noche, o cualquier otra cosa que hiciera que la agencia estuviera
ocupada, lo que significaba que estaba sola con mis pensamientos.

Odiaba estar sola con mis pensamientos.

Decidí enviarle un mensaje a Marie.

¿Qué pasa, chica?

Le tomó un momento responder.

Saliendo del trabajo. Beau y las manadas de lobos todavía se reúnen todo
el tiempo. ¡Un desastre! Sin embargo, Josh me lleva a cenar esta noche
para compensarlo.
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Quizás tengas suerte, bromeé.

¡Estaría loca si no! Lo enfatizó con una cara sonriente, y añadió: Tengo
que correr. Hablaré contigo más tarde.

Suspiré, tratando de no sentir celos de mi amiga, y miré alrededor de la


oficina vacía. Encendí la cafetera de nuevo. Si no iba a tener a nadie con
quien hablar, necesitaría un poco de cafeína. Me gustaba que la cafeína
me volviera nerviosa y despierta. Y adoraba estar nerviosa, porque
cuando me relajaba, era más fácil perder el control del lado del monstruo
si un cliente masculino me tocaba. Si estaba llena de cafeína, era más
difícil relajarme y excitarme.

Y, ¿el café? Mi amigo. Usaba tabletas de cafeína, NoDoz, Red Bull,


bebidas energéticas, y cualquier otra cosa que pudiera mantenerme
despierta, pero el café era mi vicio favorito.

Cuando la olla gorgoteó, bebí el brebaje dulce que había hecho antes y
me dirigí a mi escritorio para hacer frente a mi montón de cosas por
hacer. En la parte superior de mi lista se encontraban las próximas
actividades para nuestros solteros. Tuvimos una cata de vino la semana
pasada, pero nadie se presentó, excepto los vampiros. Gran error; nadie
quería salir con vampiros. Bueno, excepto Marie.

Las cosas generalmente se complicaban allí. Todavía tenía malos


recuerdos sobre la vez que puse a un lindo hombre lobo con una ansiosa
lince. La primera regla de una agencia de citas sobrenaturales, no
mezclar gatos y perros.

Suspiré, pensando en Josh y Marie. Quería un gran novio puma macizo,


también. Tomaría a un cambia lo que sea, en realidad. Incluso a un
humano. No hay nada malo con algo de normalidad en un hombre. Por
desgracia, ninguna de mis citas pasó más allá de la primera, gracias a mi
monstruo.

No tenía sentido insistir en ello; sólo iba a terminar en un mal humor.


Puse algo de música optimista y pronto estaba cantando y bailando a lo
largo de toda la oficina, mis coletas rubias azotando sobre mi cabeza
mientras me meneaba entre mi escritorio y la copiadora en el cuarto de
atrás, creando folletos e imprimiéndolos para una próxima reunión.

El cencerro en la puerta sonó, y grité:

—¡Iré en un instante!
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Probablemente Savannah. Varios meses de embarazo, la pobre chica aún
tenía nauseas por la mañana, náuseas por la tarde, náuseas por la noche,
y en cualquier momento, náuseas por oler cualquier cosa.

Pero cuando entré en la parte principal de la oficina, me detuve en seco,


sorprendida de ver a dos hombres. Uno de ellos era un chico de casi dos
metros de alto, musculoso con el cabello raro y ropa más extraña que
parecía algo sacado de una película histórica.

Y el otro era… bueno, se parecía a Ryan Gosling en un traje, pero las


probabilidades de que una estrella de cine apareciera aquí eran casi
nulas. Lo que significaba que era un príncipe fae. Los fae de vez en
cuando utilizaban nuestro servicio; mi conjetura era que se aburrían al
buscar sus propias citas. Eran clientes extraños, sin embargo. Les
gustaba usar sus espejismos para tomar la apariencia de actores
famosos, y siempre eran un poco quisquillosos cuando se trataba de
seres humanos. Como si debiéramos inclinarnos y besar sus pies en
señal de gratitud por poder servirles.

Solía dejar que los demás se ocuparan de los fae, encontraba su actitud
grosera, pero esta noche me tocaba a mí ser el comité de bienvenida.

—Hola —dije con voz alegre, sonriendo a los dos hombres mientras
apagaba la radio—. Bienvenidos a Midnight Liaisons.

El hombre rubio, más pequeño, el príncipe, me estudió y me dio una lenta


sonrisa complacida.

—Bueno, ¿no es la cosa más linda?

Ugh.

—¡Gracias! ¿Cómo puedo ayudarlos, caballeros? ¿Tienen perfiles creados


en el sistema? Uno de ustedes es claramente fae y el otro… —Me quedé
mirando al gran matón. Por lo general, no podría decirlo con sólo mirar a
alguien, y un buen número de chicos de la Alianza eran grandes y
aterrorizantes. Pero este tipo… este hombre irradiaba peligro y
salvajismo. No pude dejar de retroceder un poco ante la vista de él.

—Estoy aquí para ver a alguien —dijo el príncipe.

—¿Ah, sí? —Saqué mi agenda y no vi nada marcado—. ¿Concertó algo


con uno de los otros especialistas de citas?

—En realidad, eres la persona que he venido a ver.

Los pelos de la nuca se me erizaron, pero seguí calmada.


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—¿Ah, sí?

Se acercó más, esa sonrisa de deleite aún en su rostro, e hizo un círculo


a mi alrededor.

—Perfecta. Simplemente perfecta.

—Gracias —le dije—, pero me temo que no lo reconozco como uno de mis
clientes.

Su labio se curvó.

—Como si usara su pequeño servicio.

—No entiendo por qué está aquí, entonces. —Eché un vistazo al gran
matón detrás de él, pero el hombre no dijo nada. Cuanto más lo miraba,
más aterrador parecía. Decidí evitar mirarlo después de eso.

—Porque, estoy aquí para verte, preciosa. —El tono del fae se volvió dulce
y calmante—. Quería ver cómo mi pequeño premio ha progresado, y
parece que ya está casi madura para la cosecha.

—¿Madura… para la cosecha? —¿Quién era este hombre?—. ¿Disculpe?

—Vamos, mi pequeña cambiada. No actúes tan sorprendida. —Él


extendió la mano y acarició mi brazo.

Las escamas picaban en la superficie, y me aparté de él, con los ojos


abiertos por la sorpresa.

—¿Cómo… cómo lo sabe? —Nunca había dicho a nadie que era una
cambiada. Marie sabía que me transformaba en algo asqueroso (me había
atrapado en medio del acto una vez), pero nunca hizo preguntas y yo
nunca ofrecí respuestas.

Sin embargo, este hombre supo al instante lo que era.

Él me dio una sonrisa preciosa.

—Bueno, ¿cómo crees que llegaste hasta aquí? ¿En el reino de la tierra?

¿Tierra… reino? ¿Eh?

Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe y Savannah entró.

—Lo siento mucho, Ryder —comenzó, con las mejillas encendidas—.


Llego tarde, pero ya estoy aquí.

—No hay problema —le dije, señalando a mis dos “clientes” que me
esperaran mientras entraba al escritorio de Savannah. Era una maestra
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en fingir, así que saqué su silla para ella, actuando como si no pasara
nada—. Toma asiento. Estoy con un par de clientes, pero una vez que
haya terminado, vamos a revisar los registros de citas de esta noche, ¿de
acuerdo?

Me dio una mirada de agradecimiento y se dejó caer en su asiento.

—Está bien. —Sólo eran las ocho de la noche, y ya parecía agotada.


Embarazo duro y un nuevo trabajo que iniciar, pero nunca se quejaba.

—Sara te dejó el correo; ¿por qué no empiezas eso por ahora? —dije
mientras recogía el paquete envuelto en hule en la esquina de su
escritorio y se lo ofrecí—. Y bebe un poco de agua.

—Lo haré —dijo humildemente, quitándome el correo.

—Ahora —dije alegremente mientras me volvía hacia el príncipe fae y su


amigo aterrorizante—. ¿Por qué no vamos a la sala de conferencias y
continuamos nuestra conversación?

—Pero por supuesto —dijo el príncipe de esa manera suave como la seda.

Los hice pasar a una sala de conferencias y cerré la puerta, luego inicié
un CD de música clásica.

El grandote miró al frente, pero el príncipe levantó una ceja.

—¿Te sientes de ánimos de música?

—Se garantiza la privacidad de nuestros clientes —dije—. Varios de


nuestras especies tienen un oído muy agudo.

—Claro.

—¿Quién eres tú? —pregunté mientras se sentaba en la mesa redonda.


El guardia —pensaba en él de esa manera— cayó en la silla de al lado.
Me senté frente a ambos, sin confiar en ellos. Este hombre sabía quién y
qué era. Seguramente tendría más respuestas para mí.

—Sí, supuse que preguntarías eso, ¿no? —Se recostó perezosamente en


su silla, mirando todo como si lo hubieran invitado a la fiesta más
aburrida en la tierra y sólo se dignara a estar aquí porque tenía que
hacerlo—. Mi nombre es Finian. —Estudió sus largos dedos y uñas
perfectas—. Sin apellido. Ese es un artificio humano, y ciertamente no
soy humano. —Me sonrió, y sus ojos brillaron iridiscentes por un breve
momento, de todos los colores del arcoíris, como una pompa de jabón.

Estaba fascinada a pesar de mí misma, incapaz de apartar la mirada.


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—¿Quién es tu amigo?

La mirada de Finian se movió al hombre corpulento a su lado.

—Él no es importante.

No importante no dijo nada, lo que no fue una sorpresa.

—¿Cómo sabías lo que era? —pregunté—. ¿Cómo puedes decirlo? —


Estuve alrededor de cambiadores durante un año y vi a los fae en varias
ocasiones, y nadie descubrió mi secreto. Mi conjetura es que olía tan
humana como todos los demás.

—Bien, me di cuenta porque eres mía.

Me congelé.

—¿Tuya?

—Sí. Estuve en tu nacimiento. Te vi ser procreada, te vi nacer, y te traje


aquí para que pudieras crecer.

Me vio… ser procreada. Mi boca se abrió un poco.

—¿Procreada?

—Sí. Tu padre lo planeó, y nosotros trajimos a tu madre una pequeña


yegua dulce si alguna vez hubo una, y voila, la magia pasó. Fuiste creada.

Un pequeña yegua dulce, ¿eh? Eso era espeluznante. Tal vez era algo de
faes.

—Entonces, ¿dónde están mis padres ahora?

—No son padres, mi querida niña cambiada. Padres implican criar al


niño. Eran simplemente envases en el que fuiste creada. —Me miró con
cariño—. Procrean excelentes ejemplares, si soy un juez. Y lo soy.

De pronto, sentí frío, me apretujé más en mi cardigán mi rosa bebé.

—Estás hablando de mí como si fuera una especie de caniche premiado.

La sonrisa de Finian creció más.

—Eso es exactamente lo que eres, querida. Piensa en ti como un caniche


premiado del Otromundo.

—¿Otromundo? —repetí.

—El reino fae.


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Negué con la cabeza, tratando de asimilar todo esto.

—No entiendo. Si soy fae, ¿por qué me trajiste aquí?

—No eres fae. —Él pareció ofendido ante la idea—. Eres una niña
cambiada. Y tu especie tiene una tasa de mortalidad muy alta en el reino
fae, me temo. Un montón de criaturas se alimentan de tu especie. Eres
muy vistosa y hermosa en tu forma natural, pero con muy pocas
defensas. Por lo tanto, estás aquí para tu protección. —Finian hizo un
gesto hacia mí generosamente—. De nada.

Todavía lo miraba, tratando de asimilar todo esto. ¿Era el… caniche de


este hombre? ¿Nací en el reino fae? Mis padres eran… ¿perros de cría?
¿O caballos? ¿O una especie?

—Sigo sin entender.

—Bueno, tu especie no fue procreada por su inteligencia. —Finian me


lanzó una mirada desdeñosa—. ¿Exactamente qué parte es tan difícil?

Extendí mis manos, tratando de pensar en dónde empezar. Miré a mi


alrededor con nerviosismo, asegurándome de que nadie estaba
escuchando nuestra conversación. Entonces, me incliné y hablé.

—Ni siquiera estoy segura de ser tu niña cambiada. Mi otra forma no es


bella en absoluto. Todo lo contrario.

Inclinó la cabeza.

—La belleza está en el ojo del que mira, mi mascota. Y mi cambiada tiene
una marca en su muslo superior en forma de un sol con un nudo celta
de eternidad en el centro.

Me quedé inmóvil, mis ojos se ampliaron. Tenía esa marca en el interior


de mi muslo. Nadie había sido capaz de darme una respuesta clara de
por qué una niña había sido marcada inmediatamente después del
nacimiento, y mis padres adoptivos me dieron la opción de removerlo
cuando llegué a la edad adulta. Elegí mantenerlo porque me gustaba su
singularidad.

Nunca se lo había contado a nadie, tampoco.

—¿Debo hacer que me enseñes? —preguntó Finian—. Mi amigo aquí


puede sostenerte mientras reviso para asegurarme de que eres la que
busco.

Di una mirada con los ojos abiertos al gigante a su lado.


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Página
—No, estoy bien, gracias. Conozco la marca.

—Ya me lo imaginaba. Tu vigésimo quinto cumpleaños es en un mes,


¿correcto?

—Si sabes sobre la marca de nacimiento, debes saber cuándo es mi


cumpleaños —dije, sin querer dar más detalles. Una parte de mí quería
huir de esta conversación extraña, pero necesitaba información. Este
hombre parecía tener mucha.

—No seas enojona, mi mascota. No es conveniente que te comportes de


esa manera.

Apreté los dientes detrás de mi sonrisa. Realmente, realmente no era un


fan de la forma en que me llamaba “mi mascota” después de referirse a
mí como un caniche.

—No entiendo por qué estás aquí, después de tanto tiempo.

—Es muy sencillo. Los cambiados toman tiempo para madurar —dijo
Finian, juntando los dedos—. A los veinticinco, serás ideal para la cría,
lo que significa que es seguro llevarte de regreso al reino fae. Tengo el
macho perfecto.

Mis ojos se abrieron con horror.

—¿Me harás procrear?

—Por supuesto, preciosa. —Él me dio una mirada agradable—. Los


cambiados valen bastante en el Mercado de Duendes en estos días, y mi
familia ha tenido una pequeña crisis financiera en los últimos milenios.
Tu descendencia se hará cargo de ese problema.

Tragué saliva, sintiéndome asqueada. Esto… no estaba sucediendo. No.


Este tipo no podía poseerme y tratarme como a un perro. Tenía que haber
una forma de salir de esto.

—¿Qué pasa si digo que no? ¿Qué pasa si no quiero ir contigo?

—No hagas esto difícil —me dijo Finian con una voz condescendiente—.
Hugh aquí tiene un montón de amigos que están dispuestos a garantizar
que vengas conmigo. No me gustaría tener que atraparte.

La expresión de Hugh no cambió. Me estremecí.

—Además —dijo Finian con voz alegre—, una vez que llegue tu vigésimo
quinto cumpleaños, te será imposible mantener a tu bestia controlada.
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Página
Tu frenesí de apareamiento va a asumir el control, y entonces rogarás
que te lleve.

Mi mano fue a mi garganta. Sonaba horrible.

—¿Qué pasa si te pago? ¿Puedo pagar por mi libertad?

Él me dio una mirada de lástima.

—Oh, mascota. Los fae no comercian con monedas humanas. Confía en


mí cuando digo que lo que queremos, no puedes permitírtelo. Me temo
que eso es la forma en que es. E incluso si pudieras comprar tu libertad,
no ayudaría a contener a tu bestia. Sólo procrear arreglará eso.

Sentí ganas de vomitar.

—Pero… pero tengo un mes. Todavía no tengo veinticinco.

—Sí. Es un período difícil, es por eso que estoy aquí hoy. Puesto que inicia
tu período fértil, empezarás a dejar feromonas en todas partes. Te será
imposible ocultar tu identidad.

—¿Como cuando los cambiadores entran en celo? —Dios, esto solo


empeoraba más y más.

—No. Ahora apestas a humano. —Él me dio una sonrisa educada y


levantó una pequeña flor de su solapa, presionándola debajo de su nariz
como si quisiera alejar mi hedor—. Pero ese olor va a cambiar
rápidamente en las próximas semanas, y será obvio para cualquier fae lo
que eres. Vas a necesitar protección así cualquiera no te roba justo debajo
de mi nariz. —Él se acercó y palmeó el brazo fornido de su compañero—
. Es por eso que Hugh está aquí.

Horrorizada, miré a Hugh y levanté la mirada completamente a su cara


por primera vez.

Era una aterradora.

Toda dura, me recordaba al compañero de Sara en su tamaño y fuerza.


Pero donde Ramsey tenía hermosas facciones y ojos amables cuando
miraba a Sara, este hombre no tenía ni un gramo de suavidad en él. Tenía
un cuerpo grueso, con músculo abultado alrededor de su cuello como un
culturista. Su cabello largo tenía trenzas desordenadas en la coronilla
para mantenerlo fuera de su cara, y el color rojizo-marrón tenía un patrón
ondulante, como rayas de tigre. Tenía patillas largas que terminaban en
mechones gruesos en la base de su mandíbula. Llevaba una túnica de
color marrón claro ceñida a la cintura, y sus brazos eran tan grandes
20
Página
como mis muslos, rodeados de músculo y venas. Sus antebrazos estaban
ligeramente salpicados con vello rojizo, que también parecía con rayas.
Era como un cruce entre Thundercats y Corazón valiente.

Lo peor de él eran sus ojos. No porque tenía pupilas como un gato, lo que
era en realidad genial. Era la emoción en ellos lo que me molestaba, o
más bien, la falta de ellas. Eran fríos y vacíos cuando me miró. No había
ni un ápice de suavidad allí.

No me gustaba su aspecto en absoluto.

—Encantada de conocerte, Hugh —dije con nerviosismo—. Pero estoy


segura de que la protección no es necesaria.

Después de todo, ¿quién iba a protegerme de Hugh?

Finian sonrió.

—No es tu decisión, mi mascota. Es mía, y tengo la intención de mantener


un ojo en mi inversión. Hugh es el mejor mercenario que la magia puede
comprar, es por eso que será tu sombra hasta el día de la entrega.

Mi mirada se desvió de Finian a Hugh.

—Oh, pero no necesito una sombra. Voy a ser muy cuidadosa.

Finian se puso de pie.

—Hugh, es toda tuya. Espero que esté ilesa y en perfectas condiciones en


la fecha de entrega. ¿Entendido?

—Entendido —dijo Hugh en voz baja y gruñona, y mis ojos se abrieron


de nuevo.

Cuando habló, vislumbré dos dientes largos y puntiagudos. Hugh tenía…


colmillos.

Oh, Dios, esto no era bueno en absoluto.


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Página
Traducido por Jessy, ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ y magdys83

Corregido por flochi

—N
o estoy segura de que esta sea una buena idea —
comencé, incapaz de dejar de mirar la boca de Hugh.
¿Acababa de ver, de verdad, colmillos?

—Tonto de mí, olvidé darte un voto. —Finian se puso de pie, se arregló la


chaqueta, y se alisó las solapas, como si fuera a dar un paseo—. Pasaré
a revisar de vez en cuando. No muy a menudo, verás, no sea que otros
comiencen a sospechar algo. No quisiera que mi premio fuera agarrado
antes de que consiga que valga la pena mi dinero, ¿cierto?

—El cielo no lo permita —murmuré, mi mente un torbellino. Estaba


sorprendentemente calmada después que me dijeran que era el animal
de cría de alguien y que él venía a hacerse cargo de mi vida. Supongo que
siempre había estado esperando que el otro zapato cayera. Ahora que
finalmente tenía respuestas, el miedo a lo desconocido se había ido.
Había millones de cosas a considerar, y tenía que pensar en una forma
de salir de esto, pero no iba a entrar en pánico.

Quizás una vez que Finian se hubiera ido, podría razonar con Hugh.
Pagarle. Algo. Luego podría… ¿Qué? ¿Escapar? ¿Cómo? Me volvería un
monstruo permanentemente en un mes a menos que encontrara a mi
Príncipe Encantador.

Y desafortunadamente, el príncipe que conocía más de mí intentaba


criarme como un perro en exposición.

No se veía bien para el equipo local.

Me puse de pie, y Hugh también lo hizo. Fingí no darme cuenta y me


dirigí hacia la puerta. Por la forma en la que Finian estaba mirando su
Rolex, estaba claro que había terminado conmigo.

—¿Cuándo regresarás? —pregunté, abriendo la puerta.


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Él extendió la mano y le dio una palmadita a mi mejilla, y sentí esa fea
ondulación en mi piel una vez más, sin duda para recordarme
exactamente lo que era.

—Estaré de regreso cuando lo sienta, preciosa. No te preocupes. Hugh se


quedará para garantizar tu seguridad.

Finian se dio la vuelta y se dirigió a través de la oficina, dándole a


Savannah una sonrisa educada mientras se dirigía hacia la puerta.

Quería gritarle que se quedara más tiempo y respondiera más preguntas,


pero los fae querían lo que querían, cuando lo querían. Finian había
dejado caer su bomba, y ahora se estaba yendo.

Cuando la puerta se cerró, di un suspiro infeliz y me di la vuelta.

Y casi choqué con el pecho de Hugh.

Me tambaleé hacia atrás.

—Oh, disculpa.

Él tomó mi brazo para sostenerme, luego vaciló, dejando caer su mano


como si recordara lo que yo era.

—Voy a salir de tu camino para que así puedas salir —dije, haciéndole
gestos a la puerta principal.

—No me voy a ir. Lo sabes. —Su voz fue fría y brutal con eficiencia.

Qué embarazoso. Le di una sonrisa radiante para enmascarar mi


reacción y me dirigí a mi escritorio.

—¿Está todo bien? —preguntó Savannah con voz suave.

—Está bien —dije mientras me sentaba, mi sonrisa empezando a sentirse


clavada en mi boca—. Olvidé que iba a fijar un perfil para el Sr. Hugh
aquí. ¿No es así?

—No —dijo sin rodeos. Pero se movió para sentarse en frente de mí en


una de las sillas.

Mis ojos se entrecerraron. ¿No se daba cuenta que para mantener mi


secreto, íbamos a tener que extender una pequeña mentira piadosa o
dos?

—Si quieres permanecer aquí en la agencia conmigo —dije en una voz


baja y agradable—, tendrás que crearte un perfil.
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—Haz lo que quieras —dijo él, levantándose de la silla y frunciéndole el
ceño. Era demasiado pequeña para él, los brazos de madera le hacían
imposible sentarse cómodamente. Habría sido divertido salvo por el
hecho de que se veía como si prefiriera destruir la silla que tolerar su
presencia un momento más. Se dio la vuelta y fingió una postura muy
marcial, los pies separados, los brazos cruzados sobre su pecho.

Noté con sorpresa que sus dedos terminaban en grandes garras. ¿De
dónde diablos era este tipo? ¿Estaban en la edad media en el reino fae?
Si era así, los estaban alimentando con cereales para deportistas, porque
Hugh era tan inmensamente ancho y musculoso que se veía como si
pudiera aplastar un auto pequeño con sus manos.

Aunque Savannah no se veía alarmada, solo confundida. Lo miró, y luego


a mí.

Era claro que si iba a llegar a alguna parte con Hugh, tendría que probar
mi encanto. Eso estaba bien. Era buena encantando a las personas.

—Hugh, cariño, ¿por qué no te sientas y te haré una buena taza de café?

Él miró alrededor de la habitación, y luego a mí.

—Prefiero estar de pie.

—Sí, bueno, eso es de mala educación. Me estás poniendo nerviosa —dije


con un guiño hacia Savannah, como si dijera, Oh, estos clientes locos—.
Si la silla es incómoda, te conseguiré un taburete de la trastienda.

Me dirigí de nuevo hacia la sala de almacenamiento, donde teníamos un


taburete con peldaños que se doblaba como escalera. Sin embargo, no
me moví más de unos cuantos pasos antes de darme cuenta de que Hugh
todavía me seguía. Suspiré y apreté los dientes. ¿Era esto lo que tenía
que esperar por el próximo mes?

Yo era una optimista, sin embargo; solo tendría que encontrar la manera
de deshacerme de Hugh, o hacer lo mejor de él estando aquí.

Cogí el taburete y me di la vuelta, haciendo mi mejor esfuerzo para


mantener una expresión agradable en mi rostro.

—Ya que me seguiste, ¿por qué no llevas esto? —Lo empujé en sus
manos.

Él se quedó mirando la escalera de madera.

—¿Para qué es esto?


24
Página
—Es para que te sientes, ya que las sillas son incómodas.

Resopló.

—No necesito esto. Estaré de pie.

—Prefiero que te sientes.

—Un soldado no se sienta en el trabajo.

—Sí, bueno, no eres un soldado ahora mismo —le espeté, luego


internamente me reprendí por perder los estribos. Necesitaba ser
agradable. La Ryder que todos conocían era dulce y agradable. Sonreí—.
Compláceme, ¿de acuerdo?

Pasé a su lado sin esperar una respuesta.

En la oficina principal, podría decir, por la mirada curiosa de Savannah,


que mi descomunal “sombra” estaba justo detrás de mí. Aparté las dos
sillas e indiqué que él debería poner el taburete abajo. Lo hizo, pero no
se sentó.

Está bien, era un comienzo, uno de mierda. Irritada, me dirigí a la


cafetera. Saqué granos y vertí agua, luego hice clic en activar.

—¿Quieres café, Savannah?

Sin respuesta.

Eché un vistazo justo para ver su pálido rostro. Presionaba una mano en
su boca y salió disparada hacia el baño de nuevo.

—Voy a suponer que eso es un no —le dije a Hugh—. ¿Te gusta el café?

Él simplemente observó con esos ojos de gato.

—Lo que me gusta no importa.

—Bieeen, entonces. —Se estaba volviendo más difícil mantener la sonrisa


en mi rostro—. Bueno, a mí me gusta el café. —Me senté de nuevo en el
escritorio e intenté concentrarme, si Hugh iba a estar al acecho a mí
alrededor constantemente, necesitaba una historia de cubierta. Traté de
buscar una idea…

Tal vez le podría decir a todos que Hugh era un cambia formas. Eso
funcionaria, ya que tenía colmillos y, eh, rayas. Así que quizás era algún
cambiador tigre exótico, quien estaba incómodo alrededor de los
humanos y necesitaba ser tomado bajo mi protección. Excepto que…
25
Página
noventa y nueve coma nueve por ciento del mundo era humano, así que
tendría que haberse topado con personas antes de ahora.

Hmmm… ¿Quizá tenía problemas para encontrar pareja, y yo estaba


actuando como su entrenadora de vida?

Recogí mi regla con brillitos y comencé a golpearla contra mi palma. Tenía


que haber una buena historia de cubierta en algún lado. No le podía decir
a nadie, Oh, sí, al parecer soy un caniche premiado, y cuando llegue a mi
plenitud valdré una fortuna, así que él está vigilándome.

Porque no tenía la intención de ser el perro faldero de nadie. Iba a


encontrar una salida de esto. Iba a encontrar a mi Amor Verdadero, y él
iba a salvarme de mi maldición, y habría un Felices para Siempre.

La cafetera siseó de vapor, una señal de que estaba a punto de hervir.


Antes de que pudiera parpadear, Hugh arremetió contra la máquina.

Garras brillaron y escuché un gruñido, luego hubo una chispa gigante y


dispersión de vidrios.

Las luces parpadearon.

Todo quedó en silencio.

Me puse de pie, mirando los restos de la cafetera, la cual había sido


prolijamente cortada por las garras de Hugh. Él estaba parado sobre las
piezas rotas, hombros grandes agitados, mostrando los colmillos,
viéndose como si estuviera a punto de atacar.

Mientras observaba, otra chispa voló de la cafetera, y Hugh levantó una


enorme mano con garras.

—Espera —grité, cargando hacia adelante—. No toques nada más. Te


electrocutarás. Solo quédate justo ahí. —Corrí a la trastienda, volteando
los interruptores para desconectar la alimentación en la oficina. Una vez
estuvo hecho, corrí a la habitación principal…

Y me detuve. Los ojos de Hugh estaban brillando de un verde


inquietantemente brillante, más brillante que cualquier cosa que hubiera
visto. Espeluznante. Tenía que ignorar eso, sin embargo. Empujé más
allá de él y tiré del enchufe de la cafetera ya muy muerta, luego regresé a
la trastienda y volteé los interruptores otra vez, esperando que no
hubiésemos asustado mucho a Savannah.

Regresé a la oficina cuando ella emergió del baño, con una toalla de papel
presionada en su boca, sus ojos agrandados en alarma.
26
Página
—¿Está todo bien?

—Todo bien —le aseguré—. Hugh aquí tiene un gatillo fácil, y la cafetera
lo sobresaltó. —Fui a un armario por la escoba y un recogedor, luego se
los tendí a Hugh—. Y ahora que lo rompió, va a limpiarlo.

Hugh me enseñó los dientes con un gruñido. Querido dios, eran grandes,
sus caninos prácticamente parecían colmillos.

Me negaba a ser intimidada. Él no iba a lastimarme, tenía que


protegerme. De acuerdo a su jefe, valía más viva que muerta, así que le
di una dulce sonrisa y empujé la escoba y el recogedor en sus manos.

Cuando me miró, le di palmaditas a su brazo.

—Ahora, por favor, limpia tu desorden mientras veo a Savannah. —Pasé


delante de él y me volví hacia Savannah—. ¿Estás bien, cariño?

Parpadeó lentamente, apoyándose contra la puerta del cuarto de baño.


Su mirada fue de Hugh a mí.

—¿Qué sucedió?

—Solo un accidente —dije en una voz alegre. Me trasladé hacia la silla


del escritorio de Savannah y la saqué para ella—. Ven a sentarte. No te
ves muy bien.

Se dejó caer pesadamente en su silla, sacó una botella de agua y la sorbió


delicadamente.

—¿Necesitas algunas galletas o tostadas o algo así?

—Lo tuve antes —dijo con una voz suave y susurrante, y tomó otro sorbo
de agua—. No ayudó.

Aparté su cabello marrón sudoroso de su frente.

—¿Qué tal un buen té caliente?

—Eso podría ayudar. Quizás con algo de limón. Salvo que… nuestra
cafetera está muerta. —Miró sobre mi hombro, sus cejas juntándose.

Eché un vistazo también, y vi a Hugh parado ahí, todavía sosteniendo la


escoba y el recogedor y dándoles un ceño feroz, el desastre de la cafetera
rota aún a sus pies.

Con sus pies descalzos, que solo ahora noté. Estaban con garras,
también. Oh, señor.
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Página
Savannah me miró, luego cogió un lápiz y un bloc de notas. Escribió algo,
luego empujó el bloc hacia mí.

¿Qué es él?

Savannah era una mujer puma y un miembro de la familia Russell,


quienes encabezaban la Alianza. Estaba familiarizada con cambiadores
de todo tipo, incluso los seres sobrenaturales más inusuales, como
arpías, sátiros y sirenas. No había duda de que Hugh era sobrenatural,
cualquiera podría decir eso con una sola mirada hacia él, pero la
pregunta era… ¿qué?

No lo sabía tampoco, pero tenía la intención de obtener algunas


respuestas.

Deliberadamente malentendí la pregunta, rápidamente escribí ¿Cliente?

—Bueno, ya que nuestra cafetera está muerta, iré a la cafetería por tu té.
Hugh, ¿por qué no vienes conmigo? Puedes terminar de limpiar eso
cuando regresemos.

—Oh, no, no tienes que ir —protestó Savannah. Estaba claro por su


mirada alarmada que no quería que saliera sola con Hugh—. Estoy bien.
—Dio un pequeño trago fuerte a mitad de la frase, pero mantuvo su rostro
valiente.

—Tonterías —le dije—. Regresaremos en breve. Deja ese lío para


nosotros, y si tienes que ir a vomitar, solo pon la máquina contestadora.
—Salté a mi escritorio para conseguir mi bolso de Hello Kitty—. Vamos,
Hugh.

Sostuve la puerta abierta, mirando fijamente a su rostro con el ceño


fruncido. Después de un momento, salió.

Un obstáculo menos. Seguí, diciéndole a Hugh:

—Ese es mi auto. —Señalé al azul bebé con puerta trasera sobre el que
había puesto orejas y bigotes de gatito, y le hice gestos para que tomara
asiento en el lado del pasajero.

Él simplemente se me quedó mirando, luego al auto. Luego otra vez a mí.

Seguro, todo el mundo se burlaba del gato-móvil, pero me hacía sonreír


verlo, así que no me importaba.

—Solo entra, ya. —Abrí mi puerta y me deslicé en el asiento del


conductor.
28
Página
Fue solo después que me metiera en el auto que Hugh abrió su puerta
muy lentamente y lo examinó, luego dobló su enorme cuerpo en el asiento
del pasajero. Sus rodillas se presionaban con fuerza contra el tablero, y
sus hombros se encorvaban mientras intentaba exprimirse a sí mismo,
la puerta entreabierta a su lado. Se veía tan cómico que me reí a pesar
de mi misma.

—No entro —dijo con amargura, moviéndose en su asiento.

—Solo extiende el asiento hacia atrás —le dije—. Vas a tener espacio.

Me dio una mirada de incomprensión.

Extendí la mano entre sus piernas para agarrar el desenganche del


asiento, y Hugh se sacudió en respuesta, su mano agarrando mi brazo.

Inmediatamente, esa caliente espiral serpenteante de excitación vibró a


través de mi cuerpo, y sentí a mi monstruo despertarse. Aspiré una
bocanada de aire, y aparté su mano, retrocediendo.

—No me toques —susurré.

Él se veía tan escandalizado como yo, su mano apretada en un puño.

—Yo… disculpa. Pensé…

Podía adivinar lo que pensaba que estaba alcanzando.

—Está bien —dije, moviendo rápidamente mi mano para intentar


sacudirme a mí misma de vuelta a la normalidad—. Solo… consigue
liberar el asiento tú mismo.

La mirada en su rostro demasiado salvaje era de perplejidad.

—Y puedes cerrar tu puerta también —señalé inútilmente—. Y ponte el


cinturón de seguridad.

Los ojos de gato de Hugh se estrecharon hacia mí.

—No conozco las cosas de las que hablas.

Era mi turno para fruncir el ceño, metí las llaves en el encendido. El auto
repicó amablemente, recordándome que la puerta estaba abierta y que
no todos los pasajeros estaban abrochados.

Hugh se sobresaltó de nuevo, abriendo mucho los ojos como si intentara


descifrar el sonido.

Bien, esto… era raro.


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—¿Nunca antes has estado en un auto?

Sacudió la cabeza lentamente, luego se inclinó hacia adelante, como si


estuviera desconcertado por el sonido del repiqueo. Luego se inclinó hacia
atrás y gruñó, moviéndose en su asiento, las rodillas presionadas contra
el tablero, el gran cuerpo apretado como un acordeón.

—No deben tener autos en el reino fae —me quejé. Bueno, eso explicaría
la extraña elección de ropa de Hugh, suponía. Quizás eran todos
medievales ahí o algo así. Miré hacia atrás a la oficina y vi a Savannah
observándonos a través de las ventanas—. Está bien. Tenemos que seguir
adelante. Para empezar, tira de la palanca bajo tu asiento para liberarlo.
Eso lo moverá hacia atrás y te dará más espacio.

Hizo eso, y cuando el asiento se deslizó hacia atrás treinta centímetros,


inmediatamente se vio aliviado. Sus rodillas todavía estaban presionadas
al tablero, pero ya no se veía como si estuviera sufriendo.

—Ahora cierra la puerta —lo instruí, luego procedí a mostrarle los


cinturones de seguridad. Luego, una vez que todo estuvo abrochado y
dentro del auto, lo encendí.

Con ojos salvajes, de inmediato apretó el tablero, y un gruñido comenzó


en su garganta.

—Está bien —le aseguré—. Es mecánico. Lo encendemos y arranca. —Y


para demostrárselo, salí en reversa del lugar de aparcamiento y conduje
hacia adelante a través del estacionamiento—. ¿Estás bien?

—Estoy bien —gruñó entre sus dientes apretados.

—Muy bien. Cabeza en alto, entonces, porque vamos a ir más rápido. No


saltes o algo sí. Te podrías herir seriamente.

Me dio una mirada mordaz que parecía indicar que lo sabía


perfectamente, así que volví a la carretera y comencé a dirigirme hacia la
cafetería más cercana que tuviera auto-servicio. Mi torpe y enorme
pasajero parecía estar manejando las cosas bien. Siseando y gruñendo,
pero bien.

¿Por qué Finian pensaba que este hombre podría protegerme? Estaba
fuera de su elemento de una forma descomunal.

—Entonces, de donde vienes… ¿no tienen autos?

—No —dijo planamente.

—Ah. ¿Caballos? ¿Vas cabalgando a donde sea?


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Página
—Caminamos o corremos. No requerimos asistencia. —Prácticamente
escupió la palabra—. No somos débiles como los seres humanos.

Bueno, esta era una conversación divertida.

—Lo que me lleva a otro punto —dije, determinada a no perder mi


temperamento por su actitud amargada—. ¿Qué eres exactamente?

—El fae llama a mi especie “diente-largo”.

No tenía idea de qué era eso.

—¿Es el término fae para “gran hombre salvaje”? Me refiero, ¿cuál es tu


animal? ¿Algún tipo de gato? Obviamente eres un cambiador.

—Soy un primordial —me dijo sin rodeos, luego se inclinó hacia adelante
para mirar por el parabrisas cuando nos detuvimos en una cafetería de
veinticuatro horas que me gustaba frecuentar.

—No sé qué es un primordial —le dije—. ¿Una especie de gato?

—Diente-largo —repitió, como si eso explicara todo.

Muy bien, no íbamos a ninguna parte con esto. Me metí dentro de la fila
para autos.

—Estoy a punto de ordenar. ¿Quieres algo para comer?

—Me gustaría una comida —admitió, su tono de mala gana, como si


odiara pedir.

—Esto es bueno. Es un comienzo —le dije para darle coraje—. ¿Cuál es


tu comida favorita? Tal vez podemos ordenar algo similar.

—Anca de unicornio.

Me quedé mirándolo. Sólo viéndolo fijamente. ¿Estaba… jugando


conmigo? Pero su rostro era mortalmente serio.

—Eh, no creo que tengan eso aquí. Sólo sándwiches, galletas y tipos de
café. ¿Qué tal si yo te ordeno algo?

Se encogió de hombros.

Presioné el botón para bajar mi ventana y escuché una fuerte inhalación


de sorpresa de Hugh. Un segundo después oí sus garras raspar contra la
puerta, y empezó a jugar con la ventana de su lado. Lo ignoré y pedí:

—Té de limón caliente grande, bastante limón, un gran expreso triple,


bien cargado, y un refresco grande. Y un bagel seco —añadí, pensando
31
Página
en la pobre Savannah. Miré a mi compañero, y luego añadí al auto-
servicio—: Y necesito algunos sándwiches ¿Cuantos tienen?

—¿De qué clase? —salió del altavoz—. Tenemos pocos, ya que es el final
del día, pero quizás tengamos lo que necesite.

—En realidad, deme todos. No importa de qué clase sean. —Arrugué la


cara cuando me dijeron el monto total, y luego seguí adelante—. Lo
siento, Hugh, se acaban de terminar las ancas de unicornio.

Se asomó a la ventana.

—¿Quién está allí?

—¿Dónde?

—Le estás gritando a alguien.

Oh, dios mío. Cómo explicar la logística de un auto-servicio.

—Olvídalo. Nunca lo entenderías.

Gruñó y volvió a subir la ventana, y luego a bajarla de nuevo.

Pagué, luego tomé las bebidas y bolsas de sándwiches que me entregaron.


Una vez que salimos, pensé por un momento, luego estacioné en el
aparcamiento y miré a Hugh.

—Antes de volver, creo que tenemos que hablar.

Las fosas nasales de Hugh se agrandaron y olfateó el aire.

—¿Hambriento? —pregunté, y le ofrecí la bolsa de sándwiches—. Hay


muchas posibilidades de encontrar algo aquí que te gustará. Sírvete. —
Puse la bebida de Savannah en el portavasos, junto con la de Hugh, y
tomé un sorbo de mi bebida fuertemente cargada de cafeína. Mmm. El
cielo puro. Cerré los ojos de felicidad.

El sonido de la envoltura del sándwich llamó mi atención, junto con el


rasgón de papel.

Abrí mis ojos y vi como Hugh daba otro enorme bocado del sándwich sin
desenvolver en su mano. Un trozo de papel desapareció entre sus labios
e hizo una mueca, claramente no disfrutando del sabor.

Contuve mi risita y me incliné para ayudarlo.

—Tienes que quitar el papel antes de comer.


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Parpadeó varias veces, le dio otro mordisco, y gruñó, claramente más
contento.

Si esta situación no hubiera sido tan absurda, habría disfrutado mirar a


Hugh tratando de averiguar todo. Como estaban las cosas, seguía yendo
de regreso a mis propios problemas. Hugh no estaba aquí para
entretenerme, estaba allí para asegurarse de que otro fae no me tomara
antes de que Finian me reclamara. El expreso que estaba bebiendo de
repente no sabía tan genial, suspiré y me volví hacia Hugh.

—Tú y yo tenemos que llegar a un trato antes de que vayamos más lejos.

Me dio una mirada de disgusto.

—No recibo ordenes de ti, mujer.

—Muy bien… antes que nada —espeté, perdiendo mi temperamento—, si


me llamas “mujer” de nuevo, voy a golpearte en la cara. Tengo un nombre.
Es Ryder. Ryder Sinclair. ¿Entiendes?

—Ryder Sinclair —repitió.

—Simplemente llámame Ryder —le dije—. Pero si me llamas “mujer” de


nuevo…

—Vas a tratar de atacarme con tus pequeños puños —dijo, claramente


divertido—. Entiendo.

Era exasperante.

—Mira, vas a tener que ajustarte, o vas a volver con Finian.

—No recibo órdenes de ti, Ryder —dijo, haciendo hincapié en mi


nombre—. Sólo Finian puede darme órdenes. Mi juramento es con él.

Parpadeé.

—¿Qué juramento?

—Seré su soldado para esta tarea, a cambio de una recompensa. El


juramento es hecho con magia, y no puedo romperlo.

Toda esta cosa fae me estaba dando dolor de cabeza.

—¿Entonces qué te prometió? Tal vez pueda pagar la diferencia.

Hugh me ignoró y simplemente tomó otro bocado del sándwich.

—¿Es dinero?
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—No es dinero. Es algo que no puedes ofrecer.

De vuelta al comienzo.

—Eso me lleva a mi punto original y tengo que llegar a un acuerdo.

—Y te repetiré, mujer, que no recibo ordenes de ti. Recibo ordenes de tu


dueño.

Farfullé, levantando mi puño. Mujer. Dueño. Sí que estaba pidiendo una


bofetada.

Y a juzgar por la forma en que sus ojos de gato brillaban con diversión,
él quería que lo hiciera.

Fruncí el ceño, bajando mi puño.

—Dios, eres molesto.

Se carcajeó, desenvolviendo otro sándwich y tomando un enorme bocado.

—Estoy hablando en serio, sin embargo. Vas a tener que ajustarte si no


quieres que busque a la Alianza para pedir protección de todo esto.

Él resopló.

—¿Qué es esta Alianza?

—¿La Alianza Paranormal? Los cambiadores y esas cosas. De tu clase.

—Sean quienes sean, no son de mi clase. —Me dio una mirada plana—.
Explica esta Alianza.

—Está bien. —Pensé por un momento—. La Alianza se inició porque los


lobos corren en manadas, ¿cierto? Y están dirigidos por un alfa. Pero ese
no es el caso para la mayoría de los cambiadores. Como estaban las
cosas, los coyotes, pumas y arpías no tenían manadas. No tienen esa
asociación familiar o protección que está relacionada con una manada.
Todos iban por su cuenta. Así que por un largo tiempo, las mandas de
lobos dirigían todo. Eran matones, supongo, por falta de una palabra
mejor. —Me encogí de hombros, luego continué con mi explicación—. Los
Russell, ese es el clan gobernante de hombres-pumas, comenzaron la
idea de la Alianza. Todos los cambiadores sin manada se unieron y
formaron un grupo aún más grande, por lo que ahora todo el mundo está
protegido. Es como una gran y amable mafia peluda. ¿Tiene sentido?

Su labio se curvó.

—¿Y piensas que necesito protección de los lobos?


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—Bueno, no. No te ves como si necesitaras protección de nadie ni de
nada. Sólo quería decir que la Alianza es tu gente. Cambiadores. Ese tipo
de cosas.

—Te lo dije. Soy un primordial. No Alianza. —Hugh parecía ofendido a la


mera sugerencia—. Yo no soy uno de esos debiluchos asustados
insignificantes, y no necesito ayuda contra las manadas de lobos.

—Solo quise decir…

—Y esos cambiadores no pueden protegerte.

—¿Por qué no? Ellos protegen a todos los sobrenaturales.

—Porque voy a destruirlos a todos para asegurarme de que mi juramento


no se rompa.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral y me le quedé mirando, de


nuevo notando la longitud de sus dientes afilados, la inflexión de las
garras en cada dedo, las losas absolutas de músculos cubriendo su
cuerpo.

Hugh era peligroso. Estaba aquí para “protegerme” de todos y cada uno
de los que pudieran interponerse en el camino de los deseos de Finian.
Porque Finian sostenía algo sobre su cabeza. Algo que no me contaba.

Esto me tenía frustrada. ¿Cómo podía arreglar esto?

¿Podría ir con Beau y Bathsheba por protección? Como jefe de la Alianza,


Beau Russell se encargaba de todo lo relacionado con lo paranormal y
tenía un muy largo alcance. Él podía resolver casi cualquier problema.
Su esposa, Bathsheba, “Bath” para abreviar, era mi jefa en la agencia de
citas, y podía ir a ella, también. Explicar lo que era y pedirle ayuda a la
Alianza para protegerme de Hugh y Finian. Lo harían. Estarían enojados
de que haya estado escondiendo mi verdadera naturaleza de ellos, pero
me ayudarían. Eso era lo que harían.

Pero… ¿Y qué?

Todavía me estaría convirtiendo completamente en mi forma de cambiada


en mi cumpleaños, incapaz de evitarlo.

No me ayudaría a encontrar mi Amor Verdadero, el que podría romper mi


maldición.

Y… Hugh aparentemente destruiría a todos ellos para garantizar que el


juramento no fuese roto.
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Me gustara o no, tenía que tirar mi suerte con Hugh y Finian por ahora
para mantener a todos a salvo. Miré a Hugh mientras comía. Estaba
viendo a nuestro alrededor con fascinación entusiasta en sus ojos,
tratando claramente de absorber todo lo que podía.

Necesitaba a Hugh de mi lado. Tal vez si pudiera conseguir que trabajara


conmigo, él podría compartir más información conmigo acerca de lo que
era, y de cómo podría romper la maldición antes de convertirme
completamente en una cambiada.

Ese parecía el mejor plan disponible. Entonces le sonreí a Hugh,


mostrando encanto.

—¿Disfrutando tu comida?

Él gruñó, desenvolviendo otro sándwich y comiendo la mitad de este en


un bocado.

—Ya que tú y yo estaremos trabajando estrechamente durante el próximo


mes, necesitas entender más de lo que está pasando —dije, sin
inmutarme.

Hugh me miró, sus ojos entrecerrados.

—Dime.

—Bueno, para empezar, nadie más que tú y Finian saben que soy una
cambiada.

Él gruñó de nuevo y me dio un rápido asentimiento.

—Eso es lo mejor.

—Lo es —estuve de acuerdo—. Pero todos se van a preguntar por qué


estás constantemente a mi alrededor y vigilándome. Harán preguntas.
Tienes que decirles que estás conmigo porque te has inscrito en la agencia
y eres tímido, y yo me he ofrecido a ayudarte a introducirte en las aguas
de las citas.

Masticó lentamente y miró hacia mí.

—Mujer, no entiendo nada de lo que acabas de decir.

Este hombre estaba haciendo extremadamente difícil el ser alegre. Mi


sonrisa se apretó con tensión.

—En primer lugar, no voy a responderte si sigues llamándome “mujer”.

—Ah, sí. Pondrás tu puño pequeñito en mi rostro. —Se rio entre dientes.
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Ahora estaba cabreada.

—En realidad, voy a empujar esto —le dije, señalando el botón de las
luces de emergencia en el salpicadero y alardeé—, y tu asiento se moverá
hacia adelante tan duro y rápido que tus bolas terminarán en tu
garganta. —Dejé mi dedo cernirse sobre el botón—. Así que sigue,
llámame “mujer” de nuevo.

Él dejó de masticar, y la diversión desapareció de su cara, reemplazada


por la especulación y un toque de admiración.

—Ryder —dijo bruscamente.

—Eso está mejor. —Dejé que mi voz se volviera dulce, y dejé caer mi mano
lejos del botón de emergencia—. Todo lo que estoy tratando de decir es
que tienes que mezclarte. Será más fácil para ti vigilarme si nadie
sospecha tu verdadera motivación.

—Eso es verdad —admitió—. Pero no puedo mentir. Está en contra de la


naturaleza de un primordial el representarse falsamente.

—No es una mentira real —lo persuadí—. Es sólo una pequeñita. Vamos
a inscribirte en la agencia, y puedes fingir ser tímido. No sería una
exageración que te tomara bajo mi ala y te ayudara. Soy conocida por ser
un poco coqueta con los hombres —dije, y agité mis pestañas hacia él.

Hugh se me quedó mirando. Tragó su bocado de sándwich. Negó con la


cabeza, siempre terco.

—No voy a mentir.

Le di una mirada exasperada, resistiendo la tentación de verter mi café


sobre sus trenzas enmarañadas y su rostro refunfuñado.

—¿Qué haces cuando alguien te pregunta algo incriminatorio? ¿Eso sería


malo de responder?

—Simplemente no respondo.

—Bueno —dije, agarrándome a eso—. Perfecto. Si alguien pregunta algo


que contradecirá la historia que inventé sobre por qué estás aquí,
simplemente no contestes. Va a ir bien con toda la historia “tímida”.

Me fulminó con la mirada.

—No me gusta esto.

—Bueno, bienvenido a mi mundo, Hugh. A mí no me gusta nada de esto.


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Otro gruñido evasivo.

—Todo lo que pido es que me dejes hablar, y si no estás de acuerdo con


algo, simplemente no digas nada. Eso ayuda a mantener mi secreto, lo
que te ayuda a mantenerme a salvo.

Una pausa larga. Después un:

—Muy bien. —A regañadientes.

—Bien. —Encendí el auto otra vez—. Vamos a volver a la oficina y ver


cómo lo está haciendo la pobre Savannah. Con suerte no ha vomitado
sus entrañas.

—¿Ella se está muriendo?

Levanté una ceja ante su pregunta:

—No, está embarazada. ¿No me digas que tampoco tienen mujeres en el


reino fae?

—Podrían —dijo—. Pero yo soy un primordial.

¿Cómo se supone que iba a tener alguna idea de lo que eso significaba?
El hombre era como un disco rayado.

Para el momento en que regresamos a la oficina, Hugh había demolido


todos los sándwiches y mi auto estaba lleno de envoltura tras envoltura
vacía. Pasé unos minutos recogiéndolas y quejándome de los hombres
antes de ir adentro, Hugh arrastrándose detrás de mí.

Savannah estaba en su escritorio, un poco demacrada pero tecleando, un


paso en la dirección correcta. Ella me dio una sonrisa de alivio cuando le
presenté el té caliente.

—Gracias, Ryder. Eres tan dulce.

—No hay problema —le dije—. Marie y yo solíamos hacer viajes por café
todo el tiempo. —No pude evitar la nota melancólica que se levantó en
mi voz.

—¿Extrañas a Marie? —supuso.

Asentí.

—Ahora que ella está trabajando de día y yo todavía trabajo por las
noches, no nos vemos mucho. —Teníamos almuerzos juntas y
conversábamos por teléfono y correo electrónico, pero no era lo mismo
que sentarse una enfrente de la otra, ocho horas por la noche.
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Me encogí de hombros y me volví hacia Hugh, que estaba asomándose
por encima de mi hombro.

—Ve a tomar asiento. —Señalé al taburete.

Él abrió la boca, claramente para contradecirme, después la cerró de


golpe. Con el ceño fruncido, se movió hacia el taburete y se sentó con un
golpe, mirándome con furia en mi espalda. Lo que sea. Me volví hacia
Savannah.

—¿Algún cliente en los libros de esta noche?

Ella abrió su agenda.

—Un vampiro. Frederick. Viene a las diez.

—Oh, lo conozco —dije—. Él era uno de los de Marie. Sólo coquetea con
él y estarás bien.

Me dio una mirada de repulsión.

—¿Coquetear? ¿Con un vampiro?

—Sí, es difícil a menos que sepas cómo trabajar con él. —Me incliné sobre
el escritorio y le di un guiño pícaro, lanzando mi cabello sobre el
hombro—. Cielos, mírate, Fred —arrullé—. ¿Estás aquí para visitarme?
Justo me estaba diciendo que necesitaba un trago grande de vampiro
esta noche. —Y me lamí los labios de una manera exagerada.

Hubo un sonido demoledor de espuma de polietileno y el repiqueteo de


los cubos de hielo golpeando el suelo.

Me volví… y parpadeé. Las sobras de la taza destruida de Hugh estaban


en su mano, y el refresco y el hielo yacían salpicados en el suelo a su
alrededor. Sus ojos de gato resplandecían, pero la mirada en su rostro
era imposible de leer.

Por Dios, el hombre era rudo con nuestros pisos.

—Tú hiciste el desorden, tú lo limpias.


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Página
Traducido por magdys83 y Liseth Johanna

Corregido por Dianna K

L
as horas se arrastraban. Fue una noche lenta, y llené la noche con
trabajos pendientes y el entrenamiento de Savannah en las viejas
tareas de Marie. Fuimos interrumpidas repetidamente por sus
viajes al baño y las ocasionales preguntas ridículas de Hugh. Él era peor
que un niño aburrido.

Lo puse en mi escritorio y encendí el suministro de noticias locales para


mantenerlo ocupado. Savannah nos dio algunas miradas curiosas, pero
parecía distraída.

Mientras trabajaba, Marie me envió un texto. ¡Oye! ¿Vamos a almorzar


esta semana?

Le envié inmediatamente. ¡Está bien! ¡Suena estupendo!

Le eché un vistazo a Hugh, pensé por un momento, y le envié un mensaje.


Oye, Marie, ¿Conoces a algún cambiador gato con antebrazos peludos,
garras grandes y cabello rayado? Oh, ¿y con colmillos?

Uh, no que recuerde. ¿Quieres que le pregunte a Josh?

No, le envié rápidamente. Sólo tenía curiosidad. Un nuevo cliente y todo.


¡Te veo en el almuerzo!

Apagué mi teléfono antes de que Marie pudiera hacer más preguntas. No


quería que sospechara, no cuando no estaba segura yo misma de qué
hacer con Hugh.

Empecé a bostezar alrededor de las 2:00 a.m., una hora antes de lo que
cerrábamos normalmente. Savannah se veía como que no podía hacerlo
por otros cinco minutos, mucho menos por una hora. Sentí pena por ella.

—¿Por qué no te vas y lo dejas por esta noche? Estaré bien aquí.

—¿Estás segura? —Ella miró con inquietud a Hugh.


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—Estoy segura. —Le hice un gesto de despedida en el aire con una mano
con manicura rosa—. No está del todo ocupado.

—Está bien, entonces. —Savannah recogió su bolso y sacó las llaves de


su auto—. Te veré mañana por la noche.

—Estaré aquí —dije animadamente y regresé a colgar los nuevos eventos


del calendario en el tablero de avisos.

En el momento en el que la puerta se cerró y estábamos sólo Hugh y yo,


lo miré.

—Hablando de dar por terminada la noche, ¿Dónde vas a dormir?

Él levantó la vista del canal de noticias, y de nuevo me sorprendió la


forma que tenían sus ojos gatunos. No eran remotamente humanos, no
como los de un cambiador regular. Sus pupilas eran delgadas y alargadas
como un gato, y sus ojos reflejaron la luz cuando giró su cabeza.

—¿Mmm?

—Voy a casa después del trabajo. ¿A dónde piensas ir por la noche?

Esos ojos gatunos de parpados gruesos se abrieron en una forma que lo


habría hecho parecer sexy si no hubiera sido por el hecho de que me
habían irritado toda la noche.

—Voy a ir contigo.

¿Qu…? Debería haberlo esperado, considerando que incluso había


tratado de seguirme hacia el baño en un momento dado, sin darse cuenta
de a dónde me había estado dirigiendo. No obstante, ¿manifestarlo en voz
alta? Todavía era alucinante.

—No puedes ir conmigo a casa. No te invité.

—Sé eso. Sin embargo, no puedo asegurar tu seguridad si te dejo


desatendida. Me quedaré a tu lado.

—No mientras estoy durmiendo —dije en voz más fuerte. Nunca iba a
conseguir dormir si él estaba de pie sobre mi cama y mirándome toda la
noche. Ni hablar.

—Entonces voy a custodiar tu puerta.

—Estás bromeando, ¿verdad? —Entonces sacudí la cabeza—. Olvídalo,


sé que no estás bromeando. Bien. Está claro que no voy a ganar esta
discusión.
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—No es una discusión si ambos estamos de acuerdo, Ryder —dijo él, con
diversión en su voz.

Mis dedos picaban por ir alrededor de su cuello. Este hombre me estaba


volviendo loca. ¿Por qué era que podía coquetear libremente con
cualquier otro hombre con el que estaba alrededor, y sin embargo, en el
momento en que Hugh abría la boca, sólo quería meter un calcetín en
ella? Hice una mueca.

—Sólo déjame terminar aquí y nos iremos. Supongo.

El tablero de anuncios era mi último trabajo para la noche. Era una


actualización sencilla: sólo fijar el calendario y está terminado. Pero mi
escritorio estaba ocupado por un tipo grande y extraño, y no iba a ir y
cernirme en torno a él. Así que me tomé mi tiempo enderezando el
calendario y moviendo algunos de los otros artículos en el tablero de
anuncios. El perfil del mes. Útiles consejos para citas. Sugerencias de los
restaurantes locales. Fotos de bodas de parejas fructíferas. A pesar de
que teníamos una clientela muy exigente, Midnight Liaisons tenía mucho
éxito con sus parejas. Vi a las parejas casadas melancólicamente,
pasando un dedo por el borde de una foto. La pareja parecía muy
contenta y despreocupada, nadie sabría por su foto que uno era un
cambia-tejón y el otro era un cambia-mangosta, y sus familias no estaban
complacidas con la unión hasta que había llegado el día de la boda y todo
había sido olvidado. Una vez que la devoción de la pareja se había
comprometido ante todos, no había importado cuál era su lado animal.
Todo lo que importaba era el amor. Y eso era lo que yo quería: completa
y absoluta devoción. Felicidad con mi pareja elegida.

Nunca lo conseguiría, sin embargo. No con el camino en el que estaba.


Me dirigía directamente hacia un territorio caniche.

Suspiré y me aparté del tablero de anuncios.

—Vamos. Vamos a cerrar.

Hugh estaba totalmente fuera de lugar en mi apartamento.

Para disfrazar mejor mi feo interior, mantenía el tema alegre. Mi sofá era
rosa con almohadones en forma de rodajas de limón y con volantes de
encaje. Mis cortinas eran de ojal blanco, y las chucherías de unicornios
y animales bebés abarrotan mis repisas. Una de mis citas una vez se
había quejado de que parecía la sala de una niña de diez años de edad.
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Hugh entró en mi sala silenciosamente mientras cerraba la puerta
principal detrás de nosotros.

—Supongo que puedes dormir en el sofá —le dije—. Siempre y cuando


prometas no hacer nada raro.

—¿Nada… raro? —repitió, claramente sin entender el sentimiento.

—Ya sabes. Sin tratar de tocarme. Nada de meterme mano.

Él se me quedó mirando, después resopló:

—Estás bastante segura en ese sentido.

¡Auch!

—Seguro sabes cómo adular a una dama. Un montón de chicos por


casualidad piensan que soy muy linda.

Hugh me observó durante un momento, y podría haber jurado que había


color en sus mejillas. ¿Avergonzado? Cruzó los brazos sobre su pecho.

—No importaría si fueras la criatura más hermosa en la tierra. Me está


prohibido tocarte, como señala mi juramento.

—Oh. Entonces, ¿qué implica exactamente tu juramento?

Él se quedó en silencio.

Ah, claramente es una de esas preguntas que revelaría demasiada


información.

—Entiendo. Bueno, no involucra dormir con desagradables cambiadas,


así que no importa, supongo.

—No he dicho que fueras desagradable.

Sospeché que era lo más cercano a un cumplido que obtendría de él.


Apaciguada, me encogí de hombros y me dirigí a mi armario de ropa
blanca.

—Te conseguiré una manta.

No solía recibir visitantes con frecuencia, por lo que no tenía mucha ropa
de cama adicional. Terminé utilizando una vieja manta de cuadros de la
mecedora. Para el momento en que regresé a la sala, Hugh estaba
revisando las cosas. Lo vi mientras recogía una de mis velas perfumadas
fresa-vainilla, la olió y le dio una lamida tentativa.
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—Um, no comas eso —le dije, tratando de no reír ante su expresión de
asco—. ¿No tienen velas en el mundo fae? ¿De verdad?

—Soy un primordial —dijo sencillamente, como si eso respondiera a todo.


Pero puso la vela de nuevo en su lugar.

—Y todavía no sé lo que es eso —dije, palmeando la manta—. Así que,


¿te importaría compartir? ¿O vas a seguir tirándolo por allí como que
significa algo que debo entender?

Su boca se torció con diversión.

—Lo segundo, quizás.

Rodé los ojos.

—¿Más de tu juramento?

—No. Sólo… es difícil de explicar. —Se frotó la mandíbula, y me di cuenta


de que había pelaje rayado en los bordes de su mandíbula, casi como
patillas. ¿Por qué era eso tan extrañamente atractivo?—. Somos como
cambiadores, pero diferentes. Muy diferentes. Mucho de dónde vengo no
es nada como… todo esto. —Hizo un gesto hacia mi brillante y colorida
sala.

—Me han dicho que esto no es como las cosas de la mayoría de la gente
de todas formas —dije, en dirección al sofá y empezando a lanzar
animales de peluche y los cojines fuera de él—. Marie se ríe de mi
debilidad por el color rosa.

—Es bastante… interesante aquí. —Él miró fijamente alrededor y


después me miró a mí—. Muy colorido.

—Deslumbrante. Puedes decirlo. Me gusta el color. Me hace feliz.

—Sí, aparentemente pareces perfectamente satisfecha.

Quería preguntarle qué quería decir con eso, pero Hugh conocía todos
mis secretos. Me hacía sentir vulnerable darme cuenta de que él sabía
todo lo que era, sin embargo, yo no sabía nada sobre él.

Estaba empezando a molestarme.

—No estábamos hablando de mí —dije—. No cambies el tema. Estábamos


hablando de ti y tu gente.

—Mmm.
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—¿Hermanos? ¿Hermanas? ¿Una gran familia? ¿Te llevas bien con tus
padres?

—Ninguno.

—¿Ningún qué?

—No tengo ninguno. Sin hermanos, hermanas. Sin padres.

—Todos tienen padres.

—Si los tengo, no los recuerdo.

—¿Cómo puedes olvidar si tienes familia?

Él simplemente se me quedó mirando.

Bueno, nuestro acuerdo de que iba a estar en silencio cuando no quería


responder se estaba poniendo un poco molesto.

—¿Cuántos años tienes?

—Esa es una pregunta para la que no tengo respuesta. El tiempo pasa


de manera diferente en el reino fae.

—Bueno, eres sólo una fuente de información, ¿no es así? —Me estaba
poniendo malhumorada—. Entonces, ¿se supone que no tengo que
conocer nada sobre ti pero debo confiarte mi vida durante el próximo
mes? ¿Eso es correcto?

—Lo es.

¿Cómo es que un chico que no podía mentir lograba ser tan


increíblemente inútil?

—¿Y entonces se supone que tengo que aceptar el hecho de que alguien
piensa que puedo pertenecerle?

Él se encogió de hombros.

—Entonces, ¿qué pasa si digo que no? ¿Y si quiero vivir aquí en el mundo
de los humanos, y sólo aceptar mi parte cambiante o algo así?

Él me miró intrigado.

—¿Eso es posible?

No tenía idea. Pero no iba a ceder sin una pelea.

—No veo por qué no. Hay personas además de los fae que tienen
información sobre los cambiados.
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—¿Es así? —Parecía desconcertado.

—Lo es —le dije en voz alta—. Puedo romper la maldición si encuentro a


un hombre a quien darle mi virginidad antes de que llegue mi vigésimo
quinto cumpleaños

Él no dijo nada.

Eso me enfureció de nuevo.

—Y además, si encuentro a mi Amor Verdadero, no voy a cambiar cuando


me toque. Sólo tengo que encontrarlo antes de que llegue mi cumpleaños.

Hugh permaneció en silencio. ¿Estaba irritado de que ya sabía mucho?


¿Él y Finian conspiraron para retener esta información de mí?

—¿Y bien? —dije.

—Entonces, ¿ese es tu plan? ¿Encontrar a un hombre humano y tener


relaciones con él?

—Eso es mejor que la alternativa, ¿no crees?

—¿Te das cuenta de que tu cuerpo de cambiada es mucho más fuerte


que un cuerpo humano normal?

—¿Y?

—Y es posible que superes a un macho humano. Podrías dañarlo e


incluso matarlo.

Tragué duro. Hugh dijo que nunca mentía.

—Entonces voy a tener que encontrar a un hombre no humano, ¿no?


Puedo encontrar a un lindo chico cambiador con quien follar. —Sólo
tendría que explicar mi pequeño “problema” y esperar lo mejor.
Seguramente a alguien que cambiaba en otra forma por sí mismo no le
importaría si yo cambiara en… algo.

—Tendré que evitarlo. —La mirada de Hugh era fría.

—¡No lo harás!

Su sonrisa era cruel.

—¿Por qué crees que Finian me envió ahora a tu lado? Te estás


desesperando por escapar de tu maldición. Vas a intentar cualquier
cosa… y yo voy a estar a tu lado para asegurarme de que no suceda.
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—Te odio —le escupí, lanzando el edredón en el sofá—. Eres un hombre
horrible.

Me dio una mirada sombría.

