Via Lucis Mariano
Via Lucis Mariano
Via Lucis Mariano
En este Vía Lucís Mariano queremos adentrarnos en lo que María significa para los creyentes en
Jesús. María es la Madre por excelencia, es la madre física de Jesús y la madre espiritual de todos
los creyentes en Jesús. María es el modelo de vida, el modelo de amor y el mejor camino para ir a
Jesús.
En este Vía Lucis Mariano vamos a encontrarnos con Ella y revivir con Ella los momentos más
importantes de su vida, con la doble intención de venerarla, estando junto a Ella, y de hacer
nuestros sus propios sentimientos para que nuestra vida se llene de luz, de paz y de esperanza.
INVOCACIÓN INICIAL
Guía:
ORACIÓN INICIAL
Guía:
Oremos:
Oh Dios, que, por la resurrección de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has llenado
el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María,
llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
PRIMER ENCUENTRO: María recibe el anuncio del ángel.
“Fue enviado el ángel Gabriel, de parte de Dios, a una ciudad de Galilea llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José; el nombre de la
virgen era María. Entrando a ella le dijo: ¡Alégrate! Llena de gracia, el Señor es
contigo” (Lc 1, 26-28)
REFLEXIÓN:
El ángel saludó a María invitándola a estar alegre porque se acerca un gran
acontecimiento. Al principio, no le desvela el misterio, únicamente le remite a la
fuente de la alegría y de la paz, diciéndole: El Señor está contigo.
María es llamada “llena de gracia” porque es objeto de un especialísimo amor de Dios que la ha elegido
para que sea la Madre del Hijo de Dios que se hará hombre en sus entrañas.
No fue mérito de María, sino elección gratuita de Dios, que la llenó del Espíritu Santo, la colmó de gracias e
hizo santa desde el primer instante de su concepción. Así convenía que fuese la Madre de Dios: Llena de
gracia.
Al Hijo santo que ha de nacer, Dios le prepara una Madre santa, colmada de gracia.
Mientras el mundo exista se saludará a María con las palabras del ángel:
Dios te salve, María llena eres de gracia......
“El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios
y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre
Jesús. María dijo al ángel: ¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?
El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo
te cubrirá con su sombra y por esto el hijo engendrado será santo, será
llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 30-31 y 34-35)
“Se puso María en camino y con presteza fue a la montaña, a una ciudad de Judá;
entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Así que oyó Isabel el saludo de
María, saltó el niño en su seno e Isabel se llenó del Espíritu Santo. María
permaneció con ella unos tres meses y se volvió a su casa” (Lc 1, 39-41. 50)
REFLEXIÓN: María no tiene en cuenta las incomodidades del viaje desde Nazaret
hasta el pueblo donde vive Isabel, situado a pocos kilómetros de Jerusalén y que
ahora se llama Ain Karim.
No hace el viaje sólo por el parentesco que les une, sino, sobre todo, para compartir el gozo y la alegría que
le inunda por su milagrosa e inesperada maternidad, para felicitar a Isabel por la suya y ayudarle en los tres
últimos meses del embarazo.
Una vez más, María se olvida de sí misma y de las dificultades que tendrá que soportar en el viaje; sólo tiene
presente ayudar a Isabel y alegrarle con la buena noticia.
La visita de María atrajo sobre Isabel la bendición de Dios. Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, al mismo
tiempo, su niño, el futuro Juan Bautista, saltó de gozo en el seno materno y quedó santificado.
Amar a María e imitar su solidaridad producirá grandes frutos en nuestro espíritu.
“Isabel exclamó con fuerte voz: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto
de tu vientre. ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme? (Lc
1, 42-43)
REFLEXIÓN: El Espíritu Santo habla por boca de Isabel. Bendita eres, María,
mil veces bendita, porque has sido elegida para ser la Madre del Señor.
El amor filial ha unido estas palabras de Isabel con el saludo del ángel,
formando la oración del Avemaría, que, juntamente con el Padrenuestro, son
las más repetidas por los creyentes de todos los tiempos.
¡Bendita tú entre todas las mujeres, María! Nunca nos cansaremos de repetirlo y nunca te lo diremos
bastante. Bendita tú, María, por ser el puente por el que la divinidad se hizo humana. Bendita tú, María,
porque con el SI permitiste que el Altísimo obrase en ti maravillas. Bendita tú, María, por ser la elegida del
Padre, la Madre del Hijo y la esposa del Espíritu Santo.
“Mi alma canta la grandeza del Señor y salta de júbilo mi espíritu en Dios, mi
Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva; por eso todas las
generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mí maravillas
el Todopoderoso, cuyo nombre es santo” Lc 1, 47-49)
“El Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.
Cuantos le veían se maravillaban de su inteligencia y de sus palabras. Jesús crecía
en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 40.47.52)
DECIMOCUARTO ENCUENTRO: La venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles
REFLEXIÓN: La vida de María, después de la resurrección de Jesús, fue de total entrega a la oración y al
servicio de la Iglesia fundada por Él. María se reunía con los Apóstoles y discípulos y todos eran unánimes
en la oración. María es la Madre que guía, aconseja y estimula. Así continuó hasta el fin de sus días.
En una reunión para orar descendió sobre ellos el Espíritu Santo, todos empezaron a publicar, en diversas
lenguas, las grandezas de Dios y recibieron la fuerza del Espíritu, que los transformó en decididos testigos
de la resurrección de Jesús.
María quedó en la penumbra, haciendo su obra en silencio y recibiendo el respeto y el cariño de las primeras
comunidades cristianas.
Santísima Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra, te hemos acompañado recordando los principales
acontecimientos de tu existencia terrena, te pedimos, con amor de hijos, que protejas a los que sufren por
ser testigos de la fe cristiana, confortes a los enfermos, a los heridos y desplazados por las guerras o el
hambre, ilumines las mentes y cambies los corazones de los gobernantes del mundo para que en todo
busquen únicamente el bien común de los pueblos, y a nosotros, nos des tu mano para que caminemos
junto a ti y lleguemos hasta tu Hijo, quien vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén