Persona Fisica

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Estatuto personal: régimen de las personas físicas

El estatuto personal hace referencia a la posición básica de un individuo dentro del sistema
jurídico, esto es, a un conjunto de atributos legales que le corresponden por su mera existencia
como persona: típicamente, una personalidad jurídica, una capacidad jurídica o un nombre.
Aunque habitualmente se predique también de las personas jurídicas, en este tema vamos a
utilizar el concepto de «estatuto personal» sólo para referirnos a las personas físicas.

 La ley reguladora del estatuto personal: la ley personal del sujeto


El estatuto personal viene regulado en España por la ley nacional de las personas. El art. 9.1.I Cc
afirma con claridad que la ley personal correspondiente a las personas físicas es la determinada
por su nacionalidad.
La nacionalidad se entiende que configura un criterio claro y privilegiado de vinculación entre un
concreto sujeto y la sociedad en la que éste desarrolla su actividad diaria.
En el caso de los sujetos con doble nacionalidad, el legislador español distingue tres tipos de casos:

— Situaciones de doble nacionalidad previstas por la legislación española


En el caso de que la situación de doble nacionalidad planteada venga prevista por la
legislación española, el art. 9.9.I Cc señala que:
1) Se estará, en primer lugar, a lo prevenido por los tratados internacionales que vinculen a
España en la materia.
2) En aquellas ocasiones en que no exista convenio que vincule a España, o que existiendo
nada diga el mismo al respecto, será preferida:
o La nacionalidad coincidente con la última residencia habitual.
o B) En defecto de ésta, esto es, cuando el sujeto resida en un Estado distinto
al de los que le consideran nacional, la última nacionalidad adquirida.

— Situaciones de doble nacionalidad no previstas por la legislación española


En aquellas ocasiones en que la situación de doble nacionalidad no venga prevista por el
legislador español, el art. 9.9.II Cc precisa que:
1) En el supuesto de que las dos nacionalidades en liza sean la española y otra no prevista en
nuestras leyes o en los tratados internacionales, prevalecerá en todo caso la nacionalidad
española.
2) En aquellas situaciones en que el sujeto cuente con dos o más nacionalidades y ninguna
de ellas sea la española, se estará a la ley del lugar de su residencia habitual, independientemente
de que la misma sea, o no, coincidente con alguna de las nacionalidades que ostenta.
Un ciudadano birmano que contase, además, con la nacionalidad vietnamita, y residiera en
el Perú, se vería aplicada la ley peruana de acuerdo con el tenor del art. 9.9.II.Cc, al ser ésta la ley
de su residencia habitual.

— Supuestos de apatridia.
En los casos en que el sujeto carezca de nacionalidad o la tenga indeterminada, el art.
9.10Cc señala que se considerará como ley nacional a la ley de lugar de su residencia habitual.
La solución debe ponerse en relación con lo dispuesto en el art. 12.1 de la Convención de
Nueva York, sobre el Estatuto de los apátridas, al afirmar que el estatuto personal de todo apátrida
se regirá por
o la ley del país de su domicilio y,
o sólo a falta de domicilio se estará a la ley de su residencia, sin adjetivarla como
residencia habitual.

