Dossier Filosofía General y Antropología - WQ 2022
Dossier Filosofía General y Antropología - WQ 2022
Dossier Filosofía General y Antropología - WQ 2022
Código: CDA06
Índice
Unidad 1 – Introducción al saber filosófico ............................................................................... 4
1. Origen de la filosofía. A) El asombro. B) La duda. C) Las situaciones límite. ................. 4
2. Definición y división de la filosofía. A) Etimología. B) Definición esencial: saber de
totalidad, por sus causas últimas, a la luz de la razón. C) Las partes de la filosofía. ............. 4
3. La filosofía y las ciencias particulares. A) Ámbito de la ciencia particular. B) Ámbito de
la filosofía. C) Breve repaso de posiciones sobre el problema. ............................................. 6
4. La Filosofía y Teología. A) Filosofía y fe humana. B) Filosofía y fe sobrenatural. .......... 6
Caso: “Lo que me costó el amor de Laura”. Opereta por Alejandro Dolina (1998). ............. 7
Unidad 2 – Aproximación a los temas centrales de la filosofía ................................................. 7
5. Breve historia de la filosofía con énfasis antropológico. A) La antropología grecorromana.
B) La antropología en el cristianismo. C) La antropología en la Edad Media. D) Lo
carácterístico de la filosofía moderna: el sello cartesiano y el sello renacentista. E) El paso a
lo contemporáneo: Superación del racionalismo. Superacion del antropocentrismo.
Continuidad entre lo moderno y lo contemporáneo. .............................................................. 7
6. La opción fundamental. A) El mundo. B) Dios. C) El mal y la libertad. ........................... 9
Caso: Stanza della Segnatura y René Magritte. ................................................................... 11
Unidad 3 – La antropología filosófica ..................................................................................... 11
7. Objeto y método de la antropología filosófica. A) Reflexión filosófica sobre la persona
humana. B) Método de la antropología filosófica: las perspectivas de primera, segunda y
tercera persona...................................................................................................................... 11
8. La vida y los grados de vida. A) La vida. B) El alma. C) Los grados de vida. ................ 12
Unidad 4 – El cuerpo ............................................................................................................... 13
9. Elementos de filosofía de la naturaleza. A) El cambio accidental: substancia y accidentes.
B) El cambio substancial y la estructura hilemórfica. .......................................................... 13
10. Tres opciones antropológicas. A) Monismo. B) Dualismo. C) Dualidad. Principio vital y
forma. ................................................................................................................................... 13
11. La condición sexuada. .................................................................................................... 14
Caso: “Vuelvo enseguida”, Blackmirror S2 E1. .................................................................. 14
Unidad 5 – La dinámica de lo humano .................................................................................... 14
12. Objeto, potencia y acto. .................................................................................................. 14
13. El conocimiento. A) La sensibilidad: sensibilidad externa, sensibilidad interna. B) El
conocimiento intelectual: objeto de la inteligencia, el proceso ideogenético, los dos
intelectos, la abstracción, el pensar. ..................................................................................... 15
14. La vida tendencial. A) Los apetitos sensibles. B) El apetito intelectual: lo voluntario y lo
involuntario, actos humanos y actos del hombre, naturaleza y objeto de la voluntad,
entendimiento y voluntad. C) Armonía afectiva. ................................................................. 16
15. La libertad. A) Libertad de y libertad para. B) Los determinismos. .............................. 16
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la realidad tal cual es. Cuando uno piensa, habla y transmite eso que sabe por medio del
lenguaje, pero, ante la multiplicidad de lenguajes, se plantea que existe una multiplicidad de
realidades, lo que implica que no hay algo real en sí. Por lo tanto, Wittgenstein concibe a la
filosofía como el análisis del lenguaje. En definitiva, la noción de filosofía no es estable, aunque
ciertas acepciones resulten mayor aceptadas y difundidas que otras.
Definición esencial
La filosofía puede definirse como el saber de totalidad por sus causas últimas y a la luz de la
razón. El saber de totalidad supone que se estudia todo lo que existe; el objeto material de la
filosofía es, entonces, todo lo que es. Las causas últimas se vinculan con el punto de vista desde
el cual se aborda ese objeto material. El conocimiento de las esencias, es decir, del modo
particular de ser de los entes que los hace ser lo que son y no otra cosa, constituye el objeto
formal de la filosofía, la manera de aproximarse a aquello que se estudia. De lo anterior puede
concluirse que todo esfuerzo por filosofar debe partir de la comprobación de si aquello que se
propone estudiar es (objeto material) y, confirmado esto, preguntarse cómo es eso que es
(objeto formal).
