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EL EFECTO DEL PECADO EN EL ALMA

Si bien la ley producía sentencia sobre el alma por


causa del pecado, la gracia trajo a nuestras vidas una
nueva dimensión de entendimiento de la realidad del
alma por causa del pecado.

Efesios 2:1-2 dice: “Y él os dio vida a vosotros, cuando


estabais muertos en vuestros delitos y pecados, (2)en
los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los
hijos de desobediencia…”.

Estábamos muertos: es decir, éramos espiritualmente


inexistentes y fuimos traídos a la existencia eterna. En
esa muerte el alma tenía un andar: un andar en muerte
y esclavitud.

Romanos 6:8-14 dice: “Y si morimos con Cristo,


creemos que también
viviremos con él; (9) sabiendo que Cristo, habiendo
resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no
se enseñorea más de él. (10) Porque en cuanto murió, al
pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive,
para Dios vive. (11) Así también vosotros consideraos
muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo
Jesús, Señor nuestro. (12) No reine, pues, el pecado
en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis
en sus concupiscencias; (13) ni tampoco presentéis
vuestros miembros al pecado como instrumentos de
iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios
como vivos de entre los muertos, y vuestros
miembros a Dios como instrumentos de justicia. (14)
Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues
no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”.

La gracia viene a nuestras vidas para terminar con


el señorío del pecado sobre el alma. Por lo tanto,
entendemos que el pecado en el hombre es el resultado
de un señorío y una esclavitud del alma y no de las
decisiones incorrectas de un libre.

El Antiguo Pacto procuraba una forma de transforma‐


ción que era ineficaz en cuanto a la transformación
del alma: Imposiciones externas al comportamiento. En
este sentido, muchos no dejan aún los viejos vestigios
de la Ley en cuanto a su vida espiritual.

Colosenses 2:20-23 dice: “Pues si habéis muerto con


Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué,
como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos
(21) tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques
(22) (en conformidad a mandamientos y doctrinas de
hombres), cosas que todas se destruyen con el uso?
(23) Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación
de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro
trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra
los apetitos de la carne”.
Es importante entender que para entregarnos a las
maneras de Gracia para la transformación de nuestras
almas, debemos despojarnos de toda forma de
justicia personal. El alma suele regresar a las viejas
costumbres de definir lo que está mal y lo que debe ser
transformado en nosotros, ignorando por completo
la voluntad de Dios y Su Justicia. En nuestro camino
de despojo de lo viejo, muchas veces el evangelio
transformará cosas que al alma no le parecen malas.
Sencillamente porque la transformación no consiste
en cambiar cosas malas, sino en la expresión perfecta
del amor de Dios al mundo. Por ejemplo, si tenemos una
forma de amar haciendo acepción de personas, quizá
esas actitudes
de amor no nos parezcan negativas o malas, sin
embargo son un tropiezo a la hora de madurar
(Santiago 2).

Es importante que a la hora de recurrir a Dios, no


sea nuestra propia justicia la que determine nuestra
comunión con Él. Despojarnos de todo tipo de
pensamiento preconcebido acerca de lo que debería
ser cambiado en nosotros.

Todo intento por producir cambios basados en


nuestras fuerzas humanas será inefectivo y vano. No
podemos aceptar nuestros propios juicios, condenas
y sentencias acerca de nuestras almas, si en verdad
esperamos ver madurez. Es necesario exponer
nuestras vidas a la luz de la Gracia de Dios. Muchos
usan una forma de aparente humildad, condenándose
a sí mismos por sus acciones. Sin embargo, esa forma
de humildad es en realidad orgullo, porque el hombre
se posiciona en el lugar de juez y deja de lado las
expresiones del evangelio hacia su vida.

Sugerencia: Usted puede leer la carta del apóstol


Pablo a los Romanos, para prestar atención en qué
manera se entiende el pecado desde la perspectiva
del Nuevo Pacto. ¿Cómo era visto el pecado antes
de la cruz? ¿Qué es el pecado según el evangelio? Si
la ley no pudo perfeccionar al hombre, ¿para qué fue
necesaria la ley dada a Moisés?

EL EFECTO DE LA NUEVA VIDA EN EL ALMA


La vida espiritual ES Cristo en nosotros. Es por eso que
la Iglesia ES el cuerpo de Cristo.

