No Me Sueltes - Blanca Jimenez

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No me sueltes

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Título: No me sueltes
Autor: Blanca Jiménez
Primera edición: Junio, 2018

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Capítulo 1
La presión de su cuerpo sobre mis costillas estaba comenzando a hacer que la
lucha interna de mis pulmones se volviese mucho más fuerte y sus manos en mi
trasero en un intento por atraerme más hacia sí ya empezaban a resultar incómodo y
para nada excitante. Sus movimientos eran parecidos a los de un animal moribundo y
aunque no quería averiguar cómo eran esos, estaba segura de con estos quedaba
tapada la validez de esa información.

Aún así, mi trabajo estaba en aguantar y eso era lo que hacía ahora.
—Creo que ya… ya…—volteé los ojos ante su murmullo interminable y para
terminar de acabar con su sufrimiento y el mío apreté mis piernas entre las suyas para
hacer fuerza y terminar con su cuerpo debajo del mío en una rápida vuelta.
Su frente estaba sudada y sonreí, sintiendo algo de ternura soltando una risita
interna y me moví de atrás hacia adelante sosteniéndome de su pecho haciendo que
sus ojos se fueran hasta su cabeza. Apretó mi cintura y cuando su boca se abrió pegué
un saltito y un gritito de niña de su parte terminó por hacerme reír. No podía hacer
eso y aunque no pareció importarle me retracté dándole un pequeño beso en la
mejilla.

Recogí mi pelo y agachándome recogí también mi vestido que junto con el


desastre que tenía en su habitación yacía en el piso.

Los primerizos solían ser los más divertidos y los más tiernos y este, como de
costumbre, había sido uno de ellos. Alisé la tela de mi vestido y sintiendo la cama
moverse volteé para sonreírle de medio lado y esperar la misma línea que era la única
que no podía faltar cuando se trataba de estos casos.
Era como un cassette al que le ponías replay una y otra vez.

—Eres el mejor sexo que he tenido—arrugué las cejas y juntando mis brazos la
sonrisa se extendió por toda mi cara.
—Soy el único sexo que has tenido.

—Que tendré, eres la mejor—dijo asintiendo tragando saliva, como si le costara


sacar las palabras.
—Conseguirás otras mujeres pequeño, otras en las que no tengas que gastar la

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mitad de tu salario—reí.

—Vales hasta todo mi salario—afirmó, caminando de rodillas el espacio que


quedaba libre en la cama para levantarse por completo.

El flequillo le caía sobre la frente sudada y sus mejillas regordetas seguían


rosadas. Pasé la mano tomándome el atrevimiento de pellizcar una de ellas y caminé
hasta donde habían quedado mis zapatillas.

—No creo que a tu padre le agrade eso.


—No tiene por qué enterarse

—Tu padre fue el que me llamó—fruncí los labios.

—Yo también puedo llamarte—tocó mi hombro queriendo bajar a mi pecho y


delicadamente se la aparté asintiendo.

—Está bien Daron—dije, insegura de si ese era su nombre, intentando buscar en


mi memoria— llama cuando quieras. Pero no lo olvides, otras mujeres vendrán. Sólo
fui la introducción a ese camino.

—La mejor introducción—sonreí.

—Hasta luego.

—Te veré—asintió quedándose parado desnudo en medio de su habitación


mientras yo abría la puerta para salir.

Un pelito de mi nuca se había soltado y tomé un ganchito de mi bolso de mano


para hacerlo poner en su sitio. Mis zapatillas sonaban contra el piso mientras daba
pasos lentos hacia la puerta que daba a salir completamente cuando una voz me
detuvo.
—Fue rápido—dijo, y volteé para encontrarme con el señor Daniel, padre del
chico.

—Adorable—sonreí.
—Estaba preocupado, veintitrés años sin haber tocado nunca a una mujer y a esa
edad ya yo hasta tenía hijos—vertió lo que parecía ser vino y alzando su vaso negué
con la cabeza el ofrecimiento —llegué a pensar que hasta podía ser gay. Pero te he
escuchado y esos grititos no parecían ser tuyos—soltó una risita y fruncí los labios

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ocultando una—así que al menos descarto algo.

—No le puedo asegurar su orientación sexual, pero no parece que no le guste una
mujer—me encogí de hombros.

—Le gustarías hasta al más marica Vanessa—solté una risita sin abrir los labios y
asentí moviendo la cabeza hacia la puerta.

—Fue un placer, ya tengo que irme—se acercó y poniendo el vaso de vino sobre
la mesa que estaba cerca desocupó su mano para abrirme el mismo la puerta.
—Tal vez te llame, si me siento solo—me dedicó una sonrisa. No una sonrisa
bonita, ni mucho menos tierna, pero con un grado de perversión mucho menos que el
de otros. Daniel hasta lo que había conocido había sido un buen hombre.
—Lo esperaré—se la devolví y al fin salí.

Los vellos de mi brazo se erizaron cuando el frío de afuera hizo estragos y miré
hacia arriba, mi cara arrugándose cuando me encontré con un montón de nubes
negras decorando el cielo. Una gotita cayó en mi nariz y enviando una corriente
eléctrica por todo mi cuerpo debido a lo fría que estaba me apresuré a mirar a todos
los lados cercanos para resguardarme. No podía entrar en la casa de alguien ya
habiendo terminado con lo que tenía que hacer. Entraba con un propósito y volver a
entrar saliéndome de él me parecía algo incorrecto.

Algo incorrecto dentro de lo incorrecto.

Las gotas comenzaron a resultar más con cada segundo que pasaba y moviendo
mis piecitos lo más rápido que pude me hice camino hacia lo que parecía ser un
pequeño local de comida. Adentro también hacía frío pero al menos podía estar
segura de que no terminaría empapada y sucia. Respiré, el aire saliéndome helado y
miré a los lados para estar segura de donde me encontraba.
No había muchas personas, tal vez hasta dos o tres y el ambiente de inmediato me
pareció agradable. Había taburetes al estilo taberna pero los detalles de cuadros y
luces moradas lo hacían parecer mucho más que eso. Algo parecido a una barra daba
entrada antes del espacio para uno sentarse y una pizarra enorme estaba colocada en
la pared con lo que imaginé sería el menú del día o algo así por el estilo.
Una copa con mucha espuma en la parte de arriba estaba dibujada de manera
hasta podría decirse que provocativa y asentí entendiendo por fin de que era. Bajé en

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lo que estaba escrito y algo me hizo detenerme.

— ¿Batido creep? —dije en voz alta riéndome cuando lo leí.


—Lo toma la gente generalmente cuando está triste—escuché detrás de mí y mis
hombros se alzaron en un susto porque alguien me hubiese estado escuchando.

—Es un nombre algo extraño para un batido—dije, frunciendo los labios,


apenándome porque me hubiese oído.

—La gente también es extraña—volteé a verlo y me encontré con dos graciosos


hoyuelos en las mejillas del muchacho que me hablaba. Tenía puestos unos lentes de
sol y arrugué las cejas tomando en cuenta que afuera estaba algo nublado como para
necesitarlos.
—Sí, en realidad—asentí moviendo la cabeza a los lados mirando de nuevo la
pizarra— ¿batido best day? —Volví a reír atreviéndome a mirarlo cuando lo hice—
¿qué clase de nombres son esos?

— ¿Has tenido el mejor día? —preguntó, metiendo las manos en los bolsillos de
su mono.

—He tenido mejores para ser honesta

— ¿Ha sido un mal día? —preguntó volviendo a sonreír.

—No podría llamarlo malo tampoco—arrugué hacia arriba la nariz.


—Entonces ninguno de esos es el apropiado para ti—negó con la cabeza y sonreí,
pareciéndome gracioso—es este—señaló uno que decía “día medio”.

—Por Dios—dije negando con la cabeza riendo.


—Es muy bueno

—El único que tiene nombre en español


—Oh—abrió los labios como si no se hubiese percatado antes de ello—sí, cierto
—sonrió.

— ¿Trabajas aquí? —pregunté, curiosa de aquel muchacho con lentes oscuros.


—No, pero suelo venir a menudo, así que, puedo servirte de ayuda si de saber
algo quieres—se encogió de hombros.

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— ¿Has probado todos? —me referí a los batidos.

—No, los pido de acuerdo al día que esté pasando


— ¿Y ese fue…?
—Día medio, igual que el tuyo

—No lo he pedido aún—sonreí.

Su cabeza giró hacia la barra y haciendo un par de señas que no capté me miró de
nuevo.

—Tú no—los hoyuelos me saludaron de nuevo.

Caminé con él, anonadada, hasta la que daba la impresión de ser una barra y con
ayuda de la madera de debajo del taburete me subí en él.

En mi vida me habían invitado a tomar todo tipo de cosas, me habían ofrecido


cantidades de tragos, bebidas exóticas, pero nunca, en un sitio como este, un batido,
con el nombre menos habitual de todos los que había escuchado.

Una copita de color rosado se me había puesto en frente y miré al muchacho,


como si preguntara con los ojos si de verdad era para mí. Él, sin esfuerzo, me
entendió y asintió varias veces apoyando su cara en su mano.

Su apariencia, o al menos lo que se dejaba ver me parecía conocida y sólo pude


desear que no nos hubiésemos visto de la manera que menos quería. Aunque, si eso
hubiese pasado, estoy segura de que lo menos me hubiese invitado a tomar hubiese
sido un batido.

Jugué con la espuma de arriba moviendo lado a lado la pajilla y escuché una risita
de su parte.
— ¿Nunca habías venido aquí?

—No frecuento estos sitios—negué con la cabeza metiéndome la pajilla en la


boca. Mis dientes dolieron cuando el frío entró por ellos pero no dejé de beber en
cuanto mis papilas gustativas cantaron gloria.
— ¿Y qué sitios frecuentas entonces? —me atraganté un poquito y frunciendo los
labios lo miré.
Se me hacía mejor decir mentiras o negar las cosas mirando a la gente. Tenía

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menos probabilidades de arruinarlos.

—No sitios como este—me limité a decir y el sonrió.


—No es que este sea un lugar muy conocido tampoco, es bonito venir aquí por
eso.

— ¿No le gusta la gente Mr. Mistery?1 —bromeé.


— ¿Mistery? —Preguntó riendo y le señalé en mi cara sus lentes oscuros— oh,
no, es mi trabajo querer a la gente—frunció los labios y asentí, sintiéndome de
acuerdo sin decirlo— pero siempre es bueno algo de paz—se encogió de hombros y
el silenció inundó por un segundo el espacio.

El batido aún estaba frío y con ayuda de mi boca moví la pajilla, mirándolo de
reojo. No sabía hacia donde estaba concentrada su miraba debido a sus lentes así que
me daba algo de miedo que supiera que lo estaba mirando. Su cabello, si era que tenía
cabello, estaba completamente cubierto con un gorrito de lana y el suéter que tenía
puesto no hacía dejar ver ni un centímetro de su piel. Era cierto que en esta época del
año el frío era un poco más común pero me resultaba algo extraño que estuviese tan
cubierto. Debía estarse cocinando adentro, bromeé para mí misma.

— ¿Y tú? —preguntó y mis hombros se alzaron al sonido de su voz de nuevo.

— ¿Yo qué? —me encontré confundida y esperé que no me hubiese estado


diciendo algo sin que le hubiese estado prestado atención. Pero afortunadamente sólo
continuaba la conversación.
— ¿Si te gusta la gente? —sonrió.

1Señor misterio en español.


—También es mi trabajo quererla. Bueno al menos tratarla bien

—Oh, ¿trabajas con atención al cliente o algo así?


Mi garganta se cerró sin dejar paso al trago de batido que iba a lanzarme y por
primera vez en lo que llevaba de tiempo en esto me sentí incómoda en hablarlo. En
otra oportunidad, cualquiera, le hubiese ofrecido de mis servicios. En otra ocasión ya
estaríamos en su cama y ya su dinero estuviese en mi bolso. Pero en esta no fui capaz
de decirle ni siquiera que el tipo de atención al cliente que él estaba pensando no se
acercaba a lo que en realidad era. Me sentí pequeñita ante la indecisión de qué hacer

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hasta que intentando descubrirlo entre la oscuridad que lo envolvía y tragándome lo
que no se había dejado pasar respondí.
—Sí, algo así—mentí y apreté los labios, con ganas de no haber dicho nada.

—Que cool—asintió y una vez más, el silencio hizo de las suyas haciendo de la
situación un poco incómoda.

Abrí mi bolso de mano y sacando de mi monedero dinero lo dejé sobre la mesa


pasándoselo hacia su dirección con el dedo.
Un agarre fuerte en la mano con la que lo había dejado me sorprendió y pude ver
por encima que sus cejas gruesas se habían arrugado.

— ¿Qué es esto?

—El dinero, de la bebida—contesté, como si fuese algo obvio pero sin sonar
arrogante.

—Te la invité—lo tomó sin soltar mi mano y lo colocó de vuelta—no estaba


esperando que me lo pagaras.

—Lo sé, pero estaba muy sabrosa, así que es muestra de agradecimiento—me
excusé. No estaba acostumbrada a que me dieran cosas sin esperar nada a cambio y
me sentía incómoda conmigo misma así que lo menos que quería era que pidiera algo
a cambio esta vez.

— ¿Sueles devolver el dinero de algo que ya te es tuyo porque te gusta? —En


realidad no así que apenada negué con la cabeza— entonces no lo harás ahora—cerró
mi mano con los billetes arrugándose un poco en mi palma y me sonrió.

Una pequeña parte de su cara se dejó ver cuando el movimiento hizo que los
lentes bajaran pero fue muy poco como para poder reconocerlo. Aún así, estaba
segura de que lo había visto en otro lugar.
—Gracias—respondí intentando que la sonrisa saliera fuera de la vergüenza.

— ¿Cuál es tu nombre? —preguntó bajando el agarre de mi mano hacia uno de


mis dedos con delicadeza y me pareció el gesto más tierno que habían hecho conmigo
en años y pude sentir como mis mejillas tomaban cierto color.
Volviendo a la pregunta me encontraba realmente insegura de que nombre dar y
no podía creer que esto estuviera pasándome. Solía ser la persona más firme cuando

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de mentir y más importante aún cuando de mi trabajo, si se le podía decir así, se
trataba. Y aquí estaba, sin poder decir si quiera mi nombre. Tenía mucho tiempo que
no me hacía llamar por mi verdadero nombre, así que para no arriesgarme de que me
reconociera por el otro, por primera vez en mucho tiempo usé el mío, sintiéndose
extraño cuando lo pronuncié.

—Shae—respondí finalmente, mi respiración dándose a ver cuando hablé.

— ¿Shae? —preguntó sonriendo y asentí, sin tener idea del porque su sonrisa.
Temblé ante mi nombre en su boca y el cómo se escuchaba —es un nombre muy
hermoso— Mi dedo seguía entre el suyo y me sentí como una quinceañera en su
primer encuentro amoroso con el chico que tanto había esperado, con la diferencia de
que ni siquiera sabía quién era este muchacho y que había pasado los quince hace
años. Ya me hubiese ido si sabía que no conseguiría nada de lo que me interesaba. No
sé que me había atrapado en el señor misterio pero aún me encontraba allí. Me quedé
viéndolo a la espera de que hiciera algo pero era algo incierto puesto que me era
imposible hasta saber si me miraba esperando lo mismo o sólo estaba allí mirando al
infinito. Tragué saliva, algo inquieta y me soltó de la misma manera, delicadamente.
Mi garganta casi que lloró y se levantó sonriéndome.

—Ya es hora de irme Vanessa, espero verte otra vez.

— ¿Ya? ¿Te vas? —pregunté y me abofeteé mentalmente por lo desesperada que


había sonado.

—Deberías irte tu también, es algo tarde—asintió y como despedida acarició mi


cabello ligeramente sin poner por completo su mano sobre mi cabeza para no ser,
imaginé, atrevido y caminó lentamente hacia la puerta.
Lo vi mientras desaparecía del local, relajado y con las manos en sus bolsillos, sin
rastros de que su cabello o su camisa se moviera, igual que en las películas, debido a
lo cubierto que estaba y mi boca se abrió al recordar un detalle que no había logrado
notar al momento.
—No me dijiste tú…—dije en voz alta esperando que lo escuchara pero la
campana de la puerta sonó más rápido que lo que mi voz salió de mi garganta, esta
vez sí viéndolo desaparecer por completo y mis hombros bajaron decepcionados—
nombre—culminé, para mí misma, teniendo de testigo nada más el silencio que me
acompañó después.

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Capítulo 2

No había notado que mis ojos azules se veían tan grandes con delineador así que
terminé por quitármelo en el baño de la disco. Era cierto que tenía que llamar la
atención pero tampoco buscaba ser la vampira del lugar. Di lo que pareció ser un
arreglo a mi cabello y salí de la tranquilidad y suciedad de lo que ahora era el baño de
mujeres hacia el estruendoso ambiente. Los vellos del brazo se me erizaron cuando
pasé por donde la música era más fuerte e intentando pasar entre la gente me moví
hasta la barra para que mis oídos no sufrieran tanto.

—Vanessa—me saludó el barman cuando me hube acercado y le sonreí.

—Hola Arturo— le devolví el saludo y con ayuda de mis tacones me subí a una
de las sillas.

— ¿Ocupada hoy? —preguntó, mientras le servía un trago a una de las chicas que
estaba sentada cerca también.

—Aún nada, acabo de llegar—dije, señalándole que me sirviera un trago también.

—Siempre vienes aquí, tal vez deberías probar otros lugares—se encogió de
hombros pasándome la copa.

—Aquí todos me conocen, saben quién soy, y los que no saben se enteran de una
u otra forma—la llevé a mi boca y bebí arrugando las cejas cuando quemó mi
garganta—es mucho más fácil el terreno conocido.

—Tal vez—asintió—pero deberías probar—sonreí.


—Lo tomaré en cuenta.

Arturo me guiñó un ojo y se fue al otro lado donde se habían sentado un grupo de
personas para atenderlas. Arturo desde que lo conocía había trabajado aquí y en un
tiempo había sido uno de mis clientes más frecuentes, pero después de tanta
frecuencia y sin querer se había convertido en alguien cercano a un amigo. No, aún
no era mi amigo. Pero al menos ya no me veía como un pedazo de carne así que se
acercaba un poco a ese término. Había dejado de llamarme y de buscarme cuando
dejó de verme de esa manera pero nuestro trato seguía vigente. Incluso hasta muchos
me conocían gracias a él. No había ocurrido eso con nadie, porque para los hombres

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yo era lo que era y nada más, una puta. No se preocupaban por la frecuencia y si me
veían mucho porque mientras sus bolas se sintiesen a gusto era lo único a lo que le
debían dar importancia. Aunque se escuchara tan horrible, era lo mejor porque no me
gustaba tampoco la cercanía con ninguno de los que me hubiese pedido. Era una sola
relación la que mantenía con ellos y era como tenía que ser.

Había tenido de todo tipo, desde los más cariñosos y “románticos”, hasta los más
groseros y bestias. Pero afortunadamente Arturo había sido un caso especial y aunque
no lo esperé ni tampoco lo quería no estaba en descontento con eso. Me gustaba
llegar y no sentirme como un trozo de comida sexual frente a todos. Era algo
reconfortante encontrar una mirada diferente a la de todos.

Mi garganta ardió cuando me lo hube tomado todo y aburrida de que nada se


hubiese presentado esta noche miré hacia el otro lado de la pista donde un chico que
reconocí apenas se dejó ver me miraba fijamente. Una sonrisa abierta se me escapó y
mis cejas se alzaron sorprendidas de verlo otra vez. Había sido uno de los primeros
que había tenido en cuanto empecé con esto y efectivamente él había sido primero
también. Todavía puedo recordar lo nervioso que estaba y lo mucho que sudo esa vez
al punto de empapar las sábanas de su habitación y como había parecido que un
millón de abejas hubiesen hecho estragos en su cara de lo colorado que se había
puesto. Era lo único que no se me había podido olvidar de esa vez y a pesar de que
había cambiado no me fue difícil saber que era él.

Quitó a alguien que impedía su paso para caminar hacia mí y me erguí moviendo
mi cabello hacia mi pecho. Sus hombros estaban anchos y su cara había dejado de
tomar aspecto de niño, sus pómulos dando el reflejo de que ya era un hombre. Había
cambiado sus tenis por zapatos de vestir y su franela de bandas por una camisa de
vestir. Me sentía hasta anciana viendo lo mucho que había crecido desde que lo vi.

Sabía que me había reconocido también en cuanto su mirada no se apartó de la


mía apresurándose a llegar y sus ojos se ensancharon con su sonrisa cuando llegó
hasta donde estaba.
—Vanessa—dijo, soltando un suspiro.

Qué bonito, sí me recordaba.


—Hola—dije, sin poder recordar su nombre. Había hecho mucho con poder
reconocerlo. Mi memoria tampoco era tan buena.

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—Estás… hermosísima. Estás hermosa—repitió, mirándome.

—Has crecido mucho—dije y me sentí mal, al sonar como un familiar al que nos
has visto en mucho tiempo y está feliz de ver que ya no eres un muchachito.

—Algo—sonrió— es… increíble encontrarte de nuevo.

—Siempre estoy aquí, no es tan increíble—reí y sus mejillas tomaron color.

—Estoy seguro que lo hubiese sabido y habría venido a buscarte —negué con la
cabeza y le pedí a Arturo otro trago.

Sabía lo que venía después de esto y lo estaba esperando. No había hecho nada en
toda la noche. Así que me preparé mentalmente para todo lo que tenía decir después
de que los halagos y recuerdos inundaran nuestras bocas hasta que su dinero estuviese
en mi mano.

—Tal vez… las cosas no…—me interrumpió mirando hacia atrás y haciendo un
par de señas me dejó atónita.
—Quería presentarte a alguien— dijo y una chica pequeñita, sólo de estatura se
acercó caminando en un corto vestido rosa. Sus ojos eran algo grandes para su rostro
pero aún así no se le veían mal. Era guapa, dentro de lo que cabía. Su cabello estaba
amarrado en una coleta y no pareció estar muy agradada de verme— siempre me
dijiste que habría otras mujeres después de ti y que sólo eras el principio del camino
—mis ojos se abrieron como platos y me sorprendió que recordara lo que solía
decirle a todos los que eran primeros antes de irme— era verdad, encontré a la mejor
mujer. Pero agradezco que hayas iniciado la búsqueda.

—Yo… yo—estaba realmente anonadada y la mirada de la chica estaba a punto


de fusilarme si tuviese el poder.
Esto tenía que ser una broma. Estaba segura que mis ojos estaban del mismo
tamaño que los de la chica pero no precisamente porque fueran así.

—Intenté buscarte mucho tiempo, buscar mujeres que se parecieran a ti—casi que
sentía como mi cara se derretía y miré hacia atrás buscando a Arturo pero se
encontraba muy lejos— me habías dejado impresionado— “tú también con esto”,
pensé, mientras bajaba mis pies hacia el piso para escapar si era necesario—pero
después me di cuenta de que lo que habías dicho era verdad y que otras vendrían
después— Dios… necesitaba que se callara.