El saber de totalidad por sus causas últimas que estudia la filosofía se concreta “a la luz
de la razón”. Esto hace al método de la filosofía, distinto del método científico y opuesto a la
confianza en argumentos de autoridad. No es una aproximación empírica, sino que está basada
principalmente en la lógica, que constituye un saber necesario o auxiliar al filosófico. La lógica
permite conocer cómo usar correctamente la inteligencia y aporta herramientas como el método
lógico-deductivo (distinto del empírico-inductivo).
Partes de la filosofía
La filosofía puede dividirse en filosofía teórica y filosofía práctica.
La filosofía teórica estudia las distintas partes del ser e incluye la antropología
filosófica, la filosofía histórica, la filosofía de las ciencias, la filosofía del conocimiento,
etcétera. De todas las ramas de esta parte de la filosofía, la metafísica es la más relevante, dado
que no estudia una dimensión del ser, sino al ser en cuanto ser. Es la rama más abstracta, dado
que no se detiene en un ser puntual, sino en lo común a todos los seres por el solo hecho de ser.
La metafísica se divide en ontología (características generales del ser) y teología o teodicea
(estudio de la causa del ser, de aquello que causa sin ser causado). La teología se entiende en
su vertiente filosófica, no sagrada.
La filosofía práctica, en cambio, se ocupa de los actos humanos, contrastándolos con
los de otros seres vivientes y diferenciando entre acciones inmanentes y transitivas. Las
primeras transforman al agente (la acción y el fin son simultáneos; pienso en una puerta),
mientras que las segundas transforman la realidad/lo externo al agente (la acción termina
cuando se logra el fin; dibujo una puerta). La filosofía práctica se divide en ética, estética y
técnica. La ética estudia cómo las acciones que ejecuta un sujeto hacen que se modifique él
mismo, por lo que se vincula con las acciones inmanentes. Distinto es lo que ocurre con la
estética y la técnica, que se relacionan con acciones transitivas. Aquellas acciones transitivas
que buscan un fin bello son objeto de la estética, mientras que las que buscan un fin práctico lo
son de la técnica.
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concepción cristiana, persona es cada quien y persona humana es un acto de ser que tiene un
alma y un cuerpo (persona corporal en términos tomasinos).
Más allá de la noción de persona, el cristianismo implicó quiebres respecto del
pensamiento grecorromano en relación con: a) la creación: en el mundo grecorromano, la
realidad era vista como eterna y necesaria, pero el cristianismo entiende que todo lo creado
responde a Dios en su condición de primer motor inmóvil/causa que causa sin ser causada/ser
cuya naturaleza es precisamente ser; b) la religión: el cristianismo se funda en la filiación divina
de la persona humana y su posibilidad de entablar una relación íntima con Dios, es decir, de
participar en la naturaleza divina. La religión grecorromana, en cambio, es la “religión del
ciudadano” (ver Dossier Ciencia Política, Jean Jacques Rousseau y religión civil) y es el
hombre quien busca aproximarse a Dios; c) la visión de la historia: el eterno retorno del mundo
grecorromano se contrapone con la visión lineal del cristianismo (inicio, desarrollo y fin), que
descubre, además, que cada persona tiene un futuro impredecible, por lo que el hombre “se
sabe proyecto” (ver Unidad 8, punto 23); d) el trabajo: en el cristianismo, todo trabajo cobra
sentido en el marco de la tarea de dominar y llevar a la plenitud la creación que Dios le confió
al hombre1. Previamente, no se encontraba valor en el trabajo servil, relegado a esclavos y
siervos, no valorados como ciudadanos (ver Unidad 7, punto 21).
Antropología en la Edad Media
La antropología en la Edad Media se vio signada por la influencia del cristianismo, buscando
“lo distintivo del hombre en su ser, no en su tener o en su obrar”. Partiendo de la diferenciación
entre naturaleza y persona, Santo Tomás de Aquino plantearía la distinción entre acto de ser y
esencia. No es lo mismo que algo sea a que algo sea de una manera y no de otra. El hombre es
y, entendido como una persona corporal con filiación divina, es capax Dei (abierto a la
trascendencia/la naturaleza divina).
A diferencia del pensamiento cristiano, caracterizado por la acentuación de la persona,
el pensamiento árabe de la Edad Media es mayormente despersonalizado, en el sentido de que
lo propio del hombre se busca únicamente en lo divino. Empero, adhiere a la escisión tomasina
entre acto de ser y esencia.
Antropología moderna. Sello cartesiano y sello renacentista
La antropología moderna “concibe que lo nuclear del hombre es su obrar”, propiciando una
concepción nominalista (negación de las esencias y afirmación de las definiciones
convencionales). Rechazadas las esencias, resta el obrar, que por lo tanto se impone sobre el
conocer; remitiendo a las potencias principales del hombre, la voluntad se impone sobre la
inteligencia. Autores como Guillermo de Ockham adhieren a esta postura, pero otros
pensadores, como Tomás Moro, se encuadran en la corriente moderna del realismo,
concibiendo a la realidad como algo bueno y ordenado, pero criticándola, visto que la entienden
perfeccionable (isla de Utopía).
En el marco de la antropología moderna, pueden distinguirse dos grandes tendencias:
el racionalismo y el empirismo. El racionalismo busca fundamentar la realidad desde la razón
1
“Y los bendijo Dios y les dijo Dios: Fructificad y multiplicaos; y henchid la tierra y sojuzgadla; y
tened dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves de los cielos y sobre todas las bestias que se
mueven sobre la tierra” (Gn 1:28).
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“La idea de orden implica la de multiplicidad de elementos, cada uno de los cuales tiene un
lugar propio”. Para la concepción realista, el mundo responde a un orden natural, en el que
todos los entes existen en armonía desde el comienzo de su existencia. Esta noción trae
aparejada la de los límites naturales, que permiten que el ser sea eso que es y no otra cosa,
posibilitando una realidad ordenada.
Desde una perspectiva inmanentista, en cambio, los límites en sí no existen. Ergo, todo
orden no es sino producto de la actividad del hombre; no es un orden natural sino artificial o
puesto. Se niega una instancia primera y suprapositiva que haya determinado la finitud de las
cosas en un entorno armónico. Nuevamente, esto no quiere decir que el inmanentismo niegue
que porciones de la realidad puedan encontrarse ordenadas, sino más bien que todo orden es
tal porque fue construido, visto que no hay “ninguna pauta previa que [se] deba tener en cuenta
para obrar”.
Dios. Presencia, distancia y participación
Se ha dicho que el realismo entiende que existe un orden natural en el que los entes están
determinados en su finitud desde un principio. Empero, la existencia armónica que conciben
los realistas no es necesaria en sí misma, es decir, podría ser de otra manera. Por lo tanto, debe
haber sido obra de un ser que es en sí necesario: un Dios creador y trascendente. Si las cosas
de este mundo son finitas, entonces Dios debe ser infinito, al igual que todas sus cualidades.
En este sentido, la relación entre el mundo y Dios se rige por la presencia (Dios está presente
en la creación porque todo lo creado procede de él) y la distancia (Dios no es la creación, la
trasciende). Este vínculo se denomina participación.
En el caso del inmanentismo, se prescinde de la figura de Dios, porque no se debe
justificar ningún orden prefijado. Si no hay finitud en las cosas, no hay nada más allá de ellas.
De llevar esta postura al extremo, la negación de los límites implicaría concluir que sólo existe
una cosa (monismo). Si ese único ser se entiende como un Dios (panteísmo, pura presencia),
ya no sería trascendente sino inmanente (interno). Y si se cuestiona el sentido de las cosas que
nos rodean frente a la sola existencia de un Todo/Dios inmanente, concluyendo que nada tiene
valor en sí mismo, se arribaría a una concepción nihilista.
El problema del mal y la libertad
Como se mencionó al inicio de este apartado, el inmanentismo es una postura secundaria que
sucede a la inicial concepción realista luego de una crisis. Para muchos, la incompatibilidad
entre la existencia de un Dios trascendente y el mal supone ese momento de quiebre. La
respuesta del realismo a esta aparente contradicción inicia con la definición del mal como la
ausencia de un bien debido. Si algo dentro de los límites que definen a los entes en su finitud
falta, entonces existe un mal (“¿cuál es el parámetro para afirmar que un bien es o no es debido?
El orden natural”). Consecuentemente, el mal no es algo positivo, en el sentido de que no es un
ser en sí mismo (no tiene entidad propia), sino que es un “no ser”. Por lo tanto, el mal no pudo
ser creado por Dios, dado que, en su infinitud, pudo hacerlo todo menos la nada (reformulación
de Maritain: “Sin mí, podéis hacer la nada”).
Entonces, para el realista el mal es histórico, es decir, no es propio del ser. Es producto
de un acto libre del hombre, que corrompe una realidad buena de por sí.
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• Vida sensitiva o animal. Consiste en ser principio de los propios actos con conocimiento
del fin (el perro huele la comida y va hacia ella; percibe algo como conveniente y
necesariamente se mueve hacia ello, “se mueve porque es movido por un fin”).
• Vida intelectual o humana. Consiste en ser principio de los propios actos con
conocimiento formal del fin, es decir, del fin en cuanto fin (el hombre percibe que leer
le es conveniente, identifica el fin último de esa potencialidad y se dispone, o no, a
actuar. Se trata de un acto libre, plenamente suyo. Ver Unidad 5, punto 12,
conocimiento sensible e intelectual).
Unidad 4 – El cuerpo
9. Elementos de filosofía de la naturaleza. A) El cambio accidental: substancia y
accidentes. B) El cambio substancial y la estructura hilemórfica.
Los elementos de filosofía de la naturaleza cobran relevancia a la hora de determinar cómo se
componen los entes móviles. Volviendo sobre lo mencionado en la Unidad 1, durante el siglo
VI Parménides y Heráclito representaban dos posturas antitéticas respecto del cambio en los
seres. Parménides afirmaba que el ser es y no puede no ser, por lo que negaba la existencia de
cambios. Heráclito, en cambio, sostenía que todo es movimiento, y por lo tanto todo cambia
constantemente. Dos siglos más tarde, Aristóteles plantearía que para que haya movimiento
(cambio) debe haber alguien que mueve (causa), algo por lo que se mueve (causa final), algo
que se mueve (que cambia) y algo que permanece (que no cambia).
En función de esta última explicación, pueden distinguirse dos grandes tipos de
cambios: el cambio substancial y el accidental. En el cambio substancial, se afecta lo que algo
realmente es, mientras que en el accidental se afecta cómo algo es, pero no la cosa en sí. De lo
anterior puede decirse que la substancia es lo que es en sí mismo (existe independientemente
de otro ser) y no se predica de otro, a la vez que el accidente es lo que es en otro y se predica
de otro.
En el cambio accidental, entonces, permanece la substancia. Pero en el cambio
substancial, la substancia deja de ser. Esto ocurre porque toda substancia se compone de dos
coprincipios: la materia y la forma. En esta estructura, denominada hilemórfica, “materia es
aquello de lo que la substancia está hecha, y forma es aquello que hace que la cosa sea lo que
es y no otra distinta”. Ergo, si lo que cambia altera alguno de estos elementos constitutivos, la
substancia deja de ser como lo era antes.
10. Tres opciones antropológicas. A) Monismo. B) Dualismo. C) Dualidad. Principio vital
y forma.
En función de los elementos de filososfía de la naturaleza, pueden distinguirse tres visiones
antropológicas sobre los seres vivientes. En primer lugar, el materialismo o monismo plantea
que todo es materia y que existe una gran complejidad en su organización (“somos polvo de
estrellas”). En segundo lugar, el dualismo propone la existencia de dos substancias: cuerpo y
alma. Si uno conoce inmaterialemente (intelectualmente; conocemos más allá del caso
concreto, abstraemos las formas) y “el obrar sigue al ser”, entonces uno debe ser en parte
inmaterial. Esa parte inmaterial o no corporal es el alma, relacionada accidentalmente con el
cuerpo, que, entonces, no define al ser.
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A diferencia de las concepciones anteriores, que exageran uno de los aspectos de los
seres vivientes, la dualidad entiende que existe una sola substancia formada por cuerpo y alma.
Desde esta postura, se da una unión substancial entre ambos coprincipios, que existen
conjuntamente en todos los seres vivos. En los seres vivos, anima forma corporis (“el alma es
la forma del cuerpo”), y, por lo tanto, es también su principio vital. Los entes vivientes se
distinguen de los inertes por estar vivos, y esa vida responde a lo que vivifica la materia, es
decir, el alma.
11. La condición sexuada.
Se adopte el materialismo, el dualismo o la dualidad como concepción antropológica del
hombre, cierto es que la importancia del elemento material es una constante. El materialismo
entiende que lo corporal es lo verdaderamente humano, el dualismo lo vincula accidentalmente
al alma y la dualidad lo ve como uno de los dos coprincipios que hace a la unión substancial y,
por lo tanto, al ser.
Reduciendo el análisis a los seres humanos, el componente material es algo identitario.
El cuerpo define parcialmente al ser, más aún en el caso del hombre y su condición sexuada,
que debe analizarse desde dos perspectivas: la natural y la cultural. Desde el orden natural, la
condición sexuada responde y se reduce al dato biológico del sexo. Desde el orden cultural, en
cambio, el abordaje se da desde el género, noción vinculada a la auto percepción y la relación
con el otro, prueba de la relevancia social de la condición sexuada.
El cuerpo, entonces, no puede comprenderse acabadamente sin involucrar ambos
enfoques. Empero, la tensión entre naturaleza y cultura suele evitar la armonización de ambas
perspectivas, por lo que uno de los ámbitos es normalmente negado (no hay sexo o sólo hay
sexo).
Caso: “Vuelvo enseguida”, Blackmirror S2 E1.
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“La memoria no es meramente cronológica, en tanto que recuerda datos y fechas; sino kairológica, en cuanto
que revive lo vivido y nos permite encarnar el pasado”.
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intelectual”, visto que la búsqueda por la verdad, que supone necesariamente la abstracción de
la esencia, no puede ignorar a la cosa en sí (“lo que tenemos delante”). “El hombre al conocer
lo real intelectualmente, posee la verdad, pero solamente si se ha apropiado de eso real, del
ente”.
El proceso ideogenético
En el marco del conocimiento intelectual, vale detenerse en el llamado proceso ideogenético
que, como su nombre lo indica, refiere a la producción de una idea o concepto. Por medio del
proceso de inducción, lo captado sensiblemente (tanto externa como internamente) se reúne en
una especie expresa sensible. El contenido de esta especie expresa sensible luego es elevado
de lo individual a lo universal o de lo sensible a lo intelectual, por medio del proceso de la
abstracción. Producida la idea, se la compara con la realidad sensible; “si la confirmación es
afirmativa, podemos decir que conocemos intelectualmente”. En definitiva, una vez que se
construye una idea en virtud de lo receptado por medio de los sentidos, únicamente podrá
afirmarse que se conoce cuando lo pensado se ajusta a la realidad.
14. La vida tendencial. A) Los apetitos sensibles. B) El apetito intelectual: lo voluntario y
lo involuntario, actos humanos y actos del hombre, naturaleza y objeto de la voluntad,
entendimiento y voluntad. C) Armonía afectiva.
La tendencia sensible
Tal como el conocimiento distingue entre su variante sensible e intelectual, los entes móviles
vivientes también tienden hacia el conocimiento sensible y el intelectual, en virtud de su
capacidad de inmanencia (ver Unidad 3, punto 8).
La tendencia sensible supone desear o no desear aquello que se percibe sensiblemente,
posibilitando la afectividad y el instinto. La afectividad se proyecta sobre sentimientos y
emociones, que se posicionan como tipos de vivencias afectivas de carácter reactivo, en el
sentido de que se activan por un disparador sensible y disponen al ente a actuar. El instinto, en
cambio, implica a un automatismo que se actualiza por un estímulo sensorial en el que la
voluntad resulta diluida.
La tendencia intelectual
La tendencia intelectual (voluntad) persigue el conocimiento intelectual (inteligencia). A
diferencia del apetito sensible, no supone desear sino querer, por lo que puede existir una
tensión en el ámbito tendencial entre el deseo y el acto de querer, visto que el ser humano puede
dominar su instinto. Cuando las acciones ocurren en el hombre pero él no se reconoce como su
autor, porque no están sujetas a su voluntad (ej.: sentir hambre, respuesta instintiva), se habla
de actos del hombre. En cambio, “para que una acción sea perfectamente voluntaria se requiere
que su principio sea intrínseco (que el sujeto no esté violentado por un agente exterior) y que
haya un cierto conocimiento del fin”. Esas acciones se conocen como actos humanos y es en
ellos donde la tendencia intelectual cobra pleno sentido, persiguiendo un bien previamente
captado por medio de la inteligencia.
15. La libertad. A) Libertad de y libertad para. B) Los determinismos.
Ver Unidad 2, punto 6 (libertad para bajo la concepción realista, libertad de bajo la
inmanentista. “La libertad no es esencialmente indeterminación sino, más bien, capacidad de
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“The ontological dignity of the human person, his personal existence, does not depend on a specific
capacity or characteristic (...) the human individual is worthy of respect not because he is capable of
laughter or because he is mortal but because he is a person. The dignity of a person is not based directly
upon how he acts but on what he is as such independently of whether all his potentials are expressed or
not”.
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presupone las sociedades domésticas y se construye a partir de ellas, visto que “la familia es,
sin duda, la tradición más antigua que conocemos”, proyectándose sobre la sociedad conyugal
y la comunidad de padres e hijos. Pero la familia no se limita a constituir la célula de la sociedad
en sentido biológico, en tanto su importancia involucra también los aspectos político, social,
cultural y moral. “Sólo ella es capaz de transmitir con eficacia valores fundamentales que dan
sentido a la vida, y eso la hace especialmente valiosa en un mundo consagrado al
pragmatismo”. Por todo lo anterior, estando la familia signada por su actividad educativa,
resulta incompatible con una relación transitoria e inestable.
20. Naturaleza y cultura.
Se ha dicho que el ser humano tiende naturalmente a la vida en comunidad y a la unión
conyugal, determinando su carácter gregario. Partiendo de esta inclinación inherente a todo
hombre, vale preguntarse si tiene el ser humano naturaleza o si todo en él es producto de la
cultura, ahondando en la tensión que, a primera vista, parece existir entre ambos ámbitos.
“Por naturaleza debe entenderse el conjunto de cualidades físicas y psíquicas con las
que el ser humano nace y que le corresponden como humano (...) que deben ser articuladas e
integradas a lo largo del curso de la existencia”. La naturaleza funde en los seres vivos una
teleología, ordenándolos a ciertos fines. La cultura, en cambio, “pretende ser un conjunto de
respuestas colectivas (...) que podríamos llamar ‘comprensiones del mundo’”. Fruto de la
libertad del hombre, la naturaleza concretizada en el individuo confluye con los valores
aprendidos culturalmente y los fines mutan, incluso cuando algunos permanezcan como
universales. De la mediación de la libertad surge la posibilidad del hombre de resistir y dominar
sus impulsos naturales (ver Unidad 5, punto 14), sin que la carga cultural anule lo que está dado
por naturaleza. El problema de la tensión entre naturaleza y cultura surge al momento de
intentar disolverla, visto que termina por suprimirse una de las esferas, negando a la persona
como el ser que optimiza sus fines naturales por medio de lo construido socialmente (cultura
como hiperteleolización de la naturaleza). “Hay que huir tanto del realismo ingenuo (todo es
naturaleza) como del constructivismo radical (todo es cultura)”, entendiendo que “la plenitud
humana está condicionada por elementos naturales y culturales”.
21. El trabajo. A) Breve historia del trabajo. B) Hacia una definición de trabajo. C) El
trabajo como amor.
Breve historia del trabajo
“La valoración que la cultura hace del trabajo está influenciada por el tiempo y por el espacio”.
En el mundo grecorromano, se lo consideraba una experiencia típica de los esclavos, que
permitía a los hombres libres desempeñarse en la función pública y realizarse en la polis.
Durante la Edad Media, en cambio, fruto de la influencia del cristianismo el trabajo “empezó
a ser más valorado hasta alcanzar un puesto central en la vida civil” (ver Unidad 2, punto 5).
Nació una ética del trabajo, que lo posicionaba como una responsabilidad individual y social.
La concepción medieval sería sustituida con el advenimiento de la modernidad, donde
tanto el trabajo como el trabajador fueron resignificados en virtud de dos movimientos: el
liberal-individualista y el marxista-socialista. “El trabajo –sobre todo el del empresario en el
modelo liberal-individualista, y el de los operarios o proletarios en el humanismo marxista-
socialista– se convirtió así en el nuevo centro de la sociedad” y en el único criterio para medir
el valor de una persona. El ser humano, entonces, pasó a ser en cuanto que es trabajador. Pese
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a esto, esta antropología del trabajo no lo valora en sí mismo, sino por los beneficios que
reporta, diferenciándose entonces de la ética que rodeaba al concepto en el Medioevo. Como
consecuencia de la expulsión de lo absoluto (ver Dossier Fundamentos del Cristianismo,
Unidad 1, Contexto actual), “el trabajo viene a llenar un vacío antropológico creciente (de Dios,
de relaciones, de capacidad de silencio y meditación, de oración) y también por eso ocupa un
espacio creciente en nuestra vida y en la de nuestros conciudadanos (...) se trabaja mucho pero
frecuentemente sin tener experiencias plenamente humanas”.
