2 Nueva Historia Argentina Lobato Suriano (Hasta 1955)
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2 Nueva Historia Argentina Lobato Suriano (Hasta 1955)
ARGENTINA
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1- El progreso, la modernización y sus límites, 1880 – 1916
La Política
Al comenzar la década de 1880 se iniciaba una etapa en la cual se consolidaron tres
rasgos importantes de la sociedad argentina: a) la instauración de un orden político conocido
como el orden conservador, que aseguraba el control de la sucesión presidencial al grupo
gobernante, en un proceso cruzado por tensiones y conflictos; b) económicamente se afianzó
una modalidad de producción, circulación y acumulación de capital bajo el sistema capitalista,
al integrarse al orden económico mundial como productor de bienes primarios de exportación;
c) socialmente, se complejizó el cuadro social, caracterizado por un marcado cosmopolitismo
debido al impacto demográfico y cultural de la inmigración extranjera. La Nación Argentina
extendió su poder y autoridad hacia zonas que habían estado bajo el dominio indígena, como
los territorios patagónicos y la región chaqueña.
El período se inició con la subordinación de la Provincia de Buenos Aires, cuya
principal manifestación fue la federalización de la ciudad porteña. El proceso inaugurado con
la crisis del orden colonial se cerraba con el reconocimiento por parte de todas las provincias
de la autoridad del Estado nacional. El advenimiento del general Roca al poder, se caracterizó
por una etapa de tranquilidad y prosperidad hasta entonces desconocida. Las luchas civiles
quedaron en Buenos Aires.
Julio Argentino Roca era un hombre pragmático y su base política fue el Partido
Autonomista Nacional (PAN). Ese partido se desempeñó también como canal de reclutamiento
de los dirigentes notables y fue un medio de comunicación política entre las figuras claves del
interior. La Liga de Gobernadores fue el otro sustento de su poder, que se apoyaba en la
burocracia administrativa y en la incipiente burocracia militar de las provincias.
Uno de los soportes del funcionamiento del sistema electoral era el establecimiento de
una representación basada en la denominada lista completa, que aseguraba al PAN tanto la
unanimidad en el Congreso como la exclusión de las minorías. El resorte constitucional de la
intervención federal permitía al presidente, como cabeza del Poder Ejecutivo, intervenir en las
provincias para mantener o reponer correligionarios en el gobierno y robustecer la Liga de
Gobernadores.
Aunque las normas constitucionales establecían los mecanismos de elección en los
niveles provincial y nacional con base en el pueblo elector y en colegio electoral como espacio
de la negociación política para la elección del presidente, en este período se producía un
complicado andamiaje donde el presidente, los gobernadores y los senadores eran los actores
que efectivamente garantizaban la sucesión presidencial.
En este período se dictaron numerosas leyes. La Ley Orgánica de los Tribunales de la
Capital, la Ley de Organización de los Territorios Nacionales y la Ley Orgánica de la
Municipalidad de la Capital que estableció una forma de gobierno para la comuna. Se creó el
Consejo Nacional de Educación Primaria con atribuciones autónomas y se sancionó la Ley de
Educación Común, Nº 1420, que establecía la escolaridad primaria, obligatoria y laica.
En la Ciudad de Buenos Aires prosiguieron algunas obras de salubridad, se celebró el
contrato para la construcción del Puerto de Buenos Aires, se organizó la policía de la Capital y
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se fundó la Ciudad de La Plata como capital de la Provincia de Buenos Aires. Se dictaron los
códigos de Justicia Militar, de Comercio y de Procedimientos en Materia Civil y Comercial. El
ordenamiento jurídico era fundamental para garantizar tanto el desenvolvimiento económico
como la administración de justicia.
Desde el punto de vista territorial, la disputa sobre límites se mantuvo latente en la
región patagónica, donde se negoció la firma de un acuerdo de límites con Chile. La creación de
la Gobernación de Misiones, impulsó las negociaciones con Brasil para definir los límites,
mientras que con Bolivia hubo conversaciones sobre la frontera en el Chaco.
El proceso de secularización y el conflicto resultante con la Iglesia se inició en 1880,
haciéndose muy visible con la sanción de la Ley de Educación Común conocida como Ley 1.420.
Este proceso generó la oposición católica y la consecuente ruptura de relaciones con el
Vaticano. En este sentido, podría decirse que una de las primeras manifestaciones opositoras
tuvo lugar dentro de las filas del partido oficialista y la iniciaron los católicos, alarmados por
la tendencia liberal del presidente Roca y de su sucesor, Juárez Celman. Los católicos
procuraban restablecer la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.
Hacia el final del período había varios candidatos para suceder a Roca, que aún
dominaba la República. Miguel Juarez Celman era apoyado por el Presidente, aunque su
candidatura provenía de la Provincia de Buenos Aires, donde el Gobernador Dardo Rocha
aparecía como el mayor oponente. Roca impuso la candidatura de su yerno.
Juárez Celman inició su gobierno con un optimismo generalizado, obtenido gracias a
que las consignas de orden, paz y progreso le habían ganado terreno a las tumultuosas
décadas anteriores. Durante su gobierno, se inauguró la primera sección del puerto de Buenos
Aires y poco después los puertos de Rosario y La Plata. Se realizaron importantes obras
públicas en la Capital del país, como la Casa de Gobierno, el Palacio de Salubridad y el
Departamento Central de Policía. La ciudad fue remodelada con la apertura de la Avenida de
Mayo. La ola seculizadora continuó con el establecimiento de la Ley de Matrimonio Civil y del
Registro Nacional de las Personas.
Una vez que Juárez Celman se hubo convertido en Presidente, asumió el liderazgo del
PAN como jefe único (lo que se dio en llamar “el unicato”). Esto produjo una mayor clausura en
el régimen político y generó problemas con algunas provincias y en el seno de la coalición
gobernante. Desde el punto de vista económico, aunque el crecimiento se hizo visible, se dio
paso a la especulación y a los negociados. La crítica opositora al gobierno se concentró
alrededor de la política ferroviaria y de bancos garantidos, que estuvieron en el centro de la
crisis económica de 1890. Un año antes, se había organizado una fuerte oposición al
presidente, se hablaba de abdicación de las virtudes cívicas, de indiferencia por parte del
gobierno y de apatía.
El polo opositor se nutría con quienes fueron quedando marginados de la toma de
decisiones del gobierno. Ellos dieron forma a la Unión Cívica y al movimiento político de 1890,
que logró la renuncia del entonces presidente Juárez Celman. Se abrió así un proceso que
culminaría con la reforma de la ley electoral en 1912. Desde el punto de vista político, esta fue
la primera manifestación de oposición al presidente y culminaría con la Revolución de 1890.
Fue organizada por el Comité de la Unión Cívica de la Juventud, con un acto público en el
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Jardín Florida, que recibió la adhesión de personalidades prestigiosas como Bartolomé Mitre,
Bernardo de Irigoyen y Leandro Alem. Un poco más tarde, ese Comité se transformó en Unión
Cívica y buscó nuevas adhesiones con la apertura de los comités en la ciudad.
La Unión Cívica fue un movimiento heterogéneo, agrupaba católicos, nacionalistas,
autonomistas, militares y civiles. El objetivo era colocar a la opinión pública contra el gobierno
y preparar una revolución para derrocar al presidente. Demandaban la libertad de sufragio, el
respeto de las autonomías provinciales y el establecimiento de una moral administrativa.
La Revolución de 1890 estalló el 26 de Julio a partir del arresto de los principales
efectivos del ejército involucrado. Si bien se extendió hacia otras provincias, es la Capital su
centro principal, escenario de los enfrentamientos durante 4 días, al cabo de los cuales los
rebeldes fueron derrotados. Sin embargo, y a pesar del triunfo, Juárez Celman se vio obligado
a renunciar y el gobierno quedó en manos de Carlos Pellegrini, el vicepresidente.
Este conflicto dejó al descubierto la inadecuada disciplina del Ejército y la falta de
capacidad del presidente para entender la naturaleza de la oposición y sus planes. Se abrió un
período de incertidumbre en el panorama político pues el PAN no podía imponerse tan
fácilmente como en el pasado y se fragmentaba la escena política. Se manifestaba en el PAN la
imposibilidad de Roca para restablecer su autoridad, tanto dentro de la coalición como en el
interior del país.
Al asumir, Carlos Pellegrini trató de restablecer el orden en la administración y las
finanzas, pues la revolución se produjo en los marcos de una severa crisis económica.
Mientras tanto, y luego del fracaso revolucionario, la Unión Cívica buscaba
reorganizarse. Reunió la Convención Nacional y votó una fórmula para 1891: Bartolomé Mitre
- Bernardo de Irigoyen. Pero Mitre ya había pactado con Roca y juntos decidirían sobre
quiénes serían los candidatos. Ninguno se sentía con fuerzas para imponerse.
Debido a este acuerdo, se produjo una división en la Unión Cívica: por un lado los los
anti acuerdistas, la Unión Cívica Radical y por otro lado los acuerdistas, la Unión Cívica
Nacional. Los primeros, liderados por Leandro Alem e Hipólito Irigoyen, organizaron su propia
convención partidaria y eligieron su propia fórmula para presentar en las elecciones
nacionales. El segundo grupo también estaba dividido: había algunos modernistas como Roque
Sáenz Peña, Paul Groussac, Miguel Cané y Lucio López, con mayoría en el Colegio Electoral,
querían garantizar el triunfo de la fórmula encabezada por Sáenz Peña. Pero Mitre y Roca
reaccionaron, neutralizaron la candidatura de Roque Sáenz Peña, y propusieron la de Luis
Sáenz Peña, padre de Roque, quien finalmente declina su candidatura.
La Presidencia de Luis Sáenz Peña estuvo marcada por una fuerte oposición y
numerosos disturbios. En 1895 presenta su renuncia y lo reemplaza el vicepresidente José
Evaristo Uriburu, manteniéndose de alguna manera el predominio del acuerdo entre las
fuerzas que acaudillaban Bartolomé Mitre, Julio A. Roca y Carlos Pellegrini. Sin embargo, era
difícil y complicada la gestión económica, fruto de la crisis del 90.
Para las elecciones de 1898, la candidatura de Roca fue sostenida por el PAN con el
apoyo de Carlos Pellegrini. Fueron los conflictos entre el capital y el trabajo el elemento clave
en el diseño de políticas sociales de gobierno. En 1902 se sancionó la Ley de Residencia, o ley
de expulsión de extranjeros, que buscaba eliminar a quienes eran considerados agentes de
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perturbación social, extranjeros y anarquistas. Sin embargo, junto con esta política represiva
se promovieron otras medidas que dieron cuenta de la importancia que adquiría la cuestión
laboral como un aspecto de la cuestión social. En 1904 se envió a las Cámaras un proyecto de
legislación del trabajo que, aunque no fue sancionado, contenía un conjunto de medidas que
luego formarían parte de la incipiente legislación social de la época.
En 1904 se puso en vigencia una reforma a la ley de elecciones estableciendo un
sistema electoral por circunscripciones. En virtud de esta reforma, resultó electo el diputado
nacional por la circunscripción de La Boca el candidato socialista Alfredo Palacios, primer
legislador de esa tendencia que llegó al Parlamento argentino.
El arbitrario manejo de los comicios y el control que el oficialista Partido Autonomista
Nacional mantenía sobre todas las cuestiones políticas fomentaba el descreimiento política.
Frente al nuevo llamado a elecciones, la Unión Cívica Radical se abstuvo de concurrir por falta
de garantías. El oficialismo, por su parte, después de reunir lo que se daba en llamar
“convención de notables”, designó candidatos a Manuel Quintana y a José Figueroa Alcorta
para presidente y vicepresidente respectivamente. Sin oposiciones a la vista, el camino quedó
allanado para los candidatos oficialistas, quienes asumieron el gobierno en octubre de 1904.
El gabinete de Alcorta no fue un modelo de funcionamiento estable. Las crisis
ministeriales eran síntoma de la fragilidad en la que se movía la coalición que lo llevó al
gobierno. En el Congreso también se manifestaba la crisis. Sin embargo, el gobierno de Alcorta
estuvo signado por la prosperidad, que se expresaba en las cifras del comercio exterior y en el
crecimiento paralelo de las rentas de la Nación. Pero los gastos también aumentaron, tanto
por los recursos destinados a reforzar la marina como por las reparticiones para la celebración
del Centenario de la Revolución de Mayo. Además las obras públicas tuvieron un auge
importante: canales, caminos, obras de riego y puertos se construyeron en las provincias y en
los territorios nacionales. En esta época se inauguró el Palacio del Congreso Nacional, en cuyo
recinto se realizaron las sesiones legislativas del año 1906. Y durante esta etapa, la red
ferroviaria aumentó aproximadamente 7000 km en cuatro años.
El Centenario de la Revolución de Mayo fue motivo para celebrar fastuosamente lo que
era visto o imaginado por algunos como la entrada definitiva de la Nación al grupo de los
países prósperos del mundo. Sin embargo, el Centenario fue también escenario de protestas.
Las agitaciones obreras aumentaron, siendo parte de un síntoma que evidenciaba las
desigualdades que el nuevo orden capitalista generaba.
Entre los conflictos de la época cabe recordar la huelga general de la primera semana
de mayo de 1909, llamada “semana roja” justamente porque fue severamente reprimida. Una
consecuencia dramática fue el asesinato, poco tiempo después, del Jefe de la Policía, Ramón L.
Falcón, por un joven anarquista llamado Simón Radowitzky. La actitud represiva del Estado
se hizo aún más visible con la sanción de la Ley de Defensa Social en 1910, que estableció que
quedaba prohibida la entrada al país de “los anarquistas y demás personas que profesen o
preconizan el ataque por cualquier medio de fuerza o violencia contra los funcionarios públicos
o los gobiernos en general o contra las instituciones de la sociedad”.