—Lo sé. Pero así es como debe de ser.

Pisoteé fuerte hacia mi habitación, dando un portazo.

A pesar de mi furia y los bizarros eventos del día, dormí profundamente


y desperté alrededor del mediodía. Mi apartamento estaba silencioso y
me senté, inclinando la cabeza y escuchando en busca de Hugh. No pude
oír nada. Incluso poniendo mi oído contra la puerta de mi habitación, no
podía escuchar nada. Me puse una bata sobre mi pijama rosa con
adornos y fui a revisar.

Inmediatamente, hubo señales de Hugh. Recogí un envoltorio de Port-


Tart en el pasillo y, unos cuantos pasos después, una bolsa de papitas
hecha trizas. Había galletas sin terminar desmoronadas en los pisos de
madera, y parecía como si el contenido de mi despensa hubiera sido
esparcido y probado, incluyendo cajas de tallarines sin cocinar. Podía
escuchar el agua corriendo en alguna parte de la casa y me dirigí hacia
ello.

La llave estaba abierta en el lavaplatos de la cocina, y la cerré, frunciendo


el ceño. La habitación era un absoluto desastre. Mi estufa eléctrica había
sido encendida, los quemadores estaban al rojo vivo, y rápidamente los
apagué. La puerta del refrigerador colgaba abierta, y envoltorio plástico
cubría el piso, incluyendo un paquete vacío de carne y algún envoltorio
que había tenido carne picada para el espagueti que yo había planeado
hacer para la cena. Irritada, levanté el envoltorio y lo tiré a la basura.

—¿Hugh?

Ninguna respuesta.

¿Se había ido? Eso no tenía sentido. Él había declarado que iba a ser mi
sombra por el próximo mes, ¿por qué me dejaría sola? Casi pude haber
pensado que me había imaginado todo si no hubiera sido por el hecho de
que cada poco de comida que poseía, tenía al menos un mordisco.

Caminé por el pasillo de mi pequeño apartamento una vez más.

—¿Hugh? ¿Estás aquí?


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Todavía ninguna respuesta. Revisé todas las puertas —incluso el
armario—, pero nada. Fui a la puerta principal para revisar afuera… y no
abría. Tiré del pomo. Nada. Alarmada, deslicé mi mano por el marco de
la puerta, buscando algo que la tuviera atascada, pero no había nada.
Simplemente no respondía. Podía girar el pomo, pero la puerta estaba
atascada.

Perpleja, di un paso atrás. ¿Qué hacer ahora?

No había nada que hacer, más que esperar. Regresé a mi habitación, me


duché y me vestí. Usando mi chándal rosa con blanco, con un par de
zapatillas, sequé mi cabello, lo recogí en dos moños con bandas rosas, y
ricé mi flequillo. Luego, mientras esperaba que Hugh regresara, me puse
a limpiar el desorden que había dejado.

Acababa de terminar de barrer las últimas migajas de mi piso de madera


dura, cuando escuché un sonido en la puerta principal. Lancé a un lado
la escoba y me apresuré a ir, justo a tiempo para encontrarme con el
enorme pecho de Hugh llenando la habitación.

—¡Eep! —Me tambaleé hacia atrás, automáticamente poniendo una mano


para empujarlo antes de que pudiera acercarse demasiado—. ¡Hugh!
¿Dónde has estado? ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué no podía abrir la
puerta?

Hugh entró y cerró la puerta tras de sí, bloqueándome la salida. Sostenía


una gran bolsa de comida rápida y un café, y me miró con una ceja
enarcada.

—¿Cuál de tus preguntas deseas que responda?

—¡Todas!

Me rozó al pasar, su extraña túnica deslizándose contra mi piel mientras


se movía, y un olor a hamburguesa vagó por el apartamento.

—Busqué comida. Finian fue claro en que debo proveer para ti, si es
posible, asegurarme de que recibas el mejor cuidado hasta que él te
recupere.

Perpleja por su respuesta, miré a la puerta principal, luego observé


mientras Hugh caminaba a zancadas hacia el sofá con su comida.

—¿Cómo es que la puerta está funcionado ahora? —Fui a ella y probé el


pomo. Como era de esperar, abrió fácilmente—. No entiendo.
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—La sellé —dijo Hugh—. Ven y come lo que he proveído. Eres una mujer
pequeña y necesitas engordar.

Bueno, eso era algo que una chica no escuchaba todos los días.

—Soy una perfecta talla cuatro, gracias. Y deseo permanecer así. —Me
senté en el sofá a su lado y parpadeé ante la montaña de sándwiches
envueltos que él sacó de la bolsa. Tenía que haber al menos veinte
hamburguesas de todos los tipos—. Dios mío. ¿Conseguiste suficiente
comida?

Él consideró la montaña de hamburguesas y luego me miró, bastante


serio.

—¿Comes mucho? ¿Debería conseguir más?

—Estaba bromeando —le dije, y agarré el sándwich más cercano—.


Gracias, supongo. ¿Cómo conseguiste éstos? ¿Finian te dio dinero? —
Hugh no parecía del tipo de persona que cargaba una billetera.

—Los agarré.

Dejé de desenvolver mi hamburguesa y miré a Hugh.

—¿Tú… los agarraste?

—Sí. Entré por la ventana como me mostraste anoche y pedí su comida.


—Él sacudió la cabeza, empezó a desenvolver su primera hamburguesa,
y le dio un enorme mordisco—. Fueron muy desagradables hasta que les
gruñí.

Mis ojos se ampliaron. Miré fijamente la hamburguesa, con horror.

—Hugh, tienes que pagar por los sándwiches. No puedes simplemente ir


y gruñirles a las personas hasta que te den las cosas. ¡Pagas por ellas!

—No entiendo la palabra pagar —dijo, entre mordiscos—. Tu tierra es


rara. —Para mi sorpresa, él se estiró hacia la montaña de hamburguesas
y me pasó la taza de café—. Adquirí la bebida que te gusta.

—Oh. Gracias. —Lo recibí y le di una sonrisa—. Me sorprende que lo


recordaras.

—No lo olvidé. El olor es repugnante.

Me reí por la manera en que aletearon sus fosas nasales.

—No para mí. —Le di una profunda olisqueada—. Mmmmmm, café.


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—Prefiero el olor de éstas —dijo, y levantó una hamburguesa a la altura
de su nariz—. Mmmm, carne animal.

Y, justo así, perdí mi apetito por mi hamburguesa.

—Le llamamos carne aquí —dije, arrugando la nariz.

Él se encogió de hombros y dio otro mordisco.

—Me gusta más fría.

Recordé los paquetes que él había sacado de mi refrigerador y me


estremecí.

—¿Quieres decir, cruda? Eso es antihigiénico.

Hugh simplemente me sonrió, destellando aquellos grandes colmillos


mientras daba otra mordida.

Bebí el café —tibio, pero era la intención lo que contaba—, y miré a la


puerta principal.

—Entonces, ¿cómo sellaste la puerta?

—Portal mágico. —Él devoró la hamburguesa en su mano en dos rápidos


y enormes mordiscos.

—¿Y eso es…?

Esta vez, me dio una expresión con ambas cejas fruncidas.

—¿No tienen un portal mágico aquí?

—Um, no tenemos nada mágico.

—Tienen cambiados —señaló él—. Y cambiadores.

Buen punto.

—No tenemos magia, que yo sepa —corregí—. ¿Cómo funciona este portal
mágico? ¿Lo puede hacer cualquiera? —Estaba increíblemente curiosa.
Más que eso, quería saber cómo podía usarlo a mi favor—. ¿Puedo hacerlo
yo, siendo una cambiada?

Él sacudió la cabeza y metió la mano en el cuello de su túnica, sacando


un collar con dos pequeñas piedras colgando de él.

—Porque he jurado servir a Finian, él me dio estas. Ésta, llama a Finian.


—Sostuvo la piedra azul. Luego levantó el granate del tamaño de una
piedrita con alguna clase de runa gravado en esta—. Ésta, es una piedra
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de portal. Puedo sellar o abrir cualquier portal usándola. Debo devolverla
una vez que mi juramento se haya cumplido.

—Entonces, ¿por qué él te dio esa? ¿A dónde necesitas abrir un portal?

—A casa, si así lo deseo. —Se encogió de hombros—. O si necesito


asistencia. No será así, pero está disponible para mí. También, para
asegurarme que permanezcas donde quiero todo el tiempo.

Eso envió un escalofrío por mi espina dorsal.

—¿Como lo hiciste esta mañana?

—Ajá. —Levantó otro sándwich.

—Así que, básicamente, ¿puedes aprisionarme cuando quieras?

Hugh ignoró mi pregunta.

—Eso no es un no —señalé ásperamente—. No me gusta esta pequeña


situación ni un poquito.

—No es para te que agrade o desagrade, pequeña niña cambiada.


Simplemente es así. No tiene sentido luchar contra ello.

Aquella sombría desesperación se curvó en mi estómago, de nuevo.

—Por favor, ayúdame, Hugh. Sabes lo que él tiene pensado hacer


conmigo.

—Lo sé. —Su voz fue plana, por el desagrado. No me miró a los ojos.

—Entonces, no me entregues a él —rogué—. Déjame ir. O mejor,


ayúdame a descubrir cómo romper mi maldición. Por favor. Sabes sobre
lo niños cambiados. Puedes ayudarme. Te pagaré.

Él sacudió la cabeza.

—Sabes que no puedo romper mi juramento a Finian. Sin importar


cuantas veces lo pidas.

Mis hombros cayeron.

—Este juramento debe ser bastante imperioso para que me vendas tan
despiadadamente.

Hugh vaciló, luego bajó su hamburguesa a la mesa, como si su apetito se


hubiera ido también.

—Debes saber, que es lo que mi gente más desea.


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Era claro, por la actitud de Hugh, que tampoco le gustaba el príncipe fae.
Así que Finian claramente le había ofrecido algo bastante sorprendente.

Y aquello me daba curiosidad. Era hora de probar una táctica distinta.

Me limpié las manos y me puse de pie, determinada a cambiar de tema.

—Entonces, cuéntame cómo funciona ese portal mágico. ¿Dijiste que


podías ir a casa?

Hugh me lanzó una mirada escéptica.

—No te voy a dejar sola, mujer. Metete eso a la cabeza.

—No dije que debías hacerlo —le dije con mi voz más dulce, la que usaba
con nuestros clientes más irascibles—. Iré contigo. Quiero ver a esos
primordiales yo misma.

—No —dijo Hugh inexpresivamente.

Esa no era una respuesta lo suficientemente buena para mí.

—¿Por qué no? —Agité mis pestañas, luego me senté un poco más cerca,
inclinándome, porque los hombres siempre parecían apreciar ese tipo de
cosas. Y le di mi expresión más fascinada e intensa—. Quiero aprender
todo sobre ti, Hugh. ¿Está eso tan mal?

Él parpadeó unas cuantas veces y observé sus fosas nasales moverse,


seguramente un signo de que estaba analizando mi aroma. Parecía un
poco… aturdido por el cambio en mi humor.

Había estado lidiando con Hugh de la manera incorrecta.

Me había estado enloqueciendo con sus maneras arrogantes y tiranía que


había olvidado mí mejor arma: coquetear.

Puse mi mano en su manga.

—¿Por favor? —Puse mi voz suave, dulce y femenina.

—Está prohibido mostrar las tierras primordiales a extranjeros —dijo él,


pero su mirada fue a mi mano: pequeña, rosa, y con manicura. Delicada
contra su gran brazo. Tuve que resistir la urgencia de sentir sus
abultados músculos, porque definitivamente él estaba abultado.

—¿Qué dañó podrá hacer? —le pregunté suavemente—. Voy a estar a tu


lado por el próximo mes, y luego me iré con Finian. ¿Cuándo tendré la
oportunidad de contarle algo a alguien? —Me incliné incluso más cerca—
. Solo… quiero entender. Esto es todo.
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La mirada de Hugh fue a mi boca. No dijo nada, solo se quedó mirándola.

Me lamí los labios deliberadamente. Era raro cómo me estaba sonrojando


y preocupándome por esto también. Solo son alardes, me dije a mí misma.
Adoraba el subidón de ego que traía el poner a un hombre de rodillas.

—Yo... —empezó él.

—¿Sí? —Mi voz fue susurrante y suave.

—Yo… debes hacer un juramento de mantener el secreto. —Sus ojos de


gato se enfocaron en los míos, finalmente apartándose de mi boca—. Jura
que no hablarás de ello con otros.

¡Sí!

—Lo juro —dije, lenta y deliberadamente, para que él no pudiera ver mi


ansiedad.

—Entonces, ven conmigo. —Se puso de pie.

Traducido por Areli97

Corregido por Gabba

—N
ecesitamos un portal —dijo Hugh—. Algo que podamos
atravesar hacía el otro lado. —Examinó mi pequeña
sala—. Tu morada es extraña y llena de ángulos. Tú
eliges qué usamos.

—¿Qué hay acerca de la puerta principal? —sugerí.

Sacudió su cabeza.

—Solo puedes usar el hechizo del portal en un objeto una vez al día. No
se sostendrá de otra manera.

Extraño. Está bien. Consideré mi pequeño condominio. La cocina y el


comedor estaban abiertos a la sala, así que se encontraban descartados.
Mi puerta trasera era de vidrio corredizo que guiaba al balcón, así que no
estaba segura si eso funcionaría.
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—¿Quizás el dormitorio? ¿O mi armario? —El baño parecía demasiado
raro.

Hugh se encogió de hombros y me miró, esperando.

—Armario —dije firmemente. Lo guie ahí, sintiendo venir el rubor a mis


mejillas. Esta era la primera vez que traía un hombre a mi dormitorio, y
estábamos a punto de hacer un viaje al reino de las hadas. No
exactamente lo que había imaginado.

Aun así, aprender acerca de la gente de Hugh me ayudaría a entenderlo


más. Y si sabía lo que le gustaba, quizá podría averiguar qué quería tanto
que consentiría en trabajar para un hombre que claramente le
desagradaba.

Y entonces tal vez podría hacer una contraoferta.

No resolvía todos mis problemas —todavía tenía que encontrar a mi Amor


Verdadero, o por lo menos a un hombre que tomara mi virginidad
mientras estaba en mi forma escamosa— pero era un comienzo.

No obstante, tenía que admitir que sentía mucha curiosidad sobre Hugh.

Hice un gesto hacia la puerta de mi armario y Hugh se puso frente de mí.


Había algo salvaje acerca de Hugh… y no era solamente su lado muy
obvio de felino cambiaformas. Tal vez era la manera en que se movía, o el
hecho de que sus garras todavía se hallaban descubiertas, o esos
mechones en el ángulo de su mandíbula, y las trenzas salvajes en el
enredo de su cabello a rayas. Había algo acerca de él que gritaba feroz y
depredador, me atraía a pesar de mi amor por el rosa y las cosas
esponjosas. Él no era ninguna, de ellas pero… me gustaba eso de él.

Mientras observaba, Hugh se quitó su collar. Alzó un brazo (que era


abundante de músculo y profundamente bronceado) y trazó el granate
alrededor de los bordes de la puerta, incluyendo el piso alfombrado. Una
vez que hubo hecho un perfecto rectángulo, dio un paso atrás y se puso
el collar de nuevo.

Crucé mis brazos sobre mi pecho, mirando la puerta de mi armario con


escepticismo.

—No pasó nada.

—Paciencia, pequeña cambiada —dijo con diversión. Bajó la mirada hacia


mí—. Y recuerda…
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Página
—Lo sé; no podemos hablar sobre esto. —Sostuve en alto mi meñique—.
Puedes confiar en mí. Lo juro por el meñique.

—Te iba a prevenir que te mantuvieras cerca de mí. —Miró mi dedo


extendido—. ¿Qué es jurarlo por el meñique?

—Oh. Um —Bajé mi mano—. Entrelazas tu dedo pequeño con el de otra


persona y es un acuerdo.

—¿Un acuerdo vinculante?

—Sí, seguro —estuve de acuerdo—. Totalmente vinculante.

Estiró su meñique con garra en la punta hacia mí.

—Entonces tendré que hacer contigo este juramento por el meñique.

Tocar a Hugh desencadenaría mi lado de cambiada… a menos que fuera


mi Amor Verdadero, como me había dicho la adivina. Vacilé, entonces
extendí mi meñique. Solo otra rana que besar. A medida que su dedo se
unía con el mío, inmediatamente sentí a mi monstruo ondular bajo mi
piel.

Aparté mi mano, temblando como si me hubiera quemado.

Así que Hugh no era El Indicado. Ignoré la decepción en mi estómago.


Todavía tenía un mes para besar ranas. Iba a estar bien. Lo estaría.

—¿Estás bien?

—Tocar a alguien hace cosas malas en mí —le recordé.

—Cambiada —estuvo de acuerdo—. ¿Pensé que solo te afectaba si te


sentías atraída?

Mi rostro se sonrojó. Así era como se suponía que funcionaba, sí.

—Tal vez el mío solo está realmente sensible ahora mismo —murmuré.

—Quizá —dijo Hugh.

Qué vergonzoso. Crucé mis brazos sobre mi pecho de nuevo, mirando


fijamente la puerta de mi armario y esperando.

Efectivamente, mientras los segundos pasaban, comenzó a cambiar. Fue


sutil al principio. Escuché el sonido de grillos y olí musgo húmedo. La
niebla comenzó a derramarse de mi armario, y las estrellas comenzaron
a centellar a medida que el sonido del crujido de las hojas atrajo mi
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Página
atención. Di un paso al frente, maravillada, mirando al espacio donde
estaban las bisagras de la puerta de mi armario.

Era como observar desarrollarse una fotografía lentamente. Se oscureció


a sombras y lentamente cambió, y empecé a distinguir un paisaje.
Marismas húmedas y pantanosas en la distancia. Grandes árboles
frondosos que susurraban con una brisa que ahora alborotaba mi
cabello. Era de noche en el otro reino, y la niebla estaba llena de
luciérnagas.

—Cielos —respiré—. Eso es tan genial.

—La magia de las hadas es bastante impresionante —dijo Hugh en una


voz insensible que implicaba que él la encontraba de todo excepto eso—.
Sígueme. Quédate cerca de mí.

—Sí, señor —contesté. Quería poner mi mano sobre la suya, pero no


podía tocarlo. Así que agarré una de sus mangas acampanadas,
pesadamente bordadas y entrelazadas a medida que avanzaba.
Atravesamos el portal, y fui golpeada por una pared de humedad.
Inmediatamente, palidecí. Estaba acostumbrada al aire acondicionado
durante el verano. Esto… se sentía asqueroso. Estaba tan crudamente
húmedo, que prácticamente podía sentir la humedad en el aire
deslizándose sobre mi piel. Eran por lo menos treinta y dos grados
también.

—Ugh. ¿Es verano aquí?

—No tenemos estaciones como en tu reino. Siempre es así —dijo Hugh,


su voz sonando hueca a medida que atravesaba—. Mantente cerca.

Eché un vistazo detrás de nosotros. El portal se desvanecía mientras nos


alejábamos, mi reconfortante y alegre dormitorio desapareciendo cuando
lo contemplé. Eso me puso nerviosa.

—¿Cómo regresaremos?

—Tenemos que encontrar otro lugar para hacer un portal. —Hugh


avanzó, tirando su manga fuera de mi agarre antes de que pudiera
protestar—. Ven. Sígueme.

Lo seguí lo mejor que pude, aunque no tomó mucho antes de que me


quedara atrás. Por un lado, era evidente que los cambiados no tenían la
visión nocturna que tienen los primordiales. No podía ver una cosa más
allá de unos pocos metros, y tenía que enfocarme para mantener a Hugh
en mi visión. Mis zapatillas deportivas, no hechas para este tipo de
terreno, aplastaban el terreno fangoso y se hundían un poco con cada
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Página
paso. Este era alguna especie de asqueroso pantano, decidí, a juzgar por
el inmenso número de insectos que volaban por el aire y comenzaron a
aterrizar en mi piel. Una enorme libélula pasó zumbando,
sobresaltándome como el infierno. Una mosca tan grande como un
canario aterrizó en mi brazo y grité, golpeándola.

—Hssst —dijo Hugh, girándose para mirarme. Sus ojos brillaban como
platillos en la tenue luz.

—No estoy acostumbrada a bichos de ese tamaño —dije, rozando una


mano por mi brazo de nuevo. Mi piel hormigueaba y estaba húmeda, no
sabía si era sudor o si era solo la humedad. De cualquier forma, era
asqueroso.

Luego de repente mi espalda empezó a doler, mi sudadera se hizo más


apretada sobre mis omóplatos. Mi piel se rizó y caí sobre mis rodillas, un
gemido de miedo escapó de mi garganta.

Hugh inmediatamente estuvo a mi lado, sus manos yendo a mi cintura


como si tratara de ponerme de pie de nuevo.

—¿Ryder?

Golpeé alejando sus manos y colapsé otra vez.

—¡No me toques!

Mi bestia estaba viniendo. Oh, Dios, oh, Dios. También frente a Hugh. La
vergüenza me azotó, mezclada con el dolor y el miedo. Mis manos se
arrastraron hacia mi rostro para escudarlo de su mirada. No ahora. No
frente a alguien más.

—¿Estás cambiando de forma? —preguntó Hugh, su voz baja. Una mano


grande tocó mi espalda.

Rehuí sus manos, encorvándome abajo y plegando apretadamente mi


cuerpo. Quizás si me concentraba fuerte podía tener esto bajo control.
Incluso mientras me decía esto, mi boca se llenó con caliente sangre
metálica, y colmillos desgarraron mis encías.

—No me mires —lloriqueé—. Esta… estaré bien en un minuto.

Para mi sorpresa, una gran mano pesada acarició mi cabello húmedo.

—Me preocupaba que quizá pasara esto —murmuró—. No quería


preocuparte, pero… el reino fae tiene un efecto fuerte en la mayoría. Tu
otro lado está emergiendo porque este lugar lo llama.
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—Llévame de vuelta —gemí. No quería ser esta cosa—. Por favor.

—Tenemos que encontrar otro portal —dijo. Su mano grande acarició mi


cabello otra vez, tratando de tranquilizarme—. ¿Tienes miedo que te
encuentre repulsiva?

¿Bromeaba? Yo sabía que era repulsiva. La criatura en la que me


convertía tenía una dura piel escamosa, cuernos en su frente, y huesudas
protuberancias en sus pómulos. Feas alas membranosas se estremecían
y empujaban a través de mi piel, mis hombros en llamas, mi ropa
ajustada. Mi cola se abultó y serpenteó a lo largo de una de las perneras
de mis pantalones, tratando de emerger. Y por todos lados, mi piel dolía
a medida que se llenaba de escamas y se endurecía.

Un sollozo escapó de mi garganta, la humillación quemándome. Mi


cuerpo dolía, mi alma dolía, y para hacer las cosas peores, iba a tener
que arrancar mis ropas.

—Hugh —gemí, mis garras flexionándose. Mi voz se había vuelto áspera


y profunda, mis cuerdas vocales cambiando a algo más salvaje—.
Deberías alejarte.

—No tengo miedo de tus diminutas garras, pequeña cambiada —dijo


Hugh con diversión—. Las mías son mucho más grandes.

—Yo… necesito quitarme la ropa —dije con voz áspera. Mis alas dolían,
desesperadas por escapar, y me tomó todo lo que tenía el no arrancar mi
top como Hulk—. Por favor… no mires.

—En algún momento tendré que mirar —dijo Hugh, y esa gran mano de
nuevo acarició mi cabello. Su pulgar rozó mi mejilla, mi dura mejilla
puntiaguda—. ¿Te haría sentir mejor si confieso que esta túnica no es
mía? Finian insistió en que la usara. Mi gente no acostumbra a usar ropa.
Confía en mí cuando digo que tu forma natural no me ofenderá.

Una risita se me escapó, el sonido un gorgoteo profundo en mi garganta.


El pensamiento del gran y aterrador Hugh acosando desnudo detrás del
remilgado Finian era absolutamente divertido.

—Bien —dijo en respuesta a mi risa—. Entonces no te importará si yo


también cambio.

Y antes de que pudiera levantar la vista, su túnica aterrizó en el suelo.

Alcé mi cabeza para mirar su cuerpo desnudo, pero la transformación


rompió a través de mí y mi visión se empañó mientras el dolor
relampagueaba. Rasgué mi ropa, arrancándola con mis garras y sin
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Página
importarme que la estuviera destruyendo. Entonces estaba desnuda y
jadeando, agazapada en el suelo, pero al menos ya no con dolor. Levanté
una mano, estudiando mi transformación.

Esa había sido la más dolorosa e incluso más difícil. No era difícil ver por
qué. Normalmente mi piel se transformaba gradualmente, en parches, las
escamas mezclándose con mi piel pálida hasta que toda cambiaba. En el
reino fae, en segundos me transformaba completamente. Mis brazos
destellaban con escamas, y las alas correosas en mi espalda se sentían
más grandes que nunca. Aquí tenía una cola de longitud completa
azotando detrás de mí en lugar de un muñón medio formado. Toqué mi
rostro; se sentía extraño, como de una gárgola. Repulsivo. Bajé la vista a
mi cuerpo. Húmedas escamas brillantes cubrían mi pecho. Incluso mis
pezones eran pequeños puntos duros escamosos.

Me estremecí, mis manos yendo a mi cabello, solo para encontrarse con


los retorcidos cuernos que sobresalían de mi frente. Me atraganté con un
sollozo. Era repulsiva.

Grandes pies con garras aparecieron en la esquina de mi visión.

—¿Ahora puedes caminar? Deberíamos movernos.

—Dame solo un minuto —dije, y mi voz era áspera, no la mía. Una oleada
de aborrecimiento me atravesó, me forcé a ponerme sobre mis pies… mis
escamosos pies antinaturales, y me paré. En algún momento, tendría que
mostrarle mi horrorosa forma. Bien podría hacerlo ahora. Levanté mi
cabeza…

Y encontré que, a pesar de su proximidad, no me miraba. Su rostro


estaba cuidadosamente girado.

Dios, era peor de lo que pensé. Mordí mi labio, solo para hacer una mueca
ante el dolor que causó. ¿Era tan repulsiva incluso para él que no me
miraría? Mi orgullo, ya maltratado, dolía más que mi cuerpo recién
transformado.

Para hacer las cosas incluso peor, Hugh no era repulsivo para nada. Ya
que su mirada estaba apartada, lo miré abiertamente. Su pecho era
ampliamente enorme, y ligeramente peludo con la misma coloración a
rayas que tenía su cabello. Perdí la oportunidad de mirar sus partes
privadas, me di cuenta demasiado tarde, así que en cambio me comí con
los ojos sus piernas. Eran gruesas y fuertes, y sorprendentemente largas,
dada la masividad como un barril del resto de su cuerpo. Sus poderosos
muslos se flexionaron mientras se giraba para revelar un apretado y
delicioso trasero que me hacía sentir todo tipo de salvajes deseos. Quería
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Página
tocarlo por alguna razón, mi mano se alzó involuntariamente. Era
pecaminosamente hermoso desnudo.

Y yo… era una bestia escamosa. Bajé mi mano.

—¿Puedes caminar ahora? —preguntó Hugh—. Tenemos mucho terreno


por cubrir.

—Puedo caminar —dije, las palabras se arrastraron alrededor de mis


colmillos—. ¿Adónde vamos?

—Con mis compañeros de tribu.

—Entonces, abre el paso.

Asintió e inclinó su cabeza, su cabello despeinado ondeando en la brisa


mientras olfateaba. Sus ojos destellaron, reflejando la luz tenue, y deseé
que los cambiados tuvieran los dones de los cambiaformas. Mi audición
no era más afilada, no podía oler nada en el aire excepto musgo, y aun
así no podía ver más allá de treinta centímetros frente a mí.

Aborrecía cada parte de ser una cambiada. No había ventajas. Ninguna.


Quizá fuera más fuerte, como Hugh había dicho, pero eso solo significaba
que podía herir a un hombre humano si trataba de tener sexo con él y no
era mi Amor Verdadero.

Y en realidad, ¿quién querría tocarme en esta forma? Hugh apenas era


humano, y ni siquiera podía mirarme. Me tragué mi amargura y seguí
detrás de él.

Nos movimos a través del crecimiento pantanoso de árboles, y mientras


más nos movíamos dentro, más confundida me ponía. ¿Este era el reino
fae? Me había imaginado algo mucho más civilizado. Delicados edificios
y jardines cultivados. El terreno por el que penosamente caminábamos
era salvaje y un poco repugnante, con toda franqueza.

¿Hugh me mentía? ¿Me guiaba a algún lugar para atraparme? No, eso no
tenía sentido. Hugh dijo que nunca mentía, y cualquier cosa que Finian
le había prometido, lo quería desesperadamente como para venderme.

No dije nada mientras caminamos por la maleza, con cada paso mis pies
con garras se hundían en la oscuridad. Me concentré en las nalgas
flexionándose de Hugh delante de mí, el ocasional vistazo de su polla y
bolas entre sus piernas. Me hizo sonrojarme incluso mientras me
fascinaba, y quería mirarlas fijamente. ¿Era eso raro? ¿Importaba
siquiera?
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Página
De repente Hugh se detuvo, extendiendo su mano para detenerme.

Estaba tan concentrada en su apretado trasero que no me di cuenta y me


estrellé contra esa mano grande. Di un grito de sorpresa, incluso
mientras él se estremecía alejándose.

¿Y ver ese estremecimiento? Solo hizo que mi corazón se hundiera un


poco más. Un nudo duro se formó en mi garganta.

—Silencio —susurró Hugh.

Esperé ansiosamente, mirándolo, ya que no podía ver una cosa en la


niebla.

Después de un largo momento levantó su cabeza, probando la brisa, y


me miró.

—Nos están siguiendo. Algo está a favor del viento.

—¿Finian?

Su boca se curvó en una mueca de desprecio, enormes colmillos en


exhibición.

—Nunca vendría aquí por su propia voluntad. —Me hizo señas para que
lo siguiera mientras se lanzaba hacia adelante.

Troté detrás de él lo mejor que pude, incapaz de dejar de mirar detrás de


mí por la ansiedad. ¿Algo nos cazaba? ¿Era una de las personas de Hugh?

Hugh se detuvo de nuevo.

Me sacudí deteniéndome detrás de él, echando un vistazo alrededor. No


vi nada. Miré hacia Hugh de nuevo.

—¿Qué es?

Miró a los espesos arbustos delante de nosotros, sin mover un músculo.


Seguí su mirada, curiosa.

Una forma enorme se movió hacia adelante y jadeé, tambaleándome


hacia atrás.

—Oh… mierda.

Un rinoceronte en esteroides se dirigía a nosotros. No era como nada que


hubiese visto antes. Incluso en la tenue luz, podía distinguir un gran
cuerpo abultado, la cabeza baja. Era tan grande como un elefante, tal vez
más grande. Pelaje lanudo lo cubría. En la nariz había un cuerno tres
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Página
veces más grande que el tamaño que asumía que un rinoceronte tendría.
El cuerno era más largo que yo.

Y apuntaba directamente hacia nosotros.

Involuntariamente, tomé un paso detrás de los anchos hombros de Hugh,


buscando protección.

—¿Qué hacemos ahora? —susurré. De alguna forma la criatura que


había estado siguiéndonos estaba ahora frente a nosotros. ¿Cómo no
habíamos escuchado a este monstruo pisoteando detrás de nosotros?

Pero Hugh solo resopló y dijo:

—Cambia, Artur. Estás asustando a mi invitada.

Mis ojos se ampliaron. Miré a la criatura masiva, luego a Hugh.

—¿Ese… es una de tus personas?

—Él es un primordial —dijo Hugh, sus ojos estrechándose a medida que


el rinoceronte avanzaba—. Y está caminando sobre vidrio.

Mis ojos se ampliaron mientras la enorme cabeza, y cuerno, avanzaban,


dirigiéndose directamente hacia mí. La criatura parecía estar ignorando
a Hugh, determinada en comprobarme.

Lo cual me asustó como el infierno. Di un chillido angustiado cuando


olfateó hacia adelante, y me moví alrededor de Hugh, determinada a
mantenerlo entre el rinoceronte monstruo y yo.

—¡Artur! —espetó Hugh, un gruñido felino en su voz.

El rinoceronte solo hizo un ruido en su garganta y continuó moviéndose


hacia mí, sin tener en cuenta las advertencias de Hugh.

El gruñido grave en la voz de Hugh se profundizó, se dejó caer en


cuclillas, alarmándome. Di un paso atrás.

—¿Hugh?

Mientras observaba, pelaje brotó a lo largo de su columna, ondulando


por su espalda. La transformación rasgó a través de él, más fuerte y más
rápida que lo había visto alguna vez en cualquier cambiaformas. En
segundos, Hugh estaba en forma de gato completa.

Y estaba aturdida.
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Más de dos metros de largo y pesando varios cientos de kilos, su enorme
cuerpo estaba atado con músculos, su pecho grueso y como un barril. No
tenía melena pero estaba cubierto con más de esas extrañas rayas
bizarras que eran evidentes en su forma humana. El animal de Hugh se
veía como un tigre con esteroides. Lo más sorprendente de todo eran sus
mandíbulas: su cabeza enorme se balanceó, y capté un vistazo de dos
colmillos sobresalientes de treinta centímetros mientras le gruñía al
rinoceronte y lo golpeaba con una pata gigante.

Di un paso atrás, conmocionada, mientras las cosas encajaban en su


lugar. Cuando Hugh me dijo que era un primordial, no me había dado
cuenta lo que quería decir. Pero ahora mirando su forma animal, me di
cuenta… era un tigre dientes de sable. Lo miré fijamente, luego de vuelta
al extraño rinoceronte que se alejaba de mí con irritados golpes de su
pata.

Mierda.

¿Todos los primordiales eran cambiaformas de la Era de Hielo? ¿Eso era


lo que era este lugar? ¿Alguna dimensión de bolsillo, donde los fae
mantenían a cambiaformas supuestamente extintos?
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Página
Traducido por nelshia, Vanehz, iarii y Becca Herondale

Corregido por Mari NC

E
l diente de sable dio un gruñido bajo mientras yo me quedaba ahí
en estado de shock, y cuando el rinoceronte osciló ese cuerno
enorme, Hugh lo apartó con una pata gigantesca. Yo esperaba que
el rinoceronte reaccionara mal, pero sólo dio un resoplido parecido al de
los humanos y se puso en cuclillas. Un momento después, su forma se
transformó de nuevo, tan rápidamente que apenas pude parpadear y un
hombre se agazapaba en su lugar. Se enderezó y me miró desde detrás
de cejas gruesas y escarpadas, una frente pesada, y una nariz enorme
que dominaba su feo rostro.

Si era posible, era incluso más grande que Hugh.

Crucé los brazos sobre mi pecho lleno de escamas y di otro paso hacia
atrás, mi cola agitándose con ansiedad.

—¿Hugh?

El diente de sable cruzó por delante de mí, gruñendo por lo bajo.

—Olí una hembra —afirmó el hombre rinoceronte, su voz increíblemente


profunda e increíblemente fuerte—. ¿Trajiste una aquí? Es esta…

Fue interrumpido por un feroz gruñido de gato de Hugh.

—Ya veo —dijo el hombre—. Muy bien.

—¿Ver qué? —le pregunté.

Hugh me gruñó.

Le fruncí el ceño.

—No me gruñas. Estoy haciendo una pregunta. No sé lo que está


pasando.

—Eres una cambiada —tronó el rinoceronte.

—Y tú eres un maldito rinoceronte.


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—Soy un primordial… —comenzó él.

Rodé los ojos.

—Sí, lo sé. Hugh, ¿podrías cambiar de nuevo para que podamos tener
una conversación acerca de esto?

Los ojos del diente de sable brillaron, y se encogió de hombros. Momentos


más tarde, Hugh estaba en cuclillas en el suelo, desnudo, luego se puso
de pie. Sentí un rubor caliente cubrir mis mejillas cuando se estiró en
toda su estatura frente a mí.

Me sonrojé. Quiero decir, no pude evitar notar que era virtuoso estando
excitado o no. Hugh era sin duda grande en todas partes.

—Artur nos oyó venir y decidió reunirse con nosotros —dijo Hugh,
caminando más allá de mí para aferrar una mano en el gran hombro de
Artur—. Y ahora va a dejar de mirarte fijamente.

Miré hacia Artur con curiosidad y lo noté apartando repentinamente los


ojos, mirando a Hugh.

—Perdóname —dijo—. No quise ser descortés.

—Está bien —le dije—. Estoy aquí desnuda, y suena como que no tienen
una gran cantidad de cambiadas.

—Nosotros no… —comenzó Artur.

Hugh le dio una palmada en el hombro y lo obligó a girarse lejos de mí.

—Guíanos de nuevo, amigo —dijo, interrumpiendo los pensamientos de


Artur.

El hombre rinoceronte le dio a Hugh una mirada curiosa.

—Vengan.

Me arrastré detrás de ellos, con el ceño fruncido. Ahora ninguno me


miraba. Dios, ¿era tan repugnante? Pellizqué mi piel escamosa, con la
esperanza de que respondería y cambiaría de nuevo a su forma humana.
Las transformaciones normalmente no duraban tanto tiempo, pero ésta
no parecía que iba a desaparecer pronto.

Seguí a los dos hombres mientras se movían por delante a una distancia
corta. Ellos se murmuraban cosas el uno al otro, pero sus voces eran tan
bajas y mi capacidad de oír tan mala que no podía entenderlo, lo cual fue
frustrante. Me sentía como un bicho raro, una paria, y mis sentimientos
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estaban heridos. Sabía que mi forma era horrible, pero no se suponía que
estuvieran impactados por ella, ¿o sí?

Quiero decir, acababa de conocer a un rinoceronte incivilizado y un


dientes de sable prehistórico, y no estaba enloqueciendo, ¿o sí? No, no lo
estaba.

La espesa maleza cedió después de un tiempo y nos llevó a un conjunto


de cuevas primitivas establecidas en la ladera de un acantilado. Se veía
como una laberinto de ratas, casi, con la ladera plagada de entradas a
las cuevas. Un camino sinuoso y lleno de curvas guiaba entre las
entradas, y varias de las cuevas estaban cubiertas con pieles de animales
silvestres como puertas improvisadas.

Hugh miró por encima de su hombro hacia mí.

—Esta es mi gente, Ryder.

Esto... no era lo que había estado esperando. Mientras miraba fijamente,


con los brazos cruzados sobre mi pecho, más y más personas surgieron,
muy pronto, dos docenas de hombres habían salido de las cuevas. El
centro de la zona estaba aplanada con huellas de barro, y la parafernalia
de una civilización primitiva estaba aquí: una piel de animal estirada
sobre una rama baja, tiras de carne secándose.

Todos los hombres, sin embargo, estaban desnudos. Todos tenían el pelo
igual de salvaje y enormes cuerpos. Y todos estaban mirando hacia mí
como si fuera un bicho raro.

Hugh gruñó hacia ellos y se puso delante de mí, protegiendo mi espantoso


cuerpo desnudo de ellos.

—Ésta es mi juramento —les explicó—. No la toquen. No se le queden


mirando.

Pero algunos de ellos se quedaron mirando de todos modos, tratando de


mirarme alrededor de los grandes hombros de Hugh. Artur se trasladó al
lado de Hugh, protegiéndome con eficacia a la vista de los demás.

—¿Cuántos de ustedes hay? —pregunté.

—Hay dos docenas de hombres de mi pueblo.

¿Dos docenas? ¿Aquí afuera viviendo en la naturaleza?

—No lo entiendo —le susurré a Hugh—. Pensé que ustedes chicos


trataban a menudo con los fae. ¿Por qué están aquí viviendo en cuevas?
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—Siempre hemos vivido aquí —me dijo Hugh—. Los fae sólo entran en
nuestro reino cuando quieren algo.

—Y nosotros normalmente los rechazamos —se burló Artur.

Hugh lo fulminó con la mirada, con los ojos brillantes de ira.

—No digas más, Artur, para que no pongas en peligro nuestra amistad.

La boca de Artur se cerró de golpe, pero podía ver la ira ardiendo en su


rostro curtido.

—Nos torturas a todos con tus decisiones —dijo—. Es sólo mi amistad


contigo lo que me permite quedarme a tu lado.

¿Tortura? ¿Decisiones? Me incliné y miré a los demás desde debajo del


brazo de Hugh. Los hombres aquí estaban desnudos, eran enormes, y
tan salvajes como Hugh, por su aspecto.

Todos hombres.

Y todos me miraban.

Jadeé cuando las cosas hicieron clic.

—Dios mío. No hay ninguna mujer aquí, ¿o sí? Eso es lo que Finian te
ofreció. Una novia.

—Silencio —espetó Hugh hacia mí.

Eso me molestó. Le di una patada en la pantorrilla desde atrás.

—¡No me digas que me calle! No soy una pequeña criatura mansa que
puedas mangonear. Estás protegiéndome por el próximo mes,
¿recuerdas? Nada de eso dice que no puedo hablar. —Di un paso
alrededor de Hugh y lo miré con irritación. Con la misma rapidez, él se
trasladó un paso delante de mí—. Estoy en lo correcto, ¿no? No hay
ninguna mujer aquí.

Los hombres miraron a Hugh, frunciendo el ceño, pero noté que unos
pocos continuaban mirándome. A pesar de que yo era horrible, todavía
querían mirarme. Sí. Caminé hacia el árbol y agarré la piel de animal,
colocándola sobre mis alas deformadas para cubrir mi cuerpo en una
semblanza de modestia.

—Está bien, ¿puedo decir que esto esta jodido? Perdón por el francés y
todo, pero en serio.
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—Tú eras la que deseaba ver a mi gente. —Hugh hizo un gesto a los
hombres que los rodeaban—. Aquí estamos. ¿Esto te hace feliz?

Sonaba ofendido. Enojado.

Era demasiado para procesarlo. Sacudí la cabeza. Quería verlos porque


quería entender a Hugh. Esperaba que el entender a Hugh me ayudaría
a encontrar una contraoferta para seducirlo y alejarlo del acuerdo de
Finian.

Pero si Hugh quería una compañera... estaba jodida.

—Esta mujer por la que estás haciendo el juramento. ¿Es una


primordial?

—Lo es —me dijo Hugh en voz baja y seria.

Yo no podía competir.

—¿Cuál es su nombre? —le pregunté en voz baja.

—No lo sé. —Sus ojos brillaban—. Los fae mantienen a nuestras hembras
separadas de nosotros. No sabemos cuántas hay, o quiénes son. Los fae
crearon este reino para nosotros. —Hizo un gesto—. Nos retienen aquí.
No podemos salir salvo por sus medios. Nadie viene. Nadie se va.

Abracé la piel más cerca de mí, mirando a mi alrededor. A los hombres


desnudos y enormes y sus cuevas primitivas por casa.

—No entiendo. Tienes el collar del portal que Finian te dio. ¿Por qué no
lo tomas y simplemente sacas a todos de aquí?

—¿Y dejar a nuestras hembras? —La voz profunda de Artur era


claramente de desaprobación—. ¿Abandonarlas sin la esperanza de
reunión?

Me estremecí ante las miradas tristes en las caras de los hombres.

—¿Siempre les ofrecen esta recompensa? ¿Una compañera?

Hugh negó con la cabeza.

—Esta es la primera vez.

¿Y a juzgar por las miradas ávidas en los rostros de los hombres? Era lo
que todos ansiaban más.

Bueno, demonios. Estaba jodida.


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—Yo... creo que he visto lo suficiente —dije débilmente—. ¿Podemos
volver ahora?

Me sentí enferma. Finian le había prometido una compañera a Hugh por


entregarme. ¿Cómo podría competir?

Utilizamos una de las cuevas para dibujar la puerta. Los otros rondado
cerca, y estaba claro que tenían preguntas sobre mí. Siguieron mirando,
incluso después de que Hugh gruñó y trató de ahuyentarlos, e incluso
después de que Artur se metiera a ayudarlo. Eventualmente, sin
embargo, retrocedieron, y creamos el portal.

Miré detrás de nosotros como el portal se desarrollaba lentamente. Los


hombres me miraban desde lejos, con los ojos brillantes.

—¿Qué los detiene de venir tras nosotros? —le pregunté a Hugh—. ¿Por
qué no seguirnos a través de él? Hay sólo una compañera para ti, no para
ellos.

—Finian dijo que había compañeras para todos nosotros —me dijo
Hugh—. Nadie va a arriesgar la vida de su mujer.

—Espera... ¿así que si haces esto, él les prometió compañeras a todos?


—Ante el asentimiento de Hugh, me sentí aún más miserable. Ya era
bastante malo cuando pensaba que sólo estaba compitiendo con la futura
compañera de Hugh. ¿El saber que competía con las futuras compañeras
de veinticuatro machos solitarios? Estaba condenada. Finian había
jugado la carta de triunfo definitiva—. Debo ser digna de una gran
cantidad de dinero para él.

El gruñido de Hugh en reafirmación no me hizo sentir mejor.

Se hizo el silencio, y con él, una tensión extraña. Nadie habló mientras el
aire brillaba, el contorno cuadrado del portal lentamente apareciendo a
la vista como una fotografía develándose. Una vez que apareció, Hugh dio
a los otros una mirada significativa.

—Paciencia, hermanos. —Tomó la piel de mis hombros y la arrojó a uno


de los hombres esperando en las inmediaciones, luego tomó mi mano y
me jaló de vuelta a través del portal.

Y entonces, un breve segundo más tarde, estábamos en la luz brillante y


reconfortante de mi dormitorio.
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Parpadeé sorprendida. Mi estómago gruñó, como si hubiera estado
muriendo de hambre, a pesar de que habíamos comido no hace mucho
tiempo. Apreté una mano sobre él. Inmediatamente, mi cuerpo se
estremeció y sentí mis alas tensarse, doliendo.

Oh no.

—Regresando —gemí, agachada en la alfombra en mi habitación.


Jadeaba, tratando de llevar aire a mis pulmones que de repente dolían
demasiado.

Hugh se puso en cuclillas junto a mí y me acarició el pelo de nuevo.

—Es el reino fae lo que te afecta. Aquí, eres capaz de controlar las cosas
mucho mejor. Sólo relájate y deja que suceda.

Fácil decirlo para él. Su cuerpo no se sentía como si se retorciera de


dentro hacia fuera. Restregué mis escamas, esperando que
desaparecieran bajo mi piel otra vez, y me sentí aliviada cuando
comenzaron a retroceder. Sentí a mi cola y alas cambiar, y sabía que se
estaban doblando hacia adentro. Mientras cambiaba, Hugh siguió
acariciando mi cabello, tratando de tranquilizarme en la única forma que
sabía. Era extrañamente... reconfortante. Sabía que él encontraba
repulsiva mi forma, pero no se había alejado de mi lado. Eso contaba para
mucho en mi libro.

Y en cierto modo, me sentí como si estuviéramos en esto juntos. Finian


estaba usándonos a los dos para conseguir lo que quería. Odiaba eso,
pero ahora sabía que Hugh lo odiaba también. Y no era sólo su felicidad
lo que estaba en la línea; era la felicidad de todos los primordiales.

Eso cambiaba las cosas. Si persistía en mi libertad, condenaba a tantos


otros.

El pensamiento corrió por mi mente una y otra vez mientras sudaba y


devolvía mi cuerpo a su estado humano en un modo lento y deliberado.
En primer lugar mis escamas desaparecieron, entonces mis alas se
hundieron en mi espalda y mis colmillos se retiraron. Centímetro a
centímetro, volví a la normalidad. Por último, mis garras se retrajeron y
me quedé desnuda, temblando y completamente humana de nuevo.

También estaba agazapada delante de Hugh, quien también estaba


desnudo. ¿Y ahora que era humana de nuevo? Estaba muy consciente de
toda esta piel desnuda. Esta vez, fui yo la que alejó la mirada, y me
extendí por la manta en mi cama, arrastrándola y sosteniéndola contra
mi piel para proteger mi cuerpo desnudo.
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—Así que... —dije.

—Ahora ya lo sabes —dijo Hugh con voz plana.

—Ahora lo sé —estuve de acuerdo—. Y entiendo. Realmente lo hago. No


hace que sea más fácil para mí, pero entiendo por qué debes hacer lo que
haces.

Él asintió.

—¿Entiendes que no voy a cambiar de parecer, sin embargo? Me pone


triste que mi felicidad vendrá a costa de la tuya y tantos otros, pero
maldita sea, tengo que pensar en mí. No voy a ser la yegua de cría de
algún tipo. Todavía pienso encontrar una manera para salir de todo esto.

Hugh parecía casi divertido.

—No esperaba menos.

—Muy bien, entonces. —Me froté la cara, mi piel dolorida de mi dura


transformación—. Creo que necesito una ducha, y comida, y luego
deberíamos ir a trabajar.

—Tú diriges —dijo, haciendo señas.

—¿Quieres una ducha, también? Tengo toallas adicionales. Y ese reino


del que eres no es exactamente lo mejor para la piel limpia y fresca.

Su boca se torció, como si estuviera divertido.

—¿Me estás pidiendo bañarme? —Levantó un brazo y lo olió debajo—.


Huele bien.

—Esto viene de un hombre que vive en un reino sin mujeres —bromeé—


. Confía en mí. Debes ducharte.

Él se rio entre dientes.

—¿Te unirás a mí, entonces?

Aspiré una bocanada, escandalizada... y excitada... todo a la vez.

—¿Te das cuenta de que los hombres no se supone que deben ofrecerse
a compartir una ducha con una mujer?

—¿No lo hacemos? —Él parecía sorprendido—. ¿Es porque tu piscina de


baño es pequeña?

—Mi piscina de baño es muy pequeña —estuve de acuerdo, mis mejillas


con un rubor rojo—. Y tu piel tocaría la mía. Y nos frotaríamos por todos
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lados. Y eso sería malo para mi monstruo... y tu juramento. —No debería
haber dicho las palabras coquetas, pero no pude evitarlo—. No querrías
eso.

—No —dijo, y su voz ronca envió replicas por mi espina dorsal. Su mirada
se posó en mi cara, y entonces se levantó bruscamente—. Pero voy a
bañarme si lo solicitas.

Parpadeé, herida por su repentino cambio. Una mención de mi lado


cambiante y no importaba lo coqueta que fuera. Eso picaba. Suspiré y
me dirigí a mi armario de blancos.

—Te traeré una toalla. —Pensé por un minuto, luego miré hacia él.
Estaba de pie en mi habitación, de espaldas a mí, sus bronceadas nalgas
flexionadas mientras toqueteaba mi despertador—. Me acabo de dar
cuenta... ¿no tienes nada de ropa, verdad?

Él resopló.

—Prefiero nada de ropa. Son molestas y pican.

—Um, bueno, necesitas un poco de ropa —le dije—. A menos que planees
no salir de mi apartamento por el próximo mes.

—Me quedaré a tu lado.

—Bueno, si ese es el caso, entonces realmente, realmente necesitas ropa.


No voy a entrar a muchos lugares con un gran gigante desnudo —no
importa cuán sexy sea— a mi lado.

—¿Qué es este “sexy”?

—Significa que las mujeres van a querer lamerte de arriba abajo.

Hizo una pausa.

—¿Me encuentras sexy?

Cuenta con un hombre para concentrarse en eso.

—Soy una cambiada —coqueteé de vuelta—. No estoy ciega.

Él sonrió por encima del hombro hacia mí.

Mientras Hugh se bañaba, llamé a mi mejor amiga, Marie. Para mi alivio,


me contestó después del primer timbre.

—¡Hey! ¿Dónde infiernos has estado? —dijo.


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—Perdón, perdón.

—No lo me digas “perdón” a mí, señorita. He estado enviándote mensajes


de texto como el demonio ¡Y no he oído nada! ¡Nada! ¿Sabes cuán
malditamente molesto es eso? ¿Cuán preocupada he estado? ¿Cuántas
cosas sarcásticas te he enviado que han sido ignoradas?

—Lo sé. Soy una mala amiga.

—La peor. Es imperdonable. Entonces ¿Dónde has estado?

—¿Estado?

—Uh, sí. Has estado PEA por los últimos dos días.

¿Lo había estado? No me di cuenta. Quizás con Hugh a mi lado, había


estado ignorando a mi mejor amiga. Eso era terrible de mi parte.

—Lo siento. Apesto.

—¿Ves? Ni siquiera has tenido el corazón de discrepar conmigo.

—No —dije con una risa—. Escucha. ¿Puedes hacerme un gran, gran
favor?

—Oh, chica. Supongo que puedo. ¿Implica una promesa de meñique?

—Lo hace. ¿Estás en el trabajo en la oficina de seguridad? ¿Puedes ir y


traerme el par más grande de prendas de Ramsey que encuentres?
Necesito de todo. Hablamos de ropa interior, camiseta, zapatos, y
pantalones. O pantalones cortos. Lo que sea que tenga que sea grande y
holgado.

—¿Ropa de hombre? —Rio, el sonido profundo—. Tú, pequeño demonio.


¿Eso quiere decir que tu problema…?

—Algo así —interrumpí, no queriendo entrar en detalles. Marie sabía


sobre mi asunto —era la única persona que lo hacía— pero no quería
tener que explicar la mecánica de la extraña relación que tenía con
Hugh—. ¿Puedes solo traer algunas cosas de Ramsey LMPP?

—Okey, estaré ahí pronto.

Fiel a su palabra, Marie llegó en menos de una hora. Abrí la puerta


mientras ella tendía la bolsa de ropa que llevaba, tomando nota de que
estaba sudorosa y despeinada, y vistiendo nada más que una sábana.

—¿Es esa la ducha corriendo?


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—Podría ser —dije, sonrojándome.

—Oh… chica —arrastró las palabras—. Huelo a chico sobre ti —arrugó


la nariz—. Y hueles como una vieja pecera o algo. ¿Dónde has estado?
Todos han estado buscándote. ¿Sabes cuánto tiempo…?

La corté con un ondeo de mano.

—Lo sé. Larga historia. Te la contaré más tarde.

Sus ojos se ampliaron.

—De ninguna manera esperaré hasta nuestro almuerzo regular. Tenemos


que ir LMPP a una fiesta chismosa.

—Trato. —Estiré mi dedo meñique. Cualquier cosa por sacarla de mi


porche y regresar con Hugh. Normalmente amaría charlar con Marie por
un rato, pero estaba recelosa por dejarla ver al desnudo cambia formas
que actualmente estaba refugiando.

Trabó su dedo meñique con el mío.

—Espero que haya una buena explicación para todo esto.

—La habrá.

Sacudió su cabeza hacia mí.

—Sírvete. Tengo que correr. —Entonces se despidió con la mano y trotó


escaleras abajo.

Cerré la puerta y saqué la ropa, rebuscando en la bolsa. Me había traído


uno de los uniformes de trabajo de Ramsey. Podía decirlo por el enorme
tamaño. La camiseta negra tenía el logo de Russell Security en ella, y aun
así no parecía lo suficientemente grande para Hugh. Tenía que serlo.
Marie era una galletita inteligente. Había incluido un par de suaves
pantalones cortos de atletismo y un par de sandalias de hombre, además
de unos calzoncillos bóxer. Sería suficiente, pero una cosa era segura.
Necesitaba llevar a Hugh de compras. Considerando su altura, cabello
enredado y sus garras. Necesitaba manicura y pedicura si planeaba
mezclarse. ¿Si iba a llevarlo bajo mi ala? Esa sería la primera cosa que
tenía que abordar.

Justo después de mi ducha.

Cuando salí, Hugh estaba estirado en mi cama, total y absolutamente


desnudo y pasando las hojas a través de una revista con maravilla. Se
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detuvo en la foto de una modelo medio desnuda, su mano trazando la
foto. Su miembro semi erecto también.

—¿Encontraste algo que te guste? —pregunté.

—Las mujeres son muy hermosas —dijo—. Es un placer para mí poner


la vista sobre ellas. Además, tu cama es de lejos más cómoda que donde
yo dormí. Creo que debemos cambiar.

—No lo creo —dije—. Si quieres estar en mi cama, tendrás que llevarme


con ella.

Se sentó, un ceño en su rostro.

—Sabes que eso no puede ser.

Me encogí de hombros.

—Eres el que tiene el juramento, no yo. —Solo tengo un monstruo en mi


interior. Suspiré—. Voy a vestirme, y entonces vamos a llevarte al salón.

—¿Salón?

—Sí —dije, envolviendo mi toalla más apretada a mi alrededor y


dirigiéndome a mi closet—. Es un lugar donde arreglan tu cabello y uñas.

Resopló con burla.

—¿Por qué es esto importante?

—Porque —dije—. Vas a estar conmigo por el mes siguiente, y es


imperativo que te mezcles. No quiero a la gente preguntándose por qué
estamos saliendo juntos. Tienes que lucir como uno de mis clientes para
que esto funcione.

—¿Y mi apariencia es un problema?

—Solo para los humanos —coqueteé. Por alguna razón, que él me viera
en mi forma cambiante había roto el hielo. Lo peor había pasado, así que
no tenía más de qué preocuparme. Había visto mi lado más feo y había
alejado la mirada. No había vomitado ante mi vista, o gritado con horror.
Simplemente había alejado la mirada. Hería mis sentimientos, pero podía
manejarlo. Era curiosamente un alivio tener a alguien con quien
compartir mi secreto. Hacía a Hugh seguro. ¿Apartando el hecho de que
era alto, musculoso, y más de un poquito salvaje? Estaba presionando
todos mis botones.

Hugh gruñó.
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—Si debo cambiar mi apariencia, debo.

—Debes —dije dulcemente—. Y ahora debes salir porque necesito


vestirme.

No se movió. Sus ojos de párpados pesados corrieron por encima de mi


forma envuelta en la toalla.

—Ya te he visto desnuda, Ryder. Y encuentro que me gusta mirar a las


mujeres.

—No importa —dije, a pesar de que me sentí sonrojar de placer al oír que
le gustaba mirarme—. Estoy desnuda y necesitas irte.

—Estoy desnudo. No me estás pidiendo que me vaya. —Levantó una ceja


hacia mí.

—Okey, entonces, vete.

—Le dije a Finian que me quedaría a tu lado.

Oh, ¿Iba a jugar este juego?

—Bueno, como quieras —dije con mi voz más dulce y dejé caer mi toalla.
Si quería torturarse a sí mismo, podía. No me importaba, y nunca
retrocedía ante un reto de coqueteo, eso era seguro.

Sonreí con satisfacción mientras lo oía dar un suave gemido, lo


suficientemente audible para que mis pobres sentidos lo captaran.

Estudié a Hugh, inclinando mi cabeza mientras consideraba su figura.

—Esta podría no ser una buena idea.

Se removió en el apretado cuello de su camiseta.

—Concuerdo. Estas ropas son muy incómodas.

—No es así —murmuré, presionando una mano sobre mis mejillas


calientes. Él encontraría incómodas la mayoría de ropas modernas,
sospechaba. La mayoría de los hombres no estaban constituidos como
Hugh. La camiseta negra que era cómoda para Ramsey se pegaba sobre
la piel de Hugh, delineando sus grandes y firmes pectorales en casi una
forma indecente. Sus grandes brazos se abultaban contra las bandas de
sus mangas cortas, y podía incluso ver las líneas del pack de ocho de su
abdomen. El bóxer que llevaba, lo sostenía en muchas magníficas formas,
lo cual me hacía sonrojar.
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Le tendí los shorts.

—Necesitas ponerte estos también.

Eran necesarios. No quería pensar en sus partes rebotando por allí todas
sueltas mientras lo llevaba por el barrio. Me hacía sentir un poco…
sonrojada. Distraída. No podía afrontar cualquiera de las dos.

Tenía que idear un plan. Primero, disfrazar a Hugh para que pareciera
normal. Luego, trabajar. Entonces pensar en cómo perder mi virginidad.

Iba a ser un día ocupado.

Una vez Hugh se había puesto el resto de la ropa (protestando), salimos.


Conocía el lugar al que podía llevarlo donde no harían demasiadas
preguntas. Después de tomar el desayuno —y darle a Hugh una rápida
lección sobre tarjetas de débito y cómo funcionaban como moneda de
cambio por bienes— condujimos hasta Little Paradise. Vivía en frente de
Fort Worth exactamente; mi condominio estaba cerca al centro de la
ciudad así que estaba cerca del trabajo, pero la mayoría de los cambia
formas vivían fuera de la ciudad, al noroeste de la ciudad y fuera en los
bosques. Little Paradise era el asentamiento actual por elección, y la
mayoría de los negocios en la pequeña ciudad pertenecían y eran
operados por cambia formas. Gracias a mi línea de trabajo, terminaba
allí con bastante regularidad.

Me detuve en Sweet Scissors, un pequeño edificio verde azulado con


cortinas rosa a un lado de Main Street.

—Vamos, Hugh. Vamos a conseguir que te arreglen.

—¿Qué es este lugar? —preguntó mientras me seguía dentro,


agachándose en la pequeña entrada.

—Se llama salón —le dije mientras entrábamos—. Es llevado por cambia
formas, así que no te darán problemas. Solo sígueme.

Tan pronto como entramos, todas las cabezas se giraron en nuestra


dirección. Una mujer anciana estaba sentada en una silla en la parte de
atrás del lugar, su cabello gris en rizadores mientras la estilista se
desvivía en ello. Ambas se giraron, así como la otra mujer quien barría el
cabello de debajo de su silla. La enorme forma de Hugh bloqueaba la luz
proveniente de la entrada y una de las estilistas parpadeó ante su vista.

—¿Tiene usted, um, una cita? —preguntó la estilista.


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—Hola, Lisa. Soy Ryder de Midnight Liaisons —Le lancé una sonrisa—.
¿Creo que las conocí a ti y a tu hermana Lauren en el baile el mes pasado?

La mirada en sus ojos muy abiertos se giró hacia mí, como si me viera
por primera vez.

—Oh. Hola. —Su voz estaba sin aliento—. ¿También tienes una cita? —
Su mirada voló de regreso a Hugh y vi una franca apreciación allí—. Estoy
segura de que podemos encajarte.

La forma en que lo dijo hizo a mis ojos entrecerrarse.

—Necesita un corte de cabello, manicura y pedicura. Parece un poco


demasiado salvaje en este momento y necesito que luzca más humano.

—¿Por qué? —jadeó Lisa, moviéndose más cerca de Hugh, su escoba aún
aferrada en su mano. La otra estilista aún continuaba solo mirando a
Hugh también.

Estaba empezando a cuestionar mi juicio al traerlo a un salón manejado


por un par de hermanas cambia-visón. Claramente alguien como Hugh
era el equivalente a la hierba de gato para ellas.

—Porque necesita mezclarse —chasqueé, cruzando mis brazos y


dejándome caer en una de las sillas de espera. Tomé una revista.

—Bien —dijo Lisa, moviéndose más cerca de Hugh. Tendió una mano
para tocar su cabello…

Y Hugh agarró su brazo, mirando hacia mí, frunciendo el ceño.

—Está bien —dije, sintiéndome un poco mejor—. Solo va a mirar tu


cabello.

Soltó el brazo de Lisa.

—Mis disculpas.

—Está bien, chico grande —dijo Lisa, estirando la mano para tocar su
cabello otra vez. No parecía intimidada en lo más mínimo. Sus dedos
pasaron a través de sus enredados mechones e hizo un ruido de
apreciación ante sus rayos—. ¿Estas iluminaciones son naturales?

Frunció el ceño.

—No entiendo esta pregunta.

—Naturales —intervine distraídamente y volteé la página en mi revista,


incluso aunque no la había visto ni una vez.
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—Oh, piedad —dijo, entonces se abanicó—. Va a ser divertido trabajar en
ti.

Maldición. Viciosamente volteé otra página de Field & Stream,


preguntándome por qué me molestaba tanto ver a Lisa conducir a Hugh
de la mano hasta el lavabo, resplandeciendo todo el tiempo. Una vez se
sentó ella pasó varios minutos deshaciendo sus pequeños y enredados
mechones y parloteando demasiado hacia él mientras él lanzaba miradas
indefensas en mi dirección.

La otra estilista parecía haberse recobrado de su transe y encendió su


secadora de cabello.

Inmediatamente Hugh se disparó hacia arriba en sus pies con un fiero


gruñido.

Salté sobre mis pies y crucé la habitación. Puse mi meno en su pecho


antes de que atacara a una de las ahora asustadas mujeres.

—Es solo un aparato para secar cabello —le murmuré—. Cálmate.

Miró hacia abajo a la mano que había colocado en su pecho, luego a mi


rostro.

—Calma —repitió, mirando a la secadora otra vez.

Lauren, indefensa, la apagó.

—Nada de qué preocuparse —le aseguré—. Nada que proteger aquí,


tampoco. Lo prometo. —Le di una sonrisa tranquilizadora—. Y estaré
justo aquí.

Sacó una de las sillas del salón, arrastrándola cerca del lavabo y la
señaló.

—Vas a sentarte justo aquí, Ryder.

No me perdí la mirada contrariada que Lisa lanzó en mi dirección. Me


deleité en ella y tomé asiento junto a Hugh.

—Justo aquí.

Y me tragué mi sonrisa cuando su gran mano viajó sobre mi rodilla,


asegurándose que estaba cerca en todo momento. Era solo porque había
jurado mantenerme a salvo, pero Lisa no sabía eso. Y de alguna forma
me gustaba.
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Unas horas más tarde, Hugh se transformó a la normalidad. Sus grandes
garras habían sido cortadas y limadas a uñas regulares, y las de sus pies
habían sido cortadas y pulidas, lo que Hugh había proclamado como
“cosquillas”. Su cabello despeinado había sido cortado, dejándolo corto
en los lados y un poco más largo en la parte superior, lo suficientemente
largo para que Lisa lo pusiera a la moda con un look que caía sobre su
frente de la forma más desenfadada. Ella había sugerido afeitar sus
patillas (y había pasado una mano por su mandíbula, lo que noté). Yo
había declinado.

Me gustaban sus patillas. Había algo en ellas que me atraía mucho, y no


quería que él se convirtiera en completamente civilizado.

Le pagamos bien por el cambio de imagen rápido, e ignoré el hecho de


que ella le había deslizado a Hugh su número de teléfono.

Después de todo, ni siquiera habíamos ido al tema de teléfonos todavía.