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—Qué… bueno que te haya servido de algo—dije intentando darle una sonrisa
rápida mientras me bajaba con cuidado del taburete. La chica se me puso en frente
impidiéndome el paso y supe de inmediato que no era una buena señal.

—Por eso quería presentártela, es mi prometida. No he dejado de pensar en ti y en


lo mucho que quería agradecerte.

De verdad estaba demente. Volví a mirar hacia atrás y mi corazón soltó un suspiro
cuando vi a Arturo acercarse hacia donde estaba con una expresión confundida.
Modulé que tenía que irme y aunque no pareció entender miró hacia el chico y la
chica de mi frente y asintió.

—Estoy conmovida pero ya tengo que irme—asentí, repitiendo pasando por su


lado y logrando cruzar la barrera en la que ahora estaba gracias a ella.

—No te vayas Vanessa, pasé mucho tiempo buscándote—repitió.

—Y ya me has encontrado, tu prometida es preciosa, de verdad me alegro de que


esas palabras—dije con todo el esfuerzo—te hayan servido de algo, tengo que irme.

—Vanessa, espera—gritó pero me fui caminando lo más rápido que pude hacia el
centro de la pista.

Mi frente sudaba y estaba en shock por lo que acababa de pasar. Yo sólo quería el
dinero de una noche. ¿Cómo podía ser posible que esto me hubiese pasado?

¿Un cliente antiguo que me encuentra y lo que hace es presentarme a su


prometida? ¿En qué grado de demencia debes estar para hacer algo como eso?
Toqué la parte de atrás de mi cuello que también estaba sudada y las luces no me
ayudaban mucho a tratar de devolverme a mi estado natural antes de que eso pasara.
Ya hasta quería irme a casa. Definitivamente desde ahora tendría que dejar de decir
cosas como esas si no quería volver a pasar por esto.

Choqué con varias personas antes de salir y sentí como alguien tocaba mi hombro
antes de que me acercara a la salida. Tenía miedo de voltear no hubiese sido que me
hubiesen seguido y traté de caminar más adelante pero en vez de un toque se volvió
agarre. Esta si me di la vuelta, un poco molesta y mi expresión se suavizó ligeramente
cuando vi al muchacho causante. Su cabello rubio era lo primero que saltaba a relucir
junto con su ropa arreglada.

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— ¿A dónde vas, linda?

—Depende—respondí esperando a que me dijera que quería.


—Me contaron de tus tratos—oh, bueno— ¿eres Vanessa verdad?
—La misma—dije mirando por debajo de su brazo hacia atrás y suspiré al ver que
el chico había desparecido. Mi pecho se tranquilizó un poco y me erguí,
acomodándome en mi propio espacio.

— Soy Alan—estrechó su palma contra la mía— ¿Qué tengo qué hacer para
ganarme una noche contigo? —preguntó, mostrando su dentadura, extremadamente
blanca igual que en un comercial de crema dental. No había quitado el agarre de mi
hombro y volteando los ojos la quité devolviéndola a su cuerpo.
—Primero, no tocar la mercancía antes de comprarla—sonreí—y segundo, no
mucho, sólo sacar tu billetera.

—Eres muy fácil entonces—levantó una ceja.


—De eso se trata—enarqué la misma ceja que él y frunció los labios,
evidentemente atrapado por mi respuesta.

—Bien, ¿qué ofreces?


— ¿Qué ofrezco? —Reí, frunciendo el ceño— ¿nunca has estado con una
prostituta muchacho? —pregunté, algo curiosa por sus preguntas.
—Claro que sí—respondió titubeando y supe de inmediato que mentía.

Era bastante grande y su contextura podía ser hasta aterradora. Era guapo, no de
mis gustos, pero lo era. Sus ojos verdes brillaban con el pasar de las luces y pude
notar a simple vista la cantidad de pecas que se esparcían por su cara. Me parecía
extraño que nunca hubiese estado con una, tenía cara de niño mimado y generalmente
a los niños mimados siempre les consiguen una al pasar la mayoría de edad.

—Claro—dije, soltando un bufido pequeño arreglando mi cabello con la mano —


bueno, soy una prostituta común. Ofrezco lo que todas, sexo. Aunque hoy al parecer
también he servido de casamentera—crucé mis brazos — ¿de casualidad no escondes
ninguna prometida detrás de ti? —bromeé, sabiendo que no me estaba entendiendo ni
un pelo, mitad broma, mitad interés. No quería que me volviera a pasar eso.
— ¿Qué? No—respondió, confundido.

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—Bien, entonces sólo sexo—sonreí, achinando mis ojos.

—Bien—respondió asintiendo y quedándose en silencio por segundos.


Metió las manos en los bolsillos como esperando algo y eché el cuello hacia
adelante dedicándole una mirada de “también espero lo mismo”.

— ¿Qué? —preguntó después del rato cuando sintió mi mirada más fuerte.

— ¿Era sólo un interrogatorio o vas a quererme?


—Oh—reaccionó— sí. Sí voy a quererte—asintió haciendo a sacar la billetera y
lo detuve acercando mi cuerpo hacia el suyo.

— ¿Quieres que sea aquí? —le susurré en el oído sonriendo cuando sentí los
vellos de su cuello erizarse con el calor de mi aliento.

—No, en realidad no. ¿Puedes salir de este lugar?

—Claro que puedo—hice obvio.

—Bien, entonces vámonos—tomó mi antebrazo y me solté haciendo que volteara


con el ceño fruncido.

—No tocar. Se caminar sola

—Como quieras—se encogió de hombros.

Lo seguí hasta la puerta de la salida y el estacionamiento y después de hacer


chillar un coche lo abrió y me indicó con la cabeza que entrara. Mi vestido se levantó
con el aire y lo tomé hacia mis piernas al sentir mi trasero contra el cuero.
Lo vi montarse también y en cuestión de segundos encendió el coche. Me extrañó
que lo encendiera pero suspiré y moví mi cuerpo hasta su asiento, mi boca directo a
su cuello.
Su mano se puso en mi pecho para detenerme y lo miré confundida.

—Aquí tampoco—dijo poniendo la vista en mi escote.


—Oh, bien—asentí lanzándome otra vez a mi asiento.
Hizo rugir el motor y arrancamos.

—Toma lo que quieras de mi billetera—dijo señalando con la barbilla a su


bolsillo.

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Hice viajar mi mano hasta su pantalón y después de juguetearle por encima sonreí
y la tomé.
No solía tomar más de lo que yo pedía por mi cuenta así que sólo tomé lo de
costumbre y él me miró soltando una risita.
— ¿Tan poco?

—No soy exigente—respondí devolviéndosela.

—Toma un poco más, ya es bastante desvalorizado que seas una puta, lo es más si
cobras tan poco.

Boom, maldito.

Tragué saliva ante sus palabras y apretando los puños por tener que quedarme
callada, por puro placer, sin que se diera cuenta le tomé todo lo que tenía junto con su
identificación y la guardé en mi bolso de mano.

Sabía que no podía hacer eso y que me metía en problemas pero al diablo.

Hizo detener el coche y haciéndome señas con la mano de que saliera me abrí yo
misma refunfuñando en silencio.

Mis tacones rechinaron cuando sintieron el concreto y miré a todos lados para ver
si tenía idea de donde estaba pero no, no reconocía nada. Bien, sería un problema
cuando tuviese que irme. Tal vez no estuvo tan mal que le quitara todo.
Lo seguí, intentando caminar derecha por cada vez que mis pies se iban a los
lados y se detuvo en lo que parecía ser un remolque.

— ¿Un remolque? —pregunté, mirándolo. Parecía pero era muy grande para
serlo. O tal vez era un remolque grande.
—Es increíble que todavía no sepas quién soy—hizo sonar una risa chocante y
volteé los ojos.

—No es que quiera saberlo tampoco—dije en voz baja.


— ¿Dijiste algo?

—No—mentí.
Sacó lo que pude notar eran unas llaves y las hizo sonar junto con la pequeñita
cerradura de la puertecilla del remolque. Vi a los lados para ver si encontraba una

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seña que me pudiera servir de referencia y unas letras negras gigantes al otro lado me
llamaron la atención.
— ¿Run…—seguí lo que decía entrecerrando los ojos y al terminar se me
abrieron de golpe—away? ¿Runaway?
Había abierto la puerta y caminé con pasos cortitos hasta ella inquieta por
preguntarle si lo que estaba escrito afuera era lo que yo creía.

— ¿Runaway? ¿La banda Runaway?


— ¿Sorprendida cariño? —de nuevo la risa chocante.

—Lo estaría si hubiese sabido quien eras tú—dije, haciendo que sonara mucho
más chocante que su estúpida risa. Su expresión daba a notar que se había molestado
e hizo que lo siguiera por dentro cerrando la puerta tras de sí.

Para verse como un remolque grande por fuera era bastante chico por dentro. Yo
era de baja estatura y aún así, tenía que agacharme si quería pasar. No me imaginaba
cuanto tenía que sufrir este hombre al caminar por aquí.

¿La banda Runaway? Esto no podía ser cierto. Había seguido a la banda por años,
desde que aún era una adolescente. No era mi banda favorita, pero era una muy
conocida en la ciudad y sus canciones eran preciosas. Al igual que el vocalista
principal, que había sido mi amor platónico de joven, Adam Hymes.

— ¿Cómo hiciste para conseguir un remolque así? No creo que…—puso su mano


sobre mi boca.
—Cállate, nadie puede saber que te metí aquí

— ¿Por qué? —dije de nuevo en voz alta y apretó más su mano.


—Porque no pueden, te irás temprano en la mañana, yo me iré y ya tu no debes
estar aquí, ni debe haber rastros de que viniste—refunfuñó caminando con cuidado
hacia el único espacio donde se veía una luz— ¿entendiste?

— ¿No están aquí?


—No, lo acabo de decir

— ¿Entonces por qué carajos me estás callando?


—Shhhh—chitó— el chofer está aquí, maldición.

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Volteé los ojos y tropecé con unas cuentas cosas debido a la oscuridad
quejándome por lo bajo mientras lo seguía. Llegué hasta la luz y unos cuantos
reconocimientos que estaban pegados a la pared me hicieron detenerme para verlos y
abrí la boca cuando me di cuenta que si eran de Runaway. Hacía tiempo que no
estaba pendiente de ese tipo de cosas pero tampoco había escuchado que viniesen a la
ciudad.

Era triste que ni siquiera fuera a poder verlos de reojo al menos para decir que los
había visto.

— ¿Qué estás haciendo ahí? —escuché a mi lado y vi otra pequeña puerta de


donde salía la voz.

—Sólo veía…

—Ven ya—ordenó y fruncí los labios antes de alejarme viendo de reojo parte de
lo que había en la pared.

Entré con cuidado, aunque no tanto, chocando con el marco de la puerta y sin
haberme acoplado bien ya sus manos estaban sobre mi cuerpo y sus labios sobre mi
cuello.

—Nunca te había visto en Runaway

—No debes seguirla mucho entonces—dijo, su respiración entrecortada.

— ¿Qué eres? ¿El que limpia sus guitarras o algo así? —bromeé, arrepintiéndome
al instante cuando su mano haló mi cabello hacia atrás.
—Tú eres una puta de taberna y no te estoy diciendo nada por eso

—Lo estás haciendo ahora—apreté los dientes tomando su mano.


—Tú empezaste—me soltó— y no, no soy eso—titubeó, mintiendo de nuevo. Tal
vez no hubiese acertado por completo pero algo tenía que ver para que se hubiese
molestado— Ahora cierra la boca y haz que valga lo que pagué.

—Oh sí, valdrá—dije, en ironía mientras ponía de lado mi bolso y mi vestido.

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Capítulo 3

Mi cabello estaba pegado a mi boca y me di cuenta de que estaba babeando. Me


limpié con la mano en cuanto lo noté y arrugué mi nariz. Que asqueroso, pensé
mientras hacía camino a levantarme. Mi cabeza pegó contra lo que creo era madera y
chillé bajito sosteniéndola con mi mano cuando la punzada de dolor apareció.

Pestañeé varias veces antes de recordar donde estaba y cuando un pequeño reflejo
del sol me pegó en la cara me levanté exaltada olvidando que hacía segundos me
había golpeado en la cabeza.

—Joder—me quejé esta vez en voz alta y me tapé la boca cuando escuché voces
afuera.

Toqué las sábanas de la cama donde estaba y recordando todo de golpe mi boca se
abrió. Aún me encontraba en el remolque. Maldición, me había quedado dormida.

Recogí con rapidez mis tacones del piso y con la misma rapidez me los coloqué.
Sólo tenía milagrosamente mi panty puesta y me apresuré a meterme en el vestido
que estaba terriblemente arrugado sobre el colchón.

— ¿Alan? —Susurré esperando que estuviese en alguna parte— ¿Alan estás aquí?

Pero no me respondió más que el vacío a mí alrededor. Maldito, ni siquiera pudo


despertarme antes de irse.

Nunca hacía esto, nunca me quedaba dormida ni mucho menos recogía mis cosas
de la manera en la que lo estaba haciendo ahora. Maldición, nunca me quedaba
dormida. Además era increíble que recordara su nombre. Ni siquiera recordaba cómo
había sido la noche con él. Tal vez con la cabeza fría lo recordara, pero estaba segura
que debió haber sido horrenda, al igual que su actitud.
Había un pequeño espejo en la habitación y me miré un poco, asqueada de mi
apariencia. Mis labios estaban hinchados y mi cara era total de una recién despierta.
Casi que podía decirse que había dormido una vida entera.
Froté mis manos contra mi cara intentando que tomara un aspecto menos
vergonzoso pero solo logré ponerme roja como un tomate. Recogí mi cabello
alborotado en una coleta y tomando mi bolso me acerqué a la puerta para ver si

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escuchaba algo y un montón de voces afuera hablando me hicieron chitar.

Al menos si salía de aquí tendría una historia que contar. “Estuve en el remolque
de los Runaway? “Oh wau ¿Los conociste? “Oh no, sólo estuve en su remolque” Y
así culminaría, patéticamente al igual que mi estado en este momento.
—Todas las cosas están tiradas, Alan es un desordenado—escuché de una voz
masculina, esta vez más cerca de lo que ya había escuchado.

Los pasos me alertaron y me tiré debajo de la cama cuando sentí la cerradura de


la puertita moverse. El polvo se incrustó en mi nariz y mis ojos y aguanté las ganas
de estornudar con todas las fuerzas que tenía.

—Y ya se fue, ni siquiera ayudó a algo antes de irse, siempre es lo mismo—


dijeron a manera de queja y la voz me resultó conocida. Pero no como la voz que
había escuchado en las canciones, una voz mucho más cercana.

Vi por el huequito de la parte de abajo como varios pies se acercaban moviéndose


y luego como se alejaban de la misma forma haciendo sonar la puerta. Respiré
profundo haciendo soltar el estornudo que había estado aguantando y pegué mi
mejilla contra el piso para poder salir arrastrada.

Bien, ahora tendría que pensar en un plan para irme. Lo menos que quería quedar
era como la fan loca que se mete sin permiso. Ya sería en otra oportunidad que los
conociera.
Sacudí mi vestido que se había ensuciado por completo y con mi cuello dando
golpecitos de mil pulsaciones por segundo hice sonar la cerradura para asomarme.
Las voces seguían, esta vez sí alejadas y aferrándome a mi bolso salí quedándome
entre el espacio de los reconocimientos y la puerta estirando mi cuello para ver si
había alguien.
Conté con cuidado y por lo que pude ver cuatro hombres se encontraban cerca de
la entrada y dos de ellos se movieron hasta lo que imaginé era la parte de adelante del
remolque y me apreté más contra la pared para que no se pudiera ver mi sombra. Los
pasos de la entrada se dispersaron y me asomé de nuevo cantando victoria cuando vi
el espacio vacío. No había visto la cara de ninguno y ni siquiera estaba segura de que
fuera Runaway pero tampoco podía darme ese lujo con la situación en la que me
encontraba ahora.

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Mis tacones sonaron contra el piso y maldije en voz baja mientras me acercaba
con rapidez a la puerta. Solté un suspiro cuando me hube acercado cada vez más y
sonreí de felicidad al tocar por fin con mis dedos la manilla de la puerta de la salida.
Tendría que salir lo más rápido que pudiera y luego lo de irme a mi casa sería otro
plan.

La abrí con cuidado y en cuestión de segundos una ráfaga de viento me haló hacia
afuera y no pude evitar gritar cuando mis brazos se debilitaron al intentar agarrarme
del marco de la puerta. Vi mi vida pasar en los mismos segundos en él la ráfaga había
decidido atraerme hacia sí y las lágrimas se salieron al apretar tan fuerte todo gesto en
mi cara y todo músculo en mi cuerpo. La coleta de mi cabello había desaparecido y
cuando logré abrir los ojos me di cuenta de que el remolque estaba en movimiento. El
miedo me atrapó al igual que mi cabello a mi cara y grité cuando sentí que no podía
sostenerme por la fuerza con la que el viento me halaba. Mis brazos se pusieron
tensos y rogué por todo que no se fueran a soltar. Mis dedos se aferraban débiles a mi
bolso de mano apretado entre mi palma y el marco y chillé por dentro cuando creí
que me caería. Mis tacones estaban a punto de romperse y me resigné sabiendo que a
esta velocidad si caía era imposible que sobreviviera.

Unas manos fuertes me tomaron por detrás y el viento cesó cuando la puerta fue
cerrada y mi cuerpo se fue hacia atrás, ligero como una pluma.

Mi pecho se movía desenfrenadamente de atrás a adelante y mi mirada estaba


nublada. No era sencillo creer que morirías y después quedar en que no. Mi cabeza y
mi cuello dolían por el esfuerzo que había hecho en tratar de no caer y mis oídos aún
no recibían ningún tipo de señal de estar escuchando algo.

Mi mirada se nubló más de lo que creía y al llevar mi mano hacia mi cabeza todo
se volvió negro.

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Capítulo 4

Mis ojos se fueron hacia arriba varias veces cuando los intenté abrir y mi espalda
dolía indescriptiblemente al moverme hacia adelante para levantarme.
—Está despertando, tráele agua—logré escuchar lejanamente y mis vellos se
erizaron cuando sentí tacto en mi brazo.
Lamí mis labios, quienes estaban deshidratados y agradecí que quien sea que
fuera hubiese pedido agua para mí. Hice soltar un quejido desde mi garganta y
despegué mis ojos repetidas veces hasta que se encontraron completamente abiertos.

Tomé una respiración larga, moviendo mis piernas para ver si podía moverme y
aunque dolió como el demonio lo hice.

Fruncí el ceño cuando las punzadas de dolor empezaron a aparecer una por una y
al ver que me traían el vaso de agua no dudé en tomarlo. Corrió por mi garganta y
mis labios cantaron gloria y suspiré cuando me lo hube acabado.

Ahora que había despertado me tocaba reaccionar.

El muchacho que me había traído el agua se agachó para quedar a la altura en la


que estaba y mis ojos se abrieron más de lo normal. No habría podido no reconocerlo.

— ¿Estás bien? —preguntó y entrecerró los ojos para mirarme bien.

Ryan, el que conocía como el bajista de Runaway esperó mi respuesta y yo me


encontraba atónita.
— ¿Despertó? ¿Está bien? —preguntó otra voz y volteé sólo ara hacer que mi
cabeza explotara un poco más. Ese tatuaje en el rostro era inconfundible. Daniel, el
guitarrista se acercó también a mí y se agachó al igual que Ryan.
No quería ver mi expresión ahora. Estaba segura de que lucía estúpida sin poder
decir ni una palabra frente a ellos y más cuando Michael se acercó.

—Hola preciosura, pensé que estarías dormida todo el camino—guardó las


baquetas que tenía en sus manos en los bolsillos traseros de su pantalón y me dio una
sonrisa despierta hormonas. Casi que podía imaginármelos en la pantalla del televisor
de mi casa y a mí gritando cada vez que aparecían. Si tuviese que contarlo me daría

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mucha vergüenza. Era increíble verlos de cerca y descubrir que eran exactamente
iguales. Y hasta mucho mejor. Pero más vergüenza me daba el no poder decir nada.
¿Qué se suponía que dijera?

—Yo…—hizo a salir una oración pero como era de esperarse nada más salió.

— ¿Quieres más agua? —no tenía idea de por qué se había hecho un tatuaje en el
rostro de unas alas en sus mejillas a mitad de su carrera pero no se le veían nada mal.
Aún así estoy segura de que nunca me atrevería a hacerme uno allí.
—No… No, gracias—solté por fin y él sonrió.

— ¿Dónde está Adam? —preguntó Michael viendo hacia la parte de adelante del
remolque y mi corazón se apretó.

Adam había sido mi amor platónico desde que lo recordaba y podía estar cerca de
jurar que si lo veía las palabras se quedarían mucho más apretadas dentro de mi boca.
La mano donde había tenido el vaso de agua la llevé a mi cabeza y mis mejillas se
pusieron coloradas al sentir el desastre que tenía en la cabeza.

La ráfaga de viento se había llevado más que mis ganas de vivir.

—No ha dejado de dormir desde que llegó, no creo que la haya visto—mordí mis
labios, nerviosa de encontrarme allí.

Espera… Michael había dicho algo de… ¿camino?


—Yo… ¿Dónde estamos? —salió y me avergoncé de lo fina que se había
escuchado mi voz.

— ¿Tienes idea de quienes somos, linda? —un escalofrío me recorrió el cuerpo al


escuchar el apodo justo como Alan me lo había dicho pero aún así hice el intento de
responder.
—Sí… claro. Yo…—cállate—sí.

—No despertaste en medio día, intentamos hacerlo pero estabas completamente


desmayada—soltó una risita pequeña— teníamos que seguir de camino. No hemos
hecho parada desde que salimos y no haremos parada hasta que lleguemos, o al
menos eso dijo el chofer.

— ¿Qué? —Pregunté atónita— ¿están de gira?

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—Algo así, es sólo un pequeño recorrido, no una gira.

— ¿Pero volverán, verdad?


—En unos días, sí
Mi boca se abrió, esta vez sí reaccionando por completo a lo que estaba pasando y
Michael arrugó las cejas.

—Cualquier fan estaría emocionada, no te ves muy feliz de ello


— ¡No! No soy una fan —vi la mirada de todos puesta sobre mí cuando grité y
me retracté muerta de la pena— es decir sí, pero no una de esas locas—negué varias
veces con la cabeza.

—Estabas metida en nuestro remolque—rió Ryan y mordí mis labios. No podía


decirle porque en realidad estaba aquí. No porque Alan me importara, sabía que me
botarían si sabía porque había estado aquí. No les importaría hacer parada.

—Lo sé, pero yo no…

— ¿Por qué se escucha tanto alboroto? —se oyó una quinta voz, y casi como una
alarma que activas sin esfuerzo el vello de mi cuello se erizó.

Alisé el vestido en la parte de mis piernas mucho más nerviosa de lo que estaba y
lo sentí acercarse.

Los hombres eran mi especialidad. No podía sentirme nerviosa frente ni ante


ellos, pero por alguna razón mis pies no dejaban de moverse de arriba abajo en
inquietud con ellos.