Las ideas anarquistas cumplieron un papel central en este período a partir del apoyo
brindado a los movimientos obreros. El año 1902 coincidió con la primera huelga general y con
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la creación de la Federación Obrera Argentina. El gobierno adoptó una postura que osciló
entre la represión y el intento de asimilar el anarquismo al movimiento sindical regulando sus
actividades. Uno de estos intentos se plasmó en el proyecto de Código de trabajo a cargo de
Joaquín V. González en 1904. Los grupos activistas anarquistas fueron identificados con la
inmigración europea y se plantearon medidas represivas en contra de sus medios de acción
directa, como fueron las leyes de residencia y de defensa social.
El Centenario, entonces, representó un momento de ascenso del pensamiento político,
que erosionaba las viejas convicciones de la oligarquía tanto como agudizaba los conflictos y
las divisiones en su seno. Su optimismo corría peligro por el estallido de numerosas huelgas
parciales y generales, que llevó a decretar en cinco oportunidades el estado de sitio. Entonces,
el Centenario fue también una ocasión para la reflexión crítica, que se hizo visible en el plano
filosófico, en el pensamiento económico y sociológico, en el ensayo histórico y literario, etc.
Al finalizar la presidencia de Figueroa Alcorta, surgieron dos candidaturas: la de
Roque Sáenz Peña, sostenido por la Unión Nacional, antiguo PAN y por la mayoría de los
partidos provinciales y la de Guillermo Udaondo, sostenido por el Partido Republicano. El
primero, modernista y opositor a la facción roquista resultó elegido junto a Victorino de la
Plaza, en una elección donde los radicales volvieron a proclamar la abstención.
La libertad en los comicios fue una consigna que se materializó en el proyecto de
reforma de la ley electoral. En él se establecía el voto universal, masculino, secreto y
obligatorio y la representación de las minorías mediante el sistema de lista incompleta. El
Partido Socialista planteó la importancia de la extensión de la ciudadanía política a las
mujeres, pero su exclusión se mantuvo hasta 1951.La política de Roque Sáenz Peña tenía un
punto de coincidencia con el radicalismo en la necesidad de establecer el ordenamiento
electoral. Luego de la ley electoral, el radicalismo modificó su actitud y se aprestó a participar
de los comicios.
La reforma de 1912, conocida como “ley Sáenz Peña” cerraba un ciclo y abría otro.
Entre 1880 y 1912, la sociedad había cambiado en tamaño y complejidad. Aun así, el orden
político había demostrado poca flexibilidad y muchos ciudadanos permanecían marginados. De
esta contradicción, surgiría para algunos miembros de la elite, la necesidad de reformas para
crear las condiciones de nuevos ciudadanos, más racionales y menos sujetos a las presiones y a
las manipulaciones. Cobra importancia en todo este proceso el partido político, como actor
organizado que condensará necesidades colectivas por encima de las personalistas.
En abril de 1912 se realizaron las primeras elecciones legislativas en las que se aplicó
la nueva ley, con la participación de tres partidos: la UCR, el Partido Socialista y la Liga del
Sur. En esos comicios votaron los varones argentinos mayores de 18 años. En la Ciudad de
Buenos Aires y en Santa Fe triunfaron los radicales, en el resto de las provincias se mantuvo
el dominio de las fuerzas políticas tradicionales. Las elecciones de 1914 acentuaron esta
tendencia, que cristalizaría en 1916. El partido radical llegará al gobierno de la mano de
Hipólito Yrigoyen, inaugurando la novedosa ley Sáenz Peña y plasmando el primer ensayo de
participación democrática.
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La Economía
La Argentina se integró al mercado internacional durante la segunda mitad del siglo
XIX, mediante la producción de bienes primarios exportables. La base del crecimiento
económico fue la incorporación de nuevas tierras a la producción. La zona pampeana fue la
región donde tuvo lugar la mayor expansión tanto de la ganadería como de los cultivos de
granos. Tierra y trabajo fueron los requisitos para la explotación de la ganadería refinada y del
cereal. El pasaje de la tierra pública a manos privadas continuó durante ese período, pero a
medida que se incorporaban al proceso productivo se registró una creciente valorización que
fue limitando también las posibilidades de acceder a la tierra.
Durante este período se consolidaron los criadores de ganado refinado y hubo un
vertiginoso crecimiento de los saldos exportables de la producción agrícola. La estancia mixta
se conformó como una unidad productiva que facilitaba la alternancia de actividades
económicas de acuerdo con los precios internacionales, lo que favoreció el incremento rápido de
los beneficios.
Dentro de la ganadería se produjo una división y una especialización entre los
criadores de animales y los invernadores que los engordaban, aunque algunos individuos
realizaban ambas tareas. Los invernadores tenían una actividad de tipo comercial, pues
compraban el ganado, lo engordaban y lo vendían a los frigoríficos. Esta actividad hacía
fluctuar los precios del ganadero criador, siendo una fuente de tensión que llegaba a debates
parlamentarios y se expresaba a través de diferentes posturas dentro de la Sociedad Rural
Argentina (asociación patronal fundada en 1866, que representaba al sector más tradicional de
propietarios de tierras dedicadas a la agricultura y la ganadería).
La transformación agrícola colocó a la Argentina entre los primeros puestos de
exportadores de trigo, maíz y otros granos. En 1880 se habían exportado las primeras bolsas
de cereales. Diez años después, miles de toneladas de trigo salían de los puertos argentinos
hacia Europa. Y en los primeros años del siglo XX, esa cifra se elevaba a millones de
toneladas. Esta revolución cerealera produjo cambios cruciales en las exportaciones
argentinas. Los productos agrícolas (trigo, maíz y lino) aumentaron su participación en el total
de las exportaciones entre 1876 y 1895. Después, otros productos (avena y centeno) se
incorporaron a los bienes agrícolas exportables. Los principales compradores fueron
Inglaterra, Alemania, Bélgica y Holanda, quienes para esa época, establecieron algunas
firmas exportadoras en el país y sus filiales y organizaron el comercio y el crédito por medio de
agentes, intermediarios, molinos y comerciantes locales.
El ganado tuvo un desarrollo similar. Con la importación de animales de cría, el
ganado criollo dio paso a un tipo de ganado más refinado, apto para la exportación de carnes.
El envío de ganado en pie y, en los primeros años del nuevo siglo, de carne congelada y luego
enfriada, ubicó a la Argentina entre los primeros países exportadores de productos pecuarios.
La industria de la carne no estaba totalmente en manos argentinas, el capital británico
primero y luego el norteamericano, levantaron grandes frigoríficos y se apropiaron de los
beneficios generados por este producto de exportación de primer orden.
La expansión de actividades agroindustriales se generó a partir de tres elementos
fundamentales: la extensión de las líneas ferroviarias, la protección estatal y el incremento de
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la demanda por el aumento de la población. El crecimiento de las actividades azucareras y
vitivinícolas dependía del abaratamiento del costo del transporte, que se logra con el
ferrocarril. Este elemento es crucial para pensar la unidad política porque habrá de contribuir
a una mayor integración económica. El Estado nacional tuvo una activa participación en el
desarrollo de las agroindustrias pues intervino con medidas de protección, como por ejemplo la
implementación de tarifas aduaneras o regulando el mercado.
El aumento de la demanda se debió al incremento de la inmigración que tenía entre
sus hábitos de consumo a estos productos.
El descubrimiento de petróleo en 1907 en Comodoro Rivadavia, introdujo un elemento
nuevo en el plano de las actividades económicas. El crecimiento de este sector, unido en esos
años a una fuerte presencia estatal, provocó una fuerte atracción de capitales y de mano de
obra inmigrante de los más diversos orígenes. El comercio era activo y sostenido
particularmente con Chile.
El ferrocarril, como ya señalamos, es una de la claves del proceso de transformación
económica en general y de la producción agropecuaria en particular. La red ferroviaria se
distribuyó en cuatro grandes sistemas, red central, red del oeste, red del pacífico y red del
sud. Trasladaba los productos del campo y del interior hacia las grandes ciudades para su
consumo y hacia el puerto para su exportación. A la vez, permitía la distribución de los
productos importados en distintos lugares del país.
La red ferroviaria progresó año tras año. Si se toma en cuenta la escasa población del
país, podemos observar que este sistema fue uno de los más destacados en todo el mundo. El
sector ferroviario fue un negocio de los capitalistas externos, que representaban a más de un
tercio del capital extranjero invertido en la Argentina hasta la primera década del siglo XX.
La instalación de líneas ferroviarias favoreció las exportaciones de lana hasta que la
explotación del bovino la desplazó hacia el sudoeste y crecieron los envíos de carne de oveja
congelada, vacunos (congelados y enfriados), cereales como trigo, maíz, avena, cebada y
centeno, así como el tanino y la madera de quebracho. También fue importante en el plano
interno, pues impulsó las relaciones comerciales entre las zonas que comunicaba y el traslado
de personas. El trasporte de carga y pasajeros se expandió notablemente y el volumen del
movimiento de pasajeros es asimismo un indicador de la gran movilidad espacial de la
población.
La industria creció lo suficiente como para satisfacer la demanda interna de consumo.
El censo de 1895 señaló la existencia de 22.204 establecimientos industriales que
empleaban145.650 personas, de las cuales un 63% eran extranjeras. En 1914 existían ya
47.779 establecimientos que empleaban a 410.201 personas, 50% de extranjeros.
Hacia fines del siglo XIX, la rama industrial más importante era la alimentación, que
agrupaba molinos harineros, saladeros, ingenios azucareros, elaboración de cerveza, aceites,
fideos, chocolate, yerba, manteca y almidón e incluía panaderías y confiterías. A esta rama
industrial le seguían las de vestido y tocador, fábricas de alpargatas, de tejidos y sastrerías.
Completaban el cuadro, los aserraderos, las fábricas de cal, ladrillos, tejas y pequeños talleres
mecánicos, herrerías, fundiciones, broncerías y plomerías. En su mayoría, se trataba de
pequeños establecimientos con escaso personal y exigua calificación. Hacia 1914, se produjeron
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algunos cambios importantes por la alta concentración de capital y mano de obra.
Por un largo período, los frigoríficos fueron la expresión del crecimiento industrial
argentino, que adquirió forma en los primeros años de la década del 80, pero su expansión se
verificó recién en los primeros años del siglo XX. Inicialmente, las compañías inglesas y
argentinas se repartieron el negocio, pero con la llegada de capitales norteamericanos, se
alteró el ordenamiento y las tensiones crecieron, aunque finalmente culminaron con acuerdos
comerciales entre los británicos y los norteamericanos. Esos acuerdos significaban el reparto
de cuotas de exportación con la correlativa disminución de la participación de los capitales de
origen argentino en la actividad.
Los ingenios azucareros fueron la expresión de la industria del interior y lentamente
fueron incorporando maquinarias más modernas. También se expandieron las refinerías y
otros sectores dinámicos como el metalúrgico, donde coexistieron los pequeños talleres junto
con las fábricas más grandes.
La evolución del comercio exterior constituye la manifestación más importante del
crecimiento de la economía argentina entre 1880 y 1914. El extraordinario crecimiento de las
exportaciones, tanto en valor como en volumen, se apoyó en el sector agropecuario. Pero esa
dependencia argentina de los movimientos de la economía mundial, colocó al país a merced de
los precios internacionales y de los niveles de sus importaciones y exportaciones, lo cual
generaría conflictos de todo tipo.
El período que se extiende entre 1880 y 1916, aunque en el largo plazo puede
caracterizarse como de prosperidad, estuvo marcado por violentas subas y bajas. La expansión
iniciada en los años 80 culminó con la crisis de 1890, que duró unos 4 años, a partir del cual
comenzó un período de recuperación que se sostuvo hasta finalizar el siglo, cuando
comenzaron a manifestarse nuevas dificultades económicas. Hacia 1903 se inició una nueva
etapa de expansión que se prolongó por unos 10 años. Entre 1911 y 1912, la combinación de
varios factores precipitó un proceso que solo el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-
1919) lo hizo aparecer menos dramático.
En cuanto al régimen financiero, a partir de 1880 se dio una constante desvalorización
del papel moneda en relación con el oro, que incrementó su valor cuando el gobierno estableció
la inconvertibilidad del peso papel. Esa desvalorización del peso comenzó a revertirse con el
alza de los precios de las exportaciones. Los mecanismos de financiamiento se basaban en la
prenda hipotecaria, de modo que la tierra fue la llave de acceso al crédito que estaba difundido
por los bancos. La economía argentina funcionaba con dos monedas de manera paralela: el
peso papel (moneda nacional) y el peso oro, que cambiaba su valor de acuerdo con las pautas
internacionales. Los pesos moneda nacional eran emitidos por el Estado o por sus bancos,
según las necesidades del gobierno, y ello provocaba una constante inflación que hacía
disminuir su valor. La relación inestable de la moneda favorecía a los exportadores, que
obtenían sus ingresos en moneda valorizada y sus costos eran cubiertos en pesos papel
depreciado.
La crisis económica de 1890 fue una de las más importantes en el período y sus
orígenes son objeto de discusión. Unos acentúan el marco internacional y la fragilidad de la
economía argentina, derivada de la necesidad de capitales y la crisis en el balance de pagos.
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Otros señalan la crisis como producto de la irresponsabilidad de la política nacional en materia
monetaria, por generar inflación y desorden en el crédito.
La Sociedad
El período que va del año 1880 a 1916 constituye una época clave en la historia
argentina. La transformación del país se hizo visible en el plano poblacional. Entre 1881 y
1890, unas 650 mil personas llegaron a la Argentina, pero en los años siguientes, más de 1
millón y medio de personas cruzaron el mar rumbo al Río de la Plata. Los inmigrantes
constituyeron la masa de trabajadores de los sectores primarios y secundarios, sembraron las
tierras y levantaron las cosechas, trabajaron en los talleres y fábricas de las ciudades y dieron
vida al comercio y al transporte.
El arribo de miles de personas produjo variaciones en el número total de habitantes,
en las relaciones entre hombres y mujeres, en las edades y en la distribución regional de la
población.