Después nos dirigimos de nuevo a Fort Worth y condujimos hasta el


centro comercial, donde fuimos a la tienda “Grande y Alto”. Él no quería
el traje que seguí presionando sobre él o cualquier cosa remotamente
ajustada. Me tuve que conformar con la ropa suelta y atlética: simples
camisetas y pantalones cortos, y el mayor par de zapatillas que había
visto nunca. Yo ni siquiera sabía que había talla 18. Tuvimos un poco de
pelea sobre los zapatos; insistí, pero a Hugh no le gustaban porque “no
podía agarrar con los dedos” con ellos puestos. Gané el argumento una
vez señalé que cualquier otra persona en la tienda llevaba zapatos
similares, pero no se detuvo de murmurar sobre lo estúpidos que eran.

Pero ahora que Hugh estaba vestido y no causaría que la gente se


detuviera y mirara fijamente cuando estábamos en la calle, era hora de
ir a trabajar. Miré el reloj. Casi las seis. Llegaríamos a tiempo.

Miré a Hugh para darle una última palabra de advertencia.

—Sólo recuerda estar en silencio si no quieres contestarle a alguien, y


déjame cubrirlo. Lo importante es que tenemos que parecer como si las
cosas fueran normales o de lo contrario todo el mundo va a estar
metiéndose en nuestros asuntos.

—¿Y eso es malo? —preguntó, en tono pensativo.

—Muy malo —estuve de acuerdo. Al menos, sería malo para mí. Iba a
tener que eludir las reglas y tratar de salir con un cambiaformas si quería
librarme de la maldición. Marie había sido despedida por hacer la misma
cosa y yo no quería que me despidieran. Me encantaba mi trabajo. Pero
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también me encantaba estar en forma humana más de lo que lo hacía
siendo una cambiada, así que algo tenía que dar.

Cuando entramos en la oficina, me sorprendí de ver a Bathsheba todavía


en el trabajo, y aún más sorprendente que eso, uno de los gemelos
Russell sentado en el escritorio de Savannah.

—Ahí estás —dijo Bath, corriendo hacia mí—. ¿Dónde has estado? Hemos
estado muy preocupados.

Miré mi reloj rosa con incrustaciones de diamantes de imitación.

—¿Estoy cinco minutos antes?

—Para tu turno, sí. Pero ¿qué hay de los dos últimos días?

¿Últimos dos días?

—¿Qué quieres decir? Estuve aquí con Savannah en el trabajo ayer por
la noche.

Bath negó con la cabeza, viéndose frustrada.

—Savannah ha estado de baja por enfermedad durante los últimos dos


noches, y tú no apareciste. Tuve que llamar a Beau para conseguir que
enviara a alguien para ayudar. Everett se ofreció, pero todavía está
aprendiendo los sistemas. Marie cuidó el fuerte anoche.

Mis ojos se abrieron. ¿Dos días?

—De ninguna manera. Te lo juro, yo estaba aquí. Con Savannah. Fue


justo anoche…

Hugh se inclinó más cerca de mí, su aliento susurrando en mi oído.

—¿Te acuerdas de nuestra conversación sobre el tiempo?

Pensé por un momento, distraída por su cercanía, que estaba haciendo


a mi monstruo estremecerse bajo mi piel. ¿Tiempo? La única vez que
habíamos hablado sobre el tiempo fue cuando…

Oh no. Cuando habíamos hablado sobre el tiempo, él había dicho que


pasaba de manera diferente en el reino Fae. Y yo sin pensarlo exigí que
me llevara a ver a los primordiales, sin darme cuenta de que pasar una
hora allí significaba perder días aquí.

—¿Dos días? —le pregunté a Bath de nuevo. Marie había mencionado


que había estado PEA durante dos días, pero pensé que había estado
quejándose de que estaba haciendo caso omiso de ella. No me di cuenta
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que había querido decir en realidad que había desaparecido por completo
los dos días pasados.

—Dos días —repitió ella, la preocupación en su voz tomando el


complemento de molestia—. Estaba a punto de llamar a la policía.

—Lo siento mucho —le dije sin convicción—. Supongo que simplemente…
perdí la noción del tiempo.

—Ya veo —dijo Bath remilgadamente, su mirada dirigiéndose a Hugh. Su


cabeza se inclinó—. Es… disculpe señor. ¿Es usted un cambiador?

—Soy un primordial…

—Es un hombre-tigre —interrumpí rápidamente—. De fuera de la ciudad.

—¿Uno de Vic? —Ella me miró, su expresión fría—. ¿Estás saliendo con


un cliente después de todo lo que la agencia pasó en los últimos meses?

—No —dije en una alta risa falsa—. No seas tonta. —Nadie tenía que
recordarme el caos que había interrumpido nuestra pequeña oficina
cuando Marie había sido atrapada saliendo con vampiros. Casi había
comenzado la Tercera Guerra Mundial entre los cambiadores y vampiros,
y Bath estaba aún sensible que su agencia había sido utilizada como
vehículo para las citas ilegales—. Nada de eso en absoluto. Hugh aquí no
es local y no es bueno saliendo en citas, así que dije que lo tomaría bajo
mi ala durante unos días y le mostraría cómo coquetear. Espero que esté
bien.

Ella asintió con aire ausente, mirando por encima a Everett, quien tenía
un teléfono a la oreja y estaba escribiendo.

—Es bueno que estés aquí —murmuró—. Puedes encargarte de las citas
rápidas que se llevan a cabo esta noche en Konstantine’s. Me preocupaba
que tuviéramos que reprogramar.

Oh, ratas. Yo normalmente controlaba las citas rápidas, pero esta noche
no era muy buena para mí. Por un lado, tenía a Hugh marchando a lo
largo de mis talones.

—No estoy segura…

—¿Dijiste que quieres salir con la arpía? —estaba diciendo Everett en el


teléfono, una mirada de consternación en el rostro—. No, no, yo no sé si
ella va a hacer eso, señor. Lo que ella hace en su vida personal depende
de ella. —Le disparó a Bathsheba una mirada de “ayúdame”.
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—Oh, querido —dijo Bath, corriendo de vuelta a la mesa de Everett—.
Será mejor que te ayude. Me alegro de que hayas vuelto, Ryder.

—Claro —le hice eco, dirigiéndome a mi escritorio. Dejé mi bolso y me


volví hacia mi equipo, viendo como Hugh tomaba una postura de pie al
lado de mi escritorio, ya que el taburete había sido movido. Bath le estaba
dando una mirada extraña mientras ella señalaba cosas sobre el hombro
de Everett.

—Hugh —susurré mientras me conectaba a mi ordenador—. Tenemos


que configurar tu perfil. ¿Puedes escribir?

—¿Escribir?

—Voy a suponer que es un no. Está bien, te voy a ayudar, entonces. —


Saqué un pedazo de papel y una de mis lapiceras rosa con brillos y la
destapé—. ¿Cuál es tu apellido?

—Soy Hugh. Tú sabes eso.

—No eres Hugh Hugh, sin embargo.

—No. Sólo Hugh.

—Nadie aquí tiene un solo nombre —le dije. Bueno, a menos que fueras
una estrella del pop—. Necesitas un segundo.

Él se quedó perplejo.

—¿Por qué?

—¿Sabes qué? No importa —le dije, escribiendo—. Vas a ser Hugh


Merino. Los tigres locales están todos en el clan Merino. —Ahora sólo
tenía que esperar que el alfa tigre no apareciera por ningún motivo. No
es que hubiera una alta probabilidad de que eso ocurriera, su compañera
estaba embarazada de su primer hijo, así que era seguro decir que las
probabilidades estaban en su contra a aparecer en una agencia de citas.

Continué llenando el formulario mientras Hugh miraba por encima de mi


hombro.

—El sexo es masculino —dije, marcando la casilla—. ¿Edad? ¿Sabes qué?


Sólo voy a poner treinta antes de que me puedas dar otra de esas
respuestas de “el tiempo se mueve de forma diferente”. —Marqué la
religión como “otra” y estado como “buscando”, ya que en realidad no
estaba buscando una mujer. Tendría una de esas que lo esperara tan
pronto como me hubiera entregado al fae. Arrugué nariz con disgusto
ante la idea.
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—¿Qué dice? —preguntó Hugh, y se inclinó tan cerca que su respiración
susurró contra mi oído mientras consideraba el papel en el que hice
notas. Su cercanía estaba haciendo que mi piel ondeara en respuesta a
él, y mis pezones se endurecieron. Chillé. Bajo mi escritorio, sacudí y
flexioné mis manos, disponiéndole a mi monstruo que se quedara atrás.
Luché con él por unos momentos, gané la batalla, y fruncí el ceño hacia
Hugh. Él conocía mi problema.

Hora de una pequeña venganza.

—¿Posición sexual favorita? —pregunté dulcemente. Planeaba dejar esa


en blanco, pero ya que estaba siendo un idiota…

Se sacudió hacia atrás.

—¿Qué?

Tanto Bathsheba como Everett se giraron a vernos, sacudí la mano hacia


Hugh.

—Baja la voz. —susurré—. Ahora. Posición sexual favorita.

Me dio una mirada en blanco, luego se inclinó de nuevo para susurrar a


mi oído.

—¿Hay más de una?

—Uh, sí.

—¿Cuáles?

Me volví y miré a Hugh, que se apoyaba demasiado cerca de nuevo. Tenía


las mejillas rojas, como si se sonrojara, y se veía incómodo. Cambió de
un pie al otro y me dio una mirada expectante.

—¿Estás bromeando? —le pregunté.

—No. —Miró a los demás, luego se inclinó de nuevo, dándome una mirada
muy interesada—. Cuéntame más. Tengo que saber estas cosas si voy
complacer a mi pareja.

Golpeé mi brillante pluma sobre el escritorio, mirándolo. Algo me decía


que yo no era la única virgen aquí.

—¿Sabes qué? Volveremos a eso después.

—Pero…
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—Después —susurré. Le di Bath una dulce sonrisa mientras nos miraba
y metía su bolso bajo el brazo—. ¿Te vas, Jefa?

—Me voy a reunir con Beau para cenar —dijo y pasó una mano por su
cola de caballo—. Noche de cita.

—No hagas nada que yo no haría —dije y le di un guiño exagerado.

—Pero tú… —comenzó Hugh.

—Shhh —dije, volteándome para verlo. Él iba a arruinar mi


cuidadosamente elaborado personaje de coqueteo en la oficina si soltaba
que era virgen.

Hugh levantó una ceja hacia mí, pero se quedó en silencio.

Me volví hacia Bath y agité mi mano alegremente.

—Como estaba diciendo, ten una buena noche.

—Tú también —dijo—. Llámame si tu o Everett necesitan algo.

—Lo haré. Aunque estoy segura de que puedo ayudar a Everett con todo
lo que necesite. —Moví mis cejas hacia el guapo hombre-puma en el
escritorio al otro lado de la habitación—. Sólo tiene que preguntar.

—¿Estás coqueteando conmigo, Ryder? —Everett me sonrió.

—Ya sabes.

Oí un gruñido en la garganta de Hugh, y pisé fuertemente su pie debajo


de mi escritorio.

Everett nos dio una mirada curiosa, reclinándose en su silla de oficina.

—Así que hombre —dijo, dirigiéndose a Hugh—. ¿De dónde eres?

—Es de Alaska —dije rápidamente, pensando rápido—. Ya sabes ¿cómo


dicen que sólo hay una mujer por cada ocho hombres allí? El pueblo en
el que creció era más como treinta a una, por lo que no está familiarizado
con cómo hablarle a las chicas. Lo cual es por qué le estoy ayudando.

Everett se rascó la mandíbula, mirándonos.

—De acueeerdo —dijo arrastrando las palabras—. ¿Y qué tipo de


cambiador dijiste que eras?

—Él es un… —comencé.

—Primordial —terminó Hugh—. Diente largo.


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Fruncí el ceño hacia Hugh.

—¿Eh? ¿Qué demonios es eso? —Everett parecía confundido.

—Es el nombre en Alaska para tigre —dije rápidamente, entonces regresé


a ver a Hugh—. ¿No es así?

Hugh me devolvió la mirada.

—¿Por qué no vas y consigues un taburete del depósito para que no


tengas que merodear sobre mí por más tiempo? —Le dirigí a Hugh mi
sonrisa más dulce—. Y yo voy a hacerme un poco de café.

Lo consideró por un largo momento, entonces miró hacia Everett.

—Regresaré.

—Haz eso —dije y me dirigí hacia la cafetera.

Tan pronto como Hugh salió de la habitación, Everett se levantó de su


silla y corrió a mi lado. Me tocó el codo —lo que hizo que me alegrara de
que llevara una chaqueta amarillo margarita de manga larga encima de
mi vestido de verano de flores blancas y amarillas— y se inclinó.

—¿Oye, Ryder?

—¿Hmm? —Saqué la bolsa de café molido, notando que teníamos una


nueva cafetera. Dulce.

—¿Qué tan bien conoces a ese tipo?

Olí la bolsa de café, disfrutando del aroma. Dios, amaba el café.

—¿Por?

—No hay ningún clan de cambiadores en Alaska. Al menos, no de forma


voluntaria. —Everett frunció el ceño y se acercó más a mí—. Y nunca he
oído hablar de un diente largo. Solo no…

Una mano grande empujó a Everett hacia atrás. Hugh se interpuso entre
nosotros, un estruendo bajo, enojado en su garganta.

—No te quedes tan cerca de Ryder.

Everett levantó las manos.

—Cálmate, hombre. Yo solo estaba hablando con ella…

—Estabas demasiado cerca —reiteró Hugh.


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—Está bien —le dije, poniendo una mano sobre el brazo vestido de Hugh
y di palmaditas en su manga—. Everett estaba siendo atento conmigo.
Todo está bien. ¿No es así, Everett?

Pero Everett estaba frunciendo el ceño hacia los dos. Mierda. Miré desde
el hombre-dientes-de-sable a mi costado hacia el erizado hombre-puma
a pocos metros de distancia. Necesitaba calmar esta situación o iba a
haber una pelea de gatos. Literalmente. Rápidamente recogí el café en la
canasta y lo metí de nuevo en su lugar, luego golpeé el botón para iniciar
la olla.

—Así que, Everett, ¿dónde está ese alto, moreno y guapo hermano gemelo
tuyo?

Everett nos miró un momento más, y luego volvió a su escritorio.

—¿Ellis? Está de turno con Lily.

—Ah —dije. Lily era la salvaje chica humana que había sido rescatada
del vampiro loco al mismo tiempo que Marie. El problema era que Marie
se había convertido en una cambiadora, por lo que fue considerada
“segura” y una del equipo. Lily era humana y estaba completamente
hecha un desastre desde su cautiverio, por lo que todo el mundo tenía
miedo de liberarla por temor a que ella derramara secretos de la Alianza.
La última vez que había oído, Lily había intentado escapar dos veces, así
que alguien estaba constantemente con ella. Hoy, al parecer, era Ellis—.
Bueno, dile que dije hola y que lo echo de menos.

—Estoy seguro de que echa de menos ver tu bonito rostro, también —


bromeó Everett de vuelta.

Hugh me frunció el ceño, cruzando los brazos, como si desaprobara toda


esta conversación.

Ignoré a Hugh, cerniéndome por la cafetera hasta que la primera taza


estuvo preparada. Lo tomé para mí y le agregué grandes cantidades de
crema y azúcar. Luego la soplé, canturreando como si este hubiera sido
un día normal y un enorme cambiador de la Era del Hielo no hubiera
estado merodeando a un paso detrás de mí.

—Hey, Everett, Me voy en breve para la sesión de citas rápidas. ¿Vas a


estar bien sin mí?

—Solitario —bromeó Everett—. Pero bien.

Hugh no dijo nada, pero sus cejas estaban bajas en su rostro. Estaba
claro que no estaba feliz.
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—Bueno, tienes mi número si me necesitas —le dije a Everett—. Me llevo
a Hugh conmigo.

—Y tienes mi número si necesitas algo ¿entendido? —No me perdí la


tensión en la voz de Everett. Era tan lindo que estuviera siendo tan
protector.

—Entendido —dije con una sonrisa radiante, e ignoré el gruñido de Hugh.


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Traducido por magdys83 y Salilakab

Corregido por Nanis

N
os dirigimos a Konstantine’s, y Hugh me frunció el ceño todo el
tiempo desde el asiento del pasajero.

—¿Qué pasa? —pregunté finalmente.

—¿Qué tan familiarizada estás con ese cambiador?

Le di un vistazo, haciendo malabares con mi taza de café con el volante.

—Quién, ¿Everett? Es un amigo y un verdadero encanto.

Los ojos de Hugh se entrecerraron.

—Tus palabras para él eran provocadoras.

—Por supuesto que lo eran. Nos divertimos coqueteando. Es inofensivo.

—No es inofensivo. Él está interesado en ti.

—No, no lo está —le dije, sacudiendo la cabeza—. Everett es un hombre-


puma y cree que soy humana, así que estoy fuera de los límites. —Fruncí
el ceño, sin embargo. Bathsheba era humana, y estaba casada con Beau.
Marie, alguna vez, fue humana y estaba con Josh. Y recientemente los
alfas se habían reunido para crear un conjunto de reglas más tolerantes
para salir con humanos. Así que, en teoría, ya no estaba fuera de los
límites de Everett.

Pero Hugh lo entendía todo mal. Everett sólo era un amigo. A pesar de
que me dije eso, mi mente intrigante empezó a preguntarse… ¿podía
conseguir que Everett tuviera sexo conmigo? ¿Si le contara mi problema?
Él sería más comprensivo que la mayoría.

Yo lo consideraría. No estaba lista para abalanzarme todavía sobre


Everett. Él era lindo, pero no me volvía loca. Y sabía que definitivamente
no era mi Amor Verdadero, por lo que era más o menos sólo un amigo.

—También me dices cosas provocativas —dijo Hugh, interrumpiendo mis


pensamientos—. ¿Esas también son inofensivas?
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—Por supuesto. —Mi voz era suave—. Estoy destinada a la reproducción,
¿recuerdas? ¿Cómo podría decirte cualquier cosa de una forma seria? Y
tú tienes una pareja primordial esperándote.

—Lo recuerdo.

—Tú has coqueteado conmigo —señalé, pensando en nuestras bromas


en mi dormitorio—. ¿Eras serio?

Hugh no dijo nada.

Ahora… eso era interesante. Reflexioné esto mientras virábamos hacia el


estacionamiento de Konstantine’s. Estacioné el auto, le di el último trago
a mi café, y me volví hacia Hugh.

—Deberíamos hablar sobre esta noche.

—¿Qué pasa esta noche?

—Bueno, para empezar, estoy dirigiendo este grupo que llamamos Citas
Rápidas. O Apareamiento Rápido. Es para que los sobrenaturales
conozcan a otros sobrenaturales, y va a haber un montón de cambiadores
aquí esta noche, y algunos vampiros. —Esperaba su reacción. A algunos
de los cambiadores no les gustaban los vampiros, y Konstantine’s era un
notorio sitio de vampiros. Pero Hugh no reaccionó, por lo que seguí—.
Tenemos un montón de clientes varones, y coqueteo con todos ellos. Eso
es algo de lo que soy. Así que no quiero que estés sorprendido o que
interrogues a nadie si vienen a platicar conmigo, ¿entiendes?

Me dio una mirada de ojos entrecerrados pero sin decir nada.

—Asimismo. Puesto que se supone que eres un cliente, te inscribí para el


apareamiento rápido. —Le di mi sonrisa más angelical—. Fue una especie
de último minuto, pero es perfecto. De esta forma puedes estar a mi lado
sin parecer una enredadera.

—¿Qué es una enredadera?

Despedí eso con la mano.

—Eso no importa. Debes estar preguntando sobre el apareamiento


rápido.

—No estoy aquí para aparearme con otras mujeres, Ryder. Estoy aquí
para asegurar que permanezcas a salvo…

—Bla, bla, lo sé. Pero esto es parte de tu cubierta. Tienes que hacer esto.
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—¿Así que tengo que hacer esto mientras tú te ríes y dices cosas a otros
hombres para seducirlos?

—No estás familiarizado con el concepto de coquetear, ¿cierto? Son sólo


palabras inofensivas. Los hombres y mujeres lo hacen todo el tiempo.

—Sólo palabras.

—Síp. Sólo palabras. No significan nada.

—¿Y si te tocan mientras lo dicen?

—Bueno, entonces eso significa algo diferente.

—Ya veo. —Hugh consideró esto, después me miró—. El hombre-puma


iba a tocarte.

Fruncí el ceño. No recordaba eso. ¿Hugh había malinterpretado las


señales?

—No voy a dejar que nadie me toque, lo prometo. —No quería que lo
hicieran, de cualquier manera.

Para mi sorpresa, él extendió su meñique:

—Júralo.

Sonreí y conecté mi meñique con el suyo.

—Lo juro. —Sólo ese simple toque de nuestra piel hizo subir y bajar un
escalofrió de mi cuerpo, sin embargo, y retrocedí, tratando de
recuperarme antes de que entráramos en el restaurante—. Sólo… dame
un minuto.

—Este juramento no es bueno para ti —observó Hugh.

Me reí entre dientes a pesar de que los espasmos causaban estragos en


mi cuerpo.

—Tú empezaste.

—Entonces lo hice —dijo pensativamente.

¿Citas rápidas? Desastre absoluto.

Senté a Hugh y le expliqué el concepto. Permanecería sentado en una


mesa numerada, donde le darían una tarjeta pequeña. Cada cinco
minutos, yo tocaría el timbre y los hombres se sentarían en una nueva
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Página
mesa con una mujer nueva. El concepto era llegar a conocerse unos a
otros durante pocos minutos. Bastante sencillo. Al final de la noche,
todos escribirían los números asignados de las personas con las que
pensaban serían compatibles. Si había una pareja, yo los instalaría más
tarde en el sistema.

Mientras tanto, hice prometer a Hugh que no podía hablar de


primordiales, faes, el reino primordial, Finian, su juramento, los
cambiadores, ni nada por el estilo. Sólo sonríe y sé amigable, le pedí. Y
después me apresuré a explicar los detalles del juego de apareamiento
rápido a los demás asistentes. Hugh me fulminó con la mirada cuando
me fui de su lado; por un momento pensé que me seguiría, pero no lo
hizo.

Cuando conocí a un cambiador, me sorprendí al ver que llevaba gafas de


sol en el interior.

—Hola, mi nombre es Ryder —le dije. Le di un alegre saludo para evitar


un apretón de manos, pero él extendió su mano de cualquier forma. Ah,
caracoles. Es ciego.

—Soy Brad —dijo, sonriendo con su mano todavía extendida—. Michigo.

Caramba. Odiaba los apretones de manos. Había algo intrínsecamente


íntimo en poner tu mano en la de alguien más, y mientras más cerca
estaba de mi cumpleaños, más me molestaban los toques pequeños. Me
estremecí y puse mi mano en la suya, sacudiéndola lo más rápido posible.
Así como así, mi bestia se encabritó, y me mordí el labio tan fuerte que
probé la sangre. Cuando me calmé, dije:

—Encantada de conocerte, Brad. ¿Tienes alguna pregunta sobre las citas


rápidas de esta noche?

—Sólo una. ¿Tú eres una de las citas? —Sonrió.

—Eres un gran ligón —bromeé, sacudiendo mis manos y flexionándolas


para alejar a mi monstruo—. Sólo soy la organizadora.

—Pero tienes una voz tan hermosa —me dijo con esa sonrisa todavía en
su rostro—. Estoy seguro de que el resto de ti coincide.

—Estoy segura de que lo hace —dije con coquetería—. Pero soy humana
y no estoy en el menú.

—Algunos de nosotros tenemos paladares educados y no tenemos miedo


de intentar un poco de algo nuevo —dijo Brad—. Pero tengo que decir que
estoy decepcionado.
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Página
Me reí entre dientes:

—Estoy segura de que disfrutarás conocer a nuestras bellas damas aquí


esta noche.

—¿Me mantendrás en tu mente si alguna vez decides querer salir con un


cambiador? —Siguió sonriendo en mi dirección, sacando su bastón
blanco—. Te diría que tienes un olor agradable, pero la mayoría de los
humanos no aprecian eso.

—He estado alrededor de suficientes cambiadores como para conocer un


cumplido cuando lo escucho —coqueteé—. Pero estaré feliz de ayudarte
si deseas asistencia de mesa en mesa.

—Diría que no, pero entonces me privaría de tu presencia, y no puedo


resistirlo —dijo Brad con una sonrisa—. Así que voy a aceptar.

—Perfecto —le dije, entrelazando mi brazo con el suyo pero


asegurándome de tocar sólo la manga de su abrigo. Todavía tenía
ondulaciones de músculo sacudiéndose a lo largo de mi espalda, pero
mantuve mis puños apretados con la esperanza de que disminuyera.
Después de algunos momentos, lo hizo, y exhalé un suspiro de alivio. Un
obstáculo superado.

Toqué la campana, hice clic en mi cronómetro, y las citas rápidas


empezaron.

Sabía que iba a ser un problema en el momento en que Hugh se sentó en


la primera mesa. Para empezar, él le frunció el ceño a todos, y después
procedió a gruñir a su pobre cita que temblaba de miedo. Me mordí el
labio, observando. ¿Debería intervenir? Dudé.

Entonces, Hugh se volvió y me dio una mirada grosera, como si todo esto
fuera por mi culpa.

Decidí dejarlo sufrir durante todo el ciclo de la cita rápida después de


eso.

Toqué la campana muy pronto, los cinco minutos eran como una
eternidad —para mí y para Hugh, imaginaba— y después me dirigí a
escoltar a Brad a su siguiente mesa.

—¿Encontraste a alguien que te guste? —le pregunté.

—Sí, pero dice que no sale con cambiadores —flirteó.

Qué bombón.
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Página
—Quise decir en tu mesa.

—Ah. Hay potencial, pero su voz no era ni mucho menos tan hermosa
como la tuya —me dijo.

—Tal vez la siguiente servirá —le dije, guiándolo con mi mano en su


manga, con cuidado de evitar el contacto con su piel. Dejé a Brad antes
de que pudiera coquetear más y reanudé mi posición al frente de la
habitación, donde toqué la campana de nuevo.

—Cita número dos, ¡empieza!

Cinco parejas inmediatamente empezaron a hablar y darse las manos.


Una pareja no lo hizo: la pareja número dos, Hugh y una hermosa cambia
algo. Debí haberlo adivinado. Ella había extendido la mano para que él la
estrechara. Él la había tomado, la examinó por un momento, y después
se la devolvió como que no está interesado. Pobre mujer.

Mientras veía a las parejas interactuar, mi mirada se deslizó de nuevo


hacia Brad Michigo. Reconocí el nombre, de la familia cambia-nutria.
Nunca antes había conocido a Brad, sin embargo. Habría recordado a
alguien que coqueteaba tan descaradamente como yo lo hacía.
Definitivamente parecía interesado, sin embargo, y aunque odiaba
admitirlo, su ceguera me había intrigado.

Si él era ciego, no se daría cuenta de mí cambiando en algo más si me


tocaba. Sentiría que estaba cambiando, bien, pero había maneras sobre
eso. Podría esposarlo al cabecero de mi cama, para empezar. O
emborracharlo. Algo.

Él no era mi Verdadero Amor, pero esto tenía potencial. Podría perder mi


virginidad después de todo.

Solo tenía que abandonar a mi gran sombra.

Escondí mi burbuja de entusiasmo mientras la rápida cita continuaba.


Hugh parecía francamente miserable, al igual que cada mujer que se
sentó con él, eso era una pena. Probablemente si pudiera encontrar a
alguien con quien pudiera tener una cita podría quitarlo de mi espalda lo
suficiente para saltar a la cama con un desconocido.

Ugh, no me gustaba la forma en que eso sonaba, pero tenía pocas


opciones.

Toqué el timbre final.


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—Muy bien todo el mundo. ¡La ronda final ha terminado! Por favor pasen
a entregar sus cartas. —Puse mi sonrisa más alegre—. Si hay una
coincidencia les notificaré vía e-mail más tarde esta noche.

Recolecté las cartas mientras las personas se me acercaban y me di


cuenta que unos pocos habían empezado el chat por su cuenta, riendo y
hablando. Era una buena señal. Significaba que tendríamos parejas
prometedoras. Lo peor era cuando todos salían en fila sin hablarse,
entonces sabía que la noche había ido mal.

Recibí once cartas —la de Hugh estaba en blanco y me dio una


desagradable mirada antes de pasar a mi lado— y miré hacia la fila para
ver que Brad estaba aún en su asiento.

—Espera aquí. —Y partí hacia Brad antes de que Hugh pudiera discutir
conmigo. Me acerqué y observé que Brad había volteado la cabeza hacia
mí antes de que llegara ahí, su sentido del olfato le advirtió de mi
presencia—. ¿Decidiste que no puedes tener suficiente de este lugar? —
bromeé poniendo mi mano en su manga de nuevo—. ¿O solo esperando
por mí?

Sonrió.

—Esperando por la oportunidad perfecta para señalar que las leyes


cambian y los cambiadores pueden ahora salir con humanos con la
aprobación de su alfa. Considerando que yo soy el alfa de mi grupo, me
doy permiso a mí mismo. ¿Entonces, qué me dices de unas bebidas?

—¿Bebidas? —Pretendí considerarlo, incluso mientras mi corazón


saltaba locamente en mi pecho. La emoción hizo que mis manos se
rizaran y mis dedos se clavaran en su manga.

—¿No acaso las bebidas conducen a algo más?

—Sólo si ambas partes quieren —dijo poniéndose de pie y colocándose


cerca de mí, extremadamente cerca—. ¿Por qué? ¿Estás interesada en
alguien más?

¡Necesito sexo!, quería gritar pero mantuve mi voz tímida.

—Yo podría…

Una mano gigante cayó sobre el pecho de Brad y otra en mi hombro y


fuimos forzados a separarnos. Hugh se interpuso entre nosotros.

—Ésta mujer no está disponible para ti —dijo Hugh con voz enojada—.
No la toques.
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—Hugh —dije dulcemente, mis dientes rechinaban—. Quítate, no es
asunto tuyo.

Brad levantó sus manos al aire, caminando con el bastón bajo su brazo.

—No quiero problemas, no me di cuenta de que ella estaba reclamada.

—No lo estoy —protesté—. No soy su compañera y quiero ir a tomar algo.

—No —dijo Hugh de nuevo y se giró hacia mí. Sus ojos eran los de un
gato feroz—. He soportado esto de las citas rápidas porque insististe.
Ahora es mi turno de insistir, Ryder te vas conmigo.

Quité la mano gigante de Hugh de mi hombro, furiosa.

—¿Y si digo que no?

—Parece que la dama no quiere ir contigo amigo —comenzó Brad


suavemente. Por mucho demasiado suave para un alfa, pensé con
amargura. Estaba claro que Brad era un poco mentiroso. Él le dio una
mirada de disculpa a Hugh—. Probablemente deberías dejarla sola.

—Mi trabajo es permanecer a su lado y proteger su virginidad —gruñó


Hugh en la cara de Brad. Su mano se cerró sobre mi hombro de nuevo.

A pesar de que estábamos en una de las salas contiguas al restaurante,


algunas personas voltearon a vernos al oír las palabras de Hugh.

—¡Oh Dios mío! —gemí—. No acabas de decir eso en un restaurante lleno


de gente.

—¿Y si ella no quiere que sea protegida? —preguntó Brad.

—Sí —dije, empujando la mano de Hugh de mi hombro de nuevo.

—Entonces voy a protegerla por ella —dijo Hugh—. En contra de su


voluntad si debo hacerlo.

—No puedes hacer que me vaya —le susurré—. Este es un lugar público.
—Estaba a salvo de él aquí.

Hugh se inclinó hacia mí, su cara cerca de la mía.

—Lamento lo que voy a hacer.

—¿Hacer? ¿Qué…?

Su mano se movió detrás de mi cuello, se inclinó hacia adelante y


presionó su boca contra la mía en un sorprendente y feroz beso. Sus
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labios presionados contra los míos, su olor en mi nariz y su cuerpo
pegado al mío.

Luego con la misma rapidez, se apartó. Miré hacia él, aturdida.

—Ahora nos vamos —dijo Hugh.

Parpadeé tratando de procesar todo esto. ¿Beso? ¿Irse? ¿Qué? Me agarró


de la mano y me arrastró hacia las puertas del restaurante.

Inmediatamente traté de huir, dándome cuenta de lo que se trataba todo


esto.

Él estaba intentando deliberadamente activar mi lado cambiante. Hugh


sabía que si mi maldición salía, no tendría más opción que salir de ahí
con él. La ira ardía en mi interior pero fue absorbida rápidamente por la
transformación amenazando mi cuerpo. Mi monstruo se enrolló y se
encabritó y sentí un estremecimiento en mi piel. El enojo con Hugh
desapareció y rápidamente se convirtió en miedo cuando los demás
comenzaron a mirarnos.

¡Maldito! Dejé de luchar y esparcí le di a todos un saludo alegre,


prácticamente corriendo con Hugh hacia el estacionamiento. Tuve que
hacer que las cosas parecieran normales o por el contrario alguien nos
seguiría, preocupado por mí, si alguien nos seguía, conseguiría una vista
de mi lado escamoso.

Era evidente que el cambio se presentaría lo quisiera o no. Incluso ahora,


podía sentir el latido de mis omóplatos que era el nacimiento de mis alas
y el dolor en mis encías dónde mis colmillos estaban a punto de salir. Mi
agarre se apretó en el de Hugh y sabía que esa presión pronto sería
intensa.

Pero si eso no comunicaba mi estado de ansiedad nada lo haría.

Tan pronto como llegamos al estacionamiento. Salí corriendo lejos de


Hugh. Él me dejó y yo seguí corriendo a mi auto. Mi mano buscó a tientas
para encontrar las llaves, pero estaban brotando garras y mis músculos
se engarrotaban, y me era imposible concentrarme. El dolor palpitó a
través de mi cuerpo.

Demasiado tarde. Antes de que pudiera abrir la puerta de mi auto, mis


piernas cedieron. Me agaché, acurrucándome mientras los cambios
sucedían.

Hugh se agachó a mi lado, su mano alisó mi espalda, ignorando el hecho


de que había bultos y mis músculos hervían.
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—Lo siento Ryder.

—Tú… apestas… —le susurré entre jadeos, mis manos apretadas


firmemente mientras mi cola salía de mi espalda. Di un pequeño grito de
dolor, mientras él me apretaba contra su pecho, ahogando mis gritos
mientras me abrazaba.

—Me duele hacerte esto —murmuró y su mano acarició mi cabello,


incluso mientras me acunaba apretadamente.

Peleé con él por un momento, pero débilmente. La transformación estaba


sucediendo y no podía detenerla más de lo que podía detenerlo a él de
presionarme cerca.

¿Y qué era peor? Con cada golpe de su mano en mi cabello, no quería que
se detuviera de sostenerme.

Nunca había estado en manos de un hombre, después de todo. Y ya que


éste sabía en lo que me iba a convertir, no me mantenía apartada. Bueno,
no mucho. Mientras las escamas recubrían mi piel, mi cara se endurecía
con protuberancias y cuernos, me acurruqué más cerca de su pecho,
dejando que me escondiera en el estacionamiento oscuro y sombrío.

Y respiré su salvajemente embriagador aroma. Olía tan bien. Tan


masculino. Y sus brazos a mi alrededor se sentían delicioso. Mi pulso
latía con fuerza, pero parecía centrado entre mis piernas en lugar de en
su lugar normal. Calor líquido se derramaba a través de mis músculos y
gemí de nuevo, la presencia de Hugh y su cercanía barría cualquier
recuerdo del dolor.

Aceptaría una transformación si permitía que un hombre me sostuviera,


estaba hambrienta por eso. Dolorosamente. Éste era uno de los
momentos más deliciosamente pecaminosos de mi vida, y casi podía
olvidar que tenía escamas, alas y una cola. Su mano seguía acariciando
mi cabello, mientras mi cuerpo se acalambraba y temblaba por el cambio.

—Te tengo Ryder, te tengo.

Era extraño, hace dos minutos quería golpear a Hugh en la cara por
arruinar mis planes. ¿Ahora? Me sentía acariciada, reconfortada y…
despierta. Puse mi mano en el amplio llano de su pecho… y fui repelida
por lo que vi. Garras largas en la punta de cada dedo, escamas color
verde-marrón y chichones que salían de mis brazos como una joyería
extraña.

No una hermosa vista.


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Con el momento arruinado, me empujé lejos de Hugh y desvié la cara,
dándole la espalda.

—No me toques.

—Muy bien. —Todavía se quedó junto a mí pero no me sostuvo. Su mano


se apartó de mi cabello y yo podría haber llorado por la pérdida.

Ahora que mi excitación había muerto, sin embargo también lo hizo la


transformación. Mordí un escamoso nudillo mientras la revelación pasó
a través de mí, regresando a mi forma humana linda y rubia. Minutos
más tarde, me quedé allí, jadeando con mi ropa estirada y rota en algunos
lugares.

Me enderecé y miré a Hugh, ajustando mi cárdigan ahora suelto.

—¿Vas a usar ese truco cada vez que hable con un hombre?

—No lo sé. ¿Vas a ofrecer tu virginidad a cada hombre que conozcas? —


Su voz era plana y fría.

—¿Importa? —grité, recogiendo mi bolso y colocando el contenido de


vuelta en él. Debí haberlo soltado cuándo estaba cambiando y mi
maquillaje estaba extendido por todo el asfalto del estacionamiento—. Me
empiezo a convertir en un monstruo tan pronto como cualquier hombre
me toca. Podría ofrecer mi virginidad a todos los que conozco y nadie sería
capaz de ver más allá de la cosa escamosa en la que me convierto. Ellos
piensan que obtendrán una Barbie y obtendrán un Coverfield en su
lugar.

—Yo… no entiendo esas cosas.

Me limpié las mejillas, odiando lo empapadas de lágrimas que estaban.

—Sólo cállate Hugh. Sólo cállate.


99
Página
Traducido por rihano

Corregido por flochi

C
ondujimos de regreso a trabajar en silencio, y tuve que fingir un
estado de ánimo alegre en la agencia por el resto de la noche. Si
Everett notó algo extraño en mi ropa, ahora muy estirada, o los
agujeros en mis alpargatas blancas donde las garras de las puntas de
mis pies habían atravesado la piel, no dijo nada. Buen hombre.

Hugh estuvo silencioso y hosco, también, aunque no se acercó. En


cambio, se cruzó de brazos y se sentó en ese taburete y me observó
mientras yo trabajaba. Fingí estar más ocupada de lo que realmente
estaba, hurgando en volantes y actualizando calendarios para los
próximos cinco años sólo para tener algo que hacer. Así no tendría que
mirar hacia él y estar avergonzada de que yo había llorado porque no
podía tener a un hombre abrazándome sin volverme toda Godzilla sobre
él.

La vida no era justa. Yo sólo tendría que aguantarme y hacer limonada


con mis limones, o pronto me encontraría sin limones por completo. Y
además, todavía tenía la esperanza. Mi Amor Verdadero podría estar por
ahí. Si lo conocía, él podía resolver todos mis problemas. Hugh no era él,
eso era seguro. Su beso había disparado un cambio instantáneo. Brad no
lo había sido, tampoco, pude decir eso por el apretón de manos. Así que
alguien más todavía estaba en el campo de juego.

El resto de la noche transcurrió lentamente, pero para el momento en


que las tres de la mañana llegaron, incluso el café no podía mantener mi
acostumbrado ánimo alegre. Cuando Everett ofreció cerrar, le di las
gracias y salí con Hugh, haciendo caso omiso de las miradas extrañas
que Everett estaba dirigiendo en nuestra dirección. Sin duda, él estaba
preguntándose qué tipo de cliente quería quedarse hasta las tres de la
mañana, pero no preguntó.

Eso era lo bueno de trabajar con cambiadores y seres sobrenaturales en


general. Solían ser muy reservados, así que ¿tú eras igualmente
reservado? Ellos no se entrometían demasiado. Sólo un beneficio
colateral del trabajo, suponía.
100
Página
Mi estómago gruñó, y mientras sacaba las llaves del auto, miré a Hugh.

—Hay un lugar cerca de comida china para llevar abierto las veinticuatro
horas. ¿Cómo te sientes acerca del arroz frito y el cerdo mu shu1?

—No tengo sentimientos por ellos.

Me reí a pesar de mí misma.

—Entonces no te importa si yo los ordeno. Entra en el auto.

Manejamos hasta el lugar. Ya que tenía compañía, pedí dos comidas de


tamaño familiar, completas con una infinidad de platos y todo el arroz y
la sopa caliente y amarga que una persona podía desear. Cuando
regresamos a mi apartamento, me llevé la comida a la cocina y empecé a
desempacar bandeja tras bandeja de verduras al vapor, lo mein2, arroz,
pollo y cerdo. Todo olía delicioso, y me estaba muriendo de hambre. Hugh
llegó a mi lado para olfatear todo.

—Sírvete —le dije. Me serví un plato y me senté.

Él siguió mi ejemplo, y no pude dejar de reír cuando se sentó con tres de


las cajas de cartón delante de sí mismo y una cuchara (a Hugh no le
gustaban los tenedores). Había ido directamente al plato principal. No
podía culparlo. Lo estudié mientras comía, notando la forma en que sus
ojos se abrieron mientras tomaba un bocado del General Tso3 y luego
comía más de lo mismo. Parecía que a mi hombre-dientes-de-sable le
gustaba la comida picante.

—Así que. Sabías que besarme me cambiaría —señalé—. No creo que


alguna vez te dijera eso.

Me miró con inquietud.

—Es de conocimiento común que los cambiados en ciernes no pueden


controlar sus impulsos sexuales.

Oh, genial.

1 Mu shu: En su versión tradicional china, consiste en carne de chuleta de cerdo en


tiras y huevo revuelto, salteados en aceite de sésamo y cacahuete con oreja de madera
(hongos negros) en tiras finas y capullos de lirio de día. Se condimenta con jengibre
picado y ajo, cebollino, salsa de soja y vino de arroz de cocina (normalmente huangjiu).
2
Lo mein: plato chino basado en la técnica stir-fried de fideos de harina. A menudo
contiene verdura y algunas porciones de carne o marisco, generalmente ternera, pollo,
cerdo, o gambas.
3
General Tso: plato de pollo frito agripicante.
101
Página
—Me gusta cómo eso es de conocimiento común para todos, menos para
la cambiada misma. Tuve que averiguarlo de la manera difícil. ¿Qué más
sabes acerca de los cambiados?

Dudó.

—Oh, vamos —dije, enojada—. ¿Qué hay de malo en decirme? Es


bastante claro que yo conozco algunos conceptos básicos. Sólo quiero
comparar notas. Eso es todo.

Tomó otro gran bocado del General Tso y masticó, pensando. Después de
que tragó, miró hacia mí.

—Cambiada es una palabra humana. Los fae la han adoptado porque les
divierte, pero cuando yo era joven, tu clase era llamada fionn gainne.
Significa “bonita escama”.

Solté un bufido.

—Nada es bonito sobre esto.

Pareció divertido por mi reacción.

—Tu clase es bastante apreciada.

Agité los palillos en el aire.

—Así me han dicho. Sigue.

—Los fionn gainne son muy raros, y en la infancia, muy frágiles. El reino
fae es duro e implacable, por lo que los fae han florecido a pesar de la
invasión humana. Su reino es seguro para ellos, precisamente porque es
tan peligroso. Nadie más se atrevería a vivir allí.

No dije nada. Yo había tenido mi probada de la ciudad primordial y había


acordado que no era para mí.

—Así que, ¿los fae dejan a los bebés cambiados con los humanos porque
es demasiado peligroso en su propio terreno?

—Los niños son encantados para parecer humanos y esconder su forma


natural. Y sí, entonces son intercambiados por un niño humano.

Mis ojos se abrieron, y puse mis palillos en mi plato, mi estómago revuelto


de repente.

—¿Qué pasa con el niño humano?


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Página
—Los fae son insensibles con la vida —dijo Hugh con voz plana—. No les
molesta jugar con otros con tal de que sirva a sus propósitos.

Quería tocar la marca en el interior de mi muslo, la marca que Finian


había dejado así me reconocería como “su” propiedad. Cuanto más
averiguaba acerca de los fae, menos me gustaba.

—Así que fui dejada aquí. ¿Esto… esto sucede a menudo? ¿Lo de cambiar
al bebé?

Se encogió de hombros.

—He oído rumores, pero las noticias que recibimos de los reinos fae
consisten sobre todo en lo que ellos deciden decirle a mi clase. —Su boca
expresiva hizo un gesto irónico—. Por suerte, les gusta presumir.

—Así parece. —Lo estudié con curiosidad—. Sin embargo, has visto a otro
como yo, ¿no es así?

—Lo he hecho —él estuvo de acuerdo—. Fue hace algún tiempo. Meses.
Tal vez años. Los fae pensaron que ella era muy interesante. Tuvo una
racha muy salvaje hasta que la domaron y la hicieron procrear. Tú
incluso podrías ser uno de sus cachorros. Creo que su nombre era Jer-
See Dayvil.

—¿Jer-See? Oh, Dios mío. ¿El diablo de Jersey? —Mi boca se abrió con
horror—. ¿Estoy relacionada con eso? —Todos los niños habían oído
hablar del Diablo de Jersey, el grande y escalofriante monstruo alado en
el bosque que aterrorizó a los primeros pobladores de América.

Hugh parecía incómodo.

—Es posible. No hay muchos de tu especie. Es por eso que eres tan
preciada. Sé de menos de una docena. Ser propietario de un cambiado es
todo un símbolo de estatus para los fae. Finian ha estado esperando por
ti durante muchos años.

Solté un suspiro.

—Así que el Diablo de Jersey, ¿eh? Supongo que ella nunca encontró a
su Amor Verdadero.

Hugh volvió su mirada felina hacia mí.

—Hablas de esto, pero no estoy familiarizado con eso. ¿Qué es esto del
“amor verdadero”?
103
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—Una adivina que tenía sangre fae me dijo que había una persona sobre
la tierra que es mi pareja perfecta. Mi Amor Verdadero. Si encuentro a
esa persona, voy a tener éxito en eludir mi maldición y no me
transformaré cuando él me toque.

Hugh me dio una mirada de lástima.

—Ryder. No estás maldita. La otra forma es lo que tú eres. Esa es tu


forma real. No hay amor verdadero que pueda arreglarlo. Ella te mintió.

Tragué saliva.

—No. Eso no es cierto. —No podía ser.

—Es cierto. Tu verdadera naturaleza supera al glamour cuando te


emocionas. Es por eso que pierdes el control de ésta. Eso es quién eres.
No eres un ser humano con un lado de criatura. Eres una criatura que
pretende ser humana.

Lágrimas calientes pincharon mis ojos mientras la desolación penetraba.


Lo que él dijo tenía el tono de la verdad, y Hugh no podía mentirme.

—Así que, ¿no hay nadie que pueda salvarme?

—Nunca he oído hablar de tal cosa.

Quería gritar como un bebé. Se sentía como si la alfombra hubiera sido


sacada de debajo de mis pies. Todas las esperanzas, desaparecidas en un
instante.

—Entonces estoy jodida.

—Lo siento, Ryder. —Hugh apartó su comida y su gran mano agarró mi


hombro de nuevo—. Sé que crees que soy cruel, pero si hubiera otra
manera para ti, mi tarea no sería tan fácil.

¿Esto era fácil para él? Me sentía desolada.

—Bueno —dije—. Gracias por el beso, en todo caso. Los que obtengo son
pocos y distantes entre sí, y siempre terminan mal.

Él me dio una mirada curiosa.

—¿Fue uno bueno?

—Para ser honesta, fue tan breve que no lo criticaría exactamente.

Hugh me miró durante tanto tiempo que me puso nerviosa. Por último,
dijo:
104
Página
—¿Son... son más largos?

—¿Los besos? —Estaba tan sorprendida que por un momento no pude


responder. Mi cuerpo se sintió de repente ruborizado con la excitación,
pero no me transformé. Él no me había tocado, después de todo. Yo podía
estar excitada, siempre y cuando no fuera provocada por el tacto—. Hay
un montón de diferentes tipos de besos, Hugh. Algunos son cortos y
dulces, y algunos toman tanto tiempo que dejan a ambas partes sin
aliento al final.

O eso es lo que había oído.

Su mirada se posó en mi boca, y sentí mis pezones endurecerse en


respuesta.

—¿Sin aliento? ¿Simplemente por presionar bocas?

—No es sólo eso —le dije, lamiendo mis labios—. Esa no es la única
manera de besar. Puedes morder los labios de la otra persona, o
chuparlos, o puedes utilizar la lengua.

—¿Lengua?

—Sí. Tú… —Me sonrojé—. Empujas la lengua en la boca del otro. Es muy
erótico.

—Dime más sobre esto. ¿Eres muy experimentada?

Mi boca se torció en una sonrisa irónica.

—De ningún modo. Tengo un problema, ¿recuerdas?

Pareció escéptico, una gruesa ceja arqueada.

—Entonces, ¿cómo sabes cómo es?

Me reí, porque él parecía tan incómodo al pensar que yo podría estar


mintiéndole.

—Tengo ojos, por supuesto. Veo lo que la gente hace. Y luego está siempre
la televisión. —Mis ojos se abrieron y me puse de pie, olvidándome de la
cena—. Santo cielo, no te he mostrado la televisión, ¿verdad? Ven,
sígueme.

Él lo hizo, llevando una de las cajas de comida para llevar con él mientras
me seguía.

—¿Qué es esta “Televisión”? Me lo explicarás.


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Página
—Sería mejor que te lo muestre —le dije—. Siéntate y conseguiré el
mando a distancia.

Se dejó caer en un extremo de mi sofá, aun comiendo y observándome


con curiosidad. Me di cuenta de que su mirada estaba siguiendo mi figura
y que se centró en mi trasero cuando me arrodillé para recoger el mando
a distancia de su lugar en el soporte del televisor. ¿Así que Hugh me
estaba mirando? Debe haber sido porque habíamos estado hablando de
cosas sexys y su experiencia con las mujeres era limitada. Si yo no tuviera
experiencia con los hombres y uno estuviera justo en frente de mí, supuse
que lo miraría fijamente, también.

Aun así, me hizo sentir cálida y podría haber rodado mis caderas un poco
más mientras me dirigía al otro lado de mi sala de estar para sentarme
al lado de Hugh en el sofá. Apunté el mando a distancia e inmediatamente
la TV se encendió, con las noticias a todo volumen. Me gustó la forma en
que Hugh saltó, asustado, ante la vista, sus ojos agrandándose. Eché un
vistazo a la televisión, tratando de ver a través de sus ojos. Nada
emocionante estaba sucediendo, sólo un informe del tiempo.

—Es una caja que transmite imágenes —le expliqué—. Y podemos elegir
lo que queremos ver. Déjame ver si puedo encontrar algo con besos.

Pasé al siguiente canal, y Hugh saltó mientras caballos galopaban en la


pradera, una vieja película del oeste. Lo pasé de nuevo, y Hugh volvió a
mirarme.

—¿A dónde iban esos caballos?

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Es sólo un viejo corte del oeste.

—¿Del oeste? —Señaló con su tenedor a la pantalla de nuevo—. Me


gustaría ver más de los caballos. Son comida sabrosa y criaturas raras
en mi mundo.

—No son raros aquí —le dije—. Y nadie en los Estados Unidos come
caballos.

Resopló.

—Entonces son tontos.

Pasé unos pocos canales más, haciendo caso omiso de sus sonidos de
protesta mientras pasábamos elemento interesante tras elemento
interesante. Pero necesitaba encontrar besos, maldita sea. ¿Por qué era
106
Página
que no podía encontrar nada ni remotamente romántico a las tres de la
mañana? Miré a Hugh, quien estaba empujando el General Tso en su
boca, sus grandes ojos fijos en el televisor mientras alguien levantaba
una batidora de mano en el canal de compras.

Miré mi pequeña colección de DVD, pero no vi nada que gritara momentos


sexys. Tiempo para medidas desesperadas. Hice clic sobre un canal de
pago y seleccioné la primera porno que salió.

—Sólo vamos a ver los primeros minutos de esto, ¿de acuerdo?

—¿Qué es?

—Ya verás —dije e hice clic en reproducir.

Me estremecí cuando la música cursi llenó la habitación y un chico de


pizza caminó por el pasillo de un edificio de apartamentos. Quería
taparme la cara de vergüenza por el cliché, pero eché un vistazo a Hugh
en su lugar. Él observaba, embelesado, ya no comiendo, cuando el chico
de la pizza tocó el timbre de la puerta y se puso a conversar con la rubia,
con poca ropa, que abrió la puerta.

Entonces sus ojos se desorbitaron.

Contuve mi risita ante su mirada de asombro y miré a la TV de nuevo.


Efectivamente, la rubia tenía al chico de la pizza por el cuello de su
camisa y lo estaba arrastrando hacia su apartamento, su boca clavada
en la de este. Había un montón de lengua y, profundos gemidos jadeantes
provenientes de ellos, mientras se besuqueaban en voz alta y hacían
toneladas de ruido. La chica siguió haciendo este gemido agudo en su
garganta mientras besaba al hombre. El sonido tanto me avergonzaba
como me fascinaba, y sentí a mi monstruo cosquillear. Mordí el interior
de mi mejilla para contenerla y miré a Hugh.

Sus ojos se habían entrecerrado, y se quedó mirando la televisión con


tanta fuerza que su rostro tenía dibujadas líneas rígidas por la
concentración.

Por alguna razón, eso hizo que mi lado cambiante cosquilleara más duro,
y sentí a mi cuerpo empezar a doler con la necesidad de transformarme.
Rápidamente levanté el mando a distancia para apagar el televisor de
nuevo.

Hugh me detuvo, agarrando con cuidado mi manga sin tocar mi piel.

—Quiero ver. —Su mirada permaneció fija en la pantalla del televisor.


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Página
Bajé la mano y dejé el televisor encendido, pero no miré a la pantalla. No
podía mirarla por más tiempo. Me quedé mirando a Hugh en su lugar,
tratando de borrar los ruidos procedentes de la televisión, mientras veía
su perfil.

Estaba completamente fascinado, sus ojos brillaban con el reflejo de la


pantalla, con todos los músculos bloqueados rígidamente en su lugar
mientras continuaba observando.

Se me ocurrió que esto podría haber sido su primera experiencia con


cualquier tipo de sexualidad, dado que su pueblo, los primordiales, no
tenían mujeres en su pequeña dimensión. No estaba segura de que una
película porno debía ser su puerta de entrada al conocimiento carnal,
pero no sabía qué más hacer.

—¿Sí, te gusta eso, puta? —dijo una de las voces en la televisión.

Eso me llamó mi atención, y con los ojos abiertos, me di la vuelta hacia


la pantalla. El hombre de la cámara tenía sus pantalones desabrochados
y su polla fuera. La mujer estaba de rodillas delante de él, y mientras veía
con una mezcla de excitación y horror, él tomó su pene y golpeó su cara
con esta.

—¿Quieres eso, puta? —preguntó el hombre de nuevo, y la mujer en la


televisión gimió y se frotó la cara contra él.

Sentí un pulso caliente quemar a través de mi cuerpo.

—No puedo sentarme aquí —le dije a Hugh y me levanté. Era demasiado
incómodo. Y excitante. Un toque de Hugh y mis alas estallarían fuera de
mi espalda. Dejé el mando a distancia en el sofá.

Si Hugh notó mi retirada precipitada, ciertamente no la siguió.

Sospechaba que no lo vería hasta que la película hubiera terminado.


Sacudí la cabeza para despejarla. Una bonita y fría ducha, y luego me
iría a la cama. Trataría con todas mis fuerzas de no pensar nada más
sobre Hugh viendo porno en mi sala de estar, con sus ojos felinos
relucientes mientras observaba a la gente follar en la pantalla.

Ciertamente traté de no pensar en lo que habría pasado si me hubiera


quedado en la habitación con él. ¿Habría mirado hacia mí en algún
momento? ¿Querría probar algo? Mi respiración se aceleró y toqué mi
mejilla… y lo imaginé sintiendo mis feas escamas.

La tristeza se apoderó de mí. Sí. No en esta vida.


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Traducido por LizC, nelshia y Becca Herondale

Corregido por Dianna K

M
i calendario era todo un desastre, gracias a los días perdidos,
pero di prioridad a las cosas, y lo primero en la lista era el
almuerzo de hacer las paces con mi mejor amiga, Marie.

Marie Bellavance era unos años mayor que yo y más o menos mi polo
opuesto. Era gruñona y sarcástica, donde yo era alegre y feliz. Me gustaba
el maquillaje y las cosas cursis. Marie llevaba grandes gafas de friki, no
hacía nada con su oscuro cabello rizado, y tenía el vestuario más
aburrido posible. Ella también maldecía como un marinero, siempre en
francés. Y hasta el mes pasado, era una mujer puma recién convertida.

Pero adoraba a Marie por completo. La había adorado desde la primera


vez que entró en Midnight Liaisons. A pesar de su personalidad agria, era
una maravilla para pasar el rato. Era mordaz y tenía una lengua aún más
mordaz, y me encantaba verla esgrimirla contra los desprevenidos.
Sentarme frente a ella todas las noches en el trabajo había hecho que el
tiempo pasara rápido, y que nos divirtiéramos juntas mucho más.
Durante los períodos lentos, charlábamos durante horas sobre todo en el
mundo.

Marie también conocía mi lado secreto. Después que un cliente se


hubiera puesto un poco demasiado dulce conmigo una vez y confundiera
mi coqueteo ocasional con una verdadera atracción, él había agarrado mi
mano. Yo la había retorcido para liberarla y me retiré a la sala de
conferencias en la parte de atrás mientras Marie lo había echado, y
entonces me había atrapado a medio cambio. En lugar de salir corriendo,
ella cerró tranquilamente la puerta y esperó hasta que yo volviera a
cambiar, luego me preguntó si necesitaba un poco de agua. Le rogué y
supliqué que no dijera nada, e hicimos nuestro primer juramento del
meñique esa noche. No me había dado cuenta de que, los ojos oscuros y
tristes de Marie me habían aceptado tan fácilmente porque ella había
tenido sus propios secretos, y cuando se había puesto cada vez más
enferma, me di cuenta que también podía mantener sus secretos.
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Esos secretos mutuos habían cimentado nuestro vínculo. Y a pesar de
que Marie había sido despedida de la agencia y ahora estaba trabajando
como asistente personal de Beau, todavía éramos las mejores amigas.
Aunque echaba de menos verla sentada frente a mí cada noche.
Savannah era una chica dulce y tranquila, pero no era Marie. El trabajo
no se había sentido igual desde que Marie se había ido.

Ahora que Marie trabajaba de día y yo todavía estaba atrapada en las


noches, no teníamos la oportunidad de reunirnos con la frecuencia que
nos hubiera gustado. Nuestros almuerzos semanales regulares servían
para ponernos al día en los chismes que eran demasiado largos para
escribirnos entre sí. Sin embargo, el almuerzo de hoy, era para ponernos
al día en todo dado que la había estado dejando plantada. Y ella no quería
esperar a nuestra cita regular para conseguir los detalles, no la culpaba.

Para nuestra reunión, me había puesto unos capris de jeans florales y


una corta blusa entallada de color rosa (a juego con sandalias de color
rosa, por supuesto). Mi cabello rubio estaba recogido en dos moños, y
había complementado mi conjunto con mi bolso favorito de Hello Kitty.

¿La única cosa que estropeaba mi linda perfección?

Mi gran y escalofriante sombra, Hugh, que había venido al almuerzo


conmigo.

Entre los mensajes de texto, Marie y yo habíamos acordado reunirnos en


algún lugar un poco diferente para el almuerzo: una cafetería en el centro
comercial. Esperaba poder darle a Hugh unos cuantos dólares y hacer
que se pusiera a explorar mientras charlaba con mi amiga. Seguramente
estaría completamente a salvo en público, ¿no?

Hugh no lo creía.

—No —dijo cuando dulcemente sugerí que se fuera.

—Solo por una hora —supliqué—. Vamos.

—No.

—Voy a estar en medio de una cafetería concurrida. No es como si alguien


fuera a intentar cualquier cosa. ¡No tienes que estar cernido sobre mí!

—Ese es mi trabajo. —Él frunció el ceño mientras me colgaba mi bolso


sobre mi hombro—. Es especialmente importante que permanezca cerca
hoy.

—¿Por qué?
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—Tu ropa es inapropiada.

¿Estaba bromeando? Bajé la vista a mi atuendo.

—¿Qué hay de malo en lo que estoy usando? Es lindo.

Él pasó una mano por su boca.

—Tu… estómago está expuesto.

—Lo sé. —Me balanceé un poco a modo de demostración. Tenía un buen


estómago… en forma humana de todos modos—. Eso pasa cuando llevas
una blusa entallada.

—Será… atractivo para los hombres. —No podía dejar de mirar a mi


estómago.

Mi piel se erizó y recordé que lo había dejado la noche anterior en


compañía de una película porno. ¿Qué había visto? ¿Qué estaba
pensando? Sentí que mi monstruo empezaba a surgir y luché para
hacerlo retroceder.

—¿Toda esta modestia viniendo de un hombre que tiende a caminar


desnudo?

Para mi sorpresa, él frunció el ceño.

—Eso es diferente.

—No seas todo chovinista conmigo, Hugh. Estoy autorizada a usar lo que
quiero.

—Y yo estoy autorizado a permanecer a tu lado.

Suspiré.

—¿Si me pongo algo más modesto, me prometes que me dejarás sola por
unas horas?

—No.

—Entonces, la blusa entallada se queda.

—Igual que yo.

Tomé una respiración larga y estabilizante, y tintineé las llaves del auto
hacia él, sabiendo que no iba a llegar a ninguna parte.

—Entonces vamos. No quiero llegar tarde, y vamos a tener que


acomodarte en un lugar cercano sin volver loca a Marie en el proceso.
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Página
Mientras nos dirigíamos al centro comercial, los dos permanecimos en
silencio. No era propio de mí permanecer tranquila cuando podía
coquetear, pero las cosas se sentían extrañamente raras con Hugh. Para
empezar, había visto porno anoche. Su primera porno. Yo nunca había
logrado ver una, porque incluso algunos segundos de un poco de piel me
daba el impulso incómodo de transformarme, y odiaba la sensación de
impotencia que me provocaba.

Pero eso no significaba que no estuviera envidiosa por él viendo


pornografía. Estaba tan curiosa. ¿Había sido sexy? ¿Se había excitado al
verla? ¿Había tomado notas mentales sobre qué hacer a su compañera
cuando la consiguiera?

Y entonces me lo imaginé dando a una mujer alta de aspecto felino


aquellos profundos besos húmedos como en la película, y fruncí el ceño.
No quería pensar en eso. Por alguna razón, el pensamiento me irritaba.
Tal vez porque si él conseguía su compañera, yo estaría completamente
jodida.

No parecía justo. Para que él consiguiera su fantasía, yo iba a tener que


vivir una pesadilla. Miré a Hugh mientras conducía y encontré su mirada
en mí más de una vez. Sin embargo, cada vez que lo vi, él la apartó de
nuevo, como si lo avergonzara el ser atrapado haciéndolo.

Y eso me hizo preguntarme.

El centro comercial local no estaba tan lleno a la hora del almuerzo en


un día laborable. Había una multitud moderada, así que estacioné el auto
y nos dirigimos al interior. Hugh obtuvo algunas miradas, pero supuse
que era sobre todo debido a su tamaño y no a sus brazos y piernas
ligeramente peludas, o sus colmillos y ojos de gato. Sabía que esos
estaban allí, pero los extraños podrían no notar nada a menos que se
detuvieran muy cerca de él. Con el tamaño intimidante de Hugh, eso no
era probable.

—Bueno, aquí está la cosa —le dije cuando entramos en la cafetería


quince minutos antes. Era una pequeña cadena de cafés muy alegre con
diminutas mesas y un montón de cursiladas en las paredes. No era uno
de mis favoritos, pero no podríamos haber elegido un mejor lugar para
mezclarnos. Recorrí la habitación y me dirigí a la parte posterior, Hugh
arrastrando los pies detrás de mí. Había una gran multitud, gracias a la
comida, pero me las arreglé para encontrar dos mesas bastante
cercanas—. No te puedes sentar conmigo o me vas a volver loca. Así que
necesito que te sientes en esta mesa de aquí. —Señalé a una de las mesas
vacías en la esquina—. Y yo me voy a sentar aquí.
113
Página
La mesa que señalé para mí estaba dos mesas más allá.

Hugh frunció el ceño.

—No.

Me volví y le di una mirada exasperada.

—Vamos. Estoy al alcance del oído. Serás capaz de escuchar todo lo que
decimos sin estar sobre mí como una mamá gallina sobreprotectora.
Mientras tanto, yo voy a tener algo parecido a la privacidad. ¿Entiendes?
Necesito esto o voy a perder la calma.

Él me estudió por un largo momento, luego dio una breve inclinación de


cabeza.

—Muy bien.

Le di a su hombro un pequeño apretón feliz.

—¡Gracias, Hugh! Eres el mejor.

Hugh me dio un gesto brusco y se sentó en la mesa, pareciendo


momentáneamente perdido. Tomó el rollo de servilletas de plata y lo
examinó con curiosidad.

—Solo siéntate aquí y pide algo de comida —le dije—. Diles que yo voy a
pagar por tu cuenta. —Me incliné sobre la mesa para sacar el menú, y
cuando me enderecé, me di cuenta de que Hugh también se echó hacia
atrás, sus fosas nasales dilatadas—. Acabas… ¿acabas de oler mi
cabello?

Él no me miraba. En cambio, veía fijamente el menú que le entregué.

Eso me hizo sentir un poco… divertida. Alagada.

—El menú tiene fotos —le dije sin aliento—. Simplemente apunta a algo
que se vea bien y no te preocupes por el costo. El cuarto de baño está al
otro lado de la habitación si lo necesitas. —Esperaba no tener que
mostrarle cómo funcionaban las manijas del agua… de nuevo.

—Voy a estar bien —dijo en voz baja, echando una rápida mirada a mi
estómago desnudo.

Una vez más eso provocó un aleteo raro en mi estómago. Mi monstruo se


removió pero no se levantó a la superficie. ¿Solo nervios? ¿Ansiedad?
Algo. Sin embargo, la forma en que me miraba parecía muy personal. Y
él no me había contestado cuando le pregunté si había olfateado mi
cabello.
114
Página
Lo que significaba que había olido mi cabello y no quería admitirlo.

Me senté en la mesa de al lado, esperando a Marie y pretendiendo ver el


menú. Mis pensamientos estaban dando vueltas, y estaba distraída hasta
que Marie se dejó caer pesadamente en el asiento frente a mí.