La palabra del evangelio es como una semilla de vida


que es plantada en la tierra que es el alma. Esta
alma debe ser atravesada por la vida espiritual para
expresar el fruto del espíritu.

El alma es el pámpano que es injertado en la vid


verdadera y es sometida a una expectativa: el fruto
esperado por el Padre. (Juan 15)

Isaías describe como “vides escogidas” a aquellas


personas especiales y ungidas ue Dios otorgó a Israel,
esperando obtener el fruto de Cristo. Aquella viña fue
desechada por no obtener el fruto esperado. También
Jesús dijo que los pámpanos que no diesen fruto serían
cortados. ¿Qué será cortado? El alma que no expresa
el fruto de la vida espiritual.

¿Cuál es el efecto esperado de un alma que recibe la


vida espiritual? La
transformación y expresión de la vida de Cristo.

Esta dinámica espiritual nos trae palabras


extraordinarias y poderosas:

● Despojarse, Efesios 4:22


● Olvidando, Filipenses 3:13
● Considerar, Romanos 6:11
● Permanecer, Juan 15:4-9
● Añadir, 2 Pedro 1:5
● Revestir, 1 Pedro 5:5, Romanos 13:14, Efesios 4:24,
Colosenses 3:12.

Estas palabras son claves en cuanto a la


transformación del alma.

Algunos pensamientos tomados del libro: En Cristo, En


Su Gracia son:

Esta nueva vida exige una edificación. Nos provoca,


nos estimula al avance y crecimiento en Cristo y es
un estímulo que no se produce en el alma, sino desde
su espíritu. El alma: su mente, corazón, emociones y
proyectos en general, debe identificar esa necesidad
espiritual y someterse a ella. Si eso no se produce,
entonces será presa de otras necesidades y estímulos
extraños a la vida de Dios.

Obedecer a Dios es obedecer al fundamento que está


puesto: Cristo. Es sobreedificar sobre una naturaleza.
Dar a conocer a Cristo es construir en nuestra alma
la imagen de aquel que fue constituido nuestro
fundamento.

Mucha gente quiere conocer a Dios a través de


milagros y prodigios. Pocos son los que intentan
entender cómo Dios quiere darse a conocer. En las
Escrituras vemos claramente la manera en que Dios se
da a conocer en este tiempo: Su Iglesia. Sólo puede ser
expresada a través de personas, cuya edificación en
sus almas y todo lo que administran, responde al diseño
del fundamento: Cristo.

¿Cómo puedo saber si Cristo es mi fundamento? Porque


Él se vuelve la
explicación de sus acciones, palabras, expresiones,
emociones, conocimientos y resultados. Si usted hace
la pregunta: ¿Por qué hice esto? ¿De dónde proviene
esta reacción? ¿Cuál es el origen o la motivación de
esta decisión? Esa es una manera sencilla de saber so‐
bre qué fundamento está edificando su vida. Si la res‐
puesta no es Cristo, entonces no hay que desesperar.
Al final, todo lo que está fuera de Cristo se corrompe y
desaparece. Lo que debemos hacer es pedir
a Dios que nos de la sabiduría y el entendimiento para
ser establecidos en Cristo y poder edificar una vida
que responda a ese fundamento.

EL FUNDAMENTO DE LA VIDA HUMANA


Colosenses 2:6-8 dice: “Por tanto, de la manera que
habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él;
arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en
la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en
acciones de gracias. (8) Mirad que nadie os engañe
por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las
tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos
del mundo, y no según Cristo”.