La importancia de la inmigración de origen europeo como componente del crecimiento
poblacional del país se advierte en la relación que surge de los censos entre la población
argentina y la población extranjera. En 1875, el 74,5 % de la población era nativa. En 1914,
había disminuido al 69,3 %. La mayor parte de los inmigrantes eran varones adultos, lo que
modificó la relación entre sexos al elevar el índice de masculinidad. Esto era más evidente en
las grandes ciudades. También se incrementaron las franjas etarias correspondientes a los 20
y 30 años.
En cuanto al origen de los inmigrantes, predominaron los italianos y españoles. El
flujo de italianos fue siempre mayoritario, el 40% hacia 1914. Inicialmente tuvieron más peso
las regiones del norte de Italia pero a partir de 1895 se revierte esa tendencia y el mayor
número de personas proviene del sur. Del total de inmigrantes ingresados al país, el 53,2% se
quedó. Ese dato da cuenta del alto número de personas que retornó a su país o se redirigió a
otro.
El importante número de personas que llegó a la Argentina fue acompañado por un
rápido proceso de urbanización. Las ciudades crecieron y se multiplicaron a lo largo del
territorio. El Censo Nacional de 1869 indicaba que el 33% de la población vivía en pueblos y
ciudades; en 1895 ese porcentaje llegaba al 42% y, en el tercer Censo Nacional de 1914, se
estimaba que un 58% de los habitantes se hallaba en conglomerados urbanos.
La densidad de población en el territorio se fue modificando a lo largo de los años, y
entre 1895 y 1914, comienzan a desarrollarse tendencias que se mantendrán a largo plazo: las
provincias patagónicas constituyen las zonas menos densamente pobladas del país; las
provincias pampeanas aumentaron la densidad de población como producto de la
transformación económica vinculada a la expansión agrícola - ganadera, al comercio y al
transporte, así como por el desarrollo de industrias y manufacturas que les permitían a su vez,
integrarse en el mercado internacional.
Las migraciones internas también fueron importantes para el desarrollo de las
ciudades y de nuevas zonas productoras que movilizaban a las poblaciones. Entre 1869 y 1895,
las provincias norteñas de Jujuy y Salta recibían población, así como también Tucumán y
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Mendoza, que atraían trabajadores por sus incipientes industrias. Lo mismo ocurría con las
colonias santafecinas y Buenos Aires, que alternaba recepción y expulsión. Como ya dijimos, la
movilidad espacial se vio favorecida por la expansión de la red ferroviaria.
Gracias a estos movimientos inmigratorios y al crecimiento vegetativo, no solo se
multiplicaron las ciudades grandes sino que además aumentó el número de pueblos medianos
y pequeños, que surgían en la región pampeana y en los centros neurálgicos del camino hacia
el sur gracias a la llegada del tren. Nuevos asentamientos urbanos se organizaban alrededor
de las vías ferroviarias y las colonias agrícolas. Estos asentamientos necesitaban obras de
infraestructura: escuelas y edificios públicos, paseos, clubes y periódicos, códigos municipales y
policía. Todos estos cambios contribuyeron para generar nuevas formas de vida, que
entremezclaban las tradiciones de las familias fundadoras y las de las recién llegadas. La
mezcla cultural fue resultado de esta transformación en la población.
Un vehículo importante que acompañó dicha transformación estuvo constituido por la
ampliación de los campos de lectura como producto de la alfabetización, que se produjo a partir
del aumento de la matrícula escolar y el número de maestros. La disminución del
analfabetismo abrió un campo para la lectura de diarios, revistas y libros baratos en vastas
zonas del litoral urbano. Los diarios se modernizaron con la introducción de nuevas
maquinarias y se independizaron de las fracciones políticas.
Todos estos cambios modificaban tanto los espacios públicos como los privados. Si las
viviendas eran objeto de la introducción de elementos sofisticados representados por el
mobiliario y sus ornamentos, los espacios públicos transformaban también sus estructuras,
dimensiones y funciones, dando paso a nuevas formas de sociabilidad. Los planes de reforma
cambiaron a las ciudades. Los paseos recreativos, las plazas y los parques conformaban no solo
modos de sanear, oxigenar y embellecer a la ciudad sino que además se convirtieron en los
lugares de la ostentación o el establecimiento de nuevas relaciones.
El súbito crecimiento demográfico trajo aparejados también algunos problemas. El
desajuste entre el número de pobladores y la oferta habitacional planteó cuestiones
relacionadas con la oferta de vivienda. La falta de adecuación entre ambas derivó en el
hacinamiento, la precariedad y la difusión de enfermedades que caracterizaron buena parte de
la vida en las ciudades grandes y medianas.
En las ciudades como Buenos Aires y Rosario se difundió un tipo de vivienda colectiva,
el conventillo, y en Buenos Aires la vivienda propia se asoció a la extensión de la red
tranviaria y el abaratamiento del transporte urbano. El aumento de los alquileres dio paso a
una una huelga de inquilinos en 1907. Los pobladores de los conventillos se negaron a pagar
los altos precios de los alquileres, provocando la movilización de hombres, mujeres y niños, así
como la participación de organizaciones socialistas y anarquistas y de fracciones del Estado.
La precariedad de las viviendas y el hacinamiento fueron las causas de las
enfermedades y de epidemias que se convirtieron en una amenaza y demandaron de manera
creciente la intervención de los profesionales médicos y de la creciente intervención estatal.
Vivienda y salud fueron dos ejes fundamentales sobre los cuales intelectuales, políticos y
profesionales delinearon sus áreas de intervención y buscaron las soluciones necesarias.
Lo que venimos diciendo, entonces, es que el crecimiento de la población, los cambios
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en las ocupaciones y la mayor diversificación económica dieron paso a la aparición de nuevos
actores. La situación de los trabajadores variaba de acuerdo con la actividad y la región.
Algunos iniciaron una rápida carrera de ascenso social y la clase media se amplió y consolidó.
Del conjunto de la población trabajadora, fueron muchos más los que sufrieron las alternativas
de los períodos de bonanza y de privaciones pues, si bien es cierto que la demanda de brazos
era creciente, la inestabilidad fue una de las características de la época.
La demanda de mano de obra era amplia para el sector de los jornaleros o peones sin
ocupación permanente, que combinaban las tareas urbanas en la construcción y en las obras
públicas con la recolección de las cosechas. Esa demanda no exigía ninguna especialidad ni
calificación específica. Aún así, también hubo trabajadores que pudieron instalarse por cuenta
propia porque conocían algún oficio o estaban más calificados. Estos atributos les permitieron
obtener empleos más permanentes y mejores ingresos, lo que marcaba diferencias entre los
trabajadores.
La escasez de mano de obra había sido un rasgo de la oferta de brazos en el Siglo XIX,
más allá de los ajustes estacionales. Pero la situación comenzó a cambiar hacia fines del siglo y
la escasez se tradujo en exceso de trabajadores, al tiempo que comenzaron a aparecer ciertas
tensiones sociales que se acentuaban en tiempos de crisis. En 1890, la crisis económica provocó
una ola de desempleo y el aumento de precios de los artículos de primera necesidad, motivó un
descontento generalizado y la organización de las primeras huelgas. Con la recuperación
económica, mejoraban de alguna manera las condiciones de vida, aunque persistieron las
protestas. Todo esto llevó a la reflexión de grupos ligados a la elite dominante sobre el sistema
de huelga y la cuestión social.
El aumento y la diversificación de las actividades económicas incrementaron el
número de trabajadores, de organizaciones y agrupaciones que los representaban. En 1890, el
porcentaje de los participantes en las organizaciones era todavía pequeño, pero hacia el final
del período su proporción había aumentado con la consecuente conformación de numerosos
gremios.
Las primeras federaciones obreras creadas tenían el propósito de obtener para sus
afiliados mejores condiciones de trabajo, un trato más justo y la protección de mujeres y niños.
Estas organizaciones eran principalmente anarquistas y socialistas, las cuales tenían notorias
diferencias entre ambas. Mientras los socialistas tenían tendencias gradualistas y contrarias a
la huelga general, los anarquistas impulsaban esta táctica como su herramienta de lucha más
importante puesto que negaban la legitimidad de la lucha parlamentaria y ponían en duda el
sistema democrático.
La capacidad de lucha de las organizaciones obreras se complicaría con las diferencias
entre los socialistas y los anarquistas, que se diferenciaban por la importancia que le
otorgaban al sindicato como herramienta de transformación de la sociedad por sobre la acción
política. Esta tendencia, sería dominante durante la segunda década del siglo. Los
trabajadores utilizaron diferentes herramientas para lograr sus objetivos. Las huelgas
generales y parciales fueron los medios más empleados.
Los gobernantes fueron particularmente sensibles a dos tipos de conflictos. Por un
lado, reaccionaron frente a todas las huelgas y conflictos vinculados a la circulación del
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transporte y el trabajo portuario, que afectaban el área vital de la economía agroexportadora,
lo cual aumentaba el poder negociador de los trabajadores. También intervinieron en todas
aquellas manifestaciones anarquistas que alteraban el orden y la paz públicos. La reacción
estatal frente al conflicto social osciló entre la represión y la integración. La movilización
policial o militar, la aplicación del estado de sitio o la Ley de Residencia fueron las respuestas
represivas habituales. A veces, el Estado fue lo suficientemente indiferente como para
favorecer con esa actitud la acción de los patrones. Hacia el final del período, sin embargo,
buscaron una mayor injerencia en la resolución de los problemas, apelando a la integración.
Lentamente, se fueron diseñando mecanismos de intervención estatal para regular los
conflictos y controlar a las organizaciones. Se trató de tener un conocimiento de la situación de
las clases trabajadoras y el gobierno solicitó un estudio de la condición de los trabajadores a
Juan Bialet Masse y a Pablo Storni, que fueron importantes para el diseño de una propuesta
codificadora.
Sobre la base del informe de Bialet Masse se proyectó en 1904 un Código Nacional del
Trabajo que en un primer momento fracasó por la oposición empresarial y obrera. Sin
embargo, se logró crear el Departamento Nacional del Trabajo, cuyo objetivo era el estudio de
la situación de los asalariados y la intervención en los conflictos, así como la formulación de
propuestas. También se sancionaron leyes como la de regulación de trabajo de mujeres o niños
o la que establecía el descanso dominical.
La cuestión social tenía por supuesto su costado político. La cantidad de inmigrantes,
la presencia de la multitud, generaban temor en los grupos gobernantes. Se planteaba el
problema de la gobernabilidad frente esas nuevas condiciones sociales. Porque además, la
inmigración planteaba también el problema de la identidad nacionalidad: cómo construir una
identidad nacional frente al cosmopolitismo planteado por la presencia de una población
heterogénea, con alta participación en escenarios productivos. La educación fue uno de los
elementos fundamentales para generar esa conciencia de pertenencia a una comunidad
nacional. También lo fue el servicio militar obligatorio, proceso que también facilitaba la
creación de esa identidad patriótica.
Las ideas sobre la inmigración fueron cambiando. Si algunos años atrás, había sido un
proceso portador de un cambio positivo, ahora se había transformado en la causa de los males
sociales. Por muchos espacios se gestaba una corriente xenófoba que comenzaba a delinearse.
El pensamiento político, social y literario de ese tiempo, da cuenta de estas
transformaciones. Se dio el caso de una superposición de teorías donde convivían concepciones
católicas junto a las novedades del socialismo y anarquismo. El positivismo y el modernismo
conformaban los cánones interpretativos de la nueva sociedad, que compartían la fe en la
ciencia para producir un saber sólido y objetivo, necesario para fundar un orden adecuado.
El pensamiento positivista generó también su opuesto: la reacción anti positivista en
clave espiritualista, en donde la esencia reside en el desplazamiento de la ciencia como centro
y, consecuentemente, de la figura del intelectual científico, para colocar la belleza como valor
supremo, la intuición estética como llave para entender la realidad y al escritor como la figura
predominante.
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2- La Argentina de entreguerras, 1916-1943
La Política
El 12 de octubre de 1916, Hipólito Yrigoyen asumía la presidencia de la Nación,
convirtiéndose en el primer mandatario surgido del voto universal masculino. El nuevo
presidente intentó conformar un gabinete equilibrado, que no irritara al sector exportador.
Buena parte de los ministros pertenecían a la burguesía terrateniente e incluso habían
mantenido muy buenas relaciones con los políticos conservadores.
Con la llegada de Yrigoyen al poder se produjo un cambio fundamental en la forma de
hacer política. El nuevo presidente era un líder popular que utilizaba novedosos métodos de
conducción, a partir de la influencia ejercida sobre los nuevos grupos medios y los sectores
populares urbanos quienes, hasta aquí, habían estado en su mayoría al margen de la
participación política.
La estrategia política utilizada por el gobierno para influir masivamente sobre esos
grupos se basó en la instrumentación de técnicas de patronazgo político, lo cual desembocó en
la creación de numerosos cargos burocráticos y profesionales. La entrega de puestos se usaba
con el objetivo de vincular al gobierno con los comités de la UCR y sus respectivos caudillos e,
indirectamente, estimular al electorado. La excesiva cantidad de cargos creados durante estos
años parece haber incidido negativamente en el gasto público. Simultáneamente, se produjo
una transformación de los partidos políticos, que se convirtieron en organizaciones de masas
de carácter nacional, dado que la actividad electoral se había irradiado a todo el país.
El comienzo de la experiencia radical en el poder fue difícil. Debió enfrentar a una
oposición compuesta por un amplio espectro de fuerzas políticas: desde el conservadurismo,
irritado por el peso y las actitudes populares de la UCR, hasta el Partido Socialista, que
competía con el gobierno por la representación de los trabajadores e intuía, al igual que el
Partido Demócrata Progresista, actitudes demagógicas en el presidente.
Aunque la oposición fue descarnada, no presentó un frente unificado. Los
conservadores eran fuertes en numerosas provincias, especialmente en Buenos Aires y
también tenían sus propias divisiones internas. El socialismo limitaba su influencia a la
Capital Federal y se va a dividir en 1918. Los demócratas progresistas solo tenían peso en
Santa Fe.