—Tierra a Ryder, adelante, por favor. Te he saludado dos veces.

—¡Ah! —Me enderecé de golpe y apresuradamente dejé el menú en la


mesa—. Lo siento. Estaba perdida en mis pensamientos. Hola, nena.

—Es evidente. —Marie sonrió y se echó el cabello desordenado por


encima del hombro—. Me alegro de verte, tontita. ¿Dónde has estado
escondida?

—¿Escondida? —pregunté con aire ausente.

—Desapareciste por días —dijo con el ceño fruncido—. No contestaste


mis llamadas o mensajes ni nada. Estaba muy preocupada.

—Oh. Surgieron cosas. —Balanceé mi meñique hacia ella.

—Cosas —dijo inexpresivamente, desenrollando sus cubiertos y dándome


una mirada escéptica que decía claramente que no creía en mi respuesta
demasiado simple—. ¿Tienes muchas cosas en mente o algo así?

—Algo así —le dije.

Sus fosas nasales se dilataron, y se frotó la nariz.

—Hueles como a gato. No sé qué tipo, pero a gato, sin duda. —Levantó la
cabeza y miró alrededor—. Un gato que está aquí. —Su mirada recorrió
la estancia y se detuvo dos mesas más allá, sobre Hugh. Luego su mirada
se giró hacia mí—. ¿No me digas que estás saliendo con el Alto, Oscuro,
y Feroz de allá?

—No estoy saliendo con nadie —susurré—. Lo sabes.

—¿Pero ese es el que necesitaba el cambio de ropa para el otro día? —


Ella le echó un vistazo por encima de las gafas que se deslizaban por su
nariz—. ¿Ese sujeto?

Le di una mirada impotente y extendí mi dedo meñique.

Ella suspiró profundamente.

—Voyons. Estoy empezando a odiar los juramentos de meñique. —


Aunque enganchó su dedo meñique al mío—. Entonces, háblame del
trabajo. ¿Cómo le está yendo a Savannah?
115
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—Cuando está allí, muy bien —dije—. Pero ha estado muy enferma con
el embarazo. Fui el otro día y Everett estaba en su puesto. No creo que
fuera un gran fan del asunto.

Ella se rio entre dientes, mirando por encima del menú.

—No, supongo que no.

Llegó la camarera, una chica adolescente que era toda sonrisas.

—Hola, ¿qué puedo conseguirle a las damas de beber?

Marie pidió agua, y yo tomé café, luego hice un gesto a la mesa de Hugh.

—También voy a pagar por aquella mesa.

—Oh. —La camarera me dio una mirada confusa—. Bueno. Entonces,


vuelvo en un minuto para obtener sus órdenes. —Ella se encaminó hacia
la mesa de Hugh y lo saludó.

Marie se subió las gafas por la nariz y me dio una mirada escéptica.

—Llámame loca, pero, ¿contrataste a un gigoló o algo así para resolver tu


pequeño problema?

—¿Qué? ¡No! Estás loca. —Y Dios, eso me hizo sonrojar. No solo porque
era vergonzoso, sino también porque estaba bastante segura de que iba
a tener que explicar lo de gigoló a Hugh después—. Es una larga historia.
Pero voy a pagar por su comida, y no, no voy a decir más que eso.

—Biiiien —dijo Marie—. Así que vamos a volver a Savannah. ¿Aún no


habla con Connor?

—Solo cuando tiene que hacerlo. Al menos eso es lo que tengo entendido.

—Pobre chico. También pobre Savannah. Él está miserablemente


enamorado de ella, y ella es simplemente miserable. —Marie negó con la
cabeza—. Beau está todo atado en nudos por eso.

—¿Por qué? Savannah es su prima. —No entendía por qué Beau, quien
tenía una bonita y dulce esposa humana llamada Bathsheba, estaría muy
estresado por la vida amorosa de Savannah—. Es un adulto, ¿no? Puede
salir con quien quiera.

—Sí, pero Connor es un lobo. Sabes cuán tensas están los asuntos con
ellos desde la cosa de Sara.

—Ah. —Como yo era humana, nadie nunca me había dado un montón


de detalles sobre “la cosa de Sara”, pero por lo que sabía, una de las
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manadas de lobos cercanas había intentado reclamar a la hermana de
Bath, Sara, como suya.

Había ido tan bien como se podía esperar. Algunos lobos habían sido
exiliados, los líderes de manada habían cambiado, Sara quedó libre, y la
mayoría de los miembros de la Alianza evitan a los licántropos aún más
que antes. Los lobos no eran queridos en territorio de la Alianza.

Lo que lo hacía más difícil para Savannah, porque ella había entrado en
celo hacía unos meses y había sido embarazada por Connor. Un lobo.
Todo era un desastre. Por lo que podía decir, Connor estaba
desesperadamente enamorado de Savannah, y Savannah resentía a
Connor por embarazarla.

Sí. Complicado.

—Beau quiere que los lobos sean bienvenidos para que puedan continuar
los avances con las manadas, pero todo el asunto de Savannah-Connor
sigue sin resolverse, y con la historia de Sara con las manadas, es sólo
un momento extraño por ahora. Beau se tensa cada vez que tenemos una
llamada de un lobo local, aunque la mayoría de ellas son del tipo de
preguntas benignas. —Ella se encogió de hombros—. Puedo decir cuando
un problema está relacionado con lobos sólo por las líneas de tensión en
su frente.

—¿Te gusta trabajar para él? —Le pregunté cuando la camarera se detuvo
y dejó nuestras bebidas, luego tomó nuestros pedidos. Pedí una ensalada,
y Marie pidió lo mismo. Ella me había dicho que la carne a veces hace
que fuera difícil controlar su nuevo lado cambiante, así que iba por lo
vegetariano cuando podía. Entendí eso. Vivía una vida de evitar
detonantes.

—Lo hago —admitió Marie una vez que la camarera se había ido—. Bath
está allí tan a menudo y veo a muchas de las mismas personas que es
casi como estar en la oficina de nuevo, excepto que estoy trabajando de
día ahora en lugar de por las noches, y tú no estás allí. —Ella me dio una
mueca triste y simuló una lágrima bajando por su mejilla.

Fue entonces cuando me di cuenta de la gran roca parpadeando en su


dedo. Di un grito ahogado y agarré su mano.

—Santa mierda, ¿qué es esto?

Ella dio un pequeño salto feliz en su asiento.

—¿Qué crees que es, tonta? ¡Josh se propuso!


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Compartimos un chillido de niña, y apreté su mano alegremente.

—¡Oh Dios mío! ¡Estoy muy emocionada por ti!

Marie parecía incapaz de dejar de sonreír.

—¡Gracias! Estoy tan emocionada. Sucedió hace dos días. Traté de


llamarte, pero no me respondiste. —Me dio otra mirada curiosa.

Meneé mi meñique hacia ella.

Ella rodó los ojos.

—Solo dame los detalles y no escatimes en nada —le dije, inclinándome


hacia adelante y apoyando la barbilla en mis manos de forma soñadora—
. Necesito saberlo todo.

Durante la siguiente media hora, picamos nuestras ensaladas y Marie


habló con gestos felices y animados sobre Josh y su mudanza a su
apartamento. Actuó exasperada cuando hablaba de sus disputas con
respecto a cuya ropa iba donde (Marie era una maniática del orden y Josh
era al parecer un vago), pero cada vez que decía su nombre, lo hacía con
una nota de afecto. Entonces me dijo todo sobre el compromiso. Cómo
habían ido a Konstantine’s y la había llevado al callejón (lo que
aparentemente significaba algo para ambos) y cómo la bañó de flores y
tenía una banda allí para una serenata. Él se había arrodillado en medio
del callejón sucio y le propuso matrimonio, y ella sonrió, como si hubiera
sido la cosa más romántica.

Extraño, pero a Marie le encantó, así que no podía protestar.

Después habló de sus planes para el futuro. Se casarían en algún


momento del próximo año, y luego tal vez conseguirían una casa en Little
Paradise para estar más cerca de la familia de Josh; él era uno de los
muchos Russell hombre-pumas de la zona, y Marie encajó naturalmente
en su clan también. Su padre quería pagar la boda, y las dos familias ya
discutían acerca de la ubicación y el banquete.

—Sólo han pasado dos días —dijo con una sonrisa exasperada. Tomó otro
bocado de lechuga en su boca y añadió—: Sólo puedo imaginar cómo va
a ser el próximo año.

—Oh, vas a disfrutar cada parte de ello —le dije con una sonrisa—.
Admítelo.

—Tal vez sólo un poco.


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Sonreí para ocultar mi melancolía. Marie estaba muy feliz y animada. Yo
estaba acostumbrada a la Marie pálida y sarcástica, pero la Marie del
último mes realmente había salido de su caparazón. Estaba animada y
tenía color en las mejillas por primera vez desde que la conocía, y parecía
saludable y oh-tan-feliz. Estaba radiante.

Y yo estaba locamente envidiosa de mi amiga. Su vida era perfecta y


encarrilada.

La mía estaba en peligro de quedarse fuera de los carriles.

—¿Así que vendrás a la fiesta por el compromiso? Es en una semana a


partir de mañana. Incluso puedes llevar a tu cita. —Le guiñó un ojo y
asintió hacia Hugh—. Va a ser muy divertido.

—Por supuesto que voy a estar ahí —le dije, compartiendo su


entusiasmo—. ¿Me necesitas para cualquier cosa? ¿Ayudar con algo?

—Es una reunión muy informal —dijo—. Vamos a alquilar un lugar de


barbacoa en Little Paradise, aunque personalmente pienso que una pizza
o dos sería genial.

El sonido de cristales rotos me hizo saltar en mi asiento, y Marie se


estremeció, aferrando sus manos a sus sensibles oídos de puma. Miré a
la dirección de los cristales rotos...

Y vi a Hugh sentado en su mesa solo, su bebida derramada sobre la mesa,


el vidrio roto en su mano. Me miraba fijamente con una mirada intensa
en su rostro, y sus mejillas estaban de color rojo brillante. La sangre
cubría su mano.

Él había destrozado su vaso en la mano por accidente tan pronto como


había oído la palabra pizza. Y sabía por qué, y el pensamiento me llenó
de calor.

Parecía que la película porno de la noche anterior había afectado a Hugh


más de lo que había dejado entrever. Me levanté y corrí a su mesa,
llevando mi servilleta incluso mientras la camarera se apresuraba.

—Oh, Dios mío —jadeó la camarera, quitando el vaso de la mesa y


poniéndolo en una bandeja—. Lo siento mucho, señor. Déjeme traerle
otra bebida y unas servilletas. ¿Está bien?

Le eché un vistazo a su mano.

—¿Te lastimaste?

Él me miró.
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—Mi recipiente para beber se rompió.

—Ya veo —dije suavemente—. ¿Quieres que te ayude? —Mantuve mi


servilleta hacia él, con la intención de cubrir su mano.

—No —dijo Hugh mientras me arrebataba la servilleta.

—Está bien, que así sea. —Fui a sentarme de nuevo con Marie.

Ella observó a Hugh confundida, una arruga frunciendo su ceño.

—¿Él está bien?

—Está bien —dije alegremente—. Simplemente no es bueno con las cosas


frágiles.

—Entonces es probablemente bueno que no estés saliendo con él —dijo


Marie.

Por alguna razón, no me gustó ese comentario. Yo no era tan frágil. Miré
y vi que la camarera había permanecido al lado de Hugh y estaba
limpiando su mano, tomándola entre las suyas y limpiando la sangre
mientras ella balbuceaba acerca de cuanto lo sentía. Hugh parecía…
confundido. Como si quisiera alejar su mano, pero no pudiera. Él miró a
la mujer, fascinado, mientras ella se desvivía por él.

¿Estaba pensando en su pareja? Sentí otra oleada de envidia. Todo el


mundo estaba consiguiendo su felices para siempre, excepto yo.

—Oh, mierda —susurró Marie mientras levantaba mi tenedor de nuevo—


. No mires ahora, pero las cosas se van a poner muy concurridas aquí.

—¿Eh? —Levanté la mirada y la encontré mirando por encima de mi


hombro. Miré detrás de mí y me congelé.

Una celebridad con una cara de niño bonito y rizos despeinados estaba
paseando a través de la cafetería. Saludó a la gente mientras risueñas
mujeres sacaron sus teléfonos con cámara y tomaron imágenes de él.
Una celebridad famosa. En el centro comercial en el que estaba
almorzando. ¡Qué notable coincidencia!

Sí, claro.

Mi corazón se hundió. Una de los fae estaba aquí. Justo lo que


necesitaba. Mientras que este hombre tenía la cara de un actor poco
conocido de una reciente película de piratas, yo sabía que tenía que ser
Finian, comprobándome. Los fae podían tomar cualquier aspecto que
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Página
quisieran, y a menudo cambiaban entre algunas opciones de
celebridades.

Mi ensalada de repente sabía como tierra en mi boca.

—Probablemente debería irme —le dije a Marie cuando levanté una mano
para llamar a la camarera.

—¿Irte? Pero apenas hemos hablado —dijo, dándome una mirada


extraña.

—Lo sé. —Miré al hombre fae de nuevo mientras se negaba a dar


autógrafos y posaba para las fotos en el lado opuesto de la habitación.
¿Era mi imaginación o estaba acercándose a este extremo de la cafetería?
¿O era simplemente paranoica?

Resultó que pues no, no era paranoica; el fae hizo un círculo alrededor
de la habitación y comenzó a dirigirse infaliblemente en nuestra
dirección, su mirada centrada en mí. Una fría sonrisa cruzaba su rostro
mientras se apresuraba hacia mí.

Estaba atrapada.

Marie continuó dándome esa mirada extraña mientras me levantaba,


buscando a tientas mi bolso.

—Necesito la cuenta —le dije de nuevo—. Me tengo que ir. Lo siento.

—Está bien —me dijo—. Puedo cubrir la cuenta.

Le di una mirada de agradecimiento y me moví para dirigirme a la mesa


de Hugh.

El fae se puso delante de mí.

—Hola, delicia. ¿Qué tenemos aquí? —Él inclinó la cabeza, mirándome


con ojos fascinados—. ¿Es este mi día de suerte?

Mantuve mi voz baja.

—¿Cómo me encontraste?

—Oh, es obvio, mi amor —dijo con una voz suave—. Estás positivamente
nublando el aire con feromonas.

Mis ojos se estrecharon en él. Su voz parecía un poco más suave, más
sofisticada de lo que recordaba.
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—¿Tenemos que hablar de esto ahora, Finian? —pregunté, mi corazón
martillando en mi garganta.

—¿Finian? —Sus cejas se arquearon—. ¿Así que él es quien te ha estado


escondiendo? —Chasqueó—. Que niño tan pervertido. No tenía idea de
que retenía un premio tan delicioso... y tan cerca de madurar. —Sacó
una pieza imaginaria de pelusa de mi hombro—. Es una lástima para él,
sin embargo. Vienes a casa conmigo.

Si no era Finian... ¿quién era este?

—No voy a ninguna parte —le dije, una pequeña tenaza de miedo
instalándose en mi estómago.

—Ah, pero lo haces —dijo en voz baja y se inclinó—. Mira toda la piel que
has expuesto. Odiaría que tuvieras un accidente y mostraras tu
verdadera cara a todas estas personas. Ellos podrían no entender lo que
están viendo... y entonces, ¿qué sería de ti?

Recordé la historia de Hugh sobre el Diablo de Jersey, y me estremecí.


Aquí nadie lo entendería. El extraño fae me estaba chantajeando. Tenía
tanto miedo que di un paso hacia atrás, sólo para tener su mano aferrada
a mi hombro. Él me acercó más, su brazo alrededor de mis hombros.

—Todas estas personas piensan que eres muy afortunada de estar


recibiendo mi atención. Cada uno de ellos tiene un teléfono con cámara
fijo en nosotros. No me gustaría que termines en un video de YouTube,
querida.

Me estremecí. Esa era mi peor pesadilla.

—Sólo… por favor no lo hagas.

Una mano grande se aferró al hombro del fae y tiró de él hacia atrás un
paso. Las manos del fae salieron volando de mí. Para mi alivio, Hugh
había aparecido detrás del hombre y lo había alejado. Se inclinó, sus ojos
salvajes relucientes.

—Ella no es tuya para tocar, amigo. Está comprometida.

La mirada del fae permaneció en mí, aunque su boca se torció en una


sonrisa amarga.

—Debería haber sabido que Finian te pondría un perro guardián.

—El más grande —estuve de acuerdo, aliviada de tener a Hugh a mi lado.


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Todo el mundo en el restaurante ahora estaba mirándonos. Los celulares
estaban alzados en el aire, y sabía que varias personas estaban grabando.
Mi piel se erizó, no con mi monstruo sino con miedo. Sólo quería salir de
aquí.

Y el fae no se iba.

—Vámonos, Hugh —le dije—. Por Favor. Sólo quiero irme.

Hugh gruñó, haciendo que algunas personas cercanas saltaran


alarmados.

—Haz lo que tu pequeña amiga dice —dijo el fae en una voz


encantadora—. No me gustaría hacer una escena. No creo que nadie
quiera eso.

—Nosotros no —dije con desesperación—. Vamos, Hugh. Sólo vámonos,


¿de acuerdo?

Pero los ojos de Hugh brillaban, y mientras miraba, sus uñas parecían
crecer más allá de los extremos con manicura, sin filo, formando garras
de nuevo. Él estaba perdiendo la pista de su lado humano justo en medio
de una cafetería llena de gente en el centro comercial. Mientras
observaba, sus dientes se alargaron, sobresaliendo debajo de su labio
superior.

Esto era una pesadilla.

¿Qué iba a hacer si Hugh cambiaba en un tigre de dientes de sable


delante de toda esta gente? Sería tan malo como mi propio cambio. Peor
aún, tal vez, porque si algo le pasaba a Hugh, ¿quién iba a protegerme
del fae que quería secuestrarme?

Tenía que detenerlo. Mis manos fueron a la manga de Hugh, di un paso


adelante y tiré de su brazo. Lo miré a los ojos.

—Por favor —susurré—. Por favor detente. Por mí.

Hugh me miró. Su rostro duro y robusto se retorció un poco. Se sacudió,


y observé los largos colmillos retraerse lentamente. Él asintió.

—Muy bien. Nos vamos. —Sus ojos se endurecieron cuando se centró en


el desconocido fae—. No nos sigas.

—No soñaría con eso —dijo el hombre, con demasiada facilidad. Él me


dio una sonrisa empalagosa—. Hasta luego, querida.
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Me estremecí y me aferré a la manga de Hugh mientras nos apresuramos
a salir de la cafetería. La gente iba y venía a nuestro alrededor, atraídos
por la celebridad, pero por suerte sólo nos dieron algunas miradas y nadie
nos siguió. Tan pronto como estuvimos fuera de la cafetería y en el
estacionamiento, di un suspiro de alivio y frené mis pasos.

Hugh, sin embargo, no fue más despacio. Colocó sus manos


cuidadosamente en mis hombros y continuó empujándome hacia
adelante.

—Sigue caminando, Ryder —dijo—. Tenemos que entrar a tu autor y


conducir inmediatamente.

—Auto —corregí—. ¿Qué está mal?

—No creo que no nos siga. —Hugh se dirigió a mi lado del auto conmigo,
y no se fue hasta que abrí la puerta y me deslicé dentro. Cerró la puerta
tras de mí, luego se movió a su lado del auto y entró.

Me estaba asustando más por minuto. Hugh estaba en estado de alerta,


sus fosas nasales dilatadas mientras bajaba la ventana con un crujido y
olfateaba la brisa. Me hizo gestos para que encendiera el auto, así que lo
hice, saliendo cuidadosamente del estacionamiento.

—¿Hay más de un camino hacia tu casa? —preguntó Hugh, aun


escaneando el estacionamiento mientras salíamos a la autopista.

Podía oír a mi celular zumbando en mi cartera, y sabía que Marie me


estaba escribiendo, queriendo saber qué demonios estaba pasando. No
podía contestarle ahora mismo, sin embargo. Estaba demasiado ocupada
conduciendo y enloqueciendo por Hugh.

—Hay muchos caminos —le dije—. Puedo tomar varias rutas. ¿Por qué?

—Él no será disuadido por un escenario público —dijo Hugh con voz
cortante—. Intentará venir por ti esta noche, una vez que haya
determinado donde vives.

Mis ojos se agrandaron. Tragué con dificultad, forzándome a mirar el


camino y no hacia Hugh.

—No entiendo. ¿Cómo va a saber dónde vivo? ¿Va a encontrarme


rastreando mi olor?

—Tus feromonas.
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—Si estoy emitiendo todas estas feromonas, ¿cómo es que todos los otros
cambiadores no están enloqueciendo a mí alrededor? —El pánico manchó
mi voz.

—Él no tiene los mismos sentidos que los primordiales tienen. No los
necesita.

—Entonces, ¿qué hacemos? —Había una nota de pánico en mi voz, giré


a la izquierda en el siguiente semáforo en lugar de a la derecha, porque
la derecha me llevaría más cerca de casa—. ¿Puedes poner otro de esos
sellos mágicos en frente de mi puerta así no puede venir por mí?

—¿Y luego qué? —gruñó Hugh—. ¿Dejar que te lleve tan pronto como
salgas de nuevo?

—No lo sé —espeté. Se estaba haciendo más difícil concentrarme. Salí de


la carretera y atravesé el estacionamiento de una tienda de comestibles
sólo porque era improvisado—. No sé nada acerca de esto. ¿No estás aquí
para protegerme? ¿Puedes detenerlo?

—Sabe que estoy aquí. Tratará de ir alrededor de mi. O eliminarme. —


Hugh sonaba sombrío.

Lancé una mirada horrorizada en su dirección.

—¿Eliminarte? —Alguien tocó la bocina para mí, y forcé al auto de vuelta


en una línea recta—. ¿A qué te refieres?

—Exactamente eso —dijo Hugh—. Necesitamos un nuevo plan.

—¿A dónde vamos?

—A algún lugar nuevo. Algún lugar en el que no hayas estado antes, así
no habrá una fuerte concentración de tus feromonas. Encontrará tu casa
porque tu aroma marcará en tus cosas.

—Así que conseguimos ropa nueva —dije, pensando rápidamente—. Y


¿nos quedamos en un hotel por unos días?

—¿Hotel?

—Es un lugar donde alquilan habitaciones —dije.

—¿Hay muchos de esos? Vamos a necesitar uno nuevo cada noche. No


queremos correr riesgos.

Estaba empezando a enloquecer, pero me obligué a mantener la calma.


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—Bueno. Bueno. Nuevo hotel cada noche. Podemos hacerlo. Y algunos
cambios de ropa. No hay problema. Tengo capacidad en mis tarjetas de
crédito.

Hugh gruñó.

—Bueno. Empezaremos con eso.

Mi guardaespaldas continuó mirando por las ventanillas del auto


mientras conducía —sin rumbo— alrededor de la ciudad. Finalmente me
decidí por un hotel del centro, sólo porque parecía más público que la
mayoría y las carreteras aquí serían más transitadas. Si había dejado un
rastro de olor, esperaba que estuviera cubierto por los gases de escape y
el tráfico de la tarde después de poco tiempo.

Aparqué en el estacionamiento y caminamos rápidamente por la cuadra


hasta el hotel. Hugh mantuvo su brazo alrededor de mis hombros
mientras aferraba mi bolso más cerca, y hacía lo mejor para no mirar a
mi alrededor.

El fae podía usar glamour para parecerse a cualquier persona. No había


tenido idea de quién era hasta que fue demasiado tarde. Incluso podía
parecerse a Hugh, en realidad. De repente, el concepto de Hugh no
dejando mi vista no me parecía una mala idea después de todo.

Me temblaban las manos para el momento en que fui frente al mostrador


y nos conseguí una habitación con dos camas normales. Subimos al
ascensor hasta el cuarto piso, y afortunadamente, Hugh no hizo
preguntas. De hecho, no dijo nada hasta que cerramos la puerta detrás
de nosotros.

Luego sacó su collar hechizado y empezó a recorrerlo a lo largo del borde


de la puerta, para encerrarme con magia.

Me desplomé en el borde de una de las camas, mis pensamientos estaban


agitados. Otro fae quería atraparme. No importaba si el fae era Finian o
un extraño, los dos querían lo mismo. Querían convertirme en la versión
de niña cambiada de una fábrica de cachorros. Si desaparecía con uno
de los faes, estaba acabada. No habría una segunda oportunidad para
Ryder. Sin esperanza de escapar de mi destino de niña cambiada.

¿Y el hecho de que ahora tenía un segundo príncipe fae persiguiéndome?


Era como la cereza de un pastel de mierda. Se sentía como si el peso de
todo eso estuviera presionándose sobre mis hombros. Un pequeño sollozo
escapó de mi garganta, y me dejé caer al suelo.

—¿Ryder?
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Levanté la mirada para ver a Hugh cerniéndose sobre mí, su collar
colgando de una de sus grandes manos.

Me frunció el ceño.

—¿Por qué lloras?

—No es nada —dije, limpiando mis mejillas—. Sólo estoy... estresada. Eso
es todo. No me prestes atención.

—Estás molesta —dijo, frunciéndome el ceño.

—Por supuesto que estoy molesta. Tú también lo estarías, si estuvieras


en mi situación. Un tipo me quiere convertir en su propia mascota exótica
personal y semental así le puedo engendrar más pequeñas mascotas
exóticas, y el otro chico me quiere robar del chico número uno. No tengo
una manera de salir, el Amor Verdadero es una tontería, y me voy a pasar
el resto de mi vida como la mascota monstruo de alguien. —Sólo dejar
todo estallar fuera de mí hizo que nuevas lágrimas surgieran, y seguí
limpiando mis mejillas—. Ahora me estoy escondiendo en un hotel con
un gran imbécil que ni siquiera me gusta, y mi mejor amiga se va a casar
con el amor de su vida.

No dijo nada, lo que solo lo empeoró.

Bajé mi cabeza y seguí llorando, sintiendo lástima por mí misma. La


situación sólo continuaba girando en mi mente, todas las piezas
entrelazándose. Justo cuando la vida de Marie se juntaba, la mía se
estaba cayendo a pedazos. Mi mejor amiga estaba feliz, comprometida y
radiante de alegría. Yo estaba teniendo que pasar la noche en un hotel
con un extraño porque no podía ir a casa gracias al hecho de que estaba
siendo cazada.

Sí, no había manera de que pudiera darle un giro feliz a esto.

Para mi sorpresa, la cama se movió y Hugh se sentó en el suelo junto a


mí, apoyándose contra la cama. Se sentó tan cerca que nuestros hombros
se frotaban, y entonces él me palmeó el hombro torpemente.

—No voy a dejar que te pase nada, Ryder.

Por alguna razón, así de rápido, su toque impersonal sólo empeoró las
cosas. Sólo lloré más fuerte.

—¿No te has consolado? —Sonaba disgustado.

—Estás intentándolo, y lo aprecio, pero…


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—Pero así no es como un hombre consuela a una mujer —supuso—. Y
eso te entristece.

Oírlo eso en voz alta hizo que un sollozo se quedara en mi garganta, y


asentí miserablemente.

—Yo… no puedo… ni siquiera… ser… abrazada. —Me atraganté entre


hipos y sollozos—. ¡No es justo! ¿Por qué no puedo ser normal?

Una gran mano se posó en mi cabello, y lo siguiente que supe, era que
mi cara se aplastaba contra el ancho pecho de Hugh. Frotó mi hombro, y
sus brazos estaban alrededor de mí.

—Voy a abrazarte.

Mi corazón se derritió ante su consideración.

—Gracias —dije alrededor del nudo en mi garganta. Me apoyé en él, con


cuidado para evitar su piel—. Eres dulce.

—Lamento que estés triste.

Sollocé.

—Solo… quiero ser normal. Quiero un novio. Alguien que me abrace


cuando estoy asustada y me ame por mí. —Pensé en el anillo de
compromiso de Marie con una punzada de envidia—. Alguien con quien
compartir mi vida.

Hugh no dijo nada. Simplemente siguió acariciando mi pelo.

Eso estaba bien, en realidad. No era una situación que podría ser resuelta
con palabras amables. Sólo era yo, llena de autocompasión a la que
normalmente no me permitía entregarme.

Nos quedamos en silencio durante un largo rato, mi cabeza se acurrucó


contra su pecho mientras su mano se deslizaba sobre mi pelo.

—Sé cómo te sientes —dijo después de una pausa—. Este mundo... veo
a la gente, y eso me da envidia. Veo a los hombres caminando con sus
mujeres, y sosteniendo sus manos. Veo los fáciles toques de parejas. Veo
sus hijos. Veo familias, y me doy cuenta de que mis hombres no tienen
nada. No tenemos más que una vacía existencia solitaria en nuestro
reino. Y... quiero esas cosas, también. —Suspiró, el sonido pesado y
triste—. No puedo evitarlo pero quiero más.

Sentí una extraña afinidad con Hugh en ese momento. Él era tan solitario
como yo, tan atrapado y aislado en este mar de felicidad y gente normal.
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Entendía cuán ajeno se sentía ver a alguien casualmente acariciar la
mejilla de un ser querido y saber que podrías nunca tener lo mismo.

Lo entendía. Me entendía.

La idea era tan increíblemente reconfortante que levanté mi cabeza de su


pecho para mirar su cara, para decirle que entendía. Que sabía de lo que
estaba hablando y cómo se sentía.

Y cuando levanté la vista, me di cuenta de que su rostro estaba a escasos


centímetros del mío.

La mirada de Hugh cayó a mi boca, y mi respiración se aceleró cuando


me di cuenta de lo que estaba pensando. Estaba pensando en los besos.
Calientes, húmedos, besos delirantes como había visto en la película.
Sabía eso, y sabía que tenía que apartarme.

Pero no lo hice. Me apreté más cerca de él, mis pechos rozando contra su
pecho. Mi mano se aferró a su camiseta, y me tiré contra él, mi boca
inclinándose más cerca. En cualquier momento, él me empujaría.
Exigiendo que pare. Así que pensé que podría llegar tan cerca como
pudiera antes de que lo hiciera.

Sin embargo, mientras mi boca se acercaba más a la suya, mi respiración


se convirtió en pequeños y emocionados jadeos, eché un vistazo rápido
hacia Hugh. ¿No iba a detenerme?

La mirada en sus ojos era abrasadora con pasión. Aspiré aliento al ver
todo ese deseo arrollador a través aquellas pupilas gatunas, al ver el dolor
en ellas.

Quería besarme. Lo quería tanto como yo lo hacía. Mi pulso se instaló


abajo en mis muslos y gemí, aun cuando mi otra mano entró en su
camisa e incliné mi boca sobre la suya.

Y entonces, estaba besando a Hugh.

Nuestros dientes se golpearon, sobresaltándome. Quería retirarme y


disculparme, no era muy buena en esto, y mi experiencia era limitada.
Era buena dejando que otros me besaran y luego salir corriendo. ¿Yo
iniciando el beso? Sin duda necesitaba trabajar.

Me moví para retroceder... y la mano de Hugh estaba en la parte de atrás


de mi cuello, de pronto, sosteniéndome contra él. Su boca se inclinaba
sobre la mía, sorprendiéndome con el fuego y la intensidad de la misma.
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Me fundí contra él. La sensación de sus labios contra los míos era
impresionante... y maravillosa. Hugh era claramente un aprendiz rápido;
sentí su lengua presionar en mi boca, buscando una entrada. La abrí
para dejarlo entrar y quedé muy sorprendida por la ola de excitación que
me invadió cuando su lengua tocó la mía. Lo besé de vuelta, y cuando él
se retiró, rocé mi lengua por uno de sus caninos extra largos, ganando
un gemido gutural por mis esfuerzos. Entonces él me estaba besando de
nuevo, acariciando mi boca.

Su cuerpo estaba rígido bajo el mío. A pesar de que nuestras bocas


encajaban, pude sentir bajo el latido del deseo el cosquilleo de mi piel
mientras me transformaba. Las manos que se clavaban en su camisa se
estaban convirtiendo en garras, y me dolía la espalda, mis alas se
empujaban fuera de mi piel, incluso cuando la lengua de Hugh se
empujaba en mi boca de nuevo. Eso dejó un dolor salvaje entre mis
piernas, y gemí.

El sonido fue gutural, inhumano. Durante el beso, me había


transformado en mi forma de niña cambiada. Incluso ahora, podía sentir
las escamas sobre mis pezones empujando contra su pecho. La sensación
era extrañamente erótica. Quería más, y me rocé contra él mientras
seguía besándome.

Pero igual de rápido como el beso había comenzado, terminó. ¿La mano
que había aterrizado en la parte de atrás de mi cuello para jalarme hacia
él? De repente me jaló hacia atrás y me apartó. Mis ojos se abrieron —ni
siquiera me había dado cuenta de que los había cerrado— y miré a Hugh
sorprendida, jadeando.

Se había transformado durante nuestro beso, también. Su rostro había


cambiado, su nariz aplanado, los bigotes a lo largo de sus patillas eran
cada vez más prominentes. Sus colmillos se habían extendido y sus ojos
no tenían blanco, y podía sentir sus garras presionando contra la ahora
piel escamosa de mi cuello. Era como si perdiera el control de su
humanidad cuando se excitaba. Ver eso me daba placer. Él era igual que
yo.

Me incliné para continuar nuestro beso.

Hugh sacudió la cabeza, alejándose de un tirón.

—No.

—¿No? —Sacudió la cabeza de nuevo y se empujó hacia atrás, la cama


se deslizó a través del cuarto. A toda prisa, se puso de pie, tirándome al
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Página
suelo. No me miró a los ojos, tampoco. En cambio, se acercó a la ventana
y se asomó a la cortina.

Y me quedé allí sentada, mi cola y alas estirando mi ropa.

Totalmente humillada.

Totalmente devastada.

Vio mi transformación y no quiso besarme más. Estuvo bien que él se


haya vuelto más tigre; de hecho lo había encontrado excitante, porque
sabía que significaba que estaba perdiendo el control. ¿Pero yo? No me
convertía en algo bonito. Me convertía en algo feo.

Y él no quería poner su boca sobre eso.

Las lágrimas volvieron, y con un sollozo ahogado, hui al baño y cerré la


puerta detrás de mí, luego le puse el seguro y me apoyé en ella. El espejo
estaba a mi lado, pero me aparté, no quería ver mi repugnante cara de
reptil.

Estaba tan fea que estaba más allá de los besos, incluso para un
cambiaforma como Hugh.

Estaba condenada.
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Página
Traducido por Silvia Carstairs y AsheDarcy

Corregido por Nanis y Gabba

C
uando me había serenado a mí misma, aspiré una profunda
respiración estabilizadora y estudié mi rostro en el espejo. Me
había transformado de nuevo en la antigua y familiar humana
Ryder. Mi cabello rubio estaba delicadamente revuelto, mi flequillo
desplazado sobre un lado de mi frente. Mis ojos estaban enrojecidos e
hinchados por llorar, y la punta de mi nariz estaba roja también. No una
linda apariencia, pero mejor que la alternativa.

Salí del baño y cerré la puerta detrás de mí. No más ocultarse.

Hugh se giró de la ventana y miró sobre mí.

—¿Está todo bien, Ryder?

¿Estaba todo bien? ¿Estaba jugando conmigo ahora? Ignoré su pregunta


y agarré el control remoto, sentándome en un lado de la cama y haciendo
click en encendido. Que se jodiera. Puse algo aburrido. Parecía como un
espectáculo de mejoras para la casa. Lo que sea.

—¿Ryder? —Se movió al otro lado de la cama y se sentó en la esquina—.


¿Estás ignorando mi pregunta?

Le disparé una mirada.

—¿Qué es lo que parece?

Él parecía asombrado por mi reacción.

—¿Estás enojada?

¿Por qué estaba sorprendido por esto?

—¿Por qué no debería estarlo?

—No entiendo. —Se levantó de la cama y se movió a mi lado. Luego se


inclinó y me miró a la cara. Cuando me aparté, ceñuda, frunció el ceño—
. ¿Has estado llorando?
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Página
—Por supuesto que he estado llorando —dije amargamente, tratando de
apartar mi cara de su mirada inquisitiva—. Tú lo estarías, también, si
estuvieras en mi situación. Y para el registro, estoy apenada por empujar
mi asquerosa boca en la tuya. Debería haber recordado cuán asquerosa
soy. No va a suceder de nuevo.

Silencio.

Luego, para mi consternación, Hugh se sentó cerca de mí en la cama,


bloqueando mi vista de la televisión.

—¿Piensas que eres asquerosa?

Aparté mi mirada a la suya.

—Tengo un espejo, Hugh. Sé en lo que me convierto.

—Eso es en lo que te conviertes ahora mismo —estuvo de acuerdo Hugh—


. Lo más cerca que llegas de tu máximo, lo más que te transformas. ¿O
no te das cuenta?

—Trato de no mirar en el espejo —señalé rígidamente—. No me gusta lo


que veo.

—No pienso que seas horrible, Ryder —dijo Hugh en una baja voz suave—
. Si lo hiciera, no podría haberte besado. Y no te equivoques, fui yo el que
te besó. No olvido quién y qué eres. Presioné mi boca en la tuya sabiendo
esto. Toqué mi lengua con la tuya totalmente consciente de esto. —Esa
mirada ardiente volvió a sus ojos—. Y me aparté no porque olvidara lo
que eres, sino porque no he olvidado lo que se espera de mí, debo cumplir
mi juramento.

Un nudo de emoción se atoró en mi garganta.

—Una compañera para ti.

—Una compañera para todos mis hombres. Y un fin para nuestra


soledad. Si te entrego, habrá niños para mi gente. Compañeras para
calentarnos en la noche. Es la cosa que más soñamos. ¿Cómo puedo
privar a mis hombres simplemente porque estoy egoístamente atraído por
ti?

Sentí una caliente curiosidad.

—¿Estás atraído por mí?

Su mirada estaba mortalmente seria.

—Lo estoy.
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—¿Aun sabiendo en lo que me convierto cuando soy tocada?

—Eso no ofende mis sentidos. Es simplemente parte de quien eres, y me


gusta todo de ti. —Su expresión se volvió triste—. Y tú no eres la única
que se transforma cuando es tocada.

Me incorporé, de repente fascinada por esta conversación. ¿Él… no me


encontraba repugnante? ¿En mi forma monstruosa? ¿Mi toque le hizo
cambiar a su forma un poco más porque perdió el control?

—Me di cuenta de eso. ¿Fue porque te excitaste?

Asintió.

—¿No estás solamente diciendo esto para hacerme sentir mejor?

—Nunca miento. —Se ofendió por el pensamiento.

Agité una mano a eso.

—Lo sé, lo sé. Pero tampoco dijiste algo justo entonces. Solamente eres
del tipo que asiente.

—Estoy atraído por ti —dijo Hugh ásperamente—. En cualquiera de las


dos formas. ¿Eso te satisface?

Me hizo marear, en realidad.

—¿Pero no me tocarás a causa de tu juramento?

—Eso es correcto.

—¿Entonces por qué me besaste? —pregunté, sintiendo un pequeño


jadeo. Mi mirada volvió a su boca, fascinada por la tensión ahí—. ¿Por
qué no te alejaste cuando me incliné?

—Quería ver cómo era —admitió—. Ese besar con lenguas.

—Podemos practicar un poco más —dije ansiosamente, sentada en la


cama—. Probablemente quieras tener más experiencia para cuando
tengas tu mujer…

Hugh sacudió su cabeza, su mirada caliente y oscura sobre mi rostro.

—No me atrevo. —Se puso de pie—. Y tú deberías de dormir un poco. Me


mantendré vigilando.

Me acomodé debajo de las mantas, sintiéndome extrañamente


complacida con este giro de los acontecimientos. ¿Así que Hugh no me
encontraba repugnante después de todo? Eso era fascinante. Se había
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alejado solo porque quería más, y estaba tratando de permanecer fiel para
su próxima novia. Compañera. Lo que sea. Esponjé una de las
almohadas y me acurruqué, volviendo al aburrido espectáculo de mejoras
para la casa pero no prestando un poco de atención mientras enceraban
la superficie de los gabinetes.

Hugh se sentía atraído por mí. Abracé el pensamiento, feliz.

Luego paré. Estaba emocionada de que le gustara a Hugh… ¿a expensas


de su propia felicidad? Era claro que estaba atormentado por su atracción
a mí porque esto acarreaba tales ramificaciones pesadas. Si él me hacía
feliz, haría a otros miserables.

El pensamiento no era alentador, y por primera vez, sentí celos de la


mujer sin nombre y sin rostro que había sido escogida como compañeras
de Hugh. Él la trataría como si fuera la más asombrosa e increíble cosa
en el mundo. Él estaría en un éxtasis feliz.

Yo estaría miserablemente ocupada criando pequeños mutantes para mi


amo fae.

La noche pasó sin incidentes, ningún fae se mostró a derribar las puertas
del cuarto del hotel. Era como si nada hubiera sucedido y estábamos solo
siendo tontos y paranoicos. Por supuesto, imaginé que era lo que se
suponía que debía pensar. Podría dejar caer mi guardia, y tan pronto
como lo hiciera, sería raptada. Sabía cómo era el juego. No era estúpida.

Sin embargo, estaba absolutamente distraída.

Toda la noche, había soñado con Hugh. Deliciosos y eróticos sueños en


los que estábamos en las tierras primordiales, completamente solos. Solo
nosotros dos y brumosos árboles silvestres alrededor. Yo estaba desnuda,
y así estaba Hugh, y cuando se paró cerca de mí, no pude resistir rozar
mis manos sobre su cuerpo para ver su reacción. Y él siempre, siempre
reaccionaba.

Me desperté con un pequeño escalofrío y miré a Hugh, pero él había


mantenido su puesto en la ventana. Maldición.

Aun así, con todo esto, había tenido un sueño atrevido, y había sido uno
bueno. Bostecé y me estiré, luego saqué mis piernas de la cama,
asombrosamente alegre. Está noche, después del trabajo, decidí,
conseguiríamos un agradable y ostentoso cuarto de hotel. Después de
todo, si iba a terminar en el reino fae, bien podría salir con estilo. Pateé
la sábana y me levanté.
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—Buenos días, Hugh.

Él gruñó.

—Alguien claramente necesita su café de la mañana —bromeé, entonces


miré al reloj. La una de la tarde—. Café de la tarde —modifiqué—. ¿Te
importa si me ducho antes de dirigirnos al trabajo?

Se volvió y me dio una mirada incrédula.

—¿Trabajo? No vamos a dejar la seguridad para que así puedes jugar en


tu escritorio.

Era mi turno para fruncir el ceño. Coloqué mis manos sobre mis caderas.

—¿Estás bromeando, verdad? Tengo que ir a trabajar. No quiero perder


mi trabajo. Ya he perdido dos días.

Solo en el caso de que me las arreglara para salir de este lío, quería tener
mi trabajo para pagar las cuentas de las tarjetas de crédito de esta
semana.

Hugh sacudió su cabeza.

—No es seguro.

—Pero…

—Está decidido —dijo en un gruñido, mirándome con ceño.

Alguien estaba definitivamente irritable. Esto no me desalentaría. Podía


gruñirme todo lo que quisiera, sabía que no podía dañar un cabello de mi
cabeza. ¿Y sabiendo que me encontraba atractiva? Sí, iba a salirme con
la mía en esto.

—Pero Hugh —dije suplicante mientras colocaba una mano sobre su


manga—, necesito ir a trabajar o voy a volverme loca, esperando que algo
suceda.

Cuando él me miró, le di mi más inocente y vulnerable mirada femenina.


Y luego lamí mis labios.

Su mirada fue a mi boca y sus ojos se suavizaron. Pobre hombre, no tenía


oportunidad contra los engaños de una mujer.

—Yo…

—Y necesito trabajar para permanecer en estos cuartos —le dije—. De


otra manera no tendremos dinero. Y estoy segura de que estaré a salvo
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Página
contigo. —Pasé una mano a lo largo de sus bíceps y le di un apretón. Solo
un poco—. Eres fuerte. Y capaz.

Él suspiro.

—¿Estás diciendo estas cosas con una voz dulce para engatusarme,
mujer?

Tal vez Hugh no era tan despistado como pensaba. Le sonreí.

—¿Tal vez? Pero todo es verdad. Me siento segura contigo.

Él gruñó.

—¿Y tienes que ir a trabajar para tener dinero? ¿Para los cuartos?

Bueno, tenía ahorros, pero lo que él no sabía no podría dañarlo.

—Sí.

—Muy bien.

—¡Maravilloso! —Di un pequeño salto feliz y me dirigí a la ducha—. Solo


dame diez minutos para estar lista y saldremos, ¿está bien? —No esperé
una respuesta.

Tomé la ducha más rápida del mundo y me sequé con la misma rapidez,
lanzando a un lado la pequeña toalla áspera tan pronto estaba lo
suficientemente seca. Mi cabello era una maraña húmeda, sin embargo,
y odiaba el pensar en ir a trabajar con él así. Había un secador de cabello
unido a la pared, así que lo tomé y lo encendí, apuntando a mi cabello.

La puerta del cuarto de baño se abrió de golpe y Hugh entró, ojos salvajes.
Me congelé en el lugar, mirándolo conmocionada.

—¿Qué pasa? ¿Quién está aquí?

—Ese alboroto… —Hizo un gorgoteo extraño en su garganta y se quedó


en silencio, mirando el secador de cabello.

Me enderecé.

—Oh, lo siento. Debiste entrar en pánico. Yo… —Me detuve, dándome


cuenta de que él estaba mirando fijamente la puerta rota que estaba
colgando de sus bisagras y evitando mirar a una yo muy desnuda. Su
rostro estaba de color rojo brillante—. ¿Hugh?

—Te pondrás una toalla, mujer.


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Oh. ¿Así que era mi desnudez lo que estaba molestándolo? Ahogué una
carcajada. El hombre era la persona más peligrosa y grande que
conocía… y estaba ruborizado como un colegial porque yo estaba
desnuda.

—Eres el que irrumpió en el baño —le dije—. No deberías estar


sorprendido de lo que ves si lo haces.

—Pensé que estabas en peligro.

—Solo en peligro de tener cabello aplastado, cariño —le dije y bajé la


secadora de cabello—. Me has visto desnuda antes, Hugh. Cuando me
transformé en las tierras primordiales, ¿recuerdas?

Él siguió mirando a la puerta rota.

—No miré. No miraría. Eso no es… educado.

Oh, mi Señor, esto era lindo. Despeiné mi cabello húmedo con mis dedos.

—¿Qué es lo que piensas? ¿Esto se vería bien en mí? —bromeé.

Rechazó mirar en mi dirección, frunciéndole el ceño a la pared.

—O tal vez podría estirar mi cabello hacia arriba. ¿Qué piensas?

—Pienso que deberías colocarte una toalla encima.

—¿De verdad? Porque estaba pensando que deberías besarme de nuevo.

Él miro hacia mí entonces, y oh, sus ojos estaban tan oscuros que no
podía ver lo blanco en ellos. Estaba cerca de transformarse.

Y Dios, esto hizo cosquillear mi piel con excitación.

—Ponte una toalla encima —dijo, su voz plana. Su mirada permaneció


sobre la mía.

—Dame un beso y lo haré.

Hugh me miró y se dio la vuelta, saliendo.

Sentí una punzada de culpa por su ira. Por supuesto que estaba enojado
conmigo. Estaba descaradamente tratando de hacerlo romper su
juramento. Estaba colocando mis necesidades frente a las necesidades
de veinticuatro hombres esperando por sus compañeras… por no hablar
de las mujeres esperando por los hombres. ¿Era tan egoísta,
verdaderamente? ¿Podía continuar con este plan sabiendo que iba a
evitarle un grupo sin rostro el conocer la felicidad?
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Página
Pero… ¿qué acerca de mí? ¿No merecía felicidad, también? Mordiendo mi
labio, aparté la culpa que sentía y puse mi abochornada sonrisa en mi
cara, siguiendo a Hugh al cuarto del hotel.

—¿A dónde vas a ir, Hugh?

Él tenía el mismo problema que tuve anoche cuando había querido


ocultarme, no había lugar a donde ir. Me arrastre detrás, mis manos
sobre mis desnudas caderas ligeramente húmedas, y lo observé.

Hugh estaba sentado en una de las dos pequeñas sillas de la mesa cerca
de la ventana. Sabía que no era cómodo para él; esto era obvio en su
lenguaje corporal y la manera rígida como se sentó. Había girado la silla
hacia la pared, como si eso pudiera de alguna manera salvarlo de mis
tácticas de guerrilla desnuda.

Me moví al enfrente de la silla, ignorando el hecho de que las rodillas de


Hugh estaban prácticamente apretadas a la pared.

—Ningún sitio para esconderse —bromeé.

Palideció al verme y a mis pechos húmedos moviéndose cerca de él.

—Ryder, no…

Suspiré, increíblemente decepcionada.

—¿Pero dijiste que querías besarme, cierto?

—Lo hago. Pero sabes por qué no puedo.

—Pero es solamente un beso —lo engatusé—. No voy a pretender nada. Y


tú necesitas practicar, y yo, bien… quiero acumular cosas buenas antes
que todas las cosas malas sucedan. —Y antes de que él pudiera protestar,
me senté en su regazo.

Las manos de Hugh apretaron los brazos de la silla y parecía listo para
ponerse de pie de un salto y dejarme caer al suelo.

—¿Qué hay de malo con un beso? —le pregunté—. ¿Puedo evitar si quiero
uno más?

—No.

Decidí burlarme de él.

—¿Es porque soy repugnante, no es eso? Yo…


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Página
No fui capaz de sacar otra palabra, porque Hugh saltó. Sus brazos
cerrándose alrededor de mí, su mano yendo a la parte posterior de mi
cuello, y arrastró mi boca contra la suya, como si el hombre hubiera
estado ahogándose y yo hubiera sido el aliento de la vida. Jadeé mientras
su lengua lamió dentro de mi boca, toda necesidad y salvajismo, y luego
gemí, apoyándome en él, mi piel presionándose contra la suya.

Sus garras se clavaron en mi piel desnuda —la cual rápidamente se


estaba escamando por encima— y tomé esto como una señal de que mis
propias garras estaban saliendo, también. Rastrillé mi mano hacia su
pecho, rasgando las losas duras de músculo ahí con deliciosa necesidad
incluso mientras su boca embestía la mía. Él no era suave conmigo. Su
boca se movía sobre la mía ávidamente, y sentía sus dientes contra mi
piel y labios, y me encantó cada pedazo de esto.

Gemí en mi garganta, mi lengua moviéndose contra la suya. Mis pezones


estaban tan duros que dolían, y anhelaba que él me tocara. Quería esas
grandes y ásperas manos sobre mi piel, las garras arrastrándose contra
mis escamas. Quería su ferocidad.

Él se alejó de mí justo cuando estaba respirando con dificultad contra él.


Y él parecía justo tan aturdido como yo me sentía.

—Tú beso está terminado. Vístete. —Su voz era sorprendentemente


tranquila.

—Gracias —dije sin aliento—. Eso fue muy… amable de tu parte. —Me
deslicé de su regazo, sintiendo mi pulso golpetear entre mis piernas. Me
sentí débil de las rodillas, como si toda la fuerza hubiera sido drenada de
mí vía beso. Mis garras tocaron mis pechos escamosos, y lo miré mientras
se ponía de pie.

Hugh lucía una muy larga carpa al frente de su pantalón, y no había


blanco en sus ojos cuando me miró.

—Vestida. Ahora.

—Muy bien —dije, ignorando su tono irritado. Volví a paso lento al baño,
teniendo mucho cuidado de balancear mis caderas mientras caminaba.
Suspiré cuando no me siguió y miré a mi reflejo en el espejo.

El mismo rostro de cambiada miró hacia mí. Los ojos eran míos, pero la
piel era todavía escamosa, los cuernos retorcidos. Pasé una mano con
largas garras por mi mejilla pensativamente. ¿Eran los bordes en mis
pómulos menos prominentes? ¿Eran mis escamas de un poco menos
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Página
fangoso color verde? Me volteé de lado y examiné mis alas. Todavía
arrugadas y de murciélago, pero parecían menos rugosas que antes.

Huh. Me estiré sobre mi espalda y agarré una, extendiendo mi ala. Se


retorció en mi agarre, pero definitivamente parecía… ¿más suave? Tal vez
algún día esto se convertiría en un ala real y utilizable. Y tal vez Hugh
esté en lo cierto, y mi apariencia podría cambiar con el tiempo. Tal vez
eso era lo que Finian y el otro fae se mantenían hablando sobre mi
“madurez”.

Tal vez el repugnante gusano podría transformarse en una mariposa


después de todo.

O tal vez solo estaba aferrándome a un clavo ardiendo. Después de todo,


transformarme en una mariposa podría no hacerme ningún bien. Todavía
sería tratada como un animal, un objeto para ser comprado y criado
simplemente para producir crías.

Podría estar mejor siendo repugnante.

Nos dirigimos a trabajar como si no sucediera nada extraño. Cuando


Hugh sugirió dejarnos pasar por mi apartamento para investigar el área,
rápidamente acepté; necesitaba un cambio de ropa, y él también. Ayer
podría haber estado libre del trabajo, pero aun así hoy me sentía de mal
humor, vestida con ropa arrugada del día anterior, ropa estirada. Me
cambié mientras Hugh comprobaba mi apartamento, pero los resultados
eran desconcertantemente aburridos. Sin señales del fae o cualquier tipo
de seguimiento.

—¿Esto significa que podemos permanecer en casa esta noche? —


pregunté.

—No. Es mejor asumir lo peor. Esta noche dormiremos en una cama


pública.

Me reí ante sus palabras, tendría una agradable conversación acerca de


la palabra hotel y cómo debía usarla, y empaqué una mochila de vinilo de
color rosa con ropa extra para ambos.

Poco tiempo después, entramos al trabajo, me estuve complacida de ver


que regresó Savannah.

—¡Hola! Me alegro de verte. ¿Cómo te sientes?


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Página
Me dio una relajada sonrisa, y colocó sus manos sobre su estómago
ligeramente redondeado.

—Me las arreglo. Sin embargo, este es quién lo hace difícil. ¿Tú cómo
estás? —Le dio una mirada curiosa a Hugh, luego a mí—. ¿Todavía
estamos trabajando en un proyecto especial?

—Proyecto especial —estuve de acuerdo—. Síp. Le sigo mostrando a Hugh


las reglas de cómo conquistar a las mujeres. —Giré, y le di a Hugh una
mirada significativa—. Creo que últimamente hicimos grandes progresos,
¿no crees?

No dijo nada, simplemente me frunció el ceño.

Sonreí y salté a mi escritorio, poniendo mi bolso abajo. Había elegido algo


simple, pero lleno de color para usar hoy. Llevaba un pantalón capri
ajustado verde pálido, un top péplum de color rosa, y mi par favorito de
Keds rosados. Con mi cabello no hice nada, por lo que lo levanté con un
broche, y un poco de brillo de labios de color rosa. Después de todo, si
me vestía demasiado depresiva para el trabajo, empezarían a sospechar
que pasaba algo.

Y mi objetivo era estar como siempre, aunque mi mente estuviera en otra


cosa excepto el negocio. De hecho, no podía dejar de pensar en esos
besos. Mi mente estaba constantemente en la deliciosa y firme boca de
Hugh. Incluso mientras clasifiqué el correo, abrí sobres y conversé con
Savannah, mis pensamientos seguían obsesionados con Hugh. No
ayudaba que él hubiera conseguido el taburete de la bodega, y se sentara
a unos metros detrás mí en vez de adelante. Sentí su mirada sobre mi
nuca, haciendo que mi piel picara con conciencia.

¿Qué estaba pensando? ¿Se encontraba tan nervioso como yo por


nuestros besos? ¿Pensaba, no obsesionarse, sobre el próximo? Me moría
de ganas de saber, pero este no era el lugar para hablar de ello. Así que
le di una brillante sonrisa a Savannah.

—¿Qué tan avanzada estás con ese bebé?

Acarició otra vez su estómago, como para tranquilizarlo.

—La próxima semana será el quinto mes.

—Vaya, ¿tanto? ¿Y todavía te sientes enferma por la mañana?

Savannah hizo una pequeña mueca.


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—Mañana, tarde y noche. —Ajustó el monitor de su computadora en un
quisquilloso movimiento—. Me estoy acostumbrando. Todo el mundo me
dice que es normal.

—¿Te sientes bien para trabajar? Estoy totalmente bien si quieres salir
temprano.

Me dio una mirada de agradecimiento, pero negó.

—Estoy bien. Y tengo que trabajar. Necesito el dinero. Estaré criando a


este pequeñín por mi cuenta. —Su mano fue a su estómago de nuevo.

Estaba en la punta de mi lengua preguntar sobre eso. Todos los que


tenían algún tipo de trato con la Alianza sabían que Savannah fue
embarazada por uno de la manada de lobos Anderson. Miré su vientre
con un poco de miedo, preguntándome cómo se vería el mío si tuviera un
hijo.

Y entonces me pregunté cuánto tiempo me quedaría con ese niño.

Me estremecí.

—Bueno, tienes una gran familia —le dije alegremente a Savannah—.


Estoy segura de que uno de esos hermanos o primos tuyos estaría
encantado de hacer de niñero si le preguntas.

Ella rio.

—¿Confiarías a aquellos hombres un bebé?

—Buen punto. —Agarré mi agenda—. ¿Alguna cosa especial en los libros


de citas de esta noche?

Ella negó.

—Solo más entrenamiento, si estás preparada. Me tienen que mostrar


todavía algunos de los trabajos de generación de coincidencias de los que
hablaba Sara. Comenzó a decir palabras como macro, SQL, y base de
datos, y me desconecté.

—Sí, eso suena como Sara. Lo único que sé hacer es apretar botones,
pero te puedo enseñar eso —dije. Miré a Hugh, y una idea me vino a la
cabeza—. ¿Por qué no te colocas mis auriculares y observas este bonito
video de citas? —le dije.

Me dio una rápida inclinación de cabeza, y sostuve un dedo hacia


Savannah, indicando que regresaría en un momento. Coloqué los
auriculares sobre Hugh, y le mostré cómo ajustar el sonido, luego me
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Página
incliné sobre mi escritorio para iniciar sesión en mi cuenta de alquiler de
películas.

Y me detuve en una porno y la compré, solo porque tenía una veta


malvada.

Presioné en reproducir. La música empezó y fue tragada inmediatamente


cuando Hugh se puso los auriculares. Su expresión no mostró ningún
cambio. No se había dado cuenta de lo que estaba haciendo. Aún.

—Disfruta —dije con una palmadita sobre su hombro. Me apresuré hacia


el escritorio de Savannah, y acerqué mi silla para que pudiera mostrarle
la forma de gestionar los programas. Unos minutos más tarde, le di un
vistazo a Hugh desde el otro lado de la oficina.

Había una mirada de horrorizada fascinación pura sobre su cara, y tuve


que sofocar mi risa.

Alrededor de las tres de la mañana todo me daba vueltas, bostezaba y


estaba lista para dar por terminado el día. Hugh no me hablaba, sin
sorpresa, teniendo en cuenta que le di una porno sorpresa. Considerando
la película y nuestros besos compartidos de antes, él estaba
probablemente molesto como el infierno justo ahora mismo.

Lo que encajaba perfectamente con mis planes.

Porque tenía un nuevo plan maestro para salvar mi pellejo.

Hugh era virgen. Yo era virgen. Hugh se sentía atraído por mí. No le
importaba mi lado monstruo. De hecho, Hugh también cambiaba cuando
se excitaba. Parecía que podíamos ayudarnos mutuamente con cosas.
Podría arreglar su virginidad por él, y él podría arreglar la mía. Una
situación ganar-ganar. Estaba la pequeño cuestión de su juramento, pero
no me preocupaba demasiado. Podía ser muy convincente cuando
deseaba algo.

Y deseaba esto. Deseaba a Hugh. Deseaba mi libertad, incluso si viniera


a costa de la felicidad de los primordiales. Pensé en los hombres en el
reino primordial, con sus ojos ávidos, demasiado esperanzadores, y sentí
una nueva oleada de culpa. Maldición. No podía pensar en ellos. Tenía
que pensar en mí. ¿Me merecía ser un chivo expiatorio solo porque
algunos chicos querían esposas? No me parecía justo.

No había respuesta correcta. Simplemente tendría que confiar en mi


instinto y continuar por el camino que había elegido, no importa lo infeliz
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Página
que hiciera a otros primordiales. Yo… simplemente no pensaría en ellos.
No podía hacerlo.

Formulé mi plan de ataque, mientras conducía a un nuevo hotel para la


noche, ya que todavía seguíamos jugando a lo seguro. ¿Lo bueno de
tomar un hotel? Tendríamos que compartir una pequeña habitación. A
diferencia de mi apartamento, una habitación de hotel era un único y
solitario dormitorio. Alguna agradable lencería sexy; no tenía ninguna,
pero mi sujetador y bragas eran de encaje y color rosa, por lo que iban a
funcionar. Alguna música ambiental. Más demandas de besos, y
entonces podría ser más agresiva. Mostrarle exactamente lo que deseaba.
Se resistiría un poco —después de todo, estaba comprometido con su
curso de acción— pero me imaginaba que podría convencerlo. La mayoría
de los hombres no necesitaban que los convencieran mucho para el sexo,
¿no? Solo tenía que tocar en los lugares correctos y se convertiría en
masilla en mis manos. O eso es lo que había oído. Por supuesto, no tenía
ninguna experiencia personal en estas cosas, pero cada mes leía
fielmente Cosmo y había memorizado varios “trucos” que sugirieron.

Me imaginé que todo lo que tenía que hacer era ponernos en la situación,
y las hormonas lo tomarían desde allí.

El hotel que escogí para esta noche fue uno grande y caro, situado en el
centro. Era del tipo que atendía a turistas de altas esferas y conferencias
de negocios, nunca consideré una simple estancia durante la noche.
Sostuve mi mochila de color rosa sobre mi hombro, me sentí un poco
tonta por caminar a través del reluciente suelo de mármol y dirigiéndome
a la madera bellamente pulida del mostrador con Hugh a mi lado vestido
ultra casual.

—Hola, allí —dije a la chica en el mostrador, sacando mi billetera de mi


bolso—. ¿Está disponible la suite nupcial para esta noche?

Su mirada se desvió a mi ropa casual y al gran hombre junto a mí, y la


vi preguntándose sobre nosotros. Podía adivinar lo que pensaba. Linda
chica joven, tipo grande, a las tres de la mañana, en necesidad de una
habitación de hotel, igual a posible prostituta.

—Mi apartamento no tiene aire en este momento —mentí—. No podemos


dormir con este calor, entonces decidimos conseguir una agradable
habitación de hotel.

Su rostro se relajó con una sonrisa, y me di cuenta de que dije lo correcto.


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—Es lo peor cuando tu aire acondicionado se rompe, ¿no es así? —
Comenzó a tocar el teclado, miró detenidamente su monitor, y asintió—.
La suite nupcial está disponible.

—Perfecto —dije alegremente y entregué mi tarjeta de crédito.

Diez minutos más tarde, nos dirigimos a nuestro piso, llave en mano.
Tarareaba una melodía feliz, mientras Hugh se situaba sobre mi espalda,
actuando como si nada de esto fuera absolutamente extraño. Casual, me
dije, estás siendo casual. Fingí un gran bostezo y miré a Hugh con una
sonrisa, contenta cuando repitió el movimiento. Los bostezos siempre se
contagiaban.

—¿Cansado? —pregunté con dulzura—. Anoche no dormiste nada.

—Debo permanecer vigilante —me dijo. Sin mirarme a los ojos.

—Haz lo que quieras —dije—. Pero pensé que para eso es ese hechizo en
la puerta. No serás capaz de protegerme muy bien si no duermes. Piensa
en cuánto mejor será si estás bien descansado.

Consideró esto, entonces me dio un rápido movimiento de cabeza.

—Dices la verdad. Pero aquí solo hay una cama.

—Por supuesto que digo la verdad. —Deslicé la tarjeta magnética sobre


la cerradura, y esperé a que la luz verde hiciera clic—. Y estoy segura de
que la habitación tiene dos camas esta noche —mentí, entonces abrí la
puerta. Entré en la habitación y admiré la suite.

La primera cosa que noté fue la cama grande en el centro de la habitación.


Un enorme cabecero cuadrado caoba dominaba la pared del fondo, que
se cernía sobre la cama tamaño extra grande, que se encontraba cubierta
de almohadas. Había delicadas sillas tapizadas, un sofá de aspecto
antiguo y mesas decorativas en la habitación, todo lo cual parecía
demasiado débil para sostener al pobre Hugh. Un ramo de rosas fue
dejado sobre una mesa cercana, en un rincón de la habitación había una
enorme bañera de hidromasaje, suficientemente grande para dos. Me
sonrojé ante la vista.

Bueno, era valiente, pero no estaba segura de qué tan valiente era. Miré
a Hugh.

—Hogar dulce hogar para la noche.

Frunció el ceño, incluso mientras cerraba la puerta detrás de él.

—Solo hay una cama.


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Me encogí de hombros.

—No te preocupes. Solo tendremos que compartir. Prometo no robar las


mantas.

Parecía como si quisiera protestar, pero luego lo pensó mejor. Éxito, me


dije. Ahora el resto de mi plan.

Lancé lejos mi mochila, mientras Hugh se quitó el collar y empezó a correr


la runa alrededor de la puerta.

—¿Te importa si me pongo cómoda mientras sellas todo?

—No me importa —dijo Hugh, distraído con su tarea, de espaldas a mí.

Perfecto. Me quité mi top péplum y salí de mi ajustado capri, doblándolos


cuidadosamente y metiéndolos en mi mochila.

—¡Vaya!, qué calor hace aquí, ¿no? —comenté, preparando la segunda


fase de seducción—. No sé si voy a ser capaz de dormir en este calor.

Y ajusté mi sujetador rosa y blanco, aumentando mis pechos.

Ninguna respuesta de Hugh. Eso estaba bien; él todavía se encontraba


ocupado en su tarea. Me quité los zapatos y me trasladé a la cama. No
retiré las mantas; en cambio, me acosté de lado y moví la cadera, posando
tan sexy como pude.

Entonces esperé a que se diera vuelta.

Le tomó unos cuantos minutos. Terminó corriendo la runa alrededor de


la puerta y colocó nuevamente la cadena sobre su cuello. Luego estudió
la puerta, pasando una mano por la orilla, mirando el destello de magia
en respuesta. Satisfecho, dejó caer su mano y me miró.

