Tema 1

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TEMA 1

INTRODUCCIÓN A LA PSICOLOGIA FORENSE.

La psicología jurídica: confluencia entre psicologia y derecho: 9 •Derecho: conjunto de leyes,


preceptos y reglas a que están sometidos los hombres en su vida social. Ciencia que estudia las
leyes y su aplicación. 9 •Psicología: ciencia que estudia el comportamiento humano en el sentido
más extenso. Abarca todas las actividades, sentimientos y razones de las personas. La psicología y
el derecho encuentran su coincidencia en el hecho de que ambas disciplinas son ciencias humanas
y sociales y en que comparten el objeto de intervención: la conducta de las personas. En palabras
de Munné (1987), “son ciencias llamadas a entenderse como ciencias humanas del
comportamiento y sociales”. Efectivamente, en las ultimas décadas la colaboración entre juristas y
psicólogos se ha ido desarrollando e implantando de forma práctica, requiriéndose cada vez en
mayor medida, el aporte de los profesionales de la psicología a la realidad del mundo legal. En este
creciente desarrollo de las relaciones entre Psicología y Derecho podemos distinguir cuatro etapas,
tal y como refieren Fariña, Arce y Seijo (2005): - Desde comienzo de siglo hasta la década de los
años 30: temáticamente orientada hacia fenómenos de testificación; destacan los trabajos
pioneros de Stern, Binet y Münsterberg sobre los procesos psicológicos del testimonio. - De 1930 a
1950: Se ha considerado la época menos fructífera por parte de la psicología jurídica, aunque el
entorno legal sí continuó contribuyendo a la literatura sobre el tema. Garzon (1990) considera que
el descenso de las contribuciones de los psicólogos pudo estar motivado por la diversificación de la
psicología en nuevos campos de trabajo, así como por la etapa de reflexión interna que vivía la
misma psicología, produciéndose lo que Loh (1981) definió como “psicologismo jurídico” por la
proliferación de trabajos de juristas que 3 apelaban a la psicología para fundamentar su paso hacia
el llamado realismo desde un anterior formalismo legal. - 1950 a 1970, Los tribunales comienzan a
acusar la necesidad de utilizar psicólogos cualificados como testigos expertos sobre cuestiones
criminales en las que se debe establecer la responsabilidad del sujeto. - A partir de la década de
los 70 puede contemplarse el “boom” de la Psicología Jurídica notándose un notable incremento
en el número de publicaciones sobre la materia. La vertiente aplicada (Psicología Forense) cobra
un gran impulso que se ha mantenido ascendente con un considerable crecimiento de demandas
en las dos ultimas décadas. En 1981 la American Psychological Association creó la División 41
(psicología jurídica), asimismo, se constituyen asociaciones como: The Association of Psychology
and Law (1991) o la International Association of Forensic Mental Healt Service (2001). En nuestro
país, el primer elemento histórico destacable se sitúa en 1932 cuando Emilio Mira y López publica
el "Manual de Psicología Jurídica" donde apuntó temas como: la psicología del delito, psicología
del testimonio o el concepto psicológico y la valoración jurídica de la debilidad mental. El manual,
dirigido a los juristas, tenia como objetivo manifiesto ofrecerles la información y conocimientos
que la psicología les podía ofrecer para hacer más efectiva su tarea. Tras un silencio prácticamente
absoluto que se prolonga hasta la década de los años 70, tal y como señala Munné (1986), El
Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona, crea en 1971 la Sección de Psicología y Sociología
Jurídicas, en 1974 el Anuario de Sociología y Psicología Jurídicas, y en 1975 el Instituto del mismo
nombre. En 1980, se publica “Introducción a la psicología jurídica”, en la que Ramón Bayés, Luis
Muñoz-Sabaté y Federico Munné realizan una recopilación de trabajos aparecidos en años
anteriores. Otro elemento clave para el desarrollo de esta disciplina en España, es el derivado del
ámbito de la psicología penitenciaria ya que en los años setenta los psicólogos empezaron a
trabajar dentro del ámbito carcelario, siendo los primeros que promovieron 4 el interés tanto en
las universidades como en otras instituciones sobre la labor de estos profesionales en el ámbito
judicial. Ya en la década de los ochenta el Colegio Oficial de Psicólogos, desde sus diferentes sedes,
sirve también como potenciador y difusor de esta disciplina. En este sentido cabe destacar los
esfuerzos de la Delegación de Madrid que en 1985 promovió el estudio para la elaboración de un
Catálogo de Documentos en Psicología Jurídica, cuya primera edición ve la luz en enero de 1986.
Asimismo esta Delegación propulsó la creación de la Sección de Psicología Jurídica en 1987,
propiciándose de esta forma tanto la difusión de esta rama de la Psicología como la formación
para los profesionales. En Cataluña, a finales de los 80 ya existía un grupo de trabajo sobre
Psicología Jurídica que en 1990 se constituiría como Comisión y en el año 2000 como Sección
Profesional. Entre las actividades más destacables se encuentran la organización de forma
conjunta con el Centro de Estudios y Formación Especializada del Departamento de Justicia de las
Primeras Jornadas de Psicología Jurídica en Cataluña en 1999 y las Segundas Jornadas de
Psicología Jurídica en Cataluña co-organizadas con la Universidad de Barcelona en el año 2004.
Psicología Jurídica (definición) Comprende el estudio, explicación, promoción, evaluación,
prevención y en su caso, asesoramiento y/o tratamiento de aquellos fenómenos psicológicos,
conductuales y relacionales que inciden en el comportamiento legal de las personas, mediante la
utilización de métodos propios de la psicología científica y cubriendo por lo tanto distintos ámbitos
y niveles de estudio e intervención ( Psicología aplicada a los tribunales, psicología penitenciaria,
psicología de la delincuencia, psicología judicial – testimonio y jurado- , psicología policial y de las
Fuerzas Armadas, victimologia y mediación). 5 2. La psicología forense Etimológicamente el
término “forense” deriva del latín “forensis”, referido al forum de las ciudades romanas; la plaza
donde se trataban los negocios públicos y donde el pretor celebraba los juicios. Por tanto, la
palabra esta referida al “foro” o lugar donde se administra justicia. “Sitio en que los tribunales
oyen y determinan las causas” (Diccionario de la Real Academia Española) En general, el termino
Psicología forense engloba todas aquellas actividades que el psicólogo puede realizar en el “foro”,
en intervenciones específicamente solicitadas. En palabras de J. Urra (1993) es “la ciencia que
enseña la aplicación de todas las ramas y saberes de la Psicología ante las preguntas de la Justicia,
y coopera en todo momento con la Administración de Justicia, actuando en el foro (tribunal),
mejorando el ejercicio del Derecho". Siguiendo a Garzon (1989), y la diferenciación que ésta
establece entre psicología jurídica y psicología forense, observamos que no solo supondrían dos
enfoques diferentes en su relación con el Derecho (filosófica vs aplicada), sino también dos
concepciones distintas de la psicología (colectiva vs individual). Psicología y Derecho (visión
clásica). Garzon, 1989 Concepciones(aspectos) Psicología Jurídica Psicología Forense Psicología
Psicología colectiva Psicología teórica Psicología individual Psicología aplicada Objetivos
Fundamentación psicológica y social del Derecho: - Origen del Derecho - Sentimiento jurídico -
Evolución de las leyes. Componentes psicológicos de la práctica judicial: - Psicología criminal -
Psicología de testificación. Psicología de profesionales de la Ley. Relaciones con el Derecho
Filosofía del Derecho Práctica profesional Relaciones con otras ciencias Sociología, antropología
Psicopatología forense, ciencias naturales. 6 En definitiva, podemos concluir que la psicología
forense es la denominación que ha recibido la vertiente aplicada de la psicología jurídica,
entendiéndose que su función principal es la de ofrecer funciones de soporte a las
administraciones de justicia. El principal requerimiento que se realiza al psicólogo forense es la
elaboración de peritajes psicológicos, función que, como ya señaló Muñoz Sabaté (1980), abarca
una gran cantidad de ámbitos específicos en el marco jurídico porque “el derecho es algo
multidimensional y omnipresente. El caso más insospechado puede presentar algún problema de
prueba susceptible de ser tratado con métodos psicológicos.” La necesidad de la intervención de
los psicólogos como peritos en los diferentes procedimientos judiciales no es nueva, se viene
planteando desde principios del siglo XX (Ibáñez y Avila, 1990), citándose como primeros
antecedentes el testimonio de Albert von Schrenck-Notzing en un juicio celebrado en Munich en
1896, que informó sobre la influencia de la sugestión en numerosos testigos a causa de los efectos
de lo publicado en la prensa sobre el caso de asesinato que se juzgaba; así como la publicación de
la obra “On the Witness Stand” de Hugo Münstrberg en 1908 en la que defendía que con los
conocimientos sobre percepción y memoria los psicólogos podían comprender mejor que los
juristas la mente de los testigos. Münstrberg, propuso la utilización de un Test de Asociación de
Palabras que ayudara a establecer la culpabilidad o no de los acusados, lo que le valió durísimos
ataques de los juristas. A pesar de ello, la aceptación y tendencia a la generalización del uso de la
psicología en los tribunales es mucho más reciente. Según indica Torres (2002), en EE.UU. su
generalización se produciría a partir de una Sentencia del Tribunal Supremo de 1962 en la que se
establecía que “se considerará error judicial rechazar la peritación de un psicólogo respecto de su
área de especialización”. Esta Sentencia deriva de lo acontecido en el sumario Jenkins versus
EE.UU, en el que tres peritos psicólogos elaboraron dictámenes sobre la enfermedad mental del
inculpado (esquizofrenia). Su testimonio, fue rechazado en primera instancia por los Tribunales. La
Asociación Psiquiátrica Americana elevó su protesta en forma y su oposición a la no admisión del
psicólogo como perito. En el recurso de casación se admitió la pericia psicológica que se comprobó
acertada. Desde ese momento, como hemos indicado, el rechazo del psicólogo como experto en
su campo de especialización es considerado como un error. 7 En nuestro país un reconocimiento
similar no se produce hasta tres décadas después a partir de una Sentencia del Tribunal Supremo,
que con fecha 21 de noviembre de 1992, (RJ 1992\9624) resalta la relevancia del papel de los
psicólogos en el asesoramiento para valorar todas las cuestiones que tienen que ver con el estudio
de las condiciones psicológicas de los actores jurídicos, al afirmar: “la Psicología permite aportar
medios de conocimiento, que el Tribunal no podría ignorar en su juicio sobre la credibilidad del
testigo y que, por sí mismo no podría obtener en razón del carácter científico especializado de los
mismos”, de la Torre (1999, pg 13.) Ejemplo de las intervenciones más frecuentes en los diferentes
ámbitos: - Derecho Penal: se valoran cuestiones como la responsabilidad criminal en casos de
trastorno mental de un acusado (evaluación de la imputabilidad del procesado), la competencia de
un individuo para ser juzgado o para prestar testimonio, las secuelas de las víctimas, etc. - Derecho
civil: principalmente procesos de tutela e incapacitación de adultos, internamientos psiquiátricos
involuntarios, protección de menores, valoración de daño y secuelas psicológicas, etc. - Derecho
de familia: temas de adopción y privación de derechos parentales de los progenitores (patria
potestad), en la atribución de la custodia de los hijos en caso de divorcio, nulidad y separación,
recomendaciones sobre planes de comunicación y contacto, adopciones, filiación, etc - Derecho
laboral: valoración de daños y secuelas psíquicas a accidentes o situaciones de trabajo, etc. 8 3. El
Dictamen Pericial: El objetivo último de la evaluación psicológica forense es elaborar el Dictamen
Pericial correspondiente al objeto de litigio. La acción del reconocimiento técnico del objeto del
debate es conocida como peritaje o peritación (Ibáñez y de Luis, 1992). Mauleón (1984, cfr. Ibáñez
y Avila, 1989, pag. 294) define el Dictamen Pericial como “la opinión objetiva e imparcial, de un
técnico o especialista, con unos específicos conocimientos científicos, artísticos o prácticos, acerca
de la existencia de un hecho y la naturaleza del mismo”. Dictamen que, siguiendo a Ibáñez y Ávila
(1989), tiene una finalidad objetiva que es la determinación de unos hechos o sus manifestaciones
y consecuencias. Esta objetividad debe ser el principio rector del examen pericial, independiente
de los intereses de las partes, es por ello, que desde un primer momento se deberá definir,
concretar y clarificar sus funciones. El dictamen emitido por el perito en relación a la materia sobre
la que se le ha interrogado, es un medio de prueba dentro de un proceso judicial, que será
ponderada y valorada por el juez en su propia toma de decisión para dictar la sentencia. En
palabras de Ortuño (1998) “el juez no solicita al perito que sea éste el que dicte la sentencia pues
este es el cometido y la responsabilidad del que juzga...la demanda judicial se circunscribe a
solicitar del profesional que le ayude a conocer – apreciar la realidad – de una conducta social
humana, sus motivaciones y sus consecuencias sociales respecto a lo que es objeto de litigio” A
pesar de que, como vemos, la responsabilidad última del alcance de este medio de prueba recaerá
siempre en los magistrados, algunos autores han resaltado el peso constatado que tienen los
informes periciales en las decisiones judiciales. Granados (1990) hace notar esta circunstancia
subrayando además la incidencia que supondrá esta valoración sobre la vida afectiva, económica,
etc. de las personas, en la medida en que la sentencia recoja las opiniones de la pericia. En este
sentido nos advierten también Aguilera y Zaldivar (2003) al ofrecernos el resultado de un estudio
realizado con jueces de Andalucía al señalar como conclusión más importante “el papel decisivo,
que según los jueces, tiene el informe psicológico para valorar los aspectos centrales sobre los 9
que centra la pericia psicológica”, indicándonos que, en su estudio, “la mayor parte de los jueces,
responden que sólo en algunas ocasiones, toman decisiones diferentes a las recomendadas en los
informes”. Desde el entorno jurídico, Montero (2001) indica “la norma general de la sana critica,
puede hacer llegar a soluciones muy diferentes en la valoración de la pericia. No faltan ocasiones
en que el contenido de la Sentencia sobre la guarda y custodia de los hijos se decide con una mera
remisión a lo dicho en el informe”. Mucho más allá llegaba Grisso (1986) en sus consideraciones, al
hacer notar a los psicólogos, que precisamente somos nosotros los más interesados en que las
evaluaciones forenses sean de calidad por su gran repercusión social en la imagen de la psicología
en esta área que aun se esta consolidando. Por tanto, el trabajo del psicólogo forense debe
comportar una gran exigencia científica y ética. De hecho, en las Directrices Especializadas para
psicólogos forenses (Sociedad legal americana y división 41 APA, 1994), se especifica, entre otras,
la obligación del psicólogo forense de seguir los estándares éticos más elevados de su profesión y
la de mantener actualizados los conocimientos del desarrollo científico, profesional y legal dentro
de su área de competencia. Al hilo de lo anterior no podemos dejar de mencionar una
controvertida cuestión que en los últimos tiempos esta llamando la atención de los expertos y que
afecta a la responsabilidad inherente al perito en las delicadas cuestiones en las que interviene.
Como refiere Serrano (2006) “la extraordinaria importancia de su función obliga a que el perito
que incumpla sus obligaciones incurra en responsabilidad”. Responsabilidades que se traducirían,
en su caso, en tres aspectos: penal, civil y disciplinaria.
TEMA 2

“Teoría y práctica de la investigación criminal”

INTRODUCCIÓN La Psicología Forense consiste en la aplicación de la Psicología (métodos y


conocimientos) a la realización de pruebas periciales en al ámbito del Derecho. Es por tanto, la
Psicología aplicada a los tribunales o a aquéllas actividades que el psicólogo puede realizar en el
Foro. Aunque no existe una taxonomía clara de esta área aplicada, ya que frecuentemente se
confunden las distintas especialidades, su ámbito de aplicación está enmarcado en la Psicología
Jurídica, junto con otras especialidades. Considerando el marco aplicado de conocimientos,
podemos distinguir entre dos tipos diferentes de Psicología Forense: Clínica y Experimental. La
Psicología Forense Clínica trata de la evaluación de daños en las víctimas y de atribución de
responsabilidad e imputabilidad de los agresores. Sus especialistas pertenecen al área de la
personalidad, la evaluación y el tratamiento de psicopatologías. La Psicología Forense
Experimental 2 trata fundamentalmente de la evaluación de las pruebas testificales,
identificaciones y declaraciones. Sus especialistas pertenecen a la Psicología Experimental o
Psicología de los Procesos Cognitivos (atención, percepción y memoria), de ahí su denominación

ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y ESTADO ACTUAL La Psicología Forense no es una ciencia nueva.


Podemos encontrar sus antecedentes en los siglos XVII y XVIII, en tratados de psiquiatría legal y
criminología, pero como ciencia moderna, en Europa tiene sus orígenes entre mediados del siglo
XIX y principios del XX, de la mano del italiano C. Lombroso, fundador de la primera escuela de
antropología criminal y autor de L’uomo delinquente (1876); del francés A. Binet que publicó el
libro La suggestibilité (1900), donde se recogen los primeros trabajos aplicados a la Psicología del
Testimonio; y de los alemanes H. Gross, autor del libro Kriminalpsychologie (1897), H.
Münsterberg, que publicó el primer manual específico sobre Psicología Forense titulado On the
Witness Stand (1908) y L. W. Stern, que editó la primera revista especializada en el área titulada
Beitrage zur Psychologie der Aussage (1903!1906). En España, podría considerarse a Pedro Mata
(1811!1877) el primer gran impulsor de las especialidades forenses (medicina y psiquiatría) y de la
primera cátedra de Medicina Legal, y el primero en interesarse en la Psicología Forense, aunque
desde una perspectiva fundamentalmente organicista4 . Relevante también fue su discípulo José
María Esquerdo (1842!1912), que estudió casos tan famosos como el de Francisco Otero (que
atentó contra en rey Alfonso XII) o el de El Sacamantecas (que le llevó a defender ante la Comisión
de Reforma del Código Penal del Senado la falta de responsabilidad criminal del enajenado
mental). Impartió docencia en la Facultad de Medicina del Hospital San Carlos de Madrid sobre
Patología General y Enfermedades Mentales, y entre otras cosas fue presidente de la sección de
Neuropathies, Maladies Mentales et Anthropologie Criminelle del XIV Congres International de
Medecine, celebrado en Madrid en 1903. Asimismo, cabe destacar a autores e investigadores
como Rafael Salillas (1854!1923), fundador de la Escuela de Criminología; Luis Simarro (1851!
1921), primer catedrático de Psicología Experimental en la universidad española; Francisco
Santamaría (1866!1925), autor del primer estudio experimental sobre psicología del testimonio
(1909); Quintiliano Saldaña (1878!1938), con interesantes trabajos sobre atribución de
responsabilidad (1936); Gregorio Marañón (1887!1960) con excelentes trabajos sobre las bases
psicobiológicas del comportamiento, la personalidad y las emociones (1936); Gonzalo Rodríguez
Lafora (1886!1971), pionero en la evaluación psicológica forense; y Emilio Mira (1896!1964), autor
del Manual de Psicología Jurídica (1932), fueron algunos de los que más contribuyeron al
desarrollo de la Psicología Forense española (Carpintero y Rechea, 1995). Desde un punto de vista
formal, los Psicólogos Forenses comienzan su andadura con la Ley de Sanidad Española de 1885
que crea el cuerpo de Facultativos Forenses, organizado en tres secciones: 1) Sección de Medicina
y Cirugía, 2) Sección de Toxicología y Psicología, y 3) Sección de Medicina Mental y Antropología.
Ya avanzado el s. XX, algunos hitos marcarán la situación actual de la psicología jurídica española,
fundamentalmente la creación en 1965 del primer Gabinete Psicológico de la Prisión de Madrid y
en 1968 de la Central de Observación Penitenciaria. Durante la década de los setenta, se funda la
Sección de Sociología y Psicología Jurídica del Colegio de Abogados de Barcelona en 1971, y se
publica la reglamentación penitenciaria que recoge la figura del Psicólogo como técnico en
rehabilitación social en 1979. Y en los ochenta el recién fundado Colegio Oficial de Psicólogos crea
las distintas comisiones de Psicología Jurídica. Hoy en día, los Psicólogos Forenses además de ser
requeridos cada vez más a título particular, desde un punto de vista institucional se encuentran
integrados en la Administración de Justicia en las Clínicas Médico!Forenses, en los Juzgados de
Familia y de Menores, en los Juzgados de Vigilancia Penitenciaria y en los Grupos de Menores y
Malos Tratos de las distintas Policías y Cuerpos de Seguridad. Finalmente, diferentes universidades
ofrecen títulos de post!grado sobre esta especialidad.

APLICACIONES DE LA PSICOLOGÍA FORENSE Las especializaciones de la Psicología Forense


dependen del área conceptual de la psicología aplicada, del tipo de problema a que se quiere dar
respuesta y de la población objetivo. Psicología Forense Clínica Las principales tareas de la
Psicología Clínica aplicada a la psicología forense consisten en la evaluación de daños a las víctimas
de delitos, la evaluación del estado mental de los acusados para establecer la posible imputación
de los hechos delictivos y en su caso asesorar al tribunal sobre el tipo de pena o tratamiento
impuesto en caso de ser declarados culpables, y la evaluación de la competencia de los testigos y
víctimas para declarar. En cualquier caso, la actuación de los psicólogos forenses dependerá de los
diferentes tribunales5 : Clínicas Médico!Forenses. La primera participación de los psicólogos en las
Clínicas Médico!Forenses data de 1986. Estas intervenciones dependen del Tribunal Superior de
Justicia de cada Comunidad Autónoma y están en proceso de incorporarse a los recientemente
creados Institutos de Medicina Legal, junto con los Institutos Anatómico!Forenses, y de
Toxicología. Así pues, los psicólogos aquí colaboran en las evaluaciones de agresores y víctimas en
casos de agresiones físicas, sexuales y psicológicas, de accidentes de tráfico y laborales,
incapacidades, trastorno mental, maltrato a menores, ancianos y de género, mobbing, bullying,
toxicomanías... Juzgados de familia. Fue en estos juzgados donde se crearon los primeros equipos
técnicos con participación de los psicólogos, en colaboración con Trabajadores Sociales. Aquí el
psicólogo actúa a requerimiento del juez, en general para informar sobre la situación personal y
familiar de los cónyuges en procesos contenciosos de divorcio, para la guarda y custodia de los
hijos y el establecimiento del régimen de visitas correspondiente, y en los procesos de protección
de menores. Juzgados de Menores. Los equipos técnicos adscritos a los juzgados de menores se
encargan de la valoración de los menores delincuentes. Su labor consistirá en la elaboración de
informes, generalmente en colaboración con trabajadores sociales y educadores, evaluando la
personalidad y condicionantes (educativos, familiares...) de los menores infractores, y
recomendando las medidas a aplicar a lo largo de todo el proceso. Otros. Además podemos
encontrar psicólogos forenses en los Juzgados de Vigilancia Penitenciaria y en la Asistencia a
Víctimas. En los primeros su labor consiste en la elaboración de informes psicológicos sobre los
condenados para los permisos de salida, la libertad condicional, la progresión o regresión de
grado, el seguimiento de liberados condicionales y para casos específicos relativos a la gravedad
del delito, reincidencia, duración de la condena, alarma social o riesgo de fuga. En los Servicios de
Asistencia a Víctimas el psicólogo asesora a las víctimas de delitos en colaboración con juristas y
trabajadores sociales. Psicología Forense Experimental Desde la Psicología Experimental las
principales aplicaciones tienen que ver con los procedimientos en los que intervienen procesos
psicológicos básicos, fundamentalmente memoria, percepción y atención. Así pues, la actuación
de los psicólogos se centra en la Psicología del Testimonio6 , colaborando en los procedimientos
de toma de declaración para casos especiales, en el asesoramiento a los tribunales acerca de los
factores que influyen en la exactitud de las declaraciones de los testigos, asesorando en la
composición de las ruedas de identificación y los factores que influyen en estos procedimientos y
elaborando informes periciales donde se evalúa la credibilidad de las declaraciones de los testigos
(exclusivamente en casos de agresiones sexuales a menores). Así pues, podemos distinguir dos
diferentes roles del psicólogo forense experimental: como peritos evaluando pruebas testificales,
lo que ocurre sólo en casos especiales en agresiones sexuales a menores y pruebas de
identificación, y como testigos expertos asesorando al tribunal sobre el conocimiento científico en
psicología del testimonio para una mejor valoración de las pruebas. Estos roles se aplican a dos
ejes: el de la mentira y el de la exactitud de los testigos. Cuando hablamos de mentira hacemos
referencia a la actuación deliberadamente errónea del testigo; sin embargo, estos son la minoría
de casos en comparación con la gran cantidad de errores no deliberados que cometen: entonces
hablaríamos de la exactitud de sus declaraciones e identificaciones. A este respecto la ciencia
psicológica ha establecido a lo largo de innumerables investigaciones cuáles son los principales
factores que influyen en la exactitud de identificaciones7 y declaraciones8 y en qué sentido lo
hacen. Un conocimiento en profundidad de estos factores y de los procedimientos que podrían
minimizarlos facilitaría la labor de investigación criminal y la toma de decisiones judiciales. Otra
actuación, menos conocida, de los psicólogos forenses experimentales consiste en la elaboración
de informes periciales para casos de plagio de patentes, marcas y propiedad intelectual en
general. ESPECIALIZACIÓN Y FORMACIÓN DEL PSICÓLOGO FORENSE Como puede apreciarse, los
conocimientos y especialidad de los psicólogos forenses determinan sus funciones. Soria9
distingue entre conocimientos genéricos y específicos en Psicología Penal Forense clínica: 1. Por
conocimientos generales entiende los comunes a la ciencia psicológica, entre los que incluyen
como áreas de conocimiento relevantes para la psicología forense la evaluación, intervención,
asesoramiento, supervisión, investigación, fundamentos científicos y desarrollo profesional. Así, el
psicólogo forense debe conocer la metodología específica a emplear en la evaluación del objeto
pericial; los diferentes tratamientos para abordar la enfermedad mental (señalando especialmente
los de abuso de sustancias, agresión sexual y desórdenes de personalidad); los derivados de la ley
penal y de salud mental, del sistema penitenciario y del sistema forense; los métodos de
enseñanza de los conocimientos propios del área; los relativos a metodología de investigación,
diseño y análisis estadístico; y los de la psicología en general (investigaciones relevantes,
sociodemografía, estadística forense, etcétera)

. Entre los conocimientos específicos de la psicología forense incluye: las bases biológicas,
cognitivo!afectivas, sociales e individuales de la conducta. Algunos de estos conocimientos son
necesarios también para la psicología forense experimental, fundamentalmente los relativos a las
cuestiones de investigación, hasta el punto de ser conveniente (si no imprescindible) la práctica en
la investigación en procesos cognitivos básicos. Y específicamente deberá conocer en profundidad
los procesos, funciones y factores de influencia en la memoria, la percepción, la atención y los
procesos asociados como pensamiento, lenguaje, toma de decisiones, representación, etc.
Psicología versus Psiquiatría Forense En los años 70 se empezaron a presentar informes
psicológicos en los juicios y hasta los 80 se discutió sobre la competencia de psicólogos y
psiquiatras para elaborarlos. Hoy día continúa la polémica acerca de qué profesional está más
capacitado para elaborar un informe pericial sobre el estado mental de encausados y testigos. Sin
embargo, quizá lo más relevante no sea la titulación sino la especialización, el conocimiento y la
experiencia del perito. No olvidemos que el cargo no da el conocimiento. Como en la Medicina, en
la Psicología existen numerosas especialidades (clínica, organización de empresas, educativa,
social, jurídica...), e igual que un traumatólogo no es el especialista más adecuado para evaluar el
estado mental de un acusado, tampoco lo es el psicólogo especializado en la organización de
empresas y recursos humanos para valorar los daños psicológicos de una víctima. Pero incluso más
allá, tanto la psiquiatría como la psicología son ciencias donde existe gran variedad de paradigmas
(funcionalistas, organicistas...) y escuelas (dinámica, cognitiva, conductual...) y cada una es
adecuada para un objetivo determinado. No obstante, como afirma, si en las áreas clínicas existen
dudas acerca de la capacidad de psiquiatras y psicólogos clínicos para emitir un informe, en la
Psicología Forense Experimental no hay conflicto
TEMA 3-PARTE 1

La evaluación psicológica forense del daño psíquico: propuesta de un protocolo de actuación


pericial

les es la rama de la Psicología Jurídica que aplica sus conocimientos y técnicas para ayudar a jueces
y tribunales en su toma de decisiones (Muñoz et al., 2011). El psicólogo forense es, por tanto, el
especialista en la realización de valoraciones psico-legales, actividad técnica que consiste en poner
en relación aspectos del funcionamiento psicológico con cuestiones jurídicas. Esta actividad
técnica se lleva a cabo a través del proceso de evaluación pericial psicológica y es transmitida al
operador jurídico demandante a través del informe psicológico forense, que se convierte en un
medio probatorio más dentro del proceso judicial (Muñoz et al., 2011). La valoración del daño
psíquico se contextualiza dentro de la jurisdicción penal y es de interés jurídico principalmente por
tres aspectos (Esbec, 2000): - Facilita la calificación del hecho al Ministerio Fiscal - Facilita al juez el
establecimiento de las indemnizaciones - Puede ser tenido en cuenta para fundamentar hechos
probados En relación con el último aspecto, no debe confundirse la utilización de la valoración del
daño psíquico para fundamentar hechos probados con valoraciones sobre la credibilidad de las
alegaciones de las víctimas. En este sentido, la investigación proveniente de la Psicología del
Testimonio insiste en lo inadecuado del uso de algunas técnicas de análisis de credibilidad, incluso
para el campo para el que originalmente fueron propuestas, el abuso sexual de menores o
personas con discapacidad (Diges, 2010; Manzanero, 2010). La valoración psico-legal implica que
el perito debe transformar cuestiones jurídicas a términos psicológicos. El concepto legal de daño
psíquico haría alusión a todos aquellos desajustes psicológicos derivados de la exposición de la
persona a una situación de victimización criminal (psicopatología traumática). Debe diferenciarse,
en este sentido, entre el concepto de daño psíquico y daño moral. El primero haría referencia a las
consecuencias psicológicas derivadas del delito, siendo un concepto con base empírica, mesurable
y objetivable y, por tanto, objeto de la intervención pericial. El segundo, haría referencia a todo
aquel sufrimiento de la persona derivado del perjuicio a bienes inmateriales como el honor o la
libertad siendo un concepto impreciso, no científico y sin posibilidad de cuantificación empírica y,
por tanto, objeto de valoración por el juez y no por el perito (Esbec, 2000). El daño psíquico puede
adoptar dos formas en terminología jurídica: lesión psíquica, que hace referencia a una alteración
clínicamente significativa que afecta en mayor o menor grado la adaptación de la persona a los
distintos ámbitos de su vida (personal, social, familiar o laboral), y secuela psíquica, que se refiere
a la estabilización y consolidación de esos desajustes psicológicos (Echeburúa, De Corral y Amor,
2004). Para delimitar la secuela psíquica debemos introducir un elemento cronológico (2 años
desde la exposición al delito) y valorar la intervención clínica realizada. La cristalización de la lesión
psíquica (secuela) suele expresarse, desde el punto de vista psicopatológico, mediante la aparición
de rasgos desajustados en la personalidad de base que dificultan la adaptación del sujeto a su
entorno (i.e., dependencia emocional, suspicacia, hostilidad y aislamiento social). Psicopatología y
victimización criminal Evaluar el impacto psíquico derivado de la exposición a una supuesta
situación de victimización criminal implica un amplio manejo por parte del perito de la
psicopatología asociada a la vivencia traumática. Siguiendo la perspectiva traumatogénica, una
situación de victimización criminal es un estresor psicosocial de primera magnitud en la vida de
una persona, ya que es algo infrecuente en las experiencias humanas, desborda las estrategias de
afrontamiento del sujeto y supone un grave riesgo para su seguridad. Estas situaciones son
experimentadas, en la mayoría de los casos, con una fuerte emocionalidad negativa (vivencia
traumática), susceptible de desestabilizar el estado psicológico del sujeto (Echeburúa, 2004).
Frente a otras vivencias traumáticas (i.e., desastres naturales, accidentes, muerte repentina de un
ser querido, etc.) las situaciones de victimización criminal tienen una mayor probabilidad de
producir un impacto negativo en el estado psicológico del afectado (la probabilidad pasa de un 15-
20% para los primeros casos, al 50-70% en los segundos) ya que provocan sensación de
indefensión y vulnerabilidad, suponen la pérdida de la confianza en nuestros semejantes y
despiertan sentimientos de ira y vergüenza (Echeburúa, Amor y De Corral, 2006). Para valorar
adecuadamente el impacto de una situación de victimización criminal debemos recurrir a la teoría
del estrés transaccional (Lazarus y Folkman, 1986). Desde esta perspectiva el efecto de la
exposición a un estresor de elevada magnitud estará en función de la interacción entre variables
individuales y contextuales de la persona y la propia situación de victimización, donde se incluyen
procesos cognitivos, emocionales y comportamentales, previos al suceso criminal, propio del
mismo y posterior a este. La víctima desde este modelo teórico no es un agente pasivo en relación
al suceso, sino que tiene un papel activo en el proceso de ajuste (Soria, 2002). Por otro lado,
estudios realizados desde la psicología positiva están evidenciando que la respuesta más común
ante una experiencia traumática, aún de corte delictiva, es la resiliencia (35-55%), seguida de la
recuperación espontánea (15-35%); únicamente un reducido grupo de personas desarrollarían una
patología traumática, bien de carácter demorado (5-10%) o crónico (10-30%) (Bonanno, 2005).
Desde esta perspectiva se critica el modelo traumatogénico por la sobreestimación de la respuesta
traumática y los posibles efectos iatrogénicos derivados, al facilitar la perpetuación del afectado
en el rol de víctima y ralentizar su proceso de readaptación (Vázquez, 2005). La magnitud del
impacto psíquico asociado a una situación de victimización criminal estará modulada por distintos
factores, que tradicionalmente se han agrupado en tres grupos: factores relacionados con el
delito, factores de protección o resiliencia y factores de vulnerabilidad (Echeburúa et al., 2004). A
partir de los criterios de la teoría del estrés1 , se han descrito tres fases en la evolución del daño
psíquico derivado de una situación de victimización criminal (tabla 1): El aspecto temporal del
proceso de victimización también ha de ser tenido en cuenta por el perito. Así, el periodo más
idóneo para evaluar el daño psíquico se sitúa en torno a los 3-4 meses posteriores al hecho
delictivo. Dicho lapso temporal facilita una adecuada valoración del curso y pronóstico del cuadro
clínico (Soria, 2002). En las primeras actuaciones procesales inmediatas al delito puede
demandarse la intervención del psicólogo forense para valorar la capacidad procesal de la persona
denunciante, evitando situaciones de inseguridad jurídica. También puede solicitarse al perito
psicólogo una intervención en crisis que permita, tras la estabilización del estado psicológico de la
persona, el desarrollo de la diligencia judicial oportuna con las adecuadas garantías procesales
(i.e., toma de declaración, reconocimiento en rueda, etc.). En esa circunstancia, si se diera el caso
de que posteriormente se solicitara del técnico una evaluación pericial, ésta debería ser realizada
por otro psicólogo forense para salvaguardar la objetividad e imparcialidad que la actuación
asistencial pudiera haber contaminado. Los cuadros clínicos que más se han asociado a
experiencias traumáticas, siguiendo la nomenclatura DSM han sido (tabla 2): Tabla 1 Fases en la
evolución del daño psíquico (elaboración propia a partir de Soria, 2005) Fase Duración
Características Shock o desorganización De minutos a horas (reacción inmediata) Shock activo:
agitación, gritos, enturbiamiento de la conciencia, hiperactivación, deambulación. Shock pasivo:
catatonía, paralización o hipoactividad motriz, deambulación, enturbiamiento de la conciencia.
Reorganización De semanas a meses (reacción a corto plazo) Tipo I: sintomatología traumática
aguda. Tipo II: negación (reacción postraumática retardada). Readaptación Variable (6 meses a 2
años) (reacción a largo plazo) Recuperación o cronificación de la sintomatología traumática. Tabla
2 Cuadros clínicos asociados a experiencias traumáticas (elaboración propia a partir de Sosa y
Capafóns, 2005) Trastornos de ansiedad Trastornos disociativos Otros cuadros clínicos Trastorno
por estrés agudo (F.43.0). Trastorno de estrés postraumático (F43.1). Amnesia disociativa (F44.0).
Fuga disociativa (F44.1). Trastorno de identidad disociativo (F44.81). Trastorno por
despersonalización (F48.1). Trastorno psicótico breve con desencadenantes graves (F23.81).
Trastorno de conversión (F44.X). Trastorno de somatización (F45.0). Trastorno límite de
personalidad (F60.31) La perspectiva nosológica es de interés en victimología forense para realizar
valoraciones sobre el pronóstico clínico de la lesión psíquica, orientar sobre la terapéutica más
adecuada y valorar el grado de incapacidad funcional de la secuela psíquica. Sin duda, el cuadro
clínico más representativo en psicopatología traumática es el trastorno de estrés postraumático
(en adelante TEPT) (Echeburúa, De Corral y Amor, 1998). Sin embargo, son muchas las
controversias surgidas en torno a su uso y aplicación, entre las que destaca su capacidad para
recoger la complejidad de la respuesta traumática (Crespo y Gómez, 2012). La alta comorbilidad
que presentan los sujetos con este diagnóstico pudiera ser un indicador de sus limitaciones en este
sentido: entre un 80-85% presentan otro diagnóstico psicopatológico2 (Pérez y Vázquez, 2006).
Como alternativa a esta situación se ha planteado otra entidad nosológica, el trastorno de estrés
postraumático complejo (en adelante TEPTC) (Herman, 1992; Taylor, Asmundson y Carleton,
2006), todavía en vías de validación por la comunidad científica internacional (López-Soler, 2008)
(tabla 3). Grosso modo, el TEPT se ha asociado más a delitos de impacto (i.e., robos con violencia,
violación, etc.), mientras el TEPTC se ha relacionado con delitos de desarrollo prolongado (i.e.,
mobbing, violencia de pareja, abuso sexual intrafamiliar, secuestros prolongados, etc.)2. El curso y
evolución del TEPT es muy variable, aunque predomina la naturaleza transitoria de los síntomas
(Vázquez, 2005). De las personas que desarrollan un TEPT, la mayoría se recupera totalmente
entre los 12-24 meses; únicamente una minoría presentará un TEPT crónico (Sosa y Capafóns,
2005). Respecto al tratamiento más eficaz para el TEPT se señala la terapia cognitivo conductual
con técnicas de exposición (en imaginación o in vivo), reestructuración cognitiva y técnicas de
manejo de ansiedad. De forma simultánea, en algunos casos es necesario tratamiento
farmacológico (antidepresivos, estabilizadores del estado del ánimo u otros fármacos como los
antiadrenérgicos y las benzodiacepinas) (Báguena, 2008). Junto al estado
psicológico/psicopatológico el perito psicólogo siempre deberá valorar la estructura de
personalidad de base del evaluado. El estilo de personalidad aparece como un factor de
vulnerabilidad/protección en psicopatología traumática (vide infra), modulando la expresión de los
trastornos psicológicos (eje I) o conformando por sí mismo un área de desajuste clínicamente
significativo, es decir, un trastorno de personalidad (Muñoz y Echeburúa, en prensa). Simulación,
sobresimulación y disimulación Simular implica la invención consciente y deliberada de un
trastorno mental o físico con el propósito de obtener un beneficio personal (Inda, Lemos, López y
Alonso, 2005).