Era más efectiva la crítica periodística ejercida desde grandes diarios como La Prensa
y La Nación o el periódico socialista La Vanguardia, quienes centraban su ataque en la figura
de Yrigoyen. Desde sus columnas se lo acusaba de ignorante y demagogo por su peculiar
relación con los sectores populares, se criticaba la política de intervenciones provinciales y la
falta de consulta al Parlamento. Los conflictos con el Parlamento fue uno de los principales
problemas del nuevo gobierno, porque la oposición conservadora controlaba la Cámara de
Senadores y trababa los proyectos del Poder Ejecutivo.
Otro aspecto controvertido del gobierno radical fue su política externa, especialmente
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su postura ante la Primera Guerra Mundial. Se continuó en cierta forma la neutralidad
benévola inaugurada por su antecesor, Victorino de la Plaza, y se mantuvo la neutralidad
argentina hasta el final del conflicto, haciendo caso omiso de la oposición y de la prensa, que
presionaban al gobierno para que rompa las relaciones diplomáticas con Alemania.
A pesar de cierta ambigüedad, el gobierno persistió en su política de independencia
diplomática, particularmente frente a los Estados Unidos, y aunque fracasó en su intento por
organizar una conferencia latinoamericana de naciones neutrales, tuvo mayor impacto la
decisión de apoyar el principio de la igualdad de los Estados en la conformación de la Sociedad
de las Naciones y no avalar la distinción entre países beligerantes y neutrales.
La política de Yrigoyen debió enfrentar el desfavorable contexto de la guerra y la crisis
de la primera posguerra. El contexto estuvo signado por la inflación, el deterioro del salario
real, la desocupación y por ende las numerosas huelgas sucedidas entre 1917 y 1919. No
obstante, y más allá de ambigüedades, la política del gobierno fue esencialmente distinta de la
de los anteriores conservadores, pues aspiraba a arribar a una cierta justicia distributiva e
integrar políticamente a los trabajadores en el sistema.
Esta concepción marcó un nuevo tipo de relación entre el Estado y los trabajadores, no
tanto porque hubiera una legislación protectora y reguladora, que avanzó lentamente gracias
al impedimento de los conservadores, como por la existencia incipiente de un estilo de
intervención directa para resolver los conflictos entre el capital y el trabajo.
Por su propia convicción y por la oposición parlamentaria a sancionar proyectos de ley
sobre el salario mínimo, duración de la jornada laboral y seguro del trabajo, el presidente
Yrigoyen apeló a su participación personal y al arbitraje para resolver huelgas y otro tipo de
enfrentamientos gremiales. El gobierno intervino a favor de los obreros en varias ocasiones y
en otras tuvo una actitud dual, reprimiendo a los huelguistas como son los casos de la
denominada “semana trágica” de 1919 o la “patagonia trágica” de 1921. Ambos sucesos
finalizaron con una masacre perpetrada por el Ejército contra los peones en huelga. En estos
dos casos, el gobierno radical mostró una peligrosa tendencia a la vacilación política ante las
presiones de las corporaciones empresariales, los grupos de extrema derecha y el Ejército.
Dentro del gobierno y del radicalismo, aparecieron a poco de andar, confrontaciones
internas. El sector más aristocrático, Grupo Azul, criticaba con dureza el personalismo de
Yrigoyen, la constante superposición del Estado con el partido y los comités y las técnicas de
patronazgo político de la que estaban excluidos. También cuestionaban las intervenciones
provinciales y la política internacional.
Hacia 1922, el presidente Yrigoyen, superó obstáculos internos y eligió como candidato
del partido al elegante y culto Marcelo Torcuato de Alvear, que parecía el reverso de la imagen
del caudillo y que, sin embargo, tenía una larga militancia en el radicalismo, aunque alejado
de los conflictos partidarios internos. Esa característica parecía garantizar la continuidad
política.
Los conservadores concurrieron separados, la mayoría presentaba solo candidatos
provinciales, los socialistas y demócratas progresistas, también presentaron candidatos,
aunque no lograban llegar a toda la nación. A pesar de la oposición y los problemas derivados
de la recesión económica, el radicalismo triunfó con el 48% de los votos emitidos.
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La presidencia de Marcelo T. de Alvear se caracterizó por un período de paz social
debido a la notable recuperación económica, aunque su gobierno estuvo signado políticamente
por el distanciamiento de Yrigoyen y por el fuerte conflicto entre personalistas y anti
personalistas. Desde un primer momento, el nuevo presidente decidió gobernar de manera
independiente del partido y de Yrigoyen.
Alvear gobernó de manera diferente a su antecesor. Las intervenciones provinciales
por decreto fueron menores y colocó el gasto público bajo el control del Parlamento, aunque
solo consiguió limitarlo relativamente. De esta forma intentaba quitarle a Yrigoyen una de sus
principales herramientas de control partidario.
La lucha entre yrigoyenistas personalistas y alvearistas anti personalistas se tornó
encarnizada. Se manifestaba tanto en los conflictos entre el presidente y el vice, como en el
Congreso, donde cada tema era motivo de disputa y polémica. Los anti personalistas
pretendían controlar el aparato partidario del yrigoyenismo. Desde el diario yrigoyenista La
Época, se criticaba con dureza al presidente y al gobierno. La división entre ambos permitió en
la Capital Federal el triunfo del socialismo en 1924, seguidos por los anti personalistas.
Las diferencias se fueron profundizando de tal forma que los personalistas acusaron a
sus rivales de complot con los enemigos de la causa radical, las tensiones crecieron ante la
imposibilidad de los anti personalistas de controlar el aparato partidario.
Pero las tensiones internas también afectaron al Partido Socialista a partir de la
alianza en la Cámara de Diputados con los anti personalistas. Esta situación derivó en la
ruptura del partido y en la formación del Partido Socialista Independiente.
La política de Alvear manifestó cambios en varios aspectos respecto de la de Yrigoyen.
En principio, no compartía la falta de alineamiento internacional. También sostenía un
criterio menos estatista respecto del problema del petróleo. Aunque Yrigoyen no se había
opuesto a la participación de las empresas privadas extranjeras en la industria petrolera. En
1922, se había creado la Dirección Nacional de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF)
para supervisar y orientar la producción nacional.
Más allá de estas diferencias, el gobierno de Alvear tuvo un manejo ordenado de las
finanzas, respeto por las libertades individuales y cierta preocupación social, expresada en
varias leyes aprobadas durante su mandato, como la del contrato del trabajo de menores y la
prohibición del trabajo nocturno en las panaderías, la jubilación de los maestros primarios, la
regulación de la forma de pago del salario y el establecimiento de la jornada laboral de 8 horas.
Hacía el fin del gobierno de Alvear, los anti personalistas se sentían muy seguros de
obtener el triunfo en las elecciones de 1928. El clima político parecía favorable, pues los
grandes diarios como Crítica, La Nación o La Prensa, realizaban desde sus páginas una
furibunda campaña contra la figura de Yrigoyen. A estas críticas se sumaban los despiadados
ataques de una derecha antidemocrática, cuyo único fin era impedir el triunfo del viejo
caudillo radical. Estos diarios se apoyaban en publicaciones de tendencia nacionalista, cuyo
nexo se hallaba en la exaltación del patriotismo, el militarismo, el catolicismo, el nativismo y
la completa impugnación de la democracia. Sin embargo, Hipólito Yrigoyen gozaba de una
enorme popularidad, tal vez mayor que durante su presidencia. Esto dio lugar al triunfo en los
comicios, con un gran nivel de participación popular.
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A pesar del caudal de votos recibidos, el nuevo gobierno fue débil y mostró un rumbo
errático. El partido no prestaba gran ayuda al presidente, pues por un lado estaba inmerso en
una lucha de facciones por la sucesión de Yrigoyen. Por otra parte, se encontró con una
oposición más despiadada que la anterior, desde la prensa hasta desde los partidos políticos
rivales. Además, seguían sin controlar el Senado, que vetaba sistemáticamente los proyectos
importantes del gobierno, como la Ley del Petróleo.
La política laboral tampoco manifestaba el dinamismo de la primera presidencia,
aunque Yrigoyen conservó buena relación con los sindicatos ferroviarios y navales. Pero era
evidente que los primeros efectos de la crisis económica desatada en el año anterior (reducción
del gasto público, inflación, atraso en el pago de sueldos, aumento del desempleo), habían
contribuido a deteriorar la base de sustentación de Yrigoyen.
Otro factor de inestabilidad provenía del Ejército. Se había opuesto al regreso del
caudillo radical al gobierno en 1928 y comenzó a conspirar abiertamente, no solo contra el
gobierno sino contra la democracia. El estilo plebeyo de los gobernantes, la intensificación de
los conflictos sociales, la política mediadora y conciliadora del gobierno o el neutralismo en la
política exterior eran aspectos revulsivos para el Ejército.
La tendencia golpista estaba encabezada por José Félix Uriburu, un general de
tendencia nacionalista y corporativista, apoyado por un grupo de intelectuales, fervientes
defensores de la jerarquía y del orden, que hacían gala de una retórica impugnatoria de la
bolchevización de la sociedad, a la que vinculaban con el sufragio universal y por supuesto, con
Yrigoyen y con el radicalismo.
Otra línea de apoyo al golpe estaba encabezada por militares liberales, como Agustín
P. Justo, quienes recibían el apoyo de varios partidos (radicales anti personalistas, socialistas
independientes, conservadores). Este grupo no impugnaba en teoría, al sistema democrático en
su conjunto, sino al personalismo y al populismo de Yrigoyen.
De una u otra forma, el cruce de estas dos tendencias, (nacionalistas y liberales) con la
evidente pérdida de consenso del gobierno legítimo, permitieron que los militares derrocaran
al presidente Hipólito Yrigoyen, dando comienzo a una larga etapa de interrupciones
institucionales y de gobiernos de facto antidemocráticos que se sucederían durante muchos
años.
La Economía
Durante los años de gobierno radical no se produjeron grandes cambios. La economía
siguió orientada a la exportación de productos primarios, aunque hubo una desaceleración del
crecimiento. La Primera Guerra Mundial tornó evidentes los puntos más débiles de la
economía nacional, como su extrema dependencia del flujo de capitales extranjeros y de las
exportaciones.
Los gobiernos radicales no modificaron esta situación, aunque se matizó un poco con la
aparición de una nueva potencia comercial, Estados Unidos, que aprovechó los vacíos dejados
por los europeos después de la guerra, y se convirtió en uno de los principales proveedores de
bienes de consumo. Este proceso se produjo sin dejar de depender de la relación comercial con
Gran Bretaña.
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Dentro del marco de continuidad de la economía exportadora, al finalizar la depresión
de 1917, se desarrolló un proceso de recuperación económica hasta que llegó la crisis del
petróleo, en 1929. El régimen de la propiedad de la tierra en la zona cerealera no se modificó y
el predominio de la gran propiedad se mantuvo inalterable. El gobierno radical estaba
bastante vinculado a los grupos tradicionales como para intentar modificar el sistema de
propiedad.
En la ganadería, mientras se asistía a la inexorable decadencia del ovino, se avanzó en
el refinamiento del ganado bovino y aumentó el stock como consecuencia de la demanda
creciente de los frigoríficos con destino a la exportación. En esta etapa se generalizó en la
producción frigorífica el cambio de la carne congelada a la enfriada y, simultáneamente, hubo
un importante crecimiento de las exportaciones de carnes enfriadas. Este proceso exigía
carnes de mayor calidad y entregas regulares de los estancieros a los frigoríficos y produjo un
desplazamiento de los criadores por los invernadores. Estos últimos tenían sus campos de
pastoreo cultivados de forrajeras y destinados al engorde de los animales en las zonas más
favorables de la pampa húmeda cercana a los frigoríficos.
Mientras la rentabilidad de los invernadores, vinculados a los frigoríficos y al mercado
exterior aumentaba, la rentabilidad de los criadores, dependientes de las compras del mercado
interno y de los invernadores, disminuía. Esta situación provocó un largo conflicto entre los
dos sectores. El gobierno no pudo o no quiso poner límites a los intereses de los frigoríficos. En
cierta forma, los gobiernos radicales no modificaron la actitud tradicional de "comprar a quien
nos compra", situación que favorecía a los intereses comerciales británicos.
La industria creció relativamente durante este período, en especial en los rubros
textiles y alimentación y en menos medida en la química y la metalmecánica. Este pequeño
crecimiento se generó sin que el gobierno de Yrigoyen adoptara ninguna medida proteccionista
con respecto a la manufactura local.
La Primera Guerra Mundial permitió avanzar en un leve proceso de sustitución de
importaciones. El porcentaje de la producción manufacturera nacional con respecto a la
importada ascendió del 42% entre 1910 y 1914 al 53% entre 1915 y 1920. Este crecimiento se
debió, sin duda, a los efectos de la guerra. Finalizada la contienda, la producción nacional bajo
al 51% hasta 1924 y al 49% hacia 1930. La guerra mundial también impactó favorablemente
sobre los frigoríficos, una de las actividades industriales tradicionales. La producción de
carnes enlatadas para abastecer a los ejércitos beligerantes entró en franco ascenso. Sin
embargo, los beneficios obtenidos por los frigoríficos no fueron acompañados por el aumento de
la rentas de los ganaderos.
Una característica interesante del período es el crecimiento de empresas modernas y
más grandes, inversamente proporcional al achicamiento de la pequeña y mediana industria
de tipo manual. Este hecho estaría preanunciando la modernización industrial desarrollada a
partir de mediados de los años 30. En este sentido, fue significativa la inversión de capitales
norteamericanos en la industria local. Éstos se orientaron hacia ramas industriales no
tradicionales, diferentes de las inversiones británicas, destinadas al servicio público, las
finanzas, el comercio y la industria tradicional.
Las principales radicaciones industriales durante estos años fueron en el rubro
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metalmecánico (Burroughs, Chrysler y General Motors), en maquinarias y artefactos eléctricos
(IBM, Sylvania, RCA Victor, GoodYears), en la industria farmacéutica (Farmasa, Atkinson,
Colgate Palmolive) en la industria alimenticia (Toddy). El capital norteamericano tomaba
claramente la delantera de las inversiones extranjeras en la industria. Los europeos solo
habían instalado Cinzano, FIAT, Celulosa Argentina, Nestlé y Pirelli.
La Sociedad
La ausencia de censos durante este período impide tener un panorama claro de su
evolución. No obstante, es posible sostener que se mantuvo la tendencia anterior, aunque en
forma atenuada. La guerra detuvo casi totalmente la llegada de inmigrantes. Entre 1914 y
1919 es cuando se produjo un saldo negativo. El flujo europeo positivo recién se recuperó a
principios de los años 20 hasta fines de la década. Consecuentemente, y como resultado de un
incipiente proceso de sustitución de importaciones de productos industriales, aumentó la
migración interna. La tasa de crecimiento de la población descendió bruscamente durante la
guerra y se recuperó a partir de 1920.
En estos años se percibe un crecimiento del sector terciario, tanto en los servicios como
en el comercio, que determinó un notable aumento porcentual de los sectores medios,
compuestos por una multitud de cuentapropistas, pequeños, medianos y grandes patrones
industriales y comerciales, profesionales, rentistas, empleados administrativos y docentes. En
el marco de un proceso bastante dinámico de movilidad social, estos sectores ascendieron
gracias a las oportunidades brindadas por la expansión agropecuaria iniciada en 1880 y por un
sistema educativo que alfabetizó y especializó rápidamente a una parte de la población.
En este último sentido, la influencia de la reforma universitaria realizada por el
gobierno de Yrigoyen en 1918 fue fundamental. El movimiento de reforma se concentró en la
tradicional y conservadora Universidad de Córdoba. Frente al autoritarismo y el dogmatismo
imperantes en la enseñanza, los estudiantes exigían participación en el gobierno universitario
y mayor libertad de cátedra. La movilización estudiantil, que tenía un ligero tono
antiimperialista, coincidió temporalmente con la protesta sindical y la democratización
política. El contexto internacional es el de la Revolución Rusa, que había causado un profundo
impacto entre los sectores progresistas y reformistas.
La reforma universitaria fue, además, una clara expresión de los cambios producidos
en la sociedad argentina, especialmente la emergencia de los sectores medios en cuanto a
participación. El gobierno radical apoyó a los reformistas, que lograron algunos cambios
importantes pues un número de estudiantes se integró al gobierno universitario. Se
modificaron algunos contenidos así como prácticas pedagógicas autoritarias. El verdadero
éxito de la reforma se halla en su proyección hacia el futuro porque con el transcurrir de los
años sería una contribución legal fundamental para democratizar la vida universitaria y
profundizar la libertad de expresión y enriquecer la actividad académica.
Estos cambios formaron parte de una honda transformación de la sociedad de
entreguerras. Se notó una tendencia hacia una mayor nivelación social, que implicó un
relativa homogenización de la cultura debido, entre otros motivos, a la importancia adquirida
por los medios de comunicación masiva, que tuvieron un indudable peso sobre los valores y las
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formas de vida de los lectores, tanto por el estilo de propagar las noticias como por los cambios
introducidos en los dispositivos publicitarios. En estos procesos, no fue menor la contribución
de los cambios tecnológicos. La popularización del cinematógrafo, por ejemplo, hizo que se
multiplicaran salas de cine y se extendieran hacia barrios periféricos. La gran transformación
electrónica permitió la aparición de la radio que, desde 1920, se convertiría en un medio de
fundamental importancia por democratizar la información y, en consecuencia, la capacidad de
reflexión, análisis y participación ciudadana en la vida pública.
En el mundo del trabajo se vivieron alternativas difíciles mientras duraron las
condiciones impuestas por la guerra. La conflictividad social fue elevada desde 1917, el peor
momento de la crisis, hasta 1921, cuando comienza una paulatina recuperación. Pero en los
años difíciles, la conflictividad del movimiento obrero fue constante. Disminuyó a partir de la
recuperación económica y la capacidad negociadora del gobierno junto con una menor
combatividad de la dirigencia gremial. Los huelguistas (marítimos, ferroviarios, municipales,
obreros de la carne, metalúrgicos, entre otros) se movilizaron en demanda de la reducción de la
jornada laboral, aumento de salarios y mejores condiciones de trabajo.
Las causas de la conflictividad social fueron variadas. Aunque el empleo había crecido,
se había producido un marcado deterioro del nivel de vida a causa del descenso del salario
real, el clima enrarecido introducido por la guerra y la influencia de la Revolución Rusa de
1917. Se combinaban los síntomas de la crisis del liberalismo con el surgimiento de ideas
autoritarias.
Todos estos fueron factores que incidieron en el desarrollo de las jornadas de enero de
1919, cuando a raíz de la reducción de salarios en los talleres metalúrgicos de Vasena e Hijos,
se desató una huelga que trajo aparejada la muerte de muchos obreros. La represión fue
violenta y participaron de ella no solo la policía y el Ejército, sino también fueras
paramilitares toleradas por el gobierno.
El aumento del empleo hacia el fin de la guerra repercutió favorablemente en el nivel
de sindicalización. La ideología predominante en el movimiento obrero era el sindicalismo, que
como ya se ha dicho, era una tendencia más moderada comparada con el anarquismo. La
corriente sindical se había consolidado desde el Centenario, cuando desplazó a los anarquistas
de la conducción de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA). Continuó creciendo
durante el gobierno de Yrigoyen, con quien mantenían una fluida relación.
Si bien las huelgas y los enfrentamientos no desaparecieron, durante la presidencia de
Alvear la conflictividad se redujo. La instauración del 1º de mayo como feriado nacional fue un
hecho simbólico importante. Pero lo más relevante para que dicha conflictividad disminuyera
fue el crecimiento de la economía, que repercutió favorablemente en el salario real y en las
condiciones de vida de los trabajadores.
Estas mejoras implicaron una elevación de la calidad de vida, especialmente a partir
de la generalización del descanso dominical y la orientación del uso del tiempo libre hacia
espectáculos populares como el cine o el fútbol. La importancia de la sociabilidad barrial, claro
reflejo de las transformaciones urbanas producidas durante esos años, fueron desarrollando
formas nuevas de movilización, no clasistas, como las realizadas por sociedades vecinales y
bibliotecas populares. Allí se cruzaban actividades de tipo fomentista, políticas y culturales,
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reorientaron las manifestaciones más conflictivas existentes en el seno de la sociedad y le
otorgaron un carácter más cultural, artístico y deportivo a la participación popular.
Otros factores que contribuyeron a aminorar el conflicto social se relacionan con la
decadencia del clima revolucionario europeo, ahora involucrado en un proceso más extremo a
partir del ascenso del fascismo. El rol conciliador y poco proclive al enfrentamiento de la
conducción sindicalista del movimiento obrero también fue influente para que se dieran estos
cambios. Un modelo de sindicalismo centralizado, fuerte y verticalista, que apelaba al diálogo
y a la negociación.
La Política
El gobierno del general Uriburu fue breve. El golpe fue producto de una conspiración
cívico – militar: además del Ejército, hubo apoyo de personalidades civiles y de partidos
políticos, como el socialismo independiente, la Unión Cívica Radical anti personalista y los
conservadores. La conspiración contó a su favor con la actitud pasiva de la población, con la
activa campaña de los diarios y con la Federación Universitaria Argentina. Sin embargo, a
pesar del amplio consenso reunido, el gobierno era débil, el presidente representaba a la
tendencia minoritaria de la conspiración que lo había llevado al poder.
Tanto Uriburu como el sector nacionalista que lo apoyaba no solo eran anti
yrigoyenistas sino profundamente antidemocráticos. Pretendían instaurar una sociedad
jerárquica e imponer un gobierno de tipo corporativo orientado desde el Estado. Querían
reformar la Constitución Nacional, derogar la Ley Sáenz Peña e instituir un sistema de voto
calificado. Su discurso ponía énfasis en el combate al comunismo, al liberalismo y a la
comunidad judía. Se persiguió a los activistas anarquistas y comunistas, se aplicó la vieja ley
de residencia con los extranjeros militantes e incluso se fusiló a varios obreros anarquistas.
A los pocos meses, comenzó la reorganización de la oposición, con una parte del
radicalismo debilitado, con algunos dirigentes populares en el exilio y con otros presos. A
comienzos de 1931, el radicalismo se reorganizaba y se convertía en el principal opositor al
gobierno de facto, con la dirección de Alvear, quien había apoyado el golpe pero se acercaba a
Yrigoyen. Los otros partidos políticos y los diarios como Crítica y La Nación, que habían
apoyado y alentado la conspiración militar, pronto se manifestaron en favor de las
instituciones democráticas y de la Constitución Nacional.
Uriburu llamó a elecciones provinciales sin proscribir al radicalismo, en una táctica
destinada a legitimar al gobierno surgido del golpe y que se sustentaba en la creencia acerca
de la falta de popularidad y debilidad del radicalismo. La UCR ganó en la Provincia de Buenos
Aires, lo cual derivó en la anulación de las elecciones y marcó el comienzo del fin del gobierno
de facto. Y más importante aún, fue el comienzo de una larga década marcada por el fraude
electoral.
Más allá de la retórica ultranacionalista y la utilización generalizada de la represión,
el presidente no encontraba el rumbo y se quedaba sin apoyo. Así, sin mayores alternativas,
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convocó a elecciones generales.
Los grupos conservadores se unieron en el Partido Demócrata Nacional y junto con el
socialismo independiente y el radicalismo anti personalista se gestó la Concordancia. Esta
coalición, que controlaría la vida política del país hasta 1943, eligió como candidato
presidencial al general Agustín P. Justo, que contaba con el apoyo del Ejército, los grandes
exportadores y los medios de prensa más importantes.
Junto a la Concordancia se conformó la Alianza Civil, que reunía a los partidos
Socialista y Demócrata Progresista. Al radicalismo se le impidió la presentación de la fórmula
que lo llevó a recurrir a la abstención electoral. Los comicios inauguraron la práctica
fraudulenta que duraría más de una década y en medio de la cual triunfó la Concordancia con
unos 600 mil votos frente a los casi 500 mil de la Alianza Civil.
El general Justo contó con el aval y el apoyo permanente del Ejército, que se fue
convirtiendo en un actor político central durante varias décadas. El nuevo gobierno guardaba
las formas institucionales en tanto mantenía en funcionamiento al Parlamento con bloques
oficialistas y opositores. No controlaba a la Cámara de Diputados, aunque mantuvo un férreo
control del Senado. Además de con factores de poder como la prensa, el Ejército y los grandes
exportadores, el nuevo gobierno contaba con el sólido respaldo de los partidos unidos en la
Concordancia.
El gobierno de Justo limitó la democracia dentro de fronteras relativamente estrechas.
Por un lado, intentó restringir la actividad de la izquierda con una ley de represión al
comunismo aprobada solo en el Senado. Por otro, utilizó sistemáticamente la represión política
a cargo de la Sección Especial de la Policía Federal. Así, el maltrato a los presos y la tortura
eran situaciones frecuentes.
El gran problema político de Justo se vinculaba a la corrupción reinante en algunos
estamentos de poder y, especialmente, al fraude aplicado sistemáticamente durante su
gobierno. Antes de apelar al fraude, se había utilizado frecuentemente la herramienta de la
intervención a aquellas provincias que fueran opositoras al gobierno. Para justificar estas
acciones ilegales e ilegítimas, que fueron denominadas como "fraude patriótico", recibió apoyo
no solo de ministros relevantes como Federico Pinedo, sino también de algunos intelectuales,
quienes no solo impugnaban el voto universal y secreto, sino que se expedían por un tipo de
voto calificado.
A partir de 1935, con el retorno de los radicales a los comicios, el fraude se profundizó
y se volvió más escandaloso. Comenzó a conformarse así un fuerte clima de oposición. La
movilización sindical entre 1935 y 1937, contribuyó a incrementar ese clima de malestar
social. La revitalización de la oposición política desencadenó en el triunfo de 1936 de la UCR.
Había comenzado a gestarse un frente opositor integrado por radicales, socialistas y
demócratas progresistas.
Los inconvenientes del gobierno de Justo no se limitaban al fraude. En 1935 una
comisión investigadora de la industria de la carne, creada por el Senado para investigar las
irregularidades cometidas por las grandes empresas exportadoras de carne, demostró el
monopolio y la evasión impositiva por parte de algunas empresas. Además acusaba al gobierno
y específicamente al ministro de Hacienda Federico Pinedo, de encubrir y proteger estas
22
maniobras delictivas. En medio de este debate, se produjo un atentado dirigido a Lisandro de
la Torre, que terminó hiriendo mortalmente al senador por Santa Fe Enzo Bordabehere. Este
trágico suceso, al que se agregaba la acusación de favorecer a la compañía británica Anglo
relegando a las empresas nacionales de transporte, aumentó el descrédito del gobierno y el
descontento de amplios sectores del arco político-ideológico local.
La insatisfacción no involucraba sólo a la oposición política y sindical sino también a
sectores militares e intelectuales que atacaban al gobierno por la corrupción y por la
dependencia con Gran Bretaña. Autores revisionistas se situaban fuera del campo político y
practicaban un nacionalismo antiimperialista, guiado por una crítica cultural y filosófica al
liberalismo, en la que se percibía una fuerte decepción e incredulidad acerca de las supuestas
bondades de una democracia conservadora.
En 1935 se conformó la Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina (FORJA),
que nucleó a algunos intelectuales de la época como Arturo Jauretche, Gabriel del Mazo y
Homero Manzi, entre otros. El grupo se manifestaba heredero de Yrigoyen y de los principios
de intransigencia radical y en desacuerdo con la política del radicalismo durante los años 30.
Acusaban a Alvear de haber mantenido silencio frente a una política gubernamental que era
considerada contraria a los principios de la Nación.