—Teníamos una bella durmiente en el remolque


—Princesa del peligro diría yo—debatió Daniel bromeando mientras se levantaba
y yo me negué a voltear cerrando los ojos, queriendo que sólo me tragara la tierra y
me escupiera en otro lado.

— ¿Hay una chica en el remolque? ¿Por qué hay una chica en el remolque? —
preguntó más inquieto de lo que estaba yo, pero sonando un poco molesto.
—Calma hombre, déjala reaccionar al menos

— ¿Qué rayos hicieron para meter una chica en el remolque? — mi pecho se


apretó a punto de morir de la vergüenza que me provocaba y me levanté de una vez

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decidida a pedir disculpas.

Mi cabello pareció acoplarse un poco cuando hube dejado el asiento y suspirando


me arriesgué a voltear.

Todos estaban juntos cerca de Adam y mis pestañas revolotearon al verlo como si
fuese la primera vez que lo veía. Técnicamente lo era, pero me pareció nunca haber
visto a alguien como él. Su peculiar cabello negro azabache combinaba a la
perfección con sus ojos negros y deseé perderme en ellos por una vez. Sus cejas
estaban arrugadas y su expresión confundida y mi boca se abrió en un suspiro cuando
creí haber encontrado a un ángel.

Él en cambio, pareció haber visto a un fantasma.

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Capítulo 5
Adam

Estaba seguro de que estaba babeando. Y si no, estaba muy cerca. Sentí como mi
garganta se secaba y mi ceño se frunció al verla parada con sus manos juntas y las
mejillas pecosas coloreadas de rosado. El vestido se le había subido hasta más arriba
de sus perfectos muslos y el escote en su pecho estaba a punto de dejarme ver el cielo
completo. Tenía la impresión de haber criado pájaros en su cabello pero aún así se
veía hermosa.
Sus ojos revolotearon al verme y los míos la imitaron en seguida. No habría
podido olvidar aquellos ojos azules así lo hubiese querido.

Se veía muy diferente a como la había visto ese día, un poco más atrevida y con
el maquillaje algo corrido pero no fue impedimento para que mi pecho y mi
entrepierna revolotearan también.

Pero saliendo del paraíso en el que me había sumido…


¿Qué carajos hacía ella aquí?

—Yo… de verdad lo siento—habló y mi pulso pareció haber estado tocando rock


and roll. Su nariz había comenzado a tomar el mismo color que sus mejillas y supe de
inmediato que no me reconocía. Habría sido casi imposible reconocerme con lo
cubierto que había estado ese día.
Esa era la idea.

No se veía relajada con mi presencia pero estaba seguro de que de haberme


reconocido lo sabría.
—No le hagas caso a Adam, suele tener la menstruación cada vez que estamos de
gira—murmuró Ryan, el mayor de todos nosotros mientras se echaba en el mueble.
Generalmente un cara dura, excepto cuando se trataba de una mujer. Solía ser muy
cuidadoso, sólo así. Tal vez por eso tenía la misma novia desde que empezamos
nuestra banda.
8 años viendo la misma cara y enamorado de la misma cara. ¿Era eso posible?

—No estamos de gira—refunfuñó Michael.

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—Da igual.

Shae seguía moviendo sus pies repetidamente contra el piso y sus manos seguían
juntas escondiendo una sonrisa por las bromas de los chicos. Yo seguía sin captar que
podía hacer ella en nuestro remolque y de inmediato mi cabeza pareció explotar
cuando me imaginé lo peor.

— ¿Quién de ustedes la trajo? —pregunté dando un paso adelante y sus hombros


se alzaron, asustada cuando me acerqué demasiado, igual que el día de los batidos.

—Ya estaba aquí cuando entramos, intentó salir antes de que siquiera pudiéramos
notarlo.

—Con el remolque en movimiento—hizo a resaltar Ryan, quien parecía muy


divertido con la situación. Mis ojos casi se salen de mis órbitas y por impulso la tomé
del brazo.

— ¿De verdad? ¿Estás loca? —sus cejas se alzaron sorprendida ante mi


atrevimiento y la solté, avergonzado de su expresión.

—No lo sabía, no lo hubiese hecho si lo hubiese sabido, no estoy loca—dijo, sus


últimas palabras sonando como un refunfuño. Mordió sus labios y mi entrepierna se
agitó, contenta con ese movimiento.

— ¿Cómo lograste entrar aquí? —pregunté desviando la atención de lo que


acababa de pasar tratando de que mi cuerpo no enviara señales que no debía.

Vi pasar un trago fuerte en su garganta y Ryan se puso en medio de nosotros.


—La estás molestando Adam, déjala. No importa como haya entrado, lo único
importante después será como saldrá y falta mucho para eso.

—No… está bien, tiene derecho a molestarse, es su remolque, yo una intrusa. No


debe ser agradable encontrar a alguien que no pertenece en tu espacio. —ladeó su
boca y mi pecho se apretó al hacerla sentir así.
—Ryan ya lo dijo linda, en tiempo de camino su menstruación comienza—rió
Michael pasando el brazo por su cintura y atrayéndola hacia su cuerpo—siéntate,
debes estar adolorida aún, sostenerse a la velocidad que esto iba no es fácil.

—No, no lo fue, de verdad creí que moriría—rió ella, sus dientes perfectos
saliendo a relucir.

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La mano de Michael se apretó con algo más de fuerza en la cintura de Shae y mi
mandíbula se apretó al igual que mis puños queriendo hacerla desaparecer de volada
de su cuerpo.

—Deja que se siente—dije mirándolos a los dos mientras se inclinaban.


—Está sentada—murmuró arrugando sus cejas.

—Sola—ordené y la boca de Michael se ladeó— ven conmigo.

—Oh vamos Adam, estás algo insoportable, esa siesta no te cayó bi…—lo
interrumpí.

—Ven conmigo—volví a decir, esta vez más fuerte.

La barbilla de Michael se tensó, como cada vez que no estaba de acuerdo o


molesto con algo pero aún así se levantó a regañadientes caminando hacia donde yo
me había movido.

Michael a pesar de ser el menor de nosotros y el último en entrar a la banda se


había convertido en alguien importante y no dejaba de verlo como otro hermano
menor. Solía ser un pillo difícil de controlar al entrar por su alto ego y carácter de
mierda porque teníamos el hábito de chocar entre nosotros pero el tiempo había
sabido hacer lo suyo.

Aún así, iba a partirle la cara si seguía tocándola. Sabía muy bien lo que quería.

— ¿Tu verga no tiene consideración o algo así?


—La tuya tampoco Adam, no te hagas el monje—arrugué la boca.

—Por eso no se preocupan en que haya entrado, todos son unos asquerosos de
mierda. Están pensando lo mismo—me sentí osado por incluir a Ryan entre todos
porque sabía que él no lo hacía pero las palabras salieron sin ponerse a contar.
—Lo mismo que tú—se quejó.

—Escúchame Michael, ni se te ocurra volverla a tocar, ni una sola vez, ni otra


vez.
— ¿Por qué? —Soltó un bufido— ¿La conoces?

—S… No—negué rápido.


— ¿Sí y no? —frunció el ceño—si es porque la acabas de ver y tu verga cantó

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gloria, tranquilo, creo que a todos nos pasó lo mismo—soltó una risa y lo tomé por el
cuello de la camisa.
—Ya te lo dije Mike, ni una ni otra vez. Más vale que a Daniel y a ti les quede
claro—esta vez no generalicé y al soltarlo su respiración había subido.
Mike me ganaría en una pelea fácil, era mucho más grande de contextura y más
fuerte. Pero todos sabían que ser intimidante y ser rápido era mejor que parecer una
mole y por eso cada quien tomaba su lugar.

Caminé hasta donde aún estaba ella y me senté a su lado, su expresión cambiando
cuando me vio.

— ¿Te asusta Adam? —Daniel rió mirándome jugueteando con el piercing en su


oreja y le alcé una ceja.

—No… no—rió quietamente—sólo es…

— ¿Intimidante? —Le pregunté yo mismo y ella asintió, callada— Lo sé.


—Haremos una parada en un minuto, compraremos algo de comer—comentó
Ryan mientras sostenía el teléfono para hacer una llamada.

—Joder ya era hora, me estoy muriendo de hambre.


La cara de Michael aún era un trasero andante y obvió la declaración como si no
le importara.
Shae tomó su bolso de mano recogiendo lo que imaginé se le había caído y
sonriendo cuando encontró su coleta en el piso, hizo un pequeño chillido que me hizo
reír y se la puso en el cabello.

—Bien, parecía haber peleado con un montón de buitres—se quejó mientras le


hacía dos nudos.
—Declaración fuerte —dije, sintiéndome un poco más calmado de que ninguno
estuviese invadiendo su espacio.
Excepto yo, que me encontraba sentado a su lado. Pero vamos… era yo.
— ¿Qué? —parpadeó.

—Chiste local, olvídalo—sonreí y sus ojos brillaron.


Bajó la mirada sonriendo también y me pareció la cosa más dulce que había visto.

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Por segunda vez.

No sabía que me había llevado a acercarme a ella esa vez que la vi, entrando a
tientas al local temblando por el frío. Había sido un idiota, había podido ofrecerle mi
chaqueta pero no quería que me reconociera. No quería que nadie me reconociera.
Quería poder hablar con alguien que no estuviese esperando tomarse una foto para la
posteridad después. Ese día no quería ser Adam el de Runaway, en ese lugar me
gustaba ser sólo Adam.
Así que la vi, allí tiritando mirando a todos lados, perdida, su cabello mojado
recogido en una coleta justo como ahora. Sus piernas danzaban al caminar como si
supieran lo hermosas que se veían en ese vestido floreado y su cara pálida salpicada
con pecas hizo que mis ojos brillaran y mi pulso se acelerara. Era hermosa, estaba
claro, cualquiera podría saberlo con sólo mirarla, pero lo que había causado en mi
mente me había hecho explotar.

No tenía esa sensación desde hacía mucho tiempo y la belleza que irradiaba me
había capturado. Me encontraba caminando hacia ella cuando ya pude darme cuenta.

Justo como mi imaginación se había encargado de hacer travesuras en mi mente,


su voz parecía la de un ángel. No es que supiese como sonaba, pero estaba seguro de
que Dios, si en alguna parte estaba, la había galardonado con eso.

No había cambiado mi opinión y tampoco la sensación. De hecho, me sentí como


un pillo al verla de nuevo y sentir como mi corazón quería salírseme del pecho para
tocarla. Pero el que estuviera aquí me dejaba cierta confusión y me estaba matando la
mente.
—Adam. Adam. Joder, Adam—sentí un golpe en mi hombro y volteé, mi cabeza
volviendo a su sitio. Daniel jugueteaba con el piercing en su oreja, manía
incontrolable y movió su cuello como indicándome algo —el chofer nos esperará tres
horas hasta que terminemos de comer. Mueve tu trasero.

— ¿Tres horas? —arrugué las cejas.


— ¿No puedes comer en tres horas? —preguntó Shae, sorprendida.

—Puedo comer en veinte minutos, Brey—el chófer— siempre hace eso cuando
tiene algo que hacer—ladeé la boca y ella asintió mirando como todos los chicos
salían en alboroto, sin prestarnos la mínima atención. O al menos eso era lo que

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parecía — ¿no vendrás?

— ¿Yo? —Arrugó las cejas— no, no, estoy bien. Ya es bastante grosero de por sí
que esté aquí.

—Debes tener hambre.

—Claro que no—rió bajito y un gruñido directo desde su estómago la delató por
completo haciendo que nos fundiéramos en risas mutuas.

—Siento haberme comportado así, no esperaba que una chica estuviera en nuestro
remolque—no esperaba que tú estuvieses en nuestro remolque, dije en mi mente
siendo lo que en realidad quería decir. Su boca subió en un gesto gracioso hasta su
nariz y asintió.
—Lo entiendo, yo tampoco lo esperaba—confesó y mi curiosidad despertó en
popa.

—Estamos solos ahora, puedes decirme cómo llegaste aquí. Sé porque a los
chicos no le interesa, pero en realidad es algo muy extraño—sus ojos se abrieron
como platos y por su postura de inmediato supe que se sentía incómoda.

—Yo…—empezó, juntando sus pies.

—No estás obligada a decirme, no te sientas de esa manera, pero sería muy bueno
saber—moví mis hombros hacia adelante para demostrarle serenidad y los suyos
bajaron sintiéndose un poco más tranquila.
—Yo no… yo—mordió sus labios y mi respiración se contrajo, yéndose cuando
un sonido cerca de nosotros nos alertó.

—Pediremos la comida, ¿saldrán? —preguntó Michael alzando una ceja en mi


dirección. Sabía que lo había hecho a propósito y volteé los ojos levantándome.
—Sí, ya iremos. ¿Vendrás entonces? —le sonreí y ella me devolvió la sonrisa
asintiéndole a los dos.

Shae me siguió, veloz como un cachorrito y bajamos cerrando la puerta tras de


nosotros.
—No tardaré en buscarlos, ya les dejé todo listo antes, ya he venido a este lugar—
dijo Brey con voz fuerte para que lo escuchara, y me acerqué a la ventana.

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—Gracias Brey, si recuerdas que falta algo, no dudes en traerlo, ten cuidado.

—Así será—hizo un guiño mientras movía el volante y me alejé para caminar en


dirección a la entrada.

Como supuse por lo lleno del estacionamiento, probablemente era mejor que
todos los lugares de los que nos habíamos detenido en el camino. Con todas las
dieciocho ruedas estacionadas a lo largo del estacionamiento con el brillante cromado
de algunas motocicletas en la delantera, eso también tenía un aire de mala muerte. La
mayoría de las veces, los lugares de mierda estaban en nuestra lista porque no
tendríamos necesariamente que ser reconocidos. Éramos una buena banda, y aunque
no del gusto de todo el mundo, siempre había uno que otro que nos había visto en
cualquier lado. Un concierto, un programa de tv, una pancarta. Había mucho que
apreciar en la posibilidad de cenar en paz sin fanáticos empujando objetos en frente
de ti para firmar o estampándote una fotografía.

No era cuestión de ser presumido o de ser arisco, solía ser muy amable con todos
los que se acercaban a mí así estuviese ocupado. Pero extrañaba estar y comer en
casa. No había nada mejor que estar con mi familia y en mi lugar, nada mejor que la
tranquilidad del hogar.

La banda era genial, ser reconocidos era genial, salir en programas de tv era
genial. Los chicos eran más que geniales. Pero había algo que faltaba entre todo ese
mundo de fotografías, peinados, álbumes nuevos y no sabía que era. Pero estaba
seguro de que lo necesitaba.

Brey se había asegurado de escogernos los mejores asientos, que en mi idioma


eran los más alejados y nos pusieron en una habitación lateral con un escenario algo
anticuado que parecía un karaoke. Me sorprendí al ver un DJ organizando la música.
— ¿Es un karaoke? —preguntó Daniel soltando una risita, su ceño fruncido
mientras se acomodaba en su silla y todos lo imitábamos.

—Al parecer sí, nos persiguen—dijo Michael sin quitar la mirada de el espacio
entre Shae y yo.
Habíamos quedado sentados los chicos en la sillas de en frente y Shae y yo en las
del otro lado por ser los últimos. Mike parecía molesto, pero lo ignoré,
acomodándome en el asiento.

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— ¿Van a muchos lugares con Karaoke? —Shae parecía divertida y le asentí.

—Los lugares de mala muerte generalmente los tienen, es diversión segura.


Siempre es gracioso ver a un borracho despechado luchando contra el micrófono
cantando cualquier canción que vaya de acuerdo a su situación sentimental.
—He conocido muchos de ellos—rió pero no le duró mucho. Su risa se trancó y
se retractó en silencio.

No había nadie en la tarima pero aún así las canciones daban un ambiente
relativamente placentero. El ritmo era suave y salí por un momento del estilo pesado
que tocábamos nosotros. Lo suave no se nos daba pero no significaba que no lo
disfrutara.

Aún así daba igual, teniendo en cuenta el escándalo y lo ruidosos que podían, me
incluyo, llegar a ser. Era inútil que nos escogieran los puestos más alejados cuando
nuestras voces y chistes se escuchaban hasta la entrada. Si de no reconocernos se
trataba, en eso fallábamos.

Una camarera se acercó a nuestra mesa, usando una falda diminuta y un escote
que no dejaba absolutamente nada en la imaginación. Los chicos, a excepción de
Ryan, revolotearon en las sillas al verla acercarse y Shae sonrió al mirar sus
expresiones.

—Los hombres son tan básicos—murmuró, sin esperar a que la escuchara. Pero a
diferencia de los chicos, mi atención no estaba puesta en la camarera.
— ¿Básicos? —bufé y se sorprendió pero sin negarlo esta vez.

—Siento si te ofende, pero es la verdad—se encogió de hombros pareciendo


segura. El nerviosismo se había ido.
— ¿A qué te refieres con básicos?

—Sólo basta un escote y un poco de piel descubierta para que posen su atención
en ti. No importa si ella no te gusta o en qué situación estén, un escote siempre
captará la atención que quieres de ellos—habló, mirando a la camarera de reojo—
saben que nosotras lo sabemos, pero aún así no dejan de darlo a demostrar. Son
básicos.

—Entiendo tu punto—afirmé, siendo sincero—pero no todos los hombres son de

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ese tipo.

—Los más básicos son los que dicen eso—dijo, volteando a verme y mi boca se
abrió, causando en ella una pícara sonrisa.

—No soy un hombre básico—negué firmemente y su sonrisa no desapareció de


su rostro.

—Crees que no, pero lo eres

—No lo soy—refunfuñé y sus manos se fueron hasta su vestido dándole un


pequeño jalón a la parte de adelante donde una pequeña pero lamentablemente no
detallada vista al paraíso dio paso a que mi garganta tragara saliva y revoloteara en la
silla al igual que los chicos.
— ¿Ves? Si lo eres—se encogió de hombros calmada pero juguetona, divertida
con la situación y mi boca aún estaba abierta, mi verga recordándome que existía
moviéndose en mis pantalones.

— ¿Qué pedirás tú, guapo? —escuché de una voz chillona a mi lado y la realidad
pareció volver a su rumbo.

Desvié la mirada de Shae, aún atónito por lo que acababa de pasar y pestañeé
varias veces antes de mirar a la camarera. Su cabello era corto, casi como el de un
chico y tenía un piercing en el ombligo. Su camisa era mucho más apretada y corta de
lo que la había visto de reojo y su falda parecía estar sufriendo entre sus muslos por
lo arrugada y apretada que estaba.

—Puedo darte una recomendación si no sabes—dijo, moviendo su cuerpo hasta


más cerca de mi silla. No había notado si había hecho lo mismo con los chicos pero
parecía bastante cómoda invadiendo mi espacio personal.
—No, yo… está bien—respondí, forzando una sonrisa, intentando salirme de la
escena en la que estaba pensando— pediré dos hamburguesas.

— ¿Nada más? —su ceja se alzó, su boca haciendo un gesto extraño cuando miró
a Shae, quien se había recostado a la silla, su brazo chocando contra el mío.
—Una Coca cola está bien.

—Perfecto, lo traeré en un momento—metió el bolígrafo entre sus dientes y


acomodó la libreta haciendo que su pecho pareciera a punto de explotar e hizo a

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caminar.

—Espera, no has tomado la orden de…—el recuerdo de que Shae no sabía que yo
tenía conocimiento de su nombre apareció fugaz y de la misma manera lo corregí—
no le has tomado la orden—la señalé.
La camarera que si su etiqueta en lo que se hacía llamar su uniforme no mentía,
tenía por nombre Mandy, hizo una sonrisa arrogante y pestañeó sin siquiera prestarle
atención suspirando.

—Yo no… ordenaré—dijo Shae mirándome, avergonzada de que lo hubiese


dicho.

—Claro que ordenarás, estás muriéndote de hambre


—No exageres—volteó los ojos.

—Oh, sí, ella estaba aquí—dijo la camarera expulsando de su boca lo que creo
que fue una risa, cortando la conversación mirándola de arriba abajo y después
dirigiendo su vista hacia mí preguntó— ¿Qué ordenará?

Los oídos de Shae parecían estar expulsando vapor y sus pies se apretaron la parte
de debajo de la silla.

—Puedes preguntarme a mí, tal vez. Soy yo la que ordenaré—dijo con la misma
arrogancia soltándole una sonrisa hipócrita.

Vi a Ryan hacer un “uh-uh-uh” con su boca y se me escapó una risita al oír cómo
le había respondido.
—Bien—apretó los dientes Mandy y sacó la libreta de nuevo.

—Pediré lo mismo que él, no necesitas anotar nada—dijo mirándola


detenidamente, imaginé que para hacerla sentir incómoda.
— ¿Pedirás eso? —me sobresalté.

—Sí, ¿por qué? —preguntó apenada.


— ¿Podrás con todo eso?

—Ya la época de las chicas delicadas que no comen pasó—rió— bueno, al menos
yo la pasé—confesó.
No la había escuchado hablar tanto y mucho menos con la actitud que había

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tomado hace rato. Era gratificante el escuchar tanto su voz y que su nerviosismo y
vergüenza no me lo permitiera hacía que mis hormonas explotaran.
A parte de que el hecho de que me mostrara parte de sus tetas para mostrar un
punto era algo que definitivamente no me esperaba, escucharla a menudo me gustaba
más.

—Siento interrumpir su animada conversación, pero necesito saber si sólo esto es


lo que ordenarán—chilló la camarera, haciendo que mis oídos lloraran cuando su voz
se volvió más aguda.

— ¿Ustedes ordenaron ya? —Le pregunté a los chicos y todos contestaron


alborotadamente— Todo está listo.

—Bien—espetó y esta vez sí echó a caminar rápido quitándose por completo de


nuestra vista.

— ¡Malditas tetas!—gritó Daniel frotándose la cara y recibió un golpecito en el


hombro por parte de Ryan.

—Hay una mujer presente Dan—lo regañó.

—Tus tetas también son geniales, no te sientas ofendida por eso— esta vez fui yo,
alzándome en la silla para darle un golpecito más fuerte y él se echó a reír.

Shae había reído y negó con la cabeza mientras el alboroto seguía.

—Los chicos son algo revoltosos—dijo jugando con el porta servilletas que
estaba sobre la mesa.
—Siempre ha sido así, desde que los conocí—me encogí de hombros— ¿no
tienes hermanos? —pregunté con curiosidad.
—Debo tener
— ¿Debes?

—Papá se fue de casa cuando era muy pequeña porque tenía otra mujer. O al
menos eso fue lo que dijo mi madre, así que supongo que debo tener hermanos
—Oh, lo siento, no quería…—me apené por sacar el tema.

—Está bien—sonrió— no es algo de lo que me avergüence hablar. De todas


formas hubiese sido genial, quise haberlos tenido, hermanos mayores.

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— ¿Hermanas no?

—Tal vez. No creo que nos hubiésemos llevado bien—ladeó la boca.


—Sería tu hermana, a pesar de lo mucho que pelearan o creyeran odiarse, dentro
de sí mismas sabrían que harían lo uno por la otra

—Pareces muy seguro de eso—me dedicó otra sonrisa.

