Fundamentos Antropologicos de La Ética - 2023

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ÉTICA Y CONVIVENCIA (FUNDAMENTOS ANTROPOLOGICOS)

La Antropología tiene que ver con el hombre, con el “fenómeno humano” (P. Theilard de
Chardin). Saber quién es, es importante para deducir de esto sus conductas que le son
propias, conductas que consecuentemente son reflejo de unos principios que se exteriorizan
en el obrar. La Antropología nos permite llegar pues a la dimensión moral y ética del ser
humano. Es necesario mirarnos a nosotros mismos, hombres y mujeres, para descubrir en
cada uno de nosotros al ser humano concreto en sus múltiples dimensiones que enriquecen
su vida y, de esta manera comprendernos a nosotros mismos y comprender a los demás en
nuestro diario inter-actuar.

1. El hombre como ser Biológico y Étnico.


Corresponde a la Antropo-génesis averiguar sobre el origen del hombre; por tanto,
dejamos el tema a esta ciencia.
Etimológicamente, “homo” tiene que ver con la raíz latina “humus” = tierra. Según un
planteamiento muy aceptado hoy (la materia organizada y viviente alguien la organizó y dio
vida por creación evolutiva ascendente) el homínido se perfecciona hasta llegar al “homo
sapiens”.
Evolución genética y cultural. “Cerebración, humanización y “sapienciación” es el proceso
genético en el cual se van produciendo las formas psico-somáticas específicamente nuevas
desde otras anteriores y en función intrínseca transformante y determinante de éstas” (cf. X.
Zubiri, “siete ensayos de Antropología Filosófica”).
La ciencia de la Etnología –monográfica y comparada- nos iluminará para identificar
culturalmente al grupo humano y situarlo y datarlo en la Historia. El Etnólogo se vale de la
Arqueología, la Paleontología y la Antropología cultural para estudiar los grupos étnicos (las
“razas” en sus épocas y lugares), donde resulta el ETHOS característico que permite
diferenciar e identificar culturalmente a cada grupo humano.

2. El hombre Persona reflexiva.


El hombre se experimenta PERSONA cuando es capaz de “re-flexionar” (de re-pensar en
su intelecto, reflejar su “idea” de sí mismo).
Ante todo se reconoce IN-DIVIDUO (no-dividido), persona y mundo singular, uno en
naturaleza psico-somática (espíritu-cuerpo).
En segundo lugar, su ser humano es IN-MANENTE y TRAS-CENDENTE a la vez (es y
está ahora aquí, y orientado hacia algo más allá): tiene conciencia.
Por tanto, el hombre es “sustantividad singular”: cuerpo-espiritualizado y espíritu
corporeizado (materia cerebralizada) en unidad de persona agente del pensamiento y de la
acción.
Soy, pues, una REALIDAD PERSONAL, y la persona siente anímica y mentalmente
porque reflexiona, su cerebro acciona y reacciona, también puede trascender su realidad
(metafísica, mística).
En el contexto universal, mi distintivo es mi PERSONALIDAD, en proceso de maduración
ininterrumpida hasta la muerte. Por eso se habla de “sustantividad o de mismidad” (sujeto
consciente de mi propia acción).

3. El hombre Ser libre.


Reconocido como Persona, ME AUTODETERMINO; afirmo mi poder y mi acción, opto por
una decisión personal, sin coerción o coacción exteriores que me presionen o condicionen:
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es mi libre determinación. Dispongo de libertad para elegir u optar, ejecutar u omitir, aceptar
o rechazar. Aunque en la práctica no se da la liberad omnímoda y absoluta, dentro de las
limitaciones exógenas (venidas de afuera), dispongo de mi libertad moral y puede usar o
abusar de ella.
Al obrar me hago responsable de mis actos. Mido las consecuencias, con prudencia o sin
ella, y me decido a actuar.
En todo este proceso interviene la CONCIENCIA: consciente de mi libertad, consiento.
La persona consciente tiene plena conciencia para obrar dándose cuenta de lo que hace.
(Incluso en la perplejidad o en la duda actúa).
Ante cualquier interpelación, estoy en capacidad de decir SI o NO con lucidez de plena
conciencia.
Primero conozco, luego quiero y en tercer lugar actúo (orden de premisas en la
argumentación): he procedido con lógica y con libertad. Cuando obro, obro movido por
“razones” que son causas.
Ser y vivir libre es derecho fundamental de personas y de colectividades en la sociedad
civilizada y culta. Y es inalienable: no se vende ni mercadea sin menoscabo de la misma
libertad. Es derecho primordial, después del derecho a la vida.