 NACIMIENTO Y EXTINCIÓN DE LA PERSONALIDAD

Los únicos problemas se han planteado por la posible divergencia entre los ordenamientos a la
hora de regular el nacimiento y la extinción de la personalidad.
En cuanto al primero, las dificultades pueden surgir porque en el ámbito comparado hay diferentes
reglas sobre cuándo se entiende que nace la personalidad jurídica (por el mero hecho del
nacimiento físico del individuo, por la vida separada del seno materno durante un mínimo de
horas, etc.).
En principio, esta cuestión viene determinada por la ley personal del sujeto, lo que implica que
habrá de acudirse a la «nacionalidad hipotética» del individuo: la misma ley que rige la
personalidad jurídica de un sujeto rige cuándo comienza ésta. No obstante, como esta cuestión
sólo tiene sentido en el contexto de un efecto jurídico concreto, típicamente, algunos autores
piensan que lo más práctico y razonable puede ser aplicar la misma ley que rige ese efecto (en el
ejemplo, la ley que rige la sucesión en cuyo contexto se plantea la cuestión de la condición de
heredero del nacido que no llegó a sobrevivir).
Ejemplo. El causante es residente de un Estado A cuya ley exige la vida separada del seno materno
durante un mínimo de 24 horas (como sucedía en el Derecho español hasta hace poco), tiene dos
hijas y va a tener un nieto de una de ellas casada con un nacional francés. En el testamento ha
dejado los bienes de libre disposición al futuro nieto, aun no nacido. Supongamos que la hija
embarazada adquirió la nacionalidad francesa, renunciando a la de su padre. Por ello, el nieto
tendría la nacionalidad francesa. Fallece el abuelo. Al poco tiempo se produce el nacimiento del
nieto, pero desgraciadamente fallece a las 12 horas. Ello significa que conforme al Derecho francés,
donde la personalidad se adquiere también por el mero nacimiento, el nieto llegó a adquirir
personalidad jurídica y por lo tanto adquirió los bienes dejados en herencia y los transmitió a sus
ascendientes. En cambio, conforme al Derecho que rige la sucesión, no se produjo ninguna
adquisición y, por lo tanto, no hubo transmisión a los ascendientes del nieto fallecido. ¿Qué ley se
aplica para decidir si el nieto adquirió o no la personalidad jurídica, la ley que rige la sucesión del
abuelo, o la francesa, como ley personal del nieto? En principio, no parece que haya razones
suficientes para apartarse de la solución general, i.e. aplicar la ley personal del nieto (la francesa).

En cuanto a la extinción de la personalidad jurídica, ésta se produce por el fallecimiento del sujeto.
En principio, la ley que rige la personalidad y capacidad jurídica de un individuo rige también cómo
se extingue ésta. Los problemas aquí se plantean en las situaciones de conmoriencia/premoriencia
y en los casos de personas desparecidas.
En las situaciones de conmoriencia, los ordenamientos divergen también en cuanto a la
presunción: unos, por ejemplo, presuponen el fallecimiento coetáneo mientras que otros
presumen que falleció antes el sujeto de mayor edad.
— Si tienen leyes personales distintas, pero la regla es decir la presunción es la misma en
ambas, no hay problema (se estará a dicha regla).
— Si las soluciones son divergentes, por ejemplo, la ley nacional de uno presupone que falleció
primero el de mayor edad y la del otro presupone que falleció primero el de menor edad,
ambas se pueden llegar a anular y no queda otra alternativa que entender que no hay
sucesión entre ellos .

En el caso de las personas desparecidas, todos los ordenamientos jurídicos conocen instituciones
encaminadas a organizar provisionalmente su patrimonio y sus relaciones personales e incluso a
declarar el fallecimiento. Las declaraciones de ausencia y fallecimiento plantean ante todo un
problema de competencia: ¿Qué autoridades son competentes para hacer esa declaración?
o Nuestra LOPJ establece la competencia de las autoridades españolas cuando «el
desaparecido hubiere tenido su último domicilio en territorio español o tuviera la
nacionalidad española»
o Además, junto a la regla de la LOPJ, el Convenio de Atenas de 14 de septiembre de 1966
sobre constatación de defunciones extiende la competencia de las autoridades españolas
para declarar la defunción del sujeto cuando desapareció en territorio español o a bordo de
buques o aeronaves matriculadas en España .
o Al margen de la competencia principal, las autoridades españolas siempre tienen
competencia para adoptar medidas cautelares o provisionales sobre los bienes del
desaparecido que se encuentren en España.

En el caso de que las autoridades españolas sean competentes, la lex fori determinará los
presupuestos procesales, las medidas cautelares o provisionales que deban adoptarse y las
instituciones encargadas de administrar los bienes o las relaciones personales del desaparecido.
La ley aplicable a los presupuestos y consecuencias materiales de la declaración de ausencia o
fallecimiento será, según la doctrina mayoritaria,
— la ley personal del sujeto;
— si ésta no se puede determinar, la ley de su última residencia y,
— en última instancia, la ley española qua lex fori.