Sus ojos se abrieron.

Fingí abanicarme con una mano.

—Hace calor. ¿No crees?

Hugh se acercó a mí, sin dejar de mirarme.

—Puedes… —Tragó—. ¿Puedes ponerte bajo las mantas ahora, Ryder?

—No —dije y me estiré lánguidamente, moviendo mis pechos para que


rebotaran en lo que esperaba fuera de manera atractiva—. Demasiado
calor. Me siento cómoda así. —Me pasé una mano por un costado—. ¿Por
qué no te desvistes y vienes a la cama?
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Página
¿Era sudor lo que estaba en su frente?

Hugh permaneció en su lugar, claramente tratando de determinar qué


hacer. Vi su mirada parpadear alrededor de la habitación. ¿Sentarse en
una de las delicadas sillas que no sostendrían su gran cuerpo? ¿Sentarse
en la cama conmigo y toda mi desnuda gloria?

—Oh, vamos, Hugh —dije en un coqueto ronroneo bajo y di unas


palmaditas en la cama—. No muerdo… a menos que quieras que lo haga.
—Y le guiñé un ojo.

El aliento silbó fuera de sus pulmones. Se desplomó en la esquina de la


cama y se volvió de espaldas a mí.

—Ryder… por favor ponte la ropa.

—¿No te gusta mirarme?

—Más de lo que debería. Por eso te pido que te vistas. —Su voz era firme—
. Por mi bien.

—Voy a hacer un montón de cosas por tu bien —dije con coquetería. La


verdad, era que me excitaba bastante la idea de hacerle cosas traviesas
a Hugh—. Me encantaría correr mi boca por toda tu piel —dije—. Lamer
tus colmillos. Clavarte mis garras.

Un gemido escapó de su garganta.

¡Sí! La emoción brilló a través de mí, y mis manos se cerraron en las


mantas. Me moví un poco más cerca en la cama.

—¿Qué dices? ¿Quieres hacer un poco de exploración mutua? ¿Descubrir


el cuerpo del otro y ver lo que le gusta?

—Sabes que no puedo.

—¿Por qué no?

—Mi juramento. —Todavía no se giraba para mirarme.

Ese maldito juramento.

—Escucha, Hugh. —Hice mi voz tan persuasiva como pude—. Eres


virgen. Soy virgen. ¿Por qué no hacerse cargo de las necesidades del otro?

—Debido a que mi compañera me está esperando —dijo con voz áspera—


. No solo mi compañera, sino las compañeras de otros dependen de mí.
No quiero robarles su oportunidad de ser felices y tener familia
simplemente porque me dejé llevar por mis propios deseos.
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—¿Pero me deseas? —Me concentré en esa sola palabra, ignorando la
culpa que sentía al presionar por algo que no debería desear tan
desesperadamente.

—Sabes que lo hago. —Su voz era entrecortada, su cara me evitaba.

—Entonces, ¿por qué no podemos jugar un poco? —Mi tono fue


persuasivo—. Quieres complacer a tu pareja ¿no? ¿Quieres saber cómo
hacer que su cuerpo responda a ti? Apuesto a que también es virgen. Y
va a esperar que hagas el sexo delicioso para ella. ¿Cómo lo harás si no
sabes cómo funciona un cuerpo femenino? Eres un tipo grande y
aterrador. Va a estar asustada de ti. Y de hacer el amor, a menos que
seas totalmente experto con ella.

Hugh no dijo nada… pero no protestaba más, lo que tomé como una
buena señal.

—Yo te podría mostrar —dije en voz zalamera, ligeramente pasando mis


dedos a lo largo de la colcha, ya que me encontraba demasiado lejos para
tocarlo. Estaba totalmente excitada en este punto, mi respiración
acelerada, mis pezones duros. El más mínimo de su toque me convertiría
en una auténtica chica-monstruo—. Me puedes utilizar como una especie
de prueba. Podemos imaginar lo que puedes hacer para que ella responda
a tu toque. Y… también podemos experimentar contigo. Me puedes
mostrar lo que te gusta. Después de todo, voy a tener que aprender estas
cosas yo misma.

—Yo he… visto las historias con imágenes. He aprendido un montón.

—Esas películas no son como de verdad pasan las cosas. —No pude evitar
la gutural risa que se me escapó—. Esos son solo materiales utilizados
para excitar. Son evidentes y no son románticos en lo más mínimo. Si
quieres que tu mujer desee tu tacto, tendrás que ser sexy. Podría
mostrarte cómo hacerlo. Cómo tocarla. Podrías tocarme.

Y me estremecí ante la idea de que me tocara. Ante la idea de una de sus


grandes manos ahuecando uno de mis pechos.

Él inhaló considerablemente, luego sacudió su cabeza y se levantó.

—A dormir. —Y entonces se retiró al cuarto de baño. Un momento


después, oí la ducha abierta.

Fruncí el ceño. Maldito sea. Estuvo tan cerca de ceder. Claramente


comencé con la táctica equivocada al sugerir la mutua pérdida de
virginidad. Eso era imposible. Sin embargo, vaciló cuando mencioné
aprender del cuerpo del otro. Esa fue la clave. Debido a que Hugh
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Página
claramente quería complacer a su compañera, pensé con amargos celos. Y
tanteando en eso, tal vez podría conseguir excitarlo lo suficiente para
seducirlo plenamente, y hacerlo olvidar su juramento.

La perspectiva era una muy emocionante, tenía que admitir. Haría falta
un poco de serio coraje de mi parte, así como un poco de planificación
estratégica, pero podía hacerlo. Solo tendría que ignorar mi persistente
conciencia, que me decía que perseguía mi propia felicidad a costa de la
de tantos otros.
150
Página
Traducido por Mari NC y AsheDarcy

Corregido por Nanis

D
eliberadamente dormí encima de las mantas, una parte de mí
esperando que me despertaría y encontraría a Hugh tocándome,
incapaz de resistir mi encanto. En cambio, me desperté para
encontrar que Hugh había envuelto una manta alrededor de mí mientras
yo dormía. No estaba segura de si me parecía dulce… o totalmente
frustrante. ¿De seguro no había estado atascada con un hombre inmune
a mis encantos? Tal vez no estaba intentándolo lo suficiente.

Resolví esforzarme más e inspirarme por ideas. Podría hacer cabriolas


desnuda alrededor de él, pero simplemente no miraría. Podía frotarme
contra él, pero simplemente se alegaría. O me alejaría a la fuerza.

Seducir a Hugh requeriría sigilo y artimañas. Y puesto que yo era virgen,


estaba escasa en estas cosas. Podría coquetear con lo mejor de ambas,
¿pero cuando llegaba a la seducción pura y simple? No tenía munición
en mi arsenal. ¿Eso sumado al hecho de que Hugh estaba
constantemente a mi lado? Ni siquiera podía investigar una película sucia
o dos sin alertarlo.

Consideraba esto mientras nos fuimos a trabajar juntos un poco más


temprano al día siguiente. Le dije a Hugh que tenía un gran e importante
proyecto en el que estaba trabajando.

Eso no era realmente cierto. Sólo quería hablar con mis amigos y obtener
algunos consejos. Pero con Hugh cerniéndose por ahí, tenía pocas
opciones. Podría haber enviado mensajes de texto, pero Marie apestaba
cuando de revisar su teléfono se trataba, así que pensé que haría uso de
los programas de chat de la oficina.

Sara se sorprendió al verme. Tenía un par de auriculares enormes y


estaba escribiendo frenéticamente en su computadora cuando entramos.

—Hola, Ryder —gritó, claramente incapaz de darse cuenta que estaba


gritando. Señaló a sus auriculares—. Dame dos segundos y voy a llegar
a un lugar seguro en mi juego.
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—No hay prisa. Sólo vine a trabajar en un proyecto —grité y me dirigí a
mi escritorio. Le hice un gesto a Hugh para que tomara asiento en
cualquier lugar. Se fue a la parte de atrás y consiguió su taburete, y
mientras lo hacía, estiré mi cuello y miré hacia la oficina de Bath. No
estaba allí. La única persona era Sara. Um. Golpeé en mi asiento y abrí
el programa de chat en mi equipo. Estábamos vinculados a la oficina de
Beau, y fruncí el ceño al ver que el estado de Marie estaba puesto en
Ausente. Probablemente en una reunión de algún tipo. Cuando Hugh se
sentó frente a mí, le di una revista sensacionalista de “investigación”
mientras yo trabajaba.

Mi mente todavía en el tema de los consejos, decidí hablarle a Sara


primero.

¿Dónde está tu hermana?, escribí.

Está buscando locaciones para una fiesta de calcetín, tecleó Sara. Sólo se
le ocurrió la idea y ya estaba toda emocionada. Quería empezar. Ella
estaba sentada al otro lado de la habitación, por lo que simplemente
podría haberse quitado los auriculares y hablado conmigo, pero yo
prefería el programa de chat. Hugh no sería capaz de escuchar a
escondidas en la conversación de esta manera.

¿Fiesta de calcetín?, escribí. ¿Me atrevo a preguntar?

Es un baile de emparejamiento. Te den un calcetín cuando entras y tienes


que ir por ahí y conocer a otras personas mientras buscas la pareja de tu
calcetín. Ella pensó que era brillante.

Suena un poco raro.

Al otro lado de la habitación, Sara se rio ante su monitor, luego continuó


escribiendo.

Sugerí una fiesta de cerradura y llave, pero ella pensó que era demasiado
sugerente.

Mmm, podría tener un punto. Dicho eso… ya que estás aquí. Quería
preguntarte algo… acerca de los chicos. Sara estaba emparejada con
Ramsey, por lo que podría ser una buena a quien preguntar. Ramsey era
grande, hosco y silencioso, pero de alguna manera Sara entró en su
corazón. El hombre-oso estaba totalmente dedicado a ella. Me imaginé
que tenía algún tipo de mojo en acción del que yo podría conseguir pistas.

¿Yo? ¿En serio?

Sí, tú.
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Amiga, de acuerdo, pero no estoy segura de que sea la experta. ¡Tú eres la
ligona aquí! ¡Yo debería estar preguntándote!

Ella tenía un punto.

Sí, pero el tipo en el que estoy interesada parece ser inmune a mi coqueteo.
Estoy desconcertada y no sé qué hacer. No estoy segura de cómo hacerle
saber que me interesa.

¿Qué tal decirle?

Intentado. No quiero aceptar un no por respuesta.

Ya veo. Tamborileó sus dedos en su barbilla por un momento, pensando,


y empezó a teclear con furia una vez más. ¿Qué tan serias somos sobre
este tipo?

Digamos que estoy tratando de meterlo en la cama y él está haciendo caso


omiso de todos mis intentos.

Um-hum. ¿Es un cambiador?

Fruncí el ceño a mi computadora.

¿Eso es importante? Pero sí. Conseguiré aprobarlo antes de ir a cualquier


parte con las cosas.

Tú estás en la Alianza. ¿Recuerdas esa algarabía con la conversión de


Marie? Cambiaron las reglas sobre lo humano. Siempre y cuando no
empiece de pronto a crecerte una cola, a nadie le importará.

Me obligué a escribir un LOL en respuesta, a pesar de que su comentario


estuvo demasiado cerca para mi comodidad. Me crecía una cola en mi
forma cambiada.

Aquí está la cosa con los cambiadores, envió de nuevo rápidamente. Están
en una súper sintonía de aroma. Como ahora mismo, puedo oler que
apestas a ese gran gatito sentado a tu lado, lo que significa que los dos
están compartiendo de cerca. No juzgo, simplemente puntualizo.

Me mordí el labio, tratando de no sonreír.

Puede ser.

Así que supongo que él es la presa que sigue huyendo. ¿Sí?

Él… puede ser.

¡Provocadora!
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Página
Está bien, es él. Y apesta en sintonizar con el coqueteo.

Tengo experiencia con eso. Una vez más, la oí reír sobre su computadora,
y no pude resistir la sonrisa en la mía. Ramsey no era exactamente
próximo cuando nos juntamos. Bueno. Sin entrar demasiado en las vidas
personales (porque mi Osito Abrazable me mataría si comparto todos
nuestros secretos), te voy a dar un consejo. ¿Recuerdas lo que dije acerca
de los cambiadores y el sentido del olfato?

¿Sí? Resistí a la tentación de tamborilear mis dedos impacientemente.

Es muy entusiasta. Pueden oler todo. El miedo, porque trae un tipo agrio
de sudor. Y la excitación, porque trae… bueno, un tipo diferente de
humedad. ¿Me entiendes?

Oh vaya. ¡No tenía ni idea! Así que si quiero que sepa que estoy
encendida…

Sí. El sólo caminar junto a él lo hará. Es muy difícil para ellos resistirse.
PERO YO TOTALMENTE NO TE DIJE ESO.

Mis labios están sellados.

Miré a Hugh especulativamente, incapaz de dejar de sonreír mientras él


fruncía el ceño hacia las brillantes páginas de la revista, tratando de
hacer cara o cruz de una imagen de una boda de la realeza.

Mi programa de chat sonó de nuevo. Miré de nuevo al equipo.

Así que… había escrito Sara. Ya que estamos compartiendo secretos…

Oh no. Sentí una especie enferma de miedo en mi estómago. ¿Se había


dado cuenta de lo que era? Me obligué a alcanzar mi teclado.

¿Sí?

¿Exactamente qué tipo de cambiador es él? Huele a gato, pero… diferente.


Terroso. Es un poco difícil de describir. Como… pelo de gato a la diez.
Normalmente la nariz lobo no es un fan de los pumas, y ahora mismo, odio
decirlo, pero tu novio apesta.

Sofoqué una carcajada.

Hugh me miró bruscamente.

—Solo… leí algo divertido. Eso es todo. —Miré a Sara, pero ella todavía
estaba escribiendo en su juego, actuando como si nada estuviera
pasando—. Vuelve a tu revista.
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Él frunció el ceño y volvió otra página brillante, arrugando su nariz con
disgusto cuando olió una muestra de perfume.

—Este libro huele mal.

—Es perfume —dije, inclinándome sobre la mesa hacia él. La acción


empujó mis pechos hacia arriba y la línea del cuello de mi camisa hacia
abajo, y me aseguré de que Hugh tuviera una buena vista—. Se supone
que huele bien.

—No es así —dijo en voz baja—. Es pútrido. Mis ojos lloran.

—Gruñón —bromeé. Deslicé mi muñeca debajo de su nariz


juguetonamente—. Las mujeres lo frotan en sus puntos de pulso para
que huelan bien. Como aquí. —Moví mi muñeca hacia él—. Y aquí. —Me
estiré hacia atrás y toqué bajo mi lóbulo de la oreja—. Y… aquí.

Froté un dedo entre mis pechos y le di una ancha sonrisa.

Él se quedó viendo donde toqué mis pechos. Miró fijamente. Luego volvió
a la revista y violentamente volteó a la página siguiente.

El programa de chat sonó varias veces seguidas. Me deslicé de vuelta a


mi silla, sin dejar de sonreír, y miré la computadora. Sara había escrito
varias líneas.

Ajá.

¿Ese tipo dice que no está interesado?

MENTIROSO TOTAL.

Vi la forma en que miró tus tetas. Te lo estoy diciendo. Olfato. Siempre


funciona a tu favor.

Sara era impresionante. Yo totalmente iba a utilizar esta información


para mi ventaja.

Es un buen consejo. Gracias, Sara.

Todavía no me dijiste qué tipo de cambiador es.

Dudé. No era exactamente un secreto, ¿verdad? Solo planteaba muchas


preguntas que no tenían respuestas. Preguntas que yo no quería que me
hicieran en el momento, en caso de que apuntaran de nuevo a mí. Así
que escribí una respuesta vaga.
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Es una rara forma de tigre. Su familia es de algún pequeño país del tercer
mundo, y no ven un montón de extraños. Y me quedé mirando el monitor,
esperando a ver si ella aceptaría eso.

Su respuesta llegó unos segundos después.

Entiendo. Los tigres tienen un hedor único para ellos.

Él no huele, la reprendí.

Lo hace para la nariz de lobo.

Me alegro de que soy humana, entonces, envié juguetonamente, probando


para ver cuánto sabía.

¡También me alegro de que lo seas!

Respiré un pequeño suspiro de alivio ante eso. Sara no había adivinado


lo que yo era.

Justo en ese momento, Marie apareció en el chat. Yo inmediatamente le


envié un Hola y esperé a que ella respondiera.

¡Oye chica! ¡Finalmente estás hablándome! ¿Qué pasó en la cafetería?

Más cosas de pactos de meñique. No puedo hablar de ello.

¡Merde!

Lo sé. Lo siento.

Tienes suerte de que somos amigas. Así que, ¿qué estás haciendo tan
temprano?

Trabajando en proyectos. Lo normal. ¿Tienes un minuto?

Claro. Estoy entre reuniones, pero no tengo que correr hacia otra hasta
dentro de quince, lo cual es bueno. Beau es un buen jefe, pero no estoy
segura de que soy un fan de las llamadas de conferencia, y estamos
seguros de hacer un montón de ellas. Escribió una cara sonriente sacando
la lengua.

Supera el desempleo, tú, bodoque, envié.

Eso lo hace.

Entonces… déjame hacerte una pregunta. Tiempo para jugar suave; de


esa manera, Marie no adivinaría lo que pasaba. Estoy viendo a un chico,
empecé a escribir. Algo así. Excepto que él piensa que somos sólo amigos
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Página
y yo quiero ser más que amigos. ¿Cómo puedo entrar en “sexytimes” sin él
enloqueciendo?

Hubo una larga pausa.

Luego: Me estoy riendo aquí, contestó. ¿Tú estás pidiéndome consejo


romántico? Tú eres la que coquetea con cualquier cosa con un pene.

Estaba empezando a enfadarme con el hecho de que todo el mundo


parecía sorprendido de que quisiera ayuda romántica.

Sí. Sólo tienes que responder a la pregunta.

Bueno, bien. Si fuera Josh y yo estuviera de ánimo y él no, lo que nunca,


nunca ha pasado, para que conste, supongo que empezaría por mimarlo.
Como: oh pobre bebé, ¿tuviste un día duro? Déjame frotar tus hombros y
conseguirte una cerveza. Y luego el masaje sexy se convierte en mucho
más. ¿Pero para el registro? Josh nunca está sin ánimo. Él…

Demasiada información, escribí de nuevo rápidamente.

… en serio se excita al ver mis viejas y rotas pijamas. ¿Qué? ¿Demasiada


información? ¡Tú preguntaste!

Sí, pero ahora te estoy imaginando a ti y a Josh en la cama juntos. En


realidad… espera, es una buena imagen. Josh es sexy. ¿Está desnudo?

Retrocede, mujer. ¡Es mío! Imagíname levantando mis manos y


pretendiendo sacarte los ojos por los celos.

Me reí hacia mi pantalla.

Divertido, divertido.

Lo sé. Me partí de la risa. Ahora ve a ser una buena pequeña empleada de


oficina y bebe tu cuarto diario de Red Bull y vuelve al trabajo, a menos que
quieras contarme más acerca de este hombre misterioso.

No puedes verlo, escribí, pero tengo mi dedo meñique en el aire.

Maldita tú y tu inevitable meñique.

Sonreí y miré hacia Hugh pensativamente. ¿Funcionaría eso? ¿Adularlo


y ofrecerle frotar sus hombros? Admiré sus hombros desde lejos. Eran
unos realmente agradables. No me importaría llegar a poner mis manos
sobre ellos. Y tal vez podría conducirlo a darme un masaje, también.

Pensé en esto mientras abría una carpeta de trabajo y comencé a escribir.


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En las primeras, primeras horas de la mañana, después del trabajo, nos
detuvimos en mi apartamento de nuevo y registramos las cosas. Aún sin
señales de otro fae o cualquier olor inusual. Hugh parecía estar contento
pero sospechoso.

Asalté mi apartamento por mi ropa interior más sexy, un lindo baby-doll,


camisón que había estado a la venta y que no había sido capaz de resistir
(a pesar de no haber tenido a nadie para usarlo), y una botella de aceite
para el cuerpo sin perfume, ya que a veces tenía la piel seca en el invierno
y que funcionaba mejor que la loción, dada mi escamosa otro-yo.

Nos registramos en un hotel diferente, y me froté los hombros y el cuello


de manera significativa mientras entrábamos al ascensor.

—Ha sido un largo día, ¿no?

—Lo ha sido —estuvo de acuerdo Hugh—. Tu trabajo es bastante


aburrido. Entras en una pequeña habitación cuadrada y miras fijamente
otro cuadro todo el día.

Parpadeé hacia él. Bueno, eso era una manera de ver las cosas. Sabía
que él estaba aburrido de ser mi niñera, aun así. Nos habíamos dirigido
a la librería local unos minutos antes de que hubiera cerrado, y le había
comprado algunos libros de imágenes sobre la guerra medieval y El Libro
Pop-up de Batalla. Él había estado fascinado por ellos y había pasado
horas y horas a través de sus páginas sin molestarme, lo que me había
permitido trabajar con los clientes y conseguir hacer mi trabajo. Había
preparado los horarios para el próximo mes y creado folletos para los
eventos programados, hasta la fiesta del calcetín. Había sido una noche
productiva.

—Conseguí hacer muchas cosas —le dije, y luego me froté el cuello de


nuevo—. Aunque es duro para mi espalda y hombros.

No dijo nada. No estando en desacuerdo, simplemente no tan interesado


en una pequeña charla.

—¿Y tú? —le pregunté cuando nos bajamos del ascensor en nuestro
piso—. ¿Cómo está tu espalda? Te sentaste en ese taburete toda la noche,
por lo que tienes que estar adolorido.

Se volvió hacia mí con el ceño fruncido.

—Soy un guerrero. Dolores menores no me molestan.


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—Bueno, no es una cuestión de que seas un guerrero —le dije con
suavidad e inserté la llave en la puerta—. Quiero decir, siempre se puede
tomar un baño caliente.

Entramos en la habitación, y por supuesto, la bañera estaba en el medio


de la habitación de nuevo. Yo había seleccionado este tipo particular de
habitación a propósito.

—No lo creo —dijo Hugh con voz plana, llegando claramente a la misma
conclusión.

—¿Seguro? No me importa. Quiero que estés en tu máxima destreza física


para protegerme, y si ya estás todo tieso, me preocupa que no seas capaz
de manejarlo.

Me acerqué a su lado en la sala y me senté al pie de la cama, viendo como


él cerró la puerta y empezó a correr la runa alrededor del borde.

Cuando terminó, se volvió para mirarme, y sonreí alegremente.

—¿Sabes lo que pienso?

Él me dio una mirada cautelosa, no del todo confiando en mi expresión


radiante.

—¿Qué?

—Creo que debería darle masajes a tus hombros.

La mirada cautelosa se intensificó.

—Nunca dije que me dolían.

—Sí, pero los míos sí, y por lo tanto estoy segura que los tuyos también
lo hacen. —Le di unas palmaditas al final de la cama—. Ven. Es una
costumbre humana dar masajes a los demás —mentí. Lo que él no sabía
no le haría daño.

—¿Lo es? —lo dijo tan rotundamente que sonaba más como una
declaración.

Asentí y di unas palmaditas en la esquina de la cama otra vez.

—Ven aquí y quítate esa camisa.

Dudó un momento más, luego se acercó y se sentó en el borde de la cama


con cuidado. Se hundió con fuerza con su peso, Hugh era enorme y lleno
de músculos, y me moví hacia atrás de modo que no cayera en su regazo.
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No es que me hubiera importado, pero probablemente él se habría
largado.

Un momento después, hizo rodar sus hombros y tiró su camisa sobre su


cabeza, y aspiré un aliento por toda esa belleza masculina ante mí. Hugh
era fácil a los ojos. Sus hombros eran enormemente amplios y
bronceados, y cuando miré más de cerca, vi pequeñas líneas blancas de
cicatrices recorriendo su piel aquí y allá. Por alguna razón, sólo se
añadían a su atractivo, tal vez porque hablaban de peligro. Admiré su
espalda sin tocarlo durante un largo momento, luego cogí mi mochila de
color rosa y saqué el aceite corporal. Lo calenté un poco entre mis manos
y ligeramente las apoyé sobre sus hombros.

Se sacudió en respuesta, poniéndose de pie.

Me caí hacia adelante, apenas capaz de agarrarme antes de estrellarme


contra el suelo. Mis manos aceitosas fueron a la colcha y me estremecí,
sabiendo que tendría a cargo una limpieza en seco en mi factura de hotel
cuando comprobara.

Hugh se había vuelto y estaba mirándome con ojos feroces, casi salvajes,
lo blanco desapareciendo.

—¿Qué estás haciendo, Ryder?

—Estoy tratando de frotar tus hombros —le dije con una mueca—. Es un
gesto amable, nada más.

Dudó.

—¿Nada… más?

—¿Me veo como si me hubiera convertido en un monstruo? —Le di una


mirada impaciente. La verdad era… que había sentido el cambio bajo mi
piel en el momento en que había puesto mis manos sobre él. Lo había
combatido como nunca lo había combatido antes, mordiendo el interior
de mi mejilla para concentrarme. Su posterior retiro (y mi casi caída sobre
mi rostro) habían empujado mi lado mutante de nuevo a su escondite—.
Estás a salvo conmigo.

—Muy bien. Yo… pido disculpas. —Él volvió a sentarse de nuevo, la


expresión de su rostro una mezcla de frustración y dolida determinación.

Era casi divertido… excepto por el hecho de que yo estaba tratando de


seducirlo.

—¿Vas a quedarte esta vez?


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—Sí.

Al menos sonaba arrepentido. Probablemente fue el verme casi tomar un


cabezazo lo que lo tenía cambiando de opinión. Esperé unos minutos
para ver si iba a levantarse de nuevo. Dos manchas aceitosas brillaban
sobre sus hombros bronceados donde le había tocado antes, y me
llamaron.

—Voy a poner mis manos sobre ti otra vez —le advertí.

—Muy bien —dijo, y yo observaba su espalda moverse y tensarse,


anticipando mi toque.

Me tragué mi risa y me incliné hacia adelante, poniendo ligeramente mis


manos sobre sus hombros de nuevo.

Se sacudió bajo mi tacto, pero no se levantó de nuevo.

—Está bien —le dije, sintiendo mi lado mutante flexionarse y


comenzando a hacer señas bajo mi piel. Luché contra él de nuevo lo mejor
que pude, concentrándome en Hugh delante de mí—. Ahora voy a frotar
tus hombros. Cierra los ojos y quédate quieto, ¿de acuerdo?

Lo miré por un momento, pero no se levantó o tensó, y experimentalmente


deslicé mis manos aceitosas sobre sus anchos hombros. Su piel estaba
caliente, como un horno, y tocarlo era mucho más placentero de lo que
debería haber sido. Sólo el calor que venía de él me llenaba de lujuria, ¿y
el pasar mis dedos por su piel? ¿El masajear los gruesos cordones de
músculo y el pasar mis manos por ellos?

Fue sin duda la mejor cosa que jamás había sentido.

Mi monstruo había llegado totalmente, mi uñas alargadas y mi piel cada


vez más escamosa. Sentí las alas estallar en mi espalda, sentí mi cola
deslizarse adelante desde la parte baja de mi espalda, y me mordí los
labios para no gemir de dolor ante la sensación. Se había ido
rápidamente, sin embargo, las manos con las que flexionaba y frotaba el
cuello y los hombros de Hugh eran escamosa, pero no de un verde
fangoso. Más de un verde iridiscente que parecía brillar desde dentro. Mis
uñas ya no eran como largas garras, sino suaves, eran bonitas garras,
con puntas apagadas, ligeramente más largas y más curvadas que las
uñas normales. No grotesco.

Él estaba en lo cierto; yo estaba cambiando.

¿Le gustaría a Hugh mi nueva forma?, me pregunté, pero no le pregunté.


Sólo seguí masajeando su cuello, frotando mis pulgares contra los lados
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Página
de su columna vertebral, a continuación, arrastrando mis uñas por su
piel.

Él dio un gemido bajo, el primer sonido que había hecho.

Me quedé inmóvil en mi lugar, esperando a que me alejara una vez más,


pero no lo hizo. Simplemente se quedó en su lugar. Su cabeza se inclinó
hacia adelante, y parecía estar pidiendo… más.

Ooooh.

Mi pulso latía fuerte en mis venas con entusiasmo, y yo amasaba sus


hombros, mis movimientos suaves y sensuales. Exploré las duras aristas
de los músculos del cuello, fascinada por ellos, y froté mis nudillos contra
la base de su cráneo, donde su cabello había sido rapado corto. Las
cerdas eran gruesas y casi secas, y me encantaban las rayas. Eso lo hacía
único. Diferente. Me gustaba eso de él. Me gustaba el hecho de que sus
antebrazos eran de pelaje grueso, y que las rayas se quedaron allí. Quería
correr mis manos por todo su cuerpo, pero me preocupaba que huyera
otra vez.

Y quería seguir tocándolo. Me encantó la sensación de su piel. La


sensación de él. La forma en que sus músculos se flexionan duros,
cuando masajeé.

No pude evitarlo tampoco, me excité. No sé cuándo me había encendido


tocando a Hugh; por lo que sabía, podría haber sido tan pronto como
puse mis manos aceitadas en él. ¿Pero en este momento? Mi cuerpo
ansiaba ser tocado. Mis pezones estaban duros con necesidad, y mi pulso
se había asentado en algún lugar al sur de mi ombligo, latiendo allí, de
manera constante. Cuando me moví en la cama, sentí la humedad entre
mis piernas.

Delante de mí, Hugh se puso rígido, y yo sabía que olía mi deseo.

Él respiró fuerte, y luego otro gemido escapó de su garganta. Mientras


observaba, sus manos eran puños en sus piernas, y sus uñas alargadas
eran garras afiladas de nuevo.

Había perdido el control de su propia bestia. La visión hizo que mi


respiración se acelerara, hizo que mi pulso corriera aún más rápido. Fue
la cosa más erótica que había visto nunca.

—¿Hugh?

—¿Qué? —La palabra era más gemido que pregunta.


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—Ahora hazme —le susurré.
163
Página
Traducido por Salilakab

Corregido por Mari NC

É
l se quedó en silencio por tanto tiempo que creí que protestaría,
que declararía que tenía suficiente y se iría tormentosamente de
nuevo al baño. Miré su amplia espalda con anticipación y temor,
esperando.

Entonces, Hugh se volteó y me miró, sus ojos tan calientes con lujuria y
deseo que sentí el aire siendo succionado de mis pulmones.

—¿Frotarte?

—Sí —susurré casi ahogándome en mis palabras—. Me duele también.

Él se puso de pie al lado de la cama, mirando hacia mí. Su mirada era


tan intensa que prácticamente la sentí deslizándose por mi piel.

—Te transformaste.

—No pude evitarlo. —Sabía cómo me veía: toda escamas, cuernos y alas
comprimidas bajo mi camisón. Mi mano se levantó para proteger mi
rostro—. Lo siento.

La gran mano de Hugh se extendió y acarició mi cara, dejando a un lado


mi mano que usaba como escudo.

—¿Tú... cambiaste por tocarme? —Su gran pulgar, con punta de garra,
rozó cerca de mi boca.

Asentí.

Ese pulgar rozando mis labios mandaba escalofríos por mi columna.

—Y sin embargo escondes tu rostro.

—Es porque es horrible.

—No es horrible —dijo con la voz ronca y dolorida por el deseo—. Solo...
prohibido.
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Y eso hizo que me doliera con un dulce anhelo.

—Por favor, por favor tócame, Hugh. Quiero tanto ser tocada. —Me
incliné hacia su mano que me acariciaba—. Siento que no me queda
mucho tiempo y quiero saber qué se siente. ¿No… no tienes curiosidad
sobre mí? ¿Ni siquiera un poco?

—Más que sólo un poco. —Su voz era ronca ahora, sus ojos casi negros.
Miró a un lado de la cama—. ¿Dónde está el aceite?

Busqué la botella con mis propias manos resbaladizas, la destapé y se la


ofrecí.

—¿Te desvestirás para mí?

Un rubor caliente quemó mis mejillas. Extraño que fuera a ponerme


tímida ahora. Tiré de mi vestido pero era apretado en el cuello y con mis
alas en el camino no pude sacarlo por mi cabeza. Lo rasgué con mis
garras gimiendo de frustración y me di cuenta que mis garras ahora eran
romas e inútiles.

—No puedo...

Hugh sonrió, mostrando sus enormes colmillos que recientemente se


habían alargado. Quería lamerlos tan jodidamente. Verlos me distrajo, y
casi me pierdo cuando su mano salió disparada y sus garras destrozaron
la parte delantera de mi vestido. Cayó en pedazos frente a mí junto con
el sostén.

Jadeé, mi mano volando a mi pecho en estado de shock.

—Gra-gracias. —Quité la ropa de mis hombros, sintiéndome


extrañamente vulnerable de tener el pecho descubierto frente a él. Me
sentía cómo si hubiera perdido el control de la situación... y no me
importaba en lo más mínimo. Me preguntaba qué pensaba de mi cuerpo,
sin embargo. Mi vientre estaba cubierto de escamas más pálidas que mis
manos y mis brazos, mis pechos tenían el mismo tono lechoso a
excepción de mis pezones oscuros. Las escamas bajaban por mis brazos
y una dura línea de puntos se extendía hacia abajo en cada uno de mis
bíceps. Mis alas colgaban flácidas en mi espalda y mi cola golpeaba
contra la colcha moviéndose como la de un gato.

Cualquier hombre humano correría.

Afortunadamente para mí Hugh era bastante único.


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Él puso algo del aceite en sus grandes palmas, y yo observaba, fascinada,
mientras las frotaba imitando mis movimientos de hace unos minutos.
Entonces miró de nuevo hacia mí, sus ojos nada más que negros en su
cara.

—Voltéate Ryder.

Me puse de rodillas y me volví en la cama, enseñándole mis alas. Presioné


mis manos contra mis pechos, con ansiedad y anticipación fluyendo a
través de mí. ¿Estaba él preparándose para alejarme una vez más?

Dos grandes y cálidas manos tocaron mis hombros.

Un suave grito escapó de mi garganta, más por sorpresa y shock que otra
cosa. Ese toque cálido e íntimo fue sorprendente para mi alma... sin
embargo, me llenó de un intenso dolor. Me había encerrado a mí misma
por tanto tiempo que incluso esto era abrumador. Un nudo se formó en
mi garganta y para mi horror me di cuenta que estaba a punto de llorar.

Nada sensual.

Tragué saliva, pero las lágrimas no se irían. Y mientras Hugh comenzó a


frotar, las lágrimas se deslizaron por mi cara. Un sollozo se me escapó.

Hugh se detuvo.

—¿Ryder? ¿Lloras?

—Estoy bien —le dije, pero mi voz me traicionó: era ronca y estaba
disminuida por las lágrimas. Sequé las lágrimas con mis dedos—. Lo
siento, solo estoy siendo tonta. Es solo...

—... Que te duele ser tocada. —Sus grandes manos acariciaron mis
hombros de nuevo, una caricia de bienvenida—. Conozco ese
sentimiento.

Más lágrimas brotaron de mí.

—Sí, es un poco abrumador, eso es todo. Sin embargo, no sé por qué


estoy toda llorosa sobre eso. No es cómo que quisieras tocarme, yo como
que te forcé a hacerlo.

Las manos de Hugh me volvieron y me tomó entre sus brazos. Su gran


pecho desnudo era cálido a comparación mía y por primera vez en mi
vida adulta no me sentía como un monstruo. Inhumana y no digna de
ser amada. Me sentía como... Ryder.

Y eso fue lo que me hizo tal nudo en mi garganta.


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Él me abrazó y lloré como un bebé por lo que se sintió eterno. Él
simplemente me acarició la espalda y el pelo y su mano se levantó y
acarició mi mejilla. Ni siquiera se inmutó cuando sus manos tocaron las
partes duras en la parte superior de mis hombros. Las rozó y siguió
adelante.

Eventualmente, me recuperé lo suficiente para dejar de llorar. Me senté


frente a él, reacia a abandonar el delicioso calor de su pecho pero
sintiéndome como una tonta.

—Lo siento. Aquí estaba yo tratando de ser sensual y terminé llorando


sobre ti. Eso no era parte del plan.

—¿Así que esto era un plan? —Levantó una ceja hacia mí.

Le di una sonrisa tímida.

—Tienes que darme puntos por intentarlo.

No me sonrió y pensé por un momento que estaba enojado con mis


tácticas manipuladoras.

—¿Me estás diciendo que no querías tocarme?

—No, yo quería —admití—. Algunas veces quiero tocarte tanto que duele.

Su mano fue a la parte baja de mi espalda y me tiró hacia él, mis manos
fueron hacia sus hombros por la sorpresa.

—¿Y finges el olor de tu deseo por mí Ryder?

—No —dije sin aliento, incapaz de apartar los ojos de su intensa mirada—
. Nunca.

Sus dedos fueron hacia mi barbilla, e inclinó mi cara hacia la de él


mientras tiraba de mi más cerca. Mis pechos —con escamas pero muy
sensibles— se presionaron contra su pecho y pude sentir la dura cresta
de su erección contra mi vientre. Excitación vibró a través de mi cuerpo
y le miré, esperando.

Y luego Hugh me besó. Todo por su cuenta. Sin tener que persuadirlo.
Su boca se extendió sobre la mía, vacilante al principio, como pidiendo
permiso.

Cuándo hice un sonido de placer en mi garganta, me jaló más contra él


y la presión de su boca se hizo más firme, casi causando moretones con
su intensidad. Me encantó, sin embargo él no podía hacerme daño en mi
forma más dura y me gustó la fuerza cruda de su pasión. Sus colmillos
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rasparon contra mi labio enviando ondas de emoción a través de mí. Gemí
y mis garras sin filo se enterraron en su carne. La sensación de su piel
caliente contra mis pechos mientras él lamía mi boca era increíble.
Quería continuar para siempre.

Mientras su boca se movía sobre la mía, sentí sus manos frotando mis
costados, enviando cosquillas por mi cuerpo. Dejó de besarme por un
momento para susurrar:

—¿Puedo tocar tu cuerpo?

Asentí, con emoción pulsando a través de mí.

—Tócame en cualquier lugar que desees.

Se echó hacia atrás estudiando mi cuerpo y me estremecí imaginando lo


que él veía.

—Eres adorable, Ryder.

Hice una mueca.

—No, no lo soy.

—¿Me estás llamando mentiroso?

Oh, bien. Me estremecí sintiéndome extraña sobre eso.

—No, yo no, solo... —Le hice un gesto a mi cuerpo, sin ver nada más que
escamas—. No puedo ver la belleza en esto, todo lo que puedo ver es
una... criatura.

—¿Sabes lo que yo veo? —La voz de Hugh era baja y suave y su rostro
sobre el mío era gentil. Puso sus manos sobre mis hombros y su pulgar
rozó mi clavícula.

—¿Qué?

—Veo un hermoso cuerpo con huesos delicados. —Pasó una garra por mi
clavícula—. Y sin embargo lo suficientemente fuerte que no me tengo que
preocupar de hacerle daño.

Esa garra se deslizó por mis escamas y me estremecí debido a la


sensación.

Su mano se deslizó más abajo y acunó mi pecho, su gran mano


impactaba con su calor.
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—Veo estos pechos hermosos y maduros, simplemente pidiendo el roce
de mis colmillos.

Gemí arqueándome contra su mano. Él estaba resaltando todas las cosas


que eran extrañas y diferentes entre nosotros y sin embargo... era
increíblemente erótico.

—Dime más.

Su pulgar rozó mi pezón duro como un diamante.

—Veo esto y ruega por mi boca. No solo para dulces y gentiles besos,
también mordidas salvajes. —Sus colmillos salieron al descubierto y
sonrió—. A mi tipo le gusta morder.

—¿Cómo sabes? —pregunté sin aliento—. Si no tienes mujeres, ¿Cómo


sabes?

—Porque sueño sobre eso —dijo Hugh, con su voz baja y ronca—. Cada
noche sueño en llevarte entre mis brazos, morder tu preciosa carne y
verte arquear con placer debajo de mí.

Me estremecí, sintiendo un calor líquido entre mis piernas. Mis uñas


romas se clavaron en su piel.

—Dios Hugh, ¿Por qué el pensamiento de que me muerdas suena tan


increíblemente sensual?

—Debido a que no tienes miedo de mí —dijo y la garra de su pulgar rozó


mi pezón—. Debido a que estas escamas hacen tu cuerpo impermeable a
cualquier cosa que pueda hacerte y tú encuentras eso excitante. Que
puedo ser rudo y salvaje contigo y no importa.

Él estaba en lo correcto y me gustó ese pensamiento. Amé la idea de él


perdiendo el control, que éste hombre fuerte, grande e imponente no
mostrara mesura mientras demostraba su deseo. Cuando me mostró sus
colmillos largos y espantosos yo no tuve miedo, estaba excitada.

Su mano se deslizó a la curva de mi cintura.

—Veo un hermoso cuerpo delgado entre mis manos Ryder. No veo


fealdad. Veo una mujer que me tienta a olvidar todo. —Hugh se inclinó y
me dio otro beso en la boca, chupando suavemente mi labio inferior—. Y
es por eso que eres tan peligrosa para mí.

Gemí y roce mis senos contra su pecho pidiendo más. Queriendo más
besos, más toques, más de su boca —y dientes y garras— por todas
partes.
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Pero él solo presionó su frente contra la mía y dio un profundo suspiro.

—Y es por eso que no debemos ir más allá de esto.

La decepción se extendió sobre mí, pero asentí y mis brazos se enrollaron


en sus grandes hombros.

—No puedo estar molesta —dije en voz baja.

Él me había dado el regalo más grande que nadie jamás me había dado.

Había visto mi forma natural... y me hizo sentir bella. No podía estar


decepcionada de eso. Me acurruqué contra su pecho y estuve contenta
cuando me atrajo hacia él en un reconfortante abrazo. Mi mano se deslizó
por su cuello y jugó con el pelo grueso en los bordes de su mejilla, las
patillas parecían una extensión natural de su forma felina.

Yo era perfecta para Hugh, él era perfecto para mí. Hacer el amor con
Hugh resolvería todos mis problemas.

Y él decepcionaría a todos los demás primordiales si rompía su


juramento. Les impediría recibir a sus parejas. Sentí esa vieja y familiar
culpa surgir de nuevo. Una vez más se sentía como que estaba eligiendo
mi propia felicidad sobre la de otra docena de personas. Se sentía cruel,
pero al mismo tiempo estaba atrapada.

¿Sería lo suficientemente egoísta para presionar? ¿Presionar a Hugh a


pesar de que sabía los costos?

No sabía qué hacer. Solo que parecía que alguien saldría perdiendo sin
importar qué eligiera.

—Desearía poder hacer más Ryder —dijo Hugh y sentí un movimiento


fuerte de su mandíbula bajo mis dedos.

—Está bien —dije—. Realmente lo está. —Yo estaba en un revoltijo de


confusión, mis pensamientos en estado de agitación y mi culpabilidad en
apogeo, pero mientras él me abrazaba todo parecía que no me importaba
tanto. Solo la sensación cálida de su piel contra la mía se sentía como un
placer decadente.

Entonces alguien llamó a la puerta del hotel.


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Traducido por LizC

Corregido por Mari NC

M
iré a Hugh, luego eché un vistazo al reloj de alarma. Casi las
cinco de la mañana. Era demasiado pronto para el servicio de
limpieza. Eso significaba… tenía que ser el desconocido Fae que
había visto en el restaurante. Él me había rastreado. De alguna manera.
Empecé a temblar, con fuerza.

Hugh saltó de la cama y se lanzó hacia la puerta, poniendo sus manos


sobre la madera y mirando por la mirilla. Me di cuenta que sus
pantalones cortos se tensaban alrededor de su erección, y sus garras
habían crecido de nuevo. También estaba luchando contra su propia
bestia.

Hugh me miró. Una mezcla de vergüenza y decepción cruzó su rostro, y


antes de que pudiera preguntarle qué le pasaba, puso la mano en el
picaporte y abrió la puerta, rompiendo el portal.

Finian entró.

Al menos, asumí que era Finian. Llevaba el rostro de una celebridad


diferente ahora, pero no había duda del traje de corte perfecto, el collar
de oro en su garganta, y la gran F colgando del mismo.

Su mirada serena escaneó el semidesnudo cuerpo de Hugh, parando por


un largo momento en sus oscuros ojos sin pupilas. Luego su mirada me
recorrió a mí, cuando todavía estaba en forma cambiante, ahora
sosteniendo una sábana en la parte delantera de mis pechos con
escamas.

—Veo que llegué justo a tiempo —dijo Finian.

Di un grito ahogado, sosteniendo la sábana con más fuerza frente a mí.


Mi mirada fue de Hugh a Finian. ¿Cómo había sabido el fae que
estábamos aquí? Mis alas dieron un pequeño aleteo angustiado, y sentí
mi cola sacudirse sobre las almohadas de la cama. Miré a Hugh
inquisitivamente, pero él evitaba mi mirada.
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—No estábamos haciendo nada —espeté, sintiéndome extrañamente
culpable ante la mirada acusadora del fae.

—¿Nada? —se bufó Finian, y su boca adoptó una mueca tensa que
parecía extraña en el rostro sensual del famoso que llevaba—. Supongo
que por eso encuentro a mi guardaespaldas medio cambiado, su miembro
erecto, y mi cambiada desnuda en la cama, ¿con sus escamas? ¿Eso no
es nada? —Se volvió hacia Hugh y escupió las palabras—: Debería
haberte quitado de tu puesto.

Oh, Dios. ¡No! Necesitaba a Hugh conmigo.

—Lo prometo —dije rápidamente—. No hicimos nada. Pregunta a Hugh.


¡Sabes que él no puede mentir!

La cabeza de Finian se giró de golpe y miró al cambiador primordial.

—¿Y bien?

—Nos besamos —admitió Hugh, y mentalmente me estremecí—. Quería


demostrarle que ella era adorable a pesar de su forma cambiada —dijo
con una voz sencilla y brusca—. Nos besamos, y entonces le dije que
debemos parar. Y lo hicimos.

Finian miró a Hugh durante tanto tiempo que pensé que iba a romperse.
La tensión en la habitación era palpable.

Me sentí como una adolescente que había sido sorprendida besándose en


el asiento trasero de un auto, y solo así, mi deseo y humor fácil se
desvaneció a nada. Sentí que mis alas cayeron de nuevo contra mi
columna vertebral, hundiéndose en mi piel a medida que comenzaba a
cambiar de nuevo a mi forma humana.

—Nos detuvimos —repitió Hugh—. No tengo ninguna intención de romper


mi promesa hacia ti.

Mi corazón se estremeció en mi pecho un poco ante esa declaración. Hugh


no podía mentir.

También pareció complacer a Finian.

—Bien —dijo el fae y se frotó las manos—. Estoy contento de haber


llegado de todos modos. Pensé que era el momento de comprobar las
cosas. Te sentí usar la runa del portal y pensé que sería apropiado pasar.
—Nos sonrió a los dos como si no acabara de atraparnos revolcándonos
en la cama juntos—. ¿Cómo van las cosas?
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Hugh se apoyó contra la puerta principal ya cerrada de la habitación del
hotel. Sus ojos habían vuelto a su estado normal gatuno, y sus cejas
fruncidas en su rostro. Él parecía a punto de golpear algo, pero su tono
era amable, eficiente.

—Hay otro fae. Él la localizó entre una multitud y se enfrentó a ella. Fui
capaz de alejarla, pero está consciente de su presencia. Tengo razones
para creer que intentará llevársela.

Finian frunció el ceño y cruzó un brazo sobre el pecho, el otro acariciando


pensativamente su barbilla desnuda.

—¿Otro fae, dices? Eso es más que desagradable. —Él asintió después de
un momento—. Entonces, tienes derecho a tomar todas las precauciones
necesarias. Sin embargo, no quiero que te la lleves a tu reino hogar de
nuevo. Cada vez que te la llevas ahí, retrasa su transición y ella se
encuentra en una etapa crítica en este momento.

—Lo voy a recordar —dijo Hugh.

Con la sábana apretada sobre mis pechos, observé a los dos hablando.
Finian de alguna manera nos estaba rastreando a través del collar de
Hugh. Cada vez que utilizábamos las runas, parecía ser consciente de
ello. No me gustaba la idea; se sentía como una invasión de la privacidad.

Aunque, no era nada comparado con lo que sucedió después.

Finian dio una palmada.

—Bueno, ya que estoy aquí y ella está en forma, podría muy bien
comprobar cómo está progresando mi pequeño tesoro. —Él me miró
expectante.

Me quedé donde estaba.

—¿Discúlpame?

Agitó una mano hacia mí con impaciencia.

—Mujer, ven aquí ante mí. Quiero ver cómo está progresando tu
transformación.

—No… no tengo una camisa puesta.

—Incluso mejor. Puedo conseguir una buena mirada a tus escamas. —


Cuando no me moví, él movió una mano hacia mí otra vez—. Vamos. No
tengo tiempo para la modestia. Todos hemos visto un par de pechos
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antes. —Él sonrió y se volvió hacia Hugh—. Bueno, la mayoría de
nosotros, de todos modos.

El rostro de Hugh permaneció impasible y estoico.

¿Este hombre esperaba que yo implemente me pavoneara frente a él y


mostrara mi cuerpo? ¿Estaba loco? Estaba de vuelta en mi forma
humana ahora, mi lado cambiado me había abandonado tan pronto como
mi deseo lo hizo.

—¿Qué pasa si digo que no?

—Entonces cambio a tu guardaespaldas por alguien más. —La expresión


de Finian era tensa, aunque seguía sonriendo—. Y Hugh y sus hombres
perderán su oportunidad de tener a sus compañeras. Entonces, ¿vas a
seguir ahí de pie?

Me deslicé hasta el borde de la cama ante eso, infeliz. Más chantaje.


Arrastré la sábana junto a mí y me encaminé hasta estar delante de
Finian. La piel de gallina picaba en mis brazos ahora humanos, y estaba
a punto de temblar en una mezcla de miedo, repugnancia e ira.

Si el príncipe fae lo notó, simplemente no le importó. Extendió la mano,


acarició suavemente sus dedos por mi brazo, y esperó a que yo cambiara.

Sentí un estremecimiento de repulsión ondulando a través de mí, así que


volví mi rostro. Sin cambiar. Sin escamas. Después de un momento, se
hizo evidente que el toque de Finian era muy repugnante. Quería reírme
ante la ironía de la situación, pero estaba demasiado asustada.

Qué irónico que el único hombre que no me podía convertir en un


espectáculo de fenómenos era el que quería que yo cambiara. Eché un
vistazo al príncipe fae para ver cómo estaba tomando todo esto.

Parecía disgustado. Esperó un momento más, luego chasqueó los dedos


a Hugh y me señaló.

—Hazlo tú. No quiero tener que seguir tocándola.

Cualquier orgullo o autoestima que había reconstruido después de mi


precioso interludio con Hugh inmediatamente se derrumbó al suelo al oír
las palabras crueles de Finian.

Hugh dio un paso adelante y se movió a mi espalda.

—Por favor, no —le susurré.


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Grandes y cálidas manos se cerraron sobre mis hombros. Sus pulgares
acariciaron mi piel.

Solo ese simple toque fue suficiente para hacer que mi lado cambiante
explotara en acción. Un gemido se me escapó y sentí mi piel ondular,
sentí las escamas emergiendo a medida que mis alas se separaban de mi
piel. Mi cola se deslizó hacia atrás, y los cuernos en mi frente crecieron
tan rápidamente que dejaron atrás un dolor agudo, y sentí como si me
hubiera golpeado la cabeza contra una pared. Gemí, el dolor repentino y
punzante en mi cabeza embotando mi deseo una vez más.

—Sigue tocándola, Hugh —dijo Finian, su voz clínica.

Así que Hugh siguió rozando sus dedos sobre mis hombros, enviando
descargas de deseo indeseado a través de mí. Apreté los dientes, tratando
de luchar contra él, pero fue inútil. Desde hace días, había estado
anhelando el toque de Hugh, y ahora que finalmente estaba
consiguiéndolo, mi cuerpo estaba decidido a tomar el puro placer del
mismo.

En lo que pareció ser mi transformación más rápida de la historia, estaba


de vuelta en mi forma cambiante en cuestión de momentos. Miré a Finian
y agarré la sábana con más fuerza contra mi pecho.

Él se frotó la barbilla, mirándome pensativamente.

—Estamos llegando al final, ¿no? Definitivamente veo mejoría en la


calidad de tus escamas. —Finian extendió la mano y dio un golpecito
contra las escamas en la parte trasera de mis bíceps, luego pellizcó una
de las placas duras que se elevaban de la curva en mi codo—. Aunque,
todavía queda mucho camino por recorrer antes de que éstas se vuelven
brillantes. Al menos dos semanas, tal vez más. —Frunció el ceño y miró
hacia mi cara enojada—. Eres toda una lenta revelación, ¿verdad,
pequeña Ryder?

—Vete a la mierda —espeté a través de mis propios colmillos. Quería


usarlos para desgarrar esa sonrisa de su rostro.

—Qué temperamento —dijo Finian distraídamente. Recorrió su mano por


mi brazo, luego lo apretó, como si probara mis músculos. Me agarró la
mano y, a pesar de mis intentos de apartarla de él, aguantó y examinó
mis uñas—. Las uñas están avanzando —dijo, complacido—. Ya no se
ven como garras toscas. Éstas serán alabastro antes de darnos cuenta.
—Finian me sonrió—. ¿No será maravilloso?

Jalé mi mano de la de él. Hizo un gesto con sus manos.


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—Deja caer la sábana para que pueda obtener un vistazo al resto de ti.

Apreté los dientes y sostuve la sábana con más fuerza.

—No.

Finian se volvió a Hugh.

—Quítasela.

—No me pidas… —dijo Hugh con voz ronca, y sentí sus manos apretarse
sobre mis hombros.

—¿Hace falta que te recuerde sobre la compañera que te espera en el otro


lado? —preguntó Finian con voz dulce—. ¿Y las compañeras para todos
tus hombres?

Sentí a Hugh estremecerse en mi contra. Luego, con un gruñido enojado,


él negó con la cabeza.

—Pides demasiado.

—Esto es ridículo. —Irritado, Finian arrancó la sábana de mis manos y


la arrojó al suelo.

Un dolor sombrío se apoderó de mí cuando mis manos se levantaron para


cubrir mis pechos.

Pero Finian no me miraba con deseo. Las miradas que me estaba dando
eran eficientes y aburridas.

Él tarareó para sí mismo mientras se inclinaba y rascaba una de las


escamas en mi clavícula. Soltó un gruñido de aprobación, examinándome
de forma en que un aspirante a médico, o un carnicero, examinaría un
trozo de carne. Puso sus manos en mis caderas y hundió los dedos,
sintiendo mis huesos pélvicos.

—Bien, muy bien. Bonito y amplio. —Sus dedos rozaron a lo largo de mi


cola, las alas, espalda, todo ello con el mismo tipo de interés aburrido.
Luego se volvió hacia mí y puso sus dedos en mi barbilla, volviendo mi
cara hacia atrás y adelante—. Abre la boca, Ryder. Quiero mirar tus
dientes.

Mis fosas nasales se dilataron con ira, pero abrí mi boca mientras las
lágrimas calientes corrían por mi cara.

—Bien, bien —dijo Finian, levantando mi labio para mirar a mis encías—
. Bonitas y saludables.
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Cerré mi mandíbula con fuerza, deseando poder chasquear las
mandíbulas alrededor de su odioso cuello.

—Supongo que no vas a levantar tu cola…

—Ni siquiera pienses en ello —le dije con rabia, alejándome de él con
tanta fuerza que me tropecé.

—Las cosas están progresando bastante lento, pero en general, Ryder,


estoy contento. Tus escamas tienen un buen color. Deberías ser un
ejemplar precioso, dando un par de semanas más para florecer. Recuerda
tomar tus vitaminas y cepillarte los dientes, y serás magnífica en poco
tiempo. —Él me sonrió como si encontrara esta alabanza atractiva—. Voy
a volver para comprobar las cosas en una semana más o menos. Por
ahora, los voy a dejar solos. —Dio un paso adelante y le dio a Hugh una
mirada mordaz—. Mi amigo, recuerda lo que corre en riesgo cuando beses
a mi pequeña mascota.

—No voy a olvidarlo —gruñó Hugh. Tenía la mandíbula apretada con ira.

—Procura no hacerlo —dijo Finian. Abrió la puerta de la habitación y


salió. Las runas se iluminaron de nuevo, las líneas de color púrpura
débiles resellaron la puerta con magia después de que él pasara a través
de ella.

Se hizo el silencio en la pequeña habitación de hotel. No me moví durante


un largo rato, y entonces me di cuenta de que Finian se había ido. La
humillación angustiosa de lo que acababa de pasar golpeó en mis
sentidos un segundo después, y me dejé caer al suelo, llorando.

Hugh estuvo a mi lado un momento después, sus manos acariciando mi


cabello.

—Lo siento, Ryder. Lo siento mucho. —Quería empujarlo, incluso cuando


él me tomó en sus brazos y me abrazó más cerca una vez más. Quería
que le doliera como a mí me estaba doliendo, que hirviera con la
vergüenza que sentía en ese momento.

¿Pero sobretodo? Quería ser consolada. Quería los fuertes y cálidos


brazos de Hugh a mí alrededor, su mano acariciando mi cabello y
dejándome saber que todo iba a estar bien. Incluso si no iba a estar bien,
quería pensar eso por un rato. Así que sollocé y dejé que me sostuviera
en sus brazos, mientras él presionaba su boca en mi cabello y susurraba
disculpas.
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Mi estado de ánimo estaba por el suelo cuando fui a trabajar esa noche.
Hugh y yo habíamos llegado a un punto muerto muy incómodo.

Estaba condenada. Estaba condenada porque entendía por qué Hugh era
de la forma en que era, pero aun así lo quería. Me iba a la cama soñando,
cada noche, con su boca en la mía, su mano en mi cintura. Con sus
garras arrastrándose a través de mis escamas y las palabras dulces que
me había susurrado.

Durante días, pasé por la rutina, bajo una existencia nebulosa y


depresiva. Fui a trabajar, con Hugh a mi lado. Trabajé, pero la luz me
había abandonado. No tuve el corazón para coquetear con los clientes o
los hombres Russell que se presentaron en la agencia. Hice mi trabajo, y
eso era todo. Me salté el almuerzo con Marie y reduje mis mensajes con
ella.

Me estaba retrayendo a mi interior, solo a la espera. Esperando a que


todo se detuviera para así poder terminar con esta horrible, terrible
espera de una vez.

Cada noche nos trasladamos a una habitación de hotel diferente. No


había habido ninguna señal del fae, Finian o de cualquier otro, pero
seguimos con las medidas de protección, a pesar de que mi tarjeta de
crédito estaba llegando al máximo. Simplemente ya no me importaba
nada. ¿Qué relevancia tenía?

Hugh me lanzaba torturadas miradas durante todo el día, pero no les


hice caso. Cuando nos dieron una habitación con cama doble la noche
siguiente, lo tomé como una señal y no me quejé. Tampoco traté de
seducir a Hugh. Simplemente ahuequé mi almohada, me acosté y traté
de dormir.

También pedimos camas dobles para el resto de las noches. Había


terminado. Había sido derrotada.

Finian había ganado.


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Página
Traducido por VckyFer.

Corregido por Nanis

¿ Estás bien, Ryder? Savannah dice que has estado súper callada
últimamente, y eso no es como tú. ¡Estoy preocupada por ti!
Envíame un texto.

Miré el mensaje, luego suspiré pesadamente. Marie era dulce por estar
preocupada por mí, pero no había nada que pudiera decir que la hiciera
sentir mejor. Estoy bien, lo prometo. Solo tengo mucho sucediendo a mi
alrededor.

Si tú lo dices. ¿Aún vienes a la fiesta esta noche, verdad? ¿Mi fiesta de


compromiso?

¡Por supuesto que estaré allí!, le agregué un signo de exclamación al final


de la oración para que sonara más como yo. Eres mi mejor amiga. No me
perdería eso por nada del mundo.

Genial. ¡Te veo esta noche!

¡Lo haré!

La verdad dicha, estaba pensando en perdérmela. Toda mi situación con


mi cambio, Hugh y todo hacía que quisiera acurrucarme y lamer mis
heridas silenciosamente en algún lugar.

Pero no podía, porque iba a lastimar a Marie. Ella pensaría que yo tenía
un problema con ella y Josh, así que tenía que ir y demostrar mi apoyo
por ellos y su relación. Y yo amaba a Marie. Ella me había apoyado a mí
y a mis problemas desde que la conocí. Nunca podía herirla perdiéndome
su fiesta.

Esta podría ser la última vez que vería a mis amigos.

Así que decidí ir y tener un buen momento. ¿Y si esta era la última vez
que ellos iban a verme? Me iba a ver totalmente fabulosa.
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Página
A pesar de las protestas de Hugh, insistí en ir de compras de nuevo. Si
él iba a ir a la fiesta de compromiso, sus camisetas musculosas no
servirían, sin importar lo delicioso que se veía en ellas. Regresamos a la
tienda de ropa para caballeros y tomamos una camisa de vestir azul
oscura y un par de pantalones. Cuando él salió del vestidor, ajustándose
las mangas, mi boca se secó con solo verlo.

Hugh era sensacionalmente guapo. El cuello de su camisa estaba


parcialmente abierto, revelando un poco de vello del pecho y piel
bronceada. Destacaba la impresionante forma de sus hombros y la cinta
delgada que eran sus labios. Su cabello, ahora cortado en un estilo
moderno, enmarcaba sus fuertes rasgos. No podía dejar de verlo.

—¿Bien? —preguntó el vendedor, una sonrisa en su rostro. Él sabía que


había hecho bien en ayudar a Hugh a seleccionar ropa.

—Vendido —dije sin respiración. Parecía que no sería la única que


volvería su cabeza esta noche.

La boca de Hugh se arqueó divertida ante mi reacción.

—Si estás tan impresionada con esta ropa incómoda, Ryder, debí usar
trajes como este toda la semana.

—Ja-ja —le dije, pero no pude resistir pasar una mano a lo largo de su
manga, sintiendo el brazo fuerte debajo.

Nuestra próxima parada fue una tienda de ropa para mí. Escogí un
vestido blanco ceñido con mangas largas. Me cubría desde las muñecas
hasta la mitad del muslo y tenía un cuello alto con un corte cuadrado por
escote. Se veía asombroso y peligroso e increíblemente sexy.
Normalmente iría por bonita y colorida, pero esta noche, quería algo
diferente.

Más que nada, quería que Hugh se arrepintiera de lo que se iba a perder.

Mientras pagaba por mi vestido, miré a Hugh, moviéndose a mi lado.

—¿Así que estamos claros en lo de esta noche?

—Yo voy a ser tu cita.

—Así es. Todos creerían que es raro de no ser así. ¿Y sabes cómo actuar
como mi cita?

—Tomar tu brazo —recitó—. Jalar tu silla. Ser atento. No coquetear con


otras mujeres. —Me dio una mirada paciente—. No soy estúpido. Veo
como otros hombres actúan con sus parejas. Solo los copiaré.
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—Solo no tomes mi mano —le dije, aunque deseaba que lo hiciera—.
Podrías descontrolarme.

—Lo recordaré —dijo gravemente—. Voy a protegerte, Ryder. No te


preocupes.

Regresamos a mi apartamento. Mientras Hugh olía y examinaba cada


centímetro de mi lugar por señales de peligro, me cambié a mi vestido y
arreglé mi cabello y maquillaje. Delineé mis ojos con delineador azul
oscuro para que hiciera que mis iris parecieran casi purpuras. Humecté
mis labios con un brillo melocotón que los hizo regordetes, ricé mi cabello
en grandes rizos de estrella de cine, luego los despeiné con los dedos para
que formaran un hermoso desorden de ondas rubias. Mis zapatos eran
un par de tacones brillantes rosados que mostraban los dedos.

Me veía asombrosa. Chupa esa, Hugh.

Cuando emergí del baño, Hugh se detuvo al verme. Me vio por tanto
tiempo y tan intensamente a mi blanco y pegado vestido que mis pezones
se endurecieron, y sentí que el pulso comenzaba a golpear entre mis
piernas una vez más.

El silencio cayó entre nosotros.

Después de un largo momento, Hugh tragó duro y se aclaró la garganta.

—Tu vestido. Es revelador.

—Lo es —dije orgullosa, deliberadamente corriendo mis manos por las


curvas de mi trasero—. Planeo divertirme esta noche.

—Deberías cambiarte. No puedes dejar esta cama pública vistiendo eso.

—Ni siquiera empieces conmigo. Puedo usar lo que quiera. —Quité una
pelusa imaginaria de mi manga—. Y esta noche, quiero lucir
increíblemente sexy.

—Ryder… —Tragó de nuevo y se movió en sus pies. Noté que su mano se


fue a su entrepierna, y luego se ajustó a sí mismo, oh-tan
discretamente—. Los hombres querrán tocarte.

Le di una sonrisa inocente.

—Bien, ¿para eso vas a estar allí, no? Eres mi guardaespaldas. Y estas
personas son amigos. Nadie va a tocarme. —Palmeé la tela de mi
vestido—. Y si lo hacen, me voy a asegurar de que sea en una de las
secciones cubiertas. ¿Trato?
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Prácticamente lo escuché rechinar sus dientes.

—No apruebo esto —me dijo después de un largo momento.

—Entonces llama a tu jefe y dile que no puedes manejarme —le dije,


tomando mi cartera y deslizándola sobre mi hombro—. Estoy segura que
lo va a entender. —Ignoré la mirada de Hugh mientras sacaba mis llaves.
Lo tenía justo donde quería. No podía llamar a Finian sin arriesgar ser
removido como mi cuidador y perder la oportunidad de obtener
compañeras para él y sus hombres.

Cuando él permaneció en silencio, yo sonreí, sabiendo que había ganado


esa ronda.

—Eso es lo que pensé. Ahora vamos. Vamos a llegar tarde.

—Un brindis —dijo Beau, levantando su copa de champaña y sonriéndole


a la larga mesa de cambiadores—. Para mi hermano, Joshua, y la única
mujer que está dispuesta a tolerar su mierda a tiempo completo.

—Escuchen, escuchen —dijo Everett Russell con una sonrisa, levantando


su copa. Dos docenas de otras personas levantaron su copa en el aire, yo
incluida, y gritamos y llamamos como aprobación mientras Josh Russell
reía y jalaba a Marie a su regazo y la besaba una vez más.