El sistema de vida humana tiene fundamentos. Las


culturas van mudando
algunos aspectos de esos fundamentos. Vemos
a través de la historia cómo algunas culturas e
imperios lograron ampliar su influencia, gobierno y
persistencia en el tiempo, mejorando las condiciones
de sus fundamentos. Aunque esos fundamentos
cambian y evolucionan, son iguales en los sentidos más
elementales. Producen un balance de bien y de mal, una
combinación, una mezcla en apariencia armoniosa de la
cual el ser humano no puede librarse. El hombre mismo
se sometió a ese sistema y las tinieblas hallan un marco
legal para actuar sobre el hombre gracias al sistema
llamado “mundo”.
Observe de qué manera Pablo exhorta a los
colosenses a permanecer
fundamentados en Cristo y edificando sus vidas en Él.
Caer en el engaño del mundo (el cual también se filtra
muchas veces en los ámbitos eclesiásticos y religio‐
sos), nos lleva a una gran pérdida. ¿Es posible haber
recibido la salvación y aún así edificar nuestra alma
sobre otro fundamento? No sólo es posible, sino que
sucede y aún sucedía en los tiempos del apóstol Pablo.
No es un problema de salvación, sino de ganancia
eterna. No estamos hablando de si una persona se
salva, sino de la esperanza por la cual nos ha sido
dada esa salvación. Su vida y tiempo en la tierra tienen
una oportunidad: sobreedificar una vida que exprese
a Cristo y ser recompensado eternamente por esa
actividad que se produce por la Gracia de Dios.

En este apartado veremos algunos ejemplos de los


aspectos más elementales del fundamento sobre
el cual el hombre edifica su vida separada de Dios.
Todo lo ique no es puesto sobre el fundamento que es
Cristo (la roca eterna), está destinado a perecer (lo
edificado en la arena). No hay otro tipo de fundamento
al que podamos acceder: o edificamos sobre Cristo, o
nos sometemos al sistema del mundo. A esto se refería
Jesús en su parábola:

Mateo 7:24-27 dice: “Cualquiera, pues, que me oye


estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre
prudente, que edificó su casa sobre la roca. (25)
Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos,
y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque
estaba fundada sobre la roca. (26) Pero cualquiera
que me oye estas palabras y no las hace, le compararé
a un hombre insensato, que edificó su casa sobre
la arena; (27) y descendió lluvia, y vinieron ríos, y
soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella
casa; y cayó, y fue grande su ruina”.

Los fundamentos del mundo se basan en filosofías,


huecas sutilezas,
tradiciones, rudimentos, formas, cultura, nacionalismos
y doctrinas de hombres expresadas a través de
humanas naturalezas. Puede usted pedir a Dios
sabiduría y entendimiento acerca de este asunto, y sin
lugar a duda recibirá de Él lo que pide. Los puntos que
vamos a ver a continuación no pretenden agotar este
tema, pero servirán como un ejemplo práctico, con
el objetivo de poner en evidencia de qué manera se
diferencian los fundamentos que son puestos delante
de nosotros. Podremos ver también que el fundamento
del mundo es anti-gracia y por lo tanto anticristo.

EJERCITADOS EN LA GRACIA
Vernos a nosotros mismos según la Gracia de Dios nos
conduce a la madurez. Nos lleva a entender que el
pecado ya no es lo primero y luego la vida, sino que
la fe nos lleva a regresar al estado original para el
cual fuimos creados. La transformación que propone
el evangelio no sucede para mejorar algo malo, sino
para llevar nuestras almas a expresar la perfección
y santidad de la vida espiritual. Es el bautismo en el
Espíritu el que nos permite tener una revelación de
quiénes somos según la Verdad. Ahora es necesario
ejercitarnos en esa verdad, permanecer en ella y
despojarnos diligentemente de todo lo mentiroso
del viejo hombre.

Hay un ejercicio que el apóstol Pablo propone a los


corintios que puede ser muy eficaz para nuestra
madurez:

2 Corintios 5:16 dice: “De manera que nosotros de aquí


en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si
a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos
así”.

¿Qué significa esto? Si entendemos que mucho de lo


que hoy manifestamos (problemas de carácter, pen‐
samientos equivocados, decisiones erradas, pecados,
concupiscencias, etc) es el resultado de la esclavitud
a la que estábamos sometidos, también podemos creer
que la libertad que nos fue otorgada en la Cruz de Cris‐
to, nos permitirá manifestar lo que sí somos. Esto nos
habilita una maravillosa posibilidad de ejercitarnos:
ver a quienes nos rodean según la Gracia de Dios.

El ejercicio consiste en despreciar el conocimiento


que tenemos acerca de las personas y procurar
verlas por medio de la Gracia de Dios. Si podemos
ver a quienes nos rodean más allá de sus historias y
más allá del viejo hombre, entonces sí podremos ser
colaboradores del Señor para conducirlos a la verdad.

Última modificación: 10:57 p. m.

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