—Lo estoy, tengo un hermano menor—asentí y sentí la mesa moverse.


Michael se había levantado haciendo que la tabla se tambaleara y caminó unos
pasos para llegar hacia nosotros.

— ¿Quieres ir al karaoke? —preguntó.

—Ahora no, esperaré a que llegué la comida—contesté sin mirarlo.

—Le hablaba a Shae—enfatizó y mi mirada subió de inmediato.

—Oh—ella sonrió en su dirección—no soy muy buena cantando.


—De eso se trata—rió Michael y le extendió la mano para que la tomara.

—Si tú lo dices

Tal y como lo había hecho yo, sin mirarme, apretó la mano de Shae y se la llevó
hasta la parte de delante de la tarima y mi pecho se apretó haciéndome tragar saliva
fuerte.
Odiaba decir las cosas dos veces. Y más odiaba cuando me veía obligado a
decirlas porque no me estaban haciendo caso.

No quería que se acercaran a Shae. Y sabía muy bien las intenciones de Michael,
lo que hacía que me hirviera mucho más la sangre.
Pero no podía quedar ante ella como un lunático, así que tragándome mi rabia me
quedé allí sentado mientras los veía caminar y hablar con el Dj que estaba
controlando la música.
—No se la comerá Adam, tranquilo—escuché de una voz y vi a Ryan en el lugar
donde estaba Shae.

— ¿De qué hablas? —fingí apartando la mirada de la pista y jugueteé con el porta
servilletas.

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—He estado viendo como miras a la chica—recostó los codos sobre la mesa— y
he notado mucho más como miras a Michael cuando se acerca a ella.
—Los miro normal—mentí.

—No, no lo haces. Es sólo una chica que estaba en el remolque Adam. No quiero
que ocurran problemas por eso. La chica hasta ahora no has causado ningún disturbio
más que estar en nuestro remolque—miró hacia ellos y luego a mí— pero si veo que
las cosas se ponen feas entre ustedes tendré que sacarla sea donde sea. No pondré en
riesgo la paz de la banda por una chica que no conocemos.

—Estás exagerando todo—me quejé, sabiendo que en realidad tenía razón.

—No, no lo hago y lo sabes—refunfuñó en tono firme y apreté la mandíbula—


nunca has sido así, y menos por una chica que hayas visto. Llevo ocho años
conociéndote, que no se te olvide ese detalle—quitó los codos preparado para
levantarse— no lo tomes como un regaño. No está mal que te atraiga una chica. Pero
no quiero problemas por alguien que no tiene importancia en la banda. Ya lo sabes—
me dio una palmadita en el hombro y revolviendo mi cabello volvió a donde estaba
sentado.

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Capítulo 6
Me encontraba realmente indecisa acerca de que canción elegir y miré a Michael
para ver si me ayudaba.
—No me mires a mí, eres tú la que cantarás—se rió al ver mi expresión.

El cabello de Michael se había ondeado en la parte de atrás de su cabeza y me


pareció tierno considerando que se veía como el más rudo de la banda. Nunca le
había prestado atención a ninguno más que a Adam cuando no los veía en directo, así
que no había notado lo tierno y guapo que podía ser Mike, el baterista. Siempre lo
había relacionado y nombrado de esa forma, el baterista.

Estar tan cerca de ellos y que me trataran como si me conocieran era alucinante.

—Es muy difícil, no consigo una en la que no pueda quedar tan avergonzada.

—No hay nadie aquí—rió de nuevo— además tienes una voz hermosa, no creo
que puedas avergonzarte—sonreí ante su cumplido.

—Gracias, pero aún lo veo difícil

—Tómate el tiempo que quieras—se encogió de hombros mientras se recostaba a


la pared que estaba al lado y se cruzó de brazos esperándome.

Mordí mis labios, pensativa y moví mis piernas para darle agilidad a mi mente.

En realidad no me daba vergüenza cantar, antes de convertirme en prostituta, solía


cantar en bares y en tabernas todas las noches. No consideraba que cantara
precisamente bien, pero a la gente le gustaba y eso era lo único que importaba. Luego
vino el interés no solo a mi voz si no a mi persona y las cosas se fueron poniendo un
poco más intensas para mí.

Mi madre enfermó y las propinas que ponían sobre mi gorro no eran suficientes
para comprarle las cosas que necesitaba. Así que empecé a buscar lo que no tenía que
ser buscado. Los bares y las tabernas siempre han estado llenos de esas
“oportunidades” y yo las “aproveché”.
La historia sigue conmigo en camas de hombres desconocidos, mis días allí, a su
lado, aferrada a la esperanza de ver a mi madre recuperada, llena de vida, justo como
tenía que ser.

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Pero la vida no te da las cosas como tienen que ser, si no como ella quiere que
sean. Vi a mi madre morir en la cama de un hospital, con doctores y enfermeras
desconocidas, luchando por traerla de vuelta.

Tenía cáncer, enfermedad incurable. Tenía que haberlo visto llegar. Pero tenía la
esperanza. Cosa que al igual que mis noches de bar y tabernas no habían servido para
nada.

Murió sin saber en lo que estaba metida y no me arrepiento de ello. Lo que menos
quería era que la mujer que más amaba y admiraba viera en lo que se había
convertido su hija.

Aún así, culminando este recuerdo, la historia no había terminado muy bien, ya
que no me había alejado de ese camino.

No le había agarrado amor, ni mucho menos cariño. Pero no podía dejarlo.

Era algo en lo que me había metido, era algo en lo que había quedado atrapada. Y
que no sabía como salir.

—Oh claro, ¿cómo no se me había ocurrido? —Chasqueé los dedos y me acerqué


al oído del Dj para susurrarle el nombre de la canción—Ya verás—dije en voz alta en
dirección a Michael quien me miraba con el ceño fruncido y una sonrisa.

Me acomodé en la tarima en una parte donde no me viera tanto y raspé mi


garganta para cantar “Bebé, regresa a casa” de los chicos. El recuerdo me había hecho
despertar mi sentimentalismo y rememoré todas las veces que la escuché cuando no
podía lidiar con la muerte de mi madre.

No podía creer que no se me hubiese ocurrido cantar una de ellos y mis vellos se
erizaron cuando sentí la música sonar cerca de mí. Era la más suave que tenían entre
su repertorio y me hacía chillar de emoción cada vez que la escuchaba. Me encantaba
su estilo rebelde, me encantaba el rock, pero cada vez que sacaban una canción suave,
me hacía un charco y me derretía. Miré a Mike quien había abierto su boca en
sorpresa y sonreí ensanchando mis hombros.

“He estado esperándote desde esta mañana. Seguro no me escuchas, no importa,


sigo aquí.
Mi corazón late fuerte cada vez que el timbre suena. Sonrío e imagino que eres
tú.”

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A pesar de estar concentrada en mirar nada más que la pantalla aún sabiéndome la
letra de memoria, el rabillo de mi ojo no pudo evitar ver como gente se había
acercado hasta el espacio en donde estábamos relativamente escondidos para
escuchar.

“La decepción recorre mis venas, no has llamado desde que te fuiste.

No tienes idea de cuánto te extraño, bebé vuelve a casa por favor.

Las noches son frías, los días son largos, mi mente se ha vuelto un desastre desde
que tú no estás.
Ahora el cielo es gris, los pájaros no cantan igual.

Y hasta yo estoy desafinando y todo porque no estás tú.

No tienes idea de cuánto te extraño, bebé vuelve a casa por favor”

Unos cuantos silbidos me habían hecho quitar la atención de la pantalla y mis


ojos se abrieron como platos al ver la cantidad de personas que se habían acercado a
verme. No recordaba que hubiese tantas cuando entramos. ¿De dónde habían salido?

Mi mirada se detuvo un momento en Adam, quien era el que estaba en frente de


todos y sus ojos parecían ser un montón de fuegos artificiales. Una sensación de
haberlo conocido antes me invadió y desvié la mente de esos pensamientos estúpidos
que sólo tenían sentido si nos fuéramos a todas las veces que lo llegué a ver en tv y le
había agarrado cariño con eso. Me sentí un poco usurpadora por estar cantando su
canción pero al ver la sonrisa que se extendía por su rostro tragué saliva para
continuar, con la parte que consideraba mi favorita.
“Te he visto llorar. Te he visto reír.

Te he visto luchar y pelear contra mí.


Te he visto poner esos gestos extraños. Te he visto bailar con esos vestidos de
antaño.

Si supieras lo hermosa que te ves al sonreír.


No tienes idea de cuánto te extraño, bebé vuelve a casa por favor.

Suena mi teléfono, sólo espero que seas tú.”


La habitación había explotado en aplausos y aunque me asusté al principio no

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pude evitar sonreír por la atención. Admito que si la había extrañado un poco, los
silbidos, el alboroto, los aplausos, la reacción de las personas al escucharme. Era algo
que disfrutaba hacer.

Fruncí los labios, nerviosa de hacia dónde moverme y sentí unas manos que me
tomaban de la cintura por detrás.

—Te dije que no te avergonzarías —susurró Mike en mi oído para que pudiera
escucharlo entre el ruido que se había formado.

—Pues, buena premonición —dije sintiéndome extraña por sentirlo tan cerca y
volteando mi cara para sonreírle.

Michael se había acercado mucho más hacia mi rostro y mis labios se fruncieron
utilizando mis manos para hacer quitar las suyas de mi cintura. Mike me parecía
tierno y guapo pero por alguna razón no me sentía cómoda con que estuviese tan
extremadamente cerca de mi cuerpo y mi cara. Cuando pude hacer quitar su mano de
mi cintura viajó hasta mi cara y mi ceño se frunció cuando vi lo que estaba intentando
hacer.

Antes de que pudiera si quiera apartarlo, lo vi volar lejos de mí en un empujón.


Mi pulso se aceleró cuando vi las manos de Adam casi atravesándome y mi boca se
abrió cuando vi que Michael había chocado contra alguien que estaba detrás de sí. No
había sido un empujón fuerte, pero si lo suficiente para que diera pasos hasta atrás.

— ¿Estás malditamente loco? —se quejó mientras buscaba no caerse, enredado


entre la persona con la que había chocado.
Adam no me había mirado y se acercó hasta donde había quedado Michael y le
dijo cosas que hasta yo me acerqué para lograrlo escuchar.
—Te dije que no te acercaras, sabes que no me gusta repetir las cosas Michael, lo
sabes muy bien —su tono de voz era molesto y mi cuello sintió tortícolis al ver la
escena que se estaba formando.

— ¿Cuál es tu puto problema? —gritó Michael llamando la atención de la gente


alrededor.
—No grites, Ryan nos escuchará

—No me importa que me escuche, no sé cuál es tu puto problema —repitió, más

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que molesto.

—No quiere que haya problemas entre nosotros, cállate


—Pues muy tarde, ya los hay —hizo a levantar la mano y Adam levantó la cabeza
haciendo que Michael se intimidara en un segundo y la bajara.

—Sólo te pedí una cosa Michael, no es tan difícil—refunfuñó.

— ¿Te gusta ella? —preguntó y la expresión de Adam cambió.


—No—Auch.

—Entonces ¿cuál es tu maldito problema? —la cara de Michael estaba roja como
un tomate, de lo molesto que estaba y mi cara estaba roja de la vergüenza de que esta
conversación estuviese ocurriendo por mi culpa.

—No quiero que te acerques a ella, sé tus intenciones.

— Por Dios Adam—rió— ¿Y las tuyas? ¿Son más buenas las mías? ¿Crees que
me la quiero coger y tirarla? ¿Tu qué harás? ¿Le harás el amor a la luz de la luna? —
tragué saliva cuando el puño de Adam se apretó y pasó como un filo cuando se
acercó a la cara de Mike—no puedo creer que estés haciendo esto. Si te gusta, solo
dilo. No lo niegues. No es nada del otro mundo.
—No me gusta—afirmó—es la chica que estaba en el remolque. Sólo no quiero
que te acerques a ella— no sé porque mi estómago se había apretado pero lo sostuve
como si se me fuese a caer.
—Jódete Adam. No estoy al servicio de tus caprichos egoístas

—Yo no estoy de humor para tus comportamientos de pillo malcriado.


—Chicos—la voz más gruesa de todas se acercó a la zona del desastre que
acababa de ocurrir y los dos voltearon a su llegada—creí haberte hablado Adam.

—Yo te escuché
—Entonces ¿qué carajos estás haciendo?

—Él también me escuchó cuando le hablé—dijo, sin ningún tipo de expresión,


sus puños delatándolo, apretados a su costado.
—Estamos en un sitio público. A pesar de que es un lugar lejano, la gente nos
puede reconocer. Tienen que sacar la cabeza del charco mental que tienen de que son

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unos pillos y entrar en la realidad. Ahora son figuras públicas y todo lo que hagan
tiene repercusión—su mirada se dirigió a mí por un segundo y mi pecho se apretó—
no quiero otro show. O se comportan, o la gira se cancela.

—No puedes hacer eso—burló Michael acercándose a Ryan.


—Claro que puedo—lo alejó con el dedo y sentí que la tensión la podía cortar con
un cuchillo sin mucho esfuerzo—ya la comida está en la mesa. Volvemos a comer—
se giró.

—La comida también se puede joder—escupió Michael abriéndose paso entre


todos hacia el baño.

Me había quedado parada allí en medio, sin saber qué hacer ni saber a dónde
moverme, atónita por la situación que estaba viviendo. Adam había pasado a mi lado
sin mirarme ni dirigirme la palabra y mi estómago se había revuelto mucho más.

Estaba en total confusión del por qué estaba tan molesto con el hecho de que
Michael se acercara a mí, pero él tampoco lo hacía. No pensé que fuese a causar este
tipo de problemas y me sentía tan mal que las ganas de comer se me habían ido por
completo. Aún así, tenía que hacerlo si quería irme con algo en el estómago.

Había sido bonito mientras había durado. Siempre terminaba siendo un problema
con la gente que tenía cercanía conmigo. Era una ley. Ni los famosos se escapaban de
eso.
Moví mis piernas hasta la mesa donde nos habíamos colocado, mi boca
ladeándose cuando vi a la camarera a la que había llamado poca ropa haciéndose
espacio en donde yo había estado sentada primero. Su camisa de uniforme, si es que
se podía llamar así se había subido tanto que su brasier se notaba a plena vista. Ni en
mis mayores momentos de necesidad me había puesto cosas que dejaran tan a
descubierto mi cuerpo.
Lo esencial es invisible a los ojos, me dije a mí misma lanzándole indirectas en
mi mente mientras me acercaba.

Me disponía a actuar grosera y hacer que se quitara de allí, pero me detuve al


recordar rápidamente lo que acababa de pasar. No querrían otra pelea y menos de
gente que ni siquiera pertenecía a su grupo, así que tomé la silla de Michael que
estaba al lado de Daniel, capturando la atención de la camarera cuando me vio venir.

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La forma en que me miraba me hacía hervir y sentirme incómoda así que traté de
prestarle la más mínima atención mientras tomaba el que supuse que era mi plato.
—Nunca te había visto por aquí—le escuché decir—bueno, en realidad a
ninguno. ¿No son de por aquí?
—Estamos un poco alejados de nuestro hogar—dijo Daniel con un tono gracioso
pero la camarera ni se inmutó queriendo que Adam le contestara.

— ¿No eres de por aquí? —volvió a formular la pregunta dirigiéndose esta vez al
que sólo le interesaba.
Mordí mi hamburguesa chisporroteando salsa por mis dedos y escondidamente vi
la expresión de Adam quien parecía ansioso por comer en paz.
—No—respondió tomando las papas y poniéndolas a un lado.

— ¿No vienes a menudo?

—No—repitió metiéndose la hamburguesa a la boca. Envidié la forma en la que


lo hizo sin ensuciarse y seguí callada, mirando la conversación animada que tenían
entre los dos.

— ¿No crees que vengas otra vez?


—No.

— ¿Qué tal tú número de teléfono? —movió el bolígrafo entre sus dientes y


Adam la miró.

— ¿Qué tal me dejas comer?


Una papa salió de mi boca cuando reí y todos menos Adam voltearon a verme,
soltando una risa también. La señorita poca ropa, apenada se levantó batiendo su
trasero y se alejó sin decir palabra.

—Por eso no tienes novia—murmuró Daniel mientras se atragantaba con el pollo


que había pedido— y por eso nunca puedo coger. Todas se van con el bonito
amargado que las rechaza mientras yo estoy aquí, sólo, esperando por darles amor.
—Estoy segura que encontraras a alguna que no le gusten los amargados y quiera
recibir tu amor—lo consolé, sonriendo ante su graciosa declaración.
—Y efectivamente tú no eres ella, así que empezamos mal—bromeó tomando un

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trago de cerveza.

Adam no me había dirigido la mirada en toda la comida y ladeé la boca ante sus
cambios de humor repentinos.

Hace cinco minutos estaba propinando empujones y palabras hirientes porque se


me acercaban y ahora no era capaz de mirarme a la cara. No es como que tuviera que
hacerlo, tal y como él había dicho, yo sólo era la chica del remolque.

La chica que no sabía cómo había aparecido en su remolque, debería corregir.


Moví mis piernas inquieta y la sensación de suciedad por no haberme duchado ni
bañado en un día y lo que restaba de este apareció. No tenía idea de cómo haría para
sobrevivir con el mismo vestido todo el camino hasta que pudiera salir en la gira pero
evidentemente no podía hacer eso.

Los chicos se habían tragado sin compasión la comida y comenzaron a apilar los
platos uno sobre otro en el medio de la mesa. Yo aún no terminaba con mi
hamburguesa así que la envolví en su mismo papel y la metí dentro de una pequeña
bolsa que se había colado entre las cosas.

— ¿Dónde está Michael? Ya es hora de irnos y él ni siquiera ha comido—


preguntó Ryan alzándose para ver por encima de nosotros.

—Yo lo vi caminar hacia el baño, no ha salido de ahí—dijo Daniel jugueteando


con su oreja. Le había visto esa manía desde que había llegado y al parecer era algo
que hacía muy a menudo.

—Puedo guardar su comida si quieren, aún queda espacio en la bolsa—sugerí,


con cierto miedo de que Ryan me mirara mal. Pero su expresión era la misma que
había tenido cuando Adam había explotado al verme en el remolque y había
intervenido en eso.
Se veía que era una persona muy correcta y neutral, así que tal vez eso era lo que
hacía que le tuviera cierto temor. Y por lo que podía ver hasta los chicos lo hacían.
Además de que cabía destacar el detalle de que era el mayor y el líder de la banda.
—Gracias linda, yo iré a buscarlo, ustedes apresúrense a salir. Brey debe estar por
llegar y aún nos falta mucho camino —hizo una caricia en mi cabello y yo asentí,
apresurándome a empaquetar con cuidado la comida que había ordenado Mike.

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Adam estaba por terminar su segunda hamburguesa y las papas aún estaban en la
esquina del plato.
— ¿No te vas a comer eso? —me atreví a preguntar, por pura curiosidad.

—Dejo lo mejor para el final—contestó de inmediato como si estuviera esperando


mi pregunta.

—Oh—asentí y me moví entre las sillas para caminar adelante.

Del lado derecho se veía venir a Ryan con Michael y fruncí los labios,
esperándolos hasta que nos alcanzaran. Ryan no parecía muy contento y la sensación
de mi estómago revolviéndose ante otro problema que se veía venir apareció otra vez.
Menos mal y no había terminado de comer, tantos revoloteos y ya se ido a pico todo.
La bolsa se tambaleaba entre mis dedos así que decidí apretarla entre mis brazos
abrazándola como a un bebé. Un choque en mi hombro hizo que casi se me cayera y
chillé internamente cuando pensé que lo haría.

—Lo siento señorita—dijo el hombre que me había tropezado ayudándome a


sostenerme y subiendo la mirada posándola un rato sobre mí— ¿Vanessa? —
preguntó, mientras me veía, mi corazón dando un vuelco.

Lo que menos necesitaba ahora era que alguien me reconociera.

— ¿Tu nombre es Vanessa? —Rió Daniel detrás mientras me quitaba la bolsa y la


sostenía de la misma forma que yo para ayudarme— Es increíble, pero ni siquiera
sabíamos tu nombre.
— ¿Ahora haces rondas aquí? —preguntó el hombre, a quien ni siquiera yo podía
reconocer y mi garganta se apretó queriendo desaparecer.

—Estoy de visita, pero ya me iré—forcé una sonrisa y me moví hacia adelante.


Esperaba que si le seguía la corriente se fuese rápido y me dejara en paz.
—Espero verte en el bar de siempre, tus tratos siempre son lo mejor—habló y mis
ojos se abrieron como platos pidiendo que no dijera nada más—hasta luego preciosa.

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Capítulo 7
Adam

Shae se veía bastante incómoda y nerviosa con la presencia del hombre que le
hablaba y me acerqué a ellos para mirarlo y que se fuera.

El hombre me había puesto la mirada encima y alzando el cuello para hacerle una
seña de que se alejara de ella terminó por hacerme caso. Shae no lo había notado e
iba apresurada hacia afuera.

¿Vanessa? ¿Quién carajos era Vanessa y por qué la había llamado así?

Estaba seguro de que era Shae. No podría confundirla. Entonces ¿por qué alguien
la había llamado Vanessa y no Shae., como me había dicho que se llamaba?

Brey estaba estacionándose cuando nosotros salimos e hizo sonar la corneta para
que lo viéramos y supiéramos que ya estaba allí. Shae caminaba delante de todos
nosotros y vi a Brey fruncir el ceño al verla. Me miró, como pidiéndome una
explicación y le hice señas con la mano que después las obtendría.

Cuando yo mismo las encontrara, dije en mi mente.

Ryan ayudó a subir a Shae y Daniel colocó la bolsa que cargaba como a un bebé
en la mesita que estaba puesta junto al sofá cama cerca de la puerta. Michael había
entrado y había desparecido hasta su cuarto.

Me sentí algo mal por lo que había pasado en el restaurant pero mucho peor iba a
sentirme si me enteraba que se habían sobrepasado con Shae. Lo último que quería
era que alguien, sin importar quién la tocara. Mi mandíbula parecía explotar con solo
pensarlo.
—Vanessa es tu nombre ¿no? —le preguntó Ryan mientras tomaba el teléfono de
su bolsillo. Shae volteó con los ojos bien abiertos y pestañeó varias veces ante la
pregunta— lo siento, eso me pareció escuchar del hombre del restaurante, ¿es ese tu
nombre? —Shae otra vez no parecía cómoda y alisó su vestido.
—Sí, ese es mi nombre—arrugué las cejas ante su declaración y me precipité.

—Pero ese no…—y de inmediato me callé. No me podía dejar llevar. Ella no


sabía que yo tenía idea.

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La cabeza estaba a punto de darme vueltas con la confusión que estaba teniendo
en el momento ya ella también pareció pasarle lo mismo porque me miró preocupada.
— ¿Ibas a decir algo? —preguntó Ryan en mi dirección al ver que me había
quedado callado.
—No, no—negué con la cabeza sin mirar a Shae. O Vanessa, como fuese que se
llamase. Ahora no tenía idea de cuál era el verdadero.