Hacia mediados de 1937, el presidente Justo preparó su sucesión teniendo activa
participación en la elección de la fórmula de la Concordancia y eligiendo a Roberto M. Ortiz
para presidente, ex ministro de Alvear y de Justo y Ramón S. Castillo. Esta fórmula resultó
victoriosa en elecciones arregladas, frente a los candidatos del radicalismo y del socialismo.
El nuevo presidente estaba destinado a ser una mera continuación de su antecesor.
Sin embargo, en cierta forma se manejó con independencia de criterios, tanto de Justo como de
aquellos conservadores de la Concordancia. Su mandato estuvo signado por el estallido de la
Segunda Guerra Mundial en 1939 y, a pesar de sus simpatías por Gran Bretaña, siguiendo la
tradición inaugurada por el radicalismo, mantuvo la neutralidad argentina. El nuevo
mandatario se mostró más cerca de Alvear que de Justo e intentó limpiar la imagen de
corrupción y de fraude. Para esto, puso las elecciones bajo el control militar y, finalmente, se
impuso el radicalismo. Sin embargo, el impulso democratizador finalizó pronto ya que debido a
una grave enfermedad debió renunciar a mediados de 1940. Su sucesor era el vicepresidente
Castillo y con él, retornaría plenamente la venal maquinaria conservadora.
El presidente Castillo pronto reinstauró las prácticas electorales fraudulentas y las
intervenciones provinciales, facilitando el acceso de los candidatos conservadores al poder y
trabando el avance de los radicales. Se profundizó la represión hacia los opositores, se clausuró
el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires y se aplicó el estado de sitio, que impedía
la propaganda política de los partidos.
Si bien, la presencia de algunos ministros hacía prever una política favorable a los
aliados, Castillo mantuvo la neutralidad argentina frente a la guerra, una neutralidad pasiva
y vacilante que se convirtió en activa. La presión se incrementó con la entrada de los Estados
Unidos a la guerra, en 1941. Esta postura neutralista, reforzada con la reactivación de la flota
mercante nacional y la nacionalización del puerto de Rosario, le brindó el apoyo de los sectores
nacionalistas a los que se sumaban los conservadores provinciales.
23
La muerte del general Justo, modificó el panorama político de la Argentina. Castillo
comenzó a maniobrar para imponer a su sucesor como candidato del conservadurismo,
inclinándose por un hombre de confianza, el senador conservador y magnate azucarero salteño
Robustiano Patrón Costas. Este proceso electoral se trunca por el golpe militar del 43, en
medio de una realidad que indicaba una creciente debilidad del sistema político y la pérdida de
consenso ante la ciudadanía, debido tanto al fraude electoral como a la corrupción reinante.
El Ejército, mayoritariamente neutralista, albergaba bolsones de fuerte simpatía hacia
los regímenes fascistas y no aceptaba un futuro mandatario favorable a los aliados y con
fuertes contactos con los Estados Unidos. Los militares habían desarrollado una conciencia
nacionalista que desembocó en la idea de independencia económica tanto de Gran Bretaña
como de los Estados Unidos. Asimismo, se mostraban favorables al desarrollo industrial y
armamentista autónomo. Las inquietudes estratégicas del Ejército se vinculaban con lo
político, a partir de la necesidad de alcanzar un Estado fuerte y eficaz.
La Economía
En el período comprendido entre 1930 y 1943, se produjeron una serie de clivajes
fundamentales en la economía argentina que significaron cambios en la relacionó entre el agro
y la industria, en el rol del Estado y en el comercio exterior. En este sentido, la etapa comenzó
y finalizó con dos acontecimientos que contribuyeron en forma esencial a estimular esos
clivajes: la crisis económica desatada tras el quiebre de Wall Street en 1929 y la guerra
mundial entre 1939 y 1945.
La crisis de 1929 afectó relativamente rápido a nuestro país y abarcó la última etapa
del gobierno de Yrigoyen, la dictadura de Uriburu y la primera parte del gobierno de Justo.
En 1930, la administración radical entraba en cesación de pagos como consecuencia
del desajuste entre recursos disponibles y gastos del Estado. La Argentina dependía de las
exportaciones de bienes primarios y demostró escasa capacidad para superar rápidamente la
crisis, que produjo una reducción sustancial del movimiento internacional de capitales. Esta
reducción desembocó en la quiebra del sistema multilateral y la adopción, por parte de las
naciones industrializadas, de políticas dirigistas y proteccionistas con un rol fundamental por
parte del Estado en el diseño de las nuevas estrategias. Esto fue: el reemplazo del
multilateralismo por el bilateralismo, el abandono del patrón oro, la devaluación de las
monedas y los consecuentes controles cambiarios, el establecimiento de cuotas de importación
y las múltiples trabas a las exportaciones de los países periféricos a Europa y Estados Unidos.
Era obvio que en una circunstancia como ésta los efectos de la crisis habrían de
repercutir desfavorablemente en la economía argentina. Por un lado, porque cesó la llegada de
capitales, y por el otro, debido a la decisión gubernamental de seguir pagando el servicio de la
deuda externa en un contexto de déficit estatal. Estos hechos derivaron en un profundo
desequilibrio presupuestario que afectó gravemente a todos los sectores de la economía. La
depresión tuvo serias consecuencias en la sociedad con su secuela de desocupación y miseria.
Yrigoyen casi no tuvo tiempo de reaccionar ante la crisis, como en gobierno de Uriburu
y en el primer año de Justo, se tomaron medidas ortodoxas sin lograr grandes resultados para
superar la recesión. Recién en 1933, con la conducción de Federico Pinedo y el apoyo de Raúl
24
Prebish, el gobierno adoptó una serie de medidas que implicaron la participación directa del
Estado en la resolución de la crisis. Se siguieron algunos lineamientos económicos de John M.
Keynes, partidario de una economía dirigida en donde el Estado debía desarrollar un papel
central en la regulación y búsqueda de equilibrio entre la oferta y la demanda. En este
esquema, lograr la plena ocupación y la generación de empleo desde el Estado, eran una tarea
básica.
Tanto el presidente Justo como su ministro Pinedo, tenían convicciones radicalmente
opuestas a Keynes. Sin embargo, debieron adecuarse a los nuevos tiempos y adoptar medidas
dirigistas para sanear la economía. Se tomaron más aquellas ideas que ayudaran más a
resolver los problemas relacionados con los grupos exportadores que a buscar el bienestar
general de los consumidores. Pensaban en esta política como algo transitorio, a los efectos de
superar la crisis, aunque el rumbo seguido fue completamente diferente.
El principal problema de la economía argentina radicaba en la debilidad de la
tradicional estructura agroexportadora frente a la tendencia proteccionista de los países
industrializados y la emergencia de las relaciones comerciales de tipo bilateral. Nuestro país
mantenía fuertes lazos comerciales con Estados Unidos y Gran Bretaña; como consecuencia de
las políticas de resolución de la crisis se privilegió la relación bilateral con el país europeo.
Estados Unidos no permitió en ningún momento la entrada de granos y carnes argentinas.
Ahora bien, la adopción de una política bilateral por parte de Argentina fue más una
necesidad que una elección.
En 1932, Gran Bretaña determinó dar prioridad al comercio de carnes con países de la
comunidad británica, principalmente Canadá y Australia, decisión que supuso reducir
paulatinamente las compras de carnes argentinas.
En 1933, se firmó el Pacto Roca-Runciman, un acuerdo que favoreció ampliamente al
mercado inglés. A partir de la firma de esos acuerdos, las exportaciones de carnes argentinas
comenzaron a decaer. Se consolidó el monopolio del frigorífico en manos de ingleses y
norteamericanos.
El gobierno de Justo dispuso la creación de la Corporación de Transportes de la
Ciudad de Buenos Aires, iniciativa de la Anglo, la más importante compañía británica de
tranvías, con el objeto de conformar un monopolio de transportes que frenara la competencia
de las nuevas y prácticas empresas de colectivos, que tuvieron un proceso de franco
crecimiento.
Una de las consecuencias más interesantes de la crisis desatada en 1929, fue el
crecimiento de la industria argentina. Esto se relaciona, por un lado, con el ensanchamiento
del mercado de consumidores y con la existencia de suficiente mano de obra, y por otro, con los
efectos de la crisis, que había cerrado la economía de tal manera que se tornó necesario
encarar un proceso de sustitución de importaciones.
La caída de las exportaciones argentinas provocó una disminución en las divisas
disponibles para importar productos manufacturados, hecho que se agravó por la devaluación
del peso. Además, el gobierno comenzó a regular la importación mediante la elevación de
tarifas aduaneras para adaptarla al consumo local. La consecuencia más visible fue el
reemplazo de una importante cantidad de productos importados por manufacturas locales.
25
De todas maneras, no deben exagerarse los alcances del proceso industrializador en
este período, que fueron limitados en varios aspectos, tanto por el escaso interés del gobierno
como por la falta de capitales nacionales decididos a invertir en la industria. Por otra parte, la
industrialización se dio en pocas ramas: textiles, algunas industrias alimenticias y, en menor
medida, la química y la metalurgia. De todas formas, se dio gracias a este proceso, un
crecimiento cualitativo y cuantitativo en lo referente a mano de obra trabajadora y a
establecimientos industriales.
El proceso de industrialización se concentró esencialmente en la Capital Federal y en
el Gran Buenos Aires (60%), Córdoba (15%) y Santa Fe (12%). El resto (13%) se distribuyó de
manera más desconcertada, lo que habla de una fuerte dependencia del sector primario sin
desarrollarse industrialmente. Pero a pesar de estos desequilibrios regionales, la industria
argentina creció a partir de 1935. Como consecuencia de los cambios descritos.
Aun así, hacia 1943, la economía argentina seguía dependiendo en gran medida del
agro y de las exportaciones de sus productos. En todo caso, el gran cambio radicaba en la gran
cantidad de industrias autosuficientes que se multiplicaron, ya sea en la alimentación, el área
textil, la industria del vestido y derivados del cuero, artefactos eléctricos, medicamentos, etc.
La Sociedad
Durante estos años disminuye la mortalidad junto con un proceso de estancamiento de
la natalidad. Lo que sumado a la disminución de la inmigración, trae como consecuencia una
baja en la tasa de crecimiento de la población.
Hay un cambio sustancial en la composición sexual de la población urbana,
comprobándose un aumento en la proporción de mujeres. De esta forma, durante este período
deja de percibirse a la Ciudad de Buenos Aires como un lugar de hombres solos, lo que incide
sobre las formas de sociabilidad.
Por otro lado, comienzan a hacerse evidentes las mejoras sanitarias y en materia de
salud de los últimos años. La expectativa de vida mejoró notablemente: de 48 años promedio
de vida en 1914 a 59 años de promedio en 1936.
En este período se produjeron cambios notables en la sociedad argentina. La crisis
mundial y dos de sus consecuencias, la detención de las corrientes inmigratorias ultramarinas
y el proceso de industrialización, contribuyeron en forma determinante al cambio en su
fisonomía. El flujo ultramarino fue reemplazado por las migraciones internas.
La aceleración del proceso de industrialización requería mano de obra abundante y se
nutrió de miles de migrantes que se trasladaban desde diversos lugares del interior del país
hacia los centros urbanos. El éxodo desde las provincias adquirió connotaciones inusitadas y es
un proceso comparable al producido por la inmigración extranjera de comienzos de siglo.
Agotada la capacidad de crecimiento poblacional del centro y sus alrededores, Buenos
Aires creció y se expandió hacia la periferia, impulsando el desarrollo de un cinturón de
barrios de un lado y otro de la avenida General Paz y del Riachuelo. Signo de los nuevos
tiempos, de la crisis y del flujo de migrantes internos, en 1932 se levantó, la primera villa
miseria, la contracara exacta de un proceso de urbanización que incluía la remodelación del
centro de la ciudad de Buenos Aires pero que dejaba al margen a miles de personas.
26
El proceso de urbanización incluyó al barrio como factor de arraigo y adhesión para los
vecinos, que frecuentaban clubes, bares, plazas y sociedades de fomento.
Durante este período, aumentó la tasa de alfabetización. El desarrollo del empleo
público y administrativo, del comercio y de ciertos oficios incentivaba una tendencia que
evidenciaba la importancia de saber leer y escribir. Se produjo una avidez por la lectura de
diarios, revistas y publicaciones. Por eso, paralelamente a las escuelas públicas y privadas,
surgieron una multitud de universidades populares, academias e institutos de artes y oficios
de enseñanza práctica que complementaban la educación formal y ampliaban las posibilidades
de desarrollo laboral, profesional y de socialización de la ciudadanía.
Este fenómeno se extendía a los sindicatos, sociedades de fomento, bibliotecas
barriales y clubes, que ofrecían una amplia gama de cursos. Toda esta actividad en su conjunto
incentivaba aún más los hábitos de lectura, lo que a la vez, fomentó el crecimiento de
importantes editoriales.
Como vemos, la cultura y los modos de sociabilidad experimentaban transformaciones.
La radio marcó el signo de los tiempos y adquirió pleno desarrollo durante estos años,
vinculando a las poblaciones más alejadas del interior del país con la urbe porteña. Con su
manera de emitir publicidad, los entretenimientos, las radionovelas y los informativos de
noticias, la radio comenzó a modelar conductas y actitudes en la población, de maneras mucho
más efectivas que los grandes diarios. A partir de este hecho novedoso, fue posible pasar parte
del tiempo libre reunidos en familia en torno a la radio y a su repertorio: desde audiciones de
música a radioteatros.
En el mundo del trabajo, la clase obrera aumentó a la luz del desarrollo industrial que
había crecido en forma notable. Como consecuencia de las migraciones internas, la sociedad se
argentinizó, y fue reduciéndose el porcentaje de extranjeros entre los trabajadores
industriales. Una vez finalizados los efectos de la crisis, el nivel de desocupación alcanzó sus
índices más bajos. El costo de vida se mantuvo estable hasta 1935 y a partir de allí creció más
rápidamente que el salario nominal, afectando al salario real. El promedio de horas semanales
del obrero industrial se estabilizó en 1945, hecho que generalizó la jornada laboral del 8 horas
como un derecho finalmente adquirido.