Por último, las resoluciones extranjeras declarativas de ausencia o fallecimiento se reconocerán en


España sin necesidad de exequátur. Gozan de un régimen de reconocimiento automático sujeto a
un control incidental (supra): la autoridad española ante la que se plantea ese control incidental
deberá verificar que la decisión extranjera cumple los requisitos formales correspondientes, que no
es contraria al orden público español y que ha sido dictada por una autoridad cuya competencia se
haya basado en una vinculación razonable con el supuesto .

DERECHOS DE LA PERSONA: EL NOMBRE Y LOS APELLIDOS


La concreción de cual sea el nombre y los apellidos de la persona viene determinada en
España por la ley nacional del sujeto, al amparo del art. 1.1 del Convenio relativo a la ley aplicable a
los nombres y los apellidos, hecho en Múnich el 5-9-1980. Dicha ley determinará, entre otros
extremos, el número de apellidos con que cuenta la persona y las características de éstos.
De acuerdo con la legislación española, los nacionales españoles cuentan con un nombre
propio y dos apellidos. Estos últimos determinan la pertenencia del individuo a una determinada
realidad familiar, al amparo de los arts. 49.2.I LRC y art. 109.I Cc.
— Apellidos que, a salvo de la opción prevista en los propios art serán el del padre,
como primer apellido, y el de la madre, aunque sea esta extranjera, en segundo lugar
(art. 194 RRC). En los supuestos de nacimiento con una sola filiación reconocida, ésta
determina los apellidos, y el progenitor podrá determinar el orden de los apellidos.

— En caso de desacuerdo, o cuando no se hayan hecho constar los apellidos en la


solicitud de inscripción, el Encargado del Registro Civil requerirá a los progenitores, o
a quienes ostenten la representación legal del menor, para que en el plazo máximo
de tres días comuniquen el orden de apellidos. Transcurrido dicho plazo sin
comunicación expresa, el Encargado acordará el orden de los apellidos atendiendo al
interés superior del menor.
Los cambios de nacionalidad conllevan un cambio de ley aplicable al nombre por lo que éste
deberá ajustarse a lo establecido en la nueva ley nacional (artículo 1.2 Convenio de Múnich 1980).
No obstante, el ordenamiento español facilita la continuidad de situaciones constituidas bajo la ley
anterior y permite que un sujeto extranjero que adquiere la nacionalidad española conserve sus
apellidos (o su apellido, en su caso) siempre que así lo declare
1) Bien en el acto de adquisición de la nacionalidad española.
2) Dentro de los dos meses siguientes a la adquisición de la nacionalidad española.
3) En el momento de adquisición de la mayoría de edad.
 INCIDENCIA DEL DERECHO EUROPEO
Como hemos visto, el nombre y los apellidos se sujetan a la ley nacional de cada persona. Para la
determinación de la ley aplicable al nombre y los apellidos de sujetos con doble nacionalidad se
siguen las reglas que hemos señalado anteriormente, de tal modo que si, por ejemplo, en
supuestos de doble nacionalidad no prevista por nuestras leyes una es la nacionalidad española,
prevalecerá ésta (artículo 9.9 II CC).

En efecto, el TJUE ha considerado que imponer la aplicación de la ley nacional de un Estado


miembro a un sujeto que ya ha adquirido un apellido bajo la ley de otro Estado miembro (sea por
ser nacional también de ese otro Estado miembro o por haber nacido y residir allí) constituye un
obstáculo injustificado a las libertades del TFUE. Por consiguiente, rige un principio de
reconocimiento mutuo: debe reconocerse el nombre y los apellidos ya adquiridos conforme a la ley
de otro Estado miembro, aunque no coincida con la ley nacional.
Ejemplo. Un español, hijo de españoles, nace y reside en Dinamarca, en cuyo registro civil es
inscrito bajo el régimen de apellidos que prevé el Derecho danés (un apellido doble, compuesto por
el del padre y el de la madre). Pues bien, en este caso, el registrador español deberá inscribir a ese
menor como nacional español pero con los apellidos que le han atribuido bajo la ley danesa. Esto
conlleva en la práctica cierta posibilidad de elección del sujeto (o de quienes tengan competencia
para hacerlo) entre los distintos ordenamientos competentes

CAPACIDAD Y PROTECCIÓN DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD.