A mi lado, Austin Russell puso dos dedos en su boca y silbó


ruidosamente.

La Cola del Tigre era un pequeño restaurante familiar en Little Paradise.


Muchas personas lo llamarían un agujero en la pared, pero como tenía
por dueño a un cambiador, las personas eran más educadas y se
olvidaban de las mesas desgastadas y las vajillas desparramadas. La
comida era buena —barbacoa— y perfecta para una multitud de
cambiadores. Marie y Josh habían rentado el lugar para la noche, la
habitación estaba llena de amigos y clientes del servicio de Midnight
Liaisons.

En la mesa principal, Beau Russell, líder de la Alianza y el nuevo jefe de


Marie, estaba sentado con su esposa, Bathsheba, a su lado. En la mesa
próxima, Ramsey Bjorn estaba sentado con su compañera Sara, en su
regazo. Ella claramente ya estaba tan ebria como una mofeta, y parecía
que estaba dando lo mejor de sí para hacerle cosquillas. Sara no podía
controlar su alcohol, pensé con ironía. Muy cerca y observando sus
payasadas estaba Everett Russell y dos de los hombres lobo alfa locales,
Alice y Jackson, quienes recién se habían emparejado. En otra mesa
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Página
estaba una cambia-tigre pesadamente embarazada que no conocía,
sentada al lado de su compañero, Vic, el tigre alfa. Ella estaba bebiendo
agua, por supuesto, y me hizo pensar en Savannah, la otra mujer
embarazada que conocía, quien optó por cubrir el trabajo esta noche para
que los demás pudiéramos salir y divertirnos.

Una rara mezcla de personas estaba sentada en mi mesa. Había una


anciana de quien estaba segura no era una cambiadora, y estaba sentada
en la cabecera de nuestra mesa. Josh venía frecuentemente a adorarla, y
ella parecía emocionada porque se estaban casando. También en nuestra
mesa estaban el papá de Marie y su novia, ambos claramente humanos.
Hugh estaba sentado a uno de mis lados, y Austin Russell estaba al otro.
El resto de la habitación estaba con una variedad de cambiadores: desde
Jeremiah Russell, quien se presentó con su novia y novio, a unos
vampiros, quienes miraban fijamente a los humanos, y un ocasional
hombre lobo.

Era una mezcla ecléctica, pero divertida. La habitación había sido


decorada en honor al compromiso de Marie y Josh. Los manteles
normales como de picnic del restaurante habían sido removidos por
simples manteles, y coloridas serpentinas con globos se alineaban en las
paredes. Una pancarta de FELICITACIONES JOSH Y MARIE-PIERRE
colgaba del techo, Marie había gemido de solo verlo, moviendo su dedo a
Josh como si él hubiera hecho una travesura. Todos estaban riendo y
hablando, comiendo barbacoa, y bebiendo como peces. Había una
pequeña pista de baile y una jukebox antigua, que tocaba música country
tras otra.

Incluso Hugh parecía que estaba teniendo un buen momento. Él comió


platos llenos de barbacoa y habló con el papá de Marie. Si el hombre
pensaba que había algo extraño en los modales de Hugh o en su forma
de hablar (o la ausencia de conocimiento de muchas cosas modernas),
era demasiado educado para sacarlo a la luz.

Yo también estaba teniendo un buen momento. El champan estaba


fluyendo, y el bar era abierto, así que tenía en una mano una bebida
mezclada y una copa de champaña en la otra. Me estaba poniendo muy
ebria.

Marie estaba hermosa esta noche. Su cabello negro y rizado había sido
arreglado en un estilo de moda. No estaba tan pálida como había estado
algunos pocos meses atrás, y su piel estaba brillando con salud. Había
subido algunos kilos, también, y ya no era temerosamente delgada. Su
vestido rojo y sin tirantes demostraba sus nuevas curvas, y Josh no podía
apartar sus ojos de ella. Él había sido un mujeriego en el pasado, pero
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Página
ahora solo tenía ojos para Marie, y se veía tan contento como ella lo
estaba.

Me hizo sentir tan, tan feliz por mi amiga. Ella merecía su felicidad. Miré
a Sara y a Ramsey, quienes aún estaban teniendo su pelea de cosquillas,
pero Sara estaba claramente ganando. El rostro de Ramsey estaba rojo,
pero me di cuenta que no estaba peleando muy fuerte, y Sara estaba
retorciéndose por encima de él, mareada. Mi mirada se deslizó a Beau y
Bathsheba, quienes tenían sus manos juntas y estaban hablando
quedamente el uno con el otro. Los ojos de Beau brillan mientras miraba
a su pareja, y yo sentí un golpe de miseria.

Todos estaban emparejándose. Parecía que yo era la única que no podía


encontrar un feliz para siempre. Bueno, Savannah y yo, quien estaba por
adentrarse a ser madre soltera.

Al menos Austin Russell estaba a mi lado y determinado en coquetear


conmigo.

Yo había traído una cita a la fiesta, lo que había disuadido a Austin


inicialmente, pero cuando Hugh y yo no estuvimos tan atentos el uno con
el otro, mientras más ebrio se ponía Austin, más interesado estaba. Y
mientras más bebía yo, más coqueta me ponía. Me incliné más cerca y le
di una mirada de mi escote. Me reí de todas sus bromas —incluso de las
malas— y corrí mi silla más cerca de él. Cuando él se inclinó a
susurrarme, ignoré el ceño fruncido de Hugh y actué como si las
divagaciones de Austin fueran la cosa más graciosa. En verdad, me
gustaba mucho Austin, pero más que nada como amigo. Pero cuando
deslizó un brazo por la parte de atrás de mi silla y me jaló un poco más
cerca, eso hizo que Hugh se endureciera con enojo, su ceño fruncido
convirtiéndose en un negro reproche.

La molestia de Hugh solo me hacía sentir mejor. Al menos alguien me


encontraba irresistible. Así que me entusiasmé con Austin. Le guiñé un
ojo, coqueteé, tomé cada bebida que me ofrecieron, y básicamente me
divertí.

Muy rápido, estaba en una niebla borracha. Normalmente no bebía en


exceso (a menos que fuera café), pero la fiesta estaba animada y el
camarero seguía llenando mi copa, así que no me resistí a beber todas
mis penas. Mañana podría apestar, ¿pero esta noche? Esta noche iba a
ser divertida.

—Oye Ryder —dijo Austin en mi oído—. ¿Quieres bailar?

Vi detrás de él hacia la pista de baile. Estaba en ese momento vacía.


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—¿Vamos a ser los únicos?

—Podríamos serlo —dijo él, sonriéndome—. ¿Eso te va a molestar?

—Nope. —Me puse en mis pies y me tambaleé.

Inmediatamente, las manos de Austin fueron a mi cintura para


estabilizarme. Al mismo tiempo, Hugh se levantó de su silla, y escuché el
bajo gruñido de su garganta.

—Quita tus manos de ella —le dijo Hugh a Austin.

Me giré y le fruncí el ceño a Hugh.

—No le digas qué hacer.

—Estoy aquí para… —empezó Hugh, luego frunció el ceño, como si


recordara nuestro pacto—. Soy tu cita —dijo categóricamente.

Negué con la cabeza, luego me pregunté por qué eso hizo que la
habitación girara.

—Austin me invitó a bailar —le dije a Hugh—. Voy a bailar con él y no


puedes detenerme.

Hugh solo me observó.

Me giré y vi a Austin, quien me ofreció su mano y sonrió. Mi palma picaba,


y yo desesperadamente quería poner mi mano contra la de él, pero sabía
que eso eran malas noticias. Así que le indiqué a Austin que se diera la
vuelta, y cuando lo hizo, enrollé mis brazos alrededor de su cuello.

—Llévame de caballito —declaré.

—Eres una chica extraña —dijo con una risita, pero me arrastró hasta la
pista de baile, inclinándose hacia adelante como si yo fuera una mochila
muy pesada.

Tan pronto llegamos a la pequeña pista de baile de madera, la música


cambió a una canción lenta. Una vez más, Austin me ofreció su mano,
pero yo enrollé mis brazos alrededor de su cuello y presioné mi cuerpo
contra el de él para que no tuviéramos que tocarnos piel a piel. Puse mi
cabeza contra su hombro mientras bailamos, y miré a la audiencia. Todos
estaban riendo, bebiendo y pasando un buen momento. Todos excepto
Hugh, quien me miraba con ojos que quemaban, toda su postura en
alerta mientras bailaba con Austin.

Tristeza y culpa me golpearon en cuanto vi la dura y triste mirada de


Hugh. Yo no quería estar bailando con Austin. Quería estar en los brazos
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Página
de Hugh. Quería ser su chica. Su pareja. Pero él estaba planeando
entregarme al enemigo y arruinar mi vida. Suspiré, sintiéndome
ridículamente cerca del llanto. ¿Por qué la vida era tan injusta?

Las manos de Austin se deslizaron por mi espalda y aterrizaron en mi


trasero.

Vi a Hugh levantarse, casi volteando la mesa a su paso, y las miradas de


alarma que le dispararon los otros invitados. Marie me miró y me dio una
mirada de preocupación, aun cuando me empujé fuera de los brazos de
Austin.

Él llegó hasta nosotros, y se veía listo para atacar a Austin, quien aún se
estaba colgando de mí de forma borracha.

—Quita tus manos de ella —demandó Hugh cuando vino a mi lado. El


cambiador primordial me jaló detrás de él, enseñando sus dientes, y todo
lo que vi en mi mente nebulosa fue un vistazo de ojos de gato y enormes
colmillos.

Ninguno parecía alterar a Austin. Simplemente le dio a Hugh una sonrisa


borracha y levantó las manos en el aire, dando marcha atrás.

—Si querías entrar, todo lo que tenías que hacer era preguntar.

—¿Entrar?

—Él quiere decir que si querías bailar conmigo —le grité a Hugh
amablemente sobre la música.

Él hizo una mueca ante mi voz fuerte, entonces me miró. Asintió.

—Voy a bailar contigo, Ryder.

Austin me dio un guiño y se dirigió a la barra, dejándome en la pista de


baile con Hugh. Él me miró con expectación, así que suspiré y levanté los
brazos para ponerlos alrededor de su cuello, presionando mi cuerpo al
suyo.

Incluso en mi estado de embriaguez, sabía que era un error. El gran


cuerpo de Hugh era cálido y familiar contra el mío, y tuve que hacer un
esfuerzo —incluso en mis tacones— para evitar que mis manos unidas
tocaran la piel caliente de su cuello. También empujó mi cara cerca de la
unión de su cuello, y olí su maravillosa y masculina esencia de Hugh.
Sus manos fueron a mi cintura y me sostuvo contra sí, y luego
comenzamos a balancearnos, torpemente, con la música.
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Página
Me sentía pequeña, delicada y femenina en sus brazos. Normal. Y la
forma en que él se sentía contra mí era algo francamente celestial. Mi
cuerpo reaccionó, mis sentidos tarareando y mi monstruo se despertó,
aunque no emergiendo del todo, ya que tuve cuidado de no tocar la piel
de Hugh.

Su gran mano acarició mi espalda, de arriba abajo, mientras nos


movíamos con la canción en pequeños pasos arrastrando los pies. ¿Estar
en brazos de Hugh? Me sentía como en casa. Como si perteneciera aquí.

Él se inclinó y oí el murmullo de su voz sobre la música.

—No debes dejar que otros hombres te toquen así, Ryder.

¿Otros hombres?

—¿Porque tú quieres ser el único? —le pregunté, susurrando.

Dudó un largo, largo momento. Luego dijo:

—Nadie debe tocarte así.

Empujé a su pecho, de repente queriendo estar libre de sus brazos.

—Así que no es que querías estar conmigo, ¿verdad? No es que querías


bailar conmigo. Simplemente no quieres que nadie más lo haga. —Mis
palabras estaban mal articuladas por la borrachera, y la habitación se
movía. Dios, estaba tan borracha. ¿Cómo me había puesto tan borracha
tan rápido? Nunca había estado así de tomada.

Hugh frunció el ceño, pero no dijo nada. En su lugar, se estiró por mí


otra vez.

Aparté mis brazos.

—No, ¿sabes qué? No vas a tocarme. No a menos que quieras tocarme


porque tú quieres, no porque pienses que necesitas protegerme. Eso es
una mierda y lo sabes.

—Ese es mi trabajo, Ryder. —Su voz era baja, su rostro dolido.

—Jódanse tú y tu trabajo —dije, tropezando al caminar más allá de él.


Había un baño cerca, y quería echarme agua en la cara. Eso sonaba muy
bien para mi cerebro borracho ahora mismo.

Cuando me tropecé pasando a Hugh, él se estiró hacia mí otra vez, para


sostenerme. Le di una palmada a sus manos apartándolas y caminé-
tropecé al baño.
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Página
Él me siguió.

Me detuve en la puerta y señalé a la placa que decía MUJERES.

—Esto significa que entraré aquí para ir al baño y no puedes seguirme,


¿entiendes? Ahora vete a la mierda. —Y me metí al baño antes de que
pudiera discutir.

La puerta se cerró, y la miré durante un largo rato, en una niebla mental.


Una parte de mí esperaba que Hugh viniera cargando a través de ella,
independientemente de la etiqueta, así podríamos continuar nuestra
conversación. Pero no lo hizo.

Y yo estaba estúpida y borrachamente decepcionada.

El baño era un cuarto pequeño, anodino, pero limpio. Dos puestos en fila
a un lado, y dos lavabos y un espejo adyacentes a ellos. En una de las
paredes había una gran ventana cubierta por un par de cortinas a
cuadros. Me dirigí al lavabo y abrí el agua, luego me salpiqué mi cara.
Bueno, podría haber salpicado bastante la parte delantera de mi vestido,
también, pero estaba borracha y no me importaba. Estaba extrañamente
agitada y sintiéndome lenta, también. ¿Tal vez era las largas mangas de
mi vestido?

Otra mujer entró en el cuarto de baño: la camarera. Aturdida, me miré


en el espejo, y ella me sonrió.

—¿Hace calor aquí para ti? —Me abaniqué la cara.

—Lo siento, no para mí. —Ella me dio una mirada curiosa, mirándome a
través del espejo.

—Hm. —Me sentí mareada y miré a la ventana. Me pareció una buena


idea abrirla. Obtener una brisa en la habitación. Luché hacia la ventana,
tambaleándome mientras la habitación se volvía confusa a mi alrededor.
¿Por qué me sentía tan mal? Traté de abrir la ventana, pero me sentí
extrañamente débil.

—Aquí, déjame hacerlo por ti, querida. —La camarera vino a mi lado y
me ayudó a abrir la ventana.

—Gracias —murmuré, apoyándome en la ventana abierta para sentir la


brisa en mi cara—. No sé lo que me pasa.

—Oh, eso es fácil —dijo con una voz ligera, sonriendo hacia mí—. Has
sido drogada.

—¿Drogada? —La miré fijamente sin decir nada—. ¿Alguien me drogó?


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Página
—No sólo alguien. —Entonces ella me guiñó un ojo.

Mi cerebro empañado no estaba uniendo los puntos.

—No entiendo.

—Fui yo.

¿Por qué una camarera me drogaría? La miré fijamente, luego apreté mi


cara contra el panel en la ventana, positivamente sufriendo por la brisa
del exterior.

—Drogar es malo. ¿Por qué hiciste eso?

—Porque no quiero que luches contra mí mientras salimos de aquí. —


Ella me dio un codazo a un lado y comenzó a empujar en los bordes del
panel hasta que salió y cayó al suelo.

Era difícil pensar. Sacudí mi cabeza para despejarla, pero no funcionó.

—¿Por qué nos vamos?

Ella me miró y me pellizcó la mejilla.

—¿No eres adorable? Nos vamos, querida, porque una vez que Finian
descubra que le he robado su preciosa cambiada, va a mojar su pantalón.

Mis ojos se abrieron.

—Te conozco, ¿no? —Miré a la cara de la mujer, pero no se parecía a


alguien famoso—. Tú eres el otro príncipe fae, ¿no es así? Excepto que
eres una chica.

—Culpable —cantó con una voz alegre, y luego dio unas palmaditas en el
alféizar de la ventana—. La magia del glamour es divertida, ¿no? Ahora
vamos. El tiempo está desperdiciándose, y tu guardaespaldas va a oler
algo si no nos damos prisa. Vas a estar callada para mí, ¿verdad? —Y me
pellizcó la mejilla de nuevo.

Mi mano voló a mi cara.

—Tocaste mi mejilla y no cambié. —¿Fue porque estaba actualmente con


el glamour de ser una chica? Pero era un chico debajo, ¿no?

—Roofie. Son una maravilla de drogas —dijo—. No puedo tenerte


cambiando sobre mí en el estacionamiento. Eso no serviría en absoluto.
Ahora, vamos. Una pierna por encima.
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Asentí con la cabeza, incapaz de resistirme a sus palabras de aliento.
Empujé una pierna, dándome cuenta de que se sentía casi tan fuerte
como un fideo mojado, en el alféizar de la ventana. Las drogas sin duda
se metían contigo. Bostecé mientras me arrastraba por la ventana, perdí
el equilibrio, y luego rodé hacia el césped al aire libre con una risita.

—Shhh —advirtió, siguiéndome por la ventana. Cerró cuidadosamente y


se volvió hacia mí, agarrando mi brazo—. Levántate. Vamos a mi auto.

Los dedos de ¿ella-él? se clavaron en mi brazo y me puse en pie, pero era


una lucha.

—Oh, hombre —suspiré—. Hugh va a estar tan enojado cuando se entere


de que me robaste. —Di otra risita boba, incapaz de evitarlo.

—Esperemos que no se entere hasta que nos hayamos ido muy lejos —
dijo, arrastrándome detrás—. Vamos.

Caminamos por el estacionamiento, yo tropezando tanto como


caminando. Se me ocurrió que yo debería haber luchado contra ella.
Pateado. Gritado, sonado una alarma, algo. Pero era como si la parte de
mi mente que protestaba hubiera sido apagada y puesta a dormir. En su
lugar había una vaga sensación de embriaguez, y no podía hacer nada
para oponerme cuando ella abrió una puerta del auto e indicó que debía
entrar en el asiento trasero.

Me arrastré en aproximadamente la mitad y luego me cansé y me acosté.

—Mete tus piernas —espetó ella, y empujó mis extremidades—. Vamos.

—No estás siendo buena —reprendí adormilada, pero me acurruqué y


ella cerró la puerta del auto. Uno de mis tacones brillantes quedó
atrapado en la puerta, y rebotó abriéndose. Ella dio un suspiro de
exasperación, luego agarró mis pies y comenzó a deshacer la hebilla a
través del arco de cada zapato rosado. Me reí y retorcí, no acostumbrada
a alguien tocando mis pies. Ni siquiera conseguía pedicura, había
aprendido a hacérmela yo misma—. Eso hace cosquillas.

—Voy a arrancarte tus alas si no dejas de retorcerte —dijo con voz


engañosamente encantadora—. Voy a cortarlas para que no puedas volar
y alejarte, pero si no te portas bien, simplemente voy a rasgar esas
pequeñas cosas arrugadas de raíz.

Fruncí el ceño. Eso no sonaba bien. Apreté mi cara caliente contra el


asiento y suspiré, deseando que el cuero se sintiera más frío contra mi
piel.
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—Lo siento.

—Eso está mejor —dijo, sacudiendo mis zapatos en el auto y cerró la


puerta.

Bostecé, mis párpados pesados. Apenas me di cuenta de ella metiéndose


en el asiento delantero del auto y encendiéndolo. La radio sonó, pero
rápidamente la apagó y me miró por el espejo retrovisor.

—Sólo unos minutos más y estaremos en una de las líneas de energía


cercanas. Puedo abrir un portal allí, y estaremos en casa, libres.

—Sólo deberías usar tu runa —dije amablemente—. Eso es lo que hace


Hugh.

—Esa es diferente magia, idiota —dijo, retrocediendo el auto fuera de la


zona de estacionamiento—. El reino de los fae está más protegido que
esos reinos bolsillo lamentables en los que los sirvientes viven. —Miró por
el espejo retrovisor de nuevo y me dio una mirada astuta—. Así que Hugh
tiene una runa, ¿verdad?

—La tiene —le dije soñadoramente—. Tiene dos de ellas.

—Finian ha gastado una pequeña fortuna en ti, entonces. Ese tipo de


magia no es barata. —El auto se movió hacia adelante, y ella cambió de
marcha. Sus ojos se abrieron mientras miraba en el espejo retrovisor—.
Oh querido.

Algo pesado se estrelló contra la parte trasera del auto.

Rodé fuera del asiento y me deslicé a las tablas del suelo del auto,
haciendo una mueca. Me arrastré de nuevo en mi asiento y me dejé caer
hacia abajo mientras el fae en el asiento delantero a toda prisa se puso
el cinturón de seguridad.

Lo pesado se estrelló contra la parte trasera del auto de nuevo. Oí el


crujido de metal a la misma vez que escuché el rugido salvaje.

—Ese es Hugh —dije y tapé el bostezo escapando de mi boca—. No está


feliz.

Un gruñido escapó de la bonita boca de la mujer mientras me miraba. La


observé estirarse hacia la palanca de cambios, luego oí los neumáticos
chillar mientras el auto se sacudió, y luego se disparó hacia adelante,
casi golpeándome de nuevo fuera del asiento. Mi estómago dio un vuelco
mareado.

Nos sacudimos a un lado, girando fuera de la zona de estacionamiento.


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Página
Algo se estrelló contra el auto de nuevo. El crujido de metal fue aún más
fuerte que antes, y el cristal se hizo añicos. El mundo se volteó y mi
cuerpo se estrelló contra el techo del auto.

Todo se volvió negro.

Me desperté unos minutos después, atontada. Cristal destrozado estaba


a mi alrededor, y yo estaba en el techo del auto, con la calle al nivel de
los ojos. ¿Habíamos girado de nuevo? Podía escuchar una sirena de
policía a lo lejos, pero parecía muy lejana. Algo húmedo corría por el
costado de mi cara, y lo aparté. Eché un vistazo a la parte delantera del
auto, pero estaba vacía.

Estaba sola.

—Oh, Dios —murmuré para mí más que nada. Rastrillé a los lados el
vidrio roto con mi mano, luego hice una mueca cuando eso dolió. Ups.
Examiné mi brazo y vi sangre correr a través de la manga de mi lindo
vestido blanco. Eso fue estúpido, Ryder. Pero estúpido parecía ser la única
función cerebral que me quedaba. Eso, y la constante sensación de que
tenía que tomar una siesta.

Me puse de rodillas y empecé a gatear hacia la calle desde la parte


posterior del auto. Me tomó unos minutos salir, y para el momento en
que lo hice, mis dos manos y mis rodillas estaban cortadas por el cristal.
No había dolor, pero dolería en la mañana.

Una vez fuera del auto, me tambaleé sobre mis pies y me sobresalté, en
una bruma, ante el destrozo del vehículo. Sólo había un auto en el
destrozo: el nuestro. Se había volteado sobre su espalda, y un lado
parecía como si hubiera sido golpeado por otro auto. La puerta estaba
como acordeón y golpeada.

No había ni rastro del fae por ningún lado. O de Hugh, para el caso.

Mis ojos se cerraron, y me tambaleé vacilante en mis pies.

—¿Está bien, señorita? ¿Tengo que llamar al nueve uno uno?

Abrí mis ojos y miré vacilante al hombre que había aparecido. En el otro
lado de la calle, un auto tenía sus luces encendidas, y la puerta estaba
abierta. El hombre a mi lado era mayor, de cabello gris, y llevaba gafas
gruesas y un chaleco.

¿Era otro de los trucos del fae? Con el ceño fruncido, pellizqué la mejilla
del hombre.
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Página
—¿Estás allí dentro?

Él me dio una mirada de disgusto.

—Está borracha, ¿no es así? Deme las llaves. —Tendió la mano—. Voy a
llamar a la policía. Debería estar avergonzada. Podría haber herido a
alguien.

—Yo no estaba conduciendo —protesté, luego bostecé pesadamente—.


Sólo quiero una siesta.

Un rugido ensordecedor vino por la calle.

—¿Qué demonios fue eso? —susurró el hombre.

Me giré hacia él, mi interés picando.

—¿Ese es Hugh? Aquí, gatito gatito. Lindo gatito. —Traté de chasquear


los dedos, y luego quedé fascinada con la forma en que mis dedos no
parecían funcionar correctamente. Dedos estúpidos.

Pies pesados se estrellaron en el pavimento, y el hombre a mi lado


contuvo el aliento.

—¿Ve eso?

—¿Ver qué? —Miré al mundo a mi alrededor, pero todo estaba borroso y


negro. No podía decir lo que estaba pasando. Me tambaleé vacilante en
mis pies.

—Tengo que salir de aquí —gritó el hombre, y me dejó ir.

Me derrumbé en el suelo, incapaz de mantenerme por mi cuenta. Estaba


bastante segura de que tenía vidrio en mi trasero, y gemí, sin poder
evitarlo. No podía hacer nada. ¿Qué era lo que me pasaba?

Drogas. Cierto. Decidí que odiaba las drogas un segundo antes de que el
mundo se volviera todo negro alrededor de mí otra vez.

El rugido ensordecedor sucedió de nuevo, arrastrándome de vuelta a la


conciencia. Abrí un ojo y vi enormes patas rayadas cerca de mi cabeza.
Estaba tendida sobre el cemento, vidrio brillante a mi alrededor y
distrayendo mi visión. Gemí, porque todo dolía y estaba demasiado débil
para levantarme.

Una enorme cabeza de gato apareció en los bordes de mi visión. Vi rayas,


ojos verdes salvajes y enormes colmillos de un metro de largo que se
extendían desde la cabeza del tamaño de un barril.
193
Página
Hugh.

—Hola, gatito —dije adormilada.

Mi cabeza cayó al pavimento, y caí en la inconciencia.


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Página
Traducido por LizC

Corregido por Gabba

D
esperté un tiempo después, mis párpados pesados como si en
cada uno de ellos tuviera un ladrillo. Mi boca con el sabor de una
mota de algodón, y mi cabeza se sentía confusa. Podía oír a los
grillos cantando, la hierba debajo de mi cabeza estaba húmeda. Mis ojos
se enfocaron lentamente, y observé un pabellón de hojas por encima de
mí.

¿Qué?

Me restregué la boca, odiando el sabor en ella y deseando poder recordar


más de cómo había llegado hasta aquí. Cada hueso de mi cuerpo me
dolía, y algo duro se clavaba en mi cintura. Mi cabeza retumbaba, así que
levanté una mano para frotarla… y me di cuenta que tenía cuernos.

Con el ceño fruncido, miré mi mano y me di cuenta que tenía escamas.

Escamas… árboles… destellos de anoche rodaron por mi mente.


Arrastrándome por la ventana del baño. Un accidente automovilístico. El
bestial rugido de Hugh. El rostro de una mujer se deslizó dentro y fuera
del recuerdo. Me sentí enferma.

Había sido secuestrada.

Me di la vuelta sobre la hierba, mis garras romas clavándose en la tierra


a medida que evaluaba la situación. Mis ojos estaban teniendo
dificultades para enfocarse en los alrededores, pero era una zona cálida
y húmeda, los pájaros cantaban en algún lugar distante. Los insectos
zumbaban, y el suelo debajo de mí se sentía húmedo por el rocío. Los
olores de la tierra y las plantas abrumaron mis sentidos e hicieron que
mi estómago se agitara asquerosamente. Quería vomitar. ¿El príncipe Fae
disfrazado logró llevarme al reino de las hadas después de todo? ¿Por eso
me encontraba en mi forma cambiada?

Algo acolchado tocó mi espalda así que me erguí, volteando con un


chillido para mirar.
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Un enorme tigre dientes de sable me devolvió la mirada, sus ojos verdes
brillando. Los largos colmillos sobresalían de su boca, relucientes y
peligrosos, a unos centímetros de mi cara.

Lancé un suspiro de alivio.

—Hugh. —Extendí la mano y agarré al felino por el cuello para besar su


nariz—. Oh, Dios mío, no tienes ni idea de cuánto me alegro de verte.

Una lengua áspera pasó en mi mejilla, la versión felina de acariciarme.


Me reí con alivio, que se convirtió en un sollozo.

—No sé lo que pasó anoche. Mi mente está hecha un lío. ¿Dónde


estamos?

El felino me hocicó otra vez, expectante.

—No hablo dientes de sable —le dije—. Tampoco sé interpretar los


empujones con el hocico.

El felino soltó un gruñido bajo en su garganta que podría haber sido ya


sea un ronroneo, un gruñido, o una risa. No podría decir. Se dio la vuelta,
se alejó unos pasos, y sus hombros se encorvaron.

Sabía lo que eso significaba… un cambio. Cerré los ojos para darle un
poco de privacidad, esperando pacientemente a que terminara de
cambiar. Un momento después, una gran mano rozó mi mejilla. Abrí los
ojos y miré hacia la cara humana de Hugh.

Estaba completamente desnudo.

Miré hacia abajo a mi cuerpo. Igual yo, para el caso.

—¿Adónde fue nuestra ropa?

—Te transformaste cuando te llevé a través del portal —dijo Hugh. Su


mirada, sorprendentemente ansiosa, siguió estudiando mi rostro, y su
pulgar acarició mi barbilla—. Tuve que quitarte la ropa o te habrías hecho
daño. Tu vestido estaba muy apretado contra tu piel.

Oh. Eso era. Tenía sentido, supongo. Todavía tenía problemas para
concentrarme.

—¿Y tu ropa?

—Se desgarró cuando cambié. —Se encogió de hombros, como si no fuera


importante—. ¿Estás bien?
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—¿No estoy herida? Todos mis rasguños y moretones se han ido. —
Recordaba claramente vidrios rotos y sangre sobre mis manos y rodillas,
pero las costras en mi piel apenas se veían sensibles y muy en su camino
hacia la curación.

—Ha pasado rato. Has estado dormida durante algún tiempo.

Presioné dos dedos entre mis cejas, deseando que mi dolor de cabeza se
fuera.

—Lo de anoche se me hace todo confuso. —Por mucho que lo intenté, no


pude recordar todo. Destellaba dentro y fuera de mi mente en un revoltijo
de vagas imágenes.

—El fae trató de agarrarte —dijo, y luego enseñó airadamente sus


colmillos—. Te fuiste con él. ¿Por qué?

Apreté los ojos, tratando de pensar.

—Creo que me drogó. Roofie. Es algo que alguien puede poner en tu


bebida que se deshace de tus inhibiciones. Básicamente te hace incapaz
de decir que no. —Me estremecí—. No puedo creer que me drogó.

—Y casi te secuestra. —Sus ojos se estrecharon, y esa mirada dura


cruzaba su rostro otra vez—. Casi te pierdo.

—Lo siento —dije, y luego respingué—. Y no sé por qué estoy pidiendo


disculpas. No sabía que iba a ser drogada. —Miré alrededor de nuestro
entorno—. Entonces, ¿me trajiste hasta aquí? ¿Al reino primordial?

Hugh dio una breve inclinación de cabeza.

—Hubo mucho caos después de que tu auto se volcara. Llegaba gente, y


yo perdí mi ropa porque había cambiado. Iban a llevarte lejos, así que los
perseguí y te tomé. El fae huyó y no pude encontrarlo. —Mostró los
colmillos largos de nuevo, la versión de Hugh de un ceño—. Creo que una
vez más cambió de rostro.

Me froté los brazos, temblando ante la idea.

—Si puede cambiar de cara una y otra vez, no sé cómo voy a estar a salvo
de él.

—Lo vas a estar, aquí en el reino primordial conmigo —dijo Hugh


ferozmente—. No vas a dejar mi lado.

—Pero no podemos quedarnos aquí. A Finian no le gustará que yo esté


aquí, porque eso arruina su cronograma. El tiempo pasa de manera
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Página
diferente en este lugar, de modo que jode el tiempo que me queda antes
de que me transforme totalmente. —Extendí mi brazo y consideré mis
escamas. Eran de un verde pálido, brillando suavemente. Era… bonito.
Eso era extraño. Me toqué la cara y me pregunté cuán diferente se veía.
Estiré la cabeza, tratando de vislumbrar mis alas, pero todavía lucían
arrugadas y las apoyé contra mi espalda, no estaba completamente
desarrollada.

Hugh se puso de pie, dejando a la altura de mis ojos su bastante


impresionante paquete.

—A estas alturas, no me importa lo que le gusta a Finian o no. —Extendió


una mano hacia mí.

La tomé, ruborizada y tratando de no vislumbrar el miembro que había


estado a nivel de mis ojos hace unos momentos. Mis pies todavía se
tambaleaban, y mis piernas se sentían débiles. Me esforcé por dar unos
pasos, luego suspiré de lo mucho que hizo girar mi cabeza.

—Creo que todavía estoy con resaca de las drogas.

—Voy a cargarte —dijo Hugh. Alargó la mano hacia mí, y antes de que
pudiera protestar, me balanceó en sus brazos. Una mano fuerte me
agarró por el muslo y se apoyó por detrás de mis rodillas, la otra se
extendía por mi espalda y me apretaba contra su pecho.

Mis senos se empujaban contra su piel desnuda, así que me quedé sin
aliento, la sensación de necesidad inundándome.

—Lo siento.

—No te disculpes por tocarme —rechinó Hugh mientras me movía contra


él.

—Sí, pero… no quieres caer en la tentación —le dije, sintiendo esa misma
tristeza abrumadora de siempre. Me moví, tratando de ponerme cómoda
en sus brazos sin presionar demasiado de mi cuerpo contra el suyo—. No
voy a hacerte eso nunca más. No es justo para ti.

—Ryder, no te preocupes por mí. —Hugh me atrajo más hacia su pecho,


desplazándome de modo que no tuve más remedio que presionar una
mano contra unos de sus pectorales ligeramente peludos—. Ponte
cómoda. Es un largo camino de regreso a las cavernas.

—¿Las cavernas? —Lo miré con sorpresa—. ¿Ahí es adónde vamos?

Soltó una breve inclinación de cabeza y se puso a caminar.


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—¿Estás… estás seguro que quieres cargarme? Puedo caminar. Solo
necesito tiempo para ajustarme…

—Déjame ocuparme de ti —dijo en voz baja. Sus brazos apretándose


alrededor de mí—. Relájate. Duerme si es necesario.

No lo haría. Permanecí tensa a medida que Hugh me acunaba contra su


pecho, y siguió avanzando a pasos agigantados por el bosque pantanoso.
Sin embargo, después de unos minutos de silencio, me di cuenta que
Hugh no respiraba con dificultad. No estaba sin aliento en absoluto. Así
que me relajé, arrullada por el movimiento balanceante de sus pasos.

Con el tiempo, incluso me quedé dormida, todavía agotada.

Me desperté en algún momento más tarde, mi mejilla acurrucada contra


el hombro de Hugh, un lado de mi cuerpo caliente al yacer en su contra,
el otro frío. Miré a mí alrededor y vi que oscureció, mientras dormía. Miré
hacia arriba y vi los ojos gatunos de Hugh, brillando en la oscuridad.

—¿Dónde estamos?

—Casi en mi casa —dijo Hugh en voz baja—. ¿Cómo te sientes?

—Mejor, ¿supongo? —Me froté los ojos y suspiré al ver mi piel cambiada—
. Aunque, todavía escamosa.

—Lo estarás mientras estemos aquí en este reino —dijo Hugh—. Es parte
de lo que eres.

—Es una mierda. —Arrugué mi nariz ante mis escamas, aunque eran
ahora de un pálido verde bonito—. Lo odio.

—Eres hermosa —dijo Hugh, esquivando una rama baja—. Podría


mirarte todo el día y nunca cansarme de verte.

Oh, vaya. Sentí una punzada de calor abalanzarse a través de mí ante


eso.

—Gracias.

—Solo digo la verdad —dijo simplemente.

Lo hacía, porque él nunca mentía. Disfruté de su elogio por un rato más,


todavía acurrucada contra él y sintiendo demasiado delicioso como para
bajarme y caminar. Había algo decadente en dejar que Hugh me cargara,
y odiaba admitir que disfruté cada momento de ello.

—Ya casi estamos allí —me dijo Hugh. Siguió adelante, luego bajó la
mirada hacia mí con ojos preocupados—. ¿Puedes caminar?
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—Puedo intentarlo —dije, sentí una pequeña punzada de decepción
cuando se movió y me colocó suavemente sobre mis pies. Moví mis dedos
sobre la hierba. Estaba hambrienta y cansada, pero la difusa sensación
de confusión me había dejado. Di unos pasos y asentí a Hugh—. Estoy
bien. Gracias por llevarme.

—Ha sido un placer —me dijo con una voz ronca que envió escalofríos
por mi columna vertebral e hizo que mis alas plegadas revolotearan.
Cuando lo decía de esa manera, realmente sonaba como si fuera un
placer para él.

¿Hugh estaba… coqueteando conmigo? Esto no era propio de él. Le di


una mirada de sorpresa, y otra cuando su mano se deslizó por mi
espalda, como si no quisiera soltarme.

—¿Estás bien?

Él asintió, y a continuación puso una mano sobre mi cintura, justo al


norte de mi cola azotando.

—Ven. No tengas miedo. Yo te protegeré de todo el mundo.

Fruncí el ceño ante eso.

—¿Tengo que ser protegida de los demás?

—Ellos… no estarán contentos de verme. Ahora, ven. —Hugh me dio un


pequeño empujón hacia delante.

Entretejimos a través de árboles colgantes bajos, y maniobramos


alrededor de helechos y maleza. El dentado acantilado apareció a lo lejos,
y sentí un pozo de miedo abrirse en mi estómago al verlo. ¿Por qué los
otros primordiales estarían descontentos al ver a Hugh? ¿Algo más había
sucedido que yo no entendía? Mantuve mis preocupaciones para mí, ya
que Hugh se quedó en silencio, una señal segura de que se preocupaba.

Tímidamente, rocé mi mano contra la suya. Por alguna razón, quería


sostenerla. Saber que alguien me iba a ayudar. Que no estaba tan sola
en esto como me sentía.

La mano de Hugh estrechó la mía. Entrelazó sus dedos con los míos, y
una vez más sentí esa extraña calidez sacudirse en mi vientre. Sin
embargo, me di cuenta de que sus garras estaban fuera, y miré hacia
arriba para ver sus ojos completamente oscuros, completamente animal.
Estaba en estado de alerta.

Entonces se detuvo. Levantó la cabeza y olfateó el aire.


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Miré a mi alrededor, sin ver nada. Árboles, árboles, oscuridad, y más
árboles. Justo en ese momento, un par de ojos brillantes me llamó la
atención en los arbustos cercanos. Aspiré una bocanada de aire y me
acerqué más a Hugh.

—Lo sé —me dijo—. Está bien, Ryder. Es Artur, viene a saludarnos.

Los arbustos temblaron, y un momento después, el guerrero surgió.


También estaba completamente desnudo, era extraño como aún no me
acostumbraba a todo el pastel de carne desnuda paseándose por este
lugar, y llevaba un ceño fruncido en su brutal rostro horrible. Tenía los
brazos cruzados sobre el pecho (que eran más gruesos y amplios que los
de Hugh, cosa que no pensé que era posible).

—Hermano. Me temo que no recibirás una cálida bienvenida por este


regreso.

—No tenía otra opción —dijo Hugh. Su mano desenredándose de la mía,


y dándome un beso en la parte superior de mi cabeza antes de marchar
para hacer frente a Artur.

El gesto fue tan dulce y posesivo que casi paso por alto el destello de
anhelo sobre los ojos brillantes de Artur.

Casi.

Hugh fue al lado de su amigo, y estrecharon sus antebrazos en señal de


saludo, aunque Artur aún no se veía contento. Hugh habló con él por un
largo momento, sus voces tan bajas que no pude distinguir lo que decían.
La parte entrometida de mí quería correr hacia delante y escuchar, pero
sospechaba que en cuanto me acercara, dejarían de hablar. Fuera lo que
fuese, era evidente que no estaba destinada a escuchar.

Así que arrastré mis pies en la hierba húmeda, y cepillé mi cabello sobre
mis pechos, tratando de hacer que pareciera que no llevaba solo las
escamas.

Artur me miró de nuevo, y luego asintió.

—Aunque no puedo decir que mi corazón se alegra, te entiendo, hermano.

Hugh asintió.

—Entonces, vamos a decirle a los demás. Terminemos con esto.

—¿Decirles qué? —pregunté.

Nadie me respondió.
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—¿Decirles qué? —pregunté de nuevo—. ¿Hola? ¿Una linda chica está
parada aquí? ¿Le gustan los largos paseos por la playa y odia ser
ignorada?

Ambos solo se volvieron y me miraron.

Suspiré.

—Olvídenlo. Vamos a acabar con esto de una vez. Sea lo que “esto” sea.

Los dos hombres me flanquearon (un acto que me pareció


desconcertante), y seguimos adelante por el bosque hasta llegar al
laberinto de cuevas. Cada entrada en las cuevas oscuras parecía tener
un conjunto de brillantes ojos mirando hacia fuera, observándonos.

—Espera aquí, Ryder —me informó Hugh. Dio un paso adelante y se llevó
una mano a su boca, dejando escapar un rugido que fue tan fuerte, y
similar al de un tigre, que me sobresaltó.

—Pero…

Artur se acercó a mi lado y sacudió la cabeza, indicando que callara.

Los otros cambiadores primordiales comenzaron a salir de las sombras.


Observé, mi corazón palpitando con algo como a ansiedad cuando, uno
por uno, se escabullía hacia delante, sus miradas parpadeando de ida y
vuelta entre Hugh y yo.

Él miró a su alrededor hasta que pareció satisfecho y luego dijo:

—Todos ustedes saben de mi acuerdo con Finian. Que vendí mis servicios
a él, actuando como representante de todos nosotros. Iba a completar el
juramento, y en cambio, nos darían compañeras para así poner fin a
nuestra existencia solitaria. Lamento tener que decir que no puedo
completar el juramento. Les he fallado a todos ustedes.

Di un grito ahogado. ¿Qué? ¿Cómo?

Con horror, vi como los otros cambiaformas saltaron hacia Hugh,


enterrándolo en una pila de furiosos cuerpos determinados a atacar.

—Hugh —chillé, corriendo hacia delante.

Artur me agarró por el brazo.

—No. Todo estará bien.

—¡Pero le están haciendo daño!


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—Él esperaba esto. Está dejando que den rienda suelta a su ira. —La
mano de Artur se apretó en mi brazo—. No trates de intervenir.

Miré hacia el gruñido de los hombres, los puños y cuerpos desnudos


volando por todas partes. Se parecía un poco a una rueda de desnudez e
ira. Si no hubiera estado tan angustiada ante la idea del pobre Hugh
estando en el centro, probablemente habría disfrutado de todas las
nalgas flexionándose y los miembros rebotando. Pero como eran las
cosas, solo me asusté.

Un brazo grande se disparó a través de la multitud de hombres furiosos


y agarró la cabeza de alguien, golpeándola contra otra. Dos hombres
cayeron al suelo, solo para que otros dos saltaran a la refriega. Hugh se
alzó por un momento, con la nariz ensangrentada, un corte en una
mejilla. Tenía los dientes al descubierto en un gruñido salvaje, sus ojos
oscuros.

Y entonces, otro hombre lo agarró por el cuello, y lo llevó abajo entre los
cuerpos surgiendo una vez más.

—Hugh —grité, y luego tiré de mi brazo cuando Artur me agarró de nuevo,


apartándome de la pelea—. Suéltame.

—Déjalos continuar —me dijo Artur—. ¿No sabes que está haciendo esto
por ti?
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Página
Traducido por AsheDarcy, VckyFer, Vanehz y âmenoire

Corregido por flochi

—¿H
aciendo esto por mí? —Mi voz se elevó en una nota
histérica—. ¿Cómo hace esto por mí? ¡Parece que
está siendo pulverizado!

—Él te ha elegido sobre nosotros —dijo Artur rotundamente—. No te dará


al fae. Negará el juramento y dejará al resto de nosotros sin compañeras,
pero estarás a salvo.

Me quedé sin aliento y me volví hacia Artur.

—¿Qué?

—Es verdad. —Él asintió rápidamente, y solo la desolación en sus ojos


reveló sus sentimientos. Su feo rostro era impasible—. No puede soportar
que te envíen a tu destino, por lo que nos abandonará para mantenerte
a salvo.

Miré a la multitud de hombres, todos luchando furiosamente unos contra


otros. Vi la impotente rabia de los hombres, mientras atacaban a Hugh.
Uno se volvió y me dio una mirada de puro anhelo antes de saltar de
nuevo a la pelea.

Un sollozo escapó de mi garganta. Lloré porque había sido egoísta. Había


ganado, y ahora había destruido la felicidad de tantos otros. Me debería
haber sentido bien al respecto, pero me sentía más miserable. Por lo
tanto, sollocé.

Un grito de rabia escapó de la pila. Se lanzó hacia delante, en dirección


a mí. Hugh salió, con un hombre aferrado a su espalda y otro a su pierna.
Los apartó con movimientos violentos y vino por mí, con ojos salvajes.

—¡Ryder!

Los otros retrocedieron, sentándose en cuclillas de una forma animal.


Lamieron sus heridas y limpiaron la sangre de sus narices y bocas.
Fulminaron con la mirada a Hugh, pero sus miradas no tenían la misma
rabia hacia mí que tenían hacia él.
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Página
Hugh se acercó a mí y suavemente ahuecó mi rostro, examinándolo con
preocupación.

—¿Estás herida? ¿Por qué lloras?

—No lo entiendo —le dije, sacudiendo la cabeza. Miré su cara. Uno de


sus ojos se estaba cerrando por la hinchazón, y de su nariz goteaba un
fino rastro de sangre. Nunca me había parecido tan magnifico—. ¿No me
vas a entregar a Finian? Pero… estás arruinándolo para todo el mundo.
Pensé que eso era lo que querías.

—Eso era antes de conocerte —dijo. Su pulgar rozó las suaves escamas
de mi mejilla, oh tan dulcemente—. Y ahora no puedo imaginarme
haciendo nada que pudiera causarte tanta miseria.

Mi aliento se atascó en mi garganta al oír sus palabras. Había querido


escucharlas durante tanto tiempo. Y sin embargo… era casi demasiado
para creerlo. Era un costo tan alto, brutal.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión?

Miró a los otros. Lleno de tristeza, yo también, y me di cuenta de que


estaban mirando mi cuerpo desnudo de una manera que sólo puede ser
descrita como… hambre.

—Esta no es una conversación para ningún oído sino los tuyos, Ryder.
Ven. Vamos a mi cueva.

—Suena encantador —le dije, aturdida. ¿Una cueva? ¿Íbamos a algún


lugar privado para hablar? ¿No me iba a entregar a Finian? Estaba
tratando de procesar todo esto, y fallando miserablemente. Pero cuando
extendió su mano hacia mí, automáticamente la tomé, y me dirigí a través
de la siniestra multitud. Confiaba en él para mantenerme a salvo.

Me llevó al acantilado rocoso, y miré hacia arriba a medida que nos


acercábamos. Era fácilmente de cinco o seis pisos de altura, un gran
afloramiento que terminaba abruptamente, como si una mano divina
prolijamente lo hubiera cortado por la mitad. Subiendo a los lados del
acantilado había hoyos agujereados a través de la roca: cuevas. Y cada
cueva, me di cuenta, era el hogar de uno de los primordiales.

—¿Cuál es tuya?

Hugh soltó mi mano y empezó a subir, tirando de algunas de las vides


que habían trabajado su camino en la piedra.

—Estoy en la parte superior.


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Página
—Por supuesto que sí —dije débilmente. Me quedé mirando mientras
Hugh subía la superficie escarpada, como si no fuera nada, sus garras
de los pies clavándose en la roca y sus grandes manos utilizando las vides
para reforzarse. Me acerqué y toqué una de las vides. Era fuerte, de
acuerdo, pero resbaladiza por la niebla pegajosa. Miré hacia arriba.
Estaba bastante segura de que no iba a ser capaz de subir eso. En
absoluto.

Hugh miró hacia abajo después de un momento.

—¿No vienes?

Toqué una de las vides frondosas.

—No creo que pueda subir esto. —Mostré mis garras desafiladas, que
ahora parecían más suaves, y largas astillas de nácar, más que armas
mortales—. Estas no se clavan en nada, y mis alas aún no funcionan.

Saltó de la cornisa, ignorando el hecho de que acababa de caer dos pisos


de altura, y aterrizó a mis pies en cuclillas. Luego se enderezó,
aparentemente ileso, y me sonrió, con la boca llena de dientes afilados.

—Todo lo que tenías que hacer era decirlo.

Con eso, me agarró y me giró sobre su brazo, mi estómago aterrizando en


su hombro. Igual que Tarzán. Y al igual que Tarzán, comenzó a subir una
vez más, moviéndose rápidamente por la pared del acantilado.

Me tragué el grito que estalló en mi garganta, clavé mis garras ineficaces


en su piel tanto como pude, y cerré los ojos. Hugh no me dejaría caer. No
lo haría. Confiaba en él.

Después de unos momentos, el vaivén irregular se detuvo, y oí, y sentí,


al cuerpo de Hugh golpear el suelo. Abrí un ojo y eché un vistazo
alrededor mientras me ponía suavemente a su lado.

Estábamos dentro de la cueva de Hugh. El interior era oscuro, y yo


apenas podía distinguir lo que me rodeaba. No parecía haber mucho que
ver, sin embargo. Los dedos de mis pies es deleitaron con un montón de
pieles cerca, pero aparte de eso, no podía ver nada.

—¿Ésta es tu casa?

—Sí.

Por alguna razón, me hizo sentir triste que Hugh viviera con tan poco.
Era tan… crudo.
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—No tienes mucho.

—No necesito mucho —admitió—. La mayoría de los días, paso mi tiempo


en mi otra forma. Hace las cosas menos… solitarias. Mi otro yo no se da
cuenta de las cosas que faltan.

Oh, eso era triste. Me pregunté si eso era por qué los otros parecían
francamente salvajes a veces. ¿Era porque todos acostumbraban pasar
el tiempo en su forma animal más que su forma humana? ¿Porque
estaban tan solos? Quería llorar por ellos… y por Hugh. Me volví hacia él
en la oscuridad, sus ojos relucientes haciendo fácil de encontrarlo. Mi
mano se acercó a él y se posó en su piel suave, cálida.

—Dime lo que está pasando. Necesito entender.

Sus ojos se cerraron, el destello verde desapareció por un momento tan


largo que hizo que mi aliento se atorara en mi garganta. Regresó un
momento después, y sentí sus manos grandes y cálidas en mis hombros.

Hugh me atrajo hacia él, arrastrándome en un abrazo cálido,


reconfortante.

Me sorprendió al principio. Para mí, siempre fue raro sentir el contacto


de piel a piel, y mucho menos con un hombre de casi dos metros de alto,
que estaba totalmente desnudo. Pero Hugh parecía ser un abrazador. Al
parecer necesitaba casi tanto como yo ese toque reconfortante, así que
cuando su gran mano descansó en la parte posterior de mi cabeza y
comenzó a acariciar mi pelo, presionando mi mejilla contra su pecho, no
podía realmente protestar. Estaba disfrutando demasiado de las
sensaciones.

Pero también quería respuestas. Así que, vacilante puse mi mano en su


estómago y me aparté un poco, lo suficiente para mirarlo.

—Dime lo que está pasando, Hugh. Por Favor.

Suspiró profundamente, luego se aclaró la garganta.

—Cuando… cuando te vi bailando con el pequeño, me enfureció.

—¿Pequeño? —Me reí de eso. Un tigre de dientes de sable del tamaño de


un oso gris, probablemente pensaba que un cambiador puma era
pequeño, pero dudaba que Austin Russell disfrutara de la descripción.
Pero luego el resto de palabras de Hugh penetraron en mí—. ¿Te hizo
enojar?
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—Lo hizo. —Sus manos se apretaron más alrededor de mí, y la mano que
comenzó a acariciar mi pelo otra vez estaba presionando tan fuerte que
estaba bastante segura de que sería calva si continuaba—. Estabas
tocando a otro hombre y riendo con él, y él estaba admirando tu cuerpo.
Y… quería hacerle daño. Y… quería ser él.

—¿Lo hiciste?

—Lo hice. —Sus manos se apretaron a mí alrededor otra vez—. Tuve


envidia de su libertad. Él podía tocarte. Podía bailar contigo y hacerte
reír. Y a mí no se me permitía. Le envidié enormemente en ese momento.

Abracé a Hugh, sintiendo la necesidad de consolarlo. Mis brazos rodearon


su cintura, y rasguñé suavemente con mis uñas su espalda, sintiendo
que él disfrutaba eso.

—Estás celoso por nada, Hugh. Solo me gusta Austin como un amigo. Y
la verdad, tú eres la única persona en que confío que no huirá gritando
al ver mi cara real. —Todavía me estremecí ante la idea de mostrar a
Austin mi verdadera naturaleza.; me imaginaba su reacción y sabía que
no sería una buena idea.

—Eres dura contigo, Ryder. —Él negó con la cabeza—. Traigo esto a
colación sólo porque estoy tratando de hacerte entender. Yo estaba celoso
del pequeño gato cambiador ayer, y me hizo enojar. Por eso peleamos.
Deliberadamente elegí arruinar tu diversión y provocarte. Y después de
que saliste corriendo, me sentí… culpable. Como si estuviera
destruyendo todo para ti. Y me di cuenta que tenía que hacerlo. Ese era
mi trabajo. Esa sensación no me sentó bien. —Su mano se detuvo en mi
cabeza, y luego comenzó a acariciar mi cabello de nuevo—. Cuando él te
robó de debajo de mi nariz… —Sentí su gran cuerpo estremecerse contra
el mío—. No puedo describir cómo me hizo sentir. Lo indefenso y lleno de
rabia. Fallé en mi juramento. Y debería haber pensado en mis hermanos
primordiales, esperándome pacientemente a que regresará a casa con sus
compañeras. A la espera de que arregle las cosas. Pero no estaba
pensando en ellos. En lugar de ello, lo único que siguió pasando por mi
mente era que estabas perdida y asustada en alguna parte. Que yo te
había fallado. Yo sólo pensé en ti. No en las otras mujeres esperando por
nosotros. Sólo tú.

Apoyé la mejilla con más fuerza contra su pecho, enterrándome en su


contra. No quería interrumpir.

—Cuando te encontré, mi alivio fue tan grande que quería gritarlo a los
cielos. —Me abrazó con fuerza de nuevo—. Me di cuenta de que no tenía
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Página
derecho a sentirme de esta manera por ti. Y también me di cuenta de que
no podía entregarte. Ni a Finian. Ni a nadie.

Sus brazos se apretaron alrededor de mí con más fuerza, casi sacándome


el aliento. No me importaba. No me importaba en absoluto. Apenas podía
respirar, apenas atreviéndome a esperar que lo que estaba escuchando
era la verdad.

—Y es por eso que tengo que quitarte la virginidad, Ryder.

Me reí ante eso.

—Um, eso es una manera extraña de decirlo.

El abrazo que se estrechaba en mi pecho se aflojó y bajó la mirada hacia


mi cara, su mano moviéndose para ahuecar mi barbilla e inclinándome
a mirar en su dirección.

—¿Cómo se puede decir, entonces?

Me alegré de que estuviera oscuro y tuviera escamas, porque estaba


bastante segura de que el rubor en mi cara podría rivalizar con un
hidrante por su color.

—No se quita, supongo. Se toma.

—Pero… eso implica que estoy arrebatándola de ti. No creo que me guste
esa palabra. —Sonaba ofendido.

No pude dejar de reír otra vez.

—¿Qué tal si te la doy en su lugar?

—Me gusta el sonido de eso. —Sus dedos rozaron las escamas de mi


mandíbula—. ¿Tú quieres… quieres dármela, Ryder?

—Quiero —susurré—. Más que nada. Tú lo sabes.

—Tengo que escucharlo de nuevo. —Su voz era ronca, y me hubiera


gustado poder ver algo más que el brillo de sus ojos en la oscuridad.

—Pero ¿qué pasa con Finian? ¿Y los demás? ¿Qué pasará con todos ellos?

—Finian —escupió la palabra como si fuera asquerosa—, no va a estar


contento. No me importa lo que piensa.

—Pero le dijiste que no me querías para ti. Recuerdo eso.

—Lo hice. —Su expresión era sombría—. Pensé que era verdad en el
momento. Pero… no lo es.
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Mis ojos se abrieron.

—¿En serio? ¿Y los demás?

—Van a superar su decepción con el tiempo —dijo en voz baja—. Pero no


creo ser capaz de permanecer aquí, mi Ryder. Contigo a mi lado, su
envidia sería demasiado grande. El dolor sería diario, y no soy tan cruel.

—¿Esta es tu manera de preguntar si puedes vivir conmigo, grandote?


Porque yo voto que sí.

—Nada me gustaría más que permanecer a tu lado por el resto de mi vida,


Ryder. Me preocupo por ti como no me preocupo por ningún otro.

Mi corazón se llenó de emoción y afecto. ¿Hugh estaba admitiendo que


me amaba? Quería tan desesperadamente creer que esto era cierto. Mis
uñas se clavaron en su espalda, y me apreté contra él. Esto era
demasiado bueno para ser verdad.

—Puedes venir a vivir conmigo, Hugh —le dije—. Pero ¿qué pasa con
Finian? Él viene a buscarme.

Hugh me apartó de él. Inmediatamente me sentí privada de su calidez,


su calor, sus caricias.

—Ryder, debo pedirte sacrificar algo. Si voy a tomar tu virginidad esta


noche, seguirás siendo como eres por el resto de tus días.

Mi corazón se detuvo en mi pecho.

—¿Voy a ser así para siempre? ¿No humana?

—Vas a ser humana —dijo—. Tú glamour nunca te dejará. Pero tu forma


cambiante se congelará en este punto en el tiempo. Tus alas ya no
florecerán. Tus cuernos no se moverán en espiral, ni se afilarán. Tus
garras se mantendrán opacas, y tus escamas serán del color que son
ahora. Una vez que ya no seas virgen, ya no florecerás más hermosa cada
día. Y si tomo tu virginidad ahora, no entrarás en celo en tu vigésimo
quinto cumpleaños.

Quise reírme con alivio.

—¿Eso es todo? No me importa eso.

—¿Estás segura? Un cambiado florecido es la cosa más hermosa que


nadie ha visto jamás. Hacen que te duela la garganta con su pura belleza.
—Su pulgar rozó lo largo de mis clavículas muy suavemente—. Y a pesar
de que ya eres la cosa más hermosa que he visto en mi vida, voy a estar
210
Página
robándote tu potencial si lo hago, al menos, te advierto las
consecuencias.

—¿Así que puedo ser la cosa más hermosa jamás, o puedo tener al
hombre que amo? —Mi voz se quebró, mi corazón tamborileando en la
admisión—. Eso es una obviedad. Todo lo que quiero es a ti.

Me atrajo suavemente hacia adelante hasta que su cabeza descansó


sobre mi vientre.

—Estoy lleno de amor por ti, Ryder.

Quise reírme de nuevo en su extraña redacción, pero no lo hice. La


sensación de su cabeza presionando contra mi vientre partía cada
terminación nerviosa de mi cuerpo. Su cabello rozaba las curvas de mis
pechos, provocándome. Pasé mis dedos por su pelo grueso, casi áspero y
fui recompensada con su boca acariciando la suave carne de mi vientre.

¿Carne? Perpleja, toqué mi estómago y descubrí que mis escamas se


habían suavizado allí. ¿Había perdido la transformación de alguna
manera? Parecía que tenía escamas todavía en mis hombros, espalda y
nalgas, pero mi frente se había vuelto blando, con piel aterciopelada.

Al igual que un armadillo, tenía un punto débil. Me reí tontamente con


ese pensamiento, extrañamente contenta.

Mi risa murió un instante después cuando la boca de Hugh se sumergió


y lamió la parte inferior de mi pecho. Un gemido escapó de mi garganta,
y clavé los dedos en su cabello, arrastrando su boca hacia mi pecho
cuando pasó rozando. Quería más de eso.

¿Ahora que Hugh podía tocarme donde quisiera? Quería todo.

Él parecía dispuesto, también. Su boca volvió y la sentí, caliente contra


mi piel, el roce de sus dientes contra mi carne. Luego, buscó la punta de
un pecho y cepilló sus dientes contra él.

El calor inundó mi cuerpo, y me quedé sin aliento. Era increíblemente


sensible en todas partes, pero mis pezones parecían ser lo más sensible
de todo. Dolían, duros puntos de atención, y cuando su lengua raspó
contra uno, gemí de nuevo.

—Hugh. Dios, Hugh. Tu boca.

—¿Te asusto?

—No, en absoluto —le dije, presionando mi pecho hacia su boca una vez
más—. Necesito tu boca sobre mí.
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Página
Él gimió también, hundió sus manos en mi espalda y sentí sus garras
contra mis escamas. No me dolió. Su boca buscó mi pezón, rodándolo
contra sus labios, luego lo agarró y succionó con fuerza.

Grité. Se sentía tan increíblemente bueno que me aturdí por la necesidad.

—Ryder —dijo, con la voz entrecortada. Apretó la boca a la curva de mi


pecho, empujando besos rápidos contra mi piel—. Ryder, debemos ser
más silenciosos. Los demás oirán…

Me salí de sus brazos, mis ojos agrandándose. Cualquier emoción que


haya sentido se murió en el latido de un corazón.

—Oh, por Dios. Ellos pueden oírnos, ¿no es así? —Sabía que la audición
de Hugh era súper aguda, pero no me había percatado de cuán afilada
era. Miré hacia la entrada de la cueva, pero estaba completamente
abierta. No era como si alguien pudiera dar un vistazo a menos de que se
estuviera ocultando en la cima de algún árbol cercano. Lo que… uff. Me
aparté de Hugh.

—¿Qué pasa?

—No puedo hacer esto aquí —le dije—. No con los demás cerca y
escuchando. Yo… es cruel. Y extraño. ¿Podemos ir a algún lugar en donde
tengamos algo de privacidad?

—Este es mi hogar —dijo él—. Nadie nos molestará aquí.

—Bueno, eso es grandioso y todo, pero no puedo hacer esto con los otros
escuchando cada uno de nuestros movimientos, Hugh. —Alcancé su
mejilla y la acaricié, sintiendo el roce de sus patillas—. ¿No tienes algún
lugar… algún lugar especial al que podamos ir, solo los dos? ¿Algún lugar
en donde no tengamos que preocuparnos por ser silenciosos? ¿O
molestar a los demás?

Estuvo callado por tanto tiempo que pensé que estaba en desacuerdo.
Luego presionó otro beso contra mi piel.

—Conozco el lugar. Sígueme.

Hugh se puso en sus pies tan abruptamente que me sentí mareada, sin
balance por la poca luz de la cueva, donde no podía ver nada más que la
entrada. Hugh tomó mi mano en la suya y me condujo fuera de nuevo.

—Oh, no —dije, mirando por la orilla—. No esto de nuevo.

—Yo te tendré —me dijo.


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Y antes de que pudiera protestar, me balanceó sobre su hombro una vez
más.

Esta vez, yo sabía el truco. Apreté mis ojos al cerrarlos y esperé mientras
él escalaba, anclando mi cuerpo con el de él de la mejor manera que
podía. No tardó mucho tiempo antes de que aterrizara de nuevo y ese
sentimiento de nauseas se detuvo. Abrí un ojo tentativamente y vi el suelo
a unos cuantos pies bajo mi mirada. Levanté mi cabeza y vi que los
árboles estaban en la distancia. Estábamos en lo alto del acantilado, la
vegetación espesa estaba mezclada con rocas dentadas. Por eso era que
Hugh aún me estaba cargando. Él parecía saber instintivamente donde
pararse, moviéndose entre rocas y sobre piedras, esquivando helechos y
moviéndose rápidamente. Me acomodé para el viaje.

Algún tiempo después, pude escuchar el sonido del agua corriendo.


Levanté mi cabeza de nuevo, mirando alrededor.

—¿Nos dirigimos a una cascada?

—Sí, pero no es nuestro destino —me dijo él.

—¿No? —No me hubiera importado una buena ducha—. Pero las


cascadas son bonitas.

—Esta también tiene peces con grandes dientes nadando en su estanque.

Eeek.

—En un segundo pensamiento, evitemos la cascada.

Él se rio.

—Eso pensé.

—Así que, ¿a dónde vamos?

—Ya verás —dijo él.

Quería quejarme por todo el misterio, pero no podía hacerlo. Al menos de


esta manera no tenía por qué preocuparme de lo que los demás pensaran
mientras Hugh y yo averiguábamos cómo meter la clavija redonda en el,
bueno, agujero redondo. Se me ocurrió que yo no era la única virgen aquí.
¿Sabría Hugh instintivamente qué hacer? Yo había leído algunos
romances y visto algunas películas, y Hugh ha visto, bueno, porno.
Nuestra experiencia combinada no iba exactamente a poner el mundo en
llamas. Si no era bueno esta vez, decidí, podríamos solo atribuirlo a lo
nuevo que era y tendríamos que trabajar en mejorarlo. Me mentalicé a mi
misma para la realidad de que quizás no tenga un orgasmo a la primera
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Página
o la segunda vez. Yo estaría feliz de solo tener sexo con un hombre que
amara, en verdad. Demandar un orgasmo para empezar sonaba como un
lujo. Tomaría lo que obtuviera y estaría feliz con eso, siempre y cuando
la piel de Hugh estuviera presionada contra la mía y ambos disfrutáramos
de nosotros mismos.

Y me salvara de Finian.

Quería llorar de felicidad. Parecía que de repente todo estaba de mi favor


y los otros primordiales eran los que estaban sacando el lado corto del
palillo. Me sentía increíblemente culpable, ¿pero si significaba que
obtendría mi felices para siempre incluso con Hugh? No podía sentirme
tan mal por ellos. Eran ellos o yo, e iba a ser egoísta y a elegirme a mí.

Niebla comenzó a dispersarse por mi espalda, interrumpiendo mis


pensamientos, y me di cuenta de que nos habíamos acercado más que
nunca a la cascada. Era un fuerte rocío de agua que venía hacia debajo
de un acantilado rocoso. No eran las cataratas del Niágara, por supuesto,
pero era lo suficiente como para que el agua en el fondo pudiera llenar
un lago de tamaño decente. Era bonito, por cierto. Traté de no pensar en
los peces con dientes grandes en el fondo que Hugh había mencionado.