—Bien, Vanessa—se dirigió otra vez a ella— debes estar algo incómoda con esa
ropa y es entendible. Puedes cambiarte si quieres, mi novia ha dejado una que otra
ropa por aquí, puede servirte.

Shae negó con la cabeza varias veces, sus orejas poniéndose rojas gradualmente.
—No, sería un abuso, estoy bien así, puedo…

—Estaremos viajando dos semanas hasta volver, no creo que la ropa te aguante
hasta ese tiempo—la interrumpió, la boca de Shae que había estado abierta
cerrándose por completo cuando dijo eso— Tranquila, el baño está al fondo, la ropa
de Danna en los compartimientos de debajo de allí. No te preocupes.

—Yo… lo siento, de verdad que vergüenza.

—Está bien, esto no pasa muy a menudo, así que—se encogió de hombros. Su
neutralidad dándose a relucir— estaré en el cuarto por si necesitan algo—dijo antes
de caminar por el corto pasillo.
—Este remolque es muy grande—dijo Shae mientras se sentaba en el sofá
frotando sus rodillas. Al parecer al igual que Daniel era una manía incontrolable.

—Lo suficiente para cuatro chicos—dije tumbándome con ella— y una chica
ahora.
No era que tuviese muchas ganas de hablarle, pero no me resistía a su voz. Y
menos después de haberla escuchado cantar en el karaoke. Me había atrapado más de
lo que ya estaba y ahora si estaba completamente capturado. Estaba seguro ahora que
era la mujer más perfecta que había visto.

Tenía que fingir que no me importaba y aunque no era problema para mí eso, su
sonrisa hacía que mis rodillas se debilitaran.
—Lo dices como si hubiese sido planeado—sonrió, avergonzada.

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—No fue planeado pero estarás un tiempo, así que el remolque tendrá que
acoplarse—me encogí de hombros.
— ¿Todos tienen cuarto?

—El remolque tampoco hace milagros—solté una risita—Ryan, Daniel y Michael


duermen juntos en el mismo espacio, yo duermo aparte—su ceño se frunció.

— ¿Por qué?

—No lo sé, lo eligieron ellos. Nunca me han dicho—moví la boca—no es que me


moleste, créeme que pienso que es lo mejor.

— ¿No dormías con tu hermano menor?

—Cuando éramos pequeños sí, luego crecimos y cada quien tenía su habitación
propia. Así que el dormir con alguien es algo que no tengo muy familiarizado
todavía.

— ¿Y con tus novias? —preguntó, con sus mejillas rosadas. Sonreí ante su
curiosidad y negué con la cabeza.

—No duermo con ellas

— ¿Nunca?

—No, nunca lo he hecho—confesé, sin mentir.

—Oh—su boca se abrió y en cuestiones de segundos se cerró de nuevo.


Quería preguntarle. Quería saberlo. Tenía tantas dudas en mi cabeza y quería
sacarlas a flote.

¿Por qué estaba aquí? ¿Cómo hizo para llegar? ¿Por qué la habían llamado
Vanessa? ¿Por qué se había llamado así misma Vanessa si me había dicho que su
nombre era Shae? ¿Qué era eso de las rondas que había mencionado el hombre?
Cielos, mi cabeza realmente explotaría.

Me levanté y ella me siguió, como si la hubiese convidado.


— ¿Irás al baño? —pregunté, queriendo iniciar otro tema de conversación y
olvidar todo lo que haría que mi mente estallara.

—Oh, sí—asintió recordándolo y movió sus piecitos a todos lados.

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— ¿No sabes dónde está verdad? —reí.

—No vivo aquí—dijo en ironía.


—Yo tampoco—respondí de la misma forma y sus ojos azules se entrecerraron—
vamos—pedí que me siguiera y cruzando el pequeño pasillito le abrí la puertita que
daba al baño.

— ¿Cuál es el compartimiento que mencionó Ryan?

—Cierto, este —me agaché y le abrí dejándole ver la ropa que habían metido allí.

—Gracias—dijo sonriendo mientras se hacía espacio para entrar.

—Sólo están las toallas de los chicos, puedes usar la mía si quieres, tal vez no te
guste la idea pero son las únicas que hay—rasqué mi cabeza.

—Está bien, no moriré por eso—sonrió ante mi preocupación y me alejé para que
pudiera entrar bien sin que se sintiera asfixiada.

—Te veo ahora—dije, sintiéndome estúpido al momento que hube pronunciado


las palabras.

—Sí, sólo estaré en el baño—rió y cerró la puerta con cuidado.

Me quedé parado allí un segundo imaginando la perfección que se escondía detrás


de la puerta pero sacudí la cabeza sintiéndome como un voyeur. Me moví hacia la
pared donde estaban los reconocimientos y suspiré al verlos.

Siempre hacía eso cuando tenía la oportunidad. Me gustaba verlos y saber que
estaban ahí. También me ponía algo melancólico al pensar en todo el tiempo que
podría haber pasado con mi familia mientras estaba en esas giras pero me
enorgullecía saber que lo habíamos conseguido con nuestro talento y que valía la
pena.
Entré a la banda cuando tenía dieciocho años, porque Ryan, hijo de un amigo de
mi padre me había escuchado cantarle una vez a mi madre y quedó impresionado.
Dijo que tenía una gran voz para la edad que tenía y que le encantaría pulir ese
talento. Al principio fui algo arisco, Ryan no me caía bien por ser tan cara dura y a
diferencia de muchos chicos de mi edad no me llamaba la atención eso de ir viajando
por allí, lejos de mi familia y de todo lo que conocía para complacer a gente que no
conocía ni me interesaba. No me llamaba la atención el hecho de tener más atención

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de la que necesitaba y tampoco más dinero del que yo mismo podía conseguir por mis
medios.
Me encantaba cantar y disfrutaba mucho el escribir canciones. Pero me encantaba
cantarle a mi madre, a mi familia, no a un montón de desconocidos. Así que el que
fuese mente cerrada fue el primer obstáculo que se presentó.

Después de tantas insistencias y ruegos de parte de Ryan y su padre finalmente


accedí a ver uno de sus ensayos. Generalmente se reunían en la casa de Daniel, amigo
de Ryan de la universidad y lo primero que me hizo querer quedarme fue descubrir
como carajos había tenido la valentía para hacerse un tatuaje en el rostro.

Los chicos eran buenos, no era algo que pudiese negar aunque quisiera y me
impresionó la dedicación que tenían al ensayar todas las tardes. Empecé a ir solo para
verlos y me iba sin decirles más ni menos. Ryan seguía sin caerme bien a pesar de
haberlo visto por años antes pero después de pasar las tardes viéndolos ensayar me di
cuenta de que él era que hacía que los ensayos funcionaran con su dedicación y
responsabilidad. Aunque era tres años mayor que yo, era como un anciano cara dura
atrapado en el cuerpo de un joven. Estaba acostumbrado a ser el hermano mayor y era
extraño que alguien estuviese queriendo tomar ese papel conmigo.

Las noches empezaron a hacerse más largas cuando luego de verlos ensayar las
melodías hicieron estragos en mi cabeza y las letras salieron sin pedirlas. Me la
pasaba escribiendo y tenía un cuaderno lleno de ellas.

Un día después de tanto darle vuelta a eso en mi cabeza, al fin decidí decirle a
Ryan que sí. Estaba emocionado y dijo que la persistencia si daba frutos, o algo así.
Le mostré todas mis canciones y Daniel me felicitó.
Ahora las tardes eran de ensayo pero conmigo incluido y si era realmente sincero,
se sentía muy bien. Nunca había cantado así y aunque era una experiencia nueva, me
gustó mucho el hecho de que a alguien le gustara.

Las canciones sonaban con fuerza, pero faltaba algo, algo que terminara de darle
el poder. Michael, el jovencito de al lado de la casa de Daniel nos había estado
escuchado también todas las tardes desde su habitación y nos preguntó si podía ser
eso que nos faltaba.

Al principio no estaba de acuerdo, Michael era muy pequeño y un completo pillo.

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Además no me sentía cómodo con más gente escuchándome. Cosa que tenía que
arreglar, porque de eso se trataba.
Nuestro carácter chocó muchas veces y el de él con Ryan mucho más, pero tal y
como él mismo había dicho, Michael terminó por ser eso que nos faltaba. Michael la
pieza faltante.

Y así, después de todas esas tardes de ensayos y bromas y alboroto sin sentido,
éramos una banda.

Me sentía bien. Y los chicos me hacían sentir bien. Se habían convertido en


buenos amigos y el haberme sacado de mi charco mental era algo que les agradecía.
Aún me costaba dejar de ser arisco con la gente, pero supongo que todos tenemos
esos detalles que hacen que no nos soportemos pero nos queramos entre nosotros.

Tocamos en concursos, en fiestas, en cualquier evento que se nos presentara. La


fiebre del rock estaba caliente y cada vez que era más gente que la contraía.

Un día, en un toque cercano a la universidad de Ryan, un hombre nos vio tocar y


dijo que éramos la mejor banda que había podido escuchar en años. Sorpresa fue, que
fue el mismo hombre que ahora era nuestro mánager.

No lo podíamos creer, ya no sólo éramos un grupo de chicos tocando en el garaje


de uno de nosotros, ni en eventos que se presentaran. Teníamos conciertos, teníamos
giras y hasta salíamos en televisión.
Fue muy difícil para mí adaptarme a ese estilo habiendo vivido mi vida a mi
manera toda mi adolescencia. Pero era lo que era ahora, en lo que me había
convertido y lo que estaba dispuesto a ser por lo que me gustaba.

Éramos una banda. Una unión. Y nos complementábamos entre todos. A pesar de
los problemas y los disgustos que común y generalmente habían seguíamos siendo
una banda.

Suspiré una vez más acariciando el primer reconocimiento que habíamos ganado
y lo acomodé antes de que pudiese caerse.
—Adam ¿estás ahí? —escuché desde el baño, la voz de Shae algo quejumbrosa.
Me preocupé de inmediato y me acerqué a la puerta poniendo la mejilla contra ella.

—Sí, aquí estoy, ¿estás bien?

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—Sí, sí, estoy bien—dijo con la misma voz y luego continuó, su tono indeciso—
bueno en realidad no, no sé cómo hacer que el agua se detenga.
— ¿Qué? —pregunté confundido sin entender de lo que me hablaba.

—El agua, del grifo, no se detiene—dijo en voz más alta, empezando a quejarse.

— ¿Has intentado cerrar la llave? —bromeé y se escuchó su resoplido.

—Me he bañado antes Adam, sé cómo funciona.


—No puedes hacer que se detenga, así que tal vez no lo sepas muy bien

—Ahgs, ¿vas a ayudarme o no?

—Está bien, está bien—dije y me detuve cuando mi mano fue directa a la manilla
de la puerta— pero ¿quieres que entre?

—Si puedes arreglar algo que está dentro desde afuera pues bueno, creo que un
reconocimiento más en la pared sería bien ganado

—Entrar al baño te pone más sarcástica—refunfuñé, frunciendo los labios ante la


idea de entrar en el baño con ella.

Ella. Desnuda. Mojada.

Desnuda.

Algo en mis pantalones había cobrado vida sólo con imaginármelo y maldije en
voz baja.
—Lo siento, pero por favor ayúdame—refunfuñó de vuelta y respiré profundo al
tomar la manilla y girarla.

Cerré mis ojos mientras me hacía paso a entrar y llevé una mano hacia ellos
sintiendo como mis pies tropezaban con algo y una risita se hacía presente.
— ¿Qué haces? —preguntó, su voz haciéndose eco y seguí tanteando con ayuda
de la otra mano hasta que toqué la pared.
— ¿Qué crees que hago?
—A parte de tropezarte inútilmente no lo sé—volvió a reír.

—Trato de ayudarte, no te burles—di un paso más y cuando hube tropezado con


una pequeña hendidura que había en el piso supe que ya estaba llegando a la parte del

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grifo.

Canté victoria en mi mente cuando luego de otros tanteos más el chorro de agua
mojó mi mano y esta vez si me encontré en una duda existencial.

Shae pareció haberse dado cuenta de mi vacío mental porque la sentí moverse y
hablar.

—Los cantantes tienen habilidades extrañas—casi que al podía ver negando con
la cabeza con esa sonrisa presumida y no hube querido más nada que abrir los ojos y
ver la perfección que se escondía más allá sólo de las palmas de mis manos. Estuve
tentado a hacerlo pero luego de tragar saliva y respirar profundo, recordando que a
pesar de mis deseos ella seguía siendo una dama me detuve.

—Lo sé—le seguí el juego, mi cabello empapándose poco a poco.

—Sé que lo sabes—la sentí moverse de nuevo y me abrí paso a mi mismo sin
saber en realidad para donde se estaba moviendo. Un toque en mi brazo me asustó y
sentí los pelos de mi nuca erizarse con el tacto. Su mano subió hasta mi hombro e
intenté tragar saliva otra vez, en busca de ayuda dentro de mí mismo y con fuerza
bajó mi mano de mi cara. Mis ojos seguían cerrados, con toda la voluntad que tenía y
un “toc toc” de su parte terminó por hacerme reír.
—Ábrelos—dijo, sin sonar como una orden y lentamente en una mezcla de miedo
y emoción terminé por abrir uno.
La cara de Shae estaba prensada en una sonrisa y atreviéndome a mirar hacia
abajo, mis hombros se desinflaron al verla amarrada en la toalla del capitán América
de Daniel. Se veía tan graciosa que no pude evitar sonreír y su cabello se pegaba a su
rostro como un cachorrito mojado. Aún así, se veía realmente linda y mi sonrisa fue
más de ternura que de cualquier cosa que mi mente pudo estar haciendo estragos.
—Fue muy bonito que te cubrieras para no verme —vi sus mejillas enrojecer—
pero ya estaba cubierta yo—intentó taparlo con una broma y asentí—además que
aunque dije lo de las habilidades extrañas, arreglar cosas con los ojos cerrados no es
la tuya.

Mi mirada no podía quitarse de sus brillantes y grandes ojos azules que también
me miraban expectantes y llenos de gracia y suspiré queriendo tomarla de sus
regordetas mejillas y apretarla hasta que no escapara de mis brazos.

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Aún así, el grifo no paraba de sonar y me alejó de mi sueño haciéndome
reaccionar cuando parte del agua había salpicado todo mi brazo.
—Maldición, esto le pasó en la gira pasada—me quejé agachándome para ver el
problema.
— ¿De verdad? Estaba muy avergonzada, pensé que había sido mi culpa—dijo
siguiéndome.

—No te preocupes, ya le ha pasado—entrecerré los ojos para ver la pequeña


abertura que se le había hecho y chasqueé la lengua.
— ¿Y ha tenido reparación?

—Todo lo tiene

—Yo no diría eso—dijo, imaginé que no refiriéndose precisamente al grifo y me


quedé callado por unos segundos concordando en silencio.

La abertura me sonreía, pícara y odiosa y busqué entre el piso del baño algo con
lo que pudiera hacer un improvisado torniquete.

— ¿Qué… qué estás buscando? —preguntó con voz de preocupación y fallando


en mi búsqueda me levanté para hacer salir la franela de mi cuerpo y agachándome
para verificar de nuevo si eso podía servir.

La doblé, cuestión de que la manera en que lo enrollara encajara y funcionara


pero primero fui atacado, el agua cayendo con fuerza sobre mi pecho y cara,
maldiciendo en voz alta. Hice tres nudos, despidiéndome de la franela que no
volvería a ver por la gravedad del asunto y el goteo paró.

—Cielos, por fin—dije, mientras me aseguraba una vez más y suspiré volteando a
ver a Shae. Su boca estaba entreabierta y sus ojos brillaban más de lo acostumbrado.
Pestañeó varias veces cuando notó que la miraba y carraspeó su garganta—ya está
listo—dije mientras me levantaba haciendo sonar mi espalda y tendiéndole la mano
para que se levantara también. Tardó mucho en reaccionar a lo que quería y le sacudí
la mano para que me entendiera.
Su mente parecía estar en otro lado y alzando una ceja cuando noté que su mirada
estaba por todo mi pecho y mi abdomen, moví mis pectorales para que supiera que lo
había hecho.

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Sus hombros se alzaron pegando un saltito y apresurada buscó mis ojos, sus
mejillas a punto de explotar.
—Yo… —hizo a hablar pero sus labios jugaron con ella misma cerrándose
cuando se hubo dado cuenta de lo ronca que sonaba su voz.
—Si lo usarás de nuevo, ciérralo de vez en cuando para que no se haga tanta
presión—asintió, sus ojos luchando por mantenerse sobre mi rostro y sonreí, al saber
que yo era el que le causaba ese efecto en su cuerpo.

—Claro… claro, pero, tu franela…


—No me gustaba—mentí, queriendo que no se sintiera mal por eso.

—Espero que no, igual así no creo que te pudiese gustar—respondió,


devolviéndome la sonrisa también, nerviosa.

Me acerqué un paso más y ella movió sus pies contra el suelo, respirando
profundo cuando se percató de la cercanía. Intenté mantener mi respiración y mis
rasgos tranquilos, ya que a ella no era la única que le afectaba la cercanía y mi ceño
se frunció calmando el dolor que me provocaba tenerla tan cerca y no tocarla.

Su boca volvió a entreabrirse, sus dientes rajando sus labios y mis testículos
lloraron cuando se percataron de ese movimiento.

—Estaré afuera cuando salgas—dije, mi mano levantándose con voluntad propia


sin consultar con el razonamiento y acariciando desde su cabello hasta su mejilla, mis
dedos viajando por último hasta su cuello, el deseo de besarlo hasta que mis labios se
desgastaran apareciendo también por voluntad propia.
Quería tocarla. Quería tomarla de la cara y plantar mi boca contra la de ella, halar
su cabello, morder sus labios de la misma manera que ella lo hacía contra sí misma.
Quería que al tocarla me deseara y quería saber que me deseando. Quería que mis
manos viajaran por su cuerpo, sus pechos, su trasero, su perfecta y pequeña cintura y
que nunca tuvieran la oportunidad de escapar de allí.
Pero aquí estaba yo, palpando sin permiso nada más que su cuello, sufriendo al no
poder sentir ni su aliento.

El grado de calentura que se iba ejerciendo sobre su cuello me despertó de mis


fantasías y mirándola, sin decir una palabra salí el baño cerrando la puerta tras de mí,

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mi pecho doliendo como el demonio.

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Capítulo 8
Mi boca se había abierto ante la perfección que dejaba a demostrar su cuerpo, los
músculos de su brazo apretándose contra la abertura de la tubería que iba a dar al
grifo, las venas de su antebrazo pareciendo a punto de explotar.
Mi respiración se contrajo en el momento en que su franela había desaparecido
así, sin más ni menos, y los deliciosos cuadros de su abdomen me saludaron bajando
hasta la v que llegaba a dar a la gloria que tapaba su pantalón.

Estaba segura que estaba babeando, estaba más segura que lo hacía. Pero en este
momento no podía concentrarme más que en su escultural figura de Adonis.

Era cierto que se mantenía escondido entre camisetas grandes y aunque si se daba
a notar que tenía un buen cuerpo, nunca imaginé que lograría llegar a la perfección. Y
que fuese yo la que lo estuviese descubriendo. Aquí, ahora, en este momento.

Su lengua chasqueó cuando la abertura expulsó agua y lo salpicó y tragué saliva


cuando siguió, sin percatarse que su pecho estaba completamente mojado. Al igual
que yo ahora, no podía dudarlo.

Movió el cabello que se había colado entre su frente con un soplido y mostrando
el hoyuelo en su mejilla, sonrió dirigiendo su mirada hacia mí.

Mi boca seguía abierta y casi llegando al piso, así que rápidamente intenté
disimular mirando en todas las direcciones opuestas a él.
—Cielos, por fin—suspiró—ya está listo—se levantó de inmediato y los huesos
de su espalda sonaron cuando hizo un movimiento de lado. Mis manos rogaban por
tocarla y las sostuve entre sí para que no se le ocurrieras hacerlo por sí solas. Aún así,
mis ojos atrevidos no dejaban de hacer estragos por su cuerpo imaginándome
cantidad de cosas que eran imposibles cuando un movimiento de sus pectorales hacia
arriba me hizo pegar un salto. Subí la mirada, segura de que mis orejas explotarían de
la vergüenza y él me sonrió, completando por sí solo el éxtasis de derretimiento en el
que me encontraba.
—Yo…—hice a hablar, pero cerré mi boca al momento que me percaté que era
una mala idea.
—Si lo usarás de nuevo, ciérralo de vez en cuando para que no se haga tanta

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presión—explicó, y asentí, pestañeando rápido para que a mis ojos no se les ocurriera
mirar a otro lado que no fuera su hermoso rostro.
—Claro… claro—suspiré, intentando que la voz me saliera normal y recordé el
detalle por el que ahora no podía bajar la mirada—pero, tu franela…—señalé hacia el
amarre sin salvación que había hecho en la abertura.

—No me gustaba—negó con la cabeza sonriendo y yo asentí, aliviada de que no


hubiese tenido que ser un problema.

—Espero que no, igual así no creo que te pudiese gustar—bromeé, teniendo en
cuenta que de verdad no tenía salvación.

Sin hacer expresión alguna, sus pasos se escucharon mientras se acercaban a mí y


mis pies se movieron contra el suelo, inquietos de saber que se estaba acercando.

Era extraña la relación amor-odio que tenía con esta sensación pero comenzaba a
ser frustrante como mi cuerpo reaccionaba cada vez que la cercanía entre nosotros se
hacía. A parte de que la situación no era muy favorable teniendo en cuenta que lo
único que separaba mi pecho del suyo era una graciosa toalla del capitán América y
mis pezones se erizaban con sólo saber esa parte de la información. Mordí mis labios,
inquieta y vi como su pecho se apretaba.
—Estaré afuera cuando salgas—dijo en voz baja, no necesitando hablar fuerte
para que lo escuchara debido a lo cerca que estábamos. Entristecí al saber que ya se
iba pero una reacción en él terminó por confundirme. Su ceño se fruncía a medida
que su brazo se levantaba en indecisión y tomé una respiración profunda en
expectación de lo que pasaría después.

Todo mi cuerpo vibró cuando su mano igual de mojada que mi fría piel se posó
sobre mi cabello, enviando corrientes eléctricas a todo mi cuerpo. Su frente estaba
arrugada en más una mueca de dolor y acarició mi cara, pasando su pulgar cerca de
las comisuras mi boca. Mi pecho subía y bajaba, en una respiración rápida y mi
mente maquinó, imaginando no lo que se sentiría sus dedos sobre mis labios si no los
suyos estampados contra mí.
Nunca me había puesto tan nerviosa cerca de un hombre. Tal y como había dicho,
eran mi especialidad, de eso se trataba mi vida. Sabía cómo controlarlos, como
manipularlos, como hacer que rogaran por mi atención. Estaba acostumbrada a la

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cercanía con ellos y estaba acostumbrada al tacto de un hombre. No entendía porque
el hecho de que Adam solo pudiera sus dedos sobre mi cabello hacía que mis
hormonas se alborotaran.