TEMA 3-PARTE 2

En ocasiones lo que se simula ya no es la patología en sí, sino su intensidad (sobresimulación). Los


trastornos mentales más propicios para el fingimiento son el TEPT, los cuadros psicóticos, las
demencias, las toxicomanías, los trastornos disociativos y el retraso mental (Delgado, Esbec y
Rodríguez, 1994). Estos fenómenos cobran en el contexto forense una especial relevancia como
demuestran sus altos índices de prevalencia (González, Santamaría y Capilla, 2012). La detección
de la disimulación, ocultación de síntomas para obtener un beneficio, resulta especialmente
compleja, ya que la persona evaluada adopta una actitud defensiva tanto hacia la exploración
pericial psicopatológica como a la administración de pruebas complementarias. Sin acceso a la
historia clínica, la exploración forense puede verse seriamente limitada (Echeburúa, Muñoz y
Loinaz, 2011). La disimulación suele llevarse a cabo con objeto de evitar un internamiento
involuntario, en procesos de incapacitación civil, en la evaluación de la aptitud para el desempeño
de un puesto de trabajo y la capacidad contractual, en procesos para valorar la idoneidad de
guarda y custodia de menores o en procesos de tutela/curatela de incapacitados (Esbec, 2012). En
el campo de la victimología forense se puede dar la paradoja de que personas que sufren daño
psíquico, por la exposición a una situación de victimización, disimulen su estado clínico para evitar
perjuicios en otros ámbitos legales (i.e., mujer víctima de violencia en su relación de pareja que se
esfuerce por ocultar su sintomatología por temor a que sea valorada negativamente en el
procedimiento civil de guarda y custodia). Los cuadros clínicos más tendentes a la disimulación son
la depresión, el trastorno por ideas delirantes y el consumo de tóxicos (Delgado et al, 1994.). Los
criterios clínicos (i.e., DSM) para detectar simulación presentan escasa validez predictiva (80% de
falsos positivos, Roger, 1990), por lo que se aconseja una estrategia multimétodo-multisistema
para afrontar este diagnóstico diferencial. El proceso de evaluación de la simulación implica el uso
de criterios diagnósticos múltiples en oposición a la utilización de una única prueba, la
combinación de pruebas de screening de simulación (i.e., Inventario Estructurado de Simulación
de Síntomas, SIMS), junto a pruebas de amplio espectro psicopatológico que cuenten con
indicadores de validez (i.e., Inventario de Evaluación de la Personalidad, PAI, Inventario Multifásico
de Personalidad de Minesota-2, MMPI-2, el Inventario Multifásico de Personalidad de Minesota-2-
Reestructurado, MMPI-2-RF) y el contraste de información con diversas fuentes. La hipótesis de la
simulación cobrará más fuerza en el proceso evaluativo cuando la convergencia de datos
procedentes de diferentes fuentes y métodos indique claras inconsistencias con la clínica, curso y
evolución del supuesto cuadro clínico (González et. al, 2012). Algunos signos de sospecha surgidos
de la práctica pericial son (Esbec y Gómez-Jarabo, 1999; Ruiz, 2007): a. Falta de cooperación con el
perito, actitud defensiva ante la evaluación con parquedad en la información aportada, discrepan
ciaentre los datos suministrados por el peritado y la documentación existente (necesario vaciado
de autos antes de enfrentar la exploración pericial). b. Inexistencia documental de los trastornos
aludidos (no intervenciones clínicas previas). c. Falta de adherencia a los tratamientos
psicofarmacológicos y/o psicoterapéuticos. d. Utilización de términos técnicos generales para
describir su estado mental (e.g., ansiedad, depresión, etc.) advirtiéndose dificultad para explicar
de una forma concisa y funcional la sintomatología que engloba el término (conceptos vacíos de
contenido). e. Escasos o nulos avances terapéuticos (en algunos casos incluso se refiere un
empeoramiento tras la intervención sin fundamento clínico). f. Recidivas contingentes con
determinadas actuaciones judiciales en relación al proceso legal. g. El peritado “predice” su
empeoramiento o su falta de mejoría. h. En la historia clínica del paciente aparece alguna
intervención por la patología que pretende simular en la actualidad o el peritado cuenta con
formación clínico-sanitaria o en su contexto próximo se ha padecido dicho trastorno. Una
experiencia anterior facilitará una reproducción clínica más realista de los síntomas. i. No se
aprecia urgencia en el peritado para terminar con su condición psicopatológica. j. Conformación
de base de personalidad propia de personalidades inmaduras (cluster B). Especial capacidad de
simulación por su virtuosismo en el arte del engaño tienen las personalidades psicopáticas. k. Es
frecuente que los simuladores cedan al sesgo confirmatorio de preguntas periciales sugestivas y/o
sugerentes de dificultades o alteraciones psicopatológicas. La psicopatología traumática y en
particular el TEPT es una de las patologías más tendentes a la simulación en el contexto forense,
habitualmente asociado a la demanda de compensación o al beneficio social y a intentar conseguir
una pena superior para el infractor (Guija, 2009; Knoll y Resnick, 2006). En la evaluación de la
simulación se está sugiriendo la utilidad de aplicar técnicas psicofisiológicas, que midan los
cambios biológicos asociados a la reexperimentación de una vivencia traumática (i.e., incremento
de la frecuencia cardíaca y de la presión sanguínea, aumento de la sudoración, etc.). En este
sentido, también se han encontrado patrones cerebrales disfuncionales en las pruebas de
neuroimagen para el TEPT (Robles y Medina, 2008). Si bien es cierto que esta tecnología en la
actualidad no estaría al alcance de la mayoría de los dispositivos forenses. La dificultad en la
detección de la simulación estriba en la ausencia de signos específicos e inequívocos de dicha
condición. Por tanto, el perito deberá ser cauto a la hora de plasmar su impresión de una posible
simulación en el informe pericial, utilizando el diagnóstico de sospecha (Esbec y Gómez-Jarabo,
1999). Por otro lado, la facilidad para acceder a información clínica por parte de la población
general (i.e., internet, manuales, etc.) complica esta labor pericial (Guija, 2009). El proceso de
evaluación pericial psicológica La evaluación psicológica forense comparte, desde el punto de vista
metodológico, características comunes a toda evaluación psicológica, a la vez que presenta una
serie de particularidades que conforman la idiosincrasia de esta actividad técnica. Las importantes
consecuencias derivadas del informe pericial psicológico obligan al perito psicólogo a cuidar
escrupulosamente las cuestiones técnicas y deontológicas de su intervención (Ackerman, 2010). Al
igual que cualquier otra evaluación psicológica, la desarrollada en el contexto forense debe regirse
por los mismos principios que cualquier otra actividad científica, es decir, debe ser un proceso
estructurado que permita su replicabilidad (transparencia en el proceso de evaluación), requiere
de la formulación y contraste de hipótesis e implica un proceso de toma de decisiones para llegar a
la solución de un problema evaluativo (Fernández-Ballesteros, 2007). Además las características
propias del contexto de exploración forense y el objeto de la intervención del psicólogo en este
ámbito delimitan las características propias y claramente diferenciales del proceso de evaluación
pericial psicológica (Echeburúa et al., 2011): - La persona evaluada está inmersa en un proceso
judicial, motivo de la intervención del psicólogo, no existiendo, por tanto, voluntariedad por parte
de la persona sujeta a la exploración o se trata de una voluntariedad mediada por la estrategia de
defensa de su letrado (informes periciales de parte). - El paso por un proceso judicial es un
estresor de primera magnitud para las personas, lo que supondrá un factor distorsionador de los
datos de la exploración. Especialmente importante para el psicólogo será atender al error
fundamental de atribución (explicar los desajustes psicológicos atendiendo principalmente a
factores de la persona, subestimando la incidencia de los factores situacionales). - Las ganancias
secundarias derivadas del carácter probatorio de todo informe psicológico forense aumentan la
probabilidad de manipulación de la información aportada por los evaluados, ya que pueden
obtener un beneficio o evitar un perjuicio. Por tanto, será fundamental para el perito psicólogo
contrastar los datos expuestos por los peritados con múltiples fuentes de información. Por otro
lado, el profesional debe estar atento para no sugerir respuestas, así como a cualquier indicador
de distorsión de la información. - El objeto de toda exploración pericial psicológica es dar
respuesta a la demanda realizada desde el ámbito jurídico, es decir, realizar una valoración psico-
legal. Desde un punto de vista técnico, esta intervención implica conocer qué áreas del
funcionamiento psicológico han de ser exploradas a tenor del objeto de la pericial y conocer la
investigación científica en el campo para poder aplicar criterios decisorios basados en la evidencia
empírica. En victimología forense el perito psicólogo trabajará con dos tipos de hipótesis: hipótesis
basadas en el supuesto de cuantificación (comprobar la existencia de desajustes psicológicos en la
persona evaluada y delimitar su entidad clínica) e hipótesis basadas en el supuesto de semejanza
(comparar hasta qué punto el perfil psicopatológico encontrado en un grupo de sujetos expuestos
a una situación de victimización criminal semejante a la denunciada por la persona evaluada se
encuentra presente en ésta). El perito psicólogo siempre trabajará con una hipótesis y la contraria,
evitando así fenómenos como la profecía autocumplida o el efecto Pigmalión (Rosenthal, 2002). El
instrumento vertebrador de todo el proceso de evaluación psicológica forense será la entrevista
pericial que adopta un formato semiestructurado con un estilo indirecto de recogida de
información. Además de su riqueza, la entrevista, al ser una técnica interactiva, orientará al perito
sobre qué contenidos deben ser evaluados mediante otros instrumentos. En el transcurso de la
entrevista el psicólogo forense realizará la exploración pericial psicopatológica. En el proceso de
objetivar el daño psíquico el perito atenderá a la diferencia entre signo y síntoma. El signo, a
diferencia del síntoma, es observable de forma objetiva y cuantificable o mesurable a través de
procedimientos distintos a la apreciación subjetiva del evaluado. No obstante, el perito no debe
centrarse únicamente en la detección de signos/síntomas, sino que debe aplicar criterios para
valorar la significación clínica de los mismos (Mesa y Rodríguez, 2007): - Malestar emocional o
sufrimiento subjetivo expresado por el evaluado (síntomas descritos y perfil psicopatológico
arrojado por las pruebas psicodiagnósticas aplicadas). - Pérdida de libertad y de autonomía. - Falta
parcial o total de adaptación al entorno. - Vulneración de las normas sociales o morales. Además,
se pueden añadir dos características que afectarían a las personas que se relacionan con el
evaluado: incomprensión de la conducta y malestar o sufrimiento personal. Respecto a la
utilización de estos criterios, existen unas pautas para su aplicación: - Ningún criterio es, por sí
mismo, indicador de trastorno mental. - Ningún criterio es, por sí mismo, suficiente para
determinar la significación clínica de los desajustes advertidos. - La significación clínica debe ser
siempre definida en virtud de varios criterios. Para el proceso de contraste de hipótesis el
psicólogo forense cuenta con todo el elenco de pruebas de evaluación psicológica.

TEMA 3-PARTE 3

Una limitación es la escasez de instrumentos elaborados específicamente para su aplicación en el