En materia de regulación social, el Estado va adoptando mecanismos de negociación
colectiva desde 1935, lo que preanuncia el alcance y la extensión de su capacidad regulatoria
en los años siguientes. Pero la falta de generalización de una política laboral y las mismas
resistencias patronales, minimizaban la eficacia de los mecanismos de negociación en estos
primeros años del período. El estancamiento del salario real, las deficientes condiciones de
trabajo y el problema habitacional, contribuían a generar un clima de descontento social
potencialmente conflictivo.
La organización de los trabajadores fue relativamente débil durante los primeros años
de la década del 30, cuyo mayor hito había sido la creación de la Confederación General del
Trabajo (CGT) como resultado de la confluencia entre viejas organizaciones obreras de
tendencias sindicalistas y socialistas.
Esta nueva organización sustentaba su representatividad en algunos pocos gremios
importantes. Se manifestaba prescindente políticamente y su actuación fue discreta al
27
principio, alejada del perfil combativo que había caracterizado a otras agrupaciones durante
los conflictos sindicales. Gran parte de los trabajadores no estaban integrados en la CGT, cuya
estructura interna estaba signada por el enfrentamiento entre socialistas y comunistas. Esa
situación se modificó una vez que la Unión Soviética ingresó a la guerra. A partir de allí,
ambas corrientes unieron sus tácticas frente a los fascismos. Sin embargo, las posturas entre
beligerantes y neutralistas dividían a las organizaciones obreras que, al producirse el golpe de
junio de 1943, se hallaban divididas y debilitadas.
28
3- El peronismo. Del Golpe de Estado de 1943 al
derrocamiento de Perón, 1943-1955
La Política
1943-1946
Los generales Rawson, Ramírez y Farrell, aprovechando la apatía y el descontento de
la ciudadanía, así como el desprestigio del gobierno de Castillo, protagonizaron en junio de
1943 el segundo golpe de Estado de la historia argentina. El golpe fue encabezado por Rawson,
quién no llegó a jurar al ser desplazado por Ramírez. Este, a su vez fue destituido por Farrell,
quien finalmente asumió el gobierno entre 1944 y 1946.
Las diferencias e internas en el seno del arco militar eran evidentes. El corto gobierno
de Ramírez entre 1943 y 1944, estuvo signado por un nacionalismo católico de derecha y una
visión autoritaria de la sociedad. Se disolvieron los partidos políticos, se implementó la
enseñanza religiosa en las escuelas y se intervino la Universidad. La oposición equiparó al
gobierno con el fascismo, que se arraigaba ante la persistente y militante neutralidad
gubernamental frente a la guerra. Los Estados Unidos consideraron esta posición como una
tácita adhesión al eje Berlín-Roma-Tokio. Las presiones norteamericanas dieron sus frutos y
Ramírez renunció.
El general Farrell era neutralista pero debió avanzar en el camino contrario a sus
convicciones. Presionado por EEUU debe declarar la guerra a Alemania como condición
imprescindible para ingresar en las Naciones Unidas.
Durante el gobierno de Farrell se produjo el ascenso de Juan Domingo Perón a las
instancias más alta del poder. Perón era uno de los ideólogos del G.O.U., una logia militar que
tuvo gran influencia en el golpe del ´43. La sigla fue interpretada de distintas formas: “Grupo
de Oficiales Unidos”, “Grupo Obra de Unificación”, “Grupo Organizador y Unificador”. Lo
cierto es que en poco tiempo, Perón desarrolló una rápida carrera política. En junio de 1943 es
nombrado jefe de la Secretaría del Ministerio de Guerra, un cargo modesto pero influyente
dentro de la estructura militar. Meses después, es puesto al frente del Departamento Nacional
de Trabajo, que rápidamente se convirtió en Secretaría de Trabajo y Previsión: con esto
empezó realmente su ascenso, que lo llevó a la presidencia de la Nación en 1946.
Desde la Secretaría, Perón le dio un fuerte impulso al moderno Estado interventor que
se convirtió en árbitro de las relaciones entre obreros y patronales. Desde allí desarrolló una
dinámica político social, área donde había mucho para construir. Se rodeó de algunos oficiales
amigos y convocó a los dirigentes sindicales no comunistas para colaborar. Una buena parte de
ellos participó activamente de la nueva política laboral.
El impulso de esta amplia cantidad de medidas sociales se tradujeron en sustanciales
mejoras para los trabajadores: indemnización por accidentes laborales, un sistema de
vacaciones pagas, jubilaciones y pensiones son solo algunas de las medidas implementadas,
como la sanción del Estatuto del Peón para regular las relaciones laborales entre los
propietarios y trabajadores rurales. Esta política de seguridad social requería del apoyo de
militares y empresarios. El pleno empleo y los altos salarios eran condiciones indispensables
29
para llevar adelante una política de este tipo.
Una parte del Ejército veía con simpatía el trabajo de Perón, aunque varios sectores lo
veían con desagrado. Muchos empresarios, aunque colaboraron activamente, no se mostraban
muy conformes con sus políticas, debido a la creciente identificación los trabajadores con
Perón. Las cámaras de Industria y Comercio emitieron un manifiesto que atacaba duramente
la política social. Algunos partidos (socialistas, radicales, comunistas, demócratas progresistas
y algunos conservadores) exigían la entrega del gobierno de facto a la Corte Suprema. Estos
partidos plasmaron su unidad en la Unión Democrática que realizará una importante
manifestación opositora en septiembre de 1945, la marcha por la Libertad y la Constitución.
Así, entre la presión política y los desencuentros militares, el 8 de octubre Perón renunció. Los
sectores opuestos lograron un triunfo provisorio cuando impusieron su renuncia a los cargos
que ocupaba y también su detención.
El 15 de octubre, la Federación Obrera declara en Tucumán una huelga general, lo
mismo hacen varios sindicatos en Rosario, exigiendo la libertad de Perón. Los obreros de la
carne de Berisso se movilizan, lo mismo que en Valentín Alsina, Lanús, Avellaneda y otros
lugares del sur del Gran Buenos Aires.
En la noche del miércoles 16 de octubre, se reúne el Comité de la Confederación
General del Trabajo y se declara una huelga general para el 18. El motivo del paro se
expresaba en una serie de puntos que incluía el llamado a elecciones y el mantenimiento de las
conquistas obreras pero no mencionaban a Perón. La declaración sirvió como impulsor para
que varios sindicatos y los trabajadores se sintieran avalados para emprender acciones. Perón,
alegando problemas de salud, consiguió que lo trasladen al Hospital Militar en Palermo, donde
llegaría en la madrugada del 17.
En esa madrugada del día 17, comenzó una movilización de los trabajadores de La
Boca, Barracas, Parque Patricios y otros barrios populares y zonas industriales de los
alrededores del Gran Buenos Aires. Fue muy importante el número de trabajadores que
salieron de Berisso, donde había importantes frigoríficos. Los obreros no ingresaban a trabajar
en las fábricas y talleres e iban recorriendo los establecimientos incitando a abandonarlos para
luego marchar hacia el centro de la Capital Federal. La acción estaba poco coordinada por
dirigentes gremiales y la fuerza principal de impulso provenía de esas mismas columnas que
mientras marchaban, retroalimentaban el movimiento.
Inicialmente se levantaron los puentes sobre el Riachuelo, paso obligado hacia la
Capital para quienes provenían de la zona sur, muchos cruzaron a nado o en balsa hasta que,
más tarde, los puentes fueron bajados. La policía no obstaculizó la marcha. El gobierno no
actuó, se negaron a movilizar a las tropas desde Campo de Mayo, pensaron que la
manifestación se disolvería por sí sola, pero al comprobar que era cada vez más numerosa, se
entrevistaron con Perón en el Hospital Militar y pactaron las condiciones: Perón hablaría a los
manifestantes para tranquilizarlos y para que se retiren y no haría referencia a su detención.
A partir de esa fecha, se abre una nueva etapa política, con nuevos actores sociales.
Desde entonces, el movimiento obrero intervendrá permanentemente en el proceso político
nacional.
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1946-1955
Luego de un corto descanso y de casarse con Eva Duarte el 23 de octubre, Perón
comienza su campaña política. El sector de la Unión Cívica Radical que lo apoyaba, formó la
UCR Junta Renovadora, a la cual se sumaron el Partido Laborista y el Partido Independiente,
en tanto que FORJA se disolvió para sumarse al movimiento peronista. Domingo Mercante es
designado al frente de la Secretaría de Trabajo que, junto a muchos sindicatos, fue de gran
apoyo para su campaña.
La oposición estaba formada por una parte del partido radical, socialista, comunista,
demócrata progresista y conservador, la Federación Universitaria Argentina (FUA), la
Sociedad Rural (SRA), la Unión Industrial Argentina (UIA), la Bolsa de Comercio y los
sindicatos opositores. Todos ellos armaron la Unión Democrática, que apoyaría en los comicios
a la fórmula presidencial designada por la Unión Cívica Radical.
El 26 de febrero de 1946 la coalición peronista triunfó con el 52.8% de los votos contra
el 42.9% de la Unión Democrática. La diferencia no era abismal, aunque la brecha entre los
sectores opositores y el peronismo, se ampliaría durante el decenio que duró su gobierno. Juan
Domingo Perón gobernó durante dos períodos presidenciales consecutivos, lo cual fue posible
gracias a la reforma constitucional de 1949.
La novedad en este momento inicial del peronismo fue la conformación del Partido
Laborista. En su declaración de principios apoya a las ideas de democratización política y
económica, a la participación obrera en las ganancias, la extensión del sistema jubilatorio a
todos los trabajadores y la nacionalización de los servicios públicos y de los recursos minerales.
El Partido Laborista fue una herramienta importante en la movilización obrera y en la
canalización del apoyo a Perón, pero su existencia fue breve, poco después de las elecciones del
46 fue disuelto por orden del presidente.
Una vez elegido por la mayoría del electorado masculino, Perón designa un gabinete
que refleja a los sectores que lo habían apoyado: pequeños industriales, sindicalistas,
miembros de las Fuerzas Armadas, radicales renovadores entre otros.
Desde el punto de vista político, Perón quería colocar al Estado por encima de los
diversos factores sociales de poder y transformarlo en un mediador. Así es que se perfeccionan
en este período las estructuras de dominación burocrática estatal y se resuelven algunos de los
problemas económicos y sociales que se venían arrastrando. El Estado fomenta la organización
de sectores socioeconómicos que no contaban aún con organismos encargados de defender sus
intereses.
A partir de la aplicación de una política redistributiva, los salarios se incrementaron y
se aplicó una política social que completó la protección al trabajador en caso de enfermedad,
accidente, embarazo o despido. Se mejoró en forma permanente la asistencia a la ancianidad,
se crearon organismos asistenciales y culturales destinados a los estratos más bajos y se
multiplicaron los centros de esparcimiento y descanso, así como el número de sindicatos.
Las instituciones y grupos sociales opositores fueron desplazados, el gobierno limitó
las competencias del Congreso, privó a la Justicia de su autonomía y trató de reducir en toda
forma su influencia, haciéndose cargo de casi todas las radioemisoras y periódicos y
estableciendo un estricto control sobre las universidades.
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Junto con la presencia del Líder, creció la importancia y la influencia de Eva Duarte
de Perón, quien desempeñó un rol fundamental durante esa primera presidencia de Perón.
Desde 1947, el diario Democracia se convirtió en un órgano de propaganda casi
personal. Un área importante de su acción fue el trabajo articulado alrededor de la asistencia
social. Se creó la Fundación Eva Perón, cuyos fondos se integraban con la ayuda estatal y las
contribuciones de la CGT y desde donde se impulsaba la construcción de hospitales, se
subsidiaban medicamentos para los sectores más pobres y se organizaba la ayuda en
alimentos, vestidos, y otros elementos de primera necesidad.
También en 1947, se produjo un acontecimiento fundamental en el plano del
reconocimiento de los derechos políticos: se sanciona la Ley 13.100 de Voto Femenino, por la
cual se le reconocen a las mujeres argentinas los mismos derechos políticos que a los varones.
La movilización política de las mujeres dio sus frutos en las elecciones del 51, cuando el
Partido Peronista obtuvo el 63,9% de los votos femeninos. Las mujeres cubrieron los cargos en
las mesas receptoras de votos, fueron presidentas de mesa, autoridades y fiscales. Ingresaron
al Congreso de la Nación 23 diputadas y 6 senadoras, no todas peronistas.
Otro aspecto fundamental de esta etapa fueron las reformas a la Constitución
Nacional en 1949 y luego en 1953. El Preámbulo de la Constitución del ´49 incluye el lema del
movimiento político del gobierno: el establecimiento de una "nación socialmente justa,
económicamente libre y políticamente soberana". Se incorpora el Decálogo del Trabajador, que
establece la plena vigencia de los derechos fundamentales e incluye la declaración de la
propiedad inalienable de la Nación sobre los recursos naturales, la nacionalización de los
servicios públicos y la regulación del comercio externo. Se reconoce la propiedad privada como
un derecho natural pero limitado por su función social, reconocimiento que implicaba que el
Estado podía expropiar negocios y tierras para asegurar el uso productivo y beneficiar a la
comunidad.
Las reformas del ´53 fueron muchas, pero uno de los cambios fundamentales tiene que
ver con el establecimiento de la elección directa del presidente de la Nación, suprimiéndose los
colegios electorales y la posibilidad de la reelección presidencial inmediata.
Con la desaparición de la prosperidad y con el agotamiento de las reservas acumuladas
durante la guerra, el gobierno se vio obligado a limitar la actividad económica estatal y a
suprimir parte de las subvenciones que se otorgaban. Las elecciones nacionales de 1951
cambiaron el mapa electoral del país como consecuencia de las novedades introducidas por el
gobierno. Por una parte, el padrón electoral se incrementó con la incorporación de las mujeres
a la ciudadanía y la geografía electoral se amplió con la provincialización de los antiguos
territorios de Chaco, Formosa, Misiones, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa
Cruz. El peronismo ganó en todas las provincias.