Suponía que la sensación era tan placentera porque nunca lo había sentido de esta
forma. Es cierto que me habían atraído hombres con los que había estado, clientes
que me habían gustado y muchachos que me habían acortejado cuando estaba más
joven que habían llamado mi atención. Pero la situación con Adam me hacía sentir
diferente. No porque fuese un cantante, una figura pública, alguien reconocido ni
porque hubiese sido mi amor platónico cuando era adolescente. Había algo en su
presencia que me hacía sentir diferente olvidándome de todo aquello que lo envolvía.
Algo que me hacía sentir como si ya hubiésemos estado en esto antes.
Sus dedos se posaron ene mi cuello, haciéndome cosquillas y como si de una
reacción inmediata se tratara asintió y salió del baño sin más, sin decir una sola
palabra, cerrando la puerta con cuidado tras de sí.

Mi respiración aún seguía rápida, el pulso de mi cuello a punto de desaparecer


cuando decidió irse y mi boca abierta.

No podía creer que fuera tan malditamente extraño. No tenía idea de si solía ser
así con todas las chicas a las que se acercaba o que se le acercaban pero no era bueno
para mí sistema respiratorio ni mí sistema cardíaco. Recogí mi boca del piso y me
froté el cuerpo con la toalla para hacer desaparecer los rastros del agua y me agaché
para tener preparada la ropa con al que saldría.

Me daba mucha vergüenza que Ryan tuviese que prestarme ropa de su novia, pero
era cierto que no sobreviviría el tiempo que estuviese aquí con la misma ropa y
tampoco quería hacer el intento. Me sentía asquerosa y sucia y mi cabello estaba
hecho todo un desastre antes de si quiera habérmelo mojado.
Saqué con cuidado la ropa que estaba acomodada y sonreí al ver un pijama de
conejitos. Chillé como una niña y recordé que de pequeña yo tenía una igual. Me la
había comprado mi madre cuando había cumplido seis y ese había sido mi regalo de
cumpleaños.
Me encantaba y hasta la llegué a usar para salir a pasear. No me la quitaba en
ningún momento. Hasta que el dibujo de los conejitos se empezó a desvanecer por lo
mucho que la usaba y terminó por quedar sólo un suéter rosado y su mono. Me puse

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muy triste y mamá prometió que me compraría otra cuando pudiera.

Pero sabía que mentía, sin intención pero lo hacía, nuestra situación monetaria no
era lo suficientemente buena como para comprar algo más allá de lo que comeríamos
en el día y no iba a ponerle una carga sólo por un capricho de niña.
La tomé sin pensarlo y cogí también el mono de conjunto. Me metí en él,
sorprendiéndome de que me quedara a la medida e imaginé que la novia de Ryan
debía ser de mi contextura. Tardó un rato en pasar por mis senos pero con un esfuerzo
pequeño lo logró.

Al jogger también le pasó lo mismo y reí internamente cuando mi trasero se


quedó atascado en la tela. Como quisiera que Adam me ayudara en este tipo de
situaciones, suspiré, sacudiendo la cabeza ante cualquier pensamiento de esos en mi
mente.

Me miré en el pequeño espejito que había colocado en la pared y ladeé la boca al


ver lo destruida que me veía. Igual a un cachorro mojado. Pasé los dedos por mi
cabello batiéndolo para que se viera un poco más con vida e hice lo mismo con mis
mejillas a ver si tomaban un poco de color. Mis ojos se veían más grandes de lo
normal imaginé que porque no había dormido mucho y suspiré, bajando mis
hombros, decepcionada de que no pudiese verme como siempre me veía.

No me consideraba de mal gusto, si lo hiciera, no estaría consciente de todo lo


que podía conseguir de los hombres. Aunque fueran básicos, una cara y un cuerpo
bonito nunca estaban de más para ellos y aunque fuese sexo por dinero tampoco
estaba de más.
Sabía todo eso, y aunque no estaba especialmente conforme o alegrada por eso,
tenía al menos la certeza. No la seguridad, pero si la certeza.

Mis caderas eran anchas y mi cintura pequeñita como una abeja. Mis pechos no
eran precisamente los más bonitos de todos, pero estaban en su lugar aún y contaba
con la suerte de que la familia de mi madre todas eran de trasero grande.
Mi piel era blanca casi pálida y eso resultaba ser frustrante cuando se trataba de
sol, mosquitos, golpes, o cualquier otra cosa que pudiese hacer que se pusiera de otro
color o que dejara marca. Mis ojeras eran comúnmente notorias cuando no dormía
mucho y mis pecas rodeaban mis mejillas y mi nariz respingada. Mis labios eran

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finos y de verdad agradecía el milagro que hacía el lápiz labial haciendo que se viera
gruesa.
Mi cabello era alborotado pero de vez en cuando se aplacaba y podía decirse que
era… bonito.
Mis ojos siempre, según lo que me habían dicho había sido mi mayor atractivo
por su color y lo llamativos que eran, pero la verdad era que a mí no me gustaban.
Era lo único de mi cuerpo a lo que realmente le tenía disgusto. No tenía nada en
contra de los ojos claros, pero me recordaban mucho a mi padre. Y saber que tenía la
mayor marca del hombre que abandonó a mi madre en mi cara era algo que me
disgustaba por completo.

Había olvidado cómo se veía mi cara sin maquillaje, mis noches y mis días eran
de estar pintarrajeada porque de llamar la atención se trataba y mi cara rechoncha ya
había tomado un aspecto diferente sin él.

Me sentía algo atrevida saliendo como en realidad era yo con personas a las que
no conocía pero armándome de valor respiré profundo y abrí la puerta del baño.
Había colocado la toalla donde mismo la había conseguido y lo único que no tenía era
algo con que cubrirme los pies. A menos que en otro lugar los tacones con pijama se
vieran bien, no tenía nada más.

Adam estaba afuera justo como había dicho y al mirar por la única ventanilla que
había en esta parte del remolque pude notar que ya estaba oscureciendo.
—Pensé que no saldrías—murmuró recostándose al sofá cama haciendo sonar su
espalda y los pensamientos sobre ella descubierta invadieron mi mente.

—Estaba eligiendo algo apropiado—dije mientras me acercaba y volteó a verme


arrugando las cejas en cuanto mi vestuario estuvo a su vista.
Una sonrisa de oreja a oreja se extendió por todo su rostro y coloqué las manos a
los lados para hacer una pose graciosa.

— ¿Danna tenía eso allí? —soltó una risita y asentí echándome a su lado.
—Tiene muy buen gusto —dije, con total sinceridad a su gusto por los pijamas de
conejito.

—Son conejos

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—Los mejores de todos los tiempos—negó con la cabeza sonriendo y sonreí
también por haberlo hecho reír, mientras miraba hacia el otro lado— ¿los chicos aún
duermen?

—Ya debían haber despertado pero supongo que pasarán hasta el otro día
— ¿Por qué tu no dormiste?

—No habrías sabido moverte tu sola, no podía dejarte rondar aquí así—sonreí.

— ¿Estás diciendo que soy torpe? —fingí ofenderme abriendo la boca.

—No, no—negó y luego me miró a la cara—bueno, en realidad sí—confesó,


frunciendo los labios tapando una sonrisa.

—Lo sé, lo sé—asentí, enrollando mis piernas alrededor de sí mismas y


estirándome para mayor comodidad. Un bostezo se me escapó y lo cubrí con mi
mano para no ser maleducada.

— ¿Tienes sueño? —preguntó, sus cejas alzadas en inquietud.

—Un poco, estoy bien—agité la mano para que no se preocupara.

—Yo aún no tengo, no he dormido bien días, pero en realidad no tengo

—Esto es difícil ¿no?

— ¿Qué?

—Las giras, viajar, estar lejos de tu casa


—Esto es solo una pequeña parte de lo que es—frotó su sien— entra lo que es la
actitud de la gente, las fans, los productores, más y más gente involucrada. El hecho
de tener que pasar días viajando, durmiendo y comiendo mal, haciendo paradas en
lugares en los que no te reconozcan para poder comer en paz, tener que dormir sólo
pocas horas por el tiempo, las practicas, los ensayos, el escribir, que a veces no te
salgan las palabras, los acordes, estar lejos de casa—dijo la última parte con una voz
de dolor y quise abrazarlo como si con eso pudiese aliviarlo— oh dios, lo siento—se
disculpó sacudiendo la cabeza—sólo hiciste una pregunta y me extendí como si te
importara, no fue mi intención.

—No, no, no—negué varias veces acomodando mis piernas para quedar de frente
— no tengo ningún problema en escucharte. Debe ser difícil también no tener con

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quien desahogarte acerca de eso más que los chicos que por supuesto también están
pasando lo mismo que tú—dije, siendo sincera.
No entendía todo el estrés al que tenían que estar sometidos contando con la
posición en la que estaban. Pero si sabía lo que era esforzarte por complacer gente
que no conocías para un fin.

—Generalmente y lo he visto y oído—aseguró— la gente piensa que la vida de


un artista es sencilla y que deberías amar tu profesión porque es lo mejor que hay. Y
aunque es cierto que le he agarrado amor a la profesión, no es precisamente como se
pinta. Detrás de las canciones, de los álbumes nuevos, de los conciertos, de las
presentaciones perfectas hay horas y horas de ensayos duros y sin parar y sin dormir
—sus palabras salían y salían como si se lo hubiese estado guardando por mucho
tiempo y en secreto me sentí afortunada de que fuera yo a quien se lo contaba y me
concentré en escucharlo por completo— que no todo es fama o el dinero que te ganas
y ya. Sé que a los muchachos no les importa tanto como yo, porque a ellos siempre
les gustó la idea de la banda y ser reconocidos y todo eso, pero odio no estar en mi
casa. Odio no ver a mi madre ni a mi padre ni a mi hermano ni dormir en mi cuarto ni
comer en mi puesto. Siempre fui el más brusco en este tema—me sorprendí. De lo
poco que había conocido a Adam, sabía que era brusco, pero nunca imaginé que
pudiese ser reservado y arisco si de la banda se trataba. Era diferente lo que se veía en
tv y lo que conocías en persona. Lo de que la gente suele pensar era cierto— Es
frustrante saber que al terminar un viaje sólo cierras y abres los ojos cuando ya estás
montado de nuevo en un autobús o en el remolque—sus brazos habían caído a su
lado como si estuviese cansado y mi ceño se frunció en compasión, sintiendo muchas
más ganas de abrazarlo ahora.
—No puedo decirte que lo entiendo, nunca he sido una artista—hice una sonrisa
de lado— pero sé lo es estar lejos de casa. Hacer cosas por la gente que no quieres o
que no puedes. Que el estrés te carcoma y te sientas a punto de explotar, que no
puedas mirar a los lados y sentirte más que vacío con lo que haces
— ¿Te sientes así en tu trabajo? —preguntó y tragué saliva. Sabiendo que lo decía
con total interés, me sentí mal y quería evadirla. Pero él me había contado y se había
desahogado conmigo y aunque no le dije completamente la verdad tampoco le dije
una mentira.

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—Sí, suelo sentirme así—fruncí los labios y deseé que no siguiera esa parte.

—Extraño mucho estar en casa—suspiró pasando los dedos por su cabello y mis
dedos se alzaron queriendo repetir la acción— he hablado con los chicos de tomarnos
un descanso—me encontraba asintiendo cuando de repente al mismo tiempo que
hubo terminado mi cabeza se alzó y mis ojos se abrieron como platos.

— ¿Q…qué? ¿Un descanso? ¿Dejar de cantar?

—Dejar de cantar, dejar de dar conciertos, dejar de ser una banda por un tiempo a
la vista de la gente, un descanso—explicó, con suma paciencia, impresionado de mi
reacción.

—Pero… pero un descanso es…


— ¿Drástico? —ladeó la boca.

— ¡Sí! —Mordí mis labios—es decir, no lo sé…—me apené por haberme tomado
el atrevimiento de haber contestado tan rápido.
—Dijiste que no eras una fan—se burló y arrugué mi nariz.

—Dije que no era una fan loca—refunfuñé y el sonrió.

—Si es algo drástico, pero no será por mucho tiempo, sólo quisiera desaparecer
un rato de todas estas cosas, estar con mi familia y volver a ser el Adam normal.

—Eres el Adam normal—solté una risita.

—No, soy Adam el de Runaway—dijo, en tono de queja— la gente ya no me


conoce como el chico pueblerino que se la pasaba encerrado en su casa cantándole a
su madre antes de dormir. La gente me conoce como Adam, el vocalista principal de
Runaway, el chico del cabello alborotado y voz gruesa—sonrió en la última parte
mientras imitaba una voz al azar pero su sonrisa se desvaneció en un segundo— he
pasado hasta no sentirme como Adam el normal a veces. Se me olvida ser el Adam
normal—su tono de voz era triste y mi pecho se apretujó— ¿Eso te ha pasado? —
pestañeé varias veces antes de responder.

— ¿No sentirme como yo?


—Ajám—asintió.

Mi vida se trata de no ser yo misma, Adam.

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—Sí, me ha pasado—me limité a decir mientras frotaba mis rodillas. Quería
decirle. A pesar de todo y de cómo me podría sentir y lo que pasara después quería
decirle. Quería poder desahogarme con él así como él lo había hecho conmigo.
Quería poder hablar de ello como solía hacerlo con las demás personas, sin miedo,
sin vergüenza. Pero había algo que me decía que no debía hacerlo y mi mandíbula se
apretó cuando sólo eso fue lo que me salió decir.

El silencio reinó un rato en el espacio pero increíblemente o se sentía incómodo.


No hacían faltas palabras, ni acciones para que el ambiente se sintiera bien. Me sentía
cómoda con Adam, a pesar de lo nerviosa que solía ponerme cuando se me acercaba.

Lo veía jugar con la rajadura en su pantalón y yo me entretenía con el dibujo en el


jogger.

—La forma en que cantaste…—su voz me alertó—fue muy hermosa—mis ojos


se achinaron cuando hube sonreído por su comentario y el subió la cabeza para
verme.
—Yo… gracias—sinceré, mi corazón dando un revuelco al escucharlo decir eso.

— ¿Por qué esa canción? ¿No te gusta lo rudo? —bromeó, sin reír.

—Me encantan todas sus canciones—rodé los ojos— pero en ese momento no
podía dejar de pensar en mi madre y decidí cantarla. Además que era una gran idea
que no podía dejar pasar, el cantar una canción de Runaway con Runaway allí—agité
mis manos y esta vez el si rió.
— ¿A tu madre? ¿Por qué a tu madre?

—Murió hace unos meses y esa fue la canción que escuché durante todo ese
tiempo, así que
—Oh, dios, lo siento, de verdad, siempre saco cosas que no…

—No te disculpes Adam, no es tu culpa


—Sé que no es mi culpa, me disculpo por hacerte tener que recordártelo

—Lo recuerdo todo el tiempo, no te preocupes—negué con la cabeza poniendo


mi mano sobre su rodilla.
—Eres algo terca con las disculpas

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—Tu también—rebatí soltando una risa y después de eso un bostezo.

Mis ojos habían comenzado a decaer y supe que no podría aguantar mucho
despierta. La suave tela que recubría el sofá estaba comenzando a hacer efecto en mí.

— ¿Aún no tienes sueño? —pregunté, intentando no quedarme dormida a media


pregunta.

—No, aún no, si quieres puedes dormir, yo estaré despierto un rato

— ¿Estás seguro? —otro bostezo.

—Estoy seguro—sonrió acariciando mi cabeza como si fuera un cachorrito y


levantándose—vamos.

Mis ojos habían comenzado a cerrarse pero su orden me despertó.

— ¿Vamos?

—Sí—dijo asintiendo como si entendiera de lo que estaba hablando.

—No, no comprendo, ¿A dónde vamos? Pensé que dormiría

—Irás a dormir—afirmó—pero no aquí. Dormirás allá—señaló hacia la izquierda


donde imaginé que se ocultaba su habitación o como fuera que se llamara dentro de
un remolque—yo aquí.

—No, no ¿cómo crees? Yo puedo dormir aquí, estoy bien con eso—le toqué el
hombro.
—Pero yo no, dormirás allá, en una cama
—Esto es una cama—bromeé palpando el sofá.

—En mi cama—dijo por lo que imaginé la última vez que lo decía y tragué saliva
ante su orden.
—Bien—terminé diciendo y lo seguí.

Mis piecitos resonaban contra el piso y al entrar me sorprendí que no estuviese


tan desordenado como estaba el cuarto del con el que había venido, que supuse que
era donde estaban los demás chicos ahora.

Había una cuanta ropa fuera de la cesta pero nada que fuera para morirse y su
cama estaba perfectamente acomodada, como si nadie hubiese dormido allí en años.

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Quitó un cuaderno que estaba sobre el colchón y se paró al lado, esperando que
me recostara, reaccionando a lo que quería me apresuré a sentarme y sacudir mis pies
para acostarme y mi espalda gritó de felicidad al sentir lo suave de las plumas. Cogió
unas medias de su ropa y me las pasó para que me las pusiera.

—La ventanilla está abierta, puede ser que te de frío—dijo mientras buscaba la
sábana de encima desesperado por todo el cuarto. Cuando por fin la hubo conseguido
miré hacia la ventanilla que tal y como él había dicho estaba abierta y mordí mi labio,
esperando a que se acercara para decirle.

— ¿Puedes…cerrarla? —pregunté, en voz baja y su expresión de confusión me


apenó.

— ¿Cerrarla? ¿Por qué?

—No me gustan las ventanas abiertas en la noche—confesé, esperando a que se


burlara. En cambio, asintió y la cerró de inmediato.

—Listo, aún así puede que te frío. El aire siempre consigue entrar por cualquier
lado—sonrió pasándome la sábana y me enrollé en ella como un gusano por si acaso.

Había caminado hasta la puerta para salir y mis ojos dormilones entristecieron
cuando lo vi marcharse.

—Gracias Adam—dije esperando que me escuchara antes de que saliera


totalmente y volteó, mostrándome sus hoyuelos.

—De nada…—logré escuchar y mis ojos se cerraron por completo.

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Capítulo 9
Adam

No sé porque había dicho su nombre, o bueno el que yo creía era su nombre, pero
solo esperaba que hubiese sido incapaz de escucharlo. Había pasado parte de la noche
pensando en ello y en ella hasta que había logrado dormir.

Me costaba mucho dormir en esa cama y más aún en este sofá, pero no iba a dejar
que Shae tuviese que pasar lo mismo.

—Despertaste primero, que gran milagro—dijo Daniel mientras salía al verme,


estirándose haciendo sonar sus articulaciones.

—Siempre despierto primero que todos—rodé los ojos.

—Lo sé, dormilón—pellizcó mis cachetes y sonreí ante su buen humor por las
mañanas. Era algo con lo que lamentablemente yo nunca había contado.

—Iré a ver a Brey, Sha…—corregí rápido— Vanessa aún está dormida, mucho
cuidado —advertí mientras me hacia paso hacia el otro lado.

—No quiero uno de tus empujones rabiosos Adam, está bien—agitó las manos y
asentí ocultando una risa.

Caminé hasta la parte donde había una ventanilla que daba al otro lado donde
estaba Brey y le di tres toquecitos.

— ¿Quién de mis galanes es hoy? —rodé los ojos riendo, al parecer todos hoy
estaban cariñosos.

—Soy Adam Brey, necesitaba hablar contigo—dije, apoyando mis piernas hacia
la pared.
— ¿Quieres que detenga el remolque?

—No, no hace falta—dije, sin querer que tuviese que hacer eso sólo por mí—
sólo quería aclararte la duda de lo que viste ayer.
—Oh sí Adam—recordó en voz alta— Ryan me contó que tuvieron problemas—
chisteé los dientes. Rayos, chismoso Ryan.

—Ahm bueno, sí, algo así

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— ¿Quién es esa chica?

—No lo sabemos—mentí—sólo estaba en el remolque y ya.


— ¿Qué? —Alzó mucho más la voz y cerré los ojos— ¿aún está aquí? —me
sorprendí de que eso Ryan no se lo hubiese dicho.

—Si Brey, tranquilo, no es una de esas fans locas

— ¿Cómo lo sabes?
—Ya lo hubiese demostrado

—Está creando problemas entre ustedes—se quejó.

—No es su culpa mis cambios de humor—dije, queriendo protegerla.


—Bueno, no me parece que estén teniendo una chica aquí, tarde o temprano eso
será un conflicto.

—Lo sé Brey, lo sé—me pegué más a la ventanilla.


— ¿Ella te gusta? —preguntó y casi que lo vi sonreír a través del vidrio.

—Basta Brey—solté una risa—sólo era eso, te hablaré si necesitamos algo.

—Yo compré el desayuno en la mañana, se los dejé en la rendija—dijo haciendo


toquecitos en el hoyo que estaba debajo indicándome que lo había dejado allí—
compré para ella también, tuve el presentimiento que aún seguía aquí.
—Gracias Brey, eres el mejor

—Sí, ya, déjame conducir—refunfuñó, volviendo a su estado natural y sonreí


tomando las bandejas.
Cuando volví ya todos estaban despiertos, si se podía decir ese término ya que
Michael cabeceaba en el mueble y coloqué la bandeja en la mesita que teníamos.

—Divinura—sonrió Daniel al ver la bandeja y sin pensarlo dos veces tomó la


suya.
—Estoy muriendo de hambre—dijo Ryan mientras también al tomaba y Michael
se acomodó en el sofá sin decir palabra, alcanzando la suya también.

—Es obvio, durmieron hasta hoy—alcé las cejas mientras destapaba mi bandeja.
— ¿Tú no? —preguntó Ryan mientras se atragantaba con un pedazo de tocino.

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—Sha…—corrigiendo de nuevo—Vanessa no podía quedarse rondando sola

— ¿Dónde está ella?


—En mi habitación
— ¿Durmió contigo? —escuché por fin la voz de Michael y dejó de comer para
preguntar en un tono de voz que no me gustó, tan ahora empezando la mañana.

— ¿Qué si lo hizo?
—Adam—regañó Ryan mirándome y bajándome los humos refunfuñé.

—No, dormí aquí en el sofá—respondí volviendo la mirada a mi bandeja y


tragándome todo lo que estaba en ella.

Nadie volvió a hablar hasta el sonido de unos pies descalzos contra el piso llamó
nuestra atención. Shae caminaba frotándose un ojo, el otro cerrado y con el cabello
alborotado. Michael arrugó la nariz cuando la vio, imaginé que por el pijama y Daniel
y Ryan sólo sonrieron de oreja a oreja.

—Parece que ahora ha entrado una pequeña niña a nuestro remolque—bromeó


Daniel tocándose una ceja.

—Buenos días a todos—saludó poniéndose en un pequeño banquito mientras no


dejaba de frotarse el ojo. Daniel era el que había quedado más cerca de ella y con
algo de rudeza le bajó el brazo.
—Vas a rompértelo si sigues haciendo eso con esa delicadeza—dijo en sarcasmo
la última parte.