contexto forense. Para la evaluación del daño psíquico suelen utilizarse pruebas de amplio
espectro psicopatológico, específicas de sintomatología traumática y de otros desajustes
psicológicos asociados a vivencia victimizante. Como ya se ha señalado, también deberemos
atender a la estructura básica de personalidad (tabla 4). En la elección de pruebas tendrán
prioridad las pruebas psicométricas, ya que cuentan con mayor aval científico (índices elevados de
fiabilidad y validez, así como normativización de datos) si bien, al haber sido construidas
principalmente para el contexto clínico, su eficacia decrece en el contexto forense (Fariña, Arce y
Sotelo, 2010). A pesar de ello facilitan la detección de distorsiones en el estilo de afrontamiento
del evaluado a la prueba, al contar con escalas de control de respuesta. Las pruebas proyectivas,
por su parte, por la falta de estructuración de sus elementos, son más difíciles de manipular pero
introducen una elevada subjetividad en su interpretación, no aconsejándose el uso exclusivo de
pruebas proyectivas en el proceso de evaluación forense (Vázquez-Mezquita, 2005). La experiencia
forense sugiere que resulta más útil la utilización de pruebas psicológicas para cuantificar la
intensidad del daño psíquico que para demostrar su existencia (Calcedo, 2000). En cualquier caso,
la calidad del proceso de evaluación pericial psicológica no se circunscribe únicamente al aval
científico de los instrumentos empleados, sino que también vendrá delimitada por la utilización de
distintos métodos de evaluación para una misma dimensión psicológica dentro del proceso de
contraste de hipótesis. Los índices de convergencia determinarán la calidad de la evaluación
forense por encima de los índices de fiabilidad y validez de las pruebas individuales (Muñoz y
Echeburúa, en prensa). Factores moduladores del impacto psíquico tras una experiencia
victimizante Como ya se ha señalado, el impacto psíquico del delito está modulado por distintos
factores que tradicionalmente según Echeburúa et al. (2004) se agrupan en: 1. Factores
relacionados con la situación de victimización denunciada. 2. Factores de vulnerabilidad 3.
Factores de protección Dentro de los factores relacionados con la situación de victimización
criminal atenderemos a: - Parámetros cuantitativos: frecuencia, intensidad y duración -
Parámetros cualitativos: nivel de vejación/humillación vivenciado por la persona denunciante. -
Lazo de afectividad con el agresor - Consecuencias negativas múltiples derivadas del delito A
mayor frecuencia, intensidad y duración de la situación de victimización, a mayor vivencia de
vejación o humillación por parte de la persona denunciante, a mayor vinculación afectiva con el
imputado y a mayores consecuencias negativas derivadas del delito, mayor será la probabilidad de
que los hechos denunciados hayan dejado una huella psicopatológica en la persona evaluada. Los
factores de vulnerabilidad son todas aquellas circunstancias personales y contextuales de la
supuesta víctima que pueden amplificar y perpetuar el impacto del delito en su estado psíquico.
En este sentido, no deben ser confundidos con los factores de riesgo, de nulo interés forense, que
serían aquellas circunstancias personales o contextuales del individuo que aumentan la
probabilidad de convertirse en víctima de un delito (elevan la oportunidad delictiva). Entre los
factores de vulnerabilidad de la víctima se han señalado (Echeburúa, 2009; Pérez y Vázquez, 2006):
a) Desajustes en la personalidad de base: - Déficit en el rasgo apertura (dificultad para adaptarse a
los cambios). - Desregulación emocional - Pobre autoconcepto y baja autoestima - Estilo
atribucional interno respecto a la responsabilización del delito (la persona se responsabiliza del
delito bien por conductas que ha llevado a cabo, bien por aspectos de su personalidad). - Estilo
atribucional externo respecto a la capacidad de superación del trauma (afrontamiento pasivo). -
Bajo nivel intelectual - Limitaciones en la capacidad de resolución del duelo (percepción del delito
como algo extremadamente grave e irreversible). - Trastorno de personalidad (Eje II) b) Exposición
a anteriores experiencias victimizantes c) Pobre red de apoyo social d) Reacción negativa del
entorno (tanto en el sentido de falta de credibilidad y apoyo como de una excesiva
sobreprotección). e) Padecer una psicopatología previa (Eje I) f) Exposición a otros estresores
vitales importantes (i.e., fallecimiento de un familiar, pérdida de empleo, ruptura de pareja,
diagnóstico de una enfermedad grave, etc.). g) Uso de alcohol y/o drogas como estrategia de
afrontamiento Los factores de protección o resiliencia comprenderían todas aquellas
circunstancias personales y contextuales que amortiguarían el impacto del delito. Dentro de estos
factores se han señalado (Carrobles y Benevides, 2009; Rojas, 2010; Vázquez, Castilla y Hervás,
2009): a) Variables de personalidad: • Control emocional • Adecuado autoconcepto y autoestima
con aceptación de las limitaciones personales. • Flexibilidad cognitiva • Tendencia al optimismo •
Estilo atribucional externo respecto a la responsabilidad del delito. • Estilo atribucional interno
respecto a la capacidad de superación del trauma (afrontamiento activo y sensación de ser capaz
de controlar el curso de los acontecimientos). • Tendencia a experimentar emociones positivas b)
Estrategias de reinterpretación positiva de situaciones y hechos adversos. c) Apoyo social y
participación en actividades sociales d) Implicación activa en el proyecto de vida (profesión,
familia, actividades de voluntariado, etc.). e) Afrontamiento de las dificultades cotidianas f)
Aficiones gratificantes y gran variedad de intereses g) Sentido del humor h) Existencia de un
propósito significativo en la vida i) Recibir apoyo psicológico profesional La excesiva adhesión al
modelo médico-legal por parte de la psicología forense ha conllevado una focalización de la
atención en la evaluación pericial psicológica del daño psíquico en la detección de signos
psicopatológicos derivados del delito en detrimento de la evaluación de los factores de protección.
En este sentido la investigación señala que hay personas que no solo mitigan el impacto de una
situación delictiva por sus factores de protección, sino que salen fortalecidos de la experiencia -
crecimiento postraumático (Vázquez et al., 2009). Victimización Secundaria La victimización
secundaria constituye el conjunto de costes personales que sufre la persona denunciante de un
delito por su paso por el sistema de justicia. Entre los factores que contribuyen a la victimización
secundaria se han señalado (Albertín, 2006): - Dar prioridad a la búsqueda de la realidad objetiva
del suceso delictivo olvidando la atención a la víctima o despersonalizando su trato. - La falta de
información sobre la evolución del proceso, sobre la sentencia y sobre el destino del imputado. -
La falta de un entorno de intimidad y protección - Desconocimiento por parte de la víctima de los
roles de los distintos profesionales que intervienen en el proceso judicial, lo que supone una
dificultad para establecer relaciones adecuadas: intencionalidad de las preguntas, imposibilidad de
explicación, momento de intervención, etc. - La excesiva lentitud del proceso judicial y su
interferencia con el proceso de recuperación y readaptación de la víctima. - Durante la vista oral,
la descripción del delito, el cuestionamiento de su credibilidad y el contacto con el ofensor son
importantes inductores de tensión. La reciente propuesta realizada por el Ministerio de Justicia de
crear el Estatuto de la Víctima de Delito, entro otros aspectos, trata de minimizar la victimización
secundaria. La exposición de la persona evaluada a factores de victimización secundaria también
deberá tenerse en cuenta en la valoración forense del daño psíquico por su contribución al estado
psicológico o a la evolución clínica (Sarasua, Zubizarreta, De Corral y Echeburúa, 2012). En algunos
casos incluso se puede solicitar del perito psicólogo que valore la repercusión que para la
estabilidad psicológica de la persona denunciante puede suponer su intervención en el juicio oral.
En estas situaciones el técnico puede sugerir alternativas legales para minimizar los posibles
efectos negativos sin vulnerar las garantías procesales del imputado, como por ejemplo la
declaración mediante videoconferencia. Diseño del proceso de evaluación pericial del daño
psíquico Atendiendo a la demanda psico-legal podemos protocolizar la evaluación pericial del
daño psíquico en los siguientes pasos: 1.- Análisis de la potencialidad del hecho delictivo
denunciado para producir desajustes en el estado mental de la persona (capacidad traumática);
para ello el perito psicólogo se servirá de las descriptivas aportadas por la persona denunciante en
relación a la supuesta situación delictiva vivida. Cuando existe una desproporción clara entre el
suceso y los indicadores clínicos detectados, una vez descartada la simulación el suceso puede ser
necesario pero no suficiente y habría que atender a los factores de vulnerabilidad del sujeto en la
explicación de su estado psicológico actual (Robles y Medina, 2008). Para el caso de determinadas
situaciones de victimización criminal (i.e., violencia de pareja o acoso laboral) en las que se cuenta
con criterios definitorios de las mismas, según distintas investigaciones al respecto, esta
descriptiva también servirá para realizar los oportunos análisis diferenciales, por ejemplo entre
violencia de pareja o relación disfuncional (Johnson, 2008), o entre mobbing y burnout (González-
Trijueque, 2007). 2.- Detección de desajustes psicológicos en la persona evaluada a través del
proceso de evaluación pericial psicológica (valoración de la lesión psíquica, perspectiva idiográfica)
y establecer un diagnóstico nosológico con arreglo a las clasificaciones internacionales de los
trastornos mentales (OMS o APA). De especial interés será descartar posible simulación o
sobresimulación. 3.- Análisis de la relación de causalidad. Para ello el perito deberá comparar, a
modo de guía, los desajustes encontrados en la persona evaluada con los datos encontrados en
grupos de sujetos expuestos a situaciones de victimización criminal similares (perspectiva
nomotética). Para establecer la relación de causalidad se atenderá a la coherencia entre los
síntomas y su evolución con la experiencia victimizante descrita por la persona evaluada. En este
análisis resulta fundamental realizar una valoración de posibles concausas. Las concausas hacen
referencia a factores bio-psico-sociales que, aunque necesarios, no son suficientes para generar
los desajustes psicológicos detectados en la persona evaluada, pero complican el cuadro clínico
(Esbec, 2000). Las concausas pueden ser pre-existentes (i.e., desajustes en la personalidad de
base, revictimización o presencia de una psicopato-logía previa), simultáneas (i.e., consecuencias
negativas múltiples derivadas del delito) o posteriores (i.e., exposición a otros estresores vitales
importantes, uso de alcohol/drogas como estrategia de afrontamiento inadecuada, reacción
negativa del entorno o contar con una pobre red social). La dificultad principal está en delimitar la