4. El Hombre Ser Social.


Al vivir la experiencia de inter-actuar y de compartir con otros de mi misma especie, me
siento persona -en- comunidad y se establecen los lazos sociales. Amor, sexo, procreación,
parentesco, convivencia, familia, clan, tribu, pueblo, país, leyes, culto y cultura son
dimensiones del ser social.
Las ciencias de la Sociología, la Ética Social, la Psicología, la Política, la Economía, el
Derecho… estudian cada una desde sus perspectivas el fenómeno social.
Todo hombre y cada hombre es social por naturaleza; se relaciona con otros y con la
misma naturaleza (Ecología). Intercambia con otros sus ideas, proyectos, experiencias,
sueños e ilusiones. El solitario es in-social, se enferma en el ostracismo, es lastre en la
sociedad… La pareja heterosexual, la familia tradicional, el grupo familiar son células
orgánicas de la sociedad.
El animal solo es “social” dentro de su misma especie (hato, jauría…), pero carece de
conciencia social; en cambio el hombre quiere y es social libre y conscientemente.
El mundo está en proceso de socialización y de globalización: políticas inter-continentales,
economías y mercados comunes, religiones ecuménicas, culturas “standard” (modelo
universal), arte comprometido, música y ritmos populares…, la Democracia social etc.
Aunque lo socialismos colectivistas caigan (colapso ruso-soviético), la humanidad tiende
necesariamente a asociarse económica, política y culturalmente.
La ONU, OEA, la CEE, los partidos políticos nacionales, asociaciones religiosas o
cofradías, sindicatos y cooperativas son formas de socialización en su ámbito.
La Iglesia Católica enseña la Doctrina Social en sus distintos documentos (Encíclicas,
Conclusiones Conciliares o regionales, Catecismos y otros similares).

5. El Hombre Ser Cultural


Lo mismo que los antropólogos, los estudiosos de la Ética debiéramos retornar a las
raíces ancestrales, a los mitos primordiales de nuestras culturas autóctonas para descubrir
los genuinos valores de nuestros pueblos. El nombre mismo de nuestros antepasados más
cercanos, los Muiscas o Chibchas que significa “hombre” o “Persona” subraya cómo ellos
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tuvieron una elevada valoración de su condición humana, que contrasta diametralmente con
la realidad des-humanizada del siglo de la ciencia y de la Tecnología. Y así, cada cultura
amerindia anuncia su propio mensaje, celebra sus propios ritos (reiteración del mito), guarda
sigilosamente sus misterios (magias de curación, de exorcismos, de telepatías, etc.)
Entre los Kogui de “Chundúa” (la Sierra Nevada), los Mama (abuelos sacerdotes del sol)
ofrecen “aluna” (ánimo, creación, acuerdo, intención, voluntad y espíritu) y confiesan a los
creyentes; “bailamos para no morir”, dicen. Enseñan que “los blancos son los hermanitos
menores, “mani” que todavía se distraen con los carritos, avioncitos y barquitos…; nosotros
ya superamos esa etapa y estamos cerca del infinito (nieves perpetuas): por eso somos los
guardianes del mundo”.
Guardamos nuestros vestigios culturales en los museos, los vendemos o los dejamos
saquear, y no sentimos palpitar la misma sangre mezclada por nuestras venas. Tratamos
despectivamente al “indio”, como a un “marginado” del desarrollo económico: no obstante
ese indio es nuestro ancestro violado y guarda su secreto misterioso. Es necesario re-
descubrir nuestras raíces culturales tan ricas en valores y romper con los complejos de
impotencia, de inferioridad y de determinismos del medio o vivir pensando que el único
horizonte de posibilidades es el de los “pueblos desarrollados”.

6. El Hombre Ser Histórico.

Al modo de “estar en la realidad” lo llamamos historia (Gr. Histos = testigo). Somos


testigos de los acontecimientos y los consignamos con señales escritas, pintadas,
esculpidas, grabadas en piedra, bronce, terracota, papiros, pergaminos o papeles, los
hablamos o cantamos…
El hombre es histórico cuando está a la altura de los tiempos en el proceso “etáneo” o
“coetáneo” (gr. Aion = fuerza vital, juventud…), los procesos de tiempo que se inician aquí y
ahora para proyectarse más allá, en el devenir.
Para el Filósofo alemán Hegel, la Historia es “imagen movible de la eternidad”, tiene su
marcha prospectiva, su modo de ser impersonal, etáneamente absoluto, en proceso de
actualidades. La Antropología es la Historia que camina hacia atrás, hasta los orígenes del
hombre.
Cada uno de nosotros anda haciendo y relatando su propia historia; al decantarse en el
ayer, va acumulándose en la gran Historia universal.
El Teólogo ve la Historia como el “Kayrós” (el tiempo favorable de la acción de Dios).