En 1952, Perón asume la segunda presidencia. El nuevo período presidencial
comenzaba también con la muerte de Eva Perón, ocurrida en julio de 1952. Para muchos, con
ella desaparecía la figura que mejor encarnaba al peronismo y con su muerte entraría
definitivamente en la mitología política argentina.
Las dificultades económicas derivadas de las tendencias de los precios internacionales
y del comportamiento del sector agropecuario obligaron al gobierno a una mayor cautela frente
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a las exigencias de los diversos sectores. Las demandas y las acciones de la oposición fueron
acompañadas de una mayor represión, que incluía el incendio de sedes partidarias como la
detención de varios opositores.
Durante los 10 años que gobernó el Partido Peronista, la discusión con la oposición se
articuló alrededor de la antinomia "libertades públicas” por un lado y “justicia social" por otro.
Esa antinomia se expresaba a través de realizaciones sociales que el gobierno llevaba
adelante, junto con una política autoritaria. Las relaciones entre el gobierno y la oposición
fueron tensas durante todo el período. De alguna manera, todos los partidos políticos se vieron
afectados por el proceso que se inició con la llegada de Perón al poder, la Unión Cívica Radical
fue el principal partido opositor. Con Perón en el gobierno, un grupo parlamentario radical
intransigente orientó la política del partido, al mando de Ricardo Balbín y Arturo Frondizi.
Las relaciones entre el gobierno de Perón y la Iglesia también fueron conflictivas. Si
bien es cierto que inicialmente rigió una ley que establecía la enseñanza religiosa en las
escuelas y que buena parte de la acción social del gobierno se hacía bajo el signo del
catolicismo, pronto se harían visibles las divergencias.
Las tensiones con la Iglesia reconocían orígenes diversos. La creciente politización del
aparato asistencial estaba en la raíz de las controversias, tanto como las reformas que
apoyaban el establecimiento del divorcio, la equiparación de hijos legítimos e ilegítimos, la
legalización de los prostíbulos, la eliminación de las subvenciones a la enseñanza confesional.
Al final de este período, van a darse algunos conflictos que pondrán en escena muchos
de los problemas. La concentración multitudinaria el día de Corpus Christi en junio del ´55 fue
una manifestación de la oposición frente a la Catedral, que fue apedreada días después por
grupos peronistas.
El 16 de junio, la marina de guerra, apoyada por aviones de la fuerza aérea bombardea
la Casa Rosada con la intención de matar al presidente, que ya no se encontraba allí sino en el
Ministerio de Guerra, detrás de la Casa de Gobierno. El bombardeo sobre la Plaza de Mayo
deja un saldo de 300 muertos y más de 1000 heridos.
Esa misma tarde, grupos peronistas incendian la Curia Metropolitana y varios
templos e iglesias del centro de la ciudad.
Los vínculos del gobierno con las Fuerzas Armadas tampoco eran fáciles. Ya en 1951
habían comenzado los levantamientos que sirvieron para depurar mandos militares de
opositores y sospechosos. La evolución de las tensiones entre el gobierno y la oposición abría
brechas crecientes entre Perón y las Fuerzas Armadas.
El levantamiento del ´55 había fracasado. Pero en septiembre, un nuevo alzamiento en
Córdoba, encabezado por el general Lonardi, no pudo ser sofocado. El 19 de septiembre Perón
renuncia a la presidencia. Al día siguiente se refugia en la embajada de Paraguay iniciando un
prolongado exilio.
Las resistencias al golpe fueron violentamente reprimidas y el general Lonardi asume
el mando presidencial, iniciándose así una nueva etapa en la Argentina.
La Economía
El peronismo se caracterizó por la importancia asignada a la participación del Estado
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en la dirección y regulación de la economía. Se podría afirmar que la intervención estatal
adquirió proporciones no conocidas hasta entonces. Se impulsó una industrialización basada
en el incremento de la demanda de bienes de consumo masivo dentro del mercado interno, la
cual era generada a través del aumento del salario real. El modelo requería medidas
redistributivas del ingreso que impulsaran la demanda interna y la ocupación industrial. El
principal mecanismo para lograr este objetivo fue la reasignación de recursos para la
producción a través de la acción estatal.
Los planes quinquenales expresaron el interés del gobierno por industrializar el país.
El primero, de 1946, tenía proyectos sobre salud pública, inmigración y capacidad de trasporte,
previsiones sobre industrialización y su costo iba a ser cubierto mediante préstamos. El
principal instrumento para materializar la política y regular el comercio exterior fue el
Instituto Argentino para la Promoción y el Intercambio (IAPI), que ejercía el monopolio virtual
de las exportaciones. Mediante el control de cambios y la fijación de los precios de las
exportaciones para los productos primarios, el IAPI obtuvo los beneficios destinados a
financiar el Plan Quinquenal.
La política del IAPI se basaba en una redistribución del ingreso del sector agrícola
hacia el sector industrial. Los precios que se pagaban a los agricultores cubrían los costos y se
hizo poco para mejorar la productividad mediante la mecanización, debido al alto costo de las
maquinarias importadas. La agricultura sufrió también el deterioro del sistema de transporte
y la falta de almacenamiento adecuado. La reorientación de los ingresos de la agricultura a la
industria tuvo como consecuencia una disminución del área sembrada, desalentada por la
imposición de los precios fijos para las cosechas. El IAPI obtuvo buenos beneficios en sus
primeros años, cuando los precios internacionales fueron altos, pero esa tendencia cambió
después de 1950.
En Segundo Plan Quinquenal buscó corregir las dificultades. Propició aumentar la
producción y fomentó del ahorro. Se buscaba controlar a los trabajadores para maximizar su
rendimiento, acrecentar el volumen de los saldos exportables, reducir las importaciones y
frenar el gasto.
Durante los 10 años en que gobernó Perón, la industria se desarrolló rápidamente. El
aumento del mercado interno por la imposibilidad de importar mercaderías del extranjero, así
como las políticas proteccionistas del gobierno, jugaron a favor. La composición de la
producción industrial se modificó de 1946 a 1952. La industria de alimentos y bebidas declinó,
creció la textil y la metalúrgica. Este crecimiento industrial fue acompañado de una
redistribución del poder en las empresas, cuya base estaba en la capacidad de negociación de
los sindicatos y las comisiones de fábrica.
La industria recibió además, créditos del Banco Industrial y protección aduanera,
divisas adquiridas a tipos preferenciales para equipamiento así como para la expansión del
consumo. En este período el sector industrial cumplió un rol significativo en la creación del
empleo urbano mediante la absorción de los trabajadores provenientes del sector agropecuario.
Se manifestó también un fenómeno que se acentuaría en el futuro: la rápida expansión en el
área de la construcción y del sector terciario como mecanismo fundamental de creación de
empleo en las áreas urbanas.
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Durante todo el período también crecieron las empresas estatales entre las que se
encontraban aquellas compradas por el Estado y otras creadas con un fin determinado. La
compra de ferrocarriles, teléfonos, puertos y otras empresas de servicios no estaba definida
previamente en el programa del peronismo y hubo mucho de improvisación, lo que se hizo
visible cuando se plantearon problemas operativos.
Durante toda la etapa peronista las modificaciones económicas no alteraron
sustancialmente las desigualdades entre las diversas regiones del país, quedando en evidencia
paradojas en regiones cuya economía generó riquezas que no se tradujeron en beneficios
perdurables para la zona. La razón para esto es que los beneficios no se reinvertían, o porque
los excedentes de las empresas quedaban en las casas matrices o porque sus propietarios
trasladaban inversiones y consumos a otros lugares. Las dificultades de la estructuración
económica se hicieron visibles en muchas provincias, donde la población no encontraba
oportunidades de empleo.
Las relaciones del gobierno argentino con los Estados Unidos siguieron siendo
conflictivas durante toda la etapa El boicot norteamericano establecía la prohibición de vender
materiales estratégicos, afectando el desenvolvimiento nacional. La política de los Estados
Unidos obligó al país a producir en las peores condiciones, pues faltaban insumos básicos,
equipos modernos y energía.
La Sociedad
La población del país, de acuerdo con el Censo Nacional de 1947, tenía 15.893.827
habitantes. El aumento de la población denota una desaceleración ya marcada en los años 30.
Esto se debió tanto a la estabilidad de la tasa de natalidad como al escaso aporte de la
inmigración ultramarina más el descenso leve de la tasa de mortalidad.
Las migraciones internacionales europeas disminuyeron notablemente, aunque
después de la Segunda Guerra Mundial se reactivaron. Paralelamente, se verificó un aumento
de población proveniente de los países limítrofes: bolivianos y paraguayos en el norte
argentino y chilenos en el sur patagónico. Esta población se radicó inicialmente en las
provincias vecinas a sus países de origen pero luego, y por circunstancias similares a los
nativos, se fueron trasladando hacia el Gran Buenos Aires y otros centros urbanos.
Durante esta etapa, los niveles de vida de los obreros mejoraron debido al aumento de
los salarios reales y a la estructura de precios que estimuló el consumo. La intervención
estatal, a través de las medidas de control del precio de los alquileres y alimentos, fue la causa
principal de las mejoras.
A partir de 1946, se difundió un modelo de organización sindical cuyas raíces fueron
introducidas en el período anterior. Los sindicatos se habían organizado en varias ramas
industriales (vestido, carne, construcción) durante la década del 30 y no constituían una
novedad. Sin embargo, nuevos elementos aparecieron en este período y tuvieron que ver con el
rol del Estado que dio apoyo político y legal a la organización sindical.
Su intervención fue decisiva en la implementación del sindicato único por actividad, lo
cual garantizaba el monopolio de la representación a un solo sindicato por sector, bloqueando
de esta manera la formación de sindicatos rivales y con ello la competencia entre las
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organizaciones.
El alto grado de centralización fue anulando la autonomía de las secciones locales. La
intervención de las organizaciones obreras fue una práctica corriente, pues se buscaba
colocarlas en el marco de las políticas gubernamentales. Las funciones de control no estaban
ejercidas directamente por el Estado sino por la central obrera (CGT) y por las organizaciones
intermedias que actuaron como agentes del Estado.
La constitución de la Confederación General del Trabajo como la única organización
representativa de los trabajadores implicó también un proceso complejo pues, si bien se había
logrado la unificación del movimiento obrero, el proceso convergió en una creciente pérdida de
autonomía de los sindicatos. El rol de la CGT fue cambiando durante la etapa peronista, de
coordinación de las políticas de sus miembros a las de mediación entre los sindicatos y el
Estado para, finalmente, ejecutar las políticas gubernamentales en el movimiento sindical.
En materia de educación, el peronismo aspiraba a una mayor centralización. De este
modo, fueron mayores los esfuerzos que se realizaron para vincular los valores peronistas con
los valores de la religión y con el nacionalismo, al tiempo que comenzaron a formularse
políticas abiertas de adoctrinamiento para maestros y alumnos. Estos cambios constituían un
intento de desplazar al catolicismo como religión de Estado y monopolizar el espacio simbólico
y social, situación que favoreció el estallido del conflicto con la Iglesia Católica y otros sectores
opuestos al movimiento.
También tuvieron particular interés en privilegiar la educación técnica. No solo porque
fue considerada bastión principal en un contexto de industrialización ya que aportaría mano
de obra calificada que se iba a necesitar sino también porque se comprendía que las escuelas
técnicas serían un elemento fundamental para alejar el peligro social y la atracción a teorías
extranjeras como el comunismo.
En el plano cultural, se planteó un claro antagonismo entre la cultura popular
peronista y la cultura de elite, que se asociaba a las tradiciones liberales. En la cultura
popular se distinguían expresiones y formas diversas. Las transformaciones de las expresiones
urbanas fue una de ellas, donde se destacaron la movilización y participación política y
sindical así como la organización de las mujeres y los jóvenes.
Las mejoras salariales impulsaron el consumo, las actividades al aire libre como los
espectáculos deportivos, los bailes con orquestas y los carnavales, que alcanzaban
recaudaciones importantes. Miles de personas se trasladaban de un lugar a otro, no solo para
buscar trabajo sino para disfrutar de la naturaleza y del tiempo libre. El turismo social
promovido por el gobierno y los sindicatos amplió las fronteras para del disfrute. Fue una
época de cambios profundos, donde comenzaron a reestructurarse las relaciones personales
más íntimas y se alteraron algunas las jerarquías sociales.
El consumo popular se amplió y los medios de comunicación masivos como diarios y
revistas, la radio, el cine y el teatro ayudaban a integrar al proletariado recién llegado a las
ciudades y a incorporarlos al proyecto político del peronismo, aun sin proponérselo. Los
intermediarios entre los productos culturales del pasado y las nuevas necesidades encontraron
una base material inesperada de consumo.
En el plano musical, por ejemplo, ritmos y tonadas de las diversas regiones del país se
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difundieron en los centros urbanos. El radioteatro reivindicó y actualizó alguno de los viejos
moldes de la gauchesca y la utilización de ciertas tramas que facilitaban la identificación del
auditorio así como de sus significados, que muchas veces, reivindicaba la causa de los débiles y
abnegados frente a los poderosos.
El Estado fue un gran facilitador del acceso a estos bienes materiales y simbólicos y un
promotor y protector de actividades culturales. Aunque también hubo marginados a este
proceso de inclusión que, por voluntad o por la acción oficial quedaron excluidos y encontraron
refugio en instituciones y propuestas culturales alternativas a las del Estado.
La llegada de miles de personas del interior no solo cambió el aspecto de la ciudad sino
que configuró la imagen de un nuevo tipo social. Los llamados "cabecitas negras" o
"descamisados": personas que circulaban por espacios nunca antes transitados, que habían
estado reservados a las clases más poderosas y cuya presencia abría el terreno para las
expresiones de desprecio y prejuicio, sumándose así, a las divisiones sociales y políticas, los
conflictos culturales.
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