Para mi sorpresa, Hugh se dirigió a las rocas al lado de la cascada y


comenzó a escalarlas.

—¿A dónde vamos? —le pregunté de nuevo.

—Ya verás —me dijo y continuó escalando.

—Bueno, bien, solo voy a cerrar mis ojos —le dije mientras el suelo
comenzó a alejarse y mi estómago dio un vuelco. Para una chica con alas,
yo no era una gran fan de las alturas—. Grita cuando estemos allí.

—Lo sabrás —dijo él con una risa en su voz.

Unos momentos después, él dejó de escalar rocas, lo sentí moverse hacia


un lado. Esa fue la única advertencia antes de ser empapada con agua
helada. Un grito de sorpresa se escapó de mis labios, y farfullé,
temblando.

—¡Qué demonios! ¡Hugh! ¿Una pequeña advertencia, por favor?

—Te dije que lo sabrías —dijo él, y pude escuchar la risa en su voz.

Empujé mi cabello empapado fuera de mi rostro y miré desde debajo de


este. Pasamos a través de una parte de la cascada y, juzgando por la
cascada liquida detrás de mi hombro, estábamos ahora debajo de ella.
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Estaba oscuro allí detrás, la única luz provenía de la cascada azul.
Levanté mi mano en frente de mi rostro y casi no pude ver el contorno.

—¿Dónde estamos?

—Es una cueva a la que vengo cuando necesito estar solo y pensar —dijo
Hugh. Se encogió de hombros ligeramente, colocándome en el suelo.

Meneé mis pies, las rocas mojadas debajo de ellos. Mi cabello estaba
goteando en mi espalda, así que lo puse en una cola de caballo y lo enrollé
mientras daba una mirada alrededor en la oscuridad. No podía ver nada,
y eso me ponía nerviosa. Levanté una mano, tratando de sentir el techo
de la cueva, pero nada golpeó mis dedos, solo aire.

—¿Por favor dime que este no es el hogar del oso prehistórico local?

—El agua mantiene fuera casi todo. Solo que no a mí. He sido conocido
por ser más curioso de lo que es sensible serlo de tiempo en tiempo.

Sonreí en la oscuridad y crucé mis brazos sobre mi piel mojada.

—Mientras digas que este lugar es seguro.

—Lo es —dijo él, y sentí su mano rozar contra la mía—. Ven conmigo.

Levanté una mano frente a mí y le di a él la otra, y caminamos más


profundo en la cueva. Casi grito cuando mi pie se encontró con algo
peludo unos momentos después.

Hugh debió escuchar mi brusca inhalación.

—Es solo una piel para dormir, lo prometo.

—Chico, estoy aliviada de escucharte decir eso —le dije y me incliné para
tocarla con mi mano. Bastante segura, era una piel para dormir—. Espero
que no esté cubierta con insectos mutantes.

—Insectos mutantes no. Olvidas que puedo ver muy bien en la oscuridad
como puedo en la luz del día —dijo Hugh, claramente asombrado por mis
payasadas.

—Y olvidas que estoy completamente ciega —dije alegremente—. Pero me


alegra que uno de los dos pueda ver. —Empujé el cabello mojado fuera
de mi rostro—. Aunque creo que preferirías no verme si vamos a hacer
esto.

—Te veo. Te veo completamente. Y eres tan hermosa que haces que mi
cuerpo duela con deseo —dijo él suavemente.
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Placer recorrió mi cuerpo con sus palabras. Extendí una mano.

—Quiero saber en dónde estás en este momento, porque realmente quiero


besarte, Hugh.

Él se rio.

—El sentimiento es mutuo, Ryder. ¿Quieres ver, o prefieres la oscuridad?

Oh.

—Quiero ver. —Quería ver todo. Hugh era magníficamente atractivo, y no


podía esperar y hartarme de verlo.

Escuché un silbido en el aire, y la luz explotó. Miré, en trance, mientras


Hugh soplaba en un poco de musgo que colgaba del techo y se encendía
como fuego.

—Bonito —susurré—. ¿Qué es?

—No sé cómo se llama, solo lo que hace. —Me miró, sonriendo con sus
colmillos, y sopló en el musgo una vez más hasta que la cueva estuvo
completamente iluminada.

—¿Cuánto va a durar eso?

—Lo suficiente —dijo él y se dirigió hacia mí, bajándose a la piel a mis


pies. La cueva ya no estaba oscura, el musgo me proveía un brillo para
poder verlo a mi lado. Era casi como tener una romántica noche con luz
de velas.

Palmeó la piel.

—Ven a sentarte conmigo.

Me senté frente a él, sintiéndome un poco nerviosa por lo que íbamos a


hacer. Tenía que terminarlo rápido, si es que nos íbamos a deshacer de
mi virginidad. Y luego me detuve.

—Acabo de pensar en algo. ¿Necesitamos condones? —Nunca se me


había ocurrido de que pronto estaría teniendo sexo. Yo estaba totalmente
sin preparación.

—No entiendo esta palabra.

—Los condones son, um, envolturas que los hombres usan sobre su pene
para atrapar el semen y prevenir dejar a la chica embarazada.

—¿Estás en celo, Ryder?


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—¿No lo sé?

—Creo que lo sabrías. También, no estarás en celo mientras yo tome tu


virginidad antes de tu cumpleaños veinticinco. Si no estás en celo, no
puedo dejarte embarazada.

—Eso es bueno, al menos. Iremos sin nada, entonces.

—¿Sin… nada?

—No importa —le dije y moví una mano en el aire—. Solo estoy diciendo
cosas porque estoy nerviosa. Nunca he tenido sexo antes y me está
poniendo ansiosa. Te amo, y te deseo, pero eso no significa que no me
esté volviendo loca un poco. No tengo idea de qué hacer, después de todo.

—Ryder… recuerda, yo nunca he tenido sexo tampoco. —Se movió en el


pelaje, su rostro solemne. Él se veía un poco infeliz acerca del hecho—.
No deseo desilusionarte.

—Lo sé —suspiré, mirándolo tímidamente—. No puedes decepcionarme.


De alguna manera, como que me gusta que ambos seamos nuevos en
esto. No vamos a juzgar el desempeño del otro, porque ninguno de
nosotros ha tenido sexo antes. Solo vamos a averiguar las cosas a medida
que avancemos. Explorar.

—Me gusta la idea de explorarte —dijo él, su voz baja y prácticamente


zumbando con tensión. Sus ojos brillaron en la luz baja.

Y oh, piedad, me gustaba esa idea también.

—Bueno, entonces —dije—. ¿Puedo empezar primero?

—Soy tuyo, Ryder. —Sonaba jadeante lo que me hizo a mí estar jadeante


también. Mi pulso comenzó a acelerarse mientras me acercaba más a él
y lo alcanzaba.

Mis manos aterrizaron en un pecho caliente. Asomé mi mirada a su


rostro, incluso mientras mis manos se deslizaban por sus pectorales. Sus
ojos estaban cerrados con éxtasis, y sus colmillos habían crecido tanto
que ahora sobresalían de su labio superior. Oh. Miré hacia abajo,
admirando su cuerpo donde lo tocaba. Su pecho estaba levemente
cubierto por cabello, su piel un tanto húmeda. Pasé mis uñas por sobre
su piel, buscando sus pezones. Escuché cuando inhaló de forma aguda,
y me excitó. Corrí mis garras por sobre las partes duras, sintiendo y
disfrutando su gemido al reaccionar.

—Dime qué te gusta.


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—Me gusta todo hasta ahora. —Su voz estaba tan llena de tensión y
anticipación, su rostro tenso.

—Bien. —Quería hacerle más a él, también. Lamiendo mis labios, corrí
mis dedos más arriba y sentí las líneas de los músculos de su cuello.
Podía sentir la tensión en ellos, la tensión en su cuerpo. Suavicé mis
dedos al pasar por sus brazos, disfrutando el leve pelaje de sus
antebrazos. Hugh tenía un poco más de vello en el cuerpo que la mayoría
de los hombres, pero a mí no me importaba. Él tenía un poco más de todo
que la mayoría de los hombres.

Lo que me llevó al próximo lugar que quería explorar. Sintiéndome


atrevida, moví mis manos de regreso a su pecho e hice un camino hacia
abajo a su estómago.

Él succionó hacia adentro, su estómago flexionándose.

Mmmm, divertido. Arañe con mis pálidas garras hacia abajo a lo largo de
su estómago, disfrutando de cómo se sentía su delgado abdomen. Todo
era músculo duro, y podía trazar la rigidez con mis dedos. Lo hice,
sintiendo cada respiración que él tomó, notando que su respiración se
estaba volviendo más rápida… igual que la mía.

Se sacudió cuando toqué su ombligo, y su polla se rozó contra mi mano,


dejando un leve camino húmedo por mis escamas.

Me retiré dudando.

—¿Estás bien?

—Lo siento —dijo Hugh inmediatamente, inclinándose hacia atrás. Sus


ojos estaban abiertos, y estaban completamente como de gato en este
punto, una transformación que encontraba fascinante—. Yo… tus dedos
se sentían…

—¿Cosquilloso? —sugerí.

—Quizás esa es la palabra. —Se veía avergonzado.

—No, está bien —le dije—. No seas tímido. Solo soy yo.

—¿Qué piensas que me hace tímido? —describió Hugh.

—Oh. —Me reí un poco con eso, sintiéndome mareada con emoción y
deseo—. ¿Te importaría si sigo tocándote? —Quería explorarlo un poco
más, especialmente en esa área en particular.
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—No me importa —dijo él, su voz tensa. Su cara cambió hacia su forma
de dientes de sable, los huesos de su cara más pronunciados, más
feroces, más salvajes—. Pero yo… yo estoy…

—¿Estás… qué?

—Cuando yo me… excito… —Él inhaló bruscamente, y prácticamente


pude escuchar la lucha en su mente por decir las palabras—. La punta
de mi polla…

Él se fue apagando de nuevo.

Decidí descubrirlo por mí misma. Lo alcancé, ignorando la aguda


inhalación de su respiración, y mis dedos rozaron contra la cabeza de su
polla una vez más. Miré su rostro, pero su mentón estaba apretado, como
si estuviera en agonía, o sintiendo algo intenso. No me estaba apartando,
así que yo regresé a explorar. La cabeza de su polla estaba un tanto
mojada con un líquido fino y casi pegajoso. Liquido pre-seminal, pensé
para mí misma. Leí sobre eso. Pasé mis dedos a través de él, luego levanté
uno hacia mí boca para poder probarlo.

Salado. Tenía un sabor que no era del todo placentero, pero no era malo,
tampoco. La reacción de Hugh fue incluso mejor. Soltó un gemido, como
si estuviera sufriendo, su cabeza inclinándose hacia atrás.

Ohh. Lamí mis dedos de nuevo. El sabor gustándome, especialmente si


recibía ese tipo de respuesta. Los jadeos de Hugh se volvieron más
rápidos, y soltó otro gemido bajo cuando lo tomé de nuevo. Él buscó por
todas las palabras como si quisiera sisearme.

—¿Te importaría si pongo mis manos en ti aquí? —pedí permiso aunque


curvé mis dedos alrededor de su gruesa longitud.

Hugh era grande. Grueso. Abultado. Esperaba esto, dado que era un
hombre grande, pero mirarlo y tenerlo entre mis dedos eran dos cosas
muy distintas. Esta caliente y gruesa barra de carne iba a estar dentro
de mí cuerpo.

Yo estaba muy segura de que eso iba a ser algo incómodo de colocar.

Y por primera vez desde que venimos a la cueva, me alejé un poco. Solté
a Hugh.

—¿Hay algo malo?

Había preocupación en su voz, junto con desilusión. Sus ojos verdes me


miraron, pupilas dilatas, y me sentí como una idiota. Él estaba
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Página
preocupado porque su cuerpo no me complaciera o porque hubiera hecho
algo malo.

Y eso era algo egoísta de mí parte. Por supuesto que él estaba tan nervioso
como yo. Incluso más.

Entonces puse mis manos de vuelta en su miembro y acaricié la fina y


aterciopelada piel.

—No hay nada mal. Eres más grande de lo que creí.

—Es… eso es malo, ¿no es así? Eres pequeña, Ryder.

—Estás bien —le dije, manteniendo el apasionado ronroneo en mi voz.


Cuando trató de apartarse, apreté mis dedos alrededor de su longitud—.
Aún estoy explorando, Hugh. No irás a ninguna parte.

Su jadeo ahogado y ojos amplios me dijeron que le gustaban mis manos


apretándose alrededor de él. Animada, lo hice otra vez, una mano por
encima la otra, como si sostuviera un bate de baseball. La analogía era
apropiada, pensé con ironía.

La gran mano de Hugh repentinamente cubrió la mía.

—No demasiado apretado, Ryder.

—Oh, oops, lo siento. —Lo solté otra vez, mortificada.

—No, todo está bien, me gusta. Solo… —Dejó que sus palabras se
apagaran.

¿Hugh se sentía… tímido, discutiendo sobre sexo? Eso era


encantadoramente simpático y me hacía amarlo mucho más. Quizás
estábamos haciéndolo todo mal. Moví mis manos a un lugar seguro, sus
amplias y musculosas piernas; las coloqué allí y entonces levanté la
mirada hacia él.

—Hugh, cariño, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Puedes preguntarme lo que sea, por supuesto. —Bajó la mirada hacia


mí, su mano acariciando mi pómulo con escamas con cariño—. Estoy a
tu disposición.

—¿Alguna vez te has tocado a ti mismo? ¿Como cuando estás…


demasiado solo? —Mis garras rasparon ociosamente sus piernas en lo
que esperaba que fuera un tranquilizador y excitante movimiento—. ¿O
como cuando viste las películas que te di?
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Estuvo en silencio por mucho tiempo, como si no entendiera la pregunta.
Soltó un suspiro irregular.

—Es… algo que no quiero discutir.

—¿Ni siquiera conmigo?

Contuvo la respiración por un largo momento, como si se debatiera,


entonces silenciosamente admitió:

—Sí, me he tocado antes.

Ahora estábamos llegando a alguna parte. Enterré mis garras, amando


la forma en que sus músculos se apretaron en reacción.

—¿Alguna vez has pensado en mí mientras lo hacías?

Su gemido rasgado fue la única respuesta que necesité.

—¿Qué me imaginabas haciendo?

La respiración de Hugh venía en rápidos y rasgados jadeos, sus ojos


cerrados fuertemente con concentración. Lo sentí temblar un poco bajo
mis manos. Solo ver sus reacciones a mi toque estaba volviéndome
salvaje. Me sentí resbaladiza entre mis piernas, y mi propio pulso
palpitaba como si hiciera un trabajo pesado.

Y aún Hugh no me había dicho de sus fantasías. Necesitaba pincharle un


poco. Mis manos se deslizaron al interior de sus piernas y me incliné,
mirando su rostro.

—¿Estaba sosteniéndote en mis manos? —Raspé ligeramente su piel—.


¿O pensabas en mi boca sobre ti?

Gruñó, entonces lo escupió.

—Boca. Lo vi en una de las historias móviles.

—Eso suena divertido —le dije, mi voz sofocada—. ¿Te importa si practico
y pongo mi boca sobre ti, entonces?

Me dio un gruñido de aprobación, sin abrir los ojos.

Temblé un poco con anticipación. Parte de mí estaba excitada de hacer


esto a Hugh, y parte de mí estaba salvajemente nerviosa. Mis dientes eran
largos y afilados en mi forma cambiada. ¿Y si hacía algo mal? Me arrodillé
hacia adelante, entonces me detuve.

—Um ¿Hugh? ¿Soñabas con mi boca humana o la cambiada?


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—Cambiada —dijo jadeando.

Nunca tenía suficiente de oír eso.

—¿Es porque soy más fiera en esa forma?

Sus ojos se abrieron y se estiró para pasar la parte de atrás de un dedo


con su garra por mi mejilla.

—Porque sé que cuando estás en forma cambiada, es porque deseas ser


tocada. Es… excitante para mí.

Nunca lo había pensado de esa forma. Solo oírle decirlo me hacía doler
entre las piernas, y las presioné juntas, fuertemente.

—Oh, pero ¿y si re hiero con mis dientes?

—Entonces lo haces. No disminuirá mi excitación. No creo que algo


pudiera hacerlo a este punto —dijo, y había una perpleja nota tímida en
su voz que me hizo querer sonreír y besarlo a la vez.

—Todo bien entonces. —Le sonreí, tan feliz. Mis uñas volaron a su
miembro y tracé una línea con ellas, estableciendo su tamaño y forma.
Entonces me incliné preparada para ponerlo en mi boca. Tan cerca de su
piel, podía oler su esencia almizclada y sentir el calor radiando de él.
Hacía el dolor entre mis piernas intensificarse y envolví una mano
alrededor de su longitud, inclinándome, dándole una pasada tentativa
con mi lengua.

Su cuerpo entero se estremeció en respuesta.

Me estremecí, soltándolo.

—¡Lo siento!

—No —dijo rápidamente—. No, está bien, Ryder. Solo fue… la sorpresa.
Se sintió bien.

Oh. Duh. Por supuesto que lo hacía. Estaba de alguna forma demasiado
nerviosa con esto. ¿Dónde estaba la maligna y despreocupada Ryder
cuando la necesitaba? Necesitaba ser más confiada. Mi timidez estaba
enloqueciendo a Hugh también.

—Solo me aseguraba —le dije, deslizándome hacia abajo otra vez hasta
que mi rostro estuvo entre sus piernas una vez más—. Voy a poner mi
boca sobre ti otra vez.

—Hazlo.
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Su tono mandón me hizo sonreír, en su mayoría porque sabía que
probablemente temblaría otra vez tan pronto como me acercara. Puse mi
mano sobre él una vez más, dándole un pequeño apretón para prepararlo,
y me incliné. Oí su inhalación pero esta vez no retrocedió. El calor
viniendo de su cuerpo y su esencia me estaban volviendo loca de lujuria.
Puse mis labios sobre la cabeza de su miembro, cerrando mi boca y
sintiendo el deslizar de su humedad pre-seminal en mi boca. Lamí mis
labios en respuesta, mi lengua moviéndose sobre su miembro mientras
lo hacía.

Hugh gimió. Su mano cubriendo la mía que descansaba sobre su pierna.


Apretó mi mano y vacilé un momento, entonces me di cuenta de que solo
quería tocarme. No quería interrumpirme, sin embargo. Complacida, abrí
mi boca y lamí la cabeza de su miembro. Su jadeo fue alentador, así que
continué lamiendo el líquido pre seminal y deslizando mi lengua contra
el agujero en el centro de la cabeza. Quería meterlo todo en mi boca, así
que la abrí ampliamente y lo deslicé a lo largo de mi lengua.

Era más grande de lo que había imaginado, y la cabeza de su miembro


se frotó contra lo alto de mi lengua, cosquilleando mi boca. Hice un
pequeño sonido de frustración y terminé succionándolo más
profundamente. Su gemido de respuesta fue alentador y cerré mis labios
a su alrededor, succionando más fuerte, en medio de mis colmillos.

Hugh gruñó otra vez, el sonido tan profundo y delicioso que lo sentí vibrar
en mi boca mientras empujaba su miembro. Su mano se apretó sobre la
mía rítmicamente y me pregunté si quería que siguiera ese movimiento.
Mi otra mano aún estaba envuelta en la base de su miembro, así que
apreté el eje mientras lo succionaba más profundamente,
experimentando.

Jadeó en un siseo y sentí la mano de Hugh ir a mi hombro, alejándome.

—No, Ryder.

Retrocedí, liberando su miembro de mi boca y sentándome sobre mis


talones, buscando las emociones de su rostro.

—¿Qué hice mal?

—Nada. Ten piedad de mí, nada en absoluto. —Sus colmillos desnudados


otra vez, y en vez de asustarme, me excitaron. Se adelantó y me arrastró
contra él, sobre su regazo. Sus manos se deslizaron bajo mis alas
arrugadas y me sostuvo apretadamente—. Solo… no puedes seguir
haciendo eso y esperar que me controle.
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Mi cuerpo estaba presionado contra el suyo ahora, y sentí el calor de su
miembro contra mis caderas bajas. Solté una pequeña risa complacida,
envolviendo mis brazos alrededor de su cuello e inclinándome hacia él,
estudiando su rostro.

—Entonces, ¿lo que estaba haciendo se sentía bien?

—Increíble —me aseguró. Sus ojos brillaban como faros—. Pero ahora
deseo besarte por un tiempo.

—Puedo manejar eso —dije y me incliné hacia adelante. Su mano se


anudó en mi cabello, y Hugh arrastró mi boca a la suya. Sus dientes
chocaron con los míos por un momento, entonces nos ajustamos. Sus
labios mordieron los míos, y decidí dejarle tomar el control por un
momento. Mis manos fueron a su cuello y jugué con la parte de atrás de
su cabello incluso mientras su boca devoraba la mía. Amaba besar a
Hugh. No importaba que no fueran besos gentiles y suaves. Me besaba
como si deseara consumirme, como si el mundo terminaría si no me
besaba lo suficientemente fuerte. Y sus besos drogaban mis sentidos y
hacían mis rodillas debilitarse. Podría besarlo por horas y no sería
suficiente.

Mientras nos besábamos, froté mi cuerpo contra el suyo. El picor del vello
de su pecho se sentía bien contra mis pezones.

Su boca se alejó de la mía y maullé en protesta, abriendo mis ojos.

Rio.

—Si vas a moverte encima de mí, Ryder, quiero sentirte mientras lo haces.
—Sus manos en mi cintura me colocaron contra él, y entonces estaba
sentada encima de la gran longitud de su miembro, montándolo.

Jadeé ante la sensación de su gruesa y caliente longitud entre mis


piernas. No estaba presionando dentro de mí… simplemente estaba sobre
su longitud. Y cuando me moví contra Hugh otra vez, se frotó contra mi
sexo, un recordatorio siempre presente. Gemí en respuesta y moví mis
caderas contra su longitud, amando la sensación.

—Más.

La mirada en su rostro era intensa mientras me miraba, como un


depredador, y me hizo temblar incluso mientras mis pezones se
endurecían. Había algo tan erótico en saber que Hugh era tan peligroso
y aun así… no podía herirme. Como una cambiada, yo era fuerte, sin
embargo. Sus garras no podían herir mi piel y tampoco sus colmillos.
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Por primera vez en mi vida, estaba salvaje y absurdamente alegre de ser
una cambiada y no solo una humana. Rodé mis caderas traviesamente
contra él, frotando arriba y abajo su longitud como el juego que era.

Hugh gimió y movió sus caderas. Esta vez, era él quien se frotaba contra
mí y no al revés.

—¿Te gusta la sensación de mi cuerpo contra el tuyo, Ryder?

Lloriqueé y asentí, moviendo mi boca hacia la suya ciegamente. Quería


más besos. Más profundos, de los besos que acarician la lengua a la par
del constante movimiento de su miembro contra el calor resbaladizo de
mi sexo.

Lamí y ligeramente mordí las líneas de la mandíbula de Hugh, incluso


mientras rodaba mis caderas contra su longitud. Estaba volviéndome
loca, esa sensación de él acariciando entre mis piernas. Quería mucho
más. Quería seguir con esto por siempre.

—Ryder —cantó, su voz una sinfonía sin aliento—. Ryder. Mi Ryder. —


Con cada murmullo de mi nombre, sus manos se movían sobre mí. Se
deslizaban por mi espalda, acariciando el lugar donde mis alas se unían
a mis omóplatos. Deslizándose más abajo y bailando en la parte pequeña
de mi espalda, donde mi cola encontraba mi trasero. Se deslizaron sobre
mi trasero y lo agarraron fuertemente.

Mmm. Y se sentía increíblemente bien. Me moví contra sus manos y


mordí el lóbulo de su oreja, mis movimientos volviéndose frenéticos. Lo
necesitaba y necesitaba todo esto.

—Sí, Hugh. Oh, sí.

Gruñó bajo en su garganta otra vez, el fiero sonido volviéndome salvaje.


Era el sonido de un hombre que estaba teniendo problemas en mantener
su control y amaba eso. Se inclinó contra mí, sus labios frotándose contra
mi oído.

—Estás tan mojada, Ryder. Puedo sentir cuán mojada estas sobre mi
miembro. ¿Estás excitada?

Gemí ante sus palabras. ¿Había pensado que los gruñidos de Hugh eran
sexys? No eran nada comparado con un poco de lenguaje sucio.

—¿Te gusta cuán mojada estoy?


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—Me gusta —dijo con voz espesa. Sentí sus garras hundiéndose en mis
nalgas, acariciando mi cola y estuve repentinamente agradecida por mis
escamas—. Me recuerda que no he tenido mi turno de explorarte aún.

—Oh —susurré—. Quiero mi turno. —Ahora que lo había mencionado,


prácticamente me estremecía de excitación ante la idea.

—Entonces, quiero que te acuestes para poder llenarme con tu cuerpo.

—No tienes que decirlo dos veces. —Di un último movimiento a mis
caderas contra su miembro, entonces me quité de su regazo.
Deslizándome de vuelta en las pieles, moví mis piernas debajo de mí y
esperé—. ¿Cómo me quieres?

Para mi sorpresa, Hugh agarró mi cadera y me giró hacia él.

Salté, cayendo sobre mi espalda, mi caída amortiguada por las pieles y


mis alas. Mi cola estaba atrapada bajo mis caderas, lo cual era bueno,
porque estaba golpeando con la sorpresa. No había esperado ser tirada
sin ceremonia de espaldas.

Toda irritación desapareció cuando me di cuenta del plan de Hugh. Me


había arrastrado hasta adelante hasta que mis piernas abiertas
estuvieron ampliamente separadas sobre su regazo y yo plana sobre mi
espalda, mis pechos apuntando hacia el aire. Y estaba sonriéndome
traviesamente.

—Esta es una hermosa vista —dijo Hugh.

Suspiré con placer ante sus palabras, cerrando mis ojos y


entrecerrándolos lánguidamente. La acción empujó mis pechos hasta
arriba, y en ese momento, me sentí tan hermosa como cualquier mujer,
a pesar de mi forma cambiada.

—Voy a tocarte ahora. —La mano de Hugh acarició por encima de mi


cintura.

—¿Solo mi estómago? —Eso era decepcionante.

Rio.

—Impaciente. Solo estoy empezando. —Pero sus caricias siguieron donde


estaban y tenía una mirada de intensa concentración en su rostro.

Me removí, deseando que me tocara en todas partes donde me dolía. Esto


era tan injusto.

—¿No te gustó cuando tenía mis manos en tu miembro, Hugh?


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Página
Gruñó en respuesta, su mano acariciando mis costados solo con un poco
más de fuerza.

—¿Qué hay de cuando puse mi boca en ti? —lo engatusé—. ¿No te gustó
eso? ¿O cuando te succioné en mi garganta…

Una gran mano se presionó sobre mi boca.

—¿Es esto lo que quieres?

Gemí, levantando mis caderas.

—Oh, sí.

La palma de su mano descansaba justo por encima de los labios de mi


sexo.

—¿Aquí?

Asentí, mordiendo mi labio.

—¿Pero qué hay de tus pechos? ¿Qué si quiero jugar con tus pezones y
verlos erguirse?

Oh, palabras audaces. Mis manos fueron a mis propios pechos y los
acuné, ya que él no estaba haciéndolo por mí. Su siseo de aliento y el
brillo de sus ojos felinos me dijeron que le gustaba ese movimiento.

—¿Algo así? —le pregunté.

—Justo así —gruñó Hugh—. Toca tus pechos para mí. —Y su pulgar se
deslizó hacia abajo por la húmeda abertura de mi sexo.

Gemí, echando la cabeza hacia atrás, como si eso de alguna manera fuera
a hacer que su tacto golpeara todos los lugares correctos. Mis dedos
fueron a mis pezones, y los agarré obedientemente.

Gruñó bajo en su garganta y su pulgar acarició más profundo,


moviéndose entre los labios de mi sexo.

Contuve el aliento mientras sus dedos acariciaban entre mis piernas,


explorándome. Acarició mis sensibles pliegues, trazándolos con garras
suaves. Temblé mientras me tocaba, mi cuerpo estremeciéndose con cada
tierno golpe.

Entonces descubrió mi clítoris.


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Página
Una afilada punzada de deseo me atravesó. Temblé, jadeando, y olvidé
todo sobre tentarlo con mis pechos. Mi cuerpo entero estaba
repentinamente centrado en ese pequeño punto de placer.

Hugh notó mi reacción.

—Recuerdo haber visto esto en las historias móviles que me mostraste —


murmuró—. El hombre tocaría a la mujer aquí, en este diminuto trozo de
carne, y ella se volvería loca de necesidad. Pensé que era fascinante,
mientras que yo no tenía tal cosa en mi propio cuerpo. —Consciente de
sus garras, cuidadosamente frotó mi clítoris, sus ojos verdes brillando
mientras me miraba.

Un sollozo escapó de mi garganta. Mis caderas se arquearon y mis manos


se apretaron en mis pechos, estrujando mi propia piel. Mi cuerpo entero
sintiéndose apretado, tenso como un arco, vibrando de necesidad. Moví
mis caderas contra sus dedos, necesitando más.

—Por favor, Hugh —rogué—. Más.

—Ryder estás tan mojada contra mis dedos. Te toco y mi piel brilla sobre
la tuya. —Su pulgar rodeaba mi clítoris, con cuidado por sus garras, y
volviéndome incluso más salvaje—. Y tu esencia está volviendo a
distraerme.

Su mano se levantó, alejándose de mi sexo. Sollocé en protesta, solo para


verlo levantar su mano a su boca e inhalar.

—Casi puedo probarte. —Exhaló. Y entonces la lamió y gimió de


necesidad—. Más dulce que el néctar, amor. Sabes increíble.

Arrastré mis redondeadas uñas sobre mis pezones, jadeando ante sus
palabras. La idea de él lamiendo mi sabor de sus dedos estaba
volviéndome loca, casi tanto como estaban haciendo los dedos que
incitaban a mi clítoris.

—Más —susurró—. Necesito más de esto.

Se movió, mis piernas extendidas moviéndose en el aire cuando deslizó


sus piernas fuera de las mías. Luego me empujó sobre las pieles.
Abriendo mis ojos, hice un sonido silencioso de protesta.

Los abrí justo en el momento para verlo inclinarse sobre mí. Sus manos
empujaron entre mis muslos, abriéndolos más, y empujó su cara entre
mis piernas. Gemí con sorpresa cuando sentí su aliento en mi sexo. Un
momento después, estaba extendiendo los labios de mi sexo con dedos
gentiles. Su gruñido de placer mojándome incluso más.
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Página
—Nunca había olido algo tan bueno, Ryder. Voy a poner mi boca sobre ti
ahora.

Me estremecí, amando que estuviera telegrafiándome sus movimientos.


Mis manos se deslizaron de mis pechos hacia abajo a su cabeza, buscado
su cabello. Lo encontré un momento después y clavé mis dedos justo
cuando puso su boca en mi carne.

Su lengua fue vacilante al principio, como si se estuviera asegurando que


no protestaría por las caricias íntimas. No tuvo que preocuparse sobre
esa parte. Tan pronto como su boca tocó mi clítoris, mi respiración se
atascó, esperando que las estrellas cayeran de los cielos.

Aunque no obtuve eso. Se sintió raro al principio y moví mis caderas,


preguntándome si me estaba perdiendo de algo. Se lamió los labios ante
mi carne, un gruñido de placer subiendo por su garganta, y su placer
escaló el mío. Luego su lengua golpeó contra mi clítoris de nuevo, y me
di cuenta que su lengua era… rugosa, como la de un gato. La arrastró
contra mi piel, y todo de repente, sentí como si cada centímetro de su
lengua estuviera empujando justo en mis nervios.

Jadeé, sorprendida de lo bien que se sentía.

Hugh hizo un sonio placentero en su garganta, y continuó lamiendo y


chupando mi clítoris con su boca. Gemí de nuevo, mis caderas
levantándose con cada arrastre de su lengua a través de la protuberancia
de mi carne.

—Oh, Dios, eso se siente increíble —espeté, luego me di cuenta que lo


había dicho en voz alta. No tuve tiempo para avergonzarme, porque fue
alentado por eso y empezó a lamerme más fuerte y más rápido.

No importó que yo fuera una cambiada. No para Hugh. Me amaba y me


quería salvajemente, sin importar cómo luciera. Esa idea era tan
embriagadora como su lengua en mi cuerpo. Gemí y me retorcí debajo de
él, mis dedos apretando su cabello, mis talones clavándose en las pieles
mientras pegaba mis muslos contra sus hombros, manteniéndome en el
lugar así podía continuar lamiéndome para satisfacción de su corazón.

Levantó su cabeza entre lamidas, presionando besos en mi montículo.

—¿Te gusta mi boca en ti, Ryder?

—Sí —dije entre sollozos, torciendo su grueso cabello entre mis dedos y
jalándolo, tratando de arrastrarlo de vuelta hacia la carne dolorida y
mojada que quería más atención de su lengua.
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—Quiero seguir tocándote —murmuró, luego rastrilló sus dientes contra
la parte interior de uno de mis muslos. Ese salvaje, aunque delicado,
gesto envío temblores arriba y abajo de mi columna—. No estés asustada.

—No lo estoy —susurré—. Nunca asustada. Sigue tocándome, Hugh.

—Seré cuidadoso —me dijo, y me pregunté sobre qué estaba hablando.


Momentos después, me distrajo colocando su boca sobre mi clítoris de
nuevo y chupando fuerte. Casi me distrajo del dedo que presionó dentro
de mi centro.

Casi.

Me sacudí, entusiasmada ante la sensación de su dedo invadiéndome.


Me di cuenta un momento después que no era su dedo lo que había
presionado dentro de mi sino su nudillo, siempre consiente de sus garras.
Lo sentí grueso y urgente, y mi carne estaba apretada alrededor de él.
Gimoteé contra él de nuevo. Se sentía bien, pero sabía que no era ni
cercano al tamaño de su polla, y ya parecía demasiado.

—Mi Ryder —susurró contra mi carne mojada y me lamió más fuerte por
todos lados de nuevo—. Mi amor. Tu cuerpo es maravilloso. No podría
pedir más en una compañera.

¿Compañera? ¿Así que íbamos a ser compañeros después de todo? Él


nunca había dicho las palabras, incluso a pesar de que me había
confesado su amor y yo se lo había confesado de vuelta. Quise
preguntarle sobre eso…

… pero luego rápidamente pasó sus lengua contra mi clítoris y de repente


me estaba viniendo, el orgasmo golpeando a través de mí como una onda
de choque. Clavé las uñas de mis dedos bruscamente en su cuero
cabelludo, sosteniéndolo contra mi sexo mientras mi cuerpo completo se
inmovilizaba con la fuerza de mi liberación, mi centro contrayéndose
alrededor de su nudillo. Pareció continuar por siempre. Hugh seguía
lamiéndome, gruñendo, esa lengua ruda trabajando mi carne, y
viniéndome y viniéndome y viniéndome hasta que mis muslos estaban
torciéndose con réplicas y mis gritos se convirtieron en suaves maullidos
de exhausta liberación.

Jadeando fuerte, liberé a Hugh, y me dio otro raspador arrastre de sus


dientes contra mi muslo. Cuando me enderezó, envolví mis brazos
alrededor de su cuello e incliné mi cabeza hacia atrás, aceptando los
feroces besos que presionó contra mi boca. Sus labios sabían mojados y
salados con mi propio sabor, y lánguidamente acaricié mi lengua contra
la suya. Me sentía increíble. Delicioso.
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Los dientes de Hugh se hundieron en mi labio. Luego rozó su lengua a lo
largo de mi labio inferior, lamiendo cada pellizco.

Eso me dio una emoción extraña. Sus mordidas y pellizcos, a pesar de


sus enormes dientes, no me lastimaban. Podía agradecer a mi piel de
cambiada por eso. Continuó esparciendo besos sobre mi cara,
moviéndose hacia mis pómulos e incluso más arriba hacia los cuernos
sobre mi frente. Cuando lamió la base de cada uno, fui sorprendida por
el gemido de placer que se me escapó. ¿Quién sabía que los cuernos eran
tales centros de placer? Había tantas cosas que faltaba explorar, y no
teníamos que preocuparnos por lastimarnos el uno al otro. Hugh no tenía
que ser gentil conmigo. Amaba eso.

Sus manos se arrastraron hacia mi trasero, y se empujó contra mí. Sentí


su polla empujar en mi estómago, sentí el rastro resbaladizo que dejó
contra mi piel.

—Ryder —gruñó—. ¿Puedes tomarme?

Me estremecí ante eso, abriendo mis ojos y mirando hacia su cara


preocupada y tensa. Mis muslos dolían por mi reciente liberación, y me
sentía empapada entre mis piernas. Me sentía bien, tan bien.

Pero Hugh lucía preocupado. Él era grande y acabábamos de probar que


yo era pequeña. Esto funcionaría, por supuesto, todos tenían sexo, pero
iba a doler como el infierno.

Incluso cuando dudé, él continuó besándome y acariciándome, su boca


moviéndose hacia mi garganta. Me lamió la piel, luego rastrilló sus
colmillos contra ella, trayendo nuevos estremecimientos de placer a mi
garganta. Su mano se movió para ahuecar y acariciar mi pecho.

—Seré gentil —susurró.

Me sentí un poco egoísta en ese momento.

—Por supuesto que lo serás —le dije sin aliento, cuando frotó su pulgar
contra mi pezón. Si estaba determinado a hacerme venir de nuevo, estaba
haciendo un buen trabajo. Sus toques desesperados e insistentes
estaban haciendo que mi deseo se elevara de nuevo, su necesidad una
cosa palpable en el aire. Me aferré a él, amando su toque—. ¿Cómo me
quieres?

Pude ver el brillo en sus ojos mientras consideraba mis palabras.

—Gírate para mí.


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Oooh. Sentí surgir la excitación con eso. ¿Iba a tomarme por detrás? Me
deslicé fuera de sus brazos, no sin una ligera propuesta, algunos besos,
y mucho roce de mi cuerpo contra el suyo. Luego obedientemente le
presenté mi espalda, y le dio a mis hombros un pequeño empujón,
moviéndome hacia adelante. Me incliné hacia adelante hasta que estaba
apoyada en mis codos, mis caderas al aire detrás de mí. Era bueno que
estuviera volteada hacia adelante, porque estaba sonrojándome
furiosamente. Me sentía expuesta, abierta y excitada por la pose en la
que me tenía.

Su mano rozó sobre mi cadera y me estremecí, la anticipación


poniéndome tensa. Estaba dolida y mojada de nuevo, y el sentimiento de
vacío había regresado entre mis piernas. De repente no me importaba que
Hugh fuera a ser demasiado grande. Sólo quería que ese insistente dolor
se llenara. Me incliné un poco más hacia adelante y separé mis muslos,
luego rodé mis caderas alentadoramente para él.

Hugh gruñó detrás de mí.

—Ryder, me vuelves salvaje.

—Bien —dije sin aliento—. Ahora, condúcete en mi interior.

Gruñó bajo en su garganta, satisfecho por mis palabras. Lo sentí moverse


entre el pelaje detrás de mí, y luego su grande y cálido cuerpo estaba
presionándose contra la parte trasera de mis muslos. Sentí a su polla
deslizarse una vez más y me arqueé, tratando de frotarme contra él.

Sus dedos buscaron mi humedad, y se rozó contra mis pliegues. Grité en


sorpresa ante el toque, luego gemí cuando condujo su polla contra mi
sexo y empezó a acariciar a través de mi humedad, de ida y vuelta. Estaba
lubricando su polla con mis propios jugos. Hugh listo. Hugh delicioso.
Hugh provocador y enloquecedor. Los gemidos en mi garganta
aumentaron, empecé a empujarme contra él, necesitando más.

Luego una gran mano fue hacia mi cadera y me inmovilizó en el lugar.

—Estate quieta, Ryder, así no te lastimo. —Y sentí que de nuevo movió


su peso.

Asentí. Mis caderas abriéndose más, y sentí su polla arrastrarse contra


mi carne una vez más, y acomodarse en mi entrada. Gemí incluso más
fuerte ante esa sensación. Dios, se sentía tan bien, y todavía ni siquiera
estaba adentro de mí.

La cabeza de su polla se acomodó directo en mi centro, y luego empujó


hacia dentro, sólo un poco. Hice un gesto de dolor, sintiendo un agudo
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Página
pellizco, incluso cuando los gruñidos de Hugh se incrementaron.
Claramente estaba disfrutando de esto, así que yo sólo necesitaba ser
paciente. Desafortunadamente, el pellizco se incrementó mientras Hugh
continuaba presionando hacia adelante, y clavé mis uñas en mis palmas,
ya sin estar disfrutando esto. Dolía. Había sabido que dolería, pero
saberlo y experimentarlo eran dos cosas diferentes. Me tensé,
preparándome para más dolor.

—Ryder —chilló después de un momento largo y doloroso—. ¿Cómo te


sientes?

—Estoy… aguantando —dije, a pesar de que el pellizco había pasado a


ardor y todo mi interior se sentía como si algo demasiado grande hubiera
sido empujado dentro de algo muy pequeño. Lo que suponía había
pasado—. ¿Ya estás completamente dentro?

Su respiración explotó y se retiró.

—Difícilmente estoy adentro. Esto no va a funcionar.

¿Todo ese dolor, y no había hecho ningún progreso? Sentí una punzada
de preocupación. Esto era lo que resultaba cuando dos vírgenes trataban
de desvirgarse entre ellos, supuse. Éramos realmente malos en esto.

—¿Empujaste fuerte?

—Sé cómo empujar, Ryder. —Sonó exasperado y frustrado.

—¿Crees que sea porque soy una cambiada? —De repente estuve
preocupada porque mis partes no encajaran en sus partes—. ¿Qué si los
cambiados son demasiado pequeños?

—Sólo creo que soy demasiado grande. —Hizo un gruñido irritado en su


garganta—. No quiero lastimarte.

—Hugh, soy virgen. Va a doler de todas maneras. —Me enderecé y me


hice hacia atrás para acariciarlo, y mi mano rozó sobre su polla erecta y
tensa. Su respiración salió en siseos ante mi toque, y me sentí culpable.

—También te está lastimando.

Por un momento, odié que ambos fuéramos vírgenes, maldita sea. Uno
de los dos debería saber más sobre lo que estábamos haciendo. La
vacilación en ambos lados probablemente estaba haciendo las cosas
peores de lo que eran.
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—No quiero lastimarte, Ryder —dijo entrecortadamente, y sentí a su
mano estirarse para alcanzarme. Acarició mi vientre, y luego se deslizó
más abajo, rozando sobre mi montículo de nuevo.

Gemí, inclinándome hacia él mientras me tocaba.

—Va a dolerme mucho más si no nos deshacemos de mi virginidad, Hugh.


Por favor. Sólo hagámoslo, ¿está bien? Prometo que estaré bien.

Me besó ferozmente encima de mi cabeza, justo arriba de mis cuernos.


Luego me liberó.

—Ponte abajo de nuevo, Ryder.

Lo hice obedientemente, tratando de no tensarme mientras me ponía en


posición una vez más, descansando en mis codos, con el trasero al aire.
Lista para terminar con esto.

Su mano acarició mis caderas y mis muslos y luego lo sentí buscar entre
mis piernas. Aspiré una bocanada de aire cuando sus dedos rozaron
sobre mi clítoris, provocándolo.

—Hugh —grité, meciendo mis caderas. Deseo instantáneo fluyó a través


de mí, y gemí, abriendo más mis caderas y meciéndolas mientras
continuaba rozando mi clítoris. Ya sensibilizada, estaba enviando
estremecimientos de placer corriendo a través de mí.

Lo sentí abrazarme desde atrás, sentí a su polla presionarse contra mi


entrada de nuevo. Me tensé, pero continuó rozando mi clítoris, y me
distrajo. Ahora la presión de la polla de Hugh de nuevo contra mi entrada
me hizo doler por más, y rodeé mis caderas, golpeando contra él.

Siseó una respiración.

—Ryder…

—Sólo hazlo —gemí—. Húndete profundo. Termina con esto. Por favor,
Hugh.

Se inclinó hacia adelante, enterrándose hasta la empuñadura.

Grité con sorpresa por la sensación. El destello de dolor de antes se fue


rápidamente, seguido por un sentimiento indescriptible de estar… llena.
Tan gloriosamente llena.

—Ah —suspiró, y pude oír una riqueza de emoción en su tono.

Me sentí aturdida. La sensación de Hugh profundo dentro de mí era


fascinante y profundamente satisfactoria. Me quedé totalmente quieta,
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Página
tratando de dar sentido a las sensaciones corriendo a través de mi
cuerpo. ¿Cómo podía ser tan intensamente placentero meter una parte
de un cuerpo dentro de ti? Y aun así… maldición.

Me lo había estado perdiendo.

Los dedos de Hugh permanecieron sobre mi clítoris, continuando


persuadiendo a mi cuerpo, y mi sorpresa sólo fue rápidamente convertida
en placer. La sensación de Hugh enterrado dentro de mí añadió una
completamente nueva capa de sensaciones, y después de un momento
de la provocación de sus dedos, gemí de nuevo.

—¿Ryder?

Sus palabras fueron una suave pregunta. ¿Estaba bien? ¿Tenía dolor?

—Sigue, Hugh —susurré—. Estoy bien.

Se retiró, y lo sentí empujar hacia delante de nuevo. Otra vez, mi pelvis


punzó con dolor, pero era menor que antes. Cuando se empujó una
tercera vez, no sentí nada más que la curiosa sensación de estar
completamente llena.

—¿Estás bien? —preguntó, su voz llena de tensión.

—Mejor que bien —acordé, levantando mis cadieras mientras él se


empujaba de nuevo, dejando que mis acciones hablaran mejor que mis
palabras.

Rozó sus dedos sobre mi clítoris de nuevo, y grité, sintiendo placer correr
a través de mí. Los dedos de mis pies se curvaron, y estuve cerca de otro
orgasmo. Oh, Dios, la sensación de Hugh enterrado dentro de mí
mientras jugaba con mi cuerpo me estaba volviendo loca. Aspiré una
bocanada de aire y la expulsé de mí al siguiente momento, cuando el
orgasmo coronó una vez más. Sentí a todo mi cuerpo tensarse alrededor
de él, el placer ondeando a través de mí de nuevo.

Con mi orgasmo, Hugh dejó de contenerse.

Sus dedos dejaron mi carne, y de repente sus dos manos estaban en mis
caderas. Él se empujó en mí, sus manos anclándome en el lugar. Luego,
como si no pudiera detenerse, continuó empujando dentro de mí más
rápido cada vez. Mi cuerpo estaba templando con replica a cada empuje.
Y quise protestar, pero el golpeteo de su cuerpo contra el mío estaba
causando un nuevo y diferente dolor placentero entre mis muslos. En
momentos, estaba gritando su nombre, necesitando otro orgasmo, este
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Página
feroz y salvaje, mientras mi amante primordial me hacía el amor
salvajemente.

Mi orgasmo explotó a través de mí como una supernova, y jadeé por aire,


el grito albergándose en mi garganta incluso cuando mi frente se presionó
contra las pieles. Sentí a Hugh gritar y temblar cuando dio otro enorme
empuje dentro de mí, luego colapsó sobre mí mientras se corría. Sentí el
paso de su liberación dentro de mi cuerpo y escuché su exhalación larga
y extendida.

Y luego rodó sobre las pieles junto a mí.

Lo que fue bueno, porque no creí que pudiera moverme en el momento.


¿Pensar que había estado preocupada porque el sexo no sería bueno? Si
hubiera sido mejor, me habría matado.

Me reí sobre las pieles.

Hugh exhaló profundamente y me jaló cerca de él, acurrucando mi


cuerpo más pequeño contra el suyo.

—¿Algún arrepentimiento?

Presioné mi cara contra sus duros pectorales, respirando su maravilloso


olor y amando la sensación de su piel presionando la mía.

—Ninguno en absoluto. ¿Tú?

—Que no te tomara antes.

Dulce hombre. Me acurruqué más cerca y suspiré con alegría.


236
Página
Traducido por AsheDarcy

Corregido por Dianna K

M
e desperté un poco más tarde con el sonido de un gran cuerpo
roncando y una mano con garras colocada protectoramente en
mi pecho. Sonreí incluso con los ojos cerrados, arrimándome
más a Hugh. Era agradable despertar al lado de un hombre, tener su
gran cuerpo presionado contra mi espalda. Ni siquiera me importó estar
un poco rígida y fría por la humedad.

Por desgracia para mí, mi vejiga y estómago protestaron por ser


ignorados, y sabía que iba a tener que levantarme pronto. Me deslicé un
poco más cerca de Hugh y descubrí que tenía una erección mañanera.
Tal vez podría ayudarle a atender eso. A escondidas, traté de darme
vuelta.

Y un gemido de dolor escapó de mis labios.

Todo por debajo de mi cintura estaba rígido y dolorido. Sabía que algunas
personas se sentían doloridas después de sexo vigoroso, y yo había
imaginado que sería así, también, pero esto era más de lo que esperaba.
Supongo que habíamos sido duros el uno con el otro.

Hugh inmediatamente se despertó con el sonido de mi voz, y su mano se


extendió por mi mejilla.

—Mmm, ¿Ryder? ¿Qué es?

—Solo adolorida —le dije con una mueca de dolor—. Nada demasiado
sorprendente.

Se sentó a mi lado, y me di cuenta de que lo podía distinguir más fácil


con la poca luz de la cueva. El sol tenía que estar afuera.

— ¿Te he hecho daño?

—Estoy un poco sensible. Creo que estábamos demasiado


entusiasmados. No debería ser un problema en el futuro, aunque, no
cambiaría por nada lo de anoche.
237
Página
Hugh me besó con fiereza.

—Te amo, Ryder.

—Te amo, también —le dije, sintiéndome caliente y deliciosa con sus
palabras—. Pero, ¿podemos ir a buscar un arbusto o algo así? Odio
arruinar el momento, pero realmente necesito hacer pis.

Hugh se rio.

—Como desees.

Poco tiempo después, habíamos bajado de nuestra cueva y discretamente


atendido nuestras vejigas detrás de arbustos separados. Estaba mirando
el agua de la piscina con anhelo; Tenía sed, y me sentía adolorida y sucia,
y un baño en una piscina de agua sonaba muy bien. Entonces me acordé
de las palabras de Hugh acerca de los peces con dientes, y decidí que la
limpieza podía esperar hasta llegar a casa.

Un brazo grande envolvió mi cintura por detrás, aplastando mis alas y


atrapando mi cola. Hugh acaricio con su hocico mi oído, haciéndome
retorcerme por la sensación cosquillosa.

—Deberías caminar. Estirar tus piernas.

Hice un gesto a la planta frondosa cerca del agua.

—Me preguntaba si era comestible.

—No, a menos que quieras estar violentamente enferma.

—No es lo primero en mi lista de cosas que hacer —le dije alegremente.


Mi estómago gruñó bajo su mano, y me dio unas palmaditas en el brazo—
. ¿No creo que haya un auto-servicio por aquí?

—No. La única comida aquí es buscada, atrapada, o cazada.

—Suena delicioso —dije, arrugando la nariz—. Creo que podría esperar


hasta que lleguemos a casa para comer.

Su rostro era ilegible.

—¿Quieres que vaya a casa contigo? ¿Te arrepientes de esto?

—Por supuesto que te quiero conmigo. No quiero ir a casa sin ti. —Me
acerqué y le acaricié la mejilla. Su rostro era duro e inflexible, pero sentí
la vulnerabilidad debajo. Me hizo querer darle un abrazo—. No tengo
nada si no estás conmigo.
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Él inclinó su boca y besó mi palma.

—Tú eres mi mundo, Ryder. Dondequiera que desees que esté, allí estaré.

—Me alegro —le dije en voz baja—. La idea de quedarme aquí me asusta.
No sé cómo pasa el tiempo aquí en comparación con casa. Y también es
peligroso. Estás desconectado de todos por los fae. Pero si tú no puedes
salir... me quedaré. Mientras estemos juntos.

Hugh me jaló cerca de él de nuevo, arrastrando mi cuerpo contra el suyo


en un fuerte abrazo. Fui voluntariamente, este hombre amaba abrazar y
acariciar más que cualquiera que jamás haya conocido, y yo no podía
resistirlo. Él presionó otro beso en mi pelo.

—Los otros primordiales son mis hermanos. Mis amigos y compañeros.


Pero te he elegido por encima de ellos. No sé cómo esto va a afectar a sus
corazones. No querría que ellos intentaran alejarte de mí.

Me aferré a él, un poco preocupada por esa declaración.

—No quiero que ellos intenten eso tampoco, grandote.

—Debo ir contigo, entonces. Volver a tu mundo. —Parecía decepcionado.

Sentí una punzada de consternación por su falta de entusiasmo.

—¿Odias mi mundo?

—No, en absoluto. —Él parecía pensativo—. No me gusta el frío es todo.

¿El frío?

—Yo vivo en Texas. —Empujé su abdomen—. No tenemos mucho invierno


en absoluto. Apenas algo de nieve.

Él bajó la mirada hacia mí con sorpresa.

—¿Qué pasa con los glaciares de hielo?

¿Glaciares de hielo?

—¿En Texas?

Él asintió.

—En todas partes. Grandes cantidades de hielo. Es difícil para nuestra


especie. Las manadas huyeron hacia el sur, por lo que las seguimos, igual
que los humanos. Pero le temen a nuestra especie.

Parpadeé hacia él, luego le di una pequeña sacudida.


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Página
—Hugh, cariño... ¿exactamente cuánto tiempo has estado en este mundo
que los fae crearon para ti?

Se encogió de hombros.

—Te lo dije. El tiempo pasa de manera diferente aquí.

—¿No te diste cuenta de que hemos ido más allá de una sociedad de
cazadores-recolectores? Los cambia forma viven entre los humanos. Los
seres humanos simplemente no lo saben. —Mi mano alisó lo largo de su
estómago—. Y la Era de Hielo terminó hace unos diez mil años, Hugh. Tú
especie hace tiempo se extinguió. Ya nadie se preocupa acerca de las Eras
de Hielo. Actualmente tenemos un pequeño problema llamado
“calentamiento global”.

Se puso rígido en mi contra.

—¿Extinguió?

—No hay más tigres dientes de sable, me temo. Tú serias el más grande,
el más malo de la cuadra.

Él gruñó.

—Vinimos aquí bajo promesas de los fae, ya sabes. Harían este reino para
nosotros, para mantenernos a salvo y dejar que cazáramos sin problemas
en un clima cálido, pacífico. Ellos nos hicieron la oferta a uno por uno, y
no nos dimos cuenta de que el paraíso que habían creado nos había
dejado más vulnerables que nunca. No hay mujeres aquí, y no nos dimos
cuenta hasta que fue demasiado tarde de que tenían la intención de
mantenerlas separadas de nosotros.

—Más malos acuerdos de los fae —agregué. Malditamente sospechoso.

—Y el tiempo pasa aquí como si estuviera en un sueño. La única vez en


que interactuamos con los fae es si exigen favores a cambio de un
beneficio.

—¿Han exigido favores antes?

Él asintió.

—En el pasado.

—¿Qué tipo de cosas?

Hugh frunció el ceño.


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Página
—Yo… no recuerdo. Es posible que haya algo en este lugar que altere
nuestros recuerdos.

Le creí. A los fae les gusta manipular todo.

—Y los que trabajaron con los fae, ¿volvieron?

—Yo… no recuerdo eso, tampoco. —Él no se veía feliz.

No lo culpaba. Era inquietante de pensar. Me imaginaba los trabajos que


los fae deben haber sugerido con el tiempo ¿Quién sabía cuántos milenios
Hugh y sus primordiales habían estado aquí?, ¿Cuántos habían
desaparecido mientras realizaban otra tarea para los fae, nunca vueltos
a ver de nuevo? Sonaba siniestro. A los fae les gustaba jugar. Ahora
parecía que sus juegos tenían una ventaja aún más siniestra de lo que
habíamos imaginado.

Le di al brazo de Hugh un pequeño apretón alentador.

—Esto no suena como un lugar seguro después de todo. Así que ¿por qué
no vienen todos conmigo?

Él me miró, la preocupación suavizada con sorpresa.

—¿Todos nosotros?

Asentí, ganando entusiasmo por mi idea.

—No tienen que quedarse aquí. Pueden venir conmigo. Tú, Artur, todos
tus amigos. El mundo actual es muy diferente al mundo que recuerdan.
Hay una gran cantidad de cambiadores en el área de Fort Worth, por lo
que tendrías una red de apoyo. Estoy segura de que los ayudarían a todos
ustedes a aclimatarse a la sociedad moderna. Y si los otros se van de este
lugar, ya no estarán en deuda con los fae. Más que eso... los otros pueden
encontrar compañeras. Hay mujeres cambiadoras. No toneladas de ellas,
pero están allí.

Sus ojos brillaban de emoción, pero luego negó con la cabeza.

—A los fae no les va a gustar, y tienen a nuestras hembras. ¿Y si las


castigan por nuestra desobediencia?

No había pensado en eso. Pensé por un momento, luego solté mis dedos.

—Todos ustedes pueden todavía venir conmigo. Tendremos que jugar


duro.

—¿Jugar... duro?
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Página
—Sí. Básicamente vienen conmigo y le dicen a los fae que sólo volverán a
este reino, y a hacer sus recados, si les dan las compañeras que tienen
en su poder. No tendrán más remedio que liberarlas si quieren
mantenerlos.

—¿Crees que va a funcionar?

—Si no lo hace, Finian va a tener que explicar a todos sus amigos que ha
perdido a todos los primordiales. Apuesto a que es una conversación que
no irá muy bien.

Hugh me miró, con ojos oscuros.

—¿De verdad crees que va a funcionar, Ryder?

—Ellos los van a querer de vuelta, así que tendrán que ceder. ¿Qué tienen
que perder tus hombres?

—Nada —admitió—. Si lo que piensas es verdad, este lugar es una prisión


mortal como cualquier otra. Vamos a preguntarles a mis hombres que
desean hacer.

Le sonreí.

—Esto va a funcionar. Lo sé.

Hugh me sonrió, todos los colmillos mostrando su alegría.

—Tienes un buen corazón, mi Ryder.

—Escucho un montón de cosas que son bastante buenas de mí —me


burlé en respuesta. Mis modos coquetos habían regresado.

Su mano se deslizó a mi culo y lo tomó.

—No podría estar más de acuerdo. Hay muchas cosas de ti que son más
que simplemente buenas. Son deliciosas.

Oooh. Deliciosas era una palabra bastante descriptiva. Envió un


escalofrío de emoción por mi columna vertebral.

—¿Cuáles?

Él me apretó una nalga.

—La forma en que tu espalda baja se curva justo antes de tu culo. Las
suaves líneas de la columna vertebral situada entre tus alas. La forma en
que tus pezones reaccionan cuando digo tu nombre. La manera en que
capturo tu aroma cuando te excitas, y me pone duro.
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Aspiré una bocanada ante sus palabras. Así de fácil, yo lo deseaba de
nuevo.

—Al igual que ahora —murmuró con voz ronca—. Puedo oler tu deseo, y
me está enloqueciendo. —Se inclinó y mordisqueó mi labio inferior con
aquellos dientes grandes.

Mis rodillas se debilitaron.

—Hugh —suspiré. Miré a mí alrededor, al desierto que nos rodeaba—.


¿Estamos a salvo aquí?

Besó a lo largo de mi mandíbula.

—Siempre estás a salvo conmigo.

—Bueno. Entonces vamos a tener sexo otra vez. —¿A quién le importaba
si estaba adolorida? Me iba a doler de todos modos. ¿Y ahora mismo?
Quería a Hugh. Mi mano se movió a su polla, y la agarré. Ya estaba duro
y listo.

Él gimió por mi tacto y su lengua atacó mi boca abierta, lamiéndome.

Di un grito ahogado de lo bien que se sentía y apreté su polla de nuevo.

—Muéstrame donde podemos acostarnos.

—No necesitamos acostarnos —dijo Hugh. Me atrajo hacia él y examinó


la zona.

—¿No?

Él me tiró por encima de su hombro de nuevo, mi estómago golpeando


contra su piel.

—Conozco un lugar. Por aquí.

—Está bien —acepté sin aliento. Su mano estaba presionando en mi


trasero, y yo quería empujar contra él, para tener esos dedos buscando
mi carne. Ya estaba mojada y dolorida por la necesidad. ¿Quién sabía
que el sexo era como una picazón que necesitabas rascar una vez que
empezabas?

Se paseó por todo el suelo del bosque de maleza, y me retorcí con


anticipación. Un momento después, me puso abajo otra vez, su mano
acariciándome mientras me liberaba en el suelo. Tan pronto como lo hizo,
él presionó otro beso feroz en mí, me distrajo antes de que tuviera la
oportunidad de mirar alrededor. Su mano se enganchó en mi pierna y me
atrajo hacia él.
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Página
Me aparté de él sorprendida cuando arrastró mi otra pierna contra él y
me presionó hacia atrás. Mi espalda estaba contra un suave árbol, y me
aferraba a sus hombros.

—¿Qué…?

—Vi esto en una de las historias móviles que me diste para ver —dijo, con
su boca presionando contra mi cuello con urgencia. Sus manos se
aferraron a mis caderas, manteniéndome equilibrada en su contra.

—Tú… ¿lo hiciste?

—Lo hice. —Su voz era un gruñido de placer mientras mordisqueaba mis
clavículas, y luego se deslizó hacia abajo para tomar el pico de mi pecho
en su boca.

Gemí, aferrándome a él.

—Eres un rápido aprendiz.

Lamió mi pezón, provocando el punto sensible.

—¿Te duele?

—Mmm. Me duele. Profundamente dentro.

De pronto se detuvo y me miró con preocupación.

—¿Te lastimé?

Clavé mis uñas nacaradas en sus hombros.

—Me duele un poco, pero estoy bien. Te quiero. Por favor. —Sacudí mis
caderas, sintiendo su polla presionar contra mí. Estaba tan cerca, pero
tan lejos—. No juegues conmigo así y luego te eches atrás.

Se trasladó a mi boca y me besó de nuevo.

—Si estás segura.

—Más que segura.

Sus manos se movieron a mis caderas, entonces sentí la cabeza de su


polla presionando contra mi sensible apertura. Contuve el aliento, y un
pequeño gemido se me escapó cuando se hundió profundamente.

Hugh gimió mientras se asentaba dentro de mí. Luego se calmó, y su


mirada buscó la mía.

—¿Ryder?
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La plenitud se sintió diferente estando derecha, presionada entre él y un
árbol. Dolía un poco, pero esto fue absorbido rápidamente por las
sensaciones que pinchaban en mis terminaciones nerviosas. Dolió
tenerlo enterrado en mí, pero también se sentía muy, muy bien. Ése
picor, ése dolor necesitado había sido repentinamente llenado... y había
dejado en su estela, deseo.

—Estoy bien —le aseguré y levanté mi boca para otro beso.

Él gimió de nuevo y presionó su boca en la mía, su lengua suave contra


la mía. El beso se profundizó incluso más mientras empujaba dentro de
mí, y no había ningún pensamiento de dolor en ese momento. En lugar
de ello, cada pedacito de mi cuerpo cantó a la vida, y apreté mis piernas
contra sus caderas. La forma en que había empujado contra mí,
presionando mi clítoris contra él, de manera que cuando había golpeado
hacia adelante, se había sentido increíble.

Y el podrido hombre se había detenido nuevamente. Clavé mis garras en


sus hombros, pidiendo más en silencio.

Hugh no necesitó ser alentado después de eso. Su boca enérgicamente


hizo estragos a la mía (algún día tendríamos una conversación sobre
besos dulces, suaves, pero estaba disfrutando demasiado de los duros),
comenzó a bombear en mí con movimientos lentos, con golpes seguros
que me dejaron retorciéndome contra él.

Me vine momentos más tarde, en una ráfaga demoledora, dura, me apreté


alrededor de él y me estremecí de placer mientras le clavaba las uñas con
fuerza.

—¡Hugh! —grité cuando el orgasmo se apoderó de mí—. ¡Oh, Dios, Hugh!

—Ryder —gruñó contra mi boca—. Mi Ryder. Mía. —Y sus embestidas se


hicieron duras y desiguales.

Un momento después, se vino, también, empujando con fuerza entre mis


piernas y empujándome con tanta fuerza contra el árbol que oí las
extremidades crujir.

Una vez más, me encontré agradecida de ser una niña cambiada, porque
podía tomar todo lo que Hugh tenía para ofrecer, y más. Saqué mis dedos
de sus hombros, completamente satisfecha de mí misma. Esa había sido
una corta y áspera ronda de sexo, y me había dejado totalmente saciada.

—Eres muy bueno en eso, Hugh —le dije sin aliento.


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Él se rio entre dientes en mi cuello y mordió ligeramente las escamas en
mi garganta, enviando ondas de placer a través de mí de nuevo.

—Estoy contento de que pienses eso.

—Oh, sí —le dije somnolienta—. Si pudiera estar mejor, me tendrían que


raspar del suelo del bosque.

Se rio de nuevo.

—No sé lo que eso significa, pero creo que fue un cumplido.

Le di en el pecho una palmadita cariñosa.

—Lo fue.

Hugh me miró como si quisiera comentar algo, pero una mirada distraída
cruzó su rostro. Él inclinó la cabeza y levantó la nariz en el aire, oliendo.

—¿Qué? —pregunté, preocupada. Me aferré a sus hombros—. ¿Qué es?

Él me miró y sonrió.

—¿Tienes hambre?

—Bueno, yo podría comer, pero no lo sé... ¿por qué?

Presionó un dedo en mis labios, indicando silencio. Me quedé callada, y


me dejó donde me tenía presionada contra el árbol. Se deslizó un paso
hacia adelante, encorvado detrás de un arbusto cercano, e indicó que
debía hacer lo mismo.

Curiosa, lo seguí y me agaché junto a él. Mis dedos se cerraron alrededor


de uno de sus grandes bíceps. Cualquier excusa para tocar a este
delicioso y gran hombre.

—¿Qué estamos viendo? —susurré.

—Nuestra próxima comida —murmuró en voz baja—. Sólo espera.

Esperamos. Unos momentos más tarde, una criatura salió de la maleza


y se dirigió hacia el arroyo.

Era blanco, con cuatro piernas largas y delgadas, una melena brillante,
y un solo cuerno, en espiral en la frente.

Un maldito unicornio.

—Delicioso —murmuró Hugh.