Hacia una definición de trabajo. El trabajo como amor
Responder qué es el trabajo supone detenerse en una multiplicidad de respuestas que, al igual
que la evolución histórica respecto de su significación, atienden a “una idea bien precisa del
hombre”, es decir, a una concepción antropológica determinada. “Una primera respuesta a
consistiría en afirmar que lo que delimita hoy trabajo y no-trabajo es la remuneración, que
normalmente es monetaria”. En este marco, el trabajo queda determinado por un criterio
objetivo que prescinde de la motivación del agente y, por lo tanto, excluye actividades como
la de quien se desempaña como ama de casa, bombero voluntario, etcétera. Una segunda
respuesta podría diferenciar al trabajo, anclado a una remuneración, con las actividades
laborales que, pese a no compensarse con un salario, responden a la “satisfacción de
necesidades que la sociedad considera meritorias”. Empero, el trabajo así entendido sigue
resultando en una noción poco abarcativa.
En un intento por superar estas insuficiencias, Luigino Bruni plantea en su texto El
trabajo como amor que “trabajamos realmente cuando el destinatario de nuestra libre actividad
es ‘otro’”. Bajo este paradigma, la distinción entre trabajo y actividad laboral pierde relevancia,
visto que lo fundamental del trabajo, entendido como el modo particular de satisfacer las
propias necesidades mediante la técnica instrumental, reside en darse a los otros. “Trabajar se
convierte realmente en acto redentor para nosotros y para los demás”.
preocupación que, pese a no realizarse, evita la felicidad plena ante la posibilidad de que ese
estado termine o se vea alterado.
Si la felicidad no consiste en el dinero ni en los bienes materiales, hay quienes podrían
alegar que esta reside “en el placer que nos da gozar de las cosas”. Cierto es que el placer es
un fin en sí mismo, pero este se concentra en momentos efímeros que “no satisfacen
plenamente, es decir, no colman todos nuestros deseos”. Si el placer no resuelve la búsqueda
natural por la felicidad, el amor humano podría colocarse como una alternativa viable a esa
satisfacción plena. No obstante, “aunque amáramos a alguien que nos hiciera bien y fuéramos
correspondidos, siempre existiría la indeseada posibilidad de que algún mal, como una
enfermedad o la muerte, arruinara ese amor o lo destruyera”. En tanto imperfecto, la felicidad
tampoco consiste en el amor humano.
Modelos. La respuesta del ingenuo, del desencantado y del esperanzado
Si la felicidad no consiste en el dinero, los bienes materiales, el placer ni el amor humano, surge
la pregunta respecto de si es posible ser feliz. Como respuesta a esta cuestión surgen tres
actitudes vitales frente a la felicidad. La primera es la del ingenuo, que plantea que es posible
alcanzar un estado de satisfacción plena en este mundo a través de algunos de los bienes
descartados en el subtítulo anterior. Lo ingenuo reside en pensar que, en algún momento, no
faltará nada para ser feliz en el ámbito mundano. La segunda actitud es la del desencantado,
que descarta la posibilidad de ser feliz y, por lo tanto, busca reducir las expectativas de
felicidad. Entiende que, pese a la inclinación natural, es imposible alcanzar esa plenitud. El
desencanto es la actitud del conformista, que se complace con intermitencias de felicidad;
aparece como una posición secundaria, resultado de la resignación.
La tercera respuesta es la del esperanzado. Se ha dicho que el desencantado reconoce
que el deseo de felicidad parecería inherente al hombre, pero aun así lo cataloga como
inalcanzable. El esperanzado “piensa que no habríamos nacido con el deseo de felicidad si el
objeto que satisface ese deseo no existiera”. Visto que ninguno de los bienes mundanos es
capaz de saciar el ansia de felicidad, entonces ese deseo se verá colmado en otro mundo. En su
Consolación de la filosofía, Boecio plantea que el bien que hace a la felicidad debe satisfacer
todos los deseos del hombre y ser perpetuo (visto que la posibilidad de acabar o verse alterado
se colocaría como una causal de preocupación que evitaría la felicidad plena). Entonces,
únicamente en Dios puede alcanzarse la felicidad en eminencia. Entendiendo que la felicidad
como tal corresponde a otro plano, el esperanzado no se limita a una vida terrena de
resignación, sino que comienza a ser feliz sabiendo que eventualmente lo será plenamente. “El
deseo de felicidad (...) es el fundamento de la esperanza de que seremos felices después de la
muerte en el encuentro eterno con Dios”; se encuentra en el presente algo de futuro, y por eso
el ahora cobra relevancia (movimiento hacia el ser y necesidad de sostener esa fuerza
ascensional. Ver Unidad 6, punto 17).