—Lo siento, me picaba mucho—frunció los labios, mirándonos a todos. Hice una
sonrisa rápida y volví a concentrarme en la comida.
—No sabía que Danna tenía eso—rió Ryan refiriéndose al pijama.

— ¿No te gusta?
—Es tierno

—Lo sé—sonrió ella, orgullosa.


—Tu bandeja de comida está ahí, para la hora que es supongo que es desayuno y
almuerzo—quise bromear, aunque en realidad no era tarde y ella abrió los ojos
exasperadamente apenada preparada para lanzar una disculpa—es broma, es broma,

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son las diez de la mañana, tómala—su boca se cerró y arrugó la nariz levantando
nada más que la parte de arriba de su cuerpo apoyándose en un pie que había quedado
encima del banco para tomarlo.

Comenzó a comer y Daniel y Ryan dejaron las bandejas en la basura habiendo


terminado ya.

—Hola Mike—saludó Shae mirando a Michael queriendo que él la saludara.


Imaginé que por el problema que habíamos tenido.

—Vanessa—dijo él asintiendo con la cabeza—tu vestuario es algo…—volvió a


hacer el mismo gesto que cuando la había visto—peculiar.

—Y te desagrada—sonrió ella.
—No el pijama precisamente—ella arrugó las cejas y luego las subió cuando
hubo entendido.

Me sentía algo incómodo por espiar su conversación pero no pensaba irme.


— ¿Los conejos? —Michael asintió y Shae estalló en una risa pequeña,
despertando lo que no tenía que ser despertado— ¿por qué?

—No me gustan, son… no lo sé


— ¿Tiernos?

—Son de todo menos tiernos—un escalofrío recorrió su espalda y recordé porque


lo decía con una sonrisa.

En un viaje de campo que habíamos hecho, un conejo salvaje se le había pegado a


la franela afortunadamente fallando su dedo y no había logrado soltárselo si no hasta
que se tiró al piso junto con él. Reímos mucho ese día.
—Tuvo una mala experiencia con conejos—dije mientras me levantaba a botar la
bandeja y sentí la mirada fulminante sobre mi espalda.

— ¿De verdad?
—No—refunfuñó.

—Sí—debatí sonriendo.
—No la estoy tocando maldición, ¿también está mal que hablemos y te meterás
en las conversaciones? —mi sonrisa se desvaneció y me apené de que Shae tuviese

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que escuchar eso. Ella masticó de su comida lentamente y mirando hacia abajo,
apenada también.
— ¿Puedes comer en nuestra habitación? Necesito hablar con Mike—me dirigí a
ella y asintió de inmediato levantándose. Pero su trasero pegó contra el banco de
nuevo cuando su brazo fue halado por Michael.

—No, no necesitas hablar conmigo, ella se queda—la cara de Shae estaba roja y
fruncí los labios acercándome para quitar su mano de ella. La soltó antes de que yo
siquiera pudiera acercarme y resopló.

—No, hablaré contigo

—No, no lo harás, no tenemos nada de qué hablar


—Ve a mi habitación por favor—Shae me miró y luego a Mike y tomando sus
cosas de nuevo se fue lentamente hacia la habitación y me sentí como un padre
cascarrabias y mandón.

—Le hiciste perder el viaje, nosotros no tenemos nada de qué hablar—me le


coloqué de frente antes de que se le ocurriera irse y vi como su boca se ladeaba ante
mi movimiento.

—Sabes que sí Mike, no seas tan arisco—su boca se abrió y soltó una risa.

— ¿Yo soy arisco?

—Bien, yo lo soy—lo callé antes de que continuara— esto nunca debió pasar
Mike, lo siento.
—Al diablo—refunfuñó preparándose para pasarme. Lo tomé del brazo e hice
que me mirara a la cara.
—Estoy hablando contigo Michael
—Sé que estás hablando conmigo, por eso me estoy yendo

—Eres un niño malcriado—los solté.


—Y tú un amargado mandón—mi expresión molesta se suavizó increíblemente
cuando dijo eso y es que estaba de acuerdo. En realidad si me sentía de esa manera.

El cara dura había pasado de ser Ryan a ser yo y eso era lo que menos quería.
—Michael, perdóname—sus ojos furiosos viajaron hasta los míos y su frente

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arrugada se suavizó un poco, sin quitar lo molesto que aún seguía.

—No sé qué te pasa Adam, nunca eres así, odias eso de Ryan—maldición, había
leído mi mente, sí que me conocía bien. De todos los chicos Michael siempre había
sido con el que había tenido más contacto y por eso yo también lo conocía de pies a
cabeza—y menos por una mujer.

—No quería que te acercaras a ella Michael—fruncí los labios, sintiéndome mal
después de todo.

— ¿Te gusta? —Preguntó y negué con la cabeza— Di la verdad maldición, me la


cogeré hasta que grite si no lo dices—mi boca se abrió y sostuvo mi brazo
mirándome directo a los ojos, sus ojos aún furiosos. Estaba seguro que los míos
estaban casi iguales pero cedí, sorprendiéndome de que Michael hubiese logrado
intimidarme.

—Sí—dije al fin, su agarre y su cara mitigándose cuando lo hube soltado.

Un peso de encima pareció haber desaparecido y por un momento agradecí que


Michael fuera tan malditamente bestia.

— ¿Ves lo fácil que fue? —Se quejó— no tenías que actuar como un animal.

—Lo sé, lo sé, lo siento—me retracté, sin concordar en lo que de que fue fácil
porque en realidad no lo había sido.

—Era todo hermano. Es una chica linda, no tiene malo que te guste—suspiró esta
vez frotando mi brazo con su mano— lo de ser un imbécil estuvo de más.
—Bien, bien—me quejé con lo que sus insultos fuesen aumentando gradualmente
y el rió—ya entendí.

—No puedes culparme por querer mi verga en alguien tan bonita como Vanessa
—mi mandíbula se apretó y conforme fui apretando el brazo de Michael y sus ojos se
cerraron por el dolor—ya, ya, ya no volveré a decir algo como eso—lo solté y asentí
acercándome para darle un abrazo. Me recibió con total serenidad y me sentí bien por
haber arreglado las cosas.
—Eso espero—dije al final, y él sonrió.

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Capítulo 10
Me había escondido en la habitación de Adam mientras ellos conversaban, lo que
en su idioma era pelear y gritar y había aprovechado para echarle un mejor vistazo.
Estaba relativamente vacía si no fuese por unas cuantas cajas y cuadros que había
alrededor. Las cajas imaginé que para guardar sus cosas temporalmente y los cuadros
pues… no lo ´se, supongo que estaban ahí y ya.

Me acerqué a una de las cajas mirando hacia la puerta que aún no fuese a venir
pero aún se escuchaban sus voces afuera así que me escabullí para ver que tenía la
primera. No era conocida por ser una entrometida, pero sentía mucha curiosidad.

Destapé la caja y vi que sólo había ropa allí. Franelas, jeans y supuse que algunos
suéteres por lo grueso de la tela. Me fui hasta la otra y cosas de uso personal también
estaban y me sorprendí al ver un patito de hule. Reí para mis adentros y me contuve
de sonarlo con fuerza. Para ser un hombre que no tiene tiempo de casi nada tenía todo
muy organizado.

Seguí a la otra caja y un montón de cuadernos estaban apilados. Volví a mirar


hacia la puerta y mordiendo mis labios cogí uno para verlo. Se sentía tan
erróneamente bien que mis manos no se detuvieron cuando lo tuvieron entre ellas.
Parecía ser de algún tiempo porque sus hojas estaban comenzado a ponerse amarillas
y ya olía a como suelen oler los libros viejos.
Pasé las páginas con cuidado y me di cuenta que eran dibujos de acordes junto
con algunas letras. Mis ojos se abrieron y mi boca igual en una sonrisa cuando
reconocí varias de las letras de las canciones de las bandas escritas en su bonita y
curveada letra. Pasé mis dedos por ella como si de esa manera pudiese sentirlo a él y
lo cerré colocándolo con cuidado donde estaba.
Otro de los que tomé tenía lo que parecían ser clases de biología de secundaria y
varios más solo tenían muchas más clases y actividades. Tomé uno de los que estaban
casi al final y solo y mordí mis labios cuando vi que en la primera página decía
“álbum nuevo”.

—No sabía que eras tan curiosa—el cuaderno se me fue de las manos y traté de
atraparlo en el aire fallando hasta la última vez cuando quedó colgando entre mis dos
dedos.

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—Yo… yo no…—mis palabras se enredaron al igual que el cuaderno en mis
manos y tragué saliva cuando vi a Adam acercarse hacia mí lentamente.
— ¿Cuál es ese? —preguntó tranquilo mientras lo miraba por encima sin
preocupación.
Sabía que esto podría pasar y aún así me arriesgue y ahora no podía evitar que el
nudo de la vergüenza que tenía en la garganta hiciera efecto cada vez que quería
hablar.

—Oh, la primicia—dijo sin esperar a que contestara, gracias al cielo, mostrando


una sonrisa mientras lo hojeaba. Me sorprendía su tranquilidad y mis hombros se
contrajeron cuando dirigió su mirada hacia mí— ¿te gustaron?

— ¿Qué? —pestañeé varias veces.

—Las canciones ¿te gustaron?

—No… no las leí—fruncí los labios.


— ¿Quieres leerlas? Ninguno de los chicos lo ha hecho aún, no sé si sean buenas
para sacarlas en el próximo álbum

— ¿Quieres que la lea? —me sorprendí que me lo estuviera diciendo tan sereno.
— ¿Por qué no? eres una fan, sabrás si le gusta a la gente o no—se encogió de
hombros pasando sus dedos por las páginas.
Lo miré de lleno sin saber si hablaba en serio pero se veía muy tranquilo para
estar mintiéndome o actuando sarcásticamente. Lo abrí, saltándome la primera página
y comencé a leer las que tenía escritas.

A medida que iba avanzando mi sonrisa se iba expandiendo y mis ojos se iban
colocando chinos, haciendo gracioso el intentar leer.
Todas las letras estaban perfectas, hermosas y suspiré porque alguna de ellas fuera
dedicada a mí. Se expresaba tan bien y convincente sobre lo hermosa que podía verse
una mujer y lo mucho que podías amarla que de inmediato supuse que una muy bella
mujer debía estar detrás de ellas.
— ¿Estás llorando? —preguntó, extrañado poniéndose cerca de mi cara y llevé mi
mano a ella para saber de que estaba hablando. Mi mejilla estaba ligeramente mojada
y la limpié con rapidez antes de que pudiera darse a notar más.

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—Wow, no tengo idea de por qué…—mi ojo dolió cuando froté muy fuerte y
recordé la imagen de Daniel quitándome del brazo para que no fuese a quedar tuerta.
— ¿Por qué? ¿Por qué estabas llorando? —su expresión era de real preocupación
y quitó el cuaderno de mis manos concentrando su atención en mí.
—No lo sé, ni yo misma lo sé—dije, sin mentir, porque en realidad ni idea tenía
de que había estado llorando.

—Estás mintiendo—dijo, su ceño fruncido.


—No, no estoy mintiendo—negué con la cabeza repetidas veces.

— ¿Fue por las canciones? ¿Algo te hizo sentir mal?

Cierto. Había estado pensando en eso mientras las leía. ¿Qué carajos les pasaba a
mis hormonas? No podía ser que hubiese empezado a llorar por eso.

—No, no fue por eso, debió haber sido alguna basura—esta vez sí mentí agitando
las manos cerca de su cara.

—Nunca había visto a alguien llorar por una “basura”—hizo el énfasis en


“llorar”.

—Pues siempre hay una primera vez—le seguí el juego forzando una sonrisa y él
frunció los labios— ¿qué pasó con Michael? —pregunté, queriendo pasar el tema.

—Oh, todo bien ya—rascó su cabeza como si le apenara que le preguntara y esta
vez sí sonreí de verdad pareciéndome tierno el gesto.

—Me alegro por eso, no quería ser la causante de cualquiera de sus problemas—
dije, sinceramente.
—No fue tu culpa nada—negó, aún apenado.

—Aún así—me encogí de hombros.


—Iremos a ensayar en un rato—dijo poniendo sus dedos sobre mi brazo de
repente.

— ¿De verdad?
—Siempre hacemos una parada a mitad de camino para ensayar

— ¿Ya estamos a mitad de camino? —pregunté, mis hombros bajando,

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entristecida por tener que escucharlo.

Era cierto que al principio había querido escapar e irme lo más rápido que pudiese
pero le había agarrado cariño al quedarme aquí. Además de que la sensación con
Adam me gustaba y así fuese solo para sentirla yo, estaría dispuesta a quedarme.
Y sí, había sonado como una fan loca.

—Sí, ya casi llegaremos, ¿por qué? —su rostro también se veía entristecido pero
tal vez fuese sólo mi imaginación.
—No, es sólo que pensé que sería más tiempo el viaje

—Yo también, casi siempre dura más. O tal vez es lo que aparece porque no
disfruto el viaje—sonreí pícaramente.

— ¿Y ahora si lo estás disfrutando? —preguntando en juego esperando la


respuesta sarcástica o de mal gusto que me daría.

—Estás tú—me respondió, devolviéndome la sonrisa, dejándome sin habla. Mi


boca se entreabrió queriendo soltar un chillido pero me controlé quietamente mientras
me tragaba la baba que estaba segura que estaba botando—vamos, ya deben hacer la
parada—dijo moviendo su cuello saliendo de la habitación.

Mis piecitos se habían movido a los lados, danzando de felicidad y supe que no
me había controlado como yo pensaba. Me retracté en cuanto me hice paso a salir y
recordé que aún tenía puesto el pijama. Bueno, suponía que sólo los vería ensayar así
que no debía importar que tuviese puesto.
Batuqueé mi cabello que por fin había tomado su forma natural y alisé el suéter
para que se viera dentro de lo que cabía algo decente.

El remolque se escuchaba vacío y supuse que ya estaba vacío pero miré por la
ventanilla antes de que algo como lo de la primera vez me fuera a pasar,
asegurándome de que efectivamente no estaba en movimiento.
— ¿No te vestirás?

—Ya estoy vestida—le respondí a Daniel quien parecía acabado de despertar, con
la marca de la almohada en el rostro. Sonrió.
—No creo que quieras venir así

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— ¿Por qué? Sólo los veré ensayar ¿no?

—Sí linda, nos verás ensayar—acarició mi cabeza y fruncí los labios al complejo
que tenían todos de tratarme como un cachorrito.

Esperé a que abriera la puertita y salí quemándome cual vampiro. Entrecerré mis
ojos para que no me pegara directamente y di pasos hacia adelante con cuidado
buscando no tropezarme con nada.

Daniel iba un poco más adelante que yo imaginé que porque era el último de
todos que se había bajado y me pareció extraño que ninguno de los otros chicos me
hubiese venido a buscar.

— ¿Tienen un lugar para ensayar? ¿O sólo hacen una parada en cualquier lugar y
ya? —le pregunté mientras daba saltitos para alcanzarlo.

—Generalmente es Brey el que se encarga de eso mucho antes de que nosotros


sepamos, se pone de acuerdo con los que tiene que ponerse, busca el lugar cercano
depende del camino que vayamos a recorrer, bajamos, ensayamos y seguimos

— ¿Brey es como su representante o algo así?

—Es más un papá—confesó mirando sus pies mientras sonreía.

Sonreí también acercándomele más cuando vi que estábamos llegando me di


cuenta de que el espacio era parecido a una casa, pero algo pequeña. Pasé la mano
por mi cabello cuando el viento quiso alborotármelo entré rápido antes de que eso
pasara.
Ruidos que no pude reconocer comenzaron a sonar y me detuve al ver la cantidad
de gente que había dentro.

— ¿Qué…?—pregunté pero Daniel había desaparecido de mi vista.


Busqué a los lados encontrando nada más que gente desconocida, cámaras y
flashes por doquier, entrando en pánico al encontrarme perdida.

Mis pies se sentían fríos contra el piso y los vellos de mi nuca se erizaron al
recordar que no tenía puesto más que los calcetines que me había prestado Adam. Las
miradas habían comenzado a hacerse presente y mi nariz se calentó, resignándome a
que pasaría vergüenza segura y que ni siquiera encontraría a los chicos para sentirme
menos horrenda.

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Mi hombro dio un choque duro contra alguien y mis ojos se cerraron cuando vi
que un flash venía directo a mí.
—Qué bonita, no se ve una niña así todos los días—dijo plantando sus ojos en
mis senos y fruncí el ceño, asustada— ¿con quién vienes?
—Con nosotros, ¿qué haces Robert? —un suspiro de alivio y tranquilidad me
inundó cuando vi que Adam se había puesto entre nosotros y me daba un ligero
empujón hacia atrás.

—Sólo mi trabajo
— ¿Acosar personas es tu trabajo? —bufó.

El hombre, que suponía su nombre era Robert, refunfuñó y chasqueando los


dientes se alejó.

—No te acerques a ese hombre, no tiene buena fama. Nunca me ha gustado desde
que empezó a trabajar con nosotros
— ¿Trabaja para ustedes? —mi voz se escuchaba como si hubiese estado a punto
de llorar y carraspeé teniendo en cuenta que era cierto.

—Es fotógrafo—movió la cabeza a los lados y como dándose cuenta de un gran


detalle sus cejas se arrugaron— ¿por qué no te cambiaste? —preguntó llevándome
hacia atrás con sus manos buscando a su alrededor que no hubiese nadie cerca, aun
así bajando la voz.
—No me dijiste que me tenía que cambiar—chillé, en voz baja también— pensé
que sólo ensayarían y ya.

Maldito Daniel.
—Siempre graban nuestros ensayos, y dan un preview antes de un concierto,
deberías saberlo—refunfuñó.

—No tenía idea de esto, soy una fan, pero por si no lo recuerdas, no viajo con
ustedes cada vez que tienen gira—sus labios se fruncieron y quité sus brazos para
darme vuelta y salir— estaré afuera, Brey ya debe haberse ido así que no podré
volver al remolque
—No te irás a ningún lado—me haló y ladeé mi boca.

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— ¿Qué se supone que haga entonces? ¿Fingir ser la mascota de la banda? —hice
señas en los conejitos del suéter e hizo una mueca.
—Vamos allá

—Hay mucha gente

—No, no la hay—me haló de nuevo y mi pecho se apretó cuando su declaración


se hizo falsa dejando ver que si había demasiada.

— ¿De dónde sale toda esta gente?

—Vienen de donde haremos el concierto, llegan un día antes que nosotros para
que estén informados con Brey acerca de nuestra ubicación y sea fácil llegar a donde
vamos a ensayar—fue un milagro que lograra entenderle todo lo que decía, iba tan
rápido a donde quiera que fuera como si no hubiese un mañana—te sentarás allí,
podrás vernos en directo. Si alguien te molesta sólo llámame. No me importa si estoy
en plena grabación—soltó mis dedos con delicadeza y corrió hasta donde estaban los
demás chicos.

La silla donde me había puesto hacía que mi trasero fuera hasta abajo y me di
cuenta de que era una de esas sillas playeras. Me sentía pequeñita ante las personas a
mi lado que no paraban de mirarme y tragué la poca de saliva que me quedaba.

Un hombre cuya etiqueta en su camisa de vestir decía “Edward” lanzaba palabras


hacia todos y el ambiente se había puesto más tenso y mucho más alborotado. Cada
quién había tomado, supuse, que su lugar y los chicos estaban acomodados,
instrumentos a mano.

Mirar a Adam peinando su cabello, con su expresión fría y serena, increíblemente


fue lo único que me hizo sentir tranquila y no a punto de llorar como quería hacerlo.
Un “acción” se escuchó fuerte detrás de mí y mis hombros se alzaron por el
impacto. Daniel había comenzado a rasgar la guitarra y su rostro se iluminó con el
montón de flashes que salieron a relucir.
Michael no se veía muy a gusto y aunque sabía que Adam n lo estaba, fingía muy
bien, suspirando para empezar a cantar.

Mi boca se expandió en una sonrisa cuando la música finalmente me envolvió


esta vez sí me sentí tranquila por completo, a pesar de ser yo más el centro de

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atención que los mismos chicos.

Estaban tocando “Llama mi nombre” y era una de las primeras canciones del
álbum anterior. No era una de mis favoritas, pero no podía negar que me encantara.
Al igual que todas.
Adam aferraba sus manos hacia el micrófono y sus ojos estaban cerrados,
concentrado de lleno en lo que hacía. Ryan estaba del otro lado con el bajo y sonreía
cada vez que las notas sonaban como eran gracias a sus dedos.

Mis piernas se movieron al mismo ritmo y por un momento se me olvidó todo lo


que estaba junto a mí y sólo pude prestarle atención a la banda a la que le tenía tanto
gusto.

Nunca me hubiese imaginando conocerlos y mucho menos en las circunstancias


en los que los conocí. Toda fan hubiese estado realmente emocionada con estar en el
mismo remolque que su banda favorita pero la verdad era que me ponía triste saber o
que pasaría si se enteraban de la verdadera razón por la que había aparecido allí.

No tenía idea de que papel pintaba Alan en la banda o en sus vidas, pero estaba
segura de que nada bueno podía salir de que supieran que me había acostado con él
en su propio remolque y que era una prostituta. Habían sido muy buenos conmigo al
no sacarme de inmediato ya que era una simple extraña pero no podía tardar en que
apenas llegáramos tomara algo de vuelta a mi casa.

Lo había decidido ya y lo haría, me iría sin dejar rastro antes de que pasara.
Vi una vez más a Adam y mi corazón se arrugó cuando lo vi sonreír hacia mí sin
parar de cantar.

Era increíble lo guapo que podía llegar a ser y lo natural que podía verse frente a
las cámaras igual que como lo había visto en todas sus presentaciones y me recordé a
mí misma de nuevo, sentada acariciando la pantalla deseando verlo en persona algún
día.

Ahora lo había hecho y no podía parar de pensar en cómo toda esta ilusión
acabaría en cuanto llegáramos y continuara su gira.
El hombre a mi izquierda había hecho la seña de paro a los que grababan y me
acomodé en silla cuando hubieron terminado.

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Increíblemente había dejado de prestar atención a las canciones que habían
empezado a tocar mientras mi mente divagaba pero sacudí la cabeza de todo
pensamiento de esos cuando vi a Adam dirigirse a mí.

— ¿Qué tal? —preguntó sonriéndome y alejé la tristeza que tenía para


responderle, serena.

—Son estupendos—dije, sincera y él se colocó en cuclillas a mi lado.

—Ninguno de los chicos estaban tocando con ganas—se encogió de hombros—


excepto Ryan. Adora las cámaras, no sé cómo lo hace
— ¿Adorar la cámara?

—Actuar como si no estuviesen allí. Como si sólo fuesen parte del ambiente,
habiendo ensayado tanto tiempo nosotros solos, sin tener que preocuparnos de que si
lo hacíamos mal teníamos que comenzar a grabar de nuevo. Ya es costumbre, no es
gusto.

—Tú actúas muy natural para no gustarte

—Cierro los ojos, es más fácil imaginar que no me invaden—sonrió y una chica
se acercó a nosotros.