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—¡Oh, Dios mío, no! —le dije, y empecé a reír. Había pensado que Hugh
había estado jugando conmigo cuando había dicho que su comida
favorita era unicornio. Esto era irreal—. ¡No podemos comer eso!

El unicornio había inclinado la cabeza para beber, pero con el sonido de


mi risa, se puso en alerta. Permaneció inmóvil por un momento, luego se
precipitó de nuevo hacia el bosque.

Hugh gruñó.

—No eres muy cazadora, mi Ryder.

No me importaba. No podía dejar de reír.

Un unicornio. Un verdadero unicornio vivo. Increíble.

Hugh me llevó a una corriente que, me aseguró, era bastante segura.


Bebimos hasta llenarnos mientras yo trataba de no pensar acerca de los
parásitos transmitidos por el agua, luego nos lavamos. ¿Volver al
campamento primordial y apestar a sexo? No es el gesto más cortés, así
que estaba contenta de que ya no era una preocupación. Me hubiera
gustado encontrar algo de ropa, pero suponía que no podía tener todo.

Mis músculos dolían y mis piernas estaban completamente rígidas.


Además, ciertas partes de mi anatomía se sentían un poco magulladas.
Esto me hizo caminar desesperadamente lento. Hugh fue paciente, sin
embargo. Sostuvo mi mano ya que insistí en no ser llevada como una
especie de novia cautiva del hombre de las cavernas. De buena gana
sostuve su mano, ya que no tendría este lujo cuando regresaremos al
mundo humano. Lo que me puso un poco triste, sin embargo, era lo que
era.

Las cuevas aparecieron a la vista antes de lo que yo quería, e


instintivamente me acerqué un poco más a Hugh.

—¿Crees que les gustará nuestra sugerencia de venir al mundo humano?

—No sé. —Su voz era sorprendentemente sombría.

—Bueno —dije alegremente—. Todo lo que podemos hacer es preguntar.


— Y su mano me dio un apretón tranquilizador.

El saludo que recibimos de los demás fue francamente helado. Dos


docenas de ojos nos miraban salir de la maleza, pero nadie nos reconoció.
Todos guardaron silencio incluso cuando Hugh avanzó a través de la
mitad del campamento conmigo a su lado.
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Empecé a dudar de nuestro plan sólo un poquito. ¿Qué pasa si
estábamos haciendo todos estos grandes planes para salvar chicos que
no querían ser salvados?

Artur se adelantó, su horrible rostro era una vista agradable.

—Así que han regresado. —Se trasladó al lado de Hugh y entrelazó sus
antebrazos con él en saludo.

—¿Para presumir? —gritó otro. Un hombre se acercó a nosotros, su


salvaje, cabello oscuro y la expresión salvaje casi tan alarmante como su
complexión grande y musculosa.

Artur miró hacia atrás, aparentemente desestimando la ira del hombre.

—Eso no está bien hecho, Cahal. ¿No habrías tomado la misma decisión
si se presentara con una mujer tan hermosa?

Cahal se quedó en silencio, aunque cruzó los brazos sobre su pecho y


fulminó a Hugh.

—No a todos nos molesta, hermano —le dijo Artur a Hugh. Su hosco
rostro sostuvo una nota de preocupación—. Pero no sé si es lo mejor que
te quedes aquí.

—Mi compañera tiene una sugerencia —dijo Hugh, y se volvió a mirarme


con tanto cariño y afecto que sabía que habíamos hecho la elección
correcta.

—¿Así que ella es tu compañera ahora? —preguntó Artur.

—Por supuesto que lo es —dijo Cahal, caminando hacia adelante para


hacer frente a Hugh. Su labio se curvó mientras me miraba—. ¿No viste
la forma en que ella se contoneaba en el campamento? Ha sido bien
utilizada por nuestro hermano.

Oh wow. Si la tierra me hubiera tragado en este momento, no habría


objetado. Avergonzada, di un pequeño paso detrás Hugh otra vez,
deseando que mi pelo fuera lo suficientemente largo para cubrir mis
pechos... u otras áreas que estaban totalmente desnudas. ¿Contoneado?
¿Contoneado? Qué humillante.

—Es a mi compañera a quien insultas, Cahal —gruñó Hugh, dando un


paso adelante—. Mi compañera que aun ahora piensa en maneras de
recuperar a nuestras compañeras de los fae. Harías bien en ser amable
con ella.

Las espesas cejas de Artur se juntaron, y su atención volvió a mí.


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—¿Conoces una manera?

—Tengo una idea —le dije. Di un paso adelante, haciendo mi mejor


esfuerzo para fingir que no estaba totalmente desnuda y en forma de niña
cambiada. Estos hombres nunca me habían visto de otra manera, por lo
que no sería tan incómodo para ellos como para mí—. Los fae los
necesitan. Por lo que Hugh me ha dicho, tienen que hacer su trabajo
sucio y hacer que ustedes piensen que están en deuda con ellos a causa
de este reino que crearon para ustedes. Pero el mundo humano es
diferente ahora. Ustedes primordiales se han ido por un largo tiempo. Un
largo, largo tiempo. Los seres humanos ya no están viviendo y cazando
en manada. Están domesticados. Llevan a cabo trabajos y comunidades.
Y los cambiadores se mezclan con ellos y viven en seguridad bajo sus
narices. No tienen que quedarse aquí. Hugh tiene un collar que puede
hacer un portal. Le guste o no, Finian les ha dado una salida de este
lugar. Se pueden ir y venir a mi mundo conmigo.

—¿Y qué hay de las mujeres que nos prometió? ¿Qué de las compañeras?
—exigió Cahal.

Claramente Cahal hablaba por los demás. Pude ver varias caras enojadas
en el fondo.

—Esa es la belleza de esto —le dije— .Vengan conmigo durante unos días.
Los fae descubren que se han ido, y luego tienen que ofrecerles algo para
hacer que vuelvan. Entonces, pueden negociar por sus compañeras a
cambio de volver aquí. —Le di un pequeño encogimiento de hombros—.
O pueden quedarse en mi mundo. Hay un montón de mujeres allí.

Todos los ojos se clavaron en mí con una intensidad que encontré un


poco desconcertante.

—¿Tú mundo está lleno de mujeres? —preguntó Artur.

—¿Mujeres primordiales? —quiso saber Cahal.

Bien, esto había captado su atención.

—Ninguna mujer primordial. No hay primordiales además de ustedes.


Hay mujeres cambiadoras, aunque tienden a ser más raras que los
hombres cambiadores. Pero sí, hay mujeres solteras cambiadoras. Yo
trabajo en un lugar donde nuestro trabajo es hacer conexiones entre
hombres y mujeres solteras que son cambiadores u otros seres
sobrenaturales. También hay un montón de mujeres humanas.
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—Una gran cantidad de ellas —estuvo de acuerdo Hugh—. Suficientes
que ellas derriban a un hombre y le dan sexo simplemente por entregar
alimentos a su puerta.

Todos los ojos se ensancharon.

Oh dios. Sospechaba que el porno que Hugh había visto le había dado un
concepto distorsionado de los rituales de cortejo.

—No exactamente, pero…

—Queremos ir a ese lugar —exigió Cahal.

—Sí —acordó Artur, mirando hacia atrás a los demás. Un coro de


asentimientos siguió—. De cualquier manera, no suena como que
podamos perder.

—Sólo hay un problema —dijo Cahal—. ¿Cómo pueden llegar los fae a
darse cuenta de que nos hemos ido?

—Finian volverá para buscarme —les dije—. Sólo me usaremos como


cebo. ¿Correcto, Hugh?

Silencio.

Me volví para mirar a Hugh y noté que me estaba frunciendo el ceño con
fiereza.

—No estás a salvo alrededor Finian —dijo él—. No me gusta este aspecto
de tu plan.

—Tal vez ella debe quedarse aquí mientras nos aventuramos en su


mundo. Luego, una vez establecidas las cosas, la podemos devolver a su
casa.

—Espera, espera —dije, levantando mis manos—. No me voy a quedar


aquí. No sin Hugh.

—Necesitamos a Hugh para guiarnos a través del portal —explicó Cahal—


. Está codificado para él. Nadie puede entrar o salir sin él pasando
primero.

—No puede quedarse aquí sola —dijo Hugh—. Ryder es impotente en este
lugar. Ella no tiene defensas.

Puse mis manos en mis caderas, no me gustaban exactamente las


palabras de Hugh, incluso si apoyaban mi postura.
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—Nadie se quedará atrás. Tendremos que poner una trampa para Finian
o algo así.

—Es deshonesto —dijo Hugh, frunciendo el ceño.

—Es genial. —Cahal se frotó las manos—. Llévanos a esta tierra de


mujeres ansiosas. Voy a darles de comer.
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Página
Traducido por Salilakab & âmenoire

Corregido por Gabba

N
o hay nada como tener dos docenas de hombres desnudos para
poner en una nueva perspectiva las cosas.

Hugh y yo habíamos sido los primeros en atravesar el portal a mi


mundo. La runa estaba encriptada para Hugh y solo para él, así que la
tenía que atravesar primero. No me dejó pasar al otro lado hasta que
determinó que todo parecía normal, entonces me fue permitido unirme a
él.

Después de eso, el resto de los primordiales nos siguieron. Cahal fue el


tercero en atravesar, seguido de dos hombres rubios, luego otro tan alto
que hacía ver a Hugh de tamaño normal. En ese momento, cambiador
tras cambiador fueron pasando por el portal que Hugh había hecho (de
nuevo, en mi armario), dentro de mi rosa y femenino dormitorio.

Intenté contar cabezas, pero el dormitorio se llenaba rápidamente con


cuerpos grandes y desnudos, todos insistían en tomar y recoger mis
cosas. Mientras miraba, uno sacudió mi despertador de la mesa,
acercándolo a su cara para que pudiera ver los números rojos brillantes,
jalando la extensión eléctrica de la pared en el proceso. Otro, estaba
bastante segura, bebía agua del inodoro. Seguí a tantos como pude,
golpeando las manos que entraban en el cajón de mi ropa interior por
curiosidad, evitando que otros vagaran afuera, y generalmente tratando
de acorralar el caos hasta que todos los primordiales llegaran.

Habían sido menos de dos minutos, y ya era una pesadilla.

Los primordiales se encontraban como niños en la mañana de Navidad.


Mi apartamento era el país de las maravillas, y ellos estaban decididos a
meterse en todo. Quité una de mis almohadas rosas de volantes de un
hombre que intentaba morderla, claramente pensando que era un tipo
de premio.

Iba a necesitar ayuda con esto. Traer a docenas de hombres a mi mundo


para salvarlos había parecido una buena idea, hasta que de pronto eran
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Página
mi responsabilidad, y ellos no sabían absolutamente nada de este
mundo. Empezaba a sentirme abrumada cuando arrebaté mi lápiz labial
rosa favorito de las manos de un hombre.

—¿Hugh? —llamé.

Un brazo se deslizó alrededor de mi cintura.

Entré en pánico, momentáneamente, hasta que un beso se presionó en


mi mejilla y olí la cálida fragancia de Hugh.

—Aquí estoy —murmuró en mi oído—. Suenas con problemas.

—Solo estoy entrando en pánico un poco —dije, apoyándome en su


abrazo—. En todas partes que miro, hay nalgas desnudas.

—No son los únicos sin ropa —dijo Hugh mientras presionaba un beso
sobre mi cabello—. Estás cambiando de nuevo.

Y lo estaba. Gemí con consternación, mientras mis escamas protectoras


se retiraban y me dejaban más desnuda que nunca. Se sintió como que
traje algo puesto aunque estaba desnuda. Ahora iban a ver mi muy
humana y desnuda piel.

A menos que Hugh se mantuviera tocándome, claro. Y había demasiado


pasando en este momento para asegurar eso.

Agarré ropa, eché a los hombres de mi baño, y me vestí. Para cuando salí,
era completamente humana de nuevo, Hugh tenía a casi todos los
hombres en la sala de estar de mi pequeño apartamento. Y pude oírlo
describiendo a la “cueva maravillosa” que producía comida fría. Mientras
los mantenía ocupados, yo necesitaba organizarme.

Primera cosa en la agenda, ropa. Hugh tenía media docena de pares de


ropa casual, pero no era suficiente para todos los hombres que llenaban
mi sala de estar. Aun así agarré su ropa y algo de lo mío, tal vez ellos no
se dieran cuenta que mi bata de baño rosa o mis pantalones de yoga no
eran exactamente ropa de “chico”. Solo necesitaba algo que cubriera sus
partes, para no pasar las siguientes horas extremadamente sonrojada.

Luego, tomé mi bolsa de trabajo que llevaba a todos los eventos de citas.
Tenía un portapapeles que podía mirar fácilmente, que usaba para anotar
nombres. También tenía etiquetas adhesivas. Ambos serían muy útiles.

Después salí de mi habitación, dispuesta a trabajar.


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Página
Unas horas más tarde, ordenamos tantas pizzas y refrescos que
finalmente agoté todo el crédito de la tarjeta. Todos estaban vestidos en
ropa interior, pantalones cortos, bata de baño, o en una toalla. Todos
tenían una etiqueta con su nombre (algunos pegados en el pecho
desnudo), lo que me permitió anotarlos cuidosamente en mi
portapapeles, junto a su tipo de cambio, solo para saber con lo que
trataba.

Veintitrés hombres, sin incluir a Hugh. Estaba Arthur que, junto a Hugh,
parecía tener el rol de mando. Me dijo su tipo, pero no supe lo que era
una “bestia blindada con cuernos”, así que escribí rinoceronte. Muchos
de ellos parecían ser felinos, lobos y osos, basados en sus descripciones,
pero la mayoría no encajaban con los felinos, osos y lobos con los que me
encontraba familiarizada. Pero ya que Hugh era un tigre dientes de sable,
era posible que fueran algún tipo de razas de la Era del Hielo.

Todos comieron cortésmente la pizza, aunque estaba claro que ninguno


de ellos la disfrutaba en particular. Por supuesto, la pizza dio lugar a
diferentes preguntas. ¿Era esta la comida que volvía a las mujeres locas
de lujuria? ¿Qué había en este alimento tan particular que las hacía tan
salvajes? Traté de explicarles que simplemente se trataba de un
argumento en una muy mala película, pero la mención de películas trajo
completamente nuevas preguntas a la incursión, así que le di a Hugh el
control remoto, y dejé que él les explicara a los hombres hacinados en mi
pequeña sala de estar.

—Ryder —dijo un momento después, frunciendo el ceño ante la comedia


en la televisión—. Mujer, dame una historia de besos. Quiero educar a
mis hombres sobre cómo tratar a sus parejas.

Oh, cielos. Sonrojándome, le ayude a poner un pago por evento y salí


corriendo de la habitación.

Mientras los primordiales estaban ocupados, decidí llamar al trabajo.


Bath estaría allí, y sí había alguien bueno para organizar gente rebelde,
era mi jefa. Saqué mi teléfono celular, intentando llamarla, solo para ver
que estaba muerto. Una sensación de hundimiento golpeó la boca de mi
estómago. ¿Cuánto tiempo me había ido? Puse mi teléfono en el cargador
y encendí mi portátil, esperando que apareciera la fecha.

Di un grito ahogado cuando el calendario apareció. Dos semanas.


Habíamos estado fuera dos semanas. Mi cumpleaños era mañana.

Mi jefa pensaría que estaba muerta.


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Tamborileé mis dedos mientras los hombres exclamaban en el cuarto al
lado sobre algo en el televisor, comprobé otra vez mi teléfono. Una delgada
línea roja. Suficiente. Marqué al trabajo.

—Midnight Liaisons —contestó Bath.

—Soy yo, Ryder —dije—. Tengo que explicarles.

—¡Ryder! Oh Dios mío. ¡Estás bien! —Bath sonaba como si estuviera a


punto de estallar en lágrimas—. Hemos estado muy preocupados por ti.
Nadie ha sido capaz de localizarte desde la noche de la fiesta de Marie.
Solo te desvaneciste con ese gran hombre matón. Queríamos llamar a
personas extraviadas, pero sabes que es el último recurso considerando
nuestro negocio. —Mordió su labio, claramente sintiéndose muy mal por
eso. Sin embargo, sabía lo que ella quería decir. Los sobrenaturales
intentaban estar fuera de la vista de la ley, ya que lo último que querían
era una investigación policiaca a un grupo de personas que intentan
seguir sus propias reglas sociales, y que les crecía pelo de vez en cuando.
Y ya que trabajaba con ellos estaba incluida en la categoría de “sin
policías a menos que sea absolutamente necesario”—. Sin embargo, iba
a llamar mañana si no aparecías.

—Estoy bien —la tranquilicé—. Realmente. Es solo que están pasando


muchas cosas que necesitan explicación. Una gran cantidad.

—Diría que lo hay. —Sonaba un poco molesta ahora que el alivio estaba
fuera del camino.

—Y quiero explicar completamente todo —dije—. Pero necesito tu ayuda.

—¿Vendrás a trabajar?

—No a menos que sepas dónde puedo encontrar un autobús escolar —


dije, medio bromeando—. ¿Podrías venir a mi apartamento y traer dos
docenas de ropa extremadamente grande de hombre?

Bathsheba se quedó en silencio en el otro extremo del teléfono durante


tanto tiempo que me pregunté si había colgado.

—¿Hola? —aventuré.

—Estoy aquí —dijo—. Simplemente... intento imaginarme la razón de que


necesitaras un autobús escolar y dos docenas de ropa de hombre.

—Si te lo digo no me lo creerías —dije.

—Inténtalo.
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—Tengo dos docenas de cambiadores súper-crecidos de la Era de Hielo
en mi apartamento, porque tratan de chantajear a los fae de que les den
mujeres.

Por un momento se quedó en silencio.

—Tienes razón. No te creo.

—Lo imaginé.

—Estaré ahí en una hora.

—Aquí estaré.

Precisamente una hora después, hubo un golpe en la puerta. Aliviada,


corrí hacia la puerta y conseguí la atención de cada par de ojos en la
habitación.

Bathsheba Ward-Russell se encontraba en la puerta, sonriendo, con un


enorme cesto de ropa sobre sus brazos, lleno de prendas cuidadosamente
dobladas. Detrás de ella estaban de pie Beau y Savannah, con miradas
curiosas sobre sus rostros.

—Aquí estamos —dijo Bath, dando un paso al frente cuando abrí más la
puerta—. A pesar de que vas a tener que decirme lo que está...
sucediendo...

Su voz murió mientras cuatro hombres, vestidos solo con ropa interior
prestada de Hugh, corrían hacia la puerta.

—Yo la vi primero —dijo uno.

—Yo la reclamo para mí —gritó otro, empujando a los otros a un lado


para llegar a la puerta.

—Mía —gritó un tercero al mismo tiempo.

Los ojos de Bath se agrandaron y su mandíbula cayó, solo un poco.

Di un paso delante de Bathsheba, protegiéndola de los primordiales


excesivamente apasionados.

—Nadie está reclamando a nadie ahora —dije con voz tan estridente que
era casi irreconocible—. ¡Vayan a sentarse!

—Tengo pizza —dijo Cahal, uniéndose al grupo de hombres detrás de la


pobre de Bathsheba.
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Hubo un audible gemido de consternación de los demás al darse cuenta
de que habían sido superados.

—Ahora ella se volverá salvaje y le ofrecerá sexo —murmuró uno—. Él


tiene pizza para darle.

—¿Qué...? —dijo Bathsheba desconcertada. Retrocediendo unos pasos.

—No preguntes —dije—. Y hagas lo que hagas, no aceptes la pizza.

—¿Qué está pasando? —Beau se abrió paso hacia adelante, pasando a


Bath y dando a mis brazos extendidos una curiosa mirada—. ¿Alguien
está tratando de reclamar a mi pareja?

—Ni ellos mismos lo saben —dije, aun cuando ya habían comenzado los
murmullos.

—Ya está reclamada —dijo uno detrás de mí. El nombre en la etiqueta


sobre su desnudo pecho decía: “HOLA, MI NOMBRE ES BEVAN”. Bevan
sonaba terriblemente decepcionado.

Cahal bajó la rebanada de pizza en sus manos.

—¿Alguien ya la ha alimentado con pizza?

—Retrocedan —dije—. Está emparejada, y éste es su compañero. —


Empujé a Beau hacia adelante con una sonrisa de disculpa—. Siento
tanto, tanto todo esto.

—Está bien —dijo Bath, deslizándose un poco más cerca de Beau. Sus
ojos estaban muy abiertos—. Lo que dijiste en el teléfono...

—No era broma —dije—. Tengo veintitrés cambiadores primordiales que


se están quedando aquí por un tiempo. Ellos regresarán a su mundo, o
dimensión o lo que sea que es, una vez que obliguemos a los fae a
regresarles a sus mujeres. Hasta entonces, se están quedando conmigo.
—Tomé la canasta de Bathsheba con una sonrisa irónica—. Y
necesitamos ropa, comida y ayuda.

—Te ves increíblemente estresada, Ryder —dijo Bath con simpatía—.


¿Estuviste ahí las últimas dos semanas? No es que no esté aún enojada
por eso, pero empiezo a entenderlo.

—En realidad —dije—, eso es solo la punta del iceberg. Tengo mucho que
contarte. Ven, vamos a ver si podemos encontrar un asiento.

Guie a Bath y Beau dentro de mi pequeño y hacinado apartamento.


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—¿Viste la marca en su cuello? —dijo un primordial a otro—. Él la
reclamo con una mordida.

—Bárbaro —coincidió el otro.

Nos las arreglamos para meternos en mi pequeña cocina. Nos sentamos,


con una taza de café, ¡oh café, como te extrañé!, y hablamos. Hugh se
sentó a mi lado, acercó su silla junto a la mía y su gran mano descansaba
sobre mi muslo con vaqueros ajustados, como si temiera que de alguna
manera pudieran arrebatarme de él.

Entendía esa preocupación. Por alguna razón, en el fondo de mi mente


tenía en mismo miedo… que Finian aparecería y de alguna forma alejaría
a Hugh de mí como castigo. No sabía cómo reaccionaría el príncipe fae a
lo que habíamos hecho, pero ¿considerar que él no tendría pensamientos
sobre destruir mi vida? Era una apuesta bastante segura que no se
encogería de hombros y se marcharía.

Quería tomar la mano de Hugh, pero sabía que no podía, no ahora. No


delante de los otros.

Savannah, para mi sorpresa, tomó rápidamente el mando de los


primordiales. Se sentaron en la sala de estar, hablando y podía
escucharla riendo, pero cortésmente declinaba la pizza. Era interesante
la forma en que los primordiales trataban a Savannah en comparación
con Bathsheba. A Bath trataron de reclamarla.

Con Savannah estaban maravillados.

Su vientre redondeado y algo en su olor les dijo que llevaba un niño, y la


trataron con el máximo respeto, al punto que Beau no se había sentido
alarmado ante el pensamiento de dejar a su prima en la otra habitación
con ellos mientras hablábamos. Ellos la adulaban, insistiendo en
sentarla en el mejor asiento de mi sala de estar, y se colgaban de cada
palabra que ella les dirigía suavemente y repartía la ropa que trajeron.

Gracias a Dios que escuchaban a alguien. Incluso ahora, oía la voz


divertida de Savannah explicando gentilmente sobre porqué estaba
embarazada, y todavía no tenía la marca de compañero.

—¿Entonces eres una cambiada? —preguntó Bathsheba, interrumpiendo


mis pensamientos—. ¿Estás segura?

Fruncí el ceño.
258
Página
—Bastante segura. Dos ladrones príncipes fae no pueden estar
equivocados.

La mano de Hugh se apretó sobre mi muslo.

—¿Acusas a mi compañera de mentir?

—Hugh, cariño —dije—. Está bien. En serio.

Un sonrojo redondeó las pálidas mejillas de Bath.

—Lo siento. No trataba de insultarte. Es solo que no tenemos nada como


niños cambiados en nuestra base de datos, y pensaba que para este
momento ya habíamos pasado por todo.

—¿Puedes… mostrarnos? —preguntó Beau, y supe que lo había fraseado


tan delicadamente como podía. Sin embargo, quería verlo por sí mismo.

—Sí puedo —inhalé profundamente, odiando el ansioso nudo que se


formó en el fondo de mi estómago. ¿Por qué estaba tan nerviosa? Beau y
Bath estaban aquí, escuchándome. No estaban huyendo gritando. Ni
siquiera estaban enojados. Solo querían entenderlo. ¿Entonces por qué
me hacía entrar en pánico?

—Estoy aquí, Ryder —dijo Hugh en voz suave—. No te asustes. No dejaré


que te pase algo.

Sabía eso, pero escuchar las palabras salir de su boca me hizo sentir
mejor. Palmeé su mano sobre la mía, enlazando nuestros dedos
apretadamente, tomando mi decisión.

Levantó nuestras manos enlazadas hacia su boca y le dio a la palma de


mi mano un beso, sentí el cosquilleo de mi trasformación empezar.
Colmillos explotan de mis encías, y sentí mis cuernos empujar a través
de mi frente. Escamas empezaron a subir por mis brazos, sentí la presión
de mis alas y cola mientras luchaban por salir de mi restrictiva
vestimenta. No me giré para mirar a Bath y a Beau; mis dedos
entrelazados con los de Hugh, solo esperaba a que terminara la
transformación. Mis uñas crecieron, y los picos decorativos que se
alineaban en la longitud de mis brazos hacía que mis mangas se
apretaran.

Y luego estuvo todo hecho. Cuidadosamente jalé mi mano de la de Hugh


y enrollé mi manga para que pudieran ver más de mi piel escamada.
259
Página
—Aquí vamos —dije gruesamente, estudiando mis escamas. Eran del
mismo verde pálido aperlado que antes, mis uñas eran del mismo tono
de madre perla.

—Vaya —exhaló Bathsheba, con sus ojos muy abiertos.

—Sí —dije tranquilamente, sintiéndome enferma de ansiedad—.


También, tengo alas y una cola, pero perdónenme si no me siento lista
como para desvestirme y enseñarles todo.

—Está bien —dijo fácilmente Beau.

—No sé por qué eres tan negativa —dijo Bath, después de un largo
momento de estudiarme—. Eres hermosa. Puedo ver por qué los fae
valoran tan altamente a los cambiados.

Levanté la vista con sorpresa, sintiendo las apretadas bandas de


constricción de ansiedad ceder en mi pecho.

—Gracias —farfullé alrededor de mis colmillos. Miré hacia mis escamas


y supuse que eran atractivas. Estaba acostumbrada a ver la horrorosa
criatura que había sido antes de empezar a cambiar—. Supongo que soy
más bonita que esto, realmente, pero, bueno… —Sentí un embarazoso
sonrojo deslizarse hacia arriba de mis mejillas.

—Ella y yo nos hemos emparejado —dijo Hugh abiertamente—. Eso


detuvo su transformación. Finian debe estar más que molesto.

—Debiste haber dicho algo antes —me dijo Bath—. Habríamos entendido.
Hubiéramos podido ayudarlos.

Sacudí mi cabeza.

—Los fae tienen magia. Si pueden crear un mundo para la gente de Hugh
para que vivan simplemente porque lo quieren, ¿quién sabe que puedan
hacerle a los cambiadores? Solo porque podemos empezar una guerra no
significa que debamos hacerlo.

—Pero… —protestó Bath

—Está en lo correcto —dijo Beau, poniendo su mano sobre el brazo de su


esposa para disminuir la punción de su desacuerdo—. No sabemos qué
clase de nido de avispas provocaría esto. Mejor mantener a la Alianza
fuera de esto.

Bath se enojó, lanzó su larga y pálida cola de caballo.

—¿Qué pasó con el señor Estamos Todos Juntos en Esto?


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Una irónica sonrisa tiró de la esquina de la boca de Beau.

—Se acaba de dar cuenta de que los fae tienen magia, y eso cambia el
campo de juego.

—Está bien, en serio —dije antes de que pudieran seguir discutiendo—.


No quiero que alguien resuelva mis batallas y se ponga en peligro por mí.
Hugh ha hecho suficiente, ahora hemos puesto la vida de todos estos
hombres, y las mujeres que quieren salvar, en riego. Eso es suficiente por
ahora.

—Bueno —dijo Bath bruscamente—. No puedes mantener a todos estos


hombres aquí. No hay suficiente espacio, y dudo que puedas tener
suficiente comida en la casa. Además, tus vecinos empezarán a quejarse
sobre el ruido. Ellos simplemente tienen que venir con nosotros.

—¿En serio? —Traté de no sonar muy entusiasmada sobre eso, pero


había esperado que Bath interviniera y nos rescatara de la plaga que
había descendido sobre mi departamento. Miré a Beau, pero simplemente
le daba a su esposa una cariñosa sonrisa de aprobación. No le importó
que acabara de ofrecerse como voluntaria para la tarea de niñera.

—En serio. Llamaremos a los hermanos de Beau y primos, los traeremos


con sus vehículos, dado que ninguno tiene un autobús escolar. La casa
Russell tiene mucho espacio. Y parece que les gusta Savannah, así que
ella puede ayudar a acomodarlos. Entre los chicos, yo, y enlistando a
Sara y Ramsey, estoy segura de que podemos mantener el fuerte a salvo
hasta que las cosas estén decididas.

—¿No deberías primero preguntarles a ellos, amor? —le dijo Beau a Bath,
divertido—. Sabes que Ellis todavía está ocupado tratando de aclimatar
a Lily, así que él está fuera de la situación.

Ella sacudió sus preocupaciones.

—Ellis y Lily pueden seguir escondidos. Sé que ella es sensible alrededor


de extraños. Pero ¿los otros? Estarán dispuestos a ayudar. Creo que
estarán más intrigados que otra cosa. Muy probablemente lo estarán. Y
luego si los primordiales deciden quedarse, podemos ver sobre arreglar
condiciones permanentes para alojarlos. No deberían ser forzados a
regresar con los fae. Eso no es para nada un tipo de vida.

—Estoy de acuerdo —dijo Hugh. Su mano acariciaba la mía escamada, y


me dio una mirada que derritió mi corazón—. Quiero que mis hermanos
tengan una oportunidad de conocer la felicidad que yo conozco con
Ryder.
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—Oh, Dios, ustedes dos son demasiado lindos —resplandeció
Bathsheba—. ¿Podemos decir que se conocieron a través de la agencia de
citas? Siempre puedo utilizar otra historia de éxito.

—No veo por qué no —le dije—. Ahí fue donde conocí por primera vez a
Hugh.

—El mejor día de mi vida fue el día que acordé arruinar el tuyo —dijo
Hugh.

Me reí, pero no podía quitarme el vago sentimiento de inquietud. Finian


no iba a tomar bien este giro de eventos.

Horas después, mi sala de estar había sido vaciada de primordiales. Cada


habitación de mi pequeño apartamento era un desastre, encontré orillas
de pizza en el baño, mi refrigerado había sido saqueado, y cada toalla que
poseía estaba sucia. Se habían comido toda mi pasta de dientes, bebido
todo mi enjuague bucal, dado mordiscos a los pintalabios que había
intentado proteger. Esperaba que no tuvieran que hacer un viaje al doctor
de la Alianza por algunos estómagos indispuestos. Le mandé un mensaje
a Savannah, sugiriendo una conversación sobre cuáles artículos para el
hogar eran comestibles y cuáles no.

Estaba mortalmente silencioso sin el ruido y presión de tantos cuerpos.


Me sentí un poco intranquila mientras levantaba envolturas dejadas en
la cocina, con la bolsa de basura en la mano. Se comieron todo lo de mi
alacena, incluso la harina. No era que levantar fideos y cartones vacíos
de mi piso importara en este momento. Solo necesitaba una distracción.

Mi mente seguía girando hacia mañana. Mi cumpleaños.

Finian vendría a recuperarme.

Todo esto tendría un final, para bien o para mal.

Los primordiales recuperarían a sus mujeres y regresarían a casa. O


después de todo se quedarían. De cualquier manera, todo estaría resuelto
de una u otra forma.

¿Qué pasaría con Hugh? ¿Qué si Finian de alguna manera me quitaba a


Hugh? Me estremecí, no me gustaba esa línea de pensamiento. Hugh era
su propia persona. No podía ser forzado a regresar al reino primordial si
no quería irse…

… ¿Podía hacerlo?
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Deseé que hubiera tenido más respuestas. Deseé que hubiera tenido más
confianza. En lugar de eso, estaba llena de ansiedades y preocupaciones.

—¿Ryder? —Escuché a Hugh moverse a través del apartamento,


dirigiéndose hacia la cocina—. ¿Qué estás haciendo?

—Solo estoy limpiando —dije, pero me enderecé, y empujé la bolsa media


vacía a un lado. La basura podía esperar—. ¿Viste que se fueran?

Un momento después, Hugh entró en mi pequeña cocina, e


inmediatamente me sentí mejor, solo asimilando la oportunidad de verlo.
Cuerpo grande, sólido y bronceado. Brazos fuertes y cuello grueso. Su
corto cabello castaño rojizo con un rayado extraño a través de él. Su
mandíbula cuadrada con las patillas copetonas. Cálidos ojos que se
iluminaban cuando me veían.

Nunca me cansaría de verlo. Nunca.

Incluso ahora, quería poner mis manos sobre él. Me las lavé rápidamente,
luego las sequé mientras él se movía hacia mí.

—Se fueron —dijo Hugh—. Bevan y Cahal fueron los últimos en irse, y
estaban muy interesados en alguien llamada Gracie.

Gruñí. La pueblerina Gracie era una de las hembras de la manada de


lobos de los Anderson. Tenía una boca ruidosa, un revelador guardarropa
y le gustaba ir descalza. También tenía valores muy cuestionables, así
que sospechaba que por supuesto que le gustarían los primordiales.

—Por qué no estoy sorprendida.

Se rio y me jaló hacia sus brazos.

—No suenas complacida.

—Es un poco alborotada. Pero es la última cosa que me importa en este


momento. —Deslicé mis manos debajo de su camisa, así podía sentir la
calidez de su piel. Por primera vez no me importaba que un toque
provocara mi transformación. No importaba con Hugh. Podía ser una
bestia 24/7 y todavía me encontraría tan sexy como siempre lo había
hecho.

Las manos de Hugh fueron a mi cintura, y jaló mi cuerpo contra el suyo.

—¿Y qué si te importa, mi Ryder?

—Tú y yo, en mi cama, juntos.


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Su mano fue hacia mi mandíbula, la acarició ligeramente, haciendo que
mis escamas emergieran incluso más.

—No me gusta la idea de dejarte sin guardia, incluso por un breve


instante.

—La cosa de guardia es un poco irrelevante en este punto, ¿no es así? —


pregunté, inclinándome hacia la caricia—. No voy a volverme progresar
más con mi forma de niña cambiada que lo que soy ahora, así que no me
querrán más, ¿cierto?

—Aun así quiero mantenerte a salvo por sobre todas las cosas, Ryder —
dijo Hugh, y se inclinó para besar mi boca con un suave y gentil beso a
diferencia de nuestros devoradores normales—. Vas a seguirme la
corriente si toma algo de tiempo romper ese hábito.

No estaba segura si quería que rompiera ese hábito. Como que me


gustaba Hugh merodeando constantemente alrededor de mí.

—Tú eres el jefe.

—¿Lo soy? Tu amiga Bathsheba dijo que me tenías envuelto a tus dedos
pequeños. No puedo decir que esté en desacuerdo con esa aseveración.

Sonreí ante su retorcido dicho.

—¿Así que quieres mis dedos pequeños en ti? ¿Eso es lo que estoy
escuchando?

Él gruñó.

—Tus dedos no son tan pequeños, pero los tomaré en donde sea que
quieras colocarlos. —Corrió su lengua a lo largo de los pequeños cuernos
retorcidos en mi frente—. Pero antes debo cerrar tu puerta.

De mala gana dejé ir a Hugh, mientras se dirigía hacia la puerta principal,


quitándose la cadena de runas que vestía alrededor de su cuello.
Mientras pasaba una runa brillante a lo largo de los bordes del marco de
la puerta, toqué el cuerno que lamió. El cuerno no tenía mucha
sensación, pero solo la idea de Hugh lamiéndome mandaba destellos de
calor a través de mí. Como si no hubiera parte de mi cuerpo que fuera
fea para él.

Amaba eso. Casi tanto como amaba a Hugh.

Mi mirada regreso a él, y no pude evitar mirar su apretado trasero


mientras elevaba la runa sobre su cabeza, lentamente corriéndola a lo
largo del marco de la puerta, ocupado con el trabajo. Cuando su brazo se
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Página
levantó, su trasero pareció contraerse, me hizo querer enterrar mis garras
en él.

No pude resistir más. Me moví hacia su costado y corrí mis manos hacia
debajo de su culo, mis uñas rascando a través de la tela de su ropa.

—¿Casi terminas?

Él gruñó.

—Eres una terrible distracción.

—Lo soy —admití desvergonzadamente—. Pero no pude resistirme a este


musculoso trasero tuyo. —Circulé mis manos sobre su trasero—. Yo…
como que quiero morderlo. ¿Qué piensas?

La respiración de Hugh era entrecortada, y la mano que sostenía la runa


se sacudió un poco.

—Creo que estás tratando de distraerme.

—Creo que podrías estar en lo correcto. —Esta podía ser mi última noche
con Hugh. Lo deseaba, y lo deseaba ahora—. Apúrate y termina, o voy a
arrancarte la ropa del cuerpo.

—Eres una mujer demandante —dijo, inclinándose para continuar


pasando la runa a lo largo de la puerta—. Pero supongo que eso es a lo
que acordé cuando estuve de acuerdo con ser tu compañero, ¿no es así?

—Menos hablar y más trabajar —dije. Y pude haber apretado su trasero


de alguna manera. Ninguna mujer sana podría resistirse.

Escuché a Hugh contener la respiración, y luego un gruñido bajo en su


garganta.

—Afortunadamente para ti, ya terminé. —Un momento después, Hugh


me levantó sobre sus brazos, y me cargaba hacia mi dormitorio. El calor
centellaba en sus felinos ojos—. Y ahora tendrás exactamente lo que
quieres.

Seguro que estaba en lo correcto sobre eso.


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Página
Traducido por flochi y LizC

Corregido por Mari NC

L
as últimas veinticuatro horas habían pasado en un torbellino, y
estaba inquieta y nerviosa. Hoy cumplía veinticinco años.

Eso significaba que estaba encerrada con mi primordial.


Significaba que Finian vendría a recogerme hoy. Significaba que todo,
para bien o para mal, iba a suceder esta noche.

Estaba cruzando mis dedos para que fuera para “mejor”.

La oficina estaba vacía. Para aclarar esto, Bathsheba y Sara iban a dar
una fiesta para los clientes en Konstantine’s. Savannah, mi compañera
en los turnos nocturnos, iba a mantener a los primordiales ocupados en
la casa Russell. Solo Hugh se encontraba en la oficina conmigo.

—Estás yendo de un lado a otro —observó desde su posición en el


taburete.

—Lo lamento —dije entrecortadamente—. No puedo dejar de pensar en…

La campanilla de la puerta sonó y me quedé inmóvil, luego me volví hacia


la puerta.

Dos hombres entraron. Uno se veía apacible y sencillo, y usaba una


camiseta negra de mangas cortas con un patrón horrible. El otro era…
Batman. O mejor dicho, el actor que lo había interpretado en la última
película.

Mi estómago dio un vuelco al verlo.

—Finian —saludé, retrocediendo hasta mi escritorio. Me sentiría mejor


con algo entre nosotros.

—Feliz cumpleaños, querida —canturreó suavemente mientras entraba


campante, sus pasos ligeros y aireados en desacuerdo con el rostro
masculino y robusto del actor que usaba—. Hoy es un día muy especial,
¿no?
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Tomé mi regla con brillitos y empecé a girarla de un lado a otro,
intentando no mirarlo. O a Hugh. Si miraba a Hugh, mostraría mi
corazón en los ojos. Hugh no se había movido desde que Finian había
entrado, pero había una tensión extraña y rabiosa en el cuarto que supe
que no pertenecía completamente a mí. Ignoré el humor alegre de Finian.

—Entonces, ¿qué te trae aquí?

—Ya sabes eso, querida. Y te he traído un regalo de cumpleaños. —


Batman puso su mano en la espalda del desaliñado hombre a su lado—.
¿Adivina quién es este?

—No podría adivinar —le dije y me arriesgué a echarle un vistazo a Hugh.


Había quedado completamente rígido en el banco, con los grandes brazos
cruzados sobre su pecho. Su rostro era imposible de leer. No me miraba
deliberadamente, y eso me hizo sentir rara. Como si estuviera intentando
olvidarse que yo existía. Me encontraba repentinamente necesitando
consuelo.

—Hugh —dije con mi voz más alegre—, ¿puedes adivinar?

—Otro cambiado —dijo Hugh.

Eso hizo que me detuviera en seco, y solté la regla.

—¿Otro cambiado? ¿En serio? —¿Este tipo de aspecto aburrido?

Pero Finian se veía emocionado. Le dio al otro hombre un empujón para


impulsarlo hacia delante.

—¡Es correcto! Será tu pareja reproductora, así que pensé que podría
traer al encantador Walter conmigo y dejar que se conocieran. Saluda,
Walter.

Walter me saludó con una mano desanimada.

—Hola. —Su voz era extrañamente acentuada, y me pregunté si Walter


era de este tiempo o solo otro de los juguetes perdidos en el tiempo de
Finian, como lo fue Hugh.

Le ondeé la mano sin entusiasmo.

—Eh, Finian, creo que tenemos que hablar.

—No antes de que se den un buen vistazo entre sí. —Me hizo un gesto
para que me adelantara—. Ven y toca a Walter así puedes ver cómo es
un cambiado maduro. Es algo completamente digno de ver.
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Página
No quería tocar a Walter. No quería tocar a ningún otro hombre que no
fuera Hugh. Pero una parte de mí se sentía increíblemente curiosa sobre
cómo se vería un cambiado completamente formado. ¿Eran realmente tan
hermosos como todos seguían diciendo? Insegura, dudé.

Luego volví a mirar a Hugh.

Asintió hacia mí, como entendiendo mi pregunta sin voz. Me estaba


diciendo que estaba bien.

Finian chaqueó sus dedos en frente de mi cara.

—Hola —dijo Finian, intentando llamar mi atención. Cuando me volví


hacia él, su expresión era una amargada—. Tu amo se encuentra aquí,
niña. No busques a Hugh por permiso. Él es solamente la ayuda
contratada.

Bueno, estaba a punto de recibir una dura sorpresa, ¿cierto? Le di a


Finian una tímida sonrisa.

—Muy bien. Que sea como tú quieres. —Di un paso hacia delante y me
acerqué a Walter, manteniendo una expresión cautelosa.

La verdad era, me sentía curiosa por la forma de Walter. Pero, ¿ahora? El


movimiento molesto que me hizo Finian al chasquear sus dedos en mi
rostro me comprobó que estaba un poco inquieto. Seguía dándole a Hugh
miradas irritadas, y me di cuenta que incluso mientras nos
encontrábamos callados, el vínculo entre nosotros dos era fuerte. Y de
pronto, no me sentí más asustada por Finian. Él pensaba que podía
controlarnos siempre y cuando pudiera manipularnos y mantenernos
asustados.

Ahora no tenía nada contra nosotros. No lo sabía todavía, pero el poder


había cambiado.

Por lo tanto, cuando Walter se acercó a mí, le di una sonrisa amistosa y


extendí mi mano para que la estrechara.

Walter se inclinó para besarme.

Lo esquivé, distanciándome de su húmeda boca. Escuché a Hugh soltar


un gruñido apenas audible en respuesta. Me enderecé, luego lancé un
dedo en dirección de Walter.

—No dije que podías besarme.

—Él hará más que eso. Deja de darle vueltas al asunto —dijo Finian, su
voz demasiado irritada.
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Me negué a ser intimidada por él. Sacudí la cabeza y extendí mi mano
hacia Walter otra vez.

—Esto o nada.

Walter miró a Finian, quien puso sus ojos en blanco. Entonces Walter
tomó mi mano.

Lo primero que noté fue que la mano de Walter era pegajosa y húmeda.
Puaj. Me obligué a seguir estrechándola, esperando a que la transición
sucediera. La mía se sintió lenta, luchando por avanzar, como si no
quisiera. No la culpaba, Walter no estaba exactamente causándome
muchas expectativas. No con mi delicioso Hugh tan cerca.

Walter, por otra parte, floreció de inmediato.

Era hermoso. Más hermoso que nada que haya visto alguna vez, para el
caso. Observé, fascinada, como sus escamas emergían de su pálida piel
blanca. Sus escamas eran un tono opalescente, nacarado, algo entre el
amanecer y el atardecer, y parecía brillar con una luz interior. Era el color
más maravilloso que podía imaginarme. Los cuernos que brotaban de su
cabeza eran largos, retorcidos y de marfil, como cuernos dobles de
unicornio, y con brillos dorados trazando remolinos, haciéndolos parecer
más como obras de arte que meros cuernos. La tonta camiseta de Walter
se rasgó, y un par de poderosas y hermosas alas se desplegaron detrás
de él. Eran como alas de mariposa, de todos los colores y belleza. Jadeé
al verlas.

Walter me sonrió, y fue verdaderamente hermoso en ese momento, sin


una pisca del humano insulso detrás. Así pude haber sido si no hubiera
interrumpido mi transformación, me di cuenta. Mi propia transformación
ya no era horrible, pero no estaba ni siquiera cerca a la de esta gloriosa
criatura.

—Increíble —susurré impresionada. Les eché un vistazo a Finian y Hugh,


como necesitando de alguna manera compartir lo asombrada que estaba
de ver la transformación de Walter.

Sin embargo, Hugh no se veía contento. En todo caso, parecía… ¿celoso?


Seguía mirando mi mano en la de Walter y se revolvía en su asiento.

Finian tampoco parecía contento. Se frotaba la barbilla, un ceño en su


rostro mientras me contemplaba.

—No te estás transformando —señaló tras un momento.


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Bajé la mirada a mi mano encerrada en la hermosa y con garras de
Walter. Efectivamente, mi mano seguía siendo la de una humana. Podía
sentir mi lado de cambiada haciendo su mejor intento por despertarse,
pero se sentía lento, como si no pudiera ser molestado.

—Eh —dije—. Eso es extraño.

—Sí —dijo Finian, y su voz fue llana—. Muy raro. —Chasqueó los dedos
de nuevo, haciéndole un gesto a Hugh—. Tócala.

Hugh se puso de pie, estirándose a su altura máxima. Su mirada fija en


mí.

—Solo si ella lo desea.

¿Cómo si fuera a querer que Hugh no me tocara? Le sonreí, y entonces


me avergoncé cuando mi cambio empezó a detonarse. Entre la mano de
Walter en la mí y simplemente mirar a Hugh, me había excitado.

Vergonzoso. Pero al mismo tiempo, estaba eufórica. El toque de Walter


no significaba nada para mí. Se trataba solo de Hugh, me di cuenta. Solo
Hugh. Nadie más importaba.

Mantuve mi mirada fija en el primordial mientras sentía mi propia


transformación lentamente moverse a través de mi cuerpo. Las alas se
empujaron en mi espalda y presionaron mi vestido, y sentí mi cola
serpentear, incluso como mis garras se extendían y mi boca se llenaba
de colmillos. Una vez mi transformación estuvo completa, miré a Finian,
esperando su reacción.

Estaba frunciendo el ceño. Mucho.

Walter retiró su mano de la mía, haciendo un sonido de desagrado


cuando me vio. Bajé la mirada cuando su mano abandonaba la mía. El
verde perlado de mis escamas no coincidía con el luminiscente de Walter,
y no podía culparlo por retirarse.

A como eran los bebés cambiados, supongo que yo era bastante


decepcionante. Y eso me alegró.

—¿Qué es esto? —Finian avanzó, fulminándome con su mirada. Le


frunció el ceño a Hugh, luego de vuelta a mí—. Está todavía a semanas
de su hermosa forma final. Mira su color. —Hizo una mueca hacia mis
escamas—. Sus alas ni siquiera se han desplegado. ¿La arrastraste de
vuelta al reino de los primordiales? ¿Estamos atrasados por varias
semanas? —Las manos del fae fueron a sus caderas con molestia, y sus
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dedos tamborilearon allí—. Voy a quitarte de esta asignación, Hugh. Está
claro que eres un incompetente.

—No puedes despedirlo —le dije a Finian—. Ya renunció.

—¿Renunció? ¿Cuándo?

Me moví al costado de Hugh y estuve complacida cuando su enorme


brazo fue sobre mis hombros. Me acurruqué contra él, cerrando mi mano
en su cintura.

—La noche que tomó mi virginidad.

—¿Qué? —la voz de Finian fue casi un grito—. ¿Él qué?

—Dormimos juntos —dije con orgullo—. Soy su pareja, y él es la mía.

Los ojos enojados y grandes del fae se encontraron con los míos, luego
fueron hacia Hugh.

—¡Eso no fue parte del trato! ¡Teníamos un juramento! Me juraste que no


estabas interesado en ella…

—Cambié de idea. —Las palabras calmas de Hugh me hicieron sonreír.


Su brazo se tensó a mi alrededor.

—La has arruinado —dijo Finian—. ¡Arruinado! ¡Ella no tenía precio, y


ahora no vale nada! ¡Mira lo fea que es!

La gran mano de Hugh ahuecó mi barbilla, inclinando mi rostro hacia él.


No vi otra cosa más que amor en sus ojos.

—Es la criatura más hermosa de este mundo.

Le sonreí.

El gruñido de rabia de Finian rompió a través de nuestra felicidad.

—Entonces, ¿sabes lo que esto significa?

—Sí, lo sé —dijo Hugh, y sus brazos se apretaron alrededor de mí. Su voz


fue triste—. Ninguna compañera primordial para mí, ni compañeras
primordiales para mis hombres.

—Eso es correcto —dijo Finian mientras clavaba un dedo en Hugh.


Supuse que estaba haciendo todo lo posible para verse amenazante y
lleno de ira, pero en su mayoría se veía cómico. Todo lo que estaba
haciendo era gritar. Eso no era aterrador en absoluto. Era como si… no
pudiera hacernos nada.
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Y yo no podía dejar de sonreír.

—No hay compañeras para nadie —dijo Finian, con las manos apretadas
en puños—. ¿En serio eres tan egoísta, una criatura tan miserable?

—Me pediste que arruine una vida a cambio de veinticuatro —dijo


Hugh—. En ese momento, parecía una oferta inteligente. Sin embargo,
como ya he dicho, he cambiado de opinión.

—Y él no es el único —añadí, luego acaricié el vientre plano de Hugh—.


Dile acerca de los otros primordiales, cariño.

La expresión de Hugh se volvió una de placer amenazante.

—Mis hermanos ya no están en las tierras primordiales.

Estaba claro que Finian no entendía. Su mirada se desvió rápidamente


entre mi rostro y el de Hugh. Los dedos en su cadera tamborilearon a un
salvaje ritmo furioso. Después de un momento, espetó:

—¿Qué quieres decir?

—Se fueron. Están aquí en este mundo —dijo Hugh simplemente. Tomó
la cadena alrededor de su cuello, la rompió en un gesto fácil, y se la
ofreció a Finian—. Las tierras primordiales son un refugio para nuestra
especie, pero ya nadie es feliz allí porque se sienten solos. No hay
compañeras para ellos. Han dejado la tierra y han venido aquí, al reino
de los humanos.

El aspecto de creciente horror en la cara de Finian no tenía precio. Casi


sentí lástima por el chico.

—Pero —dijo Hugh—, van a regresar al reino primordial a cambio de sus


compañeras.

El labio del fae se curvó.

—¿Así que piensas que puedes obligarme? ¿Eso es?

—Más o menos —intervine. ¿Cómo se siente?

Hugh era la voz de la razón.

—Mis hermanos estarían más que felices de regresar al reino primordial


y esperar cualquier tarea que los fae podrían solicitar. Sin embargo, solo
lo harán con sus compañeras a su lado. No van a ir de otra manera.

Finian se quedó en silencio.


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Encontré el silencio del fae un poco inquietante. ¿No querían mantener a
los primordiales felices? De lo que Hugh me había dicho, los primordiales
hacían todo tipo de recados sucios para las fae, y los hacían de buena
gana. ¿Por qué los fae no querrían que volvieran?

Pero Finian seguía sin decir nada. Simplemente estaba mirando furioso
a Hugh, con los puños apretados.

—Piensa en ello como una consolidación de fuerzas —solté, tratando de


ayudar a la situación—. Tú unes a los hombres y las mujeres, y todo el
mundo es feliz. ¿Acaso las mujeres no quieren estar con los hombres de
su propia especie? ¿No se sienten solas?

La mirada furiosa de Finian se volvió hacia mí.

—Estoy seguro de que sí.

—Entonces vamos a hablar con ellas —le dije—. Escoge una


representante y tráela aquí, y discutiremos de esto con ella. Estoy segura
que las mujeres también quieren formar familias.

Finian aún seguía sin decir nada.

—No nos puedes mantener atrapados sin compañeras para siempre —


dijo Hugh, con la voz ronca por la ira. Sentí la mano en mi cintura
apretarse, como si apenas se controlara a sí mismo—. Es injusto para
mis hombres y mujeres que nos priven de compañerismo.

—Solo déjanos hablar a una de las mujeres —intervine—. ¿Qué tan difícil
puede ser? ¿Cómo se llama la líder?

Finian me miró fijamente, con pánico enojado en sus ojos, y vaciló.

Y una realización horrible me golpeó.

—No hay mujeres, ¿cierto? Has estado mintiéndoles.

Dos vetas rojas brillantes se encendieron en la famosa cara prestada de


Finian.

—Por supuesto que las hay —dijo rápidamente.

Me salí del abrazo de Hugh y me acerqué a Finian, cruzando los brazos


sobre el pecho.

—Oh, ¿en serio? ¿Cuáles son sus nombres, y cuáles son sus animales al
cambiar?
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—Por favor —bramó Finian—. Como si fuera a recordar sus nombres. Soy
demasiado importante.

—Sí, pero has trabajado con ellas durante siglos, ¿no? Estoy segura de
que sabes algunos nombres. Solo dame uno.

—No tengo que decirte nada, mugrienta cambiada —dijo con furia—.
Tampoco estoy obligado a recitar los nombres de unos cambiadores
inútiles solo para apaciguarte.

—¿Dónde se alojan? —preguntó Hugh abruptamente, sorprendiéndome.

—¿Discúlpame?

—Las primordiales femeninas. ¿Dónde se alojan?

—¿Por qué?, en su propio reino, por supuesto.

Me volví a mirar a Hugh. Su cuerpo parecía relajado, pero podía sentir la


tensión en su rostro. Sus ojos eran apenas estrechas rendijas de ira y
odio.

—Me dijiste una vez —dijo Hugh, su suave voz mortal—, que mantener
un reino independiente, privado, para los primordiales le costó a lo fae
una gran cantidad de tiempo y energía. Que debíamos estar agradecidos
de que a ti te importara tanto nuestro bienestar como para hacer esto por
nosotros. Que te lo debíamos.

—Sí, eso es correcto.

—Y ahora me dices que sostienes no solo nuestro reino, sino un reino


para las mujeres completamente distinto al nuestro. —Los ojos de Hugh
parecían tan fríos como el hielo—. ¿Y no vas a combinarlos?

Finian no dijo nada.

—Mi compañera tiene razón —gruñó Hugh, y el sonido fue tan letal que
me estremecí—. Me has estado mintiendo. Todo este tiempo. No hay
mujeres en un reino independiente, ¿cierto? Solo estamos nosotros, los
tontos resguardados bajo llave en nuestra propia esfera privada,
convocados solo cuando los fae necesitan un favor. Sin embargo, no
podemos recordar estas cosas con claridad. ¿Cuántas veces nos has
llamado?

Aún Finian permanecía en silencio. Detrás de él, Walter se crispó, sus


alas plegándose a su espalda. Su mirada estaba definitivamente sobre
Finian con algo parecido a devoción.
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—Sospecho que hiciste algo para que nos olvidemos de nuestros
recuerdos. Es por eso que te creímos cuando nos dijiste que ibas a
traernos las mujeres. —Furioso, Hugh avanzó hasta cernirse sobre
Finian—. ¿Lo niegas?

Finian se enderezó, alisando la chaqueta con una mano. Parecía como si


el hombre estuviera luchando por no dar un paso hacia atrás.

—No tengo que explicarte nada.

Hugh agarró a Finian por la parte delantera de su chaqueta. Sus largos


colmillos emergieron con un gruñido salvaje.

—Nos has mentido y nos has manipulado todo este tiempo. Debería
matarte.

Solté un chillido de alarma y me lancé hacia delante para tirar de Hugh.

—¡Hugh! ¡No!

Walter hizo un sonido angustiado, moviéndose detrás de Finian y


tratando de tirar de él hacia atrás, como si de alguna manera pudiera
arrastrarlo a la seguridad lejos de la ira de Hugh.

Mientras observaba, los colmillos de Hugh se extendieron, y sus ojos se


volvieron más felinos. Estaba perdiendo el control de su humanidad en
su rabia. Se inclinó más cerca de Finian, la amenaza evidente en su
rostro.

—No lo mates —dije, poniendo una mano tranquilizadora en el brazo de


Hugh. No sabía lo que podría suceder si hacía daño a un príncipe Fae—.
Finian va a negociar con nosotros —le dije, pensando rápido—. Está en
sus mejores intereses.

—¿Ah, sí? —Finian se las arregló para burlarse a pesar de los colmillos
largos a centímetros de su cara. El sudor había estallado en su frente.

—Sí —dije—. Vas a redimir todos los reclamos sobre mí y los


primordiales. Y a cambio, vamos a mantener la boca cerrada acerca de
cómo te las arreglaste para engañarnos a todos en un solo golpe. Estoy
segura que los otros fae estarán preguntándose qué pasó con todos sus
pequeños juguetes. Y estoy segura de que van a estar curiosos, y tristes,
si se enteran de que has perdido todo. —Le di mi mejor sonrisa—. Así que
a cambio de nuestro silencio, nos vas a dejar en paz por el resto de
nuestras vidas. Y Hugh te permitirá conservar tu cara. —Revoloteé mis
pestañas hacia él—. Porque él realmente, en serio, quiere quitarla ahora
mismo.
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Hugh soltó un gruñido tan amenazante que incluso yo me estremecí.

Vi la manzana de Adán de Finian moverse nerviosamente. Después de un


largo momento, dijo:

—¿Se van a callar quién fue responsable de la liberación de los


primordiales?

Hice un gesto de cerrar mi boca y la pantomima de tirar la llave. La


mirada de Finian se movió de Hugh, a mí, y de nuevo a Hugh. Tragó saliva
de nuevo.

—Supongo que todo esto solo me está costando una horrible cambiada.

Le dediqué una sonrisa falsa.

—No sé si te diste cuenta de lo grande que son las garras de Hugh. No


creo que le guste si sigues insultándome.

Hugh chasqueó los dientes amenazadoramente a Finian.

El fae asintió rápidamente, sus ojos muy abiertos.

—Acepto el acuerdo.

—Pensé que así sería.

El collar con la runa de Finian le fue devuelto. A cambio, un nuevo


juramento fue colocado en Hugh, tatuado en sus anchos hombros de
modo que no pudiera romperse a ningún precio. Los primordiales eran
libres. En cambio, se callarían frente a todos los fae las condiciones de
su liberación. Mi “marca de propiedad” fue retirada de mi muslo con un
toque de la mano de Finian.

Después de establecer todo, Finian no pudo irse lo suficientemente


rápido. Agarró a Walter y salió a toda prisa, el auto rechinando fuera del
estacionamiento momentos después.

Suspiré con alivio. Un enorme peso había sido levantado de mis hombros.
A mi lado, Hugh se derrumbó en su banquillo.

Lo miré con alarma.

—¿Estás bien, Hugh? —Mis manos se movieron por su cabello, hasta


acariciar su frente, preocupada—. No estarás lamentando las cosas,
¿verdad?
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Me atrajo hacia él y apretó su cara contra mi pecho. No dijo nada durante
largos momentos, muy largos. Empecé a preocuparme. Después de lo que
pareció una eternidad, dijo densamente:

—Pensar que casi te entrego a él a cambio de compañeras que no existían.

Corrí suavemente mis dedos por su cabello.

—No lo sabías. Finian y los otros hicieron claramente algo para hacerte
olvidar cualquier tarea que hiciste por ellos. ¿Quién sabe cuántas veces
les han ofrecido sus compañeras, solo para borrar sus recuerdos
después?

—Debería haberlo matado —gruñó Hugh. Sus manos se apretaron


alrededor de mí—. No merecía vivir.

—Esa no es nuestra opción para tomar —le dije y besé la parte superior
de su cabeza—. Pero la mala noticia es que estás atrapado aquí conmigo.
Se llevó tu runa, así que los otros primordiales también están atrapados.

—Mmm. Así parece. —Él acarició mis pechos, distrayéndome y haciendo


que mi lado cambiante flameara a la vida una vez más—. Puedo decir que
no estoy molesto con la situación. Ni en lo más mínimo.

—¿Los otros se sentirán decepcionados? —Aparté la cabeza de Hugh lejos


de mis pechos y lo obligué a volver su atención a mi cara.

—Solo si son tontos —dijo y me atrajo por un largo beso.


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Traducido por Silvia Carstairs

Corregido por Nanis

—A
sí que todo era una mentira —dije a los
primordiales con cara de piedra llenando la enorme
cocina de los Russell.

Savannah, Bath, y Beau estaban de pie en la parte posterior del cuarto,


haciendo pilas de sándwiches. Me senté a la cabecera de la mesa sobre
el regazo de Hugh, montando a horcajadas uno de sus enormes muslos.

El cuarto estaba en silencio mientras ellos digerían mis palabras.

—¿Así que no había mujeres? —preguntó Artur, su fea cara tensada en


un ceño fruncido—. ¿Era todo una táctica?

Hugh asintió, su expresión grave.

—Él mintió para tenerme haciendo lo que quería. Ahí nunca hubo
intención alguna para cumplir. Todo fue en vano.

—Tomaste la elección correcta después de todo —le dije a Hugh,


palmeándole el brazo envuelto alrededor de mi cintura. Me transformé de
vuelta a mi otra forma, pero no me importaba. Los primordiales me
habían visto así antes. Y si uno o dos de los Russell estaban realmente
mirándome realmente fijamente, bien, estaban obligados a descifrar mi
secreto de alguna manera.

—Así que voy a permanecer aquí —dijo Hugh—. Mi lugar es al lado de


Ryder.

Solo escucharlo decir eso en voz alta me dio una cálida confusión.

—Pero ustedes chicos, no tienen que permanecer aquí —agregué


rápidamente antes de que cualquiera pudiera hablar—. Estoy segura que
si quieren volver al reino primordial, podrían. Justo como llegaron ahora.

Cayó el silencio. No había sonido excepto el roce de corte de sándwich en


el fondo. ¿Qué estaban pensando?
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—Las mujeres de aquí —empezó Cahal—. ¿Podemos aparearnos con
ellas?

—Siempre que la mujer diga sí —le dije—. Y, si son humanas, siempre


que tengas el permiso de tu líder de clan. —Sabía que Beau y los otros
alfas estaban todavía trabajando en los entresijos de permitir a las
mujeres humanas citas con cambiadores, considerando el hecho de que
toda la cosa cambiadora se suponía era un secreto.

—Pero las mujeres no son una rareza aquí —dijo Cahal, con rostro serio—
. ¿Podemos tomar compañeras y no preocuparnos de que nuestros
hermanos se quedaran fuera?

Asentí.

—Hay muchas mujeres aquí sobre la tierra, ya que también hay machos.
Hay menos mujeres cambiadoras, pero siempre puedes salir con
humanas, supongo.

—¿Son todas las mujeres como Gracie? —quiso saber uno.

—No, no muchas —dijo Bath con aspereza. Y eso es algo de lo que podrías
estar agradecido.

Bevan golpeó una mano plana sobre la mesa.

—Deseamos permanecer aquí y encontrar mujeres.

—¿Están seguros todos? —pregunté.

—Este mundo está lleno de oportunidades —dijo Cahal, frotando sus


manos juntas.

—Y pizza —intervino otro.

Muchos de los primordiales rieron alegremente, como si compartieran


una broma interna.

Gemí.
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En el espíritu perversamente divertido de
las autoras bestseller Kerrelyn Sparks y
Molly Harper, este atractivo romance
paranormal cuenta con un agente de
bienes y un vampiro de 600 años de
antigüedad en busca de venganza.

Lindsey Hughes ama las antigüedades y


no podría estar más feliz de ganarse la vida
en el negocio de venta de bienes. Pero
cuando su asistente compra
accidentalmente toda una finca sin su
aprobación, Lindsey se ve obligada a
limpiar el desorden por sí misma.

Lindsey viaja a la casa antigua recién


comprada en Venecia, Italia, y pronto
descubre más de lo que (alguna vez)
esperó. Mientras cava a través del tesoro
del acaparador que llena cada planta, ella encuentra una escalera secreta
detrás de una pared que conduce a un extraño ataúd... con un habitante
aún más extraño.

El vampiro Rand FitzWulf ha estado en su ataúd durante 600 años. Pero


ahora que está despierto, está famélico, y hay una mujer de delicioso
aroma con un raro tipo de sangre en su sótano. Por suerte, Lindsey tiene
más que ofrecer que sangre: ella accede a viajar por toda Europa con
Rand para ayudarle a conseguir venganza de aquél que lo convirtió. Pero
a medida que la extraña pareja se hace más unida, ¿el vampiro
multimillonario será superado por su sed de sangre... o su sed de amor?
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Jessica Sims vive en Texas. No le gusta escribir bibliografías, así que
indudablemente algo bueno vendrá después, cuando realmente piense en
algo interesante que escribir. Tiene algunos gatos, pero, ¿qué escritor no
los tiene? Juega videojuegos y confiesa que lee historietas. Y le gusta
escribir, pero eso es bastante obvio.

Está representada por Holly Root en la Agencia Literaria Waxman.


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Moderadoras
LizC y Mari NC

Staff de Traducción
âmenoire90 Jane' Rihano
Areli97 Jessy Salilakab
Ashe Darcy Liseth Johanna Silvia Carstairs
Becca Herondale LizC Vanehz
Flochi Magdys83 VckyFer
Iarii Mari NC ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
Nelshia

Staff de Corrección
Dianna K Gabba Mari NC
flochi Nanis

Recopilación y Revisión Diseño


Mari NC PaulaMayfair
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