23. La muerte. A) Perspectivas sobre la inmortalidad. B) Muerte y proyecto.
Perspectivas sobre la inmortalidad
Inmortalidad biológica
La vida humana está llena de carencias, y crecer supone comenzar a experimentarlas. La muerte
es la carencia máxima, porque supone el término de la vida, es decir, del modo particular de
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existir de los seres vivientes. De allí que se posicione como algo no deseado a lo que se le busca
encontrar un sentido. Se explica entonces la inseguridad existencial respecto de la muerte, que
se traduce en la inclinación a la trascendencia, pero también en los esfuerzos por prolongar la
vida humana.
En este marco, surge la discusión respecto de la posibilidad y conveniencia de la
inmortalidad biológica, de la que surgen problemáticas sociales y personales. “Desde el punto
de vista social, el crecimiento de una población de ‘inmortales’ supondría una transformación
radical de la situación de la humanidad en el contexto ecológico y biótico en que vivimos”.
Desde la perspectiva personal, siendo que la limitación del tiempo de vida da sentido a los
proyectos humanos, la inmortalidad le quita el carácter selectivo a las actividades humanas y,
en última instancia, importa el desmedro de la libertad. Parecería entonces que la prolongación
indefinida de la vida terrena no soluciona el problema de la muerte; “la persona humana no se
conforma con la muerte, busca la eternidad”, por lo que debe encontrarse un sentido a ese
suceso inevitable.
Inmortalidad del alma
“El ser humano es el único animal que sabe que va a morir, que tiene un concepto de muerte,
que conoce su propia finitud como finitud (...) que sospecha –al menos sospecha– que no todo
se pierde con la muerte”. Como se ha dicho, la intuición de la inmortalidad parece un hecho
natural, pero esa ansia de trascendencia suele asociarse con el alma más que con lo material.
Particularmente en el dualismo, la muerte, en tanto separación del alma respecto del cuerpo,
no parecería un suceso trágico sino la superación del obstáculo material “que nos mantiene en
este mundo de apariencias”.
No obstante, si se entiende a la persona como el resultado de la unión substancial entre
dos coprincipios, uno material y otro inmaterial, la sola trascendencia del alma se posiciona
como necesariamente incompleta. “El cuerpo no es real de por sí, y el alma tampoco”. “Si el
alma fuera capaz de ser por sí misma, por definición, sería substancia”, pero como únicamente
es mientras permanezca unida al cuerpo, ¿cómo puede subsistir el alma? Y si el cuerpo está
sujeto al cambio y al deterioro, ¿puede también trascender y permitir la inmortalidad del
hombre en virtud de sus coprincipios?
Rechazando la asimilación del hombre a su alma y entendiendo que no es ajeno a su
cuerpo, puede ensayarse una respuesta a partir de lo planteado por Santo Tomás. Desde la
perspectiva tomasina, “el alma no es un ser completo por sí mismo. Y la razón resulta muy
clara: si lo fuera, no precisaría para nada del cuerpo, y en ese caso no se podría entender la
razón de la existencia del ser humano” como persona corporal. Los actos propios del alma
requieren de impresiones sensibles, y por eso está unida al cuerpo. Con la muerte, se separa del
cuerpo y deja de ser substancia, pero permanece como subsistente (ver Dossier Fundamentos
del Cristianismo, Unidad 11, punto 1), reconstituyéndose en su estructura hilemórfica con la
resurrección de los cuerpos.
Muerte y proyecto
“La persona humana aparece como criatura, de realidad recibida pero nueva e irreductible,
menesterosa e indigente, consignada a una estructura empírica cerrada y volcada a la
mortalidad, pero consistente en espera incesante: un proyecto perdurable que lucha con la
muerte. ‘Lo que’ yo soy es mortal. Pero ‘quien’ yo soy consiste en pretender ser inmortal y no
Dossier Filosofía General y Antropología - F. Olcese 23
puede imaginarse como no siéndolo, porque mi vida es la realidad radical”. Por más que la
muerte afecte a la realidad del hombre de la forma más radical 4, el proyecto de su vida terrena
persiste pese a la pérdida de corporeidad.
4
“Morir es ser expulsado de la instalación corpórea; y como la mundanidad acontece precisamente en
esa forma, esto es, yo soy mundano en el sentido concreto en que lo soy porque soy corpóreo y estoy
corporalmente en un mundo que por ello es corporal, esa ‘expulsión’ altera radicalmente mi instalación
mundana, y por consiguiente mi carácter circunstancial. Pero como la circunstancia es un ingrediente
esencial de mi realidad y yo no soy concebible sin ella, la muerte afecta a la realidad de mi vida en su
sentido radical”.