— ¡Hola!—saludó alegremente mientras contoneaba su cadera, dándole a un beso


a Adam en la mejilla— ¿y ella? —preguntó evidentemente refiriéndose a mí. Me
parecía haberla visto al entrar pero no estaba seguro. Su cabello rojo no se me
hubiese olvidado.
—Amiga de la banda—respondió Adam sin esperar a que preguntara más y ella
asintió tendiéndome la mano.

—Es extraño. Nunca traen chicas aquí, excepto Danna—dijo, refiriéndose a la


novia de Ryan.
—Siempre hay una primera vez para todo—Adam me guiñó un ojo sin que ella se
diera cuenta y contuve las ganas de sonreír.

La chica tendió sus manos hacia la mía y se la estreché.


—Verónica, maquillista de los chicos

—Vanessa—las cejas de Adam se arrugaron pero cambió su expresión en cuanto

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notó que lo vi por ayuda, buscando una descripción también para dar— amiga de la
banda—terminé por responder imitándolo.
—Un gusto conocerte Vanessa—soltó mi mano, aun sonriendo—te habíamos
visto entrar y no miento, todos teníamos curiosidad por saber
—Lo imaginé, no es que pueda pasar muy desapercibida que digamos—me apené

—No te preocupes por eso—agitó su mano— también hay días que no he querido
levantarme de la cama—sonreí, pareciéndome muy agradable que fuera tan tierna y
ella suspiró—en fin, iré a saludar a los chicos—los veo después—plantó un beso en
mi mejilla y en la de Adam y se fue, contoneando sus caderas de igual forma.

—Que linda—dije cuando estuve segura de que no me escuchaba. Adam hizo una
sonrisa corta, sin decir nada más y entrecerré los ojos— ¿trabaja con ustedes de hace
mucho?

—Desde que empezamos podría decirse—respondió mirando al frente. Los


chicos se habían encontrado con ella y bromeaban, sus chistes escuchándose hasta
donde estábamos. No podíamos pasar desapercibidos pero hasta el momento nadie
más que verónica se había acercado por nosotros.

—Oh, tienen tiempo conociéndose entonces—dije, con un tono entre pregunta y


afirmación, curiosa.

—Es mi ex—respondió y mi boca se entreabrió, cerrándose cuando volteó a


verme.

—Oh, oh—me callé.


Pellizqué la parte interior de mi boca, teniendo una sensación extraña en el cuerpo
y suspiré queriendo que desapareciera. No había sabido que responder a eso, ni
mucho menos reaccionar y aunque no es como que tuviese que hacerlo me retraje
cuando no supe que hacer.

Las personas habían comenzado a alborotarse de nuevo recogiendo algunas cosas


y uno de los fotógrafos que estaban cerca de nosotros nos lanzó una foto. No me
había percatado de ella y me sorprendí cuando vi por segunda vez el flash. Adam
había tomado mi mano y sonreído, aun en cuclillas puesto a mi lado y abrí mis ojos al
sentirlo hacer eso.

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—No es mucho por hoy chicos, afortunadamente lo han hecho muy bien, no
perdamos tiempo, nos vemos en el concierto—gritó el señor que había visto que se
llamaba Edward y todos prestaron atención a su voz.

—La última vez también fue así —murmuró Adam a mi lado mientras se
levantaba y me hacía señas de que lo siguiera— nos hicieron ensayar tres canciones,
unas cuantas fotos y nada más.

— ¿Y eso es malo?

—No, pero tampoco es bueno.


Adam tomó mi mano mientras caminaba por dentro del gentío y lo miré
percatándome de su agarre. Él en cambio, iba sereno y tranquilo mientras saludaba de
lejos a algunas personas que veía.

Podía sentir todas las miradas puestas entre nosotros y en vez de sentirme
avergonzada, me sentí afortunada de ser la razón por la que nos miraban tanto. No me
importaban cuales fueran sus comentarios ahora, estaban comentando acerca de
Adam y yo.

Verónica nos vio mientras nos hacíamos paso a salir y se despidió agitando sus
manos, yo devolviéndoselo agitando la mano también. Era realmente bonita, podía
entender porque a Adam le había gustado.

El sol pegó en mi cara cuando salimos y miré hacia atrás para ver si los chicos
venían detrás de nosotros.

Brey se había estacionado cerca y me pregunté si en realidad no se había ido y


había estado ahí todo ese tiempo o simplemente había llegado justo antes de que
saliéramos. Adam soltó mi mano para abrir la puertecilla y se quedó allí esperando a
que todos entráramos.
—Odio los ensayos así—refunfuñó Michael dejándose caer sobre el sofá—ni
deberían de llamarse ensayos. Si quieren tomarnos fotos y grabarnos sólo díganlo, no
lo disfracen, no puedo tocar así.
—Tocas frente a miles de personas en los conciertos Mike—se quejó Ryan.

—Gente que está allí y me aplaude, no cámaras y personas que aún ni me he


aprendido sus nombres.

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—Aprendan a disfrutarlo chicos, eso es todo—dijo Daniel antes de desaparecer
detrás de la cortina de su habitación.
—Al diablo—volvió a refunfuñar Michael mientras cerraba los ojos tapándoselos
con el brazo.
Adam había desaparecido desde que nos había abierto la puerta y supuse que
estaría con Brey, así que tomándome el atrevimiento caminé hasta la habitación para
recostarme.

Mi cabeza dolía y mi cuerpo también y no quería nada más que dormir un poco.
Saqué los calcetines de mis pies sacudiéndolos antes de subirme a la cama y caí
desplomada en ella como si me estuviese esperando.
Lo suave de la almohada me recibió cálidamente y sin pensarlo dos veces mis
ojos se cerraron.

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Capítulo 11
Mi cabeza aún dolía y al hacer esfuerzo para levantarme, chillé cuando una
punzada apareció.
Algo había hecho que volviera a pegar mi cuerpo contra la cama y terminé de
despertar cuando me di cuenta de que era Adam. Sus ojos estaban cerrados y su
respiración era pesada, al igual que su cuerpo por lo que había visto.

No estaba acostado completamente pero su brazo había quedado sobre mi barriga,


así que evidentemente tenía que haber sido eso. Su espalda pegaba con el espaldar de
la cama y su cabeza estaba baja casi pegando a su pecho e imaginé que no tenía
precisamente intenciones de quedarse dormido. No en esa posición.

Quité su brazo con delicadeza para sentarme en la cama y mordiendo mis labios
intenté acostarlo como se debía.

Maldición, sí que era realmente pesado.

Sus hombros cayeron cuando lo logré bajar y recostar su cabeza en la almohada y


chillé cuando su peso casi hace que le caiga encima.

Suspiré, poniendo sus manos a los lados de su cuerpo y froté mi frente.

—No pensé que fueses tan fuerte—murmuró, con los ojos cerrados.

— ¿Estabas despierto?

—No—sonrió— no planeaba quedarme dormido, lo siento—dijo levantándose y


vi todo mi esfuerzo perdido al hacerlo con tanta facilidad.

—Siento haberme venido sin decirte, Michael se durmió en el sofá—fruncí los


labios.
—Te dije que no dormirías en el sofá

—Sólo era por ayer


—Aún no hemos terminado el viaje—arrugué la nariz y el pasó las manos por su
cara bostezando.

Miré a mí alrededor y me sentí extraña.


Era la primera vez que estaba en la cama de un hombre y que él estuviese sentado

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sin hacer/me nada y yo sentada, sin hacerle nada a él.

Y era la primera vez que quería estar en la cama haciendo algo que no fuese como
ahora, sólo estar sentados.

Supongo que lo de que siempre había una primera vez para todo no sólo resultaba
ser sólo una frase.

— ¿Qué hora es?

—No lo sé, más de las once tal vez—se encogió de hombros.

—Es algo tarde, no sé por qué desperté a esta hora

—Te acostaste temprano—volvió a bostezar— eso pasa.

Asentí, mientras la luz que daba de la ventana lo iluminaba y me dejaba ver sus
facciones con poca claridad.

Sus labios estaban algo hinchados y sus ojos se habían vuelto chinos, igual que
los míos cuando sonreía.

—No quiero que te vayas después del concierto—murmuró dejándose escuchar


sólo por poco.

Estaba agradecida de que la oscuridad no lo dejara ver mi rostro confundido


porque sus palabras habían hecho estragos en mi cabeza.

—Es una locura pedirte que te quedes, pero también sería una locura que te vayas
—Adam, yo…
—Por favor, no te vayas—dijo mientras buscaba a tientas mi mano con la suya.

—Adam, yo no puedo… quedarme—dije, cada palabra doliendo más que la


anterior.
—Sé que suena descabellado, pero créeme que no puedo parar de pensar en cómo
será cuando ya no pueda ni siquiera verte—su voz sonaba rasposa y triste, y
humedecí mis labios sin poder creer lo que estaba escuchando— aún no lo sabes,
pero no había podido parar de pensar en ti desde que te vi—mis cejas se arrugaron.
— ¿Es la letra de una canción?

—Estoy hablando en serio. No quería que ninguno te tocara porque te quería, te

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quería a ti

—Adam, estás…
—Desde esa vez, todo ha sido… nunca había tenido esa sensación.
Sus palabras sonaban tan sinceras que quise salir corriendo de inmediato de la
habitación. Sus dedos subieron desde mi mano hasta mi brazo e hicieron cosquillas.

—Adam yo no soy buena para la banda, no soy buena para estar aquí
—Olvídate de la banda un rato ¿quieres? —refunfuño, al oírme mencionarla.

—Adam no soy buena para ti—me quejé, queriendo borrar lo que había dicho.

— ¿Cómo si quiera lo sabes?


—Porque lo sé, no soy buena para tu reputación, ni para tu vida, no para la que
tienes ahora y en realidad para ninguna de las que tuvieras

—Eres dramática
—No lo soy Adam, estoy diciendo la verdad. Te guste o no, eres Adam el de
Runaway y yo soy sólo una…

Habría terminado de decirlo porque en realidad ya estaba dispuesta si no hubiese


sido porque un rudo jalón de mi cuerpo hacia el suyo y sus labios contra los míos me
hubiese detenido.

Mis hombros cayeron cuando el caliente de su boca me arrasó atrapándome y


terminé por derretirme cuando mis dedos tocaron su pecho por fuera de la franela.
Sus manos tomaban con fuerza mi cara sin tener ninguna intención de soltarme, y el
beso entró se volvió más apasionado cuando viajaron hasta mi cintura.

Había besado miles de labios. Había estado con miles de hombres. Había
recorrido el cuerpo de todos, ellos habían recorrido el mío.
Pero nunca se había sentido como esto.

Mis manos fueron desesperadas a su espalda, cantando victoria cuando se


deslizaron por ella y logré sacarle la franela.
La ropa volaba conforme nuestros cuerpos iban fusionándose y un gemido se me
escapó cuando apretó mis pechos sin parar de besarme.

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— ¿Estás seguro de esto? —pregunté, mi respiración entrecortada, mis ojos
cerrados, mareada de placer.
—Supongo que eso responde a la pregunta que iba a hacerte—lo sentí sonreír
mientras se apresuraba a quitarse el pantalón.

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Capítulo 12
Adam

Acaricié su cabello pasando los dedos por los pelitos graciosos que tenía en la
nuca y su cuerpo se erizó, temiendo haberla despertado. Movió su boca hasta su nariz
y respiró profundo, alejada del mundo. Falsa alarma, pensé.

No había podido dormir pensando en que esta noche sería el concierto y que ella
tendría que irse después de eso.

Había sido una locura decirle todo lo que le dije, pero afortunadamente no había
resultado mal.

La tenía aquí, a mi lado, dormida plácidamente.

Nunca había dormido con ninguna chica. O por lo menos quedarme acostado con
ella después de que nos hubiésemos acostado. No porque no las viera para eso,
simplemente nunca lo había hecho.

Pero ahora, no podía dejar de sonreír mientras la observaba respirar y mover su


pecho conforme a ello.

Había quedado cautivado desde la primera vez que la vi, perdida, tan sonriente,
tan ella. Me había dicho a mí mismo que difícilmente podría volver a ver una chica
como ella.

Y así resultó ser, no había visto a otra chica. La había visto a ella.
Su ceño se frunció repetidas veces y supe que estaba a punto de despertarse.

—Buenos días, linda—sonreí y en su cara se formó también una sonrisa.


—Hola Adam—saludó acariciando con cuidado mi mejilla.
Unos toques en la puerta me alertaron y me levanté tapando a Shae con la sábana
más cercana.
—Estoy desnuda—advirtió ella, descubriendo lo obvio y yo entrecerré los ojos.
—Lo sé, acabo de taparte—dije mientras me dirigía hacia la puerta.

Ryan estaba del otro lado y me saludó moviendo su barbilla hacia arriba.
—Brey dice que el concierto lo han adelantado a más temprano, llegaremos en

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media hora, despiértate bien campeón

— ¿A más temprano? —Pregunté en tono de queja y desacuerdo— ¿Por qué?


—Problemas con el patrocinador
—Maldición

—Así saldremos de eso rápido Adam, eso es lo que siempre quieres—dijo


palmeando mi hombro mientras se quitaba de la puerta— Dile a Vanessa que esté
lista. Y procura estar listo tú también—bromeó.

Froté mi cara queriendo destruir todo a mi paso y al ver la carita de Shae de


preocupación mientras recogía su ropa con los pies, el corazón se me apretó.

—Escuché algo de lo que dijo ¿es cierto?

—Supongo que sí—resoplé.

—Iré a vestirme

— ¿Ya? ¿Ahora?

—Mientras menos doloroso sea es mejor—dijo como si estuviese muy segura de


ello.

Ladeé la boca, sin estar de acuerdo, pero sin querer iniciar una discusión, no
estaba de humor para lanzar ninguno de mis comentarios.

Me metí al baño dándome una ducha rápida y vi que Shae esperaba para meterse
al baño también.
No habíamos hablado en un buen rato y estaba empezando a creer que lo de
menos doloroso era cierto.
Me acomodé en unos jeans rasgados y una franela que había mandado a hacer con
mi nombre y unas botas que apretujaban mis pies.

Shae se apresuraba a colocarse el vestido con el que había venido y cogí un


sándwich de los que hacia dejado Brey para nosotros y se lo di mientras se sentaba a
colocarse los tacones.
—Gracias, estaba hambrienta—dijo, mientras se tragaba de un solo bocado el
pan.

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—Sí, pude darme cuenta—murmuré mientras tocaba lentamente su cabello.

Era bastante injusto que habiendo encontrado por fin lo que quería tuviese que
dejarlo ir tan fácil. La vida me la había dado así, en bandeja de plata con la mayor
casualidad y yo la estaba desperdiciando de la manera más cobarde. Aunque sabía
que era lo más razonable y lo mejor, era cierto que no podía pasarme la vida
persiguiéndola así quisiera. Shae no se merecía eso.

Me miró, el brillo en sus ojos cristalizados y acercándose para darme un beso en


los labios, los frunció y lo plantó en mi mejilla.

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Capítulo 13
Sus dedos pasaron por las hebras de mi cabello y mis ojos se cristalizaron, mi
pecho ardiendo porque esto estuviera pasando.
No quería decirle ya, ni tampoco quería que se enterara. Estaba segura que me
odiaría. Me odiaría con todo y no habría más culpable que yo.

No lo había dicho. Pero él era una figura pública, y aunque yo también era
pública, lo era de la peor manera. Era una prostituta. No era buena para él, ni para su
reputación, ni para su carrera, ni para la banda, ni para nada. No era buena para él.
Así que en vez de herirnos a los dos, sin que el supiera que esa era la razón, me
acerqué quietamente hasta sus labios con toda la fuerza de voluntad y planté un beso
en su mejilla.
Los pasos cerca de nosotros nos alertaron y los muchachos se veían realmente
guapos con lo que se habían puesto.

—Somos unos bombones ¿no Vanessa? —dijo Daniel mientras alisaba su franela.
Rodé los ojos y sonreí.

—Lo son

—Gracias nena, tú también eres un bombón—me guiñó un ojo.


Michael me había sonreído al decir que lo eran y concordó con lo de Daniel.

Estaba segura de que me veía de todo menos como un bombón.


Un golpe brusco hizo que me moviera de lado y la puertecita del remolque fue
abierta.

—Muchachos, es hora—dijo un hombre rechoncho, mientras dirigía su mirada a


mí— tú debes ser Vanessa ¿no?
—Soy yo—dije levantándome con cuidado para bajar y presentarme—usted debe
ser Brey.

—El mismo—me estrechó la mano— disfruta del show—sonrió.


Todos los muchachos se apresuraron a bajar y tapé mi cara con las luces que
estaban comenzando a rodar por el lugar.

El espacio era abierto, al aire libre, bastante peculiar y específico para un

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concierto. Me fije en la tarima y todos los instrumentos estaban puestos ya. Se
escuchaba el ruido de las personas hacia el otro lado y arrugué las cejas.
— ¿Cantarán ya?

— ¿Nunca habías venido a un concierto de nosotros? Siempre es así, llegamos


cantando, nos vamos cantando, bastante peculiar—rio Michael mientras daba saltitos
hasta llegar a la parte de la escalera.

—Esperen, ¿A dónde iré yo?


—Por aquí, linda—dijo Brey mientras me señalaba los compartimientos que
había detrás del escenario que imaginé que serían los camerinos.

— ¿Seguro?

—Estuviste en su remolque durante todo el viaje preciosa, no creo que sea un


problema que estés aquí ahora—bromeó.

—Deséame suerte—escuché de parte de Adam a mi lado y me asusté creyendo


que él ya había subido.

—No la necesitas

—Te veré cuando termine Shae—plantó un beso en mi boca y mi respiración se


cortó. Lo miré exasperadamente mientras se iba a la tarima y puse la mano sobre mi
cabeza para asegurar que no explotara.
No…no podía ser.

Había dicho Shae. ¿Cómo podía saber que mi verdadero nombre era Shae?
El chico. El chico del local de batidos. ¡Era Adam!

Todo este tiempo supo quién era yo.


Sabía que no me llamaba Vanessa. Llevé mis dedos a mi frente, creyendo que me
desmayaría y escuché la voz de Brey detrás de mí.

—Vanessa, aquí—dijo luchando porque lo escuchara los gritos de la multitud se


hicieron presentes cuando Adam hubo hablado presentando la banda.
Miré hacia Brey, anonadada y sin saber qué hacer y caminé sin percatarme de que
estaba caminando hacia el cuartito.

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—Iré afuera a revisar unas cosas, quédate aquí, los muchachos tendrán que venir
apenas toquen la primera canción—dijo mientras cerraba la puerta tras de sí.
Sabía quién era yo. El único al que le había dicho mi verdadero nombre. No podía
creerlo.
Sacudí mi cabeza, estresada y me levanté caminando en círculos buscando que
hacer. Irme.

Eso era, tenía que irme ahora. No podía dejar pasar más tiempo. No quería verle
la cara después de saber que sabía que era una mentirosa.
Hice sonar mis tacones contra el piso y giré la manilla de la puerta para salir
cuando se abrió antes de que yo lo hiciera. Maldición, que no fuese Brey.
— ¿Qué carajos?

Mis hombros se alzaron y pegué un salto cuando vi a Alan frente a mí.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —Reclamó, su frente arrugada y sus ojos molestos
— ¿qué estás haciendo aquí? —repitió esta vez en un tono más alto haciéndome
saltar de nuevo.

Tenía que salir. Antes de que los chicos llegaran tenía que salir.
—Estoy por irme, permiso—dije abriéndome paso pero choqué su cuerpo en
cuanto se atravesó.
—No, me dirás que estás haciendo aquí. En el camerino de Runaway

—Tengo que irme Alan—intenté pasar por encima.


— No creo que Adam te haya dejado entrar

—No sabes nada de Adam—refunfuñé—ve a trapear sus cosas si eso es lo que


haces aquí y déjame salir
—Adam es mi hermano estúpido.

—Alan, hermano—escuché de Adam al entrar y mi corazón se paralizó junto con


todos los demás órganos. Y aunque no literalmente así se sentían.
Adam al mirarme sonrió y mi garganta se cerró haciéndome llorar.

— ¿Qué está haciendo esta puta aquí? ¿La dejaste entrar?

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Antes de que Adam pudiera agarrarlo, ya Michael lo había hecho primero.
Sostenía la franela de Alan y el pegó un chillido cuando lo hubo alzado.
—Nunca me has caído bien maldito pillo, no me importa si eres el hermano de
Adam te mataré si vuelves a hablarle así
Adam había empujado a Michael tomando a Alan él.

—No estoy para tus cosas Alan

— ¿Para mis cosas? Dejaste entrar a una puta aquí.

—Alan cierra la boca o se me va a olvidar por un segundo que eres mi hermano.

Mi cuerpo temblaba y mi boca no paraba de moverse debido a que tampoco


paraba de llorar. Daniel iba a acercarse a mí pro se detuvo cuando le negué con la
cabeza.

—No la estoy insultando imbécil, es lo que es—me miró—una puta.

Dejé escapar un grito cuando la mano de Adam se estampó contra la boca de Alan
y sus dedos se separaron llenos de sangre.

—Eres un maldito pillo Alan, no puedes tratar a las mujeres así porque te venga
en gana

— ¡Es una maldita prostituta Adam!—gritó, mientras sostenía su mandíbula


alejándose de la bestia en la que se había convertido Adam— yo la busqué. Pagué por
ella en un bar de mala muerte al que fui y la llevé al remolque antes de que me fuera
—el rostro de Adam se había puesto duro como una piedra y la vena de mi cuello
pareció explotar cuando todos voltearon a verme— le dije que se fuera antes de que
ustedes llegaran y mira donde está. Una aprovechadora.
—Lo que estás diciendo no es cierto—dijo Adam, su voz quebrándose levantando
su puño.

— ¡Se hace llamar Vanessa! —alzó la voz de nuevo y todo lo que había alrededor
pareció derrumbárseme encima— si es que ese es el nombre que usó con ustedes.
Michael había tragado fuerte y Daniel había asentido como entendiendo porque le
había pedido que se alejara.

Todo en mi estómago se había revuelto, y mordí mis labios, mi pecho agitado, las

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lágrimas secando mi rostro.

Podía mentir. Podía decir que todo lo que decía él era mentira. Pero me estaría
mintiendo a mí misma. Y lo que más me dolía, a Adam.

— ¿Eso es verdad? —escuché de la voz de Adam mientras se acercaba, sus ojos


cristalizados y llenos de rabia y dolor. Mis manos estaban juntas, no podía parar de
llorar— ¿es verdad, Shae? —dijo lo último tragando saliva y cerré los ojos por un
segundo antes de decir que sí.

Pero eso fue suficiente para él.


Asintió, sus ojos cerrándose también y mi corazón se rompió cuando las lágrimas
quemaron su rostro.
—Adam…—murmuré pero no me escuchó.

Los gritos de la multitud se juntaron con los de Adam y me desplomé en el piso,


quieta, derrumbada.
Lo último que vi fue Michael correr detrás de Adam hacia la puerta, y como lo
que había tenido, yo misma lo destruía… yéndose así, lo único que me quedaba.

Fin…

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