incidencia de las concausas en el estado psicopatológico actual de la persona evaluada (Echeburúa
et al., 2004). En algunos casos, en los que existe una psicopatología previa (i.e., trastorno límite de
personalidad), es especialmente complicado delimitar si la clínica detectada en el momento de la
exploración corresponde a la propia dinámica del cuadro o se trata de una desestabilización
producida por los supuestos hechos denunciados. De especial complejidad para el perito psicólogo
resulta también descubrir la exposición de la persona evaluada a otros estresores psicosociales
con capacidad para generar el cuadro clínico detectado. Por ejemplo, en un caso trabajado por el
autor se objetivó sintomatología traumática compatible con los supuestos hechos denunciados
(i.e., violencia por parte de la pareja), si bien la investigación posterior señaló que dicha vivencia
traumática se debía a la posibilidad de que se descubriera la doble vida que llevaba la persona
evaluada (i.e., se anunciaba en páginas web para mantener relaciones masoquistas). 4.- Valoración
del impacto psíquico: tiempo de curación y secuela. Son los dos factores relacionados
directamente con la indemnización económica derivada del delito (Guija, 2009). La valoración de
la secuela psíquica incluye atender a tres criterios: - Criterio cronológico (dos años después de la
exposición a la situación de victimización denunciada). Como esperar dos años dilataría en exceso
el proceso judicial, además de contribuir a la victimización secundaria, lo que suele realizarse por
el perito psicólogo es una estimación del tiempo de curación y posible secuela, para lo cual
resultará imprescindible contar con información clínica del paciente. - Estabilización de la
sintomatología - Estancamiento de la terapia aplicada. El perito valorará si la intervención clínica
ha sido la adecuada y si ha existido adherencia al tratamiento por parte de la persona evaluada
(vide infra). El tiempo de curación ha de fijarse por el perito en número de días, cuestión
altamente difícil en el campo psicopatológico. Para realizar dicha valoración es fundamental que el
perito pondere la siguiente información: a) si la persona evaluada se ha sometido a tratamiento
clínico, b) si este tratamiento ha sido dirigido por el profesional/dispositivo adecuado, c) si la
intervención seguida es la apropiada según la evidencia empírica disponible (i.e., guías de
tratamientos psicológicos eficaces) y d) si ha existido adecuada adherencia al tratamiento por
parte de la persona evaluada. En el caso de que no se cumplan estas condiciones será difícil
valorar si el estado clínico residual se debe a la situación de victimización denunciada, a una
inadecuada intervención clínica o a la desidia de la persona evaluada. 5.- Valoración del grado de
incapacidad funcional. Al no existir baremo específico para las situaciones de victimización criminal
el baremo de responsabilidad civil de vehículos a motor (Ley 21/2007, de 11 de julio) ha sido
reconocido por la jurisprudencia (STS, de lo Civil, de 14 de junio de 2007) como orientativo para
supuestos distintos a los de tráfico (Guija, 2009). La valoración de la secuela psíquica debe
realizarse, en primer lugar, atendiendo a un diagnóstico recogido en las clasificaciones
internacionales de los desórdenes mentales y, después, atendiendo a la disminución de la
capacidad funcional de la persona evaluada, derivada del cuadro clínico y reflejada en los
diferentes ámbitos de su vida: social, personal, laboral y familiar (Robles y Medina, 2008). Los
cuadros psicopatológicos postraumáticos, sin existencia de trastorno orgánico cerebral, recogidos
en dicho baremo y su respectiva puntuación son: Descripción de las secuelas Puntuación Trastorno
depresivo reactivo 5-10 Trastorno por Estrés Postraumático 1-3 Otros trastornos neuróticos 1-5
Agravación o desestabilización de demencia no traumática (incluye demencia senil) 5-25
Agravación o desestabilización de otros trastornos mentales 1-10 Comparando estos cuadros con
las secuelas orgánicas (físicas o psíquicas), es evidente la pobreza de cuadros clínicos recogidos y la
escasa puntuación asignada a los mismos. Algunas interpretaciones al respecto aluden a la
dificultad para objetivar el daño psíquico, a la incidencia de concausas en la cronicidad del mismo y
a la facilidad de simulación o sobresimulación como causa de este agravio comparativo. También
se critica la falta de criterios uniformes y homogeneizados en la utilización de este baremo (Guija,
2009). Propuesta de estructuración del informe pericial psicológico del daño psíquico No existe
regulación legal con respecto al informe pericial, más allá de las sugerencias recogidas en el
artículo 478 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por lo que ha sido la práctica forense la que ha
ido confeccionando las pautas para la elaboración del informe pericial (Illescas, 2005). La
estructura básica ya ha sido propuesta en otro trabajo (GómezHermoso, Muñoz, Vázquez-
Mezquita, Gómez y Mateos, 2012): 1.- Título que permita conocer el carácter del informe y a su
vez diferenciarlo de otro tipo de informes psicológicos que puedan estar aportados en el
procedimiento judicial (i.e., informes clínicos): informe psicológico forense o informe pericial
psicológico. 2.- Datos identificativos, tanto del perito (nombre, número de colegido y formación
específica en el terreno forense) como los referentes al procedimiento y al órgano judicial que
conoce del caso. 3.- Objeto del informe, epígrafe donde constará el motivo de la demanda pericial.
El informe deberá responder a la misma. 4.- Metodología. Se recogerá la metodología utilizada
que puede organizarse de la siguiente forma: a) entrevistas y observaciones, b) pruebas aplicadas,
c) contacto con otros dispositivos/profesionales y d) análisis de la información obrante en el
expediente judicial. 5.-Parte descriptiva, en la cual se expondrá de manera organizada (a través de
distintos epígrafes) la información de interés recabada para contestar al objeto de la pericial. Se
propone la siguiente estructuración: a) desarrollo psicobiográfico y situación actual, b) descripción
subjetiva de los hechos denunciados (elaboración cognitiva y vivencia emocional), d) exploración
pericial psicopatológica y e) resultado de las pruebas aplicadas. 6.-Consideraciones forenses. Este
apartado recogerá dos actividades técnicas: a) la integración y análisis de toda la información
recogida en la parte descriptiva y b) la toma de decisiones. En este apartado deberán discutirse las
inconsistencias encontradas en la integración de los datos si las hubiera. Este epígrafe se puede
organizar en los siguientes puntos: a) sobre los hechos denunciados, b) sobre el estado psicológico
de la persona evaluada, c) sobre el estado psicológico y su relación con los hechos denunciados y
d) sobre el grado de incapacidad funcional. 7.-Conclusiones. Se formularán numeradas, de forma
comprensible, breve y concisa. Las conclusiones deben derivarse de forma natural de la lectura del
informe. No deben incluir datos que antes no hayan sido presentados y analizados. Se aconseja
dirigir nuestras conclusiones a la instancia judicial con el trato pertinente. Se propo-nen las
siguientes fórmulas: a) “El perito firmante ha redactado el contenido del presente informe con
imparcialidad y con arreglo a su leal saber y entender” y b) “Lo que tengo el honor de informar a
Su Señoría”. 8.-Por último se consignará en el informe el lugar, fecha, firma y aclarafirmas. El
perito psicólogo deberá firmar siempre el informe con nombre y apellidos, incluir su número de
colegiado e indicar la fecha en la que se ha elaborado/emitido, delimitando así la validez temporal
y contextual de este. Se recomienda incluir una cláusula (en forma de nota): “El presente informe
es el resultado de una evaluación psicológica referida solo a las circunstancias concretas del
contexto en que fue solicitado; por tanto, no debe utilizarse en casos ni momentos diferentes a
este. Si se produjese una modificación sustancial en alguna de las circunstancias consideradas
procedería una nueva evaluación”. Conclusiones La evaluación psicológica forense del daño
psíquico es una actividad compleja debido a los distintos factores que pueden incidir en la
respuesta de una persona ante una situación de victimización criminal (inexistencia de un perfil
único de víctima), la dificultad de objetivación del estado mental (habitualmente se cuenta
únicamente con la experiencia subjetiva de la persona evaluada) y la facilidad de fingimiento de
los trastornos mentales. Por tanto, resulta difícil determinar la presencia o ausencia de un hecho
delictivo atendiendo al estado psíquico de la supuesta víctima. El perito psicólogo debe contar con
conocimientos amplios y actualizados en psicopatología traumática, así como en técnicas y
habilidades de evaluación forense. Una adecuada preparación del proceso de evaluación pericial,
la adopción de una perspectiva multimétodo-multidemensión y el contraste de la información
aportada por el peritado con diversas fuentes de datos, contribuirá a una intervención forense
eficaz. El psicólogo forense debe incorporar a su intervención la investigación proveniente de la
psicología positiva y atender en su evaluación del daño psíquico a los posibles factores de
protección de la víctima, tanto para explicar la posibilidad de existencia del delito, a pesar de la
ausencia de impacto psíquico, como para realizar una adecuada prospección respecto a la
evolución clínica de la persona evaluada. La intervención forense deberá prestar especial atención
para evitar cualquier situación que contribuya a la victimización secundaria. En este sentido, el
perito tendrá especial cuidado de no transmitir al evaluado incredulidad con respecto a las
descriptivas aportadas y/o de devolver valoraciones morales relativas a su comportamiento. El
informe psicológico forense es el resultado último de toda la actividad técnica llevada a cabo por
el perito. Deberá estar organizado y redactado de forma clara y sencilla, de manera que facilite su
comprensión por los distintos operadores jurídicos. Recogerá todos los datos manejados por el
perito y los criterios técnicos utilizados por éste para llegar a las conclusiones expuestas. El
informe psicológico forense, una vez aportado al expediente judicial, es un medio más de prueba y
como tal está sujeto al principio de contradicción, es decir, al análisis y réplica de las partes. Una
falta de transparencia al respecto supondría colocar a la persona evaluada en una situación de
indefensión jurídica. Como retos de futuro, la exploración pericial del daño psíquico necesita de la
elaboración de instrumentos de medida adecuados al contexto forense, investigación que
relacione el daño psíquico con las peculiaridades de cada situación de victimización criminal
(agresión sexual adulta, abuso sexual infantil, mobbing, bullying, violencia de pareja, etc.), con
objeto de facilitar una toma de decisiones periciales basada en la evidencia. Todo ello articulado
dentro de una formación específica y especializada del psicólogo forense.

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