La capacidad, entendida como aptitud para ser titular de derechos y obligaciones queda en
principio sujeta a la ley nacional del interesado. En cambio, la capacidad para la realización de
determinadas actuaciones (p. ej. para hacer testamento) está matizada por reglas especiales y
sobre todo por los mecanismos que cada ordenamiento prevé en orden a suplir y completar la
capacidad respecto de las personas cuando fuera necesario.
 La capacidad jurídica y sus restricciones.
Si la capacidad jurídica es la aptitud para ser titular de derechos y obligaciones, el nacimiento
determina la capacidad. En principio la ley nacional determinará los modos de adquisición de la
capacidad de obrar (mayoría de edad y emancipación) (ex art. 9.1 Cc). Realmente en el
ordenamiento español la minoría de edad es el único supuesto legal de incapacidad. Puede verse
atemperada por instituciones como la emancipación aplicable a los sometidos a patria potestad al
ser ésta una situación intermedia entre la menor y la mayor edad.
> En cambio, las medidas de apoyo o protección a las personas con discapacidad quedan
sujetas a la ley de la residencia habitual conforme a lo dispuesto por el artículo 9.6.2 del
Código civil, tras el cambio introducido por Ley 26/ 20152 y por Ley 8/2021, de 2 de junio,
por la que se reforma la legislación civil y procesal para el apoyo a las personas con
discapacidad en el ejercicio de su capacidad jurídica.
 Alcance de la ley nacional.
La ley personal puede ceder en favor de otros criterios de conexión o venir modulada en ciertos
supuestos.
 En primer lugar, como ya se ha indicado, en función de la naturaleza del acto (capacidades
especiales).
 En segundo término, por una finalidad de protección de la seguridad del tráfico (teoría del
interés nacional).
 Por último, cuando la situación de incapacidad de la persona exige la adopción de medidas
de apoyo con o sin intervención judicial.

AUSENCIA Y FALLECIMIENTO.
La personalidad se extingue, bien por el hecho físico de la muerte, bien por la declaración de
ausencia y fallecimiento. La declaración de fallecimiento plantea, por una parte, la cuestión de la
competencia judicial internacional en la materia (art. 22.3 LOPJ). La autoridad judicial española
competente tendrá que resolver conforme a la ley española aspectos tan relevantes como los
medios de prueba por los que se acrediten una u otra circunstancia determinante de la extinción
de la personalidad.
La ley aplicable es la ley nacional incluida la determinación del momento o la solución de los
supuestos de conmoriencia o premoriencia (con fuertes divergencias de una legislación a otra).
Ahora bien, en relación con estos aspectos, a falta de un régimen jurídico ad hoc, y aunque una
solución práctica sería la sumisión de estos supuestos a la ley rectora de la sucesión, lo cierto es
que el R 650/2012 sobre sucesiones los excluye de la ley rectora de la sucesión (vid. Lección 22).
Junto al supuesto normal, en el que la declaración de fallecimiento sigue al hecho físico de la
muerte, puede ocurrir que ésta derive de un procedimiento judicial, a través del cual se califica a
una persona desaparecida (o ausente) como fallecida. Ambos hechos solo producen efectos
después de una declaración judicial en el marco de un procedimiento judicial previo.
En lo que se refiere a la ausencia, el problema se plantea por la incertidumbre sobre la existencia
de una persona. No es un estado civil, ni tampoco una circunstancia que modifique la capacidad de
la persona. Es, ante todo, una situación que, mientras dure, exige adoptar medidas de protección
del patrimonio del ausente y sus eventuales efectos frente a terceros.
Luego, en los supuestos internacionales, suscita dos cuestiones centrales que deben resolver los
Tribunales españoles, cuando el desaparecido hubiera tenido su último domicilio en territorio
español o fuera español (art. 22 quater a) LOPJ 2015).
— En primer lugar, la declaración de ausencia (los presupuestos y efectos), estará sujeta a lo
previsto por la ley nacional del desaparecido (art. 9.1 Cc). La situación de ausencia concluye
con la declaración de fallecimiento.
— En segundo término, dado que es una situación que afecta a la totalidad de los derechos y
bienes de la persona exige la adopción de medidas cautelares o provisionales. Por su
componente procesal y por una razón de efectividad práctica, solo podrán adoptarse de
conformidad con la ley española (lex fori).

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