7. El Hombre Ser Trascendente y Religioso.


El ser humano es un ser in-manente, ligado al tiempo y al espacio, y trascendente,
orientado al más allá. Por ello también nos “re-ligamos” (unirse) con la relación hacia arriba,
hacia el infinito y absoluto, y no solo hacia lo horizontal (los otros y la naturaleza). De ahí
viene como sabemos la palabra y la razón de ser de la RELIGIÓN.
El creyente se llena de “entusiasmo” (gr. Dios adentro), aviva la fe y la celebra (en el rito
se actualiza el Mito celebrándolo). En la genuina religión, el fiel festeja la irrupción de lo
sagrado en lo profano solemnemente y en comunidad.
Según la Biblia, Dios le infundió al hombre un soplo de vida (espíritu, alma) y “lo creó a
imagen suya, hombre y mujer los creó” (Gn 1,27). A pesar de la experiencia del pecado, Dios
le tiende la mano al hombre para que mire hacia adelante, y luego le anuncia la promesa de
un Mesías, de un Salvador, para que comprenda la grandeza de su ser y trascienda lo
simplemente terreno. Así el Mesías re-ligará lo que el adversario de Dios ha desligado.
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No solo el hombre religioso o creyente trasciende esta realidad; también el que se cree
ateo traspasa sus fronteras materiales y se proyecta hacia una utopía final incierta pero
enigmática.

8. El Hombre Ser Ético.


Una vez puesto en relación con otro y otros (alteridad), el hombre se regula éticamente.
De la armonía musical (arpegio) pasa a la melodía social: es ETICO en la plenitud de la
palabra.
La Ética no se enmarca dentro de lo religioso o lo político o lo social… ella es universal
porque sus principios y fundamentos son universales. Abarca el deber ser en totalidad
antropológica, filosófica, teológica. (“si sé quién soy, sé lo que debo hacer”, dice un
pensador).
El hombre se realiza en el Amor y la paz: Dios-hombre-naturaleza, un todo rotundo
(holismo). Cuando amo, libero mis pasiones y energías, asumo la responsabilidad total de mi
acción personal, libre y ética. Unifico el acto intelectivo y afectivo, personal y social, histórico,
trascendente y espiritual.
Necesariamente todo hombre normal tiende a ser ético por fuerza innata: ama la vida y la
respeta en sí y en el otro; busca la justicia y la felicidad, comparte bienes y servicios; cree en
un Ser Supremo y espera otra vida más allá de lo terreno.
La proclamación de los Derechos del Hombre (ONU 1948), expresa los anhelos de todos
los pueblos por la Ética, la Justicia y la Paz.

¿POR QUÉ Y PARA QUÉ DE LA VIDA ÉTICA Y MORAL?

El único ser ético y moral es el hombre. El hombre se está haciendo permanentemente;


busca la autorrealización. El hombre va inventando nuevas formas de vida en las que se
manifiesta la libertad y la creatividad. En el hombre existe una conciencia de su ser, de sus
posibilidades y de sus limitaciones.
El hombre, deseoso de ser más, de vivir mejor, se reconoce limitado, pero al mismo
tiempo consciente de trascender sus límites. Desde estos presupuestos, el hombre viene
definido como un poder ser, como un ser abierto (potencialidades). A medida que se
desarrolla como individuo en la sociedad, toma conciencia de una perfección que no posee,
pero a la que puede aspirar. Se da así una tensión entre lo que es y lo que puede ser.
Para el Existencialismo, el hombre es un proyecto. Proyecto indica mirar hacia algo (un
horizonte de posibilidades); entenderse como proyecto constituye un verdadero llamado;
seleccionar posibilidades para convertirlas en aspiraciones. Tales aspiraciones implican
exigencias: ser consciente del ser real y del poder llegar a otro ser (trascenderse).
La conciencia ética y moral es la expresión de la tensión vital entre el ser real y las
exigencias de trascender. La persona aspira a lograr la felicidad, alcanzando el nivel de vida
que se ha trazado. Frente a esto surge la responsabilidad sobre el actuar cotidiano.

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