El Sacrificio
El Sacrificio
El Sacrificio
El libro más antiguo de la humanidad es una recopilación de himnos más antiguos aún, que versan de manera
obsesiva con el sacrificio ritual: el Rg-Veda. Es decir que, antes de dejar por escrito un código moral, o un
tratado matemático, o una gesta épica, el ser humano se preocupó primero en dejar constancia escrita de
su sacrificio. En el Rg-Veda se detalla para qué dicho sacrificio, a quién, cómo, dónde, cuándo… La primera
ciencia de la historia (y aceptamos histórica como algo con registro escrito) es la ciencia sacrificial del Rg-
Veda.
El término sánscrito para sacrificio es yajña (यज्ञ ), y se define como la fórmula para establecer relación con
ciertos seres transcendentes que otorgan dones. En el Rg-veda, esos seres son los devas, y a estos
irremediablemente les identificamos como dioses, por su parecido razonable con nuestros familiares dioses
olímpicos. El yajña védico es la forma de comunicación que tienen los seres que viven en la tierra (bhur) con
ciertos seres excéntricos, pendencieros y chantajistas que viven en un plano superior que esta tradición
refiere como svaḥ (que algunos estudiosos traducen como paraíso, a mi parecer de manera muy torpe). Para
que se dé esa comunicación entre esos dos planos, se hace un sacrificio en un tercer plano intermedio e
intermediario, bhuva, la atmósfera donde el fuego hace posible ese transvase entre dos mundos paralelos.
Con el sacrificio (yajña), los rgvédicos provocaban lluvias o sequías, conseguían sanar enfermedades, obtener
poderes mentales (siddhis), acumular riqueza, destruir enemigos, etc. Nada era imposible para la técnica
sacrificial rgvédica, y no escatimaban cuando se trataba de inmolar fortunas inmensas, recursos de un país
entero, rebaños de ganado de miles de cabezas… Esta gente se tomaba el yajña muy en serio, tan en serio
que su conocimiento mereció el primer registro lapidario. Nosotros, hombres modernos, nos tenemos que
encoger de hombros e interpretarlo así: ¡Qué supersticiosos y tontainas eran estos tipos! Sin embargo, esos
mismos idiotas supersticiosos que mataban animales en honor al dios del fuego (Agni) o al del sol (Surya),
son los mismos próceres que desarrollaron complejos sistemas musicales, profundos conocimientos
astronómicos, fundamentos matemáticos que seguimos usando hoy en día. ¿Cómo es posible?
¿Supersticiosos? ¿O es que no conseguimos comprender a esta gente? ¿Qué puñetas es eso del sacrificio?
Absolutamente toda la cultura védica gira entorno a yajña, y todo sacrificio tiene estos cinco elementos:
¿Por qué no entendemos como modernos este sistema ritual? Porque lo vemos de la siguiente manera:
pensamos que el ser humano solo puede ser el hotri, el oficiante, el brujo pirujo, el que realiza el sacrificio.
Sin embargo, el hombre puede desempañar varios roles en esta dinámica sacrificial. Lo explico: en ocasiones
el ser humano puede ejercer de fuego sacrificial (por ejemplo, a través de la función digestiva), o puede ser
también el don obtenido (hutam; en ocasiones la humanidad aparece como fruto de un sacrificio ritual), o,
sobre todo en las postrimerías del kali-yuga en las que se insertan los tiempos actuales, el ser humano puede
desempeñar tan solo la función de oblación. Así es desde la perspectiva de esta ciencia tradicional: el hombre
y la mujer son las ofrendas más apreciadas por los devas. La humanidad en su conjunto es valorada como
pashu, es decir, literalmente somos cabezas de ganado, propiedad de alguien que nos inmola para obtener
dones, riqueza, poder, satisfacción, poder. ¿Quién o quiénes son los propietarios de este ganado que somos?
Repito: ¿Quién o quiénes son los propietarios de este ganado que somos? Esta pregunta me la he hecho
todos los días de mi existencia desde los últimos treinta años. Quizás ya sea tiempo suficiente para admitir
que no lo sé: de la misma manera que un pollo de granja no puede saber el nombre del empresario de la
explotación en la que va a ser abatido, nosotros tampoco tenemos acceso cognitivo a quiénes nos están
inmolando para su beneficio. A lo mejor, el más capacitado e inteligente de los pollos podrá intuir que está
en una granja donde se matan y despiezan los pollos… pero en ningún caso, podrá averiguar el nombre de
la empresa, su ubicación, su número de identificación fiscal. A la postre, no importa demasiado si el pollo es
de una raza o de otra, si está en un país donde se habla español o japonés, si la empresa es una multinacional
o una pyme… el hecho inexorable es que va a ser sacrificado dentro de un contexto que no puede entender.
No podemos entender el sacrificio ritual cuando nosotros sólo participamos en él como objeto pasivo del
mismo, como ofrenda, como oblación en manos de oficiantes que no sabemos ni que existen.
No entendemos las causas de las guerras, pero participamos en ellas. Y necios y fatuos, llegamos a decir
estar orgullosos de haber dado la vida en la guerra, sin tener ni pajolera idea de a quién se la has dado.
Ignoramos ser propiedad creyéndonos ser libres, pero todos por el mero hecho de nacer, tenemos una
nacionalidad con unos deberes vinculados a un derecho positivo. No existen diferencias, al fin y al cabo,
entre nuestros DNI´s, números fiscales, códigos QR, identidades digitales… y los crotales, aretes, yerras, y
sellos que se le pone al ganado. No comprendemos por qué la humanidad se purga con frecuencia a través
de epidemias, calamidades, genocidios, pero allí nos encontraremos todos al final, en cunetas, morgues,
fosas comunes.
Tengo gallinero, con unas pocas gallinas y un gallo para abastecer de huevos y carne a mi familia. ¿Y si nuestra
vida en el mundo se asemejara en dignidad y conocimiento a la de estas gallinas? Sólo hay una manera de
sobrevivir en este gallinero: poniendo huevos con frecuencia. Mientras produzcas huevos, podrás
permanecer en el gallinero una temporada más. Puedes ser todo lo inmoral, cobarde, estúpida, sucia,
rastrera y violenta que quieras ser con las otras gallinas… pero si cada día pones un huevo, serás cuidada y
alimentada. Si dejas de poner, más temprano que tarde desaparecerás del gallinero, y tampoco creas que
tus compañeras gallinas van a echarte demasiado en falta. Lo único que les importa a esas es el grano que
les echan diariamente sin que ellas sepan que es para su cebe y función ponedera.
Propongo una tercera vía de muerte: intentar escapar de este gallinero manicomio penitenciario, y cuando
te atrapen al intentarlo, mirar a los ojos de quien te va a sacrificar, y decirle: “Ya sé quién eres, hijo de puta”.